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If,
Cardenal Eduardo F. Pironio
Señor,
enséñanos a orar
Editorial Claretiana
© Publicaciones Clarctianas, Madrid.
I S B N. 84-86-125-18-2
Editorial Claretiana
Lima 1360
1138 Buenos Aires
R e p ú b lic a A rgen tin a
Tel. 305-9597 - FAX 305-6552
Presentación
3
herm anos... La actitud orante de toda su vida, que afloró con natu
ralidad al llegarle, com o a Jesús, la hora de partir de este m undo al
Padre, nos m uestra los caminos de la oración que son los caminos
del Espíritu. Impulsados por este Espíritu, que «sondea las profundi
dades de Dios» (1 Co 2,10) y a la vez ora en nosotros con gemidos
inefables (cf. Rm 8,26), serem os transform ados en nuestro interior
y entonces sí la oración nos hará sencillos y al mismo tiem po auda
ces, marcados por la cruz y alegres, llenos de trabajos y serenos. Ella
será el secreto de nuestro equilibrio inalterable y de nuestra alegría
serena y contagiosa, la raíz de nuestra generosa hospitalidad y de
nuestro incansable servicio a los hermanos.
4
Señor, enséñanos a orar
5
Que tengam os una experiencia muy fuerte de la paternidad di
vina. Que sintamos que el Padre está aquí bien presente.
Señor, haznos com prender que orar es entrar en comunión
gozosa con el Padre. Concédenos la simplicidad de los pequeños, a
quienes se les muestra que orar es sencillamente situarse frente al Pa
dre y abrirse a su com unicación en silencio.
Danos la convicción muy fuerte de que Dios es nuestro Padre,
de que Tú, Cristo, eres nuestro amigo.
Señor, danos esa conciencia filial m ediante el don del Espíritu.
Infunde en nosotros el Espíritu que grite: ¡Abbá, Padre! Haz que el
Espíritu Santo entre en nosotros, se apodere de nuestro silencio.
Señor, introdúcenos en tu corazón filial para que sintamos allí
al Padre y entrem os en com unión con su voluntad y así nuestra ora
ción sea perfecta.
Señor, invádenos fuertem ente con el Espíritu de adopción fi
lial y que nuestra oración sea una simple palabra, com o fue el SI, PA
DRE, es decir, toda nuestra voluntad entregada a la tuya y en la tuya
al Padre. Amén.»
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I
Oraciones a Cristo
»
1.
Oraciones del cristiano
1. Creo, Señor, en Ti
«Creo, Señor, en Ti. Creo que Tú vives. Creo que has resucita
do. Creo que sigues peregrinando en la historia. Tú eres el Señor de
la historia. Tú vives en la Iglesia que es tu sacramento, es decir, el sig
no e instrum ento de tu presencia. Señor, Tú vives en mi pcqueñez,
en mi pobreza, en mi limitación, en mi debilidad. Señor, Tú sigues
viviendo en mí. Tú vives, Señor, en mis hermanos, en aquellos, so
bre todo, que más lo necesitan. Tú vives y esperas. Yo creo: digo que
sí a todas tus exigencias y me com prom eto desde ahora a ser en la
sencillez de lo cotidiano, un sereno y luminoso testigo de la Pascua.
Que así sea.»
2. Señor, te he encontrado
«Señor, te he encontrado. Pero no me quedo aquí. Porque te
he encontrado, Señor, me siento inm ensam ente feliz y veo que mi vi
da cambia. Porque te he encontrado, Señor, y Tú eres mi esperanza,
veo que en mi corazón lleno de tristeza, de pesimismo, de cansancio
y de desesperanza, ha brillado otra vez la esperanza. Pero, sobre to
do, Señor, porque te he encontrado y Tú eres mi herm ano y amigo
que te me das en la fracción del pan, yo descubro que no puedo
guardarte para mí sólo; que tengo que salir, que tengo que partir el
9
pan con los herm anos, que tengo que gritarles a estos hom bres, en
mi ciudad, en mi barrio, en mi casa, en mi oficina: que sí, que es ver
dad que Tú has resucitado, que vas haciendo el camino con noso
tros, que nos das la Palabra, nos explicas la cruz y nos repartes el
Pan.
Que Nuestra Señora de la Esperanza —Nuestra Señora del Ca
mino, la Pobreza y el Servicio— nos acom pañe, haga luminosa nues
tra ruta, gozoso nuestro encuentro y firme nuestra esperanza. Que
así sea.»
3. Señor...
...ilum ina nuestra soledad
«Señor, qué solos nos sentim os y cóm o sufrimos cuando nos
cerramos adentro; cóm o necesitam os que Tú nos acompañes, cómo
necesitamos tam bién nosotros acercarnos a los herm anos para decir
les: no te sientas solo, voy contigo, soy tu hermano, Cristo vive.»
...suprim e nuestros odios y violencias
«Señor, Tú eres el Príncipe de la Paz, has querido quedarte,
una tarde com o hoy, en medio de nosotros para asegurarnos la uni
dad de los herm anos. Sin embargo, esta unidad se quiebra todos los
días. Vivimos ignorándonos, odiándonos, matándonos. Concédenos,
de veras, ser herm anos y que nos com prom etam os a construir la
paz.»
...abre nuestro corazón al servicio
«¡Cuántas veces, Señor, he pasado al lado de mi herm ano y he
desconocido su desgracia! ¡Cuántas veces, Señor, no he sabido des
cubrir que Tú llorabas en el prójimo! ¡Cuántas veces me has tendido
tus dos manos a través de un pobre que sufría, de un hom bre ham
briento y desnudo que reclamaba mi presencia, mi com prensión, un
gesto de amistad! Y pasé de largo porque andaba con muchos pro
blemas, porque tenía muchas cosas en la cabeza, porque temía com
prom eterm e. Sin embargo, Señor, Tú estabas allí. Tengo que rom per
ahora mi egoísmo y salir al encuentro. Mi vida tiene que ser un ser
vicio, una donación, un gesto de amor.»
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4. Señor, quiero ser testigo de tu am or (Jueves Santo)
«¡Señor! Mañana es Jueves Santo. Es el día del m isterio del
amor, el día en que te has querido quedar con nosotros por am or,
el día en que has establecido una com unión muy íntima con tus dis
cípulos a los cuales has llamado amigos. Mañana, Jueves Santo, yo
viviré el m isterio del amor. Pasado mañana es Viernes Santo. Tú
abres tus brazos en la cruz, Señor, y me enseñas qué significa amar,
que no hay am or más grande que el de aquel que da la vida por los
amigos, y que Tú, si te elevas sobre la tierra, es para indicar que no
tienes preferencias sino por los pobres, por los que sufren, por los
afligidos, pero que abrazas a todos los hom bres por amor y que
quieres que todos seamos herm anos. Pasado mañana, Señor, será el
misterio de tu entrega, para que los hom bres aprendam os lo que
significa el amor. Y el sábado, Señor, será la gran noche, la gran luz,
la gran esperanza de la resurrección. El hom bre nuevo que nace.
Cómo quisiera yo, Jesús, Hom bre Nuevo, que este año a mí y a mis
herm anos nos hicieras de veras hom bres nuevos, libres y genero
sos, hom bres sinceros y veraces, fraternos y serviciales, hom bres
en cuyos labios, en cuya presencia, en cuyo corazón, no haya más
que una sola palabra: amor. Porque el amor, Señor, es lo único que
puede darnos la paz, lo único que puede construir de veras la his
toria. Señor, que yo aprenda a amar y a sem brar el amor entre mis
herm anos.
