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Integrantes:
Edgar Daniel Morales Saquich 201830605
Nestor Ezequiel Fernández Vásquez 201830248
Darlenne Pamela Gómez Gómez 201830510
Jorge Iván Paz López 201831638
Introducción:
Querido lector, el siguiente trabajo está basado principalmente sobre el gobierno de
Oscar Humberto Mejía Víctores, realizaremos una investigación muy minuciosa
sobre muchos de los aspectos fundamentales que caracterizaron su periodo
presidencial, así como también, mencionaremos y explicaremos brevemente las
leyes o decretos que se aprobaron y fueron derogados durante su gobierno. Como
estudiantes de la carrera de Licenciatura en Ciencias Jurídicas y Sociales, Abogacía
y Notariado tenemos la obligación de conocer e investigar todo lo relativo acerca del
desarrollo de los periodos de gobierno que ha habido en la historia de Guatemala,
ya que hay puntos importantes que debemos analizar y hacer conocer, porque lo
que ha pasado a través de la historia aun hoy en día nos está perjudicando de una
manera que cada día está acrecentando de forma negativa nuestro vivir.
Óscar Humberto Mejía Víctores
Gobierno:
El 8 de agosto de 1983, el Ejercito lo nombró Jefe de Estado, en sustitución del general
Efraín Ríos Montt, para continuar el proceso de retorno a la constitucionalidad democrática,
iniciado después del golpe de Estado que derrocó al general Romeo Lucas García.
Desempeño la Jefatura de Estado sin abandonar el cargo de Ministro de la Defensa.
Durante su gobierno se disolvió el Concejo de Estado, suprimió los tribunales de fuero
especial, permitió el funcionamiento de los Partidos Políticos, decretó una ley electoral para
normar la elección de diputados a la Asamblea Nacional Constituyente, encargada ésta de
elaborar una nueva Constitución. También estableció el Tribunal Supremo Electoral y
convocó a elecciones generales, después de que la Constituyente había decretado la nueva
ley fundamental, sustituida la ley electoral y dictada otras leyes básicas.
Las elecciones se celebraron en noviembre y diciembre de 1985, Mejía Víctores entregó la
Presidencia a Marco Vinicio Cerezo Arévalo, candidato del Partido Democracia Cristiana.
Mejía Víctores se apoyó en un Estatuto Fundamental de Gobierno (Decreto Ley 11-86)
redactado por el abogado Manuel de Jesús Girón Tánchez y convoco a una Asamblea
Nacional Constituyente. Y mientras la Asamblea delibera sobre la nueva Constitución, el
Gobierno dio marcha al plan de ¨Reasentamiento militarizado de la población desplazada¨
y se implementó un proyecto militar para la transición. Y como todavía estaba en marcha la
Guerra Civil ejecutan andar el plan Firmeza 83, con el cual afianzó el control sobre la
población civil y fortaleció a las Patrullas de Autodefensa Civil.
Firmeza 83 o Plan G fue la segunda etapa del Plan Nacional de Seguridad y Desarrollo
Contrainsurgente, concebida por la Junta Militar de Gobierno de 1982, durante el Conflicto
Armado Interno en Guatemala.
Firmeza 83 fue la tercera etapa del Plan Nacional de Seguridad y Desarrollo
Contrainsurgente, fue diseñada para el re despliegue de tropas y el establecimiento de
patrullas civiles y de asistencia en áreas de conflicto -PAAC-, con el propósito de desbaratar
las acciones de la guerrilla y alcanzar el objetivo específico de proporcionar “techo, tortilla
y trabajo” a los campesinos, bajo la supervisión de los coroneles Lobos y Gramajo.
Firmeza 83 fue parte del Plan Nacional de Seguridad y Desarrollo Contrainsurgente, fue
dirigida y diseñada por los coroneles Rodolfo Lobos Zamora, Augusto Cáceres Rojas
y Héctor Alejandro Gramajo Morales. Esta campaña contrainsurgente, estaba basada en la
doctrina de seguridad nacional, para garantizar la legalidad de la represión mediante la
guerra total incluyendo el genocidio. Esta estrategia básica del ejército fue conocida como
la tesis para la Estabilidad Nacional, basada en el convencimiento de que por medio de la
administración adecuada de los conflictos sociales, las sociedades cambian y progresan a
través del tiempo.
