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[PUBLICADO EN: Shannan L. Mattiace, Rosalva Aída Her´nadez, Jan Rus (edits)
Tierra Libertad y Autonomía: impactos regionales del zapatismo en Chiapas. México,
D.F. IWGIA y CIESAS, 2002, pp.57-82]
Introducción
El presente artículo da cuenta de las transformaciones que se han sucedido en la
región de Las Cañadas de la Selva Lacandona (Chiapas, México) en las últimas tres
décadas, pero sobre todo, después del levantamiento zapatista de 1994. Dichas
transformaciones han permitido el surgimiento de nuevas prácticas, discursos e
ideologías en la región de estudio. Por ello consideré importante no limitar mi análisis a
una sola comunidad sino abarcar la región completa. Para ello me he detenido en el
estudio de los cambios en la composición política y social de la misma. Estos cambios
están relacionados con varios fenómenos, entre ellos: la desaparición de la unidad
política regional; la transformación del papel dominante del “comon”; la integración de
nuevos actores a nivel local, y la participación de los locales en la política global
basada en prácticas y discursos que son universalmente compartidos.
Mi interés por Las Cañadas se justifica si señalamos que es esta región la que
aporta gran parte de la militancia campesina-indígena del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN) y, actualmente, es parte central de lo que se ha dado en
llamar “la zona de conflicto”. Mi interés por hablar de las transformaciones regionales
nació después de que el EZLN y el gobierno mexicano firmaran, en 1996, los primeros
acuerdos de paz, mismos que se conocen como Acuerdos de San Andrés. En ellos la
autonomía indígena tuvo un papel central y estuvo ligada a los conceptos de
democracia, justicia y autodeterminación. Postulados muy generales que, a mi modo de
ver, es preciso examinar a la luz de realidades regionales así como de las historias
particulares de las distintas comunidades indígenas que viven en Chiapas y en México.
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1. De la unidad política al pluralismo
Antes de 1994 era posible hablar de sub-regiones y micro-regiones dentro de la Selva
Lacandona; éstas eran definidas en términos históricos, políticos y sociales (Mapa 1).
La sub-región de Las Cañadas, en particular, estaba claramente definida no sólo en
términos de sus características topográficas sino también por la gran organización
política que la articulaba. A lo largo de las décadas de 1970 y 1980, y en los primeros
años noventa, los habitantes de la Selva habían formando la organización denominada
Unión de Uniones. Con el paso del tiempo y el aumento de su influencia regional, dicha
organización política indígena se volvió muy poderosa. Hacia 1990, su control se
extendía por un área que incluía siete cañadas y dos valles. No tengo noticia de
ninguna otra organización en Chiapas, que haya podido alcanzar el grado de poder y
cohesión logrado por la Unión de Uniones.
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organizaciones (pienso por ejemplo en el Partido Revolucionario Institucional, el Partido
de la Revolución Democrática, el Frente de Liberación Nacional y la UNORCA) los
ejidatarios locales pasaban a formar parte de nuevas redes sociopolíticas, y
empezaban a asumir nuevas ideologías y prácticas. En consecuencia, la región
también empezó a recibir nuevos actores que hicieron de Las Cañadas una región con
nuevas y más flexibles fronteras.
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de trabajo de campo interrumpido en la región, pude identificar la formación de una elite
política que abarca tres generaciones de colonos de entre 25 y 55 años de edad.
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éste a las nuevas condiciones citadinas y de marginalidad en la que se reproducen los
nuevos urbanitas.
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aprovecharon la oportunidad para retomar el liderazgo en sus respectivas
comunidades. Así lograron una nueva hegemonía haciendo alianza con el PRI y con
los miembros locales del ejército mexicano. Algunos de ellos llegaron a dominar
posiciones dentro del consejo de autoridades, desde donde promovían y organizaban
fiestas de para celebrar la fundación del ejido, y mediante dichas fiestas intentaban
“reconciliar” a los distintos grupos políticos antagónicos.
Pero baste echar una mirada atrás para encontrar el tono religioso de ciertos
procesos en Las Cañadas. A partir de la década de 1930, los indígenas que vivían en
las orillas de la Selva Lacandona empezaron a colonizarla. Más de 23,000 colonos
miembros de la antigua Unión de Uniones, había llegado con fervor milenarista y la
esperanza de alcanzar la “Tierra Prometida” (Leyva y Ascencio 1996; Morales 1992).