Yo te lo pido, Señor, esta noche, para mí y para mis hermanos,
por intercesión de María nuestra Madre que vivió la intensidad del
amor hecho contem plación, hecho servicio, hecho redención. Que
Ella, Señor, nos enseñe a ser testigos de tu Amor. Así sea.»
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el de Nuestra Señora y que esta cruz resulte verdaderam ente lumino
sa y fecunda para los demás: “Si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, queda solo; pero si m uere, entonces es cuando produce fru
to ” (Jn 12,24). Gracias, Señor, porque llega el m om ento en que me
haces desaparecer, me entierras, pero yo tengo la seguridad de que
fructifica la Iglesia, que nace la Pascua, de que se hace la reconcilia
ción entre los hombres.»
«Jesús, gracias porque hoy, Viernes Santo, día de la donación,
Tú te entregas com o el prim ogénito que da la vida por sus amigos;
hoy nos llamas a que comamos tu Pan, a que participem os honda
m ente en tu cuerpo. Gracias, Señor. Enséñanos a ser hermanos. Que
experim entem os la fecundidad de tu Cruz. Que tu Cruz ilumine tam
bién nuestro propio sufrimiento. Sobre todo, Señor, cambia el cora
zón de los hom bres, cambia mi propio corazón y dame un corazón
fraterno. Hazme sinceram ente herm ano de todos los hom bres, parti
cularm ente de los que lloran, de los que sufren, de los que padecen
la injusticia, de los que son injustam ente acusados.
Señor, que yo camine con los hombres. Dame participar en tu
cuerpo y en tu sangre. Que avancemos juntos hacia esta Pascua de
mañana, hacia la Pascua de la historia, hacia la Pascua definitiva, Je
sús, cuando Tú vuelvas. Entonces sí que serem os un único Pueblo,
único Cuerpo, único Templo.
Que Nuestra Señora de la Cruz, la Madre que Tú nos diste al mo
rir, nos alivie el dolor y nos abra el camino en la esperanza. Que así sea.»
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un mundo en el amor, este m undo nuestro, este que nos toca vivir,
esta historia nuestra dolorosa y sufriente, pero tan llena de esperan
za; esta hora nuestra, Señor, que todos tenem os que vivir con fideli
dad, ayúdanos a construirla en el amor. Pero será necesario que yo
abra los ojos a la cruz y sepa descubrir que este hom bre es herm ano
mío, que este problema, este sufrimiento, esta pobreza, esta injusti
cia, es el dolor, la enfermedad, la pobreza, la cruz de un herm ano
mío. Señor, hasta que yo no com prenda el amor, hasta que yo no
com prenda que debo construir con mis herm anos el m undo en el
amor, las cosas no van a cambiar». Que María nos acompañe. Así sea.
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2.
Oraciones por las comunidades
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Señor, que en los m om entos más intensos de noche, de oscu
ridad, de sufrim iento y de cruz, cuando estem os tentados de triste
za, Tú nos envíes al Consolador, al Paráclito, a la consolación verda
dera, para que gustem os adentro la alegría del espíritu, para que sea
mos fundam entalm ente alegres, para que desde allí, oh Jesús, com u
niquem os a los demás la alegría de la pascua. Señor, de esta com u
nidad aquí presente, de todas las com unidades, las que están espar
cidas por todo el m undo, haz que sean verdaderam ente com unida
des pascuales, es decir, com unidades que viven la vida del Espíritu,
que viven en ti generosam ente abiertas en servicio integral a los
hom bres, Señor, que esperan la buena noticia de la salvación.
Amén.»
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Señor, Tú estás aquí y me hablas y yo escucho y respondo. Tú
me estás pidiendo algo y yo te lo doy.
No hasta que te haya dicho: Señor, quiero cambiar, quiero vi
vir m ejor mis deberes contigo y mis deberes con mi prójimo.
No basta. Tenemos que decidirnos a formar una comunidad
nueva: una com unidad cristiana, que sea auténtica comunidad de fe,
de esperanza y de amor. Porque lo que cambia el m undo no es sim
plem ente el testim onio aislado de una persona. Lo que cambia es el
testim onio de una comunidad que ama y que se com prom ete por el
amor a cambiar la historia.
Que la Virgen del Hombre Nuevo nos haga a nosotros “crea
ción nueva” por el Espíritu.
Que la Virgen de la Caridad y del Servicio nos abra a los her
manos y nos com prom eta de veras a abrazar al m undo, iluminándo
lo en la fe gozosa del Amor. Amén.»
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«Señor, Tú eres el Cordero de Dios, el que quita el pecado del
mundo; quiero ayudarte a quitar ese pecado del m undo, por eso
quiero vivir una vida totalm ente escondida contigo esperando en la
inagotable misericordia del Padre. Me siento feliz porque soy la oveja
perdida que has cargado, que cargas ahora, con tanto amor sobre tus
hombros. Señor, soy el hijo que se había alejado del amor del Padre
y que ahora siente que el Padre lo espera. Señor, Tú eres el que nos
reconcilia: ayúdame a vivir la alegría de la salvación; envía, Señor, tu
Espíritu sobre mí; arráncame este corazón de piedra y dame un
corazón de carne, fraterno, un corazón de hijo, y haz que vuelva a
decir: “Padre, he pecado contra el cielo y contra Ti, pero experi
m ento ahora la alegría de tu abrazo, la bondad y la cercanía de tu
paternidad. Siento que me has cam biado”.
Te lo pido a Ti, oh Cristo, que nacido de María vives y reinas
con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.»
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4.
Oraciones del consagrado
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Señor, haz que sea luz porque el mundo de hoy espera de mi
esa transparencia, esa claridad que irradias Tú. Señor, yo veo que mi
vida se ha vuelto tan opaca que no deja pasar la luz, es demasiado te
nebrosa. Y si la luz que hay en mí se hace tiniebla, ¡qué oscuridad ha
brá!
Señor, hace falta que Tú aum entes mi fe, que me hagas más
profundo en la contem plación, más ardiente en la caridad, más sere
no en la cruz y más alegre en la virginidad.
Señor, que eres la luz, el que te siga tendrá la luz de la vida.
Ayúdame a ser luz por María, la Madre de la Luz. Amén.»
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Señor, por María, causa de nuestra alegría, Madre de la santa
esperanza, afírmame en el gozo de la esperanza. Ayúdame a ser siem
pre com unicador de alegría y profeta de esperanza. Amén.»
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4. Señor, haz que sepamos anunciar tu Buena Nueva
«Señor, Tú eres el enviado del Padre y has venido no para ha
cer tu voluntad sino la suya; por eso nos has revelado tu Reino, los
secretos del Padre; por eso, Señor, com o enviado del Padre, subiste
a la cruz y diste la vida por los hombres.
Enviaste al Espíritu Santo a tu Iglesia. Una vez que la Iglesia
quedó llena del Espíritu Santo, la enviaste por todo el mundo.
Señor, Tú nos dijiste que también nosotros fuéramos por todo el
mundo llevando la Buena Noticia de la salvación a todos los hombres.
