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Articulación de

Saberes III

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Índice.

Módulo 1: Ubicación de la psicología clínica, alcances y desafíos.


Carrasco- Relato reflexivo y crítico de una historia de la psicología del Uruguay…..pág.3
Bielli, A. (2006). Los psicofármacos como tecnología social: los antidepresivos en el
Uruguay……pág.8
Rodríguez Nebot, J. (2014). Clínica de lo libidinal y psicoterapia……………………..pág.16
Foucault- Historia de la sexualidad……………..pág.19
Foucault- historia de la clínica……………pág.22

Módulo 2: Subjetividad y clínica

Lewkowics- la noción de subjetividad……………pág.26


Lewkowics- subjetividad controlada…………….pág.27
Bleichmar- Límites y excesos del concepto de subjetividad en Psicoanálisis. ………....pág. 30
Bleichmar- El estallido del Yo, desmantelamiento de la subjetividad Cap. Producción de
subjetividad y constitución del psiquismo . Cap. Acerca de la subjetividad……...pág. 34
Guinsberg, E- Subjetividad. …………………………..pág. 51
Galende- El impacto de la cultura en la subjetividad de las personas……………..pág. 62
Gonçalvez Boggio- Cuerpo y subjetividades contemporáneas. …………..…..pág. 65
Rolnik……………………..pág.83

Módulo 3: Noción de sujeto para la clínica

Morin - La noción de sujeto. …………………..…..pág. 85


Construcción de la subjetividad en la exclusión. Giorgi…………………………………...pág.89
Bleichmar- la subjetividad en riesgo……………………..pág.95

Módulo 4: Modalidades del sufrimiento psiquico y los diálogos interdisciplinarios.

Bianchi- Los equipos, las disciplinas y las concepciones de salud y enfermedad. …..pág. 97
Gandolfi, A. Cortazar, M- El desafío de la interdisciplina en la formación de los profesionales de la
salud. ………………..pág. 99
Galende- De un horizonte incierto. Psicoanálisis y salud mental en la sociedad actual.
……………………….pág. 103
Hounie, A- Disponer espacios: poder pensar, poder hablar. ………..…..pág. 115

Investigación e Intervención en una Escuela de Contexto Crítico: desafíos de la extensión”de


armas……………pág.118

Muniz, A. (Comp). (2009). Intervenciones en el campo de las subjetividades A modo de


Introducción ………………….pág.120

Gonçalvez Boggio (2011). Clínica Laboral del Burn Out…………pág.127

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MODULO 1

Carrasco- Relato reflexivo y crítico

Es posible organizar el relato del desarrollo de nuestra disciplina de diferentes maneras,


yo lo he ordenado dividiéndolo en tres etapas. La primera etapa transcurrió entre los comienzos
de la institucionalización del país hasta la creación de un Laboratorio de Psicopedagogía en el
ámbito de la Enseñanza Primaria y Normal en el año 1933. Dicho Laboratorio fue transformado
en Instituto en el año 1942 con el nombre de Instituto Sebastián Morey Otero, quien fuera su
fundador. La segunda etapa es la comprendida ente la fundación del Instituto de Psicopedagogía y
el comienzo de la actividad Psicológica al interior de la Universidad Mayor de la República,
(única Universidad existente en esa época). Por último la tercera etapa de define cuando la
Psicología ya Instalada en la Universidad de la República transita por diferentes episodios a
nivel de todo el país hasta nuestros días.

En toda la primera época o etapa nuestra disciplina es mencionada como Psicología en


forma explícita sólo en los planes de estudio de cursos que funcionaron en la órbita del Sistema
Nacional de Educación, a punto de partida de la reforma liberal de la enseñanza en 1875 – 1876.
El grueso de los cursos en los que se trataban temas de Psicología fueron los de
Filosofía como es de comprender. No obstante lo anterior, en el año 1897 aparece un primer
texto titulado “Psicología Elemental” cuyo autor fue el Prof. Carlos Vaz Ferreira quien a su vez
propuso, en esa época, la creación de un laboratorio destinado a investigaciones pedagógicas en
el cual se utilizaron también algunas técnicas de Psicología Experimental. Este texto gozó de
reimpresiones hasta el año 1917.

Finalizando esta primera etapa del proceso de desarrollo de la Psicología Nacional se


comprueba que, a propósito de una reforma efectuada en los planes de estudio de los institutos
de Formación de Maestros en 1925, figuran cursos elementales de diferentes corrientes
psicológicas tales como: Psicología introspectiva, conductismo, psicoanálisis, psicofísica,
gestaltismo, etc. Por otra parte con anterioridad a lo consignado en este último párrafo, a fines
del siglo XIX y primeras dos décadas del siglo XX, a propósito de acontecimientos ocurridos a
escala mundial tales como la revolución industrial, el fin del la Primera Guerra Mundial,
transformaciones sociales y políticas, cambios a nivel de la estructura familiar, etc, se
incrementó el interés por el desarrollo de la enseñanza y educación de los infantes, todo lo cual
también repercutió en la esfera de la Psicología, de la Psicopedagogía y de la necesidad de
detectar los trastornos específicos del aprendizaje.

Esto inicia el comienzo de la Segunda etapa y antes de pasar a describir los sucesos de esta
segunda etapa debo dejar constancia que del único libro de Historia de la Psicología publicado en

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Uruguay cuyo autor es Carlos Pérez Gambini , tomé muchos del los datos que he proporcionado en
párrafos anteriores.

Segunda etapa- Como he informado al comienzo de este trabajo la segunda etapa está
marcada por la fundación del Laboratorio de Psicopedagogía en el año 1933. Un Censo escolar
efectuado en todo el país en 1933, arrojó resultados preocupantes en lo referente a problemas de los
niños vinculados con el aprendizaje. Se imponía entonces la fundación de servicios destinados al
estudio de esta problemática y es así que en la fecha señalada se fundó el laboratorio de
Psicopedagogía.

La fundación de este servicio no sólo marca el comienzo de una nueva etapa en


el proceso evolutivo de la psicología sino que señala además un tímido e indirecto comienzo
depercepción de la psicología como profesión. Es a partir de la fecha antes mencionada que se
inicia un pasaje por el Instituto de notorias personalidades del mundo de la psicología:
Emilio Mira y López, Serebrinsky, Ombredan, Rimoldi, Telma Recca, Antipoff, etc. dejando en
él, y a beneficio de nuestro país no sólo reflexiones y tendencias sino que también algunos de
ellos, técnicas e instrumentos de la práctica psicológica.

Es también a partir de la fecha señalada (1933) que se asiste a la aparición de diversas


iniciativas relacionadas al ejercicio de la psicología en todo el ámbito nacional, instalados en
diferentes instituciones oficiales tales como la Fuerza Aérea, Consejo del Niño, Institutos
Penales , Ministerio de Salud Pública, Enseñanza Industrial y en Clínicas Médico Psicológicas
en los Hospitales. Sin duda que en el lapso comprendido entre los años 1933 y 1950
la fundación del Laboratorio de Psicología de la Clínica de Psiquiatría de la Facultada de
Medicina en el año 1948 es un hecho de acentuada significación en nuestra historia y la
emergencia de las iniciativas ya señaladas significan un verdadero salto cualitativo en la historia
de nuestra disciplina.

Las personalidades que protagonizaron la creación de los servicios mencionados no se


llamaban a sí mismos Psicólogos en el sentido que hoy damos a este término. En general la
actividad que desarrollaron fue predominántemente académica y en el caso de efectuar alguna
aplicación práctica, esta fue de naturaleza psicotécnica y a menudo únicamente psicométrica.
No obstante lo dicho en el párrafo anterior existen registros de conocimiento y prácticas
psicoanalíticas como un hecho aislado en la Cátedra de Medicina Legal de la Facultad de
Derecho de la Universidad de la República.

Otro sucesos notorios acaecidos en el curso del período que estoy tratando, fue la
presencia en Montevideo del Profesor polaco W. Radecki quien en el año 1933 fue contratado
por la Universidad de la República. El Profesor Radecki fundó en el año 1945 un centro de
estudios psicológicos privado que luego se constituye en Escuela Profesional de Psicólogos con
4 años de cursos. Este acontecimiento pese a no haber obtenido gran repercusión y aceptación,
se constituye como primer centro de formación de psicólogos y define su carácter profesional.
El Centro de Estudios de Psicológicos de Radecki organizó en el año 1950 lo que fue
llamado Primer Congreso Latinoamericano de Psicología. Este Congreso contó con el apoyo y
auspicio del Gobierno Nacional existiendo en Montevideo abundante documentación sobre el
mismo.

Tercera etapa- El comienzo de la tercer etapa que empieza en el año 1950 y llega hasta
nuestros días, está signada por dos acontecimientos que considero de suma relevancia histórica

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en el Proceso de la Psicología Nacional. Considero que son dos acontecimientos de gran
significación tanto por ser exponentes del lugar y posición alcanzados por nuestra disciplina,
como también por sus consecuencias posteriores. Estos dos acontecimientos son el ingreso de la
Psicología como disciplina en la Universidad de la República y la fundación de la Sociedad de
Psicología del Uruguay.

La Sociedad de Psicología del Uruguay fue fundada en el mes de diciembre de 1953.


Hace dos años celebramos su 50 aniversario. Su fundación respondió a la convergencia de una
serie de circunstancias que propiciaron un clima ambiental estimulante para su creación.
Como he señalado al describir los sucesos acaecidos en el curso de la segunda etapa fueron
muchos los emprendimientos vinculados a la Psicología que se produjeron en ese período. Los
autores de dichos sucesos actuaron en forma aislada, con poca o ninguna vinculación
entre sí, generando una dispersión que no ayudó a presentar una imagen unitaria o de identidad
propia de la Psicología como disciplina concreta e independiente.
Tampoco existía en la sociedad uruguaya un conocimiento acabado de la misma, de su
existencia ni de sus contenidos, siendo frecuentemente confundida con la psiquiatría. Por otra
parte, junto con todo lo anterior es preciso consignar la existencia de una cierta preocupación
por parte de la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay respecto a algunas incursiones de los
Psicólogos en temas de Psicopatología y de Psicoterapia.

En esa época ya se había constituido algún grupo de gente que estudiaba Psicoanálisis cuya
actividad de promoción y difusión del tema puso sobre el tapete la habilitación de los Psicólogos no
Médicos para el ejercicio de la Psicoterapia.
Hasta ese momento la actividad psicológica se encontraba prácticamente circunscripta
al diagnóstico, mediante el uso de técnicas y discretas actividades de orientación, todo lo cual
era el terreno no sólo tolerado por los Médicos, sino el delimitado por ellos como práctica
“legal” del Psicólogo. La promoción del pensamiento y técnica psicoanalítica conjuntamente
con la creación de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay (APU) en el año 1956 determinaron
una explícita situación de alarma a nivel de la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay, la cual
radicó una denuncia de intrusismo médico en el Sindicato Médico del Uruguay. Como
consecuencia de esta denuncia se desencadenó un debate público y se organizó una mesa de
discusión oficial en dicho Sindicato Médico, cuyos actores principales fueron la Sociedad de
Psicología y la Sociedad de Psiquiatría.

La Sociedad de Psicología cumpliendo con lo previsto en su Acta de Fundación


defendió eficazmente los derechos de los Psicólogos al punto que este conflicto quedó saldado
por muchos años. La Sociedad de Psicología desde el momento de su fundación y por
espacio de más de dos décadas organizó anualmente lo que se llamaron “Jornadas de
Psicología” evento que congregó un elevadísimo número de Psicólogos y de profesionales
afines, constituyéndose en un acontecimiento nacional de vasta repercusión. Estas Jornadas
fueron sin lugar a dudas, factores esenciales de afirmación de la Psicología en nuestro medio.
El segundo acontecimiento que considero de gran importancia para la constitución de
una tercera etapa con perfil propio en el desarrollo de la Psicología fue el inicio de actividades
oficiales en la Universidad Mayor de la República en los años 1948 y 1952. Con el propósito de
que quede claro porqué considero de gran importancia este acontecimiento debo efectuar los
siguientes comentarios.

La Universidad Mayor de la República es la Universidad estatal, por lo tanto pública,


laica y gratuita. Hasta el año 1985 fue la única Universidad existente en la República
Oriental. Por tal razón se constituyó históricamente nacional ineludible en materia de opinión y

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de formación de profesionales en los distintos ramos del saber.

En el año 1958 se produjo una gran reforma de los planes de la Universidad de la


República; esto fue la aprobación por parte del Parlamento Nacional de su nueva Ley Orgánica,
la cual determinó su autonomía del poder político y democratizó su estructura interna de
gobierno, instituyéndose el cogobierno de sus estamentos y asumiendo claramente el modelo
latinoamericano de Universidades.

La Ley Orgánica define las funciones de la Universidad en docencia, investigación y


extensión universitaria. Menciono esto porque luego veremos la importancia de la extensión
universitaria para definir orientaciones en materia psicológica. En el año 1948 se crea el
Laboratorio de Psicología en la Clínica Psiquiátrica de la Facultad de Medicina con funciones
de diagnóstico y en el año 1963 pasa a ser Sección de Psicología con funciones docentes
para los estudiantes de Medicina y para los cursos de Postgrado en Psiquiatría. La importancia
de esto último es claramente apreciable. En el año 1952 comienza a funcionar un curso de 3
años de Psicología Infantil en una Escuela de la Facultad de Medicina. Este es el primer curso
de formación de Psicólogos con carácter oficial y con un potencial sentido de
profesionalización.

A la culminación de este curso se otorgó un título de Técnico que actualmente ha sido


homologado al de Licenciado que otorga la Universidad de la República. En 1956 comienzan a
funcionar los cursos de Licenciatura en el Instituto de Psicología de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República. Este curso de 4 años de duración
funcionó en forma paralela al de Psicología Infantil de la Facultad de Medicina, situación esta
generadora de confusión y necesitada de ser reparada lo antes posible. El Plan de la Licenciatura
de Psicología fue reformado en el año 1971 llevándolo a 5 años de duración y creando cursos de
Postgrado y Doctorado.

El Plan 71 funcionó sólo un año porque en el año 1973 el Golpe de Estado Militar y la
consecuente Dictadura provocaron la intervención de la Universidad de la República y con ello
la eliminación total del Instituto y Licenciatura de Psicología de la Facultad de Humanidades y
Ciencias. En el año 1978 la Intervención crea un Escuela Universitaria de Psicología con lo cual
descendió la jerarquía de la formación del Psicólogo llevándola del nivel de Facultad al nivel de
Escuela.

Desde el año 1978 al año1988, funcionaron en forma paralela los cursos de Psicología
Infantil y los de la Escuela Universitaria. En este lapso también ocurrió un hecho importante
que fue felizmente abortado. Se trató de fijar por ley la dependencia del Psicólogo y sus
funciones a la indicación y supervisión médica. Casi al final del lapso mencionado
anteriormente se crea la Coordinadora de Psicólogos. Organismo gremial y científico que establece
una excelente relación con la vieja Sociedad de Psicología, funcionando juntas hasta el presente,
complementándose sin conflicto en la defensa de los intereses de los psicólogos y propiciando
siempre el progreso y desarrollo de la Psicología en nuestro medio.

La situación descripta en párrafos anteriores respecto a los cursos de Psicología en la


Universidad de la República debe complementarse informando de la existencia también de cursos
de psicología en un Instituto privado en la órbita de la colectividad católica de nuestro país llamado
Instituto de Filosofía Ciencias y Letras.
Durante el período de Dictadura numerosos docentes de la Universidad de la República
pasaron a enseñar en ese Instituto que cumplió buenamente con una función vicariante. Lo

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mismo ocurrió con muchos estudiantes. Considero que también es importante destacar que
durante los 11años de vigencia de la Dictadura funcionaron numerosos grupos de estudio
privados que enseñaron Psicología, predominantemente Psicoanálisis y Psicología Social de
orientación Psicoanalítica. También existieron otros grupos menos numerosos donde se hizo
docencia de diagnóstico.

Esta situación permaneció prácticamente incambiada hasta el mes de marzo de 1985,


momento en el que se instaló el nuevo gobierno democrático y finalizó la intervención de la
Universidad Mayor de la República. Al final del período de Dictadura el Gobierno de Facto
sentó las bases para la creación de la Universidad Católica del Uruguay siendo posteriormente
fundada en ésta, la Facultad de Psicología. Con estos acontecimientos ya no fue más la
Universidad de la República y su Facultad de Psicología (a crearse) la única Universidad
existente en el país, y tampoco el único centro de formación de Psicólogos.

Finalizada la Dictadura y una vez restituidos todos los órganos de gobierno universitario
y también todos los docentes destituidos durante la intervención, el gobierno de la Universidad
de la República propone la creación de un Centro Único de formación de Psicólogos. En el año
1987 se crea con ese propósito el Instituto de Psicología asimilado a Facultad el cual en el año
1994 es transformado en Facultad de Psicología de la Universidad Pública del Estado. De este
modo luego de más de 50 años de luchas la Psicología ha logrado ser una profesión reconocida
por el Estado, al mismo nivel que el resto de las profesiones universitarias. En el año 1999 el
Parlamento Nacional aprobó la Ley de Reglamentación del ejercicio de la profesión de
Psicólogo. La Facultad de Psicología de la Universidad de la República posee un Plan de 5 años
de duración al final del cual otorga el título de Licenciado. Recientemente comenzó a
implementar sus cursos de Postgrado a nivel de Maestría. Lo mismo ha hecho la Facultad de
Psicología de la Universidad Católica.

Durante toda la primera etapa sin duda la psicología fue aquella ligada a la filosofía a
nivel de cursos en los viejos textos con algunos paréntesis ocasionales de la clásica psicología
experimental. No obstante, al final de esta etapa en los planes de estudio para la formación de
maestros normalistas se incorporaron capítulos con un amplio espectro de corrientes
psicológicas. A partir de 1933 empezó a funcionar una psicología volcada preferentemente al
diagnóstico, prevaleciendo la psicometría sin descartar algunas excepciones en exploración de
la personalidad. En esta época es menester destacar el desarrollo de la psicología funcionalista
de Radecky y sus emprendimientos de fundación de centros de formación.

Existieron también intentos aislados de práctica psicoanalítica y formación de pequeños


grupos de adeptos. A partir del año 1950, cuando comienza la tercera etapa que he descripto la
cosa se complica bastante y no es de descartar que cometa errores y omisiones en la descripción
de los hechos existentes. Considero que desde el año 1952 hasta 1956, momento en que se inician
los cursos de la Licenciatura en Humanidades, lo que predomina en materia de cursos y en
actividades es la práctica del Psicodiagnóstico tanto el la órbita de la educación como en el ámbito
de la psicopatología de influencia psiquiátrica clásica. Es menester señalar que a partir de 1952
también ingresó en la psicología una fuerte veta de psicología social la cual en años posteriores se
constituye en una corriente de mucha importancia.

Esto comenzó por la experiencia ofrecida por la práctica de la Extensión Universitaria y la


comprobación de su necesidad para la comprensión y análisis del contexto social del país. En el
plan de la Licenciatura de la Facultad de Humanidades existió como asignatura el Psicoanálisis, lo

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cual de algún modo llegó como respuesta a la adhesión de estudiantes y al desarrollo logrado por el
mismo a nivel de otras instituciones y en la actividad social privada. No olvidemos que en ese año
de 1956 se fundó la Asociación Psicoanalítica.

A partir de mediados de la década del 50 hasta mediados de la del 60 la situación se


mantiene más o menos incambiada. Es a partir de la fecha últimamente señalada que en el
Uruguay comienza a instalarse una situación de fuerte convulsión política y social con presencia
de movimientos armados funcionando activamente, y el desencadenamiento de una muy severa
represión. Esta circunstancia quiebra la quietud y estabilidad de la situación teórica y doctrinaria
de la Psicología hasta ese momento, del mismo modo que su práctica, para responder a un
nuevo tipo de demanda en los consultorios y también en las cátedras por parte de los estudiantes
que reclamaban una reformulación de los marcos teóricos y técnicas de la psicología disponible
hasta ese momento para poder comprender la realidad y responder a las exigencias sociales del
mismo.

Luego de 11 años de Dictadura y represión, en el año 1985 como hemos dicho se instala
el nuevo gobierno democrático, lo cual genera una situación de euforia y de expansión general.
Como ha ocurrido siempre en nuestro país la Psicología responde a esta situación social.
El colectivo de Psicólogos produce una verdadera explosión de Corrientes teórico técnicas y de
Asociaciones que respaldan a las mismas, pero sobre todo se produce la presencia de una
Psicología Alternativa que postula una revisión crítica de los postulados teóricos y
de las prácticas psicológicas con el definido propósito de adecuar los marcos comprensivos de
la Psicología a las verdaderas necesidades de la gente y de sus instituciones, apuntando también
al ajuste de sus prácticas a las posibilidades reales de nuestros países. Ello tiende a terminar con
el predominio de una suerte de pensamiento único dentro de la Psicología hegemónica y de
consumo dominante, para enfrentar con el mayor sentido de realidad las situaciones tan variadas
y cambiantes de nuestras clases sociales y de las culturas propias e intransferibles de los países
hermanos de Latinoamérica.

Para terminar deseo transmitirles dos preocupaciones que tengo en el momento actual
respecto a la Psicología en mi país. La primera es que con motivo del abultado número de
egresados que producen anualmente nuestras facultades, observo una inquietud creciente en el
ámbito de la Psiquiatría y temo que a mediano plazo pueda producirse nuevamente un cierto
conflicto de competencias profesionales. La segunda preocupación se refiere a la profusión
actual de titulaciones de Postgrados y un consecuente descreimiento de su validez de contenido
en función de la ligereza que algunas instituciones tienen en su producción. Esto puede generar
el riesgo de la existencia de un posible deterioro y también descenso de la credibilidad de los
títulos de las profesiones universitarias. Espero que se puedan encontrar entre todos soluciones a las
situaciones antes mencionadas.

Los psicofármacos como tecnología social: los antidepresivos en el Uruguay- Bielli

El desarrollo de los psicofármacos a mediados del siglo XX significó una innovación tecnológica sin
precedentes en el campo de la salud mental en general y en la práctica clínica psiquiátrica en particular.

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En este trabajo analizaremos la difusión y las articulaciones locales de dicha innovación tomando como eje
de análisis la recepción de los psicofármacos antidepresivos en el Uruguay, un pequeño país
latinoamericano que en los últimos tiempos parece considerarse a sí mismo como un país de depresivos.
Para ello hemos revisado las elaboraciones, tomas de posición, discusiones y debates generados por las
disciplinas psicológicas del Uruguay en torno a la delimitación conceptual de los estados depresivos, sus
explicaciones etiológicas y tratamientos propuestos desde principios de la década de 1960 al presente.

De los distintos psicofármacos desarrollados, los antidepresivos han ganado un protagonismo peculiar
dentro de las terapéuticas biológicas que los ha convertido, a diferencia de los antipsicóticos, en un recurso
cada vez más expandido para una enfermedad cada vez más frecuente. Sin embargo, la llegada de los
antidepresivos al campo de las disciplinas psicológicas ha sido controvertida desde la aparición de las
primeras drogas antidepresivas hasta las más recientes. Durante este tiempo, los distintos grupos sociales
integrantes de las disciplinas psicológicas no han llegado a un consenso acerca de sus resultados
terapéuticos. Mientras para algunos es evidente la eficacia de estas drogas, otros han cuestionado su
capacidad de dar una cura definitiva a los estados depresivos. El dilema queda planteado entre la eficacia
de los antidepresivos en la cura los síntomas depresivos y su incapacidad de abatir las causas de dicha
dolencia mental.

1957 de los primeros tipos de antidepresivos sentó las primeras bases de la discusión en torno a la
naturaleza orgánica o psicosocial de los estados depresivos, la oposición entre tratamientos biológicos y
tratamientos psicodinámicos, la validez de las nosologías tradicionales o la necesidad de construir nuevas
categorías clasificatorias, la investigación cualitativa en oposición a la investigación cuantitativa.

Años más tarde, a finales de la década de los ochenta, la llegada al mercado farmacéutico mundial
de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS)(2) prolongó el debate dentro de
las disciplinas psicológicas incorporando nuevas temáticas, como las planteadas por el popular libro
del Dr. Kramer “Escuchando al Prozac” (1994) en torno a los límites de la transformación la
personalidad del individuo en base a estos nuevos psicofármacos.

La llegada de los antidepresivos al Uruguay también ha estado acompañada por controversias y


discusiones similares a las que han tenido lugar a nivel internacional. Pero dichas polémicas han
reflejando en todos los momentos las particularidades específicas de las disciplinas psicológicas del
país. Teniendo en cuenta que los antidepresivos hicieron su entrada al campo de la salud mental
como parte de una revolución psicofarmacológica que tendió a desplazar las terapéuticas
psiquiátricas y psicológicas previas, su acogida en el Uruguay ha estado signada por los
movimientos realizados por un grupo de profesionales en cierta medida poco familiarizados con los
requerimientos teóricos y axiológicos que este tipo de tecnología demandaba.

Si autores como David Healy (2000) han indicado que el descubrimiento de las drogas antidepresivas
supuso un “marketing de la depresión”, para el Uruguay el auge de esta dolencia ha requerido un proceso
de delimitación de la misma de varios años, que ha desembocado recientemente en su presencia casi
constante en espacios académicos y no académicos.

Los fármacos han sido antes o después de su invención parte de una investigación científica
orientada a descubrir los fundamentos de su eficacia, a determinar sus modos de empleo y márgenes
de seguridad. El conocimiento que los respalda surge de la conjunción de la investigación básica y

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de la investigación médica clínica en un proceso en el que toman parte la práctica clínica
psiquiátrica, la investigación química y el estudio de los mecanismos biológicos. El modo en que
investigación básica y clínica se han articulado en la creación de psicofármacos ha variado en el
transcurso del tiempo hasta desarrollar un procedimiento fuertemente pautado de creación de
novedades farmacológicas. Las tecnologías poseen procedimientos de construcción regulado, es
decir, formas de desarrollo pautado, que en el caso de los antidepresivos se consigue en base al
cumplimiento de las cuatro fases de creación de medicamentos implementadas por la industria
farmacológica (Pignarre, 1997:37). En la Fase I la droga en estudio se prueba en voluntarios sanos
para evaluar su tolerancia, en la Fase II la droga es suministrada a aquellos pacientes que poseen la
patología a la cual va destinada la sustancia, en la Fase III la droga se prueba en pacientes
representativos de la población objetivo y la sustancia se compara con medicamentos ya
comercializados. Una vez superada esta tercera fase se solicitan los permisos a las autoridades
sanitarias para introducir el nuevo medicamento al mercado y en la fase IV se realizan estudios
sobre el medicamento ya disponible para la venta, con el fin de establecer sus ventajas con respecto
a otros medicamentos.