Nunca imaginaron éstos que, en 1994, su región sería promovida como “Tierra
Liberada” en las representaciones colectivas de algunos simpatizantes
internacionalistas del zapatismo. De alguna manera, las dos visiones, son
representaciones colectivas que comparten percepciones muy idealizadas de las
relaciones sociales. En ambos casos, se quiere alcanzar una meta utópica y se buscan
relaciones sociales armónicas. Si bien la primera acepción (“Tierra Prometida”) emplea
la imagen bíblica del “Exodo” para legitimar el arduo proceso migratorio; la segunda
(“Tierra Liberada”) utiliza la retórica revolucionaria para crear una “nueva sociedad”. A
pesar de eso, aunque ambas glorifican claramente sus metas, no aluden a las
dificultades ni a los conflictos que deben superarse para alcanzarlas. En particular, el
concepto de “Tierra Liberada” no capta la complejidad del proceso de negociación que
forma parte de la experiencia diaria de la gente que tiene los pies en la tierra. Pero si
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tomamos en cuenta esta experiencia, resulta útil pensar Las Cañadas más bien en
términos de una “tierra permanentemente negociada”. Esta negociación implica un
diálogo político, o mejor dicho, muchos diálogos políticos informales que, pese a ser
difíciles, conflictivos y limitados, ofrecen la posibilidad de alcanzar soluciones prácticas
a conflictos inmediatos. Sin embargo los diálogos a este nivel no sustituyen el nacional
ni permite implementar los Acuerdos de San Andrés.
Otra ruptura de envergadura similar se dio entre 1991 y 1994, cuando surgieron
contradicciones irresolubles entre facciones pro y anti-zapatistas, que causaron
fracturas en el corazón de muchas comunidades indígenas. Hasta entonces, las
tensiones y confrontaciones entre colonos siempre se habían resuelto dentro de la
comunidad. En cambio, la nueva situación política condujo a muchos colonos a la doble
militancia, es decir, a la militancia en organizaciones “legales” y en organizaciones
clandestinas. Otra solución a los conflictos internos fue crear organizaciones paralelas
a la Unión de Uniones (tales como la Asociación Campesina Independiente Emiliano
Zapata o el Partido Fuerzas de Liberación Nacional) para dar cauce a los partidarios de
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ideologías de izquierda radical. Al mismo tiempo, colonos más moderados o que
buscaban distanciarse del EZLN después de haber renunciado a él, se unían a otros
frentes políticos, tales como la Unión Nacional de Organizaciones Campesinas
Autónomas (UNORCA).
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Plural Ampliado. Entre 1996 y 1998, la coalición COAO-PRI asumió el poder municipal
mediante la decisión del Congreso Estatal de Chiapas. Bajo el aliento zapatista y la
presión de las organizaciones “independientes”, el Congreso erigió un concejo
municipal, después de reconocer que la crisis política existente imposibilitaba la
realización de elecciones regulares. Aunque el diálogo entre la COAO y el EZLN se
había mantenido durante esos años, no dejó de tensar las relaciones entre ellos, la
alianza de los primeros con la facción del PRI y la llegada al ayuntamiento del
presupuesto federal con una clara orientación contrainsurgente que tuvo que ser
cambiada por la COAO 2. Por fin, en mayo de 1998, el gobierno del estado propuso un
plan de remunicipalización para Ocosingo. Este contemplaba la creación de trece
nuevos municipios, algunos de ellos se traslapaban con los municipios autónomos
propuestos por los zapatistas (Gobierno del Estado de Chiapas 1998; (Hernández
1999b: 38-39). Conforme el plan del gobierno, las cabeceras municipales de los nuevos
municipios tenían que ubicarse en comunidades no zapatistas con el fin de mantener el
control sobre los subsidios del gobierno y la cooptación de los locales. Al llegar julio de
1999, el gobierno estatal no había podido inaugurar más que dos nuevos municipios de
los trece que había propuesto. Estos fueron Benemérito de las Américas y Marqués de
Comillas, ambos situados dentro de la Selva Lacandona pero fuera de la región de Las
Cañadas (cfr.Burguete y Leyva 1999). El plan original del gobierno consistía en dividir
Las Cañadas en términos territoriales y políticos, a fin de reducir la influencia y
expansión zapatista. Por los resultados alcanzados fue obvio que dicho plan no
funcionó, debido a la fuerte y continua presencia del EZLN así como a las alianzas
entre éste y las organizaciones “independientes” y a pesar de las enormes cantidades
de dinero que el gobierno invirtió en Las Cañadas.
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neozapatista. El neozapatismo no tiene estructura política fija sino que abarca diversas
formas de participación política a distintos niveles y hace converger una gama muy
amplia de individuos, organizaciones y movimientos. El neozapatismo surge de la
organización de congresos, asambleas y manifestaciones en todas partes del mundo,
donde la gente comparte las demandas por “democracia, justicia y libertad”. El
sentimiento de pertenecer a una comunidad política internacional mucho más allá de la
localidad inmediata se promueve mediante la formación de una red global de
información, donde el movimiento zapatista ha creado plataformas para debatir ideas y
coordinar esfuerzos de presión política a diferentes niveles.
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centrales del encuentro era su propuesta de independencia respecto del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas (Leyva 1999a: 18). En esos nuevos espacios, las
redes neozapatistas se están convirtiendo en armas políticas que sirven para presionar
al gobierno mexicano y a las elites locales y, de alguna manera, vienen a llenar el vacío
que dejó el “”comon” y la Unión de Uniones.
