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NOMBRES: Fredes, Daniel; Manzi, Javiera

TÍTULO: De putas a trabajadoras sexuales, discusión sobre las limitaciones de la


teoría de los nuevos movimientos sociales.

INSTITUCIÓN: Sociología – Universidad de Chile.

RESUMEN

El Sindicato Nacional de Trabajadoras Independientes Ángela Lina es una


organización social que se articula desde quienes ejercen el comercio sexual. Sus
actividades se concentran principalmente en reivindicar la seguridad en el trabajo y la
dignidad del lugar que ocupan en la sociedad, a través de exigencias a las autoridades
e instituciones involucradas, así como de la configuración de ellas mismas como
actores sociales.

Para su estudio, las ciencias sociales deben hacer frente a un conjunto de problemas
teóricos que dificultan su comprensión. Planteamos que la, genéricamente
denominada, teoría de los nuevos movimientos sociales (NMS) posee insuficiencias en
sus rendimientos, referidos a que su tesis central de que los NMS se constituyen en
base a las identidades sociales para su defensa cultural-normativa, buscando expandir
formas de vida en la sociedad, equivoca la explicación del caso. Frente a esto, resulta
necesario resituar la centralidad del trabajo en la constitución de este emergente actor
social (dando cuenta de la especificidad de esta relación), valorando también la
importancia que juegan las intervenciones de diversos aparatos institucionales de
poder y las experiencias comunitarias previas (las casas de tolerancia, principalmente)
que estructuraron históricamente a este grupo social, en los procesos actuales de
construcción de su identidad social y política, para desde allí abrir caminos para la
investigación científico-social

Palabras claves: Trabajadoras sexuales, movimientos sociales, trabajo, identidad.


Introducción

Desde hace ya más de quince años que se viene constituyendo un movimiento


social de trabajadoras sexuales en Chile que como ellas mismas plantean “reivindican
una vida libre de violencia, con atención integral de salud, sin estigma ni
discriminación”. Dicho movimiento se ha ido cristalizando primero en fundaciones,
asociaciones y finalmente en el actual Sindicato Nacional Independiente de
Trabajadoras Ángela Lina, el cual se suma a la red latinoamericana, RedTraSex del
autodenominado Movimiento de Tacones Altos. Se configura entonces, un nuevo actor
social que viene a poner en entredicho, las teorías sociológicas existentes para su
estudio en tanto se diferencia de las categorías clásicas y contemporáneas de
movimiento social. El conflicto y la complejidad presente en la comprensión de este
fenómeno abre paso a una necesaria reflexión sobre la pertinencia y limitaciones
teóricas para la interpretación de los movimientos sociales en la actualidad.
La transformación de las prostitutas en trabajadoras sexuales supone como
plantea Touraine un acto de subjetivación que es “la penetración del sujeto en el
individuo y por consiguiente la transformación del individuo en un sujeto que se
constituye como actor”1 oponiéndose a las lógicas del orden y dominación social en
pos de un nuevo proyecto emancipador. Pasan a ser necesariamente un movimiento
social, digamos, un agente colectivo movilizador que evidencia e interviene en
conflictos sociales y culturales. Suponen a su vez de cierta continuidad que las
diferencia de otros comportamientos colectivos episódicos y que permite generar un
alto nivel de integración simbólica en la formación reflexiva de una identidad colectiva,
de un nosotros distinguible, que en el caso de este movimiento se hace especialmente
visible con el concepto y el discurso político subyacente al apelativo de trabajadora
sexual. Cabe reconocer no obstante, que si bien existe una fuerte identificación del
fenómeno descrito con el de un movimiento social, el mismo concepto adolece de
polisemia dada la pluralidad de enfoques teóricos que se apropian de él,
imposibilitando un entendimiento consensuado, ambigüedad que existe en no pocos
campos de la sociología a decir verdad. Son precisamente los conflictos imbricados en
la definición del concepto de movimiento social los que atañen a la disposición de este
trabajo que no deja de reconocer el alto valor comprensivo del mismo concepto.
Pretendemos, entonces, hacer un breve recorrido por lo que consideramos son
los dos grandes paradigmas teóricos sobre los movimientos sociales, haciéndolos
participar de un constante dialogo con la situación particular de las trabajadoras

1
Touraine, Alain. Crítica de la modernidad. Buenos Aires: Fondo de cultura económica de
Argentina, 1994. Pp. 209.
sexuales. A continuación se retomarán los aportes más significativos de ambas
propuestas así como de otros aportes externos que no sólo posibiliten un
entendimiento más fluido de esta situación en particular, si no que nos brindan nuevos
elementos para la discusión general sobre los movimientos sociales.

