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UNIVERSIDAD DE MONTERREY

DIVISIÓN DE EDUCACIÓN Y HUMANIDADES

MAESTRÍA EN HUMANIDADES

Literatura y terapia

Santiago Neira Martínez. 360955

San Pedro Garza García a 19 de noviembre del 2014


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Índice

1. Introducción 4

2. Antecedentes 8

3. Objetivo 13

4. Metodología 14

5. Funciones de la literatura 15

5.1 La literatura como terapia 17

6. Psicología y literatura 20

7. Psicoanálisis 24

7.1 ¿Qué es el psicoanálisis? 24

7.2 Freud y la literatura 33

7.3 Psicoanálisis y literatura 36

7.4 Observaciones finales del apartado psicoanálisis y literatura 47

8. Psicología analítica 50

8.1 ¿Qué es la psicología analítica? 50

8.2 Jung y la literatura 55

8.3 Psicología analítica y literatura 60


3

8.4 Observaciones finales del apartado psicología analítica y literatura 70

9. Psicología humanista 73

9.1 ¿Qué es la psicología humanista? 73

9.2 Víctor Frankl, Rollo May y la literatura 78

9.3 Psicología humanista y literatura 83

9.4 Observaciones finales del apartado psicología humanista y literatura 93

10. Literatura y terapia 94

10.1 La terapia y sus objetivos 94

10.2 Biblioterapia 99

10.3 El funcionamiento de la biblioterapia 103

10.4 Cuento de navidad de Charles Dickens 109

10.5 Análisis basado en la psicología de Scrooge 113

11. Conclusiones 117

11.1 El arte representa a la sociedad 117

11.2 La literatura y su aportación a la psicología 118

11.3 La literatura como recurso terapéutico en una sociedad esquizoide 121

Referencias 125
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1. Introducción

Una obra literaria puede ser abordada por la psicología desde varios puntos de

partida. La psicología puede enfocarse en el proceso creativo, tratar de entender la

inspiración o la fuente de la que brota la vida que el creador es capaz de infundir a su obra.

Puede también dirigir sus esfuerzos, en tratar de comprender la manera en que el artista

integra emociones, pensamientos y experiencias universales en historias y personajes

ficticios, que precisamente por expresar todo lo complejo del ser humano, logran conectar

con los lectores y volverse parte de la cultura de un pueblo. Incluso, también dentro de esta

misma pauta, puede centrarse en el recorrido que hace el autor de su propia vida a través de

la creación literaria, y en la forma en que la construcción del relato significa una terapia

para el autor. Además, puede estudiar la vida del artista para interpretar su obra y encontrar

el origen de su idea y los conflictos internos que trata de sublimar a través del arte.

Si bien todas estas aproximaciones desde la psicología a la literatura son valiosas,

hay una vertiente que pensamos también es muy importante, y es el estudio de los efectos

de la lectura de las obras literarias, es decir, la forma en que transforman el comportamiento

y la manera de pensar de los lectores. Y es que esta clase de lecturas colaboran en la

formación del ser humano, facilitándole el desarrollo de una psicología intuitiva que le será

útil para afrontar la vida. Porque, tal y como señala Anastasio Ovejero:

En efecto, podemos decir que existen dos tipos de psicología: la académica y/o

profesional, que comenzó en Estados Unidos hace alrededor de un siglo, aunque con

importantes antecedentes europeos (Jahoda, 2007; Ovejero, 2011), y la psicología

“intuitiva”, la que hacen la mujer y el hombre de la calle (la madre cuando intenta
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entender la conducta de su hijo, el muchacho cuando pretende interpretar la

conducta de su novia, el niño cuando intenta saber si le resulta más fácil conseguir

lo que quiere pidiéndoselo al padre o dirigiéndose a la madre, los jóvenes cuando

reflexionan sobre la más eficaz manera de cortejar para buscar pareja, el

comerciante cuando analiza cuál es la mejor estrategia para vender un producto, el

vendedor de casas cuando quiere negociar una operación de compraventa, el

entrenador de fútbol cuando intenta cohesionar al equipo para mejorar su

rendimiento deportivo, etcétera) (8).

Así, a través de la literatura el hombre podría comprender mejor el comportamiento

de los otros, la forma en que se crean los vínculos amorosos, las motivaciones de los padres

o la manera en que funcionan las relaciones con pares. Con esto la literatura tiene el

potencial de promover el desarrollo de la psicología intuitiva, necesaria para funcionar

eficazmente en la sociedad.

Y en esto precisamente direccionaremos nuestro esfuerzo, partiendo de una revisión

de la relación entre literatura y psicología, para llegar al estudio de la manera en que la

literatura puede ser utilizada como recurso terapéutico en casos de desórdenes psicológicos

leves o problemas de conducta o relaciones. En este trabajo analizaremos la forma en que la

literatura puede colaborar en el desarrollo de habilidades sociales y en el manejo de las

emociones de los lectores, con el objeto de que esto sirva para promover la lectura con un

enfoque terapéutico en nuestro país.

Elegimos partir de una exploración inicial de corte histórico sobre el vínculo entre la

psicología y la literatura que nos permitirá observar la manera en que desde sus inicios la
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psicología profunda usó material perteneciente a la literatura, para establecer sus cimientos.

Esto se debe, como veremos más adelante, a que la literatura ha ido muchas veces delante

de la psicología en el trato de algunos temas sobre el alma humana.

Saber esto es muy importante, pues sólo así se podrá entender que para la psicología

no sería nada nuevo utilizar una obra literaria, tanto para evolucionar como disciplina como

para tratar alguna problemática en particular. Y sí, en cambio, sería ir contra los hechos

negar este acercamiento que se ha traducido en avances significativos en la comprensión

del ser humano. La literatura, como el arte en general, representa a las sociedades de su

tiempo o muestra lo que ocurrirá en el individuo o en el grupo dentro de algunos años. Por

eso la psicología profunda ha prestado atención a obras como El rey Edipo de Sófocles,

Hamlet de Shakespeare o Peer Gynt de Ibsen. Porque los personajes que en estas obras

aparecen reflejan al ser humano universal, es decir, muestran las problemáticas más

esenciales de la psique humana independientemente de nuestras diferencias particulares.

El psicoanálisis, la psicología analítica y la psicología humanista han hecho uso de

la literatura de una u otra manera, y creemos que para una mayor comprensión del tema que

nos ocupa es imprescindible analizar la forma en que los grandes psicólogos se han

relacionado con algunas obras literarias, y la manera en que mediante el estudio de obras

literarias han encontrado material importante para sus investigaciones. En este proceso

podremos así mismo, ir analizando la forma en que tanto el autor como el lector de una

novela o un cuento reciben cierto alivio a sus aflicciones emocionales por medio de la

literatura.
7

Así, estableceremos las bases mediante las cuales será más fácil comprender nuestro

tema principal, y aún el lector que no cuente con conocimientos fundamentales sobre

psicología, podrá entender el asunto que aquí nos ocupa. La investigación que realizaremos

partirá entonces de los temas primordiales con el fin de que proporcionen al lector los

conocimientos indispensables para comprender nuestra propuesta.

Pensamos que antes de revisar algo tan interesante como el funcionamiento de la

literatura como herramienta terapéutica, se debe de conocer en la medida de lo posible, la

historia de una relación que como mencionamos anteriormente, no es algo nuevo, sino que

se gestó hace ya varios años y que ha seguido su curso. La psicología y la literatura han

sido hasta cierto sentido socias en cuanto al interés que ambas tienen por el alma humana,

si bien los fines que persiguen no sean los mismos. Pero es esa similitud básica que las une

lo que permite que la psicología pueda hacer uso de obras literarias con fines terapéuticos y

que la literatura, no en pocos casos, haga uso de la psicología en la crítica literaria.

Por eso es conveniente revisar, antes de llegar al propósito principal de este trabajo,

la manera en que el psicoanálisis, la psicología analítica y la psicología humanista, han

hecho uso de varias obras literarias para analizar al ser humano o para comprenderlo mejor.

Esto nos permitirá dirigirnos con sólidas bases a entender mejor la manera en que la

literatura podría funcionar como terapia para el lector.


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2. Antecedentes

La relación entre la psicología y la literatura no es nueva. Siempre se ha dicho que

los grandes escritores han sido también perspicaces psicólogos. Han explorado en la

naturaleza humana y han sido capaces de transmitir mediante el uso del lenguaje lo que

pasa en el intrincado y oscuro interior del hombre. Por eso la literatura ha sido

recurrentemente la fuente de inspiración para varios psicólogos. Ya que el artista transmite

mediante su obra lo que el hombre común sólo trataría de ocultar. Por todo ello no es de

extrañar que la literatura haya hecho grandes aportaciones en el intento del psicólogo por

entender al ser humano.

Aunque este tema lo trataremos más adelante, podemos recordar la enorme relación

que veía Sigmund Freud entre la literatura y el psicoanálisis. Con respecto a esto

mencionaba:

Nuestra labor consiste en la observación consciente de los procesos anormales en

los demás, con el fin de poder adivinar y enunciar sus leyes. El novelista actúa sin

duda de otra manera; concentra su atención en el inconsciente de su propia alma,

escucha todas sus virtualidades y, en vez de reprimirlas mediante la crítica

consciente, les da una expresión artística (citado en Robert 324-325).

Entonces el psicólogo y el novelista comparten un tema en común, el inconsciente.

Pero mientras el primero se dedica a explorar en el inconsciente de sus pacientes, el

novelista trabaja en el suyo propio y trata de encontrarle una expresión artística al material

que ahí encuentra.


9

Pero este es solo uno de los variados casos en que puede hallarse una similitud

entre éstas dos esferas del quehacer humano. El mismo Freud declara que mediante la

lectura de algunas novelas es posible extraer leyes que después se aplican en la vida de los

sujetos. Y es que el escritor aprende estudiándose a sí mismo:

Aprende por el interior de sí mismo lo que aprendemos los demás por los otros:

cuáles son las leyes que rigen la vida del inconsciente; pero no es necesario para él

expresarlas, ni siquiera percibirlas claramente; gracias a la tolerancia de su

inteligencia, son incorporadas a su creación. Extraemos esas leyes del análisis de

sus obras de la misma manera que las observamos en casos de enfermedades reales

(…) (citado en Robert 325).

No cabe duda de que la literatura puede facilitar el trabajo del psicólogo al

permitirle observar lo que de otra manera le sería imposible. Y qué duda cabe de la enorme

deuda que la psicología tiene con la literatura al haber dado origen o dirección a

aportaciones o descubrimientos que la psicología no hubiera vislumbrado por sí sola. De

ahí la importancia de estrechar aún más esta relación.

La literatura ha tenido una implicación asombrosa en la formación de ciertas

corrientes de la psicología y es posible predecir que seguirá aportando recursos a los

terapeutas tanto para la comprensión de patologías como para el tratamiento de éstas. El

psicoanálisis, por ejemplo, ha tomado de las grandes tragedias griegas tendencias innatas en

el ser humano, como el complejo de Edipo. Tanto Sófocles como Freud contribuyen en este

esclarecimiento de la condición humana y de la relación entre padres e hijos. Pues


10

“Sófocles muestra la tragedia, Freud encuentra que todos los hombres desean lo que Edipo

realiza, pero sin llegar a realizarlo” (Reyes 254).

Y es que la psicología y la literatura han sostenido una relación en la cual ambas se

han visto beneficiadas. Han sostenido una relación recíproca donde las dos han tomado algo

y han evolucionado de la mano. En el caso particular del psicoanálisis, si bien Freud se veía

a sí mismo como un explorador solitario y sin respaldo, que luchaba contra la

incomprensión de sus teorías por parte de sus colegas, en el fondo sabía que lo que estaba

haciendo no era algo completamente nuevo y que no era el único que lo había visto. Así le

ocurre cuando conoce la obra de Nietzsche y encuentra grandes similitudes entre ambos:

Freud dijo que trató de leer a Nietzsche pero sentía vértigo debido a lo abarrotadas

que estaban las páginas de Nietzsche de unas comprensiones tan inquietantemente

próximas a las suyas propias. De este modo, leer a Nietzsche suponía privarle de la

satisfacción de hacer un descubrimiento original (…) (Yalom 130).

Otro gran psicoanalista, Lacan, leía una obra literaria para entender o profundizar

sobre los temas que le inquietaban, más que para psicoanalizar la obra:

De este modo, Lacan se acercaba a los textos literarios buscando en ellos saber y

verdad. Buscando qué tienen ellos que decirnos sobre para lo que el psicoanálisis es

lo más verdadero del sujeto, su síntoma, allí donde se esconde la verdad del ser. En

este sentido, Lacan nunca usa los textos para psicoanalizar a sus autores (Carbonell

322).
11

Y tenemos también casos mucho más recientes de esta interdependencia entre la

literatura y la psicología y su uso para la comprensión de las emociones o disturbios

mentales de los seres humanos. Marcel Proust en su obra En busca del tiempo perdido,

hace una descripción de los celos que sirve para dilucidar la variedad que éstos pueden

tomar en cada ser humano: “Los celos son una de esas enfermedades intermitentes cuya

causa es caprichosa, imperativa, siempre idéntica en el mismo enfermo, a veces,

enteramente distinta en otro” (Lutereau 4). Su obra ha sido usada para estudiar el tema de

los celos por diferentes psicólogos, que han buscado interpretar esta emoción humana en la

obra de Proust, en base a la explicación psicoanalítica de éstos. En busca del tiempo

perdido no solamente ha sido requerida para estudiar el tema de los celos, la obra completa

ha sido examinada bajo la lente del psicoanálisis, así lo señala Kristeva en la obra de

Lutereau:

Asimismo, cabría recordar que la obra proustiana ha sido objeto de análisis desde

distintas perspectivas próximas del psicoanálisis, con estudios más cercanos a la

lingüística, pero también con el interés específico de psicoanalistas abocados a una

interpretación de la obra (9).

Pero no solamente la psicología clínica ha hecho uso de la literatura para realizar su

trabajo. También la psicología social ha encontrado, por ejemplo, en la novela, aportaciones

importantes que no se ha negado a usar, tal y como señala Anastasio Ovejero Bernal:

“Puesto que todo lo humano (sentimientos, emociones, pensamiento, acción) es

intrínsecamente psicosocial, también la novela, que se centra básicamente en los

acontecimientos, emociones y conductas es una forma de hacer psicología social” (7).


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Como hemos podido observar, la psicología recurre a la literatura constantemente.

En el caso de la literatura, los círculos académicos han mostrado más renuencia a

aprovechar el enfoque emocional de las obras literarias. Esta no ha sido para nada una

decisión acertada, ya que la lectura de obras de ficción puede ser muy útil en el tratamiento

de problemas conductuales o emocionales, pues ofrece patrones de comportamiento con los

que muchas veces puede asemejarse el lector, y a partir de los cuales es posible establecer

identificaciones que si son manejadas adecuadamente por un facilitador bien capacitado,

pueden servir para mejorar la salud mental de los lectores.

La psicología, como mostramos anteriormente, tomó de la literatura material muy

útil para su posterior evolución, y esto se debió a que fue capaz de apreciar todo el

contenido emocional que aparece en una obra de ficción, y que refleja con mucha fidelidad

lo que acontece en el espíritu humano. Por eso no es de extrañar que ahora deba volver a

recurrir a la literatura para acercarse mejor al hombre, y colaborar de una forma más

eficiente en la mejoría de la vida emocional de las personas.

Es por eso que la psicología debe estrechar aún más su ya de por sí muy antigua

relación con la literatura, y usar con mayor frecuencia obras literarias para el tratamiento de

los malestares de la sociedad actual. Independientemente de su valor como obra artística,

una novela o un cuento pueden servir para como herramientas terapéuticas y tener un valor

distinto en este contexto. Una narración puede no ser muy apreciada en cuanto a la belleza

de su estilo por la crítica literaria, pero ser en cambio muy meritoria para un psicólogo que

sabe que puede trabajar con ella para la mejora de las relaciones humanas. Es por esto que

se deben aprovechar ambos enfoques o puntos de vista, pues los dos son válidos.
13

3. Objetivo

El objetivo de esta investigación, es primeramente hacer una exploración general

que muestre los vínculos entre la psicología y la literatura y exponga la forma en que la

ciencia que estudia la mente humana muchas veces ha hecho uso de obras de ficción para

constituirse como disciplina o para fundamentar algunos de sus conceptos básicos.

Partiendo de la idea de que la literatura no solamente tiene valor como obra artística, sino

que algunas obras, aparte de su valor estético pueden contribuir a la mejora de la vida

emocional de las personas, analizaremos la forma en que una obra literaria puede trabajar

como herramienta complementaria a ciertos tipos de terapia y así contribuir a la formación

de comportamientos saludables para el adecuado funcionamiento de las relaciones

humanas.

Finalmente, basándonos en los presupuestos de lo que se ha llamado “biblioterapia”,

utilizaremos el análisis de un cuento corto para dar un ejemplo de cómo trabaja la literatura

como terapia.
14

4. Metodología

Nuestra investigación será en una primera parte de índole bibliográfica, y en una

segunda instancia, de aplicación y de análisis, por lo tanto irá de lo general a lo particular,

partiendo de inicio con la revisión de las funciones de la literatura, con el fin de ubicarla no

solo como una actividad estética (el arte por el arte mismo) sino también como una

actividad inserta en la sociedad y con un impacto en las vidas de los individuos que la

producen y/o consumen. Enseguida exploraremos las características a grandes rasgos de

algunas corrientes de la psicología, para después hablar sobre el vínculo que cada una de

éstas tiene con la literatura. A continuación explicaremos el funcionamiento de la literatura

como terapia, para finalizar con la aplicación y ejemplificación de estas teorías en el

análisis de un cuento breve.


15

5. Funciones de la literatura

En un principio la literatura tenía un deber, su existencia no era justificable por sí

misma sino que aparecía en el mundo como un medio para llegar a un fin. El fin dependía

del entorno y del tiempo en que apareciera la obra literaria. El deleite o el goce que la

lectura de una novela o un poema ofrecieran al lector era algo secundario, lo principal era

que éste fuera educado y orientado, que obtuviera algo provechoso o útil para su

participación en la vida real. El artista, por lo tanto, estaba supeditado a las doctrinas y

censuras de la autoridad. No podía hacer lo que le “dictaran sus musas” sino que tenía que

crear una obra que cumpliese con las exigencias de sus “jefes”.

Con el paso del tiempo esto fue cambiando y el artista fue legitimando

paulatinamente su libertad como creador. A la imposición de las autoridades el artista

opuso la idea del arte como un fin en sí mismo. El arte, dejaría de servir a una causa pues su

existencia estaba justificada por sí misma y someterlo a la puerilidad de la vida práctica no

sólo era despojarlo de su función, sino afearlo y desnaturalizarlo al impedirle realizar su

misión meramente estética. Esta noción comenzó a dominar por el siglo XIX y continúo

hasta nuestros días aunque tuvo un obstáculo con el surgimiento del comunismo que

propugnaba con volver a someter al arte a fines moralizantes o sociales.

El comunismo defendía la idea de que el arte debía servir para despertar o

concientizar a las masas de su situación en el mundo. En esta vertiente aparecieron varias

obras rusas que buscaban reforzar la ideología comunista en la población. Obras como Así

se templó el acero de Nikolái Ostrovski o La madre de Máximo Gorki intentaban propagar

los valores del socialismo e inspirar en la gente el espíritu de sacrificio por la causa común.
16

El gobierno censuraba o incluso expulsaba a los autores que no actuaran de acuerdo con

esta norma y se pensaba que la libertad del autor para la creación de su obra correspondía a

un resabio del pasado burgués. Este movimiento terminó perdiendo fuerza y con la caída de

la URRS terminó desapareciendo esta concepción del arte tan limitante y opresora.

La literatura fue consolidando cada vez más su derecho a existir

independientemente de lo que aconteciera en la realidad. Fue despojándose de cualquier

clase de obligación con la comunidad y terminó con una fuerte renuencia al compromiso

social. La literatura postmoderna terminaría odiando cualquier clase de reminiscencia

moralizante en la historia narrada y asumiría preferentemente una asunción de la vida en la

que sería imposible moralizar u ofrecer cualquier clase de orientación existencial.

Como hemos podido apreciar, la literatura ha pasado por una larga historia en la que

ha ido modificando sus objetivos y fundamentos hasta llegar a la literatura tal y como la

conocemos hoy. Apreciando toda su evolución es posible intuir que quizá la literatura

actual se rehúsa a ser utilizada con fines didácticos por su temor a volver a ser empleada

para otros fines que los del mero goce estético. Por eso, encontrarle una utilidad a la

literatura, aun y siendo esta de gran envergadura suena a herejía en los círculos académicos.

Pero para tranquilizar esos miedos conviene señalar que una cosa es reducir a la literatura a

lo meramente utilitario o pragmático y otra muy distinta encontrarle una función práctica a

la literatura y no por ello dejar de seguir apreciando su valor artístico. Por lo tanto, no se

desvirtúa a la literatura si se emplea como una herramienta o apoyo para el estudio del

hombre, así como tampoco se inutiliza a la psicología si la literatura hace uso de ella.
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5.1 La literatura como terapia

Conviene ahora abordar la función terapéutica de la literatura. Es incuestionable que

tanto en el proceso creativo como en el de la lectura de una obra literaria subyace el intento

de evadir la realidad por parte del artista y del lector. Ambos buscan negar la realidad y

encontrar un refugio para su espíritu. La literatura les proporciona pues un escape a sus

cuitas y les permite transformar el estado en que se encuentran las cosas. El escritor, tal y

como lo señala Vítor Manuel de Aguiar en su libro Teoría de la literatura, tiene diferentes

motivos para crear un mundo ficticio por medio de una obra literaria:

“a) Conflicto con la sociedad: el escritor siente la mediocridad, la vileza, la

injusticia de la sociedad que le rodea, y, en actitud de amargura y desprecio, huye de

esa sociedad y se refugia en la literatura” (61).

“b) Problemas y sentimientos íntimos que torturan el alma del escritor, de los que

éste huye por el camino de la evasión” (62).

“c) Recusación de un universo finito, absurdo y radicalmente imperfecto” (62).

El escritor al no encontrar su vida del todo satisfactoria huye y encuentra en el

proceso creativo una forma de saciar sus deseos insatisfechos. Este desprecio hacia la

sociedad del que habla Aguiar encuentra un buen cauce al emplearse como móvil para la

creación de una obra artística y no exteriorizarse a través de actividades delictivas o del

todo antisociales. Esto beneficia al mismo artista que adquiere con ello un mejor manejo de

su energía psíquica y a la comunidad que en vez de toparse con un psicópata recibe una

aportación que contribuye a embellecer y a hacer más apetecible la vida.


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Por otro lado, los sentimientos que torturan el alma del escritor encuentran una

utilidad ya que son usados para la creación de personajes o situaciones donde los afectos

individuales terminan convirtiéndose en emociones universales. El artista logra a partir de

su particularidad comprender a los demás hombres y trabajar con sus propios sentimientos

a través de la creación de una obra de ficción. Todo esto le permite comprenderse mejor a sí

mismo y tratar con sus propios conflictos interiores. Y es al momento de narrar y contar su

historia a través de otras historias, de disfrazar su alma con otros nombres cuando el artista

obtiene una especie de alivio a sus padecimientos, pues al contar sus dolencias, al

compartirlas, la intensidad de sus sufrimientos disminuye. Este es el mismo procedimiento

que utiliza la terapia psicoanalítica al basarse en la confesión o en el relato que hace el

paciente al terapeuta.

El escritor entonces encuentra alivio al crear personajes, situaciones y paisajes

inexistentes en la vida real. Tiene además el privilegio de poder remontarse a sus primeros

años y reconstruir su vida entera si se lo propone, aunque sea a través de la ficción. Pero

también el lector encuentra en la literatura un escape a su vida. El lector se cree lo que está

leyendo y quiere creérselo, quiere que el libro que está leyendo lo aparte del tedio y del

aburrimiento de la vida cotidiana. Esto lo comenta el mismo Aguiar:

El fenómeno de la evasión literaria se verifica también en el lector. Éste llega a la

evasión a través del tedio, de la frustración y del proceso psicológico conocido

como bovarismo, es decir, la tendencia a soñar ilusorias felicidades y aventuras, y a

creer en el ensueño así tejido (67).


