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Alex Munguía Salazar

COORDINADOR
Estudio introductorio de
Manuel Alejandro Hernández Maimone
BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTONOMA DE PUEBLA
2018
Primera edición: 2018
ISBN: 978-607-525-557-6

DR © Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA


Rector: José Alfonso Esparza Ortiz
Secretario General: José Jaime Vázquez López
Vicerrector de Extensión y Difusión de la Cultura: Fernando Santiesteban Llaguno
Director General de Publicaciones: César Ricardo Cansino Ortiz
Director de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales: Luis Ochoa Bilbao
Hecho en México
Made in Mexico

Ilustración de portada: Ulises Matamoros


Esta obra fue financiada por el Programa de
Fortalecimiento de la Calidad Educativa (PFCE), 2017.
Obra dictaminada por pares académicos bajo la modalidad de doble ciego.
Este trabajo está dedicado a Luciana:
esperanza y esplendor
6
contenido

Contenido
Estudio introductorio 9
De la quimera populista a lo nacional popular 9
El populismo como sistema de ideas 11
El populismo como categoría analítica 13
El populismo como denostación 17
Cómo se construye un monstruo 18
El conflicto por los significados 19
Lo nacional y lo nacional popular frente al neoliberalismo en América Latina 21
El folclorismo mexicano como un caso de construcción de la identidad unificadora 23
Los estereotipos del indio y la fiesta 25
Lo nacional popular como movimiento político en el siglo xxi 28
Bibliografía 29

Introducción 31

Capítulo 1
La fractura hegemónica y la alternativa
nacional-popular 39
Introducción 39
Hegemonía, contrahegemonía, crisis hegemónica y sociedad civil 42
El Estado neoliberal-procedimental y su orden hegemónico 47
La fractura hegemónica 53
Movilización popular y contrahegemonía en los tiempos del neoliberalismo 58
Tres actos: crisis hegemónica, contrahegemonía popular y emergencia
nacional-popular 61
La rebelión ciudadana y el liderazgo chavista en Venezuela 62
La revolución indígena en Bolivia 72
La revolución ciudadana en Ecuador 87
Conclusiones. Tendencias compartidas y la hora de la sociedad civil 97

Capítulo 2
El populismo y la alternativa nacional-popular 103
Introducción 103
El populismo en los tiempos del neoliberalismo y el procedimentalismo 105

7
Diferencias y similitudes entre el populismo y lo nacional-popular 115
El nuevo pacto social 120
De la sociedad civil al gobierno nacional: la nación y lo nacional-popular 125
Consejos comunales y participación ciudadana 128
La revolución indígena. Participación y poder popular 134
Participación ciudadana y tensión social en Ecuador 137
Sociedad civil y democracia participativa. El nuevo horizonte 140
La revolución en América Latina y la alternativa nacional-popular 141
Revolución: una nueva alternativa en América Latina. Una mirada histórico-teórica 142
La reforma como revolución: un proceso pacífico 154
Reforma y revolución en América Latina 159
Conclusiones. El proceso revolucionario nacional popular 166

Capítulo 3
La revolución nacional-popular en América Latina 167
Introducción 167
La integración política ciudadana 171
Referéndums, revocaciones y consultas 173
El proyecto de los consejos comunales 177
Tensiones y contradicciones de la democracia participativa 183
La inclusión material 187
Salud, alimentación y educación 189
El Estado interventor y el horizonte poscapitalista 195
Economías mixtas y antineoliberalismo 202
El “vivir bien” 204
Neodesarrollismo y neoextractivismo 205
Horizontes en construcción: el posneoliberalismo y el socialismo del siglo xxi 208
Independencia, nación e integración regional 209
Las naciones de naciones. Estado pluriétnico y multinacional 216
Conclusiones. Los procesos revolucionarios nacional-populares 219

Conclusiones generales 225


Bibliografía 229

8
Estudio introductorio
Manuel Alejandro Hernández Maimone

De la quimera populista a lo nacional popular

Desde el 2008, una parte de la obra de Moreno Velador se ha centra-


do en el estudio del populismo, pero, en contraste, del 2014 en ade-
lante emergió en su obra el concepto de lo nacional-popular. Desde
aquel primer estudio ya señalaba la imprecisión y la falta de consen-
so sobre el significado de populismo y populista, a pesar de la gran
cantidad de trabajos que hasta ese momento existían. Sin embargo,
se puede percibir una periodización histórica de la forma en que se
ha entendido el populismo, o, por lo menos, de los usos que se han
dado a este concepto en diferentes contextos. Estos son: a) la autode-
nominación populista, b) los gobiernos populares latinoamericanos,
c) la crisis de los gobiernos populares y el arribo de la hegemonía
neoliberal (el “populista” como forma despectiva); d) la emergencia
de gobiernos nacional-populares.
El periodo de la autodenominación histórica corresponde a fi-
nales del siglo xix y principios del xx, y se centra en dos casos: el Po-
pulist Party en Estados Unidos y el Narodnichestvo de la Rusia zarista.
El primero, con un programa social ante la creciente urbanización
y migración del campo a la ciudad, con sus respectivos desequili-
brios en la distribución de la riqueza, constituyó un movimiento de
tipo progresista que se vincula con el New Deal. El Narodnichestvo
era más una forma de organización comunitaria, que reclamaba el
retorno de los valores de la vida rural, pero que, ante la nueva indus-
trialización, la gran propiedad se tendría que estatizar, consolidan-
do la pequeña propiedad. Este movimiento dio paso al gran movi-
miento revolucionario que conquistó el poder del Estado y que a la

9
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

postre llevaría al surgimiento de la Unión Soviética (Moreno, 2015,


pp. 18-23).
Luego, vendrá el periodo de los gobiernos populares en América
Latina, a partir de la década de 1930, de los cuales destaca tres casos:
el mexicano, con Lázaro Cárdenas, Gertulio Vargas, en Brasil, y Juan
Domingo Perón, en Argentina. Estos tres casos se caracterizan, no
por la apropiación del populismo como sistema de ideas, pero sí por
el empleo del concepto popular y las constantes apelaciones al pue-
blo. Por otra parte, estos tres presidentes tendrán la línea de gobernar
a través de modelos desarrollistas, basados en la industrialización
por sustitución de importaciones. En términos discursivos, tendrán
como distintivo el uso del sufijo -ismo en el apellido del presidente:
cardenismo, varguismo y peronismo. Lo anterior se emplea para ha-
cer de un sustantivo formativo uno abstracto, que indica doctrina,
tendencia, teoría o sistema, y que de alguna manera denota culto a la
persona. El populismo es ahora una categoría de designación exter-
na, que refiere o describe “el fenómeno de movilización sociopolítica”
y “la plataforma política programática entablada por gobierno nacio-
nales” (Moreno, 2015, pp. 24, 43-54).
El populismo y los gobiernos nacional-populares parecían ha-
ber desaparecido por el arribo al poder en América Latina de la de-
mocracia de tipo procedimental, en la década de 1980, aparejada con
el neoliberalismo. Pero luego volvió a surgir en la opinión pública
con Chávez, en Venezuela, Lula, en Brasil, Evo, en Bolivia, Correa,
en Ecuador, y con la candidatura de López Obrador, en México. Lo
anterior volvió a colocar al populismo en el centro de la discusión
política, en los debates y en el plano académico, el cual, en palabras
de Moreno Velador, es ese “gran otro” de la política latinoamericana,
que en el imaginario reaccionario es una “bestia negra” (Figueroa y
Moreno, 2008). Desde aquel artículo, escrito en el 2008, en su obra
aparecerá el populismo como un ser místico, mágico o mitológico
de carácter negativo. Esta metáfora se repetirá en su primer trabajo
en solitario: La quimera populista en América Latina (Moreno, 2015).
Hasta este punto, podemos identificar tres formas de entender
el populismo: como programa político, como concepto académi-
co-descriptivo y como denostación. La obra de Moreno Velador nos

10
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

permite, entonces, observar cómo el concepto se volvió polisémico.


Habría que interrogarnos entonces: ¿el populismo ha dejado de ser
un programa político? ¿Su evocación se ha tornado simplemente
una forma de descalificar a los adversarios políticos?

El populismo como sistema de ideas

En La quimera populista, Moreno Velador señala el programa políti-


co que apunta un movimiento, partido o gobierno populista, por lo
menos en cuanto a su entendimiento a finales del siglo xix y princi-
pios del xx en Estados Unidos y Rusia:

1. Se generaron como respuestas político-sociales ante situacio-


nes sociales y económicas de crisis, relacionadas a los cam-
bios abruptos generados por la industrialización y el cambio
en la organización capitalista de sus respectivos países.

2. Existe una autodenominación de los movimientos políticos y


sociales como populistas.

3. Se hace patente una fuerte crítica al capitalismo a través de


las referencias a la vida comunal previa ante el predominio
de la industrialización, un intento de cimentar un tipo de
identidad específica ante la ola que implicó la industrializa-
ción en el Estado.

4. Es una expresión de los diversos grupos sociales que progre-


sivamente abandonaban los patrones culturales propios de
la pequeña comunidad y el entorno rural, para comenzar a
adoptar nuevos patrones de conducta propios de la moder-
nidad capitalista industrial y el contexto urbano industrial.

5. Entre los nuevos valores se encontraba la existencia de una


fuerte desconfianza hacia la gran propiedad y una exaltación
de la pequeña empresa, un tipo de crítica al capitalismo pero

11
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

con la vista puesta hacia atrás, hacia las formas comunitarias


de vida.

6. Como solución al problema de la modernidad capitalista


tanto el Populist Party como el Narodnichestvo ruso propul-
saron una propuesta de Estado que fungía como agente pro-
tector de los campesinos.

7. Buscaba la defensa de los mercados nacionales, la pre-


servación de la pequeña propiedad y de las comunidades
campesinas.

8. La propuesta de un Estado activo en la protección de sus po-


blaciones nacionales, en especial con los grupos campesinos,
un Estado que limite los efectos negativos de la industriali-
zación y la promoción del libre mercado en los entornos de
reciente implantación de la modernidad capitalista (Moreno,
2015, p. 22).

En esta misma línea argumentativa, y tratando de hacer una compa-


ración con los fenómenos recientes, habrá que recordar dos momen-
tos recientes que hacen pensar en la continuidad de un programa
político de tipo populista. El primero fue en un discurso dado por
Andrés Manuel López Obrador, en el que afirmó que si respaldar a
los pobres es ser populista, como lo acusan, y si ser “mesiánico” es
combatir la compra del voto, ya pueden “apuntarlo” en esas catego-
rías (Melín, 2017). Otro momento emblemático fue el de la reunión
que Enrique Peña Nieto y Barak Obama celebraron en Canadá en
el 2016, en la cual, tras un largo discurso del mandatario mexicano
sobre los riesgos del populismo, que esperaba fuera aplaudido por el
mandatario estadounidense, Obama afirmó tajante: yo soy populista
(Monreal, 2016).
Especialmente, el caso de Obama nos permite observar la con-
vicción de la autodenominación populista, lo que podría denotar
que aún el programa político tendrá cierto grado de vigencia, pues
podemos suponer que entre el planteamiento del Populist Party y del

12
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

expresidente perteneciente al Partido Demócrata, debe haber dife-


rencias. ¿Esto podrá significar un relanzamiento del populismo des-
de la hegemonía capitalista, o más bien un intento de apropiación del
concepto para provocar su resignificación? Como abundaremos más
adelante, también en el campo de lo político se disputan los signifi-
cados de los conceptos. Antes, podríamos decir que el que nomina
domina; ahora diríamos el que significa domina (Bourdieu, 1998).

El populismo como categoría analítica

Tras el análisis comparativo entre el Populist Party y el Narodniches-


tvo para encontrar una línea general de pensamiento y acción del
populismo, en La quimera populista Moreno Velador analiza la ex-
periencia latinoamericana y la forma como se ha abordado desde los
enfoques estructural-funcionalista, desde el análisis de las élites de
Torcuato di Tella, y desde la visión de las contradicciones de clase,
tres visiones que analizaron casos de gobiernos de izquierda latinoa-
mericana que no emplearon la autodenominación de populistas.
Desde el enfoque estructural-funcionalista y la perspectiva de la
sociología de la modernización, Gino Germani describe al populis-
mo como el fenómeno político caracterizado por el auge de élites po-
líticas nacionales que pudieron disponer de medios para “manipular”
a las masas de acuerdo con sus propios fines políticos, empleando
ideologías, como “mero instrumento de dominación”. Esto se com-
plementa con la persistencia de valores tradicionales (entre ellos el
autoritarismo), que, “por efecto de la masificación y la acción políti-
ca de las élites”, llega a fusionarse con ideologías autoritarias de dos
tipos: autoritarismo tradicional y autoritarismo ideológico (Moreno,
2015, p. 27). En este caso, se podría emplear la propuesta de Gino
Germani y los análisis de Figueroa Ibarra y Moreno Velador para
considerar como categoría analítica el populismo autoritario. Como
consecuencia de esta identificación, habrá que preguntarse por la
posibilidad histórica o teórica de la existencia de un “populismo po-
pular”, o un “populismo no-autoritario”, es decir, un populismo “sin

13
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

más” (que es quizá a lo que responde la autodenominación de Oba-


ma en el 2016) (Moreno, 2015, p. 27).
En esta misma sintonía, Torcuato di Tella, desde la perspectiva
de la modernización, caracteriza al populismo como un tipo par-
ticular de movimiento social y político, con fuerte apoyo popular,
participación de sectores de clases no obreras con importante in-
fluencia en el partido y fundamentado en una ideología anti statu
quo, en el que sus fuentes de fuerza o nexos de organización son a)
una élite ubicada en los niveles medios o altos de la estratificación
y provista de motivaciones anti statu quo; b) una masa movilizada
formada como resultado de la revolución de las aspiraciones; c) una
ideología o un estado emocional difundido que favorezca la comu-
nicación entre líderes y seguidores y cree un entusiasmo colectivo
(Tella, 1965, p. 398). Así, el populismo es visto como un fenómeno
propio del subdesarrollo en el que su destino y carácter estaría de-
terminado primordialmente por la dirección que las élites imprimen
al movimiento. Para observar su conceptualización y clasificación,
retomemos una tabla que presenta Germani y que se cita en La qui-
mera populista:

I) Incluye grupos legitimados II) Incluye grupos ilegitimados


Variables
dentro de su clase dentro de su clase
Es la alternativa más moderada. Alternativa intermedia con fuerte
a) Incluye elementos de la
Puede perder fácilmente su tendencia a utilizar medios violentos,
burguesía, el ejército o el clero
carácter populista y hacerse pero que acepta los valores básicos
(aparte de los estratos inferiores.
conservadora del orden social existente.
Alternativa intermedia, con
b) Incluye sólo elementos de Es la alternativa más radical.
tendencia a utilizar los medios
las clases medias inferiores o Orientada hacia una revolución
legales, pero con una crítica
intelectuales (aparte de las clases social que altere el patrón básico de
bastante radical de los valores
obreras). la propiedad.
básicos del orden existente.
Fuente: (Germani, di Tella y Ianni, 1973, p. 50)

De esta tabla podríamos identificar dos tipos que, a falta de una pro-
puesta conceptual de Germani, denominaríamos populismo de dere-
cha y populismo de izquierda; es decir, uno que favorece al statu quo
y otro que tiende hacia una revolución social.

14
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Por otro lado, desde la perspectiva de las contradicciones de cla-


se, Octavio Ianni examinó las condiciones históricas de posibilidad de
aparición y desarrollo de movimientos de masas, partidos políticos y
gobiernos populistas en América Latina. En este autor, el populismo
se entiende como “una experiencia política determinante para las cla-
ses sociales urbanas y en menor grado, de las clases rurales que busca
una combinación entre las tendencias del sistema social y las determi-
naciones de la dependencia económica”. Parte indispensable de este
fenómeno estaría dado por las “masas asalariadas” como el “elemento
político dinámico y creador” que permitiría la “reelaboración de la es-
tructura y las atribuciones del Estado” (Ianni, 1980, p. 17).
Desde su óptica, lo que une a las experiencias populistas lati-
noamericanas es que “surgieron en configuraciones estructurales co-
munes y correspondieron a configuraciones históricas similares”. En
dicho período quedaron superadas las “relaciones estamentales o de
casta creadas por el colonialismo mercantilista ligado al régimen es-
clavista y preservadas más o menos intactas hasta la Primera Guerra
Mundial” (Ianni, 1974, p. 84).
Así, el populismo se caracteriza como “un movimiento de masas
que aparece en el centro de las rupturas estructurales que acompa-
ñan a las crisis del sistema capitalista mundial y las correspondientes
crisis de las oligarquías latinoamericanas” (Ianni, 1974, p.  85). De
este modo, el populismo latinoamericano “se presenta como un mo-
mento intermedio entre la formación de una sociedad nacional y las
presiones de una economía dependiente, cimentadas en la genera-
ción de una nueva economía industrial” (Moreno, 2015). Pero es ne-
cesario distinguir entre dos tipos de populismo: el de las altas esferas
y de las clases medias, y el populismo de las grandes masas.
El populismo de las altas esferas estaría caracterizado como
aquel que reúne a “los gobernantes, políticos burgueses profesiona-
les, burócratas políticos, peleles, demagogos”, un sector del populis-
mo que utiliza “tácticamente a las masas trabajadoras y a los sectores
más pobres de la clase media” para cumplir con sus intereses parti-
culares de poder (que sería afín al populismo autoritario de Germa-
ni). En contraposición, el populismo de las masas que reúne a “los
trabajadores, los emigrantes de origen rural, los grupos sociales de

15
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

la baja clase media, de los estudiantes universitarios radicales, de los


intelectuales de izquierda, de los partidos de izquierda”, coincidente
con el populismo de izquierda de di Tella (Germani, di Tella y Ianni,
1973, pp. 87-88).
Considerando los elementos centrales de la experiencia lati-
noamericana, Moreno Velador obtiene las características generales
de lo que podríamos llamar un populismo sin apellidos, es decir, no
autoritario. Este estaría marcado por un contexto en el que se pre-
senta un cambio en la organización de la economía y la sociedad de
manera abrupta, una etapa de cambio entre la existencia de grandes
concentraciones económicas monopólicas u oligárquicas, y la que se
desarrolla en un nuevo tipo de organización industrial y financiera.
En consecuencia, se genera una desconfianza de los agregados socia-
les hacia la gran propiedad y una exaltación de la pequeña propiedad,
aunada a una defensa de la economía nacional.
Dichas condiciones se ven reflejadas en los esfuerzos latinoa-
mericanos en defensa del mercado nacional y de industrialización
interna en contraposición de la economía latifundista y oligárquica.
Entonces, el populismo propiamente sería la un vínculo fuerte en-
tre los liderazgos de los movimientos sociales y la participación del
agregado popular, que trata de impulsar el consumo interno como
una manera de conservar los excedentes económicos, es decir, a
modo de una combinación entre acumulación y distribución. Por lo
tanto, existe una convicción de que el Estado debe desarrollar un pa-
pel activo en defensa de las condiciones económicas favorables para
las condiciones de vida del pueblo y de regulación de las fuerzas del
mercado.
Estas categorías analíticas no arrojarían, entonces, como tipos
el populismo, el populismo autoritario, el populismo de derecha y el
populismo de izquierda. Pero habrá que mantener presente que lo
que hacen Germani, di Tella, Iani y Moreno Velador es el empleo de
este concepto únicamente con el fin de explicar una realidad común
a varios países latinoamericanos, que denomina la forma de actuar
de un político, un grupo o un movimiento. Desde esta perspectiva,
no es un programa político. Sin embargo, los dos primeros autores
se acercan más al tercer sentido que abordaremos en este estudio

16
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

introductorio, es decir, como denostación, lo que los aleja del senti-


do analítico para aproximarlos más a un programa político afín a la
defensa del libre mercado. No abandonan su visión teleológica del
progreso, sin considerar las condiciones históricas de la existencia de
programas nacionales basadas en la legitimación popular.

El populismo como denostación

Hasta este punto, el recorrido teórico que aporta Moreno Velador


desde el 2008 hasta el 2016 nos muestra la incesante crítica desde
la sociología de la modernización al populismo. A esto habrá que
agregarle figuras menos académicas y más mediáticas como Gloria
Álvarez y Álvaro Vargas Llosa. Pero, ¿en qué se centran las críticas
al populismo? Moreno Velador y Figueroa Ibarra nos presentan una
síntesis de las impugnaciones que se le han hecho.

· El populismo como obstáculo para la moderniza-


ción (impugnación que puede denominarse “ilustrada
modernizante”).
· El populismo como obstáculo para el desarrollo (im-
pugnación “tecnocrática desarrollista”).
· El populismo como generador de desorden social y po-
lítico (impugnación “autoritario organicista”).
· El populismo como obstáculo para la implementación
del libre mercado (impugnación “liberal económica”).
· El populismo como amenaza para la democracia (im-
pugnación “liberal procedimental o institucionalista”)
(Moreno y Figueroa, 2016, p. 47).

Cuando estas premisas se articulan en el imaginario reaccionario,


que Moreno Velador estudia a través de algunos de sus representan-
tes como al expresidente mexicano Vicente Fox y los intelectuales
Enrique Krauze y Álvaro Vargas Llosa, el populismo es una ideología
a la que hay que tener “cuidado” por ser irresponsable en el gasto
público, con el corporativismo, con el uso partidista de los recursos,

17
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

porque no promueve la corresponsabilidad entre ciudadanos y go-


bierno, porque promueve el endeudamiento y rebasar los topes pre-
supuestales, según Fox.
Por su parte, Enrique Krauze vinculó al populismo con el lí-
der carismático, el líder providencial que se atribuye la capacidad de
resolver de “una vez y para siempre los problemas del pueblo”, em-
pleando la demagogia como vehículo de su carisma y como vínculo
con el pueblo, en el que subyace un deseo perverso de secesión entre
el pueblo y el no-pueblo. El peligro en ello es la alusión a la razón
del pueblo arengado, a la movilización popular que incentiva el odio
entre las clases sociales, pues ¿qué culpa tiene el rico de ser rico?
Luego, Vargas Llosa vincula al lopezobradorismo con el estatis-
mo y el comunismo, con la “idiotez ideológica” incapaz de entender
los beneficios de la verdadera libertad. En La quimera populista, Mo-
reno muestra cómo, desde el plano de las ideas, el concepto de popu-
lismo se ha transformado hasta tomar el sentido peyorativo que hoy
posee: un sinónimo de corrupción y demagogia. Cualquier reclamo
social, es, por lo tanto, populista, retrasado, ideológico, antiprogreso
e irresponsable. Entonces, ¿qué no es populista? Lo que interpela a la
libertad individual y competitiva, donde los individuos se constru-
yen como “objetos de opciones y aspiraciones para la autoactualiza-
ción y autorealización” (Moreno, 2015).

Cómo se construye un monstruo

Con la “bestia negra” y “la quimera”, Moreno Velador nos deja ver el
uso mediático que se ha dado al concepto populista, como parte de
una estrategia de política contra los proyectos que se perfilan como
el socialismo latinoamericano del siglo xxi. El análisis de las impug-
naciones al populismo nos permite ver cómo se construye un miedo
en la práctica política: es un obstáculo para la modernización, para
el desarrollo, para el libre mercado, genera desorden social y político,
y constituye una amenaza para la democracia. Estas impugnaciones
se construyeron, como señala, desde cinco paradigmas: el ilustrado
modernizante, el tecnócrata desarrollista, el autoritario organicista,

18
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

el liberal económico y el liberal procedimental-institucional. Tras


este análisis, nos deja ver que, quizá, muchas de las críticas son fun-
dadas en el miedo que las clases beneficiadas por el capitalismo tie-
nen de que sus emporios se vengan abajo, y el miedo que tuvo la
nueva clase política neoliberal de perder el terreno ganado frente a
los gobiernos nacionalistas del siglo xx.
El populismo es entonces visto como el gran monstruo mitoló-
gico que amenaza con destruir los logros de la racionalidad econó-
mica y la competencia política. Es una quimera que encarna todos
los miedos y pendientes de la democracia procedimental; y que es
alimentado por rezagos, la desigualdad y la pobreza en toda la región;
un ente casi mitológico que amaga con aparecer y volver el mundo
pies arriba (Moreno, 2015, p. 79). Este monstruo no es más que el
cuerpo social que se mueve pasionalmente en contra del manejo ra-
cional de la política y la economía, por los reclamos y la necesidad
de los olvidados en el proceso de instauración del modelo neoliberal,
que interpela a los que apuestan por un cambio en la organización.
Para el impulso de este miedo, para la construcción del mons-
truo, la mercadotecnia ha tenido un papel fundamental. En esta
disciplina se trabaja un discurso que funciona a golpe de frase, que
permite la fijación de ciertos contenidos mínimos en la memoria, y
que, trasladado al campo de la política, ha dado como resultado el
vaciamiento de contenido real de lo político. Esto, a su vez, se apareja
con la situación de las narrativas de las sociedades de la posguerra,
por el resquebrajamiento del proyecto moderno y de los relatos que
producía.

El conflicto por los significados

Hasta este punto, podemos observar que las tres formas de empleo
del populismo han cargado de significados variantes al concepto, de
modo que éste se ha vuelto polisémico; es decir, tiene un exceso de
sentido aunado a una carga temporal. La historia del signo popu-
lista es responsable de su desorden, no de su transformación, pues
no podemos considerar que ha pasado de la autodenominación, a la

19
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

categoría analítica, y de ahí a la denostación como proceso de etapas


sucesorias, sino que se ha acumulado el sentido y ha generado un
conflicto en las interpretaciones.
El fenómeno de la polisemia, de acuerdo con Paul Ricoeur, se
va generando en la diacronía del lenguaje. A lo largo de la historia se
van dando nuevos significados, que se agregan a listas previamente
existentes de significados. Algunos de estos significados perderán
vigencia, pero otros continuarán en la sincronía. En sí mismo, esto
no constituye un problema de lenguaje, sino que es una virtud que
permite decir muchas cosas con una cantidad limitada de palabras,
pero en sí se constituirá como problema cuando se le han cargado a
la misma palabra demasiados significados (Ricoeur, 2003).
Sin embargo, el concepto populismo se torna mucho más com-
plejo cuando sus significados pueden resultar contradictorios, es
decir, cuando evocamos este concepto para referirnos al tipo de go-
bierno en el cual el gobernante recurre al pueblo para pedir su apoyo
para legitimar sus acciones; o cuando nos referimos al gobierno que
emana de las clases populares; o al populismo vinculado con la prác-
tica democrática del consenso de la mayoría, o a su entendimiento
de forma negativa como el gobierno de los demagogos que sólo tra-
tan de convencer al pueblo a través de la retórica para obtener votos.
Para salir del problema de la polisemia, habrá dos caminos op-
cionales: el de la desmitificación o el de la promoción y la recupera-
ción del sentido. Pero de tomar la vía de promoción y recuperación
del sentido del Populist Party y del Narodnichestvo, llegaremos a una
desconexión de sentido en términos de los lenguajes en los que se
dieron estos (idiomas) y en el sentido histórico. Lo anterior nos po-
dría hacer válida la palabra populismo para Obama, pero no para un
mexicano que no tuvo una experiencia política similar a la de los
Estados Unidos. Pero aún si lo que se experimenta es la salida por la
vía de apellidar el populismo (de derecha, izquierda, etcétera) conti-
nua una trasferencia de sentido desde la construcción de lo siniestro,
del monstruo populista. Es por ello que este concepto ha perdido
su capacidad de describir la realidad de los procesos políticos re-
cientes en Latinoamérica. Es por ello que Moreno Velador, desde el
2016, ha explorado la categoría de lo nacional-popular para describir

20
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

los fenómenos político latinoamericanos que emergieron como res-


puesta al neoliberalismo.

Lo nacional y lo nacional popular frente al


neoliberalismo en América Latina

La discusión sobre las diversas lecturas que se puede dar al discurso


nacionalista parece haberse agotado en términos de la problematiza-
ción y conceptualización que se desarrolló en torno al debate Hobs-
bawm-Anderson. Sin embargo, la emergencia de nuevas formas de
nacionalismos y, sobre todo, en el contexto de este periodo históri-
co conocido como la crisis de las grandes narrativas, este fenómeno
rompe con la idea de lo nacional como discusión agotada. Indepen-
dientemente de los contenidos ideológicos que estos puedan tener,
ya sean nacionalismos de derecha o de izquierda, ambos fenómenos
tienen puntos en común que se pueden analizar para tratar de hacer
una lectura crítica hacia lo que ha acontecido en los últimos años en
varios países, pues de unos cinco años para acá se habla de la emer-
gencia o empoderamiento de nuevos nacionalismos (Hobsbawm,
1995; Anderson, 1993).
Lo nacional y lo popular, como contraposición al neoliberalis-
mo, antes que un concepto académico, son dos conceptos clave que
pretenden construir una narrativa política. Llegan llegan a nuestros
días no sin conflictos lingüísticos y conceptuales, ya que durante
mucho tiempo fueron banderas del discurso liberal, pasaron por el
nacionalismo radical de la Segunda Guerra Mundial, y, de manera
paralela, fueron empleados por algunas corrientes socialistas y co-
munistas. Por el hecho de haber sido apropiados por tres narrativas
completamente diferentes, e incluso contrapuestas, el significado
bajo el cual se debe entender para el caso latinoamericano, y especí-
ficamente en los tres países que este trabajo estudia, debe ser clara-
mente especificado. Con ello, se debe comprender qué contienen de
antineoliberales, es decir, debemos despejar los conflictos que pue-
den suceder por un intento de apropiarse de una narrativa, tratar de

21
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

dar un significado a un concepto, o tomar distancia del significado


que se le ha dado en un contexto específico.
Lo nacional popular emerge en el escenario latinoamericano
como una forma política contra la hegemonía que se impulsó des-
de el neoliberalismo, a saber: el libre mercado, y la desrregulación
estatal a través de su debilitamiento, dando paso a la globalización
económica. Esta contrahegemonía constituye, entonces, “un proceso
de reconstitución de las clases políticas en Latinoamérica a través
de una propuesta de resignificación identitaria proyectada hacia la
conquista de los gobiernos nacionales. Pero, como ya se observará
en el texto de Moreno Velador, el abordaje de lo nacional en América
Latina dista de la experiencia Europea y Estados Unidos, fundamen-
talmente en un sentido: la nación y el nacionalismo en los países
tradicionalmente imperialistas se construyó a partir de una concien-
cia común, a partir de una historia que se presenta como unilineal
—de manera ficticia, pero que fundamenta sus narrativas—. Por el
contrario, en América Latina, los intentos unificadores de la historia
para construir el nacionalismo se toparon constantemente con las
pugnas entre las élites centrales y las élites locales, por las invasio-
nes extranjeras, además de las constantes emancipaciones de gru-
pos subalternos que quedaron excluidos de la narrativa moderna del
progreso nacional.
La nación en América Latina trató de pensarse a sí misma como
reflejo de la experiencia europea tras las emancipaciones que condu-
jeron a las independencias del subcontinente. Sin embargo, las alter-
nancias entre los grupos de poder, y la inestabilidad política fueron
alejando la posibilidad de mantener una visión univocal del nacio-
nalismo. Nunca hubo un acuerdo si el nacionalismo latinoameri-
cano estaría fundamentado en el catolicismo, en la herencia de la
nación española o en la imitación de Francia o Estados Unidos. No
hubo posibilidad de construcción de esta narrativa desde el espejo
fiel del pensamiento de la ilustración hasta bien entrado el siglo xx.
Fueron precisamente los gobiernos calificados como populistas los
que implantaron mecanismos de unificación nacional a través de la
“dominación simbólica” que permitió la construcción de un discurso

22
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

nacionalista; sin embargo, más que un nacionalismo se construyó un


folclorismo suplantador de la cultura popular.

23
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

El folclorismo mexicano como un caso de


construcción de la identidad unificadora

El folclore como expresión de la cultura de un pueblo fue secuestra-


do por las instituciones del Estado moderno en las décadas de 1930
y 1950, con el fin servir de base para la formación de la identidad
de la nación y el nacionalismo. La nación, como forma de integrar
lo particular a lo universal, redujo la complejidad simbólica de las
prácticas culturales de la vida cotidiana: se definió desde el Estado
una estética que sirviera de baluarte a una cultura diferenciada de
una nación con respecto a las otras, eligiendo entre los universos dis-
cursivos los símbolos más representativos, llamativos y entendibles,
en el marco de una “cultura universal”. El folclorismo nacionalista es,
por lo tanto, una suerte de reducción simbólica de la realidad com-
pleja, en respuesta a la incapacidad institucional y del observador
externo para descifrar los códigos populares que se configuran en la
esfera de lo local.
En el discurso corriente, y sobre todo en el político-adminis-
trativo, el folclore se aparta mucho de la idea inicial bajo la cual se
enunció este concepto analítico. El término inglés folklore fue usado
por primera vez en 1846 por el arqueólogo británico William John
Thoms para denominar las “antigüedades populares”. Se entendía
como el conjunto de saberes y prácticas populares. La idea ya era
empleada en Alemania desde inicios del siglo xix, cuando Johann
Gottfried Herder recopiló material sobre el auténtico espíritu, tradi-
ción e identidad del pueblo.
Herder, como buen representante del nacionalismo romántico,
consideraba que en las clases campesinas se encontraba depositado
el auténtico genio del pueblo germánico, donde podría encontrar-
se el fundamento de la identidad de la emergente nación alemana.
En sintonía con Herder, los hermanos Grimm realizaron su ya muy
famosa obra de recopilar los cuentos, mitos y leyendas populares,
publicados bajo el título Kinder und Hausmärchen, para rescatar la
identidad del pueblo, que se iba perdiendo ante el aburguesamiento
de las élites. Entonces el término empezó a popularizarse en el cam-
po académico.

24
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

La idea del folclore nace con el nacionalismo y es producto del


espíritu universalista de la Ilustración, que pretende homologar el
sentimiento de pertenencia de los pobladores de una nación a partir
de los referentes culturales con los que posee: lengua, arte, música,
tradiciones orales, cierta estética, entre otros criterios. Siempre tiene
como fin la gubernamenalidad. Al homogeneizar la cultura, en su
sentido más amplio, se supuso plausible imponer los mismos siste-
mas administrativos, instituciones y leyes en todo un territorio na-
cional, con un añadido especial: se generaba identidad.
La gubernamentalidad del Estado nacional en su fase patrió-
tica va transcurrir por un proceso de sacralización de las prácticas
políticas, al desmantelarse las instancias autónomas e intermedias
entre la población y el Estado: la religión, la jerarquía social, o las au-
toridades de orden inferior a las institucionales (como los caciques).
Esta sacralización de la patria tomará muchos de los elementos de
la religiosidad, en términos simbólicos, para establecer canales de
entendimiento e identidad entre el pueblo y la autoridad, que dará
paso a la participación política del pueblo llano, que es una parte
importante de la emergencia de la ciudadanización de la población.
El proceso de sacralización de las prácticas políticas sustituirá a las
formas simbólicas religiosas con elementos tomados de la historia y
la cultura del pueblo. Pero, ¿de qué pueblo estamos hablando?
Por lo menos en México, con sus numerosos grupos etnolin-
güísticos (ahora se registran 69, y más de 364 variantes dialectales),
con su población disímil, por así decirlo “fenotípicamente” (para no
emplear el término racial), y con su sinnúmero de regiones, la inte-
gración de la nación no fue un proceso sencillo. Incluso, fue hasta la
institucionalización de la revolución que empezaron a haber acuer-
dos tácitos entre las élites culturales, políticas y económicas sobre
la simbología que representaría a México. Pero de esta elección de
símbolos devino una reducción de la complejidad simbólica, que se
puede observar en dos casos: el indio mexicano y la folclorización de
la fiesta popular.

25
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Los estereotipos del indio y la fiesta

Poco puede relacionarse la realidad de los pobladores originarios


con la idea que tenemos del indio mexicano. El proceso de confi-
guración del indio partirá, desde el proceso de conquista española,
de una visión externa; las primeras identificaciones de estos pueblos
fueron a partir de la visión que los aztecas dieron a los otros pue-
blos. Se confundían en el discurso del poder el nombre del pueblo
y los pobladores con los sobrenombres con los que los aztecas los
llamaron.
Luego, “el indio” se incorporó a la vida económica implantada
por los españoles, siempre bajo la premisa de que “sin indios no hay
indias”. Destribalización y desarraigo fue lo que provocaron los nue-
vos patrones de asentamientos hispánicos; de ahí se generaron mu-
chas de las prácticas que ahora se llaman “indígenas”. De una forma
provocativa, podemos afirmar que las prácticas identificadas como
indígenas poco tienen de prehispánicas y mucho de coloniales.
Con las reformas del siglo xviii, el indio empezó a estorbar. Se
les quitaron muchos de los privilegios que esa jerarquización social
les había conferido. Luego se redignificó por los criollos (por ejem-
plo, Francisco Xavier Clavijero), que argumentaban que eran la base
de la organización social. Luego, con la independencia, se les rebajó
a la masa inculta que estaba cometiendo atropellos por influjo de los
sacerdotes que los levantaron. Al final del movimiento insurgente,
otra vez se les levantó como base primigenia de la nación; luego, se
tornaron en un estorbo para el progreso. A mediados del siglo xix
hubo quienes intentaron recuperar mucha de la información de es-
tos antiguos pobladores, de conocer sus lenguas, de considerarlos
fuentes de identidad, como forma de distanciarse de Europa; para
luego volverlos a acusar de embriaguez, viciosos y flojos.
Los significantes indio e indígena se han resignificado tantas
veces que “el significante se vació de contenido”. Su polisemia per-
mitió, entonces, que se tornara en un significante vacío, que facilitó
su idealización en el nacionalismo posrevolucionario. ¿Cómo ope-
ra esta idealización y resignificación en el nacionalismo? Comparto

26
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

una descripción de Alejo Carpentier que nos da en su obra Concierto


Barroco:

Pero el cuadro de las grandezas estaba allá, en el salón de los


bailes y recepciones, de los chocolates y atoles de etiqueta,
donde historiábase, por obra de un pintor europeo que de
paso hubiese estado en Coyoacán, el máximo acontecimien-
to de la historia del país. Allí, un Montezuma entre romano
y azteca, algo César tocado con plumas de quetzal, apare-
cía sentado en un trono cuyo estilo era mixto de pontificio
michoacano, bajo un palio levantado por dos partesanas, te-
niendo a su lado, de pie, un indeciso Cuauhtémoc con cara
de joven Telémaco que tuviese los ojos un poco almendra-
dos. Delante de él, Hernán Cortés con toca de terciopelo y
espada al cinto —puesta la arrogante bota sobre el primer
peldaño del solio imperial—, estaba inmovilizado en dramá-
tica estampa conquistadora. Detrás, Fray Bartolomé de Ol-
medo, de hábito mercedario, blandía un crucifijo con gesto
de pocos amigos, mientras Doña Marina, de sandalias y hui-
pil yucateco, abierta de brazos en mímica intercesora, pare-
cía traducir al Señor de Tenochtitlán lo que decía el Español.
Todo en óleo muy embetunado, al gusto italiano de muchos
años atrás —ahora que allá el cielo de las cúpulas, con sus
caídas de Titanes, se abría sobre claridades de cielo verdade-
ro y usaban los artistas de paletas soleadas—, con puertas al
fondo cuyas cortinas eran levantadas por cabezas de indios
curiosos, ávidos de colarse en el gran teatro de los aconteci-
mientos, que parecían sacados de alguna relación de viajes a
los reinos de la Tartaria (Carpentier, 1974).

Como puede observarse, no hay en esta representación una origina-


lidad americana sino, por el contrario, una suplantación del pasado
precolombino con elementos pertenecientes al imaginario colecti-
vo europeo. Algunos ejemplos de idealización y simplificación de
la realidad multiétinica mexicana se puede observar también en la
plástica posrevolucionaria, como en el trabajo de Jesús Helguera.

27
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Carlos Monsiváis, en su obra Los rituales del caos, describe el trabajo


de Helguera como una combinación de la “estética de la mitomanía
nacionalista”. Además, el cine de oro mexicano, con la proyección
de películas como Tizoc, personaje protagonizado por Pedro Infante,
han creado el estereotipo del indígena mexicano que prevalece en la
mentalidad colectiva de los habitantes de las ciudades, y sobre todo
de la capital, así como en la de los extranjeros (Monsiváis, 2001).
Similar es la situación de la fiesta popular estereotipada por
el ballet folclórico. Amalia Hernández Navarro fue una bailarina y
coreógrafa mexicana, nacida en la Ciudad de México en 1917 y fa-
llecida en la misma ciudad el 4 de noviembre de 2000. Fundó en
1952 el Ballet Folklórico de México que lleva su nombre y que es
emblemático del arte dancístico folclórico del país. Expresa las diver-
sas manifestaciones de los bailes populares de todas las épocas y de
todas las regiones de México. Sin menoscabar el trabajo de Amalia
Hernández como artista, contribuyó por su filiación a los medios
de comunicación ligados al poder, a fomentar una imagen estereo-
tipada de la fiesta mexicana. En ningún rincón de México la gente
se viste como lo hacen los de ballet folclórico, pues está cargado de
exageraciones y, a la vez, de factores unificadores que lo apartan de
la realidad, y que cumple el fin de servir como espectáculo a aquellos
ajenos a la cultura de los pueblos.
Los ideales estéticos bajo los cuales se construyeron los univer-
sales del indio y del indígena han producido que estos dos conceptos
se aparten de la realidad, que no sean más que una estética hegemó-
nica que tiene como finalidad fomentar el nacionalismo mexicano,
en detrimento de los derechos de los pueblos mexicanos, pues los
vuelve difusos por no cumplir con la imagen estereotipada. Son un
significante vacío que ningún habitante de este país puede ocupar, y
que está reservado a cumplir con los caprichos estéticos de las clases
dominantes. Ese indio estereotipado no es el habitante de los pue-
blos a quienes se les ha despojado de sus tierras y se les ha condena-
do a vivir en la miseria. El indio y el indígena no existen sino en la
imaginación hegemónica.

28
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Lo nacional popular como movimiento político en el siglo xxi

Sin duda, el movimiento zapatista de la década de 1990 vino a mo-


dificar lo que indio, indígena y cultura popular puede significar. In-
dependientemente de las repercusiones políticas, en términos cul-
turales este movimiento llenó de sentido el significante vacío del
indígena, les puso rostro, nombre y presencia política. De manera
similar sucedió en Bolivia con el movimiento que llevara al poder a
Evo Morales, proceso que detalla Moreno Velador en este texto.
En este sentido, lo nacional popular latinoamericano carecerá
de este elemento unificador eurocéntrico que marcó los procesos
políticos de los siglos xix y xx. Esto nacional es más próximo a lo
comunitario, pues precisamente mucho de las movilizaciones que
dieron paso a estas transformaciones políticas emergieron como
parte del desplazamiento que el neoestractivismo y las políticas neo-
liberales han provocado. El principal aporte de este nuevo naciona-
lismo latinoamericano es que pretende construirse desde el otro, que
reclama una nueva ética de inclusión, no de unificación, de recono-
cimiento de la diferencia. Es por ello que este nacionalismo es de
carácter popular.

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Introducción
Las primeras dos décadas del siglo xxi y los años finales del siglo xx
estuvieron llenos de transformaciones y novedades para la política
latinoamericana. Después de un largo período dominado por el neo-
liberalismo, antecedido por la larga noche de las dictaduras, se pre-
sentó un periodo lleno de sorpresas y retos para el análisis político.
Los sucesos se decantaron y nos dieron resultados sin prece-
dentes en la historia latinoamericana: la existencia de un gobierno
indígena justo en uno de los países que históricamente se había ca-
racterizado por ser más altamente excluyente, a pesar de su clara ma-
yoría poblacional indígena; la emergencia de liderazgos políticos que
hacen recordar a los históricos populistas latinoamericanos (Hugo
Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Luiz Inácio Lula da Silva); el re-
lanzamiento de ideas de transformación como el socialismo del siglo
xxi; la irrupción de grandes movilizaciones sociales que pusieron en
jaque a los gobiernos instaurados y a la hegemonía del neoliberalis-
mo; la creación de partidos políticos que poseen como su elemento
central a los movimientos sociales organizados; la emergencia de
nuevos tipos de gobierno que colocaron como elemento central a la
participación popular organizada; el impulso de procesos de resig-
nificación simbólica e institucional amplia de los Estados en donde
ha triunfado la izquierda política. Todos estos fenómenos, y muchos
otros que no alcanzo a nombrar aquí han colaborado para que se
respiraran aires de transformación en la región; pero, conforme esto
sucedió, también vimos emerger respuestas enérgicas de parte de
fuerzas políticas conservadoras en alianza con grandes intereses y
poderes transnacionales.
Ante esta situación, todos aquellos que por una u otra razón
tenemos como tarea el estudio y la reflexión sobre estos procesos
estamos obligados a hacer esfuerzos honestos para no sólo entender
y explicar estos fenómenos, sino sobre todo para aprender de ellos y

31
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

cooperar con nuevas ideas y propuestas en las experiencias recien-


tes. Esta investigación y sus resultados buscan, justamente, participar
mediante el estudio y el debate de los procesos en cuestión, siempre
considerando que los procesos históricos no se resuelven desde la
teoría, sino desde la práctica social misma. La transformación de la
realidad no es un asunto que se pueda resolver solamente en abstrac-
ciones teóricas; siempre se necesita de las personas, pues son ellas
finalmente quienes hacen los cambios.
Esta investigación procura ser fiel con los actores que han par-
ticipado de esta transformación en marcha. Las ideas y el análisis de
este texto no aspiran a estar por encima de ellos; por el contrario, si
buscamos analizarlas es porque a partir de ellas aspiramos a crear co-
nocimiento que pueda traducirse posteriormente en nuevas prácti-
cas transformadoras. En este texto no se hacen propuestas sólo desde
abstracciones teóricas. El análisis procura ser fiel a los sucesos y sus
actores, las propuestas se hacen (sin ser condescendientes) con base
en las experiencias concretas, sin perder de vista las circunstancias y
contradicciones históricas concretas.
El objeto de estudio fundamental de esta investigación son los
gobiernos de izquierda que se presentaron desde la última década
del siglo xx y hasta la actualidad en países como Venezuela, Bolivia
y Ecuador. En ellos se impulsaron numerosas transformaciones pro-
gresistas a nivel gubernamental y en la propia organización de sus
sociedades nacionales. Sin embargo, sostenemos que estos gobiernos
no se pueden explicar sin considerar un amplio margen de aspec-
tos que les han dado las características que hoy poseen. Sin duda, el
más importante de ellos es la movilización social independiente que
dio origen a los propios gobiernos, una movilización que posee ca-
racteres novedosísimos en la historia latinoamericana, ya que logró
romper algunas barreras históricamente construidas para impedir la
inclusión y la participación directa de los grandes agregados sociales.
La investigación no asume una posición Estado-céntrica, es de-
cir, que asuma al Estado como un ente independiente y fuera de las
relaciones sociales. Por el contrario, consideramos al Estado y a sus
transformaciones como fenómenos eminentemente sociales. En un
sentido político, también creemos que es una herramienta que debe

32
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

estar al servicio de las mayorías, como órgano de poder que puede


ser empleado para limitar y controlar el poder de los poderosos, en
busca de una mayor igualdad y libertad entre las personas. Desde
nuestra perspectiva, es claro que mientras persistan las desigualda-
des sociales y económicas, el Estado se mantendrá como un territo-
rio en disputa, y su orientación dependerá de la correlación de fuer-
zas sociales que se presente en su sociedad determinada.
Dada la amplitud del debate y los temas relacionados con el
objeto de estudio, esta investigación se ha abierto a muchos otros
elementos.
El primer capítulo de este trabajo, titulado “La fractura hege-
mónica y la alternativa nacional-popular”, aborda descriptivamente
los casos de estudio de Bolivia, Ecuador y Venezuela, para observar
cómo en cada uno de ellos se presentó un fenómeno de intensa mo-
vilización social que terminó por provocar el derrumbe de los re-
gímenes neoliberales. La descripción incluye un abordaje detallado
de los movimientos sociales protagonistas, de su organización y sus
acciones, además de los aspectos estructurales y coyunturales que
los hicieron posible. En términos teóricos, el análisis se basa en cate-
gorías de la sociología política derivadas del pensamiento de Anto-
nio Gramsci, para lo cual, en la primera parte del capítulo, se incluye
una explicación de las herramientas teóricas empleadas para anali-
zar los casos de estudio. En específico se explicitan categorías como
hegemonía, la contrahegemonía, la crisis hegemónica y en especial la
perspectiva teórica empleada para hablar de sociedad civil. La adop-
ción de este corpus teórico obedece a fines tanto analíticos como de
óptica política, ambos relacionados y adaptados para el análisis de
los objetos y casos en cuestión.
En una segunda parte del capítulo presentamos una descripción
de lo que llamamos el Estado neoliberal-procedimental. Esta des-
cripción busca generar claridad acerca de la forma en que está inspi-
rado y organizado este tipo de Estado, para seguir con la descripción
de su fractura hegemónica. Para analizar las transformaciones y el
derrumbe de esta forma de Estado, empleamos la categoría de crisis
hegemónica en tanto, desde nuestra perspectiva, lo que hemos pre-
senciado es una transformación del entramado político, económico

33
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

y social en cada caso particular, provocada por las propias limitacio-


nes y contradicciones de su propia organización.
También empleamos el concepto de contrahegemonía para in-
tentar captar el sentido de transformación que han impulsado los
movimientos sociales en cada caso particular, quienes a lo largo de
los últimos años han sido el actor central de las transformaciones
políticas, económicas y sociales. Desde nuestra perspectiva, la con-
dición que permitió la emergencia de esta intensa etapa de movili-
zación es la crisis hegemónica que sufrió el Estado neoliberal-proce-
dimental en toda la zona, reflejada en el desgaste de las condiciones
de vida de las mayorías populares, la deslegitimación de su proyecto
económico y el derrumbe de la legitimidad tanto del sistema de go-
biernos como del sistema de representación política en estos Estados.
En una tercera parte del capítulo abordamos descriptiva y analí-
ticamente los procesos de movilización social en cada caso particular
a fin de reflejar tanto la complejidad como la potencialidad de cada
uno de ellos. El análisis nos permite comprender de manera especí-
fica cómo, efectivamente, la actividad de la sociedad civil en estos
Estados permitió el surgimiento de movimientos y partidos políticos
que contendieron por el poder de Estado e impulsarían importantes
transformaciones en los años subsiguientes.
En el segundo capítulo, titulado “El populismo y la alternativa
nacional-popular”, presentamos una crítica a las nociones que inten-
tan describir a los procesos analizados como reediciones del histó-
rico populismo latinoamericano. Esta crítica termina por presentar
una conceptualización diferente de los históricos populismos lati-
noamericanos, rescatando sus elementos de democratización amplia
de las sociedades nacionales. Este último aspecto ha sido denosta-
do y olvidado intencionadamente por los críticos conservadores.
Nuestra perspectiva, a pesar de rescatar los elementos progresistas
en estas experiencias históricas, también reconoce las limitaciones
que tuvieron, sobre todo en cuanto a la efectiva inclusión política
de las mayorías populares. En específico, hablamos del clientelis-
mo y el corporativismo como los aspectos más negativos en estas
experiencias.

34
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

De acuerdo con nuestros análisis y con la evidencia recabada,


proponemos la categoría de nacional-popular para describir a los
gobiernos progresistas en Bolivia, Ecuador y Venezuela. Esta cate-
goría permite incluir no sólo a los propios gobiernos, sino también
a la influencia directa que han tenido en su impulso, construcción
y funcionamiento los movimientos sociales. En este sentido, lo na-
cional-popular describe eficientemente a los gobiernos nacionales,
en tanto estos se alimentan de los contenidos y la acción derivados
de los movimientos sociales. Aunque también a los propios Estados,
en el sentido de la consecución de las demandas y propuestas de
los movimientos, terminan por crear una serie de transformaciones
institucionales.
La herramienta metodológica fundamental que se emplea es
la comparación entre las políticas estatales concretas que poseye-
ron los populismos latinoamericanos y los aspectos novedosos que
presentan los procesos y movimientos en cuestión. Esta perspectiva
se complementa con el rescate de los postulados del pensamiento
gramsciano, que aporta los elementos para ahondar en esta propues-
ta teórico-analítica. De acuerdo con este corpus, se ofrece a detalle la
descripción de cómo en cada caso se ha construido lo que llamamos
gobiernos nacional-populares, con especial atención en la interac-
ción entre los movimientos populares y los propios gobiernos nacio-
nales. Esta relación, a diferencia del carácter vertical que tenían los
populismos, se da en un contexto de mayor horizontalidad.
Por otro lado, postulamos la idea provocadora de que estos
poseen características revolucionarias en la transformación de la
realidad de sus diferentes países. Para ello, elaboramos una revisión
de la forma como ha sido entendida la revolución especialmente en
América Latina. Desde nuestra óptica, consideramos que en estos
procesos tenemos un tipo de revolución que se basa en una serie de
reformas de alto impacto que en el largo plazo apuntan a la trans-
formación profunda de las condiciones concretas que se experimen-
tan en cada uno de sus países. En este sentido, un elemento fun-
damental para conceptualizarlos de esta forma es la recomposición
profunda al interior de los gobiernos nacionales en cada caso. Lo
anterior dado que las élites de poder económico y político asociadas

35
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

al neoliberalismo han sido desplazadas del poder de Estado. En este


sentido, es posible decir que éste se ha llenado de un contenido dis-
tinto y ha creado una correlación de fuerzas al interior del Estado
que permite la existencia de una transformación profunda tanto del
Estado, como de la sociedad y de la organización económica.
En el tercer capítulo, titulado “La revolución nacional-popular
en América Latina”, ofrecemos una caracterización definida por un
cuerpo de políticas concretas y la descripción de las políticas estata-
les que han emplazado estos gobiernos. En una primera parte, nos re-
ferimos a la integración política que ha generado este tipo de Estado
a través de sus políticas de integración ciudadana: los referéndums,
las revocaciones y las consultas, además del proyecto de los consejos
comunales en Venezuela. Ponemos también especial atención a la
importancia que han tenido la inclusión y la tolerancia de las dife-
rentes posturas y grupos sociales, dado que en estos gobiernos no se
busca la mera reificación del Estado, sino que se le postula como una
herramienta de transformación que se encuentra al servicio de las
mayorías nacionales.
A este respecto, juega un rol fundamental la presencia constante
de tensiones y contradicciones entre la sociedad civil y los Estados,
ya que la relación entre Estado, gobierno y sociedad nunca se en-
cuentra acabada, sino en permanente interrelación. Dicha relación
no termina en la mera representación política, sino que esta se hace
ampliada para los diferentes grupos de la sociedad civil. Este es un
aspecto fundamental que los hace diferentes de las formas de orga-
nización verticales predominantes en los gobiernos populistas y que
demuestra que estos proyectos no se proponen reificar al Estado
como un separado de la sociedad.
Un segundo apartado se dedica a analizar las políticas de “in-
clusión material”, es decir, el conjunto de políticas que se enfocan
a dotar de bienes y servicios para el bienestar material de pobla-
ción. Estas políticas fueron casi eliminadas durante el predominio
del neoliberalismo y fueron son rescatadas por los gobiernos nacio-
nal-populares. En este sentido, la dotación de bienes y servicios va
más allá de un mero interés clientelar o corporativo y más bien se
funda en la idea de que los Estados poseen responsabilidades con

36
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

sus ciudadanos, responsabilidades que comienzan por la protección


a su bienestar y la calidad de sus vidas. En este sentido, representan
una revolución respecto a la forma como se comportaron los Esta-
dos neoliberal-procedimentales y se proyectan hacia el futuro como
portadores de una nueva idea acerca del Estado y sus funciones.
Un tercer tema de desarrollo es acerca del tipo de modelo eco-
nómico que se impulsa. Este, desde nuestro análisis, se caracteriza
como un modelo mixto en el que se encuentra presente tanto el sec-
tor público como el sector privado en la organización económica de
cada país. Sin embargo, una característica que sobresale es que se
propone un Estado fuerte como elemento de control y regulación
de la vida económica. Este principio de acción se manifiesta clara-
mente en las políticas de recuperación de los recursos naturales de
propiedad nacional. Dichas políticas han limitado los intereses de
los capitales privados nacionales e internacionales y han posibilitado
la retención del excedente productivo, ahora destinado a atender ne-
cesidades de bienestar social.
A este respecto, uno de los debates más importantes que se han
entablado gira sobre si estos proyectos se encuentran encerrados en
los límites del neodesarrollismo y del neoextractivismo. Nuestra po-
sición asume que la transformación completa hacia un nuevo tipo de
modelo económico alternativo al capitalismo no es posible desde la
soledad de un solo Estado nación o de un pequeño conjunto de ellos.
De igual manera, consideramos que el análisis y la propuesta sobre
alternativas políticas y económicas no se deben hacer en abstracto,
sino que se deben considerar las limitaciones y problemas concretos
a los cuales se enfrentan los proyectos en marcha.
A pesar de esta posición, no olvidamos que en efecto se ne-
cesitan de propuestas que permitan pensar en una superación del
capitalismo. A este respecto, rescatamos los actuales proyectos que
perviven inspirados en el vivir bien o el buen vivir. Estas ideas sin
duda son de una valía muy importante en la actualidad; sin embargo,
en tanto representan expresiones que postulan una forma distinta
de entender el bienestar y el desarrollo humano, creemos que deben
desarrollarse mucho más. En todo caso, el que los gobiernos nacio-
nal-populares incluyan a estas propuestas dentro de sus programas

37
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

habla de su carácter incluyente y progresista. Además del proyecto


de “vivir bien”, también prestamos atención a las nociones de pos-
neoliberalismo y del socialismo del siglo xxi. Ambas propuestas per-
viven dentro de estos proyectos, pero en la actualidad no se pueden
catalogar como programas acabados.
En una cuarta parte, consideramos las transformaciones que
han existido sobre la forma de entender al Estado y a la nación den-
tro de los gobiernos nacional-populares. En este sentido, la propues-
ta ha pasado por acabar con las ideas de naciones homogéneas dicta-
das desde las posiciones de clase y raza privilegiadas, ya que en estos
proyectos las naciones se han reconfigurado a favor de la inclusión
de los diferentes grupos nacionales. Este es un aspecto que se en-
cuentra íntimamente relacionado con el carácter revolucionario de
estos procesos, ya que la presencia de grupos sociales diferentes (y
principalmente populares e indígenas) en el poder de Estado le im-
primen a los procesos un fuerte carácter popular totalmente distinto
al que predominaba en los regímenes neoliberales. Los intereses de
los grandes capitales nacionales e internacionales fueron desplaza-
dos del poder del Estado, y si bien pueden mantenerse lazos de ten-
sión y presión para promover sus intereses, ya no son dominantes.
En conjunto, consideramos la integración política ciudadana,
la inclusión material, la propuesta de Estados interventores fuertes,
los proyectos como el vivir bien y el socialismo del siglo xxi, y la
creación de las naciones de naciones como políticas concretas que
permiten considerar a los gobiernos nacional-populares como ex-
presiones de plataformas políticas revolucionarias. Asimismo, con-
sideramos que tienden a generar transformaciones en el status quo
que ha predominado en la zona. Sin embargo, es necesario conside-
rar que en tanto estos proyectos se encuentran en curso y que existen
importantes fuerzas opositoras, siempre se está la posibilidad de que
haya retrocesos e involuciones en los proyectos.

