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JUAN J. LASA

APUNTES

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NAO IO N A L
CON
CUARENTA
MAPAS
A TODO
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P2722
L3
1975

*1 - BARREIRO Y RAMOS S. A. - MONTEVIDEO 1973


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APUNTES DE HISTORIA NACIONAL
JUAN J. LASA

APUNTES
de
HISTORIA NACIONAL
s t ¿ s .

CON CUARENTA M APAS A TODO COLOR

O bra a d a p ta d a a los últim os cursos de E nseñan za P rim aria, e Ingreso


a E nseñanza S ecundaria.

7® EDICION

L.225.159

BA RREIRO Y RA M O S S. A.

M ontevideo, 1973
7 > 3

La H ISTORIA NACIONAL es la vida de mi MADRE.


Sus Proceres son mis hermanos: siento en mi ser algo
de ello s...
Sus triunfos son glorias de familia: ■esos laureles rir
cundan también mi ¡rente. . .
El acervo de su cultura es sangre que corre por mis ve
ñas: me informa y vivifica...
Al contemplar el pasado de mi P ATRIA, me contemplo
a mí mismo.
OFRENDA
Niño que deseas conocer las grandezas de la Patria: estas páginas han sido escritas
exclusivamente para ti.

No tienen la pretensión de ser un estudio completo, ni presumen acabar con los textos
que desarrollan por extenso los episodios que se han ido sucediendo en nuestras tierras
en el correr de cuatrocientos años.

Una cosa, tan sólo, procuran: el poner a la altura de tu entendimiento en evolución,


los hechos más importantes del pasado de nuestro país, ubicándolos en su preciso lugar
mediante los esquemas que acompañan a cada una de las lecciones.

Tus maestros, con sentido práctico, te irán poniendo de manifiesto las virtudes ciu­
dadanas que adornaron a los proceres que formaron nuestra Patria: proponte imitarlos en
la medida de tus fuerzas; y piensa que, si ellos te dieron Patria libre, tú debes — me­
diante el empeño de todos los días — , conservarla gloriosa y soberana.

Tienes, pues, una misión que cumplir: despliega tu bandera, y condúcela airosa hasta
Ia cumbre blanca de tu ideal conquistado a base de heroísmo.

Y ya que la vida es un continuo luchar, combate con denuedo para ocupar honrosa­
mente el lugar que la Providencia te ha marcado en tu existencia.

.

'
PRIMERA PARTE

A M E R I C A LOS DESCUBRIMIENTOS
1* L E C C I O N

Al lle g ar a A m érica, C ristóbal Colón se


RAZAS INDIGENAS en contró con u n a tie rra fértil, p o b lad a por
seres hum anos h a sta entonces desconocidos
AMERICANAS en E uropa.
Estos indígenas h ab ían llegado al co n ti­
n e n te am erican o p o r diversos cam inos, y
estab a n agrupados en d istintos pueblos, algunos de los cuales h ab ían alcanzado
un alto g rado de cultura.
L a civilización más antigua que se conoce es la d e los m ayas, en A m érica
C en tral. P ero en tiem pos del descubrim iento, el pueblo m ás ad elan tad o era el de
los aztecas, conquistadores de los m ayas.
F o rm ab an los aztecas u n vasto im perio, que se e x ten d ía desde la P en ín su la
d e C alifornia, casi h a sta el Istm o de P an am á. E ra n gobernados p o r un em pera­
dor. quien, por m edio de correos, estab a al ta n to de todo lo que o cu rría en sus
dom inios. En una isla del lago Texcoco h ab ían fund ad o su capital, Tenochlilián.
la actu al ciu d ad de M éxico.
C u ltiv ab an la tie rra que fertiliza b an con el riego. Son gran d io sas las ru in as
d e sus edificios. E ra n politeístas; sobre los teocalis — a lta re s públicos — in m o la­
b a n las v íctim as h um anas, casi siem pre p risioneros de g u erra. E m p leab an u n a es­
c ritu ra jeroglífica. L a b ra b a n el oro y la plata.
E n el año 1519, Hernán Cortés conquistó p a ra E sp añ a este im perio, qu e es­
ta b a entonces bajo el m ando de Moctezuma.
Seis años antes — 1513 — Vasco Núñez de Balboa h ab ía d escubierto el O céa­
no Pacífico, al que denom inó Mar del Sur.
E n A m érica del S u r vivía u n pueblo no m enos civilizado que el an terio r:
el de los peruanos o quechuas. H ab itab a n las altiplan icies del P erú y A lto P erú
— B olivia — , sobre el M ar del Sur.
Como los aztecas, conocían el oro y la plata, y e ra n politeístas. E n la c a p i­
tal de su im perio, Cuzco, h ab ían le v an ta d o el grandioso tem plo del Sol, cuyos
restos causan adm iración hoy día. D esconocían la escritu ra; p ero la su stitu ía n
con los quipos, que e ra n cordones anudados. El em p erad o r rec ib ía el títu lo de
Inca: H ijo del Sol.
En 1532, Francisco Pizarro se apoderó del im perio incaico, reg id o p o r Ata-
hualpa. Es fabuloso el re sc a te en oro que ofreció el In ca p o r su lib eració n ; pero,
acusado de traición, fue ajusticiado.
S obre el O céano A tlántico, en u n a inm ensa extensión, h a b ita b a o tra raz a
in d íg ena: la guaraní.
A esta raza, que lleg ab a desde el A m azonas h a sta el P la ta , algunos au to res
h acen p erte n ec er u n a p a rte de los p rim itivos m orado res de n u estro país.
El p rim e r español que llegó h a sta ellos fue Juan Díaz de Solis. que arrib ó
al P la ta en el año 1516.
L a sum isión de los indios gu aran íes costó a E sp añ a m u ch a san g re y tiem po.
GUENOAS

BOHANES

L. M E R I N

HANAES

Y A RO S GUENOAS

CHARRUAS
2? LECCION

H ace poco m ás de cu atro siglos,


PRIMITIVOS HABITANTES n u estro país estab a h ab itad o sólo
p o r indígenas, que fo rm ab an v arias
DEL URUGUAY trib u s d istrib u id as de la sig u ien te
m an era:
—Los charrúas, en la co sta del
P lata, — P a ra n á G uazú — desde el San S alvador h asta el O céano A tlántico. E ran
los m ás num erosos y guerreros.
—Los chanaes, en las islas de la boca del Río N egro; y luego, ta m b ié n en los
te rren o s circunvecinos. E ran los m ás pacíficos.
—Los yaros, en el ac tu al d ep a rtam e n to de Soriano, e n tre el Río N egro y
el San S alvador.
—Los bohanes, ju n to al Río U ruguay, en los d ep artam en to s de P ay san d ú y
Río Negro.
—Los guenoas, ta m b ié n sobre el Río U ruguay, en los d ep a rtam e n to s de A r­
tigas y Salto. Más ta rd e, en el siglo X V II, se traslad a ro n a la cuenca de la
L ag u n a M erín.
E stas trib u s no p ro ced ían de u n a m ism a nación; pero te n ían , p o r el co ntac­
to, g ran d es sem ejanzas con la raz a guaraní.
P arec e que los charrúas p ro v en ían del G ran Chaco, y fo rm ab an u n a n a ­
ció n aparte. E ra n de m e d ian a estatu ra , tronco robusto, m iem bros fornidos; piel
cobriza, tira n d o a negra. T en ían cabeza grande, póm ulos salientes, n ariz a c h a ­
tada, ojos pequeños pero p e n e tra n te s; cabello negro y espeso. C arecían de b arb a.
E ra n ágiles y, cuando conocieron el caballo, se hiciero n h áb iles jinetes.
Se re u n ía n p a ra la guerra, a la que se convocaban p o r m edio de fogatas.
E legían entonces u n lubichá — cacique — p ara que los g u ia ra en la pelea. Mas,
en los tiem pos de paz, viv ían separados y en com p leta lib ertad .
Como no tra b a ja b a n la tie rra , se alim e n tab a n de la caza y de la pesca, por
lo cual deb ían v iv ir en las m árgenes de arroyos y ríos. C uando se acab ab a en un
lu g a r ese m edio de subsistencia, tra sla d a b a n sus toldos, hechos con palos y cueros,
a o tra p a rte : eran, pues, nómadas. H ab la b an un idiom a d istin to del g u aran í.
Sus arm as eran: las flechas, las boleadoras, los rompecabezas, que em p lea­
b a n en la lu ch a o en la caza. L as co n stru ían con p ie d ra o m ad era, pues desco­
nocían el hierro. M uchos de estos in stru m e n to s h an sido hallad o s en diversos
p u n to s de n u estro país, y se conservan en los m useos.
C reían a los machíes — cu randeros — p orque los co n sid erab an adivinos.
No e ra n antropófagos.
De sus ideas religiosas no podem os a firm a r n ad a en concreto: sólo sabem os
que carecían de ídolos y tem plos.
W W W M W V W W W W iA W W W W
3? LECCION

A' fines de la E d ad M edia, el m undo co­


LOS VIAJES DE nocido se red u cía a Europa, y parte de Asia
y de Africa. El com ercio de O ccidente con el
COLON O riente, en u n tiem po ta n activo, h ab ía sido
1492-1504 in te rru m p id o p o r las conquistas de los m u ­
sulm anes, quienes se posesionaron, en el si­
glo XII, de las tie rra s qu e circu n d an el M e­
d ite rrá n e o O riental, ú n ica r u ta em pleada.
E sp añ a y P o rtu g al, naciones p a rtic u la rm e n te dañadas, te n ta ro n h a lla r co m u ­
nicación p o r o tra p arte ; y m ie n tras la seg u n d a p ro c u ra b a c o ste a r y d o b la r el su r
de A frica — dirección este —, la p rim e ra recibía la proposición de lle g a r a las
In d ias p o r el oeste.
E fectivam ente, en los últim os años del siglo XV, u n m arin o genovés, Cris­
tóbal Colón, se presen tó a los reyes C atólicos de E spaña, m an ifestán d o les la idea
de alcanzar el Oriente navegando hacia el oeste. Los reyes, en g u e rra c o n tra los
m oros, hicieron e x a m in a r la prop u esta po r u n a ju n ta de sabios, que la ju zg aro n
im posible.
Colón, desanim ado, se re tira b a p ara ofrecer sus servicios a o tra nación, c u a n ­
do fu e deten id o por Fr. Juan Pérez, p rio r del convento d e La Rábida, quien
instó a los R eyes a que se cu n d aran la em presa.
L as prop u estas de Colón fu ero n n u ev a m e n te estu d iad as: la R eina Isab el se
m ostró inclin ad a a ap o y arlas; lo que hizo que, al te rm in a r la lu ch a co n tra los
m oros, se firm a ra u n convenio e n tre los R eyes y Colón.
Con el títu lo de Alm irante, dedicóse éste a p re p a ra r la expedición, que
zarpó del Puerto de Palos el 3 de agosto de 1492. C onstaba de tres nav es: la
Santa María, la Pinta y la Niña; y 120 hom bres.
M onótona fu e la tra v e sía del océano; finalm ente, el 12 de octubre, lleg aro n
a p layas desconocidas. Colón tom ó posesión de aq u ellas tie rra s a n o m b re del
R ey de E spaña, y las llam ó de San Salvador. E ra u n a isla del archipiélago de
las L ucayas.
C ontinuó reconociendo islas: visitó la de Nuestra Señora de la Concepción,
la Juana (C uba), la Española (H aití), donde, con los resto s de la S an ta M aría
qu e h a b ía n aufragado, construyó el Fuerte de Navidad. R egresó luego, y arrib ó
a E spaña en m arzo de 1493. T al fue el entusiasm o que d esp ertó este viaje, que
a los pocos m eses volvió a p a rtir hacia occidente, entonces con 17 naves. (1493).
E n esta o p o rtu n id ad C olón organizó el gobierno y ex ploró las islas y a d es­
cu b iertas. De v u e lta a E spaña, se le encom endó u n a n u ev a trav esía, que inició
en 1498. Llegó a las bocas del O rinoco; pero, acusado p o r envidiosos, fue in ju s ta ­
m en te p ren d id o en la E spañola, y rem itid o a E spaña, cargado de cadenas. Los
Reyes, reconociendo su inocencia, lo hicieron p o n er en lib e rtad y le confiaron
un cu a rto viaje. P rin cip iad o en 1502, term in ó en 1504, después de ex p lo rar, en
m edio de gran d es peripecias, las costas de A m érica C entral.
E n el año 1506, m urió en Valladolid. a donde se h ab ía retirad o .
ProÍ^irngac¡ón^por\t\guesa de la l í r y y dg/Tordesilj> s

Prolongación española :si e T o rd e silla s

A LIN EA DE T O R D ESILLA S 7 DE J IO DE
4 • LECCION

A m ediados de m arzo de 1493, fo n d eab a


EL TRATADO DE en el p u erto de P alos de M oguer u n a c a ra ­
TORDESILLAS bela, m a ltre c h a p o r las tem pestades, lle v a n ­
7-VI-1494 do en alto el p en d ó n de C astilla. E ra la
Niña, que tra ía la noticia del m ás g ran d e
de los descubrim ientos. D ias m ás ta rd e a r r i­
baba la Pinta, que h ab ía sido a p a rta d a de la Niña p o r la p erfid ia y la b orrasca.
J u n ta s las trip u lacio n es de am bas naves, encabezadas p o r el glorioso A lm i­
rante del Océano, se en cam in aro n hacia B arcelona, donde los esp erab a la Corte.
E n presencia de los m onarcas, Colón re la tó los in cid en tes de su penoso v iaje,
y p resen tó las p rim icias del descubrim iento.
Los R eyes q u edaron entusiasm ados con la descripción de las n u ev as tie rra s,
e in m e d ia tam en te com unicaron el hallazgo al Sum o Pontífice, p id ién d o le su
posesión y colonización.
E sta petición, que ten ía, po r u n a p arte , la finalid ad de e v ita r c u a lq u ie r co n ­
flicto con P o rtugal, nos pone, asim ism o, de m an ifiesto la preo cu p ació n de los
R eyes C atólicos poi; la cristian izació n de aquellos salv ajes re c ien te m e n te cono­
cidos.
E ra co stum bre en aquellos tiem pos, el ac u d ir al P a p a en las cuestiones in ­
tern acionales. El Pontífice, Alejandro VI, a ten d ió las in stan cias de los m o n arcas
d e E spaña y les concedió la posesión de las tie rra s d escu b iertas y de las qu e
p u d ie ra n d escu b rir a una distancia mayor de 100 leguas al oeste de las islas A zo­
res, siem pre que e stu v ie ra n d esh ab itad as; o si pobladas, que los salv ajes a c e p ta ­
ra n lib re m en te el som etim iento a la C orona; no deb ían d e c la ra r la g u erra, a no
se r p or ju s ta causa.
E ra obligación p rim o rd ial de España el en v ia r u n g ran n ú m ero de celosos
m isioneros p a ra p red ic ar el Evangelio.
E n iguales condiciones, y al este de la línea determinada, p o d rían d escu b rir
y co n q u ista r los portugueses.
A lejan d ro VI hizo estas concesiones en dos bulas, fech ad as en m ayo de 1493.
P ero el R ey de P o rtu g a l no quedó satisfecho con esta delim itación, y, m e­
d ia n te políticos m anejos, consiguió de E spaña q u e la lín e a fuese trasladada a 370
leguas al oeste de las Azores. E ste convenio fue firm ad o e l 7 de junio de 1494,
en la ciu d ad d e Tordesillas.
E sta lín ea incluyó en los dom inios de P o rtu g a l p a rte del N uevo M undo, p u es
p asab a p o r la desembocadura del Amazonas y la isla de la Cananea.
M ás ta rd e , cuando se llegó a conocer la redondez d e la tie rra , h u b o d ific u l­
tad es en la prolongación de la línea de Tordesillas. Así fu e como lleg aro n a las
Molucas. los portugueses p o r e l este y los españoles p o r el oeste.
M ed ian te nuevos tratad o s, log raro n am bos rein o s u n acuerdo.
rn u u iiw m m u u u v w w w w iïi
5? LECCION

El Reino de Portugal, nacido d e san g re ibera


EXPEDICIONES d u ra n te la rec o n q u ista de E spaña, se lanzó, d es­
PORTUGUESAS de u n principio, a d o m in a r el océano.
1486-1511 E n la p rim e ra m itad del siglo XV, las naves
lu sitan as llegaron h a sta las islas Azores, fren te
a la costa po rtu g u esa; poco después, a las islas
de Cabo Verde, al s u r de las Canarias — españolas —, cerca d el golfo de G u in ea
(A frica).
Mas no se d etu v iero n aquí las exploraciones, puesto qu e la C orona p o rtu g u e ­
sa se pro p o n ía h allar, bordeando el A frica, u n cam ino p a ra lle g a r al O riente, y
así ad u e ñ arse del com ercio de las especias, del m arfil y de la seda. De ah í las
co n tin u as expediciones que zarp ab an de los p u erto s d e P o rtu g al, en busca del
paso hacia el este.
U na de éstas, ca p ita n ea d a p o r Bartolomé Días, fue in te rn a d a en a lta m a r
p o r u n a to rm e n ta; al to car tie rra n u ev am en te, se en contró en la co sta o rien tal
del A frica. C osteando el c o n tin en te em p ren d ió el reg reso ; pasó fre n te al ex trem o
su r africano, y lo denom inó Cabo de las Tormentas (1486). El re y d e P o rtu g al,
sab ed o r de lo acontecido, cam bió aquel nom bre p o r el m ás halag ü eñ o de Cabo
de la Buena Esperanza.
D oce años m ás tard e, siguiendo el cam ino ab ierto p o r Días, Vasco de Gama
logró d a r la v u elta co m p leta al A frica del S ur, y lle g ar a la India, d o n d e se es­
tableció en Calicut (1498). P o rtu g a l h a b ía encontrado, fin alm en te, el paso h acia
el o riente, y con él, riq u ezas y poder.
El m o n arca p rep aró en seguida o tra expedición, qu e d eb ía seg u ir la m ism a
r u ta que la de Vasco de G am a, y la confió a Alvarez Cabral. P ero u n a te m p e s­
ta d arro jó a C abral hacia el oeste, a tie rra s am erican as. Ancló, pues, en u n a b a ­
h ía que llam ó Puerto Seguro, y tom ó posesión del territo rio , con el n o m bre de
Tierra de Sania Cruz — B rasil (1500) — . D e a llí p artió p ara el este, y llegó ta m ­
b ié n él a Calicut.
E n tre los que siguieron las h u ellas de estos n av eg an tes, se d estaca A lfonso
de Albuquerque. quien se apoderó de la ciu d ad de Goa, en la India, a la que
hizo c a p ita l del imperio colonial portugués; y luego llevó a cabo o tras conquistas
en el A sia (1511).
U n p a rie n te de éste, Jorge de Albuquerque, años m ás ta rd e lleg ab a a las
Molucas, o de la Especería, ricas en especias.
P ero ta m b ié n llegaron h a sta allí, p o r el oeste, los españoles, que las co n si­
d era b an en sus dom inios debido a la in d e term in a ció n d e la p ro longación d e la
lín ea de T ordesillas.
P a ra solucionar el litigio, E spaña pidió a P o rtu g a l (1529) la ca n tid ad de
350.000 ducados de oro; con lo cual ren u n ció p ara siem pre a sus p reten sio n es so­
b re aquel rico archipiélago.
r t iw ff iu r f flu n n w v m ttv m w
6? LECCION

E l hallazgo del M ar del Sur, p o r Vasco Nú-


DESCUBRIMIENTO ñez de Balboa, el año 1513, dio a E sp añ a n u e ­
DEL URUGUAY vas esperanzas de lle g a r a las In d ias p o r el oeste.
1516 F ern an d o V, en efecto, confió a su P ilo to m a ­
yo r Juan Díaz de Solís, la m isión de b u sc a r un
canal que a b rie ra cam ino a trav é s de A m érica.
E ra Solís u n h áb il andaluz, fam iliarizad o con las em presas de m ar. A la
m u e rte de A m érico V espucio, h ab ía sido nom brado Piloto Mayor del Reino. E n
este cargo, pues, recibió la orden de p a rtir, y lo hizo a fines del año 1515. D e
3 barcos, y algo m ás de u n ce n te n a r de hom bres, se com ponía la expedición
que se hizo a la vela desde el puerto de Lepe. C ruzó el océano y costeó la A m é­
ric a M eridional, h a sta n u estra s latitu d es. F re n te ya al te rrito rio uru g u ay o , e n ­
co n tró u n as islas que Solís llam ó de Torres, en h om enaje a D. Francisco Torres,
cu ñ ad o suyo y segundo jefe de la expedición.
Com o las costas to rcían hacia el oeste, continuó su v ia je en esa dirección,
in te rn án d o se en u n vasto estu ario que se p resen tó a n te su vista. Lo denom inó
Mar Dulce, po r el sabor de sus aguas. Los in dígenas lo conocían p o r Paraná
Guazú, es decir, río grande com o el mar.
A vanzó con las n aves y fue a an c la r en u n a bahía, Nuestra Señora de la
Candelaria, tom ando posesión de esas tie rra s. A ú n no se h a podido estab lecer si
dicha b ah ía era la de M ontevideo o la de M aldonado: p arece m ás p ro b ab le que
fu era la p rim era.
C ontinuó ex p lorando con rum bo hacia el oeste; pasó po r la isla San Gabriel,
d o n d e dejó dos naves, y con la te rc e ra llegó a la isla Martín García. L lam ó la Solís
de esta m an era, porque allí falleciq y fue sepultado u n despensero que te n ía
ese nom bre.
In ten tó luego h ac er un reconocim iento en tie rra firm e. Al efecto desem barcó
con u n p u ñ ad o de hom bres; pero los indígenas los ata c a ro n a flechazos y d ie­
ro n m u e rte al m ism o Solís y a varios com pañeros. A lgunos lo g raro n salv arse
refu g ián d o se en la nave. Francisco del Puerto, joven g ru m ete que aco m p añ ab a
a los que d esem barcaron, fu e hecho prisionero po r los indios, que, ad m irad o s
del v alo r con que peleaba, le cu raro n las h erid a s y lo tu v ie ro n 10 años e n tre ellos.
Francisco Torres, al e n te ra rse del desastre, se hizo cargo d e la expedición,
y em p ren d ió el regreso. Dio al M ar D ulce el n o m b re de Río de Solís. A n tes d e
alejarse, faenó u n a ca n tid ad de lobos m arinos, cuyas p ieles llevó a E spaña. Y a
en el O céano, naufragó u n navio, pero los trip u la n te s pud iero n lle g ar h a sta la
costa. E n Sania Catalina ab a n d o n aro n la expedición Melchor Ramírez y Enrique
Montes. A l poco tiem po, los n áufragos se u n ie ro n a los desertores.
T orres, p o r su p arte, pudo lleg ar a E spaña, con la noticia de la m u e rte de
Solís, y d e la exploración de estas tierras.
7» LECCION

S iem pre con el propósito de h a lla r un


paso hacia el O rien te, en pos de Solís, d es­
LA PRIMERA
pachó Carlos V a Hernando de M agalla­
VUELTA AL MUNDO nes, m a rin o p o rtu g u és al servicio de E s­
1519-1522 paña.
P a rtió M agallanes d el p u erto de San-
lúcar, en setiem b re de 1519, con 5 naves
y 265 hom bres.
A principios de 1520 llegó al Río de Solís, y dio n o m b re al cerro d e M on­
tevideo (Montem video). F ue a a n c la r luego a la isla de S an G ab riel d esde donde
envió la nave Santiago, con el fin de b u sc a r el ca n al m ás h acia el oeste. E sta
nave, ca p ita n ea d a p or Rodríguez Serrano, se in te rn ó en el río U ru g u ay ; p ero
hubo de retro ced er, al ad v e rtirse que no e ra aq u é l el estrecho. R odríguez S e­
rra n o fue, pues, el descubridor del Río Uruguay.
S iguió M agallanes con ru m b o al sur, reconociendo las costas de la Palagonia.
D ecidió, fin alm en te, in v e rn a r en la b a h ía de San Julián.
P asado el rigor de los fríos, prosiguió el v ia je con 4 naves, — puesto q u e la
Santiago se h ab ía hund id o en la b ah ía — luego de a b a n d o n ar allí a algunos in su ­
rrectos y h ac er e je c u ta r a otros. Con esas n aves dobló, el 1? de noviem bre de 1520,
el cabo de las V írgenes, y com enzó la tra v e sía del ta n deseado canal.
H abiendo llegado a u n a bifurcación del estrecho, envió la San A ntonio a ex ­
p lo ra r uno de los brazos; pero la n av e d esertó y h u y ó a España.
Con las resta n te s, después de casi u n m es de n avegación p o r el Canal de
Todos los Santos, desem bocó M agallanes en el M ar del S ur, al que llam ó Océano
Pacífico.
En tres m eses, rodeado de toda clase de privaciones, surcó las aguas del
océano; llegó p rim e ra m en te a las Islas de los Ladrones (M arianas) y m ás ta rd e
a las Filipinas, ya en el Asia.
Hizo allí alianza con el re y de la isla de C ebq, «[ue se co n v irtió al c ristia n is­
m o con to d a su fam ilia. P a ra d em o strarle su am istad, ayudólo, com batiendo
co n tra el prín cip e de M actán; pero esta acción le resu ltó funesta, pues en la p e­
lea encontró la m u e rte (abril de 1521).
Tomó, entonces, de hecho, el m ando de la exp ed ició n Sebastián Elcano,
quien, después de d e s tru ir la Concepción p o r fa lta de trip u la n tes, n avegó h asta
las islas Molucas, donde hizo u n rico ca rg am e n to de especias. D espachó la Tri­
nidad con ru m b o a P an am á — a donde no logró lle g ar p o rq u e cayó en m anos de
los p ortugueses — : y él m ism o tu v o que h a c e r u n largo rodeo con la Victoria,
p a ra no ser apresado p o r sus enem igos.
D e esa m a n era pudo d o b la r el Cabo de B u en a E sp eran za y d esem b arcar en
E sp aña (setiem bre de 1522).
Sólo re to rn a ro n 17 m arinos de los que h a b ía n p artid o : h ab ían dado la vuelta
al mundo.
8* LECCION

D espués de conocido el p o rten to so


SEBASTIAN GABOTO resu ltad o de la expedición que cap i­
ta n e a ra M agallanes, Sebastián Gaboto,
1526-1530 m arin o veneciano, solicitó del m o n a r­
ca español perm iso p ara h ac er u n v iaje
a las islas Molucas.
H abiendo obtenido el consentim iento del Rey, p artió ap re su ra d a m e n te del
p u e rto de Sanlúcar, a fines de 1526, con 5 n aves y 600 hom bres. P ero al lle g ar
a las costas del B rasil, com enzó a re c ib ir noticias d e u n as fabulosas sierras de
la Plata; noticias que le co n firm aro n en Santa Catalina los náu frag o s de T orres.
Uno de ellos, en efecto, A lejo García, h ab ía organizado u n a expedición con la
que se in te rn ó en el Chaco y llegó a P otosí, desde d o nde em prendió el regreso,
cargado de objetos de plata. A u nque los indios le d ieron m u e rte en las selvas,
los dem ás n áufragos h ab ían logrado e n te ra rse de su descubrim iento. H alagado
p o r las nu ev as recibidas, G aboto decidió in te rn a rse en el río Solís, conocido ya,
e n tre los portugueses, por Río de la Plata.
Dio nom bre a las islas de Lobos y Flores, y fue a p a ra r al Puerto de San
Lázaro. Puso allí u n a guarnición, y p artió luego h acia el oeste. P ero, como el
P a ra n á es poco profundo, tu v o que d e ja r las n av es m ás g ran d es al m ando de
Grajeda, quien, subiendo po r el U ruguay, fondeó en el puerto de San Salvador.
E n tre tanto, G aboto re m o n ta b a el Paraná, ju n to al cu a l fundó, en la con­
flu en c ia del Carcarañá, el fu e rte de Sancli Spírilus. (1527).
M andó bu scar a los que estab an en S an L ázaro; dejó luego en el fu e rte u n a
g uarnición, p ara co n tin u a r ex p lo ran d o el P a ra n á y el P arag u ay , h a sta La Fron­
tera. A hí los indios le dieron p la ta de la que h ab ía traíd o A lejo G arcía.
Poco después le com unicaron que h a b ía en el río “naves desconocidas”.
B ajó G aboto, y a 50 leguas al N. de S an cti S píritus, se en contró con la a rm a d a
de Diego García, que h ab ía p artid o del n o rte de E sp añ a en enero d e 1526 con
la fin alid ad de e x p lo ra r lo descubierto p o r Solís, y se h ab ía d etenido en San
Vicente, com erciando esclavos.
No pudo G arcía h ac er v a le r sus derechos, y tu v o q ue som eterse. G aboto'
envió entonces u n a n av e a E spaña, con p resentes, p ara p ed ir ayuda. Luego,
ju n to con G arcía, continuó explorando, h a s ta que le av isaro n que los indios
in te n ta b a n d e stru ir el fu e rte y las naves.
V olvieron ap risa a S ancti S píritu s, y de allí sig u iero n h a s ta S. S alvador. E s­
ta b a n allí, cuando llegó el c a p itá n Gregorio Caro, en u n b e rg a n tín p a ra a n u n ­
ciar que el fuerte había sido quemado. (1529).
F u ero n h a sta el fuerte, y no en co n tran d o sobrev iv ien tes, reg resa ro n a S an
S alvador, desde donde G arcía se m archó a España.
Poco después, atacado en sus m ism as naves, lo siguió G aboto, que llegó a
la P en ín su la días antes que su rival, en julio de 1530.
AMERICA Y LOS DESCUBRIMIENTOS

MAYAS { P o se e d o re s de la civ ilizació n a m e ric a n a m á s a n tig u a (A m . C e n tra l).

