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I. Introducción
II. El conflicto como objeto de reflexión filosófica en los referentes teóricos utilizados
I. El término del conflicto en la historia de la filosofía
Por una parte, Platón, en sus diálogos República, Las Leyes y Político, da a entender que el
conflicto aparece como fenómeno social y como un dispositivo capaz de alterar el orden civil
establecido o polis. No obstante, hay que tener en cuenta que para el filósofo ateniense la
sociedad está en permanente devenir, es decir, que aquello que estaba situado en ámbito
privado, en un parpadeo fugaz, pertenece al ámbito público. Enfáticamente, Platón resalta,
en el diálogo República, en los capítulos V a VII (en los cuales la temática es la justicia) del
libro I que uno de los personajes, de nombre Céfalo, está discutiendo con Sócrates sobre la
vejez y la utilidad de las cosas materiales y sensibles en el Hades. A partir de lo anterior,
Céfalo le dice a Sócrates:
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“Ahí pongo yo el principal valor de las riquezas, no ya respecto de cualquiera,
sino del discreto; pues para no engañar ni mentir, ni aun involuntariamente, y
para no estar en deuda de sacrificios con ningún dios ni de dinero, con ningún
hombre, y partirse así sin miedo al mundo de allá, ayuda no poco la posesión de
las riquezas” (331b).
En este punto, lo que busco es evidenciar que el conflicto, aunque explícitamente no esté
escrito en esta frase del diálogo, Céfalo describe una situación en la cual evita caer en un tipo
de conflicto que puede ser denominado como injusto respecto a la posesión de las riquezas.
Esto es recuperado del capítulo V. Posteriormente, en el numeral VI, aparece Polemarco, el
hijo de Céfalo, quien es el heredero de la discusión entre su padre y Sócrates. La temática es
sobre qué es la justicia. Polemarco trae a colación al poeta Simónides de Ceos, famoso por
su frase sobre la justicia, a saber, “que es justo […] dar a cada uno lo que se le debe” (331e).
Sócrates asevera, a esta definición de justicia, que era insuficiente para seguir con la
problemática de la discusión. Por su parte, Polemarco le adiciona a la definición de
Simónides lo siguiente: “(…) su idea es que los amigos deben hacer bien a los amigos, pero
nunca mal” (332a). A esto, Sócrates le pregunta: “¿A los enemigos se les ha de devolver lo
que se les debe?” (332b). Polemarco, responderá con estas palabras, a saber: “Sin duda, en
absoluto, lo que se les debe […] y según pienso, débase por el enemigo al enemigo lo que es
apropiado: algún mal” (332b).
Del párrafo anterior, comentamos que el conflicto, aunque no es explícito en estas palabras
de Platón, es notorio que el término se manifiesta en el siguiente sentido: Si el filósofo
ateniense no enfatiza el concepto, no quiere significar que no es relevante para su propuesta
ético-política. Empero, en el pasaje anterior, tal noción es el resultado de hacer bien a los
amigos y algún mal, lógicamente, a los enemigos. ¿es el conflicto, en la teoría platónica, el
resultado de ambas acciones? De acuerdo con lo anterior, sí, pero, en virtud de la clásica
teoría de los contrarios, el conflicto tiene su contraparte, a saber: la paz. Por consiguiente,
ambos conceptos son creados por la dialéctica entre aquellas notadas acciones. En suma, en
este sentido, el conflicto es comprendido como aquello que perjudica una situación y que
posibilita un nuevo punto de reflexión y atención con miras a la resolución, es decir, que el
conflicto lleve directamente a su pronta culminación: la paz.
Por otra parte, mencionaremos a Aristóteles, quien identifica el término del conflicto como
elemento constitutivo de la política porque este permite regular la estructura de las clases que
conforman la polis porque en ésta, el papel del intermediario entre las clases altas y bajas de
la sociedad, representa la paz frente a los posibles conflictos que surjan entre estos. No
obstante, en la filosofía ético-política aristotélica, la noción de paz y conflicto tampoco es
explícita en su definición.
