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BLOQUE 7: LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA:

IMPLANTACIÓN Y AFIANZAMIENTO DE UN
NUEVO SISTEMA POLÍTICO (1874-1902)

En 1874 se restauró la monarquía borbónica en la persona del rey


Alfonso XII. Su promotor, Cánovas del Castillo, organizó un sistema
político fundamentado en una monarquía parlamentaria, conservadora y
oligárquica, que aspiraba a mantener el orden social y económico
existente. La vida política se basaba en un sistema partidista que
garantizaba la alternancia pacífica en el poder de conservadores y
liberales, gracias al fraude electoral. La pérdida de las últimas colonias
del imperio en 1898 inicio una etapa de crisis y de progresiva
desintegración del sistema.
Por Restauración, en la Historia de España, se entiende tanto el
hecho concreto del restablecimiento de la monarquía borbónica en la
figura de Alfonso XII; como, en un sentido más amplio, el periodo
comprendido entre 1874 y 1931.

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EL SISTEMA CANOVISTA
Cánovas y la vuelta al trono de Alfonso XII
La inestabilidad del Sexenio Democrático (1868-1874) provocó un
viraje de la burguesía hacia posiciones más conservadoras. El fracaso de la
fórmula republicana había despertado en amplias capas sociales el anhelo de
una restauración monárquica sobre nuevas bases políticas que restableciesen
el orden y garantizasen la estabilidad.
El promotor de este cambio fue Cánovas del Castillo que además se
mostró como la gran figura política del momento y el artífice de la
Restauración, ya que preparó la vuelta a España y al trono a Alfonso XII,
hijo de Isabel II.

Durante el Sexenio Democrático, los partidarios de la restauración


borbónica habían emprendido una activa labor diplomática con el fin de
lograr apoyos internacionales para el nuevo monarca.
De hecho, la intención de Cánovas era que la restauración borbónica
se impusiera como resultado de un estado de opinión y no mediante un
nuevo pronunciamiento militar. Para ello, había redactado el Manifiesto de
Sandhurst –nombre de la localidad inglesa donde estudiaba-, en el que
exponía al pueblo español sus ideales religiosos y sus propósitos
conciliadores.

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Sin embargo, los militares se adelantaron, una vez más, y el
desencadenante de la Restauración fue el pronunciamiento en Sagunto del
General Martínez Campos (29 diciembre de 1874), en el que proclamó rey
de España a Alfonso XII. El 9 de enero el nuevo monarca llegaba a
Barcelona y 5 días después entraba triunfalmente en Madrid.

Cánovas y la teoría del sistema político de la Restauración


Cánovas del Castillo no sólo había preparado y dirigido la estrategia
para entronizar de nuevo a la casa de Borbón en España, sino que también
había diseñado el nuevo sistema político por el cual se debía regir la
monarquía a partir de entonces. Como hombre pragmático y moderado,
aspiraba a construir un sistema político estable y sólido, que superara
definitivamente la confusión y el desorden que habían caracterizado a la
mayor parte del siglo XIX. Su fuente de inspiración fue el modelo inglés,
cuya estabilidad, en su opinión, se basaba en la alternancia en el gobierno de
dos grandes partidos y en la consolidación histórica de dos instituciones
fundamentales: la Monarquía y el Parlamento.
El modelo político que diseñó se basaba en los siguientes principios:

- El respeto incuestionable a dos instituciones tradicionales


fundamentales, columna vertebral de la nación: el rey y las Cortes, que
debían detentar la soberanía conjuntamente.
- Una nueva Constitución moderada y flexible, que estableciera unas
“reglas de juego” abiertas, para recoger en su seno a todas las ramas
del liberalismo, que evitara los pronunciamientos militares y
mantuvieran un orden político y público estables, basados en el
equilibrio.
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- Bipartidismo político: Basado en el modelo del parlamentarismo
inglés, con la existencia de dos partidos políticos principales, los
llamados partidos dinásticos, uno en el poder y otro en la oposición,
que respetaran la legalidad establecida y que se turnaran de forma
pacífica en el ejecutivo. Quedaban fuera del sistema las
organizaciones políticas que no aceptaran la monarquía restaurada y la
dinastía borbónica, es decir, los carlistas, los integristas de Cándido
Nocedal y los republicanos, además de socialistas y anarquistas.