D o m in a d o re s de los m ay as. C o n q u ista d o s p o r H. C o rté s (1519).


AZTECAS j P o lite ísta s . C u ltiv a b a n la tie r r a . E sc rib ía n e n je ro g lífic o s. L a b ra b a n m e ­
tales. (A m . d e l N o rte y C e n tr a l) .

{
L a b ra b a n m e tales. E sc rib ía n co n c o rd o n e s a n u d a d o s. (A m . del S u r) .
QUECHUAS
S o b re e l P acífico . C o n q u istad o s p o r F . P iz a rro (1532). P o lite ísta s .
- C r A1 s u r ' G u e rre ro s : -flechas, b o lead o -
C h a rr ú a s < ra s, ro m p ecab ezas. N óm adas. N o e ra n
a n tro p ó fa g o s.

H A B IT A N T E S C h a n a e s: B oca d e l R io N egro. P acífico s.


DEL *
G U A R A N IES < Y aros:
URU G U A Y E n tr e e l R. N eg ro y el S. S alv ad o r.
(?)
B ohanes : E n tr e e l R . D ay m á n y el R . N egro.

f E n tr e el R. C u a re im y e l R. D aym án.
G u en o as
I L uego, j u n to a la L. M arín .

M a rin o g enovés. A y u d ad o p o r los R. C atólicos, d e s c u b re A m é ric a (12


de o c tu b re de 1492). R e c o rre : S. S a lv ad o r, N tra . S ra . d e la C oncepción,
J u a n a (C u b a ), E sp añ o la ( H a ití). R e g re sa a E sp añ a.
1493: S eg u n d o v ia je . E x p lo ra la s tie r r a s d e s c u b ie rta s .
COLON < 1494: T ra ta d o d e T o rd esilla s, e n tr e E sp a ñ a y P o rtu g a l.
1498: T e rc e r v ia je . L lega h a s ta el O rinoco. E s e n c a rc e la d o y en v ia d o a
E sp añ a, d o n d e lo g ra la lib e rta d .
1502: C u a rto v ia je . P en o sísim o . R e c o rre la s co stas de A. C e n tra l.
1506: M u e re e n V alladolid.
B a rto lo m é D ías: d o b la el C. de B u e n a E sp e ra n z a (1486).
V asco de G am a: L lega a la In d ia (C alicu t, 1498).
PO R T U G U E SES A lv a re z C a b ra l: D esc u b re e l B ra s il (1500).
A lfonso de A lb u q u e rq u e : C o n q u ista G o a . ( In d ia ) .
J o rg e de A lb u q u e rq u e : R e c o rre las isla s M olucas.
P ilo to M a y o r de E sp añ a. S ale co n u n a ex p ed ició n , e n 1515. D escu b re
la s islas de T o rre s ( fre n te a n u e s tro t e r r ito r io ) . E n tra e n el P a r a n á
G uazú, al q u e d e n o m in a M ar D u lce. A n cla e n la b a h ía de N tra . S ra .
SO LIS ‘ de la C a n d e la ria . P a sa p o r la isla S. G a b rie l, y lleg a a la isla M a rtín
G a rc ía . Al d e s e m b a rc a r e n ti e r r a firm e , es m u e rto p o r los in d ig e n a s
(1516). T o rre s e m p re n d e el re g re so . L la m a R ío S olís al M ar D ulce. R a ­
m íre z y M o n te s d e s e rta n .
S ale de E sp añ a con 5 n a v e s en 1519, e n b u sc a de u n p aso h a c ia
el O rie n te . P a sa f re n te a l c e rro de M o n tev id eo (1520). R o d ríg u ez
S e rra n o d esc u b re el R. U ru g u a y . I n v e rn a e n S. J u liá n . Se le
M A G A LL A N E S < h u n d e u n a n av e. O tra h u y e d esd e e l C a n al de T odos los S antos,
d e s c u b ie rto el 1? de n o v ie m b re . L le g a a l M. d el S u r. E n la s F ili­
p in a s le d a n m u e rte . E n 1522 E lcan o r e to rn a a E sp añ a, c o n ’ la
V icto ria, d e sp u é s de d a r la p r im e ra v u e lta al m u n d o .
P a r te d e E sp a ñ a ru m b o a las M olucas (1526). E n S ta. C a ta lin a se d ecid e
a b u sc a r las S ie rra s de la P la ta . Se in te r n a e n el R ío S olís o de la
P la ta . (1527). D eja su s n a v e s m a y o re s e n S. S a lv a d o r. R e m o n ta e l P a ­
G A B O TO < ra n á . F u n d a S a n c ti S p iritu s . E x p lo ra e l R. P a ra g u a y , h a s ta L a F ro n te ra .
R ecib e p la ta d e los indios. B a ja . Se e n c u e n tr a co n D iego G arcía. Los
in d io s se re b e la n y q u e m a n S a n c ti S p iritu s . G aboto, no p u d ie n d o d e ­
fe n d e rse , v u e lv e a E sp a ñ a (1530).
SEGUNDA PARTE

COLONIZACION DEL RIO DE LA PLATA


9* LECCION

L a expedición de G aboto tu v o g ran im por-


ADELANTAZGO tancia, a p esar de que no cum plió su com etido.
DEL PLATA E n efecto, la fam a d e las p o rten to sas riq u e ­
1534 zas vislu m b rad as, se ex ten d ió p o r E sp añ a y P o r­
tugal, que com enzaron a p rep a ra rse , en secreto,
p ara la conquista.
Y a en 1531, la R ein a de E spaña supo que el R ey de P o rtu g a l "había enviado
o quería enviar una armada al Río de Solís", y en tonces encargó a su e m b a ja ­
dor que d ije ra al, re y que no lo hiciera, "pues es notorio — son sus p a la b ra s —
que la dicha tierra entra y cae dentro de los lím ites de nuestra demarcación",
al oeste de la lín ea convenida en el tra ta d o de Tordesillas.
E sp añ a rec lam a b a lo que le p erte n ec ía por derecho; P o rtu g al, en cam bio,
aleg aba prioridad en la exploración del P a ra n á G uazú.
De ah í que fu e ra n los portugueses los p rim ero s en llam arlo Río de la Plata,
cuando los españoles lo conocían p o r Río de Solís.
Y no podía ser de o tra m a n era; p o rq u e si P o rtu g a l ad m itía el n o m b re de
Río de Solís, reconocía a E spaña com o descu b rid o ra y p rim e ra p oseedora de
esos te rrito rio s, lo cual no era su intención.
A m bos reinos se ap restaro n , pues; el uno, p a ra atacar y colonizar las tie rra s
u b icadas al oeste de la lín ea de T ordesillas; y el otro, p a ra colonizarlas y d e­
fenderlas.
A ta n to llegó la ac tiv id ad lu sitan a, que C arlos V se vio obligado a hacer
partir sin demora a Mendoza, y a que según in fo rm ab a el em b aja d o r español
en L isboa, la escuadra p o rtu g u esa "podría partir antes de dos meses".
L a capitulación, firm ad a en 1534, decía que M endoza v en ía a d escubrir,
co n q u ista r y d efe n d er "todo lo que fuese dentro de los lím ites de la dem arca­
ción correspondiente a la Corona de Castilla", es decir, la lín e a de T ordesillas.
Podem os, con lo dicho, darnos cu e n ta de la doble m isión que tra ía n los
Adelantados: colonizar y defender el oeste de la lín e a de T ordesillas.
B asados en los datos que da el m ism o R ey C arlos V, podem os d e te rm in a r
los confines del Adelantazgo del Plata en la siguien te form a:
—por el sur, llegaba m ás abajo del Río de la P la ta ;
—por el norte, alcanzaba el Río A m azonas;
—por el este, h a sta la lín ea de T ordesillas;
—por el oeste, en u n a extensión de 200 leguas, to cab a el océano Pacífico,
y co n fin a b a luego con las posesiones de. Almagro y Pizarro.
Mas, a p esar de sus esfuerzos, no p u d iero n los A d elan tad o s d efe n d er ta n v a s­
ta ex ten sió n c o n tra las rep e tid as incursiones portuguesas.
10* L E C C I O N

E n agosto de 1535, za rp ab a del p u e rto de


PEDRO DE MENDOZA S a n lú c a r la ex pedición del p rim e r A d e la n ­
PRIMER ADELANTADO tado, Pedro de Mendoza.
1535-1537 E sta b a com puesta d e 11 barcos, a los q ue
se ag re g aro n 3 m ás en las Islas C anarias.
T otal de trip u la n te s: unos 2.000.
T ra ía los p rim eros anim ales que lleg aro n al Río de la P la ta : 100 cabezas
de ganado caballar.
L a flo ta se dividió en dos grupos: el prim ero, cap ita n ea d o por D iego de
Mendoza, lle v ab a ru m b o d irecto a l Río de la P la ta ; el segundo, m a n d ad o p o r
el m ism o A delantado, v en ía costeando el continen te.
A p rincipios de 1536 lleg ab a D on P ed ro de M endoza al Río de la P lata .
Y a su h erm a n o h ab ía explorado la costa, e ind icab a com o lu g a r ap to p a ra
poblar, la m arg en d ere ch a del río. En la desem bo cad u ra del Riachuelo de los
Navios, edificaron, pues, la ciudad que lla m a ro n de Nuestra Señora de los
Buenos Aires, — en h o n o r de la V irgen d el B uen A ire, p a tro n a de los n a v e g a n ­
tes — , en febrero de 1536.
E n los p rim eros días, los indígenas p ro v ey ero n de alim en to s a los p o b lad o ­
res, pero pro n to se neg aro n a co n tin u ar sum inistrán d o lo .
D ebió entonces el A delantado en v ia r a A yolas, P a ra n á a rrib a , a re u n ir v í­
v eres en la zona de S an cti Spíritus.
A lgo m ás al n o rte del lu g a r ocupado po r el fu e rte de G aboto, fu n d ó A yolas
el de Corpus Christi. el m ism o día en que D iego de M endoza p eleab a en Ma­
tanzas c o n tra los indios q u erandíes, y v encía a costa de su vida. E sta efím era
v ic to ria española no im pidió que los indios in c en d ia ra n la población y algunos
de los barcos. Si b ie n los salvajes fu ero n rechazados, quedó en la ciu d ad la
tortura del hambre.
Poco después, A yolas bajó a b u sc ar al A d ela n ta d o ; al re g re sa r a C o rp u s
C hristi, se en contró con que u n so b rev iv ien te de la expedición de G aboto h a ­
b ía d iv u lg a d o noticias de la Sierra de la Plata: estab a h acia el Pacífico y se
podía lle g ar a ella en lín e a noroeste.
F u e suficiente. A yolas rem ontó el P a ra n á y el P a ra g u a y ; en el Puerto de
la Candelaria dejó a Irala con las naves, y se in te rn ó en el Chaco.
E n enero de 1537, M endoza en v ió a Juan de Salazar en busca de noticias;
m as no esperó su regreso; en ab ril em barcóse h ac ia E sp añ a y m u rió en el v iaje.
S ala za r subió p o r el río, h a sta e n c o n tra r a Ira la ; le expresó la o rd en d ad a
p o r el A d ela n ta d o de fu n d a r u n a ciudad, cen tro de la conquista. B a ja ro n ju n ­
tos, y fre n te a la d esem bocadura del Pilcom ayo en el Paraguay, fu n d a ro n el
fu e rte de Asunción, el 15 de agosto d e 1537.
E n tre ta n to , A yolas h a b ía llegado al A lto P e rú ; m as al v o lv e r no en c o n tró
las em barcaciones, y m ie n tra s esperaba, los in dígen as le d iero n m u erte.
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11’ L E C C I O N

P o r Real Cédula fech ad a


ALVAR NUÑEZ CABEZA DE VACA en se tie m b re d e 1537, el
SEGUNDO ADELANTADO R ey de E spaña au to rizab a
a los colonos a eleg ir po­
1540-1544
p u la rm e n te u n g o b ern a d o r
en caso de q ue h u b ie ra
m u erto el A d elan tad o sin n o m b ra r sucesor.
E n v irtu d de esta facultad, los h a b ita n te s de A sunción eligieron p e r G o b er­
n a d o r a Irala, que resid ía en aq u ella ciudad. In stitu y ó se entonces el Cabildo,
y se iniciaro n las encom iendas de indios.
E n 1541, Ira la m andó despoblar la ciu d ad de B uenos A ires. Como los h a ­
b ita n te s se n eg ab an a ab a n d o n arla , hizo in c en d ia r el poblado; sobre sus ru in a s
se le v an tó u n a cruz con u n a caria que contenía instrucciones p a ra que los n a ­
v eg an tes que llegasen p u d ie ra n seguir río arrib a.
M ien tras ta n to C arlos V, careciendo de n oticias sobre A yolas, y q u erien d o
p ro seg u ir la acción co n quistadora, ca p itu ló con A lvar Núñez Cabeza de Vaca
el carg o de A delantado, con la condición de q u e si viviese o volviese A yolas, le
fuese entregado el gobierno.
P artió , pues, C abeza de Vaca, en d iciem bre de 1540, y a m ediados de 1541
llegó a la isla Santa Catalina. A llí se en teró de qu e B uenos A ires h a b ía sido
d e stru id a y de que la sede del gobierno e ra Asunción. D ecidió entonces tr a s la ­
d a rse a esa ciudad, atra v e sa n d o las selvas del B rasil, sólo cru zad as h a sta en to n ­
ces p o r A lejo García, y p erte n ec ien tes a la C orona de E spaña.
E nvió con las n aves p o r e l Río de la P la ta a todos aquellos que no se ría n
capaces de so p o rtar el v ia je; y él, con unos 120 hom bres, se lanzó a la m a g n a
em presa. T ra b ajo s in e n arra b le s, privaciones sin cuen to tu v o que a fro n ta r en la
difícil tray e cto ria . P ero triu n fó . L as trib u s indígen as no lo ho stilizaro n ; pudo
co n tem p lar las bellezas de la n a tu ra le z a en el Salto del Iguazú; y logró llegar,
en marzo de 1542, a la ciu d ad de A sunción, d o n d e se hizo cargo del gobierno.
F u e h u m a n ita rio y ju sto com o g o b ern an te; pero esto lo hizo im popular.
T en ía tre s g ran d es deseos; a saber:
1*?) L a repoblación d e B uenos A ires.
2*?) L a rep resió n de los abusos en las encom iendas.
3"?) El hallazgo de la ru ta hacia el P erú , a trav é s d el Chado.
P ero estas em presas, no e ra n del agrado del pueblo.
D e reg reso de u n a in fru c tu o sa y penosa incursió n p o r el Chaco, se en co n tró
con la ciudad de A sunción sublevada. F ue detenido, d ep u esto y procesad o ; y
luego, en viado a España.
E n la p enínsula, alcanzó la lib e rta d ; pero no volvió al P lata.
E n su lugar, po r público beneplácito, siguió go b ern an d o Domingo de Irala.
12 * L E C C I O N

H abiendo r e g r e s a d o .a E sp añ a el segundo
DIEGO DE A delan tad o , C arlos V, en 1547, n o m b ró a
SANABRIA Juan de Sanabria p a ra su stitu irlo . Se co m ­
TERCER ADELANTADO p ro m etía éste a fu n d a r u n pueblo en la cos­
1549-1552 ta de S 3 n ta C atalin a, y otro a la e n tra d a del
Río de la P lata.
P re p a ró la expedición; com pró naves, rec lu tó m arin ero s, ap restó víveres,
en lo que em peñó toda su fortuna. P ero en A n d alu c ía se e x p e rim e n ta b a u n a
g ra n pobreza, lo que obligó a las au to rid ad es a em bargar; las provisiones de
S an ab ria, que poco después falleció.
D iego de Sanabria, h ijo del difunto, .pidió y o btuvo d el Rey, en 1549, la
G o b ern ació n que h ab ía sido confiada a su padre. P ero se en co n tró con m ay o res
d ific u ltad e s todavía: pleitos, desinterés, m is e r ia ...
No se desalentó po r esto D iego dé S a n a b ria ; envió de av an zad a a su m ad re,
doña Mencia Calderón, y luego se em barcó él mismo.
L a expedición de doña M encia C alderón vivió m om entos novelescos: en las
costas del A frica fue asaltada y robada por piratas franceses. D espués de g ra n ­
des trab a jo s, fueron re p a ra d a s las naves, em p re n d iero n la tra v e sía del A tlán tico
y lleg aro n a la isla Santa Catalina a principios del año 1551.
En varios grupos se dirig iero n los ex pedicionario s a A sunción, atra v esa n d o
las selvas del B rasil. D oña M encia no pudo lle g a r h a sta allá, p o rq u e fu e d e te ­
n id a p o r el gobernador portugués de San V icente, q ue im pidió a los españoles
m a rc h a r al P arag u ay . C u a tro años m ás ta rd e , éstos se tra sla d a ro n h acia el sur,
y h ab ita ro n en San Francisco.
E n tre los pobladores estab a el ca p itá n Hernando de Trejo. que se h ab ía
desposado con doña María de Sanabria, h ija de d oña M encia C alderón. De la
h e rm a n a del A delan tad o descenderán: Fray Hernando de Trejo y Sanabria, fu n ­
d ad o r de la U niversidad de C ó rd o b a' y Hernando Arias de Saavedra, p rim e r
g o b ern ad o r criollo de A sunción.
L a seg u n d a p a rte de la expedición, en la que v en ía D iego de Sanabria con
su fam ilia, salió de E sp añ a poco después que la p rim e ra ; pero, m al eq u ip ad a,
con pocos hom bres y escasas provisiones, hizo u n v ia je desastroso. A l lle g ar al
Cabo San Roque (en el B rasil), u n a fu e rte to rm e n ta la desvió de su r u ta y la
a rra stró h ac ia el oeste.
U nas n av es se h u n d ie ro n ; la m ay o r p a rte de la trip u la ció n pudo sa lv arse y
lle g ar a la isla Margarita. D e allí unos fu ero n a Santo Domingo, donde d ieron
c u e n ta de lo sucedido: otros, a Puerto Rico.
Sanabria pasó al Potosí (Perú), y, o lvidando sus títu lo s, se hizo minero.
El R ey de E spaña, sabiendo que la a rm a d a de S a n a b ria h ab ía sido d estru id a,
y q u e el A d ela n ta d o estab a en el P erú , confirm ó a Irala en el gobierno de
Asunción (1552).
D u ra n te este nuevo período, que d u ró h a s ta su m u e rte (1556), los hermanos
Goes in tro d u je ro n en el P a ra g u a y los primeros vacunos.
13 ■ LECCION
L as relaciones" económ icas e n tre E sp a­
JUAN ORTIZ ña y el P e rú d eb ían rea liza rse p o r Porto-
DE ZARATE bello, a trav é s d el istm o de P an am á.
CUARTO ADELANTADO P ero los g o b ern an tes del V irre in ato
1564-1575 q u ería n tro c a r esta r u ta p o r u n a vía m a ­
rítim a h a s ta el Río de la Piala; y de allí,
p o r tie rra , h asta el Perú.
O casión propicia p ara el cam bio se p resen tó cuando Francisco Ortiz de
Vergara, uno de los g obernadores de A sunción elegido p o r el pueblo a la m u e r­
te de Ira la, acudió al V irre y p a ra ser confirm ado en su puesto. El V irrey , Lope
García de Castro, desechando el pedido, negoció con Orliz de Zárale, q u ie n se
co m p rom etía a fu n d a r dos pueblos e n tre A sunción y el Río de la P la ta , y otro
en las bocas de dicho río. (1564).
A ntes de m a rc h a r h ac ia E spaña p a ra o b te n e r la ratificació n de su co n trato ,
Z árate nom bró u n re p re se n ta n te , que p artió de inm ed iato p a ra A sunción, aco m ­
p añado del y a fam oso g u errero Juan de Garay.
E ra G aray u n v alien te vizcaíno, “de esp íritu enérgico, recto, a veces b o n d a ­
doso, y com o bu en vasco, terco ”. H ab ía iniciado su c a rre ra m ilita r e n el P erú ,
donde v iv ía desde los 14 años de edad.
A provechando los desórdenes ocurridos en A sunción poco después d e su
llegada, hizo d e s ta c a r de Inm ediato su personalidad.
Su p lan genial consistió en fundar pueblos a lo largo del Piala y del Paraná.
En 1573, h abiendo obtenido perm iso del C abildo de A sunción, bajó p o r el
P a ra n á y en la desem b o cad u ra del Río S alado lev an tó la ciu d ad d e Sania F e de
la Vera Cruz. A llí m ism o recib ió noticias de la lleg ad a del cu arto A d elan tad o ,
Juan Orliz de Zárale. que e ra p a rie n te suyo, au n q u e lejano.
De in m ed iato m archó a re c ib ir al A d elantado, al qu e se unió cerca de la
isla M arlín García. P ero Z á ra te v en ía derro tad o , pues h a b ía fracasad o en su
in te n to de estab lece r el pueblo de San Gabriel (Colonia); los ch a rrú a s lo h a b ía n
vencido, y h ab ían d estru id o el poblado.
Ju n to s Z á ra te y G aray, rem o n taro n el Río U ru g u ay y se in te rn a ro n en el
S an S alvador, donde fu n d aro n la ciudad de "Nueva Vizcaya", o fu e rte d e San
Salvador (1574), que d u ró dos años, después de los cuales fu e in cendiado p o r los
indigenas.
H abiendo dejado u n a guarnición en el fu erte, m a rc h aro n h acia A sunción,
donde Z á ra te se hizo cargo del gobierno; pero falleció poco después.
E ra Juan Ortiz de Zárate n a tu ra l de V izcaya, E spaña. T enía u n c a rá c te r
agrio, que n u n ca logró co n q u ista r sim patías. D e las estan cias que poseía en el
P erú , hizo lle v a r al P a ra g u a y gran d es ca n tid a d es de ganado. Garay fue q uien
in tro d u jo los primeros lanares.
A Z á ra te se debe ta m b ié n la iniciación de la trata de esclavos en el P lata .
14 ■ LECCION
P o r disposición te sta m e n ta ­
JUAN DE TORRES DE VERA ria, Zára.te leg ab a el ad elan -
Y ARAGON tazgo a aquél que se desposa­
QUINTO ADELANTADO ra con su hija, que se enco n ­
1576-1591 tra b a en Charcas. G aray fu e
el en carg ad o de lle v a r el te s­
tam en to h a sta el P erú .
D espués de m uchas dificultades, y co n tra la v o lu n ta d del V irrey, co n trajo
m a trim o n io con la h ija del d ifu n to A delantado, el O idor d e C harcas, don Juan
de Torres de Vera y Aragón. E ste nom bró com o re p re s e n ta n te suyo en A su n ­
ción, m ie n tra s m a rc h ab a a E spaña, a Juan de Garay.
U na vez en el gobierno de A sunción, G a ra y se p ropuso cu m p lir d e in m e ­
d iato con la orden recibida, de volver a poblar la ciudad de Buenos Aires: a ta l
efecto ju n tó los hom bres necesarios, y se puso él p erso n a lm e n te al fre n te de
la expedición.
L legó h a s ta cerca de las ru in a s de la p rim itiv a p oblación de M endoza, y
allí estableció la n u ev a Ciudad de la Santísim a Trinidad y Puerto de los Buenos
Aires. E ra -el 11 de ju n io de 1580.
L a fundación fue p u esta bajo la protección de la Virgen del Buen Aire,
p a tro n a de los n avegantes. Luego estab a San Martín de Tours, sorteado e n tre
v ario s santos.
El m ism o día fue d elim itad a la ciu d ad y fu ero n nom b rad o s los p rim ero s
cab ild antes. C uando éstos h u b ie ro n p resta d o ju ra m e n to , se le v an tó en la P laza
m ay o r el rollo, o árbol de justicia.
D espués de h a b e r consolidado el poblado español en m edio de aquellos in d í­
genas, G aray se d irig ía a S a n ta Fe; pero fu e so rp ren d id o y u ltim ad o p o r los in ­
dígenas en las inm ediaciones de esa ciudad. (1583).
Con G aray, desapareció u n a de las fig u ra s m ás nobles de n u e s tra h isto ria
colonial. E n el m ando lo sucedieron varios g o bernad o res interinos, h a sta la lle ­
g ad a del q u in to A d elan tad o (año 1587).
C orto fue el gobierno de Vera y Aragón, p ues a los c u a tro años de h a b e r
arrib ad o , obligado p o r la hostilid ad de los colonos, ren u n ció y reg resó a E spaña.
H echo im p o rta n te d u ra n te este período es la lleg ad a a l P a ra g u a y de los
primeros jesuítas, p rocedentes del B rasil (1588).
Con la re n u n c ia de V era y A ragón, se c ie rra la serie de los A d elan tad o s
enviados po r los m onarcas p a ra c o n q u ista r y colonizar los territo rio s del Río
de la P lata.
E n m enos de u n siglo, h ab ía sido ex p lo ra d a y d o m in ad a la v a sta ex ten sió n
p erte n ec ien te a E spaña; el P e rú esta b a u nido con el Río de la P la ta : todo, pues,
a b ría las p u e rta s de A m érica a la civilización y al progreso.
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15* LECCION