Las teorías clásicas de la acción social: notas para un balance de su pertinencia

La principal tesis subyacente a lo que hemos denominado teorías clásicas de la


acción social es que existe una relación de determinación entre la estructura social
(condiciones económicas sociales) y la acción social (conductas sociales políticas).
Como premisa se sostiene la posibilidad certera de conocer la totalidad social, dado
que sin una mirada de conjunto a ella se anula la posibilidad del conocimiento de los
actores sociales. Además se supone, a lo menos, que la sociedad es de carácter
moderno e industrial. En ese sentido, a la acción social se la entiende –principalmente-
a partir de sus elementos contextuales, por contraposición a la tendencia opuesta
presente en la teoría de los NMS. Esto además de ser una postura teórica-
metodológica también debe ser entendido como una afirmación respecto al fenómeno
en cuestión, por ende la validación de lo primero depende de lo segundo y viceversa2.

Figura 1. Tesis subyacente en teorías clásicas


y puntos de discusión (ejes de diferenciación entre teorías).
Supuesto 1: La sociedad puede ser conocida en tanto totalidad.
Supuesto 2: La sociedad es moderna-industrial.

determinación
Estructura social Acción social
(condiciones (conductas
económico- sociales-
sociales) Subjetividad políticas)

Puntos de discusión (ejes de


diferenciación entre teorías):
intensidad de determinación;
definición del espacio central
de esta relación;
elementos mediadores.

Síntesis: La acción social se explica mediante el conocimiento de la relación de


determinación entre estructura y acción social.

