Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, que de este Jesús dijo: “entre los que mucho más de lo que
más de lo que las personas más
diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos
ayunamos muchas veces, y tus discípulos no
ayunan? Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que
están de bodas tener luto entre tanto que el
esposo está con ellos? Pero vendrán días
cuando el esposo les será quitado, y entonces
ayunarán.
Mateo 9: 14-15
Qué pasaje más extraño, ¿verdad? ¿Qué
quiere decir todo esto? ¿Por qué es que Jesús
pareciera nunca expresarse de una manera
clara? ¿Cuál era la diferencia entre los
discípulos de Juan y los de Jesús?
1. Si queremos tener una imagen clara del
Salvador, debemos hacer un esfuerzo por
entender a los fariseos, porque ellos
forman el marco de la imagen de Jesús.
Tendemos a tomar a los Fariseos como a
los malos de la película. Pero debemos
reconocer que su camino, humanamente
hablando, era el mejor camino a tomar.
Esto se demuestra claramente en nuestro
texto, en donde se los compara con los
discípulos de Juan el Bautista. Recordemos
nacen de mujer no se ha levantado otro
mayor que Juan el bautista” (Mat. 11:11).
Esto debe prevenirnos de tener una mala
opinión de los Fariseos. Los Fariseos eran
personas piadosas de lo más alto en
cuanto a la rectitud, ni siquiera debería ser
algo malo que nos llamen Fariseos. Los
Fariseos eran enemigos del Señor, pero
alguien puede ser un enemigo del
Salvador y con toda seriedad seguir siendo
una persona que otros deberían respetar
mucho. Si no entendemos esto nunca
entenderemos quién es Jesucristo y qué
tiene qué tiene para decirnos y darnos.
Siempre pensamos que tenemos que dejar
bien en claro que nosotros también somos
buenos, personas piadosas. Pero no
tenemos por qué hacer esto, porque Jesús
no nos dice que no somos buenas
personas piadosas. Es una pena que
siempre pensemos que Jesús no tiene
nada más que decirnos y darnos que lo
que una persona buena dice o hace
normalmente, de esta manera es como
que ignoramos a Jesús. El punto central
con Jesús es que él nos dice y nos da
piadosas pueden; él es más que Juan el
Bautista. El evangelio consiste en este
“más que”, y es aquí donde comienza el
Cristianismo.
2. Juan el Bautista se postró ante Jesús como
el más grande y el más poderoso que
había de venir (Mc 1:7). Juan entendió su
propia misión solo como aquella de
apuntar hacia aquel que tenía más y
mejores cosas que decir y hacer de lo que
él tenía con su mensaje de “arrepentíos y
convertíos”. Los Fariseos, por su parte, no
se postraron ante Jesús sino que lo
rechazaron. Desconfiaron de él y
advirtieron a los demás sobre él, porque
ellos estaban seguros de sí mismos y
seguros de su forma de ser. Pensaron que
ya habían encontrado el camino de la
verdad y la vida en su propio
razonamiento y esfuerzos por Dios y lo
recto. Es ahí donde reposa la gran
diferencia con Jesús.
Pero también por esta razón, y como
nuestro texto de Mateo nos dice, los
Fariseos tenían mucho en común con los
discípulos de Juan. Los Fariseos son, de
cierta manera, parientes de los profetas,
no parientes muy cercanos, pero aun así
parientes, miembros de una familia.
Tenían algo de la inexorable pasión de
Moisés y del celo consumidor de Elías.
Ellos tenían algo de la humilde reverencia
por la santidad de Dios que estaba en
Isaías, y algo del amor apasionado,
melancólico e íntimo por Dios que estaba
en Jeremías. Y podemos ir más allá y decir
que tenían algo de la fe desafiante de
Lutero, del rigor santo y diligencia de
Calvino; y tenían el poder enérgico de
acción que encontramos en Zwinglio.
Nadie critica a aquel predicador piadoso, o
al heroico misionero, o al más generoso de
los hermanos, o al más honorable hombre
de Iglesia, bueno, los Fariseos se igualaban
a estos, y éstos a los Fariseos. Incluso el
apóstol Pablo no negó que era y seguía
siendo Fariseo (Hechos 23:6: Hermanos yo
soy fariseo, hijo de Fariseo).