E jerciendo n u ev a m e n te su derecho, el p u e ­
HERNANDO ARIAS blo de A sunción, a n te la re n u n c ia del q u in ­
DE SAAVEDRA to A delantado, no m b ró G o b ern ad o r del Río
1591-1618 de la P la ta a Hernando Arias de Saavedra,
conocido co m ú n m en te p o r el n o m b re de Her-
nandarias.
N acido en el Río de la P la ta , fue el p rim e r g o b ern a d o r criollo de A sunción.
P o r eso fue su co n stan te em peño el b ie n e sta r y el pro g reso de la región. D u ­
ra n te su extenso gobierno — 15 años en tres períodos — llevó a cabo g ra n n ú ­
m ero de em presas beneficiosas a la colonia.
E n tre o tras se d estac a su preocupación p o r som eter a los indios q ue h a b ita ­
b an su G obernación. R ealizó al efecto v aria s expediciones, en u n # de las cuales
rec o rrió n u e stra s costas, desde el Río Negro hasta la Bahía de M ontevideo; y
dio luego d e ella m inuciosa cu e n ta al R ey de E spañ a (1607). In d icab a H e rn a n -
d arias en su com unicación la conveniencia de p o b la r M ontevideo; m as, a p esar
de q ue el R ey aprobó la iniciativa, la b a h ía no fue h ab itad a.
Con todo, viendo la fe rtilid a d de n u e stra s cam piñas, hizo tr a e r d esde A su n ­
ción los primeros vacunos y equinos, base de n u e s tra a c tu a l riq u ez a g an ad era.
Los anim ales, traíd o s desde la v ecin a orilla, fu ero n d esem barcados en la
Isla del Vizcaíno (desem bocadura del Río N egro), y m ás ta rd e en las Islas de
San Gabriel, Martín García y la tierra firm e (A rroyo de las V acas).
S u continuo desvélo p o r el b ie n e sta r de los indios, m otivó la v en id a a l P la ta
de Francisco de Alfaro, O idor de la A udiencia de C harcas, en calid ad d e Juez
Visitador.
D ictó éste u n a serie de leyes u ordenanzas, todas ellas te n d ien tes a m e jo ra r
la situ ación del indígena. E n tre ellas está la designación d e los protectores de
indios, encargados de v e la r p o r el b u en tra to que se les d eb ía dar.
H ern an d a rias, por su p arte , organizó la colonización pacífica, m e d ian te el
p lan de las reducciones confiadas a religiosos de d iv ersas órdenes: “P rim e r a ­
m e n te ordeno y m ando que en toda esta G obernación y en cada u n a de sus
ciudades, se h ag an reducciones de los indios n atu ra les, en las p arte s y lu g a re s
m ás c ó m o d o s.. . ”
M agnífico ex p o n e n te del éxito obtenido en esta em presa, son las M isiones
Je su ític as del P arag u ay .
Con resp e cto a la población de las ciudades, creó las p rim e ra s escuelas pú­
blicas. A dem ás, d u ra n te su gobierno, se estableció el primer m olino de trigo, y
la primera fábrica de tejas.
P a ra m e jo r p o d er re g ir estos te rrito rio s, propuso al Rey fraccionar la G o­
bernación. Y así se hizo, creán d o se las G obernaciones del Guayrá, capital, A sun­
ción; y la del Río de la Plata, capital, Buenos Aires.
C um plido de esta m a n e ra su últim o anhelo, ab an d o n ó el m an d o y se re tiró
a S a n ta Fe, donde m u rió en el año 1634, rodeado de aprecio y veneración.
1 6’ LECCION

D e acu erd o a las ó rdenes del


LAS MISIONES G o b ern ad o r de A sunción, H er-
ORIENTALES n an d a rias, los padres jesuítas in i­
1609-1767 ciaro n la co n q u ista de los in d í­
genas, p o r m edio de la religión.
L a p rim e ra reducción estab le
fu e fu n d ad a el año 1609, cerca del río P a ra n á , y se denom inó San Ignacio Guazú.
D esde entonces com enzó a ex ten d e rse el sistem a de reducciones, y los jesu íta s
lleg aro n a te n e r en el Río de la P la ta 32 pueblos, con 200.000 indios.
D e estas poblaciones, 7 se h a lla b a n al este del río U ru g u ay , al n o rte d el
Ibicuy. E ra n los pueblos de S. Borja, S. Nicolás. S. Luis, S. Lorenzo, S. M iguel,
Sto. A ngel y S. Juan Bautista; rec ib ían el nom bre de pueblos de las M isiones
Orientales.
L as M isiones Je su ític as se en c o n trab a n bajo la tu te la de u n Superior G e­
neral, n o m brado p o r el P ap a, y re sid e n te en Candelaria. D ep en d ían d ire c ta m e n te
del Rey, a l cual p ag a b an su trib u to .
Los m isioneros o b tu v iero n con el celo y la abn eg ació n a tra e r a los in d íg e­
nas, y los evangelizaron.
C uando los h u b iero n civilizado, o rganizaron co n ellos el gobierno en fo rm a
tal, qu e las au to rid ad es estab an co n stitu id as p o r m iem bros de su p ro p ia estirp e.
Les en señ a ro n a g an arse la v ida m e d ian te el trab a jo . D espués de la oración m a ­
tu tin a , m a rc h a b a n todos h ac ia el cam po a en tre g a rse a las faen as ru ra les. T ra ­
b a ja b a n en com ún, y luego d iv id ían las cosechas. No fa lta ro n e n tre ellos arte­
sanos y artistas.
E sta la b o r m oderada, e ra am enizada con fre cu en tes fiestas religiosas, cele­
b rad a s con g ra n pom pa.
T u v iero n las M isiones enem igos te rrib le s en los m amelucos, que h ac ía n f re ­
cu en tes incursiones, ro b an d o y saq ueando cu a n to en c o n trab a n en su cam ino.
P a ra p o d er re c h a z a r a los intrusos, los Je su íta s o b tu v ie ro n au to rizació n del R ey
p a ra a rm a r a los indios m isioneros, con lo c u a l quedó aseg u rad o el b ie n e sta r
d e los pueblos.
O positores enconados de las M isiones fu ero n ta m b ié n los encom enderos
quienes, al v e r d esb aratad o s sus m ezquinos intereses, no se d iero n tre g u a h a s ta
o b ten er, p o r m edio de ca lu m n ias y detracciones, la su p resió n de los Je su ítas.
* * *
E n n u estro te rrito rio , las m isiones com enzaron en tiem pos del te rc e r g o b er­
n ad o r de B uenos A ires, Don Francisco de Céspedes.
E l año 1625, fray Juan de Vergara solicitó y obtuvo p erm iso del p ro v in cial
de los F ranciscanos, fray Bernardino Guzmán, p a ra ev an g elizar estas tie rra s.
F u e él el primer m isionero de n u estro país.
Santo Dom ingo Soriano fu e fu n d ad o m ucho m ás tard e.
Los Je su íta s lleg aro n en 1680, al fu n d a r los p o rtu g u eses la Colonia del S a ­
cramento.
im \ u m n im n \ ;n \ w m w v m v
1 7* LECCION
V iendo la p rodigiosa rep roducción de
LOS FAENEROS los anim ales traíd o s p o r H e m a n d a ria s a
TENTATIVAS PORTUGUESAS la B a n d a O rien tal, m uchos v ecin o s de
1680 B uenos A ires p id ie ro n y alca n za ro n d e
las A u to rid ad es d el Cabildo, p erm iso p a ra
lle g arse a n u e stra s p lay as y faen ar,
m e d ian te la en tre g a del tercio de sus ganancias.
A sí com enzó la in d u stria g a n a d era en n u e stro país.
V en ían los faeneros desde B uenos A ires; estab lecían sus tien d as, y en la
co n flu en cia de dos arro y o s h ac ía n sus carneadas.
E n u n p rincipio ap ro v ech aro n sólo el cuero d e los an im ales; luego ta m b ié n
el sebo y la carne, que sa lab a n y secaban al sol.
M uchos arroyos y ríos del s u r de la R epública co n serv an hoy día el n o m ­
b re de los faeneros que se u b icaron en sus m á rg e n es; v. gr.: Cufré. Maldonado,
Garzón, etc.
N u estra B anda era, p o r entonces, la "vaquería de Buenos Aires".
T am b ién los piratas v isitaro n n u estra s costas, p a ra a p ro v e ch ar sus riquezas.
P ero aquellos a quienes m ás lla m a b a la atención la fertilid ad de n u estra s
tie rra s e ra n los portugueses. Y a desde los años del d escu b rim ien to p re te n d ía n
éstos te n e r derecho sobre las tie rra s del Río de la P la ta , pues n u n ca lle g a ro n
a p o n erse de acuerdo las C ortes de E sp añ a y P o rtu g a l resp ecto a la d e m a rc a ­
ción de la lín ea de T ordesillas.
H ubo u n p aré n tesis en esta contienda, d u ra n te la u n ió n de am b as coronas
en la p erso n a de Felipe II y sus inm ed iato s sucesores; p ero al rec o n stitu ir P o r­
tu g al su a n tig u a n acionalidad (1640), to rn a ro n las lu ch as n u ev am en te.
El R ey de P o rtu g al, Pedro II, creyó llegado el m o m en to de proceder, y al
n o m b ra r g o b ern ad o r de Río de Janeiro (centro de la colonización lu sita n a en
el B rasil) a don Manuel Lobo, le encom endó la fund ació n de u n p u eblo en la
m a rg e n se p ten trio n a l del Río de la P lata.
Lobo se ap restó a c u m p lir su m isión. P re p a ró u n a escu ad ra y se d irig ió al
lu g a r indicado. El P? de enero de 1680 d esem b a rc ab a fre n te a la isla de S an
G abriel. E nseguida com enzó a ed ificar u n a ciudad, qu e llam ó Colonia del S a­
cramento.
Carlos II, R ey de E spaña, conocedor del suceso, reclam ó al R ey p o rtugués,
qu e no se m ostró dispuesto a retro ced er. M ien tras las C ortes d iscu tían , José
de Garro, G o b ern ad o r de B uenos A ires, se creyó obligado a in te rv e n ir; y ju n ­
ta n d o las fu erzas de que disponía, las confió al M aestre de Cam po A ntonio
Vera Mujica, quien reconquistó la C olonia (1680).
Mas el R ey de E spaña, a n te las am enazas de P o rtu g a l, desap ro b ó la co n ­
d u cta de su fiel servidor, y re stitu y ó la C olonia del S acram en to (1681).
luuuuuunnnnuuununui
8* LECCION
L a encom iable ac titu d del G o b ern ad o r de
FUNDACION DE B uenos A ires, don Jo sé de G arro, co n stitu y ó
MONTEVIDEO p ara E spaña u n serio inconveniente, p u esto qu e
1726 el R ey de P o rtu g a l am en azab a con la g u erra, y
C arlos II no q u ería lleg ar a las arm as.
Así fue como, d esau to rizan d o la co n d u c ta de
G arro, el gobierno español lo destituyó de su puesto, y entregó la Colonia a
Portugal (1681). D ueños n u ev a m e n te de la Colonia, los p o rtu g u eses d e sa te n ­
diero n lo pactado p ara la devolución, que les p ro h ib ía com erciar con los v eci­
nos españoles, y co n v irtiero n la ciudad en u n foco de contrabando. El G o b er­
n ad o r de B uenos A ires pro testó ; pero el m on arca español no dio im p o rta n cia
a su reclam ación.
Llegó el año 1700, y con él u n a serie de cam bios e n la M adre P a tria . M uerto
Carlos II, subió al tron o el duque de Anjou, con el n o m b re de F elipe V: a p a re ­
cía en E sp añ a la d in a stía de los Borbones.
D eseoso de consolidar su poder, celebró un tra ta d o con P o rtu g al, m e d ian te
el cu a l ren u n c iab a a todo derecho sobre la Colonia y te rrito rio s circunvecinos
q ue no fu ero n lim itados.
P ero, a p esar de esto, el R ey de P o rtu g a l se puso de p a rte d el Archiduque
de Austria, que p re te n d ía ta m b ié n el trono de E sp añ a y lu ch ab a por co n seg u ir­
lo. Se ro m p ie ro n las relaciones y entonces el G o b ern ad o r de Buenos A ires, don
Alonso de Valdez Inclán, m archó a ap o d e rarse de la Colonia, según órd en es
recibidas.
P o r cinco m eses sitiaro n las fuerzas españolas, m a n d ad as por don Baltasar
García Ros el b a lu a rte p ortugués; al cab o de los cuales los enem igos se r e ti­
ra ro n (1705). P ero, com o consecuencia de la Paz de Utrecht (1713), qu e p o n ía
fin a la Guerra de Sucesión de España, la C olonia fu e d ev u e lta a P o rtu g al.
Ju n to con la o rd en de en treg a, el G o b ern ad o r de B uenos A ires, García Ros,
recibió instrucciones p a ra no p e rm itir a los p ortugueses m ás ex p an sió n te rr ito ­
ria l que la com prendida en el alcance de u n tiro de cañón (1716).
M as fu e lo pactado le tra m u e rta ; pues, sie te años m ás ta rd e, u n a e x p e d i­
ción p ro v en ie n te de Río de Janeiro fue a establecerse en la b ah ía de M o n tev i­
deo. E ra Freitas Fonseca que in te n ta b a ap o d e rarse de aq u el lu g a r estratégico.
Bruno Mauricio de Zabala, G o b ern ad o r de B uenos A ires, m arch ó — p o r tie r ra
y p o r m a r — a desalojarlo; pero an tes de su lleg ad a los p o rtu g u eses a b a n d o n a ­
ro n su posición.
Siguió Z abala h a sta la b ah ía y allí m andó c o n stru ir u n fu erte, — de San
J o s é ,— y dejó en él u n a g u arn ició n (1724).
Dos años m ás ta rd e (1726), por encargo de Z abala, se fu n d ab a en ese lu g a r
la ciudad de San Felipe y Santiago de M ontevideo, cu y a jurisdicción se e x te n ­
día h a sta el arroyo Cufré, la cuchilla Grande del Oeste, y la Sierra de las
Animas.
luuuuumnuuunmvmmy
1 9* LECCION

La ocupación de M onte­
GOBERNACION DE MONTEVIDEO video p o r la s fuerzas p o r­
1749-1814 tu g u esas no era m ás que el
TRATADO DE MADRID cu m p lim ien to de u n viejo
1750 p ropósito: el de ex ten d e rse
h asta la m arg en se p ten ­
trio n a l d el P lata.
E sta ac titu d h ab ía sido p rev ista p o r el m onarca español, q u ie n re ite r a d a ­
m en te h ab ía dispuesto y ordenado la población de la bahía.
Z abala, sin em bargo, aú n no se h ab ía resuelto. Mas, apen as tuvo noticias
del av ance portugués, m andó 200 soldados de a caballo p a ra hostigarlos. El m is­
m o se ap restó a desalojarlos.
E m barcadas las fuerzas, envió las naves m enores d irec tam en te h acia M on­
tevideo, y él se dirigió hacia el Arroyo San Juan, p a ra a ta c a r p o r tie rra . H a ­
llábase en S an Ju a n , cu an d o recibió u n com unicado d e Fonseca, an u n cian d o su
r e tira d a (19 de enero de 1724).
El m o n arca aprobó ta l ac titu d y prom etió en v ia r sin d em o ra 50 fam ilias
p a ra p o b la r el lugar. M as Z abala no las aguardó, y reu n ie n d o en B uenos A ires
7 fam ilias, las hizo p a sa r a M ontevideo.
A l fin a liz a r el año, uniéronseles 15 fam ilias procedentes de España; e n to n ­
ces don Pedro Millán les d istrib u y ó las tie rra s (24-XII-1726). A sí quedó de h e­
cho, fu n d ad a la ciudad de M ontevideo.
F u e ro n declarad as las festividades de la n u ev a población: <J4) Apóstol San
Felipe — 19 de m ayo — en ho n o r del Rey; 24) Inmaculada Concepción — 8 de
diciem bre — p a tro n a de la Iglesia M atriz; 34) San Sebastián — 20 de en ero —
a n iv ersario de la ocupación de la b a h ía po r los españoles. Años m ás ta rd e , p a ­
sando Z ab ala a n u e stra B anda, creó el Cabildo de M ontevideo, com puesto de
9 m iembros. (19 de enero de 1730). El m ism o día fue no m b rad o el p rim e r C u ra
P árroco, Pbro. Dr. José Nicolás Bárrales. L a ciudad d e M ontevideo q u edaba,
pues, reconocida oficialm ente, o de derecho.
El p o d er estab a re p a rtid o e n tre el Cabildo, encarg ad o d e la ad m in istració n ,
y los Comandantes M ilitares, que debían v e la r por el orden. P ero estos señores,
abu sando de sus atribuciones, a tro p e lla ro n re p e tid a s veces los derechos del C a­
bildo. El C abildo acudió al G obernador, que d esaten d ió todos los reclam os. A p e­
ló entonces al m ism o R ey de E spaña, q u ie n satisfizo sus deseos, creando la
Gobernación de M ontevideo (1749).
Los lím ites de la n u e v a G obernación q u ed a b an incluidos e n tre el Río Ibi-
cuy. la Sierra del Tape, la Cuchilla Grande, la Sierra de Carapé, el Río de la
Plata y el Río Uruguay.
A raíz del Tratado de Madrid (1750), re su lta ro n m odificadas n u ev am en te las
posesiones españolas: P o rtu g a l se q u ed ab a con el territorio de Río Grande, u s u r­
pado años antes.
ivnuumvmuuumvmymnv
Batovi

S A L T O C1756)

P A Y S A N DU
< 1 7 S S ) ~ /"
OCEANO ATLANTICO

C O LO N IA

BUENOS AIRES .M A L D O N A D O (1757)


MONTEVIDEO
2 0 ■ LECCION
E n m arzo de 1751, el coro n el José
JOSE JOAQUIN DE VIANA Joaquín de Viana se hacía carg o de la
1751-1764 n u ev a G obernación de M ontevideo,
GUERRA GUARANITICA d en tro de cuyos lím ites se h a lla b a la
1754-1756 d isp u tad a ciudad de Colonia, y de los
que se h ab ía excluido el te rrito rio de
las Misiones Orientales.
M otivaba este cam bio el tratado de Madrid o de Permuta (1750), qu e o rd e­
n a b a cu m p lir lo negociado en el tra ta d o de Utrecht. E n este convenio se h ab ía
estip ulado que E spaña le cedería a P o rtu g a l la Colonia o su equivalente.
P o r el tra ta d o de M adrid, E spaña e n tre g ab a el Matto Grosso, las Misiones
Orientales y p a rte de Río Grande; en cam bio recib ía de P o rtu g a l la Colonia,
y era reconocido su dom inio sobre las islas Filipinas.
El g o b ern ad o r de B uenos A ires, los indios de las M isiones, el m ism o h e r ­
m ano del R ey que debia h e re d a r la C orona: todos p ro testaro n p o r la p e rm u ta
celeb rad a.
Y las p ro testas to m a ro n cuerpo: cuando se tra tó de efe ctu a r la d em arcació n
de los lím ites, de acuerdo a lo estipulado, las Com isiones en carg ad as se en co n ­
tra ro n con la decidida oposición de los indios m isioneros. In ú tile s fu ero n las e x ­
h o rtacio n es de los P P. Jesu ítas, recom endando sum isión; se vino un conflicto
armado.
M archaron los G obernadores de B uenos A ires y M ontevideo — Andonae-
gui y Viana — a u n irse con las fuerzas p ortuguesas que deb ían im p o n erse en
las M isiones por las arm a s (1754). A ndonaegui abandonó p ro n to la em p resa;
V iana, en cam bio, hizo la cam paña com pleta.
D espués de varios com bates parciales, los ejércitos indígenas, com andados
p o r Sepé. fu ero n d erro tad o s en la Sierra de Baioví, ra m a l de la de Santa Tecla.
En el en cu en tro perdió la v id a el jefe de los indios; éstos se rep le g aro n h acia
el norte, y volvieron a h ac er fren te, fortificados en el Cerro Caaibaté (S ie rra del
T ape), en 1756. E sta vez la b a ta lla fue sa n g rie n ta : los indios q u ed aro n casi e x ­
term inados.
A sí te rm in ó la cam paña. P ero como los p ortug u eses no ev acu ab an la Colo­
nia, Ceballos, sucesor de A ndonaegui, decidió ag u a rd a r a que lo h icieran , p ara
e n tre g a r las M isiones. R esolución ac erta d a: poco después su b ía al tro n o de E s­
p añ a Carlos III, enérgico m on arca que negoció con P o rtu g a l la suspensión del
T ra ta d o de M adrid.
D e reg reso de la G u e rra G u aran ítica, V ian a acam pó ju n to al Río U ruguay,
le v an ta n d o tien d as p a ra la tro p a: este es el origen de la actu al ciu d ad de
Salto (1756). Al año siguiente, fundó en la am plia b ah ía de su nom bre, el p u erto
de Maldonado, de b rilla n te porvenir.
A ños an tes se h ab ia com enzado a p o b la r el p a ra je de Paysandú. (1755).
E n 1764 ab a ndonó el m ando, que en u n princip io le h ab ía sido co nfiado p o r
sólo 5 años, d ejando en pos de sí huellas indelebles de progreso y acción.
iffiuuuunnnnnuunnnnv
21 * L E C C I O N
D u ra n te los ú ltim o s años del gobierno de
AGUSTIN DE LA ROSA V iana, se d esarro llab a en E u ro p a la Guerra
1764-1771 de Siete Años. E n v u eltas en el conflicto, E s­
JOSE JOAQUIN DE VIANA p añ a y P o rtu g a l se en c o n traro n n u ev a m e n te
1771-1773
fre n te a fre n te, y com o consecuencia d e es­
JOAQUIN DEL PINO
1773-1790 to, el m o n arca español ordenó al G o b ern a­
do r de B uenos A ires que d esalo jara a los
p ortugueses del Río de la P lata.
Don Pedro de Ceballos. cum pliendo el m andato , puso sitio a la Colonia, que
se rin dió a los pocos días (1762). M archó luego hacia el este, posesionándose de
los fu e rte s de Santa Teresa y San M iguel, y de la p laza de San Pedro. Ib a a
c o n tin u a r su avance, cuando se le com unicó la celeb ració n del Tratado de París
(1763), en el cual se estip u la b a la cesación de hostilidades, m e d ian te la d ev o lu ­
ción de todo lo ocupado.
E spaña en tregó sólo la Colonia, y conservó los dem ás te rrito rio s que, por la
anulación del Tratado de Madrid, le p erte n ec ían por derecho.
Siguió a don José Joaquín de Viana en el gobierno de M ontevideo, el coronel
Agustín de la Rosa (1764). D u ra n te su ad m in istració n fu ero n expulsados los PP.
Jesuítas, de todas las posesiones españolas.
Los Je su íta s del Río dé la P lata , en nú m ero d e 397, fu ero n em barcad o s en
pésim as condiciones, y d eportados a los Estados Pontificios (1767). E sta e x p u l­
sión, d ic tad a po r Carlos III, se debió a las in trig as de sus m inistros, q uienes
ap o y aron todas las ca lu m n ias u rd id as po r los encom enderos y dem ás envidiosos
d el esplendor de las M isiones.
Los bienes de la C om pañía fu ero n confiscados; el g obierno de las M isiones,
en tre g ad o a g o b ern an tes m ilita re s; y la evangelización de los indios confiada
a d iv ersas órdenes religiosas.
L a expulsión de los Jesuítas m arca el inicio de la decadencia de las M isio­
nes del Plata.
C u atro años m ás ta rd e de este suceso, A gustín de la Rosa fue d estitu id o por
el G o b ern ad o r de B uenos A ires, quien puso en su lu g a r n u ev a m e n te a Viana.
E n este segundo gobierno, V iana creó los jueces comisionados, p ara re p rim ir
los robos y asesinatos en cam paña.
A los dos años, por m otivos de salud, ren u n ció a su cargo, y fue su stitu id o
p o r el te n ie n te coronel Joaquín del Pino (1773).
L a ad m in istració n del te rc e r G o b ern ad o r de M ontevideo — q uien d u ró 17
años en su cargo, — fue ben éfica p ara la G obernación. E l Puerto de M ontevideo
cobró g ran im portancia, llegando a riv a liz a r con el de B uenos A ires. L a c a m p a ­
ñ a se pobló de núcleos sociales, com o: Canelones, Las Piedras, Colla, Pando,
San José, Minas y Mercedes.
O tro hecho im p o rta n te sucedido en este tiem po fu e la creación del V irrei­
nato del Río de la Plata (1776).
¡ttunuuunnnnuuummffl
2 2* LECCION

