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EL ORIGEN DE LA FAMILIA

KATHLEEN GOUGH
Texto tomado del libro Polémica sobre el origen y la universalidad de la familia
Editorial Anagrama, España 1974

El problema fundamental de la familia es nuestra ignorancia sobre el mismo.


Desde la fecha en que F. Engels escribiera el origen de la familia, la propiedad
privada y el estado (1884) se ha acumulado gran cantidad de información; no
obstante, las lagunas son todavía muy abundantes. Por ejemplo, desconocemos
cuando apareció con exactitud la familia, si bien suponemos que aconteció
probablemente entre hace 2 millones y 100.000 años. Tampoco sabemos si su
aparición fue de una vez por todas o si surgió en diversos lugares y en diversas
ocasiones. Otro problema es averiguar si algún tipo de familia embrionaria
apareció antes, con o después del lenguaje. Esto significa, si aceptamos que el
lenguaje es el signo distintivo de la humanidad, que ni siquiera si nuestros
antepasados adquirieron las bases de la vida familiar antes de que alcanzaron la
condición humana. Es muy posible que el lenguaje y la familia se desarrollen
conjuntamente durante un largo periodo de tiempo, pero es difícil probarlo.
Aunque el origen de la familia no deja de ser tema de mera especulación, siempre
es preferible la especulación apoyada en algunos testimonios que la que carece
de ellos. Los testimonios provienen de tres fuentes. La primera la constituye la
vida física y social de los primates no humanos, especialmente los monos del
Viejo Mundo y del Mundo Nuevo, pero sobre todo los grandes monos (que son los
primates más próximos del hombre). La segunda fuente la constituyen los
utensilios y lugares de refugio del hombre prehistórico y de los protohumanos…
La tercera, la vida familiar de los cazadores y recolectores de productos silvestres
que han sido estudiados en la actualidad.
Estas fuentes son todas imperfectas. Por lo que respecta a los monos, si bien son
nuestros primos no son nuestros antepasados; por otra parte, los fósiles
homínidos nos dicen poco sobre la vida social de estas poblaciones. Finalmente,
los pueblos cazadores y recolectores de la actualidad, no poseen la tecnología y la
vida social incipientes que tuvieron los humanos de los primeros tiempos: todos
ellos muestran el resultado de una adaptación larga y especializada a un medio
ambiente marginal. Sin embargo, dichas fuentes, tomadas conjuntamente,
suministran valiosas guías para la investigación.

Definición de la familia
Para discutir el origen de algo se impone primero decidir lo que es este algo. La
familia puede definirse como <<una pareja casada u otro grupo de parientes
adultos que cooperan en la vida económica y en la crianza de los hijos(as), la
mayor parte de los cuales, o todos, usan una morada común>>. Dicha definición

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incluye toda forma de hogar basada en el parentesco. Las llamadas familias
<<extendidas>> están integradas por tres generaciones de hermanas y
hermanos casados. Las <<familias grandes>> están formadas por los
descendientes de una pareja de abuelos. En los hogares matrilineales las
hermanas y hermanos solteros comparten la casa con los hijos(as) de las
hermanas casadas, limitándose los hombres a visitar a sus esposas en otra casa.
En las familias compuestas un hombre tiene varias esposas o, por el contrario,
una mujer tiene varios maridos. Finalmente, las familias nucleares están
formadas por un padre, una madre, y los hijos(as) de ambos.
Algún tipo de familia existe en todas las sociedades humanas conocidas, aunque
no por ello se encuentre en todos los segmentos o clases de cualquier sociedad
estratificada o con estado. Por ejemplo, a los esclavos griegos y americanos se
les prohibió constituir familias en el sentido legal; sus familias sociales fueron
disueltas muchas veces como consecuencia de la venta, el trabajo forzado o la
explotación sexual. Aun así, la familia constituía el ideal al que accedían todas las
clases y la mayor parte de la gente cuando les era posible.
La familia implica varios otros universales: 1) Las reglas que prohíben las
relaciones sexuales y el matrimonio entre parientes próximos. A que parientes
alcanza la prohibición es un hecho variable, pero lo cierto es que todas las
sociedades prohíben el apareamiento de madre e hijo, y la mayor parte de ellas el
de padre e hija y el de hermano y hermana. Algunas sociedades permiten las
relaciones sexuales entre parientes de cierto grado y, no obstante, prohíben el
matrimonio entre los mismos. 2) El que la cooperación entre hombres y mujeres
de una misma familia tenga lugar a través de una división del trabajo basada en
la distinción de sexos. También aquí, la división sexual del trabajo es más o
menos rígida y varia según la naturaleza de las tareas encomendadas. Pero, en
cualquier caso, computar el hecho de la división sexual del trabajo en las
sociedades no humanas es completamente imposible. El problema de la prole y
las tareas domesticas tienden a ser desempeñadas por las mujeres, mientras que
las actividades guerreras, la caza y el gobierno corresponden a los hombres. 3) El
matrimonio existe como una relación socialmente reconocida y duradera (aunque
no necesariamente de por vida) entre hombres y mujeres considerados como
individuos. A partir del matrimonio emerge la paternidad social, un vinculo
especial de parentesco entre un hombre y los hijos(as) de su esposa, sean estos
o no sus hijos(as) fisiológicos. Incluso en las sociedades poliándricas, en las que
las mujeres tienen varios maridos o en las sociedades matrilineales, en las que la
condición de miembro del grupo y la propiedad se transmiten a través de la las
mujeres, cada niño(a) tiene uno o mas padres designados con quienes mantiene
una relación social, y muchas veces también religiosa, especial. Este vinculo de
paternidad social se reconoce entre pueblos que nada sabe con el rol que el
macho desempeña en la procreación o entre aquellos que, por varias razones, no
queda claro quien sea el padre fisiológico de cada niño(a) en concreto. La
paternidad social parece provenir mas de la división e interdependencia de tareas
entre macho y hembra, en especial por lo que hace referencia a los hijos(as), que
no directamente del hecho de la paternidad biológica, no obstante por ser
corriente en la mayor parte de sociedades la presunción de que el padre social de

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un niño es también su padre fisiológico. Sin embargo, y en contra del parecer de
ciertas feministas, creo que en ninguna sociedad humana los hombres,
considerados como categoría total, tienen únicamente el rol fecundador y no
también otros roles sociales y económicos con respecto a las mujeres y a los
hijos(as). 4) Por lo general, los hombres disfrutan de status mas elevado y
superior autoridad sobre las mujeres de sus propias familias, aunque en ciertos
casos la ancianas pueden ejercer influencia e incluso a veces autoridad sobre los
hombres mas jóvenes. El hecho de la autoridad masculina omnipresente se
opone a la creencia de algunas feministas, para quienes en las sociedades
<<matriarcales>> las mujeres tuvieron la suprema autoridad sobre los hombres,
ya en el hogar, ya en todo el ámbito social.
Es cierto que en algunas sociedades matrilineales, tales como los hopi de Arizona
o los ashanti de Ghana, los hombres ejercen poca autoridad sobre sus esposas.
Entre los nayar del Sur de la India y los minangkabau de Sumatra los hombres
pueden incluso vivir apartados de sus mujeres e hijos(as), es decir, en familias
diferentes. Sin embargo, en dichas sociedades lo que acontece es que las mujeres
y los niños(as) están sometidos a la mayor o menor autoridad de sus parientes
masculinos (hermanos mayores, hermanos de su madre e incluso los hijos
crecidos). En las sociedades matrilineales, donde la propiedad, el rango social, los
cargos y la pertenencia al grupo se heredan por líneas femeninas, se observa que
las mujeres disponen de mayor independencia que en las sociedades
patrilineales. Esto es particularmente cierto para sociedades matrilineales en las
que el estado no llego a desarrollarse, y en especial en aquellas sociedades
tribales de residencia matrilocal, a saber, aquellas en las que los hombres
desplazan su residencia a los hogares o a los poblados de sus esposas. No
obstante, aun siendo esto cierto en todas las sociedades matrilineales de las que
poseemos descripciones dignas de crédito, los cabezas de familia de linajes y de
grupos locales son siempre hombres.
De hecho, ni la realidad existente ni nuestros conocimientos literarios al respecto
nos permiten hablar de verdaderas sociedades <<matriarcales>> a distinguir de
la <<matrilineales>>, y por el contrario todo parece indicar que aquellas nunca
existieron. Esto no significa que entre hombres y mujeres nunca se hubieran dado
relaciones que les dignificaran y desarrollaran mutuamente y fuesen apropiadas
por el nivel de conocimiento, destreza y tecnología de su tiempo. Ni significa
tampoco que los sexos no pueden alcanzar un reconocimiento igualitario en el
futuro o que la división sexual del trabajo no pueda ser abolida. Creo que todo
esto puede ser. Pero no es forzoso creer en el mito de una edad de oro feminista
para proponerse la meta de la igualdad en el futuro.