19

Así, la literatura cumple una función social aun y sin proponérselo pues permite al

hombre vivir más allá de su sitio en el mundo y con ello estimula un mejor manejo de sus

emociones y facilita la obtención de una vida anímica más plena. Por lo tanto la psicología

y la literatura participan dentro de un mismo espacio, la vida mental del hombre, aunque lo

hacen de distintas maneras y con objetivos distintos. La literatura no busca la salud mental

del ser humano pero hace mucho por ella, y la psicología no tiene como meta la belleza

artística, pero la necesita. De esta forma la literatura y la psicología han ido estableciendo

una relación rica y mutuamente influyente que enseguida nos encargaremos de abordar.
20

6. Psicología y literatura

La psicología debe a la literatura su nacimiento como arte más que como disciplina

científica. Las grandes obras literarias advirtieron antes que cualquier psicólogo académico

lo que acontecía en el interior del hombre. Por ello, corrientes psicológicas como el

psicoanálisis parecen tener más en común con la literatura que con la ciencia. Y es que los

primeros psicólogos existieron desde antes de que la psicología se formara como una

disciplina en las universidades, pues su origen, más que en cualquier psicología relacionada

con el método científico, tendríamos que buscarlo en los grandes pensadores griegos, tal y

como lo señala Irvin D. Yalom en su libro Psicología y literatura:

Las historias de la psicología a menudo empiezan con el advenimiento del método

científico y los psicólogos experimentales pioneros, como Wundt y Pavlov. Yo

siempre he considerado esto una visión histórica corta de miras: la disciplina de la

psicología empezó mucho antes, en las obras de los grandes pensadores

psicológicos que escribieron sobre las más íntimas motivaciones humanas: Sófocles,

Esquilo, Eurípides, Epicuro, Lucrecio, Shakespeare, y especialmente (para mí) los

grandes novelistas psicológicos como Dostoievski, Tolstoi, y, posteriormente,

Mann, Sartre y Camus (15).

Y esta relación o deuda que la psicología tiene con la literatura e incluso con la

filosofía, no ha sido negada por ésta, sino que ha sido reconocida. Incluso, la misma

Sociedad Psicoanalítica de Viena reconoce en 1908 los aportes de Friedrich Nietzsche que

además de haber sido un gran filósofo y literato, fue también un gran psicólogo:
21

La Sociedad Psicoanalítica acreditó explícitamente a Nietzsche como el primero en

descubrir el significado de la liberación, la represión, el olvido, la huida en la

enfermedad, de la enfermedad como una sensibilidad excesiva ante las vicisitudes

de la vida, y de los instintos en la vida mental: tanto instintos sexuales como sádicos

(Yalom 129).

Pero hablar solamente de la deuda que tiene la psicología con la literatura por

haberle proporcionado las bases sobre las cuales erigiría sus fundamentos sería quedarse un

poco reducido de miras. La psicología, y en este caso particular nos referimos ya a una

corriente de ésta, el psicoanálisis, comparte con la literatura la lentitud del proceso que

ambas mantienen en la transformación de los individuos. Leer se trata de no hacer nada, de

volverse improductivo. Cuando una persona se sienta en su sofá plácidamente y se dispone

a leer una obra de ficción, se está quieta, deja de participar en el mundo y se aísla

completamente en su interior, en la recreación de lo que lee. Y si en ese momento alguien

pasa caminando por donde este sujeto se encuentra disfrutando de la lectura y le observa,

pensará que está perdiendo el tiempo, que no está haciendo nada. Porque leer “implica

silencio, quietud, es un tiempo improductivo, revierte el tiempo de la modernidad del

tiempo productivo, de la velocidad y la eficacia como signo positivo del actuar humano”

(Orduz 205).

Y en esto debemos ser muy claros. El psicoanálisis, a diferencia de otras corrientes

psicológicas, es lento. Lento porque profundiza en la vida del paciente, lento porque recurre

al pasado y cambia poco el presente, lento porque es un proceso que requiere tiempo para

producir efectos trascendentes en la vida del sujeto. Mientras que otras corrientes
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psicológicas atacan los síntomas y se enfocan en lograr un cambio conductual de

envergadura en el corto plazo, el psicoanálisis progresa despacio y trata de lograr cambios

significativos en la vida del individuo, y no solamente transformar su conducta,

desapareciendo el síntoma. Por ello requiere esfuerzo y perseverancia y no todas las

personas pueden y deben recibir un tratamiento psicoanalítico. Por eso hay que ir lento,

muy lento, en el proceso de evolución del paciente, algo que choca con los tiempos

modernos que buscan rapidez a cualquier costo:

El psicoanálisis como la literatura es de lenta absorción, no implica rapidez y

eficacia, implica la reflexión que es la acción de volver sobre sí mismo, una y otra

vez. Mientras el mundo moderno se llena de terapias que venden la rapidez del

proceso como un valor, el psicoanálisis y la literatura, en su sola configuración

estructural, plantean una reversión de la temporalidad veloz de moda (Orduz 205).

En conclusión podemos decir que si la relación entre la psicología y la literatura es

evidente, lo es aún más la relación de ésta última con el psicoanálisis. Desde que se

reconoce la existencia del inconsciente y la poderosa influencia que ejerce en el

comportamiento del ser humano, la literatura se convirtió en una herramienta esencial para

trabajar y comprender los problemas u obstáculos que es necesario enfrentar en el

desarrollo del ser. Se volvió imprescindible como herramienta al permitir al lector

adentrarse en los pensamientos de los personajes y esclarecer lo que sólo es posible

observar parcialmente en la vida real. Brindó apoyo en los primeros años del psicoanálisis

al entender primero que la ciencia las aportaciones que estaba realizando y además inspiró

varios de los postulados en las que se formó la doctrina. Esto sin mencionar que el
23

procedimiento que requiere la literatura para su “absorción” por el lector es muy similar al

necesario por el psicoanálisis para llegar a los síntomas del paciente y lograr un cambio

verdadero en su vida. Son pues, dos disciplinas muy afines.

Pero qué significa psicoanálisis y por qué tiene un vínculo tan claro con la literatura.

Para dilucidar esto pasaremos a continuación a explicar brevemente los principios en los

que se basa esta corriente de la psicología y la relación que tuvo su fundador con la

literatura.
24

7. Psicoanálisis

7.1 ¿Qué es el psicoanálisis?

El psicoanálisis nace con un fundador, con un solo representante, Sigmund Freud. Si

bien después se fue convirtiendo en otra cosa mucho más integral, en un inicio estuvo

orientado a la praxis, a la terapia, y al tratamiento de casos muy particulares. Su influencia

se fue extendiendo con el paso del tiempo y llegó a ser aplicado en muy disímiles contextos

pero en sus comienzos era solamente una técnica de terapia: “El psicoanálisis es, ante todo,

un método y una técnica de terapia para los desórdenes mentales y emocionales, en torno a

los cuales ha desarrollado un definido cuerpo de doctrina” (Thompson 13). Así principia

esta corriente de la psicología, como una técnica para usarse en casos específicos que

involucraban más que nada a personas con padecimientos mentales que se salían de la

norma. Freud comienza a utilizar su método para tratar los síntomas histéricos, y encuentra

que los síntomas desaparecían cuando el paciente lograba evocar el suceso provocador y lo

expresaba verbalmente:

Hemos hallado, en efecto, y para sorpresa nuestra, al principio, que los distintos

síntomas histéricos desaparecían inmediata y definitivamente en cuanto se

conseguía despertar con toda claridad el recuerdo del proceso provocador, y con él

el afecto concomitante, y describía el paciente, con el mayor detalle posible, dicho

proceso, dando expresión verbal al afecto (Freud, Estudios 162).

El psicoanalista tendría para Freud diferentes funciones, pero en esencia su principal

labor consistiría en apoyar al paciente en su viaje interior a las propias profundidades, y

aunque en un principio este método no estaba hecho para tratar a las personas “normales”,
25

esto cambiaría en el futuro. Así, llega a comparar al psicoanalista con el maestro y con el

confesor, por la similitud de sus oficios:

Actuamos lo mejor que nos es posible: como aclaradores, cuando una ignorancia ha

engendrado un temor; como maestros, como representantes de una concepción

universal más libre o más reflexiva, y como confesores, que, con la perduración de

su interés y de su respeto después de la confesión, ofrecen al enfermo algo

equivalente a una absolución (Freud, Estudios 189).

En el método psicoanalítico no habría pensamiento insignificante, pues todo tendría

alguna clase de valor para la consecución de los fines del tratamiento. El psicoanálisis

requiere que el paciente diga todo lo que le venga a la mente, que deje la censura atrás y se

atreva a comunicar incluso aquello que aparentemente carece de importancia. El trabajo del

psicoanalista consiste en, además de interpretar o ayudar al paciente a desentrañar el

contenido de lo que expresa, apoyar al sujeto inspirándole confianza y apoyo:

Le diremos, por tanto, que el éxito del psicoanálisis depende de que respete y

comunique todo lo que atraviese su pensamiento y no se deje llevar a retener unas

ocurrencias por creerlas insignificantes o faltas de conexión con el tema dado, y

otras, por parecerle absurdas o desatinadas (Freud, La interpretación 117).

El psicoanálisis deja de interesarse solamente por la desaparición de los síntomas,

quiere hurgar a mayor profundidad, desea encontrar las causas primeras del malestar

mental. Mientras que la medicina de ese tiempo empleaba metodologías rústicas donde

prácticamente no se hacía nada por el paciente, el psicoanálisis viene a causar un cambio


26

rotundo en el método a emplear y propone una nueva concepción del ser humano. Divide la

personalidad en tres sistemas: el ello, el yo y el superyó.

Al ello le asigna la carga de la energía psíquica y le compara con un “niño

malcriado”. Es irracional y atemporal y tiene una función crucial. Busca el alivio, la

descarga de la tensión: “La función del ello es encargarse de la descarga de cantidades de

excitación (energía o tensión) que se liberan en el organismo mediante estímulos internos o

externos” (Hall 25). Busca el placer y trata de evitar el dolor, es decir, se guía por el

principio del placer. No sabe distinguir entre lo real y lo subjetivo, para él no existe esta

diferenciación, todo está fusionado, por eso es capaz de hacer asociaciones que a primera

vista parecerían inverosímiles. Estas asociaciones están presentes en la vida en general pero

aparecen sobre todo en el lenguaje de los sueños, pues éstos son dominados por el ello. El

sueño, por lo tanto, “es una sucesión de imágenes, generalmente visuales, cuya función es

reducir la tensión al revivir recuerdos de sucesos y objetos pasados que de alguna manera

se asocian con una satisfacción” (Hall 29). Por último, hay que señalar que el ello no tiene

moral, ni valores y es completamente irracional, de manera que trata simplemente de

encontrar satisfacción a sus deseos sin importarle la realidad ni los convencionalismos

sociales. Por lo tanto, si una persona orientara su comportamiento solamente por los

mandatos del ello se metería en un sinfín de problemas y no podría establecer un contacto

saludable con la realidad. Para hacerlo, el ello necesita la colaboración de otra entidad

psíquica, ésta es la función que corresponde al yo.

El yo se guía por el principio de la realidad, por eso está sujeto a lo que acontece en

la vida real. Si el ello desea algo, el yo piensa la manera de conseguirlo sin meterse en
27

problemas con las figuras de autoridad o con las normas sociales, busca conciliar los

impulsos del ello con las posibilidades que ofrece el mundo. Sabe que no puede hacer

cualquier cosa pues si ésta no es “correcta” recibirá un castigo por su acción. La tiene

difícil el yo, y de su buen funcionamiento depende que una persona esté o no adaptada: “En

la persona bien adaptada el yo es el ejecutivo de la personalidad que domina y gobierna al

ello y al superyó y mantiene un comercio con el mundo exterior en interés de la

personalidad total y sus vastas necesidades” (Hall 32). El yo es entonces un mediador entre

dos instancias psíquicas que luchan entre sí, pero que también a veces pueden trabajar del

mismo lado. Pues así como el ello no sabe distinguir entre la realidad y la fantasía, el

superyó se deja llevar por ideales y “deberes” irreales, y es el yo el que tiene la capacidad

de distinguir entre la realidad y la fantasía. Si una persona no desarrolla adecuadamente su

yo, no puede funcionar eficientemente en una sociedad.

El superyó se va formando conforme el niño crece e introyecta los valores y normas

provenientes del exterior. Estos deberes nacen, primeramente, del contacto con los padres,

que son las primeras personas y figuras de autoridad con las que el niño tiene contacto. El

niño nota que por ciertos comportamientos es recompensado y por otros es castigado. Que

por portarse de determinada manera recibe halagos pero que si se conduce de otra forma

recibe regaños. Así va formándose el superyó que “representa lo ideal más bien que lo real,

y pugna por la perfección antes que por el placer o la realidad. El superyó es el código

moral de la persona” (Hall 35). Entonces, lo que en un principio era externo (recompensa o

castigo de los padres) va volviéndose algo interno. Conforme va creciendo y se va

convirtiendo en adulto, el niño ya no necesita que sus padres estén presentes para sentir

culpa o satisfacción, se forma un código moral. Por otro lado, y esto es muy importante
28

señalarlo, el superyó no distingue entre pensamientos y acciones, de tal manera que un

pensamiento inapropiado puede hacer sentir tanta culpa a una persona como si lo hubiera

realizado. Además, esta instancia psíquica en el niño no se forma en base a la conducta de

los padres, sino de sus superyós. Por lo tanto, la influencia de la conducta de los padres en

el niño, queda supeditada a la de sus superyós. Es así que cuando se piensa o actúa de

forma contraria a los dictados del superyó, el sujeto sufre: “El superyó tortura al

pecaminoso yo con las mismas sensaciones de angustia y está al acecho de oportunidades

para hacerle castigar por el mundo exterior” (Freud, El malestar 126).

Freud habla también de un superyó cultural que establece normas o preceptos de

comportamiento que deben seguirse por los sujetos que integran un grupo. Y es

precisamente en los aspectos más débiles del individuo donde más se esmera la sociedad

por establecer normas o pautas a seguir, pues es ahí donde más vulnerable se encuentra la

cultura: “El superyó cultural ha elaborado sus ideales y erigido sus normas. Entre éstas, las

que se refieren a las relaciones de los seres humanos entre sí están comprendidas en el

concepto de la ética” (Freud, El malestar 147). La relación entre el superyó individual y el

cultural es muy estrecha y su formación es muy parecida:

El superyó de una época cultural determinada tiene un origen análogo al del superyó

individual, pues se funda en la impresión que han dejado los grandes personajes

conductores, los hombres de abrumadora fuerza espiritual o aquellos en los cuales

algunas de las aspiraciones humanas básicas llegó a expresarse con máxima energía

y pureza, aunque, quizá por eso mismo, muy unilateralmente (Freud, El malestar

147).
29

Y es en el proceso terapéutico donde muchas veces el psicoanalista tiene que actuar

contra esta fuerza del superyó que paraliza al individuo y le hace exigencias muy difíciles

de cumplir: “Por consiguiente, al perseguir nuestro objetivo terapéutico, muchas veces nos

vemos obligados a luchar contra el superyó, esforzándonos por atenuar sus pretensiones

(Freud, El malestar 147).

Otro punto neurálgico en la teoría de Freud, fue el concepto de libido. Freud trataba

casos de histeria y llegó a pensar que la energía sexual que no encontraba salida por los

medios habituales llegaba a manifestarse de forma incorrecta, es decir, a través de síntomas.

A partir de esto Freud señala a la libido como una energía que tiene las cualidades de una

cantidad, aún y que no podamos medirla:

En las funciones psíquicas existe algo que se debe diferenciar (montante del afecto,

magnitud de la excitación), que tiene todos los atributos de una cantidad – aun

cuando no dispongamos de ningún medio para medirla -, algo susceptible de

aumento, de disminución, de desplazamiento y de descarga, y que se extiende por

las huellas mnémicas de las representaciones como una carga eléctrica lo hace sobre

la superficie de los cuerpos (Citado en Thompson 28).

Freud llega a esta idea debido a los casos de histeria que atendía en su consultorio

privado y poco a poco va elaborando una teoría más compleja del funcionamiento del ser

humano. La energía psíquica, al ser el motor del individuo, va a necesitar una salida. Pero

esta salida no la va a encontrar el hombre solamente en los actos originarios de esta energía,

es decir, en los deseos básicos, sino en formas cada vez más elaboradas de satisfacer esa
30

necesidad de descarga. Por lo tanto, la libido no debe ser asociada solamente con el sexo,

pues no era ésta la idea que Freud quería transmitir.

Existen entonces tres sistemas mentales que funcionan en base a la energía psíquica

o libido que posee el organismo. Cada uno de ellos realiza una labor más o menos

determinada y de su adecuado funcionamiento dependerá el nivel de adaptación del

individuo a su entorno.

Antes de continuar, debemos recordar que aunque la división de la mente en estas

tres instancias terminó dominando en el psicoanálisis, en un principio la división era otra.

El psicoanálisis principia su camino dividiendo la psique humana en dos partes, una

representaba aquello que sabemos o conocemos de nosotros mismos, es decir, lo

consciente, la otra aquello que ignoramos de nosotros mismos y a lo que difícilmente

tenemos acceso, lo inconsciente. Esto obviamente genera controversia, pues antes de Freud

la psicología estaba orientada a trabajar en lo consciente, a estudiar la conducta. El

psicoanálisis en cambio, se interesa por lo desconocido, por las causas oscuras que

producen nuestro comportamiento. El psicoanálisis transforma, de esta manera, el objeto de

estudio de la psicología.

Esto era importante señalarlo porque la teoría entera del psicoanálisis gravita en

torno a la existencia del inconsciente. El psicoanálisis sin el inconsciente simplemente no

existiría. Decíamos entonces que existen tres instancias psíquicas que describen el

funcionamiento de la mente y que trabajan con una energía psíquica que tiene que encontrar

una forma de salida, un alivio de la tensión. Bien, pues Freud llega, finalmente, a la

conclusión de que existen dos tipos de energías, dos impulsos que luchan entre sí, uno es
31

eros, el instinto de vida y el otro es el instinto de muerte. La energía vital es la que ya

revisamos, es la libido. La energía que tiende a la destrucción carece de nombre, Freud

nunca le dio uno. Así como la libido encuentra formas de salida no necesariamente

similares a las que la originaron, de igual modo el instinto de muerte encuentra formas de

manifestarse. La competencia, la violencia y la rivalidad entre los hombres son expresiones

del instinto de muerte.

Por último, conviene definir las etapas del desarrollo del instinto sexual para

terminar con esta revisión básica de la teoría psicoanalítica. Las etapas se basan en las

zonas erógenas, que son tres: la boca, el ano y los órganos genitales. Una zona erógena es

“una región del cuerpo en que los procesos excitantes e irritantes (tensiones) tienden a

concentrarse, y cuyas tensiones pueden ser eliminadas mediante alguna acción sobre tal

región, como puede ser chupar o acariciar” (Hall 116). Estos tres orificios están

relacionados con la libido y la forma en que crezca o decrezca la concentración de ésta

energía psíquica en cada una de éstas zonas erógenas marca el desarrollo del ser humano.

Aquí aparece lo que en psicoanálisis se conoce como prototipo, es decir, un patrón de

conductas más o menos constantes que se desarrollaron como consecuencia de la

experiencia vivida en cada una de éstas etapas, o, dicho más correctamente, “un medio

originario de adaptarse a un estado doloroso o perturbador. Sirve como modelo para

adaptaciones ulteriores” (Hall 117). Veamos brevemente en qué consiste cada una de estas

etapas.

La primera de ellas es la oral, el niño obtiene placer mediante la boca, ya sea

chupando o mordiendo. La forma en que experimente el niño esta situación marcará su


32

personalidad. Se desarrollarán o no ciertas características en su forma de ser, dependiendo

de la manera en que se hayan enfrentado la angustia y la frustración. Ingerir, morder y

escupir tienen cada una su prototipo: “Ingerir por la boca es el prototipo de la

adquisitividad; retener, el de la tenacidad y determinación, morder, el de la destructividad,

escupir, el del rechazo y desdén y el cerrar el del desaire y del negativismo” (Hall 118).

Después, al terminar el primer año de vida, el interés de la libido se dirige hacia el

ano. Ahora el placer del niño se basará en la retención o expulsión del excremento. La

forma en que se enfrente esta etapa puede volver a la persona proclive al ahorro o al

derroche, a ser sumiso o rebelde. Para Freud, “en esta época comienza a aparecer la

tendencia a adoptar una actitud activa o pasiva ante la vida” (Thomson 41).

Y así llegamos a la etapa fálica, donde el interés de la libido recae en los órganos

sexuales. Esta ocurre cerca de los tres años y en ella desaparece el complejo de Edipo. El

complejo de Edipo se basa en el mito griego y explica el deseo del niño por poseer a su

madre:

Antes de la aparición del periodo fálico, el niño ama a su madre y se identifica con

su padre. Cuando el impulso sexual aumenta, el amor del niño por su madre se hace

más incestuoso y en consecuencia se pone celoso de su rival, el padre. Este estado

de cosas, en el que el niño anhela la posesión sexual exclusiva de la madre y siente

antagonismo hacia el padre recibe el nombre de complejo de Edipo (Hall 123).

Además, es en este periodo cuando se produce la envidia del pene en la niña y el

miedo a la castración del niño. Este temor a la castración no es la única causa pero sí una de

las más importantes de la desaparición del complejo de Edipo en el niño. En la niña en


33

cambio, al no tener pene que perder, el complejo se prolonga. Además, en el caso de la niña

el deseo se dirige hacia el padre, en el que se mezclan el amor y la envidia por el pene.

Con esto terminamos con la exposición de los conceptos más básicos del

psicoanálisis. Pasaremos ahora a revisar la relación de Freud con la literatura.

7.2 Freud y la literatura

¿Era Freud un científico o un artista? La pregunta es legítima si se tiene en cuenta

que la obra de Freud tiene más similitudes con una obra literaria que con una investigación

científica. Y para esto basta recordar que el primer trabajo serio que publica Freud junto

con Breuer es rechazado por la comunidad académica pero es valorado por personajes

ligados al arte. Cuando Freud publica junto con Breuer el libro Estudios sobre la histeria,

su trabajo es recibido con burlas y menosprecio por parte de sus colegas. Solamente en el

medio literario encuentra apoyo y soporte, pues “la única crítica inteligente del libro no

vino de un científico, sino de un escritor y crítico dramático, cuya reseña, titulada Cirugía

del alma, apareció en el más importante de los periódicos vieneses. Alfred Von Berger, que

enseñaba historia de la literatura en la Universidad de Viena y fue más tarde director del

Teatro Imperial” (Robert 110).

Una parte de Freud siempre reconoció que él era más un novelista que un científico

y su obra siempre fue muy valorada en el ámbito literario. Él mismo siempre sintió un

profundo respeto por los artistas y admiraba a autores como Shakespeare por haber sido

capaces de llegar a un conocimiento más profundo de la mente humana que la medicina.

Recordemos que en los tiempos en que Freud comienza a tratar pacientes en su consultorio

particular, prácticamente no se hacía nada por las dolencias emocionales de las personas,
34

sino que más bien se les supervisaba o “cuidaba” para que no empeoraran. Por eso Freud

sentía un mayor acercamiento con los escritores que con sus colegas que solamente le

humillaban con sus burlas o ignoraban su obra por considerarla ridícula.

Uno de los primeros acercamientos de Freud a una obra literaria lo podemos ver en

su libro La interpretación de los sueños, en el menciona la obra de Sófocles Edipo rey, y

explica el efecto que esta obra causa en los espectadores de todos los tiempos:

Edipo rey es una tragedia en la que el factor principal es el Destino. Su efecto

trágico reposa en la oposición entre la poderosa voluntad de los dioses y la vana

resistencia del hombre amenazado por la desgracia. Las enseñanzas que el

espectador, hondamente conmovido, ha de extraer de la obra son la resignación ante

los dictados de la divinidad y el reconocimiento de la propia impotencia (295-296).

Y es que la obra perturba al espectador porque éste se identifica con Edipo, porque

la historia del personaje refleja las experiencias vitales del hombre y exhibe los conflictos

internos y externos que atraviesa el individuo. El matrimonio con la propia madre y la

destrucción del padre que comete Edipo son, según Freud, deseos infantiles compartidos

por todos:

Si el destino de Edipo nos conmueve es porque habría podido ser el nuestro y

porque el oráculo ha suspendido igual maldición sobre nuestras cabezas antes que

naciéramos. Quizá nos estaba reservado a todos dirigir hacia nuestra madre nuestro

primer impulso sexual y hacia nuestro padre nuestro primer sentimiento de odio y el

primer deseo destructor. Nuestros sueños testimonian de ello. El rey Edipo, que ha
35

matado a su padre y tomado a su madre en matrimonio, no es sino la realización de

nuestros deseos infantiles (296).

