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CAPITULO 1

Las paradojas de
la modernizaci—n

ÒLas paradojas de la modernizaci—n 45


LAS PARADOJAS DE LA MODERNIZACION
La perspectiva del PNUD Un Desarrollo Humano, empero, no se agota
en los "equilibrios macroecon—micos", por
El desarrollo s—lo es un Desarrollo importantes que sean. La propuesta de un
Humano en tanto tiene a las personas como Desarrollo Humano Sustentable obliga a mi-
sujetos. Un Desarrollo Humano valora la rar m‡s all‡ de los indicadores macro-
vida humana en s’ misma. No se preocupa econ—micos y considerar asimismo la
de las personas solamente en tanto pro- subjetividad. Tomar al ser humano por la
ductores de bienes materiales, ni valora la "raz—n de ser" del desarrollo implica tomar
vida de una persona m‡s que la de otra, en cuenta sus opiniones e intereses, sus
nacida en una "clase social incorrecta" o un deseos y miedos. La persona no es un
"pa’s incorrecto" o de "sexo incorrecto". "factor" que pueda ser manipulado en
Para ser efectivamente humano, el desa- funci—n de los c‡lculos econ—micos.
rrollo debe facilitar a todas las personas
ampliar la gama de sus opciones y apro- Exige que se la respete en su dignidad
vechar equitativamente las oportunidades humana, en su singularidad individual, en su
que abre la sociedad moderna. vulnerabilidad. En suma, una perspectiva de
Desarrollo Humano se interesa por la per-
sona como sujeto y como beneficiario del
desarrollo.
Hacia el Desarrollo Humano sostenible

"Los seres humanos nacen con cierta La mirada elaborada por el PNUD
capacidad en potencia. El prop—sito del coincide con la precupaci—n expresada
desarrollo consiste en crear una por las diversas autoridades de Chile.
atm—sfera en que todos puedan aumen- Existe una opini—n compartida en el sentido
tar su capacidad y las oportunidades de que el muy favorable desarrollo econ—-
puedan ampliarse para las generaciones
mico del pa’s no es un fin, sino un medio
presentes y futuras."
para la realizaci—n personal y colectiva de
PNUD: Informe sobre Desarrollo Humano, las personas. Ello presupone la participaci—n
1994. efectiva de las personas en la resoluci—n de
los distintos problemas nacionales. M‡s
exacto: presupone que las personas se hacen
sujetos del desarrollo y, por ende, capaces
La idea, elaborada en sucesivos informes de definir el rumbo y el ritmo de la
mundiales del PNUD, parece obvia, pero no modernizaci—n en marcha.
lo es. Con demasiada frecuencia el desa-
rrollo es identificado con el crecimiento Diferentes personalidades han manifestado
econ—mico, evaluando su desempe–o exclu- su preocupaci—n acerca de los efectos que
sivamente por las tasas de inflaci—n e pueda tener una subjetividad fr‡gil y pre-
inversi—n, de productividad y rentabilidad. caria para el desarrollo del pa’s. En efecto,
A veces se privilegian los equilibrios la experiencia hist—rica parece ense–ar que
macroecon—micos y las expectativas de un proceso que lesiona la dignidad y libertad
ganacias por sobre las necesidades b‡sicas y de la persona tambiŽn da–a la susten-
cotidianas de las personas. tabilidad del desarrollo mismo.

El bajo desempleo es la principal amenaza para las metas econ—micas de Chile

"Sin un claro repunte en el desempleo, las presiones salariales probablemente se


transformar‡n en un constante dolor de cabeza para la autoridad monetaria as’ como ser‡n
una amenaza a las ganancias corporativas y, por lo tanto, para el crecimiento econ—mico
futuro."

Cita de un estudio del Banco J.P.Mor gan sobre Chile (El Mercurio, Econom’a y negocios, 1997)

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 46


Paradojas del desarrollo econ—mico econ—micos al mismo tiempo que los
chilenos parecen volverse m‡s escŽpticos
Mirar a las personas como sujetos del acerca del progreso del pa’s. Basta recordar
desarrollo cobra relevancia, incluso cierto algunas cifras conocidas: en la œltima
tono dram‡ico, a la vista de las paradojas dŽcada Chile tiene un crecimiento eco-
que marcan el desarrollo chileno. Es n—mico sostenido de un 7% anual, reduce la
parad—ico, en efecto, que Chile sobresalga inflaci—n y el desempleo a un 6%,
en AmŽrica Latina por sus resultados incrementa las remuneraciones en casi 4%

Ò Para la vicepresidenta de Ò Parecido opin— el


la CUT, Mar’a RozasÉhay Presidente de la Corporaci—n
un fuerte ambiente de de Exportadores, Crist—bal
desencanto. El meollo del ValdŽs: Me interpret— mucho
asunto, dijo, es la calidad el ministroÉme pareci— muy
de vidaÉes cierto que novedoso y maduro el
pueden estar ganando m‡s, enfoqueÉesa sensaci—n de
pero quŽ pasa con ese insatisfacci—n excede con
trabajador que labora 14 mucho el marco de
horas al d’aÉno tiene ChileÉuna expresi—n
capacidad de recreaci—n concreta es la juventud
pero si de aislamiento, de descomprometida con el
insatisfacci—nÉÓ pa’sÉÓ

La Naci—n, Agosto, 1997

El crecimiento econ—mico no es la œnica meta La confianza, fundamento de la


modernizaci—n
"El crecimiento econ—mico medido exclusivamente
por las tradicionales Cuentas Nacionales es "De poco y nada servir‡ la gigantesca obra de
insuficiente para medir el efecto de bienestar en un modernizaci—n y tecnificaci—n del trabajo, de
pueblo. De ah’ el significativo aporte del PNUD al apertura de mercados y de mentalidades, de
proyectar una luz nueva sobre este viejo problema: crecimiento econ—mico y maduraci—n pol’tica,
medir el progreso del desarrollo humano de una de pacificaci—n social y conso-lidaci—n
naci—n. Seamos claros, no vamos a sacrificarlo todo democr‡tica llevada a cabo, con enorme
por lograr como œnica meta el crecimiento sacrificio, durante los œltimos tiempos, si todo
econ—mico per se. El crecimiento es una pieza ello ocurre al costo de echar por tierra su
fundamental del desarrollo pero Áno es la œnica!" fundamento: la confianza."

Eduardo Aninat, Ministro de Hacienda: Presentaci—n Eliodoro Matte Larra’n: No es el pa’s que
del Informe de Desarrollo Humano 1994 del PNUD queremos; CEP-Puntos de Referencia 191,
septiembre 1997

ÒLas paradojas de la modernizaci—n 47


anual, aumentan las exportaciones en un A pesar de las tendencias promisorias de la
90% y las inversiones extranjeras en un 250 evoluci—n econ—mica del pa’s, prevalece la
por ciento; en definitiva, todos los incertidumbre. Acorde con una encuesta
indicadores muestran un progreso notable. nacional del Centro de Estudios Pœblicos
(Ver CUADRO 1) (CEP), en julio de 1997 una proporci—n
igual (42%) de entrevistados pensaba que el
pa’s estaba progresando o que estaba
estancado (ver GRAFICO 1).
CUADRO 1
Evoluci—n macroecon—mica de Chile,
1990-1995/96 La incertidumbre acerca del desarrollo de
Chile contrasta con una visi—n m‡s bien
1990 1995/96
optimista acerca del futuro personal. Segœn
Crecimiento del PIB 3,3% 7,6% la encuesta mencionada del CEP, ocho de
cada diez entrevistados estiman que su
DŽficit de cuenta corriente 2,0% 1,5%
situaci—n econ—mica ser‡ igual o mejor el
Crecimiento salarios reales 2,0% 5,0% pr—ximo a–o. Parece pues que las personas
Desempleo 8,0% 7,0% conf’an m‡s en estrategias individuales de
Inflaci—n 27,0% 7,4% Žxito que en el progreso generalizado del
pa’s. Dicho en otros tŽrminos, el futuro
suele ser visualizado m‡s como un horizonte
Fuente: Banco Central de Chile personal que como un horizonte compartido
(ver GRAFICO 2).

GRAFICO 1 GRAFICO 2
Percepci—n del momento actual del pa’s Percepci—n de la situaci—n econ—mica personal en un
a–o m‡s (%)

50 48
4 43 45 49
439 4 42
50 46
42
43
40 37 41 4 37 36
40
34 40
30
30
20 20 14 18
13 13 13 13
11 11
10 10

0 0
NOV 95 NOV - DIC 96 JUNIO 96
MAY - JUN 95 JUN - JUL JUN - JUL 97 JUNIO 95 JUNIO 97
MEJOR
PROGRESANDO IGUAL
ESTANCADO PEOR
EN DECADENCIA

Fuente: CEP. Estudio Nacional de Opini—n Pœblica, junio-julio 1997


Fuente: CEP. Estudio Nacional de Opini—n Pœblica, junio-julio 1997

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 48


Paradojas del desarrollo No obstante, los Žxitos de Chile en reducir la
social pobreza no guardan relaci—n con la
percepci—n de la gente. Una encuesta del
Quiz‡s los indicadores macroecon—micos CEP de 1996 indica que un 44,3 % de los
digan poco a la gente, m‡s preocupada de su encuestados considera que los pobres viven
diario quehacer. El relativo optimismo igual que antes (ver GRAFICO 3). Los
acerca del futuro personal, empero, hace entrevistados no reconocen mayor cambio a
pensar que los motivos de preocupaci—n pesar de que el combate contra la pobreza
pueden radicar m‡s en el ‡mbito social que representa un tema prioritario del pa’s ÀHay
individual. Podr’a existir una insatisfacci—n deficiencias en comunicar los avances
en torno al modo en que se organiza y logrados o Žstos no resuelvan los problemas
funciona la sociedad. En esta perspectiva, concretos de la gente?
mirando las cifras macroecon—micas, la
pobreza aparece como una situaci—n Las dudas que albergan los chilenos acerca
injustificable. del progreso efectivo del pa’s tienen asidero
No parece "normal" que tres lustros de
Gracias a un fuerte aumento del gasto social crecimiento econ—mico ininterrumpido no
y al esfuerzo privado, entre 1987 y 1996 la hayan modificado la distribuci—n desigual
poblaci—n chilena en situaci—n de pobreza e del ingreso. Las encuestas CASEN muestran
indigencia ha disminuido de 45% a un 23 que el decil m‡s rico obtiene ingresos 29
por ciento; la indigencia baja del 17% al 6 veces superiores al decil m‡s pobre. En
por ciento. Este esfuerzo es reconocido en el a–os recientes, los ingresos de todos los
Indice de Pobreza Humana (PNUD 1997), grupos sociales han aumentado, pero la
que incluye variables de salud, educaci—n y brecha entre pobres y ricos subsiste (ver
servicios b‡sicos, donde Chile muestra el CUADRO 3) .
tercer mejor desempe–o de los pa’ses en
desarrollo (ver CUADRO 2).
GRAFICO 3
En relaci—n a 5 a–os atr‡s, Àconsidera usted que
en Chile los pobres viven mejor, peor o igual?
(%)

44,3
CUADRO 2
Poblaci—n en situaci—n de pobreza,
1987-1996
(porcentaje sobre poblaci—n total)

A–o Total 1,8


pobres 29,4

1987 45,1 % 24,5

1990 38,6 %
1992 32,6 %
1994 27,5 % IGUAL MEJOR
PEOR NS/NR
1996 23,2 %

Fuente: CEP. Estudio de Opini—n Pœblica, junio-julio


1996
Fuente: MIDEPLAN, Encuestas CASEN

ÒLas paradojas de la modernizaci—n 49


CUADRO 3
Evoluci—n de la distribuci—n del ingreso monetario segœn
1
deciles de ingreso aut—nomo, 1987-1996 (Porcentajes)
2
Distribuci—n del ingreso monetario
Decil del ingreso
aut—nomo 1987 1990 1992 1994 1996
1 1,5 1,6 1,7 1,5 1,4
2 2,8 2,8 2,9 2,8 2,7
3 3,6 3,7 3,8 3,6 3,6
4 4,3 4,5 4,7 4,6 4,6
5 5,4 5,4 5,6 5,6 5,5
6 6,3 6,9 6,6 6,4 6,4
7 8,1 7,8 8,0 8,0 8,1
8 10,9 10,3 10,4 10,5 11,0
9 15,9 15,1 14,7 15,3 15,4
10 41,3 41,8 41,6 41,6 41,3
Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
3
20/20 13,30 12,93 12,24 13,12 13,83
(1) Se excluye servicios domŽsticos puertas adentro y su nœcleo familiar
(2) Los ingresos aut—nomos corresponden a los ingresos provenientes de la posesi—n de factores
productivos, es decir, a sueldos, salarios, jubilaciones, rentas, utilidades, intereses, etc. Los ingresos
monetarios corresponden a los ingresos aut—nomos m‡s las transferencias monetarias realizadas por
el sector pœblico, tales como las pensiones asistenciales, los subsidios œnicos familiares y las
asignaciones familiares
(3) Relaci—n entre el porcentaje del ingreso captado por el 20 % m‡s rico de los hogares y el porcentaje
captado por el 20 % m‡s pobre.
Fuente: MIDEPLAN, Encuestas CASEN

La desigualdad de los ingresos se refleja en existencia de un malestar difuso y mudo que


la percepci—n de un desajuste entre lo que se no es f‡cil de explicar. La misma opini—n
aporta a la riqueza nacional y lo que se pœblica se revela ambigua a la hora de
recibe. Segœn la encuesta del Centro de Es- evaluar el modo en que funciona la sociedad
tudios de la Realidad Contempor‡nea chilena. As’, llama la atenci—n que al mismo
(CERC) de marzo de 1996, un 40% de los tiempo que las personas multiplican los
entrevistados opina que el desarrollo econ—- contactos sociales tambiŽn expresan un alto
mico de Chile se debe primordialmente al grado de desconfianza. Segœn una encuesta
esfuerzo de los trabajadores, al mismo del Instituto de Sociolog’ade la Universidad
tiempo que un 78% cree que ese crecimiento Cat—lica (DESUC-COPESA) de 1995, s—lo
beneficiar’a solamente a una minor’a. el 8,2% de los entrevistados de las grandes
ciudades del pa’s estima que se puede
La desigualdad no parece restringida al confiar en la mayor’a de las personas (ver
‡mbito econ—mico. Segœn el estudio de GRAFICO 4).
opini—n pœblica a nivel latinoamericano,
Latinobar—metro, de 1996, siete de cada Otro ejemplo ofrece el valor atribuido al
diez entrevistados afirma que no hay esfuerzo personal para mejorar las con-
igualdad ante la ley en Chile. O sea, las diciones de vida. Segœn la encuesta sobre
normas y "reglas de juego" no ser’an v‡lidas representaciones de la sociedad chilena
para todos por igual. realizada en 1995 por la Facultad Latino-
americana de Ciencias Sociales (FLACSO),
el trabajo propio es percibido como m‡s
Paradojas del desarrollo importante que la gesti—n del gobierno en la
cultural situaci—n actual (ver CUADRO 4). Aparece
pues interiorizada la valoraci—n del mŽrito
La distancia entre las condiciones objetivas personal, lo que en s’ es un hecho positivo
y las percepciones subjetivas se–aliza una para el Desarrollo Humano. Pensando en el
desaz—n. Las autoridades reconocen la futuro de los hijos, en cambio, se otorga

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 50


prioridad a las mejoras que pueda realizar el
gobierno. En ambos casos, no se atribuye a
GRAFICO 4
la suerte un papel significativo. Consta- Percepci—n de los extra–os
tamos, sin embargo, un fuerte aumento de
los juegos de azar en a–os recientes (ver
91,1
GRAFICO 5). Posiblemente los chilenos
asuman el esfuerzo personal como un valor
propio de la modernidad al mismo tiempo
que temen el resultado aleatorio de tal
esfuerzo.

8,2

CUADRO 4
Papel del estado/l’mites del 0,7
esfuerzo propio
HAY QUE TENER CUIDADO
Factores que permiten mejorar SE PUEDE CONFIAR EN LA MAYORIA
las condiciones de vida de la gente NO CONTESTA
El gobierno hace progresar pa’s 39%
Tener suerte 11%
El trabajo propio 48% Fuente: DESUC-COPESA, 1995

Factores que permiten que los hijos


puedan progresar en la vida La imagen de Chile no es (no puede ser)
val—ricamente neutral. La representaci—n
El gobierno mejora situaci—n
del pa’s 47%
que se hace del "pa’s que tenemos" siempre
est‡ te–ida de la idea del "pa’s que que-
Tener suerte 8%
remos". Todo juicio sobre la sociedad tiene
Trabajar como yo 44% necesariamente un aspecto normativo. El
siguiente CUADRO 5, elaborado sobre la
Fuente: Encuesta FLACSO, 1995 base de la encuesta de FLACSO de 1995,
hace suponer que, en tŽrminos generales, los
chilenos reconocen que la sociedad avanza y
que los cambios son para mejor.
GRAFICO 5
Evoluci—n del mercado de los juegos, azar e h’pica,
Simult‡neamente, est‡nconvencidos de que
1986-1996
la sociedad chilena se ha vuelto m‡s agre-
siva y m‡s ego’sta. Creen que Chile es una
sociedad solidaria a la vez que una sociedad
20000000
poco justa e igualitaria. La imagen cla-
15000000
roscura de la sociedad insinœa una evalu-
aci—n matizada de la modernizaci—n. Los
10000000 chilenos parecen incorporarse decidida-
mente al proceso a la vez que resienten sus
5000000 efectos.
0
HIPICA AZAR Seguramente, tales sentimientos encon-
L. CONCEPCION POLLA S.A. MERCADO TOTAL trados son normales; toda sociedad tiene
1986 (U.F.) 1996 (U.F.) aspectos positivos y negativos. Cierta desa-
z—n que se desprende de las cifras
mencionadas podr’a ser atribuida a las
Fuente: Polla Chilena de Beneficencia, 1996 inquietudes cotidianas en la "sociedad de
consumo". Para muchas familias la vida
actual resulta ser m‡s dura porque pagan un

ÒLas paradojas de la modernizaci—n 51


consumo mucho mayor que antes. A fines
de 1995, segœn cifras de la C‡mara de
CUADRO 5
Chile es una sociedadÉ Comercio de Santiago (marzo de 1996), un
mill—n y medio de hogares hab’an contra’do
Acuerdo Desacuerdo deudas de consumo y la mitad de ellos
hab’an asumido deudas m‡s o menos tres
Solidaria 83 % 17 % veces superiores a su ingreso mensual.
Que avanza 82 % 17 % Posiblemente, el hecho de tener que pagar
Que cambia para mejor 78 % 20 %
deudas en los pr—ximos 15 a 28 meses
M‡s agresiva 80 % 19 % contribuya al desasosiego, pero no lo
Cada vez m‡s egoista 64 % 34 % explica.

Igualitaria socialmente 18 % 81 %
Justa 29 % 70 % Paradojas del desarrollo
Pol’tico
Fuente: Encuesta FLACSO, 1995
La subjetividad se hace notar tambiŽn en la
esfera pol’tica, aunque sea por omisi—n.
Quiz‡s sea en la institucionalidad pol’tica
donde m‡s se palpan las paradojas. Chile ha
CUADRO 6 logrado llevar a cabo una transici—n pac’fica
Participaci—n de j—venes en los registros y ordenada al rŽgimen democr‡tico. La
electorales, 1988-1997 (%)
institucionalidad democr‡tica se afianza
18-19 20-24 25-29 mediante la elecci—n regular de 2.150
Elecciones a–os a–os a–os autoridades, desde el Presidente de la
Repœblica hasta alcaldes y concejales.
Plebiscito 1988 5,50 15,66 14,83 Simult‡neamente, sin embargo, disminuye
Plebiscito 1989 4,00 15,48 15,03 el interŽs por la pol’tica. En el momento
Presidencial 1989 2,96 15,31 15,17 mismo en que el ciudadano puede incidir
Municipal 1992 2,69 12,19 15,06 con voz y voto en las orientaciones b‡sicas
Presidencial 1993 3,02 10,99 14,57 del desarrollo, desde el nivel municipal al
Municipal 1996 1,22 7,91 13,30 nacional, la participaci—n pol’tica se debilita.
Parlamentarias 1997 1,06 6,75 11,07 El ejemplo m‡s notorio es la baja
inscripci—n de los j—venes en los registros
Fuente: Servicio Electoral, 1997 electorales (ver CUADRO 6).

La elecci—n parlamentaria de diciembre de


1997 puso en evidencia la existencia de un
CUADRO 7 malestar o, como dice la Real Academia,
Abstenci—n Electoral, votos blancos y nulos una incomodidad indefinible. Ese d’a, segœn
electorales, 1988-1997 datos preliminares, un 13,7% de la
poblacci—n se abstuvo, otro 13,6% anul— su
Abstenci—n Votos
voto y un 4,2% vot— en blanco; es decir,
Votos Elecciones blancos
Nulos m‡s de 2,3 millones de electores no se
Plebiscito 1988 2,69 0,90 1,30
identificaron con ninguna posici—n
partidista. Parece demasiado f‡cil atribuir
Presidencial 1989 5,28 1,10 1,40
esta retracci—n del electorado (potencial y
Municipal 1992 10,20 5,86 3,06
efectivo) al aburrimiento t—pico de una
Presidencial 1993 8,71 1,85 3,68
"democracia normal", donde las gestas
Municipal 1996 12,14 3,02 7,95 Žpicas han sido sustituidas por una compleja
Parlamentarias 1997 13,70* 4,37 13,54 red de negociaciones puntuales (ver
CUADRO 7).
* Estimado

Fuente: Servicio Electoral, 1997

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 52


Tal vez la desaz—n tiene que ver con la tiene la gente? ÀEs que la gente no ve los
forma particular de "normalizaci—n" que Žxitos del pa’s o es que el desarrollo nacio-
vive la sociedad chilena. Tal vez sea nal resulta insensible a las preocupaciones
precisamente la actual estrategia de de las personas? ÀQuŽ experiencias
modernizaci—n la que provoque malestar. A subyacen a la idea que se hace la gente
diferencia de otros pa’ses, la celeridad e acerca de la felicidad? Todo parece indicar
intensidad de las transformaciones sociales que hay "algo" en el desarrollo econ—mico,
puede ser tal que deja descolocadas a las pol’tico y cultural de Chile que provoca
personas. Una f—rmula simple, pero malestar, desasosiego o, francamente,
reveladora de las paradojas de la situaci—n inseguridad.
chilena podr’a ser: un pa’s con un notable
desarrollo econ—mico, donde la gente no se Resumiendo el punto de partida: una mirada
siente feliz (ver CUADRO 8). al desarrollo de Chile en la perspectiva de
un Desarrollo Humano sustentable descubre,
en una primera aprciaci—n, el car‡cter
Las preguntas parad—jico del proceso. Un notable avance
de la modernizaci—n en todos los ‡mbitos
La mirada propuesta descubre varias de la sociedad chilena coexiste con no
paradojas que suscitan otras tantas menos notorias expresiones de malestar.
preguntas. ÀA qu’ se debe la brecha entre la De ser correcta esta apreciaci—n, es menester
evaluaci—n macrosocial y la percepci—n que preguntarse por las razones de dicho
malestar.

La indagaci—n descansa sobre una hip—tesis:


CUADRO 8 a la luz del panorama esbozado parece
Percepci—n del desarrollo econ—mico del
pa’s y de la felicidad de la gente
posible interpretar el malestar como la
expresi—nlarvada de situaciones de
Econ—micamente el inseguridad e incertidumbre. De este
pa’s est‡ mejor supuesto se desprenden los dos interro-
gantes que orientan el an‡lisis:
Si No Total
ÀPor quŽ las personas se sienten inseguras si
Si 9,1% 7,3% 16,4%
La gente vive la modernizaci—n de los sistemas e
m‡s feliz No 44,5% 38,3% 82,8% instituciones sociales muestra y augura un
aumento de las oportunidades ?
Total 53,6% 45,6% 100,0%
ÀQuŽ consecuencias puede tener tal
desajuste entre los logros de la
Fuente: Encuesta Quanta, Santiago Sur y Oriente, julio 1997 modernizaci—n y la percepci—n de la gente
para un desarrollo que pretende ser humano
y sustentable ?

ÒLas paradojas de la modernizaci—n 53


CAPITULO 2

Elementos para la
comprensi—n de la Seguridad
Humana en la modernidad

ÒElementos para la comprensi—n de la Seguridad HumanaÓ 55


ELEMENTOS PARA LA COMPRENSION DE LA SEGURIDAD
HUMANA EN LA MODERNIDAD

El malestar, la incertidumbre y el debilita- Algunas interpretaciones usuales del


miento de la vocaci—n participativa de las malestar social
personas puede tener consecuencias nega-
tivas para el Desarrollo Humano. En efecto, El malestar provocado por las paradojas del
el Žxito del desarrollo tiene su punto cr’tico proceso de modernizaci—n concita una
en el grado en que mejora la calidad de vida, creciente atenci—n de quienes hacen la refle-
las posibilidades de integraci—n y xi—n social. En los hechos, en el œltimo
participaci—n social de las personas y no tiempo los s’ntomas del malestar han
s—lo en la expansi—n del proceso productivo comenzado a ser recogidos e interpretados
(Mahbub ul Haq, 1995). por el an‡lisis social y por los medios de
comunicaci—n del pa’s.
El concepto de Las profundas transformaciones impulsadas
Seguridad Humana por la actual modernizaci—n a escala mundial Una primera interpretaci—n que ha
han dado un nuevo car‡cter a fen—menos tan surgido se refiere a la incertidumbre que
se ofrece como un antiguos como la inseguridad, el riesgo o la resulta de cualquier proceso acelerado de
instrumento para el confianza. Hay una abundante bibliograf’a cambio. La sociedad moderna con su cam-
diagn—stico y la te—rica en que se ha intentado dar cuenta de bio vertiginoso dejar’a de pronto obsoletas
interpretaci—n este hecho (Ver Habermas, J. 1987; las formas tradicionales en que las personas
Fitoussi, J.P. y Rosanvallon, 1997; se perciben a s’ mismas, a los otros y a la
prospectiva del Giddens, A. 1994; Beck, U. 199; Luhmann, naturaleza. Por su propia velocidad, ese
sentido del malestar y 1996; Touraine, A. 1997) Esa reflexi—n cambio no dejar’a tiempo para la crista-
de la inseguridad de muestra la gran complejidad que adquiere lizaci—n de nuevas formas culturales, que
los chilenos hoy la construcci—n de certezas y por su naturaleza requerir’an plazos muy
seguridades y la no menor dificultad de los largos. En medio de este cambio se
esfuerzos por comprenderlas. encontrar’an las personas sin las certidum-
bres de anta–o y carentes de otras nuevas.
Este cap’tulo no pretende dar cuenta de toda
esa complejidad, aun cuando la considera. Una segunda interpretaci—n se refiere a la
Aqu’ se espera proporcionar alguna gu’a incertidumbre espec’fica que resulta de la
conceptual e hist—rica para la correcta creciente complejidad de la vida social. El
comprensi—n del sentido de los cap’tulos desarrollo de las oportunidades de la socie-
que siguen. El objetivo de este cap’tulo es dad moderna y de las tecnolog’as de
introducir y profundizar el concepto de informaci—n, paralelo a la ampliaci—n de las
Seguridad Humana elaborado por el PNUD. libertades de los individuos para elegir,
El se ofrece como un instrumento adecuado dejar’a a estos solos frente a la necesidad de
para el diagn—stico y la interpretaci—n optar de entre una oferta de alternativas que
prospectiva del sentido de la inseguridad y sobrepasa su capacidad de comprensi—n y
del malestar de los chilenos en vistas al discriminaci—n.
objetivo del Desarrollo Humano del pa’s. La
argumentaci—n del cap’tulo es al mismo Una tercera interpretaci—n se refiere al
tiempo conceptual e hist—rica. Ella sitœa el impacto de la modernizaci—n sobre las
malestar que recorre al pa’s en el contexto relaciones sociales y la confianza. La moder-
del desaf’o propio del proyecto de nizaci—n actual se caracterizar’a por una
modernidad. Este busca compatibilizar el creciente individualizaci—n y debilitamiento
proceso hist—rico de modernizaci—n con la de los lazos sociales. Los ÒotrosÓ se torna-
seguridad y certidumbre en la vida cotidiana r’an desconocidos y todo acto de confianza
de las personas. ser’a una apuesta incierta en sus resultados.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 56


TambiŽn tendr’a lugar un cambio que la inseguridad actual de la gente podr’a
modificar’a los v’nculos tradicionales entre tener para la consecuci—n del Desarrollo
las instituciones sociales y las necesidades Humano Sustentable. Esto significa que
individuales y colectivas. Como efecto de no basta con diagnosticar la inseguridad;
ello las personas desconfiar’an de la disposi- hay que ponerla en relaci—n con la seguridad
ci—n de las instituciones a brindarles apoyo. de las personas como horizonte normativo y
condici—n del Žxito duradero de una socie-
Una cuarta interpretaci—n se refiere al dad plenamente moderna. El concepto de
impacto que tiene para las personas la Seguridad Humana, surgido en la tradici—n
creciente consideraci—n de la vida cotidiana de los Informes de Desarrollo Humano del
como un c‡lculo de riesgos y beneficios PNUD, busca precisamente enfatizar el
individuales. En una sociedad donde los simult‡neo car‡cter de medio y de fin en s’
proyectos colectivos dejan paso a los pro- mismo que posee la seguridad para una
yectos individuales, el futuro est‡ abierto. sociedad efectivamente moderna.
El se presenta lleno de oportunidades pero
tambiŽn de amenazas. Exige de cada uno El argumento de este cap’tulo se organiza a
construir sus propios destinos, cosechar base de algunas tesis generales. Primero, la
individualmente los frutos, pero pagando incertidumbre y la seguridad son rasgos per-
tambiŽn individualmente los costos. Esto manentes de la vida en sociedad. Segundo,
aumentar’a la sensaci—n de aislamiento y la modernidad se caracteriza por definir la
desamparo social. relaci—n entre sociedad, seguridad e incer-
tidumbre de modo particular, un modo que
Todas esas explicaciones ponen de relieve ha resultado problem‡tico y que exige un
correctamente aspectos de la inseguridad e permanente esfuerzo de soluci—n. Tercero,
incertidumbre reinantes. Todas ellas desta- en Chile el tema de la incertidumbre y de la
can adecuadamente el hecho de que el tipo seguridad adquieren un car‡cter propio en
de modernizaci—n actual implica un quiebre funci—n de su historia y de la particularidad
con formas anteriores de organizar la socie- de los problemas de integraci—n social aca-
dad, lo que producir’a una fuerte desesta- rreados por la modernizaci—n. Cuarto, el
bilizaci—n de la vida cotidiana. Sin concepto de Seguridad Humana es un instru-
embargo, esas interpretaciones comparten un mento de diagn—stico y un horizonte norma-
mismo sesgo. En efecto, si bien diagnosti- tivo que da cuenta del car‡cter din‡mico de
can el malestar, lo consideran empero un la seguridad en la sociedad moderna al poner
mero subproducto del cambio y de la el Žnfasis en las condiciones de acceso de las
modernizaci—n. Un subproducto indeseado, personas a las oportunidades creadas por la
sin duda, pero que no amenazar’a la solidez modernizaci—n. A partir de las reflexiones
En el reconocimiento misma de la modernizaci—n. sobre estas tesis se definir‡ un concepto de
Seguridad Humana que permita ordenar e
y correcto manejo de Es cierto que el aumento de las incertidum- interpretar los antecedentes emp’ricos recien-
las inseguridades e bres e inseguridades es un efecto consus- tes sobre modernizaci—n, seguridad e
incertidumbres de la tancial a la modernizaci—n. Pero tambiŽn es integraci—n social en Chile.
gente, la modernidad cierto, y as’ lo avala la experiencia hist—rica,
que la inseguridad e incertidumbre de la
se juega sus gente se convierte en uno de los obst‡culos
posibilidades de y defectos m‡s importantes de los procesos 1. LA SEGURIDAD HUMANA: UNA
Žxito. de modernizaci—n. En el reconocimiento y INTERPRETACION MAS AMPLIA
correcto enfrentamiento de las inseguridades Y MAS PROFUNDA
e incertidumbres de la gente, la modernidad
se juega sus posibilidades de Žxito en el El Desarrollo Humano es el proceso de
largo plazo. S—lo una interpretaci—n que ampliaci—n de la gama de oportunidades de
aborde el car‡cter activo y fundacional que dispone la gente para llegar a ser sujeto
que la certeza y la seguridad tienen en la y beneficiario del desarrollo. En su esfuerzo
construcci—n del orden social permitir‡ permanente por profundizar y explicitar la
comprender correctamente el impacto que perspectiva de un desarrollo centrado en las

ÒElementos para la comprensi—n de la Seguridad HumanaÓ 57


personas, el PNUD elabor— el concepto de ella no debe confundirse con una suerte de
Seguridad Humana, el que ser’a tema central muletas sociales. Forma parte consustancial
del Informe Mundial de Desarrollo Humano de ella la participaci—n activa de las personas
del a–o 1994. La Seguridad Humana pone el y su capacidad para asumir riesgos.
Žnfasis en el ambiente social que hace
posible un ejercicio estable y seguro de las Al relevar el tema de la Seguridad
opciones creadas por el Desarrollo Humano. Humana el PNUD ha abierto un espacio
a la reflexi—n de una condici—n b‡sica de
cualquier existencia social: la construc-
ÒLa Seguridad Humana est‡ centrada en el ser humano. Se ci—n de un entorno de certidumbres y
preocupa por la forma en que la gente vive y respira en seguridades compartidas que haga posi-
sociedad, la libertad con que puede ejercer diversas op- ble la participaci—n, la cooperaci—n, la
ciones, el grado de acceso al mercado y a las oportunidades confianza y tambiŽn el procesamiento de
sociales, y a la vida en conflicto o en pazÓ. los conflictos. Este requisito es precisa-
ÒLa Seguridad Humana significa que la gente puede ejercer mente uno de los m‡s afectados por las
esas opciones en forma segura y libre, y que puede tener profundas transformaciones que acompa-
relativa confianza en que las oportunidades que tiene hoy no –an a la modernizaci—n radical de este
desaparecer‡n totalmente ma–anaÓ fin de milenio. (Banuri, T. et al., 1995)
PNUD, Informe Mundial de Desarrollo Humano, 1994

2. INCERTIDUMBRE Y CERTEZA,
COORDENADAS DE LA
Con este concepto se destaca que no basta VIDA EN SOCIEDAD
un aumento de las oportunidades orientadas
a las personas, tales como ingresos, La necesidad de las certezas
longevidad, educaci—n, si no est‡n en un
entorno social que permita acceder a ellas y Las personas requieren de certezas y
disfrutarlas. Lo que se destaca es el entorno seguridades para desarrollarse. La certeza de
social que hace posible el Desarrollo que a la noche seguir‡ la ma–ana es una
Humano. Sin paz social, equidad, solida- condici—n t‡cita de las actividades diarias.
ridad, confianza, las oportunidades creadas Del mismo modo, la certeza de que las per-
por el desarrollo dejan de ser tales, pues sonas entienden lo mismo al usar un
dejan de estar accesibles para todos en lenguaje comœn es la condici—n de la
condiciones equitativas, estables y seguras. comunicaci—n. Para iniciar actividades socia-
les tambiŽn son necesarias, por ejemplo, la
certeza de no ser privado arbitrariamente de
ÒEvidentemente hay un v’nculo entre la la libertad, o la certeza de que la palabra
Seguridad Humana y el Desarrollo
Humano: el progreso en una esfera realza dada ser‡ cumplida.
las posibilidades de lograr progresos en la
otra. Pero el fracaso en una esfera La necesidad de certezas y seguridades tiene
aumenta tambiŽn el riesgo de que un fundamento antropol—gico. La especie
fracase la otra: la historia abunda en humana tiene una contextura esencialmente
ejemplosÓ
abierta. A diferencia de las otras especies el
PNUD, Informe Mundial de Desarrollo hombre no posee un repertorio biol—gico de
Humano, 1994 orientaciones prefijadas que gu’en su rela-
ci—n con los otros seres humanos y con el
entorno. Al hombre le est‡n abiertas
El concepto de Seguridad Humana hace posibilidades muy diversas y variables para
adem‡s hincapiŽ en el car‡cter din‡mico y construir el mundo que habita. El no posee
socialmente producido del ambiente que per- de antemano un criterio absoluto acerca de
mite el goce de las oportunidades de cu‡l de ellas es la adecuada. La incertidum-
desarrollo. La Seguridad Humana no es algo bre es no poseer un orden predeterminado y
que las personas puedan esperar y recibir estable de relaciones sociales y tener que
pasivamente de las instituciones sociales; construirlo orientado s—lo por la luz tenue

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 58


de la vocaci—n humana a ser persona entre velocidad y profundidad segœn el ‡mbito de
personas. Esta es la marca de origen de lo certezas de que se trate. Las certezas y
humano que explica su fragilidad, pero es seguridades pueden ser relativizadas como
tambiŽn el desaf’o que da sentido y grandeza efecto del aprendizaje e innovaci—n colecti-
a su libertad. va, o simplemente por la irrupci—n inespera-
da de sucesos no considerados en la imagen
El hombre debe crear certezas como social de la realidad. Un cambio clim‡tico
condici—n de su existencia. Esta tarea no sostenido puede dejar obsoletas las tŽcnicas
puede ser resuelta por cada individuo ais- agr’colas que emplea una comunidad, alterar
lado, pues la naturaleza de Žstas es colectiva. sus h‡bitos alimenticios, de vivienda y
Las certezas se refieren a relaciones entre vestuario, afectando con ello su imagen de
individuos y su entorno y definen un marco mundo y sus relaciones sociales tradiciona-
compartido para su coordinaci—n. Coordina- les. Es decir, puede afectar aquellos aspectos
ci—n y creaci—n de certidumbres colectivas que constitu’an las certezas mediante las
son las condiciones primarias de la repro- cuales organizaban su vida social.
En una crisis de las ducci—n humana. La sociedad es precisa-
mente aquel espacio de coordinaci—n y certe-
certidumbres y zas en que lo humano se hace posible. De Las certezas amenazadas
seguridades est‡ en esta manera, la sociabilidad es la base sobre
juego el sentido y la la que sustentan las certezas y las seguri- Por fuertes que sean las certezas ellas no
posibilidad misma de dades. Se entiende por sociabilidad el des- pueden eliminar del todo los peligros. En
pliegue de v’nculos cotidianos entre los todos los ‡mbitos de la vida personal y
la existencia comœn individuos que se sustentan en el mutuo re- social hay incertidumbres, peligros y ries-
conocimiento como participantes de una co- gos. No obstante, aun cuando ellos son
munidad de saberes, identidades e intereses. componentes ineludibles de la experiencia
social, tienen un l’mite m‡s all‡ del cual
La supervivencia y el sentido humano de la tanto los individuos como la sociedad expo-
existencia que se logran a travŽs de las nen su desarrollo y su sentido. Puede ser
certezas y las seguridades sociales, son dos perfectamente tolerable para la sociedad que
necesidades indisolubles. Ello explica un alguien se resfr’e porque fue sorprendido por
hecho central para el objeto de este Informe: una lluvia, pero puede ser intolerable que
en una crisis de las certidumbres y segu- una ciudad se instale a orillas de un r’o cuya
ridades sociales no est‡ en juego s—lo la crecida en invierno podr’a sepultarla en
reproducci—n material de personas indivi- lodo. La sociedad puede tolerar que alguien
duales, sino tambiŽn el sentido y la posibi- pierda dinero por una mala inversi—n, pero
lidad misma de la existencia comœn. La no puede tolerar que todos pierdan todas sus
cesant’a no afecta s—lo a los ingresos inversiones como efecto de una crisis global
familiares o a la estabilidad econ—mica del del sistema financiero. Una amenaza es
pa’s, afecta sobre todo a las identidades aquella interrupci—n probable de los cursos
personales, a las confianzas rec’procas, a la de acci—n individuales o colectivos que
integraci—n y la paz social. resulta intolerable para una sociedad, para
sus miembros o para ambos.
Los cambios en las relaciones familiares,
con la vecindad y con los amigos, los La sociedad y los individuos construyen
cambios en la vida laboral y en las mecanismos ad hoc que aseguran el desarro-
instituciones que encarnan las certezas socia- llo de la sociedad y de los individuos. Pre-
les terminan, tarde o temprano, afectando cisamente ello es necesario en el caso de que
como un todo al orden y al sentido de la un curso de acci—n se vea interrumpido
existencia previamente establecido. como efecto de las incertezas, peligros y
riesgos y amenace con ello en un grado into-
Las certezas del mundo social, creadas como lerable la reproducci—n social, del individuo
est‡n frente a desaf’os hist—ricos concretos, o ambas. Es lo que ocurre con un seguro de
no son ni pueden ser absolutas. Est‡n en cesant’a, con la persecuci—n de los delin-
permanente cambio, con mayor o menor cuentes o, como en el caso chileno, con el

ÒElementos para la comprensi—n de la Seguridad HumanaÓ 59


fondo de estabilizaci—n del precio del cobre. la sobrepoblaci—n. Una sociedad organizada
Ellos operan cuando los peligros y riesgos sobre los flujos financieros centrar‡ sus
exceden un l’mite definido socialmente. mecanismos de seguridad en los equilibrios
monetarios y en las garant’as a la inversi—n
Puede definirse esos mecanismos ad hoc para hacer frente a los riesgos de inflaci—n o
como mecanismos de seguridad. Seguridad de fuga de capitales. Esto es, los meca-
se refiere en un sentido objetivo a los nismos de seguridad dependen de la defi-
mecanismos, redes o v’nculos que impiden nici—n de cu‡les son los mecanismos y
el aparecimiento de una alteraci—n en un objetivos b‡sicos de una sociedad y de
curso de acci—n o bien permiten que, aun aquello que los puede amenazar.
cuando ella aparezca, el curso de acci—n pue-
da realizar sus fines en un grado razonable La sociedad y sus miembros reconocen, dan
para el individuo, para la sociedad o para nombre, explicaciones y prioridades a las
ambos. En un sentido subjetivo seguridad amenazas. Los reconocimientos y explica-
se refiere al estado sicol—gico y a las dispo- ciones, es decir, la codificaci—n de las ame-
siciones de acci—n que resultan de la nazas, son socialmente relativos. En cual-
percepci—n de los individuos acerca de los quier caso, no hay mecanismo de seguridad
mecanismos, redes o v’nculos de que posible para amenazas no reconocidas ni
disponen. codificadas socialmente.

La existencia de mecanismos objetivos de Los mecanismos sociales de seguridad no


No hay mecanismo seguridad no basta, sin embargo, para hacer s—lo apuntan a la limitaci—n de las amena-
de seguridad m‡s segura a una sociedad. Es necesario zas. Hay tambiŽn instrumentos de seguridad
posible frente a tambiŽn que las personas perciban esos me- que apuntan a favorecer el aprovechamiento
amenazas no canismos y conf’en en ellos de modo de de oportunidades nuevas, frente a las cuales
poder incorporarlos en sus estrategias de no se dispone de modalidades de comporta-
reconocidas acci—n. Los mecanismos objetivos de segu- miento preestablecidas. Puede entenderse a
socialmente ridad se hacen operantes porque las personas la alfabetizaci—n como un mecanismo de
creen que pueden contar con ellos. Por el seguridad de este tipo. En efecto, para un
contrario, sin confianza en esos mecanismos aprovechamiento masivo de las oportunida-
ellos no s—lo se vuelven ileg’timos, sino des creadas por la cultura letrada se requiere
inoperantes. Para que haya democracia, por que todos sepan leer. En similar sentido hoy
ejemplo, no basta que haya registros electo- se dota a las escuelas primarias de compu-
rales, candidatos y campa–as competitivas. tadores. Se puede denominar seguridad de
Es tambiŽn necesario que las personas crean habilitaci—n a los mecanismos de seguridad
en la eficacia de esos mecanismos para sus que, al limitar amenazas, peligros y riesgos,
vidas concretas y acudan a votar. En el ‡m- permiten a las personas integrarse a las
bito de la Seguridad Humana los meca- condiciones habituales de la vida social. La
nismos objetivos y las percepciones subje- prevenci—n del delito es seguridad habili-
tivas se condicionan mutuamente y forman tante. Seguridad de realizaci—n son aque-
un todo indisoluble. llos mecanismos que permiten el aprove-
chamiento de nuevas oportunidades frente a
las cuales la sociedad no ha desarrollado
La construcci—n social de seguridades formas habituales de acceso. La inversi—n
social en desarrollo cient’fico es un seguri-
Las formas sociales de implementar segu- dad de realizaci—n.
ridad son variables. Ello depende del tipo de
interrupciones de los cursos de acci—n que Ambas seguridades son indisolubles. Quien
una sociedad estima intolerables y del grado no est‡ habilitado para participar en sociedad
de probabilidad que le asigna a su ocurren- no puede tampoco aprovechar las nuevas
cia. Una comunidad agr’cola de tierras ‡ridas oportunidades que esta crea, pero la incapa-
centrar‡ sus mecanismos de seguridad en la cidad reiterada para aprovechar las nuevas
distribuci—n y uso del agua y de la tierra oportunidades produce finalmente exclusi—n
para hacer frente al peligro de la sequ’a o de social.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 60


La distribuci—n desigual la bœsqueda de la seguridad de la sociedad
de las seguridades como un todo.

Las certezas, peligros y riesgos, as’ como La Seguridad Humana es una tarea din‡mica
los correspondientes mecanismos de segu- que se lleva a cabo en un escenario pleno de
ridad, est‡n distribuidos desigualmente. La tensiones. Tensi—n entre libertad y crea-
sociedad privilegia ciertas amenazas, ciertos tividad de las personas, por un lado, y la
peligros y riesgos a la hora de asignar las relativa restricci—n de la libertad que implica
seguridades. De esta manera, brinda su la seguridad institucionalizada por el otro;
protecci—n m‡s a unos grupos y funciones tensi—n entre seguridad de las personas y
sociales que a otros. Una sociedad puede seguridad de los sistemas e instituciones
privilegiar la rentabilidad del capital me- sociales; tensi—n, finalmente, entre las
diante mecanismos pœblicos de seguro a la certezas construidas socialmente y la inevi-
inversi—n, mientras otra puede privilegiar la table incertidumbre que emerge desde la
estabilidad del empleo mediante leyes contextura abierta del ser humano. Todas las
laborales. Ambas opciones tendr‡n un im- sociedades han debido enfrentar las formas
pacto diferente para las seguridades de los espec’ficas que asumen esas tensiones a lo
distintos grupos involucrados. largo de su historia.

Buena parte de los conflictos sociales tienen La Seguridad Humana no es un absoluto, es


Las certezas, peligros su origen en la bœsqueda por grupos sociales un proceso permanente de construcci—n
y riesgos, as’ como los de reconocimiento pœblico y regulaci—n ins- social en el campo de las oportunidades y
correspondientes titucional de sus incertidumbres. Ese con- amenazas. Ello la hace inseparable de la
flicto de las seguridades puede desarrollarse reflexi—n social cr’tica que interroga sus
mecanismos de en contra de otros grupos que ven en ese logros y tensiones, y que la actualiza
seguridad est‡n reconocimiento una amenaza a sus propias permanentemente de cara al mejor y m‡s
desigualmente seguridades. TambiŽn pueden generarse con- humano disfrute de las oportunidades
distribuidos en la flictos frente a la inercia propia de las creadas por el Desarrollo Humano.
codificaciones tradicionales y de los consen-
sociedad sos que rigen un orden pol’tico, que pueden
dificultar el reconocimiento de nuevas
incertidumbres y amenazas. Desde esta pers- 3. LA BUSQUEDA DE SEGURIDAD
pectiva la pol’tica puede entenderse tambiŽn EN LA SOCIEDAD MODERNA
como el espacio en el cual se lucha por el
reconocimiento de incertidumbres y por la La sociedad moderna surgi— del af‡n por
distribuci—n de seguridades. ampliar la libertad frente a las certidumbres
sociales heredadas. El orden social del
per’odo medieval aparec’a limitando excesi-
vamente los espacios de creatividad que eran
Las tensiones de la seguridad necesarios para hacer frente a los nuevos
desaf’os y para permitir el despliegue de las
Las certezas y seguridades s—lo existen nuevas capacidades adquiridas gracias a la
como creaci—n social y se refieren a las ciencia y al desarrollo de la individualidad.
condiciones de la existencia social de las Las instituciones sociales parec’an llegadas a
personas. En este sentido, las certezas y las un punto en que generaban m‡s peligros que
seguridades tienen un doble objeto: asegurar aquellos que pretend’an conjurar.
el desarrollo de las personas concretas y
asegurar el desarrollo de la sociedad como En un contexto de crisis de certezas
condici—n permanente de lo anterior. La largamente cristalizadas, la sociedad se vol-
Seguridad Humana descansa en œltima c— sobre s’ misma en un gran esfuerzo de
instancia en el equilibrio y complementarie- autorreflexi—n. Se dio a la tarea de discutir y
dad en el logro de este doble objetivo. Ello proponer principios culturales y modelos
instala desde el inicio la tensi—n entre la institucionales que permitieran dotar a la so-
bœsqueda de la seguridad de las personas y ciedad de mayores grados de seguridad. Este

ÒElementos para la comprensi—n de la Seguridad HumanaÓ 61


car‡cter intencional y autorreflexivo es lo parte, mediante la afirmaci—n de que los
que caracterizar‡ la construcci—n permanente distintos ‡mbitos sociales, especialmente el
de seguridad por parte la sociedad moderna. ‡mbito institucional y el ‡mbito personal,
son irreductibles unos con respecto a los
otros. Todo intento de someter uno al otro
ÒLa reflexi—n en la vida social moderna
deriva necesariamente en tensiones e insegu-
consiste en el hecho de que las ridades sociales. Por la otra parte, se explica
pr‡cticas sociales son examinadas mediante el supuesto de que cada uno de
constantemente y reformadas a la luz esos ‡mbitos logra mejor su reproducci—n y
de nueva informaci—n sobre esas seguridad mediante la aplicaci—n sistem‡tica
mismas pr‡cticas, que de esa manera
alteran su car‡cter constituyente.
de la racionalidad a sus procesos. La bœs-
queda moderna de seguridad, tanto personal
Nos encontramos en un mundo como institucional, es inseparable de la
totalmente constituido a travŽs del afirmaci—n de la autonom’a y de la
conocimiento aplicado reflexivamente, racionalizaci—n.
pero en donde al mismo tiempo no
podemos estar nunca totalmente
seguros de que no ser‡ revisado algœn
elemento dado de ese conocimientoÓ Subjetividad y sistemas

Anthony Giddens, Las consecuencias La afirmaci—n de la autonom’a y la


de la modernidad, Madrid, Alianza, racionalizaci—n dio impulso al desarrollo de
1994 dos principios din‡micos b‡sicos de la so-
ciedad moderna: la subjetividad y los siste-
mas. La subjetividad moderna descansa en
Autonom’a y racionalizaci—n la consideraci—n de la personalidad y la
conciencia de los individuos como fuente
Los principios b‡sicos mediante los cuales primaria de las motivaciones, las intencio-
la sociedad moderna ha buscado definir y nes y de la voluntad activa; en suma, como
fundar la seguridad son los de autonom’a y fuente del sentido. Subjetivaci—n significa
racionalizaci—n. La autonom’a consiste en que los anhelos, valores y proyectos sociales
el derecho de distintos ‡mbitos sociales a se fundan cada vez m‡s en la conciencia de
darse sus propias y exclusivas certezas y a los individuos y que Žsta se constituye
regirse s—lo por ellas. As’ surgi— la crecientemente de manera autorreferida y
autonom’a del orden pol’tico y econ—mico reflexiva.
nacional respecto de la sujeci—n a imperios
transnacionales de tipo religioso o militar.
Surgi— tambiŽn la autonom’a de la Integraci—n y diferenciaci—n
conciencia individual respecto de los impe-
rativos y verdades impuestas por las insti- Paralelo al proceso de subjetivaci—n y
tuciones sociales. La racionalizaci—n es el estimulado por Žl avanza la individuaci—n.
proceso de organizaci—n creciente de los Este significa que los actores colectivos
‡mbitos sociales aut—nomos de acuerdo con dejan paso cada vez m‡s a actores indiv-
relaciones cada vez m‡s eficientes entre fines iduales en la din‡mica de las relaciones
y medios, donde los fines a considerar son sociales.
œnicamente los propios. As’ por ejemplo, se
racionalizan los ejŽrcitos, el sistema produc- El proceso de individuaci—n est‡ acom-
tivo, tributario, la educaci—n, la familia, etc. pa–ado por el proceso de integraci—n. La
integraci—n es el proceso de reconocimiento
La sociedad moderna ha depositado en el y coordinaci—n rec’proco entre subjetivida-
despliegue creciente de la autonom’a y de la des. La integraci—n se funda en la referencia
racionalizaci—n su esfuerzo por superar las comœn en torno a valores y normas. Ella
amenazas de Žpocas pasadas y asegurar el responde no s—lo a los requisitos de orden
mejor despliegue de las capacidades huma- social, sino tambiŽn a las necesidades de la
nas en el futuro. Ello es explicado, por una subjetividad.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 62


GRAFICO 6
Esquema interpretativo

Una representaci—n esquem‡tica de los procesos, tensiones y complementareidades en los


que se enmarca la bœsqueda moderna de la seguridad puede verse en el siguiente esquema.

En su eje horizontal se representa la tensi—n entre subjetivaci—n (S) y modernizaci—n de los


sistemas (M). En su eje vertical se representan las tendencias opuestas de diferenciaci—n (D)
y de integraci—n (I). Ambos ejes describen cuatro cuadrantes, en los que se ubican las
tendencias que afectan a las dimensiones de la existencia social en la modernidad. En el
primer cuadrante se ubica el proceso de individuaci—n que afecta a la subjetividad. En el
segundo cuadrante se representan las din‡micas de integraci—n de la subjetividad. En el
tercero se ubican las tendencias de diferenciaci—n y autoregulaci—n que afectan a los
sistemas funcionales. En el cuarto cuadrante est‡n representadas las tendencias e institu-
ciones de coordinaci—n social.

La complementariedad es el fundamento de la Seguridad Humana. Ella significa que cada uno


de los cuadrantes contribuye al desarrollo de los otros sin amenazar su autonom’a. La
complementariedad est‡ representada por el encuentro de las tendencias propias de cada
uno de los cuadrantes en el centro del cuadro. La falta de complementariedad implica la
expansi—n indebida de las tendencias propias de un cuadrante sobre el resto de ellos. Esto
produce su subordinaci—n, funcionalizaci—n o retracci—n sobre s’ mismos. El actual malestar
de la sociedad chilena puede interpretarse como efecto de las dificultades de la subjetividad
para encontrar su espacio en un contexto definido por el predominio creciente de la l—gica de
los sistemas funcionales

(D)
DIFERENCIACION

INDIVIDUOS SISTEMAS
(1) FUNCIONALES
(3)

SUBJETIVACION MODERNIZACION
(S) (M)

COMUNIDAD INSTITUCIONES DE
(2) COORDINACION
(4)

INTEGRACION
(I)

ÒElementos para la comprensi—n de la Seguridad HumanaÓ 63


As’ como individuaci—n e integraci—n cons- de la una por la otra. Esto es, una creciente
tituyen el proceso que recorre la subjetivi- individuaci—n de la subjetividad y una
dad, la diferenciaci—n es el proceso paralelo creciente diferenciaci—n de los sistemas, si
que afecta a los sistemas e instituciones bien pueden facilitar el despliegue de sus
sociales. En tŽrminos del orden social toma- libertades y creatividades respectivas,
do en su conjunto, la racionalizaci—n pueden tambiŽn impedir la necesaria
implica que los distintos campos sociales se complementariedad entre ambos.
diferencian en Òsistemas". Estos se orga-
nizan en forma creciente segœn l—gicas El proceso de desvinculaci—n y tensi—n entre
propias y funcionales a sus fines espec’ficos. subjetividad y sistemas y entre diferencia-
La econom’a, el arte, la ciencia, la pol’tica, ci—n e integraci—n no es un producto an—-
etc., se configuran as’ como Òsistemas malo de la modernidad. El es expresi—n de
funcionalesÓ. los principios de valor que constituyen a la
cultura moderna y de las din‡micas puestas
Los sistemas diferenciados se relacionan en marcha por esos principios. El problema
entre s’ en tŽrminos de coordinaci—n fun- radica en que estas tendencias liberadas a s’
La complementarie-
cional. Cada uno toma en cuenta los otros mismas no aseguran la otra cara de cualquier
dad entre subjetivi- sistemas en cuanto entornos de recursos y existencia social: la complementariedad
dad y sistemas es la obst‡culos que pueden ser aprovechados o entre subjetividad y sistemas y entre
base de la Seguridad evitados en funci—n de los propios fines. La diferenciaci—n e integraci—n.
coordinaci—n funcional puede ser m‡s o
Humana en la
menos espont‡nea o puede asumir la forma El problema de la complementariedad es
sociedad moderna de regulaciones e instituciones. crucial para la Seguridad Humana en la
modernidad. Se trata de que cada uno de los
‡mbitos contribuya al desarrollo de los
Modernidad y modernizaci—n otros, sin amenazarlos en su autonom’a.

La modernidad, entendida como horizonte Para enfrentar este problema la modernidad


normativo y como proyecto, es la bœsqueda apost— en sus or’genes a una coincidencia y
de paz social, igualdad y libertad mediante complementariedad espont‡neas en el largo
la emancipaci—n de la subjetividad y me- plazo de los distintos ‡mbitos autonomi-
diante la liberaci—n de la creatividad de los zados. Para ello se sirvi— de la idea de que
sistemas sociales. La modernizaci—n, por el tanto la subjetividad como los sistemas se
contrario, es el modo hist—rico mediante el orientar’an por una misma racionalidad de
cual se instaura la modernidad en el plano tipo instrumental. Ella significa considerar
de los sistemas e instituciones sociales. La los procesos y las acciones como una
modernizaci—n actual se caracteriza porque sucesi—n de c‡lculos puntuales sobre fines y
los sistemas sociales se autonomizan y se medios, donde el Žnfasis est‡ puesto en la
diferencian cada vez m‡s como efecto de la eficacia de los medios. El car‡cter comœn a
aplicaci—n sostenida de la racionalidad ambos de esa racionalidad permitir’a integrar
instrumental a sus procesos y por la dere- los fines particulares y sustantivos de una
gulaci—n, esto es, por el debilitamiento de subjetividad individualizada con la l—gica
los v’nculos normativos que relacionan a los pragm‡tica de los sistemas sociales.
sistemas entre s’. Adem‡s, la raz—n instrumental har’a de las
instituciones y sistemas sociales un campo
visible y comprensible, otorgando con ello
La necesidad de complementariedad un principio de orientaci—n e identidad para
la constituci—n de las subjetividades. As’,
El desacople entre subjetividad y sistemas gracias a la raz—n instrumental, coincidir’an
sociales abri— las puertas a los beneficios de y se complementar’an las tendencias aut—-
la autonom’a y de la racionalizaci—n. Pero nomas de la subjetividad y de los sistemas.
abri— tambiŽn una brecha donde pod’an
desarrollarse la contradicci—n entre subjeti- Los efectos promisorios para la seguridad de
vidad y sistemas sociales o la subordinaci—n la pretendida complementariedad espont‡nea

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 64


fueron profusamente relatados por el entre la subjetividad y los sistemas sociales.
imaginario social ilustrado mediante la La propuesta resultante fue la instalaci—n de
descripci—n de comunidades ut—picas donde la pol’tica en su forma democr‡tica como
corderos y leones pastaban juntos en un espacio de creaci—n social intencional y
medio de abundancia. Tal vez la m‡s reflexiva de la complementariedad.
conocida de esas met‡foras es aquella de la
Òmano invisibleÓ que daba cuenta de los La pol’tica era prevista como el campo en el
efectos de la coordinaci—n espont‡nea que la subjetividad introducir’a la demanda
brindada por la racionalidad del mercado. de satisfacci—n de las necesidades sustan-
tivas de las personas y grupos sociales en la
La complementariedad esquiva din‡mica de las estructuras. TambiŽn se ve’a
a la pol’tica como el campo donde se
En la segunda mitad del siglo XIX, con las producir’a el reconocimiento de los l’mites
consecuencias sociales del llamado "capita- estructurales e hist—ricos que las necesidades
lismo salvaje" de la primera industrializa- propias de los sistemas y de las relaciones
ci—n, se revel— la debilidad del supuesto de de poder impon’an a las pretensiones de la
la complementariedad espont‡nea entre la subjetividad. Buena parte del siglo XX ha
subjetividad y los sistemas sociales. La estado marcado por la instalaci—n de la
relaci—n entre los procesos de subjetivaci—n pol’tica como espacio social de la
y de modernizaci—n se revel— como azarosa, producci—n de la complementariedad.
asincr—nica y a ratos contradictoria.
Desde fines de los a–os 60 la autorreflexi—n
Esa crisis mostr— adem‡s la doble incerti- social ha ido se–alando la crisis de la
dumbre que ser’a una compa–era de ruta pol’tica en su funci—n mediadora entre la
permanente de la modernidad. Incertidumbre subjetividad y los sistemas. El juicio emer-
en primer lugar por el debilitamiento de los gente apunta a que la pol’tica ser’a un canal
v’nculos tradicionales premodernos que unilateral de mediaci—n que facilitar’a la
articulaban la subjetividad y la estructura subordinaci—n de los sistemas e institu-
social. Mediante dichos v’nculos las perso- ciones sociales por una subjetividad ideo-
nas defin’an sus relaciones habituales consi- logizada. Ella, sin embargo, no permite a la
go mismas, con el mundo y con los otros. subjetividad reconocer las necesidades
Incertidumbre en segundo lugar porque las objetivas de los sistemas.
tendencias de los sistemas sociales, si bien
se racionalizaban y diferenciaban, no avanza- Esto habr’a conducido a la limitaci—n de la
ban en la direcci—n de su complementariedad din‡mica racionalizadora y diferenciadora
espont‡nea con la subjetividad, sino m‡s que hace a los sistemas e instituciones so-
bien lo contrario. ciales cumplir sus funciones en condiciones
de complejidad creciente. Esta limitaci—n
Es decir, al tiempo que se debilitaban las habr’a impedido a su vez la expresi—n de las
La relaci—n entre certidumbres tradicionales, no se realizaba la diversidades reales entre las subjetividades
complementariedad de la que surgir’an las presentes en la sociedad. La crisis de la
procesos de subjetiva- nuevas seguridades modernas. En forma de sociedad soviŽtica es vista como la expre-
ci—n y de moderniza- colisi—n con las memorias hist—ricas y en si—n m‡s clara de esta limitaci—n. En su
ci—n se ha revelado forma de falta de complementariedad entre la crisis se mostrar’an las consecuencias, tanto
como azarosa, asincr—- subjetividad y los sistemas, la doble incerti- para la modernizaci—n de los sistemas como
dumbre ha estado presente en las sucesivas para el desarrollo de la subjetividad, de la
nica y a ratos contra- crisis de las sociedades modernas. formulaci—n ideol—gica de la complemen-
dictoria tariedad a travŽs de la pol’tica. Parte
importante de la reflexi—n posterior a la
La construcci—n pol’tica de dŽcada de los 60 ha atribuido a la pol’tica,
la complementariedad entendida como lucha ideol—gica, un car‡cter
de amenaza y fuente de inseguridad.
La sociedad moderna hizo la cr’tica del
supuesto de complementariedad espont‡nea Pero esa misma autorreflexi—n cr’tica, para

ÒElementos para la comprensi—n de la Seguridad HumanaÓ 65


seguir siendo moderna, ha debido plan- que la primera traduce sus necesidades s—lo
tearse nuevamente en tŽrminos propositivos como demanda cuantificable en dinero y que
el problema de la mediaci—n entre la subje- la segunda organiza las oportunidades enten-
tividad y los sistemas sociales. La respuesta didas como ofertas econ—micamente
ha partido por el reconocimiento de las rentables s—lo desde la perspectiva de la
nuevas condiciones en que se debe plantear reproducci—n de los sistemas.
ese problema. Entre esas condiciones se
menciona la crisis de una subjetividad La espontaneidad de la mediaci—n del
global o totalizante que corre a parejas con mercado no tiene ni sentido hist—rico ni
la alta diferenciaci—n de los sistemas e contenido œnico. Ella es m‡s bien una
instituciones sociales. Esa tendencia de mediaci—n negativa, pues define los requisi-
fragmentaci—n se expresa tambiŽn en el tos de la coordinaci—n en ausencia de un
marco de la llamada globalizaci—n. All’ se principio sustantivo de integraci—n social.
enfrentan un espacio y un tiempo en un Por esta raz—n el mercado es altamente
extremo cada vez m‡s universal y eficiente para producir coordinaci—n de
homogŽneo y en el otro cada vez m‡s recursos y acciones en condiciones de alta
particular y localizado. Lo universal y lo complejidad y escasa visibilidad. Pero por
local se refuerzan a la misma velocidad con eso mismo revela grandes dificultades para
la que se diferencian. reconocer y favorecer el despliegue de la
subjetividad colectiva, la que se funda y
Estos nuevos elementos del contexto actual orienta a partir de anhelos compartidos, visi-
Muchos elementos impedir’an plantear el tema de las comple- bles para todos y conversables en un
que dotaron de mentariedades mediante una racionalidad o lenguaje comœn.
seguridad a las programa œnico, referido a una subjetividad
de tipo œnico, como el de la ciudadan’a ilus- La noci—n mercantil de la complementa-
sociedades pasadas trada, ubicada en un tiempo y espacio tam- riedad pretende hacerse cargo de la crisis
carecen de sustento biŽn œnico, como el del progreso del Estado hist—rica del modo pol’tico de construirla.
en el contexto actual. nacional. Es decir, los elementos claves que Ello lo hace mediante una restricci—n del
hicieron inteligibles y dotaron de sentido de la subjetividad y de las oportu-
legitimidad a las propuestas anteriores de nidades socialmente relevantes. El mercado
complementariedad, carecen de sustento en reconoce s—lo aquella subjetividad que
el contexto actual. puede expresar sus necesidades como
demanda monetariamente cuantificable y
promueve el despliegue s—lo de aquellas
La propuesta de complementariedad oportunidades que son sustentables desde la
por el mercado perspectiva de la rentabilidad econ—mica de
los sistemas. Toda otra consideraci—n es
La teor’a de los mercados autorregulados ha excluida puesto que la naturaleza del mer-
sido propuesta e implementada ampliamen- cado busca evitar distorsiones en el
te como un mecanismo eficiente de com- equilibrio espont‡neo entre oferta y
plementariedad en las actuales condiciones. demanda, que es el que asegura la
Desde la perspectiva del mercado la complementariedad entre la subjetividad y
seguridad queda definida como aquel equili- los sistemas. Esta exclusi—n vale
brio entre los recursos disponibles y las especialmente para la subjetividad reflexiva,
demandas. En ausencia de una racionalidad que pretende instalar una discusi—n sobre la
œnica que gobierne la creciente complejidad complementariedad posible desde la perspec-
y diferenciaci—n de subjetividades y tiva de la sociedad deseada.
sistemas, se postula al dinero como el
lenguaje social capaz de comunicar recursos La sociedad moderna, sin embargo, es
y necesidades. inevitablemente autorreflexiva. En los
œltimos a–os ha surgido un nuevo impulso
La complementariedad entre la subjetividad en la reflexi—n. Est‡ motivado por los
y los sistemas sociales se postula como s’ntomas difusos del malestar social. Este
espont‡nea si se cumplen los supuestos de podr’a, segœn algunos, explicarse como

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 66


efecto de la implementaci—n globalizada de condiciones de lo posible en los espacios
la mediaci—n por el mercado. Dicha sociales e hist—ricos en los que se lleva a
mediaci—n no tendr’a el contrapeso de suje- cabo. Consecuentemente, una mirada pros-
tos individuales y colectivos suficientemen- pectiva de la Seguridad Humana ha de
te potenciados. Se tratar’a de una reflexi—n reafirmar los valores que la orientan, al
suscitada por la intensificaci—n de una doble mismo tiempo que considerar su realizaci—n
incertidumbre. Por un lado, incertidumbre posible en la situaci—n hist—rica dada.
por el posible debilitamiento de las formas
pol’ticas de mediaci—n entre la subjetividad Importa recalcar que el realismo de la
y los sistemas; ellas impregnaron la memo- Seguridad Humana ha de considerar no s—lo
ria y dieron sustento a la cultura en la cual los condicionamientos de la econom’a y de
los sujetos se reconoc’an a s’ mismos y la pol’tica, sino especialmente los de la
establec’an sus relaciones con los otros y cultura. La sustentabilidad del Desarrollo
con el entorno. Incertidumbre, por el otro Humano tiene un componente b‡sico en la
lado, por la ausencia de visibilidad y de sinton’a con las particularidades culturales
sentido social de las mediaciones mercan- del contexto en que se implementa (Banuri,
tiles. A ello debe agregarse una forma T., et al., 1995).
adicional de incertidumbre que parece ser
nueva y propia de esta Žpoca: la carencia de
un lenguaje colectivo en el cual expresar,
reconocer y reflexionar cr’ticamente sobre la 4. EL DESAFIO HISTORICO DE LA
incertidumbre que surge de la falta de SEGURIDAD EN CHILE
complementariedad.
Los siguientes apuntes buscan desplegar el
marco conceptual en su desarrollo hist—rico.
Las complementariedades reales: Por esquem‡tica que sea, la retrospectiva
Mirar en clave de asincron’as e hibridismos ayuda a comprender que el desaf’o de
Seguridad Humana superar las incertidumbres y crear meca-
La integraci—n entre la subjetividad y los nismos de seguridad no es un fen—meno
significa reafirmar sistemas sociales ha resultado m‡s compleja inŽdito en la historia de Chile.
los valores que la de lo esperado originalmente. La moder-
orientan al mismo nidad real es inseparable de esa dificultad. La interpretaci—n esbozada no es, por
tiempo que conside- Los supuestos de la complementariedad supuesto, la œnica posible; sin embargo,
espont‡nea parecen dif’ciles de lograr. Ni las permite dar cuenta del modo en que las
rar con realismo su subjetividades se dejan reducir al principio encrucijadas de la modernidad se han
puesta en pr‡ctica. de la racionalidad instrumental o monetaria, planteado y resuelto bajo las circunstancias
ni los sistemas sociales se desarrollan espec’ficas de Chile. Una vez que la
acordes con las necesidades de una subje- sociedad chilena se enfrenta a la exigencia de
tividad no restringida. En la modernidad producir por s’ misma un orden social,
real las tendencias de la subjetividad y de Àbajo quŽ formas va ella articulando los
los sistemas siguen derroteros divergentes, procesos de subjetivaci—n y modernizaci—n,
asincr—nicos, y se cruzan generando contra- de diferenciaci—n e integraci—n?
dicciones no previstas o encuentros parciales
e h’bridos.
Orden versus caos: el problema
Dado que no existe la integraci—n de la seguridad
espont‡nea y perfecta entre ambos polos, las
complementariedades y faltas de comple- La Seguridad Humana es un problema
mentariedad son el resultado de estilos de presente en Chile a lo largo de los œltimos
desarrollo socialmente producidos. Esto dos siglos. El problema ya es planteado por
significa que si bien la modernidad es una el proceso de independencia. Este expresa el
tarea permanente y pendiente orientada por quiebre de la seguridad provista por el orden
un horizonte de valor emancipatorio, ella colonial y pone de manifiesto una nueva
est‡ inevitablemente sometida a las inseguridad. La alteraci—n violenta de la paz

ÒElementos para la comprensi—n de la Seguridad HumanaÓ 67


social y la reinserci—n internacional del pa’s, (la "mano invisible") del mercado y, por
la pŽrdida de los marcos de referencia habi- otra parte, recelan del despotismo del poder
tuales y la imprevisibilidad del nuevo estatal.
rumbo, todo ello genera incertidumbre. En-
tonces, como muchas veces despuŽs, la DespuŽs de la ruptura revolucionaria de
sociedad chilena codifica su incertidumbre 1818 y un per’odo de convulsiones sociales,
bajo la forma de un dilema: "orden versus la elite chilena llega pronto a un consenso
caos". en torno a la noci—n de orden. Este principio
fundacional tiene una doble cara: institucio-
nalizaci—n del orden republicano y, simul-
t‡neamente, conservaci—n inalterable del
"El descubrimiento de que el orden no
era natural fue el descubrimiento del orden social heredado. Desde los inicios se
orden como tal. El concepto de orden instala pues una modernidad h’brida en la
apareci— en la conciencia simult‡- cual coexisten innovaci—n y tradici—n;
neamente con el problema del orden, producci—n deliberada del orden institucinal
del orden como un hecho de estrategia y defensa del "orden natural de las cosas".
y de acci—n, orden como una obsesi—n.
(..)Podemos decir que la existencia es Existe una "complementariedad espont‡nea"
moderna en la medida en que se bifurca que descansa sobre el "peso de la noche",
en orden y caos. La existencia es una inercia que asegura la paz social.
moderna en la medida en que contiene
la alternativa de orden y caos."

Zygmunt Bauman: Modernidad y


ambivalencia; en AA.VV., Las El proceso de diferenciaci—n
consecuencias perversas de la
modernidad, Barcelona, Anthropos, A mediados del siglo pasado, se afianza un
1996 rasgo espec’fico de la modernizaci—n: la
diversificaci—n de intereses y opiniones. Sin
embargo, por largo tiempo, la diferenciaci—n
de la sociedad ser‡ vista como un peligro a
Toda la historia de Chile puede leerse como la unidad nacional. Los conflictos de 1851,
una continua tensi—n entre orden y desorden. 1859 y 1891 se–alan un debilitamiento de la
El orden se legitima de cara a la amenaza de cohesi—n, pero en ningœn caso de la hege-
anarqu’a; precisamente el miedo profun- mon’a de la clase dirigente. Junto a la
damente arraigado al caos nutre la venera- diferenciaci—n social aparecen, en la segunda
ci—n del orden. En el fondo, est‡ en juego la mitad del siglo XIX, los primeros signos de
relaci—n de orden y cambio. Cuanto mayor diferenciaci—n funcional. El comercio y la
es la confianza en el orden, mayor es la administraci—n pœblica muestran la confor-
disposici—n al cambio; por el contrario, maci—n de sistemas sociales que operan
cuando crece el temor al desorden prevalece conforme a su propia racionalidad.
la defensa del orden establecido. En el
fondo, la sociedad chilena enfrenta los retos El surgimiento de una clase media y de una
de toda sociedad moderna: Àc—mo lograr un sociabilidad urbana, la configuraci—n de los
cambio social, una modernizaci—n, sin primeros partidos pol’ticos y una participa-
destruir el orden? O, dicho a la inversa: ci—n electoral significativa, el aprendizaje de
Àc—mo establecer un orden capaz de asegurar instrumentos conceptuales (c—digo civil,
los cambios sociales? ciencias naturales) y la asimilaci—n de
nuevas claves culturales (romanticismo,
El dilema refleja la asincron’a de los proce- positivismo) son algunas se–ales del avance
sos. Subjetivaci—n y racionalizaci—n, dife- del proceso de subjetivaci—n. De modo
renciaci—n e integraci—n, no avanzan a la par. similar la expansi—n de la burocracia estatal,
Los l’deres de la independencia adquieren la profesionalizaci—n del ejŽrcito y el auge
tempranamente conciencia de lo proble- del comercio exterior y de la primera
m‡tica que es la complementariedad. No industrializaci—n muestran el avance del
pueden recurrir a la coordinaci—n espont‡nea proceso de modernizaci—n.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 68


En la medida en que la realidad social nismo mutualista de los artesanos (Vivaceta)
deviene m‡s compleja el rŽgimen olig‡r- se agregan posteriormente los industriales
quico encuentra mayores dificultades en (Sociedad de Fomento Fabril, 1883) y, por
encauzar ambos procesos. La pol’tica de sobre todo, los sindicatos obreros que se
orden enfrenta una doble exigencia: evitar la organizan al margen (mutuales) o en contra
anarqu’a y, a la vez, asegurar el progreso. (anarquistas) del orden vigente. Tales
Hay que renovar pues los mecanismos de movimientos muestran la delimitaci—n rec’-
complementariedad. Si la independencia ins- proca entre sujetos y sistemas. Los actores
taura la unidad simb—lica en nombre de la sociales ponen l’mites a determinada din‡-
naci—n, la Guerra del Pac’fico la actualiza. mica de racionalizaci—n social a la vez que
Entonces comienza a perfilarse el Estado representan una autodefensa limitada, que ha
nacional como instancia mediadora. de respetar las exigencias propias de la
modernizaci—n.