Hemos señalado que analizaremos el proceso de recepción de los antidepresivos en el Uruguay,


entendiendo que dicho proceso constituye un caso particular de recepción de tecnologías. Sin
embargo, no resulta del todo evidente que las drogas antidepresivas puedan ser consideradas
tecnologías. Si en este trabajo hablamos de ellas en la medida que las reconocemos como productos
tecnológicos fundados en el conocimiento científico. Los antidepresivos se fundan en este tipo de
conocimiento desde al menos dos puntos de vista. En primer lugar, se necesita un conocimiento
“científico” específico para poder usarlas. Este conocimiento, que implica un saber hacer con la
dosificación de las drogas, sus posibles interacciones con otros medicamentos, el manejo de los
efectos secundarios, y también el poder reconocer a los individuos afectados por el trastorno que los
antidepresivos permiten mitigar, es el conocimiento psiquiátrico. En segundo lugar, su desarrollo
viene respaldado por la investigación científica de los laboratorios, con sus procedimientos
pautados de validación y desarrollo de las drogas.

Los antidepresivos, al igual que las restantes drogas de uso médico, son tecnologías en la medida en
que transforman expresamente la realidad del sujeto aquejado por una patología determinada, es
decir poseen una eficacia con efectos intencionalmente buscados. Un horizonte de cientificidad
respalda esta intencionalidad en el desarrollo de las drogas, con procedimientos complejos de
control y evaluación que determinan no sólo la producción de un producto tecnológico particular, la
píldora, sino el tipo de conocimiento que debe desarrollarse para su uso. En tanto tecnologías, los
antidepresivos suponen un área específica de transformación —la depresión—, sujetos que pueden
operar el producto tecnológico —los psiquiatras— y agentes encargados de su desarrollo —los
investigadores en farmacología—.

Lo que se recepciona con la llegada de estas drogas, por tanto, es una tecnología que se utiliza como
terapéutica en un ámbito de acción preciso y con fines determinados.

Teniendo esto en cuenta, podemos pensar que los psiquiatras son los receptores primarios de los
psicofármacos, pero también podemos reconocer que el impacto de dichas tecnologías va más allá de esta
disciplina concreta y engloba al resto de las disciplinas del campo de la salud mental.

Ahora bien, la llegada sucesiva de las nuevas generaciones de sustancias antidepresivas lejos de cerrar los
debates abiertos por sus antecesoras han recogido sus núcleos temáticos principales y relanzado hacia
delante la discusión en una controversia que sin ser frontal ni radical, parece resistirse a admitir una
clausura definitiva.

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En efecto, la llegada de los antidepresivos implicó también el arribo al Uruguay de metodologías de
investigación utilizadas en su desarrollo, de las nosologías empleadas en estos ensayos de drogas y también
del sustento explicativo que por una parte da cuenta de los mecanismos de acción de estas sustancias, pero
que también supone una toma de postura acerca de las hipótesis de base sobre el funcionamiento psíquico
humano. Es a esto a lo que aquí nos referimos por peticiones de los antidepresivos ante las disciplinas
psicológicas del Uruguay.

De hecho, las temáticas controversiales abiertas por los antidepresivos en el Uruguay pueden
agruparse en cuatro ejes principales:

1. Reclasificación de cuadros clínicos


2. Oposición entre tratamientos psicofarmacológicos y tratamientos psicoterapéuticos
3. Oposición de explicaciones teóricas de la depresión provenientes de la psicofarmacología
con las de la psicología dinámica
4. Tensión entre investigación apoyada en ensayos clínicos y la investigación apoyada en el
estudio de casos.

El arsenal psicofarmacológico actual está compuesto por una serie bastante amplia de sustancias
antidepresivas. Estos medicamentos se caracterizan por modificar el humor depresivo con una
eficacia que oscila entre el 60 y el 80%. Cualquiera de estas drogas posee un período de latencia
que abarca de una a seis semanas para que sus efectos se expresen y gran parte de éstas pueden ser
aplicadas también con otras indicaciones (fobias, compulsiones, pánico).

Los antidepresivos tricíclicos y los inhibidores de la monoamino oxidasa (IMAO), las primeras
sustancias antidepresivas que vieron la luz, dominaron el mercado de los antidepresivos durante dos
décadas desde su invención casi simultánea en 1957, siendo los del primer tipo los más utilizados
por su mayor margen de seguridad y efectos secundarios menos graves que los del primer tipo

Hacia finales de los años 70 y principios de los 80 los laboratorios farmacéuticos desarrollaron una
segunda generación de antidepresivos con la intención de lanzar al mercado drogas con efectos
secundarios más leves. Entre estas nuevas sustancias se encuentran los tricíclicos derivados de la
imipramina, los IMAO de segunda generación (moclobemida, por ejemplo) y nuevos tipos de
moléculas antidepresivas que, sin superar los niveles de eficacia de las drogas anteriores, tienen un
mejor perfil de efectos no deseados.

Sumariamente, el Uruguay recepcionó en primera instancia las drogas más antiguas hacia los años
60 y hacia los años 80 los llamados antidepresivos de segunda generación en un mercado nacional
liderado por las firmas internacionales Roche, Ciba-Geigy y Rhône-Poulenc.

La década de los 90 comenzó con una nueva innovación en el campo de los antidepresivos con la
puesta a punto de los Inhibidores Selectivos de Recaptación de Serotonina (ISRS), cuya vedette
principal, la fluoxetina, llega al Uruguay en 1990, a través de laboratorios nacionales, pues la firma
Elly Lilly carece de filial en el país. En el mismo año, la sertralina, otro ISRS, llega al país de la
mano del laboratorio Pfizer. A diferencia de las drogas anteriores, estos antidepresivos fueron
desarrollados cuando ya se conocía la posibilidad de poder obtener medicamentos con efectos
concretos sobre el humor. Por lo tanto, fueron pensados como nuevas sustancias que mejorarían la
eficacia antidepresiva y sobre todo, que evitarían las reacciones adversas suscitadas por los
antidepresivos más antiguos.

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Hacia finales de los años 90, el mercado farmacéutico uruguayo aún continúa recepcionando nuevas
sustancias como la mirtazapina, drogas que no pertenecen ni al grupo de los nuevos ISRS ni a los
antiguos tricíclicos o IMAO. De todas formas, los ISRS son claramente las drogas de primera
elección a la hora de la prescripción psiquiátrica.

Según datos del Ministerio de Salud Pública del Uruguay, los antidepresivos llegaron al país a principios de
los años 60.

A medida que las nuevas generaciones de antidepresivos fueron arribando al Uruguay, la Clínica
Psiquiátrica de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República comenzó a perfilarse como uno de
los lugares privilegiados para ser contactado por los laboratorios en el momento de ingreso de las nuevas
drogas. De hecho, la Clínica aglutinaba en buena medida a los profesionales más prestigiosos del medio y
tenía acceso a un número importante de pacientes con los cuales ensayar las nuevas medicinas.

En la década de 1950 la influencia del psicoanálisis comienza a tomar rasgos más definidos dentro del
pensamiento psiquiátrico uruguayo hasta afianzarse en 1956 con la fundación de la Asociación
Psicoanalítica del Uruguay (APU) (Pérez Gambini, 1999:99). Con este nuevo marco institucional, parte de los
psiquiatras interesados en el psicoanálisis se alejan del pensamiento predominante en la Clínica Psiquiátrica
(Murguía y Soiza, 1987:178), pero también ejercen influencia sobre la misma a través de la participación
docente. En efecto, en esa época la Clínica Psiquiátrica se muestra receptiva al mismo tiempo al
psicoanálisis y a los nuevos aportes de las incipientes neurociencias y otras corrientes psicopatológicas y
psicoterapéuticas (Ginés, 1999). En este contexto la Clínica supo dar cabida a las distintas corrientes
psiquiátricas. Desde los años 60 tanto psiquiatras como psicoanalistas participaron en las enseñanzas que
se impartían en la Facultad de Medicina, pero fueron preferentemente los psiquiatras interesados en los
avances de la psicofarmacología y en la psiquiatría biológica quienes mantenían contacto con los
laboratorios.

Hacia los años 80 un nuevo núcleo de profesionales amplió el espectro de los psiquiatras contactados por
los laboratorios. En el seno del Instituto de Investigaciones Biológicas “Clemente Estable” (IIBCE).

Para la psiquiatría uruguaya las depresiones en sí mismas, no constituirían un tema de reflexión académica
profusa hasta entrada la década de 1980. Durante los años 60 y 70 la producción de artículos sobre la
depresión en la Revista de Psiquiatría del Uruguay es escasa (tres durante la década de 1960 y otros tres
durante la segunda mitad de los años 70). De todas formas, poco tiempo después de la aparición en el
mercado internacional de los tricíclicos e IMAO comenzaba a delimitarse el rumbo de las discusiones
promovidas por los nuevos antidepresivos.

El uso de los psicofármacos introduce una contradicción dentro de la práctica clínica que impone una línea
demarcatoria entre dos enfoques que de ahí en más se verán excluyentes: la psiquiatría dinámica y la
psiquiatría biológica. Aún sin referirse a las implicancias teóricas del uso de los fármacos, parece que en lo
inmediato estos ya imponen dificultad en la práctica clínica diaria.

La noción de depresión ha presentado durante el siglo XX una cierta dificultad de especificación


que se manifiesta en el propio uso singular y plural del término (depresión y depresiones) y en la
heterogeneidad de los malestares que engloba (delimitación de distintos tipos de depresiones o
estados depresivos). La diversidad de taxonomías sobre la depresión en el seno de estas disciplinas
representa un escollo para el propio uso de los antidepresivos.

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Es decir, si lo que los antidepresivos curan es la depresión, es necesario poder reconocerla
cabalmente, para poder hacer uso de ellos. Lo que los antidepresivos impulsan es una definición
más precisa de la depresión para poder prescribir certeramente este tipo de tratamiento. ¿Existen
diferentes formas mórbidas de depresión? ¿Responden todas a las mismas causas y tratamientos?
Éstas son las preguntas guiadas por la introducción de esta nueva tecnología y a las que también se
pretenderá responder con esta tecnología. Como se indicara en el Coloquio de 1960, la pretensión
de que los antidepresivos hagan las veces de criterio diagnóstico y de ordenador de nosologías será
cada vez más fuerte.

La esperanza en los avances que la psicofarmacología podía dar al respecto y el esfuerzo reflexivo
sobre las categorías nosológicas de la depresión es constante en boca de varios psiquiatras
uruguayos durante los años 70 y 80.

Hacia 1977 varios docentes de la Clínica Psiquiátrica abordan las dificultades nosológicas de las
depresiones en la vejez, intentando integrar la tendencia clasificatoria internacional basada en las
respuestas terapéuticas con las concepciones particulares elaboradas en el medio uruguayo por el
entonces Profesor Titular de la Clínica Psiquiátrica.

Esta tendencia a buscar los marcadores biológicos de las depresiones endógenas muestra el cariz
biológico que parte de la psiquiatría uruguaya toma en esos años. Los marcadores biológicos
representan por tanto la entrada de la psiquiatría a la medicina científica entendida como de base
biológica y cuantificable. Los valores aquí presentes son la cuantificación, la objetividad de los
datos biológicos, es decir, una concepción particular de la ciencia, que intenta acercarse al modelo
de las ciencias básicas.

A pesar de ello un grupo importante de psiquiatras y psicólogos psicoanalistas seguirán utilizando


las categorías de presión psicógena, depresión neurótica e incluso depresión narcisística, termino
acuñado por un destacado psicoanalista uruguayo, conceptos que hacen referencia expresa a teorías
etiopatológicas provenientes de la psicología dinámica y que se oponen a la orientación de parte de
la Clínica Psiquiátrica

“Nos referiremos a la postura que tenemos los médicos y la sociedad con respecto a los
psicofármacos y a los tratamientos biológicos, concretamente a los electroshocks.

Postura contradictoria, paradojal como contradictorio y paradojal es el mundo en que vivimos.

Es por todos conocido que existe una amplia gama de antidepresivos que pueden mejorar los
síntomas cardinales de la depresión. Tiende a ser acertado que los E.S. (sic) constituyen una terapia
eficaz para las depresiones melancólicas que ponen en riesgo la vida del enfermo con tendencias
suicidas y que no respondieron a la medicación Sin embargo los prejuicios existen por no decir
aumentan. Mientras, como se dijo más arriba, la población toma toneladas de fármacos y productos
comerciales que prometen salud, se resiste a tomar drogas “que envenenan”, “que sólo son drogas” ,
“que no actúan sobre los conflictos”.

Debemos estar en alerta sobre nuestra propia actitud al respecto y poder conciliar en nosotros
mismos dos posturas que sólo en apariencia, son antagónicas: la palabra del medicamento y el
efecto medicamento de la palabra.”(Gaspar, 1985:109)

Por su parte, la oposición neurosis-psicosis opera como demarcador de las opciones técnicas del
psiquiatra.

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“La cura psicoanalítica clásica es el tratamiento de elección en estos cuadros depresivos de estirpe
neurótica que si bien ocasionalmente pueden adquirir mayor gravedad nunca desinvisten el mundo
externo ni adquieren las características psicóticas que imponen las modificaciones técnicas
consiguientes

En última instancia esta oposición plantea otra nueva en la que el psicoanálisis termina siendo
equiparado a tratamiento psicoterapéutico y la psiquiatría a tratamiento farmacológico.

“Es casi consenso que los duelos neuróticos constituyen la gran mayoría de las indicaciones
psicoterapéuticas, en cambio los duelos psicóticos son de abordaje extremadamente dificultoso.

Los psiquiatras psicoanalistas se encuentran en muchos casos utilizando las herramientas


farmacológicas y psicoterapéuticas a un tiempo en el tratamiento de las depresiones.

La diferenciación de ámbitos no sólo se produce entre dichas corrientes sino también en torno a
objetos de estudio concretos que desmembran la depresión en unidades discretas. Así, los artículos
de corte biologicista abordarán algunos las depresiones secundarias, las depresiones enmascaradas,
depresiones en la vejez y depresiones en enfermos terminales.

El proceso de recepción de los antidepresivos en el Uruguay, que hemos esbozado, implicó no sólo
la recepción de nuevas sustancias médicas, sino la recepción de nuevos conocimientos. Los
primeros antidepresivos tricíclicos e IMAO fueron producto de actividades de investigación
estrechamente ligados a la actividad clínica y se desarrollaron en un momento en que el sistema
regulatorio internacional era altamente flexible. La introducción de dicho tipo de fármacos en
nuestro medio parece haber exigido una nueva formación a usuarios que respondían a la psiquiatría
francesa y que que no estaban necesariamente familiarizados con los ensayos clínicos utilizados en
el desarrollo de nuevas drogas.

La situación será divergente en el momento de ingreso al país de los IMAO y tricíclicos de segunda
generación. Ese momento coincide con la consolidación de un grupo de trabajo integrado por
psiquiatras con formación de cuarto nivel en el exterior, que en base a su inserción institucional en
la Clínica Psiquiátrica de la Facultad de Medicina y en el Instituto “Clemente Estable”, impulsaron
la creación de un departamento de investigaciones psicofarmacológicas. Esto supuso una
vinculación particular de las ciencias básicas y clínicas en psicofarmacología distinta a la
observable en los centros de desarrollo de nuevas drogas. Es decir, mientras que en la creación de
medicamentos las disciplinas clínicas se nutren de los primeros aportes de las ciencias básicas, en
Uruguay, la introducción de nuevos antidepresivos permitió que las ciencias básicas se apoyaran en
los ensayos clínicos para poder llevar adelante investigaciones paralelas al ensayo de las drogas. En
pocas oportunidades los investigadores nacionales participaron en la prueba de drogas que no
hubieran entrado al mercado, es decir, la mayoría de los estudios eran de Fase IV, con
oportunidades nulas de generar verdadero conocimiento original en el campo del desarrollo de
drogas antidepresivas.

En este sentido, los ensayos clínicos, más que una herramienta de investigación son herramientas de
difusión de drogas, es decir oportunidades de familiarización de los receptores con las nuevas
tecnologías. Así, es posible establecer una clara conexión entre la introducción de nuevos
antidepresivos en el país y la realización de estos ensayos clínicos. Aquellos que participan en estos
ensayos son los considerados expertos en el tema en el medio uruguayo, es decir, los líderes de
opinión que escriben las monografías de presentación de los medicamentos y quiénes tiempo más
tarde realizan los cursos de formación continua en psicofarmacología.

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Frente a este modo de recepción de las drogas el resto de las disciplinas psi se mantiene al margen
de los conocimientos específicos para el uso de las mismas, pero adoptando en parte una posición
reflexiva ante la consolidación de la noción de depresión en los términos empleados en los ensayos
clínicos. Las intervenciones de psicoanalistas y psicólogos en eventos académicos impulsados en
los años 80 y fines de los 90 responden en parte a esto.

Las novedades principales en esta materia serán la presencia cada vez más acentuada, dentro de la
psiquiatría uruguaya, de las explicaciones neuroquímicas de la depresión, así como el énfasis puesto
por todas las disciplinas psicológicas en explicaciones “biopsicosociales”. Este movimiento de
producción académica atestiguará la creciente importancia de la psiquiatría biológica y la
reacomodación de las restantes disciplinas psicológicas frente a ello. Paulatinamente surgirá un
mapeo de las distintas prácticas clínicas y terapéuticas a partir de la disgregación de distintos
dominios del fenómeno depresivo. En cierta medida, la concepción biopsicosocial de la enfermedad
que circula en el campo de las disciplinas psicológicas como apelación a la interdisciplina, es la
misma que permite aislar los componentes biológicos y psicológicos y posibilita la coexistencia de
abordajes dispares del fenómeno depresivo. En una suerte de lógica binaria, las depresiones
mayores serán dominio de los tratamientos psicofarmacológicos proporcionados por la psiquiatría y
las distimias dominio de los tratamientos psicoterapéuticos practicados por las distintas corrientes
psicológicas. Al mismo tiempo, surgirá una proliferación de nuevos objetos de estudio en los que
las depresiones se fragmentarán como depresiones en la infancia, en la adolescencia, en la edad
media de la vida, en la tercera edad, depresión en mujeres, insomnio y depresión, depresiones
resistentes a los psicofármacos, suicidio y depresión, depresión y duelo, entre otros.

De hecho, los antidepresivos en sí mismos también son considerados desde esta óptica reflexiva
evidenciando que su uso como herramientas terapéuticas dista de ser consensual. No todos los
grupos involucrados en las disciplinas psicológicas del Uruguay están de acuerdo con la eficacia de
los antidepresivos para curar las depresiones. En este sentido, los antidepresivos no significan ni
representan lo mismo para todos los miembros de las disciplinas psi.

El grupo de los psiquiatras alineados a la psiquiatría biológica es el que más claramente admite la
eficacia de los antidepresivos y su papel como herramienta farmacológica revolucionaria del campo
de la salud mental. Para buena parte de los psiquiatras de corriente psicoanalítica los antidepresivos
representan una herramienta eficaz en la medida en que puede ser combinados con tratamientos
psicodinámicos y algo similar sucede con los psicólogos clínicos.

De todas formas la noción de eficacia de los antidepresivos se emparenta tácitamente con la


concepción de cura y las teorías etiológicas que cada uno de estos grupos parece sostener. Los
psiquiatras y psicólogos vinculados a la corriente psicoanalítica no consideran los efectos de los
antidepresivos como una cura del sujeto. La remisión de los síntomas que estos psicofármacos
provocan son sólo eso, remisión de síntomas. Mientras, los psiquiatras vinculados a la psiquiatría
biológica consideran los antidepresivos como una vía clara de curación siendo éstos los únicos
remedios eficaces para los tipos de depresiones más graves. Los mecanismos de acción de estas
drogas les proveen incluso de hipótesis etiológicas sobre los estados depresivos que respaldan
científicamente el uso de estos medicamentos.

La vinculación de los antidepresivos con la ciencia que los fundamenta rebasa incluso la
explicación de su funcionamiento. El tipo de ciencia implicada en el desarrollo de los
psicofármacos, viste las experiencias con drogas realizadas en el país, incluso cuando de antemano
se sabe que estos ensayos no aportarán información sustancialmente nueva. Es decir, se emula una
metodología de experimentación que si bien no asegura la producción de conocimiento original, le

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imprime carácter científico al estudio que se realiza. La introducción de los antidepresivos en el
Uruguay parece realizar una petición fuerte a los académicos del medio en cuanto a la valoración
positiva de los mecanismos y procedimientos de la investigación psicofarmacológica. Pero la
conjunción de los valores epistémicos con los valores comerciales que los antidepresivos
representan en tanto productos tecnológicos distribuidos en el mercado por la industria farmacéutica
resulta controvertida para las disciplinas psicológicas del Uruguay. La distinción entre “verdadera
investigación” y “falsa investigación” que pudo constatarse en el discurso de varios psiquiatras del
medio responde en gran medida a ello.

Como hemos visto, la introducción de los antidepresivos en el Uruguay ha generado debates,


controversias y tomas de posición en el seno de las disciplinas psicológicas del país que han
acompañado el proceso de recepción de esta tecnología desde sus primeros años hasta el presente.
La discusión parece no haber alcanzado aún la última palabra y el campo de las disciplinas
psicológicas continúa en ebullición.

NEBOT, JOAQUIN- CLINAMEN- CLÍNICA DE LO LIBIDINAL Y PSICOTERAPIA

Entendemos a la psicoterapia como una forma muy específica de intervención


clínica, sostenida en un conjunto de instrumentos teórico- técnicos, que regulados por
una constancia espacio-temporal se propone una metodología de acción, que incluye
especialmente la relación interpersonal. La intervención tiene como finalidad la
transformación del sufrimiento psíquico en una modalidad de vida activa a la realidad.
Se caracteriza por una constante puesta a punto, lo que justifica el estado del arte, por
cuanto las practicas psicoterapéuticas, tienen el acabado típico de lo artesanal.

Si bien se pueden protocolizar los procedimientos de intervención; la característica


sobresaliente en las psicoterapias es que los mismos procedimientos van
modificándose en la medida que la subjetividad humana adquiere nuevas formas de
expresión y manifestación. De esta mirada, surge la comparación con lo artesanal del
oficio que tiene el ejercicio de la psicoterapia.

El desarrollo de las psicoterapias en el siglo pasado se ha caracterizado por


una capacidad de innovación y producción de dispositivos, técnicas, abordajes y
teorías sobre la subjetividad humana y sus sufrimiento mental, como pocas veces se
observado en la disciplina psicológica. Es una práctica de trabajo relacional que
requiere de la misma una máxima singularidad, puesto que refiere a personassingulares-
sufrientes.

En sus orígenes la cuestión del sufrimiento mental es lo central en la


indagación clínica-psicológica. Mencionemos autores que desde diferentes corrientes
teóricas, han puesto el acento en lo relacional en sus producciones e investigaciones:
La diversidad de las teorías obedece a lo múltiple de la cuestión de la producción de
subjetividad, en donde lo que se destaca es la diversidad de lo humano y lo
poli/céntrico emergente que hacen el devenir humano. Por ello la cuestión de la
indagación e investigación en psicoterapia se transforma en un sentido poliséntrico, en

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sus construcciones teóricas y técnicas de abordaje. Los cambios sociales- modo de
producción y relacionamiento laboral, papel del estado y proceso de globalización,
relación de género, transformaciones en los dispositivos familiares y de parentesco.
Las revoluciones en el pensamiento científico y disciplinar: certezas, matemáticas de
los conjuntos cerrados, transinfinitos, Godel y su teorema de la incompletud.
La flecha del tiempo y las moléculas disipativas, los objetos fractales, el
desarrollo de la realidad virtual y sus tecnologías.

La noción del conjunto subjetivo es clave para poder discernir los fenómenos patológicos y sus
técnicas de trabajo y abordaje. Conjunto subjetivo- campo o terreno existencial compuesto de
elementos heterogéneos que aunados, ligados y articulados entre sí, conforman un sistema
relacional medianamente estable, en permanente mutación y desequilibrio, habilitando la
producción de dispositivos de individuación, poder y agenciamiento. Con la revolución de la
cibernética y el avance de las inteligencias artificiales telemediáticas y las velocidades que se
incrementan en el campo de la producción se produce una ruptura de tiempos y se inauguran
nuevas formalizaciones espacio-temporales. El espacio se achica, la velocidad se incrementa.
Entramos en el mundo de la flexibilización laboral, lo plástico, dinámico y rápido. El pasado es
negativo desde esta concepción.

Clinamen: las neo-clínicas- las consecuencias clínicas de este tipo de


concepción son muy importantes porque prefiguran el posicionamiento del analista.
Desde este lugar la re significación o a posteriori como aspecto de la conclusión – que
marca la posibilidad de transformación del sujeto- remite a la captura de la apreciación
del futuro. Ya no estamos en la búsqueda de un objeto mítico irrecuperable, sino que
de algo que no está, ni atrás, ni en el presente, sino que está supuestamente en un
devenir adelante. Hoy no podemos hablar de un tipo particular de depresión
tendríamos que hablar de desesperanza, en las neurosis de depresión reactiva
hablaríamos de diferentes modalidades de las depresiones. En ese sentido habría que
cartografíar ej: los niveles del plano de génesis de la depresión o de cualquier cuadro
“psicopatológico”. Lacan con su concepción del complejo de Edipo, estadio del espejo,
concepción de la génesis del yo como especular y sus concepción de la transferencia
al sujeto supuesto saber, la teoría del sujeto y el significante, la teoría del objeto “a”
reclaman una re-visión de la producción freudiana y más allá de este. Con sus
modelos topológicos inaugura la dimensión de una nueva clínica tendiente a la
reconstrucción y re significación de un tipo de subjetividad en gestación, de un
inconsciente que se construye permanentemente dando cuenta de las causalidades de
los procesos psíquicos.

También Allouch, Foucault, Laplanche, Mcdougall, Pichon-revière, Bateson y


Jackson (sistémicos), estos referentes y otros que mencionaremos abren una
perspectiva del acontecimiento en lo clínico, o sea nos acercamos al concepto de
clinamen, como aspecto que se desvía en lo concreto y cambia la mirada sobre lo
empírico y nos interroga sobre nuestra implicación. Es el acontecimiento que nos
permite visualizar –paralaje- otras manera de pensar y de la existencia de los agentes
y los componentes del sufrimiento. La teoría del clinamen nos permite pensar lo clínico
como efecto y producción de lo novedoso y de los ajustes de la subjetividad en sus
procesos de singularización.

El clinamen permite estar en una suerte de escucha de lo no dicho o expresado


a medias que resurge en cada encuentro con el otro. Permite también pensar a los
efectos de lo clínico como una relación ya no de objeto, objetivante sino lo contrario
como una relación y conexión de trans-inducción que conforma los objetos fractales
adquiriendo cualidades de mutación, transformación a velocidades y tiempos
variables.