Como podemos ver, Freud aprecia en gran medida la leyenda de Edipo y no

obstante haber hecho su propia interpretación de la misma, deja claro que toda obra poética

bien realizada, puede tener distintas interpretaciones:

Del mismo modo que el sueño y en general todo síntoma neurótico es susceptible de

una superinterpretación e incluso precisa de ella para su completa inteligencia, así

también toda verdadera creación poética debe de haber surgido de más de un motivo

y un impulso en el alma del poeta y permitir, por tanto, más de una interpretación

(300).

Freud también habla de la obra de Shakespeare y según él, hay una conexión más

que evidente entre la vida del poeta y la de su Hamlet: “La vida anímica de Hamlet no es

otra que la del propio Shakespeare” (300). Menciona que Hamlet fue escrito después de la

muerte del padre del autor y que este acontecimiento hizo resurgir los sentimientos

infantiles del poeta hacia su padre.

Así, la vida del padre del psicoanálisis siempre estuvo vinculada de una u otra forma

con la literatura. Fue un gran lector y no dudó en usar el psicoanálisis para la interpretación

de obras literarias o para el análisis de la vida de los grandes autores como Dostoievski,

Goethe, Shakespeare, etcétera.


36

7.3 Psicoanálisis y literatura

Revisaremos a continuación algunos casos que ilustran la forma en que el

psicoanálisis ha sido empleado para comprender una obra literaria y la importancia que esto

ha tenido para enriquecer su contenido. Se examinarán algunos casos de forma breve, ya

que el objetivo de este trabajo no es entrar en interpretaciones precisas de los personajes

que aparecen en las obras, sino de dar un vistazo general al argumento del relato y su

aportación al tema que nos atañe. Examinaremos de esta manera dos novelas, una de

Thomas Mann, La muerte en Venecia, en la que nos basaremos en el análisis hecho por

Heinz Kohut, la otra de Franz Kafka, El proceso, en la que nos fundamentaremos en el

análisis de Simon O. Lesser. Después revisaremos algunos cuentos populares como La

Cenicienta y Blanca Nieves y tomaremos como referencia el análisis que de estas obras

hizo Bruno Bettelheim.

La muerte en Venecia. El protagonista de esta historia de Thomas Mann es Gustav

von Aschenbach, un escritor que enfrenta una laguna creativa y que no es capaz de realizar

su próxima obra. Para vencer el tedio y la falta de inspiración decide viajar a Venecia. Ya

instalado en esta ciudad comienza a desarrollar un extraño vínculo con un jovencito

llamado Tadzio. Gustav parece caer en un enamoramiento platónico con el jovencito al que

gusta de observar todos los días pero nunca actúa y no realiza ningún acercamiento

importante con el hermoso efebo. Al final una epidemia de cólera causa que la gente

comience a regresar a su lugar de origen pero el embelesado escritor decide quedarse para

seguir contemplando a Tadzio. El día que el adolescente parte de Venecia junto a su familia

Gustav se desmaya. Gustav ha contraído la enfermedad y la muerte le acecha.


37

Durante el transcurso de la obra vemos como las defensas del protagonista se van

agotando, van disminuyendo su fuerza y esto lleva al incapaz escritor a reconocer poco a

poco su atracción hacia el muchacho. Más esto no origina el intento de establecer algún

contacto con él sino que parece servir de inspiración al literato para sublimar sus bajas

pasiones y escribir un ensayo sobre el arte y la belleza. Sin embargo, Gustav se muestra

cada vez más descarado en sus acercamientos al muchacho y parece ser que la madre de

éste llega a notar las miradas lascivas de Gustav por lo que llega a alejarlo de su presencia.

Y así transcurre su estancia en Venecia, pasa gran parte del día fascinado por la belleza de

ese joven al que ve como un dios y al que nunca llega a insinuarse.

¿Tiene esta historia ficticia alguna relación con la vida de Thomas Mann? Parece ser

que sí. El autor visitó Venecia unos meses antes de escribir la novela, había ocurrido una

epidemia poco tiempo antes y su esposa estaba enferma de tuberculosis y había sido

internada en un sanatorio cuando él escribió la novela. La muerte, siempre presente a lo

largo de toda la trama de la historia, parece estar muy arraigada en la obra artística y

personal de Mann, pues el sufrir el suicidio de dos de sus hermanas, y la muerte de su padre

cuando era aún muy joven marcan su camino y le provocan cierta obsesión por este tema.

Como lo señala Heinz Kohut, Mann parece identificar la belleza con la muerte:

En los relatos de Thomas Mann, los artistas están influidos por la filosofía negadora

del progreso de Schopenhauer y de Nietzsche, y suscriben el credo de los

románticos alemanes, según el cual existe una afinidad íntima entre la belleza y la

muerte. El artista romántico debe estar muerto – simbólicamente – para poder crear
38

una obra bella. Esta tendencia es particularmente obvia en el héroe de La muerte en

Venecia (413).

Durante la novela también aparecen cuatro hombres que algunos han identificado

como heraldos de la muerte. La sonrisa que esbozan tres de ellos (el hombre del

cementerio, el hombre raro del bote y el gondolero) en la que muestran sus dentadura ha

sido asociada con un cadáver al relacionarse con la blancura del cráneo. Sin embargo, para

Kohut estos cuatro hombres representan a la figura paterna y mediante un comportamiento

compulsivo Mann separa lo bueno y lo malo, la ambivalencia del objeto amado, en dos

partes completamente escindidas. Los cuatro hombres representan al padre malvado,

peligroso y opresor, mientras que al padre bueno lo encarna Aschenbach quien se identifica

con Tadzio y su amor representa lo que él deseaba recibir de su padre.

También, como lo señalamos anteriormente, las defensas de Aschenbach van

perdiendo fuerza y esto crea un conflicto interno más difícil en él al caerse las estructuras

que sostenían su vida hasta ese momento. Esto también lo señala Kohut y vale la pena

citarlo:

La amenaza decisiva al sistema defensivo de Aschenbach, sin embargo, no es

causada por los restos de envidiosa hostilidad contra Tadzio ni por el odio al padre,

sino por el desplome de la sublimada ternura homosexual y por la casi incontenida

invasión de deseo homosexual no sublimado, de parte del ya anciano escritor (417).

Así, al ir debilitándose su sistema defensivo, la homosexualidad no reconocida

comienza a tomar forma y la vida que llevaba Gustav se ve amenazada, el proceso de

sublimación pierde su sostenimiento y la actividad artística comienza a decaer.


39

En conclusión, podemos encontrar presente en La muerte en Venecia el problema de

la muerte, la relación con la figura paterna, los mecanismos de defensa, la homosexualidad,

entre muchos otros. Esta es solo una pequeña muestra de las interpretaciones que se han

hecho de esta obra de Thomas Mann a la que evidentemente aún puede sacársele mucho

más provecho por la riqueza de sus simbolismos.

Thomas Mann al escribir esta novela pudo descansar un poco de sus angustias y por

medio del proceso catártico encontrar alivio a su sentimiento de culpa. Gracias a esta obra

pudo expresar lo que no pudo decir en su vida real al desnudar parte de sus conflictos

internos elaborando esta historia. Así, alejó de sí el sufrimiento y realizó una aportación a la

vida del hombre. En cuanto al lector, éste puede encontrarse reflejado en la obra de Mann

de distintas maneras y obtener también un alivio a su vida al poder comprender mejor su

situación particular con la riqueza emocional de la vida interior de Aschenbach.

El proceso. El protagonista de esta historia es Joseph K., que un día, sin saber las

razones de ello es acusado de algo por un tribunal. Sucede que simplemente llegan dos

hombres a detenerlo el día en que cumple 30 años. No le dicen los motivos de su detención

y aunque en un principio él se toma todo este proceso a juego, poco a poco termina

sintiéndose culpable de no se sabe qué cosa y al final termina apoyando a sus captores para

la ejecución de su condena. Aunque Joseph K. no llega nunca a saber de lo que se le acusa,

después de casi un año de estar en litigio, recibe la visita de dos hombres que vienen a

aprenderlo. En vez de resistirse y pedir ayuda, él les sigue tranquilamente y los acompaña

hasta llegar a un sitio en las afueras de la ciudad donde uno lo detiene y el otro le encaja un

puñal en el corazón. Esa es la historia a grandes rasgos.


40

Desde luego que una obra de esta envergadura ha tenido muchas interpretaciones

pero la que más resalta a la vista por su fuerza en el relato y también por su claridad es la

que identifica este conflicto entre Joseph K. y el tribunal como una conflagración entre su

yo y su superyó. Joseph nunca sabe las razones, nunca logra entender de lo que se le acusa

pero no es capaz de resistirse nunca a las autoridades. Incluso éstas lo van convenciendo

poco a poco de su culpa sin necesidad de explicarle las razones de su detención. Su superyó

no le puede dar motivos válidos que justifiquen lo ocurrido porque éste no se guía por la

razón, sino por una fuerza ilógica parecida más a la forma de funcionamiento del ello que a

la de la realidad. Joseph sucumbe ante un superyó poderoso y un yo débil que no se ha

fortalecido y no tiene por lo tanto los recursos necesarios para oponerse a este tribunal que

desea privarle de su libertad. Se encuentra pues desvalido ya que no encuentra un asidero

que lo ancle a la realidad y merme la fuerza de su sentimiento de culpa pues su yo no es

capaz de mantener una relación adecuada para el correcto funcionamiento de las instancias

psíquicas. De esta manera su yo termina siendo un servidor de sus pasiones internas. Ya

que a pesar de sufrir un gran sentimiento de culpa, éstas son irracionales y tienen más

parecido a una pasión que a un pensamiento razonado.

Esta es la parte toral de este hermoso relato susceptible de múltiples interpretaciones

por su riqueza narrativa y argumental. Por eso, concordamos con el señalamiento que hace

el psicoanalista Simon O. Lesser al identificar a Joseph con un hombre al borde de la

psicosis:

Al nivel más profundo, El proceso me parece un relato casi abstracto del desplome

mental y espiritual de un hombre, de lo que suele llamarse un colapso nervioso, pero


41

que mejor puede describirse como un episodio psicótico. Más esquemáticamente, es

la historia de la desintegración de un ego que inicialmente no era muy poderoso,

bajo el choque de un superego súbitamente enfurecido e implacable. Este asalto es

causado por ciertos impulsos instintivos inaceptables que reactivan el conflicto

emocional, los deseos prohibidos y, sobre todo, los temores y sentimientos de culpa

asociados al conflicto de Edipo (274).

Esto concuerda con lo que señalamos anteriormente y agrega algo que nosotros no

habíamos señalado, el conflicto de Edipo como origen de los sentimientos de culpa. Aquí

conviene también señalar que a lo largo del relato el lector tampoco tiene idea de la

acusación que recae sobre K., pues al igual que el protagonista no llega a saber nunca la

causa por la que es perseguido. Esta situación ofrece muchísimo al lector pues tiene una

historia con lagunas que le permiten e incluso le invitan a proyectarse. ¿Quién persigue al

lector? Este percibirá sus propios demonios internos al tratar de entender o justificar el

proceso de Joseph. Sobra decir que esto vuelve aún más valiosa a la obra pues su nivel de

abstracción arrincona al lector y en aras de encontrar un sentido al relato éste es obligado a

darle un sentido a la persecución sufrida por el personaje principal. Sus culpas aparecerán y

no podrá evitar identificarse con K., de alguna manera.

Los diversos personajes que aparecen en la historia siguen pues esta idea central y

representan a las figuras paternas, a las primeras figuras de autoridad a las que se somete el

niño. Y así como el superyó no hace uso de la lógica para funcionar, así el tribunal tiene

siempre un comportamiento absurdo, punitivo e intransigente. Y a pesar de todo esto

Joseph sigue sus lineamientos pues no ha sido capaz de dominar este tribunal interior que le
42

acomete sin piedad y que socaba su adecuado funcionamiento. Recordemos que a medida

que avanza el juicio, Joseph va volviéndose cada vez más incompetente en su trabajo pues

la persecución del tribunal le acomete cada vez más y afecta su desempeño laboral. Esto

mismo ocurre cuando el superyó domina la vida interna del hombre y subyuga al yo a sus

demandas absurdas. El ser humano ve reducida su capacidad para establecer relaciones con

los otros, para seguir su propio camino y se vuelve presa de órdenes que vienen de un lugar

desconocido pero que son tan fuertes y persecutorias como si vinieses de un verdadero

tribunal. El yo sucumbe y se dedica a cumplir los “deberías” dictados por el superyó lo cual

termina por impedir que la persona alcance un auténtico desarrollo. Pues esto es lo que

representa este relato de Kafka, la caída del yo del desdichado Joseph.

Escribir este relato permitió a Kafka tratar la relación con su padre, relación que

siempre fue difícil para él pues a la vez que le temía no podía abandonarle, pues vivía con

él incluso después de cumplir los 30 años. Pero además esta historia le ofreció a Kafka la

oportunidad de mantener cierta estabilidad psíquica al servirle como purga y motor

estabilizante para sus conflictos internos y para el cansancio de la vida cotidiana. Escribir le

sirvió de escape, para evadir la realidad y olvidarse de la monotonía que le ofrecía su

trabajo y que incluso también refleja en El proceso al retratar una vida carente de

significado donde el trabajo se convierte en algo repetitivo y mecánico, completamente

deshumanizado. Por eso, a pesar de su abstracción El proceso de Kafka tiene mucho de

parecido con una autobiografía, pues si bien no habla de la “vida exterior” del escritor,

contiene en cambio un vasto material que refleja la vida anímica del autor sin muchos

disfraces que la oculten. La novela nos ofrece un amplio panorama de gran parte de la vida

de su autor: La relación con el padre y la madre, el sentimiento de culpa avasallador, un yo


43

débil que sucumbe frente a los embates del superyó, la soledad y el sometimiento a las

instituciones o si se quiere a dios, un afán de dependencia y una renuncia a la libertad por

ser insegura, predominan en todo el relato y representan los conflictos de Kafka y del ser

humano.

El lector al ser parte de este universo kafkiano no puede evitar sentirse inmiscuido y

proyectar su vida anímica en lo absurdo del relato. Al representar fielmente lo

incomprensible del mundo interior del hombre, El proceso cerca toda posible salida al

lector y éste, en un intento por darle una lógica a la historia es obligado a poner parte de él

en ella. No puede evitar por tanto sentir cierta empatía por Joseph aún y sin conocer las

razones de ello, pues lo comprende desde un lado desconocido de sí mismo que logra

conectarse con sus tribulaciones. Kafka se confiesa y con ello encuentra cierto alivio, sus

lectores le leen y se hallan a sí mismos en su discurso.

La Cenicienta. Todos conocemos la historia de Cenicienta, de manera que no es

necesario revisar el relato. Sin embargo, en el cuento de los hermanos Grimm hay algunas

diferencias que conviene señalar. Por ejemplo, en esta versión las hermanastras se cortan

una parte del pie para que éste pueda entrar en la zapatilla y al final son castigadas por su

mal comportamiento por unos pájaros que les arrancan los ojos. Bettelheim ha señalado que

las versiones originales de los cuentos de hadas ayudan al niño a resolver sus problemas

existenciales, mientras que las nuevas versiones al suprimir aquello que pueda causar

conflicto en el niño destruyen la función de estas historias. Por eso es que tomamos

versiones como la de los hermanos Grimm y no por ejemplo la de Walt Disney para este

trabajo.
44

Señalaremos solamente algunas de las interpretaciones de este relato para darnos

una idea de las funciones que realizan en la mente del lector. Lo primero que salta a la vista

en la interpretación de esta historia es que la ceniza representa la inferioridad de Cenicienta

frente a sus hermanas. Cenicienta es maltratada por su madrastra y las hijas de ésta pero al

final del relato termina siendo rescatada por el príncipe y siendo muy feliz. El niño, al

escuchar esta historia, no puede evitar identificarse con Cenicienta y su sufrir, pues él

también se siente maltratado por sus hermanos. El asunto que señala Bettelheim es que el

relato facilita al niño aceptar los sentimientos negativos que tiene hacia sus hermanos y

disminuir su sentimiento de culpa:

Al niño le resulta sumamente difícil pensar en términos objetivos - y le es

prácticamente imposible cuando sus emociones están en juego -; sin embargo, en

sus momentos más racionales el pequeño “sabe” que, en realidad, no le tratan tan

despiadadamente como a Cenicienta. Pero, con todo, el niño se siente, a menudo,

maltratado, a pesar de que “reconoce” que no es cierto. Por eso cree en la verdad

inherente de “Cenicienta” y en su eventual liberación y victoria final (321).

Como el niño no puede conciliar los sentimientos ambivalentes que tiene hacia sus

hermanos y padres, el relato de la Cenicienta le facilita las cosas al enfrentarlo con

personajes completamente malos en los cuales puede descargar sus afectos negativos sin

sentirse culpable. Y aunque muy en el fondo el niño sabe que sus hermanos y sus padres no

le tratan tan mal siente que él tiene muchas cosas en común con la chica maltratada que

protagoniza este relato.


45

Revisaremos dos puntos someramente, uno es el hecho de que las hermanastras se

cortaran los pies para dar la talla de la zapatilla y el otro es la ceguera que reciben como

recompensa por sus fechorías. Aunque no entraremos muy a fondo en la interpretación

porque nos alargaríamos demasiado, Bettelheim señala que la sangre que brota de las

heridas de los pies de las hermanastras simbolizan la menstruación y el hecho de que el

príncipe las vea sangrar las vuelve menos puras que Cenicienta. Por lo tanto, Cenicienta es

la más pura de las tres, la que merece el amor del príncipe. Por otro lado, la ceguera de las

hermanastras, según Bettelheim, viene a volver real lo que en el resto del relato estaba ya

presente:

La ceguera real de las hermanastras simboliza su anterior ceguera, al pensar que

podrían sobresalir rebajando a los demás; al confiar su destino sólo a la apariencia

externa; y, principalmente, al creer que la felicidad sexual podía alcanzarse

mediante la (auto-) castración (364).

En fin, estos son solo algunos de los puntos específicos de la interpretación de este

cuento de hadas. Como lo dijimos anteriormente no es nuestra intención enfocarnos en esto,

sino señalar la forma en que su mensaje oculto facilita al lector o escucha enfrentarse a la

vida real. La Cenicienta transmite el mensaje de que es necesario sufrir para desarrollarse,

de que hay que cultivar nuestro mundo interior porque las apariencias no lo son todo,

destaca además el precio del comportamiento virtuoso, concilia los sentimientos

ambivalentes del niño en un momento en que no le es posible aceptarlos de esta manera y

necesita separar lo bueno de lo malo, y le dice, acertadamente, que para conquistarse a sí

mismo tiene que pasar por muchas dificultades. Todo esto lo hace a nivel inconsciente,
46

pues el niño entiende todo esto a través de los símbolos y acontecimientos que ocurren en

el cuento.

Blancanieves. La historia de Blancanieves es también por todos conocida. Aquí el

meollo del asunto es una madrastra que ve a la protagonista como una amenaza y por lo

tanto decide deshacerse de ella. Como acostumbra pasar en este tipo de relatos, el hombre

contratado para asesinar a Blancanieves, en este caso un cazador, no puede hacerlo y deja

con vida a la criatura, mata a un animal y le lleva el corazón a la reina. Por lo tanto, el

asunto principal de este cuento es la relación madre-hija, y la reina para Bettelheim:

Es la imagen del progenitor narcisista que se siente amenazado por el crecimiento

de su hijo, pues esto significa que él está envejeciendo. Mientras el niño es

totalmente dependiente, permanece como si fuera parte de su progenitor; no hiere el

narcisismo paterno. Pero cuando el pequeño empieza a crecer y alcanza la

independencia, esta figura paterna narcisista lo experimenta como una amenaza, al

igual que ocurre con la reina en la historia de “Blancanieves” (273).

Blancanieves es echada de casa y termina viviendo en el bosque. El bosque

simboliza el mundo interior, la búsqueda que tiene que hacer Blancanieves para hallarse a

sí misma y convertirse en mujer. Ahí se encuentra con siete enanitos que por su aspecto

más bien parecen niños que hombres y que harán ver a Blancanieves lo que puede pasar si

por miedo o pereza rehúye a su desarrollo y decide quedarse en una fase de su evolución

que no le corresponde. Los enanitos son hombres incompletos y si ella no enfrenta la vida

puede quedarse perdida en el bosque como una niña vieja. Pero Blancanieves no va a hacer

esto, sino que se esforzará por crecer y al final de cuentas regresará a su hogar. Ya no lo
47

hará a la casa paterna, sino a la de su príncipe, a la de su pareja, pues ya habrá dejado de ser

una niña para el final de la historia.

Pero antes de llegar a su final feliz, Blancanieves muerde una manzana, lo que

según Bettelheim simboliza “el amor y el sexo, tanto en su aspecto positivo como

peligroso” (Bettelheim 285), y como consecuencia de ello, según el mismo autor, la

angustia por sus deseos sexuales la hace desmayarse. Una parte de la manzana se le queda

atorada en la garganta y cuando ya la lleva el príncipe, que la transporta en un ataúd, el

ajetreo del viaje le hace que escupa el trozo de manzana y vuelva a la vida. Para Bettelheim

esto simboliza que ha dejado atrás una parte de su vida: “Ésta, al escupir la manzana que la

asfixiaba – el objeto nocivo que había incorporado -, alcanza la libertad final, abandonando

la primitiva oralidad, que simboliza todas sus fijaciones inmaduras“(Bettelheim 286).

Así, la historia de Blancanieves transmite al lector la idea de que debe enfrentarse a

la realidad y seguir el curso de su desarrollo, pues negarse a ello sólo le convertiría en un

ser incompleto como los enanitos. Además, insta al lector a ir en la búsqueda de su

autorrealización aunque se tenga que perder en el bosque y tenga que enfrentar obstáculos

en su camino. El desmayo de Blancanieves le dice que a veces es necesario caer en un

completo letargo para reinventarse, para renacer, pero que vale la pena. Se trata entonces de

un cuento que promueve el desarrollo del niño y le habla del peligro de no crecer.

7.4 Observaciones finales del apartado psicoanálisis y literatura

El psicoanálisis ha demostrado la importancia que tiene la literatura para la

formación del ser humano al explicar la manera en que ésta trabaja en la mente del lector

como lo pudimos ver en la revisión de las dos novelas y en la interpretación de los cuentos.
48

En el caso de estos últimos Bettelheim señala la función que tienen y la forma en que

ayudan a los niños a manejar su realidad, haciéndoselas más comprensible y permitiéndoles

adaptarse con mayor facilidad: “El cuento de hadas es terapéutico porque el paciente

encuentra sus propias soluciones mediante la contemplación de lo que la historia parece

aludir sobre él mismo y sobre sus conflictos internos, en aquel momento de su vida”

(Bettelheim 36). Por eso al utilizar el psicoanálisis para la interpretación de una obra

literaria podemos entender la manera en que el lector es transformado con la lectura al

captar los significados ocultos que transmite la historia y que de otra manera nos pasarían

desapercibidos. Así, emplear el psicoanálisis permite al psicólogo encontrarle otro valor a

la obra literaria además del estético, y utilizar un cuento o una novela como apoyo para

tratar los problemas emocionales y los conflictos que se presentan en la vida del ser

humano en su proceso de desarrollo. Todo esto sin restarle valor a la obra literaria como tal.

Asimismo, el psicoanálisis nos permite entender además la forma en que el escritor

encuentra alivio al revivir y narrar una historia. El proceso catártico que se realiza al contar

un relato de forma escrita es muy similar al que se utiliza en la terapia psicoanalítica

cuando el paciente habla sobre sus problemas: “La repetición oral del origen de los

síntomas era una experiencia emocional en la cual el paciente, reviviendo el incidente,

descargaba su ansiedad” (Wolff, Interpretación de la psicopatología 277). Por lo tanto, no

empequeñece el valor de una obra literaria el que sea interpretada bajo la teoría

psicoanalítica, siempre y cuando no se olvide el valor que ésta tiene independientemente de

esto. Olvidar la parte emocional de un cuento o una novela es tan malo como pensar que

sólo tiene valor por lo que ofrece su interpretación. El psicoanálisis ha aparecido para
49

colaborar en la comprensión tanto del origen de una obra artística como de su significado y

no para menoscabar el placer que ésta proporciona al ser humano.