38
Capítulo 1

La fractura hegemónica y la
alternativa nacional-popular

Introducción

Como producto de la crisis del Estado neoliberal, se ha presentado


un fenómeno novedoso en América Latina: el surgimiento de una se-
rie de gobiernos de izquierda, también llamados progresistas, electos
democráticamente y que propugnan proyectos alternativos al neoli-
beralismo. Este fenómeno lo entendemos como producto de la crisis
hegemónica de los Estados neoliberal-procedimentales; posibilita la
emergencia de proyectos políticos de tipo contrahegemónicos y la
conformación de gobiernos nacional-populares. Este surgimiento
de gobiernos de izquierda ha sido impulsado por la emergencia de
una vigorosa actividad de parte de organizaciones y grupos popula-
res desde la sociedad civil.
A este respecto, sostengo dos ideas fundamentales: la activi-
dad de protesta y movilización popular de la sociedad civil presenta
rasgos que la hacen distinta a la acción de las clases subalternas y
los grupos populares de otras épocas; y los gobiernos progresistas
impulsados por la intensa actividad de la sociedad civil presentan
rasgos particulares que los hacen gobiernos distintos a aquellos que
se presentaron en las formas estatales presentes en el siglo xix y xx.
En una primera parte de este capítulo presentamos un conjunto
de consideraciones teóricas empleadas en el desarrollo del análisis.
Los conceptos claves son hegemonía, crisis hegemónica, contra-
hegemonía y sociedad civil, todos ellos tratados desde la óptica de

39
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Antonio Gramsci y alimentada por aportes recientes de la sociología


política. En una segunda parte, ampliaremos la descripción y los ele-
mentos de análisis de lo que hemos llamado Estado neoliberal-pro-
cedimental, dado que es en el seno de éste y en el contexto de su
crisis hegemónica que se han desarrollado los fenómenos estudiados.
En tercer lugar, presentamos una descripción de los tres casos par-
ticulares considerados en este trabajo. Prestamos especial atención
a cómo, en cada uno, se relacionan las crisis hegemónicas y el auge
de los movimientos populares y de protesta, hasta llegar a impulsar
a las candidaturas que desembocarían en gobiernos progresistas. Fi-
nalmente, en una cuarta parte, y con base en los elementos presen-
tados previamente, se presenta como conclusión una breve compa-
ración entre las experiencias recientes y los antecedentes históricos
en América Latina.
Por razones de claridad en el desarrollo del argumento, analiza-
remos los movimientos sociales que impulsaron los gobiernos pro-
gresistas de izquierda en los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador.
La crisis hegemónica y la acción intensa de la sociedad civil, por otro
lado, han estado presentes también en casos como los de Brasil, Pa-
raguay, Perú, Argentina y Uruguay, donde actualmente existen go-
biernos de izquierda, pero con tendencias más moderadas. Con lo
que respecta al abordaje de los casos considerados, más allá de pre-
sentar una descripción exhaustiva,1 nos concentramos en presentar
sus rasgos comunes sobresalientes y los abordamos de acuerdo con
la propuesta analítica.
Debido a que el tema de fondo en esta investigación es la trans-
formación en los regímenes políticos, sociales y económicos de paí-
ses como Bolivia, Ecuador y Venezuela, es importante reflexionar
directamente sobre ello. En este comienzo del siglo xxi, la presencia
de gobiernos de izquierda electos democráticamente, que han op-
tado por presentar proyectos de nación y gobierno distintos a los
que predominaron durante la mayor parte del siglo xx, puede ser un
elemento fundamental para la definición del futuro de la política en

1
Un trabajo asó ameritaría la dedicación de una investigación completa por caso, lo cual, ade-
más, ya lo han hecho diversos autores de cuya obra se alimenta este mismo trabajo.

40
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

América Latina. Asimismo, es un ejemplo del que se puede apren-


der para la propuesta de estrategias políticas en otros países del
continente.
Cabe señalar que consideramos como gobiernos de izquierda o
progresistas a aquellos que muestran una propuesta político-econó-
mica antineoliberal. Esta propuesta se caracteriza por factores como
el fortalecimiento del Estado como agente regulador e interventor
de los capitales nacionales e internacionales; un Estado que postu-
la políticas intervencionistas que van en contra de las pronunciadas
desigualdades sociales y que se abocan a cerrar las sociedades polari-
zadas; un Estado que frena la injerencia de instituciones monetarias
internacionales (como el fmi y el bm); propuestas de gobierno que
atacan la corrupción galopante, alimentada por la coalición entre el
poder político y el poder económico-financiero; alianzas regionales
y transnacionales con gobiernos similares en contra de proyectos de
libre comercio, como el alca, y a favor de alianzas de integración
regional como el alba y Unasur; que proponen un rescate del na-
cionalismo con relación al rol del Estado a través de políticas como
las de nacionalización o de renacionalización de empresas estatales
previamente privatizadas.
En general, estos gobiernos postulan la política en su carácter
instituyente, es decir, un tipo de política que es un agente activo en
la representación de intereses, la conciliación de demandas, el forta-
lecimiento y la expansión de la esfera pública, que suministra bienes
públicos y sociales, que crea infraestructura productiva, que fomen-
ta la paz social y garantiza el imperio de la ley; que crea políticas de
atención y empleos e impide la persistente flexibilización del trabajo
(Pousadela, 2010, pp. 15-17).
En este capítulo prestaremos especial atención a que dichos go-
biernos se hayan generado desde movimientos político-sociales sur-
gidos fundamentalmente desde la sociedad civil. Este es el espacio en
donde se han tejido frentes políticos amplios que incluyen movimien-
tos sociales y políticos, sindicatos, movimientos de reivindicación
identitaria, grupos de protesta, partidos políticos y asociaciones civiles.
Sostenemos que la propagación y el crecimiento de estos fren-
tes con un fuerte grado de apego popular y participación ciudadana

41
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

de diferentes grupos socio-económicos han dado nuevos aires a la


política en América Latina. Uno de los principales éxitos que han
logrado ha sido las elecciones tanto locales como nacionales y los
poderes legislativos. Esto ha provoca una profunda transformación
en los regímenes políticos y los pactos político-sociales de diferentes
Estados-nación. Además, buena parte de sus plataformas políticas
de gobierno ha estado cimentada en las exigencias y demandas que
los diversos grupos han presentado en su participación, primero
como protestantes ante los Estados neoliberal-procedimentales y
luego como participantes de los frentes amplios de izquierda.

Hegemonía, contrahegemonía, crisis


hegemónica y sociedad civil

Para elaborar este análisis, recurrimos a las categorías elaboradas por


Antonio Gramsci (1891-1937). Este filósofo abordó desde el mar-
xismo las relaciones entre sociedad civil y Estado, entendidas como
espacios interdependientes y en constante tensión. De acuerdo con
su perspectiva, entendemos, en primer lugar, al Estado como la ins-
tancia de dominación por excelencia, ya que es en éste y a través de
éste que se logra la unidad de las clases y los grupos dominantes. En
tanto, históricamente el Estado ha estado bajo el control de las clases
y grupos dominantes; la propia historia del Estado debe entenderse
como la historia de la dominación.
Para Gramsci, el Estado debe mirarse como un ente compues-
to por dominación y hegemonía. El Estado posee simultáneamente
una dimensión habitada por la dominación (manifestada en el uso
de la fuerza y la coerción), y otra dimensión en la que se establece el
orden ideológico y práctico del conjunto nacional-estatal (expresada
en el consenso). De acuerdo con estas ideas, un Estado se compone
de ambos elementos, ya que si no existe consenso estaría obligado a
ejercer dominación únicamente a través de sus aparatos de represión,
y se mostraría como un ente débil si debe recurrir constantemente
a la coerción y al “poder desnudo” para imponer un orden (Lechner,
1977, pp. 23,24).

42
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Para la construcción de un orden cohesionado e inclusivo, es


requisito la creación de un proyecto social, esto es, la creación de una
hegemonía, materializada por el conjunto de comportamientos indi-
viduales y grupales que expresan el acatamiento de un orden dado
por los grupos dominantes y dirigentes de la sociedad en cuestión.
Dicho orden es dado e irradiado por los grupos dominantes y di-
rigentes, principalmente a través de toda la serie de instituciones y
aparatos del Estado. Sin embargo, se debe entender que este no sólo
involucra los contenidos ideológicos, que son la esencia abstracta del
orden, sino también la institucionalidad que genera y difunde estos
contenidos a las sociedades. Lo anterior se traduce, finalmente, en la
conformación de un determinado orden social imperante. En pala-
bras de Juan Carlos Portantiero, un proyecto hegemónico sería aquel
conjunto de prácticas políticas y culturales desplegadas por una cla-
se fundamental, a través de la cual articula bajo su dirección a otros
grupos sociales mediante la construcción de una voluntad colectiva
que, sacrificándolos parcialmente, traduce sus intereses corporativos
en universales (Portantiero, 1981, p. 151).
En la hegemonía, el orden económico y el orden político no son
instancias separadas ni independientes; más bien son dos caras de
un mismo constructo social, de un mismo proyecto de dominación.
La división entre ellas no está presente en la realidad; si acaso, ésta
sólo puede imaginarse con un objetivo de análisis y estudio (a dife-
rencia de cómo se ve desde ciertas ópticas fundamentadas en el libe-
ralismo). La hegemonía se expresa en las prácticas que constituyen
y forman a la sociedad civil. En este espacio, los diferentes proyectos
de clase se confrontan y determinan, ya que en ella existe una lucha
constante entre el orden imperante y aquellos proyectos o iniciativas
que retan a la dominación en curso (por pequeños que sean). En
este sentido, se debe entender que la hegemonía no es estática, sino
que se crea y se recrea de acuerdo con el nivel y tipo de pugna que se
presenta entre las diferentes clases y grupos sociales.
La sociedad civil dista mucho de ser homogénea y pasiva; en
ella se define y redefine constantemente la dominación. Las clases
subalternas no sólo expresan la hegemonía dominante, sino que
también (aunque fuera episódica y disgregadamente, como insistía

43
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

el propio Gramsci) confrontan a la dominación en el espacio de la


sociedad civil, ya que en ésta se confronta al poder, se cuestiona la
dominación. Así se crea una tensión permanente entre Estado y so-
ciedad civil.
Si bien en el contexto de una hegemonía exitosa el espacio para
las iniciativas populares independientes está reducido, ni la hege-
monía ni la dominación llegan nunca a ser totales; siempre existen
espacios en las que se mantiene el cuestionamiento y el desacuerdo
con ella.2 El desgaste y la falta de éxito hegemónicos se presentan
cuando el Estado pierde el consenso sobre su proyecto social y, en
consecuencia, pierde la legitimidad. Cabe recordar aquí que la hege-
monía siempre posee una base material; no puede mantenerse si no
provee de las condiciones necesarias de bienestar material mínimo
(determinado históricamente) para una sociedad. Por otro lado, el
desgaste hegemónico también está presente cuando el orden institu-
cional queda rebasado por la actividad de fuerzas sociales y políticas
que critican, protestan y propugnan proyectos políticos distintos al
dominante. En esta circunstancia, el orden institucional queda com-
prometido y se ve obligado a sufrir una transformación parcial o
total.
En síntesis, un proyecto hegemónico pierde su legitimidad
cuando pierde el consenso de la sociedad. En estas condiciones se
presenta la disgregación respecto del proyecto hegemónico de las
fuerzas sociales populares, y el Estado entra en una crisis hegemóni-
ca. Así, el uso de la fuerza se convierte en el principal recurso para
contener la unidad en el Estado.
La crisis hegemónica es un concepto central en este desarrollo,
en tanto significa, por un lado, una situación en la que el orden ins-
titucional es rebasado en sus posibilidades de orientar la actividad
civil y es cuestionado por las protestas, las luchas cívicas y los mo-
vimientos sociales (Olivier, 2009, p.  56). Esta situación representa
un alejamiento de una determinada población nacional para con el
orden y la dominación establecida, para con la hegemonía presente.

2
Una aproximación muy interesante al respecto lo encontramos en Scott (2000).

44
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Las luchas populares, las protestas, la organización de fuerzas polí-


ticas independientes y la movilización ciudadana son muestras de
una voluntad popular que propulsa, por proyectos sociales, políticos
y económicos distintos, a los dominantes (Oliver, 2009, p. 56). Sin
embargo, la crisis hegemónica no es una garantía de la emergencia
de una revolución, o de una gran transformación progresista; en el
contexto de la crisis, incluso pueden presentarse una restauración o
el endurecimiento del régimen que se encuentra en crisis.
En estas circunstancias de crisis, la sociedad civil redobla su im-
portancia, ya que es el espacio y la relación en donde se genera la
pugna por la construcción de las alternativas al orden hegemónico
en disgregación. Se da una pugna entre distintas racionalidades que
pone en cuestionamiento el “interés general”, en un contexto en el
que el Estado pierde la dirección político-cultural, el sentido general
que antes determinaba (Lechner, 1977, p. 70). En esta situación, las
clases subalternas, dentro de la sociedad civil, pueden comenzar a
crear condiciones y proyectos contrahegemónicos, la propuesta de
un orden ideológico-práctico-institucional que contradiga a la do-
minación y la hegemonía presente, para la construcción de orden
diferente, propio de las clases subalternas con aspiraciones de cons-
truir una nueva hegemonía. En este sentido, el Estado es la posición
privilegiada, el fuerte simbólico por conquistar, donde se sintetiza la
nueva dominación y se crea la nueva correlación de fuerzas.
La transformación entre un orden (el vigente) y otro (el de las
clases populares) sería el paso de un orden nacional-estatal a uno
nacional-popular. En el primero se presenta el orden defendido y
construido largamente por las clases dominantes, donde la referen-
cia principal de construcción es la propia historia estatal de domi-
nación de clase. Para el orden nacional-popular se aspira a la cons-
trucción de una dominación de las clases populares basada en su
propia historia subalterna. En la construcción de este nuevo orden,
la creación de una voluntad colectiva es un punto fundamental. Ésta
es orientada por sus fuerzas dirigentes, pero también por la actividad
popular (Oliver, 2009, p. 58).
La contrahegemonía existe entonces cuando se plantea el con-
trol del propio Estado para la creación de una nueva hegemonía.

45
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Esta nueva hegemonía va en dirección contraria a la históricamente


dominante y a favor de las clases subalternas convertidas en poder.
Las clases subalternas, desde esta perspectiva, deben aspirar a ser
Estado para volverse dominantes, a lograr su unidad en el Estado
para volverse dominantes, y si aspiran a volverse dirigentes deben
construir un nuevo orden social. Para modificar la relación de fuer-
zas que existe en un Estado, los proyectos nacional-populares deben
asumir el reto de construir una nueva hegemonía, de desestructu-
rar la relaciones de dominio y hegemonía anteriores, y en donde el
centro de este nuevo proyecto sea la participación popular como el
principal agente en la lucha por crear un nuevo proyecto de Estado,
de una nueva organización económica y social (Oliver, 2009, p. 63).
En esta dinámica, el terreno de la sociedad civil es clave en la con-
frontación entre grupos y clases, ya que en esta se define el contenido
del proyecto de dominación de clase vigente.
Para el caso de América Latina, en sus diferentes etapas de des-
envolvimiento histórico, los Estados nacionales mayoritariamente
han estado sujetos a la dominación de grupos privilegiados inter-
nos y de fuerzas económico-políticas externas.3 Esta histórica situa-
ción de control coercitivo interno y de dependencia internacional
se traduce en sociedades nacionales que no han poseído un “interés
nacional” que permita conciliar a los diferentes grupos internos y
crear una sociedad inclusiva de los sectores populares. En este sen-
tido, acaso el periodo en que los países latinoamericanos estuvieron
más próximos a poseer este sentido fue durante los Estados populis-
tas y desarrollistas, cuando existió una integración, aunque vertical,
de los diferentes grupos sociales desde los gobiernos nacionales. En
éstos se decidía la inclusión organizada mediante políticas corpora-
tivas o, en el peor de los casos, clientelares, de los diferentes grupos
sociales nacionales. Desde esta perspectiva, también podemos leer
que históricamente se han presentado vaivenes en las formas de Es-
tado en América Latina. Sucesivamente, podemos ver cómo la crisis
hegemónica de una forma de Estado ha dado pie a la presencia de

3
Una aproximación a este respecto que considera las transformaciones sucesivas en el Estado
latinoamericano la podemos encontrar en Moreno, 2014, pp. 15-38.

46
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

otra, así como al recambio de sus grupos dirigentes con su proyecto


hegemónico correspondiente. En este sentido, la crisis de un proyec-
to de Estado es el preámbulo del surgimiento de un nuevo proyecto.
En la situación actual, consideramos que, en las experiencias
recientes en los países de Venezuela, Bolivia y Ecuador, se expresa
una pugna por la transformación progresista.

El Estado neoliberal-procedimental y su orden hegemónico

A partir de los años ochenta, se impulsó en América Latina una se-


rie de reformas políticas y económicas que configuraron una forma
de Estado que hemos denominado neoliberal-procedimental. Las re-
formas económicas implantadas acabaron en buena medida con los
rasgos que algunos Estados latinoamericanos tuvieron de Estado de
bienestar y de economías protegidas parcialmente ante el libre mer-
cado internacional. Además, se desgastaron los mecanismos estata-
les de inclusión popular que se construyeron en la segunda mitad del
siglo xx.4 Acompañado de estas reformas, tras la deslegitimación y
la presión internacional a las dictaduras, se dio paso a los procesos
de transición democrática inspirados en los modelos de democracia
procedimental. Esta forma de Estado se implantó exitosamente, pero
comenzó a presentar rasgos de declive y deslegitimación a partir de
los últimos años de la década de los ochenta, en algunos casos, o
bien, durante los años noventa, ante el auge de los movimientos so-
ciales y las transformaciones que se presentaron en numerosos Esta-
dos latinoamericanos.
Bien fuera en presencia de Estados burocrático-autoritarios, Es-
tados autoritarios o bien en Estados en los que ya había avanzado
la agenda de las transiciones a la democracia, se impuso el modelo
neoliberal. El modelo estaba en buena medida orientado a fortalecer
la influencia política y económica de los poderes transnacionales en
asociación con los poderes político-económicos locales, posibilitado

4
Un acercamiento interesante en lo relativo al tipo y las formas de Estado de bienestar que se
presentaron históricamente en América Latina, además de su paulatina desaparición a partir
de los años ochenta lo podemos encontrar en Del Valle, 2010.

47
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

por la desregulación económica que alentó la apertura de los merca-


dos comerciales latinoamericanos a favor de capitales foráneos. Los
Estados perdieron capacidad reguladora ante el mercado y reduje-
ron buena parte del gasto público en políticas sociales. Además, se
generalizó el endeudamiento de los Estados ante instituciones como
el fmi y el bm, ante lo cual se asumió como una solución la privati-
zación de empresas de capital estatal bajo el falso argumento de que,
con su venta, podría solventarse la deuda adquirida. Se partía del
supuesto de que en una economía sana era indispensable eliminar
al máximo los gastos que implicaba el mantener un Estado con una
institucionalidad fuerte y de alcance universal para su población. La
implantación del modelo se vendió como una serie de “reformas”5
indispensables para “solucionar el problema de la inflación y de las
cuentas públicas” (Sader, 2009, p. 67).
Este modelo intentó justificarse mediante un ataque doctrinario
sistemático al Estado. Se le definió como “una instancia insanable-
mente corrupta, ineficiente en lo económico, y plagada de propen-
siones populistas y demagógicas que era necesario erradicar” (Borón,
2003b, p. 21). El bloque de actores económicos y políticos interesa-
dos en llevar adelante las “reformas” gozaron del apoyo de institu-
ciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Mundial, así como del apoyo de los medios de comunicación
del ámbito privado y aquellas fuentes de información estatales que
controlaban (Petras y Veltmeyer, 2006).6
Y justamente a través de estos medios se celebró premeditada-
mente el gran logro que significaría la implantación del nuevo mo-
delo en aspectos como la estabilidad financiera, saneamiento de las
finanzas públicas y el inicio de un supuesto nuevo ciclo de moderni-
zación y expansión de la economía (Sader, 2009, p. 68).

5
Es importante señalar el cambio en el sentido semántico del concepto de “reforma” en el
contexto del neoliberalismo. A diferencia de lo que significa en la teoría política tradicional
(“cambios graduales en una dirección tendiente hacia una mayor igualdad, bienestar social, y
libertad para el conjunto de la población”), en el neoliberalismo adquirió un significado total-
mente contrario (Borón, 2003a, p. 19).
6
Podemos encontrar un análisis interesante de la relación entre reformas neoliberales, intere-
ses políticos y los medios de comunicación electrónicos para el caso mexicano en Villafranco
y Delgado, 2010.

48
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

En términos de correlación de fuerzas políticas, estas medidas


fueron diseñadas premeditadamente para favorecer a actores eco-
nómicos y políticos muy concretos. Permitieron una gran transfe-
rencia de capital público al capital privado nacional o internacional,
y alentaron la formación de monopolios en diversos sectores.7 Es
debido a estos aspectos que David Harvey (2007) ha sugerido que el
neoliberalismo se debe entender abiertamente como una política de
dominación de clase.
El Estado neoliberal procedimental se construyó como un mo-
delo de organización política, económica y social en los Estados de
América Latina, acompañado de toda una justificación de índole
ideológica que buscó legitimar a ojos de las sociedades latinoameri-
canas la pertinencia de adoptar dicho modelo. En este sentido, bien
se puede decir que éste no fue únicamente un conjunto de políticas
económicas, sino “una concepción del mundo que abarca una visión
del Estado, la política, la economía, la globalización, el consumo, la
ética y hasta el éxito o fracaso personal” (Figueroa, 2010, p. 21).
El modelo se presentó como un proyecto ideológico con alcan-
ces hegemónicos, una forma estatal que impuso “un modo particular
de compromiso entre gobernantes y gobernados”, y que iba más allá
de ser una mera forma de acumulación económica, sino más bien
una forma entera de comprender al mundo a través de “formas espe-
cíficas con que la mediación entre economía, política (y sociedad) es
constituida” (Portantiero, 1981, p. 47).
A través del concepto de hegemonía, se busca comprender cómo
los actores concretos y la organización del mundo político, económi-
co y social, en general, poseen bases ideológicas que le dan sentido
a su actividad. Siguiendo el postulado marxista acerca de que “las
ideas dominantes son las ideas de las clases dominantes” considera-
mos que estas “son dominantes porque corresponden a un sistema
de producción y de reproducción de las condiciones materiales de

7
A este respecto, Petras y Veltmeyer ofrecen un análisis muy detallado del fortalecimiento de
los capitales transnacionales en América Latina. Para dichos autores, este fenómeno debe en-
tenderse como un nuevo episodio en la historia del imperialismo norteamericano en América
Latina (Petras y Veltmeyer, 2006).

49
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

existencia, de las que esas ideas son el correspondiente en el plano de


la subjetividad” (Sader, 2008, p. 215).
Basta recordar que después de 1990 el pensamiento neoliberal in-
tentó erigirse como pensamiento único. Su expresión más clara la po-
demos encontrar en la declaración triunfalista de Francis Fukuyama
sobre un supuesto “fin de la historia” en el que los destinos finales de la
historia humana estarían en la economía de mercado y la democracia
liberal (Fukuyama, 1992; Chomsky y Ramonet, 1996, p. 59).
La ideología del neoliberalismo se propagó promoviendo un
tipo de “utopía” en la que se exaltan las “virtudes abstractas de los
mercados, de los premios a los más aptos, de la competitividad, de la
eficiencia y de las ganancias, de los derechos de propiedad, de la li-
bertad de contratación” (Ibarra, 2009, p. 13). Asimismo, critica la in-
tervención estatal y política, y se coloca en la cima de la organización
social al mercado, como eficiente repartidor de recursos, carente de
sesgos, eficiente y capaz de crear un sistema social óptimo.
Esta ideología se divulgó a través de los saberes técnicos y cien-
tíficos enseñados en los centros de educación técnicos profesionales
y universitarios. También se incluyó en aquellas áreas donde se im-
parten conocimientos asociados con las tareas de gobierno y admi-
nistración pública que asumen la actividad política estatal como un
terreno puramente técnico, necesariamente lejano de “ideologías” de
cualquier índole y cercano al pensamiento empresarial. Se propuso
“como única alternativa posible de superación del deterioro social,
opción racional y no populista para asegurar en tránsito a sociedades
modernas” (Sosa, 2011, p. 328); se difundió en los grandes agregados
sociales a través de los medios masivos, fomentando identidades y
valores “vinculados a la competitividad, el desempeño y los resul-
tados individuales para cuyo cumplimiento siempre hay un estímu-
lo económico” (Ornelas, 2011, p. 348). Esta perspectiva aspira a la
mercantilización sin límites de la vida social que busca destacar los
elementos de “libertad, de “iniciativa individual”, de destino diferen-
ciado de cada uno, de eficacia. Se parte de la idea de que los recur-
sos, las posibilidades, los empleos y los espacios en el mercado son
ilimitados; de esa forma, le compete a cada uno buscar su lugar, sus

50
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

medios de sobrevivencia, que por definición se obtienen a costa de


los otros (Sader, 2008, p. 223).
Todas estas son expresiones de una ideología que llegó a erigir-
se como sentido común de índole hegemónico en buena parte de
las sociedades donde ha estado presente. Sin embargo, el éxito he-
gemónico absoluto del neoliberalismo resultó temporalmente muy
limitado. Durante su reinado pretendió no tener rival y se atrevió
a proyectarse hacia el futuro como una larga etapa de prosperidad,
orden y crecimiento. No obstante, numerosos acontecimientos his-
tóricos a partir de la década de los noventa y en la primera década
del siglo xxi han mostrado que históricamente este no pasará de ser
un muy breve lapso en la historia de las formas estatales y civiliza-
ciones humanas.
Como proyecto económico, el neoliberalismo prometió que
bajo su reinado el crecimiento de las economías sería constante. Este
fue un punto primordial en su justificación, en vistas de la existencia
de crisis económica en los Estados de bienestar (o con parcial pro-
teccionismo económico) y de la crisis económica internacional de
los años ochenta. Esta última había sumido a numerosas economías
latinoamericanas en la inflación y el bajo crecimiento. Sin embar-
go, el crecimiento económico se mostró como mediocre en más de
quince años de su funcionamiento, al punto de que la tasa de creci-
miento económico promedio no sobrepasó 4% (Figueroa, 2010).
Aunado a este bajo rendimiento, las sucesivas crisis financieras,
como la de 2008, redujeron fuertemente las expectativas de estabili-
dad económica bajo la financiarización de la economía a nivel nacio-
nal e internacional (Glyn, 2010). El crecimiento per cápita mundial
entre 1975 y 2003 cayó en promedio a más de la mitad, a diferencia
de la tasa que se presentó entre 1950 y 1975. Aunado a esto, la brecha
del atraso entre países del primer mundo y países del tercer mundo
se ensanchó, dado que, mientras los países de la ocde crecieron a
un ritmo promedio anual de 2%, en América Latina se creció apenas
0.6%, y los países de África subsahariana, -0.7% (Madisson, 2003).
La precarización del empleo y la contracción de los salarios se vol-
vieron endémicas.

51
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

En el caso de América Latina, según la oit, dos de cada tres


empleos creados en la década de los noventa se crearon en la infor-
malidad, de cada 100 nuevos puestos de trabajo, 83 se localizaron
en el sector de servicios, y 55% de las nuevas plazas de asalariados
carecieron de protección social (oit, 2000). La riqueza dentro de los
Estados latinoamericanos se concentró en los grupos con mayor in-
greso dentro de un contexto en el que entre 1990 y 2005 “el producto
real por habitante creció poco, a razón de 1.3% anual, pero las remu-
neraciones de los asalariados se expandieron aún menos, a 0.6% por
año” (Ibarra, 2009, p. 20).
Al cabo de veinte años de dominio de políticas “de desarrollo”
neoliberales, tanto en términos de crecimiento como de bienestar
social, los resultados han sido negativos, con un crecimiento muy
débil, con una pobreza que se ha extendido poderosamente, con
una creciente desigualdad y una muy marcada vulnerabilidad para
buena parte de las poblaciones nacionales. Según cifras de la cepal,
entre 1950 y 1980 el producto interno bruto (pib) de América Latina
en su conjunto creció 5.2% en promedio, mientras que entre 1980
y 2003 sólo lo hizo en 2.2%; de igual manera, en términos de creci-
miento per cápita, en el primer período fue de 2.6%; en el segundo,
de 0.3% (cepal, 2004a). Una expresión más de esta situación son las
cifras de desempleo en la zona, que a partir de 2003 se elevaron a dos
cifras y con un aumento del sector informal que llegó a 47% en 2003
(cepal, 2004b).
De igual manera, para 2003 había en América Latina 220 mi-
llones de pobres, de los cuales 100 millones vivían en pobreza ex-
trema y 57 millones vivían sólo con un dólar diario. La distribución
del ingreso se deterioró también de manera generalizada, incluidos
aquellos países que se tomaron como supuestas muestras del éxito
neoliberal, como es el caso de Chile (Pizarro, 2005, pp. 127-128). Si
bien los gobiernos latinoamericanos entre 1997 y 2002 elevaron los
gastos sociales 58% per cápita, en este período más de 20 millones de
personas cayeron en la pobreza. De igual manera, la deuda pública
se incrementó de 37% en 1997 a 51% en 2002 (Dupas, 2005, p. 94).
América Latina se convirtió en la región del planeta con peores

52
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

indicadores. La década de los noventa puede considerarse como otra


“década pérdida” para la economía latinoamericana.
Los magros resultados económicos y la endeble estabilidad eco-
nómica le han significado a este proyecto la pérdida de credibilidad
y legitimidad ante buena parte de la sociedad en diferentes Estados
latinoamericanos. Las condiciones de vida de buena parte de la po-
blación sufrieron desde un comienzo los fuertes embates de los ajus-
tes estructurales, los efectos de la precarización laboral, la pérdida de
servicios sociales del Estado y la inestabilidad económica provocada
por las crisis financieras. Consideramos que el conjunto de promesas
incumplidas por el neoliberalismo, aunado a los magros resultados
de sus políticas, ha terminado por beneficiar solamente a una por-
ción muy reducida de las sociedades nacionales, provocando una ya
prolongada crisis de la hegemonía del neoliberalismo en América
Latina.

La fractura hegemónica

Un aspecto fundamental para entender la crisis hegemónica del neo-


liberalismo son las crisis económicas que se han presentado entre la
última década del siglo xx y la primera década del siglo xxi. Tam-
bién consideramos que una clara expresión de la pérdida de legi-
timidad del Estado neoliberal-procedimental se refleja en las crisis
de gobernabilidad e institucionalidad que han asolado la zona des-
de la década de los noventa.8 Dicha situación ha sido muy marcada
en algunos casos y ha resultado fundamental para que en algunos
de ellos se hallan instalado gobiernos progresistas con proyectos
contrahegemónicos.

8
Aquí con crisis de gobernabilidad nos referimos a una situación que se expresa a través de
fenómenos como disturbios, marchas, toma de edificios, protestas ciudadanas, entre otros.
Todas estas expresiones se asocian con la pérdida de control político efectivo por parte de las
instituciones estatales. En estos fenómenos podemos ver una clara expresión de la pérdida de
consenso que lleva a los Estados a usar la fuerza violenta para imponer el orden. Por otro lado,
en cuanto a crisis institucional nos referimos a la pérdida de capacidad para procesar con-
flictos políticos por parte del sistema de partidos y en general el sistema institucional estatal.

53
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

En un sentido político, la limitación más importante para la le-


gitimación del proyecto neoliberal fue su incapacidad para generar
apoyo político en las bases populares, dado el continuo desgaste de
sus condiciones de vida, la inestabilidad socio-económica y la incon-
formidad con el funcionamiento de sus gobiernos nacionales. Por
ello, se limitaron a obtener apoyo de la parte superior de la clase
media (específicamente aquella parte integrada en los procesos de
globalización económica) y de la clase alta. En consecuencia, perdió
el apoyo de la parte baja de la clase media y de la clase baja (Franco
y Hopenhayn, 2010, p. 24; León, Espíndola y Sémbler, 2010, p. 46).
Esta situación desembocó en un marcado desgaste en los principios
de organización política que acompañaron a las reformas neolibera-
les, esto es, del modelo de organización política basada en la demo-
cracia de tipo procedimental.
La instauración de la democracia procedimental en los Estados
neoliberales tuvo limitaciones desde su propio origen, debido a que
en todos los lugares en donde se presentaron las transiciones, forzo-
samente fueron resultado de negociaciones con el gobierno militar
en turno o la élite política autoritaria. El resultado de estas negocia-
ciones fue que a pesar de que se abrió el espacio para la oposición
partidista y la paulatina implantación de democracias de índole pro-
cedimental, el modelo neoliberal y los intereses político-económicos
de la élite quedaron bien salvaguardados, garantizando los marcos
institucionales regulatorios que permitieron el mantenimiento y for-
talecimiento del neoliberalismo. Además, se garantizó impunidad a
los violadores de derechos humanos. Según la visión de dos de los
principales intelectuales de las transiciones democráticas,

Ante todo, las transiciones conocidas hacia la democracia


política han observado en todos los casos una restricción
básica: está prohibido cobrar el rey de uno de los jugado-
res, e incluso darle jaque mate. En otras palabras, durante la
transición los derechos de propiedad de la burguesía deben
mantenerse inviolables […] Esta es una restricción funda-
mental que los partidos izquierdistas deben aceptar si pre-
tenden que se les permita jugar en el centro del tablero, de lo

54
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

contrario corren el riesgo de ser eliminados, dejados al mar-


gen o reducidos al carácter de meros espectadores (O’Don-
nell y Schimtter, 1994, p. 115).

Es necesario subrayar la impunidad que se garantizó a los ac-


tores que protagonizaron las represiones más severas, ejecutores di-
rectos en las dictaduras militares, cuando se negoció que, aunque
hubiera liberalizaciones y democratizaciones, sus crímenes, muchos
de ellos de lesa humanidad, quedaran sin sanciones (Cueva, 1994).
Dadas estas circunstancias, no pocas voces dentro de la intelectua-
lidad de izquierda, a diferencia de aquellos intelectuales que termi-
naron plegándose al nuevo canon hegemónico, señalaron las pobres
expectativas que dejaban las democratizaciones en cuanto a sus po-
sibilidades para poder impulsar la igualdad social.9
Ambas limitaciones de origen, y muchas otras que se manifes-
tarían posteriormente, se pueden entender debido a que en la con-
ceptualización y práctica de la democracia procedimental algunos
de los principios propios del Estado liberal occidental como nación,
democracia o ciudadanía, sufrieron un tremendo desgaste. Dichos
principios fueron centrales en la construcción teórica y práctica del
Estado-nación moderno y terminaron por perder su esencia bajo el
embate de la ideología neoliberal al asumir al mercado como el prin-
cipal eje regulatorio de la vida política y social sobre la política de
Estado, y sobre la propia vida de las personas y grupos sociales.
De esta forma, la implantación del neoliberalismo ha tenido
fuertes impactos sobre el funcionamiento general del Estado. Ha
modificado la forma en que ejerce su poder a través de nuevas for-
mas de organización política y económica. Esta nueva forma de ejer-
cer el poder político y el gobierno nacional ha puesto en el centro del
ejercicio del poder a la tecnocracia. Ésta se entiende como una forma
racional de ejercicio de gobierno destinada a ser ejercida por “exper-
tos” de la política. Nikolas Rose lo expresa en los siguientes términos:

9
Al respecto, basta revisar las críticas realizadas en los primeros años de las transiciones por
autores como Marini (1991), Torres (1991) y Borón (1991).

55
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

se busca desgubernamentalizar el estado y desestatizar las


prácticas de gobierno, para delegar la autoridad substanti-
va de los aparatos políticos de organización política en los
expertos, relocalizándolos en un mercado gobernado por la
racionalidad de la competencia, y la demanda de consumo
(Rose, 2006, p. 147).

Es posible observar cómo este cambio en la forma de entender y ejer-


cer la política apunta a la desestructuración del Estado y a la bús-
queda del predominio del mercado sobre la completa organización
política y social. Es una estrategia política que desconoce a la socie-
dad como un conjunto de personas organizadas y plantea el control
social a través de hipotéticas decisiones individuales planteadas a
partir de la lógica de mercado.
Esta idea se encuentra claramente reflejada en palabras del ada-
lid del neoliberalismo a nivel mundial, y ex primera ministra bri-
tánica, Margaret Thatcher, enunciadas el 31 de octubre de 1987, en
entrevista a Women’s Own Magazine:

Creo que hemos pasado por un período donde mucha gente


se ha acostumbrado a pensar que si tengo un problema, es
trabajo del gobierno lidiar con él. “Tengo un problema, ob-
tendré una subvención… Estoy sin techo, el gobierno debe
albergarme”. Ellos están proyectando sus propios problemas
en la sociedad. Y, tú sabes, no hay tal cosa como la sociedad.
Existen hombres y mujeres como individuos, y hay familias.
Ningún gobierno puede hacer nada si no es por medio de la
gente, la gente debe ver por sí misma primero. Es nuestro de-
ber cuidar de nosotros mismos, y sólo entonces, podemos
mirar por el vecino. La gente piensa demasiado en lo que el
gobierno les debe, sin tener en cuenta sus propias obligacio-
nes. No hay tal cosa como el deber del gobierno si antes la
gente no ha cumplido con sus propias obligaciones (“There
is no…”, s. f. Las cursivas y la traducción son nuestras).

56
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

De acuerdo con los principios expresados sucintamente en esta de-


claración, la libertad, en su acepción individualista y competitiva, no
concibe a la sociedad como un conjunto de personas con intereses
compartidos, sino más bien como una comunidad de individuos
construidos como “objetos de opciones y aspiraciones para la au-
to-actualización y autorrealización” (Rose, 2006, p. 147). Acorde con
ello, las instituciones estatales y sus técnicas de gobierno terminan
por crear una distancia entre las decisiones de las instituciones polí-
ticas formales y otros actores sociales, actores concebidos de acuerdo
con las nuevas formas individuales de responsabilidad, autonomía y
decisión, y que busca actuar sobre ellos adaptando y utilizando su
libertad (Rose, 2006, p. 155).
Esta situación se ha traducido en la desustancialización de prin-
cipios como la soberanía, la democracia y la ciudadanía, de acuer-
do con cómo fueron planteadas desde la teoría clásica liberal. Para
aquella, la soberanía “reside en el Estado, o en las instituciones em-
poderadas por el Estado, para ejercer el poder soberano a través de
instituciones supranacionales y con el Estado-nación definido por su
territorio y el control sobre su población” (Hansen y Stepputat, 2005,
p. 2). Sin embargo, las condiciones actuales han reconfigurado estas
nociones haciéndolas difíciles de entender bajo su acepción clásica.
Por ello, es necesario pensar su situación en el mundo actual. En este
sentido, Hansen y Stepputat plantean que en el momento actual la
soberanía del Estado tiene su inspiración en la búsqueda de crearse
a sí mismo en la cara de lo internamente fragmentado, distribuido
de forma desigual y con configuraciones impredecibles de autoridad
política que ejerce más o menos la violencia legítima en un territorio.
El germen para la realización de estas ideas estaría en la forma como
se plantea “el derecho a gobernar” (Hansen y Stepputat, 2005, p. 3).
En consecuencia, el proyecto de hegemonía propio del neoli-
beralismo, basado en la idea de individuo racional, se encuentra en
franco declive. En tanto, la experiencia más reciente en la zona indica
la presencia de un conjunto de actores sociales que sostienen reivin-
dicaciones más allá de la idea de individuo y asumen posturas que
rescatan ideas colectivas de participación y organización política-so-
cial. En este tipo de Estado, se ha vuelto imposible la sustentación de

57
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

los preceptos básicos relativos a la soberanía popular y la democra-


cia, dado que las condiciones necesarias para el mantenimiento de
la unión entre las personas se han complicado debido al desgaste del
compromiso estatal en cuanto a la protección de sus ciudadanos y la
vigilancia para evitar el abuso entre ellos mismos.
Cabe recordar que T. H. Marshall (1998) planteaba que la de-
mocracia no podía existir sin derechos sociales, civiles y políticos, ya
que el sistema capitalista en sí estaba basado en la injusticia y volvía
imposible el sueño de la igualdad de la ciudadanía. La ciudadanía
sin un fundamento material concreto no puede realizarse. De acuer-
do con esto, la crisis hegemónica del neoliberalismo estaría en que,
como sistema, no ha justificado su propia existencia; por el contrario,
los requisitos mínimos para la supervivencia del pacto social han
quedado en entredicho.

Movilización popular y contrahegemonía


en los tiempos del neoliberalismo

La historia de los movimientos sociales y populares en América La-


tina es larga y ha variado según las condiciones propias de cada pe-
ríodo histórico en el que se han presentado.
Como primer antecedente cercano al tipo de movimientos
sociales que tomaron relevancia desde finales de los años ochenta,
tenemos lo que fue llamado “explosión de la sociedad civil” (Casta-
ñeda, 1993). Se ubica en el contexto de los Estados autoritarios y bu-
rocrático-autoritarios que asolaron al subcontinente principalmente
durante los años setenta y hasta ochenta en algunos casos como Bra-
sil (1964), Bolivia (1971), Chile (1973), Argentina (1976) y Uruguay
(1972).
Dado que la violencia era una de las principales formas de con-
trol gubernamental, en dichos Estados se eliminaron las libertades
de expresión y asociación, se arrasó con los canales tradicionales de
participación política de grupos opositores al gobierno, como parti-
dos políticos, sindicatos y asociaciones civiles y populares. Asimis-
mo, en aquellos lugares en donde se hicieron presentes dictaduras

58
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

militares la visión organicista del ejército se trasladó a toda la socie-


dad. En esta visión, la sociedad se entiende como un cuerpo, donde
cada parte tiene funciones bien delimitadas y jerárquicamente orga-
nizadas. Así, la cabeza (juntas militares o dictadores militares)

dotada de una racionalidad de la que carecen las otras par-


tes, debe orientar el conjunto hacia su bien común. Cuando
el cuerpo enferma, puede ser necesario la aplicación de una
dura medicina en la parte afectada […] la cabeza no sólo tie-
ne el derecho a proceder: tiene el deber de hacerlo porque le
incumbe cuidar la salud de todo el cuerpo (O’Donnell, 1981,
p. 211).

Bajo este discurso se justificó la eliminación de los sectores sociales


opositores de la esfera pública, en algunos casos mediante elimina-
ción física. Como consecuencia, surgieron numerosas instituciones
y grupos sociales de base cuya principal característica eran la diso-
ciación del Estado, es decir, los movimientos buscaron colocarse en
la periferia de la institucionalidad oficial. Ejemplos de este tipo de
organizaciones son “los grupos de derechos humanos en Chile, Ar-
gentina y Brasil, sindicatos obreros en los suburbios industriales en
Sao Paulo y Perú, las asociaciones de colonos o pobladores en Lima
y Santiago, las comunidades eclesiales de base en Brasil, Chile y El
Salvador”. Todos estos grupos proliferaron en la lucha pacífica con-
tra las dictaduras (Castañeda, 1993, p. 234).
Si bien estos movimientos definitivamente no eran órganos es-
tatales, sí se encontraban vinculados mediante demandas directas a
los gobiernos, dado que las soluciones a sus reclamos involucraban
directamente al Estado. Sin embargo, esto no les restó originalidad ni
importancia en el contexto de su propio momento histórico. Aunado
a ello, bien puede decirse que inauguraron una nueva forma de activi-
dad política y social en América Latina. Cabe señalar que un elemento
fundamental en el éxito y la proyección de estas movilizaciones fue su
exposición ante la opinión pública internacional. A través de la pre-
sión internacional y de ong internacionales independientes, se generó

59
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

presión para los regímenes autoritarios bajo el paraguas político de la


protección a los derechos humanos (Keneddy, 2008).
Estos movimientos dieron paso a una tendencia en la izquierda
latinoamericana de tipo “movimientista”, en vista de que la forma de
organización partidista perdió la fuerza que tuvo en otro momento.
Expresión de esta nueva etapa a finales de los años ochenta fueron
la coalición de frentes electorales amplios, como en el caso de Lula
en 1989, el Frente Democrático Nacional en 1988 en México y la
coalición del No en Chile en 1988 (Castañeda, 1993, p. 238). La ca-
racterística central de estos frentes era la coalición entre organiza-
ciones políticas y diversos movimientos populares procedentes de la
sociedad civil. Su fuerza provenía fundamentalmente de los vínculos
con los movimientos de base.
En estas circunstancias, el movimientismo fue un elemento im-
portante en el impulso a los procesos de transición política y en la
posterior crisis de los Estados neoliberales. Los primeros años de la
década de los noventa fueron un momento de triunfalismo exacer-
bado por parte de académicos, publicistas, periodistas, funcionarios
de agencias económicas internacionales y gobernantes asociados al
proyecto político-económico del neoliberalismo. Para estos grupos,
la caída del “socialismo real” y el triunfo de la hegemonía neolibe-
ral se conjugaron para generar un supuesto “fin de la historia”. Sin
embargo, este supuesto fin de la historia fue prontamente desmen-
tido por nuevos actores sociales y políticos que contradijeron el op-
timismo de los adalides locales e internacionales de la hegemonía
neoliberal.
Encontramos otro antecedente en los movimientos populares
que emergieron de las zonas rurales latinoamericanas en los años
noventa. Entre estos movimientos está el Movimiento Sin Tierra en
Brasil; el movimiento de los campesinos cocaleros, en Bolivia; la Fe-
deración Nacional Campesina, en Paraguay; las luchas en el campo
en lugares como Guerrero, Chiapas y Oaxaca, así como también en
Colombia, Ecuador y El Salvador (Castañeda, 1993, p. 235). Todas
estas movilizaciones campesinas impactaron directamente la de-
finición de las agendas políticas nacionales. Como factores princi-
pales en la explicación de estas movilizaciones, tenemos las crisis

60
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

económicas y la consecuente degradación de las condiciones de vida


y trabajo de los grupos campesinos, provocadas por las políticas de
liberación de mercado y el consecuente desamparo a estos sectores
por parte de las políticas estatales.
La estrategia política que emplearon estos grupos pasó por em-
plear acciones directas de tipo extraparlamentario, como la toma
de tierras, el cierre de circulaciones viales en los centros urbanos
y largas marchas de manifestación desde sus comunidades hacia la
capital (Bolivia). Su estrategia política fue innovadora también al no
subordinar su actividad ni decisiones a los partidos políticos estable-
cidos y por emplear el asambleísmo interno como forma de tomar
decisiones colectivas. Por otro lado, también se recurrió en diversos
momentos a la coalición, no subordinada, con partidos políticos afi-
nes a sus reclamos, con la intención de llevarlos al campo de la políti-
ca parlamentaria. A pesar de estas coaliciones, que posteriormente se
verían maximizadas en la formación de frentes amplios políticos, la
estrategia principal fue la vía extraparlamentaria, al utilizar la “mo-
vilización de masas” como el recurso fundamental en su funciona-
miento político (Petras, Cavaluzzi, Morley y Vieux, 2000, p. 32). En
cuanto al aspecto ideológico, estos movimientos fueron una mezcla
ecléctica de diferentes influencias intelectuales: el marxismo clásico,
las ideologías étnicas, ecológicas, de género, así como las reivindica-
ciones étnicas, lingüísticas, culturales y nacionales.

Tres actos: crisis hegemónica, contrahegemonía


popular y emergencia nacional-popular

Un momento de relevancia en la historia de los movimientos socia-


les y populares, y de fundamental importancia en el cuestionamien-
to y posterior derrumbe de los Estados neoliberal-procedimentales,
son las manifestaciones populares que se iniciaron a partir de 1989
y que han significado una vuelta de tuerca en la historia política y de
los movimientos sociales y populares en América Latina.
Estas experiencias, de acuerdo con nuestra perspectiva, son
producto y parte de la crisis hegemónica neoliberal, de sus propias

61
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

contradicciones y limitaciones. La potencia de estos movimientos


fue tal que generaron una crisis en la institucionalidad oficial al re-
basar los sistemas de representación política, mediante la postula-
ción de frentes electorales alimentados por movimientos populares,
sindicatos, organizaciones civiles, movimientos identitarios. Tras
las victorias electorales y la posterior toma del poder gubernamen-
tal, estos movimientos, convertidos en gobiernos nacionales de coa-
lición, han impulsado alternativas de tipo contrahegemónicas. La
postulación de políticas estatales económicas y sociales ha seguido
las pautas de los intereses populares y la limitación de los poderes
dominantes tradicionales.
Resulta fundamental subrayar que, tal como se verá en el desa-
rrollo de cada caso en particular presentado a continuación, los mo-
vimientos tuvieron como su espacio de organización por excelencia
a la sociedad civil. Un fenómeno que tiene una especial particulari-
dad histórica en tanto la dominación estatal ha estado fuertemente
en contra de los intereses populares, o bien, cuando ha sido integra-
da ha sido a través de formas verticales de integración y cooptación.
De acuerdo con esta perspectiva sintéticamente presentada, nos
avocamos a la revisión de tres casos específicos ubicados en la región
del Cono Sur: Venezuela, Bolivia y Ecuador. El análisis y la reflexión
de estos tres casos nos permiten entender las transformaciones que
han sufrido las luchas populares en la sociedad civil y sus estrate-
gias políticas de transformación contrahegemónica en sus diferentes
Estados.

La rebelión ciudadana y el liderazgo chavista en Venezuela

La primera gran manifestación es el llamado “Caracazo”, sucedido en


Venezuela en el año de 1989. Este fenómeno consistió en un masivo
estallido social de parte de la población urbana a lo largo de todo el
país, detonado por el incremento en los precios de los combustibles
que provocaron sucesivamente un alza en las tarifas del transporte
público. En respuesta al alza del combustible, los transportistas de-
clararon un paro, provocando la paralización de la ciudad capital y el

62
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

estallido de protestas, principalmente de parte de la población de los


barrios pobres, quienes cerraron y tomaron calles, además de prota-
gonizar saqueos y enfrentamientos con la policía y el ejército.
Visto en perspectiva amplia, estas protestas significaron una re-
belión contra la situación que se venía construyendo desde varios
años atrás y en específico en contra de las políticas implementadas
por el recientemente electo presidente Carlos Andrés Pérez. Políticas
de índole neoliberal que se intentaron justificar en aras de superar la
crisis económica y fiscal, producto de la aplicación de ajustes macro-
económicos dictados por el Fondo Monetario Internacional.10
Para entender la motivación de las protestas y las manifestacio-
nes civiles durante el Caracazo y en los años posteriores, hay que
considerar que la economía venezolana se había mantenido estable
durante varias décadas y fue capaz de mantener un nivel de vida
satisfactorio para buena parte de la población nacional. Esto fue po-
sible gracias a los beneficios de la renta petrolera y a un modelo eco-
nómico basado en la intervención estatal. Sin embargo, a comienzos
de los años ochenta comenzaron a aflorar dos problemas: la caída de
los ingresos petroleros y la deuda externa. Basta decir que en el pe-
ríodo de 1973-1983, mientras que el ingreso petrolero creció 350%,
el gasto público se incrementó un 540%, aunado a que el incremento
de la deuda externa de corto plazo creció en hasta 2000%. De igual
manera, durante la década de los ochenta, el producto nacional bru-
to (pnb), cayó de -5.6 en 1983 a -7.1 en 1989 (Rodríguez, 2010).
Tras quince días de asumir su segundo mandato Carlos Andrés
Pérez, quién previamente había sido presidente durante la década de
los setenta y había gozado de los años de boom petrolero, anunció
un paquete de medidas de liberación económica. Este programa de
“shock económico” en poco tiempo disparó la inflación por encima
de 80% con una contracción de la economía de 8.3%, despertando
las protestas y la movilización popular más grande en la historia de

10
Cabe señalar que la respuesta de parte de la administración de Pérez ante las protestas fue el
uso de la fuerza pública. Esto provocó una cifra de 277 muertos y 1009 heridos por armas de
fuego. Incluso existen estimaciones que señalan que el número de muertos fue de más de dos
mil (Ellner, 2009, p. 27).

63
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Venezuela (Coppedge, 2002). De igual manera, a partir de 1989 fue-


ron privatizadas la compañía telefónica Cantv, la industria estatal del
acero Sidor y el sistema de seguridad social; asimismo, fue modifi-
cada la Ley del Trabajo establecida en 1936 con el objetivo de lograr
flexibilización de la fuerza laboral de acuerdo con las necesidades
de la economía global. Al igual que la crisis económica y fiscal, y las
antipopulares medidas de ajuste, otra motivación de las protestas fue
el descrédito constante y sostenido de la política institucional ma-
nifestado en las denuncias por corrupción y por prácticas políticas
autoritarias (López Maya, 1999:212).
Este conjunto de problemas, a decir de los estudiosos sobre este
período en la historia venezolana, pesó mucho sobre el estado aní-
mico de la sociedad. Tras la elección del nuevo presidente, se desper-
tó una gran expectativa acerca de los buenos resultados que podría
presentar su gobierno, en vista de la situación económica general y el
problema de la deuda externa en particular. Sin embargo, su respues-
ta ante tales expectativas fue la presentación del llamado “paquete”,
una propuesta en la que más allá de dar una salida al neoliberalismo,
se plegaba ante el fmi a través de una renegociación de la deuda y el
sometimiento a un programa de ajuste macroeconómico individua-
lizado y ortodoxo (López Maya, 1999, p. 215).
La organización de la vida política venezolana se mantuvo fun-
cionando durante un largo tiempo sobre el llamado “Pacto de Punto
Fijo”, firmado entre los partidos políticos Acción Democrática y co-
pei. Este pacto buscaba generar estabilidad institucional mediante
el compromiso entre ambos partidos para consultarse mutuamente
en asuntos asociados al ejercicio del poder público y negociar la de-
signación de cargos públicos. El puntofijismo se estableció desde la
Constitución de 1961 y gozaba del respaldo de las fuerzas armadas,
la Iglesia católica, la Confederación de Trabajadores de Venezuela
y la poderosa Federación de Cámaras de Comercio y Producción
(Fedecamaras). Sin embargo, este no fue un proyecto totalmente
consensuado; sectores políticos como el Partido Comunista y otras
organizaciones de izquierda fueron excluidos y reprimidos por el
aparato de Estado (Lander y Navarrete, 2009, p. 46).