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LA PAREJA: ESA FORMA DE DEVENIR. FAMILIA Y PAREJA- los dispositivos
familiares producen y conforman a la sociedad en su conjunto, son formas del
agenciamiento de la subjetividad del conjunto social. No es un aparato de estado, es
más que eso, en la clínica llegamos a pensar en los fenómenos transitivos de lo clínico
como un devenir siendo otro en el juego del hacer: la clínica móvil. Cuando pensamos
la pareja o proceso de emparejamiento nos implica el vector de lo simbólico. Por tanto,
estamos pensando en el paradigma judeo-cristiano-greco-latino que conforma el
sustrato o magma del imaginario social occidental.

Este es un constructo social milenario que sostiene el imaginario de la familiasagrada-


nuclear, basada en el matrimonio. Nuestra experiencia clínica nos indica que
la forma más clara de expresión de lo libidinal es el juego. Categorizaremos los
principales juegos y sus territorializaciones basándonos en un trabajo que ya
realizamos y al que revisitamos para su modificación. Hay que tener en cuenta que
gran parte de nuestra disciplina tiene una ligada deuda con : Shakespeare, dante,
esquilo, Sófocles por citar a los más grandes. Distinguimos 3 tipos. 1- gobierno:
hegemonía y dominio 2- producción : capital y acumulación 3 eros: reproducción y
sexualidad. No están en formas puras sino que se encuentran como lo es en la vida:
mezcladas. 1- los analizadores de dichos juegos son: la toma de decisiones, dinero,
distribución y la puesta de límites, juegos relativos al ejercicio del poder y sus
posicionamientos y la administración del mismo: sistemas de control, vigilancia,
disciplina y castigo.

Cada uno de estos analizadores producen pequeños sub-sistemas de juego y


su consecuencia es una distribución de roles y funciones en la pareja que después se
amplifica a los nuevos integrantes. Ej: princeps es la relación de Macbeth con su lady,
vemos como en esta pareja concordancia y complicidad extrema en el flujo de poder
que los embarga a ambos erotizando la cuestión del trono. Este diagrama
Shakespeare lo toma de las historias y chismes sobre la corona inglesa, galesa etc.
La potencia y la carga libidinal se encuentra atrapada en este modo de
producción de la subjetividad, en donde todo lo aleatorio –la vida misma- se encuentra
subrogado. 2- hábitat, inserción laboral, capital simbólico, capital monetario,
propiedades. Conforman parte de la infraestructura económica produciendo un
contexto ecológico-social. Son espacios que determinan las formas organizativas de la
subjetividad y hacen a las posibilidades materiales de desarrollo y socialización.
Ejemplo princeps están los inmigrantes del s xix y xx en Uruguay. Armaron la zona
rural de canelones, san José y colonia. Fundadores de los negocios de servicios en la
capital y ciudades.

Estos juegos tienen una implicación directo sobre la técnica psicoterapéutica ya


que en general os analistas familiares no tienen una formación sistemática en los
temas anteriormente mencionados, se suple la carencia recortando el material clínico
“me dedico a la dinámica psi” lo cual evidencia que no se ha entendido nada de lo “psi”
o directamente intervienen desde el sentido común. 3- la erótica, reproducción,
sexualidad, el elemento distintivo de las familias su emparejamiento fundacional que
por otro lado se corresponde a su genealogía, lazo de reproducción biológica que
asegura su descendencia. Distintos planos de juegos eróticos- circuitos libidinales,
cateczias narsicisticas, sexo y objeto sexual, seducciones e inducciones. La libido
como energía (lacan) en su imaginario se manifiesta en la constitución del fantasma
proporcionando una trama para el desarrollo de las fantasías eróticas.

La libido en sus circuitos y desplazamientos permite discernir los niveles de


agresividad-erótica y violencia interpretativa, puestas en el campo de la pareja y
familia. Catexias narsicisticas- juegos que se establecen en relación al sentimiento de
propiedad de algunos objetos- idealizados o defenestrados- por el conjunto subjetivo.

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La lucha por la posesión de estos regulan los circuitos libidinales y de poder de cada
uno de los miembros de la pareja. Son la escenografía que permite la instalación del
acto y juego sexual. Del sexo y objeto sexual- nos referimos a los emparejamiento de
2 personas, sin importar el género. Los juegos que derivan de los socio-cultural
establecer una serie de pautas comportamiento de lo esperado, fundan los géneros
sexuales, los juegos en su primera distinción de género: niñas y niños. Nos
encontramos escuchando como poco a poco, con el advenimiento de compromisos y
acuerdos el acto sexual pasa a ser más relegado hasta transformarse en el mejor de
los casos en una práctica de fin de semana. Lo sexual se ha degradado a ser una
actividad más perdiendo lo erótico, la fuerza, magia de lo misterioso. En los hechos se
pasa más tiempo fuera que dentro del ámbito de la pareja.

Estos paradigmas estéticos y su poder erótico funcionan desarrollando las


subjetividades y territorializaciones de aspectos de su materialidad escénica en los
conjuntos subjetivos. El ciber-espacio es una metáfora, de realidad virtual en donde se
materializarían las ideas de godel de la coexistencia de universos rotatorios, la
relatividad de la simultaneidad, así como también la relatividad de las temporalidades.
Con lacan el deseo está articulado a una falta primordial y bascula entre la necesidad
del orden biológico y la demanda de amor.

Lo polimorfo y multi diverso se abre como expansión de la potencialidad


erótica, cambiando el eje: ya no hay 2 géneros sexuados sino muchos. El
emparejamiento es multiforme es un devenir maquínico, comandando por una suerte
de fantasmáticadiversa que le imprime una gestación de diferentes maneras del
acoplarse. Se lleva a la erótica en una deriva tempo-espacial de difícil aprehensión. El
goce adquiere múltiples formas que derivan en rutas todavía no conocidas y en
constante mutación. Por el contrario en Freud el dese se realiza en el sueño y está
profundamente emparentado a la pulsión sexual. El centramiento de la figura del
analista como objeto a, causa de demanda, se aproxima por el lado de la
transferencia, en un intento de reconocimiento del otro.

Historia de la sexualidad 1 – la voluntad de saber.

Scientia sexualis. En el pensamiento de Michel Foucault.

Datos a conocer de él que siento son importantes para entenderle y enriquecernos:

Nace en Poitiers, Francia el 15 de octubre de 1926; su padre era médico así como gran parte
de sus antepasados de apellido Foucault, motivación que lo lleva a buscar ingresar en la Escuela
Normal Superior en el año 1945 no consiguiéndolo. Por ese motivo comienza a estudiar en el Liceo,
donde conoce al filósofo Jean Hyppolite, a partir de 1946 ingresa en la Escuela Normal Superior.

Obtiene su licenciatura en Filosofía en la Sorbona, teniendo entre otros a Merlau-Ponty


como profesor. Durante ese período conoce a Pierre Bordieu y Jean Paul Sartre entre otros. En

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1949, Foucault termina la carrera de Psicología y recibe su diploma en Estudios Superiores de
Filosofía, presentando una tesis sobre Hegel, con la supervisión de Hyppolite.

En el año 1950 entra en el partido comunista, permaneciendo poco tiempo al producirse


intromisiones del partido en su vida personal así como en la de Althusser. Esta época es muy
conflictiva para Foucault, pasando momentos de gran angustia que lo llevan a tentativas de suicidio.

Durante el año 1951 es profesor de Psicología en la Escuela Normal Superior, siendo su


alumno entre otros Derrida. En ese mismo año ingresa al Hospital Psiquiátrico de Saint Anne donde
trabajará. Además se dedica al estudio de distintas manifestaciones artísticas entre ellas el
surrealismo, estudio que continuará durante 1952 y 1953.
Aproximadamente en esa época participa de un Seminario de Jacques Lacan. Y personajes como
Maurice Blanchot y George Bataille, lo aproximan de Nietzche.

Y bueno como todo buen maestro mientras enseñaba en la universidad de Upsala en Suecia,
Foucault escribió Locura y Civilización: Una historia de la locura en la edad de la Razón (1961) y
de allí las siguientes publicaciones: Durante 1954 publica Enfermedad Mental y Psicología,
Historia de la Locura en la Edad Clásica, en el año 1961 siendo esta obra la que utiliza para su
tesis de doctorado en la Sorbona. Este libro analiza las practicas médicas durante los Siglos XVII y
XVIII.

Posteriormente publica, El Nacimiento de la Clínica. En el 66, Las Palabras y las cosas y en


el 69, La Arqueología del Saber. Recibe su diploma en Psicología Experimental y se dedica al
estudio de Freud, Lacan, Piaget etc. Siendo esta tal vez fue su fase más productiva como teórico en
el sentido académico, fase que se extiende hasta el año 1970. En el año 1971 asume la cátedra que
pertenecía a Jean Hyppolite de Historia de los Sistemas de Pensamiento y la clase inaugural fue con
El Orden del Discurso.

Ahora bien después de tener un acercamiento de su persona centremos la atención a su texto


titulado scientia sexualis:

“Al hablar tanto del sexo, al descubrirlo desmultiplicado, compartimentado y especificado


justamente allí donde se ha insertado, no se buscaría en el fondo sino enmascararlo: discurso
encubridor, dispersión que equivale a evitación. Al menos hasta Freud, el discurso sobre el sexo —
el discurso de científicos y teóricos— no habría cesado de ocultar aquello de lo que hablaba.

Se podría tomar a todas esas cosas dichas, precauciones meticulosas y análisis detallados,
por otros tantos procedimientos destinados a esquivar la insoportable, la demasiado peligrosa
verdad del sexo. Y el solo hecho de que se haya pretendido hablar desde el punto de vista
purificado y neutro de una ciencia es en sí mismo significativo.

Era, en efecto, una ciencia hecha de fintas, puesto que en la incapacidad o el rechazo a
hablar del sexo mismo, se refirió sobre todo a sus aberraciones, perversiones, rarezas
excepcionales, anulaciones patológicas, exasperaciones mórbidas.”

El contexto quizás de la prédica sexual en aquel tiempo tenia como blanco transgredir dichas
leyes que reprimen el hablar de sexo y prometer un sexo cada vez más libre. Ya desde principios del
siglo XVIII, en algunos países europeos como Francia, Alemania e Inglaterra, se desarrollan
discursos científicos y empíricos para de la actividad sexual en el contexto de una preocupación
general sobre la vida.

20
Demógrafos, médicos, administradores sociales, psiquiatras, entre otros profesionales y
científicos, recurren cada vez más a las hallazgos empíricos sobre la prostitución, enfermedades
venéreas, perversiones sexuales, sexo saludable, etc., para “purificar” y “ensanchar” la vida.

El sexo no solo es algo que se juzga; para Foucault el sexo se administra. A principio del
siglo XVIII, en Europa, surgen mayores códigos legales centrados en la alianza familiar.
Propiedades y alianzas familiares estaban en juego.

El sexo es aquella bisagra que permite al individuo articularse, estratégicamente, a una


jerarquía social y de poder. La burguesía considera al sexo como su máximo tesoro.

Es innegable: el discurso científico formulado sobre el sexo en el siglo XIX estuvo


atravesado por credulidades sin tiempo, pero también por cegueras sistemáticas: negación a ver y
oír; pero —sin duda es el punto esencial— negación referida a lo mismo que se hacía aparecer o
cuya formulación se solicitaba imperiosamente. Pues no puede haber desconocimiento sino sobre
el fondo de una relación fundamental con la verdad.

Foucault, como vemos, no centra su análisis en una represión social ni en las luchas de los
teólogos de la subversión sexual de liberación del cuerpo sexual, sino que su historia crítica
interroga esta idea un tanto metafísica de concebir el sexo y la sexualidad como el epicentro de
nuestra identidad más singular y profunda. El ser por fin descubre su rostro eterno en el sexo. La
metafísica logra que el “ser” encuentre otro puerto. Las vidas humanas y no humanas serán
racionalizadas, rentabilizadas y disciplinadas de acuerdo a estrategias de poder y dominación.

La sexualidad será el campo privilegiado, en la esfera humana, del biopoder. Esta


racionalización del cuerpo, por saberes como el médico-jurídico, transforma, igualmente, nuestra
experiencia con la sexualidad. Nosotros nos reconocemos en esta esfera epistémica, y de ella
extraemos nuestra identidad presente. Es aquí dónde entra la voluntad de saber, Foucault explora el
cuerpo sexual, el cual será objeto de preocupación de los saberes emergentes propios de la scientia
sexualis.

Para nosotros los victorianos, expresa el autor, nuestra identidad más profunda y enigmática
es la sexual. De ella deviene lo que somos. Foucault deconstruye1[8], con su método genealógico,
centrado en las relaciones de poder, aquello que hemos dado en llamar nuestra identidad sexual, que
se apoya en saberes como la sexología, la medicina, la psicología, la psiquiatría o el psicoanálisis
para descubrir el rostro oculto de lo que somos a través de los saberes de lo expertos.

“La idea del sexo reprimido no es pues sólo una cuestión de teoría. La afirmación de una
sexualidad que nunca habría sido sometida con tanto rigor como en la edad de la hipócrita
burguesía, atareada y contable, va aparejada al énfasis de un discurso destinado a decir la verdad
sobre el sexo, a modificar su economía en lo real, a subvertir la ley que lo rige, a cambiar su
porvenir.

El enunciado de la opresión y la forma de la predicación se remiten el uno a la otra;


recíprocamente se refuerzan. Decir que el sexo no está reprimido o decir más bien que la relación

21
del sexo con el poder no es de represión corre el riesgo de no ser sino una paradoja estéril. No
consistiría únicamente en chocar con una tesis aceptada. Consistiría en ir contra toda la economía,
todos los "intereses" discursivos que la subtienden.”

Sin embargo la scientia sexualis es el saber moderno que atrapa la sexualidad dentro de la
episteme que pretende hacer un discurso y una práctica científica de esta experiencia objeto de
preocupación de la religión o mantenida en el marco amplio de la tradición familiar. Una ciencia de
la sexualidad, que englobaba prácticas tan dispares y cercanas como la sexología, la psiquiatría, el
psicoanálisis, la terapia sexual o la orgasmología, y que examina, como lo haría un científico,
buscando y analizando objetos como el orgasmo, las enfermedades venéreas, las perversiones
sexuales, las parejas perfectas e imperfectas, la demografía, las pandemias de enfermedades
sexuales o los asesinos sexuales en serie, entre otros objetos de preocupación científica.

La "sexualidad": correlato de esa práctica discursiva lentamente desarrollada que es la


scientia sexualis. Los caracteres fundamentales de esa sexualidad no traducen una representación
más o menos embrollada, borroneada por la ideología, o un desconocimiento inducido por las
prohibiciones; corresponden a exigencias funcionales del discurso que debe producir su verdad.

En la intersección de una técnica de confesión y una discursividad científica, allí donde fue
necesario hallar entre ellas algunos grandes mecanismos de ajuste (técnica de la escucha,
postulado de causalidad, principio de latencia, regla de interpretación, imperativo de
medicalización), la sexualidad se definió "por naturaleza" como: un dominio penetrable por
procesos patológicos, y que por lo tanto exigía intervenciones terapéuticas o de normalización; un
campo de significaciones que descifrar; un lugar de procesos ocultos por mecanismos específicos;
un foco de relaciones causales indefinidas, una palabra oscura que hay que desemboscar y, a la
vez, escuchar.

Es la "economía" de los discursos, quiero decir su tecnología intrínseca, las necesidades de


su funcionamiento, las tácticas que ponen en acción, los efectos de poder que los subtienden y que
conllevan —es esto y no un sistema de representaciones lo que determina los caracteres
fundamentales de lo que dicen.
La historia de la sexualidad —es decir, de lo que funcionó en el siglo XIX como dominio de una
verdad específica— debe hacerse en primer término desde el punto de vista de una historia de los
discursos.

El nacimiento de la clínica- Foucault

En el libro del autor Michael Foucault, “El nacimiento de la clínica” podremos encontrar que nos relata y
comenta algunos aspectos y hechos interesantes que nos dejan ver cómo la medicina fue evolucionando a
partir del Siglo XIX, destacando en todo momento que en el libro no solo encontraremos letras vacías,
como me he encontrado en algunos textos de medicina que solo te dan información e información, sino

22
que Foucault nos recuerda en diversas ocasiones la importancia que tiene el leguaje y su utilización en la
medicina, pues aunque bien sabemos que otros aspectos puedan resultar más importantes para otras
personas en éste ámbito científico, sin las palabras adecuadas no se podría describir todo aquello que se
observa y, sin duda, no se tendría el conocimiento que se tiene sobre diversas enfermedades y síntomas
que en esa época se descubrieron y que hoy en día se siguen manifestando.

Sin embargo, no solo el lenguaje es importante en la medicina, pues Michael también destaca la
importancia de la observación y, a mi parecer, siento que esto lo logra enunciando la frase en la que nos
dice, entre otras palabras, que hay un espacio lleno de cosas y cuestiones por conocer y que es importante
llenar el hueco del conocimiento y lenguaje tratando de descubrir esa verdad, ésta frase podría parecer
muy simple pero, a mi parecer, encierra una profunda verdad, pues gracias a éste factor de la observación,
sumado a la mirada curiosa y hasta crítica del médico antiguo, se fue dando paso al surgimiento de la
medicina moderna como una ciencia clínica y concretando su creación bajo un carácter empírico y racional
a finales del Siglo XVIII

Por lo tanto, podemos concluir que la clínica surge para servir a la experiencia del médico, pues mediante
ella incitaba al médico a hacerse la pregunta ¿Qué tiene el paciente? Para a su vez ir descubriendo poco a
poco diversas patologías y así mismo, se empezaron a relacionar diferentes aspectos con las enfermedades,
como: acontecimiento- pronóstico, lesión-mal que lo provoca y entre otras

Sin embargo, el hecho de que la clínica ayudara a abrir el panorama sobre las patologías, no significa que
todo fuera perfecto, pues comenzó a darse el problema de la generalización de los síntomas, es decir, ya
que se poseía mayor conocimiento sobre las enfermedades de aquél tiempo, algunos síntomas e incluso la
forma de curar alguna patología; cabía la posibilidad de que no siempre se tratara de la misma enfermedad
descubierta previamente, aunque los síntomas fueran muy similares y por lo tanto, considero que esto nos
hace ver la importancia que tiene saber distinguir los síntomas de las enfermedades para así poder tratar
de manera adecuada a cada una de ellas y con ello evitar la posibilidad de empeorar la situación del
paciente.

Lo anterior mencionado, considero que tiene relación con la psicología, sobre todo, debido a que uno
como psicólogo siempre tiene la obligación de estar informados sobre las diferentes teorías y razones por
las que puede presentarse alguna enfermedad o trastorno y no solo eso, sino que también es importante
darse a la tarea de descubrir las razones de nuevos trastornos o incluso mejores soluciones para algunos ya
existentes y así continuar con el desarrollo y evolución de la psicología.

Para lograr llegar a conocer los aspectos de una enfermedad se debe pasar por diferentes etapas,
empezando por una jerarquización en familias, géneros y especies, lo que da lugar a que se localice, en el
organismo a investigar, su desarrollo, subordinaciones, divisiones, similitudes, etc., para así conocer los
principios de la configuración primaria de la enfermedad, los cuales son, principalmente, la causa de la
enfermedad (incluyendo el estudio de los probables antecedentes históricos), su similitud con otras
enfermedades, la estructura de la enfermedad (se reconoce la ley de vida como fundamento) y conocer la
esencia de los síntomas mismos de la enfermedad y que no sean ocasionados por circunstancias ajenas
como la edad del enfermo y como resultado de todo lo anterior mencionado se obtiene una clasificación
patológica y esencialmente se entiende la importancia que tiene la percepción médica en cada etapa, pues
los médicos deberán tener una mirada cualitativa durante dicho proceso para poder comprender la
enfermedad, además de que deben conocer los alcances que tienen los medicamentos que manejan para
que de éste modo sepan la fuerza con la que están atacando una enfermedad y, no siendo suficiente,
también deberán tener presente que dichas enfermedades que estudian arduamente podrían presentarse
en medios más grandes y no solo en una persona, por lo que también deberán estudiar el medio que rodea
a las patologías y enfermos, ya que, después de todo, médico y enfermo siempre estarán implicados por un
vínculo.

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Me parece sumamente importante mencionar, como parte del proceso de conocimiento de las patologías,
los estudios que se empezaron a realizar posteriormente con cadáveres humanos, pues abrían la puerta
hacia un nuevo mundo de conocimiento denominado anatomía patológica, pero a su vez, la obtención de
éste conocimiento implicó la presencia de algunos problemas éticos, los cuales exitosamente se superaron
y comenzó a tomar un mayor auge el estudio mediante los cadáveres, debido a que los médicos ya podrían
practicar sus métodos quirúrgicos además de continuar investigando nuevos hechos relevantes sobre las
enfermedades, ya que como nos comenta Foucault, solo conociendo aquello que se encuentra muerto se
podrá cuidar de manera adecuada lo vivo.

Para concluir, considero que todo el proceso de la historia de la clínica es fundamental para tener una
noción general de la razón por la cual las cosas en la investigación médica, hospitales, necropsias, etc., son
de determinada manera. Sin embargo, en algunas ocasiones se ha abusado del hecho de querer investigar
las patologías pues se cae en el extremo y se deja de lado la salud o bienestar del paciente o enfermo y los
médicos justifican éste hecho diciendo que es por el bien mayor, menospreciando el valor de una vida y
determinando ellos mismos dicho valor, lo que considero una completa falta de ética y es por ello que me
parece necesario que así como en su momento cambiaron las estructuras de los hospitales, se deben dar
ciertos cambios en el aspecto de hasta qué punto se considera aceptable investigar en un paciente.

Antes, mucho antes de que termine el siglo XVIII, ya existía la clínica. La medicina se conservando en el
mismo tiempo que en el que su verdad se va manipulando. Existían y quizá existen muchos mitos e
historias con respecto a la medicina. Se decía que la medicina había encontrado en la clínica su posibilidad
de origen. Antes de toda creencia y antes de todo sistema, la medicina, en su integridad, residía en una
relación inmediata del sufrimiento con lo que lo alivia. Era una relacion de instinto y sensibilidad. Estaba
establecido por el individuo, para el mismo y para sí mismo, antes de entrar en una red social. Era un saber
que se transmitían los unos a los otros no era secreto o exclusivo de algo o alguien. Las vivencias de alivio a
diversos sufrimientos, eran contadas, las experiencias pasaban de uno al otro. Todo el mundo
indistintamente practicaba esta medicina.

Antes de ser un saber, la clínica era una relacion universal de la humanidad consigo misma: edad de
felicidad absoluta para la medicina. Y la decadencia comenzó cuando fueron inaugurados las escrituras y el
secreto, es decir la repartición de este saber a un grupo privilegiado, y la disociación de la relacion
inmediata, sin obstáculo ni limites, entre Mirada y Palabra.

Durante mucho tiempo la experiencia médica permaneció abierta y supo encontrar un equilibrio entre el
ver y el saber, un equilibrio que la protegió del error.

En tiempos remotos, la medicina se enseñaba en presencia de los jóvenes en el lecho de muerte de los
pacientes, y andaban juntos maestros y alumnos. A partir de Hipócrates la medicina sería tan simple y tan
pura como en un primer momento, pero a medida en que se iba organizando en un cuerpo sistemático a fin
de “facilitar” y de “compendiar su estudio”, una dimensión nueva se introduce en la experiencia medica: la
de un saber que se puede llamar, literalmente, ciego, ya que no tiene mirada. Este conocimiento, que no
ve, es el origen de todas las ilusiones; una medicina acosada por la metafísica se hace posible: “Después
que Hipócrates hubo reducido la medicina a sistema, se abandonó la observación y la filosofía se introdujo
en ella”.

En todos los tiempos han existido médicos que después de haber, con la ayudar del análisis tan natural al
espíritu humano, deducido el aspecto del enfermo todos los datos necesarios sobre su idiosincrasia, se han
contentado con estudiar los síntomas.

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No hay que inventarla nuevamente a la medicina, sino redescubrirla. Basta con negar lo que la niega,
destruir lo que la destruye. Y de esta manera poder gozar de todos sus derechos.

Toda la mitología acerca de la medicina, la historia, ronda en acontecimientos negativos: olvido, ilusión,
ocultación. Una manera de escribir nuevamente la historia de la medicina, evitaba una historia mucho más
verdadera, pero mucho más compleja. La disfrazaba, al asimilar al método clínico cualquier estudio de un
caso, de acuerdo con el antiguo uso de la palabra; y así, autorizaba todas las reducciones interiores que
deberían hacer de la clínica y que hacen de ella aun en nuestros días un puro y simple examen del
individuo.

 1658→ Francois de La Boe abre una escuela clínica en el hospital de Leyden.


 Fines del s. XVI→ Posible cátedra de clínica en Padua.
 1720→ Reforma de la Universidad de Edimburgo- Creación de clínica sobre el modelo de Leyden
(en Londres, Oxford, Cambridge, Dublín).
 1770→ Lacassaigne, Bourru, Guilbert y Colombier quisieron organizar a título privado una casa de
salud con 12 camas, reservada a las enfermedades agudas y se enseñaba la práctica, pero el
proyecto fracasó.
 1773→ Se solicita a Van Swieten un plan para el establecimiento de una clínica en el Hospital de
Viena.
 1775→ Se establece el reglamento para los hospitales.

Es en los hospitales militares donde la enseñanza clínica se organizó primeramente.

 1787→ Se crea una clínica para partos con Copenhague.

El examen de los casos, su informe detallado, su relacion con una explicación posible es una tradición
esencial de la experiencia médica; la organización de la clínica por consiguiente no es correlativa al
descubrimiento del hecho individual de la medicina.

La necesidad de una enseñanza por la práctica misma era, también, muy ampliamente reconocida: la visita
de los hospitales por los aprendices de médicos era algo aceptado; y sucedía que algunos de ellos
terminaban su formación en un hospital en el cual vivían y ejercían bajo la dirección de un médico.

I. Esta protoclínica es más que un estudio sucesivo y colectivo de casos: debe reunir y hacer sensible
el cuerpo organizado de la nosología.

