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“Un museo porfiriano para una gran conmemoración histórica.


Octavio Martínez Acuña.

Tras la conclusión del régimen de Maximiliano I y la restauración de la República en 1867, las


instituciones debieron seguir su operación y su funcionamiento cotidiano. Sin embargo en lo
concerniente al Museo Nacional encontramos que el proyecto museístico imperial fue truncado, ya
que las colecciones referentes a la historia natural serían las únicas que se exhibirían parcialmente.

Un caso paralelo que ilustra estos cambios fue el que vivió la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, la cual perdió importancia y apoyos por la participación de algunos de sus
miembros en el régimen imperialista de Maximiliano, 1 siendo sustituidos estos apoyos por los
otorgados a la Sociedad Mexicana de Historia Natural. De hecho, ―como lo han indicado algunos
autores― miembros de esta última ocuparon la mayoría de los cargos directivos y docentes del
Museo Nacional en esa época.2

En ese sentido, tanto el gobierno de Benito Juárez como el de Lerdo de Tejada propiciaron la
continuidad de un proyecto encaminado principalmente al desarrollo de las disciplinas naturalistas,
aunque algunos profesores del Museo formados en dichas áreas del conocimiento, debieron
encausar nuevos derroteros acordes a los objetivos que un nuevo y prolongado régimen
desarrollaría de forma recurrente. Al respecto, es posible observar a través de diferentes fuentes,
el uso y difusión que el gobierno de Porfirio Díaz dio a elementos históricos, arqueológicos y
antropológicos pertenecientes a nuestro patrimonio cultural material e inmaterial mediante
la exhibición en diferentes foros, espacios y medios, de objetos e imágenes asociados al pasado
prehispánico nacional; a las gestas heróicas y patrióticas desprendidas de diversos episodios
históricos, como la Independencia, o las intervenciones norteamericana y francesa; así como a la

1 Manuel Orozco y Berra se desempeñó como Director del Museo Nacional durante esa época, igualmente se vio
favorecido por la publicación de su obra Geografía de las lenguas y carta etnográfica de México. Precedida de un ensayo
de clasificación de las mismas lenguas y de apuntes para la inmigración de las tribus. Francisco Pimentel también
desempeñó algunas funciones durante ese periodo y vio la luz su trabajo Memoria de las causas que han originado la
situación actual de la raza indígena de México y medios de remediarla. José Fernando Ramírez también tuvo una
participación estrecha con el régimen e incluso se encargó de la dirección del Museo y fungió como un tipo de “inspector
asesor en temas arqueológicos”.
2 Juan José Saldaña y Consuelo Cuevas Cardona, “La invención en México de la investigación científica profesional: el
Museo Nacional 1868-1908”, en Quipu, Revista Latinoamericana de Historia de las ciencias y la tecnología, México, vol.
XII, no. 3, septiembre a diciembre de 1999, p. 319.
exposición de la diversidad étnica del territorio mexicano. Por su parte, el Museo Nacional, tuvo
una participación activa en la elaboración de éstas exhibiciones, e incluso, en varias ocasiones se
convirtió en el repositorio final de los materiales acopiados para dichos fines. Estas razones
contribuyeron para que sus colecciones se vieran drásticamente enriquecidas desde los incios del
último tercio del siglo XIX y, paralelamente, fue claro el predominio de donaciones, intercambios y
adquisiciones de piezas arqueológicas pertenecientes a las culturas mesoamericanas, reliquias de
los héroes patrios y objetos de uso cotidiano de las comunidades característicamente indígenas.

Podríamos establecer que el corolario y límite temporal de este periodo los determinó la
separación de las colecciones de historia natural del Museo y su reapertura en 1910, en un
contexto en el que se definió la formación de un departamento del Museo dedicado al estudio de
la población indígena contemporánea a cargo de Andrés Molina Enríquez, a la celebración de la
XVII sesión del Congreso Internacional de Americanistas, y también a la conmemoración del
Centenario de la Independencia conjunto de actos festivos que aludían a un hecho histórico, en
los que por consiguiente existió una presencia significativa de actividades vinculadas con la historia
y disciplinas afines.

De tal forma, esta generación de naturalistas fue testigo de un proceso de transición que se
caracterizó por la concesión de espacios, dentro del Museo y las instituciones, a las ciencias
sociales en detrimento de las ciencias naturales. En ese sentido, la asistencia de México a algunos
eventos internacionales jugó un papel preponderante, ya que la necesidad de elaborar una
proyección internacional de una nación moderna y civilizada en distintos ámbitos, propició la
agrupación de estudiosos que en su mayoría se habían destacado por su trayectoria en el campo
de la historia, aunque con distintas vertientes: Joaquín García Icazbalceta, Francisco Pimentel,
Antonio García Cubas, Mariano Bárcena, Antonio Peñafiel, Alfredo Chavero, José María Vigil,
Vicente Riva Palacio, Julio y Eduardo Zárate, Francisco del Paso y Troncoso, José María Agreda y
Sánchez, Nicolás León y Jesús Galindo y Villa.

Una buena parte de estos historiadores, arqueólogos, antropólogos y etnógrafos


autodidactas fue comisionada para organizar la muestra mexicana que se envió a la Exposición
Histórico Americana de Madrid en 1892, mediante la exploración y trabajo de campo, excavación y
acopio de piezas, y el registro documental y fotográfico. Algunos de ellos también se encargaron de
la organización y fueron miembros de los Congresos Internacionales de Americanistas de 1895 y
1910, ambos realizados en la Ciudad de México. 3 Conviene destacar a Jesús Sánchez, Del Paso y
Troncoso, Bárcena, Vigil, Chavero, León y, Galindo y Villa, los cuales, además trabajaron como
profesores, directivos y empleados del Museo Nacional.