Para poner en práctica este sistema, no sólo configuró su propio


partido, el Partido Conservador, sino que también organizó su oposición, con
la colaboración de otro político pragmático, Sagasta, que creó el Partido
Liberal. Los dos partidos que dominaron la escena política durante la
Restauración fueron el Conservador y el Liberal, que representaban,
respectivamente, a la derecha y a la izquierda del liberalismo.
- Cánovas lideró el Partido Conservador, formado por antiguos
miembros del Partido Moderado, de la Unión Liberal y de un sector
del Partido Progresista. Contó con el apoyo de la Iglesia y de los
católicos.
- Práxedes Mateo Sagasta lideró el Partido Liberal, en el que se
integraron sectores demócratas, radicales y republicanos moderados.
Contaron con el apoyo de los profesionales liberales, los
comerciantes, los banqueros, los militares y los funcionarios.

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LA CONSTITUCIÓN MODERADA DE 1876
Tras la celebración de las elecciones, a las que no concurrieron ni
carlistas, ni republicanos, se reunieron las Cortes Constituyentes.
El resultado fue la Constitución de 1876, que favoreció la estabilidad
política. Aunque tenía un claro carácter conservador, se redactó con cierta
estabilidad con el objetivo de que gobernaran los dos partidos del turno de
manera estable, sin tener que cambiarla cada vez que un nuevo partido
accedía al poder, como había sucedido anteriormente. Estuvo vigente hasta
1931, aunque fue suspendida y vulnerada en varias ocasiones. Los
principales elementos de la Constitución de 1876 eran:
- Soberanía compartida por las Cortes y el Rey que otorgaba amplias
competencias a la corona.
o Poder ejecutivo: nombra a los ministros y tiene el mando
directo del ejército.
o Poder legislativo: compartido con las Cortes. Goza del derecho
de veto absoluto y convoca, disuelve y suspende las Cortes.
- En cambio, se limita el poder de las Cortes que serán bicamerales:
o Congreso electivo. En la Constitución no se especifica el tipo
de sufragio, lo que permitía que por ley se estableciera en cada
momento el que le interesaba al partido en el poder.
o Senado de carácter elitista y conservador. Por composición
mixto: con miembros de “derecho propio” (grandes de España y
jerarquías eclesiásticas y militares); vitalicios, nombrados por el
rey y, senadores elegidos por sufragio censitario entre los
mayores contribuyentes.

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- Amplia declaración de derechos y libertades cuya regulación concreta
se dejaba a las leyes ordinarias.
- Se declaraba la religión católica como la oficial del Estado y se
prohibían las manifestaciones públicas de cualquier otra religión,
aunque se reconocía la libertad de culto.
- El Estado se organizaba de forma centralista. Los alcaldes de los
ayuntamientos de más de 30.000 habitantes eran nombrados por el
rey.

Evolución política del periodo


1) Gobierno conservador de Cánovas (1876-1880). En estos primeros años
de la Restauración gobierna en exclusiva el P. Conservador, ante el recelo de
la oposición y la disolución de sus filas. El periodo está marcado por las
reformas administrativas y por las medidas para reforzar el control del
Estado, a partir de los derechos fijados por la Constitución:
supresión de los derechos vascos (1876)
censura previa de prensa (1876)
ley de imprenta (1879), lo que llevará al cierre del periódicos
fiscalización de la enseñanza y expulsión de sus cátedras a profesores.
En febrero de 1881, los liberales formaron gobierno por primera vez y
comenzó la alternancia que caracterizó al régimen.

2) Primera etapa de gobierno liberal (1881-1884). Su actuación en este


periodo fue bastante tímida, el partido aún no cohesionado tenía el temor de
que una apertura excesiva pudiera alarmar a los grupos sociales dominantes.
El gobierno de Sagasta tomó medidas para acabar con:

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las restricciones de la libertad de expresión,
limitó las denuncias por delitos de imprenta,
devolvió a sus cátedras a los profesores represaliados y,
permitió que las asociaciones obreras y republicanas pudieran actuar
con libertad.

3) Ante la debilidad del gabinete el Rey encargó formar nuevo gobierno a


Cánovas que volvería al poder en enero de 1884, quien no se demoraría en
derogar alguno de los cambios liberales.

Hacia 1885 era ya evidente que el funcionamiento constitucional


experimentaba un claro fraude.