La clínica no estará abierta a todo lo que venga ni especializada, se cierra sobre la totalidad didáctica de una
experiencia ideal. No tiene la obligación de mostrar los casos dramáticos, sus puntos dramáticos, sus
acentos individuales, sino de manifestar en su recorrido complejo el círculo de las enfermedades

II. Su modo de asentarse en el hospital es particular. En el hospital tienen que vérselas con individuos
que son indiferentes portadores de una enfermedad. El papel del médico del hospital es descubrir
la enfermedad del enfermo; y esta interioridad de la enfermedad hace que a menudo esta se
esconda en el enfermo, oculta en él como un criptograma. En la clínica se tratan enfermedades
cuyo portador es indiferente. Lo que está presente es la enfermedad misma, en el cuerpo que le es
propio y que no es el del enfermo, sino el de su verdad. En el hospital el enfermo es sujeto de su
enfermedad; es decir que se trata de un caso; en la clínica, en la cual no se trata sino del ejemplo el
enfermo, es el accidente de su enfermedad, el objeto transitorio del cual este se ha apropiado.

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III. La clínica no conoce por lo tanto la verdad sino bajo su forma sintética. No es la mirada la que
tiene el poder de análisis y de síntesis; sino la verdad sintética del lenguaje que viene a añadirse
desde el exterior y como una recompensa a la mirada vigilante del estudiante. En este método
clínico en el cual el espesor de lo percibido no oculta sino la imperiosa y lacónica verdad que
nombra, no se trata de un examen sino de un descriptamiento.
IV. En el s. XVIII, no hay clínica que no sea pedagógica, y ésta incluso bajo una forma restringida, ya
que no se admite que el médico mismo, pueda leer a cada instante, por este método, la verdad que
la naturaleza a depositado en el mal.
V. En el siglo XVIII la clínica no es una estructura de la experiencia médica, sino que esa experiencia en
el sentido por lo menos en que se prueba, prueba de un saber que el tiempo debe confirmar, de las
prescripciones a las cuales el resultado dará o no la razón. No había un lenguaje científico todavía,
sino solo un lenguaje de juego; la verdad no encontraba en él su formulación de origen; arriesgaba,
según la fortuna o la habilidad, encontrarse o perderse en él.
La clínica vive el aprendizaje de una práctica que simboliza más que analiza; agrupa toda la
experiencia alrededor de los prestigios de un descubrimiento verbal, que es el núcleo que la
constituye y no solo una simple forma de transmisión.
La clínica va a reestructurarse bruscamente, se aparta de su contexto originario, formará un cuerpo
con el todo de la experiencia médica. Ahora liderada por un movimiento de descubrimiento y
armada con nuevos poderes.

Módulo 2

La noción de subjetividad Ignacio Lewkowiecz

Sujeto/subjetividad- 4 usos distintos de la noción de sujeto: 1- descripción de cómo una teoría concibe o
supone a los hombres, el sujeto del derecho es el sujeto de la consciencia, sujeto de la pedagogía es un
sujeto vacío que se llena de determinados contenidos, lo que dice es que las ciencias de la educación
consideran a los sujetos como cosas vacías que se llenan de contenido. Sujeto de la antropología es el
sujeto de la cultura- concibe a los hombres como seres simbólicos capaces de producciones significantes.
Ese es un primer uso del término que se refiere fundamentalmente a la suposición científica de un tipo de
humanidad.

Hay un segundo concepto de sujeto que no se refiere a cómo una disciplina y una ciencia conciben a los
hombres, sino cómo unos dispositivos los producen. Ej: cuando se dice que el historiador es el sujeto
producido por el dispositivo universitario, se dice que el funcionamiento de la universidad produce un tipo
subjetivo que es el del historiador. La idea no es la de un objeto de conocimiento sino la de una realidad
efectiva.

Habría otras 2 nociones: el sujeto del inconsciente, que sería a la vez el sujeto del psicoanálisis y el sujeto
del acontecimiento.

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El sujeto del inconsciente sería, por un lado el objeto de conocimiento de una disciplina que es el
psicoanálisis, y por otro, el efecto práctico del dispositivo familiar. Sería un caso específico de conocimiento
científico de un sujeto producido por un dispositivo. El discurso que lo conoce es a la vez la instancia de
producción.

La cuarta nocion es la del sujeto del acontecimiento- acontecimientos o a los actos por los cuales emerge
un sujeto que interrumpe una red discursiva. Ya no sería ni objeto del acontecimiento ni efecto de un
dispositivo, sino emergencia de los puntos vacíos de un discurso, de un orden, de una estructura.

La constitución del campo de la subjetividad- 1- la subjetividad es residuo de la institución burguesa de las


categorías que están en la base de la distinción entre ciencias sociales y del individuo. 2- otra pareja
obstáculo es la diferencia entre pensamiento y acción o decir y hacer o teoría y práctica: resulta de la
distinción entre trabajo manual e intelectual. 3- es síntoma del agotamiento de la subjetividad instituida
burguesa, desde el agotamiento se retorna sobre la institución de lo agotado.

Subjetividad socialmente instituida- la naturaleza humana no está determinada de por si, lo que hace ser
hombres a los hombres no es un dato dictado por la pertenencia genérica a la especie, los hombres no
disponen de una naturaleza extrasituacional sino que lo que los hombres son es el producto de las
condiciones sociales en que se desenvuelven. Esa naturaleza humana situacional, resultante de las
condiciones sociales, es intraducible de una situación a otra.

Esta subjetividad no es el contenido variable de una estructura humana invariante sino que itnerviene en la
constitución de la estructura misma. Esta subjetividad resulta de marcas prácticas sobre la indeterminación
de base de la cría sapiens.

Subjetividad controlada

Partamos de una evidencia: el mundo está interconectado. Las redes vinculan nodo con nodo de
modo transversal, diagonal, en todas direcciones. Los flujos de información no transitan con
velocidad infinita sólo por la restricción de Einstein. No será preciso describir la miríada de
operaciones prácticas que cada individuo realiza dejando en memorias electrónicas el registro
preciso de la hora, el sitio y la índole de la operación : telefónica, telemática, comercial, crediticia,
de compra-venta, erótica, médica, bibliográfica, etc.

Lo que no resulta tan evidente es la serie de consecuencias que acarrea esta multiplicación
vertiginosa de la cantidad de información y su velocidad de circulación. Pues el juicio de valor
sobre una realidad puede usurpar el lugar de la lectura cualitativa de esa misma realidad. La
valoración apologética y la valoración apocalíptica dejan en la sombra el severo cambio de
cualidad que puede darse en el campo de los lazos sociales y sus soportes subjetivos.
Aparentemente se trata sólo de cambios técnicos que multiplican cuantitativamente unos recursos
disponibles desde siempre: registros y circulación. Sólo que ahora circula un volumen mayor a
mayores velocidades. Ahora bien, según el principio de causalidad, las mismas causan
determinan los mismos efectos bajo las mismas condiciones. Y las condiciones actuales
determinan que los efectos de estas transformaciones cuantitativas sean radicalmente cualitativos.

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Las condiciones dentro de las que se opera este "incremento cuantitativo" se suelen resumir en un
término evidente: globalización; los efectos subjetivos, en otro: control. Será preciso aclarar el
sentido de estas evidencias. El fenómeno decisivo es que la virtualidad de las redes ha
ocasionado la unificación de una enorme dispersión de bancos de datos. Los datos globalizados
permiten un control ajustado. Qué puede haber de cualitativo en ello?

Por diversos caminos, una serie de mutaciones en el tipo de lazos sociales deriva en una unidad
de efecto: los estados nacionales ya no constituyen la forma efectiva de organización de la vida
social y económica de las masas de población. Los estados actuales, que tienden a unificarse en
mercados comunes que los trascienden, se definen como técnico-administrativos.

Desde el siglo XIX, el principio de soberanía popular representada dio lugar se instituyó desde
unos estados que definían al territorio sobre el que operaban como "nación". Esas naciones eran
representadas en los estados. Esas naciones constituían espacios unificados y delimitados
netamente: un mercado, una soberanía sobre ese mercado, una identidad de sus habitantes. La
moneda nacional era un símbolo evidente de estas tres dimensiones: mercado, soberanía e
identidad nacional.

Desde el último cuarto de nuestro siglo [la fecha es tan mala como cualquier otra] las naciones se
han desvanecido como realidades efectivas. Los estados tienden a no representar los proyectos
nacionales sino a administrar las tendencias generales de los mercados. No ejercen ya la
soberanía económica e informativa, que se ha deslocalizado de las entidades políticas
reconocibles. Las identidades se disuelven en tipos universalistas o se crispan en tipos
fundamentalistas. La tarjeta plástica informatizada es el símbolo pertinente de este modo de
organización de la vida social y económica.

Cada tipo de estado instituye un tipo subjetivo que le es propio. Entre otras cosas, hay historia
porque diversos modos de organización de la vida social determinan distintos tipos subjetivos. Ser
hombre es una generalidad abstracta: un animal humano es -por ejemplo- polités ateniense,
intraducible en esencia al vasallo de un señor o al pariente de un ayllu incaico.
Los estados nacionales habían instituido la figura del ciudadano como fundamento de su
operatoria. El ciudadano se define por una propiedad y una pertenencia. La propiedad es la
conciencia; la pertenencia es nacional. La conciencia nacional define una identidad necesaria para
el funcionamiento del estado: si fallara la conciencia, los soberanos no sabrían bien cómo delegar
su soberanía nominal en sus representantes reales. Si no fuera nacional, esa conciencia no sería
depositaria de la soberanía. La conciencia fundaba entonces su identidad.
Pero los estados tecnoadministrativos no representan pueblos sino tendencias de los mercados.
El soporte "ciudadano" no puede fundamentarlo. En 1994, en Argentina, la reforma constitucional
introdujo subrepticiamente una nueva figura: al lado de los derechos del ciudadano, tomaron carta
"de ciudadanía" los derechos del consumidor.

Es ya clásica la tesis según la cual cada sistema social establece sus principios particulares de
exclusión. En la medida en que no hay sistema capaz de incluirlo todo, la exclusión específica es
fundante de su propia lógica. Si un tipo de estado organiza un tipo subjetivo para los incluidos,
organiza también la subjetividad de los excluidos.

Los estados nacionales se definían por el revés específico del ciudadano cuya conciencia
regulaba el régimen de representaciones: la exclusión de la locura era fundante de los lazos entre
conciudadanos; la locura no es buen ingrediente para la soberanía. Los estados
tecnoadministrativos tienden a excluir el revés específico del consumidor. Se trata de los excluidos
del mercado, del consumo, de las redes: se trata de los que están por fuera de "un mundo
pequeño". Pero el excluido del consumo carece aún de nombre que lo defina socialmente.
Pues el nombre de marginales resulta inadecuado para la forma específica de exclusión que
soportan: el margen cumple aún una función organizadora decisiva en el diseño de la página. Y
los excluidos actuales no son desplazados hacia los márgenes. La pertenencia a la red parece

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carecer de márgenes. Hay sólo adentro y afuera. Si el modo de exclusión de la locura era la
reclusión, el modo de exclusión de los no consumidores es la expulsión. Del sitio de reclusión no
se puede salir; los expulsados de la red no pueden entrar. La reclusión supone un sistema de
tratamiento hacia el que la sociedad deriva la custodia y rehabilitación de los recluidos. La
expulsión carece de semejantes sistemas de tratamiento, pues el carácter tajante de la
demarcatoria determina "limpiamente" la imposibilidad de irrupción intempestiva de los expulsados
en el mundo de la red. Están entre nosotros pero en otro mundo que el pequeño mundo virtual.
Y aquí llegamos al meollo de las sociedades de control. Los flujos de información constituyen una
minuciosa policía silenciosa que anota cada acto de los habitantes de la red o del mundo. El
habitante no deja huellas a interpretar por el detective sino registros explícitos a recopilar por las
bases. Una meticulosa biografía se va anotando en distintos puntos de la red, dispuesta a reunirse
en el punto en que fuera necesario. Lo que está en un punto de la red está en la red. Es accesible,
es recopilable.

Esa biografía tediosa poco parece hablar de los aspectos cualitativos de una persona. La
enumeración infinita de sus actos parece exterior a la interioridad psíquica, cultural o ideológica
que los motiva. Sin embargo, será en función de esa biografía que la red le permitirá seguir
habitándola, morar en nodos más y más ricos, disponer de más y más conexiones. O por el
contrario, será esa misma biografía cifrada la que determinará una serie sucesiva de rechazos, de
interrupciones, de condenas. Por anodina que parezca, esa biografía será su precisa identidad en
los circuitos de crédito y consumo, de empleos y premios, de becas y viajes. Pues con los
cambios del tipo subjetivo instituido tiene que cambiar conjuntamente el principio social de
identidad. El principio social de identidad establece en función de qué parámetros un integrante de
una sociedad será reconocido como él mismo por los demás, será identificado, será convocado o
rechazado, será valorado o despreciado. El principio de identidad depende estrictamente del tipo
subjetivo instituido. Si en los estados nacionales un ciudadano se definía por la conciencia, su
identidad estaba configurada por los contenidos fundamentales de su conciencia : sobre todo por
su conciencia política -o, para hablar brevemente- su ideología.
En los estados tecnoadministrativos, ya las ideas inciden muy poco en la determinación social de
una identidad. Por eso hemos entrado en el crepúsculo de las ideologías y hemos entrado en el
mediodía de las opiniones. La absoluta libertad de opinión es correlativa con la estricta
insignificancia social de las opiniones-mensurables ya en términos de encuesta como otros tantos
índices de preferencias. En los estados tecnoadministrativos, el consumidor se define ya no por
sus ideas sino por sus actos. Será reconocido, identificado, valorado y convocado por esa serie
exhaustiva de actos insignificantes. Si esa es su identidad para otros, pronto lo será para sí
mismo. Será en función de esos parámetros que conservará o no el derecho de consumidor de
habitar el pequeño mundo -el único digno de llamarse mundo.
Los distintos sistemas de exclusión se caracterizan no sólo por el principio que determina quiénes
será excluidos y cuáles serán las formas de exclusión : también se caracterizan por el tipo de
pena que se impone a los excluidos. Estas penas son otros tantos medios eficaces en la
constitución de la subjetividad.

En un horizonte medieval se podía decir que los castigos corporales eran la base de la penalidad.
En un horizonte moderno -característico de los estados nacionales- el tipo de castigos se
concentraba en la rectificación de las conciencias : de ahí el pasaje del suplicio a la prisión. Pero
ambos tenían en común la idea de castigo. Aquí la etimología puede ser una ayuda. "Castigar", de
castigare, es un compuesto de castus (=casto, puro) y agere (=hacer). Castigar a alguien el
volverlo puro, depurado, limpio.

El castigo rehabilita : permite el reingreso del suspendido. Pero el expulsado no requiere de


castigos. El control sobre los actos determina un tipo de penalidades que no busca el reingreso
sino la garantía que impida el reingreso. La capacidad de punición del sistema es altamente
eficaz. Es casi automática. No hay castigos sino eliminaciones. El número de actos de consumo
puede multiplicarse en la red incluso si decrece el número de consumidores : las expulsiones no la
deterioran sino que la potencian.

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Así, la subjetividad no está marcada por la amenaza de castigos sino por la exigencia de
autocontrol. Los controles se han interiorizado. Los actos han sustituido a las representaciones
concientes en la determinación de la identidad ; las pertenencias han dejado de definirse como
afiliaciones para definirse como frecuencias de un consumo específico ; la libertad de opinión ha
encontrado su contracara en el autocontrol meticuloso de los actos. La sociedad de control se ha
instituido. La subjetividad controlada es el soporte de los estados tecnoadministrativos.

Silvia Bleichmar- Límites y excesos del concepto de subjetividad en psicoanálisis

Que el ser humano cambia históricamente, que la representación de sí mismo y de su


realidad no se mantiene estrictamente en los términos con los que fuera pensado por el psicoanálisis
de los comienzos, no hay duda. Insisto, no tan en broma, que si a las histéricas del siglo XIX se les
quedaba la pierna dura por el deseo inconfesable de caminar hacia el cuñado, nuestras histéricas de
hoy padecen colapsos narcisistas cuando sus cuñados no les otorgan crédito sexual. ¿Sería igual el
síntoma obsesivo del hombre de las ratas en una Argentina en la cual el casamiento por dinero es
considerado un gesto de inteligencia y las deudas incumplidas parte del destino económico de miles
de personas cuya insolvencia nos convoca más a la piedad que a la crítica? El hijo de un
comerciante o de un banquero corrupto no sería hoy tampoco un melancólico dispuesto al suicidio
sino una patología narcisista cuya mayor angustia estribaría en la posibilidad de un secuestro
extorsivo.
Pero todos estos seres humanos, sin embargo, y dentro de cierto margen de variación, tienen
las mismas reglas de funcionamiento psíquico que los de los historiales clásicos: están atravesados
por la represión –aun cuando algunos contenidos de lo reprimido hayan cambiado–, con una tópica
que permite el funcionamiento diferenciado de sus sistemas psíquicos, tienen un superyo cuyos
enunciados permiten la regulación tendiente a evitar la destrucción tanto física como psíquica, y
cuando no cumplen estas regularidades se ven expulsados de la posibilidad de dominio sobre sí
mismos y en riesgo de saltar hacia modos de fractura psíquica.
Los cambios en la subjetividad producidos en estos años, y en la Argentina actual los
procesos severos de desconstrucción de la subjetividad efecto de la desocupación, la marginalidad y
la cosificación a las cuales ha llevado la depredación económica son indudablemente necesarios de
explorar y de ser puestos en el centro de nuestras preocupaciones cotidianas. Ellos invaden nuestra
práctica y acosan las teorías con las cuales nos manejamos cómodamente durante gran parte del
siglo pasado. Y yo misma he dedicado gran parte de mi trabajo de estos últimos años a mostrar sus
efectos, incluidos en ellos los diversos modos con los cuales el padecimiento actual se inscribe en
estas formas de des-subjetivación y los modos posibles de su recomposición.
Tal vez, precisamente, porque el sujeto no está en riesgo de ser desconstruido por la filosofía
post-metafísica del siglo XX sino por las condiciones mismas de existencia, es que la palabra
subjetividad ocupa hoy un lugar tan importante en los intercambios psicoanalíticos. “Cambios en la

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subjetividad”, “procesos de des-subjetivación y re-subjetivación”, “subjetividad en riesgo”,
“desconstrucción de la subjetividad”, son enunciados frecuentes que ponen de manifiesto la
preocupación que atraviesa a todos aquellos que nos encontramos confrontados a los efectos, en el
psiquismo humano, de las transformaciones operadas entre el fin del siglo XX y los comienzos del
XXI. Y esto es inevitable en razón de que la subjetividad está atravesada por los modos históricos
de representación con los cuales cada sociedad determina aquello que considera necesario para la
conformación de sujetos aptos para desplegarse en su interior
Es por ello que es el espacio en el cual los modos de clasificación, los enunciados
ideológicos, las representaciones del mundo y sus jerarquías, todo aquello que alguien como
Castoriadis ha agrupado bajo el modo de “lógica identitaria”, toma un lugar central. Y en razón de
ello, es necesario decirlo, la subjetividad no es, ni puede ser, un concepto nuclear del psicoanálisis,
aun cuando esté en el centro mismo de nuestra práctica. Pero ello en función de que es precisamente
el modo con el cual el centramiento que posibilita la defensa de los aspectos desintegrativos del
inconciente opera. Razón por la cual, cuando los seres humanos quedan expulsados de sus aspectos
identitarios, de sus constelaciones organizadoras que posibilitan la operacionalidad en el mundo, el
método clásico psicoanalítico, consistente en el levantamiento de la defensa, entra en caución.
Más aún, es un concepto que se sitúa en las antípodas de la problemática del inconciente.
La noción de subjetividad en tanto categoría filosófica alude a aquello que remite al sujeto,
siendo un término corriente en lógica, en psicología y en filosofía para designar a un individuo en
tanto es la vez observador de los otros, y en el caso del lenguaje, a una partícula de discurso a la
cual puede remitirse un predicado o un atributo. El sujeto, en última instancia, sea moral, del
conocimiento, social, pero muy en particular la subjetividad, como algo que concierne al sujeto
pensante, opuesto a las cosas en sí, no puede sino ser atravesado por las categorías que posibilitan el
ordenamiento espacio-temporal del mundo, y volcado a una intencionalidad exterior, extro-vertido.
Es en razón de estos elementos que la subjetividad no podría remitir al funcionamiento psíquico en
su conjunto, no podría dar cuenta de las formas con las cuales el sujeto se constituye ni de sus
constelaciones inconcientes, en las cuales la lógica de la negación, de la temporalidad, del tercero
excluido, están ausentes.
El inconciente está regido por la lógica del proceso primario, algo tan ajeno al sujeto en
términos clásicos, tan impensable por la filosofía tradicional, que pone en entredicho varios siglos
de concebir pensamiento y sujeto como inseparables entre sí.
Hemos puntuado en múltiples oportunidades la diferencia entre psiquismo y subjetividad,
restringiendo esta última a aquello que remite al sujeto, a la posición de sujeto, por lo cual se
diferencia, en sentido estricto, del inconciente. Más aún, nos detuvimos para plantear firmemente el
carácter pre-subjetivo en los orígenes y para-subjetivo una vez constituida la tópica psíquica, del
inconciente. Es inevitable que se torne necesaria otra diferenciación, ya que se nos plantea un nuevo
problema: si la subjetividad es un producto histórico, no sólo en el sentido de que surge de un
proceso, que es efecto de tiempos de constitución, sino que es efecto de determinadas variables
históricas en el sentido de la Historia social, que varía en las diferentes culturas y sufre
transformaciones a partir de las mutaciones que se dan en los sistemas histórico-políticos –
pensemos en la producción de subjetividad en Grecia, o en los modos con los cuales se constituye la
subjetividad en ciertas culturas indígenas, y las diferencias que implican respecto a los sectores
urbanos en los cuales estamos habituados a movernos– la pregunta que cabe es ¿qué elementos
permanecen y cuáles sufren modificaciones a partir de las prácticas originales específicas que lo
constituyen?
Dicho de otro modo: ¿cómo hacer conciliar la idea de una ciencia del inconciente en su
universalidad, de la existencia de leyes que deben cumplirse ya que rigen los procesos de

31
constitución psíquica a niveles básicos posibilitadores del funcionamiento del aparato, con el
reconocimiento de los modos particulares con los cuales vemos emerger la subjetividad en sus
rasgos dominantes compartidos en el interior de la diversidad cultural? Siendo más específicos: la
necesariedad de una ley moral que rija las relaciones con el deseo, y el conflicto tópico al cual esto
da lugar, abre sin embargo la pregunta acerca de la especificidad que esta ley moral toma en los
enunciados que la constituyen en cada sociedad particular. (Decir que su universalidad radica en la
prohibición del incesto es a esta altura no sólo inespecífico sino obturador de toda posibilidad de
abrir nuevas vías de investigación.
Esta generalidad en la respuesta es herencia de una actitud metodológica residual al
estructuralismo, el cual si bien tuvo la virtud de producir modelos que permitieron un ordenamiento
del campo propiciando un avance importante en la resolución de viejos problemas que habían
quedado capturados por aporías difíciles de remontar, nos legó también una actitud metodológica
que consiste en tomar estas líneas de ordenamiento, estos modelos generales, por contenidos
explicativos -lo cual constituye hoy uno de los mayores riesgos de reducción del psicoanálisis a una
escolástica, y de filosofización de la práctica clínica con la esterilización racionalizante que esto
conlleva.)
A lo cual es necesario agregar una segunda cuestión: cuando decimos “función de las
relaciones sociales en la producción de subjetividad”, ¿a qué nos referimos? Porque es indudable
que no se trata del conjunto de las relaciones sociales, sino, en el espacio teórico que nos
corresponde, de definir de qué modo ciertos aspectos de las relaciones sociales mediatizan,
vehiculizan, pautan, los modos primarios de constitución de los intercambios que hacen a la
producción de representaciones en el interior de la implantación y normativización de los
intercambios sexuales. No nos interesa –cuestión que puede importar mucho a la sociología o a la
antropología, o que nos conmueve como sujetos sociales en general– de qué modo las relaciones
sociales pueden, en cierta época histórica, incrementar el sometimiento de una mujer a un hombre,
sino lo que de ello resulta: bajo qué mediaciones, estos modos del sometimiento y despojo inscriben
circulaciones libidinales que metabólicamente transformadas operan en los sistemas
representacionales que se articulan, de modo residual, en el psiquismo infantil.
A la pregunta: ¿qué quiere decir producción de subjetividad?, es decir, de qué manera se
constituye la singularidad humana en el entrecruzamiento de universales necesarios y relaciones
particulares que no sólo la transforman y la modifican sino que la instauran, debemos articular una
respuesta que tenga en cuenta los universales que hacen a la constitución psíquica así como los
modos históricos que generan las condiciones del sujeto social.
El gran descubrimiento del psicoanálisis no es sólo la existencia del inconciente, la
posibilidad de que los seres humanos tengan un espacio de su psiquismo que no está definido por la
conciencia. El gran descubrimiento del psicoanálisis es haber planteado por primera vez en la
historia del pensamiento que es posible que exista un pensamiento sin sujeto, y que ese pensamiento
sin sujeto no esté en el otro trascendental -también sujeto-, ni en ningún lugar particularmente
habitado por conciencia o por intencionalidad. Es haber descubierto que existe un pensamiento que
antecede al sujeto y que el sujeto debe apropiarse a lo largo de toda su vida de ese pensamiento. Y
es este aspecto nodal y absolutamente revolucionario en la historia del pensamiento, lo que ha sido
más difícil de comprender tanto por los psicoanalistas como por la cultura en general.
Lo difícil de asir es el carácter profundamente para-subjetivo del inconciente, y el hecho de
que la realidad psíquica, en sus orígenes mismos, es eso, realidad, al margen de toda subjetividad y
conciencia, vale decir, realidad pre-subjetiva, lo cual constituye el rasgo fundamental de su
materialidad. Que una vez constituido el sujeto, esta realidad pase a ser para-subjetiva, da cuenta de
lo irreductible del modo de funcionamiento del inconciente como ajeno a toda significación, a toda

32
intencionalidad, res extensa, no cogitation. La resubjetivización del inconciente, la
intencionalización del inconciente, el recentramiento de un sujeto en el inconciente que actuaría
como más allá de mí pero que sería otro, es justamente la imposibilidad de entender esta cuestión
tan radical planteada por Freud respecto al inconciente como res extensa, como cosa del mundo,
como conjunto de representaciones en las cuales no hay un sujeto que esté definiendo bajo los
modos de la conciencia la forma de articulación representacional.
El enunciado generado por Lacan respecto del “sujeto del inconciente”, que intenta
precisamente una desconstrucción radical del sujeto, aludiendo por ello al modo con el cual un
significante es lo que representa el sujeto para otro significante –cuestión sobre la cual no
corresponde que me detenga, pero que no puedo dejar de mencionar– al ser banalizado hasta tomar
un sentido contrario al propuesto, de que el sujeto no está en el yo porque está en el inconciente, da
cuenta de la enorme dificultad presente aún hoy en psicoanálisis para aceptar la existencia no-
subjetiva de una parte del psiquismo.
Ya que la frase “sujeto del inconciente”, si se desplaza a la tópica freudiana, genera un
malentendido, al reintroducir al sujeto “en” el inconciente. Por lo cual he preferido conservar la
expresión “sujeto de inconciente” para seguir a Freud en una de sus ideas más fecundas, aquella
relativa a la existencia de un inconciente en su materialidad, en su “realismo” y en oposición a un
yo que no es sólo el efecto de un punto de cierre en la cadena significante en la cual se está jugando
la posición de sujeto, sino que está afectado de una cierta permanencia -al menos cuando la tópica
está constituida, y esto es central para una clínica diferencial de las patologías graves -.
Quisiera retomar ahora la cuestión de la producción de subjetividad, para señalar que
concebida ésta en sus formas históricas, regula los destinos del deseo en virtud de articular, del lado
del yo, los enunciados que posibilitan aquello que la sociedad considera “sintónico” consigo misma.
Las formas de la moral, las modalidades discursivas con las cuales se organiza la realidad – que no
es sólo articulada por el código de la lengua sino por las coagulaciones de sentido que cada
sociedad instituye: negro y blanco no son sólo significantes en oposición dentro de una lógica
binaria sino modos de jerarquización y valoración que impregnan múltiples formas de organización
de la realidad.
Si la producción de subjetividad es un componente fuerte de la socialización, evidentemente
ha sido regulada, a lo largo de la historia de la humanidad, por los centros de poder que definen el
tipo de individuo necesario para conservar al sistema y conservarse a sí mismo. Sin embargo, en sus
contradicciones, en sus huecos, en sus filtraciones, anida la posibilidad de nuevas subjetividades.
Pero éstas no pueden establecerse sino sobre nuevos modelos discursivos, sobre nuevas formas de
re-definir la relación del sujeto singular con la sociedad en la cual se inserta y a la cual quiere de un
modo u otro modificar.
En momentos de catástrofe histórica como los que hemos padecido los argentinos, la
desocupación y la marginalización de grandes sectores de la población produjeron modos de des-
subjetivación que, aunados al retiro del Estado de funciones que le compitieron tradicionalmente,
como la educación y la salud, dejaron devastados a los habitantes del país. Estos modos de des-
subjetivación dejan al psiquismo inerme, en razón de que la relación entre ambas variables:
organización psíquica y estabilidad de la subjetivación, están estrechamente relacionadas en función
de que esta última es estabilizante de la primera. Las formas de recomposición han venido, de
manera evidente, durante todo este tiempo, de las reservas ideológicas y morales que la sociedad
argentina acumuló a lo largo del siglo XX. De ellas esperamos, también, que surjan nuevos modos
de subjetividad que den mayores condiciones de posibilidad a la riqueza representacional que el
psiquismo puede desplegar.