El orden, por lo tanto, ha sido construi- Ambos procesos -diferenciaci—n social y


do a partir de una experiencia que modernizaci—n- presionan sobre la "sociedad
incluye los temores de un grupo olig‡rquica". Ni la cultura se–orial, ni la
sometido a un proceso de cambio;
habita un medio en que los referentes
institucionalidad pol’tica, ni la moderniza-
colectivos tradicionales est‡n puestos ci—n socioecon—mica logran, empero, in-
en duda, Forma parte integrante de la corporar a amplios sectores de la poblaci—n,
cultura pol’tica de la clase dirigente movilizados por la Guerra del Pac’fico y la
chilena, e interactœa con otros valores miner’a salitrera. Aumentan la transhumacia
como por ejemplo, la religi—n para
configurar el ‡mbito donde se enfrentan
y el bandolerismo en el campo, la migraci—n
las antiguas certidumbres y las nuevas a las ciudades y la miseria urbana. Las
propuestas. El temor fundamental es a huelgas de obreros y de los pobres urbanos a
lo otro, a lo diferente, a lo nuevo, a lo comienzos de siglo otorgan visibilidad a la
que no pertenece a la tradici—n; por lo
tanto, la diferenciaci—n social aparece
como una amenaza a la identidad.
Todo el siglo pasado es una historia de
Ana Mar’a Stuven: Una aproximaci—n a miedo. Cuando regresŽ a Valpara’so,
la cultura pol’tica de la elite chilena, despuŽs de mis viajes por lejanas
en Estudios Pœblicos 66, Santiago, tierras, la primera impresi—n que me
1997 inund— fue de miedo, de miedo inefable,
profundo. Cada calle, cada rinc—n me
trajo recuerdos de miedo, mezclado a
veces con travesuras y primeros
La paulatina transici—n hac’a una comple- amores. Miedo a caer en los patines;
mentariedad deliberada no elimina, por miedo a pasar por el medio de la plaza;
cierto, la tensi—n entre los procesos de miedo a que me vieran con un sombrero
subjetivaci—n y modernizaci—n. Las formas feo; miedo a pasar en compa–’a de un
desconocido; miedo a los ex‡menes;
y din‡micas en que se desarrolla uno de los miedo a llegar tarde; miedo a que me
polos afecta necesariamente al otro polo de viera el profesor; miedo a llevar libros.
la tensi—n. Los conflictos se encienden tanto Miedo, miedo, miedo. Miedo org‡nico,
por las oportunidades que promete deter- miedo social, de adentro. Todo el siglo
minado tipo de modernizaci—n a uno u otro pasado estuvo lleno de miedo. La
mamita veget— inundada de miedo; del
grupo social como por las amenazas que miedo explosivo, portador de un rostro
conlleva. La decisi—n acerca de la estrategia beligerante y feo; miedo a perder la
decide tambiŽn quiŽnes son los ganadores, situaci—n; miedo a tener hijos feos,
quiŽnes los perdedores y quiŽnes quedan al miedo a las veleidades del dinero; miedo
margen del proceso. Todo ello genera a los parientes pobres, miedo al quŽ
dir‡n; miedo a la servidumbre.
inseguridad e incertidumbre.
Joaqu’n Edwards Bello: Valpara’so.
La experiencia de inseguridad impulsa, en la Fantasmas, Santiago, 1955
segunda mitad del siglo XIX, la organiza-
ci—n de intereses corporativos. Al asociacio-

ÒElementos para la comprensi—n de la Seguridad HumanaÓ 69


"cuesti—n social" que pronto desbordar‡ a identidad social y, por consiguiente, la
una sociedad incapaz de integrar a toda la protecci—n de sus derechos sociales. Los
poblaci—n, pero ya no dispuesta a tolerar su obreros conquistan no s—lo las leyes sociales
marginaci—n. de 1924 y la legalizaci—n de sus sindicatos
(C—digo de Trabajo de 1931) sino tambiŽn
la participaci—n pol’tica a travŽs de sus
La "cuesti—n social" y la construcci—n partidos.
de una mediaci—n pol’tica
El reconocimiento de los derechos
La "cuesti—n social" da lugar a una crisis ciudadanos y sociales conlleva, por otra
integral de la sociedad chilena que se abre en parte, un impulso a la modernizaci—n del
1920 con la descomposici—n del orden Estado. Para contrarrestar los peligros de
olig‡rquico y se cierra en 1938 con la desintegraci—n social se le atribuye una
institucionalizaci—n democr‡tica de los funci—n de asistencia social para los grupos
conflictos. m‡s despose’dos. Adem‡s, se fortalece la
institucionalidad estatal mediante la creaci—n
Como toda crisis, la "cuesti—n social" refleja del Banco Central, la Direcci—n de
una situaci—n de extrema inseguridad. Inse- Impuestos Internos y la Contralor’a General.
guridad para las masas arrojadas a un De este modo se consolida la centralidad del
proceso de transformaci—n que no les da Estado en la coordinaci—n y regulaci—n del
acogida y, por el contrario, desencadena una desarrollo social.
degradaci—n material y s’quica que se vuelve
intolerable. Inseguridad tambiŽn para los El modo en que se codifican las incertidum-
grupos dominantes que ven el orden social bres y se institucionalizan los mecanismos
amenazado por las "clases peligrosas". Su de seguridad recuerda que amenazas y
incertidumbre es potenciada por el desplome oportunidades se distribuyen de modo dife-
que sufre el antiguo rŽgimen por doquier; la renciado. Para los campesinos y los pobres
ca’da de las monarqu’as europeas, las urbanos no se abren nuevas oportunidades.
revoluciones en MŽxico y Rusia, los tras- Ellos quedan excluidos del nuevo "contrato
tornos en los pa’ses vecinos, todos los social" como precio pagado por la
signos del tiempo anuncian una profunda aquiescencia de la elite terrateniente al nuevo
transformaci—n de la organizaci—n social. De orden social. La distribuci—n de las oportu-
hecho, la "cuesti—n social" significa el nidades que establece el nuevo compromiso
colapso de los antiguos mecanismos de de clases descansa tanto sobre el recono-
seguridad. cimiento rec’proco de los intereses vitales
como sobre la externalizaci—n de los costos
Todo cambio social implica amenazas y a travŽs de la conservaci—n de la estructura
oportunidades. Precisamente por su car‡cter agraria.
La crisis de los a–os integral, la crisis de los a–os 20 abre la
veinte abri— la oportunidad de rearticular la estructura Amenazas y oportunidades no s—lo son muy
oportunidad de social, el proceso econ—mico, las institu- diferentes (en cantidad y calidad) para los
ciones pol’ticas y las representaciones diversos sujetos. Adem‡s, es cada vez m‡s
rearticular estructura simb—licas en una nueva organizaci—n de la dif’cil hacer una distinci—n n’tida. Las trans-
social, proceso vida social. A pesar de la persistencia de formaciones suelen representar simult‡nea-
econ—mico, muchos rasgos tradicionales, se configura un mente oportunidades y amenazas. Los cam-
instituciones pa’s nuevo. bios devienen ambiguos, permitiendo s—lo
posteriormente apreciar costos y beneficios.
pol’ticas y representa- Durante este per’odo y en medio de muchos
ciones simb—licas. sobresaltos, como la dictadura de Ib‡–ez y la Un ejemplo ofrece el desarrollo del
Repœblica Socialista de 1932, la sociedad sindicalismo chileno en esa Žpoca. El reco-
chilena busca restablecer grados satisfacto- nocimiento de las organizaciones obreras
rios de seguridad. Su reconstrucci—n supone, como instrumentos de representaci—n laboral
por parte de la subjetividad, el reconoci- implica como contrapartida una renuncia a
miento jur’dico de los trabajadores en su su acci—n pol’tica (entregada a los partidos)

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 70


y a su acci—n social (confiada al Estado Problemas de una construcci—n
asistencial). Aprovechar una oportunidad deliberada de la complementariedad
significa descartar otras opciones. As’, el
ingreso de los partidos obreros al sistema La tensi—n entre subjetivaci—n y moder-
pol’tico permite participar en la toma de nizaci—n puede ser una relaci—n de
decisiones, incluso al nivel gubernamental complementariedad, donde cada proceso
durante el Frente Popular, pero significa ofrece oportunidades para el despliegue del
tambiŽn renunciar a un cambio revoluciona- otro momento, o una relaci—n de oposici—n,
rio. La cooperaci—n exige relaciones de donde cada uno de los polos genera
confianza mutua y, por lo tanto, una auto- amenazas y resistencias al buen funciona-
atadura de los participantes; ella restringe miento del otro. Trabajar la tensi—n entre
pues la competencia. En suma, restringir las sujetos y sistemas como una relaci—n de
din‡micas de modernizaci—n supone una complementariedad exige instancias de
autorrestricci—n de la subjetividad. mediaci—n.

En Žpocas de cambio acelerado como los Una instancia privilegiada es el Estado. La


a–os 20 la evaluaci—n de oportunidades y definici—n del Estado como garante del bien
amenazas es altamente incierta. No s—lo comœn alude precisamente a esa funci—n
pierden validez las categor’as con las cuales mediadora. El "interŽs general" no remite
pensar la realidad social; tambiŽn se pierden solamente a las demandas comunes de los
los v’nculos afectivos con el orden esta- sujetos, sino particularmente a la comple-
blecido. En tales situaciones parte impor- mentariedad entre los intereses subjetivos y
tante de la poblaci—n queda sœbitamente los "imperativos" sistŽmicos.
huŽrfana; la subjetividad pol’tica que en
tiempos normales es encauzada por las La mediaci—n estatal caracteriza al
instituciones y los grandes discursos legiti- "desarrollismo" entre 1939 y 1973. Durante
matorios queda repentinamente liberada. esta fase Chile conoce una especie de Estado
Hay un desanclaje de los miedos y rencores, de Bienestar keynesiano que trata de
de los resentimientos de humillaci—n y compatibilizar, al menos discursivamente,
agravio colectivo, de las expectativas frus- las reivindicaciones de los sujetos con las
tradas de redenci—n. En tales situaciones de exigencias de los sistemas funcionales. En
desencanto puede cristalizar el populismo. efecto, el Estado desarrollista combina tres
Entonces la subjetividad busca su cauce al tareas relacionadas entre s’: crecimiento
margen de las instituciones, en la identi- econ—mico, integraci—n social y raciona-
ficaci—n con algœn l’der capaz de dar nombre lizaci—n pol’tica en torno a un proyecto de
a los sentimientos y anhelos. desarrollo nacional. De este modo las
demandas sociales de participaci—n y de
El "momento populista" condensa un bienestar se vinculan con la conducci—n
Trabajar la tensi—n malestar difuso que expresa esa "subjetivi- pol’tica de la econom’a.
entre sujetos y dad vagabunda" a la bœsqueda de codi-
sistemas como una ficaci—n. Desde la crisis de los a–os 20 la Tal vinculaci—n no descansa œnicamente
relaci—n de comple- historia chilena conoce recurrentemente tales sobre la iniciativa empresarial del Estado.
momentos populistas que reflejan la incer- Aœn m‡s relevante es su funci—n simb—lica.
mentariedad exige tidumbre producida por el quiebre de La bandera nacional, el himno patrio, la
instancias de determinado mundo de vida. Posteriormente administraci—n pœblica y, por sobre todo, la
mediaci—n la subjetividad ser‡ recuperada, particular- pol’tica democr‡tica son formas de repre-
mente por los cauces de las institucionalidad sentar los lazos de reconocimiento, perte-
democr‡tica. Pero la tensi—n no desaparece. nencia y arraigo que unen a la comunidad.
La "normalidad democr‡tica" no est‡ asegu- Una caracter’stica del Estado Social es su
rada de una vez para siempre. Cada vez que capacidad de representar tanto el reconoci-
el desenga–o con las promesas de la moder- miento que hace el conjunto de la sociedad
nizaci—n no encuentra cauces expresivos, la de cada uno de sus miembros (ciudadanos)
subjetividad pondr‡ en entredicho la como la integraci—n de cada uno a un orden
racionalidad del sistema. compartido. Es dicha integraci—n social la

ÒElementos para la comprensi—n de la Seguridad HumanaÓ 71


que permite a la pol’tica invocar un proyecto Una modernizaci—n autoritaria
nacional.
Identificando la subjetividad con el desor-
La compatibilidad entre los procesos de mo- den, el nuevo rŽgimen actualiza la dicotom’a
dernizaci—n y subjetivaci—n tiende a ser originaria, orden versus caos, con una
socavada por la asincron’a de ambos diferencia sustantiva. Mientras que la elite
procesos. Estos se desarrollan de modo olig‡rquica tem’a que la l—gica interna de las
desigual, entrelaz‡ndose en constelaciones instituciones atropellara las costumbres y
cambiantes. Mientras que la "cuesti—n estructuras sociales, ahora la amenaza de
social" se caracteriza por el protagonismo de anarqu’a se atribuye a los sujetos. Resta-
las personas, a partir de los a–os treinta la blecer el orden significa entonces restringir
din‡mica social se desplaza al ‡mbito de la la subjetividad, cancelando la autodetermi-
modernizaci—n. naci—n democr‡tica, y entregar la moder-
nizaci—n a los equilibrios autom‡ticos del
Un diagn—stico de la asincron’a constata la mercado.
injerencia excesiva de los sujetos -mediada
por el sistema de partidos- en desmedro de
la eficiencia econ—mica. Visto as’ el proble-
ma, la soluci—n consistir’a en desvincular el El neoliberalismo en AmŽrica Latina
proceso econ—mico de los intereses sociales. "El neoliberalismo, tal como se
Ella genera conflictos, sin embargo, porque entiende en AmŽrica Latina, es una
la "l—gica econ—mica" no logra procesar las concepci—n radical del capitalismo
demandas de subjetividad. A la inversa, las que tiende a absolutizar el mercado
instituciones pol’ticas y culturales generan hasta convertirlo en el medio, el
mŽtodo y el fin de todo comportamien-
sentidos y pautas de acci—n colectiva, pero to humano inteligente y radical. Segœn
al margen de la racionalidad econ—mica. La esta concepci—n est‡n subordinados
consecuencia es una mayor distancia entre al mercado la vida de las personas, el
las din‡micas de los sistemas y las comportamiento de las sociedades y
demandas de los sujetos, pero sin llegar a la pol’tica de los gobiernos."
un desacople entre ambos momentos. Carta de los Superiores Provincia-
les Latinoamericanos de la Compa-
Otra estrategia pretende reducir la brecha –’a de Jesœs, Ciudad de MŽxico, 14
mediante un control de los sujetos sobre los de noviembre de 1996
procesos de modernizaci—n. TambiŽn este
programa se revela inadecuado. Por una
parte, no contempla la diversidad de sujetos La pretensi—n de reemplazar al Estado por el
y sus conflictos de intereses y proyectos. mercado caracteriza al "neoliberalismo" que
Dicha pluralidad es contraria a una "plani- acompa–a al rŽgimen militar. El proyecto se
ficaci—n global" (M. G—ngora) de la moder- ofrece como una respuesta a las fallas del
nizaci—n. Por otra parte, no respeta la Estado; puesto que la acci—n estatal ser’a
creciente diferenciaci—n funcional de la incapaz de asegurar la complementariedad
sociedad. El proceso de modernizaci—n ha entre los sujetos y los sistemas sociales,
dado lugar a sistemas funcionales (como el propone realizar una desconexi—n completa.
sistema econ—mico o el sistema educacional) La despolitizaci—n impuesta apunta a la
relativamente aut—nomos, que ya no est‡n a escisi—n de la subjetividad y la racionaliza-
plena disposici—n de la voluntad pol’tica. ci—n como ‡mbitos separados. La propuesta
neoliberal, basada en una absolutizaci—n del
En resumen, a comienzos de los a–os 70 la mercado, pretende limpiar los procesos de
sociedad chilena parece haber alcanzado un modernizaci—n de toda consideraci—n ajena a
grado de diferenciaci—n (social y funcional) la racionalidad funcional. Vistos as’, las
que desborda la capacidad del Estado y de la pasiones pol’ticas, las identidades
pol’tica de articular el desarrollo de los colectivas, los mismos derechos humanos
sujetos con las exigencias de los sistemas. aparecen como disfuncionales.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 72


En realidad, la "revoluci—n silenciosa" de la chilena cuando, acorde con la Constituci—n
sociedad chilena libera efectivamente la de 1980, el rŽgimen se somete a plebiscito
din‡mica del mercado de sus restricciones y en 1988. La incertidumbre del plebiscito
acelera as’ una racionalizaci—n no solamente cristaliza las inseguridades del pasado y del
de los distintos sistemas sociales, sino futuro.
incluso de las relaciones intersubjetivas.
Por una parte, se alimenta de la memoria
El resultado es una complementariedad soterrada de otros miedos, muchos miedos
trunca. En la medida en que la desregulaci—n anteriores acumulados en la memoria de los
elimina las ataduras pol’ticas y, por otra chilenos. Luego, el miedo a la pol’tica, esa
parte, el mercado no cuenta con "frenos" amenaza de cataclismo que destruye en un
intr’nsecos, se desata una modernizaci—n instante los sacrificios de a–os. Todo eso y
acelerada que se despliega sin consideraci—n mucho m‡s, dif’cil de indagar, converge en
de los sujetos. la memoria oculta del "revent—n de
septiembre" (A.Jocelyn-Holt, 1997).

La memoria de un pasado presente se


La modernidad es incumplidora. Ha
decidido reconocer al individuo como entreteje con la nostalgia de un pasado
su premisa, como œnico e irrenunciable lejano. Las inseguridades de ahora animan el
fundamento. Pero se sustrae a tal recuerdo de un "antes": im‡genes de Chile
fundamento, pues deja de lado el como un pa’s hospitalario, donde la ley se
cumplimiento de la condici—n prometi- respetaba y todos se saludaban, gente pobre,
da: la condici—n de ciudadano, titular
de un poder compartido, en calidad de pero honesta, orgullosa de su himno patrio,
condici—n humana compartida, de de su democracia, de sus vinos, del Estado
todos y cada uno. docente. Un pa’s que, nos guste o no, se
fue. Han cambiado el contexto mundial y,
por sobre todo, la propia sociedad chilena.
Paolo Flores D'Arcais: El desencan-
tamiento traicionado, en AA.VV.,
Modernidad y pol’tica, Caracas, 1995 No solamente el pasado, tambiŽn el futuro
echa sombras. Hay el deseo de volver a re’r
y cantar, pero tambiŽn miedo a perder lo
adquirido, al retorno de los conflictos y la
La modernizaci—n parece una promesa de violencia, en fin, al castigo. El plebiscito de
libertad y bienestar; no obstante, es resen- 1988, como las elecciones de 1989, actua-
tida por los chilenos en su diario vivir. Las lizan la consigna decimon—nica: orden o
mejoras no logran acallar a la subjetividad. anarqu’a. Recordando el lema de Sarmiento,
La tensi—n entre las "l—gicas funcionales" y cabe la duda: Àde quŽ lado est‡ la
el entorno cultural se hace notar en diversas civilizaci—n, de quŽ lado la barbarie?
paradojas. Resulta parad—jico, en efecto, que
una liberalizaci—n radical de todos los La modernizaci—n y la democratizaci—n no
intercambios, que abre el pa’s al mundo, sea son, ni deber’an ser estrategias alternativas.
acompa–ada por algunos de una defensa Nadie se opone a la democracia; no es Žse el
acŽrrima de los valores tradicionales. Es problema. La inseguridad parece radicar m‡s
sabido que toda apertura tan radical como la bien, como sugiere Alfredo Jocelyn-Holt, en
chilena genera una transformaci—n cultural. el vigor o fragilidad del orden social:
Podr’a parecer parad—jico que un "modelo" Ànuestra convivencia exige todav’a el "peso
que hace de la libertad individual su de la noche", esa inercia sabiamente dosi-
m‡xima moral obstaculice el despliegue de ficada? Los miedos recomiendan cautela, la
la subjetividad en la realidad cotidiana. necesidad de no agitar las oscuras aguas de
la subjetividad. Esta, sin embargo, no se
Las incertidumbres de la transici—n deja disciplinar indefinidamente por la
"l—gica del sistema". La l—gica es irre-
Orden y caos, seguridad e inseguridad sistible, reconoc’a Kafka, pero nada puede
vuelven a ser el leitmotiv de la sociedad contra las ganas de vivir. A este anhelo

ÒElementos para la comprensi—n de la Seguridad HumanaÓ 73


responde la consigna "la alegr’a ya viene". acci—n cuyas consecuencias s—lo pueden
establecerse como probabilidad y que
La historia (las historias) conoce momentos pueden ser asumidas o evitadas por los
estelares en que una Žpoca enfrenta su "hora actores. Amenaza es aquella interrupci—n
de la verdad". Uno de ellos fueron las probable de la acci—n de las personas y de
elecciones de 1988 y 1989. En su decisi—n los sistemas que la sociedad considera
electoral, chilenas y chilenos decidieron intolerable para la realizaci—n de sus
sobre una experiencia del pasado y una objetivos. Seguridad son los mecanis-
expectativa de futuro. TambiŽn respondieron mos que regulan aquellos riesgos y peligros
a un interrogante: ÀquŽ seguridad ofrece la que la sociedad estima como una amenaza
democracia? A la luz de esta pregunta, el para s’ misma o para los individuos.
voto mayoritario puede interpretarse como
un voto de confianza en que el rŽgimen La seguridad puede ser de habilitaci—n o de
democr‡tico contribuye a un orden seguro. realizaci—n. La primera se refiere a la
prevenci—n de una amenaza que puede
Los vaivenes coyunturales (las turbu- impedir a alguien participar plenamente del
lencias de la econom’a o de las relaciones desarrollo de una sociedad y a la recupe-
c’vico-militares) no deber’an escamotear raci—n de la integraci—n en el caso de que
el desaf’o de fondo. Lo que parece estar Žsta se haya interrumpido. La segunda se
en juego es, en definitiva, la reivindica- refiere a los mecanismos que permiten el
ci—n y la promesa de un Desarrollo aprovechamiento de las nuevas oportuni-
Humano Sustentable que pone a las dades sociales.
personas en el centro del proceso. Ahora
bien, afianzar el protagonismo del ser
humano como sujeto del desarrollo im- Inseguridad es el resultado del mal funcio-
plica, en condiciones de la nueva namiento de estos mecanismos, que dejan a
complejidad social, respetar las "l—gicas los individuos o la sociedad expuestos a las
funcionales" de los sistemas. En este amenazas.
sentido, la construcci—n de una comple-
mentariedad apropiada entre la subjeti-
vidad y la modernizaci—n deviene un En s’ntesis, en la modernidad la
criterio fundamental para evaluar la seguridad puede definirse como la
modernidad efectiva de Chile. capacidad de las personas para apro-
vechar las oportunidades de realizaci—n
que les brinda el proceso de moderniza-
ci—n y neutralizar las amenazas que Žl les
depara. Esta seguridad surge gracias a
ELEMENTOS PARA UN CONCEPTO un grado importante de complementarie-
DE SEGURIDAD HUMANA dad sustentable entre las tendencias de
subjetivaci—n y de modernizaci—n, de
De las reflexiones anteriores se desprenden diferenciaci—n y de integraci—n.
algunos de los conceptos b‡sicos que
guiar‡n este informe. Certeza es el modo La seguridad es un producto de la sociedad.
cotidiano, habitual e incuestionado de regu- Deben entonces considerarse no s—lo sus
lar la reproducci—n y el sentido tanto para aspectos positivos en un momento dado,
los individuos como para la sociedad. sino tambiŽn la vitalidad de los procesos
Incertidumbre es lo que caracteriza a aque- sociales que la construyen y reconstruyen.
llos ‡mbitos de la existencia social que no Se puede tener en un momento dado un
se pueden regular mediante la espontaneidad importante grado de seguridad frente a las
de los h‡bitos culturales. Aqu’ rigen los oportunidades y amenazas existentes, pero
peligros, aquellas interrupciones de los una dŽbil capacidad para reaccionar social-
cursos de acci—n sociales que no pueden ser mente frente a las nuevas amenazas y
previstos por los actores ni modificados por oportunidades. La capacidad autorreflexiva
ellos, y los riesgos, aquellos cursos de de la sociedad, como bien lo muestra la

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 74


historia moderna, forma parte sustancial de DespuŽs de haber presentado los conceptos
la capacidad de la sociedad para reaccionar para enfocar la Seguridad Humana y haber
frente a los nuevos desaf’os y para corregir bosquejado la presencia del tema en la histo-
los rumbos de la modernizaci—n hacia el ria chilena, en el cap’tulo siguiente se
horizonte de la modernidad. Hacer de la sintetizan algunos antecedentes emp’ricos
sociedad un sujeto reflexivo de su propia que dan cuenta del fen—meno en nuestros
historia y circunstancias es uno de los d’as. El prop—sito es medir el grado de
fundamentos m‡s estables de la Segu- Seguridad Humana en Chile mediante
ridad Humana. algunos indicadores.

ÒElementos para la comprensi—n de la Seguridad HumanaÓ 75


CAPITULO 3

Vision descriptiva de
la Seguridad Humana
en Chile

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 77


VISION DESCRIPTIVA DE LA SEGURIDAD HUMANA EN CHILE

Este cap’tulo tiene por objetivo presentar (PNUD, 1996). En esa ocasi—n, a partir del
una visi—n descriptiva del fen—meno de la concepto propuesto por el Informe Mundial
Seguridad Humana en Chile, a partir de la del PNUD, la tarea se concentr— en replicar
elaboraci—n de instrumentos estad’sticos ad la metodolog’a internacionalmente utilizada
hoc que constituyan una propuesta meto- para clasificar a los pa’ses segœn su logro en
dol—gica para la operacionalizaci—n de dicho Desarrollo Humano, obteniŽndose c‡lculos a
concepto. Estos instrumentos buscar‡n sin- nivel de las distintas regiones y comunas de
tetizar las distintas dimensiones y ‡mbitos Chile. (En el libro ÒDesarrollo Humano en
de manifestaci—n de la Seguridad Humana y Chile, 1996Ó, se presenta, adem‡s, un Indice
entregan una panor‡mica de la sociedad de Desarrollo Humano ÒdensificadoÓ espe-
chilena desde distintos puntos de vista: el cial para el caso chileno. TambiŽn se calcula
espacial, el etario, el socioecon—mico y el un IDH comunal y uno sensible a las
del sexo. disparidades de sexo).

El fen—meno de la Seguridad Humana se Al abordar el estudio de la Seguridad


abordar‡ desde dos perspectivas que cons- Humana, en cambio, se da el hecho de que
tituyen dos ‡mbitos diferentes pero comple- los aspectos metodol—gicos no presentan un
mentarios para estructurar la seguridad glo- desarrollo anterior suficientemente formali-
bal de las personas: lo objetivo, referido a la zado por los Informes mundiales del PNUD.
circunstancias concretas de disposici—n o no Si bien en el Informe de 1994 se proponen
de mecanismos de seguridad y lo subjetivo, algunos indicadores asociados a la Seguir-
representado por la opini—n evaluativa de las dad Humana, no llega a elaborarse una
personas respecto de su seguridad general. metodolog’a sintŽtica similar a la del Indice
Cada uno de ellos se abordar‡ por sepa- de Desarrollo Humano.
rado, para luego establecer un contrapunto
que entregue elementos para la discusi—n Por eso fue necesario elaborar instrumentos
respecto de la brecha existente entre ambos. ad hoc, los que, dado su car‡cter original,
constituyen un primer intento por aproxi-
Las principales preguntas que gu’an esta marse a la medici—n de la Seguridad
parte de la investigaci—n son las siguientes: Humana.
ÀCu‡l es la forma en que se distribuyen los
logros en Seguridad Humana al interior de Los instrumentos que aqu’ se presentar‡n no
la sociedad chilena? ÀCu‡les son las dimen- tienen la pretensi—n de ser aplicados interna-
siones que m‡s influyen en las circunstan- cionalmente. Antes bien, est‡n especial-
cias de seguridad de los distintos grupos o mente elaborados teniendo en cuenta las
que se asocian a ellas? ÀD—nde se aprecian especificidades del caso chileno, tanto en lo
las mayores brechas entre la situaci—n de relativo a la elecci—n de dimensiones rele-
Seguridad Humana objetiva y la subjetiva? vantes para la Seguridad Humana como en
lo que se refiere al uso de fuentes de datos y
Las hip—tesis centrales de esta secci—n criterios normativos de elaboraci—n de
sostienen que las certezas, peligros y riesgos indicadores.
est‡n distribuidos desigualmente al interior
de la sociedad chilena. Junto a ello se cree
que, comparados unos con otros, la percep- Medir la Seguridad Humana
ci—n de seguridad que tienen algunos grupos
sociales difiere de la cantidad de recursos Ahora bien, Àcu‡l es la necesidad de contar
objetivos de seguridad a que tienen acceso. con una visi—n formalizada de la Seguridad
Humana en Chile? La respuesta a esta inte-
rrogante apunta a la posibilidad de resumir
Consideraciones generales la multidimensionalidad que el fen—meno
presenta. A partir de instrumentos estad’s-
En 1996, el PNUD abord— la confecci—n de ticos es posible visualizar la complejidad de
un Indice de Desarrollo Humano para Chile los fen—menos, las tendencias fuertes y las

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 78


especificidades encontradas. Ellas constitu- sentido subjetivo, la Seguridad Humana se
ir’an gu’as para la posterior profundizaci—n. refiere a la evaluaci—n que las personas
hacen respecto de la existencia y eficacia de
Para el correcto uso de este tipo de ins- los mecanismos de seguridad de que dispo-
trumentos debe tenerse en cuenta que nen y que sedimenta en un particular estado
cualquier intento por formalizar conceptos sicol—gico.
constituye una operaci—n tecnol—gica en
donde se ÒpierdeÓ informaci—n. Ello ocurre La necesidad de definir el concepto de
desde el momento en que se ÒcongelaÓ la Seguridad Humana desde dos perspectivas,
realidad, represent‡ndola en unas dimen- la objetiva y la subjetiva, radica en que
siones espec’ficas. Con ello no se pretende ambos son ‡mbitos distintos donde se es-
agotar la multidimensionalidad del objeto de tructura la situaci—n general de seguridad de
estudio sino relevar algunas de sus una persona. As’, percepciones de
caracter’sticas m‡s importantes. inseguridad o amenaza pueden generar con-
ductas que terminen produciendo situacio-
Por el lado de la aplicabilidad, el dise–o, nes objetivas de inseguridad.
implementaci—n y evaluaci—n de las pol’-
ticas pœblicas requiere tambiŽn de instru- Asimismo, poner en relaci—n ambas pers-
mentos formalizados que sirvan de criterios pectivas contribuye a identificar de mejor
tŽcnicos para el proceso de toma de forma las situaciones relativas de seguridad.
decisiones. Este es otro motivo para intentar As’, por ejemplo, dos personas pueden
una medici—n de la Seguridad Humana, ya haber quedado cesantes el mismo d’a y
que en alguna medida el impacto de este sentirse igualmente apesadumbradas por ese
enfoque se basa en la posibilidad de ser hecho. Sin embargo, si se da la situaci—n
manejado de manera general por los investi- objetiva de que uno de ellos dispone de
gadores y por los planificadores sociales. ahorros suficientes para enfrentar el tiempo
Ese uso tŽcnico debe sin embargo, ir de la sin trabajar y el otro no, eso marcar‡ una
mano con el desarrollo de la capacidad diferencia subjetiva en la situaci—n global de
te—rica interpretativa de los fen—menos seguridad de ambos personajes.
asociados a la Seguridad Humana de las
personas, puesto que sin ella, un ’ndice se La operacionalizaci—n de esta dualidad
transforma s—lo en un nœmero sin sentido. objetivo - subjetivo conduce a estructurar un
esquema de mediciones paralelo. Por eso se
elaboran dos ’ndices, cada uno con fuentes y
Definici—n de la Seguridad Humana: metodolog’as distintas atendiendo a sus
aspectos conceptuales y sus implicancias especificidades. Estos instrumentos permiti-
para la operacionalizaci—n en un ’ndice r‡n hacer ÒdialogarÓ ambas dimensiones en
funci—n de comparar sus tendencias fuertes
Para transformar dicho concepto en un y de resaltar sus coincidencias y contra-
objeto medible emp’ricamente es preciso, en dicciones. Ello se realiza en la parte final de
primer lugar, realizar una definici—n no- este cap’tulo.
minal que concentre sus aspectos centrales y
que permita posteriormente su traducci—n en
operaciones medibles a nivel de las Hacia una operacionalizaci—n
personas. de la Seguridad Humana

Entenderemos por ÒSeguridad HumanaÓ, Reconociendo, desde el punto de vista


en un sentido objetivo, que cada persona te—rico, la multidimensionalidad del fen—-
disponga de mecanismos, redes o v’nculos meno de la Seguridad Humana, este Informe
que le permitan aprovechar las oportuni- se ha concentrado en seis dimensiones.
dades sociales, manteniendo cursos de Estas son: delincuencia, empleo, previsi—n,
acci—n estables, protegida de las amenazas salud, informaci—n y sociabilidad.
sociales por la v’a de la disposici—n de
mecanismos reparadores de los cursos de La definici—n de estas seis dimensiones
acci—n sœbitamente interrumpidos. En un como las m‡s importantes para caracterizar

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 79


a la Seguridad Humana en Chile se des- Finalmente, es importante recalcar que si
prende de las conclusiones extra’das de bien anal’ticamente son distinguibles, estas
distintas fuentes paralelas de investigaci—n: dimensiones forman parte de un s—lo fen—-
una serie de grupos de discusi—n, que busc— meno: la Seguridad Humana. Este concepto
levantar desde el discurso de las personas es ÒindivisibleÓ y las inseguridades que
cu‡les son los significados de la seguridad; afecten a una de sus dimensiones afectar‡n
una recopilaci—n de informaci—n estad’stica tambiŽn sin duda al conjunto de ellas
que document— las transformaciones ocurri-
das en la sociedad chilena en las œltimas El Informe Mundial de Desarrollo Humano
dos dŽcadas; un panel de expertos que de 1994 pone Žnfasis en este œltimo rasgo:
entregaron sus opiniones respecto del conte- el de la indivisibilidad de la Seguridad
nido de esos materiales. (Esta selecci—n Humana. Esta noci—n tiene dos conno-
b‡sica no implica desconocer la validez taciones. En primer lugar se refiere al
conceptual de otras dimensiones. Fuera de impacto que una alteraci—n sœbita y
este grupo de seis, se le reconoce especial profunda en una de las dimensiones tiene
importancia a la dimensi—n ambiental). Esas respecto del conjunto de ellas. Adem‡s, esta
distintas aproximaciones permitieron agre- noci—n tiene una connotaci—n espacial.
gar puntos de vista. Cada una puso Žnfasis Desde este punto de vista, la falta de
en relevar dimensiones espec’ficas que no Seguridad Humana en una regi—n, pa’s o
aparec’an fuertemente en otras. territorio determinado por lo general expan-
de sus efectos hacia otros territorios. (Por
Las seis dimensiones escogidas parecen ser ejemplo, a partir de las migraciones en
no s—lo las m‡s relevantes sino tambiŽn las busca de oportunidades laborales, o bien en
m‡s abordables desde una perspectiva emp’- busca de refugio pol’tico, ente otras).
rica y con impacto posible a nivel de las
pol’ticas pœblicas. Estas, ser‡n abordadas en La unidad de an‡lisis (aquellos de quienes
particular a lo largo del Informe. se dir‡n determinadas cosas) son los

Dimensiones de la Seguridad Humana en el Informe Mundial de Desarrollo Humano


de 1994
El PNUD define siete categor’as principales en que pueden agruparse las amenazas
contra la seguridad humana:

Seguridad econ—mica: entendida como un ingreso b‡sico asegurado como producto de


un trabajo productivo y remunerado.

Seguridad alimentaria: manifestada en que todos , en todo momento, tengan acceso


tanto f’sico como econ—mico al alimento.

Seguridad en salud: basada en la protecci—n frente a las enfermedades y la muerte


prematura. Acceso a un pleno desarrollo f’sico.

Seguridad ambiental: mantenci—n de un medio f’sico saludable.

Seguridad personal: representada fundamentalmente por la seguridad respecto de la


violencia f’sica, cualquiera sea su procedencia y destino.

Seguridad de la comunidad: Manifestada en la participaci—n en un grupo, una familia,


una comunidad, en general, una organizaci—n, que pueda brindar una identidad cultural y
un conjunto de valores que den seguridad a la personas.

Seguridad pol’tica: consistente en que la gente pueda vivir en una sociedad que respete
sus derechos humanos fundamentales.

Fuente: PNUD,1994

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 80


individuos, agrupados en categor’as segœn 1. EL INDICE DE SEGURIDAD
distintas caracter’sticas sociodemogr‡ficas. HUMANA OBJETIVO
Dichas caracter’sticas, denominadas en
adelante ÒdescriptoresÓ, son: regi—n; zona A partir de la definici—n nominal expuesta
de residencia; grupo de edad; sexo, y nivel arriba, la elaboraci—n del Indice de
socioecon—mico. Seguridad Humana objetivo (ISHO) dio
prelaci—n a poder medir en tŽrminos de cada
Cada uno de estos descriptores implica un persona la disposici—n de mecanismos de
espec’fico punto de vista. Pertenecen o dan seguridad. Es decir, de instrumentos, dere-
cuenta de una tem‡tica particular con con- chos o capacidades que constituyen medios
ceptos y discusiones distintas. Implica orde- para que las personas (y quienes de ellas
nar los datos de manera ad hoc a cada caso y dependen) puedan llevar adelante sus
ÒentrarÓ en ellos por distintos caminos. Ello proyectos de vida y hacer frente a sus
debe ser tenido en cuenta al momento de problemas, viabilizando los cursos de acci—n
interpretar los resultados. m‡s importantes para la vida cotidiana de
los individuos.
En el caso de ambos ’ndices elaborados, el
nœmero final que ellos arrojen para cada Como fuente principal de datos para el
categor’a de descripci—n deber‡ interpretarse ’ndice se utiliza la encuesta CASEN de
como un nœmero indicativo de la posici—n MIDEPLAN. La mayor’a de los datos incor-
relativa de cada caso en el conjunto de porados al c‡lculo proviene de la versi—n
individuos caracterizados. Para profundizar 1996 de dicha encuesta (8 de 12 variables),
en las dimensiones espec’ficas de la segu- 3 de ellos provienen de la versi—n 1994
ridad humana de cada grupo o categor’a, es (preguntas no incluidas en la versi—n 96 de
preciso volver a los datos originales. La dicha encuesta), mientras uno tiene como
notable ventaja es que esa lectura o bœsque- fuente al INE (Estad’sticas de mortalidad
da estar‡ ahora guiada por una herramienta 1995). De este modo el ISHO se conforma a
muy potente, el ’ndice sintŽtico, que nos partir de la mejor y m‡s actual estad’stica
dice d—nde buscar y nos muestra pistas oficial disponible.
interesantes que dif’cilmente hubiŽramos
advertido, dado su tama–o, de la mera La selecci—n de la CASEN como fuente
lectura de la base de datos originales. œnica del ISHO tuvo por objeto dar cohe-
rencia al c‡lculo del ’ndice; se apoy— en una
La definici—n de ‡mbitos relevantes para la fuente ampliamente validada y que ofrece
seguridad objetiva de las personas y su distintas posibilidades de manejo de descrip-
traducci—n en mecanismos concretos de tores y de indagaci—n de mecanismos de
seguridad constituye una decisi—n normativa seguridad.
que deja pendiente dos grandes cuestiones:
por un lado, lo relativo al funcionamiento y
eficiencia real de los mecanismos objetivos Selecci—n de variables
en cuanto proveedores de seguridad; por
otro lado, la evaluaci—n interna que las Teniendo en cuenta los aspectos
personas usuarias de aquellos recursos ha- conceptuales que definen a la Seguridad
cen de ellos respecto de su capacidad para Humana, se hizo un an‡lisis de la informa-
proveerles seguridad y respecto de su dispo- ci—n disponible en la CASEN y se identifi-
nibilidad en el momento apropiado. De la caron aquellas variables que pod’an
primera materia se ocupar‡n los capitulo 7 y representar la disposici—n por la gente de
8 referidos a la integraci—n funcional. De la Òrecursos o mecanismos de seguridadÓ para
segunda cuesti—n se ocupara la segunda cada una de las dimensiones definidas en el
parte de este cap’tulo. estudio.

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 81


Las variables seleccionadas son las 4. Capacitaci—n. Este es un componente
siguientes: de la llamada Òcapacidad de reinser-
ci—nÓ, considerada b‡sica para afrontar
1. Cotizaci—n previsional. En relaci—n las pŽrdidas o cambios de trabajo a lo
con la previsi—n, estar vinculado a un largo de la vida laboral. Ella representa
sistema previsional representa el medio contar con herramientas de cono-
de seguridad b‡sico. Esto es, la adqui- cimiento actualizadas que constituyan
sici—n de un derecho a recibir una una base de elegibilidad del trabajador
pensi—n en dinero una vez acabada la para futuros empleos.
vida laboral. Al mismo tiempo, actœa
como un protector durante la vida 5. Estabilidad en el empleo. La tenencia
activa, ya que tambiŽn se exige este de un contrato laboral indefinido
instrumento para pagar las licencias representa una condici—n amparada
mŽdicas que reemplazan a los ingresos jur’dicamente que relaciona al traba-
durante la enfermedad. La condici—n de jador de manera formal y estable con su
ÒcotizanteÓ es m‡s exigente que la de fuente de trabajo o actividad. Ello
mero afiliado ya que implica estar Òal constituye un mecanismo de seguridad,
d’aÓ en el sistema. El solo hecho de puesto que a travŽs de ese contrato es
estar afiliado no es garant’a en s’ del posible, por lo general, acceder a los
logro de una pensi—n ya que para ello se beneficios sociales de previsi—n y salud.
exige acumular un cierto nœmero de Adem‡s, protege en caso de pŽrdida del
a–os de cotizaciones. mismo por la v’a de las indemni-
zaciones. El contrato indefinido, cual-
2 . Cotizaci—n de salud. Su disposici—n quiera sea la actividad, se constituye en
permite solventar las demandas econ—- un activo sobre el cual se apuesta al
micas que implican la necesidad de futuro en planes individuales o fami-
acceder a servicios de salud. liares, ya sean orientados al consumo o
Disponer de este mecanismo se revela a la realizaci—n personal en general.
necesario puesto que la oportunidad,
especializaci—n y calidad de los servi- 6. Ocupaci—n. Dada la importancia de la
cios a los que se accede difieren dimensi—n laboral como fuente directa e
sensiblemente segœn las caracter’sticas indirecta de seguridad, uno de los pri-
socioecon—micas de cada persona. meros mecanismos de seguridad de las
personas lo constituye, entonces, par-
As’mismo, de este tipo de protecci—n ticipar de un mercado laboral din‡mico
dependen el impacto econ—mico de las que ofrezca altas oportunidades de
enfermedades en los presupuestos fami- emplearse. Ello se representa por medio
liares y la seguridad de ingresos de los de la tasa de ocupaci—n, que entrega una
activos por la v’a del pago de licencias visi—n inversa, y puesta en positivo, de
mŽdicas. los niveles de cesant’a.

3 . Escolaridad mediana. Ella constituye 7. Propiedad de la vivienda. Si bien esta


un mecanismo de seguridad en dos variable no representa directamente a
‡mbitos. Por un lado, opera como una una de las seis dimensiones b‡sicas del
variable representativa de la capacidad estudio, su inclusi—n se justifica por la
de las personas para comunicarse y importancia de acreditar como recurso
manejar la informaci—n requerida para o mecanismo de seguridad la confor-
su integraci—n cognitiva y para su maci—n de un patrimonio personal (m‡s
relaci—n eficiente con los sistemas all‡ del mero ingreso, cuya estabilidad
sociales. Por otro lado, constituye tam- no fue posible someter a pueba bas‡n-
bien un mecanismo de seguridad en dose en CASEN). Por ello se seleccion—
materia laboral, ya que cada vez m‡s el como recurso la tenencia de una
acceso al trabajo depende de los niveles vivienda pagada, la que representa un
de calificaci—n y de la capacidad para activo muy importante, puesto que
aprender nuevos trabajos. constituye un rubro menos en el

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 82


presupuesto familiar y adem‡s repre- 12. Supervivencia. Al igual que en el caso
senta un bien que puede servir de de la ocupaci—n, la supervivencia se
garant’a para otras gestiones econ—mi- refiere a una variable del contexto
cas. (Se desech— la condici—n Òpropia, dentro del cual operan los otros meca-
pag‡ndoseÓ puesto que no fue posible nismos de seguridad dispuestos para la
saber en quŽ momento del pago de la dimensi—n (cobertura previsional en
vivienda se encuentra cada deudor, salud y acceso a consultorio). Aqu’ se
quiŽnes les falta mucho por pagar y mide la situaci—n de seguridad de cada
quiŽnes est‡n terminando). grupo por sus respectivas caracter’s-
ticas de mortalidad. Estar’an objetiva-
8. Calidad de la vivienda. Se incluye por mente m‡s seguras aquellas personas
las mismas razones que la anterior y le que pertenezcan a los grupos donde la
sirve de complemento conceptual mortalidad sea menor. Para trabajar
puesto que los materiales de cons- todas las variables en el mismo sentido,
trucci—n y su calidad constituyen tam- se utiliza el valor inverso de la mortali-
bien un mecanismo que asegura el valor dad, a la cual se le denomina
funcional y patrimonial de la vivienda. ÒsupervivenciaÓ. (Al no disponerse de
este dato por deciles de ingresos, no se
9. Presencia de consultorio. Apunta a la pudo incluir esta variable en el c‡lculo
posibilidad de ser atendido oportuna- del ’ndice para este descriptor).
mente en caso de una necesidad
mŽdica. En el CUADRO 9 se resume una clasi-
ficaci—n posible que da cuenta del tipo de
10. Presencia de comisar’a. Recurso informaci—n que, en conjunto, entregan estas
institucional referido a la posibilidad 12 variables al ’ndice objetivo.
de contar con personal de carabineros
en el sector donde uno vive como El cuadro muestra que el total de variables
medio de prevenci—n o represi—n opor- cubren la mayor’a de las dimensiones del
tuna de eventuales acciones delictuales. estudio aunque unas mejor que otras. As’,
por ejemplo, el ISHO no incluye en absoluto
11. Sindicalizaci—n. Puede considerarse un la dimensi—n de sociabilidad, para la cual no
mecanismo de seguridad en cuanto existen datos objetivos disponibles. Ade-
representa un v’nculo asociativo en m‡s, cubre s—lo muy tangencialmente la
virtud del cual los trabajadores de una dimensi—n de delincuencia, puesto que no se
empresa se organizan en la negociaci—n incluye una variable directa de medici—n de
de las condiciones de trabajo y en la la victimizaci—n.
mediaci—n ante los empresarios en caso
de posibles conflictos. Por otro lado, En cada una de las variables seleccionadas
generalmente los sindicatos actœan se aprecian m‡rgenes importantes de perso-
tambiŽn como organizaciones que nas sin acceso a los mecanismos de
proveen a sus afiliados de servicios de provisi—n de seguridad. Las variables
bienestar social (acceso a consumo, revelan pues las diferencias existentes en
centros vacacionales, apoyos funera- los niveles de Seguridad Humana objetiva
rios, etc.), los cuales son de creciente de las personas. Refuerzan, adem‡s, la
importancia en la gesti—n cotidiana de necesidad de abordarlos como ‡mbitos de
los presupuestos familiares de sus problemas sociales aœn no plenamente
afiliados. resueltos.

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 83


CUADRO 9
Esquema de variables seleccionadas para el ’ndice
objetivo de Seguridad Humana

Variable Dimensi—n que Tipo de recurso de Condici—n para ser Fuente


representa seguridad recurso de seguridad

Cotizaci—n Previsi—n V’nculo individual a Estar actualmente CASEN 96


previsional un sistema cotizando y al d’a.
Cotizaci—n de Salud V’nculo individual a Cubierto por algœn plan CASEN 96
salud un sistema de previsi—n en salud.
Como titular o como
carga.
Escolaridad Informaci—n/La- Desarrollo de Variable cont’nua. A CASEN 96
boral Capacidades mayor escolaridad,
personales mayor seguridad
Capacitaci—n Laboral Desarrollo de Al menos una CASEN 96
capacidades capacitaci—n el œltimo
personales a–o
Estabilidad Laboral V’nculo personal a un Tenencia de contrato CASEN 96
sistema indefinido
Ocupaci—n Laboral Contextual Variable cont’nua. A CASEN 96
mayor ocupaci—n, mayor
seguridad
Calidad de la Salud/ Logro patrimonial Cumplir est‡ndares de CASEN 96
vivienda Vivienda calidad en materiales y
conservaci—n (segœn
Mideplan).
Propiedad de la Vivienda Logro patrimonial Disponer de una casa CASEN 96
vivienda propia pagada
Consultorio Salud Institucional Cercan’a. A menos de CASEN 94
60 minutos a pie desde
el hogar
Comisar’a Delincuencia Institucional Cercan’a. A menos de CASEN 94
60 minutos a pie desde
el hogar
Sindicalizaci—n Laboral V’nculo asociativo Estar afiliado CASEN 94
Supervivencia Salud Contextual Variable cont’nua. A INE 95
mayor supervivencia,
mayor seguridad

Los resultados del ISHO consultar los aspectos generales del mŽtodo
en mayor detalle.
El criterio l—gico de s’ntesis del ’ndice se-
–ala que a mayor posesi—n de mecanismos Al momento de interpretar los resultados del
de seguridad en las diversas dimensio- ’ndice objetivo es preciso tener en cuenta lo
nes, cada individuo tendr‡ una mayor siguiente: tanto la visi—n relativa
seguridad objetiva. Este criterio debe (comparaci—n entre las categor’as de un
traducirse a una operatoria estad’stica. mismo descriptor) como el contraste de cada
individuo con el margen total de variaci—n
El mŽtodo utilizado es el an‡lisis de del ’ndice est‡ se–alando cu‡nta seguridad
componentes principales estandarizado objetiva tiene cada individuo respecto de
(ACP). En el anexo metodol—gico es posible la mayor seguridad objetiva posible de

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 84


conseguir en Chile. As’, valores muy bajos representa la mayor situaci—n de seguridad
en el ’ndice objetivo no significan la observada.
ausencia total de seguridad objetiva. Ello
significa m‡s exactamente la mayor distan-
cia de ese individuo respecto del mayor REGIONES
logro posible.
El tema de las desigualdades espaciales fue
A diferencia del Indice de Desarrollo ampliamente tratado en el Informe
Humano, que se contrasta contra un perfil ÒDesarrollo Humano en Chile, 1996Ó, del
ideal formado por m‡ximos y m’nimos nor- PNUD. All’, en relaci—n con el Desarrollo
mativos, en el caso del ISHO el perfil ideal Humano y la competitividad, se docu-
se conforma con los m‡ximos y m’nimos mentaron las grandes disparidades que a
observados en los datos de base, para cada nivel interregional se verifican en Chile.
variable. As’ se conforma un perfil a partir
de los mejores valores en cada variable. Este El presente informe refuerza esa conclusi—n
perfil es ideal, puesto que ningœn individuo dado que, en general, las regiones pre-
(o categor’a de descriptor) reœne en s’ todos sentan desiguales niveles de Seguridad
los valores m‡s altos en todas las variables. Humana objetiva. (Ver GRAFICO 7)
(Ver anexo metodol—gico)
Un primer grupo est‡ conformado por las
Finalmente, para la lectura del ’ndice es regiones con mejor situaci—n objetiva de
preciso se–alar que su margen var’a de 0 a seguridad: Magallanes, Metropolitana y
1, siendo este œltimo nœmero el que Antofagasta. Un segundo grupo reœne a las

GRAFICO 7
Indice de Seguridad Humana Objetivo Nacional segœn Regi—n

I 0,551
II 0,772
III 0,645
IV 0,383
V 0,614
VI 0,422
VII 0,220
VIII 0,407
IX 0,150
X 0,296
XI 0,521
XII 0,794
R.M. 0,762

0 0.1 0.2 0.3 0.4 0.5 0.6 0.7 0.8 0.9 1

Fuente: PNUD en base a CASEN, 1994, 1996, e INE, 1995

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 85


regiones de Atacama, Valpara’so y Tara- Contraste de la situaci—n de seguridad
pac‡, que ocupan un lugar intermedio. La entre activos e inactivos
regi—n de AysŽn es la œltima del grupo de
mejor desempe–o relativo. Finalmente el El mŽtodo de c‡lculo del ISHO permite
grupo de bajo logro lo encabezan las regio- distinguir entre los grupos de personas
nes de O«Higgins, B’o-B’o y Coquimbo y lo econ—micamente activas e inactivas, midien-
cierran Los Lagos, Maule y Araucan’a. do a cada uno segœn sus propios recursos o
mecanismos de seguridad.
En general, del conjunto de variables que
conforman el ISHO, algunas contribuyen El panorama regional que contrasta estos
con m‡s fuerza que otras a distinguir entre grupos muestra que la situaci—n de
la situaci—n de uno y otro individuo. (Cu‡les Seguridad Humana objetiva de aquellas
sean Žstas constituye la especificidad de personas que no trabajan es menor que la
cada descriptor). de los activos. Ello confirma lo dicho en
relaci—n con la manera c—mo se estructura la
En el caso de las regiones, Žstas son las seguridad objetiva: los inactivos por lo
variables de cotizaci—n previsional y de general basan fuertemente su seguridad
salud y, en segunda instancia, las variables objetiva en la seguridad de los activos de
de educaci—n, promedio de escolaridad y quienes dependen; sin embargo, medidos en
capacitaci—n. (Esto se desprende de los sus propios tŽrminos, su situaci—n puede
distintos coeficientes calculados por el diferir de la de sus "sostenedores". El
mŽtodo, as’ como de los mapas factoriales. problema se actualiza justamente cuando se
Ver anexo metodol—gico) rompe esa relaci—n de dependencia y deben
entonces las personas ser capaces de
En las primeras se observa que la cobertura mantenerse por s’ mismas.
m‡xima en previsi—n la presenta la regi—n de
Magallanes, con un 72% de cotizaci—n. La En tŽrminos generales se observa una alta y
regi—n de la Araucan’a, en tanto, s—lo positiva correlaci—n entre la situaci—n relati-
muestra un 47% de logro en esta variable. va de seguridad objetiva de los activos y de
Las mismas regiones ocupan los extremos los inactivos, aunque con excepciones.
de la distribuci—n de logros en cuanto a la Existen regiones donde la seguridad de los
cotizaci—n de salud (81% frente a un 46%). activos de una regi—n no se traduce en un
nivel de seguridad objetiva similar para los
Las variables de educaci—n y capacitaci—n inactivos de esa misma regi—n. Esto sucede
conforman un segundo ÒvectorÓ de expli- en forma sensible en las regiones de
caci—n de las diferencias regionales en Tarapac‡ y Antofagasta; esta œltima es la
Seguridad Humana objetiva. Las regiones que presenta el mayor contraste relativo
de menor logro en educaci—n son las del entre activos e inactivos.
Maule y Los Lagos, con 8 a–os de esco-
laridad mediana, tres a–os por debajo del
valor nacional. En cuanto a la capacitaci—n Seguridad Humana y Desarrollo
laboral, la regi—n de Antofagasta se destaca Humano
con un 25% de personas activas que se
capacitaron en el œltimo a–o (fundamen- El descriptor Òregi—nÓ permite una serie de
talemente asociadas al sector minero). comparaciones que vinculan el concepto de
Seguridad Humana con otros aspectos
En general, puede decirse que la seguridad socioecon—micos. Por ejemplo:
humana en las regiones se da preferente-
mente en aquellas donde predominan sec- ÀCu‡l es el v’nculo entre desarrollo humano
tores econ—micos modernos, con procesos y Seguridad Humana? Desde el punto de
que incorporan valor agregado, que rea- vista conceptual el marco interpretativo ha
lizan la formalidad de la relaci—n laboral y establecido la relaci—n existente entre estos
que dan especial importancia a la incor- dos conceptos. El Desarrollo Humano con-
poraci—n de conocimiento especializado. siste en la ampliaci—n de las oportunidades

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 86


de la gente, en tanto que la Seguridad cial, la Seguridad Humana est‡ m‡s desi-
Humana tiene que ver con la posibilidad de gualmente distribuida que el desarrollo
disfrutar de esas capacidades de manera humano. (Ver PNUD, 1996).
estable, es decir, Òque las oportunidades que
se tienen hoy no se desvanezcan en el Desde el punto de vista de las mediciones
tiempoÓ (PNUD, 1994). emp’ricas es posible introducir una distin-
ci—n proveniente del ‡mbito de los indi-
Segœn los datos, los niveles de seguridad cadores socioecon—micos. Ella denota ras-
objetiva de las regiones y sus logros en gos especificos de la operacionalizaci—n de
Desarrollo Humano (medidos a base del cada concepto:
Indice de Desarrollo Humano, IDH) se
muestran alta y positivamente correla- El Desarrollo Humano en general, y el IDH
cionados. Ello corrobora la vinculaci—n en particular, es m‡s bien de la familia de
conceptual ya anotada. los ’ndices de resultado. Estos relevan
situaciones en que se aprecian los niveles de
En el GRAFICO 8 se aprecia c—mo la satisfacci—n o privaci—n respecto de algœn
mayor’a de las regiones se sitœan cercanas a bien valorado en contraste con una meta
la l’nea que expresa la asociaci—n entre deseada.
ambas variables. S—lo algunos casos se
apartan levemente. La regi—n del Maule, por Las caracter’sticas del ISHO, en cambio,
ejemplo, muestra logros en Desarrollo obedecer’an m‡s bien a un ’ndice que
Humano similares a las regiones de B’o-B’o combina la l—gica de los indicadores de
y de Coquimbo; sin embargo, ambas poseen acceso. Estos representan la utilizaci—n
un diferente ’ndice de Seguridad Humana. efectiva de las personas de los medios o
recursos socialmente disponibles para la
Las distancias entre las regiones muestran, obtenci—n de un resultado (el Desarrollo
adem‡s, que desde el punto de vista espa- Humano, por ejemplo).

GRAFICO 8
Indice de Seguridad Humana Objetivo
frente a Indice de Desarrollo Humano

1,5
XII
-1
RM
III II
V
IDH 96 Estandarizado

0,5
I
0 XI
VI
-0,5 VIII
IV
-1 X

-1,5
VII
-2 IX

-3 -2,5 -2 -1,5 -1 -0,5 0 0,5 1


IDH 92 Estandarizado

Fuente: PNUD en base a CASEN, 1994, 1996, INE, 1995 y PNUD, 1996

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 87


Esa distinci—n pone a ambos conceptos en tanto conceptual como emp’rica ser’a
una relaci—n especial en la que puede posible afirmar que sin Seguridad Humana
reconocerse, al menos desde un punto de no es posible alcanzar ni mantener el
vista l—gico, que la Seguridad Humana es Desarrollo Humano.
una condici—n necesaria para el Desarrollo
Humano.
Seguridad Humana y desempe–o
As’, por ejemplo, en lo econ—mico, a una econ—mico
familia que no puede capitalizar le ser‡ muy
dif’cil contar con los recursos para llevar Al poner en relaci—n el ’ndice de Seguridad
una vida materialmente aceptable. Del Humana objetivo con las caracter’sticas
mismo modo, los fen—menos de inseguridad econ—micas de las regiones es posible avan-
econ—mica de la familia pueden atentar zar hacia una evaluaci—n de la calidad de las
contra el Desarrollo Humano de los hijos oportunidades que la econom’a genera. Por
por la v’a de coartar sus posibilidades de ejemplo, al cruzar el ISHO con la tasa de
estudiar debiendo trabajar a temprana edad. crecimiento del PIB, es posible advertir
Asimismo, el no acceso a la atenci—n de importantes incongruencias:
salud mina las posibilidades de logro en esa
dimensi—n. La desprotecci—n en la vida Ante situaciones de similar dinamismo
postlaboral puede incluso redundar en un econ—mico (medido segœn la tasa de
claro retroceso para el Desarrollo Humano. cremiento del PIB entre 1985 y 1992), se
observan niveles distintos de Seguridad
En general, las oportunidades existentes Humana objetiva. Esto puede observarse en
s—lo pueden ser aprovechadas por quienes el GRAFICO 9. All’ se destacan parejas de
tienen los mecanismos apropiados; en este regiones que ejemplifican tal situaci—n: la
sentido, algunos grupos sociales concentran regi—n Metropolitana y la del Maule, en el
un mayor Desarrollo Humano. nivel m‡s alto de dinamismo; las regiones
de Atacama y Araucan’a, o bien la de
Por ello y dada esa estrecha vinculaci—n Antofagasta y B’o-B’o.

GRAFICO 9
Indice de Seguridad Humana ojetivo
y dinamismo econ—mico
0,8

0.7 XII RM
II
III
0.6 V
I
ISHO 96

0.5
XI
0.4 VI VIII
IV
0.3
X
0.2 VII

0.1 IX

1 2 3 4 5 6 7
% Crecimiento PIB 85-92

Fuente: PNUD en base a CASEN, 1994, 1996, INE, 1995 y Banco Central de Chile

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 88


Este panorama sugerir’a que el monto de las l’nea que expresa dicha asociaci—n. (Esta
oportunidades no siempre se relaciona con tendencia es aœn mucho m‡s clara y fuerte
la calidad de las mismas. Por lo menos en que la advertida entre pobreza y Desarrollo
tŽrminos de la capacidad de entregar a Humano. Ver PNUD 1996).
las personas mecanismos de seguridad
apropiados para gestionar su vida coti- En verdad, la situaci—n de pobreza
diana, no cualquier crecimiento econ—- constituye un estado de carencia donde por
mico ni cualquier nivel de ingresos definici—n no existe la Seguridad Humana.
resulta apropiado. Se requiere uno que le Parece dif“cil desarrollar un plan personal de
permita al trabajador acrecentar sus superaci—n de la pobreza en condiciones de
recursos, acumular capacidades (Òcapitali- inseguridad. Como se sabe, cerca del 80%
zarÓ en tŽrminos econ—micos), en fin, de las personas consideradas pobres son
desarrollarse integralmente. personas que trabajan. Sin embargo, la
precariedad de su inserci—n laboral y la
inseguridad de sus oportunidades laborales
Seguridad Humana y pobreza impiden la acumulaci—n de capacidades que
posibiliten superar la condici—n de pobreza
Por otra parte, si asociamos los niveles en forma estable. Atender a las dimensiones
regionales de Seguridad Humana objetiva de la Seguridad Humana resulta particu-
con el perfil de la pobreza, apreciamos que larmente necesario si se considera que exis-
entre ambos existe una importante corre- tir’a una importante ÒmovilidadÓ en torno a
laci—n de sentido inverso. En otras palabras, la llamada Òl’nea de pobrezaÓ, con flujos de
pareciera ser que a un mayor nivel de personas en ambos sentidos (CNSP, 1997).
seguridad objetiva se asocia un menor En definitiva, parece claro que sin
nivel de pobreza regional. Ello se ilustra Seguridad Humana resulta muy dif’cil
en el GRAFICO 10, donde se aprecia que la conseguir avances estables en la
gran mayor’a de las regiones caen sobre la superaci—n de la pobreza.

GRAFICO 10
Indice de Seguridad Humana Objetivo
versus pobreza
1.5
XII II
1 RM III
ISHO 96 Estandarizado

0.5 V

I
0
XI
-0.5 VI
IV VIII
-1 X

-1.5 VII
IX
-2

-2 -1.5 -1 -0.5 0 0.5 1 1.5


Pobreza 96 Estandarizado

Fuente: PNUD en base a CASEN, 1994, 1996, INE, 1995 y MIDEPLAN, 1996

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 89


El enfoque conceptual y las herramientas duplica al rural). Esto se condice con la
operacionales entregadas a partir de la especificidad de los sistemas econ—micos
elaboraci—n del ISHO podr’an representar agr’colas predominantes que utilizan recur-
un importante instrumento de detecci—n de sos humanos de baja calificaci—n. El origen
nuevas l’neas de acci—n para la superaci—n de este problema se encuentra, entre otros
de la pobreza factores, en la propia geograf’a y clima de
las zonas rurales que juegan en contra de las
posibilidades de acceder a recursos educa-
cionales (Dificultad de localizaci—n; dificul-
ZONA tad de acceso de los alumnos; poco atractivo
para la radicaci—n de profesores, etc.). Por
En este descriptor se observa que los ha- ello, la mayor parte del tiempo los j—venes
bitantes urbanos presentan mas Seguri- que desean seguir estudiando deben emigrar
dad Humana objetiva que los rurales (ver hacia zonas urbanas desde donde, por lo
GRAFICO 11). Esta visi—n es coherente con general, no retornan.
la visi—n territorial regional que muestra a
aquellas de mayor presencia rural agr’cola Luego de la educaci—n aparecen como m‡s
como las de menor seguridad objetiva. dis’miles aquellas variables asociadas a la
calidad de la inserci—n laboral: estabilidad
La diferencia es bastante marcada lo que en en el empleo, acceso a la previsi—n y a la
tŽrminos del ISHO significa que la zona salud. Todas estas deficiencias dan cuenta
urbana alcanza un valor ’ndice 2,3 veces de la precariedad del empleo agr’cola. Este
superior al rural. (La zona urbana supera a la constituye un medio cada vez m‡s limitado
rural en todas las variables que conforman el de crear Seguridad Humana.
’ndice).
Es as’ como el ISHO nos permite una vez
La mayor disparidad digna de destacarse es m‡s resaltar la situaci—n cr’tica del sector
la referida a los recursos de educaci—n y rural. El coeficiente diferencial de oportu-
capacitaci—n (En ambas el logro urbano nidades a favor de las zonas urbanas agudiza

GRAFICO 11
ISHO segœn Zonas
RURAL

0,316
ZONA

URBANA

0,721

0 0.1 0.2 0.3 0.4 0.5 0.6 0.7 0.8 0.9 1


VALORES DEL INDICE

Fuente: PNUD en base a CASEN, 1994, 1996 e INE, 1995

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 90


GRAFICO 12
Porcentaje en que el ingreso urbano
supera al ingreso rural

120%
110%
100%
80%
60% 87%
40% 69%
20%
0% 36%

1990 1992 1994 1996

* En 1996 se efectu— un cambio en la definici—n de zona que hace no comparables los resultados de ese a–o con los
de encuestas anteriores. Sin embargo, al tratar los datos a nivel agregado Òtotal urbano-ruralÓ el efecto de dicha
modificaci—n tiende a aminorarse, con lo cual la cifra entregada constituye, con la prevenci—n aqu’ se–alada, una
referencia v‡lida del comportamiento real de la variable.

Fuente: En base a MIDEPLAN, Encuestas CASEN 1990-1996

el avance de la desruralizaci—n en Chile. El de las mujeres que trabajan. Estas superan


GRAFICO 12 muestra el porcentaje en que significativamente a los hombres activos. En
el promedio de ingresos urbanos supera al el campo de los inactivos, en tanto, los
promedio de ingresos rurales. Tal tendencia hombres superan apenas a las mujeres. Ello
es creciente y al parecer nada indica que hace que a la hora de ponderar el valor total
vaya a revertirse prontamente sin una espe- del ISHO la situaci—n sea levemente
cial preocupaci—n por ello. Los efectos de favorable a las mujeres.
esta situaci—n de inseguridad rural deber‡n
ser analizados m‡s que en la econom’a, en ÀQuŽ rasgo espec’fico de la Seguridad
los espacios de la cultura y el Desarrollo Humana favorece a las mujeres activas por
Humano. sobre el nivel de logro de los hombres?

En primer lugar resulta importante recalcar


el hecho de que las mujeres activas
SEXO constituyen un grupo relativamente pe-
que–o tanto respecto del total de las mujeres
El panorama general de este descriptor, a (39%) como al interior de la fuerza de
partir de los datos del ISHO, muestra una trabajo (35%). Ambas cifras sobre la
situaci—n bastante pareja entre hombres y poblaci—n mayor, de 18 a–os. El nœmero
mujeres. As’, las primeras presentan un va- absoluto de mujeres activas es bastante
lor ISHO de 0,639, en tanto que los hombres inferior al de los hombres. La relaci—n es
alcanzan el valor 0,610. (Ver GRAFICO casi de 2 a 1 (3.654.119 hombres frente a
13). Esta situaci—n debe ser tomada con 1.926.307 mujeres mayores de 18 a–os
cautela para no inducir a una interpretaci—n activas).
err—nea.
Por su parte, en el grupo de los inactivos,
La mayor seguridad objetiva de las mujeres son los hombres los que representan un
obedece al promedio ponderado de activas e nœmero m‡s bien peque–o (22%),
inactivas, d‡ndose la diferencia del ISHO a conformado en general por j—venes que
partir de la situaci—n de seguridad objetiva estudian y viven con sus padres.

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 91


GRAFICO 13
ISHO segœn sexo, activos e inactivos

ACTIVOS
0,726

0,614

INACTIVOS
0,583
0,592
NACIONAL

0,639
0,610

0 0.1 0.2 0.3 0.4 0.5 0.6 0.7 0.8 0.9 1


MUJER HOMBRE

Fuente: PNUD en base a CASEN, 1994, 1996 e INE, 1995

Ahora bien, si lo analizamos en tŽrminos de explica en general por una ventaja biol—gica
las variables que componen el ISHO, se sobre los hombres que les permitir’a mayor
constata que las mujeres activas tienen longevidad. Esto se expresa tambiŽn en
mayor cobertura de salud, m‡s escolaridad y indicadores cl‡sicos, como la esperanza de
capacitaci—n, mejores condiciones de vi- vida.
vienda y mejores perspectivas de salud en
tŽrminos de supervivencia. TambiŽn las Por el lado de la previsi—n, la mayor
mujeres superan a los hombres en la cotizaci—n de salud aparece como una nece-
disposici—n de mecanismos institucionales sidad de las mujeres en edad fecunda. En
de seguridad, como el acceso a consultorio y efecto, para Žstas resultar’a m‡s importante
a comisar’as. En s’ntesis, de los 12 mecanis- que para el hombre estar protegidas por la
mos o recursos de seguridad definidos como posibilidad de tener que enfrentar un
componentes del ISHO, las mujeres activas embarazo (esto se refleja tambiŽn en los
superan a los hombres activos en 8 de ellos. costos diferenciales de los planes de salud
ofrecidos por las Isapres). La expectativa de
Panorama segœn dimensiones acceder a este beneficio puede ser incluso
suficiente est’mulo para incorporarse a la
Por cierto las dimensiones en que las fuerza de trabajo o incluso para aceptar un
mujeres aventajan a los hombres pocas cambio de trabajo en condiciones laborales
veces se ponen de relieve. En general el no del todo satisfactorias.
an‡lisis se queda en los logros econ—micos
de unos y otros. En este caso, la visi—n de la Explicaci—n en funci—n de la dimensi—n
Seguridad Humana hace referencia a una de educaci—n. Ya en el Informe Chileno de
multiplicidad de dimensiones, m‡s all‡ de lo 1996 se constat— que las mujeres no s—lo
meramente laboral. ten’an igual nivel de logro en educaci—n sino
que, en m‡s de una ocasi—n, estaban por
Explicaci—n en funci—n de la dimensi—n de encima de los hombres. Los datos actual-
salud. En primer lugar, el mayor logro de la mente revisados corroboran esa tendencia.
mujer en cuanto a la supervivencia se No s—lo la escolaridad est‡ a favor de las

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 92


mujeres sino tambiŽn su mayor porcentaje mujeres activas sugiere l’neas de inter-
de capacitaci—n. Esto muestra que ellas pretaci—n en torno a las caracter’sticas y
est‡n aprovechando mejor las oportunidades circunstancias que reviste la participaci—n de
de perfeccionamiento. la mujer en el mercado laboral. (No
obstante, es importante enfatizar, una vez
La escolaridad es el agente que posibilita de m‡s, que el ’ndice objetivo incluye cinco
mejor manera la participaci—n laboral de las dimensiones adem‡s del empleo, dado que
mujeres. Como se aprecia en el GRAFICO esta dimensi—n no agota la multidimen-
14, Žstas incrementan paulatinamente su sionalidad del fen—meno de la Seguridad
nivel de participaci—n a medida que elevan Humana).
sus niveles de escolaridad. En los hombres,
en cambio, la participaci—n est‡ menos Como se sabe, la tasa de participaci—n
ligada a la educaci—n. (Si lo est‡, por cierto, femenina en el empleo es m‡s bien baja. De
la calidad de su inserci—n). ese grupo de mujeres, cerca de un 18% son
jefas de hogar, en tanto que un 48% est‡n
casadas o conviven. El grupo etario
Explicaci—n en funci—n de la dimensi—n de mayoritario es el de 25 a 44 a–os.
recursos institucionales. Al parecer las
mujeres disponen de mejor manera de los En cuanto a los sectores econ—micos se
recursos institucionales de seguridad en aprecia que mayoritariamente ellas se
salud y en delincuencia. Sobre todo en el incorporan a los llamados Òservicios comu-
caso de los consultorios o centros de nalesÓ (45% de este grupo). En segundo
atenci—n los datos parecen reflejar el papel lugar aparece el comercio (incorpora a un
predominante de la mujer en promover y 25% de las mujeres activas). En cuanto a la
atender la salud familiar. Por ende, su categor’a ocupacional, un 48% de ellas son
conocimiento de los servicios existentes empleadas u obreras en el sector privado en
pareciera ser m‡s amplio que el del hombre. tanto que un 17% son trabajadoras por
cuenta propia, un 12,8% son empleadas en
Explicaci—n en funci—n de la dimensi—n el sector pœblico y un porcentaje similar
laboral. La situaci—n favorable de las trabaja en el servicio domŽstico.

GRAFICO 14
Participaci—n laboral segœn escolaridad por sexo, 1996

100
% de Participaci—n

80

60
40

20
0
1 2 3 4 5 6
Categor’as de escolaridad
HOMBRE MUJER

Fuente: MIDEPLAN, Encuesta CASEN, 1996

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 93


DISCRIMINACION DE LA MUJER = DESIGUALDAD = INSEGURIDAD HUMANA

La lectura de los datos del ISHO muestra que las mujeres poseen una seguridad objetiva igual o levemente superior a la de los
hombres. Esto se explica en gran medida por la alta seguridad objetiva que presentan las mujeres activas, esto es, aquellas que
estan insertas en la fuerza de trabajo.

Las mujeres activas segœn la CASEN 1996 tienen, en general, mayor cobertura de salud, mayor nivel de escolaridad y
capacitacion, mejores condiciones de vivienda y mejores perspectivas de salud en tŽrminos de supervivencia, que los hombres
activos. Sin embargo, las mujeres activas entrevistadas en la encuesta CEP-PNUD, 1997, presentan una peor evaluaci—n
subjetiva de sus recursos de seguridad (ISHS) que los hombres activos. Lo mismo ocurre para la categor’a de los inactivos. De
aqu’ surgen algunos aspectos ilustrativos de ciertos problemas espec’ficos que presentan las mujeres que se incorporan al
mundo laboral.

En primer tŽrmino, la diferencia entre el ISHO de las mujeres activas y el ISHO de los hombres activos puede verse en las
caracter’sticas propias de ambos subgrupos, pues del total de la fuerza de trabajo, s—lo el 36 % esta conformado por mujeres.
Por ese solo hecho, cabr’a esperar un mayor grado de heterogeneidad entre los hombres activos. Las mujeres activas tienden a
conformar un grupo m‡s homogŽneo en cuanto a su acceso a los recursos de seguridad.

En segundo tŽrmino, las mujeres activas, a pesar de poseer un ISHO mayor que el de los hombres activos, tienen un menor
ISHS. Lo propio ocurre para la categor’a de inactivos. Para el caso de la mujeres activas esta incongruencias puede estar
evidenciando la tensa situacion en la que se encuentran aquellas mujeres que, adem‡s de acceder al mercado laboral, deben
cumplir con el conjunto de papeles sociales que la cultura vigente les impone.

Estos antecedentes, lejos de sugerir equidad en la distribucion de seguridad entre los sexos, debe alertar aœn m‡s respecto de
los peligros que supone su desigual distribucion. El caso es que esta desigualdad preocupa no solo porque se manifiesta en
distintas capacidades de las personas para hacer frente a los riesgos y peligros que les afectan, sino porque impide un
aprovechamiento equitativo de las bondades del desarrollo.

Mientras existan ‡mbitos de discriminacion habr‡ desigualdad, y mientras haya desigualdad, habr‡ inseguridad. Las fuentes de
discriminacion de sexo, como las de cualquier otro tipo, culminan constituyŽndose en fuentes de inseguridad.

Un ejemplo de esto es la falta de representatividad y participacion de las mujeres en los cargos. Esto incide en una dificultad
adicional para la modificacion de la situacion de discriminaci—n.

Participaci—n porcentual de mujeres y hombres en los ‡mbitos de poder pol’tico y econ—mico en Chile, 1997

AMBITO FUNCION % PARTICIPACION % TOTAL


FEMENINA PARTICIPACION
MASCULINA

Ministros 14 86 100
GOBIERNO Intendentes 8 92 100
Gobernadores 7 93 100
Alcaldes 8 92 100

Senadores 4 96 100
LEGISLATIVO Diputados 10 90 100

Corte Suprema 0 100 100


JUDICIAL Corte de Apelaciones 33 66 100

GREMIOS Y Directivos 3 97 100


CONFED.
EMPRESARIALES Directorio, Superinten.
o Gerencia 8 92 100
EMPRESAS Jefatura superior 26 74 100

Dirigencias
SINDICATOS (Presidentes) 12 88 100

Fuente: Schkolnik, M. et al 1997

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 94


Los esfuerzos en favor de la igualdad y la Seguridad Humana de las mujeres

La sociedad chilena toma cada d’a m‡s conciencia de las amenazas a su desarrollo contenidas en la discriminaci—n de la mujer.
Producto de ello el Servicio Nacional de la Mujer, junto al Ministerio de Justicia y a un grupo de parlamentarios han promovido un
conjunto de iniciativas y reformas en favor de la igualdad de oportunidades. Entre algunos de los logros mas significativos se
cuentan los siguientes:

a) La ley N¡ 19.325 de violencia intrafamiliar, que adem‡s de los aspectos penales, promueve servicios de apoyo y proteccion de
las v’ctimas.

b) La ley N¡ 19.335, en la que se establece un rŽgimen patrimonial alternativo a los existentes en caso de matrimonio, en donde
se igualan los derechos y deberes de hombres y mujeres a travŽs de la "participaci—n en los gananciales".

c) En la Ley Org‡nica Constitucional de Ense–anza se promueve la igualdad de oportunidades para las mujeres, con el
compromiso de incorporar la equidad de los sexos como elemento expl’cito del Programa de Mejoramiento de la Calidad de la
Ense–anza (Ministerio de Educaci—n).

d) A nivel del C—digo Laboral, se han incorporado reformas tales como: permisos del padre por nacimiento de los hijos, o
enfermedad del hijo menor, traspaso del postnatal al padre en caso de fallecer la madre, medidas de seguridad e higiene en el
caso del trabajo de temporada, y modificaci—n de la base del c‡lculo del subsidio maternal.

e) A nivel de la pol’tica social el SERNAM, en conjunto con otros ministerios y entidades del Estado, ha impulsado programas
tales como: Programa de Apoyo a la Mujer Jefa de Hogar, Programa de Capacitaci—n Laboral, Programa de Centros de Atenci—n
a Hijos de Temporeras, Programas de Centros de Informaci—n y Difusi—n de los Derechos de la Mujer y el Programa Nacional de
Prevencion de la Violencia Intrafamiliar (MIDEPLAN, 1996).

