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La idea de igualdad liberal en el Perú del siglo XIX

Rolando Rojas Rojas1

Instituto de Estudios Peruanos

Con “igualdad liberal” nos referimos en este artículo a la igualdad de los hombres ante ley
o igualdad jurídica, principio que fundamenta los regímenes democráticos. En el Perú la
igualdad ante la ley se estableció formalmente con la Constitución de 1823, aunque puede
señalarse como antecedente los debates de las Cortes y la Constitución de Cádiz de 1812.
Desde entonces el Perú es convencionalmente una sociedad de ciudadanos donde el conjun-
to de individuos gozan de igualdad de derechos sancionados constitucionalmente. Sabemos,
sin embargo, que se trata de un ideal que ha tenido una trayectoria compleja en la historia
peruana. La igualdad jurídica no pudo aplicarse plenamente en todo el ámbito nacional pues
diversos elementos, como el carácter corporativo de la sociedad, la existencia de la esclavi-
tud y de la servidumbre indígena, obstruyeron el “imperio de la ley”, como se decía en el
Perú decimonónico.

Este artículo trata sobre las vicisitudes de la igualdad jurídica para institucionalizarse y re-
gular la conducta social de los peruanos en el siglo XIX. Para efectos expositivos, lo hemos
dividido en cinco secciones. El primero revisa el concepto de igualdad surgido durante los
siglos XVII y XVIII cuando en Inglaterra, los Estados Unidos y Francia se producen revo-
luciones liberales. El segundo analiza la idea de igualdad en la época de la independencia
peruana y las primeras décadas de vida republicana, poniendo énfasis en las confrontacio-
nes ideológicas entre liberales y conservadores. El tercero examina el carácter moderado
del liberalismo peruano, el no abordaje de reformas sociales y económicas necesarias para
la plena vigencia de la igualdad jurídica, así como las diferencias entre liberalismo político
y liberalismo económico. El cuarto aborda el giro conservador del liberalismo civilista que,
debido a la necesidad de reconstruir el país luego de la Guerra del Pacífico, de estabilizar el
sistema político y de la influencia del positivismo, lo lleva a conciliar con el conservadu-
rismo y excluir del voto a los analfabetos. El quinto hace unas reflexiones generales sobre
las consecuencias de esta conciliación en la historia política del Perú del siglo XX.

1. La idea liberal de igualdad

La idea moderna de igualdad fue cristalizando en los procesos políticos que pusieron fin a
los Estados absolutistas y en los pensadores que formularon esquemas de ejercicio del po-
der político basadas en instituciones representativas. La igualdad como principio jurídico
fue resultado de las luchas del liberalismo político que tenía su base social en los sectores
mercantiles y manufactureros, los que se veían constantemente afectados por las arbitrarie-
1
Rolando Rojas es historiador e investigador principal del Instituto de Estudios Peruanos.

1
dades del rey que solía confiscar sus capitales e imponerles tributos onerosos para financiar
sus guerras de expansión. La demanda principal del liberalismo era de un régimen jurídico
que garantizara los derechos a la propiedad privada, así como las libertades comerciales y
económicas. El camino para lograr esto fue variado. En Inglaterra se conquistó con el forta-
lecimiento del Parlamento sobre el rey, en los Estados Unidos con la independencia política
de Inglaterra y en Francia con la destrucción del régimen absolutista. Vamos a referirnos a
estos casos muy brevemente.

El primer acontecimiento al que queremos referirnos es a la Revolución Gloriosa de 1688-


1689 ocurrida en Inglaterra y que enfrentó al Parlamento inglés con el rey. En esta revolu-
ción el rey Jacobo II fue depuesto y se impuso limitaciones a las facultades de la corona
para imponer impuestos y formar ejércitos. Estas facultades pasaron bajo control del Par-
lamento que progresivamente se irá convirtiendo en el primer poder del Estado. Fue impor-
tante también la aprobación de la Declaración de Derechos que instituyó los derechos y
libertades ciudadanas considerados esenciales de la nación inglesa. Un pensador que influ-
yó en los hombres que llevaron a cabo estas reformas políticas fue John Locke, filósofo que
escribió tratados políticos fundamentales para la teoría política y el liberalismo. Locke
planteó dos ideas que marcaron una revolución en el pensamiento político de su época.

