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Ramón Llull

Ramon Llull es un intelectual laico de la baja edad media que, nacido en Palma de
Mallorca en el año 1232, desplegó una actividad filosófica, científica y diplomática en
varios países del Mediterráneo y centro de Europa: sin estar afiliado a ninguna corriente
ideológica ni pertenecer a ninguna institución académica ni a ningún organismo
eclesiástico, se comprometió en un proyecto de mejora cultural, social, religiosa y
política desde Mallorca, y también desde fuera de su querida isla.

Ramon Llull era un laico sin estudios realizados regladamente en una Universidad, pero
sabía formarse en todos los conocimientos en encuentros con estudiosos, sin despreciar
a los individuos sutiles de la calle, y, al mismo tiempo, consultaba las bibliotecas
mallorquinas y del continente, y asistió a las lecciones de los maestros accesibles: sólo
fue autodidacta en parte y se reconocía como iliterato, pero sabía escuchar y preguntar.

Llull elaboró una vasta obra escrita –literaria, mística, sociológica, política, científica,
filosófica, teológica– que hizo compatible con una vida activa y viajera, polemizando
sobre las grandes verdades teológicas y filosóficas. Llull también disputó sobre las
controversias científicas referentes al origen y al fin del universo y de la especie humana
con los eruditos y sabios de las universidades de aquella inquieta Europa y, al mismo
tiempo, con los pensadores de los cenáculos musulmanes. El resultado final de esta
gestión del conocimiento fue una Teología filosófica o Filosofía teológica bajo el
balanceo, propio de toda especulación, entre fe y razón. Eso hace que Ramon Llull sea
hoy día un modelo de pensamiento multivalente, un prototipo abierto ante la
controversia hodierna, si no a seguir, al menos a conocer, hasta el punto de que los
estudios de las nuevas tecnologías se ven obligados a recordarlo.

Llull es pionero en varias cosas: propuso el latín como lengua de entendimiento entre
los pueblos, fue uno de los primeros impulsores del diálogo ecuménico con las iglesias
separadas de Roma, promovió encuentros con los sarracenos, sistematizó aspectos de
los mecanismos del arte de pensar, que llamó Arte –un medio científico para explicar
todas las ciencias, un lenguaje universal, un artilugio casi de ámbito digital al servicio
del conocimiento–, fijó los temas teológicos más importantes enfrentándose al dilema
fe/razón, utilizó el arte de la pluma para tratar toda la ciencia de su tiempo, a la vez que
ampliaba el espacio de la literatura catalana. Además, se relacionó por escrito con papas
y reyes de la Europa de los siglos XIII-XIV, estuvo presente en sesiones de palacio,
visitó repetidamente la curia papal y asistió a sínodos eclesiásticos, bajó al nivel de los
artesanos, los juglares, peregrinos, mercaderes, peatones, moribundos, marginados,
fustigó a los prepotentes, acometió a los viciosos, se enojó con los ociosos, hostilizó a
los profesores envanecidos, viajó a Montpellier, París, Roma, Nápoles, Pisa, Génova,
Túnez, Bejaia, Chipre, Armenia Menor, Jerusalén y Sicilia, buscando con tozudez
gestos de concordia, defendiendo la fe cristiana hasta el martirio, si hiciera falta, con
argumentación objetiva e informatizada. Y no por todo eso Llull fue un utópico, pues
supo encontrar su lugar en el momento oportuno, y enfrentarse, cuando hacía falta, a las
dificultades más desesperanzadoras. Se calcula que el Ramon Llull de la acción no hizo
menos de 15.000 kilómetros en sus idas y venidas por tierra y mar.

El medio de comunicación que Llull utilizó siempre fue la palabra escrita, tanto si
estaba en tierra como si navegaba, de modo que llegó a ser autor de 275 obras, alguna
escrita en árabe (no hallada), otras en catalán (17 obras + una carta), otras en catalán y
latín (34 obras) y el resto del conjunto en latín (225 obras). Todos los temas eran de su
interés, de las grandes tesis teológicas y filosóficas hasta las ciencias particulares, como
el Derecho, la Medicina, la Astronomía, la Geometría, así como la teoría política, la
doctrina educativa, las ciencias experimentales y el entramado sociológico, e incluso se
apasionó por la elaboración de sistemas coherentes para unas elecciones justas a cargos
públicos.

