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RESUMEN
Para su estudio, las ciencias sociales deben hacer frente a un conjunto de problemas
teóricos que dificultan su comprensión. Planteamos que la, genéricamente
denominada, teoría de los nuevos movimientos sociales (NMS) posee insuficiencias en
sus rendimientos, referidos a que su tesis central de que los NMS se constituyen en
base a las identidades sociales para su defensa cultural-normativa, buscando expandir
formas de vida en la sociedad, equivoca la explicación del caso. Frente a esto, resulta
necesario resituar la centralidad del trabajo en la constitución de este emergente actor
social (dando cuenta de la especificidad de esta relación), valorando también la
importancia que juegan las intervenciones de diversos aparatos institucionales de
poder y las experiencias comunitarias previas (las casas de tolerancia, principalmente)
que estructuraron históricamente a este grupo social, en los procesos actuales de
construcción de su identidad social y política, para desde allí abrir caminos para la
investigación científico-social
1
Touraine, Alain. Crítica de la modernidad. Buenos Aires: Fondo de cultura económica de
Argentina, 1994. Pp. 209.
sexuales. A continuación se retomarán los aportes más significativos de ambas
propuestas así como de otros aportes externos que no sólo posibiliten un
entendimiento más fluido de esta situación en particular, si no que nos brindan nuevos
elementos para la discusión general sobre los movimientos sociales.
determinación
Estructura social Acción social
(condiciones (conductas
económico- sociales-
sociales) Subjetividad políticas)
2
Al respecto, es interesante hacer notar que la crítica que la teoría de los NMS realiza a este conjunto de
enfoques no se ubica sólo en un nivel metodológico, sino que sobre todo reclama la obsolescencia de
ellos por su incapacidad de dar cuenta de las transformaciones recientes que, plantean, han redefinido el
fenómeno en cuestión. Su cuestionamiento no es que las teorías clásicas impiden una mirada clara de lo
que se proponen observar, sino a que su objeto ya no está o al menos su forma de ser es radicalmente
distinta.
En términos generales, la sustancia de estas teorías consiste en construir la
explicación recurriendo al argumento de que las constelaciones simbólicas-culturales
que hacen posible el desarrollo de una acción colectiva sostenida, descansan sobre la
base de condiciones estructurales, las cuales a la vez son la referencia directa o
indirecta de aquella.
El ejemplo más evidente de esto es la teoría marxista, donde se presenta al
desarrollo de la división del trabajo en la sociedad capitalista como condición de
posibilidad para la emergencia de la conciencia de clase, la que a su vez sería
sustento de la acción (colectiva) de clase. No obstante, cabe hacer notar que la
consideración respecto del grado de necesidad que cobra esta relación es una
discusión abierta. Entonces, teniendo claro esta red de conceptos se puede
comprender por qué para este enfoque teórico los actores sociales se llegan a definir
siguiendo los caminos de la diferenciación social a nivel estructural: la subjetividad, en
tanto fenómeno intermedio entre estructura y acción social, es determinada (en algún
grado) por las condiciones estructurales. Asimismo, en este nivel de abstracción puede
observarse que en Weber ocurre también algo similar, al igual que en Durkheim, a
través de la idea de que las clases pueden ser bases de acción colectiva en ciertas
condiciones específicas y de que la división del trabajo se relaciona con tipos de
solidaridad que a su vez son formas de la conciencia social, respectivamente.
Teniendo lo anterior en consideración, llama la atención que el Sindicato
Nacional de Trabajadoras Independientes Ángela Lina presente como eje de
agrupamiento una actividad laboral específica (el ejercicio del comercio sexual), siendo
quizás uno de los pocos casos actuales donde se presenta el caso del sindicalismo
por rama de manera tan explícita. Vale recordar que para gran parte de la sociología
clásica es el trabajo un vínculo social fundamental para la construcción de sociedad,
porque conecta estructura y proceso social. La teoría marxista es clara al respecto
cuando elabora un concepto de trabajo cuyo significado engloba relacionando la
producción de valores de uso, la producción de subjetividad y de relaciones sociales o
sociabilidad, como dimensiones del mismo proceso.
Por otra parte, se observan un conjunto de rasgos similares –entre las
trabajadoras sexuales- que hacen alusión al hecho de compartir una posición
estructural más o menos similar, cuya descripción estriba en que todas ellas se
vinculan con la sociedad chilena a partir de medios de subsistencia similares. Entre
ellos destaca que el 36% de los miembros de la familia de la trabajadora sexual
trabajen como personal no calificado en comercio, el 22% lo hagan como obreros y
operarios de la construcción, mientras que el porcentaje restante se dedica
mayormente a otras actividades laborales que exigen baja calificación o bien trabajan
de manera independiente. Asimismo, el 81,6% tiene cursada la educación formal
únicamente hasta la enseñanza media o menos, mientras que sólo un 12% ha tenido
formación técnico profesional y un 6% declara haber realizado estudios universitarios 3.