2
Al respecto, es interesante hacer notar que la crítica que la teoría de los NMS realiza a este conjunto de
enfoques no se ubica sólo en un nivel metodológico, sino que sobre todo reclama la obsolescencia de
ellos por su incapacidad de dar cuenta de las transformaciones recientes que, plantean, han redefinido el
fenómeno en cuestión. Su cuestionamiento no es que las teorías clásicas impiden una mirada clara de lo
que se proponen observar, sino a que su objeto ya no está o al menos su forma de ser es radicalmente
distinta.
En términos generales, la sustancia de estas teorías consiste en construir la
explicación recurriendo al argumento de que las constelaciones simbólicas-culturales
que hacen posible el desarrollo de una acción colectiva sostenida, descansan sobre la
base de condiciones estructurales, las cuales a la vez son la referencia directa o
indirecta de aquella.
El ejemplo más evidente de esto es la teoría marxista, donde se presenta al
desarrollo de la división del trabajo en la sociedad capitalista como condición de
posibilidad para la emergencia de la conciencia de clase, la que a su vez sería
sustento de la acción (colectiva) de clase. No obstante, cabe hacer notar que la
consideración respecto del grado de necesidad que cobra esta relación es una
discusión abierta. Entonces, teniendo claro esta red de conceptos se puede
comprender por qué para este enfoque teórico los actores sociales se llegan a definir
siguiendo los caminos de la diferenciación social a nivel estructural: la subjetividad, en
tanto fenómeno intermedio entre estructura y acción social, es determinada (en algún
grado) por las condiciones estructurales. Asimismo, en este nivel de abstracción puede
observarse que en Weber ocurre también algo similar, al igual que en Durkheim, a
través de la idea de que las clases pueden ser bases de acción colectiva en ciertas
condiciones específicas y de que la división del trabajo se relaciona con tipos de
solidaridad que a su vez son formas de la conciencia social, respectivamente.
Teniendo lo anterior en consideración, llama la atención que el Sindicato
Nacional de Trabajadoras Independientes Ángela Lina presente como eje de
agrupamiento una actividad laboral específica (el ejercicio del comercio sexual), siendo
quizás uno de los pocos casos actuales donde se presenta el caso del sindicalismo
por rama de manera tan explícita. Vale recordar que para gran parte de la sociología
clásica es el trabajo un vínculo social fundamental para la construcción de sociedad,
porque conecta estructura y proceso social. La teoría marxista es clara al respecto
cuando elabora un concepto de trabajo cuyo significado engloba relacionando la
producción de valores de uso, la producción de subjetividad y de relaciones sociales o
sociabilidad, como dimensiones del mismo proceso.
Por otra parte, se observan un conjunto de rasgos similares –entre las
trabajadoras sexuales- que hacen alusión al hecho de compartir una posición
estructural más o menos similar, cuya descripción estriba en que todas ellas se
vinculan con la sociedad chilena a partir de medios de subsistencia similares. Entre
ellos destaca que el 36% de los miembros de la familia de la trabajadora sexual
trabajen como personal no calificado en comercio, el 22% lo hagan como obreros y
operarios de la construcción, mientras que el porcentaje restante se dedica
mayormente a otras actividades laborales que exigen baja calificación o bien trabajan
de manera independiente. Asimismo, el 81,6% tiene cursada la educación formal
únicamente hasta la enseñanza media o menos, mientras que sólo un 12% ha tenido
formación técnico profesional y un 6% declara haber realizado estudios universitarios 3.
En efecto, sin poder efectuar una afirmación más precisa se nota que las trabajadoras
sexuales presentan una serie de rasgos que las asemejan a los sectores populares
chilenos.
Estos humildes elementos permiten plantear con cierta autoridad la inquietud
acerca de que es probable que sea apresurado descartar como herramienta
conceptual para la investigación empírica, el planteamiento acerca de la existencia de
una relación de determinación entre estructura y acción social, como sugiere la teoría
de los NMS. En ese sentido, parece pertinente volver la mirada sobre estos aspectos
que podrían estar incidiendo en el proceso de subjetivación de las trabajadoras
sexuales que opera como base de la acción social. De esta manera, parece razonable
explorar con mayor profundidad la pertinencia de resituar la centralidad del trabajo, en
cuanto relación social que vincula estructura y acción social, a la vez que participa de
la producción de subjetividad.
Sin embargo, el aproximarnos de esta manera al objeto de estudio plantea
ciertas interrogantes que estas teorías por sí solas con mucha dificultad pueden
responder.
La primera de ellas, guarda relación con una de las deudas de las ciencias
sociales contemporáneas. Nos referimos a la necesidad de conocer con mayor
precisión las transformaciones del trabajo acaecidas en Chile durante las últimas
décadas, con el propósito de examinar mejor la potencia explicativa y los límites de las
teorías que aquí hemos señalado, para el objeto de estudio que hemos ido
construyendo preliminarmente. Esto es de especial interés en el aspecto más acotado
de las formas actuales del trabajo independiente.
La segunda, es que al tomar como elemento para la explicación la relación
entre estructura y acción social, teniendo al trabajo como vínculo social privilegiado en
el sentido y por las razones ya descritas. Entonces, aparece la pregunta porqué es que
las trabajadoras sexuales desarrollan acción colectiva diferente de otros sectores que
presentan características similares, como los trabajadores del comercio informal,
siendo que incluso ambos comparten un trasfondo problemático similar donde el
problema de la inseguridad –en un sentido general- y exclusión es igualmente

3
Sindicato Nacional de Trabajadoras Independientes Ángela Lina & Fundación de Ayuda Social
de las Iglesias Cristianas: Características sociales y económicas de las mujeres mayores de 18
años de edad, que ejercen el comercio sexual en la Región Metropolitana de Santiago de Chile.
2007.
importante. Allí entonces es necesario prestar atención al contexto institucional,
cultural e histórico que participa en la definición concreta de esta relación social, pero
las teorías de este enfoque no brindan herramientas suficientes para llevar adelante
esta tarea.

