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LA CRISIS DE 1898 Y LA LIQUIDACIÓN DEL IMPERIO COLONIAL

Sucesos
En 1895 se produjo un levantamiento independentista en Cuba que se convirtió en una
insurrección de toda la isla contra la metrópoli, debido a la maduración del movimiento
independentista indígena y los errores de España, que retrasaba la concesión del régimen de
autogobierno y evitaba un control real sobre los abusos sufridos por los trabajadores indígenas.

Los sucesivos gobiernos se dejaron presionar por los grupos con intereses coloniales, que se
oponían a cualquier cambio. A la frustración acumulada se unió el respaldo norteamericano a los
insurgentes. Los políticos eran partidarios de la independencia de Cuba porque significaba el fin
del colonialismo europeo y la posibilidad de explotar la isla.

En 1991 la crisis económica llevó al gobierno de Cánovas a aprobar una ley de aranceles que
prohibía a los cubanos el libre comercio con EEUU, por lo que el apoyo norteamericano, que al
principio era sólo diplomático, se hizo más activo, con apoyo material y propagandístico a los
grupos insurgentes.

Los cubanos recibieron esta ley como una vuelta al estatuto de simple colonia y, aunque a
finales de 1894 los liberales sacaron adelante un tímido proyecto de autonomía, ya era tarde: en
febrero de 1895 estalló la revuelta con el Grito de Baire, un levantamiento dirigido por el líder
independentista José Martí, que tuvo un rol fundamental. Este levantamiento marcó el inicio de la
guerra entre Cuba y España.

La guerra atravesó varias fases. Inicialmente el gobierno liberal intentó una política de
negociación que fracasó. En 1896 la situación militar se agravó al sumarse una segunda
insurrección colonial en Filipinas. El nuevo gobierno de Cánovas envió al general Weyler, que
recuperó todo el territorio, envió a los insurrectos a las montañas, dividió el territorio mediante
líneas fortificadas y concentró en compartimentos a la población civil. Así comenzó una guerra de
desgaste caracterizada por la superioridad militar española y el dominio del territorio por los
guerrilleros cubanos.

En 1897, tras el asesinato de Cánovas, Sagasta formó gobierno e intentó poner en marcha un
nuevo proyecto de autonomía más amplio con gobierno propio, parlamento y los mismos derechos
que los peninsulares. Sustituyó a Weyler y se formó un nuevo gobierno cubano.

En ese momento EEUU decidió intervenir aprovechando la explosión del acorazado


estadounidense Maine, anclado en la bahía de La Habana, en 1898, de lo que EEUU atribuyó toda
la responsabilidad a España. El gobierno estadounidense propuso primero la compra de la isla,
pero ante la negativa española, lanzó un ultimátum que amenazaba con la guerra si en tres días
España no renunciaba a la soberanía.

La guerra comenzó en Filipinas. En 1898 la flota norteamericana se dirigió a las islas para apoyar
a los insurrectos, donde tomaron Cavite en mayo, destrozando la tropa española. En Cuba la flota,
tras permanecer sitiada en Santiago, fue derrotada en julio.

En agosto España tuvo que pedir un armisticio, el Tratado de París, por el que renunciaba
definitivamente a Cuba, cedía a EEUU las Filipinas a cambió de 20 millones de dólares, Puerto rico
y una isla de las Marianas. La entrega de los restos coloniales se produjo en 1899 cuando vendió a
Alemania, por el Tratado Hispano-Alemán, el resto de las islas Marianas, las Carolinas y las Palaos.

En marzo de 1899 Francisco Silvela formó un gobierno conservador y se rodeó de políticos


partidarios de aplicar reformas en la línea del regeneracionismo, que quería una política
encaminada al bien común y en beneficio de los intereses de la oligarquía. Pero las divisiones
internas y la oposición de los grupos oligárquicos, que amenazaron con una huelga de impuestos,
acabaron pronto con el proyecto.

En 1901 Sagasta volvía a formar gobierno y en 1902 Alfonso XIII era proclamado rey.

Consecuencias
- Pérdidas humanas: las guerras de 1895-1898 costaron unas 120.000 muertes, de las cuales la
mitad fueron de soldados españoles. La mayoría de las bajas se debieron a enfermedades
infecciosas y poco a poco comenzaron las protestas.
- La crisis política fue inevitable: el desgaste fue de ambos partidos pero afectó sobre todo al
liberal y a Sagasta, quien tuvo que afrontar la derrota.
- Desprestigio militar por la dureza de la derrota. Las Fuerzas Armadas no habían estado
preparadas para un conflicto así y la imagen del Ejército salió considerablemente dañada. Se
sustituyó la presencia en ultramar con una mayor atención al norte de África.
- Tras la derrota, fue sorprendente con la pasividad con que la opinión pública reaccionó a la
pérdida del Imperio Colonial, que aceptó la derrota con resignación y fatalidad. Un grupo de
intelectuales, llamados regeneracionistas, analizaron las causas de esta situación y encontraron el
origen en la corrupción del gobierno y el atraso económico y social de España. Propusieron
programas basados en la reorganización política, la dignificación de la vida parlamentaria, la
reforma educativa y la acción hacia la ayuda social, en definitiva una política encaminada al bien
común y no al beneficio de los intereses de la oligarquía. Pero este movimiento regeneracionista
no trascendió en un movimiento político concreto con capacidad de acción porque no quisieron
participar en la vida política.
- Aumento de los Nacionalismos periféricos: sobre todo el catalán y el vasco, y, en menor
medida, el gallego y el valenciano.

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