En primer lugar, Locke propuso que la historia de la humanidad estaba dividida en dos eta-
pas: el estado natural y la sociedad civil. El estado natural corresponde a la época cuando el
hombre vivía en libertad e igualdad pues todos tomaban los frutos de la naturaleza para su
subsistencia. Sin embargo, como la naturaleza crea a unos hombres físicamente más fuertes
que otros y aparece la acumulación de bienes básicos, se producen abusos de los fuertes
sobre los débiles generándose el caos social de revanchas y venganzas. En estas circunstan-
cias es que los hombres acuerdan delegar a unos pocos la redacción de las leyes y el go-
bierno para evitar la violencia de unos sobre otros. A la formación de este gobierno llamó
Locke estado o sociedad civil. En él los hombres recortaban sus libertades para garantizar
la paz y la convivencia. Lo interesante de esta idea fue que Locke sugerirá que así como en
un tiempo inmemorial los hombres habían delegado el poder a una autoridad, estos mismos
podían recuperar ese poder cuando el gobierno derivaba en tiranía. Esta idea fundamentó
los programas del liberalismo revolucionario.

La segunda idea de Locke que tuvo impacto en su sociedad fue que los hombres nacían con
derechos naturales que eran inherentes a la humanidad y anteriores a la constitución de la
civilización, como eran el derecho a la vida, a la felicidad y a la libertad. Esta idea tenía una
larga tradición pero Locke la integró a toda una teoría sobre la política y el poder. Locke
juntó esta y la anterior idea y propuso que las naciones ilustradas podían elegir libremente a
sus gobernantes sobre la base de una comunidad de individuos iguales ante la ley. Esto sig-
nificó una radical recusación de la tiranía del Estado absolutista y de la teoría “descenden-
te” del poder, según la cual el rey era tal por la gracia de Dios. La propuesta de Locke era
inversa o “ascendente”: la legitimidad de los gobernantes se originaba en el consentimiento

2
de los ciudadanos. Esta idea será el motor de las transformaciones políticas de Europa y el
mundo occidental.

El segundo proceso político importante fue la independencia de las colonias americanas de


Inglaterra. Si bien, tal vez con la excepción de Thomas Jefferson, no surgió en él un pensa-
dor que dejara un legado similar al de Locke o Rousseau, destacaron líderes que tradujeron
los ideales igualitarios en instituciones y produjeron documentos políticos que servirán de
modelo a los países hispanoamericanos. En efecto, la independencia de los EEUU tuvo
gran impacto en las colonias hispanoamericanas debido a que guardaban similares condi-
ciones de dependencia política y porque se puso de manifiesto que colonias subordinadas a
un imperio podían constituirse en Estados independientes.

Como decía, los EEUU aportaron documentos claves que inspirarán a los liberales hispa-
noamericanos: la declaración de independencia y la constitución política. En el preámbulo
del primer documento se expresa claramente el principio de igualdad como fundamento del
nuevo Estado soberano cuando se señala: “que todos los hombres son creados iguales; que
son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la
libertad y la búsqueda de la felicidad”.2 Por su parte, Thomas Jefferson, redactor principal
de la mencionada declaración de independencia, escribió en carta personal la idea que sos-
tenía el nuevo régimen político: “La difusión general de la luz de la ciencia ha puesto en
evidencia a los ojos de todos la verdad palpable de que ni la mayoría de la humanidad ha
nacido con sillas de montar a la espalda, ni unos pocos privilegiados calzados con botas y
espuelas, listos a cabalgarlos legítimamente por la gracia de Dios”.3 Es cierto que se trataba
de una igualdad que excluía a los negros esclavos y las mujeres, pero dejaba instalada una
noción que será posteriormente ampliada a grupos excluidos.

El tercer proceso político que desarrolló los ideales igualitarios fue la Revolución Francesa.
Esta revolución tendrá un impacto directo en Hispanoamérica pues de ella surgirá Napoleón
y su política expansionista que implicará la invasión de España, la crisis política del impe-
rio hispano, el ascenso del liberalismo español y la formación de las Juntas Gubernativas en
las colonias americanas. De otra parte, se trató de una revolución que aportó al liberalismo
varios símbolos y documentos de amplia difusión en mundo hispanoamericano como la
“Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” cuyo primer artículo señalaba:
“Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales
sólo pueden fundarse en la utilidad común”; por otro lado, la Constitución de 1791 señalaba
en su preámbulo que: “ya no hay en ninguna parte de la nación, ni para el individuo, algún
privilegio o excepción al derecho común de todos los franceses”.4