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una autonomía regional u organizacional adecuada a las realidades locales y porque la
solidaridad internacionalista misma arrastra una fuerte carga de paternalismo y
dependencia. Ahora bien, si no cambian las condiciones estructurales de vida en las
comunidades, si no hay mejoras significativas en la economía regional, y si no se
cumple con lo pactado en los Acuerdos de San Andrés, las intervenciones bien
intencionadas de los zapatizantes, se quedarán a nivel de soluciones aisladas y las
acciones economicistas del gobierno sólo traerán más conflicto y polaridad.
Conclusiones
Desde 1994, en Las Cañadas han aumentado progresivamente tanto el pluralismo
político como la polarización, a medida que la hegemonía de la Unión de Uniones y del
“comon” desaparecían, para dejar paso a una configuración más heterogénea y plural..
Pluralismo que ha significado en la región tensión irresuelta entre fuerzas enfrentadas.
La forma en que se ha dado la convivencia de estas fuerzas depende de la
composición política local y la capacidad de negociación de los actores involucrados.
Es claro que en Las Cañadas el diálogo y el consenso se han vuelto más difíciles de
alcanzar. No obstante, es preciso reconocer que la institución del “comon” ha resultado
ser más flexible de lo que se pensaba. Aunque a nivel nacional el diálogo quedó
suspendido desde 1996, las negociaciones inter-organizacionales --a menudo
efectuadas sobre bases informales-- han proseguido a los niveles local y regional. Esto
hace de Las Cañadas una “tierra permanentemente negociada”. Esta negociación
implica muchos diálogos políticos que, pese a ser difíciles, conflictivos y limitados,
ofrecen la posibilidad de alcanzar soluciones prácticas a conflictos inmediatos. Sin
embargo, los diálogos a este nivel no sustituyen el nacional ni permiten implementar los
Acuerdos de San Andrés. Bajo las condiciones actuales de indefinición constitucional
en torno a la autonomía y con las secuelas de una guerra de baja intensidad encima, la
pérdida de la autonomía de facto, trae consigo mayor descomposición social, local,
regional y estatal.
A medida que los nuevos grupos políticos se iban afiliando a nuevas y más
amplias organizaciones, los locales pasaban a formar parte de nuevas redes
sociopolíticas y empezaban a asumir nuevas ideologías y prácticas. En consecuencia,
la región también empezó a recibir nuevos actores que hicieron de Las Cañadas una
región con nuevas y más flexibles fronteras. En esos nuevos espacios, las redes
neozapatistas se están convirtiéndose en armas políticas que sirven para presionar al
gobierno mexicano y a las elites locales y, de alguna manera, vienen a llenar el vacío
que dejó el ”comon” y la Unión de Uniones.
Las demandas de autonomía indígena han estado en el centro del escenario del
diálogo formal entre el EZLN y el gobierno mexicano (Ce Ácatl, 1996). En los Acuerdos
de San Andrés se define explícitamente la autonomía de los pueblos indígenas como
derecho a la autodeterminación. A pesar de eso, en marzo de 1999 el gobernador
priísta Roberto Albores Guillén modificó varios artículos de la Constitución Estatal de
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Chiapas de tal manera que la demanda de autodeterminación se redujo a “autonomía
comunal de grupos y comunidades étnicas”. Desde la perspectiva del gobernador, la
autonomía de los pueblos indígenas debe basarse en --y limitarse a-- “tradiciones
culturales y leyes de usos y costumbres” (Ley de Derechos 1999). Como hemos visto,
las “costumbres locales” de Las Cañadas han pasado por uniones ejidales, luchas
armadas, afiliaciones políticas dobles y procesos de negociación permanente. Si
consideramos lo estipulado por esa ley y la realidad de las Cañadas, podríamos afirmar
que las comunidades indígenas de esta región tienen menos autonomía de facto de la
que tenían antes de 1994. La ironía es grande, pues fueron ellas las que pusieron en la
agenda nacional el tema de la autonomía como libre determinación, pero fueron ellas
mismas, quienes la perdieron al convertirla en bandera de lucha política nacional e
internacional.
Bibliografía
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este artículo bajo el título “The New Zapatista Movement: Political Levels, Actors, and
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Xochitl Leyva Solano (eds.): 1998. Encuentros Antropológicos: Power, Identity and
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* Traducción del primer borrador realizada por María Vinos. Corrección final y de estilo a cargo de
la autora. La autora agradece a los Drs. Axel Köhler, Heather Williams, Jan Rus y John Gledhill
por su crítica generosa a un primer borrador de este artículo.
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Entre 1995 y 1998, la COAO era una coalición política de organizaciones “independientes” que
comprendía: la ARIC Independiente y Democrática, la ARIC Unión de Uniones, la Organización
Regional de Cafeticultores de Ocosingo (ORCAO), los Barrios Unidos de Ocosingo, el
Movimiento Campesino Regional Independiente (MOCRI), la Organización Pancho Villa y la
Coordinadora Nacional de Pueblos Indios Independientes (CNPI-I).
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En los dos años de administración de la COAO-PRI, se canalizó por medio de las autoridades
municipales la fenomenal suma de 139 millones de pesos (CMPA-CIESAS, 1998).
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