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“Los partidos políticos mueren así, porque ya he dicho muchas veces que los pescados y las
instituciones se descomponen primero por la cabeza. El día en que nos descompusiéramos
nosotros, no tardaría mucho en descomponerse todo el Movimiento, disolverse y dispersarse”.
Juan Perón
Los vacíos de conducción política nacional son ocupados por los representantes de las
potencias extranjeras
Perón escribió varios trabajos sobre la coyuntura económica, social y política que derivó en
su caída como fueron los libros “La fuerza es el derecho de las bestias” (1956), “Del poder
al exilio” (1956) o los “Vendepatria” (1957). En estos libros describe con detalle lo que
consideró era una imposición de un programa de gobierno oligárquico e imperialista.
La contrarrevolución del año 1955 se propuso destruir la organización política peronista,
interviniendo y proscribiendo al partido de gobierno o ilegalizando la actividad sindical.
Más adelante, los siguientes gobiernos destruyeron paulatinamente el Estado interventor
fundado por el Justicialismo.
El objetivo fundamental de la contrarrevolución fue quitarle capacidad de decisión nacional
al país. Las organizaciones libres del pueblo iban a perder poder político y la democracia
Argentina sería conducida por delegados puestos desde del extranjero. El golpe de Estado
del año 1955 transfirió la soberanía de las decisiones:
- del Estado argentino a las potencias foráneas, a los organismos internacionales y a las
empresas extranjeras;
- del productor industrial nacional al agropecuario y al intermediario comercial y
financiero;
- del pequeño productor argentino al extranjero oligopólico;
- del trabajador a la empresa.
Entre los años 1955 y 1983 las clases dominantes y sus aliados civiles y militares
impusieron casi 25 años de proscripciones, violencias, asesinatos y distintos tipos de
terrorismo (comandos civiles, fusilamientos, torturas, prisiones y detenciones ilegales y
desde 1976 desapariciones forzosas). Para justificar la inusitada violencia política en la
opinión pública local y extranjera, utilizaron los medios de comunicación internos e
internacionales. El manejo político de la prensa y su influencia en la conducción de la masa
popular y de las naciones fue explicado por Perón en sus notas en el periódico Democracia.
Estos documentos están reunidos en el libro “Política y estrategia” (1953).
Perón tiene varios trabajos que analizan aspectos doctrinarios y de organización política y
partidaria como son las “20 verdades peronistas” (1950), “La Comunidad Organizada”
(1949) o “Conducción Política” (1951). En el año 1954 formuló algunas clases en la
Escuela Superior Peronista que fueron editadas bajo el formato de libro “Filosofía
Peronista”.
El libro “Conducción Política” que vamos a trabajar a continuación, reunió las clases
dictadas por el Presidente en la Escuela Superior Peronista creada en el año 1950. La labor
docente de Perón del año 1951 no había sido la primera y el mandatario ya había dictado
cursos de "Historia Militar" en la Escuela Superior de Guerra. Algunas de sus ideas
vertidas en dichas clases fueron publicadas en “Apuntes de historia militar” (1932).
En el marco de los cursos Perón sostuvo que “El problema económico y el social no son
preocupaciones para el gobierno. En cuanto al problema político, no tengo ninguna
preocupación. Cuando votaban los hombres, ganábamos; ahora que votan las mujeres
vamos a robar”. El mandatario no exageró en sus dichos, ya que el Justicialismo triunfó en
todas las elecciones libres hasta el año 1983. En los comicios de 1951 y 1973 Perón superó
el 60% de los votos, siendo Presidente con mayor apoyo popular de toda la historia
argentina.
En su óptica, había cuestiones que requerían de una Escuela de formación destinada a
capacitar cuadros políticos y a difundir la doctrina. Por un lado, Perón mencionó que no
estaba resuelto “el problema internacional” y que ello ameritaba fortalecer la estructura del
Movimiento y la consecuente organización del país en un mundo en permanentes tensiones
y enfrentamientos imperialistas. Asimismo y pese a que el mandatario destacó que “vamos
a vencer en las elecciones de 1952”, resaltó la necesidad de potenciar la fuerza política
para la efectiva realización del “Segundo Plan Quinquenal”.
La Escuela tenía una “autoridad suprema” a cargo de Perón, una “autoridad superior” con
representantes de ambas ramas del Partido Justicialista y un Director. El programa de
estudio incluyó un curso básico (principios, organización y realizaciones del peronismo) y
un curso superior (Justicialismo, política social, política económica, ética y constitución
justicialistas).
El libro “Conducción Política” reunió el curso especial de Perón en la Escuela, de la misma
manera que las clases de Eva Duarte fueron editadas en “Historia del Peronismo”.
La editorial Mundo Peronista publicó varios de los materiales que integraron las
asignaturas “temas de doctrina”, “conducción política”, “historia del peronismo”, “filosofía
peronista”, “sociología peronista”, “organización peronista”, “política peronista”,
“economía peronista”, “técnicas de adoctrinamiento” y “realizaciones peronistas”.