64
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Esta forma de organización de la vida política y económica ba-


sada en el puntofijismo llevó a algunos investigadores apegados al
canon del procedimentalismo y la transitología a plantear el sistema
de partidos venezolano como un modelo ejemplar y que poco tenía
que ver con otros casos de América Latina plagados de desorden y
desestabilización (Kornblith y Levine, 1993). Al respecto, se conside-
ró que dos elementos hacían al caso venezolano especial: el petróleo
y los pactos políticos entre la élite. Por un lado, el petróleo “es el
factor singular más importante que explica(ría) la creación de con-
diciones estructurales para el desmoronamiento del autoritarismo
militar y la subsiguiente perduración de un sistema democrático” y
por el otro lado

los pactos políticos [que] desempeñan un papel esencial. El


surgimiento y el subsiguiente carácter del régimen de par-
tidos venezolano han sido definidos por acuerdos cuidado-
samente diseñados entre élites, acuerdos que corporizan un
compromiso negociado y establecen las reglas futuras para
gobernar (Lynn, 1994, p. 296).

Esta perspectiva privilegia la importancia de la estabilización polí-


tica bajo el pacto intraélite. Esto genera un ambiente político en el
que se buscaría preservar el statu quo por encima de las demandas
políticas y económicas populares. Es un régimen “estable”, pero anti-
democrático en esencia, al asentarse en la concertación intraelitaria,
limitante al poder soberano ciudadano y popular; además, resulta
poco favorable al surgimiento de nuevos grupos políticos y sociales
que pugnan por transformaciones. Estas tensiones y contradicciones
del régimen político venezolano terminaron por aflorar a partir del
año de 1989.
El Caracazo, las sucesivas movilizaciones, los disturbios y la
consecuente represión policial y militar constituyeron una quiebra
simbólica de la legitimidad del régimen democrático asociado al
Pacto de Punto Fijo iniciado en 1958 (Lander, 2005). De tal ma-
nera, entre enero de 1989 y diciembre de 1993 se registraron más
de 500 acciones de protesta. La situación continuó a lo largo de los

65
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

siguientes cuatro años, hasta que resultó electo Rafael Caldera como
nuevo jefe del poder ejecutivo (Ellner, 2009, p. 23; López Maya, 1999,
p. 212).
Esta situación de inestabilidad y rebelión popular es posible de
entender si consideramos que las reformas neoliberales significaron
una afrenta para la población venezolana, que se conjugaba además
con un “cúmulo de odio, y rechazo a las desigualdades e injusticias
históricas” (Rodríguez, 2010, p. 190). Ante esto, las acciones de pro-
testa consistieron en huelgas, paros, manifestaciones y marchas por
parte de diferentes actores colectivos, como estudiantes, trabajado-
res, profesionistas, burócratas, campesinos, asociaciones indepen-
dientes, gremios de profesionistas y asociaciones de vecinos. Cabe
decir que si bien la mayor parte de estas acciones estaban dentro de
las formas tradicionales de protesta en el país, también existieron
manifestaciones más confrontacionales, en las que se ocasionaban
daños a la propiedad privada o actos de agresión. Éstas se fueron ha-
ciendo también protagónicas en el largo ciclo de protestas; llegaron a
presentarse “tomas de vías, de establecimientos públicos y privados,
disturbios, quemas, saqueos” (López Maya, 1999, p. 27).11
En conjunto, los sucesos acaecidos antes y después del Caraca-
zo se pueden entender como un preludio a la posterior transforma-
ción en el Estado venezolano. La progresiva pérdida de legitimidad
del gobierno nacional, la acelerada imposición del proyecto político
económico neoliberal, el consecuente desgaste de las condiciones
de vida populares, las fuertes limitaciones de gobernabilidad que
ya mostraba el puntofijismo, el rebase del sistema de partidos como
mecanismo para transmitir las demandas de la ciudadanía, y en es-
pecial la incipiente actividad civil y ciudadana que se expresaba por
fuera de los marcos estatales preestablecidos, mostraban el inicio de
una prematura crisis del naciente Estado neoliberal-procedimental.
Además, acusaban una emergente actividad de la sociedad civil que
se manifestaba y actuaba enérgicamente contra el estado de cosas
imperante.

11
Una revisión amplia de este período de manifestaciones y disturbios lo podemos encontrar
en López Maya, 2002.

66
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

En 1994 se inició la segunda administración de Rafael Caldera,


quien en su candidatura prometió no negociar con el Fondo Mone-
tario Internacional (fmi). Su gobierno, durante un primer período
de año y medio, mantuvo el control sobre las tasas de interés y las
tasas de cambio de divisas extranjeras. Además, se oponía a las priva-
tizaciones y estaba a favor de mantener precios estables en productos
de primera necesidad. Todas estas políticas estaban encuadradas en
el Programa de Estabilización y Recuperación Económica. Sin em-
bargo, ante una crisis bancaria se comenzaron a mostrar sus limi-
taciones. Permitió el apoderamiento de intereses extranjeros de las
instituciones financieras vulnerables; por otro lado, no persiguió a
un grupo de 322 banqueros venezolanos que huyeron a los Estados
Unidos con capital extraído de los bancos nacionales (Ellner, 2009,
pp. 33-34).
Ante esta situación, Caldera impulsó en 1996 un conjunto de
políticas económicas ortodoxas reunidas en la llamada “Agenda
Venezuela”. Una vez impulsada, el fmi cedió un préstamo de 1400
millones de dólares para fortalecer las reservas nacionales, además
de una “certificación” como señal de respaldo ante los inversionistas
extranjeros. Un punto neurálgico en esta negociación fue la apertura
para permitir la privatización parcial de la industria petrolera. Este
proyecto provenía desde su antecesor y resultaba fundamental para
los defensores e impulsores del neoliberalismo (Ellner, 2009, p. 36).
En respuesta a estas medidas tomadas en la administración de
Caldera, un nuevo ciclo de protestas se extendió desde 1994 y has-
ta 1997. El expresidente Luis Herrera Campins lo llamó “la rebelión
de la clase media” o la “rebelión de los profesionales” (Salamanca,
1999, p. 237). Este largo ciclo de protestas fue un indicador acerca de
los cambios que se sucedían en la sociedad, la economía y el Estado
venezolano.
En cuanto al aspecto económico, se dio un paso definitivo de un
tipo de economía estatal basada en el rentismo petrolero a un mode-
lo que buscaba fortalecer el libre mercado con amplia participación
de capitales transnacionales. Políticamente, este período significó el
derrumbe final de la legitimidad del sistema de partidos asentado so-
bre el “puntofijismo”. En cuanto a los problemas económico-sociales,

67
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

el gobierno se inclinó a favor de una política basada en “programas


compensatorios”, esto es, programas focalizados de subsidios (Sala-
manca, 1999, p. 240). Estos programas intentaban moderar la crisis,
ya que en 1997 el ingreso per cápita promedio era ocho por ciento
menor que en 1970, y el ingreso del trabajador promedio se había
devaluado a la mitad aproximadamente. Además, la pobreza total
en el país se incrementó casi al doble entre 1984 y 1991, desde 36%
hasta 68% de la población (Lander, 2005).
El largo ciclo de movimientos y protestas culminó hasta el año
de 1998, cuando la masa de pobres urbanos respaldó la elección de
Hugo Chávez como presidente. Esto impactó la vida política y so-
cial del país pues impulsó un nuevo gobierno con apego popular. La
campaña de 1998 marcó un parteaguas en la vida política de Vene-
zuela, dado que, ante el descrédito de los partidos tradicionales, su
candidatura representó una alternativa para buena parte de la so-
ciedad venezolana, en especial para los grupos populares que ya se
venían manifestando desde los años ochenta ante la crisis económica,
social y política (Raby, 2006).
En este sentido, Chávez, quién había protagonizado una rebe-
lión militar en el año de 1992 a través del movimiento MBR-200,12 se
ponía al frente de una propuesta de gobierno que buscaba encauzar
todo un conjunto de demandas populares en el gobierno venezolano.
La candidatura fue respaldada por el Polo Patriótico, coalición for-
mada por el Movimiento Quinta República (mvr), el Movimientos
al Socialismo (mas), el Partido Comunista Venezolano (pcv), Patria
Para Todos (ppt) y otras cuatro organizaciones minoritarias. La pro-
puesta de gobierno se resumió en la “Agenda Alternativa Bolivariana”,
en la cual se “defendía la intervención del Estado en la economía, el
control de la industria petrolera y otras industrias básicas y una mo-
ratoria negociada para la deuda externa”, además de presentar la ini-
ciativa de una convocatoria a la “Asamblea Nacional Constituyente”

12
Podemos encontrar una revisión periodística interesante, alimentada con entrevistas, re-
construcciones de hechos y análisis del entorno más cercano de Chávez en este episodio, en
Marcano y Tyszka (2010). Para un análisis académico de mayor profundidad, véase Parker
(2001).

68
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

con el fin de impulsar políticas antineoliberales (Ellner, 2009, p. 39).


Los resultados de la elección del 6 de diciembre de 1998 favorecieron
a Chávez con 56% de los votos, seguido por el candidato Salas Römer
de “Proyecto Venezuela” y “Primero Justicia” con 40% y finalmente
Irene Sáez de copei, quién obtuvo solamente 3% de la votación (Ell-
ner, 2009, p. 39).
Es posible decir que la candidatura y la victoria de Chávez fue-
ron la culminación de un proceso de deterioro de más de quince
años del sistema de representación política. El nuevo presidente vino
a ser la figura y el representante de una buena parte de la población
civil que se encontraba en rebeldía, y momentáneamente pudo lle-
nar el vacío que habían dejado los viejos partidos políticos y el ya
anacrónico pacto de punto fijo (Coppedge, 2002). A este respecto, es
necesario subrayar que el Movimiento Quinta República no era una
organización que respondía a los cánones tradicionales de los par-
tidos políticos en Venezuela. Más bien era un movimiento político
con rasgos de movimiento social. Aunque estaba reconocido formal-
mente como partido, se conformaba por la confluencia de diferen-
tes organizaciones políticas partidistas minoritarias y no partidistas,
quienes, alrededor del liderazgo de Chávez, propulsaron la campaña
presidencial. En tanto esta no era una organización partidista oficial,
la presencia de políticos profesionales tenía menor proporción que
cualquier otro partido político; en contraparte, gozaba de la presen-
cia de un buen número de ciudadanos que cooperaban y aportaban a
la campaña y al movimiento. De igual manera, la presencia del lide-
razgo carismático chavista dotó a este movimiento de una identidad
fuertemente popular.
Acorde con esta posición, desde su inicio el gobierno de Chá-
vez decretó su intención de llevar adelante un proyecto económico
distinto al neoliberal y proclamó la construcción de una democra-
cia social y participativa, además de un tipo de economía social y
de solidaridad (Rodríguez, 2010). Estos objetivos se plasmaron en
cuatro grandes ejes planteados como centrales en la construcción
de la nueva República: 1) democracia participativa y protagónica, 2)
equilibrio económico para una economía solidaria, productiva y au-
tosostenida, 3) equilibrio social mediante la educación, la cultura y

69
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

la justicia y 4) equilibrio internacional para fortalecer la soberanía e


integración para con América Latina y el resto del mundo.
En cuanto al discurso político, se puso como centro a los con-
ceptos de pueblo y de nación, en donde se caracterizaba idealmente
al pueblo como “joven, vigoroso, trabajador, noble, creativo, cons-
ciente, preocupado, revolucionario, bolivariano y soberano” (Lander,
2005). Desde la perspectiva de Chávez, las élites y la oligarquía ha-
bían traicionado al pueblo venezolano, y por ello era necesario el im-
pulsar la “Revolución Bolivariana”, un tipo de revolución “pacífica y
democrática” que permitiría a la gente recobrar su dignidad y volver
a ser un pueblo realmente soberano (Lander, 2005).
Si bien en un inicio el mvr se constituyó como “una estruc-
tura electoral vertical y centralizada” en respaldo a la candidatura
presidencial, desde el principio existieron esfuerzos por parte de la
dirigencia para que la organización se convirtiera en un partido de
masas con dirección colectiva. Este era un pendiente fundamental,
ya que era necesario que tanto la candidatura presidencial como el
frente electoral que se conformó incluyeran y fueran congruentes
con la participación ciudadana que se había expresado desde hacía
ya tiempo en la sociedad venezolana. Sin embargo, las pugnas al in-
terior del frente electoral producto de la gran diversidad de actores
complicaron que fuera exitoso el proyecto de inclusión de masas
dentro del partido. La consecuencia de esta situación fue la creciente
importancia que cobró el liderazgo de Chávez dentro de la organi-
zación, acentuándose su labor como mediador entre las corrientes
internas y posteriormente como fiel de la balanza en la toma de de-
cisiones de gobierno (López Maya, 2009, p. 101).
A pesar del peso tan importante que cobró el liderazgo de Chá-
vez dentro de la organización política venezolana desde su primer
mandato (1999-2001), dos políticas fueron fundamentales en con-
gruencia con el espíritu popular y ciudadano. Por un lado, llevar la
propuesta de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente en
aras de una “refundación de la República” (aprobada en el referén-
dum constitucional realizado el 25 de abril de 1999, y posteriormente
ratificada también mediante referéndum e15 de diciembre de 1999),
y por otro, el impulso al Poder Constituyente venezolano. La nueva

70
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Constitución Bolivariana resultado de este proceso contuvo dos ele-


mentos neurálgicos para la continuidad del proyecto: las previsiones
que reforzaron las prerrogativas del presidente y los mecanismos que
habilitaban los mecanismos de participación popular (Parker, 2001).
Visto de manera general todo el proceso nos permite encontrar
un fenómeno de cambio político y social similar a otros que se han
gestado en la zona. Por un lado, salta a la vista la importancia que
tuvo el cambio de un tipo de Estado interventor en la economía y
subsidiario de la economía popular a un modelo en donde se redujo
la intervención del Estado, con el consecuente abandono progresivo
de los servicios de protección social. En este sentido el Caracazo se
puede considerar un fiel testimonio de la molestia e inconformidad
que generó en la población venezolana.
Si bien el puntofijismo representó por mucho tiempo una es-
trategia de dominación exitosa en tanto pudo mantener para las éli-
tes legitimidad, estabilidad para los principales partidos políticos y
gobernabilidad para con el conjunto social. Sin embargo, una vez
que se agravaron las contradicciones y tensiones propias del neoli-
beralismo, pasó a ser un punto más de agravio más para la sociedad
venezolana.
En estas circunstancias de aguda crisis política emergió el actor
de la sociedad civil, que se dotó pronto de un carácter popular. En
él convergieron los diferentes grupos que propugnaban por cambios
en el gobierno y en general en todo el Estado. En este sentido, el sur-
gimiento de la protesta popular, las manifestaciones ciudadanas a lo
largo de la década de los noventa y, finalmente, el respaldo a la elec-
ción de Hugo Chávez a la presidencia de la república son momentos
de un mismo fenómeno en el que la sociedad civil venezolana salto a
la palestra pública como el principal actor.
La actividad la sociedad se mantuvo siempre en el marco de la
acción civil pacífica, con características de ser multiclasista y trans-
clasista, al coincidir diferentes grupos de obreros, sindicatos, buró-
cratas, estudiantes, activistas, amas de casa, pequeños y medianos
empresarios, intelectuales, entre otros. La movilización política no
poseyó una agenda particular y de un determinado grupo; más bien
se alimentó de los intereses compartidos de los grupos populares:

71
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

estabilidad económica, efectiva representación política, una mayor


participación ciudadana en el gobierno.

La revolución indígena en Bolivia

La historia moderna de Bolivia se inicia en 1952 como consecuencia


de la Revolución Nacional. A diferencia de otros Estados latinoa-
mericanos, en este país se mantuvieron vigentes hasta ese momento
los rasgos fundamentales que caracterizaron al Estado oligárquico,
asociado en específico con los intereses de los capitales mineros na-
cionales e internacionales.13 Los actores fundamentales en la trans-
formación de la sociedad y el Estado boliviano en su periodo revo-
lucionario fueron los grupos obreros y campesinos. Se convirtieron
en la fuerza armada y motriz de la revolución con tres objetivos fun-
damentales: la nacionalización de las minas, la reforma agraria y el
voto universal (Zavaleta, 2003).
En este sentido, bien podemos decir que el “sujeto revoluciona-
rio” fue el obrero de las minas; un sujeto colectivo que a través de la
organización sindical y la lucha colectiva impulsó una transforma-
ción en el Estado y en la sociedad boliviana. El cambio hacia un Es-
tado con mayor intervención en la economía y más control sobre los
poderes oligárquicos debe entenderse como un logro histórico. Sin
embargo, ambos logros fueron capitalizados por una naciente bur-
guesía industrial, quien tras desplazar a la oligarquía de terratenien-
tes señoriales dio un giro hacia un proyecto de capitalismo estatal
del que principalmente se benefició ella misma (Grebe, 1983, p. 91).
El nuevo Estado terminó implementando políticas dirigidas
desde los intereses internacionales, impactando a las políticas pro-
ductivas de las empresas recién nacionalizadas (Rivera, 1983, p. 130).

13
Respecto a la caracterización del tardío Estado Oligárquico en Bolivia, Zavaleta plantea: “Era
una burguesía que no era burguesa sino en ciertos aspectos muy específicos de su acumulación
o sea burguesa en su riqueza pero no en su proyecto; como alcance nacional, en cambio, fun-
daba su propio poder en una articulación no burguesa de las relaciones productivas existentes
en el país y, en último término, era la burguesía la que impedía la ampliación de la burguesía,
la generalización del proceso capitalista y, en general, la realización en pleno de las tareas bur-
guesas” (Zavaleta, 2003, p. 100).

72
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Muestra de ello es la creación de la Corporación Minera de Bolivia


(Comibol) que se convirtió en un gran centro de acumulación capi-
talista y permitió el crecimiento de la nueva burguesía, además de
ser la principal fuente de recursos del Estado boliviano y de la nueva
burguesía nacional (Zavaleta, 2003, p. 104).
A diferencia de otros Estados en donde el capitalismo estatal
permitió el surgimiento de Estados populistas con políticas econó-
micas desarrollistas, en el caso de Bolivia la inclusión social y econó-
mica de los grupos populares fue limitada. El Movimiento Naciona-
lista Revolucionario (mnr), ala triunfante de la revolución, impulsó
un proyecto que buscaba en buena medida imitar la estrategia de
control empleada por el pri en México: la inclusión controlada de la
población campesina favorecida por la reforma agraria a cambio de
control político (Rivera, 1983, p. 129).14 Esta política se acompañó de
la creación de políticas corporativas y sindicales, que dieron origen
a la Confederación Nacional de Trabajadores Campesinos de Bolivia
(cntcb), así como también a la creación de “milicias agrarias” que
serían empleadas como brazo del nuevo régimen político (Rivera,
1983, p. 131).
A partir de 1964 y hasta 1981 se abrió un periodo dominado
por dictaduras militares en el que el control social se sostuvo sobre
el llamado pacto “militar-campesino” (Rivera, 1983, p. 136; Moldiz,
2009, p. 24). Entre 1971 y 1977 se presentó el periodo más duro de
gobierno militar bajo el mandato de Hugo Banzer, avalado por la
concentración efectiva del poder en la presidencia con el respaldo de
tecnócratas y asociados comerciales. Durante su gobierno, la protes-
ta popular fue fuertemente reprimida y la militarización del aparato

14
A pesar de que algunos autores consideran que existió un Estado Populista en Bolivia (Mol-
diz, 2009, Rivera, 1983), nosotros sostenemos que esto no es así. A pesar de que en el proyecto
de Estado nacido de la Revolución Nacional de 1952 se consideraba la inclusión popular, ésta
siempre fue condicionada por un incompleto proyecto de reforma agraria, una muy limitada
expansión de políticas estatales de bienestar, una muy limitada libertad política, además de un
proyecto económico “desarrollista” muy limitado en sus alcances y resultados. En resumen,
los rasgos de inclusión socioeconómica, desarrollo socioeconómico y apertura política fueron
muy limitados para considerar que efectivamente existió un Estado populista. Lo anterior au-
nado a que no cabe ni hablar de la existencia de un liderazgo político sobresaliente como los
que estuvieron presentes en otros casos latinoamericanos.

73
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

de gobierno, conjuntamente con el control de las empresas estatales,


permitieron la construcción de un “nexo sustancial de intereses eco-
nómicos y grupos de clientela que requerían el abrigo de un gobier-
no militar conservador” (Whitehead, 1994, p. 89).
El gobierno de Banzer impidió el desarrollo eficiente de institu-
ciones de representación política e intervino en las organizaciones
sindicales mediante la implantación de “líderes” designados por el
gobierno, y se mantuvo en el gobierno hasta 1977 cuando decidió
comenzar un proceso de transición democrática. Las principales
motivaciones de este giro fueron las transformaciones internacio-
nales que exigían cambios en la forma de gobernar y la existencia
de demandas civiles y militares en favor de la transformación del
régimen. Banzer finalmente se inclinó por la imposición del general
Pereda Asbún (exministro del Interior en la dictadura de Banzer),
quién sospechosamente obtuvo justo 50% de la votación en medio
de un fraude generalizado (Whitehead, 1994, p. 93).
El fraude electoral terminó por generar fracturas dentro de la
dictadura banzerista, ya que minó la disciplina dentro del ejército
(institución en donde existían diferentes grupos y liderazgos con am-
biciones de poder), desgastó el pacto militar-campesino y propició
un clima de movilización política en general. En palabras de Whi-
tehead, “Se perdió el control de lo que había comenzado como una
liberalización ‛controlada’, a medida que emergían reclamos sociales
reprimidos y el régimen autoritario se escindía en facciones enfren-
tadas” (Whitehead, 1994, p. 97). El resultado de este fallido intento
de pasar el poder de militares a civiles fue un interregno de dos años
en el que diferentes facciones tanto civiles como militares pelearon
entre sí con la intención de fortalecerse en el poder. La situación se
decantó en un nuevo golpe de Estado y la reimplantación de la dicta-
dura militar el 17 de julio de 1980. Finalmente, hasta 1982 se dio un
nuevo proceso electoral que contó con la participación de todos los
partidos políticos. Como nuevo presidente se eligió a Hernán Siles
de Suazo, candidato de la Unidad Democrática Popular (udp).
El gobierno de Siles comenzó con su mandato tropezando de
inmediato con una crisis económica profunda y un proceso de hi-
perinflación. En estas circunstancias, algunos de los postulados que

74
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

se habían mantenido en la orientación política del Estado bolivia-


no producto de la revolución de 1952 se comenzaron a derrumbar.
En 1985 se celebraron nuevas elecciones presidenciales y Víctor Paz
Estenssoro derrotó a Hugo Banzer por un estrecho margen (Whi-
tehead, 1994, p.  110). De forma paradójica, Paz Estenssoro, quien
condujera al país en 1952 tras el triunfo de la revolución, fue quien
comenzó a implantar en Bolivia las reformas neoliberales.
Tal como se presentó en otros Estados de América Latina, las
reformas neoliberales significaron, por un lado, el desplazamiento
del poder de la burguesía nacionalista y la implantación de “las frac-
ciones financiera, minera, agroexportadora y latifundista” asociados
fuertemente con intereses económicos transnacionales. Así, se rom-
pió la hegemonía de la burguesía burocrática-industrial vigente du-
rante los treinta años anteriores (Moldiz, 2009, p. 26). Por otro lado,
la estructura social del país también se transformó violentamente
debido al golpe asignado al proletariado minero a través del cierre
de empresas estatales como la Corporación Minera Boliviana (Ste-
fanoni, 2010).
La implantación y el desarrollo del Estado neoliberal-procedi-
mental en Bolivia se prolongó durante los gobiernos de Jaime Paz
Zamora (1989-1993), Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-1997),
Hugo Banzer y Jorge Quiroga (1997-2002) y Sánchez de Lozada
(2002-2003). De manera similar a lo sucedido en otros Estados de la
zona, los pactos políticos favorecieron el impulso y la implantación
de la agenda económica neoliberal. Sin embargo, este proyecto co-
menzó a entrar en crisis desde el año 1998, producto de las tensiones
y contradicciones propias de esta forma de Estado y de la reorgani-
zación de las fuerzas sociales.
Si bien la salida en 1985 de la udp de la presidencia significó
una sacudida para la mayoría de las fuerzas de izquierda, pronto co-
menzó la reorganización y reformulación de sus estrategias. Se dio
pie a que algunos grupos con posturas radicales e intelectuales pro-
gresistas fundaran organizaciones no gubernamentales (ong). Por
otro lado, una parte de la izquierda terminó por aliarse con los par-
tidos políticos, como la alianza de una parte de los kataristas con el
mnr de Sánchez de Lozada. Una facción importante que emergió

75
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

de esta unión fue la del grupo dirigido por Felipe Quispe, los Ayllus
Rojos, quienes proclamaban la autodeterminación indígena, el na-
cionalismo aymara y la propuesta de la insurrección armada como
estrategia de lucha (Quispe, 2006; Stefanoni, 2010).
En este contexto, resultó muy importante el surgimiento a fi-
nales de los ochenta de la idea del “instrumento político” de los
sindicatos agrarios. Esta surgió en 1988 en el congreso campesino,
considerando “el retorno de los dirigentes a las bases, [y] el recha-
zo a los partidos tradicionales” bajo el principio de la organización
autónoma (Stefanoni, 2010, p.  4). En 1989, en Tarija, se aprobó la
“Asamblea de unidad de los pueblos y naciones originarias” fundada
con la intención de ser un “contraparlamento”, de acuerdo con los
principios de la organización planteados (Do Alto, 2011). La idea del
instrumento político fue cobrando fuerza gracias a la participación
de asociaciones como la Federación Campesina de Cochabamba, la
Federación Regional Única de Trabajadores Campesinos del Altipla-
no Sur (frutcas) y los sindicatos yungueños. Sin embargo, existía
una pugna sobre la dirección que debía tener el instrumento, entre
quienes pensaban que la organización debía impulsar la creación de
una guerrilla en el Chapare y quienes buscaban construir alianzas
políticas.
Estas propuestas de actividad política popular e indígena de
izquierda son elementos fundamentales para entender lo que años
después sucedería en el Estado boliviano: el paso de una forma de
organización centrada en partidos, o solamente en sindicatos, a una
forma de organización en la que dominaban los movimientos orga-
nizados como base de organización política. El cambio del centro
de actividad política de los partidos hacia los movimientos y orga-
nizaciones sociales primordialmente de origen indígena significó
una revolución completa en la forma de hacer política en Bolivia.
La fuerza fundamental de esta forma de organización política se en-
cuentra en la sociedad civil, entendida como el espacio en el que las
fuerzas populares se organizaron con miras a transformar su Estado
y su sociedad.
A partir de 1988, desde el gobierno nacional se impulsó una
política de erradicación de la hoja de coca bajo presión del gobierno

76
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

estadounidense, que se continuó en las administraciones de los


próximos años. La “defensa de la hoja de la coca” y el rechazo a la
Ley 1008, aunado a la denuncia de la intervención norteamericana,
orientaron el sentido y las demandas de las organizaciones asociadas
con los cultivadores de la hoja de coca, comenzando a volverse muy
activas políticamente. Esta situación se tradujo en la acumulación de
triunfos políticos y electorales a partir de 1989 en diversas localida-
des del Chapare.
A este respecto, el movimiento se benefició de las reformas po-
líticas de los años noventa en las que se legisló a favor de la descen-
tralización administrativa. La Ley de Participación Popular (lpp) de
1994 permitió elegir por primera vez autoridades a nivel municipal,
condición que aprovecharon las organizaciones campesinas, popula-
res e indianistas (Do Alto, 2011, p. 98). La denominación común con
la que participaron en elecciones fue la llamada Izquierda Unida;
contenía en su interior al Movimiento Bolivia Libre (mbl), al Movi-
miento de Izquierda Revolucionaria (mir) y a los sindicatos agrarios,
y el Eje de Convergencia Patriótica (Stefanoni, 2010, p. 7).
De acuerdo con estos hechos, bien se puede aseverar que la vota-
ción de izquierda se “campesinizó”, ya que los triunfos de las fuerzas
de izquierda se localizaron principalmente en zonas rurales, pobres,
y con poca existencia de servicios básicos estatales. El eje de las lu-
chas campesinas se consolidó en Cochabamba, continuando durante
los próximos años acumulando fuerza y victorias electorales, aún a
pesar de los conflictos internos por el liderazgo de la organización.
El actor fundamental pasó a ser el de la mayoría indígena, popular y
campesina, una mayoría que históricamente había sido negada por
el poder de los grupos oligárquicos y de las burguesías nacionales o
internacionales.
Izquierda Unida logró triunfar en diez alcaldías en 1995, y en
1997 el sindicalismo cocalero se relanzó nuevamente con el mismo
denominativo (debido a que la Corte Nacional Electoral no recono-
ció el nombre de Instrumento Político Asamblea por la Soberanía
de los Pueblos) para la competencia electoral. Finalmente, Izquier-
da Unida quedó compuesta por el Movimiento al Socialismo-Un-
zanguista, el Partido Comunista, los campesinos de los valles de

77
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Cochabamaba, los Yungas de la Paz, y los cocaleros, quienes eran el


grueso de electores favorables (Stefanoni, 2010, p. 8). Como resulta-
do de estas elecciones, Evo Morales fue electo como diputado por la
circunscripción uninominal 27 en 1997, con una participación ma-
siva de parte de los sindicatos y organizaciones y el porcentaje más
alto de votos en todo el país (61.8%). Del resultado de esta elección,
comenzó a perfilarse la idea de que era posible postular a la presi-
dencia de Bolivia a “un hermano campesino e indígena” (Do Alto,
2011, p. 99).
En 1995, durante un congreso campesino denominado “Tierra,
territorio e instrumento político”, con consenso mayoritario, se dio
el visto bueno a la construcción del instrumento político a partir de
los sindicatos campesinos. El núcleo duro en la articulación de las
diferentes organizaciones rurales fueron los cocaleros del Chapare,
los campesinos de los valles de Cochabamba y la Federación de mu-
jeres campesinas “Bartolina Sisa” (Stefanoni, 2010, p. 5). Finalmente,
en 1998 se fundó formalmente el Instrumento Político por la Sobe-
ranía de los Pueblos (ipsp); sin embargo, para poder participar en las
elecciones municipales de 1999 fue necesario asociarse con el Movi-
miento al Socialismo (mas), quien era socio de Izquierda Unida (iu).
Esta organización resultó una respuesta de parte de los grupos
populares y sus organizaciones campesinas e indígenas ante el con-
texto determinado por la hegemonía del neoliberalismo implantada
en Bolivia y la caída de la Central Obrera Boliviana (cob) como el
gran referente histórico de lucha y organización popular. Los prin-
cipales dirigentes de la nueva organización fueron Alejo Veliz y Evo
Morales. La importancia y particularidad de esta organización in-
dígena y campesina es históricamente sobresaliente, ya que los par-
tidos campesinos en sí han sido una rara excepción en el mundo
(acaso las experiencias más recordadas son las del Narodnitchestvo
ruso y el Populist Party estadounidense, casualmente ambos consi-
deramos en buena parte de la literatura especializada como partidos
populistas). Más aún, el mas y el ipsp son organismos con respaldo
campesino cuya dirigencia y contenidos son eminentemente campe-
sino-indígenas. En estos la identidad indígena y la reivindicación de

78
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

los intereses campesinos e indígenas son fundamentales en la defini-


ción del proyecto político (Do Alto, 2011).
El mas y el ipsp se verían impulsados en los años posteriores
gracias a los sucesos de rebelión indígena, campesina y popular que
se suscitaron en Bolivia a partir del año 2000. En similitud a la ex-
periencia venezolana, la presencia de la rebelión y la protesta popu-
lar resultaron fundamentales en el desenvolvimiento del acontecer
político de los próximos años y abrió una época con tintes revolu-
cionarios en los años por venir. La crisis en Bolivia y el auge de la
movilización y participación popular en Bolivia se hizo evidente en
varios sucesos durante y después del año 2000. Dichos sucesos se
enmarcan y explican en buena medida por las tensiones económicas
provocadas por políticas de corte neoliberal y las contradicciones
propias del modelo democrático procedimental.
La movilización popular se expresó en los sucesos de abril y
septiembre de 2000, los de febrero y octubre de 2003, y los de mayo
y junio de 2005, protagonizada por comunitarios aymaras, vecinos
de El Alto y Cochambamba, cocaleros del Chapare, y en general con
presencia urbana y rural boliviana. El 9 de abril de 2000, una movili-
zación popular de vecinos de la zona sur de Cochabamba, junto con
los regantes de los valles cercanos, tomaron las instalaciones de la
empresa “Aguas del Tunari”, ubicada en el departamento central de
Cochabamba. Esta empresa era una filial de la transnacional Bechtel,
a quien desde 1999 se había concesionado la administración de los
recursos hídricos. Su contratación se acompañó de la prohibición
sobre el uso de los sistemas de riego y pozos construidos individual o
colectivamente, además de un alza sustantiva en los precios al consu-
midor. Simultáneamente, miles de comunarios aymaras de la región
de Omasuyos entraron a la capital provincial de Achacachi, tomaron
las prisiones y liberaron a los presos. Además, asaltaron las oficinas
públicas y extrajeron la documentación oficial para quemarla en la
plaza del pueblo (Gutiérrez, 2009, p. 67-68).
La movilización que se sucedió en Cochabamba fue organizada
desde la llamada Coordinadora Nacional por la Defensa del Agua
y de la Vida, fundada el 12 de noviembre de 1999 en el marco de

79
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

una reunión de la Federación de Regantes de Cochabamba (Fede-


cor).15 En la Coordinadora del Agua se aglutinaron la Fedecor y la
Federación de Trabajadores Fabriles de Cochabamba, filial de la
Confederación General de Trabajadores Fabriles de Bolivia (cgtfb)
y de la Central Obrera Departamental (cod), además de un grupo
de intelectuales y activistas ambientales. Las razones aglutinantes de
estas organizaciones eran la protesta ante el contrato de concesión
de distribución de agua potable y alcantarillado en Cochabamaba,
y la aprobación de la Ley 2029 de Agua Potable y Alcantarillado
que respaldaba legalmente la manipulación de los recursos. Tenien-
do como antecedente que el manejo, gestión y cuidado del agua se
habían mantenido tradicionalmente bajo el control de los cuerpos
comunitarios mediante la organización de asambleas y formas de
cooperación comunitaria (Gutiérrez, 2009, pp. 69-72).
Si bien las protestas comenzaron buscando una reducción en
las tarifas que imponía la empresa, tras dos meses de movilizaciones
las demandas se centraron en la exigencia de cancelar el contrato y
hacer regresar el control del recurso a manos de la administración
estatal. En abril del 2000, la organización decidió tomar las instala-
ciones de la empresa Aguas del Tunari, provocando la abrogación de
la Ley del Agua y la promulgación de la Ley Modificatoria, en la que
se reconocían a cooperativas y asociaciones bajo la figura de entida-
des prestadoras de servicios de agua potable (epsap).16
Aunado a estos eventos, también en abril del 2000, la Confede-
ración Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (csut-
cb) realizó un corte de rutas en el altiplano paceño y en zonas altas
de Cochabamba, además de emprender una marcha hacia la sede
de gobierno, demandando la revisión de la Ley de Reconstrucción

15
La Fedecor era una asociación de regantes organizados desde 1997. Sin embargo, desde 1992
habían tenido presencia en organizaciones de defensa y gestión de agua de riego habitantes
y trabajadores de los valles de Cochabamba, organizados desde sus comunidades de origen
(Gutiérrez, 2009, p. 72).
16
La guerra del agua consistió en una serie acciones entre enero y abril del 2000. Entre las ac-
ciones se encontraron bloqueos, organización de cabildos abiertos, organización de una asam-
blea, movilizaciones urbanas y periurbanas, confrontaciones callejeras con policía y ejército,
concentraciones en plazas públicas y finalmente la toma de las instalaciones de la empresa
Aguas del Tunari (Gutiérrez, 2009, p. 83-84).

80
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Comunitaria de la Reforma Agraria, el retiro de La Ley de Aguas y


la aprobación de un Plan Nacional de Desarrollo rural Integral. A
este conjunto de demandas se sumó la demanda de los productores
de hoja de coca de abolir la política de erradicación forzosa de ese
cultivo y las de los maestros rurales que demandaban un aumento
salarial (Moldiz, 2009, pp. 32-35).
La Coordinadora del Agua mantuvo relaciones con organiza-
ciones como la Confederación Sindical Única de Trabajadores Cam-
pesinos de Bolivia (csutcb) y los cocaleros del Chaparé. Esta alianza
se hizo efectiva en septiembre del año 2000 cuando se realizó una
alianza “antisistémica” entre estas tres organizaciones con el objetivo
de protestar ante el incumplimiento de los acuerdos de abril y el re-
chazo a la política antidrogas aplicada en el Chaparé.17 La respuesta
del gobierno de Banzer y Quiroga fue la represión policial y militar,
la cual intensificó el conflicto.
Durante los días finales de septiembre, la csutcb convocó a un
intenso bloqueo de caminos; incluso provocó un fuerte desabasto
de alimentos en la ciudad de La Paz. Estas acciones se organizaron
en respuesta al incumplimiento de los acuerdos de abril por parte
del gobierno. Simultáneamente, en las provincias Los Andes y Oma-
suyos, el magisterio rural y la Federación de Transportistas se alia-
ron a la movilización junto con los maestros y choferes de Pakajes
y Manko Kapac. Para el día 20 de septiembre, las federaciones de
campesinos de Chuquisaca, Oruro y Santa Cruz se unieron al movi-
miento y participaron en los bloqueos. En respuesta a esta moviliza-
ción, el gobierno militarizó los caminos y para el 24 de septiembre
se registraron enfrentamientos en Cochabamba y La Paz. Las con-
frontaciones terminaron con la muerte de Modesto Mamani. Dicho
suceso provocó la indignación de las comunidades movilizadas y de
dirigentes de la csutcb, quiénes decidieron la intensificación y am-
pliación de los bloqueos hasta llegar al borde de la ciudad de El Alto.

17
Esta política impulsada por el gobierno estadounidense fue denominada como “Plan Dig-
nidad” y buscaba la erradicación del cultivo de la hoja de coca en el trópico de Cochabamba,
además de la instalación de cuarteles militares.

81
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Para el 26 de septiembre, la movilización se expandió a siete de


los nueve departamentos en Bolivia. En provincias como Pakajes e
Ingave se registraron fuertes enfrentamientos, aunque sin muertos.
El día 28 de septiembre, la confrontación llegó al límite; hubo fuertes
choques con contingentes militares en La Paz, esta vez con armas de
fuego e incluso con avionetas militares que hicieron sobrevuelos en
las zonas de enfrentamiento. Ante el nivel de la represión, se decidió
mantener la movilización hasta que en el mes de octubre se abrió
el diálogo con el gobierno, gracias a la intermediación de la Iglesia
(Gutiérrez, 2009, p. 135-138).
Las consecuencias de esta intensa movilización fueron el forta-
lecimiento de la organización de los productores de hoja de coca, el
fortalecimiento de la cohesión de las organizaciones sindicales de
la zona y del liderazgo de Evo Morales, además de la presencia de
nuevos actores colectivos como las juntas de vecinos (Moldiz, 2009,
p. 35).
Posteriormente, en 2003 se produjo el llamado “febrero negro”
y las “jornadas de octubre”. Ambos sucesos pusieron en evidencia el
quiebre de la gobernabilidad y la irrupción de las ciudades en la pro-
testa. Durante el mes de febrero de 2003, organizaciones populares
en conjunción con organizaciones policiacas (sector que ya se había
manifestado en el año 2000 ante el Poder Ejecutivo en demanda de
un aumento salarial) frenaron el llamado “impuestazo” impulsado
por Sánchez de Lozada.
Esta política consistía en establecer un impuesto directo de
12.5% al salario para resolver el problema de déficit fiscal ocasio-
nada por la reforma al sistema de pensiones. Afectó directamente
los ingresos del pequeño grupo de asalariados formales en Bolivia:
maestros, médicos y enfermeras, trabajadores de fábricas y policías
(Gutiérrez, 2009, p. 233). El asunto del impuestazo sólo era una parte
de la profunda crisis socio-económica que azotaba al país, caracteri-
zada por el aumento de la pobreza, el desempleo, la subocupación y
una marcada exclusión social.
Entre los primeros actores que reaccionaron ante la situación
estuvo el propio Evo Morales, quien llamó a ejecutar acciones de
desobediencia civil, así como también la Central Obrera Boliviana

82
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

que llamó a manifestarse en contra de la medida. De manera pecu-


liar, la policía nacional fue un actor clave que se sumó a las protestas.
Desde hacía tiempo, este grupo tenía un conflicto con el gobierno
debido a un retraso en sus salarios; por ello, habían decidido “acuar-
telarse” en su cede ubicada en un lugar céntrico de la capital.
En esta ocasión, el detonante fue la protesta de estudiantes del
Colegio Ayacucho, quienes lanzaron piedras a las ventanas del Pa-
lacio Quemado, custodiado por soldados del Regimiento Los Colo-
rados. Estos soldados respondieron con gas y armas de fuego, des-
pertando la inquietud de un grupo de policías que se encontraban
amotinados en su cuartel. Ante el fuego proveniente del regimiento
militar, los policías respondieron de la misma manera, provocando
un enfrentamiento entre ambas fuerzas. Debido a esta situación, el
Palacio Quemado fue evacuado, Sánchez de Lozada y sus ministros
huyeron del lugar, dejando la sede presidencial abandonada.
Después de una mañana de enfrentamientos entre militares y
policías que dejó numerosas bajas en ambos bandos, miles de perso-
nas, principalmente jóvenes, y sin una convocatoria directa de par-
tidos políticos, sindicatos u organizaciones populares, se volcaron a
los edificios de la Vicepresidencia y de otros ministerios para tomar-
los por la fuerza y quemar su documentación. El día 12 de febrero,
Sánchez de Lozada echó atrás el pretendido impuestazo, dejando
un número de dieciséis personas muertas y más de setenta heridos
(Moldiz, 2009, p. 35-37).
Posteriormente, a partir de octubre del 2003, se presentó una
resistencia indígena-popular ante una nueva medida de Sánchez de
Lozada que buscaba modificar la Ley de Hidrocarburos, que otorga-
ba 82% de las utilidades a las empresas transnacionales y sólo 18%
al Estado. Esta medida obedecía a los compromisos contraídos por
Sánchez de Lozada en su primera gestión, relacionado con la priva-
tización de campos petroleros y la reducción de la empresa estatal
Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (ypfb). Además, se im-
pulsó un proyecto de exportación de gas boliviano rumbo a Estados
Unidos y México vía la costa chilena. Así, en la primera semana de
septiembre se comenzó a gestar la organización de una protesta so-
cial contra este proyecto (Gutiérrez, 2009, pp. 246-250).

83
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

La csutcb instó a un bloqueo de caminos en el altiplano paceño,


Oruro y Cochabamba, que fue respondido por el ejército mediante
el uso de la fuerza. El saldo de este nuevo enfrentamiento fue de cua-
tro campesinos muertos; esto despertó el conflicto en Warisata y La
Paz. Pocos días después de estos sucesos, el mas y la Coordinadora
del Gas convocaron a una movilización por la defensa del gas. El 8
de octubre, las juntas de vecinos y la Central Obrera Regional de El
Alto decretaron un paro cívico indefinido, impidiendo que llegaran
combustibles a La Paz desde la planta petrolera de Senkata.
La respuesta del gobierno fue intentar trasladar combustibles
con apoyo de las fuerzas armadas a la ciudad capital. Esta acción des-
encadenó una vigorosa respuesta de los habitantes de La Paz debido
ante el indiscriminado uso de la violencia del ejército. En estas con-
diciones, y a partir del domingo 12 de octubre, se gestó una abierta
rebelión popular, protagonizada por miles de citadinos que salieron
a las calles a enfrentarse a las tropas oficiales. La situación se agravó
ante la muerte de personas a manos de la represión militar.
El desarrollo de los hechos llevó a que se colocara la consigna
de la renuncia de Sánchez de Lozada como definitiva. En respuesta
el mandatario y su gabinete, en la mañana del 17 de octubre, convo-
caron a una conferencia para ofrecer la realización de una Asamblea
Constituyente y un referéndum sobre el gas. Las ofertas no se reali-
zaron, ya que Sánchez de Lozada y dos de sus ministros huyeron la
misma tarde de ese viernes rumbo a Santa Cruz, y de ahí se asilaron
en los Estados Unidos (Moldiz, 2009, pp. 40-42).18
En el año de 2005, y durante los meses de mayo y junio, nueva-
mente se presentaron sucesos de tensión e inestabilidad en Bolivia.
En esta ocasión, el motivo fundamental de la ofensiva indígena y
popular fue la exigencia de que se hiciera valida la llamada “Agenda

18
Respecto a la serie de protestas y manifestaciones referidas en este sector del trabajo, pode-
mos encontrar una serie de testimonios y tomas de postura por parte de los propios protago-
nistas y dirigentes en el texto “Movimiento Indígena en América Latina: resistencia y proyecto
alternativo. Volumen II”, coordinado por Raquel Gutiérrez y Fabiola Escárzaga. De igual ma-
nera, es necesario señalar que alrededor de estos sucesos existió un número importante de
organizaciones participando de la protesta, así como de tomas de postura, discusiones y decla-
raciones. Indudablemente, un trabajo muy rico en datos y lleno de detalles es Gutiérrez, 2009.

84
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

de Octubre” por parte del presidente Carlos Mesa. Ante la presión


generada por la movilización y en una situación de debilidad política,
Mesa decidió renunciar a su cargo y las fuerzas políticas conserva-
doras se apostaron a colocar al presidente del Congreso Hormando
Vaca Diez en la presidencia. La medida fue fuertemente protestada
por las fuerzas políticas populares e indígenas, quienes se aprestaron
para impedir la toma del poder presidencial. Se movilizaron miles
de cooperativistas mineros de la provincia de Potosí y vecinos de la
ciudad de Sucre para impedir la toma de protesta.
Tras la movilización, el mas tomó un papel activo en la coyun-
tura; esto provocó que, en alianza, movimientos sociales y partido
político, se lograra la designación de Eduardo Rodríguez Veltze para
ser elegido presidente por unos meses, un período previo a la toma
de poder de Evo Morales en enero de 2006, tras su posterior triunfo
en las elecciones generales de diciembre de 2005.
En estas elecciones, con excepción del mnr, los partidos tradi-
cionales no se presentaron a la competencia. La coalición que repre-
sentó a los sectores políticos de derecha y conservadores fue Pode-
mos, una agrupación que lideró Jorge Quiroga (un político adherido
a Hugo Banzer) y apoyada por el nfr de Manfred Reyes. De parte de
la izquierda se presentaron el mas y el mip, además de partidos como
la Unión Social de los Trabajadores de Bolivia (ustb) y el Frente Pa-
triótico Agropecuario de Bolivia (Frepab). El resultado del proceso
fue el triunfo de Evo Morales y del mas, quienes, apoyados en el mo-
vimiento indígena y campesino, ganaron las elecciones generales de
diciembre de 2005 con un porcentaje de 53.74%. Con ello, lograron
la mayoría en la Cámara de Diputados, aunque sin mayoría en el
Senado. En las elecciones de prefectos, la oposición ganó en seis de
los nueve departamentos del país, y el mas ganó en Oruro, Potosí y
Chuquisaca (Moldiz, 2009, p. 57).
Aunado a este nuevo equilibrio de poder oficial, se dio en julio
de 2006 la convocatoria para la elección de la Asamblea para redactar
la nueva Constitución Política del Estado. Del total de asambleístas
elegidos, 142 procedieron de las listas del mas. La Asamblea fue con-
vocada mediante la promulgación de la Ley Especial de Convocato-
ria a la Asamblea Constituyente del 6 de marzo de 2006. Sin embargo,

85
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

las posibilidades para la participación en la Constituyente se vieron


limitadas debido a la consideración del requisito de ser postulado
para participar en la Asamblea forzosamente mediante un partido
político, una agrupación ciudadana o un pueblo indígena, por los
frentes o alianzas que se establezcan entre estos, conforme con lo es-
tablecido. Esta medida fue cuestionada y propugnada por diferentes
grupos que consideraron esta medida como una política de exclu-
sión por parte del poder estatal y de la Corte Nacional Electoral.
Vistos en conjunto, todos estos episodios de ingobernabilidad,
crisis institucional y crisis de representación formaron la crisis en
Bolivia. Por un lado, los numerosos eventos de disturbios, represio-
nes, manifestaciones y confrontaciones representan una fuerte crisis
política, social e institucional propiciada por las marcadas tensiones
y contradicciones que esta forma de Estado había acumulado. En
esta crisis el actor central fue la sociedad civil boliviana a través de
la acción de diferentes organizaciones que tomaron un papel activo
tanto en la protesta como en la organización de un poder alterno al
gobierno boliviano neoliberal. En este contexto, resulta clara la crisis
del sistema de representación política boliviana, dado que tanto los
partidos políticos como el orden institucional se mostraron clara-
mente rebasados por la actividad civil y la protesta popular.
En este sentido, podemos ver cómo el sujeto político indígena
y campesino pasó a tomar un papel central en el Estado boliviano.
Este sujeto emergió con tal potencia que bien podemos decir que
protagonizó una revolución al interior del Estado boliviano, una re-
volución que posteriormente tomaría un rol hegemónico en la con-
formación de un nuevo gobierno y un nuevo pacto social. La llegada
de Evo Morales a la presidencia de Bolivia, en sí misma, representa
también una revolución, en tanto, hacía apenas cincuenta años, la
llegada de un indígena a la presidencia de este país era un hecho
impensable. La presencia de Morales en la presidencia obedece a un
amplio movimiento de grupos, movimientos y asociaciones popula-
res en Bolivia.

86
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

La revolución ciudadana en Ecuador

El Estado ecuatoriano presenta las diferentes tendencias en las for-


mas estatales y de acumulación que se presentaron en la historia de
América Latina. Entre el periodo que transcurrió entre la Guerra de
Independencia y la Revolución Liberal (1895) mantuvo las caracte-
rísticas propias de los Estados oligárquicos y la burguesía se mantu-
vo como subalterna al poder de los grandes terratenientes y oligarcas
locales. En el lapso entre 1895 y 1934 se fortaleció el poder de la
burguesía a través de la Revolución Liberal y la firma del “Segundo
Pacto Oligárquico”, en 1933. A diferencia de otros casos, en Ecuador
no existió una revolución campesina que afectara el poder de los
terratenientes. A partir de 1940 se presentó en la presidencia de Ve-
lasco el inicio de un periodo con características propias de un Estado
populista con desarrollismo económico (Quintero, 2009).
En 1979, después de diez años de dictaduras militares, se inició
un largo periodo de gobiernos constitucionales en Ecuador. Como
parte del proceso de transición y democratización se elaboró una
nueva Constitución bajo referéndum popular, además de llamarse
elecciones presidenciales bajo un sistema electoral de doble vuelta.
El resultado del proceso electoral fue la elección de Jaime Roldós
(1979-1981), quien fuera respaldado por sectores populares y de tra-
bajadores. Su gobierno mantuvo una línea política reformista basada
en la vinculación político-económica del país con los intereses lati-
noamericanistas, una posición política a nivel internacional antim-
perialista y a nivel interno en contra de la oligarquía.
El mandato de Roldós terminó abruptamente debido a un trá-
gico accidente de aviación. Fue designado como presidente el de-
mocratacristiano Osvaldo Hurtado (1981-1984). Debido a la presión
social y la herencia política del periodo de la presidencia anterior,
en un principio el gobierno de Hurtado se mantuvo en una línea
reformista; sin embargo, para el año 1984 las políticas oficiales die-
ron un vuelco hacia la apertura económica neoliberal. Tal como se
presentó en otras latitudes en América Latina, la crisis de la deu-
da externa y la complicación en el desarrollo económico a nivel

87
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

interno fueron las puertas de entrada para la implantación del Esta-


do neoliberal-procedimental.
Este proceso comenzó a partir de la década de los ochenta. Se
puede considerar la existencia de dos períodos: uno de lenta implan-
tación y otro de rápida y contundente implantación. El primer perío-
do comprende los gobiernos de Osvaldo Hurtado (1981-1984), León
Febres Cordero (1984-1988), Rodrigo Borja (1988-1992) y Sixto
Durán Ballén (1992-1996), y el segundo considera los gobiernos de
Abdalá Bucaram (1996-1997), Mahuad (1998-2000), Álvaro Noboa
(2000-2002) y Lucio Gutiérrez (2002-2005). En el gobierno de León
Febres Cordero se instaló de manera definitiva el neoliberalismo, de-
jando atrás el modelo de desarrollo estatal presente entre los años
cuarenta y setenta en Ecuador.19 En el gobierno de Sixto Durán Ba-
llén se selló la alianza entre neoliberalismo y los históricos intereses
oligárquicos ecuatorianos (Paz y Miño Cepeda, 2010, p. 56).
El gobierno de Abdalá Bucaram se aprestó a radicalizar el con-
junto de políticas que ya había impulsado el presidente Durán Ballén
entre 1992 y 1996. Entre las medidas tomadas por Ballén estuvo la
devaluación de 35% del tipo de cambio real, la redefinición de políti-
ca monetaria a través de la apertura del mercado financiero nacional
mediante las llamadas “mesas de dinero” y las “subastas semanales
de bonos”, además de la reducción de subsidios a las tarifas eléctri-
cas y al precio de la gasolina. Las implantaciones de estas políticas
económicas se acompañaron de las reformas políticas propias del
modelo democrático procedimental. En específico, se implementó a
través de la modificación del sistema de partidos, que incluyó, entre
otras cosas, la aceptación de las candidaturas ciudadanas. Esta políti-
ca funcionó principalmente en provecho de los políticos tecnócratas,
siguiendo la tendencia de muchos otros Estados de la región. De
igual forma, en 1988 se llevó a cabo una Asamblea Constituyente
que permitió la inclusión constitucional del modelo neoliberal ade-
más de una serie de reformas en pro del fortalecimiento del poder

19
Una referencia amplia de este período de desarrollismo estatal y crecimiento de la estructura
institucional estatal en la historia ecuatoriana, además de un análisis político muy puntual, lo
podemos encontrar en Cueva, 2003.

88
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

presidencial en demérito del sistema de partidos antes prevaleciente


(Verdesoto, 2005).
Tal como en los casos anteriormente tratados, en Ecuador la
implantación del neoliberalismo significó un fuerte desgaste de las
condiciones de bienestar para buena parte de la población ecua-
toriana. En específico, para 1995, 35% de la población había caído
debajo de la línea de pobreza, cifra que para 1998 se incrementó a
46% y a 56% en 1999 (Barrera, 2001, p. 259). Entre los años 1995 y
2000 se duplicó el número de indigentes y de población en estado
de pobreza, que llegó hasta 8  100  000 personas (Vázquez y Saltos,
2003, p. 264). Aunado a esto, los índices sociales y de gasto público
dedicados a servicios sociales, como la salud y la educación, cayeron
drásticamente. Además, desde 1999 se presentó un fenómeno de mi-
gración masiva de ecuatorianos al exterior, especialmente a España.
Otro aspecto importante fue la reforma tributaria que permitió una
fuerte concentración del ingreso, ya que el sistema tributario basado
en el impuesto al valor agregado se generalizó frente al impuesto a la
renta (Paz y Miño Cepeda, 2010, p. 57).
En respuesta a este desgaste de las condiciones de vida, la pro-
testa popular y las movilizaciones sociales se volvieron fenómenos
recurrentes durante los últimos años del siglo xx y los primeros del
siglo xxi. Podemos encontrar la primera gran manifestación de este
fenómeno desde los primeros meses del gobierno de Abdalá Buca-
ram, en específico entre noviembre de 1996 y febrero de 1997.20 En
contraste con el tono del discurso que mantuvo Bucaram en campa-
ña electoral, cuando prometió satisfacer las demandas de las fuerzas
sociales y poner especial énfasis en la asistencia a sectores populares,
en su gobierno se intensificaron las privatizaciones y la eliminación
de subsidios al gas. Conjuntamente, se disparó un escándalo debido

20
Buena parte de los datos que se han utilizado en esta breve capitulación de la protesta y
manifestación popular en los últimos años en Ecuador han sido tomados de la investigación
de León (2009). Las razones de esto es que a diferencia de los casos tratados anteriormente
(Venezuela y Bolivia), la investigación es escasa y la mayor parte de la existente se encuentra
fragmentada a nivel particular de cada uno de los grupos que participaron de la protesta. A
diferencia de estos, el trabajo de León ofrece una visión contextualizada y amplia sobre la pro-
testa popular durante finales de los años ochenta y noventa y la primera década del siglo xxi.

