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¿Quién es Pedro?
Mateo 16: 13-23, Marcos 8: 27-30 y Lucas 9: 18-20 narran el incidente en el que
Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?»
(Marcos 8: 27). Los discípulos respondieron que lo llamaban Juan el Bautista o
Elias. Sin embargo, cuando Jesús les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?» (Mateo 16: 15), Pedro respondió: «Tú eres el Cristo [el Mesías, el Ungido]»
(Mateo 16: 16). Marcos y Lucas detienen aquí el relato.
Mateo, en cambio, parece especialmente interesado en Pedro e incluye varias
declaraciones y relatos sobre Pedro que solo aparecen en su Evangelio. Una de
las ocasiones en que actúa así es Mateo 16: 17-23. Aquí nos da más detalles de lo
ocurrido, incluida la famosa respuesta que Jesús dio a las palabras del discípulo:
«tú eres Pedro [Petros en griego], y sobre esta roca [petra en griego] edificaré mi
iglesia» (Mateo 16: 18). Jesús llega a decirle: «A ti te daré Jas JJaves del reino de
los cielos; todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que
desates en la tierra será desatado en los cielos» (Mateo 16: 19).3
El papado basó en estas palabras su pretensión de cerrar el reino de los cielos a
todos los excomulgados. Lutero no interpretó así este texto y se abrió un debate
sobre el significado de estas palabras que aún hoy sigue abierto. Algunos
expertos desean ver a Pedro como el rabino jefe y entienden que Jesús le confirió
la autoridad de interpretar la ley para el cristianismo primitivo. Otros señalan que
lo que se dice de I'edro en Mateo 18: 18 también se dice de toda la comunidad
cristiana y concluyen que el Evangelio de Mateo describe a Pedro como el
discípulo ideal.4 Aquí no podremos explorar todos los argumentos,5 pero:
La historia de Jesús andando sobre las aguas para unirse a sus discípulos en el
bote mientras están en una tormenta se registra en tres de los cuatro Evangelios
(Mateo 14: 22-33; Marcos 45-52; Juan 6: 15-21). De estos, solo Mateo relata la
petición de Pedro a Jesús para unírsele en el agua (Mateo 14: 28-33). Jesús le
responde: «Ven» y Pedro sale de la embarcación y comienza a andar sobre el
agua y hacia Jesús. «Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a
hundirse. Entonces gritó: "¡Señor, sálvame!"» (Mateo 14: 30). Jesús rescata a
Pedro y, tan pronto como se unen al resto de los discípulos en el bote, la tormenta
cesa; a lo que los discípulos responden adorando a Jesús diciendo;
«Verdaderamente eres Hijo de Dios» (Mateo 14: 33). En esta historia Pedro es
capaz de llevar a cabo una auténtica proeza: andar sobre el agua. Pero solo puede
hacerlo mientras sus ojos están fijos en Jesús. Tan pronto como su atención se
desvía de él, empieza a hundirse. En palabras de Elena G. de White, «cuando la
dificultad nos sobreviene, con cuánta frecuencia somos como Pedro. Miramos las
olas en vez de mantener nuestros ojos fijos en el Salvador».6
Los cuatro Evangelios registran que Pedro negó a Jesús. La historia que narran es
la siguiente: Tras el arresto de Jesús en el Getsemaní, excepto dos, todos los
discípulos huyeron. Una mezcla de valor y lealtad empujaron a Pedro y a Juan a
seguir a Jesús, aunque a cierta distancia (Juan 18: 15, 16). ¿Quién sabe qué
pasaba por la cabeza de Pedro en ese momento? Pero, dada su impetuosidad, es
probable que buscase una oportunidad para rescatar a Jesús o, al menos, saber
qué le sucedía. Era consciente del peligro que corría y decidió pasar inadvertido,
de modo que, cuando lo acusaron de seguir a Jesús, lo negó en tres ocasiones
(Lucas 22: 54-62). En ese momento, Jesús se dio la vuelta y miró a Pedro, quien
recordó que poco tiempo antes Jesús le había dicho: «"Antes que el gallo cante,
me negarás tres veces". Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente» (Lucas 22:
61, 62).
Aquella noche dos de los discípulos negaron a Jesús: Judas Iscariote y Pedro.
Judas intentó deshacer el mal que había causado y, viendo que no podía, se
suicidó (Mateo 27: 3-10). Pedro se entristeció por lo que había hecho, pero se
aferró a la garantía que Jesús le había dado que él mismo había orado por él.