2
Callinicos, Igualdad, p. 33.
3
Ibíd., p. 33.
4
Bobbio, Norberto, Liberalismo, 43.

3
Juan Jacobo Rousseau no vivió la Revolución Francesa pero sus escritos fueron fundamen-
tales para legitimar la construcción del nuevo régimen político; se puede decir que fue el
espíritu de la revolución. Rousseau, como Locke, consideraba que la república era un sis-
tema superior a la monarquía pues se basaba en un pacto social entre hombres en igualdad
de derechos y en la supremacía de las leyes sobre la arbitrariedad. En tal sentido señalaba
que: “el pacto social establece entre los ciudadanos una igualdad tal, que todos se obligan
bajo las mismas condiciones y todos gozan de idénticos derechos”.5 Rousseau era conscien-
te de la contradicción entre igualdad jurídica y desigualdad económica en el sentido que la
segunda podía socavar y anular a la primera. Por ello señalaba que “en cuanto a la riqueza,
que ningún ciudadano sea suficientemente opulento para poder comprar a otro, ni ninguno
bastante pobre para ser obligado a venderse, lo cual supone de parte de los grandes, mode-
ración de bienes y de crédito, y de parte de los pequeños, moderación de avaricia y de codi-
cia”.6 Los procesos políticos reseñados y las ideas de igualdad que surgieron y se desarro-
llaron en ellos tendrán una honda repercusión en el Perú y en Hispanoamérica.

2. La Igualdad en el Perú

La idea de igualdad jurídica empezó a debatirse públicamente en la época de las Cortes de


Cádiz. Para entonces la igualdad jurídica y las teorías políticas sobre los gobiernos repre-
sentativos estaban bastantes desarrolladas, de modo que lo resaltante en las Cortes de Cádiz
fue si los derechos y particularmente el derecho al voto debía incluir a indios y mestizos
como demandaban los criollos. El debate fue intenso pues América tenía más población que
España y si se otorgaba el voto a los indios y mestizos, el número de diputados americanos
sería mayor que el de los peninsulares. Al inicio, los diputados peninsulares limitaron la
representación de América en la Junta Central de Gobierno, pero debido a la protesta de los
criollos americanos y para garantizar la fidelidad de las provincias de América, tuvieron
que solicitar diputados a la Junta Central de Gobierno y luego a las Cortes extraordinarias
instaladas en Cádiz. Luego, en los debates de las Cortes se logró admitir el derecho al voto
de indios y mestizos, asignándose igual número de representantes a peninsulares y ameri-
canos en las futuras Cortes ordinarias. Esto significó que en el Perú e Hispanoamérica se
realizaran elecciones populares en las ciudades y “pueblos de indios” para elegir a sus ca-
bildos y sus representantes. Sin embargo, las Cortes ordinarias no llegaron funcionar ple-
namente debido a los reveses militares ante Francia y a que en mayo de 1814 Fernando VII
restauró el absolutismo. Con todo, en el período de las cortes y de la libertad de prensa se
debatieron públicamente las ideas de igualdad en el Perú y América.

El debate sobre la igualdad jurídica se retomó durante el proceso de independencia peruana.


José de San Martín a poco de desembarcar en las playas de Pisco lanzó una proclama diri-
gida a los indios “naturales del Perú” que hizo imprimir en castellano, quechua y aymara.

5
Rousseau, El contrato, p. 29.
6
Ibíd., p. 48.

4
En dicha proclama señalaba los principios de igualdad que animaba su “expedición liberta-
dora”: “compatriotas, amigos descendientes todos de los Incas. Ya llegó para vosotros la
época venturosa de recobrar los derechos que son comunes a todos los individuos de la es-
pecie humana, y salir del estado de miseria y abatimiento al que le habían condenado los
opresores de nuestro suelo […] yo os ofrezco del modo más positivo hacer todo cuanto esté
a mi alcance para aliviar vuestra suerte, y elevaros a la dignidad de hombres libres; y para
que tengáis fe en mis promesas declaro que desde hoy queda abolido el tributo [indígena],
esa exacción inventada por la codicia de los tiranos para enriquecerse a costa de vuestros
sudores”.7 Derechos y libertades políticas colocaba San Martín en el centro de su programa
para ganar adhesiones.