Las teorías contemporáneas de los movimientos sociales: notas sobre esta


resignificación teórica
La reconstrucción del concepto de movimiento social, evidencia una
preocupación por observar las transformaciones sociales recientes partiendo de la
premisa de que existe un cambio estructural en la naturaleza de los nuevos
movimientos sociales post ´68 así como de la realidad social que los sustenta.
Confluyen entonces dos vías de renovación donde el contexto mundial esencialmente
nuevo, replantea necesariamente las respuestas a él, y a su vez las formas
organizativas y el sentido orientador de los movimientos es alterado, reconociendo
nuevos espacios de contradicciones y conflicto. Con respecto a las teorías
sociológicas que retoman este concepto, es posible agruparlas en dos grandes
frentes: los enfoques estadounidenses de la elección racional y de movilización de
recursos, y las teorías europeas de los nuevos movimientos sociales. Cabe aterrizar
entonces dichos enfoques en la realidad del movimiento de trabajadoras sexuales.
Con respecto a los enfoques estadounidenses, ambos hacen hincapié en la
capacidad organizativa formal de los movimientos más que en sus contenidos políticos
e ideológicos. Centra su estudio en la interacción estratégico-instrumental entre los
individuos, en “la búsqueda racional del propio interés”4 como plantea Cohen. A lo
anterior se suma que suelen identificar reduccionistamente al movimiento social con
organizaciones particulares como sería en este caso al movimiento de las trabajadoras
sexuales con el sindicato Ángela Lina o la Redtrasex. Difícilmente podría ser aplicable
la mentada propuesta en el Movimiento de Tacones Altos dado que es incapaz de
aprehender elementos fundamentales del mismo como lo son el funcionamiento no
utilitarista de la solidaridad de grupo. Estamos hablando de mujeres cuya fuente de
trabajo las opone en situaciones de competencia constante donde el surgimiento de
formas de cooperación no responde en absoluto a una racionalidad costo-beneficio
sino todo lo contrario. A estas teorías también se les escapa el análisis de las
orientaciones culturales de la integración simbólica de los movimientos y que ha sido
tan central en la formación de éste en particular, donde el discurso identitario de
pertenencia al grupo, toma una mayor relevancia incluso que los beneficios obtenidos.
Finalmente podemos decir que se obvian las dimensiones estructurales del conflicto,
4
Riechman, Jorge, y Fernandez, Francisco. Redes que dan libertad. Barcelona: Paidós, 1994
que en definitiva son las que le dan el contenido político al movimiento así como parte
de las condiciones necesarias para que surja en primera instancia.
Ahora bien, sobre las teorías europeas de los NMS existen una serie de
elementos a considerar, algunos de los cuales ofrecen valiosas claves de comprensión
de este fenómeno así como otros que desconocen elementos de lo movimientos
sociales actuales que como queda claro con este caso en particular, no se reducen a
feminismos o ecologismos.
Existe desde las teorías de los NMS una preocupación transversal por la
disputa cultural existente en una acrecentada reflexividad de sus procesos de
formación de identidad. Son movimientos que no sólo se hacen concientes de la
posibilidad de generar nuevas identidades sociales sino también del carácter político
de este mismo acto. Los movimientos sociales se entienden entonces como
productores de nuevos conocimientos, de nuevas definiciones sociales que entran en
conflicto con las existentes, significando simbólicamente a una colectividad e
impulsando los procesos reflexivos de la sociedad de la que es parte al hacerla
conciente de lo que es. El reconocimiento del factor cultural como eje relevante de los
NMS resulta especialmente coherente con la experiencia de las trabajadoras sexuales
para quienes la configuración de una identidad colectiva, de un sentido de pertenencia
que ellas mismas crean y desde el cual se enfrentan a la sociedad es la piedra angular
de su movimiento. He ahí donde radica la importancia del cambio semántico de
prostituta o puta al de trabajadora sexual, un acto que como habíamos dicho
anteriormente se reconoce en sí mismo como emancipador en tanto que la identidad
no es ya “una construcción meramente pasiva sino (…) una verdadera interacción en
la cual la identidad del sujeto se construye no sólo como una expresión del
reconocimiento libre de los otros sino también como resultado de una lucha por ser
reconocido”5. Es este autoreconocimiento como sujetos, el que les permite no sólo
identificar las contradicciones sociales que las circundan sino también pasar a
legitimarse como agentes activos de la transformación.
Así como rescatan la centralidad de los marcos simbólicos en los movimientos
sociales, estas teorías cuestionan las aproximaciones deterministas –cuyo ejemplo
más claro fue el marxismo estructuralista- y retoman el tema de la unidad de los
movimientos como una conquista de los mismos. Tal como plantea Melucci: “el
problema está en saber cómo y por qué se mantienen unidos, porque la unidad no es
una condición previa a la existencia del movimiento sino el resultado de las
negociaciones, la interacción y el conflicto entre elementos diferentes”6. Se entiende
entonces la unidad como parte de un proceso donde los sujetos se van configurando
como colectividad y confiriendo sentido tanto a sus interacciones internas como con el
medio. Es evidencian que el surgimiento de un movimiento social no responde

