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HISTORIA Y NARRACION EN
PSICOANALISIS
https://www.topia.com.ar/articulos/historia-y-narracion-en-psicoanalisis
Fernando Yurman
Habría entonces, según se intenta plantear en esta ponencia, diversas presencias de la narración,
desde el comienzo de un tratamiento, cuando se superpone de modo casi indiferenciado narración e
historia, hasta el final, cuando los pacientes hablan tan poco y casi no cuentan, y se advierte una
muerte narrativa, y notoriamente se agota el deslizamiento que es siempre una narración. El carácter
necesario y fundamental de la narración en la vida psíquica tiene una función cambiante, que
incluye su propia desaparición parcial, pero, según se propone aquí, resulta inevitable en todos los
planos, incluido el teórico.
Hay una etapa inicial, ordenadora de la vida psíquica, que Freud la describió en el análisis del
niño y el carretel, cuando el balanceo fonético del Fort Da narra una pérdida. Sobre este caso,
observó Lacan, que bastan dos fonemas para estructurar un discurso. Desde la perspectiva que lo
estamos viendo, diríamos que también para estructurar una narración, e incluso, como en este caso
de Freud, diríamos que es la misma narración la que da lugar a la pérdida, a la estructuración de la
pérdida como tal, ya que nada tiene función psíquica sin este ordenamiento que es narrativo. Quizás
cabe observar que actualmente la lingüística tiene corrientes que plantean la narratividad como una
condición inicial del habla. También, por la fuerza del ejemplo, cabe recordar al eminente crítico
literario Frank Kermode que decía que basta el tic tac del reloj para constituir una narración: hay
una génesis en tic y un apocalipsis en tac [11] . El ejemplo de Kermode, aunque su fundamento es
bíblico, guarda con el Fort Da de Freud una obvia similitud. La diferencia es que en Freud deriva de
la articulación narrativa de una pérdida constituyente de una presencia, de la relación del símbolo y
de la cosa, mientras en Kermode es una condición general de apropiación del mundo por la
narración, tesis que a veces también sostuvieron muchos antropólogos y teóricos del aprendizaje
[12] . Pero tanto en una como en otra propuesta la narración aparece inicial, casi fundida con la
misma simbolización.
Disolución y multiplicación
En la clínica la narración es simultánea y complementaria al supuesto saber del analista, ya que
está fundida con la transferencia, aunque de igual modo que la transferencia su marcha esta dirigida
hacia su transformación. No hay que olvidar que toda narración es esencialmente mesiánica, espera
un desenlace y lo cultiva, y esto no puede diferenciarse del gran otro que escucha, el dueño
imaginario de ese supuesto final. La diferente posición frente a historia y narración, en los distintos
enfoques teóricos, incluyen lógicamente una diferente valoración de la pulsión, y por lo tanto de la
naturaleza de la intervención. Forzando algo la barra, para diseñar mejor el problema, los polos
opuestos de ese destino del trabajo analítico parecen la interpretación y la resignificación. Polos
relativos, porque en el largo plazo se complementan. La interpretación como aquello que des-
significa, que disuelve la metáfora, y la resignificación como lo que la multiplica. La primera
trasciende la narración y la segunda la continúa, la primera disuelve la historia y la segunda la
deriva incesantemente hasta que cuaje en algún nuevo goce identificatorio. Paradójicamente, la
interpretación, que es posible cuando el tratamiento ha permitido la instalación de una narración y
de una historia, sirve para anularlas, y no afirma una identidad sino que parcialmente la disuelve.
Una raíz central de la narración es fantasmática, deriva de un núcleo que fija el vínculo pulsional.
