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Clásico del ensayismo caribeño, este volumen revela las relaciones'

de poder entre el colonizador y el colonizado Sin afán de


academicismo y despojado de cualquier signo de impersonalidad,.,
Lamming asume su escritura como un testimonio personal, como ■
un libro de viajes en el que narra sus experiencias y ataca
problemas históricos de la sociedad colonial, como la discrimina­
ción y el racismo implícitos en el lenguaje y las relaciones sociales,
la dura situación del escritor en las Antillas inglesas o la paradoja
de buscar reconocimiento en su metrópoli. Uno cíe los valores más
importantes de este libro radica en el análisis de La tempestad
shakespereana para mostrar, en el diseño de sus personajes princi­
pales, los mecanismos de dominación colonial, sus dispositivos de ' ;
exclusión lingüística, social y sicológica. Aquf yace una de las claves ■
de Los placeres del exilio, considerado la primera apropiación
conceptual de La tempestad como el drama colonial, y lectura
imprescindible para el pensamiento latinoamericano y caribeño. , !nM .

Narrador, ensayista, poeta y profesor, George Lamming (Barbados,


1927) es uno de los intelectuales más importantes del Caribe.
En 1946 viaja a Trinidad para dar clases en El Colegio de
Venezuela. En los años cincuenta emigra a Londres. Luego se
traslada a los Estados Unidos, donde reside hasta 1956.
• Realiza una serie de viajes por África y al volver a las Antillas fija
su residencia en su país natal. In the Castle o f my Skin (1953), su
primera novela, lo ubica entre los mejores novelistas de la región.
Después aparecerán The Emigrants (1954), Of Age and Innocence
(1958), Season o f Adventure (1960), Water with Berries (1970) y
Natives o f My Person (1971). Asimismo, su visión anticolonialista
y caribeña resalta en otros volúmenes de ensayo, como
Conversations: Essays, Addresses and Interviews 1953-1990 (1992)
y Corning, Corning Home. Conversations 7/ (1995). Su labor
docente, que nunca ha abandonado, se ha extendido por
numerosos centros de enseñanza superior. Desde 1986 es asesor
principal del Centro defstudios del Caribe de la Casa de las
Américas. Ha sido distinguido, entre otros, con el premio literario
Somerset Maugham, el del Langston Hughes Festival y la Orden
Félix Varela del Consejo de Estado de la República de Cuba.

}
George Lamming
Los placeres del exilio
George Lamming
Los placeres del exilio

Prólogo
de Roberto Fernández Retamar

Traducción
de María Teresa Ortega Sastrique

casa
colección literatura latinoamericana y caribeña /159
Este libro es fruto de la contribución de los jefes de Misiones del PRO LO G O
Grupo de países de la CARICOM en La Habana, con motivo de la
celebración del 80 cumpleaños del ilustre escritor barbadense
George Lamming.

La Colección Literatura Latinoamericana y Caribeña es continua­


ción de la Colección Literatura Latinoamericana del Fondo Edi­
torial Casa de las Américas.
Los lectores habituales de las publicaciones de la
Casa de las Américas (y otras muchas personas, desde
luego) saben que George Lamming es uno de los ma­
yores escritores vivos de la América Latina y el Cari­
be, como se acostumbra decir ahora. Desde la creación
Título original: The Pleasures o f Exile de nuestro Centro de Estudios del Caribe, él es su prin­
cipal asesor. Y desde antes de esa creación, ya había
venido participando, y seguiría haciéndolo, en tareas
de la Casa, y colaborando con la revista que es su órga­
Edición y corrección: Reinier Pérez-Hernández
no. En ella hay no sólo narraciones suyas, sino tam­
Diseño: Pepe Menéndez bién ensayos y textos varios. Baste recordar que
Realización computarizada: Marlen López Martínez pronunció el discurso en el acto central por el vigési­
Preprensa e Impresión: Palcograf, Palacio de Convenciones mo quinto aniversario de la Casa de las Américas, y
que ese discurso apareció en el número doble, 145-146
(julio-octubre de 1984), de dicha revista. Por añadidu­
ra, también publicamos en 1979 la primera novela de
© Sobre la presente edición: Lamming, que data de 1953: En el castillo de mi piel,: título
Fondo Editorial Casa de las Américas, 2007 que, según dio a conocer en el otro libro suyo que
ahora editamos, proviene de Derek Walcott.
En cuanto a este libro, nombrado irónicamente
ISBN 978-959-260-211-3
Eos placeres del exilio, no es fácil encasillarlo en un géne­
ro. Es una suerte de autobiografía intelectual, donde el
narrador, el ensayista y hasta el poeta reclaman lo suyo.
Es la meditación aguda y ácida de un colonial, que na­
ció en Barbados y vivió también en Trinidad-Tobago
Fondo Editorial Casa de las A m éricas
M 3ra. y G, El Vedado, La H abana, Cuba
www.casadelasamericas.org
(área singularmente multiétnica), sobre su metrópo­
li, Inglaterra, y otras partes del vasto mundo: África

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occidental, Nueva York. Hay que tener en cuenta dos líneas. Césaire creó en 1969 su obra Une témpete. Adapation
cosas: una, que con las excepciones que mencionaré de La têmpete de Shakesperare pour un théâtre nègre (París,
luego, el antillano que habla en él, y sobre el que se 1969), y aquel mismo año publiqué en la revista Bohe­
habla, es el habitante de las Antillas que fueron colo­ mia (19 de septiembre de 1969) la conferencia «Cuba
nias inglesas; la otra cosa que debe tenerse en cuenta es hasta Fidel», que poco antes había leído en francés en
que cuando este libro se publicó por primera vez, en las Semanas de Cuba en Grenoble, y donde se mencio­
1960, tales Antillas no habían obtenido aún su inde­ na la identificación de nuestra historia con Caliban; y
pendencia. Las excepciones que anuncié son citas del sobre todo dediqué al tema el ensayo titulado así,
gran poeta martiniqueño de expresión francesa Aimé «Caliban», que apareció en el número 68 de Casa de las
Césaire; y, sobre todo, la extraordinaria hazaña que Américas (septiembre-octubre de 1971), ensayo donde,
condujo en 1793 a la extinción de la esclavitud en el entre muchas cosas, proclamé mis deudas con Lamming
Santo Domingo francés, y al romper 1804, a la inde­ y Césaire. Como dije, otros escritores y estudiosos asu­
pendencia de la nación, rebautizada con su nombre mieron la interpretación propuesta por Lamming. Pero
indígena de Haití. En cuanto a esto último, Lamming, corresponde a él el honor de haber sido la primera
glosándolo, rinde merecido homenaje a uno de los li­ criatura de nuestra América en realizar, en Los placeres del
bros fundamentales del Caribe y sobre él: The Black exilio, la lectura de La tempestad que ha acabado por impo­
Jacobines. Toussaint L ’Ouverture and the San Domingo Wevolution nerse, para desazón de autores como Harold Bloom.
(Londres, 1938), de C. L. R. James. Al citar a Césaire y Lamming, justificadamente, no ha encontrado ra­
al exaltar la Revolución Haitiana, Lamming desborda zones para modificar este libro suyo de 1960. Pero es
el mundo angloantillano y asume una perspectiva elocuente lo que añadió al frente de la nueva edición,
caribeña más vasta. Al frente de la nueva edición de de 1984, cuya traducción al español el lector/la lectora
Los placeres del exilio, irá aún más lejos. tienen en las manos. Aunque van a leer de inmediato
Es imprescindible señalar la interpretación que se estas palabras, quiero insistir en ellas, porque subra­
hace aquí de La tempestad, que Shakespeare produjo en yan la vigencia de esta obra:
1611, y Lamming ve referida al colonialismo que por
aquel tiempo iniciaba su arduo camino inconcluso. La interpretación de La tempestad y la reconstruc­
Aquella obra del Bardo inglés es la que ha recibido ción de Los jacobinos negros, de C. L. R. James, se
más lecturas, de parte de escritores y estudiosos que utilizaron como marco en que podía ubicarse el
viven en (o se refieren a) lo que se dio en llamar el significado de nuestra experiencia total en aquel
Tercer Mundo, y ahora se prefiere nombrar el Sur. momento. Si era posible ver a Próspero como el
Ello llevó al investigador chicano José David Saldívar, símbolo de la empresa imperial europea, enton­
en su libro The Dialectics o f Our America. Genealogy, Cultural ces debía aceptarse a Caliban como la posibili­
Critique, and Uterarj Histoiy (Durham y Londres, 1991), dad continuada de un cambio revolucionario
a postular la existencia de «La Escuela de Caliban», profundo iniciado por Toussaint L’Ouverture
que hace partir de Lamming, Césaire y el autor de estas en la guerra de independencia de Haití. Después
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de veinte años de ampliar notablemente mis ideas, Este libro de Lamming está situado en la constelación
encontré que no había abandonado este tema. de la que también forman parte, en el siglo xx, obras de
autores nombrados (Walcott, Césaire, James, Bosch,
Y más adelante: Williams), y otras de Fernando Ortiz, Lydia Cabrera,
Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Jacques Roumain, José
La de Toussaint fue una victoria que Caliban, en Lezama Lima, Virgilio Piñera, Samuel Feijoo, Frantz
las circunstancias concretas del siglo xix, no pudo Fanón, Édouard Glissant, Kamau Brathwaite o Gérard
llevar adelante. El Caribe siguió siendo, para Pierre-Charles, para sólo mencionar a unos pocos. La
Europa y los Estados Unidos, una frontera im­ antigua «frontera imperial» ha revelado ser de una fe­
perial hasta que, como rayo caído del cielo, Fidel cundidad y de una importancia notables, lo que viene
Castro y la Revolución Cubana reordenaron siendo reconocido cada vez más.
nuestra historia y llamaron la atención sobre el
hecho evidente y difícil de que aquí vivían per­
sonas. La Revolución Cubana fue una respuesta R oberto F ernández R etamar
del Caribe a esa amenaza imperial que concibió La Habana, 19 de abril de 2007
Próspero como una misión civilizadora [...]

El vínculo entre las revoluciones de Haití y de Cuba


ya había sido destacado por C. L. R. James en el epílo­
go a la segunda edición (Nueva York, 1963) de The Black
Jacobines: «From Toussaint L’Ouverture to Fidel Cas­
tro». Desgraciadamente, ese epílogo no aparece en la
primera traducción al español (Madrid, 2003) de aquel
libro capital. Pero lo esencial de tal epílogo puede leer­
se, vertido al español, en la revista Casa de las Américas,
No. 91 (julio-agosto de 1975), que estuvo dedicado a
Tas Antillas de lengua inglesa. Por cierto que siempre he
pensado que ese texto de James tiene responsabilidad
en los títulos casi idénticos de sendos libros que dos
intelectuales mayores del Caribe publicaron al mismo
tiempo y donde ofrecieron visiones de conjunto del
área: De Cristóbal Colón a Fidel Castro. E l Caribe, frontera
imperial (Madrid, 1970), de Juan Bosch, y From Columbus
to Castro. The Flistory o f the Caribbean 1492-1969 (Londres,
1970), de Eric Williams.

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Para los niños Gordony Natashay
para Biddy Crosier, C L R. james
y Ethel de Keyser, cuya amistad
nunca podrá ser medida u olvidada.
r

IN T R O D U C C IÓ N

h a historia es una pesadilla de la que intento despertar.

J ames J oyce

En la república de Haití —un rincón de la cuna cari­


beña- una religión autóctona en ocasiones obliga a la
Ley oficial a negociar con los campesinos que han con­
servado su deseo racial, e histórico, de adorar a sus
dioses originales. No tenemos que compartir su fe para
ver la importancia universal de algunos temas implíci­
tos en la ceremonia de las Almas que presencié hace
cuatro años en las afueras de Puerto Príncipe.
Las particularidades de esta ceremonia son muy
complejas, pero el esquema, el estilo consciente de inten­
ción, es bien sencillo. En nuestros tiempos es incluso
familiar. Este drama entre la religión y la Ley es im­
portante para mis fines, porque indica paralelos con la
obra de William Shakespeare La tempestad y es mi inten­
ción hacer uso de La tempestad como forma de presen­
tar un estado dado de sentimiento que es patrimonio
del escritor exiliado y colonial del Caribe británico.
Por supuesto, anticipo la acusación evidente de
blasfemia procedente de diversos círculos, pero hay
ocasiones en que la blasfemia debe verse como un pri- .
vilegio del Caliban excluidp. Esta es una ocasión tal y
estoy decidido a explicar por qué.
El campesino haitiano considera una comunión
solemne esta ceremonia de las Almas, pues escucha de
primera mano los secretos de los Muertos. Los cele­
brantes son casi todos parientes de los difuntos que,
desde su muerte, han estado encerrados en Agua. Es

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deber de los Muertos regresar y ofrecer, en esa noche en la tierra y donde quiera que dos o tres se reúnan
memorable, un informe completo y honrado de sus por el signo dé los vive, allí están los dioses. Es ese signo,
relaciones pasadas con los vivos. Puede que una esposa como una cruz, lo que les recuerda su necesidad. Enton­
deba decir por qué se negó a amar a su marido; puede ces llega la Ley. La policía llega sin advertencia, pero
que un esposo deba decir por qué privó a su mujer del no puede acusar a nadie. Porque los devotos se ponen
afecto de sus hijos. Es deber de los Muertos hablar, en pie para dar la bienvenida a sus protectores, a la
pues su liberación del purgatorio del Agua no puede policía, y en ese mismo momento sus pies han borra­
alcanzarse hasta que hayan cumplido el contrato que esta do los signos de invocación que han hecho en la tierra.
ceremonia simboliza. Los Muertos tienen que hablar El dtos^no eitíTaJIÍ, porque su cruz se ha ido. Pero en
para entrar en la eternidad que será su Futuro perma­ cuanto la policía se marcha, volverán a hacerse las fir­
nente y final. Los vivos exigen conocer si hay necesidad mas; el dios regresará y la oración asumirá las necesi­
de perdonar, de redimir; deben saber si, en realidad, dades que murmullan esos campesinos, cualquiera que
puede haber alguna guía que los ayude a reformar su éstas sean.
condición presente. Por diferentes que puedan ser en La Ley puede acusarlos de holgazanear, que es pri­
su estado actual de existencia, los vivos y los ahora vilegio de Mendigos y Reyes, una forma de vida tanto
Muertos, sus ambiciones apuntan hacia el mismo fi­ para ociosos como para desempleados. Al igual que
nal: les interesa su Futuro. Próspero se identificaba con su privilegio, el campesi­
Por intermedio del Sacerdote, los Muertos hablan no haitiano ejerce una magia que se desvanece y regre­
de temas que antes debieron ser difíciles de tocar y, por sa según las contingencias del momento.
el mismo medio, los vivos aprenden y comprenden lo Pero supongamos que se acusa de algo que no sea
que las lenguas de los Muertos profieren. Venganza, culpa, holgazanear. Supongamos que hay un proceso, que se
redención y alguna expectativa futura crean una parti­ les procesa por las propias pruebas que han dado o,
cipación que ata a los Muertos y a los vivos. La ceremo­ peor aún, por ocultar pruebas que estaba a su alcance
nia se desarrolla de acuerdo con la costumbre y es brindar. ¿Cómo proceder? ¿Con el mandato más am­
probable que el resultado sea siempre el mismo, salvo plio o más estrecho? Lo presentaré.
en detalles. Pero son precisamente los detalles los que Aceptamos el hecho de que se desarrolla un proceso.
pueden determinar cada futuro. Comprendemos que el Juez se retrasa y, de hecho, tal
A la Ley oficial que, al parecer, nunca es más que vez ni siquiera llegue antes de que el acusado escape.
un arreglo provisional para nuestra seguridad, le es El acusado está ahí, pero como un agente con su ma­
difícil aplicar sus reglas. Esta ceremonia en particular gia, aparece y desaparece, y en cada etapa del descargo
se ha «permitido», pero hay ocasiones en que la Ley parece cambiar de papel. Sabemos que debe haber un
decreta que no debe haber ritos Vodú. A los campesi­ proceso, porque todos hemos ofrecido brindar prue­
nos les resulta difícil obedecer. Por temor a que se les bas, algunas basadas en rumores y otras en hechos.
encuentre en sus tonelles de madera, realizan sus ritos en Entre nosotros hay un testigo que es incapaz de
la calle. La ceremonia es sencilla. Se hacen algunos vive distinguir entre el rumor y el hecho. A veces reconoce

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el hecho, lo acepta, lo explota, lo vive hasta que descu­ pues, está más calificado para ser el Juez? Porque la
bre que su autor original mentía. Otras enfrenta un propia Ley, al igual que los participantes, tienen algo
rumor, lo investiga, lo memorÍ2a, lo almacena como de duda sobre la naturaleza de esta acusación que pue­
una reserva que no debe usarse ante un hecho hasta de resultar en pena capital y yo seré el verdugo siem­
que su conciencia cambie, hasta que vea que el rumor pre que no tenga que usar el aparato que lleve a la
no carece por completo de validez, porque ha dado muerte del acusado. Es probable que el acusado, cuando
origen a nuevos hechos que le exigen liberarse de su se le encuentre, condene y olvide, resulte Inocente. Es
conocimiento original, del conocimiento de su hecho lamentable, porque trabajo con la creencia fundamen­
original. tal de que no existen grados de inocencia.
El caso condnúa abierto. Cada uno conspira a su La participación en el delito, en calidad de testigo
manera con otro para posponer la vista. Pero el proce­ o de cómplice, hace imposible la inocencia. Ser ino­
so continúa. No puede suspenderse mientras vivan, cente es estar eternamente muerto. Y este proceso sólo
puesto que ellos son el proceso, cambiando los papeles abarca a los vivos. Algunos pueden ser cadáveres, pero su
de Juez y Jurado, exigiendo ser el fiscal y también el descargo es el descargo de un cadáver que ha regresado
testigo principal de la defensa. para realizar la imperdonable apología: «Caballeros,
Llega otro testigo reclamando privilegios extraor­ no me percaté. Aunque estaba allí, aunque participé,
dinarios. Desea asumir el privilegio de magia de Prós­ créanme: ¡no me di cuenta! ¡No fui consciente!» La
pero, al tiempo que aduce en su descargo que nadie confesión de desconocimiento es una confesión de cul­
tiene derecho a usar magia en sus tratos con otro. Además, pa. No puede pérmitirse que el cadáver, por muerto
se ve a sí mismo como Caliban mientras aduce que no que esté, quede en libertad; porque la inconsciencia es
es el Caliban que Próspero tenía en mente. Este testi­ la característica básica del esclavo. La conciencia es la
go reclama un privilegio doble. Se cree de alguna mane­ condición minmJF p¥rá alcanzar la libertad.
ra descendiente de Próspero. Sabe que es descendiente «Pide lo imposible»^ dice usted? De Acuerdo. Pero
directo de Caliban. Afirma ser el testigo principal del es privilegio de su imaginación hacerlo.
proceso, pero sus pruebas sólo serán válidas si los de­ «¿Es Dios o Qué?» Usted formula la pregunta en
más pueden aceptar el contexto en que las ofrecerá, una forma que entraña haber escogido la denegación por
porque es sólo aceptando este contexto especial que respuesta. No es el espíritu correcto para la indagación
sus pruebas pueden revelar su verdad. ¿Cuál es el con­ justa, de modo que la pregunta debe quedar abierta.
texto que propone? Este libro se basa en la experiencia, y se pretende
Dice: soy el testigo principal de la fiscalía, pero como introducción a un diálogo entre usted y yo. Soy
también desempeñaré la función de Fiscal. Defenderé el mundo entero de mi experiencia emocional acumu­
al acusado a la luz de mis propias pruebas. Me reservo lada, vastas zonas de la cual es probable que estén aún
el derecho de escoger mi propio Jurado al que inter­ inexploradas. Usted es el otro, según su forma de ver­
pretaré mis propias pruebas puesto que las conozco me en relación con usted mismo. No habrá presiden­
más de cerca que cualquier otro ser viviente. ¿Quién, te. La magia es permisible. De hecho, puede emplearse
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cualquier método de presentación. Hay una excepción. vientos contrarios de cuando en cuando y algunos
No diga mentiras. De cuando en cuando, la verdad Tornados, en la misma calma, que nos hicieron mu­
puede esconderse, pero no diga mentiras. cho daño, teniendo sólo razonable agua para una com­
Nos hemos visto antes. Cuatro siglos separan nues­ pañía tan grande de negros y para nosotros, lo que fue
tro primer encuentro, cuando a Próspero le cupo en causa de privación para todos y, lo peor, nos provocó
suerte el papel de ladrón, mercader y hombre de Dios. tanto temor que muchos creyeron nunca llegar a las
Nuestro héroe fue «el muy venerable y valiente caballe­ Indias sin que muriera un gran número de negros y
ro John Haukins,1 en ocasiones tesorero de la Marina ellos mismos: pero el Dios Todopoderoso, que nunca permite
Real de Sus Majestades» y éste fue su primer Viaje en que sus elegidos perezcan, nos envió el dieciséis de febrero la
busca de mercancía humana. Brisa ordinaria, que es el viento del noroeste, que nun­
«Con esta compañía se hizo a la mar y partió de la ca nos abandonó hasta que llegamos a una Isla de Ca­
costa de Inglaterra en el mes de octubre de 1562 y en níbales llamada Dominica.»
su curso tocó primero en Tenerife, donde recibió en­ Ahora conocemos —aunque no podamos ubicar­
tretenimiento amistoso. De allí pasó a Sierra Leona, las semillas de la eterna confianza de Próspero. El es-
en la costa de Guinea, lugar que el pueblo del lugar clavo, con piel que indica la deformidad salvaje de su
llamaba Tagarin, donde permaneció bastante tiempo naturaleza^^se-hace-jdéntico al indioTáribenrr que se
y tomó posesión, en parte por la espada y en parte por otros ahtrrgnbrde carne humana. Él indio caribeño y el es­
medios, del número de al menos trescientos negros, aparte de otra clavo africano se ven ambos como frutos salvajes de la
mercancía que el lugar brindaba. Con esta presa navegó el mar Naturaleza, jtompartenTgual mente ese espíritu de re­
Océano hasta la Isla de la Española y llegó primero al puerto de belión que Próspero está decidido a conquistar por la
1sabelia.» espada o la Lengua.
La narración es de Hakluyt,2 pero las cursivas son «Los Caníbales de esa Isla, y también de otras ad­
mi forma de señalar el curso triangular de aquel enor­ yacentes, son los guerreros más temerarios de las In­
me Viaje que arrancó a Caliban de su suglo y lo intro- dias, según informes de los españoles que nunca han
duÍQ_£a_el^Cielo atravesando el largo infigmo húmedo podido conquistarlos y a quienes molestan bastante
que fue^£Í^aje~trasatlántigo. cuando se ven obligados a acercarse a cualquiera de ellas
-—^ «E l 29 de ese mismo mes partimos con todos nues­ en busca de agua; hace muy poco, no más de dos me­
tros barcos de Sierra Leona hacia las Indias Occidenta­ ses, en dicha Isla, una Carabela en busca de agua fue
les y, por espacio de dieciocho días, tuvimos calma, con asaltada de noche por los pobladores, quienes cortaron
el cable de la nave, por lo que fueron llevados a tierra,
1 John Haukins, o Hawkins (1532-1595), almirante y corsario tomados y comidos.»
inglés, se dedicó al tráfico de esclavos entre el Africa occidental y No puedo leer Ta tempestad-^ves^gordox la aventura
las Indias Occidentales. Fue hecho caballero por su actuación du­
rante la derrota de la Armada Invencible (N. de la T.) de esos viajes narrados por Hakluyt^, cuando recuer­
2 Richard Hakluyt, escritor inglés de libros de viajes en el siglo xvi. do los viajes y ese período especifico de la historia de
(N. de la T.) África, veo Ta tempestad ante el trasfondo del experimento

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inglés de colonización. Tomando en cuenta el alcance INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN DE 1984
de la curiosidad de Shakespeare y el hecho de que estos
temas se debatían febrilmente en la Inglaterra de su
tiempo, sin dudas debieron haber estado presentes en
su mente. De hecho, deben de haber sido parte de la
materia consciente de su pensamiento. Y es la capaci­
dad de Shakespeare para la experiencia lo que me lleva
a sentir que La tempestad también profeüza> jm^utu£o
jxd íticqj-pitges^ . Además, las circuns­ Los placeres, del exilio se concibió como una reflexión
tancias de mi vida, como descendiente colonial y exi­ descriptivV-sóbre la difícil situación de un grupo de es­
liado de Caliban en el siglo xx, constituye un ejemplo critores surgidos en el Caribe de habla inglesa que lle­
de esa profecía. garon a Gran Bretaña como parte de una fuerza laboral
De nada valdrá decir que me equivoco en los para­ emigrante más amplia. Registra las circunstancias que
lelos que me he propuesto interpretar, porque respon­ los habían obLigado a emigrar de las islas y se centra en
deré que mi error, vivido y sentido por millones de el carácter colonial de su relación con la metrópolis.
hombres como yo, demuestra el valor positivo del La interpretación de La tempestad y la reconstruc­
error. Es el valor que es necesario aprender. ción de Los jacobinos negros de C. L. R. James se utiliza­
Mi tema es la migración del escritor antillano, co­ ron como marco en que podía ubicarse el significado
lonial y exiliado, de su reino natal, en un tiempo habi­ de nuestra experiencia total en aquel momento. Si era posi­
tado por Caliban, a la isla tempestuosa de Próspero y ble ver a Próspero como el símboloMe la empresa impg^_
su lengua. rial europea, entonces debía aceptarse a .Caliban como
Esta obra es un, informe, sobre la forma de ver de laJposTbílldád continuada de nn camhio^revolnrinna-
un hombre. tJtxqarofemkr-inifiiadQ^po^-Tpussaint L’Ouverfúre éñ
la guerra de independencia d(yHaítk^espuésTíe~vdnte
"años deampEár notablemente mtTHeas, encontré que no
había abandonado este tema. En un tributo a seis artistas
caribeños3 en el Festival Caribeño de las Artes cele­
brado en Barbados en 1981, se reafirmaron las preocu­
paciones esenciales de Los placeres del exilio:

Sé que hay entre nosotros quiqnés tiemblan al


sonido de la palabra sencilla y franca: negro; y

3 Frank Collymore, Edna Manley, Beryl McBurnie, Nicolás


Guillén, Aimé Césaire, el calipsoniano Sparrow.

22 23
quienes, pidiendo disculpas por su propia discri­ Eran conquistadores y para eso se necesita sólo
minación, anticipan nerviosamente un mensaje fuerza bruta de la que no hay por qué jactarse,
de raza. Pero cuando decimos negro, no hayjdg^ cuando se posee, puesto que la fuerza es sólo un
niñeado biológico alguno ^ rú -^ ttsg^eñr^rvicio accidente producto de la debilidad de otros. Se
de_apau§oj2 c¿ap Cuando digo negro, es el nom: apropiaron de lo que pudieron porque les era
bre dg_iina^gxperiencia histórica pr'otundá^y'sin- posible hacerlo. Era sólo robo con violencia,
gular, vivida por un grupo determinado de asesinato calificado en gran escala y hombres que
hombres y mujeres cuya presencia en el mundo iban a ello a ciegas... como cuadra bien a aque­
estaba destinada a transformar los ojos y oídos llos que enfrentan la oscuridad. La conquista de
del mundo y cuya liberación final será la contri­ la tierra, que significa sobre todo quitársela a
bución decisiva a la liberación de toda la huma­ quienes tienen una piel distinta o narices un poco
nidad. más planas que las nuestras, no es algo bello cuan­
Y es, precisamente, en este sentido que debe­ do se le mira bien.
mos percibir el significado de aquellos a quienes
honramos hoy. Porque cada uno de ellos ha lu­ Hay que recordar a los lectores nacidos después
chado con coherencia para sanar y restaurar el de 1960 —y sobre todo los lectores negros—un hecho
ritmo y la belleza de ese cuerpo negro apaleado que se olvida con tanta facilidad y que, de hecho, pue­
que Europa afirmó, y sigue afirmando, que es de nunca haberse llevado lo suficiente a su atención.
feo, tosco y carente de historia. Porque Europa En el Caribe anglofono no había países independien­
y sus sucesores, los Estados Unidos, han sido tes cuando en (\959 cjbmencé a escribir Los placeres del
atrapados en el hábito engañoso de verse a sí exilio. Con las anéguás excepcionesYleTibem^yHíüopía,
mismos no como una parte de la humanidad, había sólo uno en Africa y éste era Ghana. Veinte años
sino como los custodios de todo destino humano. después casi toda roca y piedra del Caribe había adqui­
rido esta condición. Londres seguía siendo una impor­
La de Toussaint fue una victoria que Caliban, en tante capital política con la que parecía una voz
las circunstancias concretas del siglo xix, no pudo lle­ autorizada en el servicio de un imperio que se encogía
var adelante. El Caribe siguió siendo, para Europa y los con rapidez. Por inconcebible que pueda parecer hoy,
Estados Unidos, una frontera imperial hasta que, como entonces era posible que un secretario de colonias bri­
rayo-salidQ-'dgl aelo^ Fidel ^lastro v la^Jleyolución Cu­ tánico4 llegara a Guyana por invitación de dirigentes
bana^ reordenaron nuestra historia y llamaron la aten­ nacionalistas progresistas para mediar entre las fuer­
ción sobre eThechó evidente y difícil de que aquí vivían zas en contienda sobre el futuro de la política nacional
personas. La Revolución Cubana fue una respuesta del guyanesa, un secretario de colonias que más tarde ha­
Caribe a esa amenaza imperial que concibió Próspero blaría con desdén de la amenaza de que los «mestizos»
como una misión civilizadora y que el novelista Joseph
Conrad describiría de modo más apropiado: 4 Duncan Sandys.

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se convirtieran en una presencia indeseable en la Gran declinante del imperialismo británico era un sonido
Bretaña cada vez más racista. que distraía la atención de la fuente verdadera de autori­
Nadie discute ya el carácter racista del Reino Unido, dad: Los Estados Unidos. El viejo imperialismo europeo,
pero entonces le provocaba a uno grandes problemas que se apropiaba del destino de la región mediante una
con lo que recibía el nombre de opinión liberal, y la estrategia de fragmentación por lengua -Antillas fran­
Izquierda, con independencia de su dimensión ideológi­ cesas, Antillas inglesas, holandesas, Antillas españolas
ca, nunca estuvo libre de ilusiones similares de igualdad y así por consiguiente- había cedido lugar a un empu­
y objetividad. También nos acusó de resentimiento. je nuevo y más aterrador de cerco imperial. ¡La inva­
-La sociedad enfrentaría pronto una generación de jó­ sión, desestabilización, gobierno por libreta de cheques!
venes negros cuya militancia revelaría que había mil cosas Los frutos de la independencia se pudrieron antes de
/ocultas en la trastienda. madurar. Hay una nueva turbulencia en todas partes
Su presencia activa como parte integrante de los y Caliban está bien despierto.
recursos humanos sumergidos del país ayuda a recal­ Se pretendía que Los placeres del exilio se leyera como
car el carácter político del racismo como instrumento las notas ampliadas de un escritor sobre los temas que
al servicio de la división de clases y el dominio sosteni­ habían aparecido y persistirían en un conjunto de nove­
do del gobierno minoritario de los ricos. Los Estados las. La voz no era sólo personal por su tono. Registraba
Unidos están mucho más avanzados en esta estrategia una experiencia colectiva del período y buscaba refle­
de guerra social contra su fuerza laboral. Alh siempre jar e interpretar ansiedades y aspiraciones de una sensibi-
se ha usado el racismo para advertir a los trabajadores lidacf caribeña en el Caribe y en el extranjero. Mucho
blancos de los riesgos que corren si animan cualquier ha cambiado en la suerte y en los nombres de los luga­
tipo de colaboración con los negros. res, pero los temas centrales han seguido siendo muy
Los británicos, por supuesto, siempre habían de­ similares. Algunos de los juicios sobre personas y acon­
sarrollado este experimento de distancia social durante tecimientos pueden haber parecido extravagantes y
su ocupación de las colonias negras, pero tres decenios provocadores, pero estos pueden servir también como
de migración de Asia al Caribe han creado la escena, prueba fiable de una forma particular de ver. Revisar
en el país, para la repetición de la experiencia estadouni­ y actualizar constituyó una gran tentación, pero esto
dense. Hoy encuentro que los negros jóvenes nacidos hubiera conducido a un tipo distinto de libro en una
én Londres están más cerca en sus sentimientos y len­ etapa posterior de desarrollo. Sería recompensa sufi­
guaje de sus equivalentes en Nueva York que de la ciente si el presente texto ayudara a recuperar los re­
misma generación en cualquier isla del Caribe. El lu­ cuerdos de una generación y a persuadir a otra a ubicar
gar de nacimiento nunca se sentirá como hogar. La las fuentes de sus propios aprietos.
palabra ciudadano puede nunca adquirir un mayor sig­
nificado del que le dan los requerimientos jurídicos. G. L.
Pero incluso antes de 1960 la experiencia caribeña Londres, junio de 1984
había comenzado a advertirnos a algunos de que la voz

26 27
AL PRINCIPIO

Tranquilízate. La isla está llena de rumores,


de sonidos, de dulces aires que deleitany no hacen daño.
A veces un millar de instrumentos sonoros
resuenan en mis oídos, o si no voces
que, si a la saqón me he despertado después de un largo sueño,
me hacen dormir nuevamente. Y entonces, soñando,
diría que se entreabren las nubesy despliegan a mi lista
magnificencias prontas a llover sobre mí a talpunto que,
cuando despierto, ¡lloro por soñar todaiiaí5
h a tempestad, Acto III, Escena 2

Es hábito tribal en algunas reservas de la BBC


pagar por la resurrección de los Muertos. El ritual es
costoso, pero es una parte importante de la cultura
contemporánea. Nos mantiene en contacto con el pa­
sado y nos brinda temas para conversaciones futuras.
A través de la necrofilia perfeccionada de los vivos, se
nos permite sintonizar los secretos olvidados de los
Muertos. Los Muertos hoy se honran en su ausencia,
se preservan en nuestros recuerdos, llamados por los
ingenieros para que habiten la cajita mágica de sonido.
Puede que Próspero hubiera botado su Libro, pero el
arte de la radio rescatará su hastío de la desesperanza,
inmortalizará su ausencia, nos recordará que la poesía
es una forma de escuchar. El arte de la radio puede ser
demasiado mortal para la creencia, pero el sonido tie­
ne sus ecos con futuro eterno.
5 La traducción de todas las citas de La tempestad que aparecen en
el libro, es de Luis Astrana Marín, Editorial Arte y Literatura, La
Habana, 1982. (N. de la T.)

29
Mientras tanto, los buzos merodean, sobornando El don es un contrato del que no se permite la reti­
al mar para que libere a sus Muertos para una entrevis­ rada a ninguno de los dos participantes. Caliban pla­
ta con los vivos. nea el asesinato de Próspero, no por odio y no por
Ingeniero de estudio: «Listos, listos. Salimos en diez temor, sino por un profundo sentido de traición. Prós­
segundos de...» Ahora, que la inmortalidad de los pero amenaza a Caliban con el dolor, pero nunca men­
Muertos no permitirá. ciona el asesinato, porque sabe que la muerte de Caliban
Locutor: «Mañana, a las nueve y media, podrán es la muerte de una ocasión que necesita a fin de esca­
escuchar de nuevo...» par del purgatorio que ha cristalizado con su encuen­
La hora puede cambiar por causas que nosotros, tro. Miranda es la mitad inocente de Caliban; Caliban
los que estamos del otro lado de la Radio, no debemos es la deformidad posible en que, en la era del experi­
investigar. Baste saber que Mañana no nos abandona­ mento, pudiera convertirse Miranda.
rá, que Mañana no puede negarse a nuestra espera ha­ Pero Próspero siempre está allí, suspendido
bitual, porque puede que Próspero haya botado su peligrosamente entre su hacer y su duda. No está más
Libro, pero el arte de la Radio rescatará su voz del allá del perdón de Caliban, pero no se atreve a pedirlo.
purgatorio del Océano que es y siempre será un veci­ Pedir un favor a Caliban es entrar de modo demasiado
no hasta la eternidad. pleno en lo que no se conoce, porque Caliban es un
El Tiempo, la Magia y el Hombre son la trinidad hijo de la Naturaleza y un esclavo. Ambos no son si­
inseparable de La tempestad. Es el océano que hizo a nónimos. Un hijo de la Naturaleza es una inocencia
Próspero consciente del Ahora; es el privilegio sobre­ que se esclaviza mediante una forma particular de
natural de su magia lo que le hizo sentir que podía aprender, una forma particular de recibir. Pero un es­
subir al cielo. Pero era el Hombre, la condición, lo clavo no es un hijo. Tampoco está el esclavo en estado
que lo devolvió a su sentido de decoro: el Hombre en de Naturaleza. Un esclavo es
forma de Miranda, su propia creación, la medida de su energía, organtzadJXTm-dé-xxplotft^-la-^Naturaleza.,
ineficacia probable, el Hombre en el terrible atavío de Todo esto Próspero lo sabe... y yo también. Por­
Caliban: su esclavo, su largo y apenas llevadero purga­ que soy descendiente directo de esclavos, demasiado
torio. Porque Caliban es Hombre y algo distinto a cerca de la empresa misma para creer que sus ecos han
Hombre. Caliban es su converso, colonizado por la len­ pasado con el reinado de la emancipación. Además,
gua y excluido por la lengua. Es precisamente este don soy descendiente directo de Próspero, rindiendo culto
de la lengua, este intento de transformación lo que ha en el mismo templo de empeño, usando su legado de
provocado (^d_glacer y kqtaradoja del exilio de Caliban. la lengua, no para maldecir nuestro encuentro, sino
Exiliado de sus dio^es^ exiliado de su naturaleza, ¡exilia­ para llevarlo más allá, recordando a los descendientes
do de su propio nombre! Pero Próspero teme a Caliban. de ambas partes que lo hecho, hecho está, y que sólo
í\ /Ee teme porque sabe que su encuentro con Caliban es, puede verse como un terreno desde el cual otros do­
\J en gran medida, su encuentro consigo mismo. nes, o el mismo don dotado de significados distintos,
puede crecer hacia un futuro que se colomza mediante
30
31
nuestros actos en este momento, pero que debe siem­ Fertilicemos ahora estas cifras con una imagen de
pre permanecer abierto. su apariencia en un paisaje dado.
Las islas del Caribe son prueba de una antigua cor­
dillera que en un tiempo corría sin falla entre los pun­
2 tos extremos de América del Norte y del Sur. Sólo los
geólogos pueden hoy concebir los años, millones de
Hace algunos años, estuve invitado en casa de una ellos perdidos, transcurridos antes de que esa enorme fami­
familia inglesa. Se pidió al hijo que me entretuviera con su lia continua de montañas se rompiera y cayera bajo el
conversación hasta que llegara la madre. Su primera pre­ mar. Largo tiempo sumergida, ha dejado un archipié­
gunta fue: «¿De dónde es usted?» Respondí: «Del Cari­ lago de picos como un enjambre de niños verdes que
be» y pasé a hablar de mi isla en relación con las demás. esperan con paciencia su regreso.
De repente dijo: «Dispénseme.» Estas islas están dispersas en una curva de puntos y
Pensé que había ido al baño. Pero cuando regresó, distancias que se extienden casi dos mil millas desde la
se puso a extender una gran alfombra de papel en el costa de la Florida hasta la punta norte de Suramérica.
suelo. Sin explicación o disculpa, manifestó simplemen­ Sonsacados por el viento y el agua, estos picos volcáni­
te: «Vamos a ver de qué estamos hablando.» Había traí­ cos exhiben formas extrañas y familiares: la joroba
do su mapa. turbulenta de un camello, los arcos elegantes e infla­
Era un niño de no más de nueve años. Si le es posi­ mados de un caracol, las pinzas de un cangrejo, una
ble conservar ese espíritu de curiosidad y concreción, su tortuga profundamente dormida.
generación ahorrará a los antillanos y a otros la tortura Muchos han visto una y otra vez el terrible ojo del
de la indiferencia adulta. Es al espíritu de ese niño que huracán, desde Haití en el norte, donde los valles boste­
debemos dirigir nuestro discurso y como instaré a los zan para recibir las débiles firmas de casitas que pierden
niños antillanos a que respondan a ese espíritu, debo las piernas y el camino en el viento, hasta Barbados,
pedirles a ustedes que acepten el uso de la leyenda. más de mil millas al sur, un disco plano de coral que
¿Cómo y dónde está el Caribe? tirita en las zarpas todavía en giro del marra
Primero, los hechos según los expone un ciudada­ Su historia ha sido similar: una epopeya triste y
no americano del Nuevo Mundo: esperanzada de descubrimiento y migración. Primero
«En el gran arco de territorios coloniales que se ex­ Colón, sonsacando e intimidando a su tripulación para
tiende de las Bahamas al norte a la Guayana Francesa al encontrar a la India por una ruta occidental, escogiendo
sur por más de dos mil millas, hay casi seis millones de ese nombre por su error y la leyenda de su tiempo,
personas que viven bajo las banderas de cuatro grandes porque esa tierra, conocida como Antigüa o las Antillas,
potencias; unos tres millones bajo el dominio de Gran que antiguas cartas muestran en la región de las Azo­
Bretaña, dos millones bajo el de los Estados Unidos, res, era aún una leyenda. Luego el descenso europeo
seiscientos mil bajo el de Francia y trescientos mil bajo pleno, instado por la aventura y la codicia: España,
el de los Países Bajos.» Francia, Inglaterra, Holanda y también los daneses y

32 33
los suecos... ¡y un grupito diminuto, casi olvidado, de por entero. Entonces reaparecen, islas diminutas en
alemanes! un esfúerzo heroico por resistir el abrazo total del mar,
Todos llegaron a este Mar Caribe como una epide­ ganando longitud y elocuencia según forman nuevos
mia que ignoraba su objetivo concreto: héroes y vícti­ aros de espuma que azotan la curva de tierra que con­
mas humanos de una imaginación y una búsqueda tinúa su forma extraordinaria; una geometría ilógica
inyectadas de oro. Y todos han permanecido en la tez en la pantalla azul brillante de la mañana, que aparece
de sus descendientes que hoy habitan estas tierras. casi suspendida entre el mar y la tierra, un intercambio
Los caribes e indígenas, que vivían según sus pro­ encantador de azules que pasan verdes y regresan a azules.
pias luces mucho antes de la aventura europea, desapa­ Al fin, agotados, se detienen, como ordenándose
recen poco a poco en un bosque ciego, salvaje, de sangre. en formaciones nuevas y repentinas de restos flotan­
Se introduce ese don malicioso, el azúcar de caña, y tes, manteniendo, por decirlo así, una fe en la inmor­
una fantástica migración humana pasa al Nuevo Mun­ talidad de la tierra y sabiendo, a ciencia cierta, que sus
do del Caribe: pillos y delincuentes deportados, solda­ esfuerzos se renovarán con la aparición de Saint
dos derrotados y caballeros monárquicos que huían de Thomas. Las islas se multiplican por doquier.
Europa; esclavos de la costa occidental de Africa, in­
dios orientales, chinos, corsos y portugueses. La üsta
siempre es incompleta, pero todos llegan y se encuen­ 3
tran en terreno desconocido, en un ritmo violento de
raza y religión. Hoy sus descendientes existen en una «¿Pero qué ocurrió antes de que todas esas gentes
gama impredecible e infinita de costumbres y empe­ distintas navegaran hacia allá? ¿Quién estaba allí antes de
ños, personas en las combinaciones más caprichosas, que Cristóbal Colón perdiera el camino?»
rodeadas de recuerdos de esplendor y miseria, el reino Mientras dobla el mapa, este niñito inglés desea
triste y moribundo del Azúcar, un futuro lleno de pro­ una respuesta. Nada es cierto en esta región de tiem-
mesas. ¡Ysiempre el mar! po. La leyenda es nuestra única guía y, dado que la
¡Qué ¡magéff talTcunosa ofrece el vuelo, a baja al­ leyenda es el lenguaje natural de los niños, es mejor
tura, desde Haití y la República Dominicana, pasando dejar que los niños respondan y los niños deben ser del
por Puerto Rico y las Islas Vírgenes estadounidenses, Caribe. Tres niños: ¡Singh, Li y Bob!
hasta la sosegada Antigua! Imagínenlos al aire Ubre, abordando a una visitan­
El mar es de cobalto y cambia frívolamente a bri­ te inglesa; o a una visitante inglesa, quien pudiera muy
llantes semicírculos verdes de espuma a lo largo de la bien ser descendiente remota del propio Colón, abor­
costa que se extiende y contrae como brazos en un dándolos a ellos. Lo primero que observará la Dama
gimnasio. La marea parece instar a esos pedazqs_de tierra será la diversidad de su tez. Pueden haber llegado de
exiliados a convertirse en islas. Se prolongan en un tres partes distintas del mundo. Pero hablan del mis­
Escuadrón de superficies verdes; se estrechan en bre­ mo modo, viven la misma historia y es evidente que
ves montículos de vegetación, que el océano silencia han convenido obtener de ella un dinerito.

34 35
¿Cómo se llaman? ¿Cómo se hicieron de esos nom­ dían subir más y a veces se caían si una marea nueva las
bres? ¿Y por qué la deja perpleja el nombre de uno de volcaba y movía la arena. Era el tiempo de San Cristó­
los niños? bal, muy, muy antes de la intromisión humana.
Singh parece un nombre muy adecuado para el niño -Cómo en el Génesis -precisó Li.
de rostro indio. Li es sin dudas un regalo de China. -Como en el principio -aclaró Bob-, antes de que
¿Y Bob? La visitante reconoce el Robert del que proce­ el sentido comenzara a hacer separaciones entre unas
de. Este exuberante niño negro usa un nombre blanco cosas y otras cosas.
como si lo hubiera inventado él mismo. «¿Bob qué?», -Y la comida era gratis -afirmó Singh-, porque no
pregunta la Dama. Pero él desea seguir con la historia, había mano para ocultar lo que tomaba.
por lo que responde: «Bob cualquier cosa.» -Salvo para los animales que luchan y fallan -rec­
Es una forma rara de tratar los nombres, pero es la tificó Li.
forma suya. En la era de expansión religiosa, esta Dama le -Salvo para ellos -convino Bob-, pero la tierra no
hubiera dado de inmediato un segundo nombre. Pero pertenecía a nadie y la ley, sabe, era sólo lo que la natura­
es demasiado tarde para molestarse por los nombres, leza autorizaba.
porque sigue en pie la cuestión de los caribes. —O se negaba a interferir —aclaró Li.
-¿Quiénes son estos Chicos de la Tribu? -pregun­ —Por eso decimos —continuó Bob—que San Cristó­
ta la dama. bal dio un buen ejemplo en el mundo antes de que los
-E s una historia sobre San Cristóbal -responde hombres hicieran arreglos.
Bob—. La aprendemos temprano. -Es mejor que sigas tú -pidió Bob y Singh ensegui­
—Y si andan por aquí forasteros —añade Singh—, a da asintió.
veces la contamos como si estuviéramos trabajando, —Bueno, así era —dijo Singh—. Ese era exactamente
porque no todo el mundo sabe contarla. el estado de la isla cuando llegaron los Chicos de la
La Dama toma asiento y el rostro de China, al igual Tribu. Aquí mismo, en San Cristóbal. Nadie sabe de
que el rostro de India, lanza un mensaje infantil al ros­ dónde salieron ni por qué preferían estar aquí y no en
tro de Africa. Esta vez no será en vano. Un momento casa. Pero fue así. Pusieron pie en San Cristóbal, vie­
de vacilación, un intervalo de tartamudeo nervioso y ron que estaba vacío y ahí mismo dijeron -que les-pgr-
se lanzan. (íeqeck/
-Fue en el tiempo en que el mundo sólo conocía la —Exacto -opinó Li—. Exacto. Puede que hoy en día
naturaleza y el ruido. no satisfaga el sentido común, pero en aquel tiempo
-Ruido de aves y de viento -aclara Singh. un hombre podía poner el pie en cualquier parte y
/—Y pura charla de animales -continuó Bob-. Y los decidir que dondequiera descansara su pie y hasta don­
pecW bailaban enloquecidos y hacían muecas en el fon­ de pudiera andar le pertenecía.
do del océano y sólo el sol tenía permiso para dar la —De modo que los Chicos de la Tribu tomaron
hora y la luna sólo hacía planes para decidir el tamaño posesión -continuó Singh- y acordaron comportarse
del mar o se burlaba de algunas montañas que no po­ como les indicaba su naturaleza. Las esposas cocinaban

36 37
y hacían la cama y la tierra comenzó a tomar una for­ esperando que la naturaleza la hiciera crecer y le ense­
ma humana, haciéndose blanda y derramando comida ñara con el tiempo a tener un sabor dado y, de repen­
dondequiera que los Chicos de la Tribu pusieran los te, como cuando llegaron los Reyes, algo dice que el
dedos, cuidando las semillas y las pequeñas plantas para sabor es una cosa, pero lo que ahora endulza la lengua
lo que llamamos cosecha. Y la forma en que las cosas debe convertirse en una especie de terror. Y los Chi­
parecían respetarlos era como un milagro del cielo. Y cos de la Tribu usan cosas sencillas para pelear.
parece que lo que llamamos familia no era sólo hom­ -Porque no conocían el secreto del fusil -aclaró
bre y mujer con sus resultados, sino también los ani­ Singh- y los Reyes fueron a trabajar con fusiles. Y un
males. La tierra se hizo humana también, y aprendió a hombre no vale mucho a los ojos de un fusil. Con
obedecer, y tuvieron algo de paz. fuerza o sin ella, cuando las balas comienzan a hablar,
—Mucha paz —convino Bob—, bastante paz. Los sólo cabe esperar una tonada. El hombre debe decir
Chicos de la Tribu tuvieron paz. «amén».
—Así es —dijo Singh—, como dices, tuvieron paz. El —Es cierto lo que dices sobre los fusiles —convino
día era para hacer, cuando sus manos tomaban la tierra, Li—, y los Chicos de la Tribu comprendieron. Pero lo
y la noche para saber lo que pasaba en el día. Eso es paz, que comprendieron mejor fueron las lisonjas de los
paz verdadera. Reyes. Los Reyes hablan como ángeles, amables como
—No estudiaban el alfabeto —dijo Bob—tentando al un mendigo en sus sacos. De modo que los Reyes dije­
cerebro a ablandarse y a confundir todo o ir a los extre­ ron que reclamaban San Cristóbal, reclamar fue la pa­
mos. labra que usaron, reclamaban San Cristóbal. Pero los
—Exacto —concordó Singh—, es como dices. Paz. Chicos de la Tribu podían quedarse y ayudar. Ayudar
Pero una paz que toca más que el juicio ordinario. La quiere decir servir y servir quiere decir, ¿sabe qué? De
paz que tocaba a los Chicos de la Tribu por la noche modo que los Chicos de la Tribu dejaron claras sus
los llevaba en trance a la cima del mundo y al princi­ intenciones. No servirían. Así que se fueron a las lo­
pio y final del océano. Y esa paz duraba un tiempo que mas donde tenían sembrados sus árboles de pimienta
ningún hombre sentía necesario contar. Y entonces, como un bosque para esconderse. Y los fusiles los si­
sin aviso alguno, como un milagro de otro tipo, la paz guieron y los Reyes, que conocen la fuerza del hom­
desapareció. Entraron en escena unos Reyes. A los bre, esperaron que las balas hicieran silencio en las lomas
Chicos de la Tribu las cosas se les pusieron difíciles y y luego los siguieron.
sólo fue entonces que vimos lo que nunca antes habían —Y la lucha terminó y volvió a comenzar —prosi­
mostrado. Los Chicos de la Tribu tenían completa vo­ guió Singh- y duró hasta Dios sabe cuándo. Y los Re­
luntad humana. Era mejor morir que aceptar cualquier yes Bandidos se marchaban por un tiempo y luego
tipo de derrota vergonzosa. Y así comenzó la lucha. regresaban con la siguiente batalla sorpresa. Pero siem­
—Donde el hombre trabaja —afirmó Lei—no siem­ pre que los Reyes hacían una pequeña retirada y deja­
pre se puede decir cuál será su recompensa. Así fue con ban la isla por un tiempo, los Chicos de la Tribu
los Chicos de la Tribu. Pusieron una semilla en la tierra trabajaban como si sus manos se hubieran vuelto locas.

38 39

c
Estaban haciendo un hueco que atravesaba a San Cris­ -Nunca aquella misma paz -reiteró Singh-. En lo
tóbal por debajo de lado a lado. adelante preparar la comida significaba también pre­
—Hay más de una forma de matar un ratón —co­ parar la lucha.
mentó Bob. —Porque los Reyes fijaron su ambición en San Cris­
-Juégate la vida -convino Singh-. Y lo mismo ocurrió tóbal -apuntó Li-, y cada uno de los Chicos de la Tri­
con los Reyes que portan fusiles. Porque cuando llega­ bu sabía que volverían.
ron al bosque que en un tiempo se usaba para dar sa­ —Y cuando lo hicieron, fue espantoso —dijo Bob.
bor a la comida, los Chicos de la Tribu tenían una casa —Llegaron con una carga terrible —explicó Li—. Tra­
nueva que iba de un lado a otro de San Cristóbal por jeron hormigas. Las Hormigas guerreras.
debajo de la tierra. Los Chicos de la Tribu se arrastra­ —Contra las hormigas no se puede luchar —abundó
ban como gusanos por la panza de la tierra. Un agujero Singh—, Contra las Hormigas guerreras es imposible.
que se abría y cerraba en uno y otro extremo, y nada —Los Chicos de la Tribu tenían arcos y flechas listos
más que oscuridad total a derecha e izquierda. Los para el combate con los fusiles que recordaban —conti­
Chicos de la Tribu se arrastraban como gusanos por el nuó Li—, pero las hormigas no comprenden y no se
vientre de la tierra. Y San Cristóbal, arriba, donde las puede combatir a un enemigo que no comprende...
lomas nadaban siempre que llegaba el viento, el pobre —A esos Reyes se les olvidó que tenían fusiles —aclaró
San Cristóbal no era más que fuego y humo. Los árbo­ Bob—y dejaron simplemente que las hormigas vivie­
les de pimienta se quemaron y los Reyes se arrastra­ ran en el agujero que los Chicos de la Tribu habían
ban como lisiados que no pueden encontrar sus convertido en su hogar.
muletas, porque cuando el humo los envolvió, puso el —Y ése fue el fin de los Chicos de la Tribu —retomó
fuego del infierno en cada ojo. Li—. Mientras seguían buscando a los Reyes no vieron
-¿Nunca ha mordido una pimienta por el centro que las Hormigas guerreras se multiplicaban y hacían
en el lugar que las semillas esperan para tocar la len­ un campamento en la panza de San Cristóbal y cuan­
gua? -preguntó Bob. do se dieron cuenta era demasiado tarde. Las hormigas
—Trate de recordarlo y entonces tal vez compren­ estaban por todo el agujero. Habían tomado cada rin­
da por un segundo qué pasa cuando una pimienta hu­ cón y el agujero que los Chicos de la Tribu habían
meante se sienta en el ojo de un pobre humano —aclaró hecho bajo la isla pronto estaba repleto de Hormigas
Singh— Toma tiempo y pico volver a ver bien la natu­ guerreras. Los hombres solos no pueden hacer nada
raleza. Y para entonces los Chicos de la Tribu habían contra criaturas de ese tipo y los Chicos de la Tribu
salido a la superficie de la tierra como tiburones jugan­ fueron disminuyendo cinco a tres o de diecinueve a diez.
do a los escondidos y acuchillaron a todos los Reyes que —Algo terrible de ver con los ojos —comentó Singh.
no pudieron abrirse paso hasta la costa. Los que esca­ —Tal vez sea más fácil de comprender pensando en
paron se echaron al mar. Y los Chicos de la Tribu sa­ algún pollo muerto porque el dueño se haya olvidado
lieron de nuevo a la tierra poco a poco y San Cristóbal guardarlo —explicó Bob—. Algunas mañanas los Chi­
estuvo un tiempo en calma. Pero no con la paz de antes. cos de la Tribu veían a un hermano o hermana que era
40 41
sólo la forma de un ser humano, sólo hormigas, hor­ Éstas son lag T empesta<d colonizadas por
migas en los ojos y hormigas en las orejas y hormigas la lengua de la sabiduría, e ñ u n tiempo absoluta, de
dentro y hormigas fuera de un cadáver de tres días. Y su Próspero. Éstas son las islas de las cuales las voces de los
número seguía disminuyendo a ojos vistas. Y en cuanto descendientes de Caliban han huido con su canción.
fueron saliendo uno a uno, los fusiles los acabaron hasta que El tema de este libro es la migración del escritor
sólo quedó un puñado. Y entonces tomaron una decisión. del Caribe al refugio dudoso de una cultura metropo­
—Fue esa voluntad humana de que se habla —co­ litana. La metrópolis es Londres.
mentó Singh.
-Nada más -convino L i- Los Chicos de la Tribu
que quedaban salieron como si se rindieran y los Re­
yes esperaron a que se arrodillaran y rogaran, porque
iban a permitir que les sirvieran sólo si se arrodillaban
en señal de rendición.
—Pero no lo hicieron -dijo Bob—. Uno al otro jura­
ron en murmullos que nunca aceptarían que los Reyes
los derrotaran, que nunca serían víctimas completas.
Y caminaron sin parar y los Reyes sólo los observaron
caminar como en trance, hasta la cumbre del Monte
Miseria. Y allí besaron el acantilado para siempre e in­
clinaron las cabezas en una caída de último minuto
hacia sus propios funerales.
—Todos se ahogaron —exclamó Li.
—Y esas hormigas tomaron posesión —dijo Singh—,
posesión total y terrible de la panza de San Cristóbal
hasta que la isla se hundió en el agua.
—Eso es todo —finalizó Bob—, eso fue lo que ocurrió
con los Chicos de la Tribu y los Reyes Bandidos.
Entonces la Dama pregunta:
-¿Ocurrió de verdad?
Y la isla de India responde:
—Aquí mismo, en San Cristóbal.
Y la isla de África responde:
—Y puede volver a ocurrir
Y la isla de China responde:
—Sólo que en forma distinta.
42 43
L A O C A SIÓ N D E H A B L A R

Noticias de las modas de la regia Italia,


que nuestro mimètico país siempre sigue
servilmente, cojeandoy repagado.
Ricardo II, Acto II, Escena 1

En tanto dormís roncando


la traición con ojo alerta
busca e l instante propicio.
Si queréis salvar ¡a vida
sacudid el sueñoy andad con cuidado.
¡Despertadi ¡Despertad!
Ea tempestad, Acto II, Escena 1

En cualquier país, en este siglo, los jóvenes segui­


rán siendo, al parecer, demasiado numerosos y dem a­
siado fuertes como para que tem an estar solos. Es a
partir de esta premisa que deseo examinar las circuns­
tancias y la im portancia de la m igración de algunos
escritores del Caribe británico a la m etrópolis lo n d i­
nense. Consideraré estos escritores como productos de
una situación nueva —nueva en el sentido histórico del
tiempo— y deseo contem plar esta situación com o un
ejemplo de una fuerza nueva en el mundo m oderno.
¿Cóm o ha sido que un grupo pequeño de hom ­
bres, de edad, temperamento y origen social distintos,
dejó las islas respectivas que m ejor conocen e incluso
cambiaron la vida allí por circunstancias que les eran casi
totalmente ajenas? Los soldados muchas veces han teni­
do que hacerlo como tarea, pero la ocupación extranje­
ra no está por entero exenta de atractivos. A lgunos

45
civiles se han visto obligados por necesidades econó­ distintivo entre los exiliados y, entre los exiliados con
micas a correr el riesgo que representa la migración. ambiciones y aprietos similares, la discrepancia se con­
¿Pero qué hay con los escritores de las Antillas inglesas vierte en una forma normal de estar juntos.
\ que residen hoy en Gran Bretaña? ¿Por qué han emigra- Pero una característica del antillano es su tenden-
J do? ¿Y cuáles, si los hay, son los placeres peculiares del cia a olvidar y las denuncias más amargas suelen usarse
< exilio? ¿Es~su viaje parte díl deseo de ser reconocidos? en una etapa posterior como oportunidad para reunir­
¿Veif ese reconocimiento como una confirmación del se a fin de ponerse de acuerdo. Pueden existir celos
hecho de que son escritores? ¿Cuál es la fuente de su in­ entre nosotros, pero creo que la mala intención es rara.
seguridad en el mundo de las letras? ¿Y cuál, con su El exilio es una figura universal.._La proximidad de
trabajo como base, es el alcance de su ambición como nuestras vídas-á ios Asuntos principales de nuestro tiem­
escritores cuyo alimento está hoy en otro lugar, cuya po ha exigido de todos nosotros algún tipo de partici­
ausencia es probable que los arrastre a un estado de se­ pación. Algunos pueden permanecer neutrales, pero
paración permanente de sus raíces? todos tienen, al menos, que prestar atención a lo que
Como ocurre ,con los escritores de cualquier otro ocurre. En el nivel político, solemos no poseer el tipo
lugar, cada uno puede haber tomado la decisión por adecuado de información para dotar de eficacia el de­
razones muy personales. Pero resulta que todos estos bate; en el nivel moral, tenemos que andar a tientas a
escritores -que muchas veces se consideran tanto en través de problemas para los que carecemos de refe­
Inglaterra como en las Antillas inglesas como un fenó­ rencia adecuada de conducta tradicional que nos sirva
meno de la literatura contemporánea—han adoptado de guía. Por ende, el caos suele ser el resultado de nues­
la misma decisión, sin que haya mediado debate entre tro pensamiento y acción. Nuestra incompetencia y la
ellos y en algunos casos conociéndose sólo de nombre. poca pertinencia de nuestra función en una sociedad
El problema es examinar cómo este grupo, hasta don­ con un pasado que no podemos cambiar y un futuro
de llega mi memoria, se identifica con esa decisión. siempre más allá de nuestro alcance nos provoca una
AAin de llevarlos a las interioridades de lo que co­ sensación de exilio. La ociosidad puede guiarnos con
nozco/ tendré que recurrir a lo que un hombre de más facilidad a aceptar todo esto como condición. Más tar­
edad llamaría con justicia sus reminiscencias. Quisiera de o más temprano, en silencio o con retórica, firma­
proponer los orígenes psirnlógicos de una-migración-- mos un contrato con un epitafio que dice: Ser exiliado
tal a fin de poder reflexionar sobre la forma en que es estar vivo.
este yiajfiJiaíiaJa&^exgp^tiv^_de cada escritor puede ha­ Cuando el exiliado es un hombre de orientación
ber sido responsable de su "desarrollo en tanto que hom­ colonial y el país de residencia que escoge es el que colo­
bre y escritor. Usaré, como prueba, los nombres y nizó su propia historia, hay complicaciones seguras.
conversaciones rgcerí^adas^de escritores a los que he Porque cada exiliado no sólo tiene que demostrar su
conocido y con los que en algunos casos he discrepa­ valor al otro: tiene que ganar la aprobación de la Ofici­
do. Porque la discrepancia puede ser un error necesa­ na Central, que en el caso del escritor de las Antillas
rio entre todos los hombres, pero constituye un rasgo inglesas es Inglaterra. De haber tomado ese escritor

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residencia en los Estados Unidos, como hizo Claude a Gran Bretaña. Hablaba yo con un Empleado Público
McKay, es probable que su desarrollo hubiera sido de de Trinidad que viajaba para tomar algún tipo de cur­
un orden diferente, de hecho opuesto, al del hombre so en aspectos de la burocracia. Era un hombre de cua­
que maduró en Inglaterra. Una causa es que aunque renta a cuarenta y cinco años, con inteligencia suficiente
las nuevas circunstancias son bien distintas, e incluso para ocupar un cargo importante en la Administra­
más favorables que las que dejó en las Antillas, sus re­ ción Pública de Trinidad, que en modo alguno es re­
servas, su psicología y todo su senddo de expectativa trógrada, un hombre de algo de fortuna entre su propia
cultural no han cambiado demasiado. Llega y viaja con gente. Hablábamos de modo general sobre la vida en­
el recuerdo, el peso habitual de una relación colonial. tre los emigrantes. El barco estaba firme en ese mo­
En más de una ocasión he visto a un escritor antillano mento; los remolcadores se acercaban. De repente, en
encantado por elogios que debía reconocer y aceptar el rostro del hombre apareció una expresión conster­
como verdades sencillas sobre sí mismo y su obra. nada.
En los últimos tiempos he tratado de abogar, en —Pero... pero... mire eso allí abajo —pidió.
otro contexto, porque el estudiante antillano, por ejem­ Miré, pero como llevaba seis años en Inglaterra,
plo, no sea enviado a Inglaterra a estudiar. No porque no vi nada de particular. Le pregunté qué había visto y
Inglaterra sea un mal lugar para el estudio, sino por­ entonces me di cuenta de lo que ocurría.
que el desarrollo completo del estudiante como perso­ —¿También hacen ellos ese tipo de trabajo? —preguntó.
na está coartado por la memoria, los temas acumulados Se refería a las manos y rostros blancos que veía en
de una niñez y una adolescencia que los vínculos his­ el remolcador. A pesar de los filmes, a pesar de haber
tóricos de Inglaterra con las Antillas inglesas han man­ leído a Dickens —porque había tenido que leerlo en la
tenido y fertilizado. Tal vez hubiera sido mejor que escuela en que se formó para la Administración Públi­
estudiara en Francia o Alemania, por mencionar paí­ ca—, a pesar de toda esa información recibida, este hom­
ses con una lengua distinta, cualquier lugar en que sus bre nunca había sentido en realidad, como posibilidad
ajustes tuvieran que tomar la forma de comprender a sus y hecho, la existencia de un trabajador inglés. Esta
habitantes a partir de cero. Tendría que aprender a leer perplejidad repentina había surgido de su idea de Ingla­
un rostro alemán, la forma de ver de los franceses y así terra y un elemento de esa idea era que no estaba acos­
por el estilo. En Inglaterra no siente la necesidad de tumbrado a ver a los ingleses trabajar con las manos
tratar de comprender a un inglés, puesto que todas las en las calles de Puerto España.
relaciones comienzan con el supuesto de que se cono­ Esta era una semilla de su colonización que se ha­
ce de antemano, un conocimiento adquirido en ausen­ bía infundido sutil y exquisitamente con el mito. Es
cia del conocido. Esta relación con el inglés es sólo posible cambiar las leyes en un abrir y cerrar de ojos, es
otro aspecto de la relación del antillano con la idea de posible reconformar la imagen de nuestros sentimien­
Inglaterra. "" ,. \ tos. Pero éste es un mito muy difícil de desplazar. Pue­
Como ejemplo de ello, recordafía/un episodio a de modificarse con las circunstancias, explotarse u
bordo de un barco que había llevado a varios antillanos ocultarse con el comportamiento que cada quien escoge

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para situaciones particulares, pero está allí, como parte rancia privilegiada: «Ya se sabe cómo son los america­
de la textura real del comportamiento en sí. A veces to­ nos...» Y eso es precisamente lo que no sabemos.
mará la forma de una agresividad calculada; en otros mo­ Es a eso que me refiero por mito. Tiene poco que
mentos puede tomar la de enfurruñamiento. En los peores ver con la falta de inteligencia. No tiene nada que ver
momentos, es el suelo del que nace el lacayo perfecto. con los orígenes de clase. Es algo más profúndo y más
Tiene un gran efecto sobre la cultura de una comu­ natural. Es parecido a la función nutritiva de la leche
nidad, porque contiene importantes juicios de valor, e que todos los hombres reciben al nacer. Es el mito como
incluso puede lograr establecerlos de modo permanen­ la fuente de alimentos espirituales absorbidos y apren­
te. Recuerdo cuánto me complació saber que mi pri­ didos para ejercitar en el futuro. Este mito comienza en
mer libro, En el castillo de mi piel\ había sido comprado por el antillano desde las etapas más tempranas de su ense­
un editor estadounidense. Mostraba gran entusiasmo ñanza. Pero todavía no se vuelve contra los Estados
y le había pedido al famoso novelista negro estadouni­ Unidos. En un sentido, los Estados Unidos ni siquiera
dense Richard Wright que le escribiera una introduc­ existen. Comienza con el hecho de la supremacía bri­
ción. Me iban a lanzar, por decirlo así. Comencé a tánica en lo tocante al gusto y el juicio, hecho que sólo
hacer el cálculo más modesto sobre su venta. Mi entu­ puede tener significado y peso mediante un recorte
siasmo y seguridad ingenuos me habían puesto a pen­ calculado de todo lo no inglés. Lo primero que se re­
sar, con convicción, que mi primer libro iba a lograr corta es el propio colonial.
al menos la tercera parte del público que compraba a Esta es una de las semillas que mucho después da­
Richard Wright. La clase lectora negra de los Estados rán fruto tan extraño como la separación de los escri­
Unidos podría no comprarlo —había oído algo pareci­ tores antillanos del propio paisaje que constituye la
do sobre W right- pero no me importaba, ya que no materia prima de todos sus libros. Estos hombres de­
tema nada en contra del dinero de los blancos. bían marcharse si iban a funcionar como ¡escritores
Era del dinero que pensaba, haciendo caso omiso de puesto que los libros, en esa concepción colonial espe­
la reputación crítica del libro en los Estados Unidos. cial de la literatura, no eran escritos por indígenas, lo
El libro había tenido un importante éxito de crítica en que también significaba que no se suponía que lo fueran.
Inglaterra, su reputación aquí era considerable, de Aquellos indígenas que leían también lo creían, por­
modo que lo que pensaran en los Estados Unidos no que todos los libros que habían leído, su introducción
importaba mucho. Mi único deseo era que lo reseñara completa a algo llamado cultura, a toda ella, en forma
alguien como Edmund Wilson, quien poseía una inte­ de palabras, venía de afuera: Dickens, Jane Austen,
ligencia crítica que yo respetaba y admiraba. Lo que Kipling y toda esa pandilla sagrada.
quiero decir es que la opinión estadounidense, en ge­ La enseñanza en las Antillas inglesas era importada
neral, no podía IMPRESIONARME. Ni siquiera po­ en forma muy similar a aquella en que se importan la
ma en duda esa premisa. En ese sentido, mi actitud no harina y la mantequilla del Canadá. Dado que la nego­
difería de la del intelectual inglés corriente de clase ciación cultural era estrictamente entre Inglaterra y los
media que abre y cierra el caso con el peso de una igno­ indígenas, e Inglaterra había adquirido, de algún modo,
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el derecho divino de organizar la lectura de los indíge­ -Señor Lamming -comenzó-, ¿diría usted que los
nas, era de esperar que la exportación de literatura por elogios que ha recibido por sus libros y todas las co­
Inglaterra fuera inglesa. Deliberada y exclusivamente sas que los críticos ingleses dicen sobre ellos se deben
inglesa. Y mientras más se retrotrajera Inglaterra en sólo a la novedad de lo que escribe?
busca de estos tesoros, más segura era la mercancía in­ Hubiera tomado demasiado tiempo explicarle la
glesa. De modo que los exámenes, que determinarían historia de la IDEA en que se fundaba su pregunta. La
el futuro de aquel trinitario en la Administración Pú­ formulaba con toda honradez y sin el más ligero aso­
blica, imponían a Shakespeare y a Wordsworth y a mo de falta de respeto. ¿Qué puede hacer uno, en una
Jane Austen y a George Eliot y a todo el tabernáculo hora, sino responder, esperando que su voz ofrezca el
de nombres difuntos que ahora vivían en la más eleva­ tono correcto de ambigüedad y reprimenda: «Tal vez,
da cumbre mundial de expresión literaria. puede que sea así»?
¿Cómo, en nombre de los Cielos, puede un indíge­ No mucho después regresé a Inglaterra. Y de repente
na colonial enseñado por un indígena inglés dentro un está un crítico inglés, el señor Kingsley Amis, comen­
estricto plan de estudios guardado con toda diligencia tando en el Spectator, sobre los novelistas de las Antillas
por otro indígena inglés que funciona como fiable perro inglesas rumiando desde la sabiduría ambivalente de
guardián, el empleado favorito de una administración profesor universitario-novelista y crítico de fin de semana.
extranjera, cómo puede salir jamás de ese antiguo mau­ «La idea de que el experimento es el alma de la
soleo de logro histórico? novela inglesa es difícil de apagar. En este contexto,
Algunas personas no dejan de preguntar por qué los “experimento” suele reducirse con bastante frecuencia
escritores de las Antillas inglesas abandonan la vitali­ a “rareza importuna”, sea en la construcción -puntos
dad y frescura —con franqueza, no creo en esa palabrería de vista múltiples y cosas de ese tipo- o en el estilo; no
sobre la vitalidad, como explicaré más adelante—por se percibe que en realidad cuente la intrepidez de tema,
la resignación medieval de Inglaterra. Les parece un la actitud o el tono. Cambie de una escena a otra en
misterio. El mayor misterio es que haya escritores an­ medio de una frase, reduzca los verbos o los artículos
tillanos. Porque un escritor no puede funcionar y, de determinados y se colocará de inmediato en primer
hecho, no tiene función como escritor si quienes leen plano, al menos a los ojos de quienes se criaron con
y enseñan lectura en su sociedad han iniciado su ense­ Joyce y Virginia Woolf y ven con cierta dosis de cinis­
ñanza dudando de su propio derecho a escribir. mo avances más recientes. (Las víctimas de ese mal
Regresé a las Antillas en 1956 y aproveché la opor­ suelen padecer también de ansias de exaltación, lo que
tunidad de hablar a los alumnos de último año de va­ se manifiesta en rachas de entusiasmo transitorio ha­
rias escuelas secundarias. Ya era de cierto modo cia compendios de la alineación Kierkegaard-Nietzsche-
conocido en esos círculos. Habían comenzado a leer Shaw y una aversión histérica hacia la filosofía británica
libros antillanos. Y al final de una de estas conferen­ contemporánea.) En una situación tal, se hace posible
cias en la Guayana británica, una joven se puso en pie a un crítico del Times Literary Supplement afirmar que la
para formular la pregunta que se consideraba clave. novela inglesa se encuentra ahora en manos de los no

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ingleses, acompañando la afirmación con ataques a la ello es la tragedia de que apenas hay un político anti­
incompetencia de los ingleses para escribir poesía in­ llano —Williams es la única excepción que conozco—
glesa.» que sea consciente de este hecho o sea capaz de valorar
Obsérvese el énfasis, porque luego hay una nota de su importancia.
cautela y escrupulosidad que indica que la respuesta ya Pero hay unos pocos alemanes que trabajan este
está formada. Las referencias a «la alineación Kierkegaard- «extraño fenómeno del novelista del Caribe británi­
Nietzsche-Shaw y una aversión histérica hacia la filo­ co». No lo hacen por atacar a nadie. Lo hacen porque
sofía británica contemporánea» no tienen nada que ver es una prueba más de una tesis que están intentando
con la novela antillana, pero Kingsley Amis utiliza aquí desarrollar sobre la universalidad de las culturas regio­
la novela antillana para reprender al crítico del Times nales. No comparto todas sus ideas sobre los escrito­
Uterary Supplement, a quien es probable que conozca. No res antillanos, pero lo que en realidad importa es que
estoy seguro de que así sea, pero sí lo estoy de que la son lectores serios y la naturaleza de su interés consti­
alineación Kierkegaard-Nietzsche-Shaw es un ataque tuye una buena base para el diálogo. La reseña de Amis
directo a los escritores jóvenes Colin Wilson y Stuart —un examen de ocho libros—tiene unas mil quinientas
Holroyd que, supongo, no toman en mucha cuenta a palabras, pero en ningún momento se menciona el
Amis y a los suyos. nombre de «Estados Unidos». Y la novela angloantilla-
En otras palabras, el Spectator, una importante pu­ na, sobre todo en el aspecto de la expresión idiomàtica, no
blicación de fin de semana, invita al intelectual britá­ puede comprenderse a no ser que se eche una buena mira­
nico a examinar el significado de la novela de las antillas da al siglo xix estadounidense, una buena mirada a
inglesas y aprovecha esa oportunidad para desahogar­ Melville, Whitman y Mark Twain. No creo que esto se
se con quejas importantes que nada tienen que ver con le haya ocurrido jamás a Amis, quien escogió o hizo que le
el tema que examina. Es probable que el crítico del Ti­ escogieran los libros como si hubiera estado tomando nú­
mes Uterary Supplement usara la ocasión de la reseña de la meros de rifa de un sombrero. El artículo termina:
obra del señor Carew a fin de lanzar dardos al señor «Y en general la investigación indica sólo una afir­
Amis y a otros. Lo que molesta es el hecho de que este mación inclusiva sobre los escritores antillanos: que sop
tipo de mente no pueda registrar al escritor antillano demasiado diferentes entre sí para que sea posible ofre­
como tema de consideración inteligente y reflexiva. cer una generalización justa de ellos. Pudiera no haber
El hecho histórico es que el «surgimiento» de mejor presagio para el futuro.»
aproximadamente una docena de novelistas en el Ca­ Esto es lo que nos queda después de todas esas fra­
ribe británico con unos cincuenta libros en su haber o ses. Como crítico o novelista, Amis no tiene más que
deshaber y todos publicados entre 1948 v 1958 consti- importancia actual, pero no deja de ser pertinente se­
tuye algo así como un fenómeno. No ha habido nin- ñalar que también es profesor de literatura inglesa en
fgun suceso cultural compáraííé^en ningún lugar del una universidad británica.
I Commonwealth británico en el mismo período. Lo La joven de Guayana británica terna unos diecisie­
que resulta de mayor importancia que Amis y todo te años. Este crítico tiene casi cuarenta. Pero, en lo

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fundamental, entre ellos no existe diferencia en su re­ que ya se ha escogido. Rechazo esta actitud y, cuando pro­
lación con el mito que provoca estas conjeturas. La viene de un colonial nervioso tanto dentro como fuera
joven no comprende todavía el significado de ser colo­ de su país natal, lo interpreto como una simple confe­
nial. En otro sentido, y como parte de este contrato sión de su ineptitud, una ineptitud que se ve obligado
histórico, el crítico inglés acepta -porque qué otra cosa a racionalizar ya que él mismo ha llegado a aceptarla.
puede hacer—el privilegio tan natural y tan libre de ser Quisiera llamar la atención sobre un tipo distinto
hijo y resultado y voz de una civilización colonizadora. de dificultad en el caso del señor James Baldwin, nove­
De ahí la seguridad de la joven al tratar con un escritor lista estadounidense negro. En sus ensayos más per­
indígena y la objetividad pausada del crítico inglés al ceptivos y brillantemente expuestos, Notas de mi hijo
evaluar la literatura colonial. De haber tenido suficiente nativo, intenta examinar e interpretar su propia situa­
actividad mental para examinar el significado de su ción como estadounidense negro que también es un
propia situación, este crítico pudo haber sido intere­ novelista que toma del legado espiritual de la civiliza­
sante al menos. Hablo de examinar; proceso que no tie­ ción de Europa occidental. Baldwin, se observará, ha
ne nada que ver con gritar, en burla, los privilegios ampliado el lienzo. No es sólo lo colonial frente Ingla­
adolescentes que sirven de tema a quien todo le impor­ terra, sino lo estadounidense y negro contra la autori­
ta en realidad un comino, con tal de ser lo más decente dad monolítica de la cultura europea. Es, se verá en su
posible. De haber sido negro —obsérvese cómo entra libro, una inteligencia más útil y profunda de la que
sigilosamente el color- pudiera habérsele visto como cabe esperarse razonablemente de Naipaul.
un muchacho sencillo, que sabe expresar sus ideas. Y «Sé, de todos modos, que el momento más crucial
así, tal vez, es como él contempla a uno o dos de los de mi propio desarrollo se produjo cuando me vi obli­
escritores antillanos. Esto no tiene nada que ver con gado a reconocer que era una suerte de bastardo de
prejuicio racial, en el sentido que este crítico o yo pudié­ Occidente, cuando seguía la línea de mi pasado no me
ramos sacar a relucir estiletes cuando la niebla cubre encontraba en Europa, sino en África. Y esto signifi­
Notting Hill. Tiene que ver con el mito que ha crea­ caba que de algún modo sutil, en una forma verdade­
do el colonialismo, visto como una evolución de la ramente profunda, llevaba a Shakespeare, a Bach, a
esclavitud y más tarde como algo mejor de ella. Rembrandt, a las piedras de París, a la catedral de
El señor V. S. Naipaul, un antillano que también Chartres y al edificio del Empire State, una actitud
es crítico habitual de novelas del New Statesman, afirma especial. No eran éstas creaciones mías en realidad, no
en un artículo reciente que no soportaba los círculos contenían mi historia, podía buscar en ellas eternamen­
antillanos por su filisteísmo. Por supuesto, se trata de te en vano algún reflejo de mi ser: yo era un intruso.
una sociedad filistea, pero también, se me dice, lo son Al propio tiempo, no había otro patrimonio que pu­
Canadá y la Sudáfrica blanca. Por tanto, no se puede diera tener la esperanza de usar. Sin duda se me había
decir filisteo y dejar la cosa ahí. Eso sería describir su incapacitado para la selva o la tribu. Tendría que apro­
presente y, al hacerlo mediante el juicio absoluto de piarme de estos siglos blancos. Tendría que hacerlos
filisteo, condenarlos de modo permanente a un futuro míos...»

