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La figura del delincuente de cuello blanco en la criminología en general

Introducción:

El mundo sigue igual que hace 1.000 años, cada día observamos
continuamente como el ser humano ha variado poco su perspectiva en la
gravedad de las conductas de sus iguales y a quienes tienen en su
consideración de tal.

Además se sigue observando cómo es asumida en reiteradas ocasiones la ley


más natural y antigua, una que gira en torno al concepto de fuerza.

No obstante el concepto de fuerza – o poder debería decir – ha cambiado


levemente con el paso del tiempo y en base a los diversos sistemas
económicos; esto ha ocurrido sin perder la esencia, preservando esa arcaica
faceta de ley natural que nos indicaba que el pez chico es devorado por el pez
grande.

En efecto, sigue vigente la ley del más fuerte.

En pleno Siglo XXI, tal como afirmó Marcelino Camacho Abad en una ocasión,
podríamos afirmar que "Hay clases y la lucha de clases sigue vigente”.

Esta afirmación y teniendo en cuenta el sistema capitalista que nos envuelve


nos lleva a la conclusión de que hay dos grandes grupos el fuerte y el débil, en
definitiva, el rico y el pobre.

Esto crea verdaderas repercusiones en el campo de la criminología y del


Derecho. Contradice la propia afirmación el principio de igualdad más
moderado, quizás no tanto en la teoría pero si incluso en la misma practica
procesal (lo cual procuraré aclarar más adelante).

Pero este conflicto no es nada nuevo. Ya en la Roma clásica se distinguía entre


Cives, Colonos y peregrinos, así como paralelamente entre nobles y pueblo. En
la edad media entre el triple estamento y en la revolución proletaria entre
patrón y obrero.

Siendo todas las clases privilegiadas – dentro de cada contexto histórico – una
superior a la otra en tanto cuanto poseían más derechos, más y mejores
bienes, así como en muchos casos la comparecencia ante la ley no era ni de
cerca dada en isocefalia, al contrario, se daba el primus inter pares más
evidente que podamos imaginar.
La taxativa diferencia en cuanto a esa época pretérita y la actualidad es la
impunidad con la que se da esa diferenciación.

El como por un lado aquellos que tienen poder son más cautelosos en cuanto a
sus métodos, el ocultamiento de los hechos y adecuar sus delitos en torno a la
moneda o con un fuerte elemento monetario en todo caso.

Por otro lado tenemos un grupo – el de los desfavorecidos – quizás con una
conciencia colectiva menor que como afirmé en un principio “a variado poco su
perspectiva en la gravedad de las conductas de sus iguales y a quienes tienen
en su consideración de tal”; no obstante si bien antes se veía normal el abuso
del poderoso a día de hoy es más recriminable pero curiosamente aún no se ha
calado la peligrosidad total de las conductas delictivas de estos en un ámbito:
El socio-económico.

Como vemos, partimos de una realidad que la evolución más que cambiar,
meramente ha matizado.

Partimos de la figura del poderoso negando el hecho de que el delincuente sea


el sujeto marginal, cuando comprobamos que con los debidos motivos, este
poderoso, es un delincuente igual o peor.

Índice:

– Definiciones del delito y delincuente de cuello blanco.

– Composición del delincuente de cuello blanco.

– Impacto y reacción social ante el delito de cuello blanco.

– Visión del delito de cuello blanco desde la victimo logia.

– El control del delito.

– Conclusiones finales.

Bibliografías:

– Nociones de criminología; Miguel Ángel Núñez Paz y Francisco


Alonso Pérez; editorial Colex; I.S.B.N 84-7879-710-6.
– Problemas actuales del Derecho Penal y de la Criminología;
Estudios penales en memoria de la profesora Dra. María del Mar
días Pita, Director Francisco Muñoz Conde; editorial Tirant lo
blanch; I.S.B.N 978-84-9876-136-8.

– Introducción a la criminología; Alfonso Serrano Maíllo; editorial


Dykinson; I.S.B.N 84-9772-194-2.

– Delincuencia de cuello blanco, Colección <> nº 1; José Ricardo


Sanchís Mir y Vicente Garrido Genovés; publicado por la Dirección
General de la Policía (Gabinete Técnico) para el instituto de
estudios de policía.

– El denominado “delito de propia mano”; Director: Lorenzo morillas


Cueva, prologo de Enrique Bacigalupo, presentación de Günther
Jakobs; Editorial Dykinson S.L.; I.S.B.N 84-9772-369-4.

– Oportunidad y delito; Alfonso Serrano Maíllo; Editorial Dykinson,


I.S.B.N 978-84- 9849-692-5.

– El Delito de cuello blanco, colección genealogía del poder nº 31;


Edwin H. Sutherland, traducción de Rosa del Olmo; editorial
“ediciones la piqueta”; I.S.B.N 84-7731-332-6.

Definiciones del delito de cuello blanco

Llegar a una definición es un proceso complejo, partimos de la base de la


necesidad de establecer un claro concepto, entendiéndose concepto como la
síntesis lingüística de los caracteres comunes de todos los objetos a los que se
refiere dicho concepto; además se requiere tener claro dichos objetos
comunes.

Especial importancia posee la intensión y extensión que se aplica a este, ya


fuere por evitar cerrar en demasía el concepto o para evitar el llamado
problema de ambigüedad.

Realmente esto que nos parece una tarea mecánica y sistemática no lo es,
entraña una verdadera ciencia teórica tras de sí. Esta ciencia – y procuraré ser
conciso – posee una serie de elementos que se deben resolver para efectuar
una definición valida en el ámbito de la ciencia y es la atribución que se le
otorga al concepto que puede ser formal, empírico, objetivo o empírico-objetivo
y una vez hecho esto establecer su lugar en el campo de la extensión-
intensión.

Posteriormente recae sobre ello la definición que la ciencia ontológica tipifica


en varios grupos que son: Las reales, las conceptuales, las lexicográficas,
estipulativas, redefiniciones y ostensivas. Ahora bien, si conseguimos dentro de
este marco establecer una definición del delincuente en sí mismo, de que es un
delincuente, acabaremos con una definición científica valida.

Pongamos un ejemplo: “Se dice que una persona es un delincuente pues


cometió un delito, o sea, un acto antijurídico que el Derecho o sistema legal de
un Estado califica como tal, y sanciona con una pena.” **

El delincuente es pues un objeto de estudio empírico-objetivo y esta definición


es una definición tanto conceptual porque nos indica cual es el concepto de
delincuente, así como ostensiva porque nos indica a que se le aplica dicho
termino y en última instancia podríamos afirmar que es una definición
estipulante pues es actual y deroga a las antiguas definiciones de delincuente.

Así pues hemos resuelto el problema del concepto y la definición; y ahora


procedemos al de la extensión e intensión. Esta sólo se puede resolver dando
definiciones correlacionadas, el proceso es el mero encaje de varias muñecas
rusas para ser aunque coloquiales bastante gráficos al respecto.

Permítanme darles una definición rápida sobre el delincuente menor.

Seria delincuente menor aquella persona que cometió una falta que es al igual
que el delito un acto antijurídico de menor importancia que el Derecho o
sistema legal de un estado califica como tal y sanciona con una pena
evidentemente mínima. Como vemos hay una proliferación de extensión hacia
intensión en el concepto, matizando el concepto, así como a quien se aplica.
Entonces, basándonos en este precepto la primera persona en darnos una
definición aceptada mayoritariamente ha sido Edwin H.Sutherland.

La teoría elaborada por Sutherland tenía un fin evidente, es una teoría critica
hacia las teorías convencionales de la delincuencia, siendo en especial la
principal crítica hacia la teoría del etiquetamiento o Labelling approach.

Esta teoría es representada por Howard S. Becker, siendo su objetivo central


estudiar como la sociedad a través de sus agentes de control, reacciona
negativamente y etiqueta a los transgresores de las clases bajas y minorías.

Hasta la fecha las teorías pretéritas se habían dedicado a afirmar que las
clases marginales eran aquellas propensas a delinquir y Becker afirma que
ningún acto es desviante de por sí, sino que es desviante cuando hay reacción
negativa de la sociedad siendo en el acto estigmatizado el transgresor, así
añade la idea de que dicho etiquetamiento conlleva la creación de la
delincuencia acuñándose desde los seguidores de esta teoría la frase de “Las
cárceles son escuelas del crimen”.