La resignificación la expande, la interpretación la reduce. Esta diferencia a mi entender demanda
una estrategia de aprovechamiento, no una elección. Oponerlas resulta, según mi impresión,
dogmático y estéril. Desconocer la hermenéutica tradicional [13] implica desconocer la elaboración,
pero asimismo evitar la abolición del sentido que suscitan las interpretaciones ¨sin comprensión¨,
implica cegar los espacios libres que reclama esa misma elaboración. Interpretación y
resignificación son remos del mismo bote. La resignificación no tiene donde morder si la
interpretación no cava el material, y la interpretación no puede cavar si la resignificación no
estabiliza el terreno [14] . Un análisis no puede navegar fuera de la angustia, pero tampoco
solamente dentro de la angustia, y los dos remos resultan necesarios. Aquí nuevamente aparece,
creo, sobre estas dos intervenciones, modos distintos de tratar la narración, y también la diferencia
de direcciones de la función poética en literatura y psicoanálisis. La literatura remite siempre a la
palabra e intenta absolver la palabra con la palabra, mientras que la acción psicoanalítica apunta
más allá de la palabra, a la pulsión, y a todo aquello que perturbadoramente la excede. La
resignificación, que quizás es también una tentación literaria, un goce metafórico, si anda sola
correría el riesgo de ser fagocitada por el fantasma que la recibe. Como la formación fantasmática
determina en gran parte el tipo de escucha y comprensión del paciente, la resignificación quedaría
sometida a su perspectiva. Pero en cambio resulta provechosa si la interpretación abre nuevos
espacios fuera del fantasma. Octavio Paz decía con certeza que en la poesía toda palabra es un
nombre propio, pero precisamente la interpretación psicoanalítica es aquella que, por el sentido de
la fuerza más que por la fuerza del sentido, disuelve los nombres propios de una narración, hace
emerger su arbitrariedad, corta la repetición y retorna la historia a la contingencia del presente. La
interpretación, vista en esta perspectiva, es aquello que actúa rompiendo el discurso narrativo, no
explica ni reenvía la narración sino que la detiene, la saca de quicio en sentido literal. No quiere
decir que la narración termine para siempre, pero cambia centralmente su posición con la historia.
Ello no implica instalar de modo permanente una visión extática, sino permitir que en ese espacio
pueda crecer una nueva narración.
Una nueva narración pero casi sin historia, y correlativamente casi sin identidad. Idealmente se
trata de la pérdida de una identidad en provecho de una decisión, de una acción decisiva. Quizás el
mejor modelo de esto lo haya dado, para otros fines, Duns Scotto, el teólogo medieval, cuando en
relación a la identidad pergueñó filosóficamente aquella narración marina: ¨Si un barco va de
Irlanda a Normandía llevando una carga de madera, y en el viaje padece una tormenta, y para
repararse va sustituyendo paulatinamente el maderamen del casco por el de su carga, y luego el
mástil, y después todo el navío, cuando llega a Normandía ¿Es todavía el mismo barco?. Esta
pregunta subsiste hoy para nosotros. Para la experiencia analítica existe a veces la suposición que
este despojamiento no pierde sino que reencuentra la identidad, devela la historia en vez de
anularla, y que la vía de reducción, la vía que Freud llamaba Ad Levare en analogía a la extracción
que practica la escultura, liberará la historia y conducirá finalmente a la figura genuina, a la forma
auténtica. Esta propuesta no tiene, me parece, un apoyo firme. Dicha afirmación desconoce que la
nueva forma fue gestada en la singular temporalidad del análisis, como el barco de Scotto, y que es
esencialmente un cambio en la relación con la pulsión y los ideales. Esa objección, que sugiere una
verdadera historia que emerge de la falsa, participa tal vez de la inocencia de aquella pregunta que
le hizo un niño a un escultor ¿Y Usted como sabía que había un caballo adentro de la piedra?.
La nueva forma será narrativa, pero sin historia, porque la forma no esperaba dentro de la piedra,
sino que deriva del mismo encuentro analítico y la transformación que implica en la relación con la
pulsión y los ideales. Pero la ausencia de historia no es un valor en sí mismo, es solamente una
condición, una posibilidad, una apertura a la realidad, y no implica la ausencia de narración.
