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Los Chores de Coita

En Ocozocuatla de Espinosa, Chiapas, mejor conocido como Coita, celebramos el Carnaval Zoque
Coiteco; allí, durante las fiestas, salimos a la calle los “chores”. Año tras año, nos disfrazamos y
salimos a la calle con los amigos.

Yo fui chor por primera vez cuando tenía 8 años de edad. Lo que hacíamos durante el carnaval era
salir bailar a los Cohiná, una palabra zoque que sirve para nombrar las casas donde se celebran a
los santos, y vamos haciendo ruido con nuestras matracas, tambores y látigos.

Unos meses antes de la celebración, nos poníamos de acuerdo de cómo nos íbamos a vestir.
Recuerdo que era muy importante guardar el secreto de nuestro atuendo, pues con ello
asegurábamos el anonimato de nuestro grupo. Salir de Chor, sin que nadie te reconozca, es
importante para poder jugarles algunas bromas a tus amigos y seres queridos, porque cuando te
encuentras a alguien que conoces, juegas a que adivinen quién eres.

Le hablas utilizando el característico español arcaico que se habla en Chiapas, que al hablar
acentúa algunas palabras de manera distinta:

--¡Idiay vos! ¿Saliste siempre? No tenías pues harto chorrillo. Faltaste al trabajo dos día pué. Ora si,
como hay carnaval, hasta trago andás hechado. ¡Ah burro!

-- ¿Quién sos pué vos? ¿”El David”?

Tras una voz aguda y una sonrisa congelada tras la máscara, el chor se vale del anonimato para
hacer comentarios imprudentes. Nos acercamos al oído de nuestros amigos y comenzamos a
decirle indiscreciones, cosas que solo nosotros sabemos de su vida, le recordamos eventos
vergonzosos por los que ha pasado y de los que fuimos testigo, o les traemos a la memoria viejos
amores que había olvidado. Mi amigo, trata de adivinar quién soy siguiendo las pistas, trata de
recordar quién podría saber todas esas cosas sobre él, si me descubre dejaré bromearlo. Éste es el
humor del Chor, un humor sarcástico y pícaro que me permite jugar bromas a mis conocidos,
ponerlos “en jaque” con la suerte de no ser descubierto.

Anteriormente, cuando el carnaval en Coita se celebraba mojándose unos a otros, las niñas que
iban abrazadas con un Chor no podían ser molestadas. Los chores siempre están acalorados bajo
todo el disfraz, se decía que por estar calientes, no podían ser mojados, pues esto les haría mucho
daño. Ésta era la razón por la que las niñas se resguardaban bajo el brazo de un Chor. Ahora, los
que juegan solo se echan espuma, talco y harina.

Con pasos de un bailarín autóctono, solemos marchar y bailar al son del ritmo que nos marca el
pito y el tambor, haciendo sonar nuestras más de cien campanas colgadas en nuestras polainas.

Al final de la jornada, con los pies hinchados de tanto caminar, llenos de talco aromatizado y
harina, volvemos a la casa felices, para salir al día siguiente, día tras día, hasta que llegue el
miércoles de ceniza.

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