Las sociedades de primates

Dentro de la clase de los primates, los humanos son los parientes próximos de los
monos antropoides (el chimpancé y el gorila africano y el orangután y el gibón del
sudeste asiático), y de estos últimos el chimpancé y el gorila. Parientes mas

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lejanos son, primero, los monos de Viejo Mundo y, después, los del Nuevo;
finalmente, los lemúridos y társidos son los parientes mas distanciados.
Todos los primates comparten características sin las cuales la familia no habría
podido establecerse. Así, los pequeños nacen relativamente desvalidos; maman
durante varios meses o años y a partir de ahí necesitan todavía un cuidado
prolongado. La niñez se alarga a medida que las especies se van aproximando al
ser humano. La mayoría de los monos alcanzan la pubertad aproximadamente
entre los cuatro y cinco años y la madures social aproximadamente entre los
cinco y los diez. Los chimpancés, por el contrario, maman hasta los tres años; las
hembras alcanzan la pubertad entre los siete y los diez años y los machos entran
a la madures sexual y empiezan a tener relaciones sexuales a los trece años. La
infancia larga y el cuidado maternal producen relaciones íntimas entre los hijos de
la misma madre y esta juega con todos ellos y procura auxiliar a los pequeños
hasta que crezcan.
Monos y simios, al igual que a los humanos se aparean todos los mese del año sin
distinción en lugar de hacerlo en la época de celo. Durante dichos días los machos
se sienten atraídos por el dolor de las hembras o por las turgencias
brillantemente coloreadas que se producen en la región sexual de las mismas. El
apareamiento en época de celo se presenta con especial intensidad en las
especies de primates mas alejadas de los humanos de los humanos. Los simios y
algunos monos lo practican con menor profusión. Sumándose en ellos, a la
sexualidad en época de celo, una sexualidad que se extiende a lo largo del mes,
lo que les acerca en estos fuertemente a las pautas de comportamiento humano.
Entre los hombres, las apetencias y las relaciones sexuales vienen reguladas más
por las representaciones mentales, las emociones, las normas culturales y las
preferencias individuales que por los cambios hormonales.
La sexualidad extendida a lo largo del año (si no siempre a lo largote todos los
meses), da a entender que los primates machos y hembras acceden a la relación
social de modo ininterrumpido, lo que no se da, por lo menos con este carácter,
entre la mayoría de los demás mamíferos. Todos los primates forman bandas o
tropas compuestas de individuos de ambos sexos y por crías. El numero de
miembros y la proporción entre los sexos varia, dándose el caso en algunas
especies de que un individuo, una madre con su hijo(a), o una tropa secundaria
compuesta de machos jóvenes pueden viajar solos temporalmente. Pero, por lo
general, machos y hembras se prodigan en las relaciones sociales ya a través de
mutuos cuidados y juegos, como también por medio de frecuentes relaciones
sociales. Al mantenerse próximos a las hembras, a los machos les resulta fácil
jugar con las crías y atender a la defensa de estas y aquellas frente a los
animales depredadores. De este modo encontramos ya en la sociedad de los
primates una <<división del trabajo>> basada en el sexo y según la cual el rol
del cuidado prolongado de las crías corresponde a las hembras y el rol de la
defensa a los machos. Ciertamente, en ocasiones los machos pueden cuidar la
prole y las mujeres participar en la guerra, pero un cierto tipo de
<<paternidad>> generalizada se manifiesta en el rol de protección que los
machos adultos desempeñan con respecto a los jóvenes de ambos sexos, incluso

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entre las especies donde los dos sexos no constituyen uniones individuales de
larga duración.

Vínculos sexuales entre los primates

Algunos primates no humanos mantienen lazos y limitaciones sexuales


permanentes, que por lo menos superficialmente se parecen a las que se dan en
las sociedades humanas. Entre los gibones un macho y una hembra convienen
con sus hijos(as). El macho ahuyenta a los otros machos y la hembra hace otro
tanto con las otras hembras. Cuando un cacharro accede a la pubertad deja el
grupo o es expulsado de él, ya por el padre, si se trata de un macho, o por la
madre, si se trata de una hembra; el joven acaba por encontrar en otro lugar
alguien con quien aparearse. Igualmente, la prohibición del incesto,
aparentemente innata, podría verse como algo genéticamente heredados por los
humanos de sus antepasados prehumanos, si no fuera porque el gorila y el
chimpancé, que son parientes más cercanos del hombre que el gibón, carecen al
parecer de dicha prohibición.
Los orangutanes viven en pequeños grupos arborícolas como los gibones, pero
sus formas de agrupación son menos regulares. Una o dos hembras pueden vagar
solas con sus hijos(as) apareándose ocasionalmente con un macho o puede
suceder también que una pareja, formada por un macho y una hembra, viajen
por su cuenta o también que varios machos jóvenes viajen en grupo.
Entre los gorilas montaraces de Uganda, los langures de la India y los papiones
hamandríados de Etiopía, un macho adulto se aparea con varias hembras,
particularmente durante la época de celo. Si hay otros machos presentes otros
machos presentes, las hembras pueden mantener relaciones sexuales con ellos, si
bien de una forma ocasional y siempre que el macho adulto este cansado o
distraído.
Entre los papiones del Este y del Sur de África, los macacos de la India y los
monos lanudos de América del Sur se constituyen tropas más numerosas que
pueden llegar a tener 200 individuos. La tropa contiene varios machos adultos y
un número mucho mayor de hembras. Los machos están ordenados en una
estricta jerarquía según el poder que confieren tanto la fuerza física como la
inteligencia. Los machos más dominantes copulan intensivamente con las
hembras durante el periodo de celo. Cuando este toca a su fin, una hembra
puede apegarse brevemente a uno de estos machos dominantes. En otras
ocasiones, las hembras pueden relacionarse con machos de uno u otro rango,
pero siempre bajo la condición de que los machos de rango más elevado así lo
permitan.
Entre algunos papiones y macacos, los machos jóvenes viajan en las
inmediaciones del grupo y tiene pocas posibilidades de acceso a las hembras.
Algunos macacos expulsan de la tropa a una cierta proporción de machos
jóvenes, que pasan luego a constituir <<tropas de solteros>>. Los solteros
pueden formar más tarde tropas nuevas con hembras jóvenes. Otros primates
son más promiscuos o más bien indiscriminados en el apareamiento. Los
chimpancés y los monos aulladores de Sudamérica viven en grupos estructurados

