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El derecho de la responsabilidad civil (también denominado derecho de daños) es

la parte del derecho civil que busca determinar cómo compensar a la persona que
ha sufrido un daño, quién le tiene que compensar y de qué forma.

Se trata de otorgar a la víctima una indemnización para reparar su lesión, si bien


hay que admitir, como nos dice DIEZ PICAZO, que la idea de que con la
compensación desaparece el daño es una ilusión, pues cuando se destruyen las
vidas humanas o los bienes materiales la indemnización no borra la destrucción.

La indemnización de alguna manera traspasa el daño poniéndolo a cargo de otro:


el que sufrió inicialmente el daño es compensado a cargo de otro, cuyo patrimonio
disminuye. El que no debió causar el daño sufre un daño a su vez porque, de haber
actuado debidamente, aquel no se hubiera producido.

Al tema de la reparación de los daños que se estudia bajo el nombre de la


responsabilidad civil (o extracontractual) se le atribuye las siguientes funciones
(ROCA/NAVARRO):

- Función reintegradora o resarcitoria, de forma que la indemnización repara el


daño.

- Función sancionadora, de forma que el que daña a otro recibe un castigo por ello.

- Función disuasoria o preventiva, que intenta concienciar a las personas que


pueden provocar un daño de que no lo hagan.

La posición mayoritaria en nuestro derecho defiende que el sistema de


responsabilidad civil tiene una función reparatoria o compensatoria, alejada de la
función sancionatoria que entra en la órbita del derecho penal y que debe ser
considerada como ultima ratio.

Hay sin embargo parte de la doctrina (SALVADOR CODERCH) que defiende que el
derecho de daños además de compensar previene, o debería prevenir, porque
además si así lo hace nos evitaremos una compensación posterior. Y además se
defiende que no hay compensación correcta cuando ésta carece de eficacia
preventiva de ulteriores estropicios.
De acuerdo con el art.1089 las obligaciones nacen no sólo de los contratos sino
también de los actos u omisiones en que intervenga cualquier género de culpa o
negligencia, es la llamada responsabilidad extracontractual que se distingue de la
que se produce bajo el ámbito del contrato.

Es el art. 1902 del Código el que recoge la responsabilidad civil extracontractual.


Tal como dice el mismo el que por acción u omisión causa daño a otro, interviniendo
culpa o negligencia, está obligado a reparar el daño causado.

De acuerdo con el precepto, el principio general de nuestro sistema de daños de


atribución de responsabilidad es el criterio de culpa o responsabilidad subjetiva,
excluyéndose la responsabilidad objetiva o por riesgo (sin culpa), que requiere una
declaración expresa del legislador, que sí se da en determinados supuestos
concretos. Así ocurre por ejemplo, cuando se trata de la responsabilidad del
poseedor del animal por los daños que cause, o en los casos de accidentes aéreos
o nucleares. En la responsabilidad objetiva quien cause daños responde por ellos
con independencia del

nivel de precauciones que haya adoptado siempre que la ley así lo hubiere
establecido (SALVADOR CODERCH).

Si se opta por la culpa se obliga a la víctima a probar quien fue el autor del daño y
que éste fue debido a su intencionalidad o negligencia de su actuación; por el
contrario en un sistema de responsabilidad por riesgo u objetivo el daño no se
atribuye a la persona por la participación que haya tenido en el mismo, sino según
criterios derivados únicamente de la producción o existencia de un riesgo
(ROCA/NAVARRO, 20-21).

Aunque en los años 80-90 del pasado siglo nuestro Tribunal Supremo tendía a una
creciente objetivación de la responsabilidad civil (por ejemplo las STS 8 de
Noviembre de 1990 o 30 de Diciembre de 1995), la jurisprudencia cambió con el
siglo, regresando a la doctrina de la culpa como base de la responsabilidad civil
(STS de 6 de Septiembre de 2005, 5 de Septiembre de 2007, 21 de Noviembre de
2008, entre otras muchas), excepto para determinados casos (actividades
peligrosas, empresariales, desigualdad de las partes...) y cuando se den los
supuestos previstos por la ley.

Por último, hay que hacer mención aquí al sistema previsto para cubrir las
consecuencias de la responsabilidad, que es el seguro. Así se obliga a contratarlo
en determinadas actividades peligrosas (la conducción de automóviles) o que
pueden generar un coste para sus agentes, y se garantiza además que las
potenciales victimas puedan ser adecuadamente resarcidas (por parte de los
médicos, arquitectos...). Como nos dice la doctrina (ROCA/NAVARRO, 244) se trata
de una fórmula de distribución del riesgo y no una prevención del mismo (en contra
SALVADOR CODERCH).

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