Contrainsurgencia:
Cuando Mejía Víctores asumió el poder, las actividades contrainsurgentes de Lucas García
y de Ríos Montt habían tenido un gran éxito en su objetivo de remover la base civil de la
guerrilla. Además, los servicios de inteligencia del Ejército de Guatemala (G-2) habían
logrado infiltrar casi todas las instituciones políticas del país y había erradicado a los
oponentes al gobierno por medio de terror institucional y de asesinatos selectivos. La
contrainsurgencia había militarizado a la sociedad guatemalteca, creando una atmósfera
de terror que suprimió las protestas populares y la insurgencia en sí. La milicia había
consolidado su poder en prácticamente todos los sectores de la sociedad.
En 1983, la activista indígena Rigoberta Menchú publicó internacionalmente sus memorias
durante el período de Lucas García y Ríos Montt en su libro Me llamo Rigoberta Menchú y
así me nació la conciencia, el cual atrajo muchísima atención internacional a la situación
que se vivía en Guatemala. Menchú es la hija de uno de los líderes campesinos que fue
asesinado durante la Quema de la embajada de España el 31 de enero de 1980, y al
momento de publicar su libro había sido altamente entrenada y educada por los
intelectuales izquierdistas del país. Posteriormente, en 1992 -aprovechando la celebración
de los Quinientos Años del Descubrimiento de América - fue galardonada con el Premio
Nobel de la Paz por su trabajo en lograr una mejor justicia social. Sus memorias hicieron
públicas las prácticas de terrorismo institucional en Guatemala.
Después del golpe de 1983, tanto la comunidad de inteligencia estadounidense como los
observadores de derechos humanos advirtieron que los casos de abusos a los derechos
humanos en el área rural cayeron considerablemente, pero las actividades de los
escuadrones de la muerte en la ciudad se incrementaron. Además, mientras que los niveles
de ejecuciones extrajudiciales y de masacres disminuyeron, los secuestros y
desapariciones forzadas se incrementaron. Pronto, la situación en la Ciudad de Guatemala
empezó a parecerse a la que se vivía durante el gobierno de Lucas García. Durante el
primer mes de Mejía Víctores el número de secuestros mensuales documentados se
incrementó de doce en agosto a cincuenta y seis en septiembre. Entre las víctimas había
empleados de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) de los Estados Unidos,
miembros de partidos políticos de izquierda moderada y de izquierda radical, y sacerdotes
católicos. En un reporte para las Naciones Unidas, la Comisión de Derechos Humanos para
Guatemala, reportó setecientas trece ejecuciones extrajudiciales y quinientas seis
desapariciones en Guatemala entre enero y septiembre de 1984. Un mensaje secreto del
departamento de la Defensa de los Estados Unidos en marzo de 1986 indicaba que del 8
de agosto de 1983 al 31 de diciembre de 1985, hubo un total de dos mil ochocientos ochenta
y tres secuestros; y que los secuestros promediaban ciento treinta y siete al mes durante
1984. El reporte asoció estos hechos a un programa sistemático de las fuerzas de seguridad
de Mejía Víctores, indicando que aunque había actividad criminal y personas que
desaparecían por su cuenta, las fuerzas de seguridad y los grupos paramilitares eran
responsables de la mayoría de las desapariciones. Los grupos insurgentes no secuestran
normalmente como parte de sus actividades subversivas.
Al igual que durante el gobierno de Lucas García, parte del modus operando de la represión
gubernamental incluía interrogatorios en bases militares, estaciones de policía y en casas
de seguridad del gobierno. La información sobre posibles conexiones con los insurgentes
se obtenía mediante torturas. Las fuerzas de seguridad utilizaban esta información para
hacer redadas de posibles reductores guerrilleros en la Ciudad de Guatemala. En ese
proceso, el gobierno capturó secretamente a cientos de individuos quienes desaparecieron
sin dejar rastro, o que si lo hicieron, fue cuando se encontró su cadáver torturado y mutilado.
Entre 1984 y 1986, la policía secreta de la G-2 mantuvo su centro de operaciones
contrainsurgentes en el suroeste de Guatemala en la base militar de Retalhuleu. Allí, la G-
2 operaba un centro clandestino de operaciones para interrogar a los sospechosos de ser
guerrilleros o colaboradores de los insurgentes. Los sospechosos eran apresados en pozos
llenos de agua localizados en el perímetro de la base, en donde se colocaba una reja para
evitar que los prisioneros se ahogaran. Los cuerpos de los prisioneros que fallecían o que
habían sido señalados para su desaparición eran llevados en aviones IAI Arava y lanzados
sobre el Océano Pacífico en los llamados «vuelos de la muerte».
