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La solidaridad con la pobreza

Los cristianos consecuentes, debemos abrazar con mucho amor a todos aquellos
que viven afligido por la falta de de recursos económicos. Si somos indiferentes con
los pobres, especialmente con lo que han nacido en condiciones humildes, tal como
nació Jesús, no podemos decir que sentimos o conocemos que es la palabra
caridad.
En efecto, la honestidad pura en expresar el amor a Dios por sobre toda las cosas
y el amor al prójimo, no es tal si despreciamos a los pobres. La desidia frente a la
pobreza, es irreverencia a Dios.
Son variadas las formas de pobreza que existen hoy, son muchos los tipos de
desigualdades, como son muchas las formas de ayuda a las cuales podemos
recurrir, nuestro punto de partida debe comenzar por el reconocimiento de la
realidad actual de la pobreza y de las causas que la originan. Esta condición es
necesaria para responder con eficacia al llamado solidario que nos hace Jesús
desde el Evangelio para con nuestros hermanos, el que nos compromete a una
sincera voluntad de amar y servir al que sufre.
La pobreza existe en la misma relación que la falta de solidaridad y la falta de
caridad en el corazón de los hombres, y para muchos, preocuparse de la pobreza
no deja de ser un discurso que solo busca el beneficio personal. En efecto,
hermosas palabras solidarias a los pobres son convincentes para el apoyo político,
actitud que avergüenza al hombre como tal. Las crisis y los desequilibrios sociales
tienen sus responsables en nuestra sociedad, el desempleo y los ingresos
paupérrimos son una clara prueba de ello.
Basta con conocer la realidad económica de muchos ancianos que reciben
pensiones insuficientes, hay que mirarle a los ojos, para darse cuenta como la vida
se extingue en tristeza, basta con mirar las viviendas de los marginados para
observar como la alegría no es parte de su vida. Así es, como lo único que se
necesita, es ver y querer ver, para darse cuenta del aspecto doloroso de pobreza
que existe alrededor nuestro y mucho mas cercano de lo que podemos imaginar.
La pobreza, y la marginación que de ella se origina, no es otra cosa, que la falta de
amor a los necesitados. La caridad a favor de los más pobres no es algo ajeno a
nuestro vivir. Promover acciones para mitigar la pobreza no es cosa de solo algunos
o ciertas instituciones. Los cristianos debemos asumir esta responsabilidad, juntos
con llevar la Buena Noticia, nos corresponde trabajar para que sea posible que los
pobres salgan de su indigna condición humana, y su exclusión de nuestra sociedad.

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