Por ende, evidenciaremos que, para el Estagirita, estos, al igual que en Platón, son fenómenos
políticos que repercuten en la configuración social y son proclives a caer en caos. Sin
embargo, cualquier problema que ocurra en la polis, ha de ser regulado por alguna institución
o aparato gubernamental que lo controle. Es decir, que la sociedad, para Aristóteles, es fija y
determinada y, tiene un fin en sí mismo, a saber:
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“Todo Estado es evidentemente una asociación, y toda asociación no se forma
sino en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean,
nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser bueno. Es claro, por lo
tanto, que todas las asociaciones tienden a un bien de cierta especie, y que el más
importante de todos los bienes debe ser el objeto de la más importante de las
asociaciones, de aquella que encierra todas las demás, y a la cual se llama
precisamente Estado y asociación política” (Aristóteles, Lib. I, cap. I).
Es claro que, en estas palabras del filósofo griego, el término conflicto no es explícito.
Empero, inferimos de estas que el ente que es capaz de regular y controlar, siguiendo los
lineamientos de orden, armonía y dinámica social, es decir, el Estado político, funciona como
garantía de que cualquier problema o conflicto que ocurra en la polis será medido de acuerdo
con los principios que lo guían. Según Aristóteles, las bases sociales que conforman a la polis
son: los ricos, los pobres y los intermediarios. Según el pensador, quienes serán los guías
para llevar dicha regulación son los intermediarios porque son los sujetos mejor capacitados
para controlar, dominar y regular a los otros miembros que componen la misma sociedad. En
este sentido, afirmará el filósofo que “la asociación de muchos pueblos forma un Estado
completo, que llega, si puede decirse así, a bastarse absolutamente a sí mismo, teniendo por
origen las necesidades de la vida, y debiendo su subsistencia al hecho de ser éstas satisfechas”
(Aristóteles, Lib. I, cap. I). Pero ¿qué permite regular dichas necesidades de vida de la
sociedad? A esta pregunta el Estagirita afirmará que es la virtud porque es la mesura y medida
de controlar los vicios, problemas y conflictos sociopolíticos. En suma, Aristóteles define la
virtud del siguiente modo, a saber: es el “hábito selectivo que consiste en un término medio
relativo a nosotros, determinado por la razón y por aquella por la cual decidiría el hombre
prudente” (Aristóteles, Lib. II, cap. V).
Hay que mencionar lo siguiente: en este breve rastreo histórico obviaremos la Edad Media
pero no porque no hubo aproximación temática sino porque no pretendemos en este trabajo
matizar dicho período de la historia del pensamiento occidental. No obstante, mencionaremos
los siguientes autores medievales: San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura
o Juan Duns Escoto, entre otros, quienes posiblemente hayan matizado el término de alguna
manera u otra en sus propuestas éticas, políticas o antropológicas. Del mismo modo, en la
modernidad, autores como Nicolás Maquiavelo o Thomas Hobbes, por nombrar algunos, se
acercaron a la noción de una manera peculiar. Por un lado, Maquiavelo, en el libro El
Príncipe, resalta en su teoría política el concepto de ciudad. Este es comprendido como el
lugar múltiple en el cual se desarrollan los diversos tipos de relaciones sociales que pueden
llegar a ser considerados como conflictivos. De esta manera, el orden civil propuesto en la
teoría política platónica es recuperado y adaptado junto con la propuesta política del
pluralismo jerárquico aristotélico por Maquiavelo porque el pensador italiano argumenta que
en todas las ciudades se identifica los dos sujetos sociales que la componen, a saber: los
poderosos y el pueblo.
Sabemos que en este rastreo faltó desarrollar y hacer hincapié en varios postulados filosóficos
y políticos de los pensadores mencionados. No obstante, esperamos que la descripción al
respecto del término haya quedado evidenciada. Por tanto, continuaremos con el siguiente
acápite de esta segunda parte del artículo.
