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LÓGICA

La ciencia que se basa en las leyes, modalidades y formas del conocimiento científico se

conoce bajo el nombre de lógica. Se trata de una ciencia de carácter formal que carece de

contenido ya que hace foco en el estudio de las alternativas válidas de inferencia. Es decir,

propone estudiar los métodos y los principios adecuados para identificar al razonamiento

correcto frente al que no lo es.

La etimología permite saber que el término ‘lógica’ tiene su origen en el vocablo latín

logĭca, que a su vez deriva del griego logikós (de logos, “razón” o “estudio”). El filósofo

griego Aristóteles, cuentan los expertos en cuestiones históricas, fue pionero al emplear la

noción para nombrar el chequeo de los argumentos como indicadores de la verdad dentro

de la ciencia, y al presentar al silogismo como argumento válido.

No obstante, no podemos pasar por alto que a lo largo de la historia existen otras muchas

figuras que han contribuido con sus ideas y planteamientos a desarrollar esta ciencia. Así,

por ejemplo, durante la Edad Media hay que subrayar el papel que llevó a cabo Averroes, el

filósofo cordobés que, entre otras cosas, manifestó que era fundamental estudiar la lógica

de los maestros antiguos para, a partir de ahí, proceder a “filosofar” de la manera correcta.

Ya en los siglos XVIII y XIX uno de los personajes que más abordó el tema de la lógica fue

Immanuel Kant. Este está considerado como uno de los pensadores más importantes e

influyentes de la historia y destaca por el hecho de que en esta materia que nos ocupa

estableció un nuevo concepto: la lógica trascendental.

Un término aquel con el que dicho filósofo de origen prusiano intentaba definir al proceso

por el cual el ser humano debe llevar a cabo una investigación de lo que vendrían a ser los
conceptos puros de categorías de tipo trascendental o también de lo que es el exacto

entendimiento.

Hegel, Augustus De Morgan, John Venn o Gottlob Frege son otros de los autores que han

destacado en el campo de la lógica y especialmente este último que causó una auténtica

revolución con sus teorías. De ahí que sea considerado, junto al mencionado Aristóteles,

como el lógico más importante de toda la historia. Y es que estableció los conceptos de

prueba, lógica de predicados o lenguaje formal.

La lógica natural es la destreza natural para razonar sin apelar a la ciencia. La denominada

lógica borrosa o difusa, en cambio, es aquella que contempla una determinada

incertidumbre al analizar el carácter verídico o falso de las proposiciones, a semejanza del

raciocinio propio del ser humano.


ANTECEDENTES DE LÓGICA
La historia de la lógica documenta el desarrollo de la lógica en varias culturas y

tradiciones a lo largo de la historia. Aunque muchas culturas han empleado intrincados

sistemas de razonamiento, e, incluso, el pensamiento lógico estaba ya implícito

en Babilonia en algún sentido, la lógica como análisis explícito de los métodos de

razonamiento ha recibido un tratamiento sustancial solo originalmente en tres tradiciones:

la Antigua China, la Antigua India y la Antigua Grecia.

Aunque las dataciones exactas son inciertas, particularmente en el caso de la India, es

probable que la lógica emergiese en las tres sociedades hacia el siglo IV a. C. El

tratamiento formalmente sofisticado de la lógica proviene de la tradición griega,

especialmente del Organon aristotélico, cuyos logros serían desarrollados por los lógicos

islámicos y, luego, por los lógicos de la Edad Media europea. El descubrimiento de la

lógica india entre los especialistas británicos en el siglo XVIII influyó también en la lógica

moderna.

Edad Antigua

La lógica, como un análisis explícito de los métodos de razonamiento, se desarrolló

originalmente en tres civilizaciones de la historia antigua: China, India y Grecia, entre el

siglo V y el siglo I a. C.

Mesopotamia

En Mesopotamia, el Manual de diagnóstico médico de Esagil-kin-apli, escrito en el siglo

XI a. C., se basó en un conjunto lógico de axiomas y asunciones, entre las que se incluyen

la visión moderna de que, a través del examen e inspección de los síntomas de una paciente,
es posible determinar el problema del mismo, su etiología y su desarrollo futuro, y las

posibilidades de recuperación.

Durante los siglos VII y VIII, los astrónomos babilonios empezaron a utilizar una lógica

interna en sus sistemas de predicción planetaria que fue una importante contribución a la

lógica y la filosofía de la ciencia. El pensamiento babilónico tuvo una considerable

influencia en el pensamiento de la Grecia arcaica.