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de forma poco cohesionadas y también (como en la mayoría de las sociedades de
monos y simios) con predominio del número de hembras. La unidad madre-hijo
constituye el único grupo estable. La copulación se produce casi al azar, pero se
intensifica y toma formas de gran promiscuidad durante la época de celo.
Algunos antropólogos conocidos han sostenido que ciertas costumbres y actitudes
que se dan en las sociedades humanas no son aprendidas culturalmente, si no
que son instintivas y que en este sentido provienen de nuestra herencia primate.
Entre ellas incluye las diferencias en jerarquía o rango social entre los hombres,
el hecho del poder político de los hombres sobre las mujeres, la mayor
continencia sexual, la fidelidad y condición sumisa de las mujeres y la mayor
inclinación de los hombres a constituir grupos de amigos con otros hombres, en
comparación con las tendencias femeninas que miran mas bien a apegarse a un
hombre.
No puedo aceptar estas conclusiones y creo que derivan de una actitud machista
que colma los deseos más vivos de nuestra propia sociedad. Un argumento
<<científico>> que establezca la naturaleza instintiva de todos estos rasgos de
inferioridad femenina constituye, que duda cabe, un arma poderosa destinada a
conservar la familia tradicional y la dominación masculina. Pero, de hecho, dichos
rasgos no son universales entre los primate no humanos y sobre todo no lo son
en algunos de aquellos cuya relación con los humanos es muy próxima. Entre los
chimpancés se da un grado bajo de dominación y jerarquía de los machos sobre
las hembras, y puede decirse que su sexualidad se ejercita indiscriminadamente.
Los gibones muestran una suerte de fidelidad que alcanza por igual a ambos
sexos, así como la carencia absoluta de dominación masculina o de jerarquía
entre los machos. Los monos aulladores son sexualmente indiscriminados pero no
exhiben dominación ni jerarquía entre los machos. Lo que ocurre es que entre los
primates no humanos la dominación de los machos sobre las hembras y la
jerarquía entre los machos parecen constituir adaptaciones a medios ambientes
especiales, algunas de las cuales llegaron a establecerse genéticamente a través
de la selección natural. Sin embargo, entre los humanos estos rasgos se
encuentran presentes en grados muy variables y son casi con certeza aprendidos,
y no innatos. Entre los primates no humanos existen diferencias generales
bastante importantes entre los que habitan principalmente en los árboles y los
que lo hacen mayormente en el suelo. Los arborícolas (por ejemplo gibones,
orangutanes, monos aulladores sudamericanos y monos lanudos) necesitan
defenderse de los depredadores en menor medida que los terrícolas (tales como
los papiones, macacos y gorilas). Donde la defensa es necesaria, los machos son
mucho mayores y mucho mas fuertes que las hembras, ejercen el dominio sobre
ellas y están así mismo estrictamente jerarquizados y organizados entre si.
Donde la defensa se hace menos importante hay mucho menos dimorfismo
sexual (diferencia de estructura entre el macho y la hembra), la dominación es
menor o inexistente, la jerarquía entre los machos es menos pronunciada y existe
mayor promiscuidad sexual.
Comparativamente hablando, los humanos poseen un grado de dimorfismo sexual
bastante reducido, parecido al de los chimpancés. Estos viven en habitas
selváticos o semiselváticos, gran parte del tiempo en los árboles, pero también

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parte de el en tierra. Para dormir construyen refugios individuales, a veces en el
suelo, pero generalmente en los árboles, donde suben para escapar del peligro.
Los chimpancés marchan principalmente sobre las cuatro extremidades, pero
algunas veces sobre los dos pies; pueden construir y utilizar instrumentos
sencillos. Los machos son dominantes, pero no en exceso. La jerarquización de
los machos es inestable; por otra parte, los machos cambian a menudo de grupo
(el tamaño del grupo oscila entre 2 y 50 individuos). La alimentación es
vegetariana y se completa con lombrices, larvas y en ocasiones con animales
pequeños. Madre e hijo forman la única unión estable. Las relaciones sexuales
son en su mayor parte indiscriminadas, pero los machos defienden a los animales
más jóvenes del peligro. Todo parece indicar que nuestros antepasados
prehumanos tuvieron una vida social parecida a la nuestra.
Marx y Engels estaban probablemente en lo cierto al concluir que pasamos por un
estadio de <<promiscuidad original>> antes de convertirnos en completamente
humanos.

La evolución humana
Juzgamos a partir del testimonio de los fósiles, podemos decir que los simios que
fueron antepasados tanto de los hombres como de los gorilas y de los chimpancés
se hallaban ampliamente extendidos por Asia, Europa y África hace de unos 12
millones a 28 millones de años. Al acabar dicho periodo, llamado Mioceno,
apareció en el Norte de la India y en África Oriental el ramapiteco, que bien
puede considerarse el antepasado tanto de los últimos homínidos como de los
hombres modernos. Era una especie de tamaño pequeño como los gibones,
andaba erguido sobre dos pies, poseía unos dientes laterales que eran más
humanos que simiescos y, debido a ello, utilizaba más las manos que los dientes
para romper sus alimentos. A partir de este momento la evolución hacia el
estadio humano debe haber tenido lugar a través de varias fases hasta la
aparición final del homo sapiens hace aproximadamente 70.000 años.
En el Mioceno, y con anterioridad a la aparición del ramapiteco, existieron varios
periodos durante los cuales en extensas superficies el clima se hizo más seco y
los bosques subtropicales menguaron o desaparecieron. La reconstrucción más
aceptable establece que grupos de simios, probablemente en África, tuvieron que
descender de los árboles y adaptarse a la vida terrestre. Estos, a través de la
selección natural, probablemente durante millones de años, especializaron
algunas de sus extremidades en el acto de caminar. De esta manera, liberadas
las manos, empezaron a usarlas para no solo (como acontecía entre los simios)
apresar y romper, sino también para acarrear objeto tales como armas (las
cuales no habían tenido hasta el momento más que un carácter esporádico) o
crías (los cuales hasta el momento transportaban asidos a los pelos del cuerpo de
sus madres respectivas).
La sequía y la extensión de hierbas indigestas en las sabanas abiertas obligo a los
moradores primitivos del suelo a convertirse más en cazadores activos que en
simples buscadores de animales pequeños, enfermos o muertos que hallaban en
su camino. La caza colectiva y el uso de utensilios trajo como consecuencia la
cooperación del grupo y ayudo a avivar el desarrollo del lenguaje más allá de los

