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Breve análisis del concepto de Trascendencia y de la idea de Dios

a la luz de la conciencia histórica según K. Jaspers.


Hacia una reflexión sobre la realización existencial auténtica
del ser humano.

Por Pedro Pablo Calvo Navarrete

“Nuestro afán no consiste en estar libres del pecado,


sino en ser Dios”
Plotino, Enéadas, I, 2,6.

1. Preámbulo. Sobre el carácter propiamente universal de una “historia universal”.

La filosofía de la historia - decía Hegel hace ya más de siglo y medio – consiste en subsumir
todas aquellas “circunstancias externas que remontan a causas” bajo un único sentido
unitario; es decir, debe dejar a un lado todos los hechos meramente empíricos y sus curiosas
particularidades en virtud de su objetivo principal, dicho objetivo no es más que “buscar en
la historia un fin universal, el fin último del mundo”1 bajo el cual se ordenan todos los
acontecimientos históricos; de esta manera toda multiplicidad, toda pluralidad queda
integrada en una imagen total y unitaria de aquello que Hegel consideraba la Historia
Universal, este objetivo propio de la filosofía de la historia se fundamenta, en última
instancia, en el supuesto de que la historia misma es la manifestación de dicho fin absoluto,
esto es: de la razón misma y única que rige el mundo; así queda declarado que el devenir de
historia de la humanidad se despliega y desarrolla racionalmente conforme a una voluntad y
fin absolutos. Cabe confesar que este planteamiento resulta bastante agradable y
reconfortante para aquellos que aún se dejan seducir por las bellas y nostálgicas concepciones
metafísicas del romanticismo, no obstante, no deja de ser evidente que la concepción histórica
hegeliana hunde sus raíces en la creencia propia del cristianismo pues, para el filósofo
alemán, toda la historia de la humanidad (humanidad occidental, dicho sea de paso) se origina
de Dios y tiende, indefectible e inexorablemente, hacia Él, siendo el nacimiento de Cristo el
eje principal de dicha historia.

Pero ¿hay algún problema en el hecho de que Hegel haya visto en el cristianismo el
germen y la cúspide de la historia universal? ¡Ciertamente! pues dicha concepción histórica
posee un carácter esencialmente exclusivista, carácter que evidencia una fatal deficiencia,
máxime cuando se toma en consideración el hecho de que una imagen de la historia universal

1
Hegel, G. W. F., Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal, p.44.
estructurada sobre el dogma cristiano no solo omite todos aquellos sectores de la humanidad
que no profesan dicha fe, sino que también crea un abismo infranqueable entre la historia
sagrada como un todo cerrado, acabado y hermético y aquella historia basada en la evidencia
empírica, es decir: “la historia profana”2. Una vez expuestas estas consideraciones, la
pretendida universalidad que Hegel nos prometía alcanzar mediante su concepción histórica,
ahora parece reducirse y ofuscarse considerablemente; el carácter hierático del cristianismo
- propio de la concepción hegeliana - que en un principio parecía iluminar la historia de la
humanidad encubre ahora, como una densa neblina, aquel horizonte universal hacia el cual
la humanidad debe proyectarse, con toda claridad y certidumbre, por mor de un futuro
próspero… ¿Acaso no es la labor propia de la filosofía de la historia concebir una imagen
realmente universal de la historia de la humanidad?

En Origen y meta de la historia, Jaspers pretende superar la concepción histórica


formulada por Hegel llevando a cabo una suerte de ampliación mediante aquello que el autor
de la obra referida denomina “Tiempo-eje”. Este eje histórico, aun más abarcante que aquel
propuesto por Hegel, se constituye a partir de un periodo histórico caracterizado por una
intensa actividad espiritual registrada en China, India, Palestina y Grecia, dicho periodo está
comprendido entre los años 200 y 800 a. C. (sí, aún seguimos estando influenciados por la
concepción cristiana de la historia); a lo largo de este periodo, dice Jaspers, “ha germinado
lo que desde entonces el hombre puede ser, allí ha surgido la fuerza fecunda más potente de
transformación y configuración del ser humano”3. A grandes rasgos, podría afirmarse que
durante el “Tiempo-eje” el ser humano adquirió conciencia de sí mismo, conciencia de sus
posibilidades y de su propia finitud; ante la mirada de los grandes filósofos, profetas y sabios
de aquel tiempo el profuso horizonte de sus posibilidades se distendió como un vasto océano
dejando al descubierto la naturaleza finita propia del ser humano, para quien - inmerso y
abismado en la totalidad del ser - el origen y la meta, el pasado y el futuro de su propia
historia se dilataron con tal exuberancia que ambos adquirieron un carácter trascendente e
inobjetivable, aunque no por ello totalmente vedado a la reflexión filosófica.

