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3.- ENSEÑANZA
Los discípulos desean saber ¿quién es el mayor? Jesús les responde poniendo a un niño en medio
de ellos.La respuesta de Jesús es realmente sorprendente. Llama a un niño de los que sirven en la
casa y lo pone como medida de lo que debe ser la Persona Nueva. Los discípulos debieron
quedar totalmente sorprendidos. Para ellos no era posible que el modelo a seguir fuera
precisamente un insignificante niño. Hacerse como niños es cambiar de actitud, convertirse, ser
sencillos de corazón, abiertos, no calculadores, ni llenos de sí mismos, sino convencidos de que
no podemos nada por nuestras solas fuerzas y necesitamos de Dios. Por insignificantes que nos
veamos a nosotros mismos, somos alguien ante los ojos de Dios. Por insignificantes que veamos
a alguna persona de las que nos rodean, tiene toda la dignidad de hijo de Dios y debe revestir
importancia a nuestros ojos: «Vuestro Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de estos
pequeños».
Año 19 N° 701 Semana del 24 al 30 de septiembre
La parábola de las cien ovejas y de la que se descarría hay que interpretarla aquí en la misma
línea que lo del niño: cada oveja, por pequeña y pecadora que parezca, comparada con todo el
rebaño, es preciosa a los ojos de Dios: él no quiere que se pierda ni una.
El contenido de esta breve y sublime parábola es la alegría de Dios por encontrar lo que estaba
"perdido". La oveja de la parábola representa a los pequeños y a los pecadores del tiempo de
Jesús, para quienes los fariseos y autoridades no tenían más que desprecios. Frente a los
"pequeños", a los que están "perdidos", como la oveja de la parábola, no debe existir otra actitud
sino la del pastor que va en busca de la oveja extraviada para reincorporarla al redil. El lugar de
salvación para el individuo es la comunidad; fuera de ella está en peligro de perderse.
Las etapas en este itinerario del discurso eclesial o comunitario indican también el esfuerzo que
el Señor pide a su comunidad para acompañar a quien se equivoca, para que no se pierda y la
pertinencia del perdonar siempre.
Nos dice nuestro Señor que "si un hermano peca repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso,
habrás salvado a tu hermano". Pero aquí hay reglas del juego, y hemos de tenerlas muy en
cuenta para practicar cristianamente estos consejos de nuestro Señor:
La primera es que, antes de corregir, debemos estar muy atentos nosotros para no faltar o
equivocarnos en aquello mismo que corregimos a los demás; debe hacerlo primero con el propio
testimonio de vida y ejemplo.
La segunda regla es que, al corregir, hemos de ser muy benévolos y respetuosos con las
personas, sin humillarlas ni abochornarlas jamás, y mucho menos en público.
El perdón es una característica del amor perfecto de Dios a los hombres. Pero Él necesita de
nosotros para que su misericordia llegue a la gente. Quiere que nosotros seamos instrumentos de
su perdón.
6. CONCLUSIONES
Jesús vino como el Siervo, no como el Triunfador. No vino a ser servido, sino a servir. Nos enseñó a
no buscar los primeros lugares, sino a ser sencillos de corazón y humildes. Los orgullosos, los
autosuficientes ni necesitan ni desean la salvación: por eso no la consiguen.
Si te acercas a la palabra de la vida de los mártires sentirás en mayor o menor medida estremecimiento.
No se puede estar indiferente ante ella. Es la palabra de quienes forman parte de "los más importantes"
en el Reino de los Cielos porque tuvieron corazón para arriesgarse y encontrar a quien estaba perdido, y
acoger a quien, en su experiencia de perseguidor, estaba necesitado de ser acogido.
Año 19 N° 701 Semana del 24 al 30 de septiembre
Pedir al Señor que nos de su amor y sabiduría al corregir y procuremos usar una gran bondad,
mansedumbre y miramiento, y tengamos presente un amplio sentido de la justicia y la equidad.
Si somos corregidos alguna vez, no nos rebelemos ni tomemos a mal la corrección, sino con buen
ánimo, con humildad y sencillez, según La Palabra: "Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor y
no te abatas cuando seas por Él reprendido; porque el Señor reprende a los que ama, y castiga a todo el
que por hijo acoge" (Hb 12, 5-6; Prov 3, 11-12).
"Señor, toma este corazón de piedra, y dame un corazón de hombre: un corazón que te ame, un
corazón que se alegre en ti, que te imite y que te complazca." (San Ambrosio)