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CUADERNO DE TRABAJO N° 19 DEL CENTRO DE ESTUDIOS JUAN

JOSÉ HERNÁNDEZ ARREGUI


LA CONDUCCIÓN POLÍTICA SEGÚN JUAN DOMINGO PERÓN
Aritz Recalde, abril de 2017

“Los partidos políticos mueren así, porque ya he dicho muchas veces que los pescados y las
instituciones se descomponen primero por la cabeza. El día en que nos descompusiéramos
nosotros, no tardaría mucho en descomponerse todo el Movimiento, disolverse y dispersarse”.
Juan Perón

Hay diversas maneras de abordar el concepto de Conducción Política de Juan Domingo


Perón. Una implicaría analizar la biografía del líder y el origen y la dinámica del
Movimiento Nacional Justicialista. Dicha cuestión supone investigar el comportamiento y
los roles de los diversos grupos de poder y de los actores políticos que integraron un
espacio caracterizado por ser policlasista, plural en procedencias partidarias y en tensiones.
Otra manera de abordar el tema, y la que nos interesa rescatar en el Cuaderno, es la de
analizar a Perón desde los artículos, entrevistas y libros que dejó centrados en temas de
organización y de conducción de hombres y de grupos.

1- La conducción política en la obra Juan Perón


El mandatario le dedicó varios documentos al tema y dictó clases en la Escuela Superior
Peronista con la finalidad de elaborar y de transmitir un marco conceptual para la acción
política.
La teoría de la conducción incluyó aspectos concernientes al Partido, al Movimiento, la
masa popular, la Nación y el Estado.
El sistema internacional imperialista y la conducción política nacional
Perón realizó varios estudios sobre aspectos geopolíticos y de política internacional. Entre
sus obras se destacan “La Defensa Nacional, Significado de la Defensa Nacional desde el
punto de vista militar” (1944), “América latina, ahora o nunca” (1965) y la “La Hora de
Los Pueblos” (1968) que reitera muchas de las cuestiones del trabajo anterior.
El texto del año 1944 es una conferencia de apertura a una cátedra en la Universidad
Nacional de La Plata. Perón describió la dinámica de la política internacional como parte de
luchas permanentes entre naciones imperialistas. Mencionó que el desenlace de la Segunda
Guerra Mundial no traería la paz, sino que iba a iniciar una nueva etapa de las disputas
geopolíticas originadas en la búsqueda de recursos. Las guerras eran fenómenos sociales,
planteaba, y ni bien termine la conflagración, los miembros de los Aliados o del Eje iban a
lanzar sobre Iberoamérica una campaña de dominio y de sujeción imperial.
En la “La Hora de Los Pueblos” Perón describió la historia del hombre como parte de una
constante voluntad de dominio de los imperialismos y de las oligarquías. Grecia, Roma,
España, Francia, Inglaterra, EUA o la Unión Soviética eran unidades de poder político,
económico y bélico y organizaban y movilizaban a individuos, grupos, naciones y
continentes detrás de sus objetivos.
Perón mencionó que la Revolución Francesa de 1789 inauguró un enfrentamiento político y
militar de dimensiones nacionales. La revolución industrial, científica y tecnológica del
siglo XIX, generó las condiciones materiales para la expansión universal del imperialismo.
En el año 1968 describió la reconfiguración del sistema mundial imperialista, que se
caracterizó por conformarse en torno de bloques “continentales” en lucha. El sistema
internacional tendía a organizarse en torno de:
a- dos grandes modelos civilizatorios que eran el capitalismo y el comunismo. El
primero impulsado por el imperialismo norteamericano y el segundo por el
imperialismo soviético.
b- unidades continentales de poder: Comunidad Económica Europea, EUA y Unión
Soviética.
La conducción política tenía como tarea impostergable consolidar la unidad y la
movilización nacional. En su defecto, el país iba a ser satelizado por los imperialismos y las
oligarquías extranjeras.
Una vez organizado el proyecto nacional, el Justicialismo tenía que integrase al Continente
Iberoamericano y luego al Bloque de Países No Alineados. En el libro “América latina,
ahora o nunca” se publicó un discurso de Perón del año 1953, donde fijó claramente la
necesidad de crear un mercado económico sudamericano tendiendo a organizar una “vida”
y una “defensa” en común.
En la IV Conferencia Cumbre de Países No Alineados del mes de septiembre del año 1973
en Argelia, el mandatario argentino sostuvo que la “Tercera Posición” ya había sido
proclamada hace treinta años y afirmó que “hoy tiene vigencia en esta misma asamblea”.