50

8. Psicología analítica

8.1 ¿Qué es la psicología analítica?

Para hablar de psicología analítica es necesario antes que nada señalar algunas de

las diferencias que surgieron entre Jung y Freud, diferencias de pensamiento que fueron

irreconciliables y que ocasionaron que el discípulo predilecto de Freud se separara del

psicoanálisis.

Jung tenía una formación distinta a la de su maestro pues “poseía una experiencia

mucho más grande con los psicóticos y tenía amplios conocimientos sobre los mitos, el

simbolismo, la literatura y la filosofía de muchas culturas (Thompson 170). Negó que la

sexualidad fuera tan importante en los primeros años de la niñez y no estuvo totalmente de

acuerdo en la concepción de libido que tenía Freud. No comulgaba con la forma en que se

realizaba la terapia psicoanalítica y agregó el concepto de inconsciente colectivo. También

estableció dos tipos de carácter: introvertido y extravertido, además, implantó el concepto

de persona. Éstas son, a grandes rasgos, las principales aportaciones de la psicología

analítica, pasaremos ahora a revisar sus conceptos con mayor detenimiento.

Para Jung, existen dos tipos según su expresión y actitud mental, extravertidos e

introvertidos:

Los primeros están dirigidos hacia afuera, van directamente a lo que desean

expresando sus sentimientos y agresividad manifiesta. Los introvertidos, por el

contrario, están dirigidos hacia adentro, son retraídos y atraen las cosas hacia sí

expresando reflexión y reserva (Wolff, Introducción a la psicología 285).


51

Esto no significa necesariamente que el introvertido tenga que ser un sujeto aislado

o poco sociable y el extravertido una persona afable. Más bien quiere decir que el

introvertido tiende a centrarse más en su mundo interior, subjetivo, que en el exterior, y el

extravertido a dirigirse más hacia afuera, hacia la realidad. De cualquier forma, nadie es

completamente extravertido ni introvertido, sino una combinación de ambos tipos.

Otro de los señalamientos más importantes de la psicología analítica es el que se

refiere al inconsciente. Para Jung, existe el inconsciente individual, donde se conserva el

contenido personal y las experiencias del sujeto:

En el inconsciente tenemos que diferenciar un estrato, por así decirlo, que podría

designarse como el inconsciente personal. Los materiales contenidos en este estrato

son de índole personal en cuanto se caracterizan por constituir, en un sentido,

adquisiciones de la experiencia individual, y, en otro, factores psicológicos que

podrían ser igualmente conscientes (Jung, Las relaciones 33).

Pero dentro del sujeto, existe además de este inconsciente individual, un

inconsciente colectivo, en el cual se conservan experiencias y contenidos similares entre los

distintos individuos, estos contenidos son, podría decirse, heredados y son decisivos en el

comportamiento y la psique del ser humano:

El inconsciente posee contenidos no sólo personales sino también impersonales,

colectivos, en la forma de categorías heredadas o arquetipos. De ahí nuestra

hipótesis de que el inconsciente, en sus estratos en cierto modo más profundos,

posee contenidos colectivos relativamente animados. Por eso hablo de un

inconsciente colectivo (Jung, Las relaciones 37).


52

Esto significa que dentro del ser humano existen dos inconscientes, el individual y

el colectivo. Estos dos estratos no siempre pugnarán por lo mismo y en no pocos casos

acontecerán conflictos internos dentro del sujeto. Lo individual se enfrentará con lo

colectivo de igual manera que los intereses individuales muchas veces se oponen a los

intereses de la sociedad en la vida diaria.

Dentro de esa psique colectiva se encuentra lo bueno y lo malo del ser humano, sus

cualidades y sus defectos: “En la psique colectiva están contenidos, como todos los demás,

los vicios y las virtudes específicos del hombre” (Jung, Las relaciones 57). Pero esta psique

colectiva fue reprimida para lograr el desarrollo de la personalidad durante la evolución del

hombre. Sin embargo, a veces ocurre que un individuo pasa a ser controlado por la psique

colectiva y pierde su individualidad, cuando esto ocurre el sujeto piensa que tiene una

misión divina y pretende controlar a los demás, así como él es controlado por el

inconsciente colectivo.

Ahora revisemos la definición de Jung sobre el concepto de persona: “En el fondo,

la persona no es algo “real”. Constituye un compromiso entre individuo y sociedad acerca

de “lo que uno parece”. Uno asume un nombre, adquiere un título, representa una función,

es esto o aquello” (Jung, Las relaciones 72). De tal manera que la persona es una especie de

máscara que el sujeto lleva para poder interactuar con los demás miembros de la sociedad y

poder desarrollar sus labores o deberes. La profesión que uno realiza, el rol que uno

desempeña en su familia, la imagen que representa frente a los otros, todo esto forma la

persona y oculta al verdadero yo del sujeto. Y ahí es donde aparece el concepto de

individuación, mediante la cual el sujeto puede ser él mismo:


53

Individuación significa llegar a ser un ente singular, y, en cuanto entendemos por

individualidad nuestra singularidad más íntima, última e incomparable, llegar a ser

sí-mismo. De modo que “individuación” podrá traducirse también por “realización

del sí mismo” o “realización de sí” (Jung, Las relaciones 99).

Para Jung entonces, individuación significa desarrollar la singularidad propia del

individuo sin oponerse a los aspectos colectivos. Más bien es relacionar adecuadamente

estas dos partes de la psique para que ninguna sea omitida en el funcionamiento del sujeto

como ocurre cuando la psique colectiva toma el control, o como en el individualismo

cuando las necesidades y obligaciones individuales se oponen a las colectivas.

También dentro de la psique existe una figura femenina dentro del varón y una

figura masculina dentro de la mujer, Jung llama a estas figuras anima y animus: “El anima,

siendo femenina, constituye de modo exclusivo una figura compensatoria de la conciencia

del varón. En la mujer, en cambio, la figura compensadora es de carácter masculino, y

puede designarse adecuadamente como animus” (Jung, Las relaciones 155). De tal forma

que Jung llega a señalar que si un hombre es dominado por su anima puede afeminarse y

una mujer perder su femineidad si es dominada por su animus.

Por lo tanto, dentro de la psique humana siempre hay conflicto, el hombre no es

dueño de sí mismo. Y para Jung el mayor peligro que enfrenta el hombre es sucumbir

frente a los arquetipos, que para Jung son posibilidades de representaciones:

Los arquetipos señalan vías determinadas a toda la actividad de la fantasía y

producen de ese modo asombrosos paralelos mitológicos, tanto en las creaciones de

la fantasía onírica infantil como en los delirios de la esquizofrenia, así como


54

también, aunque en menor medida, en los sueños de los normales y neuróticos. No

se trata de representaciones heredadas sino de posibilidades de representaciones.

Tampoco son una herencia individual sino, en sustancia, general, tal como lo

muestra la existencia universal de los arquetipos (Jung, Arquetipos 95).

Existen muchos arquetipos, está por ejemplo el viejo sabio, el héroe, la sombra, etc.

Cada hombre entonces carga estos arquetipos dentro de sí, y lo anormal sería que careciera

de estas representaciones colectivas.

Por último, y muy importante para el tema que aquí nos atañe, conviene tratar de

definir el concepto de sombra. La sombra esconde parte de lo que somos, y negar esa parte

de nuestro ser, nos hace caer en conflictos internos que se manifiestan con

comportamientos problemáticos y negativos. Se trata de no negar nuestra sombra, sino de

reconocerla y aceptarla, sólo de esta manera estaremos completos:

Bajo la máscara de nuestro Yo consciente descansan ocultas todo tipo de emociones

y conductas negativas – la rabia, los celos, la vergüenza, la mentira, el

resentimiento, la lujuria, el orgullo y las tendencias asesinas y suicidas, por ejemplo

-. Este territorio arisco e inexplorado para la mayoría de nosotros es conocido en

psicología como sombra personal (Zweig 15).

Entonces, todo aquello que no reconocemos de nosotros mismo tendemos a

proyectarlo en los demás, todo este contenido de la sombra que no queremos reconocer por

pensarlo como algo malo o intolerable. Pero la sombra es parte del individuo y negarlo sólo

ocasiona conflictos en su vida y en la de los demás. El tratamiento psicológico busca por lo

tanto, que el hombre se enfrente con su sombra: “La discusión dialéctica en el proceso del
55

tratamiento psíquico lleva, pues, en consecuencia, a que el paciente se enfrente con su

sombra (…)” (Jung, Piscología 43).

La labor del psicólogo consiste en poner al paciente en contacto con ese contenido

de sí mismo que le afecta y que está perturbando su vida por ser ignorado, pues la sombra

debe ser reconocida y aceptada ya que de no hacerlo su influencia es mayor y nociva para

la salud mental del individuo. Esto debe hacerse con sumo cuidado, pensando siempre en la

integridad del paciente pero en la mayoría de los casos debe hacerse si se quiere tener un

tratamiento profundo y con resultados significativos: “El poner frente a frente al paciente

con la parte oscura de su personalidad, con la llamada sombra, es cosa que se impone por sí

misma en todo tratamiento en cierto modo profundo” (Jung, Psicología 45-46).

Con esto hemos revisado, a nuestro parecer, los principales conceptos de la

psicología analítica. Pasaremos ahora a ver la relación de Jung con la literatura.

8.2 Jung y la literatura

Jung trata el tema del arte en un pequeño ensayo escrito en su libro Formaciones de

lo inconsciente, ahí nos expone algunas de sus ideas sobre el arte y el artista. Para Jung, la

obra de arte nace del alma, y el alma humana es estudiada por la psicología. Es por ello que

esta ciencia cuenta con las bases necesarias para analizar tanto a la obra literaria como al

artista:

Sin duda la psicología – como ciencia de los procesos anímicos – puede ponerse en

relación con la ciencia literaria. El alma es en verdad la madre y el vaso de todas las

ciencias, así como de cada obra de arte. La ciencia del alma debiera, conforme a
56

ello, estar en condición de señalar y explicar la estructura psicológica de la obra de

arte, por un lado, y las condiciones psicológicas del hombre, por el otro (9).

De esta manera la psicología tiene un área más en que la puede intervenir y de la

que puede obtener bastos beneficios. Sin embargo, no se trata de ver la obra de arte

solamente desde el puntos psicológico, sino de incrementar su riqueza y obtener más de ella

que la mera contemplación estética. Es decir, de ninguna manera se pretende reducir la obra

de arte a un síntoma o enfermedad del artista, sino de obtener de ella material que permita

comprender mejor la obra y al ser humano. El mismo Jung siempre reconoce que una

interpretación es una posibilidad, pero que no es para nada algo definitivo u obligatorio.

¿Por qué no interpretarla solamente desde la psicología personal del creador? Jung tiene

una postura muy clara al respecto:

La psicología personal del creador explica por cierto mucho de su obra, pero no esta

misma. Si explicara empero esta última, y con éxito, se desenmascararía lo

pretendidamente creativo suyo como mero síntoma, cosa que a la obra no reporta ni

ventaja ni gloria (10).

En esto puede observarse una diferencia con el psicoanálisis que en muchas

interpretaciones de obras de arte termina prácticamente reduciendo la creación del artista a

un mero síntoma. Jung tiene más cautela en esto y explica las limitaciones de la psicología:

La psicología rinde causalidades seguras sólo en el campo de los instintos y reflejos

semipsicológicos. Pero donde comienza la propia vida del alma, es decir en los

complejos, debe contentarse con dar prolijas descripciones de los acontecimientos y

pintar acabadamente coloridas imágenes del tejido, a menudo extraño y casi


57

sobrehumanamente ingenioso, con lo que tiene que renunciar a designar como

“necesario” siguiera un solo proceso. Si no fuera así, y pudiera la psicología señalar

causalidades seguras en la obra de arte y en el crear artístico, la ciencia del arte

estera estaría despojada de su propio suelo y le caería en suerte a la psicología como

una mera especialidad (10).

Y contrariamente a lo que a simple vista pudiera pensarse, para Jung, la novela

psicológica, no es la que más oportunidades brinda al psicólogo de realizar una

interpretación profunda pues en este tipo de obras de ficción, el autor controla y define

intencionalmente a sus personajes con lo cual menoscaba las posibilidades del psicólogo,

no así la novela no psicológica:

A la inversa, la novela psicológica acuerda mejores posibilidades a la radioscopia

psicológica en general, dado que la intención no psicológica del autor no anticipa

ninguna psicología determinada de sus figuras, y por ese medio no solo deja lugar al

análisis y la interpretación sino que aún viene a su encuentro mediante la

desprevenida descripción (11).

Además, no solamente interesa lo individual, lo particular de la creación de la obra

literaria, sino aquello que involucra lo colectivo. Pues el artista al momento de organizar o

de construir la estructura de una obra de ficción echa mano del inconsciente colectivo y es

posible por lo tanto rastrear en sus obras aquello que tiene en común con el resto de los

seres humanos y que ha permanecido en nosotros durante mucho tiempo apareciendo en

mitos o supersticiones:
58

Lo importante, y especialmente significativo para la ciencia de la literatura, se halla

empero en que las manifestaciones de lo inconsciente colectivo tienen, en relación

con la situación de la conciencia, carácter compensatorio, es decir que mediante

ellas ha de ponerse en equilibrio una situación de conciencia, unilateral, inadaptada

o hasta peligrosa (18).

Así, al momento de crear una obra de ficción, el artista logra nivelar la situación de

su conciencia, ya que esas manifestaciones del inconsciente colectivo buscaban ser

expresadas de algún modo y al hacerlo el creador obtiene cierto sosiego que de otra manera

no podría haber obtenido y que le hubiese traído problemas en su vida anímica.

Y más importante aún que todo esto que hemos mencionado resulta la afirmación de

Jung sobre la función que desempeña el artista dentro de una época y una determinada

sociedad. Para Jung el artista expresa lo que está ahí pero no puede ser manifestado por la

masa, y al hacerlo, el artista genera esta compensación de la que hablamos no solo dentro

de sí mismo sino dentro de la misma sociedad. Por lo tanto el artista cumple una labor

trascendental en la conservación de la salud anímica de una colectividad, ya que su visión o

facilidad para percibir lo que el resto de los hombres no logran o no quieren observar,

equilibra de algún modo la conciencia colectiva:

Cada época tiene su unilateralidad, su prevención y su padecer anímico. Una época

es como el alma de un individuo, tiene su situación de conciencia especial,

específicamente limitada, y por tanto precisa de una compensación, que es entonces

cumplida justamente por lo inconsciente colectivo de manera tal que un poeta o un

vidente presta expresión a lo no manifestado de la situación temporal, y en imagen o


59

hecho conduce hacia arriba aquello que la incomprendida necesidad de todos

aguardaba, sea ya en lo bueno o en lo malo, para curación de una época o para su

destrucción (19).

En cuanto a la explicación del artista como sujeto creativo capaz de construir

ficciones o expresar de un modo particular su visión del mundo, Jung afirma que la

psicología no puede aspirar a revelar la forma en que esto acontece:

El secreto de lo creativo es, como el de la libertad de la voluntad, un problema

trascendente que la psicología no puede contestar sino solamente describir. De igual

manera es también el hombre creativo un enigma, cuya solución intentará uno por

cierto de varias maneras, pero siempre en vano (20).

En todo esto podemos ver que Jung siempre establece los límites de la psicología

con respecto al arte y al artista. No trata de ninguna manera de deteriorar una obra de arte

atribuyéndola a trastornos mentales del artista, y hasta llega a afirmar que lo que convierte

una obra, en una auténtica obra de arte, es precisamente la forma en que el artista plasma no

lo suyo, sino lo que lleva dentro de sí que lo eleva y lo pone en contacto con el resto de los

hombres:

La esencia de la obra de arte no consiste en efecto en estar afectada por

particularidades personales – cuanto más lo está menos se trata de arte – sino en

elevarse sobre lo personal, lejos del espíritu y del corazón, y hablar para el espíritu y

el corazón de la humanidad (21).


60

Para concluir este tema, podemos afirmar basándonos en Jung, que la obra literaria

llega a afectarnos en lo más profundo de nuestro ser, y ese es su principal valor: “Así, la

gran obra de arte es objetiva e impersonal, y sin embargo nos toca en lo más profundo. Por

lo tanto lo personal del poeta es meramente ventaja u obstáculo pero nunca esencial para su

arte” (24).

8.3 Psicología analítica y literatura

El doctor Jekyll y Mr. Hyde. Esta famosa novela nos pone en contacto con el

concepto de sombra arriba mencionado. La historia comienza cuando un abogado llamado

Utterson escucha un relato de su amigo Enfield sobre Mr. Hyde y queda tan intrigado que

decide averiguar más sobre el asunto. Quiere saber la verdad sobre Mr. Hyde y decide ir

con el doctor Jekyll para informarse más sobre el asunto. Así empieza este relato que está

impregnado de una narración que provoca que el lector caiga en la cuenta de que existe

algo dentro de él que aunque no le agrade reconocerlo, está dentro de su ser y puede tomar

el control de su vida si no es bien manejado. Utterson sigue con sus pesquisas pues Mr.

Hyde asesina a un hombre frente a un testigo y él trata de saber la verdad, de conocer el

paradero del homicida. Comienza a sospechar que el doctor Jekyll lo está encubriendo y

por eso ya no confía en todo lo que le dice, escucha sus palabras con recelo y está atento a

cualquier pista que le permita llegar al fondo del asunto.

El asunto es que la situación no era lo que parecía. El doctor Jekyll, como todo ser

humano, tenía una parte oscura dentro de sí que pedía satisfacción, que deseaba pertenecer

a la vida y ya no se conformaba con permanecer oculta. Era su parte perversa la que pedía

un lugar en la realidad. El doctor trata de solucionar este problema de una forma


61

completamente equivocada. En vez de realizar un autoanálisis que le permita estudiar su

propia mente y conciliar su “yo bueno” con su “yo malo” se dedica a crear una fórmula que

permita escindir completamente estas dos facetas de su ser. Así, crea una pócima que le

permite adquirir dos personalidades, la del doctor Jekyll y la de Mr. Hyde. Una se comporta

de acuerdo a las normas sociales, respeta al prójimo, se involucra y siente el dolor del otro.

La otra es perversa, piensa sólo en la complacencia de sí misma y lejos de ver a las

personas como un fin en sí mismas, las visualiza como objetos, como un medio para

alcanzar la satisfacción de sus más oscuros deseos. Por eso Mr. Hyde no tiene reparos en

dañar a quien se oponga a sus fines, ni tiene escrúpulos de ninguna clase, pareciera como si

solo se contemplara a sí mismo, como si los demás no fueran más que una extensión de su

ser, de tal forma que puede usarlos a su antojo.

El doctor Jekyll usa la fórmula constantemente y transformándose en Mr. Hyde sale

a rondar por las avenidas de la ciudad. Ahí comete todo tipo de vejaciones y no se frena

ante el dolor ajeno. Así, éstas dos partes de su ser se encuentran completamente escindidas

y bajo cierto control, pues solo hace falta tomar la pócima para aparecer o desaparecer a

cualquiera, tanto al yo bueno como al yo malo. Pero esto se va complicando cuando la

fórmula deja de surtir efecto y el doctor Jekyll desea desaparecer a Mr. Hyde. Las

transformaciones comienzan a surgir espontáneamente, sin ningún tipo de control. Así, por

haberse negado a integrar una parte de sí mismo, por no haber reconocido la existencia del

mal en él y haberlo separado de su personalidad, ahora la sombra regresa con demasiada

fuerza y termina apropiándose de todo su ser.


62

El doctor Jekyll termina dándose cuenta de que la sombra está para quedarse y que

ahora no negociará con él, ahora se apropiará de todo y será Mr. Hyde el que dominará su

comportamiento, sus decisiones y sus pensamientos. Ha perdido la batalla con la sombra.

Y aunque se trate de una novela, no tiene mucho de ficción si tomamos en cuenta

que el comportamiento del protagonista de este relato se parece mucho a lo que acostumbra

hacer el hombre promedio. Si bien, no sale a matar, ni se transforma físicamente en un

monstruo, si niega la parte oscura de su ser y esto termina afectando su conducta:

Nosotros, como Dorian Gray, optamos por mantener ocultas nuestras cualidades

negativas – en la esperanza de que nadie descubrirá su existencia – mientras

mostramos un rostro inocente al mundo (la persona); creemos que es posible vencer

a la sombra, despojarnos de la ambigüedad moral, expiar el pecado de Adán y - de

nuevo Uno con Dios – retornar al Jardín del Paraíso (Stevens 65).

Y tal y como lo señala el mismo Stevens, esta novela se repite en otros relatos pues

es un común en la historia del hombre negar el sitio que le corresponde a la sombra. Pues el

ser humano siempre ha tenido miedo a explorar dentro de su mente, a conocerse a fondo a

sí mismo y ha preferido omitir esto aún y al costo de perder el control de su propia alma.

Por eso este relato nos informa de lo que puede sucedernos si no prestamos atención a la

sombra y en ese sentido se torna en una especie de fábula:

La historia de Jekyll y de Fausto – al igual que el relato bíblico del pecado de Adán-

son alegorías con moraleja que nos recuerdan la persistente realidad del mal y nos

mantienen ligados a la tierra. Se trata de tres versiones diferentes del mismo tema

arquetípico: un hombre, hastiado de su vida, decide ignorar las prohibiciones del


63

superego, liberar a la sombra, encontrar el ánima, “conocerla” y vivir. Las tres, sin

embargo, van demasiado lejos y cometen el pecado de hubris con lo cual terminan

condenándose inexorablemente a némesis. “El precio del pecado es la muerte”

(Stevens 66).

Es por todo esto que al leer esta novela el lector no pude ignorar cierto grado de

identificación con Mr. Hyde, puede negarlo tal vez, pero en el fondo siente una profunda

conexión con este lado perverso del doctor Jekyll. Quisiera poder escindir su personalidad

de la misma manera que lo hizo el protagonista de este relato y dar rienda suelta a su

perversidad. Pero se frena, y por medio de la lectura puede vislumbrar lo que pasaría si

negara su sombra, si cerrara las puertas a la parte oscura de su mente y se dedicara a

aparentar lo que no es y ser cercenado por la máscara. Nota que Jekyll vio lo mismo que él,

que encontró su lado siniestro pero que se equivocó en la forma de afrontarlo:

Jekyll demuestra tener cierto grado de comprensión psicológica. Cuando se da

cuenta de la dualidad de su propia naturaleza declara que “el hombre no es

verdaderamente uno, sino dos”, e incluso aventura la hipótesis – confirmada por los

recientes descubrimientos de la psicología profunda – de que el ser humano es un

conglomerado de personalidades diversas. Jekyll advierte que su dualidad es

“verdadera” y “primitiva” –es decir, arquetípica – y, por tanto, inseparable de la

estructura psicológica fundamental del ser humano (Sanford 70).

Todo esto muestra al lector que reprimir a la sombra o sucumbir ante ella conduce a

las mismas consecuencias, a la escisión de la personalidad. De esta manera la lectura de una

obra de ficción da cierta orientación al lector sobre la forma en que debe enfrentar las
64

fuerzas opuestas que pugnan dentro de él y comprende que el caso del Doctor Hyde y Mr.

Jekyll a pesar de ser ficticio proporciona una oportunidad para profundizar en el

conocimiento de sí mismo:

Todo intento por mantener la sombra confinada a la oscuridad del psiquismo está

abocado al fracaso. De este modo, Stevenson nos recuerda que, si bien ceder a los

dictados de la sombra no constituye una respuesta a este problema, tampoco lo es su

represión ya que ambas alternativas terminan escindiendo en dos la personalidad

(Sanford 73).

Por último, este relato le proporciona al lector la importante lección de que no debe

evitar la lucha interna entre estas dos tensiones pues si lo hace obstaculizará su

individuación, tal y como le sucede al personaje principal de este relato: “Jekyll cometió el

error de querer escapar de la tensión de los opuestos. Si queremos que nuestro propio drama

con la sombra concluya felizmente debemos ser capaces de sostener la tensión que Jekyll

no pudo soportar” (Sanford 74).

