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Análisis sobre la “idea crítica” en Patricia Oliart y Gonzalo Portocarrero

Bien se ha dicho que el discurso de la “idea crítica” se encuentra cimentaba sobre una mescla
sólida entre vagos bosquejos de sociología marxista y una defensiva emotividad por los abusos
sufridos desde la invasión europea. Y es esta última –desde nuestra perspectiva– la razón principal
de que poco o nada se haya avanzado en su camino hacia una sociedad más justa e igualitaria. Mi
compañero ya ha expuesto las principales causas que los voceros de la idea crítica atribuyen al
fracaso presente (y pasado) de nuestra nación; ahora, a mi me toca señalar los errores
encontrados en estas. Además, ya que esta lectura recoge la idea del Perú que sostenía la clase
popular de los años 70 y 80, analizaremos cada uno de sus pilares en contraste con la idea del Perú
actual y veremos cómo es que cada una de estas, han sido superadas. Finalmente, realizaremos
algunas observaciones a los autores sobre su abordamiento del tema y enunciaremos las
conclusiones extraidas de todo nuestro análisis.

1) La riqueza nacional y el imperialismo. – No podemos negar que el territorio peruano


efectivamente goza de ser rico en diversas formas de materia prima, sin embargo, no
podemos decir por esto (como lo considera la idea crítica), que, acto seguido, el Perú sea
rico. La materia prima, en sí misma, no vale lo que sí vale el producto elaborado y es un
hecho que el Perú no cuenta con un nivel industrial capaz de alcanzar este proceso por sí
mismo, por lo que requiere necesariamente exportar y conceder estos bastiones a
industrias extranjeras, a cambio de una respectiva remuneración; o al menos mientras aun
no desarrolle este nivel de industria dentro del propio país. Sin embargo, la idea crítica
rechaza radicalmente todo tipo de dependencia económica del exterior, asumiendo
emotivamente que dicha relación solo beneficia a una de las partes y la otra –que
vendríamos a ser nosotros– sería víctima de un gigantesco robo. Si se según esta posición,
el Perú siempre está siendo constantemente robado y explotado, ¿cómo se explica
entonces, el espectacular crecimiento económico que hemos vivido en la última década? Y
si, el tomar las riendas de todos nuestros recursos e industrias significa progreso, cómo es
que entonces hoy por hoy un país como Venezuela se encuentra en situación de diáspora.
Podemos concederles cierta razón en que quizá, es cierto que las potencias buscan
siempre sacar el mayor provecho de sus relaciones comerciales, pero es que esto es algo
que podemos controlar de la misma manera, es decir, defendiendo lo mas posible el
provecho nuestro; inscribiéndonos dentro de la lógica capitalista contra la que es poco
beneficioso luchar.

2) Los malos gobernantes. – Es cierto que tenemos una larga historia de corrupción política,
con la se podría decir incluso que se gestó la república. Y esto ha derivado en la falta de
confianza que el sector popular ha desarrollado no específicamente por el estado, sino por
este tipo de estado que “entre comillas” llamamos democrático; el cual nunca resulta
serlo, y ello se evidencia en la prevalencia de los las clases altas y medias en la
representación política hasta antes de los 90. Hasta esta época, jamás se había sido testigo
de un presidente o líder partidario proveniente de algún estrato social bajo, ni mucho
menos de rasgos andinos. Y es de reconocer que, gracias a la idea crítica, esta desigualdad
se ha visto superada casi por completa, pero que justo en este momento de nuestra
historia se puede demostrar que ella ya no tiene más cabida en el ideario popular. Estamos
atravesando por un proceso crucial en nuestra historia en el que por fin la justicia se está
ejerciendo sobre los pasados malos gobernantes y en el que esta justicia está siendo
dirigida por nuevos y dignos líderes compuestos de todas las sangres. La necesidad de un
gobierno nacionalista radical y chauvinista se está probando falsa al presenciar que es
posible una organización política honesta y que a su vez incluya la participación de todas
las voces culturales, sin salir de un gobierno democrático.

3) El amor a lo nuestro y el imperio incaico. – El autor describe el intenso sentimiento por el