Los vacíos de conducción política nacional son ocupados por los representantes de las
potencias extranjeras
Perón escribió varios trabajos sobre la coyuntura económica, social y política que derivó en
su caída como fueron los libros “La fuerza es el derecho de las bestias” (1956), “Del poder
al exilio” (1956) o los “Vendepatria” (1957). En estos libros describe con detalle lo que
consideró era una imposición de un programa de gobierno oligárquico e imperialista.
La contrarrevolución del año 1955 se propuso destruir la organización política peronista,
interviniendo y proscribiendo al partido de gobierno o ilegalizando la actividad sindical.
Más adelante, los siguientes gobiernos destruyeron paulatinamente el Estado interventor
fundado por el Justicialismo.
El objetivo fundamental de la contrarrevolución fue quitarle capacidad de decisión nacional
al país. Las organizaciones libres del pueblo iban a perder poder político y la democracia
Argentina sería conducida por delegados puestos desde del extranjero. El golpe de Estado
del año 1955 transfirió la soberanía de las decisiones:
- del Estado argentino a las potencias foráneas, a los organismos internacionales y a las
empresas extranjeras;
- del productor industrial nacional al agropecuario y al intermediario comercial y
financiero;
- del pequeño productor argentino al extranjero oligopólico;
- del trabajador a la empresa.

Una vez caído el gobierno democrático, cambió radicalmente el componente político y de


clase de la conducción del Estado. Las principales decisiones las tomarían desde ahora:
- el poder financiero y los grandes grupos agropecuarios e industriales foráneos
(oligarquía);
- los delegados de las potencias y organismos extranjeros (imperialismo);
- un frente político de clases medias y altas, militares y sectores de la iglesia.

Entre los años 1955 y 1983 las clases dominantes y sus aliados civiles y militares
impusieron casi 25 años de proscripciones, violencias, asesinatos y distintos tipos de
terrorismo (comandos civiles, fusilamientos, torturas, prisiones y detenciones ilegales y
desde 1976 desapariciones forzosas). Para justificar la inusitada violencia política en la
opinión pública local y extranjera, utilizaron los medios de comunicación internos e
internacionales. El manejo político de la prensa y su influencia en la conducción de la masa
popular y de las naciones fue explicado por Perón en sus notas en el periódico Democracia.
Estos documentos están reunidos en el libro “Política y estrategia” (1953).

La conducción política y la organización del Estado


El Modelo Justicialista se organizó con el objetivo de lograr la soberanía política, la
independencia económica y la justicia social. La conducción política iba a cristalizar estos
principios en la organización del Estado.
El mandatario escribió varios documentos que abordan temas institucionales y de
organización de gobierno. Su obra culmine “Modelo Argentino para el proyecto nacional”
(1974) sistematizó su concepción sobre la cuestión.
Se puede entender cabalmente el ideario de Perón analizando “las formas de ejecución” de
su doctrina, expresadas en los Planes Quinquenales (1947 y 1952), la Constitución
Nacional de 1949 y en el Plan Trienal (1974). En “Conducción Política” Perón incluyó
entre las formas de ejecución exitosas:
“nacionalización del Banco Central; la creación de todo un sistema financiero; la
nacionalización de todos los servicios; la anulación de todos los consorcios
financieros internacionales; la creación de una marina mercante (…) reglamentos
del Banco Central; los reglamentos del Consejo Económico; los reglamentos
orgánicos de los bancos y todo tema financiero del I.A.P.I”.