Poder y política
Perón mencionó que la política enfrenta intereses y supone “dos voluntades contrapuestas,
a las que corresponden dos acciones contrapuestas”. El líder justicialista postuló que la
actividad política colisionaba los intereses opuestos entre:
- pueblos y oligarquías;
- naciones e imperios.
La organización política era la única garantía de los pueblos y los Estados para sobrevenir a
la disputa oligárquica e imperialista. El Movimiento Nacional suponía un contrapeso que
podía persuadir al adversario y evitar el choque frontal y la lucha directa.
El conductor a la hora de intervenir tenía que recabar información para alcanzar una lectura
objetiva de la “situación”. Debía “apreciar” el contexto de intervención atendiendo la
“fuerza” con la que se dispone. La apreciación objetiva del conductor tenía que contemplar
el factor tiempo y el “momento actual de la evolución de los hechos, del fenómeno social,
del fenómeno político y del fenómeno económico”. Con estos elementos, el dirigente iba a
tomar la “decisión” y luego “ejecutarla”.
Había que manejar buena “información” ya que “se procede tan bien como bien informado
se esté”. El conductor tenía que utilizar el “secreto” ya que si la política enfrenta
“voluntades contrapuestas, lo que hay que hacer es poner siempre delante de la voluntad
adversaria un telón, para que no conozca nuestra voluntad, para que no sepa por dónde
vamos, cómo vamos y hacia dónde vamos”.
La “sorpresa” le permite al conductor “sacar ventaja de un momento de inacción que el
adversario tiene frente a la propia conducción”.
Conducir es persuadir
“El conductor político nunca manda; cuando mucho, aconseja; es lo más que se puede permitir”.
Juan Perón
Perón mencionó en reiteradas ocasiones que “el conductor no lleva a nadie. A él lo siguen;
si no, no es conductor”. El conductor político de un Movimiento de masas no manda a sus
subordinados, sino que los persuade de que lo acompañen detrás de su causa. Es por eso
que el líder justicialista destacó que “En el gobierno, para que uno pueda hacer el
cincuenta por ciento de lo que uno quiere, ha de permitir que los demás hagan el otro
cincuenta por ciento de lo que ellos quieren. Hay que tener la habilidad para que el
cincuenta por ciento que le toque a uno sea lo fundamental” (…) Los hombres que actúan
en política deben ser siempre manejados con persuasión. Nadie puede actuar si no va
convencido de que lo que va a hacer es bueno, lo comparte y lo quiere realizar”.
La tarea de convencimiento y de persuasión debe incluir a los dirigentes del espacio propio
y también a los de la oposición. En palabras de Perón “Cuando un hombre dice: "yo soy
apolítico", es como si dijera: "yo soy un cretino". No digo lo mismo de un opositor que no
comparte mis ideas. Pienso que es un equivocado, pero nunca pienso que es un cretino”.
En las clases del año 1951 Perón mencionó que era un requisito imprescindible de los
conductores del Movimiento Nacional Justicialista, poseer una moral y una conducta
ejemplar. Los dirigentes debían comportarse con “sacrificio y abnegación”, siendo
humildes sin suponerse “más de lo que son ni menos de lo que deben ser en su función”.
Además de humildad y vocación de trabajo tenían que estar dispuestos a resistir en
condiciones adversas ya que la política “es para los hombres que aguantan. Los que no
aguantan es mejor que no luchen”.
El conductor no manda, sino que persuade y es por eso que los actos y los ejemplos son
elementos fundamentales en el manejo de grupos. Perón sostenía que los viejos partidos
hacían demagogia frente a la sociedad y “le prometían todo y no le daban nada. Entonces
yo empleé un sistema distinto. No prometer nada y darles todo. Yo no persuadía a la gente
con palabras, porque las palabras poco persuaden. Yo persuadí a la gente con hechos y
con ejemplos”. El líder justicialista resaltó que “el mundo no vive de buenas ideas; vive de
buenas realizaciones”.
El conductor tenía que lograr “prestigio” al cuál consideró un aspecto fundamental del
quehacer político. En ocasiones los dirigentes podían adquirir popularidad transitoria, que
es el resultado del accionar de los medios de comunicación o del apoyo de algún grupo de
influencia. El mandatario explicitó que ésta última condición no era garantía de triunfo en
la actividad política ya que “La popularidad es siempre local y circunstancial. El prestigio
suele ser general y permanente, cuando es prestigio. La popularidad llega en un día, pero
también es susceptible de irse en otro día. El prestigio se gana paso a paso, pero también
se pierde paso a paso”.
Para conducir un Movimiento de masas había que hacer una “escuela de humildad y
sencillez” y “nadie es tan indigno y tan miserable que no merezca respeto. Si uno respeta a
todos, aun quizás al que no lo merece, gana siempre el respeto de los demás”.
Perón destacó que el conductor tenía que aprender a manejar los impulsos ya que el que se
enoja en política pierde. En sus palabras “el hombre suele ser pasionista por naturaleza y
aun por costumbre. Y el conductor no puede tener esa clase de defectos” (…) En política
no hay por qué enojarse, puesto que uno no persigue intereses personales”.