Si uno se preguntara si los Fariseos
reconocían su pecaminosidad, la respuesta
sería que lo hacían, tanto como cualquier
cristiano serio en nuestra época. Si uno
preguntara si eran convertidos, la
respuesta sería sí lo eran, y mucho más de
lo que cualquiera de nosotros que se
considera convertido. Si uno preguntara si
ellos oraban, la respuesta sería que la
oración era una de las obligaciones en las
que ellos eran más serios y exactos. Si uno
quisiera preguntar con escepticismo si
ellos hacían buenas obras, probablemente
nos avergonzarían a todos nosotros,
porque ellos dedicaban toda su vida al
trabajo de la piedad y al amor al prójimo.
Si nos preguntáramos si la salvación de los
seres humanos era una preocupación
sincera suya, la respuesta es que para ellos
todos los esfuerzos estaban dirigidos a
ganar a los que estaban sin Dios y a los
impíos para Dios. No era una exageración
cuando un Fariseo dijo una vez a Jesús
“Maestro, he guardado todos estos
mandamientos desde la juventud” (Mc.
10:20).
Con seguridad no hay nada tan grande o
difícil que alguien podría preguntar sobre
una persona que los Fariseos no sabían o
no intentaban cumplir. En su
conocimiento de lo que es justo y santo,
en su esfuerzo por ello, en su vida seria y
despierta, eran uno con los discípulos de
Juan. Pero sus caminos los separaron
cuando la luz de la Navidad brilló sobre
ellos. Fueron profundamente diferentes
en su actitud hacia Jesús, lo que mostró
que existen diferentes maneras de ser
serios y diferentes maneras de ser
despertar. Y aun así, fuera de su actitud
para con el Salvador, los profetas y los
Fariseos siguieron el mismo camino justo y
digno de admiración. Ambos grupos eran
personas de Adviento, personas que
esperaban el reino de Dios con toda la
seriedad y preparaban el camino para el
mismo (Mc 1:3). Tenían arrepentimiento,
santidad, fe, amor y esperanza. Si tan solo
nosotros estuviéramos en el camino serio
que ellos tomaron.
3. Cuando Jesús vino con sus discípulos,
causó una gran decepción, una gran
ofensa, y un verdadero dolor tanto a los
Fariseos y a los profetas, y a los discípulos
de Juan, y probablemente a Juan mismo.
Algunos de los discípulos de Juan no
entendieron a Jesús y por años formaron
 su propia comunidad separada de los
Cristianos. Leemos esto en Hechos 18:25,
19:3. Jesús presentó un enorme enigma a
todos aquellos que seguían el buen y
admirable camino de los Fariseos y los
profetas, y el enigma sigue vigente hoy. El
Salvador todavía presenta un enigma que
es un obstáculo para entenderlo. Uno
hasta casi podría decir que cuanto más
seria, valiente, y conscientemente uno
sigue el camino de los profetas y Fariseos,
más grande y difícil se vuelve el paso que
uno debe tomar para llegar a Jesús.
4. Pero ¿qué fue tan difícil de entender, qué
era tan enigmático en el Salvador? EN
resumen, era esto. Los Fariseos y los
discípulos de Juan cada vez más tenían la
impresión de que el Salvador no era una
persona piadosa. Tenían las más serias
dudas acerca de él precisamente en los
puntos que eran para ellos seguros e
incuestionables. ¿Tomaba el pecado lo
suficientemente en serio? ¿Tenía el
suficiente respeto hacia Dios? ¿Predicaba
el arrepentimiento a los pecadores con la
urgencia suficiente? ¿Hacía lo que se
requería de una persona seria? Estas
dudas acerca de Jesús fueron en
momentos expresadas con gran claridad,
como cuando dijeron que él cometió
blasfemia contra Dios (Mc. 2:7), o que era
“comedor y bebedor, un amigo de los
recaudadores de impuestos y pecadores”
(Mat 11:19). Estaban siempre allí, y eran el
mayor obstáculo en el camino del
Salvador. Así, el obstáculo más difícil no
está en la malicia o personas mundanas
sino en la rectitud de los hijos de Dios. No
fue la amenaza de los no creyentes, sino
las serias dudas de los convertidos y
despiertos las que lo llevaron finalmente a
la cruz. Debemos entender claramente
esta relación entre el Salvador y los
Fariseos: para los piadosos, él no era
piadoso, para los serios él no era serio;
para los convertidos, él no era convertido.
De hecho, abiertamente o en secreto ellos
directamente negaron que Jesús fuera
honesto y recto en lo que decía acerca de
Dios. Juan y sus discípulos llegaron a
entender que esto no era verdad,
mientras que los Fariseos persistieron en
su propia comprensión de Jesús. Tan
fuertemente lo objetaron que finalmente
lo quisieron muerto y causaron su muerte,
algo que nunca trataron de hacer incluso
con el peor de los publicanos. Tan serio
era para ellos que el Salvador no era una
persona piadosa.