Ramon Llull también fue autor de su autobiografía –dictada a unos monjes cartujanos
de París (agosto/septiembre de 1311)–, a sus 79 años. Y hay una sesentena de
documentos públicos pertenecientes a sus familiares y a sus intereses personales, entre
los cuales se encuentra su testamento. Bastantes elementos autobiográficos aparecen
también en sus obras de pensamiento y creación literaria, que ayudan a sincronizar
aspectos puntuales y de nuevos que no son nada menudos.

La personalidad Llull también queda enmarcada dentro del aura de la mística, aquella
ciencia sobre la ciencia de la sabiduría irrefutable, el espacio donde la desnudez del
complejo individuo ha perdido los topes, las direcciones, los universales y
predicamentos que hacen tangibles las sombras de las sombras: la mística como
perversión de los axiomas para entrar en el objeto secreto durante la tregua que concede
a los sentidos la contemplación fugaz del punto trascendente. Llull, pues, se adentra en
el pensar a su Dios – que llama Amado–, para quedar boquiabierto de su bondad interior
y exterior, y al mismo tiempo hacer partícipes a todos aquellos que quieran y puedan
armonizar con ello.

En, con, como, hacia y por todos estos remolinos de pensamiento y acción, Llull queda
entronizado en el lugar en que le corresponde por derecho propio y merecido, entra
definitivamente en el ateneo de los filósofos universales, que, hasta entonces, también
eran teólogos, y matemáticos, astrónomos, físicos, moralistas, sociólogos, músicos,
gramáticos, politólogos, literatos, poetas y –¿por qué no?– místicos. Deja, pues, de latir
el Ramon Llull bribón y visionario, fabuloso y nebuloso, el dibujado por el croquis
burlesco que una historia visionaria, sin ser consciente del todo, ha esbozado sobre su
persona a lo largo de los siglos y que ha parasitado su figura real, y tiene lugar el
nacimiento del viador preciso, sutil, difícilmente descriptible, inconfutable, inlasable,
inconmensurable, límpido, engrandecedor, inmediato, ingente. En realidad, Ramon Llull
no fue un convertido, si bien cambió de vida, no fue un predicador, sino un interlocutor
y un discutidor de temas religiosos, no fue un novelista, y, en cambio, repasó con
censura las costumbres de su sociedad, no hizo diálogo interreligioso, sino que discutió
sobre verdades teológicas con los sujetos de otras creencias.

Y, finalmente, el túrgido legado de Llull está presente en el hoy y quedará reflejado en


el mañana por medio de numerosos recursos mediáticos, de manera que su estudio
hecho en la actualidad puede convertirse incluso en un bálsamo de mejora para la
chirriante sociedad presente e inmediatamente futura. Y ya sólo hay que añadir a este
volumen de cosas importantes la tan deseada canonización por parte de muchos
cristianos, que está estudiando la Iglesia católica, así como también su nombramiento
como 37º doctor de la Iglesia, un título que recaería por primera vez en la historia en un
intelectual laico.

Todos estos movimientos hacia adentro y hacia afuera revelan una evolución personal
en Ramon Llull, tanto en el ámbito social como intelectual, que llega regulada por cinco
hitos, que acto seguido hay que detallar.

1. Familia y vida doméstica

El último día del año 1229, Mallorca cae en manos del rey Jaime I de Catalunya, la
población sarracena es reducida, se establecen las estructuras de un nuevo Estado y
varias familias catalanas se trasladan y reciben recompensas de territorios por su
colaboración militar o económica en la cruzada. La familia barcelonesa Llull/Erill se
establece en Mallorca y participa en el reparto de tierras: un Ramon Llull, oriundo de
Sant Andreu de Llavaneres, y una Elisabet Erill, de una familia noble proveniente de
Erillcastell, en la Alta Ribagorça. De este matrimonio Llull/Erill nació nuestro Ramon
Llull en el año 1232 en Palma de Mallorca, en una casa próxima a la actual iglesia de
santa Eulàlia, donde fue bautizado (según tradición, el 25 de enero). Ramon Llull hijo
recibió una educación primaria en su casa, aprendió unos mínimos de gramática (a partir
de 1246), se ejercitaba en la música, en la poesía y en uno cierto hacer caballeresco, con
posibles contactos en la corte real mallorquina, y al mismo tiempo participaba en los
negocios familiares.