89
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

a las prácticas de corrupción por parte de sus ministros. Debido a es-


tos sucesos, su gobierno se sometió a un proceso de rápido desgaste.
Entre los grupos que se manifestaron en este período estuvieron
agrupaciones de mujeres que tomaron una abierta postura de protes-
ta antibucaramista en noviembre de 1996. Durante este mes también
se registraron las primeras protestas por parte de la Conaie21 en con-
tra de la creación del llamado Ministerio Étnico y en general contra
las medidas económicas neoliberales que se aprestaba a poner en
marcha el gobierno nacional, medidas como el proyecto de converti-
bilidad monetaria y la programación de 40% del presupuesto público
exclusivamente para pago de la deuda externa. De igual manera, las
agrupaciones de trabajadores, como el Frente Sindical y la Confede-
ración de Trabajadores del Ecuador, se manifestaron en contra del
modelo económico y el esquema de convertibilidad.
Cabe mencionar que los grupos protestantes indígenas organi-
zados alrededor de la Conaie desde los años noventa eran ya una
fuerza política importante en Ecuador. Durante esa década se im-
pulsaron los llamados “levantamientos nacionales” que les permitían
negociar con los diferentes niveles de gobierno para lograr derechos y
favores, como la legalización de territorios, la preservación de tierras
comunales, el acceso al sistema electoral en calidad de movimiento,
derechos colectivos y bloqueos a medidas de ajuste económico. Esto
los convertía en una fuerza política potente y protagónica de la vida
política ecuatoriana (García, 2006, p. 216).
Posteriormente, en el mes de enero de 1997 se desató una serie
de protestas asociadas con la elevación de las tarifas eléctricas y la
eliminación de subsidios al gas doméstico. En respuesta a estas deci-
siones gubernamentales, se desató una movilización por de parte del
Frente Unitario de Trabajadores, la Coordinadora de Movimientos

21
La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) se creó en 1986 como
producto de la fusión de diversas organizaciones sociales. Sus raíces se remontan hasta 1946
cuando el Partido Comunista impulsó la creación de la Federación de Indios del Ecuador;
posteriormente, en los años setenta, se crea Ecuarunari, una organización que comenzó a lo-
grar articulaciones regionales entre las diferentes federaciones de organizaciones indígenas.
Finalmente, la Conaie logró conformar la organización nacional que ahora es, bajo la agenda
de impulsar la creación de un Estado plurinacional y democrático (Guatemal, 2006).

90
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Sociales y Frente Popular. Se hicieron presentes no sólo en la ciudad


capital, sino en algunas otras provincias del país. En general, la posi-
ción de los movimientos era contra la privatización de la seguridad
social y de empresas estatales, por el reconocimiento de la plurina-
cionalidad en el país, por el respeto a los derechos humanos, políti-
cos y sociales, y de manera sobresaliente, pugnaban por una Asam-
blea Constituyente.
Un segundo ciclo de protestas se registró durante el gobierno
de Jamil Mahuad a partir de 1999; en esta ocasión, la protesta fue
en contra del endurecimiento de las políticas neoliberales, ya que
estas buscaron completar las reformas que quedaron truncas en el
gobierno de Bucaram: la elevación de los precios de combustibles, la
dolarización, la reforma tributaria regresiva, además de la implanta-
ción del llamado “feriado bancario” que consistió en la congelación
de los depósitos bancarios de la población ecuatoriana para evitar
los retiros masivos. En el mes de enero de 1999 se decretó un nuevo
recorte presupuestal al gasto social, el congelamiento del monto de
salarios, la quiebra de la banca debido a una práctica de especula-
ción (que conllevó la elevación de las taras de interés hasta 180%) y
la consecuente elevación en la cotización del dólar. En respuesta a
estas decisiones, entre marzo y junio de 1999 se registró una intensa
movilización popular por parte de trabajadores y sindicatos, estu-
diantes, además de protestantes indígenas y campesinos, en rechazo
a las medidas del gobierno.
Posteriormente, en el mes de enero del 2000, el actor principal
que se abocó a la manifestación fue la Conaie, pero contó con el apoyo
de sectores sociales como sindicatos, estudiantes, organizaciones de
profesionistas, ong, sectores progresistas de la Iglesia, representantes
y organizaciones de derechos humanos y organizaciones de mujeres.
Los indígenas organizaron una gran marcha hacia la ciudad de Quito a
pie desde comunidades aledañas. La reacción del gobierno de Mahuad
fue una inmediata represión ante esta manifestación que se instaló en
campamentos en las cercanías del Congreso Nacional.
El día 21 de enero se suscitó el golpe de Estado en contra de Ma-
huad a manos de la gran movilización social. Los sucesos se desarro-
llaron de manera precipitada, ya que los manifestantes se dirigieron

91
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

al palacio del Congreso que se encontraba protegido por el ejército


y la policía. Ante el arribo de la movilización y la realización de un
plantón afuera de las instalaciones, las fuerzas militares y policiales
retiraron el cerco de seguridad que se había ubicado en el inmue-
ble (previa salida de los diputados y personal del inmueble) e inclu-
so estos sectores oficiales se unieron a la protesta. Acto seguido, la
multitud, formada primordialmente por indígenas, tomó el edificio
y ocupó el salón máximo de la sede, dando paso a una celebración
y la elevación de consignas contra el gobierno y los diputados. Ante
tal evento, quiénes se pusieron al frente del evento fueron el coronel
Lucio Gutiérrez, Antonio Vargas de la Conaie y el político Carlos So-
lórzano Constantine. El producto de este suceso fue la instauración
del llamado “triunvirato” y de un Gobierno de Salvación Nacional
(Paz y Miño Cepeda, 2010, pp. 53-54).
Posteriormente, Gustavo Noboa Bejarano, quien fuera vicepre-
sidente, asumió la presidencia nacional. Su programa de gobierno se
avocó a la continuación de la agenda neoliberal, principalmente en
lo relativo a llevar adelante la dolarización de la economía. A con-
tinuación, entre noviembre del año 2000 y febrero de 2001, nueva-
mente se abrió un episodio de conflictividad ante las manifestacio-
nes de indígenas y estudiantes en un nuevo episodio de rechazo de
políticas estatales como la dolarización, la baja de salarios y nuevos
episodios de corrupción oficial. En enero de 2001 se registró un nue-
vo levantamiento indígena bajo la proclama de “Nada solo para los
indios”. En esta manifestación se propugnaba en contra de las falsas
negociaciones que había impulsado el poder oficial, quienes termi-
naron imponiendo un nuevo paquete de reformas económicas. En
consecuencia, a partir del 22 de enero se iniciaron numerosos cortes
de carreteras. Nuevamente la respuesta oficial fue de cerrazón ante al
diálogo, al designar al Ministerio de Defensa como ente dialogante.
Esta medida provocó que se agravara la crisis política.
En respuesta a la falta de voluntad política oficial, miles de in-
dígenas marcharon nuevamente a Quito e hicieron una acampada
en la Universidad Politécnica Salesiana el 27 de enero. De inmediato
la policía cerco el área y cortó los suministros de servicios básicos;
además, procedieron a la represión violenta, cobrando al final de la

92
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

jornada a cuatro personas muertas, treinta heridos y doscientos ma-


nifestantes presos. El enfrentamiento concluyó el 7 de febrero con un
acuerdo de veintiún puntos entre los indígenas y el gobierno. Esta
negociación logró detener parcialmente los ajustes estructurales,
además de detener el alza de precios en transporte, gas y combusti-
bles en general, y de abrir vías de financiamiento estatal para el sec-
tor agrícola y también para los organismos indígenas. La celebración
de estos acuerdos permitió mantener bajo control los ímpetus neoli-
berales de Novoa y mantener en relativa calma a la protesta popular.
En el año 2002, el general Lucio Gutiérrez tomó posesión como
presidente de Ecuador. Su postulación tuvo el respaldo de los grupos
indígenas organizados alrededor de la Conaie, quienes tras el episo-
dio del derrocamiento de Mahuad pretendieron forjar una alianza
entre indígenas y el sector militar. Gutiérrez se vendió ante la opi-
nión pública como un aliado de los sectores populares, bajo la pro-
mesa de acabar con las élites oligárquicas que habían usufructuado
y secuestrado al Estado ecuatoriano. La realidad es que, una vez que
lo tuvo, el general sólo utilizó el poder del Estado en su beneficio y
el de sus más cercanos, traicionando de esta manera al movimiento
indígena que se había plegado en su apoyo. El resultado fue que, tres
años después, en abril de 2005, otra rebelión popular lo depondría
de su mandato, tal cual había sucedido previamente con Mahuad.
El gobierno de Gutiérrez estuvo marcado por la imposición del
llamado “paquetazo”, un nuevo programa de endurecimiento neoli-
beral que fue impulsado a pocos días de iniciado su gobierno. Cabe
señalar que se intentó justificar dicha imposición bajo al argumento
de que Ecuador atravesaba dificultades económicas. Sin embargo,
las cifras económicas revelan que entre 2000 y 2004 fue un período
de crecimiento económico para el país, ya que el pib se incrementó
6.6%, debido al alza de los precios internacionales del petróleo y al
incremento en las remesas de emigrantes. Aunado al impulso del
paquetazo, el gobierno de Gutiérrez firmó una carta de intención
con el fmi, en el que se comprometía a ejercer un control estricto
sobre las finanzas estatales. Inmediatamente se vio afectado el gasto
en educación y salud al reducirse 30%, según cifras de la oit.

93
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

A partir de abril de 2005, nuevamente se presentó un escenario


de amplia movilización y protesta popular. Como puntos centrales
en la protesta se encontraban el anticipo de elecciones presidencia-
les, la creación de una Asamblea Constituyente, el rechazo al Trata-
do de Libre Comercio, el distanciamiento con la extensión del Plan
Colombia y el fin de los tratos con el ejército norteamericano. En
enero de ese año se realizó la Marcha Blanca. Consistió en una gran
protesta de ciudadanos de Guayaquil por un aumento a su presu-
puesto asignado. Posteriormente, en febrero de 2005, se presentaron
marchas en las ciudades de Quito y de Cuenca, ambas convocadas
en defensa del orden institucional con lo relativo a la democracia y el
respeto a la Corte de Justicia.
La movilización tocó su punto más alto en la noche del 12 de
abril, una fecha en la que se había convocado a una masiva manifes-
tación a través de la paralización de la ciudad capital. La mañana de
ese día transcurrió en total calma; la convocatoria no había tenido
eco. Sin embargo, para la noche grupos de clase media urbanos co-
menzaron organizarse para realizar manifestaciones. La vía de co-
municación y coordinación que utilizaron fueron teléfonos celulares
y correos electrónicos, en los que se convocó a movilizaciones masi-
vas. La primera gran concentración que se registró fue por la noche
del 14 de abril, en la que un grupo de manifestantes se congregaron
fuera de la residencia presidencial. Gutiérrez denominó a este grupo
como “forajidos”, un mote que terminaría por dar identidad a la serie
de protestas que se desencadenó desde ese entonces.
El 15 de abril se decretó oficialmente el estado de emergencia
en Quito. Este hecho caldeó los ánimos de la población y provocó
el crecimiento de las manifestaciones nocturnas. Las protestas y
concentraciones se extendieron a los barrios del sur con fuerte pre-
sencia de población popular. Las protestas se extendieron hasta los
días domingo 17, lunes 18 y martes 19 de abril. Además de las con-
centraciones nocturnas, también se presentaron asambleas, reunio-
nes, “pitazos”, cacerolazos, frenazos, globazos, etcétera. Todas estas
expresiones provocaron un fuerte ánimo en la población tanto de
Quito como del país entero, colocando al gobierno, al Congreso y
a los Partidos Políticos en una situación muy comprometida. El día

94
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

21 de abril, las fuerzas armadas retiraron el apoyo a Lucio Gutiérrez,


provocando que a mediodía él y su gabinete más cercano huyeran
transportados en helicóptero del palacio de Carandolet. Acto segui-
do, el Congreso nombró a Alfredo Palacio como nuevo presidente
de Ecuador.
Al igual que en las experiencias venezolana y boliviana, la pre-
sencia de la protesta y la movilización popular demostraron la crisis
hegemónica en Ecuador. En el caso ecuatoriano, al igual que en Bo-
livia, el actor indígena mantuvo un rol central en la movilización y la
protesta popular, convirtiéndose en un actor clave. La presencia de
un prolongado período de protesta y movilización popular dieron a
la sociedad civil y sus organizaciones un rol definitivo en la transfor-
mación del Estado ecuatoriano. Dicha transformación se vería refle-
jada en las próximas elecciones presidenciales.
En el año de 2006, apoyado en el Movimiento Alianza País (Pa-
tria Altiva y Soberana), llegó a la presidencia Rafael Correa. La can-
didatura de Correa se impulsó tras su salida del Ministerio de Eco-
nomía en el gabinete de Alfredo Palacios (quien accedió a ese cargo
tras la dimisión de Lucio Gutiérrez) liderando la constitución del
llamado Movimiento Alianza País construido para contender en las
elecciones generales del año 2006. Alianza País inició sus actividades
con un reducido grupo de académicos e intelectuales quienes se abo-
caron a la construcción de un movimiento político independiente.
De manera simultánea a la construcción del movimiento se buscó
hacer una alianza con todas las fuerzas de izquierda del país para
impulsar una candidatura. Organizativamente utilizaron lo que lla-
maron “método de penetración territorial”, conformando directivas
provinciales y buscando incidir en la elección de autoridades a nivel
cantonal y provincial. Entre las fuerzas que participaron en la coali-
ción de Alianza País estuvieron grupos de izquierda y movimientos
sociales como el Movimiento Pachakutik22 y el Movimiento Popular
Democrático (Hernández y Buendía, 2011, p. 132).

22
Pachakutik fue creado como brazo político de la Conaie con la intención de contar con
una “herramienta de participación político electoral”. Se alimentaba de alianzas con otros mo-
vimientos sociales. Logró éxitos en gobiernos locales y provinciales desde 2002 (Guatemal,

95
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Un eje principal en la propuesta de la coalición fue la oposición


ante la “partidocracia” ecuatoriana tradicional, un grupo de políticos
e intereses que habrían privatizado la política oficial en favor de los
grupos e intereses político-económicos oligárquicos. A nivel de or-
ganización, el movimiento buscó la coordinación del nivel nacional
con lo local a través del Buró Político y la Dirección Nacional.
Además de la oposición ante la partidocracia, los elementos
principales de esta propuesta fueron a) una revolución económica
que buscaba restablecer el papel del Estado como el principal agente
regulador e interventor en la economía; b) una revolución social en
búsqueda de igualdad y equidad entre los diferentes grupos socia-
les e identidades étnico-nacionales; c) una revolución política que
buscara la recuperación de la industria estatal privatizada, además
del impulso a la democracia participativa; d) la revolución de inte-
gración latinoamericana, mediante la creación de organismos inte-
gracionistas que impulsaran la cooperación económica y política; e)
una revolución ética que buscara acabar con la corrupción a través
del control social, la transformación de la contratación pública y un
nuevo control en la elección y evaluación de autoridades del poder
judicial; f) la revolución ambiental, al impulsar una conciencia eco-
lógica y proyectos de sustentabilidad productiva y medioambiental
(Hernández y Buendía, 2011, p. 136).
Rafael Correa triunfó en la segunda vuelta electoral el 26 de no-
viembre de 2006, luego de haber perdido en la primera vuelta con
el candidato conservador Álvaro Noboa, con 56.67% de los votos.
Dentro de las políticas que Correa impulsó una vez que tomó el po-
der el 15 de enero de 2007, estuvo la convocatoria a una Asamblea
Constituyente, a pesar de que en el congreso sólo contaba con el apo-
yo de las bancadas de Nuevo País y del Partido Socialista. Para la
realización de esta Asamblea fue necesaria una consulta popular el
día 15 de abril de 2007, que resultó con 81.73% de votos favorables. A
raíz de esta convocatoria a la Constituyente nació Acuerdo País con
la participación de grupos políticos como Movimiento Nuevo País y

2006).

96
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Alternativa Democrática. Esta nueva fuerza política logró obtener 80


de las 130 curules para la Asamblea Constituyente mediante eleccio-
nes celebradas el 30 de septiembre de 2007.
La Asamblea Constituyente desarrolló su trabajo durante 240
días después de los cuales se sometió a referéndum aprobatorio la
Nueva Constitución, en el cual resultó aprobada con 63.93% de los
votos y ganando en 23 de las 24 provincias. La realización y discu-
sión de este nueva Carta Magna favoreció el involucramiento de bue-
na parte de la sociedad ecuatoriana en temas como el modelo eco-
nómico, el desarrollo del país, la democracia y la plurinacionalidad.
Como un segundo producto de este proceso, estuvo la realización de
nuevas elecciones presidenciales el 26 de abril de 2009, en donde el
Movimiento Alianza País se impuso en primera vuelta con 51.9% de
los sufragios; además de que obtuvieron 57 legisladores en la Asam-
blea Legislativa y 80 de los 221 alcaldes.
Un eje político-ideológico fundamental que resultó de la Nue-
va Constitución fue el impulso al proyecto de sumak kawsay o del
“buen vivir”, que propone una visión de organización político-social
inspirada en la cosmovisión indígena-campesina. Se propone el im-
pulso a una utopía de índole “poscapitalista” basada en búsqueda de
la justicia y la armonía en todos los aspectos de la convivencia huma-
na y social, y a su vez con la naturaleza. Aunado a esto, también gra-
cias a los trabajos de la nueva Constitución, se decretó oficialmente
al Estado ecuatoriano como un Estado plurinacional, una demanda
largamente anhelada y propulsada por los movimientos indígenas
desde finales de la década de los ochenta.

Conclusiones. Tendencias compartidas


y la hora de la sociedad civil

En una perspectiva comparada entre los tres casos antes referidos se


pueden encontrar similitudes importantes. En primer lugar, encon-
tramos la emergente actividad civil a través de movilizaciones ciuda-
danas y protestas populares que en los tres casos se deriva de contex-
tos de crisis hegemónica en los Estados neoliberales-procedimentales.

97
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Dicha crisis hegemónica se ve reflejada por un lado en el fuerte dete-


rioro en las condiciones de vida de las poblaciones nacionales, pro-
vocando el surgimiento de prolongadas y recurrentes manifestacio-
nes de protesta e inconformidad por parte de los grupos populares
en contra de la forma como se manejaba el poder público por parte
de los gobiernos en turno y el tipo de proyecto político-económico
que implantaron.
Esta intensa actividad derivó en una fuerte crisis de legitimidad
y gobernabilidad para los gobiernos en turno en cada país. Además,
se debe agregar que, al menos en los casos de Ecuador y Bolivia, la
existencia de tensiones e inconformidades históricas en cuanto a la
forma como tradicionalmente sus Estados-nación respectivos mane-
jaron aspectos como el respeto y la atención a la diversidad cultural e
identitaria de grupos indígenas o minoritarios en general. Esto pro-
vocó el surgimiento de plataformas de acción política y discursiva
que respaldan las iniciativas de fundar gobiernos plurinacionales.
La crisis hegemónica también se expresó en el amplio despresti-
gio y deslegitimación de los gobiernos en cada uno de los casos ana-
lizados. Esta crisis tendría al menos dos dimensiones. Por un lado,
está la existencia de una denuncia constante y compartida en contra
de las políticas neoliberales implementadas y las políticas que be-
neficiaron directamente a grupos de interés oligárquicos y capitales
transnacionales. La otra dimensión es la existencia de protestas di-
rectas ante el sistema de representación democrática inspirada en el
procedimentalismo, una perspectiva que privilegió la organización
de la participación política a través de los partidos políticos, quienes
durante los años ochenta se fusionaron con las élites económicas y
políticas que se beneficiaron de los procesos de transición, convir-
tiendo a los partidos políticos en agencias de promoción de intereses
particulares.
De especial atención resulta el que a través de las movilizaciones
ciudadanas de protesta se puso en jaque el mantenimiento de los go-
biernos instaurados durante el neoliberalismo llegando a derrocar a
una serie larga de mandatarios. Dichas movilizaciones rebasaron rá-
pidamente los límites de la protesta y terminaron por convertirse en
los gérmenes para el posterior surgimiento de coaliciones políticas

98
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

y frentes electorales que respaldaron, o bien, apoyaron a candidatos


antiestablishment.
Este aspecto resulta en lo esencial un aporte a la democratiza-
ción de fondo en las sociedades de estos tres países al haber rebasado
los límites de la democracia procedimental. Este hecho fue posible
debido al protagonismo tomado por parte de grupos, asociaciones,
sindicatos, colectivos y organizaciones indígenas. Desde sus organi-
zaciones de base, emprendieron la protesta y posteriormente cobra-
ron un protagonismo central al impulsar candidaturas ciudadanas.
En este sentido, el contraste resulta claro, ya que, si bien el modelo
procedimental buscó relegar a los ciudadanos como meros emisores
de voto, el activismo y la organización de la sociedad civil cumplió
con dos acciones fundamentales: exhibir las limitaciones del proce-
dimentalismo y abrir una nueva vía ciudadana en la lucha por im-
pulsar y construir gobiernos más justos e inclusivos.
Los partidos producto de coaliciones entre movimientos y or-
ganizaciones sociales impulsaron una nueva forma de hacer política
en estos tres países. A pesar de esto, es importante reconocer que no
existe una ruptura definitiva con la representación política democrá-
tica en general, ya que los gobiernos progresistas fueron precisamen-
te elegidos mediante la competencia política democrática. Además,
las fuerzas sociales y populares cuentan actualmente con represen-
tación ciudadana tanto en los poderes legislativos nacionales como
a nivel de gobiernos locales. Si bien esta situación podría entenderse
desde una perspectiva de izquierda ortodoxa o maximalista como
una contradicción de parte de los movimientos sociales, coalicio-
nes y frentes electorales, más bien ha resultado en una estrategia de
acción política acorde con las condiciones políticas concretas. La
rebelión de la sociedad civil no fue ante la democracia, es ante su
expresión procedimental que sirvió de coartada y refugio para man-
tener vigentes y legítimos a los poderes fácticos que impulsaron el
neoliberalismo en la zona, escudados en el sistema de partidos polí-
ticos proestablishment.
Por otro lado, se debe reconocer que el elemento fundamental
en el sentido progresista (y que resultará definitivo en el destino y fu-
turo próximo) de los procesos venezolano, boliviano y ecuatoriano,

99
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

no se encuentra solamente en la presencia de los gobiernos de iz-


quierda, sino en una activa y decidida acción organizada y constante
por parte de los grupos de sociedad civil, quienes incluso (como lo
ha demostrado la experiencia boliviana más reciente) son capaces de
presionar y exigir a los propios gobiernos que ellos mismos han im-
pulsado. Esta presencia de grupos sociales diversos e independientes
resulta históricamente un aporte y un parteaguas en la vida política
democrática latinoamericana a la luz de las experiencias históricas
del siglo xix y xx.
Para clarificar y demostrar este aspecto de notable importan-
cia, es necesario el contraste histórico con las formas de Estado que
se han presentado en América Latina a fin de mostrar lo particular
y novedoso de estas experiencias recientes. Dichas experiencias no
deben ser obviadas y mucho menos ignoradas por parte de los estu-
diosos de la historia reciente y futura latinoamericana. En opinión
de este autor, deben ser la plataforma desde donde debe partir la
propuesta y el análisis de las alternativas políticas progresistas para
los próximos años. En primer lugar, porque han sido fenómenos
que han tenido como espacio fundamental a la sociedad civil, esto es,
que el terreno desde donde han crecido y desarrollado ha sido por
excelencia el espacio del no-Estado, o más precisamente el espacio
del no-gobierno. Este es un aspecto que resulta particular en la histo-
ria de América Latina ya que, por primera vez en la historia moder-
na, la sociedad civil ha cobrado una importancia y un protagonismo
definitivo del que no había gozado previamente.
A finales de la última década del siglo xx y la primera década
del siglo xxi, a raíz de lo que denominamos crisis del Estado neoli-
beral-procedimental, en muchos lugares de América Latina se ha ex-
perimentado un auge de las sociedades civiles. A diferencia de otros
periodos, su actividad se ha vuelto definitiva en el rumbo que han
tomado Estados nacionales y sus gobiernos. Las manifestaciones y
procesos que hemos analizado y sobre los que hemos reflexionado en
este capítulo están marcados por la libre, y hasta en algunas ocasio-
nes espontánea, participación de una multiplicidad de grupos inde-
pendientes en la vida política estatal. Como nunca antes, y en al me-
nos los tres casos considerados aquí, la vida política latinoamericana

100
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

goza de la participación protagónica y vigorosa de una multiplicidad


de ciudadanos y grupos que propugnan, se manifiestan, organizan y
deciden activamente sobre la vida política nacional-estatal; una vida
que intentó ser privatizada y limitada por los pequeños grupos de
interés en el orden neoliberal.
En adelante, y más allá de la descripción, queda pendiente ela-
borar una categorización de los gobiernos nacional-populares que
se han producido a la sazón de la actividad de la sociedad civil en
los países considerados. De manera muy marcada, también es in-
dispensable abordar aspectos como la relación entre movimiento y
gobiernos, sobre la vía de transformación pacífica que puede llegar
a ser revolucionaria y los cambios en la idea de lo que son los Esta-
dos-nación en América Latina. Estos aspectos se desarrollarán en el
siguiente capítulo, tomando como contraste la categorización que
se ha construido desde la intelectualidad conservadora, al llamar
a estos procesos gobiernos “populistas”. Nuestra propuesta intenta
captar la riqueza de las experiencias, así como también sus potencia-
lidades y limitaciones.

101
Capítulo 2

El populismo y la alternativa
nacional-popular

Introducción

Los procesos de movilización política, así como los gobiernos que se


han derivado de su accionar, plantean aspectos novedosos y proxi-
midades con experiencias históricas. Por ello, se ha mantenido un
debate intenso respecto a cómo denominarlos o conceptualizarlos,
tanto en el medio académico como en el opinar político cotidiano. El
objetivo central de este capítulo es participar de esa discusión y ofre-
cer una propuesta conceptual para describir estos regímenes. Esto a
partir de que consideramos como una de sus características funda-
mentales la participación popular.
Comenzamos por elaborar una crítica a las perspectivas que
han intentado definir a estos procesos y sus gobiernos como “po-
pulistas”, mismas que, en su mayoría, asumen a este concepto como
algo negativo y dañino para las sociedades. En contrapartida a es-
tas visiones, proponemos una perspectiva que concibe al populismo
como un fenómeno asociado históricamente a la inclusión social y
a la democratización sociopolítica en los Estados latinoamericanos.
No obstante, reconocemos sus limitaciones más importantes: el cor-
porativismo y el clientelismo.
A partir de esta crítica, propongo la alternativa conceptual de
lo nacional-popular, un concepto que ha sido tratado por diferen-
tes autores (Gramsci, 1984; Ipola y Portantiero, 1994) y lo presento

103
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

adecuado a las condiciones del momento histórico actual y de acuer-


do con las condiciones de los procesos que busco caracterizar.
En una segunda parte, abordo el tema central en la propuesta
nacional-popular: el de nación y lo nacional. A este respecto, pre-
sento un análisis sobre la resignificación que tiene la idea de nación
como alternativa a las transformaciones que impuso el Estado neo-
liberal-procedimental en América Latina. Planteamos la existencia
de una resignificación sobre lo que se entiende por nación en los
procesos en marcha.
El elemento nación tiene una importancia central ya que per-
mite la unión de diferentes sectores sociales ante el neoliberalismo.
En este sentido, lo nacional resulta un aglutinador de los diferentes
grupos sociales, bajo la premisa de inclusión social y estatal de los
grupos populares.
Insisto en el hecho de que, en estos procesos, el elemento funda-
mental ha sido la participación ciudadana y popular, y es justo este
elemento el que los distingue de los históricos procesos populistas. A
diferencia de los populismos latinoamericanos del siglo xx, en estos
procesos, la incorporación a los gobiernos no ha sido vertical, sino
horizontal, considerando la participación en procesos electorales,
además de la existencia de vías de participación mucho más intensas
que apuntan a la consolidación de una democracia participativa.
En una tercera parte, elaboro una disertación sobre el contenido
revolucionario de estos procesos en América Latina. A este respecto,
postulo que lo nacional-popular como proyecto de transformación
política, económica y social en América Latina posee un contenido
revolucionario de transformación, considerando que son procesos y
no actos, que cuentan con una amplia participación popular, que tie-
nen una estrategia pacífica, con elementos organizativos que aspiran
a consolidar una democracia participativa y que utilizan al Estado
como una herramienta a favor de la transformación de las condicio-
nes imperantes.
En términos generales, este capítulo busca aportar elementos
conceptuales para la definición de los procesos en cuestión.

104
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

El populismo en los tiempos del neoliberalismo


y el procedimentalismo

El concepto con el cual una parte del mundo académico ha intenta-


do describir los procesos políticos en Bolivia, Venezuela y Ecuador
ha sido el de populismo. Este concepto ha experimentado un resurgi-
miento tanto en las ciencias sociales como en los espacios de opinión
pública. Si bien persiste la falta de un acuerdo total sobre el concepto
populismo, en el plano de la competencia y confrontación política, la
“acusación” de ser populista o ejercer un tipo de gobierno populista
ha sido una constante, en los tiempos más recientes.
Sostenemos que el populismo se ha convertido en el nuevo gran
“otro” de la política latinoamericana, construido literaria y mediáti-
camente como una gran amenaza que se cierne sobre la zona. Desde
nuestra perspectiva, para entender esta transformación, es necesa-
rio reconocer las transformaciones en el pensamiento económico
y político que se asocian al neoliberalismo y al procedimentalismo
democrático.
De acuerdo con los aportes de la sociología política latinoame-
ricana, un elemento central de los llamados gobiernos populistas la-
tinoamericanos de mediados del siglo xx fue la implementación de
una política económica desarrollista, basada en la industrialización
con sustitución de importaciones (isi). Ésta permitió la industriali-
zación nacional y el crecimiento de mercados internos, posibilitan-
do la inclusión socioeconómica de grandes agregados populares. De
acuerdo con Octavio Ianni (1975), ésta era una política económica
que aspiraba a lograr independencia en las economías nacionales
respecto del control económico internacional.
Dicho modelo gozó de resultados favorables desde los años cua-
renta hasta inicios de la década de los ochenta. Durante este largo
periodo, países como Argentina, México y Brasil crecieron a un pro-
medio anual de 5%. Sin embargo, en los años ochenta, este modelo
económico comenzó a colapsar, debido a que el proteccionismo no
permitió el incrementó de la productividad y acarreó efectos de baja
en los salarios y la recaudación fiscal. Ambas condiciones hicieron
imposible continuar con una economía subsidiada, que generaba

105
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

estancamiento e inflación, lo cual provocó su derrumbe macroeco-


nómico (Cardoso y Helwege, 1992, pp. 60-62).
En estas circunstancias, se generó la idea de que los problemas
de desigualdad, pobreza, provisión de servicios públicos y en general
la política social no eran factibles de resolver mediante la inversión
directa de recursos públicos. En consecuencia, los gobiernos nacio-
nales orientaron sus políticas hacia los modelos neoliberales impul-
sados por organismos económicos internacionales, como el Banco
Mundial (bm) y el Fondo Monetario Internacional (fmi). Además,
se dio pie a la formación de una imagen sobre el populismo ínti-
mamente relacionada con la debacle económica, la corrupción y el
clientelismo político.
Así, se asumió como problema central del populismo la inten-
ción de resolver los problemas de desigualdad mediante el uso de
políticas macroeconómicas demasiado expansivas. Tales políticas
recurrían al “financiamiento deficitario, a los controles garantizados
y a descuidar los equilibrios económicos básicos [y llevaron] casi
inevitablemente a grandes crisis macroeconómicas que han acabado
por lesionar a los segmentos más pobres de la sociedad” (Dornbusch
y Edwards, 1992, p. 9).
Conforme el Estado populista sufrió debilitamiento en sus ba-
ses económicas, los problemas para la continuación de su proyecto
político se multiplicaron. Los sectores de la economía privada asu-
mieron que el keynesianismo económico había generado demasiadas
pérdidas y comenzaron a apelar por un retorno del laissez faire, el re-
torno a un capitalismo con menos trabas (Klein, 2007, p. 87). En este
contexto, se abrió paso a las transformaciones sociales y económicas
propias de la época dominada por el neoliberalismo económico.
El impulso en la zona de las reformas económicas neolibera-
les tuvo como bases la desregulación económica, la privatización de
empresas estatales y una serie de recortes presupuestales en los ser-
vicios sociales. Estas iniciativas implicaron la pérdida de buena parte
del terreno que, durante largos años, habían ganado los ciudadanos
y grupos populares en los populismos y sus modelos desarrollistas.
A la sazón de estas transformaciones una evaluación del populismo
se hizo con base en los cánones del neoliberalismo, por encima de

106
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

análisis puntuales y serios que evaluaran lo que significó tanto polí-


tica como económicamente en la historia latinoamericana.
Desde una perspectiva más política que académica, un autor
como Enrique Krauze (2005) propuso una serie de rasgos específicos
para caracterizar al populismo y al populista. Para él, el populismo
se resuelve básicamente como la exaltación del líder carismático, la
funcionalización de la figura de un líder providencial que “resolve-
rá, de una vez y para siempre, los problemas del pueblo”. Lo plantea
como un fenómeno que posee un mensaje y una estrategia política
cuya base y segunda característica principal es la demagogia. Ésta,
a su vez, la concibe como “vehículo específico de su carisma”, un
vehículo que le permite “construir” la verdad popular y hacer de ella
su vínculo principal con el pueblo. Dicho vínculo, creado de manera
arbitraria, poseería la facultad de volverse un tipo de construcción
de la realidad, construcción que en la arenga política se convierte en
un solo gran núcleo de discurso y de verdad. Tal característica sólo
revelaría la abominación intrínseca de los populistas hacia la liber-
tad de expresión, y el principio de la secesión dolosa entre el pueblo
y el no-pueblo.
Según este autor, en el plano económico, el populista también se
caracteriza porque “utiliza de modo discrecional los fondos públicos”
y no posee “paciencia con las sutilezas de la economía y las finanzas”.
Se apropia del erario público para enriquecerse e impulsar únicamen-
te aquellos proyectos que “considere importantes o gloriosos, sin to-
mar en cuenta los costos”. Así, expone un tipo de ejercicio económico
que lleva irremediablemente a repartir directamente la riqueza, pero
sin considerar más consecuencia que el cobro del favor económico
mediante formas corporativas de apoyo político y electoral.
En conjunto tanto las condiciones políticas como las econó-
micas delinean al populista como un agente en extremo peligroso,
pues a través de la repartición económica y su relación cercana con
el “pueblo”, el populista siempre alienta el “odio de clases”. Para este
autor, tal odio es provocado por la demagogia del líder, pero nunca
se debe a la existencia de la inequidad y la injusticia social en aque-
llos países en donde el “populista” obtiene relevancia. Esta imagen
de encono y de movimiento político irracional también se proyecta

107
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

hacia el orden internacional, cuando, en busca de legitimidad o de


un manto para encubrir su incapacidad política y económica, recu-
rre a crear la imagen de un “enemigo exterior”.
Planteado de esta forma, el populismo es un peligro constan-
te, entre su demagogia, los deseos malévolos del líder, y la torpeza
de los pueblos arengados por el discurso, la movilización popular
siempre acecha como la marea que amenaza con arrancar el statu
quo prevaleciente. La amenaza se concreta después de conquistar el
poder del gobierno. Según Krauze, éste siempre tiende a “despreciar
el orden legal” existente y lo sustituye por un orden creado bajo los
designios del propio líder. El populismo asume los límites al poder
como aristocráticos y “contrarios a la voluntad popular”. Por ello, el
populista “mina, domina y, en último término, domestica o cancela
las instituciones de la democracia liberal”.

El populismo es una simplificación de ese complejo meca-


nismo (checks and balances). Lo que el populista busca —al
menos esa ha sido la experiencia latinoamericana— es supri-
mir en beneficio propio la tensión entre el liderazgo político
y la voluntad popular, y mejor para lograrlo que establecer
un vínculo directo con el pueblo, por encima, al margen o
en contra de las instituciones, las libertades y las leyes. La
iniciativa, hay que subrayarlo, no parte del pueblo, sino del
líder carismático […]

No hay populismo sin la figura del personaje providencial


que supuestamente resolverá, de una buena vez y para siem-
pre, los problemas del “pueblo”, y lo liberará de la opresión
del “no pueblo” […] El populista se apodera de la palabra
y fabrica la verdad oficial. Una vez investido en intérprete
predominante o único de la realidad (o en agencia pública
de noticias), el populista aspira a encarnar esa verdad total
y trascendente que las sociedades no encuentran —aunque
a menudo aspiran a ella— en un Estado laico (2012, p. 15).

108
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

El antipopulismo de Krauze se traduce directamente a los su-


puestos populistas contemporáneos, como Hugo Chávez, Andrés
Manuel López Obrador o Evo Morales. Huelga decir que el sujeto
privilegiado de su crítica antipopulista fue Hugo Chávez. Al respecto,
recogemos algunas palabras asociadas a su segunda toma de pose-
sión, en enero de 2007:

Respaldado por la fuerza de esos 7,300,000 “votos boliva-


rianos”, en su discurso inaugural Chávez dio un nuevo salto
cualitativo en su simbiosis fidelista y buscó superarla […] Y
dejó entrever “las sorpresitas que les tengo preparadas a mis
muy queridos”, un conjunto de leyes revolucionarias que im-
plican “una reforma profunda de […] nuestra Constitución
Bolivariana” para lograr el establecimiento definitivo de la
“República Socialista de Venezuela”. Ante el entusiasmo del
graderío que lo interrumpía continuamente con ovaciones
y vítores, recurrió a sus queridos términos beisbolísticos y,
recordando al pitcher zurdo que alguna vez fue, lanzó “una
curvita a la esquina de afuera”: “todo aquello que fue pri-
vatizado, nacionalícese”. Luego de ese lanzamiento “bajito, a
la rodilla” siguieron otros: “Moral y luces” en la educación
popular, una “nueva geometría del poder sobre el mapa na-
cional”, los “Consejos comunales”, la conformación del “Esta-
do comunal”, del “Estado socialista”, del “Estado Bolivariano”.
En una palabra, se acaba el juego de la democracia y la socie-
dad abierta (2010, p. 77).

En el mismo tono de crítica política, un escritor como Mario Vargas


Llosa se manifestó en contra de los supuestos líderes populistas y
los riesgos que implican para la libertad. Desde su perspectiva: “el
verdadero progreso es inseparable de una alianza irrompible de dos
libertades, la política y la económica, en otras palabras, democracia y
mercado” (Apuleyo, Montaner y Vargas Llosa, 2007, p. 9). Así resuel-
to, para este autor, la situación en América Latina sería muy delicada
dado que actualmente existiría un retroceso de la democracia y un
regreso del populismo más asincrónico: estatista y comunista.

109
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Así, sugiere que el populismo es una forma de “idiotez ideo-


lógica” que parecería inagotable, “sorda e impenetrable a su propia
tiniebla”, incapaz de entender los beneficios de la verdadera libertad
(Mendoza, Montaner y Vargas Llosa, 2007, p.  13). Independiente-
mente de la poca rigurosidad académica de estas perspectivas, sus
ideas se han utilizado como propaganda, principalmente en los me-
dios masivos de comunicación, para crear miedo y hacer del dis-
curso antipopulista un arma política e ideológica. Desastre político,
inestabilidad económica, corrupción, autoritarismo, caudillismos,
tales son los males que se pregonan y ante los que se busca infundir
miedo en la población.
En otro tono de crítica y desde análisis académicos, el concepto
de populismo ha perdido su relación con la idea de un proyecto de
Estado o tipo de organización política y social. Todos estos aspec-
tos, como hemos visto, se encuentran íntimamente ligados a las ex-
periencias de los llamados gobiernos populistas en América Latina.
Esta situación se expresa en que para muchos estudiosos el popu-
lismo hoy en día es simplemente un estilo de liderazgo, un estilo de
hacer política que presenta caracteres íntimamente relacionados con
la demagogia y lo carismático. Estas perspectivas, desde mi parecer,
han creado una mayor imprecisión conceptual.
Un ejemplo de esto es la propuesta de Freidenberg, quien con-
ceptualiza al populismo como un estilo de liderazgo, una “manera
en que el líder se relaciona con los seguidores, el modo en que los
moviliza o el tipo de discurso que emplea” (Freidenberg, 2007, p. 10).
En la propuesta de Lazo, el caso contemporáneo de Hugo Chávez se
puede entender de acuerdo a las “fórmulas populistas clásicas del
subcontinente, aparece el líder carismático, paternalista, justificada-
mente autoritario, el alter ego del pueblo, el instrumento mesiánico
que libera los poderes míticos de la nación” (Lazo, 2002). Este tipo
de perspectivas han buscado reducir el concepto a un fenómeno
determinado por liderazgos demagógicos y corruptos (Dahrendorf,
2005, p. 38; Hermet, 2001; Loaeza, 2007, p. 232). Algunos intentos de
conceptualización se concentran en considerar al populismo como
una ideología simplista, fundamentada en una visión dicotómica de

110
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

la sociedad: entre un pueblo puro y una élite corrupta (Mudde, 2004,


p. 543 y 2012, p. 19).
Consideramos que todas estas perspectivas son deficientes,
pues se centran demasiado en los aspectos más subjetivos del fenó-
meno: los contenidos propiamente discursivos —en el aspecto de los
liderazgos— o en el carisma. En principio, tal como nos enseña la
sociología clásica latinoamericana, los gobiernos populistas constru-
yeron su hegemonía con base en la inclusión social y política, no sólo
de los grupos populares, sino también de las clases medias, e incluso
de élites, todos coaligados bajo un proyecto nacionalista.
Por lo tanto, los populismos fueron materialmente incluyentes.
Además, los grupos que no fueron integrados en los pactos nacio-
nales populistas sólo fueron las oligarquías desplazadas y una parte
de los intereses capitalistas internacionales aliados con ellas. En este
sentido, la adhesión a los populismos se explica mucho mejor por la
inclusión material y sociopolítica de los diferentes grupos, bajo un
proyecto de Estado, que por el encanto subjetivo de los agregados
ciudadanos. Este fenómeno cobra sentido cuando recordamos que
una hegemonía, para tener éxito, necesita de un respaldo material
que legitime su poder.
Dentro de esta crítica a las perspectivas que asumen al popu-
lismo como un fenómeno meramente discursivo, debemos conside-
rar la de Ernesto Laclau. Este autor, si bien no comparte la idea del
populismo como una amenaza en sí misma, sí concentra la poten-
cialidad del populismo en la mera existencia de una retórica, de un
discurso que “interpela” a los diferentes grupos sociales en un Esta-
do. Para Laclau, el populismo es, simple y llanamente, un fenómeno
discursivo (Laclau, 2005, p. 27 y 1986, pp. 179-191).
Por tanto, una definición centrada exclusivamente en los aspec-
tos subjetivos del fenómeno conforma una vaga idea del populismo,
pues, a pesar de ser que el liderazgo centralizado es un elemento
constante en estos fenómenos, no es ni exclusivo ni el centro de este
fenómeno. Más bien los liderazgos políticos que tienden a ser ca-
rismáticos han formado a lo largo de la historia, y en muy disímiles
experiencias, una parte central de la política. Incluso en las formas
políticas procedimentales se encuentra presente, ya que el sentido

111
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

de unión o aproximación por parte del elector hacia el candidato o


el partido es un aspecto central para las campañas políticas. Además,
en muchas experiencias, éstas se construyen a través de la televisión
(videocracia)1 y se centran en las imágenes de los candidatos. Auna-
do a esto, entender al populismo como un fenómeno permanente-
mente centralizado en el líder contradice, al menos, la experiencia
latinoamericana, ya que, para establecerse, el populismo siempre ne-
cesitó de una fuerte coalición de clases y grupos sociales, tanto con
los sectores populares como con las clases industriales nacionales,
con el fin de llevar adelante su proyecto político.
Desde otra perspectiva, un autor como José Luis Reyna postula
que el panorama político en América Latina se debate entre la “de-
mocracia y el autoritarismo”. En tal situación, existe una “izquierda
moderna y una izquierda populista”,2 la primera ejemplificada con un
gobierno como el de Michel Bachelet y la segunda se encuentra repre-
sentada por Evo Morales “quien al nacionalizar como un acto sobera-
no, evocó a los fantasmas de la izquierda del pasado, la confrontación”.
Esta misma encuentra “su ícono representativo en el mandatario vene-
zolano Hugo Chávez”, pues “a pesar de que la institución presidencial
que ocupa tiene rasgos democráticos, su gobierno es populista” (Rey-
na, 2006, p. 762). De igual manera, para Reyna los llamados gobiernos
populistas serían en extremo peligrosos, ya que

pretenden alterar la trama democrática del sistema político.


Que intenten modificar la función de las instituciones de-
mocráticas con el fin de encontrar un camino sin obstáculos
para ejercer un poder personal omnímodo […] de esta ma-
nera, al alterar el funcionamiento de las instituciones que la
democracia ha construido, existe la posibilidad que devenga
dictadores o líderes mesiánicos (2006, p. 765).

1
Esta crítica ha sido compartida incluso por el propio Giovanni Sartori (2006, p. 69).
2
Esta es una visión que sido también suscrita por un autor como Teodoro Petkoff
(2005).

112
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

De acuerdo con esta perspectiva, el pecado fundamental del


populismo estaría en faltar a las reglas de la representación política
liberal. Bajo el uso de la idea de “pueblo”, la personalidad individual
del “ciudadano-elector” se vería trastocada y carente del toque de los
grandes agregados sociales que se mueven de acuerdo a los dictados
perversos del líder.3
A diferencia de estas perspectivas, yo considero que el popu-
lismo apela a un sujeto plural, a un nosotros social que difumina la
individualidad y abre el camino para el surgimiento de proyectos
político-sociales inclusivos, no sólo discursivamente, sino también
materialmente. Es una expresión social que busca unir lo que el neo-
liberalismo desunió: una idea de pueblo, de un nosotros social que
se opone a las identidades políticas individualistas. En este sentido,
planteo que la mirada sobre el supuesto populismo contemporáneo
debe estar más próxima a considerarlo como un propio “síntoma
de la democracia”, en el entendido de que éste “funciona como un
elemento paradójico que pertenece a la democracia [y que] impide
que ésta se cierre como un orden político domesticado o normaliza-
do dentro de procedimientos establecidos, relaciones institucionales,
rituales reconfortantes” (Arditti, 2010, p. 147).
Sostengo que las visiones que asumen a los procesos en marcha
como un peligro para la democracia ignoran el hecho de que, en los
casos de Bolivia, Venezuela y Ecuador, se presenció una crisis del
sistema de partidos previamente a la llegada de los nuevos gobier-
nos progresistas. Un derrumbe que fue parcialmente propiciado por
los movimientos y frentes electorales al triunfar en elecciones, pero
que ya desde años antes venían mostrando signos de su agotamiento.
Al menos en el caso de Venezuela, su sistema se concebía como un
modelo ejemplar de transición democrática en América Latina, un

3
Otro concepto que ha estado en la discusión es el de “neopopulismo”. Este concep-
to se originó en los años noventa para estudiar a personajes como Fujimori en Perú
o como Menem en Argentina. Las características de este neopopulismo serían el
impulso a las agendas de reforma neoliberal, la creación de amplias alianzas políti-
cas para desarrollar sus proyectos y el acercamiento con segmentos amplios de las
clases populares mediante prácticas asistencialistas y clientelares. Sin embargo, el
neopopulismo es un concepto que ha tenido poco impacto y resultó poco recurrido
por los analistas (Weyland, 1999; Ellner, 2004).

113
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

sistema que se mantenía acorde con los criterios que Reyna adopta
para elaborar su crítica, pero que en los hechos se demostró como
un sistema fuertemente elitista y muy poco representativo de los in-
tereses populares.
Más aún, en el caso de Bolivia, la existencia de una represen-
tación política indígena directa es un hecho que no puede juzgarse
como antidemocrático, al contrario, la existencia de un movimiento
plural y predominantemente indígena como lo es el mas y la misma
presencia de Morales en la presidencia, como un directo represen-
tante indígena, lo vuelve un fenómeno esencialmente democrático.
O bien el caso de Ecuador que la emergencia de una vigorosa acti-
vidad de la sociedad civil puso en jaque a los gobiernos establecidos
y finalmente impulsó una candidatura ciudadana con el respaldo de
numerosas organizaciones populares.
De manera contraria a lo que se les imputa, los movimientos
políticos en cuestión muestran una trayectoria y una perspectiva
política distante a la derivada de la satanización populista. En to-
dos los casos, mediante la organización de sus fuerzas sociales, éstos
han logrado conquistar el poder de Estado a través de los cauces
electorales-institucionales existentes, siempre desde la vía reformis-
ta pacífica e inclusiva. En este sentido, podemos encontrar la razón
de la ofensiva “populista” contra estos movimientos en que, a pesar
de que han logrado sus triunfos desde la organización institucional
existente, éstos no se han limitado a seguirla, sino que han procura-
do su transformación desde los postulados políticos que los inspiran.
Sostengo también que la característica central de estos movi-
mientos es el tipo de participación política sobre la cual se han cons-
truido, pues ésta ha trascendido los límites de la democracia proce-
dimental, gracias a la forma de participación política que propician y
el tipo de contenidos sociales que los inspiran. Es por ambas razones
que estos movimientos representan una nueva forma de transforma-
ción política plausible, en tanto han generado una reformulación en
su propia acción respecto a la forma como se conceptualiza tradicio-
nalmente a los contenidos y las plataformas revolucionarias.
La participación popular en los frentes político-sociales orga-
nizados ha sido capaz de impulsar acciones que se separan de los

114
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

cánones de la hegemonía neoliberal y dotan de un sentido diferente


a las políticas nacionales. Además, como grupos de apoyo político,
éstos son frentes multiclasistas que reúnen a una gran cantidad de
actores y grupos diferentes.
Es necesario rechazar las perspectivas que procuran despres-
tigiar a los procesos venezolano, boliviano y ecuatoriano como su-
puestos populismos de acuerdo a la perspectiva conservadora. Cabrá
preguntar entonces si el concepto populista elaborado por la sociolo-
gía latinoamericana clásica basta para describir los procesos recien-
tes. Sostengo que no es así, que los fenómenos latinoamericanos que
hemos observado recientemente, si bien tienen algunas similitudes
con los procesos populistas de mediados del siglo xx, estos son di-
ferentes en aspectos esenciales. Huelga decir que son muy diferentes
de lo que se dice desde las perspectivas conservadoras. A continua-
ción, haré una exposición detallada de los aspectos que hacen se-
mejantes y diferentes a estos procesos de las experiencias populistas
latinoamericanas de mediados del siglo xx, con el fin de identificar
los aspectos que les son particulares y que posteriormente buscare-
mos conceptualizar a través de lo nacional-popular.

Diferencias y similitudes entre el


populismo y lo nacional-popular

Para advertir las características centrales de lo nacional-popular


como propuesta conceptual para describir y analizar los gobiernos
progresistas en Venezuela, Bolivia y Ecuador, partiremos de reco-
nocer las diferencias concretas entre los históricos populismos lati-
noamericanos y los procesos políticos recientes en estos tres países.
Para construir esta propuesta tomamos las características de los po-
pulismos, de acuerdo con el análisis elaborado en el primer capítulo
de este trabajo.
En primer lugar, tenemos que los populismos surgieron como
producto de la crisis hegemónica de los Estados oligárquicos en
América Latina. Una crisis que dio paso a la presencia de los po-
pulismos con un modelo desarrollista de Estado en algunos países

115
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

latinoamericanos. Ésta fue una forma de organización económica y


social en la que se presentó un gran desplazamiento de grupos rura-
les a las ciudades que vendrían a ser el respaldo social de los nuevos
Estados populistas.
En el caso de los procesos contemporáneos, no se observa el
desplazamiento de lo rural a lo urbano, no encontramos la irrupción
de grandes masas campesinas a las ciudades. Sin embargo, el auge
de estos movimientos sí se da ante la crisis hegemónica del Estado
neoliberal procedimental. Una forma de Estado en la que la desre-
gulación del empleo, la precarización de las condiciones de vida y la
reducción del Estado en su institucionalidad generaron una nueva
masa de desplazados. Por otro lado, en la crisis hegemónica del Es-
tado neoliberal procedimental, se presenta la pérdida de legitimidad
en su sistema de representación política partidista. Muestra de esto
es la emergencia de los frentes electorales construidos en la movili-
zación de organizaciones populares, además del surgimiento de una
intensa movilización en los diferentes episodios de ingobernabilidad
que antes hemos descrito.
Una característica esencial de los gobiernos populistas fue la in-
tegración de sectores populares como actores políticos. Tal fue una
situación inusual en los Estados latinoamericanos, donde la exclu-
sión fue la condición primordial durante la Colonia y los Estados oli-
gárquicos. Dicha integración se encontraba respaldada por un tipo
de política económica y social inclusiva con la población nacional.
Sin embargo, dentro del populismo, dos prácticas que tuvieron gran
fuerza y limitaron las posibilidades inclusivas de las mayorías nacio-
nales fueron el clientelismo y el corporativismo. Estas prácticas cons-
truyeron fuertes relaciones verticales de control político, ya fuera a
través de los partidos políticos, los sindicatos o las corporaciones en
general. En este sentido, se puede decir que en el populismo termi-
naba por predominar el clientelismo, limitando la inclusión y dando
pie al surgimiento del autoritarismo (Weyland, 2001, p. 14).
A diferencia de estas tendencias, en los movimientos y gobiernos
actuales, existe una intensa participación popular y ésta es la esen-
cia de los procesos. La participación popular autónoma fue lo que
hizo posible la aparición de los frentes electorales posteriormente

116
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

triunfadores en elecciones nacionales. Por otro lado, la formación


de estos frentes se debió a procesos largos en los cuales las organiza-
ciones populares jugaron el rol fundamental. Una participación en
la que los propios movimientos impulsaron agendas políticas a los
futuros gobiernos.
La concurrencia masiva y votación de ciudadanos afines a es-
tas nuevas propuestas lograron conseguir victorias electorales, tanto
a nivel local como nacional. Además de esto, ya con los gobiernos
progresistas en el poder, la presencia de los movimientos sociales si-
guió siendo una influencia importante en la toma de decisiones y en
el ejercicio de gobierno. Pero, esta política de inclusión no significa
que no existan tensiones entre los movimientos sociales y los gobier-
nos nacionales. Esta es una relación intensa y conflictiva que dista
mucho de estar resuelta. Sin embargo, justo en esa contradicción, se
encuentra uno de los aspectos más interesantes de estos procesos, al
que volveremos más adelante.
Otra característica central de los populismos fue su propues-
ta de colocar al Estado como eje rector de la economía y la socie-
dad en los Estados latinoamericanos. A diferencia de los Estados
oligárquicos —en donde privaban principalmente los intereses po-
líticos y económicos de los agroexportadores y latifundistas—, en
la propuesta populista, se impulsó una política de nacionalización
económica a través de la llamada industrialización por sustitución
de importaciones. El poder que disputaron y que lograron arrebatar
los populismos fue la nacionalización de los intereses estatales, por
encima de los grupos de poder que propulsaban el laissez faire eco-
nómico en comunión con grupos de poder internacionales.
En semejanza a los populismos, los procesos sociales y los go-
biernos nacionales en cuestión han disputado también el poder a
intereses políticos y económicos internacionales. En este sentido,
podemos hablar de una resignificación de lo nacional como un
elemento cohesionador en las plataformas políticas, tanto de movi-
mientos como de gobiernos. La lucha de estos procesos pasa nueva-
mente por una nacionalización de la política, distante de los intereses
neoliberales y más cercana a sus poblaciones internas. Esta situación
se puede comprobar en las agendas políticas de nacionalización de

117
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

sectores económicos estratégicos, como el petróleo, y en los recursos


naturales.
En los populismos no existió una ruptura con el capitalismo,
más bien se impulsó una forma de capitalismo de corte keynesia-
no, específicamente expresado en el modelo de industrialización
con sustitución de importaciones, con fuerte intervención estatal.
En los procesos que observamos actualmente, hasta ahora, no existe
una ruptura con el capitalismo, aunque sí existe un distanciamiento
y una ruptura con el neoliberalismo como forma de organización
económica.
Sin embargo, es necesario reconocer que las coordenadas de la
vida económica han cambiado a favor de una nueva “retención del
excedente”, como lo llamó René Zavaleta, alguna vez (1986). Más
aún, en estos procesos existe una voluntad por establecer políticas
de corte “poscapitalista”, una noción que hasta ahora es en buena
medida elusiva.
Como complemento de la política de industrialización por sus-
titución de importaciones, en los populismos se impulsó la creación
de una institucionalidad estatal, la cual estaba destinada a sostener
materialmente el compromiso de clases que adquirieron estos go-
biernos. Ésta se expresó en la formación de instituciones estatales
de protección a los derechos sociales —educación, salud, seguridad
social, empleo regularizado— reconocidos constitucionalmente. En
el caso de los procesos que observamos actualmente, existe también
un impulso al surgimiento de esta institucionalidad, a través de pro-
gramas para la protección de la salud, la educación, subsidios a las
personas de más bajos ingresos, entre otros.
De manera semejante a como lo hicieron los populismos, es po-
sible apreciar en estos gobiernos la presencia de un Estado que busca
fortalecerse ante los intereses transnacionales económicos. Ello se
puede observar en la postulación de programas políticos que consi-
deran un nuevo fortalecimiento del Estado. Este es un aspecto muy
mal visto por los críticos conservadores y afines al neoliberalismo,
en tanto para ellos las propuestas de nacionalización rompen con la
libertad de los mercados.