Transición a gobiernos civiles:
Mejía Víctores puso en marcha los planes de campaña “Reencuentro Institucional 84” y
“Estabilidad Nacional 85”, con fuerte énfasis político para orientar la transición, pero
continúa con el hostigamiento y eliminación selectiva de algunos dirigentes populares, entre
ellos el catedrático universitario Santiago López Aguilar.
Protestas populares:
Durante el gobierno de Mejía Víctores nació el Grupo de Apoyo Mutuo -GAM liderado
por Nineth Montenegro y también cobró una fuerza considerable la Coordinadora de
Estudiantes de Educación Media -CEEM-, formada por estudiantes del Instituto Nacional
Central para Varones, el Instituto Normal Central para Señoritas Belén y el Instituto Rafael
Aqueche, la cual organizó masivas protestas en septiembre de 1985 en contra del alza de
los precios de los transportes públicos.
Al menos diez personas murieron en la Ciudad de Guatemala en la oleada de disturbios
urbanos más extensos desde las protestas contra el gobierno de Fernando Romeo Lucas
García en agosto de 1978. Los disturbios se iniciaron con manifestaciones populares contra
el alza del precio del transporte público pero luego se generalizaron contra la situación
económica que vivía el país en ese momento. Incendio de autobuses urbanos, toma de
calles y manifestaciones masivas que resultaron en destrozos de la infraestructura pública
ocurrieron casi todos los días.
El gobierno respondió con tres mil soldados del Ejército, apoyados por blindados ligeros, y
con fuerzas del pelotón antimotines de la Policía Nacional, quienes fueron desplegados en
áreas céntricas y periféricas de la ciudad. También, la noche del 3 de septiembre
la Universidad de San Carlos de Guatemala fue ocupada militarmente y se dijo que en su
interior se encontró un polígono de tiro subterráneo y propaganda subversiva.
Varios centenares de personas fueron detenidas y el general Mejía Víctores se dirigió al
país mediante una alocución radiotelevisada en la que anunció medidas para atajar la
agitación social reinante. El general Mejía anunció el cierre de centros docentes hasta
nuevo aviso y la congelación de precios de los artículos de consumo; al final, como parte
de la solución del proceso se otorgó un bono estudiantil para que los estudiantes de
educación primaria y media se transportaran gratuitamente en los buses urbanos.
Pero los maestros continuaban en huelga; para disolver el movimiento ya que había paliado
la situación con los estudiantes, Mejía Víctores ofreció Q50 de aumento, que el magisterio
inicialmente rechazó, pidiendo que dicha cantidad fuera sumada a la base y no a la
bonificación, lo cual enfureció a Mejía Víctores y a la entonces ministra de Educación,
Aracely Samayoa de Pineda, quien mostraba pasividad ante el movimiento. Ante esto,
Mejía Víctores emitió el 24 de septiembre de ese año el Acuerdo 685-85, sobre promoción
automática de grado, y anunció en cadena nacional que el ciclo lectivo terminaba el 25 de
septiembre, a las 8 horas.
Los maestros, que habían estado en asamblea permanente en el Instituto Nacional Central
para Varones, pidieron que no se aplicara dicha medida, y advirtieron que no entregarían
registros de calificaciones de los alumnos hasta que el Ejecutivo diera marcha atrás con
dicho acuerdo; pero el 3 de octubre, Mejía Víctores rompió el diálogo con los maestros y
manifestó que no derogaría el acuerdo 865-85, y además advirtió que el Gobierno no estaba
en disposición de otorgar más de Q50 de aumento. La Asociación de Periodistas de
Guatemala (APG), que sirvió de intermediaria entre el gobernante y los maestros, vio
frustrado su intento de conciliar a ambas partes debido a que Mejía Víctores fue
recalcitrante y dijo que el diálogo se había roto, y que la promoción automática estaba en
marcha, declarando en forma tajante: «No será derogado tampoco el acuerdo gubernativo
que da lugar a la promoción automática de los estudiantes».
Respecto de los graduandos, la ministra de Educación mostró los títulos que serían
otorgados, los cuales eran similares a los entregados en años anteriores; pero para que la
disposición fuera acatada, Samayoa de Pineda ordenó a los supervisores que todos los
cuadros finales de evaluación llevaran un sello que decía «Promovido según Acuerdo 685-
85». El Magisterio se mostró indignado ante la disposición del jefe de Estado, pero tuvo que
aceptar la promoción por decreto y retornar a sus bases prácticamente con las manos
vacías.