Luego en 1822, una vez proclamada la independencia, se reunió el Congreso Constituyente


para redactar la primera Constitución peruana, aprobada en 1823. El artículo 23 de la Cons-
titución entronizaba la igualdad jurídica de la siguiente manera: “Todos los ciudadanos son
iguales ante la ley, ya premie, ya castigue. Quedan abolidos los empleos y privilegios here-
ditarios”. Con respecto al derecho al voto, la Constitución señalaba como requisito saber
leer y escribir pero tal requisito recién se haría efectivo en 1840. La aplicación inmediata
habría significado la exclusión de los indios, mestizos y negros libres que eran en su mayo-
ría analfabetos. Los liberales quisieron que este requisito no fuera impedimento para una
amplia ciudadanía y pensaban que tal vez en dos décadas con la expansión de la educación
el analfabetismo sería cosa del pasado. Para tal efecto desarrollaron diversos esfuerzos para
llevar la educación elemental al pueblo mediante escuelas municipales que usarían el méto-
do lancasteriano. Desafortunadamente estos esfuerzos tuvieron poco impacto debido a la
carencia de recursos para financiar dichas escuelas.

Como la responsabilidad de alfabetizar recaía en el Estado y mientras no se fundaran escue-


las en las zonas rurales, las siguientes Constituciones prorrogaron la aplicación de ser alfa-
beto como requisito para el sufragio. Excepto por algunos breves años, básicamente los
indígenas votaron en las elecciones del siglo XIX y su presencia dio lugar a una confronta-
ción ideológica entre liberales y conservadores. El voto de los analfabetos fue, tal vez, el
principal asunto que separó a liberales de conservadores en el Perú decimonónico. Al fin y
al cabo, definía o no una suerte de apartheid electoral en el que, sin mencionarlo, se refería
a la población indígena y popular que había sido excluida durante la colonia de las escuelas.
En este tema la posición de los liberales fue, generalmente, a favor de la inclusión de los
analfabetos, por lo menos hasta 1895.

Los liberales creían que mediante la educación la “plebe” y los indígenas podían variar su
situación política y social. Consideraban que si adquirieran las “luces” necesarias para
comprender los asuntos públicos podrían ejercer plenamente sus derechos y discernir entre
los mejores hombres al momento de elegir a los gobernantes; es decir, participarían cons-

7
García, De peruanos, pp. 107-108.

5
tructivamente de la vida pública. Por otro lado, estimaban que la “plebe” mediante la adqui-
sición de un oficio se incorporaría a la vida productiva y al mercado, y los indígenas me-
diante la propiedad individual de la tierra ganarían autonomía económica. Aunque intermi-
tentes, los liberales desarrollaron a lo largo del siglo XIX diversos proyectos de educación
popular con un énfasis en las escuelas de “oficios y artes manuales”.8 Los liberales tuvieron
una gran confianza en el papel transformador de la educación y se puede detectar en ello el
origen del “mito de la educación” que caracterizó a los migrantes andinos del siglo XX.
Para desarrollar la propiedad indígena los liberales intentaron la disolución y enajenación
de la propiedad comunal pero cuando se percataron que esto podía derivar en despojos y
abusos retrocedieron y dejaron sin efecto las leyes que extinguían las tierras comunales.
Volveré luego sobre este punto.

En cambio, los conservadores planteaban que el indígena era inherentemente “inferior” e


“ignorante” y, por tanto, que la educación era una inversión improductiva del Estado pues
la escuela no lograría cambios significativos en sus formas de vida social y productiva. Lo
mejor era mantenerlos como fuerza de trabajo agrícola y minera para lo que parecía que
estaban preparados físicamente pues eran los más adecuados para resistir el clima de la sie-
rra. Los conservadores eran racistas y creían que la inmigración de colonos europeos al
Perú y la mezcla con los indígenas serían la salvación del país. En realidad, liberales y con-
servadores tuvieron una visión negativa sobre las prácticas culturales del indio contempo-
ráneo, pero mientras los primeros veían en la educación y el sufragio un medio para la
transformación cultural del indio y su incorporación a la esfera pública, los segundos soste-
nían que el indio era “irredimible” y que, a lo mucho, mediante la mezcla racial podía “me-
jorar”.9 No obstante, a los liberales, como fundadores de la República, les tocó diseñar y
echar a andar las instituciones dejando su impronta en la vida política del siglo XIX, lo-
grando imponer el voto indígena a lo largo del Perú decimonónico.

