CONCLUSION
CLASES Y ENCLASAMIENTO
“Si me veo obligado a clegir ¢} menor entre dos males, no
lijo ninguno de tos dos.”
K. Kraus
ond
El gusto es una disposicién, adquirida, para “diferenciar” y “apreciar”’,
como dice Kant, 9, si se prefiere, para establecer o para marcar unas diferencias
mediante una operacién de distincién que no es (0 no es necesariamente) un cono-
cimiento distinto, en el sentido de Leibniz, puesto que asegura el reconocimiento
(en el sentido ordinario del término) de! objeto sin implicar el conocimiento de los
rasgos distintivos que lo definen en propiedad?. Los esquemas del habitus, formas
de clasificaci6n originarias, deben su eficacia propia al hecho de que funcionan més
alla de la conciencia y del discurso, luego fuera de las influencias del examen y del
control voluntario: orientando practicamente las practicas, esconden, lo que se
denominaria injustamente unos valores en los gestos mAs automaticos o en las
técnicas del cuerpo mis insignificantes en apariencia, como los movimientos de las
manos 0 las maneras de andar, de sentarse o de sonarse, las maneras de poner la
boca al comer 0 al hablar, y ofrecen los principios mas fundamentales de la cons-
truccién y de ta evaluacién del mundo social, aquellos que expresan de la forma
mas directa la division del trabajo entre las clases, las clases de edad y los sexos, o
Ja divisién del trabajo de dominacion, en unas divisiones de los cuerpos y de las
relaciones con el cuerpo que toman mas de un rasgo, como para darle las aparien-
cias de lo natural, de la division sexual del trabajo y a la division del trabajo sexual.
Dominio practico de las distribuciones, que permite sentir 0 presentir las probabili-
dades de futuro o de no futuro que existen, e, inseparablemente, lo que conviene o
no conviene a un individuo que ocupa tal 0 cual posicién en el espacio social, el
gusto, al funcionar como una especie de sentido de la orientacion social (sense of
one’s place), orienta a los ocupantes de una determinada plaza en el espacio social
'E. Kant, Anthropologie du point de vue pragmatique, trad. M. Foucault, Paris, Vrin, 1964,
. 100.
PNG. W. Lentz, "Meditationes de cognition, veritate et ideis", en Opuscula philosophica
selecta, Paris, Boivin, 1939, pp. 1-2 (véase también Discours de métaphysique, 24). Es de notar que,
para ilustrar la idea de conocimiento claro pero confuso, Leibniz. evoca, ademés del ejemplo de los
colores, sabores y olores que sabemos distinguir “por el simple testimonio de Jos sentidos y no por waas
‘marcas enunciables”, el de los pintores y artistas que, capaces de reconocer una obra bien o mal hecha,
no pueden justificar su juicio si no ¢s invocando la presencia o la ausencia de “un no s¢ qué”.
477hacia las posiciones sociales ajustadas a sus propiedades, hacia las practicas o los
bienes que convienen que les “‘van’’- a los ocupantes de esa posicién; implica una
anticipacién practica de lo que el sentido y el valor social de la practica o del bien
elegido sern, probablemente, dada su distribucién en el espacio social y el conoci-
miento prictico que tienen los demas agentes de la correspondencia entre los
bienes y los grupos.
Asi, los agentes sociales que ¢! sociélogo enclasa son productores no s6lo
de actos enclasables sino también de actos de enclasamiento que a su vez son
enclasados, El conocimiento del mundo social debe tener en cuenta un conoci-
miento practico de ese mundo que le preexiste y al que no debe dejar de incluir en
su objeto a pesar de que, en un primer momento, debe constituirse contra las
representaciones parciales e interesadas que proporciona ese conocimiento practi-
co. Hablar de habitus es incluir en el objeto el conocimiento que los agentes —que
forman parte del objeto- tienen del mismo, y la contribucién que ese conocimiento
aporta a la realidad del objeto. Pero no es slo imponer, si puede asi decirse, a lo
real que se trata de pensar un pensamiento de lo real que contribuya a su realidad
(y a la eficacia misma que ejerce). Es también conferir a ese conocimiento un
poder propiamente constituyente, el mismo que se le niega cuando, en nombre de
una concepcién objetivista de la objetividad, se hace del conocimiento comin o del
conocimiento erudito un simple reflejo de lo real.
Los que creen producir una teoria materialista del conocimiento cuando
hacen del conocimiento un registro pasivo y abandonan asf al idealismo, como lo
lamentaba ya Marx en las Tesis sobre Feuerbach, el “aspecto activo” del conoci-
miento, olvidan que todo conocimiento, y en particular todo conocimiento del
mundo social, es un acto de construccién que elabora unos esquemas de pensa-
miento y de expresién, y que entre las condiciones de existencia y las practicas o las
Tepresentaciones se interpone la actividad estructurante de los agentes que, lejos
de reaccionar mecénicamente a unos estimulos mecénicos, responden a los Ilama-
mientos o a las amenazas de un mundo cuyo sentido ellos mismos han contribuido a
producir. Sin embargo, el principio de esta actividad estructurante no ¢s, como lo
quiere el idealismo intelectualista y antigenético, un sistema de formas y de catego-
rias universales, sino un sistema de esquemas incorporados que, constituidos en el
curso de la historia colectiva, son adquiridos en el curso de la historia individual, y
funcionan en la practica y para la practica (y no para unos fines de puro conoci-
miento).
