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La intervención en crisis como herramienta terapéutica del

psicólogo de la salud1

Parada López Ana Laura2


Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Estudios Superiores de Iztacala
Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia3

Resumen

La incorporación de psicólogos en el campo de la salud, obedece a la


necesidad de los pacientes y sus familiares de la atención psicológica desde
una perspectiva biopsicosocial (Ríos Saldaña, inédito) dado el potencial
impacto que puede representar un diagnóstico desfavorable para la persona
y su familia; en este sentido, este tipo de eventualidades pueden
representar una crisis, que puede ser definida como un estado temporal de
trastorno general, activado por algún acontecimiento demandante, percibido
por el individuo como amenazante o desafiante; dicho estado se caracteriza
por una desorganización que se puede manifestar en los procesos
fisiológicos, cognitivos, emocionales, conductuales y sociales;
deshabilitando a la persona para que responde adaptativamente con sus
recursos actuales disponibles y/o auto-percibidos a las demandas de la
situación (Musito, et.al., 2004), por lo que el psicólogo que se desempeña
en los ámbitos hospitalarios, puede hacer uso de modelos terapéuticos que
respondan a las demandas de dicho ambiente, es decir, modelos que
busquen restablecer el equilibrio psíquico del paciente y su familia en un
breve período de tiempo; un enfoque, aunque carente de respaldo científico
es la Intervención en Crisis. El presente escrito corresponde a un estudio
teórico (Montero & León, 2002) que tiene como objetivo dar una visión
general de la Intervención en Crisis como herramienta terapéutica que
puede ser empleada en el campo de la Salud, en respuesta a la creciente
demanda y reconocimiento de la labor psicológica en dicho campo.

Palabras clave: Psicología de la salud, crisis, primeros auxilios


psicológicos, equilibrio psíquico, seguridad psicológica.

1
Estudio realizado en modulo teórico de la Licenciatura en Psicología del Sistema de Universidad Abierta y Educación a
Distancia (SUAyED), asesorada por el Mtro. Omar Moreno Almazán.
2
Estudiante de 8° semestre de la Licenciatura en Psicología del Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia
(SUAyED) de la FES- Iztacala.
3
Sede Centro de Educación Continua, Abierta y a Distancia de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca.

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La integración de psicólogos a los servicios de salud y ambientes
hospitalarios obedece a la necesidad que tienen los pacientes que presentan las
más diversas enfermedades de una atención integral, desde una perspectiva
biopsicosocial; sin embargo, dicha labor no ha sido lo suficientemente desarrollada
y existen pocos países donde el psicólogo se desempeñe en los hospitales
plenamente dentro de los principios de disciplinas como la psicología de la salud
(Ríos Saldaña, inédito). Cabe mencionar que dentro de los profesionales de la
salud (médicos, enfermeras, trabajadores sociales, etc.) se tiene un buen grado de
aceptación hacia el trabajo del psicólogo en los ambientes hospitalarios, haciendo
referencia en especifico a actividades concernientes a la psicología clínica (Buela,
2005); en este sentido, dicho grado de aceptación se ha traducido en el diseño de
programas académicos de formación de psicólogos en nuestro país, los cuales
tienen como uno de sus ejes centrales el desarrollo de habilidades y competencias
profesionales en los estudiantes y practicantes de psicología en el campo de la
salud, tales como: a) el manejo del comportamiento para el ajuste hospitalario, b)
el desarrollo de elementos conductuales que posibiliten el proceso de
rehabilitación, c) la implementación y desarrollo de programas ambientales que
faciliten una mejor integración a la hospitalización, d) el entrenamiento o
asesoramiento a otros profesionales y para-profesionales de la salud en el manejo
psicológico de los pacientes (Soria, 1992), por lo que las actividades del psicólogo
dentro de los hospitales no se restringe a la la intervención directa con los
pacientes y con los familiares de los mismos.