Si bien los liberales triunfaron en imponer el voto de los indígenas, es necesario señalar que
el sistema era indirecto y exigía requisitos difíciles de cumplir a los candidatos a diputados
y senadores de los sectores populares y de las poblaciones indígenas. Las elecciones se rea-
lizaban en dos niveles. En un nivel parroquial los indígenas podían votar por candidatos
que compondrían los colegios electorales. El problema era que para ser miembro de estos
colegios se requería demostrar que se poseía renta de una propiedad u oficio por 300 pesos
al mes. En algunas provincias como Puno donde la población era mayoritariamente indíge-
na pobre se les permitió que integraran los colegios electorales. Luego estos colegios se
reunían en las capitales de provincia y elegían al Presidente de la República, a los diputados

8
Los liberales civilistas desarrollaron un discurso dirigido a los artesanos para fomentar la educación como
una forma de crear ciudadanos conscientes de sus deberes cívicos y que los artesanos internalizaron este dis-
curso demandando a través de periódicos (como El Hijo del Pueblo) que los liberales les enseñaran en escue-
las nocturnas lo necesario para ser ciudadanos educados y respetados. Mücke, La política, p. 252.
9
Platt llega a señalar que el liberalismo criollo “ilustrado” tuvo impulsos etnocidas. Platt, “Liberalism”, pp. 4-
10.

6
y a los senadores. Para ser candidatos a diputados y senadores se establecieron “filtros” que
limitaban significativamente las candidaturas indígenas. Para diputados se estableció que
debían tener una renta de propiedad u oficio de 800 pesos anuales, mientras que para sena-
dores la renta por los mismos conceptos debía ser de dos mil pesos anuales. Estos montos
podían bajar o subir de acuerdo a los cambios en las constituciones y leyes electorales. El
hecho es que el indígena votaba masivamente pero en los niveles parroquiales, menos en
los colegios electorales y casi no tuvo oportunidades de ser candidato al Congreso. Fueron
excepcionales los casos de congresistas de origen indígenas como José Domingo Cho-
quehuanca y Justo Sahuaraura en 1826, y Mariano García Pumacahua e Ignacio Quispe
Ninavilca en 1828.

3. Igualdad sin reformas sociales

Los liberales de Europa y América eran conscientes que los ideales de igualdad y las insti-
tuciones democráticas no podían realizarse plenamente en una sociedad con profundas de-
sigualdades socioeconómicas y con estructuras corporativas de Antiguo Régimen. La
igualdad ante la ley requería de una sociedad liberal, es decir, de una sociedad de indivi-
duos, con la pequeña y mediana propiedad ampliamente extendidas, y libre de las corpora-
ciones eclesiásticas, militares y gremiales que obstruían las libertades individuales. Los
liberales criollos fueron revolucionarios en política, pero moderados en reformas socioeco-
nómicas. En una sociedad que requería de transformaciones sociales profundas, optaron por
la ponderación. A diferencia del liberalismo revolucionario francés o del reformista mexi-
cano, el liberalismo criollo no se planteó la necesidad de disolver la gran propiedad terrate-
niente o de una radical amortización de la propiedad eclesiástica.

Lo que sí intentaron fue la individualización de las tierras de las comunidades indígenas.


Aquí la idea era convertir a los indígenas en pequeños propietarios pues se entendía que la
propiedad confería autonomía económica en los individuos, así como interés y responsabi-
lidad por los asuntos públicos; era un precepto liberal que los hombres independientes ten-
dían a escoger como gobernantes a los mejores para evitar que sus propiedades o negocios
entren en peligro, mientras que los hombres sin propiedad o pobres resultaban manipulables
y, mediante la compra de votos, el gobierno se convertía de democrático en plutocrático.
Este fue el trasfondo político de los decretos dictados por Bolívar en 1824 para la titulación
individual de las tierras comunales; dicho decreto declaró a los indios “propietarios de sus
tierras, a fin de que ellos puedan venderlas o alienarlas en cualquier forma”. 10 Económica-
mente, se esperaba que la propiedad individual estimulara a sus dueños a invertir e introdu-
cir mejoras técnicas que elevaran la producción; adicionalmente se esperaba la generación
de un mercado de tierras necesario para que ella pasara a manos de los individuos más efi-
cientes. Sin embargo, cuando se advirtió que la enajenación de las tierras comunales podía
significar el despojo de los indígenas, las autoridades retrocedieron y suspendieron la me-

10
Piel, Capitalismo, p. 271.

7
dida. Por decreto del mismo Bolívar, de julio de 1825, se dispuso que la venta de tierras
indígenas se hiciera efectiva a partir de 1850. Leyes posteriores refrendaron esto.