2- La conducción política del Movimiento Nacional Justicialista


“La improvisación no puede ser un método completo para la realización de las acciones de la
conducción”. Juan Perón

Perón tiene varios trabajos que analizan aspectos doctrinarios y de organización política y
partidaria como son las “20 verdades peronistas” (1950), “La Comunidad Organizada”
(1949) o “Conducción Política” (1951). En el año 1954 formuló algunas clases en la
Escuela Superior Peronista que fueron editadas bajo el formato de libro “Filosofía
Peronista”.

La Escuela Superior Peronista


“El pueblo no vale por su organización ni por el número de hombres que están organizados. Vale
por los dirigentes que tiene a su frente, porque la acción jamás está impulsada ni por la masa ni
por el pueblo, sino por los dirigentes, que son los que conducen”. Juan Perón

El libro “Conducción Política” que vamos a trabajar a continuación, reunió las clases
dictadas por el Presidente en la Escuela Superior Peronista creada en el año 1950. La labor
docente de Perón del año 1951 no había sido la primera y el mandatario ya había dictado
cursos de "Historia Militar" en la Escuela Superior de Guerra. Algunas de sus ideas
vertidas en dichas clases fueron publicadas en “Apuntes de historia militar” (1932).
En el marco de los cursos Perón sostuvo que “El problema económico y el social no son
preocupaciones para el gobierno. En cuanto al problema político, no tengo ninguna
preocupación. Cuando votaban los hombres, ganábamos; ahora que votan las mujeres
vamos a robar”. El mandatario no exageró en sus dichos, ya que el Justicialismo triunfó en
todas las elecciones libres hasta el año 1983. En los comicios de 1951 y 1973 Perón superó
el 60% de los votos, siendo Presidente con mayor apoyo popular de toda la historia
argentina.
En su óptica, había cuestiones que requerían de una Escuela de formación destinada a
capacitar cuadros políticos y a difundir la doctrina. Por un lado, Perón mencionó que no
estaba resuelto “el problema internacional” y que ello ameritaba fortalecer la estructura del
Movimiento y la consecuente organización del país en un mundo en permanentes tensiones
y enfrentamientos imperialistas. Asimismo y pese a que el mandatario destacó que “vamos
a vencer en las elecciones de 1952”, resaltó la necesidad de potenciar la fuerza política
para la efectiva realización del “Segundo Plan Quinquenal”.
La Escuela tenía una “autoridad suprema” a cargo de Perón, una “autoridad superior” con
representantes de ambas ramas del Partido Justicialista y un Director. El programa de
estudio incluyó un curso básico (principios, organización y realizaciones del peronismo) y
un curso superior (Justicialismo, política social, política económica, ética y constitución
justicialistas).
El libro “Conducción Política” reunió el curso especial de Perón en la Escuela, de la misma
manera que las clases de Eva Duarte fueron editadas en “Historia del Peronismo”.
La editorial Mundo Peronista publicó varios de los materiales que integraron las
asignaturas “temas de doctrina”, “conducción política”, “historia del peronismo”, “filosofía
peronista”, “sociología peronista”, “organización peronista”, “política peronista”,
“economía peronista”, “técnicas de adoctrinamiento” y “realizaciones peronistas”.
Poder y política
Perón mencionó que la política enfrenta intereses y supone “dos voluntades contrapuestas,
a las que corresponden dos acciones contrapuestas”. El líder justicialista postuló que la
actividad política colisionaba los intereses opuestos entre:
- pueblos y oligarquías;
- naciones e imperios.
La organización política era la única garantía de los pueblos y los Estados para sobrevenir a
la disputa oligárquica e imperialista. El Movimiento Nacional suponía un contrapeso que
podía persuadir al adversario y evitar el choque frontal y la lucha directa.