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meros sistemas de llamada propios de los simios. El lenguaje significo el uso de
símbolos con que referirse a los acontecimientos no presentes. Esto permitió en
gran parte unas posibilidades de prevención acentuadas, memoria, actividad
planificadora y división de tareas, en resumen, la capacidad para el pensamiento
humano.
Al convertirse en cazadores, los grupos territoriales llegaron a ser mucho más
extensos. Los simios recorren solo unos pocos miles de pies al día, los cazadores
caminan varias millas. El carácter desvalido de la prole hizo que las mujeres
lactantes no pudieran cazar más que pequeñas piezas en los alrededores del
campamento. Esto produjo la división sexual del trabajo sobre la que desde
entonces se basa la familia humana. Las mujeres desarrollaron los métodos de
los simios en lo que al cuidado de los niños y al aprovisionamiento se refiere,
adaptando uno y otros a la existencia del grupo. Por su parte, los hombres
mejoraron los métodos de lucha y de protección del grupo de los simios;
adaptaron estos métodos a la caza, utilizando armas, tanto para la caza como
para la guerra, que durante milenios no sufrían modificación alguna.
De la división sexual del trabajo surgieron, por primera vez, la vida familiar y la
cooperación del grupo. Entre los simio, las hembras construyen las guaridas y
proveen el suministro para sus hijos(as). Pero los simios adultos no cooperan en
la consecución de alimentos ni en la construcción de madrigueras. Cada noche
construyen nuevas guaridas en el lugar donde se hallan. Con el desarrollo de
complejo de caza y recolección se hace necesario disponer de un hogar. Los
hombres pueden así traer a este lugar carne en cantidad, de forma que sirva para
el abastecimiento de varios días. Las mujeres y los niños(as) pueden encontrar
allí a los hombres una vez finalizada la jornada de caza y aporta su producción
vegetal. Hombres, mujeres y niños(as) pueden construir guaridas conjuntas,
aprovisionarse de carne de caza y aprovechar las pieles de esta última para
vestir.
Más adelante, el fuego sirvió como medio para protegerse de los animales
salvajes, para las necesidades de alumbrado y finalmente para cocinar. El fuego
vino entonces a proporcionar el centro y el símbolo del hogar. Con el desarrollo
del arte de cocinar, algunos humanos (principalmente mujeres; quizá también
algunos niños y ancianos) dedicaron más tiempo a la preparación de los
alimentos, con lo que fue más fácil y se empleo menos tiempo en desgarrarlos y
masticarlos. Las comidas, ya menos frecuentes por el paso a una dieta carnívora,
se convirtieron en actos breves y periódicos en lugar de las largas sesiones
alimentarías de los simios.
Loa evolución hacia la humanidad acarrea dos cambios corporales que afectan el
nacimiento y al cuidado de los hijos. Estos cambios fueron la forma de cráneo y la
anchura de la pelvis. El andar erguido produjo una pelvis más estrecha con la que
sujetar mejor las entrañas. Por otra parte, el desarrollo del lenguaje trajo consigo
el crecimiento desproporcionado del cerebro con el respeto al cuerpo. Para
compensar estos inconvenientes, los humanos nacen en un estadio más inferior
de desarrollo que los simios. Durante largo tiempo están completamente
indefensos y requieren un cuidado más largo y absoluto. Esto motivó, a su vez,
que las mujeres primitivas se concentraran más completamente en el cuidado de

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los hijos y menos en la defensa, todo lo contrario de lo que sucedía entre los
simios.
El lenguaje hizo posible no solo la división y la cooperación del trabajo, sino
también todas las formas de tradición, reglas, moralidad y aprendizaje cultural.
Loas reglas que prohíben las relaciones sexuales entre parientes próximos deben
haber surgido muy pronto. No sabemos con precisión ni el cómo ni el por qué se
desarrollaron, pero lo cierto es que por lo menos desempeñaron dos funciones
muy útiles. Por una parte, ayudaron a conservar el orden en la familia, entendida
ésta como una unidad de cooperación, al proscribir toda competencia para el
apareamiento. Por otra parte, crearon vínculos interfamiliares, e incluso entre
bandas diversas, suministrando así las bases para una mayor cooperación en
lucha por la subsistencia y en el desarrollo del conocimiento.
No queda claro cuando ocurrieron todos estos cambios. El cambio climático, con
la progresiva sequía, ocurrió hace unos 28 millones de años y fue extendiéndose
de región en región. Hace unos doce millones de años, en la India y en África, la
línea de los prehumanos y la de los gorilas-chimpancés se separaron de tronco
común. La línea prehumana desembocó en el australopiteco de África del Sur y
Oriental aproximadamente 1750000 de años; los australopitecos eran homínidos
de andar erguido, de pequeña estatura, bípedos y con un cerebro mayor que el
de los simios, que construían utensilios y que probablemente cazaban en las
regiones herbóreas. Resulta improbable que conocieran el fuego.
El primer uso conocido del fuego es por parte de los homínidos cavernícolas (en
particular el sinántropo, perteneciente a la rama de los pitecantrópidos) de
Chukutien, cerca de Pekín, en la segunda época glaciar, hace medio millón de
años. El fuego se usaba corrientemente en los hogares (lo que sugería que los
alimentos eran conocidos) en el tiempo de las culturas Achelense y Musteriense
propias del hombre de Neandertal en Europa, África y Asia antes, durante y
después de la tercera glaciación (aproximadamente hace entre 150000 y 100000
años). Estos homínidos eran a menudo habitantes de las cavernas y enterraban
ceremonialmente a sus muertos en éstas. Pero no podían sentirse muy seguros
en las cavernas, ni de día ni de noche, hasta que el fuego empezó a utilizarse
para ahuyentar a los depredadores.
La mayor parte de los antropólogos concluyen que la vida de hogar, la familia y el
lenguaje se habían desarrollado ya en la época del hombre de Neardental; es
muy posible que éste pueda haber sido el antepasado del homo sapiens, lo que
explicaría la semejanza que existe entre ambos. Sin embargo, existen por lo
menos dos antropólogos que creen que el australopiteco poseía ya el lenguaje
hace cerca de 2 millones de años; otro piensa que el lenguaje y la prohibición del
incesto no aparece hasta la época del homo sapiens, hace de unos 70000 a
50000 años. Por mi parte, me inclino a creer que la vida familiar que se desarrolla
a partir del uso de utensilios, la utilización del lenguaje, la cocina y la división
sexual del trabajo deben haberse establecido entre hace 500000 y 200000 años.

Cazadores y recolectores

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La mayor parte de las sociedades de cazadores y recolectores estudiadas durante
los siglos que van del XVIII al XX son de tecnologías similares a las de aquellas
sociedades que vieron su máxima difusión en el Mesolítico. Esto ocurrió hace de
unos 15000 a 10000 años, una vez finalizado los periodos glaciares pero antes de
la invención de la agricultura y la domesticación de los animales.
Los cazadores de nuestros días viven en selvas marginales y en medios
montañosos, árticos o desérticos donde la agricultura resulta impracticable.
Aunque no se les pueda tachar en modo alguno de <<primigenios>>, lo cierto es
que nos proporcionan una serie de claves sobre los tipos de familia que existieron
en el 99% de la historia humana, es decir, en todo el, periodo anterior a la
revolución agrícola. Entre otros pueblos cazadores están los esquimales, muchos
grupos de indios canadienses y sudamericanos, los bambuti selváticos (pigmeos),
los bosquimanos del desierto de Sudáfrica, los kadar del Sur de la India, los
veddah de Ceylán y los pobladores de las islas Andamán. En conjunto se trata de
unas 175 culturas de cazadores y recolectores de Oceanía, Asia, África y América
de las que poseemos descripciones bastante detalladas.
A pesar de habitar en medios tan variados, los pueblos cazadores muestran
ciertos rasgos comunes de vida social. Viven en banda de unos 20 a 200
individuos, si bien la mayor parte de las bandas están constituidas por menos de
50 individuos. Las bandas se dividen en familias que, en algunas estaciones del
año, se autoabastecen. La tecnología pueblos puede ser simple pero es extremo
ingenioso. Todos poseen arcos y flechas, lanzas, agujas, vestimentas de pieles de
animales y refugios provisionales construidos con hojas o con madera. La mayor
parte también incluye la pesca en sus actividades; por lo común, las bandas se
abastecen y cazan en un extenso territorio dentro del cual los cambios de
campamento son muy frecuentes. La vida social se desarrolla en un plano de
igualdad. Por supuesto no existe ni estado ni gobierno organizado. Aparte de los
chamanes o magos, la división del trabajo descansa exclusivamente en la edad y
el sexo. Los recursos son propiedad de la comunidad; los utensilios y
pertenencias personales se intercambian libremente. Todo el que puede, trabaja.
El líder de la banda puede ser cualquier hombre la inteligencia, el valor y la y la
perspicacia suficiente para ganarse el respeto de sus compañeros. Las ancianas
inteligentes son también respetadas.
El hogar es la unidad básica de cooperación económica en el que los hombres, las
mujeres y los hijos(as) actúan según los principios de la división del trabajo y la
mancomunidad de los productos. En el 97 % de las 175 sociedades clasificadas
por Murdock, como cazadoras y recolectoras, la caza es una actividad
exclusivamente masculina; en el 3% de las sociedades restantes la caza es una
actividad fundamentalmente masculina. La recolección de plantas silvestres,
frutos y nueces es una tarea femenina; en el 60% de estas sociedades solo las
mujeres se dedican a la recolección, mientras que en otro 32% la recolección
sigue siendo fundamentalmente femenina. La pesca, allí donde es practicada, es
el 93% de los cascos de una activad única o primordialmente masculina. Por la
que al resto se refiere, los hombres monopolizan la lucha, si bien la guerra entre
las bandas suele darse solo en contadas ocasiones. Las mujeres atienden
principalmente al cuidado de los niños(as) y de los refugios, así como a la mayor