118
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

En los populismos la presencia de fuertes liderazgos con rasgos


carismáticos fue un elemento fundamental. La personalidad de estos
líderes jugó un rol central en la organización de la fuerza social que
respaldó a los proyectos populistas. No obstante, su éxito siempre
estuvo mediado por la existencia de políticas estatales que favorecían
materialmente a los diferentes grupos sociales adheridos al régimen.
Además, resaltan los logros en materia de derechos y prerrogativas
que adquirieron tales grupos durante estos gobiernos. Así, tenemos
que los fenómenos populistas fueron mucho más que demagogia y
manipulación política.
Los liderazgos de Chávez, Maduro, Morales o Correa son ele-
mentos importantes para entender los fenómenos en curso, sin
embargo, son sólo parte de la configuración del escenario político.
Acaso fue marcado el caso de Chávez, como un líder carismático
con grandes dotes oratorias, o el de Evo Morales, al ser un repre-
sentante racial y cultural de la mayoría indígena en Bolivia. Pero, si
tomáramos el liderazgo de ambos personajes como esencia de los
procesos, estaríamos muy lejos de poder entender el fenómeno en
toda su complejidad.
Como hemos visto, estos líderes tomaron su fortaleza de una
sociedad civil que ya se agitaba intensamente antes de su aparición
pública y que aún sigue siendo un contrapeso importante para los
gobiernos que encabezan o encabezaron. Claramente, los frentes
amplios que impulsaron a estos tres candidatos (Movimiento V Re-
pública, Movimiento al Socialismo y Movimiento Alianza País) po-
seen antecedentes de formación, anteriores a la presencia de estos
tres liderazgos en los grupos sociales y organizaciones movilizados
previamente.
En conjunto, los elementos anteriores resultan de contrastes y
similitudes, con respecto a las experiencias de los populismos de
mediados del siglo xx. Consideramos que la experiencia de los po-
pulismos de mediados de siglo es irrepetible, debido a sus caracte-
rísticas particulares y el contexto nacional e internacional donde se
desarrollaron.
En específico, las condiciones que los hacen irrepetibles son: el
contexto económico internacional que favoreció al desarrollo de la

119
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

política de isi; la emergencia de los nuevos grupos urbanos como


apoyo para los gobiernos populistas; la acelerada industrialización y
modernización de los Estados en donde se presentó. Más aún, lo que
la derecha ha conceptualizado como populismo se ha convertido en
un desatino teórico en general, pues, en la actualidad, el concepto se
utiliza mayoritariamente para atacar políticamente.
Por estas razones consideramos que una herramienta útil para
describir estos procesos es presentar una alternativa. Asimismo, con-
siderar las similitudes y diferencias con experiencias políticas pre-
vias, para resaltar los aspectos específicos de las nuevas experiencias.

El nuevo pacto social

Como categoría alternativa para describir los procesos de cambio


y sus gobiernos derivados en América Latina, proponemos el con-
cepto nacional-popular. Este concepto se centra en la asociación de
gobiernos nacionales, políticas estatales y mayorías populares y ciu-
dadanas. Tal asociación permite que la asociación civil se reapropie
gradualmente de las estructuras de Estado. Esta perspectiva permi-
te también pensar los procesos de cambio político graduales que se
han presentado, en el contexto de deslegitimación neoliberal y de
reestructuración de las fuerzas sociales, bajo un enfoque sociológico.
Se trata de un momento orgánico —no coyuntural— donde los
agregados populares organizados como bloques contrahegemónicos
han impulsado cambios importantes en sus gobiernos nacionales y
en sus propias condiciones sociales. Esta organización de bloques
contrahegemónicos posee su fuerza en la convergencia de múltiples
organizaciones sociales y civiles, que hicieron posible el surgimiento
de frentes electorales, los cuales impulsaron a los candidatos de iz-
quierda. Esta es una forma de organización de movimientos-partido,
que desembocó en una organización de tipo movimiento-gobierno.
Consideramos que estas formas de organización, movimientos-par-
tido y movimientos-gobierno, son una novedad histórica en Amé-
rica Latina, que incluso ya se han visto replicadas en otras latitudes.

120
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

En consecuencia, consideramos al cambio político actual como


una lucha que se ha librado no sólo en la institucionalidad propia-
mente estatal, sino desde el interior de la sociedad civil. Así, la lucha
se ha dado en un espacio donde los frentes políticos organizados
plantean su transformación, siempre considerando que el objetivo
último es la transformación del Estado, la sociedad y las condiciones
materiales de existencia.
En este sentido, la razón de que el Estado y su gobierno sean el
objeto de lucha para las fuerzas de la sociedad civil tiene que ver con
que, más allá de una voluntad por reificar al Estado o adoptar una
postura Estado-céntrica, en las actuales condiciones, el Estado sigue
siendo la figura central del poder en los países latinoamericanos.
Además de esto, la autoridad estatal es un elemento fundamen-
tal para transformar las condiciones imperantes, no para expandir
el Estado hasta sus últimas consecuencias —como ha sucedido con
otras experiencias históricas—, sino para utilizarlo como una herra-
mienta de transformación, en un contexto en el que existe oposición
política conservadora.
En este sentido, el uso de la fuerza del Estado resulta fundamen-
tal para evitar la secesión y la agresión directa interna, o bien para
contrarrestar presiones externas económicas o políticas. Nos aleja-
mos de que este proceso sea una expresión de la llamada “revolución
pasiva”, entendida como: “el proceso de transformación ‘desde lo alto’
en el que se recupera una parte de las demandas ‘de abajo’, pero qui-
tándoles toda iniciativa política autónoma” (Portantiero, 1981, p. 44).
Consideramos que, en ésta, se encuentra presente una lucha contra-
hegemónica, entendida como un proceso de reconstitución de las
clases políticas en Latinoamérica, a través de una propuesta de resig-
nificación identitaria, proyectada hacia la conquista de los gobiernos
nacionales.
En tal proceso, lo nacional-popular se aboca a una reforma in-
telectual y moral sobre la política nacional, para dotar de poder a las
clases populares y los ciudadanos en general. En ella, éstos actúan
como un gran conjunto de grupos independientes para apropiarse
del Estado, que anteriormente estuvo enajenado por grupos de poder

121
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

político y económico minoritarios. En síntesis, es la búsqueda de un


nuevo “sentido de la acción histórica” (Vilas, 1994, pp. 523-528).
Estos contenidos se pueden apreciar en el tipo de reformas polí-
ticas de Estado que se han realizado en Venezuela, Bolivia y Ecuador,
al impulsar proyectos de reformas constitucionales distintas respec-
to a la situación previa a su llegada al poder. En el caso de Bolivia, la
reforma constitucional indigenista; en Ecuador, las reformas consti-
tucionales y, en Venezuela, la nueva constitución, de 1999. Todo ello
entra en una concepción renovadora del derecho, en tanto, a través
de estas reformas, se moldea tanto al Estado como al ciudadano y los
contenidos sociales derivados de esta transformación. Esta situación
se resume en palabras de Gramsci: “el Estado debe ser concebido
como ‘educador’ en cuanto que tiende precisamente a crear un nue-
vo tipo o nivel de civilización” (Gramsci, 1999, p. 25).
De igual forma, a través de las reformas constitucionales, se han
impulsado proyectos políticos de nacionalización económica, en es-
pecial en lo relativo a la industria de los hidrocarburos y sectores
clave de la producción de materias primas para la producción in-
dustrial. Tal tipo de reformas “opera esencialmente sobre las fuerzas
económicas, que se organiza y se desarrolla el aparato de producción
económica, que se renueva la estructura” y son reformas que operan
como parte de un proyecto global de transformación civilizacional
(Gramsci, 1999, p. 25).
Como hemos dicho anteriormente, un aspecto elemental es el
de la naturaleza del cambio político nacional, en tanto su propues-
ta política se ha alimentado desde el gran agregado popular. En tal
relación, la participación ciudadana a nivel horizontal ha jugado un
rol indispensable. Este punto bien puede considerarse de acuerdo a
la premisa de Marx, en la cual se establece que ninguna sociedad se
impone tareas para cuya solución no existan ya las condiciones nece-
sarias y suficientes o que éstas no estén al menos en vías de aparición
y desarrollo. Así, la alimentación de principios aceptados e impul-
sados ha partido de la base popular. En este sentido, la creación de
nuevos sentidos desde la iniciativa ciudadana y popular ha jugado
un rol importante en los procesos, como contenidos insertos dentro

122
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

de las propias propuesta y demandas del agregado popular (Gramsci,


1999, p. 32).
Partiendo del hecho de que estos movimientos plantean como
su campo de lucha al propio Estado a través de una conquista gra-
dual desde la sociedad civil, está presente una forma de lucha polí-
tica que es esencialmente diferente de las propuestas de la toma del
poder por la vía armada y la consecuente destrucción del entramado
estatal. De este modo, estos procesos se colocan como revoluciona-
rios en su contenido, pero reformistas en su estrategia.
De igual manera, la crisis hegemónica del neoliberalismo y los
malos resultados de la democracia procedimental han jugado un rol
central en el momento político, ya no de manera coyuntural, sino
más bien como un fenómeno orgánico a sus propias formas. El ago-
tamiento de sus contenidos ha provocado el surgimiento de “las
condiciones necesarias y suficientes para que determinadas tareas
puedan y por lo tanto deban ser resultas históricamente” (Gramsci,
1999, p. 32). En este sentido, los resultados negativos del neolibera-
lismo sobre las clases populares de los países de Latinoamérica han
permitido la existencia de las condiciones “necesarias y suficientes
para su transformación”.
La lucha de estos movimientos político-sociales por la conquis-
ta gradual del Estado se ajusta a una lucha por la reformulación del
poder estatal a favor de las clases populares, en tanto conciben al
Estado como “organismo propio de un grupo destinado a crear las
condiciones favorables para la expansión del grupo, pero este desa-
rrollo y esta expansión son concebidos y presentados como la fuerza
motriz de la expansión universal, de un desarrollo de todas las ener-
gías nacionales” (Gramsci, 1999, p. 40).
Así, tenemos que en tanto estos movimientos se postulan como
críticos del orden neoliberal y de la absorción del Estado por los gru-
pos favorecidos por este proyecto civilizacional, la conquista y refor-
mulación progresiva del Estado apunta a reestructurar esta relación
y transformar los contenidos que mueven al propio Estado. Desde
esta perspectiva, es posible plantear a estas luchas como nuevas for-
mas revolucionarias ante el Estado y el poder.

123
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Considero que existen siete ejes de acción política esenciales que


caracterizan a los gobiernos nacional-populares contemporáneos:

1) Presencia de una intensa participación popular, tanto inde-


pendiente como integrada al gobierno, elemento fundamen-
tal de las experiencias de formación de frentes electorales y,
posteriormente, de estos gobiernos. Esta participación tam-
bién es ejercida a través de mecanismos institucionales de
democracia directa y con la participación de organizaciones
sociales independientes.

2) Postulación de una política estatal de integración socioeco-


nómica de las mayorías populares, basada en la creación de
una institucionalidad destinada a dotar servicios y bienes
públicos como salud, alimentación, educación y empleo.

3) Propuesta política-programática de fortalecimiento del Es-


tado como agente económico activo y de control en las eco-
nomías nacionales. Estas propuestas se mueven dentro de
un esquema de organización económica capitalista, aunque
presumiblemente buscan también una transformación hacia
alternativas económicas pos-neoliberales y poscapitalistas.

4) Una propuesta de gobierno que pasa por la renacionali-


zación de las decisiones de interés público, en detrimen-
to de las agendas de subordinación política y económica
internacional.

5) Proceso de reintegración político-social identitaria a nivel


nacional, donde se considera la existencia de múltiples na-
cionalidades, así como la integración indistinta de los dife-
rentes grupos étnicos nacionales.

124
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

6) Postulación de una ambiciosa plataforma de integración re-


gional alternativa con otros países y gobiernos, a través de
iniciativas de cooperación económica y política.

7) La existencia de una tensión permanente entre los impulsos


transformadores de la sociedad civil y los gobiernos; los re-
sabios y herencias políticas, económicas y sociales.

En conjunto, estos ocho puntos resumen la agenda de transforma-


ción que obedecen y caracteriza a los gobiernos nacional-populares.

De la sociedad civil al gobierno nacional:


la nación y lo nacional-popular

Uno de los principios de organización política y social que sufrieron


más durante el predominio de los Estados neoliberal-procedimenta-
les es el de nación. En el sentido cultural clásico, la nación se vincula
al conjunto de ideas, signos, asociaciones, pautas de conducta, que
permite distinguir e identificar a un determinado grupo humano
ubicado territorialmente (Gellner, 1994).
En el sentido político reivindicador, se asocia a las luchas antim-
perialistas y los triunfos de las luchas populares durante el siglo xix
y xx, la nación sufrió una profunda transformación, producto de la
globalización y el neoliberalismo. Bajo la influencia del credo neo-
liberal y de la globalización, ésta pasó a ser un anacronismo; perdió
su aspiración reivindicadora de unión entre grupos poblacionales y
de protección de la población mediante la institucionalidad estatal.
Desde una revisión histórica, podemos encontrar que, en Amé-
rica Latina, durante el siglo xix, la definición de nación quedó en
manos de los grupos y clases sociales detentadoras del poder econó-
mico y político. Estos grupos la manipularon de acuerdo a sus nece-
sidades de reproducción y dominio. La situación se presentó nota-
blemente durante los Estados oligárquicos, cuando las élites criollas,
terratenientes y oligárquicas construyeron una visión de la nación

125
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

uniforme —con especial omisión de las poblaciones indígenas— y


adecuada a los intereses de la reproducción de su propia dominación.
Las transformaciones de inicios del siglo xx provocaron cam-
bios en la forma como se entendían a sí mismas las naciones lati-
noamericanas. La crisis mundial de 1929 y el descrédito de las élites
oligárquicas abrieron paso para que en estos países los diferentes
grupos sociales populares cobraran un papel activo. Sobre todo, esto
permitió la llegada de gobiernos nacionales que construyeron ideas
de nación más inclusivas en los Estados latinoamericanos.
En este contexto emergieron los Estados populistas y desarro-
llistas, donde la idea de nación cobró un sentido amplio e inclusivo
de las mayorías nacionales. Con apoyo en sus proyectos económi-
cos, asumían al mercado interno y a la protección de la producción
nacional como elementos fundamentales para el desarrollo. En este
sentido, la nación, si bien seguía sin ser inclusiva para con las “mino-
rías” indígenas, al menos se mostraba inclusiva en términos genera-
les con los agregados populares.
A la par del desarrollismo, la nación cobró sentido para nume-
rosas poblaciones nacionales. Esto a partir de que se desarrolló la
institucionalidad estatal necesaria para cumplir con las obligaciones
de protección que la nación debía cumplir a todos sus integrantes.
De este modo, la nación, además de un discurso, se convirtió en una
serie de beneficios concretos —que variaron de acuerdo con cada
caso y condiciones concretas de cada país— para las poblaciones
nacionales.
Ante esta situación, el neoliberalismo y su proyecto hegemó-
nico marcaron un parteaguas histórico, por su canon de reducción
del Estado, eliminación de los subsidios, privatización de los bienes
públicos y nacionales. Así, la idea misma de nación se vio desdibu-
jada. Además de este desarmado del respaldo material de la nación,
la apertura de las fronteras nacionales latinoamericanas a los flujos
de inversiones y compañías transnacionales hizo ver a la nación y a
la protección de mercados e inversiones nacionales como cosas del
pasado, como anacronismos arcaicos. Detrás de esta embestida con-
tra la nación, y el Estado en general, los poderes transnacionales se
fortalecieron en la zona.

126
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

El surgimiento de los movimientos sociales en Venezuela, Bo-


livia y Ecuador, así como en muchos otros lados de América Latina,
fue una respuesta indirecta ante el desgaste de la idea de nación en
sus respectivos Estados. Por un lado, en el caso de Venezuela, la mo-
vilización social respondió ante el endurecimiento de las condicio-
nes de vida y la falta de respuestas del sistema de partidos establecido
en el país mediante el puntofijismo. En este caso, la idea de nación
resulta ser un elemento fundamental ya que, como potencia petrole-
ra, si el petróleo no se declara como bien de propiedad nacional, es
decir, de todos, y no se trata como tal, termina por ser un bien priva-
do, de unos pocos. Por otro lado, el puntofijismo significó también la
abdicación de la voluntad popular por parte de los participantes del
pacto y las élites involucradas.
En el caso de Bolivia, la nación ha sido uno de los temas noda-
les que motivaron el surgimiento de los movimientos sociales y que
además animan el proceso de transformación en curso. Por un lado,
la emergencia de los movimientos indígenas obedece a una protesta
en contra del predominio de la nación Kamba en Bolivia, una nación
impuesta a lo largo de los años y que dejó subsumida a la gran ma-
yoría de población indígena boliviana. A pesar de esta imposición, la
revolución boliviana de 1952 sentó las bases de una nación más in-
clusiva, si bien dominada por Kambas, pero que asumía una rectoría
estatal inclusiva a través de la nacionalización de sectores clave en la
producción extractiva.
De igual manera, en el caso de Ecuador, la nación ha sido uno
de los ejes de las luchas sociales para generar mejores condiciones
de vida. Además, su ampliación es fundamental para incluir a los
diversos grupos étnicos que ocupan el territorio ecuatoriano. En los
procesos en curso, encontramos una idea de nación que es inclu-
yente para los diferentes grupos étnicos nacionales que habitan los
territorios estatales. Muestra de ello es el impulso a las iniciativas de
autonomía en amplias zonas de Bolivia y Ecuador. Tal alternativa se
refleja directamente en las modificaciones constitucionales a favor
de los pueblos indígenas y el respeto a sus derechos y facultades.
De esta manera, la recuperación del patrimonio público na-
cional, de los bienes de propiedad colectiva y del propio entramado

127
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

institucional estatal, son elementos sustanciales para los procesos en


marcha. El surgimiento de los movimientos populares, sus frentes
electorales y gobiernos de izquierda han significado una reapropia-
ción y una redefinición del vapuleado sentido nacional en estos tres
países. Esto ha sido posible por la intervención directa de los grupos
organizados de la sociedad civil en el propio funcionamiento de los
gobiernos de izquierda.

Consejos comunales y participación ciudadana

En el caso venezolano, un grupo fundamental en la creación del mo-


vimiento “bolivariano” fue el llamado mbr-200. Este grupo comenzó
a formarse en los años sesenta y estuvo integrado por un grupo de
oficiales jóvenes que provenían, en su mayoría, de sectores humildes
de la población. Venían de familias que sufrieron fuertemente la cri-
sis económica de los años setenta; entre ellos, estaba Hugo Chávez.
Este grupo de jóvenes con posibilidades de cursar estudios superio-
res dentro de la organización militar formaron una visión naciona-
lista, alimentada por el desprestigio de las élites venezolanas (López
Maya, 2009, p. 99).
En 1983, estos jóvenes decidieron fundar una organización
clandestina, denominada Movimiento Bolivariano Revolucionario
200 (mbr-200), con el propósito de rescatar los valores patrios, dig-
nificar la carrera militar y luchar contra la corrupción (Zago, 1992;
Marcano y Barrera, 2010, pp. 71-91). Para este grupo, una influencia
importante fue el proyecto nacional-desarrollista de la dictadura mi-
litar de Marcos Pérez Jiménez: el “Nuevo Ideal Nacional”. Se basaba
en el fortalecimiento de la industria militar y de bienes de capital,
con el apoyo de las fuerzas armadas (1952-1958). Ésta fue una dic-
tadura fuertemente nacionalista y opuesta al control de grupos na-
cionales minoritarios y extranjeros sobre la economía y la política
venezolana (Maza, 2003, p. 522).4

4
Un antecedente de este tipo de gobiernos militares con rasgos nacionalistas y desa-
rrollistas lo podemos encontrar en la experiencia peruana de 1968, cuando el llama-
do Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (grfa) propulsó un gobierno

128
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

El mbr-200 comenzó su aproximación a militantes de izquierda


que habían sido derrotados en la lucha armada de los años sesenta,
principalmente con el Partido de la Revolución en Venezuela (prv)
que contaba con personajes como Douglas Bravo, Alí Rodríguez
Araque, y organizaciones como La Causa R, Liga Socialista y Bande-
ra Roja (Medina, 1999, pp. 93-95; Garrido, 2000, p. 81; López Maya,
2009, p. 100). De igual manera, se acercaron a grupos de izquierda
que optaron por la democracia partidista, como son el Movimiento
al Socialismo (mas) y La Causa Radical (lcr), ambos derivados del
Partido Comunista de Venezuela (pcv) (Ellner, 1992).
En 1998, el mbr-200 creó el llamado Movimiento Quinta Repú-
blica (mvr), planteado como una estructura electoral para establecer
alianzas con grupos y organizaciones de signo ideológico diverso
que deseaban apoyar la candidatura de Hugo Chávez (López Maya,
2009, p. 101). La nueva organización logró integrar una gran diver-
sidad de grupos diferentes entre sí, lo cual dificultó la creación de
un partido de masas con una dirección colectiva centralizada. Esta
situación terminó por dar una importancia central al liderazgo de
Chávez, al jugar un rol como dirigente de toda la diversidad de gru-
pos coaligados.
Como hemos observado más detalladamente en el capítulo an-
terior, el proceso político venezolano no puede entenderse sin consi-
derar la existencia del “caracazo” de 1989. El mvr fue un instrumen-
to político —palabras ocupadas por los bolivianos— que sirvió para
encauzar esa energía social de protesta y movilización, ese “estado de
disponibilidad” del que hablaba René Zavaleta. El mvr y el gobierno
bolivariano carecen de sentido si se olvidan estas raíces sociales.
Desde sus comienzos, el gobierno de Chávez planteó como una
de sus preocupaciones centrales la inclusión popular. Esta inclusión
se proponía rebasar los límites de la democracia procedimental y
avanzar hacia una forma de integración más amplia. Buscaba es-
timular la movilización de los sectores menos privilegiados y que
participaran en programas y organizaciones de base social (Ellner,

antioligárquico y nacionalista. Este gobierno ha sido llamado como el primer go-


bierno de la cepal en América Latina (Cotler, 2003, p. 409-419).

129
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

2011, p. 423). Desde el gobierno, se logró impulsar la formación de


organizaciones populares como los círculos bolivarianos, las Unida-
des de Batalla Electoral (ube) y los batallones del psuv, además de
organizaciones como los Tupamaros, Alexis Vive, los comités de tie-
rra rurales y urbanos y los consejos comunales (López Maya, 2009,
p. 103, Ayala y Mora-Queipo, 2009, pp. 239-258; Alarcón, Leal, Paz y
Fernández, 2009, pp. 259-276).
El poder presidencial creó los llamados círculos bolivarianos
(cb), en busca de fomentar la participación social y política a nivel
local. Sin embargo, éstos terminaron por ejercer una función esen-
cialmente destinada a obtener apoyo popular para el gobierno de
Chávez. Muestra de esto es la cercana interrelación que tuvieron con
el mvr para los referendos revocatorios y las elecciones. Con ello,
abandonaron las funciones primarias para las que fueron creados.
Además, posteriormente, se incorporaron a las Unidades de Batalla
Electoral, creadas para el referendo de 2005 y las elecciones de 2005
y 2006 (Hawkins y Hansen, 2006).
Los consejos locales de planificación pública (clpp) son otro
ejemplo de organización. Fueron creados bajo una intención de
descentralización del poder local y, con ellos, se buscaba ampliar la
participación y la representación del ámbito municipal. La función
esencial de estos consejos estuvo en la decisión sobre el ejercicio de
los presupuestos municipales, situación que ha incluso generado
tensión con alcaldes y síndicos al competir con sus capacidades de
gestión (García-Guadilla, 2009, p. 305).
Entre estos organismos, también se encuentran los llamados
comités de tierra urbana (ctu), creados por decreto presidencial
y se orientan a solucionar el problema del hábitat en el país. Estos
grupos estaban dirigidos principalmente a los sectores populares y,
en tiempos electorales, fueron integrados como unidades de batalla
electorales.
En el año 2006, se crearon por iniciativa gubernamental los
consejos comunales (cc). Las funciones asignadas a estos consejos
fueron la “autogestión y la resolución de los problemas de la comu-
nidad”. Asimismo, fueron pensados como pieza clave en el funcio-
namiento de los llamados “cinco motores constituyentes”, siendo los

130
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

propios cc el quinto de estos motores (García-Guadilla, 2009, p. 297).


El fundamento general de esta forma de organización se encuentra
asentado en el artículo 5 de la Constitución de 1999, donde se señala
que “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la
ejerce directamente en la forma prevista en esta constitución”. En
específico, en el artículo 70:

Son medios de participación y protagonismo del pueblo en


ejercicio de su soberanía, […] en lo social y económico, las
instancias, las instancias de atención ciudadana, la autoges-
tión, la cogestión, las cooperativas en todas sus formas inclu-
yendo las de carácter financiero, las cajas de ahorro, la em-
presa comunitaria y demás formas asociativas guiadas por
los valores de la mutua cooperación y la solidaridad.

Un fundamento esencial de este proyecto de participación se en-


cuentra en la decisión de hacer a la población nacional un protago-
nista directo en el ejercicio del gobierno. Ello tiene respaldo consti-
tucional en el artículo 62:

La participación del pueblo en la formación, ejecución y con-


trol de la gestión pública es el medio necesario para lograr el
protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto
individual como colectivo. Es obligación del Estado y deber
de la sociedad facilitar la generación de las condiciones más
favorables para su práctica.

En esta búsqueda de crear la ciudadanía protagónica, un elemento


fundamental es el fomento a la descentralización de las actividades
de gobierno en los Estados y municipios. Así, se transfieren funcio-
nes a las comunidades y grupos vecinales organizados. En específico,
se descentralizan funciones y programas como

1. La transferencia de servicios en materia de salud, educa-


ción, vivienda, deporte, cultura, programas sociales, ambien-
te, mantenimiento de las áreas industriales, mantenimiento

131
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

y conservación de áreas urbanas, prevención y protección


vecinal, construcción de obras y prestación de servicios pú-
blicos […] 2. La participación de las comunidades de ciu-
dadanos o ciudadanas, a través de las asociaciones vecinales
y organizaciones no gubernamentales, en la formulación de
propuestas de inversión ante las autoridades estadales [sic] y
municipales encargadas de la elaboración de los respectivos
planes de inversión, así como en la ejecución, evaluación y
control de obras, programas sociales y servicios públicos en
su jurisdicción. 3. La participación en los procesos económi-
cos estimulando las expresiones de la economía social, tales
como cooperativas, cajas de ahorro, mutuales y otras formas
asociativas (artículo184).

En conjunto, estas normas constitucionales buscan hacer de los cc


un elemento clave en la organización política de participación que
propone el proyecto bolivariano. En el año 2006, se promulgó la Ley
de los Consejos Comunales, donde se definen de la manera siguiente:

Los consejos comunales en el marco constitucional de la


democracia participativa y protagónica, son instancias de
participación, articulación e interpretación entre las diversas
organizaciones comunitarias, grupos sociales y los ciudada-
nos y ciudadanas, que permiten al pueblo organizado ejercer
directamente la gestión de las políticas públicas y proyectos
orientados a responder a las necesidades y aspiraciones de
las comunidades en la construcción de una sociedad de equi-
dad y de justicia social (artículo 2).

Según datos oficiales, para el año de 2007, ya existían en Venezuela


más 18 000 consejos comunales. En los centros urbanos, estos con-
sejos se componen de al menos doscientas familias por cada unidad
(90% de la población urbana); en las comunidades rurales, se consi-
dera la presencia de al menos cincuenta familias (10% restante de la
población) y, en promedio, las familias venezolanas contienen cinco
integrantes. De este modo, en conjunto, los 18 000 consejos existentes

132
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

reunirían la participación de 3 330 000 familias y 16 200 000 perso-


nas involucradas (García-Guadilla, 2009, p. 298).
Dentro del entramado institucional del Estado venezolano, la
organización de consejos comunales resulta ser un elemento clave
del proyecto bolivariano. Éstos se adscribieron directamente a la lla-
mada Comisión Presidencial del Poder Popular, con la intención de
generar una relación directa de los integrantes de los cc con el po-
der presidencial, sin intermediaciones de los partidos políticos o de
otras instituciones (García-Guadilla, 2009, p. 299).
Una de las funciones fundamentales que se han otorgado a los
cc ha sido la de poder ejecutar directamente recursos económicos
que se transfieren desde el Estado central, además de ejercer con-
traloría social de estos recursos. Esta condición ha permitido em-
poderar a los ciudadanos participantes de este proyecto —según las
propias premisas del proyecto—, volviéndolos protagonistas del po-
der popular: ejecutores directos de soberanía. En concreto, esto fue
posible a través de la elaboración de proyectos, cuyo fin era obtener
financiamiento directo. Así, los cc han podido mejorar las condicio-
nes de vivienda y la calidad de los servicios en los barrios en donde
se encuentran. Estos elementos en conjunto han permitido la cons-
trucción de poder popular en Venezuela en relación directa con el
gobierno nacional.
Un complemento directo de la red de cc son los programas so-
ciales que se encuentran ligados a las comunidades y que han in-
tegrado a miles de las personas menos privilegiadas en Venezuela,
desde el año 2002. Éstas son las llamadas misiones: Misión Barrio
Adentro, orientada a la salud pública; las misiones Robinson, Ribas
y Sucre, destinadas a atender la educación desde nivel básico hasta
nivel universitario, en áreas de conocimiento como gestión social
para el desarrollo, medicina integral comunitaria y gestión ambien-
tal; además, la distribución de comida, a través de la Misión Mercal.
En cuanto a los resultados de las misiones educativas, hasta
2009, se habían podido graduar 600  000 estudiantes de la Misión
Ribas. La Misión Sucre, para este mismo año, había incrementado
en 86% su matrícula, entre el año 2000 y el año 2007. En conjunto,

133
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

el promedio de escolaridad después de los 15 años se ha aumentado


de 8.2 a 9.8 años.
En lo que respecta a los resultados de Mercal, ésta ha logrado
poner a disposición de los grupos populares productos subsidiados
con descuentos de entre 30% y 40% de su precio de libre mercado
(Ellner, 2011, p. 424). Además de estas misiones, el gobierno boliva-
riano ha creado un número aproximado de sesenta mil cooperativas
obreras.
En conjunto, tanto los programas sociales como las organiza-
ciones políticas han posibilitado un empoderamiento de los sectores
populares. Tal empoderamiento resulta posible cuando la gente tie-
ne una injerencia directa en el funcionamiento del poder público. Es
decir, cuando se vuelven los actores directos en su funcionamiento,
cuando sus propios esfuerzos terminan por convertirse en beneficios
directos para sus propias vidas. Visto de este modo, este fenómeno se
encuentra distante de aquellas perspectivas que asumen a estos pro-
gramas y organizaciones como expresiones de corporativismo llano,
de “populismo”, de clientelismo y de demagogia.

La revolución indígena. Participación y poder popular

El gobierno de Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (mas), en


Bolivia, tienen sus raíces en la movilización social experimentada
desde la década de los noventa y, marcadamente, a partir del año
2000. Desde un comienzo, este gobierno se definió por hacer de los
movimientos sociales un soporte fundamental de las transformacio-
nes que se buscaban en Bolivia (Morales, 2006).
Entre la diversidad de movimientos y organizaciones se encon-
traban: el Movimiento Sin Tierra, el Consejo Nacional de Ayllus y
Marcas del Qullasuyu (Conamaq), los maestros rurales y las agrupa-
ciones de campesinos (Zegada, Torrez y Cámara, S/A, p. 1). En prin-
cipio, el gobierno del mas introdujo cambios en la estructura minis-
terial, creó dentro del Ministerio de la Presidencia al vice ministro
de Coordinación con Movimientos Sociales y Sociedad Civil, con
Alfredo Rada como titular. Así también, se creó la Dirección General

134
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

de Coordinación con Movimientos Sociales y Sociedad Civil. La mi-


sión de estas instituciones era la coordinación de los movimientos
y diversos sectores sociales con la presidencia, a fin de fortalecer la
unión y gestar sus demandas.
Por otro lado, en el gabinete de Morales, se integró a diversos
activistas y líderes sociales, como Abel Mamani, exdirigente de la
Federación de Juntas Vecinales de El Alto, en el Ministerio de Aguas;
Walter Villaroel, exsecretario ejecutivo de la Federación Nacional de
Cooperativas Mineras de Bolivia, en el Ministerio de Minería; Casi-
mira Rodríguez, exdirigente de las Trabajadoras del Hogar, en el Mi-
nisterio de Justicia; Alex Gálvez, exsecretario ejecutivo de la Confe-
deración Nacional de Fabriles, como Ministro de Trabajo, y Celinda
Sosa, exsecretaria general de la Federación de Mujeres Campesinas
Bartolina Sisa, como ministra de Desarrollo Económico (Zegada,
Torrez y Cámara, S/A, p. 10).
La inclusión de todos estos líderes sociales, junto con la crea-
ción de una institucionalidad orientada a atender y fortalecer la
relación del nuevo gobierno con los movimientos sociales, fueron
medidas coherentes con el origen y las relaciones del nuevo gobier-
no. Ésta es una situación inédita no sólo en Bolivia, sino en general
a nivel latinoamericano. No se había observado previamente algún
gobierno que organizara de esta manera a su cartera de ministros
y ministerios. Incluso se llegó a crear la noción de que el gobierno
del mas era un “gobierno de los movimientos sociales”. Sin embargo,
esta noción no es precisa, pues quienes han sido integrados como
ministros se mantuvieron como dirigentes de los movimientos, y los
movimientos en sí no perdieron su papel como entidades autóno-
mas, diferentes al Estado y al gobierno.
Una de las críticas que se han emitido en torno a esta propuesta
de construcción de gobierno es que estaría meramente compuesto y
fortalecido por relaciones de clientelismo y corporativismo. Según
esta crítica, al igual que en el caso de los consejos comunales, la crea-
ción de instituciones y programas de inclusión y participación po-
lítica buscarían generar relaciones clientelares con el único afán de
control y poder. Sin embargo, tales críticas desconocen que esta pro-
puesta se caracteriza por basarse en demandas anteriores a la propia

135
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

instauración de los gobiernos, ya que la movilización y participación


social son su origen.
En este sentido, no son movimientos creados y controlados por
los gobiernos, más bien son incluidos en la toma de decisiones, pero
con calidad de organizaciones independientes. Incluso, éstas llegan a
tener agendas particulares o aún contrarias a los gobiernos oficiales.
Una muestra de esta condición son las diferentes tensiones que se
han presentado entre movimientos y gobierno.
Ejemplo de lo anterior fue lo sucedido con el mas, en 2006,
cuando un grupo de sus integrantes realizaron un mitin público
frente al Palacio Quemado. Reclamaban porque algunas autoridades
no tomaban en cuenta sus demandas laborales y pedían su renun-
cia. Además, reclamaban que no habían incluido a sus profesionales
dentro del gobierno y ellos se consideraban con derecho a ello. Otro
problema que se presentó fue la oposición de parte de los movimien-
tos a que determinados actores políticos ocuparan cargos públicos,
pues no habían sido consultados para ello (Zegada, Torrez y Cámara,
S/A, p. 14).
A pesar de estas tensiones, un elemento fundamental en la pro-
puesta del gobierno de Morales es lo que se ha llamado la “revolución
democrática y cultural”. En ésta, la parte democrática está reflejada
en la participación e inclusión política que ha mostrado este gobier-
no con los diferentes grupos sociales y populares. La parte cultural
está asentada principalmente en la política proindigenista de este
gobierno, garantizada por la inclusión en la agenda e instituciones
de gobierno de cultura. Esta política representa una transformación
radical en Bolivia, en tanto lo indígena se ha vuelto protagónico y se
considera la creación de derechos y facultades autonómicos para las
comunidades (García, 2008, pp. 331-392).
Ahora bien, cabe insistir en que este nivel de integración y
participación de los movimientos en el gobierno no significa la su-
plantación de uno por otro, tanto Estado como movimientos siguen
existiendo como instancias diferentes, aunque con una participación
muy cercana. En este sentido, si bien no se ha dado una destruc-
ción del Estado, sí se ha dado un nuevo nivel de horizontalidad y

136
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

proximidad social que hace una gran diferencia respecto a lo que


sucedía en otras épocas (Viaña y Orozco, 2007).
Acaso la diferencia fundamental en este respecto es que, en su
esencia misma, los movimientos sociales y el Estado son cosas dife-
rentes, en tanto el Estado no deja de ser una instancia de ejercicio
de poder y control, y los movimientos son una instancia ciudadana,
participativa e inclusiva, pero sin posibilidad de ejercer el poder de
gobierno. Este es un tema ambivalente, como lo han criticado nu-
merosos intelectuales, no ha desaparecido el Estado. Sin embargo,
tampoco ha desaparecido la oposición política de derecha en Bolivia;
por el contrario, ésta posee reductos de poder territoriales muy mar-
cados dentro del territorio boliviano.
En concreto, algunas perspectivas consideran que está en mar-
cha un “poder dual” un proto-Estado con tendencias separatistas y
secesionistas “del movimiento político cívico asentado en las prefec-
turas y comités cívicos de los departamentos de Santa Cruz, Tarija,
Beni y Pando, y en las agrupaciones políticas de derecha del país que
expresan los intereses de los terratenientes, el capitalismo agrario y
las trasnacionales petroleras” (Viaña y Orozco, 2007: 121).
En el plano inmediato, la desaparición del Estado implicaría la
pérdida del control que actualmente posee el gobierno del mas sobre
ellos. Por otro lado, el que los movimientos de izquierda se man-
tengan como instancias independientes, aunque participativas, es un
contrapeso muy efectivo en contra de la posible concentración de
poder y facultades del gobierno de Morales.

Participación ciudadana y tensión social en Ecuador

En Ecuador, la aparición de los movimientos sociales está asociada al


derrumbe del sistema de representación política y a la crisis hegemó-
nica del Estado neoliberal-procedimental. Sin embargo, la crisis se
presentó desde los últimos años de la década de los noventa cuando,
en 1997, se derrocó mediante la movilización y la presión social al
presidente Abdalá Bucaram. Este derrocamiento se debió en buena
medida a la presión de los movimientos sociales que protestaron con

137
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

fuerza ante la agenda “modernizadora” de este gobierno. Sin embar-


go, también las rupturas y confrontaciones intraelitarias fueron fac-
tores importantes.
El derrocamiento de Bucaram sólo fue el primero de tres que
se registraron en los próximos años. En específico, hablamos del de-
rrocamiento de Jamil Mahuad, en el año 2000, y de Lucio Gutiérrez,
en 2005. En este contexto de crisis hegemónica, los movimientos
sociales tuvieron un papel eminentemente protagónico. La irrup-
ción “desde abajo” de diferentes movimientos y organizaciones de
campesinos, indios, obreros, mujeres, profesionistas, entre otros, fue
un elemento clave para provocar los derrocamientos y el inicio de
la construcción de una “disponibilidad social” (Zavaleta, 1986) que
permitiría en el futuro la construcción de un Estado y un gobierno
como el de Rafael Correa y Alianza País.
Los antecedentes más importantes los podemos encontrar des-
de el año de 1994, cuando la Confederación de Nacionalidades Indí-
genas del Ecuador (Conaie), gracias a su constante acción de presión,
logró impulsar una nueva Ley de Reforma Agraria. El triunfo de esta
primera iniciativa generó una certidumbre en los movimientos so-
ciales para poder confrontarse e impulsar una transformación pro-
funda en su país, dominado por una élite y un sistema de gobierno
que ya mostraban claros signos de agotamiento.
Este movimiento indígena construyó una alianza con organi-
zaciones sociales del sector urbano y el Movimiento de Unidad Plu-
rinacional Pachakutik-Nuevo País (mupp-np). Para 1995, se logró
construir una organización sólida entre la llamada Coordinadora de
Movimientos Sociales (cms) y Pachakutik, lo cual posibilitó la crea-
ción de un comité nacional ejecutivo, de cuerpos de coordinación
provincial y de diversas comisiones especializadas (Petras y Veltme-
yer, 2009, p. 127).
Para el año 2005, apareció el liderazgo de un ministro de Eco-
nomía y Finanzas, del gobierno de Alfredo Palacio, cuyo discurso
criticaba a las élites políticas y económicas ecuatorianas, desde una
propuesta de índole nacionalista. En su discurso también se con-
frontaba a los organismos multilaterales, como el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial. Denunciaba a estos últimos como

138
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

instituciones depredadoras y proponía una mayor intervención del


Estado en el control de los recursos petroleros. En concreto, este líder
proponía la eliminación del Fondo de Estabilización de los Recursos
Petroleros, conocido como Feirep. Según acusaba, este fondo no era
más que un mecanismo que favorecía los intereses de los tenedores
de deuda pública, y postulaba la creación de una nueva “cuenta de
reactivación productiva y social” (Peña y Lillo, 2009, p. 85).
La propuesta general del proyecto que se comenzaba a construir
alrededor del liderazgo de Rafael Correa era la creación de un nuevo
modelo de desarrollo económico que superara el neoliberalismo, a
través de reposicionar el bienestar social como eje de toda la orga-
nización social y estatal. En este sentido, el proyecto planteaba una
amplia redistribución de la riqueza bajo criterios de equidad social.
Esto por medio del fortalecimiento del Estado como eje rector de
los sectores estratégicos de la economía, y un control eficiente sobre
estos para la dotación de bienes y servicios básicos en busca del bien-
estar social. En general, esto es la búsqueda de un reequilibrio entre
mercado, sociedad y Estado.
Rafael Correa fue presentado como candidato presidencial
para las elecciones de 2006. Durante la campaña, se mantuvo con
un discurso de confrontación y crítica directa a las élites políticas
y económicas del país, a las que llamó “fuerzas oscuras del pasado”.
La postulación de su discurso crítico y propositivo le ganó a Correa
la simpatía de amplias franjas poblacionales que vieron en esta can-
didatura la posibilidad de construir una política estatal diferente y
renovadora.
Correa logró acceder a la presidencia de Ecuador tras derrotar
en segunda vuelta a Álvaro Noboa, candidato de la derecha, con 57%
de la votación frente a 42%. De igual manera, la Revolución Ciuda-
dana logró una importante victoria que permitió alcanzar 80 de los
130 curules en disputa, una correlación que permitió comenzar a
implementar el proyecto de transformación. Esta victoria no puede
explicarse sin la intensa participación de los movimientos sociales
del país, dado que la política oficial había sido dominada por 27 años
por la misma élite partidista y económica. Así, las fuerzas políticas
de derecha y centro derecha quedaron prácticamente marginadas

139
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

ante el proceso de reconstitución política en el país (Peña y Lillo,


2009, p. 89).

Sociedad civil y democracia participativa. El nuevo horizonte

Como hemos visto, la sociedad civil en los tres casos que hemos ve-
nido analizando ha cobrado un protagonismo y un rol activo fun-
damental en los procesos de cambio político. La conjugación entre
actividad civil autónoma, el impulso popular a gobiernos de izquier-
da y la consecuente participación social en los nuevos gobiernos han
dado un nuevo rostro a la política en América Latina.
La relación entre sociedad civil y gobiernos ha sido nutrida y
se ha alimentado tanto de formas de participación independientes
como de formas de participación propiciadas por los propios gobier-
nos. El carácter independiente de buena parte de la participación de
la sociedad civil es un aspecto que hace distintos estos procesos de
los históricos gobiernos populistas, los cuales integraban la partici-
pación civil, pero siempre bajo una condición vertical y subordinada.
Para fortalecer el proceso de contacto entre sociedades civiles y
gobiernos, ha resultado fundamental el uso de herramientas de de-
mocracia directa o participativa. Por un lado, tenemos que el uso de
prácticas como el referéndum, la consulta ciudadana y el plebiscito
revocatorio ha sido una parte fundamental en el ejercicio de gobier-
no. Asimismo, tenemos la organización de consultas ciudadanas en
Venezuela y Bolivia para organizar nuevos constituyentes nacionales.
En estos procesos, se convocó a múltiples representantes de los dife-
rentes grupos nacionales —incluida la oposición— que posibilitaron
la creación de nuevas constituciones políticas nacionales.
Por otro lado, consideramos la organización de referéndums
revocatorios en los casos de Venezuela y Bolivia, donde se sometió
a voto ciudadano la continuación o limitación de los mandatos de
los presidentes de izquierda. En todos los procesos realizados entre
1998 y 2010, las victorias fueron para los gobiernos progresistas, lo
cual posibilitó la continuación y el fortalecimiento de estos procesos.

140
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Al respecto, hay autores que incluso han señalado la supuesta


condición de manipulación por parte de los gobiernos de izquier-
da para con estas herramientas. Sin embargo, en 2008, la derrota de
Chávez en el referéndum, que buscada la aceptación popular de la
reelección indefinida, demuestra que estas herramientas de partici-
pación no siempre han sido favorables para los gobiernos que las han
impulsado.
Otra herramienta de democracia participativa han sido las ini-
ciativas ciudadanas, una herramienta que permite la propuesta por
parte de los grupos directos de la sociedad civil para impulsar ini-
ciativas legislativas. Estas herramientas han sido muy socorridas, a
partir de 2008, en Bolivia, Ecuador y Venezuela, y han posibilitado
la participación directa de estos grupos en el desempeño de sus go-
biernos nacionales.
Otra forma de democracia participativa ha sido la creación de
mecanismos de comunicación y acción directa entre gobiernos na-
cionales y sociedad civil, como las comunas y las cooperativas, en el
caso de Venezuela. Más allá de las perspectivas que intentan ver a
esta iniciativa como una forma de supeditación y control político del
gobierno nacional, bajo la óptica de la democracia participativa, esta
forma de organización ofrece una vía de acción y organización so-
cial independiente que busca rebasar los límites de la representación
política tradicional.

La revolución en América Latina y la


alternativa nacional-popular

Para muchos, discutir sobre un tema como la revolución es algo que


parece anacrónico. Sin embargo, el término revolución, o el fenó-
meno revolucionario, sigue teniendo mucho poder en el mundo de
las ideas políticas. Si bien el significado de la revolución quedó fuer-
temente marcado por las experiencias de los siglos xix y xx, consi-
deramos necesario repensar el fenómeno revolucionario de acuerdo
con las condiciones imperantes en el siglo xxi.

141
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Ponemos en discusión si los procesos y gobiernos nacional-po-


pulares presentes en América Latina pueden ser considerados como
procesos revolucionarios. Para abordar estos problemas, presenta-
mos una revisión conceptual e histórica —no exhaustivas— sobre
la revolución. Posteriormente, presentamos una argumentación que
permite considerar estos procesos como revolucionarios, en su con-
tenido, pero reformistas, en su forma.

Revolución: una nueva alternativa en América


Latina. Una mirada histórico-teórica

En principio, planteo una división analítico-conceptual entre revolu-


ción política —entendida como forma de transformación profunda
en la configuración del poder estatal— y, por otro lado, la revolución
económica —una transformación en el modelo de producción y de
propiedad—. Recurro a esta propuesta conceptual como alternativa
ante las visiones que asumen como exclusivamente revolucionarios a
aquellos procesos que provocan al mismo tiempo cambios políticos
y cambios socioeconómicos (Pasquino, 1982, p. 1458).
En los casos estudiados, se han generado transformaciones so-
ciales y económicas. Sin embargo, éstas han sido impulsadas desde
el poder del Estado, una vez que se ha logrado un avance en la trans-
formación del ámbito político, o bien, podríamos decir en la corre-
lación de fuerzas políticas que se establecen en un momento y lugar
determinados. Esto implica que las transformaciones políticas, eco-
nómicas y sociales pueden ser eventos que no se presenten de mane-
ra simultánea, ni en una línea sucesiva inmediata. En consecuencia,
en las condiciones concretas contemporáneas, las transformaciones
revolucionarias se deben entender como producto de procesos his-
tóricos largos de acumulación política.
En la actualidad, las revoluciones deben entenderse como pro-
cesos, y no como actos aislados; como procesos de transformación
largos y no inmediatos, en los que no existe un orden preciso de
sucesión y consecución, entre transformaciones sociales, políticas y
económicas; en los que no necesariamente el cambio del statu quo se
realiza en un solo acto, en un solo momento.

142
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

La revolución se ha planteado como “la tentativa acompañada


del uso de la violencia de derribar a las autoridades políticas existen-
tes y de sustituirlas con el fin de efectuar profundos cambios en las
relaciones políticas, en el ordenamiento jurídico institucional y en la
esfera socioeconómica” (Pasquino, 1982, p. 1458).
En esta perspectiva, el uso de la violencia se presenta como
elemento necesario para la realización de un golpe de Estado que
permita a los revolucionarios tomar el control y realizar cambios
profundos en los sistemas político, social y económico. El que una
revolución pudiera ser calificada de victoriosa dependería entonces
de la consolidación de los revolucionarios, mediante la imposición
de un nuevo poder. Incluso, puede considerar la eliminación física
del enemigo y el logro consecutivo de transformaciones profundas.
También se pueden presentar fenómenos de revolución no
victoriosa al no lograrse las transformaciones políticas y socioeco-
nómicas, debido a su incapacidad o a condiciones externas que im-
posibilitan el logro de sus objetivos. Asimismo, se puede deber a la
pérdida del poder estatal por parte de los revolucionarios, mediante
su eliminación y la vuelta de las élites del periodo prerrevolucionario.
Para el logro de la transformación revolucionaria resultaría también
necesaria la participación ampliada de las masas populares, en tanto
la propia dinámica de la transformación apunta a la abrupta trans-
formación del statu quo. Esto provoca el enfrentamiento de al menos
dos grandes bandos antagónicos que luchan, ya sea por el manteni-
miento o por la consecución del poder. Ante la posibilidad de gene-
rarse cambios profundos, las autoridades y los grupos privilegiados
llegan a hacer uso de los instrumentos de coerción a su disposición.
Así es como se da una situación de guerra civil, en la que el uso de la
violencia se vuelve un elemento inherente.
También, es necesario señalar que existe un significado antiguo
y uno moderno sobre la revolución. La idea de revolución surge en
el Renacimiento y se asocia al retorno a un estado precedente de
cosas, a un orden preestablecido que ha sido turbado: el retorno a
un estado de cosas justo y ordenado que ha sido trastornado por los
excesos, por los atropellos y por el mal gobierno de las autoridades y
que debía ser restaurado (Pasquino, 1982, p. 1461).

143
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Es a partir de la Revolución francesa que la idea de revolución


toma su sentido moderno. Apunta a la fundación de nuevos instru-
mentos que garanticen la libertad y la felicidad humana, con lo cual
“una historia totalmente nueva, ignota y no contada hasta entonces,
está a punto de desplegarse”, aún a pesar de que quienes se enfrascaron
en las nuevas revoluciones no tenían una idea precisa de su destino.
En 1793, cuatro años después del comienzo de la Revolución francesa,
Condorcet sentenció que “la palabra revolucionario puede aplicarse
únicamente a las revoluciones cuyo objetivo es la libertad”. Las revo-
luciones supondrían el comienzo de una nueva era asociada al logro
de la libertad humana y la felicidad del pueblo (Arendt, 1988, p. 29).
Es en este sentido moderno, donde Marx concibió a la revolu-
ción como un instrumento esencial para la conquista de la libertad,
ésta se identifica con el fin de la explotación del hombre por el hom-
bre y como instrumento para el logro de la igualdad, vinculada con
la justicia social (Pasquino, 1982, p. 1461). Para Marx, la revolución
es el principal motor de la historia. Ésta provoca la caída del viejo
orden social y favorece el advenimiento de un mundo nuevo, donde
las condiciones necesarias para su aparición están dadas por las con-
tradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de
producción, ambas condiciones proyectadas en la organización del
poder político estatal.
Entre tanto, el poder político estatal reflejaría la condición de
dominación de clase, su destrucción sería un elemento necesario,
dado que en éste se concentran los instrumentos de coerción sobre
las clases oprimidas. Así, la revolución comunista se concibió como
la fuerza que busca la desaparición de todas las formas de control
político, aunque sin limitarse a los marcos de Estados-nación parti-
culares, sino de alcance internacional.5 En El Estado y la Revolución,
Lenin escribe:

5
Para un autor como Portantiero, la conceptualización de Marx sobre el Estado se movía entre
dos extremos, representados por el anarquismo de Bakunin y por la propuesta de Lasalle ba-
sada en la intervención política desde lo alto, mediante una alianza entre los trabajadores con
el Estado (Portantiero, 1981, p. 23).

