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En primer lugar, analizaremos la civilización china entre los siglos III y II a.C.
En este período, se produjo la fundación del taoísmo, una religión cuyas bases
ideológicas consisten (aún) en una combinación mágico-religiosa y filosófica. Esta
creencia involucra la práctica de diversas disciplinas, en aras de un conjunto de
objetivos definidos: la inmortalidad del cuerpo y del alma, así como el equilibrio de la
relación entre el hombre y la naturaleza. Esto resulta relevante para el desarrollo de
las ciencias médicas, puesto que se buscaba evadir el envejecimiento y sus efectos
sobre el cuerpo. Alonso (2001) describe notablemente esta realidad histórica al
indicar que “Muchos autores reconocen en el taoísmo el mérito de haber hecho
progresar la química y la medicina a través de la alquimia y la investigación de
hierbas medicinales que debían asegurar la inmortalidad, Pero los taoístas se
dedicaron sólo a dichas prácticas cuando, en el siglo II a.C., (…) el taoísmo se
estructuró como religión”. (p.131) El taoísmo dio origen a un sistema de
pensamiento que basaba el análisis de las enfermedades en la manifestación de
signos producidos por la obstrucción del Qi, lo que hoy llamaríamos síntomas. Esto
constituyó el primer método científico, basado en explicaciones que eran lo más
lógicas posibles para la época. Queda entonces en evidencia cómo la religión
resulta ser un claro aporte al desarrollo de la medicina y la ciencia en general.
A continuación, examinaremos los efectos de las corrientes cristianas sobre
la práctica de la medicina durante la época medieval, específicamente durante la
alta Edad Media (476-1000 d.C.). Vemos que esta religión generó un cambio ético
en la atención y relación con los enfermos. La labor médica se convirtió en un deber
moral, siendo el amor al prójimo la principal motivación de los antiguos médicos.
Laín Entralgo (1978) aborda este cambio de paradigma de forma muy interesante,
indicando que: “La philanthropia como fuente de la philotekhnía de los hipocráticos,
el «amor al arte» como consecuencia del «amor al hombre», se convierte en caridad
operativa para con la real y concreta persona del doliente, sólo porque en él, por
modo misterioso, «está Cristo». (…) La creación de hospitales, más exactamente, la
invención de la institución hospitalaria, fue consecuencia directa de esta nueva
actitud ético-operativa ante el aflictivo hecho de la enfermedad.” (p.140) Se aprecia
entonces que los cambios sociales, introducidos por el cristianismo, no sólo
consolidaron los valores de la práctica médica moderna, sino que también derivaron
en la creación del concepto de hospital (del francés Hôtel-Dieu o Hostal de Dios).
Integrantes:
- Diego Díaz
- Alberto Maturana
- Juan Antonio Sepúlveda