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LA CRISIS DEL PARLAMENTARISMO; LA NEUTRALIDAD EN LA

PRIMERA GUERRA MUNDIAL

El estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 fue seguido de una declaración de


neutralidad del gobierno español, que obtuvo un respaldo generalizado. Pero esto no impidió que
la opinión pública se dividiera entre “aliadófilos”, apoyados por la opinión progresista, los
intelectuales y los sectores financieros e industriales y que se identificaban con el liberalismo
parlamentario y “germanófilos”, que eran mayoría entre los oficiales, el clero, la aristocracia y lo
terratenientes y que se identificaban con el orden, la disciplina y el conservadurismo.

A partir de 19154 se produjo un boom en la economía del país al convertirse España en


suministradora de los países en guerra. Pero también hubo consecuencias sociales negativas: la
repatriación de inmigrantes incrementó el paro y las exportaciones y la escasez dispararon los
precios muy por encima de los salarios.

A comienzos de 1917 el descontento era general por el alza de precios, la escasez de


alimentos y la especulación. La oposición criticaba la inoperancia del gobierno y denunciaba su
corrupción, a lo que el gobierno respondió con la suspensión de las cortes, la detención de los
líderes de la UGT y la restricción de los derechos civiles.

En junio estalló un enfrentamiento entre el Gobierno y el Ejército. El malestar de los militares


aumentó por la decisión del Gobierno de primar con ascensos rápidos a los militares destinados a
Marruecos. Los oficiales peninsulares se unieron para defender sus reivindicaciones en las Juntas
de Defensa, una especie de sindicatos ilegales pero tolerados, lo que permitió su rápido
crecimiento.

Cuando el gobierno decidió disolverlas, respondieron con un manifiesto en el que daban un


ultimátum al gobierno para que aceptara sus reivindicaciones sociales y económicas. Esto recibió el
apoyo de muchas guarniciones y el Gobierno dimitió. El nuevo gobierno conservador de Dato
reconoció a las Juntas como órganos representativos del Ejército, pero éstas respondieron con un
manifiesto aún más duro en el que exigían la regeneración de la vida política y pedían al rey la
formación de un gobierno de concentración, por lo que dato ordenó de nuevo la suspensión de las
garantías constitucionales.

En julio estalló una crisis parlamentaria. Los partidos de la oposición llevaban meses
reclamando la reapertura de las Cortes, y en una reunión promovida por la Lliga se decidió
convocar una Asamblea Nacional de Parlamentarios para promover la reforma de la vida política.
El gobierno lo intentó ocultar censurando la prensa pero la información circuló. Se aprobó una
moción pidiendo un cambio de gobierno y la convocatoria de Cortes Constituyentes.

Los sindicatos organizaron una huelga general en agosto que llevaban preparando desde
marzo para obligar al Gobierno a cambiar de rumbo. Se inició el 13 de agosto y tuvo un
seguimiento importante: muchas capitales quedaron paralizadas y las zonas mineras e industriales
secundaron el paro masivamente. La respuesta del gobierno fue durísima: sacó las tropas a la calle
y las enfrentó con los piquetes. Después de una semana se desconvocó la huelga y se restableció la
normalidad.
Sus consecuencias fueron un centenar de muertos y miles de detenidos, pero los sindicatos
demostraron su capacidad de movilización. Llevó a las Juntas de Defensa a reaccionar a favor de la
represión y a abandonar sus peticiones reformistas. También agudizó la crisis política: Dato dimitió
y se formó un frágil gobierno de coalición.
A partir de 1918 y hasta 1923 se sucedieron once gobiernos respaldados por minorías. La
situación económica y social se fue agravando. El fin de la guerra europea provocó la contracción
de pedidos, el cierre de fábricas y los despidos, por lo que aumentó la conflictividad social y se
multiplicó el número de huelgas. Desde 1919 el enfrentamiento entre los trabajadores y los
patronos entró en una fase de extrema violencia, sobre todo en Barcelona, donde una huelga
general contra la compañía de luz que abastecía a toda la ciudad provocó la dimisión del gobierno.

El nuevo gobierno conservador de Maura dio vía libre a las autoridades militares y a los
industriales para endurecer su posición, lo que desencadenó una lucha entre los huelguistas y los
empresarios. En Barcelona surgió el Sindicato Libre, una organización de pistoleros que asesinó a
los principales líderes del movimiento obrero barcelonés. Los anarquistas más radicales
respondieron y se entró en una espiral de violencia sin precedentes. Entre 1919 y 1921 hubo
continuos atentados y muertos, la mayoría obreros. Las autoridades aplicaron la “ley de fugas”
para ejecutar a los detenidos, a lo que los anarquistas respondieron con el asesinato de Dato en
1921.

La guerra de Marruecos. El Desastre de Annual.


La pésima dirección militar, la falta de suministros, la corrupción en retaguardia y el conflicto
entre africanistas y peninsulares agravaron progresivamente la situación de la Guerra de
Marruecos.

En 1921 una acción mal planificada desde la comandancia de Sevilla permitió al líder
guerrillero del Rif atacar las posiciones defendidas por tropas mal agrupadas y preparadas que
huyeron precipitadamente, lo que desencadenó una matanza: el Desastre de Annual. Esto se
convirtió en un serio revés para el Ejército y los sucesivos gobiernos. A la impopularidad de la
guerra se unieron los que reclamaban responsabilidades por la derrota.

El expediente fue instruido por el general Picasso. Las compañías que explotaban los recursos
mineros y el Gobierno entorpecieron su trabajo, pero aun así se hallaron graves negligencias. El
PSOE y los republicanos se beneficiaron de sus críticas en las Cortes y su popularidad aumentó por
defender el aumento de Marruecos.

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