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En el año 180 d.C.

El gran general romano Máximo, leal servidor del


emperador Marco Aurelio, tras un duro combate contra una tribu
germánica, que amenaza con sus incursiones, con franquear la
frontera norte del Imperio; regresa victorioso al fuerte donde están
provisionalmente instalados él, sus huestes y el mismo emperador.
Allí, Marco Aurelio, que considera que Máximo es el candidato idóneo
para heredar el Imperio, le expone su deseo de legárselo, pero el
general, haciendo gala de honradez, renuncia al cargo, y manifiesta
su respeto hacia el orden sucesorio, de acuerdo al cual, es al hijo del
emperador, Cómodo, a quien le corresponde heredarlo. Sin embargo,
el emperador desconfía de su hijo dada su absoluta falta de
integridad.
No en vano, cuando Cómodo se entera de las intenciones de su padre,
aprovechándose de un momento de intimidad en el que padre e hijo
departen sobre sí mismos, le asesta una puñalada a traición, para
fingir la muerte natural del emperador, y autoproclamarse su sucesor.
Máximo, se muestra tan cauto como intuitivo. Cuando Cómodo le
propone sea su general, éste declina la oferta, y el ilegítimo
emperador, consciente del peligro que entraña un nuevo enemigo que
conoce todos los entresijos del poder, no duda en ejecutarle a él y a
los suyos. Manda a sus mercenarios al hogar de Máximo, en Emerita
Augusta, Hispania (la actual Mérida, en Extremadura) para matar a
toda su familia. Máximo, tras forcejear contra los soldados que han
recibido la orden de matarlo, consigue huir, y precipitadamente,
monta a caballo, y emprende un viaje a su tierra (¡en un dudoso
intervalo de tres días!). Sin embargo, no llega a tiempo, y se
encuentra con un panorama desolador, su esposa y su hijo, han sido
cruelmente asesinados, y colgados de un árbol. Mientras contempla
los cadáveres de su familia, le asaltan las tropas imperiales, lucha
contra ellos, es herido, pierde la conciencia y cae en redondo. Acto
seguido, un nuevo plano nos muestra a Máximo atendido por Juba
(miembro de una caravana de traficantes de esclavos), mientras es
trasladado a Zucchabar (probablemente, en la actual Argelia).

Poco después, es entrenado como gladiador, y no tarda en alcanzar


una gran fama en la arena. Aprovechándose del favor del público, se
prepara a conciencia para regresar a Roma, decidido a vengar la
muerte de su familia y de su protector, el emperador Marco Aurelio.
Su adiestramiento evoca, ni que sea por su condición de gladiador, el
deseo de victoria y popularidad de un deportista de elite, que se
prepara para un gran acontecimiento deportivo para alcanzar la
categoría de mito. Respecto a esto, no deja de sorprender el sentido
lúdico que adopta la lucha última cuerpo a cuerpo que libran en la
arena él y el emperador, y que se salda con la muerte del segundo de
ellos, desatando la euforia del aforo.

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