33
Bleichmar- Estallido del yo, desmantelamiento de la subjetividad

La cuestión acerca de si enfrentamos nuevas formas de subjetividad y las respuestas posibles


al respecto se manifiestan, de forma abierta o larvada en nuestros intercambios, cuando nos
preguntamos si las herramientas que hemos adquirido en nuestros años de formación y el legado
que recibimos de más de un siglo de psicoanálisis, son fecundos para encarar nuestra práctica
actual. Qué se sostiene, en general, del corpus teórico central tal como fue establecido a lo largo de
una época que tuvo sus fracturas y permanencias en los modos del ser humano de concebir la vida,
y en el cual estallaron, en muchos momentos, las formas de subjetividad vigentes, quedando
subordinada su permanencia a los factores históricos que atravesaron a sus protagonistas.
Definir entonces los modos dominantes de la subjetividad actual y el padecimiento al cual estos
modos someten a nuestro entorno y a nosotros mismos no es sólo una cuestión teórica, una
diletancia quejosa en la cual instalarse como coartada de las propias imposibilidades, sino una
cuestión práctica.

Las opciones para abordarla pueden ser ubicadas sobre algunos ejes que hemos definido
desde estas mismas páginas. Por una parte, aquéllos que hacen a los modos que consideramos
abarcan aspectos que podemos llamar “universales” del sujeto psíquico desde los enigmas de los
orígenes a la angustia de muerte, la supervivencia biológica e identitaria, el temor a la pérdida de
amor y reconocimiento y la angustia frente al desauxilio del semejante. Tomo centralmente aquellas
cuestiones que hacen a la subjetividad en sentido estricto: posicionamiento del sujeto de cogitación
ante sí mismo y los otros, sujeto “de inconciente”, atravesado por el inconciente, pero articulado por
la lógica que permite la conciencia de la propia existencia.

Estos aspectos “universales” toman, sin embargo, formas específicas en cada período
histórico, y comprometen las relaciones entre el inconciente y el yo, emplazado éste último como
masa ideológico-ideativa (incluyo acá la categoría “ideológico-ideativa” porque intento subrayar el
carácter instituido del yo, no sólo como matriz imaginaria sino como articulado de enunciados
socialmente producidos).

He señalado en otros textos la necesidad de diferenciar entre subjetividad y psiquismo para


dar cuenta de esta distinción necesaria entre el inconciente para-subjetivo, no reflexivo,
materialidad psíquica en sentido estricto, con la intención de dar cuenta que la subjetividad no
abarca la totalidad del aparato psíquico. La subjetividad se inscribe en los modos históricos de
producción de sujetos, producción que en términos de Castoriadis podemos considerar del orden del
instituyente-instituido.

La subjetividad no puede concebirse, por otra parte, sin dar cuenta de un sujeto opuesto al
objeto, sea éste otros sujetos o un objeto pensable. En este sentido es que la subjetividad, en
términos kantianos, implica categorías ordenadoras a priori del pensamiento, fundamentalmente
espacio y tiempo -categorías de las cuales sabemos, está exento el inconciente.
Sujeto del predicado, sujeto de satisfacción o de descontento, de amor o de odio, puede percibirse

34
aquí el sujetamiento al Inconciente sin que implique, ni mucho menos, emplazamiento en el mismo.
El debate al respecto que Freud realiza en la Metapsicología con relación a los “sentimientos
inconcientes” da cuenta de esta necesidad de reposicionar al sujeto que “siente” del lado de la
conciencia: “Es el hecho de que un sentimiento sea sentido, y por lo tanto que la conciencia tenga
noticia de él, inherente a su esencia”.

No se trata del Yo, como vemos, sino de la conciencia, del sujeto reflexivo, en sentido
tradicional: capaz de registrar y no sólo de percibir. El Yo, como instancia, puede muy bien
abstenerse de este registro, puede ser afectado sin por ello darse cuenta de lo que lo afecta, o de lo
afectado que está -en esto reside gran parte del trabajo analítico: no sólo en buscar las causas que
afectan al yo sino, en muchos casos, que el sujeto cobre conciencia de ello. Y como vemos, si bien
fui llevada -por el propio movimiento de la teoría- hace algunos años a diferenciar entre
subjetividad y psiquismo, hoy se hace necesaria una nueva diferenciación, la cual por supuesto no
es nueva, pero plantea nuevos matices.

Es indudable que la idea clásica de sujeto tal como la expusimos anteriormente sólo puede
sostenerse en psicoanálisis a costa de una revisión, y si Lacan ofreció una nueva vía al definir el
lugar del sujeto como lo que representa un significante para otro significante, en un intento de
deconstruir la noción clásica de sujeto para posicionarla como un simple efecto de enunciado, hoy
se hace necesario retomar la idea del enunciado, pero en este caso no como efecto de lenguaje, sino
como apropiación ideológico-ideativa de los modos con los cuales el instituyente produce
subjetividad.

La cuestión del discurso, si es efecto de la inscripción que el otro humano produce de


coagulaciones discursivas: lo que “soy”, lo que “no soy”, lo que “debo ser” y lo que “no debo ser”,
no lo hace a partir de su propio sistema deseante sino del modo con el cual la cultura de pertenencia
define y regula las intersecciones entre deseos, sean pulsionales o narcisísticos, y sus modos de
producción de subjetividad. De tal modo se puede ser “un buen argentino” porque se detesta al
extranjero, o se puede ser “un buen hijo” porque se defienden los intereses familiares de manera
corporativa y más allá de todo ideal de justicia en sentido universal del término. De modo diferente,
se puede ser una “buena hija” por lograr un buen casamiento acorde a las necesidades parentales o
serlo porque se sostienen principios solidarios que implican transmisiones de valores generacionales
que aluden a formas de cultura más amplias: respeto por las consignas recibidas, cuidado de la
memoria, compromiso con ciertos ideales…

De modo tal que el yo es una masa identitaria en sentido estricto, provista de enunciados que
transmiten valores y deseos de manera compleja -lo cual lleva a sus desarmonías internas, a sus
conflictos inconcientes, a sus situaciones dilemáticas-, y tiene por función representar los modos
coagulados con los cuales la subjetividad se instaura, el sujeto puede descubrirse, en cierto
momento, en contradicción con su propia identidad asumida, vale decir con los enunciados tanto
autoconservativos -capaces de tomar la vicariancia de la vida por su cuenta- como los
autopreservativos -permanencia de las nociones instauradas acerca de quién y qué se es.
A partir de lo cual podemos afirmar que si el yo está en riesgo de estallar ante lo inesperado
atacante, o lo impensable repetido -situaciones extremas en las cuales alguno de los aspectos
autoconservativo o autorrepresentativo entra en crisis2- es en razón de que su posición tópica es
definida, sus bordes están claramente instaurados, las convicciones que lo sostienen férreamente
arraigadas, y el des-ser apunta allí, como desmantelamiento de toda defensa posible y sometimiento
a la angustia al aniquilamiento representacional.

35
Del lado del sujeto la cuestión es más borrosa. Se pueden producir procesos de
desconstrucción3 subjetiva sin que quien los padece tenga mucha noción de que esto está
ocurriendo. Esto puede producirse de forma larvada o brusca, acompañando procesos de estallido
yoico o, simplemente, como forma de evitarlos. El terror puede acompañar la implantación de
nuevas subjetividades, se sostiene para ello en el pánico del yo a la pérdida del sustrato biológico
que posibilita la vida -angustia de muerte- pero imponiendo, a su vez, una nueva forma de
referenciarse. Esto es lo que produjeron los sistemas fuertemente cohesionantes -no sólo
coercitivos- como el nazismo o el fascismo. No se trata sólo de imponer el terror -que por supuesto
deja inerme al yo- sino de proporcionar un nuevo corpus representacional, de valores. Si para el
nazismo el concepto de “semejante” quedó restringido a la raza aria, es “lógico” que se pudiera
matar sin culpa a todos aquéllos que quedaban exceptuados de la condición humana. Pero esto fue
acompañado de un ideal de grandeza y dominio del mundo que ensalzaba ciertos valores -por
perversos que nos parezcan- y proponía entonces un nuevo modelo de subjetividad.

Estamos acá ante un estallido del yo, que propicia un estallido de la subjetividad y a una
propuesta de relevo por otra alienada, engañosa, como se la quiera llamar, pero no exenta de
cohesión: himnos, uniformes para la población civil, discursos propiciatorios de una nueva
“identidad” fueron los modos con los cuales se propuso la constitución de una subjetividad no sólo
aquiescente con el régimen sino profundamente comprometida con el proyecto que se proponía.
Por el contrario, en nuestro país, a lo que asistimos durante la Dictadura fue al intento de
demolición de una subjetividad altruista y destinada a favorecer el bien común, sin que se ofrecieran
propuestas alternativas.

Esto lo podemos considerar menos grave que si hubieran coagulado bajo modos unificados
las representaciones fascistas -cuyo último intento fallido fue el de embanderamiento detrás de la
guerra de Malvinas-, sin embargo, hubo procesos de desconstrucción de los modos anteriores de
subjetividad, que no necesariamente estallaron pero fueron dejando restos de la erosión permanente
que sufrió este proceso.

El debate acerca de si en estos treinta años estallaron modos anteriores de la subjetividad y


surgió una nueva, debe ser ubicado con cuidado para que sepamos a qué nos enfrentamos. En
general, podemos considerar que aquello que ponen en evidencia los procesos de profundo
individualismo, la fractura de toda noción de proyecto histórico compartido, el trasfondo de miedo
que somete permanentemente a “las posibilidades políticas reales”, la subordinación de la moral a la
pragmática son claros indicios del desmantelamiento de una subjetividad que durante muchos años
compartió ideales de justicia social y de igualdad de oportunidades. La dictadura militar de los ‘70
no propició un nuevo modelo de subjetividad: no constituyó propuestas educativas, no acuñó
himnos ni produjo una cultura propia. No tuvo por supuesto un Heidegger sino, a lo sumo, un
Neustadt o un Grondona, se limitó a tratar de barrer lo existente y propició, en última instancia por
razones políticas pero no por agudeza ideológica, una subjetividad que llevó al consumo hasta
consecuencias previamente impensadas, pero que tuvo su coronación en los ‘90, donde sí se
manifestó desnudo el discurso de relevo del Contrato Social por la letra chica de la inmoralidad
vigente.

Sus consecuencias mayores han sido, por una parte, la desconstrucción de la noción de
infancia, y por otra, la naturalización de la pobreza, que constituye hoy el riesgo mayor, así como lo
fue durante años la naturalización de la represión y la tortura -cuestiones que gracias a los
organismos de Derechos Humanos han pasado a instalarse paulatinamente como contrarias al bien
común-, más allá de los bolsones fascistas que se ocultan en muchísimos casos bajo el reclamo de

36
“seguridad”, vale decir de regulación del resentimiento producto de la desigualdad bajo modos
represivos.

Pero el legado más grave de treinta años de represión primero y neoliberalismo después no
es el surgimiento de una nueva subjetividad, sino en el carácter de desecho, de restos amorfos de la
subjetividad anterior bajo nuevas formas que se caracterizan, fundamentalmente, por el reemplazo
de la solidaridad por la caridad, la reducción de la noción de semejante y la condena bio-política4
de grandes sectores de nuestro país. El reemplazo de la felicidad como proyecto de vida por el goce
inmediato como forma de supervivencia y su reflejo en grandes sectores de los más carenciados del
país, que recogen los modos degradados de la ideología de los poderosos para implementarla bajo
modos patéticos de supervivencia. Cuestión que se refleja también en el campo de la salud mental,
expresada por la degradación terapéutica que ahora pretende naturalizar el sufrimiento psíquico,
renegando su causalidad -en sentido analítico: empleando el mecanismo perverso de la
Verleugnung- lo cual no implica sólo la des-subjetivación del paciente sino la del mismo terapeuta,
que pierde toda posibilidad de pensamiento, subordinado por la autoconservación a desconstruir
convicciones acerca de sí mismo y su práctica, para engranar como un mecanismo más en la
maquinaria que desarticula de modo cotidiano y silencioso nuevas posibilidades de afirmación
identitaria y de sostenimiento de una ética que no nos deje inerme ante la condena de nuestras
instancias morales.

Entre la producción de subjetividad y la constitución del psiquismo

Un oficio surgido de una práctica empírica, que no se contenta con la aplicación


tecnológica y busca alcanzar los principios mismos que rigen la materia a cuya transformación
se aboca, no deja de ser insinuante para quienes consideramos al psicoanálisis como un métier
encabalgado entre el arte y la ciencia, cuyos niveles de teorización abarcan desde construcciones
capaces de dar cuenta de ordenes de generalización mayor que definen universos de objetos y
fenómenos, hasta fantasías más o menos compartidas que intentan ocupar el rango de teoría,
pasando por reglas de trabajo, axiomas éticos intra-oficio, y regulación de ingreso al mundo de su
práctica, al menos durante algún tiempo.

Si las Instituciones Psicoanalíticas – oficiales, con mayúscula, como ellas mismas se


autorizaron - fueron el organismo que tuvo a su cargo el impartir la formación y definir los modos
de acceso al conocimiento específico, no podemos dejar de hacer extensiva una pregunta formulada
a la alquimia durante años: ¿cómo llegaron a escribirse tantos tratados sobre una ciencia que, en
su esencia más íntima, deseaba permanecer secreta? – en el caso del psicoanálisis, si no
secreta, restringida a los oficiantes – y, luego, ¿bajo qué condiciones esta extensa literatura,
que llegó a formar bibliotecas enteras y a esparcirse por los sectores cultos de toda la
sociedad, fue archivada, desapareció, y no volvió a ser parte nunca del patrimonio científico de
la humanidad?

37
Si la alquimia, que había desarrollado en el siglo XIV la pasión, y en el siglo XV una
verdadera manía que arrastró a toda Europa, ve el comienzo de su declinación en el siglo XVI y
culmina su decadencia en el XVII, no contribuyó a ello sólo el racionalismo pragmático ni el
surgimiento de nuevos descubrimientos (es de hacer notar que Newton(1642-1727), al decir
de Keynes, guardaba mucho del espíritu de “aquellos que mil años antes comenzaron a
edificar nuestro patrimonio intelectual”) sino fundamentalmente el hecho de que la alquimia
no pudo desmantelar de su propio interior los componentes que impedían su pasaje a otro
estatuto.

La publicación de antologías que hacían accesibles a todo el mundo los secretos del
arte alquímico, en el siglo XVI permitió que sus opositores pudieran profundizar sus críticas y
aprovecharse de sus enseñanzas más fructíferas, sin que la mayoría de los alquimistas
pudieran dar el paso que los inscribiera definitivamente en el mundo de la modernidad. Muy
pocos de ellos, lograron pasar a investigaciones más fructíferas; posiblemente uno de los más
conocidos en la posteridad, Paracelso, obvió los aspectos más filosóficos para buscar la
práctica del arte sobre la materia, se interesó en la búsqueda de nuevos remedios a partir de
los descubrimientos de la alquimia, haciendo progresar los núcleos de verdad que la alquimia
había arrastrado en su movimiento.

Los trabajos de Lavoisier dieron surgimiento a la química moderna y mediante un embate


frontal a la alquimia, la redujeron cada vez más a una cosmología despojada de su fecundidad
inicial. La metafísica de los alquimistas ocultó una técnica que recién se hizo comprensible en el
siglo XX, y que fue desechada con la hojarasca que ocultaba su fecundidad. Tal vez su mayor
problema consistió en la alianza entre técnica (método) y metafísica, lo cual obstaculizó un
procesamiento realmente científico que pudiera reinscribir la técnica.

Sabemos que el psicoanálisis es “un arte” – oficio- y “una ciencia” – conjunto de enunciados
de cierta validez para operar sobre los fenómenos de un universo circunscripto, pero su práctica
pone en juego algo que lo coloca en una situación muy particular, y es el hecho de que la
materialidad sobre la cual trabaja, aquella de la representación y el fantasma, corre constantemente
el riesgo de devenir teorización explicativa de carácter universal. Y es desde esta pretensión de
universalidad que los psicoanalistas han emplazado las teorías que los seres humanos forjan,
sus fantasías, como parte de la teoría general, confundidas con el “corpus” central de su
pensamiento, lo cual torna vulnerables sus formulaciones y fáciles de derribar. Porque la
patina del tiempo, en épocas de cambio acelerado, tanto en la ciencia como en lo que respecta
a la historia de las ideas, produce giros totalmente discrepantes respecto del tiempo
cronológico en el cual los objetos están instalados, y las transformaciones sufridas en los
últimos años son de tal magnitud que textos relativamente recientes parecerían haber perdido
vigencia y enmohecerse a una velocidad desconcertante para muchos.

Sin embargo, el proceso de envejecimiento y conservación de enunciados no es parejo;


al igual que ocurre con los seres humanos, las teorías pueden volverse más sabias con el
tiempo y seguir siendo un referente para nuevas vidas que se abren, o mostrar su irreductible
estupidez - estupidez que, enmascarada de ingenuidad o misterio, parecía en épocas de
juventud guardar secretos de goces maravillosos que al no consumarse dejaron entrever la
hoquedad de base. Conocemos los destinos que ha tenido la transmisión psicoanalítica, salvo
excepciones, en los últimos 50 años:

Al igual que la escritura de la alquimia, con una inversión de la lógica habitual, plenos

38
de efugios y pasajes incongruentes para quien no conozca las condiciones de enunciación, la
escritura psicoanalítica se vio afectada por esta modalidad en la segunda mitad del siglo, y bajo
la influencia ejercida fundamentalmente bajo por la pluma de Lacan. Ello daba cuenta, más allá
de la comodidad con la cual el autor se sintiera instalado en su función de maestro para ejercer
el poder, del supuesto afán de crear una fortaleza conceptual, agigantando de hecho el poder
que genera la exclusión de quienes no manejan las claves. Intento que produjo, paradójicamente, el
mayor fenómeno que haya conocido el psicoanálisis, en lo que respecta a la circulación ideológica
de enunciados vacíos, de repeticiones monótonas, de ecolalias diferidas, de convalidación de
mercachifles e ignorantes.

Porque si, como había ocurrido con la alquimia, la verdadera significación de una palabra o
de una frase en su escritura – o aún en su enseñanza oral – sólo podía descubrirse seccionando y
recomponiéndola, como se suele hacer en los retruécanos y en los anagramas, o como hacemos
habitualmente en la práctica analítica, al verse despojado de asociación, muchos de estos
retruécanos se tomaron por enunciados científicos, con una degradación de la metáfora a axioma,
dando lugar a pastiches e intentos de ingenio más patéticos e irritantes que divertidos...

Del lado de la Institución Oficial - denominada así hasta hace algunos años, ya que hoy
el psicoanálisis ha devenido un conjunto no sólo de teorías que coexisten sino de
organizaciones que pelean el espacio no ya de poder pero sí de transferencia, de validación y
de generación de recursos magros, donde no hay centro ni periferia, sólo minifundios que se
caracterizan por la imposibilidad de generar riqueza ni monetaria ni científica –, y al menos en
la Argentina, la ausencia de garantías laborales ha minado las reglas que sostenían si no su
prestigio al menos su poder.

Ello la ha sometido a un proceso de revisión – o de lisa y llana transgresión, operando bajo


cuerda contratos que no se reconocen públicamente – tanto de sus requisitos de admisión como de
sus modos de transmisión, donde la democratización parecería deberse lisa y llanamente una
búsqueda desesperada de mercado, de nuevas fuentes para dar trabajo a sus miembros, al verse en
una situación que bien puede ser definida con la frase con la cual el Papa Juan XXII en 1317 lanzó
anatema contra los monjes alquimistas: “Prometen lo que no pueden producir...”, vale decir: exigen
una transferencia de recursos materiales y morales que no se ven en condiciones de retribuir ni
económicamente ni con reconocimiento social fuera de su propio recinto.

La fecundidad de un campo de conocimiento se revela por su capacidad no sólo de


abrirse a tareas practicas inéditas, sino por su posibilidad de incidencia en pensar las
cuestiones anticipándose a las mutaciones y catástrofes que la realidad en la cual se despliega
le impone. Se debate hoy en el interior del psicoanálisis si las dificultades para ejercer la
práctica son efecto de mutaciones en la subjetividad, o de nuevas condiciones de circulación
social que obstaculizan el conjunto de las prácticas liberales, de las cuales el psicoanálisis
forma parte. Más allá de que en ambos órdenes de realidad pueda haber cambios, es
necesario ejercer algunas diferenciaciones que permitan articular ciertos ejes ordenadores
capaces de posibilitar no sólo la búsqueda de respuestas sino, en principio, la formulación de
preguntas.

Cambios en la subjetividad. Es posible, a condición de que los ubiquemos en la


intersección de dos ejes que tienen en sus extremos polaridades que determinan diferencias y
conjunciones: por una parte, el que está marcado por la producción de subjetividad, el otro,
por la producción psíquica. Diferenciar entre condiciones de producción de subjetividad y
condiciones de constitución psíquica puede definirse en los siguientes términos: la

39
constitución del psiquismo está dada por variables cuya permanencia trascienden ciertos
modelos sociales e históricos, y que pueden ser cercadas en el campo específico conceptual de
pertenencia.

La producción de subjetividad, por su parte, incluye todos aquellos aspectos que


hacen a la construcción social del sujeto, en términos de producción y reproducción ideológica
y de articulación con las variables sociales que lo inscriben en un tiempo y espacio particulares
desde el punto de vista de la historia política.

El ejemplo privilegiado que nos permitirá ubicar ambos ejes lo constituye el concepto
“complejo de Edipo”, tal como fue teorizado en la obra freudiana y retomado a partir del
estructuralismo psicoanalítico. ¿Qué vigencia tiene este articulador fundamental en la
actualidad, cuando la familia tal como la hemos conocido a lo largo de los siglos XIX y XX
(respecto a este último en su primera mitad) está en vías de mutación, no sólo por las formas
sociales que toman los acoplamientos sino por la aparición de aquello que he denominado, hace ya
algunos años, “el estallido de la contigüidad biológica”?

Bajo su forma tan difundida como banalizada, este complejo, que consiste en el amor
por el progenitor del sexo opuesto y por el odio al del mismo sexo, puede ser derribado en su
carácter de organizador general del psiquismo a partir de las nuevas formas de procreación y
crianza, dado que asistimos a nuevos modelos que si bien no necesariamente estarían en vías
de generalizarse, dan cuenta de la posibilidad de falsación de la novela edípica tal cual fue
construida en tanto ya asistimos a nuevos modos de acceso a la producción psíquica en sujetos
que no provienen de un modelo con diferencia sexual masculino/femenino, sino que pueden
ser no sólo criados sino hasta engendrados en el interior de alianzas de distinto orden:
femenino/femenino, masculino/masculino, femenino/espermatozoide donado /masculino,
masculino/óvulos-vientre prestados/masculino, femenino/espermatozoide donado/ femenino;
femenino/probeta/masculino, femenino/vientre prestado/masculino, masculino/óvulo
donado/ femenino... en fin, un conjunto de combinaciones posibles que inciden, por supuesto,
en la fantasmática particular de progenitores e hijos.

Es acá donde se torna necesario revisar el modo con el cual el eje “producción
psíquica” se ve recubierto por el eje “producción de subjetividad”. Las variables para la
producción del psiquismo han sido plegadas en psicoanálisis a los fantasmas singulares de los
sujetos que acerca de ellas fantasmatizan: se han tomado entonces como referentes
conceptuales, superpuestos y bajo un mismo rubro, conceptos de diverso orden y fantasías
más o menos compartidas por sujetos singulares, sin que ellos necesariamente tomen el nivel
de universalidad que se les atribuye. Del lado de los conceptos, de las teorías psicoanalíticas,
podemos situar la formulación de los modelos tópicos, los conceptos de pulsión, represión,
defensa, la formalización del inconciente como objeto científico que da cuenta de un existente
real (su “descubrimiento”, dice Freud, y no su invención). Del lado de las teorizaciones de los
sujetos, fantasmáticas: la escena primaria, la vagina dentada, la teoría cloacal, la castración...
Su posible universalidad (siempre dentro de un universo restringido) no le da sin embargo
categoría de teoría general, y sin embargo, los psicoanalistas han tendido a operar de ese
modo: tomar un fantasma aparecido en el curso de un análisis, para darle un estatuto
universal.