144
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

si el Estado es un producto del carácter irreconciliable de las


contradicciones de clase, si es una fuerza que está por encima
de la sociedad y que “se divorcia más y más de la sociedad”,
resulta claro que la liberación de la clase oprimida es impo-
sible, no sólo sin una revolución violenta, sino también sin la
destrucción del aparato del Poder estatal que ha sido creado
por la clase dominante y en el que toma cuerpo aquel divor-
cio (Lenin, 1976, p. 8).6

En este entendido, el Estado como espacio de dominación de clase


utiliza al ejército y la policía como órganos de coerción, al servicio
de la clase dominante y ante los cuales la lucha revolucionaria utiliza
la violencia como respuesta. El Estado burgués no se extingue, sino
que deber ser destruido por el proletariado en la revolución. La sus-
titución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin
una revolución violenta.
La revolución busca la extinción del Estado burgués y su sus-
titución por un Estado en donde “el proletariado [esté] organizado
como clase dominante” para la posterior consecución del proyecto
comunista: “la dictadura de una clase es necesaria no sólo para toda
la sociedad de clases en general, no sólo para el proletariado después
de derrocar a la burguesía, sino también para todo el período históri-
co que separa al capitalismo de la sociedad sin clases del comunismo
(Lenin, 1976, pp. 17-33).
En una perspectiva similar, Bujarin conceptualizaba la función
de la revolución proletaria y su transformación en dictadura del
proletariado:

El desarrollo del socialismo en nuestra sociedad está asegu-


rado por el hecho de que el poder se encuentra en manos de
la clase obrera, que ha proclamado su dictadura revoluciona-
ria. La dictadura del proletariado es, en primer lugar, el me-
dio para aplastar a los explotadores, de reprimir sus intentos
de volver a tomar el poder; en segundo lugar, la palanca de

6
Cursivas en el original.

145
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

transformación económica de la sociedad. La clase obrera se


sirve del poder político de que dispone para transformar las
relaciones económicas de la sociedad en marcha para la reali-
zación del socialismo (1975, pp. 115,116).7

El destino del Estado en el proyecto comunista era su desaparición,


y una futura imposición de un tipo de organización inspirada en la
Comuna de París. En esta nueva organización, se perdía la domi-
nación de clase y las antiguas funciones estatales serían llevadas a
cabo por la propia población. Sin embargo, para la realización de
este proyecto, tendría que pasar por una etapa donde se organizaría
en el poder estatal como dictadura del proletariado, con el objetivo
de eliminar gradualmente al capitalismo y su sociedad de clases.
A esta etapa del camino hacia el comunismo se le denominó
socialismo, una fase intermedia hacia el destino final del comunismo
o la sociedad sin clases. Así, la perspectiva clásica sobre la revolución
en el pensamiento marxista concibió a la violencia y la instauración
de la dictadura del proletariado como elementos indispensables para
el logro de su proyecto.
Otra perspectiva sobresaliente sobre la revolución socialista fue
elaborada por León Trotsky. En su obra titulada La revolución per-
manente, sostenía que el proletariado es quien se debe poner a la ca-
beza del movimiento revolucionario en contextos de subdesarrollo
capitalista y con ausencia de una fuerte burguesía nacional, como
era el caso de la Rusia de principios del siglo xx. Según esta perspec-
tiva, el proletariado sería el sector que debería encabezar la dirección
del movimiento organizado, mediante la figura del partido comunis-
ta. Su alcance no debería detenerse en un solo país, sino también ten-
dría que ser exportada a los países altamente industrializados, como
último punto que le da su carácter de permanente (Trotsky, 1972).
Las ideas de Marx respecto al futuro del Estado comunista y la
condición de los Estados burgueses, durante el siglo xviii, estuvie-
ron pensadas desde las condiciones históricas propias de su época,

7
Cursivas del autor.

146
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

en donde el Estado se mantuvo como espacio exclusivo de la do-


minación burguesa. Para él, las funciones fundamentales del Estado
giraban alrededor de dos aspectos centrales: garantizar el orden ne-
cesario para la expansión del capitalismo y el resguardar al Estado
ante los posibles desórdenes provocados por la insatisfacción de las
clases dominadas. Sin embargo, ante la creciente presión de las or-
ganizaciones sindicales y de partidos políticos socialistas o socialde-
mócratas, a finales del siglo xix y principios del xx, la institucionali-
dad estatal en los países de la Europa occidental —y posteriormente
en los Estados latinoamericanos— abrió espacios para la integración
de las masas.8
La apertura se dio principalmente al permitir la ampliación
de la participación, a través de la extensión gradual del voto a los
campesinos y los obreros urbanos (Huntington, 1997, p. 121). Tales
reformas impactaron fuertemente en países como Alemania e Ingla-
terra, donde la experiencia y tradición democrática, junto con los
gobiernos constitucionales, terminaron por dar un sentido no vio-
lento a la revolución.
En consecuencia, los cambios profundos se buscaron impulsar
mediante: a) la integración de un núcleo de apoyo de masas tras un
partido político parlamentario; b) la obtención, mediante ese parti-
do, de una mayoría parlamentaria; c) por la votación, en la Cámara
Popular, de una medida que proclamara una nueva Constitución o
convocara una Asamblea Constituyente para su redacción.
A pesar de estas reformas, pervivió la resistencia ante la crea-
ción de una nueva asamblea constituyente por la Cámara Alta y la
Corona o la autoridad ejecutiva. Sin embargo, los movimientos obre-
ros y populares terminaron por ser demasiado fuertes para ser con-
trolados, pues se apoyaron en la amenaza de huelga general y hasta
en la insurrección. Finalmente, las clases dominantes se rindieron
ante la amenaza y cedieron a los cambios. En consecuencia, para “la

8
Situación diferente a la que predominó en Rusia durante el zarismo, en donde
la represión fue la principal respuesta ante el movimiento de masas. En este caso,
mencheviques, bolcheviques y social-revolucionarios estuvieron de acuerdo en la
necesidad de una revolución violenta ante el poder imperial (Cole, 1975, p. 382).

147
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

mayoría de los principales social-demócratas alemanes, y en verdad,


casi todos los líderes de la Segunda Internacional en Europa Occi-
dental” la transformación política, económica y social debía llegar
por métodos parlamentarios y democráticos (Cole, 1975, p. 382).9
Uno de los rasgos en que esta perspectiva se distingue de la de
Marx y Lenin era el que la revolución, en primer lugar, debía ser
orientada dentro de los cauces legales de los Estados, para después
proyectarse al ámbito internacional. Esto a pesar de que Marx mis-
mo, en 1848, anunciara la inminente caída del Estado nación. Sin
embargo, para la segunda mitad del siglo xix, éste, en vez de desa-
parecer, se había fortalecido dentro del sistema imperialista. En este
contexto, se originó el debate entre revolucionarios y reformistas.
La formación de las corrientes reformistas dentro del movimien-
to obrero y socialista se puede ubicar en el año de 1881, con la apari-
ción de llamado posibilismo francés y el fabianismo inglés. A finales de
esa década, surge el reformismo y el revisionismo dentro del Partido
Socialdemócrata Alemán. En adelante, éste sería el abanderado de la
propuesta reformista en Europa central (Regalado, 2009, p. 9).
A manera de definición general, el reformismo se puede enten-
der como “aquel movimiento que apunta a mejorar y perfeccionar,
tal vez radicalmente, pero no a destruir el ordenamiento existente”
(Settembrini, 1982, p. 1409). Entre los principales ideólogos de esta
perspectiva estuvieron Bernstein y Vollmar, quienes tenían su prin-
cipal punto de desacuerdo con Marx en la idea de que las fuerzas de
producción eran constantemente transformadas gracias al avance de
la ciencia y la tecnología, y que estos “progresos” impactaban direc-
tamente la estructura de la sociedad.
Para los reformistas, el Estado no era por su naturaleza misma —
como Marx había afirmado— una institución exclusiva de clase y que
sólo existiera para beneficiar a grupos determinados. Éste, más bien,
debía considerarse como neutral en esencia, “como un instrumento

9
Algunos de los intelectuales que se inclinaron a esta alternativa socialista-democrá-
tica fueron Liebknecht, Bebel, Guesde y Kautsky.

148
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

listo para ser utilizado por cualquier clase o grupo o colección de


seres humanos que pudieran lograr su control” (Cole, 1975, p. 396).
Los reformistas no negaban que el Estado había sido un instru-
mento en la práctica para la dominación de clase, sin embargo, tam-
poco aceptaban que únicamente pudiera definirse como instrumen-
to de clase. Por el contrario, asumían que, mediante la democracia
electoral, el Estado podría caer en manos de la mayoría del pueblo,
quienes gradualmente transformarían el sistema económico y políti-
co sin recurrir a la violencia.
Para Bernstein, los medios eficaces para la realización progre-
siva del socialismo serían: el sindicalismo, las reformas sociales y la
democratización política del Estado. La democracia sería “la supre-
sión del gobierno de clases [y en su desarrollo] los partidos y las
clases que están tras ellos pronto conocen los límites de su poder y
emprenden lo que esperan razonablemente llevar a cabo a través de
las circunstancias existentes” (Bernstein, 1975, p. 127).
Desde esta perspectiva, el proyecto de dictadura del proletariado
sería inadecuado para la situación política de los Estados europeos
occidentales, donde “los representantes de la democracia social se
han lanzado prácticamente a la arena del trabajo parlamentario” y
a favor de “la representación proporcional del pueblo y por la le-
gislación directa”. La actividad y la práctica de la democracia social
estaría a favor de la creación de las circunstancias necesarias para
hacer posible la transición “libre de conmociones convulsivas”, hacia
un orden superior.
Así, el socialismo sería el heredero del liberalismo como gran
movimiento histórico, dado que sería el único capaz de incluir sus
cualidades espirituales: “Las organizaciones liberales de la sociedad
son flexibles, capaces de cambio y desarrollo. No necesitan ser des-
truidas, sino más desarrolladas. Para ello necesitamos organización
y acción enérgica, pero no necesariamente una dictadura revolucio-
naria” (Bernstein, 1975, p. 136).
Finalmente, Bernstein concluiría que “la conquista de la demo-
cracia, la formación de órganos políticos y sociales de la democracia,
es la condición preliminar indispensable de la realización del socia-
lismo”. Esto, considerando que era posible transformar gradualmente

149
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

al Estado en sus funciones, hasta que éste dejara de ser una cosa para
transformase en otra (Bernstein, 1975, pp. 128-135). Esta visión se
oponía a la de los marxistas tradicionales, quienes asumían que el
Estado debía ser destruido para la construcción de un orden nuevo.
La proximidad entre las ideas socialistas-reformistas y algunos
de los elementos del liberalismo político valieron el surgimiento de
un conjunto de críticas elaboradas por parte de aquellos socialistas
que comulgaban con las ideas de la revolución violenta y la instau-
ración de la dictadura del proletariado. Para estos críticos el error
principal del reformismo era el no reconocer que “bajo las liberta-
des del capitalismo democrático, las diferencias económicas, lejos de
atenuarse, se acentúan y agudizan [aunado a que el parlamentaris-
mo] pone al desnudo la esencia de las repúblicas burguesas más de-
mocráticas como órganos de opresión de clase” (Lenin, 1976, p. 120).
De igual forma, se consideraba un error grave el que los refor-
mistas se mostraran dispuestos a hacer alianzas y acuerdos con los
grupos opuestos al proyecto socialista, a través de la democracia
electoral. Estas alianzas no servirían más que para “embotar la con-
ciencia de las masas, no reforzando, sino debilitando la significación
real de su lucha, uniendo a los luchadores con los elementos más
vacilantes y traidores” (Lenin, 1976, p. 121).
En el extremo, las críticas a la perspectiva reformista llevaron a
que se les designara como oportunistas o traidores a quienes llevaron
la revolución socialista, debido a su carácter gradualista y en favor
del establecimiento de acuerdos entre diferentes partidos. Esto a pe-
sar de que, dentro de los proyectos de Lenin y Bujarin, la realización
de acuerdos con la burguesía rusa fuera presentada como una po-
sibilidad en la construcción del socialismo. En palabras de Bujarin:

La dictadura del proletariado debe, respecto de los grupos


burgueses que se le resisten, emplear una política de repre-
sión […] Completamente distinta es la actitud del poder
proletario hacia los burgueses “admitidos”, según la expre-
sión de Lenin, “a colaborar” con la clase obrera y el campe-
sinado. Toda una categoría de empresarios burgueses y, en
primer lugar, los comerciantes, se ocupan de sus negocios,

150
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

por así decirlo, legalmente; nuestra legislación no se opone


a ellos […] primero limitar su actividad mediante una serie
de medidas [legislación obrera, derechos de los sindicatos,
imposición fiscal, etc.] A continuación, en utilizarlos para la
construcción del socialismo (1975, p. 116).

Desde una perspectiva cercana a la social-democracia y lejana de la


ortodoxia marxista, una autora como Rosa Luxemburgo participó
también de la larga disputa acerca de la revolución y la reforma. Para
esta autora, entre las reformas sociales y la revolución no existía una
contradicción inherente, siempre y cuando se considerara como el
fin último a la revolución social. Por tanto, el conflicto entre la de-
mocracia y el socialismo se disolvería una vez se aclarara que la meta
final de ambas fuera la realización del socialismo. La disyuntiva no
estaba en elegir entre la reforma o revolución, sino en poder utilizar
ambas para lograr la revolución.
A diferencia de la perspectiva de Bernstein, para Luxemburgo
la mera lucha dentro del parlamento no sería suficiente para poder
desplazar el poder de clase en los Estados nacionales y mucho menos
para solucionar el problema de fondo que representa el modo de
explotación capitalista. Por esta razón, dos de las herramientas fun-
damentales del movimiento al socialismo serían la actividad dentro
del parlamento y en los sindicatos, como elementos fundamentales
para crear “el factor subjetivo de la transformación socialista, de la
tarea de la realización del socialismo” (1967, p. 50).
En coincidencia con Marx, Luxemburgo consideraba que las
propias contradicciones internas del capitalismo guardaban en su
seno el impulso para la revolución socialista. Sin embargo, ésta no se
podía presentar de manera mecánica, sino que tenía que ser posibi-
litada mediante la organización. En sus palabras:

La conquista de una mayoría socialdemócrata en el Parla-


mento conduce directamente a la gradual “socialización de
la sociedad” […] las formas democráticas de la vida polí-
tica son sin duda un fenómeno que expresa claramente la

151
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

evolución del Estado en la sociedad. Constituyen, hasta este


grado, un paso hacia una transformación socialista (1967,
p. 46).

Así, el mayor conflicto a resolver por parte de las fuerzas socialistas


organizadas sería el de ligar el destino de la democracia al del pro-
yecto socialista. Esto en el entendido de que “Quien quiera fortalecer
la democracia debería fortalecer y no debilitar al movimiento socia-
lista. Quien renuncia a la lucha por el socialismo renuncia tanto al
movimiento obrero como a la democracia” (1967, p. 85).
En consecuencia, la conquista del poder político no pasaba por
una mera elección entre la reforma y la revolución, sino que estos
podían ser elementos condicionantes y mutuamente complementa-
rios. El momento histórico particular de cada caso determinaría el
marco dentro del cual se llevarían a cabo las reformas, la revolución
o ambas. Una transformación gradual o una abrupta no serían más
o menos valiosas según su duración, sino de acuerdo a su contenido.
Dentro de la discusión entre la reforma o la revolución, Engels
en su introducción a La lucha de clases en Francia de 1848 a 1895
presentó una perspectiva revisionista sobre cómo Marx y él mis-
mo fundamentaron su perspectiva sobre la estrategia en la revolu-
ción socialista. En este documento, elabora un análisis sobre cómo
se transformó el panorama político en Europa central entre 1848 y
1895 —este último, año en que presenta este trabajo—.
Para Engels, el desarrollo de cincuenta años en el panorama po-
lítico habría transformado “de arriba a abajo las condiciones de lucha
del proletariado [puntualizaba que] el método de lucha de 1848 está
hoy anticuado en todos los aspectos” (Engels, 1980, p. 194). Para él,

todas las revoluciones se habían reducido a la sustitución de


una determinada dominación de clase por otra; pero todas
las clases dominantes anteriores sólo eran pequeñas mino-
rías, comparadas con la masa del pueblo dominada. Una
minoría dominante era derribada, y otra minoría empuñaba
en su lugar el timón del Estado y amoldaba a sus intereses
las instituciones estatales […] la forma común a todas estas

152
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

revoluciones era ser revoluciones minoritarias. Aun cuando


la mayoría cooperase a ellas […] la no resistencia por parte
de la mayoría daba al grupo minoritario la apariencia de ser
representante de todo el pueblo (1980, p. 195).

Como ejemplo contrario de esta tendencia en el desarrollo del mo-


vimiento socialista, Engels señaló el caso de Alemania, en el cual la
socialdemocracia crecía rápida y persistentemente, “gracias a la in-
teligencia con que los obreros alemanes supieron utilizar el sufragio
universal, implantado en 1866, el crecimiento asombroso del partido
aparece en cifras indiscutibles a los ojos del mundo entero.”10 Pun-
tualizaba al respecto:

El primer gran servicio que los obreros alemanes prestaron


a su causa consistió en el mero hecho de su existencia como
Partido Socialista que superaba a todos en fuerza, en disci-
plina y en rapidez de crecimiento. Pero además prestaron
otro: suministraron a sus camaradas de todos los países un
arma nueva, una de las más afiladas, al hacerles ver cómo se
utilizaba el sufragio universal (Engels, 1980, p. 199).11

Para Engels, había más de un elemento favorable para la causa so-


cialista en estas experiencias. En primer lugar, la arena electoral
permitía a las fuerzas socialistas entrar en contacto con las masas
del pueblo de las que podía encontrarse lejano. Además, a través del
parlamento, podía hacer sentir su voz ante aquellos adversarios con-
trarios a su proyecto. Finalmente, era evidente que los cambios en las
instituciones estatales “en las que se organizaba la dominación de la
burguesía, ofrecían nuevas posibilidades a la clase obrera para luchar
contra estas mismas instituciones” (Engels, 1980, p. 201).

10
Las cifras de crecimiento en votación del partido socialdemócrata que ofrece Engels son las
siguientes: en 1871, 102 000 votos; 1874, 352 000; 1877, 473 000. En 1881 el partido fue cas-
tigado mediante la ley contra los socialistas y su votación descendió a 312,000, pero después
de este momento el partido comenzó a crecer aún con mayor rapidez: 1884, 550 000; 1887,
763 000; 1890, 1 427 000; hasta llegar en 1893 a 1 787 000, una cuarta parte total del total de
votos emitidos en ese año (Engels, 1980, p. 199).
11
Cursivas mías.

153
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Las insurrecciones que se basaron en el uso de la barricada y


que contaban con la anexión de la mayoría de las capas del pueblo,
en un escenario de transformación como el de finales del siglo xix
en Europa, hacían muy difícil pensar en el éxito militar sobre los
ejércitos nacionales que se fortalecían constantemente. Esto auna-
do a que cada vez era más difícil que las crecientes capas medias se
agruparan en torno al proletariado, el “pueblo” estaba dividido y ello
imposibilitaba encontrar la fuerza de los levantamientos de 1848:

La época de los ataques por sorpresa, de las revoluciones


hechas por pequeñas minorías conscientes, a la cabeza de
las masas inconscientes, ha pasado. Allí donde se trate de
una transformación completa de la organización social tie-
nen que intervenir directamente las masas, tienen que haber
comprendido ya por sí mismas de qué se trata, por qué dan
su sangre y su vida (1980, p. 204).

Estas ideas de Engels se pueden entender como un examen de las


modificaciones presentes en los Estados europeos occidentales,
principalmente de la presencia organizada de las masas (Portantiero,
1981, p. 25). Más tarde, este problema sería observado y tratado de
manera específica por Antonio Gramsci en su obra.

La reforma como revolución: un proceso pacífico

En términos generales, la disyuntiva sobre la revolución se había


transformado debido a dos condiciones principales: el voto univer-
sal y el surgimiento de la sociedad de masas, mediadas por los mo-
dernos Estados burocráticos. Ambos elementos estuvieron asocia-
dos a transformaciones en la reproducción del orden capitalista y sus
efectos en los Estados occidentales. Ello se reflejó en el surgimiento
de los Estados burocráticos modernos, durante las primeras dos dé-
cadas del siglo xx.
Para autores como Franz Neumman y Charles Maier, esta nueva
etapa en el diseño de los Estados podría ser descrita como corpora-
tiva, una etapa del Estado burgués en donde se generaron nuevos

154
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

“pactos organizacionales” a través de los cuales se reorganizó la par-


ticipación política y su inclusión en los entramados institucionales
estatales.12
Ante las presiones ejercidas por la organización de masas y su
movilización, las estructuras del régimen predominante en el siglo
xix necesitaron ser replanteadas: “el nuevo corporativismo buscaba
menos el consenso a través de la aprobación ocasional de las masas,
que por medio de una negociación continuada entre intereses orga-
nizados […] la estabilidad del régimen requería una organización
mucho más burocrática y centralizada (Portantiero, 1981, p. 21).
Como complemento a esta reconfiguración de los mecanismos
políticos, las decisiones estatales debían ser ratificadas periódica-
mente por consenso, a través de la aprobación electoral de las masas.
La fuerza de las organizaciones sindicales en este nuevo entramado
institucional incrementaría al entrar en una lógica de negociación
con el poder burocrático establecido.
Lo público y lo privado, el Estado y la sociedad no aparecían
ya como separados: “los roles políticos y los económicos y sociales,
no constituían ya fronteras sino más bien zonas de intersección entre
el Estado y las organizaciones sociales, en el interior de un sistema
en el que participaban no sólo sujetos jurídico-constitucionales, sino
también actores político institucionales” (Portantiero, 1981, p. 22).13
Antonio Gramsci denominó a estas transformaciones como una
reconfiguración hegemónica de los Estados occidentales modernos.
Además, diseñó todo un marco teórico analítico para abordar el
estudio de estos contextos bajo las premisas del marxismo, aunque
consideradas desde una perspectiva revisionista. Entre otras aporta-
ciones, Gramsci analizó la táctica de la revolución y la replanteó de
acuerdo con el orden de transformaciones vigentes.
La propuesta teórico-política de Gramsci respecto a los proble-
mas de la hegemonía y la crisis capitalista posee un enfoque que pri-
vilegia la mediación de las instituciones que operan la relación entre
masas y clases dominantes. En el entendido de que

12
Ambos autores citados por Portantiero (1981, p. 21).
13
Cursivas del autor.

155
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

las relaciones organizativas internas e internacionales del Es-


tado se transforman en más complejas y sólidas […] Las es-
tructuras macizas de las democracias modernas, sean vistas
como organizaciones estatales o como complejo de asocia-
ciones en la vida civil, constituyen para el arte político lo que
las trincheras y las fortificaciones permanentes del frente en
la guerra de posiciones: transforman sólo en parcial el ele-
mento de movimiento que antes era toda la guerra (Gramsci,
1999, p. 22).

La estrategia de revolución que planteó Gramsci aborda tanto la


transformación del Estado, desde múltiples puntos de poder, como
la transformación de las funciones estatales, desde la multiplicidad
de las prácticas que se trasladan a la sociedad. La relación entre el
Estado y las masas no se presentaba más como una situación de exte-
rioridad, sino que la propia conquista de la ciudadanía interiorizaba
al Estado en las masas. La estrategia para la transformación del po-
der estatal no podía resumirse en un acto aislado hacia la toma del
poder. Por el contrario, la nueva organización de tipo hegemónica,
en los Estados occidentales modernos, requería de una nueva con-
ceptualización de la lucha política de largo aliento.
En proximidad con las ideas de Luxemburgo sobre el signifi-
cado de las crisis capitalistas y el uso de las masas para hacer avan-
zar el proyecto socialista, Gramsci planteaba que “la presencia de
las masas como sujetos de acción [será] lo que definirá los precisos
rasgos de la crisis, de los proyectos revolucionarios y de los inten-
tos de recomposición capitalista, en un movimiento conceptual que
permite superar críticamente el juego de pinzas del ‘objetivismo’ y
del ‘voluntarismo’, clásicamente presentes en la tradición socialista
(Portantiero, 1981, p. 10).
Para Gramsci, era necesario generar una voluntad colectiva mo-
derna de acuerdo con las necesidades históricas del momento, para
hacerlas protagonistas de un cambio histórico sustantivo. La forma-
ción de esta nueva “voluntad colectiva popular” sería posible sólo si
las grandes masas populares pudieran irrumpir simultáneamente en

156
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

la vida política, para romper con el poder “económico-corporativo”


estatal, propio del sistema internacional imperante.
Por lo anterior, el partido político —a quién Gramsci llama el
moderno príncipe— debería ser “el pregonero organizador de una
reforma intelectual y moral [para poder crear] el terreno para un
ulterior desarrollo de la voluntad colectiva nacional popular hacia el
cumplimiento de una forma superior y total de civilización moderna”
(Gramsci, 1999, p. 17).
La perspectiva de Gramsci consideraba la transformación pro-
funda de los Estados nacionales como una tarea de largo plazo. En
ella, lo principal sería generar nuevos contenidos en las masas po-
pulares con características culturales, pero que también asumieran
la necesidad de reformar económica y políticamente a los Estados:
“una reforma intelectual y moral no puede dejar de estar ligada a un
programa de reforma económica, incluso el programa de reforma
económica es precisamente el modo concreto en que se presenta
toda reforma intelectual y moral” (Gramsci, 1999, p. 18).
Por lo tanto, la propuesta clásica de revolución del marxismo
sería un proyecto incompleto, en tanto la mera toma del poder no
resolvería el problema de fondo. Es decir, la progresiva generación
de una nueva sociedad. Además, este proyecto debía asumir la tarea
como un proceso de transformaciones profundas desde la sociedad
civil y los entramados institucionales estatales.

La estructura de las democracias modernas, tanto como or-


ganizaciones estatales cuanto como complejo de asociacio-
nes en la vida civil, constituyen para el arte político lo que las
“trincheras” y las fortificaciones permanentes del frente en
la guerra de posiciones: hace solamente “parcial” el elemen-
to del movimiento que antes era “toda” la guerra (Gramsci,
1999, p. 22).

Gramsci critica la idea de abolición del Estado, propuesta por Marx


y seguida por Lenin y otros, pues el Estado no debería ser entendido
solamente como un órgano de opresión, sino también como una es-
tructura organizativa y que impone valores a sus subordinados, un

157
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Estado que educa y tiende a generar un tipo preciso de civilización.


Por lo tanto, más que ser destruido, el Estado debía ser transforma-
do y ocupado para imponer nuevas formas sociales, políticas y eco-
nómicas. En la imposición de estas nuevas formas civilizacionales,
el Estado no podía comportarse únicamente como fuerza, sino que
también debía usar el consenso como mecanismo de integración:

doble naturaleza del Centauro maquiavélico, ferina y huma-


na, de la fuerza y del consenso, de la autoridad y de la he-
gemonía, de la violencia y de la civilización, del momento
individual y del universal (de la Iglesia y del Estado), de la
agitación y de la propaganda, de la táctica y de la estrategia,
etcétera (Gramsci, 1999, p. 30).

Por otro lado, habría que entender el surgimiento de las crisis capi-
talistas que representan coyunturas histórico-políticas con base en
dos principios. Por una parte, el de que ninguna sociedad se impone
tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y
suficientes o que éstas no estén al menos en vías de aparición y de
desarrollo. Por otra parte, el de que ninguna sociedad se disuelve y
puede ser sustituida si primero no ha desarrollado todas las formas
de vida que están implícitas en sus relaciones (Gramsci, 1999, p. 32).
En el análisis histórico de estos procesos, es indispensable saber
si existen las condiciones necesarias para resolver el conflicto entre
fuerzas antagónicas. Una conciencia de solidaridad de intereses en-
tre las clases subordinadas sería necesaria no sólo para alcanzar una
igualdad jurídica con los grupos dominantes, sino para reivindicar
el derecho a participar en la legislación, en la administración y te-
ner el legítimo derecho a modificar o reformar, aunque fuera dentro
del marco existente. Una vez logrado este objetivo, se posibilitaría la
formación de un partido fuerte que pudiera entrar en confrontación
y estuviera en condiciones de imponerse ante las fuerzas opositoras,
con el fin de diseminarse dentro del Estado y la sociedad. De este
modo, sería posible lograr

158
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

la unidad de fines económicos y políticos, también de la uni-


dad intelectual y moral, situando todas las cuestiones en tor-
no a las cuales hierve la lucha no en el plano corporativo sino
en un plano “universal”, y creando así la hegemonía de un
grupo social fundamental sobre una serie de grupos subordi-
nados […] el grupo dominante es coordinado concretamen-
te con los intereses generales de los grupos subordinados y la
vida estatal es concebida como un continuo formarse y supe-
rarse de los equilibrios inestables entre los intereses del gru-
po fundamental y de los grupos subordinados, equilibrios en
los que los intereses del grupo dominante prevalecen pero
hasta cierto punto (Gramsci, 1999, pp. 26-37).

Estas son las premisas de la conceptualización que Gramsci ela-


boró para plantear la transformación social, política y económica en
los Estados modernos occidentales. Este marco representa una al-
ternativa para pensar la revolución por la vía de reformas continuas,
y siempre se considera la participación popular como el elemento
fundamental de la transformación. Esta perspectiva permite pensar
la organización de propuestas políticas desde la sociedad civil, en las
cuales la participación popular se orienta a la transformación de los
Estados nacionales. En ésta, la sociedad civil resulta fundamental y
prescinde de la necesidad de una organización partidista vertical y
centralizada. Por el contrario, se prioriza la postulación de un pro-
yecto nacional-popular para la efectiva y profunda transformación
de los Estados-nación.

Reforma y revolución en América Latina

En la historia de las luchas populares latinoamericanas han estado


presentes diversas corrientes políticas: el nacionalismo, el antimpe-
rialismo, el nacionalismo revolucionario, el anarquismo, el socialis-
mo y el comunismo (Regalado, 2009, p. 23). Todas estas corrientes
se han traducido en estrategias de acción política que difieren en
sus métodos para alcanzar sus diferentes objetivos. La histórica

159
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

condición dependiente de América Latina, con respecto a los Esta-


dos centrales, ha obligado a los grupos de izquierda política a adap-
tar sus estrategias a nuestras particularidades.
El nacionalismo estuvo principalmente presente en los perio-
dos de lucha por las independencias nacionales y tuvo una fuerte
influencia en la formación de la conciencia nacional. Su objetivo
central fue generar identidades nacionales como eje articulador de
los diferentes grupos sociales. Algunos ejemplos de pensadores aso-
ciados con esta corriente ideológica son José Martí, José Ingeniero,
José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre (Zapata, 2010).
Por su parte, el antimperialismo nació a finales del siglo xix como
respuesta ante la penetración de monopolios extranjeros y las políti-
cas intervencionistas de potencias extranjeras como Inglaterra y los
Estados Unidos.
De la fusión del nacionalismo y el antimperialismo nació el lla-
mado nacionalismo revolucionario, una perspectiva que apelaba a la
recuperación de las riquezas naturales, la educación universal y la
inversión pública como los pilares de esta ideología. En esta pers-
pectiva, el elemento articulador fue el Estado, como representante
de las demandas de la mayoría, incluidas las de la naciente burguesía
nacional (Prieto, 2009, p. 169).
Durante el siglo xx, la discusión entre reformismo y revolución
se hizo presente en América Latina. Por un lado, el reformismo fue
una estrategia criticada ante las posibilidades de caer presa de la do-
minación establecida, por no romper inmediatamente con el sistema,
lo cual impedía impulsar transformaciones profundas. Por otro lado,
la revolución es una estrategia que siempre tiene el reto de ser inclu-
siva con los intereses inmediatos de las mayorías populares. Sin este
nexo, los proyectos revolucionarios pueden ser presas del sectarismo
y terminar por asumir posiciones radicales que hacen imposible lo-
grar el apoyo de las clases populares.
En América Latina, los ejemplos de procesos reformistas clá-
sicos son los populismos de Getulio Vargas; de Perón; de Cárdenas,
en México, y los gobiernos reformistas como el del Frente Popular
en los años treinta y el de la Unidad Popular de los años setenta,
en Chile. Por otro lado, los ejemplos clásicos serían las revoluciones

160
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

cubana y sandinista. En estas últimas, estuvieron mezcladas la lucha


antidictatorial y la lucha antimperialista, además, la de Cuba se ca-
racterizó por ser anticapitalista (Sader, 2011, p. 6). En el plano de las
revoluciones también existieron otras experiencias, sobre todo, en el
Cono Sur. Pero concluyeron sin la toma del poder de Estado, y en la
imposición de poderes dictatoriales y represivos.
El año de 1990 significó un parteaguas histórico en el que el
derrumbe del socialismo real obligó a un replanteamiento entero de
las posibilidades de transformación progresista en América Latina.
Conjuntamente a esta sacudida, se hizo presente la hegemonía uni-
polar de los Estados Unidos como gran potencia imperialista y la
consecuente extensión de su proyecto hegemónico sobre el mundo.
En este contexto, la izquierda latinoamericana experimentó un
fuerte retroceso, un síntoma de esto fue el vuelco de las propuestas
socialdemócratas hacia el centro derecha, esto es, la emergencia de
la socialdemocracia neoliberal o de la llamada “tercera vía”.14 Entre
fuertes retrocesos, se hicieron presentes las experiencias de movi-
lización social y política que son objeto de estudio de este trabajo.
Estas experiencias han despertado nuevamente el debate sobre la es-
trategia que deben tomar las fuerzas de izquierda en América Latina.
Aunque sea objeto de debate en su valorización y categorización,
tenemos como primera experiencia progresista el triunfo de Lula de
Silva, candidato a la presidencia de Brasil en 2002. Este triunfo me-
diante la vía electoral abrió un nuevo panorama y una nueva época
en la historia de las luchas de izquierda en América Latina. El caso
brasileño representa una muestra del recorrido histórico de las lu-
chas de izquierda en América Latina durante el siglo xx.
En principio, aparecieron los procesos reformistas con los go-
biernos desarrollistas de Getulio Vargas (1930-1945 y 1950-1954) y
Joao Goulart (1961-1964). Entre 1966 y 1971, se presentó la resis-
tencia armada a la dictadura militar, situación que derivó en el casi
completo aislamiento de las fuerzas de izquierda en el país (Sader,

Una amplia revisión sobre este fenómeno de “tercera vía” lo podemos encontrar en
14

Saxe-Fernández (2008) y, para América Latina, sobresalen en esta obra los trabajos
de Stolowicz, Modonesi, Sader, Borón y Gambina.

161
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

2009, p. 80). En este sentido, el triunfo de Lula fue el resultado de un


proceso de acumulación de fuerza y de experiencias de la izquier-
da brasileña. Su llegada al gobierno fue posible gracias a la victoria
electoral en el año 2000, que logró con la coalición del Partido de los
Trabajadores (pt), el Movimiento Sin Tierra (mst), la Central Única
de Trabajadores (cut) y algunos gobiernos municipales del pt, prin-
cipalmente el de Porto Alegre (Sader, 2009, p. 91).
El frente político encabezado por el pt pudo reunir un conjunto
de tendencias políticas diversas, con lo cual convirtió al movimiento
social en un movimiento político, o bien, en un movimiento-partido.
Éste incluía diversas demandas políticas y sociales que rebasaban los
intereses particulares de un solo grupo y se convirtió en portavoz del
conjunto social, como lo expresa Neto: “En general, los movimien-
tos sociales al principio tienen aspiraciones localizadas y específicas.
Pero, con sus desarrollos tienden a ampliar su abanico de deman-
das, transformándose en luchas políticas amplias que extrapolan sus
intereses grupales corporativos y sus características convencionales
(2009, p. 85).
Si bien, en el caso de Lula, la presencia de movimientos sociales
estuvo limitada principalmente al Movimiento Sin Tierra, su candi-
datura y posterior triunfo logró despertar simpatías en las izquierdas
de otros países. No obstante, el gobierno de Lula ha sido objeto de
discusión y crítica por parte de intelectuales, tanto de derecha como
de izquierda. Para los críticos de derecha, Lula es un ejemplo más de
populismo, al ejecutar ambiciosas políticas sociales y de redistribu-
ción como elementos centrales en su propuesta de gobierno.
Por el otro lado, los críticos de izquierda acusaron al gobierno
de Lula de no haber roto con el capital financiero internacional, al
punto de convertirse en un caso ejemplar para instituciones neolibe-
rales como el fmi o el bm. Igualmente, recibió fuertes críticas, por su
alianza con el capital agroexportador brasileño y por no asumir una
política antimperialista contra los Estado Unidos. Estos aspectos lo
hicieron acreedor del falso mote de ser un gobierno neoliberal más
(Sader, 2009, p. 82).
Sin embargo, estas críticas no consideran que el gobierno de
Lula tuvo éxito con sus políticas sociales redistributivas; se opuso a

162
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

la formación del Área de Libre Comercio de las Américas (alca);


tomó partido a favor de las políticas de integración regional (sur-
sur); frenó las privatizaciones de las industrias nacionales; fortaleció
al Estado e intervino activamente en la alza de los salarios; alentó el
aumento de los trabajos formales; provocó la disminución del des-
empleo y logró la elevación del poder adquisitivo. El conjunto de
estas políticas da al gobierno de Lula un perfil que debe ser matiza-
do, y no tomado como la mera continuidad de los Estados neolibe-
ral-procedimentales en América Latina. Una buena síntesis del tipo
de gobierno que ejerció Lula nos la ofrece Emir Sader:

El gobierno de Lula puede considerarse un buen gestor del


neoliberalismo, que además de dar continuidad al modelo
supo complementarlo con políticas sociales y recuperación
de la legitimidad del Estado […] también se lo puede consi-
derar como un gobierno de política exterior independiente,
que obstaculizó al alca y privilegió procesos de integración
regional al aliarse a los gobiernos de Hugo Chávez, Rafael
Correa, Evo Morales y otros como el de Cuba (2009, p. 102).

El éxito de Lula encontró su respaldo más importante en sus políticas


progresistas, lo cual le llevó a lograr la reelección y una aprobación
popular de más de 60%, una cifra por demás alta en la zona. En térmi-
nos generales, la experiencia de Lula en Brasil fue posible gracias a la
combinación entre la potencia de los movimientos sociales, la organi-
zación de un potente frente electoral entre partidos y movimientos, y
la participación conjunta en las elecciones nacionales. Este caso bien
puede tomarse como un ejemplo primigenio de la organización de un
movimiento-partido que llevó al poder a una fuerza política alternati-
va, como lo es el pt y el liderazgo de Lula da Silva.
La formación de movimientos-partido-gobiernos no ha sido ex-
clusiva del caso brasileño, sino que esta tendencia se ha presentado
en otros países de América Latina. Los ejemplos más sobresalientes
los encontramos en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Estos movimien-
tos-partido-gobierno han significado una completa revolución en la
forma de ejercer la política en América Latina. Esta propuesta no se

163
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

basa en la destrucción del Estado, ni en la destrucción de la demo-


cracia representativa, sino que aprovecha las oportunidades abiertas
por las democratizaciones.
Estos movimientos-partido-gobierno rebasaron los límites del
procedimentalismo democrático, al romper con las figuras de par-
tidos verticales. Superaron la noción del ciudadano como un mero
elector, creando un nuevo tipo de relación entre movimientos, par-
tidos y gobierno. En esta propuesta, el ciudadano no es simplemente
un elector, sino también un actor. Cabe aquí recuperar las palabras
del presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien expresa sobre el
proceso de Revolución Ciudadana:

Durante la campaña nos dimos cuenta claramente de que


estábamos proponiendo una revolución, entendida como
un cambio radical y veloz en las estructuras existentes en la
sociedad ecuatoriana, buscando cambiar el orden del Estado
burgués e implantar un Estado realmente popular. Frente a
la deslegitimación de la clase política, que no representaba
a nadie más que a ellos mismos, entonces nos dijimos a no-
sotros mismos que seríamos los propios ciudadanos los que
revelaríamos ante sus ineficiencias. Entonces decidimos lla-
marlo como una revolución ciudadana, una revuelta de ciu-
dadanos indignados. En ese sentido nosotros anticipamos al
reciente movimiento de indignados en Europa por cinco o
seis años.15

Los movimientos-partido-gobierno han encabezado proyectos a


favor de una democratización participativa para sus poblaciones
nacionales. Buscan fortalecer sus Estados nacionales en contra de
los poderes financieros y económicos transnacionales. Impulsan la
apertura sociopolítica hacia los diferentes grupos étnicos y cultu-
rales nacionales, así como proyectos económicos sustentables que
garanticen el bienestar material de sus pueblos, sin caer en las re-
des del consumismo y el crecimiento sin un sentido social. Estos

15
Entrevista realizada a Rafael Correa en 2012 para la New Left Review.

164
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

movimientos favorecen la creación de iniciativas de integración po-


lítica y económica regional que sirvan como contrapeso a los pode-
res económicos y políticos dominantes. Como meta más ambiciosa,
aunque más distante, luchan por la creación de un sistema econó-
mico y social que pueda suplantar al neoliberalismo en sus Estados
y en su región.
Dentro de la gama de grupos políticos e intelectuales de izquier-
da que se mantienen activos en la vida política latinoamericana, en-
contramos posiciones muy críticas respecto a estos procesos. Éstas
señalan las debilidades de los procesos en marcha, pero la radica-
lidad de sus propias propuestas lo hacen incapaces de convertirse
en fuerzas políticas amplias que sean capaces de llevar adelante sus
propuestas de transformación (Sader, 2009).
Huelga decir que, históricamente, los movimientos revolucio-
narios exitosos contaron con la participación de amplias capas po-
pulares y sociales en general, y éstos no construyeron sus agendas de
transformación a partir de la mera teoría, sino a partir de las necesi-
dades urgentes y concretas de los grandes agregados sociales.
En este sentido, se debe entender que las revoluciones no son
ejercicios teóricos ni intelectuales, sino procesos vivos, que requie-
ren volver factible a los ojos de las propias sociedades las transfor-
maciones radicales. Incluso, hemos visto este tipo de movimientos
convertirse en una fuerte oposición a los gobiernos nacional-popu-
lares en Bolivia y Ecuador, a través de los movimientos “indianistas”.
Éstos postulan transformaciones radicales de la situación de los pue-
blos indígenas, sin considerar la existencia de otros grupos socia-
les con iguales intereses legítimos, respecto a estos grupos, quienes
legítimamente manifiestan su disensión. Por su parte, los gobiernos
principalmente de Bolivia y Ecuador se han mantenido abiertos a la
crítica. Esta tolerancia no debe juzgarse como un logro de los gobier-
nos en cuestión, sino como una obligación.

165
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Conclusiones. El proceso revolucionario nacional popular

Los procesos de movimientos sociales, frentes amplios partidistas y,


finalmente, gobiernos nacional-populares son un fenómeno comple-
tamente novedoso en la política latinoamericana. Como fenómeno
político, acaso lo más próximo a estas experiencias, sobresalen los
llamados Estados populistas de la primera mitad del siglo xx. Esta
proximidad se encuentra en relación a las características inclusivas
y democratizadoras de los Estados populistas, y a la distancia de las
visiones conservadoras, tanto del fenómeno histórico como de sus
revisiones conservadoras contemporáneas.
Estos gobiernos han buscado impulsar transformaciones en la
política de aquellos Estados en los que se ha hecho presente. Esta
transformación trastoca los principios sociales y políticos, como lo
nacional, la independencia y la justicia social, y se traducen en una
serie de acciones concretas de inclusión social, política y económica.
Dado el tipo de transformaciones, es posible decir que estos gobier-
nos en la actualidad son procesos de transformación revolucionaria
en América Latina.
Este carácter revolucionario se basa en una estrategia de trans-
formación en torno a una serie de reformas sucesivas que se abo-
can a modificar el poder y, en general, las sociedades. Esta forma
de revolución se presenta como un proceso y no como un acto, una
forma en la que la reforma y la revolución no se oponen, sino que se
complementan. Este proceso de reformas se da de manera dilatada
en el tiempo, como una serie de transformaciones sucesivas, donde
incluso se pueden presentar contratiempos e involuciones.

166
Capítulo 3

La revolución nacional-popular en
América Latina

Introducción

El presente capítulo describe las políticas concretas que caracteri-


zan a los gobiernos nacional-populares en la actualidad. El tipo de
políticas económicas y sociales que propulsan tienden a generar
transformaciones profundas en el statu quo. Estas políticas se han
creado mediante una serie de reformas por vías pacíficas, legales y
gradualistas, aunque siempre sin perder de vista la creación de una
correlación de fuerzas políticas que permita continuar con el creci-
miento de su proyecto.
Planteo lo nacional-popular como una expresión particular tan-
to de Estado como de gobierno que posee su sentido fundamental en
la asociación entre gobiernos nacionales, políticas estatales y masas
populares. Lo anterior posibilita una reapropiación gradual de las
instituciones de Estado por parte de la sociedad civil. La fuerza de
este tipo de gobiernos reside en la convergencia de múltiples organi-
zaciones civiles con la institucionalidad estatal; típicamente adquiere
la forma de “movimientos-partido”, para posteriormente transfor-
marse en una organización de tipo “movimiento-gobierno”. Acorde
con esta perspectiva, consideramos la existencia de siete pautas polí-
ticas que caracterizan a estos gobiernos:
1) Presencia de una intensa participación popular tanto in-
dependiente como integrada al gobierno. Este tipo de regímenes,
además de reformar las instancias de representación democrática

167
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

tradicionales a nivel tanto local como nacional, han impulsado una


serie de mecanismos que complementan y potencian la participa-
ción popular. En específico, nos referimos a la creación de institucio-
nes y prácticas de democracia participativa en Venezuela, Ecuador
y Bolivia.
El impulso de reformas constitucionales ha permitido el uso
ampliado de herramientas como los referéndums, los referéndums
revocatorios, las consultas populares y la creación de un entrama-
do institucional que favorece acciones coordinadas entre sociedad
y gobierno, como es el caso de los consejos comunales en Venezue-
la. Estos mecanismos de participación redundan en la construcción
de democracia participativa, una forma de democracia que tiende a
romper la distancia entre el gobierno como una instancia separada
de las poblaciones nacionales. Está orientada a volver a los diferentes
grupos de la sociedad civil agentes activos y decisores directos sobre
la acción del Estado en general.
2) Política estatal de integración socioeconómica de las mayo-
rías populares, orientada a dotar de bienes y servicios públicos como
salud, alimentación y educación. Este resulta un punto fundamental,
ya que mientras predominaron los Estados neoliberal-procedimen-
tales, los bienes y servicios públicos sufrieron fuertemente debido
a los recortes presupuestales, el achicamiento del Estado, la privati-
zación de empresas paraestatales y a su abierta conversión en mer-
cancías. Para los gobiernos nacional-populares, la dotación de salud,
alimentación, educación y empleo resulta una forma de reapropia-
ción efectiva del Estado por parte de la sociedad. Para ello, resulta
fundamental recuperar bienes y riquezas territoriales, así como a la
propia institucionalidad estatal. En general, este fenómeno puede ser
entendido como un reposicionamiento de lo público por encima de
los intereses privados, ya sean nacionales o internacionales. En este
sentido, propugna la creación de nuevos pactos nacionales en los
que se coloca al interés ciudadano y a la protección de las poblacio-
nes nacionales como el elemento fundante o esencial de los Estados
nacionales.
3) Fortalecimiento del Estado como agente económico activo
y de control en la economía. En estos gobiernos se ha mantenido

168
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

primordialmente el régimen de producción capitalista con un pro-


gresivo fortalecimiento del Estado como agente regulador e inter-
ventor en la economía. En ellos encontramos presencia de capitales
privados nacionales e internacionales como de un fuerte sector pú-
blico basado en la recuperación de empresas y bienes públicos nacio-
nales, principalmente de las industrias extractivas. Una muestra cla-
ra de este tipo de políticas ha sido la recuperación de las industrias
paraestatales, o bien, la renegociación de los contratos bajo los que
operan empresas transnacionales, principalmente en la explotación
de hidrocarburos y recursos naturales en general.
A este respecto, cabe señalar que la orientación de la organi-
zación económica es uno de los aspectos que ha suscitado mayor
debate y crítica dentro de la izquierda, tanto en lo referente al extrac-
tivismo como al desarrollismo. Cabe decir al respecto que también
existe un espacio en el que se desarrollan con libertad iniciativas
que procuran la creación de un tipo de economías alternativas que
apuntan a romper con el capitalismo como actualmente se concibe.
Si bien difícilmente se puede decir que las economías se organizan
completamente de acuerdo con estas iniciativas, se puede decir que
al menos se han mantenido abiertas a considerar una posible trans-
formación futura en esta dirección.
En específico, en el caso de Ecuador y Bolivia se ha presentado
la concepción del “Buen Vivir” como una idea alternativa sobre la
economía y la vida social que apunta a la superación del capitalismo
como forma de organización dominante. En el caso de Venezuela, ha
estado presente un potencial proyecto del socialismo del siglo xxi.
Ambos tipos de propuesta en la actualidad distan mucho de ser do-
minantes o acaso de estar plenamente desarrollados, y mucho menos
extendidos a todo el cuerpo social de los tres países. Sin embargo,
son iniciativas que en la actualidad se desenvuelven con libertad
dentro de cada uno de estos países.
4) Renacionalización de las decisiones de interés público con
participación popular en demérito de la subordinación a intereses
internacionales. Acorde con el principio de recuperar al Estado por
parte de los grupos populares, los Estados-nación recobran su ca-
rácter de agente independiente y autónomo, no subordinado a los

169
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

poderes particulares internacionales y transnacionales. En este senti-


do, se puede hablar de una recuperación del Estado, de un cambio de
carácter ahora abocado a atender y proteger a las ciudadanías locales.
Este carácter de independencia ha provocado la oposición de intere-
ses capitalistas nacionales fuertemente vinculados con poderes eco-
nómicos y políticos internacionales, al punto de volverse poderes que
buscan desestabilizar y deponer a los gobiernos nacional-populares.
5) Proceso de integración político-social identitaria a nivel na-
cional. Parte de la esencia de este proceso es el reconocimiento de
la existencia de múltiples identidades nacionales, así como con la
integración indiferenciada de los diferentes grupos étnicos. El re-
conocimiento e inclusión de grupos nacionales diversos habla del
carácter pluralista y democrático para con los diferentes grupos que
componen a las nuevas “naciones de naciones”.
6) Ambiciosa plataforma de integración regional alternativa
con otros países y gobiernos a través de iniciativas de cooperación
económica y política. El objetivo de esta integración, a pesar de po-
seer una complicada relación con los intereses de los países integran-
tes, es establecer bloques regionales para generar contrapesos en un
contexto internacional donde domina la integración por bloques a
nivel internacional.
7) Existencia permanente de una tensión entre los impulsos
transformadores de la sociedad civil y los gobiernos, y las herencias
políticas, económicas y sociales. Esto puede parecer algo contradic-
torio, pero habla más bien de su carácter como procesos abiertos a
la inclusión de los diferentes proyectos e intereses sociales. En este
sentido, es fundamental que mantengan este carácter en tanto su
eliminación significaría que los procesos y gobiernos se encontra-
rían cerrados ante su transformación constante y potencialmente
progresista.
El abordaje de estos siete aspectos a lo largo del capítulo, orga-
nizados por temáticas y no por orden de importancia, cumple con
mostrar lo que consideramos las políticas más importantes que en
la actualidad se llevan a cabo dentro de los gobiernos nacional-po-
pulares en Bolivia, Venezuela y Ecuador. Por otro lado, en tanto los

170
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

proyectos se encuentran actualmente en desarrollo, el balance y re-


sultado final de los procesos se encuentra abierto.

La integración política ciudadana

El rasgo fundamental en las experiencias de conformación y consoli-


dación de los gobiernos nacional-populares ha sido la participación
popular y ciudadana. A través de movimientos u organizaciones so-
ciales, se ha dado fuerza a las coaliciones electorales; posteriormente,
se han incluido en el funcionamiento de los nuevos gobiernos.
Participación e inclusión se pueden distinguir respecto a la ten-
dencia que existió en los Estados populistas. En aquellos, la inclu-
sión siempre fue decidida y se promovió desde las alturas del poder
estatal a través de los partidos políticos institucionalizados o de las
corporaciones políticas (sindicatos, organizaciones de empleados
del Estado, corporaciones laborales). Por el contrario, en los gobier-
nos nacional-populares, la incorporación de grupos ciudadanos y
populares tiende a realizarse mediante formas más horizontales de
participación e integración. A pesar de esto, cabe decir que también
se han presentado tendencias verticales, fundamentalmente en la
concentración del poder sobre los liderazgos de movimientos y par-
tidos. Es posible decir que este es uno de los principales retos que
enfrentan: generar la estructura suficiente para impedir que se dé
la concentración de poder y de facultades sobre los liderazgos o las
cúpulas de las organizaciones. Dicho problema no sólo atañe a los
movimientos y gobiernos en cuestión, sino que históricamente ha
sido parte de la cultura de política de todos los países de la región.
La primera dimensión que se debe considerar en la reflexión so-
bre la integración política ciudadana pasa por la forma como se han
integrado las agendas de gobierno nacional-populares. Estas se han
formado con base en las demandas de los grupos populares que res-
paldaron las campañas políticas, con temas como la explotación de
hidrocarburos, las políticas de apoyo económico popular, de sumi-
nistro de servicios básicos para la población, la administración y el
uso de agua, el uso y repartición de tierras, la creación de asambleas

171
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

constituyentes para refundar a los Estados y la creación de mecanis-


mos de democracia participativa. Estas agendas no se construyeron
en una mesa de burócratas, sino dentro del propio ciclo histórico de
movilizaciones sociales que se observaron (Natanson, 2007, p. 166).
Sin embargo, la creación de políticas alternativas no se ha limi-
tado a la mera conformación de las agendas de gobierno, sino que
también se alimenta continuamente de la participación popular, a
través de las herramientas de la democracia participativa. A este res-
pecto, buena parte de los grupos independientes que propulsaron los
frentes electorales, los procesos de movilización, y el triunfo electo-
ral de las coaliciones se han mantenido como grupos independientes.
La mayoría de ellas, y principalmente las más importantes, no se han
diluido en el gobierno. Esta situación se manifiesta muy claramente
en casos como los de la conaie o el movimiento Pachakutik, ya que
en la actualidad funcionan como grupos de crítica y en ocasiones de
oposición a los gobiernos.
La integración de los diferentes grupos sociales busca también
generar una recuperación efectiva del Estado por parte de las po-
blaciones nacionales, entendido este como un aparato que permite
promover sus intereses y proteger sus derechos y necesidades; esto
es una recuperación y reformulación de la soberanía que busca asen-
tarse nuevamente en la ciudadanía, dejando de lado la privatización
del Estado por parte de las élites y los grupos económicos de poder.
Alrededor de la relación entre movimientos sociales y Esta-
do-gobierno se ha construido un debate nutrido acerca de si es posi-
ble construir un proyecto realmente emancipador a través del poder
del Estado. Desde nuestra perspectiva, dicha emancipación es fac-
tible dentro de la organización nacional-popular, ya que en estos se
construyen alternativas desde ambos lados, desde la sociedad civil y
desde el propio Estado. Lo anterior es posible gracias a que existe una
correlación de fuerzas que ha desplazado a los intereses económicos
y políticos neoliberales.1 Si bien estos regímenes en definitiva no

1
Haciendo referencia al caso de Venezuela, la posibilidad de que se pueda generar una efectiva
emancipación a través de la unión entre movimientos sociales y Estados ha sido defendida por
autores como Zibechi (2006) y Azzellini (2011). Llaman a este proceso una “construcción de

172
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

buscan la eliminación del Estado, sí buscan la creación de vínculos


de comunicación y acción más directa a fin de hacer del Estado un
instrumento eficaz en sus funciones, bajo el principio de soberanía
popular. Las herramientas institucionales que se han creado a fin de
propulsar la democracia participativa son los referéndums y las con-
sultas populares, además de los consejos comunales en Venezuela.

Referéndums, revocaciones y consultas

Una parte esencial de la democracia participativa está formada por


los mecanismos de democracia directa, entendida como:

un grupo de instituciones políticas en las que los ciudadanos


deciden o emiten su opinión en las urnas a través del sufra-
gio universal y secreto y que no forma parte del proceso elec-
tivo regular de autoridades […] La condición sine qua non
de todo mecanismo de democracia directa […] radica en la
votación propiamente dicha, en la cual todos los ciudadanos
son iguales y en la que expresan más fielmente su potencia
soberana (Altman, 2010, p. 10).

De acuerdo con esta definición, las herramientas empleadas por


estos regímenes para ejercer la democracia directa son los referén-
dums y las consultas ciudadanas. A lo largo de los últimos años, los
gobiernos han utilizado estas herramientas como una forma de inte-
gración de la voluntad ciudadana y como mecanismo de legitimación
para muchas de las iniciativas que en no pocos casos iban en contra
de los intereses y voluntades de los anteriores grupos dominantes.
En el caso de Venezuela, tenemos como ejemplo clave el refe-
réndum revocatorio presidencial del 15 de agosto 2004, que puso a
decisión ciudadana la remoción de Hugo Chávez. El origen de este
proceso fue la crisis política que se derivó del intento de golpe de
Estado por parte de la oposición hacia el gobierno de Chávez en el

dos lados”, en el que se construye “desde arriba” y “desde abajo”.