5
LARRAIN, Jorge. Identidad Chilena. LOM Ediciones. Santiago de Chile. 2001. p. 32
6
Laraña, Enrique. La construcción de los movimientos sociales: Editorial Alianza, Madrid, 1999. Pp. 78
exclusivamente a un plano estructural, sino también a los de la interacción social entre
los posibles participantes, la percepción subjetiva de los mismos y el contexto de
oportunidades políticas en el que se inserta. La historia del sindicato Ángela Lina está
marcada por este proceso identitario donde el hacerse parte de un movimiento
comienza a influir en la concepción que tienen de sí mismas construyendo
conjuntamente y a través de un largo proceso, la noción de un nosotras antes
inexistente. Una noción que se libera a su vez de la necesidad de una nueva
solidaridad que las integre y funcione como una contra-lógica a los procesos de
individuación propios de un mercado altamente liberalizado como el comercio sexual.

“He aprendido a respetarme, a cuidarme y a exigir que el resto también lo haga”


Trabajadora sexual, Santiago
La politización de la vida cotidiana responde a la volunta de reapropiarse de los
espacios privados de la existencia que se han visto permeados, podríamos decir
corroídos, por la racionalidad instrumental predominante. Es hacerse cargo de las
experiencias y de las acciones personales, “lo personal es político” decían las
consignas de los movimiento feminista7 en los sesenta transgrediendo la dicotomía
público/privado. Una acrecentada expresividad que da sentido al carácter ejemplar
propuesto por Touraine de los NMS donde la experiencia transformadora del hacerse
parte, pasa a ser un fin en sí mismo. Se hacen sujetos ejemplares de sus demandas y
reivindicaciones que como ya hemos dicho, son extensivas a todos los ámbitos de sus
vidas. Pasar a ser parte del sindicato Ángela Lina no es sólo sumarse a sus
reivindicaciones externas sino también a las de un discurso que internaliza la
responsabilidad del ser trabajadora, no ya prostituta. Y es que al pasar a denominarse
trabajadoras, se hacen responsables de sí mismas, de su higiene, seguridad, salud y
dignidad, lo cual incluye la responsabilidad de exigirle a la sociedad que respete estos
derechos.

“Se nos niega el acceso a la salud, a los derechos humanos e incluso a la propia
existencia, sin embargo existimos y acá estamos.”
Elena Reynaga, Argentina, RedTraSex

La situación de privación y exclusión de las mujeres integrantes del sindicato y


del movimiento en general, nos deriva a otro elemento constitutivo según estas teorías
de los NMS que se refiere a su composición social heterogénea insistiendo sobre la
irrelevancia de códigos socioeconómicos o estructurales compartidos cuestión que
7
Ver: RIECHMAN, Jorge, y FERNANDEZ, Francisco. Redes que dan libertad. Barcelona: Paidós,
1994
contradice directamente el enfoque de las teorías clásicas. No obstante lo anterior, se
reconoce que el grupo de soporte primario de los NMS lo componen las capas medias
las cuales han pasado por procesos de ampliación y diferenciación, es así que se
conceptualizan estos movimientos como rebeliones desde sectores del centro de la
sociedad. Nada más lejano a la realidad de las trabajadoras sexuales quienes se viven
como sujetos y movimiento desde la exclusión, por un orden social y normativo que las
excluye de su lectura oficial pero que las integra coercitivamente a su modelo
económico. El que este movimiento se haya constituido como tal, habla del
reconocimiento de la potencialidad movilizadora de los sujetos insertos en espacios de
los que hasta entonces los estudios no han dado cuenta. Esto tiene efectivamente un
carácter novedoso pero que se aleja de la directa asociación con los sectores medios
presente en las teorías de los NMS.