Realmente la teoría del etiquetamiento hace un intento de definir las causas de


la delincuencia, pero sólo consigue asegurar que las minorías son los
considerados delincuentes y no aporta soluciones.

Comprendamos además que en ese momento el criminal era aquel que era
condenado a prisión y eso no era típico en personas de alto poder monetario.
Es decir, un delincuente es una persona que etiquetamos como tal y a través
del proceso estigmatizador que supone la prisión. Sobre estos dos
presupuestos se mueve Sutherland cuando en la 34º conferencia presidencial
anual de la American Sociological Society en 1939 presenta su término bajo en
un trabajo denominado <>.

Sutherland investiga los crímenes cometidos por profesionales y hombres de


negocios, de poderosos que poseen una etiqueta positiva, que no pasan por el
proceso estigmatizador y siguen delinquiendo.

Es así como debilita los argumentos de las teorías convencionales de la


delincuencia así como poner de manifiesto la diferencia de la aplicación penal
entre este tipo de crímenes y otros. La primera definición básica que otorga es:
“Un delito cometido por una persona respetable y de alto estatus social en el
desempeño de su ocupación”. De esta definición se saca como objeto o
concepto que el delincuente de cuello blanco es aquel – valga la redundancia –
que comete delitos de cuello es blanco, es decir, un delincuente de cuello
blanco es una persona de buen estado socio-económico que comete delitos a
través de su oficio o cargo; por extensión entendemos pues una persona y en
intensión que deba poseer un cargo/oficio y además usarlo como vía para
delinquir.

La definición de Sutherland por tanto es que el delito de cuello blanco equivale


al fraude y por de ello se desprende que el delincuente de cuello blanco es una
persona que se vale de la confianza de los demás para delinquir lo cual le
habilita para llevar a cabo delitos de falsedad económica y duplicidad en la
manipulación del poder.

Sutherland despertó un verdadero interés en esta tipología delictiva, desatando


tanto en Europa como en estados unidos cierta intención de los criminólogos y
sociólogos para hacer alguna que otra incursión en la materia, destacando
Morris, Clinard, Cressey y Newman entre otros.
Dos autores desarrollan principalmente una de las dos posibilidades que ofrece
Sutherland incluso antes de ofrecerse la teoría del White Collar:

Por un lado destaca en Europa Durkheim que hace clara referencia a los
abusos de poder, él es el autor de la frase <

Durkheim a principio de siglo (1902), ya critica la actitud de los que tienen el


poder así determinados actos que no son muchas veces sancionados, porque
no está claramente fijado el límite entre lo prohibido y lo permitido, lo justo y lo
injusto.

Durkheim establece a mí parecer uno de los mejores principios de relación


social de cara a los delitos de cuello blanco. A ciertos actos los denomina
criminaloides y son precisamente actos que pese a su que técnicamente eran
ilegales, ni los delincuentes ni el público los consideraban delictivos. Es decir,
da a ver ya como la conciencia social no relaciona lo dañoso de ciertas
conductas que les son en principio ajenas pero que a la larga – y sigo en mi
línea de opinión – producen una mayor lesividad al colectivo social, pero esto
ya lo verémos más adelante.

Posterior a la teoría de Sutherland es Braithwaite (1979). En líneas generales


entiende el delito de cuello blanco como los abusos de poder inherentes a los
roles ocupacionales del sujeto. Esto es un refuerzo de la teoría de Sutherland,
uno que englobaría evidentemente a la casta política y la empresarial, dado
que esta ultima puede incidir en la primera mediante el llamado tráfico de
influencias que quedaría dentro de esta definición de delito de cuello blanco.

No obstante, si algo es criticable de Braithwaite es un carácter parroquita. Nos


indica que el poder corrompe y produce delitos. El poder es esa manzana que
Adán y Eva debían haber evitado morder, que quizás hubiesen debido tan sólo
darle una dentada y frenarse el uno al otro.

La característica de esta definición es la afirmación de que una posición


privilegiada abre demasiadas oportunidades de lucro personal, siendo una
posición que permite mover las leyes, ganar confianza, manipular los medios y
toda una serie de oportunidades para ya sea ocultar los hechos o incluso en un
extremo dotar de licitud aparente a lo que bien pudiese ser como se dice
coloquialmente “Todo un atraco a mano armada”.
Pese a que nos indica que “el mal se encuentra en el trono”, precisamente es
incapaz de aportar soluciones, dado que poner a alguien en el poder mediante
cualquiera que sea el tipo de mandato es lo que se conoce como un riesgo
socialmente permitido y necesario para cualquier estado.

En ambos casos tanto Durkheim, como Braithwaite ( y por tanto Sutherland)


establecen la necesidad de que el delincuente no sea sólo de una clase
privilegiada sino que ejerza un rol laboral que le permite delinquir. Por tanto hay
una alta conexión de los delitos especiales y la delincuencia de cuello blanco.

Por otro lado autores como Newman y Quinney niegan el tipi cismo de la
pertenencia a una alta esfera o clase privilegiada lo cual amplia en demasía el
termino siendo extensible a cualquier delito especial.

Siendo así aquel señor que expende gasolina y a su vez roba del depósito
seria un delincuente de cuello blanco. Incluso el cartero que roba para si las
muestras de perfume de la suscripción que una señora hace a una revista
mensual y así hasta llegar a límites demasiado absurdos con perdón de lo
descalificativo que pudiese sonar de cara al trabajo de estos señores.

Es por ello, por lo que personalmente – y me da la impresión que la mayoría de


la doctrina – abogo por la definición de Sutherland, pero quizás sin entrar a las
matizaciones de Braithwaite dado que el mero hecho de obtener el poder no es
motivo suficiente para llevar a cabo un delito.

Llegamos a la conclusión pues que el delincuente de cuello blanco es un sujeto


de bienestar socioeconómico, que posee un rol laboral que le permite delinquir
socioeconómicamente. Debo recalcar “socioeconómicamente” pues podríamos
extender demasiado la definición de delincuente de cuello blanco hacia aquel
que posee una buena situación y pese a ello delinque.

Aquí creo que convendría reflexionar un poco y establecer una diferenciación


propia en la definición. Por ello cerraremos este apartado dando una definición
propia del delincuente de cuello blanco.

Un delincuente de cuello blanco es aquella persona que lleva a cabo actos


típicos, antijurídicos, culpables y punibles; perteneciendo a altas esferas,
incurriendo en determinados delitos. A un delincuente de cuello blanco se le
podrían imputar delitos de cuello blanco propios y delitos de cuello blanco
impropios.

El delito de cuello blanco propio seria aquel delito que se lleva a cabo desde la
facilidad de su cargo, empleando el fraude y con un fin evidentemente
económico o político.

Por otro lado el delito de cuello blanco impropio seria aquel efectuado por un
delincuente que habitualmente lleve a cabo delitos de cuello blanco impropio.
La diferencia esencial radica en el sujeto en sí que lo realiza debido a que con
su dinero e influencia podría conseguir cosas que opta por conseguir
delinquiendo, es decir, encontramos una contradicción entre posibilidad y
motivación.

Tomando de base las teorías delictivas anteriores, renegando por ello que las
minorías sean las únicas en realizar ciertos delitos fundándolo en la inclusión
de lo que he denominado delito de cuello blanco impropio, así como optando
por la definición de Sutherland hemos configurado la descripción tanto de delito
de cuello blanco y el delincuente de cuello blanco respondiendo a las
cuestiones de concepto, definición y extensión/intensión.

Composición del delincuente de cuello blanco

Cuando hago referencia a la composición criminal del delincuente de cuello


blanco puede darse a entender, por problemas de ambigüedad, infinidad de
posibilidades. De hecho tomarlo como la posibilidad más amplia seria lo
acertado pues el delincuente de cuello blanco es particularmente complejo y
pretender sólo abarcar parte del espectro compositivo que pueda tener como
ser humano es un craso error.