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Está muy bien formulado y confiere un trasfondo e indómito. Debemos dejar a un lado todo pen­
a parte de la situación en las Antillas británicas. Desde samiento de reverencia y moralidad -todo lo que
el punto de vista de la lengua, por ejemplo, el antillano llamamos sentimiento-para poder comprenderlo
tenía que hacer suyo el inglés, porque el inglés es el con corrección; no puede encontrarse en este
único instrumento con que se inició en la lectura y tipo de naturaleza nada armónico con la huma­
el aprendizaje. nidad.
Pero Baldwin encuentra aquí una dificultad espe­ En este punto dejamos a África para no vol­
cial. Habla con ira, no importa cuán controlada, del verla a mencionar, porque no forma parte his­
logro que acompaña a Shakespeare y a Bach, a la cate­ tórica del mundo, no tiene movimiento o
dral de Chartres, incluso al edificio del Empire State desarrollo que exhibir. El movimiento históri­
que vio de niño. Hay, indiscutiblemente, un sentimien­ co que hay en ella -en la parte norte—pertenece
to de inferioridad, personal y racial, cuando está en al mundo asiático o europeo...
presencia de estos monumentos. En realidad le hubiera Lo que comprendemos propiamente por Áfri­
gustado ser hijo de la civilización que los produjo, pero ca es el Espíritu Ahistórico Sin Desarrollar, to­
cuando examina el significado de su historia racial -es­ davía envuelto en las condiciones de mera naturales y
perando, sin duda, encontrar algún logro de igual mag­ que tenía que ser presentado aquí sólo como en
nitud—, ¿qué descubre? el umbral de la historia del Mundo...
«Buscaría en vano cualquier reflejo de mí mismo. La Historia del Mundo viaja de este a oeste,
Sin duda se me había incapacitado para la selva o la puesto que Europa es por entero el fin de la Histo­
tribu.» ria. Asia es el comienzo.
Debemos detenernos a examinar la fuente de la
timidez de Baldwin, pues ésta posee una ascendencia Es increíble que la mente que contribuyó de modo
muy respetable. Aquí está el gran filósofo alemán Hegel tan brillante a nuestra comprensión de otros temas
con la última palabra sobre Africa en su Introducción pudiera, basándose en el rumor, la intolerancia y la
a filosofía de la historia'. arrogancia, comprometerse con una irreflexióh tan
falta de sentido crítico.
África en sí, hasta donde se remonta la Histo­ Nunca visitó África y cuando nos remitimos a sus
ria, ha permanecido cerrada, para todos los fi­ fuentes, que son exclusivamente los recuentos de los
nes vinculados con el resto del mundo. Es una primeros viajeros, no le molesta para nada que los tex­
tierra de Oro condensada dentro de sí: la tierra tos reales estuvieran en contradicción directa con sus
de la infancia, que yace más allá de los días de la propias interpretaciones. Habla con inmensa autori­
historia consciente de sí, envuelta en el manto dad de los ashanti («Entre los ashanti, el Rey hereda
oscuro de la Noche... todas las propiedades que dejan sus súbditos al mo­
Como ya se ha observado, el negro exhibe al rir»), opinión que no merece que tome en cuenta si­
hombre natural en su estado por entero salvaje quiera un instante nadie que haya leído lo que dice

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Rattray sobre la Tenencia de Tierra y la Marginación detenerse —no se lo permitirá su posición como negro
Social en el Derecho Consuetudinario ashanti. americano nacido en una civilización industrial- y re­
Es importante relacionar los aspectos psicológicos flexionar sobre qué pudo haber estado ocurriendo en
implícitos en el pesar de Baldwin con el tipo de con­ esa maleza, que allí también pudo haber seres huma­
fianza falsa que representa Hegel en la conciencia eu­ nos con vidas, no importa cuán aterradoras, fueran
ropea. Porque lo que descalifica al africano de la ejemplo de algún descubrimiento muy complejo de
Historia del Mundo de Hegel es su evidente incapaci­ organización social. Para los propósitos de Baldwin
dad de evolucionar con la lógica de la Lengua que es basta con dejarlo como maleza. Cualquier estadouni­
la única ayuda que tiene el ser humano para capturar la dense blanco habría hecho lo mismo y Baldwin es, ante
Idea. Para Hegel, el Hombre Africano no participa en todo, estadounidense, aunque es negro. Sabemos qué
la búsqueda común de lo Universal. En otras palabras, se quiere decir con maleza. El tam-tam y el hacha: el
tendremos que ver al poeta senegalés Leopold Senghor tam-tam siempre ruidoso y el hacha que siempre su­
como un fenómeno total, un bárbaro misterioso, cuan­ giere sangre. Es aquí, tal vez, donde comenzó el viejo
do escribe: mito y temor blancos de la espléndida potencia sexual
masculina negra.
Un pueblo que rechaza el encuentro de la histo­ Pero entre Baldwin y un antillano con el que pue­
ria, que no se cree portador de un mensaje sin­ da comparársele hay una gran diferencia. Ningún an­
gular, es un pueblo acabado, se le puede poner tillano negro, en su propio entorno indígena, tendría
en un Museo. El negro africano no está acabado ese sentimiento tan opresivo de ser negro. Esto puede
antes de comenzar; sobre todo, permítasele ac­ ser muy para bien, pero existen para ello razones ter­
tuar. Permítasele llevar como levadura su men­ minantes que guardan relación con la situación social
saje al Mundo, para ayudar a construir la y racial de las Antillas inglesas. El antillano, no impor- //
Civilización de lo Universal. ta cuán negro y desposeído, nunca pudo tener la expe-//
riencia de ser parte de una minoría, porque lqs rostro?'
No habría habido necesidad de subrayar todo esto negros son muchos más que los blancos o los blancos
de no haber sido James Baldwin uno de los mejores expatriados. Esta superioridad numérica ha dado al
escritores —blancos o negros—en el escenario estado­ antillano algo de reposo, una experiencia dada de relaja­
unidense en estos momentos. Pero es la presión coloni­ miento entre los expatriados blancos, porque el antilla­
zadora de la afirmación europea lo que crea un elemento no ha aprendido, por puro hábito, a dar por sentada la
de bochorno en la mirada de Baldwin a África. presencia blanca. Y éste es, precisamente, su problema.
La mirada retrospectiva es dolorosa, porque no le En el otro extremo, Baldwin está obsesionado por
ofrece más que una visión de la maleza primitiva, inex­ ese rostro blanco y el significado histórico y cultural
tricable, negra como la noche en su inaccesibilidad. de su logro para él como escritor. Ser negro, en las
Esa palabra, maleza, el símbolo de la larga noche de selva Antillas británicas, Kpr pMu-p, mientras que ser ne- /
y tribu de Baldwin, es final. A Baldwin no se le ocurre gro —pobre o rico—en el contexto estadounidense es //

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ser un blanco tradicional de maltratos concretos. El es colonial en su intención. El terror de Baldwin a la
racismo no es sólo un problema estadounidense: es un maleza africana y su sentimiento de impotencia ante
elemento de su cultura. Esto no es así en las Antillas la gigantesca aprobación de Shakespeare y Rembrandt
británicas. ¡De ahí la verdadera tragedia de Notting es también colonial, pero infinitamente más grave por
Hill! ser una crisis que cualquier escritor que se encuentre en
¿Es la actitud de Baldwin hacia los tesoros de la su caso debe solucionar. Porque en el caso de Baldwin
civilización europea una deficiencia del negro? Creo parece que la inteligencia sufre de algún tipo de artri­
que no. Sigamos por un momento las críticas de tis. Hay una parálisis rápida y total del orgullo indíge­
Graham Hough, uno dé los mejores críticos británi­ na. Independientemente de la elocuencia que su voz
cos del momento, sobre T. S. Eliot. En su introducción sea capaz de alcanzar, lo que escuchamos es un muro
al estudio de D. H. Lawrence, titulado E l sol oscuro, colonial, lo que vemos es la sombra persistente del
Graham Hough trae a nuestra atención lo difícil que hombre que ese escritor pudo haber sido.
es para Eliot reconocer que Lawrence es un escritor de
primera magnitud. Es una dificultad que emana de su
desprecio hacia la educación y procedencia social de
Lawrence.
«La infancia es siempre provinciana —escribe Hough— Nuestro origen social caribeño, por tanto, difiere un
y su horizonte siempre es restringido... y las circuns­ tanto de aquel del negro estadounidense. Difiere tam­
tancias particulares que la hacen así carecen de impor­ bién mucho de aquel del africano del oeste del Conti­
tancia. Se ha hecho uso de un concepto más bien nente que ya ha dado indicios de que está a punto de
arrogante de cultura para mostrar que Lawrence tuvo producirse una contribución nueva a la literatura in­
una educación insignificante y, por tanto, siempre fue glesa. El antillano ocupa una posición muy inusual en
un bárbaro inspirado, ignorante de extensiones gran­ todos estos bloques sociales y raciales. En relación con
diosas, calmas, de la civilización europea adecuadamen­ el africano, el negro estadounidense y la cultura occi­
te certificada. Pero los únicos que habitan en algún dental ocupan, en cierto sentido, una posición periférica.
momento esta civilización europea son estadouniden­ La acusación de que no sabe quién y qué es puede con­
ses cultivados como Henry James y T. S. Eliot. Los siderarse intrascendente o una característica universal
europeos viven en Nottingham o Nancy, París o de su tiempo.
Piacenza, Frankfurt o Fenny Stratford y a los visitan­ Lo que el antillano comparte con el africano es
tes de las alturas platónicas de Nueva Inglaterra la vida una difíciTsitúácíón política, una situación que llama7
real en cualquiera de estos lugares siempre les ha pare­ mos colonial, pero la palabra colonial posee un signiti-
cido un asunto pobre y decepcionante.» cado más profundo para el antillano que para el
Eliot y Baldwin, blanco y negro, son ambos esta­ africano. El africano, a pesar de su modernidad, nunca
dounidenses. La evaluación que hace Eliot de Lawrence se ha separado por entero de la cuna de una cultura y

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una tradición continuas. Su colonialismo toma princi­ de la palabra colonial para el africano y el antillano. El
palmente la forma de ausencia de privilegio en la orga­ antillano cumplía los criterios para el autogobierno,
nización de los asuntos cotidianos de su país. Esta respondía a la pregunta de quién administraría y, por
situación está a punto de terminar y su final es resulta­ la propia perfección de su respuesta, no podía avanzar
do de la exigencia persistente y eficaz de libertad polí­ más allá. La actitud africana podría resumirse en la res­
tica del africano. puesta: «Los criterios no nos interesan y aunque el asun­
Por otra parte, la comunidad de las Antillas inglesas to del retraso puede ser cierto, en estos momentos no
tal vez sea la única en el mundo en que el deseo de ser es lo que nos interesa. Exigimos nuestra libertad o los
libres, la ambición de hacer sus propias leyes y regular echamos... pero, por amor de Dios, permitan que tra­
la vida de acuerdo con los impulsos propios permane­ temos de ponernos en pie.»
cen aletargados. En las Antillas británicas se cumplen Las culturas tradicionales de la civilización africana
todos los criterios que se exigen de un territorio colo­ han dado esta fuerza al africano. Además, es imposible
nial para que pueda reclamar la independencia. Hace estar solo cuando dos terceras partes del campesinado
muchas décadas que en Trinidad, Barbados y Jamaica mundial se encuentran en marcha. Es la brevedad_de_
los indígenas dirigen la Administración Pública. El la historia antiií&mr y la naturaleza fragmentaria de las
nivel de alfabetismo es superior al existente en la mayo­ diversas culturas que se han fundido para dar algo nue­
ría de los territorios coloniales a los que se ha concedi­ vo; es la dependencia absoluta de los valores implíci­
do independencia después de la última guerra. Las tos en esa lengua de su colonizador lo que le ha dado
Antillas ocupan una posición estratégica entre Améri­ una relación especial con la palabra: colonialismo. No
ca del Norte y del Sur. es sólo una definición política, no es sólo el resultado de
«Estas colonias tienen una importancia mucho disposiciones económicas dadas. Comenzó de ese modo
mayor de lo que indicaría su extensión y población. y se hizo un poco más profundo. El colonialismo es la
Son avanzadas de democracia creciente en el Hemisfe­ propia base y estmctura de la conciencia cultural anti­
rio Occidental, cuarteles de retaguardia del imperialismo llana. Su renuencia a pedir libertad política completa —
europeo y estadounidense y tubos de ensayo en que se de hecho, la Oficina de Colonias tiene la esperanza de
fermentan las relaciones raciales.» que se apure y la tome, pues le ayudaría a sumar un
Por tanto, las exigencias que la Oficina de Colo­ logro más a su lista-, su renuencia a hacerlo se debe al
nias parece hacer a los territorios africanos se cumplen temor que provoca no haber tenido nunca que poner­
en las Antillas. La famosa pregunta que en estos mo­ se en pie. Una cultura materna extranjera o ausente
mentos se formula en lugares como Nyasalandia y siempre ha acunado su juicio. Además, la ausencia de
Nigeria («Si nos vamos, ¿quién va a administrar?») hace esas fuerzas hostiles que Baldwin ha sentido en Alabama
mucho se respondió en el Caribe. ¿Por qué, pues, no y Georgia, esta carencia de temor físico ha creado un
son las Antillas británicas un Estado soberano desde estado de complacencia en la conciencia antillana. Y
hace diez años? ¿Por qué no es un Estado soberano mientras más asciende en la escala social, más mutila la
hoy? La respuesta explica la diferencia de significado complacencia resultante su mente e impulsos.
64 65
A fin de cambiar esta forma de ver, el antillano debe (viaje, lun viaje hacia dentro o un viaje hacia fuera y a
cambiar la propia estructura, la propia base de sus va­ otredugar. Ése fue el significado de Colón. El propósito
lores. Esta sería una tarea mucho más enorme si el original del viaje puede en ocasiones no tener nada que
momento de hacerla no coincidiera con cambios simi­ ver con los resultados que le aguardan. Ese viaje se produ­
lares en todo el mundo. Lo que debe hacer el antillano jo hace casi cinco siglos y el resultado ha sido una de
para liberarse de esta prisión del colonialismo, de este las comunidades más fascinantes del mundo. El siguien-
temor a ponerse en pie, es precisamente lo que todo el te suceso fue la abolición de la esclavitud y la llegada
mundo está hoy llamado a hacer.-La escala de la em­ del Oriente —India y TThina—al Mar Caribe. Aquí se
presa difiere, pero el desafío fundamental es el mismo. reunió el mundo y fue en todos los niveles, salvo el
Porque los antillanos —africanos, chinos e indios por administrativo, un mundo campesino. De un modo u
mezcla, los niños Singh, Li y Bob—pertenecen a esa otro, de turbulencia en turbulencia, estas personas,
enorme mayoría campesina en que el salto al siglo xx obligadas a una lengua común que no poseían a su lle­
ha destrozado todos los cálculos tradicionales de Occi­ gada, tuvieron que hacer algo con su entorno. Lo que
dente, de la civilización europea. casi todo el mundo contempla hoy como la posibili­
No me interesa demasiado lo que el escritor anti­ dad de_jtrmoaÍ3J'acial ha sido siempre el trasfondo de la
llano ha aportado a la lengua inglesa, porque el inglés perspectiva qnfi|lana. La integración racial será iinJo-
ya no es la lengua exclusiva de quienes viven en Ingla­ gro para la escuela estadounidense. En las Antillas, es
terra. Eso terminó hace mucho y es hoy, entre otras el fondo ante el cual se ha producido el aprendizaje. En las
cosas, una lengua antillana. Lo que los antillanos ha­ Antillas podemos encarar sin temor el siglo xx, porque
gan con ella es asunto suyo. Una consideración de lo iniciamos con ventajas colosales. El antillano, aun­
mayor importancia es lo que el novelista antillano ha que provinciano, puede que sea el ser más cosmopoli­
traído a las Antillas. Ésa es la verdadera pregunta y ta del mundo. Ningún indio de la India, ningún
responderla puede ser el comienzo de un intento de europeo, ningún africano-puede adaptarse con mayor
lidiar con esa estructura colonial de conciencia que ha sencillez y naturalidad que el antillano a las situacio­
determinado los valores antillanos. nes, nuevas.
Hay, para mí, sólo tres sucesos importantes en la Los ingleses han ayudado a comprender esto con el
historia del Caribe británico. Empleo el término his­ criquet. Cuando un equipo indio toma el campo en
toria en sentido activo, no como una sucesión de epi­ Lords, es un equipo de indios. Algunos son altos y
sodios a los que es fácil dar algún vínculo casual. Por otros bajos, pero todos se parecen. Cuando un equipo
suceso histórico entiendo la creación de una situación australiano toma el campo en Lords, es un equipo de
que ofreciera oposiciones antagónicas y un desafío de australianos. Pero cuando un equipo de antillanos toma
supervivencia que todos los participantes debieran en­ el campo en Lords, el propio Lords se desconcierta y no
carar. porque sean todos tan feos. Porque, ¿qué se ve? Altos
El primer suceso fue el descubrimiento. Éste co- y bajos, sí, pero indios, negros, chinos, blancos, portu­
menzó, como casi todos los descubrimientos, con un gueses mezclados con sirios. Para el ojo inglés —sería
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interesante escuchar sus diálogos nocturnos—las mez­ ble remontarse. Es al novelista de las Antillas inglesa
clas son tan increíbles y prometedoras como el arco -que no existía hace veinte años—al que deben volver­
iris. Y la combinación de ese equipo no es un truco se el antropólogo y todos los demás que intentan pre­
político. Ése es el equipo antillano, porque, de hecho, sentar tratados sobre los antillanos.
es la situación antillana. No deseo realizar ninguna demanda chovinista a fa­
Imagínese por un momento, de ser posible, a un vor del escritor antillano, pero es necesario llamar la
equipo sudafricano oficial que imitara el ejemplo anti­ atención sobre la novedad -no la novedad exótica que
llano. Intentemos imaginarlo en 1960 y tendremos una los coloniales inferiores y los críticos no informados pro­
idea de dónde están las Antillas en relación con el futu- pondrán, sino la novedad histórica de nuestra situación-,
' ro. Fueron la esclavitud^la emancipación de los escla^- Hemps visto ante nuestros ojos una actividad llamada
yós7q|üc~c5ndüjq^5nposterioridad a la llegada de indios escritun^jque adopta la forma de novela, cristalizar sin
y chinos^ lo que contribuyo a crear j ^ta-stiuación. tfadiSíon autóctona anterior de que tomar. Mittelholzer,
~EÍ tercer suceso importante de nuestra historia es Reid, Selvon y Roger Mais son para el nuevo escritor
el descubrimiento de la novela por los antillanos como colonial de las Antillas británicas precisamente lo que
forma de investigar y proyectar las experiencias inte­ Fielding y Smollet y los novelistas ingleses tempranos
riores de la comunidad antillana. El segundo suceso serían para los lectores de su propia generación. Estos
data de unos ciento cincuenta años. El tercero es de escritores antillanos son los primeros pioneros en este
apenas dos décadas. Lo hecho por el escritor de las método de investigación. Son los primeros construc­
Antillas inglesas no tiene nada que ver con las evalua­ tores de la que será una tradición en la literatura imagi­
ciones de aquel crítico británico. Ese escritor es el pri­ nativa antillana, una tradición que se dará por sentada
mero en añadir una dimensión nueva a lo que se escribe o que servirá a los fines del análisis crítico que realicen
sobre la comunidad antillana. antillanos de una generación posterior.
Hemos tenido libros de viajes, algunos de ellos La novela, según aplica el término el crítico inglés,
excelentes, como T raveller’s Tree, de Patrick Leigh tiene unos doscientos años de existencia e incluso en­
Fermor. Hemos tenido tratados sociales y económi­ tonces tenía un largo ejemplo de poesía narrativa del
cos. Los antropólogos han realizado algunos ejercicios que tomar. La novela de las Antillas inglesas, por la que
en esa esfera. Hemos tenido Libros Blancos oficiales entiendo la novela escrita por los antillanos sobre la
así como los diarios negros de las esposas de los gober­ realidad antillana, apenas tiene veinte años. Y esto es
nadores. Pero éstos han funcionado como cámaras lo fascinante de la situación. La formación de todos
anticuadas que captan lo que pueden —que no fue mu­ estos escritores está en la cultura occidental, y sobre
cho- lo mejor que pudieron, que no pudo ser mucho, todo en la cultura inglesa, más o menos de clase media.
ya que nunca lograron acercar la cámara lo suficiente. Pero la enjundia de sus libros, los motivos y direccio­
Como debe ser, el novelista fue el primero que relató nes generales, son campesinos. Una de las quejas más
la experiencia antillana desde dentro. Fue el primero en populares de los antillanos a sus novelistas es la ausen­
registrar la memoria antillana hasta donde le fue posi­ cia de novelas sobre la Clase Media antillana.

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¿Por qué Reid, Mittelholzer en sus primeras obras, arte. Era una especie de círculo privado compuesto
Selvon, Neville, Dawes, Roger Mais, Andrew Salkey, sobre todo por hombres de la edad de Mittelholzer.
Jan Carew... por qué sus obras están inyectadas de cabo Ernest Carr, un viejo espléndido; Farrell, conferencis­
a rabo con el apremio de la vida campesina? ¿Y por ta de literatura inglesa en el Queen’s Royal College; y
qué su enseñanza colonial no les hizo proseguir las gente así. Leían entre sí sus obras y había debate.
ambiciones generales de los escritores no provincia­ No puedo hablar de lo que allí sucedía porque nun­
nos? ¿Por qué no tuvieron que jugar a ser los Eliot. y ca asistí. Debo de haber tenido en aquel tiempo diecio­
Henry James de las Antillas? En cambio, se acercan cho o diecinueve años. Me habían publicado algunos
más a Mark Twain. poemas en la revista literaria Bim pero era desconocido
Abundaré en esto más adelante. Baste decir que no en Trinidad. Estos hombres, en parte por su edad, no
lo hicieron. A diferencia de gobiernos y departamen­ eran amigos míos y, para hacer todo más remoto, te­
tos de educación anteriores, a diferencia de los hombres nía la idea de que les interesaba sobre todo la ficción.
de negocios que importan bienes de consumo, el nove­ Puede que hubieran escrito de cuando en cuando un
lista antillano no miró allende el mar en busca de otra poema como, tenía entendido, se inclinaban a hacer
fuente. Miró hacia^adentro^y hacia abajo, a lo que tra­ casi todos los escritores de ficción. Pero no eran poe­
dicionalmente se había pasadcTpbr altó. El campesino tas y a mí sólo me interesaba la poesía. Era poeta con
antillano se convirtió por primera vez en algo que no una actitud juvenil muy positiva hacia las cosas que no
fuera mano de obra barata. Se convirtió, a través del eran poesía. Por buenos que fueran sus cuentos, la prosa
ojo del novelista, en una existencia viviente, que vivía siempre me parecía una forma inferior de.empleo de
en silencio, dicha y temor, envuelto en disturbios y las palabras para cualquier escritor serio. Mis novelis­
carnaval. Fue la novela antillana la que devolvió al cam­ tas favoritos en aquellos tiempos eran Joseph Conrad
pesino antillano su condición verdadera y original de y Thomas Hardy. Con excepción de Emest Carr, a quien
personalidad. admiraba y a quien llegué a cobrar profundo afecto y
gratitud, nunca conocí a estos hombres. «Pero muchas
veces fui a casa de Carr, situada en el margen de un
3 magnífico monte en Belmont, y las conversaciones con él
estuvieron entre las mejores cosas que me ocurrieron
Edgar Mittelholzer nació en la Guayana británica en Trinidad.»
en 1909. Pasó a Trinidad en 1941, pero ya lo conocía de Admiraba a Mittelholzer por varias causas. No
nombre cuando salí de Barbados para vivir en Trini­ porque le hubieran publicado una novela, Corentyene
dad. Pasó mucho tiempo antes de que lo conociera en Thunder; que le había dado algo de jerarquía entre quienes
Trinidad, en parte porque yo no llevaba tiempo sufi­ escribían en Trinidad y también lo convertía en blan­
ciente en el oficio del escritor. Había un grupito que co de la envidia de algunos jóvenes de clase media edu­
se reunía una vez al mes en el Consejo Británico bajo el cados hasta el punto de no aceptar que la novela de
patrocinio del juez Hallinam, un hombre entendido en Mittelholzer fuera de algún valor. Muchos de estos

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/r) -O

jóvenes tuvieron en un tiempo intereses políticos, en hombre que hiciera el compromiso de Mittelholzer, y
el sentido domesticado de que participaban en un grupo por la misma razón, era visto de modo muy parecido
de debate y pedían a los visitantes de Inglaterra que al que imagino la iglesia francesa llegó a mirar a Juana
pronunciaran conferencias con el propósito de poner­ de Arco. No lo llamaban brujo, pero decían que no
les zancadillas en relación con detalles de la historia o andaba demasiado bien de la cabeza. Estn en Jas AñrU
de la literatura inglesa. Deseaban alardear ante el ex­ Hlas^es una advertencia d equ en adie lo tomará a nnn en
tranjero de sus conocimientos, lo que explica por qué, serio. Y además Mittelholzer hacía algunas cosas ra­
cuando se escribía algo verdadero bajo sus narices, no ras. Todas las tardes a eso de las cinco o las seis paseaba
lo reconocían. Un novelista inglés fue una vez blanco por la sabana de Puerto España. Era su ejercicio antes
de una ocasión tal y, cuando lo conocí en Inglaterra de ponerse de nuevo a trabajar, pero casi siempre ter­
años después, me describió una de esas veladas. Habla­ minaba sentado en un banco frente al gran edificio en
mos de ella en forma muy similar a como narro mis que vivía el arzobispo católico romano de Trinidad.
recu^rjios de Trinidad; me contaba cómo, por íHtelí^ Permanecía allí sentado, los ojos brillantes de in­
gentes que fueran esos jóvenes, sus opiniones sobre dagación, como si desease mirar tan fijo al mito cris­
algunos escritores contemporáneos eran tan exaspe­ tiano como para hacerlo desaparecer. Pero trabajaba y
rantes que tuvo que poner fin a la conversación di­ trabajaba y se dice que, antes de dejar Trinidad para
ciendo: «Pero resulta que conozco personalmente a los dirigirse a Inglaterra, había escrito muchas novelas,
escritores de que ustedes hablan y no es eso lo que rechazadas muchas veces por los editores. Recuerdo
quieren decir. Ustedes no están hablando sobre ellos. haberme encontrado con él pocos días antes de su par­
Los están usando como tema para un debate sobre li­ tida. La impresión que guardo es la de un hombre que
teratura.» hubiera estado encarcelado largo tiempo y le hubieran
Este es el tipo de atmósfera en que todos nosotros dicho que la sentencia le había sido conmutada. Al fin
nos criamos. Por una parte, una masa de personas anal­ podía marcharse.
fabetas o sin relación alguna con la literatura por ser Así es como se sentía todo escritor. No sólo aque­
demasiado pobres o estar demasiado cansadas para leer: llos que habían estado escribiendo mucho, sino los que
y, por la otra, una clase media colonial educada, al pa­ habían pasado el tiempo quejándose de que la atmósfe­
recer, para el propósito concreto de desdeñar todo lo ra era demasiado opresiva para escribir. Estos últimos
que crecía o se hacía en su tierra natal. se quedaron y, entre ellos, alguien de gran talento, Cecil
Sentía gran admiración por Mittelholzer por el sólo Herbert, de quien hoy apenas se oye. ¿Dejó de escribir
hecho de que se negara a tomar empleo permanente por completo?
en Trinidad. Había en la familia una inversión de la Mittelholzer es importante porque representa una
división del trabajo. Su esposa iba a una oficina y él hacía generación distinta a la de Selvon y la mía. Había pa­
las labores de hogar, iba de compras y todo lo demás, decido el desaliento activo de su propia comunidad y el
y apartaba unas siete u ocho horas diarias para escri­ veredicto de ésta se encontraba sancionado por el recha­
bir. En la Trinidad en aquellos tiempos —era ya 1946—el zo sistemático de sus novelas por editores extranjeros.

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Y, a pesar de-elfóNidoptó la decisión, antes que todos Carew, Naipaul, Andrew Salkey, Neville Dawes- to­
los demásfdk marchane. Esta es la frase que debemos recor­ dos han sentido la necesidad de marcharse. Y, con excep­
dar al examinar eitema de por qué los escritores viven ción de Reid que se encuentra ahora en Canadá, todos
en Inglaterra. Simplemente deseaban marcharse del lu­ ellos residen ahora en Inglaterra.
gar en que habían nacido. No podían decir «ya verán» Pero pienso que al escritor antillano, como a cual­
y apuntar a ejemplos similares de desánimo en escrito­ quier otro escritor, le agradaría funcionar en su pro­
res antillanos anteriores a los que ahora se consideraba pio país. Desearía que se le concediera el simple
grandes figuras. No existían estos antillanos a los..que reconocimiento de cualquier otro trabajador profesio­
llamar en busca ckmtyuda>Temamos que marcharnos con nal y desearía que, mediante ese reconocimiento, sus
la esperanza de que un cambio de clima propiciara un lectores nacionales lo apoyaran. Sus obras podrían
cambio de suerte. Sólo había algo que nos mantenía vi­ entonces considerarse exportaciones culturales de su
vos y era la revista literaria Bim que Frank Collymore país al mundo más allá de las Antillas. Sería de ese modo
publicaba en Barbados. Era una suerte de oasis en aquel que Europa y América llegarían a conocerlos. Sería de
desierto solitario de indiferencia de masas y traición ese modo que los conocerían China e India. Se les ve­
de la clase media educada. ría como productos creadores de una comunidad dada
Esta experiencia es válida para Trinidad. La histo­ en unjnomemo-xlado. Creo que comenzamos a rno-
ria es la misma en Barbados; la Guayana británica no vernos en esa dimyciórTTLro Y4 ritmo es demasiado
sería diferente. En Jamaica, con un espíritu nacionalis­ lento para los tiempos que corren y las circunstancias
ta más viril, la diferencia es apenas perceptible. Asesi­ pueden cambiar de nuevo antes de que lleguemos al
naron a Roger Mais y lo saben. Y cuando estuve allí en punto y en el espíritu que permitieran un descubri­
1956, Vic Reid, su principal talento en la novela, me miento nuevo y más profundo del significado de nues­
habló de que pensaba marcharse a Inglaterra. Fuera tra sociedad en el Caribe.
por un año o para siempre, pero necesitaba hacerlo. Y
es una indicación de su pensar y sentir lo que me dijo
aquella tarde en el curso de una conversación sobre la 4
situación de los escritores antillanos: «¿Sabes una cosa,
George? Roger es el primero de nosotros...» Yo sabía Si aceptamos que el acto de escribir un libro va
que Mais había muerto, pero nunca se me había ocurri­ unido a una expectativa, no importa cuan modesta, de
do pensar que era el primero en morir, o sea, el prime­ que se le lea, la situación del escritor antillano, que vive
ro del grupo con obra aparecida en Inglaterra entre y trabaja en su propia comunidad, asume dificultades
1948 y 1958, porque ése es el período al que nos referi­ intolerables. El antillano de oportunidades e inteligen­
mos. Es la década que ha presenciado en realidad el cia promedio todavía no se ha convertido a la lectura
«surgimiento» de la novela como interpretación ima­ como actividad civilizada, una actividad que justifica en
ginativa de la sociedad antillana por los antillanos. Y sí el ejercicio de su mente. Leer seriamente, a cual­
todos ellos —Mittelholzer, Reid, Mais, Selvon, Hearne, quier edad, sigue en gran medida asociándose a leer

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para examinarse. En tiempos recientes la fiebre políti­ no escribe para ellos, tampoco escribe para sí. Escribe
ca nos ha llevado hacia los diarios, con su acogida ge­ siempre para el lector extranjero. Ese extranjero no es
nerosa y diabólica de unirnos a su columna de exclusivamente inglés o estadounidense. La palabra ex-
correspondencia. Pero leer libros nunca ha sido un /rg/^mt'Significa que no es antillano, con independen-
asunto serio entre nosotros. cia de lo que sea. El escrifoTpiéñsa' que el lector está
No deseo permitirme culpar a nadie, salvo para allí, en algún lugar. No puede decir con precisión dón­
decir que nuestro clima, con su sol inhóspito, no es de se encuentra este lector. Su único conocimiento cierto
una buena excusa. Hemos tenido que vivir con una es que este lector no es la clase media antillana, toma­
clase media amplia y complacida de sí que nunca ha com­ da en su conjunto.
prendido su función. No se puede acusar a un analfa­ He explicado por qué elegimos Inglaterra y no los
beto de evitar los libros, pero uno se pregunta qué hacer Estados Unidos y cómo, mucho después, comenzamos
con personas que contemplan la educación como algo que a ver a los Estados Unidos como fuente de algún dine­
debe tenerse, no usarse. La creación de este público lée­ ro fácil. Pero el antillano no se detiene ahí.
te ^ del que ya existen elementos es una obra aún por Hace algunos meses, Carew, Selvon, Mittelholzer,
hacer. La ausencia de ese público, el rechazo de una Hearney, Salkey y yo nos reunimos para examinar las
clase completa a responder a cualquier actividad que posibilidades de situar las novelas del Caribe británi­
no se honre con dinero: ésa fue la atmósfera densa y co, como ejemplo de una literatura regional, en los
burlona que contribuyó a asesinar a Roger Mais. mercados orientales y de Europa oriental. Debo seña­
Mittelholzer la sobrevivió huyendo del país y Vic Reid lar que hubo desacuerdos serios sobre los «riesgos» que
todavía la respira, preparándose, hasta donde tenemos esto implicaba. Yo no veía riesgo, como tampoco lo
entendido, para una fuga similar. veía Carew -quien tomó muy correctamente la actitud
¿Para quién escribimos entonces? que de todos modos lo haría por su cuenta-, y Selvon,
Los estudiantes del University College6 siempre el menos politizado de nosotros, dijo simple y llana­
formulaban esta pregunta en sus debates, pero para mí mente que lo que le hacía falta era un poquito de dinero
era evidente que no se trataba más que de una pregunta para pagar la renta y la oportunidad de cambiar la
retórica, porque ellos, los estudiantes que allí venían, monótona cervecita por un traguito de whisky de cuan­
suelen ser de escuelas secundarias de sus respectivas do en cuando. Al fin y al cabo, si los editores podían
islas. Son de clase media por sus hábitos sociales, por permitírselo, ¿por qué no las personas que trabajan la
su enseñanza y, en algunos casos, por soborno. Mu­ materia prima sin la cual las editoriales carecerían de
chos de los autores de las Antillas inglesas habrían pa­ significado o existencia?
sado por la misma atmósfera cultural. Pero el antillano Uno de nosotros decidió no participar. Otro du-
^ajjay-lo que en una persona procedente del m undo
6 University College: Establecida inicialmente en Mona, Jamaica, colonial siem p re q u iere Herir que esperaría a ver de
en la actualidad tiene sedes en Barbados y Trinidad y Tobago. Su dónde soplaba el viento, como si alguno de los que nos
primer nombre fue University College of the West Indies. (N. de ta T.) encontrábamos en aquella sala pudiéramos cambiar el
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vendaval que nos había barrido de nuestras islas nata­ insignia social y todavía se le ve de ese modo. El regi­
les a esta dudosa tarde de verano en Notting Hill. miento de analfabetos ha disminuido hoy. Un número
Excluir de nuestras consideraciones a un mundo mayor de personas lee en Inglaterra y un número mayor
entero de personas distintas porque se nos hubiera aún tiende a tener las mismas referencias intelectuales.
amordazado con un temor, llamado comunista, sería Pero la insignia ha cambiado y tenemos una situación
tan derrochador y tonto como excluir de la participación en que los que leen se dividen en dos clases: los intelec­
en nuestro futuro a la misma civilización occidental tuales y los demás.
que se construyó sobre la colonización de nuestro tra­ La topografía de los programas de la BBC consti­
bajo y nuestro empeño creador. Ser anticolonial es ser tuye un ejemplo perfecto de ello. Se entra por la puer­
lisiado si exige una exclusión tal de los beneficios posi­ ta trasera de la Corporación mediante el Servicio
tivos que el logro occidental puede indiscutiblemente Colonial. Con suerte, y con el instinto adecuado para
ofrecer a una civilización nueva que ahora comienza a las relaciones públicas, se le promueve del Servicio
conformarse en el Continente africano. Colonial al de Ultramar. A propósito, ambos son pro­
gramas diseñados para ultramar, pero existe, al pare­
cer, un ultramar de primera clase y un ultramar de
5
segunda. Este no es el fin de la carrera de obstáculos.
A partir de aquí la pista se hace más peliaguda. De
Un aspecto importante, para el crítico inglés, no
ultramar uno se desliza o salta, según sus métodos, a
es lo que la novela antillana ha traído a la literatura in­
los servicios nacionales, o sea, el Ligero, el Interno y el
glesa. Sería más correcto preguntar qué han contribui­
Tercero. Y tengo la impresión de que estos servicios se
do los novelistas antillanos a la lectura inglesa. Porque
administran como si fueran países extranjeros y en cada
la lengua en que están escritos estos libros es la inglesa
—la que, debo repetir, es una lengua antillana—y a pe­ uno se exige una visa individual y certificada. Por ex­
sar de la poca familiaridad con sus ritmos, sigue siendo traño que pueda parecer, todavía no nos encontramos
accesible a quienes leen en inglés en cualquier parte al final de esta misteriosa delimitación de fronteras.
del mundo. La contribución antillana a la lectura in­ Luego se entra en una trigonometría de funciones
glesa se ha hecho posible por la relación de ellos con sus cuando se experimenta el conflicto latente entre el re­
temas campesinos. Esta es la gran diferencia entre el gimiento de los Artículos Regulares y el regimiento de
novelista de las Antillas inglesas y el novelista británico Charlas. Artículos Regulares en ocasiones acusa a Char­
contemporáneo. las de entrar en su territorio y Charlas, que se siente
La novela inglesa, desde sus orígenes hasta sus pre­ con mayores privilegios ante la mirada de la Gente de
sentes ejercicios de ira, siempre ha sido de clase media arriba, dispondrá alguna solución de avenencia. Si cons­
en gusto y de clase media en intención. Tenía que ser tituye un misterio que todavía haya escritores antilla­
así. Escribían todos para lectores que eran parte de lo nos, es un misterio mayor cómo, a pesar de este proceso
suyo, por así decirlo. El alfabetismo era una suerte de obsoleto y desconcertante, la BBC logra ser tan buena.
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Puesto que se trata de un servicio público notable, no se desarrolle en exteriores, al aire libre, lo que se en­
importa cómo se le mida. Son del caso unos pocos co­ cuentra a gran distancia del murmullo callado de la
mentarios sobre la BBC, puesto que es la gran mano sala o el tartamudeo intelectual que reverbera tarde en
impersonal que ayuda a alimentar a unos pocos de los la noche en cafés similares a cuevas.
escritores antillanos. El antillano que casi llega a ser una excepción al
Los escritores como Selvon y Vic Reid —novelistas sentir campesino es John Hearne. Su obsesión clave es
clave para la comprensión del alfabetismo y la situa­ la clase media agrícola de Jamaica. No quiero decir
ción social en las Antillas británicas—son en esencia que este grupo de personas no sea un tema adecuado
campesinos. No me interesa en qué trabajaban antes, de ficción, pero muchas veces me he preguntado si el
que tipo o grado de enseñanza tuvieron en sus islas: nun­ tema de Hearne, con la cargada preocupación que
ca abandonaron en verdad la tierra que en un tiempo muestra hacia la pequeña aristocracia rural colonial,
reclamó a sus antepasados como árboles. Esta es la gran mitológica, no es la causa de que su obra sea, hasta
diferencia entre el novelista antillano y su contempo­ ahora, menos enérgica que las novelas antillanas en
ráneo en Inglaterra. Porque los campesinos sencilla­ sus mejores momentos. Hearne es un técnico de pri­
mente no responden o ven como las personas de clase mera, casi perfecto dentro de la limitación de la narra­
media. La lengua campesina posee sus ritmos propios tiva convencional, pero la obra se debilita porque la
que son los ritmos de Selvon y Reid y ningún artificio lengua no se usa y la Novela, como forma, en realidad
de la técnica, ningún truco avanzado que conduzca a la no se utiliza. Sus novelas indican que teme que se le
mutilación de la forma, puede alcanzar el sabor y soni­ identifique con la tierra en el nivel campesino. Lo que
do concretos de la prosa de Selvon. incluye en sus libros es siempre menos interesante de las
Porque esta prosa es, en realidad, el discurso del omisiones que el lector cuidadoso observará que se ha
pueblo, la música orgánica de la tierra. Shakespeare obligado a hacer. No constituye un ejemplo de ese ins­
conocía esa música y vivía en un momento en que ésta tinto e impulso raigal que devuelve a la tierra a los
penetraba en toda la sociedad. Pero las cosas han cam­ mejores escritores antillanos. Porque la tierra es una gran
biado en Inglaterra más allá de lo creíble. Para el nove­ parte de lo que ha devuelto la novela antillana a la lec­
lista inglés joven, en realidad no hay pueblo. Sólo hay tura, terrones sin refinar, tal vez, pero tierra buena,
gran número de pobladores, vagabundos o asentados cálida, fértil.
vagamente en alguna parte. Entre ellos habrá unos po­ De modo que regresamos al tema original de los
cos bolsones de individuos, a los que se conoce por novelistas de las Antillas inglesas que viven en un esta­
encontrarse en la misma profesión, o amistades surgi­ do de exilio escogido. Sus nombres hacen ruido un tiem­
das de la admiración o el patrocinio. En otra ocasión po en los antillanos adecuados. Sus obras se han
trataré de examinar en algún detalle esta característica convertido en útiles palos de escoba que los nuevos
campesina en Selvon y Reid. Por el momento sólo in­ nacionalistas agitan ante un extranjero que formula la
dicaré que no es en modo alguno casual que una gran grosera pregunta: «¿Qué saben hacer ustedes además
parte de la acción de las novelas de las Antillas inglesas de dormitar?»

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¿Por qué no regresan estos escritores? Hay para Además, apenas hay un indígena de clase media
ello más razones de las que puedo relacionar en estos que no incluya en sus sueños cócteles con este sencillo
momentos, pero una de ellas es el miedo. Tienen miedo Caballero, transformado de la noche a la mañana en
de regresar, con cualquier grado de permanencia, por­ procónsul romano.
que sienten que más tarde o más temprano se hará caso Tendría uno que regresar con el propósito concre­
omiso de ellos en una sociedad hacia la cual han mos­ to de destruir el significado tradicional del prestigio o
trado autenticidad y a la que han logrado dar expre­ evitar a toda costa esos dedos acusadores. A pesar de
sión. Pudiera decirse que algo parecido ocurre con los todo lo ocurrido en los últimos diez años, dudo que cual­
escritores jóvenes ingleses en Inglaterra. Existe la im­ quiera de los escritores antillanos pueda decir de cora­
portante diferencia de que es imposible disfrutar del zón que le agradaría regresar. Algunos han tratado, otros
anonimato en una isla pequeña donde todos señalan desearían tratar. Pero nadie se sentiría seguro en su
hacia todos, salvo hacia el Gobernador, para decir quién decisión de regresar. Sería peor que llegar por primera
es, o sea, el poco prestigio que posee. Aquí tenemos, por vez a Inglaterra.
ejemplo, una descripción del aura del Gobernador, Y en este momento debe decirse toda la verdad.
narrada con no menos autoridad por la dama que sirve Las constituciones políticas se han perfeccionado, los
a sus necesidades de esposa: niveles de vida puede que se hayan elevado. Es proba­
«Como en todos los sistemas coloniales, el pivote ble que estos niveles mejoren según un número mayor
del sistema caribeño es aquel a quien se ha nombrado de emigrantes deje la tierra y más capital extranjero
gobernador. En las colonias británicas y holandesas, es tome su lugar. Las cosas mejoran, las Antillas incluso se
una figura considerable de pompa, penachos y para­ enorgullecen de la forma en que se ha recibido a sus
das. Se supone que se tome muy en serio, para impre­ escritores en ultramar, pero poco ha cambiado en rea­
sionar a los indígenas, y su imagen oficial suele incluir lidad en las Antillas en los diez últimos años. La es­
todos los mejores símbolos decorativos familiares a los tructura colonial de nuestro pensamiento en casa no
Alces7 y los Caballeros Templarios. Su esposa es el ár­ se ha tocado. Nada ha ocurrido en realidad, aunque en
bitro social y la reina suplente de la colonia. El gober­ estos momentos se hacen intentos osados en Trinidad.
nador vive en un palacio o su equivalente más cercano En un artículo publicado hace poco en The Nailon,
y casi nunca se mezcla con el pueblo como ser huma­ C. L. R. James, que, en una forma diferente y en una
no ordinario. Cuando entra en un salón público, to­ etapa más temprana, contribuyó a construir la atmós­
dos se ponen en pie y, cuando sale, vuelven a hacerlo. Si fera en que pudieron haber sobrevivido los escritores
se sienta en una legislatura, no participa en el debate antillanos en sus propios territorios, formula esta idea:
público.» «Es deber nuestro —o sea, del gobierno y de su exten­
sión, supongo—traerlos de regreso.» ¡Bien! Pero no son
7 International Brotherhood of Protective Order of Elks of the soldados y James no ha examinado con detenimiento
World, organización caritativa fundada en Nueva York en 1868. la cuestión: ¿a qué se les trae? Se han ganado el dere­
(N. de la T.) cho a formular esa pregunta. Y no tengo pruebas que

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muestren que James puede responderla a satisfacción —¿Quién es?
de ninguno de ellos. ¿Porque acaso no es evidente -E s Arthur Koesder -afirmó con ese irrevocabili-
que si ellos —los exiliados y elocuentes—deben escoger dad que anuncia la victoria.
entre el desposeimiento eterno y la burla ignorante Me demoré mucho en responder, porque no creo
de una avanzada colonial victoriana, condenados por que debemos hablar con autoridad cuando estamos
la ética del siglo xx, escogerán lo primero, que prefe­ nerviosos. No tenía dudas de que James, en el momen­
rirán evitar la degradación de una sociedad que no es to en que escribía Los jacobinos negros, estaba a la altura
sólo colonial por las circunstancias actuales de su de Koesder, pero en ese momento recordé que Koesder
política, sino colonial en la propia concepción de su no era inglés y me inclino al nerviosismo siempre que
destino? «Podemos traerlos a casa...» ¡Bien! Pero hay se me pide que tome en cuenta los beneficios de la
un deber más urgente cerca de casa. ayuda exterior, no importa qué forma ésta tome.
No hablaremos del tema de la relación de James —Koesder, Koesder —repetía con la esperanza de
con una burocracia colonial, porque el autor de Los que mi lengua devolviera el sonido de esa palabra a su
jacobinos negros es un hombre demasiado grande para que hogar original.
se le arrastre a esas disputas marginales. No inmiscui­ En las Antillas no se necesitará a estos escritores
remos en esa polémica a la mente más aguda e intere­ hasta que su significado y su contribución se establez­
sante que ha producido el Caribe británico en tres siglos can en términos nacionales y políticos. Y no es tarea
de aprendizaje. He escogido su estudio clásico de Los suya establecerse de ese modo. Su tarea es seguir escri­
jacobinos negros para resumirlo en un capítulo posterior. biendo sus libros. El resto deben hacerlo hombres como
Y después de releer su historia de la Revuelta Haitiana Eric Williams, el Primer Ministro de Trinidad, y C. L.
me resulta evidente que, nivel por nivel, generación R. James. Y no basta con sacar a relucir a los autores
por generación, no hubo intelectual británico de los cuando la ocasión exige algún tipo de ornamentación
años 30 con una mente más sutil que la suya. cultural.
Cuando hablé de este tema una tarde en mis círcu­ En Nigeria, donde estos dones especiales son más
los de Hampstead, algunos de esos «conversadores pen­ escasos y menos sólidos, el gobierno no ha perdido tiem­
santes» de aquel lugar creyeron que yo sólo buscaba po en usar lo que tiene. Chinua Achebe, el autor de Las
discusión. Pero había un hombre que había oído a su cosas se deshacen, está con apenas veintinueve años a cargo
«profesor» hablar de James y pensó que era de todo de la radiodifusión en la región oriental. Eso no signi­
punto necesario responder. En otras palabras, no po­ fica que sea un pequeño burócrata. En modo alguno.
día permitírseme que me saliera con la mía. Sale al campo con una grabadora y trae la vida nigeriana
-Le diré cuál es la mente que servirá de respuesta a de vuelta al estudio para la comunidad nigeriana.
usted y a su James -dijo. Cyprian Ekwensi, el autor de Gente de ciudad, desempe­
—¿Vive aún? —pregunté. ña un cargo similar en Lagos. De Amos Turnóla, que
—Sí —respondió. tiene poca educación académica y es el mejor de todos, no
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cabría esperar que realizara el trabajo que se pide a Ekwensi encadenados conmigo... Como todos los demás
y a Achebe, pero la misma estación radiodifusora le ha negros, estaba todavía aquí, en este país maldi­
encontrado lo que parece una sinecura. Es un «mensa­ to; los bekés todavía eran dueños de la tierra, de
jero» de la estación radial en Ibadán, pero un mensaje­ toda la tierra del lugar, y nosotros seguimos tra­
ro muy distinto, porque pocas veces deja la oficinita a bajando para ellos como antes.
la que llama «mi cuartel». En otras palabras, la Nigerian
Broadcasting Corporation en Ibadán tiene la distin­ Ha pasado más de un siglo desde aquel grito. ¿Qué
ción poco corriente de transmitir contribuciones ha­ escuchamos hoy? La nueva voz es autoritaria, porque
bituales de uno de sus mensajeros. Ésta es una diferencia es Aimé Césaire, tal vez el mayor de todos los poetas
entre las Antillas y África occidental; es la verdadera di­ caribeños, quien describe el agujero en que nació:
ferencia entre una vitalidad que no es más que exube­
rancia animal y una vitalidad que es verdaderamente ...una casita que apestaba en una calle estrecha,
dinámica. Esta vitalidad sólo puede alcanzarse cuando una casa miniatura que aloja docenas de ratas en
haya sanado la castración colonial de la sensibilidad su panza de madera podrida... una casa diminu­
antillana. ta, cruel... el techo adelgazado, parcheado con
Si los políticos no desean retirar a los gobernado­ lata de botes de petróleo... Y la cama de made­
res, pudieran, al menos, comenzar a asaltar el esnobis­ ros que creó a mi raza, la cama con patas de latas
mo de la tez en una sociedad en que la marca negra ha de queroseno... una cubierta de piel de chivo y
dejado su impronta en casi todo vaso sanguíneo. Pue­ hojas de plátano secas, sus trapos...
den ayudar a la generación más joven a romper con el
hábito de esperar prestigio social ofreciéndose ellos Los políticos debían pensar en esta humillante falta
mismos para la promoción financiera, pues es esta idio­ de cambio.
tez evidente lo que crea la falacia de ser de clase media En la etapa más próxima, deben instar a las escue­
entre gentes que no tienen vínculo alguno —salvo a tra­ las a convertir el hábito de lectura para examinarse en
vés de trabajo quintacolumnista—con los conductos el hábito más inteligente de leer para explorar v descu-
de poder que organizan el dinero en una colonia. brir. Los novelistas antillanos ya han expuesto gran
En su libro The West Indies and Their Future, Daniel 'parte de esta miseria, pero los líderes nacionales de la
Guerin cita una fuente que recrea el reflejo de un es­ comunidad aún tienen esa tarea básica ante sí.
clavo poco después de la emancipación: Tendrá que llevarse a cabo antes de que cualquiera
de estos escritores antillanos sienta una seguridad rela­
Cuando desperté después de la dicha embriaga­ tiva que le permita regresar a una sociedad con valores
da de encontrarme libre, la dura realidad que que fueron en gran medida responsables de su expul­
me miraba al rostro era que nada había cambia­ sión. Hombres que se acercan a la cuarentena o cincuente­
do para mí o para los amigos que habían estado na, que han pasado casi toda su vida adulta luchando

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por trabajar en lo que consideran parte de sus instin­ rece, tiene más que ver con el tiempo y el cambio que
tos; a estas personas, sean escritores o plomeros, o lo con la geografía de las circunstancias y, sin embargo,
que se quiera, no puede sobornárseles con cargos en siempre hay un acre de terreno en el Nuevo Mundo
una burguesía colonial. De ser así, hace mucho habrían que crea ecos en mi cabeza. Sólo puedo esperar que
cambiado su dirección. En mi caso, diría que he llega­ estos ecos no mueran antes de que mi trabajo llegue a
do a la amarga conclusión de que soy por entero su final.
inempleable.
Depende por entero de hombres como James y
Williams iniciar esta labor necesaria, porque todo el
Caribe, como unidad dinámica del Nuevo Mundo,
depende en gran medida del alcance y apremio con que
el gobierno actual de Trinidad pueda ver y emprender
esta tarea. Los demás territorios -en el sur del Caribe,
al menos—seguirán su ejemplo, porque la situación de
sus escritores, tal como la he descrito, es sólo una indi­
cación de que sus necesidades y expectativas autóctonas
son las mismas.
En el Caribe tenemos una gloriosa oportunidad de
realizar una contribución válida y permanente a la vida
del hombre de este siglo. Pero debemos ponernos en
pie, debemos movernos. Los novelistas han ayudado,
pero el nuevo Caribe, cuando surja, puede no ser para
ellos. Será, como el futuro, un rubro en la lista de po­
sesiones que la próxima generación de escritores y cons­
tructores reclamará. Sigo siendo lo que es corriente
llamar joven -para mayor exactitud, tengo treinta y
dos años- pero ya siento que no doy más -como escri­
tor—en lo que respecta al Caribe británico. He perdi­
do mi lugar o mi lugar me ha desertado.
Éste pudiera ser el dilema del escritor antillano en
el extranjero: ansiar la nutrición de un suelo que, como
ciudadano ordinario, no puede soportar en estos mo­
mentos. El placer y la paradoja de mi propio exilio es
que pertenezco donde quiera que estoy. Mi papel, pa­
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PRUEBA Y EJEMPLO

PARADOJA

Cuando murió Jorge VI, la BBC contrató a una o


dos figuras de sus colonias para que «cubrieran» algu­
nos aspectos de los funerales. Una tarjeta de prensa
me permitía entrar en los terrenos de Windsor, a la dis­
tancia de un eco de la Capilla de St. George, donde la
familia del Rey rendía sus últimos respetos. La reale­
za ha aprendido cómo colonizar el dolor, porque por
los rostros de los primos de la Corona no era posible
saber qué pensaban. La princesa Margarita, diría yo,
era la que más cerca estaba de revelar una emoción
posible de descifrar.
Esta ocasión era para mí de gran significado, en
parte porque me gustaba echar una mirada a personas
dotadas de un poder que exige que no se les vea con
demasiada frecuencia y en parte porque la ceremonia
me conmueve mucho. Como mal estudiante de histo­
ria, tengo en estas ocasiones la sensación de que es aquí,
en el contexto de este drama a un tiempo religioso y
político, en el hecho y el trasfondo de la ceremonia,
que podemos percibir algún vislumbre del pasado.
Todos los libros de historia del mundo no pueden
mostrar en realidad lo que ocurría en esta mañana
púrpura en el Castillo de Windsor y sus alrededores.
Estábamos presenciando, en el presente, la resurrec­
ción de una forma de comportamiento.
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Olvidé las exigencias de la BBC, el poco sentido de estaba a punto de llover. Una anciana comía empareda­
fechas y dinastías, y mantuve las palabras centradas en dos mientras miraba desde debajo de una manta hacia las
esta ceremonia como un aspecto de resurrección. Más nubes, que se habían vuelto pesadas, negras, desleales.
tarde alguien se quejó en el estudio de que leía con Había junto a ella un niño dormido, la cabeza recostada
demasiada gravedad... como si no pudiera recordar lo al brazo de la anciana que, apoyado a un banquillo de
que había ocurrido en Windsor. Si hubiera estado le­ madera, le servía de almohada.
yendo un poema sobre ese entierro en Windsor no se Me abría paso poco a poco, una pulgada aquí, una
hubiera producido una queja similar, pero mi guión pulgada allá, preguntándome también por qué lo ha­
era NOTICIA y la NOTICIA exige una neutralidad cían; por qué, si a eso vamos, me había arriesgado a
mecánica de tono, sean los mensajes que brinda la voz mojarme para ver a aquellos que no iban a dejarse de­
de defunción o deleite. En aquellos tiempos yo era rrotar por el tiempo, personas que iban a esperar otras
poeta y es imposible para un poeta evocar empatia en veinticuatro horas. Mañana tendría asiento en una tri­
personas que emplean las palabras como forma de buna, en condiciones de refugiarme si llovía.
medir el tiempo y el tiempo como medida de la canti­ La Plaza Trafalgar ahora abría su corazón a los nóma­
dad de dinero. Esta actitud cobra obscenidad plena en das visitantes: rostros extraños cuya tez despertaba mi
la Sección Colonial, la que se ve —cuando se le ve—como curiosidad sobre su geografía, porque me ahorro el la­
el ano de la Corporación. Pero en esos días me era ne­ mentable privilegio de clasificarlos por color. Habían
cesario estar allí. De modo que un año después me en­ poblado las aceras por todas partes. Las fuentes, más
viaron de nuevo, junto a otras figuras coloniales maniáticas que nunca, salpicaban suavemente a los que
—antillanos y de América del Norte—a «cubrir» la Co­ estaban cerca. Los niños eran numerosos. Daban pal-
ronación. Se asignó a un antillano, periodista de ex­ maditas a las melenas de bronce de los leones, corrían
periencia, a la sección de Hechos y es de presumir que a mí bajo la curva del chorro de agua y luego se apresuraban
se me envió para que volviera a introducir la atmósfera. a asegurarse de que su lugar no hubiera sido ocupado.
Esta ocasión había reunido en una sola ciudad a Pronto había llegado a la Plaza del Parlamento, donde
los ciudadanos más asentados y promedio del mundo. acamparía al día siguiente y, como para recordarme lo
Por el momento, había cancelado cualquier lealtad que deparaba el día, llegaron las lluvias.
individual. Republicanos y realistas se codeaban, pare­ Los autobuses se alineaban como monstruosos can­
ciendo compartir una necesidad común, una curiosi­ grejos. No servían a más propósito que ofrecer refu­
dad similar. Así, una mujer que caminaba a mi lado gio que pocas personas parecían necesitar. Pronto entré
por Charing Cross Road no pudo guardar su secreto por en uno. Nunca me he sentido más cómodo en un au­
más tiempo. Dijo: «Al fin y al cabo, esto debe signifi­ tobús. Avanzaba poco a poco y las multitudes de la
car algo. ¿Puede decirme qué hace a la gente compor­ acera escuchaban el sonido del motor, pero no veían
tarse así?» Era en vísperas de la Coronación. Señalaba nada. Ya habían sacado las capas de agua y se habían
hacia el contén de la acera, donde había multitudes cubierto el cuerpo con frazadas y mantas, empapados y
esperando desde las primeras horas de la mañana. Ahora temblando de frío. Puede que se trate de una comparación

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desafortunada, pero nada me recordaba más su desafío de buena voluntad en Noche Buena, la palabra «ami­
que las figuras transparentes de tortura en los bosque­ gos» era lo que daba nombre a la ocasión. Era la pala­
jos de tiempos de guerra de Henry Moore de las perso­ bra que mejor podía describir el abandono, la excitación
nas que dormían bajo tierra. En el autobús, un niñito y el deleite que reinarían todo el día. Tal vez hubiera
decía: «Mami, ¿se van a quedar aquí toda la noche?» y hablado en nombre de todos los visitantes y también
la madre respondió, despreocupada y segura: «Sí, es­ lo había hecho por la mayoría que se había acostum­
tán esperando a Mañana.» brado a este tipo de esplendor, pues esta Coronación
Entonces aumentaron las lluvias. Las gotas sona­ parecía un intento de ser el mayor espectáculo de la
ban como pedradas en el techo del autobús. Se hizo tierra, una resurrección de la obra teatral más antigua de
demasiado fuerte para dejarnos ver desde adentro qué la raza.
había sido de los que estaban en la acera, pero nos era La BBC había enviado a mi colega antillano
posible escucharlos. Cantaban. Al principio con algo Thomassos al interior de la Abadía. A mí me envió a
de tristeza, como si les pareciera injusto que esto estu­ pararme en un lugar desde donde se divisara a la per­
viera ocurriendo. Luego las voces, cada una dando alien­ fección la puerta occidental donde el Duque de Norfolk
to a la otra, alcanzaron un poco más de alegría y al fin recibiría a la Reina. Los pares y sus esposas entrarían
se elevaron sobre el aguacero en un estallido calculado por una puerta situada a la izquierda. Era la misma puerta
de triunfo. Estaban decididos a quedarse y se lanzaban a que se permitía usar a los Ministros del Commonwealth
una actitud que aniquilaría el mal tiempo. Oí a un y las Colonias. Era la misma puerta por la que Nehru
extranjero que hacía comentarios sobre este fenómeno. precedió al difunto doctor Malan. Todavía hoy recuer­
En la voz más grave que le era posible, decía: «Siempre do cómo la voz de la BBC anunció, para que todos lo
recordaré ésta como la hora más húmeda que han vivido» vieran, al elegante y distinguido Primer Ministro de la
Había pasado una noche. El tren que me llevaba a India. Cuando se anunció al doctor Malan —porque no
la parada más cercana de la Abadía entró en Victoria a las se atrevieron a omitirlo-, éste se encontraba ya en la
cinco y media. Todos parecían muertos de cansancio Abadía y sólo pudimos echar un vistazo a su espalda.
en sus asientos, hasta que una voz extranjera nos alertó. Un periodista estadounidense blanco que se encontra­
Un padre había abordado el coche con una familia de ba sentado junto a mí se enfureció porque consideraba
cinco. Se les veía tan impacientes como a un batallón. que se había robado a algunos ciudadanos leales la opor­
El hombre miró desde debajo de su boina azul marino tunidad de abuchearlo.
y anunció: «Amigos míos, he viajado siete mil millas, Pero los pares continuaban llegando y llegó la Reina
llevo sólo doce horas en el país y no sé dónde estoy ni Salóte, cuya presencia creó una atmósfera tan amplia como
adonde voy. Avísenme cuando lleguemos al lugar que la de la propia Coronación. Fue una tarde memorable.
se llama Charing Cross.» El aire era todo armiño, los pares eran como caballeros
No se había dirigido a nadie en particular, pero divinos que probaban sus piernas en la dudosa superfi­
había informado de sus sentimientos y dirigido su peti­ cie de este rincón terrestre en que la Cámara de los
ción a todos los presentes. Como la repentina aparición Comunes observaba y esperaba para anunciar algún
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escándalo necesario. El estadounidense guardaba ahora mentó se detuvo, este caballero estaba sencillamen­
silencio, reflexivo y solemne como un niño cuyo buen te haciendo el ridículo. Aquella indumentaria hilaran­
nombre hubiera aparecido en el Libro Negro o como te podía haber sido perfecta para un día de carnaval en
una niña cuyo mal carácter hubiera recibido de repen­ Puerto España... ¡pero en la Abadía!
te el nombre de ángel. Entonces se inclinó hacia mí, Porque el caballero llevaba un traje de mañana -como
en un murmullo... pues se había producido alguna los que yo había visto en los funerales de Windsor—
transferencia... en un murmullo y en una conspira­ con pantalones gris marengo de rayas que se persiguen
ción de sentimientos. El estadounidense se inclinó y como serpientes negras hacia arriba y hacia debajo de las
dijo: «Socio, créeme, es la mayor toma de posesión de piernas, un sombrero alto como la cumbre de una monta­
todos los tiempos...» Comprendí sus sentimientos. ña con un precipicio gris plata y una banda negra de
Cuando los pares estaban todos bien resguardados luto, un guante blanco apretado como la piel en la mano
y la Reina había entrado, invité al estadounidense a un izquierda, y sostenido —no llevado, sino sostenido—por
trago. Aceptó con mucho gusto y bajamos un tramo la mano derecha estaba su segundo guante, sacudido y
de escaleras hasta donde se encontraban las llaves que mecido al ritmo de su paso militar, una bandera de
sonaban tanto como molinos de viento. Fue en el bar rendición que mostraba cinco dedos desangrados a blan­
que recordé al pobre Thomasos, a quien se había hon­ co e hinchados de deseo por su mano perdida.
rado con un asiento en la Abadía y, por tanto, tuvo Puede que los extranjeros sonrieran, pero esta apa­
que permanecer allí hasta el fin del espectáculo. rición negra no fue una broma para Thomasos, quien
Porque, a su llegada, algo curioso les había pasado a ahora comenzaba a sentir que las flechas de la civiliza­
Thomasos y a uno de sus compatriotas de intereses ción traspasaban su orgullo. El caballero se había perdi­
políticos. Oí la historia cuando regresé al estudio. Los do. Como los rostros blancos lo ponían nervioso, se
demás le preguntaban: «¿Cómo pudiste hacerlo? Y nada dirigió a Thomasos, su hermano también perdido, su
menos que tú.» salvador más seguro.
Thomasos, nada menos, era un nacionalista agresivo. ¡Pero nada menos que Thomasos! Orgulloso, va­
La política y una cervecita eran su poesía. Cuando lle­ liente y fuerte, ¿cómo pudiste hacer una cosa tal ante
gaba a la Abadía, vio que un negro se le acercaba. Era todos aquellos ojos ingleses que te veían? Porque cuan­
un miembro de un partido oficial de las Antillas ingle­ do el caballero estuvo a punto de hablar, ¡Thomasos
sas. Los pobladores de su isla lo habían elegido el líder que echó a correr! Dije que Thomasos corrió y Thomasos,
representaría sus sentimientos y expresaría sólo con que siempre había alardeado sobre todo de su orgullo
su presencia la felicidad que ese día les producía. Ves­ y coraje, admitía que había echado a correr.
tía de modo acorde con la fantasía de esa mañana. No El programa terminó. Thomasos y yo atravesamos
se sabe bien por qué o cómo escogió los artículos que hasta los Feathers. Quería saber más de lo que había
componían su atuendo, pero a los ojos de los ingleses ocurrido en la Abadía. El quería saber más de lo que
debió aparecer como una muy «extraordinaria inno­ había ocurrido fuera. Estábamos ahora libres, libres
vación». Al entender de Thomasos, quien en ese mo- de los oídos blancos, libres de los lacayos negros.

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—¿Pero por qué corriste, Thomasos? —pregunté. UNA FORMA DE VER
—A los demás no les voy a contar el cuento com­
pleto —confesó—, pero dime si tú también no habrías
corrido. Ten: coge esta bolsa, tú, a quien las plagas del Cielo te han llevado a tal
—¿Qué ocurrió? humildad que aceptas todos sus golpes. Q ue yo, que soy desgraciado, te haga a ti
—No me importaba el atuendo de lameculos ni nada el más venturoso. ¡Cielos, obrad siempre así! ¡Que el hombre lleno de duday de
de eso —afirmó—, porque sé que algunos negros nacen comodidades, que esclavina vuestra ley, que no quiere ver porque no siente, sienta
mal del cerebro, pero George, si te cuento... acto seguido los efectos de vuestro poder! Así, la distribución deshará todo exceso
y cada uno tendrá lo bastante
—¿Qué, viejo?
—Que además del atuendo, el desmadrado llevaba Rey Lear, Acto IV, Escena 1
una espada que se balanceaba con él. Nacido con pi­
cha, sin haber ido nunca a la guerra, marchaba con
una espada además de todo aquel atuendo... ¿No te
hubieras echado a correr tú?
Yo tenía la sonrisa que significa, pero que no se No habré logrado comunicar lo que deseo decir si
atreve a expresar ante todo el mundo: «¡Sí, coño, sí. dejo la impresión de estar construyendo teorías. No
¿Y por qué?» tengo el equipamiento que se requiere de hombres que
-Porque no iba a dejar que ninguno de esos ingle­ elaboran ideas, pero sí creo que lo que la persona pien­
ses pensara que el hombre de la espada y yo veníamos sa está muy determinado por la forma que la persona
de la misma parte del mundo —confesó—. Nunca, nun­ ve. Esta obra es en realidad sólo un informe de la for­
ca, nunca. ma de ver de un hombre, usando algunos datos de"eio
Hace años que no veo a Thomasos y hoy me pre­ penencia como prueba y guía. Recalco el aspecto de la
gunto si todavía conserva aquel maravilloso sentido del forma de ver porque voy a examinar un par de cosas
humor, aquella camaradería de compañeros de barra y sobre el color según afecta a los negros que viven en
aquel temor racial. una sociedad blanca. Comenzaré por describir un epi-
sodjp- que se produjo en Hampstead. *
^ Hace aproximadamente un año, compartía un apar­
tamento con un antillano llamado Polly. Ambos espe­
rábamos cartas importantes: él quería saber de un nuevo
empleo y yo esperaba saber sobre un nuevo préstamo.
Las cartas no habían llegado el martes, de modo que
pensamos que se habían retrasado un día. El miércoles
no habían llegado y decidimos que el problema era
que estábamos impacientes. Pero cuando el jueves no
ocurrió nada, sospechamos que se habían extraviado.

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Pero era raro que las dos cartas, la mía y la de Polly, inglesas. Una anciana amable, honrada y cortés había
decidieran perderse por las mismas causas y al mismo liado a casi dos tercios de la población mundial en una
tiempo. El viernes por la mañana nos encontramos en sola palabra.
la escalera y se produjo este diálogo: Cabría decir que la anciana es un ejemplo sencillo
—¡George! de ignorancia, pero mantengo que, ignorante o no, en
-¿Qué pasa? lo fundamental todo esto guarda relación con una for­
—Veo unos sobres. ma de ver. De modo que daré otro ejemplo, en el cual
-Ve tú, Polly. No estoy de suerte. es de pensar que la ignorancia sería menos frecuente,
—No, ve tú. El viernes es un día en que sólo me pero en el cual, de todos modos, ocurrió algo similar.
ocurren desastres. El Instituto de Artes Contemporáneas es muy
De modo que fui yo. Había dos cartas, pero estaban contemporáneo y tiene mucho de instituto. Casi nun­
dirigidas al mismo nombre, que no era ni Lamming ni ca lo visito en estos días, pero un amigo me había lle­
Pollard, sino Singleton, de quien nunca habíamos oído vado allí poco después de mi llegada a Inglaterra y la
hablar. Cuando leimos la dirección era sin dudas en razón principal por la que iba en aquellos tiempos era
nuestra calle, pero en lugar del 70, nuestro número, para ver en persona a alguna gente. Recuerdo haber­
era «X», que debía de ser el de Singleton. Quedamos me asustado de verdad cuando alguien me dijo que la
convencidos de que Singleton tenía nuestras cartas y señora que estaba allí sentada era Edith Sitwell, cuya
nosotros las suyas. Así que nos dirigimos al núme­ obra yo había admirado pero era incapaz de recordar.
ro «X». Polly tocó el timbre y una anciana abrió. Pa­ Era exactamente el mismo tipo de sacudida que hubie­
reció un poco temerosa de Polly y eso lo asustó también ra experimentado Dame Edith si, por casualidad y sin
a él. Mientras trataba de explicar, apareció otra señora advertencia, se hubiera encontrado con un hechicero
mayor. No conocían a nadie llamado Singleton, pero africano. Hay muchos ejemplos de ese tipo de sorpre­
tomaron nuestros nombres y fueron a ver. Esperamos sa que rebasa la mirada. De hecho, es el tipo de sorpresa
y, cuando regresaron, lo hicieron en compañía de un con que el poeta trata de conquistar el oído.
hombre mayor. Era un hogar de ancianos, ancianos y Pero por el momento deseo concentrarme en la
ahora muy corteses y deseosos de ayudar. Pero nues­ mirada. El Instituto de Artes Contemporáneas me
tras cartas no estaban allí. parecía un buen lugar para ver gente. Después de tres
—Lo siento —dijo la anciana—. He mirado todos los o cuatro visitas, tuve la impresión de que yo no era el
sobres que llegaron en los últimos días, pero no vi nin­ único en este ejercicio de ver personas. Un gran nú­
guna con sellos NEGROS. mero de sus miembros parecía ir allí para aprender
Polly lanzó una carcajada tan fuerte que la anciana algunos rostros: los rostros de personas importantes.
pudo haber muerto de un ataque cardíaco. ¡Sellos ne­ Algunos dirán que ir a ver personas es una pura pérdi­
gros! Teníamos que saber qué significaba aquello. No da de tiempo. Una vez un amigo me acusó de estarlo
quería decir negro simplemente, quería decir sellos haciendo y me reprendió por ello. Pero estaba equivo­
marcados en África o la India, China o las Antillas cado, porque yo era un poeta y perder el tiempo —no

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importa cómo se pierda—es parte del trabajo necesario fundo del corazón que Dios está de su parte, porque
de un poeta. Dios vio cuándo e incluso cómo se produjo. La segun­
Mientras se pierde el tiempo se pueden hacer des­ da verdad es —y éste pudiera ser el momento de peli­
cubrimientos interesantes, siempre que uno no se que­ gro—que el gran hombre pudo no haberse percatado
de dormido. Dormir es para mí una «casi pérdida» de de haber estrechado su mano, porque hace ese tipo de
tiempo. Pero si uno puede mantener abiertos los ojos cosa como una suerte de rutina sagrada. Si el rival de­
y no traiciona su función, que es ver, el Instituto nun­ safía su afirmación y decide llamar al gran hombre
ca puede verse como un ejemplo de pérdida de tiem­ como testigo, se encuentra uno en un conflicto grave,
po. Porque observé que ver rostros importantes estaba porque es impresión mía que la oración no suele ser
sólo a un paso de tener trato con personas importantes popular como método de comunicación entre los
y la importancia, cuando se vincula a los artistas, pare­ discípulos del arte contemporáneo... de modo que
ce funcionar como la influenza. Si está uno cerca, se puede quedar uno en la situación en que el gran hom­
contagia, de modo que cada estornudo de un gran hom­ bre no lo vio a uno y, por tanto, niega su propia exis­
bre dará lugar, más tarde o más temprano, a un estornu- tencia.
dito de su admirador. Y este estornudito es bien Pero no es probable que esto ocurra, porque aunque
válido... quiero decir que con el tiempo el admirador hay muchos grandes hombres que no prestan atención,
se acatarra e incluso puede aprender a acatarrarse. en otras palabras, no ven, apenas habrá un gran hombre
En el Instituto observé que ver un rostro impor­ que niegue la existencia de un admirador cuyo elogio
tante pronto conducía a estar cerca de la persona im­ es el principio mismo sobre el que se construye su gran­
portante —al alcance de lo que estaba diciendo—y deza. Es probable que el gran hombre diga: «¡Sí, lo
entonces podía uno recibir sus opiniones en toda su recuerdo!» Y eso es infinitamente más grave. De he­
gama de idiosincrasia y sabiduría, ya que venían de la cho, toda la ética que vincula a admirador y admirado
voz real de lo grande —no digo «del hombre» porque el está a punto de desplomarse. El gran hombre miente
genio tiene su forma de deshumanizar al creador origi­ cuando afirma una verdad que, aunque cierta, no es en
nal hasta que «él», el hombre, se establece como «lo», realidad la verdad del gran hombre. Y como usa su
lo grande- Si está uno al alcance de esa voz y los ojos verdad sin reconocer el hecho moral de que en reali­
miran fijamente a ese paisaje escarlata y melancólico dad no es suya, crea en uno la falsa convicción de que
que es su rostro, pronto deseará tocar al gran hombre. no sólo lo conoció, sino de que él lo reconoció.
En otras palabras, uno enfrenta el deber moral -en el La etapa siguiente en la promoción del empeño de
sagrado nombre del arte contemporáneo—de estrechar tener trato con el gran hombre es informar a los riva­
la mano del gran hombre. les celosos que uno no sólo conoció al gran hombre,
Éste es el momento de dos verdades. Tras lograr el sino que «como me dijo Stevie». No hay nada como
estrechón sagrado, se ha establecido una verdad senci­ usar el nombre de pila para advertir al enemigo que
lla: se ha conocido al gran hombre. Cuando rivales cualquier insinuación o desmentido ulterior se consi­
envidiosos desafían su afirmación, uno sabe en lo pro­ derará vulgaridad.