Dichas iniciativas han contribuido a disminuir las disparidades de sexo y a mejorar las condiciones de Seguridad Humana de las
mujeres. No obstante, quedan muchas tareas pendientes. Como se ha se–alado Òsi bien las puertas hacia las
oportunidades de educaci—n y salud se han abierto r‡pidamente para las mujeres, las puertas que conducen a las
oportunidades econ—micas y pol’ticas est‡n apenas entornadasÓ (PNUD, 1995).

Consultadas por la encuesta CASEN directivos y ‡mbitos de poder dentro de las


respecto del tipo de empleo que tienen, un empresas o instituciones donde se desem-
80% de las mujeres activas mayores de 18 pe–an. (PNUD, 1995)
a–os se–alan que aquŽl es de car‡cter
permanente. (Esto es algo mayor que el Es preciso recalcar que la inserci—n laboral
75,7% de los hombres que se–alan lo mismo de las mujeres tiene caracter’sticas distintas
respecto de sus trabajos). Esta mayor que la de los hombres, tanto en tŽrminos de
estabilidad en la inserci—n ocupacional de la las circunstancias que la propician como las
mujer se muestra tambiŽn en el hecho de que la impiden. As’, mientras que el trabajo
que hombres y mujeres presentan por- masculino constituye una exigencia relacio-
centajes similares de tenencia de contratos nada con su sexo en nuestras sociedades, el
indefinidos. (Ello en circunstancias de que de la mujer constituye una decisi—n expl’cita
los hombres aventajan a las mujeres en motivada, por lo general, por las circuns-
cuanto a tenencia de contratos en general). tancias y necesidades econ—micas del hogar.
As’ se conforma un panorama donde se La actual situaci—n econ—mica del pa’s
aprecia que al menos un grupo de mujeres puede facilitar un tipo de inserci—n laboral
accede al mercado en condiciones de de la mujer menos asociado a la subsistencia
seguridad pero con l’mites. (por lo menos para aquellas trabajadoras que
no son jefas de hogar) que a las necesidades
Los l’mites lo constituyen el nivel de de consumo. Esto permitir’a que las mujeres
ingresos que pueden llegar a recibir (un 30% accedieran a insertarse laboralmente s—lo
por debajo del de los hombres) y las cuando existan las condiciones que lo hagan
posibilidades de acceso a los cargos rentable.

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 95


Lo anterior no implica desconocer la por tanto, construyen su seguridad asociada
existencia de una serie de condicionantes a la seguridad de Žste. Sin embargo, medi-
(que el ’ndice no mide) que imponen cargas das en sus propios tŽrminos, Žstas aparecen
especiales a las mujeres que trabajan. Esas con un bajo acceso a recursos de seguridad,
condicionantes son principalmente de tipo en especial en lo referido a la cobertura de
sociocultural. salud, la escolaridad y la vivienda.

Por otro lado, un rasgo importante que el La mayor inseguridad latente puede actua-
ISHO nos permite tambiŽn destacar es la lizarse en diferentes momentos y circuns-
existencia de una mayor heterogeneidad tancias. HipotŽticamente, por ejemplo, po-
entre las mujeres. As’ se aprecia del dr’a mencionarse el caso de una ruptura
GRAFICO 15, el cual muestra la brecha de familiar, donde al momento de producirse la
seguridad existente entre la mujer inactiva y separaci—n, las mujeres, por lo general, se
la mujer que trabaja, que es bastante ver’an en peores condiciones socioeco-
significativa. En los hombres, en cambio, n—micas de vida. O bien, justamente esa in-
pr‡cticamente no existen diferencias impor- seguridad personal podr’a ser cortapisa para
tantes en materia de seguridad. que una mujer tome la decisi—n de terminar
una relaci—n. Otro momento de actua-
En el GRAFICO 15 se dibujan tres puntos lizaci—n de la inseguridad podr’a referirse a
para cada sexo (ISHO de activos, inactivos la enfermedad o pŽrdida de trabajo del
y total). Estos conforman un trazo vertical activo de quien depende.
que ser‡ m‡s largo mientras mayor sea la
desigualdad intrasexual. As’ se ve que los En s’ntesis, y en funci—n de los antecedentes
hombres activos e inactivos pr‡cticamente revisados, ser’a posible establecer como
no presentan diferencias. En tanto las conclusi—n que la participaci—n laboral es
mujeres dibujan un trazo bastante amplio, lo una fuente de seguridad para las mujeres,
que refleja su desigualdad interna. por ello debieran fomentarse las condicio-
nes sociales que permitieran una mayor
Esto nos remite nuevamente a la l—gica de presencia de ellas en el mercado del
estructuraci—n del Indice de Seguridad Hu- trabajo. Esto tendr’a grandes beneficios no
mana. Las mujeres inactivas son en su gran s—lo para las propias mujeres sino tambiŽn
mayor’a esposas o parejas del jefe de hogar, para sus hogares.

GRAFICO 15
ISHO: Disparidades intrasexo segœn condici—n
de actividad

1
0.9
0.8
VAlores ISHO

0.7
0.6
0.5
0.4
0.3
0.2
0.1
0
Hombre Mujer

Activo Inactivo Total

Fuente: PNUD en base a CASEN, 1994, 1996 e INE, 1995

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 96


GRAFICO 16
Participaci—n laboral segœn quintiles de ingreso por sexo, 1996

90
80

% de Participaci—n
70
60
50
40
30
20
10
0
I II III IV V
Quintiles de ingreso
Hombre Mujer

Fuente: MIDEPLAN, Encuestas CASEN, 1996

Fomentar la participaci—n laboral de las GRUPOS DE EDAD


mujeres no es cosa f‡cil. Actualmente las
que m‡s participan son las de los quintiles A nivel nacional se observa que la seguridad
superiores. (Ver GRAFICO 16). En cambio, humana objetiva describe una curva ascen-
tienen dificultades las mujeres pertene- dente que se inicia en la categor’as de menor
cientes a los quintiles inferiores. Estas su- edad (18 a 24 a–os), alcanza su punto
man a su baja escolaridad trabas de ’ndole m‡ximo en la categor’a de edad de 45 a 54
econ—mica y cultural para integrarse a a–os, para luego comenzar a descender hasta
trabajar. Muchas veces ellas carecen de el grupo de edad de mayores de 65 a–os,
recursos para atender simult‡neamente las que es el que presenta el menor nivel de
necesidades de su hogar (por ejemplo, dis- seguridad objetiva. (Ver GRAFICO 17)
poner de guarder’as infantiles) o bien las ex-
pectativas de ingreso no superan el costo de La imagen entregada por este descriptor da
oportunidad asociado a Òdejar la casa solaÓ. la posibilidad, al menos metaf—ricamente,
de reconstituir una especie de biograf’a o
Es importante destacar que la inserci—n de trayectoria personal en tŽrminos del logro
la mujer al trabajo tiene condicionantes de la Seguridad Humana general o en
positivos m‡s all‡ de los meros logros algunas de sus dimensiones en particular.
econ—micos suplementarios para las mujeres
y sus hogares. Repercute en la acumulaci—n As’, por ejemplo, aparece claramente
de capacidades y recursos de seguridad delineada la situaci—n de los j—venes entre
tanto materiales como simb—licos y 18 a 24 a–os: en un primer momento, en
fundamentalmente en la posibilidad de calidad de inactivos que dependen de sus
realizaci—n de proyectos de vida asociados padres y se dedican fundamentalmente a
al desempe–o de una actividad econ—mica estudiar, son los que muestran una mayor
en el marco de la comunidad a la que se seguridad objetiva.
pertenece.

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 97


GRAFICO 17
ISHO nacional segœn edad

65 Y MAS 0,280

55-64 0,529

45-54 0,739
EDADES

35-44 0,698

25-34 0,665

18-24 0,589

0 0.1 0.2 0.3 0.4 0.5 0.6 0.7 0.8 0.9 1


Fuente: PNUD en base a CASEN, 1994, 1996 e INE, 1995

CUADRO 10
Tasa de desocupaci—n de la poblaci—n de 15 a 29 a–os por quintil
de ingreso*, segœn sexo, 1996

Grupo de Quintil de Ingreso


Edad
I II III IV V Total
15 a 29 a–os 23,2 10,9 8,6 5,6 3,5 10,0

Sexo
Hombres 17,7 7,9 6,7 3,8 3,0 7.9
Mujeres 37,2 17,5 12,0 8,4 4,0 13.6
Total 23,2 10,9 8,6 5,6 3,5 10,0

Nota: Se excluye el servicio domŽstico puertas adentro y sus dependientes.

Fuente: MIDEPLAN, Encuesta CASEN 1996

Cuando se abandona esa condici—n de de- El alto desempleo juvenil (asociado fuer-
pendiente se comienzan a sufrir vicisitudes temente a una baja escolaridad en los
en las condiciones de seguridad. Entre las j—venes de nivel socioecon—mico bajo) ha
m‡s agudas est‡ la ausencia de oportunida- sido una de las preocupaciones importantes
des de empleo. En efecto, los activos de este en la pol’tica social del gobierno de Chile.
grupo de edad presentan la m‡s baja ocupa- Por ello se ha implementado una serie de
ci—n, con s—lo un 86%. A nivel desagre- iniciativas tendientes a capacitar a los
gado la situaci—n se muestra aœn m‡s aguda. j—venes y a abrirles oportunidades de
inserci—n laboral (proyecto Chile joven;
contratos de aprendizaje, entre otros).

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 98


Al iniciar su vida laboral, los j—venes de este Lamentablemente aparece cierta pŽrdida de
grupo etario presentan baja cotizaci—n previ- recursos de los grupos etarios m‡s avan-
sional, baja cotizaci—n de salud, bajos zados. Esto debe llamar la atenci—n respecto
porcentajes de contrato indefinido, entre de la posibilidad de sustentabilidad de las
otros. condiciones de seguridad.

Los grupos etarios siguientes, muestran El GRAFICO 18 muestra la ÒtrayectoriaÓ


constantes avances en el acceso a esos general de la Seguridad Humana segœn gru-
mecanismos o recursos de seguridad. pos de edades. TambiŽn se grafican algunas
variables seleccionadas. De mantenerse es-
El caso del grupo de mayor Seguridad ta tendencia en el tiempo, las cohortes de
Humana objetiva se basa principalmente en personas que avancen de un grupo etario
logros en cuatro variables: en las condicio- al otro deber‡n verse sometidas a esta
nes de estabilidad laboral (71% contrato de tendencia, es decir, a una disminuci—n de
trabajo indefinido), en los niveles de opor- sus logros en Seguridad Humana.
tunidades de empleo (96% de ocupaci—n),
en la afiliaci—n sindical (11,5%) y en las La situaci—n particularmente sensible de los
condiciones de vivienda (86% de calidad y mayores de 65 a–os acentœa asimismo esta
74% de propiedad). Estas caracter’sticas nos alerta. Ellos, que te—ricamente deber’an ser
hablan, en general, de cierta consolidaci—n el grupo de jubilados del pa’s, tienen una
de logros acumulados en el tiempo. importante participaci—n laboral. Sin em-
bargo, en los activos se aprecia que la
En general, parece deseable que las seguridad que obtienen por esa actividad
capacidades o recursos de seguridad sean econ—mica no es mucho mayor que la que
objeto de una apropiaci—n acumultiva y obtendr’an si se mantuvieran inactivos. En
sostenida en el tiempo. Tal comportamiento ambas situaciones, son el grupo etario de
se aprecia claramente en variables como la menor Seguridad Humana objetiva. En
propiedad de la vivienda, la escolaridad y cuanto activos presentan apenas un 37 % de
los recursos institucionales. En ese sentido cotizaci—n previsional, 60% de cobertura de
la trayectoria de consolidaci—n se ver’a salud, 50% de estabilidad. Como inactivos
premiada con una Seguridad Humana su cobertura en salud asciende a un
creciente. deficitario 66%.

GRAFICO 18
Evoluci—n de la seguridad segœn edades

0.8
0.7
0.6
% de logro

0.5
0.4
0.3
0.2
0.1
0
18 25 a 35 a 45 a 55 a 65 y
a 24 34 44 54 64 m‡s
Categor’as de Edades
cpre csal esta isho

Fuente: PNUD en base a CASEN, 1994, 1996 e IINE, 1995

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 99


DECILES DE INGRESO
En funci—n de esta clasificaci—n, existir’a un
En tŽrminos generales este descriptor se 10 % de la poblaci—n que estar’a altamente
ordena en forma muy l—gica, es decir, a seguro, en tŽrminos objetivos. Un 50%
mayor nivel de ingreso, se aprecia una tendr’a niveles medios de seguridad aunque
mayor Seguridad Humana objetiva. Sin con matices internos. Un 20% de la
embargo, esa tendencia no es absolutamente poblaci—n tendr’a bajas condiciones de se-
lineal. El perfil nacional (analizado en guridad y un 20 % restante se encontrar’a en
conjunto con los valores del ’ndice) permite precaria situaci—n respecto de este atributo.
identificar algunas agrupaciones intere-
santes (ver GRAFICO19). Con esto se reafirma la pertinencia del
concepto de Seguridad Humana en cuanto a
Ordenados segœn niveles de Seguridad referirse a algo m‡s all‡ del mero ingreso y
Humana objetiva, podemos encontrar a agrupar a la poblaci—n en categor’as
(CUADRO 11): distintas de las que lo har’a dicha variable.

GRAFICO 19
ISHO nacional segœn deciles de ingreso

D10 0,908
D9 0,801
D8 0,777
D7 0,748
D6 0,586
D5 0,523
D4 0,428
D3 0,422
D2 0,250
D1 0,098

0 0.1 0.2 0.3 0.4 0.5 0.6 0.7 0.8 0.9 1

Fuente: PNUD en base a CASEN, 1994, 1996

CUADRO 11
Clasificaci—n de los deciles segœn nivel
de Seguridad Humana objetiva

Niveles de Seguridad Deciles en cada categor’a


objetiva
Alta 10
Media alta 9, 8, 7
Media baja 6, 5
Baja 4, 3
Precaria 2, 1

Fuente: PNUD en base a CASEN, 1994, 1996

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 100


El GRAFICO 20 confirma la pertinencia de Seguridad Humana objetiva. Ello significa
las agrupaciones realizadas y se–ala con que no logran traducir de igual manera sus
m‡s claridad las distancias de logro entre recursos econ—micos en mecanismos esta-
deciles. Destaca fuertemente el caso del bles de seguridad.
decil 10 por su distanciamiento respecto del
resto. Si se analiza la coherencia en los Finalmente, al comparar la distribuci—n
logros de cada decil (en tŽrminos de su segœn deciles de un grupo de indicadores
ubicaci—n respecto del promedio en cada seleccionados se constata que la Seguridad
variable), podemos destacar la situaci—n de Humana tiende a estar m‡s equitativamente
los deciles 6 y 7, los cuales, a pesar de tener distribu’da que otros como el ingreso (27
ingresos por debajo del promedio (bajo la veces en la comparaci—n 10/10), o el desem-
l’nea cero del eje y), logran niveles de pleo (13 veces en la misma compararaci—n)
seguridad objetiva por encima del valor
medio (l’nea cero del eje x). TambiŽn los No obstante ello, que aœn el decil m‡s al-
deciles 8 y 9 muestran una interdistancia to tenga nueve veces la seguridad que pre-
mayor respecto de su logro en ingresos que senta el decil m‡s bajo revela que existe una
en Seguridad Humana. Finamente, los marcada desigualdad. Una tarea pendiente
deciles 1 al 5 presentan similares niveles de es lograr el acceso equitativo de la gente a
ingreso (dentro de la media de desviaci—n los recursos sociales de seguridad m‡s
est‡ndar) con niveles bastante dis’miles de all‡ de su condici—n socioecon—mica.

GRAFICO 20
ISHO nacional segœn deciles de ingreso

2.5 10
ISHO 96 Estandarizado

1.5

0.5
9
0
8
6 7
-0.5
1 2 4 5
3
-1

-2 -1.5 -1 -0.5 0 0.5 1 1.5

Fuente: PNUD en base a CASEN, 1994, 1996

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 101


2. EL INDICE DE SEGURIDAD su situaci—n previsional al momento de tener
HUMANA SUBJETIVO que dejar de trabajar.

La entrada al ‡mbito subjetivo de la En lo laboral las preguntas buscan evaluar


Seguridad Humana se formalizar‡ a base de cu‡nta seguridad tienen las personas
la elaboraci—n de un Indice de Seguridad respecto de sus posibilidades de reinserci—n
Humana Subjetivo (ISHS), el cual permi- laboral en caso de pŽrdida de su fuente de
tir‡ ofrecer una visi—n sintŽtica partir de una trabajo, o de insertarse en caso de ser
serie de descriptores seleccionados. inactivas.

La dimensi—n de informaci—n consulta a la


En este ’ndice, la l—gica del c‡lculo es gente cu‡n informada se siente respecto de
similar a la empleada para el ’ndice los hechos de actualidad que pueden afectar
objetivo. Se intenta reunir en un ’ndice sus propias vidas.
sintŽtico un conjunto de indicadores de la
opini—n y percepci—n que las personas Por su parte la dimensi—n de salud, con-
tienen acerca de la eficacia de los formada por la mayor cantidad de pre-
mecanismos de seguridad de que disponen. guntas, indaga respecto de la situaci—n de
seguridad de la gente en tŽrminos de la ca-
La principal fuente de informaci—n utilizada lidad, oportunidad y costos de la atenci—n de
para el indice de Seguridad Humana salud que esperan recibir en caso de
subjetivo (ISHS) es una encuesta ad hoc de enfermedad (distinguiendo entre enfer-
car‡cter nacional realizada dentro del marco medades menores y catastr—ficas). Cercana
de esta investigaci—n en conjunto con el a esta dimensi—n se ubica tambiŽn la
Centro de Estudios Pœblicos. (Ficha tŽcnica consulta por el temor a sufrir una enfer-
de la encuesta en anexo metodol—gico). Esta medad provocada por un deterioro
encuesta se realiz— entre junio y julio de ambiental grave.
1997.
Finalmente, un grupo de 6 preguntas
conforman la dimensi—n de delincuencia.
Estas apuntan en dos sentidos: en primer
Selecci—n y formulaci—n de variables lugar, se solicita a las personas que evalœen
sus probabilidades de ser v’ctima. En
En la estructuraci—n del Indice Subjetivo se segundo lugar, se solicita la evaluaci—n de
busc— cubrir las distintas dimensiones las posibilidades de aprehensi—n y condena
b‡sicas que aborda este Informe. Para ello de los delincuentes.
se elabor— un conjunto de preguntas con las
cuales se le solicit— a la gente evaluar su Todas tienen una misma modalidad de
situaci—n personal en cada una de aquellas respuestas, que ofrece cuatro distintas in-
dimensiones. En concreto, cada persona tensidades o graduaciones de evaluaci—n,
debe evaluar positiva o negativamente si dos en cada sentido (positivo o negativo).
dispone o no de mecanismos de seguridad As’, las opiniones pueden ir desde una eva-
eficientes para enfrentar las distintas luaci—n muy positiva a una muy negativa,
situaciones de inseguridad presentadas. pasando por sus situaciones intermedias.

En la dimensi—n de sociabilidad, se
consulta en general por la posibilidad de La selecci—n de variables se realiz— de
recibir ayuda de otros ante situaciones manera que se abarcaran en el ’ndice todas
dif’ciles. Adem‡s se consulta respecto de la las dimensiones centrales en esta inves-
posibilidad de movilizar a la gente para tigaci—n. All’ donde fue necesario se inclu-
alcanzar un objetivo comœn. yeron m‡s preguntas por dimensi—n para
cubrir matices de informaci—n relevantes
En la dimensi—n de previsi—n, se le solicita para distinguir ciertas situaciones de
al entrevistado que evalœe, a base de los seguridad. (El cuadro 13 expuesto m‡s
recursos de que dispone, cu‡l cree que ser‡ adelante muestra la matriz de variables).

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 102


Resultados del Indice de sentado por la l’nea en el mismo
Seguridad Humana Subjetivo GRAFICO).

El ’ndice subjetivo se elabora de manera Por otra parte, el valor nacional medio del
an‡loga al ’ndice objetivo. En efecto, se ISHS es cercano a 0,333, lo cual en un
busca un ’ndice sintŽtico que arroje un valor ’ndice cuyo recorrido total abarca de 0 a 1,
m‡ximo en aquel grupo de individuos aparece como una situaci—n baja de logro.
(entiŽndase categor’a de descriptor) que TambiŽn, al agrupar a los individuos segœn
presente un mayor nœmero de evaluaciones tramos de valores del ISHS (ver cuadro 12),
positivas en el conjunto de las 20 variables se aprecia la exigua proporci—n de personas
que integran el ’ndice. De este modo, tanto en situaci—n de alta seguridad subjetiva. La
el escalamiento de los individuos como los posici—n m‡s baja, en cambio, agrupa a un
valores del ISHS apuntan a cuantificar en importante 35% de los entrevistados.
cada uno el nivel medio de evaluaci—n
positiva del conjunto de preguntas. Estos antecedentes permitir’an concluir que
la tendencia general de los individuos
encuestados al momento de evaluar su
A base del GRAFICO 21, se puede apreciar seguridad es m‡s bien negativa. Con esto
que la distribuci—n de individuos segœn agregamos una prueba emp’rica m‡s de
valores ISHS est‡ ÒcargadaÓ claramente la existencia de un malestar en la
hacia la izquierda, lo que deja a la mayor’a sociedad. En este caso, dicho malestar
de los encuestados en el sector de puntajes adopta en la percepci—n de la gente la
bajo el punto medio te—rico (0,500; repre- forma de la inseguridad.

GRAFICO 21
Distribuci—n de frecuencia de los encuestados
segœn valores del ISHS

100
90

80

70

60

50

40

30

20

10
0
0

1
0,0526

0,1667
0,2222
0,2778
0,3333
0,3889
0,4444
0,5000
0,5556
0,6111
0,6667
0,7222
0,7778
0,8333
0,8947
0,111

Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 103


CUADRO 12 Cruce del ISHS con otras evaluaciones
Distribuci—n de entrevistados segœn categorias del ISHS
generales contenidas en la encuesta
Categor’as del ISHS Porcentaje de entrevistados
Baja 35,4% La consisistencia y validez del ISHS pueden
Media baja 45,3% refrendarse a la luz de ciertos cruces
Media alta 18,0% espec’ficos que son posibles de realizar al
Alta 1,3% interior de la encuesta base. As’ por
ejemplo, en la encuesta se consult— a las
Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-
PNUD 1997 personas respecto de su visi—n de la vida y
del pa’s tanto actual como a futuro.

GRAFICO 22
ISHS nacional segœn satisfacci—n de vida

1
1
0,9
0
0,89
0
0,78
0
0,67
0
0,56
0 0,363 0,408
0,45
0,319 0,289 0,275
0
0,34
0
0,23 0,199
0
0,12
001
0 Insatisfecho Satisfecho No contesta
Muy insatisfecho Indiferente Muy satisfecho

Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

GRAFICO 23
ISHS nacional segœn evaluaci—n del pa’s
1
0,9
0,8
0,7
0,6
0,5
0,4 0,382
0,304 0,322
0,3 0,277
0,190
0,2
0,1
0
0
Estancado No sabe
Progresando En decadencia No contesta
Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 104


GRAFICO 24
ISHS nacional segœn evaluaci—n personal futura
1
1
0,9
00,8
9
00,7
8
00,6
7
00,5
6 0,406
00,4
5 0,366 0,326
0,295 0,314
00,3
4
0,195
00,2
3
0,104
02
0,1
0 10
0 Peor Mejor No Sabe
Mucho peor Igual Mucho mejor No Contesta
Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

En el gr‡fico referido a la satisfacci—n de En el tercer cruce realizado (GRAFICO 24),


vida (GRAFICO 22), se aprecia que se aprecia que a la inseguridad subjetiva le
aquellas personas que se declaran acompa–a una visi—n negativa respecto
satisfechas con su vida presentan valores de las posibilidades del futuro. El gr‡fico
m‡s altos de seguridad subjetiva que las muestra que a mayor visi—n positiva del
insatisfechas (es preciso tener presente que futuro, existe un mayor nivel de seguridad
esto se da en un contexto de bajos valores subjetiva. As’ lo demuestra el hecho de que
generales de ISHS). Entre ambas las personas que declaran que su situaci—n
definiciones, se nota una asociaci—n que en un a–o m‡s ser‡ mucho mejor que la
permitir’a se–alar que la Seguridad actual presentan un valor ISHS de 0,406, en
Humana es un componente de la satis- tanto que quienes declaran que les ir‡
facci—n de vida. mucho peor muestran un ISHS de 0,195.

Pareciera una inconsecuencia el hecho de


Por otro lado, al poner en relaci—n la que opiniones dis’miles sobre el pa’s
seguridad subjetiva con la evaluaci—n que se (estancado - progresando) estŽn vinculadas
hace respecto de la situaci—n general del con grados similares de seguridad subjetiva.
pa’s (GRAFICO 23), se observa que las Tal vez esto pueda significar una especie de
personas que tienen una visi—n positiva disociaci—n entre la creaci—n de las
respecto de la marcha del pa’s presentan im‡genes sociales y la percepci—n de la
una seguridad subjetiva levemente mayor. situaci—n personal.

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 105


An‡lisis segœn dimensiones 2. La sociabilidad, sobre todo en lo refe-
y variables rido a la posibilidad de recibir ayuda
ante una agresi—n en la v’a pœblica.
Al analizar el conjunto de los datos y trans-
formar esa informaci—n a una tabla sencilla 3. La salud, en dos aspectos: a) en relaci—n
de distribuciones se puede apreciar cu‡les con la posibilidad de asumir los costos
son las dimensiones y las variables dentro que se derivan del sufrimiento de una
de ellas que son mejor y peor evaluadas por enfermedad de las llamadas Òcatas-
los encuestados (ver CUADRO13, resumen tr—ficasÓ. b) en relaci—n con la
de perfil de las variables segœn tendencias ÒoportunidadÓ de la atenci—n.
en las respuestas. Es preciso tener en cuenta
que, por lo general, cada dimensi—n est‡ 4 . La previsi—n, manifestada en la
formada por m‡s de una variable. En ese incerteza respecto de la eficacia del
caso, puede que una sea mejor evaluada que mecanismo de reemplazo de los
la otra. Por lo tanto, la sola presencia en una ingresos laborales destinados a la
dimensi—n de una variable individualmente mantenci—n econ—mica en la vejez.
muy negativa no implica per se una baja
evaluaci—n general de la dimensi—n). 5. Lo laboral, fundamentalmente respecto
de la posibilidad de acceder al mercado
laboral de aquellos que hoy no son
Las variables m‡s negativamente evaluadas parte de Žl. Igualmente baja es la
son: evaluaci—n de la posibilidad de en-
contrar otro trabajo en caso de pŽrdida
1 . La delincuencia, fundamentalmente en del actual. La confianza en mantener
lo referido a probabilidad de ser v’ctima dicho trabajo por lo menos durante el
de robo y a la impunidad de los pr—ximo a–o es, sin embargo, alta
delincuentes. (59%).

CUADRO 13
Dimensiones y variables del Indice de Seguridad Humana Subjetiva
Dimensi—n Variables Positiva Negativa Ns/Nr
% % %
Sociabilidad Recibir ayuda 36 63 1
Organizar a la gente para solucionar problema comœn 41 58 1
Recibir ayuda ante agresi—n en la v’a pœblica 12 87 1
Cultura Estar informado de la actualidad 34 64 2
Salud Enfermedad menor:
recibir atenci—n oportuna 39 60 1
poder pagar costos de atenci—n 32 67 2
recibir atenci—n de calidad 45 53 2
Enfermedad catastr—fica:
recibir atenci—n oportuna 30 68 2
poder pagar costos de atenci—n 17 79 4
recibir atenci—n de calidad 36 61 3
No sufrir enfermedad por causa ambiental 42 56 1
Delincuencia Posibilidad de NO ser v’ctima de:
robo en lugar pœblico 21 78 1
robo al interior del hogar 37 61 1
agresi—n sexual 51 47 2
agresi—n en general 59 39 2
Confianza en condena de delincuentes 9 89 2
Previsi—n Recibir ingresos satisfactorios en la vejez 22 74 4
Laboral Posibilidad de reinsertarse en caso de perder el trabajo 29 69 1
Confianza en NO perder el actual trabajo 59 38 2
Posibilidad de inactivos de insertarse a trabajar 16 82 1

Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 106


Resumen de tendencias fuertes relativamente homogŽnea en la mayor’a de
segœn descriptores las regiones.

La visi—n general entregada hasta ahora Junto a ello se observa un cambio en la


puede ser profundizada a partir de las tendencia general que hasta ahora han
entradas espec’ficas que representan los presentado las distintas clasificaciones que
diferentes descriptores que hasta ahora han se han hecho de las regiones (segœn PIB,
servido de vectores de an‡lisis para esta IDH o ISHO). Ahora, en funci—n del
investigaci—n. ’ndice de Seguridad Humana subjetivo, los
primeros lugares la clasificaci—n regional lo
ocupan las regiones del extremo sur desde
REGIONES Los Lagos hasta Magallanes. Los œltimos
lugares de la clasificaci—n lo ocupan esta
Se aprecia que, en un contexto de bajos vez las regiones de la zona centro norte,
valores generales del ISHS (ver GRAFICO desde OÕHiggins hasta Atacama.
25), existe una importante variabilidad en
las evaluaciones de la Seguridad Humana Llama tambiŽn la atenci—n que la regi—n
desde el punto de vista regional. A pesar de Metropolitana, acostumbrada a encabezar la
su diversidad profusamente detallada, el mayor’a de las clasificaciones regionales, en
ISHS muestra que el fen—meno de la inse- materia de seguridad subjetiva ocupa s—lo el
guridad subjetiva se desarrolla en forma noveno lugar.

GRAFICO 25
Indice de Seguridad Humana Subjetivo Nacional segœn regi—n

I 0.358
II 0.354
III 0.304
IV 0.276
V 0.283
VI 0.305
VII 0.379

VIII 0.333
IX 0.354
X 0.411
XI 0.438
XII 0.476
0.326
R.M.
0 0.1 0.2 0.3 0.4 0.5 0.6 0.7 0.8 0.9 1

Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 107


ZONA resumidos segœn dimensiones, en
CUADRO14)
Aqu’ se aprecia que las zonas rurales
presentan un mayor nivel de Seguridad Dimensiones particularmente negativas para
Humana subjetiva que las zonas urbanas. los habitantes de las zonas rurales son las
Sin embargo, esta diferencia a favor de lo referidas a las informaci—n, la previsi—n y la
rural no es muy grande (ver GRAFICO 26). salud.

Al profundizar en los datos b‡sicos se La comparaci—n entre zonas muestra que la


advierte que la fuente de esa diferencia a mayor disparidad se encuentra en la
favor de lo rural la constituye la mejor previsi—n, donde la zona urbana aventaja en
evaluaci—n que las personas de ese sector 2,5 veces a la zona rural en cuanto al logro
realizan de sus recursos de sociabilidad y de en esa dimensi—n. En delincuencia, en
su percepci—n de la delincuencia, ‡mbitos cambio, la zona rural muestra casi el
muy sensibles y negativos en la evaluaci—n doble de evaluaci—n positiva que la zona
de los urbanos. (Ver tabla de datos urbana.

GRAFICO 26
ISHS nacional segœn zona
1

0,9

0,8

0,7

0,6

0,5
0,382
0,4
0,323
0,3

0,2

0,1

0
Urbana Rural

Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

CUADRO 14
Dimensiones de la SHS segœn zona

Descriptor Sociabilidad Informaci—n Previsi—n Laboral Salud Delincuencia


Urbano 36,6 36,9 25,5 35,8 34,0 27,3
Rural 48,1 19,6 10,2 30,5 28,6 52,0

Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 108


SEXO Para el caso de las mujeres la dimensi—n
donde muestran una mayor seguridad subje-
Los hombres muestran una levemente tiva es la laboral. Su inseguridad, en
mayor seguridad subjetiva que las cambio, est‡ asociada con las dimensiones
mujeres. (Ver GRAFICO 27) de previsi—n y salud.

En el contraste aparece una situaci—n bas-


Dentro de un marco general de baja eva- tante homogŽnea entre dimensiones. Las
luaci—n positiva, los hombres por s’ solos se mayores diferencias relativas se aprecian
muestran particularmente seguros en las en las dimensiones de informaci—n y laboral.
dimensi—n de sociabilidad. Por el contrario La primera a favor de los hombres, la
se muestran inseguros en la dimensi—n de segunda a favor de las mujeres. (CUADRO
previsi—n. 15)

GRAFICO 27
ISHS nacional segœn sexo
1

0,9

0,8

0,7

0,6

0,5
0,362
0,4
0,306
0,3

0,2

0,1

0
Hombre Mujer

Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

CUADRO 15
Descriptores de la SHS segœn sexo

Descriptor Sociabilidad Informaci—n Previsi—n Laboral Salud delincuencia


Hombre 40,0 39,2 25,4 36,0 35,5 33,1
Mujer 41,3 29,4 20,8 45,7 31,0 29,7

Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 109


EDAD evaluado que el resto (42% de evaluaci—n
positiva).
Este descriptor muestra un perfil bastante
homogŽneo. S—lo se aprecia un nivel de Los grupos de edad intermedios muestran
Seguridad Humana muy levemente superior los valores m‡s bajos de seguridad respecto
en las categor’as extremas de edad de la delincuencia. Adem‡s, aumenta segœn
representativas de los m‡s j—venes y los m‡s los a–os la preocupaci—n por el tema
viejos de la muestra (ver GRAFICO 28). previsional, el que finalmente es apenas
considerado positivo por un 15% de los
encuestados de mayor edad. Resulta
Se aprecia en los j—venes su mayor interesante constatar que en varias
preocupaci—n por la salud y la delincuencia. dimensiones los grupos de m‡s edad tienen
La sociabilidad, en cambio, representa para mayor logro en cuanto a Seguridad Humana
ellos un recurso de seguridad mejor subjetiva (CUADRO 16).

GRAFICO 28
ISHS nacional segœn grupos de edades
1

0,9

0,8

0,7

0,6

0,5
0,346 0,324 0,327 0,341
0,4

0,3

0,2

0,1

0
18 a 24 25 a 34 35 a 54 55 y m‡s

Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

CUADRO 16
Descriptores de la SHS segœn grupos de edades

Descriptor Sociabilidad Informaci—n Previsi—n Laboral Salud Delincuencia


18 a 24 42,3 34,1 35,5 39,1 31,8 33,0
25 a 34 39,3 32,4 24,6 36,5 32,1 28,7
35 a 54 38,3 36,6 19,2 34,2 33,3 29,1
55 y m‡s 34,2 31,8 15,2 29,6 35,7 37,1

Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 110


NIVEL SOCIOECONOMICO que el nivel alto se destaca con un valor de
’ndice de 0,548. Las dimensiones de
Sobre la base de una caracterizaci—n cl‡sica salud, previsi—n e informaci—n aparecen
de estudios de mercado en tres niveles, se muy favorablemente evaluadas por los
aprecia que a mayor nivel socioecon—- entrevistados pertenecientes a ese grupo.
mico, mayor seguridad subjetiva (Ver Las mismas dimensiones que son las
GRAFICO 29). Sin embargo, esta tendencia peor evaluadas por las personas del nivel
no es lineal. Los niveles medio y bajo socioecon—mico bajo. (Ver CUADRO 17).
aparecen mucho m‡s cerca, en tanto

GRAFICO 29
ISHS nacional segœn nivel socioecon—mico

0,9

0,8

0,7

0,6 0,548

0,5
0,371
0,4
0,300
0,3

0,2

0,1

0
Alto Medio Bajo

Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

CUADRO 17
Descriptores de la SHS segœn nivel socioecon—mico

Descriptor Sociabilidad Informaci—n Previsi—n Laboral Salud Delincuencia


Alto 51,3 63,2 76,3 51,6 80,8 26,5
Medio 40,7 45,4 35,5 39,3 44,0 26,6
Bajo 36,6 25,9 13,2 31,5 24,5 34,4

Fuente: PNUD en base a Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 111


3. VISION INTEGRADA DE LA ces ad hoc elaborados. Esto es v‡lido,
SEGURIDAD HUMANA puesto que si bien ambos ’ndices no son
fusionables en un nœmero œnico, s’ es
Desde el comienzo se plante— la necesidad posible poner en paralelo la informaci—n que
de contar con una visi—n profunda e ellos entregan del pa’s en general y de cada
integrada de las principales vertientes que descriptor en particular.
conforman la situaci—n de seguridad de una
persona. Se argument— que Žsta se En primer lugar, el ISHO muestra que del
conforma tanto por la cantidad de recursos margen total de variaci—n de este ’ndice, el
objetivos de que se dispone para enfrentar pa’s alcanza un 56% de logro (valor ISHO
situaciones de inseguridad, como por la nacional = 0,560). En lo subjetivo, en
convicci—n sicol—gica de que esos recursos cambio, ante una posibilidad de variaci—n
est‡n al alcance y sirven efectivamente igual, el pa’s en su conjunto alcanza un
como v’as de soluci—n. 33,3% de logro (valor ISHS de 0,330). En
otras palabras, considerado en funci—n de
La principal hip—tesis consiste en la sus propias metas ideales, el pa’s logra m‡s
presunci—n de la existencia de una ÒbrechaÓ de esas metas en el campo de los recursos
o ÒdisonanciaÓ entre las situaciones objetivos antes que en el campo subjetivo:
objetivas de seguridad y las percepciones Chile presenta m‡s seguridad objetiva
subjetivas. Esa disociaci—n podr’a ser el que subjetiva.
s’ntoma de un malestar producto de la no
complementariedad entre el desarrollo o Ahora, en funci—n de las tendencias fuertes
modernizaci—n de los sistemas funcionales y encontradas segœn descriptores, podemos
el desarrollo de la subjetividad de las acceder a un panorama de las coherencias o
personas. incoherencias de sentido entre uno y otro
‡mbito de la Seguridad Humana. As’, por
Una primera forma de hacer dialogar ambas ejemplo:
visiones consiste en mirar las tendencias
generales que se conforman basadas en los En lo regional se observa lo siguiente (ver
valores nacionales de cada uno de los ’ndi- CUADRO 18):

CUADRO 18
Comparaci—n de posiciones en ISHO e ISHS por regiones

Clasificaci—n Regi—n Clasificaci—n en Diferencias de


en ISHO ISHS lugares

6 Tarapac‡ 5 1
3 Antofagasta 6 3
4 Atacama 11 7
10 Coquimbo 13 3
5 Valpara’so 12 7
8 O«Higgins 10 2
12 Maule 4 8
9 B’o-B’o 8 1
13 Araucan’a 7 6
11 Los Lagos 3 8
7 AisŽn 2 5
1 Magallanes 1 0
2 Metropolitana 9 7

Fuente: PNUD en base a CASEN 1994,1996; INE, 1995 y encuesta nacional sobre Seguridad Humana
CEP-PNUD 1997

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 112


De este cuadro se desprende que las Por otro lado, el panorama segœn zonas
regiones m‡s consecuentes son las de geogr‡ficas muestra que en el plano objetivo
Magallanes, Tarapac‡ y B’o-B’o. (Cada una las zonas urbanas tienen un mayor nivel de
con diferentes niveles de logro). Por su seguridad mientras que en el plano subjetivo
parte, aquellas que m‡s modifican su esta tendencia es contraria. Lo mismo ocurre
ubicaci—n en las clasificaciones regionales en el descriptor de sexo donde el ’ndice se
(hacia arriba o hacia abajo) son, en primer muestra a favor de las mujeres en lo
lugar, las regiones de Maule y Los Lagos (8 objetivo y a favor de los hombres, en la
lugares), que lo hacen en sentido ascendente medici—n subjetiva. En ambos se expresa
desde el ’ndice objetivo al ’ndice subjetivo. nuevamente la asinton’a entre estos
Les siguen las regiones de Atacama, campos. Parece plausible suponer que
Valpara’so y Metropolitana (7 lugares), aquŽl grupo que tenga m‡s mecanismos
todas en sentido descendente. Ellas permiten objetivos de seguridad debiera sentirse m‡s
afirmar que existen regiones donde hay seguro subjetivamente. Sin embargo, existe
una brecha importante entre los logros en una disociaci—n que puede ser interpretada
materia de mecanismos objetivos de como una cr’tica respecto de la eficiencia de
seguridad y los logros respecto de la aquellos mecanismos objetivos y la
seguridad subjetiva. satisfacci—n con los mismos. Las mismas
inconsecuencias pueden anotarse respecto
Por ahora este an‡lisis busca s—lo identificar del descriptor de edad donde la
aquellas situaciones de incoherencia. Estas heterogeneidad de logro objetivo contrasta
por cierto debieran ser materia de mayores con la homogeneidad de logro subjetivo, o
discusiones, que se hagan cargo de las bien en el descriptor de ingresos.
interrogantes que a partir de ellas se abren.
Por ejemplo, ser‡ preciso atender a la Finalmente, la propia encuesta PNUD-CEP
inconsecuencia espec’fica de la Regi—n de 1997, confirma esta asinton’a, en dos
Metropolitana, la que, dado su peso dimensiones importantes: la previsi—n y la
demogr‡fico, pareciera concentrar el salud. Para ambas se dispone (en la misma
malestar o la inseguridad subjetiva, a base de datos), de la informaci—n objetiva y
despecho de las oportunidades objetivas que de la evaluaci—n subjetiva hecha por un
all’ existen. O bien, Àpor quŽ ciertas mismo individuo respecto de su situaci—n de
regiones con alta presencia rural-agr’cola seguridad.
suben tanto su clasificaci—n desde el punto
de vista subjetivo? ÀQuŽ aspectos de la En el caso de la previsi—n, en el siguiente
calidad de vida en Atacama refuerzan la cuadro se relaciona al grupo de personas que
inseguridad subjetiva de sus habitantes a disponen o no del mecanismo objetivo con
despecho de los logros objetivos que all’ los que en cada caso evalœan positiva o
pueden alcanzar? negativamente su situaci—n de seguridad en
esa dimensi—n. (Ver CUADRO 19)

Aqu’ se aprecia que disponer de un


CUADRO 19 mecanismo de seguridad no tiene efecto en
Evaluaci—n de la seguridad previsional segœn situaci—n previsional cuanto a generar mayor seguridad subjetiva
en la dimensi—n.
Impuso o impone Evaluaci—n positiva Evaluaci—n
usted o su c—nyuge de seguridad en la negativa de
en un sistema dimensi—n de seguridad en la
En el caso de la dimensi—n de salud se
previsional previsi—n dimensi—n de elabora el siguiente cuadro en funci—n de
previsi—n quiŽnes pertenecen o no a un sistema
SI 23,9 76,1 previsional de salud. Ellos se contrastan con
NO 21,2 78,8 el conjunto completo de preguntas relativas
No sabe 20,0 80,0 a la seguridad en salud existentes en la
No contesta 14,3 85,7 encuesta. (Se elabora un sub’ndice sobre la
base del valor medio de evaluaciones
Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997
positivas de ellas (ver CUADRO 20).

ÒVisi—n descriptiva de la Seguridad Humana en ChileÓ 113


En definitiva, todos estos antecedentes
CUADRO 20 revelan que existe una brecha o asinton’a
Evaluaci—n de la seguridad en salud segœn pertenencia a
entre los logros objetivos y los logros
sistema de salud
subjetivos en la Seguridad Humana de las
Pertenece a un Promedio de evaluaci—n
personas.
sistema previsional positiva de las variables de la
de salud dimensi—n de salud En este aspecto, lo socialmente deseable es
que los recursos objetivos de seguridad, su
SI 37,8 racionalidad, su inclusividad, la l—gica en
NO 25,1 que se fundan y el tipo de relaciones
sociales que estructuran sean interiorizados
Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD 1997
por las personas de modo de sedimentar en
apreciaciones subjetivas de seguridad. De
all’ que la existencia de asinton’as o
ÒbrechasÓ entre un ‡mbito y otro remita a
fallas en la complementariedad entre los
Este cruce matiza la argumentaci—n sistemas y la gente. Eventualmente estas
anterior. Tampoco en el caso de la salud, pueden producir un sensible malestar en la
poseer el mecanismo de seguridad se sociedad.
traduce en una alta seguridad subjetiva (el
valor 37,8 est‡ por debajo del valor medio Constatada emp’ricamente la existencia de
del sub’ndice). Sin embargo, en el caso de esa brecha o asinton’a, es menester
esta dimensi—n, aparece una menor interrogarse acerca del fundamento de ella y
seguridad subjetiva entre aquellos que no cu‡les son sus implicancias para la
poseen el mecanismo objetivo. Seguridad y el Desarrollo Humano.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 114


CAPITULO 4

Inseguridad:
la subjetividad vulnerada

ÒInseguridad: la subjetividad vulneradaÓ 115


INSEGURIDAD:
LA SUBJETIVIDAD VULNERADA

Las paradojas y antecedentes rese–ados en puntos de acuerdo y desacuerdo de los


los cap’tulos anteriores muestran que los participantes.
procesos de modernizaci—n provocan inse-
guridades e incertidumbres en la gente. Luego se transcriben las sesiones de
Propio del Desarrollo Humano es pregun- discusi—n y se procede a su an‡lisis me-
tarse por el significado de esos procesos diante tŽcnicas especialmente dise–adas
para la realizaci—n de las personas en sus para ello. Se realizaron 18 grupos de
vidas cotidianas. discusi—n de distintos estratos, edades y
sexos. (Ver anexo metodol—gico)
Para indagar el significado que las personas
atribuyen a la inseguridad e incertidumbre, a A continuaci—n se exponen las tendencias
sus causas y efectos, la mejor puerta de centrales y consensuales de las signi-
entrada es escuchar con detenci—n lo que ficaciones de la experiencia de inseguridad
ellas dicen cuando conversan de sus en Chile hoy. Las citas de opiniones
inseguridades. reproducidas en el texto tienen una doble
funci—n: servir de ilustraci—n a las afirma-
El "decir" de las personas es muy diverso. ciones del texto y mostrar los giros del
Su gram‡tica ocupa varios medios. El arte, lenguaje cotidiano con los que se habla de
el estallido social, la fiesta, el discurso, etc. inseguridad. Esas citas no tienen el car‡cter
Pero es siempre un decir; es algo que se de un medio de prueba generalizable.
comunica a otro. En el di‡logo cotidiano se
revelan las estructuras de la subjetividad que
habla. All’ se despliegan todos los registros 1. LA INSEGURIDAD ESTA
de la gram‡tica de la subjetividad: de la INSTALADA EN LAS
emoci—n a la raz—n, del gesto a la palabra, CONVERSACIONES
de los s’mbolos a los conceptos. All’ la
gente dice algo sobre lo que la rodea y al No es necesario explicar lo que significa
hacerlo dice algo sobre s’ misma. Indagar "inseguridad" o "incertidumbre" para iniciar
sobre las conversaciones en torno a las segu- una conversaci—n sobre ellas. Todos saben
ridades e incertidumbres es descifrar el esta- de quŽ se trata. No se habla de un hecho
do de la subjetividad colectiva. abstracto, de algo que est‡ fuera del d’a a
d’a de cada uno. Al hablar de inseguridad
En las conversaciones de los chilenos la las conversaciones se dirigen inmedia-
inseguridad y la incertidumbre son un tema tamente a lo que toca a todos, a la situaci—n
recurrente. El objetivo de este cap’tulo es actual del pa’s. Al hablar de la inseguridad
describir quŽ nos dicen esas conversaciones todos lo hacen en primera persona, todos
sobre la subjetividad colectiva y sobre sus tienen una experiencia personal que contar.
relaciones con las instituciones y sistemas La referencia a la inseguridad pone, como el
sociales. Para este fin se exponen a conti- desborde de un r’o, a la propia subjetividad
nuaci—n de manera sintŽtica los resultados en el centro del debate. Es "nuestra inse-
de un estudio realizado por el PNUD en guridad" el objeto del lenguaje, es "noso-
1997 sobre las conversaciones de la gente tros" el que habla, y lo hace sobre el "aqu’ y
acerca de sus inseguridades. ahora", sobre "este pa’s".

En el estudio se emple— la tŽcnica conocida "Yo me siento muy insegura. Yo creo que
como Ògrupos de discusi—nÓ. Mediante la es la primera vez que me siento en mi
introducci—n de algunos temas y elementos vida tan insegura como en este per’odo,
visuales por un moderador se estimula una porque para construir la vida yo creo
conversaci—n entre los asistentes a una que hay algunas cosas que son
reuni—n. La discusi—n se conduce para indispensables. Encuentro que en este
permitir la expresi—n de los significados que momento la sociedad chilena no las
subyacen a las conversaciones y detectar los proporciona para el conjunto, para la

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 116


mayor’a del pa’s. Eso me hace estar Para las personas la inseguridad tiene un
insegura". (Mujer mayor, clase media) significado primordialmente social. No son
las amenazas bŽlicas, epidemiol—gicas o
"En el fondo hay muchos sistemas de ecol—gicas las que aparecen como su causa
inseguridad. Inseguridad social, inse- en las conversaciones. Las personas hablan
guridad laboral, lo que nos afecta en el de ÒnuestraÓ sociedad cuando se refieren a
trabajo; el joven, por ejemplo, la sus inseguridades y all’ buscan sus s’ntomas
inseguridad en los colegios. Hay muchas y sus ra’ces. Esto tiene dos significados para
formas en que las personas tiende a la gente: la sociedad chilena actual produce
estar en peligro su seguridad". (Hombre las inseguridades y al mismo tiempo se la
mayor, clase baja) percibe como denegando la protecci—n nece-
saria para paliar sus efectos. Inseguridad y
En las conversaciones las personas pronun- desprotecci—n social son los tŽrminos que
cian un juicio de realidad, hacen un diag- enmarcan las conversaciones sobre segu-
n—stico de la ausencia de seguridad en las ridad en Chile hoy.
pr‡cticas cotidianas, buscando s’ntomas,
causas y explicaciones. Pero se expresa tam- Al penetrar en esos tŽrminos a medida que
biŽn un sustrato emotivo. A travŽs del avanzan las conversaciones ellos adquieren
temor, la angustia, el miedo, la intran- significados diversos. Se destacan tres sig-
quilidad se da cuenta en el nivel emocional nificados habituales de la inseguridad y la
de un sentimiento de desprotecci—n. Las desprotecci—n: la inseguridad ciudadana, la
conversaciones sobre inseguridad transitan inseguridad socioecon—mica y la inse-
permanentemente entre esos dos niveles: lo guridad sicosocial.
reflexivo y lo expresivo.

Estas conversaciones no llegan a precisar, 2. LA INSEGURIDAD CIUDADANA


salvo de modo muy difuso, el valor cuya
ausencia se denuncia: la seguridad. Pocos La primera imagen que surge al hablar de
describen los rasgos de un mundo seguro, inseguridad es el delito y los sentimientos
ese que no se tiene pero que se ans’a. Es que produce. El discurso se orienta casi
que, como lo dicen los mismos entre- espont‡neamente a los temas de la seguridad
vistados, uno no sabe lo que es la seguridad ciudadana. Esto es explicable si se tiene en
hasta que la ha perdido. Entonces, lo que cuenta que la gente comunica sus expe-
queda es m‡s bien la sensasi—n de un vac’o. riencias con el lenguaje que le provee la
El discurso tiene, en general, un car‡cter sociedad. En Chile los medios de comu-
negativo y cr’tico; es la expresi—n del nicaci—n de masas no s—lo han identificado
malestar que resulta de la desprotecci—n. inseguridad con delito y seguridad con
polic’a, sino que han hecho de este tema uno
Tal como en un iceberg, la inseguridad es lo de los espacios en que buscan su conexi—n
que queda a la vista. Las seguridades y con las emociones de la gente. M‡s all‡ de
certidumbres, mientras funcionan, no se la presencia objetiva de la delincuencia, que
ven. Esto marca el car‡cter y el tono resulta ser menor que el temor frente a ella,
negativo de las conversaciones. Es probable Žsta es una explicaci—n del hecho de que el
que las inseguridades manifiestas de la miedo al delito sea el objeto espont‡neo de
gente estŽn acompa–adas desde la sombra las conversaciones sobre inseguridad.
por importantes cuotas de seguridad habitual
e incuestionada. De no ser as’, la vida Sin embargo, en un segundo momento,
cotidiana ser’a un caos imposible, y es cuando la conversaci—n se torna m‡s
evidente que no es as’. Pero un crecimiento reflexiva y m‡s confiada, la seguridad
de la inseguridad revela que algo en la base adquiere otros significados. All’ los temas
de las seguridades se est‡ agrietando. Hay de la violencia, el delito y las estrategias de
que escuchar estas conversaciones en ese protecci—n y desconfianza son remitidos a
sentido: como el s’ntoma de una tendencia problemas en la sociabilidad de los chilenos.
m‡s que como la constataci—n de un hecho En ese momento las relaciones humanas son
concluido. puestas en el primer plano.

ÒInseguridad: la subjetividad vulneradaÓ 117


Las im‡genes inmediatas de nuestra extensi—n termina por resultar una evidencia
inseguridad: el delito y el delincuente inubicable. El peligro del que se habla a
travŽs de la conversaci—n sobre los delin-
La inseguridad ciudadana remite a la posi- cuentes es a la vez evidente y difuso.
bilidad omnipresente del delito y del delin-
cuente y reclama una protecci—n. El objeto difuso del temor debilita la
capacidad para generar acciones y controles.
"Es el temor de salir, de no dejar tu casa Ello explica las reacciones que relata la
sola. Que vas en la calle y ah’ te asalten, gente: la tensi—n y la par‡lisis.
porque puede que te saquen todo y te
corten el cuello..." (Hombre, clase alta) "Una duerme con el alma en la mano,
todas las noches" (Mujer joven, clase
baja)
"Yo pensŽ en un hombre vestido de azul,
como los de los bancos, que protegen, Frente a ellas, se desarrolla un h‡bito que
por lo menos por presencia". (Mujer, proporciona una rara seguridad: la
clase alta) desconfianza.

Con la menci—n del delito y del delincuente "Vivir a la defensiva, uno como que se
se nombra un temor que toma el car‡cter de ha acostumbrado a vivir a la defensiva...
una evidencia compartida. Las conversa- a la defensiva es la palabra justa. Y tœ
ciones afirman la realidad indiscutible del vas caminando, por ejemplo, yo por lo
hecho. Se constata la existencia de un temor menos voy mirando al frente...
compartido por una inseguridad y desam- alrededor" (Mujer, clase media)
paro que se conciben como riesgo cotidiano
y permanente. La amenaza afecta a todos y Cuando el delito y el delincuente est‡n en
est‡ tanto en la calle como en el propio todos, en todas partes, a toda hora, la acci—n
hogar. preventiva racional aparece carente de
sentido. Pareciera que, al final, de nada sirve
La figura del delincuente ocupa una prevenir o buscar amparo. En primer lugar,
posici—n central en el relato del temor a la porque el delincuente aparece dotado de un
agresi—n. Su menci—n permite asignarle una poder que supera los medios de protecci—n.
causa real, conocida, ubicable al miedo,
otorg‡ndole a Žste veracidad y fundamento. "Es que p«al ladr—n no hay rejas, no hay
El delincuente es evidencia comprobada y candado, no hay puerta, no hay nada,
comprobable. nada". (Mujer, clase media)

"!Sale a la calle con la billetera atr‡s!... En segundo lugar porque se desconf’a


vas a ver cuanto duras con ella" tambiŽn de las instituciones especializadas
(Hombre, joven, clase media) en el control de la delincuencia. En el dis-
curso de la gente la protecci—n policial no
Su imagen, asociada a la violencia f’sica, llega aunque se la demande, los proce-
otorga una explicaci—n a la fuerte emociona- dimientos judiciales son ineficientes, no se
lidad vinculada a la inseguridad. Al indicar protege a la v’ctima y finalmente no se
la omnipresencia de los delincuentes y sus sanciona al victimario.
movimientos impredecibles se justifica tam-
biŽn la actitud que acompa–a a la inse- "Los sueltan altiro... No est‡n ni un mes
guridad: la sospecha y la desconfianza de en la c‡rcel y vuelven a la calle". (Mujer
los otros. joven, clase media)

La imagen del delincuente resulta ser, en Frente a un temor omnipresente, a un


consecuencia, un elemento catalizador a agresor omnipotente y a una protecci—n
partir del cual obtiene verosimilitud y fun- inexistente, se desarrolla una voz (que aun-
damento el temor generalizado. Sin embar- que no es la voz mayoritaria tiene alguna
go, a la vez, por su misma omnipresencia y importancia en las conversaciones) que

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 118


reclama una represi—n que linda en nuevas "Desconfiamos de todos, del vecino
formas de totalitarismo. incluso" (Hombre, clase media)

"O sea... mano dura, eso. Una ley que Se descubre que la pr‡ctica permanente de
diga: «ya este tipo hizo tal cosa, matar- la sospecha tiene su ra’z en que el ÒotroÓ, el
lo«..." (Hombre, clase alta) vecino, es desconocido. El anonimato ha
desdibujado la topograf’a b‡sica de la vida
El discurso m‡s general, sin embargo, en comœn: el otro no tiene nombre.
apunta en otra direcci—n: se est‡ solo frente
al infortunio y hay que confiar s—lo en s’ "Yo vivo all’ hace venticinco a–os, y no
mismo. tengo idea como se llama... con eso te
digo todo". (Hombre, clase media)
"Uno tiene que ser juez, polic’a y
defenderse autom‡ticamente, uno solo" A falta de un lenguaje m‡s preciso, se
(Mujer, clase alta) recurre al ejemplo extremo para dar cuenta
de la pobreza comunicacional que caracte-
Reflexionar sobre el temor y la des- riza la vida vecinal:
confianza: la crisis de la sociabilidad
"Tengo unos amigos que ni se saludan,
Las conversaciones sobre el delincuente y la no saben quien vive al lado... mi mam‡
violencia llegan, sin embargo, a un punto en igual vive en La Florida y los œnicos que
que se revelan insuficientes. Primero, por- se conocen son los perros porque se
que los entrevistados comienzan a cuestio- ladran de casa en casa". (Hombre, clase
narse si tiene sentido vivir permanentemente media )
alarmado, desconfiado y paralizado. Segœn-
do, porque el discurso policial y legalista En este giro reflexivo que dan las
sobre el delito revela su incapacidad para conversaciones, el origen de la desconfianza
cubrir los otros significados posibles de la es desplazado al centro mismo de nuestras
experiencia de la inseguridad, especialmente relaciones sociales: la ausencia de gentileza,
de aquellos relacionados con el estado de las de reconocimiento y solidaridad.
relaciones sociales.
"Pero tœ saludas a la gente y la gente se
As’ se revela que la delincuencia, aun cuan- siente sorprendida cuando la saludas"
do es un fundamento concreto del temor, es
sobre todo una imagen catalizadora que "Miro para el otro lado" (Mujer joven,
hace posible una primera representaci—n y clase media)
discusi—n del problema de la integraci—n y
del v’nculo social. La conversaci—n sobre la La conversaci—n reconoce en la ausencia de
delincuencia aparece as’ como una met‡fora normas m’nimas de convivencia la carac-
para expresar y ordenar una sensaci—n ter’stica de la sociabilidad actual de los
difusa de inseguridad que aœn no encuentra chilenos. All’ surge la imagen de relaciones
un lenguaje y espacio social para ser sociales en que el reconocimiento mutuo
codificada y ordenada. En el punto en que la est‡ negado y el contacto prohibido.
met‡fora se revela insuficiente la conver-
saci—n se vuelve sobre s’ misma explorando "La gente no se preocupa de la dem‡s
a tientas las causas m‡s precisas de la gente... hace como si esa persona no
incertidumbre. existe". (Mujer, clase baja)

Aqu’ surge la imagen del vecino, como "El temor al contacto f’sico, de repente
paradigma de la alteridad cotidiana, marca- el roce de la micro. Porque encuentro
da por el desconocimiento y la sospecha. La que vivimos as’ (se repliega sobre su
discusi—n de esta imagen permite descubrir cuerpo) protegiŽndonos". (Mujer joven,
la desconfianza como limitante de la clase media)
convivencia humana.

ÒInseguridad: la subjetividad vulneradaÓ 119


Esta caracterizaci—n tiene un eje temporal - no, tiene que levantarseÉ o sea te dicen
antes, ahora - y un eje espacial - aqu’, all‡. «cuide su casa«, «cuide su auto«É te est‡
"Antes" era el tiempo de la seguridad y la metiendo inseguridadÉ «para que usted
tranquilidad. El tiempo de la vida en los se asegure«o sea Áhay inseguridad!. Es
barrios y cuando la gente se saludaba en la un c’rculo viciosoÉÓ (Hombre mayor,
calle. El "aqu’" de la inseguridad es la clase media)
ciudad, el all‡ de la tranquilidad es la
provincia. Aparte de ser un buen negocio, es ineficaz
pues reproduce y profundiza las verdaderas
"Esto era un barrio sœper tranquilo... ahora causas de la inseguridad: la segmentaci—n y
ten’s que mantener las puertas con llave" la consolidaci—n de las fronteras entre
(Mujer joven, clase baja) iguales y extra–os:

La diferencia entre el antes y el ahora, entre Òcomo que nadie extra–o vaya a meterse
la provincia y Santiago est‡ en las relaciones en tu territorioÉÓ (Mujer joven)
sociales.
Son especialmente ineficientes porque
ÒSomos m‡s unidos y eso yo ac‡ en chocan con los requisitos m’nimos para una
Santiago no lo he encontrado. Si mi vida social con sentido: el contacto mutuo.
vecino est‡ de vacaciones, que se joda si
lo roban, quŽ me importa a m’, total el ÒSi en el fondo la soluci—n no es esa. No
vive en su metro cuadrado y yo en el vamos a poder vivir en un bunker ni
m’o, esa es la diferencia entre provincia nadaÉ que no te puedan tocarÓ
y la capitalÓ (Hombre joven, clase (Hombre, clase media)
media)
Desde el consenso sobre las verdaderas
causas de la inseguridad, y como un
La conversaci—n retorna al origen contradiscurso respecto de la industria de la
con una mirada distinta seguridad, las conversaciones pronuncian su
estrategia:
Cuando la conversaci—n ha elaborado el
consenso de que la inseguridad se funda en ÒEl respeto por las personasÉ por ah’
la falta de un lazo s—lido y confiable con los parte la cosaÓ (Mujer joven, clase
otros, ella vuelve a interrogarse sobre la media)
eficacia de las medidas de seguridad
concentradas en la alarma, la segregaci—n y
la represi—n. Desde esa nueva mirada ellas
aparecen como ineficaces.

Òest‡ el alcaldeÉ y para Žl el tema de la 3. LA INSEGURIDAD


seguridad se ha vuelto como una SOCIOECONOMICA
pol’tica, para Žl la seguridad se acaba
poniendo m‡s polic’aÓ. (Hombre joven, En un segundo plano, por debajo de las
clase media) conversaciones sobre seguridad ciudadana y
relaciones sociales, se desarrolla un discurso
Pero eso es un negocio rentable y parad—jico sobre los temores que provienen del mundo
que se autorreproduce. Mientras m‡s del trabajo. La conversaci—n sobre las
alarmas hay, m‡s alarmada anda la gente y inseguridades socioecon—micas asume desde
m‡s alarmas compra y as’ en una espiral el inicio una perspectiva definida. No se
ascendente. En el fondo, la industria de la conversa sobre los requisitos de estabilidad
seguridad es tambiŽn un productor de de los sistemas e instituciones de la eco-
inseguridad ciudadana. nom’a, sino sobre las necesidades subjetivas
de las personas. El tema es pertinente y
ÒEmpiezan las alarmas a sonarÉ uno acuciante porque en Žl se juegan aspectos
cree que s’ est‡ en situaci—n de roboÉ, y b‡sicos de la realizaci—n personal.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 120


"La seguridad laboral ser’a como lo que El temor a sobrar
me toca, ah’ me toca a m’..." (Hombre
joven) En la misma medida en que el trabajo es
significado como el veh’culo por excelencia
Desde la perspectiva de la biograf’a de la integraci—n, la cesant’a se percibe de
personal y familiar, el trabajo aparece como modo muy intenso como amenaza de
el espacio privilegiado en el que se realiza la exclusi—n. Ella aparece hoy como una
integraci—n social. En las conversaciones no posibilidad real, no por la existencia de una
est‡ presente s—lo el temor a quedar mar- crisis econ—mica, sino por las mismas
ginado del consumo de bienes y servicios. tendencias que hacen exitoso al sistema: su
El eje de la inseguridad socioecon—mica est‡ creciente selectividad.
m‡s bien en el temor a ser excluido, a perder
la posici—n y la identidad social que otorga El mercado requiere y busca a gente cada
el trabajo. vez m‡s joven. Ello produce la sensaci—n de
que las personas en vez de aumentar su
Al igual que en las conversaciones sobre la valor social con la experiencia, lo
seguridad ciudadana, la referencia a las disminuyen.
relaciones laborales se plantean en un eje
temporal antes-ahora. "En este pa’s se parte de la premisa que
ya a los cuarenta eres viejo". (Hombre
"Hasta cuantos a–os en Chile hab’a una mayor, clase media)
seguridad absoluta pr‡cticamente..."
(Hombre mayor, clase media) "A los treinta y cinco est‡ liquidado
para el mundo laboral..." (Mujer mayor)
"Lo que antes nosotros, que ten’amos
seguro, caja de Fonasa, caja de com- Se percibe que el sistema productivo
pensaci—n...lo que sea, pero ahora..." promueve un proceso de entradas y salidas
(Hombre mayor, clase baja) recurrentes, en el cual las entradas se van
haciendo cada vez m‡s dif’cil.
La imagen predominante es que en Chile se
ha perdido la seguridad laboral. Ella se No s—lo hay que ser cada vez m‡s joven y
entiende como certidumbre en las posi- bien parecido, hay que estar tambiŽn cada
ciones y reconocimientos sociales que vez mejor capacitado y m‡s especializado.
provienen del trabajo gracias a la estabilidad Ya no basta con tener cuarto medio para
de Žste y a la probabilidad del ascenso social estar cierto de encontrar un trabajo. Pero
provista por la institucionalidad laboral. tampoco basta con realizar las capacita-
Para la gente pareciera instaurarse creciente ciones que ofrece el sistema escolar, pues la
e inexorablemente una l—gica econ—mica din‡mica de especializaci—n y tecnificaci—n
que debilita esos v’nculos socioecon—micos. del trabajo las dejar‡n obsoletas en corto
plazo.
"Yo encuentro que el Estado cada vez
m‡s se desliga... cada vez est‡ todo m‡s "ÀQuŽ futuro le espera a mi hijo,
privatizado... que m‡s falta, que lo pensando en los avances tecnol—gicos
privaticen a uno, 'esta es m’a'. Todos que apuntan a la modernidad... mientras
vamos a andar con c—digo de barras...". nuestros hijos est‡n haciendo las
(Mujer joven, clase media) operaciones con peras y manzanas..."
(Hombre, clase media)
Las conversaciones sobre las amenazas de
exclusi—n que emergen de la actual orga- La inseguridad cierra su c’rculo en la
nizaci—n del trabajo reconocen tres fuentes medida en que la mayor’a ve muy dif’cil
distintas de inseguridad: la creciente selecti- acceder a los grados superiores de
vidad del mercado laboral, la presi—n por el calificaci—n.
rendimiento y la inestabilidad como norma
permanente.

ÒInseguridad: la subjetividad vulneradaÓ 121


"No, y no podemos pensar: Ôvoy a es el eje del discurso adaptativo de la nueva
mandar a mi hijo a la universidad". seguridad:
(Mujer, clase baja)
"Pero yo mi seguridad la siento en una
Pero las amenazas de expulsi—n no s—lo premisa, o sea, mi seguridad laboral, mi
provienen del aumento de las exigencias estabilidad laboral depende de la
cualitativas sobre la mano de obra. La ten- calidad del servicio que yo entregue..."
dencia del sistema productivo a requerir (Hombre, clase media)
cada vez menos cantidad de trabajadores es
una fuente adicional de temor. En las "Pero tambiŽn hay que entendernos, no
conversaciones circula profusamente la cierto que la competencia es dura... yo
imagen de un sistema que tiende de modo tengo competencia, tœ tienes compe-
creciente a la incorporaci—n de maquinaria y tencia... "
tecnolog’a, en donde la importancia del
individuo es cada vez menor. "Si, todos tenemos competencia..."
(Hombre mayor, clase media)
"ÀQuŽ va a pasar el d’a de ma–ana? Si
est‡ as’, a medida que van saliendo los Se trata de establecer individualmente la
computadores... ahora hay hartas perso- seguridad como ventaja competitiva, me-
nas trabajando, despuŽs se va a diante el juego del mercado y del avance
necesitar una sola". (Hombre mayor, tecnol—gico. Queda flotando en el aire, sin
clase baja) embargo, la idea de un costo indeseado de la
estrategia adaptativa: finalmente la compe-
tencia se hace contra otros. En cualquier
El temor a la inestabilidad caso el discurso adaptativo de individuaci—n
y competencia define los cambios laborales
Una segunda expresi—n de inseguridad so- como algo impuesto desde afuera, no como
ciolaboral se relaciona con la incertidumbre algo que se haya deseado.
que produce la din‡mica del nuevo modo
social de organizar el trabajo, fundado en la
flexibilidad e inestabilidad del empleo. El agobio de la adaptaci—n

"Es una seguridad rara, no existe esa Cualquiera sea la variante del discurso sobre
seguridad. En cualquier momento el la inestabilidad, reivindicativa o adaptativa,
patr—n te pone de patitas en la calle..." ambas coinciden en los efectos sicol—gicos
(Hombre mayor, clase media) de las nuevas tendencias del mundo laboral.

Esta forma espec’fica de inseguridad, "La situaci—n de no estar seguro con tu


experimentada por la mayor’a, da origen, sin puesto de trabajo... eso te crea una
embargo, a discursos distintos. Hay algunos, tensi—n..." (Hombre mayor, clase media)
los menos, que reivindican la definici—n
tradicional de la estabilidad laboral Se reconoce en la conversaci—n que la
entendida como inamovilidad. Hay tambiŽn inestabilidad tiene su complemento en la
otros, la mayor’a, que definen a la inamo- arbitrariedad de un empleador que utiliza la
vilidad y estabilidad como algo actualmente amenaza de suspensi—n o exclusi—n, efectiva
imposible; algunos la ven tambiŽn como o imaginaria, como mecanismo de presi—n
poco deseable. para asegurar el aumento de la
productividad.
En este segundo grupo se expone un
discurso adaptativo, que exige de los sujetos "El vendedor vive hoy d’a con la presi—n
un cambio de valores, que se reemplace el de la carta de renuncia, el finiquito, de
valor de la estabilidad en el puesto de que 'estas son las metas, Gonz‡lez'..."
trabajo por el de aumento de las opor- (Hombre, clase media)
tunidades. Sin embargo, no hay oportunidad
sin competencia. Asumir esto como un dato Las conversaciones detectan ah’ un c’rculo

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 122


vicioso. Se percibe un contexto inevitable de distribuci—n desigual del poder social, pues
inestabilidad laboral y se le atribuye a un Òlos mismos que est‡n a cargo est‡n
poder arbitrario de los empleadores. En esa pilladosÓ. Es la propia l—gica del sistema -
situaci—n la œnica salida que se visualiza una suerte de anonimato e intransparencia -
para los que no tienen otro poder que su la que lo hace atender s—lo a sus propias
capacidad de trabajo es aumentar su tendencias. En el l’mite, la pŽrdida de
adaptaci—n a la inestabilidad, mediante su control con respecto a los procesos del
rendimiento y su sometimiento. Segœn las sistema econ—mico genera la impotencia
conversaciones, esto aumenta la capacidad subjetiva quiz‡ m‡s b‡sica:
del sistema econ—mico y de los empleadores
para disponer a voluntad de la fuerza de "Y yo siento que como individuo no
trabajo. El precio lo pagar’a el trabajador: la tengo la posibilidad de influir en el
inestabilidad estructural ser’a compensada curso de mi vida..." (Mujer, clase media)
con angustia subjetiva.

"Es que yo siento que hay una


competencia tan grande en el mercado...
entonces el trabajador tiene que estar 4. LA INSEGURIDAD SICOSOCIAL
continuamente... no sabe lo que pasa
ma–ana, que 'se va a implementar no se Retomando y especificando elementos del
quŽ sistema', 'que va a haber reducci—n discurso sobre la seguridad ciudadana y la
de personal', 'que va a venir no se quiŽn inseguridad sociolaboral se desarrolla una
a hacer no sŽ quŽ estudio', que ahora conversaci—n sobre la crisis de sentido en la
con esto de la eficiencia y la sociedad actual y sobre las incertidumbres
productividad...Ó (Mujer, clase media) del futuro. En ella se despliega la imagen de
un desorden del sistema social. De ah’ surge
"Esa sensaci—n que tiene la persona de el temor y ansiedad por las fallas de control
que va a ser despedida... esa sensaci—n... y las tendencias a la desorganizaci—n, tanto
los rumores..." (Mujer mayor, clase alta) a nivel de las instituciones como de las per-
sonas. El di‡logo, centrado en la cuesti—n
Tal como en las conversaciones sobre el del caos y la locura de la vida cotidiana, est‡
delito, tambiŽn esta conversaci—n gira en un referido directamente a la ciudad de
momento sobre s’ misma para tornarse Santiago.
reflexiva. Pero a diferencia de aquella, la
reflexi—n sobre la angustia vivida en lo El caos cotidiano
laboral no encuentra una salida mediante la
intervenci—n sobre la propia subjetividad. En el orden pr‡ctico, la excesiva com-
Aqu’ la reflexi—n se limita a constatar que el plejidad de la trama de la ciudad produce
origen del fen—meno est‡ en las tendencias fallas y trizaduras en las cuales la
del sistema y que frente a Žl la subjetividad subjetividad tiende a desbordarse. El princi-
ha perdido el control. pio de normalidad, aquello que fundamenta
la predecibilidad, racionalidad y eficiencia
"Como que hay una locura... entonces el de los sistemas sociales, parece puesto fuera
nivel de estrŽs, uno vive como... de funcionamiento.
!chupallas!... en mi empresa han cam-
biado sistema dos veces y van para la "El temor principal... yo creo que todo el
tercera... y los mismos que est‡n a cargo mundo lo tiene en la ma–ana... y pensar:
est‡n pillados..." (Mujer mayor, clase oye...llegarŽ?, voy a llegar a la hora?...
media) todos los d’as... y pensar en el taco, que
cuanto dura..."
La angustia se vuelve impotencia y par‡lisis
en la misma medida en que se ve al sistema "Cuando una persona tiene que andar
socioecon—mico como ajeno a la posibilidad una hora tres cuartos, eso es
de control social. No se trata de una funcionar?..." (Hombre mayor, clase
imposibilidad de control derivada de la media)

ÒInseguridad: la subjetividad vulneradaÓ 123


El atochamiento vehicular es la primera una desconfianza. No es que, como en las
imagen del desorden. En Žl se encuentran conversaciones sobre el delito, ellas
varias de las tendencias de la actual amenacen directamente. Se trata de que no
modernizaci—n que ya han sido recorridas pueden generar control sobre las amenazas.
por la conversaci—n en otras partes. La
individualizaci—n se expresa en que cada "Yo no tengo nada contra el gobierno ni
uno quiere tener su auto y no compartirlo, a del General Pinochet, ni del presidente
ello se suma la poca caballerosidad y Aylwin, ni de este otro caballero Frei...
agresividad mutua de los conductores. yo pienso que siempre va a haber los
TambiŽn las estrategias que se implementan mismos problemas, nunca supieron
para optimizar los sistemas del tr‡nsito organizar esta cuesti—n..." (Hombre
urbano son vistas como generadoras de mayor, clase alta)
mayor confusi—n. Al final la acumulaci—n
ciega de fallas dificulta la adaptaci—n y la
coherencia de las personas y los sistemas. Crisis de sentido y miedo a la droga
La vida urbana se torna enferma en su
funcionamiento y resulta enfermante para La conciencia de la precariedad del orden y
sus habitantes. de su repercusi—n sobre el comportamiento
de la gente hace derivar la conversaci—n
"En la contaminaci—n acœstica, am- hacia el problema de la sensatez y de la
biental en general... una ansiedad como calidad de vida, en suma, hacia el problema
que produce inestabilidad... igual el del sentido. Aqu’ las conversaciones giran
tr‡fico... igual que la gente no maneje en torno al problema de la droga, signi-
muy bien... hay miles de cosas que ficado como s’ntoma de la crisis de sentido
producen ansiedad" (Mujer mayor, clase que acompa–a al estilo de vida actual.
media)
La expansi—n del consumo de drogas asume
Ò Aqu’ uno se descompensa de tal el car‡cter de una amenaza en aumento.
manera que llego irritado a la casa, que Nadie parece estar a salvo.
miro al perro y dan ganas de..."
(Hombre mayor, clase alta) "La droga est‡ llegando a todas las
edades..." (Mujer mayor, clase media)
Al final el desorden se vuelve normalidad y
la vida cotidiana se torna el resultado de la "La inseguridad de la droga... uno
lucha, individual y agresiva, por obtener siempre tiene muy presente el peligro de
mediante ensayo y error, empuj—n y astucia sus hijos por la droga. Sabemos que se
lo que la ausencia de un orden compartido ha metido mucho..." (Hombre, clase
niega. media)

"Me acostumbrŽ a andar siempre En un primer relato, el temor a la droga


acelerado... ni yo mismo respeto las canaliza la desconfianza frente los otros. El
reglas, todos andamos acelerados, todos consumo est‡ precedido por la seducci—n
andamos apurados..." (Hombre mayor, perversa que ejercen los otros, la calle, los
clase media) desconocidos. La droga, por su poder
seductor, debilitar’a las barreras que pro-
Pero se sabe, y se tiene mala conciencia, de tegen del contacto con desconocidos. La pri-
que Žsa no es la soluci—n. mera barrera que se ve afectada es la
familia.
"Ten’s la sensaci—n que est‡s segura,
pero en el fondo sab’s que no..." (mujer "Pero tœ ves que tus ni–os son tan
joven) lindos, son tan sanos... uno los cuida, los
cr’a en una 'burbuja'... y resulta que
Las tendencias desordenadas y desorde- est‡n mezclados con todos ..." (Mujer
nantes de la ciudad proyectan sobre las mayor, clase media)
elites dirigentes, y sobre la gente en general,

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 124


Pero m‡s all‡ del rechazo espont‡neo que primero se refiere a c—mo se habla hoy de
provoca por sus efectos inmediatos de da–o las inseguridades. El segundo se refiere a las
f’sico y mental, la conversaci—n descubre en causas de fondo a las que las personas
la droga el s’ntoma de otros males m‡s atribuyen su inseguridad.
difusos. Dos temas ocupan aqu’ el centro de
los relatos: en un primer momento la droga
es el s’ntoma de una crisis moral que tendr’a La ausencia de un c—digo para
su origen en la desviaci—n individual del comunicar la inseguridad
comportamiento; en un segundo momento,
m‡s central en el relato, la droga ser’a una En los tres temas tratados, la seguridad
consecuencia de un modo colectivo de ciudadana, la inestabilidad laboral y la
comportamiento, que remite al sin sentido. desorganizaci—n de la vida urbana, las con-
versaciones siguieron un derrotero similar.
"Estamos distorsionados... s’, nosotros Partieron aferr‡ndose a una imagen cargada
estamos desorientados..." (Mujer, clase emocionalmente que se utilizaba como
media) causa omniexplicativa. As’ aparecieron en
las conversaciones el delincuente, el emple-
El estilo de vida actual se caracteriza por el ador arbitrario, el computador, el atocha-
ritmo vertiginoso, por lo superficial, lo miento vehicular, la droga. Pero al
vac’o y la persecusi—n de imposibles. adentrarse el di‡logo en esas im‡genes ellas
se revelaban parciales e insuficientes. Las
"Este asunto, esta carrera vertiginosa conversaciones se tornaban entonces m‡s
por querer tener y tener... y figurar". reflexivas y autocr’ticas. Se reconoc’a que la
(Hombre, clase media) inseguridad se inscribe en el espacio de las
relaciones sociales. Luego se buscaban, a
"... que hay que estar joven, que hay que veces err‡tica y difusamente, las expli-
estar regia, que hay que estar caciones en ese campo. Finalmente, las
relajada..." (Mujer, clase media) conversaciones elaboraban consensos acerca
del estado de vulnerabilidad de la
En ese contexto de desorientaci—n e ilu- subjetividad en el modo actual de regular las
siones insostenibles la droga aparece como relaciones sociales.
un escape posible. Para los actores de ese
estilo de vida desequilibrante, la droga Este derrotero de las conversaciones sugiere
aparece como un refugio y compensaci—n la existencia en Chile hoy de un fen—meno
posible. La amenaza viene desde dentro. La que duplica y profundiza las inseguridades e
conversaci—n no pronuncia una recri- incertidumbres de la gente. Se trata de la
minaci—n moral que aluda a debilidades per- carencia de un lenguaje social mediante el
sonales. Se trata m‡s bien, y nuevamente, de cual la inseguridad pueda ser expresada y
la sensaci—n de que no se controlan, ni colectivamente reconocida como un hecho
externa ni internamente, los efectos perver- con fundamentos.
sos para la subjetividad del rumbo que toma
la organizaci—n actual de la vida en Sin ese lenguaje las percepciones y
sociedad. experiencias de incertidumbre no se pueden
objetivar y reconocer socialmente. Con ello
se siembra la m‡s fuerte de las dudas: la
posibilidad de que las propias experiencias y
5. CONCLUSIONES: COMO percepciones no tengan sustento real. Ante
HABLAMOS Y DE QUE ello, la subjetividad busca otros caminos de
HABLAMOS expresi—n. Otros lenguajes e im‡genes co-
mienzan a emplearse como met‡foras. Con
Al leer detenida y distanciadamente las ello la incertidumbre logra un canal
transcripciones del conjunto de las con- expresivo, pero siembra al mismo tiempo la
versaciones generadas en los grupos de duda sobre la magnitud de sus fundamentos.
discusi—n que sirvieron de base a este La incertidumbre quedar’a entonces
estudio resaltan dos aspectos b‡sicos. El remitida a un hecho puramente emocional y

ÒInseguridad: la subjetividad vulneradaÓ 125


deambular’a huŽrfana en busca de ALGUNAS DIFERENCIACIONES DEL
reconocimiento. DISCURSO SEGUN VARIABLES DE
LA MUESTRA
Pero el devenir de las conversaciones
muestra tambiŽn que es posible desarrollar La conversaci—n sobre inseguridad tiene una
un lenguaje colectivo que codifique el matriz de significado que est‡ presente en el
malestar. En un di‡logo franco y reflexivo discurso de todos los grupos estudiados. Sin
las met‡foras revelan su precariedad sin embargo, ella adquiere matices y Žnfasis
negar el fundamento real al que remiten. diversos segœn el tipo de grupo social de
Eso abre el espacio para la generaci—n de que se trate. Son las particularidades de tipo
lenguajes colectivos que faciliten la socioecon—mico (estratos) y sociocultural
expresi—n, codificaci—n y tratamiento del (sexo y edad) las que m‡s diferencias
origen de las inseguridades. producen en las conversaciones.