Pedro pudo arrepentirse y encontrarse con el Jesús resucitado. Durante ese
encuentro, Jesús dio a Pedro la oportunidad de expresarle su amor otras tres
veces (Juan 21: 15-23).7
1. Quizá sea más preciso decir que Pedro «dictó» las epístolas. En el siglo
1 d. C, era corriente que se recurriera a los servicios de un amanuense para
la redacción de las cartas. Tampoco Pablo fue ajeno a esta práctica. En mis
clases suelo preguntar: «¿Quién escribió Romanos» y la respuesta es,
indefectiblemente: «Pablo». Técnicamente, es incorrecto porque en
Romanos 16: 22 leemos: «Yo Tercio, que escribí la epístola, os saludo en
el Señor». Así pues, en sentido estricto, Tercio escribió Romanos
siguiendo el dictado de Pablo. Es probable que Pedro hiciera lo mismo. En
este punió es preciso admitir que el debate académico sobre la autoría de
estas dos epístolas está abierto, aunque los expertos más conservadores
coinciden en considerar que el apóstol Pedro es el autor de 1 Pedro. Con
todo, Pedro, en 1 Pedro 5: 12, declara que la escribió con la ayuda de un
tal Silvano (o Silas), quien, en última instancia, sería el amanuense,
aunque pudo haber contribuido de forma más sustantiva mejorando el
lenguaje del texto. Salvo algunas excepciones (por ejemplo N. T. Wright,
1 & 2 Peter and lude ¡Downers C.rove, IL: IVP Connect, 2012], pág. 5;
Richard Bauckham, )ude-2 l'eter, Word Biblical Commenlary, rev. ed.
jCirand Rapids, MI: Zondervan, 20141, págs. 143-151), muchos, si no la
mayoría, de los expertos conservadores estarían de acuerdo en que 2 Pedro
también se debe al apóstol Pedro (por ejemplo, Gene L Creen, «Jude & 2
Peter» en Baker lixegetical Commenlary on the New Testa jnenl [Grand
Rapids, MI: Baker Academic, 2008|, págs. 1 3 9 - 1 5 0 ) . Eos lectores
antiguos y modernos describen el griego de ambas epístolas como
excelente (por ejemplo, las oraciones son largas y complejas), por más que
existen ligeras diferencias entre la fraseología empleada en ellas. El
pensamiento es de Pedro, pero cuánto del estilo se atribuiría a él y cuánto
correspondería al amanuense es difícil de dilucidar. Sabemos que Pedro
fue un pescador galileo que es más que probable creciera hablando
arameo. Por lo que el griego sería para él una segunda lengua. En
consecuencia, su dominio sería más bien pobre. Aun así, no tuvo
problemas para viajar por zonas del Imperio Romano en donde se hablaba
griego y laíín. Asimismo, no sería descabellado pensar que, al igual que
algunas personas, tuviera un talento natural para los idiomas. También
podría ser que hiciera como muchos de los líderes modernos cuando tienen
que enviar cartas que serán leídas por muchas personas y trabajan
estrechamente con otros para mejorar la calidad de la expresión escrita de
sus pensamientos. El Comentario bíblico adventista sugiere que es muy
probable que las diferencias de lenguaje entre 1 y 2 Pedro se puedan
atribuir al hecho de que los amanuenses que escribieron una y otra sean
dos personas distintas. (Comentario bíblico adventista del séptimo día,
tomo 5, págs. 185, 186; cf. Una sugerencia muy parecida que hace
Michael Creen, The Second Epistle Ceneral of Peter and the Ceneral
Epistle of lude [Leicester/Grand Rapids, MI: IVP/Eerdmans, 1987|, 15,
16).
2. Véase en Robert K. Mclver, «Archaeology of Calilee», en Mark
Harding and Alana Nobbs, eds., Contení and Setting of the Cospel
Tradition (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2010), págs. 9-12 para una
discusión de lo que ha revelado la arqueología sobre Capernaúm.
3. Mi traducción sería «i-..| habrá sido atado [...] habrá sido desatado», que
encaja mejor con el tiempo verbal griego (futuro perfecto perifrástico para
quienes gusten de los tecnicismos; véase la lista de los tiempos
perifrásticos en Robert K. Mclver, Intermedíate New Testament Creek
Made Easier [Cooranbong, NSW, Australia: Barnard, 2015], págs. 128,
129; Daniel B. Wallace, Creek Crammar fieyond the Basios [Grand
Rapids, MI: Zondervan, 1996), págs. 647-649). La mayoría de
traducciones vierten este texto: « [ . . . ] será atado [...] será desatado», que
es una forma incompleta de representar el tiempo verbal del texto griego
que recoge las palabras de Jesús.