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LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA DE HABSBURGO Y EL
TURNO DE PARTIDOS. LA OPOSICIÓN AL SISTEMA.
REGIONALISMO Y NACIONALISMO

Todo el engranaje político ideado por Cánovas del Castillo, inspirado


en el modelo ideal inglés, se traducía en la realidad en una auténtica farsa:
La alternancia pacífica en el poder de los dos partidos principales se
convirtió, de hecho, en cambios de gobierno pactados de antemano entre
ellos: era el turno de partidos. No eran los resultados electorales los que
definían las mayorías y, por consiguiente, quienes debían gobernar; sino
que, por el contrario, una vez acordado el cambio de gobierno, se
convocaban elecciones, y se amañaban para que arrojaran resultados
favorables al nuevo partido que iba a gobernar: era la práctica del
caciquismo.

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TURNO PACÍFICO DE PARTIDOS
A la altura de 1885 era ya evidente que el funcionamiento
constitucional experimentaba una clara adulteración. Los gobiernos no
cambiaban porque tuvieran o les faltara el apoyo de las Cámaras, sino más
bien al contrario. Cuando un partido experimentaba el desgaste de su
gestión, o sencillamente cuando los líderes políticos consideraban necesario
un relevo en el disfrute del poder, se sugería a la Corona el nombramiento de
un nuevo gobierno. El nuevo Presidente era siempre el líder del partido
hasta entonces en la oposición, y recibía junto con su nombramiento el
decreto de disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones.
Elecciones en las que el candidato SIEMPRE obtenía la mayoría,
generalmente a través del fraude electoral. El proceso funcionaba de “arriba
abajo”, es decir, de manera inversa a la de una democracia de masas
auténtica, en la que primero se obtiene la mayoría en las elecciones y
después se forma Gobierno.

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En definitiva, los partidos Conservador y Liberal se cedían
periódicamente el poder, no como consecuencia de un cambio de opinión del
electorado, sino por obra de un acuerdo mutuo, pactado, o de su desgaste
interno y con el acuerdo del rey.

La mecánica del turno de partidos era la siguiente:

1. Convocadas las elecciones el Ministro de la Gobernación fabricaba los


resultados electorales desde el llamado “encasillado” del Ministerio, es
decir, se adjudicaban escaños a partidarios o adversarios en función de
los acuerdos que se pactaban en la cúspide de los partidos.
2. El gobernador civil de cada provincia elaboraba la lista de los candidatos
y se la comunicaba a los caciques locales.
3. Los CACIQUES llevaban a cabo el proceso de a través de todos los
mecanismos posibles, legales o no, a su alcance. Sus métodos iban desde
votos a cambio de favores (conseguir trabajo, una recomendación,
agilizar expedientes que se eternizaban en las oficinas estatales,
manipular el sorteo de quintos) o de amenazas (despidos, extorsiones…),
o la manipulación directa de los resultados mediante el llamado
PUCHERAZO: cambio de urnas, añadido de votos falsos, votos
“crucificados” o “lázaros”, es decir, de vecinos muertos, etc.

El resultado daba, invariablemente, una holgada mayoría al partido


propuesto para gobernar que podía así actuar sin dificultad. Este
falseamiento electoral funcionó sin grandes problemas durante los primeros
25 años de la Restauración.

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REGENCIA DE MARIA CRISTINA
Tras la prematura muerte de Alfonso XII en 1885, su esposa, María
Cristina de Habsburgo, embarazada del que sería Alfonso XIII (nacido en
mayo de 1886) asumió la Regencia (1885-1902). El temor a una
desestabilización del sistema político impulsó un acuerdo entre
conservadores y liberales, el llamado Pacto de El Pardo. Su finalidad era
dar apoyo a la regencia de María Cristina de Habsburgo y garantizar la
continuidad de la monarquía y la alternancia en el poder ante las fuertes
presiones de carlistas y republicanos.