El hecho de que en la familia monógama, heterosexual, con rasgos de patriarcado más


o menos acentuados, el complejo de Edipo se caracterice por ciertas variables: adherencia
primaria de la relación madre-hijo y concomitantemente ejercicio de la función de corte por

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parte del padre, amor por el progenitor del sexo opuesto, rivalidad con el progenitor del
mismo sexo, lleva a una impregnación de los elementos de constitución psíquica en el marco
de aquellos de la producción subjetiva. Y ello en los siguientes términos: si se despojara
totalmente de sus elementos histórico-sociales a la crianza de los primeros tiempos, lo que
quedaría es la asimetría insoslayable entre el adulto y el niño, asimetría que se caracteriza por
la disparidad de saber y poder, y por la discrepancia de posibilidades y estructuras entre uno y
otro .

La fetalización (biológica) obliga al cuidado precoz por parte del adulto provisto de
sexualidad no sólo genital sino inconciente, que lleva a la prematuración (psíquica) a través de
la parasitación simbólica y sexual que el adulto ejerce. En este sentido, y más allá de la mamá,
el papá, lo homo, lo hétero, lo que es antropológico, universal en la constitución psíquica, es
esta asimetría y el hecho de que todas las culturas deben ejercer algún tipo de pautación que
impida la apropiación del cuerpo del niño por parte del adulto como objeto de goce. Es a esta
implantación sexual y a esta pautación, que llamaremos Edipo, tanto en la función
estructurante que posee como a los efectos residuales, fantasmáticos, que conducen al
llamado “Complejo”, vale decir nudo psíquico problemático que torna insoslayable el conflicto
en razón de que el deseo nace atravesado por su imposibilidad.

Despojado así de sus rasgos históricos, el Edipo no conserva ya nada del mito
originario, lo cual no quiere decir que no sea fantasmatizado por cada uno de sus
protagonistas bajo los modos dominantes de las formaciones sociales en juego. De tal modo,
en razón de que la fantasía es un producto mixto, y que estas teorías que los seres humanos
forjan sobre su existencia y orígenes son del orden de la intersección entre el inconciente y el
yo, inevitablemente se ven atravesados por elementos ideológicos intervinientes en la
producción de subjetividad, y no sólo por variables constitutivas de la constitución psíquica.
Bajo la misma óptica, podemos abordar la cuestión de la castración: la diferencia, la
alteridad, lo inquietante, ha constituido un modelo privilegiado a partir de la diferencia de los
sexos, en razón de que es ésta la que pone en juego dos aspectos centrales del ser humano:
por un lado la inquietante extrañeza del otro (teorizada por Freud en la relación del niño varón
con la madre, la niña con el padre), y por otra – mérito de Lacan haberlo puesto de relieve –
porque pone en primer plano la imposibilidad de la completud en términos existenciales, vale
decir, el carácter siempre fallido de la supuesta plenitud del ser. Y no deja de ser sintomático
que los psicoanalistas sigamos discutiendo la universalidad de la envidia al pene, o de la
envidia al pecho y sus dominancias, cuando ambas dan cuenta de modos de tematización e
intentos de resolución singulares – más allá de su generalidad estadística en el interior de ciertas
sociedades – de los modos de relación con el objeto.

Sin embargo, y escuchando atentamente a nuestros pacientes, es evidente que la


mujer adulta actual, aquella que no siente que tenga limitaciones tan graves en su vida laboral
o familiar por el hecho de ser mujer, la que ha asistido a la destitución de esa imaginería que
captura al hombre en las redes mismas del dominio que ejerce, no desea tener un pene para
orinar, sino más bien no depender de un pene de otro para poder gozar, y este goce no se
obtiene con un pene adherido al cuerpo sino, precisamente, con uno capaz de ocupar
temporariamente la vagina. Del mismo modo, cada vez más vemos aparecer en los niños
varones que atendemos – y tal vez como efecto de un cambio cada vez más marcado en las
relaciones entre sexos – el temor a ser penetrados violatoriamente como un fantasma mucho
más angustioso y frecuente que la angustia de perder el pene. Que se llame a ambos con la
cómoda denominación de “envidia del pene” – cuando lo que está en juego es el deseo voraz

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de apropiarse de un objeto de goce – o “angustia de castración” no es sino efecto de una
extensión abusiva de este último fantasma devenido categoría conceptual.

Se sostiene también esta dificultad para encontrar el modo específico de operancia


fantasmática en el interior de la clínica, en la idea de un inconciente que permanece tal cual,
cuya “indestructibilidad” es considerada no como permanencia fijada de vivencias sino como
almacenamiento de fantasías que nunca son retranscriptas, y que constituyen la esencia
última del psiquismo. Esta concepción ingenua que atraviesa gran parte del psicoanálisis,
imagina un pequeño perverso polimorfo en nuestro interior, homúnculo natural recubierto por
la cultura, presto a resurgir o a ser descubierto detrás de las mascaradas con las cuales se ha
ido disfrazando a lo largo de la vida.

Si algo de verdad se puede rescatar de esto, es el hecho de que lo infantil no es destructible,


ni hay maduración que pueda con ello, pero no permanece igual y no podrán nunca convencerme
que en cada copa de champagne que ingiero está el deseo nunca abandonado de volver a mamar del
pecho de mi madre. Más bien, ese pecho ha sido el prerrequisito que me permite hoy disfrutar el
champagne, como también la lectura, el beso y, por supuesto, se halla al borde de una nostalgia que
sólo en el límite puede ser considerada de carácter oral erógeno.

Volviendo así a estos dos fantasmas privilegiados de la constitución subjetiva, Edipo y


castración, así como otros conceptos que a ellos se añaden (la función del padre, la metáfora
paterna), han quedado de tal modo adheridos a la ideología de preeminencia fálica de la
modernidad, que son fácilmente destituibles a partir de las nuevas formas de subjetivación
con las cuales se recomponen hoy las relaciones de género, vale decir los modos básicos con
los cuales las culturas pautan las relaciones de poder a partir de la lógica binaria de repartición
de funciones. Se corre entonces el riesgo de que el concepto quede adherido a su
ideologización, y que los descubrimientos del psicoanálisis se pierdan con los modos históricos
con los cuales el siglo ha dado cuenta de los recubrimientos ideativo-ideológicos que
posibilitan la inscripción del psiquismo a nivel de la subjetividad social (vale decir política e
histórica).

Que esto no nos lleve a confundir lo social histórico y político con el hecho de que
no hay subjetividad que no se inscriba en el marco de lo social, vale decir de las relaciones con
el otro humano que la produce, pero es la intención misma de este texto dar cuenta no sólo de sus
articulaciones sino de sus especificidades. Situaciones inéditas nos obligan a ser muy cuidadosos en
el deslinde de estos aspectos: he tenido oportunidad de recibir en mi consultorio a un niño efecto de
una gestación de probeta, respecto del cual el padre declara: "Comparto la paternidad con el
médico". Una niña es traída a consulta en razón de que su madre, separada del padre y en vías de
formar una pareja homosexual, nota la aparición de una serie de síntomas que dan cuenta en su hija
de la presencia perturbante del enigma cuya respuesta no sólo no sabe cómo formular sino que la
confronta a tener que hacerse cargo a través de la verbalización de la asunción pública de su
nueva situación.

La madre de un niñito que ha gestado a partir de una donación de óvulo


fecundado por su propio marido, siente que ha comenzado a amarlo profundamente cuando
su hijo ya había transcurrido un año de vida, y recién ahora puede reconocer el extrañamiento
que tuvo de llevar un bebé en su vientre cuya genética no le pertenecía...

Qué consecuencias tendrán estas vicisitudes para la futura identidad de estos niños,
para la constitución psíquica, es algo que debemos explorar. Pero sabemos que lo real de su

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engendramiento no ingresará sino atravesado por el imaginario parental, y tampoco se
inscribirá sino en el engarce singular e histórico que propicien los enigmas que sus propias
condiciones de nacimiento y vida imponen.

La niña cuya madre ha hecho una elección homosexual, se preguntará sin duda antes de qué
modo se anudó el deseo de la madre por su padre respecto a su propio engendramiento, mucho antes
de tener que preocuparse por su propio deseo por los hombres, cuya resolución estará determinada
por una pluricausalidad en la cual todos los autores tendrán alguna participación, y en la cual su
propia metábola singular dará la palabra definitiva. Ocurre del mismo modo con los otras
situaciones cuya complejidad se plantea como mayor en razón de que viene a irrumpir en
simbolizaciones anudadas que nos permitían respuestas fáciles, pero en las cuales la generalidad no
terminaba nunca de abarcar la singularidad que constituye al sujeto.

No podemos por otra parte dejar de señalar que los enigmas no se constituyen, en la
infancia, respecto a una supuesta realidad sustancial, sino a sus complejos entramados
deseantes respecto al engendramiento. Ningún niño tiene curiosidad por saber cómo era el
quirófano en el cual la madre alumbró; ningún niño erotiza el metal ni queda fijado a él porque
sea el material que constituye la pinza del fórceps porque sea el primer objeto extraño que
tocó su cabeza fuera del vientre materno. En este sentido, un "niño de probeta" que tuve
ocasión de entrevistar no estaba preocupado por la constitución particular del vidrio, sino
abocado a encontrar respuesta - en forma desplazada y sintomal - acerca de por qué su madre
no había podido engendrarlo en su propio cuerpo, y por que su padre no tenía espermatozoides
suficientemente potentes para darle origen de modo natural.

Estamos asistiendo, desde otras perspectivas, a algo del orden de la eclosión


fenomenal que se produjo hacia fines de la Edad Media cuando se pasó “del mundo cerrado al
infinito universo”. Se abrió allí una revolución científica y filosófica, que llevó a la destrucción
del Cosmos, vale decir la desaparición, en el campo de los conceptos filosófica y
científicamente válidos de la concepción del mundo como un todo finito, cerrado y
jerárquicamente ordenado (un todo en el que la jerarquía axiológica determinaba la jerarquía
y estructura del ser, elevándose desde la tierra oscura, pesada e imperfecta hasta la mayor
perfección de los astros y esferas celestes. Esta fue la revolución del siglo XVII, la historia de la
destrucción del Cosmos y de la infinitización del universo.

Es indudable que a partir de ese momento los hombres - al menos un sector


importante de la humanidad - comenzaron a pensar de un modo diferente, pero ello respecto
a los contenidos, no a las formas mismas del pensamiento. Mudaron los enlaces y se
generaron nuevos modos de representación de sí mismo y del mundo, sin que la lógica sufriera
grandes alteraciones, ni la pulsión epistemofílica que ponía en marcha el deseo de fracturar los
círculos del Cosmos y de expulsar a la Tierra, lugar del martirio de Cristo, del centro del
Universo, estuviera menos o más compelida que hasta entonces.

De igual modo, hoy asistimos a un movimiento fenomenal por el cual muchos


preconceptos estallan, muchos modos de ordenamiento de la vida social toman un nuevo
carácter. En este sentido, es que la alquimia psicoanalítica ha devenido insuficiente, y debe dar
paso a nuevos modos de articulación entre “arte y ciencia”.

Debo confesar que me produce un cierto escozor el modo con el cual algunos enuncian el fin
del mundo que conocimos como advenimiento del Apocalipsis: “los jóvenes de hoy ya no se
comprometen en el amor, ‘se ha estrechado el preconciente’ y hay una patología de la acción que da

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cuenta de una nueva tópica... La violencia infantil pone de relieve que la humanidad ha perdido
todo referente, y que se han quebrado los enlaces con los objetos que sostienen la libido...” ¡¿?! No
entiendo cómo emplazar estas afirmaciones ante el fin de un siglo en el cual hemos atravesado
Auschwitz e Hiroshima, en el cual hace sólo dos décadas la Argentina fue territorio del terrorismo
de Estado y gran parte de la población quedó inerme, cuando no sometida a la complicidad
silenciosa, del saqueo de bienes, vidas e hijos de las víctimas, y que culmina tanto con nuevos
modos de violencia infantil así como con una toma de conciencia colectiva respecto a la solidaridad
y la justicia antes no conocida.

¿Dónde están quienes levantan el dedo acusador y se rasgan las vestiduras acusando cuando
se hacen en las manifestaciones por Bullacio, Bru, María Soledad, La noche de los Lápices?
¿Dónde, cuando pese a la dificultad y a la falta de perspectivas, se realizan festivales de cine
independiente en los cuales el promedio de edad no es mayor, en un 70 %, a los 30 años? ¿ Dónde
están mis colegas que se quejan de la desidia adolescente cuando en los bares se lee poesía y en los
festivales de rock los niños de 17 años bailan de la mano de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo
o comparten un poema con Sting o con Fito Paez?

Cambios en la subjetividad a partir de nuevas condiciones sociales indudablemente se


están dando, pero ellos no invalidan los descubrimientos psicoanalíticos. Nos emplazan más
bien a avanzar en la demarcación de los paradigmas más fecundos y en la valentía para
despojarnos de las hipótesis adventicias acumuladas a lo largo del siglo, si es que confiamos en
la herencia teórica que todavía podemos poner en marcha.

El psicoanálisis no sólo no ha agotado la fecundidad de sus posibilidades de explicación y


transformación, sino que constituye el relicto, en medio de la masificación y la eficiencia
uniformante (como las manifestaciones de los jóvenes, sus espacios de poesía y de música), de un
espacio y de un conjunto de enunciados en los cuales la singularidad humana, sus pasiones y
motivaciones Libidinales – no puramente autoconservativas – siguen teniendo una función e
intentan la no reducción de la subjetividad a la maquinaria que tanto la produce como la constriñe.

Es necesario separar, tanto de los enunciados freudianos como de las grandes escuelas
post-freudianas que han inaugurado conocimientos a lo largo del siglo, aquellos núcleos duros
de verdad de las impregnaciones socio-culturales y de las importaciones de otros campos
científicos que ya no se sostienen. En ese sentido, debemos rediscutir los universales de la
constitución psíquica y restituir a aquellos determinantes que sólo son corroborables histórica
o geográficamente, su valor de operadores restringidos para abarcar un campo de fenómenos
posibles, al intercambio con otros estudiosos del campo de la constitución de la subjetividad:
antropólogos, cientistas sociales, educadores.

Tenemos a nuestro favor el ejercicio de una práctica que no sólo abre un campo
fecundo en sus posibilidades respecto a generar transformaciones productivas en los tiempos
de constitución del psiquismo y en el alivio del malestar psíquico, sino que genera un espacio
privilegiado para la exploración de las premisas de la misma en el marco de las grandes propuestas
antropológico-filosóficas que intentan cercarla.

Pero ello obliga a una depuración de enunciados, separando aquellos de orden


permanente de su circunstancialidad histórica: Edipo, castración, envidia del pene, vagina
dentada, escena primaria como engendramiento de bebés, retorno al seno materno,
fantasmas que dan cuenta de un modo con el cual los seres humanos teorizan sus orígenes;
esa inquietante cuestión que hace a la alteridad en su carácter más radical, como hecho

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fundante en la proveniencia del otro humano.

Pero también como resultantes del ensamblaje con el cual los modos históricos, que forman
parte de la producción de subjetividad, se enraízan en el procesamiento ideativo haciendo impacto
en la estructuración psíquica y ofreciéndole su materialidad para articularse en la vida social.

Acerca de la subjetividad

Toda esta introducción tiene que ver con varias cosas. Primero, creo que la Universidad es
un lugar de formación del espíritu. Creo que la Universidad no es un lugar de producción de
técnicos. Creo que es un lugar de formación de pensamiento. Y creo que tenemos la responsabilidad
los que podemos hablar del lugar de la docencia, de la transmisión de trasmitir un conjunto de
conocimientos que abran la perspectiva de quiénes piensan. En segundo lugar, porque creo que
nuestro problema fundamental en el campo del psicoanálisis es ayudar a encontrar el rasgo que
posibilite lo mejor de la supervivencia de nuestro pensamiento. Vale decir, aquello que pueda
fecundarse hacia el futuro y aquello que permita que las nuevas generaciones encuentren un terreno
fértil sobre el cual instalar nuevas posibilidades. Se produjo una especie de escándalo beneficioso
cuando dije que el psicoanálisis del siglo XX está lleno de elementos valiosos, cosas apasionantes
pero también de mucha chatarra acumulada.

El otro día yo bromeaba con el tema de la herencia psicoanalítica y decía, cuando alguien
muere es muy fácil que hacer con el dinero y las joyas, el problema es que hacer con los zapatos
viejos, los anteojos que quedaron, con lo que no sirve. Hay una cierta sacralización. Un autor decía
el problema del objeto reliquia es que convoca a la reverencia pero tiene algo de siniestro. Nosotros
arrastramos ya una serie de elementos que se han tornado siniestros, impresentables y no sabemos
que hacer con ellos. No sabemos si tirarlos a la basura, qué hacer con ellos, para qué usarlos. Al
mismo tiempo nos llenan nuestras cabezas de cosas inservibles, de basura.

¿Por qué el planteo sobre la subjetividad actual? Anoche apunté que en cada época hay como una
agenda científica dominante que implica tener en cuenta lo más avanzado del pensamiento del
tiempo que nos toca. En la Argentina de los '70 lo más avanzado del pensamiento lo constituyó la
llegada de Lacan a la Argentina, el estructuralismo, el universalismo compartido con Lacan, Levi-
Strauss y otros pensadores que rompieron con el pensamiento colonial, y en particular, la ruptura
que se produjo de los fundamentos del psicoanálisis (PSA) en una mitología biológica. En los '70 el
debate fue algo como la función de la cultura en la producción del sujeto psíquico y esto implicó
para revisar los restos de ideologismo que quedaban en PSA.

En realidad cuando digo restos sabemos que el PSA es sincrónico, y que la gente sigue
diciendo cosas de hace un siglo como si fueran grandes verdades actuales. Pero bueno, uno avanza
con lo más avanzado del pensamiento de una época... y lo más avanzado no es lo más nuevo sino lo
más fecundo. Separar lo novedoso de lo nuevo.

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En los '80 el debate fue con el determinismo a ultranza y con la inmodificabilidad de la
estructura. Lo que me interesó fue salir del encierro solipsista de la estructura y hacer avanzar las
posibilidades de un aparato psíquico abierto. Mi problema era cómo conservar la idea del
inconsciente frente a cierto exceso del intersubjetivismo psicoanalítico. Este debate fue un debate
sobre el azar, sobre la función de la historia, un debate en crecimiento. Yo tengo un profundo horror
por aquellos que se jactan de no saber... En México, una vez un colega me dijo: “...Klein es un
problema del cono sur...”. Lo dijo con orgullo. Como si aquello de lo que uno se abstiene fuera un
mérito. En los '80 escuché a un colega decir: “...yo lo poco que aprendí de Lacan en realidad me lo
olvidé...”. Como si eso fuera un mérito, como si fuera posible abstenerse del pensamiento de Lacan
y avanzar sin él. Hay grandes procesos del pensamiento a los que uno no puede abstenerse y no se
puede trabajar sin ser profundamente atravesado.

En los ’80 el debate fue sobre la función de la historia, el debate con el determinismo. Creo
que el problema era el debate superador y no de erradicación de lo anterior. Y hoy: ¿cuál es en mi
opinión el debate fundamental que se tiene...?. Dicho brutalmente sería que después de un siglo los
enunciados psicoanalíticos de base tienen el aire, el aspecto de apuntar a un sujeto que no es el que
conocemos. ¿Qué quiere decir esto?. Que gran parte de los seres humanos que vemos son distintos a
los de la época de Freud, a los historiales clásicos de Klein, y distintos a muchos de los pacientes de
Lacan. Hay un cambio en la subjetividad, que la gente que conocemos hoy no es la que nos pintan
los historiales clásicos.

Es impresionante como uno cuando lee el Hombre de las Ratas y busca a alguien que sienta
culpa por la deuda del padre en un país donde todo el mundo hace usufructo de la estatización de la
deuda privada del padre, como ocurre en BS. AS. donde está a punto de ganar un intendente, ojalá
no gane, que su padre estatizó una deuda fenomenal que estamos pagando. En esa época se
necesitaban varias generaciones para borrar las manchas de los delitos económicos cometidos. Hoy
los hijos hacen usufructo y se convierten en morales. Hoy es raro que encontremos algún Hombre
de las ratas. Señoras como Irma hoy, a veces digo, en realidad hoy, es raro que a una señorita le
tiemble la pierna por sentir deseos por el cuñado, lo que puede tener es un colapso narcisista porque
el cuñado no le da bolilla. Es indudable que hay un cambio en la subjetividad. Un chico que sienta
culpa por odiar al padre como Hans, tenemos muchos en los cuales el odio al padre se ha
transformado en concorde al Yo a partir de la hostilidad que la madre o la familia tiene con el padre.
En realidad, hay cambios... Lo que no quiere decir que no encontremos algunos seres que tienen
esas características.

Yo tengo un paciente de 7 años, muy divertido, que es como antiguo. Por ejemplo, en una
sesión me dijo: “...decime que me odiás. Yo no te puedo decir que te odio. Sí, vos me tenés que
decir que me odiás...”. Entonces pienso ¿qué es esto? Primero no entendía nada. Después digo:
“...vos querés que te diga que te odio para justificar que no querés venir, no...”, y me dice:”si querés
vamos afuera y delante de la empleada te digo que yo quiero que me digas que me odiás aunque no
quieras. Ella es testigo de que te lo pedí!...” Yo me quedo impactada, no entiendo muy bien que
pasa y hablo con el padre y me dice que le ha pedido que le pegue. Yo digo: ¿estamos en un caso de
masoquismo moral? ¿Qué es esto? ¿Es un sujeto con culpa, de esos que no vemos hoy?. El quiere
que lo odie porque se siente culpable de ciertas cosas que le ocurren y se siente no amable y me
pide que lo odie porque él no merece ser amado. Este es un paciente de la primera
mitad del siglo XX. Esto no quiere decir que hayan desaparecido ciertos rasgos. Lo que ha
desaparecido es otra cosa.

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Lo primero que quiero señalar. La producción de subjetividad no es un concepto
psicoanalítico, es sociológico. La producción de subjetividad hace al modo en el cual las sociedades
determinan las formas con la cual se constituyen sujetos plausibles de integrarse a sistemas que le
otorgan un lugar. Es constituyente, es instituyente, diría Castoriadis. Quiere decir que la producción
de subjetividad hace a un conjunto de elementos que van a producir un sujeto histórico, potable
socialmente. Por ejemplo mi generación se formó bajo ciertas premisas: “el ahorro es la base de la
fortuna”. Todos pueden reírse. Pero esta propuesta de producción de subjetividad estaba
determinada por un estado que se proponía una cierta acumulación de capital. Era un Estado que
pretendía acumular capital sobre la base del ahorro porque había mucha demanda.

La idea de igualdad de oportunidad... generosidad... que caracterizó esa etapa que se


representó en el modelo de justicia social y que apareció en una frase de Perón que era: “los únicos
privilegiados son los niños...”. Esto, creáse o no, quería decir que había un país en el cual los niños
eran la esperanza futura. Un país tendido hacia el futuro. Una frase de esas hoy sería absurda porque
todos sabemos que no hay posibilidad de un país tendido hacia el futuro. La inmediatez ha ganado
la vida cotidiana. Y esto incide en la dificultad que tiene la gente hoy para analizarse. Porque el
análisis es una inversión a futuro. El análisis implica tener conciencia de que hay tiempo por
delante. Más allá de que no traigo acá esa fantasía de que hay que analizarse 20 años porque no es
así. Insisto mucho en que el análisis tiene que producir resultados, ciertas modificaciones a corto
plazo. Indudablemente las produce, más aún en niños y si no, es porque el análisis no anda.

Uno no puede transformar cada sesión en un objetivo práctico, el análisis requiere un tiempo
marcado por una cierta manera de pensar todo el tiempo. La producción de subjetividad tiene que
ver con formas históricas, hay una producción de subjetividad en Atenas, en Esparta, en la
Argentina menemista donde el éxito inmediato va acompañado de cierto rasgo de inmoralidad. Yo
en el año ’95-'96 apelaba a ciertos recursos históricos para no sentirme estúpida. Porque cada vez
que alguien me trataba por estúpida por ser moral... bueno, ¿qué hubiera pasado en el año 0? Y uno
hubiera estado contra Pilatos... ¿qué hubiera pasado en el ’39 si uno guardaba a un judío en la casa?
Hubieran pensado que uno era demente, no alguien ético.

La fuerza con que la producción de subjetividad de una época desmantela enunciados


anteriores hace que uno tenga que apelar a toda la fuerza moral y al conocimiento histórico para
sostenerse. Es evidente que ha habido cambios en la producción de subjetividad. Pero la producción
de subjetividad no es todo el aparato psíquico. Es el lugar donde se articulan los enunciados sociales
respecto al Yo. El aparato psíquico implica ciertas reglas que exceden la producción de
subjetividad, por ejemplo, la represión. Uno puede decir que ha habido, en Occidente, cierta
liberación en el modo de la represión sexual. Hay un cambio en cómo los y las adolescentes llegan a
la sexualidad actualmente, respecto de mi época.

Las adolescentes llegan felizmente y los varones llegan aterrados. ¿Por qué? Porque los
varones tienen que dar pruebas de virilidad, hasta que no llegan a su primer relación no saben cuán
hombre son, si funcionan. En cambio las chicas, no tienen que dar prueba de nada, ni siquiera gozar
demasiado. Tienen simplemente que acceder a una relación sexual, hasta tal punto que es un valor
negativo no haber tenido relación sexual a cierta edad. Y más aún, una paciente de 22 años le ocultó
a su novio que era virgen porque pensó que él le diría que era una chiflada. Lo cual es
comprensible. En el medio en que ella se mueve si a esa edad no ha tenido relaciones le está
pasando algo. Y entonces tuvo que ocultarlo. Esto implica un cambio. Pero la pregunta es si ha
desaparecido la represión... Evidentemente no. Lo que ha desaparecido son ciertas formas de
ejercicio de la genitalidad, pero la represión no.

