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TALLER 1

1. ¿Qué relación encuentra entre la palabra de Dios y la palabra humana?

Si la Palabra de Dios no es un concepto sino un acontecimiento, entonces, no es un


acontecimiento más en la historia de la manifestación y salvación de Dios en lo humano.
Estamos ante un hecho originario: El mundo, el ser humano y lo que lo constituye son tal
por la Palabra de Dios. En primer lugar, el hablar de Dios, su Palabra, está intima
relacionada con la presencia del espíritu. El espíritu era el principio, el factor impulsor
de la Palabra de Dios. Dicho de otro modo, Dios habló y sigue hablando palabras llenas
de sentido; donde él habló o habla, allí sucedió, acontece, sucede (Hágase…); sus
palabras fueron y son acción. Y en toda esa actividad estaba y está activo el espíritu. La
palabra de Dios tiene fuerza activa gracias al espíritu. Dios con su Palabra y aliento de
vida insuflan lo humano en sus modos de relaciones, con el cosmos, con lo otro, con el
otro y con el Totalmente Otro (Dios). (Gn 1:27; 2,4). En el fondo, lo que se subraya es que
Dios actúa en el hablar mismo. En otros términos, la palabra de Dios es acción creadora y
hecha de vida en las relaciones y dimensiones de lo humano.

En segundo lugar, decir Palabra de Dios implica referir a la naturaleza y al carácter


relacional originario del ser humano con Dios. Si el ser humano es un ser dialógico es
porque Alguien le ha hablado primero. Por tanto, hablar y escuchar; decir y hacer, son
dos realidades intrínsecas de la experiencia de alteridad del ser humano con Dios. Esto lo
podemos constatar en la cotidianidad de la vida: “el niño aprende a hablar porque sus
padres le han hablado y hablándole le confieren y le reconocen su condición de persona”.
Se trata, pues, de la capacidad de penetrar en el misterio de la conciencia del ser
humano. Entre Dios, su Palabra, y el ser humano existe, pues, un estrecho nexo, un
“aliento” común de hondo significado: Dios posibilita y genera vida en la persona.

En tercer lugar, es en la figura profética donde se expresa con mayor nitidez la


relación entre la Palabra de Dios y la persona. El libro de Ezequiel nos cuenta que el
profeta se come la palabra (Ez 3,1- 3). Sin duda, la Palabra de Dios hay que masticarla,
rumiarla en y para la vida. Por otro lado, en la experiencia del profeta Jeremías (Jr 1, 9)
Dios mismo no sólo pone su palabra en la boca del profeta sino que además la inscribe
en el corazón del ser humano para hacer un corazón de carne. En otros términos, la
palabra de Dios, personaliza, socializa y humaniza.

Además en el nº 11 de la Dei Verbum, Constitución sobre la Divina Revelación del


Concilio Vaticano II, empieza con la siguiente afirmación: “La revelación que la Sagrada
Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por escrito por inspiración del Espíritu Santo”.
Aquí se presenta el problema de quién o quienes es o son sus autores. Según la fe de la
Iglesia estos escritos están inspirados, es decir, tienen por autor a Dios. Esto significa
creer que los libros bíblicos han sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, que es
el autor principal, quien para su redacción se ha servido de hombres escogidos por Él.
La Biblia es la Palabra de Dios puesta por escrito. Pero es evidente que la Biblia ha sido
escrita por escritores humanos, como cualquier otro libro. Estos autores humanos no son
simples grabadoras o copistas que escriben lo que Dios les dicta, sino que son auténticos
autores y hombres de su tiempo, con una mentalidad y cultura determinada. Los autores
humanos escriben con palabras humanas y las limitaciones propias de ellos, como
pueden ser en ocasiones la pobreza gramatical o la deficiente expresión literaria, o de su
época, como algunas afirmaciones sobre los astros, las plantas y la vida animal o
humana, que los progresos de las ciencias han demostrado ser erróneas, pues ellos
escriben como hombres que son, y a través de su obra Dios nos va dando a conocer
progresivamente su Revelación. La Biblia es a la vez Palabra de Dios y Palabra humana.

Además como decía el P. Beitman recordando el prólogo de San Juan, Dios se ha


pronunciado su palabra eterna de un modo humano, su Hijo, hecho carne. Dios se revela
de muchas maneras, y en estos últimos tiempos en Jesús, su Palabra.

2. ¿Qué significa que el cristianismo no es la religión del libro, sino de la Palabra?