La Odisea. La historia de Odiseo ha sido analizada por Joseph Russo desde la

psicología analítica. En este caso el estudio se basa en la figura del personaje principal y en

el arquetipo del pícaro. La Odisea narra las aventuras de Ulises u Odiseo después de la

guerra de Troya. Al terminar esta guerra Ulises debe volver a su tierra, Ítaca. Pero esto no

le resulta nada sencillo pues tarda diez años en regresar sumados a los diez años de la

guerra, y a lo largo de todo este viaje pasa por diferentes obstáculos que consigue librar

debido a su astucia y a su capacidad para el engaño. En todo este tiempo su esposa,

Penélope, está rodeada de pretendientes sedientos por poseerla a ella y a sus riquezas.
65

Penélope les dice que esperen a que termine de tejer un sudario y después de eso elegirá a

uno de los pretendientes. Sin embargo, durante la noche se dedica a deshacer lo que tejió

durante el día y de esta manera los hombres que la pretenden con fines amorosos esperan

inútilmente la hora de su decisión. Después de veinte años de ausencia Ulises regresa y

mata a sus pretendientes. Para Russo, esta historia ha transcendido el tiempo debido a que

está llena de arquetipos y esto atrae la atención de los lectores:

La Odisea de Homero ha cautivado a oyentes y lectores a lo largo de un milenio, y

gran parte de su poder reside en sus arquetipos. Menciono como ejemplos los

Monstruos Devoradores (Cíclopes, Lestrigones, Caribidis), las Poderosas

Hechiceras Colaboradoras/Obstaculizadoras (Calipso, Cirse), la fuerza impulsora

del Regreso a Casa, el Descenso al Mundo Subterráneo, el Viejo Hombre Sabio

(Tiresias) y el Encuentro de Padre e Hijo (…) (336-337).

En el caso de Ulises ocurre lo mismo, es justamente la figura del pícaro la que

cautiva al lector y le vuelve tan atractivo. Aun y teniendo características que no siempre son

bien vistas, Ulises las combina con cualidades atribuidas generalmente a los héroes y es

precisamente esta combinación la que le coloca del lado de los personajes admirados dentro

de la cultura griega. Russo no tiene ningún problema en aceptar esto y cuestiona el hecho

de que no haya sido muy estudiado por los críticos:

Gran parte de la complejidad característica de este poema épico resulta de la

ambigüedad moral de su héroe Odiseo (Ulises), cuestión generalmente aceptada por

los críticos pero nunca plenamente explicada. Considero que esta cualidad del héroe
66

nos impacta y perturba profundamente porque extrae su energía de un arquetipo

universal mayor, el del pícaro (335).

Por lo tanto, como lo señalamos anteriormente, la habilidad principal del escritor es

su capacidad para manejar los arquetipos y poder exteriorizarlos con las características de

una cultura en particular. El escritor se atreve a decir lo que el hombre común no es capaz

de aceptar en sí mismo o lo que incluso una época o civilización no desea reconocer dentro

de sí. Aunque en este caso no se trata de características negativas, ya que es posible ver que

Ulises logra un control adecuado de la sombra y es por ello un personaje que está lejos de

ser un anti-héroe, por lo que no existe un rechazo hacia éste. Además, parece ser que en la

cultura griega ser astuto y saber engañar no era tan mal visto. De cualquier forma debemos

resaltar la importancia que tienen los arquetipos para la literatura, al dirigir la percepción en

torno a las ideas que son parte de la evolución del hombre, así lo señala el mismo Russo:

“Los arquetipos son de gran importancia para la interpretación literaria debido a ese

potencial para organizar la percepción en torno a ciertas ideas e imágenes clave,

infundiendo una energía excepcional a dicha percepción” (336).

Entonces dentro de esta concepción, los mejores escritores serían aquellos que son

capaces de invocar a los arquetipos y manipularlos para la creación de una obra literaria. El

hombre creativo tiene este don y es mediante su uso que lugar conectar con los lectores:

“Podemos decir, sin temor a equivocarnos que, de hecho, los grandes creadores literarios

son aquellos que poseen la combinación óptima de intuición para invocar a los principales

arquetipos y de habilidad para manipularlos eficazmente” (336).


67

Ahora, en cuanto a la figura del pícaro en particular, ésta ha estado presente a lo

largo de la literatura en muy diversas formas. En el caso de Ulises podemos ver diferentes

acciones que muestran su astucia, una de ellas es la forma en que huye de los cíclopes. En

la isla de los cíclopes Ulises y sus compañeros son encerrados en una caverna por Polifemo,

un cíclope hijo de Poseidón. Ulises para lograr escapar, emborracha a este monstruo y

mientras éste duerme usando un palo le deja ciego. Después cada soldado se pone bajo el

vientre de las reses de Polifemo y aunque éste toca a los animales por la parte de arriba para

revisar que no escapara nadie cuando los llevaba a pastar, los soldados al ir vientre con

vientre con las reses no son detectados por el cíclope, de esta manera logran escapar. Por lo

tanto, de acuerdo con Russo, Jung observa en la figura del pícaro los aspectos infantiles del

sí-mismo: “Jung concibió al pícaro como el arquetipo que encarna los aspectos no

socializados, infantiles e inaceptables del sí-mismo. Es la figura que simboliza la infancia

psicológica del individuo y que, de algún modo, constituye su sombra” (338-339).

Como hemos podido observar, La Odisea es sin duda una obra de arte donde se

pueden aplicar con relativa facilidad los conceptos de la psicología analítica y enriquecer

aún más las aportaciones que esta obra cumbre de la literatura ha hecho a la humanidad.

Personajes míticos. A continuación revisaremos algunos personajes míticos y

veremos cómo se aplica la psicología analítica en estos casos. Veremos aquí la aplicación

de los arquetipos pues como señalamos más arriba estos siempre están presentes en la

creación literaria:

El mito es ante todo, más allá del logos y de sus mecanismos, la base de cualquier

actividad creadora, tanto si se trata de la creación artística más sublime, como de


68

nuestros gestos más cotidianos. Lo mítico traduce lo que Jung llamaría arquetipos

profundos, que se actualizan bajo formas diversas, a veces fútiles, a veces

esenciales, en campos tan aparentemente alejados como los que estudian la

sociología, la etnología, la filosofía, la crítica literaria, el psicoanálisis, o la música,

las artes plásticas (Verjat 9).

Y aunque aquí hemos analizado alguna novela bajo la perspectiva de la psicología

analítica, Jung siempre pensó que era en los mitos donde más se podía apreciar lo expuesto

en su teoría. Pensaba que un mito lograba abarcar más que una novela y expresar con

mayor plenitud lo que significaba la existencia del hombre:

Jung afirmó no distinguir ninguna interrupción entre las situaciones presentadas en

las mitologías antiguas y las de las culturas modernas considerando en cambio que

el mito sugería siempre mucho más sobre el ser humano que lo que concretaba un

acontecimiento histórico expresado, por ejemplo, en la novela (Verjat 17).

Por eso no quisimos dejar de dar un ligero vistazo a algunos personajes que

aparecen en los mitos y cerrar este apartado con una perspectiva mucho más amplia de la

aplicación de la psicología analítica a la literatura.

Pero antes de revisar un personaje mítico en particular conviene aclarar que

nosotros mismos construimos ficciones, pues nuestra propia historia es un mito. Cada

hombre a través de las distintas experiencias que va teniendo a lo largo de su vida, primero

que nada a través del vínculo parental, después con las relaciones que va estableciendo en

los primeros años de su vida y con las experiencias difíciles que va atravesando, construye
69

su propia historia y de esta manera crea una visión del mundo exterior que le es particular.

Esto lo han podido observar distintos pensadores a lo largo de la historia:

Estos mitos, imágenes arquetípicas para Jung, estilo de vida para Adler,

expectativas superyoicas para Freud, héroes para Rank, personajes de cuentos de

hadas para Bettelheim, proyecto para Heidegger, guiones para Berne, libretos para

Steiner, los revive cada uno, a lo largo de su vida trágica o triunfante,

distorsionando la realidad y generando angustia en el caso negativo, lo que

constituye el vehículo de la infelicidad y la base de enfermedades de semiología

psico-somática (Camino 85-86).

Para no extendernos mucho veremos el caso de dos personajes míticos y la forma en

que se ha usado su historia para comprender la situación existencial del ser humano. Berne

propone varios personajes, de todos estos nosotros expondremos solo dos, tomados del

artículo de Camino:

a) Tántalo, quien arrojado al Tártaro, sumergido en un lago junto al que surgían

árboles de fruto, atormentado por la sed y el hambre veía escapar el agua de sus

labios y alejarse los frutos cuando intentaba alcanzarlos. Es el prototipo de aquel

que nunca alcanza sus objetivos, por más que se esfuerce, debido a actitudes

superyoicas fruto de una educación muy exigente. Así ocurre con el que sigue unas

expectativas parentales sumamente ambiciosas, impulsado por una necesidad de

perfeccionismo que no le permite jamás quedar satisfecho de sí mismo (86-87).

Si el lector se identifica con la historia de este personaje mítico, se tratará pues de

una persona que tiene un superyó demasiado demandante que le impide disfrutar de la vida
70

plenamente. Un Yo real y un Yo ideal demasiado distantes y una tendencia por lo tanto a la

insatisfacción continua. Este personaje aparece desde luego en diferentes formas y distintas

historias, pero el lector que sufre de este patrón de comportamiento no podrá evitar

identificarse con él. Otro personaje mítico que maneja Berne es Hércules:

b)Hércules, latinización del griego Heracles, a quien se condenó a realizar diferentes

empresas, los célebres 12 trabajos, que una vez finalizados le permitirían acceder al

Olimpo. Representa la lucha por la vida, que lleva a la insensibilidad y a no

conseguir la paz consigo mismo, porque Hércules “no puede descansar hasta

que…”pero siempre tiene algo más que realizar (87).

Aquí vemos otra clase de comportamiento muy común en el ser humano y que

igualmente no conduce al disfrute integral de la existencia. Se trata de una persona que trata

siempre de sobrevivir y que por lo tanto ve el mundo como una selva donde siempre hay

una misión que realizar y no existe un instante de paz. Una vida demasiado limitada por el

deseo de ser aceptado, de ser reconocido, de “poder acceder a”.

Como hemos podido observar, la lectura de los mitos tiene también una aplicación

terapéutica para el lector pues le permite descifrar o comprender su propio mito. Y al hacer

esto, le es posible cambiar el curso de su vida, tomando el timón de su existencia.

8.4 Observaciones finales del apartado psicología analítica y literatura

Con el análisis de estas dos obras y la mención breve de otros ejemplos pudimos

observar la forma en que la psicología analítica es aplicada a la crítica literaria. Esto

comprobó lo que veníamos afirmando desde el inicio de esta investigación, que la


71

psicología y la literatura pueden tener una relación estrecha y enriquecedora sin

empobrecimiento de ninguna de las dos partes. Jung, siempre mantuvo una postura bastante

moderada al respecto y no dejó de señalar que la psicología no debe dudar o cuestionar el

valor de la obra de arte:

Nuestra tarea es más bien comentar psicológicamente la obra de arte, y para ello es

necesario que tomemos tan en serio su base, es decir la vivencia primordial, como

en el caso de la creación de arte psicológica, donde ciertamente nadie puede dudar

de la realidad y seriedad del material que se halla en el fondo de la obra

(Formaciones, Jung 15).

Pero no solamente sobre la obra de arte se enfoca la psicología analítica, también

centra su atención en el proceso creativo y en el padecimiento o particularidad del artista,

que se separa del resto de los hombres para poder inventar un mundo ficticio donde da

salida algunas veces a su incapacidad para vivir en el mundo real. Y eso hace que la

psicología analítica sea aún más completa en su análisis de las obras literarias, pues más

que buscar enfermedades en los artistas o en las obras literarias, busca describir las

características del autor y de su creación, sin convertirlos a ninguno de los dos en meras

sintomatologías. Jung habla sobre la vida del artista en su libro Formaciones de lo

inconsciente y describe bastante acertadamente el camino poco transitado que le toca

recorrer a aquel que vive de la ficción:

Su vida está necesariamente llena de conflictos, luchando en él dos potencias: el

hombre común con sus autorizadas pretensiones a la felicidad, satisfacción y

seguridad vital, por un lado, y la pasión creativa, sin miramientos, por el otro, la
72

cual, si se diera el caso, huella en el polvo todos los deseos personales. Por tanto

conmueve que el destino personal de la vida de tantos artistas sea tan enteramente

insatisfactorio, en verdad trágico, acaso no por una providencia oscura sino por

inferioridad, o insuficiente capacidad de adaptación, de su personalidad humana

(22).

Así, más que buscar una condena a la personalidad del artista o dedicarse a

encontrar algún tipo de trastorno en su obra o en su vida, Jung trata de comprender la

situación específica del artista en el mundo y no emite un juicio condenatorio como quizá

ocurre algunas veces en el caso del psicoanálisis.

Además, con la revisión de los personajes míticos pudimos apreciar la manera en

que se pueden utilizar los mitos literarios para atender y analizar los propios mitos. Al leer

estas historias y reflexionar sobre ellas el lector puede hacerse consciente de su propia

ficción y con ello hacer conscientes las causas de sus síntomas, lo cual es la base de la

psicoterapia, así lo señala el mismo Jung: “Es un hecho conocido en psicoterapia que

síntomas neuróticos que parecen inatacables, pierden su carácter nocivo por medio de la

concienciación y comprensión (vivencia) de los contenidos en que esos síntomas se basan”

(Citado en Camino 90).

Ya revisamos la relación del psicoanálisis y la psicología analítica con la literatura.

Es el momento de examinar la relación de esta última con la psicología humanista.


73

9. Psicología humanista

9.1 ¿Qué es psicología humanista?

El concepto de psicología humanista comienza a usarse en el año de 1961 con el

surgimiento de la American Association for Humanistic Psychology. La elección del

término humanista generó discusiones y polémica entre los miembros del grupo, pero fue el

que tuvo mejor aceptación. Esta corriente dentro de la psicología surge como una propuesta

diferente al determinismo que proponían el psicoanálisis y el conductismo que eran muy

populares en aquel tiempo. Sin embargo, la psicología humanista no excluye a estas dos

corrientes dentro de la psicología, sino que las incluye, como lo señala el propio Maslow,

citado en el artículo de Manuel Villegas Besora:

La psicología actual se encuentra fragmentada y prácticamente se puede decir que

hay tres o (o más) ciencias o grupos científicos, separados, sin ninguna

comunicación entre sí. En primer lugar está el grupo conductista. En segundo lugar

está el conjunto de psicologías originadas en Freud y en el psicoanálisis. En tercer

lugar están las psicologías humanistas o la llamada tercera fuerza, que es la unión de

varios grupos psicológicos en una sola filosofía. De esta tercera psicología es de la

que quiero hablar. Considero que incluye a la primera y a la segunda y he inventado

para denominarla los términos epiconductista y epifreudiana (20).

La psicología humanista entonces, surge en Estados Unidos y aunque no tiene un

solo autor o fundador, podríamos decir que Abraham Maslow y Carls Rogers fueron sus

representantes más arraigados. Otros representantes de este movimiento son Erich Fromm,

Rollo May, Kurt Goldstein, Karen Horney y Víctor Frankl. En cuanto al método utilizado,
74

como señala Manuel Villegas: “Críticamente hablando, en efecto, la Psicología Humanista

no posee ni un cuerpo teórico específico, ni una metodología o tecnología comunes” (22-

23).

Los representantes de la llamada por Maslow tercera psicología, como puede

observarse, son varios, y no existe un método ni un cuerpo teórico que sea usado por todos

ellos. Sin embargo, es posible establecer algunos principios fundamentales que fueron

presentados en 1961 y que continúa vigentes. Éstos fueron elaborados por Charlotte Buhler

y James Bugental, y los cito del artículo de Manuel Villegas:

1-Centrar la atención en la persona que experimenta y, por lo tanto, en la vivencia

como fenómeno primario del estudio del hombre. Tanto las explicaciones teóricas,

como la conducta manifiesta se consideran subordinadas a la experiencia misma y a

su significado para la persona.

2-Acentuar las cualidades específicamente humanas, tales como la elección, la

creatividad, la valoración y la autorrealización, como opuestas a la concepción de los

seres humanos en términos mecanicistas y reduccionistas.

3-Mantenerse fiel al criterio de significación en la selección de problemas y

procedimientos de investigación, en oposición al énfasis primario en la objetividad.

4-Comprometerse con los valores y la dignidad humanas e interesarse por el

desarrollo del potencial inherente a cada persona. El punto central de esta visión es la

persona tal como se descubre a sí misma y se relaciona con otras personas o grupos

sociales (22).
75

Podemos revisar someramente algunos de los planteamientos de los autores que

clasificamos dentro de esta tercera fuerza de la psicología, para tener una mayor

comprensión de los argumentos que sustentan a la psicología humanista. Entonces, a partir

de los cuatro principios básicos anteriormente señalados, podemos citar el pensamiento de

Maslow según el cual: “Cada uno de nosotros posee una naturaleza interna de base

esencialmente biológica, que es hasta cierto punto “natural”, intrínseca, innata y, en cierto

sentido, inmutable o, por lo menos, inmutante (24)”. Y este núcleo necesita ampliarse, pues

todo hombre que no desarrolla su potencial corre el riesgo de enfermar.

De esta manera el psicólogo debe trabajar como aliado de esa fuerza interna del

individuo que lo empuja hacia el desarrollo de su individualidad, de su ser, y que en caso de

no ser escuchada conduce al ser humano al sufrimiento, a la insatisfacción, y en casos más

graves, a la enfermedad. Se tiene entonces una postura más optimista respecto a las

posibilidades de curación o capacidad de mejoría del paciente. Ahora, para lograr esto, se

tiene que establecer una relación de confianza y de aceptación plena en el momento de la

terapia. Solo de esta manera el paciente podrá abrirse completamente al terapeuta. El

psicólogo, por su parte, debe ser sincero y muy humano en el trato pues de esta manera

establecerá el clima adecuado para el tratamiento:

Si puedo crear una relación que, de mi parte, se caracterice por: una autenticidad y

transparencia y en la cual pueda yo vivir mis verdaderos sentimientos; una cálida

aceptación y valoración de la otra persona como individuo diferente, y una sensible

capacidad de ver a mi cliente y su mundo tal como él lo ve: Entonces, el otro

individuo experimentará y comprenderá aspectos de sí mismo anteriormente


76

reprimidos; logrará cada vez mayor integración personal y será más capaz de

funcionar con eficacia; se parecerá cada vez más a la persona que querría ser; se

volverá más personal, más original y expresivo; será más emprendedor y se tendrá

más confianza; se tornará más comprensivo y podrá aceptar mejor a los demás, y

podrá enfrentar los problemas de la vida de una manera más fácil y adecuada

(Rogers 44-45).

El objetivo de todo esto es que el individuo logre acercarse a su verdadero ser, que

deje de actuar para satisfacer a los padres internalizados, que deje de buscar complacer a su

ser falso y se reconcilie con su auténtico ser que dejó sin desarrollar en el curso de su vida.

Rogers lo explica muy bien citando a Kierkegaard: “La mejor manera en que puedo

enunciar esta meta vital, tal como ella surge en mi relación con los clientes, es utilizando

las palabras de Sören Kierkegaard: “ser la persona que uno realmente es” (151-152).

Karen Horney también habla de este aliado terapéutico que menciona Maslow, esa

fuerza interna que tiene el individuo y que trata de empujarlo hacia la autorrealización. Se

trata entonces de apoyar al paciente a que escuche esa voz interior, pues el terapeuta no

puede hacerlo por él, nadie puede. Esto significa luchar para ser y hacer lo que nace de su

ser verdadero y no por los “deberías” que solo obstaculizan su evolución:

En este sentido hay que subrayar la importancia de la autorrealización, es decir, de

la actualización del paciente de lo que realmente siente y quiere, más que de lo que

piensa que debería sentir y querer. La autorrealización también implica la capacidad

de conectar con sus propios recursos, de asumir gradualmente la responsabilidad

hacia sí mismo, de establecer relaciones constructivas con los demás, de poder


77

llevar a cabo un trabajo productivo y significativo y de desarrollar sus peculiares

talentos (Horney 218).

Víctor Frankl se centra más en el sentido de la vida, en la búsqueda del paciente por

encontrar aquello que le otorgue un significado a su existencia y le permita soportar así las

vicisitudes que ésta inevitablemente le deparará:

Sólo conseguiremos que nuestros enfermos se sientan movidos a considerar la vida

como un valor incondicional, como algo que tiene en cualquier circunstancia

sentido y razón de ser, siempre que sepamos dar a su vida un contenido, hacer que

encuentren una meta y un fin a su existencia; dicho en otras palabras, que vean ante

ellos una misión (Psicoanálisis 89-90).

El terapeuta colaborará con el paciente en esa búsqueda de sentido y razón de ser,

acompañándolo en su viaje interior, pues solamente teniendo contacto con su verdadero Yo,

podrá encontrar aquello que le permita establecer un sentido a su existencia. Y en eso

consiste la labor del psicólogo, en proporcionar el ambiente adecuado que permita al

paciente sentirse seguro y aceptado, para poder descubrir aquello que realmente es

importante para él.

Hemos explicado los fundamentos de la llamada tercera fuerza de la psicología,

además, dimos un vistazo a los pensamientos de varios de los autores más importantes de

esta corriente. A continuación, revisaremos algunos de los pensamientos de estos

psicólogos respecto al tema que nos ocupa.


78

9.2 Víctor Frankl, Rollo May y la literatura

La literatura incita al lector a cuestionarse sobre el sentido de su propia existencia.

Las peripecias por las que atraviesan los personajes de las obras literarias fuerzan al lector a

la reflexión sobre la propia vida. Si bien éste al adentrarse en las aventuras o

acontecimientos de la obra de ficción aparentemente se olvida de sí mismo, al identificarse

con un personaje, o al comprender las frustraciones o dificultades por las que atraviesa

alguno de ellos, no puede evitar pensar sobre la propia vida, sobre el rumbo que ésta lleva y

sobre el sentido de su existencia. Esto, para Frankl, no significa que una persona esté

enferma, como pensaba Freud: “Sigmund Freud escribió en cierta ocasión que ‘en el

momento en que uno se pregunta acerca del sentido o del valor de la vida, está enfermo’.

Pero yo creo más bien que uno manifiesta así su propia humanidad” (Psicoterapia 96). Por

lo tanto, este aporte de la literatura significaría apoyar al paciente en su búsqueda interior,

en ese viaje que tiene que realizar solo y en el que busca encontrar lo que le da valor a la

propia vida.

En cuanto al valor de una obra literaria, para Frankl, el que el autor esté o no

enfermo no da ni quita valía a su creación:

Incluso si en un determinado caso llegamos a la conclusión de que un autor está

realmente enfermo (no solamente neurótico, sino psicótico) ¿es que ello habla

forzosamente en contra de la verdad o del valor de su obra? Pienso que no. Dos por

dos igual a cuatro sigue siendo cierto aun cuando sea un individuo esquizofrénico

quien lo afirme (Psicoterapia 96).


79

Esto es muy significativo, ya que muchas veces se cae en el error de relacionar la

obra de arte con la vida o salud mental del autor y se les juzga de la mano. Se analiza

entonces una obra literaria con una tendencia exagerada a encontrar patologías en cada una

de las palabras del autor. Si éste está enfermo entonces su obra también lo está, se piensa.

Esto de ninguna manera es cierto y sólo significa un abuso en el uso de la psicología en la

interpretación o crítica de obras literarias. Por otro lado, tampoco se debe pensar que es

gracias a una enfermedad mental que el autor logra crear una obra de arte:

La presencia de una patología no habla en contra de la obra de un escritor, más

tampoco habla a favor de ella. Ningún escritor psicótico ha creado jamás una obra

importante a causa de su psicosis, sino tan sólo a pesar de ella. La enfermedad, en

sí, no es nunca creativa (Psicoterapia 96).

La enfermedad del autor sería entonces solo una característica de tantas que

convendría analizar para entender mejor su creación, pero de ninguna manera disminuiría o

aumentaría el valor de la obra, ni explicaría tampoco el poder creativo del autor. En cuanto

a la contribución que puede hacer la literatura al proceso terapéutico, Frankl se enfoca en

hacer un llamado a los escritores para que pongan al servicio del lector, esa facultad de

escribir sobre aquello que el hombre promedio no puede, y esa capacidad para bajar a los

infiernos y expresar el sufrimiento por el que han pasado:

La literatura moderna no precisa continuar siendo tan sólo un síntoma más de las

neurosis de masas de hoy día. Puede contribuir también a la terapéutica. Los

escritores que han atravesado el infierno de la desesperación, que han

experimentado la aparente carencia de sentido de la vida, pueden ofrecer su


80

sufrimiento, como un sacrificio, en el altar del género humano. Sus revelaciones

ayudarán al lector que sufra idéntico estado a superar este último (Psicoterapia

100).