Política: ciencia, arte y ética


Perón consideró que la conducción política era una ciencia que debía estudiarse con la
finalidad de reducir el margen de error de las decisiones y para mejorar los resultados de
acción colectiva. El dirigente debía conocer los sucesos históricos y la relación entre
variables políticas, económicas y sociales a través del tiempo.
El análisis sistemático y comparado de los casos nacionales eran un recurso importante y
Perón solía mencionar que “la experiencia cuesta cara y llega tarde”. Los “ejemplos en la
historia de la conducción política” tienen que ser analizados minuciosamente, sin por ello
olvidar que “en la historia no se repite dos veces el mismo caso en igual forma”.
Además de ser un campo del conocimiento científico, la conducción es un arte y cada
dirigente desenvuelve una acción particular en su tiempo y en su espacio. La dirección
política es única e irrepetible, cada militante lleva un “bastón de mariscal” y en su
intervención se ponen en juego su originalidad y su propio sentido.
Finalmente, Perón postuló que la conducción política tiene que orientarse al cumplimiento
de una causa trascendente y que la dirigencia debería disponer de una doctrina y de una
ética. Los conductores deben llevar bien alto el “sentido heroico de la vida”, colocando a la
justicia social, la grandeza nacional y al amor a la patria como finalidad última de sus
acciones.
El poder político es un medio y uno un fin y los lugares de gobierno son una
responsabilidad y no un privilegio. Perón manifestó que “el ciudadano tiene la obligación
de ennoblecer el cargo. Si pensamos que no seremos nosotros quienes serviremos a los
puestos, sino que nos serviremos de ellos, no llegaremos muy lejos”.

El peronismo es un Movimiento de masas y no meramente un Partido electoral


Perón impulsó la organización de un espacio político masivo con la perspectiva de aunar
fuerzas y de garantizar la autodeterminación nacional. El mandatario se distanció de la
perspectiva de la tradición ideológica de izquierda y del individualismo demoliberal
burgués. La primera suponía que era necesario conformar el partido “de la clase obrera y de
los intelectuales” y la segunda concibió la actividad política como una tarea de “elites
empresariales”.
Para el líder justicialista el Movimiento es una federación de organizaciones populares,
culturales y políticas que desarrollan de manera permanente las tareas propias de su ámbito
de influencia (sindical, estudiantil, intelectual o empresarial). En sus clases del año 1951
Perón sostuvo que el sujeto fundamental de la acción política son las organizaciones libres
del pueblo, no el individuo. Con esta convicción manifestó: “Yo siempre prefería, en vez de
hablar a hombres, hablar a organizaciones. ¿Por qué? Por la misma causa que cuando
uno quiere juntar todas las hormigas, no las agarra de a una, sino que va al hormiguero y
las agarra allí. Entonces, yo me dediqué a los hormigueros”.
El Partido a diferencia del Movimiento, es una herramienta electoral que permite que la
masa social asuma la representación de gobierno.
Perón conformó un Movimiento antimperialista de unidad nacional, compuesto por un
conglomerado de clases (trabajadores y empresarios nacionales) y de actores (militares,
eclesiásticos o partidarios). El Partido electoral o rama política se dividió en dos (femenina
y masculina). En los años setenta se sumó a ésta última la juventud.
El sujeto fundamental de la revolución justicialista era la clase trabajadora y es por eso que
el mandatario otorgó poder político y estatal a la CGT (diputaciones, ministerios y
embajadas).
En el contexto de un Movimiento de articulación de clases, la dirigencia tenía que
vincularse al mundo del trabajador ya que “para conducir a un pueblo, la primera
condición es que uno haya salido del pueblo; que sienta y piense como el pueblo, vale decir
que sea como el pueblo”. Por el contrario, en la Argentina la política había estado en manos
de la oligarquía y del imperialismo y “salvo dos o tres casos, como Yrigoyen, por ejemplo,
en general todos nuestros políticos fueron abogados de importantes empresas, de la Unión
Telefónica, de los ferrocarriles o de alguna otra, pero todos eran abogados de compañías
extranjeras. Entonces, señores, ¿qué sabían esos hombres de la conducción y del
gobierno?. No sabían absolutamente nada”.