Antecedentes históricos y conceptuales

Es importante mencionar que dado el incremento en las solicitudes de


asesoramiento psicológico en el campo de la salud y a la detección de un
incremento significativo de trastornos adaptativos, afectivos, etc., y la carente
adaptación y abasto de recursos humanos y materiales para hacer frente a dichas
demandas salud (Peña, Cañoto & Santalla, 2000), se han realizado revisiones a
los modelos tradicionales de intervención psicológica, derivando en adaptaciones

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de modelos tradicionales en psicología clínica a las necesidades del campo de la
salud, lo cual trajo la popularización de los modelos terapéuticos de menos
duración, como la Psicoterapia Breve y de Emergencia y la Intervención en Crisis,
este último en palabras de Uribe (2009) es de una de las competencias más
apreciadas en el psicólogo de la salud.

La intervención en crisis tiene sus inicios en el trabajo de Erick Linderman


en 1944, al atender a personas afectadas en el incendio del centro nocturno
“Coconut Grove” en Boston; posteriormente Capplan, uno de los colaboradores de
Linderman, definió crisis como “un estado provocado cuando una persona encara
un obstáculo a las metas importantes de su vida, que por un tiempo resulta
inmanejable por medio de la aplicación de métodos usuales para sobrellevar los
problemas” (Bellak & Small, 1970); Webster (en Figueroa, s/f) expone que una
crisis es un “punto de cambio en el individuo” que puede generar cambios que lo
lleven a un mejoramiento o derivar en enfermedades, así también, Martínez,
Alonso, Castro, Álvarez y Oviedo (2004) definen crisis como “la respuesta a
eventos conflictivos, internos o externos, que es experimentada como un estado
doloroso agudo o como un estado temporal de desorganización física y
psicológica”, a lo que Hyma y Tesar (1996) recalcan que tiende a ser una
experiencia subjetiva, es decir, que el impacto que tenga en la persona un evento
estresor, dependerá de sus recursos internos (tolerancia a la frustración, auto-
concepto, condiciones fisiológicas) y externos (apoyo familiar, redes sociales de
apoyo, etc.) que pueden influir en como asimila dicha situación, como de riesgo o
como una oportunidad de cambio en la persona (Lorente, 2008). Considerando
que una crisis, puede ser considerada como una experiencia subjetiva, Martínez
et.al (2004) mencionan que las personas emplean mecanismos que los ayudan a
enfrentar la situación estresante o de peligro y restablecer el equilibrio previo a la
experiencias desencadenante de una crisis, pero si la persona no cuenta con
suficientes mecanismos adaptativos o no sabe canalizarlos adecuadamente para
afrontar una experiencia desfavorable, la crisis puede llevar a la persona a
desarrollar una sintomatología física y psicológica más grave, que puede restringir
la funcionalidad del individuo, manifestando dicho desequilibrio con respuestas
desa-daptativas y de riesgo como intentos suicidas, homicidios o en el peor de los

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panoramas ambos (Bellak & Small, 1986; Florenzano & Jacobson, 1984 y
Leenaars, 1994).

Algunas situaciones que pueden representar un estresor desencadenante


de una crisis son:

1. Diagnósticos médicos desfavorables: ya que el hecho de enfrentarse a


un evento potencialmente incapacitarte es razón para que el individuo
presente un desequilibrio psicológico (Reynos & Selligson, 2004 y
López, Parada & Rubiños, 2009).

2. Situaciones en las que la vida este comprometida, es decir, de alto


riesgo para la integridad física y psicológica del individuo.

3. Pérdidas que implican un factor afectivo, por ejemplo, el fallecimiento de


un ser querido o rupturas amorosas (Chinchilla, Correas & Quintero,
2004).

4. En situaciones en las que la persona ha incurrido en un delito (Amaris,


Angarita, Madariaga, Granada & Palacio, 2007).

5. Factores idiosincrásico que pueden ser graves para una persona, pero
no para otra (por ejemplo una mala racha económica).