¡Gracias por hacernos sentir iglesia misionera, gracias porque
nuestra vida consagrada realiza de un modo especial esta misión!
También nosotros, como Juan el Precursor, somos enviados
para dar testim onio de la luz, a través de la alegría, del amor con que
vivimos nuestra vida consagrada.
También nosotros somos enviados al m undo para anunciar
que el Reino de Dios ha llegado, que es necesario convertirse, creer
en la Buena Nueva.
Nos sigues enviando al m undo para llevar una palabra de alien
to, de alegría, de esperanza a los hombres; tam bién para curar sus
cuerpos, para asumir sus angustias y esperanzas.
¡Gracias, Señor, por todo esto!
Ayúdame a vivir con alegría mi misión en una fidelidad total a
Ti que vives en mí; en una fidelidad muy grande a los hom bres que
esperan; en una fidelidad com pleta a la Buena Noticia que tengo que
proclamar y entregar.
Ayúdame, Señor, a ser com o María, que recibe la Palabra, que
la contem pla dentro, pero que inmediatamente corre a donde están
sus herm anos para llevar en silencio, serena y gozosam ente, tu pre
sencia, la salvación. Amén.»
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Gracias por hacer que la Iglesia, hum anidad nueva, sea ahora
el ministro de la reconciliación.
Gracias, Señor, porque dentro de la Iglesia me has elegido de
una manera particular para que testifique la alegría de la comunión,
del encuentro, por consiguiente de la reconciliación, siendo ante los
hom bres testigo de amor.
Señor, que sintamos el gozo de la reconciliación, que aprove
chemos el Sacramento de la reconciliación y que descubramos al Pa
dre y a los herm anos; que nuestra vida sea de tal manera vivida en
com unión con el Padre y con los herm anos, que se convierta en un
grito a los hom bres, una llamada a la reconciliación fraterna. Y, so
bre todo, Señor, que sea un camino abierto para la reconciliación
con el Padre; que nuestra vida consagrada sea la senda por donde los
hom bres descubran cómo se llega a Él. Amén.»
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hilidad, en mi cruz. Tú me la diste com o Madre y esto me hace in
mensamente feliz. Amén.»
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5.
Oraciones del sacerdote
24
Por María, tu humilde servidora, la humilde servidora de los hom
bres, yo te pido Señor que esta noche sea verdaderam ente la noche
de la reconciliación y del amor. Que así sea.»
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6.
Oración del Obispo
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pero soy tan cobarde que necesito que otros me lo griten
o que yo mismo me lo escriba para decírmelo de una vez.
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para que sean fíeles, alegrem ente fíeles?
¿Podré ubicarlas en su misión
para que no se aburguesen
ni sean superficiales?
¿Podré enseñarles a ser santas, profundas,
normales?
¿Podré com prender, alentar a los laicos,
sobre todo a los jóvenes...?
¡Me esperan con ansias y tienen tantas ilusiones!
I.os estudiantes, los pobres, los obreros...
Tengo miedo, Señor, m ucho miedo.
Pero me doy cuenta que confío en Ti,
porque Tú me lo dices demasiado claro:
"líl que cree en mí hará cosas mayores que Yo”.
Pero te repito,
sigo teniendo miedo, m ucho miedo.
No lo tendría si fuera más humilde.
Yo creo que me asusta la posibilidad
—tan real y tan linda—del fracaso.
Temo fracasar, sobre todo después de que me
esperaron tanto.
Pero no pienso que Tú también fracasaste,
que no todos aceptaron tu enseñanza.
Hubo m uchos que te dejaron
porque “les resultaba dura”
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y absurda tu doctrina.
Nunca te fue bien, Señor:
te criticaron siem pre y quisieron despeñarte.
Si no te mataron antes fue por miedo
al pueblo que te seguía.
Pero te rechazaron los sacerdotes;
te traicionó Judas; te negó Pedro;
te abandonaron todos tus discípulos
y ¿no sufrías entonces?
Y yo, ¿quiero ser más que el Maestro
y tener más fortuna que mi Señor?
Jesús, enséñam e a decir que sí
y a no dejarme aplastar por el miedo.
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Gracias, Señor. Ahora me siento más tranquilo
y aliviado; más seguro.
Te lo dije todo con sencillez.
Ahora dejo en tu corazón mis sentimientos,
y en el hueco de la mano del Padre,
mi miseria, mi debilidad, mi miedo,
mi tristeza, mi pobreza y deseos.
Gracias, Señor. Sé Tú mi luz y mi salvación.
Sé Tú mi roca inconmovible.
Sé Tú mi Pastor. Sé Tú mi amigo. Amén. Así sea.»
II
Oraciones a la Virgen
)
7.
Oración a la Virgen Inmaculada
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9.
Oraciones a la Virgen
de la Encarnación
2. Señora del Sí
«Señora del Sí, ayúdanos a com prender la profundidad y madu
rez de tu sí. El Espíritu Santo que tom ó posesión de ti fue preparan
do esta respuesta. Por eso pudiste decirlo con tanta libertad interior,
con tanta alegría y generosidad, con tanto sentido de participación
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en el plan de salvación. María, enséñanos a decir cotidianam ente que
sí. Haz que hoy volvamos a decir que sí, el sí de nuestro bautismo, el
sí de nuestra consagración. Enséñanos a decir que sí con mucha fe,
con m ucha confianza, con espíritu contem plativo. Enséñanos a de
cir que sí a la Palabra y a los hermanos; a decir que sí en la totalidad
de nuestra entrega a través de la pobreza, de la castidad y de la obe
diencia consagradas, a decir que sí en la vida y en la muerte. Amén.»
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10 .
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e Mijo tam bién tuyo. Ayúdanos a penetrar en el misterio de la encar
nación, de la m uerte y de la resurrección de Jesús. Te lo pedimos, oh
Madre, sabiendo con certeza que todo lo que te pedim os tú nos lo
concedes cuando es para la alabanza de la gloria de la gracia. Amén.»
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Que lindas las palabras de Jesús
cuando te dijo:
“¡Aquí tienes a tu hijo!”
Ese hijo era Juan, el amigo predilecto,
y era también yo.
Y mi com pañero de escuela,
y los chicos de mi barrio,
y todos los hom bres del mundo.
¡Qué lástima que m uchos no lo saben!
Y qué pena que a veces olvidamos
lo que Jesús nos dijo:
“¡Aquí tienes a tu Madre!”
Hoy te rezo
con más confianza que nunca.
Es el día de tu Fiesta
y también la fiesta de la madre.
Quiero agradecerte que seas mi Madre,
que me acom pañes y cuides,
que me sostengas y formes.
¡Ya sabes cóm o te necesito!
Me siento a veces tan pobre
que sólo la seguridad de tu cariño
me tranquiliza.
¡No me dejes Madre mía!
Yo quiero tener siem pre la sencillez
y la alegría de los niños.
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y todas las mamas del m undo,
te pido en este día
la ternura de tu protección,
la alegría de tu presencia entre nosotros,
la seguridad de tu bendición
y la delicadeza de tu cariño.
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12.