Para Víctor Frankl, el escritor tiene al menos la tarea de no volver más difícil la

situación del lector. Por eso menciona que no debe transmitirle su desesperación: “Si el

escritor no es capaz de inmunizar al lector contra la desesperación, ha de evitar al menos

inocularle desesperación” (Psicoterapia 100). En este mismo asunto, llega incluso a

mencionar el uso de la lectura como terapia y la forma en que ha cambiado la vida de varios

de sus pacientes:

Hablaré de la curación mediante la lectura. Hablaré a mi auditorio acerca de casos

en los que un libro ha cambiado la vida del lector, y de otros casos en los que un

libro ha salvado su vida, evitándole el suicidio. Incluiré casos en los que un libro ha

ayudado a personas en su lecho de muerte y a personas que se hallaban en la cárcel

(Psicoterapia 100).

Así, para Víctor Frankl, la literatura tiene un alto valor terapéutico pues realmente

puede afectar positivamente la vida de los lectores y tener un impacto real en su vida. La

literatura obtiene entonces un papel más trascendente que el que habitualmente se le asigna,

pues al deleite estético que busca producir en el lector, debe sumársele la búsqueda de la

salud psíquica. El escritor visto desde esta perspectiva se convierte en un hombre sobre el

que recae una fuerte responsabilidad, pues puede hacer mejor o peor la vida de los

individuos. Esto, no obstante, no significa que se le retire a la literatura su valor artístico y


81

se le trate con fines pragmáticos. Más bien quiere decir que el arte puede servir para

mejorar la vida psíquica de las personas, sin que por esto deje de ser arte.

En el caso de Rollo May, éste se enfoca mucho más en los mitos, en el significado

profundo que esconden y en la necesidad de éstos para la conservación de la salud mental.

Según él, los mitos son necesarios para el adecuado funcionamiento de nuestra sociedad, y

olvidarlos o suprimirlos, solo produce el aumento de los malestares psicológicos. Para

Rollo May, “un mito es una forma de dar sentido a un mundo que no lo tiene” (La

necesidad 17). Y es que los mitos proporcionan un alivio a los problemas mentales que

aquejan a las masas, y esto, según May, ocurría desde los tiempos de la Grecia antigua:

Mediante sus mitos, las sociedades sanas facilitan a sus miembros un alivio para sus

neuróticos sentimientos de culpa y su excesiva ansiedad. En la Grecia antigua, por

ejemplo, donde los mitos eran algo vital y poderoso, los individuos podían

enfrentarse a los problemas de la existencia sin experimentar sentimientos de

culpabilidad o ansiedad (La necesidad 18).

Los mitos por lo tanto son necesarios, pues permiten a los individuos experimentar

sentimientos que de otra manera los destruirían. Y una sociedad que trata de negar su

importancia o que tiende a centrarse solamente en su valor histórico o cultural, impide que

éstos proporcionen alivio a los conflictos internos que se producen en la vida de los

hombres. Rollo May expresa la necesidad del mito y la tendencia de la sociedad

contemporánea a ver el mito como algo falso:

Sin el mito somos como una raza de disminuidos mentales, incapaces de ir más allá

de la palabra y escuchar a la persona que habla. No puede haber prueba más


82

definitiva del empobrecimiento de nuestra cultura contemporánea que la definición

popular – si bien profundamente errónea – del mito como falsedad (La necesidad

24-25).

Por ello, tanto la creación como el mantenimiento de los mitos son necesarios para

el adecuado funcionamiento de la mente humana. Y esto es además aprovechado por la

psicoterapia, que surge según Rollo May, precisamente por la desintegración de los mitos.

Así, un psicoterapeuta no puede desaprovechar el valor del mito dentro del tratamiento que

ofrece al paciente, y mucho menos negar los mitos que éste vaya construyendo, pues éstos

facilitan la evolución del paciente y le permiten navegar dentro de su propio ser. Rollo May

lo señala de forma tajante:

La creación de mitos es un proceso esencial para la adquisición de la salud mental, y

el terapeuta sensible no puede despreciarlo. En realidad, el nacimiento y el

desarrollo de la psicoterapia en nuestra era contemporánea tuvieron su origen en la

desintegración de nuestros mitos (La necesidad 17).

Vemos por lo tanto que la psicología comprende y utiliza el mito para la

consecución de una sociedad más saludable. El ser humano construye continuamente mitos

y reprimir esto significa entorpecer el correcto desenvolvimiento de la naturaleza humana.

Por ahora dejaremos este tema. A continuación estudiaremos dos obras literarias

examinadas por Rollo May y podremos observar la forma en que éstas facilitan al individuo

el contacto con sus propios mitos.


83

9.3 Psicología humanista y literatura

El gran Gatsby. La historia se centra en torno a Jay Gatsby, un hombre adinerado

que vive al lado de la casa de Nick Carraway. Todo el relato nos es contado a través de

Nick, quien se relaciona con Gatsby debido al interés de éste por su prima, Daisy

Buchanan. Esta mujer se encuentra casada con Tom, y viven al otro lado de la bahía, en

East Egg. Los sábados, Gatsby realiza grandes fiestas que atraen a las multitudes, Nick es

invitado a una y ahí comienza su relación. Gatsby es un hombre que ha hecho fortuna, que

viniendo de una familia humilde, logró escalar posiciones. Durante las fiestas que realiza la

gente se pregunta de dónde proviene todo su dinero, y su figura está rodeada de misterio

pues mucha gente de la que acude a la fiesta nunca lo ha visto. Gatsby parece no disfrutar

de las fiestas, y es que en realidad no las hace para él o para los invitados, las hace para

Daisy, con quien desea reencontrarse. Él regresó por ella, pensando que su relación ahora si

sería posible pues ya tiene dinero y su pobreza ya no los separará como ocurrió en el

pasado. Daisy es una mujer frívola que sólo causará problemas a Gatsby, quien terminará

siendo asesinado por el esposo de una mujer que murió atropellada por Daisy.

Como lo dijimos anteriormente, los mitos son necesarios para la salud mental de la

sociedad. Para Rollo May, nuestros mitos ya no están cumpliendo con esa función y esto

queda plasmado en la obra de Fitzgerald:

En la era del jazz se creó una obra de arte que retrataba el deterioro de los mitos

subyacentes y predecía las consecuencias de su colapso. Se trata de la novela El

Gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald. A Fitzgerald se le reconoce como la voz por

excelencia de la era del jazz. Encarnaba el alma de este período turbulento en su


84

propio cuerpo, ágil y atractivo, y en su imaginación enormemente rica (La

necesidad 119).

Gatsby pasa las tardes mirando una luz verde que proviene del otro lado de la bahía,

de East Egg. Ahí vive Daisy, la mujer que siempre ha amado pero que nunca ha podido

alcanzar. Vive obsesionado con ella y está firmemente convencido de que la podrá obtener.

La luz verde representa su objetivo, su destino:

Esa eterna “luz verde” es, evidentemente, un mito americano, pues significa nuevas

expectativas, nuevas fronteras, una nueva vida a la vuelta de la esquina…No hay

destino o, si lo hay, lo construimos nosotros mismos. Todo está por delante de

nosotros, hacemos de la vida lo que escogemos hacer de ella. La “luz verde” nos

atrae con la promesa de cosas mejores y más grandes en rascacielos cada vez más

altos, que se elevan contundentemente hacia el infinito (May, La necesidad 122).

Gatsby tiene una fe ciega en sí mismo. Se trata de un hombre que con disciplina y

trabajo ha modificado su destino, que ha conseguido reinventarse, romper con su pasado y

tener otro tipo de vida y aspiraciones. Significa el sueño americano, la idea de que todos

podemos subir y llegar a la cima no importa lo bajos que sean nuestros comienzos. Aun y

que Gatsby haya hecho su fortuna de forma ilegal, obtiene admiración y todo parece estar

de su lado. El problema es que Gatsby es devorado por el sueño americano, por el mito. Su

vida se convierte en la del hombre que siempre consigue lo que quiere, en siempre ir tras

algo, en nunca estar satisfecho, en creer que todo se puede conseguir con tenacidad y

esfuerzo: “El trágico error de Gatsby consiste en confundir su sueño – el sueño americano -
85

con la realidad. Tiene una fe completa en él y nunca duda de que su transformación y su

éxito están asegurados” (May, La necesidad 123).

Lo que vuelve tan admirable al personaje de Gatsby es precisamente eso, su

capacidad para creer en sus sueños, para creer que todo se puede realizar, para rechazar los

imposibles. Por eso, cuando Daisy atropella a la amante de su marido, Gatsby asume su

culpa. Daisy representa para él aquello que siempre ha deseado tener, es la imagen que ha

guardado dentro de sí, transformándose en el móvil de sus acciones. Trata de protegerla y

esto le cuesta la vida: “La integridad de Gatsby consiste en su valor para soñar y ser fiel a

sus sueños; nunca se le pasará por la cabeza confesar que era Daisy, y no él, quien conducía

el coche que mata a Myrtle Wilson” (May, La necesidad 214).

El precio que paga Gatsby por seguir fiel a sus sueños es muy alto. Es un hombre

solitario que a pesar de realizar grandes fiestas y de tener muchísimo dinero, no tiene

amigos de confianza. Se encuentra siempre muy solo en medio de todo el bullicio de sus

fiestas, mirando por la ventana la luz verde, pensando en su destino. Esta soledad se

muestra ya sin ningún reparo en el momento de su muerte. A su funeral solamente asisten

su padre y Nick. Solamente a dos personas les importa su muerte, Daisy, la mujer por la

que luchó toda su vida pensando que tarde o temprano la habría de alcanzar, no se presentó:

“La soledad es un tema fundamental en las novelas de Fitzgerald. En las fiestas de Gatsby,

a pesar de los fastos, la música, el baile, las bebidas…no hay comunicación en absoluto,

sólo ´bulliciosos encuentros entre gente que nunca sabía el nombre del otro´” (May, La

necesidad 127). Daisy no envía ni una flor, el sueño de Gatsby, la lucha de su vida, ha sido

una ilusión.
86

Esta soledad que persigue a Gatsby a lo largo de todo el relato, refleja la propia

situación de Fitzgerald: “El propio Fitzgerald experimentó una profunda soledad. Sólo es

posible entender sus juergas y sus borracheras compulsivas como un intento

autodestructivo de vencer su soledad” (May, La necesidad 128). Y Gatsby pareciera buscar

la propia ruina al perseguir a una mujer como Daisy, frívola y egoísta. Desea vencer su

soledad obteniendo a Daisy pero ésta le lleva al desastre.

En el caso del narrador, Nick, para Rollo May este se encuentra buscando un mito

que le muestre el camino, algo que le pueda dar sentido a su existencia:

Nick busca a tientas, como si buscara un interruptor, un mito que le ilumine y le

descubra la totalidad del cielo. Busca un mito que absorba un su fracaso sin fin, un

mito que convierta el eterno retorno en algo soportable para el ser humano, un mito

que pueda dar sentido a nuestra absurda existencia. Nick aporta la última línea del

libro, que constituye un párrafo en sí misma, casi un post scriptum: “Y así vamos

adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el

pasado” (La necesidad 134).

Así, esta novela muestra a través de la historia de su protagonista, el precipicio en el

que puede caer la existencia del ser humano cuando se deja arrastrar por un mito, como en

el caso de Gatsby, que hace suyo el sueño americano y con ello renuncia a vivir su propia

vida. Se dedica a avanzar, a seguir siempre hacia adelante para moldear su destino y lograr

su sueño, pero éste es solo una ilusión que le impide disfrutar la propia vida y convierte su

existencia en una búsqueda que nunca termina. Gatsby muere porque construyó su propia

vida en torno a un sueño, a una quimera, Daisy, y le fue demasiado fiel.


87

Peer Gynt. Peer es un adolescente y un aldeano ambicioso. Un día asiste a una boda

y se enamora de la novia, llamada Solveig. El novio le pide que vaya a hablar con ella pues

ésta se resiste a casarse con él. Peer no solo no la convence de que se case con su novio,

sino que se fuga con ella. Huyen a las montañas y ahí Peer la abandona. Peer conoce a

Dovre, la hija del Rey de las Montañas, ésta lo seduce y le lleva con su padre. Peer está

decidido a casarse con ella, pero cuando se entera de las cosas a las que tendrá que

renunciar, huye. Después empieza una vida con Solveig en el bosque. Un día la abandona y

se va a África donde se hace rico dedicándose a la trata de esclavos. Una mujer, Anitra, lo

enamora y le despoja de gran parte de sus riquezas. Decide regresar a su hogar. El barco en

el que viaje se hunde y se demora aún más su regreso. Finalmente regresa y se reencuentra

con Solveig, quien le redime y le acepta nuevamente.

Para Rollo May este relato escrito en 1867, muestra cómo el artista predice los

conflictos psicológicos que aparecerán en el siglo XX: “Al de Peer Gynt podríamos

caracterizarlo como el mito típicamente masculino del siglo XX, pues es un retrato

fascinante de los patrones y conflictos psicológicos del hombre contemporáneo” (La

necesidad 157). Peer es un hombre ambicioso, que no acepta que nada se interponga en su

afán de obtener poder. Pero, por otro lado, es un hombre dependiente anhelante de

seguridad. Una parte de él lo impulsa a lo desconocido, a correr riesgos y a satisfacer todos

sus deseos, la otra parte le detiene, le hace buscar el amparo y los cuidados que solo puede

darle Solveig. Peer sufre pero no lo sabe y cree que las mujeres y el dinero le curarán su

dolor. Desea ser admirado por los demás y por esto mismo maltrata a la única mujer que

realmente le ama. Esta lucha irresuelta, priva al pobre de Peer de una identidad y no le

permite tomar decisiones que comulguen con su ser, pues este no se ha formado y se guía
88

por los deseos de los otros: “Peer Gynt es el mito, o sea, la pauta vital de un hombre

caracterizado por dos deseos; en la contradicción entre ellos se pierde su identidad. Uno de

los deseos es el der ser admirado por las mujeres, y el otro es el de que las propias mujeres

le cuiden” (May, La necesidad 158).

Por eso esta historia hace eco en cada uno de nosotros, porque independientemente

del contexto en el que haya sido escrita, o de la situación particular del autor al momento de

escribirla, conecta con todos los seres humanos. El relato nace del alma de Ibsen, y esta no

puede ser diferente del alma del resto de los hombres:

De hecho, el motivo por el que Peer Gynt es un tipo universal reside en que el

personaje y el mito son producto del profundo autoconocimiento de Ibsen. Cuanto

más profundo es el nivel de experiencia propia en el que penetra un autor, más

arquetípicas serán tales experiencias, más tendrán en común con otras

nacionalidades: japoneses, franceses, soviéticos… (May, La necesidad 158-159).

Peer, podría parecer un hombre dotado de una gran confianza en sí mismo, un

hombre activo que va tras lo que quiere. Sin embargo, esto no es así. Peer no tiene contacto

consigo mismo, sus decisiones son tomadas por los dictados del exterior y él solo obedece,

actuando en ocasiones contra sus propios genuinos intereses. Peer desconfía de su propia

valía como ser humano: “Ibsen muestra de inmediato en la obra la deficiente autoestima

que caracteriza a este tipo de hombre y su vulnerabilidad ante la humillación” (May, La

necesidad 160).

Rollo May señala además la similitud de la conducta de Peer con los pacientes que

llegan a psicoterapia. Se trata de personas que no tienen vínculos profundos, que utilizan a
89

los demás, que buscan el triunfo que para ellos significa seducir al otro. Una vez que han

logrado esto, abandonan al sujeto que se dejó hechizar y siguen su camino sin rumbo:

En nuestros pacientes de psicoterapia vemos cómo este tipo de hombre presenta

eternamente este mismo patrón de conducta: seducir y abandonar. Siente una gran

necesidad de que su madre se quede en casa esperándole, y así puede estirar el

cordón umbilical mientras vaga sin rumbo por la tierra, siempre ligado a ella (La

necesidad 162).

El narcisismo de Peer se muestra en toda la obra, pero aparece aún con mayor

nitidez cuando hace su aparición el Rey Duende. Las palabras que le dice a Peer son las que

han guiado la vida de este adolescente que en su afán por buscar su independencia,

olvidándose de los otros, se ha vuelto más dependiente que nunca de ellos, pues solo se ha

dedicado a buscar su aprobación:

El precepto “Sé tú mismo y sólo tú” describe esta personalidad egocéntrica, sin un

mundo exterior, sin un amor. El ideal consiste en no relacionarse con nadie, ser

ofensivamente independiente. Es un yo sin interdependencia, narcisista hasta el final

(May, La necesidad 165).

Por eso Peer no puede entender a los demás. No puede hacerlo porque ni siquiera

tiene contacto consigo mismo. Tras esa apariencia de independencia que le permite

separarse de las personas, se encuentra una profunda incapacidad para sentir. Al no tener

contacto con sus propios sentimientos, difícilmente podrá tenerlo con los de los demás: “Lo

que Peer Gynt no es capaz de lograr con toda su capacidad de seducción, con toda su
90

sabiduría mundana, con toda su jactancia, es mostrarse sensible a otro ser humano” (May,

La necesidad 166).

Pero Peer no desea quedarse completamente solo, por eso tiene a Solveig

esperándole en casa. Este tipo de comportamiento se presenta con bastante frecuencia en

nuestra sociedad, según May: “Lo que quieren los hombres como Peer Gynt no son mujeres

o amor, sino dejarlas tras de sí, siempre en casa, como base de su cordón umbilical” (La

necesidad 167). Esto no significa que no muestren sentimientos, muy al contrario, parecen

ser los más sentimentales del mundo, viven intensamente sus emociones, pero estas carecen

de fondo: “Las personas que se comportan según este mito parecen experimentar grandes

sentimientos; se entregan a sus emociones continua y arrebatadamente. Pero no es difícil

ver que sus sentimientos no son reales en absoluto” (May, La necesidad 167). Así, pueden

tener relaciones novelescas, quizá más originales e interesantes que las del resto de las

personas, pero siempre artificiales: “En ningún momento de su vida florece una relación

real. Sus sentimientos se manifiestan como fuegos de artificio: vemos un gran espectáculo

que, con la misma rapidez, se extingue” (May, La necesidad 167).

Esta artificialidad no se reduce a la vida sentimental, y así vemos que “Peer Gynt

corre por todo el mundo, pero nunca se mueve del mismo sitio” (May, La necesidad 168).

Porque detenerse significaría que tendría que enfrentarse a su vacío. Por eso es preferible

seguir haciendo, seguir actuando, de esta manera se reduce la desesperación y se evade el

grandísimo problema existencia que representa vivir según los otros y haberse olvidado de

sí mismo. Y es que tras ese egocentrismo de Peer se esconde una falta de amor hacia sí

mismo. Peer no ama su verdadero ser, es más, ni siquiera lo conoce, hace mucho tiempo
91

que dejó de tener contacto con él. Rollo May señala que hay dos motivos por los cuales

Peer nunca se detiene:

El primero es que la propia actividad compulsiva alivia y narcotiza su ansiedad. El

segundo es que, si se detuviera, tendría que enfrentarse a sí mismo, cosa que le

provoca una ansiedad aún mayor. Lo importante es que, en los Peer Gynt, la

actividad compulsiva nunca es acción por sí misma; nunca es acción por placer,

poder o diversión. Es acción al servicio de la huida; huyen despavoridos para evitar

la confrontación consigo mismos (La necesidad 168).

Pero la historia no termina tan mal para Peer. Es en un manicomio, donde es

presentado como el profetal del Yo, donde tiene por fin una intuición que realmente

proviene de su ser. Comprende que al centrarse solo en sí mismo, realmente no ha hecho

otra cosa que olvidarse de sí mismo: “Peer accede a la verdad de que para ser sólo tú mismo

debes convertirte en víctima del capricho de otro. ¡Una paradoja impresionante!” (May, La

necesidad 171). Y es que ese egoísta de Peer realmente no estaba siguiendo sus propios

deseos como él pensaba y como los demás podrían llegar a pensar. A pesar de que Peer

hacía sufrir a otras personas, el más afectado era él, que estaba viviendo la vida de otros y

no la suya propia: “El dilema de ser uno mismo mediante la tendencia a que nos admiren y

nos cuiden consiste en que obtenemos nuestra identidad a partir de lo que otros quieren y

dictan” (May, La necesidad 171).

Por eso Peer suscita compasión más que hostilidad. No tiene identidad, la ha

perdido en su afán de ser admirado por los demás. Se encuentra vacío y sufre mucho por

ello:
92

En sus propias palabras, su vida ha sido una “falsedad y una mentira”. El estado de

desesperación caracterizado por la conciencia de que no tiene identidad ni centro, es

similar a la desintegración de la relación entre uno mismo y el mundo que se da en

la esquizofrenia. Es una experiencia terrorífica, y el hecho de que todo el mundo la

atraviese en cierta medida no hace que la desesperación lo sea menos (May, La

necesidad 172).

Después, cuando Peer regresa a casa viajando en barco, y sabe que a los demás

marineros los esperan sus familias, siente envidia y rencor. Esto de ninguna manera es algo

negativo, al contrario, significa que Peer está volviendo a tener contacto con sus

sentimientos más profundos. May señala que esto ocurre con cierta frecuencia entre los

pacientes que acuden a psicoterapia:

La envidia y el rencor del paciente son el inicio de algo positivo, de algo que se

puede emplear constructivamente. Son sentimientos sinceros; sentimientos fuertes

hacia otro. En Peer Gynt, igual que en el caso de nuestros pacientes, resulta que, a

medida la obra avanza, el rencor y la envidia pueden ser el preludio de otras

emociones más constructivas, permitiendo acceder, a las personas como Peer Gynt,

a un poder del que antes carecían (La necesidad 173).

Además, durante ese viaje en barco, otro barco se hunde y Peer trata de convencer al

capitán para que lo salve. Peer está volviendo a conectarse con los otros seres humanos. Y

esto ocurre porque primero comenzó a relacionarse consigo mismo, aunque haya sido

sintiendo envidia y rencor. Como lo señala May, esta historia nos habla de lo peligroso que

es todo egocentrismo narcisista: “El sentido final de este mito, más cierto hoy que en
93

tiempos de Ibsen, es que todo egocentrismo narcisista acaba conduciendo a la

autodestrucción” (La necesidad 176). Al final de todo, Peer regresa con Solveig quien lo

recibe: “Solveig le deja acudir cuando está preparado para ello, cuando ha pasado por las

experiencias que tenía que atravesar. Estas le hacen finalmente capaz de amarla” (La

necesidad 178).

Como lo pudimos ver durante el análisis de esta obra, Ibsen representa con bastante

profundidad los conflictos que ocurren en el alma humana. No es por lo tanto nada

exagerada la opinión de Rollo May sobre Ibsen: “Ibsen es uno de los intelectuales de

finales del siglo XIX, junto con Nietzsche y Freud, que propiciaron la gran revolución

psicoanalítica” (La necesidad 170).

9.4 Observaciones finales del apartado psicología humanista y literatura

La psicología humanista al hacer uso de obras literarias para el análisis de los males

clínicos de nuestro tiempo, se beneficia de la riqueza de estas obras maestras que además de

deleitarnos por su belleza exponen los problemas sociales e individuales del hombre.

Como hemos podido observar, la literatura cumple una función terapéutica tanto

para el autor como para el lector. El autor crea un mundo donde puede externar y vivir lo

que en la vida real es incapaz de experimentar, el lector entra en un mundo ficticio y

aunque en parte se olvida de la vida real al introducirse en la obra literaria, por otro lado

también revive sus propias experiencias en la misma. Esto es lo más enriquecedor que tiene

la literatura para la vida del ser humano y es en lo que nos enfocaremos en el apartado final

de este trabajo. Trataremos específicamente los beneficios que aporta la literatura al lector.
94

10. Literatura y terapia

10.1 La terapia y sus objetivos

Como hemos podido observar a través de toda esta investigación, la relación entre la

psicología y la literatura no es para nada algo reciente, sino que han estado fuertemente

vinculadas desde hace ya bastante tiempo. La psicología profunda, refiriéndonos con este

término al psicoanálisis, la psicología analítica y la psicología humanista, han empleado

para diversos fines las grandes obras literarias, con grandes aportaciones al respecto, en su

deseo de comprender al hombre.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer en este campo, y es de esa necesidad de

donde surge la idea principal de esta investigación. La literatura puede ser usada con fines

terapéuticos, es decir, puede ser un recurso más para el psicólogo que busca mejorar las

relaciones entre los hombres, que intenta que el individuo tenga más contacto consigo

mismo, y que pretende que el sujeto, sin perder sus propios intereses y deseos, sea capaz de

integrarse adecuadamente a la sociedad a la que pertenece. Si bien la literatura no es capaz

de curar por sí sola una depresión severa o cualquier afección mental grave, si puede hacer

mucho por el hombre común que sufre por no entender la conducta y los sentimientos de

sus semejantes, que no logra relacionarse con los otros como quisiera, que no encuentra

sentido a su existencia.