Sobre el año 1263, Ramon Llull hizo un cambio rotundo en su vida, y dejó los asuntos
propios de un hombre de negocios para dedicarse a otros negocios de un mandatario
llamado Dios, que se le apareció crucificado cinco veces con intervalos de varios días.
Llull, pues, se convierte, gira la proa de su vida en sentido inverso y la programa en tres
ámbitos: 1) conversión de los sarracenos, 2) escribir el mejor libro del mundo, 3) fundar
centros para aprender el árabe y las lenguas de los infieles.

Acto seguido, Llull hace unas peregrinaciones catárticas a Santa Maria de Ròcamador y
a Santiago de Compostela (1263-1264), y, de regreso a Mallorca, empieza una nueva
vida.

2. Arte combinatoria

Ramon Llull concibió un sistema combinatorio de conceptos para poder explicar e


incluso demostrar con fundamento incontrovertible –lo que llamó razones necesarias–
las verdades teológicas, poniéndolas al alcance de la gente racionalista: lo llamó Arte –
su conjunto expositivo constituye el mejor libro del mundo–, aplicable también a todas
las otras ciencias, un sistema que daba valores conceptuales a las letras del abecedario.

Desde los filósofos griegos, ha habido un esfuerzo por explicar la naturaleza física y la
metafísica, sirviéndose de mecanismos gramaticales, conocidos con el nombre de
Lógica: Aristóteles (384-322 aC) es autor de la obra Organon (instrumento de trabajo),
donde se reúne la Lógica, especializada en la deducción silogística que permite deducir
conclusiones buscadas a partir de premisas verdaderas –universales y predicamentos–,
de las cuales resulta una deducción categórica. La Lógica, sin embargo, como toda
ciencia, tiene unos principios, que son los principios de la deducción, a saber, axiomas
comunes a todo el saber y principios propios de cada ciencia, sirviéndose del recurso
técnico de los silogismos.

A semejanza de estos precedentes, Ramon Llull redactó su Ars (Mallorca, ca. 1274).

Así, pues, ¿qué es el Arte? El Arte luliano es un sistema combinatorio de o entre letras,
cada una de las cuales tiene nueve significados. Esta lógica combinatoria se rige por
unas condiciones y reglas, y llega a la certeza de aquello que se busca, si bien no de una
manera automática. Este sistema es aplicable a todas las ciencias, porque se basa en
principios universales, reglados por unas condiciones: el Arte luliano es una ciencia de
ciencias.

En un principio, Llull elaboró siete figuras, y a finales de este primer periodo serán
dieciséis las figuras, algunas de las cuales incorporaron varios círculos móviles con las
letras inscritas; a partir de 1290 bastarán cuatro figuras. El Arte luliano, en definitiva, es
una ordenación de estructuras de base conceptual, expresadas por letras, que ayuda, no
de una manera automática, al discurso del entendimiento, es decir, a conocer el fin de
aquello que se quiere conocer, y tiene un intento de matematizar y de mecanizar el
pensamiento, facilitándole los términos del razonamiento, aunque el entendimiento
razona sobre realidades y no sobre signos, aunque se sirva de signos que representan
realidades.

En conclusión, las figuras artísticas de Ramon Llull representan un arte combinatoria de


conceptos (Álgebra), que se rigen por un orden que se encuentra en un segundo grado
de abstracción, con una multitud de fórmulas de régimen matemático, conocida también
como Lógica.