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Hace algunos años estaba leyendo un reclamo pro­ realidad cree en la santidad del Instituto de Artes Con­
fesional que hacía Kathleen Raine sobre el empleo in­ temporáneas, si confía en las predicciones críticas que
discriminado de los nombres de pila por aquellos fuera aquellos grandes hombres presentes son capaces de ha­
del círculo real de conocidos. Me pone un poco ner­ cer, si cree en todo esto, esa noche puede ser su calva­
vioso, ahora que lo recuerdo, porque amenaza la verdad rio, ese ascenso solitario a su estatura plena puede ser
de lo que siento sobre la compasión e incluso la grati­ su primer y único ascenso a la cruz y sencillamente no
tud que experimentan los grandes hombres hacia la hay resurrección para el poeta joven que no es Cristo.
fuente viva de elogio que amplía su fama. Sólo puedo Cuando comienza a leer su himno de melancolía de­
pensar que Kathleen Raine no es una gran poeta o, de seando el amor, sea de su madre, de su chica o de la
serlo, las exigencias profesionales de un gran hombre tumba... puede en realidad estar cantando su propio
no son exactamente las mismas que se le imponen a epitafio a una carrera que no sobrevivirá a esa noche.
una gran dama. Espero no haberme equivocado dema­ Porque el amor no es una característica común de los
siado porque, créanme, no me he descarriado. En grandes, por contemporáneos que sean. La juventud,
muchos sentidos sigo estando en el Instituto de Artes con el significado de talento, y lo contemporáneo, con
Contemporáneas y el año es 1950. el significado de moda, son enemigos natos.
¡Yo era allí un poeta, invitado con otros poetas a Pero algunos poetas jóvenes tienen suerte. Había
leer desde un estrado dispuesto especialmente para los oído a tres o cuatro poetas antes de decidirme a dejar
jóvenes! En este contexto, joven quiere decir no publi­ mi asiento. Quería escuchar la tentativa de otros. Pue­
cado, ya que un joven que también es poeta es siempre de que estuviera esperando para palpar el ambiente y
un escritor cuyo nombre no se encuentra en ese libro deseando ahora que uno de esos poetas fuera malo en
en cartoné con un sello editorial importante. Es triste, verdad, porque no hay nada que oculte la mediocridad
pero cierto, tener que decir que un escritor sin libro es como una atmósfera de mala calidad evidente y reco­
como un vaquero sin caballo y sin pistolas. Así es como nocida por todos.
se veía a los poetas jóvenes en el estrado que sanciona­ Pero descubrí que ni siquiera necesitaba la ignomi­
ba una presencia no menos benigna que la de Sir nia de uno de mis colegas vaqueros ingleses, porque
Herbert Read. Debe de haber habido unos cuantos cuando me puse en pie di cada paso del camino acom­
grandes hombres presentes, porque el Instituto estaba pañado por un coro de manos que aplaudían mi llega­
atestado esa noche y las multitudes no viajan para ver da o mi resurrección, Dios sabe qué. Entre el público
vaqueros sin caballo y sin pistolas. sólo conocía a Gloria y estoy seguro de que Gloria
Para el poeta joven, ese corto viaje de la segunda o no habría organizado ese ardid, aunque era antillana e
tercera hilera hacia el estrado y luego el subirlo puede incapaz de soportar la idea de dejar caer a los suyos.
ser una suerte de crucifixión. Y sentarse junto a la voz No tenía reputación alguna en Inglaterra. El estrado,
gentil y paciente de Sir Herbert Read no ayuda. Puede a pesar de Sir Herbert Read, era público. Yo era tan
que la multitud allí abajo esté plácida, pero el poeta solo un emigrante antillano anónimo que sabía leer y
joven del estrado se siente en camisa de once varas. Si en que, por misterioso que pudiera parecer, incluso había
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entrado sin autorización en el territorio de los alfabe­ M ifebril fantasía seguía enormes setos
tizados que se habían hecho famosos escribiendo. Tam­ Donde orquestas de color defilaban
poco era un brujo que hubiera hechizado sus manos. Y aparecían los populosos lirios blancos.
Entonces, ¿por qué aplaudían? Me pregunto de Por marismasy margas de caminos cojos
nuevo qué hacía aplaudir a esos intelectuales altamen­ Salvajesy errantes al capricho de los vientos
te contemporáneos. ¿Por qué lo hacían? Debemos ser Mis talones prestos salvaban los lirios blancos
por entero honrados en relación con este por qué. Y llevando plegarias incompletas en los labios
¡Usted y yo! No afirmo que sepa la respuesta final, Me lanzaba p or el día que descendía en el alba
pero estoy convencido de que guarda alguna relación Para llevar mi cuerpo a la vasta bahía.
con la forma de ver. Los ojos que se llenaban de alegría Nacido en una roca aislada p or fieras olas
en esa sala miraban a un negro que tenía la audacia de Que ocultan continentes perdidos de ¡yenda
emprender el camino del poeta en público y, al pare­ Mi lección natural en los años de enseñanza
cer, sin avergonzarse. ¡Valor! No hay nada como el Fue el ritual del baño de mar al alba.
valor, puede que estuvieran pensando. Pero hay dis­
tintos tipos de valor: podían admirar y comprender el Cabalgando en las lágrimas verdes de la eternidad
valor negro ante los leones; pero el valor negro ante la Que cortan el coral de mi rojo rostro de roca
lengua era pura magia negra y la magia, blanca o ne­ Forjé en el fuste resbaloso de olas
gra, no es fácil de aceptar. Leí este poema. Con gesto zozobrante de pies y manos
E l ardor de mis radiantes nueve años
El niño y el mar Y lanzado a la marea saliente de la bahía
Firmé mi alianza con el sol
Más puntualy decidido que el canto de un ave al alba En un día que señala a mi rojo rostro de roca
Mientras la boda del agua con las hierbas mustias La temporada de los huevos salados de mar
En acentos de cristal gritaba en el césped Y elpez de escamas azules que vuela
Despertabay o con el salvaje deseo errante de un niño. Entre maderos flotantesy algas anduve
Antes que los rayos surgidos de la lu\ laceraran Hasta donde contienden mareas irregulares
Los lagos de nubes de los altos cielos Y el agua tiene nivel bajo.
0 coros alados coronaran los árboles descuidados Primero surge la cresta espumosa
Con su reminiscencia coral matutina En un canto de hojas crujientes, apresadas
Estabay o con este salvaje deseo errante de niño. Brillay trina a la luz burbujeante
Demasiado pronto para la lujuria o las nanas de amor Un coro de olas movidas por el viento.
Aprendí muchos cuentos del lirio blanco Entonces, súbitay silente como el signo
Que crece con su compañero de tallo verde. De la luz ^ surí e en un a^ a tronante
En los meses floridos de mi sendero dañado La espuma cae al borde que aflora
Vestida con su dote de tedioy malestar De algas oscuras, verdes, sinuosas

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Como la pendiente de vidrio ondulante por ella, ¿quién lo iba a hacer por mí? De modo que
E l agua se desliga hacia lechos musgosos hice el portento de ruido que es característico de mi
Ea curva ascendente de la marea saliente voz y un ingrediente del comportamiento antillano.
El milagro de esa mañana El resultado fue una impresión de autoridad. Es por
Fue la repentina partición de los mares eso que me dejaron tranquilo. El deber y la conciencia
Creada por el vientoy las olas decían que el muchacho había cumplido con su enco­
Los peces husmeaban entre frondas mordisqueadas mienda. Nadie querría decir si lo cumpliría encomia-
Cerca pero lejos las muestras en madera del orgullo blemente en el futuro, pero esa noche había cumplido
(Yates desgastadosy el club animado) su tarea.
Nadaban sin prisa en la elegante marea. ¿Cuál, pregunto, es esa tarea? Es la siguiente:
Y allí en el valle de musgoy heléchos Caliban se había apropiado de las armas de Próspero y
d o r é con el temblor de una ola llevada por el viento decidido que nunca más pediría permiso a su amo. Este
Un recuerdo que dañó mis radiantes nueve años, también es mi tema, un tema que abarca la literatura y
Soñando en mi ser despierto la política de nuestro tiempo. El verdadero significado
Que y o era el amo de todo de este tema: su significado para nosotros y su presen­
Bajo el astuto mary fuera de él cia con nosotros nunca ha sido más apremiante en nin­
gún siglo anterior. Es este apremio el que enfrentamos
Era un poema verde, pero el aplauso que siguió ahora y al que debemos responder sin reserva o dene­
fue más fuerte y, dadas las circunstancias, más aprecia­ gación. Porque lo que está en juego es el resultado his­
ble. Pero no difería del primer aplauso. Era parte de la tórico de nuestro pensamiento, lo que está bajo trágico
misma forma de ver. escrutinio es nuestra forma tradicional de ver.
Después de haber leído, cada joven poeta debía sen­ El arte contemporáneo puede no estar demasiado
tarse a esperar por las preguntas del examen. Esta es lejos del delito contemporáneo. Por diferentes que sean
una prueba muy dolorosa, pero se me evitó. Alguien sus gustos y niveles de enseñanza, el Instituto de Artes
preguntó, con un poco de embarazo, sobre las Anti­ Contemporáneas es vecino de Notting Hill. A pesar
llas. Creo que su reticencia pudo haber tenido que ver de nuestra diferencia de fortuna, el antillano asesinado
con el hecho de que dudaba de dónde era yo en reali­ en Notting Hill es parte eterna del Caliban que escri­
dad y en el Instituto no es bueno no estar al tanto de be quien, al menos, advirtió a Próspero que su privile­
este tipo de cosas. Sería como echarse un pedo en el gio de propiedad absoluta ha terminado.
altar. Pero se me evitó el epílogo del examen por otra Ha madurado —aunque puede podrirse—el momen­
causa. Leo poemas mucho mejor que la mayoría de los to en que los amos deben aprender a leer el significado
poetas ingleses vivos. Esto es un hecho. Y leí exacta­ contenido en las firmas de sus antiguos esclavos. Pue­
mente como lo hubiera hecho en las Antillas. Al fin y de que haya más asesinatos, pero Caliban llegó para
al cabo, el poema era mío. Yo lo había compuesto. La quedarse. ' ^ _
trompeta era mía y conocía sus tonos. Si temía soplar

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2 vaquero no había entendido para nada lo que quería
decir Eliot. Spender pudo haber dejado las cosas aquí,
Poco después que ocupé mi asiento en el Instituto porque los que hemos tratado de conocer lo que Eliot
de Artes Contemporáneas, alguien me tocó el hom­ quiere decir sabemos que esto conduce a un territorio
bro y me pasó una nota que me enviaban desde el fondo en que el propio Eliot en algunos casos puede
del salón. No pude preguntarle dónde se encontraba trastabillar. Porque las ideas de Eliot no se ofrecen en
quien me la enviaba, porque otro vaquero -no tenía discurso preciso, su significado tiene movimiento. Y
caballo, pero parecía dueño de pistolas cargadas—estaba cuando uno mira aquí, se ha movido para allá. Cuan­
leyendo un poema que terminaba en una pelea aterra­ do se trata del significado correcto, se descubre que la
dora. Algunos poetas importantes presentes interpre­ situación ha hecho que uno se equivoque, porque el
taron el poema como un ataque injusto al más grande significado no deja de moverse, hasta que significado y
e importante de todos ellos: un ataque a T. S. Eliot. movimiento son parte del mismo baile indistinguible
El lugar comenzó a parecerse a Notting Hill, salvo de la mente que no tiene tiempo de entablar una discu­
que no había cuchillos. Spender había sido el prime­ sión. Porque una de las cosas notables de Eliot es la
ro o el segundo en ponerse en pie —no recuerdo, pero coherencia de su relación con su trabajo. Es un poeta
la artillería llegaba de acuerdo con su importancia con una comprensión muy precisa e integral de lo que
en potencia de choque—para rescatar el nombre del se requiere de un poeta.
Gran Hombre. Para mí, recién llegado de una isla rui­ La riña prosiguió, spfisticada y enérgica, poetas
mayores seguidos por poetas menores en una enorme
dosa, era una diversión espléndida, porque exactamente
represalia contra el vaquero solitario. A nadie se le
así nos hubiéramos comportado en ocasión similar,
ocurría cómo iba Sir Herbert Read a llevar la situa­
con la única diferencia de que en nuestra arena en las ción y es demasiado tarde ahora para decir qué ha­
Antillas no habría habido mayores. ¡Todos éramos, bría hecho porque pocos se dieron cuenta, para
como en el ejército haitiano, altos oficiales! nuestra sorpresa, de que Eliot estaba presente en el
Spender aclaró que el poema era una distorsión de Instituto de Artes Contemporáneas. Un joven poeta
las palabras de Eliot. Y Spender pisaba terreno firme. que se encontraba en las últimas filas había revelado el
Tenía dos armas importantes, la primera de las cuales secreto, a la manera de un verdadero vaquero. Ahora
no debió haber usado. Llamó nuestra atención sobre habían comenzado los ejercicios para ver y querer ver.
el hecho de que alguna parte de él —he olvidado la frac­ Todos querían ver dónde estaba sentado este gran hom­
ción—era judía y, hablando como judío fraccional a bre. Y es aquí que podremos aprender algo sobre Eliot y
otro judío —que era mucho más entero—diría categóri­ el problema de ver. Porque la grandeza, que puede en­
camente que el vaquero judío no debió en ningún caso trar con tanta perfección en el papel del anonimato, es
haber llevado sus pistolas a ese lugar. la reprimenda más firme al ojo que admira falsamente.
Su segunda arma de ataque era mejor y pudo ha­ Lo que merece la pena mencionar aquí es que aunque
ber resuelto el asunto de una vez por todas. Era ésta: el todas las personas procedentes de países coloniales no

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pueden ser grandes hombres, es característica de algu­ seaba incluirme en una exposición de rostros que eran
nos de ellos que se les vea y no se les oiga, que entren y a un tiempo de interés actual y temporal. Decidí por
salgan sin atraer la atención adecuada por razones erró­ instinto que aprovecharía la oportunidad para pregun­
neas, o la atención errónea por razones adecuadas. tarle si participaría en el programa de la BBC «Voces
Sir Herbert había logrado muy bien su propósito del Caribe». Aceptó y Henry Swanzy, quien era el
y pronto se había restaurado la atmósfera de intercam­ editor y productor del programa, le envió una mues­
bio discreto y civilizado. El espectáculo casi había ter­ tra representativa de poemas del Caribe.
minado. Los poetas jóvenes habían entregado su No fue el primer escritor inglés que contribuyó al
canción; los jueces habían pospuesto el castigo y la programa. Entre los que habían participado se conta­
multitud iba en retirada. Es interesante cómo estas ban Roy Fuller, Arthur Calder Marshall, R. N. Curry,
personas decidieron entonces qué manos podían arries­ quien me impresionó, como poeta y como persona, por
garse a estrechar y qué manos no. Y cuando se produ­ su talento sólido aunque amable. Harry Craig, un jo­
cía la lenta y reacia dispersión de discípulos, observé ven irlandés recién llegado de Dublín, era una voz fa­
—porque mi mirada se encontraba ahora en el propio miliar en el programa, que se transmitía semanalmente
pináculo de su codicia—que Eliot se acercaba a Sir a las Antillas y es difícil explicar su importancia para
Herbert Read con la humildad tranquila aunque un Jias_es€«t©fes_que_habían permanecido en el CariBei '
tanto nerviosa de un mayordomo jubilado a quien el En una isla en quer ía radio local constituye un con-
dueño ha pedido con amabilidad que cuide la casa. cubinato incestuoso entre el comercio y la administra­
Era hora de marcharme. Mucho había ocurrido ción pública, estos escritores esperaban con ansias las
esa noche, mucho más de lo que había esperado. Como ya siete y media de la tarde del domingo. Era su indulto.
dije, había recibido una nota poco antes de que los Además, «Voces del Caribe» permitía a los escritores de
poetas entraran en acción en nombre de su Amo. La una isla mantenerse en contacto con la obra más recien­
nota estaba firmada por Steven Spender, un garabato te de los escritores de otra. Revisando de nuevo los guio­
nervioso y frágil que indicaba que él y John Lehmann nes, detecto similitud en Fuller, quien criticaba los
estaban preparando una nueva antología de poetas jó­ poemas, y Calder Marshall, quien analizaba los cuen­
venes y si yo etcétera, etcétera, etcétera... tos. El programa pretendía «alentar» al talento local y
fue un cambio muy saludableVpigT^ájoTaMÍrecciónde
Henry Swanzy, estoy seguro, Fuller y Calder Marshall
3 se hicieron más mordaces. Y Calder Marshall, de una
sinceridad fuera de duda, podía ser muy duro.
No pudo haber sido mucho después de la velada Los escritores antillanos se reunían todos en una
del Instituto de Artes Contemporáneas que hice un casa y escuchaban estos programas. Entonces espera-
viaje a St. John’s Wood, donde Spender vivía en aque­ BarTlos anuncios finales con la esperanza de que el pro­
lla época. Tenía interés en conocer más sobre quienes grama de la semana siguiente incluyera algo de lo que
escribían poesía en las Antillas inglesas. También de­ hacían. Como el radio no era mío, de Cecil o de Clifford

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Sealy y no había forma de evitar la intrusión comer­ raría toda la noche. Estos escritores tenían que discu­
cial que seguía, los escritores, furiosos o eufóricos se­ tir entre sí y contra el crítico británico ausente. Solía
gún el juicio reciente de los críticos, salían al centro de ser una discusión repetitiva, ya que no había gente con
Puerto España, a la calle George, a la Plaza Marine, refu­ la que hablar. La clase media educada «no tenía tiem­
giándose por un rato con las ratas de Auntie’s Tea Shop. po para ellos» y las chicas que bailaban en el Diamond
Y por todo el camino iban haciendo trizas a Fuller y a Horse Shoe sencillamente no sabían de qué demonios
Calder Marshall. hablaban. En otras palabras, no era sólo la política del
«¿Quién coño se cree que es...» «Es muy fácil estar azúcar lo que se organizaba desde Londres. Era tam­
sentado allí diciendo que debemos dedicar más tiem­ bién la lengua.
po...» «Lo que necesitamos es un crítico nuestro...» Y Fíe aquí un ejemplo perfecto del contrato colonial
así por el estilo. según operaba en el departamento de cultura al por
Si los críticos ingleses hubieran llegado a Puerto mayor. Y si el antillano, que era su blanco, compren­
España con esta atmósfera, hubieran tenido una expe­ día la indignidad de su papel, podemos suponer con
riencia fantástica, porque el escritor antillano no tiene certeza que a Londres, el lanzador, debía entusiasmar­
reputación que perder y no tenía público con interés le el privilegio extraordinario de ser el organizador de
suficiente para reconocer que estaba adquiriéndola. La estos dones. A todos debió de pasarles por la mente
literatura era, como el criquet, su deporte natal. El di­ que estos programas debían haber sido transmitidos,
nero de la BBC se gastaba allí mismo, en el centro de en primer lugar, en las estaciones locales de radio de las
Puerto España, en carne asada y Vat 19. A Fuller y a Antillas inglesas. Si el trabajo llegaba a Londres en al­
Calder Marshall, a R. N. Curry y a Harry Craig se les gún momento, debió habérsele concebido como un
hubiera advertido simplemente que no pusieran en producto para los servicios internos de la BBC. Nadie
peligro su sistema digestivo intentando adoptar las cos­ se molestó en seguir esta línea por la sencilla razón de
tumbres de la gente del país. Porque, al parecer, los que cuando al fin se llegaba a la autoridad tradicional y
antillanos nacen con un estómago de hierfm^Húbicra mastodóntica de la Radio Comercial de Trinidad o
sido del diablo para estos críticos llegar a la Plaza Marine Barbados, se había llegado al Punto Muerto y ningún
y oír a Kitch, a Growler o a Lord Melody anunciar el escritor que fuera un empleado público «que jugaba a
último calipso. Para el escritor antillano, ese carnaval ser poeta» tenía la fuerza o el prestigio que le ganara el
de polémica disputa habría tenido un defecto. El día derecho de discutir con aquellos que gobiernan y resi­
siguiente era lunes y eran maestros, empleados públi­ den en una Tierra Cadáver. De modo que era Londres
cos o tenderos. ----------- -— o nada.
Pero se puede ver/Jamiagia de la radio ¿]ue transmi­ Nuestra única suerte era que ahora Henry Swanzy
tía la BBC. Desde BarbacfesT'Tnhídad, Jamaica y otras produciría «Voces del Caribe». En uno u otro momen­
islas se enviaban poemas y cuentos a Inglaterra y desde to, en una forma u otra, su trabajo y generosidad de
un estudio londinense, situado en la calle Oxford, se sentimiento han beneficiado a todos los novelistas an­
preparaba el programa de una discusión seria que du- tillanos. Porque Swanzy tenía los pies bien en tierra.
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Si lo veía a uno un poco demacrado, suponía que esta­ Artes Contemporáneas. Una personalidad importan­
ba pasándola mal y, sin ofender en modo alguno su te, que también era poeta, me invitó a unos tragos...
orgullo, adoptaba disposiciones para que uno ganara Estaba muy apurado, puesto que había una fiestecita
algo. Como le era imposible prometer que «usaría» cerca y que le hubiera agradado que yo «me dejara caer»
algo que uno hubiera escrito, disponía que lo ganara en ella. Podía quedarme si lo deseaba, pero él terna que
empleándolo como lector. Sería imposible escribir un marcharse por una conferencia sobre Libertad Inte­
recuento integral de la literatura en el Caribe británi­ lectual que se desarrollaría en la India en breve. Se iba
co en la pasada década sin tomar en cuenta su logro a la India en uno o dos días. El apremio de esta visita en
total y su papel en el surgimiento de la novela de las alguna forma se debía a que Arthur Koestler asistiría a
Antillas inglesas. la conferencia y parecía que debía haber alguien de su
Mi énfasis en el derroche burocrático de la BBC se misma talla para poner en tela de juicio lo que éste
debe a un sentimiento de que no es prudente o seguro diría sobre la libertad o la falta de ella. Nunca se me
para ningún empleado de la Corporación tomar de­ ocurrió preguntar cómo se pagarían los pasajes.
masiado en serio su interés en el trabajo. Y puede que Nunca pensé que los poetas ganaran dinero sufi­
para un productor inteligente sea bastante peligroso ciente para poder volar hasta allá. Porque en mi imagi­
saber lo que está haciendo. Por insólito que pueda pa­ nación colonial, la India siempre había significado el
recer, el sentimiento no es por entero injustificado Oriente y el Oriente era simplemente el Oriente inal­
cuando nos vemos obligados a preguntar: ¿En qué piso canzable si uno era un poeta profesional que residiera
y en que Casa de la BBC trabaja ahora Henry Swanzy? en Occidente. Pero este poeta iba allá.
¿Qué está produciendo? ¿Y por qué se vio obligado a De eso hace unos nueve años. He estado en todo
dejar la sección caribeña? Porque Swanzy se ha mar­ tipo de reuniones desde entonces... incluidas algunas
chado y, como dice Sam Selvon cada vez que nos ve­ bien desconcertantes en Nueva York, pero ésta era un
mos, «Las Voces desaparecieron. Henry se fue y las buen ejemplo de privilegio literario y el privilegio es
Voces desaparecieron.» Por razones que, además de la una de las relaciones entre hombres y hombres y hom­
partida de Swanzy, nadie puede explicar, se puso fin al bre y sociedad que me interesan sobremanera.
programa «Voces del Caribe», pero los escritores anti­ Además, este libro se escribe en especial para un
llanos, desconocidos y todavía no dispuestos a emi­ público antillano —léalo éste o no en algún momen­
grar, siguen multiplicándose. to - y deseo que ese público contemple ejemplos de
privilegio, porque es precisamente el mal que ahora
persigue.
4 No sé hasta qué punto se conocían entre sí los asis­
tentes a la reunión. El poeta no los conocía a todos, ya
Pero descubrí que entre los poetas ingleses existe que de cuando en cuando lo presentaban. La anfitriona
también esta situación colonial. Este descubrimiento tenía interés especial en que no se marchara, pero cuan­
es parte de la historia de aquella tarde en el Instituto de do lo hizo pareció que daba igual. Se había ganado el

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derecho a marcharse y uno recibía la impresión de que miembro de una sociedad colonial, si a eso vamos—es
se había ganado ese derecho con la propia generosidad un esclavo y no deben permitírsele los privilegios de un
de su asistencia. hombre libre en un momento en que todo el mundo con­
No todo poeta de su generación habría hecho otro viene en la diferencia moral entre ambos estados de
tanto y he conocido a algunos que han dado lugar a existencia.
curiosas formas de ira por su total falta de contacto ¿Pero qué hay de los poetas? Tiene derecho alguno
con salones tales. Si en algún momento se les permite un poeta de taberna a ultrajar al poeta de salón si éste
la entrada, se constituyen deliberadamente en un ver­ prefiere beber en el salón y los salones, por una u otra
dadero desastre. Esto me parece un comportamiento causa, le han ofrecido protección? Digo «protección»
absurdo en cualquier hombre mayor de cuarenta años, porque hay casos en que un poeta de taberna muestra
poeta o no. Recibí la impresión de que había dos tipos indicios de necesitar protección de otro poeta de ta­
de poetas, los poetas de taberna y los poetas de salón. berna y desea que no hubiera un salón, sino un aguje­
Los poetas de taberna sentían tanta violencia hacia los ro habitable en que le fuera posible esconderse. ¿Tiene
poetas de salón como el que cualquier negro estado­ esto que ver con ideas sobre la poesía? ¿Tiene que ver
unidense puede sentir contra la segregación racial. Si con las dotes de los poetas respectivos? ¿En qué se basa
un poeta de salón se encontraba con uno de sus cole­ este privilegio?
gas de taberna —y esto conducía a un trago en el salón La respuesta evidentemente es el dinero, tema que,
del poeta de taberna que solía ser un bar público-, en­ al igual que la raza, todos comprenden a pesar de la
tonces los poetas de salón se comportaban con una reticencia general, en algunos niveles, a hablar sobre
suerte de humildad que intenté comunicar al describir él. Es un asunto que los miembros de países colonia­
el porte de Eliot cuando se dirigía a Sir Herbert Read. les, sean poetas o dentistas, deben tomar en cuenta,
A veces los poetas de taberna usaban esto como porque hace poco he estado en dos mundos coloniales
oportunidad para vilipendiar y atacar al poeta de sa­ distintos —en África occidental, para mayor precisión—
lón por lo que parecía una total traición, exactamente y observo que en los centros urbanos se está produ­
el mismo tipo de comportamiento que he visto, diga­ ciendo algo similar. A fin de adquirir privilegio tienen
mos, entre un campesino jamaicano que sólo con gran que gastar mucho y no basta con comprar lo que más
esfuerzo se ha abierto paso en la Real Fuerza Aérea y merece la pena. Hay que comprar la marca concreta
un caballero de la clase estudiantil antillana que se pone de producto que determina la norma de gusto. Este
de parte de la Oficina de Colonias en el tema de la tipo de circo comercial pudiera estar bien -aunque no
independencia. Me he preguntado sobre estas grada­ creo que lo esté—en personas que desde hace siglos
ciones sutiles y no tan sutiles entre hombres que parti­ conocen el dinero y sus consecuencias. Pero es claro
cipan evidentemente en la misma empresa. suicidio entre aquellos cuyos hijos —no necesariamen­
En el caso de los antillanos, no tengo dudas de quién te los propios, sino los hijos que viven a pocos cientos
lleva razón. Cualquier antillano que tenga reservas de millas de distancia—no beben leche desde que se les
sobre la plena necesidad de la independencia —cualquier destetó a regañadientes.

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He usado como ejemplos esta reunión y el privile­ aumentar las posibilidades de trabajo, es un deber moral
gio del poeta no sólo porque este poeta fue privilegia­ -porque el trabajo es la base de toda empresa moral- ver
do, sino también porque obtuvo el privilegio con su que se produce su circulación. Y si el comportamiento
reputación como poeta. Y la poesía es el ejemplo clási­ de Santa Claus depende por entero de la voluntad pro­
co de una actividad que muestra la distinción correcta pia, la voluntad colectiva de todos los que están senta­
entre el trabajo y la ocupación. El trabajo de la perso­ dos, arrodillados o parados, según su fortaleza, en tomo
na muchas veces guarda poca relación con su ocupa­ al arbolito de Navidad, entonces no hay dudas sobre
ción y su ocupación invariablemente le hace imposible las posibilidades del dinero. Porque el dinero, como el
realizar cualquier trabajo útil de que hubiera sido capaz. Santa Claus que compra, puede ser colonizado por un
Pero la poesía no tiene más alcance que su valor deseo humano que se base en el trabajo creador.
particular, y el dinero, como forma de medir el traba­
jo, no puede aquilatar el valor a no ser que reduzca
éste a la degradación del precio. Todo esto puede ser 5
perfectamente claro para Próspero, pero creí que de­
bía decirse porque mi sociedad, o sea, una sociedad ¿Y qué hay de aquel salón? Me habían presentado
colonial con referencia concreta a las Antillas, corre el a la dama que estaba allá y al caballero que se encon­
grave peligro de ser estrangulada por el mito que se traba a su lado. Había tres actrices jóvenes, una de las
alimenta del precio. Y sobre todo debe decirlo un cuales acababa de «hacer» su primer film y que, se de­
miembro de esta sociedad colonial que no participa cía, tendría gran éxito. Me pregunté si se estarían ha­
profesionalmente en la política o el comercio, porque ciendo los arreglos para ello. Había una novelista
es el comercio quien ha separado a los poetas de taber­ estadounidense casada con un profesor de alguna len­
na de los poetas de salón, o a los poetas de salón de los gua para la que no había, de momento, demanda muy
poetas de taberna. entusiasta de alumnos o maestros. Por lo que parecía,
Este tipo de distorsión alcanza las cimas de la locu­ tenía un empleo estupendo. Es la vinculación del profe­
ra cuando personas que no han robado deben aver­ sor con un científico lo que con mayor claridad re­
gonzarse de ser ricas. Es como dar al metal y al papel cuerdo.
de Navidad una realidad viviente, como si de verdad Una rubia enormemente atractiva respondía a una
fuera posible que Santa Claus hablara aunque alguien pregunta sobre la salud de su esposo diciendo que no
hiciera un truco con las luces. Todos sabemos que Santa tenía la menor idea. No hacía muchos meses que se
Claus no habla y es pérdida de tiempo fingir que se había separado por enfrentar dificultades, pero la jo­
conoce el sonido de su voz. Si desea tener la ilusión, ven lo hacía parecer como una emboscada total.
hágalo y manténgalo al nivel de ilusión poética, pero De cuando en cuando chocaba con la esposa esta­
la falsedad es imbécil. dounidense. Por chocar me refiero que no siempre es­
Del mismo modo, si el dinero está ahí, y puede tábamos juntos, pero cuando nos encontrábamos parecía
manipularse en forma tal de salvar el desperdicio o que en realidad no había habido intervalo alguno. Tal
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vez se debiera a que era estadounidense. No recuerdo camufle en forma extraña. Los ricos tienen un genio
de qué estado, pero sí que las fronteras de nuestra con­ especial para crear una atmósfera tal sin el menor es­
versación tenían algo que ver con la línea Masón Dixon. fuerzo. Y esta atmósfera en ocasiones logra posponer
Hablaba bien, no tanto de los Estados Unidos, porque la parálisis que el trago con tanta facilidad puede pro­
había pasado un tiempo en China cuando se habían vocar si uno es desleal a él o no lo conoce.
producido algunos combates recientes. O sea, duran­ Fue en este estado que observé al profesor y al cien­
te la lucha que terminó con la presente autoridad co­ tífico, porque sus convicciones comenzaban a tomar
munista. un giro extraño. Lo hubiera pasado por alto de haber sido
(Cuando empleo la palabra comunista, lo hago sen­ estadounidenses, puesto que para la discusión y el rui­
cillamente para describir una categoría de personas cuya do son formas perfectamente sensatas de decir lo que se
historia se supone ya a la luz de esa categoría. No difie­ piensa. Pero en esta atmósfera, ligera como el crepúscu­
re del empleo de la palabra negro, al ver otra categoría lo hasta ese momento, aquellas voces —acentos delibe­
de hombres. Me detengo a aclarar este significado, rados y no por entero diferentes—estaban haciendo lo
porque no estábamos hablando de política y, como más sorprendente que un profesional puede hacerle a
cuestión de interés, es experiencia mía que los comu­ otro. Cada uno le estaba diciendo al otro que no sabía
nistas profesionales que conozco no suelen hablar de nada del asunto.
política con la inteligencia que cabría esperar cuando Nadie puede culparme si digo categóricamente que
se oye hablar de la amenaza que representan.) algunos críticos de mi obra no tienen idea de lo que están
La novelista estadounidense y yo estábamos hablan­ diciendo. Vi que se producía entre dos hombres de
do de las Antillas, porque había escrito varios libros y bastante sutileza y educación y sobre un tema por demás
algunos de ellos se desarrollaban en las Antillas. Supu­ ilusorio. Pero dejaré el tema hasta que haya expuesto
se que habría estado allí y de inmediato le pregunté en sus posiciones. Uno decía que este ejemplo no tenía
qué isla. Pero jamás había visto el Caribe. Recreaba la nada que ver con la teoría, porque era un hecho de su
atmósfera a partir de lecturas generales. ¿Tenía esto experiencia. Estaba por completo seguro de tener ra­
algo que ver con una pasión que experimentara por las zón, porque había saltado de la cama —era en horas
islas? ¿O se trataba de la influencia colonial indirecta tempranas de la madrugada—y había corrido afuera
de -La tempestad? La novelista estadounidense no mos­ para asegurarse. Estaba convencido de haber oído el
traba inhibición al hablar, ni tampoco yo después de ruido.
la persuasiva influencia de media docena de martinis, El científico afirmaba - y empleaba esa sorna mó­
porque no se trataba de tragos corrientes. Estos martinis vil que puede comprenderse por el tamaño cambiante
eran un ejemplo de transformación alcohólica. de la sonrisa—que eso era de todo punto imposible.
Hay atmósferas en que cualquier tipo de alcohol No estaba adivinando, porque los hechos, con lo que
familiar desafía a la lengua a demostrar qué es el que quería decir el conocimiento acumulado que es un
uno conoce. Se sabe que en el martini hay ginebra, pero hecho, hacían imposible que un ruido tal se escuchara
el acto total de beber hace que la Gordon corriente se en ese momento específico.

122 123
Con realismo poético, el profesor dijo que el rui­ trón de comportamiento a fin de defender lo que creen.
do era un ruido y que si uno reconocía un ruido dado, de Es la vida quien provoca ese tipo de actitud. Pero lo
nada valía nublar el tema arguyendo el tipo de hechos que lo hizo más espléndido, más magnífico en su gra­
del científico. Esta es una acusación muy peligrosa, vedad, fue el hecho de que tuviera que ver con una
porque se entromete en las propias premisas y pone criatura tan bella y —si el profesor estaba en lo cierto—
en duda la validez real de algunos tipos de investiga­ una criatura tan consciente de sus deberes como para
ción. No soy científico, pero aunque proceda de un comenzar sus notas al alba.
país colonial, sé que el científico no dejará eso pasar Hoy se me ocurre que tal vez ninguno de los dos
sin salir a la defensa de su trabajo, que es la vida del hubiera comprado una onza de alpiste en todos sus
hombre. días estudiando a las aves. Y creo que hay algo erróneo
De modo que el científico rebatió con un desafío en dar por sentada la comida de las aves si se piensa
que al profesor, que no era poeta, le era imposible ar­ que la canción debe mantenerse viva.
gumentar. El científico dijo que comprendía el error
del profesor, porque no era poco común en algunos
tipos de alucinación. (Puede que se me olviden una o dos
6
cosas, porque esto pasó hace nueve años, pero creo
que la reconstrucción es correcta.) Entonces hubo una
Creo necesario y adecuado establecer del mejor
pausa, un cambio de temperatura y poco después está­
modo que me sea posible el vínculo existente entre el
bamos a punto de marcharnos. El profesor y su esposa
ofrecieron llevarme y acepté, porque faltaba poco Instituto de Artes Contemporáneas y Notting Hill.
para que amaneciera. No soy tan tonto como para sugerir que las activida­
Para mi total sorpresa descubrí que esta furiosa des de ambos lugares —o los defectos respectivos de
guerra de ingenios, en que participaron el conocimien­ estas actividades—son idénticas, pero siento su conexión
to, la posición y posiblemente la amistad, había sido porque los veo como expresiones de una deficiencia
causada por un ave. similar en la vida nacional del país. Será importante
El profesor admitió la singularidad de su experien­ examinar los casos violentos de discriminación racial
cia, pero insistió en que en realidad había oído al ave que han llegado a nuestro conocimiento en años re­
cantar esa mañana. El científico se negó a abandonar cientes. No se trata de desórdenes que a los del Institu­
su mundo de causalidad y hechos. Con oídos o no, na­ to de Artes Contemporáneas les preocupe examinar
die pudo haber escuchado al ave en ese momento, por­ demasiado tiempo, pero es el tipo de infortunio -como
que faltaban todavía más de tres meses para que elave una muerte en la familia o una traición inesperada—
pudiera dar esa nota que él había estudiado de modo que nos da la oportunidad de aclarar algunas de nues­
especial. tras actitudes. Debemos olvidar, de momento, todo lo
En ese momento me impresionaron dos cosas. En que se habla sobre igualdad y examinar las pruebas de
primer lugar, me gusta ver a la gente romper un pa­ nuestras actitudes, sobre todo de las actitudes que nunca
124 125
se expresan salvo en deslices ocasionales en conversa­ tros temas de conversación seria. Podemos hablar de
ciones sobre diferencias raciales. lo que puede hacerse para detener el racismo del mis­
Los intelectuales se refugian en el absurdo hábito mo modo que los plomeros pueden consultarse en re­
de que basta que dos personas compartan ideas simila­ lación con los defectos de una tubería, pero la tubería
res para afirmar una identidad de perspectivas dada. Si no tiene nada que ver con los plomeros. Del mismo
parece que me desvío de ese supuesto corriente de pers­ modo, la corriente de antagonismo racial en realidad
pectiva y la conversación que se centra en las cuestio­ no pasa de mí a mi amigo. Estamos, por la naturaleza
nes de la Raza —de las cuales es seguro que tengamos ideal de nuestra relación, ya fuera de la órbita de estas
experiencias privadas distintas- más tarde o más tem­ irregularidades bárbaras.
prano enfrento una carga que dice: «Llevas una astilla De ahí la palabra «astilla», si parece que me desvío,
en el hombro.»8 Se formula con tanta autoridad, con porque no puede creer que mi caída sea completa. No
pesar tan evidente, que mi amigo anticipa que perma­ se le ocurre que está haciéndome un ofrecimiento de
neceré en silencio o desmentiré sus palabras. Espera igualdad o recordándome su disposición original de con­
que diga: «No, no es cierto», y con esa negativa intente cederme otro tanto. Se horroriza si le digo que esta igual­
restablecer el terreno de nuestra comprensión común. dad, basada en la prueba de su cargo, es una igualdad
Pero hacer algo así me resulta antinatural e irrazo­ abstracta. No surge de un reconocimiento sentido de
nable y parece herido cuando expreso que su cargo, su mi capacidad para la experiencia, de mi forma especial
expectativa de acuerdo, encarna una actitud completa de ver. Lamentablemente para él, no es posible descar­
que siempre ha tratado de oscurecer u ocultar con su tarme tildándome de no conocer su mundo, porque
expresión de buena voluntad. Además, es una actitud ese mundo es también parte del mío. Además, soy ca­
que entraña indiferencia o un desprecio llevadero. No paz de simarlo en él examinando la historia de sus rela­
dice que estoy contra los blancos —lo que sabría era ciones con él. Tratará ahora de dejar todo el asunto a un
falso- y que, en todo caso, habría hecho imposible lado preguntando: «¿Pudiera animarte a beber otro
nuestra amistad. Emplea un tipo de reprimenda que in­ trago?» Pero nuestros vasos están llenos. En su estado de
dica con amabilidad mi caída de una norma dada de confusión ha olvidado que no podemos pasar al otro
concurrencia en temas que los hombres civilizados no trago hasta que terminemos éste. Tal ofrecimiento de
sienten la necesidad de exponer. La frase actual es «ha­ generosidad no tiene nada que ver con mi sed. Es abs­
blar la misma lengua», porque si usted y yo hablamos tracto como la igualdad que imagina que es mi destino,
la misma lengua de ideas, no hay necesidad de vadear a mi ambición, la sanción de nuestra amistad. O conveni­
través de explicaciones y, cuando el tema es la Raza, es mos en botar los tragos y ordenar lo mismo o pedimos
natural excluir todo el asunto por no ser parte de nues­ un trago distinto, si consideramos necesario tener vasos
de otro tamaño. ¡De ahí la astilla imaginada! Si hubiera
8 Yon bave a chip on you r shoulder. Expresión idiomàtica que significa dicho: «Eres negro, querido amigo, y eso debe hacerte
«guardas un resentimiento». Aunque pudiera traducirse por la ex­
presión idiomàtica española «sangras por la herida», impediría el llevar un verdadero bosque a la espalda», hubiéramos
juego de metáforas que el autor continúa. (N. de la T.) tenido algún motivo real para hablar sobre la raza.

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Hubiera alcanzado mayor precisión en la elección de esta atmósfera existe. Se revela en murmullos, en la
imágenes, porque mi espalda ocupa más lugar que mi mirada que indica que se está fuera de lugar, en la sus­
hombro y el racismo se acerca más a la selva. Al fin y al pensión calculada de toda cortesía. Mi amigo que ofre­
cabo, ¿qué es una astilla sino un palito diminuto con el ce la imagen de la «astilla» conoce todo esto y es
que puedo mondarme los dientes y, cuando termino precisamente porque lo conoce que reduce la vasta
de limpiar los espacios entre ellos, botar de un escupi­ extensión de la selva a una distorsión relativamente
tajo? Eso es algo que no se puede hacer con la piel... o diminuta a la que llama astilla.
con el hombro. El ser humano siempre habita el casti­ Lo hace por dos motivos. Desea eximirse de toda
llo de su piel. Si el castillo está desierto, sabemos que el responsabilidad o participación activa en la discrimi­
Diablo ha estado trabajando. nación racial. Al fin y al cabo, nuestra amistad es prue­
Pero este empleo de la palabra «astilla» para definir la ba absoluta de lo mucho que se «diferencia» de su tía.
participación propia en una situación difícil que es noti­ Su segundo motivo tiene que ver con hacer que yo
cia en los diarios suele ser indicio de una actitud que no es participe en su «diferencia». Desea protegerme de la
de indiferencia o desprecio. Puede imponerse como una experiencia de ser excluido concediéndome el honor
táctica de evasión. En este caso, no es ni más ni menos de ser excepcional, o sea, «distinto» a la mayoría de los
que el lenguaje de la traición. ¿Y por qué traición? negros. El y yo, junto con unos pocos más, podemos
Una causa de ello es que mi amigo inglés sabe, en con el tiempo dejar establecido que seguimos siendo
un sentido más profundo que el intelectual, que mi santos en la tierra de terror creciente.
apremio no es un simple intento de dar inicio a una A fin de reconvenir a su tía, puede que se case con
discusión. Si es de origen obrero —y la mayoría de los mi sobrina. No sólo me ha colonizado su humanidad,
intelectuales jóvenes parecen haber migrado de esa sino que se me ha situado con gran firmeza en el círcu­
fuente—, conoce bastante de cerca de lo que hablo. Por­ lo familiar. Y todo el mundo sabe que las familias no
que lo que recalco es el sentimiento heredado de diferen­ deben pelear entre sí. Sería absurdo de mi parte plan­
cia que es su privilegio y mi fuente de desasosiego. Viaja tear el conflicto de la raza a cualquier miembro de la
en metro y autobús, circula en sectores sociales remo­ familia, porque todos sabemos que se trata de una sim­
tos en que apenas se sabe que andan negros por ahí. ple «astilla» y también sabemos que nosotros, los de aden­
Escucha y puede que en ocasiones rebata expresiones tro, somos en realidad «diferentes» de ellos, o sea, los
de desaprobación en algunos bares, en los vestíbulos blancos y los negros, que están afuera. Porque no debe
de los cinematógrafos. Su pasión por el criquet lo obli­ olvidarse que los blancos también tienen hombros en
ga a recordar el escándalo de Constatine.9 Sabe que que cada día hay más astillas. Estamos todos en el mis­
mo mar. Las mareas son traicioneras, pero nuestro bote
9 Sir Learie Constantine, comisionado de Trinidad y Tobago y familiar se ve ahora como un bote especial.
jugador de criquet, fue hecho miembro de la Cámara de los Lores en
1969. Ganó una demanda en 1943 a un hotel británico en que no se
En estas circunstancias, deseo saber qué divinidad
le permitió alojarse, experiencia que cuenta en Colour Bar, libro pu­ debajo o más allá del mar nos dio esta bendición tan
blicado en 1954 y escrito con ayuda de C. L. R. James. (N. de la T.) extraordinaria de singularidad. Si es cierto, quisiera

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saber por qué la divinidad nos escogió a mí y a mi hubiera producido algo así. Ésa es una de las causas por
nueva familia, y dado que es muy improbable que la la que aquellos muchachos ingleses recibieran senten­
divinidad intervenga en esta etapa ofreciendo explica­ cias tan severas —decisión que en aquel momento con­
ciones, debemos tratar de examinar la naturaleza de sideré, y sigo considerando, no del todo sensata. No
esta bendición, porque pudiera ser un ejemplo del don era por entero sensata—porque se hizo como una ma­
en su forma más destructiva. Pudiera ser la peor forma nera de informar al mundo lo que sentía este país so­
de colonización: la colonización a través de un proce­ bre lo ocurrido en Notting Hill. Pero un gran número
so de afecto. de las personas que mostraron tanta amargura hacia
Es así que deseo hablar de este conflicto del color. los incidentes de Notting Hill siente no menos amar­
Empleo la palabra conflicto porque creo que es proba­ gura por la presencia de estos negros en su país super­
ble que todos nos engañemos si nos acercamos unos a poblado. Nada ha ocurrido en realidad dentro de esta
otros con la actitud de que la discriminación racial es gente que cambie su forma tradicional de ver, y el con­
un «problema» específico para el que tenemos las «so­ flicto completo es probable que tenga significado in­
luciones» lógicas siguientes. No es sólo con el proble­ ternacional.
ma y la solución que debamos lidiar. Debemos aceptar Creo que una gran parte de la opinión pública es­
que el antagonismo racial en Gran Bretaña es, después tadounidense sintió alivio de conciencia cuando se pro­
de Notting Hill,10 una atmósfera y un trasfondo con­ dujeron los incidentes de Notting Hill. Del mismo
tra el cual se viven mi vida y las de ustedes. Nuestro modo que una gran parte de las personas de este país
deber es encontrar formas de cambiar la raíz y pers­ sintió alivio, por razones de orgullo propio, cuando
pectiva de este trasfondo, de desmantelar el mito acu­ los rusos lanzaron el sputnik antes que los estadouni­
mulado, cultural y político, que ahora ha reforzado denses.
una forma heredada y acrítica de ver. Y nuestra mayor Se había puesto en su lugar a esos estadounidenses
arma, nuestra oportunidad mayor y más segura, está coloniales, con su tradicional arrogancia ante la Natu­
en la educación, la educación de los jóvenes, porque raleza. ¿Y quién lo había hecho? No sólo un vasto cam­
siento que las dos terceras partes de los padres están pesinado al que se había puesto a trabajar para este
más allá de la redención. logro concreto. No sólo la capacidad anónima de esas
Una de las paradojas de Notting Hill fue que la manos rusas, sino un gran cerebro cuyas semillas de
vasta mayoría de las personas de este país experimen­ comprensión pudieron estar nutridas por el suelo ama­
taba un profundo sentido de indignación. Verdadera­ ble de Cambridge.
mente sentían que era erróneo y repugnante que se En otras palabras, si se miran las cosas a distancia y
con calma, cabría decir que el primer sputnik fue, en
10 Se refiere a los disturbios ocurridos en Notting Hill en 1958, gran medida, una criatura de Cambridge. Fue un rega­
los primeros de violencia racial ocurridos en Gran Bretaña des­ lo más de Próspero a Caliban. Pero Caliban tiene a
pués de la inmigración antillana en gran escala que se inició en veces una forma muy rara de comportarse y se le me­
1948. (N. de la T.)
ten las ideas más curiosas en la cabeza incluso cuando

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no posee las inestables muletas de la erudición. Porque colonizado por el tipo de interés que les despertaba y
poco después del ascenso del sputnik, Lord Kitchener, él terna demasiado miedo para darse cuenta de que aque­
el cantante de calipso trinitario, le hizo una canción. llas obreras sabían que no tenía rabo.
Un comunista británico se enfureció conmigo cuando En Jamaica se hubiera dado perfecta cuenta de que
le conté de qué hablaba. Le enfurecía que el estribi­ lo sabían, pero Inglaterra había socavado su confian­
llo de la canción fuera: «A Colón no le hizo falta za. No le era posible darse cuenta, por tanto, de que
un perro.» las chicas no buscaban su rabo. Buscaban otra cosa
Kitch no es intelectual: es capaz de ver a su manera y que había allí y que la mitología popular les había lega­
lo comunica en la canción. Estoy seguro de que ha do y consideraban que merecía la pena investigar. Te­
leído poca o nada de historia, pero obsérvese el regre­ nían curiosidad por ver su pene para tener evidencia
so instintivo al tema de Cristóbal Colón. El propio visual de su tamaño. Habían oído hablar de eso y se
Kitch es un Colón a la inversa, porque su música ha rea­ formulaban la pregunta genital: «¿Estaría el acero ne­
lizado una invasión muy bienvenida en la espina gro indígena a la altura de su fantástica estatura?»
dorsal inglesa. Esa espina dorsal no difiere mucho de Las obreritas inglesas sentían curiosidad y aunque yo
la mía, pero tal vez necesitaba ser fertilizada por un no hubiera permitido ese tipo de curiosidad, lo que les
cambio de ritmo. Y eso es todo para bien. interesaba en realidad parecía una causa verdaderamen­
No digo, por supuesto, que el antagonismo racial te justa de curiosidad, una expresión por entero decente
deba estudiarse en reuniones de fin de semana presidi­ de deseo entre un hombre y una mujer. Al fin y al cabo,
das por Kitch y en que algún miembro importante del uno no sabe hasta que averigua, aunque no es probable
Parlamento se deje caer una hora más o menos para que una simple mirada al Objeto ayude a descubrir Su
dar algún tono a la cosa, con circulación general por potencia.
medio del sospechoso ojo de la televisión comercial. Puede que haya negros a los que esta mirada no les
En modo alguno, porque eso lleva de regreso al viejo moleste y pasen la mayor parte de su tiempo en una
mito. campaña desenfrenada de colección de chicas. Pero qué
He aquí un ejemplo del mito. Hace poco Samuel tiene esto que ver con el color, cuando en general se
Selvon vino a verme en relación con un proyecto que sabe que algunos hombres, entre ellos los ingleses, sen­
se le había comisionado para uno de los diarios domi­ cillamente los desquicia el b__
nicales. Se le había pedido que entrevistara a un Lo que me devuelve a otro ejemplo del Instituto
jamaicano pobre que se sentía terriblemente mal por de Artes Contemporáneas. Al Instituto sencillamente
algunas de las cosas que le habían ocurrido en Inglaterra. le desquicia la cultura. Y la fábrica en que esas obreritas
Sam relató un incidente relacionado con unas obreras vulgares e inocentes sintieron que su curiosidad era un
ingleses que se le acercaban sigilosamente para levan­ privilegio guarda una relación importante con un Ins­
tarle la chaqueta al jamaicano para ver si tenía rabo. tituto que se considera el custodio del gusto contem­
Esta reducción de su persona a la condición de mono poráneo. Si el color no oscureciera la humanidad
golpeaba mucho al campesino jamaicano. Lo habían esencial del jamaicano, su falta de oportunidades lo

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habría hecho igual a las obreritas a los ojos de las damas Es en ese momento que se experimenta la terrible
del Insdtuto de Artes Contemporáneas. Porque al Ins­ desventaja de ser negro. No hablo de igualdad o justi­
tituto no le interesa la cultura como empresa nacional cia por el momento: hablo de estrategia. Porque hay
de expresión. Es democrático en el sentido que permi­ ocasiones en que la criatura más amable debe abando­
te que cualquier charlatán escurridizo con un vocabu­ nar su naturaleza a fin de proteger su espíritu de la
lario prefabricado de ismos ofrezca su opinión, y destrucción o la vergüenza. La dignidad puede llorar a
mientras menos inteligible sea, más importante puede fin de declarar que se ha producido un cambio de tác­
llegar a ser. Cualquier nombre que haya tropezado o tica, una orden de prepararse, porque llorar puede ser
haya sido elevado por el comercio a la altura de éxi­ un método de defensa propia. Lo mismo ocurre con el
to popular constituye una inversión que reúne los re­ antillano en esta atmósfera de violencia preliminar. Se
quisitos necesarios de prestigio. La atención posterior pregunta: Si esto ocurre, ¿qué se hace? Pero si toma
de la manada periférica, la conversión repentina de la aquella forma, ¿qué opciones se tienen? Y así por el
prensa popular a una nueva preocupación por las ar­ estilo.
tes, la cacería de brujas de autógrafos: todo esto es parte Un buen ejemplo es el encuentro que tuve con un
de la conspiración de la colonización. Tanto artistas escritor antillano poco después de los primeros ata­
como amantes del arte se transforman de repente por ques a los nuestros. No éramos residentes de Notting
la magia de un Nombre nuevo. Hill, pero no éramos tan tontos como para pensar que
¡Desquiciado por la cultura! la localidad importara. (Se me ha llamado la atención
¡Desquiciado por el nombre! de que hay antillanos que llegaron a decir que no era
¡Desquiciado por el color! accidental que en la parte de Londres en que comenza­
Después que las sirenas de Notting Hill habían dado ron los disturbios viviera el peor «tipo de antillanos».
su advertencia, experimenté un cambio en mi curiosi­ Quisiera saber quién demonios consiguió el barómetro
dad hacia los ingleses que caminaban hacia mí. No viví que midiera el tipo. Pero abundaré en esto más tarde.)
en Inglaterra durante la guerra, pero imagino que es Me encontré con Peter, que había vivido en Ingla­
un sentimiento que pudo haberse experimentado en terra durante la guerra, un hombre mucho mayor que
las primeras etapas de los bombardeos. Puede que no yo, con experiencia mayor y más variada en asuntos
hubiera aviones en el cielo, pero la advertencia había prácticos. Peter estaba en calma, como era usual, pero
hecho que la atención se dirigiera hacia algo que vinie­ había en sus maneras una severidad nueva. Tiene una
ra de arriba. Uno tal vez levantara la vista y acelerara forma de hablar que hace imposible que uno no se son­
el paso o, en un momento de anticipación exagerada, ría y me hizo reír cuando comenzó a bosquejar un
diera un paso en falso, caminara con mayor rapidez o plan de autodefensa. Parecía una verdadera guerra y
se preguntara dónde estaría el refugio antiaéreo más me devolvió a la escuela superior, donde fui cadete.
cercano. Todo esto pudo ocurrir sin una advertencia Porque durante la Segunda Guerra Mundial me en­
de que los alemanes estaban en camino. Lo mismo me contraba en la escuela y cuando llegó la noticia de la
ocurrió después de las sirenas de Notting Hill. caída de Francia, se intensificaron los ejercicios del

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ejército escolar. Mi hombro, aunque no tenga una as­ Después de haber escuchado los planes de Peter,
tilla en él, me duele todavía por el golpe de la culata decidí que debía pasar por alto estos pormenores. De
del rifle contra el cuerpo mientras la bala daba a una gran interés en este sentido era que, entre sus planes,
yarda del blanco. Tenía mala puntería, pero jugaba a no había ni un consejo sobre métodos de ataque. Pro­
los soldaditos de plomo por órdenes de una escuela ponía que algunos de nosotros solicitáramos refugio
que, aunque lejos de la guerra e ignorante de sus causas temporal en Francia. Pensaba que, dadas las circuns­
o implicaciones, estaba decidida a cumplir con su de­ tancias, los Muchachos debían tratar de no verse enreda­
ber en nombre de la Madre Patria. dos en el asunto. Debían evitar la calle de noche. Debían
Pero el esquema de Peter de un método de defensa oponerse a llevar armas en público, ya que podían pro­
no se encontraba en una atmósfera de juego y me puse ducirse confusiones si se les pedía que explicaran la
sumamente serio cuando mencionó la posibilidad de presencia de éstas.
incendio. ¿Qué harían los Muchachos en caso de fue­ Porque los planes de Peter tomaban en cuenta los
go? Es de interés observar aquí que la mayoría de los aspectos jurídicos. Su defensa estaba determinada por
antillanos que se conocían entre sí hablaban de su co­ la incertidumbre de la protección policial rápida, pero
munidad como de los Muchachos. Los Muchachos eran creía que existía la posibilidad de resistir hasta que lle­
todos aquellos (¡tócame el trasero!) que, en una crisis garan los representantes de la Ley. Hasta aquel mo­
como ésta, no se separaban. Peter me hizo pensar en mento, los antillanos tenían fe implícita en la Ley y
un montón de cosas. El incendio me golpeó, porque alguna arcaica certidumbre de que la policía estaría de
había estado recopilando notas para un libro nuevo y su parte. En lo referente a la Ley, los antillanos no
había escrito algunas cosas que no podía permitirme tomaban en cuenta el color. De ahí su dualidad ante el
perder. Fue entonces que escuché las tácticas con el enemigo.
mayor cuidado. Bosquejó los planes para hacer frente Menciono las propuestas de Peter a fin de mostrar
al incendio. En otras palabras, era necesario tener equi­ la psicología que Notting Hill ha producido en hom­
po listo para hacerle frente mucho antes de que el ene­ bres que, después de una larga estancia en Inglaterra,
migo hubiera pensado siquiera en entrar en nuestro no podían creer lo que estaban leyendo o viendo día a
territorio. Peter había sido en un tiempo sacerdote de día. Recuerdo haberme sentido totalmente estupefac­
la Iglesia Anglicana y era evidente que había servido to, porque un año antes había dicho en los Estados
en todo tipo de comités, incluidos los que trataban Unidos que era difícil trazar paralelos a pesar del pre­
sobre la liquidación del Diablo. El Diablo andaba suel­ juicio, porque en Inglaterra no podría producirse nada
to en Notting Hill y no venía al caso decir que eran los como lo ocurrido en Georgia o Alabama. Fue en
Teddy Boys.11 Georgia que dije a unos profesionales negros que la
probabilidad de un episodio como el de Tull (Tull fue
un niño de doce años a quien asesinaron acusado de
11 Se conoce pot Teddy boy a un tipo de joven rebelde británico
que, en los años 50 y principios de los 60, llevaba ropa de la era violación por haberla presenciado) se produjera en cual­
eduardiana. (N. de la T.) quier lugar de Inglaterra sería como tener un Servicio

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Nacional de Salud organizado y funcionando en todos guerra. No habría dudas de eso. Porque ningún esta­
los Estados Unidos en cuestión de semanas. dounidense —y Baldwin lo ha afirmado de distintas
De modo que éste era el tipo de dualidad del antilla­ formas—podría —dado lo que le refiere su experien­
no. Esta dualidad guarda relación con la forma de ver. cia, que es todo lo que tiene—albergar dudas sobre
Y un ejemplo es una discusión que tenía con Neville ese hombre que se le acerca. Sería como un soldado
Dawes, el novelista jamaicano que vivía en Ghana. inglés en batalla preguntándose si el alemán que ve
Había venido a Londres en sus vacaciones de verano. allá está o no en la guerra. De catapultársele de la
Tratábamos de explicar el miedo que Neville había resistencia pasiva, sería una pena, pero la guerra era
sentido la noche anterior cuando creyó que dos hom­ una guerra y uno era uno. Y o yo te mato o será tu
bres que se encontraban en la estación del metro iban deber matarme.
a golpearlo. El asunto es que en una situación así el La mejor forma de explicar esta diferencia sería el
antillano no prejuzga. lenguaje que usan los antillanos para hablar de la bata­
Camino por la calle y tres hombres vienen hacia lla de Notting Hill con el de un negro estadounidense
mí. No creo que sean los enemigos de Notting Hill ni a quien se le formulara la misma pregunta: «¿Qué piensa
tampoco creo que no lo sean. Sencillamente no sé, de Notting Hill?» El negro estadounidense comenza­
porque no hay forma de saber. Es mi forma particular de ría: «De modo que al fin se formó.» El antillano co­
ver lo que crea esta duda, a pesar de todo lo que haya menzaría: «Viejo, si me lo hubieras dicho hace un año...»
leído sobre lo que está ocurriendo. Y es en ese mo­ Ambos tienen razón de acuerdo con su orientación
mento de duda que mi vida peligra, porque mientras particular en estos asuntos.
me pregunto, observo y espero, los hombres y yo nos Y es mi impresión que uno de los propósitos de Notting
vamos acercando. Comienzo con la grave desventaja Hill fue que los antillanos contraatacaran. Notting Hill
de que si son el enemigo, hace mucho que han visto su hubiera sido un episodio repugnante en la historia de este
objetivo. Mientras calculo las posibilidades, ellos ya país en tiempos de paz si esos muchachos hubieran
han escogido el resultado por unanimidad. Aquí está. contraatacado. Porque no tenían miedo. Esto debe te­
Estoy por completo en su poder por el hecho de que nerse en cuenta. Se percataban, de alguna curiosa for­
la experiencia no me ha entrenado para golpear sin la ma, que la situación estaba en su contra desde el punto
certidumbre de la presencia del enemigo. Mi educa­ de vista numérico, pero que esperar era más prudente.
ción social y racial como antillano me ha inmoviliza­ Y ahora tengo que decir lo siguiente: los antillanos que
do por entero. vivieron el terror de Notting Hill han perdido su
Esto no pudiera pasarle a un negro estadouniden­ confianza en la policía. No es imaginación mía. He ha­
se. Su experiencia lo prepara para cualquier situación blado con varios de ellos. Consideran que la policía
de emergencia racial. Puede olería y cada uno de sus no mostraba solidaridad hacia ellos. No es asunto mío
nervios entra en juego para hacer frente al olor que le decir si esto era o no así, pero debe saberse porque
llega. En cuanto se escuchó la sirena de Notting Hill, lleva a un tema que el Ministro del Interior debe res­
el negro estadounidense habría respondido que había ponder. Les debe una respuesta a aquellos antillanos

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por su comedimiento. Porque es su respuesta lo que 7
puede ayudar a devolverles la confianza en la Ley.
¿Por qué el Ministro del Interior no intervino, no Los cuchillos son demasiado desagradables para el
intervino de verdad? Puede haber una o dos respues­ Instituto de Artes Contemporáneas, ¿pero qué ocurre
tas. O no consideró suficientemente apremiante la si­ si pasamos de los que hacen uso de la trampa del color
tuación y calculó que el asunto se solucionaría por sí a los buitres de la cultura?
solo o comprendió el apremio pero tuvo razones para Es una atmósfera que crea enemigos, porque algu­
posponer su decisión de intervenir. nos extranjeros inocentes suelen cometer el error garra­
De ser lo primero, digo —y la comunidad antillana fal de preguntar si la obra del NOMBRE NUEVO
de Notting Hill es la mejor prueba—que el Ministro merece ser tomado en serio.
del Interior cometió un grave error de juicio. Puede Es en este momento que la acusación de la «astilla»
que estuviera mal informado. puede alcanzar su verdadero significado. El desliz origi­
Si comprendió el apremio de la situación, ¿cuál fue nal del ofrecimiento de igualdad adquiere significado
el motivo? ¿En qué basó su demora para actuar? El nuevo, entra en una categoría nueva de vergüenza. A
debate sobre la Raza que se reabzó mucho más tarde Caliban no se le ve ya por lo que es, sino por lo que siem­
debió haberse celebrado durante la crisis de Notting pre ha sido. Se convierte en una condición que puede
Hill. brindamos una multitud de ejemplos. Cuando se le bauti­
Si los políticos explican la decadencia moral de su za de ingrato y se resucitan las fuentes de su antigua
sociedad diciendo que vivimos una era de delincuencia deformidad, no queda para él más que un gesto apasio­
juvenil, no puede sorprendernos el declinar gradual de nado de perdón.
la expresión artística autorizada por un ojo que se que­ La introducción de este tema suele dejarse a la voz
ja de ver desesperación por doquier. inocente. Todavía no le toca hablar a Próspero, por­
No alcanzo importancia suficiente para plantar que éste examina temas más siniestros. Además, puede
«astillas» en los hombros del Instituto de Artes Con­ permitirle a su hija la realización de esta tarea evidente
temporáneas, pero, mientras las cosas sigan como es­ ya que ella y Caliban, con todo lo diferentes que pue­
tán, es mi derecho hablar y es mi responsabilidad como dan ser, han compartido una fuente común de instruc-^
escritor que también procede de una sociedad colonial ción, un Amo^cxnnúm.
apuntar con honradez m is' sentimientos sobre temas Pero el descendiente de Caliban ha tenido alguna
que nos interesan profundamente a ambos. No podría variedad de experiencia. Ha heredado un legado de despo­
aceptar ninguna singularidad de privilegio en una at­ seimiento, pero él y su generación pertenecen en reali­
mósfera capaz del asesinato gratuito. dad a la era de la negociación. Ha viajado más adelante
que su pasado. Ha llegado al hogar de Próspero. Se le
ha recibido como a un Príncipe Heredero perdido, con
inocencia suficiente para reclamar su trono. Se le ofrece
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una visión de tronos para recordarle lo doloroso que De modo que se otorga la primera concesión. Por su­
puede ser ocupar el lugar propio, solo, y bajo la puesto que puede cambiarse la forma del trono. Pero
mirada pública. Ocupa su lugar y todos lo ayudan se trata de una concesión teórica, porque ahora pa­
con aprobación, aliento, predicción, hasta que co­ san a hacer que Caliban participe en un intrincado
mienza a pedir algunos cambios en su trono par­ discurso de relaciones: las relaciones de las partes in­
ticular. dividuales del trono con su totalidad, que es ese trono
A su entender no tiene tamaño suficiente. Desea­ particular, la relación de un trono con otro. Y duran­
ría mayor libertad para volverse, balancearse, estirarse te esta búsqueda, se sugiere un solo elemento de segu­
o permanecer rígido a su manera. Le recuerdan que ridad, de permanencia. No sería en interés de ningún
los tronos son todos del mismo tamaño, siempre han trono construir un trono nuevo hasta que asentara la
sido del mismo tamaño, así fue como él los encontró. relación de todos los tronos con la Idea original de
Conviene en que así es porque su vista es tan buena trono. Caliban ha aprendido a no denigrar estas espe­
como la de ellos. Pero la fuerza de Caliban es su in­ culaciones calificándolas de estupideces. Sólo dice que
sensibilidad racial. No le permite traficar con la dis­ va a tomar un montón de tiempo conseguir el trono
creción. La edad y la uniformidad de los tronos no nuevo, por no mencionar la dificultad insoluble de a
tienen nada que ver con la solicitud de un trono nue­ quién se permitirá sentarse en él, porque el tamaño
vo. Esta es su primera demanda concreta: un trono del hombre no es constante, no es fijo. Esperan a que
nuevo. La atmósfera cambia enseguida y la gente que en Caliban hable pero, en lugar de ello, éste piensa, está
un tiempo aplaudía adopta ahora la actitud de que Ca­ en diálogo consigo mismo. Se dice que Próspero en
liban se está poniendo pesado. No es el mismo Caliban realidad no desea que se produzca el cambio. Incluso
de antes. En realidad, se ha convertido en un plomo. se inclina a pensar que a Próspero no le importa que
Adoptan la actitud de que Caliban comprende, pero él ocupe uno de los tronos indefinidamente, siempre
se hace el que no oye, como un borracho que calcula que se trate del trono viejo. Pero cualquier cambio
el problema. Pero Caliban ya no está nervioso. Ha de trono requerirá un cambio correspondiente en el
tenido larga experiencia en hacer frente a actitudes propio Próspero. Este será su segundo cambio. El pri­
adoptadas. De hecho, le ha sido necesario aprender mero fue la admisión de Caliban en el Reino de las
algunas él mismo y no le preocupan para nada las Posibilidades. Ya ha sido bastante.
«acusaciones», sobre todo la acusación de engreído. Próspero vive bajo la presión de las tradiciones;
Sencillamente repite su deseo: cambiar la forma del además, los elementos inmediatos de la vida se hacen
trono. demasiado variados y peligrosos para arriesgar un cam­
Ahora surge una gran deliberación, paciente, ela­ bio de visión siempre que nos asalte un nuevo hecho de
borada y cortés. Es un intervalo que muestra los fru­ la conciencia. Un proceso continuo de canjbio no
tos de una conciencia civilizada, una conciencia que permitirá descanso para evaluar el avance del cambio.
puede ver los dos lados de cualquier asunto unilateral. Próspero teme que el cambio en sí se convierta en
142 143
/
contagio. Caliban se muestra comprensivo, porque sabe ra que debe respirar para siempre. Lo rodea por todas
el dolor que le ha costado cambiar dentro de sí. Es hijo partes. Lo atrae por señas en cada acto consciente, le
de la mirada retrospectiva y recuerda el momento en ordena avanzar, lo insta a entrar en el territorio desco­
que ni siquiera se le concedía el derecho a enojarse. Sabe nocido de una vida que ya no puede ser excluida. Co­
lo que significa que se apropien de su pasado, entonces lonizado por su propia ambición, el papel de Próspero
carente de lengua como sus vecinos aborígenes. ¿Qué, se invierte ahora por entero. Próspero está de nuevo
se preguntan algunos, pudo haber dicho la primera ma­ cara a cara con lo que es urgente y casi imposible. Está
dre esclava exportada a su hijo? Pero Caliban acepta aterrado.
esta situación como parte de su terrenito histórico. Se
le ha precipitado al cambio. Ha hecho el cambio y el
cambio lo ha hecho a él. Ahora es el turno de Próspero
de someterse a la lógica despiadada de su propio pasado.
Es el futuro, no de Caliban, sino el de ellos, el que
ahora amenaza con reducir a Próspero a la locura o a
la impotencia. Fue un reconocimiento divino del pri­ ~ C ^
vilegio lo que hizo el pasado de Próspero, la divinidad ■ ‘j
que le dio el derecho de colonizar a un Caliban desar­
mado y excluido es el testigo que espera su decisión.
No puede negar ese pasado ni abandonarlo sin crear
un suicidio total de todos aquellos valores que una vez
santificaron sus actos de colonizador. No puede com­
prometer su nombre e historia en el vicio imperdona­
ble de ingratitud a la gracia divina que le había ofrecido
protección eterna contra la conciencia tonta del Infiel;
la gracia que todavía promete limpiarlo de todo cri­
men que se resucite en nombre de la colonización. La
culpa es un desperdicio de emoción. La Gloria es puro
camuflaje. La retirada es imposible. Debe actuar. Y
debe actuar con Caliban. O debe morir, no tanto por
las lanzas, sino por la lenta y dolorosa disminución de
una energía que en un tiempo llamaba dignidad huma­
na. ¿Cambiar o no cambiar? Esa es la pregunta que ya
ha creado una atmósfera de cambio en Próspero. Es
la pregunta que ha encontrado por sorpresa, la atmósfe­
144 145
CONFLICTO E ILUSIÓN

Durante mi estancia en África occidental, conocí


a un antillano que había pasado casi toda su vida con
los africanos en dos países. En su juventud había sido
una espina en el costado de los Comisionados de Dis­
trito británicos. La libertad que hemos llegado a dar
por sentada es, para él, la historia de un sueño hecho
realidad. Pero la edad, la desilusión, así como la auste­
ridad victoriana de conciencia lo han agriado. Los tró­
picos lo persiguen y la proximidad de África al ritmo
de espíritu del Caribe lo llena de nostalgia por su resi­
dencia autóctona original.
Sus virtudes cristianas, así como su visión cristia­
na, son absolutas. Nunca se ha sentido bien entre los
dioses africanos, porque piensa que esta multiplicidad
de dioses, con sus costumbres degradadas de interve­
nir en los asuntos humanos, constituye una traición al
Dios Unico. Puede perdonarles a los griegos su culto
similar, porque tuvieron la desgracia de nacer antes
de Cristo, pero enjuicia de modo austero este defecto de
los africanos. Si data la existencia de los africanos des­
pués del nacimiento de Cristo, es porque concibe la exis­
tencia, en el sentido de conciencia reflexiva de la propia
identidad, como idéntica a la posesión de la Palabra.
Este uso de Palabra significa el lenguaje total del pen­
samiento cognitivo. (En la sección siguiente abundare
147
sobre el tema.) El africano no alcanzó la Palabra por­ sea su oposición, Dios y el negro estarían de acuerdo
que adquirió una aptitud extraordinaria para el mal. Dios en que, en ninguna circunstancia, se permitiera al Dia­
lo separó de la Palabra para que pudiera pasar una tem­ blo presentar pruebas.
porada en estado de analfabetismo y, en este estado, se Porque ambos poseen conocimiento confidencial
le castigaría mediante la codicia, el engaño, las cruelda­ de las técnicas del Diablo. Hay un sentido en que la
des del hombre instruido. Aparte de la pérdida final técnica de supervivencia del negro en un entorno ex­
del Cielo, esta separación de la Palabra es el castigo traño guarda relación con la técnica de tentación uni­
más severo que Dios podía infligir a Sus criaturas. Y versal del Diablo. No se trata sólo de que el negro sea
Dios le hizo esto al africano porque éste fue en un negro y tengamos fantasías raciales sobre la noche. Se
tiempo Su criatura predilecta. Una vez le había dado trata de que, como Ariel, puede tratar con uno según
al africano las llaves de los Cielos y con ese privilegio el resultado que se requiera. Está y no está aquí. Su
el africano se dirigió directamente al Infierno. color hace que sea el objeto más fácil de ver a plena luz
—No hay esperanza para ellos —dijo Tío—, no hay del día y es precisamente esta obviedad la que lo hace
esperanza ni en el Cielo ni en el Infierno. la presencia más difícil de reconocer. Como miembro
—¿Quieres decir que van a heredar la tierra? —pre­ de un grupo minoritario —cuando vive, eso es, en In­
gunté. glaterra—ha prestado la más cuidadosa atención a las
Tío no estaba seguro de que así fuera mientras la debilidades de sus adversarios. Es importante que ad­
vida siguiera siendo llevadera en la tierra, pero se mos­ quiera un conocimiento perfecto de sus defectos, por­
traba categórico en su profecía del futuro del africano, que es de sus defectos que derivan la forma en que lo
que sería de persecución eterna con largos intervalos ven. Entonces pasará a ofrecer el ser que ellos buscan,
de tortura gratuita. y cada ser cambia con la necesidad del blanco y la si­
Esto no me parecía muy cristiano y quise saber tuación del blanco que desea explotarlo o abrazarlo.
por qué ya no estaba en manos de Cristo salvar al afri­ Los artistas negros con dotes recientes limitadas a
cano que, al fin y al cabo, fue una vez la criatura predi­ la guitarra son expertos en este tipo de transforma­
lecta de Dios. Parecía indigno de cualquier espíritu que ción camaleónica. La inseguridad los ha hecho aten­
los celos asumieran un afán de venganza tal. tos. Al entrar en una sala de personas importantes
-¿N i siquiera Cristo puede ayudar? -productores de televisión, por ejemplo-, el negro eva­
-Cristo podría ayudar -respondió- porque no hay luará en un segundo los significados posibles de esta
nada que Cristo no pueda hacer. Pero para salvar al situación. Si parecen desear un negro inteligente que
africano, tendría que ser crucificado tres veces y no sé también toque la guitarra, inventará una relación con
si Dios desee esto para Su Hijo Unigénito. la guitarra que sabe interpretarán como inteligente.
Incluso de ser así, tomé la posición de que hay algo Puede hablar de la guitarra como su segundo amor, no
que Dios y el africano tendrían en común. Si fueran tan apasionado. Sigue con la guitarra porque la necesi­
enjuiciados uno contra el otro por algún cargo de trai­ ta y sabe usarla y, en circunstancias adecuadas, la usa
ción, harían la misma petición al Juez. Por amarga que bien.

