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0.

INTRODUCCIÓN

Lo fundamental de la charla de acogida es que las personas descubran la acogida de Dios, que son bien
recibidos y aceptados profundamente por Él y que es Dios, quien les ha preparado todo para que puedan
disfrutar de la convivencia, retiro, acampada, etc. Ahora bien, las personas que los han invitado: un amigo, un
hermano, su mamá que les mandó a fuerzas, un profesor, el anuncio que vieron y les llamó la atención, etc.,
son lazos o cuerdas humanas que Dios lanzó para atraernos hacia él “Con cuerdas de ternura, con lazos de
amor los atraía; fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas y se inclina hasta él para darle de
comer” (Os 11,4), pero en realidad es Dios mismo que ha salido en nuestra búsqueda, Él es el quien ha salido
a nuestro encuentro, porque al igual que un Papá desea que todos sus hijos estén cerca, también Dios que es
nuestro creador desea que todos estemos cerca de él.

Dios es amor y el amor no soporta lejanía, por eso Dios hace todo lo posible por estar cerca de la persona
que más ama: el Hombre. Y no solo para estar en un estado pasivo y sentimental, sino que Dios se acerca
para responder a nuestros cuestionamientos, búsquedas y necesidades más profundas, y también para
proyectarnos, para decirnos lo que sueña con nuestra vida, por lo que el encuentro con el Amor no dejará
igual nuestra vida, porque el amor renueva, sana, posibilita, reconstruye, el amor todo lo cree, todo lo espera
y todo lo soporta (1Cor. 13).

El amor nos acoge, nos envuelve. Dios se da a conocer a sí mismo, para hacer a los hombres capaces de
responderle, de conocerle y de amarle para que le podamos acoger, lo cual es posible porque el hombre es
capaz de Dios, porque Dios ha puesto el deseo de buscarle y encontrarle. San Agustín dice: “Nos hiciste,
Señor, para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”.

En esta formación daremos algunos fundamentos antropológicos y bíblicos que están contenidos en el
Magisterio de la Iglesia, como el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) y la Constitución Dogmática Dei
Verbum (DV), para fundamentar el contenido de la charla de Acogida: Dios acoge mi vida.

1. LA PERSONA HUMANA UN SER CON CAPACIDAD DE ACOGIDA

El Ser Humano para su desarrollo no puede vivir solo, puesto que desde que nace necesita de los demás. El
hombre es el ser en todo el universo más dependiente del otro, ya que desde que nace, necesita de la madre
para alimentarse, vestirse, estar limpio, no como algunos animales que solo están un corto tiempo con su
madre y ya salen al mundo a defenderse por sí solos, como las tortugas que nacen y deben subsistir por sus
propios méritos. Desde que empieza la vida, el hombre necesita siempre la compañía de otros, pues es un
ser que no es autosuficiente, porque requiere de los demás para satisfacer sus necesidades tanto físicas
como espirituales. Por lo tanto, el ser humano siempre tendrá necesidad de ser acogido, recibido y aceptado,
pero también tendrá la necesidad de acoger, recibir y aceptar a los demás, por el hecho de ser un ser social
por naturaleza.

Las experiencias de la vida cotidiana nos muestran como la acogida es algo implícito al hombre desde el
momento de su nacimiento, por ejemplo cuando un bebé nace en un ambiente de espera, de acogida, de
ilusión de los papás por recibirlo y llega a casa, de esta manera, el bebé generalmente llega a ser una
persona sana, segura y con confianza en sí misma porque ha crecido en un ambiente de acogida y cuidado.
Pero cuando el bebé ha sido rechazado, no aceptado, no deseado, las consecuencias en su vida adulta,
muchas veces son muy drásticas por el vacío existencial o por la falta de afecto, de acogida que experimenta
por la falta de ser aceptado, aunque no determinante en su vida, pero se puede volver inseguro, con baja
estima o puede tener alguna adicción para cubrir el vacío que experimenta.