Segundo gobierno liberal de Sagasta (1885-1890)


Sagasta forma de nuevo gobierno en noviembre de 1885, su partido
obtiene una holgada mayoría en las elecciones… que le permite llevar a
cabo una amplia reforma del sistema político. Entre los cambios de aquellos
años destacan:

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la libertad de imprenta, que dio lugar a un ambiente de mayor
libertad de expresión , la libertad de cátedra, permitió un importante
florecimiento intelectual en los años siguientes. La libertad de
asociación (1887) fue restablecida mediante la ley de junio de 1887,
que fue decisiva para permitir el desarrollo y expansión del
movimiento obrero,
También se aprobó en 1889 el Código Civil.
Ley del Jurado (1888), estableció la celebración de juicios por
jurados.
Abolición de la esclavitud (1888).
Pero, sobre todo, al gobierno liberal se debió el restablecimiento
definitivo del sufragio universal por la ley electoral de 1890 el
derecho al voto se ampliaba a todos los varones mayores de 25 años.

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LAS FUERZAS POLÍTICAS MARGINADAS FUERA DEL SISTEMA

Varios grupos políticos, sociales e ideológicos se opusieron con escaso


éxito al régimen de la Restauración:
El Carlismo: derrotados definitivamente en 1876 tuvieron cada vez
menos peso político, teniendo únicamente cierta fuerza en las provincias
forales (País Vasco y Navarra). Además la aparición de los nacionalismos
vasco y catalán redujo aún más las bases sociales del carlismo. Poco a poco
acabaría integrándose en el sistema.
El Republicanismo: sufrió la represión de los primeros años de la
Restauración y tuvo que hacer frente al desencanto de parte de sus
seguidores. A pesar de sus divisiones internas, los partidos republicanos
compartían cuatro puntos básicos:
- La república como forma de Estado,
- las reformas para favorecer a los grupos sociales más necesitados
- la fe en el progreso científico y educativo
- defensa de la laicidad (separación Iglesia-Estado)
La expansión del PSOE: Durante los primeros años de la
Restauración, el movimiento obrero sufrió un retroceso como consecuencia
de la ilegalización de la internacional y de sus asociaciones, del
establecimiento de una rígida censura y de las fuertes medidas represivas.
Este nuevo contexto de libertad política favoreció las actividades del
PSOE, liderado por Pablo Iglesias1 y que era partidario de participación en
la actividad política.

1
Fundador del PSOE en 1879

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Más organizados, pero menos numerosos que los anarquistas,
crecieron mucho en la última década del siglo. El crecimiento del socialismo
español a partir de 1890 se vio favorecido por diversos factores: la
moderación de su actuación, que defendía la huelga como elemento
reivindicativo solo para casos extremos, y la aprobación del sufragio
universal, que incrementaba sus expectativos electorales.

El anarquismo, de base fundamentalmente campesina, estaba muy


implantado en Andalucía y Cataluña.

REGIONALISMO Y NACIONALISMO

En el último cuarto del s.XIX comenzó en España el ascenso de


movimientos de carácter regionalista o nacionalista, liderados por
intelectuales, políticos, periodistas y empresarios que empezaron a proponer
en ciertas regiones españolas, políticas contrarias al uniformismo y
centralismo estatal.

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6.1 EL NACIONALISMO CATALÁN:
Cataluña había experimentado un crecimiento económico superior al
de cualquier región española gracias a la industrialización. Surgió en esa
zona una influyente burguesía de empresarios industriales que sentían que
sus intereses económicos estaban poco representados en los diferentes
gobiernos.
Paralelamente había surgido La Renaixença, un movimiento cultural
que pretende una recuperación de la lengua, las tradiciones, las instituciones
y las leyes históricas.
En 1891 se funda la Unión Catalanista que defendían el catalán como
lengua oficial y la vuelta de las instituciones catalanas tradicionales. De aquí
salió un grupo liderado por Prat de la Riba y Cambó que movilizó al
catalanismo tras 1898.

6.2 EL NACIONALISMO VASCO:


Surge en la década de 1890. En sus orígenes hay que considerar la
reacción ante la pérdida de una parte sustancial de los fueros tras la derrota
del carlismo, pero también el desarrollo de una corriente cultura en defensa
de la lengua vasca. Su gran propulsor fue Sabino Arana, quien creyó ver un
gran peligro para la subsistencia de la cultura vasca en la llegada de
inmigrantes procedentes de otras regiones de España a la zona industrial y
minera de Bilbao.

Sus propuestas prendieron en la pequeña burguesía y en 1895 funda


del Partido Nacionalista Vasco (1895).