D u ra n te los dos p rim ero s siglos del d es­


VIRREINATO DEL RIO cubrim iento, todos los te rrito rio s esp añ o ­
les de la A m érica del S u r d ep en d ían del
DE LA PLATA
Virreinato del Perú.
1776-1811 E ra el Virrey el re p re se n ta n te d irecto
del Rey, en las colonias, con casi id é n ti­
cas atribucio n es; en su p erso n a co n cen ­
tr a b a todos los poderes. D ebía p ro v ee r — así lo estab lecían las leyes —, a la
justicia y a la administración; al gobierno y defensa de los d istrito s; y h a c e r
todo com o si fuese el m ism o R ey q u ie n gobernase.
S egún eso, todas las instituciones coloniales estab a n bajo su d ependencia.
El P erú , cen tro del com ercio colonial, tie rra riq u ísim a p o r la ex tracció n d e m e­
ta les preciosos, cum plió por un tiem po m uy bien su com etido.
Mas, hab ien d o tom ado auge el com ercio del Río de la Plata, y decaído, p o r
lo ta n to el del Pacífico, la población de las com arcas p laten ses, donde Buenos
Aires y M ontevideo p ro sp erab a n a ojos vista, au m en tó consid erab lem en te.
Con el crecim iento de la población, se m u ltip lic aro n los conflictos, siendo
im posible resolverlos a su debido tiem po desde el otro lado del con tin en te.
A dem ás el peligro lu sitan o era cada vez m ás inm in en te. E n efecto, el Tratado
de París no detuvo las am biciones de P o rtu g a l, que, au n q u e v arias veces r e ­
chazado, siguió avanzando hacia el oeste, po r n u estro territo rio , estab lecién ­
dose n u ev a m e n te en San Pedro.
Estos m otivos, rep rese n tad o s an te el R ey de E spaña, m ovieron al m o n arca
a d isg reg a r del V irre in ato del P e rú la región m eridional de las posesiones espa­
ñolas, form ando con ellas el VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA. (1776).
E ste hecho, p o r o tra p arte, resp o n d ía a la política a d m in istra tiv a de la d i­
n a s tía borb ó n ica de E spaña, que en la p rim e ra m itad del m ism o siglo h a b ía
cread o el Virreinato de N ueva Granada (1717), al norte, facilitan d o así la la b o r
de gobierno.
L a sede del V irre in ato del Río de la P la ta era la c iu d ad de Buenos Aires;
y su jurisd icció n se e x te n d ía a los actuales te rrito rio s de la A rg en tin a, B olivia,
P arag u a y , U ru g u ay y Río G rande. E ste ú ltim o d eb ía ser rescatado de manos de
los portugueses, quienes, sin em bargo, a raíz del tra ta d o de S an Ildefonso (1777),
lo g raro n re te n e rlo en su poder.
E l V irre in ato del Río de la P la ta dejó, a p esar de su c o rta duración, p ro ­
fu n d a s h u ellas del ad e lan to ad m in istra tiv o y social. Los once m a g istrad o s qu e
p asaro n p o r su sede tu v ie ro n co n stan te em peño po r el progreso de estas colonias.
Los dos g ran d e s p u erto s m arítim os, B uenos A ires y M ontevideo, a m ed id a
que ad e la n tab a n , fu ero n afirm an d o la p ro p ia personalidad.
E n 1810, Elío estableció su sede en M ontevideo; y al año sig u ien te al r e ti­
ra rse a E spaña, abolió el Virreinato.
23* LECCION
El re in o de P o rtu g al, in saciab le en su afán
EXPEDICION DE CEBALLOS de conquista, co n tin u ab a p e n e tran d o en los
1776-1778
dom inios de E sp añ a; y después de varios
TRATADO DE SAN
ILDEFONSO inten to s, h a b ía logrado ap o d erarse de la c iu ­
1777 d ad de San Pedro (Río G rande).
D eseoso de te rm in a r p a ra siem p re con las
p rete n sio n e s lu sitan as, Carlos III, al c re a r el V irre in ato del Río de la P la ta , se
decidió a en v ia r u n fu e rte ejército, que con so lid ara su dom inio en los te rren o s
disputados.
P re p a ró al efecto u n num eroso co n tin g en te de soldados, qu e confió a don
Pedro de Ceballos, a quien hem os visto y a en B uenos A ires, y, a la sazón, go­
bernador de Madrid.
El R ey confirió a su re p re se n ta n te poderes supremos.
A fines de 1776 p a rtía de E sp añ a la im p o n en te expedición, co m p u esta p o r
m ás de cien naves y n u ev e m il hom bres de desem barco.
El p rim e r en c u en tro de españoles y p o rtu g u eses se efectuó en la isla Sania
Catalina. Los portugueses, atacados, la ab an d o n aro n , y se refu g iaro n en las cos­
ta s del co n tin en te, donde, en n ú m ero de cu atro m il, fu ero n hechos prisioneros.
Q uiso luego Ceballos o cupar San Pedro; pero, debido al m al tiem p o r e i­
n a n te , no pudo desem barcar. D irigióse, entonces, al Río de la P lata.
L legado a M ontevideo, despachó la escu a d ra h acia S a n ta C a ta lin a; y él,
tra s c o n tin u a r la m a rc h a po r tie rra , puso sitio a la Colonia.
No p u d ie ro n re sis tir los p o rtugueses y se e n tre g aro n ; Ceballos, posesionóse
de la ciudad, la arrasó co m p letam en te y cegó la b ah ía y los canales de acceso
(1777).
D ueño de la Colonia, m a rc h ab a C eballos sobre los te rrito rio s u su rp ad o s de
Río G rande, cuando recibió o rden de cesar las h o stilid ad es: E sp añ a y P o rtu g a l
h a b ía n llegado a u n n uevo acuerdo. D espués de la m u e rte del R ey de P o rtu g a l
y la caída de su p rim e r m inistro, las naciones b elig eran tes firm aro n el tra ta d o
de San Ildefonso (1777).
De acuerdo con este convenio, la lín ea divisoria, p artien d o desde el s u r de
S an P edro, se dirigía h ac ia la sierra de Santa Tecla y del Tape, y alcan zab a el
Río Uruguay.
Santa Catalina y San Pedro q u ed ab an p a ra P o rtu g a l; la Colonia, p a ra E s­
paña.
T erm in a d a de este m odo la contienda, pasó C eballos a B uenos A ires, donde
se dedicó con ahinco a o rg an iz ar el V irrein ato .
O btuvo del R ey v a ria s concesiones com erciales, in clu id as en el R eglam ento
de Comercio Libre (1778). M ontevideo y B uenos A ires em pezaron a te n e r sus
resp ectiv as aduanas.
D ejando b ien asen ta d a la in stitu ció n qu e acab ab a de estab lecer, Ceballos
reg resó a E spaña. F u e su stitu id o por Juan José de Vértiz, G o b ern ad o r de B u e­
nos A ires, a quien se debe la p rim e ra im prenta in tro d u c id a en la g o bernación
del Río de la P lata.
uiuuuuuumuuumnnuv
24’ LECCION
E n 1790 Jo a q u ín del P in o pasó a
ANTONIO OLAGUER B uenos A ires, y fue su stitu id o in te ri­
n a m e n te p o r don M iguel de Tejada. D u ­
Y FELIU
ra n te su co rta ad m in istració n se colocó
1790-1797 la p ie d ra fu n d am e n tal de la iglesia Ma­
triz.
Poco después se hizo cargo d e fin iti­
v a m e n te de la G obernación, el b rig a d ie r Antonio Olaguer y Feliú, qu e estuvo
siete años en el m ando. D u ra n te su gobierno se acen tu aro n las d iv erg en cias
com erciales ex isten tes e n tre M ontevideo y B uenos A ires desde la p ro m u lg ació n
del R eglam ento de Comercio Libre.
E l p u e rto d e M ontevideo en n in g u n a fo rm a q u ería e s ta r som etido al de
B uenos A ires. P o r su ubicación y p o r las com odidades qu e ofrecía, e ra m ucho
m ás co n cu rrid o que el de la vecina orilla. Como no cesab an las au to rid ad es
b o n aeren ses de p ro c u ra r r e s ta r im p o rta n cia a M ontevideo, pro d ú jo se e n tre am ­
bas ciudades u n a fescisión com ercial.
E n este tiem po e ra y a M ontevideo la sede m ilita r m ás im p o rta n te d el V i­
rre in ato , gracias a su ubicación y a sus fortificaciones.
V arios hechos de im p o rtan cia cabe m en cio n ar en los años de gobierno de
Feliú.
A n te todo, la trata de negros tom ó g ra n increm en to . D ábase el n o m b re de
trata de negros al com ercio de negros africanos, efectuado con la ap ro b ació n del
Rey. E n los buques negreros conducían los encargados su h u m a n a m ercancia,
y la d esem b arcab an en la desem bocadura del M iguelete, donde se so m etía a los
negros a b añ o s de m ar, p a ra curarlos de las en ferm ed ad es que h u b ie ra n c o n tra í­
do. L uego e ra n vendidos al público.
Los negros e ra n em pleados en diversos trab a jo s; las negras, en q u eh aceres
dom ésticos; y los neg rito s se en carg ab an de los m an d ad o s y o tras n ecesidades
p eq u eñ as del hogar.
P o r lo general, en el Río de la P la ta los esclavos fu ero n m ejo r tra ta d o s que
en las dem ás colonias de A m érica; se les te n ía consid eració n y no se les r e c a r­
g ab a de trab a jo .
L a abolición de la esclavitud fue u n a de las p rim eras preocupaciones de la
Asam blea de la Florida: poco tiem po después de h ab e rse reu n id o , p ro h ib ió la
im p o rtación de negros, y declaró lib res a todos los hijos de esclavos nacidos a
p a rtir de ese m om ento. Esto sucedió en el año 1825.
D u ra n te el m a n d ato de F eliú, adem ás, se fu n d aro n los pueblos de Rocha
y Meló. E ste ú ltim o tu v o origen en u n a fortificació n le v a n ta d a en las fro n te ras
del B rasil p a ra d e te n e r las incursiones portuguesas.
P rog reso digno de m ención fue la fund ació n d e la primera escuela gratuita
de M ontevideo. D icha escuela, p a ra niñas, fue confiada a dos religiosas dom i­
nicas (1795). A ños m ás ta rd e, el C abildo de M ontevideo ab rió o tra escuela ta m ­
b ién g ra tu ita , p ara varo n es (1809).
T uvo O lag u e r y F eliú varios conflictos con el C abildo; con todo, y au n q u e
sin g ran d e s m éritos, fue hecho V irre y en 1797.
2 5* LECCION

E n lu g a r d e O lag u er y F eliú , se hizo


JOSE DE BUSTAMANTE cargo de la G obernación de M o n tev i­
deo el b rig a d ie r José de Bustam ante y
Y GUERRA Guerra (1797). C úpole al n uevo G o b er­
1797-1804 n a d o r a c tu a r en u n período de in ten sa
riv alid ad com ercial e n tre los p u erto s
de M ontevideo y Buenos A ires.
L a ca p ita l de n u e stra G obernación h a b ía y a salido de su período em b rio ­
nario, y m a rc h ab a a gran d es pasos p o r la r u ta del progreso; el hecho de p oseer
el m e jo r p u erto n a tu ra l del Río de la P lata , cooperaba eficazm ente en su ad e­
lanto. A dem ás, la cuantiosa riq u e z a g an a d era de sus fértile s cam p iñ as no p o ­
día se r ig u alad a por B uenos A ires.
P ero en esa ciu d ad resid ían la s S u p rem as A u to rid ad es del V irrein ato . P rin ­
cipalm ente, te n ía allí su sede el Consulado, in stitu c ió n colonial en carg ad a de
la supervisión del com ercio. O bjeto p rim o rd ial de las activ id ad es de esta co r­
poración fue, desde su creación (1794), im p e d ir el d esarro llo de M ontevideo, y
rec o n q u ista r p ara B uenos A ires el c a rá c te r de p u e rto único del Río de la P lata,
reconocido re ite ra d a m e n te por E spaña a n u e stra cap ital.
P a ra o b te n er su fin alid ad g rav a ro n con onerosos im puestos a los co m er­
cian te s de M ontevideo; pero éstos, d esacatan d o tales arb itra rie d ad e s, les o p u ­
sieron u n a Junta de Comerciantes, que d eclaró que el com ercio de M ontevideo
era "enteram ente independiente y distinto del de Buenos A ires. . . " Y el Rey de
E spaña dio la razón a M ontevideo.
P a ra m a n te n e r los privilegios ad q u irid o s y sostenerlos c o n tra B uenos Aires,
que q u e ría estab lecer com o único p u erto el de la Ensenada, B u stam a n te y G u e­
r r a hizo p ra c tic a r v aria s refo rm as p o rtu arias. O rdenó, adem ás, la construcción
de u n faro sobre el C erro de M ontevideo, p a ra fa c ilita r la navegación. Ideado
por F ray José A rriela, pudo ser in a u g u ra d o en 1804. F u e éste el primer faro
del Río de la Plata.
Se debe ta m b ié n a B u stam a n te y G u e rra la construcción del primer m uelle
en el p u erto de M ontevideo.
No m enos que por su am or al progreso, d istin g u ió se B u stam a n te y G u erra
p o r su genio m ilitar. El p rim e r año de su gobierno, creó el Cuerpo de B landen­
gues, reg im ien to encargado de m a n te n e r la in te g rid ad de las fro n teras. A llí se
in iciaro n en las arm as don José Artigas y don José Rondeau.
A p esar de sus deseos, no pudo oponerse al av an ce lusitano, cu y a rep resió n
co rresp o n d ía al V irrey. Los portugueses, en efecto, en g u e rra con E spaña, ocu­
p aro n las M isiones y lleg aro n p o r el este de n u estro te rrito rio hasta el Chuy
(1801). El V irrey de B uenos A ires se conten tó con p ro te sta r an te la u surpación:
el hecho estab a consum ado.
E n 1804, el R ey de E spaña llam ó a B u stam a n te y G u erra p a ra co n fiarle un
p uesto en la escuadra española. D u ra n te su gobierno h ab ían sido fu n d ad o s los
pueblos de Florida y Trinidad.
t u u u u u n iu u u u u m w u v ^
2 6 ■ LECCION
E n 1804 fue n o m b rad o G o b ern ad o r de M onte­
RUIZ HUIDOBRO video el b rig a d ie r Pascual Ruíz Huidobro. Su
1804-1807 gobierno co n tin u ó la e ra de progresos in iciad a
PRIMERA INVASION p o r su antecesor; se in a u g u ró la Iglesia Matriz
INGLESA y se ab rió p a ra el p u eblo u n granero público,
1806 con precios m oderados.
Mas la tra n q u ilid a d de esos años fu e tu rb a d a
p o r las invasiones inglesas.
El m ism o año que abandonó el m ando, B u stam a n te y G u e rra se d irig ía h a ­
cia E spaña con u n a flo tilla carg ad a de tesoros. F re n te a las costas de la P e n ín ­
sula, el convoy fue atacad o p o r barcos ingleses. E sta ag resió n decidió al Rey
Carlos IV a d e c la ra r la g u e rra a In g la te rra .
L a lucha fue desastro sa p a ra E spaña: ven cid a su flo ta en Trafalgar. (1805),
d ejab a indefensas sus' colonias en m anos del enem igo. Y éste no esp erab a m ás
q ue la ocasión p a ra posesionarse de ellas.
En efecto: en 1805 p a rtió de In g la te rra u n a poderosa escuadra, con la fin a ­
lid ad de a rre b a ta r a los holandeses el dom inio del Cabo de Buena Esperanza,
em p resa que resu ltó fácil y halagüeña. U na vez afirm a d a esa conquista, el co­
m a n d a n te de las n aves inglesas, Sir Home Popham, obtuvo del G o b ern ad o r del
Cabo perm iso p a ra a ta c a r las colonias españolas rio p laten ses.
C argando, pues, unos 1600 hom bres de desem barco, — a las ó rd en es de
Béresford — en v arias n aves de g u erra, inició la tra v e sía d el océano. M o n tev i­
deo se ría su p rim e r objetivo; pero al lle g a r al P lata , en teró se d e que d ich a ciu ­
dad se h a lla b a fo rtificad a y refo rzad a por tro p a s de B uenos A ires.
O ptó entonces p o r d irig irse a esta ciudad. L uego d e p a sa r fre n te a la E n ­
senada, d esem barcaron los ingleses en Quilm es. U n reg im ien to que quiso h a ­
cerles fre n te fue dispersado; el v irre y Sobrem onle h u y ó co b a rd em e n te h ac ia el
in te rio r; y las tro p as de B éresford, dos días después d el desem barco, ocuparon
la ciudad que se rin d ió sin resistir. (27 de junio de 1806).
E sta noticia conm ovió a M ontevideo, que olvidando u n m om ento la riv a li­
dad que la a p a rta b a de B uenos A ires, se ap restó p a ra la reconquista. M ed ian te
p ú b licas suscripciones se ju n ta ro n fondos; en pocos días se reu n ió u n ejército
que d eb ía m a rc h a r al m ando de Ruiz Huidobro. Mas, h ab ien d o llegado Liniers,
co m an d an te de las b a te ría s de la Ensenada en los días de la invasión, en b u sca
de auxilios, el G o b ern ad o r le confió el m ando de las fuerzas, m ie n tras él se
en carg ab a de la d efensa de M ontevideo.
Con unos 1500 hom bres se dirigió L in iers hacia la C olonia: la escu a d rilla
au x ilia r lo tra n sp o rtó h a s ta la d esem bocadura del P aran á , desde donde m a rch ó
sobre B uenos A ires. El 10 de agosto inició el a ta q u e a la ciudad, cu lm in ad o el
día 12 con la rendición de B éresford.
Ese día, M ontevideo se cubrió de gloria.
Se retira n en setiem bre
27* LECCION

El ejército inglés fue confinado en el


SEGUNDA INVASION in te rio r; P o p h am , con la escuadra, zarpó
INGLESA del p u erto , e inició el bloqueo d e las c iu ­
1807 d ad es rio p laten ses, en espera de r e fu e r­
zos.
E n tre ta n to , L iniers, je fe del ejército
reconquistador, recibía del pueblo el poder m ilitar supremo, en su stitu ció n del
V irrey S obrem onte; m ie n tras que la A dm inistración fue co n fiad a a la Audiencia.
L on d res ya se h a b ía en terad o de los triu n fo s de la ex pedición a v e n tu re ra ;
y se com enzó a p re p a ra r tro p a s de refuerzo. P ero cu an d o lleg aro n las p rim e ra s
al P la ta , y a la cap ital del V irre in ato h a b ía v u elto al dom inio español.
Con los nuevos contingentes, P o p h am in te n tó posesionarse de M ontevideo;
p ero fue rechazado: la ciu d ad h ab ía p rep a ra d o u n a g ig an tesca defensa, a n te la
inm in en cia del peligro.
M archó el Com odoro sobre Maldonado. L a g u arn ició n procuró re sistir; m as
en vano: tra s cru e n ta lucha, los ingleses ocu p aro n la población. Q uisieron luego
ex ten d e rse p o r los alred ed o res; pero las m ilicias g au ch as los obligaron a re p le ­
g arse (octubre de 1806).
D ifícil era ya la situación de P opham , cuando lleg aro n 4.000 h o m b res de
refuerzo, a las órd en es de Sir Sam uel Auchm uty (enero de 1807). El n uevo jefe
inglés dispuso de inm ed iato el a ta q u e a M ontevideo. E n m ás de cien b arcos de
g u e rra y m ercantes, fu ero n tra sla d a d a s las tro p as im p eriales, que su m ab an m ás
de 5.000 soldados.
L a ciudad no podía p re se n ta r m ás qu e 3.000 defensores.
Los ingleses p u d iero n d esem b a rc ar todos sus efectivos en el Buceo, sin
se r m olestados.
P a ra d e te n e r el av ance de los invasores, se hizo u n a salid a desde la ciu d ad :
m as, vencidas en el Cristo, las tro p as tu v ie ro n qu e v o lv erse a las m u rallas (20
de enero). Com enzó entonces el sitio p o r m a r y tie rra , y prolongóse p o r v ario s
días, h a s ta que los ingleses log raro n a b rir u n a b recha. E scalando luego las m u ­
rallas, p e n e tra ro n por varios pun to s en la ciudad, qu e tu v o que ren d irse (3 de
febrero). Los refuerzos pedidos a B uenos A ires, no lleg aro n a tiem po.
D ueños de M ontevideo, los ingleses im p la n ta ro n u n gobierno m ilita r que,
d e n tro de las exigencias de la guerra, tra tó de co n g raciarse con el pueblo: p ro ­
m etió re s p e ta r la religión, la prop ied ad p riv ad a, las au to rid ad es locales; y o to r­
gó el com ercio libre. Poco después apareció u n periódico: La Estrella del Sur.
E n m ayo llegó a hacerse cargo del gobierno, el g en e ral John W hitelocke,
que in te n tó re c u p e ra r la ciu d ad de B uenos A ires, atacán d o la con 12.000 h o m ­
bres. M as fue com pletam ente d erro tad o (julio), y tu v o que co m p ro m eterse a
ab a n d o n ar el Río de la P lata.
De esta m anera, M ontevideo volvió al dom inio español: h ab ía te rm in ad o la
efím era ocupación inglesa (setiem bre de 1807).
COLONIZACION DEL RIO DE LA PLATA
A n te e l p e lig ro p o rtu g u é s, C arlo s V c re a e l A d e la n ta z g o d e l P ia la .
F u n d a a B u en o s A ire s (1536). A y o las le v a n ta e l f u e rte d e C o r­
w M en d o za p u s C h risti. Se in te r n a e n e l C haco. S a la z a r fu n d a a A su n ció n
CO N Q U ISTA ARM ADA

O (1537). M endoza re g re s a y m u e re .
Q L lega a S ta. C a ta lin a. A tra v ie sa el B ra sil. A r rib a a A sunción
C abeza
< d e V aca
(1542). T o m a el g o b iern o q u e e je rc ía Ira la . L a p o b lació n lo d e ­
H p one. V u elv e I ra la al g o b ie rn o . P rim e ro s v a c u n o s (1555).
£ S a n a b ria : E x p e d ic ió n lle n a de p e rip e c ia s. N o lo g ra lle g a r a A sunción.
< L le g a al P la ta e n 1573. F u n d a el f u e rte de S. S a lv a d o r. V a a
J Z á ra te A su n ció n y fa lle c e a l poco tieq ip o . P rim e ro s la n a re s. T ra ta de
W n eg ro s.
O N o m b ra a G a ra y r e p re s e n ta n te e n A su n ció n . E n 1580 G a-
< V e ra y A ra g ó n r a y re p u e b la a B u e n o s A ires, q u e h a b ía sido d e s tru id a .
El A d e la n ta d o llega e n 1587 y a los 4 añ o s re n u n c ia .
G o b e rn a d o r e n 3 p erío d o s. H ace in tro d u c ir a q u í los p rim e ro s g a n a ­
C onq. P a c ific a

H e rn a n d a ria s dos. P ro te g e a los indios. A b re escu elas. A su p ed id o , se c re a la


G ob. d e l R ío d e la P ia la .
1609; p r im e ra re d u c c ió n je s u íta . Se fo rm a n 32 p u eb lo s, q u e no d e p e n ­
d e n d el G o b e rn a d o r. A l E. d e l U ru g u a y , sie te p u eb lo s: M isiones O rie n ­
M isiones
tales. E n em ig o s: m am elu co s, e n c o m en d ero s. E n n u e s tro te r rito r io : f r a n ­
ciscan o s (1625) y je s u íta s (1680).
L os fae n e ro s: v e n ía n con p e rm iso de B u e n o s A ires, a h a c e r
c a rn e a d a s.
L os p ira ta s : lle g a b a n ta m b ié n p a r a a p ro v e c h a r n u e s tra s r i ­
A N T EC ED E N TE S quezas.
L os p o rtu g u e se s : p r e te n d ía n te n e r d e re c h o s so b re n u e s tro
suelo.
O E n 1680, M. L obo fu n d a la C olonia d e l S a c ra ­
w C olonia m en to . V era M u jic a lo d e sa lo ja ; p e ro e l R ey
Q d e v u e lv e la C olonia a los p o rtu g u e se s .
T EN TA TIV A S F re ita s F o n sec a p re te n d e e s ta b le c e rse e n la
H
<
► PO R TU G U ESA S B. d e M o n te v id e o (1723), p e ro d e b e r e tira r s e
U M o ntevideo < (1724). Z ab ala fu n d a el F . d e S. Jo sé, y m ás
H ta r d e p u e b la a M o n te v id e o (1726). E n 1749,
e l R ey c re a la G o b e rn a c ió n d e M o ntevideo.
Z
1751-64. D ebe e n tr e g a r las M isiones O rie n ta le s ( T ra ta d o de M a d rid ).
O G u e rra G u a ra n ític a (1754-56). C a m p a ñ a s a n g rie n ta : no se e n tre g a n
V ian a
S3 la s M isiones. F u n d a a S a lta y a M aldonado.
u D e la f 1764-71. Son e x p u lsa d o s los je s u íta s (1767). D eca d en cia de las M isio-
Rosa n es. Es d e s titu id o p o r e l G o b e rn a d o r de B u en o s A ires.
Q
V ian a: 1771-73. S eg u n d o p e río d o : c re a ju e c e s com isionados. R e n u n cia.
w
Z 1773-90. G o b ie rn o p ro g re s ista . C o b ra im p o rta n c ia e l p u e rto de
W
O M on tev id eo . P o b la c io n e s: C an elo n es, S. Jo sé , M e rc e d e s ...
N tf Del P in o
O 1776: V irre in a to d e l R ío d e la P la ta . C eballos d e s tru y e la C olo­
U
n ia (1777). T ra ta d o de S an Ild efo n so . E stab lece el co m ercio lib re .
< Q
1790-97. In te n sific a la t r a t a de n eg ro s. R ocha y M eló. P r i ­
z < O la g u e r y F eliú
m e ra escu ela g r a tu ita (1795). Es n o m b ra d o V irre y .
Z Z
1797-804. J u n t a de C o m ercian tes. P u e r to : fa ro y
U « m u elle. C u e rp o de B la n d e n g u e s. A v an ce p o rtu g u é s.
B u s ta m a n te y G u e r ra
n W
F lo rid a y T rin id a d .
o w
1804-07. Se in a u g u ra la Ig lesia M atriz. G ra n e ro p ú b lico .
o o
P o p h a m y B é re s fo rd c o n q u is ta n a Bs.
Ü A ires. L in ie rs la re c o n q u ista . P o p h a m
1806
R uiz H u id o b ro < o cu p a a M aldonado.
In v . In g l. <
A u c h m u ty to m a a M o n tev id eo . W h ite-
lo c k e m a rc h a so b re B u e n o s A ire s: es v e n ­
cido. L os in g leses d e b en r e tira r s e .
lunnnnmnnnnmwinnn