"Yo me quedo con una sensaci—n sœper El temor a la delincuencia se manifiesta en


positiva... a m’ me da pena que seamos su forma m‡s extendida ("todos son
tan pocos, porque Žstas son las criminales y el criminal est‡ en todas
instancias que faltan para poder creer o partes") en los grupos de mujeres. En su
poder experimentar las cosas que nos forma m‡s aguda (ataque e invasi—n) en los
est‡n pasando en la mente, que si no las grupos de clase alta. En estos grupos el
exteriorizamos con la palabra no temor a la delincuencia conecta r‡pidamente
sabemos en quŽ estamos pensando ni en con formas simb—licas de evitamiento del
quŽ parada estamos". (Mujer adulta, contacto tanto visual como corporal. Entre
clase media) los j—venes destaca la queja ante el car‡cter
represivo o controlador del propio discurso
Los dŽficit de la integraci—n social de la seguridad ciudadana.

Al recorrer el derrotero de la conversaci—n El temor socioecon—mico se expresa


se descubre lo que ella quiere decir al hablar tambiŽn con modulaciones distintas segœn el
de la delincuencia, de la inestabilidad tipo de grupo. En la clase media es donde
laboral, de los atochamientos y de las aparece con m‡s intensidad el temor a la
drogas. Tras esos temas se expresan tres precariedad de las posiciones obtenidas
temores b‡sicos: el temor al otro, el temor mediante el ascenso laboral, y donde
a la exclusi—n social, el temor al sin aparece como m‡s urgente mantenerse
sentido. Se trata de tres temores que remiten dentro del sistema productivo. En los
a las coordenadas b‡sicas del hecho social: sectores pobres, el temor a la inestabilidad
la confianza en los otros, el sentido de se proyecta sobre todo hacia la cuesti—n de
pertenencia y las certidumbres que las oportunidades juveniles. En los sectores
ordenan el mundo de la vida cotidiana. de clase media y alta resuena de similar
Sabemos que en la sociedad moderna esas manera el temor vinculado a los efectos
coordenadas no se producen ni reproducen "estresantes" de la competencia permanente
de modo espont‡neo y evidente. Ellas y las dudas sobre el futuro del modelo de
forman parte de las tareas que la desarrollo.
modernidad se ha propuesto de manera
intencional y reflexiva. Su precariedad Los temores sobre la crisis de sentido y el
remite, por tanto, a un posible dŽficit de los estilo de vida urbano se encuentran espe-
mecanismos espec’ficos por medio de los cialmente presentes en las conversaciones
cuales el modelo de modernizaci—n chileno de los j—venes, en las conversaciones de
ha pretendido asegurar la integraci—n social. los adultos sobre los j—venes, y en las
conversaciones de las mujeres, especial-
mente cuando se refieren a sus hijos.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 126


CAPITULO 5

El miedo al ÒotroÓ:
la seguridad ciudadana

ÒEl miedo al ÒotroÓ: la seguridad ciudadanaÓ 127


EL MIEDO AL OTRO: LA SEGURIDAD CIUDADANA

El miedo al otro
Como es sabido, las estad’sticas registradas
Los chilenos suelen asociar espont‡neamen- a partir de los a–os 40 por la Polic’a de
te la inseguridad con la delincuencia. Esta Investigaciones y Carabineros reflejan m‡s
representa una de las preocupaciones princi- la actividad policial que la realidad de la
pales de los entrevistados en las distintas delincuencia. Resulta entonces dif’cil averi-
encuestas de los œltimos a–os. La insegu- guar en quŽ medida el miedo responde a un
ridad descansa, m‡s all‡ de las tasas reales aumento efectivo de la delincuencia y de la
de delitos, sobre la definici—n metaf—rica del violencia. En todo caso, no estamos ante un
delincuente. Es la imagen de un delincuente fen—meno reciente; el miedo ante el delito
omnipotente y omnipresente la que conden- comœn o la violencia tiene una larga histo-
sa un temor generalizado y, por lo mismo, ria, pero alcanza dimensiones alarmantes a
exagerado. El delincuente deviene, al menos ra’z de los procesos de urbanizaci—n e indus-
en parte, un "chivo expiatorio" que nombra trializaci—n. La violencia se traslada del
(y esconde) una realidad dif’cil de asir. El campo a la ciudad, donde el desarraigo de
an‡lisis de la seguridad ciudadana remite los emigrantes, las desigualdades sociales y
pues a factores subyacentes. En el miedo al la inestabilidad laboral favorecen la delin-
otro resuenan otras inseguridades; aquellas cuencia. Autores de comienzos de siglo
provocadas por el debilitamiento del v’nculo destacan c—mo el trabajo fabril fomenta la
social, del sentimiento de comunidad y, desorganizaci—n de la familia tradicional, el
finalmente, de la noci—n misma de orden. abandono de ni–os y la aparici—n masiva de
vagos y mendigos; todo ello acentuado por
La seguridad ciudadana como el alcoholismo y la frecuente impunidad. El
definici—n hist—rica temor provocado por el deterioro del anti-
guo orden de convivencia toma cuerpo en
No temer una agresi—n violenta es el primer las llamadas "clases peligrosas". M‡s que la
y principal significado de la seguridad; criminalidad (acotada) es la violencia (difu-
saber respetada la integridad f’sica y, por sa) la que imprime a la "cuesti—n social" su
extensi—n, "lo propio". Estar seguro signifi- virulencia.
ca por sobre todo poder disfrutar de la priva-
cidad del hogar sin miedo a ser asaltado y En este per’odo se consolida el papel
poder circular tranquilamente por las calles ancestral del Estado como garante de la paz
sin temer un robo u otra agresi—n. Esta segu- social y de la seguridad pœblica. A los
ridad f’sica, cuasi corporal, concierne pues a procedimientos propios de un Estado de
las reglas b‡sicas de convivencia pac’fica. Derecho se agrega una intervenci—n activa
No basta, empero, la ausencia de miedo a que combina mecanismos represivos con
una muerte violenta. Al hablar de seguridad medidas preventivas y promocionales. La
ciudadana o seguridad pœblica hacemos alu- acci—n estatal dispone de sanciones (justicia
si—n a una dimensi—n m‡s amplia que la penal) y de incentivos (Estado asistencial).
mera supervivencia f’sica. La seguridad es Tanto la ley penal como las medidas
una creaci—n cultural que hoy en d’a implica sociales se gu’an por una idea de sociedad
una forma igualitaria (no jer‡rquica) de basada en una familia leg’tima y un
sociabilidad, un ‡mbito compartido libre- trabajador disciplinado. El Estado es fuerte-
mente por todos. Esta forma de "trato mente regulador y no vacila en vulnerar
civilizado" representa el fundamento para principios liberales con tal de afirmar el
que cada persona pueda desplegar su subje- disciplinamiento social. Un ejemplo es la
tividad en interacci—n con las dem‡s. Est‡ detenci—n por mera sospecha; entre 1930 y
en juego la vida no s—lo de la persona 1964 ella aumenta de un 12% a un 35% del
individual, sino igualmente de la sociedad. total de detenciones. (FrŸhling, H., 1997))
Dada lo fundamental de esta dimensi—n y,
por ende, el peligro que involucra toda Hasta mediados de siglo el miedo al delito
transgresi—n, la percepci—n de amenaza est‡ vinculado a acciones individuales y
suele ser extraordinariamente sensible. concentradas en los sectores populares. En

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 128


los a–os 70 aparece una nueva modalidad de La democracia pone fin a la represi—n, pero
delincuencia violenta y de violencia pol’tica; no al miedo. La transici—n est‡ acompa–ada
aumentan los robos y los delitos comunes de un temor difuso que, a falta de amenaza
con fines pol’ticos. En la medida en que la expl’cita, se cristaliza nuevamente en la de-
sociedad se polariza pol’ticamente tambiŽn lincuencia. A partir de 1990 se afianza la
aumentan los conflictos intergrupales tanto percepci—n de que la delincuencia ha creci-
en las ciudades como en el campo (huelgas, do y que est‡ fuera de control. Desde
tomas de tierra). En septiembre de 1972, entonces las encuestas se–alan a la delin-
ocho de cada diez personas entrevistadas era cuencia como uno de los problemas prio-
de la opini—n que en Chile se viv’a un clima ritarios para los chilenos. M‡s importante
de violencia (Valenzuela, A., 1988). Ya no que el aumento cuantitativo es el cambio
es el delito sino un ambiente generalizado cualitativo: hay m‡s asaltos a mano armada,
de violencia difusa el que generaba miedo. ellos afectan tambiŽn a hogares en comunas
Este adquiri— una dimensi—n desconocida del "barrio alto" y comienzan a operar ban-
hasta entonces con la intervenci—n militar. das organizadas. Adem‡s adquiere visibi-
Aparece una nueva forma de violencia; el lidad un factor que comienza a cristalizar el
propio Estado abandona el marco jur’dico. miedo al delito: la droga. Entre 1977 y 1992
La represi—n estatal es particularmente los detenidos por tr‡fico de estupefacientes
intensa en 1973; la Comisi—n de Verdad y aumentan de 254 a 10.119, segœn datos de
Reconciliaci—n consigna 1.264 homicidios y Carabineros (FrŸhling, H., 1997)
desapariciones para ese a–o. Pero la
afirmaci—n del poder militar no elimina el En los a–os 70 y 80 la sociedad chilena se
miedo, por el contrario. encuentra dominada por una verdadera

A medida que fue pasando el tiempo y fui escarbando en el coraz—n de la gente tan
heterogŽnea como un sacerdote, un militar, un militante comunista y un empleado de
banco, comencŽ a percibir que el miedo era un elemento comœn a casi todos. Sus
historias son tan distintas como pueden serlo las vivencias de un Chicago boy, de un
minero del cobre, de una voluntaria de la Secretar’a de la Mujer, o la madre un
detenido-desaparecido. Sin embargo, en algœn momento de la conversaci—n, el temor
surgi— en forma m‡s o menos expl’cita y con razones m‡s o menos fundadas. En
algunos, era miedo a los militares, en otros, a la cesant’a; en el siguiente, a la pobreza,
al soplonaje, a la represi—n, al comunismo, a los marxistas, al caos, a la violencia o al
terrorismo. Cada uno ten’a el suyo.

Patricia Politzer: Miedo en Chile, Santiago, 1984

"cultura del miedo": miedo al comunista, al


GRAFICO 30 subversivo; miedo al "c‡ncer" invisible y
Denuncias de robo y aprehensiones 1989-1990 omni-presente que corroe al cuerpo social.
100000 Miedo a la represi—n y al delator; miedo a
90000
80000 ser "descubierto" en alguna (no se sabe cu‡l)
70000 imprudencia. Las "reglas del juego" quedan
60000
50000
suspendidas; la arbitrariedad del poder
40000 provoca estrategias de disimulaci—n y auto-
30000 coerci—n. La desconfianza del otro se instala
20000
10000
en toda la vida social, incluido el hogar. No
0 todo es violencia pol’tica; tambiŽn aumenta
1990 1992 1994 1996 la delincuencia. El control estatal no logra
1989 1991 1993 1995
opacar la disgregaci—n producida por la
DENUNCIAS
crisis econ—mica y el desempleo. En pleno
APREHENDIDOS
gobierno militar los robos con violencia
Fuente: Paz Ciudadana 1997
aumentan 77% entre 1980 y 1986 (Blanco,
R. et al., 1995). Sin embargo, el fen—meno
ÒEl miedo al ÒotroÓ: la seguridad ciudadanaÓ 129
s—lo alcanza niveles de alarma pœblica bajo condensa en la imagen del delincuente
el rŽgimen democr‡tico. drogado; Žl simboliza la pŽrdida de todo
lazo social y de toda norma moral.

El sentimiento de inseguridad Ahora bien, el aumento notable del miedo al


delito y a la violencia en los a–os recientes
Las encuestas de opini—n confirman los no corresponde, segœn vimos, a un incre-
sentimientos que afloran en los grupos de mento similar de la delincuencia. La
discusi—n: la inseguridad cotidiana est‡ aso- encuesta CEP-PNUD de 1997 permite
ciada a la delincuencia. Casi ocho de cada contrastar la percepci—n de los entrevistados
diez personas entrevistadas por CEP-PNUD acerca de las probabilidades de ser v’ctima y
en julio de 1997 estiman muy probable o el nœmero de veces que ellos fueron efec-
medianamente probable que pueda ser v’cti- tivamente v’ctimas de un delito. En el
ma de un robo o intento de robo en la calle, CUADRO 21 se indica una proporci—n
seis de cada diez presumen que ello les significativa, pero el hecho deviene motivo
puede ocurrir en su hogar, la mitad de las de alarma a ra’z de ciertas razones
mujeres entrevistadas temen ser v’ctimas de adicionales
una violaci—n o agresi—n sexual y cuatro de
cada diez entrevistados consideran muy o Al sentimiento generalizado de inseguridad
medianamente probable otro tipo de agre- contribuye, por una parte, el hecho de ser
si—n (pandillas, etc.). Segœn vimos en el agredido en m‡s de una ocasi—n; un 5,3% de
ac‡pite anterior, dicho miedo es proyectado dichos entrevistados hab’a sufrido dos o m‡s
sobre el otro. La imagen del otro es la de robos sin violencia en un lugar pœblico y
un agresor potencial que amenaza en 2%. fueron v’ctimas de dos o m‡s asaltos en
cualquier momento y en cualquier lugar. El el hogar. Tales situaciones potencian el
miedo a una violencia descontrolada se sentimiento de vulnerabilidad. Por otra

CUADRO 21
Probabilidad percibida de ser v’ctima, y v’ctimas
efectivas de un delito

A. ÀCu‡n probable cree que Ud. o alguien de su hogar pueda ser v’ctima de..?
Muy probable/ poco probable/ NSNC
bastante probl. muy improbl.
Robo en calle,locomoci—n 78,1 20,9 0,9
Robo al interior hogar 61,8 37,0 1,2
Agresi—n sexual/violaci—n 47,2 51,0 1,8
Otro tipo de agresi—n 39,8 58,5 1,7

B. ÀCu‡ntas veces en los œltimos doce meses ha sido Ud. o algœn miembro de su hogar
v’ctima de..?
Una o m‡s No fue
veces v’ctima

Robo sin violencia en calle 17,4 82,2


Robo con violencia en calle 6,0 93,7
Robo sin violencia en hogar 6,0 92,6
Robo con violencia en hogar 0,3 99,3
Agresi—n sexual, violaci—n 0,9 98,8
Otro tipo de agresi—n 2,5 96,9

Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD, 1997

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 130


parte, es un hecho novedoso que las cuarta parte de las entrevistadas hizo
v’ctimas pertenecen a todos los grupos denuncia. La percepci—n de que el delito
sociales. Las v’ctimas de robo sin violencia queda sin sanci—n posiblemente influya en
tanto en la calle como en el hogar perte- la evaluaci—n negativa que hace la sociedad
necen preferentemente al nivel socio- del poder judicial. En todo caso, genera
econ—mico alto (32% y 13%), seguido del desconfianza y acentœa el sentimiento de
nivel socioecon—mico medio (21% y 7%) y impotencia y frustraci—n. La situaci—n
del nivel socioecon—mico bajo (15% y 7%). parece estar fuera de control. No debe
sorprender entonces el pesimismo reinante.
En a–os recientes los delitos contra la Segœn encuestas de Paz Ciudadana la
propiedad aumentan significativamente en proporci—n de personas que opina que la
las comunas m‡s pudientes, mientras que los delincuencia hab’a aumentado respecto al
delitos contra las personas son m‡s nume- a–o anterior subi— de 59% en 1993 a 74% en
rosos en las comunas populares. En el 1996, para bajar al 69% en marzo de 1997
pasado parec’a existir una clara delimitaci—n (Paz Ciudadana - Adimark, 1997). Es decir,
de lo que eran lugares y grupos peligrosos. dos tercios de las personas estiman que la
La amenaza era acotada social y geogr‡fica- situaci—n va a empeorar aœn m‡s. Opini—n
mente. De los grupos de discusi—n antes tan masiva indica que, al menos en la
mencionados se desprende que la deslimi- percepci—n de la gente, los mecanismos de
taci—n actual transforma a la ciudad entera seguridad son deficientes.
en territorio hostil e incrementa la incer-
tidumbre.
CUADRO 22
A la alarma pœblica contribuyen tambiŽn los Si Ud. o alguien de su hogar fuera v’ctima
medios de comunicaci—n masiva. La de un hecho delictual grave, Àcu‡nta
"cr—nica roja" concita un amplio interŽs confianza tiene Ud. de que el o los
pœblico, y es tenue la distinci—n entre la culpables ser’an condenados en un tiempo
informaci—n detallada del acontecer social y razonable?
el relato sensacionalista. La conmoci—n es Absoluta/bastante confianza 9,0 %
todav’a mayor cuando la imagen viva del Poca/ninguna confianza 89,1 %
delito se introduce, por medio de la NS/NC 1,8 %
televisi—n, al interior del hogar. Incluso el
espacio ’ntimo aparece entonces indefenso.
Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad
Humana CEP-PNUD, 1997

La inseguridad provocada por


la impunidad

Finalmente, es menester mencionar un La seguridad pœblica


cuarto factor que incide en el sentimiento
generalizado de inseguridad: la (real o La seguridad ciudadana es considerada una
supuesta) impunidad del delito. Nueve de tarea primordial del Estado. Desde antiguo
cada diez entrevistados por CEP-PNUD en corresponde al Estado velar por "la ley y el
1997 expresaban poca o ninguna confianza orden". Para ello cuenta con el instrumen-
en que la ejecuci—n de un delito grave tario tradicional: control policial (preventivo
recibiera castigo en un tiempo razonable y represivo) y medidas legales. En relaci—n
(ver CUADRO 22). S—lo entre los con la polic’a es menester constatar la
entrevistados en zonas rurales exist’a algo permanente disminuci—n de la dotaci—n de
m‡s de confianza. Tal vez por eso solamente Carabineros e Investigaciones con respecto
algo m‡s de la mitad de los entrevistados al nœmero de habitantes. De acuerdo con
que hab’a sufrido algœn tipo de robo realiz— estimaciones de Hugo FrŸhling acerca del
la denuncia correspondiente. Las denuncias personal efectivamente operativo, en 1933 y
disminuyen cuando se trata de secuestro, 1941 hab’a un polic’a por 277 habitantes; la
venganza o alguna agresi—n por pandillas. relaci—n baj— a 440 habitantes por polic’a en
En el caso de agresi—n sexual, ni siquiera la 1990 y a 454 habitantes por polic’a en 1994.

ÒEl miedo al ÒotroÓ: la seguridad ciudadanaÓ 131


En a–os recientes, sin embargo, hubo un Fundaci—n Paz Ciudadana, en 1994 los
fuerte incremento del aporte fiscal a la labor chilenos gastaron cerca de 100.000 millones
policial. Mientras que el aporte fiscal total a de pesos en diversas medidas privadas de
Carabineros e Investigaciones disminuy— un seguridad (ver CUADRO 23 ).
13,5% entre 1986 y 1990, entre 1990 y 1996
aument— en 93%, respondiendo a las Ahora bien, segœn se desprende de los
demandas de la opini—n pœblica. A ello se grupos de discusi—n realizados, la gente se
agregan aportes municipales y privados da cuenta del c’rculo vicioso: los equipos de
(FrŸhling, H., 1997). alarma a la vez crean m‡s alarma. Se hace
evidente que la seguridad se ha vuelto un
Existe asimismo un conjunto de medidas negocio y que, en definitiva, lo que hace
legales destinadas a combatir mejor el falta es una renovaci—n de los lazos sociales.
delito. Se cre— en 1991 el Consejo Nacional
para el Control de Estupefacientes y en 1993 En efecto, la seguridad ciudadana es
la Direcci—n de Seguridad Pœblica e Infor- fundamentalmente un asunto ciudadano. No
maciones; se facilitaron los tr‡mites para obstante, la cooperaci—n ciudadana parece
denunciar delitos de hurto y robo; se limitada.
incrementaron las potestades policiales para
investigar el tr‡fico il’cito de estupefacientes La encuesta de Paz Ciudadana de 1996
y se tipificaron nuevos delitos (lavado de documenta la retracci—n al espacio privado
dinero). La iniciativa m‡s relevante, como principal reacci—n frente a la delin-
empero, concierne la amplia reforma del cuencia. Apenas la mitad de los entrevis-
poder judicial. No se trata tan s—lo de tados cuenta con la ayuda de los vecinos
perfeccionar el sistema de justicia penal sino (CUADRO 24 ). Un estudio realizado en
de simbolizar, por medio del poder judicial, tres comunas populares de Santiago confir-
la responsabilidad que asume la sociedad ma los resultados; la colaboraci—n entre
entera por la seguridad. vecinos no constituye una opci—n masiva
(FrŸhling y Sandoval, 1997). Prevalece pues
el s’ndrome de "fortaleza asediada", cada
La privatizaci—n de la seguridad cual defendiendo su hogar.

La desconfianza en los mecanismos pœbli-


cos de seguridad ha dado mayor protago-
nismo a los mecanismos privados. El CUADRO 24
creciente miedo al delito motiva conductas Medidas adoptadas para enfrentar
elusivas y medidas de seguridad domŽstica. la delincuencia
Especialmente en Santiago est‡ a la vista el
No salir de casa a ciertas horas 70%
aumento explosivo del mercado privado de
seguridad. La privatizaci—n se hace visible Reforzar la seguridad de su casa 67%
en la proliferaci—n de alarmas, en la presen- Cooperaci—n con los vecinos 51%
cia de 14.000 guardias privados, en el cierre
de calles. Acorde con un estudio de la Fuente: Paz Ciudadana 1996

CUADRO 23 El deterioro de lo pœblico


Gastos privados en seguridad, 1994
(en miles de millones de pesos) La raz—n de fondo del miedo al otro parece
Servicios privados de vigilancia 66,8
radicar en las grandes y aceleradas
transformaciones que vive la sociedad
Seguros de robo 7,7
chilena. Ellas tienen su expresi—n m‡s
Otros productos de seguridad 14,4 notoria en el deterioro de las pautas b‡sicas
de sociabilidad. El vecino, el pr—jimo,
Fuente: Paz Ciudadana 1994 aparecen como personas ajenas con las
cuales se comparte poco o nada. El

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 132


fen—meno ser‡ analizado en el pr—ximo poca o ninguna confianza en que la gente
cap’tulo, pero cabe adelantar tres resultados que pase por all’ acuda en su ayuda (ver
de la encuesta CEP-PNUD de 1997 que CUADRO 25).
revelan la atomizaci—n reinante.
En este caso, las personas de nivel
En primer lugar, llama la atenci—n que casi socioecon—mico alto son todav’a m‡s
dos tercios de los entrevistados estima desconfiadas. Incluso en la zona rural
dif’cil o muy dif’cil organizar a la gente para menos de un tercio de los entrevistados
enfrentar un problema en el barrio. S—lo en manifiestan alguna confianza. Estas cifras
el sector socioecon—mico alto y en la zona desoladoras se–alizan cu‡n resquebrajado se
rural se encuentra algo m‡s de confianza en encuentra el cuidado del otro en los espacios
poder organizar a los vecinos. compartidos.

En segundo lugar, resalta el hecho de que la Precisamente la esfera pœblica es uno de los
gente suele confiar s—lo en su propia ‡mbitos da–ados por los cambios sociales.
familia. Casi seis de cada diez entrevistados En Chile se ha deteriorado ese ‡mbito en
no conf’an en que alguien que no pertenezca que estar juntos exterioriza una pasi—n y un
a su hogar le ayudar‡ a solucionar un interŽs compartido por la vida en comœn.
problema. Nuevamente las personas de Cuando los chilenos acuden a un centro
zonas rurales y de nivel socioecon—mico comercial o un estadio de fœtbol - los
alto se declaran m‡s confiadas en recibir nuevos lugares pœblicos - tal vez compartan
ayuda externa. emociones, pero no un bien pœblico. El gran
dinamismo de la sociedad chilena descansa
El tercer resultado concierne a la fuerte des- sobre estrategias individuales, no sobre un
confianza cuando se trata de esperar ayuda animus societatis. Parecer’a no existir un
frente a una agresi—n en un lugar pœblico. "nosotros" capaz de hacerse cargo de la vida
Casi nueve de cada diez entrevistados tienen en sociedad.

CUADRO 25
La fragilidad del ÒnosotrosÓ

Sociabilidad: Evaluaci—n Evaluaci—n NS/NR


La fragilidad del ÒnosotrosÓ positiva negativa

Confianza en recibir ayuda


de los dem‡s 41,5 40,7 0,9

Facilidad para organizar


la gente 35,5 63,4 1.2

Confianza en recibir ayuda


ante la agresi—n 11,7 87,7 0,7

Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD, 1997

ÒEl miedo al ÒotroÓ: la seguridad ciudadanaÓ 133


CAPITULO 6

Nosotros:
sociabilidad y comunicaci—n

ÒNosotros: sociabilidad y comunicaci—nÓ 135


NOSOTROS: SOCIABILIDAD Y
COMUNICACION

La Seguridad Humana es un objetivo que En este cap’tulo se intentar‡ avanzar en la


surge desde la sociedad misma. S—lo las caracterizaci—n del estado de la subjetividad
personas, organizadas subjetivamente en un colectiva en el pa’s y de las potencialidades
ÒnosotrosÓ colectivo, pueden operar como y amenazas que ella enfrenta. La fortaleza
un sujeto que se instala reflexivamente de la subjetividad colectiva descanza en una
sobre las tendencias aut—nomas de la moder- diversidad de factores muy din‡micos. Aqu’
nizaci—n. Ello es la base que asegura que las se consideraran aquellas dos dimensiones
personas sean los verdaderos sujetos y que est‡n a la base de la capacidad de la
destinatarios del desarrollo. Por esta raz—n el subjetividad para constituirse en un Ònoso-
Informe Mundial de Desarrollo Humano de trosÓ colectivo: la sociabilidad y la comu-
1994 afirma que Òla Seguridad Humana es nicaci—n pœblica. Con este fin se sistema-
un componente cr’tico del desarrollo con tizar‡ la informaci—n emp’rica existente y
participaci—nÓ. actual y se expondr‡n los resultados
pertinentes de la encuesta sobre Seguridad
Lo que est‡ en juego mediante el control Humana realizada especialmente para este
activo que las personas y grupos pueden informe en conjunto por el CEP y el PNUD.
ejercer sobre las estructuras de su sociedad
es finalmente la ampliaci—n o reducci—n del Dada la complejidad del fen—meno,
espacio de que ellas disponen para la reali- cualquier intento por ofrecer una caracteri-
zaci—n personal y colectiva. Un ÒnosotrosÓ zaci—n del estado de la subjetividad en
dŽbil deja paso a una instrumentalizaci—n de Chile, especialmente en lo que se refiere a
la subjetividad por las tendencias autorre- su trama colectiva, es necesariamente par-
feridas de los sistemas econ—micos y pol’ti- cial. Este cap’tulo debe considerarse una
cos. Como se ha visto, ello es una fuente primera aproximaci—n a los efectos de la
primordial de inseguridad y malestar social. modernizaci—n sobre la subjetividad y sus
Por esta raz—n la Seguridad Humana en una tramas colectivas.
sociedad en proceso de modernizaci—n
depende en un grado muy importante de la
solidez de la subjetividad colectiva. 1. NOSOTROS Y LOS OTROS: EL
ESTADO DE NUESTRA
SOCIABILIDAD

Participaci—n y Desarrollo Humano Sociabilidad es la producci—n y activaci—n


de v’nculos cotidianos entre los individuos
ÒLa participaci—n significa que la gente intervenga estrechamente en
los procesos econ—micos, sociales, culturales y pol’ticos que afectan que se sustentan en el mutuo reconoci-
sus vidasÓ. miento como participantes de una comuni-
dad de saberes, identidades e intereses. La
La participaci—n, desde la perspectiva del Desarrollo Humano, es al sociabilidad es regulada. Ella se organiza en
mismo tiempo un medio y un fin. El Desarrollo Humano hace torno a v’nculos y redes m‡s o menos
hincapiŽ en la necesidad de invertir en las capacidades humanas y
estables y est‡ dotada de significados con un
despuŽs asegurar que esas capacidades se utilicen en beneficio de
todos. En ello corresponde una importante funci—n a la mayor grado importante de permanencia. Esa
participaci—n: ayuda a elevar al m‡ximo el aprovechamiento de las regularidad proporciona al ÒnosotrosÓ colec-
capacidades humanas y, por ende, constituye un medio de elevar los tivo una estabilidad, y con ello una
niveles de desarrollo social y econ—mico. Pero el Desarrollo Humano identidad en el tiempo, m‡s all‡ de los
se ocupa tambiŽn de la satisfacci—n personal. De forma que la vaivenes propios de las condiciones de vida
participaci—n activa, que permita a la gente realizar todo su potencial de las personas o grupos particulares.
y aportar su mayor contribuci—n a la sociedad es tambiŽn un fin en s’
mismoÓ.
La sociabilidad no excluye diferencias y
PNUD, Informe Mundial de Desarrollo Humano, 1993 conflictos, m‡s bien supone la existencia de
cierta reciprocidad, de cierta comunidad de

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 136


interpretaciones y de confianzas mutuas que
dan un cauce y sentido a los conflictos. CUADRO 26
En relaci—n a la justicia
Se pueden distinguir dos ‡mbitos en los que 199 1 1994
se despliega la sociabilidad. Un primer Funciona
‡mbito es la sociabilidad vertical. Ella se Bien 26,7 26,8
refiere a las relaciones cotidianas de las Favorece siempre
personas con las instituciones y sus repre- a los poderosos 62,6 69,0
sentantes. La sociabilidad vertical se orga- Para gente como
niza mediante un doble v’nculo. Por una yo no existe 43,1 36,8
parte un v’nculo de representaci—n, a travŽs
el cual los individuos son reconocidos por Fuente: Encuestas Participa, 1991-1994
las instituciones. Por la otra un v’nculo de
participaci—n, gracias al cual los individuos
se hacen parte y adhieren a las identidades y CUADRO 27
proyectos ofrecidos por las instituciones. En relaci—n al Congreso
Una fuerte sociabilidad vertical permite la
complementariedad entre la subjetividad y 1991 1994
El Congreso funciona
los sistemas sociales, otorg‡ndole a la Bien 54,7 37,5
modernizaci—n legitimidad y un sustento
cultural de largo plazo. Por el contrario, una Parlamentarios s—lo se
preocupan en elecciones 54,8 74,9
sociabilidad vertical dŽbil contribuye al
desencanto y desafecci—n social y mina la Tiene que haber m‡s
legitimidad de las instituciones. contacto entre la gente y 79,8 85,5
el Congreso
Un segundo ‡mbito es la sociabilidad hori- A la gente como yo las
zontal, que se refiere a las relaciones entre leyes no les ayudan 40,9 39,4
las personas en cuanto individuos. La socia-
Fuente: Encuestas Participa, 1991-1994
bilidad horizontal descansa b‡sicamente en
la cotidianidad de los encuentros Òcara a
caraÓ entre las personas. All’ se establecen y
experimentan las formas m‡s b‡sicas del CUADRO 28
reconocimiento, del afecto, del apoyo y del En relaci—n a los partidos pol’ticos
sentido.
1991 1994
Son indispensables
Para la democracia 63,0 55,4
La sociabilidad vertical: el v’nculo entre
En Chile funcionan
las personas e instituciones sociales Bien 39,8 24,8

Entre el reconocimiento que las institu- En Chile los partidos s—lo


persiguen sus intereses 50,0 65,1
ciones entregan a las personas (v’nculo de
representaci—n) y el reconocimiento que las
personas entregan a las instituciones (v’ncu- Fuente: Encuestas Participa, 1991-1994
lo de participaci—n) no hay relaciones de
causalidad definida; cualquiera puede ser
facilitadora u obstaculizadora de la otra. En que el grado de democracia en la generaci—n
todo caso se condicionan y requieren del poder pœblico es un primer indicador
mutuamente. b‡sico de ese reconocimiento.

El proceso de transici—n a la democracia que


Representaci—n y reconocimiento social ha iniciado el pa’s desde 1988 ha significado
una ampliaci—n decidida de la repre-
Describir el grado en que las instituciones sentaci—n social. En efecto, desde entonces
objetivamente reconocen a las personas es el pa’s ha sido convocado en diez oportu-
una tarea muy compleja. Sin embargo, en la nidades a manifestar sus preferencias en
sociedad moderna se puede dar por sentado relaci—n con sus representantes pol’ticos o a

ÒNosotros: sociabilidad y comunicaci—nÓ 137


las reformas de la Constituci—n. Como resul- instituciones privadas. El centro de Estudios
tado de esa ampliaci—n de la representaci—n, CERC pregunt— en sus estudios de opini—n
hoy, despuŽs de muchos a–os de la existen- pœblica de los a–os 1990 y 1995 si las
cia de autoridades designadas, ocupan sus grandes empresas privadas, las grandes
cargos mediante procesos electorales empresas pœblicas, las asociaciones gremia-
competitivos, abiertos e informados, el les de empresarios y la CUT se preocupan
Presidente de la Repœblica, los parlamen- m‡s del pa’s o se preocupan m‡s de sus
tarios, los alcaldes y concejos municipales. propios intereses, sin importarles el pa’s. La
TambiŽn se ha ampliado la representaci—n respuesta se observa en el CUADRO 29.
en organizaciones sociales como las federa-
ciones de estudiantes universitarios y la
Confederaci—n Unitaria de Trabajadores, los Participaci—n social
rectores y otras autoridades universitarias,
las asociaciones gremiales de empresarios. Junto a la representaci—n de las necesidades
Son tambiŽn fruto de negociaciones entre de las personas por las instituciones, tiene
autoridades elegidas los cargos de institucio- lugar la participaci—n de las personas en
nes pœblicas como el Banco Central, el ellas. La participaci—n efectiva en organiza-
Consejo Nacional de Televisi—n, los ciones sociales voluntarias puede evaluarse
miembros integrantes de la Corte Suprema a partir de tres indicadores: la participaci—n
de Justicia , etc. en organizaciones sociales no pol’ticas, la
participaci—n en partidos pol’ticos y la
A pesar de esta clara ampliaci—n de la afiliaci—n a sindicatos.
representaci—n la gente percibe que sus
intereses y necesidades no son adecuada- La participaci—n de los chilenos en organi-
mente reconocidos por las instituciones zaciones sociales es baja. Segœn datos del
pœblicas. La serie de encuestas realizadas Latinobar—metro de 1996, uno de cada dos
por Participa entre 1991 y 1994 (ver chilenos no participa en ninguna organiza-
CUADRO 26 a 28) muestran que la ci—n social, incluidos los partidos pol’ticos.
percepci—n de desvinculaci—n entre los Las organizaciones de mayor convocatoria
intereses de la gente y la acci—n de la son las de tipo religioso, deportivo y de
justicia, del Congreso y de los partidos po- beneficencia. En el caso de estas organiza-
l’ticos es siempre mayor que la evaluaci—n ciones la participaci—n suele reducirse a la
positiva de esas instituciones y que esa asistencia algunas veces en el a–o a eventos
percepci—n tiende a aumentar en el tiempo. pœblicos o a la colaboraci—n en dinero o en
especies. Las organizaciones religiosas son
Esta percepci—n de disonancia de intereses las que poseen la m‡s alta convocatoria y en
entre las instituciones y la gente o el pa’s se total ella es de aproximadamente una de
acentœa fuertemente cuando se refiere a las cada cuatro personas.

La afiliaci—n actual a partidos pol’ticos,


medida indirectamente a travŽs de encues-
CUADRO 29
ÀÉlas siguientes organizaciones se preocu- tas, oscila entre 5,8 para 1994 segœn la
preocupan m‡s de sus propios intereses sin encuesta Participa y el 2% para 1996 segœn
importarles el pa’sÉ? el Latinobar—metro. Considerando datos
(Afirmaciones positivas) hist—ricos, la participaci—n en partidos pol’-
1990 1995 ticos ha descendido. La serie hist—rica de
estudios de opini—n pœblica realizada por
Empresas privadas 78,7 % 79,5 % Eduardo Hamuy muestra que entre los a–os
1961 y 1973 la pertenencia a partidos
Empresas pœblicas 45,6 % 51,0 %
pol’ticos oscilaba entre el 9% y el 11% de la
Asociaciones de empresarios 58,9 % 59,6 % poblaci—n.

CUT 28,5 % 51,0 % La afiliaci—n de los trabajadores a los


sindicatos, que para el a–o 1996 era de un
Fuente: Encuestas CERC, 1990, 1995 12,4 de la fuerza de trabajo ocupada, ha
comenzado a experimentar un lento

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 138


descenso luego de la reactivaci—n de la Con una de cada dos personas con algœn
actividad y afiliaci—n sindical en el contexto tipo de participaci—n o vinculada a una
de la redemocratizaci—n (ver GRAFICO 31). organizaci—n social de tipo voluntaria, Chile
ocupa una posici—n intermedia entre los
pa’ses ibero-americanos, donde en Argen-
GRAFICO 31 tina uno de cada cuatro y en Bolivia tres de
Tasa de sindicalizaci—n, 1985-1995 cada cuatro participan en organizaciones.
Sin embargo, segœn datos del Latino-
bar—metro de 1996, Chile se compara desfa-
16
vorablemente en la participaci—n en partidos
pol’ticos, donde posee, junto a Perœ y
14
Espa–a, el ’ndice m‡s bajo.
12

10
El interŽs en la participaci—n

8 La participaci—n en las organizaciones


sociales tiene una dimensi—n subjetiva
1987 1989 1991 1993 1995
expresada en el interŽs de las personas por
1986 1988 1990 1992 1994 1996
participar.
AFILIACION SINDICAL
En general, los estudios muestran que el
Fuente: Tapia y Direcci—n del Trabajo. Cit. por OIT, 1997
interŽs declarado de la gente por participar
es mayor que su participaci—n efectiva. El
Latinobar—metro de 1996 muestra que entre
aquellos que no participan en organiza-
GRAFICO 32
Nivel de interŽs en la pol’tica, 1991-1994 ciones existen tres razones principales para
no hacerlo: problemas de tiempo, la
1991
inexistencia de organizaciones que motiven,
y falta de interŽs. (Latinobar—metro, 1996)

41,1 23,2 En relaci—n con el interŽs en la participaci—n


pol’tica a travŽs de las elecciones, la
encuesta DESUC-COPESA de noviembre
de 1996 revel— que un 23,4 por ciento de las
36,7
personas en edad de votar no hab’a votado,
y entre los que lo hab’an hecho un 29,1 por
ciento no habr’a votado si el voto hubiera
sido voluntario. Esto significa que un 52,5
Alto Medio Bajo
por ciento de las personas en edad de votar
no ten’an interŽs en hacerlo.
1994
Sobre la base de sus estudios de opini—n de
37,0 1991 a 1994 la Corporaci—n Participa elabo-
16,4
r— un ’ndice de interŽs en la pol’tica en Chile
de acuerdo con la relaci—n de las personas
con la informaci—n y conversaci—n sobre
pol’tica. Ese ’ndice muestra no s—lo un
interŽs de medio a bajo, sino tambiŽn su
46,6 descenso en el tiempo (ver GRAFICO 32).

Refuerzan esta informaci—n los datos acerca


de la identificaci—n de las personas con los
Alto Medio Bajo partidos pol’ticos existentes. La serie
Fuente: Encuestas Participa, 1991-1994 elaborada para los a–os desde 1991 hasta
1996 a partir de las encuestas de opini—n

ÒNosotros: sociabilidad y comunicaci—nÓ 139


pœblica del CEP revela un aumento de la Sugiere tambiŽn que para las personas la
proporci—n de aquellos que no se identifican participaci—n social no s—lo es un instru-
con ningœn partido (ver GRAFICO 33). mento frente a las instituciones sociales,
sino que tambiŽn realiza la necesidad de un
encuentro cooperativo con otros. Sin otros
dispuestos al encuentro y sin la expectativa
GRAFICO 33 de un mutuo reconocimiento la participaci—n
Identificaci—n con algœn partido pol’tico, 1991-1996 pierde parte importante de su sentido.

100
2. LA SOCIABILIDAD HORIZONTAL:
80 EL VINCULO ENTRE LAS
60 PERSONAS

40 El v’nculo cotidiano entre las personas es la


20 trama b‡sica que hace a la sociedad. La
0 regularidad y regulaci—n, en parte organi-
zada y en parte espont‡nea, de esos v’nculos
ABR/92 DIC/92 JUN/93 NOV/93 JUN/95 JUN/96
DIC/91 AGO/92 MAR/93 OCT/93 NOV/94 NOV/95
conforma el "nosotros" social, a partir del
cual las personas se reconocen rec’proca-
SE IDENTIFICA
mente, se comunican e interactœan.
NO SE IDENTIFICA
La sociabilidad horizontal es un fen—meno
Fuente: CEP, Estudios nacionales de opini—n pœblica, 1991-1996
mœltiple y complejo. Ella puede describirse
segœn los ‡mbitos en que se despliega,
segœn los niveles de reflexividad y verba-
El interŽs hacia la pol’tica y la identificaci—n lizaci—n implicados, segœn su grado de
con los partidos pol’ticos no depende s—lo regulaci—n cotidiana o segœn el nœmero de
de la imagen que ellos proyectan de s’ personas participantes en ellas. Para los
mismos. Depende tambiŽn de la imagen que efectos de esta descripci—n ordenaremos las
se tiene de la disposici—n cooperativa de la sociabilidad en tres campos: la sociabilidad
gente. Segœn los datos de la encuesta CEP- interpersonal, aquella en que el eje del
PNUD sobre Seguridad Humana de 1997, la v’nculo es una relaci—n yo-otro; la
no identificaci—n de las personas con los sociabilidad ampliada por redes, donde los
partidos pol’ticos est‡ asociada a la v’nculos est‡n definidos por la participaci—n
percepci—n de que la gente tiene una baja en una red m‡s o menos amplia de inter-
disposici—n para organizarse y ayudarse cambio de bienes materiales y simb—licos; la
mutuamente. sociabilidad colectiva, aquella definida por
la conformaci—n de un "nosotros" en
Sin una sociabilidad fuerte que sustente a la espacios pœblicos, donde lo colectivo tiene
acci—n colectiva y que dŽ eficacia a la preeminencia sobre lo individual. Esta
participaci—n, Žsta parece poco interesante. distinci—n tiene un fin puramente descrip-
tivo. En la vida cotidiana, si bien esos tres
momentos tienen sus especificidades, cada
uno de ellos est‡ tambiŽn presente en la
ÒEl hombre es apol’tico. La pol’tica nace en ocurrencia de los otros.
el entre-los-hombres, por tanto comple-
tamente fuera del hombre. De ah’ que no
haya ninguna substancia propiamente
La sociabilidad interpersonal
pol’tica. La pol’tica surge en el entre y se
establece como relaci—nÓ
La sociabilidad interpersonal se refiere al
Hannah Arendt, ÀQuŽ es la pol’tica?, campo amplio de las relaciones que
Barcelona, Paid—s, 1997 entablamos tanto con conocidos como con
desconocidos en cuanto individuos. Un
elemento b‡sico en la configuraci—n de esas

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 140


relaciones es la confianza, es decir la
disposici—n hacia el otro que resulta de la GRAFICO 34
creencia en que Žl se comportar‡ de modo Percepci—n de los extra–os
predecible en raz—n de las reglas que
definen al "nosotros", y que su actitud ser‡ 91,1
de cooperaci—n y excluir‡ la agresi—n.

En la sociedad moderna se debe intercam-


biar cada vez m‡s con an—nimos a la vez
que es necesario intercambiar m‡s intensa-
mente con ellos. Por eso en los procesos de
modernizaci—n no basta, aun cuando es
indispensable, la existencia de fuertes 0,7
8,2
v’nculos de confianza al interior de
"nosotros" restringidos. Es necesario tam-
biŽn un grado fuerte de confianza entre
HAY QUE TENER
desconocidos. Una dimensi—n b‡sica de la
Seguridad Humana es esa complemen- SE PUEDE CONFIAR EN LA
tariedad tan dificil como ineludible para la NO CONTESTA
modernidad, entre anonimato y confianza.
Fuente: DESUC-COPESA, 1995
Sin embargo, en Chile el nivel de descon-
fianza interpersonal es alto. Segœn el estudio
DESUC-COPESA de 1995, s—lo el 8,2 por desconf’a de la informaci—n que obtiene a
ciento de los entrevistados de una muestra travŽs de la conversaci—n con otras
de grandes ciudades del pa’s cree que se personas. A esto se agrega que la confianza
puede confiar en la mayor’a de las personas. en las personas como fuente de informaci—n
(GRAFICO 34). es inferior a la confianza en otros medios,
tales como radio, televisi—n o revistas.
Esto se compara desfavorablemente con los
resultados de encuestas anteriores realizadas Un alto grado de confianza interpersonal es
en Chile. En 1961 un estudio representativo expresi—n del vigor del "nosotros" que
someti— al juicio de los entrevistados la regula nuestras relaciones. Ello permite
frase "no se puede confiar en la gente". descansar en la regulaci—n social del v’nculo
Sumando los distintos grados de acuerdo, la y profundizar en la particularidad de la
respuesta afirmativa arroj— un 65,1 por relaci—n inmediata. Un ÒnosotrosÓ fuerte
ciento. (Encuesta Hamuy, 1961) favorece entonces no s—lo la confianza, sino
tambiŽn la intimidad y la espontaneidad.
El grado actual de desconfianza interper-
sonal en Chile es confirmado por el Latino- La desconfianza, por el contrario, es
bar—metro. En este aspecto no parecen expresi—n de la debilidad del "nosotros"
existir diferencias significativas con los colectivo. Los datos de la encuesta CEP-
otros pa’ses de la regi—n. (Latinobar—metro PNUD de 1997, revelan una percepci—n
1996) pesimista de la gente respecto del vigor del
ÒnosotrosÓ como fuente de apoyo,
Los niveles de confianza interpersonal en protecci—n y acci—n mancomunada (ver
los pa’ses de AmŽrica Latina son menores CUADRO 30).
que los de los pa’ses desarrollados, donde
adem‡s puede apreciarse una mejor’a entre La desconfianza en los otros forma parte de
1981 y 1990. (Halman L., 1995) un mismo fen—meno junto con la debilidad
del "nosotros". All’ la confianza se reduce y
Una dimensi—n importante de la confianza retrae a los contactos m‡s intensos,
interpersonal descansa en la credibilidad de normalmente familiares. El resto de la gente
la informaci—n aportada por los otros. La pasa a engrosar el campo de los ÒotrosÓ
encuesta CEP-PNUD de 1997, revela que el an—nimos. De ellos tiende a esperarse m‡s
69,3 por ciento de los entrevistados una actitud agresiva que una cooperativa.

ÒNosotros: sociabilidad y comunicaci—nÓ 141


de la integraci—n social en sociedades
din‡micas (Adler, L. 1994; Moser, C.
CUADRO 30
La debilidad del ÒnosotrosÓ 1996).

Segœn un estudio de 1996 del Consejo


Sociabilidad: La Evaluaci—n Evaluaci—n NS/NR Nacional para la Superaci—n de la Pobreza
debilidad del positiva negativa (CNSP), las redes sociales favorecen el
ÒnosotrosÓ
aprovechamiento de las oportunidades
Confianza en recibir sociales y con ello de la movilidad social
ayuda de los dem‡s 41,5 % 57,7 % 0,9 % cuando implican v’nculos diversos y en
constante ampliaci—n m‡s all‡ del c’rculo
Facilidad para inmediato de la familia. De acuerdo con los
organizar a la gente 35,5 % 63,4 % 1,2 % resultados del estudio de la CNSP, el 53 %
de las familias encuestadas cuenta con redes
Confianza en recibir
ayuda ante la 11,7 % 87,7 % 0,7 % de apoyo social m‡s all‡ del hogar y su
agresi—n composici—n se correlaciona positivamente
con la movilidad social de sus miembros. El
mundo de los que en los œltimos a–os han
Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana, CEP-PNUD, 1997
permanecido pobres cuenta con redes
sociales menos extensas que las de las clases
medias y de los que han salido de la
condici—n de pobreza.
Por lo mismo hay que estar vigilante y
avanzar temerosamente en una relaci—n que
La solidez de las redes sociales depende
se percibe precaria. En la desconfianza hay
tambiŽn de su car‡cter expansivo; mientras
distancia calculada y calculante, por lo
m‡s miembros nuevos en posiciones m‡s
mismo no es lugar propicio ni para la
distantes incorpore la red, mayor capacidad
intimidad ni para la espontaneidad. En
tendr‡ ella para movilizar recursos escasos.
concreto, desconfianza significa que se
En este aspecto los datos revelan la
percibe al otro m‡s como un posible agresor
asociaci—n entre expansi—n de la red y
que como un posible colaborador y vivir
capacidad de movilidad social: los grupos
desconfiado significa que se percibe al
m‡s pobres ofrecen escasos nuevos
c’rculo de los agresores como notablemente
contactos.
m‡s amplio y poderoso que el de los
colaboradores.

Las redes de sociabilidad CUADRO 31


Acceso a nuevos c’rculos sociales,
Las redes sociales son aquellas estructuras segœn pautas de movilidad social,
de sociabilidad a travŽs de las cuales 1994-1996
circulan bienes materiales y simb—licos
CONOCE
entre personas m‡s o menos distantes. Es el
NUEVA Si No
v’nculo que permite a la madre dejar a su GENTE conoce conoce
peque–o hijo con la vecina cuando debe
llevar a la hija al policl’nico, el que permite Siempre 25,5 % 74,5 %
a un padre empresario solicitar trabajo para pobre
un hijo a otro colega gremial. Las redes de
Emergente 28,7 % 71,3 %
sociabilidad operan como uno de los
recursos b‡sicos de supervivencia de Capa
familias en condiciones de precariedad. Es media 41,1 % 58,9%
tambiŽn uno de los mecanismos importantes
de movilidad social y del aprovechamiento TOTAL 35,5 % 69,5 %
de oportunidades. De esta manera la solidez
de las redes sociales, o capital social como Fuente: Encuesta CNSP, 1996
tambiŽn se le suele denominar, representa
un indicador de primer orden de la calidad

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 142


El tipo de redes sociales var’a segœn la
caracterizaci—n sociodemogr‡fica de la
CUADRO 32
Composici—n de las redes sociales persona que la conforma y del tipo de
de apoyo, segœn pautas de movilidad problema que la lleva a ocuparla. El estudio
social, 1994-1996 CEP-PNUD sobre la Seguridad Humana
recogi— datos sobre redes de apoyo. Para
ello se tomaron en cuenta el tipo de
COMPOSI- No Parien- S—lo
problemas que motiva la utilizaci—n de una
CION RED parien- tes hogar
SOCIAL tes red y el tipo de red segœn parentesco de sus
integrantes.
Siempre
pobre 10,4 40,7 48,9 Los resultados muestran que las redes de
apoyo tienden a establecerse esencialmente
Emergente 8,3 40,7 50,9
sobre la base de familiares y en menor grado
Capa de amigos. Los j—venes son una relativa
media 26,6 33,1 40,3 excepci—n, pues ellos tienden a incorporar
tambiŽn a personas desconocidas contac-
TOTAL 14,3 38,7 47,1 tadas a travŽs de terceros conocidos. Esto
coincide con que son los j—venes quienes
Fuente: Encuesta CNSP, 1996 poseen las redes m‡s amplias.

GRAFICO 35
Redes de apoyo

A A
t a d A
A
t t
a s
F F F
F s t
s a d
d a s

Tipos de problema

a : Afectivo s: Salud
A t: Trabajo d: Dinero
s
t
F uentes de apoyo principales
F
t F: Familia
a F a A : Amigos y conocidos
s
d A
Fuente: PNUD en base la Encuesta nacional
CEP-PNUD, 1997
(ver Anexo Metodol—gico)

ÒNosotros: sociabilidad y comunicaci—nÓ 143


Las mujeres tienden a segmentar sus redes que ver con la creciente importancia de los
de apoyo entre amigos para problemas medios de comunicaci—n de masas en la
afectivos y familia para el resto de los representaci—n de las ideas, mensajes y
problemas. En el mundo rural tiende a disputas pol’ticas. Segœn la encuesta CERC
producirse una segmentaci—n similar. Por de diciembre de 1997, en la reciente
diferencia con los otros estratos, el grupo campa–a parlamentaria mientras ocho de
socioecon—mico bajo segmenta sus redes cada diez entrevistados recibieron informa-
entre amigos para problemas laborales y ci—n escrita sobre los candidatos, uno de
familia para el resto. cada dos vio en algœn momento la franja
pol’tica en televisi—n y uno de cada diez
La sociabilidad pœblica particip— en algœn acto o manifestaci—n de la
campa–a. Es de destacar que, siguiendo la
El "nosotros" no s—lo se experimenta a tendencia del debilitamiento de los actos
travŽs de relaciones de cooperaci—n y apoyo pœblicos, la campa–a electoral de diciembre
interpersonal o a travŽs de la participaci—n de 1997 no conoci— actos masivos.
en organizaciones. El ÒnosotrosÓ que surge
de la sociabilidad se experimenta tambiŽn El pœblico religioso
de modo directo mediante su representaci—n
en el espacio pœblico. En la concentraci—n Una forma tradicional de representaci—n de
pol’tica, la peregrinaci—n religiosa, el espec- identidades pœblicas en Chile han sido las
t‡culo art’stico, est‡ representado de manera manifestaciones y celebraciones religiosas.
concreta el ÒnosotrosÓ. El tiene una dimen- En este campo existen pocos datos fiables y
si—n ritual y festiva que hace posible su menos aœn series hist—ricas. Sin embargo, la
visibilidad directa. All’ se hacen tambiŽn s’ntesis de estudios emp’ricos realizados por
visibles las reglas, s’mbolos y pasiones que el IX S’nodo de la Iglesia Cat—lica de
lo organizan y movilizan. Santiago muestra que la asistencia regular
de los cat—licos a misa bordea el 12%,
El pœblico pol’tico frente a un 50% de los evangŽlicos. A esto
hay que sumar el sostenido descenso del
Un primer aspecto de f‡cil constataci—n es la nœmero de aquellos que se declaran
pŽrdida de masividad de los actos pœblicos cat—licos. Llama la atenci—n por el contrario
de tipo pol’tico o reivindicativo. Junto con el explosivo crecimiento de los creyentes
especializarse sus temas, se reduce tambiŽn evangŽlicos y de sus lugares de culto.
la asistencia a ellos. Las manifestaciones Mientras en el a–o 1950 los cat—licos
convocadas en nombre de la defensa de declarados eran 89,8% y los evangŽlicos el
intereses generales convocan escaso pœbli- 3,9% de la poblaci—n, el a–o 1992 esas
co. Salvo la manifestaci—n contra los expe- cifras eran 76,1% y 11,2%, respectivamente.
rimentos nucleares de Francia en el Pac’fico (Arzobispado de Santiago, 1995). Segœn
realizada en 1995, y a la que segœn estima- cifras del Latinobar—metro, Chile posee el
ciones de Greenpeace asistieron unas 10 mil m‡s alto porcentaje de poblaci—n evangŽlica
personas, no se han realizado actos de de AmŽrica Latina. (Latinobar—metro, 1996)
convocatoria similar en los œltimos a–os.
El pœblico de los deportes y espect‡culos
El proceso eleccionario que inici— la
transici—n democr‡tica conoci— cierto auge El fœtbol forma parte tambiŽn de las
de expresiones masivas, pero ellas decaye- actividades pœblicas que mayor interŽs
ron luego. De acuerdo con los datos del suscitan en el pa’s. La participaci—n en
Latinobar—metro de 1996, a nivel latinoame- clubes de fœtbol locales o de barrio es una
ricano los chilenos se encuentran entre de las formas m‡s importantes de partici-
aquellos que menos han participado en paci—n organizada de los chilenos. A pesar
manifestaciones pœblicas y que menos de que el interŽs y la comunicaci—n social en
disposici—n tienen a participar en ellas en el torno al fœtbol han experimentado un
futuro. explosivo aumento, la asistencia a los
estadios, baja en relaci—n con la capacidad
Un aspecto importante del debilitamiento de instalada, no ha variado en los œltimos a–os
la sociabilidad pœblica de tipo pol’tico tiene (ver GRAFICO 36).

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 144


GRAFICO 36 ÀQuŽ representa para ti la barra?
Asistencia de pœblico
Campeonato Nacional de Fœtbol - Primera Divisi—n "El espacio en que comparto, en
que me siento identificado con
muchas cosas, el mismo hecho que
sea reconocido dentro de la barra
me produce una satisfacci—n y que
110
por ejemplo la barra sea un nœcleo
en general, y en particular son
100 grupos... donde uno vive o grupos
de amigos y en ese sentido el
90 hecho de ser parte importante del
grupo de mi barrio, de mi poblaci—n
80 es tambiŽn motivante".
1991 1993 1995
1990 1992 1994 1996

INDICE DE ASISTENCIA: (BASE 1990=100) "Conejo", miembro de la barra


"Los de Abajo", en Astudillo;
Bustos, 1997
Fuente: Asociaci—n Nacional de Fœtbol Profesional, 1997

TambiŽn debe mencionarse un nuevo


fen—meno en el paisaje de la sociabilidad
GRAFICO 37
pœblica chilena: las barras de fœtbol. Ellas Asistencia de pœblico a los cines
expresan formas de compromiso mutuo y
de identidad muy altas, al mismo tiempo
que con un bajo nivel de regulaci—n. Se trata
de espacios en los que por un instante los 1991 1992 1993
j—venes recrean con especial fuerza las
expresiones pœblicas de identidad que el 9.976.962 8.433.957 8.024.451
resto del tiempo parecen estar negadas por
una individuaci—n creciente. La intensidad
de su representaci—n, violenta a ratos, es
simult‡neamente presencia de un ÒnosotrosÓ
y protesta por su imposibilidad fuera de los 1994 1995
estadios.
7.157.669 2.715.489**

Otra forma de sociabilidad pœblica, aunque


menos intensa que las anteriores, es la
asistencia a espect‡culos. El tipo de espect‡-
culo preferido por el pœblico ha variado
sensiblemente a lo largo del tiempo, por lo
mismo no deben sacarse conclusiones Fuente: Anuario INE,1996
apresuradas a partir de la trayectoria de uno * Cifras provisionales, ** Referentes a meses 01, 04, 07 y 10
solo de ellos. En el caso del cine, la
asistencia de pœblico en Chile ha bajado
ostensiblemente en los œltimos a–os. (Ver
GRAFICO 37) actividades m‡s frecuentemente realizadas
en el tiempo libre son visitar o recibir en
La relativa precariedad de nuestra sociabi- casa a amigos o parientes. Esos mismos
lidad pœblica se corrobora tambiŽn a travŽs datos revelan una estrecha relaci—n entre el
de los datos sobre las formas de uso del estrato socioecon—mico y las formas de la
tiempo libre. Los chilenos prefieren sociabilidad: en los estratos m‡s bajos la
retraerse a los nœcleos de conocidos e retracci—n de la sociabilidad al espacio
’ntimos antes que explorar el encuentro con domŽstico es mayor. Esto coincide con los
otros desconocidos. Segœn los datos del datos mencionados m‡s arriba acerca del
estudio DESUC-COPESA de 1996, las car‡cter poco expansivo de las redes
sociales del mundo pobre.

ÒNosotros: sociabilidad y comunicaci—nÓ 145


El pœblico de la televisi—n y del consumo A pesar del car‡cter fuertemente domŽstico
de la sociabilidad actual y del debilitamiento
La retracci—n de la sociabilidad se ha visto de las formas tradicionales de lo pœblico,
reforzada por la televisi—n, una forma debe prestarse atenci—n al surgimiento de
eminentemente domŽstica y familiar de uso una nueva forma de sociabilidad pœblica:
del tiempo libre. Segœn datos del Estudio de aquella que se produce en torno al consumo
InterŽs Cultural realizado por Adimark en y a sus espacios. Los ÒmallsÓ y los grandes
1995 ver televisi—n es la forma m‡s impor- centros comerciales llamados sugerente-
tante de uso del tiempo libre entre la pobla- mente ÒPaseosÓ, ÒPlazasÓ y ÒParquesÓ
ci—n. En general, el consumo de televisi—n intentan ofrecerse como nuevos espacios de
tiene preeminencia sobre las actividades encuentro social. Estos espacios han crecido
pœblicas o extradomŽsticas. S—lo para la explosivamente en tŽrminos f’sicos, en sus
poblaci—n m‡s joven el uso de televisi—n se volœmenes de ventas y de asistencia de
ve superado por la realizaci—n de activida- pœblico (ver GRAFICO 38).
des deportivas. Es tambiŽn en este segmento
donde la importancia de la sociabilidad Segœn la encuesta DESUC-COPESA de
extradomŽstica tiene mayor importancia. 1996, visitar un ÒmallÓ o centro comercial
es ya la cuarta actividad m‡s frecuente, con
un 22,7% de la gente que la realiza varias
veces a la semana o al mes.
GRAFICO 38
Asistencia pœblico y ventas de malls
(Parque Arauco y Plaza Vespucio)
3. LAS IMAGENES DE NUESTRA
SOCIABILIDAD

El estado de la sociabilidad puede ser


25000000
caracterizado no s—lo mediante el juicio
20000000 externo que proporcionan los antecedentes
estad’sticos. Tan importante como eso es el
15000000
diagn—stico que las propias personas hacen
1000000 sobre la sociabilidad del pa’s. Ese diagn—s-
tico subjetivo moldea adem‡s la disposici—n
5000000
objetiva de la gente hacia la sociabilidad.
0

90 92 94 96
El estudio CEP-PNUD sobre Seguridad
89 91 93 95 Humana consider— cuatro dimensiones para
formular la apreciaci—n subjetiva de nuestra
PUBLICO sociabilidad: respeto de las diferencias, coo-
peraci—n desinteresada, agresividad, amis-
tad. Al solicitar a las personas su evaluaci—n
16000000 de estas dimensiones las respuestas mostra-
14000000 ron una imagen francamente negativa, salvo
12000000 en lo que respecta a nuestra capacidad para
10000000 hacer amigos (ver CUADRO 33).
8000000
6000000
Al agregar esas distintas dimensiones y
4000000
formar una imagen œnica de la sociabilidad
2000000
pueden apreciarse mejor las diferencias de
0
opini—n entre los entrevistados. Las mujeres
90 92 94 96
89 91 93 95 tienden a tener una imagen m‡s negativa que
los hombres. Del mismo modo los j—venes
VENTAS (U.F.) tienden a evaluar mejor la sociabilidad que
los m‡s viejos. Por otra parte, los habitantes
Fuente: Memoria Anual y Estados Financieros, Parque Arauco S.A., de las ciudades expresan un juicio m‡s
1996
negativo sobre la sociabildad del pa’s que
los habitantes de las zonas rurales.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 146


CUADRO 33
Evaluaci—n de la sociabilidad en Chile

Sociabilidad: Ni acuerdo
Evaluaci—n de la sociabilidad Acuerdo ni Desacuerdo NS/NC
en Chile desacuerdo

Las personas respetan la opini—n


de los dem‡s 27,9 % 16,7 % 52,9 % 2,4 %

Es dificil que hagan algo por los


dem‡s sin esperar algo en cambio 63,8 % 11,1 % 22,7 % 2,4 %

Las personas pasan a llevar con tal


de conseguir sus objetivos 76,1 % 11,5 % 9,8 % 2,5 %

Es f‡cil hacer buenos amigos 53,8 % 17,0 % 27,6 % 1,6 %

Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana, CEP-PNUD, 1997

El estado de la sociabilidad instituciones pœblicas, precisamente aque-


llas encargadas de crear los v’nculos que
Los antecedentes rese–ados no permiten hacen a la ciudadan’a moderna.
evaluaciones fuertes ni menos explicaciones
causales. Sin embargo, es posible definir Desde la perspectiva de la Seguridad
tendencias de la sociabildad actual en Chile. Humana la retracci—n de la sociabilidad y la
debilidad del ÒnosotrosÓ pœblico pueden
Una primera tendencia es lo que se podr’a interpretarse como s’ntomas cr’ticos. En
llamar la retracci—n de la sociabilidad. El efecto, en la sociedad moderna la comple-
ÒnosotrosÓ con el cual se identifica la gente, mentariedad entre subjetividad y sistemas
en el cual deposita su confianza y con el sociales, aquello que es el fundamento de la
cual establece sus redes, se restringe a los Seguridad Humana, s—lo puede resultar de la
c’rculos intimos de familiares y amigos. Lo existencia de un ÒnosotrosÓ pœblico fuerte
pœblico aparece como un espacio ocupado que opere como espacio de reflexi—n y
por un otro an—nimo y, a veces, fuente de sentido para dotar a las din‡micas
amenazador. de los sistemas de orientaci—n social. Por el
contario, como se–alan E. Uslaner y R.
Lo que define la retracci—n a los c’rculos Putnam (1996) para el caso norteamericano,
intimos es la desconfianza que se tiene de una menor interacci—n social redunda en una
los otros an—nimos. El ÒnosotrosÓ aparece menor asociatividad y disposici—n a la
m‡s como un refugio y una defensa que acci—n colectiva.
como un espacio de encuentro. F’sicamente
esto encuentra un s’mbolo en la reja de la
casa o del condominio que, como expresan 2. MEDIOS DE COMUNICACION
los entrevistados de los grupos de discusi—n, DE MASAS
sirve m‡s para separar y ahuyentar a los que
quedan fuera que para aglutinar a los que La vida comœn en sociedad presupone
quedan dentro. formas extensas de comunicaci—n. Ella
permite la formaci—n de v’nculos entre
Una segunda tendencia es la debilidad del personas que forman parte de un mismo
ÒnosotrosÓ pœblico, aquel que se establece colectivo, aun cuando no establezcan
sobre lazos m‡s distantes, menos intensos y encuentros cara a cara. Esto es especial-
entre an—nimos. Un aspecto importante de mente intenso en la modernidad, donde las
esta debilidad es la percepci—n de falta de interacciones sociales se vuelven
reconocimiento y representaci—n por las universales, saltando por sobre las barreras

ÒNosotros: sociabilidad y comunicaci—nÓ 147


del espacio y del tiempo. Han sido colectiva. Como en cap’tulos anteriores, los
precisamente los medios de comunicaci—n datos existentes no permiten juicios
de masas, desde la imprenta hasta la prensa, concluyentes, pero se–alan tendencias que
la radio, televisi—n y las autopistas ameritan reflexionarse.
inform‡ticas, los que han acompa–ado y
apoyado a la modernidad en este proceso de El impacto de los medios de
deslocalizaci—n de las relaciones sociales. comunicaci—n sobre la sociabilidad y la
integraci—n
Medios de comunicaci—n y
Seguridad Humana Los medios de comunicaci—n han desem-
pe–ado un papel protag—nico en el surgi-
Este papel de los medios de comunicaci—n miento de la sociabilidad y la integraci—n
masiva, necesario para la coordinaci—n chilena de mœltiples maneras desde el
social en condiciones de extensi—n del per’odo de la independencia. De hecho, el
campo de experiencias posibles (lo que se libro y la prensa est‡n en el origen de la
llama globalizaci—n) y de simult‡nea naci—n independiente. A travŽs de ellos
diferenciaci—n y especializaci—n de las circula la cr’tica ilustrada al antiguo rŽgimen
instituciones sociales, no es sin embargo y se configura el ideario del nuevo orden
neutral para la Seguridad Humana. pol’tico que servir‡ de fundamento a la
identidad nacional. La prensa represent— un
Los medios de comunicaci—n afectan a la espacio privilegiado de lo nacional-pol’tico,
Seguridad Humana al menos en tres aspec- cumpliendo un papel clave en la constitu-
tos. En primer lugar, porque moldean los ci—n de la particularidad acotada del espacio
tipos de sociabilidad y, por lo mismo, las de la naci—n y de la identidad ciudadana de
formas de integraci—n social que desarrolla quienes lo habitaban.
la sociedad. Ellos pueden favorecer el
fortalecimiento o debilitamiento de los lazos Ella, no obstante, tambiŽn acompa–— y
intersubjetivos y, en consecuencia, las capa- represent— la diferenciaci—n de intereses y
cidades de acci—n colectiva. En segundo opiniones al interior de la sociedad, dando
lugar, porque condicionan dicha integraci—n cauce a las fragmentaciones y conflictos y
mediante la conformaci—n de lo pœblico y, contribuyendo a su recomposici—n. La pren-
por lo tanto, de un espacio privilegiado del sa recrea su funci—n integradora en torno al
ejercicio de la ciudadan’a. Los medios de Estadonaci—n a comienzos de este siglo,
comunicaci—n masiva favorecen o inhiben la vinculando la cuestion nacional con la
capacidad cr’tica y reflexiva que pueda cuesti—n social. Aparece una prensa de los
desarrollar la ciudadan’a. Finalmente, por- sectores burgueses dedicada a participar en
que influyen sobre la producci—n, distri- la definici—n del "interŽs nacional" y una
buci—n y el consumo de informaci—n y de prensa obrera destinada a formular los
s’mbolos. A travŽs de los medios de comu- intereses de las clases trabajadoras y a
nicaci—n se componen y masifican los ‡ngu- incorporarlos al debate pol’tico del pa’s.
los de visi—n, lenguajes y criterios de
evaluaci—n mediante los cuales los indivi- Del mismo modo el aumento de la
duos observan, ordenan y justifican la conflictividad social y la intensificaci—n de
realidad social. las crisis pol’ticas de los a–os 60 y 70 tuvo
su correlato en la ofuscaci—n del lenguaje
Teniendo a la vista estas relaciones la pœblico y en el debilitamiento de los lengua-
interpretaci—n del impacto de los medios de jes comunes que permit’an el intercambio y
comunicaci—n de masas sobre la Seguridad conten’an las tendencias de fragmentaci—n.
Humana ha de enfocar sus efectos sobre la La recomposi—n autoritaria del orden intent—
sociabilidad, la esfera pœblica y los c—digos el silenciamiento de las diferencias y la
interpretativos de los chilenos. En particular, homogeneizaci—n forzada de los lenguajes
interesa indagar si y en quŽ medida los pœblicos.
medios de comunicaci—n en Chile contri-
buyen a la seguridad de las personas, favo- Si la prensa escrita ha sido el veh’culo de la
reciendo un manejo adecuado de las naci—n pol’tica, la radio se transformar‡ en
oportunidades de integraci—n y acci—n el medio de expresi—n de la vida cotidiana y

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 148


local. Desde los a–os 40 y gracias a su Chile se sitœa en el mundo y recibe al
masificaci—n posterior, ella ocupa un lugar mundo. Mientras que la prensa trabaja la
fundamental en la sociabilidad, sobre todo identidad ciudadana y la radio las
en los grupos populares. A diferencia del identidades sociales, la televisi—n, expresi—n
lenguaje m‡s formal de la prensa escrita, la m‡s visible de la globalizaci—n, contribuye a
radio puede usar un lenguaje informal, perfilar una identidad nacional por contraste
coloquial, emocional, m‡s cercano a la y vinculaci—n con el mundo exterior.
cultura oral; adem‡s, gracias a la mœsica
ella ofrece mayores posibilidades de Gracias al avance tecnol—gico, muy pronto
entretenci—n. Esa cercan’a al diario vivir, el televisor deviene un equipamiento
animando el trabajo y consolando las habitual de los hogares chilenos. Segœn el
tristezas, ha hecho de la radio un soporte censo de 1992, un tercio de los pobres
privilegiado de una subjetividad cotidiana rurales y tres cuartas partes de los hogares
que se constituye de manera oral. No pobres urbanos poseen un aparato receptor.
sorprende pues que en 1966 solamente 8% Considerando la cobertura nacional de los
de los encuestados por Eduardo Hamuy principales canales de televisi—n, el surgi-
nunca escucharan radio y que actualmente la miento de nuevos canales privados y de la
radio sea el medio de comunicaci—n m‡s televisi—n por cable, no asombra que la
difundido y de mayor confiabilidad televisi—n constituya actualmente la princi-
(Hamuy, 1966). pal actividad durante el tiempo libre, inde-
pendientemente del nivel socioecon—mico.