4. Véanse los argumentos favorables y contrarios a ambas posiciones en
Jack Dean Kingsbury, «The Figure of Peter in Matthew's Cospel as a
Theological Problem» en Journal of Bíblica! Litera ture 98 ( 1 9 7 9 ) :
págs. 6 7 - 8 3 . El artículo ya es antiguo pero todavía es una de las
explicaciones más claras de las distintas opciones que se han aducido para
el papel de Pedro tal y como se lo describe en el Evangelio de Mateo.
5. Para un examen más detallado (o incluso técnico, porque se basa en el
texto griego del pasaje y en el contexto hebreo de alguno de los términos)
de las pruebas relacionadas con Pedro en Evangelio de Mateo, véase
Robert K. Mclver, Mainstream or Marginal ? The Matthean Community in
Early Christianity (Frankfurt am Main, Alemania: Lang, 2012), págs. 117-
123.
6. Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 40, pág. 350.
En un famoso artículo publicado en 1948 en alemán, Günter Bornkamm
sugiere: «Mateo no solo es transmisor de la narrativa, sino que también es
su exegeta [intérprete! mas antiguo y, de hecho, el primero que interpreta
el viaje de los discípulos con Jesús en la tormenta como la calma de la
tormenta en relación con el discipulado y lo que significa en referencia a la
pequeña embarcación de la iglesia» («The Stilling of the Storm in
Matthew» en Günther Bornkamm, Gerhard Bath, and Heinz Joachim Held,
Tradition and Interpretation in Matthew [Philadelphia: Westminster,
1963], pág. 55). Este artículo se incluye en la colección de las obras de
Bornkamm editada por Werner Zager, Studien zum Matthaus-Evangelium
(Neukirchen-Vluyn: Neukirchener, 2009), págs. 73-78.
7. En estos versículos hay un sutil juego de palabras, que en la RVR95 se
ha intentado mantener con el uso de los verbos 'amar' (de mayor
intensidad) y 'querer' (de intensidad menor), entre dos términos griegos
para 'amor' que casi son sinónimos perfectos, pero con un ligero matiz en
la intensidad y el carácter: agape y phileia. En Juan 21: 15, 16, Jesús
pregunta a Pedro dos veces: «Pedro, ¿me amas (agapás me)?» Y Pedro
responde a ambas: «Te quiero (philó se)». Por último, Jesús pregunta a
Pedro: «Pedro, ¿me quieres (phileís me)?» A lo que Pedro vuelve a
responder: «Te quiero (philó se)». David Shepherd ha argumentado, con
éxito, creo, que la aparición de agape en las dos primeras preguntas
retrotrae a la discusión sobre el amor de Juan 13 - 17; en particular a
versículos como Juan 15: 13, en donde se habla del amor supremo (agape,
el sustantivo que corresponde al verbo de las dos primeras preguntas de
Jesús), según el cual alguien sería capaz de entregar la propia vida para
salvar a sus amigos. Véase David Shepherd, «"Do You Love Me?" A
Narrative-Critical Reappraisal of «yaróo) and apiA¿co in John 21:15-17»
en Journal of Biblical Literature 129 (2010): 777-792. Parece que incluso
después de la crucifixión de Jesús a Pedro todavía le quedaban lecciones
por aprender...
8. Birger Gerhardsson, Memory and Manuscript (Grand Rapids, MI:
Eerdmans, 1998), págs. 85-92; S. Safraí, «Education and the Study of the
Torah» en S. Safrai and M. Stern, eds., The jewish People in the First
Century (Amsterdam: Van Gorcum, 1976), tomo 2, pág. 949. Catherine
Hezser sugiere: «Es probable que las escuelas judías a las que se refieren
las fuentes rabínicas solo enseñaran la competencia lectora» (jewish
Literacy in Román Palestine [Tübingen, Alemania: Mohr Siebeck, 2001],
pág. 39).
CAPÍTULO 2
Dios, la salvación y sus resultados
1 Pedro 1:1 - 2 : 3
Pedro abre su primera epístola de la misma manera que la mayoría de sus
contemporáneos: identificando al remitente y al destinatario.1 El remitente es
«Pedro, apóstol de Jesucristo» y los destinatarios son «los expatriados de la
dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia» (1 Pedro 1: 1).
Silvano
http://escuelasabatica.cl/2017/tri2/lecc2/leccion.htm