Para su composición podríamos atender perfectamente a las teorías generales


de la composición delincuencial y posteriormente sumarle todo el trabajo
desarrollado tras Sutherland sobre la composición, esto es una serie de
tipologías desarrolladas. A todo ello merece la pena añadir un ligero escarceo
con las teorías de la oportunidad.

Centrándonos en la parte general incurrimos en la idea de abordar al


delincuente y su necesidad o elección de delinquir desde la sociología. La idea
en la que nos movemos es que cada sujeto es único y las llamadas <<
interdependencias sociales >> son lo que orientará o dispondrá a una persona
a llevar a cabo conductas desviadas.

Cuando nos referimos al delito siempre hacemos referencia a conductas


desviadas prohibidas. Hablábamos de conductas desviadas por la evidente
primacía de la sociología entre las distintas ciencias que componen la
criminología moderna.

Me merece la pena llamar la atención sobre el desprendimiento de la


biocriminalistica en la composición delincuencial, ya sea la de cualquier sujeto
o los sujetos que son etiquetados como delincuentes de cuello blanco. Quizás
el rechazo parcial de esta teorización se debe a la mala fama por el camino
tomado en la Segunda Guerra Mundial donde estas teorías permitían afirmar
que existía un delincuente nato por su composición delincuencial biológica
promocionando la idea en el legislador de la época de poder evitar riesgos
mediante el Derecho Penal de Autor, el cual rechazo y por ende a las
concepciones biológicas en un visionado amplio.

Ello no quiere decir que haya por mi parte un rechazo en su totalidad, pues
estimo que ciertas composiciones biológicas permiten a un sujeto delinquir pero
no lo condicionan a ello. Un ejemplo claro seria en el caso de los delitos
violentos, el sujeto que segrega más adrenalina de la que es considerada en
cánones normales, conllevando que su actuar se acrecenté en las situaciones
que más adrenalina provoca en él.

Sin embargo en contraposición a estas teorías, estimo que las teorías psico-
sociales si condicionan al sujeto, pues la conexión entre delito y moral que es
casuística favorecen a que sea más probable que un sujeto que ha adquirido
valores sociales contrarios a los que la sociedad requiere para su
funcionamiento sea inducido desde la misma sociedad a delinquir debido a que
al tener valores bien distintos puede ponderar si los suyos deben primar sobre
los del elenco social inhibiéndose o no de delinquir según el resultado de esta
ponderación.

Es decir, secundo la teoría de la sociabilización como piedra angular de la


composición delincuencial de un sujeto. No obstante las teorías sobre los
factores socioeconómicos adquieren para mi escasa validez demostrada en los
delincuentes de cuello blanco que mucho tienen ya. Por el contrario la teoría
del entorno físico como factor me parece una teoría a la par que la de la
sociabilización y en algunos casos creo que supone una re sociabilización.

El delincuente es especialmente predispuesto por un fallo de sociabilización, al


menos así es como las teorías del aprendizaje son las más reconocidas. La
figura más tomada en cuenta – junto a Sutherland – es Akers el cual nos indica
que “en la delincuencia intervienen variables que motiva y variables que
controlan” Es decir las primeras inducen a delinquir y las segundas procuran
evitarlo, a estas últimas las conocemos como instancias de control social
informal y formal – Dándose las ultimas tras fallar las primeras –. Akers no
rechaza las teorías biológicas en su conjunto, admite que en ciertos individuos
pueden hacer presión como en el ejemplo que fue citado anteriormente sobre
la glándula que sobre-excede de adrenalina a un sujeto evocándole mayor
sensación y desenfreno durante la comisión delictiva, pero claro está, ello sólo
puede darse si delinque y delinquir queda más condicionado a un desvalor de
la norma por parte del sujeto – al menos en principio – y este desvalor puede
darse por un fallo en su sociabilización.

Akers nos habla por tanto de la asociación diferencial, la cual consiste a la


exposición del sujeto a lo que él llama “definiciones favorables o desfavorables
a la infracción o respeto de la ley”, esto en palabras menos técnicas es la
adquisición de una serie de valores.

Esta serie de valores se consiguen en el proceso sociabilizado mediante lo que


Akers llama grupo primario en el cual se engloba la familia, los amigos o
cualquier otro a la par. No sólo constituyen para un individuo la palestra que les
muestra referencias, más bien incluso sugieren modelos a imitar. Akers
establece tres conceptos para la influencia de los miembros del grupo primario,
se basa en la prioridad o pertenencia temprana/tardía a la vida social del
sujeto, a la duración de su estancia en la vida social del sujeto así como a la
frecuencia e intensidad dentro de la esfera social del sujeto.
Así pues, un sujeto que su padre tuviese un desprecio manifiesto por los
medios lícitos de obtención del capital y posteriormente se dedicase a robar
golosinas con algún amigo pícaro pero no malintencionado podría en su
adultez haber adquirido lo que en conductas desviadas se conoce como un
carácter innovador; es decir, conoce los medios lícitos para la obtención de
aquello que desea pero no son de su agrado y por ello toma vías alternativas.

Ejemplo de ello sería el banquero que desvía fondos de un cliente o siendo


más burdos que a la hora de guardar dinero a la caja tomase unos billetes para
sí.

Unido a este fallo sociabilizado muchos autores estiman el factor económico en


la composición delincuencial del delincuente de cuello blanco. Le atribuyen al
crecimiento económico la causa de ello así como una estrecha relación a las
épocas de crisis, pero ello no explicaría la incidencia económica en épocas de
bienestar económico.

Personalmente creo y entiendo que el factor económico promociona los delitos


de hurto y robo, pero no lo considero determinante en cuanto a los delitos de
cuello blanco. No obstante conexionado a este tipo de delitos si podríamos
hacer hincapié en la teoría de la anomia de Durkheim que resumiéndola en
poca líneas implica la influencia grave de factores sociales sobre las tasas de
suicido o delitos de cuello blanco debido a situaciones transitorias extremas
como una crisis económica y que disminuyen cuando el bienestar aumenta.
Básicamente en una situación de anomia o ausencia de normas es cuando se
daría la oportunidad – cuestión importante en el delito – para delinquir, pero
sería un aumento de la oportunidad no un factor incitante el cual seguiría
enmarcado en el proceso sociabilizado.

Finalmente entraríamos en el tercer factor que yo he ligado manifiestamente al


factor de sociabilización. Hablo del entorno físico. Es inherente la situación del
sujeto en el espacio y el tiempo para su sociabilización dado que los valores a
adquirir no serán igual en el ámbito rural que en una gran ciudad, así como la
pertenencia del sujeto o su afiliación en una subcultura.

Lo más común es que los valores dados desde la familia, choquen con los del
entorno o este sólo los refuerce y matemáticamente se da lo mismo con
aquellos valores obtenidos del circulo amical o de las ideas subculturales
obtenidas, no es lo mismo los valores que interiorice un sujeto nacido en un
ámbito rural, con padres conservadores, amigos honestos y una desadhesión a
la identificación con alguna subcultura que los valores interiorizados por un
chico de una gran urbe, con padres despreocupados por su conducta, amigos
oportunistas y una identificación para con el nacional-socialismo.
Evidentemente el primero podría incurrir ocasionalmente por motivos
económicos en pequeños hurtos de escaso daño y este último probablemente
podría llegar a realizar delitos violentos.

Este proceso sociabilizado en el espacio permite el desarrollo de dos vías: las


experiencias negativas que provocan al sujeto una motivación para delinquir –
teorías de la frustración – y aquellas muestras de las ventajas que conlleva
delinquir – teorías de la oportunidad – que probablemente sean las que más se
adecuen a la composición del delincuente de cuello blanco.

Entonces en base a un fallo de la sociabilización podríamos entender la


perpetuación de los delitos de cuello blanco tanto propios como los impropios.
Adelanto pues la idea de que un delincuente de cuello blanco comete los
delitos de cuello blanco impropios cuando lleva a cabo una ponderación de su
fallo sociabilizado – muchas veces en base a la teoría de la frustración – y sus
actuales valores ofrecidos por la posición que ostenta.

Por ejemplo, un delincuente de cuello blanco no tiene motivaciones para


realizar un delito de agresión sexual pudiendo permitirse pagar los servicios de
una prostituta; si llevase a cabo el delito podríamos afirmar que ponderó una
posible frustración con el sexo opuesto o el deshonor que cree que hay en
pagar por ello contra la posibilidad que tiene de conseguir lo que quiere a golpe
de dinero (valores de carácter materialista).