La televisi—n y la sociabilidad
CUADRO 34
Actividades recreativas La televisi—n no desplaza ni a la prensa ni a
la radio, pero modifica las rutinas de
Actividades
recreativas ABC1 C2 C3 D sociabilidad al interior del hogar. El estudio
de Bernasconi y Ortega (1996) reœne
Ver TV 55,7 49,0 48,3 36,7 algunos antecedentes ilustrativos. Un dato
Deporte 32,8 34,4 42,3 29,1 relevante es, sin duda, la cantidad de horas
Mœsica 36,2 31,2 34,4 27,5 diarias que la gente suele ver televisi—n: en
Act. Hogar 22,0 24,7 20,4 33,7 promedio 3 horas y media durante los d’as
Sociales, amigos, 26,2 26,4 20,5 16,9
de semana. Segœn una encuesta del DESUC
fiestas sobre h‡bitos y usos de televisi—n (DESUC-
Leer 30,9 26,6 16,4 13,1 Consejo Nacional de Televisi—n, CNTV,
Salir fuera Stgo. 30,2 15,3 11,9 6,6 1996), los sectores bajos ven televisi—n en
Caminar 8,7 12,1 12,8 6,9
promedio m‡s horas que los grupos medios
y altos.
Cine 20,8 17,2 3,8 1,2
Trabajar/Estudiar 1,3 4,1 7,5 6,5
Estos datos deben leerse con cautela;
Act. Culturales 16,8 10,2 0,8 0,6
frecuentemente, el televisor puede estar
Agrup. Sociales 0,0 0,6 4,4 5,8 encendido sin que se miren los programas.
Cursos/pintura 2,7 4,7 2,3 2,5 Una investigaci—n participativa del Consejo
Ninguna 1,3 1,2 3,0 11,8 Nacional de Televisi—n de 1995 observa que
el receptor suele estar en uso diariamente
Fuente: Adimark, Estudio InterŽs Cultural, 1995 entre 7 horas (familias de nivel socio-
en—mico alto) y 13 horas (en el nivel
socioecon—mico bajo). M‡s all‡ del
La aparici—n de la televisi—n en los a–os 60 consumo deliberado, se emplea la televisi—n
y su uso masivo a partir de los 80 ha como un tel—n de fondo, una especie de
significado una verdadera revoluci—n en la compa–’a pasiva, que en los hogares
sociabilidad. La fascinaci—n que ejerci— la populares sirve adem‡s para proteger a los
radio en los a–os 40 es superada por el hijos de las amenazas de la calle. Al
impacto del nuevo medio audiovisual. Con contrario de lo que suele pensarse, los ni–os
el aparecimiento de la televisi—n con menores de 15 a–os tienen, en promedio, un
ocasi—n del mundial de fœtbol de 1962, consumo cercano a la media; las personas

ÒNosotros: sociabilidad y comunicaci—nÓ 149


entre 15 y 49 a–os suelen tener un consumo puente entre ambos. El medio audiovisual es
inferior y solamente las personas mayores de particularmente apto para introducir, en vivo
50 a–os tienden a ser los grandes y en directo, el mundo externo al interior del
consumidores televisivos. hogar y, simult‡neamente, exponer, al estilo
de los Òreality showsÓ, las intimidades del
mundo privado a la luz pœblica. Ella
CUADRO 35 descoloca pues los l’mites entre lo pœblico y
Frecuencia de consumo del noticieros, lo privado. Por una parte, la televisi—n
1996 permite asistir en privado a lo pœblico; crece
la participaci—n sustitutiva, una partici-
Porcentaje paci—n mediada por la imagen y la mirada.
Todos los d’as 69,8
Por la otra, el hogar deja de ser un refugio
infranqueable frente a la inhospitalidad del
4 a 6 d’as a la 12,6 mundo externo y llega a ser invadido por la
semana inseguridad de la calle. Esta amenaza
motiva los innumerables esfuerzos por
1 a 3 d’as a la 13,3 regular y/o censurar la programaci—n
semana
televisiva; esfuerzos infructuosos a la larga
Nunca 4,4 por la permeabilidad tecnol—gica de las
fronteras (televisi—n por cable o satelital).
Fuente: DESUC-CNTV, 1996

La informaci—n: interpretaci—n y
Para una gran mayor’a de las personas ver confianza
televisi—n es una actividad familiar. De
acuerdo con el mencionado estudio de El impacto de los medios de comunicaci—n
DESUC-CNTV de 1996, alrededor de ocho se relaciona no s—lo con el tipo de v’nculos
de cada diez entrevistados ven televisi—n que su presencia crea y promueve. Cabe
con su pareja o con toda la familia. El preguntarse tambiŽn por los efectos del tipo
consumo audivisual puede inhibir, pero de informaci—n transmitida. Habr’a que
tambiŽn promover la conversaci—n en el evaluar si los medios de comunicaci—n
hogar. En consecuencia, no puede afirmarse permiten a las personas elaborar c—digos
que la televisi—n destruya la sociabiliad interpretativos adecuados para hacer inteli-
familiar. Los estudios cualitativos indican gible su realidad social y sus tranfor-
m‡s bien que la televisi—n crea espacios y maciones, y si, por lo mismo, les permiten
tiempos de reuni—n familiar, configurando estructurar las certezas convenientes para las
una pr‡ctica compartida, pero que a la vez nuevas condiciones de vida. Lamentable-
transforma el tipo de encuentro y de mente, no se dispone de suficientes
relaciones. antecedentes al respecto.

El impacto de la televisi—n parece no A travŽs de la televisi—n los chilenos se


concentrarse tanto en la familia cuanto sobre informan de los acontecimientos mundiales,
la sociabilidad extrafamiliar. Es plausible nacionales y locales. El medio audiovisual
suponer que la televisi—n, en cuanto activa, contribuye, en efecto, a hacer olvidar la
congrega e incluso intensifica las relaciones distancia con la realidad y establecer una
al interior del hogar, acompa–a y potencia el participaci—n casi directa y visceral en los
proceso de retracci—n de la sociabilidad acontecimientos, sea una cat‡strofe natural,
mencionado en el punto anterior de este un evento deportivo, una guerra lejana o los
cap’tulo. vaivenes de las acciones. Las im‡genes de
esos acontecimientos, colocadas fuera de
Los medios de comunicaci—n y el espacio sus contextos y lenguajes propios, no tienen
pœblico sentido por s’ mismas. Ellas requieren una
interpretaci—n que les dŽ sentido.
Si la prensa escrita ocupa preferentemente el
espacio pœblico y la radio el espacio En los or’genes de la televisi—n chilena, los
privado, la televisi—n establece un complejo legisladores comprendieron las amenazas y

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 150


oportunidades que se conten’an en un Por otra parte, casi dos tercios de los
mundo de im‡genes que propiciaban y entrevistados se declararon poco informados
legitimaban interpretaciones de la realidad. o desinformados en relaci—n con hechos que
Quisieron hacer de la televisi—n un instru- han ocurrido en Chile o el mundo y que
mento cultural que fomentara la apertura del pueden afectar su vida de alguna forma.
horizonte de experiencia de la poblaci—n. Concordante con el cuadro anterior, la falta
Para ello entegaron a las universidades el de informaci—n es resentida principalmente
control del sistema de televisi—n. La ley de por los entrevistados de nivel socioeco-
1970 atribuye a la gesti—n universitaria de n—mico bajo (72%) y de zonas rurales
los canales el objetivo de "definir el (79%). La falta de informaci—n es percibida
conocimiento de los problemas nacionales m‡s por las mujeres (69%) que por los
b‡sicos y procurar la participaci—n de todos hombres. Llama la atenci—n que incluso los
los chilenos en las grandes iniciativas enca- entrevistados de nivel socioecon—mico alto,
minadas a resolverlos". El "modelo cultural" que se caracterizan por un alto consumo de
de televisi—n no respond’a empero a las medios de comunicaci—n, no se sientan
exigencias tŽcnicas y financieras del medio, plenamente informados: s—lo el 64% de los
que terminaron por imponer una gesti—n entrevistados pertenecientes a la elite
comercial. De hecho, la publicidad repre- socioecon—mica afirma estar bastante o muy
senta el principal soporte financiero de informado (ver CUADRO 36).
todos los medios de comunicaci—n. En
consecuencia, la programaci—n es mediada
por criterios econ—micos no explicitados. CUADRO 36
Criterios de "rating" o sinton’a condicionan Uso de medios de comunicaci—n para informarse
la imagen que la gente se hace del mundo, (% de quienes los usan)
de su pa’s y, por supuesto, de la pol’tica.
Con ello las prioridades en la creaci—n de las Acontecer Temas culturales
nacional e y educativos
imagenes se ponen al margen de reflexi—n internacional
social cr’tica.
Televisi—n 87 % 70 %
La masificaci—n y diversificaci—n de los Radio 73 % 47 %
medios de comunicaci—n y la multiplicaci—n Diarios 44 % 32 %
de sus ofertas han incrementado enorme- Revistas 15 % 19 %
Otras personas 50 % 40 %
mente las oportunidades de informaci—n y
entretenci—n. No obstante, la percepci—n de Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana,
los chilenos es ambivalente: se tiene una CEP-PNUD, 1997
mayor cantidad de informaci—n, pero sin
embargo se sienten, en general, desinfor-
mados. Por una parte, ellos hacen un amplio
uso de los medios de comunicaci—n para CUADRO 37
informarse. De acuerdo con la encuesta ÀCu‡n informado se siente respecto de los
CEP-PNUD de 1997, la poblaci—n se infor- hechos que pueden afectar su vida?
ma preferentemente por la televisi—n de los
Muy/bastante
acontecimientos nacionales e internacio- informado 34,1 %
nales (87% de los entrevistados) y acerca de
temas culturales y educativos (70% de los Poco informado/
entrevistados) (ver CUADRO 35). En desinformado 64,2 %
menor medida recurren a la radio, sobre
todo para el acontecer pol’tico, mientras que NS/NC 1,7 %
los diarios y las revistas representan un Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana,
medio de informaci—n significativo s—lo CEP-PNUD, 1997
para los entrevistados de nivel socioecon—-
mico alto y medio. Estos conforman un
"pœblico sofisticado", en el sentido de que
Es factible que en esta paradoja estŽn
tienen un consumo diversificado y, por lo
presentes dos formas nuevas de inseguridad
tanto, cuentan con mayor informaci—n para
en relaci—n con los medios de comunicaci—n
formarse su opini—n.

ÒNosotros: sociabilidad y comunicaci—nÓ 151


de masas. Por una parte, la mayor cantidad mayor en el caso de diarios y revistas,
de datos e im‡genes no asegura una mejor quiz‡s porque aparecen m‡s abanderados
informaci—n. Esta depende de la capacidad con determinadas posiciones. De todos los
para interpretar los datos. En ausencia de medios de comunicaci—n s—lo la informa-
marcos de interpretaci—n compartidos que ci—n de la radio merece cierta confianza; aun
permitan traducir la inmensa masa diaria de as’, apenas un 60% de los entrevistados
datos fragmentados entregada por los conf’a en ella. La desconfianza es comœn a
medios de comunicaci—n, ellos aumentan las todos los grupos socioecon—micos. Algo
dificultades de orientaci—n en el mundo de m‡s de confianza en los diversos medios de
la vida cotidiana y consecuentemente comunicaci—n expresan solamente los
aumentan la incertidumbre reinante. Por otra entrevistados j—venes (18-25 a–os) y de
parte, la tendencia a la diferenciaci—n y zonas rurales (ver CUADRO 37).
especializaci—n de las instituciones sociales
hace que se requiera cada vez m‡s una Resulta particularmente sorprendente el
multitud de lenguajes altamente especiali- escaso nivel de confianza en la informaci—n
zados. La mayor cantidad de informaci—n transmitida en las relaciones cara a cara. Era
sobre aspectos generales del acontecer del de esperar que, despuŽs de la pŽrdida de
mundo no logra compensar la crecente credibilidad que afect— a muchos medios de
ignorancia sobre el funcionamiento de los comunicaci—n masiva durante el gobierno
sistemas relevantes para la vida diaria. Es militar, fuesen precisamente las conver-
probable que la gente estŽ bien informada saciones con otras personas, quiz‡s cono-
sobre el proceso de clonaci—n de una oveja cidas y, en todo caso, sometidas a un
en un pa’s europeo, pero desconozca los escrutinio visual de credibilidad, las que
procedimientos para obtener los reembolsos ofrecieran la informaci—n m‡s fiable. La
de sus gastos mŽdicos por la ISAPRE a la relaci—n personal, por el contrario, es la
cual pertenece. La falta de una adecuada forma de comunicaci—n peor evaluada.
informaci—n acerca del funcionamiento de Dentro de un cuadro de desconfianza
las instituciones especializadas es una fuente generalizada, la informaci—n entregada por
adicional de inseguridad. radio, televisi—n e incluso diarios goza de
mayor credibilidad que la conversaci—n cara
A la falta de marcos de interpretaci—n y de a cara. Solamente los entrevistados de zonas
informaci—n pr‡ctica acerca del funcio- rurales (36%) y de nivel socioecon—mico
namiento de las instituciones se agrega la alto (47%) expresan cierta confianza en la
falta de confianza en la informaci—n. informaci—n entregada por otra persona.
Mientras que el 87% de los entrevistados de
la encuesta CEP-PNUD de 1997 se infor-
man del acontecer nacional e internacional La comunicaci—n, la informaci—n y la
por medio de la televisi—n, solamente el Seguridad Humana
49% de ellos tiene confianza en la informa-
ci—n que entrega. La desconfianza es todav’a Los medios de comunicaci—n masiva,
particularmente la televisi—n, representan
hoy en d’a los principales medios de infor-
CUADRO 37 maci—n y entretenci—n. Ellos son poderosos
Confianza en la informaci—n entregada por los medios de est’mulos de expresi—n emocional y afectiva
comunicaci—n y, en definitiva, un mecanismo sobresaliente
de integraci—n cultural. No obstante el papel
Absoluta/ Ninguna/ No sabe/ crucial que desempe–an en la vida cotidiana
bastante poca no responde
de los chilenos, su contribuci—n a la Segu-
Televisi—n 49 % 49 % 2% ridad Humana es ambivalente. Cuando la
Diarios 36 % 59 % 6% gente entrevistada acusa una carencia de
Revistas 24 % 66 % 10 % informaci—n y una falta de confianza en la
Radio 60 % 38 % 2% informaci—n recibida, podemos concluir que
Otras personas 28 % 69 % 3% ella se siente insuficientemente habilitada
para manejar las oportunidades y los riesgos
Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana, CEP-PNUD, 1997
que plantea el actual proceso social. El
sentimiento de inseguridad no proviene de

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 152


una falta de acceso a los medios de todos desborda los l’mites de la acci—n
comunicaci—n; de hecho, existe una amplia colectiva. Entonces lo pœblico ya no es tanto
cobertura y una variada oferta. La el espacio del ciudadano cuanto el del
inseguridad parece tener que ver con el tipo espectador que contempla la realidad. La
de comunicaci—n que prevalece en la inseguridad proviene precisamente de
sociedad chilena. participar de una realidad sobre la cual no se
incide.

La cultura de la imagen y del dato La reducci—n de lo pœblico al pœblico de


espectadores es tambiŽn una reducci—n de la
La preeminencia de la televisi—n ha dado acci—n al consumo. El consumo de medios
lugar a una "cultura de la imagen y del dato" audiovisuales parece marcar la pauta de un
que, siendo una tendencia global, tiene aqu’ nuevo tipo de participaci—n. La comuni-
rasgos espec’ficos. Ella fomenta la insegu- caci—n por medio de la televisi—n promueve
ridad por varias razones. una participaci—n pasiva y aislada, pasiva en
cuanto el espectador no establece una
En primer lugar, modifica el lenguaje en relaci—n interactiva. Pasea por los canales,
uso; al lenguaje verbal tradicional se yuxta- pero no puede responder a los est’mulos; a
pone y sobrepone un nuevo lenguaje visual lo m‡s, decide negativamente (por medio
y fragmentario. En tanto que todas las del Òz a p p i n g Ó ) lo que no desea. La
personas acceden a la producci—n y repro- navegaci—n por el ciberespacio podr’a
ducci—n del primero, la producci—n del favorecer una mayor interacci—n horizontal
lenguaje visual est‡ monopolizada. Todos en el futuro. Por ahora, sin embargo,
consumen im‡genes, pero pocos las produ- prevalece una participaci—n aislada a travŽs
cen y distribuyen, as’ como pocos son los de una mirada individual. Aun cuando la
que pueden contribuir a sus interpretaciones televisi—n se vea mayoritariamente en
predominantes. Es decir, la cultura de la familia, ello no implica necesariamente una
imagen ordena la realidad de tal manera conversaci—n en que se intercambien
que, por los medios tecnol—gicos que supo- opiniones acerca de lo visto.
ne, Žsta queda menos abierta a la interven-
ci—n pœblica que lo que permite el lenguaje Posiblemente este tipo de participaci—n,
oral e incluso el escrito. aprendida mediante el consumo televisivo,
influya sobre una concepci—n "consumista"
Como se se–alara anteriormente, el actual de la participaci—n pol’tica como una
proceso de retracci—n de la sociabilidad y la selecci—n de los productos ofrecidos. Es
diferenciaci—n de los sistemas e institucio- decir, la gente aprender’a un h‡bito, el
nes sociales en Chile dificulta la elaboraci—n ÒzappingÓ, que luego aplicar’a a toda
de c—digos compartidos. La erosi—n o relaci—n social. Se trata de selecciones
pŽrdida de las claves habituales de tentativas y moment‡neas que se modifican
interpretaci—n deviene tanto m‡s amena- m‡s por criterios de hast’o que por la
zante cuanto m‡s abrumadora se presenta la persecusi—n de fines. La relaci—n entre el
realidad como efecto de la expansi—n y elector y lo elegido ser’a de exterioridad sin
descontextualizaci—n de la informaci—n. compromiso, su lenguaje, el de los Òvotos de
castigoÓ.

La comunicaci—n y el espacio pœblico De ser as’, es plausible pensar que las


personas comiencen a buscar seguridad ya
La radical ampliaci—n de lo real modifica el no en la capacidad de incidir sobre la
espacio de lo pœblico. El horizonte de lo real realidad, sino en su capacidad de desvincu-
se extiende de modo tal que escapa a lo larse de ella. Se tratar’a de una corrosiva
pœblico. En un proceso de globalizaci—n lo Òseguridad por desconexi—nÓ.
que es visible, real y hace parte de la vida de

ÒNosotros: sociabilidad y comunicaci—nÓ 153


CAPITULO 7

La protecci—n frente a las


amenazas: salud y previsi—n

ÒLa protecci—n frente a las amenazas: salud y previsi—nÓ 155


LA PROTECCION FRENTE A LAS AMENAZAS:
SALUD Y PREVISION

INTRODUCCION
La larga historia de la ciencia mŽdica da
En la definici—n del concepto de Seguridad cuenta de los intentos por prever y curar
Humana se introdujo la distinci—n entre enfermedades y, en el l’mite de ello, de
Seguridad Humana de habilitaci—n y de salvar la vida. Si bien la salud se vincula
realizaci—n. Se entiende por la primera la directamente con la vida de cada ser huma-
provisi—n social de los est‡ndares vitales no en particular, hace ya mucho tiempo que
m’nimos. En este cap’tulo se presentar‡ la las experiencias de epidemias ense–aron al
situaci—n de Seguridad Humana en la salud hombre la dimensi—n social de la salud. En
y la previsi—n social para la vejez, la tal sentido, la salud constituye un ‡mbito de
invalidez y la supervivencia. riesgos que afectan al conjunto de la socie-
dad y sobre el cual Žsta puede y debe actuar.
Se trata de entregar al lector una s’ntesis de Al conformar la salud un bien pœblico, es un
estudios monogr‡ficos realizados especial- ‡mbito regulado tanto por normas sociales
mente para este Informe por diversos como tambiŽn de orden jur’dico.
consultores. En cada descripci—n de los
distintos sistemas funcionales (salud, previ- Desde el punto de vista hist—rico, a
si—n) se trata de observar los logros comienzos de siglo, la salud deviene en una
alcanzados en el proceso de modernizaci—n cuesti—n social de car‡cter prioritario, de
de dichos sistemas, los problemas objetivos modo que la sociedad institucionaliza el
que presenta para la seguridad de las derecho a la salud como principio consti-
personas y la percepci—n de la gente sobre tucional y asigna al Estado la obligaci—n de
las seguridades que ellos proporcionan. velar por ella.

Los mecanismos de seguridad de habilita- En nuestro pa’s, el auge de la medicina


ci—n que se analizar‡n son los que afectan social se manifiesta en uno de sus puntos
situaciones que con certeza suceder‡n. Para m‡s importantes en la creaci—n del Servicio
los efectos de este trabajo vamos a usar la Nacional de Salud (SNS) en el a–o 1952. El
palabra Òprevisi—nÓ para definir los SNS combina la prestaci—n de servicios
mecanismos de seguridad habilitadores que mŽdicos y hospitalarios con la representa-
garantizan a las personas que podr‡n ci—n de la salud como derecho ciudadano y
enfrentar a todo evento las circunstancias de la responsabilidad social del Estado al
enfermedad, vejez, invalidez y superviven- respecto. Esta experiencia marca un hito en
cia. Esta seguridad implica tambiŽn que el imaginario colectivo que esta presente
contar‡n con los medios y la atenci—n hasta el d’a de hoy.
debida en el momento de su ocurrencia.
Los cambios institucionales
1. LA SEGURIDAD EN SALUD
A ra’z de los cambios institucionales de
La salud es un bien fines de los a–os 70 y de manera paralela a
ÒEntendemos que una materia tan privado altamente la refor-ma del sistema previsional, en el
importante para la vida cotidiana de las valorado en cuanto a–o 1979 tiene lugar una reforma del
familias, como lo es la salud, la decide sobre la sistema de salud que elimina al Servicio
participaci—n es un elemento de especial
"vida o muerte" de Nacional de Salud, SNS. En el a–o 1981 se
importancia. Por ello se ampliar‡n las
instancias de participaci—n social (É)Ó la persona. Las crean las Instituciones de Salud Previsional,
enfermedades son ISAPRES, instituciones de seguros en el
S.E. Don Eduardo Frei Ruiz-Tagle, fen—menos contin- ‡mbito de la salud.
Presidente de la Repœblica, en el in’cio gentes que los
de la Legislatura Ordinaria del Congreso individuos dificil- Estas entidades funcionan en definitiva
Nacional, Valpara’so, 21 de mayo de mente pueden an- como aseguradoras privadas de salud que
1996.
ticipar. captan cotizaci—n de un seguro de salud de

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 156


los afiliados de conformidad con planes de Òcontratos de adhesi—nÓ, es decir, las
prestaci—n pactados con ellos. Las personas personas deben aceptar o dejar la propuesta
con ingresos estables est‡n obligadas a de la Isapre.
cotizar el 7% de sus ingresos para financiar
el sistema de salud de su preferencia.
Tendencias generales de la salud en
Desde comienzos de los 80, operan en Chile Chile
dos sistemas de salud, el sistema pœblico y
el sistema privado encabezado por las La tendencia de los principales indicadores
ISAPRES. globales de salud muestra que en los œltimos
35 a–os se ha producido un marcado
El sector pœblico realiza las funciones de mejoramiento de estos a nivel de la salud de
asegurador y de proveedor de servicios. En la sociedad considerada en general. No s—lo
el sector privado prevalece cierta separaci—n la mortalidad general por cada mil
entre ISAPRES y servicios hospitalarios. habitantes ha disminuido a menos de la
mitad, sino que tambiŽn la mortalidad
El sector pœblico ha hecho hincapiŽ en la infantil ha ca’do de manera acentuada,
modernizaci—n y descentralizaci—n del llegando en 1994 a situarse en torno a 11
sistema. por cada mil nacidos, y la esperanza de vida
de la poblaci—n ha aumentado de 56 a–os en
El sector privado responde a las demandas 1960 a 74,4 en 1994. (Ver CUADRO 38).
de opci—n individual, libre competencia y
control personal sobre el contrato y las No obstante, cabe complementar la
prestaciones. interpretaci—n de los indicadores se–alados
con otros antecedentes relativos a las
El acceso al sector pœblico est‡, en amenazas a la salud. De acuerdo con las
principio, abierto a todos y no puede excluir encuestas CASEN, el nœmero de enferme-
por enfermedad o ingreso. En cambio, el dades ha permanecido relativamente estable
sector privado plantea dos restricciones: entre 1990 y 1994, en relaci—n con la
suele excluir el tratamiento de ciertas proporci—n de personas que tuvieron alguna
enfermedades preexistentes y en los hechos enfermedad en los tres meses previos a la
excluir tambiŽn a las personas de mayor encuesta. En este punto resulta sin duda m‡s
edad y de menos ingresos. La Isapre tiene la relevante destacar el aspecto cualitativo del
facultad para que al cumplimiento de cada cambio en el tipo de amenazas. Al respecto,
anualidad pueda adecuar el precio del plan algunos expertos piensan que Chile est‡ en
contratado. Hay que recordar que se trata de un per’odo de transici—n epidemiol—gica, en
el sentido de que algunas enfermedades
disminuyen su frecuencia de aparici—n, y
emergen otras nuevas. As’, desde 1960 a la
CUADRO 38
Indicadores de Nivel de Salud de
fecha las probabilidades de enfermar o
la poblaci—n Chilena morir de enfermedades respiratorias,
perinatales, digestivas o infecciosas han
1960 1970 1980 1990 1994 disminuido.
Mortalidad General
(por 1000/hab.) 12,3 8,9 6,6 6,0 5,4 Esta situaci—n puede ser resultado del
Mortalidad Infantil desarrollo econ—mico que ha experimentado
(por 1000 nacidos) 120,3 79,0 32,0 16,0 12,4 el pa’s, lo que ha posibilitado combatir con
relativo Žxito algunas enfermedades
Expectativa de Vida
(A–os) 56,0 63,6 67,4 72,7 74,4 (tifo’dea, diarrea) vinculadas a situaciones
de pobreza. A diferencia de este tipo de
Tasa Global de enfermedades, han aumentado las posibili-
Fecundidad 5,28 3,63 2,66 2,54 2,44
dades de sufrir enfermedades del aparato
Fuente: Aguirre y Contreras, 1997, sobre datos de Minsalud e INE circulatorio, tumores, etc. Algunas de estas
amenazas como las enfermedades cardio-
vasculares e incluso los riesgos de sufrir

ÒLa protecci—n frente a las amenazas: salud y previsi—nÓ 157


accidentes de tr‡nsito, se encuentran Estos cambios en la modalidad de dolencias
asociadas a los nuevos estilos de vida debieran constituir un antecedente de primer
propiciados por el acelerado proceso de orden en relaci—n con los nuevos desaf’os
modernizaci—n. que enfrenta el sistema de salud para
abordar las amenazas del entorno.
Los estilos de vida actuales afectan a la
gente a travŽs de nuevas patolog’as, como Por otra parte en la dŽcada de los 90, el tema
por ejemplo, el deterioro de la salud mental. de la salud se ha manifestado como uno de
Lo anterior comienza a ser observado como los principales problemas derivados de lo
un hecho importante por el Ministerio de que se ha considerado la deuda social y, en
Salud, que a travŽs de diversos estudios ha tal sentido, se ha erigido en una de las
detectado en el œltimo tiempo un alto prioridades de la agenda gubernamental.
consumo de sicof‡rmacos. Acorde con Entre 1990 y 1996 el gasto social en salud
estimaciones ministeriales, entre el 31 % y ha crecido como porcentaje del PIB,
el 51 % de las personas que acuden a los pasando de un 2,02 % a un 2,81 %. Esta
consultorios presentan s’ntomas sicol—gicos, variaci—n ha significado m‡s que la
y predominan la sintomatolog’a ansiosa, duplicaci—n del presupuesto destinado a la
depresiva, y el abuso de tranquilizantes. salud pœblica. (Ver CUADRO 39 )

CUADRO 39
Gasto pœblico en salud 1989-1996

Gastos Poblaci—n Gastos per Como


en MM$ total Poblaci—n c‡pita Indice porcent.
A–o de 1995 (miles) beneficiaria Poblaci—n (1989=100) del PIB
beneficiaria
Gasto ($)

1989 363.413 12.961 9.844 36.917 100 -


1990 362.273 13.173 9.729 37.236 101 2,02
1991 412.472 13.385 9.414 43.815 119 2,20
1992 492.839 13.599 8.153 53.844 146 2,42
1993 551.949 13.813 8.913 61.926 168 2,71
1994 598.097 14.026 8.687 68.850 186 2,83
1995 647.263 14.237 8.441 76.681 208 2,76
1996 743.465 14.622 8.799 84.497 208 2,81

Fuente: Fondo Nacional de Salud (FONASA), 1997

TambiŽn se han realizado ingentes esfuerzos y el 34 % de las cirug’as. A esto hay que
en cuanto a mejorar la productividad del agregar medidas focalizadas de protecci—n
sistema pœblico de salud. En consideraci—n a como el Programa Nacional de Alimen-
los antecedentes aportados por la CASEN, taci—n Complementaria y el Programa
la gratuidad en la entrega de medicamentos Papanicolau.
en el sistema de salud pœblico se elev— de
un 38,6 % a un 53,6 % entre 1990 y 1996. A lo anterior se suma el acento puesto por
Segœn dicha encuesta, del total de atencio- el gobierno en programas de acci—n
nes prestadas en 1996, el 68 % de las prioritarios para los pr—ximos a–os, tales
consultas y el 71 % de los d’as de hospitali- como el programa de mejoramiento de la
zaci—n fueron provistos por el sistema atenci—n primaria, el de la atenci—n
pœblico. Las ISAPRES por su parte ofre- hospitalaria, y el de oportunidad y calidad
cieron el 38 % de las atenciones dentales en la atenci—n.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 158


Cobertura de los sistemas de salud mejor cobertura de los planes de salud, los
grupos de mayores ingresos se atienden
La fuerte presencia del Estado en la salud se mayoritariamente en el sector privado. Este
justifica, entre otras razones, por el alto logra ofrecer una mejor calidad tŽcnica en
porcentaje de poblaci—n del pa’s que aœn el marco de la entrega de un mejor servicio
continœa siendo beneficiaria del sistema (confort hospitalario, tiempo de espera). Por
pœblico de salud en sus diversas modali- el contrario, casi la totalidad de los grupos
dades. En el a–o 1996 este sistema conten’a de menores ingresos son atendidos por el
al 64,47% de la poblaci—n nacional. El sector pœblico.
sistema privado, si bien ha experimentado
un incremento notable desde la entrada en De acuerdo con la encuesta CASEN 96, la
vigencia de las ISAPRES, cubre en 1996 cobertura del sistema pœblico alcanza al
s—lo al 26,44%. El restante 9,09% 84% del quintil m‡s pobre de los hogares
corresponde a la categor’as ÒotrosÓ. En tal y s—lo un 25% del quintil de mayores
sentido, cabe destacar que en tŽrminos de ingresos. A la inversa, en el quintil m‡s
afiliaci—n institucional, los porcentajes de pobre la cobertura de las ISAPRES es de
cobertura de los sistemas de salud han 6%, mientras que en el quintil de mayores
tendido a estabilizarse a mediados de los ingresos cubre al 56% (ver CUADRO 41).
a–os 90, en las cifras anteriormente
comentadas. (Ver CUADRO 40). La importancia del sector pœblico se
manifiesta, por otra parte, en los amplios
En tŽrminos de afiliaci—n institucional la grados de cobertura de aquellos grupos de
pertenencia al sector pœblico de salud es mayor edad. Si bien de acuerdo con la
mayoritaria, a pesar de haber disminuido encuestas CASEN el porcentaje total de
cerca del 10% entre 1990 y 1996 en cobertura del sistema pœblico ha disminuido
beneficio de las ISAPRES. Sin embargo, el en todos los grupos de edad, en el grupo de
acceso a uno u otro sistema est‡ desigual- 60 a–os y m‡s no s—lo no ha disminuido,
mente establecido. Pudiendo costear una sino que se ha incrementado, pasando del

CUADRO 40
Poblaci—n total del pa’s y poblaci—n beneficiaria
segœn sistema de adscripci—n, 1982-1996 (Cotizantes m‡s cargas)

Poblaci—n Poblaci—n Poblaci—n beneficiaria ISAPRES


A„OS total beneficiaria Otros
(INE) Ley 18.469 Abiertas Cerradas Total
1982 100 85,00 1,00 0,33 1,33 13,67
1983 100 84,42 1,33 0,62 1,95 13,63
1984 100 83,43 2,34 0,72 3,06 13,51
1985 100 81,99 3,51 0,98 4,49 13,52
1986 100 79,03 6,30 1,17 7,47 13,50
1987 100 78,67 8,39 1,21 9,60 11,73
1988 100 77,61 10,03 1,33 11,36 11,03
1989 100 75,95 12,02 1,52 13,54 10,51
1990 100 73,85 14,42 1,57 15,99 10,16
1991 100 71,16 17,57 1,59 19,16 9,68
1992 100 67,50 20,54 1,51 22,05 10,45
1993 100 64,82 23,38 1,46 24,84 10,34
1994 100 63,26 24,80 1,35 26,15 10,59
1995 100 65,07 25,18 1,30 26,48 8,45
1996 100 64,47 25,15 1,28 26,43 9,10

Fuente: Ministerio de Salud, 1997

ÒLa protecci—n frente a las amenazas: salud y previsi—nÓ 159


75,8 % al 76,8 %. Lo propio acontence para Esta situaci—n puede estar evidenciando una
el sistema de las ISAPRES, pues mientras fuente de discriminaci—n del acceso a la
los porcentajes de cobertura de los otros salud privada por quienes m‡s la requieren,
grupos de edad se sitœan entre un 21,1% y dadas sus caracter’sticas epidemiol—gicas
un 29,0%, para el grupo de edad de 60 a–os (ver CUADRO 42 ).
y m‡s la cobertura se sitœa s—lo en un 8,8%.

CUADRO 41
Distribuci—n de la poblaci—n por sistema previsional
de salud segœn quintil de ingreso * 1990-1996 (Porcentaje)

Quintil A–o Sistema previsional de Salud TOTAL


de Ingreso Pœblico ISAPRE Part. Y otros **
I 1990 85,0 2,8 12,2 100,0
1996 84,3 5,6 10,0 100,0

II 1990 78,6 6,5 14,9 100,0


1996 71,3 14,3 14,4 100,0

III 1990 69,6 11,3 19,1 100,0


1996 60,4 22,7 16,9 100,0

IV 1990 57,6 21,6 20,9 100,0


1996 44,8 34,9 20,3 100,0

V 1990 36,8 41,2 22,0 100,0


1996 25,3 55,9 18,8 100,0

TOTAL 1990 67,6 15,1 17,3 100,0


1996 59,6 24,7 15,7 100,0

* Excluye el servidor domŽstico puertas adentro y su nœcleo familiar


** Considera particulares sin previsi—n, sistemas previsionales de Fuerzas Armadas y otros sistemas

Fuente: MIDEPLAN, Encuestas CASEN, 1990 y 1996

CUADRO 42
Distribuci—n de la poblaci—n por tramo de edad
segœn sistema previsional de salud 1990-1996 (Porcentajes)

TRAMO DE EDAD Pœblico ISAPRE Particular y otros


1990 1996 1990 1996 1990 1996
0 a 11 meses 74,5 64,8 14,2 27,1 11,3 9,1
1 a 5 a–os 71,0 62,1 16,3 27,2 12,6 10,7
6 a 14 a–os 70,0 62,3 15,0 24,7 15,0 13,1
15 a 19 a–os 67,4 59,4 13,8 22,0 18,8 18,6
20 a 29 a–os 64,0 51,5 16,1 29,0 19,8 19,6
30 a 49 a–os 64,0 54,8 18,9 28,7 17,0 16,5
50 a 59 a–os 67,3 62,0 12,2 21,1 20,5 16,9
60 y m‡s a–os 75,8 76,8 5,1 8,8 19,1 14,3

TOTAL 67,7 59,7 15,0 24,6 17,3 15,6

Fuente: MIDEPLAN, Encuestas CASEN 1990 y1996.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 160


Al observar con mayor detenci—n los niveles hombres de la misma edad. La condici—n de
de cobertura en el siguiente cuadro para el potencial embarazo constituye un "riesgo"
a–o 1996 se muestra que tanto la edad como en tŽrminos de costos, frente a los cuales las
el sexo constituyen elementos que dan lugar ISAPRES reaccionan a travŽs de una
a la discriminaci—n frente al tema de la diferenciaci—n en los planes.
cobertura. Mientras el sistema pœblico posee
porcentajes notablemente homogŽneos de Por œltimo, el cuadro de cobertura tiende a
cobertura por cada grupo de edad y por mostrar que las personas que no cubre el
sexo, el sistema de las ISAPRES muestra sistema pœblico, y muy fundamentalmente
grados de cobertura muy dis’miles a nivel de que no cubre el sistema privado, son
los grupos de edad, en desmedro de las traspasadas al rubro ÒotrosÓ. En este suelen
personas mayores de 55 a–os. En cuanto al incorporarse categor’as tan dis’miles como
sexo, se evidencia que los porcentajes de sistemas relativos a las Fuerzas Armadas y
cobertura de los hombres entre 20 y 34 a–os de Orden y Seguridad, los servicios mŽdicos
tienden a ser mayores que los de las mujeres de las universidades, los seguros privados
(CUADRO 43). bajo otras modalidades y aquellos no
considerados en las categor’as anteriores.
Por otra parte, pareciera que la variable sexo (Ver CUADRO 43).
es un aspecto que constituye una fuente de
discriminaci—n a la hora de pactar las condi- Cabe hacer notar en este punto que, de
ciones de afiliaci—n. Aquellos programas de acuerdo con estimaciones del Ministerio de
salud que las ISAPRES ofertan a grupos de Salud, en los œltimos 3 a–os, mientras la
mujeres en edad fertil son considerable- cobertura del sistema de salud pœblico y
mente m‡s caros que los que se ofertan a privado se ha estabilizado, la categor’a

CUADRO 43
Cobertura de la poblaci—n beneficiaria del pa’s por sistema
de salud, sexo y grupos de edad 1996 (Porcentaje)

EDAD MUJERES HOMBRES


SNSS ISAPRE Otros SNSS ISAPRE Otros
10-14 61,47 24,68 13,85 59,45 24,45 16,01
15-19 61,42 22,70 15,88 59,51 23,71 16,78
20-24 60,97 27,97 11,06 59,25 33,85 6,09
25-29 60,79 32,12 7,09 59,11 35,51 5,38
30-34 60,74 32,64 6,62 59,07 35,05 5,88
35-39 60,63 30,94 8,43 58,99 31,66 9,35
40-44 60,68 28,89 10,43 59,00 28,46 12,54
45-49 60,72 26,59 12,69 59,10 27,06 13,84
50-54 60,73 23,79 15,48 59,18 25,21 15,61
55-59 60,87 19,04 20,09 59,36 21,61 19,03
60-64 61,01 12,64 26,35 59,61 15,67 24,72
65-69 60,97 9,03 30,00 59,73 10,79 29,48
70-74 61,12 6,01 32,87 59,93 6,90 33,17
75-79 61,06 4,61 34,33 60,02 4,61 35,39
80 y m‡s 60,90 6,56 32,54 60,13 6,96 32,41

Nota: a) Los datos de cobertura netos por grupos de edad fueron proporcionados por el Depto. de Estudios
del Ministerio de Salud.

b) Los porcentajes fueron derivados a partir de estos y la poblaci—n nacional por sexo y grupos de
edad, estimada por el INE-CELADE a 1996

Fuente: Ministerio de Salud, INE-CELADE, 1996

ÒLa protecci—n frente a las amenazas: salud y previsi—nÓ 161


ÒotrosÓ ha seguido creciendo en tŽrminos Percepciones de la poblaci—n de
netos de manera paulatina. (MINSAL, 1997) la salud en general

Se puede observar en el CUADRO 43 el La seguridad en salud puede ser considerada


creciente aumento de los mayores de 55 como el producto de la compleja interre-
clasificados bajo la categor’a de otros. laci—n de tres elementos: las amenazas
Paralelamente, los mismos grupos de edad objetivas provenientes del entorno epide-
disminuyen su afiliaci—n al sistema de miol—gico y/o de problemas congŽnitos, las
ISAPRES. respuestas del sistema de salud (pœblico y
privado) y la percepci—n de las personas.
La encuesta CASEN 1996 entrega
resultados desagregados del grupo que el La seguridad en salud en cuanto capacidad
Ministerio de Salud denomina ÒotrosÓ. de disminuir los riesgos de contraer una
Segœn esta fuente la cobertura de salud de enfermedad o de reestablecer su propio
las Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad equilibrio o, al menos, aminorar los da–os
(DIPRECA Y CAPREDENA), alcanza al provocados por ella, es una preocupaci—n
3% de la poblaci—n. Los afiliados a Òotros presente y permanente en la poblaci—n,
sistemasÓ s—lo constituyen un 0,5%, particularmente en la de menores recursos.
mientras que los ÒparticularesÓ alcanzan a De acuerdo con estudios realizados por el
un 11% de la poblaci—n total del pa’s. E n CEP (tanto en diciembre de 1996 como en
este caso habr’a 1.565.000 personas sin julio de 1997), la salud ocupa el tercer lugar
cobertura de seguros de salud, y de importancia entre los problemas m‡s
pareciera afectar m‡s a los mayores de 55 preocupantes, luego de la pobreza y la
a–os. Esta falta de cobertura podr’a ser delincuencia. Ello no debe sorprendernos si
mayor si se considera que entre aquellos consideramos las proyecciones que a nivel
clasificados por la CASEN como Òno de estudios sobre morbilidad han realizado
tienen/indigentesÓ, s—lo algunos de ellos Medina y Kaempffer. En ellos se estima que
disponen de la tarjeta de indigencia que les en un momento cualquiera, el 25 % de las
permite atenci—n mŽdica gratuita en el familias de Santiago tienen algœn miembro
sistema pœblico. En trabajos posteriores se que padece de alguna enfermedad aguda, y
deber‡ profundizar en las caracter’sticas que el 40% tendr’a un familiar con
propias de este grupo. (Ver CUADRO 44) enfermedad cr—nica (Medina y Kaempffer,
1979, 1983 y 1990).

En el campo de la salud, es particularmente


CUADRO 44 relevante la opini—n de las personas acerca
Distribuci—n de la poblaci—n de las amenazas que existen en el llamado
segœn sistema previsional de salud, 1996 entorno epidemiol—gico como sobre los
(Porcentajes)
mecanismos de protecci—n. Sin embargo,
Sistema de salud Porcentaje s—lo recientemente se han considerado de
No tiene/Indigentes (Grupo A) 24,1
manera sistem‡tica las percepciones y
Sistema Pœblico Grupo B 13,5
expectativas de los beneficiarios. Las
Sistema Pœblico Grupo C 8,8
encuestas del Centro de Estudios Pœblicos
Sistema Pœblico Grupo D 10,1
de los a–os 1993 y 1994 indican que la
Sistema Pœblico no sabe G 3,2
mayor’a de la poblaci—n posee una opini—n
FF.AA. 3,1
negativa frente a los servicios de salud
ISAPRE 24,6
disponibles. Igualmente lo es con respecto al
Particular 11,0
mejoramiento de estos. El grado de
Otro sistema 0,5
satisfaccci—n con el sistema de salud en
No sabe 1,0
general, segœn la misma encuesta, se estima
de regular a malo, con un mayor grado de
Fuente: MIDEPLAN, Encuesta CASEN, 1996 insatisfacci—n hacia el sistema pœblico de
salud (CEP, 1994).

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 162


La falta de equipamiento, el deterioro de la aquellos casos en que se los confronta con la
infraestructura, las bajas remuneraciones a posibilidad de necesitar de una atenci—n
los funcionarios y la poca disponibilidad de mŽdica producto de una enfermedad de
medicamentos eran los problemas que la car‡cter grave. En este caso, el 68,1%
gente percib’a como m‡s urgente en torno al considera negativamente la posibilidad de
sector pœblico. una atenci—n oportuna. En la situaci—n
hipotŽtica de las enfermedades menores,
La encuesta nacional sobre Seguridad m‡s del 60% de los entrevistados no tiene
Humana CEP-PNUD 1997, revela que la confianza en recibir una atenci—n oportuna.
percepci—n de la salud no ha mejorado en
opini—n de la gente. La mayor’a de los La gente considera, adem‡s, en un 66,2% y
entrevistados evalœa negativamente cada en un 79,5% que no tiene confianza en ser
uno de los aspectos planteados. Estos tienen capaz de pagar los costos de atenci—n en
que ver, como se desprende del CUADRO caso de sufrir una enfermedad menor y una
45, con dimensiones de seguridad. En su grave, respectivamente. Las respuestas de
mayor’a, los entrevistados no conf’an en los entrevistados del mundo rural que
recibir una atenci—n oportuna. Especial- manifiestan desconfianza es aœn mucho
mente sugerente es esta percepci—n en mayor: 87% (ver CUADRO 45).

CUADRO 45
Nivel de confianza de las personas respecto de la atenci—n de salud,
segœn gravedad de la enfermedad y nivel socioecon—mico (porcentaje)

Nivel de Absoluta/ Poca/


confianza Bastante confianza Ninguna confianza
Gravedad de la Menor Grave Menor Grave
enfermedad
Nivel Alto Medio Bajo Alto Medio Bajo Alto Medio Bajo Alto Medio Bajo
socioecon—mico

Confianza en
recibir una 87,8 48,7 29.2 74,3 39,4 22,4 9,9 50,0 69,5 22,8 58,2 76,0
atenci—n
OPORTUNA

Confianza en
recibir una
atenci—n de 86,0 56,0 34,5 81,5 46,5 27,1 11,8 42,5 62,8 15,6 50,5 69,7
BUENA
CALIDAD

Confianza en
pagar los 85,9 47,1 20,0 68,9 24,0 11,3 14,0 50,3 78,1 28,8 71,3 86,6
COSTOS DE
(1)
LA ATENCION

(1) Referido a los costos no cubiertos por el sistema de salud

Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana, CEP-PNUD, 1997

ÒLa protecci—n frente a las amenazas: salud y previsi—nÓ 163


Estos resultados parecen evidenciar una alta (entre regular y bien) por sus propios
inseguridad y desconfianza de la gente afiliados.
frente a la posibilidad de tener la atenci—n
debida y los recursos en caso de enfrentar Ello puede explicarse porque aparecen como
una enfermedad en su vida cotidiana. instituciones m‡s protectoras y con una
mejor calidad de los servicios. Las
A partir de una serie de estudios relativos a deficiencias que se perciben son el alto
la salud en los œltimos a–os, el Ministerio costo y la falta de cobertura en determinadas
del ramo ha analizado y sistematizado la situaciones.
percepci—n que tiene la gente del sistema de
salud, esto es, FONASA e ISAPRES. Las d) FONASA aparece comparativamente
conclusio-nes al respecto tienen que ver con como un sistema con menor cobertura y con
lo siguiente: una deficiente calidad de atenci—n.

e) Los sectores de m‡s altos ingresos y los


a) La poblaci—n tiene la imagen de un afiliados a ISAPRES se sienten m‡s prote-
sistema de salud muy diferenciado. Res- gidos. La posibilidad de cotizar mejores
pecto de la ISAPRE se acentœa el car‡cter planes de salud se relaciona con el nivel de
comercial y en FONASA la insuficiencia de ingresos, lo que podr’a explicar la situaci—n
recursos. anterior. (Ministerio de Salud, 1997)

b) Hay una insatisfacci—n generalizada con Si bien los temas ambientales usualmente
el sistema de salud. En cada ‡mbito (privado no forman parte directa de los temas de
y pœblico) se reconocen problem‡ticas salud, la gente ha tomado cada vez m‡s
distintas, pero hay una en comœn: la falta de conciencia de las amenazas provenientes
cobertura. del deterioro del medio ambiente a partir
de sus efectos observables en salud (ver
c) Las ISAPRES resultan mejor evaluadas CUADRO 46).

La Seguridad Humana y el medio ambiente

La sustentabilidad del medio ambiente y la calidad del entorno que habitan las personas
constituye una dimensi—n de creciente importancia en la consecuci—n de la Seguridad
Humana.

Chile es un pa’s que presenta problemas ambientales en todas sus regiones. El mayor
nœmero de ellos se da en el ‡mbito del espacio urbano. Le siguen en importancia
fen—menos directamente asociados a la contaminaci—n y al deterioro de los recursos
naturales. La mayor’a de los 1.294 problemas ambientales detectados en el pa’s en
1994 ten’an que ver con el da–o a los recursos naturales y ambientales, lo que debe
asociarse al modelo de desarrollo imperante (Espinoza, Gross y Hajek, 1994). En
general, las regiones m‡s afectadas por este tipo de problemas son la Regi—n
Metropolitana, la Regi—n de Valpara’so, la Regi—n de Atacama, la Region de Tarapac‡,
la Regi—n de Coquimbo, la Regi—n de Antofagasta y la Regi—n del B’o-B’o.

Los gobiernos democr‡ticos han dado muestras de la preocupaci—n por el cuidado del
medioambiente. En 1990 se crea la Comisi—n Nacional del Medio Ambiente (CONAMA).
En 1994 se publica la Ley de Bases del Medio Ambiente. En el plano operacional la Ley
sobre Bases Generales del Medio Ambiente entrega a la autoridad instrumentos
especiales para generar iniciativas en materia de gesti—n ambiental.

A pesar de ser un tema reciente, la poblaci—n ha comenzado a tomar conciencia de los


efectos nocivos que tiene para su seguridad un medio ambiente deteriorado. En base de
la encuesta nacional CEP-PNUD 1997, resulta interesante destacar que m‡s del 55 %
de las personas manifiestan sentir mucho temor frente a la posibilidad de sufrir alguna

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 164


enfermedad, producto de problemas ambientales como la contaminaci—n del aire y el
agua, ruidos, capa de ozono, entre otros.

El CUADRO 46 muestra que ese porcentaje no es igual para los habitantes de las
distintas zonas del pa’s. Los habitantes de la zona norte manifiestan mayores grados de
temor que los habitantes del centro, y Žstos m‡s que los de la zona sur. Del mismo modo,
tampoco es igual para las mujeres o para los hombres. Las primeras manifiestan en un
63,1% bastante o gran temor de sufrir enfermedades producto del deterioro ambiental.
Ese porcentaje baja al 47,0 % en el caso de los hombres.

CUADRO 46
Temor de las personas a sufrir enfermedades producto de
problemas ambientales, segœn zona de residencia

GRUPO
TEMOR Mucho Poco/ningœn
temor temor
ZONA

NORTE 69,3 % 30,1 %

CENTRO 56,9 % 42,2 %

SUR 48,2 % 50,3 %

PROMEDIO
PONDERADO 55,4 % 43,5 %

Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana, CEP-PNUD, 1997

En el ‡mbito de las pol’ticas pœblicas, los grandes desaf’os de la agenda ambiental en


Chile tienen que ver con el reforzamiento institucional que permita hacer aplicables las
normas existentes. TambiŽn el afianzamiento de mecanismos de participaci—n ciudadana
en la creaci—n de nuevas normas debiera ser un tema relevante. En el plano tŽcnico, los
m‡s importantes esfuerzos deben orientarse a poner al d’a los estudios de uso
sustentable de los recursos ambientales y a la sistematizaci—n y continuidad de la
informaci—n para la toma de decisiones. Parece tambiŽn importante avanzar en la
normalizaci—n de las metodolog’as utilizadas para la evaluaci—n de los impactos
ambientales. La perspectiva de la Seguridad Humana sugiere que la complementariedad
entre intervenci—n del entorno y calidad sustentable de la vida de las personas debiera
ocupar un lugar preponderante en los par‡metros normativos que guian esas
evaluaciones.

En cualquier caso, las medidas de pol’tica ambiental tendr‡n escaso impacto si no van
acompa–adas por una profunda reflexi—n de todos los actores en busca de un marco
comœn de orientaci—n pr‡ctica para implementar una pol’tica ambiental nacional. Las
leyes del medio ambiente ser‡n eficaces s—lo si est‡n sustentadas en una cultura
colectiva de respeto al medio ambiente.

ÒLa protecci—n frente a las amenazas: salud y previsi—nÓ 165


Los desaf’os del sistema de salud ofrece en tŽrminos de oportunidad, calidad y
costo.
ÀPor quŽ las personas se sienten inseguras
frente a los riesgos de la salud? Los Lo m‡s preocupante es que la fuente de
resultados de los estudios y diversas encues- seguridad se define principalmente en las
tas permiten esbozar una primera respuesta: posibilidades monetarias de poder hacer
la inseguridad var’a segœn el nivel socio- frente a los gastos que pudiera demandar
econ—mico. La diferencia en los ingresos una enfermedad grave. Salvo los sectores de
reflejar’a las diferentes percepciones de ingresos altos, el ciudadano comœn percibe
seguridad. Es decir, el problema de la salud una constante tensi—n entre las consecuen-
se visualiza en tŽrminos econ—micos. cias de la materializaci—n de las amenazas y
sus posibilidades de responder a lo que ellas
Otra raz—n de la inseguridad de las personas demanden.
ser’a la incomunicaci—n entre la poblaci—n y
el sistema de salud. Un primer desajuste se
encontrar’a en que la gente entiende por
problemas de salud aquellos aspectos rela- 2. LA SEGURIDAD PREVISIONAL
cionados con la atenci—n, como la falta de
acceso, los malos tratos, la mala calidad de Buena parte de las preocupaciones de la
los servicios, la demora en la atenci—n, y la gente por el futuro se resume en la pregunta
entrega de medicamentos. Es decir, todos acerca de las condiciones de vida una vez
aspectos relativos a los servicios o unidades que termina la vida laboral. En el horizonte
que deben otorgar prestaciones directas al tem-poral aparecen siempre (con mayor o
pœblico. menor fuerza segœn la edad) los riesgos de
vejez, invalidez y fallecimiento a que est‡
Un segundo desajuste entre la oportunidad expuesta toda persona. Como se ha
de mejorar la salud y el sistema, segœn la afirmado, estos son riesgos que con certeza
apreciaci—n de la gente, se encontrar’a en van a suceder. Tales riesgos representan, de
aquellos problemas no abordados adecua- modo similar a las amenazas para la salud,
damente por el sistema: c‡ncer, drogas, un futuro cierto, pero simult‡neamente
calidad del ambiente, violencia, problemas indeterminado e ineludible.
propios de la tercera edad, entre otros
(Aguirre y Contreras 1997, Ferreccio 1996). La previsi—n de ese futuro no anticipable
configura pues otro ‡mbito de la Seguridad
En relaci—n con los problemas de salud Humana. La seguridad previsional abarca
existe cierta asincron’a entre las prioridades primordialmente los mecanismos que
de las personas y la incidencia objetiva de permiten sustituir la pŽrdida de ingresos
las enfermedades. Para la gente las laborales en tales casos. Sin embargo, por
amenazas m‡s relevantes son las enferme- relevante que sea, la previsi—n no se reduce
dades mortales (c‡ncer, enfermedades vas- al aspecto econ—mico. En su dimensi—n
culares), las enfermedades de los ni–os, las simb—lica, ella expresa una tradici—n consa-
enfermedades invalidantes en el adulto, las grada: el respeto debido a los ancianos, la
epidemias y los problemas de salud mental. defensa de viudas y huŽrfanos, la respon-
Esta lista subjetiva de amenazas concuerda sabilidad de los hijos con respecto a sus
en todo menos con los casos de las padres. Esta funci—n deviene tanto m‡s
enfermedades infantiles y las epidemias, importante cuanto m‡s se debilita el soporte
cuyos riesgos han disminuido desde el punto familiar. La continuidad del Estado
de vista objetivo. simboliza entonces la solidaridad
intergeneracional.
Lo anterior nos remite a un segundo
fen—meno: la asinton’a entre la oferta y la
demanda, pues las personas demandan una Una breve s’ntesis del nuevo sistema
mayor atenci—n a las enfermedades cr—nicas
o graves y a los problemas de salud mental El nuevo sistema previsional es tal vez el
de lo que el sistema de salud en general Žxito m‡s conocido internacionalmente del

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 166


proceso chileno de modernizaci—n. Esta- A diciembre de 1996, 258.887 trabajadores
blecido mediante el decreto ley 3.500 de cotizaban en el viejo sistema y 3.121.139 en
1980, significa el cambio de un sistema de el nuevo. La proporci—n se invierte en el
reparto solidario a uno de capitalizaci—n caso del pago de pensiones. El sistema fiscal
individual. En tŽrminos negativos, la pagaba a 852.933 pensionados y las AFP a
reforma reacciona frente a las deficiencias 238.491 a esa fecha. Se supone que el
del anterior sistema previsional, creado antiguo sistema habr‡ pagado las œltimas
junto con el sistema de salud en 1924 a ra’z pensiones alrededor del a–o 2038.
de la "cuesti—n social".
Por otro lado, hay que distinguir entre
Con el tiempo se fueron multiplicando las sistema obligatorio y no obligatorio. Todos
cajas de previsi—n, llegando a existir en los trabajadores dependientes est‡n obliga-
1979 m‡s de cien reg’menes diferentes en dos a cotizar imposiciones; los trabajadores
un total de 32 instituciones. Adem‡s de la independientes pueden cotizar voluntaria-
evidente sobrecarga administrativa y de los mente. Ambos cuentan adem‡s con diversos
beneficios desiguales segœn los distintos instrumentos de ahorro.
reg’menes de prestaci—n, el antiguo sistema
de reparto enfrentaba problemas de El sistema obligatorio abarca tanto el
financiamiento. Una de las razones era antiguo sistema de reparto, administrado por
demogr‡fica; la relaci—n entre imponentes y el Instituto de Normalizaci—n Previsional
pensionados se redujo de 10,8 en 1960 a 2,2 (INP) y las dos cajas de previsi—n de las
en 1980. En la medida en que las Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad,
cotizaciones y la rentabilidad de las como el nuevo sistema de capitalizaci—n
inversiones no cubr’an el pago de las individual. Dada la preeminencia de este
pensiones, se elevaba el aporte pœblico, œltimo, se considerar‡ la seguridad previ-
contribuyendo as’ a la crisis fiscal. Eliminar sional solamente en este ‡mbito.
el dŽficit presupuestario implicaba pues una
reforma del sistema previsional. Como ya se ha dicho, en el caso del sistema
de pensiones basado en la capitalizaci—n
El nuevo sistema pretende, en tŽrminos individual, cada individuo cotiza sus contri-
propositivos, afianzar la responsabilidad y el buciones en una cuenta individual, adminis-
control del individuo. La afiliaci—n al nuevo trada por una AFP libremente elegida. Al
sistema es obligatoria para todos los tŽrmino de la vida activa dicho capital le es
trabajadores dependientes y optativa para devuelto al afiliado o a sus beneficiarios
los independientes. El trabajador puede ele- mediante una pensi—n de vejez, invalidez o
gir libremente la Administradora de Fondos supervivencia. Por tratarse de una capitali-
de Pensi—n (AFP) que recibir‡ sus cotiza- zaci—n individual, el monto de la pensi—n
ciones. Ella las invertir‡ en el mercado de depender‡ principalmente del monto del
capitales y le pagar‡ finalmente una pensi—n ahorro realizado. Esta relaci—n se encuentra
acorde con el monto de las imposiciones y mediada por la tasa de rentabilidad que
las tasas de rentabiliad financiera. El sistema haya tenido la inversi—n de esos fondos por
asegura efectivamente la opci—n individual y las AFP. Estas son sociedades an—nimas con
el control el cotizante de su ahorro con fines fines de lucro, cuyo objetivo exclusivo es la
previsionales. administraci—n de los fondos y el pago de
las prestaciones establecidas. Ellas cobran
una comisi—n a los afiliados por su gesti—n;
La seguridad previsional como sin embargo, debe estar separado el
opci—n individual patrimonio de la AFP y el fondo de
pensiones que ella administra.
El estudio de la seguridad previsional exige
dos distinciones iniciales. Por un lado,
debemos distinguir el antiguo y el nuevo El Estado regula, garantiza y financia
sistema. Actualmente ambos coexisten, sin parte del actual sistema
embargo la œnica posibilidad que tienen los
trabajadores es la afiliaci—n a una AFP. Dado el lugar preponderante que ocupan las

ÒLa protecci—n frente a las amenazas: salud y previsi—nÓ 167


AFP en el nuevo sistema, el Estado regula y del PIB en el a–o 2015. (Estimaciones de la
fiscaliza su funcionamiento a travŽs de la Superintendencia de Administradoras de
Superintendencia de AFP. Adem‡s garantiza Fondos de Pensiones, 1997) El Fisco debi—
el financiamiento de ciertos beneficios como desembolsar en 1996 un poco m‡s de un
son la pensi—n m’nima, la rentabilidad bill—n de pesos, es decir 2.000 millones de
m’nima y algunos conceptos en caso de d—lares. (Ver CUADRO 47).
quiebra de una AFP o compa–’a de seguros.
El aporte estatal a la previsi—n es aœn m‡s
El dŽficit previsional que el Estado debe considerable si se calcula el financiamiento
financiar anualmente es bastante que anualmente el Estado aporta a las dos
considerable. Este dŽficit fiscal est‡ cajas de las Fuerzas Armadas, de Orden y
compuesto por el pago de bonos de Seguridad. A lo anterior hay que sumar el
reconocimiento (retribuci—n que el Estado costo para el Fisco de las pensiones m’nimas
hace por los ahorros que los cotizantes en para aquellos a los que, siendo cotizantes
AFP hicieron en el antiguo sistema) y el del nuevo sistema y teniendo 20 a–os como
aporte estatal directo para pagar a los tales, el ahorro producido no les alcanzar‡
852.933 pensionados del anterior rŽgimen para financiar una pensi—n m’nima. Es
de pensiones. Este dŽficit previsional anual necesario recordar que el Estado garantiza a
alcanz— al 3,36 % del PIB en 1997. El se todos los que cumplen ciertos requisitos la
mantendr‡ en el tiempo hasta llegar al 1% pensi—n m’nima.

CUADRO 47
DŽficit previsional estatal y sus componentes (En miles de pesos, septiembre 1997)

Bonos de Aporte Estatal DŽficit como


A„O Reconocimiento directo DEFICIT %
(1)
Monto % Monto % PREVISIONAL del PIB
1981 781.977 0,34 % 226.922.285 99,67 % 227.704.262 1,50 %
1982 11.006.160 4,50 % 233.773.571 95,67 % 244.779.732 2,01 %
1983 21.435.587 6,58 % 304.451.126 93,47 % 325.886.713 2,54 %
1984 27.608.398 6,30 % 410.707.565 93,67 % 438.315.963 3,42 %
1985 32.949.008 5,37 % 580.305.825 94,56 % 613.254.834 4,41 %
1986 46.542.054 7,65 % 562.164.380 92,28 % 608.706.434 4,23 %
1987 63.988.294 10,99 % 518.305.978 88,90 % 582.294.272 3,70 %
1988 75.122.541 10,91 % 613.559.835 88,98 % 688.661.581 3,78 %
1989 77.941.036 13,94 % 481.029.854 85,90 % 558.970.890 2,93 %
1990 91.236.120 13,40 % 589.838.855 86,75 % 681.074.975 3,78 %
1991 88.631.376 11,84 % 659.648.999 88,15 % 748.262.376 3,75 %
1992 111.027.644 13,54 % 708.877.869 86,42 % 819.905.513 3,59 %
1993 146.117.213 16,40 % 744.646.729 83,53 % 890.763.942 3,67 %
1994 172.961.512 18,05 % 785.030.403 81,91 % 957.991.914 3,62 %
1995 199.801.178 19,53 % 823.299.042 80,58 % 1.023.100.220 3,64 %
1996 215.130.997 21,09 % 805.166.078 79,26 % 1.020.297.075 3,35 %
Crecimiento
prom. anual 45,42 % 8,81 % 10,36 % 3,36 %
(81-96)

Crecimiento
prom. anual 19,41 % 4,07 % 7,06 % 3,60 %
(90-96)

(1) Estad’sticas y Boletin Estad’stico de la Superintendencia de Seguridad Social y Bolet’n Estad’stico del Banco Central de Chile

Fuente: Elaboraci—n de la Superintendencia de AFP, sobre estad’sticas de la


Superintendencia de Seguridad Social, 1997

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 168


El porcentaje de personas que no alcan- asistencial del Estado, siempre que cumpla
zar‡n a completar el ahorro necesario los requisitos que Žste exige para estos
para obtener una pensi—n m’nima, de casos.
acuerdo con las estimaciones de algunos
autores, se encontrar’a entre un 30% y El valor actual (1997) de esta pensi—n fue
un 40% de los afiliados del sistema, es de $ 21.974,17, uniforme para todos los
decir entre 1.700.000 y 2.300.000 beneficiarios. El nœmero de pensiones
afiliados. (Gert Wagner, 1991; Salvador pagadas a diciembre de 1966 era de 328.595
Zurita 1994) personas, desglosadas de la siguiente forma:

En otras palabras, si los trabajadores · Pensiones de vejez: 155.688


cumplen con el requisito de los 20 a–os de · Pensiones de invalidez: 172.907
cotizaci—n (sumando los per’odos de
imposici—n en el antiguo y nuevo sistema), ÀC—mo evaluar el actual sistema?
pero su ahorro no es suficiente para que la
AFP pague toda la pensi—n m’nima, el Muchos entendidos en la materia se–alan
Estado deber‡ hacerse cargo de la diferencia que para evaluar el sitema de AFP habr‡ que
y esto afectar’a a entre el 30 y 40 % de los esperar el ÒrŽgimen de equilibrioÓ, que es
afiliados. Valdr’a la pena realizar un estudio aproximadamente de 30 a–os.
m‡s definitivo y oficial ya que los c‡lculos
que aqu’ se entregan son muy significativos. Sin embargo, la evaluaci—n que actualmente
se puede hacer de la seguridad que ofrece el
El monto de la pensi—n m’nima corresponde nuevo sistema previsional para enfrentar
a partir de diciembre de 1997 a: adecuadamente los riesgos de vejez, inva-
lidez y muerte debe considerar dos aspectos.
· $ 55.037,84 para afiliados menores de Un primer indicador es la tasa de cober-
70 a–os, y tura, medida como relaci—n entre el nœmero
· $ 60.896,33 para afiliados mayores de de personas cubiertas y la fuerza de trabajo
70 a–os. ocupada. Considerando s—lo los cotizantes,
en 1996 el viejo sistema cubr’a 4,9% y el
A fines de 1997 se estaban pagando 71.047 nuevo sistema, 55% de la fuerza de trabajo.
pensiones m’nimas, entre las cuales 17.263 A ello habr’a que sumar los cotizantes de las
correspond’an a beneficiarios de garant’as Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad.
estatales. Ello representa una cobertura baja. Cerca
del 65% de la fuerza de trabajo estar’a
El Fisco debe, adem‡s, hacerse cargo de las cubierta por los sistemas previsionales. (O.
pensiones asistenciales para inv‡lidos y Mac’as y M. Salinas,1997)
ancianos carentes de recursos, es decir, para
aquellos que no pudieron cotizar en un No obstante lo anterior, es importante
sistema obligatorio. TambiŽn puede ser se–alar que se podr’a depurar la medida de
extendible este tipo de pensiones a aquellos cobertura en el sistema de capitalizaci—n
que no lograron permanecer 20 a–os en el individual. Al utilizar la estad’stica de coti-
sistema de AFP. zantes se estar’a subestimando la cobertura
efectiva ya que solo incluye a aquellos
Como se ha dicho, es Žsta una de las afiliados que cotizaron en un mes en
condiciones b‡sicas para lograr tener dere- particular por remuneraciones devengadas
cho por lo menos a una pensi—n m’nima en los meses anteriores, por lo que se puede
garantizada por el Estado. Si no se cumple estar excluyendo a trabajadores que s’
este per’odo y fue cotizante en alguna AFP, percibir‡n los beneficios del sistema a pesar
el Estado no garantiza la pensi—n. Ser‡ de no haber cotizado en un determinado
entonces la Administradora la que se har‡ mes. (O. Mac’as y M. Salinas, 1997)
cargo de pagar la pensi—n m’nima hasta que
se agoten los fondos ahorrados por el Segœn la Encuesta CASEN 1996, el 65% de
cotizante. DespuŽs, la persona en esta la poblaci—n respondi— positivamente a la
situaci—n deber‡ esperar la pensi—n pregunta Àse encuentra cotizando en algœn

ÒLa protecci—n frente a las amenazas: salud y previsi—nÓ 169


sistema previsional? Por lo tanto, 3.650.000 0,53% del patrimonio de las AFP y afectar’a
trabajadores estar’an cubiertos con algœn a un porcentaje considerable de la fuerza
tipo de previsi—n. Alrededor de 2.000.000 laboral. En tercer tŽrmino, podr’a explicarse
de trabajadores estar’an sin cobertura. esta situaci—n de baja cobertura pues
muchas empresas peque–as n o han
La explicaci—n de esta situaci—n hay que declarado tener trabajadores con contrato
encontrarla en tres factores. En primer lugar, formal de trabajo. Esta informalidad de
la baja cobertura de los trabajadores muchas micro o peque–as empresas podr’a
independientes (s—lo un siete por ciento), explicar otra parte del porcentaje de
siendo que Žstos representan alrededor del poblaci—n desprotegida.
27% de la fuerza de trabajo en 1996. En
segundo lugar, la morosidad en el pago de Un segundo indicador para evaluar el actual
las cotizaciones por el empleador. La sistema es la tasa de reemplazo. Ella indica
morosidad acumulada asciende a 145 la proporci—n de la pensi—n en relaci—n con
millones de d—lares, que representan un la remuneraci—n laboral imponible. Un

CUADRO 48
Evoluci—n de cotizantes y afiliados

Nuevo sistema de Instituto de Normalizaci—n


(1)
A„O pensiones Previsional
(3)
(ex Cajas de Previsi—n)
(2)
Nœmero de afiliados Nœmero de cotizantes
1979 - - 2.291.184
1980 - - 2.226.931
1981 1.400.000 - 731.939
1982 1.440.000 1.060.000 488.856
1983 1.620.000 1.230.000 477.798
1984 1.930.353 1.360.000 459.480
1985 2.283.830 1.558.194 454.409
1986 2.591.484 1.774.057 448.829
1987 2.890.680 2.023.739 441.728
1988 3.183.002 2.167.568 421.012
1989 3.470.845 2.267.622 390.061
(4)
1990 3.739.542 2.289.254 367.833
1991 4.109.184 2.486.813 350.528
1992 4.434.795 2.695.580 336.288
1993 4.708.840 2.792.118 308.703
1994 5.014.444 2.879.637 279.742
1995 5.320.913 2.961.928 282.659
1996 5.571.482 3.121.139 258.887
(5)
Sept. 1997 5.714.689 3.209.278 235.703

Nota: 1) A diciembre de cada a–o


2) Corresponde al total de afiliados que cotizaron en diciembre de cada a–o por remuneraciones de meses
anteriores
3) Promedio anual
4) Dato de cotizantes a noviembre de 1990, puesto que en diciembre de ese a–o se realiz— un proceso
extraordinario de aclaraci—n de rezagos, por lo cual la cifra a diciembre no es representativa
5) Corresponde al promedio enero-julio 1997

Fuente: Estad’sticas de la Superintendencia de Seguridad Social y


Bolet’n estad’stico de la SAFP, 1997

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 170


rasgo t’pico del sistema de capitalizaci—n adicional de asegurar cierta previsi—n para el
individual radica en la ausencia de un monto futuro mediante activos no financieros
de la pensi—n fijado de antemano. Aunque como, por ejemplo, los bienes ra’ces. Ahora
no contempla beneficios definidos, se bien, todos estos instrumentos operan m‡s
dise–— para que el trabajador reciba al final como inversiones financieras que como
de su vida activa en promedio un 70% de su mecanismos de seguridad.
remuneraci—n. Para cumplir con dicho
objetivo, se presupone una tasa de renta- De manera complementaria a los mecanis-
bilidad de un 4% a 5% real anual y una mos rese–ados se mantienen formas de
densidad de cotizaciones de 30 a 40 a–os. beneficiencia social, destinadas a las
De acuerdo con una muestra parcial de personas de ingresos insuficientes para
1994, el sistema de capitalizaci—n individual asegurar una prevenci—n m’nima de los
estar’a cumpliendo la tasa de reemplazo riesgos de vejez, invalidez y supervivencia.
prevista. A ello ha contribuido la excep- Aparte de las rentas m’nimas y asistenciales
cional tasa de rentabilidad (12% promedio recientemente se pusieron en marcha algu-
real anual desde los inicios del sitesma a la nas iniciativas de solidaridad con los m‡s
fecha) obtenida por el sistema de AFP pobres, entre ellas un Fondo Nacional del
gracias al auge del mercado de capitales. Adulto Mayor y un Fondo Nacional de
Discapacidad.

Otros instrumentos previsionales En resumen, existe una amplia gama de


mecanismos que permiten obtener una segu-
Adem‡s del sistema obligatorio de previ- ridad previsional de cara al futuro. Su rasgo
si—n, existe un conjunto de otros instru- sobresaliente reside en la sustituci—n de la
mentos voluntarios de ahorro y seguro. solidaridad intergeneracional de anta–o por
Entre las rentas de ahorro se encuentran los la responsabilidad individual. Ahora, la
dep—sitos a plazo y las cuentas de ahorro a seguridad previsional est‡ anclada en el
plazo. Los contratos de ahorro se realizan esfuerzo personal, pero tambiŽn en los
con el sistema financiero privado pero ciclos econ—micos. Es menester preguntarse
cuentan (hasta cierto l’mite) con una si estos anclajes son suficientes.
garant’a del Estado. Su importancia radica
m‡s en el ahorro a corto plazo que como
previsi—n a largo plazo. La desconfianza en el sistema previsional

Como ahorro previsional se ofrecen las En primer lugar, conviene recordar que,
cuentas de ahorro voluntario del sistema de segœn la encuesta FLACSO de 1995, la
AFP, que permiten complementar la cuenta mayor’a de los entrevistados constata que
de capitalizaci—n individual con el fin de goza de una situaci—n previsional mejor que
incrementar el monto de la pensi—n. Este la de sus padres. No hay pues una nostalgia
ahorro participa de las oportunidades y del pasado, pero tampoco seguridad. A
riesgos del mercado de capitales y cuenta pesar de que las personas disponen de
con garant’a estatal en relaci—n con la muchas y variadas oportunidades de previ-
rentabilidad m’nima y a la seguridad del si—n, ellas no se sienten seguras frente a las
ahorro en el caso de quiebra de la AFP. amenazas propias de la vejez, la invalidez y
la muerte prematura.
Las personas pueden tambiŽn invertir
directamente en acciones o en cuotas de Segœn una encuesta del Centro de Estudios
fondos mutuos como una alternativa de aho- de la Realidad Contempor‡nea (CERC) de
rro. Este mecanismo suele ser m‡s arries- diciembre de 1996, solamente un 30% de
gado y, por lo mismo, promete mayor los entrevistados manifestaba bastante con-
rentabilidad. Otro ‡mbito de previsi—n fianza en que las AFP entregar’a beneficios
voluntaria lo constituyen las mœltiples reales a sus afiliados. En cambio, 44% de
formas de seguros, algunos vinculadas a los entrevistados ten’a poca confianza y un
sistemas de ahorro. Finalmente, los grupos 10% ninguna confianza. Consecuente con lo
de mayores ingresos tienen la posibilidad anterior, el 27% de los entrevistados ten’a

ÒLa protecci—n frente a las amenazas: salud y previsi—nÓ 171


una opini—n positiva del desempe–o de las razones. En primer lugar, es menester
AFP, un 42% ten’a una imagen regular y el mencionar el hecho de que los hogares
15% una imagen negativa. Estos resultados chilenos no suelen poder apoyarse en una
son algo m‡s favorables al sistema de AFP acumulaci—n sostenida de capital a lo largo
que los que arroj— similar encuesta a fines de dos o m‡s generaciones. El patrimonio
de 1995. No obstante, la desconfianza heredado parece ser escaso.
persiste.
En segundo lugar, cabe recordar la cobertura
limitada de los trabajadores independientes
y la no cotizaci—n de muchas empresas de la
CUADRO 49 econom’a informal, como tambiŽn las
Evaluaci—n del sistema de previsi—n
deudas de cotizaci—n previsional de muchas
ÒLos ingresos en la vejez permitir‡n cubrirÓ
empresas del sector formal de la econom’a.
Ni siquiera las necesidades b‡sicas 37,0% Ello conforma un porcentaje de trabajadores
desprotegidos cercano al 35% de la fuerza
S—lo las necesidades b‡sicas 36,1% laboral.

Las necesidades b‡sicas y darse algunos gustos 16,0% Para la mayor’a de los afiliados, la
Vivir holgadamente 7,1% inseguridad podr’a estar vinculada al hecho
de que el sistema no establece un monto
NS/NC 3 ,8% determinado de las pensiones. En el sistema
de reparto se sabe de antemano el beneficio
Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana, CEP-PNUD, 1997 que recibir‡ el afiliado. En el sistema de las
Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad
existen beneficios definidos segœn de los
Segœn la encuesta de CEP-PNUD de 1997 a–os de cotizaci—n del imponente.
(ver CUADRO 49), siete de cada diez Posiblemente el beneficio sea mayor en el
entrevistados estiman no poder cubrir sus nuevo sistema de previsi—n que en el de
necesidades o poder cubrir solamente sus reparto. En la medida en que el monto de las
necesidades b‡sicas durante la vejez. La pensiones dependa de las tasas de
insuficiencia de los ingresos para entonces rentabilidad del mercado de capitales, el
inquieta especialmente a los entrevistados esfuerzo personal podr’a perder buena parte
de mayor edad (81%), de nivel socioeco- de su valor y aparecr subordinado a los
n—mico bajo (82%) y en zonas rurales ciclos inestables de la econom’a.
(83%). En cambio, dos tercios de los
entrevistados de nivel socioecon—mico alto La inseguridad subjetiva no es arbitraria.
son optimistas. A este sector pertenece la Estudios demuestran que un 1% de diferen-
mayor’a de los entrevistados que imponen cia en la rentabilidad obtenida por un
en algun sistema previsional (76%), los que afiliado durante toda su vida activa afecta en
han contratado un seguro especial de vejez un 20% el monto de su pensi—n futura
(36%), los que han comprado algœn bien (O.Mac’as y M. Salinas, 1997). Por cierto,
ra’z con ese prop—sito (44%) o los que lo decisivo es la rentabilidad a largo plazo,
disponen de ahorros para la vejez (45%). La que con 12% de promedio anual desde 1981
mayor’a de los entrevistados, por el a la fecha, genera buenas perspectivas. No
contrario, no cuentan con tales oportu- obstante ello no disminuye la preocupaci—n
nidades de seguridad. Un 76% de las por los vaivenes a corto plazo, m‡s aœn
personas entrevistadas no tiene ahorros y el cuando las turbulencias econ—micas escapan
90% no dispone ni de seguros ni de algœn en parte al control nacional.
bien inmueble para la vejez.