TERCERA PARTE

EMANCIPACION
28* LECCION
P asa d a la n ecesidad de u n esfuerzo co ­
REVOLUCION DE MAYO m ú n p a ra re p e le r a los ingleses, ren a cie­
1810 ro n las riv alid ad e s en tre las dos ciu d ad es
GRITO DE ASENCIO del P lata.
1811 El Virrey Liniers. y a co n firm ad o en el
puesto, nom bró G o b ern ad o r in te rin o de
M ontevideo a don Francisco Javier de Elío.
P o r tem ores d e engrandecim iento, y siguiendo u n a an tig u a táctica, el Con­
sulado de Buenos A ires quiso g ra v a r los artícu lo s ingleses depositados en M on­
tevideo, con u n descom unal im puesto del 52 %. Esto p ro d u jo reacciones e n tre
los com erciantes, quienes se neg aro n a cum plirlo. A ñ ád ase el d ecreto re a l por
el cual se concedía a M ontevideo, en m érito a sus servicios, el títu lo d e Muy
F iel y Reconquisladora, con autorización p a ra ag re g ar a su escudo las banderas
inglesas abatidas, u n a corona de olivo, palma y espada. T al concesión ex acerb ó
a l C abildo de B uenos A ires.
P a ra colmo, en E sp añ a sucedían hechos gravísim os: el Rey C arlos IV h ab ía
abdicado en fav o r de su hijo, Fernando VII; y éste, a su vez, era desposeído de
la corona po r Napoleón, E m p e ra d o r de los franceses. P a ra re g ir a E spaña se h a ­
b ía n creado v aria s Juntas de Gobierno, e n tre las que p rim ab a la de Sevilla.
A l conocerse estos hechos en el P la ta , L in iers dem ostró u n a a c titu d en
p a rte contem porizadora, lo que p erm itió a Elío, incitado p o r P o rtu g al, re c rim i­
narlo públicam ente, acusándolo de cóm plice de N apoleón. El V irrey co ntestó
destituyéndolo, y enviando u n ree m p laz an te; m as éste, am enazado, tu v o que
h u ir de M ontevideo el m ism o día que h ab ía llegado. Al d ía siguiente, 21 de se­
tiem bre de 1808, en cabildo abierto, se p ro testó obediencia a Elío, y se creó,
a pedido del pueblo, u n a Junta de Gobierno, a n o m b re de F e m a n d o V II, — e
in d ep en d ien te del V irrey, — presid id a p o r el G obernador.
L a escisión estab a consum ada. L a Junta de M ontevideo co n stitu ía la p rim e ra
reb e lió n fo rm al co n tra la au to rid a d su p e rio r d e las colonias, p o r lo qu e h a sido
llam ad a: precursora de la emancipación.
V anos fu ero n los in ten to s de L in ie rs p o r so m eter a la J u n ta : la sem illa de
la discordia h ab ía p rendido; y poco después, en un m o tín encabezado p o r el
Cabildo de Buenos Aires, se exigía al V irre y la ren u n cia. P ero éste, apoyado
por las tropas, pudo d o m in a r la situación.
Con todo, E spaña com etió el e rro r d e su s titu ir a L in iers p o r don Baltasar
Hidalgo de Cisneros, quien llegó a m ediados d e 1809. Lo p rim ero que hizo fue
disolver la J u n ta de G obierno m o n tev id ean a; luego o rdenó a Elío y a L in ie rs
que se em b arca ra n p a ra E spaña. Elío, reem p lazad o p o r Soria, p artió ; L in iers
no pudo hacerlo, pues fue sorprendido po r el m o vim iento rev o lu cio n ario (25 de
m ayo de 1810).
E ste m ovim iento tu v o eco en las m árg en es del Asencio, el 28 de febrero
de 1811.
29? LECCION
E n estos m om entos hace su e n tra d a en la H is­
A R T I G A S to ria el héro e m áxim o de n u e stra n acio n alid ad :
PRIMER SITIO DE don JOSE ARTIGAS.
MONTEVIDEO D errocado el V irrey, se hizo cargo del gobierno
1811 de B uenos A ires u n a Junta. E n esos m ism os días
llegaba la n u e v a de la disolución de la Junta" de
Sevilla, y de la form ación del Suprem o Consejo de Regencia. P ero com o la J u n ­
ta de B uenos A ires no quiso a c e p ta r al C onsejo de R egencia, M ontevideo r e ­
chazó su pedido de reconocim iento.
M ien tras tanto, en la vecina orilla acontecían g rav es sucesos. P a ra d efe n ­
d erse y p ro p ag a r la revolución, la J u n ta h ab ía form ado tres ejércitos. U no m a r­
chó al P arag u a y , donde sufrió m il calam idades. O tro se dirigió al oeste, se ñ a ­
lan d o sus huellas con regu ero s de sangre: p rim ero dio m u e rte a Liniers y otros
rea lista s que le hiciero n fre n te en C órdoba (Cabeza de Tigre); luego, al g en eral
esp añ o l y otros jefes vencidos en el A lto ’Perú. El te rc e r ejército quedó en B u e­
nos A ires po r c u a lq u ie r evento.
E n enero de 1811 llegó Elío de E spaña con el títu lo de Virrey. No fue rec o ­
nocido p o r la J u n ta ; p o r lo cual se estableció en M ontevideo y se ap restó p a ra
la g u e rra con B uenos A ires. A ta l efecto reforzó las g u arn icio n es de M aldonado
y Colonia. A este p u erto envió u n destacam en to de B landengues, m an d ad o p o r
el capitán José Artigas, quien, poseído de a lta s ideas dem ocráticas, vio el m o­
m e n to o p ortuno p a ra ab a n d o n ar la causa realista, y se fugó de la ciudad (15
de febrero).
E n Capilla N ueva (M ercedes), ultim ó los p rep a ra tiv o s del le v an ta m ie n to
que se inició en el A sencio, el 28 de febrero. L as h uestes allí re u n id a s se ap o d e­
ra ro n de Capilla N ueva y de Soriano.
A rtigas, en tanto, h ab ía p rese n tad o sus servicios a la J u n ta de B uenos A i­
res, q ue le dio el grado de teniente coronel, y subsidios en din ero y soldados.
Con esos auxilios, volvió a n u estro te rrito rio , desem barcando en P ay san d ú .
D esde a llí fu e a establecerse en C apilla N ueva. D espachó h acia M ontevideo
a su prim o herm an o Manuel Artigas. Este, después de v en c er a los rea lista s en
Paso del Rey, y reforzado po r Benavídez que acabab a de ap o d erarse de Colla,
ocupó en b rilla n te acción la ciu d ad de S an José; pero fu e h erid o m o rtalm en te.
M archó a ponerse al fre n te del ejército el m ism o José Artigas. E nvió a
B enavídez hacia Colonia, y fue a ac am p ar en las m árg en es d el C anelón Chico.
A llí se le unió, con 300 jinetes, su h erm a n o M anuel Francisco, que se h ab ía
ap o d erad o de la zona del este. Ju n to s los dos, v enciero n a Posadas en Las P ie ­
dras (18 de m ayo de 1811).
D espués de h a c e r ca n je de prisioneros, A rtig as estableció desde el C e rrito
el primer sitio de M ontevideo. L a b a ta lla de L as P ied ras le h ab ía m erecido el
g rado de Coronel, y u n a espada de honor. L a Colonia, d efen d id a p o r V igodel,
fu e a b a n d o n a d a p o r los españoles.
3 0* LECCION
Con la to m a de la Colonia, la ca m p añ a
EXODO DEL o rien tal q u ed ab a en m anos de los p a trio ­
PUEBLO ORIENTAL tas. E n v ista de ta n to s desastres, Elío se
1811 decidió a e x p u lsar de la ciu d ad a v arias
fam ilias m o n tev id ean as, p a rtid a ria s del
m ovim iento. Ig u al su e rte co rriero n los
fra ile s del Convento de San Francisco, quienes, u n a noche, de im proviso, re c i­
b iero n órdenes de m a rc h arse "con sus amigos, los gauchos".
El 19 de junio, llegó Rondeau con el ejército a u x ilia r de B uenos A ires, y se
hizo cargo del sitio. A rtigas, sin re p a ra r en la in ju stic ia le la Ju n ta , siguió p e ­
leando al fre n te de los orientales.
R ondeau tra tó de e stre c h a r el cerco de M ontevideo, p ara lo cu al hizo tr a e r
dos cañones desde la fo rta le za de Santa Teresa, y a co n q u istad a p o r M anuel F.
A rtigas. H asta entonces, los sitiadores h a b ía n carecido de artillería . C uando
fa lta ro n m uniciones, asa lta ro n los depósitos españoles. Con los p ertrec h o s co n ­
seguidos en la isla de R atas, p u d ie ro n c a ñ o n ea r in te n sa m en te la ciu d ad de
M ontevideo.
V iendo Elío que e ra im posible m a n te n e rse en esa situación, acudió a P o r­
tugal, solicitando ay u d a en tra n c e ta n difícil. L a p rin cesa Carlota, R ein a de
P o rtu g a l y h erm a n a d e F ern an d o VII, vio en esta p etición el cam ino p a ra r e a ­
liz ar su an tig u o sueño de dom inación en el P lata, y se ap re su ró a en v ia r u n
fu e rte ejército sobre la B an d a O riental.
M ien tras tanto, la J u n ta de B uenos A ires com enzaba a se n tir el peso de
la d e rro ta en el A lto P erú , lo que m otivó la disolución de la m ism a. E n su lu g a r
se nom bró u n Triunvirato. El nuevo gobierno, am enazado por el n o rte y p o r
el este, se vio precisado a ce le b ra r un arm isticio con Elío, m e d ian te el cual r e ­
conocía su au to rid ad sobre la P ro v in cia O rien ta l; pero d eb ían re tira rse los p o r­
tugueses.
R on d eau recibió órdenes de le v a n ta r el sitio, y p o r el Sauce se em barcó con
el ejército au x ilia r h ac ia B uenos A ires.
A rtigas, co n trario al arm isticio que lo e n tre g a b a a las rep resa lia s de los
realistas, propuso al re p re se n ta n te del T riu n v ira to c o n tin u a r él solo el sitio, y
recibió prom esas de ayu d a; en v irtu d de lo cual se re tiró a San José. P ero allí
se en teró de que el arm isticio habia sido ratificado (o ctu b re de 1811).
A rtig as q u ed ab a en la a lte rn a tiv a de a b a n d o n a r el te rrito rio , o en treg arse.
Y a rodeado su cam pam ento po r bu en n ú m ero de fam ilias que desde el este v e ­
n ía n h u y en d o del invasor, em prendió u n a le n ta m a rc h a h acia el norte. P o r el
cam ino u n iéro n sele m ás em igrantes, con lo qu e se form ó u n núcleo de u n as
16.000 personas. De octu b re a diciem b re duró e s té éxodo del Pueblo Oriental.
H abiendo llegado a la a ltu ra de Salto, cruzó A rtig as el U ru g u ay y fu e a
estab lecerse ju n to a las m árg en es del AyuL en esp era de u n a o p o rtu n id ad p a ra
v o lv er a su te rrito rio .
auuummummnmmmu
31 ’ L E C C I O N
Poco después de firm a r el arm isticio, Elío ab o ­
SEGUNDO SITIO lió el Virreinato y se volvió a E spaña. E ncarg ad o
1812-1814 del G obierno de M ontevideo quedó Gaspar de Vi-
AÑO 1813 godel.
Como los ejército s p o rtu g u eses no se re tira b a n
del te rrito rio o rien tal, el T riu n v ira to se dirigió a
V igodet, in tim án d o le el desalojo. P ero el gobierno de M ontevideo d esaten d ió
esta reclam ación. El T riu n v ira to quiso entonces in tim id arlo , m an ifestán d o le que
si no h ac ía de m an era que los p o rtugueses rep asasen su fro n te ra, B uenos A ires
ayudaría a Artigas p a ra que rea n u d ase el sitio. El desafío fue co n testad o p o r
V igodet con la declaración de guerra (enero de 1812).
E n tanto, la princesa C arlota seguía tra b a ja n d o p o r co ro n arse rein a d el P la ­
ta; pero el m in istro inglés en L isboa obtuvo del Regente u n convenio con B uenos
A ires, en v irtu d del cual los ejércitos portu g u eses se re tira ría n de la P ro v in cia
O rien tal (m ayo de 1812).
H abiendo sido firm ado el pacto e n tre el Triunvirato y Portugal, aq u é l envió
al A yuí u n ejército al m ando de Manuel Sarratea. Se decía que iba a au x ilia r
a A rtig as; pero en rea lid ad lo que se p ro cu rab a e ra d esacred itarlo . E n efecto,
S a rra te a era m iem bro de la Logia Lautaro, que d efe n d ía la m o n arq u ía, d e la
que A rtig as era insigne opositor.
H ab ía llegado el m om ento de re in ic ia r el sitio de M ontevideo. Rondeau,
jefe de la vang u ard ia, se d irig ió al C errito, a donde llegó el 20 de octubre de
1812. A llí estab a ya Culta, quien fue el p rim e ro en h ac er flam ear a n te las m u ­
ra lla s de M ontevideo la b a n d e ra azul y blanca.
Los rea lista s h ab ían recibido refuerzos de Lima. S a rra te a ordenó a A rtig as
m a rc h a r al asedio; pero éste le negó obediencia.
Sabiendo V igodet que los sitiadores e ra n la v an g u a rd ia del ejército de S a ­
r ra te a que v en ía en le n ta m archa, in te n tó u n a salid a sorpresiva. P ero fue o b li­
gado a retro ced er. (B atalla del C errito: 31-XII).
Poco después llegó S arra tea . A rtigas, que ta m b ié n m a rc h ab a sobre M o n tev i­
deo, se d etuvo en el Paso de la Arena, y no quiso u n irse al sitio h asta qu e S a ­
rra te a fuese depuesto: lo que se realizó.
El año 1813 se caracteriza por dos Congresos: es el p rim ero el de Tres Cru­
ces (abril), reu n id o a los efectos de n o m b ra r diputados a la Asam blea General
C onstituyente, que sesionaría en B uenos A ires. A llí A rtig as dictó sus m a g n ífi­
cas instrucciones, que co n stitu y e ro n siem pre su p lan de acción, y fue pro clam ad o
presidente del Gobierno Provincial que se in sta la ría en C anelones. Los d ip u ta ­
dos enviados p o r el C ongreso de T res C ruces fuero n rechazados p o r dos veces.
R ondeau entonces recibió órdenes de r e u n ir u n nuevo Congreso. C itado
p a ra la casa de A rtigas, sesionó en la Capilla de Maciel (diciem bre). El Caudillo,
indignado p o r este desaire, no quiso concurrir. Los nuevos d ip u tad o s no p asaro n
a B uenos A ires.
luuu-uuuuuuiuumvvm
32’ LECCION
V iendo A rtig as que el g obierno p o r­
FIN DE LA DOMINACION teñ o lo tra ta b a como a u n enem igo, d e­
cidió a p a rta rse de él, y ab an d o n ó el
ESPAÑOLA
sitio (enero de 1814). Lo siguieron m u ­
1814 chos de sus oficiales y soldados. O tros,
en cam bio, p erm an eciero n en el Ce-
rrito .
L as tro p as revolucionarias h a b ía n sufrido a fin es de 1813 dos trem en d as
d erro tas en el A lto Perú, y h ab ían perd id o la isla Martín García en el P lata.
E stos d esastres decidieron a los g o b ern a n tes de Buenos A ires a c o n c e n tra r el
p o d er en u n solo hom bre, disolviendo el Triunvirato y crean d o el Directorio.
F u e n o m b rad o p rim e r Director Supremo don Gervasio Posadas, q uien inició sus
activ id ad es con un d ecreto c o n tra A rtigas, en el cual lo d ec la ra b a "infame, trai­
dor y enem igo de la Patria", y ponía a precio su cabeza.
A rtig as contestó a esta in ju ria declaran d o la g u e rra a l D irectorio; y m a r­
chó a su b le v ar las P ro v in cias del litoral.
El p rim e r en cu en tro e n tre los nuevos co n ten d ien tes tuvo lu g a r poco d es­
pués ju n to al P aran á , donde Otorgues cerró el paso a u n refu erzo que m a rc h ab a
a u n irse con R ondeau. (Acción del Espinillo).
Poco después, A rtig as recibió proposiciones de M ontevideo y de B uenos
A ires p a ra u n arreglo. El caudillo contestó a la p rim e ra que no h ab ía u n ió n po­
sible, sino m ediante la libertad; y antep u so como base de paz a la segunda, las
Instrucciones del año 13.
A ngustiosa era la situación de los sitiados en M ontevideo. Los españoles
debían p ro v eerse de v íveres por m edio de sus naves, pues estab an cercados p o r
tie rra . U na de estas expediciones m a rítim a s fue sorpren d id a, a principios de
1813, en el P aran á , po r los Granaderos de San Martín, cerca de los m u ro s del
conv en to de San Lorenzo.
P ero el h am b re com enzó a h a c e r estragos en la población. Suscitó entonces
la P ro v id en cia a u n franciscano, fray Ascarza, quien, reco lectan d o lim osnas,
llegó a m a n te n e r a m ás de 3.000 pobres.
Como el asedio a M ontevideo se prolongaba, el D irectorio decidió c re ar
u n a flo tilla p a ra h ac er fre n te a la escu ad ra realista. De siete u n id ad es se co m ­
ponía, y fu e confiada al m arin o inglés Guillerm o Brown. Com enzó éste su ca m ­
p añ a apo d erándose de la isla Martín García, después de u n doble ata q u e (m arzo
de 1814). M archó luego a te n ta r a la escu ad ra anclada en la b ah ía de M onte­
video; y h ab ién d o la hecho sa lir h a sta el Buceo, la d estru y ó (17 de m ayo). Al
d ía siguiente, se p re se n ta b a en la bahía, c e rra n d o el bloqueo. L a ciudad así
aislada, debió c a p itu la r (20 de junio de 1814).
B ajo honrosas condiciones, V igodel e n tre g ab a la plaza. Carlos María de
Alvear, q ue acababa de su stitu ir a R ondeau, hizo el 23 de junio su e n tra d a
triu n fa l en M ontevideo; pero no cum plió lo pactado con Vigodet.
L a dominación española, tres veces ce n te n aria, h ab ía finalizado.
GUAYABO S %
(R iv e r a , enero 1815)

M a rm a ra já

C O LO N
’» C A N E L O N E S
V la s p ie d r a s

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BUENOS f ? e b * r* ^ ~ e^ é ^ > ^ O N T E V I D E O
e r0_)
3 3 ■ LECCION
E vacu ad a la ciu d ad de M ontevideo p o r
DOMINACION los españoles, Otorgues, que se h a lla b a
PORTEÑA en las inm ediaciones de Las Piedras, p i­
1814-1815 dió en n o m b re de A rtig as que la p laza
fu e ra en tre g ad a a los orientales. P ero fue
sorprendid o de im proviso p o r las tro p as
de A lv ea r y puesto en co m p leta fuga.
S atisfecho po r esta hazaña, el jefe p o rteñ o reg resó a M ontevideo, al paso
que O torgués lograba u n irse con Rivera en Canelones.
E n v ista de las desgracias que aflig ían al pueblo o rien tal, el V irrey del
P erú in te n tó a tra e rse a A rtigas con h alag ü e ñ as prom esas; pero A rtig as contestó:
"Yo no soy vendible".
P o r este tiem po, las fuerzas directo riales co n tin u ab an su frien d o descalabros
en la s p rovincias del lito ra l; y la opinión pú b lica se h allab a m u y ex altad a. P r e ­
v iniendo lo que podía suceder, Posadas tra tó de congraciarse con A rtigas, a n u ­
lando el decreto condenatorio firm ado m eses antes, y d eclarándolo "buen ser­
vidor de la Patria". A l m ism o tiem po, A lv ea r in v ita b a a A rtig as a en v iarle d e ­
legados p a ra tr a ta r la paz. E n tre d u d ando y creyendo, el Je fe o rien tal m andó
sus rep rese n tan tes, que fueron m uy bien recibidos. E n p resen cia de ellos, A lv ear
hizo e m b a rc a r gran p a rte de la guarnición de M ontevideo; p ero esto no d ejab a
de ser u n nuevo engaño.
E n efecto, los 3.000 soldados, en lu g a r de d irig irse a Buenos Aires, fu ero n
desem barcados en la Colonia, desde donde A lv ea r ab rió u n a n u ev a cam p añ a
co n tra las fuerzas artiguistas.
L legado a San José, envió al coronel Dorrego c o n tra Otorgués, que ac am ­
p aba en el Marmarajá. El oriental, que ni siq u iera sospechaba el ataque, fu e
puesto en com pleta fuga (octubre de 1814).
T ras esta fácil victoria, siguió D orrego en busca de las tro p as de A rtigas.
Este, que se h allab a en Salto, dispuso que se ju n ta r a n los jefes que se e n c o n tra ­
b an en las inm ediaciones, y confió la dirección de 1.000 ho m b res que logró
reu n ir, a Rivera, te n ie n te coronel de 26 años. B ajo sus ó rdenes se h a lla b a n
Lavalleja, Bauzá y otros.
Ju n to al arroyo Guayabos, los halló D orrego y los atacó con un n ú m ero de
soldados casi dos veces m ayor; pero fue co m p letam en te d erro tad o (10 de enero
de 1815). A n te tam año desastre, decidióse A lvear, — que acab a b a de o cu p ar el
Directorio p o r ren u n c ia de su tío P osadas — a ab a n d o n a r la g u erra. A rtig as
exigió, com o paso previo a u n arreglo, la entrega de Montevideo.
A l re tira rs e de la ciudad, los porteños, segú n órd en es recibidas, em b arcaro n
cuantos arm am en to s pudieron, y a rro jaro n la pólvora al m ar, lo que p ro d u jo la
ex plosión de Las Bóvedas.
H a b ía te rm in ad o la dominación porteña (25 de feb rero de 1815).
D ías después, Otorgués en tró en M ontevideo y se hizo cargo del gobierno,
en nom bre de A rtigas.
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34’ LECCION

L a evacuación de M ontevideo no fue


APOGEO DE ARTIGAS m ás que la cesación de h o stilid ad es en un
fre n te, pues en las o tras p rovincias co n ­
1815-1816 tin u ó la g u erra.
H abiendo ay u d ad o A rtig as a Santa Fe
en la d estitu ció n del re p re se n ta n te de
B uenos A ires, el D irecto r A lvear envió c o n tra él al coronel Alvarez Thomas;
pero éste se rebeló c o n tra el gobierno; derrocó a A lv ear, y disolvió la A sam blea.
El m ism o A lvarez T hom as asum ió el m ando, en reem plazo de Rondeau,
que fue nom brado D irector, y, querien d o congraciarse con A rtigas, le envió en ­
cad en ad o s a varios enem igos; pero él los devolvió co n testan d o que "no era v er­
dugo del gobierno porteño". Poco después, los lau tarin o s, deseando im p o n er
u n a monarquía en el Río de la P lata, ofrecieron a A rtig as la independencia ab­
soluta de la B anda O riental. P ero él les co n tra p u so su ideal de federación.
No era por entonces sólo n u e stra P ro v in c ia la que obedecía a A rtig as; En­
tre Ríos, Santa Fe, Corrientes, M isiones y Córdoba se h ab ían acogido a la tu te la
de sus Instrucciones, y gozando de p erfec ta autonom ía, lo h ab ían no m b rad o su
Protector.
El, desde su cam pam ento en Purificación, v elab a p o r la b u en a a d m in istra ­
ción y el ad e lan to de las provincias que in te g ra b a n la Liga Federal: estab a
en su apogeo.
A u nque a todos aten d ía, favoreció siem p re de u n a m a n e ra p a rtic u la r a su
Provincia Oriental. S abiendo que d u ra n te el gobierno d e O torgués h ab ían ocu­
rrid o en M ontevideo algunos desórdenes, m andó en su lu g a r com o D elegado, a
don M iguel Barreiro, ciudadano in te g érrim o y h áb il ad m in istrad o r. El nuevo
D elegado supo ca p ta rse las sim patías generales y encauzó la P ro v in cia p o r un
sendero de paz.
E n el año 1815 flam eó sobre la C iu d ad ela la bandera de Artigas, p rim e r
láb aro nacional. T am b ién se creó el escudo de la Provincia, que, ju n to con el
sol de M ayo y la balanza, o ste n ta b a la inscripción: Con libertad, ni ofendo ni
temo.
D esde su capital-cam p am en to , dictó A rtig as sabias disposiciones. A p ro p u es­
ta del C abildo de M ontevideo, dividió la P ro v in c ia en seis departamentos, lo
que fa c ilita ría la adm inistración. Fom entó la instrucción pública, erig ien d o en
P u rificació n la Escuela de la Patria, co n fiad a al P. José B. Lamas. E n M o n tev i­
deo se fundó o tra escuela.
El 25 de mayo de 1816, se inau g u ró en M ontevideo la p rim e ra Biblioteca
pública.
T am bién red actó el P ro te c to r un reg lam en to sobre el com ercio y la indus­
tria, d ando origen a la marina m ercante nacional. Y aten d ió a las necesidades
del culto, estableciendo que la mitad de los diezmos fuese d estin a d a a la r e p a ­
ración de los tem plos m ás pobres.
N ada escapaba, pues, a los cuidados del g ra n J e fe O rien tal, que estuvo
d u ra n te los años 1815 y 1816 en la p le n itu d de su gloria.
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MISIONES

S. B O R JA

PURIFICACIO N;-%

In d ia M uerta'

B U E N O S A IR E S
MONTEVIDEO
35* LECCION

No llegó a d u ra r dos años la p ro sp erid ad


INVASION del pueblo oriental. A m ediados de 1816, con
PORTUGUESA el p re te x to de re sg u a rd a r las fro n te ra s del
1816-1817 B rasil co n tra las montoneras arliguislas, un
fu e rte ejército p o rtu g u és invadió la P ro v in ­
cia O riental,
P ero otro m u y d istin to e ra el m otivo de la invasión.
D isuelta la Asam blea General Constituyente, el gobierno p o rteñ o convocó
a las P rovincias p ara u n g ran Congreso, que se reu n ió en Tucumán a principios
de 1816. A llí se declaró la independencia de las Provincias Unidas (9 de julio).
Las P rovincias de la Liga Federal, m a n ten ién d o se ad ictas a su P ro te cto r,
no en v iaro n delegados al Congreso. E sta ac titu d ex asp eró a los d irig en tes de
Buenos A ires, quienes, p a ra a c a b a r con A rtigas, ac tiv aro n las negociaciones
en tab la d as tiem po a trá s con los p ortugueses p a ra en tre g arle s la P ro v in cia O rien ­
tal.
P o rtu g a l no vaciló en p re p a ra r u n poderoso ejército d e m ás de 12.000 so ld a­
dos, confiado a la pericia del gen eral Lecor. A rtig as podía o poner so lam en te
6.000 hom bres, a los que luego se ag reg aro n unos 2.000 m ás, p ro ced en tes de
E n tre Ríos y C orrientes.
El ejército inv aso r se d iv id ía en tre s colum nas, ap oyadas p o r la flo ta al
m ando del conde de Viana. A tac ab a po r el n o rte el g en e ral Curado; p o r el Ya-
guarón, el m ariscal Silveira; y por el C huy, el generalísim o Lecor.
El p la n concebido por A rtig as en esos m om entos suprem os, al d ecir de
B. M itre, "haría honor a cualquier general". E nvió a Rivera y Otorgues a con­
te n e r a los ejércitos que in v a d ían p o r el este, y m ie n tras él se e n fre n ta b a co n
el ejército de Curado, hizo in v a d ir el propio te rrito rio b rasileñ o p o r v ario s de
sus ten ien tes. Con esto esp erab a a le ja r del te rrito rio o rien tal los daños que
ocasiona la guerra.
L a cam p añ a se inició con éxito, y varios triu n fo s p arciales p rem iaro n el v a ­
lo r de los p atrio tas. Mas, por desgracia, los p ortugu eses lo g raro n e n te ra rse del
p lan de A rtigas, y m odificaron el ataque.
Y a A ndresiio estab a a p u n to de a p o d e rarse de San Borja, en las M isiones,
cuando llegó el coronel Abreu, enviado p o r C urado; en consecuencia, h u b o de
le v a n ta r ap re su ra d a m e n te el sitio y a b a n d o n a r las M isiones (octubre de 1816).
Poco después, el m ism o A rtigas, acom etido en el cerro Carumbé, fue d erro tad o .
Ig u al su e rte le cupo a R ivera, a l m es sig u ien te: h ab ien d o in te n ta d o oponerse
a la v a n g u a rd ia de Lecor, fue puesto en fu g a en las inm ediaciones de India
Muerta.
E n diciem bre, O torgués obtuvo sobre S ilv eira u n triu n fo p arcial, en e l Cor­
dobés.
E n tre tan to , p a ra co n ten e r la escu ad ra de V iana, organizó A rtig as el corso,
qu e causó serios perjuicios a la navegación lu sita n a en el P la ta y en el O céano
italán
V l8 1 7 )

PURIFICACION

C ordobés ( O T O R G U E S ),

O TO RGUES

( E jé r c it o de la derecha) : In d ia
• M u e rta

C O L O N IA R I V E R A (E jé r c it o de la
» I / izquierd a)