que la idea crítica se identifica con la cultura andina. Este sentimiento se fortalece con la
severa idealización que se forma por el pasado inca. El autor nos indica que debido a esta
fuerte idealización es que se rechaza toda influencia cultural externa como peligrosamente
dominante y que, por esta, se busca que el Perú algún día regrese a ese pasado glorioso en
el que todo fue justo y de acorde con la ley. Sin embargo, encontramos equivocaciones en
las causas de su argumentación. Primero, se piensa que el imperio incaico fue una forma
de estado ideal y socialista en el que todos gozaban de los mismos privilegios y esto es por
demás falso. Ni siquiera Garcilaso de La Vega hubiese podido pensar tal cosa, ya que es un
hecho que el imperio incaico se dividió socialmente en clases legítimamente establecidas
en el que unos gozaban de muchos más privilegios que otros y jamás se hubiese pensado
en un carácter igualitario del género humano. Segundo, es un error pensar que el racismo
y la discriminación por clases es rezago exclusivo de la colonialidad. Además, para todo
aquel que haya consultado las relaciones sociales que se dan en los pueblos andinos, se
constata que existe racismo y clasismo entre los propios habitantes y que esto ha sido
siempre así desde antes de la invasión. Prueba de ello es que, entre los mismos
campesinos, la palabra “indígena” sigue siendo un calificativo para identificar a un
miembro de la comunidad como menos civilizado y de menor consideración. Ahora,
respecto a este punto en particular, tenemos que aceptar que ha ocurrido un giro increíble
en la identidad popular peruana en los últimos 30 años. Hasta los 80s es bien cierto que la
clase popular se sentía identificada mas con la cultura andina pues esta, aun se sentía
apartada de la comunidad criolla mestiza. Pero luego de casi 70 años de convivencia entre
las costumbres y cultura traídas de la serranía y las residentes aquí en la capital antes
mestiza, se ha visto una increíble absorción de la identidad andina a la identidad criolla.
Las generaciones que sentían un gran cariño por sus tierras de origen y su pasado inca ya
están despareciendo y se están quedando los nietos y bisnietos nacidos en Lima, que de
vez en cuando realizan viajes de visita a las provincias “de sus abuelos”, pero que ya nada o
poco tiene que ver con la conformación de su identidad. Hoy por hoy, lo criollo se reafirma
como esencia del peruano en casi todos sus estratos. Hoy en día, para el blanco el negro y
el cholo, para el rico el clase media y el pobre, pensar en el Perú es pensar en la viveza
criolla , pensar en su comida es pensar en un cebiche o una causa, pensar en su música es
pensar en un vals criollo o una cumbia, pensar en su deporte es pensar en una jarana de
futbol y cajón, pensar en el peruano ahora es pensar en lo “cholo” pero ya no en ese
concepto de cholo de hace 50 años que remitía al campesino de rasgos andinos; sino, en
una fusión de todas las sangres en las que culturalmente la criolla ha asumido la portada.
El estudio etnográfico de Patricia Oliart y Gonzalo Portocarrero describe de manera muy precisa el
ideario popular sobre su propio país de las décadas de los 70s y 80s que se agrupó bajo el nombre
de idea crítica. Los autores nos dan una visión un tanto negativa sobre esta idea, sin embargo, hay
que reconocer que no todo lo que se sostiene por ella es falso, sino que su error radica en llevar a
la emotividad a extenderse mas allá de lo que se conoce sobre la forma de organización política y
económica de un país. Además, consideramos que los autores obviaron un rasgo distintivo de esta
idea crítica y a la que nosotros hemos decidido llamar “la esperanza mesiánica”. Como bien han
sostenido Oliart y Portocarrero, en un momento de la historia, allá por los 60s, la idea crítica logra
fusionarse con el discurso universitario a pesar de sus diferencias ideológicas. ¿A qué se debe esto?
Los autores nos responden que se debe a la cautivación de la emotividad popular por parte de la
demagogia universitaria, pero nos parece que se debe precisar cuál es el tipo de emotividad a la
que apuntan.

Desde la invasión española, el pueblo inca se ha intentado revelar una y otra vez contra sus
dominadores y en cada gesta, hubo un líder a cargo del movimiento. Este liderazgo ha pasado
desde Manco Inca, los incas de Vilcabamba, hasta la última rebelión de Tupac Amaru II. Siempre se
ha asociado a la emancipación indígena algún mito sobre un gran salvador, siendo el mas
persistente de estos el de Inkarri. Los portadores de la idea crítica no han logrado desprender esta
noción de salvación de sus retinas y aun se espera que surja un gran líder que defiende con fuerza
y valor las tierras en las que algún día existió el imperio mas grande de América y que lidere con
absoluta rigidez y justicia. A esta idea es a la que llamamos “la esperanza mesiánica”. Esta idea ha
acompañado todo intento de liberación nacionalista, y es en parte, factor que permitió el avance
de los lamentables episodios de violencia que sufrió el país durante el conflicto interno. Esta idea,
al igual que las otras debe ser desterrada totalmente de todo tipo de imaginario, ya que comparte
con sus conjuntas, el estar basada en un impulso puramente emotivo y poco racional.

En conclusión, la idea crítica, que protagonizó el ideario popular de la mitad del siglo pasado, es
una idea que, si bien responde a necesidades reales y muchas de ellas aun por solucionar, no
puede seguir siendo desarrollada bajo discursos y motivaciones viscerales. Se tiene que fomentar
la conciencia por un análisis realista e informado sobre todos los problemas que se presentan en la
realidad nacional y sólo a través de un razonamiento ininterrumpido y alturado es que se seguirá
avanzando hacia la reforma de un Perú mas inclusivo y justo para todos.

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