Algo distinto ocurrió con las propiedades del Estado (hacienda, predios y tierras baldías) y
con los bienes que fueron confiscadas a los realistas y las órdenes religiosas. Aquí sí hubo
transferencia de tierras y bienes a militares, políticos y funcionarios públicos como recom-
pensas por sus servicios prestados a la patria o para saldar deudas por sueldos devengados.
A decir de Jean Piel, en las primeras décadas del Perú independiente, gracias a estas trans-
ferencias, emergió una nueva clase propietaria criolla-mestiza, distinta a las antiguas fami-
lias coloniales que se hizo de numerosas bienes públicos y propiedades “baldías”. 11 No obs-
tante, el problema fue que se mantuvo la gran propiedad de la tierra. Esta cambió de manos
pero el mundo se señores e indios no varió.

Además de la persistencia de la gran propiedad, la igualdad no podía regir plenamente con


la existencia de instituciones como la esclavitud y la servidumbre indígena que predomina-
ron en el Perú rural del siglo XIX. Evidentemente en las haciendas de la costa con pobla-
ción esclava la Constitución y las leyes no regían pues los esclavos no eran sujetos de dere-
chos, eran un bien del propietario. Esto generaba una suerte de “esquizofrenia jurídica” en
los propietarios que en sus haciendas debían comportarse como esclavistas que se regían
por el derecho romano y las Siete Partidas, y en la vida pública como actores políticos de la
esfera pública: varios de ellos llegaron a ser diputados y participaron de los debates consti-
tucionales e ideológicos. Algo similar ocurría en las haciendas de la sierra donde predomi-
naba la servidumbre indígena. A diferencia de la esclavitud que era legal, el trabajo gratuito
indígena fue prohibido por San Martín, Bolívar, Santa Cruz y varios otros gobernantes. Sin
embargo, esto nunca pudo aplicarse pues la capacidad del Estado para implantar el llamado
“imperio de la ley” fue menor que la capacidad de resistencia de los terratenientes serranos.
Esta situación ilegal rigió casi incólume a lo largo del siglo XIX y buena parte del siglo XX
y evidenció terriblemente las limitaciones del Estado de derecho en el Perú.

Hasta aquí hemos hablado del liberalismo político y de la idea de igualdad. Conviene ahora
mencionar los vínculos y las diferencias entre liberalismo político y el liberalismo econó-
mico pues ambas corrientes conformaban en el siglo XIX el “campo liberal”. El liberalismo
político creía en la igualdad jurídica pero no en la igualdad económica. En esto coincidía
con el liberalismo económico pues se supone que la desigualdad creaba un marco de incen-
tivos para la competencia. Los individuos –señalaba el liberalismo económico- debían de
ser recompensados por el mercado de acuerdo con los riesgos y la cantidad de esfuerzos
que dedicaran en sus actividades económicas; un comerciante que arriesgaba su capital y
asumía la responsabilidad de conducir una empresa y daba empleo a la gente no podía ga-
nar lo mismo que un empleado de oficina que cumplía con un horario y recibía puntual-
mente su salario. Así, el mercado debía de recompensar mejor a los emprendedores pues

11
Ibíd., p. 318.

8
eran los que dinamizaba la economía y creaban prosperidad. No obstante, el liberalismo
político rechazaba la existencia de las grandes desigualdades económicas pues ellas blo-
queaban el desarrollo de las instituciones democráticas y de la igualdad jurídica. En cam-
bio, el liberalismo económico le daba mayor importancia al libre mercado, aceptaba de-
sigualdades económicas profundas como la peruana porque en el futuro la generación de
riqueza beneficiaría a la sociedad en general. Para el liberalismo económico la igualdad
jurídica era deseable pero no emprendieron grandes luchas por ella.