Superar la etapa de los caudillos y fundar organizaciones políticas


Perón trabajó arduamente para crear una nueva estructura política que remplace las
existentes y que tenga capacidad de movilización y de ejecución de acciones de gobierno.
El Partido Peronista iba a superar la etapa del “Caudillismo” caracterizada por la
desorganización popular, la inexistencia de cuadros políticos y por la ausencia de doctrinas.
Como resultado del “caciquismo” las sociedades “iban detrás de otros hombres, no detrás
de una causa. Nadie preguntaba al conductor, fuera éste el conductor de todo o el
conductor de las partes, cuál era su programa, qué era lo que quería realizar. Le ponían
un rótulo o era don Juan, don Pedro o don Diego, y detrás de él seguía la masa”.
En ausencia del líder, el espacio político corría el riesgo de desaparecer y “el mal que los
aquejó siempre fue el envejecimiento de las fuerzas políticas por falta de evolución (…) así
como envejecía el caudillo, envejecía el partido. Como ellos no iban detrás de una
doctrina”.
El Movimiento Justicialista tenía que trascender a la existencia física de sus dirigentes y
conformarse como pueblo organizado y cultura nacional. Perón sostuvo que “la
organización vence al tiempo y es lo único que ha conseguido vencer a la muerte”.
Además de una organización, la Revolución Justicialista iba a triunfar si se
institucionalizaba y se transformaba en una renovada conciencia política de masas.
Funcionamiento de la organización
El Movimiento Justicialista se componía de “conductores”, de “cuadros auxiliares de la
conducción” y de la “masa y su organización”.
Todos los miembros del Movimiento deberían actuar bajo la unidad de “concepción” y con
unidad de “acción”. Para garantizar éste último tema la conducción política tenía que ser
“centralizada” y la ejecución “descentralizada”.
La unidad de concepción y la educación de la masa era una tarea de los ámbitos de
formación como la Escuela o los Ateneos. El Justicialismo disponía de “predicadores” de
doctrina y de dirigentes “realizadores” del programa de gobierno. Ambos actores, cada cual
desde su particularidad, tenían que contribuir a la unidad de concepción y de acción.
El Movimiento tenía que actuar demostrando disciplina partidaria sin por ello perder la
iniciativa de sus dirigentes.

El conductor estratégico y la unidad del Movimiento Justicialista


“Con sectarismo no hay conducción. El sectarismo es el primer enemigo de la conducción, porque
la conducción es de sentido universalista, es amplia”. Juan Perón

La Escuela Superior Peronista tenía que contribuir a fortalecer la unidad partidaria y


sindical.
Por mandato expreso del líder, durante sus tres gobiernos existió una sola Confederación
General de Trabajo (CGT). El Presidente había dicho que “si los trabajadores se dividen
pierden todo su poder. Yo he visitado numerosos países del mundo donde hay dos o tres
centrales obreras: es como si no hubiera ninguna”. La tarea de centralización gremial
iniciada desde el año 1943 no fue fácil y transcurrió con acaloradas disputas con las
conducciones socialistas, independientes o comunistas.En el año 1947 se conformó el
Partido Único de la Revolución Nacional que unificó a los partidos Laborista, Radical Junta
Renovadora e Independiente. Este último espacio reunió a activistas de procedencia
conservadora y de otros orígenes entre los cuales se destacaron Héctor Campora y el
marino y vicepresidente de 1954 Alberto Teisaire. El laborismo congregó a sindicalistas,
siendo varios de ellos de procedencia socialista.
Perón destacó recurrentemente que la tarea nodal del conductor era la de mantener la
unidad del Movimiento. La función suponía lidiar con las ambiciones, las luchas y con la
heterogeneidad de posiciones y de disputas propias de los conglomerados humanos. Con
dicha finalidad manifestó que “Yo, que conduzco desde aquí, no estoy con nadie, ¡estoy
con todos! Por esa razón no puedo estar con ningún bando ni partido. Cuando se hacen
dos bandos peronistas, yo hago el "Padre Eterno": los tengo que arreglar a los dos. Yo no
puedo meterme a favor de uno o del otro, aunque alguien tenga la razón. A mí solamente
me interesa que no se dividan”.
El conductor estratégico debe priorizar la unificación del espacio político, pasando a un
lugar secundario las luchas internas de sectores. En sus palabras “nadie me ha hecho juez
para administrar justicia entre los hombres que tienen intereses encontrados. Que pongan
otro juez. Lo que me interesa es que estén todos unidos”.
La conducción estratégica no debía confundirse con la acción táctica. La tarea de los
dirigentes de cada localidad y ámbito de intervención era única e irremplazable. En este
aspecto un tema no menor era el de formación de las listas. Perón mencionó que lo
consultaban recurrentemente por los nombres de los candidatos que él iba a respaldar y
sostuvo al respecto que "Yo, invariablemente, contesto lo mismo: El que elija el pueblo.
Ese es mi candidato. Flaco servicio haría si yo me pusiera a digitar quiénes han de ser los
hombres que deben actuar en cada parte”.
Los dirigentes políticos tenían que disponer de trayectoria política y de representatividad
popular y “los conductores no se hacen por decreto”. Perón resaltó el hecho de que “Los
dirigentes salen de la acción, y si no, no son dirigentes. Los dirigentes que se pueden hacer
a dedo dan mal resultado”.
Elementos de la conducción
“La conducción es un arte de ejecución simple: acierta el que gana y desacierta el que pierde (…)
el tipo triunfa o fracasa (…) El conductor es un constructor de éxitos”. Juan Perón