Por lo que una crisis puede ser definida como un estado temporal de
trastorno general, activado por algún acontecimiento demandante, percibido por el
individuo como amenazante, desafiante; dicho estado se caracteriza por una
desorganización que se puede manifestar en los procesos fisiológicos, cognitivos,
emocionales, conductuales y sociales; deshabilitando a la persona para que
responde adaptativamente con sus recursos actuales disponibles y/o auto-
percibidos a las demandas de la situación (Musito, Herrera, Cantera &
Montenegro, 2004), teniendo una duración de unas horas a seis semanas
(Martínez, et. al., 2004). A este respecto la intervención en Crisis se encamina a
ayudar a la persona, familia o grupo de personas a sobrevivir y/o afrontar un
suceso dramático, bajo un modelo de intervención psicológica de rápido
establecimiento del problema (factores que originan la crisis), y la estipulación de
un tratamiento razonable y rápido (no por ello, elaborado arbitrariamente o sin

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conocimiento pleno de la causa detonante de la crisis y de las características de
las personas que será atendida), por lo que en una intervención en crisis, se debe:
a) determinar el problema y/o acontecimiento detonante de la crisis; b) su objetivo
general es restablecer el equilibrio pre-critico en la persona; c) disminución del
malestar presente; d) restitución de la capacidad de auto-control; e) dotación de
recursos personales y sociales idóneos para afrontar con competencia futuras
crisis; f) prevención de recaídas y victimización secundaria (Musito, Herrera,
Cantera & Montenegrom, 2004); g) manejo de los estados de estrés, ansiedad,
desamparo y confusión del paciente; h) establecer patrones de conducta que
permitan al paciente restablecer su equilibrio o nivel de funcionamiento previo al
evento; i) ayudar al paciente y otras personas afectadas, con estrategias – como la
resolución de problemas – que permitan llevar a cabo acciones inmediatas tanto
personales como comunitarias (Reynoso y Seligson, 2005) y j) fortalecer los
intentos personales de afrontamiento e integración (Lorente, 2008).

Moos (en Figueroa s/f) identifica dos corrientes teóricas que pueden se
sustentar a la intervención en crisis:

1. Teoría de Erickson: la cual sostiene que el ciclo vital del


desarrollo se distribuye en ocho etapas, las cuales están
marcadas por cambios, que llevan al sujeto a readaptaciones,
que significan retos y transiciones, las cuales pueden ser
determinadas como crisis.

2. Teoría de Holmes: la cual expone que el estrés asociado a los


sucesos de vida, a los procesos de salud y enfermedad por ende
a los procesos de cambio que se ven marcados por crisis.

Intervención en crisis y primeros auxilios psicológicos

Es importante tener presente la diferenciación retomada por Slaikeu (1984)


que distingue a la intervención en crisis, llevada a cabo por profesionales en
psicología y la que es llevada a cabo por otros profesionales de la salud y/o para-
profesionales (bomberos, policías, personal de primeros auxilios, etc.) que son
denominados como primeros auxilios psicológicos y que son brindados en los

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momentos posteriores más próximos al evento que está generando una crisis, y
que tiene los siguientes objetivos:

1. Detener o amortiguar el proceso agudo de descompensación


psíquica.

2. Prevenir y mitigar el impacto del estrés postraumático.

3. Facilitar y orientar la asistencia profesional a mediano y largo


plazo (este último si fuere necesario).

Cualquiera de dichas intervenciones, requieren de actitudes especificas por


parte del profesional o para-profesional que la lleve a cabo, como el
establecimiento de una relación comunicativa con el paciente, comprobando
rápida y eficientemente la perspectiva que tiene la persona sobre la situación
problemática, entablando en todo momento un dialogo y negociación activa sobre
el problema y la solución del mismo (Hyma & Tesar, 1996), así también, brindar
apoyo al paciente procurando fortalecer la solidaridad grupal, familiar y social con
el mismo manteniendo una posición racional ante la situación del paciente
(Organización Panamericana de la Salud, 2002), lo cual puede facilitar la
expresión y verbalización de las emociones por parte del paciente, lo cual puede
producir la aceptación de la situación por parte de la persona, que puede derivar
en una búsqueda de soluciones realistas; pero para ello, el profesional de la
psicología o para-profesional que brinde este tipo de ayuda debe tener un buen
grado de desarrollo en escucha empática (lo cual nos puede aproximar al modelo
humanístico existencial que busca el crecimiento, salud y ajuste desde la
perspectiva del paciente), así como, un expresión natural de apoyo y cercanía
hacia el paciente (Gómez del Campo & Estrada, 1997).