Narración en la teoría
En lo que respecta a la teorización, la puja alrededor de la narración no es menor, ya que hay una
suerte de confrontación entre el pensamiento narrativo convencional, y una suerte de narración de
segundo grado que suelen ser los esquemas. Se registra a veces el dudoso prestigio de fórmulas y
vectores, como si los números estuvieran menos expuestos al narcisismo o a los efectos imaginarios
[15] . Esta posición evita la narración, lo que en mi perspectiva no beneficia siempre la mayor
comprensión de los fenómenos. En nuestro país creo que más bien la altera, crea una falsa certeza e
impide el enriquecimiento del pensamiento con la narración de las lenguas convencionales, las que
se enriquecen de ambigüedad y se mezclan con otras narraciones, y precisamente por ello son,
como observó Roman Jakobson, la tierra verdadera de la creación. Por otra parte, las fórmulas o
ecuaciones, también son narraciones, narraciones ascéticas, algo anoréxicas, pero no simples
descripciones. También incide en esta perdida narrativa, la disminución de la importancia
articuladora dramática del complejo de Edipo. En esta intemporalidad, Kohut coincide con algunas
propuestas de Bion, especialmente su aspiración de anular memoria y deseo, y también de Lacan,
especialmente la consideración del Nombre del padre como una función independiente del drama
Edípico. Sin discutir la compleja pertinencia de estas afirmaciones, de lo que se trata, salvando las
diferencias del caso, es del reconocimiento de un poder de aquello que está más allá de la narración
y de la historia que esta devela. La teorización, entonces, enmudece la narración, y aparenta seguir
un rumbo parecido al de los tratamientos en su encuentro con la pulsión. Quizás valga la pena
recordar, hasta por placer etimológico, que la palabra narrar deriva de arrastre, viene de arrastrar el
trineo en tiempos remotos. Ese arrastre es en este caso heterogéneo [16] , va arrastrando hechos y
símbolos, naturaleza y cultura, la
materia con la que se trabaja las diferencias y el sentido. Con este arnés también Freud arrastró toda
su teoría, y por algo siempre lo mantuvo. Creo que es preciso retomar ese arnés, rescatar la
narración en sí misma, ya deslastrada de un vínculo alienado con la historia, como Freud lo hizo al
final de su vida en las Construcciones y en el Moises [17] .
La posición de Bion [18] , que intenta despejar el momento analítico del efecto de memoria y
deseo, o la de Lacan que despeja la dimensión del goce del orden significante Edípico [19] , parecen
adelantarse desde la disolución ya explicitada por Freud en ¨Construcciones¨. En términos de
Freud, se derivaba allí una preeminencia de lo económico sobre el sentido, de la pulsión sobre los
ordenamientos significantes. Pero la pulsión como dijimos es un concepto límite y también un
límite conceptual, de manera que la narración habrá de volver por sus fueros, la narración no
termina aquí. En ese trabajo Freud cuestionó la hipótesis histórica, no la narración. La narración,
que nos parece fundamental para la vida psíquica, cambia su relación con la hipótesis histórica. Para
el análisis se va de narración a historia, y no al revés. Esta relación podría ilustrarse en aquella
paradoja cómica que le gustaba a Bertrand Russell : Un caballero le dice a otro señalando una parte
del castillo ¿Es aquí donde aquel Rey dijo esas famosas palabras ? y el otro le responde si, pero
nunca dijo las palabras.¨. De hecho, para el análisis es preciso ese cómico sí del caballero, es
preciso tener una historia para poder disolverla en el análisis. Las intervenciones integradoras,
resignificantes o historizantes, son sumamente importantes en la mayoría de los cuadros, donde la
narración histórica debe ser constituida. También en una primer etapa de cualquier análisis, pero su
despliegue usualmente tiene como destino la disolución de su relación con la historia. Cambia su
relación con la historia como presupuesto que determina la narración, aunque no desaparece como
narración en sí misma. No desaparece porque la narración no es solamente un articulador de la
historia, también es contabilista de la realidad, contabilista fallida claro pero contabilista esencial, y
resulta la respiración natural de la experiencia, y también, siguiendo a Paul Ricoeur, es la fundadora
del tiempo humano [20] . Este carácter esencial hace que su presencia sea cambiante, pero
inevitable, incluso en la misma teoría psicoanalítica y a pesar de los esfuerzos de la formalización.
La narración es algo ambigua, y la ambigüedad es una riqueza. La lógica no sólo aporta precisión,
también mandato formal, y termina siendo superyoica y moralista. Todo señala además que los
mitos en psicoanálisis nunca fueron redundantes, están ahí por su estricta función narrativa teórica:
el Edipo en Freud, Palinuro en Bion, Antígona en Lacan, Narciso en Kohut, dan suficiente pábulo
de la dimensión narrativa mítica que centralmente atraviesa la teorización psicoanalítica. Narración
insoslayable para la teoría, que finalmente emplea las mismas matrices de la subjetividad a la que
dió origen esa narración [21] . Se sabe que Freud oscilaba entre Edipo y Hamlet para articular el
famoso complejo, y seguramente hubiera sido distinto el destino teórico y la posibilidad de pensar
la clínica con una y otra narración. La narración no es posterior al pensamiento, nace con él, de
modo que el hecho que Bion, por ejemplo, haya empleado a Palinuro, que deriva de la Eneida y
tiene como autor a Virgilio, o mitos bíblicos o historia persa, dice narrativamente tanto sobre sus
propuestas, como aquello que lo diferencia de los que han empleado los mitos griegos [22] .