148 149
Arriesga esta deslealtad porque ha juzgado al hom­ y tienen razón, porque a la mañana siguiente el barrio
bre que está a punto de emplearlo como guitarrista, y despierta transmitiéndose una pregunta terrible: «¿Viste
por el énfasis con que éste habla ha observado que la anoche a ese africano?»
televisión no es su primer amor y nunca será su amor El africano era en realidad un antillano del puesto
apasionado. Este productor desea ser artista, puede que de avanzada Victoriano de Barbados donde el Tambor
novelista o poeta. Justifica su trabajo en la televisión es por entero propiedad del Ejército de Salvación que
creyendo en su sensibilidad. Es una sensibilidad que le posee ritmos de intención diferente y temas del siguien­
permite saber qué y a quién escoger como material te orden que se repiten todos los sábados:
de entretenimiento inteligente. Porque el problema del
entretenimiento, ha dicho con anterioridad, es que ca­ Adelante, soldados cristianos
rece de inteligencia. Esta es otra forma de decir qué Marchando como para la guerra
tienen de malo sus colegas. El negro conviene en que ése Con la Cruz de Jesús
es precisamente el problema de «la mayoría de los ne­ Que va delante.
gros». Sólo les interesa el dinero y es precisamente por
eso que este negro está allí, como veremos en el ejem­ Pero fue fabuloso. Funcionó. El negro puede de­
plo contrastante. cirle al productor que deberán hablar más tarde. El
O el negro puede entrar en una situación que por productor, deshaciéndose en disculpas, menciona el bar
sus vibraciones le dice que hace falta un negro tambo­ más próximo. En el bar no se pueden hacer juicios
rilero, un dios negro con música que ordene a la selva finales, por lo que hablarán sobre los métodos que se
a entrar e imponer su turbulencia en las domesticidades emplean para hacer que el tambor explote. El negro
sencillas y osificadas de cualquier salón aburguesado. cuestiona el vocabulario que escóge el productor, el
Si es televisión lo que quieren, televisión tendrán. El productor intenta explicar las contingencias de la ima­
mismo negro pasa de la melancolía de la música de ginación, la gama de licencia realista que la libertad ha
guitarra de anoche al antiguo tronar del tambor. Escu­ conferido a todo el teatro. A la hora del cierre, puede
cha la orden y aprende sus requisitos. «Quiero que le oírseles llegar a un acuerdo amargo ante la última jarra
des, viejo.» Si los dioses negros no se muestran propi­ negra de sangre expiatoria.
cios, el productor puede convertirlo en un dios ha­
ciendo un llamado a su más profundo coraje. En una
voz por completo inventada para expresar ira, el produc­ 2
tor puede despotricar: «Negro, ¿se te ha olvidado dón­
de aprendiste a tocar?» En el tamborilero negro puede Hace un mes abandonaba Bush House de la BBC
haber una ambivalencia terrible, pero el dios dinero después de un largo debate sobre el mismo asunto: el
conspira ahora con el dios tambor para crear una aborre­ negro en el papel del Diablo como guía ausente, cuan­
cible turbulencia en las manos de este negro. Es fabu­ do me perdí en algún punto entre Holborn y el Strand.
loso. Los camarógrafos lo dijeron, la maquillista lo dijo Eran casi las ocho y tenía apuro por regresar al bar

150 151
Magdala, porque sabía que esa noche iba a haber algún —¿Por dónde queda la estación más cercana? —pre­
problema importante allí. De todos modos, necesita­ gunté.
ba información, así que me volví a un hombre que —Siga directo por aquí, señor —respondió uno de
acababa de entrar en la calle y le pregunté cuál era el ellos.
camino más corto a la estación de metro. Prestó mu­ ¡Doble a la izquierda! ¡Siga directo! Eran dos direc­
cha atención. Era un hombre entre cuarenta y sesenta ciones contradictorias. A pesar de Notting Hill, toda­
años, diría yo. Muy compuesto, dinámico, amistoso, vía creía en la policía. De modo que escuché su consejo
tipo Hombre del Mundo, con bombín y todo, pero y seguí adelante. Cuando me volví a dar las buenas
no un mono vestido. Llevaba las ropas de un modo que noches al amable desconocido que me había indicado
uno sabía que le pertenecían. En el sentido del tiempo que doblara a la izquierda, no se encontraba allí. Ha­
de Baldwin, llevaba siglos usando bombín. bía avanzado varios metros por la calle de la izquierda.
-¿Adonde se dirige? -preguntó. Me olvidé por completo de él hasta que lo vi parado
-A l Parque Belsize -respondí. en la estación. En otras palabras, su giro a la izquierda
-Le mostraré el camino -propuso-. Yo voy para allá. era correcto, como también el siga por aquí del poli­
Esto me pareció completamente natural. Si a eso cía. Por tanto, mi amigo, el desconocido, debía de estar
vamos, yo hubiera hecho lo mismo por él en las calles indignado. De hecho, por eso era que esperaba. Había
apartadas de Puerto España que conozco como la pal­ comprado su boleto antes que yo y esperó a que yo
ma de mi mano. Su proceder era el cumplimiento del comprara el mío. Decidía que me haría saber lo que
contrato no firmado pero irreducible entre un hom­ pensaba de mí, el castigo preciso que yo y todos los que
bre y otro. eran como yo debían recibir por una suspicacia tal.
—¿Viene mucho por aquí? —preguntó. —Usted creyó que yo mentía^—me reprochó.
-N o -dije, lo que era perfectamente cierto y po­ —No necesariamente —repuse—. Usted me parece
dían confirmar los Muchachos de Bush House. muy inglés en el mejor sentido de ser inglés, pero su
—¿Está sólo de paseo? —insistió. familiaridad en lo tocante a las preguntas me parece
-Claro que no -repuse-. Nunca paseo por lugares muy poco inglesa. Sencillamente, no estaba seguro.
en que no vivo. (Con esto quería decir que pasear por Ni siquiera sé si me escuchaba, porque tenía algo
Hampstead era algo muy natural para mí. Era el vaga­ que sacarse del pecho.
bundeo necesario, ese estado de ociosidad creativa de —Sólo quiero decirle —exclamó—que nunca más le diri­
que tiene experiencia directa todo poeta.) giré la palabra a un hombre de color.
-A la izquierda -dijo, disponiéndose a guiarme por Pude haber reído —los antillanos tenemos la cos­
una calle con un centro oscuro que no me agradaba. tumbre de reírnos de todo—de no haber comprendido
Como dispuesto por la Naturaleza y la Ley, vi enton­ cuánto contenía su actitud. Me pregunto qué esperaba
ces a dos policías parados en la acera. Estábamos a punto ese hombre que yo sintiera o pensara en respuesta. ¡Me
de pasar junto a ellos cuando decidí comprobar lo de lo pregunto! Porque pareció pensar que yo estaba ha­
la estación del metro. blando en chino cuando le respondí que era asunto
152 153
exclusivamente suyo escoger con quién hablar y que el sonido de las máquinas de escribir a altas horas de la
no había ley aquí o en el otro mundo que lo hiciera noche es tan frecuente como la lluvia. También
hablar con personas de color o con cualquier persona, Hampstead es un lugar maravilloso para conversar. No
si a eso vamos. Esa opción era suya, responsabilidad hay tema bajo el sol que no salga a relucir para su di­
suya... no mía. sección en bares y cafés. Hampstead y Puerto España
Estoy seguro de que el hombre pertenece a un comparten una comunidad de intereses del mismo
hogar de clase media más bien alta. No todos los miem­ modo que compartieron, en otros tiempos, la expe­
bros de esa categoría tienen a esa forma de pensar, pero riencia de que David Pitt participara, en un nivel im­
también estoy seguro de que la actitud a que lo llevó su portante, en sus asuntos políticos.
disgusto es parte de una forma privilegiada de sentir La sensibilidad de un ser humano también se revela
de casi todo hogar inglés de circunstancias y orígenes en su capacidad de ser herido. Pero David Pitt ni una
similares. No le guardo rencor a este hombre o a cual­ vez perdió los estribos. Gritaba sus respuestas cuando
quier otro inglés por haber heredado un hábito de los discípulos del diablo lo interrumpían con pregun­
mente y emoción tal, porque no veo qué otro hábito tas impertinentes. Y así debe ser, porque no hay voz ca­
pudieron haber heredado. Lo que sí tengo en su con­ paz de hacer más ruido en una discusión que la voz
tra es que pensara que no debía haber prestado aten­ antillana —los estudiantes recordarán que sus caseras
ción a ese noble salvaje lleno de colorido a quien no estaban acostumbradas a ese tipo de escándalo des­
brindaba información. No se había negado a prestarle pués de media noche-, pero David Pitt nunca perdió
atención. Sencillamente no sentía, por hábito le era la cabeza. Y su mejor momento en aquella campaña
imposible sentir, que esta ocasión era digna de aten­ fue la noche antes de las elecciones. Yo esmeraba que
ción. Lo hecho, hecho está, pero usted y yo —ambos, eso se produjera en algún momento. Cuando un joven
blanco y negro—seremos culpables de engaño criminal conservador lo importunaba preguntando por la pen­
si permitimos que los hijos de ese hombre lleguen a la sión de retiro... ¿qué estado de degradación puede lle­
edad de su padre en un estado tal de ilusión trágica y var a un joven a pensar en su retiro? El siguiente paso
ciega. David Pitt, el candidato laborista de Hampstead, sería acusar al gobierno de no proporcionarle una tum­
lo demostró en la forma en que condujo su campaña. ba... cuando el joven hablaba sobre los retiros, David
Porque, en algunos sentidos, Hampstead no difiere Pitt estaba hablando sobre otro tema más importante:
mucho de Puerto España en las mezclas cosmopolitas
de ambos lugares: Puerto España con sus indios, chi­ No debemos dejarnos engañar con el truco de la
nos, sirios; Hampstead con sus inmigrantes centroeu- Cumbre Tory. Más importante es nuestra rela­
ropeos, sus estudiantes indios y africanos, canadienses, ción con un mundo colonial del que hemos de­
australianos, sudafricanos, que se han asentado en lo pendido y cuya buena fe necesitaremos en el
que para muchos de ellos se ha convertido en un refu­ futuro. Lo que importa no somos nosotros, sino
gio tolerable lejos de su hogar. Es también hogar de nuestros hijos. No debemos ir a la tumba sabien­
intelectuales nacionales y extranjeros. De calle en calle do que nuestros hijos nos odiarán por haberles
154 155
dejado un legado de circunstancias que hacen de Howard, ofrece sus conferencias más importantes
imposible la vida. en este lugar. La entrada es libre para los cursos no
confidenciales. De hecho, la entrada tiene que ser libre
Como médico, seguramente atendió a muchos ni­ porque las clases se desarrollan al aire libre y hay alto­
ños ingleses e hizo amigos entre ellos; como persona de parlantes por todas partes.
ascendencia africana en un país colonial vivía una situa­ La intelectualidad local ha atacado de modo viru­
ción que suele ser difícil de comunicar. Pero era un anti­ lento esta experiencia y el ataque no habría sido posible
llano con experiencia vivida de una comunidad en que de no haber contado con la conspiración del diario más
diversas razas trabajaban juntas por un mismo fin. Al influyente. Pero esto no le ha importado al vasto nú­
pensar en Inglaterra y África, seguramente esperaba que mero de hombres y mujeres que se aglomera para es­
los padres no pospusieran el día en que sus hijos pudie­ cuchar algunas realidades sobre las circunstancias de
ran caminar por cualquier calle al sur del Sahara con el su vida, ahora y en el pasado. En su respuesta a algu­
conocimiento certero de que ningún africano les lan­ nos críticos, el doctor Williams ha manifestado:
zaría piedras. Porque se habrían ganado el derecho a
estar allí sirviendo con sus habilidades, contribuyendo Alguien dijo una vez que lo único que se necesi­
a una empresa que es la de sus propios tiempos. Inten­ taba para una universidad era un libro y la rama
taba comunicar una visión a este joven inglés, hembra de un árbol, alguien fue más allá y dijo que la uni­
o varón, enseñándolo a adaptarse a un entorno nuevo versidad debía ser. una universidad en overoles.
por medio de un espíritu de libertad que sería una re­ Con un quiosco de música, un micrófono, un gran
primenda a cualquier ataque africano. Esta actitud de público en ropa deportiva, un tema de actualidad
un miembro de una sociedad colonial no guarda rela­ que debatir tenemos todo lo esencial para una
universidad. Ahora que he renunciado a mi car­
ción alguna con la generosidad o el perdón. Es el reque­
go en la Universidad de Howard en los Estados
rimiento mínimo para ganarse el derecho a estar vivo.
Unidos, la única universidad en que dictaré cla­
ses en el futuro será la Universidad de la Plaza
Woodford y sus varias ramas a lo largo y ancho
3
de Trinidad y Tobago.
La Universidad de la Plaza Woodford es, tal vez,
Éste fue el preámbulo a la conferencia que enton­
la única institución académica de su tipo en el Nuevo ces presentó en la siguiente forma:
Mundo. Ocupa las márgenes del río Dry, cerca de la
biblioteca pública de Trinidad en Puerto España y a ape­ Nuestro tema de hoy, la reforma constitucional
nas un tiro de piedra de la Asamblea Legislativa. El en Trinidad y Tobago, se presta sobremanera al deba­
Primer Ministro de Trinidad, doctor Eric Williams, quien te universitario. Es en este espíritu que me pro­
fuera profesor de Ciencias Sociales en la Universidad pongo abordarlo... a fin de examinar la historia
156 157
de la reforma constitucional a la luz de la razón ció contemporáneo y los comentarios de Froude condu­
y la experiencia y para intentar redactar una cen de modo natural el enfoque de Lord Montgomery
constitución en consonancia con las necesida­ al problema de la reforma en Sudáfrica. Hemos oído
des de Trinidad y Tobago y en armonía con las mucho de él y la tontería evidente del contenido no
aspiraciones de sus habitantes. debe oscurecer el peligro de sus declaraciones. Es im­
portante recordar que Montgomery ha dedicado la
Fue en esta conferencia que Williams intentó ana­ mayor parte de su vida a aprender cómo no perder
lizar mediante citas y descripciones históricas del con­ guerras. Sudáfica es una dictadura minoritaria y es pro­
texto la forma en que tres distinguidos hombres de la bable que el gobierno sudafricano haya aprovechado
cultura inglesa, Anthony Trollope, Thomas Carlyle y la oportunidad de la visita de Lord Montgomery para
James Anthony Froude, habían visto todo este pro­ examinar asuntos relacionados con la estrategia mili­
blema de la reforma. Froude era profesor de Historia tar en el Continente africano. El doctor Chike Obi,
Moderna en Oxford que, a propósito, había sido tam­ de la Universidad de Ibadán, ya ha llamado la aten­
bién la primera universidad de Williams. Carlyle nunca ción sobre ese peligro.
visitó las Antillas, lo que, al entender de Williams, «le
permitía hablar con la mayor autoridad». Pero Trollope La amenaza sudafricana a Nigeria es real y, de
estuvo allí en 1859 y Froude en 1884. Fue Froude quien hecho, muy real: no hay dudas de cuál será el
tiene más que ver con lo que quiero decir y el pasaje efecto de una Nigeria independiente verdadera­
que voy a citar recalca su gran preocupación al exami­ mente fuerte sobre la situación de los usurpa­
nar el problema de la reforma constitucional. dores blancos del Africa meridional, j^entral y
oriental.
Un Dominio antillano autónomo es posible sólo
con el sufragio pleno del negro. Si los blancos se El doctor Obi es nigeriano y Lord Montgomery
aúnan, también lo harán los negros. Sería un puede estar contribuyendo sólo a una ilusión suicida si
gobierno por los negros y para los negros. Que imagina que no hay africanos, al norte y al sur del
pasen una o dos generaciones llevándose consi­ Zambeze, que ya no hayan pensado en una o dos opcio­
go las viejas tradiciones y se encontrará a un nes a su situación actual. A la luz de estas observacio­
Gobernador General inglés presidiendo un con­ nes, podemos despedirnos de Lord Montgomery según
sejo negro que pronuncie discursos que un Pri­ surge del fragmento siguiente:
mer Ministro negro elabore para él. ¿Cuánto Al preguntársele en una conferencia de prensa cele­
podrá esto durar? Ningún caballero inglés con­ brada el 20 de noviembre de 1959 en el hogar del mayor
sentiría ocupar una situación tan absurda. general Sir Francis de Guingand en Johannesburgo si
se entrevistaría con Albert Luthuli, presidente del
A lo largo de este libro he intentado presentar el Congreso Nacional Africano, Lord Montgomery afir­
legado de mito que hay detrás de esta forma de prejui- mó: «¿Es buen negocio? Nunca he oído hablar de él.»

158 159
Pero es saludable saber que podemos poner fin a es­ UN M O N ST R U O , UN N IÑ O ,
tas reflexiones en un nivel más sensato, un nivel que UN E SC LA V O
contribuye a aguzar la naturaleza de las ilusiones pre­
vias. En su discurso de despedida al pueblo de Ghana, ¡Eia p o r los quejam ás inventaron nada
el Duque de Edimburgo proclamó: p o r los quejam ás han explorado nada
p o r los quejam ás han domeñado nada!
El gobierno británico hubiera fracasado aquí en mas se abandonan sorprendidos a la esencia de todas ¡as cosas
todo sentido si más tarde o más temprano la ignorando la supetjiáe, poseídos p o r el movimiento de todas las cosas.
demanda de libertad e independencia no se hu­ Despreocupados de dominar, pero jugando el juego del mundo
biera escuchado. Creo que ambos pueblos pue­ abiertos los poros a todos los vientos del mundo
den derivar justificable orgullo de que nuestra aire fraternal de todos los soplos del mundo
asociación haya resultado en la nación próspera y lechos sin acequias de todas las aguas de! mundo
emprendedora que es hoy Ghana. chispas de fuego sagrado del mundo
¡carne de la carne del mundo palpitando con el mismo palpitar del mundo!'1

Existe un conflicto evidente entre el Ejército, la A imé C ésaire, Cuaderno de un retorno a l país natal
Cultura y la Corona. Inglaterra debe escoger.
La tempestad es un drama que crece y madura de las
semillas del exilio y la paradoja. Mediante un proceso
de esquematización poética, contiene y cristaliza todos
los conflictos que se han producido antes. Es el testa­
mento del poeta, pero los detalles del legado sedeen
como un epitafio: una apología por cualquier dividen­
do falso que el Arte —o sea, todo método y experiencia
de transformación—pueda haber provocado.

Ahora quedan rotos mis hechizos


y me veo reducido a mis propias fuerzas
que son muy débiles. Ahora, en verdad,
podríais confinarme aquí
o remitirme a Nepotes. No me dejéis
y a que he recobrado mi ducado
y perdonado al traidor,12
12 Traducción tomada de Poesías, selección y prólogo de Enrique
Lihn, Casa de las Américas, 1969. (N de la T.)

161
en esta desierta isla por vuestro sortilegio, No es sólo necesidad estética: los hechos de la expe­
sino libradme de mis prisiones riencia vivida exigían que el territorio del drama fuera
con el auxilio de vuestras manos. una isla. Porque no hajTpaisaje qilé'AiTatiapTe'rnejor al
Que vuestro aliento gentil hinche mis velas, examen de la Cuestión del mar, no hay geografía más
o sucumbirá mi propósito, adecuada para el estudio del exilio. Y es ese naufragio
que era agradaros. Ahora carezco despiadado pero necesario lo que nos advierte que esta­
de espíritus que me ayuden, de arte para encantar, mos todos profundamente implicados en la política de
y mi fin será la desesperación, la intriga. Las corrientes se han hecho traicioneras. Los
a no ser que la plegaria mefavorezca, truenos hablan una lengua que todos comprenden y en
la plegaria que conmueve, que seduce este momento de peligro los leales nos recuerdan que
a la misma piedad, que absuelve toda falta. hay gente muy importante a bordo: un Rey y su here­
Así, vuestros pecados obtendrán perdón dero, el hermano del Rey, un Duque con importantes
y con vuestra indulgencia vendrá mi absolución. conexiones no muy lejos. Hay pánico entre los grandes,
y el anciano consejero, Gonzalo, leal incluso hacia sus
Es el Epilogo que nos recuerda que el Viaje no ha ter­ errores, Gonzalo, la encarnación perfecta de la servi­
minado. En realidad, estamos de regreso en el comienzo: i dumbre, no piensa en su seguridad, sino en la de su amo.

Acto I. Escena 1 G onzalo : ¡Vamos, ten paciencia, valiente!


C ontramaestre: Cuando la tenga el mar. ¡Fue­
Sobre un navio, en el mar. Oyese el rumor tempestuoso, con ra de aquí! ¿Qué importa a estas rugientes olas
truenos y relámpagos. el nombre de un rey? ¡A vuestros camarotes!
¡Silencio! No nos perturbéis.
¿Ayudara a Próspero y a su tripulación la oración mági­ G onzalo : Bien; pero recuerda a quién tienes a
ca a navegar con seguridad a Milán donde el matrimonio bordo.
de Miranda y Fernando puede recordarles que la Ino­
cencia y la Edad son dos caras de la misma moneda, Es una expresión del desasosiego colonial perfecto:
que no hay grados de perdón y que la compasión no ¿qué ocurrirá si el edificio de la presencia de un hom­
excluye a ninguno? ¿Entrará Próspero, ya no interesa­ bre se desploma? Pero estos marinos siempre han vivido
do en el éxito temporal, en su tumba, sin admitir que con el riesgo. Su puerto no es más que una posposición
casi todos sus pensamientos permanecen vivos? Por­ del peligro. El mar es su reino y les importa un comi­
que, ¿dónde -nos preguntamos- está nuestro excluido no el Rey, que en esencia es un cangrejo de tierra. Así
Caliban? ¿Y qué verdad terrible descubrirá Caliban piensan y la confianza exige que lo digan:
ahora que el mundo que valoró lo ha abandonado a la
soledad de su hogar original: la Isla de la que no podría Nadie a quien estime más que a
C ontramaestre:
nunca privarlo ningún acto de apropiación extranjera? mí mismo. Consejero sois; si podéis imponer

162 163
silencio a estos elementos y concertar la paz ron el buque totalmente incendiado por mí.
inmediata, no tendremos que tocar ni un cor­ Fernando, el hijo del rey, con los cabellos
daje. Usad de vuestra autoridad. Si no, felici­ erizados (más que cabellos parecían un caña­
taos de haber vivido tanto tiempo y marchad veral), fue el primero que saltó gritando: «¡El
inmediatamente a vuestro camarote para infierno está vacío y todos los demonios se
prepararos a afrontar el infortunio de la hora, hallan aquí!»
si llega. ¡Animo, hijos míos! ¡Fuera de nues­
tro puesto, digo! A lo que Próspero responde: «¡Bien, muy bien, ge­
nio míobT^ 'X
Se trata de palabras bien claras y están en directo Un (paralele^muy apropiado en la historia contem­
contraste con el perdonable balbuceo procedente del poránea es el imperdonable traslado de esclavos de
querido anciano Gonzalo. Llamaremos la atención Africa al Caribe...
sobre otro contraste cuando encontremos a Ariel y a «En el barco, los esclavos eran introducidos en la bo­
Caliban en situación similar de sirviente y amo. Pero dega, en galerías colocadas una sobre otra. A cada uno
es tc^fTaufragih provoca el terror en todos los corazo- se le daba sólo cuatro o cinco pies de largo y dos o tres
nesAporquc fue provocado por la Naturaleza combina­ pies de alto, de modo que no podían tenderse por com­
da con el Arte. Los hombres parecen pensar que es la pleto ni sentarse erguidos... En esta posición vivían
última oportunidad de llamar al pan, pan y al vino, durante el viaje, saliendo una vez al día para hacer ejerci­
vino, y hay muchas maldiciones cuando la nave rinde cio y permitir a los marineros “limpiar los baldes”. Pero
sus velas al abrazo total del mar. Pero el mar, en cons­ cuando la carga era rebelde o hacía mal tiempo, per­
piración con el Arte que también creó a estos persona­ manecían semanas abajo. La proximidad cercana de
jes, los ha devuelto a la seguridad. tantos seres humanos desnudos, su piel contusionada y
Según el plan, llegarán a la costa, porque es en tierra enconada, el aire fétido, la disentería imperante, la acu­
y entre los vivos donde deben resolverse las torpezas mulación de suciedad, convertía estas bodevas en uiji
del pasado. Pero debe de haber habido un intervalo de infierno. Durante las tormentas se cerraban las escoti-
absoluto infierno: el viaje purgatorio de los orígenes a H asy el bamboleo de la nave los lanzaba de un lado a
algún hito que recuerde que jm o e s tá sigmptg. enJ jjm , otro en la oscuridad cerrada y repugnante, manteni­
^sitq, Ariel, en un espíritu de deleite puro y diabólico, dos en su lugar por cadenas en su carne sangrante.
brinda un recuento de primera mano del sufrimiento Ningún lugar de la tierra, observaba un escritor de sus
que padecieron: tiempos, concentraba tanta desgracia como la bodega
de un barco negrero.»
A riel: N ohubo alma que no sintiese la fiebre de la Ese purgatorio del Viaje Trasadántico era de seis mil
locura y no diera señales de desesperación. millas, y, como Próspero elogiando su «valiente espí­
Todos, menos los marineros, sumergiéronse ritu», hubo un capitán de un barco negrero con con­
en la onda amarga y espumante, y abandona­ ciencia tan clara que, en los intervalos en que esperaba

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para enriquecer el capitalismo británico con las ganan­ se les enterró vivos hasta el cuello, las cabezas emba­
cias de una valiosa carga más, enriquecía la religión durnadas de azúcar para que las moscas los devoraran; se
británica componiendo el himno: «¡Qué dulce suena les ató a nidos de avispas, se les hizo comer su excremen­
el nombre de Jesús!» to, beber su orina y lamer la saliva de otros esclavos.
Pero estos «esclaa^Lsalvajes y deformes» jlegaron y, , Un gran pasatiempo era también llenarlos de pólvora
,como el personaje que se ajusta a esta descripción ea. y encender un fósforo cerca del agujero del ano. Hay
.L a fe ^ p g ri^ ^ abajaroiTyTue«m~rebéldes y muchas en Próspero un sadismo similar siempre que se siente
veces enloquecieron con el espíritu de libertad y fue­ inclinado a amenazar a Caliban por su rebeldía:
ron encarcelados y, aún así, al igual que Calibam so­
brevivieron como si hubiera alguna divinidad que los P róspero: Ten la seguridad de que, por ello, esta
hiciera singulares en su capacidad de perdurar. noche padecerás calambres y dolores de cos­
Estamos de regreso, entonces, en la Isla, en un tiem­ tado que te cortarán la respiración. Los eri­
po derecho inalienable de Caliban y hoy Reino de un zos, durante la parte de la noche que les sea
Duque que vive en el exilio. permitido obrar, se cebarán todos en ti. Serás
Si tomamos en cuenta la política de la Isla, su po­ cribado de picaduras tan numerosas como las
blación y su relación con el mundo más allá de sus celdas de un panal de miel y cada pinchazo
costas, nos queda el notable ejemplo de un Estado diri­ será más doloroso que si proviniese de una
gido por completo por un hombre. Absoluto es el único abeja.
calificativo de un poder que ni siquiera requiere un
ejército, Próspero no necesita burócratas. Caliban es., PeroJJrósjTero no se atreve a dinamitar a Caliban. _
^U'CSclavOr-k) que significa, entre oirás cosas, su super- porque hay un solo esclavo^un solo par de manos que traba­
jyiveiicia^sica^ «Pero, como quiera que sea, no pode­ jen. Asesinajua-Caliban sería un acto de puro suicidio.
mos pasarnos sin él. Enciende nuestro fuego, sale a Pero, como veremos, Caliban es más que su fuente de
buscarnos la leña y nos presta servicios útiles. ¡Hola! alimento. Caliban lo persigue en una forma que es casi
Esclavo!
¡F- ' —' ¡Caliban!
° ¡Terrón de barro! ¡Habla!» demasiado profunda e íntima para poder comunicarla.
Intentamos sugerir la forma en que se veía Prós­ Pero debemos volver a la política de la isla, a la fun­
pero en relación con el entorno inmediato. Es en su ción de Ariel en este drama de intriga. Porque Ariel,
relación con Caliban, como un hecho físico de la vida, como Caliban, sirve a Próspero, pero Ariel no es un
que podemos adivinar algunas de las necesidades de _esclav0 . Se ha emancipado a Ariel a la condición ele
i Próspero. Necesita a este esclavo. Además, debe ser sirviente privilegiado. En otras palabras: es un lacayo.
cauto en sus tratos con él, porque Caliban contiene la Ariel es la fuente de información de Próspero; el espía
semilla de la revuelta. arquetípico, la encarnación —de haber estado hecho de
Después que se instalaron los esclavos en Haití, la carne—del policía secreto perfecto e incalificable. Es Ariel
tortura se convirtió en método corriente para persua­ quien sintoniza toda conversación que la degradación
dirlos a trabajar. En algunos casos, se les asó; en otros, de su deber exige que informe a Próspero. Por supuesto

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que desde el propio inicio conoce lo que está pasando. fechorías y terribles embrujamientos incapa­
Ariel está infiltrado. Conoce la intención de su amo y ces de soportar por oídos humanos. En consi­
la sirve y sus métodos carecen de todo escrúpulo: deración a una sola de sus acciones no se le
quiso quitar la vida. ¿No es verdad?
A riel: ¡Salve por siempre, gran dueño! ¡Salve, A riel: Sí, señor.
grave señor! Vengo a ponerme a las órdenes P ero: Esta furia de ojos azules fue transportada
de tu voluntad; haya que hender los aires, na­ a estos lugares con el niño de que estaba en­
dar, sumergirse en el fuego, cabalgar sobre las cinta, y abandonada aquí por los marineros.
rizadas nubes, a tu servicio estoy; dispon de Tú, que hoy me sirves, le servías entonces de
Ariel y de todo su influjo. esclavo, como tú mismo me contaste; y como
eras un espíritu excesivamente delicado para
Pero se trata de una asociación peligrosa y Próspe­ ejecutar sus terrestres y abominables órdenes,
ro nunca vacila en recordarle su servidumbre. Como te resististe a secundar sus operaciones mági­
alguna malévola perra vieja con mala conciencia, es cas. Entonces ella, con la ayuda de agentes más
costumbre de Próspero hacerlo a uno consciente de su poderosos, y en su implacable cólera, te con­
poder de dar. Es experto en arrojar el pasado al rostro. finó en el hueco de un pino. Aprisionado en
Y Ariel no constituye una excepción. aquella corteza permaneciste lastimosamente
una docena de años, en cuyo espacio de dem-
P róspero: ¿Has olvidado de qué tortura te libré? po hubo de morir ella, dejándote allí, desde
A riel: N o . donde dabas al viento tus sollozos con la rapi­
P róspero: Sí, y te imaginas estar exento porque dez de una rueda de molino. En dicha época,
huellas el limo de las profundidades saladas, esta isla, a excepción del hijo que había dado
corres sobre el viento punzante del Norte, y a luz la bruja, un pequeño monstruo rojo y
realizas mis negocios en las venas de la tierra horrible, no era honrada con la presencia de
cuando se halla endurecido con el hielo. un humano.
A riel: N o , señor. A riel: Sí; os referís a Caliban, su hijo.
P róspero: ¡Mientes, maligno ser! ¿Has olvidado P róspero : De esa criatura atrasada es de quien
a la horrible bruja Sycorax, cuya vejez y mal­ hablo, de ese Caliban que conservo ahora a mi
dad le hacían combarse en dos? ¿La has olvi­ servicio. Sabes muy bien en qué tormento hube
dado? de hallarte. Tus gemidos hacían ladrar a los lo­
A riel: N o , señor. bos y penetraban en el corazón de los siempre
P róspero : ¡Oh! ¿Era así? Debo recordarte una enfurecidos osos. Era un verdadero suplicio
vez al mes lo que has sido, pues lo olvidas. Esa de condenado, que Syrocax no podía revocar.
condenada hechicera, Sycorax, fue, como sa­ Este fue mi arte, cuando llegué y te oí; que
bes, desterrada de Argel a causa de numerosas hice abrir el pino y te permití salir de él.

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A riel: Te doy las gracias, dueño. será más doloroso que si proviniese de una
P róspero : Si tornas a murmurar, hendiré una abeja.
encina y te ensartaré en sus nudosas entrañas, C aliban : Tengo derecho a comer mi comida.
donde aullarás durante doce inviernos. Esta isla me pertenece por Sycorax, mi ma­
A riel : Perdón, dueño. Cumpliré tus mandatos dre, y tú m e j.a_has robado*. Cuando viniste
y ejerceré gentilmente mis funciones de espí­ por vez primera, me hakgásteT'rhe corrom­
ritu. piste. Me dabas agua con bayas en ella; me
enseñaste el nojaíbre de la gran luz/y el de la
Es en este punto que podemos ofrecer el contraste pequeña, que'iluminan el día y lar noche. Y
entre Ariel y Caliban en un similar encuentro con entonces te/amé y te hice conoce/ las propie­
Próspero. Caüi>an_es una víctima de tortura mental. Lo dades todás de la isla, los frescos manantiales,
debilita y en ocasiones parece que pierde la confianza. las cisternas salinas, los parajes desolados y los
Pero eQespírim de jib ertad nuncado-abandona. Cuando terrenos/ fértiles. ¡Maldito séa por haber obra­
do así!./. ¡Que todos lqymechizos de Sycorax,
aparece por primera vez en la obra, es a las órdenes de
sapos, (escarabajos ^^murciélagos caigan sobre
Próspero.
vos! ¡Porqucyo^oy el único súbdito que te­
néis, que fui rey propio! ¡Y me habéis deste­
P róspero:¡Tú, infecto esclavo, engendrado por
rrado aquí, en esta roca desierta, mientras me
el mismo demonio a tu maldita madre, avanza!
despojáis del resto de la isla!
Entra Caliban. Caliban no ha perdido su sentido de arraigo origi­
nal y es por ello que Próspero debe tratarlo con dureza.
C aliban : ¡Que el maligno rocío que barría mi El confinamiento en roca es, en nuestro tiempo, una
madre con una pluma de cuervo desde el mal­ forma del reglamento de emergencia que puede impedir
sano pantano os inunde a los dos! ¡Que un al hijo de la tierra viajar fuera de una órbita dada, mar­
viento Sudoeste sople sobre vosotros y os cu­ cada e incluso hecha legal por un visitante extranjero.
bra la piel de úlceras! Pero Caliban sigue contestando y es su negativa a guar­
dar silencio lo que ahora lleva a Próspero a la acusa­
P róspero: Ten la seguridad de que, por ello, esta ción crucial:
noche padecerás calambres y dolores de cos­
tado que te cortarán la respiración. Los eri­ P róspero: ¡Oh, esclavo impostor, a quien pueden
zos, durante la parte de la noche que les sea conmover los latigazos, no la bondad! Te he tra­
permitido obrar, se cebarán todos en ti. Serás tado, a pesar de que eres estiércol, con humana
cribado de picaduras tan numerosas como las solicitud. Te he guarecido en mi propia gruta,
celdas de un panal de miel y cada pinchazo hasta que intentaste violar el honor de mi hija.

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C aliban :¡Oh, jo! ¡Oh, jo!... ¡Lástima no haberlo habría sido el resultado de la empresa de ambos. Sería
realizado! Tú me lo impediste; de lo contra­ hijo de Miranda y Caliban. Sería de ellos: el resultado
rio, poblara la isla de Calibanes. y la expresión de una fusión física y no física a un tiem­
po, ¡una fusión que, dentro de sí, Próspero necesita y
Qué forma tan extraordinaria de hablar un escla­ teme!
vo a su amo y en presencia de la hija. Pero hay un Próspero es un Duque que tía sido privado de su
límite para la aceptación de mentiras y era la Mentira reino. Mediante la traición lógica de su hermano, An­
contenida en la acusación lo que el hombre que había en tonio, y la conspiración del vecino Rey de Nápoles,
Caliban no podía permitir. «¡Ojalá hubiera sido así!» Alonso, Próspero fue expulsado de su reino. Miranda, su
Pero no lo desea por el mero experimento de montar heredera, tenía entonces sólo tres años. Padre e hija
a una blanca. Va más allá e imagina que las consecuen­ fueron llevados a una barca, echados al mar y luego
cias de dicha cópula sería un fabuloso aumento de la arrojados en
población.
El casco de una nave, sin aparejos, roldanas, vela
...poblara la isla de Calibanes. ni mástil, que hasta las ratas habían abandonado
instintivamente. Allí nos introdujeron a la fuer­
¿Hay aquí una intención política? ¿Quiere decir za, para que uniéramos nuestros gritos a la mar
que tendría a muchos de su lado, que podría organizar que rugía en tomo y nuestros suspiros a los vien­
la resistencia contra este monstruo obsceno y egoísta? tos, los cuales, compadecidos, suspiraban a la vez
¿Pero por qué, nos preguntamos, piensa Caliban que devolviéndonos los sollozos.
la población sería de Calibanes? ¿Por qué no habrían
de ser Mirandas? ¿Quiere decir que debían llevar el nom­ Pero todo esto se había producido doce años antes
bre del padre? Pero serían hijos bastardos y no les hon­ del naufragio que lleva a unos visitantes a la isla, y
raría menos el nombre de la madre. ¿O había otras Miranda, ahora una belleza virtuosa, conoce por prime­
posibilidades? ra vez estos sucesos. Está en la floreciente y provocativa
¿Es cierto que Caliban intentó acostársela? Éste es un edad de quince años, es virgen y, como su padre, muestra
caso en que el cuerpo, con sus consecuencias, es nues­ curiosidad por la realidad de la vida. Había presencia­
tra única guía. Sólo el cuerpo podía establecer la ver­ do el naufragio que acababa de producirse, o había
dad, porque si Miranda quedaba encinta, sabríamos que tenido alguna visión de él, y es el llamado en nombre
alguien la había penetrado. Podríamos también saber de quienes se supone mueren en el mar lo que da ori­
si el hijo era o no de Caliban, porque es muy improba­ gen a la recapitulación de su padre de los tiempos
ble que Próspero y su hija produjeran un niño de piel anteriores al momento en que los expulsaran de Milán.
morena. ¿Pudo Próspero en realidad haber soportado Miranda intenta explicar lo que ha visto del naufra­
la presencia y el significado de un nieto de piel more­ gio y su visión del sufrimiento es también una medida
na? No lo habría hecho Miranda por su cuenta. No del dolor que siente por ellos.
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M iranda : ¡Oh! ¡He sufrido con lo que veía su­ hacia atrás para encontrar alguna imagen de la infan­
frir! ¡Un arrogante buque que encierra, a no cia de su hija. Y el primer hito, la primera ancla que le
dudar, algunas nobles criaturas, roto en mil viene a la mente, es el recuerdo de sus nodrizas. Ella
pedazos! ¡Oh! ¡Sus gritos hallaban eco en mi recuerda a tres o cuatro. Próspero le asegura que eran
corazón! muchas más. La convence a que reviva más recuerdos
P róspero: Sosegaos. Nada de asombro. Decid a de su infancia perdida, pero ella no puede ir mucho
vuestro piadoso corazón que ningún infortu­ más allá.
nio ha sucedido.
P róspero: ¿Qué ves aún en las tinieblas del pasado
Es este contraste de actitud hacia un desastre corrien­ y en el abismo del tiempo? Si te acuerdas de al­
te lo que presenta la naturaleza noble y compasiva de guna cosa antes de venir aquí, puedes recor­
Miranda, por una parte, y el poder sobrenatural de su dar cómo viniste.
padre, por el otro. De origen igualmente noble, Padre M iranda : Sin embargo, no lo recuerdo.
e Hija difieren sólo en sus grados de conocimiento. Lo
que se interpone entre ellos es la distancia que separa Lo que aquí nos impresiona es el hecho de que,
la Edad que percibe de la Inocencia que sólo puede al parecer, no tiene recuerdo alguno de su madre ni
ver. Próspero, que también es su primer y único maes­ indaga por ella hasta que la forma ambigua en que Prós­
tro, da a Miranda una lección en la historia doméstica pero explica las relaciones la obliga a preguntar:
de ambos. Miranda conoce que la tripulación del nau­
fragio desembarcará sin novedad en esta isla y apren­ M iranda : Señor, ¿no sois vos mi padre?
de, etapa por rigurosa etapa, la circunstancia y
propósito de la feliz desgracia. Y así su curiosidad, ló­ A lo que él da una respuesta característica de su
gica esencial del drama, obliga a Próspero a ofrecer método de brindar información:
una apresurada lección en historia familiar. Comien­
za, como es su costumbre con todas las personas, a P róspero: T u madre fue un m odelo de virtud y
traer a su atención sus limitaciones: ella me dijo que eras mi hija. Y tu padre era
duque de M ilán y su única heredera era una
P róspero: Nada he llevado a cabo que no fuera p rin cesa..., sin otra progenie.
en beneficio tuyo, que no hiciera por ti, ¡por
ti, mi estimada hija!..., que ignoras quién eres, Es la primera y, si no me equivoco, la última refe­
que no conoces a tu padre, que sólo ves en él a rencia que tenemos de la madre de Miranda, quien es
Próspero, el dueño de esta humilde gruta. de suponer haya sido la esposa de Próspero. ¿Vive? ¿O
murió en el traidor golpe de Estado que condujo al
Comienza ahora la búsqjje^la-deLtiempo perdido. exilio de Próspero? Pero éste no vuelve a mencionar­
Próspero traza la órbita de da memoria)en que viajará la, porque se enfrasca en brindar a su hija un resumen
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de los acontecimientos que llevaron a la conspiración de la degeneración, la bestialidad, la lujuria y la deformi­
su hermano con el Rey de Nápoles quien, con su hijo, dad física son la antítesis que ha absorbido a fondo y
Fernando, está entre los sobrevivientes destinados a que, en el curso del tiempo, ejemplificarán aquellos
esta Isla. También está entre ellos el consejero Gonza­ que encuentra. Caliban, su primera experiencia con
lo, a quien se había dado la tarea de planear la caída de un extraño, es ya el templo negro de cada tendencia que
Próspero. Toda la pandilla está sana y salva, pero no caracteriza a la bestia y sirve de recordatorio a cual­
sabe lo que le espera. quier espíritu noble que pueda sentirsé tentado a bur­
, Resucitados de las aguas, inocentes y culpables, ofre- lar las fuerzas de la naturaleza. Es ante este tras fondo
den un sorprendente paralelo con la ceremonia haitiana moral que Miranda aprende cómo fue que su padre
efe las Alirigs. Próspero es la realidad amarga que no pue- perdió el ducado.
"den evitar y Miranda no es más que una iniciada a quien
se informa a velocidad de relámpago los hechos nece­ P róspero: Atiéndeme, te mego. Yo, olvidando así
sarios. Estos se escogen con cuidado, porque Próspero las cosas de este mundo, por completo ocupado
no desconoce las técnicas de propaganda y de ellas surge, en enriquecer mi mente con lo que era a mis
con rapidez pero con firmeza, como el mártir ultraja­ ojos muy superior (de no haberme impuesto
do, la encarnación de una nobleza original, un criterio de una vida tan retirada) al saber popular, des­
virtud que atestigua la vergüenza de sus degenerados perté un diabólico instinto en mi pérfido her­
adversarios. mano. Y mi confianza, como un buen padre,
Miranda sólo puede verlo a esta luz, porque no tie­ engendró en él una felonía proporcionada a
ne experiencia del mundo más allá de esta isla ni ins­ mi buena fe, que verdaderamente no tenía lí­
trumentos para hacer un juicio comparativo. Caliban mites, una seguridad absoluta. Convertido de este
es el único otro hombre que ha visto, pero su relación nombre en dueño, no solamente de lo que ate­
cabal con la condición de Hombre está muy en duda. El soraban mis rentas, sino también de cuanto
recuento que hace su padre de la historia —que no es podía lograr mediante mi poder, semejante a un
más que un arreglo esquemático de énfasis necesario y hombre que, a fuerza de repetir una cosa, co­
protector de sí—la llena de una admiración que sólo mete en su memoria el pecado de dar crédito
puede expresar mediante el lamento. Lamenta haberle a su propia mentira, se imaginó que era efecti­
provocado tantos problemas. vamente duque, olvidó la sustitución, y toman­
do la apariencia del rostro de la soberanía, con
M iranda : Vuestro relato, señor, curaría la sor­ todas sus prerrogativas..., creció desde este
dera. instante su ambición... ¿Me escuchas?
M iranda: Vuestro relato, señor, curaría la sordera.
Tal vez esto no deje de guardar relación con lo P róspero : Para que no hubiera pantalla alguna
que, en nuestros tiempos, recibe el nombre de lavado de entre el papel que representaba y la realidad
cerebro. La virtud, la nobleza, la castidad y la belleza, del mismo, creyó necesario hacerse dueño

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absoluto de Milán. En cuanto a mí, pobre hom­ Próspero no es sólo gobernante, sino también filó­
bre..., mi biblioteca era un ducado suficiente­ sofo, y podemos suponer que esta combinación de fi­
mente grande. Llegó a suponerme incapaz de lósofo-rey —el derecho hereditario de gobernar a las
ejercer la soberanía temporal. Confederado, personas y la necesidad espiritual de organizar la reali­
tan sediento estaba de poder, con el rey de dad - guarda relación directa con aquella voluntad
Nápoles, quedó obligado a pagarle un tributo creativa de conquistar el absoluto, una voluntad que
anual, le rindió homenaje, sometió su corona encuentra su vehículo más perfecto en los poderes
de duque a la corona imperial y humilló al de transformación en expansión infinita que caracteri­
ducado hasta entonces indomable, ¡ay pobre zan las fronteras eternas de la Visión Poética. Esta es
Milán!, bajo el más vergonzoso yugo. la atmósfera total de expectativa en que vive Miranda.
M iranda : ¡Oh, cielos! Su padre dispondrá su futuro y todo estará bien siem­
P róspero: Fíjate bien en las condiciones y resul­ pre que alguna contingencia aterradora no perturbe
tado de esta alianza. Dime ahora si este hom­ las referencias de la verdad. Antes o después la tripula­
bre es un hermano. ción náufraga llegará sana y salva a la costa y la luz de
M iranda: Fuera pecado dudar de la honradez de Próspero disipará la ignorancia. Como el descubrimien­
mi abuela. Virtuosas matrices han producido to milagroso del bolso vacío propio, los culpables en­
perversos vástagos. contrarán su conciencia. La magia del nacimiento
llevará a Miranda, joven, bella y virgen, a los brazos
Y cuando Miranda formula la pregunta pertinente: del hijo único de un Rey. Su ojo le mostrará de una
«¿Cómo no os hicieron parecer en tal momento?» Prós­ mirada a quién deseará de modo ferviente. El resto es
pero la felicita por la agudeza de su atención y pasa a perdón y preparación para un matrimonio con un fu­
explicar que su supervivencia se debía por entero al turo que debe ser tan prometedor y ausente como el
amor que su pueblo —entendiendo por él la manada paraíso.
corriente de hombres y mujeres—sentía por él.
Es probable que su ausencia pudiera explicarse en ¿Fue Milán expulsado de Milán para que su des­
forma muy parecida a la «interpretación racional» del cendencia reinase en Nápoles? ¡Oh! ¡Que nues­
exilio político de los jefes africanos. El actual asantehene, tras alegrías rebasen las alegrías ordinarias...
Otumfuo Sir Osei Agyeman Prempeh II, sufrió la
misma suerte cuando fue desterrado a Seychelles por Caliban no puede revelarse en ninguna relación
una administración británica... Debieron transcurrir consigo mismo, porque no tiene ser que no sea reac­
algunos años para su regreso. Lo mismo hizo el rey ción a las circunstancias impuestas a su vida. No se le
Jaja de Nigeria, quien, por alguna curiosa razón, fue ve como una posibilidad de espíritu capaz de fertilizar
llevado a Barbados, la isla donde nací. Este último epi­ y ampliar los recursos de una visión humana. Caliban
sodio enriqueció la casi ausente música folclórica con es el propio clima en que los hombres encuentran la
una tonada sobre Jaja. naturaleza de ambigüedades y en que, según su deseo,
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cada hombre intenta una resolución intentando asesi­ que se entreabren las nubes y despliegan a mi
nar el pasado. La historia de Calillan, porque su historia vista magnificencias prontas a llover sobre mí;
es muy turbulenta, pertenece por entero al futuro.- Es a tal punto, que cuando despierto, ¡lloro por
'eLríéñto’ que nos recuerda que el conflicto se ha escon­ soñar todavía!
dido. En todos sus encuentros con sus vecinos —sean
éstos reyes o payasos borrachos—a Caliban nunca se le Caliban es, a su manera, una suerte de Universal.
otorga el poder de ver. Siempre es la medida de la con­ Como la tierra, siempre está ahí, generoso de regalos,
dición que su apariencia física ya ha definido. Caliban inevitable, pero superfluo y mudo. Y como la tierra
es el excluido, lo que se encuentra siempre por debajo que trae a la atención la edad y, por ende, el pasado, no
de la posibilidad y siempre más allá del alcance. Se le puede ser devorado. Caliban es, por tanto, la ocasión
ve como una ocasión, un estado de existencia que puede con la que debe relacionarse cada situación dentro del
apropiarse y explotarse para los fines del desarrollo contexto de La tempestad. ¡Sin Caliban no hay Próspe­
propio de otro. Caliban es un recordatorio de la virtud ro! ¡Sin Próspero no hay Miranda! ¡Sin Miranda no
perdida o del vigor malvado de la Bestia que siempre hay Matrimonio! ¡Y sin Matrimonio no hay Tempes­
está allí: una tentación magnética y una adverten­ tad! Caliban enfrenta a Próspero como una posibili­
cia eterna contra el contagio de sus antepasados demo­ dad, un desafío y una derrota:
níacos.
La dificultad es tomar de Caliban sin sufrir la con­ Esto de oscuridad que reconozco mío.
taminación innata a su naturaleza. Rendirse ante la
generosidad natural de Caliban es arriesgarse al dilu­ Enfrenta al despensero borracho Esteban y al bu­
vio, porque sus bienes, tal como son, resultan peligro­ fón Trínculo como especulación comercial, como in­
sos, puesto que están encostrados, profundamente versión prometedora:
enterrados en la oscuridad. No es accidente que su piel
sea negra, porque negro, también, es el color de su E steban: Este es algún monstruo de la isla, con
pérdida, la ausencia de alma alguna. Si muestra aptitud cuatro piernas, que habrá cogido una fiebre, a
para la música, es porque la perfección de armonías lo que presumo. ¿Dónde diablos ha aprendi­
puede tocar una cuerda de su sistema nervioso. do nuestro idioma? Aunque sólo sea por eso,
voy a darle algún auxilio. Si logro curarlo,
C aliban :Tranquilízate. La isla está llena de ru­ domesticarlo y conducirlo a Nápoles, será un
mores, de sonidos, de dulces aires que delei­ presente digno del mayor emperador que haya
tan y no hacen daño. A veces un millar de andado sobre el cuero de vaca.
instrumentos sonoros resuenan en mis oídos, C aliban : N o me atormentes, te suplico. Llevaré
o si no voces que, si a la sazón me he desperta­ más aprisa la leña al hogar.
do después de un largo sueño, me hacen dor­ E steban: Está ahora en el acceso y no profiere
mir nuevamente. Y entonces, soñando, diría sino desvarios. Probará mi botella. Si es la
180 181
primera vez que bebe vino, hay probabilida­ No hay escapatoria de la prisión del don de Próspe­
des de que le cure su ataque. Si consigo que se ro. Este ejemplo de deformidad fue un desafío a la ne­
restablezca y lo domestico, el sacrificio no ha­ cesidad de Próspero de alcanzar lo imposible. Sólo l a .
brá sido demasiado grande. Rembolsaré lo que aplicación de la Palabra a la oscuridad del mundo de Ca-
haya gastado con él, y eso con creces. libán podría enjaezar la bestia que reside dentro de este
caníbal. Este es el primer logro de importancia del pro-/
Pero es la diferencia en estas intenciones lo que ceso colonizador. El don de la Lengua es el lazo más\
indica la diferencia entre Próspero y Trínculo; es una profundo y delicado de participación. Posee carácter j
diferencia que tiene que ver con el nacimiento y la irrevocable. Caliban nunca volverá a ser el mismo. Ni, si I
inexorable ley de la herencia. La incapacidad de Caliban a eso vamos, tampoco Próspero.
de ver que Trínculo y Esteban son dos pillos, su dispo­ Próspero le ha dado el Lenguaje a Caliban y con
sición a acordarles la veneración que en un tiempo ^ello un a historiatácita de consecuencias, una historia
había dado a Próspero, son prueba de su condición. Y desconocida de intenciones futuras. Este don del Len­
es con esta condición que Próspero, en el papel de filóso­ guaje _no_era_emgarticular el inglés, sino el discurso v el
fo, desearía experimentar. El problema del aprendizaje concepto como una forma, un método, úna vía necesaria
ya está asentado con firmeza. La educación, entendida hácía zonas deLsér qué no podían alcanzarse de ninguna
como la posesión de la Palabra —que estaba al principio 'otra forma. Es ésta vía, la emprésaenteramente de Prós­
o no estaba—es el instrumento que Próspero ha proba­ pero, lo que hace a Caliban consciente de posibilidades.
do en la naturaleza irredimible de su esclavo salvaje y Por tanto, todo el futuro de Caliban -porque futuro es
deforme. La afirmación malhumorada, dicha por Mi­ el nombre que se da a las posibilidades- debe derivar del
randa, pero evidentemente pensada por su padre y con experimento de Próspero, que es también su riesgo.
vocabulario suyo, nos lleva al meollo de la cuestión: Siempre que no haya un cambio extraordinario que
haga explotar todas las premisas de Próspero, Caliban
M iranda : ¡Esclavo aborrecido que nunca abri­ y su futuro ahora le pertenecen. Caliban es el riesgo de
garás un buen sentimiento, siendo inclinado a Próspero en el sentido de que la conciencia de Adán de
todo mal! Tuve compasión de ti. Me tomé la una diferencia fue un riesgo que Dios corrió con el Hom­
molestia de que supieses hablar. A cada ins­ bre. JYósperoj^ee -su creencia en sus propios poderes
tante te he enseñado una cosa u otra. Cuando así lo exige—que Caliban puedejiprender hasta un pun-
tú, un salvaje, ignorabas tus propias ideas y to v no más. Caliban puede llegarhasta aquí y no mas/
balbucías como un bruto, doté tu pensamien­ lejos. Próspero vive en la certidumbre absoluta de que
to de palabras que lo dieran a conocer. Pero, la Lengua, que es su regalo a Caliban. representa la
aunque aprendieses, la bajeza de tu origen te propia prisión en que se realizarán y restfmgiráirias
impedía tratarte con las naturalezas puras. ¡Por logros de ésteT Caliban monea puede alcanzar la perfec­
eso has sido justamente confinado en esta roca, ción, ni siquiera la perfección implícita en la ignorancia
aun mereciendo más que una prisión! privilegiada de Miranda.

182 183
Porque la propia Lengua, dada toda la relación de das joven. Pero no tiene visión. Carece de la luz necesa­
Caliban con ella, no permitirá la expansión de éste más ria que es el propio origen de la Lengua, la luz que guía
allá de un punto dado. Tal comprensión, tal expan­ a Próspero y que, al propio tiempo, Próspero intenta
sión, es posible sólo a aquellos que residen en ese estado rebasar.
del ser que es la propia fuente y raíz del lenguaje que Caliban puede convertirse en Hombre, pero está
los lleva siempre hacia delante. La diferencia entre por entero fuera de la órbita de lo Humano. No es
Caliban y el pecador es ésta. Un pecador sigue siendo Próspero quien lo mantiene allí ni tampoco es culpa
siempre hijo de Dios y la redención no es tanto un suya estar allí, sino que existe cierta Ley original inclu­
orden como un deber natural. La gracia es derecho so más allá de donde Próspero ve. Es la Ley que ha
inalienable del pecador. Pero Caliban no es hijo de ordenado el estado de existencia que llamamos Caliban.
nada salvo de la Naturaleza. Ser hijo de la Naturaleza, Si Caliban se hace caníbal, no es porque la carne hu­
en este sentido, es situarse en la Naturaleza, identifi­ mana pueda parecer un sustituto necesario del alimento
carse con la Naturaleza, estar siempre sin la semilla de ausente. Es más bien porque es incapaz de diferenciar
una dialéctica que hace posible emerger un tanto de la entre un tipo de realidad y otro. Su hambre es demasiada
Naturaleza. —no su codicia, su hambre—, demasiada para ser enjae­
Así es Caliban, superfluo como el peso de la tierra zada por cualquier proceso de selección. No puede dis­
hasta que Próspero llega con la ayuda de la Palabra tinguir entre Hombre, el objeto, y Humano, la forma
que pudiera ayudarlo a aclarar el caos que se muestra e ideal que constituye el aura de ese objeto. No pudo
tal cual es en toda su piel. Pero nunca puede vérsele reconocer la diferencia de calidad entre Próspero y
como heredero de esa Lengua, puesto que su empleo Trínculo o entre Esteban y Fernando. La lengua pue­
de la Lengua es sólo su forma de servir a Próspero y la de ayudarlo a describir los atributos físicos que la no­
instrucción de Próspero en esa Lengua es sólo su for­ bleza llama bellos, pero no puede ayudarlo a distinguir
ma de medir la distancia que lo separa de Caliban. Si a entre personalidades individuales. Palabra y concepto
Caliban le fuera posible hacer de la Lengua su legado pueden ser parte de su vocabulario, pero no son parte
perfecto y si, a pesar de este nuevo poder, Próspero de de su forma de ver.
todos modos pudiera apropiárselo y aprisionarlo a vo­ No se le permite a Caliban distinguir, porque los
luntad, entonces Próspero habría alcanzado la tri­ ojos que registran la personalidad deben pertenecer a
plicidad que procura: «El Poder y la Fortuna de un una persona, deben derivarse de una conciencia que
Rey, el entendimiento y la ilustración de un sacerdote pudiera considerarse como una persona. Y Caliban es
y el conocimiento y la universalidad de un filósofo.» una condición.
Las semillas de esta triplicidad se encuentran dentro De ahí el cargo de violación. Para Caliban no sería
de Próspero, pero existe un impedimento que va lle­ peor violar a Miranda que comérsela si estuvieran a
vándolo a la desesperación. Próspero envejece y los solas y tuviera hambre o no tuviera deseos de irse a nadar.
poderes que reclamaría están en su mente asociados a Esta es también la idea que Miranda tiene de Caliban,
la juventud. Caliban, a los veinticuatro años, es sin du­ porque su padre y único maestro durante toda su vida
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es Próspero. Tampoco sería difícil a Miranda acusar mucho tiempo jugando con Caliban, del modo que
a Caliban de haberla violado, porque es probable que los niños europeos, en ausencia de sus padres, mo­
sueñe con él y no confía en la herencia de éste cuando nopolizan las horas de descanso de sus sirvientes
duerme. Si soñara que Caliban la había violado, no le africanos.
sería posible decir si esto había ocurrido o no, porque Miranda y Próspero pueden ser iguales en su su­
Caliban, como descendi,entíi_del Diablo, pudo haber puesta superioridad de origen en relación con Caliban.
heredado ese poder tradicional que les permitía a los Pero entre. Caliban y la hija del Duque hay un lazo
Diablos hacer dormir a sus víctimas femeninas mien­ difícil de romper. Son similares en su ignorancia y hay
tras ellos se regodeaban. Es en Miranda, resultado de paralelos en su respuesta a los extraños del mundo mas
las enseñanzas de Próspero, que podemos vislumbrar allá de esas costas. En el preciso momento en que Mi­
el origen y la perpetuación del mito que alcanza con randa fija la mirada en Fernando -apuesto, noble y
lentitud pero seguridad su posición de hecho, historia, príncipe—se enamora perdidamente.
verdad absoluta.
A lo largo de la obra nos impresionan las afinida­ M iranda : ¿Qué es? ¿Un espíritu?... ¡Señor, cómo
des, las similitudes de circunstancias entre Miranda y mira! Creedme, señor, tiene una gallarda pre­
Caliban. Como muchos niños esclavos africanos, Mi­ sencia... Pero es un espíritu.
randa no recuerda a su madre. El Caliban de tempestad P róspero : N o , hija mía; come, duerme y tiene
tiene la ventaja —por lamentable que la haga aparecer- los mismos sentidos que nosotros. El galán que
de haber conocido el significado y el poder de su madre miras es uno del naufragio, y si no estuviera
Sycorax. algo desfigurado por el sufrimiento, ese cán­
Pero Miranda tiene una afinidad más profunda que cer de la hermosura, podrías hallar en él a una
esta similitud de circunstancias. No era más que una persona bizarra. Ha perdido sus compañeros
niña cuando ella y su padre conocieron a Caliban en y vaga errante por encontrarlos.
la isla. Próspero dice que apenas tenía tres años. Caliban M iran da : Tentada estoy por tomarlo por una
habría tenido unos doce. Según pasaba el tiempo y cosa divina, porque nada en la naturaleza he
Próspero comenzaba a ocuparse más y más en su Li­ visto nunca tan noble.
bro, Caliban y la niña, Miranda, deben de haberse acer­
cado más por el contacto necesario de sirviente y ama. Y Fernando, que es su igual en vigor y su otra mi­
Antes de la regulación de emergencia que lo aprisionó tad en castidad, le hace saber exactamente sus inten­
en una roca, Caliban seguramente llevaba a la niña a ciones:
pasear por la isla. Es probable que la llevara a sus espal­
das, en la forma que hemos visto que las sirvientas africa­ F ernando : ¡Oh! Si sois virgen y vuestro amor
nas hacen mostrando afecto por niños europeos. Entre no tiene dueño, os haré reina de Nápoles.
los tres y cinco años, Miranda debe de haber pasado

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Fernando no sabe todavía que su padre vive, de miento tal hacia su esposa. Su imperialismo es como
ahí su promesa a Miranda de hacerla reina. Es en­ una enfermedad, no sólo en sus relaciones personales,
tonces cuando interviene Próspero para hacernos ver sino en su relación con el mundo exterior y ajeno. Esta
una vez más de qué está hecho: imperialista por cir­ isla pertenece a Caliban, a quien encontró allí; pero
cunstancias y sádico por enfermedad y, sobre todo, un algún privilegio permite a Próspero afirmar —y con y
anciano en que se igualan la envidia y la venganza. una autoridad que es divina—que es el señor de la isla.
Justo después de la propuesta de matrimonio de Fer­ El sadismo es una característica de este tipo de perso­
nando, Próspero dice: na. Aprueba la unión de Fernando y su hija. De hecho,
ésta es parte de su plan general, pero la juventud y la
P róspero : Basta, señor. Una palabra todavía. inocencia deben sufrir castigo antes de que les sea posible
(Aparte.) Están en poder uno del otro; pero este participar de los placeres y la paradoja del amor. Acusa
precipitado asunto debe suscitar obstáculos, no a Fernando de espía cuando sabe que el joven náufra­
sea que la facilidad de la conquista rebaje su go se encuentra bajo el sufrimiento de suponer muer­
valor. (A Fernando.) Una palabra aún. Te inti­ to a su padre. Dice a Miranda que no debe apresurar
mo a que me escuches. Usurpas aquí un nom­ estas cosas y, de nuevo, se revela su repugnante cos­
bre que no te pertenece y te has introducido tumbre de disminuir la valía del otro:
en esta isla como un espía, para arrebatármela
a mí, el dueño de ella. P róspero: ¿Piensas que no hay más hombres de
F ernando : N o , tan cierto com o que soy hom ­ esa figura, porque no has visto sino a él y a
bre. Caliban? ¡Criatura insensata! Al lado de mu­
M iranda : Nada malo puede residir en semejan­ chos hombres, éste es un Caliban y ellos al
te templo. Si el espíritu del mal habitase tan suyo, ángeles.
bella morada, los buenos se esforzarían en vi­
vir en ella. Con su acusación de espionaje también pretende
P róspero: (A Fernando.) Sígueme. (A Miranda.) No probar la nobleza de Fernando. Enfurecido, el mucha­
intercedas por él; es un traidor. (A Fernando.) cho saca su espada y la magia de Próspero lo inmoviliza
Vamos. Voy a encadenarte el cuello con los de inmediato. Incluso a Miranda, que no hace mucho
pies; el agua del mar será tu bebida; tendrás conoció el excelente espécimen de nobleza y sabiduría
por alimento moluscos de manantial dulce, que era su padre, incluso a ella le impresiona la apari­
raíces secas y las vainas en que se mecen las ción del monstruo en Próspero. Deshecha entre su
bellotas. Sígueme. amor por el joven príncipe y su lealtad tribal a Próspe­
ro, intenta dar aliento a Fernando:
Es posible que Próspero envidie y admire la pa­
sión que es parte esencial de la juventud de la pareja. Es miranda: Serenaos. Mi padre es de mejores sen­
probable que nunca hubiera experimentado un senti­ timientos que lo que aparentan sus palabras,
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señor. En este instante cede a un humor no piste. Me dabas agua con bayas en ella; me en­
habitual en él. señaste el nombre de la gran luz y el de la pe­
queña, que iluminan el día y la noche. Y entonces
Opinión que sabemos en contradicción directa con te amé y te hice conocer las propiedades todas de
los hechos, porque la obscenidad de la ira de Próspero la isla, los frescos manantiales, las cisternas sali­
no conoce fronteras en sus tratos con Ariel y Caliban, nas, los parajes desolados y los terrenos férti­
los dos agentes del trabajo y de las relaciones públicas les. ¡Maldito seas por haber obrado así!
sin los cuales estaría indefenso. Son esta inocencia e
incredulidad de Miranda las que —de no ser por una Y más tarde comete el mismo error en el estado de
diferencia en sus grados de ser—han hecho casi idénti­ desplazamiento total provocado por la traición de Prós­
cos a ella y a Caliban. pero al amor. Trínculo es un bufón, un hombre que
Porque Caliban también tiende a juzgar a las per­ vive a la merced de un chiste que cumpla su cometido.
sonas por su apariencia. Mientras el temor de Próspe­ Esteban es un despensero y un borracho irresponsable
ro surge de su necesidad de mantener su poder —porque e intrépido. En su lugar de origen, su relación con la
perder poder es perder prestigio—y es sólo por su po­ realeza es muy similar a la de Caliban con Próspero.
der que lo conoce el mundo, Caliban es el epítome de Son escoria. Es a estos bandoleros inocentes que
una inocencia pura y no premeditada. Privado de su Caliban se vuelve en busca de ayuda. Trama con ellos
libertad, parece que no tiene más que perder que su buena una revolución, pero éstos no tienen idea alguna dé lo
voluntad y un significado que podemos extraer de esto que significa para Caliban su deber de sacar del me­
es que la suspensión de la libertad de un hombre puede dio a Próspero. Para ellos no se trata más que de cor­
tener el efecto de devolverlo a las fuentes fundamenta­ tar otro pescuezo. Para Caliban es una empresa de
les de integridad. El encarcelamiento provisional es el importancia colosal. Sin embargo, es a estos hombres
mayor servicio que un imperialista puede hacer a un que Caliban entrega sus secretos:
líder nacionalista. Es en la soledad de la celda, libre de
la indulgencia de sus seguidores, que tiene la oportuni­ Te mego me permitas te conduzca don­
C aliban :
dad de pensar las cosas. Cuando se le libera, como ve­ de brotan las manzanas silvestre; y con mis
remos con Caliban, regresa a las calles con un poder largas uñas te desenterraré trufas. He de mos­
formidable producto del sufrimiento y la reflexión. trarte un nido de grajos y enseñarte cómo se
Pero es esta tendencia original de acoger con beneplá­ coge a lazo al ágil mono. Te conduciré bajo
cito lo que provoca problemas a Caliban. Recordemos las ramas del avellano, y algunas veces atra­
lo que dice a Próspero: paré para ti gaviotas jóvenes de las rocas.
¿Quieres acompañarme?
Esta isla me pertenece por Sycorax, mi
C aliban :
madre, y tú me la has robado. Cuando viniste De algún modo real, aunque extraordinario, Caliban
por vez primera, me halagaste, me corrom­ y Miranda se ven lado a lado, a un tiempo opuestos y

190 191
contiguos. Comparten una ignorancia que es también podemos hablar con autoridad de las posibilidades de
la fuente de alguna visión. Es, por así decirlo, una ce­ este defecto hasta que hayamos sabido de Sycorax y
guera creativa. de la madre de Miranda. Ambas han muerto y, por
En otras circunstancias, podrían estar juntos del tanto, nuestro conocimiento debe posponerse hasta que
modo que Miranda y su padre no pueden estarlo. Por­ algún suceso comparable a la Ceremonia de las Almas
que Próspero está solo. Odia y teme y necesita a haitiana las devuelva para que nos digan lo que pudié­
Caliban. Su papel de padre exige que preste alguna aten­ ramos y debiéramos saber.
ción a Miranda, que la equipe con algunos prejuicios Comenzamos a desconfiar de este Duque. ¿Por qué
básicos, pero en realidad ella no le interesa como per­ debemos creer, a la luz de todo lo que ha ocurrido
sona. La educación que le confiere es algo así como ahora, que es realidad que el pueblo de Milán lo ama­
una formalidad. La propia Miranda le ha dicho que ba? Porque es un amor difícil: el amor de una multitud
siempre pospone decirle algunas cosas. desposeída hacia un ídolo rico y ausente. Próspero
Le ha tomado doce años decirle a la niña una o dos contribuyó en términos nada inciertos a la traición de
cosas que cualquier padre honrado de su inteligencia su hermano. Si hubiera deseado conservar el honor y
le hubiera referido mucho antes. Cuando ella le pre­ privilegio propios de un Duque, debió estar dispuesto
gunta: «¿No sois vos mi padre?», él habla de la castidad a asumir sus responsabilidades. Pero si el Libro domi­
de su madre y comprendemos -con algún conocimien­ naba su más profundo interés, debió haberle dicho al
to de este tipo de hombre- que se refugia en una lec­ pueblo que, como deseaba aprender lo que sería de
ción de castidad a fin de evadir u oscurecer cualquier beneficio para ellos, tendría que abdicar. Era el único
palabra sobre la mujer que se supone sea su esposa. curso de acción honrado.
¿Quién, nos preguntamos, es realmente la madre A Antonio puede perdonársele haber usurpado de­
de Miranda? ¿Y qué habría tenido ella que decir so­ rechos y privilegios que no eran suyos. Próspero ve
bre ese monstruo maravilloso de esposo que rehúsa en esto una ocasión más de ingratitud. Cuando oye de
informarnos? la conspiración de Caliban para deponerlo, de nuevo
Un contraste interesante se ve en su trato con se sume en la ira, porque lo ve como la ingratitud más
Caliban sobre el mismo tema. Por una razón u otra, el brutal. ¡Caliban, a quien había dado la Lengua, conspi­
recuerdo de Sycorax, la madre de Caliban, despierta raba con hombres no mucho mejores que él para sabo­
en él una ira casi demente. A pesar de ser Duque y tear la jerarquía divina de la cual es él el más privilegiado
noble, Próspero no puede conquistar su costumbre en la tierra!
obscena de apelar al pasado, convirtiendo los orígenes
en un arma de chantaje. En el caso de Caliban, éste P róspero: S uscostumbres son tan monstruosas
toma la forma de que su madre es una cualquiera. como su figura. Id a mi gruta, tunante, con
Nos preguntamos por qué un Duque se rebaja a vuestros compañeros. Si queréis obtener mi
hablar de ese modo. El tono indica una intimidad de perdón, arregladla cuidadosamente.
enlace e interés que insta a la especulación. Pero no
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Uno se pregunta si es la ingratitud lo que molesta a CALIBAN PONE EN ORDEN LA HISTORIA
Próspero. ¿No será un tipo aplastante de conocimiento
de sí mismo, el conocimiento de que en realidad mere­ Sabes que no es p o r odio hacia otras
ce esa ingratitud? Los dones que ofrece Próspero no rayas que trabajo p o r esta raya única
guardan relación con preocupación alguna por quie­ Aimé Césaire
nes los reciben. ¿Seria que a Próspero no le interesaba
en realidad la gente de Milán más de lo que le importa­
ba su esposa? ¿Sería que la edad y la presión de una
honradez sencilla lo había obligado a ver su indiferen­ A Toussaint L’Ouverture
cia total a su vecino como un ejemplo perfecto de de­
gradación humana? Porque el verdadero pecado no es Toussaint, ¡el más desdichado de los hombres!
el odio, que entraña participación, sino la aniquilación Aunque el labriego empuñe el aradoy silbe
calculada y habitual de la persona cuya presencia se y hasta tu oído llegue su tonada, o ahora esté
puede pasar por alto pero nunca excluir. ¿Qué pue­ tu cabera apoyada en tapiedra de una sorda mazmorra
de sentir cuando recuerda la frase que nos dice lo ¡oh triste capitán!
que Caliban en realidad sentía? ¿en qué lugary cuándo encontrarás paciencia?
Di un no a la muerte, muestra mejor en la prisión
Cuando viniste por vez primera, me
C a lib a n : un rostro de alegría.
halagaste, me corrompiste. Me dabas agua con Aunque hayas caído para no alearte más,
bayas en ella; me enseñaste el nombre de la descansay vive.
gran luz y el de la pequeña, que iluminan el Detrás dejaste fuerzas que lucharán p or ti:
día y la noche. Y entonces te amé. aire, tierra, cielos.
No hay hálito en el viento que te pueda olvidar.
¿Se descubrirá la Mentira sobre la que se constru­ Tienes grandes aliados.
yó la autoridad confiada de Próspero? Porque mañana Tus amigos son las exultacionesy agonías
se harán a la mar, ensayando de nuevo la distancia y el y el amor
purgatorio que siempre los ha separado de su esclavo y la mente del hombre, inconquistable,13
olvidado.
WORDSWORTH
Podemos suponer que se han marchado. El alba ha
aparejado sus velas; las nubes se han dispersado y el sol
El Caribe completo es nuestro horizonte, porque
está tan alto como las campanas de boda. Pero nadie el propio Caliban, al igual que la isla que heredó, es a
les dirá adiós.
Esta noche, en su deformidad y soledad, Caliban,
como Ismael, quedará solo. 13Traducción de Heberto Padilla, Poesía romántica inglesa, Editorial
Arte y Literatura, La Habana 1979. (N. de la T.)

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un tiempo un paisaje y una situación humana. Pode­ nistrador incomparable de los asuntos públicos, lleno
mos pasar de isla en isla sin cambiar el significado del de paradojas pero nunca carente de compasión, un lí­
Lenguaje de La tempestad. La emperatriz Josefina, hija der benévolo de hombres. No es casual que un docu­
de un plantador de Martinica, puede ser de nuevo Mi­ mento tan lleno de hechos, tan bello en su organización
randa y, aunque el altar se erigiera en Francia y no en narrativa, demorara más de veinte años en publicarse.
Milán, aunque el derecho divino de la realeza hubiera El espacio no permitirá más que una muestra de la
sido asaltado por la muchedumbre, el legado del dere­ mente que lo hizo.
cho absoluto de Próspero seguiría vivo. Napoleón no «En 1789 la colonia antillana francesa de Santo
era duque, sino un Titán en la propia cumbre de una Domingo representaba las dos terceras partes del co­
ambición creciente. mercio ultramarino de Francia y constituía el mayor
Familiarizado con el triunfo sobre los hombres y mercado individual de la trata europea de esclavos.
sobre la raza, fue su derecho inalienable a la Lengua lo Era parte integrante de la vida económica de la época,
que cerró su oído cuando un nuevo Caliban ordenó su la mejor colonia del mundo, el orgullo de Francia y la
atención. No fue en Europa, sino en Haití que encon­ envidia de todos los demás países imperialistas. La es­
tró el Emperador la horma de su zapato. Odiaba a los tructura completa descansaba en el trabajo de medio
negros, pero el odio es un arma débil frente al genio. millón de esclavos.
El color y la raza de nada valieron ante lo que alcanzó »En agosto de 1791, dos años después de la Revo­
un esclavo cuya obra sería para siempre una contribu­ lución Francesa y sus repercusiones en Santo Domin­
ción monumental a toda Tempestad que procurara la go, los esclavos se rebelaron. La lucha duró doce años.
libertad en el siglo xix. Nunca explotaremos el viejo Los esclavos derrotaron, uno a uno, a los blancos del
mito de Próspero hasta que bauticemos la Lengua de lugar y a los soldados de la monarquía francesa, una
nuevo, hasta que mostremos la Lengua como produc­ invasión española, una expedición británica de unos
to del empeño humano, hasta que pongamos a la dis­ sesenta mil hombres y una expedición francesa de si­
posición de todos el resultado de algunas empresas milar número comandada por el cuñado de Bonaparte.
acometidas por hombres que siguen contemplándose La derrota de la expedición de Bonaparte en 1803 dio
como descendientes infortunados de esclavos deforma­ origen al establecimiento del Estado negro de Haití,
dos y carentes de lenguaje. que perdura hasta hoy.
Un capítulo glorioso de esta empresa toma la for­ »Fue ésta la única revuelta esclava de la historia
ma de un clásico antillano y proviene de un gran anti­ que alcanzó sus objetivos y los obstáculos que debió
llano que trabajaba en el momento culminante de su superar son prueba de la magnitud de los intereses que
pujanza. Los jacobinos negros debiera ser una lectura bíbli­ estaban en juego. La transformación de esclavos, cien­
ca para que cada muchacho conociera el período de tos de los cuales temblaban ante un solo blanco, en un
que trata. Porque en él, C. L. R. James nos muestra a pueblo capaz de organizarse y derrotar a los países
Caliban como nunca lo había conocido Próspero: un europeos más poderosos de su tiempo, es una de las
esclavo que fue un gran soldado en la batalla, un admi­ grandes epopeyas de la lucha y el logro revolucionarios.
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Por qué y cómo se produjo esto es el tema de este El látigo era tan corriente como el viento, no menos
libro. brutal en los huesos que cualquier huracán que partiera
»Mediante un fenómeno que suele observarse, la la tierra en dos. Del amanecer al medio día con un
dirección individual responsable de este singular logro breve intervalo para el pienso, de las dos de la tarde
fue casi por entero obra de un solo hombre: Toussaint hasta una hora antes de la media noche. Este era el
L’Ouverture. En su Biograpbie Universelle, Beauchamp programa de trabajo, el castigo que soportaban esos
llama a Toussaint L’Ouverture uno de los hombres esclavos... Un viajero suizo ha dejado su recuento de
más notables en un período rico en hombres notables. primera mano de esa energía humana en trabajo:
Dominó desde su entrada hasta que las circunstancias
lo sacaron de escena. La historia de la Revolución de Eran unos cien hombres y mujeres de distintas
Santo Domingo será, por tanto, un registro de sus lo­ edades, todos ocupados cavando zanjas en un
gros y de su personalidad política. El escritor cree, y cañaveral, la mayoría desnudos o cubiertos de
confía en que la narración demuestre, que entre 1789 harapos. El sol brillaba con plena fuerza en sus
y 1815, con la única excepción del propio Bonaparte, cabezas. El sudor brotaba de todo su cuerpo.
no apareció figura alguna en la escena histórica más Las extremidades, bajo el peso del calor, fatigadas
dotada que este negro, esclavo hasta los cuarenta y cinco por el peso de los picos y por la resistencia del
años de edad.» [Los jacobinos negros.] suelo arcilloso endurecido lo suficiente como
Hablamos hoy de hombres esclavizados por las para romper sus implementos, se esforzaban en
máquinas, esclavizados por los rigores de un régimen superar todo obstáculo. Reinaba un silencio
político, pero es imposible proyectarnos a la condi­ acongojado. El agotamiento estaba estampado en
ción que significaba «esclavo» para esos africanos cada rostro, pero la hora del descanso no había
exiliados en Haití. Esos hombres eran una propiedad llegado. El ojo despiadado del Administrador
del mismo modo que el arado es una propiedad de cual­ patrullaba al grupo y varios capataces armados
quier agricultor inglés. Se les alimentaba, albergaba y de largos látigos se movían constantemente en­
empujaba como se pule, transporta y almacena en lu­ tre ellos, dejándolos caer con fuerza sobre todos
gar seguro a los arados. Y a los ojos de sus dueños, no los que, agotados por la fatiga, se veían obliga­
tenían más lenguaje que el trabajo de sus manos. Si dos a descansar... hombres o mujeres, jóvenes o
estas manos, como los dientes del arado, mostraban viejos.
signos de debilidad, se eliminaba la propiedad, se que­
maba y enterraba mientras todavía estaba viva. Si esta Es ese «silencio acongojado», así como la sublime
propiedad se arriesgaba a cualquier signo deliberado falta de distinción entre los sexos, lo que llama nuestra
de inactividad, se ideaban los más ingeniosos experi­ atención. No menos impresionante es aquella incapa­
mentos de tortura. Esta propiedad —masculina o feme­ cidad total del francés civilizado para distinguir entre
nina, daba igual—era perseguida por perros, dinamitada la vejez y la juventud, porque nos permite ver la gran
por la mera diversión de ver carne humana explotar. división que había construido entre lo que es humano

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duce un cambio de relación entre este arado y una mano
y lo que no lo es. Podemos adivinar la edad de un hom­
libre. Los cultivos esperan y se preguntan qué irá a
bre, pero un arado, como la tierra que abre, no puede
pasar. Llegan más manos para confirmar el extraordi­
evocar un interés similar. Porque no era humano, sino
nario comportamiento de este arado, pero nadie pue­
la categoría de naturaleza a la que estos amos habían
de explicar el terror de las manos cuando se retiran del
relegado a estos esclavos salvajes y deformes. Sin em­
arado. Se requiere una nueva visión al igual que un
bargo, había una paradoja que seguía desconcertando
nuevo sentido del lenguaje para atestiguar el milagro
a este nuevo Próspero.
del arado que ahora habla. Porque cuando esas manos
«La dificultad era que aunque se les podía atrapar
avanzan al unísono, el arado da una voltereta que in­
como a animales, transportarlos en corrales, hacerlos
vierte su posición tradicional. Mete la cabeza en el sue­
trabajar junto a un burro y un caballo y golpearlos a
lo, y los dientes, cercanos a la garganta, se yerguen en
ambos con el mismo palo, guardarlos en la cuadra o
el aire, diez puntas de acero que anuncian el peligro.
matarlos de hambre, seguían siendo, a pesar de sus pie­
Es una transformación de dimensiones tales que los
les negras y cabellos rizos, invenciblemente seres hu­
dueños debieron haber anticipado, pero nunca debe
manos con la inteligencia y resentimiento de seres
instarse a la propiedad a pensar de sí como una fuen­
humanos. Intimidarlos para que adquirieran la docili­
te de posibilidad. Por tanto se empleó todo método
dad y aceptación necesarias exigía un régimen calcula­
posible para separar al esclavo de la lógica de un espíri­
do de brutalidad y terrorismo y es esto lo que explica
tu que pronto podría declarar su futuro del lado de la
el inusual espectáculo de propietarios al parecer negli­
libertad. Comprometido con un régimen de bestiali­
gentes en la preservación de su propiedad: debían pri­
dad, ningún francés civilizado podría permitirse vol­
mero garantizar su propia seguridad.» [Losjacobinos negros]
verse atrás.
El efecto sobre el esclavo fue aún más desconcer­
«Los esclavos recibían el látigo con más certidum­
tante. Al propietario debe de haberle sido claro que el
bre y regularidad que el alimento. Era el incentivo nor­
silencio acongojado de su propiedad contenía un peli­
mal para trabajar y el custodio de la disciplina. Pero
gro que podía durar tanto como sus manos vivieran.
no había ingenio que el temor o una imaginación de­
Un día algún cambio cercano al misterio se revelaría
pravada pudieran concebir que no se empleara para
en esos arados con forma de ser humano. El misterio
quebrar su espíritu y satisfacer la lujuria y el resentimien­
asumiría el comportamiento de un arado que se nega­
to de sus amos y guardianes: hierros en las manos y los
ra al contacto con una mano libre. Imagínese un arado
pies, bloques de madera que los esclavos debían arras­
en el campo. Tan ordinario como siempre, con sus
trar dondequiera que fuesen, la máscara de latón con­
dientes y palos idénticos, sencillamente allí, en su lu­
cebida para evitar que comieran caña de azúcar, el collar
gar junto al brote de caña. Entonces una mano, como
de hierro. Los latigazos se interrumpían para pasar un
siempre en la rutina de su trabajo, se extiende para
pedazo de madera candente por las nalgas de la vícti­
tomar este instrumento familiar. Pero el arado escapa ma; se echaba sal, pimienta, limón, carboncillo, acíbar
al contacto. Se niega a dejar su posición actual. Se pro­
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y cenizas calientes en las heridas sangrantes. Las «Por qué maltratas así a tu mulo», preguntó un
mutilaciones eran corrientes en extremidades, orejas y colono a un arriero. «Si cuando no trabajo me
a veces las partes pudendas, para privarlos de los placeres pegan, cuando él no trabaja, le pego: es mi ne­
que pudieran permitirse sin gastar. Los amos vertían cera gro.» Un negro viejo que había perdido una de
ardiente en sus brazos, manos y hombros, vertían azú­ las orejas y se le había condenado a perder la otra,
car de caña hirviente en sus cabezas, los quemaban vi­ suplicó al gobernador que lo perdonara porque,
vos, los asaban a fuego lento, los llenaban de pólvora y si se la cortaban, no iba a tener dónde poner la
volaban con un fósforo, los enterraban hasta el cuello colilla del cigarro. Un esclavo, a quien el amo
y les untaban las cabezas de azúcar para que las moscas había enviado al jardín del vecino a robar, es sor­
los devorasen, los ataban cerca de hormigueros o avis­ prendido y llevado ante su amo que unos minu­
peros, les obligaban a comer su excremento, a beber tos antes lo había despachado a la encomienda. El
su orina y a lamer la saliva de otros esclavos. Se sabe de amo ordena un castigo de cien latigazos, al que
un colono que en momentos de ira se arrojaba sobre el esclavo se somete sin chistar. Cuando los sor­
sus esclavos para hundir sus dientes en su piel.» [Los prendían en un error, persistían en negarlo con
jacobinos negros.] la misma estupidez fatalista. Acusan a un escla­
Producía una reacción extraordinaria en los escla­ vo de robar un pichón. El lo niega. Descubren
vos. Parecía que habían llegado a identificar todo movi­ al pichón escondido en su camisa. «Vaya, vaya,
miento con una paliza y a veces no se movían si no se miren al pichón. Confundió mi camisa con el
les flagelaba casi hasta la muerte. En cierto sentido, nido.» Un amo toca las papas que tema otro es­
daban una lección sobre el dolor a los agentes de su clavo en la camisa aunque él niega haberlas ro­
tortura. Esta actitud de fatalismo deliberado socavaba bado. No son papas, dice, son piedras. Lo
los efectos de la brutalidad de los amos. No importa lo desnudan y las papas caen al suelo. «¡Oiga, amo,
que deseara el propietario, la opción de comportamien­ qué malo es el diablo! Puse piedras y, mire, us­
to del esclavo había creado una reciprocidad entre ellos ted encuentra papas.»
en este contrato total de amo y esclavo. El amo no
podía retirarse, porque era la encarnación de sus órde­ Al parecer su método era parte de un intento de
nes y las órdenes debían mantenerse para que el régi­ castigar a sus amos haciendo que la vida toda pareciera
men sobreviviera de acuerdo con su voluntad. carente de sentido; así es la vida en un régimen esclavista.
A veces los esclavos se camuflaban, pero no era un El paso que seguía a la estupidez y la carencia de sentido
camuflaje que impusiera su personalidad. Era el camu­ es el acto lógico del suicidio. La muerte se convierte en
flaje de la negación de sí. Fingían ser la encarnación un acto de venganza contra sus dueños. Se convierte
perfecta de la estupidez. Tomando como fuentes las también en la apropiación política del medio de su­
autoridades francesas más reconocidas del período, pervivencia del amo. La tierra no existiría sin el trabajo
James informa de anécdotas que parecen pura fantasía: de esos esclavos y como el suicidio era una sola muerte,

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una pérdida de propiedad, había terribles temporadas enfermedad provocó la muerte de casi un tercio de los
de homicidio. niños nacidos en las plantaciones.»
Algunos amos no consideraban a las esclavas indig­ El vínculo de la madre africana con su hijo es pro­
nas de la cama y les ordenaban mantener relaciones sexua­ verbial, pero matar a su propia sangre era la única arma
les con ellos siempre que así lo deseaban. En ocasiones la de defensa que terna a su disposición. El infanticidio
destreza de la esclava bajo las sábanas podía ganarle la era su forma de proteger a los hijos de los horrores de
condición de amante habitual. Dado que participaba en la esclavitud según ellas los habían conocido. Estos actos
las pasiones de su amo, tenía algún poder sobre sus no eran puramente negativos. También se hacían como
posesiones. Cuando el amo la desechaba, podía enve­ forma de elevar su propia moral para una empresa siem­
nenar a toda la familia, a la esposa y a los hijos, además pre presente en su mente. Habían provocado enormes
de a todos los esclavos. problemas durante el aterrador cruce de la costa occi­
Una y otra vez los esclavos envenenaron a los hi­ dental de África al Caribe. Eran una amenaza constan­
jos menores de su amo «para garantizar que un solo te a las vidas de los marinos y su espíritu de rebelión
hijo heredara la plantación. De ese modo evitaban jamás las abandonó.
que la plantación se dividiera y la cuadrilla de esclavos Entre ellas tramaban formas de hacer realidad sus
se dispersara.» Pero los esclavos también se envenena­ intenciones. De ahí la dualidad de su comportamien­
ban unos a otros. Mientras menos fueran, más modes­ to. El día era para ese «silencio acongojado» que obser­
ta sería la empresa agrícola del amo. Por tanto, reducían vó el viajero suizo. Después del trabajo eran otras. La
su número a fin de disminuir el trabajo para los sobre­ noche era su oportunidad de consulta y sus conferen­
vivientes. Los niños esclavos y las esposas esclavas en­ cias se desarrollaban cantando. Mucho antes de que
contraban su muerte de este modo. Al ser juzgada, una Napoleón enviara a su cuñado para aplastarlos, estos
esclava que había servido de enfermera confesó que esclavos habían escogido la obra de su vida, que canta­
durante muchos años había envenenado a todos los ban noche a noche.
niños cuyo parto había asistido. «El más temido de es­
tos asesinatos a sangre fría era, sin embargo, el mal de ¡Eh! ¡Eh! ¡Bomba! ¡Heu! ¡Heu!
mandíbula, una enfermedad que atacaba sólo a los niños ¡Canga, baño te!
en sus primeros días de existencia. Las mandíbulas se ¡Canga, moune de le
les cerraban en forma tal que era imposible abrirlas para ¡Canga, do ki la
que pudieran tragar algo, por lo que morían de ham­ ¡Canga, li!
bre. No era una enfermedad natural y nunca atacó a ni­
ños de madres blancas. Sólo las comadronas negras «Juramos destruir a los blancos y todo lo que po­
podían provocarla y sólo ellas podían evitarla y se cree seen; antes morir que faltar a este juramento!»
que realizaban una operación sencilla en el recién na­ Se hizo todo intento por detener la canción, pero
cido para darle origen. Fuera cual fuese el método, la la noche era de ellos: la noche y el futuro de Haití.