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parte de las actividades de la cocina. La construcción de los refugios y la
fabricación de utensilios, ornamentos y vestidos se hallan divididas de diversas
maneras entre los sexos. Los jóvenes ayudan a las mujeres y a los muchachos
juegan a la caza o incluso cazan pequeñas piezas; cuando ambos alcanzan la
pubertad asumen los roles correspondientes de adultos. Cuando el medio
ambiente lo hace deseable, los hombres de toda una banda o de una agrupación
menor cooperan en la caza o en la pesca y se reparten entre ellos las piezas
cobradas. Es también común que mujeres pertenecientes a familias vecinas
vayan juntas a la recolección.
Entre los cazadores, la composición familiar varía al igual que en otro tipo de
sociedades. Alrededor de la mitad de las sociedades cazadoras que conocemos
están compuestas por familiar nucleares (padre, madre e hijos(as)) con algunas
variantes ocasionales de corte peligínico (un hombre, dos o mas esposas e
hijos(as)). Evidentemente las familias nucleares son las más comunes entre los
cazadores, si bien éstos poseen una proporción ligeramente superior de familias
poligínicas que las sociedades no cazadoras. Una tercera parte aproximadamente
poseen hogares de “tronco familiar”, es decir, familias en las que los padres, ya
ancianos viven como unos de sus hijos(as) casados, y los hijos(as) de éste,
mientras que los otros hijos(as) viven aparte. Una proporción todavía menor
viven en grandes familias extendidas que comprenden varios hermanos casados
(o varias hermanas casadas), sus esposas, y sus hijos(as) no obstante, el número
de familias extendidas y de troncos familiares es menor en las sociedades de
cazadores que en cualquier otro tipo de sociedad. Estas aglomeraciones familiares
empiezan a ser comunes con la aparición de la agricultura; se encuentra
principalmente en los grandes estados agrarios preindustriales, tales como la
antigua Grecia, roma, la India, los imperios islámicos, la China, etc.
Las sociedades cazadoras poseen también muy pocos hogares compuestos por
una viuda o diversidad con sus hijos(as). Esto se explica por que ni los hombres
ni las mujeres pueden sobrevivir largo tiempo sin contar con el trabajo y la
producción del otro sexo y matrimonio constituye el único cambio para obtener
ambos. Ésta es la razón que ayuda a comprender por qué tan a menudo los
jóvenes tiene que dar pruebas de destreza en la caza y las jóvenes en la cocina
antes de que puedan casarse.
La familia, junto con la agrupación territorial, proporciona el armazón de la
sociedad entre los cazadores. En efecto, como Marx y Engels vieron claramente,
el parentesco y el territorio son la base de todas las sociedades que existieron con
anterioridad a la aparición del estado. No solo las bandas de cazadores y
recolectores sino también las organizaciones más vastas y complejas de loas
tribus y jefaturas de los cultivadores y pastores primitivos organizan a los
individuos a través de la descendencia de antepasados comunes o de la existencia
o de lazos matrimoniales entre grupos. Entre los cazadores las cosas son más
simples. Más allá de la familia solo existe la banda. Con la domesticación de los
animales y plantas la economía se hace más productiva; un mayor número de
personas pueden vivir juntas. Las tribus contienen varios millares de personas
organizadas de forma coherentes en grandes grupos de parentesco, como los
linajes y los clanes, cada uno de ellos compuestos por un cierto número de

11
familias relacionadas entre sí. Con el desarrollo de las fuerzas productivas se hace
posible un poder político centralizado que, junto con la especialización artesanal y
el desarrollo del comercio, se hallan estructuradas también a través de una serie
de lealtades jerarquizadas y de lazo matrimoniales entre grupos de parientes.
Tan solo con la aparición del estado, proporcionan las clases, con independencia
del parentesco, la base de las relaciones de producción de distribución y de
poder. Pero incluso en este caso los grupos de parentesco siguen siendo
importantes en los estados agrarios; de hecho, el parentesco persistirá como el
principio organizador básico dentro de cada clase hasta la aparición del
capitalismo. La poca importancia que tiene la familia en nuestros días es
consecuencia de una disminución de la importancia del “familismo” en relación
de otras instituciones; dicho declinar empezó con el desarrollo del capitalismo y
del maquinismo. En la mayoría de las sociedades socialistas modernas, la familia
es incluso menos significativa como principio organizador. Es razonable suponer
que en el futuro el papel de la familia se hará insignificadamente o incluso, llegará
a desaparecer.
Morgan y Engels creyeron que de un estado de promiscuidad original, los
primeros humanos pasaron a prohibir dentro de la banda, al principio, las
relaciones sexuales entre la generación de los padres y la de los hijos(as), pero
continuaron permitiéndolas indiscriminadamente entre hermanos, hermanas y
toda clase de primos. A esta nueva situación la denominamos <<familia
consanguínea>>. Por otra parte, supusieron que más tarde la prohibición se
extendió a la familia o a un grupo de parentesco más grande pero que entre una
y otra existió una etapa intermedia (la punalúa) en la que un grupo de hermanas
u otras mujeres unidas por estrechos lazos de parentesco se casaban
conjuntamente con un grupo de hermanos o un grupo de hombres estrechamente
emparentados y pertenecientes a otra banda. La familia de parejas, en la que un
hombre estaba casado con una o dos mujeres, no apareció hasta mucho más
tarde y en particular con la domesticación de animales y plantas.
Estos autores sacaron sus conclusiones, no porque constataran la existencia de
verdadero matrimonio de grupo entre los pueblos primitivos, sino a partir de los
términos de parentesco que se dan en ciertas sociedades tribales o jefaturas.
Algunas de estas sociedades equiparan a todos los parientes del mismo sexo
pertenecientes a la generación de los padres, lo que sugiere el matrimonio entre
hermano y hermana. Otras equiparan solo a los hermanos del padre con el padre
y a las hermanas de la madre con la madre, sugiriendo así el matrimonio de un
grupo de hermanos con un grupo de hermanas.
Los datos que poseemos sobre las sociedades primitivas de nuestros días no
permiten confirmar estas conclusiones. Todos los pueblos cazadores y
recolectores conocidos viven en familias, y no en ordenamientos sexuales
comunitarios. El apareamiento esta individualizado, si bien un hombre puede
ocasionalmente disponer de dos mujeres o (muy raramente) una mujer de dos
maridos. La vida económica se constituye principalmente a la división del trabajo
y a la asociación entre hombres y mujeres individualmente considerados. Los
hogares cavernas, y demás vestigios que nos quedan de los cazadores del
Paleolítico Superior, sugieren que este tipo de ordenación se remonta a los