Oraciones a la Virgen de la Visitación
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danos a vivir la fecundidad de nuestra respuesta. Querem os decir
siem pre que sí a las exigencias de Dios. Queremos vivir en una acti
tud de desprendim iento y de pobreza, en una actitud de fecunda
contem plación y de firme y serena esperanza, a fin de entregar a
nuestros herm anos la alegría de la salvación. Que el mundo de hoy
sienta la alegría de tu presencia porque tú nos has contagiado la ale
gría del llamado y de la consagración y nos haces vivir la alegría de
la misión apostólica. Amén.»
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13.
Oraciones a la Virgen del Magnificat
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presaste tu alegría incontenible. Haz que mi corazón brote de una
conciencia muy grande de mi pobreza y de una experiencia más
grande todavía de la Trinidad que habita en mí: del Padre que me
ama, del Hijo que me da su vida y su Palabra, del Espíritu que me cu
bre con su sombra y hace fecunda mi existencia. Haz que sienta la
alegría de esta inhabitación de la Trinidad, que descubra las maravi
llas que Dios va haciendo en mi pobreza. Haz que siem pre sea sere
nam ente alegre, y que exprese esta alegría a los herm anos con una
actitud recogida, de oración contemplativa, de pobreza confiada.
Amén.»
48
14. ,
Oración a la Virgen de la Nochebuena
49
Señora ele la Nochebuena —Madre de la Luz, Reina de la Paz,
Causa de nuestra alegría—, que en mi corazón nazca esta noche otra
vez Jesús. Pero para todos: para mi casa, para mi pueblo, para mi pa
tria, para el m undo entero. Y sobre todo, fundam entalmente, que
nazca otra vez Jesús para la Gloria del Padre. Amén. Que así sea.»
»
15.
Oraciones a la Virgen de Belén
51
ranza. Señora de la sencillez de los pastores y de la claridad de los án
geles que cantan: “Gloria a Dios en el cielo. Paz en la tierra a los hom
bres que Dios am a”. Señora de los pobres y de los niños. Señora de
los que no tienen nada, de los que sufren soledad porque no encuen
tran com prensión en ningún alma.
Gracias por habernos dado al Señor en esta Noche. Por haber
nos entregado el Pan que nos faltaba. Gracias por habernos hecho ri
cos con tu pobreza y tu fidelidad de esclava. Gracias por tu Silencio
que recibe y rumia y engendra en nosotros la Palabra. Nos sentimos
felices esta Noche. Y con ganas de contagiar esta dicha a muchas al
mas. De gritar a los hom bres que se odian: que Dios es Padre y los
ama. De gritar a los que tienen miedo: “No tem áis”. Y a los que tie
nen el corazón cansado: “Adelante. Que Dios os acom paña”.
Señora de Belén. Señora de la noche y de la mañana. Señora de
los campos que despiertan porque Jesús ha nacido en la comarca. Se
ñora de los que peregrinan, com o tú, sin hallar tam poco una posada.
Enséñanos a ser pobres y pequeños. A no tener ambición por nada.
A desprendernos y entregarnos. A ser los mensajeros de la paz y la
esperanza.
Que esta Noche la Luz que tu nos diste sea el comienzo de una
claridad que no se acaba. Que el amor sustituya a la violencia. Que
haya justicia entre los hombres y los pueblos. Que en la Verdad, la
Justicia y el Amor se haga la verdadera Paz cristiana. Que esta Noche
Jesús nazca entre nosotros y que al volver después a nuestra casa po
damos decir a los hom bres que viven inseguros y sin esperanzas: “No
temáis. Os traem os la Buena Noticia, la gran alegría para todo el pue
blo: Hoy, en la Ciudad de David, os ha nacido el Salvador, el Mesías,
el Señor”. Que así sea.»
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nando de luz en luz pero a través de sombras y oscuridades, de pre
guntas y dudas. Tu fe fue inquebrantable y se convirtió en fidelidad.
Ayúdame a ser luz; luz para quienes lo necesitan y esperan. Haz que
mi fe sea inconmovible y mi oración profunda y contem plativa para
que de ellas nazca esa luz. Haz que mi fe sea cada vez más com pro
metida, más luminosa y más firme para que ilumine a quienes van ha
ciendo conmigo el camino, y así, de luz en luz, podamos llegar has
ta la Luz que no tiene ocaso. Amén.»
53
16.
Oraciones a la Virgen de Cana
54
¡Hay tanta gente, María, que no lo tiene!
Pero, además, tenem os amigos, m uchos amigos,
chicos y grandes, pobres y ricos, de la ciudad y del campo,
gente que cree en Dios más que nosotros
y gente que lo está buscando precisam ente en nosotros.
55
Que no nos falte, María, la esperanza.
Que irradiemos siem pre la alegría fecunda del amor.
Y que en nuestro hogar se aprenda cada día
que la felicidad consiste en decir siem pre que Sí,
que Jesús es Fiel y no falla nunca,
y que nosotros querem os vivir en la pobreza,
en la oración y en la alegría serena de la fidelidad.
Amén. Que así sea.»
1
17.
Oraciones a la Virgen del Camino
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Otro día (u otra noche), cuando esperabas en tu silencio de
Nazaret, te llegó otra orden de partida: a Belén de Judá, la ciudad de
David (cf. Le 2,4), porque allí, en la Casa del Pan, había de nacer el
Niño (cf. Miq 5,2). Tu partida costosa fue el preanuncio de la salva
ción que ya llegaba en la primera Nochebuena de los siglos.
Una noche, inesperadam ente, el Angel del Señor habló a tu es
poso, y “José se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se
fue a Egipto” (Mt 2,13-14).
Fue la tercera vez que pedían tu partida.
Más tarde, cuando ya te habías acostum brado a lo provisorio
del destierro, otra vez el Ángel del Señor habló a José y le dijo: “Le
vántate, tom a al Niño y a su m adre y regresa a la tierra de Israel”
(Mt 2,20).
Tu vida estaba señalada por las despedidas.
Otra vez, cuando el Niño era ya grande y tú le habías enseña
do a orar, se te quedó misteriosamente en el templo. Ahora era Él el
que partía.
“¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparm e de
los asuntos de mi Padre?” Y tú no entendiste el sentido total de la
partida (cf. Le 2,49-50).
Después, en Caná de Galilea, cuando se manifestó el Señor en
el prim ero de sus signos, por hacer bien a los demás, tú te olvidaste
de ti misma y le pediste que adelantara “la hora” de su partida (cf. Jn
2,4). Y Él partió a “llevar la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a
los cautivos la liberación, y a los ciegos la vista, a dar libertad a los
oprim idos” (Le 4,18).
Mientras tanto, tú lo acompañabas desde cerca y desde dentro,
rumiando en tu corazón la Palabra que Él iba predicando (cf. Le 11,28).
Hasta que llegó la tarde de un viernes en Jerusalén. Era la ho
ra de la Pascua y la partida. La noche antes, en el Cenáculo, Él cele
bró la Cena de la despedida. Era también la cena de la amistad y la
presencia, de la com unión fraternal y del encuentro.
Amarrado por los hombres a los brazos de la cruz, Él se descol
gó para subir al Padre; tú mirabas desde abajo y desde cerca, bien se
rena y fuerte (cf. Jn 18,25).
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El corazón de la cruz era el punto inicial de su partida. Y también
de su regreso: “Me voy y volveré a vosotros”. Mezcla extraña de gozo y
de tristeza: “También vosotros ahora estáis tristes, pero yo os volveré a
ver y tendréis una alegría que nadie os podrá quitar” (Jn 16,22).