El Cristianismo es “la religión de la Palabra de Dios”, pero no es una “religión del Libro”.
La Escritura es palabra de Dios, en tanto que atestigua en palabras humanas inspiradas
por Dios la comunicación que Dios hace de sí mismo en su Palabra. Pero la Escritura no
es, en sentido absoluto y único, “la” Palabra de Dios. La Palabra de Dios en sentido
absoluto es el Verbo de Dios que, en la Encarnación, se hizo hombre, para el hombre
y en el hombre

Las primeras palabras, Dei Verbum, Palabra de Dios, que da el título a la constitución de
esta revelación, no hacen referencia a la Biblia, sino a la Palabra hecha carne, a la
persona del Logos, en quien, tras la preparación de la Antigua Alianza, Dios quiere salir
como hombre al encuentro del hombre. Revelación es algo más que comunicación de
verdades sobre Dios y sobre su voluntad. Revelación es la autocomunicación misma de
Dios, por medio de la concreta e histórica naturaleza humana de Jesucristo. Los profetas
del Antiguo Testamento eran portadores de un mensaje. Pero en Jesucristo se aúnan el
portavoz y el mensaje. Él es el Reino de Dios en persona. La Revelación es un
acontecimiento personal. Y esta participación, como toda manifestación de sí de otra
persona, sólo puede ser aceptada y testimoniada en la fe. Apunta a la unión de la
Humanidad con la Trinidad divina y a la mutua unión de los hombres entre sí, como se
menciona en la introducción de la primera carta de Juan. Por eso no se trata de un libro, o
la devoción a unas palabras escrita en un libro, en otras palabras, el cristianismo no es el
seguimiento de un libro sino de una persona, de la Divina Persona de Jesucristo.

3. ¿Qué quiere decir analogía de la Palabra de Dios?

La expresión “Palabra de Dios” se usa de distintas maneras. No es una expresión


unívoca, porque no se usa siempre con la misma significación. Por ejemplo, el término
“animal”, aplicado en sentido propio, es unívoco porque se predica de varios individuos
con la misma significación, ya que conviene a todos los vivientes dotados de sensibilidad.

La expresión “Palabra de Dios” es análoga. La analogía es la relación de semejanza


que hay entre cosas distintas. Un término, o una expresión, es análogo cuando se puede
emplear para referirse a realidades distintas que, no obstante, tienen una relación de
semejanza entre sí. Por ejemplo, el término “padre”: Se lo aplicamos a Dios, al progenitor,
al sacerdote, etc.

En el Prólogo de Juan, “Logos” (“Palabra”) indica: Originariamente, “el Verbo eterno”, el


Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial a Él. Se
refiere también a Jesucristo, el Verbo encarnado. Cristo, Verbo encarnado, es el
centro y la plenitud de la revelación divina. Hacia Él apuntan otras expresiones de la
Palabra de Dios, por ejemplo:

- La palabra predicada por los apóstoles es Palabra de Dios.

- La Palabra de Dios se transmite en la Tradición viva de la Iglesia.

4. ¿Cómo y para qué nos habla Dios?

Dios nos habla primero en la creación misma, en cada creatura. Nos habla en los hechos
de la vida. Desde una nube que presagia esa esperada y refrescante lluvia. Desde el
zumbido de una abeja que busca su botín entre las flores. Desde las olas en la playa, con
sus bulliciosos y constante deseos de conquista y de regreso a casa.

Nos habla desde quienes viven a nuestro lado. Cada ser querido nos recuerda el Amor de
Dios. También él vive en cuanto es amado. También él espera un poco de amor y de
consuelo.

Nos habla, aunque no siempre lo comprendamos, desde el dolor, en medio de las


pruebas. Un accidente, una enfermedad, la pérdida de un ser querido: no son
casualidades, no son hechos sin sentido. Detrás de cada prueba podemos sentir que Dios
nos invita a mirar al cielo, nos recuerda que no somos eternos. Todo tiene un sentido, un
valor, que hemos de descubrir, que nos lleva a confiar y a caminar hacia horizontes
nuevos. Hay que buscar su intencionalidad más que su intervención.

Dios nos habla. Hoy me ha dicho tantas cosas. Seguirá susurrando cada día, cada hora,
con mil gestos de cariño. Tal vez ahora puedo pedirle, con humildad, con sencillez, que
me enseñe a orar, que me conceda un corazón atento, capaz de descubrirlo en la belleza
de una rosa y en el misterio del sufrimiento.
5. ¿De qué trata el texto del prólogo de Juan? ¿Qué importancia tiene para la vida de la
iglesia y para cada uno de nosotros?

Como dice el padre en la clase, el prólogo es otra forma de la creación, o la continuidad


de la creación, el Verbo de Dios se hizo carne, se hizo hombre, el mismo Dios se abajó a
nuestra carne, se humilló, se hizo semejante a nosotros. Igualmente nosotros nos pide
humildad

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