La suspensión narrativa
[3] E.Laurent ( febrero de 1995 ), encuentra en el poema ¨If ¨ de R. Kipling un significado asaz
arbitrario, que no se desprende convencionalmente del poema, ni jamás fue consignado por ningún
crítico.
[4] Emile Benveniste, Investigaciones Retóricas, Serie Comunicaciones, Ediciones Buenos Aires.
[5] George Steiner, ¨ Real Presences ¨. Edit. Norton. ¨El Palacio de Barbazul ¨ . Ed. Gedisa
[7] La ¨novela¨ personal del neurótico que analizó Freud se despliega de maneras distintas en
épocas y culturas puesto que el mito de origen personal se trama con el social. En Venezuela, más
allá de los debates políticos, ideológicos o económicos, se asiste actualmente a un acelerado
desarrollo productivo de la subjetividad social. Proceso que está cargado de narraciones latentes, y
reflota una ¨novela familiar¨ habitual en America Latina : gestas ¨justicieras¨, enojo de galanes, el
¨mamismo¨ de las primeras damas como política de protección de la infancia, reconocimiento del
hijo ¨natural¨ de la sociedad, etc. Estas reformulaciones de la sociedad sobre su propia historia no
son inocuas sobre la mitología personal.
[8] Esta inferencia está también implícita en el trabajo de Benedit Anderson ¨ Comunidades
imaginadas ¨, México, D.F.1993, y asimismo en el estudio de Paulette Silva sobre el Período de
Guzman Blanco, ¨Una morada de enmascarados ¨, Ediciones La Casa de Bello,1993.
[9] Esta condición general y particular se refiere a la interpretación apofántica que cita Lacan,
también a la definición de poesía de Julia Kristeva, y a la particularización vertiginosa que sostiene
Lacan en ¨El Atolondradicho ¨. El énfasis en el relato procede de Freud en ¨Construcciones en el
análisis¨, y también de Paul Ricoeur en ¨Tiempo y narración ¨.
[10] Podria agregarse que también para testificarse, si se considera que ¨el pase¨, suerte de corolario
metafísico-institucional que ha instaurado una escuela lacaniana, es finalmente una narración.
[12] Esto último está particularmente desplegado por Claudia T.G. de Lemos, en ¨Los procesos
metafóricos y metonímicos como mecanismos de cambio ¨, Universidad estadual de Campinas,
Brasil, Substratum, Volumen 1, 1992. También la tesis del lenguaje social de Vygotski, que ha
influido en muchas corrientes antropológicas, sugiere la génesis de la sintaxis tramada con la
interacción social.. El clásico artículo de Chomski sobre lenguaje interno, más allá de su carácter
específico, apunta también a un sentido similar.
[13] La denomino como tradicional, para enfatizar que la interpretación ¨ disruptiva, imprevista y
equívoca ¨ no deja de ser hermenéutica, aunque no hereda la línea de proposiciones lógicas que
inició Aristóteles con ¨Peri hermeneias ¨ (organizada sobre la fuerza del sentido) , sino la hebrea: el
poder de la presencia transformadora de la palabra divina en el Antiguo Testamento ( Diccionario de
teología bíblica, J.Bauer, Barcelona, Herder,1967 ), la que maldice, bendice, o ejerce ¨El
atolondradicho (el sentido de la fuerza). El énfasis de Lacan en la función poética de la
interpretación no excluye a ésta de la hermenéutica. El sentido de la fuerza y la fuerza del sentido se
alternan históricamente en las posiciones interpretativas, según J.Derrida. También encuentra una
alternancia similar el análisis de Gershom Sholem sobre las tendencias del misticismo judío .