La composición delincuencial del sujeto que es un delincuente de cuello blanco


quedaría por tanto marcada por una serie de circunstancias internas en su
aprendizaje social y una serie de cuestiones externas objetivas en base a las
teorías de la oportunidad, todo ello ponderando las primeras con las segundas
en una resta que aportando un valor negativo conllevaría a la aparición de un
delito de cuello blanco impropio y dando un valor positivo podría dar un delito
de cuello blanco propio.

Este fenómeno se debe a que los delitos de cuello blanco propio tienen un
menor impacto social aparente en la sociedad que los impropios. Un ejemplo
claro seria por ejemplo el archiconocido estos días Rodríguez Menendez, un
sujeto cuya sociabilización es evidentemente fallida y ha tenido infinitas
posibilidades de delinquir cayendo en delitos de cuello blanco tanto propios
como impropios siendo para la opinión pública lo más flagrante la paliza que
supuestamente mandó dar a su hijo y la pareja de este en aquel momento.
Esta idea de la resta de factores evidentemente no es mía, tan sólo he acudido
a sintetizar las teorias ofrecidas por Delmas-marty el cual nos indica que “los
factores psicológicos que están en la base de la personalidad de los <<
delincuentes de negocios >>, y que pueden simplificarse diciendo que consitste
en la perversión de cietos trazos de carácter que llevan a aquellos a ir más allá
y traspasar, así, fronteras de la legalidad. La meta del hombre de negocios no
es la meta del hombre legalista. Persigue el máximo beneficio económico”.
Esto es una serie de factores internos que como ya decía se le añaden los
factores externos que Delmas-marty divide en dos grupos de agentes que se
resumen en por un lado la incitación al fraude que se recibe del sistema
económico social y por otro las desviaciones que busca el propio delincuente
económico potenciadas a su vez por la debilidad de la llamada disuasión social.
Delmas-marty sigue la concepción del “White Collar” de Sutherland, siendo por
ende sus teorias aceptables en la línea de trabajo que se ofrece en este texto.
Es más, presupongo que mientras que Sutherland se dedica a ofrecer una
definición y examen del delito en si , Delmas-marty y otros autores se encargan
de dar una definición estandarizada del delincuente de los de delito de cuello
blanco propios. Entre estos autores está Mergen que nos indica los principales
fallos de sociabilización del sujeto creando un perfil estandarizado. El
delincuente de cuello blanco se caracteriza por: En primera instancia ser una
persona con un carácter materialista, es decir que durante su sociabilización ha
adquirido como valor esencial la supremacia monetaria y la necesidad extrema
para obtener más y más ganacias, llegando en algunos casos a sobrepasar sus
necesidades físicas para resarcir unas que entran más en las psicológicas. En
segunda instancia alude al carácter egócentrico y narcisista del sujeto,
entendiendose que se considera ajeno a valoraciones y que en caso de
demostrar cierto altruismo se debe a una pretensión de conseguir ensalzar su
figura. En tercer lugar alude a una inteligencia más pragmática que
expeculativa, así como una mayor audacia ello se resumen en la necesidad de
este sujeto de ponderar las circunstancias, siendo la racionalidad un elemento
muy marcado en su iter criminis. Son sujetos que poseen una capacidad de
adaptación social positiva, perfectamente podría tratarse incluso de psicopatas.
Los psicopatas poseen una capacidad social innata por norma general y la
efectividad de un delincuente de cuello blanco psicopatico para sociabilizar es
evidentemente mayor que la del delincuente de cuello blanco en si debido a la
inherencia que le produce cualquier sentimiento ajeno. Son Así mismo
personas que instrumentalizan a quien sea si es necesario. Ello enfocado a los
delitos prodría evocar que comunmente no realizasen delitos de cuello blanco
impropio por lo que se conoce como “por propia mano”. E incluso en ocasiones
hiciesen uso de instrumentos no dolosos para la perpetuación de un crimen de
cuello blanco propio como seria engañar al algunos accionistas a firmar unos
papeles entre los que figura la cesión de acciones hacia una persona ajena que
a su vez luego le ceda las acciones. Mergen denota además la capacidad de
estos sujetos para enfadarse y estresarse. Ello se debe a que poseen poca
vida interior – o eso dice el autor – y se exterioriza en función de sus
experiencias personales. En mi opinión esta caracteristica delincuencial podría
ser factor determinante en los delitos de cuello blanco impropios tales como el
sujeto que mata a otro que pretende dar el chivatazo sobre sus movimientos.
Perdería en casos extremos su mayor caracteristica delincuencial: Su
capacidad racional. Si en la composición del delincuente de cuello blanco eran
importantes las teorias de la sociabilización, más lo son por adhesión a su
cargo laboral – resquisito indispensable para delinquir – las llamadas teorias de
la oportunidad. A un nivel básico las teorias de la oportunidad nos indican que
el delincuente no se inhibe meramente por la prohibición taxativa de la norma,
lo que se conoce en Derecho Penal como prevención general, el hecho de que
este prohibida o no puede ser indiferente, siendo incluso más condicionante las
posibilidades de delinquir de forma efectiva. Así mismo una doble vertiente de
la cara de la oportunidad también no sólo indica cuales son las posibilidades
sino que además la probabilidad de establecer métodos o contar como ayuda.
A esto se le conoce como carrera criminal y acceso a oportunidades ilicitas. La
teoria de la oportunidad a nivel de carrera delictiva, en cuanto a los delitos de
cuello blanco poseen ambas modalidades. Posibilidades y oportunidades.
Siendo en estas ultimas destacables la posibilidad de incurrir en el caso de los
mentores y la teoria de los sistemas de oportunidades diferenciales.
Comencemos por las oportunidades – de momento – , precisamente porque
para los delitos de cuello blanco es muy importante esta faceta, de hecho, es
una gran condición que se de la oportunidad de entrar a ciertas esferas para
poder efectuar los delitos de cuello blanco propios. Como he comentado antes,
una de las dos variables es el llamado caso de los mentores que fue
desarollado por Sutherland en su investigación sobre el ladrón profesional. Una
posibilidad es la figura del asesorazgo/mentor, un tercero que da las
indicaciones al sujeto para delinquir, le enseña a timar, engañar, mentir y robar
sin tocar el dinero. Es el encargado de un proceso resociabilizador o
meramente de producción de un fallo sociabilizador en caso de que el mentor
fuese la persona a cargo del sujeto desde su infancia. Esta via es poco usual
quizás en los delitos de cuello blanco a primera vista, pero si analizamos las
redes de timo cobra su sentido en la medida que el experto trae consigo
personas a su cargo para que obren junto a él y para él, estas personas a su
vez son aprendices de delincuente que adquieren experiencia; ejemplo de ello
seria una empresa fraudulenta que no fuese descubierta y al morir el mentor
que seria el presidente de esta, sus aprendices se dispersasen empezando a
poner en practica lo aprendido para si, habiendose generado ya la oportunidad
de haber tomado parte en los circulos de este señor y habiendo así tejido los
suyos propios. Por otro lado la teoria de los sistemas de oportunidad diferencial
cuyos ponentes principales son Cloward y Ohlin. Estas teorias indican que no
es suficiente con la voluntad del sujeto que posee una conducta desviada para
que pueda delinquir, necesita además la posibilidad de obtener una
oportunidad real para hacerlo. Es por tanto que esta teoria se encarga de
establecer las motivaciones del crimen organizado dividido en tres subculturas:
La subcultura criminal dedicada al hurto, a la extorsión y otras formas ilegales
de obtener beneficios económicos; la subcultura del conflicto que gana estatus
por medios violentos y la subcultura del retraimiento que se centra en el
consumo de drogas. Así mismo incluyen la teoria de los medios, siendo en el
delito de cuello blanco necesitados varios medios a los cuales ya se dieron
alusición en la definición del propio delito. Como vemos no basta con pretender
robar dinero mediante timos, se requiere de la oportunidad de hacerlo, al
contrario que un delito violento o una agresión sexual que sólo requiere la
posibilidad. Pero para la consecución de un delito no basta con la mera
oportunidad generica, se debe dar además un enfoque de esta en algún ambito
mediante la posibilidad y la motivación. La motivación nos dice Sutherland y
posteriormentes Arkes, podríamos encontrarla en la teoria de la asociacion
diferencial. Es decir el delincuente de cuello blanco delinquiria en función de las
definiciones que permitirían su menoscabo subjetivo a la norma. Todo se
resume a un fallo de sociabilización y su consecutiva unión nexal a la teoría de
la oportunidad. En definitiva el delincuente de cuello blanco en su composición
delincuencial, seria un sujeto materialista, sociable, instrumentalista, de
mentalidad pragmatica , con oportunidades tales como su inclusión en altas
esferas, conocimientos técnicos de la económia y a veces del fraude en si.
Todo ello lo motivaria y habilitaria para llevar a cabo delitos de cuello blanco
propios. Pero esto seria insuficiente para explicar los delitos de cuello
impropios, que tal como ya auguraba poseen una dimensión compositiva
ligeramente superior a lo que serian llanamente los delitos comunes, y esta
dimensión seria aportada por las circunstancias personales del delincuente que
podría subsanar sus motivaciones mediante el empleo de dinero. Si bien la
explicación podríamos encontrarla en las teorias de la frustración como ya
apunte y en una superación del fallo sociabilizador sobre el autocontrol. La
teoría del autocontrol nos dice que delinquimos por un exceso del control, es
decir la pregunta no es porque delinquimos sino porque no lo hacemos y la
respuesta se encuentra conexionada a la inhibición propia de la socibialización.
Entonces cuando falla el autocontrol y la frustración como motivo delincuencial
impera, da igual que se pueda satisfacer la motivación mediante el uso de
dinero, el sujeto en cuestión realizará una ponderación que dará una resta
negativa que le inducirá a delinquir en ese delito vulgar que normalmente se
explica por falta de medios económicos y sociales. Incluso la posición
socioeconómica será una variable para la consignación de delitos que no son
de propia mano, tales como la venta de drogas, la prostitución forzada, las
palizas por encargo y un largo elenco que produce beneficios económicos al
sujeto pero que no son atribuibles propiamente al ejercicio de su oficio ni a su
posición social. Así mismo, los delitos que son de primera mano, como los
robos, violaciones y homicidios, no responden más que a las teorias de la
frustación y sólo en la medida que se dan pueden encontrar una explicación a
no encontrar límites en la capacidad de autosatisfacer sus necesidades por
parte del poder económico del propio sujeto. Entonces un delincuente de cuello
blanco poseería una doble composición, de un lado la composición
arqueotipica que es inherente a una figura y por otro una composición
puramente social y sensible que se recoge en las frustraciones propias que el
dinero no ha conseguido mitigar.

