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ENFERMEDAD VIRICA

La susceptibilidad relativa de un individuo y la gravedad de la enfermedad dependen de los


siguientes factores:

1. El mecanismo de exposición y la localización de la infección.


2. El estado inmunitario, la edad y el estado general de salud del sujeto.
3. La dosis vírica.
4. La genética del virus y del hospedador.

Sin embargo, una vez que el hospedador ha contraído la infección, es probable que los
principales factores que determinan si la infección vírica provocará una enfermedad
posiblemente mortal, una lesión benigna o ninguna sintomatología en absoluto sean el
estado inmunitario y la competencia inmunológica del hospedador.

Las fases de la enfermedad vírica se presentan en la figura. Durante el período de


incubación, el virus se multiplica, pero no ha alcanzado el tejido diana ni provocado el daño
suficiente como para dar lugar a un estado patológico. El período de incubación es
relativamente corto cuando el foco primario de la infección es el tejido diana y se producen
los síntomas característicos de la enfermedad. Los virus que deben diseminarse a otras
localizaciones corporales y amplificarse antes de alcanzar el tejido diana presentan unos
períodos de incubación más prolongados. Durante el pródromo pueden aparecer síntomas
inespecíficos o similares a los de la gripe, los cuales preceden a los síntomas característicos
de la enfermedad.
La naturaleza y la gravedad de los síntomas de una enfermedad vírica están relacionados
con la función del tejido diana infectado (p. ej., hígado, hepatitis; cerebro, encefalitis) y la
magnitud de la respuesta inmunopatológica provocada por la infección. Se producen
infecciones inaparentes cuando 1) el tejido infectado no sufre daños; 2) la infección se
controla antes de que el virus alcance el tejido diana; 3) el tejido diana es sustituible; 4) el
tejido diana se repara rápidamente, o 5} la magnitud del daño es inferior al umbral funcional
de ese tejido en concreto. Por ejemplo, muchas infecciones cerebrales son inaparentes o se
encuentran por debajo del umbral de una pérdida grave de función, aunque si se produce
una encefalitis, la pérdida de función llega a ser significativa. El hospedador fabrica
anticuerpos específicos para el virus apesar de la ausencia de sintomatología. Por ejemplo,
a pesar de que el 97% de los adultos tienen anticuerpos (seropositivos) frente al virus de la
varicela-zóster, menos de la mitad recuerda haber contraído la varicela. Las infecciones
inaparentes o asintomáticas son las fuentes principales de contagio.

Las infecciones víricas pueden provocar una enfermedad aguda o crónica (infección
persistente). La capacidad y velocidad con la que el sistema inmunitario de una persona
controla y elimina una infección vírica suele determinar si se producirá una enfermedad
aguda o crónica, así como la gravedad de los síntomas.

El episodio agudo de una infección persistente puede ser asintomático (poliomavirus JC),
provoca síntomas similares (varicela y zóster) o distintos [VIH) de los de la enfermedad
aguda en una fase posterior de la vida del individuo. Los virus lentos y priones tienen
períodos de incubación prolongados durante los cuales se acumula una cantidad suficiente
de virus o de destrucción tisular antes de pasar a una fase de rápida progresión de los
síntomas.

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