Antigua Grecia

En la Antigua Grecia, emergieron dos tradiciones lógicas opuestas. La lógica estoica estaba

enraizada en Euclides de Megara, pupilo de Sócrates, y con su concentración en la lógica

proposicional es la que quizás esté más próxima a la lógica moderna. Sin embargo, la

tradición que sobrevivió a las influencias de culturas posteriores fue la peripatética, que

tuvo su origen en el conjunto de obras de Aristóteles conocido

como Organon (instrumento), la primera obra griega sistemática sobre lógica. El examen

de Aristóteles del silogismo permite interesantes comparaciones con el esquema indio de la

inferencia y la menos rígida discusión china.

En Europa, Aristóteles fue el primero en desarrollar la lógica. La lógica aristotélica fue

ampliamente aceptada en ciencias y matemáticas y permaneció en uso amplio en Occidente

hasta principios del siglo XIX. El sistema de lógica de Aristóteles fue responsable de la

introducción del silogismo hipotético, de la lógica modal temporal, de la lógica inductiva,

así como de términos influyentes tales como términos, predicables, silogismos y

proposiciones.
En el periodo romano la lógica tuvo poco desarrollo, más bien se hicieron sumarios y

comentarios a las obras recibidas, siendo los más notables: Cicerón, Porfirio y Boecio. En

el período bizantino, Filopón.

A través del latín en Europa occidental y de distintas lenguas orientales como

el árabe, armenio y georgiano, la tradición aristotélica fue considerada de forma especial

para la codificación de las leyes del razonamiento. Solo a partir del siglo XIX cambió este

enfoque.

SÓCRATES
(Atenas, 470 a.C. - id., 399 a.C) Filósofo griego. Pese a que no dejó ninguna obra escrita y

son escasas las ideas que pueden atribuírsele con seguridad, Sócrates es una figura capital

del pensamiento antiguo, hasta el punto de ser llamados presocráticos los filósofos

anteriores a él. Rompiendo con las orientaciones predominantes anteriores, su reflexión se

centró en el ser humano, particularmente en la ética, y sus ideas pasaron a los dos grandes
pilares sobre los que se asienta la historia de la filosofía occidental: Platón, que fue

discípulo directo suyo, y Aristóteles, que lo fue a su vez de Platón.

Pocas cosas se conocen con certeza de la biografía de Sócrates. Fue hijo de una comadrona,

Faenarete, y de un escultor, Sofronisco, emparentado con Arístides el Justo. En su juventud

siguió el oficio de su padre y recibió una buena instrucción; es posible que fuese discípulo

de Anaxágoras, y también que conociera las doctrinas de los filósofos eleáticos

(Jenófanes, Parménides, Zenón) y de la escuela de Pitágoras.

Con los bienes que le dejó su padre al morir pudo vivir modesta y austeramente, sin

preocupaciones económicas que le impidiesen dedicarse al filosofar. Se tiene por cierto que

Sócrates se casó, a una edad algo avanzada, con Xantipa, quien le dio dos hijas y un hijo.

Cierta tradición ha perpetuado el tópico de la esposa despectiva ante la actividad del marido

y propensa a comportarse de una manera brutal y soez. En cuanto a su apariencia, siempre

se describe a Sócrates como un hombre rechoncho, con un vientre prominente, ojos

saltones y labios gruesos, del mismo modo que se le atribuye también un aspecto

desaliñado.
La mayor parte de cuanto se sabe sobre Sócrates procede de tres contemporáneos suyos: el

historiador Jenofonte, el comediógrafo Aristófanes y el filósofo Platón. Jenofonte retrató a

Sócrates como un sabio absorbido por la idea de identificar el conocimiento y la virtud,

pero con una personalidad en la que no faltaban algunos rasgos un tanto

vulgares. Aristófanes lo hizo objeto de sus sátiras en una comedia, Las nubes (423), donde

es caricaturizado como engañoso artista del discurso y se le identifica con los demás

representantes de la sofística, surgida al calor de la consolidación de la democracia en el

siglo de Pericles. Estos dos testimonios matizan la imagen de Sócrates ofrecida por Platón

en sus Diálogos, en los que aparece como figura principal, una imagen que no deja de ser

en ocasiones excesivamente idealizada, aun cuando se considera que posiblemente sea la

más justa.