204 205
Una noche de julio de 1791 hubo una terrible tor­ pusieron manos a la obra y en menos tiempo del que se
menta. Los bosques temblaban al viento. La lluvia la­ permite volar a las aves todo el lugar era una caldera. El
vaba todo. El rayo quemaba las hojas. Pero el trueno veneno había cedido el terreno al fuego. La guerra era
estaba en otra parte. No descendía del gran estallido de una lucha directa entre amos y esclavos. En el curso del
una nube. En lugar de ello, se elevaba de los preparati­ incendio se producirían bajas, pero nada podía conte­
vos de los esclavos. Había unos doce mil esclavos en el ner su venganza. Si todo Haití caía muerto, no habría
norte montañoso. La mitad eran hombres y ya estaban sido menor el triunfo. La cárcel se habría desplomado.
organizados. El plan era incendiar todas las plantacio­ Quemaron y torturaron como habían visto a los due­
nes de esa parte de la isla. Cuando los fuegos se vieran ños quemar y torturar a aquellos esclavos cuya muerte
contra el cielo sería la señal para que los esclavos de los estos incendios santificaría. Haití se hundiría con fue­
llanos terminaran la matanza de blancos y la destruc­ go en el mar, pero el milagro se había producido. Los
ción de las haciendas. arados habían hablado. El espíritu humano se había re­
Hubo antes otros levantamientos, pero este empe­ dimido, inscrito en el fuego por un acto de libertad.
ño sería resultado de sus anteriores experiencias de or­ Significó el empobrecimiento de la tierra y la
ganización. Siguiendo a su líder, Boukman, alumbraron laceración del propio esclavo por una historia de crí­
sus caminos con antorchas y se abrieron paso en bos­ menes que casi lo había arrastrado a la locura. Y es en
que bajo la noche y la lluvia. Sacrificaron un cerdo y este momento que llega el genio a imponer algún orden
después de los encantamientos ceremoniales que habían en este caos. El hombre que sería una espina en el cos­
sobrevivido con ellos, Boukman dijo su plegaria: tado de Napoleón era casi viejo. Pero la edad no venía
al caso. El futuro había encontrado su arquitecto en
El dios que creó el sol que nos alumbra, que riza Toussaint L’Ouverture.
las olas y rige las tormentas, aunque oculto tras las Toussaint era uno de los pocos esclavos privilegia­
nubes nos contempla. Ve todo lo que el blanco hace. dos. A diferencia de Dessalines y Christophe, que serían
El dios de los blancos incita al crimen, pero nues­ sus indispensables lugartenientes, no había conocido
tro dios nos llama a hacer buenas obras. Nuestro la ferocidad del látigo. Cuidaba los animales de cría de
dios, que es bueno con nosotros, nos ordena ven­ la plantación de su amo. Estaba, por así decirlo, infil­
gar nuestras afrentas. Guiará nuestros brazos y trado y aplicaba sus dotes a este privilegio. Sabía leer y
nos ayudará. Arrojen el símbolo del dios de los hacía uso de los libros que le caían en las manos. Había
blancos que tanto nos ha hecho llorar y escu­ estudiado los Comentarios de César, estaba familiarizado
chen la voz de la libertad, que habla en los cora­ con los escritos del abate Raynal sobre las Indias Orien­
zones de todos nosotros. tales y Occidentales. No es improbable que ya se viera
como el hombre que se describe en el pasaje siguiente:
La Lengua había cambiado de nombre. Se había
dicho una palabra nueva. La acción y la intención se Si sólo el interés personal prevalece en los países
hicieron parte del mismo plan. Sin la menor vacilación y sus amos, existe otro poder. La naturaleza habla
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en tonos más elevados que la filosofía o el inte­
Jean François era apuesto y orgulloso. Había escapado
rés personal. Ya hay establecidas dos colonias
de la hacienda de su amo y no había regresado jamás.
de negros fugitivos a quienes los tratados y el
Pero la vida de Toussaint había sido ordenada. Se
poder protegen de ataque. Estos relámpagos
había casado y asentado con su familia. Vivía en un
anuncian tormenta. Sólo falta un jefe con cora­
estado de servidumbre cómoda.
je. ¿Dónde está ese gran hombre que la Naturale­
Era, por tanto, del tipo de hombres a quienes la
za debe a sus hijos desconcertados, oprimidos
falta de oportunidades hace fieros. Encontró a muchos
y atormentados? ¿Dónde está? Aparecerá, no
esclavos desnudos o apenas cubiertos de harapos y su­
lo duden. Vendrá y sustentará los principios
ciedad. Habían iniciado una descomunal insurrección,
sagrados de la libertad. Esta señal venerable re­
¿pero cómo iban a continuarla? Apenas tenían más
unirá a su alrededor a sus compañeros de infortu­
armas que unas pocas pistolas o fusiles que habían en­
nio. Más impetuosos que torrentes, dejarán en
contrado o robado al enemigo. Habían luchado con
todas partes trazos indelebles de su justo resenti­ todo lo que les había caído en la mano: palos, botellas,
miento. Se bendecirá por doquier el nombre del
pedazos de hierro, piedras, cualquier objeto capaz de
héroe que habrá restablecido los derechos de la herir. Los caballos que poseían estaban viejos o ham­
raza humana; surgirán por doquier trofeos en su
brientos. Este era el estado del ejército esclavo que sin
honor.
dudas tendría que pagar con sangre las consecuencias
de aquella noche en el bosque.
Pero había transcurrido un mes completo de in­
Pero estaban dotados de una voluntad que ya se
quietud y revolución antes que Toussaint decidiera unir
traducía en canción y poseían una inclinación instinti­
fuerzas con los esclavos. Se había quedado a proteger a
va y desmesurada hacia el drama. A fin de impresionar a
su amo, a su familia y la plantación. Su decisión de
las tropas, se honraban con grados militares que mu­
combatir no se debió a que le atrajera la violencia, y
chos soldados franceses no habían logrado alcanzar tras
esta extraordinaria preocupación por salvar la vida y la
años de servicio activo. Biassou tomó el grado de bri­
propiedad de su antiguo amo se revelaría en otras for­
gadier. Jeannot dijo que él también sería brigadier. Y
mas durante su carrera. Pero cuando se decidió, no
Jean François, fiel a su espíritu orgulloso, se dio el for­
hubo marcha atrás. Encontró a los líderes esclavos
midable título de «Almirante, Generalísimo y Caba­
Biassou, Jean François y Jeannot, y les ofreció sus ser­
llero de la Orden de San Luis». Había nacido en Santo
vicios. Era su subordinado, pero ellos reconocieron de
Domingo y es probable que jamás hubiera puesto pie
inmediato sus dotes y lo usaron del modo más con­
en un barco, pero eso no importaba. Con posteriori­
veniente. Eran hombres de un carácter por completo
dad, él y Biassou se vieron envueltos en una disputa y,
distinto al de Toussaint. Biassou era un aventurero te­
como para establecer un punto de precedencia, Biassou
merario y bebía demasiado. Jeannot tendía a la cruel­
cambió su título de brigadier a «Virrey de los Territo­
dad. Los crímenes de la esclavitud habían debilitado su
rios Conquistados». Toussaint era subordinado del
imaginación, pero era un líder inflexible y necesario.
nuevo regimiento del Virrey.
208 209
La Asamblea Colonial reaccionó con brutalidad ro de su agrado. Su imaginación buscaba cada rincón
característica. Se negó a remitir la insurrección a Fran­ en que pudiera sembrarse una semilla de daño o con­
cia y tomó las cosas en sus manos. Construyó cadalsos fusión. La Asamblea local aún no había pedido ayuda
y «todos los días destrozaban entre veinte y treinta al gobierno francés y las primeras noticias del levanta­
negros en la rueda». Era una forma de aterrar a los miento de Santo Domingo llegaron a París por medio
esclavos que pudieran haber sentido deseos de rebelar­ de un periódico londinense. Como resultado de ello,
se. Pero el método de intimidación tuvo un efecto se enviaron de Francia tres comisarios para que
opuesto y el ejército esclavo aumentó a cien mil en reinstauraran el orden.
cuestión de semanas. La Asamblea Colonial les brindó una bienvenida
Por iniciativa de los esclavos, los mulatos decidieron espléndida y por el momento debió posponerse la re­
ahora presionar a favor de igualdad plena con los blan­ vuelta esclava. Después de cuatro meses de firme lu­
cos. Estos mulatos no eran esclavos, pero su condición cha, no había nada que los líderes negros pudieran
los había expuesto a las indignidades más hirientes. Los hacer. Podían quemar cultivos, pero si deseaban ganar
blancos los odiaban, mientras ellos mismos, nacidos de una guerra era importante tener comida. Estaban pa­
madres negras, mantenían una actitud de superioridad ralizados.
hacia los negros. Su intervención en este momento fue Y entonces se produjo algo a un tiempo extraordi­
de gran valor para el esclavo, pues aunque mulatos y ne­ nario y familiar. Aquellos grandes líderes, Biassou y
gros no eran amigos, tenían un enemigo común. Jean François, quienes habían ganado la confianza de
Los blancos aumentaron la presión sobre los mu­ miles de personas, decidieron que era necesario hacer
latos y el resultado fue la insurrección. Algunos mulatos algo. Deseaban negociar con los Comisarios. El ins­
eran hombres muy educados y de buena formación. trumento de negociación que recibe el nombre de
El recuerdo fue un combustible para sus pasiones heri­ Comisión fue una de las formas más insidiosas de hi­
das y devolvieron las atrocidades que habían sufrido pocresía de la historia colonial. Siempre crea confu­
de manos de los blancos. Sus ambiciones no eran las sión y hunde a los hombres en la deslealtad. Porque
mismas que las de los esclavos y no les interesaba de­ entonces Biassou y Jean François prometieron a los
masiado la libertad de éstos, pero la estrategia exigía Comisarios que dejarían de combatir si se les daba la
una alianza. La situación asumió proporciones bastante libertad a unos pocos cientos de ellos. ¡Unos pocos
atemorizantes, porque los negros, a quienes se unieron cientos de unos cien mil! Llegaron a prometer a los
los mulatos, atacaban por el norte y los mulatos, a quie­ Comisarios que, con esta condición, incluso se uni­
nes se habían unido los negros, avanzaban por el sur. rían a las tropas del Rey y perseguirían a los esclavos
Los ingleses, que tenían enormes intereses en el que se negaran a rendirse. Toussaint desempeñó su
Caribe, dieron inicio a su acostumbrado papel de res­ papel en todo esto, porque fue a quien se asignó reali­
paldar al caballo que pareciera que iba a ganar. El po­ zar la mayor parte de las negociaciones.
der de Francia en el Caribe siempre había despertado Esta correspondencia a los Comisarios recalcó cada
sus celos, de modo que la doble revuelta era por ente­ una de las virtudes que a los caballeros franceses les
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habría encantado escuchar. Los líderes negros pidie­ lo posible por desacreditarlos a los ojos de los esclavos.
ron disculpas por la devastación que habían provoca­ Toussaint ahora negociaba por su cuenta. Había pedi­
do. Eran leales a la Madre Patria. Y por último, como do la libertad de cuatrocientos esclavos. ¡Imposible!
si fuera un tema que no se pudiera evitar, hicieron al­ De modo que redujo el número a sesenta. Los blancos
guna mención a los esclavos. «Redundaría incluso en locales consideraron que esto no cambiaba nada, por
vuestro interés declarar, mediante un decreto sancio­ lo que acusaron a los Comisarios de traición y se man­
nado por el Gobernador, que es intención vuestra pre­ tuvieron firmes en su decisión de excluir a los negros
ocuparse por la suerte de los esclavos, sabiéndolos de todo tipo de negociación.
objeto de vuestra solicitud.» ¿Cómo concebía Toussaint su vida de haber sido
Lo que se insinuaba era que si los jefes de los ne­ libre con un enjambre de esclavos viviendo a su alre­
gros recibían su libertad y derechos políticos plenos dedor en las mismas condiciones? Su carrera, a partir
estarían en posición de controlar a los esclavos en nom­ de ese momento, contradice todo concepto de que el
bre de la Madre Patria. Pero si se traicionaba el espíritu logro de su libertad personal hubiera sido el fin de la
del pueblo que ofrendó su vida de tan buen grado, sem­ revuelta esclava. Pero es imposible saber qué pensaba
braban también las semillas de una disensión muy útil. durante esas negociaciones traidoras. De todos mo­
Se persuadió a los Comisarios para que examinaran las dos, el camino estaba ahora libre. Los blancos habían
propuestas, pero los blancos del lugar —como siempre creado exactamente la situación requerida. Su negati­
ocurre- no toleraban una cosa tal. Seguros de que pron­ va total y despectiva fue la primera señal clara de que
to podrían devolver a esos perros negros a sus perreras Toussaint había encontrado su vocación. Cómo iba
y hacer restallar de nuevo el látigo, ofrecieron y jura­ a olvidar las palabras del abate Raynal: «Sólo falta un
ron perdonar sólo a los esclavos que regresaran de in­ jefe con coraje. ¿Dónde está ese gran hombre que la Na­
mediato al trabajo. Su respuesta a los negociadores turaleza debe a sus hijos desconcertados, oprimidos y
negros terminó con la orden: «¡Largo de aquí!» atormentados?»
Biassou, el recién autonombrado Virrey de los Cuando regresó para dar la noticia de su fracaso,
Territorios Conquistados, se sintió herido en lo más Toussaint ya había emprendido el camino de la libertad.
vivo. Juró que mataría a todos los prisioneros blancos y La única justificación de su existencia sería la liberación
fue Toussaint quien debió persuadirlo de abandonar de todos los esclavos. Y esto no sería obra del azar.
este acto de violencia. Los Comisarios habían sufrido Nunca se obtendría de personas tales como las que
un revés, pero hicieron un nuevo intento. Se convino una componían la Asamblea. Tendrían que ganarla con sus
reunión con Jean François y, a pesar de un incidente propios esfuerzos. Cuando se reunió con Biassou, Jean
infortunado, éste terminó amistosamente. Jean François François y los demás, les explicó lo ocurrido y les dijo
prometió devolver a los prisioneros blancos a cambio muy a las claras que en el futuro nadie debía buscar a
de su esposa, que había sido capturada. los Comisarios para nada. Era la primera vez que
Pero la Asamblea Colonial estaba furiosa con los Toussaint compartía la condición militar. Asumió el
Comisarios por haber recibido a este negro e hizo todo rango de Brigadier General y se aplicó al trabajo que

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mejor le cuadraba. Era un líder nato y un administra­ los al distribuir los diputados según la población
dor nato. De inmediato comenzó a entrenar su ejército. de Francia?
La Asamblea Colonial estaba en guerra con los
Comisarios, en guerra con los mulatos, en guerra con La palabra esclavo había tomado un sonido tan explosi­
los esclavos. Incluso había arrestado al Gobernador y vo como el ruido nigger en algunos círculos discretos.
planeaba asesinar a uno de los Comisarios. El desorden Un delegado francés habló en nombre de los colonos y
era total. París estaba alarmado porque los tiburones su narración, muy similar a algunos de los discursos
ingleses merodeaban listos a lanzarse desde Jamaica si que se escuchan en la Cámara de los Comunes, es hoy
sus oportunidades les parecían favorables. El popula­ un ejemplo clásico de lo que nos ocurre a algunos de
cho parisién no dormía. El Rey todavía estaba al frente nosotros en los años 60. No conocemos los hechos y
del Ejército y la Marina, pero las brasas revolucionarias con mucha facilidad suponemos que las cosas al fin y a
aún ardían en Francia. Los negros de Santo Domingo cabo no pueden ser tan malas. He aquí a Millet, ha­
no sabían lo que estaba ocurriendo en París, pero Pa­ blando de la condición de hombres que han sido asa­
rís sabía lo que estaba ocurriendo en Santo Domingo. dos, dinamitados y muchas veces enterrados vivos:
El gran jaleo del debate comenzó en la Constituyente
en torno al problema colonial, que ya no era un asun­ Vivimos en paz, señorías, en medio de nuestros
to de ultramar. Había sido llevado justo a la puerta del esclavos [...] Que un hombre inteligente y edu­
francés ordinario. Sería necesario enviar efectivos para cado compare el deplorable estado de estos hom­
que se ocuparan de los esclavos y mulatos. ¿Seguirían bres en Africa con la fácil y plácida existencia de
los blancos en su torpeza? ¿Qué partido tomaría en es­ que disfrutan en las colonias [...] Con todas las
tos asuntos la fortalecida Ala Izquierda de la Constitu­ necesidades cubiertas, rodeados de favores des­
yente? Al fin y al cabo, el populacho parisién no estaba conocidos en la mayoría de los países de Euro­
tan lejos y los Derechos Humanos tenían el significa­ pa, seguros en el disfrute de su propiedad, pues
do preciso que decían tener. Mirabeau ya lo había dejado disponían de propiedad y ésta era sagrada, cui­
bien claro al hablar del tema de la liberación de los dados en la enfermedad con un dispendio y una
esclavos: atención que se procuraría en vano en los hospi­
tales de los que tanto se jacta Inglaterra, protegi­
Piden representación proporcional al número dos y respetados en las enfermedades de la vejez;
de habitantes. Los negros libres son propieta­ en paz con sus hijos y con su familia [...] liberados
rios y contribuyentes y todavía no se les permite cuando prestan servicios relevantes: éste es el
votar. Y en cuanto a los esclavos, son hombres cuadro, real y sin fiorituras, del gobierno de
o no lo son. Si los colonos los consideran hom­ nuestros negros y este gobierno interno se ha
bres, que los liberen y los hagan electores y elegi­ perfeccionado de modo especial durante los úl­
bles para ocupar escaños; en caso contrario, ¿hemos timos años con un cuidado para el que no es
tomado en cuenta el número de caballos y mu­ posible encontrar ejemplo alguno en Europa. El

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tando gradualmente su número. Unos meses después
apego más sincero une al amo con el esclavo;
tenía a su alrededor unos quinientos hombres que ha­
dormíamos seguros en medio de estos hombres
bían ya entendido la importante distinción existente
que llegamos a considerar nuestros hijos y mu­
entre lanzarle botellas a los blancos y capturar, vivo o
chos de nosotros no teníamos ni candados ni
muerto, un regimiento importante. Toussaint estaba
cerrojos en nuestras puertas.
más o menos listo y el momento había madurado.
Una vez terminado el debate en Francia, se envió
Piénsese en la situación física del esclavo y pregún­
a Santo Domingo ion nuevo lote de Comisarios y, a fin
tese: «En nombre de Jesús y de todos los santos, ¿qué
de garantizar a la Asamblea Nacional que se manten­
puede hacerse con un hombre que opera en un nivel
dría el orden, quince barcos viajaron también desde
tan diabólico de mentiras?»
Francia con cuatro mil Guardias Nacionales y dos mil
Si Millet y sus colegas en el delito estaban dispues­
soldados.
tos a tratar esta revuelta como una dificultad menor, no
Esto pudo haber bastado para posponer cualquier
tomaría mucho tiempo a cualquiera predecir el futu­
problema provocado por los esclavos, pero su compo­
ro. Estas lenguas políticas discutían en Francia hasta
sición era en sí una grave desventaja. Los Comisarios
cansarse sobre asuntos que no les tocaban personal­
eran de Izquierda, entre ellos Sonthonax, quien era
mente. Podían perder dinero si las cosas les iban mal
jacobino. Los oficiales al mando servían al Rey. Los
en Santo Domingo, pero era probable que a ninguno
Guardias Nacionales provienen de la Revolución, mien­
de ellos le cortaran los testículos por ser negro.
tras los efectivos eran soldados del Rey. Desde el mo­
En Santo Domingo la Asamblea esperaba para oír
mento en que pusieron el pie en las naves estuvieron
lo que saldría de esos debates; pero había un hombre que
peleando. Como cualquier concesión poma en juego el
no tenía tiempo para discutir sobre cuestiones de or­
prestigio, se pasaban la vida discutiendo cómo debían
den. Toussaint estaba sumido en el trabajo. Miles de
hacerse las mayores simplezas. Y esto no ayudaba, pues
esclavos habían combatido; muchos de ellos no tenían
sus subordinados estaban siempre lo suficientemente
idea de qué hacer con un fusil. Analfabetos y privados
cerca como para escuchar estas disputas. Según obser­
siempre de toda experiencia de aprendizaje formal, no
va James: «Los Comisarios llevaban consigo a bordo
eran más que energía humana que era necesario disci­
la Revolución. Fueron a encontrarla. Pero lo que fue
plinar y enseñar. Con la previsión del genio, Toussaint
estableció para sí las limitaciones dentro de las cuales de importancia infinitamente mayor para los esclavos:
sería posible hacer algo. A diferencia de algunos imbé­ la habían dejado detrás.»
ciles ambiciosos, no los arreó a todos como a ganado Porque el populacho parisino estaba a punto de
para instruirlos, porque sabía que la superioridad nu­ conquistar las calles. Los Comisarios salieron de Fran­
mérica significa poco o nada si no la apoya la eficien­ cia en julio y antes de que llegaran a Santo Domingo,
cia. Observó con cuidado a los hombres y al fin escogió el 10 de agosto, esto se había producido. No sabían que
los cien que creyó más capaces por su inteligencia, poder en París las multitudes habían ya comenzado a tomar
físico y osadía. Trabajó con este núcleo fértil, aumen­ las cosas en sus propias manos. Había una Revolución

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en pleno desarrollo. Se había encarcelado a la Familia Los soldados del Rey y los revolucionarios que se
Real, se había disuelto la Legislatura y se había convo­ pusieron de parte de Sonthonax se atacaban como si
cado a un nuevo Parlamento. Los obreros parisinos estuvieran de regreso en Francia. La geografía no im­
no sólo habían detenido todo, sino que no quitaban portaba: eran enemigos. Los mulatos se unieron a
las miras de sus enemigos. Estos revolucionarios fran­ Sonthonax y los líderes realistas pronto fueron envia­
ceses habían dicho basta y, como si hubiera una ley dos de regreso a Francia. Los esclavos estaban ahora casi
que regulara los sectores del sufrimiento, se identifica­ fuera de cuadro. Era el tema mulato el que parecía do­
ban en espíritu con los esclavos de Santo Domingo. Se minar la política del momento. Toussaint se encontraba
difundió una frase nueva: «Aristócratas de piel», y guarda­ en graves problemas. Los mulatos que se habrían suma­
ba referencia directa con los asuntos de Santo Domingo. do a sus filas veían ahora su oportunidad en Sonthonax.
Supiéranlo o no, los líderes negros tenían abados en Además, la hambruna mataba a muchos esclavos. Los
Francia, no intelectuales y oportunistas políticos, sino líderes negros aún no habían comenzado a pensar en
campesinos y sirvientes comunes y corrientes. A algu­ la Independencia. Su enemigo eran los blancos del lu­
nos les horrorizaba a tal punto la condición de los es­ gar y su ambición principal era liberarse de los horro­
clavos que dejaron de beber café por creer que estaba res de la esclavitud, de modo que permanecían leales a
«empapado de la sangre y el sudor de hombres conver­ la Constitución francesa. Entonces llegaron noticias
tidos en bestias». La acumulación de factores que con­ de la ejecución del Rey.
dujo a la nueva situación existente en Santo Domingo En Francia, las fuerzas revolucionarias ganaban te­
nos recuerda una verdad que James define con gran rreno. Las repercusiones de ello siempre estuvieron
comedimiento y claridad: «El primer síntoma de que presentes en Santo Domingo y un hombre como
una sociedad está profundamente mal equilibrada o en Sonthonax no hubiera perdido oportunidad de aprove­
bancarrota es que las clases gobernantes no logran charlo. Primero la muerte del Rey, luego Francia estaba
ponerse de acuerdo sobre la forma de capear la situa­ en guerra con España y poco después con Gran Breta­
ción. De esta división surge la fractura y las clases go­ ña. Los esclavos no podían estar seguros de quién pelea­
bernantes continuarán porfiando entre sí mientras no ba por quién. ¿Dónde se encontraban en este conflicto
temen la toma en masa del poder.» entre Francia y Francia por una parte y Francia contra
Pero esta división entre los Comisarios y los oficia­ Gran Bretaña y España juntas por la otra? Sus lealtades
les del Rey creó confusión en la mente de los negros. El los obligaban instintivamente a unir fuerzas contra la
único propósito de esta Comisión fue reglamentar los república que había matado a un rey y no vacilaron en
derechos de los mulatos. Se reprodujo el conflicto entre aceptar el ofrecimiento de los españoles desde el otro
los Comisarios y los blancos locales, pero Sonthonax, el extremo de la isla.
jacobino, era un personaje mucho más enérgico que sus Era una oportunidad de obtener armas, alimento,
predecesores. Estaba decidido a dar a los mulatos igual­ vestido. Además, a los españoles les agradaría que ma­
dad de derechos y bautizaba a cualquier voz disidente taran a sus antiguos amos que eran franceses. Biassou
con la nueva expresión ignominiosa: «aristócrata de piel». y Jean François fueron hechos oficiales del ejército

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español. Toussaint insistió en mantener independien­ Aprendía con toda la rapidez que le era posible. Las
te su grupo. Habían, por así decirlo, abandonado sus invitaciones francesas para que se les uniera continua­
reclamos originales. Pero a Toussaint no lo había aban­ ban, pero él no se movía. Algunos de los soldados rea­
donado su capacidad de cálculo rápido. Los españoles listas desertaron y decidieron servir en el ejército
lo hicieron coronel. Sus hombres eran ahora seiscien­ independiente de Toussaint en lugar de alistarse con
tos y comenzó a concebir los planes más ambiciosos. los españoles. Hizo que estos hombres enseñaran a sus
Propuso ayudar a los españoles a capturar la parte propios soldados. Persuadió a todos los negros de la
francesa de la colonia a condición de que se liberara a zona a que aprendieran y le enseñaran el trazado de las
todos los esclavos. Al gobernador español le pareció tierras. No había un solo mapa en ninguna parte, de
esto demasiado arriesgado y se negó. A los pocos me­ modo que hizo uno él mismo basado en lo que había
ses, Toussaint escribió a Laveaux, el gobernador fran­ oído de quienes vivían en el lugar. Simplemente, no
cés de Santo Domingo, y prometió ayudar a capturar tenía tiempo que perder, porque había aprendido que
la mitad española de la colonia para los franceses a con­ no se podía confiar en estas alianzas con españoles o
dición de que Laveaux liberara a los esclavos. Laveaux británicos. No les interesaba liberar a los negros y ésta
se negó y, dado que no había otra parte de la isla bajo era la pasión que lo consumía. Ayudaría a los españo­
dominio extranjero, no había nadie más a quién vol­ les si esto servía a su noble fin. Del mismo modo, fin­
verse. giría estar en liga con los británicos, pero estaba
Toussaint aguardó el momento oportuno con los convencido de que estos dos tiburones, España e In­
españoles. Los franceses conocían su valía y, como glaterra, no vacilarían en tragárselo completo si con­
las cosas les iban bastante mal, uno de los oficiales mu­ venía a sus intereses. Más decente en virtud de su causa,
latos de Sonthonax escribió a Toussaint pidiéndole que solía estar a la altura de ellos en duplicidad y astucia.
regresara. Se le brindaría la «protección» de la Repú­ Es en este período que conoció al esclavo cuyo
blica si venía con las fuerzas bajo su mando. Para su nombre se convertiría en sinónimo de matanza.
estupefacción, Toussaint respondió que los negros de­ Dessalines fue uno de los hombres que le enseñó esa
seaban un rey. No deseaba tener nada que ver con la parte del país. Era analfabeto y siguió siéndolo duran­
república en su guerra contra la realeza. te casi toda su vida. Pero su voluntad había sido con­
Desde ese momento, el soldado que había en formada por el castigo del látigo. Severo y rotundo, el
Toussaint se convierte en político. No importa qué rostro blanco era a su entender el que más se adecuaba
caballo se monte si lo lleva a uno a casa. Pero la casa a la destrucción total.
de Toussaint era parte de un propósito de gran noble­ Las fuerzas de Toussaint alcanzaban ahora cuatro
za. No luchaba por ganancias o la conquista de tierras mil hombres. Los franceses estaban tras él de nuevo,
extrañas. La libertad de los esclavos era su única ambi­ pero no creía que era momento para ofrecer sus servi­
ción y, si ninguna de las partes lo ayudaba, entonces, cios. Jean François y Biassou comenzaban a plegarse a
como indica James con ironía, estaba decidido a usarlas la adulación de los colonos franceses que habían esca­
a todas. pado a territorio español. Pero la causa de Toussaint

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servía también como amenaza. Si el gobernador espa­ Barbados, habían capturado por el camino a Martinica,
ñol provocaba cualquier problema, estaba en condi­ Santa Lucía y Guadalupe. La conquista de Santo Do­
ciones de sublevar a todos los esclavos de esa colonia. mingo los haría amos de esos mares. El imperio colonial
Encomiaban a Biassou y a Jean François; llamaban trai­ francés en el Caribe desaparecería. Las ganancias de
dor a Toussaint y amenazaban con cortarle la cabeza. este «orgullo de Francia, envidia de todos los demás
Pero nadie se atrevía a tocarlo. Los españoles ganaban países imperialistas», se volcarían en Gran Bretaña. Y
con fuerza en el norte y todos sabían que estos avances James mantiene que los británicos hubieran podido
se debían en gran medida al disciplinado ejército de entonces «volver a Europa y lanzar su ejército y su
Toussaint. Su inversión en aquel sólido núcleo de cien marina contra la Revolución».
soldados comenzaba a rendir frutos. La previsión era En otras palabras, esta campaña en que ahora par­
su mayor fuerza. Comandaba la costa del oeste mien­ ticipaban los ingleses, los franceses, los españoles y los
tras los españoles ganaban puesto tras puesto en el esclavos bajo el mando del impredecible Toussaint era un
norte. Los franceses enfrentaban ahora problemas gra­ conflicto de la mayor importancia en la historia mun­
ves y los británicos escogieron este momento de con­ dial. El jacobino Sonthonax lo vio con claridad. Santo
fusión general para atacar a Santo Domingo. Domingo debía ser salvado de los ingleses en interés
Durante largo tiempo los plantadores franceses de la Revolución Francesa. Estaba desesperado, según
habían estado pidiendo ayuda a los británicos, pero muestra su llamado a sus seguidores: «Si es necesario
éstos se negaron hasta que creyeron ver la oportuni­ esconderse tras una doble o triple cordillera, os mos­
dad de capturar a la colonia completa. Los ingleses lle­ traré el camino. No tendremos más asilo que los caño­
garon de Jamaica en septiembre y todas las personas nes, más alimento que agua y plátanos, pero viviremos y
con propiedades fueron a recibirlos. Francia estaba en moriremos libres...» Y más tarde escribió: «Si nos de­
guerra con Inglaterra, pero a estos súbditos desdicha­ rrotan, dejaremos a los ingleses sólo huesos y cenizas.»
dos y cristianos de Francia, la Madre Patria, no les Los británicos exigieron la rendición de Puerto
importaba estar abrazando al enemigo. Integridad es una Príncipe. Sonthonax se negó. Los británicos recurrie­
palabra ajena en cualquier lengua en que la codicia de­ ron a sobornos. No era difícil encontrar traidores en
cide salirse con la suya. Lo que deseaban salvar era la un país tan asolado por la guerra y tan confundido en sus
propiedad y sabían que, entre otras cosas, los británi­ lealtades. Los émigrés franceses estaban en armonía con
cos defenderían el derecho a seguir teniendo esclavos. los británicos en su ataque.
Una victoria británica en Santo Domingo sería una Para junio la capital había sido capturada.
victoria sobre las fuerzas republicanas surgidas de la Es ante este trasfondo de probabilidades incompa­
Revolución. A Clarkson y a Wilberforce les sorpren­ rables que Toussaint emerge como figura universal.
dió un tanto ver cómo Pitt iba perdiendo gradualmen­ La ocupación británica de Santo Domingo sería el golpe
te el interés en la suerte de los esclavos. Los británicos final a su ambición. Si ganaban los británicos, sabía
se movían por el Caribe a velocidad de relámpago. que los españoles no lo pensarían dos veces para aplas­
Partiendo de su bendito y minúsculo escondite llamado tarlo a fin de que no provocara problemas entre los
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esclavos. Y el gobierno revolucionario en Francia to­ desmayo que había provocado el espíritu revoluciona­
davía no se había pronunciado sobre el tema de la abo­ rio a una dama del público:
lición. ¿Adonde volverse entonces?
La cuestión colonial se debatía de nuevo en Francia. «Una ciudadana de color que asiste con regula­
Sonthonax, con su empuje progresista, había enviado ridad a las sesiones de la Convención ha sido presa
diputados de Santo Domingo para que participaran. de una alegría tan intensa al ver que concedía­
Crearían una fuerte impresión en la Convención, pues­ mos la libertad a todos sus hermanos que se ha
to que uno era blanco, otro mulato y el tercero un ne­ desmayado (aplausos). Solicito que el hecho cons­
gro libre. Se aceptaron sus credenciales. Cuando Bellay, el te en actas y que se admita a la ciudadana al au­
negro, y Mills, el mulato, entraron en el salón, se dio ditorio y reciba al menos este reconocimiento
al color una bienvenida aristocrática. El aplauso fue de sus virtudes cívicas.» ¡La moción prosperó y
tan fuerte como un rugido. Los Diputados cumplie­ la mujer se dirigió al banco delantero del anfi­
ron con el ritual de rigor y cuando el Presidente les teatro para tomar asiento a la izquierda del Pre­
dio el beso fraterno, todas las manos estallaron en aplau­ sidente, enjugándose las lágrimas en medio de
sos. Fue el negro, en un tiempo esclavo, quien habló otra explosión de euforia! [Los jacobinos negros.]
del tema de la abolición y, sin más problemas, Levasseur
presentó la moción: No tenemos que buscar motivos para este acto que
condujo a un regocijo tal, pero si pretendía brindar
Al elaborar la Constitución de los franceses no felicidad a los esclavos, sin dudas iba a crear problemas
prestamos atención a los desventurados negros. a los británicos y a sus aliados, porque contribuía a
La posteridad tendrá grandes reproches que aclarar la posición de los esclavos. «Los ingleses están
formularnos por ello. Reparemos el error: pro­ acabados —gritó Dantón-, Pitt y sus manejos han sido
clamemos la libertad de los negros. Señor Presi­ fulminados.»
dente: no permita que la convención se deshonre El 5 de junio se tuvieron noticias de que siete na­
a sí misma con un debate sobre el tema. ves, al mando de un mulato llamado Victor Hugues,
habían escapado de la flota británica y se dirigían a
Y eso fue todo. Guadalupe. Contaban con mil quinientos hombres,
La Asamblea francesa se regocijó pues fue en esta pero lo más importante era el mensaje que Hugues
sesión que se declaró abolida la esclavitud: «...todos había enviado a la Convención en París. Este mulato
los hombres sin distinción de color, domiciliados en se había puesto a trabajar con los esclavos de la isla
las colonias, son ciudadanos franceses y disfrutan de capturada por los ingleses, los había provisto de uni­
todos los derechos que garantiza la Constitución.» formes de la república y había expulsado a los británi­
Fue un acto de la mayor importancia para el futu­ cos de Guadalupe.
ro de Santo Domingo. El placer tomó formas extrañas Hasta ese momento, Toussaint carecía de estratage­
en la Asamblea francesa y un diputado observó el feliz ma, pero lo que necesitaba era precisamente las noticias
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de Francia. Zorro nuevo entre zorros experimentados, daba en nombre de Francia y en interés de Santo Do­
permanecía firme en su propósito, que siempre fue la mingo. «Toda mi ambición —escribió después—es dar­
libertad de los esclavos. La libertad había sido sancio­ me una base ventajosa para la guerra y al mismo tiempo
nada por el gobierno francés y para nada importaba proteger y promover la agricultura.»
que fuera republicano o realista. Enseguida escribió al Era un hombre con un sentido impecable de las priori­
gobernador francés, Laveaux, y ofreció unirse a las fuer­ dades. La venganza estaba casi ausente de sus emocio­
zas francesas contra España y Gran Bretaña. Toussaint nes como veremos en sus tratos con quienes habían
sería una ventaja formidable y lo sabían. Laveaux le desertado sus filas o incluso intentado traicionarlo.
ofreció el rango de Brigadier General y, antes de que en También estaba ausente de sus tratos con los blancos
Santo Domingo se supiera lo que ocurría, Toussaint franceses, los plantadores y todos los que habían infli­
estaba de nuevo donde había comenzado. gido barbaridades tales a los esclavos. Deseaba comen­
Resuelta la cuestión política, era libre de centrar zar de nuevo. Y fue en este período que se ven todas
toda su atención en el combate. Experimentado y re­ las fuerzas que funcionan en su personalidad.
nombrado como soldado, ahora recapturó para los La gran ambición de los esclavos era ser libres.
franceses todos los campamentos que antes había cap­ Habían luchado y muerto para lograrla. El espíritu que
turado de ellos para los españoles. Los británicos ha­ la exigía había transformado a hombres que vivían
bían fortalecido su posición y sólo estaban esperando como bestias en soldados de inteligencia y osadía nota­
delimitar hasta dónde podían saquear a Santo Domin­ bles. Había revelado el genio que residía en un hom­
go. Cuando se encontraban a punto de lograr sus am­ bre cuyas dotes habían sido relegadas al cuidado del
biciones, Toussaint atacó sus fuerzas, tomó la mayoría ganado de su amo. Había creado una situación nueva
de sus posiciones y al fin los persiguió cruzando el río y la situación ahora se encontraba en proceso de crear
hacia St. Marc, en la costa. a un pueblo nuevo. Pero este don de la libertad tema
Con estos logros, Toussaint entra en una nueva fase. la naturaleza de una paradoja. Si llevaba dicha a los
Cada situación, parecía, había revelado un nuevo aspec­ corazones del ejército esclavo, también les introducía
to de su personalidad. Sus hazañas como soldado eran un miedo que nunca antes habían conocido. Ayer sus
legendarias. Su sagacidad política lo había salvado de pasiones se consumían en la necesidad de ser libres.
muchas crisis. Francia, y por tanto Santo Domingo, Liberados al fin, ahora vivían en el terrible temor de
todavía estaba en guerra con Gran Bretaña y España, pero que se restaurara la esclavitud. El servicio que habían
la posición de los esclavos estaba más garantizada. Ahora brindado en un tiempo para lograr la libertad pudo
emergía como administrador y ciudadano. No se permi­ ahora haberse duplicado o triplicado contra cualquier
tía correr riesgos con los enemigos, pero tenía también enemigo que intentara devolverlos a su estado origi­
la mirada en el desarrollo del país. Sus tropas estaban nal. Y había en el lugar enemigos tales. Además, había
compuestas por negros, mulatos y blancos. Represen­ guerra y a Francia no le iba demasiado bien en Santo
taban un futuro posible para Santo Domingo, unidos y Domingo. Suponiendo que británicos y españoles ga­
sin inhibiciones de raza. Era su comandante y coman­ naran, ¿cuál sería el futuro de Toussaint y sus hombres?
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Tenían todas las razones para no relajar sus esfuerzos Les expuse la posición del enemigo y la necesi­
por ayudar a Francia a ganar esta guerra en Santo Do­ dad absoluta de echarlo de allí. Los valientes re­
mingo. publicanos Moi'se, J. B. Paparet, Dessalines y
Sonthonax había regresado a Francia. Laveaux, el Noel respondieron en nombre de todos los jefes
Gobernador, estaba a cargo de los asuntos de la colonia, que afrontarían todo tipo de peligro, que irían a
pero la suerte completa de la isla se encontraba en ma­ cualquier parte y que me seguirían hasta el fin.
nos de Toussaint. Su ejército estaba compuesto por
todo tipo de personas. Muchos habían luchado entre sí ¡Moise! ¡Dessalines! Estos hombres se le han he­
en un momento u otro: mulatos comprensiblemente cho tan necesarios como sus manos. ¿Cómo obtuvo
celosos de los negros, blancos franceses que pudieron esta lealtad? ¿Cómo logró que los hombres hicieran
haber contribuido a la humillación de los mulatos. lo que probablemente nunca se hubieran atrevido a
¿Cómo mantener unido a un grupo tal? Además, el hacer bajo otro mando? ¿Era porque todos habían sido
ejército se había debilitado por la falta de alimentos, esclavos? En parte, pero la razón es también parte del
de municiones. Leer las cartas de Toussaint a Laveaux carácter de Toussaint. A pesar de toda su compren­
da grima: sión humanitaria y compasiva de los hombres, en al­
gún lugar de su interior vivía un autócrata. Sabía lo
No tengo pólvora alguna... Le ruego, por amor mal equipados que estaban, pero cuando tenía causa
del cielo, que me envíe algunos buenos fusiles... de reprenderlos por perder una batalla, hacía que su
No tengo ni uno... fracaso pareciera un martirologio personal suyo:
Mis soldados están desnudos, no tienen comida,
no reciben paga... No puede imaginar mi sufri­ Pero veo, Ciudadanos, con gran dolor que las
miento al no poder ayudarlos. órdenes que les di tres veces seguidas de pasar al
territorio de nuestros enemigos y echarlos de
Imaginen la situación con los ingleses pisándoles allí, no se han cumplido. Si se hubieran dignado
los talones, dispuestos no sólo a matar sino a comprar ejecutar las órdenes que les había enviado, todos
a los hombres a quienes el hambre pudo haber agotado. los campamentos del otro lado del Artibonite
Pero la personalidad de Toussaint -como la voz de habrían sido destruidos... Han pisoteado mis
Churchill en aquellas horas oscuras- tenía el efecto más órdenes en el suelo...
asombroso sobre estos hombres. Cuando conseguía mu­
niciones, resultaba que la mayoría de los fusiles no servía. ¡Buen Dios! ¿Qué más, nos preguntamos, podía
Eran demasiado cortos o demasiado herrumbrosos, pero esperar de ellos? Y la sencilla respuesta es: más. Pero el
los hombres hacían lo que les era posible con ellos. Las enemigo no era su única preocupación. Siempre había
órdenes de Toussaint eran como un sermón de resisten­ rumores de insurrecciones entre los esclavos que se queja­
cia y valor. Escúchenlo describir el vínculo que existía ban de que los blancos, por su parte, habían seguido
entre él y aquel círculo decisivo de camaradas: tratándolos como si no se hubiera declarado la libertad.

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¡Naturalmente! Las constituciones son cambios de le­ gros, era en él en quien confiaban los blancos de Santo
yes, pero ninguna constitución puede garantizar una Domingo. Era tal el alcance de su simpatía que atravesa­
transformación de carácter. En algunos casos, los blan­ ba todas las divisiones. Y cuando escribe a Laveaux, no
cos se habían negado a decirles a algunos de los esclavos le preocupa exclusivamente la guerra. Expresa an­
analfabetos lo que había ocurrido. Siempre que sur­ siedad por conocer la salud del Gobernador. «He aquí
gían estas dificultades, Toussaint las resolvía él mis­ algo importante. Os envío algunas trufas. Tenga la ama-
mo. Iba al lugar en que se había informado del bibdad de aceptarlas de quien le desea la mejor salud y
problema y hablaba con todos los que habían partici­ lo abraza de todo corazón. Todos mis oficiales envían
pado en él. Había comenzado a desarrollar ese temor su respeto y fidebdad.»
—familiar en los nuevos territorios poscoloniales—de Laveaux necesitaba ese respeto. Toussaint conocía
que algo iría mal si él mismo no hacía las cosas. su propio poder y, sin embargo, su sentido del orden
Ahora escribe para aconsejar a Rigaud y a los va­ exige un respeto dado. Deja ver con claridad que es
lientes mulatos que luchan en otra parte; ahora expli­ subordinado del Gobernador. E identifica los deseos de
ca estrategia al comandante francés; ahora intenta los soldados negros con los propios. En momentos de gran
persuadir a algún grupo nervioso de que no debe per­ crisis, cuando Laveaux parecía debilitarse, Toussaint
mitir que los ingleses lo sobornen; ahora implora a sus escribía como si no hubiera necesidad de dejarse bevar
soldados que no recuerden el pasado, que no les guarden por el pánico. Era para todos ebos una fuente de con­
rencor a los blancos. «¡Nada de represalias, nada de fianza.
represabas!», decía una y otra vez. Siempre que gana­ ¡Ayer cuidando el ganado! Hoy, sólo cinco años
ban una campaña y era probable que los hombres usa­ después, todavía de pequeña estatura, rasgos feos y piel
ran la victoria como arma de venganza contra sus negra, pero con una presencia que trascendía el color,
antiguos amos: «¡Nada de represalias, nada de represa­ ¡un aristócrata del espíritu!
lias!» Las constituciones pueden cambiar las leyes y las Había sobrevivido a traidores, insurrecciones y la
leyes pueden dar origen a situaciones nuevas. Pero nin­ creciente devastación de su país. Al fin su ejército, ne­
guna constitución, con su repertorio de leyes, puede gro y mulato, había expulsado a los ingleses. Sonthonax
crear el espíritu del hombre que, a pesar de su san­ y Laveaux ya habían regresado a Francia. El nuevo
griento pasado, puede todavía decir a sus hermanos agente, Hédouvüle, decidió desde el principio hundir
esclavos: «¡Nada de represabas, nada de represabas!» a Toussaint. Se había informado cabalmente del tipo
Tampoco tenemos razón para dudar de sus sentimien­ de hombre con quien tendría que trabajar e hizo todo
tos cuando escribe al gobernador: «Tengo el corazón por socavar la influencia de Toussaint con los ingleses
deshecho por la suerte acaecida a los blancos en este y con su propio pueblo.
asunto.» Era intolerable. Mediante insinuaciones o insolen­
El respeto que mediaba entre él y el Gobernador cia abierta, esta escoria francesa negaba ahora para des­
fue haciéndose más estrecho y cábdo día a día. Toussaint truir las bases construidas con tan gran esfuerzo por
se convirtió en ejemplo de fiabibdad. De todos los ne­ estos antiguos esclavos y mulatos. Toussaint sentía la
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a la cabeza de mis ejércitos, estaré siempre dis­
tensión de la guerra, la colosal responsabilidad de la
puesto a mostrar un buen ejemplo y brindar el
reconstrucción y no era tan joven como cuando había
mejor consejo. Pero he aprendido demasiado del
comenzado. Conocemos algo de su estado de ánimo corazón del hombre para no estar seguro de que
cuando leemos su larga carta a Hédouville solicitando sólo en el seno de mi familia encontraré la felicidad.
permiso para retirarse:
Pero sabía que se habían sentado bases sólidas y
...Si he solicitado permiso para retirarme es por­ confiaba en el valor y la experiencia de hombres como
que, tras haber servido honorablemente a mi Dessalines, Moïse, Christophe. Había luchado junto a
país, habiéndolo arrancado de manos de pode­ estos hombres, sabía dónde comenzaron, lo duro que
rosos enemigos que luchaban por su posesión, habían trabajado, lo que habían logrado. Las pasiones
haber extinguido el fuego de la guerra interracial de ellos eran también suyas. La obra que había confor­
de la que durante largo tiempo fue presa, ha­ mado pronto sería defendida por ellos.
biendo olvidado por años a una familia preciada Pero no había descanso para él. Poco después se
para la que me he convertido en un extraño, produjo una disputa seria entre Moïse y un oficial ne­
habiendo descuidado mis propios intereses, sa­ gro que recibía órdenes de Hédouville. Este hombre
crificado mi tiempo y mis años al triunfo de la asumiría el mando sobre Moïse, que no era inferior a
libertad, deseo ahora salvar mi vejez de una afren­ nadie en capacidad. Moïse se mantuvo inflexible. Con
ta que sería la vergüenza de mis hijos. Lo sentiría Hédouville o sin él, no se rendiría. Se ordenó a los
aún más dado que sabré que no lo merezco y sin soldados disparar y Moïse debió huir para salvar la vida.
dudas no lo sobreviviré. No le oculto que, como Uno de sus hermanos resultó muerto en este arreglo
parece estar dilatando de modo indefinido acce­ estúpido e innecesario de Hédouville. Y para sumarse
der a mi solicitud, la presentaré al propio Direc­ a la locura de la situación, Hédouville ordenó entonces
torio. Los hombres en general se inclinan tanto que Moïse fúera dado de baja del servicio. Como no se
a envidiar la gloria de otros, muestran tantos entregó, debía ser perseguido y atrapado, vivo o muer­
celos por el bien que ellos mismos no han logrado, to. Fue este incidente el que llevó a Toussaint de nue­
que por el simple hecho de prestar un gran ser­ vo al campo. No tuvo tiempo que perder en discusiones
vicio se suele hacer enemigos. La Revolución con Hédouville. Llamó a su temido Tigre, Dessalines,
Francesa ha proporcionado muchos ejemplos de y le dio órdenes de marchar sobre El Cabo. Hédouville
esta terrible verdad. Muchos grandes hombres debía ser arrestado. Toussaint fue a Fort Liberté, don­
han expiado en el exilio o en el cadalso los servi­ de se había producido todo el episodio, y se dirigió a la
cios que han prestado a su patria y sería impru­ multitud. Era un nuevo Toussaint:
dente que permaneciera expuesto más tiempo a
las saetas de la calumnia y la malevolencia. Reintegro a Moi'se a sus antiguas funciones...
Un retiro honorable y pacífico en el seno de
Quien recurre a la espada, muere por la espada...
mi familia sería mi única ambición. Allí, como
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Hédouvüle dice que estoy en contra de la liber­ tención suya restaurar la esclavitud. No hizo intento
tad, que deseo rendirme a los ingleses, que deseo por interrumpir a Rigaud, pero cuando éste terminó,
hacerme independiente. ¿Quién debe amar más le respondió en doce palabras de memorable consue­
la libertad, Toussaint L’Ouverture, esclavo de lo: «General, lo culpo sólo por una cosa: no haber ob­
Bréda, o el General Hédouville, antiguo Marqués tenido la victoria.»
y Caballero de San Luis? Si deseara rendirme a Los mulatos enfrentaban una nueva humillación.
los ingleses, ¿los hubiera hecho huir? [...] Re­ Habían luchado con los negros contra sus opresores
cuérdese que hay un solo Toussaint L’Ouverture comunes. Su gran soldado, Rigaud, había prestado un
en Santo Domingo y que ante su nombre to­ servicio invalorable a Toussaint y a la causa de la liber­
dos deben temblar. tad. Y éste era el fin. ¡Toussaint casi en control com­
pleto de Santo Domingo!
Bonaparte ahora había ocupado el poder en Fran­ Era evidente que Toussaint tendría ante sí grandes
cia y nombró una nueva comisión. Pospuso cualquier problemas. ¿Qué, se preguntaba, pretendía verdadera­
contacto directo con Toussaint, pero dio órdenes de mente Napoleón con estas «leyes especiales»? No po­
que fuera confirmado en el cargo de Comandante en día ya confiar en los soldados que habían servido bajo
Jefe. Esto no pudo ser más que un truco por parte de Rigaud, que amaban a Rigaud no menos de lo que
Napoleón, porque odiaba a los negros. Más tarde en­ Dessalines y Moi'se amaban a Toussaint. Por tanto, aco­
contramos en sus instrucciones a Leclerc, quien dirigió metió la tarea de purgar el ejército de Rigaud para ga­
la expedición contra el Santo Domingo de Toussaint, rantizar la seguridad del sur. Toussaint nunca había
que estos generales antes esclavos habían herido su perdido su humanidad, pero hubo ocasiones en que
orgullo. Dijo a Leclerc que no debía quedar una sola había dado órdenes muy severas. No deseaba ampliar
charretera en un hombro negro. más la brecha entre mulatos y negros. Por esta causa,
Pero por el momento era necesario esquivar a había pedido a uno de los comandantes de Rigaud que
Toussaint. Rigaud, el distinguido general mulato, ha­ realizara el trabajo de purgar a los elementos no fia­
bía roto con Toussaint. Esto fue en gran medida obra bles. O lo hacía un mulato con la esperanza de que su
de Elédouville y siguió siendo una de las experiencias autoridad mitigara la herida de los mulatos o tendría
más trágicas de la guerra, pues amplió mucho las ten­ que hacerlo un negro en cuyos resultados se confiara.
siones y reservas que siempre habían existido entre El mulato se negó, por lo que la tarea cayó con toda
mulatos y negros. naturalidad, y muy infelizmente, en Dessalines.
Rigaud llegó a Francia y logró una entrevista con El desenlace es una triste historia que los enemigos
Bonaparte. Este valiente mulato habló extensamente de Toussaint utilizaron con frecuencia en su contra.
sobre los asuntos de Santo Domingo y su rompimien­ En sus notas, C. L. R. James dice que la cifra de diez
to con Toussaint. Napoleón recibía, de primera mano, mil mulatos asesinados «es absurda». Pero es cierto que
la atmósfera y el ambiente del lugar para el que había Dessalines comenzó fusilando a trescientos prisione­
dictado «leyes especiales» y donde, sin duda, era in­ ros en Léogane «y cincuenta más en Port-Republicain».
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La mayoría eran oficiales y Toussaint, cuyo carácter y frontera y vendiéndolos como esclavos. Los antiguos
reputación eran directamente opuestos a este tipo de esclavos estaban de nuevo en guerra y, con la aproba­
matanza, intervino e impidió que Dessalines continua­ ción de Roume o sin ella, no iban a tomar esa amenaza
ra. Sus famosas palabras a Dessalines fueron: «Jacques, a la ligera. De modo que miles de ellos marcharon so­
te dije que podaras el árbol, no que lo arrancaras.» bre El Cabo y amenazaron con terribles estragos si
El sur fue más seguro después de Dessalines. El Roume no firmaba. Roume repitió que le era imposi­
siguiente lugar que asegurar era el Santo Domingo es­ ble hacerlo. Toussaint explicó el significado probable
pañol. Toussaint y Bonaparte sabían bien lo que esto de su negativa. «Si no firma el decreto... significaría el
significaría. Para Toussaint sería salvaguardarlo de cual­ fin de todos los blancos de la colonia y entraré en te­
quier ataque desde ese lugar. Para Napoleón significa­ rritorio español con el fuego y la espada.» Roume fir­
ba simplemente que la anexión de la colonia española mó, pero no sin advertir al Gobernador, a quien se le
pondría la isla entera, francesa y española, en manos de dijo que no entregara la isla. Toussaint lo detuvo aun­
Toussaint. Es por ello que había ordenado que, en nin­ que el decreto había sido firmado y, con la autoridad
gún caso, Toussaint anexara la colonia española. Era de Roume, Moise y sus hombres marcharon sobre el
labor del nuevo Comisario garantizar que la palabra Santo Domingo español. El asunto terminó de inme­
de Napoleón se cumpliera. El choque era evidente. diato. Toda la isla de Santo Domingo era francesa y se
Toussaint, formal en toda empresa, se acercó ahora a encontraba bajo el control de Toussaint. ¿Pero qué iba
Roume, el Comisario, y pidió su autorización para anexar a hacer Napoleón? Toussaint no lo sabía, aunque le
la colonia española. ¿Pero quién era Roume para des­ escribió en cuanto se hubo completado la anexión:
obedecer las órdenes de Napoleón Bonaparte? Intentó
evadir el tema volviendo la atención de Toussaint a Habiendo decidido tomar posesión por la fuer­
los representantes comerciales británicos que continua­ za de las armas, me encontré obligado antes de
ban en Santo Domingo. Se le pidió que los echase de la partir a invitar al Ciudadano Roume a desistir
isla. Toussaint no le permitió a Roume eludir su solici­ del desempeño de sus deberes y retirarse a Dondon
tud original y dijo que no se metería con los comercian­ hasta nueva orden [,..] Está en espera de su deci­
tes británicos, pero que deseaba que el Comisario sión. Cuando lo desee, se lo enviaré.
firmara su autorización para la anexión de la colonia
española. Roume pidió que se le permitiera regresar a Y continuó:
Francia. Toussaint pudo haberlo dejado hacer lo que
quisiera y anexarse la colonia, pero reparaba demasiado Sean cuales sean las calumnias que mis enemi­
en la legalidad. Se negó a que Roume regresara a Francia. gos hayan creído oportuno escribir en mi con­
Moïse y todos los que apoyaban a Toussaint sa­ tra, me abstendré de justificarme, pero aunque la
bían de este conflicto. Estaban ansiosos por marchar delicadeza me obliga al silencio en lo tocante a mi
sobre la colonia española, porque Toussaint había di­ persona, mi deber me exige que impida a Roume
cho que los españoles estaban robando negros en la hacer daño.

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Toussaint se había erigido en Gobernador de todo través de una noche larga y peligrosa, pero sería
Santo Domingo, pero la isla seguía siendo colonia fran­ Dessalines quien ganaría el día.
cesa. ¿En qué momento decidiría golpear Bonaparte? ¿Qué ocurrió en realidad con Toussaint? En primer
El ejército de Toussaint había expulsado a los ingleses. lugar, emprendió la reorganización de la administra­
Con la anexión de la colonia española, había desafiado ción completa del país. Estableció tribunales, aplicó todas
las órdenes de Napoleón. ¿Qué ocurriría después? Era sus energías al mejoramiento de la agricultura, abolió
seguro que Toussaint lo sabía, pero encaraba una opción todos los derechos e impuestos que eran un obstáculo al
espantosa. funcionamiento adecuado del Estado. Volviéndose a
Su gente había estado luchando durante doce años la colonia española que había tomado, comenzó a cons­
unos contra otros o contra Gran Bretaña y España. «De truir caminos, uno de ellos de doscientas millas de lar­
los treinta mil blancos que había en la colonia en 1789, go. En El Cabo se había construido un hotel grande y
sólo quedaban diez mil [...] de los cuarenta mil mula­ por primera vez negros, blancos, mulatos, americanos
tos libres y negros libres, todavía había unos treinta mil, se reunían en una atmósfera de igualdad racial.
mientras que de los quinientos mil esclavos negros El color perdía su significado tradicional de infe­
puede que hubiera perecido un tercio.» El país se en­ rior y degradado, porque los antiguos esclavos habían
contraba en estado de desorden. ¿Y ahora les pisaría ganado una nueva confianza. Era uno de los suyos
los talones Napoleón, el terror de Europa? ¿Qué pen­ quien gobernaba Santo Domingo. Y él mismo tuvo
saba Toussaint? Todo. Pero no decía nada a sus cama- causas para decir después: «Si Bonaparte es el primer
radas más antiguos y cercanos. ¿Se armaría realmente hombre en Francia, Toussaint es el primer hombre en
Napoleón en contra de ellos? ¿Y cuál sería el resultado? el archipiélago antillano.» Apenas habría un hombre
Toussaint mantuvo silencio, pero el Tigre negro, vivo en la colonia que pusiera en duda ese juicio. Sin
Dessalines, categórico y despiadado como su pasado dudas, no lo hicieron ni Dessalines ni Moise, sus lugar­
esclavo, daba una respuesta a sus hombres: tenientes necesarios e incomparables. Toussaint lo sa­
bía y al parecer este conocimiento fue la semilla de la
La guerra que acaban de ganar es una guerra de separación que ahora se producía entre él y su pueblo.
nada, pero quedan otras dos, más grandes. Una Se mostraba reacio a compartir sus intenciones con él.
contra los españoles, que no desean abandonar Su pueblo sabía que su mente trabajaba siempre, que
su tierra y han insultado a su valiente Coman­ cada pensamiento era en su favor o para su seguridad,
dante en Jefe; la otra contra Francia, que inten­ pero él no decía lo que estaba pensando.
tará hacerlos esclavos de nuevo en cuanto haya El resultado de su obra estaba a la vista de todos.
terminado con sus enemigos. Ganaremos esas El país se estaba afianzando. Los cultivos comenzaban
guerras. a mostrar indicios de nueva prosperidad. Había leyes
donde, antes, no las había. Los hombres de todas las
Y la historia demostró que tenía razón. El genio esferas de la vida sentían mayor seguridad. Toussaint
de Toussaint había guiado a este mundo de esclavos a hacía planes para un futuro pacífico. Había enviado a

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niños negros y mulatos a educarse en Francia, para que
a su regreso pudieran completar esta imponente tarea ¿Intentaba ofrecer una buena fachada? ¿Pensaba que
de reconstrucción que él había comenzado. Entre es­ estas maniobras darían en Francia la impresión de que la
tos hombres nuevos de Santo Domingo estarían sus vida de los blancos era segura? ¿Era su forma de pos­
dos hijos, quienes ahora recibían atenciones en la pre­ poner lo que sabía que con toda probabilidad ocurri­
sencia costosa y contradictoria de la Emperatriz Josefina. ría: la llegada de las fuerzas de Bonaparte? No lo decía
La monstruosa calumnia de la raza comenzaba a y no brindaba indicio alguno a sus antiguos asociados.
recibir su primera oposición fatal, porque Toussaint Entonces llegó su propia Constitución que llevaba la
no vacilaba en nombrar a blancos en cargos muy im­ impronta de sus principios. La esclavitud no regresa­
portantes de gobierno. Su primera preocupación era ría y todos los hombres, no importa su color, podrían
la eficiencia y resurrección de Santo Domingo de su ganarse un lugar en cualquier nivel de la sociedad. Era su
larga historia de degradación. No era momento de re­ primer paso positivo hacia la independencia de la co­
presalias. Trabajaba a un ritmo fantástico y tomaba lonia, pues no abandonó la lealtad de la colonia a Fran­
responsabilidad de todo lo que hacía. Parecía estar pre­ cia, pero la Constitución no contemplaba cargo alguno
sente en todas partes a la vez. Casi a diario cabalgaba para funcionarios franceses. Cuando se le señaló esta gra­
más de ciento veinticinco millas. Dictaba cientos de ve omisión, respondió: «El gobierno de Francia enviará
cartas. Aparecía y desaparecía sin anunciarlo. El sue­ Comisarios para que hablen conmigo.»
ño era un breve intervalo de dos horas de noche. Dos Su valor no conocía límites. Al propio tiempo ha­
plátanos y un vaso de agua bastaban para mantener la bía estado elaborando ideas para una enorme campaña
maquinaria andando por días. Había estado tan cerca de destinada a liberar a los africanos. Llevaría a mil de sus
la violencia con tanta reiteración que la muerte había mejores soldados a África y, tras invadir territorio es­
dejado de ser parte de su pensamiento. clavo, invitaría a millones de ellos a ser «libres y france­
Pero su defecto más lamentable era su nuevo sigi­ ses». Estaba por cumplir los sesenta cuando esta colosal
lo. Como observa James, sin duda era peligroso expli­ empresa encendió su imaginación y pretendía hacerla
car lo que pensaba, pero era todavía más peligroso no realidad, porque ya había enviado una gran suma de
explicarlo. Y por tanto su conducta solía confundir a su dinero a los Estados Unidos para preparar esta campa­
pueblo. Algunos de los soldados creían que había mar­ ña de liberación en África.
chado sobre la colonia española por el secuestro de negros Publicó su Constitución sin consultar a nadie. Moïse
y su venta como esclavos. Pero ahí estaba Toussaint, su y Christophe la desaprobaron. Moïse, que siempre lo
propio Toussaint, confraternizando con blancos que había llamado Tío, mostró mayor furia que en cual­
no hacía mucho eran sus enemigos jurados. Incluso quier otro momento. Toussaint tenía ambiciones, por
parecía favorecer a algunos de ellos. Además, la severi­ supuesto, y las ambiciones siempre son personales. Pero
dad de algunas de sus leyes, en interés de su programa no era el poder, en el sentido de conquista o prestigio,
agrícola, estaba siendo interpretada por sus enemigos lo que aumentó su aislamiento de los hombres cuya
como la vieja esclavitud con una jornada más corta. lealtad consideraba que siempre podía dar por senta­
da. Su grandeza era un objetivo natural de crítica y su
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241
genio se impacientaba ante cualquier obstáculo eviden­ consecuencias nefastas de la completa devastación. Los
te. Y fue sobre todo este severo silencio lo que le pro­ frutos de todo el trabajo tendrían que quemarse de
vocaba problemas. A Toussaint lo perseguía la segura nuevo. Nunca escapó a esta paradoja. «Tomé las ar­
perspectiva de Bonaparte y concentraba su atención mas por la libertad de mi color, que sólo Francia pro­
en Francia descuidando gravemente a aquellos que sólo clamó, pero que no tiene derecho a anular. Nuestra
deseaban que dijera lo que iba a ocurrir. «Haga lo que libertad ya no está en sus manos: está en las nuestras.
haga mi viejo tío —decía su bienamado Moïse—, no pue­ La defenderemos o pereceremos.»
do servir de verdugo de mi propio color. Siempre es El 14 de diciembre doce mil efectivos partieron de
en interés de la metrópolis que me reprende, pero esos Francia hacia Santo Domingo. Un general dio su opi­
intereses son los de los blancos y sólo los amaré cuando nión sobre su calidad: «Era la mayor expedición que
me devuelvan el ojo que me hicieron perder en combate.» jamás zarpara de Francia. El ejército de Leclerc estaba
Toussaint perdía contacto en el preciso momento compuesto por un número infinito de soldados de gran
en que éste debía ser el más estrecho. Volvió a haber talento, buenos estrategas, grandes técnicos, oficiales
problemas en El Cabo. Las vidas de los blancos peligra­ de ingeniería y artillería, bien educados y muy hábi­
ban por el ataque de quienes compartían los sentimien­ les.» Algunos de estos oficiales habían participado en
tos de Moïse. La multitud comenzó a gritar: «¡Viva las campañas más importantes de Napoleón. Su victo­
Moïse!» Eso sólo podía tener un significado. El lugar de ria en Santo Domingo debió considerarse algo hecho,
Toussaint pronto podía ser tomado por él. Pero el inque­ puesto que Leclerc, cuñado de Napoleón, llevó consigo
brantable Dessalines estaba todavía allí y la insurrec­ a su esposa, Paulina. Y ésta llevaba, como compañía,
ción se aplastó con rapidez. Moïse fue arrestado y, por gran cantidad de músicos y artistas. Todos iban a cele­
órdenes de Toussaint, entregado a la Comisión. No era brar, con cantos y bailes, el regreso de los negros a la
posible que Toussaint desconociera las consecuencias. esclavitud.
Moïse fue juzgado y al fin sentenciado a muerte. Los solda­ Llegaron a fines de diciembre. Toussaint estaba de
dos estuvieron presentes cuando iba a ser fusilado y pie, solo, en un pico que brindaba una vista de la bahía
escucharon, con el más profundo dolor, sus últimas y me­ de Samaná. Vio la llegada de la flota con el primer
morables palabras: «Disparen, amigos míos. Disparen.» Es destacamento de mil doscientos soldados. Había com­
una de esas curiosas y, tal vez, significativas coinciden­ batido siempre en tierra; no tenía experiencia con una
cias que fuera ejecutado el propio día en que Napoleón flota y ahora su número hacía que pareciera una legión.
había fijado la partida de su expedición. Regresando para unirse a sus hombres, gritó: «Morire­
Bonaparte estaba fisto y ahí estaba Toussaint, en mos. Francia entera ha venido a exterminarnos.»
un momento de paradoja insoportable, la muerte de Es en este momento en que C. L. R. James se
Moïse como un cadáver en su espalda. Estaba cara a absorbe por completo en la fortuna de su héroe. Hay
cara con su momento final. Debía escoger entre dos una nota de dolorosa ambivalencia cuando establece
situaciones atroces: la restauración de la esclavitud, que el contraste entre Toussaint y Dessafines: su admira­
era imposible, o la guerra contra los franceses con las ción por la claridad y exactitud con que Dessalines
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enfrenta ahora la nueva situación y el tono de morda­ Dessalines hablaba un lenguaje diferente en otro lu­
cidad que se agudiza en su juicio de Toussaint: «No gar: «Si Francia intenta aquí alguna estupidez -dijo a
hizo caso de los trabajadores negros -dice James-, los sus hombres—, todos, hombres y mujeres, deben alzarse
desconcertaba en el preciso momento en que más los al mismo tiempo.» Y cuando la guerra comenzó, ha­
necesitaba y desconcertar a las masas es dar el golpe bía surgido un nuevo Toussaint. De nuevo autócrata,
más letal a la Revolución.» pero con una diferencia. Envió la misma nota a cada
Pero James no puede superar el lazo que la gloria de uno de sus comandantes: «No dejen nada blanco detrás.»
Toussaint ha sellado entre el historiador y el soldado y El resultado fue una larga experiencia de brutali­
una página después continúa: «Pero el error de Toussaint dad increíble en que Dessalines dio más que punto y
surge de las propias cualidades que hicieron de él quien raya a Leclerc en lo tocante a masacres. Santo Domin­
era. Si a Dessalines le era posible ver con tanta claridad go estaba de nuevo bajo el fuego. Los cultivos de
y sencillez, era porque los lazos que ataban a este ile­ Toussaint se convirtieron en calderas; su visión de la
trado soldado con la civilización francesa eran los más paz en una atmósfera Ubre ardía ahora en llamas. Un
tenues. Vio tan bien lo que estaba ante sus narices por­ francés que apoyaba la trata —Lemmonier-Delafoisse—
que era incapaz de ver más lejos. El fracaso de Toussaint dejó un recuento testim onial de los hombres de
fue el fracaso de la ilustración, no de la oscuridad.» Dessalines:
Y el comentario a esas palabras que nos parecen
provocadas por el pánico, «Francia entera ha venido a Mientras más caían, más parecía ser el valor de
exterminarnos», obliga finalmente a James a un juicio los demás. Avanzaban cantando, porque el ne­
que puede ser perfectamente cierto y que, uno siente, gro canta en todas partes, hace canciones sobre
también nos dice algo sobre él. James escribe: todas las cosas. Su canción era la de hombres
valientes y decía lo siguiente:
No era miedo. Nunca tuvo miedo. Pero algunos
rasgos de carácter son profundos en los grandes Al ataque, granadero
hombres. A pesar de todo lo que había hecho, Quien muera es asunto suyo
muy en sus adentros era el mismo Toussaint que Olvida a tu madre
había vacilado en unirse a la Revolución en 1791 Olvida a tu padre
y durante un mes entero había protegido la plan­ Al ataque, granadero
tación de su amo de la destrucción. Sólo que esta Quien muera es asunto suyo.
vez no era una plantación y unas pocas veintenas
de esclavos, sino una colonia y cientos y miles de Esta canción valía por todas nuestras canciones
personas. republicanas. Tres veces estos valientes, empu­
ñando sus armas, avanzaron sin disparar un tiro
Sería una guerra. Mientras Toussaint observaba y, rechazados cada vez, sólo se retiraron después
la flota y se preguntaba si Francia los exterminaría, de dejar en el terreno las tres cuartas partes de
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su gente. Es necesario haber visto esta valentía James, una de las mentes más enérgicas de nuestro tiempo,
para hacerse idea de ella. Esas canciones, grita­ vecino de la isla de Toussaint, un corazón y un deseo
das al cielo al unísono por dos mil voces, a las por entero dentro de la tradición del propio Toussaint,
que el cañón servía de bajo, producían un efecto un espíritu que nació a la vida en el suelo rico y humil­
electrizante. Sólo el valor francés pudo resistir­ de de una colonia británica en el Caribe.
lo. En realidad las grandes zanjas, una excelente
artillería, soldados perfectos nos dieron una gran
ventaja. Pero durante muchos días aquella masa
que marchaba a su muerte cantando, iluminada
por un sol espléndido, permaneció en mis pen­
samientos e incluso hoy, más de cuarenta años
después, este espectáculo majestuoso y lleno de
gloria vive con tanta claridad en mi imaginación
como en el momento en que lo vi.

Toussaint había sido secuestrado y llevado directa­


mente a Francia. Esto era lo que siempre había ambi­
cionado Napoleón: sacar a este antiguo esclavo de Santo
Domingo. Lo llevaron a toda prisa por Francia, como car­
ga para ser arrojada en la celda que sería su tumba. Esca­
par era imposible, pero lo vigilaban como si se tratara de
un ejército completo. Cuando en un pueblo se sabía
que su tren pasaría por allí, los oficiales franceses que
habían luchado junto a él contra Gran Bretaña y España
pedían permiso para «saludar a su viejo comandante».
Fue ésta su última experiencia de contacto humano.
Privado de alimentos, se le dejó a los rigores de
este nuevo invierno; un anciano, exiliado y solo, conge­
lándose hasta morir en las montañas de Jura. Pero su espí­
ritu residía ahora en el acero de la espada de Dessalines
que se abría paso esculpiendo la libertad de Haití que
continúa hasta hoy y con ella el nombre de Toussaint,
inolvidado e inolvidable como el viento.
Y es maravilloso que esta epopeya de la gloria de
Toussaint y su muerte haya sido narrada por C. L. R.
246 247
ISM AE L EN C A SA

Cuando un patrón navega en una barca de pesca casi siempre conoce de


antemano a toda la tripulación, pero un buque de guerra sólo recibe sus órdenes
en e l m ar... eso es lo que ocurre con el genio, está en alta mar antes de recibir
sus órdenes, los demás sabemos más o menos lo que tenemos que hacer...
Lo importante es encontrar la verdad que sea verdad para mí, encontrar la idea
por la que puede vivir o morir.