5. Esta enorme desconfianza también se
expresaba en la pregunta de los discípulos
de Juan sobre por qué ellos y los Fariseos
ayunaban tanto, mientras que Jesús y sus
discípulos no ayunaban para nada. En
aquellos tiempos el ayuno era una de las
maneras más importantes en que las
personas demostraban que debían ser
tomadas con seriedad. En estos círculos
era evidente que en ciertos días y en
ciertos momentos uno libremente hacía
estos sacrificios. Se entendía como un tipo
de regalo que uno traía a Dios, o un acto
de disciplina, o una negación de uno
mismo para ahorrar dinero para el
beneficio de otros. Jesús no tomaba este
ayuno muy en serio. No prohibió el ayuno
a los discípulos, pero tampoco le dijo que
ayunaran. En sus labores parecía como si
este trabajo piadoso no existía. En
aquellos tiempos, para el justo, el ayuno
era una práctica común, quizás
comparable a la práctica de pagar los
deberes en un club social, o dar gracias
antes de orar, o asistir a la iglesia… Pero
mientras que nosotros hacemos estas
cosas como hábitos, en el tiempo de Jesús
las prácticas como el ayuno se hacían o no
con mucha mayor conciencia y celo. Pero
ni siquiera este era el único punto en
donde Jesús ofendía. Para sus discípulos
hizo de la oración algo notablemente
secreto, algo de lo que uno no debería
hablar. Jesús y sus discípulos también
transgredieron el mandamiento de
guardar el sábado, y lo hicieron sin
sentirse mal. Era dudoso si observaban el
amor a la patria, que era en ese tiempo
una marca de piedad religiosa.
Jesús no tenía remordimientos en llevar a
sus discípulos con mala compañía (Mat.
9:9-13). Amenazó el templo en Jerusalén
(Mc. 14:58). En todo momento él decía y
hacía todo lo opuesto de lo que se
esperaba de él como un prometedor joven
varón de Jehová. Si bien se podía pasar
por alto esto o aquello, era imposible
pasar por alto el todo que estaba detrás
de las simples cosas que hacía. Él no tenía
seriedad, arrepentimiento, decisión,
claridad. En nuestro texto el tema del
ayuno surgió probablemente porque
anteriormente Jesús había sido invitado a
cenar en la casa de un publicano (Mt.
9:10). En otro momento quizás fue otra
cosa la que agitó el tema. Pero
básicamente era siempre la misma cosa:
Jesús no está en el camino correcto; uno
no le puede tomar en serio, uno no va al
cielo por el camino que el lleva a sus
discípulos; él no es un hombre piadoso.
6. ¿Cómo se justificaría el Salvador contra
estas acusaciones? Él contestó con una
parábola: ¿Acaso pueden los que están de
boda tener luto entre tanto que el esposo
está con ellos?
Lo primero que notamos aquí es la manera
alegre y festiva en que Jesús lo pone. Si
Jesús se enojaba por la pregunta hecha
acerca de él en el texto y por toda la
desconfianza que estaba detrás, hubiera
usado palabras diferentes. Pero no estaba
enojado. Imaginen que nos digan a
nosotros: “Vos actuás como si fueras serio,
pero verdaderamente no lo sos. Hablás de
Dios, y ni siquiera crees en Dios. Querés
mostrar a otros el camino, y es un camino
completamente incorrecto. Quizás vamos
a querer pegarle. Diríamos “mi conciencia
está tranquila”. Pero Jesús está calmado.
Desde el principio se pone por encima de
la pregunta y la acusación. Respondió que
una fiesta de matrimonio estaba
ocurriendo, una época de mucha
celebración, de estar alegres, y por esto
era que sus discípulos no ayunaban.
La segunda cosa interesante en la
parábola de la fiesta es que Jesús no se
justifica a sí mismo ante sus acusadores.
Nosotros somos artistas en excusarnos
cuando somos acusados. EL salvador
también podía excusarse. Podía haber
dicho que sus discípulos sí ayunaban en
ocasiones, y que él mismo ayunó en el
desierto por 40 días. Pero no mencionó
nada. No entró en competencia acerca de
quién era más piadoso o más moral. Él
reconoce, es verdad que sus discípulos no
ayunan. Y de esta manera confirma las
dudas y las ofensas. Efectivamente,
admite que él no es piadoso. Les da una
nueva razón para acusarle, porque les
muestra que él puede sonreír ante la cosa
más seria. Así se defendió, no
defendiéndose. Les arrojó más enigmas de
los que ya tenían y que tanto les ofendían.