ESTRUCTURAS SOCIALES INCORPORADAS
Esto significa, en primer lugar, que la ciencia social levanta acta, en su
construccién del mundo social, del hecho de que los agentes son ellos mismos, en
su prdctica ordinaria, los sujetos de actos de construccién del mundo social; pero
que se da como objeto, entre otras cosas, el describir la génesis social de los
principios de construccién, y que busca en el mundo social, tal como puede apre-
henderlo, el fundamento de esos principios’. Rompiendo con el prejuicio antigené-
? Corresponderia a una sociologia genética el establecer la forma en que se constituye ese sentido
de las posibilidades y de las imposibilidades, de las proximidades y de las distancias.
478tico que con mucha frecuencia va a la par con el reconocimiento del aspecto activo
del conocimiento, la ciencia social busca en las distribuciones objetivas de las
Ppropiedades, en particular materiales (puestas de manifiesto por censos y registros
que suponen todos seleccién y clasificacién), el fundamento de los sistemas de
enclasamiento que los agentes aplican a todas las cosas, comenzando por las mis-
mas distribuciones. A diferencia de la perspectiva que a veces se denomina “‘cogni-
tiva” y que, tanto en su forma etnolégica (antropologia estructural, etnociencia,
etnosemantica, etnoboténica, etcétera) como en su forma sociolégica (interaccio-
nismo, etnometodologia), ignora la cuestién de la génesis de las estructuras menta-
Jes y de las clasificaciones, la ciencia social se interroga sobre la relaci6n entre los
principios de divisién y las divisiones sociales (entre las generaciones, tos sexos,
etcétera) que constituyen su fundamento, y sobre las variaciones del uso que se
hace de esos principios segdin la posicién ocupada en las distribuciones (cuestiones
todas ellas que exigen el recurso a la estadistica).
Las estructuras cognitivas que elaboran los agentes sociales para conocer
Prdcticamente el mundo social son unas estructuras sociales incorporadas. El cono-
cimiento prdctice del mundo social que supone la conducta “‘razonable” en ese
mundo elabora unos esquemas clasificadores (0, si se prefiere, unas “formas de
clasificacién”’, unas “‘estructuras mentales”, unas “formas simbélicas”, expresiones
todas ellas que, si se ignoran sus connotaciones, son més o menos intercambiables),
‘esquemas hist6ricos de percepcién y apreciacién que son producto de la division
objetiva en clases (clases de edad, clases sexuales, clases sociales) y que funcionan
al margen de la conciencia y del discurso. Al ser producto de la incorporacién de
las estructuras fundamentales de una sociedad, esos principios de divisién son
comunes para cl conjunto de los agentes de esa sociedad y hacen posible la produc-
cién de un mundo comtin y sensato, de un mundo de sentido comin.
Todos los agentes de una formacién social determinada tienen en comin,
cfectivamente, un conjunto de esquemas de percepcién fundamentales, que reci-
ben un comienzo de objetivacion en las parejas de adjetivos antagnicos comén-
mente empleados para clasificar y calificar a las personas 0 los objetos en los
campos ms diferentes de la prdctica. Matriz de todos los lugares comunes, que si
se imponen tan facilmente es porque tienen a su favor todo el orden social, la red
de oposiciones entre alto (o sublime, elevado, puro) y bajo (0 vulgar, mediocre,
modesto), espiritual y material, fino (0 refinado, elegante) y grosero (0 grueso,
graso, bruto, brutal, tosco), ligero (0 sutil, vivo, sagaz) y pesado (0 lento, espeso,
obtuso, penoso, torpe), libre y forzado, ancho y estrecho 0, en una dimensién
distinta, entre inico (0 raro, diferente, distinguido, exclusivo, excepcional, singu-
lar, inaudito) y comin (u ordinario, vulgar, corriente, trivial, insignificante), bri-
ante (0 inteligente) y apagado (u oscuro, borroso, mediocre), tiene como princi-
ion entre la “élite” de los dominantes y la “masa” de los dominados,
idad contingente y desordenada, intercambiable ¢ innumerable, débil y
desarmada, sin otra existencia que la estadistica. Es suficiente con dejar jugar estas
raices miticas para engendrar, a voluntad, cualquiera de los temas, incansablemen-
te repetidos bajo formas apenas renovadas, de la eterna sociodicea, como las apo-
calipticas denuncias de todas las formas de “nivelacién”, “‘trivializaci6n” o “masifi-
cacién” que, al identificar la decadencia de las sociedades con la de las casas
burguesas, es decir, con la caida en lo homogéneo, en lo indiferenciado, ponen de
manifiesto una preocupacién obsidional por el némero, por la masa sin diferencia y
479