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primeros tiempos. No podemos decir que las consecuencias de Engels no se
apliquen a los primeros homínidos, sólo que carecemos de las pruebas para
demostrarlo. Pero, hecha esta salvedad, es difícil ver que acuerdos económicos
entre los cazadores primitivos pudieron dar lugar al matrimonio de grupo en vez
de matrimonios individuales o de parejas-esto Engels no lo explica.
Los antropólogos soviéticos creyeron en los estadios primitivos descritos por
Engels y Morgan mucho mas tiempo que los antropólogos occidentales. En la
actualidad, la mayoría de los antropólogos rusos admiten la falta de pruebas con
que demostrar la existencia de las familias consanguíneas y punalúas, pero
algunos todavía creen que un tipo distinto de matrimonio de grupo se intercalo en
la uniones indiscriminadas y la familia formada por una pareja. Semyonov, por
ejemplo, afirma que en la fase del matrimonio de grupo la unión dentro del
mismo clan de cazadores estaba prohibida, pero que los hombres de dos bandas
vecinas tenían múltiples relaciones sexuales con las mujeres de la otra banda.
Aunque este ordenamiento no pueda destacarse, parece poco probable. De
hecho, muchas de las costumbres que Semyonov considera como
<<supervivencias>> de dichos matrimonios de grupo (por ejemplo: maridos
visitantes, grupos de residencias matrilineales, clanes dispersos, múltiples
esposos para ambos sexos, casa comunales de hombres y mujeres, prohibición
de relaciones sexuales dentro de las chozas del pueblo, etc.), se encuentran
realmente no tanto entre las sociedades cazadoras como entre las tribus
horticultoras e incluso en los estados agrícolas bastante complejos. Pero, en
resumidas cuentas, que dicha fase de matrimonio de grupo existiera o no en las
sociedades primitivas, no cabe duda de que el matrimonio de parejas (lo que
supone la existencia de hogares familiares) apareció con el desarrollo de métodos
complejos de cazar, de cocinar, de preparar alimentos y construir refugios, es
decir, con una plena división del trabajo. Incluso así, en cierto sentido la unión
sexual entre cazadores tiene mas carácter de grupo que en los estados agrarios
arcaicos o en las sociedades capitalistas. La muestra de Murdock pone de
manifiesto que las relaciones sexuales ante del matrimonio se hallan
estrictamente prohibidas en solo el 26% de las sociedades de cazadores. En el
resto, el matrimonio tiene lugar a una edad tan temprana que las relaciones
sexuales premaritales son improbables o, lo que es más común, las relaciones
sexuales se permiten más o menos libremente antes del matrimonio.
Con respecto al matrimonio, la monogamia es la práctica normal entre la mayor
parte de cazadores, pero no siempre es la regla normal. En la muestra de
Murdock, sólo el 19% de las sociedades prohíben las uniones plurales. Donde
figura la poligamia (79%) el tipo más común viene dado por un hombre que se
casa con dos hermanas o con otras mujeres parientes cercanas del mismo grupo
familiar, por ejemplo, las hijas de dos hermanos o de dos hermanas. Cuando una
mujer muere es práctica común que una hermana la sustituya en el matrimonio;
cuando un hombre muere le sustituye su hermano.
Igualmente, muchas sociedades cazadoras consideran que las esposas de
hermanos u otros parientes próximos son en algún sentido esposas del grupo que
aquellos componen. En caso de emergencia, si alguno de aquéllos enferma, se la
puede llamar. Asimismo, muchas sociedades permiten períodos especiales de

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libertad sexual entre hombres y mujeres de un grupo local que no este
relacionado matrimonialmente con el otro; como los juegos <<a oscuras>> de
los esquimales que comparten una casa de nieve comunal. En otras situaciones,
la esposa del esquimal pasa la noche con un invitado ocasional de su esposo;
todo el mundo considera que esto forma parte de las normas de hospitalidad.
Finalmente, el adulterio, aunque extendido en las sociedades cazadoras (y son
pocas las que prohíben el divorcio o las nuevas nupcias).
La razón de todo esto parece ser que el matrimonio y las restricciones sexuales
son acuerdos prácticos entre cazadores destinados principalmente a satisfacer las
necesidades económicas y de supervivencia. En estas sociedades, algún tipo de
aparejamiento más bien estable es lo que mejor permite una adecuada división
del trabajo, la cooperación entre hombres y mujeres y el cuidado de la prole.
Fuera de la familia inmediata, un grupo familiar más grande o toda la banda
desarrollan otras formas menos intensas de actividades menos cooperativas. Por
consiguiente, los maridos y las esposas de los individuos dentro de dicho grupo
pueden sentirse obligados a sustituirse si la necesidad se presenta. En el caso de
préstamo de esposas entre los esquimales, el clima extremado y la necesidad que
tiene el hombre de deambular solo en busca de la caza explican la existencia de
adultos dictados de hospitalidad; esto acaba por extenderse a las relaciones
sexuales.
En el supuesto de la poligamia sororal (o del matrimonio con la hermana de la
esposa muerta) hay que decir que resulta natural que cuando dos mujeres
desempeñan el mismo rol- ya conjunta, ya sucesivamente- se acuda a dos
hermanas para ello, puesto que son las que exhiben mayor parecido y es más
probable que cuiden mejor que nadie los hijos(as) de la otra. Por otra parte,
cuando ni los lazos económicos ni la supervivencia del matrimonio peligran, las
sociedades pueden ser más tolerantes y permitir la libre camaradería; de ahí, la
libertad sexual prematrimonial, las libertades sexuales de grupo en determinadas
ocasiones y en punto de vista pragmático sobre el adulterio.
En los pueblos cazadores los matrimonios son concertados por lo común por los
ancianos cuando una pareja está preparada para asumir las responsabilidades de
los adultos. Pero la futura pareja sabe uno del otro y en este campo hay
usualmente posibilidad de elección. Si el primer matrimonio no da buenos
resultados, es casi segura que la segunda pareja se constituirá libremente. Tanto
el amor sexual como la amistad entre hombres y mujeres individualmente
considerados son conocidos y no cabe duda de que se experimentan con gran
profundidad. Con una relativa libertad de apareamiento, en estas sociedades el
amor esta con menos frecuencia separado u opuesto al matrimonio que en los
estados arcaicos e incluso que en algunas naciones modernas.

La posición de la mujer

Incluso en las sociedades de cazadores parece que las mujeres son siempre en
algún sentido el <<segundo sexo>>, con un mayor grado de subordinación a los
hombres. La subordinación variada de una sociedad a otra; las mujeres