En efecto, sin poder efectuar una afirmación más precisa se nota que las trabajadoras
sexuales presentan una serie de rasgos que las asemejan a los sectores populares
chilenos.
Estos humildes elementos permiten plantear con cierta autoridad la inquietud
acerca de que es probable que sea apresurado descartar como herramienta
conceptual para la investigación empírica, el planteamiento acerca de la existencia de
una relación de determinación entre estructura y acción social, como sugiere la teoría
de los NMS. En ese sentido, parece pertinente volver la mirada sobre estos aspectos
que podrían estar incidiendo en el proceso de subjetivación de las trabajadoras
sexuales que opera como base de la acción social. De esta manera, parece razonable
explorar con mayor profundidad la pertinencia de resituar la centralidad del trabajo, en
cuanto relación social que vincula estructura y acción social, a la vez que participa de
la producción de subjetividad.
Sin embargo, el aproximarnos de esta manera al objeto de estudio plantea
ciertas interrogantes que estas teorías por sí solas con mucha dificultad pueden
responder.
La primera de ellas, guarda relación con una de las deudas de las ciencias
sociales contemporáneas. Nos referimos a la necesidad de conocer con mayor
precisión las transformaciones del trabajo acaecidas en Chile durante las últimas
décadas, con el propósito de examinar mejor la potencia explicativa y los límites de las
teorías que aquí hemos señalado, para el objeto de estudio que hemos ido
construyendo preliminarmente. Esto es de especial interés en el aspecto más acotado
de las formas actuales del trabajo independiente.
La segunda, es que al tomar como elemento para la explicación la relación
entre estructura y acción social, teniendo al trabajo como vínculo social privilegiado en
el sentido y por las razones ya descritas. Entonces, aparece la pregunta porqué es que
las trabajadoras sexuales desarrollan acción colectiva diferente de otros sectores que
presentan características similares, como los trabajadores del comercio informal,
siendo que incluso ambos comparten un trasfondo problemático similar donde el
problema de la inseguridad –en un sentido general- y exclusión es igualmente
3
Sindicato Nacional de Trabajadoras Independientes Ángela Lina & Fundación de Ayuda Social
de las Iglesias Cristianas: Características sociales y económicas de las mujeres mayores de 18
años de edad, que ejercen el comercio sexual en la Región Metropolitana de Santiago de Chile.
2007.
importante. Allí entonces es necesario prestar atención al contexto institucional,
cultural e histórico que participa en la definición concreta de esta relación social, pero
las teorías de este enfoque no brindan herramientas suficientes para llevar adelante
esta tarea.
5
LARRAIN, Jorge. Identidad Chilena. LOM Ediciones. Santiago de Chile. 2001. p. 32
6
Laraña, Enrique. La construcción de los movimientos sociales: Editorial Alianza, Madrid, 1999. Pp. 78
exclusivamente a un plano estructural, sino también a los de la interacción social entre
los posibles participantes, la percepción subjetiva de los mismos y el contexto de
oportunidades políticas en el que se inserta. La historia del sindicato Ángela Lina está
marcada por este proceso identitario donde el hacerse parte de un movimiento
comienza a influir en la concepción que tienen de sí mismas construyendo
conjuntamente y a través de un largo proceso, la noción de un nosotras antes
inexistente. Una noción que se libera a su vez de la necesidad de una nueva
solidaridad que las integre y funcione como una contra-lógica a los procesos de
individuación propios de un mercado altamente liberalizado como el comercio sexual.
“Se nos niega el acceso a la salud, a los derechos humanos e incluso a la propia
existencia, sin embargo existimos y acá estamos.”
Elena Reynaga, Argentina, RedTraSex
8
Laraña, Enrique. La construcción de los movimientos sociales: Editorial Alianza, Madrid, 1999. Páginas
126-127.
explicar el fenómeno, como efecto de las limitaciones en las teorías contemporáneas
que ya hemos analizado brevemente.
Por otra parte, las teorías clásicas no integran explícitamente la distinción
conceptual movimiento social, por lo que sus reflexiones operan en un marco más
general, el de la acción social. Sin embargo, poseen una capacidad explicativa que
aquí es importante rescatar.
Como hemos visto, el plantear teóricamente la existencia de una relación entre
estructura y acción social permite construir una mirada que problematiza los múltiples
aspectos relacionados directamente con el trabajo, ganando con ello la posibilidad de
observar el modo empírico de vinculación entre condiciones económico-sociales y
conductas sociales-políticas de las trabajadoras sexuales organizadas.
Pero sostener lo anterior, no exime de la necesidad de prestar atención a que
puesto que la sociedad no es exactamente la misma que estudiaron los clásicos,
tampoco lo podrán ser sus actores. Con esto, se pretende recuperar la alerta que
realizan sobre este punto las teorías de los nuevos movimientos sociales, pero que
lamentablemente no han podido hacerse cargo plenamente por su enorme tendencia a
plantear que la sociedad actual es radicalmente distinta, utilizando como método
argumentativo el contraste con una sociedad anterior casi mitológica.
