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humanos
“Aunque esta ley se aplique aquí, por primera vez, a los agresores alemanes, incluye también y
debe, si realmente ha de servir de algo, condenar los actos de agresión de cualesquiera otras
naciones, sin excluir a las que se sientan aquí como jueces”.
Hablar de real impartición de justicia en un tema tan álgido como el acontecido a raíz del
holocausto del pueblo judío, que en lo personal cuenta con mi aprecio y respeto, no es un asunto
sencillo. En los juicios de Nuremberg, los jerarcas nazis fueron juzgados, influyendo lo anterior en la
generación de una visión de los derechos humanos como un todo interdependiente y fundamental para
la humanidad. Pero ¿cómo aconteció la historia, hasta llegar a este punto? Comencemos con un breve
pero aleccionador recorrido…
Durante la Segunda Guerra Mundial, el mundo atravesó por uno de los sucesos, que desde mi
punto de vista, han sido de los más cruentos en la historia de la humanidad, motivados por las
creencias más falaces y distorsionadas, en contra de personas, seres humanos, creados a imagen y
semejanza del Dios en el que creo. El pueblo judío, la nación de Israel, fue el foco de atención de la
perversidad humana llevada al límite de lo absurdo. Si bien es cierto que los judíos han cometido
crasos errores a lo largo de la historia, siendo rebeldes desde el punto de vista bíblico, también lo es,
que nadie absolutamente tiene el derecho de por “creerse racial o ideológicamente superior”, masacrar
personas de forma tan despiadada, con teorías que justifiquen lo que a todas luces es producto de
ideas delirantes, megalomaniacas, de grandiosidad por un complejo de inferioridad subyacente en su
otrora líder Adolfo Hitler. Ninguna ideología justifica bajo ningún concepto el genocidio. Ningún
patriotismo que se digne de ser tal, promoverá jamás la flagrante violación de los derechos humanos.
Todo dio inicio en Europa, con la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, fecha inolvidable
en lo personal, pues es precisamente el día y mes en que cumplo años. De 1939 a 1941, las fuerzas
alemanas lograron controlar la mayor parte de la Europa continental, obteniendo un dominio político-
militar, que abarcaba desde la costa atlántica hasta la ciudad soviética de Stalingrado que se encuentra
sobre el río Volga; y desde las regiones árticas de Noruega, en latitud norte, hasta los vastos desiertos
de África del Norte. En 1942, los Aliados parecieron despertar y se lanzaron a la ofensiva, haciendo
retroceder a Alemania, quien terminó por rendirse en 1945.
En palabras de Ana Frank, niña alemana con ascendencia judía, hija de Otto Frank, único
sobreviviente de ocho que constituían su familia, el holocausto visto “Desde la casa de atrás” (Het
Achterhuis) representaba:
“Después de mayo de 1940, los buenos tiempos quedaron definitivamente atrás: primero la guerra,
luego la capitulación, la invasión alemana, y así comenzaron las desgracias para nosotros los judíos.
Me angustia más de lo que puedo expresar el que nunca podremos salir fuera, y tengo mucho miedo
de que nos fusilen”.
En la Segunda Guerra Mundial, fueron masacradas al más puro estilo psicopático y sociopático,
más de 6 millones de personas, pertenecientes al pueblo judío, junto con lo que eran consideradas
“minorías” raciales, ideológicas, y cualquier persona con algún tipo de defecto fenotípico o
“discapacidad”, o que no cumpliera con los altos “estándares estéticos y de calidad” de la visión del
Psic. Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana (MPOV), www.deyav.com, Tel. 926-06-19 Cel. 9991-20-66-69
derrocado Tercer Reich (Drittes Reich), expresión proveniente Das Dritte Reich, escrito en 1923 por
Arthur Moeller van den Bruck quien preconizaba un sistema fascista análogo al de Mussolini. El Sacro
Imperio Romano Germánico fue el Primer Reich, y el Segundo Reich dio comienzo en 1871 al
unificarse los Estados alemanes y proclamarse a Guillermo I como su emperador. Durante el
transcurso de la generación del Tercer Reich, se fueron gestando una serie de planes detallados para
experimentar despiadadamente y exterminar al pueblo judío, y a otras minorías, ajenas a algún tipo de
derechos humanos desde la ideología nacional socialista, cuya justificante más recurrida era que
dichas minorías eran las “causantes” de estragos en los valores culturales, económicos, y estéticos
del pueblo ario. La falsa creencia en una superioridad racial alemana, promovida por una ideología de
odio, fue el motivo y el pretexto perfecto, para estigmatizar y asesinar de manera sistemática seres
humanos, es decir, para el genocidio (shoa: palabra hebrea que significa genocidio, y que es muy
significativa para la nación de Israel).
Al realizarse una exposición internacional en diferentes juicios contra crímenes de guerra, sobre
la doctrina nazi, y cómo se empleó la ley alemana para tratar de amparar los actos de genocidio, por
parte de los militares alemanes que los perpetraron, surgió una pregunta clave: ¿Eran justificables las
acciones de los militares alemanes, en virtud de su “legalidad” pues obedecían órdenes superiores y
sus propias leyes nacionales, o dichos militares, haciendo uso de la razón y del mínimo de empatía,
pudieron actuar distinto? En este sentido, los múltiples procedimientos legales que sirvieron para
juzgar a los jerarcas nazis por sus crímenes de guerra, surgieron de la propuesta del ministro de guerra
de la Unión Soviética. En sintonía, Sir Winston Churchill, primer ministro de Gran Bretaña, propuso
que se ejecutara a cada uno de los dirigentes nazis sin ningún tipo de garantía. Y de lo anterior, surgió
otra pregunta clave: ¿De acuerdo con qué parámetros debían ser juzgados los nazis? Para responder
esta y muchas otras cuestiones relacionadas, los dirigentes de las potencias ganadoras, concluyeron
que debían establecerse tribunales que juzgaran los crímenes cometidos contra la humanidad y uno
de ellos, fue el de Nuremberg. Sin embargo, llevar a cabo los juicios de Nuremberg, presentaba de
forma mínima, dos problemas jurídicos fundamentales:
1.- Garantizar que el juicio se llevaría bajo las mismas protecciones y órdenes de cualquier otro
juzgado.