[14] Quizás por anhelo protagónico los casos clínicos suelen subrayar la interpretación. La
narración privilegia así la escena central del descubrimiento, central para la imaginería narcisista
psicoanalítica, no para el proceso de transformación real.
[15] Jaques Durand, en ¨Retórica del número, Investigaciones, Retóricas II, Serie Comunicaciones,
analiza la poco conocida dimensión retórica, y por lo tanto imaginaria, de las matemáticas en
general.
[16] Este rico limo de la heterogeneidad es lo que se pierde. En el cosmos cíclico de Melanie Klein,
en esa eternidad ligada a las imágenes fisiológicas, la historia nunca habrá de comenzar. En la
teorización Lacaniana, administrada sobre una dimensión simbólica que no se particulariza sobre
ninguna textura concreta, la historia ya terminó. La pura naturaleza no tiene todavía para qué
interpretarse y la pura simbolización ya no tiene aún que interpretarse. Por muy temprano o por
muy tarde, estas posiciones evaden la narración, que es el punto de encuentro temporal entre las
cosas y sus símbolos.
[21] De allí quizás el efecto de extrañamiento, vértigo epistemológico, que produce el análisis
¨psicológico ¨de figuras mitológicas que a veces despliegan algunos analistas Junguianos. También
este error lo practicó pródigamente el psicoanalista antropólogo George Devereaux, cuando se
aproximó a Edipo, para analizarlo con las categorías del complejo de Edipo.
[22] Los dramas griegos poseen mayor distancia simbólica y arquetipal que la obra de Virgilio, cuya
cepa es más histórica que mítica. Las figuras griegas son originarias, fundadoras, resultan
primariamente integradas a las inflexiones del pensamiento occidental, como lo observa George
Steiner en su ensayo ¨ Las Antígonas ¨, de allí que se repitan y modelen constantemente. Virgilio es
menos remoto. En su trabajo Bion postula una mayor cercanía psicológica al fenómeno, Freud o
Lacan una mayor cercanía simbólica, de allí probablemente sus distintas narraciones. También esta
cercanía psicológica es la diferencia entre el entierro en una historia persa que emplea Bion, y el
entierro de Antígona. Si Freud hubiera elegido a Hamlet para su complejo nuclear, probablemente
hubiera vigorizado la pasión del drama, pero hubiera empobrecido la dimensión lógica,
antropológica y simbólica, y quizás desde ese modelo no hubiera podido pensar Totem y Tabu.
[23] Aparentemente estos derrumbes no requieren narración, pero aunque la ¨Verdad tiene
estructura de ficción ¨ segun Lacan, y ¨un pensamiento verdadero no tiene pensador ¨ segun Bion,
la narración reaparece de un modo u otro. [23] [23] En su famosa tabla Bion incorpora las
narraciones en el apartado de K, y en su estudio sobre Transformaciones considera que en la
Narración la causalidad es meramente lógica, no psicológica como en cambio será cuando devenga
su Realización. Lacan, por el contrario, plantea el cese de la narración por una consistencia lógica.
La lógica y la psicología tienen sus valores originarios invertidos en Bion y en Lacan (de allí la
diferencia en las narraciones que despliegan su pensamiento : Virgilio y Sófocles ), pero cumplen
una función similar. También retoman después la narración ( el pase de la Escuela Lacaniana, a
pesar de su inexorable vaguedad, parece ser una narración corta, y en Bion las interpretaciones-
construcciones son especialmente narraciones ). [23] Las consideraciones que hace Bion en su
Tabla ( W.Bion, Tabla de elementos, Paidós ) de la narración ( colocada en K, como conocimiento)
, como una causalidad de convicción solamente lógica, y que habrá de alcanzar ( en O, según la
tabla) convicción psicológica, también es narrado. Este pasaje, aparentemente sin narración, es
paradójicamente ilustrado por Bion en el poema ¨Noche oscura del cuerpo ¨, de San Juan de la
Cruz, que divide en tres tramos la iniciación ( devenir O ), como narración mística. W Bion,
Transformaciones, Del Aprendizaje al crecimiento, Centro Editor de América Latina. También
L.Grimberg señala la importancia de la narración en el pensamiento de Bion ¨ La analogía, la
simetría y la polivalencia en el uso de la interpretación construcción, Cap.14, L Grimberg, aspectos
teóricos y clínicos, Paidós.