Tal es la concepción histórica propuesta por Jaspers, mediante ella se nos muestra una
universalidad histórica sensata, una unidad apenas vislumbrable, pero nunca objetivable. Esta
universalidad trascendente, propia de la concepción histórica de Jaspers, representa el punto
de partida de este breve ensayo; la conciencia de esta trascendencia histórica y la posible
realización existencial del ser humano no es más que el efusivo impulso de esta reflexión.

2
Estas consideraciones se basan en la crítica a la concepción histórica hegeliana que Jaspers formula en Origen
y Meta de la Historia.
3
Jaspers, K., op. cit., p. 19.
2. De la conciencia histórica a la trascendencia. (O de cómo se conoce a Dios.)

Me permito comenzar esta parte aclarando de manera precisa – y en la medida de lo posible


– aquello que Jaspers define como “conciencia histórica”.

a) Conciencia histórica e historicidad.

Ya se ha mencionado que a la concepción histórica propuesta por Jaspers le es inherente un


carácter esencialmente universal; a partir de dicha universalidad se pueden extraer dos rasgos
esenciales propios de la Historia jaspersiana, a saber: a) un carácter unitario que comprende
un origen y una meta y b) un carácter trascendente e inobjetivable; ambos rasgos pueden, sin
embargo, considerarse como las dos caras de una misma moneda puesto que tanto el origen
como la meta de esta concepción histórica representan la trascendencia misma, la cual – dicho
sea de paso – no es objetivable. Cabe aclarar, que desde un punto de vista existencial (punto
de vista predilecto de Jaspers) la historia universal no debe concebirse objetivamente; es
decir: no debe comprenderse como una suerte de objeto que hace frente a un sujeto
cognoscente, de ahí la distinción que lleva a cabo Jaspers respecto del saber histórico
objetivante, propio de las ciencias históricas, por una parte, y por otra, de la verdadera
conciencia histórica “en la cual el si-mismo se percata de su “historicidad” como la única que
realmente él es”4. De esta manera, para Jaspers, un saber histórico objetivante carece de
sentido al ser reducido a una mera compilación de datos o imágenes de las cuales el
historiador como sujeto cognoscente queda escindido y distanciado en virtud del análisis y
tematización de dichos datos históricos comprendidos como meras representaciones de
acontecimientos pretéritos, entonces se trata, por el contario, de “apropiarse” o asimilar
filosóficamente dicho conocimiento o saber histórico en virtud de la propia historicidad.

Pero ¿a qué se refiere Jaspers con el término “historicidad”? ciertamente no es posible


comprender en qué consiste la apropiación y asimilación del saber histórico si no se aclara,
en primera instancia, aquél termino; cabe aclarar, entonces, que para Jaspers el individuo que
se sabe histórico y que por ello es histórico, es decir, el individuo que posee una verdadera
conciencia histórica se sabe a sí mismo como “vinculado temporalmente a una sucesión en la
irrepetibilidad y carácter único de [sus] situaciones y circunstancias dadas”5. De esta manera,
en el sujeto histórico (aquel que es y se sabe histórico) es posible vislumbrar dos ámbitos que
se correlacionan entre sí, a saber: una mismidad o mejor dicho un “yo-mismo” no objetivable
y una existencia empírica que puede conocerse teóricamente y, por tanto, es susceptible de
ser objetivada; en otras palabras, el sujeto histórico se “constituye” por una parte, de un yo-
mismo, una mismidad ahistorica e intemporal, y por otra, de una existencia empírica, esto es:
de una circunstancia dada, empírica, histórica y por tanto temporal. Ahora bien, el concepto