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esquimales y las aborígenes de Australia se hallan mucho más subordinadas que
las mujeres que habitan entre los kadar, andamaneses o pigmeos (estos últimos
todos pueblos selváticos).
La subordinación parece estar en relación inversa al papel desempeñado por la
mujer en la producción; las mujeres disfrutan de más poder cuando contribuyen
de forma importante a la producción de materias primas (procedentes de la
recolección o de la pesca) y están más subordinadas cuando se dedican
fundamentalmente a preparar la carne u otros alimentos que proveen los
hombres. La primera situación acostumbra a darse allí donde la caza es
practicada a pequeña escala e intensivamente (pero no si tiene lugar en forma
extensiva y sobre un amplio territorio) y donde la recolección es importante.
Sin embargo, en las sociedades de cazadores la subordinación a que pueden estar
sometidas las mujeres es muy inferior, con respecto a determinados aspectos
cruciales, a la existencia en las sociedades arcaicas e incluso en algunas naciones
modernas. Estos aspectos comprenden, entre otros, la capacidad de los hombres
para negar a las mujeres relaciones sexuales o de imponerles para su exclusivo
beneficio, para dirigir o explotar su trabajo, para controlar o robarle los hijos,
para confinarlas físicamente y privarlas de todo movimiento, para usarlas como
objetos en transacciones entre hombres y para restringir su creatividad o
negarles su participación en amplios sectores del conocimiento social y en los
avances culturales.
En particular, lo que no existe en las sociedades de cazadores es el tipo de
posesión y exclusividad masculina respecto a las mujeres que conduce a
instituciones como los castigos salvajes o la muerte por el adulterio de la mujer,
la celosa vigilancia de castidad y virginidad femeninas, la denegación del divorcio
a las mujeres y la prohibición a la mujer de volver a casarse con posterioridad a
la muerte de su marido. No existe tampoco el control masculino sobre el trabajo y
la producción de la mujer.
Por todo ello, no creo que podamos hablar, como hacen algunos marxistas, de
una división de clases entre hombres y mujeres en las sociedades de cazadores.
Es cierto que los hombres disfrutan de mayor movilidad que las mujeres y que
dirigen los asuntos públicos. Pero una sociedad de clases exige que una de estas
controle los medios de producción, dictaminen su uso por las otras clases y
expropie el excedente. Estas condiciones no se dan entre los cazadores. Tanto la
tierra como los otros recursos son propiedad de la comunidad, si bien las
mujeres pueden monopolizar determinados sectores donde recolectar y los
hombres pueden monopolizar sus territorios de caza. Hay diferencia de rango
entre los sexos, pero hay más reciprocidad que dominación.
Como Engels observó correctamente, el poder de los hombres para explorar
sistemáticamente, a las mujeres nace con la existencia de un excedente de
riqueza y mas directamente con el estado, la estratificación social y el control de
la propiedad los hombres cuando surge el estado, los hombres debido a su
monopolio sobre las armas y también al derecho de no tener que preocuparse
del cuidado de la prole pueden especializarse enteramente en roles económicos
y políticos; algunos hombres (especialmente los pertenecientes a la clase
dirigente ) adquieren poder sobre otros hombres y sobre las mujeres. Casi todos

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los hombres lo adquieren sobre las mujeres de sus propios grupos de
parentesco. Entre los cazadores, estos tipos de poder masculino se presentan con
contornos más difusos.
El poder que los hombres pueden ejercer sobre las mujeres en las sociedades de
cazadores parece provenir del monopolio masculino sobre las armas pesadas de
la especial división del trabajo que existe entre los sexos o de ambas cosas.
Aunque los hombres raras veces usan sus armas contra las mujeres, poseen
dichas armas (o armas superiores), aparte de superior fuerza física. Esto
proporciona a los hombres el control esencial de la fuerza. Cuando los ancianos o
los niños (as) deben morir para asegurar la supervivencia de la banda o de la
familia, son generalmente los hombres quienes los matan. El infanticidio, que es
común entre cazadores puesto que deben limitar el número de bocas que
alimentar, es con mayor frecuencia infanticidio de hembras que machos.
La caza obliga a los hombres a organizarse en grupos mucho mas a menudo que
no lo hace a las mujeres su propio trabajo. Quizá por esta causa, cerca del 60%
de las sociedades son predominantemente virilocales; es decir, los hombres
escogen la banda en la que desean residir (que con frecuencia es la de sus
padres) y las mujeres deben seguir a sus maridos. Esto proporciona al hombre
ventajas sobre su mujer en términos de familiaridad y lealtad, por cuanto la
mujer es a menudo una extraña. Sin embargo, del 16 al 17% de las sociedades
de cazadores son uxorilocales, siendo los hombres en este caso los que se
trasladan a las residencias de sus esposas, mientras que del 15 al 17% son
bilocales, es decir, que cualquiera de los sexos puede marcharse sin residir con el
otro.
Probablemente debido a la cooperación masculina en la defensa y en la caza, los
hombres destacan en las asambleas de la banda, en el liderazgo, en la medicina y
en la magia, y en los rituales públicos destinados a aumentar la caza, alejar la
enfermedad o iniciar a los niños en la virilidad. Sin embargo, las mujeres
participan a menudo en los concejos del grupo, es decir, no se hallan exclusidas
de la actividad legislativa y de gobierno como en muchos estados agrarios.
Algunas mujeres son respetadas como lideres, narradoras de historias, doctoras o
magos, o temidas como brujas. Las mujeres tienen sus propias ceremonias de
fertilidad, nacimiento y curación, de las cuales los hombres se ven con frecuencia
excluidos.
En algunas sociedades, si bien los hombres controlan la mayoría de los objetos
sagrados, las mujeres se consideran como sus descubridoras. Entre los pigmeos
del Congo, la religión se centra en un espíritu benéfico, el Animal de la Selva. Su
representación opera a través de trompetas de madera que pertenecen y son
tocadas por los hombres. La posesión y uso de éstas se esconde de las mujeres y
se tocan por la noche cuando la caza no mes fructífera, alguien cae enfermo o
acontece una muerte. Mientras se tocan, los hombres bailan junto a la fogata
pública del campamento, que es sagrada y se asocia con la selva. No obstante, la
tradición afirma que eran las mujeres las que poseían originalmente las
trompetas y que fue una mujer quien robó el fuego a los chimpancés o al espíritu
de la selva. Cuando una mujer ha sido estéril durante algunos años se celebra
una ceremonia especial; las mujeres dirigen el canto que usualmente acompaña a

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las trompetas y una anciana patea lo hoguera. La dominación femenina, aunque
sea solo temporal, se considera necesaria para restaurar la fertilidad.
En algunas sociedades de cazadores las mujeres son intercambiadas entre grupos
locales los cuales se unen de esta manera por medio de matrimonio. Algunas
veces, hombres de diversas bandas intercambian directamente sus hermanas.
Todavía es más común el intercambio generalizado de mujeres entre dos o más o
grupos o un movimiento en una sola dirección de mujeres dentro de un círculo de
grupos. En ocasiones la familia del marido paga con armas, instrumentos u
ornamentos a la familia de la mujer en compensación por los servicios de esta
última, pero también por la futura prole.
En dichas sociedades, si bien las mujeres pueden recibir buenos tratos y ser
consultadas para el matrimonio, queda claro que constituyen partes disponibles
de un acuerdo controlado por los hombres. Los antropólogos del sexo masculino
han tomado esto como prueba de la dominación original del hombre y de
residencia patrilocal. Service, Fox y otros, por ejemplo, han afirmado que hasta
hace poco todas las sociedades de cazadores formaban bandas patrilocales
exógamas unidas entre sí políticamente mediante el intercambio de mujeres. El
hecho de que en la actualidad menos de los dos tercios de las sociedades las
bandas sean exógamas, lo que explican dichos autores en función del
colonialismo, el cambio económico, y la despoblación.
Dicha tesis me parece insostenible. Es cierto que las sociedades de cazadores de
nuestros días han sido duramente afectada por el cambio, desculturalizadas y a
menudo despobladas por el imperialismo capitalista. Sin embargo, encuentro
pocas pruebas de que las sociedades que en la actualidad son patrilocales hayan
sufrido menos cambios de las que no los son. Es difícil creer que a pesar de la
enorme diversidad ambiental y del paso de millares, y tal vez millones de años,
todas las sociedades de cazadores tuvieran bandas exógamas con residencia
patrilocal hasta que fueron perturbadas por el imperialismo occidental. Es más
probable que las primitivas sociedades de bandas, al igual que las tribus agrícolas
más tarde, presentaran variedades en la vida familiar y en el status de las
mujeres a medida que se extiendan por la tierra.
Es verosímil pensar que el tipo de familia de los cazadores primigenios fuera más
bien matrilocal que patrilocal. Entre los simios y los monos, son casi siempre los
machos los que abandonan el grupo o son expulsados de él. Las hembras
permanecen junto a las madres y en su lugar de origen; los machos se van,
uniéndose a las hembras cuando la disponibilidad de estas y la competencia lo
permiten. El traslado de la mujer a la residencia o a la banda del marido puede
muy bien haber sido un hecho relativamente posterior, en sociedades donde la
cooperación masculina en la caza reviste una importancia decisiva. A la inversa,
tras el desarrollo de la horticultura (que se lleva a cabo principalmente por las
mujeres) aquellas tribus en las que la horticultura predomina sobre la cría, de
ganado o la caza, lo más probable era que fueran matrilocales y dieran lugar a
grupos de filiación matrilineal con un status relativamente alto para las mujeres.
Pero donde predominaba la caza extensiva de grandes animales o, más tarde, la
cría de ganado, floreció la residencia patrilocal y las mujeres eran utilizadas para
formar alianzas entre grupos constituidos en torno a hombres. Con el invento de