Sin embargo, la actitud de Dios es siempre de acogida a todos, él acoge la vida de cada persona, porque
todos somos sus hijos, somos sus creaturas, somos su pertenencia: “Tu eres mío” (Is 43,1), él no rechaza a
nadie: Yo te elegí y no te he rechazado, no tengas miedo, pues yo estoy contigo, no temas, pues yo soy tu
Dios, yo te doy fuerzas, yo te ayudo (Is 41,9).
Dios no nos rechaza, sino que acoge a todos y por eso en la
convivencia, retiro, etc., acoge a cada persona, nos da la Bienvenida a todos y acepta a cada persona como
es. Por esta razón en la convivencia podemos apuntar a que las personas se experimenten acogidas por Dios
y a la vez lo quieran acoger a él.

1. TENEMOS LA CAPACIDAD DE AGOGER A DIOS. “EL HOMBRE ES CAPAZ DE DIOS”

Hay una frase en el Catecismo de la Iglesia Católica que sintetiza la búsqueda del Hombre por la Verdad, de
lo Bueno, lo Bello, del Amor auténtico, que es Dios: “El Hombre es Capaz de Dios”. El Deseo de Dios está
inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de
atraer el hombre hacia sí, y sólo en Dios el hombre encontrará la verdad y la felicidad que no cesa de buscar.
(CIC No. 27). Por eso, todas las personas que asistan a la acampada por muy gnósticas y ateas que sean,
tienen la capacidad de acoger a Dios, porque el deseo de Dios está inscrito en cada hombre y todos tenemos
el deseo de encontrarnos con Él.

Esta será la Certeza y Seguridad de nuestra charla de “Acogida de Dios” en la convivencia: Yo tengo deseo
de Dios y Dios tiene deseo de acogerme. Por lo tanto, nuestra seguridad no viene de mis ejemplos novedosos
o de mis ideas bien hiladas, esto es necesario para llevar a las personas poco a poco a que descubran la
realidad de la acogida de Dios, nuestra seguridad será que aunque ellos no lo sepan Dios los acoge,
analógicamente sería lo mismo que pasa con un bebé recién nacido, el bebé tiene necesidades, pero no es
consciente de todo lo que implica para sus papás cuidarlo, alimentarlo y en general satisfacer todas sus
necesidades, el bebé vive en una atmósfera de Amor de la que no es consciente, pero que hay alguien que
se la da.

Partiendo de esta realidad: mi deseo de Dios y el deseo de Él de acogerme, buscaremos todos los medios
necesarios para que las personas quieran escuchar el mensaje, quieran recibirlo y puedan cambiar su vida en
un antes y un después. No escatimaremos en anunciar y hablar con libertad y seguridad sobre lo que Dios
quiere hacer llegar a cada persona.

3. DIOS ACOGE AL HOMBRE.

Volvemos al No. 27 del Catecismo y retomamos la frase “El Hombre ha sido creado por Dios (origen) y para
Dios (finalidad)”. Lo cual significa que Dios es el que tiene la iniciativa de acoger nuestra vida: “En esto
consiste el Amor de Dios, en que Él nos amó primero” (1 Jn 4,10), éste es el amor verdadero, un amor que se
da gratuitamente sin pedirnos nada a cambio, Dios nos acoge generosamente, lo cual es un regalo. Y nos
acoge en todo momento de nuestra vida, en la etapa que estamos viviendo, en la situación que estamos
viviendo, y no solo en la acampada, o en un momento puntual, sino siempre.

En muchos pasajes de la Biblia podemos ver explícitamente como Jesús es el que se acerca a la vida de las
personas y lo hace por iniciativa propia:

- En Jn 4, Jesús acoge a la Samaritana con su sed profunda.
- En Lc 19 Jesús acoge a Zaqueo con su situación particular y le pide quedarse en su casa, Jesús se
invita a la casa de un pecador.

- En Lc 15 Vemos como el Padre acoge al Hijo pródigo, es él que toma la iniciativa, lo acoge y sale a
su encuentro, lo abraza y lo cubre de besos.

El hombre busca a Dios, pero antes de que él lo busque, Dios primero ya le ha salido al encuentro.
¿Recuerdas cuando salió a tu encuentro por primera vez?, en tu convivencia, cuando hiciste la primera
comunión, en un retiro, caminando, en la plática con un amigo, etc.