Impacto y reacción social ante el delito de cuello blanco

Es evidente que los delitos de cuello blanco impropios producen el impacto y el


efecto reactivo social que pudiese tener ese mismo delito hecho por otra
persona que no perteneciese a tal denominación. Incluso parece que ese tipo
de delitos no cobre mayor importancia por el hecho de que los desarolle dicha
persona y además que parecen a la opinión pública mucho más dañosos que
los delitos de cuello blanco propios. He decidido a bien, dilucidar entre la
diferencia de impacto y reacción social, pues muchas veces no son terminos
conexos, habiendo una desproporción dado que el primer termino es un ente
entre lo físico y la realidad creada y el segundo es meramente una realidad
creada unica en multitud de ocasiones a la concepción moral de los individuos.
Para cualquier sujeto, el homicidio de un ser querido tendrá el mismo impacto
físico que es la perdida de la vida de dicho ser querido y a su vez un impacto
psicológico que no será igual en cada sujeto debido a su afinidad a dicha
persona. Por otro lado el elenco de la sociedad reaccionará según la época y
las sensibilidades propias de una forma u otra ante un hecho que le es
relativamente ajeno. Aquí a mi parecer rádica la peligrosidad del delito de
cuello blanco, pues a diferencia de muchos delitos posee una desproporción
exagerada en cuanto a su impacto y a la reacción social, que cada vez y
gracias a los medios de comunicación va proporcionandose con la
contraposición de que estos medios enfatizan los delitos de sangre a un
sobreexceso que produce la inseguridad ciudadana, que es además
acrecentado en una de las figuras con más posibilidad para ser sujeto activo de
los delitos de cuello blanco, la cual es la casta política encruzijandonos en una
cuestión retorcida como es la adquisición de reacción social generica en
aumento y una desconfianza hacia los legisladores que son los que deben
seleccionar una política criminal en base al impacto social de los delitos,
impacto social que estos confunden con la reacción social, formulandose un
verdadero galimatias. Por estos motivos, he decidido hacer esta pequeña
diferenciación que me permitirá explicar los dos polos que resultan de un delito,
y en especial, del delito de cuello blanco. Tenemos pues dos terminos que
analizar y evidentemente cuando hay que comenzar algo es mejor hacerlo por
el principio. El termino reacción, implica que previamente debía haberse
producido una acción, es por ello lógico que comience a dilucirdar las
cuestiones del impacto del delito para posteriormente contemplar esa
desproporcionada reacción lo cual es uno de los retos a superar por la
jurísprudencia y no sólo para ella, sino también para la sociedad que no es
consciente del daño y la posición que otorga a los delincuentes de cuello
blanco al ser tan permisivos respecto a su reacción frente al delito que provoca
a su vez ineficaces técnicas legislativas para la protección del bien jurídico que
usualmente lesionan o menoscaban; esto es evidentemente el patrimonio. El
patrimonio en pleno siglo XXI se ha equiparado a otros derechos de alto rango,
el motivo quizás sea un sistema capitalista que no te permite escalar hasta la
cuspide sin mejorar tu patrimonio. No quiero decir que sea igual que el derecho
a la vida, simplemente que se le toma un valor a nivel parecido por la sociedad,
siempre y cuando se trata de su propio patrimonio. Sutherland definió el
impacto del delito de cuello blanco de la siguiente forma: <> La concepción del
impacto del delito ya venía determinada por el propio Sutherland que distinguía
entre el impacto económico y el impacto físico del propio delito, lo cual seria
equiparable a las realidades creadas y la realidad física respectivamente. El
impacto económico es la afectación que tiene el propio delito en la estructura
económica del país, es un menoscabo del bien jurídico patrimonial en su
conjunto al provocar distintas variables negativas de cara a la estructura estatal
o interestatal en función del delito. Es por tanto uno de los mayores riesgos por
la adhesión del delito a la necesidad de ejercer un cargo que por norma general
es público o bien de cara al patrimonio público o con repercusiones en este
como pudieren ser las de empresas subcontratadas desde la administración
pública. Sutherland funda su impacto mediante una investigación comparativa
de delitos comunes a delitos de cuello blanco donde nos dice textualmente que
“Mientras que el robo de un millón de dolares apenas existe, los estafadores
que lo hacen por esta cantidad no son más que poca cosa dentro de los
delincuentes de cuello blanco”. La peligrosidad conceptual es la variación
patrimonial que producen, y las consecuencias no inmediatas que se produce
de ello como puede ser la caída en crisis económicas. Estas consecuencias
dadas del impacto económico se enlazan al impacto físico del propio delito que
también es dado por Sutherland como cabeza indiscutible de variedad de
autores. Sutherland considera que el daño físico del delito de cuello blanco
provoca más daños y muertes que otros delitos y realmente quizás no sea sino
daño colateral en vez de causa, no obstante habría cierta relación muy pobre
entre el suicido de un sujeto y una estafa para la imputación de un homicidio.
Lo que si sería posible haciendo uso de las teorias del riesgo desarrolladas por
el Ilustrimo C. Roxin sería la imputación de un homicidio imprudente si
entendiesemos entre el delito de cuello blanco una realción directa a la muerte
del sujeto por medio del impacto físico que se acomete con dicho delito. No
obstante, fuera de esta especulación propia, lo que realmente Sutherland nos
indica son los daños físicos del delito de cuello blanco desde los campos
corporativos y de la ocupación médica. Siendo las corporativas aquellos daños
producidos por la infracción de reglas de seguridad, tanto en el trabajo como en
la producción, así como el incumplimiento de las normativas medioambientales;
y en cuanto a las médicas el reparto de horarios, los tratamientos lucrativos
pero innecesarios, el curanderismo y una amplia gama de actividades que sólo
son posibles mediante la oportunidad que ofrece el oficio. Así pues realmente
el impacto no es un hecho de daño aislado, sino que trasciende al sujeto en
cuestión al cual se le lesiona para menoscabar todo el sistema mediante la
consecución sistematica de este tipo de delitos. A su vez produce daños
particulares que pueden conllevar a situaciones tragicas que presentan
problemas de imputabilidad. Pero ya no sólo el impacto es económico y
personal. La unión de ambos en reflejo de lo que se puede aprenciar crea algo
llamado “Anomia” a lo cual aludimos en la teoria diferencial. Esta anomia se
enmarca dentro del daño social del delito. El daño social se enfoca en las
relaciones del poder. Mediante la creación de anomias se erosiona la base
moral de la ley, sembrando desconfianza en los representates o gobierno, así
como en otras instituciones sociales, poniendo en peligro el sistema de libre
mercado, la sociedad libre y dadno pie a la racionalización de otro tipo de
delitos. En definitiva efectua un menoscabo mayor del orden socail de lo que
pudiese producir cualquier otro delito. La creación de esta anomia generalizada
toma su fundamento en el sujeto que delinque, el cual posee una posición de
respeto y reconocimiento, que al ser empleada para delinquir produce cierta
desconfianza en el y sus iguales. Es por ello que según Sutherland el mayor
riesgo de este delito no es sólo la desestructuración económica sino también la
social. Pese a ello la reacción social se basa en el primer tipo de impacto, el
llamado económico. Esto es uno de los retos de la críminología y la ciencia
penal moderna pues la valoración social de un delito es sinonimo de una
protección mayor o menor. El problema de la reacción social podemos aclararlo
bajo el concepto de delito ajeno. Un delito ajeno seria aquel que nos aporta la
sensación de no dañarnos, esto es en el caso concreto de los delitos de cuello
blanco o los hurtos incluso. Muchos delitos tienen como único afectado a los
sujetos que se victimiza y es por ello que el resto de la sociedad sólo reacciona
a ellos a dependencia del bien moral que lesiones, evidentemente no es lo
mismo bien moral que bien jurídico, cosa que debía aclarar para evitar
confusiones. Un hurto, una violación o un homicidio son delitos ajenos siempre
que no ocurran en nuestros circulos primarios y secundarios. No obstante el
delito de cuello blanco entendido en su concepto más amplio es un delito de
afectación plural que se encauza en determinados sujetos de forma
aparentemente ajena . Procuremos ser graficos. El político que roba muchos
millones, este roba a una institución llamada por ejemplo Ayuntamiento de
Marbella, la victima aparente del delito es el ayuntamiento de Marbella que ha
perdido el dinero que le hacia falta para establecer mejores, no obstante los
ciudadanos que ya contribuyeron con su dinero iban a perderlo – en apariencia
– igualmente y por tanto el robo a primera instancia no parece modificar sus
vidas mediatamente y por ello el daño parece un tanto ajeno. Ello repercute en
la reacción social que no es ni de cerca equiparable a la sucedida mediante la
tragica muerte de alguna menor que realmente les es un delito ajeno. Aquí
rádica la peligrosidad , en una reacción social pasiva y para nada contundente,
que a su vez adquiere una desconfianza en los cuerpos político y judicial
incluso al considerarlos potenciales delincuentes de cuello blanco. Otro gran
problema de la reacción social seria que las personas que realmente se creen
más ajenas aún – la ciudad vecina por ejemplo – también son victimas del
delito y reaccionarán con mayor pasividad y así concentricamente según nos
distanciamos del foco delincuencial, cuando realmente como he indicado
anteriormente la peligrosidad de este tipo de delitos es el menoscabo de la
cadena social. Se rompe un eslabón y sin un eslabón el resto cae quedando
deformado.