La mayéutica

Al parecer, y durante buena parte de su vida, Sócrates se habría dedicado a deambular por

las plazas, mercados, palestras y gimnasios de Atenas, donde tomaba a jóvenes aristócratas

o a gentes del común (mercaderes, campesinos o artesanos) como interlocutores para

sostener largas conversaciones, con frecuencia parecidas a largos interrogatorios. Este

comportamiento correspondía, sin embargo, a la esencia de su sistema de enseñanza,

la mayéutica.
El propio Sócrates comparaba tal método con el oficio de comadrona que ejerció su madre:

se trataba de llevar a un interlocutor a alumbrar la verdad, a descubrirla por sí mismo como

alojada ya en su alma, por medio de un diálogo en el que el filósofo proponía una serie de

preguntas y oponía sus reparos a las respuestas recibidas, de modo que al final fuera posible

reconocer si las opiniones iniciales de su interlocutor eran una apariencia engañosa o un

verdadero conocimiento.

Tal logro era un punto esencial: no puede enseñarse algo a quien ya cree saberlo. El primer

paso para llegar a la sabiduría es saber que no se sabe nada, o, dicho de otro modo, tomar

conciencia de nuestro desconocimiento. Una vez admitida la propia ignorancia, comenzaba

la mayéutica propiamente dicha: por medio del diálogo, con nuevas preguntas y

razonamientos, Sócrates iba conduciendo a sus interlocutores al descubrimiento (o

alumbramiento) de una respuesta precisa a la cuestión planteada, de modo tan sutil que la

verdad parecía surgir de su mismo interior, como un descubrimiento propio.

La filosofía de Sócrates

Al prescindir de las preocupaciones cosmológicas que habían ocupado a sus predecesores

desde los tiempos de Tales de Mileto, Sócrates imprimió un giro fundamental en la historia

de la filosofía griega, inaugurando el llamado periodo antropológico. La cuestión moral del

conocimiento del bien estuvo en el centro de las enseñanzas de Sócrates. Como se ha visto,

el primer paso para alcanzar el conocimiento consistía en la aceptación de la propia

ignorancia, y en el terreno de sus reflexiones éticas, el conocimiento juega un papel

fundamental. Sócrates piensa que el hombre no puede hacer el bien si no lo conoce, es

decir, si no posee el concepto del mismo y los criterios que permiten discernirlo.
El ser humano aspira a la felicidad, y hacia ello encamina sus acciones. Sólo una conducta

virtuosa, por otra parte, proporciona la felicidad. Y de entre todas las virtudes, la más

importante es la sabiduría, que incluye a las restantes. El que posee la sabiduría posee todas

las virtudes porque, según Sócrates, nadie obra mal a sabiendas: si, por ejemplo, alguien

engaña al prójimo es porque, en su ignorancia, no se da cuenta de que el engaño es un mal.

El sabio conoce que la honestidad es un bien, porque los beneficios que le reporta

(confianza, reputación, estima, honorabilidad) son muy superiores a los que puede

reportarle el engaño (riquezas, poder, un matrimonio conveniente).

El ignorante no se da cuenta de ello: si lo supiese, cultivaría la honestidad y no el engaño.

En consecuencia, el hombre sabio es necesariamente virtuoso (pues conocer el bien y

practicarlo es, para Sócrates, una misma cosa), y el hombre ignorante es necesariamente

vicioso. De esta concepción es preciso destacar que la virtud no es algo innato que surge

espontáneamente en ciertos hombres, mientras que otros carecen de ella. Todo lo contrario:

puesto que la sabiduría contiene las demás virtudes, la virtud puede aprenderse; mediante el

entendimiento podemos alcanzar la sabiduría, y con ella la virtud.


De este modo, la sabiduría, la virtud y la felicidad son inseparables. Conocer el bien nos

lleva a observar una conducta virtuosa, y la conducta virtuosa conduce a la dicha. La

felicidad no radica en el placer (la ética socrática no es hedonista), a no ser que se considere

como placer algo mucho más elevado: la íntima paz y satisfacción que produce la vida

virtuosa. En palabras de Sócrates citadas por Jenofonte, ningún placer supera al de «sentirse

transformado en mejor y contribuir al mejoramiento de los amigos». La vida virtuosa lleva

al equilibrio y a la perfección humana, a la libertad interior y a la autonomía respecto a lo

que nos esclaviza, y mediante ella se consigue la paz del alma, el gozo íntimo

imperturbable, la satisfacción interior que nos acerca a lo divino.