Señora del Silencio y de la Cruz. Señora del Amor y de la En
trega. Señora de la Palabra recibida y de la palabra em peñada. Seño
ra de la paz y la esperanza. Señora de todos los que parten, porque
eres la Señora del camino y de la pascua.
También nosotros hemos celebrado ahora la Cena de la despe
dida. Hemos comido contigo el Cuerpo del Señor, hemos partido
juntos el pan de la amistad y la unión fraterna. Nos sentimos fuertes
y felices. Al mismo tiempo, débiles y tristes. Pero nuestra tristeza se
convertirá en gozo y nuestro gozo será pleno y nadie nos lo podrá
quitar (cf. Jn 16,20-24).
Enséñanos, María, la gratitud y el gozo de todas las partidas.
Enséñanos a decir siem pre que Sí con toda el alma. Entra en la pc-
queñez de nuestro corazón y pronúncialo tú misma por nosotros.
Sé el Camino de los que parten y la serenidad de los que que
dan. Acompáñanos siem pre mientras vamos peregrinando juntos ha
cia el Padre.
Enséñanos que esta vida es siem pre una partida. Siempre un
desprendim iento y una ofrenda, siem pre un tránsito y una Pascua.
Hasta que llegue el Tránsito definitivo, la Pascua consumada.
Entonces com prenderem os que para vivir hace falta morir;
que para encontrarse plenam ente en el Señor hace falta despedirse.
Y que es necesario pasar por muchas cosas para poder entrar en la
gloria (cf. Le 24,26).
Señora de la Pascua: en las dos puntas de nuestro camino, tus
dos palabras: fíat y magníficat. Que aprendam os que la vida es siem
pre un “Sí” y un “Muchas gracias”. Amén. Que así sea.»
59
la Iglesia y a los hombres; que son conscientes de la grandeza y respon
sabilidad de esta hora que es la suya; que quieren responder al Señor
y salvar a los hermanos; que quieren ser santos y construir un nuevo
mundo. Guárdalos en tu corazón de Madre; que ellos sientan que van
haciendo contigo el camino de tu Hijo: camino de encarnación y de
servicio, de oración y de profecía, camino de desprendimiento y de
donación, de cruz y de resurrección. ¡Camino de Pascua!
Tú conoces estos m uchachos y estas chicas. Tú los recibes en
tu Casa y les das el Pan de Vida. Tú les dices que Jesús es el único ca
mino. Hoy dejamos en tu corazón de Madre esta juventud: juventud
que reza y canta, que sufre y espera, que construye la paz y celebra
en la fiesta la civilización del amor. Que estos jóvenes, María, no se
cansen de gritar a los hom bres el amor de Dios, la alegría de la fide
lidad y la inquebrantable firmeza de la esperanza. Amén.»
60
18.
Oraciones a María, la Virgen Pobre
61
logar, de los que viven en dolorosa soledad, de los que nunca, oh Ma
ría, lian sabido que Dios es amor... Ayúdanos a com prenderlos y a
acercarnos a ellos con generosidad austera, sencilla y humilde.
Amén.»
62
19.
A María, Virgen de la fe
y de la fidelidad!_ _
63
20.
Oraciones a Nuestra Señora
de la E sp e ra n z a _ _ _
64
Madre de la santa esperanza, causa de nuestra alegría, ruega
por nosotros. Amén.»
65
21.
Oraciones a la Virgen
al pie de la cruz
66
está diciendo: “Ahí tienes a tu Madre” (Jn 19,27a); y que a ti te está
diciendo: “Aquí tienes a tu hijo” (Jn 19,26b). María, en la fiesta o en
la cruz, ven a nuestro corazón: a nuestro corazón de fiesta o a nues
tro corazón sufriente y silencioso. Señora, que tú estés siem pre allí y
que nosotros tam bién aprendam os a estar donde nos pide el Señor.
Amén.»
67
22.
Oraciones a la Virgen de la Pascua
68
hom bres que somos hijos de un mismo Padre, que somos todos her
manos. Ayúdanos a formar una comunidad muy honda en la contem
plación, fraterna en la caridad, dinámica y generosa en la misión.
Señora de la Pascua, concédenos vivir este año la Pascua de la
gracia, la Pascua de la amistad, la Pascua del encuentro, la Pascua de
la reconciliación. Que así sea.”
69
23.
Oraciones a la Virgen
Madre de la Iglesia
7Q . •
i
vo y fiel. Que aprendam os a escuchar com o tú la Palabra, que la guar
demos y la rumiemos en el silencio contem plativo, que gocemos la
presencia del Padre. Que desde tu corazón podam os decir com o tu
Hijo Jesús, “el prim ogénito entre m uchos herm anos” (Rm 8,29): “Ab-
bá, Padre”, “Sí, Padre”. Amén.»
71
24.
Oraciones a la Virgen de la Asunción
72
2. Señora de la Asunción, llévanos de la mano hasta
la Casa del Padre
«Señora de la Asunción —Virgen de la glorificación definitiva y
de la Pascua—, hoy querem os hablar contigo, muy filialmente, de un
modo especial y nuevo, para decirte:
— Que cantamos contigo el Magníficat al Padre por todas las
maravillas que Él ha obrado en tu pequenez y tu pobreza, y que hoy
se consuman en la gloria que Dios hace resplandecer sobre tu alma
y tu cuerpo.
—Que agradecemos tu plena disponibilidad al Padre y la sere
na alegría conque —desde la Anunciación hasta la Cruz— has vivido
tu Fiat, el “Sí” generoso y sencillo con que has recibido y practicado
siem pre la Palabra de Dios.
—Que nos consagramos a ti con toda el alma. Guárdanos en tu
corazón y ayúdanos a ser “fieles”: a vivir, com o tú, en el silencio, en
la pobreza, en la disponibilidad; a realizar con alegría la voluntad del
Padre; a servir con generosidad a nuestros hermanos.
Sé tú nuestra Señora y nuestra Madre.
Santifica a los sacerdotes y seminaristas, a los religiosos y reli
giosas, a los apóstoles laicos.
Ilumina a los que nos gobiernan.
Conserva la inocencia de los niños, la generosidad ardiente de
los jóvenes, la armonía fecunda de los hogares.
Socorre, muy especialm ente, a los pobres, a los enfermos, a
los que sufren.
Alivia nuestra tristeza, aumenta nuestra alegría, asegura nues
tra paz.
Y llévanos de la mano, Señora y Madre nuestra, hasta que sea
mos glorificados contigo en la Casa del Padre. Amén.»
73
25. /
Oración a María la Mujer Nueva
74
26. /
Oración a Nuestra Señora de América
75
m uestren la alegría anticipada del Reino de los cielos. Que los laicos
sean, ante el m undo, testigos del Señor resucitado. Y que camine
mos juntos con todos los hombres com partiendo sus angustias y es
peranzas. Que los pueblos de América Latina vayan avanzando hacia
el progreso por los caminos de la paz en la justicia.
Nuestra Señora de América: ilumina nuestra esperanza, alivia
nuestra pobreza, peregrina con nosotros hacia el Padre. Así sea.»