Falta de participaci—n e informaci—n


ÀUn futuro inseguro?
Pareciera que falta informaci—n o canales
La inseguridad previsional que reflejan las de participaci—n en fondos sociales
encuestas de opini—n responde a varias aportados por los trabajadores. Ellos no

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 172


tienen en la actualidad nada que decir sobre los entrevistados est‡ de acuerdo con la
sus ahorros. Este sistema puede aparecer afirmaci—n de que "existe un descono-
como un mecanismo elitista y cerrado en su cimiento general de los beneficios que
gesti—n. Para el buen funcionamiento del otorgan las AFP a sus afiliados". Esta
sistema se requiere conquistar la confianza desinformaci—n alimenta la sospecha
de los afiliados a travŽs de una mayor y expresada por el 65% de las personas
oportuna informaci—n m‡s alla de la cartola. entrevistadas, que est‡n de acuerdo con la
Un ejemplo podr’a ser la entrega de frase "siento que hoy me sacan m‡s plata de
informaci—n sobre estimaciones de lo que yo obtendrŽ a futuro".
jubilaciones posibles a partir del actual
monto de cotizaciones y de lo que se podr’a En resumidas cuentas, la gente participa de
imcrementar si se agregara ahorro un sistema previsional que est‡ cumpliendo
voluntario. Esto ayudar’a a gestionar y a satisfactoriamente los objetivos desde el
prever el monto de la pensi—n futura. punto de vista econ—mico, pero que no
responde con igual grado de satisfacci—n a
De no considerar la subjetividad de los las demandas subjetivas de seguridad. La
afiliados, podr’a crearse la imagen entre la gente no percibe que el sistema previsional
gente de que el nuevo sistema de previsi—n le asegure una vejez apacible. La distancia
ata–e menos a la seguridad de las personas y entre el sistema previsional y las personas
m‡s al crecimiento de la econom’a o los puede estar motivando el alto nœmero de
intereses de los due–os de las traspasos de los afiliados. Los traspasos
Administradoras. aumentaron de 387.955 en 1990 a 1.569.185
en 1996. Es decir, ese a–o porcentualmente
En efecto, la reforma ha permitido un gran la mitad de los cotizantes cambiaron de
logro: desarrollar un mercado nacional de AFP. Un 60% de ellos llevaba un a–o o
capitales. Al 31 de diciembre de 1997 menos en su AFP de origen. Considerando
los fondos de pensiones tien’an acumulados que dichos traspasos incrementan notable-
activos equivalentes a 30.800 millones de mente los gastos comerciales de las AFP,
d—lares, con un aumento de un 9.3% en llegando a representar casi la mitad de los
tŽrminos reales respecto de igual fecha de costos operativos del sistema, se estipul—
1996. El ahorro forzoso ha realizado pues una regulaci—n m’nima a fines de 1997. Ella
una acumulaci—n impresionante. permite salvaguardar la eficiencia econ—-
mica del sistema, pero no aborda el
La gente se siente desinformada, segœn una problema subyacente.
encuesta de Adimark de 1994, un 75% de

ÒLa protecci—n frente a las amenazas: salud y previsi—nÓ 173


CAPITULO 8

Realizaci—n de las
oportunidades en educaci—n,
trabajo y consumo

ÒRealizaci—n de las oportunidades en educaci—n, trabajo y consumoÓ 175


LA REALIZACION DE LAS OPORTUNIDADES EN
EDUCACION, TRABAJO Y CONSUMO

Los mecanismos de seguridad suelen com- compartir cierta tradici—n cultural, particular-
binar dos tareas: ofrecer una protecci—n b‡sica mente el lenguaje y la historia nacional, cierta
contra las amenazas y permitir la realizaci—n interpretaci—n del mundo actual y expectativas
de las oportunidades ofrecidas. Por razones similares del futuro, en fin, a compartir un
pr‡cticas, pareci— conveniente distinguir las "sentido comœn" y, por tanto, a desarrollar un
dos caras. DespuŽs de haber analizado la sentimiento de arraigo y pertenencia. Por eso,
seguridad que brindan los sistemas de salud y la educaci—n ha sido, desde la Independencia,
previsi—n frente a los riesgos, este cap’tulo una escuela de ciudadan’a.
enfoca la Seguridad Humana desde el punto
de vista de la realizaci—n de las oportunidades. La seguridad en educaci—n es fundamental-
El an‡lisis aborda tres ‡reas que la gente iden- mente anticipatoria; ella concierne a las
tifica como particularmente relevantes en tŽr- opciones que abre la educaci—n a la pr—xima
minos de las opciones que abren: la educaci—n, generaci—n. La inseguridad, en cambio, radica
el trabajo y el consumo. A continuaci—n se en el presente. Ella abarca el miedo a no poder
trata de indagar, en cada caso, el abanico de costear un colegio adecuado o que los hijos no
oportunidades existentes y la percepci—n de las cumplan el rendimiento exigido y deban
personas acerca de sus opciones con el fin de abandonar prematuramente la escuela y que la
poder establecer el grado de seguridad calidad de la ense–anza escolar no facilite el
ofrecido. ascenso social.

En consecuencia, la seguridad humana en


educaci—n ha de considerar al menos tres
1. LA SEGURIDAD EN EDUCACION aspectos. En primer lugar, las personas han de
tener las oportunidades de acceder al capital
La educaci—n combina como pocos campos cultural necesario para su desempe–o laboral y
una dimensi—n instrumental y subjetiva. Por de acreditarlo. Ello implica, como segundo
un lado, ella entrega los conocimientos nece- factor, que el sistema educacional ofrezca y
sarios para que las personas se incorporen fomente una igualdad de oportunidades. En
acorde con sus capacidades al sistema produc- tercer lugar, las personas deben poder adquirir
tivo del pa’s. El aprendizaje escolar es tal vez las predisposiciones, experiencias y pr‡cticas,
la herramienta principal que tiene la gente para en suma, los h‡bitos requeridos para manejar
ganarse la vida. Por otro lado, la educaci—n las opciones abiertas por los sistemas sociales.
tiene una fuerte denotaci—n simb—lica. Ella
representa un mecanismo privilegiado para la
adquisici—n de identidad personal y colectiva y Una amplia cobertura
para la integraci—n ciudadana.
Es sabida la importancia que el imaginario
En la medida en que la educaci—n determina colectivo y el discurso oficial atribuyen a la
de manera importante a travŽs de los t’tulos educaci—n. No obstante, el sistema educativo
escolares la condici—n social y los ingresos chileno alcanza una cobertura satisfactoria de
econ—micos de la persona, ella siempre fue la poblaci—n reciŽn en las œltimas dŽcadas. A
apreciada como canal de movilidad social. fines del siglo XIX, de un mill—n y medio de
Esta vinculaci—n entre nivel educacional y habitantes que ten’a Chile, un 25% se
nivel socioecon—mico es confirmada por encontraba en edad escolar, pero s—lo el 13%
an‡lisis recientes. No obstante, la educaci—n es de la poblaci—n acced’a a una educaci—n
m‡s que un instrumento a disposici—n del formal. Se suceden diversas iniciativas que,
desarrollo individual. Representa simult‡- acicateadas por la "cuesti—n social", desem-
neamente la forma fundamental de socia- bocan en 1920 en la Ley de Instrucci—n
lizaci—n (junto con la familia) para integrar a Primaria Obligatoria, que establece una
todo individuo a la vida social. Es mediante la educaci—n gratuita de seis a–os para personas
educaci—n escolar que las personas aprenden a de ambos sexos.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 176


En esa Žpoca, cerca de la mitad de la po- se prolonga y refuerza en la medida en que
blaci—n es analfabeta. Una de las razones que aumenta el nivel educacional. El problema se
impiden una cobertura mayor es la falta de in- viene arrastrando desde los comienzos del
fraestructura. La creaci—n de una sociedad sistema educacional chileno.
constructora de establecimientos educacio-
nales en 1937 impulsa una expansi—n de Todav’a en 1994, la oferta educacional en las
escuelas y liceos, permitiendo aumentar y zonas rurales garantiza s—lo seis a–os de
diversificar la matr’cula. En los a–os 50 y escolaridad cuando el promedio nacional de la
especialmente a partir de la reforma educa- poblaci—n econ—micamente activa es superior
cional de 1965 tiene lugar una fuerte a los nueve a–os de escolaridad (ver CUA-
expansi—n de la matr’cula tanto en educaci—n DRO 50).
primaria y secundaria como, por sobre todo,
educaci—n superior. Actualmente, existe una A pesar de los esfuerzos realizados sigue
cobertura relativamente satisfactoria, al menos habiendo tasas significativas de analfa-
en la educaci—n b‡sica (97%) y media (79%), betismo. Entre 1987 y 1994 el analfabetismo
y un avance menor en educaci—n superior disminuye del 6% al 4,4 % de la poblaci—n
(27%). mayor de 15 a–os como promedio nacional; en
cambio, s—lo baja del 14,6% al 12,1% en la
Un acceso desigual poblaci—n rural. Visto desde otro ‡ngulo:
mientras que en el quintil m‡s rico de los
Las tasas globales de cobertura no dan cuenta, hogares apenas existe analfabetismo (0,7%),
sin embargo, del acceso muy desigual al siste- en el quintil de ingresos m‡s bajos el anal-
ma educativo. Ya en el momento de ingresar a fabetismo alcanza en 1994 todav’a al 8% de la
la escuela, punto de partida y condicionante de poblaci—n de 15 y m‡s a–os. En estos sectores
la biograf’a posterior, no existe una igualdad tambiŽn es mayor la tasa de repetici—n y
de oportunidades. La desigualdad inicial deserci—n escolar.

CUADRO 50
Escolaridad media de la poblaci—n de 15 a–os y m‡s,
por zona y segœn quintiles de ingreso, 1987-1994

URBANA RURAL TOTAL


Quintil 1987 1990 1992 1994 1987 1990 1992 1994 1987 1990 1992 1994

I 7,1 7,9 8,1 7,9 5,2 5,7 5,9 5,8 6,5 7,3 7,4 7,3
II 7,7 8,5 8,5 8,5 5,4 5,8 5,9 6,1 7,1 7,9 7,9 8,0
III 8,3 9,0 9,1 9,2 5,5 6,0 6,1 6,3 7,8 8,5 8,6 8,7
IV 9,4 10,0 10,0 10,3 6,2 6,7 6,6 7,2 9,0 9,6 9,6 10,0
V 11,8 12,3 12,1 12,3 8,5 9,1 8,9 10,2 11,6 12,1 11,9 12,2

PAIS 9,0 9,6 9,6 9,7 5,6 6,3 6,3 6,4 8,3 9,0 9,0 9,2

Nota: Al analizar por l’nea de pobreza o quintil de ingreso no se considera el servicio domŽstico ni su grupo familiar

Fuente: MIDEPLAN, Encuestas CASEN 1987-1994

ÒRealizaci—n de las oportunidades en educaci—n, trabajo y consumoÓ 177


La desigualdad de oportunidades se refleja en Sistema pœblico y privado
la calidad del sistema educativo. Las
mediciones (SIMCE) que evalœan el rendi- Teniendo en vista tal situaci—n, el papel del
miento escolar en el cuarto y octavo a–o de Estado es materia de controversia. Ya en el
educaci—n b‡sica muestran una correlaci—n siglo pasado hay quienes reivindican la ins-
entre nivel socioecon—mico y rendimiento trucci—n pœblica en nombre del progreso, la
escolar. En cuarto b‡sico, entre 1989 y 1996 paz social y la unidad nacional y, por otra par-
los alumnos del quintil m‡s pobre aumentan su te, quienes resaltan el derecho de la familia a
rendimiento en 42 por ciento. Ello les permite decidir quŽ ense–anza prefieren dar a los hijos.
solamente alcanzar los logros obtenidos por el El "derecho a la educaci—n" y la "libertad de
quintil m‡s rico en 1989, que entretanto ense–anza" son los dos principios que gu’an el
increment— sus logros en 23 por ciento (ver desarrollo del sistema educacional.
CUADRO 51) .
A fines de los a–os 30, la necesidad de
impulsar la industrializaci—n y de afianzar el
CUADRO 51 rŽgimen democr‡tico confirma el papel
Evaluaci—n del rendimiento escolar segœn privilegiado del Estado. Paralelamente al
nivel de ingresos, SIMCE, 1989-1996 sistema fiscal se desarrolla un sistema privado,
financiado preferentemente por los padres, con
Cuarto b‡sico
un doble objetivo: en el ‡mbito cultural,
Quintil 1989 1996 % aumento defender los valores profesados en el hogar y,
en materia acadŽmica, facilitar el ingreso a la
I 61,48 75,77 23,24
II 49,97 65,88 31,84 educaci—n superior.
III 47,50 64,89 36,61
IV 46,41 64,15 38,22 La preeminencia estatal se mantiene hasta
V 42,92 60,86 41,80 1979, cuando el rŽgimen militar inicia la reor-
ganizaci—n de la sociedad chilena. En la pers-
Octavo b‡sico
pectiva de un "Estado subsidiario", el Minis-
Quintil 1989 1996 % aumento terio de Educaci—n traspasa la totalidad de los
establecimientos educacionales a las munici-
I 60,16 62,69 4,21
II 49,80 52,92 6,27 palidades. TambiŽn aumenta la subvenci—n al
III 48,32 52,23 8,09 sector privado. Modifica asimismo el finan-
IV 47,72 51,53 7,98 ciamiento de la educaci—n superior, facilita la
V 44,76 49,93 11,55 creaci—n de universidades privadas y entrega
muchos establecimientos de educaci—n tŽcnica
Fuente: Ministerio de Educaci—n, 1997 a organizaciones empresariales. El Estado
conserva œnicamente una funci—n reguladora
y, mediante el sistema de subvenciones, una
Las diferencias en la infraestructura (tipo de responsabilidad econ—mica subsidiaria.
aulas, soportes tecnol—gicos) y de capital
cultural (socializaci—n familiar, tama–o de los Los gobiernos democr‡ticos duplican el gasto
cursos, calidad de la ense–anza) aumenta la pœblico en educaci—n e introducen importantes
brecha con los grados de escolaridad. En modificaciones en el sistema educacional
octavo b‡sico, las desigualdades son todav’a vigente. A partir de 1996 se da inicio a una
m‡s llamativas. Los alumnos del quintil m‡s profunda restructuraci—n del sistema
bajo aumentan su rendimiento en 11,55 % educacional que puede tener importantes
entre 1989 y 1996, pero no alcanzan el nivel repercusiones en la igualdad de oportunidades
que ya ten’an inicialmente los alumnos del en el futuro.
quintil m‡s alto.
Actualmente el sistema educacional com-
A fines de la educaci—n primaria ya est‡ pues prende alrededor de diez mil establecimientos,
fijada, en grado importante, la trayectoria de los cuales el 57% son municipales, 33%
futura de los j—venes, aunque gracias a las particulares subvencionados y 2% corres-
importantes inversiones realizadas en educa- ponden a corporaciones, generalmente gre-
ci—n, la distancia disminuye paulatinamente. mios empresariales, financiadas mediante

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 178


convenios. Es decir, la gran mayor’a de la M‡s cr’tica es la opini—n respecto de la forma-
poblaci—n escolar es atendida por los colegios ci—n religiosa y de h‡bitos; apenas la mitad
municipales o colegios privados con subven- de los encuestados percibe una mejor’a. En
ci—n estatal. S—lo los hogares con ingresos general, una vasta mayor’a de la poblaci—n va-
altos pueden enviar a los hijos a colegios lora positivamente la reforma educacional de
particulares pagados, que no son m‡s que el 1996, esperando que la extensi—n de la jornada
8% del total de los establecimientos. escolar mejore el nivel de la educaci—n.

En la educaci—n superior la tendencia se Dicho reconocimiento no implica, empero, un


invierte. Suelen ser los egresados de los cole- sentimiento de seguridad. Segœn la encuesta
gios particulares los que tienen las califica- mencionada del DESUC-COPESA, tanto en
ciones exigidas para poder optar a las princi- 1995 como en 1997 solamente la mitad de los
pales universidades pœblicas. Existen, por su- entrevistados cree que la educaci—n que recibe
puesto, otras opciones; en total, 93 univer- actualmente su hijo le asegura un buen futuro
sidades, 73 institutos profesionales y 127 (ver CUADRO 53).
centros de formaci—n tŽcnica. En suma, las
oportunidades educacionales han mejorado,
aunque todav’a de manera desigual. Por ello, CUADRO 53
hay acuerdo en la prioridad de la reforma La seguridad educacional
educacional como un mecanismo decisivo La educaci—n que recibe actualmente su hijo,
Àle asegura un buen futuro?
para asegurar cierta igualdad de
oportunidades a todos los chilenos y para 1995 1997
fortalecer el desarrollo de las personas y la
competividad sistŽmica del pa’s. S’ 54,4% 52,7%
Le ayuda un poco 32,6% 36,1%
No 13% 11,2%

ÀUn futuro seguro para los hijos?


Fuente: DESUC-COPESA, 1995 y 1997
La opini—n pœblica reconoce los esfuerzos
realizados. La gente estima que particu-
larmente en el ‡mbito educacional su situaci—n
ha mejorado con respecto a la de sus padres. Ahora bien, la seguridad var’a enormemente
segœn el tipo de colegio. As’, ocho de cada
diez entrevistados con un hijo en un colegio
CUADRO 52 particular pagado (sea religioso o laico) est‡n
Percepci—n de una situaci—n personal
satisfechos; en cambio, la mitad de los padres
mejor que la de los padres
(porcentaje de quienes estiman mejor) con hijos en un colegio particular
subvencionado o municipal preferir’an otro
Situaci—n en general 62% colegio. En efecto, las perspectivas de futuro
Situaci—n educacional 77% dependen de la calidad del colegio. Este
Situaci—n laboral 58% condiciona, en concreto, el posible acceso a la
Situaci—n econ—mica 57%
educaci—n superior y, por ende, a las
Situaci—n previsional 56%
Situaci—n habitacional 54% posiciones privilegiadas de la sociedad. Dos
tercios de los entrevistados con hijos en un
Fuente: Encuesta FLACSO 1995 colegio particular pagado est‡n seguros de que
la educaci—n recibida les permitir‡ entrar a la
universidad. La proporci—n baja a un tercio en
el caso de quienes tienen su hijo en un colegio
Esta apreciaci—n sobre la mejor’a inter- particular subvencionado y a una cuarta parte
generacional es confirmada, desde otro para los entrevistados con hijo en un colegio
‡ngulo, por una encuesta del Centro de municipal. En estos casos (que comprenden a
Estudios Pœblicos en diciembre de 1996. Dos la mayor’a de la poblaci—n) m‡s de dos tercios
tercios de los padres entrevistados opina que o no est‡n seguros de que el hijo ingresa a la
sus hijos tienen una mejor educaci—n que la universidad o bien lo descartan directamente.
suya en cultura general y calidad acadŽmica. (Ver CUADRO 54)

ÒRealizaci—n de las oportunidades en educaci—n, trabajo y consumoÓ 179


parece denotar un miedo al "contagio cultural"
CUADRO 54 y cierta inseguridad de posici—n social. Para
Expectativas de acceder a la universidad algunos, considerando que la educaci—n
superior opera como estrategia de dife-
Con la educaci—n que recibe actualmente su hijo, Àcree
Ud. que entrar‡ a estudiar a la universidad? renciaci—n social, la "mezcla" de diferentes
niveles socioecon—micos pondr’a en entre-
S’ con No est‡ No dicho a la carrera universitaria como signo de
seguridad seguro distinci—n. Para otros, exponer a sus hijos a
Colegio particular pagado 67,9% 28,7% 3,4% otros estilos de vida puede implicar el peligro
Colegio particular subvencionado 34,5% 48,6% 16,9% de unas expectativas inalcanzables.
Colegio municipal 24,4% 49,3% 26,3%
N 825
CUADRO 55
Fuente: DESUC-COPESA 1997
Percepci—n de los padres acerca de los
problemas en educaci—n b‡sica, media
y superior
La evaluaci—n de los padres depende de sus
B‡sica Media Superior
expectativas. Se trata de un campo complejo Falta de
sobre el cual algo nos informa el cuadro si- disciplina 36,8% 46,8% 29,2%
guiente con las apreciaciones que hacen los
Falta interŽs
padres de los problemas en los colegios. Los por estudios 33,9% 51,1% 22,1%
padres visualizan preferentemente una falta de
Diferencia nivel
interŽs en estudiar y una falta de disciplina, la
social alumnos 31,7% 41,0% 54,2%
violencia entre los alumnos y las diferencias
de nivel social. Llama la atenci—n que la falta Falta motivaci—n
profesores 27,3% 33,4% 28,6%
de disciplina se nombre como el principal
problema en la educaci—n b‡sica y como la Fuente: DESUC-COPESA 1997
segunda prioridad en la ense–anza media,
especialmente por padres con hijos en colegios
municipales. Ello parece indicar un des-
contento con el colegio como elemento de La memoria del Estado docente subsiste,
disciplinamiento (en el doble sentido de preferentemente en la clase media. En una
"disciplina": rigurosidad l—gica y control encuesta del Ministerio de Educaci—n, rea-
corporal). lizada en 1996 a los apoderados de colegios
municipales y particulares subvencionados,
En la ense–anza media el problema m‡s seis de cada diez entrevistados estiman que el
mencionado es la falta de interŽs en estudiar; Ministerio de Educaci—n es el ente responsable
tema prioritario especialmente para los padres de la calidad de la educaci—n en el pa’s (Jara,
con hijos en colegios particulares pagados. En C., 1997). El papel fundamental atribuido al
este caso, los padres suelen realizar una Estado no abarca a las municipalidades; los
importante inversi—n econ—mica con la expec- establecimientos municipales tienen una valo-
tativa de movilidad social. Ellos esperan que raci—n m‡s bien baja. En la encuesta del CEP
los hijos terminen la ense–anza media con de diciembre 1996, frente a la disyuntiva de
buenas calificaciones a sabiendas de que Žsta escoger entre un colegio municipal y un
representa el principal condicionante del nivel colegio privado subvencionado, seis de cada
socioecon—mico posterior. La preocupaci—n de diez padres con hijos en edad escolar prefer’an
los padres tambiŽn podr’a estar reflejando una el segundo.
desmotivaci—n real de los alumnos, que no
estar’an vinculando su rendimiento escolar con
sus oportunidades posteriores. Buena educaci—n - igualdad
de oportunidades
Finalmente, cabe destacar otro problema
mencionado: la heterogeneidad social de los Los antecedentes rese–ados indican que el
alumnos. Es de lejos el tema principal de los sistema educacional tiene dificultades para
padres con hijos universitarios. El juicio ofrecer una igualdad de oportunidades a los

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 180


chilenos. Esta realidad se refleja en los trata de seleccionar los medios adecuados para
sondeos de opini—n: casi la mitad de los padres fines determinados, sino de redefinir conti-
estima que el sistema educacional no ofrece nuamente medios y fines.
seguridad respecto del futuro de sus hijos.
Solamente los padres de nivel socioecon—mico
alto est‡n convencidos de que la educaci—n
recibida asegura un buen futuro. 2. LA SEGURIDAD LABORAL

La inseguridad proviene, en primer lugar, del El trabajo ocupa un lugar fundamental en la


desigual acceso y nivel de acreditaci—n. Basta sociedad chilena en cuanto condiciona no s—lo
ver la escolaridad media de la poblaci—n de 15 el bienestar material sino igualmente el
a–os y m‡s, resumida en el CUADRO 50. bienestar s’quico y el universo cultural de la
Segœn la Encuesta CASEN 1994, en el quintil gente. Esa preponderancia radica, en primer
de ingresos m‡s bajos el promedio nacional es lugar, en la importancia que tiene el trabajo
de 7,3 a–os, o sea, por debajo del nivel de productivo para la reproducci—n material de la
escolaridad obligatoria. En cambio, en para el sociedad y, por supuesto, para el bienestar de
quintil de ingresos m‡s altos el promedio est‡ las personas. Tener un empleo estable con
por encima de doce a–os, o sea, educaci—n me- ingresos adecuados permite a la gente valerse
dia completa. No sorprende, pues, conside- por s’ sola. De ah’, en segundo lugar, el papel
rando la correlaci—n entre ense–anza media y primordial del trabajo para el bienestar
oportunidades laborales, que la mayor’a de los sicosocial; Žl influye en las posibilidades de
chilenos vea con inquietud el futuro de sus autoestima, de autorrealizaci—n individual y,
hijos. en general, condiciona las relaciones de con-
fianza y sociabilidad que puedan desarrollar
las personas. Es decir, el empleo procura no
A los problemas heredados del pasado se s—lo ingresos sino tambiŽn v’nculos sociales.
agregan aquellos planteados por el futuro. M‡s M‡s all‡ de su importancia econ—mica el
all‡ de la falta de certificaci—n requerida, no trabajo tiene, as’, un enorme significado
existe seguridad de que los hijos adquieran simb—lico. El trabajo es un anclaje decisivo de
esas "herramientas de modernidad" que exigen la identidad colectiva, de los sentimientos de
los tiempos actuales. No se dispone de pertenencia y de participaci—n de los
evaluaciones concluyentes. En los grupos de individuos, en fin, de su integraci—n en la vida
discusi—n (rese–ados en el cap’tulo 4) surgen social. Por eso el reconocimiento social del
dudas de si el sistema educativo entrega las trabajo no se agota en la remuneraci—n; ata–e a
aptitudes y conocimientos requeridos para la forma en que se organiza una sociedad.
enfrentar las nuevas condiciones del proceso
econ—mico. Este tiene, tambiŽn en Chile,
caracter’sticas complejas: a la vez espe- Las oportunidades de empleo
cializaci—n de la calificaci—n y flexibilizaci—n
del empleo, predominio del flujo de La seguridad del empleo concierne ante todo a
informaci—n por sobre el volumen de rutinas, la cantidad de oportunidades; mientras m‡s
trabajo en equipo y gesti—n descentralizada, oportunidades existan menor es el peligro de
junto con fuertes exigencias de coordinaci—n, desempleo y la consiguiente pŽrdida de
todo ello con el fin de crear "organizaciones ingresos. Pues bien, en la œltima dŽcada las
inteligentes" capaces de crear y traducir oportunidades de empleo aumentaron de
continuamente conocimiento en decisiones. modo sostenido. Dicho incremento se corre-
laciona con el crecimiento continuo del PIB
En este contexto la educaci—n toma otro papel: per capita. A diferencia de otros pa’ses, en
m‡s que aprender determinados contenidos Chile el crecimiento de la econom’a ha estado
parece necesario aprender a innovar, o sea, acompa–ado de mayores oportunidades de
aprender el aprendizaje. La adquisici—n de empleo. Un crecimiento econ—mico de 6,5 %
informaci—n y conocimientos por s’ sola al a–o, en promedio, ha favorecido un
resulta insuficiente; hay que saberla insertar en aumento tanto de la demanda como de la
estrategias de decisi—n y gesti—n. Eso hace la oferta de empleo. La poblaci—n econ—mi-
diferencia entre educaci—n y tŽcnica; no se camente activa abarca ahora alrededor del

ÒRealizaci—n de las oportunidades en educaci—n, trabajo y consumoÓ 181


40% de la poblaci—n, de la cual alrededor del econ—mico, dicho incremento no ha sido igual
94% est‡ ocupada. Considerando la baja tasa para los diversos grupos de la poblaci—n
de desempleo, puede afirmarse que la cantidad ocupada. Es notorio que la desocupaci—n est‡
de oportunidades no es motivo de inseguridad. concentrada en el 20% de la poblaci—n m‡s
pobre. Las mujeres y los j—venes suelen tener
Asegurada una oferta adecuada de empleos, es igualmente tasas de cesant’a por sobre el
menester preguntarse acerca de su calidad. Un promedio. Los grupos con menor capital social
aspecto sobresaliente de la seguridad tiene que y cultural tienen tambiŽn menores opor-
ver con la estabilidad, o sea, la duraci—n del tunidades de insertarse en un proceso de
empleo y del eventual desempleo. modernizaci—n que se apoya cada vez m‡s en
el conocimiento y la informaci—n.
En la medida en que los empleos sean m‡s
estables y sea menor el tiempo en que los Se constata, en tŽrminos generales, que las
desocupados han buscado empleo desde su oportunidades de empleo var’an de una cate-
œltimo trabajo regular, la inseguridad ser‡ me- gor’a social a otra segœn la gravitaci—n que ella
nor. Desde mediados de los a–os 80 la dura- tenga en relaci—n a las dem‡s. Un estudio del
ci—n del empleo parece aumentar. C‡lculos per’odo 1989-1995 (Mac-Clure 1997) arroja
aproximativos indican que actualmente una los siguientes resultados. Por un lado, los
persona suele ocupar un empleo alrededor de trabajadores no manuales tienen oportunidades
4,5 a–os en promedio. Simult‡neamente la superiores al conjunto de la poblaci—n
duraci—n del desempleo parece haber dis- ocupada, pero sus empleos son altamente
minuido a un promedio de 3 meses (Banco inestables. TambiŽn las mujeres y los traba-
Mundial 1997). En tŽrminos generales, la jadores independientes tienen mayores oportu-
duraci—n de los empleos es m‡s prolongada nidades de empleo que los hombres y los
que antes y los per’odos de cesat’a son m‡s trabajadores dependientes, pero no tan esta-
breves. En este sentido, actualmente te una bles. Los trabajadores manuales en cambio
mayor seguridad en el empleo. Tal apreciaci—n disponen de menos oportunidades que los no
general, empero, debe ser matizada. manuales, pero ellas son m‡s estables. Los
trabajadores rurales enfrentan la peor com-
Mientras que las oportunidades de empleo han binaci—n; sus empleos son cada vez m‡s
aumentado acorde al patr—n del crecimiento escasos y a la vez inestables.

GRAFICO 39
Oportunidades de empleo, 1989-1995

Estables y altas Inestables y altas


80 NO MANUALES
INDEPENDIENTES REG. METROPOLITANA
40
SERVICIOS MUJERES
Estabilidad
DEPENDIENTES 0
-1 1 3 5 7 9 11 13 15 17 19
HOMBRES MANUALES
40
REGIONES
PRODUCCION
80

RURALES

-120 Nivel
Estables y bajas Inestables y bajas

Fuente: Mac-Clure en base a Instituto Nacional de Estad’stica, Encuesta Nacional de Empleo.


Banco Central, Bolet’n Mensual, 1988 a 1995.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 182


La variabilidad de los empleos depende ingresos de todos los sectores aumentan a la
igualmente del sector. Las oportunidades en la vez que persiste la brecha entre ricos y pobres.
industria manufacturera, la agricultura, La percepci—n de la distancia que separa los
miner’a y pesca, esto es, en sectores m‡s ingresos propios de los de otros sectores y la
vinculados al comercio exterior, son compa- comparaci—n de la situaci—n propia con el
rativamente m‡s altas e inestables. En suma, crecimiento econ—mico sostenido del pa’s no
las oportunidades de empleo var’an entre los pueden sino acentuar el sentimiento de
grupos ocupacionales, no estando ninguno en injusticia de amplios grupos sociales.
una situaci—n —ptima (Mac-Clure, O., 1997).
Lo anterior remite a los problemas de ascenso
social que son, tradicionalmente, un motivo
La mayor demanda de empleos calificados en mayor de preocupaci—n de los chilenos. La
una "sociedad de conocimiento" hace suponer mayor flexibilidad del mercado laboral parece
que la flexibilizaci—n del empleo aumentar‡ en estar acompa–ada de una mayor segmentaci—n
el futuro, incrementando las oportunidades y entre las categor’as sociales. La movilidad
los riesgos. De confirmarse esta tendencia ser’a m‡s horizontal (dentro de la misma
general, el problema prioritario consistir‡ en la categor’a) que ascendente. Al respecto,
adaptaci—n de las personas a una fuerte mœltiples estudios destacan la relevancia de la
rotaci—n del empleo. educaci—n como factor crucial para acceder a
ocupaciones no manuales de mayor ingreso.
Los datos de la encuesta CASEN 1994
muestran efectivamente una alta relaci—n entre
Los ingresos y la seguridad laboral ingreso y educaci—n. El ingreso medio
aumenta conforme a los a–os de educaci—n
Otra dimensi—n de la seguridad laboral formal; el egreso de la educaci—n media y los
concierne a los ingresos. La seguridad presu- estudios universitarios marca dos cortes
pone ingresos estables y suficientes, que per- significativos. La educaci—n no solamente
mitan llevar un nivel de vida digno y acorde promete m‡s ingreso; adem‡s est‡ asociada al
con las expectativas normales de cada sector grupo ocupacional. En general, cada grupo
social. Pues bien, tambiŽn existen mejores ocupacional se caracteriza por un perfil
oportunidades en este campo. En los a–os 90 educativo relativamente diferenciado que a su
no s—lo se recuperan los niveles anteriores, vez se refleja en diferencias de ingreso (Beyer,
sino que tiene lugar una mejor’a de los H., 1997).
ingresos en todos los sectores sociales.
Esta relaci—n ha impregnado el sentido comœn,
Sin embargo, se mantienen grandes diferen- dando lugar a una creciente valoraci—n de la
cias. A pesar del crecimiento econ—mico y de educaci—n y de la capacitaci—n. Su valor es
un fuerte incremento del gasto social, uno de relevado por el mercado de trabajo. En lo que
cada cuatro chilenos todav’a vive en una situa- toca a la demanda, los sectores m‡s din‡micos
ci—n de pobreza. Tan dif’cil como erradicar la de la econom’a requieren trabajadores de
"pobreza dura" resulta cambiar la distribuci—n mayor calificaci—n y respecto de la oferta, los
del ingreso. Particularmente desde el punto de trabajadores altamente calificados tienen m‡s
vista de los ingresos, la sociedad chilena opciones pues representan un recurso escaso.
muestra desigualdades acentuadas.
A la educaci—n se agrega, en segundo lugar de
Los pobres y parte de los grupos medios importancia, la experiencia de trabajo, vincula-
acceden a nuevos empleos que les permiten da principalmente a la edad. Entre ambas
aumentar sus ingresos, pero quedan rezagados variables, educaci—n y experiencia laboral,
en relaci—n con el crecimiento de los ingresos explicar’an alrededor de un tercio de las
del pa’s en su conjunto. La raz—n parece residir diferencias en los ingresos. En el caso de los
en las menores oportunidades de empleo y la empresarios (incluidos los microempresarios)
menor calidad del empleo. y los ejecutivos, los ingresos parecen depender
menos de la educaci—n que de la experiencia y
El proceso de modernizaci—n arroja pues un de otros factores como el acceso a activos fijos
resultado parad—jico: en los a–os recientes los (Uthoff, A. 1983).

ÒRealizaci—n de las oportunidades en educaci—n, trabajo y consumoÓ 183


La percepci—n de inseguridad actual, siete de cada diez creen dif’cil
encontrar un empleo aceptable. Esta opini—n
Los chilenos saben aprovechar las oportu- es particularmente fuerte en los grupos etarios
nidades de empleo ofrecidas. De hecho, la con mayor inserci—n laboral (grupos de 25-34
mayor’a de las personas cambian de empleo y 35-54 a–os). Similar percepci—n predomina
sin haber estado desocupadas. No obstante, entre las personas inactivas; ocho de cada diez
subsiste la incertidumbre. A pesar de que la entrevistados sin actividad remunerada
tasa de cesant’a ha bajado a m’nimos estiman dif’cil o muy dif’cil encontrar un
hist—ricos, y parece bajar tambiŽn la duraci—n trabajo aceptable. Este pesimismo es todav’a
del desempleo, la gente tiende a estar m‡s pronunciado en el grupo socioecon—mico
preocupada por su empleo. Segœn distintos bajo (85%), en el sector rural (89%) e incluso
sondeos de opini—n, la estabilidad del empleo entre los entrevistados de 25 a 34 a–os (84%).
y la desocupaci—n son muy importantes
fuentes de inseguridad.
Por otra parte, los chilenos tienden a estar
disconformes con sus ingresos. A pesar de que
En la encuesta CEP-PNUD de 1997, seis de todos los grupos sociales han visto aumentar
cada diez entrevistados conf’an en no perder sus ingresos, la mayor’a de los entrevistados
su actual trabajo (ver CUADRO 56); estiman que sus ingresos son insuficientes para
confianza que comparten el 69% de los solventar sus necesidades, especialmente a la
entrevistados de nivel socioecon—mico medio hora de enfrentar gastos mŽdicos o tener que
y 88% del nivel socioecon—mico alto. La vivir con la pensi—n de vejez. Como se mostr—
percepci—n de la gente cambia cuando mira al en el cap’tulo anterior, la mayor’a de la
futuro. Al preguntar a los entrevistados con poblaci—n parece no contar con los ingresos
empleo remunerado acerca de las dificultades requeridos en tales casos. Por supuesto, la
de encontrar trabajo en caso de perder el inseguridad var’a segœn el nivel econ—mico.

CUADRO 56
Confianza en conservar o encontrar empleo

Evaluaci—n Evaluaci—n NS/NC


positiva negativa
Confianza en no
perder el actual trabajo 59,1 % 38,2 % 2,7 %
Facilidad para encontrar
un nuevo trabajo aceptable 29,5 % 68,9 % 0,8 %
Facilidad de inactivos para
incorporarse a un trabajo 16,2 % 82,2 % 1,6 %

Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana, CEP-PNUD, 1997

Los elementos que inciden en la perder o a no encontrar empleo puede estar


inseguridad laboral influido por el recuerdo de las crisis
econ—micas que a mediados de los a–os 70 y,
Un incremento generalizado de las opor- de nuevo, a comienzos de los 80 provocaron
tunidades de empleo, ingreso y consumo est‡ a altas tasas de cesant’a en todas las categor’as
la vista, mientras que los chilenos y las sociales. Quiz‡ la intensidad y relativa
chilenas manifiestan preocupaci—n. Proba- cercan’a de aquellas crisis alimenten un miedo
blemente el malestar obedezca a muy diversos soterrado.
motivos. Discursivamente la incertidumbre
aparece verbalizada bajo una f—rmula La memoria de ese pasado no inhibe empero
conocida: el miedo al desempleo. El miedo a una fuerte apuesta al futuro. La expansi—n del

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 184


crŽdito de consumo y, particularmente, empleos no manuales (la categor’a de los
el significativo sobreendeudamiento de las "analistas simb—licos" en la terminolog’a de
capas medias indican que, en la pr‡ctica, la Robert Reich), cuya flexibilizaci—n mina la
gente conf’a en poder pagar sus deudas; relaci—n entre remuneraci—n y trayectoria
vale decir, conf’a en conservar su empleo y laboral (o capital humano acumulado).
su ingreso en el futuro.

La disonancia entre el miedo expresado y la Entonces los ingresos ya no se refieren a una


conducta real de las personas hace pensar que escala institucional de remuneraciones y
a la antigua incertidumbre, propia de toda tienden a depender mucho m‡s de la inserci—n
econom’a capitalista, se agrega un nuevo tipo en redes; dos personas con similar formaci—n y
de incertidumbre, vinculada al modo competencia pueden tener muy distintos
espec’fico de la restructuraci—n de la sociedad ingresos segœn su "valor" circunstancial en
chilena. En tan s—lo veinticinco a–os ella ha determinada coyuntura. En tales contextos, los
sufrido una profunda reorganizaci—n. Basta ingresos suelen ser m‡s altos, pero tambiŽn
rese–ar dos tendencias particularmente m‡s inestables. Es decir, la posici—n laboral y
notorias. Por un lado, la persistente disminu- los ingresos devienen situaciones aleatorias
ci—n de la clase obrera (de 35% a 29% entre que frecuentemente dependen m‡s de factores
1971 y 1995) y su desplazamiento desde la externos que de mŽritos propios (Fitoussi y
industria hac’a los rubros de comercio y Rosanvallon, 1997).
servicios. Por el otro, el fuerte incremento de
los sectores medios asalariados (de 18% a El impacto de Žstas y otras transformaciones
27% en el mismo per’odo) y su es potenciado por la celeridad de los cambios.
desplazamiento del sector pœblico al privado Modernizaciones que en Europa maduraron a
(Le—n y Martinez, 1997). En suma, han lo largo de dŽcadas, generalmente amorti-
variado de manera significativa el peso guadas por un tejido social sedimentado, se
relativo entre las categor’as sociales y las realizan en Chile en pocos a–os. Para apreciar
diferencias al interior de cada una. la fluidez del mercado laboral nada m‡s
ilustrativo que la velocidad con que la
Esta reestructuraci—n es impulsada por otras econom’a capitalista crea y destruye empleos.
megatendencias como, por ejemplo, los Pues bien, en Chile un 29% del empleo en el
nuevos modos de gesti—n empresarial. sector manufacturero es reasignado anual-
Anteriormente la empresa cohesionaba a las mente. Dicha tasa contrasta con las tasas
distintas categor’as bajo un mismo techo. El observadas en Estados Unidos (9%) o
trabajo generaba un v’nculo entre trabajadores Alemania (12%) y resalta el acelerado ritmo
calificados y no calificados. Esta integraci—n de cambio (Mac-Clure, 1997).
en la sociabilidad diaria se disipa con la
revoluci—n tecnol—gica y la nueva organi-
zaci—n empresarial; la flexibilizaci—n de las CUADRO 57
empresas favorece la descentralizaci—n, la Proporci—n estimada del empleo total
conformaci—n de peque–as unidades y la segœn situaci—n contractual
subcontrataci—n. En consecuencia, los lazos de
Modalidad de contrato Porcentaje
pertenencia se debilitan y se vuelven tan
flexibles como el propio mercado laboral. S’/Contrato indefinido 62,8
S’/Contrato no indefinido 11,4
La rotaci—n en el empleo y, por sobre todo, el S’/No sabe modalidad 1,8
auge del empleo independiente son impul-
No ha firmado contrato 22,3
sados por el desarrollo paulatino de una "so-
ciedad de redes" (Castells, M., 1997). Tam- No se acuerda 1,8
biŽn en Chile adquieren una relevancia cada Fuente: MIDEPLAN, Encuesta CASEN, 1996
vez mayor las redes de m—dulos interconec-
tados como forma de organizaci—n especial-
mente productiva y ‡gil. Como se se–al—, el
avance de las redes afecta principalmente a los

ÒRealizaci—n de las oportunidades en educaci—n, trabajo y consumoÓ 185


Los mecanismos de seguridad y capacitaci—n son reconocidas como los
mecanismos m‡s aptos para lograr un
La velocidad de las transformaciones exige mejoramiento de los ingresos. La actual
procesos igualmente acelerados de aprendizaje reforma del sistema educacional tendr‡ un
y acomodo para aprovechar las nuevas opor- efecto masivo solamente a mediano y largo
tunidades. El desaf’o es grande porque el plazo. Cobra entonces mayor importancia aœn
contexto flexible inhibe el aprendizaje de pau- (especialmente en vistas de la competividad
tas fijas y, adem‡s, porque no siempre los es- sistŽmica del pa’s) acelerar la reforma
fuerzos de adaptaci—n se premian. La cele- educacional y aumentar la capacitaci—n tŽcnica
ridad de los cambios vuelve m‡s dif’cil dis- de la fuerza de trabajo. Sin embargo, a pesar
tinguir entre oportunidades s—lidas y espurias. de los incentivos fiscales para la capacitaci—n
TambiŽn incrementa la ambivalencia de las laboral, segœn datos de la Encuesta CASEN,
situaciones que pueden representar simult‡- en 1996 s—lo un 15% de los ocupados
neamente oportunidades y amenazas. Es decir, particip— en algœn curso.
los trabajadores se enfrentan a situaciones des-
conocidas para las cuales no disponen de c—-
digos establecidos. En tal contexto adquieren En resumidas cuentas, la r‡pida reorga-
mayor relevancia los mecanismos de segu- nizaci—n y tecnificaci—n del trabajo aumenta
ridad. las oportunidades y los riesgos. En el futuro, el
mercado laboral se caracterizar‡ probable-
La forma espec’fica en que funciona actual- mente por una fuerte rotaci—n. Habr‡ m‡s
mente el mercado laboral conlleva un nuevo oportunidades de empleo, particularmente para
tipo de inseguridad, para el cual no existen personas calificadas, pero el empleo ser‡ m‡s
mecanismos adecuados. La instituci—n cl‡sica inestable. Esta tendencia se refleja en la visi—n
para asegurar el empleo (limitando el despido de los entrevistados por la encuesta de
y estableciendo indemnizaciones) es el Seguridad Humana. El problema prioritario ya
contrato de trabajo que incluye la afiliaci—n no es la estabilidad del empleo actual, sino el
obligatoria a un sistema previsional. En Chile permanente proceso de reinserci—n en un
un porcentaje significativo declara tener mercado extraordinariamente m—vil. El futuro
contrato indefinido (62,8 %). Sin embargo, aparece pues como algo incierto en un aspecto
alrededor de una cuarta parte de los ocupados tan vital como lo representa el trabajo. Aun
aœn carecen de esa protecci—n (ver CUADRO cuando tal din‡mica no provoque desempleo,
57). seguramente suscita incertidumbre.

Adem‡s, los subsidios de desempleo tienen En suma, en Chile tiene lugar una profunda
una cobertura reducida y beneficios exiguos. reestructuraci—n de las condiciones de trabajo
Todo ello reviste mayor gravedad entre la que requiere una respuesta satisfactoria en los
poblaci—n de menos recursos; en el primer mecanismos de seguridad.
decil el porcentaje de desocupados tiende a ser
tres veces superior al promedio nacional. A la
espera de que se materialice el proyecto de ley
sobre un "sistema de protecci—n al trabajador 3. SEGURIDAD POR CONSUMO
cesante", es menester se–alar que los
mecanismos institucionales para la seguridad Integraci—n mediante consumo
laboral tienen hoy una efectividad restringida.
A partir de los a–os 80 y, especialmente, desde
En relaci—n con la seguridad de los ingresos el los 90 las modalidades de consumo ad-
principal dispositivo oficial es el ingreso m’- quieren una preeminencia antes desconocida
nimo. Otro mecanismo institucional es la en Chile. En la "sociedad de consumo"
negociaci—n colectiva que abarca a un 14 % de emergente la participaci—n privada en bienes y
la fuerza de trabajo asalariada (OIT, 1998), a servicios condiciona de modo decisivo tanto
travŽs de una negociaci—n descentralizada a las formas objetivas como subjetivas de
nivel de la empresa. Hoy por hoy, la educaci—n integraci—n.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 186


La seguridad del consumo depende en defi- deviene pues un elemento crucial tanto para la
nitiva del ingreso y del trabajo que lo genera; autoestima de la persona como para el
empleo, ingreso y consumo conforman una reconocimiento de sus iguales.
tr’ada indisoluble. Los doce a–os de creci-
miento ininterrumpido han modificado las
caracter’sticas del consumo. Para la mayor’a Las oportunidades de consumo dependen,
de los chilenos la alimentaci—n ya no es factor especialmente para las clases medias, de las
de inseguridad. oportunidades de crŽdito. Su relevancia se des-
prende de un estudio elaborado por la C‡mara
El consumo actual va m‡s all‡ de las de Comercio de Santiago (1996). En diciem-
denominadas necesidades b‡sicas (pan, techo bre de 1995, 1,4 millones de familias hab’an
y abrigo) y abarca tambiŽn productos sofis- contra’do crŽditos de consumo en bancos y
ticados como computadoras, vacaciones en el financieras (para financiar emergencias, estu-
extranjero y casas de recreo. Por cierto, al dios y compras mayores como un veh’culo) y
igual que el ingreso, el consumo se encuentra 1,2 millones en casas comerciales (para
altamente estratificado. En este ‡mbito se financiar artefactos del hogar o vestimenta).
juegan las estrategias de distinci—n social, muy Los primeros representaban el 79% y los
vinculadas a los estilos de vida, gustos estŽ- segundos el 21% del total de las deudas de
ticos y consumos culturales. A pesar del efecto consumo (excluidos los crŽditos hipotecarios).
homogenizante de las modas, acentuado por Desde entonces la expansi—n del crŽdito de
una comunicaci—n globalizada, es a travŽs de consumo continœa como consecuencia del
tales aspectcos que se define el lugar de cada desarrollo econ—mico y el crecimiento
cual en la sociedad. El "estilo de consumo" acelerado del sistema financiero.

CUADRO 58
Deudas de consumo consolidadas, 1995

GSE Ingreso N¡ Deuda Variaci—n Deuda/ Capacidad


promedio Hogares promedio media ingreso de
(M$/mes) con deuda por hogar real anual pago
(miles) (M$) (94-95) (meses)

AB 5210 18 5760 11,6 % 1,1 5

C1 1260 115 3590 8,6 % 2,8 16

C2 540 335 1950 6,2 % 3,6 28

C3 250 415 790 9,8 % 3,2 26

D 120 640 230 15,8 % 1,9 15

TOTAL 433 1523 1080 12,2 % 2,5 18

Fuente: C‡mara de Comercio de Santiago, 1996, a base de cifras de la Superintendencia de Bancos e


Instituciones Financieras; INE, MIDEPLAN, C‡mara Nacional de Comercio, proyecciones y
estimaciones

La protecci—n del consumidor asumir el Òir de comprasÓ como un "hecho de


la vida"; la mayor’a estima incluso agradable
Actualmente, el consumo ocupa un lugar pre- salir a comprar o vitrinear. Por el otro, la
ferencial en el modo de vida de muchos chile- calidad de los bienes y servicios es motivo de
nos. Sin embargo, la apreciaci—n subjetiva inseguridad. Precisamente porque la gente se
parece ser ambigua. Por un lado, la gente suele identifica a s’ misma como ÒconsumidorÓ ella

ÒRealizaci—n de las oportunidades en educaci—n, trabajo y consumoÓ 187


resiente su desprotecci—n. Una encuesta de Precisamente el nuevo significado del
inicios de 1997 (Secretar’a de Comunicaci—n y consumo genera otra raz—n de inseguridad: el
Cultura, Ministerio Secretar’a General de sobreendeudamiento de muchos hogares. En
Gobierno, 1997) revela que un 85 % de las efecto, la oferta de bienes atractivos y las
personas se siente desprotegida frente a los facilidades de crŽditos han dado lugar a un
abusos, excesos y riesgos que se producen en ÒconsumismoÓ, entendido como una
el consumo. Casi un tercio de los entrevistados contrataci—n de crŽditos por encima de los
afirma no tener protecci—n alguna y m‡s de la ingresos del hogar destinables al pago de las
mitad se siente poco protegida. deudas. Segœn muestra el CUADRO 58, los
grupos medios ten’an a fines de 1995 deudas
alrededor de tres veces por encima de su
Consumo y endeudamiento ingreso. En consecuencia, el pago de sus
deudas de consumo ocupar’a los pr—ximos 16
El consumo opera como potente mecanismo a 28 meses. El sobreendeudamiento ocurre
de integraci—n. Participar en el consumo de especialmente en la clase media (C2), que
bienes y servicios deviene una de las destina en promedio alrededor del 39% de sus
modalidades principales de participar en el ingresos a al pago de crŽditos de consumo. El
proceso social. Ello tiene un efecto GRAFICO 40 siguiente ilustra el nuevo
significativo; los procesos de reconocimiento fen—meno.
y de pertenencia social se desplazan desde el
trabajo hacia la esfera del consumo. Es por Parece pues que una proporci—n importante de
intermedio de la adquisici—n de objetos que el los chilenos compra su bienestar material e
individuo adquiere la autoestima personal y el integraci—n simb—lica al precio de un
reconocimiento social. permanente desvelo financiero. M‡s all‡ de la
vulnerabilidad de estos hogares, las deudas de
consumo permiten visualizar la dimensi—n
temporal de la inseguridad.

GRAFICO 40
Pagos por crŽditos de consumo en relaci—n con el ingreso del hogar, 1995 Las deudas dicen relaci—n al futuro. Para
del PIB, 1989-1994 algunos, los crŽditos de consumo pueden
representar una inversi—n a futuro; presuponen
una expectativa optimista acerca de las
posibilidades futuras de pagar la deuda. Para
40%
otros, es la forma, quiz‡ compulsiva, de vivir
35%
las oportunidades del presente, difiriendo los
30% costos al ma–ana. De hecho, existe un
Sobreendeudamiento
25% desahorro neto de los hogares. El GRAFICO
20% 41 ilustra que el ahorro forzoso a travŽs de las
15% cotizaciones a los fondos de pensiones (en
10%
promedio un 3,2% del PIB anual durante los
œltimos a–os) no ha sido suficiente para
5%
compensar el endeudamiento de los hogares.
0%
El ahorro voluntario de los hogares (medido
AB C1 C2 C3 D
como el ahorro total menos el ahorro forzoso)
Estrato socioecon—mico
ha sido permanentemente negativo en un nivel
Ingreso destinado a pago de deuda medio del orden de -3,5% del PIB anual
Estimaci—n de ingreso destinable a pago de deuda (Agosin, Crespi y Letelier 1997).

Fuente: C‡mara de Comercio de Santiago (1996), a base de cifras de la


Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras; INE, CASEN y C‡mara
Nacional de Comercio

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 188


GRAFICO 41
Ahorro de los hogares como porcentaje del PIB, 1989 a 1994

4%
3%
Forzoso
2%
1%
0%
-1%1989 1990 1991 1992 1993 1994
-2%
-3%
-4%
Voluntario
-5%

Nota: El ahorro forzoso corresponde a las cotizaciones en los fondos de pensiones.


El ahorro voluntario al ahorro total menos el ahorro forzoso. Cifras a precios de 1996.

Fuente: Agosin, Crespi y Letelier, 1997

ÒRealizaci—n de las oportunidades en educaci—n, trabajo y consumoÓ 189


CAPITULO 9

Vivir la inseguridad:
cotidianidad y trayectorias
de familia

ÒVivir la inseguridad: cotidianidad y trayectorias de familiasÓ 191


VIVIR LA INSEGURIDAD: COTIDIANIDAD
Y TRAYECTORIAS DE FAMILIAS

La Seguridad Humana es un fen—meno de Primero, se muestra que en la vida cotidia-


muchas dimensiones. Forman parte de ella, na las dimensiones de la inseguridad, las
entre otras, las condiciones de trabajo, la que se han descrito en forma separada en
salud, la previsi—n, las relaciones sociales, la los cap’tulos anteriores, conforman aspectos
comunicaci—n, la seguridad pœblica, la ’ntimamente relacionados y mutuamente
educaci—n, las relaciones con el medio reforzados. Segundo, que la seguridad y la
ambiente. Entre las dimensiones de la inseguridad no son situaciones que aconte-
Seguridad Humana, como recuerda el cen desde fuera a las personas, sino que
Informe de Desarrollo Humano mundial de dependen tambiŽn de su capacidad de
1994, hay v’nculos y superposiciones acci—n. Tercero, que la acci—n que busca en-
considerables. frentar las situaciones de inseguridad no
proviene normalmente de actores aislados,
El conjunto de esas dimensiones, m‡s o sino de actores colectivos. Cuarto, que las
menos favorables, forman el escenario transformaciones en curso en nuestra socie-
concreto en que las personas buscan dad limitan los espacios disponibles a la
satisfacer sus necesidades y desplegar sus acci—n para la gesti—n de sus seguridades.
proyectos personales y comunitarios. Sin Quinto, que un aspecto importante de esa
embargo, las personas no son entes pasivos limitaci—n es el debilitamiento de los
frente a esas condiciones. Ellas elaboran v’nculos de sociabilidad mediante los cuales
estrategias, ponen en juego voluntades, las personas potencian y dan sentido
l—gicas de acci—n y valores para sobre- colectivo a su acci—n.
ponerse a las amenazas de su entorno y para
aprovechar sus oportunidades. En este cap’tulo se considera a la familia
como unidad de an‡lisis porque en ella la
Al nivel de las personas y comunidades seguridad posee un sentido primordial. La
concretas hay que pensar la Seguridad familia conforma un espacio de acci—n en el
Humana como un hecho din‡mico. Las que se definen las dimensiones m‡s b‡sicas
condiciones sociales, con mayor o menor de la Seguridad Humana: los procesos de
profundidad, est‡n en permanente cambio, reproducci—n material y de integraci—n
tal como lo est‡n los objetivos y estrategias social de las personas. Al mismo tiempo, la
de los actores sociales. Nuevas amenazas y familia es un espacio en el que se cruzan de
oportunidades se presentan a los actores, as’ manera especialmente intensa las distintas
como las estrategias tradicionales de acci—n dimensiones institucionales y culturales de
se revelan ineficaces y las acciones inno- la sociedad. All’ se hacen presentes los
vadoras acarrean resultados exitosos. Desde distintos niveles del v’nculo social, desde la
la perspectiva de las personas y comu- formalidad del v’nculo legal hasta la
nidades la seguridad es una tarea perma- especificidad del v’nculo emocional. Final-
nente que debe ser enfrentada y resuelta d’a mente, los efectos de la modernizaci—n
a d’a. sobre la construcci—n cotidiana de la seguir-
dad se reflejan de manera especialmente
A la luz de esta perspectiva la pregunta: n’tida en la constituci—n y din‡mica familiar.
Àpor quŽ alguien est‡ inseguro? remite a otra La familia es, por tanto, un espacio privile-
m‡s precisa: Àpor quŽ se debilita la capac- giado para analizar las din‡micas de la
dad de acci—n con que cuentan las personas seguridad y la inseguridad desde el punto de
para hacer frente a las inseguridades y para vista de los actores y de sus relaciones
crear sus seguridades? sociales

En este cap’tulo se describe el fen—meno de En este cap’tulo se presentan los resultados


la seguridad y la inseguridad como expe- de un estudio cualitativo realizado con 26
riencia y proceso din‡mico y cotidiano de familias de estratos, procedencias geogr‡-
personas concretas. En Žl se profundizan los ficas y actividades econ—micas distintas. Las
an‡lisis precedentes en varios sentidos. familias estudiadas se escogieron al azar a

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 192


partir de cuotas establecidas de antemano en punta del iceberg. Los relatos subsiguientes
la estructura de la muestra. Con el fin de muestran que nunca las situaciones de
reconstruir tanto las din‡micas cotidianas de inseguridad se expresan en una sola dimen-
gesti—n de la seguridad como los procesos si—n de la vida familiar o en un solo tipo de
que las facilitan u obstaculizan, se aplicaron problema. Bajo la punta del iceberg siempre
sistem‡ticamente distintos instrumentos cua- existe una multiplicidad de otros problemas
litativos a diversos miembros de las familias que se suman y superponen en el tiempo.
escogidas. Se realizaron historias de vida, Es justamente este rasgo el que otorga a una
entrevistas en profundidad sobre aspectos y situaci—n de inseguridad su car‡cter
per’odos espec’ficos de la historia familiar y totalizante.
se aplicaron encuestas para la reconstruc-
ci—n de redes sociales. (VŽase anexo En este sentido, lo que est‡ en juego en esas
metodol—gico) situaciones no es s—lo una pŽrdida material o
simb—lica de tipo puntual, sino el debilita-
Los resultados que aqu’ se presentan corres- miento de las certezas que permiten a la
ponden a las conclusiones del an‡lisis y familia operar como base de la reproducci—n
discusi—n del material emp’rico obtenido. material de los miembros y de su
Las citas textuales y la reconstrucci—n de integraci—n a la sociedad.
trayec-torias de familias particulares que
acompa–an el cap’tulo deben considerarse
ejem-plificaciones y no un aval emp’rico de
las afirmaciones presentadas. 2. EL SURGIMIENTO DE LAS
SITUACIONES DE INSEGURIDAD

Cuatro son las dimensiones t’picas que las


1. DE LOS PROBLEMAS PUNTUALES familias describen como detonantes de sus
A LA INSEGURIDAD situaciones de inseguridad: el trabajo, la
salud, la sociabilidad y la educaci—n.
Todas las familias enfrentan en algœn mo-
mento dificultades en su tarea de asegurar la
La se–ora Mar’a* es jefa de hogar y vive con sus
reproducci—n material y la integraci—n social
tres hijos en una modesta vivienda de una
de sus miembros. Eso forma parte de los poblaci—n de Cerro Navia en Santiago.
procesos normales que las afectan. Tanto
ellas como la sociedad y la cultura disponen ÒYo trabajaba desde las diez de la noche hasta la diez
de instituciones, valores, estrategias y de la ma–ana. Llegaba a hacer las cosas. Hacer aseo,
conocimientos que permiten enfrentar esas hacer comida, lavar. Ir a ver a los ni–os al colegio, ir a
darme una vuelta por ver si hab’a reuni—n, ir a
dificultades y, en condiciones normales,
buscarlos. Dorm’a como dos horas, dos horas y
superarlas. Hay, sin embargo, momentos en media. As’ estuve casi por cinco a–os. Ahora trabajo
que las familias enfrentan crisis y no con contrato, dos a–osÉ Actualmente el caballero no
disponen de recursos materiales o culturales me pag— las vacaciones este a–o, y yo me iba a ir. ÀY
para superarlas. Son aquellos momentos en sabe por quŽ estoy ah’ en ese trabajo? Porque es
que "no se sabe quŽ hacer" ni de quŽ recur- buen patr—n en cuanto al apoyo que Žl me da. Por
ejemplo, mi hijo est‡ enfermo, me dice: Sra. Mar’a, yo
sos "echar mano". All’ es cuando surgen la
lo llevo al mŽdicoÉ Pero Àsabe? Yo estoy cansada
incertidumbre y el desconcierto. Esos ya. Y ahora llegoÉ ustŽ me vieraÉ llego, hago las
momentos caracterizan a la "inseguridad". cosas aqu’, porque del trabajo tengo que llegar a
hacer comida. Hago las cosas, ya me tiro a la camaÉ
Todas las familias estudiadas reconocen cuando voy a ver las noticias le digo yoÉ ya estoy
haber experimentado o estar experimen- durmiendo, no veo noticias. Y por eso el grande me
tando actualmente inseguridades de este dice: Mam‡, por quŽ no te buscas otro trabajo. Y he
intentado de buscarme otro trabajo. Y yo le digo: Si yo
tipo. Los relatos tienden inicialmente a encontrara otro trabajo de lunes a viernes, a lo mejor
ubicar las fuentes de esas situaciones de me saldr’a de all‡Ó.
inseguridad en un problema espec’fico: la
pŽrdida del trabajo, la enfermedad, el * Los nombres de familias y personas presentadas en
este cap’tulo son ficticios. Cualquiera coincidencia con la
abandono del c—nyuge, el fracaso escolar de realidad es mera casualidad
un hijo, etc. Ellos son, sin embargo, s—lo la

ÒVivir la inseguridad: cotidianidad y trayectorias de familiasÓ 193


Trabajo e integraci—n social mujeres con maridos itinerantes o simple-
mente ausentes. Estas son historias donde
El trabajo aparece en la mayor parte de las la partida del hombre desencadena temores
historias de familia como el principal eje e incertidumbres en la mujer, pero sobre
ordenador de las situaciones de seguridad e todo provoca la necesidad de generar un
inseguridad. En las historias de familias el ingreso que permita el sustento de ella y sus
acceso a un trabajo remunerado, as’ como hijos. Sean Žstas mujeres de estrato alto,
la calidad de Žste, dan buena cuenta del medio o bajo, todas ellas recorren itinerarios
modo y grado de su integraci—n social. siempre inciertos en pos de ese objetivo.
Existe una fuerte relaci—n entre el lugar
ocupado en la estructura laboral, la parti- En las historias de familias marginales todos
cipaci—n en redes de sociabilidad y las los momentos y todos los espacios de la
estructuras de protecci—n que cubren o dejan vida cotidiana son de inseguridad. Esto hace
a la deriva a las personas frente a las que en sus relatos no aparezca la idea de
necesidades e infortunios que se les quiebres o situaciones espec’ficas posibles
presentan. Esto corrobora similares indicios de ser significadas como Òinseguridad". All’
mostrados en otras partes de este informe: el el tema del trabajo se hace totalizante: se
trabajo es m‡s que un instrumento para la transforma en la œnica salida visualizada
provisi—n de ingresos. El es una base crucial como posible frente a la historia de miseria
en la formaci—n de identidad personal y de y desesperanza que desde siempre los
integraci—n social. acompa–a.

La inseguridad que surge de la vida laboral Un fen—meno nuevo en la relaci—n entre


se expresa de diversas maneras. Lo m‡s trabajo y seguridad es la percepci—n de la
comœn es la pŽrdida o precarizaci—n de la inestabilidad laboral como experiencia per-
fuente de trabajo habitual del o de los manente. All’ aparece tambiŽn una nueva es-
proveedores de la familia. La amenaza m‡s trategia de seguridad, especialmente presente
inmediata que surge de ah’ es el en los relatos de las familias de clase media:
empobrecimiento, pero tambiŽn ronda el adaptarse y aprender a vivir inestablemente.
temor al deterioro de los v’nculos familiares
y sociales que se sustentaban en el trabajo.
Educaci—n, posici—n social y movilidad
El trabajo muestra toda su centralidad en las social
situaciones de inseguridad que viven las
La educaci—n est‡ instalada en la memoria
de las familias como el mejor instrumento
para adquirir la m‡s amplia y m‡s estable de
La familia compuesta por Pedro, de cincuenta y las bases de seguridad: el ascenso social. La
cuatro a–os, y Gladys, de cincuenta, sus nueve posibilidad de que los hijos asciendan en la
hijos y un nieto son mapuches de la comuna de sociedad por medio de la educaci—n aparece
Tirœa. Ella se–ala:
como augurio de una mayor integraci—n
"Es bueno que ellos estudien, pa« que no anden todos social y por ende de mayores oportunidades
embarrados... es algo que nadie les puede quitar, eso y menores amenazas. Por esta misma raz—n,
les digo yo a ellos... Nosotros no eramos capaz, todo le cuando los proyectos educacionales de las
falta a los ni–os, pa«vestirlo, comprarle los zapatos, familias entran en crisis, inevitablemente se
comprarle cuaderno, lapiz, la comida... a ellos les falta los vive como amenazas de desintegraci—n
todo. Lo otro es que se enferman, en el invierno
familiar y exclusi—n social.
caminan metidos en el barro, todos mojados, pasando
fr’o, despuŽs llegan a la escuela y pasan mojados toda
la ma–ana o la tarde, entonces eso tambiŽn es un Esta es la situaci—n de algunas familias,
problema. Por eso los m‡s grande quedaron hasta ah’ donde muchos j—venes deciden romper con
no m‡s... y ahora los m‡s chicos pueden porque el viejo modelo de la movilidad a travŽs de
tenimos esta casa en Tirœa pa«que ellos estudien... Uno la educaci—n. Ellos han dejado de creer que
en lo œnico que puede ayudarles es darle ‡nimo no
la educaci—n pueda ser en las actuales
m‡s..."
circunstancias el mejor camino para realizar
sus aspiraciones.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 194


La ausencia de un modelo cre’ble para cons- y de los ricosÓ. Se teme que la educaci—n
truir un camino personal de progreso instala perpetœe y acentœe las diferencias sociales
la incertidumbre del futuro en la vida de los antes que aminorarlas.
j—venes. Ello instala al mismo tiempo una
fuerte tensi—n entre los padres, que entien-
den sus esfuerzos por educar a los hijos Protecci—n y reconocimiento social:
como el mejor sacrificio para construirles un la salud
futuro.
Las enfermedades y el acceso a los servicios
Una causa habitual de las inseguridades de salud son ‡mbitos frente a los cuales las
vinculadas a la educaci—n se relaciona con familias recurrentemente experimentan inse-
las dificultades de las familias para guridad. Para la clase media el sistema de
costearla. Esta amenaza est‡ presente tanto salud pœblico merece desconfianza, pero el
en los relatos de familias pobres como en acceso a los sistemas privados de salud
los de clase media y es especialmente fuerte provoca temor por los costos que ellos
en las familias rurales. tienen. Para el mundo pobre a estos temores
se agrega la inseguridad que proviene del no
La calidad de la educaci—n es tambiŽn una reconocimiento de sus urgencias y del
fuente de inseguridades, especialmente en maltrato que reciben.
los estratos alto y medio. Se percibe una
fuerte inadecuaci—n entre la educaci—n ac-
tual y lo que requerir‡n los j—venes para Familias: rupturas internas y
integrarse satisfactoriamente al mundo del amenazas externas
trabajo el d’a de ma–ana. Los esfuerzos que
las familias hacen hoy por educar a sus hijos Mantener cohesionado internamente al
aparecen cuestionados en su eficacia futura. ÒnosotrosÓ familiar y dotarlo de fuertes
Entre las familias de estrato bajo, en v’nculos materiales y normativos con el
cambio, una fuente de inseguridad impor- entorno social es percibido como un recurso
tante proviene de la percepci—n de la fuerte y un valor b‡sico en la tarea cotidiana de la
diferencia entre la educaci—n Òde los pobres construcci—n de la seguridad. Es, sin
embargo, precisamente en este aspecto
donde las familias experimentan sus crisis
m‡s agudas y sus secuelas m‡s profundas.
La familia de Josefina y Luis vive en Las familias, especialmente las de estrato
San Felipe junto a sus cuatro hijos. medio urbano, viven agudos procesos de
Ambos padres trabajan como desestructuraci—n y desestabilizaci—n interna
temporeros. Ellos han debido que les impiden estructurar proyectos de
enfrentar el dolor del nacimiento de
movilidad social y mantener los v’nculos
un hijo munisv‡lido. Se suma a esto
su calidad de indigentes y las que las integran a la sociedad.
dificultades que esto implica para
recibir atenci—n en salud. Hay mœltiples situaciones internas en las
familias que provocan inseguridad. La
"Yo siempre pensŽ que ellos por ser pŽrdida de los proyectos comunes y el
gente de municipalidad eran gente m‡s debilitamiento de los c—digos normativos
educada que una y que la recib’an
bien... no me imaginaba que era as’, la compartidos que hacen posible un
hacen esperar horas de horas y m‡s "nosotros" familiar son experiencias presen-
encima la tratan mal. Mi marido me tes en los relatos de muchas familias de
dec’a, no te sigai humillando, negra. estrato bajo, medio y alto. Es aqu’ donde las
Pero yo ten’a que seguir, yo iba a tensiones y contradicciones de un acelerado
llegar donde fuera, yo no me iba a proceso de modernizaci—n se hacen sentir en
quedar as’, es injusto, porque nosotros
necesitamos la tarjeta, por lo menos
la vida familiar. No s—lo se trata de que los
por un tiempo m‡s hasta que nosotros j—venes incorporan pautas y valores que
podamos solucionarlo..." encuentran dif’cil cabida en las estructuras
habituales de la vida familiar. Experiencias
como la drogadicci—n y el alcoholismo,

ÒVivir la inseguridad: cotidianidad y trayectorias de familiasÓ 195


vividas como escape al sin sentido y a la La droga y el embarazo adolescente
incertidumbre, no s—lo afectan a los j—venes, aparecen como sus s’ntomas m‡s visibles.
sino tambiŽn a los adultos. De 26 familias
entrevistadas, 8 de ellas, de todos los Trabajo, educaci—n, salud, familia: la
estratos, presentan rupturas del nœcleo y de punta del iceberg
su proyecto familiar por este motivo. En
estas familias la violencia, la indiferencia y Los relatos de las familias inician la
la incapacidad de articular im‡genes y descripci—n de sus inseguridades tomando
lenguajes compartidos termina por desplazar alguna de las cuatro dimensiones mencio-
y romper al ÒnosotrosÓ. Esta dificultad para nadas. Efectivamente han sufrido crisis en
organizar a la familia como un grupo capaz alguna de ellas. La mayor’a de las veces, sin
de actuar concertadamente a partir de embargo, la crisis no se agota ah’, ni en su
sentidos comunes es la ra’z de muchas trayectoria, ni en su significado. Las crisis
situaciones de inseguridad. en el trabajo, la educaci—n, la salud, o en las
relaciones familiares se interpretan y viven
Para muchas de las familias entrevistadas, el como amenazas a un proyecto familiar que
debilitamiento del ÒnosotrosÓ surge de la se construye en los plazos largos de las
ausencia tanto material como simb—lica del relaciones intergeneracionales.
padre. Ello aparece en los relatos como una
carencia con un doble efecto. Por una parte, Para las familias esas dimensiones constitu-
produce contradicciones y sobrecargas a la yen imperativos b‡sicos en la conformaci—n
madre. Por otra parte, dificulta las relacio- de un sustrato de seguridad. Sin ese sustrato
nes intrafamiliares as’ como entre la familia m’nimo, no hay posibilidad alguna de
y su entorno social. Por ambas razones la construir proyecto familiar y un ÒnosotrosÓ
crisis pr‡ctica del modelo tradicional desde donde levantar una familia y tejer los
biparental de la familia se acompa–a de v’nculos con la sociedad. As’, el trabajo es
fuertes inseguridades, especialmente para la m‡s que fuente de recursos, Žl es fuente de
mujer. Las historias de familias del estrato identidad social. Los ingresos perdidos por
alto agregan a esta inseguridad el estigma de el desempleo se pueden reemplazar, pero la
la "mujer separada", y en los estratos bajos identidad perdida no. Lo mismo ocurre con
el de la Òmujer solaÓ y Òlos hijos huachosÓ. la educaci—n; ella es m‡s que habilitaci—n
tŽcnica, es el puente que permite acceder a
La familia, no obstante, tambiŽn se siente mayores oportunidades sociales y dejar atr‡s
amenazada por factores externos en su muchas amenazas. La salud es m‡s que
capacidad de articular un "nosotros". Entre superaci—n de la enfermedad, es el espacio
ellos los m‡s importantes son las posibi- en que se expresa el amparo y recono-
lidades de desviaci—n que el mundo de la cimiento social. Finalmente, la familia es
calle ofrece a los hijos. Algo ocurre m‡s all‡ m‡s que reproducci—n material y cultural, es
de las paredes del hogar que resulta dif’cil el actor que crea y moviliza proyectos de
de ser codificado y controlado e impide la futuro.
comunicaci—n y ayuda entre padres e hijos.
A este significado profundo remiten el
trabajo, la educaci—n, la salud y las relacio-
nes familiares y los convierten en la punta
La se–ora Alejandra, due–a de casa de estrato medio reside en del iceberg para la comprensi—n de las expe-
La Serena. Ella describe as’ la odisea con su hijo en el mundo de riencias de inseguridad. La crisis en alguno
las drogas. de ellos trastorna aspectos fundamentales en
la vida de las personas y arrastra consigo a
"Era tremendo, yo todos los s‡bados esperaba que pasara algo,
las m‡s diversas dimensiones de la vida
siempre pasaba algo, si no se lo llevaban preso era suerte, si no,
llegaba igual mal, muy mal. Cu‡ntas veces hab’a que salir a buscarlo, personal y familiar. Como recuerda el Infor-
en las noches, en las madrugadas, esperar, buscar amistades... me Mundial de Desarrollo Humano de 1994,
Cuando se perdi—, busc‡ndolo por todos lados, recurriendo a sus Òuna amenaza para un elemento de la
amigos, fue terrible... me resulta muy dif’cil de comprender..." seguridad humana probablemente se propa-
gar‡ - un tif—n iracundo - a todas las formas
de la seguridad humanaÓ (PNUD, 1994)

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 196


3. INSEGURIDAD: LA AMENAZA A Integraci—n. Las situaciones de integraci—n
LA INTEGRACION SOCIAL plena se definen como aquellas donde se
encuentran presentes las condiciones de
Desde la perspectiva de las familias, la integraci—n socioecon—mica y normativa. En
inseguridad exige ser le’da como un esta situaci—n, s—lo 8 permanecen o alcanzan
proceso. Los relatos son expl’citos en esta posici—n.
mostrar que las situaciones de inseguridad
se instalan en la trayectorias de la vida Precariedad. Se define por la presencia de
familiar dibujando tendencias de integraci—n integraci—n normativa y la ausencia o
o desintegraci—n social. Para efectos del carencias en tŽrminos de la integraci—n
an‡lisis se pueden agrupar y describir esas socioecon—mica. En esta situaci—n se ubican
trayectorias de la inseguridad ordenando los las familias empobrecidas pero que
relatos de vida de las familias sobre dos conservan un "nosotros", un sentido de
ejes: uno, de la integraci—n-desintegraci—n identidad y pertenencia que los aglutina y
en la estructura socioecon—mica, y dos, de la que posibilita acciones coordinadas. En
integraci—n-desintegraci—n normativa. estas situaciones la inseguridad se instala ya
sea por la percepci—n de que la precariedad
El siguiente cuadro permite describir el se asienta y profundiza, o por amenaza de
espacio en el que se mueven las trayectorias disoluci—n del v’nculo familiar, con lo que
familiares en su experiencia y gesti—n de la se descender’a a una situaci—n de margi-
inseguridad. El eje horizontal alude a la nalidad. Este es el caso de 9 familias.
situaci—n de integraci—n-desintegraci—n de la
familia en tŽrminos de ingresos, acceso al Marginalidad. Se define por la ausencia de
trabajo, a la salud, a la educaci—n y a la integraci—n normativa y socioecon—mica. En
vivienda. El eje vertical se refiere a la esta situaci—n se ubican familias cuya
situaci—n de integraci—n-desintegraci—n nor- historia se caracteriza por la pobreza, la
mativa de la familia (existencia de un desesperanza y la incapacidad para articular
c—digo normativo comœn y de un un "nosotros" activo. En las historias de
"nosotros") y la existencia de v’nculos marginalidad la inseguridad no aparece
primarios de amistad y secundarios de tipo como momentos espec’ficos y delimitados.
institucional. La inseguridad se vuelve rutina y norma-
lidad y cuesta imaginar alternativas a la
Cada uno de los cuadrantes define los propia realidad. Este grupo est‡ constituido
estados de integraci—n en que se ubican las por 3 familias.
historias de las familias estudiadas:

CUADRO 59
Dimensiones de la integraci—n social

Ejes de la integraci—n Integraci—n Exclusi—n


social socioecon—mica socioecon—mica
+ -

A. B.
Integraci—n normativa Integraci—n Precariedad
+ ++ +-

Desintegraci—n D. C.
normativa Deshonra Marginalidad
- -+ --

ÒVivir la inseguridad: cotidianidad y trayectorias de familiasÓ 197


Deshonra: Se define por la presencia de el resultado de la interacci—n de cuatro
integraci—n econ—mica y la ausencia de factores principales: el contexto estructural
integraci—n normativa. En esta situaci—n se de oportunidades en que se desarrolla la
ubican familias de estrato medio y alto con historia de las familias, esto es, la econom’a,
serias carencias en la solidez del v’nculo el marco jur’dico, la pol’tica; las estrategias
familiar o de su sociabilidad. Es el caso de acci—n; los c—digos o mapas cognitivos
tambiŽn de familias monoparentales de de los miembros de la familia; las redes de
estrato alto y medio. La inseguridad surge sociabilidad. Las diversas posibilidades de
tanto del rechazo social como de las combinaci—n y gesti—n de esos elementos
dificultades para organizar acciones determinan que las crisis familiares trans-
compartidas fundadas en un "nosotros" curran como desplazamientos en distintas
familiar. En esta situaci—n se encuentran 6 direcciones entre la integraci—n y la
familias. desintegraci—n.