PLATÓN
(Atenas, 427 - 347 a. C.) Filósofo griego. Junto con su maestro Sócrates y su discípulo

Aristóteles, Platón es la figura central de los tres grandes pensadores en que se asienta toda

la tradición filosófica europea. Fue el británico Alfred North Whitehead quien subrayó su

importancia afirmando que el pensamiento occidental no es más que una serie de

comentarios a pie de página de los diálogos de Platón.


La circunstancia de que Sócrates no dejase obra escrita, junto al hecho de que Aristóteles

construyese un sistema opuesto en muchos aspectos al de su maestro, explican en parte la

rotundidad de una afirmación que puede parecer exagerada. En cualquier caso, es innegable

que la obra de Platón, radicalmente novedosa en su elaboración lógica y literaria, estableció

una serie de constantes y problemas que marcaron el pensamiento occidental más allá de su

influencia inmediata, que se dejaría sentir tanto entre los paganos (el neoplatonismo de

Plotino) como en la teología cristiana, fundamentada en gran medida por San Agustín sobre

la filosofía platónica.

Viajó por Oriente y el sur de Italia, donde entró en contacto con los discípulos de Pitágoras;

tras una negativa experiencia en Siracusa como asesor en la corte del rey Dionisio I el

Viejo, pasó algún tiempo prisionero de unos piratas, hasta que fue rescatado y pudo

regresar a Atenas. Allí fundó en el año 387 una escuela de filosofía, situada en las afueras

de la ciudad, junto al jardín dedicado al héroe Academo, de donde procede el nombre

de Academia. La Academia de Platón, una especie de secta de sabios organizada con sus

reglamentos, contaba con una residencia de estudiantes, biblioteca, aulas y seminarios

especializados, y fue el precedente y modelo de las modernas instituciones universitarias.

Obras de Platón

A diferencia de Sócrates, que no dejó obra escrita, los trabajos de Platón se han conservado

casi completos.
Los veintiséis diálogos platónicos probadamente auténticos (de los cuarenta y dos

transmitidos por la Antigüedad) pueden clasificarse en tres grupos. Los diálogos del

llamado período socrático (396-388), entre los que se incluyen la Apología, Critón,

Eutifrón, Laques, Cármides, Ión, el Hipias menor y tal vez Lisis (que quizá sea posterior),

revelan claramente la influencia de los métodos de Sócrates y se distinguen por el

predominio del elemento mímico-dramático: comienzan abruptamente, sin preámbulos

preparatorios. Todas estas obras son anteriores al primer viaje de Platón a Sicilia, y en ella

dominan los diálogos investigadores a la manera socrática.

Dentro de los diálogos del siguiente período, llamado constructivo o sistemático,

pertenecen a una fase de transición Protágoras, Menón (que anunció la doctrina de las

Ideas), Gorgias, Menéxenes, Crátilo y Eutidemo. Los grandes diálogos de esta etapa son

el Fedón, cuyo tema es la inmortalidad del alma; El banquete, en el que seis oradores

debaten sobre el amor; La República, el texto platónico más sistemático, fruto de largos

años de trabajo, que presenta tres líneas principales de argumentación (ético-política,

estético-mística y metafísica) combinadas en un todo; y el Fedro, que mediante la forma de

diálogo dramático debate aspectos relativos a la belleza y el amor, y contiene momentos de

honda poesía. Estos diálogos, en los que se muestra en su apogeo la fuerza expresiva de
Platón, no son ensayos filosóficos propiamente dichos, sino obras literarias que tratan

temas filosóficos, y por ello no se limitan a un solo tema o asunto.

ARISTÓTELES
Aristóteles nació en Estagira, en Tracia, el año 384-3 a. C., según Diógenes Laercio, quien

nos dice que era hijo de Nicómaco y Efestiada, y que su padre ejercía la medicina en la

corte del rey Amintas (II) de Macedonia, "por causa de la medicina y por amistad", lo que

se ha tratado de asociar con el posterior interés naturalista de Aristóteles. Diógenes Laercio

nos describe a Aristóteles como "el discípulo más legítimo de Platón, y de voz

balbuciente... que tenía las piernas delgadas y los ojos pequeños, que usaba vestidos

preciosos y anillos, y que se cortaba la barba y el pelo".