4
Jaspers, K., “Origen de la Historicidad” en Filosofía, p 525.
5
Ibídem.
de historicidad hace alusión a la unidad de estos dos ámbitos: el yo-mismo o mismidad
atemporal y la existencia empírica temporal. Quizás resultaría un tanto arriesgado, aunque
no sin obtener ciertas ventajas, establecer una relación análoga entre la dicotomía mismidad
/ existencia empírica y la antigua distinción griega, propuesta por Platón y por Aristóteles
entre forma y materia, (o incluso entre alma y cuerpo). Se nos muestran, pues, dos ámbitos
que constituyen al sujeto histórico; aunque resulta evidente que, para Jaspers, ambos aspectos
son correlativos, es decir, no pueden comprenderse como dos elementos separados o
escindidos el uno del otro. Resulta necesario precisar en este punto que, para Jaspers, la
existencia empírica debe ser concebida como “la manifestación” de la mismidad originaria,
pues esta última no es más que un “ser absoluto que puede ser realizado”6, es decir: puede
ser concebida como una potencia que solo puede llegar a ser acto (otra vez haciendo alusión
al viejo Aristóteles) gracias a la existencia empírica misma. Si bien, esta existencia pudiera
ser considerada como una limitación del yo-mismo originario, ello no obsta a que dicha
existencia se convierta, para una conciencia histórica, en el horizonte de las ilimitadas
posibilidades de “actualización” del yo-mismo originario inherente a todo individuo. Y es en
esto en lo que consiste justamente la asimilación del saber histórico: en una apropiación con
vistas a la realización del si-mismo en la existencia empírica, esto es, en las situaciones y
circunstancias dadas, irrepetibles para cada individuo particular.

En suma, es posible una vez manifestadas las consideraciones anteriores, definir la


historicidad como la condición esencial del individuo que posee una verdadera conciencia
histórica; es decir, como la unidad integra entre el yo-mismo originario y su existencia
empírica, entendida ésta como manifestación de aquél.

b) Historicidad y trascendencia. Hacia la auténtica idea de Dios.

Ya se ha demostrado que el concepto de historicidad permite comprender la existencia


empírica como una manifestación temporal e histórica de la mismidad atemporal que puede
llegar ser realizada; ahora bien ¿qué quiere decir la afirmación de que la existencia empírica,
es decir: las situaciones o circunstancias propias y particulares de cada individuo sean, por
así decirlo, el fenómeno o manifestación de un ser absoluto en potencia, el cual puede llegar
a ser realzado históricamente en la existencia empírica misma? Resulta evidente que las
circunstancias particulares de cada individuo no están decididas de manera definitiva e
indefectible, sino que, en todo caso, se las decide; la situación particular en la cual cada
individuo vive inmerso no está inexorablemente establecida; quizás no resulte vano aclarar
que la existencia empírica no puede, para la conciencia histórica, tener un carácter absoluto,
pues mediante la apropiación de los condicionamientos y limitaciones empíricas resulta
posible superar dichas condiciones en virtud de la posible realización de la mismidad. Es así
como la realización de una “existencia” o un yo-mismo consiste en llegar históricamente a
ser-si-mismo. Esto no quiere decir otra cosa que: en la posibilidad de llegar a ser-si-mismo

6
Ídem, p. 529.
históricamente se puede llegar a vislumbrar aquello que Jaspers concibe como trascendencia,
esto quiere decir que la trascendencia para Jaspers no puede comprenderse como algo
objetivo, sino más bien, como algo realizable a partir de la propia existencia y por tanto
inobjetivable; trascendencia es, pues, llegar a ser-si-mismo históricamente en la propia
existencia. Ciertamente, en la primera parte de este escrito, ya se había acotado el concepto
de trascendencia respecto del origen y la meta de la concepción histórica de Jaspers, ¿cómo
pueden entonces vincularse el origen y la meta de la historia con la realización del yo-mismo
en la existencia? Queda claro que, en última instancia, en tanto que la realización existencial
del ser-si-mismo solo es posible a través de una conciencia histórica, solo se puede llegar a
la respuesta de aquella cuestión mediante la aclaración explicita del concepto de
trascendencia.