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Seguimos teniendo un psiquismo articulado por la defensa y la represión. El Psicoanálisis no
puede abstenerse del concepto de defensa y represión. Es algo que excede la producción de
subjetividad histórica y tiene que ver con el modo que se constituye el Sujeto. Tomemos un ejemplo
más evidente, las anorexias actuales. No son trastornos de alimentación. Es una desarticulación de
la etiología, y alude a una descripción fenoménica y anula la posibilidad de comprensión. Es muy
común en algunos sectores biologistas o neurológicos. Un colega hablaba del fenotipo TOC. Yo no
acepto esa determinación porque sino pensaría que hay un genotipo que determinaba un TOC. Del
mismo modo pasa con las anorexias. Es un cuadro bastante viejo, inclusive Freud cuando habla de
ellas dice que no son tratables en los momentos de anorexia aguda. Esto podría discutirse. La
anorexia es una generalización actual de la sintomatología histérica, aunque hay anorexias
psicóticas y hay otras con otras características.

Las anorexias psicóticas son tratadas como trastornos de alimentación, por ejemplo, las
anorexias psicóticas a veces aparecen como angustias de envenenamiento. Una paciente que yo
atiendo cuya única manera de existir es arrebatándole su cuerpo a la madre, y su deseo de ser, es
mayor al deseo de vivir, y su única manera de ser, es no ser en el cuerpo que la madre quiere. Por lo
cual mi problema es no que élla se rehuse a la madre, sino entender de qué manera ella puede
acceder a sí misma y a su propio deseo más allá de esta oposición, donde sólo puede afirmarse
como élla en oposición al otro. La negación como forma de afirmación (momento constitutivo del
psiquismo infantil).

Supongamos que la producción de subjetividad actual, el modelo de ideal femenino sea el


que la mujer tenga que estar muy flaca. Ese modelo entra en colisión con la cantidad de ofertas,
bienes deseantes que la cultura produce. Uds. se darán cuenta lo que es estar flaca con los
supermercados que tenemos. Es una locura. Uno mira todo el semáforo verde. Es una lucha terrible
contra el deseo. ¿Cuál es la forma?. Producir el contrainvestimiento masivo que anula el deseo de
comer y con eso el comer pierde toda cualidad placentera. El conflicto sigue siendo entre el yo ideal
y deseo oral, entre la oralidad y el yo, entre el narcisismo y la oralidad o deseo inconsciente. Ha
cambiado la subjetividad, lo que no ha cambiado es la etiología, la causalidad que determina la
nueva producción sintomática.

Con la bulimia hay que ser cuidadoso. Yo recuerdo una paciente que la madre la intoxicaba
discursivamente y ella vomitaba permanentemente. La bulimia no era una forma de adelgazar sino
una forma de rechazo expresado en el cuerpo al exceso de intromisión materna en sus oídos. Solo
un psicoanalista puede entender que se vomita no sólo algo que está en el cuerpo sino algo que está
en la mente. Y esto es algo que nos enseñó el psicoanálisis, como la representación toma a su cargo
la función. Represión la tenemos.

Sexualidad infantil. Es indudable que si hay algo impactante en esta cultura es el modo en el
cual el autoerotismo infantil se ha extendido bajo formas que producen un desplazamiento lindante
en lo perverso. Todos hemos asistido con horror a la adquisición en los kioscos del moco de King-
Kong. En este moco hay algo impactante. ¿Qué es lo que la cultura propicia cuando hablamos de
sublimación? Un cambio de meta y de objeto. Si uno hace estatuas de caca no hay sublimación y si
uno juega con barro tampoco hay sublimación. El concepto de sublimación implica cambio de meta
y de objeto.

El moco de King–Kong es un desplazamiento no reprimido del placer nasal. El modo con el


cual nuestra cultura favorece la presencia del autoerotismo de forma primaria, se manifiesta de
varias maneras, incluida las formas de la oralidad, de la ingesta. quién podría explicar la función
que cumplen ciertos modos alimenticios no determinados por la autoconservación.

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Vamos al tema del Edipo, tema central. El gran aporte del PSA francés de los ’60, que el
Edipo debe ser pensado en términos de circulación, de Levy-Strauss, plantea la circulación de las
mujeres y que Lacan da vuelta al plantear la circulación del falo.

El tema de las legalidades es constitutivo. ¿Qué implica esto? En primer lugar hemos
descubierto que nuestra cultura está plagada de incesto, sobre todo padre–hija, no madre-hijo. El
incesto con la madre es repudiado, no prohibido, porque otro tema interesante es que la cultura no
tiene figura legal para pautar la prohibición del incesto. En la Argentina, la ley dice que podemos
condenar a alguien por abuso de menores, pero si alguien tuvo relaciones con la hija mayor de edad
no hay penalización, hay estupro pero no incesto. Creo que no hay ninguna cultura occidental con
leyes en la que haya pautación penal del incesto. Pero ¿qué circula?. En nuestras culturas hay algo
que tiene que ser prohibido y es el exceso de sexualidad genital del adulto sobre el cuerpo del niño.
Lo que produce el cortocircuito sobre el psiquismo infantil es ese exceso sobre su cuerpo y mente.

El otro día me di cuenta de algo: cuando se dice que los chicos ven en la televisión es
excitante pero es relativamente inocuo respecto a la sexualidad parental. Cuando se empezó a dar
educación sexual a los niños se preguntó si eso iba a dar algún tipo de exceso de la mente infantil.
Claramente no lo produce, lo que sí produce exceso es el discurso parental sobre su propia
sexualidad. El tema del cuerpo conocido del otro, porque la información que los padres dan se
produce sobre el anonimato de los cuerpos o la de la escuela. Pero la información que da el adulto
sobre sí mismo alude a un enigma que tiene que ver con el deseo del otro respecto al niño mismo.
Pero en última instancia (inaudible) es que mamá y papá no, o que es distinto. Sin embargo hay algo
que ha hecho crisis en la línea psicoanalítica, por ejemplo, la pregunta freudiana del primer enigma:
¿cómo nacen los niños? Los niños de hoy saben, no es el enigma. El enigma es ¿por qué hay dos
sexos?, pero no es en las niñas ¿por qué no tengo pene?. Esto es extraordinario, sólo las niñas
pequeñas siguen pensando que les va a crecer, las más grandes saben que tiene otras cosas. Más
todavía: la famosa envidia al pene.

Quiero contar una anécdota para ver la diferencia entre producción de subjetividad y
constitución del psiquismo. Es absurdo pensar que las mujeres de nuestra cultura quieren un pene
para hacer pis. Eso no existe. Lo que las mujeres quieren, es no depender de un pene del hombre
para gozar. No depender de un pene en tanto objeto tocado por otro. Ahí gana Klein contra Freud.
La envidia que se produce de no tener a disposición el objeto de goce. En realidad, el atributo fálico
en sí mismo marca posiciones. Yo tuve un caso de un nene con problemas de aprendizaje. Yo
distingo entre trastornos de aprendizaje producidos por una falla en la constitución del psiquismo, y
aquellos trastornos neuróticos secundarios. Este niño era inteligente. Tenía un padre exitoso.

En realidad la madre planteaba que el éxito del padre era a costa de la familia, lo cual aclaro
que objetivamente no era así. Ahí estaba la envidia que sentía por el éxito de él, a tal punto que
nunca se veía cuando aparecía por TV para no apabullar a los niños. Había una suerte de renegación
de padre exitoso en el mundo porque esto permitía avalar la idea de que era un padre fallido
respecto a su función. En cierto momento la madre me dijo algo que me impactó mucho y después
saca al niño de tratamiento: “...yo tengo un proyecto que es la familia...”, y mirándome me dijo:
“...y supongo que ni vos ni él pueden entenderlo...”. Estaba diciendo que tanto el marido como yo
estábamos atravesados por el atributo fálico, que ambos teníamos un proyecto de éxito en el mundo
que marcaba que ella no podía soportar la confrontación.

Cuando empecé a señalar que lo que producía el conflicto no era el éxito del padre sino la
perspectiva con la cual eso circulaba en la familia, que hacía que el niño tenga que ser fracasado

49
para ser amado por la madre, la idea de él era que el rasgo éxito era un rasgo que hacía que la madre
se quejara y le producía insatisfacción, ella no pudo soportar que yo trabajara en esa dirección y
sintió que yo desmantelaba toda la arquitectura sintomática con que había armado la familia. Ella
venía a que un psicólogo comprobara que él era un padre fallido porque no llevaba los niños a la
plaza.

El concepto de Edipo clásico planteado por Freud hoy no se sostiene. Hoy la familia es una
especie de res extensa que tiene que ver con las nuevas formas de ensamblaje familiar. Nuevos
modos de engendramiento. Hoy se está discutiendo si los homosexuales pueden engendrar cuando
las nuevas tecnologías permiten engendrar sin coito. Y acá viene el problema del psicoanálisis. Es
indudable que el modelo familiar tradicional se sostiene en los bordes. Hay algo que se sostiene que
es la prohibición del cuerpo del niño como lugar de goce del adulto. El Edipo no es en Freud el
efecto de la articulación con la estructura, como lo aprendimos con Lacan. La gran revolución de
Lacan es mostrar que el Edipo no surge del niño sino del otro. Esto es lo que nos impactó en los
’70.
El tema que hace a la producción de subjetividad es el hecho de que lo que se mantiene
vigente es la prohibición del cuerpo del niño como lugar de goce del adulto. Lo que Freud descubre
es la interdicción del intercambio de goce intergeneracional, porque es la manera en que una
sociedad pueda proyectarse hacia el futuro en tanto reproducción, al menos mientras la humanidad
sea la que es, porque estamos al borde de nuevas formas. Lo novedoso son las nuevas tecnologías
de reproducción.

Quiero ser provocativa. Supongamos que la humanidad hasta ahora solo pudo fecundar en el
vientre femenino porque la naturaleza lo produjo, pero el ser humano creó condiciones para que
esto termine en algún momento. Y hoy las mujeres tenemos la enorme ventaja de tener primacía
sobre los hijos a parir... Pero, supongamos, que en los próximos años hubiera una transformación en
donde una parte importante de la humanidad empezara a procrear sobre sistemas artificiales, donde
la madre viera como el bebé crece... a partir de eso entonces ¿qué es lo que se va a seguir
sosteniendo?. El absurdo de deseo de hijo, digo absurdo porque en los animales la procreación es
concomitante al coito. A veces bromeo y digo que la única razón para tener un hijo es para no morir
de amor propio.

No hay ningún beneficio material de tener hijos, es algo que tiene que ver con la angustia de
muerte, la trascendencia, traspasar amor. Supongamos que las mujeres fuéramos vistas como seres
primitivas, cargando a los hijos que parían con dolor. ¿Cuáles son las variables que se
transformarían y cuáles las invariantes? Desaparecería esta idea de la primacía de la mujer sobre los
hijos. Pero lo que se sostendría es la cuestión que el deseo de hijo no se agota en un deseo
autoconservativo instintual, al contrario, se confirmarían los paradigmas centrales del psicoanálisis.
El problema es prepararnos para ver las nuevas cuestiones.

La transferencia. Hay una suerte de desmantelamiento de los sistemas de transferencia.


Nadie cree en nadie que tenga algún lugar de poder. Fractura total de los modos tradicionales de
transferencia. Para los niños pobres los maestros son compañeros de miseria, para los ricos los
maestros son empleados de los padres. Las formas de conocimiento están articuladas desde la
computadora al televisor. Sin embargo: ¿qué transferencias se sostienen? La medida en que lo que
cae son ciertas formas de la transferencia del saber, el análisis es llevado bajo las patas a estas
circunstancias.

Hay gente que llega a análisis y toma lo que el analista dijo como doxa, no hay plazo al SSS.
Ya no tenemos poder en el consultorio porque el paciente de la prepaga puede demandar al analista

50
diciendo que éste no cumple bien la función y como el paciente es cliente, puede el analista ser
despedido. Sin embargo, es posible que se articulen sistemas de transferencia con otras
características y que buscan modos de liderazgo. ¿Qué es la transferencia? La renuncia al
narcisismo primario y la posibilidad de emplazamiento en otro de aquellos aspectos fallidos que
operan pudiendo investir una figura a partir de la cual se espera la solución de aquello que ha
fracasado. La transferencia analítica sigue operando y más todavía, yo diría que el análisis es uno de
los pocos lugares donde todavía funciona la palabra.

Hay algo importante en el psicoanálisis: uno parte del mundo que ha andado bajo la égida
del neoliberalismo, un incremento brutal de la miseria, de la riqueza. Bush le regaló a Kirchner un
libro de Malthus, un economista de fines del siglo XVIII. Es discípulo de Smith, escribió un libro
que dice que a medida que la población crece geométricamente y los alimentos crecen
aritméticamente la humanidad está sometida al atraso y miseria por exceso de población, con lo cual
las guerras y la miseria son purgas necesarias con las cuales el organismo social se libera del
excedente. Es indudable que hay una deconstrucción severa del sujeto. ¿Qué quiere decir?...
Alguien me preguntó el tema de la ansiedad y la depresión. En los países del primer mundo la
predominancia es depresiva y en los de tercer mundo predomina la ansiedad. ¿Por qué?... Es
evidente.

El sujeto actual está bombardeado por el riesgo de deconstrucción y aniquilamiento. Yo


trabajé dos elementos: autoconservación y autopreservación del Yo. La autoconservación alude a la
necesidad de mantenerse con vida y la autopreservación a la necesidad de mantener la identidad.
Nuestra sociedad propicia una deconstrucción de la identidad en beneficio de la autoconservación.
La mayoría de los sujetos tiene que renunciar a lo que son para la supervivencia. La categoría de
desocupado como categoría de identidad, el desocupado no es alguien en estado de, sino su ser
mismo es la desocupación. Alude a la pérdida de identidad. Un taxista me decía el otro día: yo era
sociólogo. En el DSM IV no aparecen las estructuras, hay trastornos. Hay una determinación
biológica de lo que uno es y además no hay una estructura que lo determine, por lo cual alguien que
está paranoico puede liquidar a alguien y el psiquiatra que lo atendió no es imputable porque en el
momento en que lo atendió estaba asintomático. Produce una desculpabilización,
desresponsabilización penal.

Para terminar, creo que el psicoanálisis es un reducto fundamental de refundación de la


subjetividad. El ataque al psicoanálisis hoy no es solo un ataque a sus aspectos obsoletos -que yo
comparto-, ésos son sus puntos débiles. El psicoanálisis va a caer como el socialismo real. No va a
ser derribado por sus fuerzas oponentes sino implosionado por sus propias contradicciones. Nuestra
función es defender -haciendo un ejercicio de rigor-, la propuesta más fuerte que ha generado la
humanidad para analizar el sufrimiento individual y para regular los modos en que el malestar
social no enquista los sujetos en ese malestar sino lo denuncia a partir de su propia práctica.

Acerca de la subjetividad- Guinsberg

Como tantos otros términos de uso muy frecuente, el de subjetividad tiene tal amplitud como
escasa precisión, tal como lo demuestra una somera revisión a diccionarios en general y

51
especializados de distintas disciplinas en particular. Para tomar sólo uno de los primeros
veamos que entiende por subjetivismo al no incluir el de subjetividad:
Término con que por lo general designan las teorías filosóficas en que se subordina la
realidad al pensamiento. Se emplea en contraposición al de objetivismo. En el sentido más estrecho,
el subjetivismo llega al extremo de negar la capacidad del yo para conocer todo objeto extramental.
Los solipsistas sostienen que el yo no puede conocer nada que no sea el yo mismo y sus
representaciones. Según lo ha dicho Francisco Heriberto Bradley en Appearance and Reality, “yo
no puedo ir más allá de los límites que marca la experiencia, y la experiencia
es miexperiencia. De esto se deduce que nada existe más allá del yo”.

Un punto de vista menos radical se encuentra en el idealismo subjetivo del filósofo inglés
Jorge Berkeley, quién, por más que admite que todas las ideas necesitan proceder del yo o de sus
diversos estados, encuentra en algunos de ellos orden y “objetividad” suficientes para aceptar como
origen de dichas ideas una fuente heterogénea del espíritu humano, esto es, el espíritu supremo, o
sea Dios.

En el propio idealismo objetivo de los pensadores alemanes que siguen a Kant, el punto de
vista subjetivo se combina con un alto grado de objetivismo. Sosteniendo que lo real necesita ser
esencialmente de la naturaleza del espíritu Hegel mantiene que el espíritu, que abarca todo lo que
existe, no es el espíritu individual sino el proceso universal. En la realización de su propio
desarrollo este espíritu universal debe permanecer en relación con objetos que lo separan de su
primera subjetividad extrema, pero que después lo reintegran a una nueva posición subjetiva.

Por el evidente origen filosófico del término, es conveniente comenzar el recorrido de la


significación del término por este campo, dentro del cual el clásico diccionario de filosofía de
Abbagnano lo define así:

1) El carácter de todos los fenómenos psíquicos, en cuanto fenómenos deconciencia, o sea


tales que el sujeto los refiere a sí mismo y los llama “míos”. 2) Carácter de lo subjetivo en el sentido
de ser aparente, ilusorio o deficiente. En este sentido Hegel colocó en la esferade la S. al debe
ser en general, como también a los intereses y las finalidades del individuo. “En cuanto al
contenido de los intereses y de las finalidades -decía- está presente solamente en la forma unilateral
de lo subjetivo y la unilateralidad es un límite, esta falta se demuestra al mismo tiempo como una
inquietud, un dolor, como algo negativo” (Lecciones sobre estética, ed.Glockner, I, p.141).
Kierkegaard quiso invertir el punto de vista hegeliano, colocando a la S. por encima de la
objetividad: “El error está, en principalmente en que lo universal, en lo que el hegelianismo hace
consistir la verdad (y el individuo llega a ser la verdad si está sujeto a él), es una abstracción: el
Estado, etc. Hegel no llega a decir qué es la S. en sentido absoluto, y no llega a la verdad, o sea
al principio que enunci: que, en última instancia, el individuo está en realidad por encima de
lo universal”.

A renglón seguido este mismo autor define subjetivismo, reconociendo al final sus
limitaciones: Término moderno que designa la doctrina que reduce a estados o actos del sujeto
(universal o individual) la realidad o los valores. En tal sentido, el idealismo es S. Porque reduce la
realidad de las cosas a estados del sujeto (percepciones o representaciones) y análogamente se
habla de S. Moral o de S. estético cuando se reducen el bien, el mal o lo bello y lo feo a las
preferencias de los sujetos en particular. El término se usa a menudo en forma polémica y por lo
tanto su significado no tiene gran precisión.

52
Siempre desde el campo filosófico, Ferrater Mora plantea al concepto más extensamente de
la siguiente forma:

La definición más general que puede darse de “subjetivismo” es: la acción y efecto de
tomar el punto de vista del sujeto. El sujeto puede entenderse como un sujeto individual, como el
sujeto humano en general o como el sujeto trascendental en sentido kantiano. En este último caso
no puede hablarse de subjetivismo porque, porque el sujeto trascendental es el conjunto de
condiciones que hacen posible el conocimiento para cualquier sujeto cognoscente y, en último
término, , el conjunto de condiciones que hacen posible todo conocimiento, aunque no sea
formulado por un sujeto concreto.

Si se toma el sujeto como sujeto humano en general, el subjetivismo resultante puede ser
un antropocentrismo y también lo que se ha llamado un “especieísmo”. Si se reconoce que hay
otros puntos de vista posibles, además del sujeto humano, el subjetivismo es, juzgado
peyorativamente, un relativismo, y juzgado como una legítima posición epistemológica, una forma
de perspectivismo.

Por lo general, cuando se habla de subjetivismo, el sujeto que se tiene en mente es algún
sujeto humano individual. El punto de vista de tal sujeto es un punto de vista particular. En
principio, este punto de vista puede ser correcto (al fin y al cabo, un solo sujeto particular puede
acertar y todos los demás pueden errar). Pero se supone que el punto de vista del sujeto particular
está condicionado sólo por sus particulares condiciones y que éstas determinan los juicios
formulados. Si las condiciones particulares de un sujeto no coinciden con las de otros sujetos, no se
desemboca en un punto de vista intersubjetivo, sin el cual se supone que no se puede alcanzar
objetividad.

El subjetivismo es por ello equiparado al relativismo, y especialmente al relativismo


individualista. El subjetivismo puede afectar a juicios de valor tanto como a juicios de existencia,
pero lo más común es ligar el subjetivismo a juicios de valor.

Suele denunciarse al subjetivismo como manifestación de la arbitrariedad del sujeto o


individuo que formula opiniones. Un juicio formulado en virtud de intereses subjetivos
(“personales”, “individuales”) y mediante racionalización de estos intereses es estimado como un
juicio inadmisible si se quiere alcanzar “la verdad”; como hemos indicado en el párrafo anterior, se
equipara a menudo el subjetivismo con el relativismo. Se dice, en consecuencia, que una opinión
subjetiva es una opinión “parcial”. Al subjetivismo se contrapone entonces el objetivismo como la
actitud correctora; en todo caso, epistemológicamente correcta...(p.3392).

El mismo autor resume esta idea en otra edición de su obra: Se dice, ante todo, de la
reducción de cualquier juicio al sujeto que juzga, es decir, de la limitación de la validez del juicio
al sujeto. El alcance de este subjetivismo, que puede llamarse con toda propiedad gnoseológico,
difiere según lo que se entiende por “sujeto” (...) El subjetivismo es entonces un relativismo del
sujeto, esto es, una doctrina que relativiza toda proposición haciéndola depemder del sujeto
(edición argentina, p.731).

Como última definición desde la filosofía veamos la postura de Walter Brugger:


Subjetivismo es, en oposición a —> objetivismo, aquel punto de vista filosófico, según el cual lo
decisivo para el valor del conocimiento no es el —> objeto, sino la constitución del —>

53
sujeto, conforme a la conocida sentencia de Protágoras: el hombre es la medida de todas las cosas.
Esto se refiere o bien a determinadas formas de pensamiento e intuición que son estrictamente
comunes a todos los seres pensantes o a todos los seres sensitivo- espirituales, o bien a la
“naturaleza” del hombre común en sentido amplio, pero sometida a cambios históricos, o bien a
los tipos raciales, psicológicos o sociológicos, o bien a la distinta peculiaridad —> subjetiva del
hombre individual. En el último caso hablamos de subjetivismo en sentido estricto, y en las formas
antes mencionadas se habla de —> idealismo trascendental (—> criticismo), antropologismo, —
> psicologismo o sociologismo (—> ideología). El carácter de —> relativismo recibe acentos
tanto mayores en las formas del subjetivismo, cuanto la verdad se hace depender más de las
condiciones cambiantes. En el ámbito de los valores el subjetivismo limitado a los sentimientos
encuentra algunos —> defensores, que sin embargo se oponen a él en el campo del ser “libre de
valor”. Todo el subjetivismo está fundado a la postre en un desconocimiento de la esencia del —>
espíritu como ente abierto al ámbito ilimitado del ser (p.522).

Desde un punto de vista tan génerico como las “ciencias humanas”, Georges Thines y Agnes
Lempereur dan una muy larga definición de subjetividad (entendido como término de la filosofía, la
psicología y la biología comparada) de la que se extraen el siguiente concepto esencial:

Designa la conciencia en tanto que interioridad, en oposición a la exterioridad de los


objetos e incluso por relación al cuerpo de un sujeto, en la medida en que se considera que el
propio cuerpo está situado en el espacio como un objeto del mundo físico (p.854). Y luego de ver
distintas posturas filosóficas y psicológicas al respecto, así como las diferencias entre los niveles
animal y humano, plantea su postura respecto alsubjetivismo:

Término que tiene, en muchos casos, una connotación peyorativa y designa, desde el
punto de vista filosófico, la tendencia a dar supremacía a lo individual sobre lo normativo en los
campos metafísico, moral, social, etc. En la acepción corriente, se tacha de subjetivismo toda
actitud consistente en rechazar el carácter apremiante de lo que es aceptado como objetivo. En
psicología, este concepto es tanto más ambigua cuanto que ésta tiene por objeto la subjetividad. A
partir de aquí, para evitar toda confusión entre lo subjetivista (como resultado de un juicio) y lo
subjetivo (por constitución), es importante subrayar el carácter patente de la subjetividad y su no-
reductibilidad a una pura inmanencia, siendo esta última la condición implícita del subjetivismo
filosófico así como de la tendencia inherente al objetivismo psicológico a considerar lo subjetivo
como sospechoso, incluso incomunicable a priori (...) Desde una perspectiva sociológica, el trabajo
compilado por Henry Pratt Fairchild es muy categórico en la separación de campos que se observa
en los tres conceptos vinculados que define:

Subjetivo. Referente a estados psíquicos internos tales como las emociones, los
sentimientos, las actitudes o los conceptos; hecho de interpretar la experiencia en función de
tales estados, con insuficiente consideración de la realidad, tal como se deriva de la
investigación y la actitud científica (p.285).

Valor subjetivo. Tipo de juicio aceptado por personas, grupos ó instituciones que surge del
contexto societal y es considerado por él (p.309).

Valor objetivo. Tipo de juicio aceptado por personas, grupos ó instituciones formado y
demostrado por el consenso de los competentes (p.309).

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Ya dentro del campo psicológico, psiquiátrico, etc. aparecen significaciones como las
siguientes:

Subjetivo. Lo que es sentido por experiencia íntima (Lise Moor, p.192).

Subjetivo. Lo que se experimenta por aprehensión íntima, sin posibilidad de comprobarlo


directamente por observación y medida.

Todas las experiencias psíquicas. Tanto normales como patológicas, son evidentemente
subjetivas. Y por ser desmesurada la extensión de este dominio, suele darse al término “subjetivo”
una acepción más limitada [en neurología, etc]. En cuanto a los hechos psicológicos, los médicos
hablan, sobre todo, de subjetividad para ratificar un juicio más afectivo que lógico, o un estado que
el sujeto invoca cuando las circunstancias apropiadas para provocarlo no parecen realizadas (...)
(A.Porot, p.1089).

Subjetividad: 1) Cualidad de lo que existe solamente para el sujeto, para la conciencia del
que lo experimenta. Es un carácter esencial de los procesos psíquicos, que sólo por el sujeto
son conocidos directamente. 2) Unilateralidad en los juicios, que se forman a base del punto de
vista propio. Intensa referencia al yo en los juicios. Subjetivismo: orientación filosófica que
considera a la conciencia como dato primario y punto de partida de la filosofía. En su punto
extremo, solipsismo (Dorsch, p.760).

Subjetivismo: véase Psicologismo. Psicologismo: 1. Punto de vista según el cual la


psicología es la base de la filosofía y de las ciencias que tratan del género humano. 2. Punto del
vista según el cual los principios de las ciencias normativas (lógica, ética, etc) son de origen
subjetivo y empírico. 3. Teoría que afirma que la psicología es la base de toda ciencia
(p.291). Subjetivo: 1. Que depende del organismo individual, 2. Que no admite registro por
instrumentos físicos, 3. no susceptible de comprobación por otros investigadores, 4. Localizado en
el espacio psicológico dentro del cuerpo del observador (por ejemplo los sentimientos) (Warren,
p.291 y 342).

Subjetivismo: Doctrina según la cual solamente existe una realidad: la subjetiva.