B U E N O y 'A I R E S
lONTEVIDEO
36’ LECCION
Los ejército s de A rtig as h a b ía n sido
TOMA DE MONTEVIDEO derro tad o s. A n te la in m in en cia d el p e ­
1817 ligro, e ig n o ran d o la com plicidad de
B uenos A ires, el gobierno de M o n tev i­
deo re c u rrió al D irecto r Pueyrredón.»
El D irec to r contestó que ay u d a ría al pueblo o rien tal siem p re que fuese su s­
c rita u n a c ta de incorporación de esta P ro v in c ia a la s P ro v in cias U nidas. E ste
convenio, aprobado p o r los com isionados, fue rech azad o p o r B a rre iro y el C a­
bildo; y al e n te ra rse de él, A rtig as reconvino a los delegados diciéndoles: "El
Jefe de los Orientales ha m anifestado en lodo tiem po que ama demasiado su
Patria, para sacrificar este rico patrimonio de los orientales, al bajo precio de
la necesidad". No hubo, pues, n in g ú n arreg lo ; y A rtigas, con sus solas fuerzas,
in te n tó u n a n u ev a ca m p a ñ a p o r m a r y tie rra .
H abiendo confiado u n a h u este num ero sa a su jefe Andrés Latorre, lo envió
hacia el C uareim , p ara so rp re n d e r al enem igo; él, en tan to , se situó en los cerro s
de Arapey con unos 700 hom bres. P ero en lu g a r de so rp ren d er, fu e so rp ren d id o
y d erro tad o en su m ism o cam pam ento, p o r el co ro n el Abreu (3 de enero de 1817).
A l d ía siguiente, L a to rre sostuvo con el Marqués de A legrele u n a re ñ id a p e­
lea, ju n to al arroyo Catalán. Al caer de la ta rd e q u ed ab a indecisa la b atalla,
cuando llegó A b reu y atacó p o r el flanco. E ste refu erzo inesperado, p ro n u n ció
la v ic to ria a fav o r de lo s portugueses. P ero, au n q u e derro tad o , A rtig as logró
co n ten er a l ejército del norte.
E n cam bio, po r el este, la invasión prosperab a.
A p e sa r del co n tra ste d e l Cordobés, S ilv eira m archó h acia el sur, y después
de e s ta r u n tiem po sitiado e n la ciu d ad de M inas p o r p a rtid a s p atrio tas, logró
re u n irse con Lecor. J u n to s am bos, em p re n d iero n la m a rc h a sobre M ontevideo.
L a ciu d ad co n tab a con 800 defensores, p a ra oponerse a 8.000 atacan tes. El
D elegado recibió órdenes de re tira rs e con la g uarnición. Y el 20 de enero de
1817, el g en e ral L ecor e n tró en M ontevideo.
E n el año 17 principió la guerra de recursos. R iv era v ig ilab a los alre d ed o ­
res de M ontevideo (ejército de la izquierda), m ie n tra s O torgués se situ ab a e n el
ce n tro d el te rrito rio (ejército de la derecha); y h o stig ab an co n stan tem e n te a las
fu erzas p o rtu g u esas dispersas.
A rtig as fu e ab a n d o n ad o po r varios jefes; u n o de ellos en treg ó la Colonia.
Pero, te n ta d o de rendición, contestó q u e p elea ría au n q u e fuese con perros ci­
marrones.
A n te la ac titu d de P u ey rre d ó n , A rtig as le declaró la g u e rra ; y no se rin d ió ,
a p esar de la adversidad.
E n 1818, cayeron p risioneros: Lavalleja, Otorgués, M anuel F. Artigas, Ber­
nabé Rivera. F ructuoso R iv era efectuó la retirada del Rabón.
E n 1819, fu e c a p tu ra d o Andresito. Pero, con todo, la lu ch a continuó.
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37 LECCION
A fin es de 1819, A rtig as hizo u n ú ltim o
esfuerzo p a ra lib ra r a su tie rra de la o p re­
sión lu sitan a. H abiendo reu n id o sus tro p as,
p en e tró n u ev a m e n te en el B rasil, y venció a
Abreu, que estab a acam pado en el arro y o
Santa María, a flu e n te del Río Ib icu y (di­
ciem bre).
Mas, p ro n to debió rep le g arse a l te rrito rio orien tal. Confió el m an d o al co­
ro n el Lalorre, quien fue a establecerse e n el T acu arem b ó Chico. A llí fu e so r­
p ren d id o y com pletam en te d erro tad o p o r los portugueses. L a de Tacuarembó,
fue la ú ltim a b a ta lla de las fuerzas a rtig u ista s en n u estro te rrito rio (enero
de 1820).
S ab ed o r A rtig as del desastre, dio órdenes p a ra que se le u n ie ra Rivera;
p ero éste, juzgando in ú til toda resisten cia se h ab ía y a ren d id o a los portugueses.
C o m pletam ente solo, el caudillo pasó a C orrientes, con la esp eran za de ju n ta r
refu erzo s y acam pó en Avalos.
Sin em bargo, lo ag u a rd ab an nu ev as desventu ras. E n efecto: a principios
de 1820, Ramírez y López, G obernadores de E n tre Ríos y S a n ta Fe, h ab ían m a r­
chado sobre B uenos A ires, p ara d efe n d er sus P ro v in cias de u n a constitución
unitaria que h ab ía sido sancionada el año an terio r. L lev ab an tam b ién u n a e n é r­
gica p ro te sta que A rtig as h ab ía escrito al D irecto rio después de Santa María.
E l n uevo D irector, Rondeau, salió a detenerlos, pero fue d erro tad o en la b a ta lla
de Cepeda. Los dos caudillos a rtig u ista s m a rc h aro n entonces sobre la C apital,
y d isolvieron el Directorio y el Congreso, que desde T u cu m án h ab ía sido tr a s ­
ladado a B uenos A ires. De in m ediato procedióse a la elección de u n n uevo D i­
rector, y resu ltó electo el y a fam oso Sarratea. E ste ap resu ró se a firm a r con los
cau d illos el tratado del Pilar, po r el que se reconocía la au to rid ad de A rtig as
y se le p ro m etía auxilios c o n tra los p o rtu g u eses; pero, en privado, S a rra te a in ­
citó a R am írez a s u p la n ta r al Je fe de los O rien tales en el p ro tecto rad o d e la
L iga F ederal.
A rtigas, e n tre tanto, pidió socorros a sus aliad o s victoriosos; pero R am írez
se negó a obedecerle.
E ntablóse entonces u n a te rrib le lucha e n tre am bos. Se inició con u n éx ito
de A rtig as en Las Guachas; pero a este triu n fo siguió u n a serie de d erro tas: en
Paraná, Las Tunas, etc.
V iendo la im posibilidad de rehacerse, A rtig as se re tiró a M isiones, desde
donde pasó al Paraguay, en busca de apoyo.
A ntes de c ru z a r el P aran á , se recordó de sus oficiales prisioneros en la isla
Das Cobras, y les envió, en gesto m agnánim o todo el d in ero que tenía. Al lle g a r
al P a ra g u a y (setiem bre de 1820), el d ic tad o r G asp ar R odríguez F ran cia, p o r te ­
m o r a su persona, lo tuvo recluido unos m eses en A sunción, y luego lo envió al
lejano pueblo de Curuguafy.
. E n 1845, López lo traslad ó a Ibiray, al n o rte de A sunción, donde m u rió al
cu m p lir 30 años de expatriación.
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3 8* LECCION
A l e n tre g a rse R ivera, cesó to d a oposi­
LOS TREINTA Y TRES ción a rm a d a en n u estro te rrito rio .
Juan VI dio ó rdenes a L ecor de re u n ir
1825 u n Congreso, p a ta d e te rm in a r la fo rm a
de gobierno qu e ad o p taría la P ro v in cia.
R eunióse el Congreso Cisplatino a m e d ia­
dos de 1821, y sus m iem bros, elegidos e n tre los p a rtid a rio s de P o rtu g al, y bajo
la p resió n de sus arm as, d ec la ra ro n la in corporació n de la P ro v in cia O rien ta l al
Reino de Portugal, con el nom bre de Provincia Cisplalina.
U na vez efe ctu ad a la incorporación y ju ra d a la co n stitu ció n p o rtu g u esa, los
p risio neros de Das Cobras fu ero n puestos en lib e rtad .
P ero m uchos a rd ie n tes p atrio tas se h a b ía n p ro n u n ciad o en co n tra de la do­
m inación y ya desde el año 1819 h ab ían se reu n id o en u n a sociedad p atrió tica :
la de los Caballeros Orientales.
E n 1822, el B rasil se declaró in d e p en d ie n te de P o rtu g al. L a Cisplatina q u e­
dó d iv id id a en dos bandos: los p a rtid a rio s del B rasil y los adictos a P o rtu g a l.
D espués de m ás de u n año de lucha, el jefe po rtu g u és se retiró , en tre g an d o la
ciu d ad de M ontevideo a Lecor, que encabezaba las tro p as del Im p erio del B rasil.
Juan A ntonio Lavalleja, que m ilita b a b ajo b an d e ras portuguesas, fue p e r­
seguido p o r Rivera, jefe de u n a p a rtid a im p erial; y huyó a B uenos A ires. A llí
se ju n ta ro n varios patrio tas.
A principios de 1825, llegó a B uenos A ires la n o ticia de la v icto ria de Aya-
cucho. E n esos m om entos los orientales em igrados concibieron la idea de lib e r­
ta r a su p atria. S iete fu ero n los prim ero s en com p ro m eterse p ara la au d az em ­
presa, y eligieron p o r je fe al te n ien te coronel Juan A. Lavalleja. p o r se r el m i­
lita r de m a y o r graduación.
Con la ayu d a del pueblo bonaerense, la idea prosperó. O tros o rien tales y
algunos p orteños se u n ie ro n tam bién. E n te ra d o s p o r sus em isarios de que la
cam p añ a o rien tal estab a propicia p a ra u n lev an tam ien to , p a rtie ro n desde San
Isidro y Buenos Aires, en dos lanchones. El p rim ero cruzó el P a ra n á ; el seg u n ­
do, a rra stra d o por u n a to rm e n ta, dem oró varios días en u n irse con el otro.
E ra n solam ente 33 hombres. L a noche del 19 de abril atra v esa ro n el U ru ­
guay, y d esem barcaron en las playas de la Agraciada. "Libertad o Muerte", d e­
cía la b a n d e ra desplegada po r aquellos audaces.
El día 20, provistos de caballos, iniciaro n la cam p añ a, ocupando Dolores.
Pocos días después, e n tra ro n en Soriano. S in a ta c a r a Mercedes, que se h a lla b a
b ien d efendida, siguieron ru m b o a M ontevideo.
En las m árgenes del arro y o Monzón, so rp re n d ie ro n a Rivera, que e ra el
je fe de las fuerzas de Lecor. L uego de u n a e n tre v ista con L avalleja, el astu to
o rie n ta l se plegó al m ovim iento.
E n tra ro n en San José, después de triu n fa r en Paso del Rey; de S an José
p asaro n a Canelones; de allí, al Cerrito, desde donde p u siero n sitio a M ontevideo.
3 9 ■ LECCION
C uándo las tro p as lib e rtad o ras lleg aro n al Ce-
DECLARACION rrito, ya to d a la ca m p añ a se h allab a en eferv escen ­
DE LA cia.
INDEPENDENCIA D esde S an José, L av alleja h ab ía m an d ad o a R i­
RINCON Y SARANDI
1825
vera, con los prisioneros, hacia D urazno. L legado
a C anelones, h ab ía despachado a Olivera h acia el
este, p a ra re u n ir las p a rtid a s patrio tas. Y él, u n a
vez puesto el sitio, confiando la dirección del m ism o a Oribe y a Calderón — lu e ­
go tra id o r —, fue a estab lece r su c u a rte l g en e ral en las inm ediaciones de
Florida.
E n esa ciudad form ó u n Gobierno Provisional, que, bajo la p resid en cia de
Manuel Calleros, em pezó a sesionar el 14 de junio. E n p resen cia del n u ev o go­
bierno, L a v a lle ja declinó su autoridad, siendo confirm ado en la m ism a con el
títu lo de General en Jefe del Ejército Libertador, al paso que Rivera fue n o m ­
brado Inspector General de Armas. A m bos jefes te n ían p u esta a precio la ca­
beza, p o r Lecor.
D e acuerdo con L avalleja, el G obierno solicitó a los Cabildos que e n v ia ra n
d ip u tados p ara una Asamblea General Legislativa. P re sid id a p o r el c u ra de
C anelones, P. Juan F. Larrobla, se instaló en la F lo rid a el 20 de agosto. Cinco
días m ás ta rd e, el m em orable 25 de agosto de 1825, en el seno de aq u ella A sam ­
blea se d ec la ra b an "írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre to­
dos los actos de incorporación, reconocim ientos, aclam aciones y juramentos
arrancados a los pueblos de la Provincia Oriental por los intrusos poderes de
Portugal y el B rasil. . . er a la solem ne declaración de nuestra independencia.
El m ism o día se proclam ó la incorporación de la P ro v in cia O rien tal a las
dem ás del Río de la P lata.
P ero el gobern ad o r Las Heras no quiso pron u n ciarse p o r entonces. Con todo,
envió a situ arse en E n tre Ríos un ejército, m an d ad o p o r el g en e ral Martín R o­
dríguez. Se llam ó el Ejército de Observación, y llegó a co n star de 1.500 hom bres.
M ien tras tanto, en n u estro te rrito rio seguía la g u erra. A principios de se­
tiem b re, R iv era fue d erro tad o en el A guila (Soriano). P a ra desq u itarse, el in ­
trép id o o rien tal se propuso a rre b a ta r al enem igo las cab allad as en c errad as en
el Rincón de las Gallinas. El 24 de setiem bre, en efecto, se apoderó de los 8.000
caballos que allí p astab a n ; y, al re tira rse , d erro tó a u n a colum na b rasileñ a tres
veces m ay o r que sus fuerzas. (Batalla del Rincón). D e ahí, fue a u n irse con
L av alleja.
Ju n tá ro n s e los caudillos en el Sarandí, y allí m ism o se en fren ta ro n con el
ejército enviado po r Lecor. Al grito de “carabina a la espalda y sable en mano",
iniciaron u n a b rilla n te carga, que se tran sfo rm ó en g ran d io sa v ic to ria (12 de
octubre).
D espués de estos dos sonados triunfos, el gobierno de Buenos A ires aceptó
la unión d ec reta d a el 25 de agosto. P o r lo cual, el Im p erio declaró la guerra a
las Provincias Unidas.
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40* LECCION

D eclarad a la g u erra e n tre B uenos


INVASION DEL BRASIL
A ires y el Im perio, Las H eras ordenó
1827
al g en e ral R odríguez qu e p a sa ra a la
CONQUISTA DE LAS MISIONES
P ro v in cia O rien ta l (enero de 1826).
CONVENCION DE PAZ
D ías después, L as H eras fue su stitu id o
1828
p o r Rivadavia, q uien equipó u n a flo­
tilla que confió al a lm ira n te Brown.
El desorden re in a n te en el ejército, hizo que el g en e ral R odríguez fu e ra re e m ­
plazado por Alvear. Rivera, en desacuerdo con Lavalleja, fue llam ado a B uenos
A ires. A lv ea r estableció el Cuartel General en el Arroyo Grande, y al fin del año
se m ovilizó, en busca del enem igo.
Se apoderó de Bagé, y siguió hacia el norte. P a ra sacar a los b rasileñ o s de
la posición que ocupaban, fingió u n a retira d a, y desplegó sus fuerzas en los
llanos de Iluzaingó. A llí lo atacaro n los brasileños, y se trab ó u n a en carn izad a
lucha, que term in ó con el triu n fo de las tro p as rep u b lican a s (20 de febrero de
1827). L a b a ta lla de Iluzaingó fue la m ás g ran d e de las lib rad as en las g u erras
de la Independencia.
D ías antes, el 9 de febrero, B row n h ab ía destrozado la escu ad ra b rasileñ a
en Juncal, desem bocadura del Río U ruguay.
D espués de estas victorias, el ejército rep u b lican o retro ced ió h a sta Cerro
Largo, donde decidió in v ern ar. H abiendo debido R iv ad av ia a b a n d o n ar el go­
b ierno de B uenos A ires, A lv ear presen tó re n u n c ia de su cargo en el E jército ;
fue n o m brado en su lu g a r Lavalleja.
A principios de 1828, un hecho inesperado puso fin a la contienda. Rivera,
qu e desde 1826 se h a lla b a — co n tra su v o lu n ta d — en B uenos A ires, logró fu ­
g arse de los secuaces de R ivadavia, que lo q u ería n a p re sa r p o r antiunitario.
E n feb rero de 1828 pasó a la P ro v in cia O riental, solicitando perm iso y ay u d a
p a ra co n q u ista r las M isiones. Desoído p o r L av alleja, y perseguido p o r Oribe,
R iv era se re tiró hacia el norte, pasó el Ibicuy, y, m e d ian te u n a estra ta g em a
dig n a de su ingenio, consiguió en 20 días reconquistar las M isiones Orientales
(ab ril-m ayo de 1828).
E ste revés m ovió a l E m p e ra d o r del B rasil a h ac er la paz. In g la te rra in te r­
puso su m ediación, y en Río de Janeiro se firm ó la Convención Prelim inar de
Paz, que fue sancionada d efin itiv am en te en M ontevideo el 4 de octu b re de
ese m ism o año. E n ella se establecía la independencia de la Provincia Oriental.
L avalleja, que se h ab ía declarado Dictador, ren u n ció ; R iv era en treg ó las
M isiones, y se estableció en el Cuareim.
En San José instalóse la Asam blea General Constituyente y Legislativa,
p resid id a p o r don Silvestre Blanco. Luego se traslad ó a Canelones, donde creó el
pabellón nacional (1828). P asó después a la Aguada: allí d eterm in ó el escudo
de armas (1829). Y u n a vez re tira d a s las tro p as e x tra n je ra s, sesionó e n M onte­
video.
Ya la constitución estab a hecha, y fue ju ra d a el 18 de julio de 1830.
Ese día nació la REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY.
EMANCIPACION
D esp u és de la s In v a sio n e s In g lesas, L in ie rs es c o n firm a d o e n e l c a r ­
go de V irre y . N o m b ra a E lio G o b e rn a d o r in te rin o de M ontevideo.
E n E sp añ a, lu eg o q u e N ap o leó n o b lig a a a b d ic a r a F e rn a n d o VII,
se fo rm a n J u n ta s d a G ob iern o .
P R E L IM IN A R E S
' E lio ac u sa a L in ie rs de có m p lice de F ra n c ia . L in ie rs in te n ta d e s ti­
tu irlo , p e ro M o n tev id eo p e rm a n e c e fiel al G o b e rn a d o r, y n o m b ra u n a
J u n t a d e G o b ie rn o (21 de se tie m b re de 1808). E n B u e n o s A ire s es so­
fo cad o u n m o tin . E sp añ a ca m b ia a L in ie rs p o r C isneros.

í E l p u e b lo b o n a e re n s e d e p o n e a l V irre y y n o m b ra u n a J u n t a d e G o b iern o
1810
| (25 d e m a y o ). M o n te v id e o se m a n tie n e fie l a E sp añ a.
F IN DE L A DOM IN A CIO N E SPA Ñ O LA

El C a p itá n de B la n d e n g u e s, Jo sé A rtig as, v a a o fre c e r su s se rv ic io s a la r e ­


v o lu ció n . E n tr e ta n to se in ic ia la in s u rre c c ió n e n la B a n d a O rie n ta l (28 de
f e b r e r o ) . R e g re sa A rtig a s, y d o m in a la c a m p a ñ a . V ence a los esp añ o les en
1811
\ L a s P ie d ra s, y p o n e sitio a M o ntevideo. U n e jé r c ito p o rtu g u é s v ie n e e n a y u d a
d e los esp añ o les. E l g o b iern o de B u e n o s A ire s firm a u n a rm istic io . A rtig as,
co n el p u e b lo o rie n ta l, se r e t i r a al A y u i (E n tr e Ríos).
/ Se ro m p e el a rm istic io . R o n d e a u v u e lv e a s itia r a M o ntevideo. A rtig a s se u n e
1812
^ d e s p u é s de d e p u e s to S a rra te a , en em ig o suyo.

(
C o n g reso de T re s C ru ces ( a b r i l ) : In stru c c io n e s. A rtig a s, P re s id e n te d e l G o­
b ie r n o P ro v in c ia l.
1813

' C
A ortig
n g reso
a s a b da ne d olan a Celap illa
sitio. MSe
aciel
p o n (ed ic
a iepm
re bc io
r e ) :su p re sid e Ryo nA
cabeza, d ertig
au ;a s Adrtig
e c laa ra
s no
la
gc oune cr ra
u rrea.l D irecto rio .
1814 < Se c re a u n a flo ta , a l m a n d o de B ro w n : to m a a M a rtín G a rc ía , y v en ce e n e l
B uceo.
M o n te v id e o c a p itu la ; h a te rm in a d o la d o m in a c ió n e sp a ñ o la (20 de ju n io ).

O to rg u é s p id e, e n n o m b re de A rtig a s, la e n tre g a de la c iu d a d ; A l-
DOM IN A CIO N v e a r lo e n g a ñ a . P oco d esp u é s la s tro p a s b o n a e re n s e s se r e tir a n de
PO R T E R A ' M o ntevideo, p e ro d e s e m b a rc a n e n C olonia, y p e rsig u e n a los p a tr io ­
1815 tas. Son v e n c id a s e n G u a y a b o s p o r R iv e ra , y d e b e n a b a n d o n a r n u e s ­
tr o te r rito r io (25 de fe b re ro d e 1815).

A rtig a s e je r c e su in flu e n c ia , d esd e P u rific a c ió n , so b re seis P ro v in c ia s:


APO G EO L ig a F e d e ra l. F la m e a su b a n d e ra so b re M o ntevideo. Se c re a e l p rim e r
DE escudo.
A R T IG A S ' S e a b re , e n P u rific a c ió n , la E sc u e la d e la P a tr ia ; lu eg o , o tra e n M on­
1815-16 tev id eo .
L a P ro v in c ia e s d iv id id a e n seis d e p a rta m e n to s.
\ V
E n 1816, el C o ngreso de T u c u m á n p ro c la m a la In d e p e n d e n c ia d e la s P ro v in c ia s U nidas.
L a L ig a F e d e r a l n o h a b ía q u e rid o m a n d a r re p re s e n ta n te s . B u e n o s A ire s acu d e n u e ­
P O R T U G U E SA

v a m e n te a lo s p o rtu g u e se s .
A ta c a n tr e s e jé rc ito s ; p o r el n o rte , p o r e l Y a g u aró n y p o r e l C huy.
La A dem ás, la flo ta .
in v asió n A rtig a s p ro c u ra lle v a r la g u e r ra a te r r ito r io b ra sile ñ o . S u p la n es d e s­
J 1816 c u b ie rto , y su s fu e rz a s d e rro ta d a s (M isiones, C a ru m b é, In d ia M u e rta ).
El 20 d e e n e ro de 1817, M o n tev id eo se rin d e a L eco r.
IN V A SIO N

E n 1817 se h a c e la g u e r ra d e re c u rso s. A rtig a s v a p e rd ie n d o a su s m e ­


C ald a jo r e s je fe s. A fin e s de 1819 h a c e u n su p re m o e s fu e rz o ; in v ad e e l B rasil
de < y tr iu n f a e n S a n ta M a ría; p e ro d e b e re p le g a rse , y es v en cid o d e fin itiv a ­
A rtig a s m e n te e n T a c u a re m b ó . E sp era h a lla r apoyo e n la s P ro v in c ia s o c c id e n ta ­
1817-20 les; p ero R a m íre z se re b e la . Y el h é ro e , e x te n u a d o , b u sc a a y u d a e n el
P a ra g u a y , d o n d e fa lle c e rá 30 añ o s m á s ta rd e .
L a P ro v in c ia O rie n ta l se d e c la ra u n id a al P o rtu g a l (1821: P ro v in c ia Cis-
p l a t i n a ) . M uchos p a tr io ta s se re sis te n .
E n 1822 el B ra sil se d e c la ra in d e p e n d ie n te . N u e s tro te r rito r io se d iv id e
e n d os b an d o s. R iv era, — je fe de u n a p a r tid a b ra sile ñ a —, o bliga a L a-
v a lle ja , — a la s ó rd e n e s de los p o r tu g u e s e s — a h u ir a B u en o s A ires. T riu n ­
fa n , fin a lm e n te , los Im p e ria le s. (1824).

w L os o rie n ta le s re fu g ia d o s e n B u e n o s A ire s p la n e a n u n a c ru z a d a lib e r ­


w La ta d o ra . P a r te n e n dos la n c h o n e s; son 33, c a p ita n e a d o s p o r L a v a lle ja .
c ru z a d a D e se m b a rc a n en la A g ra c ia d a (19 d e a b ril de 1825). M uchos p a tr io ta s
P5
1825 — R iv e ra e n tr e ellos — se les v an u n ie n d o , y e n m ay o e s ta b le c e n e l
H sitio d e M o ntevideo, d e sp u é s de to m a r a D olores, S an Jo s é y C anelones.

E n F lo rid a , L a v a lle ja e sta b le c e u n G o b iern o P ro v isio n a l, q u e c o n ­


voca u n a A sam b lea G e n e ra l L eg islativ a. E sta, p re sid id a p o r e l P .
< D e c la ra c ió n
L a rro b la , d e c la ra la IN D E P E N D E N C IA (25 d e a g o s to ) . T a m b ié n p r o ­
d e la ^
clam a la in c o rp o ra c ió n d e esta P ro v in c ia a la s P ro v in c ia s U n id as
In d e p e n d e n c ia
Z 1825
d el R ío de la P la ta .
M Sólo d e sp u é s de la s b a ta lla s fa v o ra b le s de R in có n y S a ra n d í, B u e n o s
w A ire s a c e p ta la u n ió n , p o r lo q u e e l Im p e rio le d e c la ra la g u e rra .

« E n e n e ro de 1826, u n e jé rc ito de B u e n o s A ire s p a s a a la P ro v in c ia O rie n ­


H ta l. Al m ism o tiem p o , B ro w n acc io n a con u n a flo ta . R iv era e s llam ad o a
B u en o s A ires. A lv ear, je fe d e l e jé r c ito re p u b lic a n o , in v a d e el B rasil. L uego
cfl d e a p o d e ra rse de Bagé, d e r ro ta a los b ra sile ñ o s en Itu z a in g ó (20 d e fe b re ro
O H acia d e 1827). D ías a n tes, B ro w n h a b ía v en cid o e n J u n c a l (9 de f e b re ro ) .
la E n 1828, R iv e ra , e n u n g o lp e de a u d a c ia , re c o n q u ista las M isiones. El E m -
Repú­ < p e ra d o r del B rasil p id e la paz, q u e se firm a e n M o ntevideo (4 de o c tu b re
b lic a de 1828). E n e lla se e s ta b le c e q u e la P ro v in c ia O rie n ta l se rá lib re .
1826-30 Se r e ú n e e n S an Jo s é la A sa m b le a G e n e ra l C o n s titu y e n te y L eg islativ a,
q u e p asa d esp u és a C anelones, lu eg o a la A g u ad a, h a s ta e s ta b le c e rse e n
M o ntevideo.
El 18 de ju lio de 1830, se j u r a so le m n e m e n te la c o n s titu c ió n d e la nueva.
R E P U B L IC A O RIEN TA L D EL U RU GUAY.
APENDICE
GOBIERNO COLONIAL

El d escubrim iento de A m érica puso b ajo el dom inio de E sp añ a u n inm enso


te rrito rio que e ra preciso gobernar. A ta l fin, la M adre P a tria creó u n sistem a
ad m in istra tiv o que p erm itió lle v ar la au to rid a d del R ey h asta el confín d e sus
posesiones.
P a ra am p lia r los conocim ientos que se h a lla n en el texto, d etallarem o s aquí
los prin cip ales oficios de los go b ern an tes de las Colonias.
J u n to al Rey, en España, se cre aro n dos in stitu cio n es: el Consejo de Indias
y la Casa de Contratación. E ra el C onsejo d e In d ias u n tribunal cuya ju risd ic ­
ción lleg ab a a todos los asuntos civiles, eclesiásticos y m ilita re s; lo fo rm ab an
p ersonas em inentes, algunas de las cuales h a b ía n ten id o fig u ració n en los go­
b iernos instalados en las colonias; de allí p a rtie ro n las fam osas Leyes de Indias,
sabias y h u m a n ita ria s, que si no siem pre log raro n su com etido fue p o r causa de
la in fo rm alid ad de los funcionarios encargados de aplicarlas.
L a C asa de C o n tratació n se ocupaba de los asuntos com erciales: m o vim iento
d e barcos, m e rcad erías negociables, etc.
P ero el m ay o r n ú m ero de a u to rid ad es coloniales se en co n trab a en las m is­
mas colonias, siem pre bajo la d ep endencia del Rey.
P rim eram e n te , el Virrey, que te n ía en sus dom inios atrib u cio n es se m ejan ­
tes a las del propio m onarca, a quien d irec tam en te rep rese n tab a . E jercia el s u ­
prem o poder, ta n to en lo m ilita r com o en lo civil. El p rim e r V irrey del Río de
la P lata , nom b rad o en 1776, fue don P ed ro de Ceballos.
Casi la m ism a au to rid a d de los v irreyes, te n ía n en sus territo rio s los Capita­
nes Generales.
Al principio d e la conquista, v in ie ro n a n u estra s tie rra s los Adelantados, con
la m isión específica de colonizarlas y d efen d erlas co n tra las incursiones d e los
enem igos. E n el siglo X V II ya h ab ían desaparecido, y fu ero n reem plazados por
los Gobernadores.
P a ra ad m in istra r ju sticia se estab leciero n las Reales Audiencias, trib u n a les
com puestos de jueces u oidores, cu y a senten cia podía m odificar so lam en te el
C onsejo de Indias. H asta los m ism os V irreyes, en m uchas o p o rtu n id ad es, d e ­
bían consultarlas. L a B anda O rien tal d ep en d ía de la A u d ien cia d e B uenos A ires.
De cuan to concernía al com ercio, se h ac ía n cargo los Consulados, form ados
por las personas m ás com petentes, elegidas por los m ism os com erciantes. I n te r ­
venían en los pleitos m ercan tiles y su g erían al R ey cu a n to les p arecía co n v e­
n ien te p a ra el ad e lan to económ ico de las colonias.
Pero, m ás que todas las au to rid ad es h a s ta ah o ra m encionadas, tu v ie ro n pri-
m crisim a im p o rtan cia e n la evolución de las colonias españolas los Cabildos.
In stitución del pueblo, p o r cuanto la in te g rab an los vecinos m ás notorios de
cada localidad, su p iero n m a n te n e r en sus justos lím ites la au to rid ad de los Go­
b ern ad o res; y cuando fue necesario, no v acilaro n en ap e la r al R ey en sus re c la ­
m aciones.
Sus m iem bros, doce com o m áxim o, e ra n denom inados cabildantes o re­
gidores. C ada uno de ellos te n ía su p a rtic u la r atrib u ció n :
A lcaldes de 1? y 2? voto: Jueces. S uplían, en caso de necesidad, al G o b er­
nador.
A lférez Real: L lev ab a el e sta n d a rte re a l en las g ran d es fiestas.
A lguacil Mayor: E ncargado del orden.
Alcalde Provincial: Se ocupaba de los asu n to s de ca m p a ñ a persig u ien d o a
los m atreros.
F iel Ejecutor: D ebía v ig ilar los artículos qu e se ven d ían , p a ra e v ita r que
el v ecindario fuese engañado.
Depositario 'General: E ncargado del tesoro.
Síndico Procurador: D efendía los in tereses del gobierno.
Defensor de Pobres r Se en carg ab a de q uien es no p odían p o r su cu en ta en ­
ta b la r juicio.
Defensor de Menores: V elaba po r quienes carecían de p ad res o tutores.
A lcalde de Santa Hesmandad: Se ocupaba de los juicios p o r delitos co m eti­
dos en despoblado.
L as funciones del C abildo se d irig ía n p rin cip alm e n te al p u eblo sobre el que
ejercía enorm e influencia, y al que consu ltab a en las g ran d es ocasiones convo­
cándolo p a ra d e lib e ra r ju n to s en Cabildo abierto.
P o r su papel p re p o n d e ra n te en las luchas em an cip ad o ras, se considera a los
Cabildos como cunas de n u e s tra independencia.
LA GANADERIA EN EL URUGUAY

El U ru g u ay es u n país esencialm en te ganadero. E n efecto: su condición geo­


g ráfica hace de m odo q u e en la c a rn e y sus d eriv ad o s se e n c u e n tre la p rin cip al
fu e n te de riq u eza nacional.
L a procreación de los prim eros ganados, in tro d u cid o s por H e m a n d a ria s a
p rincipios del siglo X V II, d eterm in ó en n u estro suelo ca n tid a d fabulosa de a n i­
m ales.

