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Imágenes (de arriba hacia abajo): mapa que muestra la presencia de monumentos
megalíticos; conjunto megalítico de Knowth; algunas losas con grabados de Newgrange;
dibujo en el que se aprecia la reconstrucción del túmulo de West Kennet, en el complejo
ritual de Avebury y; una panorámica de la entrada al dolmen de Gavrinis.
Desde hace tiempo se planteó en los círculos académicos el origen del megalitismo. La
perspectiva difusionista, aceptada hasta no hace mucho, señalaba que la génesis habría
estado en el Mediterráneo oriental (Palestina, Siria, Egeo). Los tholoi micénicos serían los
precedentes de ciertas tipologías funerarias de la Europa del Atlántico. En el proceso
expansivo del nuevo ritual funerario habrían tenido un crucial papel los prospectores de
metales a inicios del Calcolítico. Las dataciones por medios científicos, sobre todo con
C14, de las construcciones de la Bretaña, de la Península Ibérica y de las Islas Británicas,
muestran su mayor antigüedad en relación a las del Mediterráneo oriental. En la fachada
atlántica, los ejemplos más antiguos se datan entre 4800 y 4500 a.e.c., mientras que en el
Egeo no son anteriores al III Milenio. Así pues, el fenómeno, de sustrato indígena, surgió
en la fachada atlántica, de manera que su extensión se produjo en dirección oeste-este. No
obstante, existió un movimiento en sentido contrario, si bien más tardío, como se deduce de
la presencia de objetos del Egeo en la Península Ibérica.
En el III milenio a.e.c. aparecen en las Islas Británicas los henges. Uno de los mayores es el
gran complejo ritual de Avebury, en Wiltshire, datado en 3000 a.e.c. Presenta un foso,
rodeado en el exterior por un muro y en el interior por menhires, además de cuatro entradas
perpendiculares. En el interior, presenta dos círculos de menhires. Se hallaron allí multitud
de hachas de piedra pulimentada. Dentro de Avebury se encuentra el montículo de Silbury
Hill. Otro henge destacado es Durrington Walls (2600 a.e.c.), que muestra seis círculos
concéntricos de postes que debieron soportar un techo hecho en madera. La presencia de
restos domésticos es un indicio claro de que el recinto estuvo permanentemente ocupado.
En tal sentido se cree que el henge pudo estar asociado a una suerte de residencia señorial.
Stonehenge, en Wiltshire, es el henge más célebre y más estudiado del mundo. Sus fases
primarias de construcción de han fechado en 3200 a.e.c. Los menhires se han datado entre
2500 y 2300, y en torno a ellos se estableció el doble círculo de monolitos pétreos. A la
última fase constructiva, dentro de la Cultura de Wessex, en el Bronce antiguo, pertenece el
semicírculo de los trilitos o menhires entrelazados por grandes dinteles. Parece probable
que Stonehenge haya sido un lugar de culto al sol.
Ya a partir del 3500 a.e.c. surgen largos dólmenes de galerías cubiertos por túmulos,
presentes no solamente en Bretaña o Normandía, sino más al sur y al norte, lo que supone
un enlace con el megalitismo de los Pirineos occidentales y el nórdico. En el sudeste de
Francia se generalizan los hipogeos usados como osarios colectivos (Fontvieille, de planta
cruciforme, o Aude), que seguirán siendo empleados a lo largo del Calcolítico, en torno al
2100 a.e.c.
En los alrededores del Mar Báltico, sobre todo Países Bajos y la Escandinavia meridional,
se destacó otro gran foco megalítico en el que sobresalen sepulcros de corredor y galerías
cubiertas (Stävie en Suecia; Funen y Zealand en Dinamarca), cuyas dataciones no
sobrepasan el 3500 a.e.c. Se mantendrán activo hasta el Bronce Antiguo. No obstante, más
antiguas son algunas tumbas megalíticas pero no colectivas, llamadas langdysser, túmulos
largos delimitados con grandes bloques en cuyo interior hay cistas.
En la Península Ibérica, por su parte, el foco más arcaico se ubica en la fachada atlántica
portuguesa, en donde hay presencia de dólmenes de una antigüedad semejante a la de los
bretones, en torno a 4700-4600 a.e.c. Son cistas megalíticas cubiertas por túmulos con
enterramientos individuales o para pocas personas. En ellos, los ajuares estaban formados
por microlitos geométricos epipaleolíticos, almagra y cerámicas lisas. Se destaca el anta 10
de Herdade das Areias y Marco Branco. En varios yacimientos, como los mencionados y
algunos más (Gorginos 2, Palhota, Orca dos Castenairos), aparecieron unas placas de
pizarra perforadas y decoradas. Ebel III milenio se alargan los pasillos de tal manera que se
conforman espectaculares sepulcros de corredor, sobre todo en el Alentejo. Es aquí donde
aparece, en los ajuares, el llamado ídolo-placa alentejano, un ídolo rectangular de pizarra
decorado con incisiones geométricas en damero o retícula. Algunas de estas piezas planas
presentan una modificación con la que presumiblemente se quería figurar una cabeza
esquemática. En el Anta Grande de Olival da Pega se encontró un ajuar de más de una
cincuentena de estos ídolos-placa. Otro ejemplo destacado del megalitismo portugués es el
crómlech dos Almendres, cerca de Évora. Su última fase corresponde al Calcolítico, con
presencia de tumbas en forma de tholoi y cavernas artificiales.
En las regiones de Cantabria y Galicia aparecen túmulos, algo más reducidos que los
portugueses, datados en el último tercio del V milenio, y que contienen una serie de
dólmenes de cámara poligonal (Chan da Cruz, del 4300 a.e.c.). En el siguiente milenio
aumenta la diversidad formal, así como el tamaño de las cámaras, apareciendo los primeros
dólmenes de corredor (Dombate). De hecho, desde 3600 a.e.c. únicamente aparecen
dólmenes de corredor y durante el III milenio los ajuares ya muestran elementos
campaniformes.
Cada uno de los grupos megalíticos atlánticos es fruto de una concreta cultura regional, con
sus particularidades arquitectónicas y funcionales. No obstante, existieron vínculos entre
los centros. Desde el Mesolítico hubo una cierta uniformidad en lo tocante a la cultura
material y los elementos de subsistencia, centrados en las actividades orientadas al mar, en
tanto que al comienzo del Neolítico comienza a darse un énfasis a las actividades interiores,
sobre todo a la ganadería.
Algunas otras teorías han querido ver en los monumentos megalíticos la plasmación
práctica de los desacuerdos internos de una sociedad que está dejando de ser igualitaria,
momento que correspondería, precisamente, al neolítico, cuya economía de producción
daría pie a importantes desigualdades sociales. Siguiendo esta línea argumental, los
monumentos megalíticos se originarían alrededor de un culto a los antepasados de parte de
las familias con mayores recursos. De esta manera, las primeras tumbas megalíticas,
precisamente individuales como las de la fachada portuguesa, se ajustarían a los
representantes fundadores de los clanes familiares de mayor repercusión. Las colectivas
intentarían ser el aporte de los grupos menos favorecidos para equipararse y combatir la
diferenciación y desigualdad social.
Bibliografía referencial
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