Visión del delito de cuello blanco desde la victimología.

Siempre hemos tenido un concepto de victima bastante cerrado, siendo la


victima aquel que recibia el daño. Tradicionalmente el daño siempre se palpaba
físicamente mediante el robo de unas monedas que estaban en el bolsillo del
delincuente o el cadaver yaciendo en el suelo. Amenudo hemos entendido y se
sigue entendiendo como victima a aquella persona que el daño realizado por el
delito de afecta de forma directa, dejando de lado a aquellas personas con
relación a la victima real que pudiesen sentirse damnificadas o al menos eso
procura el Derecho Penal, pero la Críminología abarca muchas ciencias y la
etimología de victima hace referencia a quienes sufren adversión procedente
de un acto o persona. De ello se ha encargado la victimología que ha –
mediante el estudio cientifico – creado todo un sistema de tipificación, atención
y orientación para tratar con las victimas del delito, así como establecer que
función ejercen dentro del control del mismo. Según Edelhertz (1970), cuanto
más avanzamos en el tiempo más fácil nos es convertirnos en victimas de los
delitos de cuello blanco. El fundamento de su opinión se basaba en en la
exposición de los ciudadanos al abuso, al debilitarse las garantias dentro de los
patrones de distribución y ventas. Exponiendonos por tanto a tratar con
desconocidos y confiar plenamente en la instituciones gubernamentales que
son quienes nos deben proteger. En base a ello distingue dos factores que
incrementan el riesgo: De un lado tenemos el avance de la tecnología y la
dificultad de su control como en el caso de los programas de ordenador que
han ido convirtiendose en medios o instrumentos de la delincuencia económica
bastante efectivos. De otro lado tenemos el continuo incremento de la
complejidad de nuestra sociedad, que dificulta la compensación de las perdidas
sufridas; ya que la victima debe calcular primero si le compensa la perdida de
tiempo y dinero que deberá gastar en un proceso, esto es todos los gastos
relativos a la consecución de un proceso Civil que además puede ser fallido
para el sujeto. Sabemos que hay altos riesgos, pero dentro de ese riesgo
habría que dilucidar hacia quien se dirige el delito. En principio, todo el mundo
es posible vicitma ideal y sin conciencia de victima de este tipo de delitos, pero
pese a ello, hay ciertos individuos e instituciones que poseen mayor
probabilidad de serlo en el aspecto concreto del impacto físico del delito. Geis
dice que la victimización de una persona se producirá en medida de dos
factores como son la necesidad o no del delincuente de elevar su posición o si
este cree que debe infringir la ley. En la medida que eso ocurra el delincuente
percibirá la victima más vulnerable y adecuada a las necesidades que quiere
cubrir y rara vez la victima adquiere conciencia de tal o la inclinación para
percatarse de ello. Ello permite distinguir dos posibilidades los grupos
desfavorecidos a los cuales se les provoca el llamado fraude al consumidor y
por otro lado a las personas cuya posesión le es valiosa al delincuente de
cuello blanco como pudieran ser las acciones de una empresa. He aludido a
que la victima no posee conciencia de tal y esto se enfatiza en la relación entre
delincuente y victima. La cual es una relación carente de violencia directa,
basada en la manipulación y desconocimiento de la victima de las intenciones
reales del sujeto. Incluso en muchas ocasiones se da la despersonalización
como en los delitos patrimoniales a una administración. Tomlin nos indica
cuatro factores que resumen la relación entre el delincuente y la propia victima
y de un delito de cuello blanco: Ingenuidad por parte de la victima, previsible
retraso por parte de la victima en darse cuenta de su condición de tal, la codicia
del delincuente y la creencia del delincuente de que no será detenido por ese
delito. A ello posteriormente se le añaden varios elementos referentes a la
cooperación, negligencia o descuidos de la victima; los cuales producen que la
actitud del delincuente quede como reprobable en la medida que la victima
pierde esa connotación de victima sin conciencia de victima que permitia la
consecución del delito bajo la definición exacta dada por Sutherland, esto es un
delito obrado desde la confianza plena de la victima. Entorno a ello se dan
varias definiciones tipologicas de victima de delitos de cuello blanco siendo las
más comunes las de Tomlin y Delord-Reynal. Tomlin lo que hace es diferenciar
a la victima por su carácter especifico estableciendo como victimas al individuo
como victima de fraudes, a la empresa que es la victima primaria quedando el
público relegado al papel de victimas secundarias, a las instituciones
gubernamentales mediante los fraudes que dañan al conjunto social, el orden
internacional mediante los juegos de poder que conllevan la manipulacion del
orden y la sociedad en si que siempre recibe el daño en su estructura. Delord-
reynal en cambio se aventura un poco más haciendo tipologias según la
relación delincuente-victima y considera al Estado una victima especial. Abre
tres categorias: La primera es la victima voluntaria del delito, que mantienen
una relación de victimización a manos de estafadores y especuladores, siendo
a su vez cooperadores quedando relegada su ingenuidad a una falta de
destreza que se ve superada por la del delincuente. La segunda categoria es la
de la victima que no toma parte voluntaria en el delito, es decir, las victimas del
delito corporativo como son las quiebras organizadas o las disoluciones
fraudulentas. Dentro de este grupo merece mención la victima inocente, que es
aquel consumidor vicitima de relaciones laborales a las cuales se ve expuesta
forzosamente. La tercera es el Estado como victima, el cual es la mayor victima
de todas. Se le agrede desde multitud de fraudes y en ello se encuentra una
paradoja pues el propio Estado es quien posee los mejores medios de
autoprotección pero no los emplea. Además los delincuentes no se ven como
tal al delinquir contra un ente abstracto y opresor como es el Estado en su
concepción. Por ello diriamos que es un caso especial por su relación difusa
entre delincuente y victima. De todo ello se dilucida que en el delito de cuello
blanco hay a) una victima individual o afectado, b) una victima generica que es
el Estado y cuando se ataca a esta victima generica se produce c) una victima
colectiva que son los ciudadanos.