Aristóteles en la Academia

Poco sabemos de la educación recibida por Aristóteles en su juventud, aunque debió ser la

propia de los jóvenes griegos de su época. A los diecisiete años, el 368 a. C., se trasladó a

Atenas donde se incorporó a la Academia de Platón en la que permanecería durante veinte

años. A pesar de algunas anécdotas que se hacen eco de un supuesto enfrentamiento entre

Platón y Aristóteles, antes de la muerte de aquél, es poco probable que tal enfrentamiento
haya podido producirse, dado que todas las referencias que tenemos de Aristóteles hacia

Platón hacen gala de un gran respeto y admiración hacia el maestro, pese a las

discrepancias teóricas que luego llevaron a su separación doctrinal. El hecho de que la

crítica contemporánea haya puesto de manifiesto el carácter histórico, evolutivo, de la obra

aristotélica hace aún más insostenible dicha hipótesis. Sabemos que Aristóteles atravesó por

una fase profundamente platónica antes de desarrollar sus propias concepciones filosóficas,

asumiendo como propia, por ejemplo, la teoría de las Ideas de Platón, antes de haber

procedido a su crítica, como claramente se pone de manifiesto en el diálogo aristotélico

"Eudemo", una de sus obras de juventud.

A la muerte de Platón, en el - 347, Espeusipo, sobrino de Platón, se hizo cargo de la

dirección de la Academia, bien por designación directa de éste o bien por decisión de sus

condiscípulos, imprimiendo una orientación de carácter místico-religioso a las actividades

de la Academia, lo que no fue del agrado de Aristóteles, quien la abandonó (ya fuera por

esta razón, ya por sentirse frustrado al no haber sido designado él mismo como director,

como sostienen otros biógrafos).

Aristóteles tras el abandono de la Academia

Aristóteles se dirigió entonces, en compañía de Jenócrates, a Assos, donde reinaba el tirano

Hermias (con quien, al parecer, entabló profunda amistad) fundando allí una sección de la

Academia que él mismo dirigió durante tres años. Fue allí probablemente donde comenzó a

desarrollar sus propias opiniones contrarias a la teoría de las Ideas. De esta época es, en

efecto, su obra "Sobre la filosofía", en la que aparecen los primeros elementos críticos de la

teoría de las Ideas. También allí contrajo matrimonio con Pythia, hija adoptiva o sobrina de
Hermias, con la que llevó una vida feliz hasta la muerte de ésta. Se desconoce cuando tuvo

lugar este acontecimiento, pero sabemos que Aristóteles tras la muerte de Pythia vivió con

Herpilis, con la que tuvo un hijo llamado Nicómaco.

Tres años después, en el 345-4, se trasladó a Mitilene, en la isla de Lesbos, entrando allí

probablemente en relación con Teofrasto, que sería posteriormente el más destacado

discípulo y continuador de la obra de Aristóteles. Allí siguió con su actividad filosófica

hasta que en el año 343-2 fue llamado por Filipo de Macedonia para hacerse cargo de la

educación de su hijo Alejandro, el futuro Alejandro Magno, que tenía entonces trece años.

Probablemente dicho encargo se debiera más a la amistad y parentesco con Hermias, aliado

de Filipo, y asesinado hacía poco mediante una trampa tendida por los persas, que al pasado

de su familia en la corte de Macedonia. Allí permaneció siete u ocho años, hasta el 336-5,

cuando Alejandro subió al trono, regresando entonces Aristóteles a Atenas.

Regreso a Atenas y creación del Liceo

Una vez en Atenas, en el 335, fundará su propia escuela, el Liceo, una comunidad filosófica

al estilo de la platónica , llamada así por estar situada dentro de un recinto dedicado a

Apolo Likeios. Además del propio edificio contaba con un jardín y un paseo (perípatos) del

que los aristotélicos recibirán el nombre de peripatéticos, ya sea porque Aristóteles


impartiera sus enseñanzas paseando, como recoge Diógenes Laercio ("... tomó en el Liceo

un sitio para pasear, y paseando allí hasta la hora de ungirse los atletas, filosofaba con sus

discípulos, y de este paseo fue llamado peripatético"), o porque, simplemente, se

impartieran dichas enseñanzas en el paseo. (Excavaciones realizadas a mediados de los 90

en Atenas, cerca de la la Plaza Sintagma, dejaron al descubierto los cimientos de varios

edificios, como se puede observar en la imagen, que los arqueólogos consideran pueden ser

los restos del Liceo de Aristóteles). Según la tradición el orden de las actividades en el