El conductor a la hora de intervenir tenía que recabar información para alcanzar una lectura
objetiva de la “situación”. Debía “apreciar” el contexto de intervención atendiendo la
“fuerza” con la que se dispone. La apreciación objetiva del conductor tenía que contemplar
el factor tiempo y el “momento actual de la evolución de los hechos, del fenómeno social,
del fenómeno político y del fenómeno económico”. Con estos elementos, el dirigente iba a
tomar la “decisión” y luego “ejecutarla”.
Había que manejar buena “información” ya que “se procede tan bien como bien informado
se esté”. El conductor tenía que utilizar el “secreto” ya que si la política enfrenta
“voluntades contrapuestas, lo que hay que hacer es poner siempre delante de la voluntad
adversaria un telón, para que no conozca nuestra voluntad, para que no sepa por dónde
vamos, cómo vamos y hacia dónde vamos”.
La “sorpresa” le permite al conductor “sacar ventaja de un momento de inacción que el
adversario tiene frente a la propia conducción”.

Conducir es persuadir
“El conductor político nunca manda; cuando mucho, aconseja; es lo más que se puede permitir”.
Juan Perón

Perón mencionó en reiteradas ocasiones que “el conductor no lleva a nadie. A él lo siguen;
si no, no es conductor”. El conductor político de un Movimiento de masas no manda a sus
subordinados, sino que los persuade de que lo acompañen detrás de su causa. Es por eso
que el líder justicialista destacó que “En el gobierno, para que uno pueda hacer el
cincuenta por ciento de lo que uno quiere, ha de permitir que los demás hagan el otro
cincuenta por ciento de lo que ellos quieren. Hay que tener la habilidad para que el
cincuenta por ciento que le toque a uno sea lo fundamental” (…) Los hombres que actúan
en política deben ser siempre manejados con persuasión. Nadie puede actuar si no va
convencido de que lo que va a hacer es bueno, lo comparte y lo quiere realizar”.
La tarea de convencimiento y de persuasión debe incluir a los dirigentes del espacio propio
y también a los de la oposición. En palabras de Perón “Cuando un hombre dice: "yo soy
apolítico", es como si dijera: "yo soy un cretino". No digo lo mismo de un opositor que no
comparte mis ideas. Pienso que es un equivocado, pero nunca pienso que es un cretino”.

La conducta y la moral del conductor


“Si el conductor debe ser también un maestro, debe enseñar; y debe enseñar por el mejor camino,
que es el del ejemplo. No delinquiendo él, no formará delincuentes”. Juan Perón