L a fe rtilid a d de las tie rra s co n trib u y ó a esta reproducción, in e x p lo tad a en


un principio, puesto que no ex istía aquí n in g u n a población estable. Y se o p u ­
sie re n a la fundación de pueblos los vecinos d e B uenos A ires, que en c o n trab a n
en esta gran estancia de la B anda O rie n ta l u n ren g ló n fácil de cuantiosas riquezas.
Los faeneros o b te n ían perm iso del C abildo de B uenos A ires p ara v e n ir a
n u estra s costas a fin de fa e n a r ganados: com o im p u esto d eb ian e n tre g a r a las
au to rid ad es la te rc e ra p a rte de lo que obtuviesen. P o d ían con este solo req u isito
m a ta r cuantos anim ales quisiesen, p ara a p ro v e ch ar sus cueros. R eclu tab an 40 ó 50
peones y con ellos h ac ía n las gran d es b atid as: p erseg u ían a los an im ales h asta
en cerrarlo s en las confluencias de los arroyos o ríos; allí los cortadores, su m a ­
m en te hábiles, con u n a especie de m edia lu n a de m e tal les d ab an m u e rte ; se
les e x tra ía n los cueros, que se am o n to n ab an en b arrac as le v an ta d as ju n to a las
co rrien tes de agua p a ra fa c ilita r su em barque. Se aprovechó m ás ta rd e ta m b ié n
la grasa y el sebo; y p o r ú ltim o se in d u strializó la carne, salán d o la y secándola
p ara e x p o rta rla en form a de tasajo.
P ero ju n to a los faeneros, ap areciero n ta m b ié n los changadores, qu e d es­
arro lla b an sus actividades en form a clan d e stin a , ap ro v ech an d o la fa lta de v ig i­
lancia en que se en c o n trab a n estas tie rra s. Y en caso de que las au to rid ad es
los persiguiesen, poco les costaba g a n a r las fro n te ras del B rasil.
T am bién los piratas pudiero n a p re c ia r la riq u ez a en o rm e de n u e s tra g a n a ­
d ería, y efectu aro n fre cu en tes incursiones a fin de p re p a ra r g ran d es carg as de
cueros que luego v en d ían en p uertos europeos. M oreau, el francés, p o r el 1720
se e stab leció con b a rra c a s en la costa de M aldonado, y p a ra d efen d erlas co n tab a
con cu a tro cañones; ex pulsado por Z abala, volvió al poco tiem po con m ay o r
ca n tid a d de gente, m otivando su ac titu d u n a v e rd a d e ra b a ta lla con las a u to rid a ­
des españolas, b a ta lla en la que el p ira ta p erdió la vida, y en la que los qu e no
m u rie ro n fu ero n hechos prisioneros.
Ni que d ecir que la fertilid ad de n u e stra s cam piñas excitó p o d ero sam en te
la codicia de los monarcas portugueses, que o rd en aro n al g o b ern ad o r d e Río de
Ja n e iro estab lecerse m ilita rm e n te en n u estra s costas, d ando aspecto d e leg alid ad
a ta l u surpación m e d ian te falsos m apas confeccionados p o r ellos mism os. D e ah í
la fundación de la C olonia del S acram ento, en 1680, co n v e rtid a re p e tid a m e n te
en foco de in tenso contrabando.
Y, adem ás de esta ocupación pública, los m amelucos, te rro r de las m isiones
orientales, efe ctu a ro n asiduas incursiones desde el B rasil p ara re a liz a r faenas
de ganado, y v e n d e r luego el fru to de sus robos.
G rande, pues, en efecto, debió se r la riq u ez a g an a d era de n u estro país, d u ­
ra n te la época del coloniaje, si ta n to s y ta n diversos p rete n d ien tes tuvo.

Y h a sta n u estro s días co n tin ú a siéndolo, p uesto qu e las carnes y las lanas,
ex p o rta d as al po r m ay o r a todas p arte s del m undo, co n stitu y en la base y fu n d a ­
m ento de n u estra s relaciones com erciales.
Los viejos saladeros cedieron te rre n o a los m odernos frigoríficos: el tasajo
dio lu g a r a las c a rn es congeladas y en conserva. F áb ricas te x tile s y cu rtiem b res
in d u stria liz an las lan as y los cueros. El p o rv e n ir de n u e stra R epública se en ­
c u e n tra firm em e n te asentado en el cam po. O jalá que q uienes d eben re g ir sus
destinos sepan d irig ir las actividades con san a orien tació n fo m en tan d o las riq u e ­
zas que m uchos, desde un principio, am bicionaron, y están ah o ra al alcance de
n u e stra disposición al trabajo.
MONTEVIDEO ANTIGUO

L a e stra té g ica ubicación elegida p o r Z ab ala p a ra le v a n ta r la ciu d ad de M on­


tevideo hizo p ro g re sar ta n to a n u e stra capital, h a sta el p u n to de c o n v e rtirla a
p rin cipios del siglo X IX en u n a de las ciudades m ás im p o rta n tes del V irrein ato
del Río de la P lata.
L as invasiones inglesas dieron testim onio de que M ontevideo era u n a ver­
dadera fortaleza. L e v a n ta d a en u n espacio reducid o de la p en ín su la que cierra
la b ah ía p o r el lado este, los españoles h a b ía n co n stru id o a su d e rre d o r un a
fu e rte m u ra lla p a ra p re se rv a rla de c u a lq u ie r ata q u e ex terio r. El recin to a m u ­
rallad o lleg ab a en su p a rte este h a sta la a c tu a l P laza In d ep en d en cia, y se co­
m u n icaba con el e x te rio r solam ente p o r dos portones: el de San P edro, al norte,
y el de S an Ju a n , al sur.
E n tre sus to rres defensivas, d isem inadas a lo largo d e los m uros, descollaba
la Ciudadela, ubicada en el m edio de la p a rte este, situ ació n que le p erm itía
d o m in a r el acceso po r tie rra a la ciudad.
B o rd eab a las fortificaciones u n pro fu n d o y ancho foso, q ue d ific u ltab a el
acceso a las m u rallas en caso de ataque. P o r o tra p arte, co m p letan d o el sistem a
defensivo, m ás de doscientos cañones apostados de ta n to en tan to , desde la p a rte
su p erio r del m uro d irig ían sus bocas am enazadoras en todas las direcciones.
A llí ad e n tro viv ian confiados los casi 5.000 h a b ita n te s que re g istra el p ad ró n
del C abildo lev an tad o en ,1803. P oca v arie d ad en la edificación. A lgunas casas
de adobe, otras de p ie d ra con techo de tejas. No fa lta b a n las de ladrillo.
Sólo p a ra las au to rid ad es y los vecinos m ás acau d alad o s estab an rese rv a d as
las casas de altos, m u y escasas en el tiem p o a que nos referim os.
En lo que llam am os Ciudad Vieja se conservan to d a v ía construcciones del
tipo colonial: de p u erta s pequeñas au n q u e fuertes, con toscos h e rra je s y pesados
p icaportes; v en tan a s defendidas po r reja s que sobresalían de la su p erficie de las
paredes, lo que obligaba a los tra n se ú n te s a ca m in a r con cuidado p o r sus in m e­
diaciones; escasa era la luz que podía p e n e tra r a trav é s de los vidrios p equeños
que poseían.
E n tre estos edificios com unes se d estacab an n e ta m e n te algunos d estin ad o s
a actividades públicas. La Iglesia Matriz, iniciada en 1790 y concluida a p rin c i­
pios del siglo X IX ; y el Cabildo, plaza por m edio con la iglesia: am bas cons­
trucciones, con las restau racio n es im prescindibles, co n serv an hoy día sus rasgos
fu n d am en tales. A dem ás, el Convento de San Francisco, en el que se ed u caro n
m uchos p roceres de n u e s tra em ancipación, y que se h a lla b a en el espacio ocu­
pado ac tu a lm e n te p ó r el B anco de la R epública. Y el Hospital de Caridad, m u y
reducido entonces, ubicado en el m ism o lu g a r en que al p rese n te se en cu en tra.
En los últim os años de la dom inación española, M ontevideo tom ó u n in c re­
m ento notable, h a s ta ’ el p u n to de poderse e n fre n ta r y riv a liz a r con la populosa
B uenos A ires. Se fundó entonces la primera escuela gratuita, se mejoró el puer­
to, se construyó el faro p ara seg u rid ad de nav eg an tes, se creó la aduana, se dio
im pulso a las obras de fortificación. . . Todo esto co n trib u y ó a re a firm a r en sus
h a b ita n te s la idea de m ay o ría de edad, y, consig u ien tem en te, de em ancipación
de toda tu te la ex tra ñ a.
P erso n ajes ca racterístico s del M ontevideo colonial e ra n los diversos v e n d e ­
dores am bulantes. El panadero llev ab a a dom icilio, en dos g ran d es canastos que
u b icaba a am bos lados del caballo que m ontaba, pan, g alleta y bizcochos. Las
pasteleras, ro b u stas negras, ofrecían de p u e rta en p u e rta los ricos pasteles hechos
m uchas veces po r sus p ropias am as. Los pescadores voceaban p o r las calles el
fru to de su paciencia y sus afanes. Los carniceros se estab lecían con sus carro s
en la plazo leta de la C iudadela, donde d esp ach ab an a cuan to s q u ería n u tiliz a r
este a b u n d a n te y b ara to alim ento. Los lecheros lleg ab an a caballo desde las
afu eras de la ciudad, llevando el elem ento ind isp en sab le p ara la m azam o rra y
la cu ajad a. Los aguateros, que tra ía n el ag u a po tab le en gran d es b arriles, p ara
v en d e rla luego por las calles.

Pocos recuerdos q uedan hoy en el g ran M ontevideo, con u n m illón y m edio


de h ab itan tes, d e lo que fu e ra hace apenas u n siglo y m edio. S untuosos palacios,
gigantescos edificios, altas c h im e n e a s .. . h a b la n b ien a las claras del d esen v o lv i­
m iento in d u stria l de lo que fu e ra ciudad fortificad a, tran sfo rm ad a en ciu d ad co­
m ercial, c u lta y acogedora p o r excelencia.
LA REVOLUCION DE MAYO

“L a dom inación española — expresó el insigne h isto ria d o r F rancisco B au ­


za — nos dio todos los elem entos que n ecesitab a el país p ara ascen d er de las
oscuridades del b arb a rism o a las esferas de la civilización cristiana.
Es éste un g ran beneficio que la hace ac reed o ra a n u estro reconocim iento.
P ero el tiem po dem ostró que E spaña no te n ía m edios de a d e la n ta r aq u ella civ i­
lización h a s ta sus m ás elevados fines, y entonces se alzó el pueblo, p ara su s­
titu ir su v o lu n ta d y su fuerza al derecho y las p reten sio n es del Rey. E sta es,
descarn ad a de todo subterfugio, la causa v e rd a d e ra de la Revolución, que no fue
u n a in g ra titu d , sino u n a n ecesidad”.
M ucho se ha escrito acerca de las causas de la revolución de Mayo, inicio
efectivo de la em ancipación rioplatense. L am en ta b lem en te no siem p re los h isto ­
riad o res estu v ie ro n en u n plano de im p a rcia lid a d que p erm itiese ju z g ar los h e ­
chos con sus m otivos en to d a su rea lid ad y sin prev en cio n es: de ah í qu e se h a ­
yan lev an tad o co n tra .nuestra M adre P a tria acusaciones calum niosas en absoluto.
L a v erd a d es una: las colonias hispanoam ericanas, m erced a la san a polí­
tica de gobierno establecida por las au to rid ad es españolas — no siem pre, es
cierto, c o rrec tam en te aplicadas por los individu o s — , habían llegado a un grado
de madurez tal, en que necesariam ente debían separarse de la tutela colonizadora
p ara c o n stitu irse en otras ta n ta s naciones soberanas.
Lo dem ás, la serie de argum entos m encionados trad icio n a lm e n te com o o rí­
genes de la revolución, no fue n ad a m ás que la ocasión — rem o ta o p ró x im a —
de ese hecho que de u n m om ento a otro te n ía qu e producirse.
R evisem os algunos de los m otivos citados co rrien tem e n te, y veam os h a sta
qué p u n to p u d iero n in flu ir en la d eterm in a ció n p a trió tic a de los pueblos de
A m érica.
a) La em ancipación de les Estados Unidos. — L a ex ten sa colonia inglesa
de A m érica del N orte, po r m otivos com erciales, se reb eló c o n tra su M adre P a ­
tria y ap oyada po r F ra n cia y E spaña logró im ponerse p o r las arm as (1783). Es
cierto que su a c titu d fue la p rim e ra en o rd en te m p o ral d en tro d el co n tin en te;
p ero en rea lid ad se volvieron a ella los ojos cuando y a el m o v im ien to rio p la ten se
estab a en m archa.
b) Las ideas racionalistas del siglo XVIII. — G ra n auge tu v ie ro n en E u ­
ropa, y d ieron com o fru to prin cip al la R evolución F rancesa. Se p ro p ag aro n los
ideales de lib e rtad , de autonom ía, de no in te rv en ció n del E s ta d o ... Sin e m b a r­
go, es b ueno rec o rd a r que n u e stra em ancipación no tu v o u n a d o ctrin a d e te rm i­
n ada; si bien u n a vez iniciada, m uchos de los cau d illo s o b raro n de acu erd o a
las do ctrin as racionalistas, sin tetizad as en los escritos de Rousseau.
c) Las trabas puestas al comercio de las colonias. — F u ero n sim ilares a las
adoptadas po r las otras naciones colonizadoras europeas. U nas regiones re su lta -
ro n p erju d icad a s y o tras favorecidas. Con todo, no hem os de o lv id a r qu e a p a r tir
del R eglam ento de C om ercio L ib re (1778), ta n to M ontevideo como B uenos A ires
d isfru taro n de re la tiv a s v en taja s económ icas.
d) El oscurantism o intelectual. — F alsa acusación, d esp ro v ista p o r com ple­
to de la m ín im a rea lid ad histórica. E spaña no quiso m a n te n e r a sus colonias en
u n ínfim o n iv e l in te le ctu a l, que le perm itiese a ella o b ra r a su an to jo sin opo­
sición alguna. A ntes, al co n tra rio , su afán civ ilizad o r de los p ueblos co n q u ista­
dos se vio p a te n te desde el p rim e r m om ento, en u n a serie de leyes y d e te rm in a ­
ciones que elev aro n la c u ltu ra am erican a al m ism o g rad o que la p en in su lar. Las
U n iversidades A m ericanas son u n claro ejem plo de la preocupación de E spaña
p o r el b ien in te le ctu a l de sus posesiones.
e) Las invasiones inglesas. — H icieron v e r a los colonos del Río de la P la ta
qu e p o r sí solos eran capaces de re p e le r la agresión de u n a nación poderosa
com o la que h a b ia in te n ta d o dom inarlos. No hub o de inm ediato, luego de n o r­
m alizarse la situación, n in g ú n in te n to de m odificaciones en el gobierno. P ero
pudo in d ic ar su poderío m ilita r en caso de necesitarse la fu erza como único
m edio de lle g ar a cu m p lir la v o lu n ta d del pueblo.
Así las cosas, se produjo la invasión de España por las tropas de Napoleón,
con la d estitu ció n de F e m a n d o V II y la form ación d e d iv ersas Juntas, de Go­
bierno ce n traliza d as luego en el Consejo de Regencia. Am érica tam bién nombró
sus Juntas: a nom bre, p rim e ra m e n te del m onarca depuesto; p rescindiendo, m ás
ta rd e de las au to rid ad es españolas.
H abía llegado el m om ento: A m érica m a rc h ab a d ecid id am en te h acia su com ­
p le ta au todeterm in ación.
LAS INSTRUCCIONES DEL AÑO XIII

El gobierno rev olucionario de B uenos A ires tuvo com o n o ta c a racterística


la in estabilidad. L a J u n ta fo rm ad a el 25 de m ayo de 1810, an te los d esastres
m ilita re s de sus ejércitos, debió e n tre g a r el m ando a un T riu n v irato , en se tie m ­
b re de 1811. Este, a su vez, fue su stitu id o por otro T riu n v ira to en o ctu b re de 1812.
L as nuevas au to rid ad es convocaron de in m ed iato a u n a Asam blea General
C onstituyente, a la que todas las provincias te n ía n que en v ia r sus rep rese n tan tes.
R ondeau, jefe de las tropas b o naerenses en el sitio de M ontevideo, fue el
com isionado p ara tra s m itir a A rtigas la o rden de reconocim iento de la A sam ­
blea; pero el caudillo respondió que por sí solo no podía to m a r ta l resp o n sa b ili­
dad, sino que debía co n su ltar p a ra ello la voluntad del Pueblo Oriental.
A este efecto h ab ía enviado circu lares a todos los pueblos, in v itán d o lo s a
n o m b ra r re p re se n ta n te s p a ra ce le b ra r un Congreso de orientales. Todo procedió
con rapidez, y a principios de ab ril y a h a b ía n llegado los d ip u tad o s al lu g a r de
reu n ió n : el p a ra je de Tres Cruces, próxim o a las m u rallas de M ontevideo.
El discurso in a u g u ra l de A rtig as fue u n a e x tra o rd in a ria exposición de su
p en sam ien to dem ocrático orientador. "Mi autoridad emana de vosotros y ella
cesa por vuestra presencia soberana", dijo, estableciendo su posición d en tro de
aq u el C ongreso de hom bres libres, dispuestos a d e lib e ra r sobre los asu n to s m ás
im p o rta n tes que te n ía n relación con la so b eran ía de su pueblo.
Se resolvió al fin, reconocer a la A sam blea G en eral C o n stitu y en te, p ero bajo
ciertas condiciones exp resad as en ocho artículos. E n síntesis, la B an d a O rien tal
exigía satisfacción oficial po r la co n d u cta de S arra tea , y con fed eració n d efen si­
va y ofensiva de ésta con las otras P ro v in cias U nidas.
E n la reu n ió n del 5 de ab ril se eligieron seis d ip u tad o s: los sacerdotes D á­
m aso A. L arrañ ag a, M ateo V idal (por M ontevideo); D ám aso G óm ez de F onseca
(por M aldonado); F elip e C ardozo (por C anelones); M arcos Salcedo (por S an J u a n
B a u tista y S an José) y el Dr. F rancisco B ru n o de R iv aro la (por S an to D om ingo
S oriano).
Los re p re se n ta n te s de las d iversas P ro v in cias del P la ta lle v ab an "instruc­
ciones" sobre la fo rm a de a c tu a r en la A sam blea G en eral C o n stitu y en te, de modo
q ue sus resoluciones fu esen conform es con el pen sam ien to de sus rep resen tad o s.
T am bién los diputados orientales recib iero n del C ongreso de T res C ruces
sus correspondientes “instrucciones”, con cretad as en 20 artículos que d e te rm in a n
el p ro g ra m a de acción m ás com pleto form u lad o h a sta ese m om ento p a ra la o r­
ganización de los pueblos am ericanos.
F u ero n consignadas el día 13 de abril de 1813, y ocupan u n lu g a r p rep o n ­
d e ra n te en n u estro proceso histórico institucional.
E ncarnan, indiscutiblem ente, el ideario de Artigas. In sp irad as, ciertam en te ,
en otras obras de la época, no se sabe si su a u to r m a te ria l fu e el propio J e fe de
los O rientales, o alguno de sus S ecretarios.
En ellas se exigía:
a) Absoluta independencia y amplia libertad: “P rim e ra m e n te p ed irá la d e­
claración de indep en d en cia absoluta de estas colonias, qu e ellas están ab su eltas
d e to da obligación de fidelid ad a la corona de E spañ a y fam ilia d e los B orbones
y qu e to d a conexión política e n tre ellas y el E stado de E spaña, es y debe ser
to ta lm e n te d isu e lta ” (1*); “P ro m o v erá la lib e rtad civil y relig io sa en toda su e x ­
ten sió n im a g in a b le” (3*).
b) Federalism o com o sistem a d e gobierno: “No a d m itirá otro sistem a que
el de co n federación p a ra el p acto recíproco con las p ro v in cias que fo rm an n u es­
tro E stado ” (2*); “Q ue esta P rovincia, por la presen te, e n tra sep arad a m en te en
u n a firm e liga de am istad con ca d a u n a de las otras, p ara su d efensa com ún,
seg u rid ad de su lib e rtad , y p a ra su m u tu a y g en e ral felicidad, obligándose a
a s istir a ca d a u n a de las otras co n tra toda violencia o ataq u e hechos sobre ellas
o sobre alg u n as d e ellas por m otivo de religión, so b eran ía, tráfico o algún otro
p rete x to , c u a lq u ie ra que sea” (10*).
c) Reconocim iento y autonomía de la Provincia Oriental: “E l te rrito rio
que ocupan estos pueblos de la costa o rien tal del U ru g u ay , h asta la fo rtaleza de
S a n ta T eresa, fo rm a u n a sola P ro v in cia d enom inad a la P ro v in cia O rien ta l” (8*);
“Q ue esta P ro v in c ia te n d rá su C onstitución te rrito ria l y que ella tie n e el d e re ­
cho a sa n cio n a r la g en e ral de las P rovincias U nidas, q ue form e la A sam blea
G en eral C o n stitu y e n te” (16*).
Estas, y otras reclam aciones orientales, com o la de qu e “p recisa e in d isp en ­
sab lem en te sea fu e ra de B uenos A ires donde resid a el sitio del G obierno de las
P ro v incias U nidas” (19*), o de que “la C onstitución g a ra n tirá a las P ro v in cias
U nidas una fo rm a de G obierno R e p u b lic a n o .. ( 2 0 * ) ; adem ás de las condiciones
fo rm u ladas el día 5 de a b ril p a ra el reconocim iento de la A sam b lea G en eral
C o n stitu y en te, hiciero n inaceptables p a ra las au to rid ad es b o n aeren ses ta n ju s ­
tas aspiraciones.
C onsecuencia de ello: los diputados orientales, p o r fú tile s p retex to s, no fu e­
ron admitidos en el seno de la Asamblea.
JOSE ARTIGAS