La tercera cosa que es importante en esta
respuesta es que el nombra algo que sus
acusadores no encuentran en él: tristeza,
luto. El invitado a la boda no puede estar
de luto. Por lo tanto ayunar es estar de
lutpo, una obligación para aquellos que
están en dolor, algo que uno hace por
ejemplo en un funeral. En estos círculos
esta idea era ciertamente algo nuevo. Ellos
ayunaban con convicción, celo y
entusiasmo. Y ahora escuchaban de Jesús
que su entusiasmo era en realidad
tristeza, y su ayuna un luto. El Salvador
había mirado en su interior, porque solo él
ve el corazón humano.
Podemos imaginarle diciendo:
Dentro de ustedes, la seriedad y la verdad
están despiertas, han escuchado el
llamado de Dios, y lo tomaron para ser
obedientes. Y se dieron cuenta que
necesitan algo que ahora está faltando.
Ven que han tomado algo enormemente
difícil, que están envueltos en una batalla
que no están equipados para ganar. Nunca
sueltan aquello que es de Dios, pero
siempre es un objetivo distante. Nunca es
poder y amor, sino solo ley. Por eso
ayunan. Por eso el Sabath es tan
importante. Por eso el dinero les quema, y
tienen que darlo en caridad. Por eso se
gozan tanto en cumplir con su obligación
de orar y creer. Por eso son tan
apasionados en su celo. Por eso son tan
serios y piadosos.
En los puntos finos son muy meticulosos
porque todavía no conocen el gran regalo
que ahora puede ser dado a los seres
humanos. Traen sacrificios a Dios porque
todavía no experimentaron la misericordia
de Dios. Preparan el camino del reino de
Dios tan ávidamente, porque todavía no
ha venido a ustedes. Porque todavía no
han encontrado al Dios que buscan, es por
esto que deben haber profetas y Fariseos.
De esta gran aflicción, de esta dolorosa
privación, viene su ayuno y todas las
demás cosas que son tan importantes para
ustedes, y viene su condenación hacia mí.
Del gran dolor de la humanidad, que no
conoce más que cosas humanas, acerca de
su propia voluntad y esfuerzo (Rom. 9:16),
pero que no conoce al Salvador de Dios,
viene su piedad. Pueden mantener su
opinión acerca del ayuno, sigan haciendo
lo que hacen, pero no prohíban a otros ir
por un camino diferente porque la
aflicción y el dolor se les ha quitado.
Aquí la salvación de Dios ha sido
victoriosa, y ahora se abre otra vez el gran
mensaje e invitación; conmigo y alrededor
de mí la gran fiesta de matrimonio está
ocurriendo. No que mis discípulos van a
ser mejores personas que ustedes. NO
tenemos la intención de competir con
ustedes. Pero aquí, conmigo, el dolor que
los oprime se ha ido. Aquí no hay solo
despertar sino también un levantarse y
caminar. No solo el llamado de Dios sino
también la presencia de Dios, no solo la
lucha, sino también la victoria, no solo el
sacrificio sino también la misericordia que
excede todo entendimiento. Aquí está el
reino de Dios. La misericordia de Dios es
más que sacrificio, y el reino de Dios más
que piedad.
7. En nuestro texto Jesús añade algo más,
unas palabras melancólicas: Los días
vendrás…” El dolor y la privación que
 oprime a los Fariseos y a los profetas
prevalecerá otra vez. Probablemente Jesús
se refería al tiempo en que vivimos, es un
tiempo no natural, porque no es algo
natural, es algo extraño que el novio le sea
arrebatado a los invitados de la boda. Es
por esto que tienen que haber muchas
cosas que no pertenecen ni al Salvador ni
al cristianismo, sino a los Fariseos y a los
profetas.
8. Pero aun así, debemos por lo menos hacer
el esfuerzo de no olvidar al Salvador. NO
queremos olvidar que en verdad no somos
siervos, sino llamados a la libertad de los
hijos de Dios. No queremos olvidar que
hay algo mucho más serio que nuestra
mayor seriedad. Y si hoy, después de todo,
debemos ir por el camino de los Fariseos y
los discípulos de Juan, caminemos con
aquellos discípulos de juan quienes
finalmente sobrepasaron la desconfianza
en el Salvador.