II. La utilidad de los referentes teóricos como propuesta reflexiva filosófica sobre el
conflicto armado en Colombia
Los siguientes referentes teóricos son utilizables como propuesta reflexiva filosófica sobre
el conflicto armado en Colombia con el objetivo de identificar si estos nos permiten dar una
posible solución parcial y alternativa al conflicto armado que acontece actualmente en
nuestro país.
Por una parte, evidenciaremos cómo entiende el conflicto el pensador Sergio de Zubiría
Samper en su artículo titulado Dimensiones políticas y culturales en el conflicto colombiano
que aparece en el texto Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia.
Comisión histórica del conflicto y sus víctimas en el cual varios autores tales como Jairo
Estrada Álvarez, Jorge Giraldo, Alfredo Molano, entre otros, dan cuenta a través de artículos
de la problemática sobre el conflicto que hoy estamos viviendo.
En este sentido, en concordancia con de Zubiría, el filósofo afirma que “en medio de la
persistencia del conflicto social armado, se realizan ingentes esfuerzos por lograr una
solución política reflexiva, permanente y consensuada” (Zubiría, 2015, p. 194). A partir de
la cita anterior, nos permite pensar que la filosofía, entendida esta como la capacidad que
tiene el ser humano para preguntar y conocer la verdad de la realidad y del mundo que le
rodea, es asumida como una voz, una posibilidad, una alternativa a la situación que vive la
nación.
En otra cita, de Zubiría nos dice que “la comunicación argumentada, la solidaridad con todos
los afectados y el respeto a las diferencias, son condiciones éticas que debemos cuidar con
esmero en todo este proceso de finalización del conflicto” (Zubiría, 2015, p. 194). Para el
pensador colombiano la situación por la cual estamos atravesando es necesaria para que
pueda darse tal comunicación y pueda esta llevarse a cabo. Los personajes, los lugares y los
medios configuran tal espacio de diálogo en el cual se enmarca la paz, es decir, la paz es
comprendida como el espacio público en el cual se toman las decisiones políticas respecto al
conflicto en nuestro país. Sin embargo, al respecto, Zubiría afirma que “la historia política
dejó de ser asunto de personajes, biografías ilustres o ideas brillantes, para desplazarse hacia
las redes de relaciones sociales entre las distintas clases sociales y los efectos concretos del
poder” (Zubiría, 2015, p. 195). Por consiguiente, el conflicto es, de acuerdo con lo anterior,
la apertura a la comunicación e, ineludiblemente, a la paz.
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Las siguientes palabras del filósofo nos incitan a preguntarnos si es posible que la filosofía,
como propuesta alternativa al conflicto colombiano, resulte viable y pertinente para los
desarrollos actuales en esta disciplina. Por un lado, es perentoria que la filosofía
contemporánea, en particular, la mirada y los análisis e interpretaciones por parte de los
filósofos colombianos hoy es urgente y merecedora de ser escuchada como iluminadora
capaz de evidenciar los problemas e inconvenientes que hoy en día está estamos viviendo.
Por tanto, para el filósofo, “(…) en épocas de crisis, es urgente el llamado a la teoría y resaltar
que una investigación histórica sin contenido conceptual podría ser cómplice de la
perpetuación de la barbarie” (Zubiría, 2015, p. 196). En esta perspectiva, la filosofía es una
mirada, una alternativa entre otras que puedan suscitar reflexión y entendimiento de nuestra
realidad, es decir, en suma, para Zubiría, la “finalidad de la comprensión del conflicto es su
transformación” (Zubiría, 2015, p. 196).
Otro autor que consideramos clave para comprender el fenómeno del conflicto es Mauricio
Campuzano Saavedra quien en su tesis La relación amigo-enemigo de Schmitt aplicada al
conflicto colombiano afirma que la manifestación del conflicto depende de la actitud que
adopta el hombre a medida que construye sus relaciones interpersonales, sociales, mundanas
y con la naturaleza, es decir, en palabras de Campuzano, “(…) el hombre está en constante
observación de lo que realiza y, más aún, de todas aquellas cosas que realizan sus semejantes;
es un comparar constante, pero a este nivel, fuera de lo político, no es más que un opositor
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en general” (Campuzano, 2011, p. 9). Pero, el hombre también está en la capacidad de
destruir sus relaciones y, la cita anterior de Campuzano, lo evidencia.