3.1 La creación como manifestación de la acogida de Dios a nuestra vida.


“Dios siempre y desde la creación del mundo nos eligió en Cristo”, (Ef. 1,4) con esta cita podemos
fundamentar la acogida de Dios con nuestra vida desde antes de la creación, Dios desea nuestra vida y al
igual que unos papás desean el nacimiento de su hijo y preparan todo para su llegada, de la misma manera
Dios prepara todo para que desde el inicio de nuestra existencia nos sintamos acogidos. El deseo de Dios por
la acogida de cada hombre lo hace poner en movimiento y comienza a crear un hogar para nosotros:


“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la
superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Entonces dijo Dios: Sea
la luz. Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz
día, y a las tinieblas llamó noche. Y fue la tarde y fue la mañana: un día. Entonces dijo Dios: Haya expansión
en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas...” (Gn 1,1-25)

La creación es manifestación de la acogida de Dios a los hombres y tendrá una doble finalidad:
- Recibir al hombre, pues la creación será el hogar en donde habite, porque en ella se encontrarán las
condiciones ambientales que necesita y también en ella se le proporcionara lo necesario para vivir: “Y
produjo la tierra vegetación: hierbas que dan semilla según su género, y árboles que dan fruto con su
semilla en él, según su género. Y vio Dios que era 
bueno” (Gn 1, 12). 

- Es el lugar en donde el hombre se puede desarrollarse y trascender: “Y dijo Dios: Hagamos al

hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar,
sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra
sobre la tierra” (Gn 1,26). 


La creación es el lugar en el cual, el hombre se desarrolla como persona en sus cuatro dimensiones: humana,
psicológica, espiritual y social, y también en donde desarrolla su talentos, capacidades y los pone en función
de crear un ambiente más sano, seguro y fraterno, pero también es el lugar en donde logra su trascendencia,
es decir en donde se relaciona con el infinito que es Dios, su creador. Por lo tanto, la creación será el lugar
que Dios ha creado para que habitemos y en donde nos acoge y nos recibe. 


3.2 El diálogo como manifestación de la acogida de Dios a nuestra vida. 


Es a través de la naturaleza en donde Dios me manifiesta su acogida, y en donde puedo experimentar su


cuidado con mi vida, pero esta forma de comunicación con Dios sería todavía muy impersonal. 
Una forma en
que todo ser humano experimenta también la acogida es mediante el diálogo, cuando otra persona le expresa
en su mismo lenguaje que es aceptada, acogida, bienvenida. La persona se experimenta acogida o yo acojo
a otra persona cuando me dirijo a ella, le doy un espacio, un tiempo, para manifestarle que se está dispuesto
a escucharla, a acogerla, a aceptarla, a compartir con ella, cuando me intereso por lo que vive, por lo que
hace, es decir mediante un trato personal. 


Dios se acerca con estas actitudes humanas para manifestarme su acogida de manera personal, de tú a tú,
igual que “un hombre, habla con sus amigo” (Ex 33,11). Dice en la Constitución Dogmática Dei Verbum:
“Quiso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual
los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen
consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres
como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y
recibirlos en su compañía.” DV 2

Dios se encarna y se hace hombre como yo, para hablarme en mi mismo lenguaje, para dialogar conmigo,
para acogerme desde el dialogo: “Pues Él, siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios,
sino que se humilló, tomando la condición de servidor, y se hizo semejante a los hombres.” (Fil. 2, 6-7), se
hace hombre, se abaja para acogerme con toda mi humanidad, con mis capacidades y con mi fragilidad, se
hace hombre para divinizarme y para decirme que ser hombre es lo más grande que se puede ser.
La Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para
estar a nuestro alcance: “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14), y ahora la Palabra no
sólo se puede oír, no sólo tiene voz, sino que tenemos un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret.
De ninguna manera Dios ha estado obligado a acoger a los hombres, lo ha hecho simplemente porque quiso
y su única razón es el Amor. La novedad de la revelación bíblica consiste en que Dios se da a conocer en el
diálogo que desea tener con nosotros, Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos,
trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía.