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6.3 EL NACIONALISMO GALLEGO:
Tuvo un carácter estrictamente cultural hasta bien entrado el S.XX. La
lengua gallega se usaba sobre todo en el medio rural, y a mediados del XIX
intelectuales y literatos gallegos emprendieron el camino de convertirla en
lengua literaria. Ello dio lugar al nacimiento de la corriente llamada
Rexurdimento, cuya figura literaria de mayor influencia fue la poetisa
Rosalía de Castro.

6.4. EL NACIONALISMO ANDALUZ.

Hunde sus raíces en el movimiento cantonal republicano de 1873. En


esa tradición se inscribe el proyecto de Constitución Federal para Andalucía,
presentado en la Asamblea de Antequera en 1883. En ella se sientan las
bases del andalucismo al proclamar la soberanía y autonomía de Andalucía.
En 1913 apareció la primera revista regionalista, Bética. En 1915 Blas
Infante publicó El ideal andaluz y en enero de 1918 se celebro en Ronda el
Primer Congreso Andaluz, que adoptó ya una bandera y un himno andaluces
como expresión de una identidad regional diferenciada.

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GUERRA COLONIAL Y CRISIS DEL 98

A principios del siglo XIX España sólo contaba con las colonias de
Cuba y Puerto Rico en el Caribe, y con las Filipinas y algunas otras
pequeñas islas en el Pacífico.
Cuba era la principal posesión española, y concentraba numerosos
intereses y negocios españoles y un gran flujo de emigración procedente de
la metrópoli. La vida económica de la isla se basaba en una agricultura de
plantación, esencialmente de azúcar de caña, café y tabaco para la
exportación. Esta actividad constituía una importante fuente de ingresos para
el Estado y algunas empresas españolas.
La política arancelaria que imponían los gobiernos españoles
convertía a las islas en unos mercados cautivos.
El caso de Filipinas fue distinto, porque la población española era escasa y
los intereses económicos españoles se basaban en la producción de tabaco y
en el hecho de que el archipiélago daba acceso a intercambios con el
continente asiático. Las Filipinas estaban controladas por un contingente del
ejército y contaban con una gran presencia de órdenes religiosas.
A nivel político, estos territorios recibían un trato colonial y no tenían
ningún derecho a enviar representantes a las Cortes españolas ni a tener
instituciones de gobierno o a intervenir en la elaboración de las leyes que
afectaban a las islas.

En febrero de 1895 se produjo un levantamiento independentista en


Cuba, que se convirtió rápidamente en insurrección de toda la isla contra la
metrópoli. Y en 1896 sucedía lo mismo en Filipinas. En diciembre de 1898,
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tras la extensión del conflicto y su conversión en una guerra hispano-
norteamericana, España perdía Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, tras una
completa derrota militar. Como consecuencia de la perdida de estos
territorios del Imperio colonial se desencadenó una crisis nacional, ante la
desmoralización, el escándalo y a la debilidad militar y la política
demostrada por el gobierno de la Restauración. Al conjunto de estos
acontecimientos se le ha dado el nombre de Desastre del 98.