Conclusiones: apuntes para la construcción de herramientas conceptuales para


el estudio de las trabajadoras sexuales

Una vez desarrollada la discusión en torno a la pertinencia de los enfoques


teóricos clásicos de la acción social y de los nuevos movimientos sociales, arribamos a
un conjunto de conclusiones que sirven como insumo para una posterior
profundización.
El concepto de movimiento social ofrece una capacidad descriptiva hacia
nuestro objeto de estudio –lo que lo habilita de ser distinguido de otros
engañosamente parecidos- acaso comparable con el cúmulo de confusiones e
imprecisiones que acarrea su utilización directa, sin beneficio previo de examen crítico
de algunos de sus premisas y consecuencias teóricas. Laraña propone una definición
que acierta al recalcar aquellos elementos que además de ser diáfanos en su
formulación, gozan de cierto consenso al interior de la literatura especializada.
Movimiento social sería “(…) una forma de acción colectiva 1) que apela a la
solidaridad para promover o impedir cambios sociales; 2) cuya existencia es en sí
misma una forma de percibir la realidad, ya que vuelve controvertido un aspecto de
ésta que antes era aceptado como normativo; 3) que implica una ruptura de los límites
del sistema de normas y relaciones sociales en el que se desarrolla su acción; 4) que
tiene capacidad para producir nuevas normas y legitimaciones en la sociedad.” 8. No
obstante, esta potencia al describir no se proyecta con igual fuerza hacia el saber