La teoría de los nuevos movimientos sociales sobresale en su apreciación de
que éstos son también fenómenos de disputa cultural, donde se ponen en juego el
cambio o permanencia del universo simbólico-normativo de una sociedad o al menos
parte de él. Esto se expresa de modo concreto en la gran importancia asignada al
estudio de los procesos de creación de identidad social y política, entendiendo por
esto uno de los elementos integrantes de la subjetividad.
El problema contenido tras estas agudas indicaciones, reside en que al
desestimar la existencia de una relación entre estructura y acción social, se libera el
proceso de producción de subjetividad de fuerzas que no sean las del propio sujeto –
entendido estrictamente como individuo-, siendo esto una valoración desmedida de la
voluntad humana, que en el plano de la investigación social tiende con frecuencia a
expresarse como un tono psicologicista en la forma de construir miradas explicativas 9.
Las claves iniciales para superar esto se encuentran justamente en los elementos
mediadores (instituciones y cultura, consideradas históricamente) que las teorías
clásicas establecen en la relación teórica desechada en la reflexión sobre los nuevos
movimientos sociales, pero que carecen de herramientas conceptuales para
abordarlas adecuadamente.
9
Es necesario distinguir que hay autores como Melucci que haciéndose parte de las teorías
contemporáneas de los movimientos sociales, no maximizan a la subjetividad como variable
independiente.
Para llevar adelante dicha tarea, puede ser de mucha utilidad el concepto de
institución utilizado por Foucault. Su ventaja particular reside en que junto con pensar
a las instituciones como agentes que concentran el ejercicio del poder en el contexto
de una arquitectura de dispositivos de control social, se comprende al poder como una
relación social que además de tener un carácter represivo, es en sí misma un proceso
de subjetivación10. En ese sentido, la subjetividad –e identidad social y política de un
modo más acotado- de las trabajadoras sexuales no puede ser entendida al margen
de las relaciones de poder, sus instituciones (cuya acción, en términos metafóricos,
consiste en pujar por la internalización de la mirada del otro) y las resistencias que
éstas van encontrando en su ejercicio.
En esta línea, también es interesante tomar parte de la propuesta de Luis
Alberto Romero consistente en que “(…) un sujeto social se constituye tanto en el
plano de las situaciones reales o materiales como en el de la cultura, sencillamente
porque ambos son dos dimensiones de una única realidad.”11. Esto nos sugiere que,
entonces, es correcto tomar como problema a explicar la constitución y mantenimiento
del movimiento social en cuanto tal, de un modo muy cercano a como la teoría de los
nuevos movimientos sociales nos llamaba a no tomar la unidad de aquellos solamente
como algo dado.
Asimismo, el autor sostiene que la cultura debe ser comprendida como una
relación social, es decir, como algo esencialmente no puro sino que histórico,
conflictivo y muchas veces incoherente. Ella es en sí misma un campo en el cual se
diferencian los actores, no es que los actores sean distintos porque había
anteriormente culturas diversas. Este concepto tiene la virtud de integrar con énfasis
su carácter histórico, en ese sentido, ocupa lugar importante en la conformación de
una constelación simbólica que a la vez unifica internamente y diferencia con la
sociedad, las experiencias significativas previas que estructuraron de modo
determinante la situación real. Esto se hace patente en el enorme peso que tiene la
imagen de las “Casas de Tolerancia” como experiencia comunitaria perdida en el
huracán de las transformaciones recientes en la sociedad chilena y este ámbito en
particular, para la construcción de una subjetividad de resistencia y proyección social-
política.
Entonces, en síntesis nuestro planteamiento consiste en, por un lado,
reivindicar la importancia metodológica de realizar un trabajo crítico con las teorías que
se ofrecen como opciones para el estudio de las trabajadoras sexuales en tanto
movimiento social en Chile, como forma de resguardar tener la debida atención a la
10
Por ejemplo, véase Foucault, Michel. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión: Siglo XXI, Buenos
Aires, 2004.
11
Romero, Luis Alberto. Los sectores populares urbanos como sujetos históricos.
especificidad de nuestro objeto de estudio y evitar traspasar mecánicamente las
imprecisiones que muchas veces ellas contienen. Y por otro, en apostar por construir
herramientas conceptuales para el estudio de las trabajadoras sexuales, desde una
postura teórica heterodoxa capaz de integrar coherentemente los aciertos
provenientes desde distintas corrientes del pensamiento social. El presente artículo,
intentó presentar algunas líneas generales con la intención de proseguir en este
esfuerzo.
Bibliografía
Foucault, Michel. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión: Siglo XXI, Buenos Aires,
2004.
Romero, Luis Alberto. Los sectores populares urbanos como sujetos históricos.