Es indudable la importancia de los trabajos de investigación, acopio y organización de este


grupo denominado “Junta Colombina”, considerando que la delegación mexicana obtuvo casi un
centenar de condecoraciones,4 aunque es más importante señalar que la mayoría de las piezas
exhibidas en Madrid se incorporaron posteriormente, en distintos momentos, a los acervos del
Museo Nacional. Por tanto se debe poner atención en algunos factores en torno a la Exposición
Histórica Americana que determinaron el crecimiento de los espacios encaminados al estudio de
las ciencias sociales dentro del Museo. En primera instancia que los materiales que integraron la
exhibición mexicana en Madrid primordialmente fueron arqueológicos, históricos, antropológicos y
etnográficos y al regresar a México e incorporarse al Museo engrosaron tales departamentos del
establecimiento;5 en segundo lugar, que con el arribo de Del Paso y Troncoso a la Dirección del
Museo se dio un cambio en lo que refiere a la orientación de intereses académicos de quien
desempeñaba dicho cargo, elemento que se reflejó en el notable impulso que se dio a la
arqueología, la antropología y la etnografía; y finalmente por la coyuntura inmediata que significó
la celebración en México de la XI sesión del Congreso Internacional de Americanistas en 1895, pues
se llevó a cabo una reorganización de la exhibición y departamentos del Museo para mostrar a los
especialistas extranjeros el adelanto científico de la institución, principalmente en lo concerniente
a las materias antes señaladas, mismas que dominaban las temáticas tratadas por los congresistas. 6

Como se mencionó antes, este cambio de orientación patrimonial, científica, académica y


museográfica dentro del Museo tuvo también un momento coyuntural y definitivo con la
3 Incluso Alfredo Chavero también tuvo participación en la segunda sesión del Congreso Panamericano, celebrado en
México entre diciembre de 1901 y enero de 1902.
4 Los expositores mexicanos recibieron 24 medallas de oro, 20 de plata, 25 de cobre y 27 menciones honoríficas.
“Premios”, El Partido Liberal, 15 de marzo de 1893, p. 7.
5 Las colecciones etnográficas que recibieron medalla de oro pertenecían al Museo Nacional, Porfirio Díaz, Eulogio
Gillow (Arzobispo de Oaxaca), Francisco Plancarte (Obispo de Campeche) y Aquiles Gerste (Profesor del Colegio Católico
de Puebla); la Carta Etnográfica de Antonio García Cubas también recibió presea dorada. Las fotografías de “tipos
indígenas” provenientes de los estados de Baja California, Chihuahua, Colima, Guanajuato, Guerrero, Michoacán,
Morelos, Nuevo León, Querétaro y Tlaxcala recibieron medallas de plata. “La Exposición Histórica Americana de Madrid.
Premios a los expositores mexicanos.”, El Nacional, 8 de julio de 1893, p. 2.
6 Como lo ha señalado Leoncio López Ocón, la comunidad internacional de investigadores americanistas empezó a
configurarse en el último cuarto del siglo XIX, a través de la organización bienal del congreso. Su carácter internacional
posibilitó, entre otros resultados, la construcción de redes de comunicación científica trasatlánticas, las cuales difundían
primordialmente los estudios, tanto de antigüedades americanas, como de “las características físicas y culturales de la
sociedades amerindias.” Leoncio López Ocón, Jean Pierre Chaumeil, Ana Verde Casanova, (eds.), Los americanistas del
siglo XIX. La construcción de una comunidad científica internacional, Madrid, Iberoamericana/Vervuert, 2005, pp. 7-8.
celebración de las fiestas del Centenario del inicio de la lucha por la Independencia de México,
pues fue proyectada una reestructuración que incluyó aspectos arquitectónicos del edificio,
museográficos en sus salas de exhibición y, teóricos y temáticos en los contenidos de sus acervos.
En esa tesitura y como una de las adquisiciones icónicas que mejor definen ese momento
trascendental de la institución, destacó la “Pila bautismal del Cura Hidalgo,” la cual recorrió
diversas calles de la Ciudad antes de hacer su aclamada entrada al inmueble de Moneda 13 entre
la curiosa y motivada multitud.

Otro de los aspectos que definen esa festiva reinauguración del Museo en 1910, fue que en
las salas del Museo Nacional ya no fue posible admirar el enorme esqueleto de mastodonte, los
grandes mamíferos marinos, los reptiles o las especies teratológicas mounstrosidades y
malformaciones animales, ni tampoco la gran diversidad herbolaria o mineralógica, ya que desde
los primeros años del siglo XX los directivos del Museo y de Instrucción Pública, así como
profesores del mismo Museo proyectaron la separación de dichas colecciones, ¿qué mejor
momento que dicha conmemoración histórica para darle a la institución una orientación más
cercana a la elevación de un pasado glorioso y enaltecedor?

Finalmente, estos actos reestructurales, festivos y conmemorativos requerirían que la


percepción que la sociedad tenía del “Museo Nacional” fuera también modificada. En ese sentido
fue necesario dotar a la renovada institución de una nueva denominación que reflejara los
objetivos, disciplinas, labores e investigaciones que se desarrollarían, siendo oficial su
reinauguración con el nombre de “Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología” en agosto
de 1910, contando con la honrrosa visita del Presidente de la República, Don Porfirio Díaz.
Quedando rememorado y consagrado ese momento mediante la publicación del icónico retrato
del General junto al “Calendario Azteca”7 en el el popular diario citadino “El Tiempo Ilustrado”.

7 También llamada “Piedra del Sol.”

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