3. Filósofo de la acción y la diferencia

Ramon Llull escribe en el capítulo 77 ( Com Déu és dreturer en los homes catòlics i en
los infidels) del Llibre de contemplació en Déu: “ Glòria i honor, i gràcies i mercès,
Senyor, sien fetes a la vostra Dretura, qui tan gran diferència ha mesa entre els fidels i
els infidels”, objetivo presente en muchas otras obras, que revela a un pensador
dispuesto a discutir con aquel que piensa lo contrario y es diferente a él, y va a
encontrarlo donde esté. La conversión de los sarracenos, que entonces cincundaban el
cristianismo, será su propósito vital, y con ellos hablará con la objetividad más rigurosa
a través de su Arte –aquellos no escuchaban la doctrina emanada de las autoridades
cristianas (biblia y santos padres)–, respetando la alteridad personal del otro, y por eso
propone la fundación de centros de árabe y de otras lenguas para aquellos cristianos y
religiosos que quieran emprender la tarea del adoctrinamiento objetivo de las verdades
cristianas hablando con los árabes, tártaros y otros infieles sirviéndose de las razones
necesarias.

Llull es heredero de la tradición clásica en la línea de la doctrina de Aristóteles, seguido


de su comentador Averroes, si bien discrepa con ellos por la propagación de la doctrina
de las dos verdades, la filosófica y la teológica, y la existencia de una sola alma racional
para todo el mundo, posicionamiento no admisible por la doctrina de la Iglesia ni para
un razonamiento lógico. Llull rebatió estas doctrinas en varias obras, defendió que la
Filosofía y la Teología caminan juntas y que el ser humano tiene una alma racional
individual inmortal, que con la ayuda de la fe puede abarcar las verdades mayores, que
sitúa en los llamados puntos trascendentes.

4. El escritor

En la línea de la inventiva culta hecha por escrito, Ramon Llull fue un espléndido
prosista de creación bien personal, de singular cosecha, con discernimiento del
fenómeno literatura y del riesgo de ser editor, que con una generosidad imprevisible
trató todos los temas de alcance humano y los expresó en su lengua materna de una
manera elegante e innovadora, y sobre todo en lengua latina.

En este mismo sentido, hay que remarcar que Llull se distinguió por el dominio de las
artes poéticas de inspiración trascendente, con formato libre y reglado, contenidos
didascálicos, y abarcó también la prosa poética, de manera que es maestro de la ficción
literaria en lengua catalana como prosista y poeta.

La calidad poética de Llull se hace patente a través de dieciséis obras poéticas o con
tonalidad poética, que van desde el año 1271-1272 al 1311.

5 . Pensamiento

Ramon Llull dedicó toda su obra a explicar las verdades cristianas, a fundamentarlas
con los principios filosóficos e incluso a intentar demostrarlas, cosa que le valió no
pocos enfrentamientos. Él, sin embargo, tenía su estrategia, además de la conceptual, la
del recurso literario, como ya se ha dicho, que le permitía enmarcar los conflictos
racionales más punzantes. Es por eso que Llull introduce los ejemplos, las
comparaciones, las metáforas y el paisaje, es decir, describe y denota los componentes
de los lugares donde quiere que la puesta en escena de la racionalidad se haga objeto,
con lo que los conflictos conceptuales encuentran una escala de ascensión, de ahí el
llamado tópico literario del locus , un lugar que, además de ser ameno y deleitoso, es
implicado por el autor en un rol tanto o más importante, según el momento, que el de
los protagonistas humanos contribuyendo con su “ virtut aconhortadora i sedant” lejos
de la seducción de un casual romanticismo. El árbol elegido sin especie revelada, por
ejemplo, se independiza de sus congéneres arbóreos para convertirse en el lienzo contra
el que se proyectan mecanismos de raciocinio, a la vez que controla el discurso interior
con la combinatoria de sus hojas; es el lugar donde se reúnen los pensadores para
discutir cosas trascendentes y adoctrinarse y, además, es el contrapunto congenial con el
simbolismo austero de las figuras del Arte. En fin, el árbol se convierte en otro recurso
lógico-filosófico, en algo supraterrenal, que pertenece a la sistemática de los principios
inseparables de la lógica simbólica, no a la retórica.