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la agricultura de adoro (como distante de la horticultura) unos 4.000 años antes
de nuestra era, los hombres controlaron la agricultura y la mayoría de los estados
agrarios se caracterizaron por residencia patrilocal y familias patrilocales
dominadas por los hombres.

Conclusiones

La familia es una institución humana que no se encuentra completamente


desarrollada en ninguna especie prehumana. La familia supone la existencia- o se
desarrolló conjuntamente con- el lenguaje, la previsión, la cooperación, el
autocontrol, la planificación y el aprendizaje cultural.
La familia se impuso porque satisfacía las necesidades originarias de prolongado
cuidado de la prole y permitía que los hombres cazaran con armas en grandes
extensiones de terreno. La división sexual del trabajo en que se basó, surgió de
una división prehumana rudimentaria que ponía la función de defensa a cargo del
hombre y el cuidado de los hijos(as) a cargo de la mujer. Pero entre los humanos
esta división sexual de funciones se hizo crucial para la producción de alimentos y
de esta forma se sentaron las bases para una futura especialización y cooperación
económica.
Morgan y Engels estaban probablemente en los cierto al pensar que la familia
humana estuvo precedida por una etapa de promiscuidad sexual. También
acercaron a ver que los ordenamientos económicos y matrimoniales primitivos
dentro del grupo eran igualitarios. No obstante, carecían de base para afirmar
que la pautas económicas y matrimoniales primitivas enteramente relaciones de
grupo.
La familia, junto con el uso de instrumentos y el lenguaje, fue sin duda los
elementos más significativos de la revolución humana. Los tres requirieron
pensamiento reflexivo, lo que explica la gran superioridad a nivel de la conciencia
que separa los humanos de los simios.
La familia proporciona el armazón para todas las sociedades anteriores a la
aparición del estado y la fuente de toda creatividad. Al agruparse para la
supervivencia de su especie y el desarrollo del conocimiento, los humanos
aprendieron a controlar sus deseos sexuales y a suprimir su egoísmo individual,
su agresividad y su rivalidad. La otra cara de este autocontrol fue una capacidad
creciente para el amor, no sólo el amor de la madre por su hijo- lo que se da ya
entre los simios- sino del macho por la hembra (que establecen relaciones
duraderas) y entre miembros del mismo sexo hasta llegar a grupos cada vez más
amplios de seres humanos. Sin este autocontrol inicial, que se manifiesta en la
prohibición del incesto y en la generosidad y orden moral de la vida familiar
primitiva, la civilización no hubiera sido posible.
Desde el principio, las mujeres han estado subordinadas a los hombres en un
cierto numero de sectores clave: status, movilidad y liderazgo político. Sin
embargo, antes de la revolución agrícola, e incluso durante varios miles de años
después, la desigualdad se basaba en el hecho inalterable del dilatado cuidado

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que requiere la prole y en la tecnología primitiva. El alcance de dicha desigualdad
variaba de acuerdo con la ecología y la división sexual del trabajo resultante.
Pero, en cualquier caso, se trataba fundamentalmente de una cuestión de
supervivencia más que de imposiciones culturales introducidas por el hombre. De
ahí la sensación de dignidad, libertad y respeto mutuo entre hombres y mujeres
que uno tiene al visitar sociedades cazadoras y horticultoras primitivas. Esto es
cierto si tanto las sociedades son matrilocales como si son patrilocales, si bien en
las sociedades matrilocales, en las que la herencia se transmite matrilinealmente,
existe mayor libertad para las mujeres que en las sociedades patrilocales y
patrilineales situadas al mismo nivel de productividad y desarrollo político.
Con el desarrollo de la propiedad individual y familiar sobre el ganado, granjas
estables e irrigadas y otras formas de riqueza heredable se produjo un cambio
distintivo. Esto cristalizó en la formación del estado unos 4.000 años antes de
nuestra era. Con el desarrollo de la sociedad clasista y la dominación masculina
sobre la clase dirigente del estado, la subordinación de las mujeres aumento para
alcanzar su más alto grado en las familias patriarcales de los grandes estados
agrarios.
Saber como apareció la familia es algo que interesa a las mujeres porque nos
muestra las diferencias entre humanos y prehumanos, lo que ha sido nuestro
pasado y cuales han sido las limitaciones biológicas y culturales de las que hemos
emergido. Nos muestra cómo generaciones de intelectuales del sexo masculino
han distorsionado o interpretado exageradamente las pruebas para sostener la
creencia en la inferioridad de los procesos mentales de la mujer, para lo cual de
hecho no existe fundamento alguno. El conocimiento sobre el origen de la familia
es también importante para corregir los excesos contrarios de algunas escritoras
feministas que mantienen que en las sociedades <<matriarcales>> las mujeres
dominaban a los hombres, cuando no existen pruebas para sostener dicha
afirmación.
El pasado de la familia no limita su futuro. Aunque la familia apareció
probablemente al mismo tiempo que la humanidad, ni la familia ni las formas
familiares concretas están determinadas genéricamente. Si la división sexual del
trabajo fue necesaria hasta el presente, no tiene por qué ni debe sobrevivir en
una sociedad industrial. El cuidado prolongado de la prole no puede ya constituir
la base para la subordinación femenina, cuando el control artificial de
nacimientos, los alumbramientos espaciados, los alimentos preparados y las
guarderías comunales permiten compartir dicho cuidado con los hombres. La
automación y la cibernética toman a su cargo la mayor parte del trabajo pesado
para el que las mujeres están peor dotadas que los hombres. La explotación de
las mujeres que llegó con la aparición del estado y de la sociedad de clases,
desaparecerá muy posiblemente en una sociedad sin estado y sin clases para la
cual existen ya las bases tecnológicas y científicas.
La familia fue esencial para la aparición de la civilización, permitiendo un gran
salto cualitativo hacia delante en la cooperación, en el conocimiento intencionado,
en el amor y en la creatividad. Pero, en la actualidad, en lugar de desarrollar
estas capacidades humanas, el confinamiento de las mujeres en hogares y
pequeñas familias, al igual que su subordinación en el trabajo, no hace sino

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limitarse. Es posible que el don humano del amor personal dé lugar a alguna
forma de unión voluntaria a largo plazo y que la mutua devoción individual entre
padres e hijos continué indefinidamente, junto con la responsabilidad publica por
los trabajos domésticos y el cuidado de la prole. Ciertamente no es necesario
regular relaciones personales inexistentes; pero tampoco hay necesidad de que
nos sintamos temerosos a una vida social en la que la familia ya no exista.

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