Se podría afirmar, entonces, que el liberalismo político aceptaba que el mercado recompen-
sara desigualmente el esfuerzo laboral de los individuos, en tanto esto no afectara el desa-
rrollo de las instituciones democráticas y la igualdad jurídica. El liberalismo económico, en
cambio, tendía a privilegiar el libre comercio, la expansión de los mercados y la dinamiza-
ción de la economía sobre la igualdad ante la ley; en realidad esta última era concebida más
como un elemento que facilitaba las transacciones entre los individuos que un bien en sí
mismo. Se puede ilustrar la posición del liberalismo económico con el intento de Manuel
Pardo de restaurar el tributo indígena bajo el argumento de que era una forma de inducir a
las comunidades andinas, de “economía de subsistencia”, a integrarse en el mercado me-
diante la venta de su fuerza de trabajo para obtener la cuota del tributo. Para Pardo “la con-
tribución personal”, además de sanear la caja fiscal, tendría el efecto de incentivar el trabajo
indígena en las estancias, haciendas y minas, elevando la producción y el desarrollo nacio-
nal. En ese sentido, señalaba que con la restitución del tributo se superaría: “la decadencia
económica de los departamentos del interior [que] desde el año 1855 es debida a una dis-
minución de trabajo originado por la supresión del impuesto personal”.12

Para el liberalismo político el tributo indígena era negativo porque perpetuaba los clivajes
que bloqueaban la igualdad jurídica que debía regir a la sociedad peruana. A diferencia de
Pardo, para Juan Bustamante, un político liberal, comerciante de Puno y representante en el
Congreso, el tributo significaba restituir la desigualdad fiscal y reactivaría un mecanismo
que daba poder a las autoridades locales que, con el pretexto de la recaudación, cometían
una serie de exacciones (trabajos gratuitos y confiscaciones) contra los indios. Esto, señala-
ba Bustamante, bloqueaba la protección universal de las leyes, fundamento de toda socie-
dad liberal, sobre el conjunto de la población peruana. Al respecto afirmaba que: “Las con-
tribuciones directas o por cabeza, y las exacciones arbitrarias de los ‘mandatarios’ y mesti-
zos, son otros tantos ataques a los pequeños intereses de los indios, ataques que hacen des-
aparecer para éstos el derecho a la propiedad. Mi blanco, mi fin único, es que las personas y
las propiedades de los indios sean garantizadas por la ley”.13

Cuando Pardo promovió la restauración del tributo indígena en 1866 la respuesta de los
indios de Huancané fue la insurrección pues el tributo volvió a activar los abusos que co-

12
Pardo, “Algunas cuestiones”, p. 371.
13
Bustamante, “Manifiesto”, p. 110.

9
metían los recaudadores, principalmente la coerción para obtener trabajo gratuito de los
indios. Bustamante se involucró como mediador entre los insurrectos y el gobierno, fundó
la Sociedad Amiga de los Indios y llevó a cabo una campaña de sensibilización en la prensa
limeña. El gobierno de Mariano Ignacio Prado nombró una “comisión pacificadora” a cargo
del coronel Baltazar Caravedo que entró en negociaciones con el movimiento indígena. En
este contexto se produce en Arequipa un movimiento para defenestrar al Presidente Prado y
Bustamante se coloca a la cabeza de los indios de Huancané para impedir su caída. Derro-
tado en un enfrentamiento con el ejército en la localidad de Pusi, cerca del lago Titicaca,
Bustamante fue terriblemente asesinado para escarmiento de sus seguidores. Con su muerte
el liberalismo político perdió a su figura más próxima al mundo andino y con relaciones
con el movimiento indígena.

Ahora bien, poco después de la muerte de Bustamante el liberalismo político y el liberalis-


mo económico confluyeron en la fundación del Partido Civil, con el predominio del segun-
do. Se puede decir que en las primeras décadas del Perú independiente el liberalismo fue el
protagonista de las confrontaciones ideológicas, mientras que en la segunda mitad del siglo
XIX, gracias al boom del guano, el liberalismo económico se colocó como la facción domi-
nante del movimiento liberal. El Partido Civil (o el “liberalismo civilista”, como también
puede llamársele) ganó las elecciones de 1871-1872 y será la organización protagónica de
la escena pública hasta la segunda década del siglo XX. El liberalismo civilista, sin embar-
go, tendió a privilegiar la defensa del libre mercado y del laissez faire, antes que del princi-
pio de igualdad jurídica. Más aún, como veremos a continuación, fue asumiendo posiciones
cercanas al conservadurismo y casi a confundirse con él.