173
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

año de 2002. Éste resultó infructuoso gracias a la intensa protesta


popular que se registró y un contragolpe que permitió la vuelta del
presidente. Este momento de tensión política incluyó la amenaza de
grupos conservadores de despertar una guerra civil, llevando al go-
bierno de Chávez a aceptar el referéndum revocatorio.
Las fuerzas políticas conservadoras se movilizaron a través de
llamada Coordinadora Democrática, que coordinó a los canales de
televisión, la organización patronal Fedecamaras, la Confederación
de Trabajadores de Venezuela (ctv) y la Iglesia católica, todas estas
organizaciones que presionaron fuertemente a través de marchas du-
rante todo el año 2003 pidiendo la remoción del presidente. Tras re-
unir 2.7 millones de firmas solicitadas constitucionalmente, se hizo
el llamado a referéndum que se celebró el 15 de agosto de 2004. El
resultado fue un punto decisivo en el gobierno de Chávez, ya que se
logró obtener 58% a favor de la permanencia; la oposición quedó
con 42%. Más allá de la crisis que representó la movilización de la
oposición para la aprobación del si, el referéndum resultó en un muy
marcado fortalecimiento de parte del gobierno de Chávez, respalda-
do por una amplia participación popular (Febres y Márquez, 2006).
En este caso, el resultado del referéndum terminó fortaleciendo el
gobierno de Chávez, ya que logró obtener una legitimación y un res-
paldo ciudadano importante (González, 2006, p. 165).
El siguiente ejemplo es el del referéndum constitucional de Ve-
nezuela en 2007. En esta ocasión fue Chávez quien decidió impul-
sarlo con el objetivo de modificar 69 artículos de la constitución de
1999. Entre las iniciativas que se buscaba aprobar estaba incluir cons-
titucionalmente al Estado venezolano como un Estado socialista. El
proyecto también incluía una propuesta para la ampliación de los
poderes del Estado, para permitir la reelección presidencial sin lími-
te, la creación de milicias populares llamadas bolivarianas, la con-
formación de un poder popular que seguiría el principio de sufragio
universal, directo y secreto, una serie de procesos de recentralización
político-administrativos, la elevación de los topes en el número de
firmas necesarias para la convocatoria a referendos populares y una
potestad especial del presidente para crear regiones especiales con

174
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

fines estratégicos y nombrar autoridades específicas para garantizar


la soberanía y la defensa del territorio.
Chávez llamó a este conjunto de propuestas una “radicalización
de la democracia participativa”, para dejar atrás el capitalismo e ir a
un “socialismo del siglo xxi” (López Maya, 2011, p. 5). El resultado
fue a favor del “No” por un margen de tan sólo 120 000 votos, pero el
proceso reveló una voluntad de fortalecimiento del poder estatal con
base en el apoyo ciudadano (Lavaud, 2007, p. 146).
En el caso de Ecuador, desde las propuestas de campaña aparecía
la reforma a la democracia como un eje fundamental dela propuesta
política. En la agenda de Alianza País, se planteaba la necesidad de
impulsar una “revolución política” que lograra la recuperación de
la privatizada estructura estatal, el impulso a la democracia partici-
pativa y el mejoramiento del sistema de representación política. De
acuerdo con este programa, se organizó una consulta popular para
impulsar la creación de una nueva constitución. La idea de crear esta
nueva constitución provenía desde la campaña presidencial de Rafael
Correa en 2006, y buscaba crear una nueva Asamblea Constituyente,
con el fin de reformar la constitución de 1998. La consulta se realizó
el 15 de abril de 2007, arrojando un voto de aprobación de 81.72%
de la ciudadanía en contra de 12.43% en contra. Se eligieron 130
asambleístas con una mayoría de Alianza País, quienes, aliados con
otros partidos de izquierda, lograron formar una mayoría absoluta.
Posteriormente, el proyecto de texto constitucional se sometió
a consulta popular para que la ciudadanía votara a favor o en contra
de adoptar la nueva constitución. Esta consulta se celebró el 13 de
agosto de 2008; para el 16 de octubre se proclamaron los resultados
definitivos. El Sí obtuvo 63.3% y ganó en 23 de las 24 provincias. Esta
fue la primera vez, desde 1869, que una Constitución aprobada por
una Asamblea Constituyente era discutida y votada por la población
(Hernández y Buendía, 2011, p.  134). La promoción de un nuevo
texto constitucional respondió así a una demanda popular que se
venía manifestando desde la campaña presidencial a favor de la crea-
ción de una nueva institucionalidad y la reforma del poder político
en el país.

175
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

En el caso de Bolivia, se celebró un “referéndum revocatorio”


el 10 de agosto de 2008, en el que se decidía la posible dimisión del
presidente Evo Morales, del vicepresidente Álvaro García Linera y
de ocho de los nueve prefectos departamentales. Este referéndum,
impulsado por los grupos opositores de Morales, terminó ratifican-
do al presidente y su gabinete en el gobierno, ya que lograron ob-
tener 67.43% de los votos a su favor. De igual forma, los prefectos
de los departamentos de Chuquisaca, Oruro, Potosí, Tarija, Santa
Cruz, Pando y Beni fueron ratificados, y los prefectos opositores de
La Paz y Cochabamba terminaron siendo revocados. Al igual que en
el caso de Venezuela, este referéndum revocatorio fue impulsado por
la oposición a sus gobiernos. Sin embargo, los resultados de ambas
consultas terminaron fortaleciendo a sus respectivos gobiernos, al
despertar la participación y el respaldo de la mayoría de la ciuda-
danía. A este respecto, terminaron por reforzar la legitimidad y el
apoyo popular a sus gobiernos, lo cual implica procesos de fortaleci-
miento en lugar de debilitamiento.
También en Bolivia se celebró un referéndum constitucional el
15 de enero de 2009. Este proyecto se gestó desde el año 2006, cuan-
do se realizaron elecciones para elegir a los integrantes de la Asam-
blea Constituyente de la cual emanaría una nueva constitución para
Bolivia. En esta Asamblea terminó por dominar el bloque favorable
al presidente Evo Morales con más de 50% de los 255 escaños. Tras
varios momentos de bloqueo, por parte tanto del Congreso Nacio-
nal como de la Corte Nacional Electoral, el 20 de octubre de 2008
se convocó a una consulta para el 25 de enero de 2009. La nueva
constitución resultó aprobada con un total de 61.43% de los votos,
por sobre 38.57% en contra. Fue promulgada el 7 de febrero de 2009.
En conjunto, estos procesos de democracia directa, referén-
dums y consultas populares son muestras del fortalecimiento de los
gobiernos populares en cuanto a su interrelación con los ciudadanos.
Este aspecto los hace diferentes de los anteriores Estados neolibe-
ral-procedimentales, ya que si bien siguen considerando los meca-
nismos de la democracia representativa, el uso de los mecanismos
de democracia directa permite mantener un flujo constante de co-
municación y escrutinio entre la ciudadanía y sus gobiernos. De esta

176
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

forma, se rompe el fenómeno de delegación política propio de las


democracias procedimentales que reduce el papel del ciudadano a
un mero emisor de voto en cada ciclo electoral para elegir nuevos
funcionarios.

El proyecto de los consejos comunales

Dentro del espectro de los proyectos de democracia participativa so-


bresale la organización de consejos comunales en Venezuela. Este es
el proyecto más ambicioso y extendido, debido a la profundidad y la
ambición de sus reformas.
Los primeros pasos que permitieron la construcción de los
consejos comunales se dieron cuando se impulsó el Proceso Cons-
tituyente dentro la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, aprobada en diciembre del 1999. Este Proceso Consti-
tuyente buscaba generar una transición política entre un modelo
de democracia formal a la democracia participativa, caracterizada
por la movilización social en apoyo al proceso de reformas del Esta-
do. El proceso constituyente permitió iniciar la construcción de un
proyecto político caracterizado por la inclusión de los grupos po-
pulares, en relación directa con el poder estatal y con el liderazgo
del movimiento. En este proceso fueron centrales aspectos como el
liderazgo carismático de Chávez, el nuevo simbolismo bolivariano y
el nuevo proyecto de Estado, que facilitaron la inclusión efectiva de
las mayorías populares dentro del proyecto. El impulso a la demo-
cracia directa estuvo incluido como una de las reformas necesarias
para llevar adelante el reconocimiento y el cumplimiento efectivo
de los derechos sociales, económicos y culturales de sectores antes
excluidos de las dinámicas de acción de la democracia venezolana
(Romero, 2012, p. 252-253).
Los consejos comunales (cc) se concibieron como el “funda-
mento del anhelado socialismo venezolano”, en el que las “estructu-
ras consejistas”, a través de la cooperación y la coordinación, podrían
llegar a sustituir al Estado burgués por un nuevo “Estado comunal”.
Junto a los cc, se tomaron medidas encaminadas a generar cambios

177
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

estructurales en la economía e impulsar la democratización de las


relaciones de propiedad, de trabajo y de producción (Azzellini, 2011,
p. 9).
El proyecto de los cc y de las comunas aparece entonces consi-
derado a nivel constitucional desde 1999, en específico en el artículo
62, donde se establece que “La participación del Pueblo en la forma-
ción, ejecución y control de la gestión pública es el medio necesario
para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo,
tanto individual como colectivo”. Además, se describe a los cc en
el artículo 70 como “medios de participación y protagonismo del
pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político […] la asamblea
de ciudadanos y ciudadanas cuyas decisiones serían de carácter vin-
culante” (Rodríguez, 2010, p. 202).
La organización de los cc fue concebida como uno de los llama-
dos Cinco Motores del Proyecto Simón Bolívar, en el contexto más
amplio del Proyecto Bolivariano. En específico, los cinco motores de
ese proyecto son:

· La ley habilitante, que buscaba impulsar 65 leyes desde


el poder Ejecutivo Nacional.
· La Reforma Constitucional que buscaba reformar la
Constitución de 1999 en función del avance del proyec-
to bolivariano, asociada específicamente con la estructu-
ración del poder político y las condiciones generales del
proyecto económico en el Estado.
· El proyecto de Educación Moral y Luces, orientado a
impulsar un proyecto de educación socialista de educa-
ción en busca de generar socialización y gratuidad com-
pleta de la educación.
· La construcción de una nueva geometría del poder
que busca reordenar el poder político en el territorio
venezolano.
· El poder comunal o popular, que busca fomentar los
mecanismos de democracia directa fundamentalmen-
te a través de los consejos locales de planificación y los
consejos comunales (Romero, 2012, pp. 266-267).

178
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Las leyes habilitantes permitieron construir las bases insti-


tucionales de la democracia participativa venezolana mediante la
construcción de los cc. Estos se entienden como instituciones de
movilización social popular y empleadas en buena medida como or-
ganizaciones de defensa ante el embate de los grupos opositores al
gobierno de Chávez y su proyecto político (Romero, 2012, p. 255).
Posteriormente, en el año 2006 entró en vigencia la llamada
Ley de los Consejos Comunales, en la que se consideraba que los
cc se integrarían en relación directa con el gobierno nacional, bajo
la coordinación de un ministerio especial que se encargaría de pro-
moverlos y financiarlos. En cuanto a la fuente de los recursos para el
funcionamiento de los cc, se estableció que compartirían recursos
tanto de los gobiernos municipales como estadales, además de con-
siderar la posibilidad de que ellos mismos gestionaran sus propios
recursos. La reforma legal más importante para el funcionamiento
de los cc vendría en 2008, cuando se creó una Ley Orgánica de los
Consejos Comunales. De acuerdo con las reformas de esta ley, los cc
se formarían por entre 140 y 400 familias en las áreas urbanas y por
un mínimo de veinte en áreas rurales (Goldfrank, 2011, p. 43).
En esta nueva ley también se definió que las funciones funda-
mentales de los cc serían el impulso, la planificación, implementa-
ción y monitoreo de proyectos y programas comunitarios. De acuer-
do con el artículo 2 de esta ley,

Los consejos comunales, en el marco constitucional de la de-


mocracia participativa y protagónica, son instancias de par-
ticipación, articulación e integración entre los ciudadanos,
ciudadanas y las diversas organizaciones comunitarias, mo-
vimientos sociales y populares, que permiten al pueblo orga-
nizado ejercer el gobierno comunitario y la gestión directa
de las políticas públicas y proyectos orientados a responder a
las necesidades, potencialidades y aspiraciones de las comu-
nidades, en la construcción del nuevo modelo de sociedad
socialista de igualdad, equidad y justicia social (Ministerio
del Poder Popular para la Comunicación, 2009).

179
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Los cc cumplen con ser formas de participación ciudadana ins-


titucionalizada que procuran la autoorganización y autopromoción
de la actividad ciudadana, bajo líneas de acción que prescinden del
tutelaje directo del Estado. Las áreas en específico en las que los cc
tendrían injerencia, según el artículo 28 de la legislación, serían salud,
familia y género, economía comunal, seguridad, vivienda, medios
alternativos y educación. Así, los cc permiten que los ciudadanos
elijan ejercer algún programa de acción bajo el auspicio del gobierno
y llevar a cabo iniciativas en cada uno de los rubros considerados en
la legislación. Los cc también pueden asumir funciones transferidas
desde los municipios y gobernaciones si están en condiciones de to-
mar estas responsabilidades.
Existen casos en los que estas asumieron el aseo urbano, o bien
otras en las que han intervenido directamente en la instalación de
plataformas tecnológicas para cables de internet y telefonía fija, a
través de la empresa telefónica estatal Cantv. Otra expresión es que
los cc han asumido la administración de gasolineras de Petróleos
de Venezuela (pdv) o bien su trabajo directo en la construcción de
“Mercalitos” a través de Mercal en 2008. Otro ejemplo es la construc-
ción y transferencia a las comunidades de llenadores y distribuido-
res de gas líquido para cocina en “bombonas”, entregada por pdvsa
directamente a las comunidades y eliminando a los intermediarios
comerciales. Esta decisión logró bajar hasta 20% el precio del insu-
mo (Azzellini, 2011, p. 215).
Según los datos oficiales, para el año 2009 existían alrededor de
treinta mil consejos comunales; para agosto de 2010, 21 050 habían
sido refundados y registrados oficialmente. De igual manera, tanto
solo en el año 2008 se invirtieron, según datos oficiales, un total de
cinco billones de bolívares (equivalentes a 2.3 millones de dólares)
para financiar proyectos dentro de los cc. Tal cantidad de recursos
invertida se complementa con una cifra de aproximadamente ocho
millones de venezolanos que han participado en los consejos comu-
nales (Goldfrank, 2011, p. 44). Según investigaciones de la Fundación
Centro Gumilla (fcg), de 1138 cc entrevistados, 33% había desarro-
llado proyectos asociados con la mejora de viviendas en 2008, 21%
había realizado proyectos de agua potable, 15% había impulsado la

180
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

construcción o arreglo de carreteras, 14% había realizado trabajos


en la red eléctrica, 13% había participado en la construcción de faci-
lidades deportivas, 12% había impulsado la construcción o compra
de una casa comunal para el cc y el arreglo de escuelas, 10% había
elaborado proyectos para arreglar caminos y escaleras y 4% de pla-
zas y parques (Azzellini, 2011, p. 215). De acuerdo con estos datos,
se puede decir que buena parte de los esfuerzos se orientan a las
soluciones de problemas inmediatos en cuanto a infraestructura y
servicios básicos, pero bajo un esquema de cooperación y, a veces,
hasta de impulsos independientes por parte de la población.
Estos números de inversiones y proyectos explican el hecho de
que algo más de ocho millones de venezolanos hayan participado
en los cc, y que para 2010, ya existieran más de 31 000. Esta cifra,
repetida por oficiales del gobierno, se ha verificado por una encues-
ta encabezada por Latin American Public Opinion Project (lapop),
organización responsable del Barómetro de las Américas. En su en-
cuesta del 2007, 36% de los entrevistados dijo haber participado por
lo menos una vez en el cc de su comunidad y 66% afirmó que un
cc existía en su comunidad (Goldfrank, 2011, p. 44; Azzellini, 2011,
p. 220).
En cuanto a la organización administrativa, los cc se compo-
nen también de una unidad administrativa, una administración fi-
nanciera, una unidad de contraloría social y una unidad ejecutiva,
las cuales ocupan y ejercen los ciudadanos del propio consejo por
elección directa de sus integrantes. La toma de decisiones se hace
mediante asambleas de ciudadanos en las que se necesita de la asis-
tencia de al menos 30% de los residentes (Goldfrank, 2011, p. 44). A
este respecto, una de las críticas que se han lanzado sobre el proyecto
de los consejos comunales es que son una estructura que amenaza
la democracia, bajo el supuesto de que se basa en el clientelismo y el
corporativismo.
Sin embargo, diversos estudios han demostrado que, en lugar
de socavar la democracia, los cc han ayudado a promoverla, ya que
al interior se encuentran representadas la diversidad de posiciones
políticas de Venezuela. En este sentido, si los cc fueran una mera
manifestación de clientelismo, difícilmente podrían incluir a los

181
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

propios integrantes del movimiento opositor al chavismo. Además,


los estudios organizados por el Centro Gumilla han mostrado que
en ochenta por ciento de los cc se encuentra representada más de
una tendencia política. Asimismo, en una encuesta elaborada por
Hawkins se ha mostrado que “mientras el setenta por ciento de los
chavistas participan en el cc de su área, cuarenta y tres por ciento de
los antichavistas también. Esta tasa de participación es más alta que
la de la mayoría de los otros tipos de actividad asociativa” (Hawkins,
2006, p. 119).
La existencia de una amplia diversidad de grupos dentro de la
organización de los cc refuerza el sentido soberano que recae sobre
estos. Lejos de las descripciones críticas acerca de esta institución,
las investigaciones acerca de su funcionamiento demuestran que son
órganos efectivamente ciudadanos y que son un aporte en la cons-
trucción de Estados y gobiernos con una mayor inclusión y partici-
pación de los intereses ciudadanos. En este sentido, los cc represen-
tan un proyecto de avanzada en los gobiernos nacional-populares
en América Latina; mediante su construcción y funcionamiento se
apunta a la construcción de Estados y gobiernos en interrelación di-
recta con sus ciudadanos, organizados institucionalmente, pero con
libertad para incidir en las decisiones de Estado y de gobierno. De
esta manera, el argumento acerca de que son antidemocráticos se de-
muestra como falso, dado que mediante la democracia participativa
y sus herramientas se ha abierto una vía efectiva para democratizar
la toma de decisiones e involucrar a las poblaciones nacionales. Estas
herramientas no “crean desorden”, más bien cumplen con resignifi-
car lo público como un espacio de deliberación, discusión y acción
ciudadana (Rabotnikoff y Aibar, 2012, p. 66).
La aspiración más ambiciosa de este proyecto es la conforma-
ción de una gran organización comunal a lo largo del país, de un
Estado comunal. A este respecto, la primera posibilidad ha sido la
conformación de “mancomunidades” mediante la articulación de
varios cc, además de que también existe la forma de comuna socia-
lista que puede estar conformada también por varios cc. En ambas
formas, el territorio se encuentra completamente organizado en cc
y se ejerce el autogobierno comunal; el presidente puede, en acuerdo

182
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

con el consejo de ministros, declararlo Ciudad Comunal (Azzellini,


2011, p. 218). Esta organización comunal finalmente remite a la tra-
dición socialista de las comunas y en especial a la comuna de París;
una organización que ha sido impulsada tanto desde el poder estatal
como de la propia sociedad venezolana.

Tensiones y contradicciones de la democracia participativa

En los gobiernos nacional-populares, las consultas y los referéndums


han permitido la inclusión de diferentes grupos al hacerlos parti-
cipes directos de la toma de decisiones públicas. Aunado a esto, la
construcción de las agendas de gobiernos se ha alimentado de las
demandas de los propios grupos sociales para lo cual se han emplea-
do también las herramientas de democracia participativa. Por otro
lado, existen resultados adversos en las iniciativas de los propios go-
biernos sometidas a escrutinio mediante la democracia participativa;
también existe la posibilidad de que los propios opositores utilicen
estas herramientas para propulsar proyectos o decisiones encontra-
das con los proyectos de los propios gobiernos. Lo anterior habla de
que estos se han mantenido como gobiernos tolerantes e incluyentes
para los diferentes grupos ciudadanos.
Dentro de estos gobiernos se cumple no sólo con no reprimir o
limitar a la disidencia u oposición, sino con integrar a los diferentes
grupos opositores mediante los propios mecanismos de la democra-
cia participativa (desde el extremo más radical de izquierda, hasta el
extremo más radical de derecha) siempre respetando los derechos
fundamentales y bajo el marco de limitaciones propio de sus cons-
tituciones nacionales. En este sentido, a diferencia de los Estados
neoliberal-procedimentales, donde el uso de la fuerza pública es
fundamental para mantener la gobernabilidad, los gobiernos nacio-
nal-populares hacen de la tolerancia a la crítica una característica de
su proyecto.
Una posible explicación a este carácter inclusivo está en el hecho
de que desde su propio origen han estado formados por una gama
de organizaciones sociales y de grupos de interés. En este sentido, a

183
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

diferencia de un gobierno que pueda provenir de un solo partido


político, o de una pequeña coalición entre partidos, los movimientos
que los llevaron al poder de Estado están formados por una gran
diversidad de identidades y proyectos políticos. Por tanto, están for-
mados por “una especie de microuniverso de grupos, líneas y ten-
dencias respecto de aspectos puntuales de la agenda, radicalidad de
las acciones propuestas, modos de implementarlas, etc. Cada una
presenta, hacia adentro, izquierdas y derechas” (Vilas, 2005, p. 92).
En términos de su funcionamiento, esta conformación impli-
ca una dinámica en la que la diversidad de corrientes, la formación
de compromisos internos y las alianzas entre los diferentes grupos
que lo forman generan tensiones y eventuales desmembramientos
que terminan por hacer de la tolerancia y el diálogo un elemento
indispensable en su funcionamiento. A este aspecto de multiplicidad,
también hay que agregar el hecho de estos gobiernos se mantienen
respetuosos ante la democracia representativa como forma de elegir
gobiernos y representantes. Por lo tanto, necesitan cuidar la “aritmé-
tica electoral”, que exige la construcción de alianzas y concertaciones
con diversas fuerza políticas y sociales (Vilas, 2005, p. 92).
En tanto estos gobiernos apelan de manera constante a la so-
ciedad movilizada como un sujeto activo e influyente, siempre es un
problema generar gobernabilidad para todo el conjunto. Este aspec-
to ha sido uno de los objetos de mayor crítica a estos gobiernos. En
tanto, para muchos dar protagonismo permanente a la ciudadanía
tiende a generar polarización en la sociedad y dificultar la institucio-
nalización “más allá del liderazgo personal” (Garretón, 2006, p. 109).
Sin embargo, de forma contraria a lo que sostiene esta perspecti-
va, la existencia de una sociedad civil activa y participante dota de
un sentido fuertemente democrático a estos gobiernos. Esto rompe
la barrera de la “delegación” política representativa, y dota de una
mayor vitalidad ciudadana a las estructuras e instituciones guber-
namentales. La confluencia de los diferentes grupos y actores, más
allá de la participación electoral, vuelve fuertemente democrática a
la vida política en estos países. La existencia de la crítica, la inclu-
sión de los diferentes grupos y la movilización y organización social
independiente o integrada dotan a estos gobiernos de una vitalidad

184
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

y una potencialidad que antes no existía. Las tensiones y contradic-


ciones entre movimientos, organizaciones, partidos, la oposición y el
Estado impiden que gobierno y Estado mismo puedan erigirse como
instancias apartadas de la ciudadanía y cerradas a la sociedad. A este
respecto, el propio vicepresidente de Bolivia ha expresado que “Tie-
ne que mantenerse así, viva. Es una contradicción entre socialización
y monopolización, concentración y democratización. Son procesos
que tienen que avanzar juntos. Les corresponde a los movimientos
sociales dirigir esto, pero le toca al Estado […] garantizar las bases
de sostenibilidad de este proceso” (Natanson, 2007, p. 165).
Un ejemplo concreto de esta tensión entre movimientos y go-
bierno que ha llamado mucho la atención sucedió precisamente en
Bolivia, cuando indígenas, campesinos y empleados públicos se ma-
nifestaron masivamente contra la decisión gubernamental de retirar
el subsidio oficial a la gasolina anunciado el 26 de diciembre de 2010.
La razón de este retiro del subsidio, y la consecuente subida del pre-
cio hasta 83%, se debía al problema que representa que una parte im-
portante del combustible subsidiado se trafique a los países vecinos,
una fuga importante de recursos para el Estado. Sin embargo, debido
a la fuerte presión social que se presentó especialmente de la zona
andina, importante bastión del mas, el proyecto no se llevó a cabo
(Stefanoni, 2011, p. 24).
Este ejemplo muestra cómo un gobierno como el del mas se
muestra atento y receptivo de las demandas sociales. Dicha postura
se muestra claramente distante de la forma de actuar de los gobier-
nos en los Estados neoliberal-procedimentales, en donde los recor-
tes presupuestales y la eliminación de subsidios se aplica sin tener
en cuenta la opinión de las mayorías, y aunque los movimientos y
organizaciones expresen su desacuerdo estas terminan por imponer-
se, incluso utilizando la fuerza pública para controlar las manifesta-
ciones. En este sentido, el mas mantuvo su posición acorde con los
principios de su propuesta política.
Otro ejemplo lo encontramos en el episodio de 2011, cuando el
gobierno del mas se propuso la construcción de una autopista a tra-
vés del Territorio Indígena y Parque Nacional Isidro-Secure (tipnis).
El llamado tipnis fue declarado como Parque Nacional en 1965 y

185
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

se constituyó en territorio indígena en 1990, como parte de los lo-


gros de la “Marcha por el Territorio y la Dignidad. El tipnis abarca
más de 12 000 km2 y está habitado por más de sesenta comunidades
indígenas, cuya economía depende en gran medida de los recursos
naturales provenientes de la propia reserva. En 2008, el gobierno de
Morales decidió iniciar la construcción de una carretera entre San
Ignacio de Mosos, departamento de Tarija, y Villa Tunari, departa-
mento de Cochabamba; sin embargo, la construcción atravesaba el
tipnis (Rossell, 2012, p. 6).
El proyecto despertó la oposición de un número importante de
organizaciones indígenas, aglutinadas alrededor de la Confederación
de los Pueblos Indígenas del Oriente de Bolivia (cidob) y del Con-
sejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (Conamaq), además
de un conjunto de 34 organizaciones de pueblos indígenas de tierras
bajas y las propias organizaciones del tipnis. Así, el 16 de agosto de
2011 se manifestaron alrededor de 1200 indígenas coordinando una
marcha desde la ciudad de Trinidad, en el departamento de Beni,
para llegar hasta La Paz (Calla, 2012, p. 80; García, 2012). Ante esta
situación, el gobierno del mas decidió no imponer la construcción
de la carretera y comenzó a cabildear con las diferentes fuerzas. La
decisión final del gobierno fue el uso de la democracia participativa,
a fin de generar un referendo directo con todos los grupos y actores
involucrados en el problema para determinar si se debía construir la
carretera. El resultado de esta consulta fue el apoyo al proyecto de
gobierno con un total de 58 comunidades que apoyaron el proyecto
y 11 que se manifestaron en contra: 87% a favor en la votación.
Otro ejemplo destacado es el de Ecuador. Recientemente, el go-
bierno de Correa chocó con organizaciones indígenas y movimien-
tos sociales al plantear la posibilidad de abrir una explotación pe-
trolera en el Parque Nacional Yasuní. Este parque está considerado
como una reserva ecológica muy valiosa debido a su biodiversidad;
sin embargo, también es una reserva petrolífera aún no explotada
en el país. Hasta antes de 2013, la posición del gobierno fue evitar la
explotación de estos recursos. No obstante, a principios de este año
se planteó impulsar la explotación petrolífera. De igual manera, en
el caso boliviano, la decisión del gobierno de Correa fue recurrir al

186
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

acuerdo y la concertación principalmente con la comunidad indí-


gena guaraní que habita esta zona. El acuerdo, logrado con la co-
munidad el 15 de agosto de 2013, se basó en el otorgamiento de un
amplio financiamiento para esta etnia, para cubrir sus demandas de
educación, salud y principalmente un irrestricto reconocimiento de
sus tierras (Constante, 2013).
Visto de manera global, la presencia de tensiones entre movi-
mientos sociales, grupos de protesta y el gobierno son una muestra
de una relación entre Estado y ciudadanía que se ha reformulado en
un sentido inclusivo y de mutua determinación. Contrario a lo que
muchos críticos asumen, no tienen características autoritarias; tien-
den fuertemente a lo democrático, ya sea a través de la democracia
participativa, la inclusión de demandas populares y ciudadanas en
sus agendas de gobierno, a través del impulso a proyectos como el
de Consejos Comunales o en la propia negociación con los grupos
críticos u opositores.

La inclusión material

Otra de las características centrales de los gobiernos nacional-popu-


lares es la inclusión material de sus ciudadanos mediante un Estado
que tiende a proteger a su ciudadanía. Por inclusión material enten-
demos la dotación de bienes y servicios básicos otorgada o alentada
por el Estado; busca mejorar las condiciones de vida de sus pobla-
ciones nacionales y principalmente de los grupos populares. En este
sentido, el contraste con las políticas de los Estados neoliberal-pro-
cedimentales es claro, ya que aquellos tienden a eliminar los servi-
cios y la dotación de bienes básicos por parte del Estado bajo pretex-
to de que estos deben ser disminuidos a costa de no representar una
carga de gasto excesivo para las finanzas públicas y de que las priva-
tizaciones son oportunidades para abrir esas áreas antes públicas a la
inversión de capital privado e incentivar el crecimiento económico.
La inclusión material en los gobiernos nacional-populares se
sustenta en el principio de recuperar al Estado como un ente al ser-
vicio de la ciudadanía y principalmente de los grupos populares, de

187
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

restablecer la obligación del Estado de proteger a todos sus ciudada-


nos. Esta característica se manifiesta a través de la dotación de bienes
y servicios estatales básicos, como la salud, la alimentación, la ayuda
a los más pobres, el fomento del empleo y en general la mejora en sus
condiciones de vida. Este tipo de políticas se han implementado en
principio a través de reformas constitucionales, y consecuentemente
a través de la creación de toda una institucionalidad que busca dotar
estos bienes y servicios de manera universal.
En la búsqueda de estos gobiernos y regímenes de incluir ma-
terialmente a sus poblaciones ha resultado fundamental el hecho
de que en estos tres países existen recursos naturales, especialmen-
te energéticos, en abundancia, como el petróleo y el gas que en el
mercado internacional han gozado de precios favorables durante los
años recientes. Sin embargo, además de las condiciones favorables
en el mercado internacional, sus políticas han sido fundamentales
para que esta riqueza se convierta en beneficios directos para las ma-
yorías populares en estos tres países. La propiedad de estos recursos
y su explotación han pasado a ser regidos por el Estado, ya sea a tra-
vés del otorgamiento de concesiones de explotación a empresas pri-
vadas (nacionales o internacionales) o de manera directa a través de
empresas paraestatales. Así, alentado por un contexto internacional
favorable, la elevada cotización del barril de petróleo, el crecimien-
to de las exportaciones primarias gasíferas y mineras, se ha podido
aumentar los ingresos de las familias, ya sea mediante transferencias
directas o por efectos de “derrame”. Esto es, en breve, una redistribu-
ción de la riqueza.
En estos logros ha resultado fundamental el control de la in-
flación y del tipo de cambio, además de la disciplina fiscal interna,
las cuales han posibilitado la creación de economías estables en el
contexto reciente de inestabilidad financiera internacional. Estos
gobiernos han mostrado una marcada “preocupación por la estabili-
dad monetaria”, que los aleja de lo que Dornbusch y Edwards llama-
ron “populismo macroeconómico”. La estabilidad macroeconómica
y monetaria ha adquirido especial atención para estos gobiernos y
bien podría decirse que aprendieron una de las lecciones más im-
portantes que dejaron los años ochenta con las crisis de la deuda

188
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

(Paramio, 2006, p. 64). De igual manera, la “ruptura del vínculo con


las elites tradicionales y la adopción de un nuevo tipo estatismo eco-
nómico” han sido elementos fundamentales que han permitido im-
pulsar las agendas de integración material en estos países.
La prioridad de la organización económica dejó de ser la acu-
mulación de ganancias del capital privado. Pasó a ser un tipo de
economías que colocan al bienestar ciudadano en el centro de su
organización (Tassi, Arbona, Ferrufino y Rodríguez Carbona, 2012,
p. 98). Un elemento fundamental de estos proyectos ha sido colocar
a la “nación” como un eje fundamental en sus propuestas, entendi-
da como un “marco amplio de sujetos por encima de pertenencia
a sectores o clases […] que sortea la atomización individualista del
concepto liberal del ciudadano” (Vilas, 2005, p. 94). En los gobiernos
nacional-populares, “la nación es construida por el discurso político
como sujeto colectivo activado en torno a un programa de acción
colectiva” acorde con los intereses nacionales y populares (Vilas,
2005, p. 94).

Salud, alimentación y educación

En el caso de Bolivia se ha impulsado una ambiciosa campaña de


transferencias de renta para atender a grupos como niños, ancianos
o mujeres embarazadas en el marco de la política de protección so-
cial y desarrollo integral comunitario del Plan Nacional de Desarro-
llo. Los recursos que se distribuyen tienen su origen principalmente
en las ganancias obtenidas por la explotación de hidrocarburos, una
industria que fue recuperada y ahora es el respaldo de la política
social del gobierno de Morales.
Un ejemplo de estos programas es Renta Dignidad, un progra-
ma de transferencia de rentas para todos los adultos con más de se-
tenta años. Este programa tuvo su antecedente en los años noventa,
durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, a través del lla-
mado Bonosol; en la actualidad, se ha extendido con un monto de
doscientos bolivianos (equivalente a treinta dólares) mensualmente
(Stefanoni, 2011, p. 36). Este se estableció en 1997 y se paga con los

189
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

rendimientos y la venta de acciones de las empresas capitalizadas


(petróleo, ferrocarriles, energía, telecomunicaciones y aviación)
(Aponte, 2006, p. 65). Para atender a la niñez se creó el programa
Juancito Pinto, que consiste en un pago de treinta dólares anuales
a los alumnos de escuelas primarias públicas por el solo hecho de
mantenerse como estudiantes en el sistema educativo. O bien, tam-
bién se crearon el bono Madre, Niño y Niña Juana Azurduy para
mujeres embarazadas, que consiste en una transferencia de cincuen-
ta bolivianos (aproximadamente siete dólares) por cada control mé-
dico, hasta un máximo de cuatro ocasiones. Aunado a este apoyo,
también se otorgan 120 bolivianos (diecisiete dólares) por cumplir
con los controles médicos de niños y niñas menores de dos años. El
objetivo de este último programa es reducir los índices de mortali-
dad materno infantil.
Con respecto a la salud, ha sido importante la participación de
varios centenares de médicos cubanos que han impulsado el progra-
ma Misión Milagro, destinado a operar gratuitamente de cataratas y
otras enfermedades de la vista. Otra política es el llamado Programa
Desnutrición Cero, que está enfocado a los niños y niñas menores
de cinco años que viven en situación de pobreza y grupos que po-
seen altos grados de desnutrición, sobre todo en los municipios más
pobres del país. En cuanto al ámbito rural, se han creado seguros
agrícolas contra desastres naturales además de la llamada Tarifa Dig-
nidad creada en 2006, la cual reduce 25% el costo de la energía eléc-
trica a los usuarios con bajos consumos. De igual manera, se imple-
mentó la campaña de alfabetización “Yo sí puedo”, de origen cubano;
según cifras oficiales, desde 2010 el país ya se encontraba libre de
analfabetismo (Stefanoni, 2011, p. 37).
En términos de indicadores socioeconómicos, el progreso en
cuanto bienestar logrado por el gobierno boliviano ha sido impor-
tante. Basta considerar algunos indicadores generales para demos-
trar esto: el ingreso per cápita para 2011 había subido a 1833 dólares
en comparación con 942 en 2001; en el período entre 2005 y 2010, la
pobreza urbana se redujo de 60.6% a 49.6%, la pobreza rural se redu-
jo de 77.6% a 65.1%, la pobreza extrema en general bajó de 38.2% a
25.4%, y la pobreza extrema en el campo bajó de 62.9% a 44.7%. De

190
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

igual manera, la inversión pública estatal pasó de 600 a 3300 millo-


nes de dólares, de los cuales 66% se invirtió directamente en el área
rural (Stefanoni, 2011, p. 38).
Además de las políticas de transferencias y de inversión pública,
el Estado boliviano ha reformado sus constituciones e instituciones
a fin de proteger los derechos laborales y sociales. En este sentido, el
Estado ha reestatizado el sistema de pensiones, privatizado durante
los años noventa, y ha derogado la subcontratación de trabajadores,
legalizada durante los años noventa.
De igual forma que en el caso boliviano, en Venezuela duran-
te los últimos diez años se lograron progresos muy importantes en
términos de lo que llamamos la inclusión material de sus ciudada-
nos. Desde el documento “Las Líneas Generales del Plan de Desa-
rrollo Económico y Social 2007-2013”, en específico en la sección
“Democracia Protagónica y Revolucionaria”, se planteó que el Estado
se debe comportar como un ente fundado en la conciencia ética por
encima de la fuerza, y que no admite que los intereses particulares
se sobrepongan a los intereses generales de la sociedad y el bienestar
de todos (Monsalve y Gabaldón, 2012, p. 511). En este sentido, es
notorio cómo se dota al Estado de un sentido fundado en el interés
general de la sociedad por encima de los intereses particulares.
Los recursos que hacen posible la dotación de bienes y servicios
provienen en buena medida del ingreso fiscal petrolero, destinados al
funcionamiento de los consejos comunales, de las políticas sociales y
de las llamadas Misiones. Esta política de redistribución, y en general
la expansión económica posibilitada por el Gobierno chavista, comen-
zó cuando se obtuvo el control completo sobre la empresa nacional Pe-
tróleos de Venezuela (pdvsa), en el primer trimestre de 2003. A partir
de este momento, el pib se incrementó casi al doble en diez años a un
ritmo anual de 13.5%. De manera contraria a como asumen muchos
de sus críticos, este crecimiento se ha dado sobre todo en el sector no
petrolero; específicamente, el sector privado ha crecido mucho más
que el sector público (Weisbrot, Ray y Sandoval, 2009, p. 3).
En términos globales, las políticas económicas y sociales in-
clusivas del régimen chavista han tenido éxitos espectaculares en
cuanto a la reducción de la pobreza. Según el Instituto Nacional de

191
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Estadística (ine), para 2009 el índice de pobreza se había ubicado


en 28.5% que representa una caída de quince puntos ante 43.5% que
había en 1999. También la pobreza extrema se redujo en diez puntos
porcentuales: de 17.1% en 1998 a 7.9% en 2009 (Rodríguez, 2010,
p. 200). El gasto social por persona se incrementó por más de tres
veces entre 1998 y 2006. De igual forma, entre 1998 y 2006, la morta-
lidad infantil disminuyó más de un tercio. El número de doctores de
atención primaria en el sector público se multiplicó doce veces entre
1888 y 2007 (Weisbrot, Ray y Sandoval, 2009, p. 3).
La capacidad adquisitiva de los trabajadores ha mejorado sus-
tancialmente en el período entre 2004-2007, y especialmente la de
aquellos sectores con menos ingresos, gracias a los incrementos del
salario mínimo decretado por el gobierno. El índice de remunera-
ciones en 2013, al compararlo con el de 2007, refleja una mejoría del
salario promedio real de 18.33%. Esto lo pone como el mayor salario
mínimo en América Latina, al ascender a un total de 636 dólares
mensuales, por encima del salario en Argentina, que se encuentra
en los 310 dólares mensuales (Rodríguez, 2010, p.  198). En térmi-
nos globales, el gasto social se ha elevado 14% en los últimos veinte
años, y 42% a partir del año 2000. Tan sólo para 2010, el proyecto
presupuestario preveía una inversión para el área social de 45.7% del
presupuesto nacional para distribuirse en áreas de salud, educación y
seguridad social, entre otros sectores. Tan sólo en 2009, para la salud
la inversión total fue de 12 028 millones de bolívares, lo que equivale
a 7.2% del producto interno bruto (Rodríguez, 2010, p. 200).
De manera curiosa, el impulso más importante para los progra-
mas de transferencias y de protección social se dio después del año
2002, cuando el régimen se vio en mayor riesgo ante la intentona
golpista. Para mediados del año 2003, la popularidad de Chávez esta-
ba muy comprometida, y en un intento de levantar su aceptación se
inclinó por lanzar una serie de ambiciosos programas de asistencia
social, llamados “Misiones” (González, 2006, p. 163). La diversidad
de áreas que cubren estas Misiones es amplia, y todas están orienta-
das a satisfacer necesidades básicas de la población contando con su
participación activa. Dichas misiones también cuentan con su pro-
pia estructura institucional paralela a la institucionalidad tradicional,

192
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

en la que se insertan de manera efectiva la organización y la partici-


pación de las comunidades en la gestión de los servicios.
En concreto, se lanzaron las Misiones Robinson I y II, orienta-
das a erradicar el analfabetismo y permitir concluir estudios básicos
a la población adulta; la emblemática Misión Barrio Adentro I de-
dicada a brindar de atención médica básica a los habitantes de los
barrios populares con la participación de personal médico cubano;
Misión Mercal, destinada a brindar alimentos subsidiados a los sec-
tores populares (según datos oficiales, este programa alcanza hasta
a la mitad de la población en el país); Misión Identidad, destinada a
brindar un documento de identidad a todos los ciudadanos; Misión
Guacaipuro, que busca generar condiciones adecuadas para que la
población indígena pueda reclamar y disfrutar de sus derechos; la
Misión Cristo, destinada a combatir la pobreza extrema; la Misión
Milagro, destinada a ofrecer servicios oftalmológicos; y las misio-
nes Sucre y Rivas, destinadas a impulsar la educación secundaria y
universitaria (López Maya, 2010, pp.  207-208,10; Alvarado, 2004).
Según estudios recientes, las Misiones han tenido un impacto im-
portante en el bienestar de la sociedad venezolana. Para 2006, un
programa como Mercal tenía una cobertura de 50% de la población,
y la misión Barrio Adentro alcanzó 30%. De igual manera, para 2007,
de acuerdo con datos de la Encuesta de Presupuesto y Gastos Fami-
liares, 48% se beneficiaba de al menos una de las misiones (D’Elia y
Quiroz, 2012).
En el caso de Ecuador, nuevamente los recursos provenientes
de los ingresos petroleros, una política fiscal progresiva (una medida
que no se impulsado en profundidad en Bolivia y Venezuela) y los
recursos obtenidos gracias a la renegociación de la deuda externa
ecuatoriana, han permitido impulsar programas de atención social
y un agresivo programa de subsidios a productos básicos (Correa,
2012, p. 93). Así, desde el eje programático de Alianza País en 2007,
se postuló la necesidad de impulsar una “revolución social” que bus-
cara igualdad y equidad entre los sectores sociales y las identidades
étnicas nacionales (Hernández y Buendía, 2011, p. 136).
Uno de los programas con mayor proyección es el llamado Bono
de Desarrollo Humano que se otorga a familias de pocos recursos, un

193
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

bono que ya existía desde antes del gobierno de Correa pero que se
ha extendido a una mayor cantidad de gente. El monto de este bono
asciende en la actualidad hasta unos 35 dólares mensuales. También
existen programas como créditos para vivienda, para pequeños em-
prendimientos productivos, para educación, para salud. El Bono de
Vivienda se destina a impulsar la compra de viviendas, y asciende
hasta los 3600 dólares. Además, existen subsidios constantes al gas
doméstico, a la gasolina, y a servicios públicos.
Entre estos subsidios a servicios públicos se encuentra la lla-
mada “Tarifa de la Dignidad” enfocada al servicio de electricidad,
además de subsidios directos a insumos como la harina de trigo, los
agroquímicos, la urea, así como sobre el precio de productos de la
canasta popular (arroz, maíz, leche y pan). Otros ejemplos de las po-
líticas de integración socioeconómica son la eliminación de costos
a las consultas médicas y el otorgamiento de medicamentos básicos
gratuitos aunado a un aumento en la jornada de atención a ocho
horas. Un programa que sobresale dentro de la agenda es la promo-
ción de la educación superior completamente gratuita desde 2008.
Esto ha permitido que en la actualidad se elevara sustancialmente
el número de estudiantes indígenas y afro-ecuatorianos, de 15 000 a
204 000 inscritos.
En conjunto, el gasto social en el gobierno de Correa se ha in-
crementado de 18% entre 2004 y 2006 hasta 24% en 2012. Lo ante-
rior posibilitó que la pobreza disminuyera de 37% en 2006 a 33%
para mediados de 2010, y la pobreza extrema de 16% a 14%. De igual
manera, según datos oficiales, el gasto social entre 2009 y 2012 as-
ciende a 74 000 millones de dólares, una cifra que equivale a lo que
se gastó en los 14 años anteriores a la llegada de este gobierno (Ste-
fanoni, 2012b, p.  62-63). Sin embargo, en la perspectiva de Rafael
Correa el otorgamiento de este tipo de apoyos no es suficiente para
garantizar la salida de la pobreza para mucha gente, sino que “las
oportunidades son las que pueden acabar con la pobreza, y el hecho
de que la gente pueda ahora ir a la universidad, esa educación ha
sido democratizada, esto significa una gran oportunidad en térmi-
nos de oportunidades” (Correa, 2012, p. 98).

194
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

El Estado interventor y el horizonte poscapitalista

Si bien no aparece por el momento en las agendas de estos gobiernos


la extinción del Estado en sí, sí existe una transformación profunda
que ambiciona la reformulación del poder en el sentido de reapro-
piación por parte de las mayorías nacionales. Este aspecto se refleja
de manera precisa en que el propio gobierno se ha recompuesto so-
cialmente, es decir, mientras en los Estados neoliberal-procedimen-
tales el gobierno se componía de personas fuertemente ligadas a los
intereses económicos y políticos del gran capital nacional o interna-
cional, en los gobiernos nacional populares los puestos de gobier-
nos (sobre todo los más importantes) están ocupados por personas
no provenientes de los grupos de élite y de poder antes dominantes.
Más bien, estos tienen su origen en las capas populares o en las clases
medias.
En este sentido, es posible decir que la gran burguesía fue des-
plazada de los gobiernos nacionales; si bien esta se mantiene activa
dentro de otras esferas o ámbitos de los propios Estados, en los go-
biernos nacionales prácticamente han desaparecido. Gracias a este
aspecto se pueden explicar las posibilidades revolucionarias de estos
gobiernos. Si no existiera una recomposición en el seno de la co-
rrelación de fuerzas del gobierno de Estado, esto no sería posible.
El Estado se ha redireccionado para volverse un agente activo para
regular y transformar las relaciones de dominación no sólo políticas,
sino también económicas. Hablamos de una condición en la que el
Estado se ha vuelto de nueva cuenta un eje de dirección general en la
vida de los países en los que se han presentado estos procesos. Esta
situación es de notarse, ya que en los Estados neoliberal procedi-
mentales el poder de Estado fue abiertamente manejado en interés
de los grandes poderes económicos y políticos creados durante el
neoliberalismo y la globalización.
Cabe decir que estos proyectos no ambicionan la reificación del
Estado como un ente absoluto de poder que organice a las relaciones
sociales desde las alturas, sino que busca fortalecerlo para que sirva
como un agente de mediación y transformación eficiente de acuerdo
con los principios de transformación que inspiran a estos procesos.

195
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Aunado a esto, dentro de los Estados nacional-populares existe un


espacio amplio para el impulso a proyectos que buscan generar al-
ternativas para la organización social y económica. Dichos proyec-
tos incluso rescatan saberes y costumbres propios de las sociedades
en las que se asienta y que propugnan crear nuevas prácticas y pro-
yectos que rompan con el capitalismo y que permitan reformular el
conjunto de las condiciones de vida en estos países y del Estado en sí.
Podemos decir que una gran manifestación de este giro en la
forma del Estado es la inclusión material. Ésta ha sido posible gracias
al uso de recursos públicos que se recaudan desde las propias institu-
ciones del Estado y que se ejercen a través de ella. Como hemos visto,
esta dotación de bienes y servicios se encuentra lejana de un mero
ejercicio de clientelismo o corporativismo, y se presenta con preten-
siones de universalidad. Aunado a esto, a diferencia de las críticas
conservadoras que los señalan como gobiernos “irresponsables” en
el manejo de recursos públicos, estos gobiernos valoran la disciplina
fiscal, pero sin dejar de lado las necesidades sociales.
Podemos hablar de la existencia de un Estado interventor que se
ocupa de ofrecer mayor seguridad y defiende el bienestar de las per-
sonas, recuperando el principio de universalidad de la política social
en ámbitos como la salud y la educación. Estos Estados recuperan su
obligación de proteger a sus ciudadanos frente a las incertidumbres
provocadas por la globalización neoliberal. Asimismo, estos han to-
mado las riendas de la dirección económica en sus Estados a través
del uso de recursos públicos para impulsar la actividad productiva
interna, a través de la construcción de infraestructura, de apoyo a
la producción de bienes y servicios básicos, bajo una estrategia que
se aproxima al desarrollismo de los años cincuenta (Pizarro, 2005,
p. 139) (Stefanoni, 2011, p. 26) (Natanson, 2007, p. 165).
Si bien estos gobiernos identifican que los problemas endémi-
cos de exclusión y pobreza tienen raíces estructurales, actúan en el
plano inmediato; buscan ofrecer soluciones concretas e inmediatas
para atender las necesidades públicas y populares. En este sentido,
asumen su responsabilidad pública en áreas como la salud, la vivien-
da, la creación de programas para aliviar la pobreza y mediante la
atención específica de grupos y áreas marginadas. En este sentido,

196
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

consideramos que las tareas fundamentales que persiguen los go-


biernos nacional-populares, posibilitadas por un modelo de Estado
interventor son las siguientes.

· Volver al mercado interno el centro dinámico de la


economía
· Revertir el proceso de concentración de la riqueza y eli-
minar la pobreza extrema
· Hacer una ruptura tajante con el neoliberalismo y con
instituciones económicas internacionales como el bm y
el fmi
· Convertir a las políticas macroeconómicas en una he-
rramienta de desarrollo ampliado y no en la camisa de
fuerza que se convirtió durante el neoliberalismo.

De acuerdo con estas tareas, consideramos que es fundamental para


estos Estados y sus gobiernos cuidarse de un problema como el so-
breendeudamiento externo e interno, un problema que en buena
medida provocó la implosión de los Estados populistas de mediados
del siglo xx (Soto, 2013, pp. 74-75). En este sentido, si bien se mues-
tra como indispensable mantener una disciplina fiscal, con tasas ba-
jas de inflación y cuentas fiscales sanas, esta disciplina no debe signi-
ficar una camisa de fuerza para que se apoye a la producción. En este
sentido, el reto no es mantener un déficit en ceros, sino en utilizarlo
como una herramienta de desarrollo, pero siempre vigilando que
este sea moderado y manejable. Para poder crear empleo y estimular
la actividad productiva, se deben estimular las exportaciones, por un
lado, y apoyar el desarrollo técnico-científico, como prestar apoyos a
los pequeños empresarios, por otro (Pizarro, 2005, p. 136).
Bolivia, apoyado en la estructura del mas y bajo la égida de un
nacionalismo plebeyo, ha encabezado un proceso de moderniza-
ción de la industria nacional bajo una línea neodesarrollista. En este
proceso conviven los diferentes grupos nacionales, con un protago-
nismo especial de los pueblos indígenas; de manera curiosa, a pesar
de mantener sus particularidades étnicas, se someten a un proceso
de “modernización” que no amenaza sus vidas, sino que potencia

197
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

las posibilidades de generar riqueza y bienestar. Este es un aspecto


que ha reconocido el propio vicepresidente Álvaro García Linera al
decir que “El discurso indigenista tiene una retórica arcaizante pero
una práctica modernizante”. Esta perspectiva ha sido reafirmada
por el propio Felipe Quispe, quien ha sostenido: “Somos indios de
la posmodernidad, queremos tractores e internet” (Stefanoni, 2007,
p. 50). Así el Estado interventor, mediante su renovada rectoría del
Estado, la economía y la sociedad, se enfoca en las mayorías popu-
lares para mejorar directamente sus condiciones de vida. Se busca
la construcción de hospitales, la creación de programas contra la
deserción escolar, el subsidio de servicios públicos básicos como la
electricidad o la comunicación telefónica, la inversión en los planes
de alfabetización y el otorgamiento de créditos para los campesinos
y puedan obtener tractores. Todos estos bienes y servicios son posi-
bles gracias al esfuerzo de los Estados en la retención del excedente
económico, proveniente principalmente de la nacionalización de los
hidrocarburos
Para este caso boliviano también podemos decir que el Estado
interventor ha tenido su momento de mayor proyección pública el
1 de mayo de 2006, fecha en que, desde el gobierno nacional, se or-
denó la ocupación militar de los campos petroleros y gasíferos en
todo el país. Esta decisión, respaldada en el decreto 28.701, permitió
restituir al Estado boliviano “la propiedad, la posesión y el control
total y absoluto” del gas y el petróleo, tanto dentro como fuera de
la tierra.2 Este mismo decreto también estableció una reforma en el
régimen tributario que permitió al Estado retener el excedente pro-
ductivo, al permitir captar una parte importante de la renta del gas y
el petróleo, llegando hasta 82% del valor de la producción (Stefanoni,
2007, p. 58).
Así también, se condicionó la firma de nuevos contratos a las
empresas extranjeras a que cedieran una parte importante de la ri-
queza que se producía. Esta situación fue posible gracias a la firma
de nuevos contratos en los que se medió entre el sistema de contratos

2
En el caso del gas, mediante el Decreto 28701 “Héroes del Chaco” se estableció un aumento
en el control del producto bruto del gas natural en 2006.

