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9. La antropologfa y el encuentro colonial* Talal Asad La antropologia funcionalista briténica comenz6 a adquirir entidad propia como disciplina poco después de la Primera Guerra Mundial gracias a los esfuerzos de Malinowski y Radcliffe-Brown, pero no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando consolidé su ptestigio académico en las universidades. En las dos décadas posterio- res ala contienda se publicé una cantidad ingente de estudios antropo- légicos en comparacidn con las dos precedentes. Durante este breve perfodo apenas se cuestioné el afan de respetabilidad académica de esta disciplina. En 1961 un destacado socidlogo podia escribir que la «antropologia social es, entre otras cosas, una profesién pequefia pero creo que floreciente. Su tematica, al igual que el trabajo social y a di- ferencia de la sociologfa, tiene prestigio».' Unos afios después un politélogo contrasté favorablemente la antropologfa social con Ja sociologfa afirmando que, a diferencia de la segunda, pero al igual que las demés ciencias sociales auténticas, la antropologia social «habfa construido un corpus de conocimientos que no puede encasillarse facilmente en ninguna otra disciplina».” La antropologfa funcionalista apenas habfa afianzado su envidia- ble reputacién intelectual cuando entre los profesionales consagrados empezaron a surgir algunas dudas serias. En 1962 Leach afirmé que la * En Anthropology & the Colonial Encounter, Talal Asad (ed.), Ithaca Press, Lon- dres, 1973, pp. 9-19. 1. Donald G. Macrae, Ideology and Society, Londres, 1961, p. 36. 2. W.G. Runciman, «Sociologese», Encounter, diciembre de 1965, vol. XXY, n.° 6, p. 47. 280 i Politicas de la antropologta «doctrina funcionalista ha dejado de ser convincente».3 Cinco afios después Worsley escribid una critica mordaz con el significativo titulo de «,EI fin de la antropologia?». En 1970 Needliam postulaba que la antropologfa social «no tiene un pasado unitario y continuo en lo que respecta a las ideas. (...) Ni existe nada parecido a un corpus teGrico riguroso y coherente propio de 1a antropologia social».t Y un afio des- pués Ardener observ6 que «algo ha sucedido ya en la antropologia britanica, y en la antropologfa internacional, en el sentido de que, a efectos practicos, los libros de texto que antes parecfan ttiles yano lo son; las monograffas que antes se consideraban exhaustivas parecen ahora selectivas; las interpretaciones que antes parecfan muy perspi- caces ahora resultan mecdnicas y anodinas».> La verosimilitud de la empresa antropolégica, que parecia tan obvia a ojos de sus profesionales hace apenas una década, no lo es tanto en la actualidad. Una pequefia minorfa, adem4s de los nombres mencionados, ha empezado a expresar sus dudas en términos radi- cales,® {Qué le ha pasado a la antropologza social britanica? En el aspecto organizativo no ha pasado nada inquietante. Al contra- tio, Ia Asociacién de Antropélogos Sociales prospera como nunca; celebra conferencias universitarias anudles cuyas actas se publican regularmente en cuidadas ediciones de tapa dura y cartoné. Cada vez es mayor el ntimeto de monografias, articulos y libros de texto de autores que se autodenominan antropdlogos. Una serie de prestigiosas charlas anuales sobre antropologia social se celebran desde hace poco 3. E.R. Leach, Rethinking Anthropology, Londres, 1961, p. 1. 4. Rodney Needham, «The Future of Social Anthropology: Desintegration or Meta- morphosis?», Anniversary Contributions to Anthropology: Twelve Essays, Leiden, 1970, pp. 36-37. 5. Edwin Ardener, «The New Anthropology and its Critics», Man, mimero especial, vol. 6, n.° 3, septiembre de 1971, p. 449. 6. Cabe destacar a Banaji, «Crisis in British Anthropology, New Left Review, n.° 64, 1970; Copans, «Pour. une histoire et une sociologie des études Africaines», Cahiers d'études Africaines, n.° 43, 1971, y Leclerc, Anthropologie et colonialisme, Parts, 1972. La antropologia y ¢l encuentro colonial 281 bajo los auspicios de la Academia Briténica. La materia se ensefia en més universidades y colegios universitarios que nunca; hasta el cuer- po de antropdlogos esta negociando su inclusién en los planes de estu- dios de los dos tiltimos afios de la ensefianza secundaria. En cuanto a su actividad publica, la antropologfa social no sufre crisis alguna. En conjunto, los profesionales més eminentes de la antropologia brit4nica no se inmutan ante el discurso alarmista que habla de crisis.’ Silos apuraran sostendrfan que, como las viejas ideas de la antropolo- gia social no daban mis de sf, resultaba natural abrirse a nuevas fuen- tes de conocimiento.* De modo que prefieren hablar de una especiali- zacién cada vez mayor, que ven como un signo de vitalidad intelectual de la profesién.? Y lo que es més, afirman que las teorfas funcionalis- tas clésicas siguen siendo vlidas.” No obstante, deberfamos cuidarnos mucho de sucumbir con tanta facilidad a sta clase de certidumbres vacuas. A fin de cuentas, los profesionales consagrados tienden a alinientar el mito, cuando no la realidad, de la continuidad uniforme. Es indudable que en el aspecto ideolégico algo ha «sucedido ya en Ja antropologia britanica», como sefialara Ardener, aunque esta circunstancia se entienda mas como una desintegracion de la vieja antropologfa que como una cristalizaci6én de la nueva. Hubo un tiempo en que la antropologfa social podfa definirse —y se definfa— inequivocamente como el estudio de las sociedades primitivas. «El propésito de cualquier ciencia —escribia Nadel poco después de la Segunda Guerra Mundial—, es obtener y ampliar cono- cimiento, En antropologfa social, tal como se entiende comtnmente, intentamos ampliar nuestro conocimiento del hombre y 1a sociedad a comunidades “primitivas”, “pueblos més simples” o “sociedades dgra- fas”. Si un antropdélogo pregunta ingenuamente por qué, si sdlo esta- 7. Véase, por ejemplo, la introducci6n de I, M. Lewis a History and Social Anthropo- logy, Londres, 1968, p. XV. I 8. Esta es la linea de-razonamicnto que Firth adopta para explicar y refrendar ¢l re- ciente interés antropolégico en Marx, en su reciente conferencia para la Academia Briténica, The Sceptical Anthropologist? Social Anthropology and Marxist Views on Society, Londres, 1972. 9. Véase, por ejemplo, la intcoduccién de Max Gluckman y Fred Bggan al primero de los cuatro voltimenes de la serie de Monografias de la ASA. 10. Véase, por ejemplo, Research in Social Anthropology de la Soc ial Science Re- search, Londres, 1968,

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