T ra za r en pocas líneas u n a b iografía del héroe m áxim o de nuestra indepen­


dencia y de la democracia en América, es de todo p u n to de v ista im posible. P o r
eso nos lim itarem os a sin te tiz a r b re v e m e n te algunos de los hechos m ás im p o r­
ta n te s de su vida.
N ació en M ontevideo, el 19 de ju n io de 1764. Sus p adres, M artín Jo sé A r­
tig as y F ran cisca A n to n ia A rnal, lo lle v aro n a b a u tiz a r en la Iglesia M atriz a
los tres días de su nacim iento.
Su educación ju v e n il fue confiada a los religiosos d el C onvento de San
F rancisco, ta n vinculados m ás ta rd e con los acontecim ientos revolucionarios.
E ntregóse luego a las faenas de cam po en u n estab lecim ien to de su p ad re ;
p ero cam bió m ás ta rd e esta ocupación p o r la de a c a rre a r ganados y h a c e r aco­
pios de cuero. L a d efensa de sus intereses y la d e sus vecinos lo llevó a p erse­
g u ir in can sab lem en te a los co n tra b an d istas que e ra n el te rro r de la cam paña.
Al fu n d arse el Cuerpo de Blandengues (1797) en tró a fo rm a r p a rte de él
con el g rado de te n ien te, y fue escalando puestos h a sta lle g ar en 1810 a ca p itá n de
u n a com pañía. A pedido de los estancieros, el G o b iern o lo declaró en 1802
Guarda general de la campaña, con la fin alid ad de p erse g u ir a los m alh ech o res
y co n tra b an d istas.
U na vez estallad a la R evolución, en 1810, estuvo d ecid id am en te de su p arte,
y buscó desde entonces el m om ento o p o rtu n o p a ra ab a n d o n a r las fuerzas esp a­
ñolas y pasarse a las de los patrio tas. E sto aconteció a principios de 1811, cuando
Elío, tra s h a b e r declarado g u e rra a la J u n ta de B uenos A ires envió la C om pañía
de B landengues que él capitaneaba, com o refuerzo p a ra el p u erto de Colonia.
A rtig as huyó hacia el norte, p a ra p re p a ra r en M ercedes el in iciq de n u e s tra r e ­
volución, y pasó luego a Buenos A ires p a ra ofrecerse a la J u n ta y p ed irle r e ­
fuerzos.
Su regreso conm ovió a los p atrio tas, ya prevenidos p o r el Grito de A sencio
(28 de feb rero de 1811), e in m e d ia tam en te se reu n ie ro n ju n to a él p ara m a rc h a r
sobre M ontevideo. L a b a ta lla de Las Piedras b rilla n te m e n te ganada, dejó ab ie r­
to el cam ino hacia la ciudad, que días m ás ta rd e fue sitiada.
P ero los españoles, im potentes, lla m a ro n en su au x ilio a los portu g u eses;
y a n te el abandono de B uenos A ires, A rtig as debió rep le g arse e in iciar, a la
cab eza de su p ueblo entero, u n a penosa re tira d a : el Exodo del Pueblo Oriental
(o ctubre-diciem bre de 1811).
El ascendiente d e A rtigas sobre los o rien tale s no era b ien visto p o r el G o­
bierno de B uenos A ires, que en todas form as pro cu ró desp restig iarlo . P o r eso,
al in iciarse el segundo sitio de M ontevideo, A rtig as negó su cooperación m ien ­
tra s no fuese relev ad o de su puesto M anuel de S a rra te a , el je fe en v iad o desde
Buenos A ires p ara en cab ezar las fuerzas arm ad as e in trig a r co n tra el caudillo.
O btenida su d em anda, A rtig as se incorporó al sitio en feb rero d e 1813. Poco
después escribió a los C abildos p a ra que enviasen d ip u tad o s a fin de ce le b ra r
u n Congreso, que se re u n ió en Tres Cruces, pró x im o a M ontevideo. D ictó allí las
Instrucciones que se rv iría n com o n orm a a los re p re se n ta n te s o rien tales en la
A sam blea G en eral C o nstituyente. P ero los enviados fu ero n p o r dos veces re c h a ­
zados.
E sta ac titu d del gobierno bonaerense, que ta n m al lo tra ta b a , lo d eterm in ó
a ab a n d o n a r el sitio de M ontevideo, en en ero de 1814. A p esar de que lo hizo
o cu ltam ente, m uy p ro n to lo im itó la casi to ta lid a d de sus fuerzas.
E l D irectorio, al conocer la deserción de A rtig as, lo d eclaró tra id o r y puso
a precio su cabeza; a lo que replicó el jefe o rien tal d eclarán d o le la g u erra. V a­
rias provincias del litoral, disgustadas po r la opresió n c e n tra lista de Buenos
A ires, se pusiero n de p a rte del C audillo, lo n o m b raro n su Protector y lo acom pa­
ñ aro n a la lucha. F ue la época de m ay o r esplendor de n u estro h éro e; desde su
cam p am en to en Purificación v elab a po r los in tereses d e la Liga Federal y go­
b ern a b a sa b iam en te n u e stra P rovincia, lib e rad a d efin itiv am en te de españoles
y p o rteños (1815-1816).
No p u d iero n éstos so p o rta r la d erro ta, y lla m a ro n n u ev a m e n te a los p o rtu ­
gueses p ara in v a d ir la P ro v in cia O riental. C u a tro años de lu ch a in declinable
se op usieron a la to ta l ocupación de n u estra s tie rra s p o r las fu erzas lu sitan as;
h a sta que al fin, a n iq u ila d as las tro p as artig u istas, cap tu rad o s sus oficiales, tr a i­
cionado p o r quien él h a b ía protegido, se vio obligado a re tira rs e al P arag u ay ,
con el oculto propósito de reh a cerse p a ra v o lv er a los cam pos de b a ta lla (setiem ­
b re de 1820).
P ero su refugio fue su prisión. El d ic tad o r F ran cia, al recib irlo en el P a r a ­
guay, tem ió p o r su seguridad, y lo recluyó en u n conv en to de A sunción p rim e ­
ram e n te, p a ra en v iarlo luego confinado a la le ja n a ald ea de C u ru g u aty , d onde
vivió p o r 20 años, alejad o p o r com pleto de los acon tecim ien to s de su P a tria , en ­
treg ad o al cultivo de la tie rra y haciendo carid ad p ara con los pobres.
M uerto F ran cia, su sucesor L ópez lo traslad ó a u n a q u in ta que poseía en
Ib iray , p ró x im a a A sunción, donde, en com p añ ía d e su fiel a y u d a n te Ansina,
pasó los últim o s años de su existencia. M urió el 23 d e setiem b re d e 1850, al c u m ­
p lirse 30 años de destierro.
H oy A R T IG A S es el sím bolo de n u e stra soberan ía. No llegó a gozar él d e la
lib e rta d p o r la que luchó d en o d ad am en te d u ra n te diez años. P ero nos legó, ju n to
con su esp íritu dem ocrático, el ejem plo de sus a lta s v irtu d e s ciudadanas, que
lo co n stitu y e n en el m ás lum inoso ejem plo, no sólo p a ra n u estro U ruguay, sino
p ara toda A m érica.
JUAN ANTONIO LAVALLEJA

L a epopeya de los T re in ta y T res O rien tales fo rm a un capítulo im p re scin ­


dible d en tro de los an ales históricos de n u e s tra p atria, y se debe de u n m odo
m uy p a rtic u la r a quien la ideó y la realizó: L av alleja.
N acido en la pin to resca y se rra n a ciu d ad de Minas, en 1786, como g ran c a n ­
tid a d de jóvenes o rien tales se lanzó en p ro cu ra de la lib e rta d y au to n o m ía de
su tie rra no bien rep e rc u tió en n u estra s costas el g rito de in d ep en d en cia, a b ra ­
zando la causa con toda su decisión.
Su p rim e r hecho de arm as fue la b a ta lla d e Las Piedras, en la que se d es­
tacó y a com o oficial, por su arro jo y v alen tía. T erm in a d a la dom inación esp a­
ñola, siguió ju n to al Je fe de los O rientales, co m b atien d o d en o d ad am en te a fin
de a lca n za r su ideal.
. C uando la invasión portuguesa, en 1816, L av a lle ja fue uno de los oficiales
elegidos por A rtig as p ara lle v a r ad e la n te su g en ial p lan de defensa y ataq u e. No
se fijó en sacrificios ni en fatigas, y m ie n tra s tu v o h o m b res ju n to a su persona,
tra tó de obstacu lizar a los usu rp ad o res con to d a clase de recursos.
Su te m erid a d lo llevó, en c ie rta o portun id ad , a e fe c tu a r u n reconocim iento,
acom pañado solam ente de 3 ó 4 hom bres. Y he aq u í que, las fuerzas p ortuguesas,
que buscab an la ocasión de sorprenderlo, lo d etu v iero n , y lo en v iaro n luego a
Río de J a n e iro en calidad de prisionero.
E n esa separación forzosa de los acontecim ientos de la P a tria pasó varios
años, h a s ta que en 1821, luego de h ab e rse ju ra d o la C onstitución de P o rtu g al,
ju n ta m e n te con otros jefes co m p atrio tas qu e estab an recluidos en la Isla das
Cobras (Río de Ja n eiro ), pudo re to r n a r en lib ertad .
C uando B rasil declaró su in d ep en d en cia (1822), L av a lle ja dio su n o m b re a
la Sociedad de los "Caballeros Orientales", qu e se creta m e n te b u scab a la lib e ra ­
ción de n u e s tra tie rra ; m otivo p o r el cual L eco r envió a R iv era p ara q ue lo d e­
tuviese. L av alleja, sin em bargo, logró h u ir a E n tre Ríos, desde d o nde pasó des­
pués a B uenos A ires.
A llí se en c o n trab a refugiado, como m uchos otros o rientales, c u a n d o ' se d i­
fundió la noticia del éx ito de las arm a s rev o lu cio n arias en Ayacucho, b a ta lla
que term in ó con el dom inio español so b re A m érica d el S ur. G ran d es fu ero n los
festejos realizados en conm em oración de hecho ta n anhelado.
No fu ero n ajenos a los acontecim ientos los em igrados o rien tales, quienes,
con todo, no pud iero n p a rtic ip a r del alborozo, y a qu e su tie rra g em ía to d a v ía
o prim ida p o r e x tra n jero s. P ero, aguijoneados p o r las ansias d e in d ep en d en cia,
concibieron el gigantesco proyecto de o rg a n iz a r u n a cruzada libertadora, que
acabase p a ra siem pre con la opresión de sus connacionales.
L av alleja, in sp ira d o r de la idea, fue elegido je fe de la expedición. T en ía
entonces el grado de te n ie n te coronel.
El p atrio tism o y arro jo de a q u e l puñado de h o m b res que d esafiab a los e jé r­
citos de u n a poderosa nación tie n e aspectos de leyenda. El 19 de abril de 1825,
las playas de la Agraciada p resenciaron su desem barco. C u atro m eses m ás tard e,
la P ie d ra A lta en la F lo rid a fue testigo de la h istó rica declaración de Indepen­
dencia.
Años de lucha llevó la realización de los ideales proclam ados, h asta que
fin alm en te el E m p e ra d o r del B rasil debió c a p itu la r y firm a r la C onvención de
Paz. Sarandí e Iluzaingó son dos nom bres gloriosos que ciñen de la u re l las sienes
d el Jefe de los Treinta y Tres.
A lgunos la m en tab les episodios m otivados p o r su am bición em p añ an un ta n to
los m éritos de L av a lle ja en pro de n u e stra Indep en d en cia. P ero u n a vez fin ali­
zada su exitosa cam p añ a, ap enas si apareció su n o m b re en los acontecim ientos
d e la P atria .
L lam ado en 1853 a fo rm a r u n Triunvirato de gobierno, ju n to con R iv era y
Flores, sus p rim e ra s actuaciones, sab iam en te d irig id a s hacia la pacificación de
la R epública, p are cie ro n o rien tad as a b o rra r los erro re s com etidos en los últim os
años de las lu ch as po r la in dependencia; pero no h acía un m es to d av ía qu e h a ­
b ía asum ido el m ando cuando re p e n tin a m e n te dejó de ex istir, v íctim a de un
a ta q u e apoplético, m ie n tras firm ab a docum entos de g obierno (octubre de 1853).
FRUCTUOSO RIVERA

L a e x tra ñ a preten sió n de A lvear, de ac ab a r con las fuerzas de A rtig as d u ­


ra n te la dom inación porteñ a, hizo a p a re c e r re p e n tin a m e n te en el m arco de la
n o toriedad a un joven oficial p a trio ta : el entonces ien ien ie coronel Fructuoso
Rivera.
E n efecto, rep u esto de u n a d esastrosa re tira d a , y refo rzad o p o r su com pa­
trio ta Soler, el coronel D orrego fue en busca d e los efectivos o rientales. Cono­
cedor de esta acción, A rtig as reu n ió u n a división de 1.000 soldados que puso a
las órdenes de R ivera. Se en c o n traro n los ejército s a o rillas del arro y o Guayabos
el día 10 de enero de 1815. L a b a ta lla fue decisiva, los bon aeren ses q u ed aro n
aniquilados, y d ebieron a b a n d o n ar el te rrito rio de la B an d a O riental.
D esde los prim ero s rum ores de lib e rtad , F ru ctu o so R iv era ju n to con su
herm an o F élix h ab ía reu n id o algunos v o lu n tario s con los que se p rese n taro n
a A rtig as p a ra co lab o rar en la ca m p añ a em p ren d id a. A los pocos días tu v o lu g a r
la batalla, de Las P ied ras, en la que F ructu o so , p o r su a rro jo y v a lo r fue ascen ­
dido a cap itán. No e ra m ilita r de escuela: nacido en la estan c ia de su p ad re,
ju n to al A rroyo de la V irgen, en 1788, ab an d o n ó la v id a del cam po, m ovido por
sus ansias d e em ancipación, p ara a u m e n ta r las h u estes artig u istas.
R á p id am en te fue cobran d o prestigio, y se pudo co n tar e n tre los oficiales de
confianza de los que se valió el P a d re de n u e stra n acio n alid ad p ara sus riesg o ­
sas em presas.
No siem pre le sonrió el triu n fo ; pero siem pre, eso sí, dio p ru eb as d e g ran
sagacidad y v alo r insospechado. M uchas d e sus victo rias se d eb ieron a la astucia
de su ingenio, cualidad que le perm itió sa c a r fav o rab le p artid o au n en circu n s­
tan cias que h u b iesen parecido to ta lm e n te adversas.
P ru e b a s inequívocas de su habilidad, las co n stitu y en , p o r ejem plo la retira­
da del Rabón, en 1818, en la que con sólo 600 h o m b res esquivó d u ra n te diez
h oras el a ta q u e de 2.000 enem igos, rec o rrien d o 60 k iló m etro s con sólo 12 b ajas;
o la batalla del Rincón, en setiem b re de 1825, g a n a d a a u n a fu erza 3 veces su ­
p erio r m ás con caballos que con h om bres; o la conquista de las M isiones, en
1828, o b te n id a m e d ian te u n inspirado a rd id con el qu e pudo e n g a ñ a r a las fu e r­
zas que lo p erse g u ían desde el su r lo m ism o qu e al je fe d e las tro p as b ra sile ­
ñas que le salían al paso.
\
D u ra n te la dom inación de las fu erzas p o rtu g u esas, / luego de las b rasileñ as,
tu v o su espada al servicio de los conquistadores. P ero cu an d o L a v a lle ja reto m ó
la in ic ia tiv a lib e rtad o ra, luego de h a b e r caíd o p risio n ero en m anos d e los p a ­
triotas, no vaciló en ponerse a las órdenes del Je fe de los T re in ta y Tres, con el
que colaboró en la dirección del m ovim iento.
L am en tab lem en te, su rg iero n desavenen cias e n tre los dos ilu stre s o rien tales,
las que obligaron al gobierno c e n tra l a lla m a r a R iv era a B uenos A ires; p o r lo
cual estuvo dos años alejado de las luchas p o r la in d ep en d en cia d e la P a tria .
Su co n q u ista so rp re siv a del territorio de Misiones d eterm in ó a los brasileños
a p e d ir la paz, en la que se reconoció la lib e rta d de la R ep ú b lica O rien ta l del
U ruguay.
O rganizado el nuevo E stado, el g en e ral R iv era fue elegido Primer Presi­
dente Constitucional a fines de 1830. Cum plió u n g obierno to le ra n te y p ro g re­
sista, d u ra n te el cu a l se volvió al o rd en y cobró im p o rta n cia el com ercio. T e r­
m in ado su período en treg ó el m ando al p resid e n te d el Senado, d e acuerdo a las
leyes del estado.
Poco después, sin em bargo, se lev an tó en arm as c o n tra el P re sid en te cons­
tituido, el g en e ral O ribe, y ocupó el p oder p o r la fuerza. C om enzaron las d is­
cordias e n tre los p artid o s políticos, a las que se añ ad ió la invasión del te rrito rio
o rien tal po r las m ilicias de Rosas. L a victo ria de Cagancha fue el ú ltim o d este­
llo de su genio. P o sterio rm e n te, d e rro ta tra s derro ta, com enzó a declinar, h asta
v erse condenado al d estierro y la prisión.
T ras la caíd a de Rosas, pudo R iv era volver a la p a tria después de cinco años
de alejam iento. Y a en ella, se enteró que h ab ía sido designado, ju n to con L a-
v alleja y F lores, p a ra in te g ra r un Triunvirato m ilita r. P ero no pudo lle g a r h as­
ta M ontevideo, pues u n ata q u e de pulm onía acabó con su ex isten cia, ta n m e lla ­
d a p o r los su frim ien to s físicos y m orales, a m ediad o s de enero de 1854.
DAMASO ANTONIO LARRAÑAGA

M uchos sacerdotes o rien tales estu v ie ro n desde u n p rim e r m om ento e n tre


quienes buscaron afan o sam en te la em ancipación de estas tierras. N om bres co­
mo los de Pérez Castellano. Larrobla, Larrañaga y otros, v iv en en las p áginas
de n u e stra H istoria, ju n to con los de A rtigas, R iv era y L av alleja.
El ú ltim o de los eclesiásticos m encionados, el Padre Dámaso A ntonio L a­
rrañaga. nació en M ontevideo en 1771. Y a desde sus p rim ero s años sintió in cli­
nación hacia la c a rre ra sacerdotal; y a p e sa r de qu e la idea de sus p ad re s era
que estu d iase m edicina, luego de fre c u e n ta r las au las en B uenos A ires y C ó r­
doba, recibió las S agradas O rdenes en Río de Jan eiro .
En agosto de 1806 acom pañó, en calidad de C apellán, las fuerzas qu e L in iers
com andó p a ra la reco n q u ista de B uenos A ires, caída en m anos de los invasores
ingleses. Y, al año siguiente, estu v o ta m b ié n en la acción de d efensa de M onte­
video, cuando los afanes de conquista se h a b ía n volcado sobre dicha ciudad.
M iem bro del C abildo ab ierto reu n id o en M ontevideo el 21 de setiem bre de
1808. en esa asam blea popular, — ju sta m e n te co n sid erad a com o la p rec u rso ra
de la revolución, — fu e elegido vocal de la Junta de Gobierno allí co n stituida.
Su p rep aració n y su elocuencia le m e re cie ro n ser designado en el Congreso
de Tres Cruces (1813) dip u tad o por M ontevideo, y encabezó la em b ajad a qu e la
P ro v in cia O rien tal en v iab a a la A sam blea G en e ra l C o n stitu y en te.
R echazado como d ip u tad o , fue designado a p rincipios de 1814 b ib lio tecario
público en Buenos A ires; pero pro n to regresó a M ontevideo pues se le n o m b ró
cura-rector de la Iglesia Matriz, cargo que desem peñó h a s ta que, y a d ec larad a
la R epública, la S a n ta S ede lo hizo Vicario Apostólico (agosto de 1832).
P artic ip ó de los acontecim ientos políticos de su época, y siem p re buscó el
b ie n e sta r del pueblo que h ab ía sido confiado a su m in iste rio pastoral.
D u ra n te la dom inación portuguesa, dos g ran d e s in iciativ as suyas co b raro n
re a lid a d : la Casa Cuna o asilo de expósitos, p a ra cuyo so sten im ien to in stitu y ó
la L o te ría de C aridad; y la Escuela Lancasleriana, según los m étodos m ás m o ­
d ern os — p o r entonces — de enseñanza.
En 1821, ju n to con R ivera, G arcía de Z úñ ig a y otros caracterizad o s o rie n ­
tales, firm ó el Acta de Incorporación a Portugal, com o solución a los diez años
d e g u e rra que h a b ía n en san g ren ta d o al pueblo o rien tal, en pos de u n a in d e p e n ­
d encia q u e no se vislu m b rab a.
A dem ás de todas estas actividades, el P a d re L a rra ñ a g a se dedicó al estudio
de las ciencias y a las investigaciones personales, q ue le v aliero n el concepto de
verdadero sabio; sus observaciones fu ero n co n su ltad as en m ás de u n a o p o rtu n i­
d ad p o r los in stitu to s científicos de v aria s ciudades europeas.
E scribió sus ex p e rien c ias de botánica, y con la colección de p la n tas in d íg e­
nas que p ac ie n tem en te salía a b u sc ar en v iajes a cam p añ a, form ó u n gigantesco
h erb ario , d e alto v alo r científico.
El uso co n stan te del m icroscopio le ocasionó u n a dolencia en los ojos que
llegó a p riv a rlo co m p letam e n te de la visión en sus ú ltim o s años: la ciencia n ad a
pudo h ac er a n te el avance im placable del m al.
C ontaba 77 años cuando, a principios de 1848, falleció en su q u in ta de Mi-
guelete, por él cu ltiv a d a con inm enso cariño.

JOAQUIN SUAREZ

F iel servidor de la Patria, es el m e jo r títu lo q ue se le pu ed e o to rg ar a ta n


ilu stre ciudadano, y el resu m en m ás exacto de lo qu e fue to d a su existencia.
N atu ra l de la V illa de C anelones, en u n h o n rad o hogar, dechado de v ir tu ­
des, nació en el c o rre r del año 1781.
D esde el p rim e r m om ento de la em ancipación hizo acto d e presencia, en ro ­
lándose en las hu estes rev o lu cio n arias y pelean d o en S an Jo sé y L as P iedras,
p reludio heroico de lo que h a b ría de se r la pro lo n g ad a ca m p a ñ a en pos de la
lib ertad .
A rtig as le confió la Comandancia Militar de Canelones# al fre n te de la cual
p erm aneció h a s ta que, después de la ren d ició n d e M ontevideo, se retiró a la
v id a p riv a d a po r e n te n d e r que las riv alid ad e s su scitad as e n tre b o n aeren ses y
o rien tales no e ra n o tra cosa que u n a lu ch a fra tricid a .
P ero sobrevino la invasión portuguesa, y au n q u e sin éxito, hizo todo lo po­
sible po r que triu n fa se la causa de A rtigas, qu e ,era la ca u sa de la au to n o m ía
nacional. El ostracism o del héro e lo d eterm in ó a v o lv er al silencio d e su v id a
p rivada.
C uando L av alleja, reto m an d o la in ic ia tiv a de la liberación, inició con su
p u ñ ad o de hom b res la ofensiva co n tra las fu erzas b rasileñ as, S u árez acudió de
in m ediato con su d inero y su influencia, p ara h a c e r triu n fa r la cau sa o rien tal
co n tra su poderoso enem igo. A sí lo vem os to m a r p a rte en la m em o rab le A sam ­
blea de la Florida, y leem os su nom bre en el A cta de la solem ne d eclaració n
d e independencia.
E n 1826 recibió el cargo de Gobernador D elegado de la Provincia Oriental,
y tu v o que o cuparse de la organización del n uev o E stado q u e se ib a form ando,
m isión en la cual puso de reliev e sus m ú ltip le s condiciones. Su re c titu d de c a ­
rá c te r le im pidió c a lla r cuando el g en e ral L av alleja, ex cediendo sus atrib u cio ­
nes, tom ó po r su c u e n ta m edidas que sólo co rresp o n d ían a las leg ítim as a u to ­
ridades; v alien te ac titu d que le valió la d estitu ció n d e su puesto, que ocupó el
m ism o L av a lle ja com o D ictador.
El p rim e r gobierno de la R epública lo tu v o com o Ministro de Gobierno y
de la Guerra; cargo que dim itió al co m p ro b a r los in tereses egoístas de las con­
tien d as políticas.
L a iniciación del Sitio G rande, en 1843, halló a S u árez en la Presidencia
de la República. E ra preciso o rg an iz ar la d efen sa a n te la p resió n de las fuerzas
rosistas.
No se c o n tab a con m a teria les bélicos adecuados, y la desm oralización del
ejé rc ito e ra com pleta. El país no e sta b a en condiciones d e a r b itra r recu rso s p ara
re sis tir al invasor.
U na vez m ás el patrio tism o inigualad o de Jo a q u ín S uárez tu v o la v irtu d
de le v a n ta r los ánim os del pueblo, disponién d o lo a u n a lu ch a que logró m a n te ­
n e r alejado al ejército sitiad o r d u ra n te casi n u ev e años d e asedio a la ciudad.
"Yo no llevo cuentas a mi m a d r e" ... co ntestó en gesto de m ag n an im id ad
cu ando el M inistro de H acienda le solicitó qu e m an ifestase cu án to d e su p a tri­
m onio priv ad o h ab ía in v e rtid o en pro de la R ep ú b lica p a ra su p lir las arcas v a ­
cías del E stado.
F in aliza d a la sa n g rie n ta contienda, “sin v encedores n i vencidos”, el P re si­
d en te de la D efensa en treg ó el cargo al P re sid e n te del Senado, h a sta q ue se
eligiese al n uevo P re sid e n te constitucional.
M uchos años vivió to d a v ía el ilu stre anciano, re tira d o de las agitaciones de
la v ida política. C o n tab a y a 87 años de edad, cuando en su q u in ta d el A rroyo
Seco expiró, d ejando con su conducta in ta ch a b le un lum inoso ejem plo a todos
los ciu d ad an o s u ru g u ay o s (1868).
I NDI CE
O fre n d a 5

P rim e r a p a rle :
AM ERICA Y LOS D ESC U B R IM IEN TO S
1. — R azas in d íg e n a s a m e ric a n a s .............................................................. 9
2. — P rim itiv o s h a b ita n te s del U ru g u a y ............................................. 11
3. — L os v ia je s de C olón .............................................................................. 13
4. — El T ra ta d o de T o rd e silla s ................................................................ 15
5. — E x p e d ic io n e s p o rtu g u e sa s .................................................................. 17
6. — D e sc u b rim ie n to del U ru g u a y ........................................................... 19
7. — L a p r im e ra v u e lta a l m u n d o .............................................................. 21
8. — S e b a s tiá n G ab o to ........................................................................... 23
R e su m e n d e la p r im e ra p a r le ......................................................... 24

S e g u n d a p a r le :
CO LO N IZA C IO N DEL RIO DE LA PL A T A
9. — A d elan tazg o d el P la ta .................................................................... 27
10. - - D on P e d ro de M endoza: p r im e r A d e la n ta d o ......................... 29
11. - - A lv a r N ú ñ ez C abeza de V aca: seg u n d o A d e la n ta d o ........... 31
12. - - D iego d e S a n a b ria : te r c e r A d e la n ta d o ....................................... 33
13. — J u a n O rtiz d e Z á ra te : c u a rto A d e la n ta d o .................................. 35
1 4 . — J u a n d e T o rre s de V era y A ra g ó n : q u in to A d e la n ta d o 37
15. — H e rn a n d o A ria s de S a a v e d ra ......................................................... 39
16. — L as M isio n es O rie n ta le s .................................................................... 41
17. — L os fa e n e ro s. — T e n ta tiv a s p o rtu g u e sa s .................................. 43
18. — F u n d a c ió n d e M o n tev id eo ................................................................ 45
19. — G o b e rn a c ió n de M o ntevideo. — T ra ta d o de M a d rid ........... 47
20. — Jo sé J o a q u ín de V iana. — G u e r ra G u a ra n ític a ..................... 49
21. — A g u stín d e la R osa. — J . J . de V ian a. — J o a q u ín d e l P in o 51
22. — V irre in a to d e l R ío de la P la ta ..................................................... 53
23. — E x p ed ició n d e C eballos. — T ra ta d o de S an I l d e f o n s o ........... 55
24. — A n to n io O la g u e r y 'F e liú .................................................................. 57
25. — Jo sé d e B u s ta m a n te y G u e rra ....................................................... 59
26. — R u iz H u id o b ro . — P rim e r a in v a sió n in g lesa ......................... 61
27. — S eg u n d a in v a sió n in g lesa .................................................................. 63
R e su m en d e la se g u n d a p a r le ......................................................... 64

T e rc e ra p a rle :
E M A N C IPA C IO N
28. — R ev o lu c ió n d e M ayo. — G rito de A sencio ........................................................... 67
29. — A rtig as. — P rim e r sitio de M o n te v id e o ................................................................ 69
30. — E xo d o d el p u eb lo o rie n ta l ........................................................................................... 71
31. — S eg u n d o sitio . — A ño 1813 ........................................................................................... 73
32. — F in d e la d o m in ació n e sp a ñ o la .................................................................................... 75
33. — D o m in ació n p o rte ñ a .......................................................................................................... 77
34. — A pogeo d e A rtig a s ........................................................................................................... 79
35. — In v a sió n p o rtu g u e s a .......................................................................................................... 81
36. — T o m a d e M o ntevideo. — G u e rra de re c u rso s ....................................................... 83
37. — C aíd a d e A rtig a s ................................................................................................................. 85
38. — Los T re in ta y T re s .................................................................... ..................................... 87
39. — D e c la ra c ió n de la In d e p e n d e n c ia . — R incón. — S a ra n d í ........... .................... 89
40. — In v a sió n d e l B ra sil. — C o n q u ista de la s M isiones. — C o n v en ció n de P az 91
R e su m en d e la te r c e r a p a r le ......................................................................................... 92

A PE N D IC E
G o b iern o C o lo n ial ......................... 97
L a g a n a d e ría en el U ru g u a y . 99
M o n tev id eo A n tig u o .................... 101
La R e v o lu c ió n d e M ayo ......... 103
L as In stru c c io n e s d e l A ño X III 105
Jo s é A rtig a s ..................................... 107
J u a n A n to n io L a v a lle ja .............. 109
F ru c tu o so R iv e ra ........................... 111
D ám aso A n to n io L a rra ñ a g a . . . 113
J o a q u ín S u á re z ................................ 114
In d ic e .................................................. 116
ESTE LIBRO SE T ER M IN O DE IM PR I­
M IR EN LOS TALLERES G R A FIC O S
BA RREIRO Y RAMOS S. A. EN EL
M ES DE EN ER O DE 1973.

Comisión del Popel. Edición a m p a r a d a


por el Art. 79 de la Ley N 9 13.349.

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