Por tanto, Campuzano analiza la perspectiva que Carl Schmitt, el filósofo jurídico alemán,
propone sobre el conflicto y cómo el define al enemigo. En esta perspectiva, podemos
relacionarla con la mirada kantiana que asume al otro con la capacidad y la facultad de
generar actos conflictivos que buscan atacar al poder estatal. En este sentido, en suma, afirma
Campuzano que “el enemigo que plantea Schmitt está más allá de eso, tiene ciertos rasgos
comunes como el ser ese “otro” que tiene pensamientos contrarios y opuestos, pero que está
caracterizado principalmente por tener la capacidad de enfrentarse a su adversario y posee la
capacidad de oponerse a éste por medio del combate” (Campuzano, 2011, p. 10).
De igual manera, traemos a colación a Iván Garzón Vallejo quien en su artículo ¿Kant o
Schmitt? Perspectivas filosófico-políticas del conflicto armado nos describe que “el conflicto
que afronta Colombia es un conflicto armado, que se ha catalogado como un tipo de guerra
interna” (Garzón, 2008, p. 65) y, continúa este argumento aseverando que “a pesar de que el
conflicto armado sigue siendo una realidad latente en la vida de la nación colombiana, es
previsible pensar que en algún momento sobrevendrá el fin del mismo” (Garzón, 2008, p.
67). En la misma línea que está situado Campuzano, está enmarcado el artículo que nos
presenta Garzón sobre el conflicto. Sabemos que este artículo nos faltó reunir otros
pensadores sobre dicho término en la historia del pensamiento occidental.
Concluiremos con las siguientes perspectivas parciales a las que llegamos en este artículo, a
saber:
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1. La ruta de autores y pensadores que desarrollaron o se acercaron a la problemática del
conflicto en general son varios, pero en esta ponencia no se alcanzaron a incluirlos por el
escaso tamaño del documento. No obstante, queda dicho, que el conflicto colombiano, desde
la filosofía colombiana contemporánea, merece ser reflexionada y puesta en duda para los
estudios actuales en nuestra disciplina.
2. El término ha de ser considerado como un nuevo objeto de reflexión filosófica y los autores
utilizados que lo analizan nos permiten dar cuenta que este fenómeno ha de ser incluido en
los estudios filosóficos actuales para que las voces de los presentes y futuros investigadores
investiguen y descubran cómo nuevas miradas amplían el panorama clásico de los temas en
filosofía en la actualidad.
3. Nuestro punto de vista, y gracias a la observación detallada de los autores y pensadores aquí
citados sobre el asunto, nos ha permitido comprender la riqueza que los referentes teóricos
mencionados nos dan para producir nuestros propios pensamientos y reflexiones. En este
sentido, el ser humano no tendrá paz hasta que el propio conflicto finalice, es decir, el
conflicto personal interno. En el pronaos del templo de Apolo en Delfos, está inscrito el
aforismo “conócete a ti mismo”, posiblemente replicado en la Alemania ilustrada y que
Immanuel Kant en su texto Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración? reactualiza en
la divisa de la Ilustración “¡sapere aude! (piensa por ti mismo) ¡Ten valor para servirte de tu
propio entendimiento!” (Kant, p. 1); el primer paso para alcanzar la paz es saber
conscientemente los límites del conflicto interno, es decir, del orgullo, la envidia y del ego,
por nombrar algunos, que cada uno tiene para evitar, posteriormente, que la paz no se lleve
a cabo resueltamente.
Bibliografía Primaria
Bibliografía Secundaria
Tesis doctoral. La transformación de los conflictos desde la Filosofía de la Paz. Sonia París
Albert. 2005. Revisar el link: http://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/10456/paris.pdf
Política. Aristóteles. Trad. Patricio de Azcárate. Madrid: Medina y Navarro Editores. 1873.
Recuperado del enlace: http://www.filosofia.org/cla/ari/azc03.htm