La percepci—n y experiencia de inseguridad La noci—n de estrategia supone que las


puede graficarse como la amenaza de familias, y los sujetos en ellas, disponen de
desplazamientos en sentido negativo entre un margen de libre elecci—n y movimiento
los cuadrantes de la integraci—n. Es decir, se dentro de las limitaciones impuestas por los
trata de la pŽrdida (en el caso de las familias recursos y las reglas sociales. Sin duda las
que se deslazan de cuadrante) o del debilita- familias se mueven en situaciones que
miento (para aquellos que permanecen en el restringen sus posibilidades de acci—n, pero
mismo cuadrante) de uno o m‡s mecanis- de ningœn modo las determinan.
mos de integraci—n social.
En algunos casos las oportunidades que abre
Las condiciones que permiten a una familia una situaci—n son muy reducidas y las ame-
permanecer en situaciones —ptimas de nazas muy grandes. Por ejemplo, familias
integraci—n o iniciar procesos de deterioro que intentan superar situaciones de pobreza
son cambiantes. Esas condiciones dependen en un contexto de desempleo estructural, de
tanto de las oportunidades sociales que debilidad de los lazos sociales y desiguales
est‡n disponibles para las familias como oportunidades de inicio. Cuando el peso de
de su capacidad de acci—n y de gesti—n. Las las circunstancias es muy grande, la elabo-
crisis familiares son trayectorias en las que raci—n de las estrategias de acci—n se torna
se encuentran o desencuentran, se refuerzan irrelevante, porque el margen de maniobra
o contradicen las capacidades, anhelos y es escaso.
estrategias de los actores y las posibilidades
ofrecidas por la sociedad. Aqu’ radica el Las estrategias de gesti—n de las crisis
significado m‡s profundo de la seguridad y familiares deben considerarse como com-
la inseguridad. binaciones de determinaciones sociales y de
elecciones frente a opciones abiertas.

4. LA GESTION DE LAS El primer factor relevante en la formulaci—n


TRAYECTORIAS DE INSEGURIDAD de las estrategias familiares tiene que ver
con la definici—n de la situaci—n. Para que
El curso que siguen las trayectorias las familias puedan reaccionar estratŽ-
familiares tiene que ver con aspectos muy gicamente frente a una situaci—n de incerti-
diversos. La capacidad de las familias para dumbre, primero tienen que reconocerla
organizar estrategias que movilicen como existente, identificar su origen,
recursos y redes de relaciones sociales evaluar los recursos de que se disponen y
cumplen all’ un papel fundamental. los elementos facilitadores y obstaculiza-
dores presentes en el entorno. S—lo desde
Las estrategias se refieren a los compor- ese momento la familia est‡ en condiciones
tamientos individuales y colectivos que la de tomar decisiones y definir las acciones a
familia pone en marcha para superar la emprender. Si no existe una definici—n de la
crisis. Las trayectorias que siguen las situaci—n y de sus fuentes no hay, entonces,
historias de inseguridad de las familias son posibilidad de imaginar salidas.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 198


Trayectoria de reintegraci—n econ—mica (A)
Sergio, el sue–o del trabajador dependiente

Sergio dej— la escuela a mediados de los 60, en sexto b‡sico, para convertirse en el ni–o de los mandados en el taller de
calzado donde trabajaba su hermano.

"Ah’ empecŽ a mirar a los maestros como hac’an el trabajo y empece a aprender mirando"

A los catorce a–os se hab’a convertido en trabajador del taller especializado en costura. S—lo varios a–os despuŽs obtendr‡ un
contrato de trabajo y previsi—n.

En el mismo taller conoci— a Bernarda, la empleada domŽstica de los patrones, que se convirti— en su novia. Pronto se fueron a
vivir de allegados a casa de la madre de Sergio. Nacieron tres hijas con intervalos de un a–o y, en 1973, un hijo.

El taller de calzado donde trabajaba Sergio quebr— el mismo a–o 73. Sigui— trabajando por su cuenta, fabricando calzado
como artesano independiente. Aunque ganaba lo suficiente para mantener a su familia, busc— un trabajo dependiente.
Trabaj— como empleado de Ferrocarriles, pero se retir— pronto. Luego su hermano lo lleva a otra f‡brica de calzado, pero
encuentra que el sueldo es malo y se retira. Finalmente en 1976, por intermedio de un amigo, encuentra trabajo en una gran
f‡brica de calzado, donde le hacen contrato. Aunque el sueldo es bajo, ello es compensado con los beneficios previsionales y
de salud y porque el patr—n le ofrece llevar trabajo o adicional para la casa. Pronto su mujer y sus hijos estar‡n convertidos en
trabajadores informales de la cadena productiva.

"All’ yo empecŽ a trabajar con contrato, con un sueldo estable, pero demasioado poco, no nos alcanzaba para la alimentaci—n,
educar a los ni–os. Por eso mismo yo ten’a que traer m‡s trabajo pa«la casa y seguir trabajando con la Bernarda todas las
noches..."

Cuando arreci— la crisis econ—mica de principios de los ochenta Sergio fue despedido

A pesar de su contrato, no le pagaron desahucio y no tuvo a quien reclamar. Su sue–o de obrero con trabajo estable y
protecci—n social se quebr— abruptamente. Sergio, sin caer en la inmovilidad, encara su cesant’a mediante la misma estrategia
de la primera vez: trabaja como independiente fabricando y reparando calzado. Con ello obtiene recursos suficientes para
sacar a la familia adelante.

A pesar de un ofrecimiento, Sergio no acepta volver a la antigua empresa en peores condiciones salariales.; en cambio si
acepta recibir trabajos a domicilio de esa empresa.

"... ah’ ellos me ofrecieron llevar trabajo pa«la casa y segu’ trabajando en la casa como diez a–os m‡s, sin previsi—n, sin n‡..."

A partir de esos trabajos Sergio y Bernarda deasrrollan estrategias como micro-empresarios de subsistencia: Sergio produce
an peque–a escala y artesanalmente, Bernarda comercializa entre conocidos y vecinos. A medida que aumenta su actividad
aceptan las sugerencias de los vecinos de incorporar maquinaria a su trabajo. Ello permite un aumento de la productividad y
consi-guientemente de los ingresos.

La trayectoria de Sergio y Bernarda puede considerarse ascendente desde el punto de vista de su integraci—n socioecon—mica,
ya que logran estabilizar su situaci—n como proveedores de una gran empresa. Su familia vive de manera modesta, pero lejos
de la amenaza de la pobreza. Su peque–a empresa crece y obtiene contratos. Pero el sue–o de un trabajo obrero, dependiente
y estable, aœn ronda a Sergio. Sigue utilizando contactos con sus amigos obreros para buscar trabajo en las grandes
empresas, pero no lo consigue. Para Žl ese sue–o es la contracara de su gran incertidumbre: el futuro.

"Claro que me gustar’a volver a trabajar apatronado, por la previsi—n y el acceso a la salud, porque las enfermedades no avisan
y eso da temor. Mi se–ora de hecho ahora est‡ bien enferma y necesita atenderse. Pero de todas maneras seguir’a trabajando
en mi casa, eso no lo dejar’a..."

Sin embargo, la identificaci—n de la fuente la organizaci—n de la acci—n no est‡ ase-


de inseguridad no es suficiente para generar gurada. Es preciso tambiŽn contar con re-
una acci—n eficaz. Las historias de familia cursos sociales y econ—micos de que echar
indican que aun cuando las fuentes de la mano, as’ como de la existencia de un
inseguridad sean definidas por la familia y proceso de conducci—n y liderazgo. Un pro-
se cuente con modelo sociales de conducta, ceso tal, conducido por uno o varios de los

ÒVivir la inseguridad: cotidianidad y trayectorias de familiasÓ 199


miembros de la familia, elabora y gestiona proyectos est‡n fuera del marco de los
un proyecto de futuro familiar. Si la familia recursos internos de las familias. En esas
no se reconoce en el proyecto o se ve debili- condiciones la estrategia m‡s eficaz es la
tada en su cohesi—n, dif’cilmente podr‡ que pone en contacto al nœcleo familiar con
concebir proyectos para superar su agentes externos: profesionales, institucio-
situaci—n. nes pœblicas o privadas de protecci—n o
control social
La existencia de un "nosotros", que surge de
definiciones compartidas de la situaci—n, de Si bien se pueden superar situaciones
lenguajes y modelos de acci—n comunes y espec’ficas de crisis mediante la interven-
de una conducci—n coherente es lo que ci—n de estos actores, no siempre ella deriva
permite, tal como lo muestran los relatos, en un fortalecimiento de la capacidad fami-
imaginar y gestionar v’as de salida a la liar. Es posible apreciar, y as’ lo confirman
situaci—n de inseguridad. los datos de este estudio, que el desplaza-
miento de los recursos para superar la crisis
Sin embargo, la mayor parte de las historias desde el interior de la familia hacia el
de familias muestran la dificultad que ellas exterior parece formar parte de un despla-
tienen para resolver las situaciones de crisis. zamiento m‡s generalizado de los mecanis-
Muchas veces aquellos medios que permi- mos de control e integraci—n social, desde
tir’an generar orden o la continuidad de sus las instituciones sociales primarias hacia

Trayectorias de resistencia y dignidad (B)


El sacrificio de la se–ora Marta

Para la se–ora Marta, de Cerro Navia, salvar a su hijo de la drogadicci—n se convirti— en la gran misi—n de su vida. Se trataba de
darle una vida digna al hijo, pero tambiŽn de asegurar la integraci—n de su familia. En la drogadicci—n del hijo ambas cosas
estaban amenazadas.

La trayectoria del hijo parec’a condenada a terminar como tantas otras similares: en la exclusi—n y la delincuencia. Lo que para
el hijo hab’a comenzado como algo propio de una etapa de la vida juvenil en pobreza se hab’a convertido luego en
autodestrucci—n:

"no hab’a nada que hacer, primero me met’ en la marihuana y despuŽs en otras cosas, yo creo que de mono y despuŽs fue
como el pan de cada d’a, ya no era por alargar momentos placenteros, sino pa«puro borrarse no m‡s..."

Una sociabilidad particular, la de la pandilla del barrio, acompa–aba a Diego en su historia de drogadicci—n. Con ellos inici— una
carrera de autoexclusi—n y enfrentamiento social: con ellos se divert’a provocando a los carabineros, usando armas y
planificando asaltos. Si Diego no estaba ya en la c‡rcel era por los pactos del silencio establecidos por los miembros de la
pandilla y reforzados por las madres. En esos pactos estaba en juego la supervivencia de los j—venes, pero tambiŽn estaba en
riesgo la integraci—n social de sus familias.

La apertura de un centro cultural vinculado a un proyecto FOSIS y al municipio son las primeras luces que mostrar‡n a Diego
un mundo m‡s all‡ de las redes de su pandilla. Un joven monitor, un grupo musical, la posibilidad de mostrar aptitudes son los
primeros est’mulos para comenzar a abandonar el mundo de las drogas. A ello se suma una polola universitaria, que "parece
de otra parte" y le ampl’a aœn m‡s los horizontes de su mundo. En esos espacios conoce nuevas pautas de conducta, nuevos
valores y esperanzas. Diego sabe que Žl ya no es el mismo:

"Ahora no me gusta que me miren como antes... lo que pasa es que antes yo era escurr’o, era despierto y eso hac’a que los
otros me tuvieran miedo y antes yo estaba conforme con eso, ahora ya no me gusta que me miren as’..."

La se–ora Marta est‡ orgullosa:

"el sacrificio m’o de andar noche y d’a se puede decir a la siga de Žl y por eso mismo descuidŽ un poco a mis otros hijos, pero
logrŽ sacar adelante al Diego... y ese es el mayor orgullo m’o. S’, yo me siento orgullosa, porque ahora mi hijo est‡ bien y m‡s
adelante va a estar mejor..."

La situaci—n de pobreza econ—mica de su familia no ha cambiado, pero ahora cuenta con una familia constituida, donde rigen
los c—digos morales de la "decencia".

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 200


instituciones sociales basadas en lazos aquellos que logran movilizarse como para
sociales secundarios. aquellos que permanecen detenidos, en una
segunda etapa surgen los efectos derivados
de la situaci—n inicial. No s—lo se ha perdido
Las secuencias de acci—n el empleo, sino que se acumulan las deudas,
se pierde el grupo social de pertenencia, se
El camino t’pico recorrido por una familia alteran los ritmos y espacios de la vida
en la gesti—n de sus inseguridades puede familiar. En suma, se pierde el control sobre
describirse en cuatro etapas. las condiciones normales de existencia.

Inicio o quiebre. La primera etapa de una Bœsqueda de salidas. En la medida en que


situaci—n de inseguridad est‡ marcada por se acumulan las manifestaciones de
una ruptura de la cotidianidad familiar, la anormalidad de la situaci—n, las familias ini-
que puede aparecer a partir de un hecho cian procesos internos tendientes a resolver
concreto, como la pŽrdida del empleo, la crisis. Comienza un proceso de codifica-
enfermedad, separaci—n matrimonial o ciones, explicaciones y diagn—sticos que
abandono de los estudios. Son los primeros apuntan a la definici—n de la situaci—n y a la
indicios de que "algo ha sucedido o est‡ determinaci—n de los recursos internos y
sucediendo". Durante esta primera etapa, la externos disponibles. El reconocimiento de
familia no define un camino para manejar la situaci—n y de que ella exige acciones
afectiva o materialmente la situaci—n. Se "extraordinarias", es decir no habituales,
pasa con frecuencia de la negaci—n a la supone, a la vez, replantear la imagen que la
aceptaci—n fatalista de los hechos que familia tiene de s’ misma y redistribuir sus
marcan la situaci—n de crisis. Se cree que en papeles. Esta fase es una de las m‡s conflic-
lo fundamental la vida familiar no est‡ tivas y cruciales en la trayectoria de la crisis
alterada, se imaginan ideas salvadoras, se de inseguridad.
busca una salida r‡pida. En esta etapa la
inseguridad surge m‡s como estado de Salida o consolidaci—n. Esta etapa se
‡nimo que como dato objetivo. Esto es lo alcanza no s—lo gracias a la superaci—n
que caracteriza a la inseguridad: la ruptura puntual de la situaci—n que desencaden— la
de las certezas y estados de la vida crisis, sino gracias a la consolidaci—n de un
cotidiana, la dificultad para percibir los nuevo tipo de integraci—n, bien al interior de
contornos objetivos de la nueva situaci—n y la familia o entre la familia y su entorno
la carencia de estrategias de acci—n. Algunas social. No s—lo se ha debido superar, por
familias nunca saldr‡n de esta fase. ejemplo, la cesant’a del padre, se ha debido
superar la amenaza de desintegraci—n
La generalizaci—n de la crisis. Tanto para familiar y social que ello conten’a.

Las trayectorias en el c’rculo cerrado de la marginalidad (C)


Para Marisol, todo volvi— a ser igual

La se–ora Marisol y don Pedro pertenecen a una familia de temporeros del valle del Aconcagua. Ambos trabajan en los
ÒpackingsÓ de fruta de exportaci—n. La familia tiene cinco hijas, todas fueron a la escuela de la localidad. La se–ora Marta
so–— un oficio para cada una de ellas: peluquera, secretaria, costurera...Para el padre la educaci—n es asunto de la esposa:

"... ella tiene m‡s contacto con las ni–as, yo no, porque salgo en la ma–ana y llego en la noche... y que hagan lo que quieran
digo yo, a m’ nunca me ha gustado meterme en na«... Porque yo tampoco estudiŽ, tendr‡ que ser igual a m’, que no estudiŽ
na« yo, as’ que no le dije na«yo. As’ que yo digo pa«que la voy a retar si yo fui igual. Claro si yo hubiera estudiado harto,
hubiera llegado hasta octavo, una cuesti—n as’, a Žsta no le habr’a aguantado yo, pero la Carola me gan—, porque pas— a
sexto aqu’, yo lleguŽ a quinto no m‡s".

El trabajo del packing es duro, la se–ora Marisol tiene poco tiempo para acompa–ar a sus hijas en el estudio y a menudo
tampoco entiende las tareas que les dan en la escuela. Ella les aconseja pedir ayuda a una vecina, pero Žsta tampoco podr‡
ayudarlas. La escuela y la biblioteca est‡n siempre cerradas fuera del horario de clases. Tampoco puede ayudar el profesor,
que vive fuera de la localidad. ÒVivir la inseguridad: cotidianidad y trayectorias de familiasÓ 201
Las hijas, que quedan largas horas solas, deben asumir las labores del hogar; el estudio no es su primera preocupaci—n. Los
veranos acompa–an a su madre a las plantaciones, a los ÒpackingsÓ. All’ aprender‡n los secretos del corte de la uva.

"A todas les ense–Ž yo cuando ten’an nueve o diez a–os, me las llevaba al potrero y les ense–aba, que el huesillo, que el
secado de pasas, de la uva, les ense–aba los tipos de raleos, a embalarla, a limpiar la uva, a cuidarla, a reconocerla... lo que
es un parr—n..."

El trabajo espor‡dico junto a la madre les permite ganar desde muy temprano algœn dinero. S—lo dos hijas llegan hasta 6o
b‡sico y siguen sus estudios en San Felipe. Ambas quedan embarazadas y deben suspender la escuela. Su madre les
conseguir‡ trabajo en los ÒpackingsÓ a pesar de no cumplir con los requisitos m’nimos de edad. La hija mayor se "casa bien"
y ofrece financiar los estudios de una hermana, pero Žsta no aprende y decide desertar con la aprobaci—n de su padre.
Nuevamente la se–ora Marisol colocar‡ a su tercera hija en un packing; al poco tiempo tambiŽn ser‡ madre soltera.

La hija mayor del matrimonio logra llegar a 6¡ b‡sico, pero su trastorno mental hace dudar a los padres respecto de su futuro,
La dejan en la casa en espera de alguna soluci—n. La posibilidad de que tambiŽn ella quede embarazada precozmente los
detiene para enviarla tambiŽn a estudiar fuera del hogar. El padre se–ala:

"Imag’nese que la mandamos pa«San Felipe a la escuela y salga con su graciecita ahora... es media vol‡ de cabeza y que
salga con su domingo siete... as’ que mejor se quede aqu’, si ya no da m‡s esa ya..."

Las opciones no son claras. Una vecina les habla del SENAME como "internado" para los ni–os con problemas. El director
de la escuela les ofrece contactarlos con una escuela especial para ni–os con problemas de aprendizaje.

Frente al temor de que se convierta en otra madre soltera, los padres no exploran ninguna de las alternativas. La opci—n sea
recluirla en el hogar.

La se–ora Marisol se siente profundamente frustrada. Ella no tiene aliados, su proyecto de familia y su gesti—n fueron
siempre solitarios; su marido nunca comparte sus preocupaciones; las hijas no la siguen; el municipio no da apoyo; la
escuela y su director son inaccesibles; el vecindario no cuenta ni con los recursos ni conocimientos para ayudar; los otros
j—venes son un peligro potencial, la droga y el embarazo precoz una amenaza permanente. S—lo el packing, espacio de
trabajo, es un espacio de realizaci—n y reconocimiento para ella. Es all’ donde, finalmente, conducir‡ a cada una de sus hijas
y ese ser‡ el oficio y el saber que ella les habr‡ transmitido:

"Lo que una les quiere dejar a ellas no es pa«una, porque una ya est‡ vieja, es pa«ellas y pa«sus hijos que vienen despuŽs,
pa«que despues no les anden humillando a sus cabros y pa«que ellas sepan algo..."

Ello no impide, sin embargo, que la frustraci—n acompa–e a la se–ora Marisol. A pesar de haberlo querido, tampoco ella ha
podido romper el c’rculo de la marginalidad.

La sociabilidad en la organizaci—n de Esa trama de v’nculos define el espacio de


la acci—n de las familias las acciones posibles, determina los recursos
disponibles y la forma de su circulaci—n. La
Las estrategias familiares para superar las sociabilidad, esa red en que est‡ contenida
crisis se despliegan sobre las redes de la familia, asegura que la anormalidad de
relaciones sociales con que ellas cuentan. una situaci—n determinada pueda ser
Las relaciones sociales no son un recurso controlada por la normalidad de un espacio
m‡s junto a los de tipo econ—mico. La social m‡s amplio y relativamente m‡s
sociabilidad, m‡s que un recurso, establece estable que las trayectorias de sus
un campo de oportunidades en el cual las miembros. Por esta raz—n, como lo
familias desarrollan su acci—n. La socia- atestiguan los relatos de las familias, la
bilidad provee v’nculos en los m‡s diversos posibilidad de que una crisis familiar derive
niveles de la estructura social, desde los en desintegraci—n est‡ directamente relacio-
v’nculos intrafamiliares hasta los v’nculos nada con la solidez o precariedad de sus
de la familia y sus miembros con las redes sociales. En la sociabilidad reside gran
instituciones sociales. parte de las diferencias entre una familia que

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 202


logra superar una situaci—n de inseguridad y acci—n de alguno de los miembros en
otra que no lo logra. ausencia de un proyecto compartido puede o
bien iniciar una crisis o bien profundizarla.
Las redes sociales pueden organizarse segœn
los distintos bloques de actores que est‡n en
juego en la gesti—n de una crisis. Esos La red de apoyo domŽstico
bloques se definen segœn su similaridad de
acuerdo con la distancia respecto de los La funci—n primordial de estas redes, com-
miembros de la familia o de acuerdo con el puestas normalmente por los parientes, es
papel que desempe–an en la gesti—n de la resolver los problemas que plantea la
crisis. En los relatos analizados los bloques reproducci—n socioecon—mica del nœcleo
de actores m‡s frecuentes son los siguientes: familiar. Es en momentos en que se pone
en cuesti—n la condici—n socioecon—mica
cuando este bloque de actores desempe–a un
Los miembros del grupo familiar papel fundamental.

El nœcleo familiar puede aparecer actuando


unido como tal o bien con acciones aut—no- La red de amigos
mas del padre, madre o hijos. La presencia
de nœcleos indiferenciados es m‡s propia de La red social de las amistades cumple
los estratos bajos. Sin embargo, ello revela funciones de apoyo y compa–’a y suele estar
m‡s bien la superposici—n de los problemas presente en todos los eventos de la vida
de los distintos miembros m‡s que una familiar. Los amigos est‡n vinculados a
acci—n compartida. En la clase media y distintos miembros del grupo familiar. La
especialmente en la alta se aprecia una lealtad, por sobre la funcionalidad o los
relativa especializaci—n de sus miembros intereses, es lo que define este tipo de redes.
cuando hay un proyecto comœn. Cuando hay En ocasiones, por esta misma raz—n, pueden
sinton’a en los proyectos de familia suele facilitar rupturas en las relaciones familia-
apreciarse una relativa autonom’a de los res, especialmente cuando las redes de los
miembros en la forma de encarar la gesti—n distintos miembros de la familia implican
de la crisis. La autonomizaci—n de la lealtades contradictorias.

La trayectoria de la ausencia del ÒnosotrosÓ y la deshonra (D)


La ruptura del proyecto de ascenso social

La familia est‡ compuesta actualmente por Alfonso, la se–ora Fresia, dos hijos de 25 y 26 a–os y la abuela materna. La hija
mayor vive fuera del hogar con su pareja y dos hijos. El padre, ingeniero, es actualmente gerente de dos empresas. La madre,
de profesi—n profesora, no ejerce y se dedica al trabajo de beneficencia y al cuidado de sus dos nietos.

La vida de la familia se vio fuertemente alterada con el embarazo de Paula, la hija mayor, a los 16 a–os. El embarazo ocurre
en un momento en que la familia inicia un proceso ascendente de movilidad social y se muda de la comuna de Los Cerrillos a
una c—moda casa en „u–oa. Paula queda embarazada de un vecino de Los Cerrillos, "de condici—n social inferior". Este
hecho, sumado a la percepci—n de la madre de que el novio quiere aprovecharse de la condici—n social de la hija y truncar sus
posibilidades de movilidad y realizaci—n personal, la llevan a tomar la decisi—n de hacerle un aborto que financiar‡ el padre.
Desde ese momento ni la hija ni la familia vuelven a ser los mismos.

"Dentro de nuestra familia esto la cambi— mucho. Nosotros ten’amos planes, tener hijos profesionales, una familia sin muchos
problemas, que siguieran form‡ndose sin problemas... y eso no result—".

La hija vuelve a quedar embarazada, sufre permanentes depresiones y abandona a su hija. Los abuelos cuidar‡n a la nieta.
Paula no logra terminar sus estudios superiores en la Universidad Cat—lica. A pesar de que intenta mantener en secreto su
embarazo, cuando los compa–eros se enteran la a’slan y dejan de dirigirle la palabra:

ÒVivir la inseguridad: cotidianidad y trayectorias de familiasÓ 203


"Mi hija en ese tiempo estudiaba en la Universidad Cat—lica. Ah’ se hizo de una amiga, y a ella le cont— que estaba esperando,
desde ah’ que esta ni–a no la saludo m‡s y en el curso le hicieron el vac’o, eso fue bien duro para ella..."

La llevan a sic—logos y siquiatras en busca de una salida a la profunda depresi—n que la afecta. Ella logra retomar sus
estudios, formar una pareja y tener otro hijo. Sin embargo, la depresi—n y los intentos de suicidio continœan; la dif’cil relaci—n
con su primera hija no hace m‡s que empeorar. Los abuelos siguen asumiendo econ—mica y afectivamente a la nieta.

Los padres de Paula, movidos por un fuerte sentimiento de culpa, buscan ayuda en la comunidad cristiana, donde son
escuchados y apoyados. La madre se aboca a las obras de beneficencia, incluso apadrina a un ni–o pobre de la comuna de
Cerrillos. El padre comparte la culpa de la madre y se pregunta d—nde estuvo finalmente el error. Reconoce que el proyecto de
familia y el futuro de sus hijos ha sido truncado.

"yo creo que todo eso alter—, creo que produjo problemas en toda la familia, cambi— el curso para el resto..."

Los hermanos tambiŽn resienten la crisis vivida, ninguno ha podido formar pareja y permanecen en el hogar paterno.

La red laboral o de negocios 5. CONCLUSIONES

Surge de relaciones de trabajo prolongadas Inseguridad, acci—n y


y estables. Las redes laborales implican condicionamientos sociales
tanto los v’nculos informales que surgen de
la camarader’a en el trabajo como los La inseguridad que surge de la experiencia
v’nculos formales necesarios para el propio de la ruptura y la consiguiente exclusi—n
desempe–o laboral. En nuestros relatos, en social puede encontrarse en familias de
los pocos casos en que no hay red de distintos estratos y condiciones sociales. En
sociabilidad laboral, ello est‡ asociado a realidad, la condici—n socioecon—mica no es
fuertes crisis de integraci—n social. un factor suficiente ni en el surgimiento de
la inseguridad ni en su resoluci—n. Cabe
entonces preguntarse, Àc—mo es que se llega
El apoyo pœblico extendido a una situaci—n de fragilidad y vulnera-
bilidad tal que la percepci—n de inseguridad
Las funciones del aparato pœblico son se instala en la vida de familias socialmente
fundamentalmente de apoyo directo y con- tan diferentes entre s’?
trol social. El cumple una funci—n
subsidiaria bajo el principio de focalizaci—n. El camino habitual ser’a buscar la respuesta
La presencia de este tipo de redes se en la existencia de un destino social que
advierte con mayor fuerza en los sectores surge de los determinismos estructurales y
bajos y medios vulnerables. de las grandes cifras que describen a la
sociedad. Estad’sticamente es verdad que las
posibilidades de exclusi—n ata–en principal-
Otros componentes de la red mente a los m‡s pobres. La precariedad de
sus recursos econ—micos, sociales o simb—-
Se refiere a la presencia de antagonistas a licos pareciera hacer de estas personas
las estrategias familiares, a formas de apoyo objetos pasivos, incapaces de hacer frente a
institucional privado, intermediarios vecina- las amenazas de la modernizaci—n, menos
les, mediadores pol’ticos o de otro tipo. aœn aprovechar sus oportunidades. Las his-
torias de familias nos muestran, sin embar-
Estos bloques de relaciones tienden a estar go, que los determinismos sociales no son
normalmente presentes en los procesos de suficientes para dar cuenta de las
gesti—n de la inseguridad familiar. En trayectorias de la inseguridad.
distintas fases de la crisis entran en escena
distintas redes de sociabilidad. Tan relevan- Atendiendo a esas mismas historias parece
te como su presencia son las relaciones que m‡s pertinente buscar las explicaciones de
cada red establece con los otros elementos las trayectorias de la inseguridad en el modo
en juego en la situaci—n. en que se articulan las condiciones del

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 204


entorno social y la capacidad de acci—n de La condici—n marginal tiene mucho que ver
las familias. All’ se muestra que la con la dificultad de esta codificaci—n. En
trayectoria de la inseguridad es un proceso efecto, el hambre, el fr’o, el temor a la
din‡mico que acontece en un espacio de agresi—n se hacen tan totales y apremiantes
acci—n donde los actores despliegan sus que resulta dif’cil ver el contexto m‡s
estrategias. Los determinantes sociales son amplio en que se desenvuelve el propio
una limitaci—n de ese espacio; ellos definen drama. No se ven ni las amenazas m‡s
las oportunidades que se les presentan a los graves, ni tampoco las oportunidades
actores familiares y las amenazas que los disponibles. Las estrategias quedan cazadas
limitan. Cuando ese espacio es muy en la superaci—n de las necesidades m‡s
reducido o cuando las amenazas son muy inmediatas y limitan con ello sus propios
superiores a las oportunidades, la acci—n se espacios de acci—n m‡s all‡ de lo que ya las
hace pr‡cticamente imposible. No obstante, estructuras sociales se los han limitado. S—lo
hemos visto que ni aœn en la m‡s precaria de en el momento en que se visualiza el
las familias ese espacio est‡ completamente contexto real de las inseguridades se pueden
cerrado. desplegar estrategias para su neutralizaci—n
o superaci—n.
La lectura de las trayectorias muestra que la
entrada en la inseguridad puede tener Un elemento facilitador de la codificaci—n
mœltiples causas. Normalmente los acon- es la variedad y coherencia de la comuni-
tecimientos espec’ficos que la desatan son caci—n intrafamiliar. Cada miembro ve as-
s—lo detonantes. La inseguridad surge, en pectos del entorno que los otros no ven. Esa
realidad, en el momento en que a partir de variedad es una oportunidad y una amenaza.
una crisis, cualquiera que ella sea, la familia Hay historias de familia en que esa variedad
se enfrenta a la amenaza de la ruptura de sus se vuelve contradicci—n, y ella bloquea la
v’nculos sociales b‡sicos. A la inversa, la acci—n. Hay familias, en cambio, en que esa
solidez de esos v’nculos econ—micos, variedad deriva en im‡genes compartidas,
simb—licos y normativos es lo que permite las que permiten una mejor detecci—n de los
que una crisis particular no se transforme en recursos disponibles. La diferencia entre una
desintegraci—n generalizada para la familia. y otras radica en la capacidad para la
Ellos son los mecanismos de seguridad que comunicaci—n horizontal entre los actores
permiten desactivar y superar las crisis. As’, familiares involucrados en la crisis.
la normalidad permanece normalidad y las
crisis una excepci—n, por dolorosas que Los estudios muestran n’tidamente las
sean. Cuando en el contexto de una crisis dificultades para generar codificaciones
esos v’nculos se revelan dŽbiles o se comprartidas al interior de las familias. La
debilitan a causa de ella, entonces no hay un diversidad y hasta contradicci—n de mundos
transfondo de normalidad y certidumbre de sentido que alberga hoy en su interior
desde el cual enfrentar y reconducir la crisis. cada familia deriva en lenguajes a veces
La incertidumbre y la inseguridad copan dif’ciles de traducir entre s’. El lenguaje de
entonces el ‡mbito de las familias. un padre que se define como proveedor de
movilidad para los hijos mediante la edu-
caci—n choca con el lenguaje de los hijos,
El debilitamiento de los recursos que se estructura a partir de la desconfianza
para la acci—n en la eficacia del lenguaje del padre. Entre
ellos la madre se ve fragmentada entre su
La debilidad de nuestro lenguaje lenguaje de esposa del padre proveedor, el
de trabajadora y el de contenedora
La primera condici—n de Žxito para la supe- emocional de unos hijos que viven en un
raci—n de las inseguridades es el reconoci- mundo que no alcanza a comprender.
miento y codificaci—n por las familias de lo
que est‡ en juego en su inseguridad. Los Es importante anotar que la capacidad de
relatos muestran que s—lo en el momento en codificaci—n y de comunicaci—n no depende
que se identifican las amenazas las familias s—lo de la iniciativa de la familia. El
pueden generar pautas para la acci—n. lenguaje y la comunicaci—n son procesos

ÒVivir la inseguridad: cotidianidad y trayectorias de familiasÓ 205


sociales objetivos que dependen de la terceros aparece normalmente como un
sociedad misma. Para comunicar con otros elemento clave en la superaci—n de situa-
hay que disponer de un lenguaje comœn que ciones dif’ciles. Aquellas familias que no
no puede ser inventado a voluntad por uno incorporan otros actores en sus estrategias
de los participantes. Un aspecto a destacar de acci—n rara vez logran dar respuesta
de las historias de familias es que ellas no satisfactoria a los problemas que las afectan.
disponen de lenguajes que permitan abordar En este campo las historias de familias
abierta y adecuadamente sus inseguridades. muestran que el entorno social ha
Los Òasuntos de familiaÓ forman parte de diversificado de tal modo sus fuentes de
aquellos problemas que es m‡s f‡cil cubrir oportunidades y amenazas que resulta dif’cil
con un Òtupido veloÓ que transformar en acceder a las primeras o neutralizar las
objeto de conversaci—n. Esto es especial- segundas activando redes de sociabilidad de
mente cierto respecto de formas nuevas de canal œnico. Antes pudo bastar un v’nculo
inseguridad, como en el caso de la soledad fuerte con una autoridad local para acceder a
de las jefas de hogar o en la crisis de travŽs de Žl a los distintos ‡mbitos rele-
identidad que sobreviene a la cesant’a, o la vantes del acontecer social. Hoy se
ineficacia de ciertas formas tradicionales de requieren v’nculos m‡s abiertos, m‡s
movilidad social. diversos, de mayor alcance. La persistencia
de las redes fuertes, locales y de canal
A falta de un lenguaje social que permita el œnico, que resultan un buen mecanismo de
reconocimiento y codificaci—n de las crisis defensa frente a amenazas externas, se con-
que enfrenta actualmente la familia, ellas vierte en un bloqueo a la hora del apro-
aparecen a la propia mirada familiar como vechamiento de las oportunidades. Esta
anormales e ileg’timas. La l—gica del ocul- tensi—n explica varias de las historias de
tamiento de los problemas que de ah’ deriva inseguridad presentadas, donde una sociabi-
solo aumenta la percepci—n de exclusi—n lidad primaria fuerte asegura la integraci—n
social y con ello profundiza la inseguridad. normativa y simb—lica de la familia, pero
estrecha canales de movilidad e integraci—n
socioecon—mica.
La dŽbil construcci—n del ÒnosotrosÓ

Hacer frente a una situaci—n de inseguridad La familia: fuente de seguridad


exige tambiŽn un agente capaz de orientar y amenazada
aglutinar en torno a s’ al nœcleo familiar,
agente capaz de elaborar y gestionar un Las historias revisadas plantean una leg’tima
proyecto de futuro familiar. Esta visi—n duda acerca de la capacidad actual de las
anticipadora pone en escena la imagen de la familias para realizar su papel de meca-
familia: si ella no se reconoce en un nismos generadores de integraci—n social.
"nosotros", dif’cilmente podr‡ concebir pro- Asegurar la integraci—n econ—mica y
yectos o soluciones que conduzcan a una normativa al mismo tiempo es un ideal que
salida. En los relatos de familia observamos pocos logran. Todas las familias entrevis-
que en muchos casos crisis muy puntuales tadas han pasado por momentos de crisis
se agigantan cuando el "nosotros" que que se han convertido en situaciones
debiera enfrentarla se descubre fragmen- generalizadas de inseguridad. DespuŽs de
tado. La incapacidad, por ejemplo, para esa experiencia no han vuelto a ser iguales
ponerse de acuerdo acerca del futuro que antes.
educacional de los hijos puede tener efectos
m‡s graves para el proyecto familiar que la Las razones de la relativa debilidad actual
crisis de uno de los hijos en el liceo que dio de la familia parece radicar en su dificultad
origen a la discusi—n. para gestionar los nuevos desaf’os del
entorno social sin desintegrarse interna o
socialmente. Las normas e imaginarios que
La debilidad de la sociabilidad fuerte regulan la vida familiar son cada vez menos
eficaces para promover la gesti—n de las
Finalmente, la presencia y alianza con amenazas y oportunidades con vistas a

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 206


facilitar una integraci—n social, econ—mica y integraci—n y sentido sobre los hombros
normativa de sus miembros. fr‡giles de la subjetividad familiar. La in-
tervenci—n pœblica suele ocurrir s—lo cuando
Esa inseguridad es agravada por el sen- la familia se ha quebrado bajo el peso de la
timiento de culpa que provoca el discurso contradicci—n entre la enormidad de sus
que atribuye a las familias toda la respon- responsabilidades sociales y la precariedad
sabilidad en la gesti—n de los Òasuntos de de sus recursos privados. Una mejor’a de la
familiaÓ y en la contenci—n de las crisis de Seguridad Humana exigir’a una gran
integraci—n. Muchas instituciones y sistemas conversaci—n pœblica, con un lenguaje
sociales se hacen m‡s livianos y eficientes nuevo, acerca de los caminos para un nuevo
porque descargan funciones b‡sicas de pacto entre la familia y la sociedad.

ÒVivir la inseguridad: cotidianidad y trayectorias de familiasÓ 207


CAPITULO 10

La Seguridad Humana
en Chile

ÒLa Seguridad Humana en ChileÓ 209


LA SEGURIDAD HUMANA EN CHILE

El Informe de Desarrollo Humano en Chile TambiŽn se le ha dado relieve a una especial


1998 ofrece, como todos los estudios sobre y concreta preocupaci—n por los grupos
un desarrollo humano sostenible, una re- vulnerables, como los adultos mayores, los
flexi—n acerca de las oportunidades y ame- discapacitados, los j—venes, las mujeres
nazas que enfrenta la persona como sujeto jefas de hogar, entre otros, ‡mbitos en los
del desarrollo. En esta ocasi—n se hizo hin- cuales se han implementado diversos apoyos
capiŽ en la Seguridad Humana con el fin de estatales.
analizar la relaci—n entre las condiciones del
ser humano para constituirse en sujeto de su Adicionalmente, el gobierno ha planteado
desarrollo y la actual estrategia de moder- nuevos proyectos (algunos de los cuales son
nizaci—n. hoy leyes vigentes) tendientes a mejorar los
mecanismos de Seguridad Humana de que
El enfoque permite visualizar una paradoja disponen las personas. Ejemplos de lo
caracter’stica del Chile actual: tiene lugar anterior son los proyectos de perfeccio-
una impresionante modernizaci—n de la namiento de las normas de la negociaci—n
vida social que crea nuevas y mayores colectiva y la ampliaci—n de su cobertura; la
oportunidades al mismo tiempo que reforma del sistema de capacitaci—n laboral;
crecen la inseguridad y la incertidumbre. el proyecto de ley que establece un sistema
de protecci—n al trabajador cesante
C—mo se reconoci— en el cap’tulo 1, el pa’s (PROTAC); la ley del consumidor; el per-
ha tenido una serie de importantes logros en feccionamiento del sistema de subsidios
el ‡mbito econ—mico y social. habitacionales y de garant’a estatal a la
calidad de la vivienda, entre otros.
Ha mantenido una alta tasa de crecimiento.
Han aumentado los salarios reales. Han Estos son una clara manifestaci—n del
bajado la inflaci—n y la cesant’a a niveles esfuerzo realizado por asumir la subje-
hist—ricos. Han aumentado, tambiŽn, en for- tividad de las personas y alcanzar la
ma impresionante, el monto, la variedad y complementariedad requerida para el logro
los destinatarios de las exportaciones. En de la Seguridad Humana.
suma, Chile, en los œltimos diez a–os, ha
m‡s que duplicado su nivel de ingresos per La paradoja
c‡pita.
Los datos emp’ricos revelan logros y
Junto a ello, disminuye la pobreza en forma avances importantes junto con grados m‡s o
constante a la vez que crecen los ’ndices de menos significativos de desconfianza tanto
Desarrollo Humano. Se incrementa el gasto en las relaciones interpersonales como en
En Chile tiene lugar social al doble en educaci—n, salud y vivien- las relaciones de los sujetos con los sistemas
una impresionante da. Se impulsa la descentralizaci—n territo- de salud, previsi—n, educaci—n y trabajo. El
modernizaci—n de la rial tanto regional como comunal y se malestar existente hace pensar que los
prioriza a la gente en la formulaci—n de las mecanismos de seguridad que ofrece el
vida social que crea
pol’ticas pœblicas. actual "modelo de modernizaci—n" resultan
nuevas y mayores insuficientes. Los fen—menos presentados en
oportunidades al Los subsidios monetarios, en tanto, el Indice y analizados en los estudios
mismo tiempo que cumplen un importante papel en mejorar la sectoriales son corroborados por las
crecen la inseguridad distribuci—n de las oportunidades. En efecto, historias de familias que dan cuenta de las
y la incertidumbre vista segœn quintiles de ingreso, la diferen- dificultades de quienes deben enfrentar
cia entre los extremos, antes de las transfe- amenazas de desintegraci—n econ—mica o
rencias hechas por el Fisco, es de 14,4 normativa. Resumiendo el diagn—stico:
veces. Luego de ellas, la distancia se acorta aunque el pa’s avanza, la Seguridad Humana
a s—lo 8,6 veces. (Discurso sobre el Estado en Chile no tiene un nivel satisfactorio y,
de la Hacienda Pœblica. Ministro de adem‡s, se encuentra distribuida de manera
Hacienda , 1997) desigual.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 210


Diagnosticar situaciones de inseguridad e tercer ac‡pite muestra un conjunto de
incertidumbre en Chile podr’a ser una cons- dispositivos que desactivan las manifes-
tataci—n de sentido comœn: todo cambio taciones de inseguridad e incertidumbre.
social implica oportunidades y amenazas; en Aun as’, el malestar se ha vuelto evidente.
la medida en que aumentan las opciones
tambiŽn se incrementan los riesgos. Mien- Revisando las interpretaciones habituales,
tras sea imposible calcular las consecuencias bosquejadas en el cuarto apartado, se apre-
deseadas e indeseadas de una acci—n y, por cia que el problema de fondo radica en la
consiguiente, mientras sea incierto el futuro, mediaci—n entre la subjetividad y la moder-
toda decisi—n lleva aparejado riesgos. Ser’a nizaci—n. Es menester recordar que el mal
igualmente banal constatar que toda trans- manejo de dicha complementariedad tiene
formaci—n supone riesgos. Sin duda, la consecuencias tanto para los sujetos como
modernizaci—n conlleva un nuevo tipo de para la sustentabilidad del desarrollo. Para
riesgos, antes desconocidos, pero no gene- completar el diagn—stico se esbozan, en las
ran necesariamente inseguridad. Queda notas finales, algunos aspectos de la seguir-
pendiente la pregunta: Àpor quŽ razones los dad humana que merecen una mayor
chilenos y las chilenas se sienten insegu- atenci—n.
ros cuando aumentan las oportunidades?

La reflexi—n acerca de la inseguridad en el 1. INSEGURIDAD POR ASINCRONIA


Chile actual concierne, en concreto, a las ENTRE MODERNIZACION Y
razones que afectan a la capacidad de las SUBJETIVIDAD
personas para defenderse de los riesgos
comunes y para disponer de las oportu- Cuando dos tercios de los entrevistados por
nidades que ofrece el desarrollo del pa’s. CEP-PNUD en 1997 declaran no sentirse
Acorde con la interpretaci—n propuesta, la suficientemente informados acerca de
seguridad descansa sobre el grado de hechos que afectan a su vida, lo que ellos
complementariedad que han de guardar el echan de menos tal vez no sea tanto
desarrollo de los sujetos y el despliegue de informaci—n como c—digos de interpre-
los sistemas. Vista as’, la inseguridad de taci—n. Posiblemente sientan la falta de
los chilenos y las chilenas pareciera radi- "c—digos" adecuados para dar cuenta de las
car en la tendencia de los sistemas funcio- transformaciones en curso. En efecto, las
nales a independizarse en un grado tal de innovaciones tecnol—gicas, los desaf’os en
los sujetos que Žstos pierden la capacidad materia de organizaci—n, el nuevo horizonte
de incidir sobre los procesos de moder- espacial y temporal del desarrollo chileno,
nizaci—n. El problema de la complemen- todo ello exige nuevas maneras de compren-
tariedad ser‡ el tema de este cap’tulo, que der la realidad. La falta de inteligibilidad
sintetiza los motivos del malestar. puede ser un motivo de inseguridad.

El balance de las inseguridades de la Se precisan nuevas claves de interpretaci—n,


sociedad chilena consiste en cinco pasos. Un pero vinculadas al acervo hist—rico-cultural
motivo de inseguridad parece residir en el de las personas. Pues bien, parece existir un
ritmo de la modernizaci—n. Su avance verti- desfase entre la memoria colectiva de la
ginoso abre una brecha frente a la memoria gente y los desaf’os de su quehacer actual.
y las ra’ces culturales de la gente. Esta En las conversaciones de los "grupos de
asincron’a ser‡ la materia del primer ac‡pite. discusi—n" afloran continuamente los con-
El malestar no es solamente de ’ndole trastes entre un "ahora", plagado de insegu-
cultural; tiene tambiŽn bases materiales. Los ridad, y un "antes", cuando se pod’a confiar
sistemas de salud, previsi—n, educaci—n y en la gente y los vecinos se ayudaban,
trabajo parecen ofrecer mecanismos parcial- cuando "se llevaba la camiseta" de la empre-
mente satisfactorios en tŽrminos de seguir- sa y hab’a tiempo para conversar con los
dad. El segundo ac‡pite resumir‡ algunas amigos. Tal vez sean im‡genes idealizadas
deficiencias. Considerando dichos proble- que dicen m‡s de las frustraciones de hoy
mas, Àpor quŽ los sentimientos de que de las realidades de ayer. En todo caso,
inseguridad no se expresan abiertamente? El sin embargo, es notoria una percepci—n

ÒLa Seguridad Humana en ChileÓ 211


n’tida de la distancia entre hoy y ayer. La ejemplo conocido es el caso de campesinos
apreciaci—n del Chile actual puede ser con h‡bitos precapitalistas que se ven en-
positiva o negativa, pero se apoya en una frentados sœbitamente a un "cosmos capita-
evaluaci—n (al menos t‡cita) del pasado. lista". TambiŽn en casos menos dram‡ticos
suele surgir un sentimiento de inseguridad e
La estrategia de modernizaci—n impuls— en incertidumbre. La gente no encuentra en sus
los œltimos veinte a–os una gran transfor- costumbres y creencias las herramientas
maci—n de la sociedad chilena, pero los para hacer inteligible el nuevo funcio-
cambios tuvieron ritmos distintos. namiento de la sociedad. Esta parece
entonces estar "fuera de control".
Existe, por un lado, el ritmo acelerado de las
transformaciones econ—micas. En tŽrminos El desajuste exige el aprendizaje de un
estructurales, el rasgo sobresaliente de la nuevo "sentido comœn", pero ello no se
Žpoca es la mayor diferenciaci—n de realiza desde cero. Supone una recons-
"sistemas funcionales" con "reglas del trucci—n del pasado, es decir, una memoria.
juego" espec’ficas. El sistema econ—mico, En ella se yuxtaponen y sobreponen muchas
como el de salud, de previsi—n o el mismo capas y dimensiones. Una imagen poderosa
sistema pol’tico, van conformando campos del pasado parece ser la del Estado
relativamente cerrados y autorreferidos. Al protector. Probablemente, la protecci—n no
obedecer exclusivamente a sus propios c—di- radicaba solamente en los empleos, vivien-
gos internos, dichos "sistemas funcionales" das y pensiones que prove’a. Si el recuerdo
adquieren una autonom’a desconocida en la del Estado de Bienestar se mantiene vivo, es
fase anterior. Dicha autonom’a tiene una principalmente por su dimensi—n simb—lica.
implicancia relevante para la seguridad: se Esto es, por los v’nculos de reconocimiento,
trata de sistemas que no consideran pertenencia y arraigo social que encarnaba
debidamente la subjetividad de las personas. el Estado a travŽs de los servicios pœblicos.
De este modo, la "estrategia desarrollista"
Por otro lado, tambiŽn el mundo subjetivo fue conformando una cultura y una tradici—n
de las personas cambia, pero a un ritmo que de pronto parecen a–ejas y obsoletas.
mucho m‡s lento. Las personas saben inte-
riorizar las maneras en que operan los Los recuerdos del Estado protector (como
La apreciaci—n del sistemas y adquirir as’ un instrumental tantos otros) expresan a la vez una orfandad
pr‡ctico y mental para manejarse en el y una demanda. Hablan de un pa’s y un
Chile actual puede ser mundo objetivo. D’a a d’a, saben adaptarse a mundo que de un modo irreversible se
positiva o negativa, las innovaciones. Sin embargo, pueden fueron. Al mismo tiempo, reivindican el
pero se apoya en una surgir desajustes. Un cambio r‡pido y derecho a una dignidad protegida, una
evaluaci—n (al menos radical de los "sistemas funcionales" deja identidad reconocida, unos afectos y
t‡cita) del pasado. obsoletos los h‡bitos y conocimientos de la sentimientos acogidos. Hablan no s—lo de la
gente. Sœbitamente las personas se encuen- ausencia de un pasado, sino tambiŽn de las
tran desprovistas de los conocimientos, apti- lagunas del presente.
tudes y motivaciones que requiere el nuevo
entorno. De la noche a la ma–ana desa- Existen im‡genes del pasado, pero no hay
parece ese ‡mbito de tradiciones y una elaboraci—n de lo pasado. Hay nostal-
proyectos, que permit’a "hacer sentido". Un gias, pero falta esa permanente reconstruc-
ci—n y reinterpretaci—n de lo que pas—. Falta
nombrar quŽ es lo que se perdi— y, adem‡s,
asumir la pŽrdida. Diversas razones han
"Nada oscurece nuestra visi—n social tan eficazmente
como el prejuicio economista.(..) El esp’ritu de mercado
inhibido a la sociedad chilena hacer un
mantuvo sus ilusiones de libertad, œnicamente al precio de duelo. La consecuencia podr’a ser una
la ceguera ante las consecuencias m‡s amplias de la conciencia hist—rica trizada. Esa trizadura,
acci—n individual." esa distancia silenciada entre el presente de
los chilenos y lo que alguna vez fueron y
Karl Polanyi: La gran transformaci—n, MŽxico, 1975 creyeron, distorsiona la comunicaci—n.
Debilita, por lo tanto, las relaciones de
confianza y, en particular, la confianza en

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 212


compartir un futuro comœn. Con todo, s—lo instituciones dedicadas a proteger a los
una responsabilidad compartida acerca del adultos mayores o inv‡lidos. No obstante
futuro augura un desarrollo sustentable. los avances logrados, los chilenos no
parecen sentirse seguros. Interpretado a la
Posiblemente la "jaula de hierro" de las luz de la Seguridad Humana, el malestar
restricciones institucionales sea menos podr’a estar reflejando dos deficiencias
relevante que la "jaula de la melancol’a". importantes.
Entonces los fantasmas del pasado siguen
presentes bajo la forma de una moder- Una deficiencia del actual esquema de
nizaci—n compulsiva. Los chilenos cum- seguridad consistir’a en una excesiva
plen las exigencias sistŽmicas sin adherir monetarizaci—n de los riesgos. Los pro-
a ellas, al mismo tiempo que a–oran las blemas suelen procesarse y abordarse en
tradiciones sin poder cumplirlas. La la medida en que sean traducibles a un
conducta resultante es una cadena de c‡lculo de inversiones, costos y beneficios.
repeticiones rutinarias que, por carecer Dicho "economicismo" acompa–a al proce-
del sentido de la tradici—n, devienen so de privatizaci—n de la seguridad. Los
r’gidas y forzadas. seguros de salud y las pensiones en manos
de empresas privadas con fines de lucro
implica en los hechos medir la eficiencia de
2. INSUFICIENCIA DE LAS los servicios en tŽrminos de la eficiencia
POLITICAS DE SEGURIDAD financiera. Adoptando el punto de vista de
una racionalidad econ—mica, se justifica el
La inseguridad humana en Chile no reside cheque en blanco de garant’a que suelen
solamente en la falta de memoria colectiva; exigir los hospitales al paciente que ingresa,
ella radica especialmente en las deficiencias el importante copago que suponen los
que muestran las actuales pol’ticas de servicios de salud o la vinculaci—n del
seguridad. Segœn se se–alara al inicio, toda monto de las pensiones a la rentabilidad de
sociedad establece determinados mecanis- las AFP. Tal enfoque evita desajustes
mos de seguridad, destinados a resguardar a econ—micos, que provocaron en el pasado
sus miembros de las amenazas vitales y a serios dŽficit presupuestarios y, finalmente,
permitir calcular y asumir los riesgos un deterioro de los servicios.
socialmente aceptables. Distingu’amos en-
tonces mecanismos habilitadores, que Sin embargo, adaptar los sistemas de
instauran condiciones m’nimas de seguridad seguridad al nuevo contexto no debe
frente a las amenazas que enfrentan el desvirtuar sus fines. Una sobrevaloraci—n de
conjunto y cada una de las personas, y las condiciones financieras parece sustituir
mecanismos realizadores, que promueven la anterior subvaloraci—n. Puede darse una
un uso creativo de las oportunidades. En los "subversi—n de valores" que es particular-
cap’tulos previos se analizaron algunos de mente grave en el caso de aquellos sistemas
estos mecanismos en el caso chileno. destinados expl’citamente a la seguridad. La
Resumiendo los antecedentes, caben dudas discriminaci—n de personas mayores, m‡s
acerca de la efectividad de dichas pol’ticas. susceptibles a las enfermedades, por las
Isapres, la mala atenci—n que reclaman al
Una protecci—n insuficiente sistema pœblico, la falta de cobertura del
contra los riesgos sistema previsional y la irregularidad de las
cotizaciones de buena parte de los afiliados
En el Informe se abordan, en primer lugar, a las AFP pueden ser ejemplos ilustrativos
los mecanismos de seguridad que habilitan de una forma de exclusi—n social.
una protecci—n b‡sica contra las amenazas.
Es menester destacar al respecto los gran- Otra deficiencia de los dispositivos de
des esfuerzos dedicados a mejorar los seguridad es su falta de consideraci—n de
dispositivos para garantizar la seguridad las amenazas nuevas. Los mecanismos
ciudadana, a ampliar los servicios pœblicos disponibles no responden (por acci—n u
y privados para asegurar la atenci—n mŽdica omisi—n) a buena parte de los nuevos
y hospitalaria as’ como a reformar las riesgos que enfrentan los chilenos.

ÒLa Seguridad Humana en ChileÓ 213


Recordemos que los sistemas de salud El acceso incierto a las oportunidades
suelen cubrir en forma ineficiente enferme-
dades graves y enfermedades "modernas" La principal raz—n de inseguridad que se
(trastornos s’quicos), dejando muchas veces desprende de los antecedentes recogidos
a los beneficiarios desprotegidos en el reside en la desigualdad de la distribuci—n
momento de vulnerabilidad. Algo similar de oportunidades. Este hecho, que se
ocurre con el sistema de pensiones, cuyos arrastra en el tiempo, resulta especial-
beneficios pueden decrecer precisamente mente parad—jico en una sociedad que
cuando una crisis econ—mica puede preci- aumenta significativamente sus recursos.
pitar el retiro de la vida laboral. Frente a Particularmente en el campo de la educa-
otras amenazas nuevas, que marcan la vida ci—n y de la salud, m‡s all‡ de los logros
cotidiana de la gente, parece necesario alcanzados, es notorio que los sistemas no
establecer pol’ticas de seguridad. Basta aseguran todav’a un acceso equitativo;
Los mecanismos de pensar en las mayores posibilidades de por el contrario, es el nivel socioeco-
desempleo a causa de la flexibilizaci—n del n—mico de la persona el que determina
seguridad est‡n mercado laboral, en los abusos al consu- sus opciones.
centrados en midor, en los efectos para las personas del
amenazas deterioro del medio ambiente, en la soledad A la inversa, y m‡s all‡ de los avances
"tradicionales" y no de los adultos mayores u otros ejemplos que logrados, se mantiene un c’rculo vicioso
consideran a las afectan la calidad de vida. Vale decir, los entre la desigualdad en la distribuci—n de los
amenazas nueva mecanismos de seguridad est‡n centrados en ingresos y la desigualdad cuantitativa y
amenazas "tradicionales" y no consideran a cualitativa en la seguridad. Sobre todo la
las amenazas nuevas ni, sobre todo, su distribuci—n desigual de las oportunidades
nuevo car‡cter. educativas afecta otras ‡reas y termina por
suscitar sentimientos generalizados de inse-
Una primera conclusi—n apunta pues a un guridad. Esto hace de la reforma educa-
enfoque demasiado estrecho de las amena- cional un paso adelante en el Desarrollo
zas, que impide dar cuenta de los muy Humano.
diversos sentimientos de inseguridad que
pueden abrigar los chilenos. Ahora bien, la Generalmente, quienes tienen menor acceso
inseguridad tiene que ver no s—lo con la a las oportunidades suelen sufrir una mayor
mayor o menor gravitaci—n de los peligros y incertidumbre. Dicha inseguridad concierne
riesgos en la vida cotidiana de la gente, sino primordialmente a la situaci—n personal,
tambiŽn con el mejor o peor aprovecha- percibida como un desajuste entre lo que se
miento de las oportunidades abiertas por la aporta y lo que se recibe. La experiencia
modernizaci—n. Ello nos remite a las individual de injusticia, empero, puede
limitaciones de la seguridad realizadora. generar resentimientos y una desafiliaci—n
emocional que, desencadenados por cual-
quier evento, se proyectan al orden social.
Entonces deviene veros’mil la percepci—n de
que las "reglas del juego" no son neutrales,
"Esta 'buena sociedad', al parecer, no se agota en el acceso de que el crecimiento del pa’s beneficia s—lo
al mayor consumo, en el acceso de oportunidades laborales a unos pocos, que los "poderes f‡cticos"
m‡s diversas, en fin, en el acceso a todos aquellos bienes conservan una preeminencia oculta, pero
materiales e inmateriales en que se funda su satisfacci—n
actual y su optimismo futuro. Todo ello siendo real y sin duda
eficaz y que, por ende, la invocaci—n de la
valorado, parece ser percibido tambiŽn como vol‡til, como transparencia muchas veces escamotea la
eventualmente reversible, al nivel individual y colectivo, en penumbra en que se toman decisiones.
una sociedad en que para muchos todav’a no se ve claro
c—mo seremos protegidos en los momentos de infortunio." La distribuci—n desigual de las oportuni-
dades probablemente sea la deficiencia m‡s
Guillermo Campero: M‡s all‡ del individualismo.La buena
visible, pero en ningœn caso la œnica. Las
sociedad y la participaci—n (manuscrito), 1997.
pol’ticas de seguridad, destinadas a
facilitar el acceso a las oportunidades,
pueden fallar a causa de una definici—n
estrecha de lo que es una oportunidad.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 214


Cierto economicismo tendiente a tratar de un individualismo ego’sta. La ambiva-
las amenazas como problemas financieros lencia anida ahora en el propio individuo.
est‡ igualmente presente a la hora de Este tiene que resolverla por su propia
identificar las oportunidades. cuenta y responsabilidad.

El objetivo de la modernizaci—n, es decir, Otra raz—n poderosa de inseguridad es la


ampliar la gama de opciones de la gente, no mayor contingencia de la sociedad chile-
puede ser reducido a un c‡lculo econ—mico. na. Hace treinta a–os los cursos de acci—n
El malestar que se percibe posiblemente eran m‡s o menos previsibles; dentro de
refleje, entre otras razones, este reduccio- ciertos m‡rgenes, la gente pod’a calcular las
nismo econ—mico. La educaci—n, por ejem- opciones existentes. Hoy en d’a, se abre el
plo, es una inversi—n tanto desde el punto de abanico de "lo posible". La mayor comple-
vista de las futuras oportunidades laborales jidad social da lugar a combinaciones
de cada individuo como de la "competi- mœltiples y aleatorias de los elementos en
tividad sistŽmica" del pa’s. Dicha perspecti- juego. Cuando "todo lo s—lido se desvane-
va, empero, no deber’a desplazar a las ce", las rutinas habituales ya no sirven como
funciones propias del sistema educativo, o pautas de acci—n. Hay m‡s situaciones que
sea, el aprendizaje cr’tico de saberes y exigen una toma de decisi—n al mismo
conocimientos pr‡cticos. tiempo que tambiŽn resulta m‡s complejo
tomar una decisi—n. Se multiplican no sola-
Hay otros motivos de inseguridad m‡s mente los factores a considerar, sino tam-
dif’ciles de aprehender como, por ejem- biŽn la distancia entre una decisi—n y sus
plo, la ambivalencia de la propia noci—n consecuencias. La interacci—n de mœltiples
de oportunidad. Un rasgo distintivo de la elementos hace dif’cil comprender un fen—-
sociedad moderna parece ser la dificultad meno como efecto (intencionado o no) de
en distinguir n’tidamente oportunidad y determinada decisi—n. Vale decir, se debili-
amenaza. Por ejemplo, la flexibilizaci—n del tan las cadenas causales, pilar de nuestros
empleo puede ser oportunidad o amenaza, esquemas de inteligibilidad. En tales cir-
segœn las competencias, las expectativas, la cunstancias, la anhelada transparencia (sea
biograf’a y el plan de vida de cada indivi- del mercado o de la gesti—n pœblica) parece
duo. Aœn m‡s: ella puede significar simult‡- dif’cil.
neamente oportunidad y amenaza para un
mismo individuo; por ejemplo, oportunidad Los mecanismos de seguridad actuales
en tŽrminos de su creatividad innovadora a tambiŽn se encuentran limitados por los
la vez que amenaza para su bienestar procesos de globalizaci—n que potencian
material y su estabilidad emocional; oportu- tanto las opciones como los riesgos. En el
nidad de individuaci—n a la vez que amenaza presente Informe no se ha podido prestar la
atenci—n necesaria a esta dimensi—n insos-
layable de la Seguridad Humana, pero salta
a la vista que dichos procesos modifican
El esfuerzo del individuo por ser un sustancialmente el alcance de las oportu-
actor
nidades y amenazas y, por supuesto, las
"El œnico lugar donde puede realizarse la posibilidades de aprovechar las opciones a
combinaci—n entre instrumentalidad e un nivel transnacional. La globalizaci—n
identidad, entre lo tŽcnico y lo simb—lico, abre una escala ampliada de oportunidades y
es el proyecto de vida personal, el deseo Chile ha demostrado estar relativamente
de todos y cada uno de que su existencia bien preparado para insertarse en este
no se reduzca a una experiencia caleidos- mundo internacionalizado. La globalizaci—n,
c—pica, a un conjunto discontinuo de res-
puestas a los est’mulos del entorno sin embargo, potencia igualmente los
social." problemas suscitados por la distribuci—n
desigual de las oportunidades, por su ca-
Alain Touraine: ÀPodemos vivir r‡cter ambivalente y por las relaciones
juntos? PPC, Buenos Aires, 1997. extremadamente complejas en que ellas
surgen.

ÒLa Seguridad Humana en ChileÓ 215


Crece el nœmero de chilenos que acceden a relacionan. Este v’nculo social condiciona la
oportunidades de empleo y consumo, de capacidad de las personas de asumir la
informaci—n y entretenci—n fuera de las conducci—n del desarrollo.
fronteras nacionales. Por otra parte, la glo-
balizaci—n tambiŽn incrementa los riesgos La Seguridad Humana hace hincapiŽ en
de eventos con fuerte impacto en la vida el "capital social", ese fondo acumulado
cotidiana de los chilenos (por ejemplo, el de confianza social y asociatividad que se
impacto de una ca’da de las exportaciones genera en las relaciones diarias. Este sus-
en el mercado laboral o de las turbulencias trato adquiere mayor gravitaci—n en la
financieras en los fondos de pensiones). En actualidad: mientras m‡s se especializan
ambos casos, se trata de din‡micas estrecha- las actividades, m‡s dependen las perso-
mente entrelazadas con las estructuras nas de la cooperaci—n con otros. El acceso
locales, pero que escapan al marco nacional y uso creativo de las oportunidades presu-
de las pol’ticas de seguridad. pone pues un trato civilizado en los
mœltiples acomodos rec’procos que exige la
La desterritorializaci—n, propia del proceso vida diaria de la gente. En la medida en que
de globalizaci—n, es particularmente com- las relaciones sociales se vuelven m‡s
pleja en el ‡mbito cultural. Tanto la mœsica impersonales, elementos aparentemente
ÒrockÓ como la ciencia, las pautas de obvios del diario vivir como la confianza o
consumo al igual que la televisi—n, muestran la honestidad adquieren un papel sobre-
que los procesos culturales no reconocen saliente. S—lo presuponiendo un "juego
fronteras ni espacios cerrados; descansan limpio" en las relaciones sociales nace la
sobre una constante labor de "traducci—n", disposici—n a la cooperaci—n.
que adapta y recombina los mensajes en una
interminable "conversaci—n" de constela-
ciones variables. El desanclaje de espacio y La sociedad abstracta
tiempo corroe las identidades, los s’mbolos
y los mundos de vida establecidos. El "Hay una cantidad muy grande de
entorno habitual queda expuesto a una personas que viven en una sociedad
"contaminaci—n" universal y lo que era moderna que no tienen o tienen extre-
normal y natural se desvanece y con ello madamente pocos contactos personales,
que viven en el anonimato y el aislamiento
tambiŽn las certezas. Ser’a vano pretender y, en consecuencia, no son dichosas."
"congelar" el modo de ser de anta–o. Hay
que plantear la Seguridad Humana en un Karl Popper: La sociedad abierta y sus
nuevo marco espacio-temporal. enemigos (citado por Fitoussi y
osanvallon, 1997).

El deterioro del v’nculo social

La inseguridad se acentœa no s—lo por los Es cierto que la mayor’a de los chilenos
efectos (indeseados) de la modernizaci—n; est‡ razonablemente satisfecha con su
ella reside tambiŽn, y conviene recalcarlo, situaci—n personal y, en menor medida,
en los cambios que sufre la subjetividad. No con el desarrollo del pa’s. Es cierto que
existe algœn "car‡cter nacional" constituido conf’a en su esfuerzo individual y en un
de una vez para siempre e impermeable a las futuro mejor para su familia. Adem‡s apoya
condiciones hist—ricas. Precisamente porque la democracia y se identifica con algœn
la Seguridad Humana concierne a la partido pol’tico, al menos en las elecciones.
relaci—n de modernizaci—n y subjetivaci—n, En fin, d’a a d’a los chilenos no s—lo
las pol’ticas de seguridad no pueden limi- reproducen, sino legitiman pr‡cticamente el
tarse al manejo de los sistemas funcionales; orden establecido. Sin embargo, cabe
han de trabajar con y sobre la subjetividad. preguntarse si ello basta para dar forma al
Han de tomar en cuenta las experiencias y "capital social" necesario.
expectativas, los temores y anhelos, en fin,
las diversas facetas cognitivas y afectivas Los datos presentados muestran una
mediante las cuales los individuos se sociabilidad dŽbil en Chile. Se ha podido

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 216


constatar un alto grado de desconfianza, Efectos de los cambios en la subjetividad
una asociatividad precaria, una creciente
instrumentalizaci—n de las relaciones so- No se puede evaluar la seguridad Huma-
ciales e incluso cierto debilitamiento de la na en Chile sin plantear la cuesti—n del
cohesi—n intergeneracional de la familia. sentido que pueda tener el proceso de
No viene al caso explicar aqu’ las causas del transformaci—n en curso. Los mecanis-
deterioro que se–ala el Informe en diversos mos para asegurar el buen aprovecha-
campos. Intervienen condiciones espec’ficas miento de las oportunidades suponen que
como, por ejemplo, las altas tasas de Žstas "tienen sentido" y que, por ende,
desocupaci—n entre los j—venes que impiden "valen la pena". La modernizaci—n en
la socializaci—n propia de un empleo estable. marcha tiene sentido en la medida en que
logre incorporar a todos como sujetos del
El an‡lisis de las relaciones entre los desarrollo. Tiene sentido si se logra ampliar
chilenos y los sistemas de salud, previsi—n, las oportunidades de los chilenos. Tiene
educaci—n y trabajo hace ver dos tipos de sentido si logra dotar a cada persona de las
integraci—n. Por un lado, parece lograrse un herramientas necesarias para gozar de su
modo relativamente eficaz de "integraci—n libertad. Esto indica que el sentido de la
sistŽmica". Es decir, los sistemas funcio- modernizaci—n es una tarea social. No basta
nales logran abarcar gran parte de la una valoraci—n privada; se requiere un
poblaci—n correspondiente e incorporar a las reconocimiento social de lo que son y no
personas a sus respectivas "l—gicas inter- son oportunidades, de su valor y de su
nas". Ellas han mostrado, por ejemplo, saber continuidad en el tiempo.
adaptarse muy bien a las nuevas reglas del
sistema econ—mico y manejarse conforme a Probablemente exista una "crisis de sentido"
la "l—gica de mercado". Esta integraci—n es propia de la modernidad. En efecto, Žsta se
importante, pero parcial. Ella puede llevar a constituye precisamente en la experiencia de
una "funcionalizaci—n" de la subjetividad en lo precario y problem‡tico que es el orden
el sentido de que las personas vivan "en social. Dicha precariedad se acentœa en la
funci—n de" los sistemas. Žpoca actual por la dificultad de producir y
transmitir sentidos socialmente vinculantes.
Por otro lado, el mencionado deterioro del
capital social se–ala las insuficiencias de la
"integraci—n social". Vale decir, la socia-
bilidad cotidiana en la cual las personas ÒÀDonde reside, entonces, el malestar de
crean los valores y las normas que rigen su la cultura moderna? Seguramente en la
transformaci—n que experimentan los
convivencia, pierde densidad. Los chilenos
contextos tradicionales donde, hasta
parecen no tener una sociabilidad con la hace poco, las sociedades elaboraban su
misma fuerza y riqueza que su integraci—n sentido de confianza y protecci—n. Ellos
en los sistemas. Este parece ser el proceso eran provistos, combinadamente, por la
estructural que subyace al s’ndrome de una familia, la comunidad local, la religi—n y
"sociedad desconfiada" donde el miedo, el las tradiciones. Y es evidente que esos
cuatro "contextos de confianza" - fuentes
recelo y la ansiedad minan los h‡bitos de
de seguridad y certezas - han cambiado
cooperaci—n. y est‡n cambiando dram‡ticamente."

En resumidas cuentas, la actual estrategia JosŽ Joaqu’n Brunner: Bienvenidos a


de modernizaci—n parece fomentar una la modernidad, Santiago, Planeta,
"integraci—n sistŽmica" de los chilenos en 1994
detrimento de la "integraci—n social".
Ello puede generar el sentimiento de que
se les instrumentaliza en funci—n de un La dificultad proviene de dos fen—menos
proceso que les es ajeno. De ser as’, el rese–ados en el ac‡pite anterior. Por un lado,
fortalecimiento del capital social debiera la fuerza de la "integraci—n sistŽmica". Esta
ser una tarea prioritaria del Desarrollo conlleva, segœn se vio, la incorporaci—n de
Humano en Chile. las l—gicas funcionales incluso a la
sociabilidad cotidiana. La consecuencia es

ÒLa Seguridad Humana en ChileÓ 217


que las creencias autoevidentes e incues- funciona bien sino as’". Sin embargo, una
tionadas de lo que es "normal y natural" vez que se instala la imagen de un "pa’s de
(reserva de sentido) en una sociedad son vencedores", nadie quiere ser "perdedor". El
ahora puestas a discusi—n y sometidas a un argumento del Žxito inhibe la manifestaci—n
c‡lculo instrumental. Por ejemplo, el valor de inseguridades e incertidumbres. Manifes-
de la solidaridad, cuyo elemento definitorio tar vulnerabilidad en este contexto podr’a
es la gratuidad, ser’a ahora objeto de un debilitar aœn m‡s una identidad de por s’
c‡lculo, lo cual la desvirtœa y la limita. (En fr‡gil.
este ejemplo alguien podr’a preguntarse:
ÀquŽ gano yo con ser solidario? ÀSer‡n Otro mecanismo desactivador de inse-
solidarios conmigo cuando lo necesite?) guridad podr’a ser la ausencia (real o su-
Ello constituye una amenaza para el amplio puesta) de alternativas. En un contexto de
desarrollo de este valor, hasta hoy consi- globalizaci—n, es un desaf’o importante y al
derado un rasgo caracter’stico de la mismo tiempo dif’cil lograr definir alterna-
sociabilidad chilena. De esta manera, se tivas que sean viables en ese contexto al
pueden desvanecer los sentidos de vida y mis-mo tiempo que recuperen el papel del
las orientaciones pr‡cticas all’ acumulados. capital social y cultural en el proceso de
desarrollo. El actual "modelo" de moderni-
zaci—n parece ser, independientemente de
3. LOS ELEMENTOS sus mŽritos y sus deficiencias, el marco de
DESACTIVADORES DE LA referencia para pa’ses como Chile. Pues
INSEGURIDAD bien, la inseguridad vivida aparece como
algo inevitable; un mal menor o simple
Un rasgo caracter’stico de la nueva novela "externalidad" si no se visualiza un proyecto
chilena parece ser la orfandad; ella trata de de reformas.
personajes huŽrfanos de historia, de
relaciones, de sentido (C‡novas, R., 1997). Los Žxitos econ—micos alimentan un
Sin embargo, estos hijos de JosŽ Donoso no enfoque gerencial de los problemas nacio-
traslucen un drama colectivo. En efecto, nales. Todos los sectores, tanto las elites
las experiencias individuales de inseguridad como el ciudadano comœn, parecen con-
no cristalizan en una crisis visible. Si es codar en un mismo objetivo: resolver los
tanta la incertidumbre, Àpor quŽ no existe un problemas de la gente, y en un mismo
reclamo manifiesto? En otras palabras, ÀquŽ mŽtodo: una gesti—n adecuada. Las inse-
factores neutralizan la inseguridad, mante- guridades provocadas por el estilo de
niŽndola en un estado de malestar? modernizaci—n se reorientan hacia proble-
mas puntuales y concretos. El manejo del
Un ejemplo ilustrativo son las elecciones entorno inmediato promete ese control
parlamentarias de diciembre de 1997, donde social que se sabe dif’cil a nivel del con-
la voz ciudadana en un volumen signi- junto de la sociedad. Esta seudoseguridad
ficativo escapa a las posiciones partidistas y recurre a la tŽcnica y, en particular, a un
se expresa en votos blancos y nulos. Una c‡lculo instrumental: acotar restrictivamente
voz muda. Formulado en tŽrminos de Albert el problema a intervenir y escoger s—lo
Hirschman: una vez que las personas ponen aquellos medios que muestran una relaci—n
en duda su lealtad espont‡nea al sistema, inmediata con el.
Àpor quŽ prefieren la "salida" (la automar-
ginaci—n) en lugar de alzar su "voz" (la El enfoque gerencial suele conllevar dos
protesta)? consecuencias: los problemas se enfocan
aisladamente, cortados de su contexto y, por
Una manera de desactivar la inseguridad consiguiente, las soluciones provistas no
podr’a consistir en negarla. El modo m‡s consideran los "efectos laterales" sobre ese
rotundo de negar un problema es el contexto. El tratamiento de los problemas
exitismo. DespuŽs de todo, "el sistema urbanos ofrece ejemplos a diario; se suele
funciona". Este descansa sobre una falacia: intervenir puntualmente sobre un aspecto (el
de la constataci—n "el sistema funciona bien tr‡nsito en una rotonda, captaci—n de agua
as’" se saca la conclusi—n "el sistema no potable, obras sanitarias, los recorridos del

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 218


transporte urbano, etcŽtera) sin contemplar La neutralizaci—n de las inseguridades no
los efectos que tiene ese "control de riesgos" es producida solamente por la interio-
en el conjunto de la ciudad. Aparentemente rizaci—n de una visi—n individualista de
las inseguridades son resueltas; de hecho, riesgos y responsabilidades. Igualmente
sin embargo, son desplazadas. El mismo significativo podr’a ser el anverso: las
control de riesgos se transforma en fuente de inseguridades son desactivadas por las
nuevos riesgos en una secuencia que pronto dificultades de tematizarlas como un
escapa a cualquier gesti—n. Dicho en problema colectivo. A la inhibici—n de
tŽrminos generales, el incremento de racio- manifestar las inseguridades, arriba mencio-
nalidad en los espacios microsociales puede nada, se agrega la dificultad de codificarlas.
ir acompa–ado de una mayor irracionalidad Resulta dif’cil un debate pœblico en torno al
al nivel macrosocial. malestar con una sociabilidad dŽbil y, por
ende, con relaciones comunicativas empo-
El mecanismo m‡s eficaz para neutralizar brecidas. Como es sabido, los procesos de
las inseguridades colectivas parece residir privatizaci—n modifican el ‡mbito pœblico;
en la privatizaci—n de los riesgos y res- basta ver la gravitaci—n de los centros
ponsabilidades. Una vez que los riesgos se comerciales para visualizar que, hoy por
atribuyen (e internalizan) como un asun- hoy, lo pœblico suele caracterizarse m‡s por
to de responsabilidad individual, tiende a una aglomeraci—n de personas privadas que
desvanecerse la responsabilidad social. como espacio de la acci—n colectiva. Por
cierto, ello no excluye el desarrollo de mœl-
Extender la esfera de la libertad individual tiples "comunidades" (desde grupos esotŽ-
es el principal argumento de la actual estra- ricos hasta las "barrasÓ en los estadios de
tegia de modernizaci—n. Sin duda, el avance fœtbol) que generan sentido y lazos de
es importante y debe ser potenciado. No pertenencia y arraigo, pero de modo tenue,
obstante, es menester interrogarse si la transitorio y restringido a un espacio
promesa de individuaci—n se cumple microsocial, sin mediaci—n con el conjunto
efectivamente. de la vida social.