“En la perspectiva de Jaspers, el hombre vive, por así decirlo, en tensión hacia la
trascendencia o hacia el Dios desconocido. Está seguro de que hay Dios porque como
existencia posee una vivencia de la trascendencia, peo sobre el qué y el cómo de esta
trascendencia no puede, ni debe formarse una imagen”7. A partir de estas breves líneas es
posible extraer gran parte de la esencia de aquello que Jaspers consideraba como
trascendencia; en primer lugar, resulta posible afirmar que para Jaspers lo trascendente –
tanto en el sentido del origen histórico, como de la realización efectiva del ser-si-mismo –
resulta totalmente inobjetivable, inaprehensible mediante el lenguaje o cualquier categoría
propia del pensamiento racional, es por ello que la trascendencia para Jaspers solo es
vivenciable en un ámbito existencial y personal pues todo intento de objetivación de la
trascendencia esta condenado al fracaso.

La trascendencia, como el Dios siempre oculto, puede hacerse patente – apenas


vislumbrable - en aquellos momentos en, mediante la conciencia histórica, el individuo entra
en contacto, por así decirlo, con su origen; con aquel origen común a todos los seres humanos,
origen común, accesible – en cierta medida – pero nunca pronunciable, nunca categorizarle,
nunca aprehensible. Es justamente en esta vivencia de lo trascendente, del origen inasible de
la conciencia histórica, que el ser humano puede llegar a realizarse, pues en origen, en lo
trascendente y en Dios, la mismidad, el yo-mismo inherente al ser humano se identifica con
la existencia empírica: la distinción entre ambas; entre forma y materia, alma y cuerpo deje
de haber distinción, en la vivencia de lo trascendente todo se vuelve Uno. Sin embargo ¿qué
quiere decir este encuentro con lo Uno (encuentro que, dicho sea paso, está plagado de tintes
místico-religiosos? Cabe, pues, aclarar que para Jaspers la religión tiende a objetivar aquello
que no debe ser objetivable, ello se debe a las pretensiones de validez universal propis de
toda religión, el peligro pues de la fe religiosa recae, justamente, en su carácter dogmático y
hierático; en palabras de Salamun: “Para Jaspers es cosa segura que la pretensión de
exclusividad y de validez total de las verdades de fe va de ordinario acompañada de

7
Salamun, K., Karl Jaspers, p. 147.
implicaciones y derivaciones totalitarias”8 Resulta evidente, en todo caso, que las
pretensiones totalitarias propis de la religión entran en pugna con las tendencias liberales
propias del pensamiento de Jaspers.

En este punto, y ya prontos a concluir con este breve escrito, resulta importante aclarar lo
que para Jaspers implica una auténtica concepción acerca de Dios, concepción que en verdad,
está profundamente arraigada con el concepto de trascendencia y con lo que Jaspers considera
como realización existencial del ser humano.

3. Conclusión. Sobre la idea de Dios y la realización autentica de la existencia humana.

Ha quedado demostrado que para Jaspers, la trascendencia como origen o como meta
histórica, como realización del auténtico yo-mismo es siempre inobjetivable, ello no obsta a
que, mediante el ejercicio reflexivo, propio de la filosofía, sea posible rozar con el
pensamiento dicha idea. La idea de Dios, si bien no es apresable mediante categorías propias
del pensamiento racional puede volverse cuestión filosófica al abordar reflexivamente el
problema de la existencia humana. Basta que Dios exista para poder dar a la existencia del
ser humano una dirección firme un sentido significativo e incondicional. Dios no es ningún
objeto del pensamiento, su existencia no es susceptible de ser demostrable, creer como
cualquier ateo que la existencia de Dios puede demostrarse mediante la ciencia,
empíricamente, es de facto un error de principio, Dios no es algo que se pueda demostrar “no
cabe percibirlo, solo cabe creer en él”9 creer filosóficamente en Dios, amar a Dios es, como
decía Spinoza, no esperar nada de él, pues nada sabemos acerca de su naturaleza, ahora bien,
¿qué papel juega la creencia filosófica en la realización existencial del ser humano?