K ierkegaard

Colón fue en busca de Ofir, pero el resultado fue


bien distinto. El oro crecía grande y verde y la Dama
Azúcar, tan seductora como Josefina, aumentó la dote
del esclavo anónimo. Endulzó, caliente y negra, la copa
irrecuperable de riqueza de Próspero. Un rincón del
Caribe era una cocina rica con manos que nunca po­
drían reclamar de nuevo su paisaje original. «Era —dice
Jam es- la colonia más rica del mundo, el orgullo de
Francia y la envidia de todos los demás países imperia­
listas. Toda la estructura descansaba en el trabajo de
medio millón de esclavos.»
James escribía en los años 30 de este siglo. Campe­
sino de origen reciente, colonial por su formación y
Victoriano con la semilla rebelde. ¿Cuál es la conexión
real entre el James que conoce a Thackeray de memo­
ria y el James que escribió la historia de la resurrec­
ción de Caliban de la prisión natural de la mirada de
Próspero? ¿Cuál es la conexión entre estos dos James
y el James que analizó las implicaciones políticas, los
significados históricos del barco americano de Melville,
The Pequodi No me es posible ver a Ahab por los ojos
de James, aunque sé qué pretende decir en su ingeniosa
relato crítico Mariners, Kenegades, and Castaways. Veo en

249
qué sentido Ahab es el arquetipo de un peligroso cons­ es servido por un instinto, una necesidad y una ausencia
tructor de amos, un hombre colonizado por su propia que exige que la experiencia significante se transmute
obsesión con un plan maestro. Si se ve a Próspero en en una forma que no sea la que parece ser. Es la ilusión
el papel de emigrante, un hombre nuevo deseoso de que devuelve al público directamente a la realidad de este
ser un amo nuevo, puedo ver el sentido en que la tri­ momento. Estamos de acuerdo en que la de Melville es
pulación está compuesta por Calibanes vivos y en­ «la mente más certera que ha funcionado jamás en el
terrados por un plan que flota en el mar infinito del Nuevo Mundo y la más grande después de Shakespeare
comercio. Porque el objetivo de su búsqueda es Moby que se ha interesado jamás en la literatura». Pero no com­
Dick y Moby Dick vale lo que pesa en oro. Y entiendo partimos la inhibición que James se impone al evaluar
a Starbuck, un hombre al que la obediencia ha debili­ el propósito de la Ballena. Lawrence dice en algún lugar
tado, el burócrata a punto de ser lacayo. James más que que lo único que lamenta es que la Ballena no se traga­
cualquier otro hombre despertó en mí la responsabili­ ra la otra pierna de Ahab. Nada menos que Lawrence,
dad que sólo puedo describir como de prestar atención, cuyo viaje completo estuvo dedicado a descubrir una
pero esta relación no es un encuentro entre la inocen­ ballena que él, nada más que él, pudiera tragarse.
cia que contenía un mundo de promesas y la sabiduría Las Antillas tienen suerte de estar donde están: al
que procuraba colonizar el cielo. lado de los Estados Unidos, no los Estados Unidos de
No había amo y esclavo, sino dos antillanos surgi­ la línea Mason-Dixon o las políticas colonizadoras dis­
dos en dos islas distintas del Caribe, separados por unos frazadas de libertad y autodefensa, no los Estados
veinticinco años, hablando desde dos generaciones dis­ Unidos que temen las posibilidades de su propia fuer­
tintas, hablando siempre de su mundo y hablando, por za. Son unos Estados Unidos diferentes que las Anti­
tanto, de un mundo infinitamente más amplio que las llas pueden explorar. Es el que comenzó en la matriz
islas, porque el nuevo mundo del Caribe_es. en el_sea=_-> de una promesa, el que comenzó como una alternativa
tifio jem pqral de la palabra, el sigló~xxT_ al Próspero viejo y privilegiado, demasiado viejo y de­
Pero la forma de ver de J ames no es mía aunque masiado privilegiado para prestar atención a las nece­
nuestras perspectivas puedan ser las jnismas. Y así debe sidades de sus propios Calibanes autóctonos. En el
séfrPor~tatftO~no veo psüFqüCflébe relegarse a Ismael a Caribe no somos más que picos de islas, pero nuestro
la categoría de intelectual neurótico. Vagabundo y en contenido humano porta”un paralelo sorprendente con
exilio, sí, pero no por causas de un romanticismo fal­ la expectativa que dio origen a los Estados Unidos en el
so. Véase cómo termina esa Biblia estadounidense: «Y resultado, si no en el método, de su asentamiento tem­
sólo quedo yo para narrar la historia.» Solo no significa prano.
aquí por mi cuenta, sin timón y sin ayuda humana. «Hay algo en la contemplación del modo en que se
Porque ese «yo» es el propio Hermán Melville, el hom­ pobló los Estados Unidos que, en un pecho noble, debe
bre que escogió el océano para su empresa. Ese «yo» es extinguir para siempre los prejuicios de desagrados na­
la autoría inconsciente detrás del Duque y el mago de cionales. Poblado por gentes de todas las naciones, to­
Milán. Ese «yo» es el nombre de una criatura que sirve o das las naciones pueden reclamarlo para sí. No se puede
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escojamos, porque no deseamos perder de vista nues­ a su entrada, porque todavía está en manos de los Esta­
tra estación. dos Unidos hacerlo. Alexander Hanmton, el federalista
Los Estados Unidos están mucho con nosotros que contribuyó tan ricamente a su literatura constitu­
ahora, desde Puerto Rico hasta abajo, en Trinidad. Pero cional, era antillano. C. L. R. James pronunció confe­
los Estados Unidos son sólo una isla y estamos acos­ rencias en las universidades estadounidenses, al norte
tumbrados a vivir en muchas islas. Desde el inicio fui­ y al sur de la civilización. Durante ocho años, Eric
mos parte de la isla de China, y de la isla de Africa y la Williams brindó sus servicios de profesor de la Uni­
isla de India. Mientras menos dinero y más islas, me­ versidad de Howard donde George Padmore recibió
jor puede ser también para los Estados Unidos. Por­ parte de su enseñanza, y Padmore, hasta su reciente
que existen todas las ra 2ones para que los Estados muerte, fue asesor de asuntos africanos del Primer
Unidos estén entre nosotros. Un gran pedazo de Afri­ Ministro de Ghana. El juicio de Nkrumah tiene auto­
ca, que es también parte de nosotros, siempre ha sido ridad en los asuntos de ese Continente y fue Nkrumah
la conciencia de los Estados Unidos. Y los Estados quien dijo a la nación ghanesa en ocasión de la muerte
Unidos pueden aprender, por su presencia en el Cari­ de Padmore que Africa, no Ghana, sino toda África,
be, cómo hemos vivido con ese dilema. No hemos re­ había perdido a uno de sus más acertados asesores. Creo
suelto ningún asunto racial, porque el prejuicio está que los Estados Unidos desempeñaron algún papel en
con nosotros en una u otra forma, pero desde hace la prudencia que Nkrumah reconoció como don de
mucho hemos sido un buen ejemplo de la evolución Padmore al Continente más tempestuoso en el mar.
de las relaciones humanas en el futuro. No es sólo por Porque Africa, al igual que el Caribe, está ahora en
eso que los Estados Unidos deben estar en el Caribe. gran medida en el mar e incluso cuando, al igual que ellos,
Se lo debemos a los Estados Unidos porque siempre no podamos decir en qué puerto encontraremos refu­
hemos estado inmiscuidos en los asuntos de los Esta­ gio, nos agradaría la oportunidad de invertir la magia
dos Unidos. Los Estados Unidos han rescatado de cuan­ de Próspero con las olas.
do en cuando a los desempleados. De Barbados y Esto que me trae de regreso a Colón y a Colón a la
Jamaica, Trinidad y otras partes, los antillanos han inversa, porque el segundo Colón es un tipo de mari­
buscado un futuro en los Estados Unidos. Pidieron no muy diferente, viaja un camino distinto de inten­
entrar allí por las razones más sencillas y aceptables, una ciones. Hoy hay antillanos, y entre ellos los mejores de
solicitud que nunca debe ser denegada. Era una solici­ su generación, que han regresado del viaje que hicie­
tud de Caliban: «Debo cenar.» Y muchos antillanos ron originalmente los esclavos. Pero no han viajado por
hambrientos pudieran cenar si MacCarran hubiera el purgatorio de la Travesía Trasatlántica. Por presen­
podido basar la ley de emigración en nuestro ejemplo tes que estén los ecos de la esclavitud, estos antillanos
de vivir de algún modo con las diversas razas del mundo. han perdido las cadenas que ataban a sus antepasados, to­
Un amplio número de antillanos que van a Gran billo con tobillo, milla tras milla, por aquella noche de
Bretaña pudo haber navegado más cerca si los Estados exilio, de la costa africana a la cuna caribeña. Estos anti­
Unidos tuvieran confianza suficiente para arriesgarse llanos han viajado desde el Caribe, con una temporada

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de estancia en universidades de Gran Bretaña debido a parte de ese temor y ese temor es sólo la medida de su
las demandas de la lengua de Próspero, y luego se han propia colonización. ,
arriesgado a una aventura completamente nueva en el Porque la colonización es un proceso recíproco.
paisaje de Africa occidental. Están allí como maestros. Un hombre colonial es alguien que se encuentra en
No como amos y hay un magnífico producto una relación dada y esta relación es un ejemplo de exilio.
jamaicano de Oxford que, como maestro, pasa gran Es aquí que debo tratar de mostrar cómo veo la \
parte de su tiempo aprendiendo de los africanos en reciprocidad. *
Accra y Kumasi cómo enseñar la música que hizo El agente colonizador puede comenzar proponien­
Shakespeare. do mejoras y las mejoras son siempre bienvenidas,
A los antillanos de ascendencia china e india no porque es otra manera de decir cambio, con promesa de
debe asustarles ir. Serán bienvenidos, siempre que ha­ cambio para bien, según vea uno el bien. Pudiera co­
yan llegado para trabajar y estén equipados para el traba­ menzar con una sugerencia. Entonces la sugerencia falla
jo que hayan escogido. Y debe hacerse sentir a Ghana y y los colonizados están llenos de quejas. Pero el agente
a Guinea que esta bienvenida también los esperará a colonizador ya ha escogido el futuro de esta empresa,
ellos en Puerto España y Kingston. el fin de la cual es afirmar al colonizado en su poder.
Necesitamos un Instituto de Estudios Africanos y Este poder es casi seguro que se usará para un fin que
Orientales en el propio corazón de Puerto España. puede no tener nada que ver con el paisaje que ambos
En este Instituto pediremos alguna luz sobre lo que experimentan en este encuentro.
las civilizaciones africanas habían descubierto antes de Para dar un ejemplo, se pretendía que el azúcar del
la llegada de los europeos. Porque los antillanos, en su Caribe fuera para los Prósperos franceses. Pero el fra­
conjunto, todavía tienen que aprender que África exis­ caso no es un obstáculo para una potencia colonizado­
tió, no sólo como desierto, río y paludismo, sino como ra. Incumbe al colonizador hacer que el fracaso parezca
un hogar el en que vivían hombres enfrascados en una la primera etapa de lo que en realidad subyace en su
lucha humana con la naturaleza. La presencia de algu- ¡I intención. Ha ganado el derecho a estar de acuerdo
| nos africanos en el Caribe contribuirá a desplazar esa I con la queja del otro. Puede explicar por qué ha falla­
imagen de África como monte y naturaleza burda, ima- I do y lo que dice es irrefutable, porque lo que explica es
gen que Próspero plantó con gran éxito en la concien- ' lo suyo, su «Juego».
J cia antillana.
Pero donde hay suelo, debe haber cambio, siem­
Si enseño criquet a un estadounidense, tendrá que
creer en mis palabras. Si lo golpean en la cabeza, pue­
do explicarle la causa. Estaba usando un bate de béisbol
pre que el hombre no esté condenado al estado de una
planta muda. Y si Caliban, con buena expresión de sus que sencillamente no sirve para mis propósitos.
ideas y lleno de promesas, no acude en ayuda de Prós­ Del mismo modo, un comisionado de distrito pue­
pero, puede haber muchos problemas futuros para de explicar por qué ha fracasado un método de riego
ambos. Porque, bien en su interior, puede que Próspero y, ¿qué campesino del norte de Nigeria puede discutir
desee cambiar. La renuencia de Próspero no es sino con él sobre modernos métodos agrícolas? No se trata
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de una falla en la inteligencia del nigeriano. El método dón del comisionado de distrito con los agentes supre­
sencillamente no es lo suyo. Si necesita el resultado del mos de poder que lo comisionaron para calibanizar la
juego, tiene que correr el riesgo de que se le explique aldea africana. Sabe siempre —de ahí su retiro social
su evidente fracaso. La explicación es sencilla. Desde el deliberado—que los resultados de su empresa depen­
comienzo ambos deben convenir una lengua común den por entero de su capacidad de camuflaje.
de comunicación. Uso aquí lengua en su sentido más ELeamuflaie es el juego del diablo y puede perfec-
amplio. Incluso el nigeriano puede entender la óptica donarse hasta un punto que el propio Dios duda de Su
de ello y, víctima como es de la necesidad creativa de futuro. ¿Acaso Jesús, a pesar de todo el conocimiento
cambio, entra, por un puro acto de fe, en un conjunto previo de Su destino, no pareció flaquear cuando Sata­
enteramente nuevo de referencias. nás inventó una opción no menos rica en posibilida­
Ahora Próspero se dispone a usar esa arma de la des? Es porque Jesús flaqueó que el episodio completo
lengua, interpretando la lengua como un acuerdo ex­ recibe el nombre de Tentación. Fue el funcionamien­
clusivo suyo en estos asuntos. Y el comisionado de to de un camuflaje perfeccionado. Fue este camuflaje j
distrito —imaginemos que fue el primero de ellos—se ha ' perfeccionado lo que hizo la colonización posible... yj
asestado un triunfo provisional. Pero k-l^ngua es más I triunfante de momento. >
que escribir y hablar. Posee una historia ae~síg5ifigg^' Pero la colonización tiene un resultado psicológi­
j os que^uardarTreiación con cosas_que no tienenjjue co seguro. El colonizado se separa poco a poco deí
ve r con la agricultura^ Pueden guardar relación con el terreno original en que el colonizador lo encontró. Se
Derecho y el Derecho es más que una colección de ha creado distancia entre ese campesino nigeriano y
reglas para la conducta cotidiana. El Derecho es la ex­ los atributos totales que en un tiempo pudimos consi­
presión de un espíritu dado en un momento y unas derar por entero nigerianos. Es esta conciencia de dis­
circunstancias históricas dadas. tancia entre lo que es suyo y lo que ha aprendido a
Es la lengua en este sentido lo que permite a Prós­ hacer, es precisamente esta conciencia lo que socava
pero el ascenso al trono. Está ahora coronado de privi­ su confianza en lo que en realidad fue y lo que en rea­
legios y todos los Prósperos que lo suceden deben seguir lidad pudo ser. Porque con el tiempo, ese mismo
el ejemplo original y así lo harán. Lo que llamamos camuflaje, explotando los placeres que van con el ni­
tradición es una historia de ejemplos que se filtran de vel de vida, le ha oscurecido su comprensión original de
nivel en nivel y generación en generación. Y coloniza­ una forma de vida. El contribuye a esta explotación,
ción en este sentido es sencillamente una tradición de porque los placeres que esos niveles implican y hacen
hábitos que se convierten en la forma normal de ver. realidad constituyen una tentación irresistible.
v Pero Próspero no ha ganado. Porque no hay vic­ Los placeres no son sólo mejor vivienda y más co­
toria e, incluso de haberla, es el tipo de victoria que no modidades. Son también mayores privilegios. El colo­
sería posible cuando la empresa completa se basó en nizado debe aprender estos privilegios si va a demostrar
una Mentira. Ese comisionado de distrito sabe que la que los merecía, porque siempre hay alguien más espe­
relación del nigeriano con él no difiere mucho de la rela- rando. Si no deseo que mi hijo vaya a Oxford -como
258 259
ha prometido Próspero—, puedo estar seguro de que Forma. Porque la democracia es una empresa con un
mi vecino aceptará. Debo demostrar mi derecho a este futuro que deben resolver quienes conocen mejor el
nuevo privilegio y la mejor forma de hacerlo es coloni­ paisaje particular y la naturaleza particular de las priori­
zando a mi vecino en nombre de mi amo. Ser un amo dades. La libertad es un experimento maligno si signifi­
en pequeño es mejor que no ser amo alguno. ca, entre otras cosas, la libertad de traicionar la libertad
Del estado de esclavitud, este tipo de amo nuevo se mediante la explotación gratuita de la libertad.
ha convertido él mismo en un nimio colonizador. Pero La libertad, en un sentido político, es el reconocimien­
su suerte no puede durar tanto como la de Próspero, por­ to de la demanda de ser colectivamente responsables;
que la lengua con la que coloniza no es invención suya. y responsabilidad entraña prioridades terminantes. En
Si confunde a su nuevo Caliban, tendrá que explicar y cualquier lista de prioridades, la salud del pueblo debe
la forma más fácil será llamar a sus lenguas nativas. Y el siempre sustituir a la perfección teórica de una Forma.
camuflaje no funcionará donde cada uno ve y es visto. Es sólo prestando atención a la particularidad de este
Porque la ventaja de Próspero fue su alianza con los hombre, y exigiendo también su atención, que se rea­
dioses que lo ayudaron a estar ausente mientras su pre­ lizará la Forma, que es el diálogo de los métodos en
sencia hacía maravillas. conflicto sobre una necesidad que todos sienten. Los
Ningún Próspero moderno, no importa su cargo graduados del colonialismo no deben concebir la de­
en el Gabinete, puede convocar esa magia. Hoy se ha mocracia como el trasfondo al que están condenados a
visto al Próspero tradicional. Además, se le ha visto
remitirse. Eso es criquet con una historia fija de reglas.
con la ayuda de los propios métodos que introdujo, la
La democracia es una atmósfera y un futuro hacia el
propia lengua de motivo e intenciones que en un tiempo
que se trabaja.
fue su secreto más guardado. El viejo chantaje de la Len­
Próspero es un hipócrita desvergonzado siempre
gua dejará simplemente de funcionar. Porque la lengua
que eleva su voz sobre el tema, porque las colonias
de la política moderna ya no es vocabulario exclusivo de
Próspero. También lo es de Caliban y, dado que no han tenido muchas veces largas fases de administra­
hay absoluto del cual pueda venir una prescripción ción pacífica, pero una Administración Colonial, como
moral, Caliban está en libertad de escoger el significa­ la conozco por experiencia y lecturas, sin duda no es
do de este momento. democrática. Cuando las leyes de un país dan a un
El chantaje de que la Lengua, que ahora cobra el Hombre, ajeno a ese país, la reserva de poderes con los |
significado de Democracia Parlamentaria, pueda peli­ que puede, a discreción propia, castigar según su c o n ­
grar en los nuevos Estados Africanos Independientes c e p c ió n del delito a un conjunto completo de perso-'
no funcionará. Porque Caliban ha aprendido que de­ ñas a las que no conoce y, por esta circunstancia, con
mocracia es una forma de estar juntos, muy deseable las que no puede permitirse compartir la experiencia
como arreglo para la vida pacífica... pero sabe que la For­ humana ordinaria, las bases de esas leyes son precisa­
ma será traicionada si no toma en cuenta los elemen­ mente lo opuesto a lo que el propio Próspero exigía
tos humanos concretos que son el fundamento de esa que Caliban comprendiera por democracia. /

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Si Próspero desea demoler su propio significado, Próspero... así como entre Caliban y Caliban. Cada
debe encontrar una palabra nueva o cambiar su rela­ uno de ellos puede volver a la Piel sin ninguna de las
ción con la lección original. Si Caliban contribuyó en inhibiciones que imponen los atributos exteriores del
un tiempo a su propia colonización, no tiene inten­ Castillo.
ción, en su presente estado de conciencia, de conspirar
contra sí mismo. El siglo es a un tiempo demasiado
viejo y demasiado joven para temer este tipo de
camuflaje, para invertir su energía discutiendo contra
ese tipo de chantaje.
Porque se intenta un tipo similar de chantaje me­
diante la lengua de la Ciencia y la Tecnología. La cien­
cia no es secreto de nadie y el Caliban moderno es un
aprendiz ávido. Puede aprender métodos de investiga­
ción tan cabalmente como cualquier Próspero con fa­
cilidades similares. Además, llega a estas disciplinas con
el ojo fresco, con agudeza de curiosidad, porque sus
resultados siguen teniendo la fascinación de la magia
para su propio paisaje. Y lo que el hombre es capaz de
aprender también es capaz~3e ensenarTTlTchantaje de
la Ciencia y la t ecnología es la propia traición al espí­
ritu de descubrimiento que le valió a Europa los gran­
des logros de desentrañar las leyes posibles de los
fenómenos naturales.
Caliban puede contribuir a ampliar ese mismo ho­
rizonte que pertenece igualmente a él y al Próspero con­
temporáneo suyo, porque es sólo cuando trabajen juntos
en el contexto de ese horizonte que se anulará el lega­
do psicológico de su contrato original. El «Sí» de
Caliban adquirirá entonces su validez humana de ra­
zón; el «No» de Próspero habrá alcanzado el privile­
gio verdadero de estar en condiciones de ofrecer una
opción.
El nivel de No y Sí no tiene amo ni esclavo. Es un
conflicto que alcanza su forma más creativa no entre
Próspero y Caliban, sino más bien entre Próspero y
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LA PRESEN CIA AFRICAN A

Ya no pastorearé a l burro
M i camello ha crecido

P oema folclórico wolof

GHANA

En Europa, un turista estadounidense suele buscar


monumentos: catedrales y palacios, tumbas importan­
tes, un reino completo de nombres y rostros que la
arquitectura de la historia mantiene vivos. Hurga en
sus lecturas para rendir homenaje, en persona, a aque­
llas calles, habitaciones y restaurantes que han sobre­
vivido a los hombres que los hicieron famosos. Reclama
algo de participación en este legado y, mucho antes de
llegar, sus respuestas están de algún modo determina­
das por su sentido de expectativa. Es descendiente de
hombres cuya migración del Continente fue un acto
escogido libremente y cuya memoria hoy mantiene
viva la propia forma en que este turista ve el mundo.
Europa no se suma a su problema de identificación.
El negro antillano que emprende un viaje similar a
África está menos seguro. Su relación con ese Continen­
te es más personal y problemática. Es más personal
porque las condiciones de su vida hoy, su condición
de hombre, son indicación clara de las razones que
condujeron a la partida de sus antepasados de ese Conti­
nente. Esa migración no fue un acto libremente elegido;
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fue una depuración comercia/ que ha dejado sus con­ Estos eran los fragmentos de rumor y fantasía que
secuencias marcadas~Gon_ñiefza en cada nivel de su vida intentaba reunir durante el vuelo Pero los aviones
en las Antillas. Consecuencias que se sienten sobre todo dejan poco tiempo para este tipo de reflexión y, cuan­
en su vida personal y en las relaciones con su entorno: do apareció la tierra, plana, agostada y vacía, encontré
la política de color y el colonialismo que constituyen que todavía no tenía preconcepción alguna. Tampoco
las mismas bases así como los hitos de su viaje de la estaba preparado, al dejar el aeropuerto, para mi pri­
infancia a la adolescencia. Su relación con Africa es mer sorpresa de familiaridad.
más problemática porque, a diferencia del estadouni­ Al medio día, indiferente al pasmoso calor de
dense, no se le ha introducido a ella por medio de la Accra, había llegado una procesión de niños explora­
historia. Su educación no le brindó ninguna lectura que dores para dar la bienvenida a algún dignatario proce­
rastrear como guía a reinos perdidos de nombres y luga­ dente de Inglaterra. Desempeñaron su papel con un
res que dan a la geografía una trascendencia humana. La porte increíblemente correcto. Fue exactamente como
conoce a través del rumor y el mito que el tutelaje una aldea antillana que hubiera llevado a sus niños para
extranjero hace siniestro y, mediante el condiciona­ celebrar alguna ocasión importante. Ni los camareros
miento gradual de su educación, se llega a identificar ni mis amigos podían distraer mi atención de la efi­
con el miedo: temor de ese continente que es un mun­ ciente marcialidad de esos niñitos. Tenían las piernas
do situado más allá de la intervención humana. En parte tensas como alambre, luego flexibles como el agua,
producto de ese mundo y viviendo todavía bajo la som­ según las órdenes que su entrenamiento les había en­
bra de su desfiguración pasada, parece renuente a reco­ señado seguir. Sus rostros se abrían con amplitud en
nocer lo que le corresponde del legado que es parte de risas cuando una voz les permitía la posición de des­
su patrimonio. canso. Pero en sólo segundos sus músculos eran como
De modo que en el vuelo de Londres a Accra inten­ piedras, las sonrisas se borraban y sus ojos se hacían
taba reunir los fragmentos de mi educación temprana, fijos y siniestros como cuchillos. El sol no manchaba
tratando de recordar las emociones que había registrado su cutis. Cuando el viento llegó, las bufandas verdes y
la primera vez que había oído la palabra África. Re­ amarillas corrieron como llamas en torno a sus cue­
cuerdo que a los ocho o nueve años había oído al di­ llos, delirantes como un preso a punto de ser liberado.
rector de la escuela primaria diciendo algo sobre lo Se identificaban por completo con el papel que
ocurrido en Etiopía. Parecía enfadado, porque era 24 de habían ensayado para hoy. Fue una experiencia pro­
mayo y el inspector de escuelas inglés había ido a dis­ funda, porque me veía a mí mismo en cada detalle que
tribuir premios. Nadie nos explicó en realidad qué era ellos vivían. De modo que mi mente volvió al viejo
Etiopía. En el aula no había mapas que indicaran su director de la escuela primaria que recordaba al ins­
posición en el mundo. Algunos creimos que podía ser pector inglés el nombre del león que se encontraba en
el nombre cristiano de un león a quien se apodaba Judá. algún lugar de esta masa de tierra. Esta experiencia fue
Como nombre, Judá parecía más lógico porque la Bi­ más profunda y resonante que la impresión que deja la
blia era parte de nuestro alfabeto. frase: «Nosotros éramos así». No éramos sólo yo y mi
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aldea cuando yo tenía la edad de esos muchachos. Como realidad sobre aquel ruido invasor. Ninguno de noso­
en la ceremonia funeral del Rey, era un ejemplo de tros dos era capaz de comprender una palabra de lo
hábitos e historia reencarnados en este momento. Era que decían aquellos niños. Tampoco el inglés jefe de
como si la ceremonia haitiana de las Almas hubiera exploradores. Fue entonces que la diferencia entre mi
cobrado realidad: se había producido una resurrección infancia y la de ellos quedó al descubierto. No tenían
de voces a un tiempo familiares y desconocidas. con Próspero la deuda del vocabulario. El inglés era
El jefe de exploradores, un inglés, era un hombre I üñaTofm¿Tde~pensar que alcanzaríarTTuando la situa-
débil, delgado, amable y lleno de asombro. No había 1 ción lo exigiera. Pero sus pasiones se vertían con otro
reparado en él en el avión, porque en esa perrera ru­ \ritmo y velocidad.
giente todos éramos parte de una carga anónima. Pero —Hablan fanti y ga -dijo N.
ahora era imposible evitarlo. Intentaba mantener una -S i uno sabe fanti, ¿también sabe ga?
sonrisa, pero el sol siempre le cerraba los dientes, re­ Recibía mi primera lección en la maga del idioma.
cordándole que este calor no era cosa de risa. Parecía —No necesariamente —aclaró N.—, pero lo que casi
sobresaltado y uno se preguntaba si el sobresalto se siempre pasa es esto: cuando te hablo en fanti me res­
debía a reconocer la inmunidad de los niños al calor o pondes en ga y aunque no sé ga y tú no sabes fanti, en
a la sorpresa mayúscula al percibir su propia impor­ algún punto intermedio el significado queda claro.
tancia en la presencia de los niños. Sentado en la terraza del hotel del aeropuerto ha­
Pronto todo había terminado: un breve discurso bía revivido, y olvidado con la misma rapidez, todos
de bienvenida y respuesta, un saludo final y la ceremo­ los problemas que había tenido con los uniformes es­
nia había muerto. Los niños olvidaron su uniforme y colares. Vi que pronto estaba hablando conmigo mis­
convirtieron el lugar completo en una juerga propia. mo, para mis adentros, e, instintivamente, el mismo
Corrieron por todas partes hacia los autobuses en que deleite siguió revelándose: «Pero Ghana es libre -pen­
los espectadores de la aldea, probablemente tías y pri­ saba—, un Estado independiente libre.» Y la implica­
mos, habían presenciado su actuación. Todos habla­ ción de ese silencio era una conciencia aguda de que las
ban a un tiempo. Las voces chocaban como acero y las Antillas inglesas no lo eran. Y cuando bebíamos el pri­
manos eran como batutas que dirigieran la desenfre­ mer trago, N. y yo estuvimos de acuerdo en que era
nada cacofonía de sus discusiones. Era imposible com­ Ghana la que había contribuido a reducir nuestro sen­
prender cómo un ritual tan inofensivo como el recibir timiento de vergüenza.
a ese jefe de exploradores inglés podía conducir a un La tarde era, a su manera, una suerte de emergen­
coro de discordia tan aterrador. cia. Accra tenía el aspecto de algo inacabado: había
¿Cuál era la causa de la discrepancia? ¿O qué pro­ andamios por todas partes, espacios abiertos donde se
vocaba tal regocijo? Porque se hacía difícil distinguir habían producido demoliciones recientes, calles en re­
cuál ruido era de guerra y cuál de paz. Me volví a pre­ paración, un edificio nuevo a punto de inaugurarse.
guntarle a mi amigo antillano qué ocurría. Sonrió y de No se podía detectar la forma precisa de la ciudad; no
repente comprendí el significado de esa sonrisa y la se podía adivinar su centro, porque la ciudad en sí estaba
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en proceso de crecimiento. Era un taller cuyo centro Algunas semanas después presencié un ejemplo de
era todo actividad. Se tenía la impresión de que cam­ esa confianza. Estaba yo sentado con ur. grupo de ashanti
biaría de rostro cada día. Dentro de un año no se le en uno de los hoteles populares de Kumasi. Hablába­
conocería. Ghana vivía una fiebre de construcciones: mos de varios aspectos de la cultura ashanti y, en par­
caminos, escuelas, puertos y hospitales. Era, percibí, ticular, de aquella según la cual el sobrino y no el hijo
parte del sentimiento de libertad. se considera heredero. No me había acostumbrado a
Y los nombres, no anteriores ni un día al gobierno la variedad del lugar: unos pocos europeos, o sea, blan­
actual, todavía tenían fresco el eco de un momento his­ cos, conversaban mientras bebían cerveza, las chicas
tórico: Paseo Nkrumah, Avenida de la Independencia. Y ashanti preciosas con sus ropas. Nunca olvida uno el
el busto tamaño natural del Primer Ministro dominando ritmo de sus cuerpos cuando atraviesan el local con
la entrada de la Cámara de la Asamblea con su apre­ tranquilidad casi insolente; algunos hombres en cami­
miante inscripción: «Busca primero el Reino político.» sa y pantalón; otros con batas anchas.
Pero detrás de todo esto estaban las aldeas de chozas De repente, A. abandonó la mesa y se dirigió a dos
de barro y una antigua forma de vida comunal, vegeta­ ancianas que se encontraban de pie junto a la puerta.
ción impenetrable, la magia declinante del cacicazgo. Se sentía que eran la personificación de todo lo que quiere
Cuando se llega, por decirlo así, al corazón de la tierra, al decir ashanti. La expresión de los rostros era masculi­
vientre y la savia tradicionales del lugar, se da uno cuen­ na, con los cabellos muy cortos y una línea fina, hecha
ta de que no es sólo un país en estado de emergencia a cuchilla, rodeando por completo la frente y la base
pacífica: es un país en estado de transición. El esplen­ del cráneo. A. era también ashanti, pero las ancianas
dor del vestido africano al principio sorprende, pero pertenecían a otro mundo de trato social. Las sentó a
la sorpresa es demasiado frecuente y pronto uno la deja una mesa, ordenó algo de beber y regresó con nosotros.
atrás. El verde y el oro, el naranja y el púrpura, el azul —Vinieron de la aldea para un entierro -explicó- y
noche y el blanco lirio. Naturales como la hierba, es­ sintieron deseos de beber algo antes de regresar.
tán allí simplemente, como parte a un tiempo corriente Diría que los entierros son un asunto costoso en
y embriagadora de la calle, atestada de carros, vende­ esta parte del mundo. Mientras no se conoce la conti­
dores errabundos, ganado y, de cuando en cuando, un nuidad de relaciones entre los vivos y los muertos, no
loco. O se ve a un hausa disponiéndose a reunirse con su puede uno evitar pensar que los funerales son una suerte
Dios. Extiende su estera, se agacha y adora con la frente de costosa bacanal. Superan a las Navidades en lo to­
el polvo, inadvertido, como si fuera una parte inani­ cante a la bebida y una vez, cuando mi amigo Kufuor
mada de la acera. me propuso que aprovechara un aventón a Accra con
Es esta amalgama de diversos estilos de vida, este sen­ un chofer que se consideraba muy errático, tuve la cla­
timiento de ambigüedad hacia el futuro que da al país su ra sospecha de que se dirigía a beber en un funeral.
cualidad especial de excitación. Pero lo todavía más sor­ A. se ocupaba de que todo fuera bien con las an­
prendente es el abrumador sentido de confianza. cianas. Hablamos sobre su vestido, la tela púrpura que
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envolvía el cuerpo con facilidad y se metía bajo el bra­ sentido. Porque no sólo carecía de esta experiencia de
zo, la concentración grave, silenciosa, de los rostros, libertad ganada; ni siquiera era una fuerza o necesidad
como si trataran de leer el significado de este lugar, las vital en su forma de verse y de ver el mundo que lo
intenciones de los jóvenes o los motivos de quienes aprisionaba.
eran evidentemente extranjeros. Cuando terminaron
su cerveza, se dirigieron a nuestra mesa. Todos nos
pusimos instintivamente de pie y hubo apretones de 2
manos, cada hombre inclinándose ante las ancianas en
una breve reverencia. Se marchaban. Y lo que sorpren­ De cuando en cuando vemos a africanos que apa­
día era la formalidad de todo aquello, como si cada recen en filmes. Aparecen en el fondo, dispuestos a la
ashanti comprendiera por instinto su relación con aque­ manera de elementos naturales como para indicar la au­
llas mujeres dentro del contexto de una cultura única tenticidad de una multitud aborigen. En momentos de
y unificada. No se conocían, pero conocían el signifi­ tensión, puede que se les pida que permanezcan inmó­
cado de la edad en su mundo de moralidad. viles: estatuas negras de luto que nos ayudan a prede­
Entonces A. comentó: cir la tragedia que provocará alguna relación sexual
—Hace cinco años no habrían venido aquí. violenta que se está produciendo entre la protagonista
—Pero sin dudas hubieran podido venir —sugerí. virgen y su apuesto bandido en una noche de permiso
-H ubieran podido venir -asintió A .-, pero no para ir a tierra.
hubieran tenido deseos de hacerlo. No era el tipo de A veces se les pide a estos africanos que griten a un
lugar al que venían. —Y continuó—: Y hace cinco años pirata blanco en retirada, quien afirma que no preten­
no me hubiera interesado recordarles que les pertenece. día matar al elefante. Sólo había pensado que sería un
No es éste sólo un cambio que denota aumento de buen regalo de Navidad para su hijito que colecciona
privilegios. Es un cambio fundamental de actitud inclu­ mascotas allá en Hampstead. No se trata de escenas muy
so con privilegios que pudieron reclamarse cinco años interesantes, aunque nos gustaría conocer el significa­
antes. Impregna todo lo que hacen y dicen los ghaneses. do de las palabras que gritan los africanos, puesto que
Y aquí se ve la importancia psicológica de la libertad. no tienen guión y el director no ha aprendido todavía
Hace algo a la forma en que el hombre ve el mundo. su lengua.
Es una experiencia que no se obtiene con la educación Pero también hay filmes en que los africanos apare­
o el dinero, sino mediante la reevaluación instintiva cen como mayordomos. Como un esclavo privilegiado
del lugar propio en el mundo, una actitud que es pro­ que muestra indicios de aprendizaje, se le ha promovi­
ducto derivado lógico de la acción política. Y de nue­ do a un empleo en casa. El uniforme le queda como
vo se siente el significado pleno, la profanación plena una armadura blanca. Es experto en balancear bande­
de la personalidad humana que contiene esta palabra: jas. Anticipa cada necesidad. Predice cada queja. De
colonial. Hace que uno sienta que el antillano de mi modo que siempre está ahí, justo a tiempo, y con cada
generación se encontraba realmente retrasado en este detalle de la codicia del vecino. Porque esta cena se
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ofrece a los Petulantes que viven en la misma calle y a tiendas de Kingsway.» Y la respuesta del Muchacho
los Clérigos que acaban de llegar. Grande a cada orden y solicitud termina con sus pri­
El sirviente africano habla sólo con las manos. Escu­ mos en el coro: «Buenas noches, señora. Buenas no­
cha cómo su nombre toma la forma de sal, mantequilla ches, caballero... Buenas noches a todos. Buenas
o pan y responde con algún receptáculo que contenga noches.»
alimento. Y, como por arte de magia, sabe exactamente Por primera vez comprendemos que el Muchacho
cuándo ausentarse. Siempre es durante esas evaluacio­ Grande no sólo habla inglés, sino que lo comprende a la
nes de la personalidad de los sirvientes. Los Petulantes perfección. No se ha dicho una palabra a la mesa que
informan a los Clérigos sobre lo que deben buscar. no haya sido objeto de su atención. Y, sin embargo,
Pronto el anfitrión hace sonar una campana para que por alguna magia o control de sí, alguna forma extraña
se limpie la mesa y el africano regresa con unos cuan­ de ocultar la emoción, el Muchacho Grande ha logra­
tos primos. A éstos se les llama Muchachos «peque­ do una expresión que nos ha llevado a pensar que no
ños». Como Miranda con Próspero, estos Muchachos era con él, que él y sus primos no conocen el inglés y
pequeños han aprendido del Muchacho Grande los debe­ que él había nacido sordo.
res que se esperan de ellos. Se mueven en tomo a la mesa Existe un camuflaje de presunción que resulta en
exactamente del modo que han visto hacerlo a él. La con­ el papel de Duque, Príncipe, Dios en persona. Y existe el
versación blanca continúa con complejos ejemplos de camuflaje del desvanecimiento propio, que resulta en
la señora Petulante sobre su repertorio de antiguos sir­ el papel de Cosa, excluido, desprovisto de lenguaje. El
vientes. Desea que la señora Clérigo comprenda todo primero puede detectarse con facilidad, pero el segun­
bien. Un ejemplo tiene que ver con el robo y otro con las do contiene un secreto incalculable con un significado
mentiras -porque, se nos dice, estos africanos son men­ que permanece ausente hasta que el tiempo y sus ne­
tirosos natos- y todos estos ejemplos resultan en una cesidades propias ordenen su aparición.
terrible afirmación sobre los diversos grados de civili­ Kingsway y Ricardo son nombres sagrados del
zación, el absurdo total de esperar que el Muchacho hombre común en Kumasi. Son hoteles, clubes noc­
Grande y sus primos dirijan el país. turnos y puntos de referencia para encontrar el cami­
Al señor Clérigo, que acaba de llegar de Chiswick, no. Una pregunta puede tomar la siguiente forma:
le sorprende que esto se diga en presencia de los cria­ —¿Cómo se llega a Suame?
dos. La señora Petulante debió haber esperado al me­ Y la chica responde:
nos hasta que hubieran abandonado el lugar. Pero los —¿Conoce el Hotel de Kingsway?
Clérigos todavía son nuevos. Ya aprenderán. -Sí.
Se limpia la mesa. Es hora del café y del último —Bien. Siga derecho, derecho y dé vuelva a la izquier­
informe sobre algunas esposas morenas a las que el calor da y a la derecha, como si estuviera bailando. Enton­
ha descarriado. Pero un minuto antes de pasar a los ces verá a las mujeres del mercado. Siga a la izquierda
rumores, la anfitriona dice: «Buenas noches. Recuerda y vuelva a la derecha sin detenerse para nada. A un lado
mañana... y no te olvides de... a eso de las diez en las está la pista de carreras y a la derecha se verá un hospital

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y arriba vive el abogado Reindorph. Pasa junto al lu­ sabe que en casa del abogado Reindorph siempre se
gar donde se vende gasolina cerca de la sala de cine y recibe a los que llegan a Kumasi. El garaje es impor­
sigue derecho hasta que vuelva a doblar. Si no hay na­ tante porque allí es donde se llenan los taxis. Y el cine
die en la calle, espere para volver a preguntar. O tal es una suerte de magia fundamental.
vez pueda tomar un taxi desde aquí. Usted dijo que iba La reacción de los africanos al cine —no hablo del
a Suame, ¿verdad? intelectual africano- es un ejemplo interesante de sus­
-Sí. pensión completa de duda. Reacciona como un poeta
—Suame, Suame. Ahí mismo. Es el lugar que digo. desearía que un lector reaccionara ante la ilusión que
—Gracias. la magia del primero crea. Los ecos del film permanecen.
-¿Usted es de Accra? Frente al Hotel de Kingsway, donde los taxis esperan
-N o. ocupantes, se oye a los jóvenes hablar sobre los filmes
—¿De Kumasi? que vieron la noche anterior. No los debaten —porque
Vacilo, porque Kumasi ha ofrecido el corazón de el debate es una suerte de rechazo de aquello que se
tal modo a mi estancia que una respuesta negativa gol­ examina—sino que dramatizan el contenido de sus re­
pea el aire como una menüra. cuerdos. Van etapa por etapa del desarrollo de la his­
-Estoy viviendo en Kumasi con unos amigos. toria, reproduciendo los gestos e intenciones de los
—¿Con el abogado Reindorph? actores. Los muchachos imitan la acción del caballo, o
—No. Vivo con un amigo que trabaja en Tecno­ sea, el caballo del vaquero. Muestran la forma en que el
logía. gran salvador entró montado en el pueblo y lo que
—¿El señor Dawes? ocurrió cuando «los malos» vieron por primera vez a
—Ese mismo. este desconocido.
—Le deseo suerte, hermano. El Oeste se revive por completo y, dado que se
-Adiós. exige autenticidad, tiene que participar más de uno de
No es fácil, salvo dentro del contexto de una narra­ ellos. El hombre que relata el film puede pedirle a otro
ción sostenida, capturar el sabor de este diálogo. Pero que se pare frente a él y se lleve la mano a la cadera
merece la pena observar algunas cosas. Primeramente, como si fuera a sacar la pistola. De modo que tenemos
la chica ha dado direcciones del modo más tortuoso. De al «Desconocido» —que está dramatizando- y al «Malo»,
hecho, pudo haberle confundido a uno con la verdad, que no ha visto el film, pero que recibe una versión
porque si hace lo que ella dice, verá que tiene razón. aún mejor del problema. ¿Qué ocurre entonces?
La dificultad es guardar los detalles en la memoria. Pero Se necesita un sheriff, un bar, algunos caballos.
merece la pena, porque este bosquejo es un ejemplo de Sobre todo, se necesita una muchacha. En el Oeste,
cómo ve la disposición de las calles. Es también un esta muchacha resulta ser el fruto y la recompensa a la
ejemplo de la forma en que se ven y usan las persona­ virtud del Desconocido. Pero el africano sabe que el
lidades. Se menciona al abogado Reindorph del mis­ tiroteo en realidad se deberá a ella. De modo que con­
mo modo que se mencionaría el correo, porque ella tinúa su imitación señalando hacia una mujer que esté
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sentada, orgullosa como el cielo e igualmente sola, en —¿Qué pasa ahora? —pregunta el Muchacho que hace
la veranda del Hotel de Kingsway, a unos cincuenta el papel del Señor Malo.
pies por encima de su cabeza. Si resulta ser una euro­ —Da un paso atrás, un paso atrás —responde el
pea -en Africa europeo significa simplemente blanca Muchacho que interpreta al Señor Desconocido.
sin distinción de geografía o nacionalidad: a una cana­ -¿Así? -pregunta el Señor Malo. Quiere asegurar­
diense, alemana, francesa o irlandesa se les llamará eu­ se, ya que no ha visto el film.
ropea- que bebe whisky o ginebra es la Vaca Blanca —Así mismitico como estás parado —afirma el Se­
Sagrada, esperando y preguntándose si la montarán o ñor Desconocido.
cómo lo harán. El Señor Desconocido camina alrededor de los carros,
El Desconocido continúa este drama del Oeste. El elige el taxi que va a ser su siempre fiel montura, le da
Hotel de Kingsway es el bar. El Banco Barclays, justo unas palmadas en la parte trasera, va hacia delante y se
enfrente, es el banco de Colorado, al que «Los Malos» inclina sobre el capó, que es un cuello bien fiable a pe­
pretenden hacer una visita cuando todos duerman. Los sar de que carece de brida y bocado. Así comenzó la
taxis que allí esperan son un buen sustituto para los acción.
caballos y bien convincentes porque se alejan de cuan­ El Señor Desconocido finge no prestar atención al
do en cuando con su carga embriagada o agotada. Es Señor Malo. No ha venido a provocar problemas. En
puro teatro lo que se produce bajo el cielo, observado realidad, está aquí precisamente porque desea evitar­
por el ojo castigador del sol. Se trata de un ejemplo de los, porque la última vez que tuvo problemas en su
la capacidad del africano de entretenerse él mismo, pueblo mató a un hombre. No está para nada seguro si
porque ni a «Los Malos» ni a los Desconocidos les lo hizo a propósito o si fue un accidente que el pueblo
importará para nada quiénes los observen o si están se negó a calificar de defensa propia. De modo que
siendo observados. huyó. Y desea descansar aquí, sólo descansar en paz.
No están actuando. Están viviendo el recuerdo del Ni siquiera desea mirar a la virgen del Sheriff, Mi­
fantástico triunfo la noche anterior del Desconocido randa, porque sabe que si la ve, sobre todo si sale mo­
que entraba en el pueblo con su gran caballo, restaura­ viendo su varita mágica, ofreciendo sus dones no a la
ba el orden público y, por último —lo que era la inten­ venta sino por amor a la Naturaleza, se verá en pro­
ción original—, conquistaba a su Vaca Sagrada, que era blemas, porque no puede resistirse al salto de sputnik
Miranda, la hija virgen del Sheriff. hacia ese bello y peligroso precipicio de busto y nal­
Esto se produce a las diez de la mañana y no debemos gas. Sencillamente, no puede. La Naturaleza no per­
preguntar si estos muchachos nunca trabajan. Una pre­ mitirá que su deseo haga huelga. Es tarea culpable del
gunta tal es tan hereje y tonta como cuestionar la magia Señor Desconocido conquistar sus vicios. Y la forma
que dio origen a La tempestad. Lo que importa es que más rápida y fácil suele ser cometerlos. Es por ello que
están ahí, viviendo un momento al devolver el conte­ «conseguirá» a la virgen del Sheriff, Miranda. Y una
nido del recuerdo a la realidad. Y muy pronto va a vez que la consiga, se la «llevará». Tendrán que poner
producirse algo muy lamentable, como demostraré. un lugarcito nuevo propio, por la sencilla razón de
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que no hay hombre que desee repetir sus errores en el ¿Qué piensa el Desconocido? ¿En la Vaca Sagrada
mismo lugar y en las mismas circunstancias. Porque a Blanca que está sobre sus cabezas? ¿En el banco que
está al lado? ¿En que cultivar puede ser an placer cos­
pesar de los cuatro hijos -dos varones grandes y dos
toso? ¿En qué? La mejor manera de averiguarlo es pre­
preciosas niñas-, Miranda seguirá siendo virgen. Y la
guntar. El Señor Malo decide preguntar y aquí entra
virginidad, como la naturaleza original de Caliban,
en su papel con precisión total.
constituye una restricción espantosa. La existencia in­
No estaba en el cine la noche anterior y no se trata
terior exige salir.
sólo de recordar situaciones similares. Su decisión es el
La Vaca Sagrada Blanca que está ahora sentada en la
resultado lógico de la presencia del Desconocido. De
veranda pausada del Hotel de Kingsway no es tan sa­
modo que se acerca al Desconocido, que se da cuenta
grada ni tan blanca, o sea, tan pura. Sobre todo, no
de ello, pero permanece inmóvil. Se acerca más, pero
hay dudas de que no es una vaca. Y cuando termina su
el Desconocido no se inmuta. El Señor Malo se detie­
espera, su captura se logrará por medio de su propia
ne, levanta las manos de las caderas, las cruza sobre el
estrategia de resistencia y rendición -cuando el matri­
pecho, un gesto de fuerza y paz a un tiempo. Observa al
monio completo de amor y realización quede sancio­
Desconocido como si fuera un árbol o una extensión
nado por ese aumento legítimo de la población del del caballo. Menos que un caballo, porque al menos el
país-; cuando la estabilidad sea un hecho, Miranda, la caballo ha dado indicios de tensión. El nerviosismo lo
madre, se convertirá en Caliban, la exigencia. Y ni el hizo relinchar hace unos minutos. Pero el Desconoci­
caballo ni la pistola ayudarán al Señor Desconocido.
do no pareció escuchar.
Porque la lengua de Miranda es más rápida que cual­ El silencio no vale. El Malo decide hablar, pero el
quier caballo, y su conocimiento, el conocimiento de discurso requiere protección, de modo que devuelve
su forjan de verdes más letal que el vuelo de las balas. las manos a las caderas. Se acerca. El Desconocido está
¿Qué es lo que exige? ¿Qué es lo que el Señor Desco­ ahora al alcance de su aliento. Y es en este instante
nocido no puede dar? No lo sabe, pero a fin de dar algo cuando el Desconocido se percata de las posibilidades
de fundamento a su exigencia tiene que bautizarla con de degradación. En realidad es su cuerpo el que ordena
un nombre que no tenga correlativo visible en la natu­ la acción, porque el cuerpo es en extremo sensible a
raleza. Lo llama realización. Y toda su vida se convier­ cualquier forma de invasión. Comprende la diferencia
te en una búsqueda desgarradora de este monstruo. entre un golpe en la cabeza -doloroso, pero acciden­
El Señor Malo espera, porque observa que el Des­ tal—y un ligero codazo en las costillas, indoloro, ape­
conocido está ocioso. Observa que el Desconocido no nas sentido, pero una advertencia tangible y recordada
dice nada, no hace nada, de hecho parece no ser nada. como señal de peligro.
El Desconocido lo trata como si no estuviera allí. Y Si el Señor Malo hubiera estornudado y el moco
eso no puede ser cierto, porque es el Desconocido quien hubiera salpicado el rostro del Desconocido, no hubiera
lo puso allí. Fue la llegada del Desconocido la que lo habido problemas. Pero es el asalto peculiar de su alien­
paró en seco, lo enfrentó con un hecho que nadie pue­ to, un desafío, una burla a la dignidad del Desconocido,
de negar: siempre estuvo allí.
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que es la dignidad humana. Porque el Desconocido pien­ pial Este acto siempre se honra y perdona mediante
sa que como no lo conocen en este pueblo, es como el término de defensa propia. En pura defensa propia el
cualquier otro que no viva aquí. Es la ausencia de otro, en Desconocido sacó las pistolas. El resultado forma par­
nuestros momentos de victimización concreta, lo que te del conocimiento general.
constituye nuestra garantía de que existen un bien y Pero hay dos tipos distintos de resultados, dos ti­
un mal. Debe hacerse justicia y la mejor forma de no pos distintos de futuro en este drama, porque el film
traicionarla es comenzar corrigiendo este ejemplo con­ es un arreglo que comienza con un soborno. Nos esta­
creto de injusticia. De modo que el Desconocido ha fan la vida, porque sabemos que no hay suceso a pesar
hablado por primera vez. de todos los incidentes que seguimos. Vemos a los vaque­
-No, gracias -dice. ros, escuchamos los cascos de los caballos, nos emo­
Es la respuesta que da de una vez y para siempre a ciona la música de la guitarra vagabunda encordada
la generosidad que el Señor Malo ha ofrecido tres ve­ con whisky y humo en un agujero poblado por putas.
ces: «¿Un trago?» Observamos la eficiencia de los rifles, las balas y el
La respuesta es: «No.» Y el silencio del Desconocido grito caníbal de los indios rojos rasgan las raíces de
lo hace seguro. El Señor Malo se vuelve para marchar­ nuestros oídos con un sonido de terror. El vaquero
se; se aleja un paso mientras el Desconocido parece «consigue» a su muchacha y su primer beso es como el
distraer la mirada. De repente, el Señor Malo se vuel­ tronar de volcanes. El amor se ha abierto paso a través
ve y sorprende al Desconocido con su regreso gratuito. de la muerte; porque se ha matado a muchos, a mu­
El Desconocido no sabe si pretende disparar o no, pero chos enemigos e indios. Nos emociona la matanza
la vida depende del error de un segundo. La^duda es la. porque es seguro hacerlo. Nos resulta evidente que han
_pmp£xa_etapa-deJa_derrota, Las intenciones sólo pue­ matado a todos, menos a unos pocos, pero de todos
den revelarse por medio de la acción. Y no se puede modos nadie ha muerto.
esperar por el futuro de una acción. Uno es su futuro, Habrá una boda y los cadáveres asistirán. A pesar
independientemente del estado de su cuerpo. Y eso es de nuestras dudas, no osamos poner en tela de juicio
lo que ahora se produjo. ese Amor, porque sería una blasfemia contra la vida,
Cara a cara, alerta y ansioso, el hombro del Señor contra la magia que sirvió a Próspero al volver el mar
Malo pareció subir hasta su barbilla. Puede que una al revés; sería una negación del hecho del misterio: el
gota de whisky del vaso descuidado de la Vaca Blanca misterio que guió a Shakespeare y le ordenó funcionar
Sagrada hubiera caído en su boca. El Señor Malo sólo en el nivel más elevado posible de intensidad así como
intentaba calmar la comezón de la piel, pero ¿cómo iba de concreción de lo observado. No podemos negar estas
el Desconocido a conocer los detalles de ese movimien­ cosas; de ahí la realidad del film que es una ilusión.
to de hombro? Ese movimiento era una acción que Pronto es de noche. La sala de cine cierra. Nada podrá
dio una orden al Desconocido y en ese momento, ocurrir hasta mañana, nada salvo un trago, algo de sexo
menos de un momento, orden y acción se identifica­ u otra lección nocturna en cómo ocupar la cama, que
ron y contuvieron en un solo acto. ¡En la defensa pro­ no más ancha que una tumba común y corriente.

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Pero los Muchachos que están junto al Hotel de magistrado no tenga problemas biliares. La magia del
Kingsway han revivido el film de la noche anterior, lo cielo y de Próspero tendría que estar de su lado esa
han devuelto a este momento que es el escenario real de mañana, porque la Ley es excesivamente letrada, pero
su drama. No estaban comentándolo, lo que es de todo no puede ver. No tiene vista.
punto seguro. Estos Muchachos no estaban imitando a Una madre llorará; un primo llevará fufú, kenke y
los héroes del celuloide. No estaban fingiendo ser el Des­ nueces saladas a la celda, pero la sociedad no notará
conocido y el Malo. Se habían convertido en ellos. Este que no se encuentran ya en la esquina.
momento vivía y, por tanto, difería del film en sí. Esto Vagabundos, libres e indefensos como las aves,
es lo que ocurrió para hacerlo tan diferente. aprenden a viajar de momento en momento, de accidente
Cuando el Desconocido observó que el Malo se en accidente. Sus deseos pueden hacerse tan descon­
acercaba, que era probable que el Malo disparara, es­ trolados como los pandilleros de celuloide que drama­
cuchó su orden de defensa y actuó en concordancia. tizan porque su energía es grande, pero sus manos son
Pero ni el Desconocido ni el Malo, llevados a una ociosas.
balacera frente al Hotel de Kingsway, podían predecir
el futuro. Fuera del alcance pacífico y ruidoso del Hotel
de Kingsway, se ha convocado a estos vaqueros a una NIGERIA
balacera, pero ninguno de los dos estaba armado. La si­
tuación no lo aceptaba, pero el drama debía continuar. Cada lugar adquiere sus propias prioridades en
Y si un taxi puede ser un caballo, una pistola puede ser ^ nuestra memoria,—dg^ modo que Nigeria sigue siendo
un puño. Esta era la diferencia entre los dos futuros. /mi primera"experTencia .de viajar grandes distancias por
En el Oeste nadie se hizo daño, pero el Desconocido carretera. La distancia se había convertido en cuestión
le partió la nariz al Malo, se llenó de sangre la camisa puramente de tiempo: ha pasado otra hora; hace cinco
y, por primera vez, se encontraron rodeados de públi­ horas que nos detuvimos la última vez; no llegaremos
co. Había llegado la policía. hasta dentro de dos días. Se tenía un sentido doble de
Y cumplió con su deber. ¿Pero cómo puede la Ley tiempo cuando se reflexionaba que había quien viaja­
capturar la verdad de cada momento que esos Mucha­ ba de Lagos a Londres y luego a Pekín y de regreso
chos habían vivido, primero con el recuerdo y luego tres o cuatro veces antes de que mi amigo y yo llegára­
en realidad? Cuando el tolerante magistrado pregunta mos a Zaria.
qué había ocurrido, permanecen mudos. El magistra­ Estaba decidido a manejar todo el trayecto. El via­
do interpreta su silencio como estupidez, lo que cons­ je de Kumasi a Accra se había convertido en un simple
tituye un ejemplo de su propia ceguera. Porque no es intervalo entre cerveza Budweiser y whisky White Horse.
estupidez. Ese silencio es prueba del enmudecimiento El camino de Accra a Lomé estaba en reparación, y,
de los Muchachos en lo tocante a la situación en que se después de Lomé, la cosa era adivinar qué ocurriría de
encontraban. No saben dónde iniciar la explicación. aquí a la aldea siguiente. ¿Habrían terminado la carre­
Es más fácil decir culpable con la esperanza de que el tera desde la última vez que Abdul la vio? ¿Habrían

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destrozado una nueva durante sus vacaciones en bir y, como no quería perder los hitos que mi memo­
Ghana? ¿Estaría terminada la siguiente como había pro­ ria había hecho, decidí que dejaría el día siguiente para
metido un ingeniero amigo suyo cuando se dirigía a un breve resumen del paisaje. Son escás notas las que
Accra? Teníamos que esperar para ver y, según se acer­ devuelven, de modo más gráfico que las frases, mi ima­
caba la amenaza del harmattan, temamos que acostum­ gen de cada lugar.
brarnos a esperar, porque muchas veces era difícil ver.
De la noche pasamos al polvo que volaba como llu­
via en el parabrisas. Leí el mapa buscando un hito cada Lagos
vez que aparecía una aldea nueva; entonces traté de
memorizar sus nombres por orden: de Kumasi a Accra, Frontera. Vegetación. Periferia urbana. Mal dre­
de Accra a Lomé, atravesar de Dahomey y a Lagos. naje. Mugre, aguas muertas, moscas y confusión. Rui­
Nos detendremos en Lagos y luego tal vez pasemos a do y niños siempre y en todas partes. Una casa enorme
Ibadán y, entonces, dijo Abdul, habremos sólo comen­ surge de pronto junto al recinto vallado en ruinas. Li­
zado. De Ibadán a Vida, Oyó e llorín. Dormiremos en bertad puede querer decir limpiar las cosas. Del otro
llorín donde vive la hermana de Abdul. Y luego, dijo lado de la laguna y en la zona «residencial», casi todos
Abdul, habremos sólo comenzado. Desde el amanecer expatriados. Ingleses aburguesados con una mezcla de
a llorín al polvo del alba y después tenemos sed y decidi­ las nuevas clases profesionales nigerianas. En el caba­
mos detenernos en Tegina. Toda la tarde con el harmattan ret Lido las jóvenes nigerianas han dejado sus telas y
y luego un hospital que vi me recordó que tema ami­ adoptado las faldas adecuadas para el oficio. En el bar,
gos en Kaduna. De modo que nos detendríamos en un pequeño regimiento de ingleses P.W.D. espera.
Frente a la Cámara de Representantes de Nigeria hay
Kaduna. Pronto sería de noche y Abdul, responsable
una estatua nueva y muy alta de la Reina. Sin dudas
de sus manos de cirujano, recordó a todos que la oscu­
desaprobará las costumbres de sus compatriotas en el
ridad era mala para manejar y todavía nos quedaba
extranjero.
algo de camino antes de detenernos al fin en Zaria. De
modo que ahora estábamos en la Zaria prometida.
La familia esperaba a su cirujano residente que lle­ Martes, 20 de enero
vaba meses fuera. Mientras bajaron las cosas del carro,
entramos en la casa, hasta la terraza desde la que se Casi un desastre entre Ibadán e llorín. A. maneja­
veía el hospital. Abdul preguntó: «Bueno, ¿y ahora? ba con prudencia, como es usual. Hablaba sobre la
Mañana puedo encontrar alguien que te lleve a Kano.» proporción entre médicos y número de habitantes en
Se me había olvidado el nombre de mañana, así que con el norte. Cuatrocientos para diecisiete millones, para
algo de desgano dije: «No, mañana no. Puede que pa­ ser precisos. A unas pocas yardas vimos a un hombre
sado, pero mañana no.» Pero de algún modo sabía que caminando por el mismo centro de la carretera. A.
no podía ser Kano el día siguiente. Me resisto a escri- hizo sonar el fotuto, al parecer demasiado pronto.
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Prudencia, pensé. A. volvió a hacerlo sonar, más alto
y la inclinaba hacia delante. En el curso de mi visita al
y prolongado. Y ahora estábamos demasiado cerca para
norte, a cada rato oía la queja profesional: «No es po­
detenemos sin aplastar al hombre. El carro dio un viraje
sible hacer que vengan a tratarse.» De modo que con­
brusco a pulgadas de un precipicio. Mudos, nos detuvi­ cluí que era necesario encontrar una forma de llegar a
mos y nos miramos uno al otro. El hombre seguía ca­ ellos, porque es criminal esperar a que se decidan.
minando por el mismo centro de la carretera. Era difícil
saber su edad, pero era ciego y, como no pareció oír * * *
nada, supuso que también debía de ser sordo. No ha­
bía otra aldea a la vista en millas de distancia. Había dejado Kaduna esa tarde a las seis y media y
llegado a mi destino la noche siguiente poco después
de las siete. No conocía a nadie aquí, pero mi anfitrión en
Tegina Zaria había llamado a un amigo suyo y le había pedido
que me ayudara. En Africa occidental había aprendi­
No puedo creerlo. Nunca antes he visto a un poli­ do -porque en Ghana era lo mismo- que ayuda signi­
cía tomarse esas libertades. Uniforme en orden. Gorra, fica: Por favor, encuéntrale habitación y algo de comer
galones, todo. Gruesas polainas marronas como ven­ a mi amigo. Este fue el tipo de espontaneidad que me­
das atadas con fuerza de las rodillas a los tobillos. ¿Pero tió a Caüban en tantos problemas. Porque S. no sólo
sin botas? Le pregunté a Abdul dónde había dejado recibió el mensaje de Zaria. Estaba en la estación de
las botas. «No es raro», repuso A. Totalmente civiliza­ ferrocarril una hora antes de la llegada del tren. Esta
do, o sea, sensato. El no tener botas permite mayor vez la impuntualidad no era culpa mía. El viejo tren se
rapidez si el detenido escapa. Las botas serían una des­ retrasó.
ventaja grave, porque el detenido no las llevaría. ¡De ¿Quién era este S.? ¿Por qué se prestó a recibirme,
acuerdo! darme albergue, contarme sobre el país, su política, sus
personalidades que son inseparables de la política? ¿Se­
ría porque estaba casado con una antillana? En parte.
Kaduna Pero estoy convencido de que hubiera hecho lo mismo
de estar casado con una africana. Simplemente le im­
Regreso por el Este. El tren parte a las seis y me­ portaba el futuro del Continente africano y, en parti­
cular, el de Nigeria. Tenía interés, me refiero a un
dia. Llegaremos a Enugu a las siete y media de la no­
interés moral, en el futuro de los territorios colonia­
che siguiente. A. llamará a S. Qué viaje tan tedioso. La
les. Las Antillas inglesas eran su preocupación y Nigeria
escena de la estación es inolvidable. El leproso. La mujer
era la mía. De ahí la espontaneidad.
lisiada con el niño a la espalda. Como una visita a una Además, era experto en su esfera. No estaba ex­
aldea pagana la semana pasada donde a una mujer le puesto a las demandas de un silencio degradado o a un
colgaba de la cintura un bulto del tamaño de un melón camuflaje necesario en interés de mantener su posición.
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Conocía su trabajo, porque todos aceptaban que era mana que la lleve a casa. Existe una diplomacia en las
uno de los más brillantes del país en su profesión. Esto disposiciones para el Amor y su futuro.
es en realidad lo primero que debe marchar bien. Cuan­ Pero el subsecretario del Ministro nigerjano, que es
do un colonial conoce su trabajo, cuando conoce su rela­ inglés, no puede irse a casa deséelo o no. No puede
ción con lo que hace y la validez que tiene ese trabajo recurrir a la coriza o a cualquier otro malestar, porque es
para la comunidad en que vive, se evita gran cantidad tarea suya quedarse. Tiene que ver lo que ocurre y
de vergüenza y humillación. Puede que se le castigue espera saber si se avecina algo que se haya mantenido
de una forma u otra, pero no puede socavarse lo que él oculto a su escrutinio. Hay algunas preguntas que no
es, en el contexto concreto de su trabajo. puede formularle a su Ministro en la oficina; dado que
Un Ministro de la región ofrecía una fiesta esa no son amigos —ni él ni el Ministro tienen duda a ese res­
noche y S. se brindó a llevarme. Yo tenía deseos de ir, pecto-, no se atreve a tomarse algunas libertades. Su
porque lo interesante en una fiesta así es que se puede comportamiento posee la naturaleza de una intimidad
ver gente cuyos juicios son propiedad pública. Dan organizada, un servilismo estratégico. Porque ese hom­
órdenes que uno debe obedecer. Pronuncian discursos bre lleva casi veinte años trabajando en el país. Nunca
por la radio. Así puede uno decir: Ese es el hombre al soñó que esta noche llegaría; que esos papeles se invir­
que oí anoche. Decía esto y aquello. Uno desea verlo en tieran tan por completo; que Próspero, aunque con­
ese momento, porque habría sido interesante observar servando su magia, entraría en un castillo con una
cómo se comportaba su rostro cuando se dejaba llevar nueva tez.
por la lengua. ¿Tendría bigote? ¿Se lo halaría para ocupar Decenios de autoridad absoluta sobre los sirvien­
las manos? ¿Se rascaría la nuca cada diecisiete segundos? tes -uno de los cuales era el padre del Ministro- hacían
¿Contemplaría la forma de su pulgar haciendo ver que que le fuera por entero imposible concebirse como
el público en realidad no estaba allí? subordinado de un africano. Porque eso era precisa­
Estas consideraciones no se aplicaban a nadie en mente lo que era. Un empleado público con un jefe
aquella fiesta, pero las ofrezco como forma de mostrar que era el Ministro que ahora servía de anfitrión a los
el valor de este tipo de reuniones. La presencia huma­ altos funcionarios del nuevo régimen. Este inglés había
na posee sus propias leyes de vibración y las vibracio­ hecho suya la más aterradora conciencia de su difícil
nes comunican. A veces puede uno sentir el significado situación. Un principio de camuflaje había congelado
de la negativa de una joven a hablar. Teme revelar su su imaginación moral y ahora se encontraba coloniza­
curiosidad, no desea traicionar el orden preciso de sus do por el propio sistema al que su privilegio había dado
pasiones. Al menos no aquí, al menos no ahora. Permi­ la apariencia de un absoluto. En esta situación, com­
tirle a él ver hará que se le considere fácil. Lo que mere­ padecía a este hombre. Por primera vez en su vida, tal
ce la pena tener, merece la pena posponer. Es mejor, vez, se había visto enfrentado al significado y la posi­
dadas las circunstancias, recurrir a la coriza, poner el bilidad de su existencia como hombre en una situa­
rostro de belleza agotada y pedir al esposo de la her­ ción especial y en un momento histórico especial. Si sus

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jefes en Inglaterra lo habían engañado, era demasiado observación de Kingsley Martin en una cena de la Socie­
tarde para engañarse él mismo. El juego había termi­ dad Fabiana. Al dirigirse a sus compatriotas, dijo que
nado. Hay un nuevo amo y tendría que haber hombres en Inglaterra las cosas se habían hecho demasi ido fáci­
nuevos. ¿Podía convertirse en un hombre nuevo? ¿O se les. Habían resuelto sus problemas, pero era su deber
convertiría en un tipo distinto de lacayo? ampliar sus horizontes. Debían pensar en África, por­
Recuérdese: tiene hijos que tal vez estén en un cos­ que África era «nuestro» proletariado.
toso internado en Inglaterra y no hay otro país en el Eso es una falacia. Para Inglaterra, el problema es
mundo —Inglaterra incluida—en que pueda encontrar mayor de lo que jamás ha sido. Es el problema del
un ingreso que mantenga allí a esos niños. Se les forma regreso de ese padre inglés, porque puede no ser un
para que ocupen su trono sin la menor advertencia de hombre lo suficientemente grande, un hombre lo sufi­
que Papito ha perdido la corona. Hablan con sus com­ cientemente nuevo, para vivir con la transformación
pañeros de escuela sobre un papito que simplemente que esta situación exige. ¿Puede pasar de amo, no a
no existe y para que Papito no pierda el poder e in­ esclavo, sino más bien a ciudadano ordinario que sirve
fluencia que Próspero tenía sobre Miranda, Papito tie­ a la comunidad con sus dotes de experiencia y habili­
ne que posponer el decirles la verdad. dad? ¿Puede hacerlo ante el trasfondo de su experien­
En realidad sus hijos han comenzado su educación, cia acumulada como amo? Porque ésta es la única
me refiero a su educación en relaciones humanas, con condición con que puede permanecer en ese país. Los
una mentira. ¿Quién va a decirles a esos niños la ver­ africanos no están contra los ingleses o los europeos.
dad? ¿Nos contentamos con observarlos arrastrarse por Sólo piden que se transforme a Próspero, que se le re­
el legado degradante de una mentira que ya ni siquiera juvenezca y, en última instancia, se le devuelva a su
funciona? ¿Cómo van a tratarse con nieto del Minis­ condición original de hombre entre hombres.
tro nigeriano? ¿No se le ha ocurrido al Partido Labo­ Siento gran simpatía y respeto por la conciencia
rista que ha estado a punto de traicionar a una inconformista inglesa. Hombres como Kingsley Martin
generación completa de niños en Inglaterra? No me y Noel Brailsford, difunto pero muy vivo, Fenner
interesan las especulaciones que indican por qué los Brockway y Basil Davidson han hecho un gran servi­
laboristas perdieron las últimas elecciones. Quisiera com­ cio, no sólo a África, sino a su propio país, con su
prender la concepción mental que los llevaba a consi­ interés en África. Davidson es ejemplo de un inglés
derar las escuelas como instituciones en que no que aborda los problemas de África no sólo en servi­
estuviera ocurriendo nada de verdadera importancia. cio de África —lo que de todos modos es inevitable—,
Carece de importancia qué legislación de enseñan­ sino también como terreno de partida para examinar
za se aprobó en 1945. Queda el hecho de que no hicieron sus propias premisas como hombre, para explorar la
intento de enfrentar la tarea de proteger a una genera­ base de su conciencia como intelectual de izquierda.
ción completa de niños de la Mentira que el Papito Es probable que este tipo de examen de sí beneficie a
inglés en Nigeria tiene que seguir diciéndoles a sus hi­ los africanos. Pero no debemos confundir las perspec­
jos en casa. Menciono todo esto en relación con la tivas por un falso concepto de universalidad.