Llull fue a tierras de sarracenos con finalidad apostólica en cumplimiento de su primer


propósito vital, ya que estaba convencido que su Arte podría atraer a los infieles a la
verdadera creencia. En el año 1293 se acercó a Túnez en los meses de agosto-
septiembre y se puso inmediatamente a practicar el método evangelizador selectivo:
primero, hablará con los doctores musulmanes y discutirá con ellos los dogmas
cristianos; si las creencias de los musulmanes son mejores, él se hará musulmán; fue
todo un éxito. Ramon Llull desplegará su Arte, detallará las dignidades divinas o
principios arquetípicos –los mismos de la Teología musulmana–, que aplicará, con
forma correlativa al estilo arábigo, al dogma de la Trinidad, fuente de discrepancia con
los teólogos musulmanes. También se entregó a explicar los orígenes elevados e
inspirados de su Arte y, acto seguido, se aplicó a la demostración del misterio de la
encarnación, otra de las grandes dificultades teológicas que no podían entender los
sarracenos que lo escuchaban: la situación fue difícil.

De todos modos, llegó un momento en que los oyentes estaban entusiasmados y ya eran
proclives a la revelación cristiana, pero un personaje no poco famoso entre los
sarracenos aconsejó al rey que cortara el cuello de aquel cristiano que subvertía la
nación sarracena y destruía la ley de Mahoma. Por otra parte, un hombre prudente
aconsejó al rey que no actuara así, y Ramon Llull fue encarcelado y, en el mes de
octubre, fue expulsado del reino de Túnez.
En abril o mayo del año 1301, Llull, llevado por el celo de convertir a los
tártaros/mongoles, emprendió viaje hacia Chipre, donde visitó al rey Enrique II de
Lusignan, pero se puso enfermo a causa de un atentado provocado por sus dos
asistentes, y fue a recuperarse al palacio del Gran Maestro del Templo, Jacques de
Molay, en la ciudad de Limasol (sudeste). Después, a principios del año 1302, Llull se
dirige a la ciudad de Aleás, en la Cilicia, sabedor que allí encontraría a los reyes
armenios cristianos que podrían orientarlo para su tarea evangelizadora; seguramente,
en esos momentos visitó también Jerusalén, que encontró abandonada y deshecha.

En 1307, con 75 años, Llull se dirigió a Bejaia, en los meses de junio/julio. Hay una
miniatura que lo presenta discutiendo en público en medio de la plaza, pero fue
capturado, golpeado y encarcelado, y fue liberado por la intervención de comerciantes
genoveses y catalanes.

En 1308 Clemente V, prácticamente obligado por Felipe IV de Francia, convocó a través


de la bula Faciens misericordiam cum servo suo un Concilio, que tendría lugar en la
ciudad de Vienne en 1311. Ramon Llull fue convocado y estuvo presente en las tres
sesiones del Concilio, pero no han llegado hasta nosotros noticias acerca de cómo votó
en cada uno de los graves asuntos que allí se ventilaron. Nos consta que la Cruzada y la
reforma eclesiástica le interesaban particularmente, ya que habían sido el objeto de sus
prédicas y ruegos durante décadas. Sin embargo, respecto del castigo a los templarios
quedan numerosas dudas. Una de las propuestas presentadas por el franciscano, a saber,
crear colegios para enseñar a los misioneros el idioma hebreo, el árabe y las lenguas
orientales fue aceptada, mientras que la otra (marchar a una nueva cruzada) fue
rechazada.

Terminado el Concilio, Ramon viajó a Túnez para continuar misionando. Es este


trayecto escribió Liber de Deo et de mundo ("Libro acerca de Dios y el mundo") y Liber
de maiore fine intellectus amoris et honoris ("Libro acerca del fin mayor de la
inteligencia: el amor y el honor"). Ambas están fechadas en diciembre de 1315 y serían
sus últimas obras.

Se desconoce la fecha exacta de su muerte. Se considera que falleció entre 1315 y 1316,
cuando regresaba de su viaje desde Túnez hacia Mallorca. Ciertos cronistas afirmaron
que fue linchado por una turba de airados musulmanes en Bugia,1 de lo que no hay
prueba formal aunque padeciera prisión, golpes e insultos. Está enterrado en la Basílica
de San Francisco de Palma de Mallorca.

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