4. El giro liberal

La derrota ante Chile y la cruenta guerra civil entre pierolistas y caceristas, así como la in-
fluencia del positivismo, provocaron un giro en las elites políticas. El fracaso de la guerra
se explicaba por la fragmentación política y porque el Perú no presentó un frente interno
unificado aprovechando Chile de esta situación. La tarea de la “reconstrucción nacional”
demandaba, entonces, generar estabilidad en el sistema político. ¿Cómo estabilizar el país?
Con respecto a esta última se pensaba que el desorden provenía de las provincias, específi-
camente de los líderes locales que movilizaban a sus indios para los enfrentamientos electo-
rales. Se decía que las facciones políticas que se organizaban en las campañas electorales
derivaban luego en montoneras y movimientos insurreccionales para ganar por la vía arma-
da lo que se había perdido en las ánforas. La guerra civil entre Piérola y Cáceres parecía
demostrar que la politización y movilización de los indios derivaba en la anarquía y el des-
garro del país. Había, entonces, que aquietar las provincias, como señala Alicia del Águila,
y la forma que se encontró fue restringiendo el voto a los analfabetos, achicando la esfera
pública para evitar al tumulto de las masas movilizadas.

10
Esto se vio reforzado por la influencia del positivismo y el racismo científico que volvían a
plantear la existencia de razas inferiores y superiores, esta vez con un revestimiento de
cientificidad. En el caso del positivismo esto se difundió a través del “darwinismo social”
que básicamente planteaba que así como existe en la naturaleza la selección natural que
hace prevalecer a la especie más fuerte, el mundo social también se regía por una suerte de
selección natural que se verificaba con el desigual desarrollo civilizatorio de las naciones.
De otro lado, el racismo científico se fundamentó en estudios de la antropología física que
sostenía, a partir de la clasificación de las formas de los cráneos, la existencia de razas más
inteligentes que otras. Autores como Gobineau, autor de Ensayo sobre la desigualdad de
las razas humanas, llegaron a presentar clasificaciones de las razas blancas, asiáticas, afri-
canas e indias en una jerarquía que presentaban un orden del mundo que tendrá una gran
influencia en su época. Estas ideas tendieron puentes ideológicos entre liberales y conser-
vadores y se expresará en la restricción del voto a los analfabetos.

En efecto, en el Congreso se presentó un proyecto de reforma de la ley electoral para hacer


efectivo que los votantes sepan leer y escribir. Propuestas como estas habían sido constan-
temente rechazadas en tiempos anteriores, pero en 1895, luego de la guerra civil entre pie-
rolistas y caceristas, el Congreso aprobó, con votos del “liberalismo civilista”, la exclusión
de los analfabetos. Este hecho cerró un largo ciclo histórico caracterizado por la participa-
ción indígena en los procesos electorales, selló una alianza política que dará lugar a la de-
nominada República Aristocrática y tendrá consecuencias en la vida política del Perú del
siglo XX.

5. Reflexión final

Con la abdicación del liberalismo civilista de su defensa del voto de los analfabetos se per-
dió una importante tradición liberal igualitaria. La generación de José Carlos Mariátegui y
Haya de la Torre no harán distingos entre liberalismo y conservadurismo y colocarán a am-
bos bajo el rótulo de oligarquía. Asimismo, socialistas y apristas cambian la agenda política
colocando como banderas del siglo XX la lucha por la igualdad económica y por reformas
estructurales de la sociedad peruana. La igualdad jurídica pasará a percibirse como insus-
tancial.

En realidad, el apoyo del liberalismo civilista a la exclusión electoral de los analfabetos lo


descoloca ante los tiempos. Con la “reconstrucción nacional” y modernización de la eco-
nomía aparece una incipiente clase obrera que empezará a movilizarse por derechos labora-
les y demandas económicas. Obviamente estos obreros se conectarán mejor con las ideas
anarquistas, socialistas y apristas, y asumirán el sindicato como organización y forma de
lucha. Así, nuevas ideas, aparición de sindicatos, de la huelga como forma de lucha y de los
partidos de masas acabaron aislando a los liberales de la sociedad y de los sectores movili-
zados. Incluso se podría decir que el liberalismo acabó eclipsado por las luchas políticas de
las movilizaciones obreras, estudiantiles y populares.

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A fines del siglo XX, sin embargo, las banderas de la igualdad económica y social perdie-
ron vigencia con la caída del socialismo realmente existente y del Estado de bienestar, y
asistimos más bien al retorno de las ideas de igualdad jurídica. En el actual contexto de
crecimiento las ideas sobre la igualdad jurídica, como principio ordenador de las relaciones
sociales entre los peruanos, están volviendo a la escena central del debate público. Este
artículo ha querido contribuir, desde una perspectiva histórica, a este debate.

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