La autonom’a del individuo parece Todo ello distorsiona la comunicaci—n entre


quedar (todav’a) trunca. A la vez que se los chilenos. La fragmentaci—n de los suje-
ampl’a el campo de la decisi—n individual, tos dificulta nombrar y explicitar las
los individuos tienen dificultades en experiencias de incertidumbre. Se constata a
disponer libremente de los medios reque- diario c—mo la privatizaci—n de la vida
ridos. Segœn se vio en este Informe, la social y la consiguiente reestructuraci—n de
libertad de elegir se encuentra condicionada lo pœblico hacen extremadamente dif’cil
por el poder adquisitivo de cada persona. codificar las inseguridades. En la medida
Existen pues grandes diferencias a la hora en que las personas no logran reconocer
de asumir riesgos y responsabilidades. sus inseguridades en algœn c—digo inter-
Adem‡s, las personas dependen de meca- pretativo que pueda dar cuenta de tales
nismos de seguridad ajenos a su control experiencias, Žstas son ininteligibles y
(sistemas de salud, previsi—n, etcŽtera) para escamoteadas. A falta de palabras, las
poder hacer frente a sus responsabilidades. inseguridades e incertidumbres quedan
La situaci—n actual se caracteriza por un relegadas al "cuarto oscuro", apenas
desequilibrio entre las responsabilidades insinuadas por esa desaz—n difusa y
atribuidas y los medios disponibles. Esta persistente que se diagnostica en el
encrucijada fomenta un "retorno" del Estado Informe.
y de la pol’tica, ahora encargados de sol-
ventar los medios necesarios para ejercer la
responsabilidad individual. Resolver los 4. LAS RESPUESTAS PARCIALES
problemas concretos de la gente es una tarea
urgente, por supuesto; mas el sesgo El debate chileno ha tomado nota del
individualista del enfoque debilita uno de malestar. Han surgido diversas propuestas
los recursos m‡s valiosos de la sociedad: su de interpretaci—n que (de modo esquem‡tico
capital social. y con el œnico prop—sito de iluminar la

ÒLa Seguridad Humana en ChileÓ 219


propuesta del Informe) pueden resumirse en segundo lugar, no toma en cuenta la
dos enfoques. necesaria autonom’a de los sistemas y, por
lo tanto, no se plantea siquiera las relaciones
El enfoque "tecnocr‡tico" privilegia el entre sujetos y las l—gicas funcionales como
proceso de modernizaci—n y las din‡micas algo problem‡tico. Adem‡s, subestima el
de los diversos sistemas funcionales como desvanecimiento de las "evidencias" de
criterio b‡sico para dar cuenta de las expe- anta–o que, una vez sometidas al escrutinio
riencias subjetivas de malestar e insegu- racional, son reacias a todo "reencata-
ridad. Desde este punto de vista, que puede miento". Finalmente, no se hace cargo del
denominarse "tecnocr‡tico", se percibe un car‡cter plural de la subjetividad. No
"retraso" de la subjetividad respecto de la responde al dilema de la subjetividad
rapidez con la cual avanza el desarrollo del contempor‡nea: la pluralizaci—n de la vida
pa’s. Diagnosticar un "retraso" de los sujetos moderna ya no permite recurrir a una
implica postular un "aggiornamento" que "unidad" de valores y principios comprar-
permita poner la subjetividad a la altura de tidos por todos al mismo tiempo que la
la modernizaci—n en curso. Visto as’, el integraci—n social no permite prescindir de
malestar existente ser’a el costo inevitable cierto "sentido comœnÓ.
de una readecuaci—n al nuevo contexto; una
vez que las personas hayan aprendido a La respuesta "tecnocr‡tica" y la "nost‡lgica"
manejarse en su relaci—n con los sistemas tienen un elemento en comœn: ellas privi-
funcionales, la inseguridad se disipar‡. Este legian ya sea la modernizaci—n, ya sea la
modo de enfocar la asincron’a contiene un subjetividad, pero no se plantean la
argumento importante: toda racionalizaci—n complementariedad de ambos movimientos.
est‡ acompa–ada de cierta pŽrdida de las En consecuencia, estas l’neas de interpre-
tradiciones. Las experiencias pasadas para taci—n no pueden instruir una acci—n (social
algunos sirven poco de cara a las y pol’tica) sobre dicha relaci—n. La tensi—n
innovaciones en marcha. No por ello, hay entre subjetividad y modernizaci—n queda
que olvidar los aportes que nos pueden sustra’da a una elaboraci—n y mediaci—n
entregar para el Desarrollo Humano, la deliberada. Falta por resumir las consecuen-
historia, las tradiciones y las identidades cias de esa mala complementariedad.
culturales.

El enfoque "nost‡lgico" privilegia, a la 5. LA MALA COMPLEMENTARIEDAD


El Chile actual se inversa, al proceso de subjetivaci—n, ha-
caracteriza por un ciendo hincapiŽ en el olvido de la histori- La tendencia a no asumir la necesidad de
cidad, en la erosi—n de las identidades complementariedad entre la moderniza-
desacople de ambos
colectivas, en las formas compulsivas de ci—n y la subjetividad y, en concreto, su
procesos que, a falta de sociabilidad. Asume el punto de vista de una construcci—n deliberada parece ser la
una mediaci—n, subjetividad agredida por las estrategias de principal raz—n de la inseguridad objetiva
distorsiona tanto el modernizaci—n. Este enfoque puede ser y subjetiva en Chile. El Chile actual se
despliegue de la llamado "nost‡lgico" en el sentido de que caracteriza por un desacople de ambos
subjetividad como la reivindica un tiempo de oro en el que procesos que, a falta de una mediaci—n,
sustentabilidad de la reinaba la subjetividad. Tampoco a esta distorsiona tanto el despliegue de la
cr’tica le faltan razones. En efecto, el subjetividad como la sustentabilidad de la
modernizaci—n. malestar expresado por las personas parece modernizaci—n.
nacer de la percepci—n de que ellas poco o
nada cuentan en la marcha objetiva de los A lo largo del Informe se pudieron apreciar
procesos sociales. sus efectos: una sumisi—n de la subje-
tivaci—n a los dictados de la racionalidad
Sin embargo, la respuesta resulta insatis- funcional y, por otra parte, la dificultad de la
factoria. En primer lugar, su defensa de la racionalizaci—n para generar sentido.
subjetividad no logra dar cuenta de la Corresponde ahora resumir estas conse-
modernizaci—n. Denuncia sus riesgos y cuencias y llamar la atenci—n sobre otro
peligros, pero no valora las oportunidades efecto no intencionado: la extra–a descolo-
que brinda al despliegue de los sujetos. En caci—n de la pol’tica en el nuevo contexto.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 220


En la medida en que una democracia que se anverso en el sin sentido de la moder-
ha legitimado mediante esa labor de nizaci—n. Esta no genera por s’ sola aquellos
mediaci—n ya no cumple dicha funci—n, su sentidos socialmente vinculantes capaces de
significado queda en entredicho. suscitar el reconocimiento y la adhesi—n de
los sujetos. Para ello se precisa que en
La negaci—n de la subjetividad democracia a la modernizaci—n se la invista
de sentidos normativos que iluminen y
No asumir la complementariedad significa, legitimen su despliegue. Ejemplo de lo
como primera y m‡s notoria consecuencia, anterior son los amplios acuerdos logrados
una negaci—n de la subjetividad. Esta nega- para que la sociedad chilena enfrente como
ci—n ocurre, segœn vimos, de dos modos. El resultado de la modernizaci—n el tŽrmino de
mayor impacto lo tiene probablemente la la pobreza, el desarrollo de una educaci—n
funcionalizaci—n de la subjetividad por los para el futuro y la equidad en las oportu-
procesos de modernizaci—n. nidades. Sin ese anclaje, la autonom’a de los
sistemas funcionales queda suspendida en el
La (necesaria) autonom’a de los sistemas aire; se transforma en una l—gica autorre-
parece realizarse a costa de la (no menos ferida que escapa a los objetivos sociales.
necesaria) autonom’a de los sujetos. Esta
expropiaci—n de la subjetividad se percibe y El peligro de que el sistema econ—mico o
se vive como inseguridad e incertidumbre. pol’tico se independicen de sus funciones
No es, sin embargo, la œnica raz—n. sociales no es banal. Produce un desplaza-
miento de modo que la l—gica interna de los
La otra faceta de este proceso de expro- sistemas suplanta a los fines sociales y, por
piaci—n consiste en la marginaci—n de los lo tanto, se distorsiona la eficacia de dichos
sujetos. La subjetividad que no se presta a sistemas. Ello afecta al Desarrollo Humano
su reciclaje por los sistemas funcionales sostenible en sus dos atributos: margina a
queda al margen de la vida œtil; un sobrante las personas como sujetos del proceso y
que ni siquiera es reconocido como amenaza su sustentabilidad en el tiempo.
subjetividad. Las emociones y los senti-
mientos de inseguridad e incertidumbre que Si la gente no percibe que la modernizaci—n
no encuentran c—digo para expresarse de la sociedad chilena tiene sentido, Žsta
quedan entonces relegados al fuero ’ntimo podr’a ser m‡s fr‡gil de lo que hacen supo-
de los individuos. ner sus logros. Ese sin sentido es una
amenaza latente. La falta de confianza en
Este silencio, empero, no es simple encontrar empleo, en poder pagar la aten-
ausencia; la subjetividad silenciada se hace ci—n de salud, en recibir ingresos suficientes
presente en la vida diaria de varias maneras. en la vejez, en disponer de la informaci—n y
Es sabido que "lo no dicho" o "lo no los conocimientos necesarios, todas esas
decible" se alza como barrera invisible en percepciones resaltan la distancia que
las relaciones interpersonales, inhibiendo sienten las personas en relaci—n con los
relaciones de confianza y cooperaci—n. sistemas. Puede surgir una pŽrdida de
Adem‡s, los sentimientos denegados tienden fiabilidad que traspasa los distintos
a expresarse subrepticiamente como actos sistemas funcionales y termina por afectar al
no conscientes de malestar y rechazo. conjunto.
Precisamente por tratarse de actos no
volitivos, el retorno de "lo innombrable" Actualmente, los mecanismos desacti-
crea peligros. La historia chilena nos vadores amortiguan la desconfianza. En
recuerda c—mo esa subjetividad negada momentos de crisis, como por ejemplo la
puede cristalizar en un "momento populista" crisis financiera asi‡tica de fines de 1997, la
que reivindica su expresi—n al margen o en fiabilidad de los sistemas se ver‡ expuesta a
contra de las instituciones. mayor tensi—n. Entonces la complemen-
tariedad se pondr‡ a prueba efectivamente y,
La fragilidad de la modernizaci—n adem‡s, en condiciones adversas. Los
efectos resultantes de esta situaci—n est‡n
El despojo de la subjetividad tiene su aœn por conocerse.

ÒLa Seguridad Humana en ChileÓ 221


Redefinir el significado "pol’tica ciudadana" por as’ decir, la brecha
de la democracia (inevitable) aumenta. Esta bifurcaci—n
subyace a la distancia entre sistema pol’tico
Una mala complementariedad fomenta no y ciudadan’a, y se vuelve visible en ella.
s—lo una exagerada autorreferencialidad de
los sistemas y una no menos peligrosa A la luz del Informe, dicha distancia podr’a
jibarizaci—n de la subjetividad. Afecta estar reflejando las dificultades que tiene esa
adem‡s a la democracia tanto en sus "pol’tica ciudadana" para nombrar e inter-
contenidos como en su significado. pretar las motivaciones e intenciones, las
vivencias pr‡cticas y los sentidos impl’citos
Ser’a prematuro identificar el "desencanto" de la vida cotidiana de las personas y en
palpable en las elecciones de 1997 con un traducirlos al c—digo funcional de la pol’tica
rechazo a la democracia; parece expresar institucionalizada. Podr’a reflejar, en suma,
m‡s bien una desaz—n con el modo de vida. la dificultad de la pol’tica de generar
Podr’a tratarse de un malestar con el "modo sentidos, de dotar al proceso de desarrollo
de ser" de la sociedad chilena, pero del cual de un "proyecto" y un horizonte de futuro
se responsabiliza a la pol’tica. Tal imputa- que "haga sentido".
ci—n de responsabilidad presupone impl’ci-
tamente que la pol’tica democr‡tica puede
cambiar el modo de vida.
6. DESAFIOS
El malestar expresado por los ciudadanos
obliga a reflexionar el sentido que tiene el Un difuso malestar recorre Chile. Ser’a
orden democr‡tico en el nuevo contexto. arriesgado ocultarlo. Hay que hacerse
ÀEs todav’a v‡lido entender la democracia cargo de Žl pues la sociedad chilena
chilena como una mediaci—n institucional construir‡ su modernidad s—lo en la
entre los procesos de subjetivaci—n y medida que reflexione sobre s’ misma:
modernizaci—n? Ese fue, como se–al‡ramos sobre su modo de vida, sobre su historia y
al inicio, su marco constitutivo. A partir de sus proyectos. A Chile la modernidad no
los a–os 30 la institucionalidad democr‡tica s—lo le plantea algunos desaf’os, ella
logra, con fortuna dis’mil, compatibilizar las misma es su gran desaf’o. Sin embargo,
demandas ciudadanas con la conducci—n de reconocer el malestar no reduce a una
Si la gente no percibe la econom’a. En 1990 Chile pretende lista de problemas y soluciones. Enfocar
retomar esa tradici—n, interrumpida en 1973, exclusivamente fallas y correcciones dar’a
que la modernizaci—n mas las condiciones han cambiado. La por supuesto precisamente aquello que
de la sociedad chilena nueva complejidad de la sociedad chilena constituye un problema: el estilo mismo
tiene sentido, Žsta ha socavado la centralidad que ten’an el de modernizaci—n.
podr’a ser m‡s fr‡gil Estado y la pol’tica. Discursivamente, la
de lo que hacen pol’tica democr‡tica sigue reivindicando su El presente Informe invita a una nueva
suponer sus logros. papel mediador; en los hechos, empero, ella mirada. Asumiendo el desarrollo de la
aparece extra–amente descolocada y sociedad chilena como una oportunidad y
escindida. como un problema, se pretende ofrecer
algunos antecedentes e interpretaciones
Las restricciones constitucionales de la œtiles para la reflexi—n. Analizar y discutir
democracia chilena esconden una transfor- las condiciones del desarrollo es una
maci—n de la pol’tica. Por una parte, ella se premisa para ser sujeto del desarrollo y, por
inserta en el proceso de modernizaci—n y ende, hacerse responsable de Žl.
opera (de modo an‡logo a otros sistemas
funcionales) como un "sistema pol’tico" El Desarrollo Humano Sustentable brinda
relativamente autorreferido y con una una perspectiva ampliamente compartida: el
"l—gica funcional" espec’fica; por la otra, ser humano como centro del desarrollo. Para
ella invoca difusamente la constituci—n de que ello sea algo m‡s que una noble
sujetos individuales y colectivos en una intenci—n, hay que tener presentes los
"comunidad de ciudadanos". Entre ambos desaf’os que plantea en el contexto
momentos, entre "pol’tica institucional" y (nacional y mundial) actual. La noci—n de

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 222


Seguridad Humana ayuda a comprender las condici—n b‡sica para el di‡logo social es,
oportunidades y los riesgos en juego. A lo sin duda, el ‡mbito publico. S—lo en este
largo del Informe se han podido reconocer espacio, a la vez abierto y compartido,
los logros de las transformaciones en pueden las personas elaborar el lenguaje y
marcha al mismo tiempo que conocer su los c—digos interpretativos capaces de dar
cara oscura. cuenta de lo que les pasa.

Dicha "codificaci—n" de las preocupaciones


y demandas, de los miedos y anhelos de la
La democracia actual como jaula de hierro
gente adquiere voz en el discurso pœblico.
"La met‡fora de 'jaula de hierro' se aplica a un dispositivo Las personas buscan en los discursos
constituido por dos elementos principales: leyes pol’ticas de pœblicos no tanto respuestas pr‡cticas como
rango constitucional, elaboradas entre 1977 y 1989, y un propuestas de sentido e identidad, reflexio-
sistema de partidos, que se fue formando desde 1983. El nes sobre los valores y retos en juego; en
objetivo de esa instalaci—n es preservar el neo-capitalismo breve, buscan reconocerse a s’ mismas como
de los avatares e incertidumbres de la democracia.
part’cipes de un orden colectivo. Ello
Constituye la forma actualizada de la 'democracia
protegida', la œltima de sus apariciones y la m‡s implica, en concreto, discursos pœblicos que
significativa, porque es la factual, la existente." se hagan cargo de la inseguridad e
incertidumbre de los chilenos, de sus miedos
Tom‡s Mouli‡n: Chile Actual. Anatom’a de un mito, al otro, a la exclusi—n econ—mica, al sin
Santiago, LOM-ARCIS, 1997 sentido. Discursos que logren nombrar e
interpretar las demandas de las personas de
ser respetadas en su dignidad humana, de
ser reconocidas tanto en su singular
La cara oscura del desarrollo chileno individualidad como en sus identidades
consiste, segœn el diagn—stico presentado, en colectivas. Discursos pœblicos que sepan
un conjunto de hechos, objetivos y acoger a los afectos y responder a las
subjetivos, que producen inseguridad e lealtades. Implica, en resumidas cuentas,
incertidumbre. Estas situaciones, expresadas discursos pœblicos con m‡s humanidad.
de modo difuso en el malestar existente,
parecen ser el producto de un desajuste entre Restituir a la persona su protagonismo como
la modernizaci—n y la subjetividad. sujeto del desarrollo social exige un esfuer-
zo compartido. De la naturaleza misma del
Hacer de la tensi—n irreductible entre la objetivo se desprende que no permite un
modernizaci—n y la subjetividad una rela- enfoque elitista y centralista. Tiene que ser
ci—n de complementariedad plantea, en el construido "desde abajo", a travŽs de la
caso de Chile, importantes desaf’os. A la vinculaci—n intersubjetiva. Exige, en pala-
vista de los antecedentes elaborados, un bras de Ralf Dahrendorf, reescribir la
primer desaf’o consiste en fortalecer el "gram‡tica" de la trama social. En su
capital social. Cuidar y profundizar las historia la sociedad chilena ha ido formulan-
distintas formas de sociabilidad, promover do y reformulando acorde con las circuns-
las relaciones de confianza y cooperaci—n, tancias un "contrato social" que reœne y
en fin, fortalecer el v’nculo social entre las compromete a los ciudadanos en torno a
personas parece ser el modo m‡s eficaz de ciertos principios y objetivos constitutivos
devolver a los sujetos (individuales y del orden. El pacto puede plasmarse en una
colectivos) un protagonismo equivalente a f—rmula constitucional o en cierto consenso
los "sistemas funcionales". b‡sico, y suele ser modificado con el
cambio del contexto. Pues bien, las
Fortalecer el capital social significa, en profundas transformaciones y las situacio-
segundo lugar, aprender a escuchar a las nes de malestar e inseguridad que ellas
personas. No s—lo "poner la oreja" sino generan hacen pensar si no habr‡ llegado la
"ponerse en su piel" para poder comprender hora de actualizar el "contrato social". Cabe
sus demandas verbalizadas y sus inquietudes interrogarse si hacerse cargo de Chile como
mudas. No es f‡cil enfrentar dicho reto una sociedad moderna no significa, en
cuando la comunicaci—n es deficiente. Una s’ntesis, renovar el "modo de ser" actual y

ÒLa Seguridad Humana en ChileÓ 223


desarrollar una "sociedad ciudadana", donde Una "sociedad ciudadana" es tan fuerte y tan
la persona sea el sujeto efectivo del dŽbil como el Estado que la representa.
desarrollo. Afianzar una ciudadan’a participativa
implicar’a revitalizar la pol’tica. Implicar’a
un Estado que cumpla no solamente sus
responsabilidades materiales de protecci—n e
El nuevo contrato social integraci—n social, sino igualmente su
funci—n simb—lica de convocar, acoger y
"El contrato social no es un esqueleto inamovible del cuerpo pol’tico, No est‡
ah’ de una vez para todas, sino que est‡ sujeto a cambios.(..) Lo escriben y asegurar a todos por igual. Un Estado cuyas
reescriben todas las generaciones, una a una. Sus elementos m‡s duraderos mediaciones institucionales potencien los
son, en el mejor de los casos, como una gram‡tica para la sociedad; todo lo sentimientos de pertenencia y arraigo social.
dem‡s es variable, susceptible de mejorar, aunque tambiŽn de empeorar. La
cuesti—n no est‡ en si debemos volver o no a las cl‡usulas perpetuas del El pa’s est‡ inserto en un proceso global de
contrato social, sino en c—mo podemos redactar de nuevo dichas cl‡usulas modernizaci—n del cual no puede marginarse
con el fin de hacer que la libertad progrese bajo distintas condiciones."
so pena de caer en un posible estanca-
Ralf Dahrendorf: El conflicto social moderno, Mondadori, 1990 miento. Ello no implica, no obstante, que el
rumbo y ritmo de la modernizaci—n estŽn
determinados de antemano. Enfocar la
modernizaci—n chilena en la perspectiva del
El contrato social no es ni m‡s ni menos que Desarrollo Humano permite enriquecer la
una convergencia de las convicciones y conducci—n del proceso. El desaf’o es
contribuciones de cada cual para asumir el grande pues exige creatividad e innova-
desarrollo de Chile como un futuro ciones de largo alcance, mas el pa’s est‡
compartido. Renovar el contrato social preparado. Junto con muchos otros aportes
significa "tomar la palabra". Significa se espera que este Informe contribuya a las
distinguir el respeto debido a la "l—gica capacidades de Chile para enfrentar los retos
funcional" de los sistemas de la pasividad de de la nueva Žpoca.
los distintos actores y, por ende, reafirmar la
disposici—n de los sujetos individuales y
colectivos a participar. Hacer un nuevo
contrato social es, por ejemplo, hacer de la
construcci—n del espacio urbano y del ÒRecomponer el nuevo pacto social es en el
respeto del medio ambiente un asunto fondo mediar en la gran pugna entre los
j—venes y viejos, entre enfermos y sanos,
comœn, es hacer de los pacientes y alumnos
entre los que trabajan y los desocupados.Ó
el centro del sistema de salud y de
educaci—n, es brindar a los cotizantes de las Enrique Iglesias, Presidente del Banco
AFP una afiliaci—n efectiva y afectiva. Interamericano de Desarrollo, en Achard
Significa tambiŽn que los empresarios y y Flores (eds.): Gobernabilidad. Un
sindicatos levanten la mirada m‡s all‡ del reportaje de AmŽrica Latina, PNUD-FCE,
1997.
horizonte inmediato, que nadie se sienta
demasiado inferior ni demasiado superior
para sentarse a conversar.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 224


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garantizadaÓ. Estudios de Econom’a,
vol. 18, 1.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 230


ANEXOS
METODOLOGICOS

ÒAnexos metodol—gicosÓ 231


ANEXO METODOLOGICO AL ’ndice que se les calcula no los ÒpenaliceÓ
CAPITULO 3: VISION DESCRIPTIVA en las variables que no les son pertinentes.
DE LA SEGURIDAD HUMANA EN Es decir, el c‡lculo de la Seguridad Humana
CHILE de los inactivos se ha realizado teniendo en
cuenta s—lo aquellas variables que le son
El uso de mŽtodos factoriales sin duda aplicables asumiendo ,a partir de un
puede presentar complejidades adicionales a supuesto conceptual (refrendado por los
la propia del objeto de estudio. Como se ha datos), que el resto de las dimensiones est‡n
dicho: Òlos datos iniciales son numerosos cubiertas por la situaci—n de seguridad de
pero cada uno de ellos es claro (É) el los activos de quienes dependen los
an‡lisis factorial proporciona resultados primeros.
menos numerosos pero poco claros en
tŽrminos de los datos iniciales (É) Esta En principio el An‡lisis en Componentes
traducci—n de los resultados factoriales (los Principales considera, en cualquiera de sus
valores finales del ’ndice1) en tŽrminos de versiones, la ponderaci—n de los casos.
datos iniciales constituye el primer aspecto
en la interpretaci—nÓ. (Escofier, B. y Pages, Lo que diferencia los distintos tipos de
J., 1992.). an‡lisis en realidad es la ponderaci—n
asociada a las variables iniciales. En efecto,
el an‡lisis cl‡sico incorpora por defecto la
1. An‡lisis en componentes principales ponderaci—n uniforme de las variables :

El mŽtodo con el cual se ha construido el


ISHO es el An‡lisis en Componentes 1
Principales cl‡sico y estandarizado (ACP).

vJ XJK
El mŽtodo de s’ntesis de los datos

En este cap’tulo y como una manera de


hacer ampliamente comprensible la lectura
de los resultados del ISHO, s—lo es preciso En este caso, impl’citamente se hace
retener que el ACP resume los datos desempe–ar a las variables un rol
considerando adem‡s las ponderaciones que equilibrado. Para un adecuado uso de este
cada variable presenta, es decir, es sensible mŽtodo se requiere que las variables sean
a la mayor o menor contribuci—n de cada medidas en la misma unidad.
variable a la situaci—n global de seguridad
objetiva. Finalmente, el ACP resume la El an‡lisis estandarizado se aplica
mayor cantidad posible de informaci—n justamente cuando las variables no se miden
presente en los datos originales, expres‡n- en las mismas unidades. Entonces esto se
dolos sintŽticamente ahora en una œnica resuelve llevando las variables a una misma
variable principal. Ser‡, entonces, esa escala. Ello se lleva a cabo ponderando cada
nueva y œnica variable principal la que, variable por una magnitud inversamente
contrastada (estandarizada) con un perfil proporcional a su dispersi—n. Esta dispersi—n
ideal, permitir‡ calcular los valores finales se mide a travŽs de la desviaci—n est‡ndar de
del Indice de Seguridad Humana objetiva. la variable.

No hay que olvidar que el mŽtodo incorpora (1/s1) wK


la idea de espacios diferenciados para la
poblaci—n econ—micamente activa y para
aquella econ—micamente inactiva. Las varia- vJ XJK
bles empleadas para las personas inactivas
se escogieron de manera que el valor del

1
N.d.r

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 232


En el an‡lisis cl‡sico y estandarizado se correlacionadas y con bases de misma
generan tres familias de resultados : norma igual a uno. Es por eso que se dice
que las variables principales son dos a dos
(1) Las coordenadas principales (ak l) o ÒortonormadasÓ.
componentes tŽcnicas de la
ponderaci—n del indicador k. Esta En verdad, estas variables se han construido
familia de coeficientes es wk-normada. en el ACP para descomponer la variabilidad
En efecto, åkwk(akl)2=1 total de la nube multivariante. Esta nube
multivariante corresponde en la definici—n
(2) Las contribuciones absolutas de los del ’ndice a las categor’as de un descriptor.
indicadores a las varianzas de las En efecto, para construir el ’ndice, interesa
variables principales . conocer la variabilidad o magnitud de las
interdistancias entre las categor’as de un
(3) Los coeficientes de regresi—n (bkl), que mismo descriptor.
aparecen directamente en la
formulaci—n del ’ndice. Como se puede apreciar en el p r i m e r
gr‡fico factorial regiones-Activos 1996
El an‡lisis en Componentes Principales (Gr‡fico 7), interesa saber, por ejemplo, si,
permite, adem‡s de reducir la considerando conjuntamente las doce
dimensionalidad, extraer el m‡ximo de variables mencionadas anteriormente, la Ia.
variabilidad en los datos (es decir la regi—n es m‡s o menos similar a la Regi—n
informaci—n m‡s sustancial). El ACP se ha Metropolitana que la IIa. regi—n. Interesa
empleado en este trabajo de manera bastante adem‡s saber cu‡les variables sustentan esta
parecida al an‡lisis de regresi—n. figura. En efecto, no todas las variables
iniciales tienen la misma importancia al
En efecto, se tiene un conjunto de variables construir una variable sintŽtica.
explicativas, que se consideran como
constitutivas de la seguridad de las personas. Esta variable sintŽtica es justamente aquella
Al inicio del procedimiento, estas variables que permite visualizar lo mejor posible el
ponderadas y combinadas tienen como escalamiento de las regiones en funci—n de
resultado la elaboraci—n de una nueva las doce variables iniciales de interŽs.
variable, tal que, a cada categor’a de
descriptor se le asocia un valor calculado Mediante el gr‡fico citado se puede apreciar
como combinaci—n lineal de los valores que la nube que representa a la poblaci—n activa
toma esa categor’a en las distintas variables por regiones. Los ejes de este gr‡fico nos
que constituyen el campo objetivo de la permiten representar conjuntamente un 52%
seguridad. de la varianza total.

Por analog’a con el an‡lisis de regresi—n, se Selecci—n de variables y segmentaci—n


puede pensar al conjunto de valores del de la base de datos
’ndice para un descriptor dado, como la
variable Òpor explicarÓ (en ACP el tŽrmino Durante el proceso de evaluaci—n conceptual
que la designa es el de Òvariable principalÓ). de las variables a ser incluidas en el ’ndice
se lleg— a la conclusi—n - como se ver‡ m‡s
Contrariamente al an‡lisis de regresi—n, en adelante - de que la mayor’a de ellas eran
d—nde se ajusta un modelo a la variable Òpor variables asociadas con la situaci—n laboral.
explicarÓ o variable ÒdependienteÓ, para la Este hecho result— congruente con los
cual sus valores son conocidos de antemano, resultados de otras l’neas del proyecto
el ACP produce los valores de esta nueva (grupos de discusi—n y estudio de familias),
variable. las cuales mostraron la centralidad de la
variable empleo como fuente, detonante,
En realidad, una vez desarrollado el mŽtodo agravante y a veces incluso promotora de
por completo, se obtiene un conjunto de soluciones en relaci—n con las situaciones de
variables principales, combinaciones linea- inseguridad vividas y percibidas por la gente
les de variables iniciales, dos a dos no (ver cap’tulos correspondientes).

ÒAnexos metodol—gicosÓ 233


Sin embargo, al momento de elaborar una para cada descriptor, sobre cada una de las
base de datos para el ISHO qued— claro que variables principales:
no pod’a medirse con esas mismas variables
a personas inactivas (en su gran mayor’a
( )= å l
p
VarM D = å Var X
j—venes estudiantes y due–as de casa) que j
por definici—n no buscan trabajar. l
j =1 l
Claramente la seguridad de esas personas, al
menos en los aspectos materiales, se funda
en buena medida en la seguridad de los En efecto, se puede decir que ll es la parte
otros activos de quienes depende. Sin de varianza total asociada a la elŽsima
embargo, a este grupo de inactivos s’ le son variable principal.
exigibles las variables referidas a los otros
mecanismos de seguridad, como los Para la construcci—n del Indice Objetivo de
relativos a la salud, a la escolaridad y a los Seguridad Humana realizamos una an‡lisis
recursos de tipo institucional y patrimonial. segœn esta misma metodolog’a para cada
uno de los descriptores de interŽs. Estos son:
Por ello es que, para el caso del ’ndice
objetivo, la base de datos hubo de · Regiones
segmentarse en dos grupos: activos e · Zonas (urbano-rural)
inactivos. A cada grupo se le calcul— su · Ingresos
situaci—n de logro en cada uno de los · Edades
mecanismos de seguridad diferencialmente · Sexo
definidos para unos y otros. Sin embargo, y
m‡s all‡ de esta precisi—n en el mŽtodo, en Para cada descriptor se realiza un an‡lisis
este ac‡pite se presentan puntajes del ISHO distinto.
fundidos en una sola base nacional,
relev‡ndose las diferencias entre activos e A cada an‡lisis le corresponde una matriz de
inactivos cuando sea œtil para mostrar datos, en la cual a cada categor’a de
alguna tendencia interesante. descriptor le corresponden dos filas: una que
representa a los activos y la otra a los
As’, a cada variable principal se le asocia un inactivos. Es importante se–alar que los
porcentaje de varianza que corresponde a la datos analizados en el ’ndice objetivo se
varianza de la nube proyectada perpen- refieren a la poblaci—n en edad de trabajar
dicularmente sobre ella. De manera que se mayor de 18 a–os.
puede trabajar la varianza total de la nube
descomponiŽndola aditivamente en las As’, en nuestro an‡lisis se introduce una
distintas variables generadas por el mŽtodo. ponderaci—n determinada por el descriptor.
En realidad, la matriz de datos se presenta
En resumen, el mŽtodo permite comenzar de la siguiente manera:
con un conjunto de variables, por lo general
correlacionadas, y generar un conjunto de
variables dos a dos ortonormadas. Las se-
gœndas se obtienen como combinaciones
lineales de las primeras. El ACP ordena æ x11 ...... x1 p öæ v 1 ö
estas nuevas variables segœn el porcentaje ç ÷ç ÷
de varianza total de la nube multivariante X=ç ........ ÷ç .... ÷
que cada una de ellas abarca. As’ la ç x n1 ....... x np ÷çv ÷
ÒprimeraÓ variable principal es aquella que è øè n ø
presenta la mayor varianza de la nube
proyectada perpendicularmente de los pun-
tos iniciales (las categor’as de descriptores).

De este modo se obtiene la descomposici—n


de la varianza total de la nube de categor’as

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 234


en donde v i representa el ÒpesoÓ de la Dualidad individuos - variables: claves
categor’a i del descriptor D. Este peso se para la interpretaci—n de las nubes de
determina como frecuencia relativa de la puntos:
categor’a (de activos o inactivos) en la
poblaci—n de los chilenos mayores de 18 ÒÉSi se contemplan simult‡neamente los
a–os de edad declarada al momento de la dos gr‡ficos (el que representa a la nube de
encuesta CASEN. individuos y el que representa a la nube de
variables), un individuo quedar‡ del lado de
De esto el mŽtodo incorpora la idea de las variables para las que presente valores
espacios diferenciados para poblaci—n fuertes y del lado opuesto de aquŽllas en que
econ—micamente activa y para aquella presente valores dŽbiles.
econ—micamente inactiva.
ÒEl gr‡fico de individuos es una
representaci—n aproximada de las distancias
Estandarizaci—n de los valores del ’ndice entre ellos. El de variables se puede
considerar como un elemento explicativo de
El c‡lculo de la estandarizaci—n del ’ndice esta representaci—n: dos individuos situados
para activos e inactivos se construye a base en un mismo extremo de un eje quedan
de un perfil ideal m‡ximo tal que, en cada cercanos por tener ambos generalmente
variable, le corresponde el valor m‡ximo valores fuertes en las variables situadas del
observado. Se procede en seguida a calcular mismo lado que ellos y generalmente
de manera similar un perfil m’nimo valores dŽbiles en las variables situadas en
observado. el lado opuesto.(É)

Para cada descriptor se formula una doble ÒLos individuos extremos en esas variables
matriz de datos. La primera matriz quedar‡n normalmente lejos del origen. As’
corresponde a los datos de los activos, la son localizados con facilidad aquellos
segunda a los inactivos. En seguida se individuos particulares que est‡n causando,
definen estos perfiles ideales m‡ximo y ellos solos, correlaciones fuertes. (É)
m’nimo para la matriz de activos y luego
para la matriz de inactivos. N—tese que para ÒLas f—rmulas de transici—n relacionan la
cada categor’a de descriptor se cuenta con coordenada de un individuo sobre un eje
dos perfiles: el perfil activo y el perfil con el conjunto de las coordenadas de
inactivo. todas las variables en el eje de ese mismo
rango. No se puede interpretar la posici—n
El c‡lculo del ’ndice objetivo estandarizado de un individuo, en funci—n de la (posici—n)
para los activos se calcula como el puntaje de una sola variable (y rec’procamente).
alcanzado por la categor’a sobre la primera
variable principal (aquella que concentra la ÒLas variables son, fundamentalmente,
variabilidad m‡xima proyectada de la nube). vectores antes que simples puntos. La
Este puntaje es estandarizado relativamente importancia no radica en la proximidad
a los puntajes alcanzados por los perfiles entre un individuo y un conjunto de puntos
ideales m‡ximo y m’nimo sobre esta misma que representan variables, sino en el
variable. El ’ndice objetivo estandarizado alejamiento de ese individuo en la direcci—n
para los inactivos se calcula del mismo de este conjunto de variables.Ó (Escofier, B.;
modo. Pages, J., 1992)

ÒAnexos metodol—gicosÓ 235


INDICE DE SEGURIDAD HUMANA MŽtodo de c‡lculo del ISHS
SUBJETIVO (ISHS)
Est‡ basado en la especial forma en que se
El siguiente es el texto de las 20 preguntas definieron las categor’as de respuesta para
de la encuesta nacional sobre Seguridad cada una de las 20 preguntas. Siendo m‡s
Humana CEP-PNUD, 1997, utilizadas para bien simple, tiene la virtud de respetar el
la construcci—n del ISHS: car‡cter ordinal (cualitativo) de las

P1 Suponga que en su barrio o sector se presenta un problema o necesidad. En general Àcree Ud.
que organizar a la gente para enfrentar este problema o necesidad ser’a .... ?
P2 Si Ud. se viera enfrentado a un problema importante, de tipo econ—mico, de salud, personal, u
otro, Àcu‡nta confianza tiene Ud. que alguien que no pertenece a su hogar, esto es, amigos
conocidos o familiares que no viven en su hogar, le ayudar‡ a solucionar el problema?
P5 Considerando todos los ingresos que espera tener en su vejez, esto es, lo que recibir‡ Ud. o su
c—nyuge o pareja como pensi—n, ahorros, herencias, seguros, rentas y otros, Àcu‡l de las frases
que aparecen en esta tarjeta cree Ud. que corresponder‡ mejor a su situaci—n ?
P7A Si Ud. perdiera o dejara su actual fuente de trabajo, Àcu‡n dif’cil cree Ud. que le resultar’a
encontrar una nueva fuente aceptable para Ud.?
P7B Pensando en su actual trabajo, Àcu‡nta confianza tiene Ud. en que no lo perder‡ en los
pr—ximos 12 meses?
P7C Para los que no trabajan remuneradamente: Si hoy quisiera encontrar un trabajo aceptable para
Ud., Àcu‡n dif’cil cree que le resultar’a?
P10 En Chile y en el mundo ocurren permanentemente hechos que pueden afectar de alguna forma
su vida. ÀCu‡n informado se siente Ud. en relaci—n a estos hechos?
P14A En relaci—n a una enfermedad menor :Àcu‡nta confianza tiene Ud. en que recibir‡ atenci—n
mŽdica oportunamente (no tendr‡ que esperar demasiado para ser atendido)?
P14B En relaci—n a una enfermedad menor: Àcu‡nta confianza tiene Ud. en que ser‡ capaz de pagar
los costos de la atenci—n mŽdica no cubiertos por su sistema de salud (Fonasa, Isapre, otra)?
P14C En relaci—n a una enfermedad menor: Àcu‡nta confianza tiene Ud. en que la calidad de la
atenci—n mŽdica ser‡ buena?
P15A En relaci—n a una enfermedad catastr—fica o cr—nica grave: Àcu‡nta confianza tiene Ud. en que
recibir‡ atenci—n mŽdica oportunamente (no tendr‡ que esperar demasiado para ser atendido)?
P15B En relaci—n a una enfermedad catastr—fica o cr—nica grave: Àcu‡nta confianza tiene Ud. en que
ser‡ capaz de pagar los costos de la atenci—n mŽdica no cubiertos por su sistema de salud
(Fonasa, Isapre, otra)?
P15C En relaci—n a una enfermedad catastr—fica o cr—nica grave: Àcu‡nta confianza tiene Ud. en que
la calidad de la atenci—n mŽdica ser‡ buena?
P16 ÀCu‡nto temor siente de que Ud. o alguien de su hogar sufra de alguna enfermedad provocada
por problemas medio ambientales, tales como : contaminaci—n del aire y agua, ruidos, capa de
ozono, etc.?
P17A ÀCu‡n probable cree que Ud. personalmente o alguien de su hogar pueda ser v’ctima de alguno
de los siguientes hechos delictuales: Un robo o intento de robo, en la calle, autom—vil,
locomoci—n o lugar pœblico?
P17B ÀCu‡n probable cree que Ud. Personalmente o alguien de su hogar pueda ser v’ctima de alguno
de los siguientes hechos delictuales :Un robo o intento de robo, al interior del hogar?
P17C ÀCu‡n probable cree que Ud. personalmente o alguien de su hogar pueda ser v’ctima de alguno
de los siguientes hechos delictuales: Agresi—n o intento de agresi—n sexual o de violaci—n?
P17D ÀCu‡n probable cree que Ud. Personalmente o alguien de su hogar pueda ser v’ctima de alguno
de los siguientes hechos delictuales : Otro tipo de agresi—n o amenaza de agresi—n (venganza,
secuestro, acciones de pandillas, etc.?
P18 Si Ud. o alguien de su hogar fuera v’ctima de un hecho delictual grave, por ejemplo robo con
violencia f’sica, asesinato o violaci—n, y lo denunciara a la justicia, Àcu‡nta confianza tiene Ud.
en que el o los culpables ser’a/n condenados en un tiempo razonable ?
P20 Si Ud. fuera v’ctima de un robo o intento de robo o agresi—n en un lugar pœblico, Àcu‡nta
confianza tiene Ud. en que la gente que pasa por ah’ acudir‡ en su ayuda ?

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 236


respuestas recogidas en la encuesta, · ser’a aquel o aquellos que respondieran
realizando tratamientos estad’sticos s—lo en sentido positivo a cada una de las
acordes con ese nivel de medici—n. evaluaciones requeridas

En la investigaci—n se tomaron las · Finalmente, para representar dicho


siguientes decisiones: criterio, se calcul— un puntaje individual
para cada entrevistado a partir del
· Resumir las cuatro categor’as de nœmero promedio de evaluaciones
respuesta a s—lo dos, definidas por el positivas que registr— en el total de
sentido positivo o negativo de Žsta. Se preguntas formuladas por la encuesta.
renunci— as’ a la graduaci—n de (Se distingui—, cuando fue necesario,
intensidad en la respuesta. entre personas que trabajaban
remuneradamente y personas que no lo
· Se defini— Òl—gicamenteÓ que aquel hac’an)
individuo subjetivamente m‡s seguro,

ÒAnexos metodol—gicosÓ 237


ANEXO METODOLOGICO AL compartido que permitiera una mejor
CAPITULO 4: LA SUBJETIVIDAD expresi—n del objeto y experiencias a las que
VULNERADA se refer’an cuando hablaban de inseguridad
e incertidumbre.
El estudio sobre los significados de la
inseguridad en la conversaciones cotidianas
fue realizado en base a la tŽcnica cualitativa 2. El dise–o de la muestra
del "grupo de discusi—n". Su muestra fue
dise–ada en un proceso de tres etapas La investigaci—n produjo y analiz— 18
considerando variables de sexo, estrato grupos de discusi—n, cuya composici—n fue
socioecon—mico, edad e inserci—n laboral. dise–ada en tres momentos sucesivos. El
dise–o "en proceso" de la muestra obedece a
la finalidad metodol—gica propia del
1. Estudio cualitativo enfoque cualitativo de arribar a un encuadre
que logre cubrir la diversidad emp’rica de
Dos consideraciones relativas al objeto los discursos. Es la propia investigaci—n la
"seguridad e inseguridad" condujeron a la que va indicando al equipo conductor la
elecci—n de una perspectiva cualitativa para direcci—n en que debe enfocar la
abordarlo. En primer lugar, la inexistencia composici—n de los grupos para alcanzar la
de estudios previos (pœblicos y relativos a saturaci—n del discurso.
Chile) acerca del tema. La carencia de
repertorios conocidos de respuestas posibles
hac’a pr‡cticamente imposible conocer de Fase 1. Diversidad socioecon—mica. La
antemano las preguntas significativas para primera fase realiz— seis grupos que
abordar el tema y, si fuera el caso, los buscaban cubrir las diferencias en la
criterios para determinar las respuestas id—- vivencia de la seguridad que resultaban de la
neas. En segundo lugar, el objeto "discurso posici—n en la estructura socioecon—mica.
de la seguridad" tiene una complejidad que All’ se organizaron los grupos segœn su
lo hace refractario a intentos de codificaci—n pertenencia a los estratos de acuerdo a la
previa, exhaustiva y pertinente. definici—n habitual de los estudios de
opini—n pœblica: dos grupos de estrato alto
Dentro de las tŽcnicas cualitativas m‡s (ABC1), dos grupos de estrato medio
usadas (entrevistas en profundidad, grupos (C2C3) y dos grupos socioecon—micos
de discusi—n, ÒFocus GroupÓ, autobio- medios (DE). Al interior de cada uno de
graf’as), el grupo de discusi—n presenta ellos se distingui— segœn el grado de
algunas caracter’sticas que lo hacen estabilidad y formalidad de su inserci—n
particularmente adecuado para los fines de laboral. Tal composici—n se revel— alta-
este estudio. En efecto, el Grupo de mente discriminante en lo socioecon—mico y
Discusi—n, a diferencia de la tŽcnica similar escasamente relevante en relaci—n a la
del Focus Group, no pretende s—lo recabar inserci—n laboral. Sin embargo aport—
las opiniones presentes en un determinado antecedentes sobre la necesidad de
grupo segœn sus caracter’sticas socio- incorporar las diferencias socioculturales.
demogr‡ficas. Aspira tambiŽn a detectar las
estructuras de sentido que se revelan a partir
de la interacci—n entre los miembros del Fase 2. Grupos socioculturales. En esta fase
grupo. Esta diferencia era particularmente se busc— controlar la diversidad vinculada a
pertinente ante un fen—meno, como la las diferencias etarias y de sexo mediante la
inseguridad y la incertidumbre, cuyo sentido producci—n de seis nuevos grupos. Para ello,
aparec’a difuso y expresado en un primer se compusieron grupos de Adultos Mayores,
momento mediante opiniones metaf—ricas y J—venes, Adultos y Due–as de Casa,
extremas. La tŽcnica empleada esperaba, y manteniendo bajo control las variables
los resultados lo corroboraron, que en las socioecon—micas que se hab’an revelado
interacciones los sujetos sometieran sus discriminantes. Esta fase fue altamente
primeras opiniones a reflexi—n y avanzaran productiva y permiti— identificar la matriz
as’ en la construcci—n de un discurso b<sica del discurso de la seguridad.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 238


Fase 3. Grupos tem‡ticos. En la tercera fase Los procesos de selecci—n de los integrantes
se compusieron seis grupos heterogŽneos de de los grupos de discusi—n apuntan a
sexo y edad y homogŽneos de estrato social producir el tipo de representatividad
(C1, C2, C3) focalizados al tratamiento de adecuada al objeto espec’fico de su estudio.
experiencias espec’ficas de inseguridad Las estructuras de los discursos sociales
(tacos, alarmas, cesant’a, acceso a los tienen un car‡cter objetivo, es decir, son
servicios de salud) relativamente independientes de sus
usuarios particulares. A su vez el nœmero de
discursos sociales circulantes es limitado.
La tŽcnica cualitativa pretende representar
FASES, COMPOSICION Y TEMAS DE LOS GRUPOS DE DISCUSION las variantes relevantes de los discursos
sociales mediante los cuales se significa la
FASE 1. DIVERSIDAD SOCIOECONîMICA Y LABORAL inseguridad y la incertidumbre. La muestra
GRUPO ESTRATO SEXO EDAD INSERCION LABORAL de participantes se selecciona mediante
hip—tesis acerca de los portadores de esos
2. D-E mixto mixta dependiente diferentes discursos. El proceso escogido de
3. C2-C3 mixto mixta dependiente determinaci—n progresiva de la muestra
4. B-C1 mixto mixta dependiente permite ajustar esas hip—tesis. Las unidades
5. D-E mixto mixta independiente de discurso se reconocen en su unidad
6. C2-C3 mixto mixta independiente mediante el criterio de saturaci—n, esto es,
7. B-C1 mixto mixta independiente cuando los discursos pronunciados permi-
ten cerrar con relativa coherencia y
exhaustividad una estructura de sentido, y
cuando los nuevos discursos no alteran la
FASE 2. GRUPOS SOCIOCULTURALES unidad de esa estructura.

GRUPO ESTRATO SEXO EDAD OCUPACION Todos los grupos de discusi—n se realizaron
en lugares especialmente acondicionados y
1. C2-C3 mixto j—venes mixta
tuvieron una participaci—n promedio de
2. C1 mixto j—venes mixta
3. C2-C3 mixto mayores mixta nueve integrantes. La discusi—n fue
4. C2-C3 mixto 25-55 a–os mixta conducida por un solo moderador preparado
5. D-E mixto 25-55 a–os mixta en el tema. En el conjunto del estudio
6. C2-C3 mujeres mixta due–as de casa participaron dos moderadores. Las
conversaciones fueron grabadas y transcritas
’ntegramente. En tres oportunidades el
equipo investigador presenci— el desarrollo
FASE 3. GRUPOS TEMATICOS de los grupos mediante el uso de salas con
espejo.
GRUPO ESTRATO SEXO EDAD TEMA DE DISCUSION
El an‡lisis del material transcrito de la
1. C1, C2-C3 hombres mixta congesti—n vehicular primera fase fue analizado separadamente
2. C1-C2 mujeres mixta riesgo sicosocial
3. C2-C3 hombres mixta trabajo
por tres profesionales expertos. Con ello se
4. C2-C3 mujeres mixta trabajo arrib—, mediante la discusi—n y validaci—n
5. C2-C3 mixto mixta delincuencia intersubjetiva, a las hip—tesis generales que
6. C2-C3 mixto mixta salud guiaron el an‡lisis posterior del material
emp’rico. Dos informes parciales fueron
sometidos a los comentarios de un panel de
expertos.

ÒAnexos metodol—gicosÓ 239


ANEXO METODOLOGICO AL n—mico y zona). El an‡lisis resultante tiene
CAPITULO 6: ANALISIS DE REDES un car‡cter descriptivo por carecer los datos
DE APOYO de un factor de expansi—n. Esto significa
que las conclusiones son v‡lidas para la
El an‡lisis de redes de apoyo se basa en los muestra y no a nivel nacional.
datos sobre relaciones sociales de la
encuesta nacional sobre Seguridad Humana Para poder determinar cortes de cercan’a y
CEP-PNUD 1997. distancia en la dispersi—n de los puntos se
dividieron los mapas en cuatro cuadrantes.
El objetivo del an‡lisis de redes es Es decir, cuando los puntos que representan
caracterizar las fuentes de apoyo empleadas los problemas y los que representan las
segœn tipo de problema declarado; es decir, fuentes de apoyo est‡n, en relaci—n a esos
conocer quienes (segœn los descriptores de cuadrantes, en posici—n de cercan’a, quiere
la muestra) recurren a las distintas fuentes decir que la correspondencia es m‡s
de apoyo (Familia, Amigos, Conocidos, evidente que entre aquellos puntos puestos
Otros) cuando declaran haber tenido alguno en relaci—n de distancia. En la
de los cuatro tipos de problemas propuestos representaci—n gr‡fica original, cuando un
en ese instrumento (Afectivo, Econ—mico, punto, ya sea fuente de apoyo o problema no
Salud, Trabajo) aparece, quiere decir que no fue activado.
Para el caso de la representaci—n en el
La metodolog’a empleada para ello fue un Informe, se ha alterado levemente la
an‡lisis de correspondencia simple, para representaci—n gr‡fica original, con el fin de
cada una de las categor’as pertenecientes a resaltar tendencias y para eliminar aquellos
los descriptores (sexo, edad, nivel socioeco- puntos dŽbiles.

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 240


ANEXO METODOLOGICO AL de las familias es el resultado de
CAPITULO 9: COTIDIANIDAD Y mediaciones sucesivas entre las contra-
TRAYECTORIAS DE FAMILIAS dicciones de la historia familiar, el contexto
socioecon—mico y cultural y la historia
El objetivo de estudiar desde la unidad personal de cada uno de sus miembros. Vale
familiar a la seguridad como campo de decir que aunque el actor no es nunca
experiencia en el que se despliegan acciones consciente de todos los determinantes
y se ponen en juego l—gicas y significados sociales de su propia acci—n, su relato est‡
se llev— a cabo mediante un enfoque impregnado de elementos que muestran el
cualitativo. Esto responde a los mismos peso de las fuerzas que confieren a cada
criterios empleados en la definici—n del espacio social su estructura. La acumulaci—n
estudio de grupos de discusi—n descritos en de un nœmero significativo de relatos
este cap’tulo. permite poner en evidencia estas fuerzas.
As’, la singularidad y heterogeneidad de las
Un aspecto adicional en la elecci—n de este situaciones individuales dejan poco a poco
tipo de enfoque se refiere a la particularidad traslucir las l—gicas de las situaciones y de
del objeto: las estrategias y l—gicas de los comportamientos. Debe tenerse en
acci—n. En efecto, si bien Žstas poseen un cuenta, sin embargo, que lo generalizable
nivel importante de estructuraci—n social, son las estructuras de la acci—n que hay tras
esto es, est‡n socialmente definidas y las particularidades de las historias
normadas, responden por otra parte a familiares y no las historias mismas.
elementos contingentes del entorno en que
se despliegan y de los actores que las llevan Una segunda limitaci—n proviene del
a cabo. Cada situaci—n descrita es a la vez el volumen de informaci—n adquirida a travŽs
producto de un entorno social, de una de los instrumentos mencionados. La lectura
historia familiar y de situaciones parti- de esa informaci—n se ha restringido a los
culares y puntuales en el tiempo. Este grandes tipos de inseguridad inicialmente
car‡cter del objeto estudiado exige la postulados en el marco conceptual. Esos
aplicaci—n de instrumentos sensibles a cada ejes tem‡ticos predeterminados restringen la
una de esas dimensiones, esto es, que sean riqueza del material, pero sin ellos la lectura
sensibles a la presencia de estructuras m‡s o sistem‡tica de los relatos no habr’a sido
menos permanentes y generales de acci—n y posible.
simult‡neamente sensibles a la particula-
ridad de las personas que las llevan a cabo y
de las situaciones que las provocan. 1. Los instrumentos

Las tŽcnicas elegidas (esquema 1) cumplen En el relato de vida los miembros de la


ese objetivo pero generan algœn tipo de familia son entrevistados en cuanto testigos
limitaciones. Una limitaci—n importante dice y actores de experiencias y pr‡cticas coti-
relaci—n con la representatividad de la dianas vinculadas al ‡mbito de la
muestra adecuada a ese tipo de instrumen- inseguridad. El relato de vida permiti—
tos. Cada historia es singular; los casos que cumplir cuatro objetivos b‡sicos para el
se exponen no pretenden reproducir con an‡lisis. En primer lugar, conocer las
precisi—n estad’stica los par‡metros de las caracter’sticas demogr‡ficas del grupo
situaciones que viven el conjunto de las familiar, su composici—n y su ciclo vital. En
familias chilenas hoy en d’a. Los casos segundo lugar permiti— reconocer los
fueron seleccionados para ilustrar las situa- elementos claves del contexto en el cual
ciones de inseguridad y producir hip—tesis aparecen las situaciones de inseguridad y se
que permitan una aproximaci—n a la din‡mi- desarrolla la acci—n. En tercer lugar,
ca sociocultural que subyace al relato de fa- permiti— conocer los nombres y carac-
milia y a la trayectoria emprendida por ella. ter’sticas de las relaciones con otros actores
que intervienen en la situaci—n. Finalmente,
A pesar de la singularidad de los casos permiti— situar en el ciclo familiar la
expuestos, ellos son tambiŽn expresi—n de sucesi—n y superposici—n de las experiencias
una historia colectiva. En efecto, el destino de inseguridad significativas para la familia.

ÒAnexos metodol—gicosÓ 241


a) El primer relato fue realizado en todos los familiar frente a la construcci—n de
casos por la esposa o madre de la familia. estrategias para resolver las situaciones de
Esta decisi—n tiene su fundamento en los incertidumbres o inseguridad.
resultados de las entrevistas de prueba. En
ellas se pudo observar que siempre era la El testimonio de los actores que m‡s
mujer la m‡s dispuesta a relatar la historia directamente participan en la experiencia de
de su familia y en especial a dar cuenta de inseguridad, permiti— reconstruir desde el
los momentos m‡s dif’ciles de esta historia. testimonio oral los mecanismos institu-
Los numerosos rechazos de parte de los cionales, estrategias, las redes informales y
hombres a ser entrevistados hicieron optar los v’nculos de sociabilidad mediante los
por esta aproximaci—n, entendiendo que ella cuales familias de distintos estratos y
sin duda sesga el relato de las historias de lugares residenciales constituyen su
familia. En efecto, la visi—n femenina seguridad.
adquiere un peso determinante en el relato.
Esta puede ser en parte una de las razones c) En una tercera entrevista se aplic— un
que hacen aparecer a los hombres desem- instrumento de caracterizaci—n de las redes
pe–ando un papel relativamente secundario f a m i l i a r e s , tomando como base los
en relaci—n con los problemas familiares. resultados de la entrevista en profundidad.
Que se conciba la familia como un Los entrevistadores recibieron la instrucci—n
"problema de las mujeres" revela, de un de utilizar la entrevista en profundidad
lado caracter’sticas culturales de tipo como un generador de nombres para
patriarcal; pero del otro muestra que a los establecer la red social que opera durante la
hombres no se les pregunt— sistem‡tica- situaci—n de inseguridad. Frente a cada
mente por el tema clave en su relaci—n con menci—n de un contacto siempre
la familia cual es su papel de proveedores. preguntaron quiŽn o quiŽnes eran las
personas mencionadas, de forma que al final
b) Para la reconstrucci—n de la din‡mica de de la entrevista contaban con la lista de los
las situaciones de inseguridad se realiz— una nombres de las personas que hab’an
segunda entrevista en profundidad q u e formado la red de los entrevistados en la
posibilit— ahondar en la experiencia, ponien- situaci—n de inseguridad. La red egocŽntrica
do especial Žnfasis en los mecanismos generada fue sometida a una caracterizaci—n
desplegados para su superaci—n. Esta entre- detallada por los informantes en tŽrminos de
vista fue aplicada a uno o dos miembros de descriptores personales del contacto (edad,
la familia generalmente a los c—nyuges. En sexo, posici—n social), contenido de la
casos excepcionales se les aplic— a alguno relaci—n, frecuencia y duraci—n del contacto
de los hijos. La entrevista en profundidad a y nivel de confianza. La caracterizaci—n de
algunos miembros de la familia permiti— los contactos de cada entrevistado permiti—
establecer los campos de desacuerdo o contar con la descripci—n b‡sica de la
disputa frente a situaciones de inseguridad, estructura de la sociabilidad en situaciones
el rol de la familia como sostŽn afectivo de de inseguridad.
sus miembros, y las bases de legitimaci—n
de la autoridad

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 242


ESQUEMA 1
INFORMACION E INSTRUMENTOS DEL ESTUDIO

Informaci—n a obtener Instrumentos


Caracterizaci—n del grupo familiar y su ciclo vital Matriz de caracterizaci—n del grupo familiar

Detecci—n de hitos, vivencias que se se–alan como Relato de vida familiar


(in)seguridad en la historia familiar

Caracterizaci—n del contexto en que se suceden y superponen


situaciones de inseguridad

Caracterizaci—n de una situaci—n de inseguridad o crisis


familiar; contextualizaci—n, actores, acciones, etc.
Entrevista en profundidad a los actores
Estilo de gesti—n y l—gica de acci—n de las estrategias principales en la bœsqueda de soluci—n a
desplegadas frente a estas situaciones. situaciones de incertidumbre familiar.

Resultados esperados y obtenidos a partir del despliegue de la


acci—n.

Presencia y caracterizaci—n de redes sociales de la familia


durante la situaci—n de crisis.
Pauta y matriz de redes egocŽntricas
a. Datos personales del contacto: nombre, edad, condici—n
socioecon—mica, parentesco o relaci—n.
b. Contenidos de la relaci—n: tipo, volumen y direcci—n de los
recursos canalizados.
c. Fuerza de los lazos: frecuencia de contacto, confianza o
compromiso emocional, duraci—n de la relaci—n, retribuciones.
d. Estructura general de la red social: reciprocidad de los lazos
entre los miembros de la red.

2. Los criterios para la construcci—n de situaciones excepcionales o que aportaban


la muestra poco en relaci—n a otros casos ya
seleccionados. A continuaci—n una revisi—n
En el dise–o de la muestra de 26 familias se m‡s detallada de cada uno de los factores
consider— las variables que pod’an ser considerados.
determinantes en las diferencias observadas
en las acciones desplegadas por las familias. i. Monto de los ingresos per c‡pita del
La determinaci—n de estos factores se hizo en hogar y barrio residencial: El estatus socio-
base al an‡lisis de resultados de otros econ—mico determina la naturaleza de la
estudios, especialmente en estratos bajos y a (in)seguridad que cotidianamente enfrenta la
la consulta a expertos. Sobre la base anterior familia, y tambiŽn coloca los m‡rgenes de
se utilizaron el Grupo Socioecon—mico de la recursos para enfrentar estas situaciones. La
familia, su ciclo vital, el tipo de jefatura de combinaci—n de este criterio econ—mico con
hogar y el car‡cter urbano o rural de la familia un criterio simb—lico como es el barrio en el
entrevistada. Estas variables fueron que reside la familia lo refuerza cualita-
combinadas de forma que la mayor parte de tivamente y contextualiza m‡s adecuadamente
los factores clave tuviera representaci—n; no la reconstituci—n de estrategias de constituci—n
obstante, varios casilleros fueron dejados sin de redes y mecanismos institucionales para la
casos al considerar que se trataba de resoluci—n de situaciones de inseguridad.

ÒAnexos metodol—gicosÓ 243


Para la identificaci—n del GSE se utilizaron iii. Tipo de familia. Por tipo de familia se
criterios de marketing, pero buscando entiende su composici—n, especialmente en lo
identificar casos que pertenecieran sin que se refiere al tipo de jefatura y la
ambigŸedad a cada grupo. Para el caso de complejidad de su composici—n. Suponemos
familias urbanas se consider— a familias de que el tipo de familia se asocia con acciones
ingresos altos (C1 - B) del sector oriente de diferenciadas frente a situaciones de
Santiago o en barrios reconocidos como tales inseguridad. El nœmero de adultos o las
en ciudades de regiones; familias de ingresos caracter’sticas de los dependientes en el grupo
medios (C2 - C3) que viven en barrios familiar obliga a asumir opciones estratŽgicas
ubicados en las comunas de Santiago Centro espec’ficas con la familia misma y con el
y Nu–oa para Santiago y el centro de las entorno.1
ciudades en regiones; familias de ingresos en
torno a la l’nea de pobreza (D-E) que viven La muestra consider— familias nucleares y
en barrios definidos como campamentos, familias extensas en el caso de familias
poblaciones y villas. El criterio de residencia rurales. En el caso urbano, familia nuclear con
se combin— con otros de ingreso, segœn se ambos c—nyuges y familia nuclear incompleta
detalla en el esquema 2. con jefatura de hogar femenina. Si bien este
œltimo rasgo no representa la generalidad de
Para familias de sectores rurales, s—lo se los hogares con jefatura femenina, constituye
estudiaron familias de ingresos medios y un rasgo asociado a los procesos de ruptura
bajos, ubicadas en poblados rurales, caser’os y del v’nculo familiar y a la mayor
parcelas; se incluyeron tambiŽn dos casos de vulnerabilidad de estas familias.
familias de pescadores ubicadas en caletas.
En el esquema 2 se presentan los criterios de
ii. Ciclo vital del hogar. Un supuesto inicial selecci—n de la muestra y los descriptores
del estudio era que la presencia de situaciones b‡sicos de las familias seleccionadas para el
de inseguridad familiar se asociaba estudio.
estrechamente al ciclo vital de la familia. El
concepto "ciclo de vida familiar" supone
cierta estabilidad de la unidad familiar que a
lo largo del tiempo transita por diversas fases,
comenzando por una etapa inicial en que la
pareja, unida generalmente por el v’nculo
matrimonial, constituye una familia y le
siguen etapas de formaci—n, expansi—n,
consolidaci—n y disoluci—n. Las fases
habitualmente se identifican de acuerdo con la
edad de las personas que lo conforman,
generalmente la de los hijos. Las fases del
ciclo vital condicionan las exigencias de
trabajo e ingresos de las personas, marcan la
flexibilidad de respuesta que tienen ante
per’odos de inseguridad, en especial ante 1
Para 1992, en Chile el 58% de los hogares son
per’odos de crisis econ—micas. nucleares, esto es, constituidos por el matrimonio solo,
los padres y sus hijos solos, generalmente menores y
solteros. La definici—n censal tambiŽn considera
Se cuid— que en la muestra queden nucleares los hogares constituidos por uno de los padres
representados dos tipos de hogares. Unos en sin c—nyuge y sus hijos; estos œltimos corresponden casi
etapa de expansi—n y consolidaci—n, donde invariablemente a hogares bajo jefatura femenina. Siguen
los hijos menores tienen entre 5 y 23 a–os, el en importancia, el hogar extenso (23.4%): constituido por
el matrimonio, sus hijos solos y casados, con sus
hogar ya est‡ establecido, comienza a c—nyuges e hijos, y/o alguno de los suegros del
acumular bienes y est‡ en la etapa de crianza matrimonio. No obstante la diversidad de tipos
de los hijos. Otros hogares en etapa de familiares, la estructura familiar cuantitativamente m‡s
desintegraci—n o fisi—n, con el hijo menor de importante es la nuclear cl‡sica (33%), integrada por la
pareja biparental - en que la mujer es inactiva. En
m‡s de 23 a–os y d—nde el nœcleo tiende a segundo lugar, sigue la familia extensa en que tambiŽn la
separarse. mujer es inactiva (13,5%).

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 244


ESQUEMA 2
MUESTRA SEGUN CRITERIOS DE SELECCION DE LAS FAMILIAS ESTUDIADAS

CICLO VITAL DE LA FAMILIA


ESTRATO ETAPA DE EXTENSION ETAPA DE DISOLUCION
SOCIOECONOMICO Hijos entre 5 y 18 a–os Hijo menor mayor de 23 a–os
URBANA Familia nuclear Familia nuclear Familia nuclear Familia nuclear
biparental monoparental M.J.H biparental monoparental
M.J.H.
ALTO Empresario Abogado Comerciante Empresario
Ingreso familiar mayor Due–a de casa Profesora Profesora Secretaria Ejecutiva
de $M3.000. Antofagasta Vitacura Antofagasta Vitacura
2 autos de no m‡s de 3
a–os. 1AU 2AU 3AU 4AU
2 propiedades.
MEDIO Licenciado en Profesor de Estado Profesor Comerciante
Ingreso familiar entre Historia y Geograf’a Secretaria Ejecutiva Universitario Ejecutiva
$400 y $800 mil pesos. Terapeuta Santiago Centro Profesora Transnacional
1 Auto Ocupacional Universitaria Santiago Centro
Hijos colegio particular „u–oa „u–oa
Subvencionado 8MU
5MU 12MU
9MU
Dise–ador Profesor
Dise–adora Universitario
La Serena Due–a de casa
6MU La Serena
10MU
Ingeniero en Minas TŽcnico en Minas
Due–a de casa Profesora de Estado
Rancagua Rancagua
7MU 11MU
BAJO Maestro jornalero Microempresario del
Ingreso familiar entre Manipuladora de calzado
$150 y $300 mil pesos. alimentos Due–a de casa
Educaci—n b‡sica y Lota La Granja
tŽcnica municipalizada. 13BU 26BU
Maestro tapicero
Due–a de casa
Pudahuel
25BU
INDIGENTES Chinchorrero, Chofer Maestro jornalero
Ingreso familiar menor a Cargador. Trabajadora Maestra de cocina
$100 mil pesos. Due–a de Casa Empresa de aseos Cerro Navia
Sin educaci—n Lota Cerro Navia
Ficha CAS. 15IU 14IU 16IU

ÒAnexos metodol—gicosÓ 245


TIPO DE FAMILIA
RURALES NUCLEAR EXTENSA NUCLEAR EXTENSA
MEDIA Agricultor Agricultor
Propietarios de tierras Due–a de casa Due–a de casa
Ingreso familiar Copiap— Copiap—
superior a $200 mil
pesos mensuales.
Propietarios de 17MR 19MR
maquinarias y bienes.
BAJA Temporero, Temporero
Sin tierras Jornalero Temporera
Ingreso familiar inferior Due–a de casa San Felipe
a $80 mil pesos San Felipe
mensuales. 20BR
Sin bienes. 18BR
Pescador artesanal Pescador artesanal
Camarera Due–a de casa
Guanaqueros Guanaqueros
21BR 23BR
Agricultor Agricultor
Due–a de casa Due–a de casa
Tirœa Sur Ca–ete
22BR 24BR

La muestra fue generada segœn el familia, ya sea como jefe de hogar, padre,
procedimiento de cuotas, a partir de contactos madre, c—nyuge. Es desde este relato que se
establecidos por el equipo de entrevistadores. busca detectar uno o varios hitos de
Los entrevistadores recibieron entrenamiento inseguridad que marcan significativamente la
para la aplicaci—n de los instrumentos y se historia familiar. En la reconstrucci—n de
mantuvieron en permanente contacto con los situaciones de inseguridad y de los meca-
investigadores durante su estad’a en terreno. nismos de resoluci—n s—lo se entrevist— a otros
miembros del hogar en la medida en que se
En cuanto a las personas que respondieron la mostraron como actores claves. No se
entrevista, se privilegi— aquellos que ocupan hicieron m‡s de 4 entrevistas por familia.
posiciones de responsabilidad en la

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 246


ANEXO METODOLOGICO a–os y m‡s. Con ese marco actualizado se
ENCUESTA NACIONAL SOBRE determin— la estratificaci—n regional de la
SEGURIDAD HUMANA CEP-PNUD poblaci—n y posteriormente la estratificaci—n
segœn zona urbana y rural.
El estudio de percepciones y situaciones
objetivas de seguridad e inseguridad fue
realizado en conjunto por el PNUD y el 3. Etapas de muestreo
Centro de Estudios Pœblicos (CEP)
mediante una encuesta nacional repre- Primera etapa: Se fij— en cinco el nœmero
sentativa. El principio que gui— el estudio de entrevistas por conglomerado, entendido
fue obtener antecedentes representativos Žste como una manzana o entidad poblada
para la poblaci—n objeto de interŽs respecto (con tres viviendas o m‡s). Al dividirse el
de las dimensiones del objeto Òseguridad e tama–o deseado (1.505) de la muestra en 5
inseguridadÓ, segœn como ellas hab’an sido entrevistas por conglomerado se obtienen
definidas por el PNUD en las etapas 301 Unidades de Muestreo Primarias (UMP)
iniciales del proyecto. Para ello, el PNUD y a ser identificadas en la primera etapa de
el CEP operacionalizaron las hip—tesis selecci—n de la muestra. Las UMP fueron
previas y elaboraron el instrumento ade- distribuidas proporcionalmente en todas las
cuado. La definici—n de la muestra regiones del pa’s sobre la base de la
corresponde a la empleada por el CEP en contribuci—n de la regi—n a la poblaci—n.
sus estudios regulares de opini—n pœblica. Se
resumen a continuaci—n los considerandos Utilizando los datos del precenso de 1994 se
metodol—gicos y estad’sticos elaborados por elabor— un listado acumulativo de poblaci—n
el CEP para el estudio. por provincias, comunas, distritos, zonas y
manzanas en el caso urbano, y de
provincias, comunas, distritos, localidades y
1. Caracter’sticas generales de la entidades en el caso rural. Tanto en el caso
muestra urbano como rural se estableci— un intervalo
fijo para cada regi—n, que resulta de dividir
El universo de estudio lo constituye la la poblaci—n total de la regi—n por el nœmero
poblaci—n mayor de 18 a–os (urbana y rural) de UMP asignadas a la misma. Dentro de
residente a lo largo del pa’s. En este estudio cada una de ellas se sigui— un proceso de
se escogi— una muestra probabil’stica por selecci—n computarizado, aleatorio y
conglomerados en mœltiples etapas, la que proporcional a la poblaci—n para seleccionar
incluy— 1.504 personas entrevistadas en sus las manzanas en las zonas urbanas y las
hogares en 146 comunas del pa’s. La entidades en las zonas rurales. Se dise–— un
cobertura de la muestra es del 100% de la programa computacional para seleccionar
poblaci—n fijada como objetivo. La las 252 manzanas urbanas y las 49 entidades
recolecci—n se efectu— entre el 21 de junio y rurales. Todas las manzanas y entidades
el 14 de julio de 1997. fueron identificadas por un nœmero y
localizadas en un mapa censal.
El margen de error para muestras de este
tama–o y dise–o (probabilidad aleatoria por Segunda etapa: Se seleccionaron grupos
conglomerados) se estima en + 3% con un familiares (viviendas) al interior de las
nivel de confianza del 95%. UMP. Se proporcion— a los encuestadores
pautas para la selecci—n de las viviendas en
las manzanas y entidades seleccionadas, de
2. Dise–o de la muestra. modo de escoger al azar las vivienda por
seleccionar en cada conglomerado. DespuŽs
La muestra se dise–— en varias etapas, de de empadronar cada manzana y entidad
modo que existiera una probabilidad seleccionada, se sigui— un procedimiento de
calculable de que todos los adultos a lo trayecto aleatorio o muestreo sistem‡tico, en
largo del pa’s fueran incluidos. Para ello se que cada enŽsima vivienda fue incluida en la
utilizaron los datos del Censo de Poblaci—n muestra hasta que se identificaba un total de
y Vivienda de 1992. Dentro de ese marco de cinco familias (Unidades de Muestreo
consider— la poblaci—n de 18 a–os y m‡s, Secundarias)
que corresponde a los que en 1997 ten’an 18

ÒAnexos metodol—gicosÓ 247


Tercera etapa: Se eligi— en cada vivienda sujeto seleccionado no se encuentra en la
seleccionada a una persona para ser ciudad y su regreso previsible es
encuestada. Los encuestadores recibieron posterior a la realizaci—n del estudio;
instrucciones de aplicar un proceso de cuando el individuo seleccionado est‡
selecci—n aleatoria (tabla de nœmeros enfermo o tiene impedimentos f’sicos o
aleatorios) para identificar a la persona que s’quicos graves que le impiden contes-
ser’a entrevistada. tar la entrevista; cuando el sujeto no
termina la entrevista que se estaba apli-
cando. En estos casos el reemplazo se
4. Reemplazos realiza en otra vivienda bajo las mismas
normas de reemplazo de una vivienda.
En la segunda y tercera etapas de muestreo
el entrevistador debe realizar un m’nimo de
tres visitas en tres d’as diferentes para tratar 4.1 Reemplazos realizados
de conseguir la vivienda o la persona origi-
nalmente seleccionada para ser entrevis- Se reemplazaron 3 manzanas de comunas
tada. Si a pesar de ello la vivienda o el urbanas y 2 entidades rurales. Esto hace un
entrevistado no se logran, Žstos son 1,7% respecto del total. Las viviendas no
reemplazados de acuerdo con las siguientes logradas se explican por rechazo absoluto a
normas: recibir al encuestador, por la ausencia de
moradores luego de haberse realizado las
a. Manzanas o entidades. El reemplazo se visitas estipuladas. Las entrevistas realiza-
realiza en las oficinas centrales cuando das en viviendas reemplazadas correspon-
se cumplen las siguientes circuns- den al 3,2% del total de la muestra. Las
tancias: sitio eriazo; ‡rea de muy dif’cil entrevistas realizadas a individuos reem-
acceso; ‡rea verde, parque o estadio; plazados corresponden a un 4,6% del total.
s—lo locales comerciales; recintos de las Las razones de estos reemplazos son: recha-
fuerzas armadas; manzanas o entidades zo (2,7%), no ubicable (1,3%), persona
con menos de cinco viviendas. En estos enferma (0,1%), enfermo mental (0,1%),
casos, la manzana o entidad se otras razones (0,4%).
reemplaza en forma aleatoria.

b. Viviendas. El reemplazo se produce ba- 5. Resultados


jo las siguientes condiciones: hubo
rechazo absoluto a recibir al encues- Se observa que, segœn par‡metros censales,
tador; no se logr— contactar a ninguna la mayor’a de los par‡metros de la poblaci—n
persona luego de tres intentos en, a lo muestral (distribuci—n regional, urbano-rural
menos, tres d’as diferentes. Cada vivien- y estado civil) se encuentran representados
da no lograda es reemplazada aleatoria- proporcionalmente dentro del margen de
mente por otra de la misma manzana o error de la muestra (+ 3%). En el caso del
entidad. Para ello se crea un nuevo sexo, los hombres aparecen subrepre-
intervalo que es igual al intervalo de sentados y las mujeres sobrerrepresentadas.
selecci—n original y se parte de la œltima Esto es efecto de la no estratificaci—n por
vivienda seleccionada. sexo de la muestra y las probabilidades
menores de acceder a los hombres que a las
c. Individuos. El reemplazo se realiza en mujeres en una encuesta en la vivienda.
los siguientes casos: cuando la persona TambiŽn los j—venes aparecen subre-
seleccionada rechaza contestar el cues- presentados; ello se explica por su relativa
tionario; cuando el individuo selec- mayor ausencia del hogar que los otros
cionado no fue ubicable luego de tres grupos etarios.
intentos en tres d’as diferentes; cuando el

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 248


ANEXOS
ESTADISTICOS

ÒAnexos estad’sticos Ó 249


Nombres de las variables codificadas

CPRE Cotizaci—n previsional

CSAL Cobertura sistema de salud previsional

ESCM Escolaridad mediana

CAPA Capacitaci—n laboral

ESTA Estabilidad laboral

OCUP Tasa de ocupaci—n

CASA Calidad vivienda

PROP Propiedad vivienda

CONS Cercan’a consultorio

COMI Cercan’a comisar’a

SIND Afiliaci—n a sindicato

SVV Supervivencia de adultos

PONDER Ponderaci—n: nœmero de personas en cada categor’a

DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 250


ÒAnexos estad’sticos Ó 251
DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 252
ÒAnexos estad’sticos Ó 253
DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 254

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