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Los africanos no son el proletariado de un país bien la vida de su pueblo. Una enorme ventaja para
extranjero. En algunas partes del Continente, los afri­ Africa occidental es la ausencia de clase media que fun­
canos siguen siendo súbditos coloniales de la Reina y cione a la manera de perro guardián, el tipcj-.le clase
si son ciertos los informes que nos invaden proceden­ media que se ha utilizado para encerrar en perreras las
tes de la prensa popular -incluso la prensa popular y aspiraciones de todo tipo de los antillanos. Es proba­
hostil-, parece que los africanos han decidido hablarle a ble que el barbero del Ministro sea el mismo que el del
la Reina sobre estos asuntos. Los sirvientes de Su Majes­ vigilante. (Imagínese al señor Macmillan arreglándose
tad, o sea, cualquier Gabinete británico, no deben hacer el bigote en algún lugar del barrio obrero de Londres
nada que frustre o contamine el verdadero significado y se comprenderá lo que quiero decir.)
de ese diálogo que la Reina comprenderá cuando se En la fiesta vi algo que me pareció muy saludable.
permita hablar a sus súbditos coloniales. Las Reinas No se percibe que ningún grupo se encuentre en mi­
comprenden a los campesinos porque ambos, cada uno noría. No era el tipo de atmósfera que lo llevaría a uno
a su manera, son aristócratas. a contar cabezas. En modo alguno. Todo parecía bien.
Llevemos esto a la situación real de la que se ha Incluso estaban alH las esposas inglesas. Digo «incluso»
extraído: las circunstancias de la fiesta en Nigeria. Exa­ porque es la esposa colonial inglesa la que más problemas
mínese la posición del Ministro nigeriano. La revolu­ crea en este tipo de situación. A la esposa inglesa le
ción política, con su consecuente revolución en la contraría su pérdida de posición. Es la esposa del Minis­
sensibilidad, ha sido tan rápida que el Ministro no ha tro la primera dama del reino de cócteles y saladitos.
tenido tiempo de poner distancia entre sí mismo y el Es una situación fascinante, porque la esposa africana
pueblo que con sus votos lo ha colocado en el cargo. pasa a este nuevo papel como si nada hubiera cambia­
No puede jugar a que es Próspero por la sencilla razón do. Es para ella un placer dar la bienvenida a la señora
de que sólo ayer era Caliban y hay unos pocos cientos Fulana de Tal. No se trata de una bienvenida diplomá­
de miles de Calibanes esperando para suspenderlo a tica, aunque la situación sea diplomática. Para esa es­
divinis si se mete en el púlpito que no le corresponde. Su posa africana, bienvenida siempre ha significado
familia, incluido un formidable regimiento de primos bienvenida y si la señora Fulana de Tal la hubiera visi­
dispersos a lo largo y ancho del país, no ha cambiado de tado diez años antes, las circunstancias arquitectónicas
hábitos o de estilo de vida. Puede beber todo el cham­ habrían sido diferentes, pero la bienvenida hubiera sido
pán que desee con el Gobernador General o con cual­ la misma.
quier diplomático europeo de visita, pero cuando regresa ¿Qué pasa con la esposa inglesa? Su dilema toma la
a su aldea, o cuando la aldea viene a hablar con él, está forma de comportamiento extremo. En un rincón con
en el mismo lugar en que comenzó. Hablan sus asun­ otra esposa inglesa, se muestra reservada, contemplati­
tos comiendo fufú con un poco de vino de palma, si se va, atrapada, pero dispuesta a soportar. En otro rin­
encuentra cerca el sangrador. cón con la esposa del Ministro, es todo lo cortés que
Su posición no lo ha separado en realidad de esa rela­ puede ser cualquier esposa con la esposa del jefe de su
ción orgánica con su propia forma de vida, que es tam- cónyuge. Un elemento nuevo en esta situación es que
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no es probable que esta esposa pida favores a la esposa guirán necesitando lo nuestro. ¿Qué es lo nuestro? Es
del Ministro; me refiero a favores en nombre de su precisamente esa lengua con que Próspero intentó ani­
esposo. Por primera vez, la esposa inglesa se arriesga a quilar la existencia concreta de Caliban. Pero la dico­
un verdadero contacto humano. tomía que ellos y lo nuestro expresan no es máL que una
La esposa del Ministro no es intelectual. Sabe que posposición. Es como pegarse una borrachera camino
algo está ocurriendo en su país natal, pero no lo ha a casa. Hace falta amnesia alcohólica para enfrentar las
investigado en libros y en las publicaciones actuales acusaciones que esa esposa alerta está esperando para
que tratan de problemas coloniales. En cierto sentido hacer. Pero mañana la bebida habrá perdido su domi­
no lo necesita. Porque ella es la cosa en sí, la propia nio y la esposa se asegurará de que la escuche antes de
historia que debe sobrellevar la esposa inglesa. ¿De qué que tenga tiempo de volver a tomar la máscara. Lo
hablan entonces? ¿Cuál es el tema más seguro? ¿Cuál asalta justo al alba. «Si no es ahora, ¿cuándo? —insiste—
es el único tema que interesa profunda y verdadera­ Es ahora o nunca. Si es nunca, dilo porque tal vez ten­
mente a dos madres? Hablan sobre sus hijos. Son los ga otras cosas que hacer.»
hijos, la experiencia instintiva de ser madre, lo que Y qué ocurre con la esposa inglesa cuando su anfí-
salvará la enorme e indecible distancia entre una mujer triona pregunta: «¿Vendrán sus hijos a vernos estas
y otra. Navidades?» Es probable que la respuesta sea una eva­
La esposa inglesa está en grave desventaja. Obser­ sión o una mentira. ¿Por qué? Vuelva a leer la oración
va que la esposa del Ministro, a pesar de su condi­ anterior y observe a quiénes irán a ver los niños ingle­
ción, habla como una mujer que no tiene nada que ses. No a Nigeria en general, no a esta región en parti­
esconder. ¿Porque qué hay que esconder? Al fin y al cular, sino a nosotros. Y ese nosotros incluye a la esposa
cabo, la esposa inglesa no conoce los detalles de la vida inglesa y a su cónyuge.
familiar africana, pero conoce las circunstancias ante­ Es en extremo riesgoso para todos que los niños
riores de esta esposa africana. El Ministro y su esposa ingleses los visiten a ellos. Porque los niños son traido­
vivieron hasta hace poco en aquel barrio vallado. La res por instinto o así les parece a sus padres. Su trai­
estupefacción de la esposa inglesa no molesta en modo ción va dirigida a todas las formas de ocultamiento y
alguno a la esposa del Ministro. Sin duda es una dama. sus preguntas conducen con rapidez y brutalidad a todo
¿Pero cómo puede la esposa inglesa hablar de sus hijos tipo de armarios siniestros.
sin censurar mil y una cosas? Es la esposa inglesa quien está en crisis. Ha com­
—¿Enviará a su hijo a Inglaterra? —pregunta la espo­ partido de principio a fin el camuflaje de su esposo. Lo
sa inglesa. trató como a las Navidades, olvidando por comple­
La esposa del Ministro sonríe: to que Santa Claus no es esposo de nadie.
—Sí. Me gustaría mucho que fuera a estudiar a In­ Estudié este drama hasta que la lluvia decidió llevar­
glaterra. se el césped. Era hora de regresar a casa de mi amigo. Tal
vez pudiera decirme qué pensaba de todo esto. ¿Cómo
La esposa inglesa está encantada. No todo está per­
lo vería en realidad su esposa, de orientación similar a
dido. Con posición o no, ellos, o sea, los africanos, se­
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la mía? ¿Cuál será el futuro probable del Ministro y su rostro antillano. Era fuera de lo corriente para una
esposa, o sea, de todas las esposas y Ministros en su antillana de su generación. Estaba decidida a ocupar su
situación? Regresamos a la casa y conversamos hasta lugar, el lugar de cualquier otra esposa nigeriana en la
bien entrada la noche. comunidad de su esposo. Su lenguaje de costumbres y
Una aceptación común del ruido hace de la vida hábitos era nuevo para ella, pero era lo que había esco­
una experiencia sencilla e ilustradora para un antilla­ gido y parecía decidida a vivir según las leyes por las
no y un africano que comparten preocupaciones simi­ que había optado. No era una mujer trinitaria corriente,
lares sobre Próspero a la luz de la resurrección de y me parecía más bien barbadense. O sea, me daba la
Caliban. Porque el mundo en que vivimos ya no es impresión de ser un poco más «civilizada» que la trini­
de Próspero y nunca volverá a serlo. taria promedio. En primer lugar, era más consciente
La fiesta continuaba. Podíamos escucharla mien­ del mundo en que vivía. Parecía más discreta y selecti­
tras conversábamos, a sólo una risa de distancia. Los va en su conversación. Era su porte general, la suavi­
ingleses eran los más escandalosos. Qué extraordinario dad femenina de sus maneras, la impresión de línea y
que así fuera. Bebían y cantaban hasta bien tarde en la hueso que componía el paisaje de su rostro: fue esta
noche. Y me pregunté sobre la naturaleza de ese disfru­ armonía lo que me hizo reaccionar con sorpresa cuan­
te. No difiere de «la falsa risa a la que recurre el antillano do se colocó la peluca en la cabeza y comenzó a interro­
cuando observa la degradación fílmica de la personali­ gar al testigo. Y aquí cobra una dimensión nueva el
dad africana en el papel de bufón». Haría falta otro tipo problema de la lengua.
de libro para contar cómo veo esta aprobación de la bur­ La Fiscal era antillana, el Juez era irlandés, el acu­
la en la sonrisa antillana; requeriría otro tipo de drama sado era un nigeriano que sólo hablaba ibo. Ni el ir­
—un trabajo de ficción seria—mostrar el significado de landés ni la antillana entendían algo de ibo. El futuro
esa voz inglesa que ríe su dicha a lo largo de la noche. del acusado, el tipo de vivienda en que tendría que re­
Baste decir que esta risa —la inglesa y la antillana—ex­ sidir en los cinco, diez, puede que quince años siguien­
presa y oculta al mismo tiempo un hecho que les aterra tes —porque la acusación era grave—, el futuro de la
sacar a la luz. sentencia del hombre dependía de la precisión con que
se le tradujera.
* * * El joven actuario que nos ilustraba sobre los signi­
ficados en inglés estaba siempre tratando de contener
A la mañana siguiente, viajé con mis amigos para la risa, porque el acusado parecía ser un hombre de
ver otra parte de Nigeria. La esposa antillana es aboga­ gran ingenio cuando el ibo era su arma. Pero la sutile­
da y tengo gran interés en el teatro del tribunal. Posee za no pasa con facilidad de una lengua a otra. Daré un
una presencia atractiva que resulta familiar a quien­ 'ejemplo. Étr^u~largá~contraTnterrogáción al agente
quiera haya vivido en Trinidad. Tez color oliva, terso policial, el acusado formuló una pregunta que provo­
con la mezcla de más de una raza en sus rasgos. Pero el có risas entre todos los ibos que había en el tribunal.
resultado era un hecho consumado, una cosa en sí. Era un Pensé que de no haber habido Juez, de haber estado al

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aire libre, el tribunal se habría convertido en un carna­ allí? Deseaba que conociera a su madre, una de las
val. Por tanto, sentí curiosidad por escuchar la traduc­ mujeres principales de la colección de ocho de su padre.
ción del actuario. Fue sencillamente esta: Deseaba que viera cómo vivía una familia polígama,
Actuario (dirigiéndose al agente de policía): Desea quiénes eran sus hermanos y qué hacían. ¡Quiénes eran
saber si usted lo había visto o había puesto sus ojos en sus primos y cómo pensaban! Deseaba que viera esto a
él antes del momento del arresto. pesar de —uso el «a pesar de» en beneficio de los antilla­
Agente de policía (mirando a la fiscal antillana): nos—, deseaba que viera su mundo, el mundo de su
¡No! infancia, a pesar del otro mundo que podía en cierto
Actuario (tras transmitirle la respuesta al acusado modo reivindicar sus logros. Porque Alex fue a
y esperar mayores dificultades): Desea saber si fue la Dulwich a los catorce años y luego a Oxford. Ahora es
primera vez que usted firmó el mismo tipo de papel investigador médico en la Universidad de Ibadán,
que dice que lo vio firmar a él. donde se ocupa de los misterios de la sangre. No cura
Agente de policía (después de una larga pausa): ¡No! a cambio de dinero. Va por todo el lugar «recolectan­
La atmósfera estaba cargada de insinuaciones, ambi­ do sangre» que estudia como si fuera Colón en bus­
güedades e alusiones directas. La cuestión es que, en ibo, ca de oro.
el significado de la pregunta para el agente era «Atrévete Cuando oí de él por última vez, estaba en New
a decir que no». La respuesta del agente era también College anotando los resultados de lo que había en­
«No», lo que significaba que «el sí había sido traiciona­ contrado. Lo comparará con lo que se le enseñó en
do». ¿De qué lado estaba la verdad? Oxford. Trabajará junto a sus colegas en Oxford que
No lo sé. Porque el testigo principal faltaba y era están en posición de seguir lo que dice y que pueden
probable que no apareciera. Además, esa tarde tuve no conocer las circunstancias concretas de las vidas de
que irme a Benin donde me esperaba un alemán. Nues­ los niños en Nigeria, porque Alex trabaja, de modo
tro destino estaba a otros cientos de millas de distan­ casi exclusivo, con sangre de niños. Lleva a cabo una
cia, donde se celebraba una conferencia de extensión guerra contra ese enemigo que siega las vidas de los
universitaria. Pero las comunicaciones eran una pesa­ niños nigerianos como hierba entre los seis meses y
dilla y de nada valía usar la magia de la aviación civil. los dos años.
Cuando hay poco tiempo y uno desea ver todo el paisaje Oxford ayuda y, a cambio, él ayuda a Oxford.
humano y natural, la experiencia se torna agotadora. ¿Quién puede decir cuál será el resultado? No lo sabe­
Tenía que llegar para encontrarme con el alemán el mos, pero el proyecto es sólido. La ciencia que enseña
martes, de modo que me fuera posible irme a tiempo a Alex a analizar la sangre, a escribir tesis sobre ella,
para ver a mi amigo Alex, quien había venido hasta y a transmitir el resultado a médicos nigerianos y de
Benin. Oxford en el monte nigeriano: esa ciencia no pertene­
Desde Benin, que era sólo una estación de tránsi­ ce a Oxford más de lo que pertenece a Alex. Es un
to, Alex y yo nos dirigiríamos a Sapele, el pueblo don­ ejemplo y una empresa de esfuerzo humano, en nom­
de nació, a unas cien millas al sur. ¿Por qué me llevaba bre de los seres humanos.

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Pero obsérvese el cambio de sensibilidad entre una glesas y algunos irlandeses. No recuerdo ya quién era mi
generación y otra. El padre de Alex sostuvo largas con­ compañero de camarote, pero mis vecinos de mesa son
versaciones conmigo sobre el futuro de su hijo. El an­ inolvidables. Había unas siete u ocho mujeres entre
ciano mostró prudencia cuando decidió dar a su hijo cincuenta y nueve y sesenta y tres años de edad, un
educación de este tipo. Pero ahora se preocupa. Ve próspero hombre de negocios venezolano de bastante
surgir a todo tipo de gentecita en el campo de la política más de sesenta y yo.
y en la práctica privada y se pregunta por qué su hijo Yo me sentaba a un extremo de la mesa frente al
gana mucho menos que estos hombres que nunca ex­ venezolano. Esta fue una feliz coincidencia, porque
perimentan una semana de dificultades fuera de su aldea mi primer trabajo verdadero fue enseñar inglés a estu­
natal. Parece una providencia extraña la que permite diantes venezolanos internos en Trinidad. El venezo­
que estas cosas pasen. Pero el anciano es un ejemplo de lano y yo hablábamos mucho de su país y de sus
alguien que actúa con prudencia en un momento y es vacaciones. Regresaba de Barcelona a la que juraba no
ajeno a los planes en otro. La prudencia sigue estando volver jamás. Seis meses de descanso lo habían llenado
del lado del anciano; la juventud y una experiencia más de náusea por los atractivos de la España moderna. Si
variada son las ventajas nuevas del hijo. Pero su em­ así son esos lugares, decía, mejor es no moverse de Ca­
presa es la misma, aunque la forma tradicional de vida racas, probar con Buenos Aires, pero nunca volver a
del padre ha dado paso a la aventura del hijo. La aven­ España.
tura es segura si Nigeria logra aprender un hecho bási­ Me sorprendió que las reflexiones de las mujeres
co; aprenderlo, aplicarlo y convertirlo en Evangelio no difirieran de las del hombre. Comparaban expe­
en las escuelas. Que el primer mandamiento anuncie riencias de sus ciudades y pueblos natales en Inglaterra
que para nada hay conexión alguna entre valor y pre­ y Escocia y siempre hablaban con gran nostalgia de su
cio. Alex puede vender sus servicios a cualquier precio, infancia. Fueron días formidables; pero una experien­
pero nadie puede comprar el significado de la decisión cia siempre parecía estropear la maravilla del pasado. Era
del anciano Jefe. la experiencia de encontrarse con sus viejos amigos,
personas a las que habían conocido en la escuela y ha­
* * *
bían trabajado, se habían casado y se habían retirado
en su lugar de nacimiento.
LOS ESTADOS UNIDOS Este regreso al pasado, ahora medido por su orien­
tación diferente en un país nuevo, en una civilización
No conozco los reglamentos que siguen los barcos nueva, creaba una indudable dualidad en sus deseos. De
al concertar amistades entre sus pasajeros, pero mi via­ algún modo hubieran deseado permanecer con sus raí­
je de Southampton a Nueva York fue un intervalo de ces y, sin embargo, no habrían cambiado su nueva vida
apacible paradoja. Viajaba en clase turista en el Queen por nada del mundo. Eran americanos por adopción y
Mary. Era a fines del verano y los pasajeros eran casi habían criado familias que eran americanas de naci­
todos exiliados de regreso a casa: escoceses, chicas in­ miento. Sus hijos habrían encontrado muy aburridos
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las ciudades y pueblos del Viejo Mundo. Pero estas
lo que decía mucho de su dignidad. Pero al venezola­
madres tenían una variedad de experiencia más amplia
no le enfureció pensar que el camarero lo tomara por
que sus hijos, de modo que estaban atrapadas en algún
idiota. Tal vez creyó que la diferencia de idiojpa fuera
punto entre la lealtad a lo Viejo y la gratitud a lo Nue­
fuente de discriminación y se levantó de la mesa mo­
vo. Como resultado de ello, hablaban de Inglaterra y
viendo una enorme servilleta blanca y llamando al su­
del Viejo Mundo en forma muy parecida a la que un
perior del camarero.
niño habla de una abuela envejecida que comenzaba a
Llegó el sobrecargo e indagó qué ocurría. Era ser­
chochear. No había pérdida de afecto, pero era triste y
vil como un esclavo que temiera que su amo provocara
una pena que abuelita no fuera ya quien había sido. No
problemas. Estar en el mar es estar atrapado. Exami­
podían discutir con los jóvenes a ese respecto, porque
nando los platos de la mesa, el venezolano planteó con
era uno de los hechos de experiencia que quedan al
los dedos el problema. Ya participaba todo el come­
margen de cualquier discurso lógico.
dor, algunos preguntándose qué ocurría, otros espe­
Tomó algunos días que la conversación fluyera con
rando para ver hasta dónde llegaría la cosa. El camarero
facilidad. continuó con su trabajo. El sobrecargo pidió al vene­
Los jóvenes pueden permitirse hablar a sus anchas
zolano que esperara mientras verificaba el asunto con
sobre cualquier tema, porque tienen mucho tiempo
el personal de la cocina.
para compensar su locura. Pero parece que los mayo­ Unos minutos después llegó otro camarero con un
res tienen mucho cuidado de no dejar a un lado entre
embutido distinto. Era una salchicha de tamaño me­
sí las virtudes que la edad les ha prometido de modo diano. El venezolano había ganado en parte, pero no sé
gratuito. Sin embargo, una mañana se produjo algo así si comprendía lo afligidas que estaban las mujeres.
como una revuelta. Consideraban indecoroso que un caballero que viajara
Mi amigo venezolano había mostrado una gran deseara llevar a cabo una guerra en el mar por un tema
pasión por un tipo dado de embutido. Era una salchi­
tan banal como un tubo lleno de carne de cerdo pica­
cha gruesa que, según creo recordar, siempre se servía da. Ahora no sólo lo observaban; había dado muestras
en el desayuno. Había llegado tarde esa mañana y, cuan­ de ser un hombre al que era necesario observar. El descu­
do se acercó el camarero, no menos solícito que antes, brimiento de embutidos más gruesos debió haberlo
el venezolano observó que su embutido era otro: una convencido de que si uno paga por un servicio, tiene
salchicha delgada. Dijo que deseaba el otro y señaló derecho a que lo sirvan como uno pide.
hacia mi plato para asegurarse de que el camarero hu­ Por tanto, decidió participar plenamente en los privi­
biera comprendido. legios que le confería lo que había gastado. Dos noches
Éste dijo que ésos se habían terminado y el vene­ antes de llegar a puerto, el sobrecargo reunió a todos los
zolano creyó que mentía, porque todavía faltaban dos pasajeros de clase turista que lo desearan para jugar
días para llegar y no era probable, o siquiera adecuado, Bingo. A todos se nos olvidó el venezolano hasta que
que al Queen Mary se le acabara algo que acostumbrara escuchamos su voz anunciando la primera victoria. Ape­
servir a los pasajeros. El camarero permaneció firme, nas habían transcurrido tres minutos cuando la voz
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triunfante aulló: «¡Bingo!» El sobrecargo pareció ape­ 3
nado, pero cuando comprobaron el juego del venezola­
no descubrieron que se había adelantado. El venezolano Es probable que no haya otro país en el marido que
pareció un poco desconcertado por su equivocación, pero contribuya de modo más libre al rumor exagerado so­
no mostró síntomas de inquietud. bre sí mismo. Ya se me había advertido que cuidara lo
Como recordando el episodio del embutido, al so­ que decía. Al fin y al cabo, yo era de un país colonial y
brecargo se le ocurrió que este tipo de error debía cas­ era negro y se daría una interpretación política conve­
tigarse. Los pasajeros estuvieron todos de acuerdo, pero niente a cualquier énfasis que hiciera sobre la historia
el venezolano se salvó porque se decidió que no se apli­ e implicaciones de esta condición. Nunca presté de­
cara por esta vez el castigo. Parecía justo que se diera masiada atención a estas advertencias, porque mi con­
una advertencia. Los ingleses parecen ser extraordina­ dición colonial en Inglaterra y la arrogancia habitual
riamente expertos en decidir el momento de ser jus­ de los ingleses hacia todo lo estadounidense siempre
tos. Y el sobrecargo estaba siendo justo ahora. me había instado a una defensa apasionada del Nuevo
Comenzó el Bingo de nuevo. Una y otra vez al­ Mundo. Además, nunca en toda mi vida había sido
guien mostraba indicios de victoria, pero dudaba ha­ miembro de ningún partido político y había llegado a
blar antes de tiempo. Un error había impuesto una creer que esta ausencia de lealtad comunal sería prue­
atmósfera de excesiva cautela. Y así continuó hasta que ba suficiente de mi inocencia.
una voz, muy cauta pero muy fírme, dijo: BINGO. No fue hasta que visité al Cónsul estadounidense
Era de nuevo el venezolano. Y lamento decir que se en Londres que sentí la necesidad de andar con pies de
había equivocado otra vez. plomo. La Fundación Guggenheim me había provisto
Se exigió castigo. Todos pensaron y ordenaron que de todos los documentos que facilitarían la obtención
se obedecieran las reglas. Había que hacer Justicia. Se de mi visa. Estaba sólo el asunto de un examen físico
anunció el método de castigo. Los pasajeros aproba­ del que no me eximiría documento alguno. Me tomó
ron por unanimidad lo que el sobrecargo decidió. Me­ una semana saber si esta maquinaria mía satisfaría las
rece la pena examinar por qué algunas solicitudes deben normas estadounidenses de salud, porque el examen
verse como castigo. Se le ordenó al venezolano que era de un rigor meticuloso.
cantara. Todos deseaban disfrutar su fracaso. Con pa­ Me tomaron muestras de sangre, me examinaron
ciencia y dignidad infinitas se puso de pie, recorrió los los oídos y los dientes, la flexibilidad de las rodillas, la
rostros, confió en su pañuelo, se dirigió con calma al fiabilidad de la columna vertebral. Me hicieron radio­
centro de la sala y pasó junto a las sillas que conducían grafías. Sufrí un examen minucioso. Cuando llegaron
a la puerta de la izquierda. Se marchó y no regresó los resultados, me sentí no sólo libre de todo mal, sino
jamás. Lo vi por última vez en la Aduana. enteramente más allá de cualquier enfermedad que la
ciencia médica fuera capaz de predecir. Mi dieta no ha­
bía cambiado mucho en los últimos cuatro años; había

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comido y vivido como cualquier emigrante antillano intención mía derrocar al gobierno de los Estados
corriente en Londres, pero la aprobación estadouni­ Unidos.
dense me había dado un poder nuevo y formidable de La ciudadanía había asumido responsabilidades
bienestar físico. Cuando se me dijo que mi visa estaría nuevas y aterradoras y, con este recordatorio, se me
lista el día siguiente, sentí que iba camino a la luna. liberó para que respirara el aire que con frecuencia había
Pasee a lo largo de la calle Oxford como un muchacho obsesionado mi infancia. Porque los Estados Unidos
recién salido de la clase de gimnasia. Entré en un bar, siempre habían existido en mi imaginación como un sue­
me tomé una jarra de cerveza y sonreí como un mari­ ño, como un lugar en que todo era posible, como un
nero que acaba de tocar puerto. reino al lado del cielo.
Pero no me di cuenta de que mi confianza peligra­ Durante toda una semana viajé por Manhattan
ría del otro lado del Adántico. La demora en la Aduana como un niño explorador de vacaciones. La literatura
pareció muy innecesaria, porque nunca me había visto parecía no venir al caso ante la elocuencia de aquellos
ante un tribunal ni siquiera en calidad de testigo. Mis an­ rascacielos. No terna tiempo de pensar quién los había
tecedentes estaban limpios y, en mi inocencia, pensaba construido o qué civilización lo había hecho. Era obra de
que el nombre de Guggenheim bastaba para proteger­ manos humanas, de energía humana, una empresa co­
me de este excesivo interrogatorio. Cuando el estado­ lectiva. Sólo pensé que algunos de ellos eran demasia­
unidense me preguntó que dónde iba a vivir, respondí do altos. Por alguna razón, los edificios hechos y
con toda honradez que no sabía, pero que me habían habitados por hombres no deben ser tan altos. Tal vez
dado varias direcciones. Di la de mi editor en los Estados simbolizaban un atajo al cielo. Se podía subir a ellos y
Unidos y su nombre tenía tanto peso como Guggenheim. no parecían terminar nunca.
Entonces el Aduanero preguntó con lógica perfecta pero Lo que había de redentor en esta actitud era la ra­
nada pertinente si iba a vivir allí. Comencé a sentir pidez con que los estadounidenses los echaban abajo,
que no creía en lo que había dicho sobre los editores y como si la imaginación no sólo suministrara atajos,
la Fundación Guggenheim, aunque tenía todos los pa­ sino que en realidad cambiara la perspectiva entera del
peles delante. Las firmas correspondían con el nom­ paraíso. Más tarde descubriría la perversidad de la po­
bre que aparecía en mi pasaporte y, de repente, tuve la lítica y los precios, pero mi atención había sido captu­
aguda sensación de que era probable que pensara que rada por esta relación con la naturaleza, este ejemplo
había falsificado todos aquellos documentos. Me vi a de poder y energía humanos capaces de transformar
una nueva luz: un posible experto en tortuosas arti­ sencilla piedra en monumentos tan formidables. Esta
mañas. Esto duró algún tiempo y, cuando creí que había arquitectura no era sólo nueva, era un ingrediente esen­
terminado, de repente me sorprendió el alcance de mi cial de un Mundo Nuevo por completo y como el
importancia. Me había dado un documento que debía Caribe estaba justo en la otra puerta, este Mundo era,
leer y estudiar antes de responder. Inocente como la hier­ en cierto sentido, mío.
ba, tan alejado del delito como ahora estaba de la cuna, Caminaba toda la noche, a veces bajo la lluvia, por
me escuché afirmarle que no era ni nunca había sido la iluminación acrobática de Broadway. Surgía en una

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magnifícente pesadilla de llamaradas; y era aquí, de contenía una advertencia contra el correr riesgos. Al­
noche, cuando las luces corrían a lo largo y a lo ancho gunos rostros daban un indicio de que los propietarios
de estos empinados palacios de piedra, que con mayor tenían una hilera de dientes en reserva. Las dagas pue­
provecho se podía ver el rostro del país. Existía una uni­ den haber estado escondidas, pero la exposición fran­
formidad correcta, evidente e inevitable en toda esta ca de la pistola y la porra del policía decían que la
variedad de piedra, rostro y cielo. El ritmo del discurso muerte podía ser un suceso sencillo y legal.
y movimiento era correcto. Todo era autóctono y, sin Mi hotel estaba a diez minutos de camino de Ra­
embargo, sin raíces, lo que sugería lo poco pertinente dio City y desde la ventana del quinto piso me era
y, en ocasiones, la rumoreada aspereza del comporta­ posible ver por las mañanas ese poco familiar triunfo
miento estadounidense en Europa. Porque existe una de la energía sobre los objetos: la conquista provisio­
resonancia tribal dada que se asocia al término «ameri­ nal de la naturaleza para algún arreglo cómodo con la
cano en el extranjero» y se siente que, en cualquier vida. Aquí, de una mirada, era posible ver cómo las
lugar que no sean los Estados Unidos, era como una manos habían ordenado el paisaje. No había desempe­
canción y un baile autóctonos sacados del contexto de ño más servil que la marcha de esas luces sobre Times
su ritual y paisaje. Su poder y comunicación no permi­ Square por la noche. El aire parecía obedecer órdenes
tirán el anonimato. Sus ecos, no importa cuán inocen­
humanas. La comodidad era absoluta justicia. Era la
tes, poseen la naturaleza de una intrusión.
forma estadounidense de mangonear a la naturaleza.
Estas noches americanas son pura magia: la repeti­
A mi regreso al hotel una noche, decidí por prime­
ción de pequeños bares, el sonido del jazz, cercano e
ra vez oír la radio. La radio era real, la voz era huma­
infinito como los olores de la cocina que salen de de­
trás de puertas cerradas y asadores al aire libre. La comi­ na, pero el método de anunciar las noticias me parecía
da parece parte de la Constitución del país. Había un la desviación más extraordinaria de la neutralidad del
ritmo de transitoriedad que parecía imponer una su­ Viejo Mundo. La BBC se hizo más remota que la Edad
perficie de energía a todo. A nadie le parecía que la Media y no menos segura. Habría que aprender a to­
muerte fuera un hecho, pero cada rostro había nego­ mar en serio estas noticias. Por ejemplo, el locutor, su
ciado algún arreglo con la mortalidad. Todo era inven­ voz dinámica y cómoda, invitaba a la atención con
ción; la comida, el esparcimiento, el ruido, la crisis, el estas palabras: «Esta es la XRX llevándoles lo que ocu­
silencio. La ciudad había tomado toda precaución con­ rre en este enloquecido mundo nuestro.» Este sería el
tra la contingencia de la soledad. La soledad, como la equivalente al estribillo de la BBC: «Este es el Servicio
bebida, era un bien de consumo. Nacional de la BBC.» Después de dos o tres noticias,
Caminaba hasta que me dolía la espalda, recorrien­ el «estribillo del enloquecido mundo» llenaba la pausa.
do la misma calle varias veces con frecuencia. Un in­ Y se decían otras cosas igualmente extrañas.
tervalo en los bares y, en ocasiones, una breve parada Se decía que Eisenhower, cuando acababa de reci­
en un cine. La espontaneidad estaba en todas partes. bir un título honorario, había comentado a unas siete
Como la marea de luces en lo alto, cada bienvenida mil personas reunidas para saludarlo: «Denme un
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dríamos vernos. Conocía a la flor y nata de Harlem y
chance y estaré ahí con la gente saludando al pobre fue desde esta cumbre que se me invitó a ver los miste­
imbécil que ocupe mi lugar.» Hay algo bien aristocráti­ rios oscuros de ese mundo. Porque Harlem c* un mun­
co en ese riesgo de intimidad. Y deliberado o no, inme­ do que es parte del país, pero que es otra cosa. Harlem
diatamente después vino el anuncio de un film. Después es simplemente Harlem, una maravilla formidable en
de un preámbulo sobre los nombres y diversiones de las el corazón de una ciudad que es, en sí, una pesadilla
estrellas, se nos explicó con bastante firmeza las razo­ fascinante. Vino al hotel a los pocos días. Este hotel
nes para ir a este cine: «Disfrutará el film porque trata era blanco, no por legislación, sino por su práctica real.
sobre un tema sano: el asesinato de un presidente.» Una A diferencia de los ingleses, los americanos son muy
yuxtaposición de acontecimientos muy poco ortodoxa, francos en lo tocante a la raza. Porque había anuncia­
pensé, y se me ocurrió que el hombre de la Aduana no do por teléfono la noche de mi llegada y supe que en el
andaba muy errado cuando me castigó con preguntas intervalo de la llamada a la editorial y el encuentro
sobre el derrocamiento del gobierno del país. O era de­ con uno de los editores, ya se había hecho una lista de
masiado seguro meterse con los extranjeros o era dema­ los hoteles más apropiados -tomando nota de mi pro­
siado inseguro correr riesgos. fesión, mi condición de visitante y mi color- y Scott
Cada día era más raro, más fascinante y más pare­ me había dado una carta cuando salía de la oficina de
cido al siguiente. Acababa de pasar una semana cuan­ la editorial. Cuando entregué la carta a la recepcionista,
do decidí que era hora de dejar de mirar y comenzar a ella la pasó a un hombre que la leyó y señaló a un cubículo
prestar atención. Había entrado en una farmacia y en que esperaba la llave de la habitación. Sin pregun­
'preguíltádoT^qVenden artículos de papelería?» El em­ tas, ni siquiera se habló de firmar hasta que subieron
pleado me miró como si hubiera dicho dinamita. mis maletas y bajé a preguntar sobre la comida.
¡Comprendí lo ignorantes que pueden ser los ex­ Era la primera vez que veía a R, de modo que compren­
tranjeros! dí por qué las cabezas blancas, femeninas y masculi­
Había sido invitado por los blancos estadouniden­ nas, se habían dado vuelta para seguir su paso por el
ses, eran los blancos estadounidenses quienes me reci­ corredor. No era sólo curiosidad por saber a quién ha­
bían. Y eran los blancos estadounidenses los que iban bía venido a ver esta chica negra. Se volvían porque R.
a pagar mi estancia. Pero no podía tener ilusiones so­ era lo que, en elogio estadounidense, recibe el nombre
bre mi situación en el contexto general de la cultura del de gasser. Su figura era a un tiempo la receta y la cura
país. Si los Estados Unidos eran un sueño en mi imagi­ para cualquier hombre del país. Sin necesidad de me­
nación, Harlem era la fuente más devoradora de cu­ dirla se daba uno cuenta que cumplía con las tallas de
riosidad. Quería ver qué estaba ocurriendo «allí arriba». moda.
R. era una trinitaria que vivía hacía mucho en los Era una bella mezcla de negro e indio americano:
Estados Unidos. Yo había conocido a su hermana en nuez moscada con una enorme cabellera negra que le
Londres y unas cartas de presentación nos pusieron en llegaban a los hombros. El vestido era de lana blanca
contacto. Una semana después de mi llegada, escribió tejida a mano con grandes nudos que corrían paralelos
para decir que regresaba a la ciudad y preguntar si po­
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del cuello a las rodillas. Llevaba un cinturón apretado que ha combinado la indiferencia paciente del burro
y, cuando se sentaba, el desnudo paisaje oscuro de sus con el poder formidable del elefante. Terminamos
piernas quedaba a la vista de todos. La nariz se curvaba nuestros Manhattans y fuimos en busca de h mejor
hacia arriba y el destello negro de sus ojos me recorda­ comida que la Quinta Avenida pudiera ofrecer. Esta
ba a su hermana, pero no tomaba mucho comprender fue mi introducción a los mariscos americanos.
que había una diferencia enorme en la influencia que Cuando estábamos terminando de comer, pensé
habían tenido Inglaterra y los Estados Unidos en ambas, que era momento de hacerle una pregunta. Habíamos
nacidas en la misma ciudad y, hasta su pardda, educa­ estado hablando de personas a las que ambos conocía­
das por los mismos padres. mos, pero todavía no había intentado conocer qué la
R. era mucho más sofisticada que J. Aunque las dos movía. De modo que le pregunté qué hacía cuando no
eran de igual exigencia en sus gustos, R. era más segura. estaba escribiendo el libro. Había estudiado ciencias
Era evidente que los Estados Unidos le habían enseñado sociales y economía doméstica en la Universidad de
que no tenía por qué importarle demasiado equivocar­ Howard. Era maestra, pero había dejado Manhattan
se. Se podían formular preguntas y arreglar las cosas. para irse a vivir lejos, en White Plains, porque unos
¿Por qué no? De modo que me había sumido en una amigos le habían pedido que se ocupara de su perro.
conversación como si éste fuera nuestro primer en­ Ésta era su ocupación actual y no parecía verosímil
cuentro en diez años de una amistad de un origen que hasta que lo explicó.
ninguno de los dos fuéramos capaces de recordar. Dijo Al parecer la pareja estaba a punto de separarse,
que estaba escribiendo un libro y tuve la sensación de que pero no estaban seguros si era lógico divorciarse en esa
tal vez llevaba el manuscrito en la cartera. ¿Por qué no? etapa del conflicto. Eran profesionales negros de clase
Era elocuente, curiosa y sorprendentemente enér­ media y era evidente que les iba bien, porque habían
gica. De cuando en cuando, interrumpía la corriente estado de acuerdo en consultar a un psiquiatra. Si el
de preguntas con una disculpa formal: «Espero que no le sofá resultaba desfavorable a su unión sexual y el psi­
importe que le pregunte...» Y me resultaba claro que si quiatra aconsejaba el divorcio, sería divorcio.
yo hubiera hecho alguna objeción, se habría disculpa­ El psiquiatra, con astucia característica, aconsejó
do, se habría arreglado los cabellos en esa breve pausa contra el divorcio. Su problema era hacer frente al
y luego continuado sin más con el mismo tipo de pre­ Problema, lo que incluía verlo a él con gran frecuencia
guntas. Su hermana habría sido más formal de princi­ en el futuro. Llevaba algún tiempo escuchando sus
pio a fin, ocultando con gracia exquisita su deseo de confesiones y les aconsejó que tomaran vacaciones por
ser vista a la mejor luz posible. Pero el país había ense­ separado. El esposo dijo adonde pensaba ir y el psi­
ñado a R. que estuviera uno donde estuviera, la mejor quiatra escogió adonde iría la esposa, porque deseaba
forma de averiguar algo era sencillamente preguntar. asegurarse de que ninguno de los dos pudiera ponerse
La forma más rápida de permitir que un extranjero en contacto con el otro durante esta convalecencia
supiera lo que uno pensaba era simplemente hablar. extramarital. Pero quedaba un problema. Un costoso
Ésta era, en cierta forma, la franqueza de un Caliban caniche blanco era propiedad común de la pareja. La

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esposa quería llevárselo consigo. El esposo, con toda vían allí muchos antillanos y esperaba encontrarme
mala intención, decía que él lo había comprado. El con algunos.
psiquiatra no iba a permitir que el caniche destruyera R. me llevó a un bar de la calle 127. Ejn también
sus planes y enseguida dijo que ninguno de los dos lo restaurante. La atmósfera me advirtió que no se trata­
debía llevar. Afirmó con algo de lógica que la presen­ ba de un antro corriente de negros, aunque era impo­
cia del perro sería un recordatorio lamentable de que sible detectar signo alguno de exclusividad. En las
el otro todavía existía. El caniche sería una fuente de Antillas inglesas hubiera sabido de una mirada, por la
recuerdos que no ayudaría. No podían dejar solo al sensación y sonido, si era un lugar para empleados pú­
perro, de modo que fue en ese momento que se llamó blicos, misceláneo por causa del criquet, o exclusiva­
a mi amiga R. para que cuidara al animal. mente profesional. Pero aquí no se podía decir, porque
Durante este análisis largo y muy pormenorizado la ropa no era símbolo de estatus. A seis cuadras de
de las dificultades maritales de la vida estadounidense distancia, en cualquier cafetín de mala muerte, la clien­
contemporánea, comprendí que la palabra problema tela habría estado bien vestida. Y no había diferencia
estaba adquiriendo para mí un nuevo significado. En el de acento que permitiera conocer los posibles antece­
pasado la había usado para generalizar una condición, dentes de enseñanza. En las Antillas inglesas habría
no era más que un nombre cómodo. Pero R. la usaba sabido si el habla local era en realidad el único ritmo
en una forma que la convertía en un elemento, de de discurso de la persona, si se había deslizado en él en
hecho en la propia fuente de toda perplejidad privada. broma o si era un lapso temporal del inglés estándar pro­
En otras palabras, no era el resultado de vivir jun­ vocado por un momento de excitación. Estos eran atri­
tos. Era la fuerza original, la atmósfera total que sellaba butos que aquí no existían.
la suerte de toda relación. Y de nuevo me sorpren­ El elemento de superioridad estadounidense se veía
dió la diferencia de las formas de pensar de R. y su en la eficiencia del servicio. Había un cantinero bajito
hermana. De habérsele dicho a la hermana en Londres que se movía como una ardilla de un extremo al otro del
que tenía un problema, lo habría interpretado como bar. Sus manos eran imanes con media docena de vasi-
una invitación para meterse en la cama y enseguida tos pegados entre los dedos. Los colocaba en el bar,
se le habría pedido a uno que se marchara. ¡Ni hablar daba vuelta para tomar la bebida, y de repente estaba
de una conversación así! encarándolo a uno de nuevo: cuatro botellas grandes,
Nuestro almuerzo fue tardío y prolongado, pero dos en cada mano, mientras servía cuatro tragos dis­
los dos lo disfrutamos. Quedaba todavía una hora más tintos en los seis vasos. Y no dejaba de hablar. Ahora
o menos antes del anochecer y caminamos por la Quin­ era un comentario sobre la bebida, una respuesta a un
ta Avenida, mirando las vidrieras y hablando de Trini­ murmullo distante, un consejo sobre qué botones apre­
dad. Luego montamos el metro y el peregrinaje por tar en la vitrola del rincón. Era un perfecto malabaris­
Harlem había comenzado. Esta fue mi primera excur­ ta con botellas y vasos. Y llevaba varios años haciéndolo
sión a la presencia africana en los Estados Unidos. Vi­ sin que apenas se le imputaran errores.

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Vino a nuestra mesa y tomó la orden. Ahora po­ Sonrió como si estuviera enseñando a su caniche
día verlo mejor. El rostro era de un suave negro car­ algunos trucos útiles; entonces miró a la mujer y dijo:
bón, pómulos altos y cabellos color ladrillo rojo, con —Casi seguro que a eso de las diez estará picando
el peine pasado, aplastados brillantemente contra el algo.
cráneo. Los cabellos cambiaban de color según el foco Con lengua inglesa o sin ella, siendo negro o no,
que lanzaba sombras a su cabeza. sin dudas estaba en territorio extranjero.
A tres mesas de distancia había una mujer sentada so­ En algún momento en las semanas siguientes dejé
la con los cubiertos delante. Leía hasta que llegó una el hotel del centro y me mudé a Harlem. Viviría en
camarera con una bandeja cargada de comida en una Greenwich Village antes de irme, pero había tiempo
mano y una botella de cerveza en la otra. Había la suficiente. R. me consiguió la copropiedad de un apar­
misma gracia y rapidez de movimiento en la mucha­ tamento en la calle 135 y Riverside Drive. La casa en
cha. Se colocaron los platos, se vertió la bebida, se en­ realidad estaba en Riverside, a una pedrada del río
tregaron las servilletas y se indicó dónde estaban los Hudson. Por las tardes, podía cruzar la calle y un puente
palillos, todo al mismo tiempo, como si estas acciones me unía con Nueva Jersey. Era una esquina maravillo­
fueran partes iguales de un mismo movimiento conti­ sa, pero me imponía responsabilidades extrañas, por­
nuado. La camarera se marchó y R. me vio mirando a que se me recordaba con frecuencia que en realidad no
la mujer que estaba sola. Había comenzado a comer. vivía en Harlem. Vivía en Riverside Drive.
-¿La conoces? -m e preguntó. La distinción es importante por el hecho de que
—¿Está sola? Harlem está a una eternidad de distancia del significa­
Mi pregunta fue un misterio para R. ya que sabía do de Riverside Drive, aunque hiciera todas mis comi­
que mi cortesía no permitiría ese tipo de distracción. das en el corazón de Harlem, a dos minutos a pie de
—¿Va a comer sola? —pregunté. mi puerta. Mi dirección era en realidad Riverside Drive,
Y R. me respondió enseguida que las mujeres allí pero si hubiera sido posible darle vuelta al edificio, su
no eran como las antillanas. Eran independientes. Tra­ parte trasera hubiera estado en Riverside y su puerta
bajaban y gastaban su dinero como querían. Pero no de frente miraría directamente a Broadway. El mismo
era la independencia lo que me sorprendía. Era el ta­ número, la misma calle con la puerta abriendo a
maño del bistec. Aquel enorme trozo de carne a la Broadway y no habría duda de que vivía en Harlem.
parrilla con un huesito solitario en forma de T era en De modo que usaba las dos direcciones. A veces decía
Inglaterra comida suficiente para una familia de siete. Harlem y otras Riverside Drive.
Traté de explicarle a R. que a su hermana en Londres Fue en este período que conocí a un grupo de ne­
le aterrorizaría cualquier asociación con esa gula al aire gros estadounidenses que caían en la categoría de elite
libre. negra. Muchas veces iba a mi primer bar del distrito
-¿Qué hora es? -preguntó ella. residencial en la calle 127, porque se convirtió en mi
—Las siete en punto. refugio en la ola de calor. Fue de ese bar que me dirigí

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a conocer a la jefa de relaciones públicas de una de las
mismo intervalo para asegurarme que deseaba que vi­
mayores revistas negras del mundo. Nuestro destino
viera en especial esta noche, porque era algo que no se
era Long Island, donde una celebridad del mundo so­
daba todos los días.
cial daba una fiesta en ocasión de su salida de una fabu­ Pero hubiera preferido que no me hablaran, por la
losa mansión blanca en que había vivido unos siete u lentitud con que yo siempre respondía. También, en­
ocho años. Como las Navidades estaban cerca, había contraba más interesante su conversación de lo que ellos
decidido combinar los dos recuerdos: Navidades y hubieran encontrado mis respuestas. Porque sus co­
Despedida.
mentarios sobre amigos viejos y en algunos casos olvi­
Eramos cinco en el carro: tres mujeres, yo y el dados me daba alguna idea de las fuentes de ingresos
chofer, que era el esposo de una de las mujeres. Una mujer entre los negros prósperos.
había llegado aquella mañana de Chicago. Su única -¿Cuándo vendió Judas su negocio? -preguntaba
razón para haber volado a Nueva York era la fiesta y
alguien.
me dijo que era probable que regresara el día siguien­ Y en el curso de respuestas contradictorias, me
te, según como se sintiera. Había leído sobre nuestra enteraba que «vender» no siempre entrañaba comprar.
anfitriona en las noticias sociales, pero fue el vuelo Podía querer decir cambiar. Judas incluso pudo haber
desde Chicago lo que me recordó que yo venía de una vendido su negocio a Judas, aunque no era Judas quien
aldea. Comprendí lo que había querido decir R. con lo parecía ser su dueño. Y «negocio» tenía una amplia
de la independencia de la mujer estadounidense, por­ variedad de significados. Podía ser un comercio de be­
que la dama de Chicago no había traído consigo a su bidas, una agencia de seguros o una funeraria. Podía
esposo. ser también una «operación» sin residencia física con­
La mujer no dejó de hablar en todo el trayecto y lo creta. Pero Judas, fuera quien fuera, era un barómetro
que me sorprendió a las dos horas de viaje fueron su
para medir gastos.
resistencia y su autoridad. Se comentaban aspectos in­ Judas era un hombre que gastaba fuertes sumas de
ternos del mundo del espectáculo. Se intercambiaban dinero. Porque este tipo de negro estadounidense que
noticias sobre amigos a los que habían dejado. Se in­ conocí —no sé si lo mismo ocurre con los blancos esta­
tercambiaban direcciones de amigos nuevos y se po­ dounidenses—siempre recalcaba cuánto le había costa­
nían al día sobre los acontecimientos más recientes. La do algo. Puede que fuera una fiesta, una casa, un
periodista, sin duda, andaba a la caza de rumores. Una y experimento de alguna naturaleza dudosa. Pero era el
otra vez la señora de Chicago me preguntaba qué pensa­ costo lo que se alzaba como criterio. El precio de una
ba de los Estados Unidos. Era como si quisiera recor­ cosa era indicación de su pasado, de modo que si ahora
darme que no me había olvidado. No se me ocurría era pobre, no quedaban dudas de que en un tiempo
nada que decir y, en todo caso, pronto me distrajo la otra había sido un hombre de cierto modo acaudalado. Y el
voz masculina que le pedía a su esposa que no molesta­ recordatorio era sólo una forma de convencerse de que
ra, que estaba seguro de que éste era el camino que lo sería de nuevo. Del mismo modo, de ser rico, usaría
llevaba a Long Island. Ahora la periodista usaba el alguna fase de pobreza como introducción a un pasado
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que era inseparable de su estatura presente, porque Estaba también el otro tipo de periodista negro
mientras mayor la pobre 2 a que había conquistado, —recuerdo a pesar mío a una conspicua experta feme­
mayor el logro que sus circunstancias ahora ilustra­ nina—cuya prosperidad aumentaba con cada creciente
ban. Este cambio confiado al pasado no es difícil de desastre infligido a los negros. Siempre me he pregunta­
mantener, porque el pasado nunca está lejos. Además, do cuál sería la justificación de una existencia tal, qué
no es improbable que regrese. haría si el país mañana despertara y viera que no había
Judas había atravesado varias etapas en estos inter­ problema negro. Pero había algo que me daba algún
cambios. Ahora parecía que habíamos llegado. Vi estatus en tanto que escritor: me encontraba en los
montones de carros parqueados delante y me disponía Estados Unidos por invitación de dinero blanco. La
para la ocasión cuando la señora de Chicago me dijo temperatura del aire cambiaba siempre que se decía
que todavía faltaba un poco. que El -él era el aura en que el nombre George encon­
-H ay muchas fiestas hoy aquí -comenté. traba su sanción real—estaba aquí en una Guggenheim.
—Es la misma fiesta —repuso-, pero hay montones de Ese nombre se convertía en la alfombra mágica en que
gente y montones de gente significa montones de carros. me era posible flotar. No habían leído ningún libro
Estaba siendo amistosa, pero comprendí que debía mío, no habían leído a James Baldwin, uno de los mejo­
mantenerme en guardia, porque de repente me volví a res escritores del país, pero Guggenheim era sinónimo de
sentir en territorio extraño. Un negro estadounidense millonario y los millonarios no andan despilfarrando su
ofrecía esta fiesta, pero el vínculo de negro no me ayuda­ dinero en un negro, y menos en un negro que no fuera
ría necesariamente en mis errores. Porque por indife­ estadounidense. Los Guggenheim estaban en algo que
rente que sea uno al dinero, éste establece una atmósfera merecía la pena, que era rentable, y este hombre esta­
que exige atención. Además, yo era escritor y con gran ba de un modo u otro vinculado a ello.
frecuencia eso no ayuda para nada. Esta actitud me provocó gran confusión y dolor
Para dar un ejemplo de la fuerza con que el mundo una noche en Harlem, adonde había ido con algunos
blanco se ha ganado la imaginación negra, en mis pri­ amigos a la apertura de un nuevo bar. Estaba pasándola
meras visitas a Bar 27 había observado que yo era fuente bien de modo bastante callado. Se pronunciaban algu­
de curiosidad en parte por ser negro y no estadouniden­ nos discursos y me agradaba que no tuvieran nada que
se y en parte por haber llegado a Nueva York desde ver con la literatura. Me sentía seguro. Nadie me iba a
Londres, donde vivía. De haber llegado de las Antillas pedir que hablara sobre el futuro del comercio de lico­
en un papel muy similar, hubiera sido menos impor­ res. Pero para mi sorpresa, oí al Maestro de Ceremonias
tante a sus ojos. Porque ese bar era el santuario de los anunciar —como lo habría hecho de haber llegado Nat
profesionales y no se me veía como a un profesional. King Colé—que una celebridad venida de lejos honraba
Era escritor, lo que podía significar casi cualquier cosa la apertura de este Bar. Nadie me había advertido que
y que, en su experiencia con los periodistas negros es­ esto ocurriría, pero quedé por completo atónito cuan­
tadounidenses, solía significar una: pobre. Ambicioso do el Maestro de Ceremonias repitió «es un honor te­
y brillante tal vez, pero pobre. nerlo aquí. Ahora no lo veo, pero estará aquí en un

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momento... tenemos aquí al mayor autor vivo del sería de buen gusto que me vieran conversando con la
mundo». Un haz de luz cegador buscaba por el salón, criadita color nuez moscada. Era con mucho la mujer
llegando a todas partes para detectar a la víctima de más joven y bella del lugar. Pronto la anfitriona me
este camuflaje mayúsculo. No había rostros blancos saludó y todos subimos un tramo de escalera. Se me mos­
en el bar, de modo que el mayor del mundo debía de tró una habitación a la izquierda que se había reserva­
ser negro. Los aplausos eran atronadores. Por nada del do para los abrigos de los hombres y las mujeres
mundo iba hablar allí o en cualquier otro lugar en un siguieron el corredor hacia una de las habitaciones de
papel tal. De modo que me negué a salir de mi escondite. la derecha, que era para las «cosas» de las damas.
Que me vieran era ya malo. Pero que me busca­ Era una atmósfera de gasto extravagante. No sé
ran puede ser una experiencia verdaderamente des­ cuánto valdría el lugar, pero un montón de dinero había
concertante. Estaba donde no me veían, en un rincón cambiado de manos en este enorme mito blanco. Cuan­
apartado. Pero el Maestro de Ceremonias se negó a do nos reunimos de nuevo en el corredor, la anfitriona
continuar hasta que me hubiera pescado. En un mara­ me llevó a una visita dirigida de piso en piso, explican­
villoso gesto de amabilidad, dijo a la «casa» que no ha­ do el uso de los salones. Estaba el salón Azul, el salón
bría discurso. Era gran tradición entre los grandes Rosa y había otros, todos bautizados como mascotas
hombres ser modestos y tímidos. Pero bastaría con animales con el nombre de su color particular.
que nuestro amigo venido de Inglaterra -las Antillas Si ahora parezco muy objetivo sobre todo esto es
inglesas habrían sido una arena demasiado pequeña porque ha pasado mucho tiempo, porque no me tomé
para la ilusión que necesitaba crear—mostrara el ros­ libertades en esa atmósfera. Me comporté con discre­
tro, saludara y lo dejara así. ción, cierta austeridad y rectitud para las que me había
La luz me había encontrado. De repente recordé preparado mi educación colonial. Puede que hubiera
la expresión de gratitud exhausta que muchas veces olvidado algunas de las lecciones, pero asistí a una escuela
veía en el rostro de Joe Louis al terminar una pelea, de secundaria colonial donde el propósito principal era crear
modo que me puse en pie y levanté apenas el brazo un muchacho que, en cualquier momento y en cual­
derecho en una expresión natural de victoria, nuestra quier parte del mundo, fuera reconocido por lo que su
victoria. escuela había hecho de él: Un Caballero.
No creí que esta noche ocurriera nada parecido, Pero ahora era un caballero distinto. Dudaba que
porque esta fiesta se encontraba en otra dimensión de mi presencia en este templo fuera adecuada. Después
dólares. Habíamos llegado. La anfitriona nos recibió de algunos meses en los Estados Unidos, me parecía
en la puerta donde esperaba una bella muchacha de evidente que mi concepción entera de lo que era un
unos dieciocho años con pequeños folletos en una ces­ caballero no sólo era obsoleta, sino por completo sui­
ta de mimbre. La criada esperaba hasta que nos saluda­ cida si se pretende sobrevivir como ciudadano en esta
ran formalmente y entonces distribuía los folletos. arena competitiva. No tenía más dinero que la asigna­
Las señoras se lanzaron a bienvenidas y reminis­ ción mensual de la beca de investigación. Era una mise­
cencias con la anfitriona y yo esperé, preguntándome si ria en comparación con lo que la mayoría de esta gente
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podía permitirse perder en una tarde. Pero tenía a —Whisky —pedí.
Guggenheim de mi lado y Guggenheim es sinónimo —Americano o escocés.
de millonario y millonario es algo que esta gente com­ —Americano.
prende y puede pronunciar un día con sentimiento de —Diga cuándo —pidió y decidí no apurarme con el
orgullo. Si estos negros estadounidenses no deseaban cuándo. Me miró con algo de aprensión y repitió «cuán­
tener tratos conmigo, un antillano, un escritor, un vi­ do». Sonreí, le di las gracias y repetí que estaba seguro
sitante interesado en el gran experimento del Nuevo que estaba bien. No quería agua, leche o soda. No ne­
Mundo, tendrían que tener tratos con el Gran Dios cesitaría más que dos precipicios solubles de hielo. Es­
Blanco, Guggenheim. taba decidido a soltarme con un whisky a la roca.
De modo que en ese momento pregunté a la anfi- Me entretuve un rato en el bar, mirando, inter­
triona —nos dirigíamos al gran salón en que se condu­ cambiando sonrisas y saludos preliminares con desco­
cía a los invitados hacia nuevas amistades—si por favor nocidos, personas a las que podía llegar a conocer en el
podría tomar un traguito antes de encontrarme a mis curso de la mañana siguiente temprano. No deseaba
amigos estadounidenses. Para entonces había oído quié­ incitar a ninguna conversación sobre las Antillas, por­
nes estaban presentes, entre ellos un juez, un alto fun­ que no podía estar uno seguro de lo que allí se pensa­
cionario de las fuerzas armadas, la ex esposa de un ba. La relación entre el negro estadounidense y el de
importante cantante del hit parade estadounidense. En las antillas inglesas me parecía muy delicada. Limité
otro nivel estaban las clases profesionales. Los artistas mis comentarios a la anfitriona, observando su popu­
que habían conquistado Hollywood ocupaban pues­ laridad y su atractivo. Su encanto era una de las cosas
tos relativamente altos en esta jerarquía, no sólo por­ más sorprendentemente verdaderas del lugar. Era una
que tuvieran mucho dinero, sino porque lo habían mujer que se desenvolvía con gran aplomo y con una
ganado en competencia con el mundo blanco. facilidad enormemente perfeccionada.
Fuimos al bar, que en realidad era un salón amplio Entonces se me acercó un blanco y comenzó a aco­
con completa licorería. Quiero decir que se veía exacta­ sarme para que hablara de mí mismo. El estadouni­
mente como cualquier bar corriente de hotel y casi tan dense blanco tiene un instinto infalible para descubrir
bien surtido. Las paredes estaban atestadas de fotogra­ a un negro que no es estadounidense y era evidente
fías, la mayoría de negros del mundo del espectáculo. que este hombre estaba tratando de averiguar qué pen­
Había unos pocos rostros blancos y es muy interesante saba de «esta gente». Me molesta enormemente ser
estudiarlos. considerado una excepción por personas de circuns­
—Quisiera un whisky —dije y la anfitriona me indi­ tancias en realidad muy excepcionales. No me agrada
có que le pidiera a Fulano de Tal lo que quería. Detrás ser cómplice de la virtud restringida. De modo que fui
del bar había un hombre elegantemente vestido. Lleva­ breve y preciso. Lugar de nacimiento, residencia en
ba traje de etiqueta, negro de la cabeza a los pies, con Londres y a la pregunta: «¿A qué se dedica?» —que siem­
camisa blanca y lacito negro. Se movía en su ropa con efi­ pre guarda relación con los ingresos—respondí que me
ciencia extraordinaria. ganaba la vida como escritor.
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—¿Qué escribe? mirada había encontrado a un viejo amigo del Village. Era
—Libros. dramaturgo y pintor y su primera obra, con Eartha Kitt
—¿Sobre qué? de protagonista, acababa de estrenarse en B: oadway.
Era precisamente por eso que lo habían invitado. Era un
—Sobre nosotros.
-¿En qué estilo? hombre pobre, artista y negro, que son las tres catastró­
ficas descalificaciones para la compasión, pero Broadway
—En el mío.
estaba de su lado. Y el tipo de oropel sobre el que está
—¿Le han publicado algo?
construido Broadway no es broma. Es el sueño que
—Todo lo que merece la pena publicarse.
conduce a un remanso en que la codicia invita, un lu­
Hizo una pausa y sin duda no había mucha frater­
gar en que puede uno sentirse exiliado con seguridad
nidad en la firmeza irritada de su mandíbula.
de las necesidades corrientes de los hombres corrien­
—Parece muy confiado.
tes que, en todo el mundo, no discuten con reyes o
—Sólo digo la verdad.
políticos, sino con la vida, rogando que una bocanada
Entonces volvió a relajarse y preguntó:
de aire divino no deshonre sus rodillas que el hambre
—¿Ha conocido a mucha de «esta gente»?
ha hecho débiles e indefensas como la propia infancia.
Fue la categoría de «esta gente» la que me parecía
El dramaturgo se acercó, nos estrechamos la mano y
que no venía al caso en las circunstancias generales de
sonreímos como si alguna divinidad nos hubiera dado
este salón. Y me pareció llegado el momento de más
permiso para hacer cualquier mueca que deseáramos.
whisky. Lo invité a que se me uniera. Se negó. Lo la­
Era una excepción entre los estadounidenses que ha­
menté y me volví a mi amigo en el bar. Deseaba otro
bía conocido. Cuando le pregunté si le podía servir un
pequeño volcán de hielo y la mitad del whisky que me
whisky, me dijo: «No te apures», lo que significaba
había servido antes. El whisky había hecho su labor.
que no bebía. Me recordó a un haitiano que, en res­
No tenía la cabeza atornillada o desatornillada. Senci­
puesta a mi pregunta: «¿Fuma?», me respondió: «Can­
llamente estaba ahí. No me iba a meter en ninguna
to.» Me tomó un momento comprender que el haitiano
discusión, pero si me hacían preguntas, respondería lo
quería decir que tenía que mantener una celosa vigi­
mejor que pudiera y si las preguntas tenían que ver
lancia para conservar la voz.
conmigo y con mi trabajo, tal vez yo fuera la mejor
Le pregunté a mi artista amigo cómo iba la obra.
autoridad en ese campo. Me sentía por completo a mis
Pareció un poco aprensivo sobre su futuro, a pesar de
anchas. Mi única limitación era el baile, que me gustaba, las excelentes críticas, porque había una advertencia
pero no hacía bien. Pero con la multitud, la atmósfera de que Eartha Kitt ofrecería sus servicios a otros. Como el
de nirvanas inmediatos, más tarde o más temprano mis elenco era casi todo negro y muchos negros habían es­
piernas tendrían que revelar su analfabetismo. Como tado esperando este tipo de oportunidad, estaban ahora
Caliban, en algún momento pediría mi cena, lo que
a la merced de la decisión de ella.
estrictamente significaría una pareja de baile. Me dio la impresión de que Eartha Kitt no se haría
Mi interrogador blanco había regresado a sus asun­ muy popular entre aquellos que perdieran el trabajo,
tos. Y pronto me sentía como un embajador, porque mi
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pero debe tenerse en cuenta que el poder que repre­ En esto tenía una buena inversioncita, porque no
sentaba su decisión, las implicaciones de ésta para un hacía mucho había aparecido un libro mío en los Esta­
grupo de actores que había estado esperando ese día, dos Unidos y había recibido una amplia reseña, con
este tipo de poder no debe estar nunca al alcance de fotografía y todo, en The New York Times. Ser aceptado
una persona. No ayuda juzgar desfavorablemente a Eartha por sus méritos como fiel en la gran Catedral en que se
Kitt hasta que encaremos el hecho de que hay algo supone que el gusto no realice distinciones de tez no
terriblemente equivocado en la organización del arte difiere del deleite antillano ante la aprobación melin­
en que ella exhibía sus dotes. drosa del Tondon Times.
Mi amigo y yo hablamos mucho sobre esto y so­ Es la psicología de un tipo de exilio que ha encon­
bre las personas que estaban en la fiesta. Quería saber trado un puerto provisional de amistad, un indulto
cómo me habían invitado y le hablé de la periodista de la colonial de la duda de que uno pudiera estar a la altura
revista negra. Así fue que supe que la mujer de Chicago del nivel requerido: haber logrado triunfar no solo en­
había comprado hacía poco un grabado chino en diez tre gente de raíces, educación y expectativas como las
mil dólares. Le pregunté si en realidad valía lo que había propias, sino haberlo hecho precisamente donde ha­
pagado y respondió con una risita que eso no importaba. cerlo se ha considerado siempre una imposibilidad, una
En Chicago, uno o dos negros de dinero habían deci­ improbabilidad comprensible o, a lo sumo, un suceso
dido dar cierto tono a su riqueza y estaban de acuerdo notable en un territorio en que habrá que marcar nue­
en llamar en su ayuda a la cultura. Como el arte chino, vas fronteras de juicio.
al igual que el idioma, son los que más se oponen a A Próspero no le preocupa volver a marcar estas
cualquier conocimiento autorizado, como nadie en esas fronteras siempre que Caliban no fastidie con una nue­
circunstancias especiales podía discutir el valor relati­ va intrusión, siempre, en otras palabras, que no pida un
vo del grabado chino, el grabado chino era la inver­ mapa por entero nuevo. La «grosería» de un político
sión más segura. Me pareció lógico, porque en Trinidad colonial puede a veces ser juego de niños en compara­
a algunos de nosotros nos había dado por escribir poe­ ción con la «grosería» de un artista colonial que se niega
sía moderna, porque «moderno» significaba estar exen­ a discutir porque insiste que su obra es prueba de que
to de cualquier acusación de distorsión sin sentido. este tipo de discusión es una pérdida de tiempo. Puede
Me enteré entonces que me encontraba en medio que Caliban diga: No niego tu importancia, porque
de la sociedad negra en el nivel supremo de logro colo­ todo trabajo puede tener alguna importancia. Tú y yo
nial. Algunas de estas personas no sólo habían alcan­ somos descendientes de Shakespeare. El legado no se
zado lugares cimeros en sistemas importantes de la escoge. Pero resulta que Shakespeare y yo tenemos más
defensa nacional y la expansión cultural del país. Mu­ en común que tú y yo o que tú y Shakespeare. No es
chos de ellos habían desafiado la supremacía de las culpa suya, mía o tuya, si a eso vamos. Lo digo simple­
normas blancas en una arena blanca: en Hollywood, mente para traer a tu atención el origen de tu error.
en Broadway y en la prensa nacional, a diferencia de la Porque no estoy interesado en mirar atrás más que
prensa negra. como forma de saltar a otro lado e ira, por tanto, es un

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nombre erróneo para esa mirada. Tampoco tengo suer­ aceptemos el hecho de que estamos aquí, viendo y sien­
te en el sentido que a Jim, o como se llame, le gusta do vistos de una forma dada.
pensar que no la tiene. Tengo una habitación en que Yo había visto aquella fiesta a mi manera. No sien­
se hace algún trabajo, pero su función no guarda rela­ to mala voluntad hacia la gente, pero negro .p no, mi
ción alguna con la altitud. No está arriba, abajo o si­ sangre se rebeló contra el mito colosal que, al recom­
quiera en el ala izquierda del viejo reino. Las raíces pensar sus ambiciones, había empobrecido mortalmen­
serían un paisaje más probable para su construcción. te su espíritu.
No hay premura acelere o desacelere. No estoy fuera
de otra cosa que no sea la muerte, porque estar vivo es * * *

estar irremediablemente dentro, cualquiera que sea la


geografía del lugar. Estoy aquí porque estoy aquí y No mucho después de esta fiesta fui a pasar el fin
estoy sólo recalcando estos hechos evidentes porque de semana con una pareja angloamericana. El esposo
se me ha ocurrido que tu forma de ver guarda relación era de los estados sureños. De joven, había huido de la
con un concepto infantil de que no estás aquí, sino en supremacía blanca de Georgia hacia la atmósfera más
otra parte. Tus cavilaciones exigen la fuerza de una civilizada de Harvard. Había impartido clases en Sarah
desesperación privilegiada, pero se trata de una fuerza Lawrence y ahora era conocido en el mundo editorial.
dudosa, porque es improbable que cualquier hombre Es a este hombre que debo mi experiencia en el mun­
hable con convicción sobre asuntos importantes a no do blanco del país en un nivel doméstico dado.
ser que se vea él mismo relacionado con una ocasión Diría yo que era un ejemplo saludable de la con­
importante. ciencia puritana en rebeldía. En nuestras varias con­
El diálogo que Caliban ofrece ahora a Próspero es versaciones durante esa semana, respondía con la mayor
una ocasión importante, porque se basa en un gran franqueza a mis preguntas sobre aquellos aspectos de
drama y se deriva de él. Describiría ese drama como la la vida del país que guardaban relación personal con­
liberación de dos tercios de la población mundial de migo como visitante: Raza, Literatura, Política, Vio­
un purgatorio largo y doloroso de inconciencia. No lencia. Porque durante mi estancia en los Estados
podemos predecir la forma de esta resurrección explo­ Unidos había mucho vandalismo adolescente en la sec­
siva de necesidades nuevas y energías nuevas, pero está ción puertorriqueña de Nueva York. Fue también el
aquí, el nuevo paisaje de ustedes y también mío. El momento en que un niño de doce años de edad, Tull,
mundo del que han surgido nuestras formas recípro­ había sido sacado de su casa por cuatro blancos que lo
cas de ver fue en un tiempo el mundo de Próspero. Ya habían matado a golpes y luego arrojado el cadáver
no es suyo. Además, nunca volverá a ser suyo. Es nues­ apenas reconocible al río. El niño había ido a comprar
tro, el legado de muchos siglos, que nos exige un tipo dulces a un comercio y había violado a una mujer al
nuevo de esfuerzo, un dpo nuevo de visión de los ho­ mirarla durante más tiempo de lo que ella consideró
rizontes posibles de nuestro propio siglo. Que el futu­ necesario y apropiado para su presencia en el lugar. Es
ro enjuicie los errores que el futuro permita. Pero difícil concebir la brutalidad calculada que pudo llevar
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a hombres a buscar al niño a su casa horas después, hoy debo acompañar a la señora A. al veterinario con
arrancarlo del lado de su abuela y acabar con él despia­ dos gatos más: uno con la pata desgarrada y el otro
dadamente con hierros y puños. con el rabo herido. No se sabe si se le trabó en una
Es ante este trasfondo de sucesos que mi anfitrión ratonera o en la boca de un perro, pero ésa es la situa­
estadounidense, que era un sureño blanco, hablaba ción. La señora A. es galesa, una señora mayor que
sobre su país. Trabajaba en la calle 42 y regresaba a cojea un poco, bajita, delgada, y por entero doméstica.
casa todas las noches en tren y carro. Comíamos a eso Su voz suena desafinada la mayoría de las veces, exce­
de las siete y media y conversábamos hasta las diez, siva e incongruentemente inglesa. Hay una niñita en­
cuando se retiraba para examinar el correo y planear cantadora, de catorce o quince años, que acaba de irse
el día siguiente en la oficina. Se levantaba a las seis y se al colegio, por lo que la señora A. y yo quedamos uno
marchaba a las siete y media para enfrentar los rigores a merced del otro...
del ejecutivo estadounidense. Dios sabe cuándo des­ Esta noche vendrán a cenar la conferencista de crea­
cansaba. Sin dudas era incapaz de mantenerse ocioso. ción literaria y uno de sus colegas. Mañana el doctor
Le cobré un gran afecto y creo que mi admiración tenía M., que es el director, se hará cargo de mí y el martes
poco que ver con su interés en mi comodidad personal. el Director de Educación (creo que eso es) nos invitará
Lo que admiraba era su energía, así como su capacidad a cenar a todos... Aquí (en los Estados Unidos) todo
para sobrevivir a las responsabilidades de una vida que parece enrarecido: el orden y cuidado de las cosas y los
debió ser, en las esferas personal y oficial, rigurosa en baños positivamente aterradores en su contradictoria
extremo. impecabilidad. Tiene uno que recordarse a sí mismo
Vivían en una aldea que había conservado su nom­ dónde está.
bre indio y se decía era parte del país más rico del Los gatos debieron quedarse en el veterinario un
mundo. Los barrios residenciales del reino de aquellos día al menos; a uno lo van a someter a una suerte de
que acababan de alcanzar la comodidad, pero esta col­ operación en el rabo y al otro en la pierna. La señora A.
mena había dejado de ser un suburbio y se le conocía recibió terribles arañazos en ambas manos, pero lo so­
como Exurbio. Es en conexión con la fiesta ofrecida por portó todo con un abrumador estado mental de «no
los negros en Long Island que deseo referir mi estancia importa». Le hizo bastante gracia la indicación del
con esta familia y, dado que no deseo que se interpreten veterinario de que era probable que uno de los gatos
o esquematicen mis recuerdos, me remitiré a las notas necesitaba, o merecía, ser castrado. El principio mas­
que hice a fin de mantener activa mi mano de escritor. culino, observo, no se desarrolla bien en este país. Sin
dudas es el reino de la mujer, no tanto un matriarcado
Martes 16 de diciembre como una conspiración femenina... Son ellas quienes
La casa está llena de animales criando o convale­ inventaron la línea de puntos y convirtieron cada fir­
ciendo. Una caniche francesa acaba de tener dos bebés ma en una orden judicial...
negros y en otra habitación se espera que una gata ten­ (Estrella de cine vista de cerca.) Un bloque de hielo
ga una camada de seis en un día o dos. En la mañana de en un empeño obsceno por soltar vapor...

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Viernes cabellos como una pierna de carnero. Una buena can­
Me tomé la mañana para revisar la biblioteca lo­ tidad de whisky ha viajado por ese rostro que nutre
cal. La señora A. me había llevado en el carro y me una tristeza arraigada y regresa al rostro de nuevo en
había prometido dejarme solo media hora. Por supues­ un brote de amargura toda florida y sonrosada. La boca
to, decidió ponerme directamente al cuidado del bi­ es pequeña y delgada, un déficit de labios que tiemblan
bliotecario y de una asistente... como el rostro de una rata agitada. A veces me siento
Trataré de describir un poco a la señora A. Dedi­ inquieto sobremanera cuando está a punto de decir
cada y atenta. Ayer entramos en un comercio en bus­ algo. Se siente uno como si algo tremendo fuera a ocu­
ca de Players; lo encontramos y de inmediato insistió rrir. Una declaración, una rendición, algún reconoci­
en que se pusiera en la cuenta de su casa; cuando le dije miento triste y flébil de desastre final. Siempre desvío
esta mañana que deseaba ir al pueblo a buscar más ci­ la mirada tratando de evitar sus ojos y de ocultar mi
garros, anunció con sonrisa de triunfo que ya se había propia conciencia de esa ansiedad dolorida que parece
ocupado de eso. Me alegré mucho, pero todavía no me desacelerar el motor o apagar el fuego. Y entonces la
repongo del cartucho con cinco paquetes de Winstons señora A. dice con la mayor ternura y cuidado: «Me
tamaño gigante que dijo debía guardar en mi habita­ agrada mucho la gente.»
ción. Pensé que bromeaba hasta que se me ocurrió que Lleva los cabellos peinados hacia atrás y dos trenzas
ellos nunca fumaban otra cosa que Chesterfield y ha­ planas van de oreja a oreja en el centro de su cráneo. Un
bía sido ella quien me había oído pedir Winstons una
delgado surco blanco corre desde la piel de la frente has­
mañana en el mismo comercio. Estoy tratando de bus­ ta el centro de la cabeza. Es la expresión de un colono
car un animal con rostro y expresión que me dé una inglés a quien un sufrimiento callado, displicente, ha
clave de la señora A. Los animales son de mucha ayu­ atado en algún rincón muy remoto de un imperio vasto
da en ese sentido. Muchas veces es recordando un ave u e imposible. Nunca se ha visto a las malezas encogerse y
otra criatura que logro una descripción más o menos disponerse a morir en un suelo de roca, sino revolotear
exacta. Tengo el equivalente animal de la señora A. es­ con cada ráfaga de viento en el impresionante papel de
condido en algún lugar de la parte trasera del cráneo, estar alegremente vivas. La señora A. posee esta cuali­
pero no aflora... dad de ruina victoriosa. Hacemos una pareja extraña,
Su postura, cargada de espaldas, resulta especialmen­ prueba, supongo, de incongruencia armoniosa. En oca­
te inquietante; no es sólo una deformidad —en reali­ siones temo que mi discurso me traicione, pero hay
dad, nada parece deformado—que a uno le sea posible momentos en que quisiera decirle: «A mí también me
observar sin tomar en cuenta. Es algo así como una agrada mucho la gente.»
postura profesional, una tendencia parecida a llevar el
sombrero en un ángulo dado, no por casualidad, sino
Sábado
con propósito e insistencia. De modo que está la joro­ Una noche en casa de B. F., quien es editor ejecutivo
ba. A veces la observo de perfil y me sorprende el ros­ de una de las revistas de la cadena que incluye a Time,
tro, asado y empolvado, colgando de las raíces de sus Ufe, Fortune, etc. Fue una experiencia poco corriente:
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era la primera vez que escuchaba este nivel de conver­ situación como si fuera distinta, individual y por com­
sación de ciudadanos estadounidenses hablando sobre pleto aparte. Tendemos a no ver o vivir situaciones se­
la política del país y entrevistándome sobre la reac­ gún la continuidad de los sucesos y es sólo cuando las
ción europea a los estadounidenses en casa y en el ex­ circunstancias nos dañan que comenzamos a realizar las
tranjero. F. tíene un hijo en Oxford y leyó una carta correcciones necesarias.
del muchacho que acabada de asistir a su primera re­ Cuando regresé a Manhattan -ahora me había ido a
unión en Oxford Union... Los estadounidenses no se vivir a Greenwhich Village—, un antillano me llevó a ver
percatan de lo cansados que están los ingleses. El fer­ a un viejo amigo suyo. Era un negro nacido en Tennessee
vor es un lujo que los nervios son incapaces de sopor­ que había trabajado en una de las Grandes Casas
tar en esa isla. A los estadounidenses les desilusiona Sureñas. Hablaba con el mayor afecto de sus antiguos
mucho oír que la gente —los académicos en Inglaterra— empleadores y me ofreció algunos ejemplos elabora­
se niega a ser seria; de hecho, lo considera de mala edu­ dos y muy fantásticos de las relaciones entre blancos y
cación. .. negros que había presenciado. Preguntó sobre mi es­
Había entre nosotros un cuáquero que pareció sor­ tancia con el hombre de Georgia. Le hablé sobre la
prendido al saber que no juego a nada, que no tengo aldea, la escuela en que había ofrecido la charla y mi
pasatiempos. «Lo que quiero decir es, bueno, ¿cómo impresión general de la gente a la que había conocido.
se relaja cuando no está escribiendo?» Iba a decir que Pareció que esto no tenía nada que ver con sus propó­
bebía, pero la relación era demasiado verde para ello. sitos. Entonces me preguntó con un énfasis que hacía
No recordaba cómo me relajaba. ver que todo lo que le había dicho no venía al caso:
Más tarde esa noche hubo una feroz discusión en­ «¿Dónde durmió usted?» Al principio sonreí, porque
tre ellos sobre el peligro relativo de McCarthy. No no pudo haber pensado que, dadas las circunstancias,
dije nada. se me hubiera ofrecido, o yo hubiera aceptado, dormir
en habitaciones que estuvieran separadas de la casa.
Todo esto se produjo poco después de la fiesta de Describí el lugar y le di una imagen de las habitaciones
Long Island y lo cito aquí porque cinco años después del primer piso en que todos habíamos dormido. Eran
se me ha ocurrido que en aquel momento no tracé tres habitaciones grandes. La señora A. y su esposo
paralelo alguno entre las dos ocasiones. No hubo in­ dormían en una habitación grande en el extremo más
tento de comparar a la anfitriona negra con la pareja alejado, la hija dormía en su cuarto y a mí me pusieron
angloamericana, aunque su capacidad de generación en otro junto a las de ella. Cuando le ofrecí todos estos
de ingresos debió de haber sido la misma, e incluso detalles, mi amigo me miró como si agradeciera la pis­
favorecer a la señora negra de Long Island. Sé que esta ta que le daba sobre esta misteriosa invitación a pasar
ausencia de un juicio comparativo no fue deliberada; y la semana con la familia.
es esa omisión la que me resulta interesante. Creo que —¿Sabe por qué puso a la hija junto a usted? —pre­
lo mismo les hubiera ocurrido a muchos otros guntó.
angloantillanos, pues es nuestra tendencia tratar cada —Ese era su cuarto —indiqué.
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—No importa —repuso—. Eso lo he visto antes. Lo esos dempos. Blair procedía de una familia de clase
pusieron allí para ver si a su hija le gustan los negros. media sumamente respetable de Barbados. Su padre era
Esto lo dijo con una autoridad tal -el hombre ha­ un nombre distinguido en la administración pública.
bía pasado casi toda su vida en una casa de blancos en Era probable que su hermano, ahora abogado en In­
Tennessee- y me pareció tan fantástico que me pre­ glaterra, terminara su carrera como juez. Aunque con
gunté quién se estaba volviendo loco: yo, el negro es­ diversos grados de privilegio, los demás eran de proce­
tadounidense o mi anfitrión sureño. No deseo restar dencia muy similar. Nuestra enseñanza temprana era
crédito a las experiencias del negro, pero me fue impo­ idéntica. Nuestros intereses seguían siendo muy cerca­
sible pensar que en las circunstancias, según las cono­ nos, pero nuestras ansiedades diferían por completo.
cía, hubiera habido este cálculo. Todavía me parece Blair hablaba noche y día de Inglaterra, los Esta­
imposible creer esto de un hombre que valoraba mi dos Unidos, las Antillas, su familia, los estadouniden­
trabajo, la causa de que nos hubiéramos conocido, y ses y todo creaba un recuento completo de su estancia
por tanto se había encargado de mostrarme algunos en los Estados Unidos. Había llegado ocho años antes
aspectos de la vida estadounidense que, de otro modo, y cada uno de ellos estaba repleto de incidentes y cada
hubiera podido perderme. Pero antes de irme del país incidente contenía una angustia parecida. La raza do­
visité el Sur y fue durante mi estancia en Georgia en­ minaba sus palabras. Ocho años no habían bastado para
tre negros ricos y pobres que vi algo del suelo que ha­ amargarlo, pero ahí estaban ya las semillas de una amar­
bía producido una magnitud tal de suspicacia y odio gura incipiente. Me dio la impresión de que cuando se
en la conciencia del negro estadounidense. vivía en esta parte de los Estados Unidos, cada maña­
A mi regreso de Georgia decidí parar en Washing­ na era una preparación para alguna emergencia. Puede
ton. En la Universidad Howard había un gran núme­ que no pasara nada, pero siempre se anticipaba lo peor.
ro de antillanos y sabía que a todos nos agradaría La más memorable de sus historias describía su prime­
encontrarnos después de tantos años. Habíamos asisti­ ra experiencia con la barrera absoluta entre blanco y
do a la misma Escuela Superior en Barbados o nos ha­ negro en el Sur del país.
bíamos conocido en nuestros días escolares como adetas —¿Te acuerdas de Chanchito? —preguntó—. Aquel
y jugadores de criquet rivales. Elegí a Blair, a cuyo blanco gordito. Estaba conmigo en la escuela.
hermano había visto mucho en Londres, le escribí una En cuestión de minutos lo recordé. No estábamos en
carta mucho antes de ir a Georgia y le prometí que la misma escuela, pero eran cercanas. Nos veíamos
no me iría del país sin antes ver a los muchachos en con frecuencia y quienes vivían fuera del pueblo usa­
Washington. ban los mismos autobuses. A Chanchito todos lo veía­
Estuve una semana o más con Blair y su esposa. mos cuando se dirigía a la parada por la tarde. Era
Dimos caza a todo antillano que habíamos conocido demasiado gordo para que se le olvidara.
en el pasado. Hubo fiestas, largas noches llenas de anécdo­ De modo que cuando al fin tuvimos a Chanchito
ta y nostalgia por los viejos dempos. Pero nadie desea­ bien grabado en la memoria, la historia continuó. Blair
ba en realidad regresar a la vieja isla que había generado y Chanchito se conocieron bastante en la escuela, pero

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existe una democracia parecida a un camaleón que une camarera y Chanchito comenzó a elegir la comida para él
y separa a un tiempo a estos muchachos, porque es y para Blair.
probable que no hubieran vuelto a encontrarse des­ -N o pueden sentarse aquí -dijo la mujer.
pués que terminaron la escuela. Pero la mañana que Ni Blair ni Chanchito entendieron lo que decía.
Blair partía para los Estados Unidos, vio a Chanchito Los dos se pusieron en pie y pidieron disculpas, cre­
en el aeropuerto. Se saludaron y, para deleite mutuo, yendo que la mesa estaba reservada. Era una violación
Chanchito también iba a los Estados Unidos. Era como tan natural como lanzar dardos de papel cuando el di­
estar de nuevo en la escuela. Además, a los dos les apa­ rector, que era inglés, volvía la cabeza. Para sorpresa
sionaba el ajedrez y Chanchito llevaba consigo su ta­ de la mujer, los dos fueron juntos a buscar otra mesa.
blero. Entonces miró a Chanchito y le explicó: «Usted pue­
Olvidando la distancia en el tiempo, dispusieron de quedarse, pero su amigo tendrá que ir allá.» Y los
su propio entretenimiento. Los Estados Unidos no dejó parados, callados y sorprendidos como cualquier
existían, porque el vuelo se había convertido en un pareja anciana y ciega que hubiera perdido el camino.
lento viaje a su aula original. Abordaron el avión y, Estos muchachos eran inteligentes; sabían del pre­
desde el momento en que pudieron quitarse los cintu­ juicio racial porque nunca se permitió que la democra­
rones de seguridad, fue ajedrez todo el trayecto. La cia de la escuela se extendiera a su vida social, pero
escuela había cobrado vida: opiniones sobre los defec­ nunca habían imaginado este aspecto del racismo.
tos de algunos maestros; quién había hecho cuántas Nunca habían pensado en el color como una suerte de
carreras en mil novecientos quién sabe; ¿merecía la pena pared, una distancia que no pudiera cerrarse por op­
todo el esfuerzo y castigos necesarios para aprender ción individual en las relaciones personales. La demo­
los verbos irregulares? Y entre ellos, como un deber cracia que funcionaba en la escuela y el criquet era un
que ninguno se atrevía a traicionar, estaba el juego de recuerdo inútil cuando caminaban de regreso al avión,
ajedrez. Pareció que no habían prestado atención a viviendo una pesadilla de silencio. Regresaron a sus
nadie hasta que una voz anunció que debían ponerse asientos. El avión despegó de nuevo, pero este viaje
los cinturones. Estaban a punto de aterrizar en Miami. era el mismo y diferente.
No habían terminado el juego y cada uno se sentía El avión rugió y se alejó; es probable que los pasa­
seguro de la victoria y cada uno sabía lo que propon­ jeros americanos no conocieran lo que estaba ocurrien­
dría el otro, porque con gran-frecuencia lo habían he­ do. Las piezas permanecieron como los muchachos las
cho en la escuela. Dejaron el tablero tal como estaba y habían dejado, pero sus manos se movieron para indi­
fueron a ver dónde se encontraban. car un comienzo. Ni Chanchito ni Blair se miraron y
La palabra Miami no significaba más que Don Dios sabe qué pasaba por sus mentes. Porque el table­
Ameche, Betty Grable y una veintena de filmes popu­ ro seguía allí, pero la escuela había muerto. De Miami
lares que habían llegado a Barbados desde este rico es­ a Nueva York no medió una palabra entre los dos.
cenario. Entraron en el restaurante, tomaron asiento ¡Que los depositaran y descargaran en el aeropuerto
y siguieron hablando de la escuela. Entonces llegó la de Idlewild! Ése fue su mayor alivio. Por primera vez
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hablaron. Chanchito dijo: «¡Adiós!» Y Blair respondió: VIAJE A UNA EXPECTATIVA
«¡Adiós, Chanchito!» No pudieron decir más. A cada
uno le hubiera agradado desearle buena suerte al otro,
Sobre todo la palabra, bella como el délo,
pero les era imposible hablar, el discurso había perdido
Bella aquella guerra y todos sus hechos de exterminio
su poder. Nada podía decirse después de aquel omino­ con el tiempo se perderán p o r entero
so ruido: Adiós. Q ue las manos de las hermanas de la Muertey la Noche
laven de nuevo, y una ves^ más, este mundo sudo.