Es muy importante en todo momento “proporcionar una situación de


seguridad psicológica que permita la exploración de los eventos críticos en un
contexto de realidad” (Gómez del Campo & Estrada, 1997).

Por otra parte es importante considerar siempre, que dentro de cada


modelo psicoterapéutico se toman diferentes variables y/o factores que
determinan la percepción que se tiene del comportamiento y por ende la

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evaluación e intervención cambia de modelo a modelo, así también, los
resultados de toda intervención psicológica, pueden variar de modelo a modelo y
de persona a persona.

Ante lo anterior el psicólogo de la salud y el clínico deben tener en


consideración aspectos que puedan mejorar la relación con sus pacientes, por
ejemplo, evitar conductas que promuevan un daño o explotación del paciente;
Garaigordobil (2010) expone que el psicólogo al abordar al paciente en crisis,
debe considerar las características psicológicas, socioculturales y biológicas que
constituyen al mismo y que pueden influir sus repertorios conductuales que a su
vez, constituyen los recursos internos y externos con los que cuenta el individuo
para hacer frente a situaciones subjetivamente percibidas como desafiantes.

La intervención en crisis, a decir de Blanc (en Musito, Herrera, Cantera &


Montenegro, 2004), representa un cambio en la Psicoterapia tradicional, ya que
marca la salida de los procesos terapéuticos del ambiente, un tanto artificial, que
representa un consultorio, así también, conlleva la prevención primaria de posibles
trastornos psicológicos, así como la promoción de la salud y el bienestar que
deberían ser abordados desde una perspectiva de “prevención primaria” en
psicología; ya que si una persona es capaz de afrontar y solucionar
adecuadamente una crisis actual, tendrá más posibilidades de afrontar y superar
adecuadamente eventos potencialmente peligrosos a futuro, con un
restablecimiento rápido del equilibrio psíquico del individuo (Gómez del Campo &
Estrada, 1997).

Conclusiones

En este sentido es importante considerar la expuesto por Slaikeu (1984),


quién sostiene que la intervención en crisis, tiene lugar en un momento de
desorganización grave, a pesar de ello, no se cuenta con un modelo
rigurosamente evaluado científicamente, pero se cuenta con una gran cantidad de
trabajos y de estudios clínicos que evidencian la eficacia de este modelo
terapéutico, también es importante recalcar que una crisis para ser considerada
como tal debe tener una duración que oscile entre unas horas y hasta 6 semanas
de duración.

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Con base a la falta de evidencia obtenida con la rigurosidad que exige el
método científico, es importante recordar que una de las misiones de la psicología
clínica es la generación de conocimiento y la búsqueda de un respaldo empírico
del conocimiento ya existente, en este sentido el modelo clínico-practicante resalta
la importancia de la investigación, a lo cual Phares (1999) menciona que entrenar
a una nueva generación de psicólogos puramente aplicados, puede derivar en una
aceptación incondicional de la información que se les proporciona, lo cual puede
llevar a esta disciplina a la mediocridad, de ahí la importancia del desarrollo de
una actitud inquisitiva y escéptica, de pensamiento lógico, análisis y recolección de
datos y opiniones, extracción de inferencias y la presentación equilibrada de
hallazgos, son habilidades que ayudan al psicólogo a elevarse por encima de un
rango de técnicos, mejorar su campo de trabajo, construir una disciplina científica
más competitiva y generar conocimiento no solo para el desarrollo de la
psicología, también para disciplinar afines y que hacen uso de los conocimientos
psicológicos en su quehacer cotidiano, ya sea en la práctica, en la docencia, en la
investigación, etc.

Por último es importante considerar la recomendación hecha por Amar,


Amaris, Angarita y Madariada (2007) al mencionar que es importante que el
profesional egresado o en formación en la psicología y en especial el que se
desempeña profesionalmente en el campo de la salud, por las características de la
población a la que atiende, deberá contar con conocimientos sobre este tipo de
intervenciones como una herramienta básica de abordaje en situaciones comunes,
pero potencialmente estresantes.

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