3.3 La redención y misericordia como manifestación de la acogida de Dios a nuestra vida.

Sin embargo para nuestra desgracia, esa creatura tan deseada, tan amada, tan esperada, tan acogida, en
cuanto pudo rompió la amistad con Dios, rechazó la invitación de Dios de estar con él para siempre. “El
Hombre tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador y, abusando de su
libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre. En adelante
todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad” (CIC 397)

Rompemos la amistad con Dios, cuando le decimos: No te necesito, porque nos creemos autosuficientes y
pensamos que podemos hacer las cosas por cuenta propia y entonces no le dejamos espacio a Dios en
nuestra vida. Nos alejamos de Dios cuando perdemos la esperanza en su palabra y nos dejamos llevar por
las evidencias más que por su voz, y como consecuencia experimentamos la desilusión, el desánimo, la
pérdida de sentido, la tristeza, la desconfianza. Y es entonces cuando nos preguntamos ¿Quién se encarga
de mi vacío, de mi soledad, de mi sin sentido, de mi impotencia de mi orgullo?, cuando somos sinceros nos
damos cuenta que necesitamos a Dios más que a nadie.

Es en los momentos de debilidad, de pecado es cuando Dios muestra su amor extremado con nuestra vida,
porque el hombre puede romper con Dios, pero Dios nunca deja de acogernos como dice la plegaria
eucarística: “Cuando por desobediencia el hombre perdió la amistad, No lo abandonaste al poder de la
muerte,
Sino que compadecido tendiste la mano para que
te encuentre el que te busca”.

Después de que Adán y Eva pecaron, Dios salió a buscarlos “Y el SEÑOR Dios llamó al hombre, y le dijo:
¿Dónde estás? Y él respondió: Te oí en el huerto, y tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí”. (Gn
3, 9-11).
Aún en esta situación de caída, de pecado, de infidelidad, de lejanía de Dios. Dios vuelve acoger al hombre
pecador-desobediente, que se encuentra escondido de la mirada de Dios, cubriendo su desnudez con hojas.
Dios se acerca a nuestra condición y nos acoge en nuestra miseria, en nuestra pobreza, en nuestra vileza, es
entonces la acogida de Dios se vuelve misericordia.

Dios sale al encuentro del hombre pecador como en la parábola del Hijo Pródigo, en donde el Padre acoge al
Hijo que se ha alejado de la casa durante mucho tiempo y no espera a que llegue a la casa y toque la puerta
para recibirlo, sino que el Padre toma la iniciativa de acogerlo, antes de que el Hijo llegue a la casa el Padre
ya lo está esperando para abrirle las puertas de su casa y acogerlo nuevamente en su casa: “Y levantándose,
fue a su padre. Y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó
sobre su cuello y lo besó.” (Lc. 15, 20) pues en donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia y el amor de
Dios.

Por lo tanto en la charla de acogida y durante toda la acampada, Dios quiere encarnar en nosotros sus
mismas entrañas de misericordia que sale al encuentro de Hijo caído, porque es así como llegan las personas
que vienen a la acampada: caídos, vencidos, escondiéndose de Dios.
Y que grande que ellos encuentren la
acogida de Dios, un “Te esperaba” de Dios, ¡Cuánto esperaba que estuvieras aquí!. En la charla de acogida,
más que explicar cómo está organizada la casa, y las actividades que se van a realizar, es transmitir el
encuentro con Dios que sale a acoger tu vida y que nos dice: te esperaba ¡Dios te esperaba!.
4. CONCLUSIÓN
Conociendo los fundamentos antropológicos y bíblicos de la charla de Dios Padre. Podemos dar la charla con
más seguridad y consistencia, sabiendo que todas las personas tenemos la necesidad de ser acogidos y
recibidos y al mismo tiempo de acoger y recibir. Es importante tener paciencia y no esperar que las personas
se convierta o que experimenten la llamada de Dios ya esta primera charla, si se da excelente, pero si no,
recordemos que estamos en la primera charla del Temario y cada verdad de Fe que se predica en cada
Charla va haciendo proceso en la vida de las persona, hasta que Dios le de la gracia de encontrarse con él,
en el transcurso de las charlas para llegar a la identidad de Hijo del Padre.

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