2.- Conciliar las diferentes tradiciones jurídicas existentes en cada país, miembro del tribunal, a saber,
las potencias ganadoras: Inglaterra (common law), Francia (civil law) y la Unión Soviética (socialist
law).
Múltiples fueron los argumentos para responsabilizar a los jerarcas nazis por la ejecución del
holocausto, sin violentar sus derechos, siendo el argumento inicial utilizado por el Fiscal en Jefe,
Robert Jackson el siguiente: “Deseamos aclarar que no es nuestra intención juzgar a todo el pueblo
alemán”, ya que en efecto, la mayoría del pueblo alemán no estaba identificado con las acciones de
los nazis e incluso se oponían a ellas. Hitler, no llegó al poder por el voto de la mayoría, sino por el
apoyo de grupos minoritarios de carácter revolucionario, reaccionarios y militaristas. Al principio del
juicio, todos los acusados presentaron sus alegatos y sin excepción dijeron ante el jurado ser “no
culpables”. Su defensa consistió principalmente en reiterar que ellos sólo “seguían órdenes” y que un
“militar debe obedecer a su superior”, con la premisa subyacente de que los judíos y minorías “no eran
seres humanos”, o no los veían como tales, por lo tanto, el genocidio “estaba justificado” en aras de
una limpieza étnica que daría “mayor fuerza y grandeza” al pueblo alemán, a la raza aria.
Al respecto, Ortiz, R. (2006: 44-45), señala que “La constitución del tribunal internacional de
Núremberg, pretendió fundar su legitimidad en los acuerdos de Londres, sin embargo, los conflictos
posibles eran contrarios a las garantías de no aplicación retroactiva de la ley en perjuicio de persona
alguna. Ni qué decir de cómo fue pisoteado el principio general del derecho penal moderno,
consagrado en el siglo XVIII por Beccaria: Nullum poene sine lege, y que además es un derecho
garantizado por toda constitución que se jacta de ser democrática y civilizada”. A pesar de las
contradicciones jurídicas, los juicios de Núremberg arrojaron al final de su ejecución una mayor claridad
acerca del Derecho Internacional de gentes, pretendiéndose resolver el conflicto: seguridad jurídica
versus impunidad histórica individual. Considerando lo anterior, Radbruch acuñó la fórmula: Lex
iniustissima non est lex (la injusticia extrema no es derecho), la cual expresa que ante una grave e
intensa injusticia, como la acontecida durante el holocausto, no puede ser considerada como derecho
o producto de “seguir órdenes”, por lo tanto en estos casos, queda descalificada la pretensión
imperativista hobbesiana: actoritas, non veritas facit legem: la autoridad y no la verdad, hace la ley
(Medici, 2014: 2).
Tras los juicios de Núremberg, la justicia, como valor supremo del derecho, se vinculó con la
protección y defensa de la dignidad humana, pues en términos de guerra, no existía un precedente de
protección de las personas ante barbaries como el holocausto. El genocidio, término legal, que se
refiere al aniquilamiento de los pilares fundamentales de un pueblo o nación, mismo que fue acuñado
por el jurista judeo-polaco Raphael Lempkin, adquirió un significado muy fuerte tras el exterminio de
las minorías o grupos étnicos. Las atrocidades cometidas por los nazis, y todas las controversias
derivadas de los juicios de Núremberg, pusieron los cimientos de la caída de grandes mitos del Estado
soberano y la Ley como orden supremo, pues muchas veces lo legal, no es necesariamente lo justo,
y ello se pone de manifiesto con el holocausto, dejándonos un aprendizaje común: los derechos
humanos no son propiedad del Estado, sino que pertenecen al ser, y deben ser respetados siempre.
Psic. Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana (MPOV), www.deyav.com, Tel. 926-06-19 Cel. 9991-20-66-69
Fuentes consultadas:
Los Juicios de Núremberg. Escuela Internacional para el Estudio del Holocausto. Recuperado el 26
de enero de 2018 de:
http://www.yadvashem.org/yv/es/education/learning_environments/nuremberg/responsibility4.asp
Los juicios de Núremberg (2000), película. Recuperada el 25 de enero de 2018 de:
https://www.youtube.com/watch?v=HwwEiFM8_Dg
Ortiz Treviño, Rigoberto, “Los Juicios de Núremberg: 60 años después”, Revista del Centro Nacional
de Derechos Humanos, núm. 2, 2006, disponible en http://bit.ly/1NkM8My, consultado: 26/01/2018.
Datos de la autora: Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana. Licenciada en Psicología, UADY (Cédula:
5157846). Maestra en Psicología y Orientación Vocacional, ENSY (Cédula: 09887047). Doctorado en
Ciencias de la Educación, Universidad Anáhuac Mayab (en curso). Estudiante de la Licenciatura en
Derecho UNAM (modalidad en línea) y del Seminario Teológico Ministerial Internacional SETEMIN.
Docente en el Seminario Teológico San Pablo y en el Tribunal Superior de Justicia del Estado de
Yucatán TSJYUC. Joven empresaria del ramo psico-educativo. Sitio web: www.deyav.com
Lugar de nacimiento y residencia: Mérida, Yucatán, México.
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