El control del delito

El delito siempre ha sido el enemigo del Estado y a su vez su fundamento


punitivo. No existe estado que se precie que no persiga conductas que cree
que puedan producir un daño a la sociedad o simplemente esten mal vistas por
el conjuto social. Esta persecución se lleva desde instituciones, estrategias y
sanciones sociales muy bien mecanizadas con el fin de establecer una
sociedad perpetuada. En la medida que esta perpetuación se da se produce a
su vez un marco técnico dentro del cual se engloban las teorias del control que
precisamente dan explicación a lo que conocemos como control social. Dicho
control social se estudia desde la sociologia que lo ha dividido en el control
social informal y el control social formal. Son mecanismos de control social
informal todos aquellos que no están institucionalizados ni siguen una
normativa rigida, esto son todas las instancias educativas que seguimos a lo
largo de la vida, empezando desde la familia, pasando por los amigos y las
distintas etapas escolares. Es lo que ya hemos llamado proceso sociabilizador
y cuyo éxito permite un control del delito antes de su aparición. Por otro lado
estan los mecanismos de control social formal que entran en acción una vez
que el informal ha fallado. Estos mecanismos están institucionalizados y son el
Derecho penal, la polícia, los cuerpos judiciales y los cuerpos penitenciarios.
En los delitos de cuello blanco también nos encontramos este método de
control del delito, de un lado tenemos el control informal que se encargará de
incultar al sujeto una serie de valores provinientes en primera instancia de la
familia que le enseñará a tomar conciencia de la cadena de mando así como
varias aptitudes sociales entre las que se encuentran el respeto a las normas
de comportamiento básico, posteriormente será la escuela quien dote al sujeto
de la conciencia de relación entre iguales lo que en caso de no fallar
imposibilitaria la consecución de este delito pues el delincuente de cuello
blanco no ve a su victima como un igual, si acaso la ve será como inferior y ese
sentimiento de igualdad puede ser determinante para la adquisición de una
empatía para con las victimas que imposibilitará el delito. En el ambito laboral
se aprende conformismo que es la carencia principal del delincuente de cuello
blanco en su composición delictiva. Los medios de comunicación son un factor
aparte en todo este proceso de sociabilización para el control del delito. Las
películas, videojuegos y comics, amenudo enseñan al menor aún en desarrollo
social una serie de valores que bien por el atractivo de estos medios podrían
sobreimponerse sobre los valores aportados por sus otros circulos si estos se
presentan con un interes leve. Todo ello produce un efecto sociabilizador que
merma las motivaciones de delinquir. Otros teoricos formulan alreves el
concepto siendo la duda el porque no se delinque y han generado la teoria del
autocontrol que ya mencione anteriormente. Pero lo cierto es que la teoría del
autocontrol toma un buen papel en el proceso sociabilizador en la medida que
los factores podrían educar al sujeto en la posibilidad de delinquir pero
haciendole entender que eso no está bien, lo cual produciría un autocontrol
indiscriminado o uno selectivo acorde a las teorias de la posibilidad. Pero lo
que si es ineludible es que una vez fallado el sistema de control no formal se da
paso a los sistemas de control formal que son a mi parecer los más decisivos
en la eliminación del delito, dado que las caracteristicas delincuenciales del
delincuente de cuello blanco pueden adquirirse en cualquier momento
mediante un proceso de desviamiento dado por las nuevas influencias o por
frustraciones anteriores sumadas a la oportunidad. Daniel Drew, un delincuente
de cuello blanco, dijo: “La ley es como una telaraña, atrapa a las moscas y a
los insectos pequeños, pero permite que los abejorros se abran paso a través
de ella, rompiendola”. Hacia clara referencia a la ineficacia del control de delito
desde las instituciones de control formal. A como el rico siempre pasaba sobre
el pobre. El fundamento de su opinión se da en la segregación del delincuente
de cuello blanco de los procesos penales al uso de la delincuencia común,
siendo la delincuencia de cuello blanco sancionada de forma muy leve. Una de
las alegaciones comunes es la similitud de los sujetos. El delincuente en
cuestión e incluso propio juez tienen en común algo; el cuello blanco. A
ninguno nos gusta juzgar a los que tenemos por iguales y eso va implicito en
nuestra psicológia, nos es más fácil castigar a quien no nos evoca un reflejo y
este hecho es una cuestión controvertida que algunos autores denominan
como causa de la impunidad penal de los delitos de cuello blanco. No es
extraño afirmar que la ley discrimna positivamente a los delincuentes de cuello
blanco. Siendo no sólo una cuestión de trato diferencial hacia aquellos
ciudadanos privilegiados, sino que la propia situación de privilegio ejerce una
influencia determinante en el hecho de que sean tratados de un modo diferente
por la ley o quizás deberíamos decir en la aplicación de la ley. No obstante
Chambliss y Seidman, en 1971 hablan de la creación de leyes por interés de
los privilegiados y no del interés público lo cual se enfatiza en la determinación
legal de ciertos aspectos que les afectan como bien puede ser el aspecto
punitivo. Cabe destacar que los procesos contra estos delincuentes suelen ser
pleitos por daños civiles, son llevados por inspectores y por consejos o
comisiones administrativas, y las sanciones suelen ser de indole civil y sólo en
el extremo se da a percibir la acción penal. Todo ello produce un proceso –
como ya se dijo – de segregación del delincuente. Sutherland nos dice que esta
ejecución de la ley se debe a varias caracteristicas implicitas en el propio
delincuente de cuello blanco. Reduce todo al elevado estatus del delincuente y
sus influencias, su tendencia a no recibir castigo percibible (no lo notan en su
capital abundante), el desorganizado sentimiento moral del público al respecto,
el interés de la victima individual de ver resarcido su patrimonio en vez del
castigo del delincuente y el sesgo de clase de los tribunales y el poder de los
delincuentes de cuello blanco para influir en la ejecución de la ley. Bisrenbaum
y Lesieur nos indican además – y coincido – el porque se da una aplicación
selectiva de la ley. En resumidas cuentas se basa en una infravaloración de la
conducta desviada así como el hecho de que otras de presunta mayor
gravedad se impontan y a los medios de comunicación que permiten mover la
significación de muchas conductas desviadas. Esto explicaria además porque
durante épocas economicas se produce un endurecimiento penal de los delitos
de cuello blanco, es decir, el control del delito se vuelve más férreo. Pero eso
no aclara porque el escaso control social formal desde el ambito de la amenaza
penal. La respuesta viene desde dos teorias contrapuestas que son el analisis
del conseso y el analisis del conflicto. El analisis del consenso se basa en
cuatro presupuestos como son asumir que toda sociedad es una configuración
de elementos relativamente estable, que toda sociedad es una configuración de
elementos bien intregados, que toda sociedad contribuye a su funcionamiento y
que toda sociedad descansa sobre el consenso de sus miembros. De ello se
desprende que la ley es demanda social. Entonces en la medida que la
sociedad no recrimina moralmente estos crimenes pues la ley no puede
establecer amplias penas. Desde esta perspectiva se entiende que las
conductas ilegales de cuello blanco no eran entendidas como delitos claro, sino
como excesos de conductas socialemente valoradas u que estos delincuentes
no encajaban el la tipificación clásica. La delincuencia de cuello blanco según
esta teoría seria una conducta aceptable en cierta medida según resolviesemos
la cuestion de la delictividad del ascto en cuestión y la culpabilidad bajo
determinadas circunstancias. Además su contraposición a la delincuenca
común le da una ligera ventaja como es una rela presunción de inocencia.
Presunción reforzada por la visión “no delictiva” de estas conductas, visión que
se moldea desde la sociedad en base a su “reacción social”. Por otro lado
tenemos las teorias del conflicto. La cual es una alternativa más radical que
sigue cuatro postulados de carácter negativo como son asumir que toda
sociedad esta sujeta a cambio y este es ubicuo, asumir que toda sociedad
experimenta conflicto social igualmente ubicuo, que todo elemento de la
sociedad contribye a su cambio y que unos miembros oprimen a otros. Es
decir, el conflicto se da entre opresores y oprimidos. Bajo este entender
delincuente de cuello blanco y aquel que juzgan son el mismo sujeto con casi
toda probabilidad. Por ende se produce desde el poder judicial una opresión a
aquel que no pertenece a su clase y mano izquierda para con quien si
pertenece. Esta teoría por tanto nos indica que el origen de la ley radica en el
interés de grupos poderosos muy conexos a la estructura de poder y no al
interés público. Yo personalmente – y esto creo que consiste en mojarse –
abogo por esta ultima teoría por multiples motivos, entre ellos que la decisión
popular se toma en cuenta para la perpetuación del poder, lo que se resume en
interés de grupos poderosos. En esta tesitura oscura del control del delito sólo
nos queda preguntarnos algo más y es la cuestión de eficacia mediante la
sanción del delito de cuello blanco, es decir, la llamada prevención especial.
Cabe destacar que hay dos delincuentes de cuello blanco, el que no pretender
tener una carera delictiva y ha delinquido ocasionalmente; y de otro lado el que
delinque corporativamente. Evidentemente la sanción de uno y otro habrá de
ser bien distinta. En el caso de los primeros, sus sentencias les sancionan
infimamente, deduciendose de ello una innecesaria longevidad temporal para
su rehabilitación. De hecho el mero momento de ser arrestado es más
disuasorio para este criminal que la sanción en si. Es el estigma social que le
hace decaer de su estatus lo que provoca la eficacia de la sanción, no la
sanción en si. En el caso de los segundos, hablamos de sujetos que la sanción
en si sigue sin ser un disuasivo y el arrestro igual. Sus sanciones son mayores,
bastante mayores pero en su aplicación se da a mínimos y el sujeto en
cuestión puede permitirse pagarla sin problemas y en rara vez acude a la
cárcel. Ahora en este tipo de delitos se incluye la responsabilidad de la persona
jurídica lo cual no plantea soluciones sino más quebraderos de cabeza pues se
convierte en la perfecta defensa para evitar la responsabilidad individual y el
dinero para pagar la sanción provendrá de la misma fuente. McDermoth (en
1982) opina que la mejor sanción no es la judicial, sino la social al descalificar
al sujeto sobre su ocupación. Es la perdida de confianza en estos sujetos lo
que produce la imposibilidad de su acción delincuencial y en la medida que no
poseen confianza no pueden abusar de su cargo para ello, y esa contramedida
es mayor que cualquier sanción posible. Señala además que los presidentes
corporativos son tratados incluso aún mejor que los propios delincuentes de
cuello blanco y que la acción judicial poco resuelve. En este sentido llegamos a
la conclusión de que el control del delito es insuficiente desde una doble
vertiente. Es insuficiente en la medida que la sociedad en su conjunto no
entiende la peligrosidad total de estas conductas desviadas y no hace esfuerzo
por hacer imperar su dura penalización, así como en la medida que en la
escasa exigencia el poder cercano a la política y la justicia, que es mayor que
el leve reproche mantiene a salvaguarda sus intereses reflejados en los
distintos cuerpos legales Y también es insuficiente en la medida que las penas
no reportan un mínimo de amenaza retributiva ni una resociabilización del
sujeto. Es decir, la prevención especial no se da en su aspecto penal más
esencial como es la pena privativa de libertad. No obstante, esta idea se
enfrenta a la concepción de daño social, pues al entender la sociedad como
poco lesiva estas conductas las punibiliza por lo bajo y ello hace que en base a
la cuestión de la proporción del castigo la pena sea adecuada, pero adecuda
no significa eficaz. El control del delito de cuello blanco es a mi parecer, uno de
los retos de la criminología moderna y del Derecho penal; así como
evidentemente de la sociología.