Liceo estaba fuertemente establecido, dedicándose las mañanas a las cuestiones más

difíciles de carácter filosófico, reservadas para los discípulos, y las tardes a las lecciones de

retórica y de dialéctica, entre las que se podía encontrar un público más amplio.
ANÁLISIS

Lógica
La ciencia que se basa en las leyes, modalidades y formas del conocimiento científico se

conoce bajo el nombre de lógica. Se trata de una ciencia de carácter formal que carece de

contenido ya que hace foco en el estudio de las alternativas válidas de inferencia. Es decir,

propone estudiar los métodos y los principios adecuados para identificar al razonamiento

correcto frente al que no lo es.

No obstante, no podemos pasar por alto que a lo largo de la historia existen otras muchas

figuras que han contribuido con sus ideas y planteamientos a desarrollar esta ciencia. Así,

por ejemplo, durante la Edad Media hay que subrayar el papel que llevó a cabo Averroes, el

filósofo cordobés que, entre otras cosas, manifestó que era fundamental estudiar la lógica

de los maestros antiguos para, a partir de ahí, proceder a “filosofar” de la manera correcta.

La lógica natural es la destreza natural para razonar sin apelar a la ciencia. La denominada

lógica borrosa o difusa, en cambio, es aquella que contempla una determinada

incertidumbre al analizar el carácter verídico o falso de las proposiciones, a semejanza del

raciocinio propio del ser humano.

Antecedentes De Lógica
La historia de la lógica documenta el desarrollo de la lógica en varias culturas y

tradiciones a lo largo de la historia. Aunque muchas culturas han empleado intrincados

sistemas de razonamiento, e, incluso, el pensamiento lógico estaba ya implícito

en Babilonia en algún sentido, la lógica como análisis explícito de los métodos de

razonamiento ha recibido un tratamiento sustancial solo originalmente en tres tradiciones:

la Antigua China, la Antigua India y la Antigua Grecia.


Durante los siglos VII y VIII, los astrónomos babilonios empezaron a utilizar una lógica

interna en sus sistemas de predicción planetaria que fue una importante contribución a la

lógica y la filosofía de la ciencia. El pensamiento babilónico tuvo una considerable

influencia en el pensamiento de la Grecia arcaica.

La lógica estoica estaba enraizada en Euclides de Megara, pupilo de Sócrates, y con su

concentración en la lógica proposicional es la que quizás esté más próxima a la lógica

moderna. En Europa, Aristóteles fue el primero en desarrollar la lógica. La lógica

aristotélica fue ampliamente aceptada en ciencias y matemáticas y permaneció en uso

amplio en Occidente hasta principios del siglo XIX.

Sócrates
Pese a que no dejó ninguna obra escrita y son escasas las ideas que pueden atribuírsele con

seguridad, Sócrates es una figura capital del pensamiento antiguo, hasta el punto de ser

llamados presocráticos los filósofos anteriores a él. Rompiendo con las orientaciones

predominantes anteriores, su reflexión se centró en el ser humano, particularmente en la

ética, y sus ideas pasaron a los dos grandes pilares sobre los que se asienta la historia de la

filosofía occidental: Platón, que fue discípulo directo suyo, y Aristóteles, que lo fue a su

vez de Platón.

Pocas cosas se conocen con certeza de la biografía de Sócrates. Fue hijo de una comadrona,

Faenarete, y de un escultor, Sofronisco, emparentado con Arístides el Justo. En su juventud

siguió el oficio de su padre y recibió una buena instrucción; es posible que fuese discípulo

de Anaxágoras, y también que conociera las doctrinas de los filósofos eleáticos

(Jenófanes, Parménides, Zenón) y de la escuela de Pitágoras.


Al parecer, y durante buena parte de su vida, Sócrates se habría dedicado a deambular por

las plazas, mercados, palestras y gimnasios de Atenas, donde tomaba a jóvenes aristócratas

o a gentes del común (mercaderes, campesinos o artesanos) como interlocutores para

sostener largas conversaciones, con frecuencia parecidas a largos interrogatorios.