Estamos totalmente convencidos de la capacidad de la literatura para mejorar la vida

del hombre, sin que esto signifique que puede sustituir una terapia con un psicólogo o un

psiquiatra. Leer una obra literaria no es para nada un mero entretenimiento como cualquier

otro, ni carece de utilidad. Si bien el arte debe ser amoral, esto no significa que no pueda
95

usarse para mejorar la vida de las personas, y es que precisamente porque debe carecer de

perjuicios o principios morales preestablecidos, el arte, y en el caso que a nosotros nos

ocupa las grandes obras literarias, pueden cimbrar la vida del hombre adormilado por la

rutina laboral, por el estrés y por la vida rápida que prevalece en nuestros días, y darle otro

panorama, otra visión del mundo externo e interno.

Ahora, para poder probar nuestro punto, es necesario que primero revisemos el

objetivo que persigue una terapia, esto nos ayudará a vislumbrar con mayor claridad la

manera en que la literatura puede ser parte de este proceso. Existen diferentes corrientes

psicoterapéuticas, pero a grandes rasgos todas persiguen el mismo objetivo: “Todas las

orientaciones terapéuticas tienen el propósito de aminorar el sufrimiento, reducir los

síntomas y aumentar la capacidad del paciente para hacer frente a las tensiones de la vida”

(Cozolino 60). El psicólogo busca que el paciente viva mejor, que pueda disfrutar más de

su existencia, y que sea capaz de enfrentar las adversidades que toda vida plantea de una

mejor manera.

Y si este objetivo lo examinamos a mayor profundidad, podremos ver que la terapia

se plantea varios objetivos en concreto donde muy bien puede encajar la literatura como un

recurso más para el psicoterapeuta: “La terapia explora y examina comportamientos,

emociones, sensaciones y cogniciones con el objetivo de expandir la conciencia y fomentar

la integración de éstas áreas de la experiencia humana” (Cozolino 61). Pensamos que las

grandes obras literarias siempre ofrecen al lector la oportunidad de examinar nuevos

comportamientos y emociones, y que esto le permite adentrarse más en su propia situación

particular. Si la terapia busca esto, por qué no echar mano de este recurso que está a su
96

disposición. Si desea expandir el yo del sujeto, la literatura es una gran herramienta para el

psicólogo. Pero más adelante veremos un ejemplo de esto, por ahora solamente queremos

ver la manera en que funciona y los objetivos que persigue la terapia.

Aquí llegamos al punto crucial de nuestra exploración sobre los objetivos que tiene

la terapia, aquí aparecen ya las grandes coincidencias entre la literatura y los fines que

persigue un psicólogo en su consultorio: “Cada forma de psicoterapia se esfuerza por crear

una experiencia personal concebida para:

 Examinar supuestos y creencias.

 Expandir la conciencia

 Intensificar la prueba de la realidad

 Ayudar a enfrentar experiencia que provocan angustia

 Modificar el hábito de hablar negativamente de uno mismo

 Elaborar una narrativa nueva y más adaptable de la vida” (Cozolino 61).

Subrayemos el último de estos objetivos, “elaborar una narrativa nueva y más

adaptable de la vida”. Y es que el ser humano crea y recrea su historia continuamente,

interpreta de distintas maneras los hechos que ocurren en su vida y le da nuevos sentidos a

su existencia. La vida del ser humano tiene mucho de ficción, pues el hombre hace ficción

con su propia vida. El psicólogo trata de que el paciente interprete lo que le ha sucedido de

una manera más saludable, menos dolorosa o al menos, no tan dañina. La literatura hace

algo parecido aunque de otra manera. Al leer el sujeto se aparta del mundo exterior para
97

entrar en el mundo interior de otro ser humano. Y entra a las interpretaciones que otro ha

hecho de la realidad, de la vida, incluso de las emociones de los hombres. Esto le otorga

recursos para “reescribir” su propia vida, para entrar en su interior y observar lo que ha

ocurrido en su existencia de otra manera.

Que quede claro, no estamos argumentando que la literatura deba ser usada para

curar enfermedades mentales o para sustituir el trabajo que realiza un psicoterapeuta.

Estamos defendiendo la idea de que la literatura puede ser un recurso más dentro de una

terapia o incluso, fuera de ella. Es decir, la literatura también puede ser usada como una

herramienta para la psicología general en la mejora de las relaciones humanas, aun y que no

se trate de una terapia formal.

La psicología tiene muchas maneras de hacer esto, más adelante nosotros sólo

expondremos un ejemplo de entre muchos de la forma en que la literatura puede ser

aprovechada como recurso terapéutico. Incluso la crítica literaria puede girar sus

intenciones y en vez de enfocarse solamente en emitir juicios de valor sobre una obra,

explorar el proceso que ocurre en los lectores al leer una novela o un cuento,

independientemente de su valor estético. Por ejemplo, analizar las causas de que un lector

disfrute de la lectura de una obra de ficción y de otra no. Esto provocaría que más allá del

mero placer que produce una obra de arte, cuestionáramos las razones de ello y

profundizáramos más en nosotros mismos:

De esta manera, la crítica literaria puede añadir a tu disfrute del libro, el ayudarte a

entender tu placer. La crítica debiera ayudarnos a entender ambas experiencias del

placer de la literatura y entendernos a nosotros mismos a través de esas


98

experiencias. La crítica literaria debe permitir tanto al lector crítico como al

ordinario obedecer la orden primaria del templo del Oráculo de Delfos: Conócete a

ti mismo. El arte nos da esa experiencia. La crítica literaria debería ayudarnos a

entenderla (Norman N. Holland, traducido por el autor, par. 31).

Si la literatura nos ofrece estas posibilidades por qué no aprovecharlas. Una buena

obra literaria no empequeñece o pierde su valor si se le utiliza para mejorar la vida de los

seres humanos, al contrario, amplía su estimación tanto estética como socialmente:

Una buena crítica literaria nos puede ayudar a dar forma y articular esa experiencia

para nosotros mismos, para tomar de las palabras de los autores y ponerlo en

nuestras propias palabras y nuestra experiencia del mundo. Además, una buena

crítica literaria puede ayudarnos a dar forma y articular la experiencia psicológica

del autor o de los personajes y de nosotros mismos, y ponerla en nuestras propias

palabras y en nuestra propia experiencia del mundo (Norman N. Holland, traducido

por el autor, par.37).

Como lo mencionamos anteriormente, no estamos argumentando que una obra

literaria pueda sustituir el trabajo que realiza un psicoterapeuta, o que literatura y

psicoterapia sean equivalentes. Tampoco creemos que la lectura de una novela o un cuento

sea más eficiente que acudir con el psicoterapeuta, y sea válido prescindir del trabajo de

este último. Se trata, más bien, de cultivar una nueva forma de apreciar la literatura que no

ha sido muy impulsada todavía y que puede ser sumamente valiosa para la mejora de las

relaciones humanas.
99

10.2 Biblioterapia

La lectura puede ser un recurso terapéutico ya que si se usa adecuadamente puede

promover el autoconocimiento y mejorar las relaciones humanas. Si bien aún no se ha

utilizado mucho la literatura con estos fines, esto debe cambiar y aprovecharse esta

posibilidad con miras a promover el desarrollo de individuos más sanos y de formar

sociedades más saludables e integradas. El uso de libros como apoyo para el abordaje de

problemas emocionales o conductuales es cada vez más frecuente por parte de psicólogos y

psiquiatras en otros países y esto se debe a que realmente colaboran en el trabajo realizado

por estos:

Educadores modernos, así como una variedad de profesionistas de la salud,

incluidos psicólogos, psiquiatras, y trabajadores sociales, han empezado a darse

cuenta de que los libros no sólo impactan el ajuste personal de la gente, sino que

también puede ser usados como herramienta en el tratamiento de problemas

conductuales y emocionales. El proceso de usar libros en esta moda ha empezado a

ser conocido como bliblioterapia (Jean Pardeck y John Pardeck, traducido por el

autor, 1).

De manera que no debe sorprendernos ni escandalizarnos el que la lectura de obras

literarias sea requerida con cada vez más frecuencia por parte de los profesionistas de la

salud. Ya hemos revisado la manera en que la psicología y la literatura han estado

estrechamente vinculadas y no hay espacio para dudas en cuanto a las muchas aportaciones

que esta última ha tenido para con la psicología. Como lo mencionamos anteriormente, así

como ciertas corrientes de la psicología funcionan a largo plazo y requieren una inversión
100

de tiempo considerable, por ejemplo, en el caso de una terapia psicoanalítica, así también la

literatura ha colaborado siempre de una u otra forma en el ajuste del individuo a la sociedad

y lo ha hecho lentamente, pues los resultados no siempre son visibles en poco tiempo. En

apartados anteriores revisamos la manera en que la creación de una obra literaria generaba

mayores posibilidades de adaptación del autor a la sociedad, al permitirle huir de su

realidad y entregarse a su mundo interior. Así también la lectura de estas obras permite al

lector acercarse a rincones desconocidos de su mente, indagar sobre las causas de su

comportamiento y aproximarse al otro con más empatía y sensibilidad.

Ahora bien, dar una definición de biblioterapia es difícil, como lo es definir

cualquier concepto, pero concordamos plenamente con la definición de Russell y Shrodes:

Russell y Shrodes definen biblioterapia como un proceso de interacción dinámica

entre la personalidad del lector y la literatura. Cuando esta interacción entre el lector

y la literatura es manejada bajo la guía de un experto, el cambio terapéutico puede

ocurrir (Jean Pardeck y John Pardeck, traducido por el autor, 1).

Si esta relación que se va formando entre el lector y lo que lee es bien encauzada

por un psicólogo o un licenciado en letras, puede tener efectos positivos en la salud mental

del lector a diferentes niveles. Como ya lo habíamos dicho, de ninguna manera se trata de

sustituir el trabajo que se realiza en una psicoterapia por la lectura de un libro, sino de usar

esta herramienta dentro o fuera de ella. La literatura puede fortalecer el yo del individuo al

permitirle la lectura de ciertas obras literarias ver que no está aislado, que los problemas

que enfrenta en su vida son en su esencia los mismos que han enfrentado todos los
101

hombres, y que cuenta con los recursos necesarios para enfrentar los retos y conflictos que

se presentan en la existencia humana.

En cuanto al impacto que tiene y a los problemas o asuntos específicos que puede

tratar la biblioterapia, algunos autores hablan de niveles y esto es válido pues puede usarse

para tratar diferentes aspectos de la vida psíquica y social del lector:

Lindeman y Kling han hecho una distinción en su definición de biblioterapia. Ellos

distinguen tres tipos de biblioterapia: (1) aquella para problemas mentales, (2)

aquella para tratar con problemas menores de adaptación y (3) aquella usada como

una herramienta para el desarrollo mental que necesitan los niños (Jean Pardeck y

John Pardeck, traducido por el autor, 1).

El caso que nos ocupa en esta investigación estaría ubicado en el nivel dos, pues

más adelante expondremos un ejemplo de cómo puede usarse una obra literaria para tratar

problemas de adaptación no muy graves o para prevenirlos. Pero la biblioterapia puede ser

usada con distintos fines y aunque sería demasiado extenso exponer cada uno de ellos sí es

conveniente hacer una revisión general, como la hemos estado haciendo, de la amplia gama

de posibilidades que ofrece para el psicólogo o el profesionista de la salud.

Nosotros nos estamos enfocando más que nada en la experiencia del lector, en la

forma en que se relaciona con la obra que lee, y trataremos de adentrarnos más en este

proceso apoyados sobre todo en la obra de Jean y John Pardeck, sin embargo, no debemos

olvidar por ello que el autor también obtiene beneficios al narrar una historia y que esto

también puede incorporarse al uso de la literatura como terapia como un auxiliar más de

este proceso:
102

Esto es, puede ser argumentado que escribir provee de un mecanismo a

través del cual las personas pueden ser más activas en determinar la

disposición de información y experiencia y en producir diferentes

estimaciones de eventos y experiencias (White y Epston, traducido por el

autor, 37).

Es decir, al escribir uno vuelve a entender lo que ha ocurrido en su existencia,

dándole otro valor a los acontecimientos, re-experimentando la propia vida. Esto tiene

desde luego grandes similitudes con lo que ocurre en la mente del lector, pues lo que

acontece a los personajes de una obra de ficción le lleva a entender de otra forma lo que él

mismo ha experimentado.

La escritura pudiera ser usada como un complemento de la biblioterapia, en la cual

los lectores no solamente leerían la obra de otro autor, sino que podrían escribir la suya

propia o escribir sobre lo leído y de esta manera trabajar los conflictos internos que les

causan malestar o dificultades en la vida diaria. Este es sólo un ejemplo más de otro recurso

que pudiera usarse para el tratamiento de personas con problemas no muy graves, y aunque

como lo mencionamos anteriormente, nosotros nos centraremos más en la relación del

lector con lo que lee, consideramos que no estaba de más mencionar esto.

Así, la biblioterapia tiene para el psicólogo un recurso que debe aprovechar y que

éste no usa por desconocimiento o desconfianza. Y si ya hemos hablado a grandes rasgos

de lo que es la biblioterapia, tenemos ahora que explorar el procedimiento que debe llevarse

a cabo para que su funcionamiento sea óptimo y contribuir de esta manera en el


103

acercamiento entre la psicología y la literatura en una nueva coalición que beneficie a

ambas, pero que sobre todo favorezca la vida de los seres humanos.

10.3 El funcionamiento de la biblioterapia

El uso de textos como herramientas de apoyo en el tratamiento de malestares físicos

o mentales es cada vez más frecuente. Y eso es precisamente la biblioterapia, un recurso

más que se viene a sumar a los ya existentes en el tratamiento de las dolencias o malestares

del ser humano:

La biblioterapia se refiere a las prácticas en las que se utilizan textos como

coadyuvantes en el tratamiento de personas afectadas por dolencias físicas o

mentales que enfrentan momentos de crisis o de dificultad −la exclusión, la

integración social, la separación de la familia, la comunicación, etc. – con el fin de

encontrar respuestas para sus conflictos físicos, mentales o psicológicos, por

aproximación o proyección (Gómez VI).

Así, puesto que la biblioterapia funciona a través de la proyección, al momento de

seleccionar el cuento o novela a leer, ésta debe tener personajes con los cuales puede

identificarse el individuo, ya sea porque atraviesan por situaciones similares a las que él se

encuentra viviendo en ese momento, o porque enfrenta la misma problemática que él:

La biblioterapia es mucho más que armonizar un libro con un lector, incluso cuando

esto puede mejorar las habilidades y la percepción del individuo. Cuando se usa

como una forma de terapia, el lector debe ser capaz de identificarse con el personaje

en el libro que está experimentando un problema similar al del lector. Las


104

similitudes entre el lector y los personajes deben ser evidentes para el lector. El

lector debe también interpretar las motivaciones de los personajes y debe evaluar las

relaciones entre los personajes de la historia (Jean Pardeck y John Pardeck,

traducido por el autor, 2).

La elección del libro, por lo tanto, no debe dejarse al azar, sino que debe realizarse

teniendo claramente definidos los aspectos a tratar y con los cuales se busca crea una

conexión entre personajes y lectores. Este aspecto es vital para que el proceso funcione

pues gran parte de su funcionamiento se basa en la relación de complicidad y unión que se

puede establecer entre un lector y un personaje una vez que el primero puede percibir el

vínculo entre ambos. Una vez hecho este lazo, el lector puede percibir el contexto en el que

se desarrolla la historia y analizar con sus propios recursos las relaciones que se forman

entre los distintos personajes y la manera en que éstas funcionan. Esta relación entre lector

y personajes, tendrá un intermediario, el psicólogo o licenciado en letras. Este aportará sus

conocimientos para el estudio de los personajes y apoyará al lector en su análisis sobre

éstos. El lector hablará sobre esto al facilitador o, si se trata de un grupo más grande, a sus

compañeros y evitará el retraimiento y el sufrimiento innecesario. Al contar y ver contada

su historia a través del relato estudiado experimentará una especie de catarsis:

Caldin (2001) define la biblioterapia como la lectura dirigida y discusión en grupo

que favorece la interacción entre las personas, llevándolas a expresar sus

sentimientos, miedos, angustias y ansiedades. De esta manera, el hombre ya no está

aislado para resolver sus problemas, sino que intercambia con sus semejantes

experiencias y valores. Se entiende entonces como una catarsis (Gómez 8).


105

Así que de donde se tiene que partir en la biblioterapia es en la proyección del lector

con uno o más personajes. A partir de esto, puede ocurrir la catarsis y acontecer un cambio

significativo en la experiencia del lector. Ahora, como lo hemos venido diciendo, esto no

significa que el lector vaya a “curarse” de los males que le aquejan por la simple lectura de

un libro, más bien queremos decir que el individuo experimentará un alivio a sus

sufrimientos que si es bien encauzado por el terapeuta o facilitador podrá tener

implicaciones en su vida emocional y en la forma en que se relaciona con sus semejantes.

Pero para que esto ocurra es necesario que se siga el procedimiento que venimos

describiendo. Primeramente en la elección del libro, debe elegirse una historia en la que el

lector pueda identificarse fácilmente. Debe también ser un relato que permita sin mucha

dificultad el análisis de las motivaciones de los personajes y de sus relaciones. Después,

una vez que el lector vive o experimenta sus pesares a través de los personajes, esto debe

ser manejado por el terapeuta y llevarle a tratar los asuntos de su propia existencia:

Cuando el lector se ha identificado con un personaje de la historia y la proyección

ha ocurrido, el desahogo y la catarsis es el siguiente paso del proceso

biblioterapéutico. Para que la catarsis ocurra, el lector debe experimentar una

liberación emocional que puede ser expresada en forma verbal o no verbal. Es muy

importante que el terapeuta guíe y apoye al paciente durante la experiencia catártica.

El involucramiento del terapeuta es el elemento crucial que distingue la

biblioterapia del proceso normal de lectura (Jean Pardeck y John Pardeck, traducido

por el autor, 2).


106

Esto implica, desde luego, que no cualquiera puede ser el terapeuta guía en este

proceso, pues se tiene que contar con ciertas habilidades para poder realizar esta labor.

Queda ahora mejor definido lo que es una biblioterapia, y lo que la distingue de una lectura

común. Los resultados de este procedimiento que venimos describiendo no se han

investigado mucho en nuestro país, y aunque el objetivo de este trabajo no es hacer una

investigación de campo, si lo es proponer mayor atención a esta variante de la terapia

tradicional que bien puede colaborar profundamente en el tratamiento de diversos

problemas o dificultades emocionales.

Si se lee poco en nuestro país, esto se debe a que además de una falta de acceso a

los libros por parte de gran parte de la población, se ha olvidado lo importante que siempre

ha sido la lectura de ficción para el mantenimiento de la salud mental del individuo. Aún

antes de la aparición de la biblioterapia, aún y realizando una lectura común, el lector

tiende a identificarse con los personajes de lo que lee, a amarlos o a odiarlos, en fin, a

apropiárselos. Y si esto siempre ha ocurrido, por qué desaprovechar este enfoque que

promete mucho y que puede hacer la vida más atractiva para los seres humanos y además

volverlos más sensibles a su propio sufrimiento y al de los demás.

Cuando uno lee a los grandes clásicos como Stendhal, Dostoievski, o Proust,

experimenta sus propios sentimientos a través de las palabras de otro, a través del lente de

otro, pero alcanza a través de esa visión ajena una mejor percepción de lo que vive en su

interior. Y aunque estos autores tienen una gran facilidad para causar en el lector

emociones que incluso parecieran muertas, muchas obras, quizá de mucho menor calidad,
107

pueden funcionar si se cuenta con un terapeuta adecuadamente preparado para despertar y

trabajar los sentimientos o angustias que hacen padecer al lector.

Por eso es una pena que no se utilice la literatura con estos propósitos en este país,

pues pudiera ser útil para mejorar las relaciones de pareja, las relaciones entre padres e

hijos, o incluso problemas sociales más graves como el bullyng. La literatura, incluso,

podría resultar todavía más interesante para las personas si encontraran en ella una

oportunidad de trabajar sobre sí mismas, sin renunciar por ello al goce que propicia la mera

lectura del relato. Urge investigar más sobre el tema, pues como dijimos anteriormente, en

México no abundan las publicaciones sobre esto:

Las investigaciones relacionadas a la aplicabilidad de la biblioterapia son

numerosas, existiendo un gran auge de publicaciones en países como Brasil y

Estados Unidos. Su cualidad de ser aplicable abarca desde pacientes internados en

hospitales, hasta en niños de edad preescolar. Sin embargo, las investigaciones en

torno a aspectos epistemológicos y al campo de actuación profesional de la práctica

biblioterapéutica son limitadas… (Gómez 8).

Por eso es necesario primeramente difundir y estudiar más el proceso de la

biblioterapia, con la esperanza de que esto contribuya a una mayor investigación sobre el

tema y se venzan las resistencias en torno a la utilización de este método como apoyo para

el tratamiento terapéutico.

En fin, una vez realizados los pasos anteriores, la biblioterapia busca el insight y la

integración del sujeto. Como le hemos mencionado anteriormente, la identificación con los

personajes es muy importante, pues es a partir de esto que el lector puede construir una
108

relación significativa con lo que lee. Utilizando los personajes de una novela o un cuento

como modelos, el ser humano puede mejorar su comportamiento o la forma en que trabaja

con sus emociones:

Como los teóricos del aprendizaje asumen, los seres humanos aprenden por

imitación: si nosotros aplicamos este principio a la biblioterapia, al cliente, por estar

presentándole personajes ficticios en libros, ofreciéndole modelos positivos,

observará conductas adaptativas con las cuales identificarse (Jean Pardeck y John

Pardeck, traducido por el autor, 3).

De esto se trata principalmente el uso de la literatura como recurso terapéutico que

nosotros proponemos. Significa usar a los personajes de una obra de ficción como modelos,

para a través del análisis de su comportamiento, obtener una mayor riqueza de conductas

adaptativas que permitan al lector enfrentar las vicisitudes de la vida con mejores

habilidades sociales y emocionales.

Esto puede realizarse tanto para prevenir como para tratar problemas no tan graves

que estén obstaculizando el funcionamiento de un individuo en alguna de sus facetas o

roles. A continuación mostraremos un ejemplo de entre muchos que puede haber de la

forma en que puede ser trabajada una obra de ficción con estos fines.

La literatura como terapia significa pues el “empleo de materiales escritos

(manuales de autoayuda) para ayudar a los pacientes a modificar su conducta, sus

pensamientos o sus sentimientos” (Caballo y Buela-Casal, citado en Sanz, par.3). En

nuestro caso aplicaremos una novela corta, no muy compleja y muy adecuada para nuestro

objetivo.
109

10.4 Cuento de navidad de Charles Dickens

Lo que propondremos a continuación es una manera en que se podría trabajar con

una obra literaria con un grupo de lectores de características similares. Se trata más que

nada de estudiar el comportamiento de los personajes, y dirigir después la atención hacia

uno mismo mediante un autoanálisis apoyado por el facilitador. En nuestro caso no lo

llevaremos a cabo y más bien nos limitaremos a ejemplificar de forma breve el modo en

que esto pudiera realizarse.

Usaremos la historia de Ebenezer Scrooge que nos relata Dickens para ejemplificar

una de las formas en que se puede utilizar una obra literaria como recurso terapéutico. En

este caso nos gustaría enfocarnos en la personalidad de Scrooge y su incapacidad para

relacionarse con los otros. Como podremos recordar el personaje principal de este relato

corto es un hombre avaro, que no muestra interés por los demás, enfocado completamente

en su trabajo y en su afán de acumular riquezas. No es por lo tanto ninguna sorpresa que

desprecie la navidad, pues es precisamente en estas fechas cuando la gente más se reúne y

trata de convivir. Pero es también el tiempo donde los sentimientos de soledad y

aislamiento punzan con mayor fuerza y la tristeza aumenta entre la población. No parece

ser el caso de Scrooge, quien aparentemente es feliz con lo que tiene, con su egoísmo y su

falta de preocupación por los demás. Recordemos que rechaza la invitación a cenar que le

hace su sobrino pues considera insoportable a su familia y no da ninguna clase de donativo

a dos personas pobres a pesar de contar con mucho dinero.