LA GUERRA DE CUBA, FILIPINAS Y LA PÉRDIDA DE LAS


COLONIAS
La guerra de Cuba se debió a la maduración del movimiento
independentista indígena, ya muy avanzado y bajo el liderazgo de Antonio
Maceo y José Martí, pero también a los errores cometidos por España. Pese
a lo dispuesto en la Paz de Zanjón (1878), el gobierno español no fue
generoso ni previsor. Prefirió ir retrasando la concesión del régimen de
autogobierno y eludió un control real sobre los abusos que los trabajadores
indígenas de las plantaciones sufrían por parte de los propietarios españoles
y criollos.
A la frustración acumulada se unió el respaldo norteamericano a los
insurgentes. Los políticos estadounidenses eran firmes partidarios de la
independencia cubana, no por ella misma, sino porque significaba el
abandono por los europeos de su última colonia y, por tanto, la posibilidad
de explotar la riqueza de la isla en exclusiva. El apoyo fue continuo, primero
diplomáticamente, presionando al gobierno español para hacer concesiones
de autonomía, y a partir de 1891, cuando la ley de aranceles prohibió a los
cubanos el comercio libre con EEUU, se convirtió en un apoyo material y en
una presión favorable para el estallido de la insurrección.
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El incumplimiento de los compromisos de la Paz de Zanjón, el nuevo
arancel y el apoyo de Estados Unidos hicieron que, en 1895, se reiniciara el
conflicto cubano. La insurrección se inició en la localidad de Baire (Grito de
Baire) y tenía en José Martí, fundador del Partido Revolucionario Cubano,
a su líder más conocido.
Inicialmente el gobierno liberal intentó una política de mediación,
enviando a la isla a Martínez Campos, pero cuando este fracasó frente a
una insurrección mucho más consciente, extendida y organizada que la
anterior, tuvo que regresar a España al negarse a aplicar medidas represivas
sobre la población civil. El nuevo gobierno de Cánovas envió entonces al
general Weyler. Experto conocedor de la isla, recuperó todo el territorio y
envió a los insurrectos a las montañas; dividió el territorio por líneas
fortificadas y dividió a la población civil en compartimentos, para evitar que
pudieran apoyar a los insurrectos. Comenzó así una feroz guerra de desgaste
que se prolongó a lo largo de 1896 y 1897, basada en la superioridad militar
española y en el dominio del terreno por los guerrilleros cubanos, que
recibían armamento y suministros de los estadounidenses.
Tras el asesinato de Cánovas en agosto de 1897, Sagasta, que formó el
nuevo gobierno, inició una estrategia de conciliación: destituyó al general
Weyler, decretó la autonomía de Cuba, el sufragio universal masculino, la
igualdad de derechos entre insulares y peninsulares y la autonomía
arancelaria.
La política española había intentado evitar un enfrentamiento con
Estados Unidos. Por su parte, la opinión pública y la mayoría de los políticos
estadounidenses eran favorables a la intervención militar en Cuba.

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La insurrección cubana presentó la ocasión para mostrar el apoyo
abierto de EEUU a los independentistas cubanos. En 1897, el nuevo
presidente McKinley, que enviaba armas a los rebeldes por vía marítima, se
mostró decidido a intervenir directamente en el conflicto. EEUU utilizó
como pretexto la explosión y hundimiento, a comienzos de 1898, de su
buque de guerra Maine, anclado en la Bahía de la Habana. La negativa de
España a renunciar a la isla y a acatar el ultimátum inició el enfrentamiento
entre ambos. Desde la óptica de los dirigentes políticos y militares de la
época, la guerra era inevitable. Como extensión del conflicto, ese mismo año
se reanudó la insurrección en Filipinas.

En Filipinas el malestar provenía del descontento de la población con


los métodos de la administración española y el excesivo poder de las órdenes
religiosas. La insurrección se inició en 1896 y se extendió por la provincia
de Manila. En España se subestimó el potencial militar de Estados Unidos,
que destruyó fácilmente la flota española en dos breves combates navales,
Santiago de Cuba y Cavite (Filipinas). Este desastre no dejó al gobierno
español otra alternativa que pedir la paz.

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El Tratado de París de 1898, , terminó la Guerra hispano-
estadounidense. Los Estados Unidos pagaron a España 20 millones de
dólares por la posesión de Guam, Puerto Rico y las Filipinas. España
abandonó sus demandas sobre Cuba y declaró su independencia. La derrota
puso fin al imperio español y marcó el principio de un período de poder
colonial de Estados Unidos.
LAS CONSECUENCIAS DEL DESASTRE DEL 98
El desastre supuso un auténtico golpe en la conciencia de los
españoles y arrastró una serie de consecuencias importantes, que hacen del
fin de siglo un momento crucial de nuestra historia.
En primer lugar, las pérdidas humanas. Se calculan en unos 60.000
muertos para el periodo entre 1895 y 1898, la mayoría debidos a
enfermedades infecciosas que dejaron además graves secuelas en los
supervivientes
Los perjuicios psicológicos y morales fueron también importantes: los
soldados retornaban heridos, pésimamente atendidos, muriendo de hambre,
mutilados o tarados por la guerra. A ello se unía la desmoralización de un
país consciente de su propia debilidad y de lo inútil del sacrificio. Influyó en
el desarrollo del Regeneracionismo e impulsó las amargas y pesimistas
reflexiones de los intelectuales de la llamada generación del 98.
La derrota supuso la pérdida de los ingresos procedentes de las
colonias, así como de los mercados privilegiados que estas suponían.
La crisis política resultó inevitable, y derivó en la incapacidad de los
sucesivos gobiernos para evitar primero, controlar después y, finalmente,
vencer en las guerras que se les escaparon por completo de las manos.

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