El propio Sócrates comparaba tal método con el oficio de comadrona que ejerció su madre:

se trataba de llevar a un interlocutor a alumbrar la verdad, a descubrirla por sí mismo como

alojada ya en su alma, por medio de un diálogo en el que el filósofo proponía una serie de

preguntas y oponía sus reparos a las respuestas recibidas, de modo que al final fuera posible

reconocer si las opiniones iniciales de su interlocutor eran una apariencia engañosa o un

verdadero conocimiento.

El ignorante no se da cuenta de ello: si lo supiese, cultivaría la honestidad y no el engaño.

En consecuencia, el hombre sabio es necesariamente virtuoso (pues conocer el bien y

practicarlo es, para Sócrates, una misma cosa), y el hombre ignorante es necesariamente

vicioso. De esta concepción es preciso destacar que la virtud no es algo innato que surge

espontáneamente en ciertos hombres, mientras que otros carecen de ella. Todo lo contrario:

puesto que la sabiduría contiene las demás virtudes, la virtud puede aprenderse; mediante el

entendimiento podemos alcanzar la sabiduría, y con ella la virtud.

PLATÓN
Junto con su maestro Sócrates y su discípulo Aristóteles, Platón es la figura central de los

tres grandes pensadores en que se asienta toda la tradición filosófica europea. Fue el

británico Alfred North Whitehead quien subrayó su importancia afirmando que el

pensamiento occidental no es más que una serie de comentarios a pie de página de los
diálogos de Platón. La circunstancia de que Sócrates no dejase obra escrita, junto al hecho

de que Aristóteles construyese un sistema opuesto en muchos aspectos al de su maestro,

explican en parte la rotundidad de una afirmación que puede parecer exagerada.

En cualquier caso, es innegable que la obra de Platón, radicalmente novedosa en su

elaboración lógica y literaria, estableció una serie de constantes y problemas que marcaron

el pensamiento occidental más allá de su influencia inmediata, que se dejaría sentir tanto

entre los paganos (el neoplatonismo de Plotino) como en la teología cristiana,

fundamentada en gran medida por San Agustín sobre la filosofía platónica.

Los veintiséis diálogos platónicos probadamente auténticos (de los cuarenta y dos

transmitidos por la Antigüedad) pueden clasificarse en tres grupos.

Los diálogos del llamado período socrático (396-388), entre los que se incluyen

la Apología, Critón, Eutifrón, Laques, Cármides, Ión, el Hipias menor y tal vez Lisis (que

quizá sea posterior), revelan claramente la influencia de los métodos de Sócrates y se

distinguen por el predominio del elemento mímico-dramático: comienzan abruptamente, sin

preámbulos preparatorios. Todas estas obras son anteriores al primer viaje de Platón a

Sicilia, y en ella dominan los diálogos investigadores a la manera socrática.

Aristóteles
Aristóteles nació en Estagira, en Tracia, el año 384-3 a. C., según Diógenes Laercio, quien

nos dice que era hijo de Nicómaco y Efestiada, y que su padre ejercía la medicina en la

corte del rey Amintas (II) de Macedonia, "por causa de la medicina y por amistad", lo que

se ha tratado de asociar con el posterior interés naturalista de Aristóteles. Diógenes Laercio

nos describe a Aristóteles como "el discípulo más legítimo de Platón, y de voz
balbuciente... que tenía las piernas delgadas y los ojos pequeños, que usaba vestidos

preciosos y anillos, y que se cortaba la barba y el pelo".

Aristóteles en la Academia

Poco sabemos de la educación recibida por Aristóteles en su juventud, aunque debió ser la

propia de los jóvenes griegos de su época. A los diecisiete años, el 368 a. C., se trasladó a

Atenas donde se incorporó a la Academia de Platón en la que permanecería durante veinte

años. A pesar de algunas anécdotas que se hacen eco de un supuesto enfrentamiento entre

Platón y Aristóteles, antes de la muerte de aquél, es poco probable que tal enfrentamiento

haya podido producirse, dado que todas las referencias que tenemos de Aristóteles hacia

Platón hacen gala de un gran respeto y admiración hacia el maestro, pese a las

discrepancias teóricas que luego llevaron a su separación doctrinal.

Aristóteles tras el abandono de la Academia

Aristóteles se dirigió entonces, en compañía de Jenócrates, a Assos, donde reinaba el tirano

Hermias (con quien, al parecer, entabló profunda amistad) fundando allí una sección de la

Academia que él mismo dirigió durante tres años.

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