En las clases del año 1951 Perón mencionó que era un requisito imprescindible de los
conductores del Movimiento Nacional Justicialista, poseer una moral y una conducta
ejemplar. Los dirigentes debían comportarse con “sacrificio y abnegación”, siendo
humildes sin suponerse “más de lo que son ni menos de lo que deben ser en su función”.
Además de humildad y vocación de trabajo tenían que estar dispuestos a resistir en
condiciones adversas ya que la política “es para los hombres que aguantan. Los que no
aguantan es mejor que no luchen”.
El conductor no manda, sino que persuade y es por eso que los actos y los ejemplos son
elementos fundamentales en el manejo de grupos. Perón sostenía que los viejos partidos
hacían demagogia frente a la sociedad y “le prometían todo y no le daban nada. Entonces
yo empleé un sistema distinto. No prometer nada y darles todo. Yo no persuadía a la gente
con palabras, porque las palabras poco persuaden. Yo persuadí a la gente con hechos y
con ejemplos”. El líder justicialista resaltó que “el mundo no vive de buenas ideas; vive de
buenas realizaciones”.
El conductor tenía que lograr “prestigio” al cuál consideró un aspecto fundamental del
quehacer político. En ocasiones los dirigentes podían adquirir popularidad transitoria, que
es el resultado del accionar de los medios de comunicación o del apoyo de algún grupo de
influencia. El mandatario explicitó que ésta última condición no era garantía de triunfo en
la actividad política ya que “La popularidad es siempre local y circunstancial. El prestigio
suele ser general y permanente, cuando es prestigio. La popularidad llega en un día, pero
también es susceptible de irse en otro día. El prestigio se gana paso a paso, pero también
se pierde paso a paso”.
Para conducir un Movimiento de masas había que hacer una “escuela de humildad y
sencillez” y “nadie es tan indigno y tan miserable que no merezca respeto. Si uno respeta a
todos, aun quizás al que no lo merece, gana siempre el respeto de los demás”.
Perón destacó que el conductor tenía que aprender a manejar los impulsos ya que el que se
enoja en política pierde. En sus palabras “el hombre suele ser pasionista por naturaleza y
aun por costumbre. Y el conductor no puede tener esa clase de defectos” (…) En política
no hay por qué enojarse, puesto que uno no persigue intereses personales”.

La educación de la masa popular


El conductor tenía que educar y formar doctrinariamente a los dirigentes del Partido y al
conjunto del pueblo. Perón destacó que el dirigente tiene que estudiar y conocer la realidad
de la masa, en tantoentidad “social, psicológica y sociológica que hay que “interpretar (…)
El pueblo difícilmente se equivoca en las grandes verdades”. El líder justicialista fue un
analista del comportamiento de los grupos humanos, al punto de que en su etapa militar
investigó a los pueblos originarios y publicó una obra poco difundida que fue “Toponimia
patagónica de etimología araucana” (1935-36).
El dirigente “interpreta” y también educa, persuade y dirige al pueblo detrás de objetivos
nacionales o de reforma social. Para conducir políticamente hace falta una comunidad
nacional elevada culturalmente y Perón mencionó que “Los apetitos propios de una masa
de ignorantes son malos consejeros para la conducción, porque los apetitos están en
contra de la función básica de la conducción: que sea una masa disciplinada, inteligente,
obediente y con iniciativa propia. Es inútil dar a una masa inorgánica y anárquica un
conductor. Lo van a colgar”.
Para alcanzar los objetivos del Movimiento era imprescindible que la masa popular tenga
cultura cívica y política ya que “un conductor, por genial que fuese, no podría llegar a
cada uno de los millones de hombres que conduce. Hay una cosa que debe marchar sola;
es decir, la doctrina, que pone a todo el mundo "a patear para el mismo arco". Ya eso le da
una dirección a la masa. Luego está la organización, que le da unidad en la ejecución de
las cosas”. La doctrina en el pensamiento justicialista se definió como “una gran
orientación con principios; con principios que se cumplen siempre de distinta manera (…)
Las doctrinas políticas no pueden ser eternas, aunque sean eternos los principios que las
sustentan. Sólo hay una parte de la doctrina que es eterna: la que cristaliza los grandes
principios”.
Con el objetivo de elevar la conciencia política del pueblo el peronismo democratizó el
acceso a la educación y la cultura en todos sus niveles, incluyendo la universidad que es
gratuita desde el año 1949. En el marco de los cursos del año 1951 y con la finalidad de
potenciar la formación doctrinaria de los dirigentes, el líder Justicialista convocó a crear
Ateneos, Unidades Básicas, escuelas sindicales y “elementos culturales del Partido”.

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