El protagonista de este relato es pues un hombre carente de interés en establecer

vínculos profundos con la gente. Scrooge sólo ve a los individuos en relación con su
110

capacidad productiva y siempre está pensando en el costo monetario que tienen las cosas.

Ha dejado de tener contacto consigo mismo y con los que le rodean, y se encuentra cada

vez más apartado de sus propias emociones. Podría decirse que se ha convertido en una

especie de máquina que solamente es capaz de producir y almacenar dinero.

Tenía un socio que murió varios años atrás y es éste el que le informa de la visita de

los tres espíritus. Su compañero de negocios, llamado Jacob Marley, ha sido tan avaro y

egoísta como él y su presencia es un aviso de las consecuencias de comportarse de una

forma tan inhumana y cruel. Así, Scrooge se prepara para recibir a estos fantasmas que le

llevarán a realizar un recorrido dentro de su propia vida y le harán modificar su conducta y

aún más importante que eso, le facilitarán el acceso a su propio ser.

El primer viaje de Scrooge es al pasado, ahí recuerda los tiempos en que no estaba

obsesionado con el trabajo, en el que se dedicaba a disfrutar de la vida más que a acumular

posesiones materiales y en el que confiaba en los demás y no temía relacionarse con ellos.

En ese tiempo nuestro avaro personaje no reprimía sus emociones y hasta tenía una novia.

Tiene una hermana a la que ama mucho pero ésta muere, y esto le causa una profunda

conmoción que junto con su cada vez mayor obsesión al trabajo terminará por encerrar su

Yo. Termina la relación con su novia y se aboca con mayor fuerza cada vez a acumular

posesiones. Podríamos afirmar que rompe consigo mismo y para evitar volver a sufrir un

dolor tan intenso como el que sufrió por perder a su hermana, huye de las relaciones

profundas, pensando de alguna manera que de esta forma no volverá a ser lastimado.

Renuncia, por lo tanto, a sí mismo y trata de construir una falsa identidad mediante la

consecución de riquezas. Su egoísmo se convierte en su carácter:


111

El egoísmo se relaciona no sólo con mi conducta, sino con mi carácter. Significa

que lo deseo todo para mí; que poseer y no compartir me da placer; que debo ser

avaro, porque mi meta es tener, y que más soy cuanto más tengo; que debo sentir

antagonismo a todos mi semejantes: a mis clientes a los que deseo engañar, a mis

competidores a los que deseo destruir, a mis obreros a los que deseo explotar

(Fromm, ¿Tener o ser? 25).

Así, el joven y empático Scrooge se transforma en un hombre que sólo ve cómo

aprovecharse del otro y evitar que hagan lo mismo con él. Le da el día libre a su único

empleado por hacer lo que se acostumbra en esa fecha y no piensa más que en el dinero que

le costará esta acción. El mundo es una jungla para él y la vida se trata de quién devorará a

quién. Sin embargo, al ver su pasado en compañía del espíritu, el viejo Scrooge se

conmueve y parece empezar a romperse la sólida barrera que ha construido entre sus

sentimientos y su razón. Quizá comienza a aminorar el odio que siente hacia sí mismo y por

lo tanto a crecer su capacidad de amar a los demás: “El egoísmo y el amor a sí mismo, lejos

de ser idénticos, son realmente opuestos. El individuo egoísta no se ama demasiado, sino

muy poco; en realidad, se odia” (Fromm, El arte 65). Para que Scrooge puede relacionarse

sanamente con los otros necesita primero reencontrarse consigo mismo. Por eso viajar al

pasado, pues ver a aquel jovencito que amaba a sus semejantes y se preocupaba por ellos

puede lograr que el apático y reprimido Scrooge vuelva a amarse a sí mismo. El viaje al

pasado se trata entonces más que de ver a los otros, de observarse a sí mismo para volver a

quererse, para recordar la verdadera identidad, la que no estaba construida a base de dinero

y apariencias. El espíritu del pasado trata de que Scrooge vuelva a ser lo que realmente es.
112

Después Scrooge recibe la visita del Fantasma de las navidades presentes. El

hombre avaro visita la casa de varias personas y observa la forma en que éstos festejan la

navidad. Esto le sirve para salir más de sí mismo y apreciar aquello que en el fondo desea,

pero que engañándose a sí mismo se rehúsa a aceptar: tener relaciones profundas con otros

seres humanos. Pero lo que marca hondamente el alma de Scrooge es lo que ocurre cuando

visitan al niño Tim, quien a pesar de estar gravemente enfermo disfruta de la existencia

plenamente, pues no tiene ataduras y se entrega a los demás sin temor ni avaricia.

Es en esa casa cuando Scrooge puede verse a sí mismo con tan terrible crudeza que

no puede más que conmoverse y lamentar lo que ha sido de él. Cuando le pregunta al

espíritu si el niño se curará y éste le responde con las mismas palabras que él había usado

unos momentos antes queda impresionado: “Si estas sombras permanecen inalteradas por el

futuro, ningún otro de mi raza lo encontrará aquí. ¿Qué importa? Si es que va a morir, es

mejor que lo haga y así aliviará el exceso de población (Dickens 43)”. Recordemos que el

“así se aliviará el exceso de población” es lo mismo que Scrooge le había dicho a las dos

personas que le pidieron un donativo para los pobres, argumentando prácticamente que la

gente pobre debería morir para disminuir el número tan abultado de personas que pueblan

el mundo. Al escuchar lo que el espíritu responde, al verse a sí mismo desde las palabras de

otro, Scrooge puede obtener una visión más objetiva de su persona y autoevaluarse. Siente

entonces miedo y escalofríos al percatarse de lo enajenada que es su vida. Además, al ver al

niño Tim enfermo sale de su mentalidad burocrática y aprecia a la persona como un ser

humano y no como un número, y se lamenta de su enfermedad. Scrooge se está conectando

nuevamente consigo mismo y desde ahí, con los demás.


113

Por último, Scrooge recibe la visita del Fantasma de las navidades futuras. Este

espíritu le muestra lo que ocurrirá tras su muerte. Nota Scrooge la superficialidad de las

relaciones que estableció en su vida, la forma en que se desvinculó de los otros y la manera

en que será recordado por muy poca gente. Se percata de que su vida no ha servido para

mejorar la vida de los demás y que su muerte llega incluso a alegrar la vida de algunas

personas. Se entera además de la muerte del pequeño Tim. Scrooge se vuelve consciente

del rumbo que ha seguido y de lo pobre que es vivir sin el desarrollo del ser y sin el

establecimiento de vínculos profundos y humanos. Scrooge quiere volver a ser él.

10.5 Análisis basado en la psicología de Scrooge

Como pudimos observar, este relato corto de Dickens muestra en el personaje de

Scrooge un mal que aqueja con mucha frecuencia al hombre postmoderno, la obsesión por

el trabajo. Este hombre ha perdido cierta destreza social debido a su aislamiento y egoísmo,

y a pesar de que en el fondo de sí mismo desea relacionarse con los otros, se oculta tras la

fabricación de una falsa identidad que le convierte en un hombre ambicioso y apático.

Por eso la lectura de esta obra de Dickens puede ser usada en un grupo de lectores

que cuente con características similares a las de este hombre avaro, y facilitar el

autoanálisis y la reflexión sobre el propio comportamiento. Acompañados por una persona

adecuadamente preparada, estos lectores podrían profundizar en el análisis sobre las

cualidades y defectos del propio Scrooge y proyectarse en él. De esta manera al examinar a

este personaje ficticio estarían en cierta forma inspeccionándose a sí mismos.

Podría, por ejemplo, usarse el eneagrama para este análisis, y volver aún más

interesante para el lector una lectura que lejos de ser sólo un entretenimiento, se convertiría
114

en una autoexploración sobre el propio ser. El eneagrama realiza una clasificación de la

personalidad en nueve tipos y sirve para entender mejor la propia conducta y la de los

demás. Se trata más que nada de analizar el carácter, que impide que el verdadero yo salga

a la luz:

El carácter se origina como una estrategia que trata de facilitarnos la vida y que

termina convirtiéndose en la rigidez que nos la dificulta, quizá porque lo que pudo

ser válido en el momento concreto de su cristalización no sigue siéndolo durante

toda la vida, frente a circunstancias nuevas (Durán y Catalán 17).

Si bien sabemos que nadie encaja en una clasificación, ni siquiera un personaje

ficticio, no sería nada aventurado decir que el señor Scrooge encaja en las características

del carácter avaro. Una de las cualidades de este tipo, es una que aparece a todas luces en

este personaje: “Les resulta fascinante observar la vida, pero terrorífico participar en ella”

(Durán y Catalán 206). Así, Scrooge evita relacionarse con los demás, pues está centrado

en sí mismo y tiene miedo a entablar cualquier tipo de relación que no sea meramente

laboral con los otros, esto desde luego, lo oculta tras su pretendido afán por la riqueza. La

pérdida de su hermana le afectó intensamente y se volvió cada vez más protector con lo que

tenía por miedo a perderlo todo, tal y como le ocurrió con ella: “La actitud retentiva de la

avaricia implica la fantasía de que dejar escapar algo sería catastrófico: el sentimiento de

pobreza interior es tal que perder lo poco que se tiene es absolutamente temible,

equivalente a quedarse sin nada” (Durán y Catalán 206).

Scrooge es un hombre ahorrador, no un hombre consumista. Su mayor placer lo

encuentra en el ahorro y no en el despilfarro. No se da grandes lujos, algo que podría


115

parecer extraño en una sociedad consumista como la actual en la que todo siempre se trata

de comprar. Y encuentra, en cada posible relación un intento de aprovecharse de él y

despojarlo de sus pertenencias:

El sentimiento de falta de amor continúa existiendo, no sólo como un fantasma, sino

como resultado de la invalidación de los sentimientos positivos de los demás hacia

él, al considerarlos manipuladores, pues van a exigir a cambio algo que él no está

dispuesto a dar, cualquier acercamiento puede ser vivido como una invasión (Durán

y Catalán 206).

Pero como lo señalamos anteriormente, para que Scrooge pueda relacionarse con los

demás, primeramente necesita reencontrarse consigo mismo, pues sin amor a la propia

persona no se puede sentir interés por el otro. Y es precisamente por ese odio hacia sí

mismo, y esa incapacidad para interactuar, que se construye su propia guarida y se aísla de

un mundo que considera hostil e indigno de él: “En esta soledad, uno deja de sentir su

dificultad relacional, su torpeza e inadecuación social y la proyecta en un entorno hostil que

no merece su implicación” (Durán y Catalán 209).

Después de realizar un análisis sobre la psicología de este personaje, se podría

hablar sobre la manera de combatir esta tendencia al aislamiento y la obsesión hacia el

trabajo de los lectores. De esta manera se profundizaría primero sobre las características y

dificultades por las que atraviesan las personas de estas características y después ya se

ahondaría sobre el propio caso.

La lectura de esta obra y la discusión y análisis posterior sobre la personalidad de

Scrooge, facilitaría al lector la comprensión de sus propios malestares emocionales, y le


116

permitiría manejarlos y enfrentarlos mejor. Desde luego, esto se realizaría con la guía de un

psicólogo capacitado para esto, que fungiría como facilitador y guiaría este proceso.

Se trata pues de utilizar la literatura como un recurso más para la mejora de las

relaciones humanas, y no de sustituir un tratamiento terapéutico con la lectura de una

novela o de un cuento. Como lo hemos dicho y observado varias veces en este trabajo, la

literatura es en cierta forma curativa y puede colaborar en hacer más saludable la vida

emocional del hombre. En el caso de Un cuento de navidad, solamente quisimos dar un

breve ejemplo de la manera en que esto pudiera llevarse a cabo, y exponer someramente

una forma en que la literatura puede funcionar como recurso terapéutico en casos no

graves.
117

11. Conclusiones

11.1 El arte representa a la sociedad

Si bien el objetivo de la obra artística es deleitar más que cuestionar o enseñar algo,

esto no quiere decir que no ofrezca además una oportunidad para observar lo ignorado, lo

que ocurre a nuestro alrededor y que nos negamos a asumir. La novela o el cuento

proporcionan al lector una visión esclarecedora de lo que ocurre a su alrededor y le

permiten, por lo tanto, comprender y actuar mejor en la realidad en la que se encuentra

inmerso. Si bien todo, o mucho de lo que se relata en una obra de ficción lo tenemos frente

a nosotros, lo ignoramos la mayor parte del tiempo y no es hasta que lo leemos que lo

entendemos. El filósofo Eugenio Trías trata sobre esto cuando habla de la obra artística:

“La obra artística acierta a dejarnos ver lo que siempre vemos, pero de tal manera que sólo

desde entonces propiamente vemos; alcanzamos entonces visión propia de lo que antes,

creyendo ver, nunca veíamos” (121).

Así, en la medida en que una obra literaria refleja lo que ocurre en el alma humana

es capaz de provocar en el lector un revuelo que le puede atormentar incluso, pero que le

conduce a la comprensión de la realidad que le tocó vivir. Esto porque el artista es capaz de

transformar su sufrimiento en arte, es decir, de usar aquello que le aflige como materia

prima para la creación de algo que le rebasa, que le pide existir. Mientras que el neurótico

se engancha o deja de funcionar debido a aquello que le aflige, el artista lo transforma en

algo auténtico: “Tanto el artista como el neurótico hablan y viven desde las profundidades

subconscientes e inconscientes de su sociedad. El artista lo hace positivamente al


118

comunicar lo que experimenta a sus semejantes. El neurótico lo hace negativamente” (May,

Amor 22).

El escritor narra lo que ocurre en su sociedad y que ésta no se atreve a decir. Relata

lo que le ocurre a sus semejantes, lo que les atormenta o lo que les causa alegría. Por eso

una obra literaria también predice lo que ocurrirá: “El arte y la neurosis tienen una función

de predecir” (May, Amor 22). Es por eso que el análisis de una obra literaria es, hasta cierto

punto, el estudio de una sociedad. Pensamos como Rollo May, que “los artistas expresan

conflictos de la sociedad antes que esos conflictos surjan conscientemente en la sociedad en

general” (May, Amor 22). Por eso, para comprender más profundamente lo que ocurre en

nuestro entorno, no debe hacerse a un lado el estudio de las obras literarias que se producen

en una sociedad y tiempo determinados. Si no más bien incorporar el arte, y en nuestro caso

particular la literatura, al estudio del ser humano.

11.2 La literatura y su aportación a la psicología

Es debido a que la literatura representa de una u otra forma lo que ocurre en la

sociedad y en el individuo, que ésta ha sido un recurso al que han acudido frecuentemente

los psicólogos. Revisamos a lo largo de este trabajo la importancia que ha tenido la obra

literaria en corrientes de la psicología como el psicoanálisis, la psicología analítica y la

psicología humanista. Y es que la psicología profunda debe mucho al llamado arte de la

palabra:

Haciendo un recorrido por la obra completa de Freud, nos encontramos con

abundantes y diversas alusiones, citas textuales, modelos, referencias y notas de

obras literarias. Son frecuentes las ocasiones en las que acude a la literatura como
119

fuente de esclarecimiento, de ilustración, de provisión de sentido, de claridad, de

comprensión (Prado 45).

Así, vimos que el propio Freud no desdeñó nunca la importancia del arte, sino que

se nutría de él. Incluso llegó a afirmar que los escritores les llevaban ventaja a los

académicos en cuanto a la comprensión del alma humana:

Ahora bien, los poetas son unos aliados valiosísimos y su testimonio ha de estimarse

en mucho, pues suelen saber de una multitud de cosas entre cielo y tierra con cuya

existencia ni sueña nuestra sabiduría académica. Y en la ciencia del alma se han

adelantado grandemente a nosotros, hombres vulgares, pues se nutren de fuentes

que todavía no hemos abierto para la ciencia (Freud, El delirio 1).

Freud sabe que la literatura puede llevarnos a comprender mejor nuestro propio ser

y el de los demás, y nunca desdeña la importancia del arte en la vida psíquica del individuo.

Él mismo siempre admiró a los artistas y estuvo siempre en el límite entre el arte y la

ciencia. Fue, como lo señala Prado, un hombre con amplios conocimientos literarios y con

una sobresaliente habilidad para interpretar el discurso:

Así, a la vez que hace gala de su gran conocimiento de la literatura, demuestra su

capacidad interpretativa del discurso, guiándonos por esa veta inexhaustible en pos

de elementos y recursos conducentes a arrojar alguna luz en la oscuridad de la

comprensión de nosotros mismo y de los demás (45).


120

Con Jung pudimos observar el trabajo que realiza la psicología analítica para

interpretar los mitos ocultos en la literatura, mismos que expresan las características del

inconsciente colectivo del hombre:

Existen en primer término contenidos inconscientes indudablemente personales e

individuales, que no pueden ser atribuidos a ningún otro individuo. Pero junto a

éstos existen también muchos otros que pueden ser observados en forma casi

idéntica en muchos individuos distintos e independientes los unos de los otros. Estas

experiencias indican que existe un aspecto colectivo de lo inconsciente (Jung,

Psicología y simbólica 112).

De esta forma mediante el estudio de la literatura no solamente podemos entender al

hombre como sujeto, sino también como miembro de un grupo. Pues si una obra literaria

puede develar el inconsciente del individuo, también puede arrojar luz sobre el inconsciente

colectivo.

En el caso de la psicología humanista pudimos observar el trabajo que realizan

psicólogos como Rollo May y Víctor Frankl que nunca menoscaban el valor de la literatura

para lograr la salud mental de la población. May, además de analizar grandes obras

literarias, afirma que la escritura permite al autor enfrentarse a sus propios demonios, a su

parte irracional, que pugna por tener vida:

Pero el autor ha aprendido en su lucha contra lo daimónico que él, la persona

creativa, puede enfrentarse al mal y convertirlo en algo exultante, bello y sano. Uno

nunca termina esta batalla definitivamente. Goethe la mantuvo durante cuarenta

años hasta conseguir darle un fin creativo en su Fausto (May, La necesidad 260).
121

May, analizando varias obras literarias, llega incluso a cuestionar los métodos de

trabajo de los profesionales de la salud y el propio concepto de salud en nuestra sociedad.

Esto demuestra que para este experto el valor de una novela sobrepasa lo meramente

estético y puede proporcionar aportaciones muy significativas para la psicología:

Toda la novela trata de la enfermedad del siglo XX. Nos exige replantearnos el

significado de la salud en esta civilización decadente y reconsiderar el uso de

nuestros grandes procesos médicos. La enfermedad de la que hablan Mann (y Hesse

en El lobo estepario antes que él) es espiritual (May, La necesidad 241).

En fin, creemos que ya está suficientemente claro que la literatura y la psicología

han trabajado juntas desde hace muchos años, y que se debe profundizar aún más esta

relación para obtener mejores resultados en la construcción de una sociedad más saludable.

Esto se hace cada vez más necesario y no existe razón alguna que justifique no hacerlo.

11.3 La literatura como recurso terapéutico en una sociedad esquizoide

Pensamos, como lo señala Rollo May, que la sociedad actual es una sociedad

esquizoide y que esto se puede observar en el arte: “En efecto, el mundo que presentan

nuestros pintores, dramaturgos y otros artistas contemporáneos es un mundo esquizoide.”

(May, Amor 22). Una colectividad conformada por individuos cada vez más aislados y con

deficientes habilidades sociales, incapaces por lo tanto de establecer relaciones profundas

con el otro.

Este rompimiento con el otro no puede ser de ningún modo algo favorecedor para el

individuo pues es el contacto, la interacción de calidad con los demás, lo que construye
122

nuestra identidad, y si nos vemos ahora con relaciones frágiles y poco duraderas,

aparecerán asimismo identidades no muy sólidas e inestables. Pues, como señala Laing, es

el otro el que nos vuelve lo que somos: “Los otros le dicen a cada uno quién es. Sólo

después aprobamos o tratamos de desechar las maneras en que los otros nos han definido a

cada uno” (91). Y con sujetos cada vez más apartados unos de otros y con menos interés en

conocer el mundo de sus semejantes, se formarán identidades inconsistentes y de corta

duración, que impedirán al ser humano desarrollarse adecuadamente y le sumirán en una

vida cada vez más solitaria e insulsa.

Este distanciamiento entre los seres humanos viene desde luego ocasionado por una

sociedad orientada cada vez más a la competencia y a la consecución de la riqueza, que

produce individuos hastiados incapaces de dedicar tiempo y energía a la construcción de

relaciones sólidas y significativas:

Debido a este nuevo distanciamiento espiritual y a la ausencia física de la escena

hogareña, los trabajadores, tanto hombres como mujeres, se han vuelto impacientes

respecto de los conflictos, grandes, pequeños o minúsculos, que toda vida bajo un

mismo techo suele generar. […] Cada vez más ocupados en ganar más para comprar

las cosas que sienten que necesitan para ser felices, hombres y mujeres cuentan con

menos tiempo para la empatía mutua y para intensas, tortuosas y dolorosas

negociaciones, siempre prolongadas y agotadoras, por no hablar de resolver sus

desacuerdos y malentendidos (Bauman 163).

El individuo al no contar con vínculos significativos con el otro se convierte

entonces en un esquizoide, un ser aislado incapaz de comprender a los demás y de


123

comunicarse con ellos. Se aleja incluso de sí mismo, desconociendo sus afectos y sus

emociones. Su retraimiento le vuelve presa fácil de una sociedad basada en el consumo que

lo vuelve un instrumento para sus fines:

“La crisis de identidad” de la sociedad moderna es en realidad la crisis producida

por el hecho de que sus miembros se han vuelto instrumentos sin yo, cuya identidad

descansa en su participación en las empresas (o en las burocracias gigantescas),

como la identidad del individuo primitivo se apoyaba en permanecer al clan

(Fromm, ¿Tener o ser? 144).

Y no es de extrañar que si la identidad del individuo esté pobre debido al

aislamiento que sufre, tampoco se ame mucho a sí mismo. Pues es con el contacto con el

otro como el ser humano llega a amar su propio ser, ya que el otro le constituye, le hace con

la mirada y con el trato, y de esta forma le fortifica: “Me amo porque otros me aman, me

dicen quién soy. Necesito su mirada benefactora, su oído atento. Me confirman en mi ser,

su estima tiene un poder germinativo” (Bruckner 75).

En todo este entorno difícilmente el individuo desarrollará las habilidades

necesarias para poder establecer vínculos profundos con los demás, por lo que la literatura

podría desempeñar un papel crucial si se le utiliza como recurso preventivo o terapéutico.

Si la realidad promueve el individualismo y el aislamiento, la literatura puede ser usada

para vigorizar las relaciones humanas, para fomentar el interés por los demás y para

comprenderse mejor a sí mismo. Enfocándose en el análisis psicológico de los personajes

más que en el estudio del estilo de escritura de los autores, la literatura puede contribuir a

mejorar la vida de los seres humanos.


124

Consideramos que esta es una de las razones más importantes por las cuales el

estudio de disciplinas como la literatura es imprescindible en nuestra sociedad. El utilizar

una novela, por ejemplo, como un recurso más para la mejora de las relaciones humanas es

una necesidad en una sociedad que ya no está preparando a sus miembros para relacionarse

entre sí, y que se enfoca cada vez más a proporcionar entretenimiento sin fondo a los

individuos. Si bien no hicimos un trabajo de campo, en el curso de esta investigación

pudimos observar que existen novelas o cuentos que pueden ser utilizados como una

herramienta para la construcción de mentes y relaciones más saludables. Pensamos que la

literatura puede contribuir a la formación de individuos capaces de realizar las tareas de la

vida que menciona Adler:

Las tres amplias áreas de la experiencia humana a las que se debe enfrentar cada

individuo: las tareas de dedicarse a una profesión u ocupación útil, la construcción

de relaciones humanas fructíferas, y el desempeño de un papel en el amor, el

matrimonio y la vida familiar (176).

El uso de la literatura como recurso auxiliar no es muy común en nuestro país. En

este trabajo nos enfocamos en demostrar que la literatura como auxiliar terapéutico tiene

gran potencial de impactar en la vida emocional de los individuos y de la sociedad en

general, y esperamos que esta exploración entre los vínculos “literatura-psicología” inspire

a los profesionistas de la salud mental de nuestro medio a tomar esta relación en cuenta en

su práctica terapéutica.
125

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