198
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

de servicio y el de producción compartida. El respaldo político de


esta decisión, que dista mucho de ser antidemocrática, como nume-
rosos críticos de derecha han sostenido, se basa en la Nueva Ley de
Hidrocarburos aprobada en mayo de 2005. Se decretó gracias a un
referéndum vinculante que se realizó en julio de 2004, en el que se
aprobó la recuperación de la propiedad estatal de los hidrocarburos
(Mayorga, 2006, p. 7).
Actualmente, todavía se encuentra pendiente en la agenda del
Estado boliviano la recuperación de las acciones de las petroleras con
participación de capital privado como Chaco, Andina y Transredes,
ya que en estas el capital extranjero controla más de la mitad de las
acciones. En estos casos, el Estado boliviano optó por no nacionali-
zar las empresas debido al fuerte gasto que significaría indemnizar a
las empresas, optando por recuperar “las acciones de los bolivianos”,
mediante la recuperación de aquellas acciones que se encontraban
en manos de las administradoras de fondos de pensiones (afp). En
estas condiciones, las empresas han opuesto una fuerte resistencia
ante la eventual nacionalización completa de las empresas; dicha si-
tuación será posible mediante la adquisición de la totalidad de los
paquetes accionarios, para ser mayoría en sus directorios (Stefanoni,
2007, p. 59).
Esta es una situación en la que las inversiones privadas nacio-
nales e internacionales ya no poseen el control de la economía boli-
viana. Ahora hablamos de la construcción de una economía todavía
capitalista, pero con una fuerte intervención y control por parte del
Estado. Lo anterior resultaba urgente debido al gran control que lo-
graron los capitales privados nacionales y sobre todo internacionales
durante las pasadas tres décadas en Bolivia. Esto no significa que no
existan en la actualidad inversiones y capitales privados en la econo-
mía boliviana; sin embargo, ahora estos capitales son organizados y
vigilados por un Estado que se ha fortalecido y que busca orientar
estas inversiones en favor del conjunto general y no sólo de los gru-
pos que se beneficiaron por el neoliberalismo.
Por tanto, el capitalismo que se presenta en la actualidad lo po-
demos llamar “capitalismo productivo”. En él que se insertan una
“variedad de actores como el sector empresarial tradicional, pero

199
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

también otros sectores, como el empresarial no tradicional, que


emerge del mundo popular indígena y que ha logrado construir, por
encima del Estado, por fuera del Estado y a veces contra el Estado,
mecanismos de acumulación muy interesantes, aunque obviamente
dentro de la formalidad” (Natanson, 2007, p. 164).
En este sentido, el fortalecimiento del Estado ha permitido re-
definir la relación de la economía boliviana con la inversión y los
poderes económicos internacionales, conformándose así un tipo
de política económica nacionalista y desarrollista (Mayorga, 2006,
p. 9). Este carácter nacionalista y desarrollista se basa en el uso de
los recursos económicos procedentes de hidrocarburos y minerales
para impulsar una industrialización del país, que intenta dejar atrás
la condena de ser una economía que sólo se ocupa de ser exportador
de materias primas. De igual manera, los ingresos del Estado boli-
viano se han elevado gracias a la retención del excedente de la pro-
ducción de hidrocarburos, llegando a representar en la actualidad
hasta 52% de los recursos públicos; estos recursos se han distribuido
en una relación de 49.2% destinada al sector productivo, 30.5% a la
creación y mantenimiento de infraestructura y 16.6% para el sector
social (Bedoya, 2013, p. 1).
En el caso de Venezuela, el Estado se ha ocupado estratégica-
mente de la nacionalización de una amplia gama de empresas, entre
ellas empresas siderúrgicas, del aluminio y de comunicaciones. Las
empresas azucareras y papeleras han pasado a ser de control directo
de trabajadores, aunque bajo la rectoría del Estado. Por otro lado,
se ha impulsado una fuerte política en contra de los latifundios, al
expropiarse más de 600 fundos equivalentes aproximadamente a seis
millones de hectáreas, esto es aproximadamente 10% de las tierras
cultivables del país. El Estado venezolano se ha ocupado de enfrentar
a la oposición de los capitales privados mediante las reformas cons-
titucionales que le permiten expropiar industrias y servicios bajo el
principio de protección a los intereses nacionales y populares. Para
junio de 2010 ya se habían expropiado 150 empresas de diferentes
tamaños y ramas productivas. Entre 2007 y 2008 se nacionaliza-
ron empresas como La Electricidad de Caracas, la Faja del Orinoco,

200
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Cantv, la Siderúrgica del Orinoco, el Banco de Venezuela, las cemen-


teras Cemex, Holsim y Lafage (Rodríguez, 2010, p. 201).
Vistas en conjunto, las agresivas políticas de intervención del
Estado venezolano han permitido un rediseño completo de la eco-
nomía nacional en el país, provocando que el control de la economía
haya sido arrebatado a los capitales privados nacionales e interna-
cionales, posibilitando la existencia de un Estado ampliamente do-
minante de la economía en el país. De manera contraria a como se
podría pensar, también existe una presencia de capitales extranjeros;
sin embargo, estos capitales se mantienen funcionando bajo la fuerte
rectoría del Estado venezolano.
Estas condiciones han permitido la existencia de un Estado que
impulsa grandes programas de servicios y bienes públicos. De mane-
ra semejante al caso boliviano, en Venezuela se perfila un Estado que
también aspira a la creación de un nuevo desarrollismo que permita
dejar atrás a una economía que sólo se basa en la exportación de hi-
drocarburos. Sin embargo, hasta la fecha, debido a la gran cantidad
de reservas, así como a su fuerte penetración en la economía nacio-
nal, esta todavía es una tarea pendiente.
En el caso ecuatoriano, una particularidad es la batalla que tuvo
que lidiar contra el servicio de la deuda externa contraído por go-
biernos anteriores al de Rafael Correa. Esta era una situación muy
grave y comprometedora, ya que por sí mismo, el pago de la deuda
consumía hasta cuarenta por ciento del presupuesto nacional, can-
tidad que triplicaba lo que se consumía en servicios de educación,
salud y otros servicios. En este sentido, la decisión de orientar el gas-
to nacional hacia el pago de deuda en tales dimensiones resulta un
indicador del fuerte control que tenían grupos como los banqueros
y las instituciones financieras internacionales sobre la economía del
país. Esta situación se transformó en diciembre de 2008, cuando la
Comisión para la Auditoría Integral del Crédito Público (caic), en
una decisión histórica, declaró el pago de la deuda como inmoral,
y gracias a esta declaración se decidió la moratoria unilateral en el
pago. Como producto de esta decisión, las instituciones acreedo-
ras de la deuda decidieron negociar con el Estado ecuatoriano y

201
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

reducirla entre 32 y 33% de su valor, equivalente a un mil millones


de dólares recuperados para el Estado ecuatoriano.
Esta decisión, en combinación con un período de auge en la
economía ecuatoriana (posibilitado por los altos precios del petró-
leo y de exportaciones crecientes), permitió al Estado ecuatoriano
reorientar recursos para atender necesidades sociales, como la edu-
cación, la salud y la vivienda (Correa, 2012, p. 93). El Estado Inter-
ventor ecuatoriano logró retener el excedente de la producción de
hidrocarburos, cambiando una situación en la que las empresas pri-
vadas se quedaban con 85 barriles de petróleo por cada 100, quedan-
do sólo 15 para alimentar los ingresos del Estado. Gracias al nuevo
gobierno, la proporción entre lo que extraían las empresas y lo que
se quedaba el Estado se ha revertido. Ahora el Estado ecuatoriano
se queda con 80 y las empresas privadas con sólo 20 (Correa, 2012,
p. 94).
De igual manera, el presidente Correa es claro a este respecto.
Él mismo ha declarado que no existen intenciones inmediatas de su
gobierno y del proyecto que encabeza por anular por completo la
economía capitalista en el país. Sin embargo, esta economía capita-
lista y los propios mercados han sido objeto de un fuerte control por
parte del Estado, a fin de revertir la situación de despojo y pobreza
que habían caracterizado los últimos treinta años de vida económi-
ca en Ecuador. Los resultados de esta política son palpables. Entre
otros beneficios, los salarios en el país se han elevado han cerrado
la brecha entre los ingresos de las familias y consiguieron garantizar
el consumo de la canasta básica para la mayor parte de los ciudada-
nos del país. En este sentido, el contraste es claro, ya que antes de la
llegada del gobierno de Correa, entre 60 y 65% de las familias podía
acceder a la canasta básica; para 2012, 93% podía hacerlo (Correa,
2012, p. 94).

Economías mixtas y antineoliberalismo

Como hemos visto, la presencia de Estados interventores en la econo-


mía es un elemento que caracteriza a los Estados nacional populares

202
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

y sus gobiernos, un tipo de intervencionismo que ha sido fundamen-


tal para desmontar la estructura de intereses y de explotación que se
construyó durante los Estados neoliberal-procedimentales. La rec-
toría económica estatal ha permitido el control del neoliberalismo,
la limitación de los intereses particulares de los grandes capitales, la
creación de una fuerte institucionalidad estatal que ha recuperado
su responsabilidad con las mayorías populares mediante la dotación
de bienes y servicios, y el surgimiento de una serie de alternativas de
organización económica que intentan romper con las limitaciones
propias del capitalismo como forma de producción.
Asimismo, la presencia de un Estado interventor ha posibilitado
el control de la economía, la presencia del Estado como agente de
desarrollo económico, la multiplicación de industrias y fábricas na-
cionalizadas, aun cuando también se encuentran presentes una can-
tidad importante de capitales privados nacionales e internacionales.
En este sentido, se puede decir que actualmente el modelo econó-
mico que se sigue en estos tres países es el de una “economía mixta”,
en la que coexisten capitales privados conjuntamente con un Estado
interventor fuerte que guía la vida económica pero que es también
un agente económico activo. Esta economía es mixta en su compo-
sición, pero se encuentra dirigida desde el Estado bajo los principios
de inclusión de las mayorías populares.
Si bien para muchos analistas y académicos este es un carácter
que debería ser superado mediante la radicalización inmediata de
los procesos, en la realidad estos gobiernos han asumido la tarea de
crear un nuevo modelo económico como una tarea acumulativa y
de largo plazo. En este sentido, cabe considerar que estos gobier-
nos han tomado un cariz pragmático dado que, en la realidad, lo
que han hecho es moverse en favor de la transformación profunda
de la situación económica en sus respectivos países, pero sin per-
der de vista la situación de conjunto y las limitaciones que esta im-
pone para conseguir la transformación. Por esta razón fundamen-
tal, en la actualidad es posible apreciar estos modelos mixtos, que
en los hechos han generado transformaciones importantes que los
distinguen claramente de la situación que imperaba en los Estados
neoliberal-procedimentales.

203
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

En síntesis, podemos decir que estos gobiernos, sin renunciar


a la ambición de crear un nuevo modelo económico completo, pero
con los pies bien firmes en la realidad, se han abocado en asumir el
proceso de transformación como un proceso largo en el que poco a
poco se irán formando las alternativas del futuro. Una muestra de
esto es la existencia de alternativas que se han creado en estos países
como “el buen vivir”, una propuesta que apunta a la construcción de
alternativas poscapitalistas.

El “vivir bien”

En esencia, el vivir bien es una propuesta que propone una utopía,


pero también una práctica concreta que podemos llamar poscapita-
lista. Esta propuesta está inspirada en la cosmovisión indígena-cam-
pesina, que postula como principios rectores a la justicia y a la armo-
nía entre sociedad y naturaleza (Hernández y Buendía, 2011, p. 138).
Esta propuesta se ha integrado a la política nacional en Bolivia a tra-
vés del Plan Nacional “Para Vivir Bien”. En él se postula lo siguiente:
“No queremos vivir mejor, simplemente vivir bien”. Dicha idea refleja
una perspectiva que asume el bienestar como un fenómeno distinto
al desarrollo y al crecimiento económicos, además de una crítica al
mercantilismo y al materialismo de las ideas de desarrollo predomi-
nantes (Laserna, 2007, p. 103).
Se entiende al “vivir bien” como un proyecto que aspira a exten-
derse a toda la sociedad en el futuro, pero también como una prácti-
ca que en la actualidad coopera a crear una alternativa al desarrollo
dominante. Para que sea posible esta transformación, se asume que
se tienen que transformar las relaciones entre el Estado y los capi-
tales internacionales, las relaciones entre el Estado y las regiones y
comunidades, así como también la forma como el Estado reconoce a
las diversas identidades sociales (culturales y étnicas) que cohabitan
dentro de Bolivia. En conjunto, estas relaciones en transformación
permiten crear una nueva relación de participación y cohabitación
política e institucional, y un elemento fundamental en la creación e
impulso del “vivir bien” son los grupos comunitarios tradicionales,

204
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

quienes en su seno han mantenido una potencialidad “no capitalista”


(Mayorga, 2006, p. 8).
El Estado boliviano ha propulsado el “buen vivir constituyen-
te”, que es el resultado de la articulación entre el sumak kawsay, los
derechos de la naturaleza, la reivindicación de identidades sociales
y étnicas, y las demandas de plurinacionalidad e interculturalidad.
Dados estos componentes, el vivir bien se postula como una ideolo-
gía integral que tiene alcances incluso civilizacionales, que se opone
directamente a la ideología neoliberal, a las ideologías productivistas
y materialistas, propias del pensamiento económico y social capita-
lista (Hidalgo, 2012, p. 171).
Dadas sus fuentes y el propio contenido, el “vivir bien” resulta
un proyecto ambicioso; sin embargo, hasta ahora no se ha podido
extender a toda la amplitud de la población, dado que muchos gru-
pos hoy en día se mantienen abiertamente de acuerdo con las formas
de vida inspiradas por el capitalismo neoliberal. De esta forma se
remarca el carácter de proyecto de esta ideología que aspira a vol-
verse hegemónica, aunado a que el propio proceso de volverse en
el futuro dominante requiere una amplia serie de transformaciones
que lo hagan posible, entre las cuales está presente la problemática
articulación entre la economía estatal, la economía privada y la eco-
nomía comunitaria (Stefanoni, 2012b, p. 4).
A pesar de estas fuertes disyuntivas a las que se enfrentan los
proyectos alternativos, sus gobiernos son instancias abiertas a la pre-
sentación y articulación de este tipo de contenidos. Fieles a sus prin-
cipios de ser proyectos incluyentes, proyectos como el “vivir bien”
son incluidos por estos Estados y sus gobiernos, no sólo en calidad
de ser democráticos en su composición sino también por incluir al-
ternativas para una transformación profunda de las sociedades y sus
estructuras.

Neodesarrollismo y neoextractivismo

El rescate del desarrollismo como una política de Estado ha des-


pertado la crítica de numerosos intelectuales que señalan como un

205
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

grave problema volver a este tipo de políticas. Por un lado, esta crí-
tica sostiene que dadas las condiciones globales actuales y el fuerte
compromiso con el calentamiento global y la contaminación atmos-
férica, volver al camino de la industrialización y el desarrollo sería
francamente cooperar con esta problemática. Sin embargo, lo que
omiten estas críticas es el hecho de que la economía mundial no ha
parado en su dependencia de la industria. En este sentido, la deci-
sión de abandonar la generación de riqueza mediante la vía indus-
trial significaría privar también de trabajo y recursos a las poblacio-
nes nacionales.
En estos países se llevan adelante las perspectivas y alternativas
al desarrollo capitalista a través de proyectos como los del “bien vi-
vir”, que propulsan otra forma de entender el bienestar y el equilibrio
con la naturaleza. En todo caso, que estas alternativas tengan éxito
depende de un desarrollo de estas ideas en el largo plazo y de las
condiciones a nivel global en la economía y la organización social.
Por lo tanto, pedir a estos gobiernos que abandonen de inmediato el
modelo actual, es pedir también que renuncien a la creación y dis-
tribución de riqueza. Más aún, en las condiciones actuales la ideo-
logía del “buen vivir” dista todavía mucho de ser una perspectiva
compartida por las mayorías poblacionales. El que ésta se vuelva un
contenido hegemónico depende de un proceso largo que sólo puede
ser emplazado en el futuro próximo.
Por otro lado, también se ha postulado que la dependencia de
recursos provenientes de la primario-exportación ha generado una
situación de dependencia al neoextractivismo en estos Estados. Se-
gún la evidencia existente de estos procesos, los recursos que han
hecho posible la inclusión material han provenido de la explotación
de recursos naturales y especialmente de los provenientes de los
hidrocarburos. A este respecto, un autor como Eduardo Gudynas
(2009) ha sostenido que estamos ante la presencia de un “neoextrac-
tivismo del siglo xxi”, una estrategia de desarrollo con las siguientes
características.

· Mantiene la importancia de los sectores extractivistas


como un pilar relevante de los estilos de desarrollo

206
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

· Mantiene los atributos del extractivismo clásico


· Mantiene la inserción internacional subordinada y fun-
cional a la globalización comercial y financiera
· Genera fragmentación territorial, con áreas relega-
das y enclaves extractivos asociados con los mercados
globales
· Se mantienen los impactos ecológicos producto de la
explotación

Sin embargo, el propio Gudynas reconoce que estas problemáticas


están mediadas por la presencia de un Estado que es más fuerte y
que controla la explotación de estos recursos y su comercialización;
por un Estado que capta una mayor proporción del excedente gene-
rado por los sectores extractivos, con el cual se financian programas
sociales. Estas características resultan fundamentales entre el “ex-
tractivismo” de los Estados neoliberales-procedimentales y el de los
Estados nacional-populares.
En efecto, los problemas y las limitaciones del extractivismo se
encuentran captados por las apreciaciones de Gudynas. Sin embargo,
sostengo que esta situación se debe leer de acuerdo con una pers-
pectiva de largo plazo, en el entendido de que la dependencia de los
recursos naturales es un problema histórico en los Estados latinoa-
mericanos. Por el contrario, la salida de esta situación depende de
un proceso largo de replanteamiento de la estrategia de desarrollo
o bienestar, una situación que sólo se puede construir en un lapso
largo. En todo caso, lo que sí se puede pedir a estos proyectos es que
no repitan los errores históricos en el sentido de volver se economías
dependientes de un solo sector y que se enfoquen en diversificar las
fuentes productivas de riqueza. Dicha situación sólo es posible si se
aprovechan adecuadamente los recursos que provienen de la explo-
tación de estos recursos y se direcciona adecuadamente a los secto-
res productivos apoyados por el Estado.
El reto, en este sentido, es la inversión en los mercados internos,
en la ampliación de la capacidad de compra de las personas, una
situación que permitiría integrar al sector exportador con la produc-
ción nacional, en la creación de incentivos que permita desarrollar y

207
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

diversificar la producción interna y su vinculación con los procesos


exportadores, posibilitando transformar los recursos naturales en
bienes con un mayor valor de retorno (Acosta, 2010, p. 46).

Horizontes en construcción: el posneoliberalismo


y el socialismo del siglo xxi

Uno de los objetivos o proyectos más ambiciosos es la creación de


alternativas de organización socioeconómica o hasta civilizatoria.
Dentro de estas alternativas se han planteado las ideas del socialismo
del siglo xxi y del posneoliberalismo.
El socialismo del siglo xxi fue enarbolado principalmente por
Hugo Chávez en Venezuela. Sin embargo, aún en la actualidad no
existe una claridad precisa acerca de la naturaleza de este proyecto
o de las políticas precisas que llevaran a su realización. Considero
que un proyecto que se intente aproximar a un socialismo para el
siglo xxi debe considerar aspectos como la aspiración a la igualdad
en un contexto dominado por la globalización, la redefinición de
los criterios de equidad y justicia, la elaboración de un proyecto que
permita crear una sociedad global en la que se reduzcan drástica-
mente las desigualdades, la creación de un modelo socioeconómico
que garantice el acceso universal a la seguridad humana, la atención
a la salud y el derecho a un ingreso universal básico. De igual manera,
será necesaria una discusión acerca de la forma de crear mecanismos
universales que garanticen la equidad de condiciones y oportunida-
des para todas las personas, la creación de incentivos eficientes para
alentar la creación de riqueza, la planeación eficiente del ahorro, de
la inversión, la eliminación de la explotación y de alentar el dinamis-
mo económico.
En esta exigente tarea, que implica repensar el socialismo para
este nuevo siglo, resulta fundamental recuperar las lecciones que
dejaron las experiencias que dejó el siglo xx y las complicaciones
que tuvieron las diferentes experiencias en su accionar concreto. Sin
embargo, también consideramos que deben ser cuidadosamente
respetados los principios éticos y morales que impulsan al proyecto

208
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

histórico socialista, a través de la reafirmación de la fraternidad, la


justicia y la libertad, asentados en las fuentes filosóficas del socialis-
mo de los siglos xix y xx. Finalmente, los objetivos centrales de este
proyecto, en congruencias con los principios históricos, deben ser la
humanización de la sociedad, la consolidación y apertura de la de-
mocracia al llevarla a las esferas económicas y sociales, y finalmente
crear un futuro colectivo en el contexto de las sociedades globales
que hoy existen (Martner, 2012, p. 28-31).
Sin embargo, en un caso como el boliviano, se ha enarbolado
la aspiración por parte del gobierno de Evo Morales de impulsar el
posneoliberalismo. Éste se ha definido como un proyecto que restau-
ra el rol del Estado en el control de la economía, principalmente, y
que aspira a la creación de un “capitalismo andino”. Así, se propone
la construcción de un capitalismo con reglas claras de producción y
de inversión (Stefanoni, 2007, p. 51). Abundando en esta conceptua-
lización, García Linera ha declarado que

El estado es lo único que puede unir a la sociedad, es el que


asume la síntesis de la voluntad general y el que planifica el
marco estratégico y el primer vagón de la locomotora econó-
mica. El segundo es la inversión privada boliviana; el tercero
es la inversión extranjera; el cuarto es la microempresa; el
quinto, la economía campesina; y el sexto, la economía indí-
gena. Este es el orden estratégico en el que tiene que estruc-
turarse la economía del país (Stefanoni, 2007, p. 51).

Así, se reafirma al Estado como la herramienta que permite una


transformación profunda, en el caso de Bolivia, a partir de un pro-
ceso de desarrollo económico pero que también posee a su interior
ideologías como las del “vivir bien” (Stefanoni, 2007, p. 51).

Independencia, nación e integración regional

De acuerdo con el principio de recuperación del Estado por par-


te de los grupos populares, en la actualidad han reafirmado en los
hechos su condición como independientes respecto a los poderes

209
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

económicos y políticos transnacionales de índole neoliberal o abier-


tamente imperialistas. Además, estos también han propulsado una
agresiva agenda en favor de la integración regional de los países sud-
americanos que comparten el interés en construir una alternativa a
la hegemonía geoestratégica de los Estados Unidos en la zona.
Esta política de reafirmación de la independencia nacional re-
sulta de especial contraste con la situación de los Estados neolibe-
ral-procedimentales, en los cuales la soberanía nacional se vio en
entredicho dado el control tan importante que poseían los intereses
de capitales nacionales e internacionales, además del poder de ins-
tituciones trasnacionales como el Fondo Monetario Internacional o
el Banco Mundial. A este respecto, los gobiernos nacional-popula-
res han protagonizado diferentes pugnas con los poderes políticos y
económicos internacionales a fin de mantener su soberanía y reafir-
mar su independencia.
A este respecto, un gobierno como el de Chávez encabezó por
un buen tiempo la defensa de la soberanía venezolana, especialmen-
te en contra de la política injerencista de los Estados Unidos. Esta
política injerencista se presentaba en áreas como el comercio, las in-
versiones productivas, la producción petrolífera del país y la coope-
ración militar que se tenía con Venezuela (que incluía una base mili-
tar en Fuerte Tiuna) (González, 2006, p. 163). Esta alteración de las
relaciones que históricamente tenía Venezuela con Estados Unidos
terminó por provocar en el corto plazo un antagonismo pronuncia-
do entre ambos países.
En esta situación, Hugo Chávez, como presidente, jugó un papel
central. Logró impulsar una serie de medidas que buscaban generar
cambios en la política exterior. Este cambio comenzó por identificar
áreas clave y objetivos prioritarios, de acuerdo con la visión ideoló-
gica y geopolítica del bolivarianismo, dentro de las cuales estaban el
comenzar a tomar un rol activo en el ámbito de las relaciones inter-
nacionales. La agenda de política internacional de Chávez buscó una
alianza internacional entre países latinoamericanos en franca oposi-
ción a los intereses de Estados Unidos en la zona.
A este respecto, la disponibilidad de recursos provenientes del
petróleo hizo posible crear una estrategia que ha sido llamada de

210
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

“diplomacia petrolera” por la crítica especializada. Esta política apro-


vecha abiertamente las posibilidades de negociación y cooptación a
favor de su proyecto a través de los recursos que obtiene del comer-
cio petrolífero. Esta herramienta fue utilizada en repetidas ocasio-
nes para oponerse a los postulados del Consenso de Washington en
Latinoamérica y los tratados internacionales, principalmente los de
libre comercio, impulsados por Estados Unidos en la región. Auna-
do a esto, la diplomacia de Chávez buscó generar una nueva alianza
regional con países que compartían su ideario antiestadounidense,
como Cuba, Nicaragua y Bolivia, además de los nexos con organi-
zaciones y movimientos de izquierda en América Latina y el Caribe
(Serbin, 2006, p. 82).
En conjunto, la estrategia hacia el exterior de Venezuela busca
hasta el día de hoy reducir la presencia hegemónica de Estados Uni-
dos en la zona, una política que tomó su impulso decisivo después
del golpe de Estado en contra de Chávez en el año 2002 y del alza a
los precios del petróleo de 2004. Sin embargo, ya desde diciembre
2001, en específico en la tercera cumbre de la aec, realizada en la isla
de Margarita, se dio un primer pronunciamiento en contra del alca
de parte de Fidel Castro y de Hugo Chávez. El discurso de ambos lí-
deres sostuvo que los acuerdos impulsados por Estados Unidos sólo
servirían para profundizar la pobreza en la región y se propuso crear
un esquema de integración alternativo, la Alternativa Bolivariana
para las Américas (Alba). Para octubre de 2000, Chávez y Castro fir-
maron el Convenio Integral de Cooperación entre Venezuela y Cuba,
que preveía dotar de 53 000 barriles diarios a Cuba. Para 2006, ya
Venezuela enviaba a Cuba alrededor de 98 000 barriles diarios, que
servían para cubrir alrededor de 54% de las necesidades de la isla. El
precio del barril exportado se ha mantenido hasta 50% debajo de los
precios en el mercado internacional (Serbin, 2006, pp. 85-86).
Para ambos líderes, la ambición injerencista e imperialista del
gobierno de los Estados Unidos nunca ha estado en duda, y la coo-
peración entre ambos países en los tiempos recientes ha estado ins-
pirada en el principio de oponerse a la histórica hegemonía nortea-
mericana sobre la zona. Esta postura por parte de ambos líderes se
muestra abiertamente como cierta, si consideramos que de acuerdo

211
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

con la Trade Promotion Authority (tpa), el gobierno federal esta-


dounidense está facultado para utilizar vías rápidas en las negocia-
ciones comerciales, en entendido de que

La expansión del comercio internacional es vital para los


intereses de seguridad de la seguridad de EEUU. El comer-
cio es el eje para el crecimiento económico y la fortaleza de
EEUU y su liderazgo en el mundo. Los acuerdos comerciales
hoy día sirven para el mismo propósito que los pactos de
seguridad desempeñaron durante la Guerra Fría, compro-
metiendo a las naciones mediante mutuas obligaciones y de-
rechos (Pizzarro, 2005, p. 124).

A partir de 2001, la política exterior de Venezuela se ha caracteriza-


do por intentar impulsar una línea dura en contra de la hegemonía
norteamericana en América Latina. La iniciativa ha recibido tanto
apoyo como críticas por parte de los diferentes gobiernos de la zona.
Según los analistas especializados, se pueden reconocer dos
etapas en la política exterior de Chávez. La primera abarca desde
1999 hasta mediados de 2004; la segunda, desde noviembre de 2004
hasta la fecha. Los planes, metas y estrategias de esta segunda etapa
se definieron en los documentos derivados del Taller de Alto Nivel
realizado en Caracas el 12 y 13 de noviembre, bajo el proyecto de
crear un “nuevo mapa geoestratégico de la Revolución Bolivariana”
(González, 2006, p. 159). De acuerdo con este proyecto, se planteó
la consolidación del proyecto revolucionario bolivariano mediante
la conformación de alianzas estratégicas con otros países afines en
busca de poder construir un eje continental de política exterior, en
busca de ayudar a construir un “nuevo sistema multipolar interna-
cional” (González, 2006, p.  165). En esta propuesta, resulta funda-
mental la participación de gobiernos aliados, de grupos de apoyo
internacional, y corrientes de movimientos indígenas y campesinos
como los que existen en Bolivia, Ecuador y Perú. De igual manera,
se pueden encontrar afinidades en la búsqueda de cooperación en
materia energética entre Brasil, Argentina y Venezuela (Natanson,
2007, p. 171).

212
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

Un aspecto muy importante en este proyecto de integración


pasa por la posible creación de una alianza militar de defensa com-
partida. Este proyecto se propaló desde el año 2000 en la I Reunión
de Cúpula de los Presidentes de América del Sur. El proyecto pro-
puso la integración de las fuerzas armadas de la región ante posibles
amenazas al territorio continental. En el año 2006, Chávez volvió
a presentar esta propuesta bajo el nombre de Consejo de Defensa
Sudamericano, que estaría compuesto por los doce países del sub-
continente. Esta organización se aproximaría al modelo de la Orga-
nización del Tratado del Atlántico Norte (otan), pero el membrete
de Organización para el Tratado del Atlántico Sur (otas) (Suzart de
Pádua y Kalil, 2010, p. 58). A pesar de la insistencia de Chávez, este
proyecto no ha llegado a concretarse y dista mucho de tener un con-
senso en la zona.
Un gobierno como el de Bolivia ha mantenido una línea mo-
derada al respecto. Si bien ha tenido numerosos desencuentros con
la política oficial norteamericana, y especialmente con la represen-
tación diplomática de los Estados Unidos en el país, en algunos mo-
mentos ha optado por mantener una línea independiente. Como
ejemplo tenemos la defensa que ha hecho de la Comunidad Andina
de Naciones (can), una organización que considera dentro de su
organización a países como Perú y Colombia, ambos países con go-
bierno que han manifestado sus diferencias con la política exterior
venezolana antiestadounidense y que firmaron tratados de libre co-
mercio con los Estados Unidos. Esta decisión del gobierno Bolivia se
debe principalmente a que, en el espacio del can, Bolivia coloca 40%
de sus exportaciones no tradicionales (Stefanoni, 2007, p. 57).
Un área en la que el gobierno de Bolivia se ha visto más activo
es la relativa a la creación de un proceso de integración energética, ya
que este es un país con una producción gasífera importante. Por ello,
les resulta importante ampliar tanto su producción como el volumen
exportable a países como Brasil y Argentina, ya que en la actuali-
dad se exportan más de 38 millones de metros cúbicos por día. Para
poder ampliar este comercio, sería necesaria la construcción de un
gasoducto con una inversión estimada en 1200 millones de dólares.
Así, Bolivia ha desempeñado un papel muy activo en el diseño del

213
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

gasoducto del Sur, un proyecto muy ambicioso que busca conectar


la futura producción venezolana de Maracaibo con el puerto de Bue-
nos Aires, a un costo estimado entre 18 000 y 200 000 millones de
dólares para un trayecto de 9000 kilómetros (Stefanoni, 2007, p. 78).
A pesar de la existencia de diferencias entre las políticas de los Es-
tados en América Latina, hoy en día se puede observar una tendencia
a favor de la integración, de acuerdo con un enfoque estratégico re-
gional. Estas propuestas van más allá de los proyectos de integración
económica que se impulsaron durante los gobiernos neoliberales, los
cuales se reducían al mero establecimiento de tratados y pactos de li-
bre comercio. Por el contrario, en esta nueva situación la integración
se plantea en términos de una integración estratégica que incluye
aspectos políticos, sociales y económicos. Dentro de esta tendencia,
la Unasur representa una expresión muy importante de este nuevo
regionalismo, ya que aspira a ser una respuesta efectiva ante los pro-
blemas de la integración latinoamericana y el desgaste de la política
que dominó durante los gobiernos neoliberal-procedimentales.
La Unasur posee los siguientes seis puntos clave, según el análi-
sis de Sanahuja (2008).

a) el predominio de la agenda política sobre la agenda co-


mercial, en coherencia con las visiones de los gobiernos pro-
gresistas y de centro-izquierda de la región; b) la recupera-
ción de la agenda del desarrollo, desplazando a las políticas
del Consenso de Washington y distanciándose de las orien-
taciones del regionalismo abierto; c) el retorno del Estado
frente al protagonismo del sector privado y las fuerzas del
mercado dominantes en el modelo anterior; d) una mayor
énfasis en la “agenda positiva” de la integración centrada en
la creación de instituciones y la promoción de políticas co-
munes, junto con una cooperación más intensa en ámbitos
no comerciales; e) mayor preocupación por las carencias de
integración física regional, con el objetivo de mejorar la arti-
culación de mercados nacionales; f) mayor relevancia dada
a las dimensiones sociales de la integración y al tratamiento
de disparidades y asimetrías interestatales y subnacionales,

214
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

vinculando la integración regional con los objetivos nacio-


nales de reducción de la pobreza y de desigualdad (Sanahuja,
2008, pp. 22-24).

Por tanto, la Unasur puede tomarse como el proyecto estratégico


más ambicioso de integración sudamericana, ya que también aspi-
ra a ser un foro en el que se reconozcan problemáticas comunes, la
defensa de recursos geoestratégicos y la búsqueda de consensos ante
coyunturas desfavorables (Chaves, 2010, p. 30; Pizarro, 2005).
Como complemento a esta iniciativa, encontramos la construc-
ción del Banco del Sur (Bansur). Esta institución internacional se
creó para atender la necesidad de un banco alternativo que ayudara
a mejorar las tasas de crecimiento económico, a fortalecer los mer-
cados internos, mejorar los niveles de vida de la población y reducir
la concentración del ingreso en el marco de un desarrollo sostenible
y sustentable. Así, desde 2006, los gobiernos de Argentina, Bolivia,
Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela, en conjunto, im-
pulsaron este proyecto de un bando de financiamiento internacional
alternativo que utilizara las reservas existentes en la región para fi-
nanciar el desarrollo de sus países miembro. Además de este finan-
ciamiento para el desarrollo, también se planteó que esta institución
cooperara con los procesos de integración regional, de reducción de
las asimetrías, reducción de la pobreza y de la exclusión social, la
promoción del empleo y la activación de un círculo virtuoso para la
transformación económica, social y política de la región.
Otra expresión importante de esta tendencia hacia la construc-
ción de instituciones de integración regionales es la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Es un organismo
intergubernamental de ámbito regional que promueve la coopera-
ción y desarrollo entre los países latinoamericanos. Fue creada el 23
de febrero de 2010, y su primera cumbre se realizó en Caracas, los
días 2 y 3 de diciembre de 2011. Se discutió la constitución defini-
tiva y la integración frente a la crisis económica. Esta comunidad
consta de 33 miembros de países de Norte, Centro y Sudamérica; a
diferencia de los proyectos como la Alba, esta incluye a países con
presencia de gobiernos todavía neoliberal-procedimentales; por

215
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

tanto, su orientación es todavía más diversa, aunque igualmente


apunta a la construcción de instancias de decisión internacional más
regionalistas.

Las naciones de naciones. Estado pluriétnico y multinacional

En los gobiernos nacional-populares se ha llevado a cabo una pro-


funda transformación en cuanto a la conceptualización sobre la na-
ción y sus características. Dicha transformación se debe a la fuerte
presencia y protagonismo que han cobrado las diferentes etnias, na-
ciones e identidades en Bolivia, Ecuador y Venezuela. Una situación
que ha provocado que la idea de nación dentro de estos Estados
se haya reconceptualizado a favor de la inclusión de los diferentes
grupos y se haya modificado para que incluyera la pluralidad étnica,
ideológica y cultural que habita en cada uno de ellos.
En este sentido, el Estado-nación ha dejado de ser monocolor,
ha dejado pensarse como producto de un solo grupo cultural, racial
o social, y se ha transformado en una multiplicidad de naciones, en
naciones de naciones, que habitan con iguales derechos en un mismo
Estado. Cabe decir que, en los casos de Bolivia y Ecuador, este aspec-
to por sí solo representa una revolución cultural en plenitud, dado
que históricamente lo indígena estuvo relegado a ser un grupo invi-
sibilizado, subalterno y sujeto a los dictados de la nación blanca que
dominaba no sólo la política, sino en general todas las directrices del
Estado. Por tanto, la emergencia de las naciones de naciones repre-
senta una franca muestra de la profundización de la democracia que
rebasa por mucho los límites de la democracia procedimental, y que
apunta a superar la histórica tradición del colonialismo interno. Los
alcances de esta revolución nacional identitaria han llegado hasta los
propios textos constitucionales de los Estados. Acaso el ejemplo más
claro de esta situación lo encontramos en Bolivia, ya que a partir de
2007, y con refrendo popular en 2009, se lograron cambiar varios
artículos clave para el impulso de esta transformación.
La constitución boliviana de 2007 generó una ampliación de los
derechos políticos y sociales, los individuales y colectivos, además

216
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

de los caracteres plurinacional y comunitario del Estado. Gracias a


estas reformas, se permitió la inclusión con total legitimidad de las
36 naciones originarias que conforman Bolivia, con reconocimiento
formal también a su idioma, costumbres, sus zonas de asentamien-
to. Se reconoce también la oficialidad de su idioma para cualquier
asunto asociado con la burocracia estatal. La expresión más acabada
de esta situación está en el reemplazo del Estado unitario por un
Estado autonómico, que incluye formalmente en su organización a
las autonomías departamentales e indígenas (Stefanoni, 2011, p. 32).
Estas reformas cumplen con ser el producto de una realidad bolivia-
na históricamente muy rica en cuanto su diversidad étnica y cultural,
una diversidad que fue ignorada y denostada durante muchos años
por los grupos dominantes que no reconocían como legítima a la
diversidad étnica indígena.
Aunque la diversidad étnica y social hoy es reconocida formal-
mente, en realidad históricamente no se puede entender a Bolivia (o
al mismo Ecuador) sin considerarla como producto de “una suma-
toria de modos de producción, lógicas de acumulación, construc-
ciones distintas de autoridad política y de esquemas simbólicos de
interpretación del mundo” (Natanson, 2007, p. 161). Sería un error
considerar a lo étnico y a lo indígena como una manifestación del
pasado, como un objeto de culto histórico. Más bien, se debe en-
tender como la expresión más acabada y actual de un grupo diverso,
pero que encuentra su identidad en las herencias milenarias que po-
seen. Por otro lado, sería también erróneo pensar que las identida-
des indígenas son las únicas legítimas en la Bolivia actual; más bien
debe entenderse que a su interior coexisten tres grandes identidades
culturales: la mestiza, la aymara y la quechua, además de otras 32
identidades más pequeñas. Cada una de estas posee su legitimidad
y sus propias características culturales que las hacen todas valiosas y
genuinas (Natanson, 2007, p. 161).
En Bolivia, la nación ha sufrido un drástico vuelco, hasta el
punto que el componente indígena se ha vuelto el eje más impor-
tante de la vida política en el Estado y la fuente más importante de
donde emergen los discursos que alimenta su proceso revoluciona-
rio. En este sentido, el nacionalismo boliviano se ha revestido de los

217
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

movimientos indígenas, pero también recupera los aportes del his-


tórico movimiento obrero, de las clases medias progresistas, y de la
inteligencia indígena y mestiza (Natanson, 2007, p. 163).
Todos estos caracteres hacen de la nación boliviana actual, una
nación plural e incluyente; una nación que, en condiciones de respe-
to y de igualdad, se ocupa de la protección de todos sus integrantes,
independientemente de su filiación étnica y cultural. En este sentido,
el sujeto colectivo de transformación que se ha creado en Bolivia es
un sujeto plural, “un conglomerado de identidades y movimientos
sociales con predominio de lo étnico, los pueblos indígenas, quienes
son interpelados como sujetos de un proyecto de reconfiguración
de la comunidad política que ya no es concebida como “una nación”
sino como una articulación de naciones originarias” (Mayorga, 2006,
p. 10).
Por otro lado, en términos propiamente administrativo-buro-
cráticos, el carácter constitucional del Estado plurinacional se ve res-
paldado por la consideración de las autonomías departamentales y
de las autonomías indígenas, las cuales poseen sus formas políticas
y jurídicas propias (condición que es respetada por el Estado). Un
ejemplo claro de esto es la aplicación de la justicia comunitaria, una
figura que se respalda en la constante búsqueda de la conciliación
entre las partes y la reparación de daños por el infractor (Stefanoni,
2007, p. 61).
Aunado a esta reforma, también existen las que permitieron la
inclusión del multiculturalismo como base de numerosas políticas
públicas y del propio sistema electoral mediante las reformas de 1995
y 2004 (Mayorga, 2006, p.  12). Un ejemplo muy concreto de esta
situación es la explotación de yacimientos gasíferos, que se encuen-
tran en territorios indígenas. De acuerdo con la Ley 1254, adoptada
por Bolivia en 1991, y a la Convención 169 de la Organización In-
ternacional del Trabajo (oit), el gobierno de Bolivia está obligado
a reconocer el derecho de las comunidades indígenas acerca de las
tierras que han habitado ancestralmente. En congruencia, la Ley de
Hidrocarburos de 2005 y 2007 considera que el gobierno debe gene-
rar obligatoriamente acuerdos con los cuerpos representativos de las
comunidades (Bedoya, 2013, pp. 1-2).

218
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

En el caso de Ecuador, encontramos que, al igual que en el caso


de Bolivia, la aportación del componente indígena ha sido funda-
mental en su proceso de transformación. En este sentido, la presen-
cia indígena ha cuestionado las ideas tradicionales sobre ciudadanía;
ha provocado transformaciones en el contenido propiamente consti-
tucional y en la propia definición del Estado para pasar a ser un ente
“plurinacional”. De igual manera, se reconoce a las comunidades in-
dígenas como entidades fundamentales que poseen derechos espe-
cíficos, de acuerdo con sus condiciones particulares (Correa, 2012,
p. 99). Así, tenemos que se ha impulsado la construcción de Estados
plurinacionales en los que priva la intención de posibilitar mediante
la organización política la descolonización de los pueblos indígenas,
a través del reconocimiento de su autonomía territorial, de la crea-
ción de un pluralismo jurídico incluyente y de considerarlos como
una parte esencial del Estado (Stefanoni, 2011, p. 32; Hidalgo, 2012,
p. 167). En este sentido, esta política tiende a acabar con la colonia-
lidad y con el racismo, dos fenómenos que históricamente tuvieron
un fuerte asiento en las sociedades latinoamericanas.
Finalmente, en términos de aportes ideológicos sustantivos a
los proyectos de los Estados nacional-populares, lo plurinacional ha
aportado críticas centrales a la concepción del mercado como gran
mecanismo regulador de la sociedad, al cuestionamiento de fondo
de la colonialidad y la discriminación, al fortalecimiento de la demo-
cracia participativa mediante la inclusión directa de las comunidades
en la toma de decisiones estatales y como un asiento fundamental en
la búsqueda de la soberanía nacional ante los poderes económicos y
políticos transnacionales (Hidalgo, 2012, p. 168).

Conclusiones. Los procesos revolucionarios nacional-populares

Los gobiernos nacional-populares representan una de las propuestas


políticas más avanzadas y de mayor prospección hacia el futuro en
América Latina. Debido al tipo de políticas que propulsan, expuestas
y analizadas en este capítulo, es posible decir que estos son proce-
sos revolucionarios en marcha en América Latina, ya que tienden a

219
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

generar cambios importantes en el statu quo en cada uno de sus paí-


ses, e incluso aspiran a extenderlo al conjunto de los países de la zona.
Las bases de este proceso revolucionario se encuentran en la
participación y el apoyo de los movimientos políticos y sociales en
cada uno de estos países. Este respaldo permite que los regímenes
nacional-populares se mantengan y que prosigan en su línea de
transformaciones. Ha sido posible mantener y encauzar dicha parti-
cipación gracias al conjunto de instituciones estatales y no estatales,
que en la actualidad se desarrollan y mantienen en cada uno de los
países considerados.
Estos gobiernos han revolucionado de manera importante la
forma de hacer política en la región a través de la presentación de
propuestas como los consejos comunales, y a través del impulso de la
democracia participativa y sus herramientas de participación, como
los referéndums, las revocaciones y las consultas populares. Estas
nuevas instituciones representan una propuesta y una renovación
importante en la política en general en la zona, dominada antes bajo
el procedimentalismo democrático. Estas propuestas han cumplido
con abrir un nuevo horizonte a la participación política en la zona.
En este sentido, el aporte de estos regímenes y sus movimientos de
respaldo es innegable, ya que incluso estas políticas han generado
una presión hacia aquellos gobiernos que no han transitado hacia lo
nacional-popular.
Por otro lado, la construcción de las democracias participati-
vas también ha permitido la creación de una nueva relación entre
gobernantes y gobernados, una relación que se ha abierto y que
permite el paso a formas políticas estatales más horizontales en las
que se posibilita y alienta la participación de los diferentes grupos
populares organizados. Muestra de esto es el constante intercambio
entre organizaciones políticas y sociales, permitido y alentado por
los propios gobiernos nacional-populares. La distinción respecto a la
forma de construir política en los Estados neoliberal procedimenta-
les es muy marcada, ya que en lo nacional-popular la relación entre
dominados y dominantes se ha redimensionado a favor de una par-
ticipación popular amplia y efectiva a través de los movimientos de
la sociedad civil y los partidos políticos establecidos. Consideramos

220
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

que este aspecto por sí mismo debe entenderse como una profunda
revolución en la forma de hacer política en los Estados latinoameri-
canos ya que, históricamente, ha estado marcada por la exclusión y el
dominio de pequeñas élites en el Estado y el gobierno.
De igual manera, consideramos que las agresivas políticas de
inclusión material representan una vuelta de hoja para los Estados
latinoamericanos, ya que se ha construido una visión del Estado
que asume como su responsabilidad dotar de seguridad y de bie-
nes básicos a sus poblaciones nacionales. En sociedades como las
latinoamericanas, elevar la dotación de bienestar y de seguridad a
rango constitucional representa nuevamente una transformación
revolucionaria, ya que históricamente lo que ha privado es la dis-
criminación y la desposesión por parte de las élites dominantes. En
este sentido, la perspectiva sobre la política y sobre sus Estado en los
grupos populares beneficiados por estas medidas tiende a cambiar
profundamente, ya que muchos de ellos entienden que el Estado es
una instancia que debe estar disponible para vigilar su bienestar. A
este respecto, la transformación tiende a ser profunda, ya que estas
poblaciones en adelante no fácilmente permitirán que les sea arreba-
tado aquello que han logrado durante los últimos años.
Los modelos económicos que se presentan se han mantenido
fundamentalmente dentro del capitalismo; sin embargo, es un ca-
pitalismo con una fuerte intervención y control estatal. Esta con-
dición los separa de los modelos económicos neoliberales, donde
dominaban ampliamente los intereses económicos transnacionales
y las élites nacionales asociadas con estos intereses. En este sentido,
la ruptura con el neoliberalismo es un rasgo central de los gobiernos
nacional-populares. Por otro lado, si bien para muchos analistas y
críticas la persistencia del capitalismo como modelo económico en
estos países es una contradicción, en realidad responde a la existen-
cia de condiciones concretas y limitaciones propias de las circuns-
tancias históricas actuales que sobrepasan por individual a estos
países. En este sentido, su organización económica ha optado por
no generar una ruptura abrupta con el capitalismo en su condición
de ser procesos que se extienden a lo largo del tiempo. De cualquier
modo, el carácter de economía mixta que poseen en la actualidad y

221
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

la consideración de expresiones como el vivir bien y de un todavía


en construcción socialismo del siglo xxi hablan de la voluntad de
construir un nuevo horizonte en la forma de organización econó-
mica global.
De cualquier manera, y en términos concretos, las diferencias
respecto a la situación económica que predominaba previamente en
Venezuela, Bolivia y Ecuador, son muy marcadas. Las estadísticas
muestran una situación claramente distinta a la que predominaba
en los Estados neoliberales; en esta situación, fundamentalmente, se
ven privilegiados los grupos populares. La creación de nuevas for-
mas de organización tanto política como económicas más autóno-
mas sólo podrán resolverse en el largo plazo que resulta necesario
ante la envergadura de las exigencias que enfrentan. Sin embargo, el
éxito o no de estas futuras transformaciones en buena medida tam-
bién dependerá de que se mantengan los logros y el terreno ganado
en poco tiempo.
Otro aspecto importante y ciertamente revolucionario es la ini-
ciativa que poseen estos gobiernos de impulsar procesos de integra-
ción económica, política y hasta militar en la zona. Éste responde
a la existencia de circunstancias internacionales que favorecen, por
un lado, la integración de bloques de intereses internacionales, pero
también de la reformulación de la dominación geopolítica a nivel in-
ternacional. Esto se da en un contexto donde el poder estadouniden-
se comienza a debilitar lentamente su influencia a través del mundo.
En este sentido, estos gobiernos, al impulsar agendas de integración
regional, también abren un espacio de transformación que tiende a
ser profundamente revolucionario. Históricamente, América Latina
es una zona que se mantuvo a expensas de los intereses expansionis-
tas e imperialistas de los Estados Unidos. En este sentido, el carácter
es revolucionario, ya que por primera vez en mucho tiempo la zona
se encuentra lejos de la condición de dominio en que durante mucho
tiempo ha vivido la zona.
Finalmente, otro aspecto que le da calidad revolucionaria a las
transformaciones que han impulsado son los cambios respecto al ca-
rácter nacional en cada uno de sus países. A este respecto, nuevamen-
te la emergencia masiva y poderosa de los movimientos indígenas y

222
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

populares ha sido el elemento central. Esta revolución es evidente


e innegable si consideramos, por un lado, la histórica condición de
subordinación y discriminación que han recibido los pueblos indí-
genas en América Latina y, por el otro, el carácter de exclusión que
también han tenido para con sus poblaciones populares. Estos ca-
racteres excluyentes se reprodujeron ampliamente en el contexto de
los Estados neoliberales-procedimentales. En este sentido, lo nacio-
nal-popular ha sido una revolución, al redefinir lo nacional como un
asunto de las mayorías ciudadanas, de los grupos populares y de los
pueblos indígenas, todos en relación directa con el Estado, rompien-
do los vínculos entre las élites privilegiadas y el control del Estado.
Más aún, en el caso de Bolivia, la mera presencia de Evo Morales en
su condición de indígena como presidente de la república habla de la
profunda transformación que se ha llevado a cabo en estos Estados,
marcados históricamente por la discriminación y la exclusión.

223
Conclusiones generales

Es posible decir, gracias al análisis y la revisión que se ha elaborado


en este trabajo, que los gobiernos nacional-populares pueden consi-
derarse como procesos revolucionarios con características particula-
res en América Latina. En estos se ha registrado una recomposición
profunda en la configuración social de los gobiernos. En dicha re-
composición, los actores centrales han sido agentes de la sociedad
civil organizada y ha llevado a un desplazamiento muy importante
de las élites políticas tradicionales y de los poderes económicos na-
cionales y transnacionales.
En la actualidad, los gobiernos de los Estados nacional-popu-
lares poseen un sentido popular radicalmente diferente del que se
presentaba en los Estados neoliberal-procedimentales. Lo anterior
provoca que los intereses de los grandes capitales hayan sido des-
plazados de los gobiernos nacionales y que la acumulación de capi-
tal se viera profundamente afectada gracias a un Estado que ahora
administra, retiene y redistribuye buena parte de las ganancias para
impulsar los proyectos de bienestar y transformación.
Se nos ha presentado la situación histórica de que ante un tipo
de Estado como el neoliberal-procedimental, bajo su intensa mer-
cantilización de la vida, la privatización de lo público y la precari-
zación de las condiciones de vida, la sociedad civil abrió una nueva
etapa en la vida política, social y económica. En este fenómeno resul-
tó fundamental el desgaste tan intenso que sufrieron las condiciones
de vida de las mayorías poblacionales, provocando el desgaste de su
legitimidad y el derrumbe de sus sistemas de representación polí-
tica. En esta investigación hemos prestado atención especial a los
casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador; sin embargo, la emergencia

225
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

de la sociedad civil no se presentó solamente en estos países, como


ha quedado constancia a lo largo del trabajo.
La sociedad civil se expresó como el espacio y el sujeto que puso
en jaque a al orden institucional, principalmente mediante las irrup-
ciones masivas por parte de población civil que protestaron fuer-
temente en contra de las políticas tomadas por sus gobiernos. Esta
súbita e intensa movilización social derivó en una crisis hegemónica
de los Estados neoliberal-procedimentales, reflejada en las moviliza-
ciones y el derrumbe de su legitimidad y gobernabilidad. A la sazón
de esta crisis, vimos emerger nuevas propuestas políticas y culturales
que se separaban de los cánones del procedimentalismo democrá-
tico, a través de proyectos políticos que incluían aspectos como el
respeto y la atención a la diversidad cultura, al reconocimiento de
nuevos derechos sociales y la transformación en un sentido multi-
cultural y multinacional de los Estados.
En concreto, la emergencia de la protesta y la movilización so-
cial dieron forma a una nueva expresión política a través de la fusión
entre movimientos sociales y la creación de nuevos frentes electo-
rales que propulsaron candidaturas comunes para contender para
puestos de administración pública. Esta novísima expresión repre-
sentó una transformación muy importante para la vida política de
estos países, ya que tendía romper con el monopolio partidista que
se había construido con el procedimentalismo democrático, y abría
la oportunidad a la construcción de nuevas alternativas. Así, los nue-
vos frentes electorales lograron colocar en los principales puestos de
dirección política a políticos antiestablishment que postulaban la ne-
cesidad de transformar la situación en sus Estados-nacionales.
En este sentido, se puede decir que se rompió el dique construi-
do por el procedimentalismo democrático al hacer de la política y
de los asuntos de Estado materia sólo de élites políticas y económi-
cas. Mediante la fusión de movimientos sociales y nuevos partidos se
posibilitó una nueva de forma de contacto entre sociedad y gobier-
nos nacionales. Nosotros consideramos este fenómeno como neto
de democratización en América Latina, ya que los actores de esta
transformación son grupos sociales, asociaciones civiles y profesio-
nales, sindicatos, colectivos, organizaciones indígenas, asociaciones

226
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

populares, grupos de quienes surgió la primera energía de protes-


ta y que propulsaron la construcción de nuevos gobiernos que en
adelante incluiría las demandas y las acciones de estos grupos de la
sociedad civil. Huelga decir que, por sí mismo, este es un fenómeno
sin precedentes en la historia de la zona y que, como tal, merece ser
reconocido y sabido de manera amplia.
Consideramos que el aporte de estas experiencias a los otros
países latinoamericanos es clave, ya que mostraron la emergencia de
una nueva forma de organización y acceso al poder. Esta es, en espe-
cífico, la creación de grandes coaliciones entre movimientos sociales
y nuevos partidos políticos. Las ventajas de esta vía son que permite
competir con los partidos establecidos y toda su red de apoyo eco-
nómica institucional; permite la participación de grandes agregados
populares que mediante la organización partidista tradicional no es
posible; un mayor contacto entre dirigencias y grupos de apoyo; la
ruptura con la idea de que los asuntos políticos son diferentes de los
sociales; la creación de agendas de gobierno que rescaten de manera
directa las demandas sociales y ciudadanas.
Sin embargo, no se debe olvidar que el elemento fundamental
que permite considerar a estas formaciones de “movimientos-parti-
do-gobierno” es la consideración e inclusión constante de la sociedad
civil. Esta presencia no se termina ni se resuelve una vez permitida la
toma de poder Estatal por parte de los partidos del movimiento, sino
que se debe mantener como una vía abierta para la participación, la
crítica y la propuesta. Es decir, para ser exitosos, estos no se deben
cerrar o entender nunca como procesos acabados, sino en tensión y
recreación. En breve, lo importante no son sólo los gobiernos, sino
también la acción decidida y activa de la sociedad civil. Las posibili-
dades de estas nuevas formaciones y sus alcances sin duda son una
novedad histórica en América Latina, de la cual ya se han observado
importantes resultados.
Ahora bien, estas formaciones entre movimientos, partidos y
gobiernos tienen su expresión concreta en los actuales gobiernos
que se presentan en Venezuela, Bolivia y Ecuador. De acuerdo con
las exposiciones que hemos hecho en este trabajo, sus características
han hecho surgir en las visiones más conservadoras la idea de que

227
El populismo y lo nacional-popular en América Latina

estos son posibles de definir como gobiernos y Estados populistas;


sin embargo, y tal como ya hemos argumentado ampliamente, estos
no pueden definirse de esta manera. Mi propuesta en este sentido
se dirigió a definirlos y analizarlos como gobiernos de tipo nacio-
nal-populares. Su característica central les viene dada por la reapro-
piación del Estado por parte de la sociedad civil; en ellos se propulsa
una transformación importante a favor del bienestar de los grupos
populares en un sentido amplio.
A este respecto, nuestra propuesta se ha acompañado de la
identificación de una serie de políticas clave que permite distinguir
a este tipo de Estados y gobiernos, sin olvidar nunca que el asiento
fundamental de estos se encuentra en la participación de la socie-
dad civil mediante sus diferentes organizaciones. En específico, estas
son las iniciativas de democracia participativa y sus herramientas, la
apertura constante a las diferentes fuerzas sociales populares con sus
iniciativas y demandas, sin que se construya una relación de verti-
calización ni supeditación, sino más bien de tolerancia e inclusión.
La creación de fuertes políticas de inclusión material mediante la
dotación de bienes y servicios básicos indispensables para el bien-
estar de sus ciudadanos, por tanto, la creación de un nuevo Estado
protector de las mayorías poblacionales. El fortalecimiento del Es-
tado como agente de control de los intereses individuales y de los
intereses de capitales extranjeros y nacionales. El posicionamiento
del Estado como agente económico concreto mediante el impulso
de proyectos de desarrollo económico. El rescate de la soberanía na-
cional ante los intereses extranjeros mediante el rescate de la riqueza
nacional del control de intereses privados y su redireccionamiento a
favor del bienestar mayoritario. Y finalmente la apertura a proyectos
de transformación civilizacional profunda como los del buen vivir y
del socialismo del siglo xxi.

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El populismo y lo nacional-popular en América Latina de Octavio Humberto Moreno Velador,
se terminó de editar en diciembre de 2018 en Piso15 Editores, S.A de C.V.,
con domicilio en 14 oriente 2827, colonia Humboldt,
C.P. 72370., en Puebla, Pue.
E
l objeto de estudio de esta investigación son
los gobiernos de izquierda que se presentaron
en países como Venezuela, Bolivia y Ecuador.
En ellos se impulsaron numerosas transformaciones
progresistas a nivel gubernamental y en la propia or-
ganización de sus sociedades nacionales. Sin embargo,
sostengo que estos gobiernos no se pueden explicar
sin considerar un amplio margen de aspectos que les
han dado las características que hoy poseen. Sin duda,
la más importante es la movilización social indepen-
diente que dio origen a los propios gobiernos, una
movilización con aspectos novedosos en la historia
latinoamericana, al lograr romper algunas barreras
históricamente construidas para impedir la inclusión
y la participación directa de los grandes agregados
sociales.

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