8
Laraña, Enrique. La construcción de los movimientos sociales: Editorial Alianza, Madrid, 1999. Páginas
126-127.
explicar el fenómeno, como efecto de las limitaciones en las teorías contemporáneas
que ya hemos analizado brevemente.
Por otra parte, las teorías clásicas no integran explícitamente la distinción
conceptual movimiento social, por lo que sus reflexiones operan en un marco más
general, el de la acción social. Sin embargo, poseen una capacidad explicativa que
aquí es importante rescatar.
Como hemos visto, el plantear teóricamente la existencia de una relación entre
estructura y acción social permite construir una mirada que problematiza los múltiples
aspectos relacionados directamente con el trabajo, ganando con ello la posibilidad de
observar el modo empírico de vinculación entre condiciones económico-sociales y
conductas sociales-políticas de las trabajadoras sexuales organizadas.
Pero sostener lo anterior, no exime de la necesidad de prestar atención a que
puesto que la sociedad no es exactamente la misma que estudiaron los clásicos,
tampoco lo podrán ser sus actores. Con esto, se pretende recuperar la alerta que
realizan sobre este punto las teorías de los nuevos movimientos sociales, pero que
lamentablemente no han podido hacerse cargo plenamente por su enorme tendencia a
plantear que la sociedad actual es radicalmente distinta, utilizando como método
argumentativo el contraste con una sociedad anterior casi mitológica.
La teoría de los nuevos movimientos sociales sobresale en su apreciación de
que éstos son también fenómenos de disputa cultural, donde se ponen en juego el
cambio o permanencia del universo simbólico-normativo de una sociedad o al menos
parte de él. Esto se expresa de modo concreto en la gran importancia asignada al
estudio de los procesos de creación de identidad social y política, entendiendo por
esto uno de los elementos integrantes de la subjetividad.
El problema contenido tras estas agudas indicaciones, reside en que al
desestimar la existencia de una relación entre estructura y acción social, se libera el
proceso de producción de subjetividad de fuerzas que no sean las del propio sujeto –
entendido estrictamente como individuo-, siendo esto una valoración desmedida de la
voluntad humana, que en el plano de la investigación social tiende con frecuencia a
expresarse como un tono psicologicista en la forma de construir miradas explicativas 9.
Las claves iniciales para superar esto se encuentran justamente en los elementos
mediadores (instituciones y cultura, consideradas históricamente) que las teorías
clásicas establecen en la relación teórica desechada en la reflexión sobre los nuevos
movimientos sociales, pero que carecen de herramientas conceptuales para
abordarlas adecuadamente.
9
Es necesario distinguir que hay autores como Melucci que haciéndose parte de las teorías
contemporáneas de los movimientos sociales, no maximizan a la subjetividad como variable
independiente.
Para llevar adelante dicha tarea, puede ser de mucha utilidad el concepto de
institución utilizado por Foucault. Su ventaja particular reside en que junto con pensar
a las instituciones como agentes que concentran el ejercicio del poder en el contexto
de una arquitectura de dispositivos de control social, se comprende al poder como una
relación social que además de tener un carácter represivo, es en sí misma un proceso
de subjetivación10. En ese sentido, la subjetividad –e identidad social y política de un
modo más acotado- de las trabajadoras sexuales no puede ser entendida al margen
de las relaciones de poder, sus instituciones (cuya acción, en términos metafóricos,
consiste en pujar por la internalización de la mirada del otro) y las resistencias que
éstas van encontrando en su ejercicio.
En esta línea, también es interesante tomar parte de la propuesta de Luis
Alberto Romero consistente en que “(…) un sujeto social se constituye tanto en el
plano de las situaciones reales o materiales como en el de la cultura, sencillamente
porque ambos son dos dimensiones de una única realidad.”11. Esto nos sugiere que,
entonces, es correcto tomar como problema a explicar la constitución y mantenimiento
del movimiento social en cuanto tal, de un modo muy cercano a como la teoría de los
nuevos movimientos sociales nos llamaba a no tomar la unidad de aquellos solamente
como algo dado.
Asimismo, el autor sostiene que la cultura debe ser comprendida como una
relación social, es decir, como algo esencialmente no puro sino que histórico,
conflictivo y muchas veces incoherente. Ella es en sí misma un campo en el cual se
diferencian los actores, no es que los actores sean distintos porque había
anteriormente culturas diversas. Este concepto tiene la virtud de integrar con énfasis
su carácter histórico, en ese sentido, ocupa lugar importante en la conformación de
una constelación simbólica que a la vez unifica internamente y diferencia con la
sociedad, las experiencias significativas previas que estructuraron de modo
determinante la situación real. Esto se hace patente en el enorme peso que tiene la
imagen de las “Casas de Tolerancia” como experiencia comunitaria perdida en el
huracán de las transformaciones recientes en la sociedad chilena y este ámbito en
particular, para la construcción de una subjetividad de resistencia y proyección social-
política.
Entonces, en síntesis nuestro planteamiento consiste en, por un lado,
reivindicar la importancia metodológica de realizar un trabajo crítico con las teorías que
se ofrecen como opciones para el estudio de las trabajadoras sexuales en tanto
movimiento social en Chile, como forma de resguardar tener la debida atención a la
10
Por ejemplo, véase Foucault, Michel. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión: Siglo XXI, Buenos
Aires, 2004.
11
Romero, Luis Alberto. Los sectores populares urbanos como sujetos históricos.
especificidad de nuestro objeto de estudio y evitar traspasar mecánicamente las
imprecisiones que muchas veces ellas contienen. Y por otro, en apostar por construir
herramientas conceptuales para el estudio de las trabajadoras sexuales, desde una
postura teórica heterodoxa capaz de integrar coherentemente los aciertos
provenientes desde distintas corrientes del pensamiento social. El presente artículo,
intentó presentar algunas líneas generales con la intención de proseguir en este
esfuerzo.
Bibliografía

Foucault, Michel. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión: Siglo XXI, Buenos Aires,
2004.

Larraín, Jorge. Identidad Chilena. LOM Ediciones. Santiago de Chile. 2001. p. 32

Laraña, Enrique. La construcción de los movimientos sociales: Editorial Alianza,


Madrid, 1999. Páginas 126-127.

Riechman, Jorge, y Fernandez, Francisco. Redes que dan libertad. Barcelona:


Paidós, 1994

Romero, Luis Alberto. Los sectores populares urbanos como sujetos históricos.

Sindicato Nacional de Trabajadoras Independientes Ángela Lina & Fundación de


Ayuda Social de las Iglesias Cristianas: Características sociales y económicas de las
mujeres mayores de 18 años de edad, que ejercen el comercio sexual en la Región
Metropolitana de Santiago de Chile. 2007.

Touraine, Alain. Crítica de la modernidad. Buenos Aires: Fondo de cultura económica


de Argentina, 1994

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