76
27. /
Oración a Nuestra Señora de la
Reconciliación
77
allí nace para todos el Espíritu de Amor que nos faltaba, y esa sed de
justicia verdadera que es la raíz de la paz entre los pueblos. Gracias
por todo, Madre del Camino y la Esperanza. Gracias por habernos al
canzado la reconciliación con Dios y con los hom bres en tu Hijo.
Virgen de la Reconciliación: Muéstranos al Padre cada día y a
Cristo que vive en los hermanos. Ayúdanos a com prender las exigen
cias del Sermón de la Montaña. Que seamos sal de la tierra, luz dei
m undo, levadura de Dios para la historia. Enséñanos a vivir sencilla
m ente la fecundidad de las Bienaventuranzas. Que seamos pobres y
misericordiosos, limpios de corazón y serenos en la cruz, ham brien
tos de justicia y hacedores de la paz. Que gritemos al m undo “Dios
es nuestro Padre” y “todo hom bre es nuestro herm ano”. Que asuma
mos sus angustias y esperanzas.
Que enseñem os a los hom bres descreídos y amargados, que
sólo confian en la ciencia y en las armas, y viven la explosiva tenta
ción de la violencia que “la paz es posible todavía porque es posible
el am or”.
Nuestra Señora d e ja Reconciliación —imagen y principio de la
Iglesia—: hoy dejamos en tu corazón —pobre, silencioso y disponi
ble— esta Iglesia peregrina de la Pascua, lina Iglesia esencialm ente
misionera, ferm ento y alma de la sociedad en que vivimos; una Igle
sia Profètica que sea el anuncio de que el Reino ya ha llegado. Una
Iglesia de auténticos testigos, insertada en la historia de los hom bres
com o presencia salvadora del Señor, y com o fuente de Paz, de Ale
gría y de Esperanza. Amén. Que así sea.»
78
28. ,
Virgen de la Misión:
También nosotros viviremos en misión.
Que toda la Iglesia se renueve en el Espíritu.
Que amemos al Padre y al hermano.
Que seamos pobres y sencillos,
presencia de Jesús y testigos de su Pascua.
Que al entrar en cada casa com uniquem os la Paz,
79
r
anunciem os el Reino y aliviemos a los que sufren.
Que formemos comunidades ORANTES,
FRATERNAS Y MISIONERAS.
Virgen de la Reconciliación:
nuestra Iglesia peregrina
quiere proclamar la Fe con la Alegría de la Pascua
y gritar al mundo la Esperanza.
Por eso se hunde en tu silencio, tu com unión
y tu servicio.
Ven con nosotros a caminar.
Amén. Que así sea.»
80
29.
Oración a Nuestra Señora de la Peña
«Señora de la Peña:
Hemos subido hasta aquí para rezarte.
Venimos con el cariño y la esperanza de los hijos.
Con el cansancio y la debilidad de los peregrinos.
No tenem os nada para darte.
Sólo nuestra miseria y nuestra cruz,
nuestra pequeñez y nuestro deseo de ser más buenos.
Tú eres nuestra fortaleza, Señora de la Peña.
Ahora seguiremos caminando.
Bajaremos del cerro purificados y cambiados,
iluminados adentro.
Tú eres la inmaculada, la nueva creatura,
la que ha sido com o plasmada por el Espíritu Santo.
Limpíanos, purifícanos.
Que la Sangre de Jesús nos haga nuevos.
Que su palabra nos ilumine.
Virgen de la Peña:
Tú seguirás haciendo el camino con nosotros.
Nos m eterem os dentro de tu corazón Fiel.
Querem os decirle al Padre que sí con toda el alma.
Decirle que sí a la pobreza que nos hace libres,
81
a la Contemplación que nos hace luminosos,
a la Cruz que nos hace fecundos.
Que experim entem os siempre tu presencia
en nuestra vida.
Que al bajar del cerro,
cuando nos encontrem os otra vez
con lo difícil y lo triste,
con lo alegre y esperanzado,
oigamos siem pre una voz que nos está diciendo
desde tu Corazón bondadoso y tierno:
“Aquí tienes a tu Madre”.
Señora de la Peña:
Gracias por todo. Ven con nosotros a caminar.
Amén. Así sea.»
82
30. ,
Oración a Nuestra Señora
de la Piedad
«Señora de la Piedad:
Tú conoces la pobreza y el dolor, la separación y la m uerte, la
cruz y la soledad. Por eso puedes entenderm e.
Todo com enzó un día en que le dijiste al Señor que “Sí”. Pere
grinaste en la fe, sin com prender muchas cosas. Pero guardabas en
tu corazón la palabra recibida y fuiste fiel. Junto a la Cruz perm ane
ciste de pie, serena y fuerte. Luego viviste en la soledad y la espera
hasta la madrugada de Pascua en que la claridad del Hijo resucitado
llenó tu alma sencilla y pobre.
Madre de la Compasión:
Estoy sufriendo muchísimo. Al pasar por aquí me detuve a
contem plarte. Tu silencio doloroso me pacifica.
Sólo te pido que vivamos juntos mi pobreza, mi dolor, mi so
ledad. Que me des un poco de serenidad en la cruz. Que me acom
pañes ahora que vuelvo a casa, al trabajo, a mi vida diaria: para que
la luz de mi Esperanza no se apague.
Y te pido por todos los que sufren. Por los que-se sienten po
bres y solos. Por los que no tienen amigos que les m uestren el senti
do del dolor y la fecundidad de la cruz. Con todos ellos yo quiero ir
83
andando el camino de la vida, peregrinando juntos hacia el Padre,
com partiendo las angustias y esperanzas.
Señora de la Pascua:
Tú vienes ahora con nosotros, conmigo, con los de casa, con
todos los que sufren. Para que la oscuridad de la ruta no nos pierda,
para que la rudeza del trabajo no nos canse, para que la luz de la Ca
sa del Padre nos alum bre siem pre y nos alegre. Así sea.»
•A
84
El Testamento Espiritual
¡En el nom bre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén!
¡Magníficat!
Fui bautizado en el nom bre de la Trinidad Santísima; creí fir
m em ente en Ella, por la misericordia de Dios; gusté su presencia
amorosa en la pequeñez de mi alma (me sentí inhabitado por la Tri
nidad). Ahora entro «en la alegría de mi Señor», en la contem plación
directa, «cara a cara», de la Trinidad. Hasta ahora «peregriné lejos del
Señor». Ahora «lo veo tal cual Él es». Soy feliz ¡Magníficat!
«Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el m undo y vuelvo
al Padre». Gracias, Señor y Dios mío, Padre de las misericordias, por
que me llamas y me esperas. Porque me abrazas en la alegría de tu
perdón.
No quiero que lloren mi partida. «Si me amáis, os alegraréis:
porque me voy al Padre». Sólo pido que me sigan acom pañando con
su cariño y oración y que recen m ucho por mi alma.
¡Magníficat! Me pongo en el corazón de María, mi buena Ma
dre, la Virgen fiel, para que me ayude a dar gracias al Padre y a pedir
perdón por mis innunerables pecados.
¡Magnificad Te doy gracias, Padre, por el don de la vida. ¡Qué lin
do es vivir! Tú nos hiciste, Señor, para la Vida. La amo, la ofrezco, la es
pero. Tú eres la Vida, como fuiste siempre mi Verdad y mi Camino.