W alt W hitman

No entres amable en esa buena noche.


Ira, ira contra la muerte de la lup.

D ylan T homas

Han pasado diez años desde aquella mañana a me­


diados de marzo en que Sam Selvon y yo partimos
hacia Inglaterra. He intentado dibujar, según mi propia
experiencia, algunos de los sucesos de ese período, por­
que también es la década en que el autor de las Antillas
inglesas adquirió reconocimiento como escritor, pri-
mero fuera de su propia sociedad y luego en ella. Este
orden de Aceptación era lógico, y a "que ~un~p ro du cto ,
autóctono de cualquier tipo debe siempre alcanzar san-
dérrim pirial antes de que se le recibá dé regreso en su
'propio sueloTEsto^es también válido para el calipso y
Iirsteel band. Pero ha habido una ligera modificación
en las ansiedades coloniales. A las clases medias les ha
dado por mezclarse con los campesinos y estibadores
que asisten a las conferencias en la Universidad de la
Plaza Woodford. Después de veinticinco años de pere­
grinaje y búsqueda en los Mundos Nuevo y Viejo, C.
L. R. James, el mayor de todos los maestros caribeños,
esfa de fégresóVjncasaTTVprobable que sea el decano
de la Plaza Woodford.

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En otras palabras, la generación de entre quince y La mayoría de los emigrantes eran hombres en
veinticinco años ha comenzado con ventajas que nos busca de trabajo. En el viaje llegamos a conocernos
fueron negadas a Sam y a mí. Todo lo que he dicho hasta muy bien. El tema de todas las conversaciones era el
ahora es un epílogo rico y doloroso a una era poseedo­ mismo. Tenía que ver con alguna concepción de una
ra de una luz que ha oscurecido y aguzado a un tiempo oportunidad mejor. Vivíamos entre la cubierta -que
nuestra visión. En una de sus advertencias serias, San era algo así como un terreno para acampar—y el dor­
Pablo dijo a los corintios, quienes se encontraban en mitorio comunal donde dormíamos, escribíamos car­
un momento de gran paradoja: «Que cada hombre esté tas o sencillamente nos preguntábamos qué pasaría.
seguro de lo que construye.» Para los antillanos de to­ Selvon y yo siempre estábamos juntos, como miem­
das las clases, el trabajo es el único rescate seguro de ese bros de una sociedad secreta. Pero esta camaradería se
largo sueño que siguió a la emancipación de los escla­ convirtió en una extraña reticencia en los últimos días
vos. No es inadecuado, por tanto, que yo invierta uno del viaje. Sam había tomado la costumbre de caminar
o dos de los significados de Próspero y convierta este solo por las partes más remotas del barco. A veces se le
veía trabajando en rincones extraños: una pequeña
último capítulo en prólogo de mi obra. El capitán pron­
máquina de escribir gris en las rodillas y largos rizos
to entregará al polizón a la policía. Inglaterra está ante
negros de cabello caídos hacia delante que casi lo ocul­
nosotros, no como un lugar o un pueblo, sino como
taban de la vista. Iba a cubierta si no había nadie allí o
una promesa y una expectativa. Sam y yo habíamos
se refugiaba en el dormitorio siempre que estaba vacío.
dejado el país por las mismas razones. Habíamos venido Ya había escrito gran parte de su primera novela,
a Inglaterra a ser escritores. Y ahora que estábamos a A Brighter Sun, y era probable que se preguntara qué
punto de anclarnos en Southampton, nos dábamos sería del resto. Era nervioso y, en cierta forma, estaba
cuenta de que no teníamos pasaje de regreso. No te­ mejor equipado que yo para hacer frente al futuro.
níamos experiencia en el delito. Además, nuestra condi­ La ficción no era mi aliada y había dejado atrás mis
ción colonial nos condenó por fortuna a los derechos de poemas. No tema nada en absoluto que ofrecer. Ahora
la plena ciudadanía. En ninguna circunstancia cumpli­ este viento de marzo había dado inicio a temores terri­
ríamos los requisitos para la deportación. No había bles, porque no sólo lo golpeaba a uno en la garganta,
vuelta atrás. Todo el regocijo de alivio que sentimos a sino que atravesaba la clavícula. Y las preocupaciones
nuestra partida se había ahora convertido en apren­ de mi pueblo habían cobrado vida. De niño, tener frío
sión. Como uno de los muchos personajes creados por significaba tener catarro y, cuando uno tenía frío, la
él más tarde, Sam dijo en cubierta: «¿Quién nos man­ advertencia materna era, exclusivamente, que se pro­
dó a este lugar?» Porque era un viento fuerte que no tegiera el pecho. Si el pecho quedaba expuesto, el resulta­
nos dejaba ver el paisaje. Una voz inglesa dijo que era do era neumonía y, como pocos en el pueblo habían
la peor primavera que había visto en cincuenta años. sobrevivido a la neumonía, un pecho expuesto era una
Le creimos, pero parecía un consuelo muy pobre para invitación clara a la tumba. Pero la neumonía había dado
personas en nuestras circunstancias. paso a otro temor. Dos o tres días antes de que llegáramos,
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la nave había comenzado a hacernos sentir incómo­ ma de ir más allá de su significado era posponer la res­
dos. Cabeceaba, se balanceaba, hacía todo menos hun­ puesta. Tenía que quitarme esto de la mente y la for­
dirse. Fue una mañana en el desayuno que el mar se ma más sencilla de alcanzar el rechazo de una dificultad
hizo más truculento. No era posible comer con los persona] itipm-jficarse con una situación geñeralr~Se~~
platos deslizándose sobre la mesa, de modo que me traduce yo por nosotros y se refugia uno en eso. Este cam­
tragué unos tomates y decidí dirigirme a tientas a las bio de personalidad en sus manifestaciones réáles pue­
literas. De pronto sentí que se me revolvía el estóma­ de ser muy interesante.
go y salí corriendo al baño. Nuestro equipaje había sido enviado a la Aduana
Cuando abrí los ojos, observé alarmado que mi y comencé a comportarme como si el paisaje inglés
vómito era predominantemente rojo. Era el color de fuera territorio familiar, como si ya hubiera estado
una terrible enfermedad y la palabra tuberculosis sonó antes allí. Berkeley Gaskin, nombre que siempre ha­
en mi cabeza como una campana de capilla. La tenía bía reverenciado en el criquet, estaba conmigo y era el
y en mi pueblo éste era uno de los defectos más malig­ primer jugador de criquet que había visto con conver­
nos que cupiera imaginar. Porque esta enfermedad no sación que lo definiera como intelectual. Berkeley pi­
sólo significaba una erosión del cuerpo: también signi­ dió una jarra de cerveza. Bebimos primero por la victoria
ficaba una lepra completa de la personalidad. Porque del equipo de Prueba de las Antillas inglesas, porque lo
cuando yo era niño en Barbados, a los casos de tubercu­ que lo había traído aquí era la serie de prueba de 1950.
losis se les enviaba al Asilo, que por ningún concepto No tenía dudas de que Worrell -porque habíamos
debió haberse usado como hospital. El Asilo era el lugar ido a la misma escuela—acabaría con Trevor Bailey y
donde los viejos esperaban el momento en que el Estado su gente. Habíamos aprendido criquet en las calles, en la
los enterrara. Era la tumba de la que, a los ojos de la playa y en un placer cualquiera. Con la tierra, la arena
comunidad, ningún hombre o mujer podía regresar al y el polvo volando a la misma velocidad que la pelota,
decoro. cualquier buen bateador de Barbados tenía una sólida
Mi miedo fue tan intenso al ver ese vómito que mi formación como para ver qué se le venía encima. Berkeley
memoria no logró recordarme lo que había desayuna­ y yo estábamos seguros de que ganaríamos, porque en
do. Morir era ya suficientemente aterrador, pero pare­ asuntos de criquet siempre confiamos, aunque muchas
cía un despilfarro de dinero y tiempo morir a los seis veces podemos equivocarnos.
meses de llegada a este lugar que había escogido con el Se me había olvidado lo del tomate hasta que Berkeley
propósito concreto de mantenerme vivo. ¡Y ser enterra­ levantó la jarra y dijo con una gravedad que me pare­
do en tierra extranjera! ¡Ser paleado por manos anóni­ ció algo más que buena voluntad: «Quiero beber en
mas! especial por tu futuro en este país.» Me preguntaba si
Entonces recordé el desayuno y me dije: «Por su­ habría visto algo. Hablamos mucho sobre qué escri­
puesto que es jugo de tomate.» Y otra parte de mí res­ bía, pero no tenía nada que mostrar y el nombre de
pondía: «Eres muy viejo ya para tratar de engañarte.» Poeta es sinónimo de Tonto si no hay versos disponi­
Ser o no ser tomate: ésa es la cuestión. Y la única for­ bles. De nuevo descarté todo esto y asumí una facilidad

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de maneras que cabría esperar de un exiliado vetera­ no era buen antillano. Ser mal antillano significa dar
no. Como la situación no estaba en condiciones de prioridad al interés y la ambición de la isla en que uno
dudar de mi confianza, la vi como que no comprendía nació. Es malo porque el desarrollo propio le ha ense­
lo que en realidad estaba ocurriendo. En otras pala­ ñado que el agua gne nns separa no establece diferencia
bras, tendría que ser aceptado por mí mismo, lo que alguna al hecho básico de que , somos antillanos, que
era, por supuesto, un ejemplo de camuflaje. tenemos detrálPuna historia similar. Conozco a bar-
Pero la atmósfera regresó a la normalidad cuando badenses, trinitarios y jamaicanos que hacen gran hin­
los Muchachos se disponían a tomar el tren. íbamos capié en que son ante todo antillanos. Esta categoría
camino a Londres y todos se sentían bien. Los emi­ experimenta cambios interesantes. Hoy, diez años des­
grantes viejos, que regresaban de sus vacaciones, con­ pués de aquella mañana de marzo, y cinco después de
taban sus historias a los nuevos. Había algunas curiosas los Estados Unidos, me abstengo de decir que soy de las
sobre mujeres blancas que se comportaban mal en Antillas, porque esto entraña una limitación colonial
los barcos. Todo esto, por cierto que fuera, resultaba británica. Prefiero decir que soy del Caribe, con la es­
sorprendente. Pero era un regreso instintivo a nues­ peranza de que se dé por sentada la imagen de las An­
tras raíces respectivas lo que contribuía a un tipo dis­ tillas francesas y españolas. Así que se había producido
tinto de confianza. Los Muchachos convirtieron ahora el descubrimiento, en parte debido al folclor y en par­
el coche en una ocasión antillana. Bromeaban, algu­ te al canto, y sobre todo al tipo de bromas que surgen
nos cantaban y las experiencias de la infancia estaban entre insulares.
siempre en el programa. Los barbadenses son orgullosos, por razones que
Es aquí que uno ve cómo en realidad va confor­ tienen un paralelo exacto en Inglaterra. No es correcto
mándose un descubrimiento. Nadie oriundo de Bar­ decir que el barbadense es muy inglés, porque eso es
bados, Trinidad o Santa Lucía, nadie procedente de hacer inglés un criterio de lo que, en el caso del barba-
una isla antillana se considera a sí mismo antillano hasta dense, constituye una cualidad universal. Diría que el
que se encuentra con otro insular en territorio extran­ barbadense tiene una relación con Barbados muy si­
jero. Es sólo cuando la infancia barbadense se corres­ milar a la del inglés con Inglaterra. Ambos poseen un
ponde con la infancia granadina o guyanesa en detalles orgullo desmesurado por el ambiente y aspecto de la
importantes de folclor que se llegaba a la identifica­ tierra que llaman suya. En el caso del barbadense creo
ción más amplia. En este sentido, la mayoría de los que conozco la causa. El tamaño de la isla, la increíble
antillanos de mi generación nacieron en Inglaterra. La densidad de población que ha creado en relación con
categoría de antillanos, antes comprendida como tér­ el suelo. El barbadense piensa que cada pulgada de
mino geográfico, asume ahora importancia cultural. tierra debe sembrarse. Es un desperdicio criminal per­
Todo esto se me aclaró mucho más cuando, años más mitir que la tierra esté allí, sin hacer nada. La agricul­
tarde, pude oír a antillanos discutiendo qué era ser anti­ tura es su gloria. Con un pequeño lote de un acre el
llano. La discusión solía surgir de la acusación de que X barbadense se jactará de seis cosechas, aunque el acre
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completo esté ya cubierto de caña de a2Úcar. El ex­ Y por último se le presentará el séptimo cultivo,
tranjero se pregunta de qué habla, pero el barbadense como para pedir disculpas por todo lo anterior. A una
lo invitará a ver. distancia respetable del fruto del árbol del pan que
Primero, a cada lado crece una cerca. No es de madura, hay una pequeña familia de perales, púrpura
madera muerta o hierro corrugado. Es una enredadera y verde, y es de este delicioso fruto de que el agricul­
natural de pepino que pare como un conejo y, bien tor puede enorgullecerse.
encima de ella, hay hojas y vainas llenas de guisantes Se le puede mendigar un fruto del árbol del pan, se
verdes. Al acre de tierra lo rodea una cerca que da puede uno llevar un pepino sin despertar su ira, pero
dos cosechas continuas. cualquier incursión al peral es una blasfemia inolvida­
Ahora entramos por la verja. La caña de azúcar ble a la tierra.
está espesa. No se ve nada hasta que el barbadense le Se sabe de algunos barbadenses que tienen un pa­
indica dónde mirar, porque está uno parado sobre otra nal en el árbol del pan y, aunque la miel puede vender­
enredadera que avanza como serpientes verdes por las se a buen precio, nunca considerarían el producto de
raíces de la caña. Es calabaza que alimentará a los ni­ las abejas una explotación legítima. Pero el panal pue­
ños de una calle completa en las interminables sema­ de tener otra función. Si las abejas viven allí, su repu­
nas que dure la cosecha. Es el cultivo número cuatro. El tación es un recordatorio que produce escozor a
quinto no es tan difícil de detectar si puede uno abrir­ cualquier ladrón que pueda sentir pasión por las peras.
se paso entre las cañas. Hay dos o tres hileras de árbo­ Es, por tanto, el tamaño de su lote, esta coalición casi
les frágiles con vainas rojas espinosas que se arrancan, se humana entre las manos del hombre y la tierra que ara
secan y se hierven una vez al año. Esas vainas son la lo que crea un conjunto enteramente nuevo de senti­
base de un rico caldo escarlata que recibe el nombre de mientos hacia su terreno.
«acedera»; es inseparable del nacimiento de Cristo. Sin Este contacto con la tierra como fuente de vida
acedera no hay Navidades y «las Navidades no son diaria no es evidente en Trinidad. Los trinitarios no
Navidades si no tienen un puntito de acedera». El sex­ tienen en modo alguno ese tipo de orgullo. Los jamai­
to cultivo es tal vez el más importante, porque es muy canos sí, pero en una forma distinta a los barbadenses.
dudoso que las islas del Caribe británico estuvieran Algunos pequeños agricultores son dueños de sus
habitadas hoy de no ser por el irremplazable fruto del tierras. Es suya. No sólo la ven como un socio en la
árbol del pan. Este pequeño agricultor arrendatario empresa de mantenerse vivos: es un refugio, una fuen­
tiene dos árboles de éstos con una producción anual de te de independencia. Si en la ciudad el jefe se pone
tres cenas semanales para una familia de cinco. El fruto pesado, puede uno decirle que se vaya al diablo y re­
del árbol del pan es un plato de mucho peso. Su aspec­ gresar al patiecito, o sea, el pedazo de tierra detrás de
to es el de una tonelada de pasta en la fuente. No es la casa. Muchos de los emigrantes que vienen a Gran
elegante, pero todos los campesinos guardan de él los Bretaña desde Jamaica son, me parece, ejemplos de este
más preciosos recuerdos. tipo de pequeño agricultor. Lo triste de este tipo de
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migración es que pagaron sus pasajes con la venta o tarse esos desgraciados ingleses, sentarse y razonar
hipoteca del lotecito que había detrás de su casa. cómo crucificar al enemigo». Como resultado de ello,
Pero barbadenses y jamaicanos difieren mucho en uno de los ataques más hirientes que se le puede hacer
su experiencia social. El jamaicano tiene una agresivi­ a un antillano es acusarlo de ser un pequeño títere co­
dad natural dada que el barbadense considera sencilla­ lonial.
mente ordinaria. El barbadense piensa que no basta Este viaje de Southampton a Waterloo es una lec­
con decir que los jamaicanos no saben comportarse. ción importante en historia colonial. A muchos de estos
Es más que eso. Los jamaicanos son sencillamente «cer­ Muchachos ni siquiera se les había formulado antes la
dos salvajes». Por supuesto, los jamaicanos poseen una pregunta: «¿Va a almorzar, señor?» Pero era exacta­
explicación sencilla de los barbadenses. El barbadense mente la pregunta que habían formulado muchas ve­
tiene complejo de civilizado porque la tasa general de ces a un empleador que parecía más bien un camarero
alfabetización es y siempre ha sido superior en Barba­ inglés. Flabían entrado en un papel enteramente nue­
dos a la de cualquier otra isla de las Antillas británicas. vo y responderían al camarero como si los hubieran
Por una u otra causa, el barbadense considera que esto estado sirviendo toda la vida. Al menos, un aspecto
le da derecho a hablar en nombre de la civilización. del viejo mito estaba en grave peligro. Porque se per­
Además, apenas hay un territorio angloantillano en cataban -no lo leían ni lo escuchaban, sino se percata­
que los barbadenses no ocupen posiciones importan­ ban—de que en este país las manos blancas hacían
tes en la enseñanza, sea en calidad de directores de es­ trabajo de negros. Todavía no comenzaban a raciona­
cuela, asistentes superiores o directores de educación. lizar esta sorprendente inversión de roles, pero uno de
Tiene toda esta enorme preparación por encima de los sus significados había penetrado en su conciencia.
jamaicanos. ¿De modo que cómo pueden los jamaica­ Había dado en el blanco, por decirlo así, y allí perma­
nos hacerles frente en temas de educación? Muy sencilla­ necería, en la tierra de sus pensamientos.
mente, responde. El inglés no sólo te enseñó, sino que en Recalco este aspecto porque muchas veces lo he
realidad te enseñó cómo no aprender. «Como cuando examinado con algunos de mis amigos ingleses. En ra­
teníamos problemas en la Fuerza Aérea y en lugar de ras ocasiones, o nunca, hablo de estos asuntos con per­
pararse como hombres y decir: “Oye, sargento, me da lo sonas que no son amigas mías, pero esos amigos míos
mismo que seas inglés, ándate con cuidado”... ustedes que han venido a Londres de las provincias con ilusio­
no, se sentaban como niños e imploraban: “Discúlpeme, nes similares de Londres como la Oportunidad Dora­
por favor”.» A lo que el trinitario respondería: «Caso da me hablaban de su aislamiento, y su situación general
cerrado», lo que significaría «ni una palabra más». era muy parecida a la de los angloantillanos.
Este tipo de refriega puede alcanzar proporciones Había también entre mis amigos personas que ha­
tan furiosas que sólo se detendrá cuando una voz haga bían trabajado en las colonias y ellos también decían que,
la acusación colonial: «todos ustedes se dicen antilla­ como extranjeros, sentían la misma hostilidad del nuevo
nos, andan haciéndose los antillanos cuando ni siquiera entorno y que a su llegada a Inglaterra se encontraban en
pueden sentarse con calma y razonar, como saben sen­ una posición muy parecida a la del antillano. Se pueden
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trazar paralelos de cualquier cosa del mundo, pero éste de Oxford existen como una suerte de costosa vícti­
es un ejemplo de paralelos mal utilizados. ma. Y Oxford se despierta una mañana con un escán­
El Empleado Público inglés que va a las colonias dalo atroz. Es el escándalo de Inglaterra. Porque las
parte con el conocimiento -que la historia, los hechos polí­ campanas han doblado sobre Notting Hill Gate y, es­
ticos y el mito otorgan—de que sus privilegios están ya tudiantes o no, Oxford sabe que la campana ha dobla­
establecidos. Estos privilegios se demuestran casi al do por todos los que sufren de un defecto de color.
momento de su llegada, porque descubre —al principio Es sorprendente el esfuerzo que hace un tipo dado
con sorpresa- que Frank, a quien conoció en la uni­ de antillano a fin de asegurar a amigos blancos que a él
versidad de Escocia, está ganando cien libras menos nunca le ha ocurrido nada, que toda su vida en Ingla­
por hacer el mismo trabajo. Lo que da inicio a su culpa terra ha sido una participación memorable en placeres
es el amargo recuerdo de que nunca estuvo a la altura de civilizados.
Frank en problemas de ginecología. Le es doloroso
aceptar el hecho real de este privilegio y no lo ayuda
mucho tener que encontrarse con Frank. De modo 2
que la salida más fácil es evitar estos encuentros en
horas no laborales. En Waterloo los Muchachos comenzaron a ponerse
Por otra parte, el antillano llega aquí como hombre nerviosos otra vez. El tren había fomentado la amnesia,
indultado de la humillación de este arreglo que ha cono­ pero al fin estábamos en terreno sólido. La mayoría de
cido toda la vida. Ve este nuevo lugar como una alter­ nosotros no tenía idea de adonde iríamos desde allí,
nativa: abierta, libre, con oportunidades iguales para pero quedaba la pregunta: «¿Dónde dormirá John?»
cualquier ciudadano británico y, dado que las manos Como un grupo de indómitas comadronas, los repre­
sentantes del Consejo Británico esperaban en la estación
blancas hacen trabajo de negros, sin duda parece que
para recibir a aquellos que eran estudiantes. En aquel
la cortina del color se ha eliminado de una vez y para
momento, su preocupación exclusiva eran los estudian­
siempre. Los estudiantes, sobre todo, son víctimas de
tes. El resto debía esperar que Fox, Goliat 2 u Orejas
esta forma de pensar. Además, su comodidad relativa
de Murciélago —todos Muchachos de casa—hubieran
en Oxford o Cambridge ayudará a reforzar la ilusión. venido a Waterloo. En este intervalo de espera se apren­
Observarán una mirada fría, una enigmática expresión de otra lección. Comprenden que algunas islas son en
desdeñosa, el cumplido maquinal que se utiliza como realidad muy pequeñas, porque este Londres no pare­
elogio y al mismo tiempo les recuerda quiénes y qué ce para nada un lugar.
son. Pero la educación los ha formado en la duplici­ —¿Dónde vive Jo Jo? —preguntará un amateur.
dad, toda su vida se convierte en un experimento de —En un lugar llamado High Gate -dice el veterano.
aceptación de principios contradictorios. La ira del mu­ —¿Y dónde Orejas de Murciélago? Porque siempre
chacho de la fábrica expresada en el autobús o el Me­ escribe diciendo que ve a Jo Jo todos los sábados por la
tro les parece vulgar, porque en el remoto sanatorio noche.
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-Orejas de Murciélago vive en Carden Town -ex ­ hizo pasar tremendo susto. Se me había olvidado que
plica el veterano-, pero he oído a algunos de los Mu­ estaba en la habitación o más bien que me podía ver
chachos decir que se metió en líos y tuvo que mudarse por su espejo. Me estaba lavando los dientes y me ha­
a Wimbledon. bía detenido para comprobar el color exacto de la gár­
Para el amateur son sólo nombres y no teme a los gara. Debió de haber estado observándome, porque
nombres. Quiere moverse, porque debe ver a Orejas quedé casi mudo cuando lo escuché decir: «¿Estás se­
de Murciélago y a Jo Jo antes de asentarse. De hecho, guro de que está bien?» De nuevo enfrentaba la ame­
el problema completo del alojamiento no le ha cruza­ naza de eso. Entonces hice algo que me recordó la llegada
do por la mente, porque Jo Jo, Orejas de Murciélago y a Southampton. En tono de cautela mesurada, respon­
Goliat 2 están todos en Inglaterra, y llueva o truene, dí: «Nunca se puede estar seguro, ¿verdad?»
tiene que encontrar un lugar donde dormir. Había asumido el papel del médico que advierte al
—Vamos primero a Carden Town —dice—y tal vez paciente contra el descuido y en ese papel se me acepta­
luego podamos regresar adonde dices que está Gate ba ahora como hombre que podía confiarse que no ju­
High. Porque Jo Jo pondrá el grito en el cielo si no lo gaba con su salud; en otras palabras, el peor tipo de
vamos a ver a él primero. paciente para un médico colonial cuyo prestigio depen­
El veterano intenta explicar que estas distancias no de por entero del dinero y cuyo dinero se obtiene por el
son como los caminos de los barrancos allá en casa; descuido de los nativos o por su propia indiferencia a la
sigue una breve reyerta, porque el amateur ha hecho salud de su patria. Selvon lo expone del modo más bri­
una acusación hiriente. llante en su primera novela, A Brigthter Sun.
El ghanés se sentía más seguro de sí mismo y nos
—¿Qué te pasa, Esfinge? —pregunta— Hace nada más
hicimos amigos. Pero me pregunto si sabía lo que esta­
que dos años que saliste de casa y ahora estás como un
ba ocurriendo. Diez años después, en 1958, lo encon­
turista, diciendo que aquí no se puede caminar. Dime, tré en Ghana, pero nuestro saludo fue tan cálido y tan
Esfinge, ¿cómo se te quitó la costumbre de caminar? por entero feliz en su bienvenida que sólo hablamos
Es la lección del amateur sobre el tamaño. de «los viejos tiempos», sin referencia especial a nada de
Pero Selvon y yo teníamos debida recomendación lo que había compuesto aquellos días. Había cambia­
para un albergue estudiantil de Londres y fue allí que do mucho: de un joven estudiante austero, rígido y
conocimos a Socio. Eramos tres en una habitación del defensivo a un joven médico relajado, cortés y verdade­
tamaño de la oficina de un editor de éxito. El ghanés ramente autoritario. El tercer inquilino era un nigeriano
era estudiante de medicina y, como todavía no había a quien llamábamos Socio. No estoy seguro si éste fue
dejado atrás mi temor a la tuberculosis, hice con él el nombre que dio o si Selvon se lo había escogido.
una relación muy especial. Pensé que podía encargarse Porque Selvon es maestro en este tipo de invención.
de algo que no deseaba que nadie supiera de momento. La contracción nigger-gram,14 con el significado de circu­
De modo que le hablaba en una forma que indicaba la lación de rumores a toda velocidad, es descubrimiento
necesidad de aprender. Por ejemplo: «¿Crees que no
importe salir hoy sin abrigo?» Pero una mañana me 14De nigger y telegram (N. de la T.)

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suyo. Difícilmente otro escritor haya contribuido de otras sus perros o que determinaban la dirección que su
este modo al vocabulario de la conversación antillana. viaje debía tomar. Había en ellas algo curiosamente for­
Socio era un estudiante a quien se le había suspen­ mal y, en los rostros de los perros, una mirada de
dido temporalmente la mesada. Como Sam y yo no evidente comprensión. Como aquel trinitario del bar­
éramos estudiantes y sabíamos con certeza cuándo se co, realicé esa noche un descubrimiento típicamente
nos terminaría el dinero, formamos una suerte de alian­ colonial. A primera vista, las mujeres me recordaban
za moral con él. al inglés expatriado que se da la gran vida en colonias
Era de estatura promedio, pero tenía los hombros como Barbados y Trinidad y me pasó por la mente
tan anchos que creaban impresión de ser bajito. Su
que una o dos pudieron ser esposas de gobernadores de
mirada era engañosa, porque tenía los ojos opacos, casi
regreso a casa para unas largas vacaciones. De modo
ociosos, y sin embargo lo veía todo. Su paso recordaba
que me paré en seco cuando Mate preguntó como al
el de un oso en cámara lenta aunque mantenía la cabe­
acaso: «¿Te interesa alguna?» Yo sabía que en todo el mun­
za al nivel del paisaje que lo rodeaba. Se le había priva­
do había prostitutas, pero no me era posible relacio­
do de su mesada, pero se le devolvería si escribía una
carta de disculpa a su padre que se había disgustado nar a estas damas con el Negocio. Porque en las Antillas
con él por problemas de conducta. Pero Socio no la inglesas las putas no visten con tanta elegancia y nun­
escribía ni hacía concesión alguna a su estilo. Siempre ca se hubieran dejado ver con perros.
iba de traje, cada pliegue y costura arreglados con im­ No podían llevar ropas así por razones evidentes:
pecable pulcritud. Cepillaba todo antes de ponérselo y nunca ganaban lo suficiente para comprarlas porque
repetía esta tarea antes de irse a la cama. Tal vez no tenían que pagar el alquiler y mantener a sus hijos. Y no
recuperara su mesada, pero jamás traicionaría su atuen­ se hubieran dejado ver con perros porque en las Anti­
do. Se esperaban de él un nivel dado. Su modo de an­ llas inglesas en general no se tienen los perros en alta
dar era suave, pausado, seguro. estima. En esas Antillas hay dos tipos básicos de pe­
A Selvon y a mí nos agradaba mucho y, aunque no rros: Perros Callejeros y Perros Guardianes. Los perros
lo veo hace siete años, todavía sé de él, porque Sam, callejeros son más o menos propiedad pública y sus pro­
quien posee un instinto infalible para mantenerse en pietarios no los consideran como suyos. Además, los
contacto con la gente adecuada, siempre se encuentra perros callejeros viven mayormente del robo y esto
con él por casualidad. provoca mucho odio en un pueblo donde la comida
A la segunda noche de nuestra llegada, Socio me escasea. Se ha sabido de hombres muy amables que han
propuso que saliera con él a pasear. Caminamos por asesinado a un perro callejero por la pérdida de un pez
Gloucester Place hasta Hight Street y los jardines de volador. La muerte no fue calculada y al padre no le
Kensington. Lo que ahora me sorprende es que no creo importaba pasar hambre, pero el robo había privado
haberle preguntado nada sobre Africa. Hablamos de al hijo del desayuno la mañana en que el muchacho
Inglaterra y en particular de esa gente, o sea, el regi­ iba a hacer el examen que le ganaría un lugar en Oxford.
miento activo de mujeres que se presentaban unas a Había razones nobles tras esta tragedia.
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Pero los perros callejeros no eran del todo parias. No acepté la propuesta de Socio, en parte porque
Recuerdo con claridad cómo las camionetas de la Aso­ cambió de tema y en parte porque no podía permitir­
ciación Protectora de Animales venían por nuestro me sumar una enfermedad venérea a la tuberculosis.
pueblo en su busca. Había una orden de limpiar la ciu­ Porque esto es algo más que debe comprenderse. Uno
dad, por así decirlo, y se debía sacar del lugar a los de los temores básicos que me sembraron desde peque­
perros callejeros, como la demás basura. Los perros ño fue que «esas mujeres de la calle» llevaban dentro la
callejeros se escondían y algunas personas, que no aca­ enfermedad. Y ya de grandes, a veces maestros e inclu­
baban de decidirse a tener perros, ayudaban a escon­ so médicos nos advertían contra la tentación de que
derlos. Se negaban a colaborar con el detective de la nos sedujeran «esas mujeres», no sólo porque contrae­
Asociación, porque muchas veces los perros callejeros ríamos el mal, sino porque «se la daríamos» a la mu­
habían prestado servicios valiosos. Si al perro no se le chacha con quien nos casáramos. Y en una familia
había olvidado cómo ladrar siempre había la posibili­ respetable no se puede introducir una contaminación
dad de que lo despertara a uno antes de que el intruso como esa. Era una superstición corriente en mi pue­
entrara por la puerta abierta. Con todo lo ladrón que blo que algo debía tener el hombre si su esposa sufría
era, al perro no se le había olvidado su deber al oír más de un aborto. El algo era una enfermedad o algu­
pasos extraños después de media noche. na forma de ella.
En estas circunstancias, al detective de la Asocia­ Sam y yo veíamos a Socio todos los días. No baja­
ción le habría sido muy difícil distinguir entre perros ba a desayunar, pero lo encontrábamos en el salón o
callejeros y perros guardianes. Había sólo una forma en la sala de ping-pong. Pasaron casi dos semanas antes
segura y legal de arreglar el asunto. Los perros guar­ de que nos enteráramos de que no debía estar viviendo
dianes eran perros que teman licencia. Los perros sin en aquella habitación. Quedamos perplejos. G. se fue
licencia eran perros callejeros. poco después de esto y Sam se mudó con nosotros. Co­
Si puede trazarse un paralelo que no sugiriera que bró un interés muy especial en Socio y así supimos por
las prostitutas en todas partes son perras, diría que la qué se le había pedido que abandonara el albergue unos
diferencia entre las damas enfundadas en sus mejores tres meses antes de nuestra llegada a Inglaterra. Se
galas en Kensington y las de Barbados no era distinta a marchó y regresó de nuevo una madrugada con ayuda
la de los perros guardianes y los callejeros. Kensington de Buzz, un estudiante de medicina de Glasgow. Pero
tenía licencia y Barbados no. Kensington ponía mu­ Buzz se había marchado y, del modo más extraordina­
cho cuidado en mantener la atención; Barbados se li­ rio, Sam y yo ocupamos su lugar. Como Socio no po­
mitaba a quedarse en casa esperando con paciencia. día bajar a desayunar por temor a que lo vieran, le
Pero ahí estaba: mi descubrimiento de que bajo esas subíamos el desayuno.
faldas pronto se produciría una suerte de democracia No era difícil, porque había la regla de que sólo
económica. En realidad fue un descubrimiento de lo se podía tomar un huevo y una tajada de bacon, pero
que la gente suele llamar nivel de vida. no había restricción alguna en lo tocante al pan y la
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mantequilla que servían en la mesa. Por turnos, Sam y Mi ambición era aprender a emplear las palabras en
yo untábamos de mantequilla una docena de tajadas verso para poder en algún momento dramatizar la ex­
de pan, las guardábamos en un cartucho y las llevába­ periencia en el teatro. El drama poético me parecía
mos a la habitación cuando terminábamos de comer. entonces la forma superior y más intensamente satis­
Socio dormía aún. Nunca se despertaba hasta las diez factoria de expresión literaria. Yo era un poeta antilla­
o las once de la mañana, cuando la empleada venía a no y no iba a dejar de serlo. Sam nunca me había
limpiar. Pero para entonces había arreglado la cama y hablado de esto, pero creo que seguramente se pregun­
se encontraba en el baño. Uno de nosotros ponía un taba qué haría yo, porque nunca me vio más que como
abrigo o libros sobre ella, cualquier cosa que hiciera poeta y había pocas posibilidades de que un poeta se
ver que allí no había dormido un tercero. Una hora o abriera paso en lo tocante al dinero. Me pregunto si
algo así más tarde, Socio aparecía en el piso inferior, ésta será una conmiseración típica de los novelistas hacia
inmaculado y en orden como cualquier abogado de los poetas. Pero yo tomaba el suéter o el abrigo sin nin­
colonias en la cúspide de su carrera. Nadie podía im­ gún sentimiento especial de gratitud, aunque me sen­
pugnar su presencia en el albergue, porque ahora era tía un poco torpe por no poder ofrecerle a Sam nada de
como cualquier otro visitante que hubiera venido a ropa. Después de la publicación de mi primer libro
ver a dos viejos amigos, Sam y George. Y una visita tal hubo un cambio en mis circunstancias en relación con
estaba por completo en regla. dar y tomar... y sencillamente ocurrió, porque ocurrir
Ya era hora de conocer verdaderamente a Selvon, es la única palabra que puede indicar la falta de cálculo en
porque es un hombre en extremo amable y su modes­ este dar y tomar. Se mantiene hasta hoy. No veo a Selvon
tia lleva a incomprender lo que realmente es. Aprendí con la frecuencia que pudiera, tal vez porque nunca dejo
entonces que tenía una gran generosidad de alma... y su casa sin llevarme algo, y Sam nunca me visita con fre­
nada de lo ocurrido desde entonces me ha hecho cam­ cuencia, supongo que por las mismas razones.
biar de modo de pensar. Durante el año o los dos años Pero no se produjo ruptura alguna en aquel viaje
siguientes, siempre que nos encontrábamos me daba que comenzó en Puerto España hasta Londres y que nos
algo. Decía como en reprimenda: «¿Pero por qué no ha reunido por casualidad en Nueva York y Barcelo­
lo tomas, viejo?» Y no era dinero, el que no podía per­ na. De modo que cuando me dirigía a Ghana en 1958
mitirse, sino algo de necesidad apremiante, como un persuadí a Sam de que tratara de ir a la India, porque
abrigo, o un suéter o una chaqueta que le quedara corta. me hubiera gustado ver por escrito lo que él, como
Podía deshacerse de una prenda dada porque había descendiente de indios, haría de la India a la luz de su
comenzado a ganar unas cuantas guineas en la BBC experiencia como antillano. Había pensado en un li­
con sus cuentos. ¡Yo todavía estaba casi en cero por­ bro en que yo pusiera junto a su experiencia de la In­
que la prosa no era lo mío! Pude haber escrito una o dia la mía en África occidental. Sam todavía no ha ido
dos piezas atmosféricas con un episodio que les diera a la India, pero el libro pudiera aún escribirse. Será
dirección, pero no quería saber en serio de la ficción. valioso para los antillanos y por razones evidentes.
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He hablado de esto con alguna prolijidad no para mentó. Porque Naipaul es también indio y escritor y
elogiar a Selvon. No necesita ese tipo de recomenda­ las reservas de Selvon hacia él no son menos que las
ción mía. A pesar del juicio ignorante del crítico del mías. Lo que nos une a Selvon y a mí es precisamente
New Statesman («puede que su talento no sea importante, lo que podría unir a indios y negros en Trinidad. Son
pero es valioso»), Selvon es el poeta folclórico mayor sus^ ant£cedentes-XQmuoes^deJiistoria social logúeme,
y, por ende, más importante, que el Caribe británico pueden llamarse angloantillanos: antecedentes con la
ha producido hasta el momento. Lo recalco para lla­ ^nsíCTKÍád~CámpesmaYomTr^raspolraTÍco. Ni a~Sám
mar la atención sobre una falacia que ha amenazado ni a mí podría avergonzarnos esto en modo alguno,
con arruinar la vida política en Trinidad. Esta falacia mientras que Naipaul, con la diabólica ayuda de la Uni­
asume sus más irresponsables sanciones en las obser­ versidad de Oxford, ha logrado extirparlo por entero
vaciones siguientes de V. S. Naipaul: de sus entrañas.
Su obra no puede ir más allá de una sátira castrada y
El señor Samuel Selvon, quien se ha hecho de aunque la sátira puede ser un elemento útil en la fic­
una reputación con sus historias de antillanos ción, ninguna obra importante, comparable con la de
en Londres, es un indio. En Trinidad, de donde Selvon, puede descansar con seguridad sólo en la sáti­
procede, se le llamaría indio oriental... El señor ra. Cuando un escritor tal procede de las colonias, aver­
Lamming es un negro barbadense... No se com­ gonzado de sus antecedentes culturales y luchando
prende a plenitud hasta qué punto el negro anti­ como loco para demostrar su valía promoviéndose a
llano se identifica con Inglaterra... Ha olvidado las cumbres de una cultura «superior» con valores gra­
Africa; los filmes sobre tribus africanas provo­ vemente en duda, entonces la sátira, como una carga
can la risa burlona de los antillanos... de filisteísmo, me parece nada más que un refugio. Y
es un refugio demasiado pequeño para un escritor que
Es precisamente porque no se ha olvidado África desea ser tomado en serio.
que la vergüenza antillana toma la forma de risa burlo­ Hablo sin rodeos porque este libro, a pesar del país
na. Y cómo explicamos, a pesar de esta amnesia, el de su primera publicación, está dirigido a mi genera­
calipso, que es el ritmo popular básico del Caribe. La ción en todo el Caribe, con independencia de lengua,
dificultad estriba en que la educación del señor Naipaul raza o condición política. Nuestra situación carece
se basa por entero en la palabra y su concepción de profundamente de unidad política y orgullo creativo.
inteligencia se limita a responder preguntas de examen. No estamos solos, pero somos demasiado pequeños para
Dado el creciente antagonismo racial entre indios fomentar una carga tal de caos. Y si no se intenta algo
y negros en Trinidad y Guyana británica, puede decir­ positivo muy pronto, podemos llegar a ser una comu­
se que la relación entre Lamming y Selvon es parte de nidad aislada de todo lo que en realidad importa en la
una comunidad similar de intereses. Los dos son escri­ evolución del siglo xx.
tores. Y es ahí precisamente donde no basaré mi argu­
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lugar donde vive Papa, el que cría chivos». La casa era en
3
realidad una habitación grande dividida en tres: una
caja enorme de techo a dos aguas. Había un patio del
La roca
largo de un campo de criquet y más o menos del mis­
mo ancho. Estaba rodeado por tres lados por una cerca
Estudiamos tu rostroy no encontramos nada
de madera y en ese cercado Papa criaba sus chivos.
Que pudiéramos reconocer, nada que reviviera la memoria, Antes de pasar a la Escuela Superior, jugaba a ser ca­
Habías perdido tus lágrimas, ofrecidas de nuevo a tu amante, pataz de un grupo de muchachos cuya ambición era lle­
Corregido tus maneras pródigasy regresado a tu madre.
var a pastar los chivos de Papa. Los llevábamos corriendo
a los rieles y buscábamos cualquier pasto desierto. Pero
Y ahora el pasado se olvidaba, elpresente se desatendía,
Papa nunca supo que también era intención nuestra
Tu amor disuelto en las aguas acaules que bañaban tus costas. ver al chivo joven montar a su hermana. Estos chivos
Y habías regresado, penitentey moroso, a tu madre no parecían tener comprensión alguna de las relacio­
Porque eras un punto muerto y nadie más te aceptaría.
nes familiares, de modo que los instábamos a aparearse
hasta que era hora de que el capataz ordenara que los
Lasfrágiles hierbas que trepaban tus hombros no comprendían
persiguiéramos hasta el patio de Papa.
Que nada podías hacer por ellas. También criaba patos y una bandada grande de
Pronto se les negaría la viday caerían a tus pies palomas que tenían sus nidos bajo la casa y allí dor­
Inocentes, hijos sin madres a los que no podrías acoger.
mían. A las cinco, que era la hora de dar la comida de
la tarde, se veía círculos azules volando sobre la casa
Y así deseamos que el tiempoy la edad cambiaran, de Papa; entonces Papa aparecía en el patio y daba un
Tu madre abriría los bracos, te concedería tu voluntad, grito ahogado que significaba: «Vengan». Las palomas
Puede que tu amante regresara, tomara tu mano sobrevolaban en círculo y se detenían hasta que las ma­
E hiciera de ti lo que antes eras, una islita.
nos de Papa se cubrían de plumas. Pronto se alejaban
y las manos de Papa, que habían estado cubiertas de
Esta experiencia de la Roca se produjo después que maíz, estaban ahora vacías. Las palomas eran un man­
dejé Barbados en 1946 para trabajar de maestro en jar inestimable, pero los chivos eran más memorables.
Trinidad. Un año después regresé de vacaciones. Yo Era una tradición cuyo origen nadie podía recordar
nadaba por toda la isla, pero ésta era la primera vez que que yo almorzara con Papa los domingos. Esto no te­
iba a Silver Beach. Y fue en el pueblecito en que nací nía nada que ver con mi comida en casa ese día. En
que escribí el poema. Ahora parece más claro cómo la otras palabras, los domingos comía dos veces. Pero la
experiencia de la Roca se identificó con todo Barbados. primera comida tenía que ser con Papa. Si no estaba allí
Cuando tenía unos doce años, viví la experiencia a las doce del día —él habría acabado de llegar de la
demoledora de ver a mi viejo Papa Grandison, mi pa­ iglesia-, Papa me gritaba desde la ventana para que
drino, obligado a abandonar su casita del lugar en que todos lo oyeran. Las palabras exactas eran: «¿George?
generaciones de niños habían aprendido a llamar «el
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-con entonación interrogativa-: Listo», dicho como ños a los que había visto madurar hasta convertirse en
una orden. padres, o caer, de una forma u otra, en la ignominia.
¿George? Era el mismo Papa al que un arreglo malvado de dinero
¡Listo! obligaba a marcharse, teniendo que vender cada palo­
Y allí estaba yo. Pero un domingo Papa no llamó ma y todos los chivos menos uno. La tierra había sido
y era mucho más de las doce. Debo de haber sido cons­ vendida a una nueva agrupación de hombres que eran
ciente de ello de algún modo, porque fui a casa de Papa negros y Papa había tenido que marcharse porque no
previendo algún problema. Entré sin hacer el menor había podido pagar en efectivo su tenencia o arriesgar
sonido. No había nadie en la casa y pronto comprendí plazos en nombre de un futuro que no podía ser muy
por qué Papa no había llamado. El y Gwen, la esposa largo. Ya tenía más de setenta.
que había comparado sus últimos años, estaban en el Los carpinteros del pueblo desmantelaron la vieja
patio. Me agaché en un rincón, amplié una ranura en casa. Madero por madero, levantaron las particiones y
la media puerta y vi a Papa ayudando a una chiva a el techo; colocamos cada pulgada de su refugio de ma­
parir. Era mi primera experiencia consciente de lo que dera en una carretilla ancha y los carpinteros del pue­
ocurría en el nacimiento, de cómo era en realidad un blo llevaron esa Roca que era el Castillo de Papa a
nacimiento. De haberme delatado los espías, mi ma­ millas de distancia por la noche, y entre personas que
dre me habría sacado los diablos del cuerpo con su con toda probabilidad pasarían junto a él en la calle a
vara victoriana. Pero fue valioso, porque había algo la mañana siguiente: otro rostro extraño y viejo, arru­
entre las manos de Papa y las penalidades de la chiva: gado y a punto de morir.
la forma en que ayudó al chivito a salir a la vida desde A un hombre tal no le quedaría más que la riqueza de
su embrollo de noche y sangre. Había algo entre esa su piel que a las claras decía su edad y la sabiduría que
vida y las manos de Papa que lo hacía a uno sentir que ocultaba de aquellos que eran demasiado Inocentes para
el animal era humano, porque Papa sin dudas no era saber. Ya yo era un muchacho grande, natural como
un chivo. cualquier príncipe en uniforme de Escuela Superior: un
Del mismo modo, hubo algún atraco terrible en joven tigre en chaqueta azul celeste con ribetes amari­
juego la noche en que Papa tuvo que mover su vieja llos como limones maduros. Papa se alegró mucho el
casa a millas de distancia, a un poblado en que nadie lo día que llegó la noticia de que una beca había abierto la
conocía. Porque cómo iba un hombre como Papa a puerta de aquella escuela a uno de sus muchachos. El
comenzar a conocer gente nueva; Papa que era la gran­ mérito y la caridad habían bendecido su vejez, porque
deza misma en el taller en que había trabajado, incluso era ambición suya que todos sus muchachos fueran, al
entonces, como tonelero. No había nadie en mi pue­ menos, allí. Y su ambición por un muchacho era dema­
blo que se dedicara remotamente a ese oficio a quien siado grande para que le permitiera ver o permitiera
Papa no se hubiera ganado el derecho a reprender. Su que le importara que esta escuela tenía una intención:
edad no tenía que ver sólo con los años, sino con la que me estaba formando para que olvidara o me sepa­
forma en que había estado junto a generaciones de ni­ rara de las cosas que Papa era: campesino y vivo.
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A la luz del día, los carpinteros me conocían como Además, no quería despertar emociones dijlciles de soportar. No
caballero y no creo que me hubiera agradado que al­ sabia cuánto tiempo había vivido en la aldea, pero estaba seguro de que
guien de la escuela me hubiera visto aquella noche, más que los otros queyo conocía. Había cornado al tepatero de niño.
porque anduve todo el camino... no tanto yo como la —Mañana nos vamos los dos —dijo-, y o a mi lugar de descanso
fuerza interna que me une eternamente a la raíz que antes de la tumba; tú, al mundo grandey ancho.
era Papa... millas y una eternidad cada una, llorando Estuve un momento esperando para ver si encen­
como un niño, cada paso del camino junto a la carreti­ dería la luz. ELI sentimiento me había atrapado de nuevo.
lla con el perro guardián de Papa a mi izquierda. Y el Había visto el final de algo.
significado de la partida de Papa es la historia de En el — Fue una noche así, hace nueve años, que las aguas subieron. La
castillo de mi piel. aldea / mi madre / un muchacho entre muchachos / un hombre que
por primer a -vez labrase «castillo de rqi_ conoce a su pueblo no se siente solo / ser un tipo distinto de criatura.
piel» en un poema del poeta antillano Derek Walcott. Palabras y voces que caen como un tipo de llovizna completa y el
En un gran torrente de ira inseparable ^jel odío, el poeta viejo que vuelve con la piedra bajo la uva caleta en la arena: «No me
se dirige a una presencia blanca y se afirma el ataque: verás mcis, hijo mío.»
«Tú en el castillo de tu piel, yo entre los porquerizos.» La tierra en que yo caminaba era una maravilla de
Esta frase coincidía con mi búsqueda de título y recordé negrura y yo sabía que en un sentido más profundo
aquella noche y supe que a pesar de su Edad, que tenía que una simple partida había dicho adiós. Adiós a la
el significado de Piel, Papa nunca podría verse entre tierra.
los cerdos. Tampoco podría el poblado. De modo que Y ambos estábamos en lo cierto. Me hubiera gus­
pensé era correcto, e incluso era necesario, apropiar­ tado leerle su propio diálogo, pero yo ya estaba aquí
me de la imagen para devolver el castillo adonde perte­ en el exilio. Entonces mi madre me escribió para decir
necía. que había tomado el libro, con el rumor de elogio,
La Roca de Papa había sido tomada; se había he­ para compartirlo con Papa. En el pueblo nuevo había
cho caso omiso de su Castillo, pero Papa siempre estaría pasado casi todo el tiempo en cama. Papa reconoció su
allí. Ese viaje fue una lección en exilio y permanencia; voz: no podía olvidar nunca mi nombre, pero el Casti­
esa noche fúe un ejemplo colonial de alienación. Debe llo y la Piel no le decían nada. Era incapaz de seguir lo
de haber sido .el origen de aquella despedida que Papa que ella le decía, porque se estaba muriendo. ¡Unos
y yo nos dijimos en el libro que se construyó sobre su pocos días y había muerto! Es como si su Roca hubie­
Roca. ra regresado en la forma de una corona atada por cu­
—Sé muy dentro de mi corazón que no volveré a poner un pie biertas de cartoné y abundante en palabras que
aquí de nuevo —dijo. Con una mano tocaba mi hombro. Ea retiróy narraban su forma de hablar.
con la misma rapidez volvió a tocarme. Yo tenía idea de lo ocurrido, Papa era colonial y yo también lo soy; también lo es
pero no estaba seguro de que quería hablar de eso. E l asilo no es el tipo nuestro en un tiempo absoluto Próspero. Porque es esa
de residencia que uno admite, lo sé. Deseaba averiguar quépensaba de experiencia muflía de la separación de sit-tttaTjLgngnaLja
tener que ir allí, pero parecía tonto preguntárselo. ¿Qué iba a sentir? que hace coloniales a amo y esclavo. Ser colonial es estar
372 373
_en estado de exilio. Y el exilio es siempre colonial por sus

En Cuba el gobierno de Ramón Grau San


Martín inicia una política de violenta repre-
sión contra los trabajadores y el movimiento
circunstancias: un hombrecolonizado por üu~ amor"
incestuoso a un pasado cuya gloria no merece nuestro
suicidio humano total; colonizado por una prostitu­
ción popular de talentos con dividendos que conoce

HECHOS HISTÓRICOS
pero que no merece; colonizado por una conciencia
abstracta que debe identificar su necesidad con la aflic­
ción de otro mediante un proceso de afecto llamado
justicia; colonizado por la aceptación apenas llevadera
de la queja doméstica; colonizado, si de piel negra, por
el ataque agonizante del ojo del otro cuyos significa­
dos se basan en la forma de ver que intenta en vano
cambiar; y colonizado, en última instancia, por una

Salazar Bondy: Cuaderno de la persona oscura.


Alejo Carpentier: La música en Cuba. Aimé
Césaire: L es armes miraculeuses. Sebastián
visión ausente que, por falta de otra fe, esperanzada­
mente llama el Futuro.
Pero el misterio del colonial es éste: mientras per­
manece con vida, su instinto, siempre y en todo mo­

PANORAMA LITERARIO
mento creativo, debe escoger una forma de cambiar el
significado y la perspectiva de esta antigua tiranía.
Hay, para mí, un vínculo profundo entre las manos
muertas de Papa y la generosidad viviente de Selvon; la
generosidad que conforma toda vida en sus libros.
Porque Selvon nunca mira con desdén a sus persona­
jes. Siempre está con ellos en lo que hacen, las cosas
tontas al igual que las bellas. Si Papa es un símbolo

1946 Comienza a colaborar en la revista Bim.


colonial del hombre tradicional, entonces las vidas que
encarna la prosa de Selvon son campesinos que se pre­
paran para una Temporada de Aventura.
¡Y ese es el tema de mi trabajo para Mañana!

Londres
VIDA Y OBRA

15 de diciembre de 1959 a 5 de febrero de 1960

Z «
374
VIDA Y OBRA PANORAMA LITERARIO HECHOS HISTÓRICOS

Bernardo Ortiz de Montellano: Literatura in­ sindical revolucionario. Las fuerzas de iz­
dígena y colonial mexicana. Marta Brunet: Humo quierda se imponen en los comicios genera­
hada el sur. Francisco Coloane: Ha Tierra del les, en Martinica; dos diputados comunistas,
Fuego se apaga. Juan Carlos Dávalos: Cuentos y entre ellos Aimé Césaire, son electos a la
relatos del norte argentino. Rodolfo Puiggrós: Asamblea francesa. Se funda en Jamaica la
Historia económica del Río de la Plata. Universidad de las Indias Occidentales. En
Chile triunfa, en los comicios presidencia­
les, el candidato radical Gabriel González
Videla. En la argentina Juan Domingo Perón
derrota en los comicios presidenciales del
24 de febrero, al candidato de la Unión De­
mocrática, José P. Tamborini.

1953 Publica In the Castle o f My Skin, novela. Emilio Roig de Leuchsenring: Martí antimpe- El 26 de julio es asaltado el cuartel Moneada
rialista. Emmanuel Flavio Léopold: Soleil en Santiago de Cuba, por un grupo de jóve­
Caraïbes. Joseph Zobel: Ha fiste à Paris. Roger nes revolucionarios encabezados por Fidel
Mais: The Hills ivere ]oyful Together. Hean Price Castro. En Haití François Duvalier, exmi­
Mars: Ha République dH aïti et la République nistro del fallecido presidente Dumarsais
Dominicaine. Carlos Drumond de Andrade: Estimé, se convierte en el principal oposi­
Fa^endeiro de ar. José Lins do Rego: Cangaceiros. tor al gobierno de Paul Magloire. En Guate­
Vicente Barbiéri: F l bailarín. Eduardo Mallea: mala, el gobierno de Jacobo Arbenz
Chaves. expropia 1 859 caballerías (92 386 hectáreas)

de la United Fruit Company, en la región


del Pacífico. El presidente del Partido
Trabalhista Brasileiro, Joáo Goulart, es de­
signado por el presidente Getulio Vargas,
ministro de Trabajo.

1954 Publica la novela The Emigrants. Medardo Vitier: Martí, estudio integral. Omelio Se introduce un sistema plenamente minis­
Martina: Ban ban pas un rondu. Marie Chauvet: terial en la colonia británica de Barbados y
Filie dHaití. Roger Mais: Brother Man. Ricardo se instituye el premierato. En Cuba Fulgen­
Ramos: Tiempo de esperar. Daniel Caicedo: Vien­ cio Batista se reelige presidente en comicios
to seco. Gabriela Mistral: Hagar. Pablo Neruda: fraudulentos; aumenta la popularidad del
Odas elementales. Mauricio Magdaleno: Ardiente líder revolucionario Fidel Castro, confinado
verano. Juan Carlos Onetti: Hos adioses. Agustín en Isla de Pinos; circula clandestinamente
Cuzani: Una libra de carne. su alegato programa Ha historia me absolverá. El
29 de diciembre se concede la autonomía
interna a la colonia holandesa formada por
Aruba, Bonaire y las islas de Barlovento. El
24 de agosto se suicida el presidente de Brasil
Getulio Vargas, después de escribir un vi­
brante testamento.

1956 Participa en la I Conferencia Interna­ Enrique Serpa: Ha trampa. John Hearne: El 2 de diciembre desembarcan en la costa
cional de Escritores y Artistas Negros, Stranger at the Gate. Augusto Joyau, Alice sur de la provincia de Oriente los ochenta y
realizada en París. Joyau-Dormoy: Guiablesse Martinique. Ismael dos expedicionarios del yate Granma, enca­
García S.: Medio siglo de poesía panameña. Arturo bezados por Fidel Castro. El mandatario de
Hernández: Selva trágica. Carlos E. Zavaleta: Haití, Paul Magloire, maniobra para no en­
E l Cristo Villenas, René Depestre: Mineral noir. tregar la presidencia; un sector del ejército
VIDA Y OBRA PANORAMA LITERARIO HECHOS HISTÓRICOS

Joao Guimaraes Rosa: Grande Sertao: veredas. lo obliga a renunciar; ocupa la presidencia
Antonio Di Benedetto: Zama. Joseph Nemours Pierre-Louis. El ministro
de Relaciones Exteriores de Panamá protes­
ta ante Gran Bretaña por la exclusión de su
país de la Conferencia de Londres sobre la
nacionalización del Canal de Suez, alegan­
do que los problemas son similares. En Perú
se impone, en elecciones presidenciales, el
candidato de la oligarquía Manuel Prado.

1958 Publica la novela O f Age and Innocence. Nicolás Guillén: Ea paloma de vuelo popular. El 3 de enero entra en vigor la Federación de
Recibe el Premio Somerset Maugham. Edouard Glissant: Ea Ee\arde. Aquiles Nazoa: las Indias Occidentales a la que pertenecen
Poesía para colorear. César Rengifo: Obsceneba. Barbados, Jamaica, Trinidad-Tobago, Santa
Humberto Constantini: De p o r aquí nomás. Luda y Guyana. En Cuba, el Ejérdto Rebel­
Rodolfo Walsh: E l caso Satanowsky. José María de crea el II Frente Oriental comandado por
Arguedas: Eos ríos profundos. Raúl Castro; dos columnas rebeldes al man­
do de los comandantes Camilo Cienfúegos
y Ernesto Che Guevara, inician la invasión
de las provincias occidentales. En Argentina
se impone en las elecciones presidenciales
del 28 de febrero, el candidato de la Unión
Cívica Radical Intransigente, Arturo Frondizi.

-
1960 Publica Season o f Adventure (novela) y José Soler Puig: Bertillón 166. Hugo Lindo: El gobierno revolucionario de Cuba expropia
The Pleasures o f Exile (ensayo). ¡Justicia, señor Gobernador!] orge Enrique Adoum: las tierras de la United Fruit Company. En
Dios trajo la sombra. Wilson Harris: Palace o f the El Salvador, después de violentas represio­
Peacock. Anthony Phelps: Eté. Jacques Stephen nes a trabajadores y estudiantes, es derrocado
Alexis: Komancero aux étoiles. Aimé Césaire: el presidente José María Lemus y suplanta­
Toussaint Eouverture. Roberto Luzcando: El nuevo do por una Junta Cívico-Militar que libera
movimiento poético de Panamá. Mario Benedetti: presos políticos y convoca a elecciones pre­
Ea tregua. Carlos Martínez Moreno: Eos días sidenciales. El 5 de junio José María Velasco
por vivir. Ibarra obtiene un triunfo electoral arrolla­
dor como candidato independiente a la pre­
sidencia de Ecuador. El 21 de septiembre
los Estados Unidos se ven forzados, ante la
presión del pueblo, a reconocer la soberanía
titular de Panamá sobre la zona canalera y
colocar la bandera panameña junto a la yanqui

1968 Participa en el Simposio sobre la In­ Earl Lovelace: The Schoolmaster. José Luciano El 1 de mayo, Barbados, junto con Guyana y
fluencia de África en las literaturas an­ Franco: Presencia negra en el Nuevo Mundo. René Antigua, establecen la Caribbean Free Trade
tillanas. Depestre: Cantata de octubre a la viday a la muerte Association. En Cuba, con la presencia de
del comandante Ernesto Che Guevara. Roberto intelectuales de todo el mundo, se celebra
Díaz Castillo: Folklorey artes populares. Manlio el Congreso Cultural de La Habana. Se pro­
Argueta: En el costado de la lu% Agustín Cueva: duce en México, días antes de la celebración
Ea literatura ecuatoriana. Marcos Yauri de las Olimpiadas, la masacre de Tlatelolco.
Monterio: Ea sal amarga de la tierra. Un golpe militar derroca al presidente del
Perú, Fernando Belaúnde Terry; asume el
mandato una Junta Militar encabezada por
el general Juan Velasco Alvarado.
VIDA Y OBRA PANORAMA LITERARIO HECHOS HISTÓRICOS

1971 Publica la novela Water with Berries. A. N. Forde: Talk o f the Tamarindes. Edward El primer ministro de Barbados, Errol W.
Brathwaite: The Development o f Creóle Society in Barrow, líder del Barbados Démocratie La­
Jamaica (1770-1820). Andrew Salkey: Havana bor Party, retiene el poder en las elecciones
Journal. Diana Lebacs: Sherry. Manuel Cofiño: reaüzadas en septiembre. Profundos cam­
Ta última mujery el próximo combate. Lisandro bios en la política cultural cubana a raíz de
Chaves: Tos monos de San Telmo. Clemente la celebración del I Congreso de Educación
Guido: Sangre y fuego. René Avilés Fabila: El y Cultura. A la muerte del dictador François
gran solitario de palacio. Carlos Solórzano: Tas Duvalier, de Haití, le sucede su hijo Jean-
celdas. Edgar Ceballos Condarco: Mundo ex­ Claude, quien declara que continuará con
traño. Eduardo Galeano: Tas venas abiertas de el mismo régimen de su padre. En Colom­
América Tatina. bia se producen sangrientos choques entre
los estudiantes de la Universidad de Cali y
la policía; el presidente Misael Pastrana
Borrero impone la ley marcial en la zona.
En Chile, el gobierno de Salvador Allende
nacionaliza el 60% de la banca privada.

1972 Publica la novela Natives o f My Person. Wilson Harris: Black Marden. Edward Baugh: Barbados, Jam aica, Guyana y Trinidad-
West Indian Poetiy (1900-1970). Knolly S. La Tobago anuncian que establecerán relacio­
Fortune: The T egend o f T. Marie. Nicolás nes con Cuba. El primer ministro de Cuba
Guillén: Ta rueda dentada. Enrique González realiza un amplio recorrido por países de
Rojo: Para deletrear el infinito. Oscar Oliva: Es­ África y del campo socialista. Se realiza en

tado de sitio. Jaime Sabines: Maltiempo. Pedro Guyana el primer Festival de las Artes del
Shimose: Quiero escribir pero me sale espuma. An­ Caribe (CARIFESTA). Nicaragua: un vio­
tonio Cisneros: Como higuera en un campo de golf. lento terremoto destruye la ciudad de Ma­
Pablo Guevara: Hotel del Cu^coy otras provincias nagua. El presidente de Chile, Salvador
del Perú. Ornar Lara: Tos buenos días. José Allende, visita Perú, la URSS, Cuba y Vene­
Ceselli: E l paraíso desenterrado. César Fernán­ zuela. En Argentina, el peronista Héctor J.
dez Moreno: Ambages. Cámpora es proclamado candidato presi­
dencial para las próximas elecciones.

1974 Edita la antología de escritores negros Alejo Carpentier: E l recurso del método y Concier­ Granada obtiene la independencia. Guyana
Cannon Shot and Glass Beads: Modem Black to barroco. Severo Sarduy: Barroco. Gabriel García se adhiere al socialismo cooperativo. En Ar­
Writing. Márquez: Ojos de perro a%ul. Mario Benedetti: gentina, muere el presidente Juan Domingo
Poemas de otros. Salvador Garmendia: Memorias Perón; lo sucede su viuda, María Estela Mar­
de Altagracia. J osé Balza: Setecientaspalmerasplan­ tínez. Se adopta en México la Declaración
tadas en el mismo lugar. Julio Cortázar: Octaedro. de Tlatelolco, para impedir la proliferación de
Ernesto Sábato: Abaddón el Exterminador. Jorge las armas nucleares en el Continente. Car­
Ibargüengoitia: Estas ruinas que ves. José Emi­ los Andrés Pérez asume la presidencia de
lio Pacheco: Irásy no volverás. Octavio Paz: Tos Venezuela; anuncia la nacionalización del
hijos del limo y E l mono gramático. Augusto Roa petróleo y del hierro. El gobierno peruano
Bastos: Yo el Supremo. Alfredo Bryce Echenique: expropia los principales diarios del país.
Ta felicidad ja ja. Juan Bosch: Cuentos escritos antes Electo presidente de Colombia Alfonso López
del exilio. Roque Dalton: Tas historias prohibidas de Michelsen. El general Augusto Pinochet asu­
Pulgarcito. Juan Carlos Onetti: Tiempo de abracar. me la jefatura de Chile. Panamá logra acuerdo
con los Estados Unidos que pone fin al trata­
do de 1903 sobre el Canal. Joaquín Balaguer
es nuevamente electo presidente de la Re­
pública Dominicana. El Frente Sandinista
VIDA Y OBRA PANORAMA LITERARIO HECHOS HISTÓRICOS

de Liberación Nacional de Nicaragua can­


jea rehenes somocistas por presos políticos.

1992 Conversations: Essays, Addresses and Interviews Dulce María Loynaz: Poemas náufragos. Gastón Cuba enfrenta los rigores del llamado Pe­
1953- 1990. Baquero: Antología comentada. Ricardo Piglia: La ríodo Especial en Tiempo de Paz, tras la
ciudad ausente. Osvaldo Soriano: El ojo de la patria. desaparición de sus más importantes socios
Miguel Bonasso: La memoria en donde ardía. García comerciales. Firman México, Canadá y los
Márquez: Doce cuentos peregrinos. Ariel Dorfman: Estados Unidos Tratado de Libre Comercio
La muerte y la doncella. Augusto Monterroso: de Norteamérica, que entraría en vigor en
Esa fauna. José Agustín: La miel derramada. Ana 1994. Collor de Mello es inhabilitado como
Lydia Vega: Cuentos calientes. Mario Benedetti: presidente de Brasil y sustituido por Itamar
La borra del café. Rubem Fonseca: Romance negro Franco; se celebra en Rio de Janeiro Cum­
e outras historias. Elena Poniatowska: Tinísima. bre sobre medio ambiente y desarrollo. Di­
Vicente Leñero: La noche de Hernán Cortés. Sergio suelve el presidente Alberto Fujimori el
Pitol: El relato veneciano de Bellie Upwarp. William parlamento peruano y establece la censura
Ospina: E l país del viento. de prensa.

1995 Coming, Coming Home. Conversations II (en­ Maryse Condé: Crossing the Mangrove. Rubem René Préval vence por un amplio margen en
sayo). Fonseca: O Buraco na Parede. Diamela Eltit: Luju­ las elecciones celebradas en Haití. Son re­
ria. Elena Garro: Inés. Carlos Fuentes: Frontera de electos en Perú y Argentina los presidentes
cristal. David Viñas: Claudia conversa. Jorge Enri­ Alberto Fujimori y Carlos Saúl Menem.
que Adoum: Ciudad sin ángel. Eduardo Galeano: Enfrentamientos armados entre Ecuador y

Fútbol a sol y sombra. Luis Rafael Sánchez: La Perú como reflejo del conflicto fronterizo
guagua aérea. Octavio Paz: Vislumbres de ¡a India. entre ambos países. Según lo previsto en el
Tratado de Asunción, entra en vigor la unión
aduanera y la libre circulación de bienes en­
tre los cuatro países firmantes: Argentina,
Brasil, Paraguay y Uruguay.
ÍNDICE

Prólogo 7

Introducción 15
Introducción a la edición de 1984 23

Al principio 29
La ocasión de hablar 45
Prueba y ejemplo 91
Una forma de ver 99
Conflicto e ilusión 147
Un monstruo, un niño, un esclavo 161
Caliban pone en orden la historia 195
Ismael en casa 249
La presencia africana 265
Viaje a una expectativa 345

G e o r g e L a m m in g y su é p o c a 375
COLECCIÓN LITERATURA LATINOAMERICANA

LIBROS PUBLICADOS

1. Memorias postumas de Blas Cubas, Joaquim María


Machado de Assis
2. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana,
José Carlos Mariátegui
3. Teatro, Florencio Sánchez
4. E l águila y la serpiente, Martín Luis Guzmán
5. Una excursión a los indios ranqueles, Lucio V. Mansilla
6. Vidas secas, Graciliano Ramos
7. E l socio, Jenaro Prieto
8. E l paisano Aguilar, Enrique Amorim
9. Historia crítica del asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho,
Antonio J. de Irisarri
10. Tradiciones peruanas, Ricardo Palma
11. Ea vida inútil de Tito Pérey, José Rubén Romero
12. Cuentos, Horacio Quiroga
13. Cuentos, Julio Cortázar
14. Ensayos, Baldomero Sanín Cano
15. Documentos, Simón Bolívar
16. M etal del diablo, Augusto Céspedes
17. Ea favela, Carolina María de Jesús
18. Cuentos de Pago Chico, Roberto J. Payró
19. Ea charca, Manuel Zeno Gandía
20. Selección de ensayos, Pedro Henríquez Ureña
21. Poesías, Pablo Neruda
22. Obra poética completa, César Vallejo
23. Eos ríos profundos, José María Arguedas
24. Huasipungo, Jorge Icaza
25. Ea vorágine, José Eustasio Rivera
26. A l filo del agua, Agustín Yáñez
27. Sobre héroes y tumbas, Ernesto Sábato

1
28. Antología, Roberto Arlt 61. E l lazarillo de degos caminantes, Concolorcorvo
29. Poesías, Gabriela Mistral 62. Varias historias, Joaquim Mana Machado de As sis
30. Poesías, Rubén Darío 63. Sub-terra, Baldomero Lillo
31. Anales de los cakchiqueles, Francisco Hernánde2 Ara­ 64. Cuentos, Tomás Carrasquilla
na y Francisco Díaz 65. Coméntanos nales de los incas, Inca Garcilaso de la Vega
32. Montevideanos, Mario Benedetti 66 Poesía nicaragüense
33. Hijo de ladrón, Manuel Rojas 67. Poesía, León de Greiff
34. A sí habló el tío, Jean Price-Mars 68. Canaima, Rómulo Gallegos
35. Cien años de soledad, Gabriel García Márquez 69. Los sertones, Euclides da Cunha
36. Guatemala, las líneas de su mano, Luis Cardoza y 7 0. Poesía gauchesca
Aragón 71. Aves sin nido, Clorinda Matto de Turner
37. El llano en llamas / Pedro Páramo, Juan Rulfo 72. E l compadre general Sol, Jacques Stephen Alexis
38. Cuentos, Salarrué 73. Memorias de Mamá Blanca, Teresa de la Parra
39. E l astillero, Juan Carlos Onetti 74. Gabriela clavo y canela, Jorge Amado
40. Poesías, Vicente Huidobro 75. La gloria de don Ramiro, Enrique Larreta
41. Prosas, Juan Montalvo 76. Cuentos, Francisco Coloane
42. Ensayos, Alfonso Reyes 77. Poesía, Luis Palés Matos
43. Poemas, Nicanor Parra 78. E l Zarco, Ignacio M. Altamirano
44. Pajuela, Julio Cortázar 79. Amalia, José Mármol
45. Popol-Vuh. Libro del común de los quichés s/n Un siglo del relato latinoamericano
46. Visión de los vencidos 80. Cuentos del Caribe
47. Poesías, Aimé Césaire 81. Sena, Fernand Hibbert
48. Adán Buenosayres, Leopoldo Marechal 82. Poesías, Raúl González Tuñón
49. Niño de ingenio, José Lins do Regó 83. E l indio, Gregorio López y Fuentes
50. Gradas por el fuego, Mario Benedetti 84. Enriquillo, Manuel de Jesús Galván
51. María, Jorge Isaacs s/n Poesía trunca
52. Cuentos, José de la Cuadra 85. Poesía, José Batres Montúfar
53. Poemas, Carlos Drummond de Andrade 86. Páginas escogidas, Alfonso Reyes
54. Hijo de hombre, Augusto Roa Bastos 87. Matalaché, Enrique López Albújar
s/n Quince relatos de la América Latina 88. Juan de la Rosa, Nataniel Aguirre
55. Don Segundo Sombra, Ricardo Güiraldes 89. Páginas escogidas, Sor Juana Inés de la Cruz
56. Los de abajo, Mariano Azuela 90. La obreriada, Luis Vidales
57. Gobernadores del rodo, Jacques Roumain 91. La sangre, Tulio M. Cestero
58. E l mundo es ancho y ajeno, Ciro Alegría 92. Cubcgua y La güera de Tiberio, Enrique Bernardo Núñez
59. Poesía quechua 93. Cuentos, Javier de Viana
60. Recuerdos del pasado, Vicente Pérez Rosales 94. Las montañas jubilosas, Roger Mais
95. Gran sertón: veredas, Joáo Guimaráes Rosa 129. Confabulaciones, Juan José Arreóla
96. h a s cruces sobre el agua, Joaquín Gallegos Lara 130. Quarup, Antonio Callado
97. En el castillo de mi piel, George Lamming 131. La conquista del amanecer, Mariano Picón Salas
98. Poesía, Ernesto Cardenal 132. Hasta no verte Jesús mío, Elena Poniatowska
99. Yo el Supremo, Augusto Roa Bastos 133. Antología poética, Mario Benedetti
100. Martín Fierro, José Hernández 134. Pasajes de la guerra rmluáonaria, Ernesto Che Guevara
101. Midas negro, Jan Carew 135. Las armas secretas y otros relatos, Julio Cortázar
102. Ismael, Eduardo Acevedo Díaz 136. La ternura no basta, Roque Dalton
103. Ea pasión según G.H., Clarice Lispector 137. Entre el largo desierto y la mar, Alfonsina Storni
104. La oscura vida radiante, Manuel Rojas 138. El hombre muerto y otros relatos, Horacio Quiroga
105. El vasto mar de los sargados, Jean Rhys 139. Dolor fiero, Sor Juana Inés de la Cruz
106. Facundo, Domingo F. Sarmiento 140. Fabulacionesy ensayos, Augusto Monterroso
107. El Señor Presidente, Miguel Ángel Asturias 141. Las venas abiertas de Amériea Latina, Eduardo Galeano
108. Poesía, Carlos Pelücer 142 Dos novelas memorables, Adolfo Bioy Casares
109. Un hombre muerto a puntapiés, Pablo Palacio 143. Paradiso, José Lezama Lima
110. Nuestro pan, Enrique Gil Gilbert 144. E l día que me quieras, Amado Ñervo
111. Cuentos, Juan Bosch 145. Respiración artifiáal, Ricardo Piglia
112. El guaraní, José de Alencar 146. E l gran arte, Rubem Fonseca
113. Antologa de antologas, Baldomero Fernández Moreno 147. Cerca del corazón salvaje, Clarice Lispector
114. Poesía, Juan Gelman 148. Doña flo r y sus dos maridos, Jorge Amado
s/n La isla mágica, Rogelio Sinán 149. Hacia la noche vamos, Vicente Gerbasi
115. Antología, Ezequiel Martínez Estrada 150. Cuentos grotescos, José Rafael Pocaterra
116. Epopeya de las comidasy las bebidas de Chile, Pablo de Rokha 151. La tienda de muñecos y otros relatos, Julio Garmendia
117. Cuentos, Guillermo Meneses 152. Una holandesa en América, Soledad Acosta de Samper
118. La isla de ¡os pájaros y otros cuentos, Mariano Latorre 153. Poesía, Francisco Urondo
119. La muerte de Artemio Cru% Carlos Fuentes 154. Mascan, el calador americano, Haroldo Conti
120. Juyungo, Adalberto Ortiz 155. Operación masacre /¿Quién mató a Rosendo?, Rodolfo Walsh
121. Martín Rivas, Alberto Blest Gana 156. E l entenado, Juan José Saer
122. Páginas escogidas, Jorge Luis Borges 157. Diarios de escritoresy otros ensayos, José Bianco
123. Poesía, Delmira Agustini s/n Gobernadores del rocío, Jacques Roumain
124. El muelle, Alfredo Pareja Diez-Canseco 158. Finísima, Elena Poniatowska
s/n Castigo divino, Sergio Ramírez
125. El Siglo de las Luces, Alejo Carpentier
LIBROS DE PRÓXIMA APARICIÓN
126. Solo en la compañía, Manolo Cuadra
127. Zama, Antonio di Benedetto
128. Las laneras coloradas, Arturo Uslar Pietri Poesía, Pablo Neruda
Este libro se terminó de impri­
mir en Palcograf en el mes de
junio de 2007.

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