La realización íntima, existencial del ser humano no debe ser concebida como un ser
determinado, estáticamente dado sino que debe comprenderse bajo un carácter dinámico,
vital de mera posibilidad; de ahí la importancia de no pretender objetivar de manera racional
la idea de Dios, ni tampoco la idea de trascendencia, sino que por el contrario, ambos aspectos
trascendencia, Dios –o como lo llama Jaspers lo Circunvalante o envolvente – deben quedar
indeterminados y solo susceptibles de ser vivenciados personalmente en su origen, es en esta
vivencia, en la que lo Uno se hace patente, en donde el individuo lleva a cabo la posibilidad
de llegar a ser sí mismo, es en esta vivencia en donde el sujeto histórico tiene contacto con
lo incondicional. Pero ¿en qué radica lo incondicional? Pues en todo aquellos actos en los
que la decisión y la resolución activa tienen su origen, no en fine u objetivos determinados o
finitos, es decir, condicionales; sino que tienen su origen en mí mismo. El autodominio, el
propio sacrificio, el saber morir, el amor puro, son solo algunos ejemplos de actos
incondicionales. Bajo esta perspectiva ciertos personajes históricos se alzan como verdaderos

8
Ibídem.
9
Jaspers, K., La filosofía desde el punto de vista de la existencia, p. 43.
paradigmas de la resolución en lo incondicional: Sócrates, Cristo y Giordano Bruno son
algunos de ellos.

Este acto se da únicamente mediante la acción en el mundo y esta precedido por un proceso de
autorreflexión comprometida o de acción interior en la que el hombre reflexiona sobre su historicidad
y su vinculación a unas concretas situaciones y, mediante la modificación de la conciencia del ser,
permanece abierto y preparado para el acto de la autoselección, de la resolución o de la decisión de lo
incondicional.10

En este acto de resolución el ser humano experimenta su propia libertad, mediante la


elección de lo incondicional el individuo supera toda determinación empírica a tal grado que
incluso su propia existencia queda en juego y subsumida a la resolución misma en lo
incondicional. Cabe precisar que la realización existencial ocurre solo en situaciones fugaces,
nuca totalmente duradera pues ello implicaría llegar a un estadio fijo y determinado que
terminaría degradándose en una suerte de dogmatismo, ante todo hay que recordar que la
filosofía crea un constante dinamismo y tensión entre el yo-mismo y las determinaciones
existenciales empíricas propias de cada individuo. En este sentido la filosofía no pretende,
para Jaspers, llegar a una verdad absoluta sino fijar un camino el cual debe recorrerse
constante y continuamente. El filósofo para Jaspers, es como el filósofo para Platon: el hijo
de Poros y Penia, deseoso de sabiduría y siempre carente de ella, carencia que, ciertamente
lo lleva a una constante e interminable búsqueda de sabiduría.

Es a lo largo de este camino en que un acto de libertad pura puede llevarse a cabo por la
existencia misma y en su ser libre, dicha existencia se convierte en cifra de la trascendencia,
en manifestación pura del Dios mismo. Es así como en la resolución por lo incondicional, en
el acto más puro de libertad, en donde el individuo se resuelve, en donde la existencia se
realiza, el hombre y Dios se vuelven uno y el mismo.

10
Salamun, K., op. cit., p. 66.
4. Bibliografía.

HEGEL, G. W. F., Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal, (Trad. José Gaos),
ed. Alianza, Madrid, 1998.

JASPERS, K., Filosofía, Tomo I, (Trad. Fernando Vela), ed. Revista de Occidente, Madrid,
1965.

----- La filosofía desde el punto de vista de la existencia, (Trad. José Gaos), ed. Fondo de
Cultura Económica, México, 1953.

----- Origen y Meta de la Historia, (Trad. Fernando Vela), ed. Castilla, Madrid 1965.

SALAMUN, K., Karl Jaspers, (Trad. Marciano Villanueva), ed. Herder, Barcelona, 1985.

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