¡Magníficat! Doy gracias al Padre por el don inapreciable de mi
Bautismo que me hizo hijo de Dios y tem plo vivo de la Trinidad. Me
duele no haber realizado bien mi vocación bautismal a la santidad.
85
¡Magníficat! Agradezco al Señor por mi sacerdocio. Me he
sentido extraordinariam ente feliz de ser sacerdote y quisiera trans
m itir esta alegría profunda a los jóvenes de hoy, com o mi m ejor
testam ento y herencia. El Señor fue bueno conmigo. Que las almas
que hayan recibido la presencia de Jesús por mi m inisterio sacer
dotal, recen por mi eterno descanso. Pido perdón, con toda mi al
ma, por el bien que he dejado de hacer com o sacerdote. Soy ple
nam ente consciente de que ha habido m uchos pecados de om i
sión en mi sacerdocio, por no haber sido yo generosam ente lo que
debiera frente al Señor. Quizás ahora, al m orir, em piece a ser ver
daderam ente útil: «Si el grano de trigo... cae en tierra y m uere, en
tonces produce m ucho fruto». Mi vida sacerdotal estuvo siem pre
m arcada por tres am ores y presencias: el Padre, María Santísima,
la Cruz.
¡Magnificat! Doy gracias a Dios por mi m inisterio de servicio
en el episcopado. ¡Que bueno ha sido Dios conmigo! He querido
ser «padre, herm ano y amigo» de los sacerdotes, religiosos y religio
sas, de todo el Pueblo de Dios. He querido ser una sim ple presen
cia de «Cristo, Esperanza de la (»loria». Lo he querido ser siem pre,
en los diversos servicios que Dios me ha pedido com o Obispo: Au
xiliar de La Plata, Adm inistrador Apostólico de Avellaneda, Secreta
rio General y Presidente del CELAM, Obispo de Mar del Plata y lue
go, por disposición del Papa Pablo VI, Prefecto de la Sagrada Con
gregación para los Religiosos y los Institutos Seculares y, finalm en
te, por benigna disposición del Papa Juan Pablo II, Presidente del
Pontificio Consejo para los Laicos. Me duele no haber sido más útil
com o obispo, haber defraudado la esperanza de m uchos y la con
fianza de mis queridísim os Padres los Papas Pablo VI y Juan Pablo
II. Pero acepto con alegría mi pobreza. Q uiero m orir con un alma
enteram ente pobre.
Quiero manifestar mi agradecimiento al Santo Padre, Juan Pa
blo II, por haberm e confiado, en abril de 1984, la animación de los
fieles laicos. De ellos depende, inmediatamente, la construcción de
la «civilización del amor». Los quiero enorm em ente, los abrazo y los
bendigo; y agradezco al Papa su confianza y su cariño.
86
¡Magníficat! Doy gracias a Dios que, por el Santo Padre Pablo
VI, me ha llamado a servir a la Iglesia Universal en el privilegiado
cam po de la vida consagrada. ¡Cómo los quiero a los Religiosos y Re
ligiosas y a todos los laicos consagrados del mundo! ¡Cómo pido a
María Santísima por ellos! ¡Cómo ofrezco hoy con alegría mi vida por
su fidelidad! Soy Cardenal de la Santa Iglesia. Doy gracias al querido
Santo Padre Pablo VI por este nom bram iento inmerecido. Doy gra
cias al Señor por haberm e hecho com prender que el Cardenalato es
una vocación al martirio, un llamado al servicio pastoral y una forma
más honda de paternidad espiritual. Me siento así feliz de ser mártir,
de ser pastor, de ser padre.
¡Magníficat! Agradezco al Señor el privilegio de su cruz. Me
siento felicísimo de haber sufrido mucho. Sólo me duele no haber su
frido bien y no haber saboreado siem pre en el silencio mi cruz. De
seo que, al menos ahora, mi cruz com ience a ser luminosa y fecun
da. Que nadie se sienta culpable de haberm e hecho sufrir, porque
han sido instrum ento providencial de un Padre que me amó mucho.
¡Yo sí pido perdón, con toda mi alma, porque hice sufrir a tantos!
¡Magníficat! Agradezco al Señor que me haya hecho com pren
der el Misterio de María en el Misterio de Jesús y que la Virgen haya
estado tan presente en mi vida personal y en mi ministerio. A Ella le
debo todo. Confieso que la fecundidad de mi palabra se la debo a Ella
y que mis grandes fechas —de cruz y de alegría—fueron siem pre fe
chas marianas.
¡Magníficat! Agradezco al Señor que mi ministerio se haya de
sarrollado casi siempre, de un modo privilegiado, al servicio de los
sacerdotes y seminaristas, de religiosos y religiosas y últimam ente de
los fieles laicos. A los sacerdotes a quienes, en mi largo ministerio,
pude hacerle algo de bien les ruego la caridad de una Misa por mi al
ma. A todos les agradezco el don de su amistad sacerdotal. A los que
ridos seminaristas —a todos los que Dios puso un día en mi caminó
les auguro un sacerdocio santo y fecundo: que sean almas de ora
ción, que saboreen la cruz, que amen al Padre y a María. A los queri
dísimos religiosos y religiosas, «mi gloria y mi corona», les pido que
vivan con alegría honda su consagración y su misión. Lo mismo les
87
digo a los queridísimos laicos consagrados en la providencial llama
da de los Institutos Seculares. A todos les pido que perdonen mis ma
los ejem plos y pecados de omisión.
¡Magníficat! Doy gracias a Dios por haber podido gastar mis
pobres fuerzas y talentos en la entrega a los queridos laicos, cuya
am istad y testim onio me han enriquecido espiritualm ente. He
querido m ucho a la Acción Católica. Si no hice más es porque no
he sabido hacerlo. Dios me concedió trabajar con los laicos desde
la sencillez cam pesina de M ercedes (Argentina) hasta el Pontificio
Consejo para los Laicos. ¡Magníficat!
Pido perd ó n a Dios por mis innum erables pecados, a la
Iglesia por no haberla servido más generosam ente, a las almas por
no haberlas am ado más heroica y concretam ente. Si he ofendido
a alguien, le pido que me perdone: quiero partir con la concien
cia tranquila. Y si alguien cree haberm e ofendido, quiero que
sienta la alegría de mi perdón y de mi abrazo fraterno.
Agradezco a todos su amistad y su confianza. Agradezco a mis
queridos padres —a quienes ahora encontraré en el cielo— la fe que
me transmitieron. Agradezco a todos mis herm anos su compañía es
piritual y su cariño, especialm ente a mi herm ana Zulema.
Amo con toda mi alma al Papa Juan Pablo II, le renuevo mi en
tera disponibilidad, le pido perdón por todo lo que no supe hacer co
mo Prefecto de la Congregación para los Religiosos y los Institutos
Seculares y com o Presidente del Pontificio Consejo para Kvs Laicos.
Dios es testigo de mi absoluta entrega y de mi total buena volun
tad. Le agradezco la delicadeza y la bondad de haberme querido nombrar
Cardenal Obispo de la Diócesis Suburbicaria de Sabina - Poggio Mirteto.
Renuevo a las queridas Siervas de Cristo Sacerdote, que me
acom pañaron durante tantos años, toda mi gratitud, mi cariño pater
nal y mi profunda veneración por su vocación específica tan provi
dencial en la Iglesia. Las quiero m ucho, rezo por ellas y las bendigo
en Cristo y María Santísima.