Conclusiones finales

A lo largo de estas diecinueve paginas anteriores hemos observados los


distintos aspectos del delito de cuello blanco y su perpetrador. He procurado
hacer hincapie dentro de lo que podía permitirse a un embrión de criminologo
observar todo desde distintos aspectos, incluyendo los delitos propios e
impropios al delincuente de cuello blanco. Pero de poco sirve observar esto si
no sacamos nada en claro. Si no extraemos una opinión e incluso una mera
valoración. En definitiva como se suele decir, toca mojarse. Lo cierto es que a
nivel conceptual el delito de cuello blanco no supone un problema real, todos
podemos hacernos una idea de lo que seria dicho delito. No obstante, siempre
que hacemos alusión a estos delitos sólo pensamos en los delitos socio-
económicos de hierpesfera, sin prestar atención a otros delitos con victimas
individuales que en su conjunto ofrecen una mayor lesividad social de la que
producen otros tipos delincuenciales que afectan a otros bienes jurídicos. Esta
hipertrofia conciencial es una de las mayores causas de la ineficacia de la
persecución de este tipo de delitos junto a la permisión aún a día de hoy de los
lobbys de presión política más allá del mero colectivo electoral puro y sin
desglosar. Cuando hablo de lobbys no hago mención a asociaciones de
victimas, sino a grupos empresariales que influyen políticamente mediante sus
escasas pero bienvenidas aportaciones. La corrupción también es un delito de
cuello blanco y con una persecución díficil de llevar a cabo y un daño social
incluso mayor que el meramente económico tal como aborde en la sección
correspondiente al impacto del delito. Otro de los grandes problemas es el
problema empatico. Muchos sujetos piensan que si pudiesen lo harian y cada
vez, así como los valores que detentan en su composición este tipo de
delincuentes son constemente bombardeados a la juventud desde la
programación de los diversos canales de la televisión en la cual salen con total
impunidad delincuentes de cuello blanco reconocidos, lucrandose además del
reconocimiento de su condición de delincuentes. Se les viste de golfos y
sinvergüenzas, pero todos a su vez vemos como campan a sus anchas y como
realmente nos les pasa nada, y ello se reviste en la juventud cuya maxima
aspiración es ser como ellos, adquiriendo un carácter materialista en dicha
aspiración. El delito de cuello blanco por tanto no encuentra su respuesta de
control en la ciencia Penal, sino en la ciencia crimininal-sociologica. Es en los
procesos sociabilizadores donde encuentra su mayor handicap. Sólo desde el
momento que abordamos en nuestra conciencia la gravedad de estos crimenes
y lo manifestamos, sólo en ese momento entenderemos la importancia de
educar en valores contrarios a los que promueven estas actividades. Como
conclusión final, entiendo que este tipo de delitos; nacidos del seno de la
sociedad y el hombre, desde su condición de ser social y sus realidades
creadas como son la misma sociedad y la económia; son delitos que sólo se
pueden abordar desde un único punto, detra otra realidad creada: La educación
en valores.

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