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[ENCIAnatural y destruye en ella todo lo que no sea inme.
diatamente eficaz para el dominio del hombre; y ni
siquiera del hombre, sino de un sistema tecnol6
disparado hacia una universal mediatizacién,
La filosofia contemporanca, por razones comple-
jas que no vamos a considerar aqui, entiende esa
raz6n como «la> raz6n por antonomasia. De ah que
salude con entusiasmo toda fractura en la racionali
dad como posibles fugas de su universal opresién.
Lo diferente de la raz6n, lo irracional, tiene que set
intelectualmente utilizado, si se puede hablar asi
para frenar a la raz6n subjetiva en su imparable
camino, Lo que se denomina en filosoffa «postmo-
dernidad» se ha articulado por esta via en la reivin-
dicacién del pensamiento débil, de una raz6n debili-
tada por sus diferencias, por sus propios fracasos.
En este contexto, el redescubrimiento del pensa-
miento romsntico, précticamente olvidado por la
historia de la filosofia, adquiere una coherencia que
de otra forma falta; pues pocas épocas son, por su
sensibilidad y por los presupuestos te6ricos de su
filosofia, menos roménticas que la nuestra. Pero se
ha querido ver en el Romanticismo el fracaso de la
razdn sistemética propia del Idealismo. La poesta
sustituye a una légica que se muestra incapaz; y ella
tiene que «intuir» la verdad, siempre fragmentaria
‘mente, en los fragmentos que quedan del sistema. El
Romanticismo seria el ejemplo prototipico de «pen
samiento débib>
Creo que aqui se equivoca la eritica postmoder
na; y esto es preciso dejarlo muy claro al comenzar
esta exposiciGn de las tess roménticas que pretende-
mos a continuaci6n, La poesfa y el arte en general
no son en absoluto una debilitacién de la razén, sino
precisamente su refuerzo para enfrentarse a la infini-
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tud de su tarea, No es un consuelo para un Idealismo
derrotado, sino una ayuda para continuar su tarea en
tun momento de desfallecimiento. De hecho, ningtin
roméntico considera fracasado el proyecto idealista,
y menos consideran este proyecto como algo a lo
‘que —usando una fdrmula de Schelling— nos esté
permitido renunciar
El recurso al arte se sigue, por ejemplo en Schel-
Jing, de las exigencias mismas de la razén idealista,
de la infinitud irrenuneiable de su proyecto. De este
modo, el arte, lejos de ser un solar. de la raz6n débil
se convertiré en el instrumento de su infinita poten:
ciacién, en vanguardia poética y visionaria de su
misién propia, Se trata, pues, mas bien, de la poten-
ciacién poética de una ciencia que no renuncia a ta
infinitud de su objeto. Del mismo modo como la
poesfa es en sf misma —como pensamiento poten-
ciado que es— racional, es mas, lo mas racional, sin
‘que pueda verse en el pensamiento roméntico Ia mas
minima renuncia a su validez general I6gica.
3. ARTE Y LIBERTAD: LA HERENCIA
DE SCHILLER
‘ero ahora vamos a dejar estas cuestiones. En
primer lugar porque los pensadores rominticos s6lo
poco a poco van a darse cuenta de hasta qué punto
su problemética propia incide en el nudo gordiano
en el que se han enredado los filésofos, y por tanto
de hasta qué punto ellos estén Hamados en filosofia
un protagonismo que s6lo ahora, poco a poco, se
les empieza a reconocer.
En un primer momento estan, sobre todo los
Schlegel, més preocupados con el renacimiento lite
85rario de Alemania. Y se trata de ver cémo debe ser
entendido ese renacimiento para que se mante
fiel al impulso que lo mueve. La cuesti6n es qué sea
lo caracteristico del arte aleman frente a las grandes
producciones artisticas de la Humanidad y mas con-
cretamente frente al atte griego. Estamos en pleno
impacto del neoclasicismo. Las artes plisticas imi
tan a Fidias y a Policleto; Goethe escribe tragedias;
las mujeres se visten como bacantes; los muebles,
recuperan el estilo pompeyano; y por doquier en.
politica se habla de «repdblica», de «democtacia» y
de «virtud ciudadana». Grecia y Roma parecen estar
Sin embargo, hoy, fuera de la moda, podemos
entender muy bien en qué sentido era problemético
ese renacimiento (como todos los renacimientos), allt
donde, sobre todo en las artes plisticas, el neoclasi-
cismo se limita a reproducir pautas formales, modos
de hacer, «maneras», sin ser capaz de renovar origi
nalmente el «estilo» que animaba el arte griego. El
fracaso «manierista» esté en ese empobrecimi
la produccién artistica que hizo del neoclasicismo un
estilo menor en Ha historia del arte. Sin embargo, esto
que ocurti6 en las artes plasticas, no estaba ocurtien
do en el mundo politico, en el que la Revolucién fran-
cesa en absoluto era «mera» imitacién de nada, sino
algo que surgia del desarrollo histérico como fruto
io, por mas que se reprodujese en ella el ideal de
formas clésicas de humanidad. Y tampoco ocurria en
Titeratura, al menos no en Alemania, donde el ast Ia
mado clasicismo de Goethe y Schiller reproducta el
espiritu eldsico de una forma original y propia. La
diferencia entre esta reproduceién libre del espiritu
griego y el manierismo neoclisico, es lo que en un
primer momento preocupa a los primeros roménticos,
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tratando de dilucidar mediante esta diferencia, cusil
sea el cardcter esencial al que el renacimiento lite
rio alemdn debe ser fiel
Al hablar de estas cuestiones aparece un vocab
lario que para nosotros puede parecer moneda
comiin, pero que era por entonces de la mas reciente
acufacidn, y decisivo para entender tanto el «espii
tu de la época> como las intenciones filos6ficas en
juego. Eso, «el esptritu de la literatura griega», «la
inalidad del pensamiento alemén», «el estilo de
joethe>, «las formas clisicas», «el genio roménti
co», son expresiones de moda entonces, de una
moda cuyo éxito cuajé en lenguaje y a través de
se convirtié en el modo bisico de nuestra percep-
cién del arte y de Ia cultura.
Cuando los autores roménticos se Tanzan a escri-
bir, este vocabulario y la filosofia que en él se reco-
ge ya estaba en circulacién. Si queremos rastrear su
procedencia hemos de remontarnos (s6lo seis afios)
a la publicacién de la Critica del Juicio, donde casi
por primera vez. desde Platén y Arist6teles, la filoso-
fa se plantea el arte como objeto de su reflexién. Y
desde el primer momento, aun en la marginalidad
que especulativamente compete a la Critica del Jui
cio, se apunta al arte como dmbito de sintesis entre
Ja naturaleza y la subjetividad,
Hasta ahora la filosoffa ha prestado escasa aten:
cién a la tarea especulativa de Schiller. Ello de
modo injusto y poco comprensivo con su influencia
cultural; pues Schiller va a consagrar esa tendencia;
y en sus escritos te6ricos va a sentar las bases de lo
{que va a ser en el siglo XIX la preeminencia del arte
como producto esencial de la cultura
La belleza es la manifestacién libre de la forma,
Lo que Ia naturaleza produce segdin la ley del azar y