Agradezco a mi querido y fiel Secretario, el R. P. Fernando Vér-
gez, Legionario de Cristo, su cariño y su fidelidad, su compañía tan
cercana y eficaz, su colaboración, su paciencia y su bondad.
88
Pido que hagan celebrar misas por mí y rezar por mi alma y las
de tantos por quienes nadie se acuerda. De un modo especial quiero
que hagan rezar por la santificación de los sacerdotes, de los religio
sos y las religiosas y de todas las almas consagradas.
Quiero morir tranquilo y sereno: perdonado por la misericor
dia del Padre, la bondad maternal de la Iglesia y el cariño y com pren
sión de mis hermanos. No tengo ningún enemigo, gracias a Dios; no
siento rencor ni envidia a nadie. A todos les pido que me perdonen
y recen por mí.
¡Hasta reunirnos en la Casa del Padre! ¡Los abrazo y bendigo
con toda mi alma por última vez en el nom bre del Padre y el Hijo y
el Espíritu Santo! Los dejo en el corazón de María, la Virgen pobre,
contemplativa y fiel. ¡Ave María! A Ella le pido: «Al final de este des
tierro muéstranos el fruto bendito de tu vientre, Jesús».
89
)
Indice
Presentación..............................................................................................3
Señor, enséñanos a orar...........................................................................5
/. Oraciones a Cristo................................................................ 7
1. Oraciones del cristiano....................................................................... 9
1. Creo, Señor, en Tí............................................................................9
2. Señor, te he en co n trad o .................................................................9
3. Señor................................................................................................ 10
4. Señor, quiero ser testigo de tu amor (Jueves Santo).............. 11
5. Gracias, Señor, por la C ruz......................................................... 11
6. Señor, esta noche de la Soledad de Nuestra
Señora, es la noche de la unidad (Sábado Santo)................... 12
2. Oraciones por las com unidades......................................................14
1. Señor, hoy te pido por las com unidades..................................14
2. Señor, concédenos el gozo de la com unión............................ 15
3. Señor, haznos constructores de com u n id ad ............................15
3. Oración del hijo pródigo.................................................................. 17
4. Oraciones del consagrado................................................................18
1. Señor, haz que sea lu z .................................................................. 18
2. Señor, infúndeme alegría y esperanza....................................... 19
3. Señor, ayúdame a ser fiel a mi misión profètica..................... 20
4. Señor, haz que sepamos anunciar tu Buena Nueva................21
5. Gracias, Señor, porque me elegiste
testigo de reconciliación............................................................. 21
91
6. Gracias, Señor, por tu cruz. Gracias por mi c ru z .......... .22
7. Señor, revélanos el misterio de tu Iglesia........................ .23
5. Oraciones del sacerdote......................................................... .24
1. En el Jueves Santo: Señor, que hoy sea el día del amor .24
2. Nos hiciste, Señor, ministros de la Vida.......................... .25
6. Oración del O b isp o ................................................................. .26
92
3. Señora y Madre de la Luz.......................................................... 52
16. Oraciones a la Virgen de C a n a .....................................................53
1. Señora de Cana, Virgen de la Presencia silenciosa.................54
2. Señora de Cana de G alilea.......................................................... 54
17. Oraciones a la Virgen del Cam ino............................................... 57
1. Señora de la Pascua y de todas las partidas.................... ........ 57
2. María, Virgen del C am ino............................................................59
3. Señora y Madre nuestra, que haces camino con nosotros ....60
18. Oraciones a María, la Virgen P obre............................................. 6l
1. María, Virgen Pobre, ayúdanos a tener un corazón de pobre .61
2. María, ayúdanos a hacer de nuestra vida un d o n ................... 62
19. A María, Virgen de la fe y de la fidelidad...................................63
20. Oraciones a Nuestra Señora de la E speranza............................ 64
1. A Nuestra Señora, causa de la alegría,
Madre de la santa esperanza....................................................... 64
2. A María de Nazaret, Madre de la Santa Esperanza.................65
21. Oraciones a la Virgen al pie de la cruz...................................... 66
1. Ven a nuestra c a sa ........................................................................66
2. Señora, enséñanos a estar junto a la cru z................................ 66
22. Oraciones a la Virgen de la Pascua.............................................. 68
1. Virgen de la Pascua, ayúdanos a ser
testigos de la Resurrección..........................................................68
2. Señora de la Pascua, que esta Pascua sea n u e v a ..................... 68
3. Señora de la Pascua, renueva nuestro c o ra z ó n ...................... 69
23. Oraciones a la Virgen, Madre de la Iglesia................................ 70
1. Virgen del C enáculo..................................................................... 70
2. Virgen Madre de la Iglesia.......................................................... 70
24. Oraciones a la Virgen de la Asunción..........................................72
1. Virgen de la Asunción, danos un corazón de peregrinos......72
2. Señora de la Asunción, llévanos de la
mano hasta la Casa del P a d re .....................................................73
93
25. Oración a María la Mujer Nueva................................................. 74
26. Oración a Nuestra Señora de A m érica...................................... 75
27. Oración a Nuestra Señora de la R econciliación......................77
28. Oración a Nuestra Señora de la M isión.................................... 79
29. Oración a Nuestra Señora de la P e ñ a ........................................81
30 Oración a Nuestra Señora de la P iedad.................................... 83
94
liste libro se terminó de imprimir en el mes de abril de 1998, en los
Talleres Gráficos Color Ufe, Paso 192, Avellaneda, Buenos Aires, Argentina.
...¡Magníficat! Agradezco al Señor que m i m inisterio se haya
desarrollado casi siempre, de u n m odo privilegiado, al servicio de
los sacerdotes y sem inaristas, de los religiosos y religiosas y, últi
m am ente, de los fieles laicos. A los sacerdotes a quienes, en m i lar
go m inisterio, p u d e hacerles algo de bien les ruego la caridad de
u n a Misa p o r m i alma. A todos les agradezco el don de su a m ista d
sacerdotal. A los queridos sem inaristas —a todos los que Dios puso
un día en m i ca m ino— les auguro un sacerdocio santo y fecundo:
que sean alm a s de oración, q u e saboreen la cruz, que a m en al Pa
dre y a María. A los queridísim os religiosos y religiosas, «mi gloria
y m i corona», les p id o que viva n con alegría h onda su consagra
ción y su m isión. Lo m ism o les digo a los queridísim os laicos con
sagrados en la p ro videncial llam ada de los Institutos Seculares. A
todos les p id o que perdonen m is m alos ejem plos y pecados de o m i
sión.
¡Magníficat! D oy gracias a Dios p o r haber podido gastar m is
fu e r z a s y talentos en la entrega a los queridos laicos, cuya a m is
ta d y testim onio m e h a n enriquecido espiritualm ente. He querido
m ucho a la Acción Catódica. Si no hice m ás es p o rq u e no he sabi
do hacerlo. Si he ofendido a alguien, le p id o q u e m e perdone: quie
ro p a rtir con la conciencia tranquila. Y si alguien cree haberm e
ofendido, quiero que sienta la alegría de m i p erd ó n y de m i abra
z o fraterno...
Del “Testamento Espiritual”
Cardenal Eduardo F. Pironio
I SBN 950-512-313-2
7 8 9 5 0 5 1 2 3 1 3 1