Subjetivo: Que se relaciona con el sujeto. Se dice de todo aquello que es únicamente
percibido por el sujeto, o pensado por él exclusivamente (Merani, p.153).

Subjetivismo: 1. Tendencia a evaluar las experiencias en función del propio marco de


referencia personal, 2. Punto de vista teórico que subraya la experiencia personal como la
única base de la realidad. Subjetivo: 1. Relativo al sujeto o persona, 2. Relativo a la
experiencia a la cual sólo tiene acceso el sujeto de la misma, 3. Que caracteriza a los
sistemas de psicología que se centran en el sujeto y sus experiencias personales, 4. No
susceptible a la realidad por consenso, 5. Perteneciente a los juicios emitidos sin el empleo de
aparatos o instrumentos (Wollman, p.305).

Y un texto donde no aparece el autor lo define así: Subjetivo. Todo fenómeno psicológico es
subjetivo cuando sólo puede ser conocido por quién lo experimenta. Ni siquiera las sensaciones
más elementales escapan a la subjetividad; es imposible saber si el otro ve el color rojo como lo

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percibo yo, o si el dolor tiene para él el mismo significado que para mí. Con mayor razón son
incomunicables los sentimientos y sólo pueden expresar por analogía, paráfrasis.

En psicología, sólo el comportamiento observable y mensurable, puede ser estudiado de una


manera objetiva, y así para el psicólogo todo acontecimiento posee un aspecto objetivo y otro
subjetivo; se esfuerza por captar dos aspectos, comprenderlos, el uno por el otro en su unidad; no
puede desconocer el aspecto subjetivo, pues es absurdo analizar la conducta si no se sabe cómo
aparece el sujeto que la vive. En psiquiatría, se reserva el término de subjetivo a síntomas
imaginarios, alucinatrios o carentes de fundamento lógico (Psicología moderna de la A a la Z,
p.418).

Por sus implicaciones, que se verán posteriormente, es interesante resaltar que este término
no aparece en importantes obras del campo de las ciencias sociales: si bien podría no sorprender su
ausencia en el Diccionario del pensamiento marxista de Tom Bottomore -por el desconocimiento,
olvido o negación de la idea de subjetividad en ese marco teórico, pero en particular en la versión
soviético-stalinista de este (Guinsberg, 1994) -, sí llama la atención tal carencia en obras como
los Diccionario de política, el de Garzaro y el de Bobbio, en el Diccionario de Sociología de
Schoeck, y en tantos otros.

Pero seguramente son más llamativas otras ausencias: el campo psicoanalítico se


enorgullece de ser quién más estudia y penetra en el conocimiento de la subjetividad, pero este
concepto no aparece en el famoso y valioso Diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis,
aunque estos destacan al comienzo de su obra que

Si bien Freud, como escritor, se mostró inventivo, cuidó poco la perfección de su


vocabulario. Sin enumerar los tipos de dificultades que se presentan, baste decir que en la
terminología analítica sucede como en muchas lenguas, en las que no faltan la polisemia y las
imbricaciones semánticas; distintas palabras no siempre evocan ideas muy diferentes” (p.X),

Y luego destacan que sólo tomaron algunas palabras: “no todo lo que intenta explicar el
psicoanálisis, sino más bien lo que le sirve para explicarlo” (p.XIII). Pero tampoco aparece en el
acucioso “Indice alfabético de materias” del tomo XXIV de la edición de las obras de Freud de
Amorrortu editores, tomada de la primera edición de la The Standard Edition of the Cmplete
Psychological Works of Sigmund Freud, aunque una muy somera referencia respecto a esta
ausencia es dada en el tomo inicial de la colección (Sobre la versión castellana), donde dicen, sin
aclarar mucho en cuanto a las significaciones de los términos:

“Creencia en la realidad” es una categoría del análisis psicológico freudiano, así traducida
por nosotros. Corresponde entenderla como “creencia en la objetividad”, tal como el
“examen de realidad” es “examen de objetividad”. Esta última expresión nos remite a
“subjetividad”; lo objetivo y lo subjetivo se constituyen simultánea y simétricamente en el
proceso del desarrollo del yo.

Es preciso, pues, abandonar cualquier ingenuidad respecto de la noción de “objeto”. Su


síntesis es, al mismo tiempo, síntesis del yo. El yo mismo, punto de encuentro entre lo real y lo
ideal, se constituye en esos dos mundos p.25-26).

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PROBLEMAS DE CONCEPTUALIZACIÓN- Tal como fuera indicado y pudo
observarse en algunas de las definiciones citadas, la noción de subjetividad surge y se desarrolla
esencialmente en la filosofía, signando a ésta desde sus comienzos a través de las diferentes
tendencias y escuelas deidealismo/materialismo y de nociones y relaciones de sujeto/objeto. Al
respecto debería verse ni más ni menos que la historia de esa disciplina -lo que no es posible hacer
aquí- y en particular, aunque no exclusivamente, los planteos de Platón, Aristóteles, Arquímedes,
Descartes, Berkeley, Locke, Hume, Condillac Kant, Hegel, Feuerbach, Marx, Comte, etc.

Pero, como ocurre tantas veces, el concepto escapa de lo conocido y tradicional para adoptar
nuevas significaciones, afrontando nuevas problemáticas con base en el (al menos parcialmente)
nuevo contexto de su utilización. Más allá de las connotaciones filosóficas apuntadas, que se
mantienen, desde hace más de un siglo el surgimiento de la psicología como disciplina ha hecho
que se entienda por subjetividad y por subjetivo todo lo perteneciente al ámbito de lo psíquico y de
lo psicológico, diferenciándose de otras disciplinas sociales como las llamadas “ciencias” políticas,
sociológicas, económicas, antropológicas, históricas, etc., aunque es muy sabido que también estas
muchas veces son tildadas de “subjetivas”, poco o no suficientemente “objetivas” o “idelogizadas”
por las consideradas “ciencias duras” e incluso por otras corrientes del mismo campo.

Pero en esta similitud actual entre subjetivo y psíquico actualmente se introduce todo lo que
cada escuela o corriente psicológica entiende como tal, es decir que no se limita, como lo fue
anteriormente y puede verse en algunas de las definiciones del inicio de este trabajo, sólo al aspecto
o nivel conciente. De esta manera, para el psicoanálisis en general, incluye toda la concepción
metapsicológica de este marco teórico, es decir sus aspectos dinámicos (los fenómenos psíquicos
como resultantes del conflicto y el juego de las instancias del ello, yo y superyo), tópicos (los
anteriores como parte de la estratificación psíquica en niveles inconciente, preconciente y
conciente) y económicos (la magnitud de las fuerzas psíquicas).

Ha cambiado también la idea en torno a lo “medible” y “controlable” de lo objetivo y lo


contrario de lo subjetivo, al menos desde la perspectiva de algunas corrientes psicológicas que
consideran que tienen elementos para hacerlo: mediciones de conducta, tests, la misma idea de las
escuelas conductistas y similares que no les importa el proceso interno del psiquismo sino la
relación estímulo-respuesta, etc. Pero, por otra parte, ya son innumerables los errores demostrados
por la presunta “objetividad” de las prácticas de algunas disciplinas sociales: desde resultados
electorales que desmintieron lo indicado por encuestas, hasta la comprobación de que los análisis
sirven más para explicar lo ocurrido que para prever lo que sucederá.

Pero con independencia de la incuestionable importancia de esto último -que demuestra las
dificultades para diferenciar muchas veces lo “objetivo” y lo “subjetivo”, así como sus
indeterminables e indefinbles límites y fronteras-, los nuevos problemas hoy centrales son, entre
otros: 1) los factores que construyen lo que se entiende por subjetividad; 2) las especificidades y
vinculaciones de los campos “objetivos” y “subjetivos”; 3) nuevos campos, particulares y generales,
del estudio de la subjetividad que hoy preocupan e interesan a viejos y nuevos ámbitos de
investigación.

Respecto a lo primero se trata de una muy vieja polémica, que hoy se mantiene aunque con
nuevos ropajes. Si por un lado se entiende al ser humano como un serbiopsicosocial, es decir como
resultante de los diferentes factores indicados en tal término, por otros se prefiere enfatizar uno de
ellos como prioritario y dominante en la producción de la subjetividad y de la psicopatología: lo

57
orgánico, lo psíquico o lo social, de lo que surgen las distorsiones unilaterales del “organicismo” o
“biologicismo”, el “psicologismo” y el “sociologismo”.

Para el primero, originado en un simple materialismo y posteriormente afianzado en cierta


“cientificidad” médica, toda la estructuración psíquica hay que buscarla en el nivel del organismo
humano, y las patologías en algún desorden o enfermedad de órganos específicos. Considerando
que todo el funcionamiento humano está ligado a la corporeidad en general, y cada actividad a
órganos específicos, hace varios siglos los médicos buscaron conocer los vínculos de ese tipo,
buscando comprender la psico(pato)logía del hombre. Un ejemplo claro y paradigmático al respecto
es que, creyendo -como lo fue hasta fines del siglo pasado- que la histeria es un cuadro
exclusivamente femenino y ausente en el hombre, buscaron su causa en un órgano sólo de la mujer:
de allí viene el término “histeria”, derivado de útero.

Tal concepción hoy se mantiene en importantes sectores del campo médico en general y del
psiquiátrico en particular, aunque casi exclusivamente en lo que puede considerarse como
“psiquiatría clásica y tradicional” (lo que puede verse en una gran cantidad de textos de este campo
médico, donde se incluye casi nada o muy poco de aspectos psíquicos y/o sociales, salvo los
considerados resultados de lo orgánico). Por supuesto que hoy tal postura ya no es tan mecánica
entre órgano y conductas o patologías determinadas, sino que toma niveles de sofisticación muy
grandes en terrenos neurológicos y biológicos que han convertido a los psicofármacos en las
herramientas terapéuticas básicas de tal campo médico (sobre lo que existe una conocida y fuerte
polémica en torno a sus resultados, nivel de estos, etc). Si bien es dificil encontrar un franco
reconocimiento de la total aceptación de esta postura “organicista” -nadie deja teóricamente de
aceptar alguna incidencia de lo psíquico y lo social en la construcción de la subjetividad y su
patología-, esto no significa que, más allá de las palabras, tal postura sigue presente en un
importante ámbito de la práctica médica.

El psicologismo (no confundir con “psicológico”, que es otra cosa, como lo indica el
agregado de “ismo” al primero) es una postura que, a la inversa de la anterior, todo o casi todo lo
reduce al nivel de lo psíquico, con importante o total negación de la incidencia de aspectos
orgánicos y sociales en la subjetividad, el comportamiento, etc. Si bien deriva de una
sobrecompensación del campo “organicista” (y a veces también del “sociologista” que se verá
después), evidentemente cae también en una postura unilateral en dos formas: la primera con la
señalada negación de otros aspectos, entendiendo todo desde variables exclusivamente individuales
o microsociales (sobre todo familiares, como el vínculo edípico por ejemplo). Y la segunda
proyectando a terrenos sociales visiones o marcos conceptuales que pueden ser válidos para la
subjetividad pero no para otros ámbitos: por ejemplo considerar al capitalismo como “la etapa anal
de la sociedad”, interpretar alguna práctica social sólo como intento de resolución del complejo de
Edipo (lo que puede ser válido en casos individuales pero no por ello obligatoriamente
generalizable), ver el sentido de los momentos históricos sólo como producto de la personalidad de
sus líderes y/o caudillos, etc.

Esta postura ha tenido y tiene gran desarrollo en este siglo como consecuencia del
surgimiento de importantes marcos teóricos psicológicos, aunque estos no siempre son responsables
de lo que algunos seguidores hacen de sus planteos. Es, por ejemplo, lo que ocurre
con los psicoanálisis (se utiliza los y no el para indicar la gran cantidad de variantes que hoy existen
de esta escuela), donde no pocas veces la “lectura” y aplicación que se hace del mismo puede tener
tal significación psicologista, muy diferente a la que pueden tener y hacer otros seguidores de la
misma. Es evidente que todas las interpretaciones que se hagan de la realidad en general con centro

58
fuerte o exclusivo en la lectura de la subjetividad, tendrán resultados equívocos por la negación
(parcial o total) de otros aspectos intervinientes.

En otros casos, aunque no siempre con conciencia de ello, esta postura psicologistabusca
negar o simplemente niega la responsabilidad de las instituciones o políticas sociales en la
determinación de los estados subjetivos, determinación que de esta manera recae sólo en los
individuos o, cuanto más, las relaciones familiares o aspectos microsociales. Una variante de esta
postura es la de algunas corrientes de la psicología social que limitan tal incidencia a los grupos,
pequeños ámbitos de pertenencia, etc., desconociendo o minusvalorizando como éstos se
encuentran contextualizados en estructuras sociales, políticas y económicas que inciden sobre
aquellos. Más adelante se verá como y por qué estas posturas hoy tienen fuerte predicamento,
aunque nunca aceptarán de manera manifiesta tal postura psicologista, ya que explícicitamente
jamás niegan una incidencia de factores orgánicos y sociales sobre los sujetos psíquicos que
desmienten o limitan en los hechos.

Y el sociologismo niega o disminuye la importancia a los aspectos subjetivos, interpretando


todo -en el mundo social y en la producción de la subjetividad- como resultado de fuerzas sociales,
clases, la estructura económica, social y política, etc., de acuerdo a las diferentes teorías y escuelas
de las disciplinas sociales, políticas, etc. De esta manera se desconoce la interrelación que
mutuamente se produce o puede producirse entre los mundos o las esferas de estos campos y el del
psiquismo y de la subjetividad, tal como se verá más adelante. Y si para el psicologismo todo
conflicto psíquico, por ejemplo, es responsabilidad exclusiva de tal campo y sin ninguna de otros,
para el sociologismo es exactamente la inversa: de la lucha de clases o de pertenencia a una de ellas
para ciertas posturas “marxistas” mecánicas y extremas, de una disfunción para los estructural-
funcionalistas, etc.

En una ruptura con estas visiones unilaterales, otras perspectivas psicológicas y


psicoanalíticas tratan de ver a la subjetividad como producto o síntesis de todos los factores -
orgánicos, sociales y psíquicos que participan en su construcción. En el caso de Freud ello puede
verse en su noción de “series complementarias” (la vinculación entre aspectos hereditarios,
constitucionales, infantiles y actuales), y la lectura que muchos analistas hacen de su obra en
general y de sus trabajos “sociológicos” en particular (Psicología de las masas y análisis del yo, El
malestar en la cultura, El porvenir de una ilusión, etc). De esta lectura surgen diferentes variantes
que pueden verse en perspectivas tan diferentes como el freudomarxismo de Wilhelm Reich y otros,
el psicoanálisis culturalista (Sullivan, Fromm, Horney), el etnopsicoanálisis, el esquizoanális
(Deleuze y Guattari), e incluso algunas del campo ortodoxo, etc.

El otro aspecto antes señalado corresponde a las vinculaciones y penetraciones que se


producen entre el psiquismo/subjetividad y otros campos, donde cada vez se comprende más la
dialéctica y/o las relaciones del tipo psique/cuerpo y subjetividad/cultura, sin que esta comprensión,
que rompe con los rígidos cortes disciplinarios, signifique dejar de comprender la dificultad de las
formas y caminos de tales vinculaciones, en particular lapsicosomática y la psicosocial: en otras
palabras, como lo subjetivo incide sobre lo somático y lo social, y viceversa. Pero esto sólo
significa la necesidad de reforzamiento de la búsqueda de su comprensión.

De cualquier manera cada vez quedan más claro tales interpenetraciones e influencias: las
formas sociales producen nuevas “necesidades” subjetivas, las “necesidades” -generales o
específicas de una época- buscan situaciones sociales que las satisfagan o disminuyan las carencias,
etc. Una buena síntesis de estas relaciones puede verse en un reciente texto:

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La investigación de la subjetividad consiste básicamente en la interrogación de los sentidos,
las significaciones y los valores, éticos y morales, que produce una determinada cultura, su forma
de apropiación por los individuos y la orientación que efectúan sobre sus acciones prácticas. No
existe una subjetividad que pueda aislarse de la cultura y la vida social, ni tampoco existe una
cultura que pueda aislarse de la subjetividad que la sostiene. Esta mutua determinación -en verdad,
mutua producción- debe ser nuestro punto de arranque, ya que la subjetividad es cultura
singularizada tanto como la cultura es subjetividad (objetivizada en los productos de la cultura, las
formas de intercambio y las relaciones sociales concretas que la sostienen, pero también en las
significaciones y los sentidos que organizan la producción cultural) (Galende, p.75).

Es incuestionable que esta vinculación estructural tiene una fundamental y profunda


importancia en todos los aspectos de las teorías y prácticas de la subjetividad y de las disciplinas
sociales y políticas: en la teoría porque implican cambios epistemológicos centrales en un proceso
de ruptura de las actuales visiones disciplinarias cerradas y en el camino de la búsqueda de
una inter y trans disciplinariedad; y en lo práctico porque -como ya se hace ampliamente en campos
como la publicidad, la mercadotecnia, la propaganda política, etc., aunque muchas veces desde
premisas más pragmáticas o intuitivas que científicas-, existe un interés muy grande en resultados
que se sabe que tienen ver con las apuntadas “necesidades subjetivas”. De esta manera hoy interesa
más la presentación de un producto que su contenido, la imagen de un candidato que su programa,
la capacidad (de mercancías o candidatos) de comprender las “necesidades”, o de provocar
significaciones, en los receptores/consumidores, etc. De alguna manera, hoy y desde hace no mucho
tiempo, se busca comprender/hacer desde conocimientos “científicos”, lo que los clásicos líderes y
caudillos -políticos, religiosos, mercantiles- que casi nunca han sido intelectuales, siempre hicieron
intuitivamente al captar tales “necesidades”, expectativas y deseos.

En este sentido hace mucho que connotados analistas y profesionales han comprendido la
fundamental importancia que tiene el conocimiento de los procesos subjetivos para la operatividad
del “control social”, aspecto central para la construcción del “hombre necesario” para el
mantenimiento y reproducción de todo sistema social. No es entonces casual la actual preocupación
por las llamadas formas de “manipulación”, tarea que, con éxito o no, es encarado por grandes
empresas que recurren a todo tipo de profesionales que conocen la dinámica de la subjetividad y las
formas de acceder e influir sobre ella (sociólogos, psicólogos, psicoanalistas, comunicadores,
semiólogos, etc).

VIEJOS Y NUEVOS CAMPOS DE ESTUDIO DE LA SUBJETIVIDAD- Durante este siglo se


ha avanzado en torno al conocimiento de la subjetividad más que durante toda la historia anterior, y
se continúa en tal camino. Esto quiere decir que se profundiza en terrenos ya consolidados, se
avanza en otros menos explorados, y se abren nuevas problemáticas acordes con las necesidades de
cada época.

Respecto a los primeros es imposible citar aquí todo lo que se hace en torno a perspectivas
teóricas y prácticas de viejas y nuevas escuelas de estudio de la subjetividad. En cuanto a lo
segundo es importante citar las búsquedas que se hacen en múltiples áreas, entre ellas en los campos
de interpenetración como lo psicosomático y lo psicosocial, aunque también es imperioso citar el
poco estudio actual en torno a las vinculaciones de la subjetividad con los procesos sociales,
políticos, etc., por la incomprensión que sigue teniendo un nada despreciable sector de
investigadores de disciplinas sociales acerca de la importancia de la subjetividad, lo mismo que

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profesionales del campo psi (psicólogos, psicoanalistas, psiquiatras, etc) acerca de las disciplinas
sociales y su incidencia sobre la subjetividad.

Sin la pretensión de exhaustividad, es interesante destacar sólo algunos de los no nuevos


totalmente (porque de alguna manera siempre existieron) campos de investigación actual, pero sí
hoy más frecuentados. Entre ellos:

* Subjetividad y procesos sociales, buscando ver la citada incidencia de las formas


culturales de cada momento histórico sobre las características psíquicas de los sujetos. Si siempre se
menciona, entre tantos otros ejemplos posibles, que la ética protestante formó el modelo de hombre
adecuado (ordenado, frugal, avaro, etc.) para la necesaria acumulación que posibilitó en la Europa
central el auge de un capitalismo que ya estaba en desarrollo; y que la moral victoriana de fines del
siglo XIX es la responsable de que la histeria fuese el cuadro dominante de ese período; ahora se
trata de ver las características subjetivas concretas que produce cada forma cultural concreta: en
este momento el llamado modelo neoliberal, como antes debió hacerse con el nazismo, el fascismo,
los “socialismos realmente existentes”, etc. y con todas las experiencias pasadas, actuales y futuras.
Lo que muchas veces no quiere hacerse -concientemente o no- porque el ver la psico(pato)logía
resulta inevitablemente implica un cuestionamiento crítico de las formas sociales hegemónicas,
como también de las ideas de “salud mental” y de “normalidad” dominantes.

* Subjetividad y género: campo de estudio muy reciente que se monta sobre todo en posturas
feministas o de defensa de los derechos de la mujer, para abarcar también el ámbito específico de la
masculinidad, intentando develar las características subjetivas que la noción de género produce en
cada momento histórico.

* Subjetividad y medios masivos de difusión: en realidad una de las tantas partes del campo
general de la incidencia de los procesos sociales sobre la subjetividad, pero en este caso al menos
dos perspectivas específicas: 1) el estudio del aporte de los medios masivos en la construcción de la
subjetividad, sobre todo los electrónicos y con base en el debilitamiento constante de la familia y
otras instituciones socializadoras; 2) para el actual estudio de los procesos de recepción, donde los
aportes psicológicos y psicoanalíticos son muy importantes y generalmente desconocidos por los
comunicólogos.

* Subjetividad y política, ámbito más citado y enunciado como necesario que realmente
trabajado.

* Subjetividad social, entendiéndola en dos sentidos; la primera comprendiendo la ya


señalada relación hombre-cultura, por lo que toda subjetividad humana es social; pero también
buscando la comprensión de los procesos por los cuales se constituye/n los modelos sociales en
diferentes campos: locales, regionales, nacionales, profesionales, religiosos, etc., puntos de partida
para distintos intentos de categorización: las nociones de carácter social de Erich
Fromm, personalidad básica de Abraham Kardiner,personalidad aprobada de Ruth
Benedict, personalidad de status de Ralph Linton,personalidad de clase de Jean-Claude
Filloux, etc. A modo de ejemplo de estos intentos véase la de carácter social:

Núcleo esencial de la estructura del carácter de la mayoría de los miembros de un grupo,


núcleo que se ha desarrollado como resultado de las experiencias básicas y los modos de
vida comunes del grupo mismo (Fromm, El miedo a la libertad, p.322). Consiste en moldear

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las energías de los individuos de modo que su conducta no sea asiento de decisión consciente en
cuanto a seguir o no la norma social, sino asunto de querer obrar como tiene que obrar,
encontrando al mismo tiempo placer en obrar como lo requiere la cultura (Fromm, Psicoanálisis de
la sociedad contemporánea, p.72).

Por supuesto las temátivas, trabajos e investigaciones presentes no se limitan a las señaladas,
siendo sólo una muestra de un universo mucho más amplio acerca de una problemática muy
polémica de la que, como pudo verse, se ha dicho y escrito mucho pero más falta por
conceptualizarse. Consecuencia lógica por ser la subjetividad la síntesis de múltiples
determinaciones, la mayoría de ellas y su articulación, altamente complejas y cada una de ellas
terreno de profundas discusiones teóricas, epistemológicas, etcétera.

Galende- El impacto de la cultura en la subjetividad de las personas

La cultura y el sujeto- es importante aclarar que la cultura no es algo extremo que impacta
en la subjetividad, o que cae sobre ella. Lo que llamamos subjetividad es lo mismo que encontramos
en la cultura, en este sentido uno no puede esquivar o impedir que la cultura llegue a nuestra
subjetividad “somos siempre sujetos de una cultura particular, estamos construidos en alguna
medida dentro de esa cultura e inevitablemente sufrimos los avatares que va sufriendo la cultura”.

Es necesario plantear la relación entre cultura y subjetividad para luego hablar de qué
manera la cultura sufre ciertos cambios que de alguna forma impactan en nosotros, en el sentido de
que nos obligan a procesos muy rápidos de asimilación y adaptación a nuevas coordenadas
culturales.

Cuando hablamos de cultura en el sentido central estamos hablando simplemente de los


modos en que todo agrupamiento humano va necesitando construir significados particulares para
hacer comprensivas y entendibles las relaciones entre unos y otros, la construcción de ciertos
valores que permiten jerarquizar los elementos de la vida social y por otro lado la producción de ser
estos objetos que siempre representan lo que es la producción de objetos estéticos o de objetos
cotidianos que representan expresiones y modo de vida de una cultura particular.

Según Freud en tótem y tabú el primer elemento que organiza la vida social y la relación
entre sujetos es la prohibición del incesto, elemento universal y propio de todas las culturas. Esta
ligado a la idea de tótem (que no tiene una traducción específica pero alude a una previsión de algo
sagrado que no puede ser violado). Es la prohibición lo que origina el sistema de normas que regula
los comportamientos prácticos. Toda cultura tiene una estructura de significaciones, un modo de
obrar que permite que los sujetos se entiendan entre sí. Este elemento es de alguna manera
estructural, universal y abstracto porque pertenece al orden mismo de la cultura. Cuando Freud
escribe en malestar de la cultura, no analiza ninguna cultura en particular, ni ninguna cultura de un
época o cultura local, analiza lo que es estructural y propio del mundo simbólico, del mundo en que
se desarrolla esta cultura humana.

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Históricamente es a partir de los griegos que podemos observar sistemas de significaciones
más completos: por un lado, las religiones, que construyen los sistemas de la moral, y por otro lado
la madre de filosofía, el principio de una ética que regula los comportamientos entre las personas.
Así, los sujetos de una cultura son formas de plasmación de esta cultura en cada uno de nosotros.
No tenemos una subjetividad de cultura externa a la que tenemos que traducir en términos de un
código, la subjetividad tiene incorporada esa cultura que responde de manera común a todos.

Freud visualizó estas cosas, cuando hablo de un superyó social, ej: no duda en ver la
cuestión de la moral radical internalizada en el superyó, porque la moral es también una formación
que regula la vida social. La psicología de los pueblos que es el equivalente de la cultura, es
también lo que constituye cada subjetividad particular.

La subjetividad- Husserl separó la problemática de la relación entre los sujetos y la cultura. Su


discípulo más importante fue Jasper y Heidegger. Este autor plantea la subjetividad como
trascendental, quiere decir que no está adentro ni afuera, no es algo que tengamos que incorporar o
podamos evitar incorporarlo, la subjetividad es trascendental porque sitúa todo fenómeno humano
en relación a un sistema de significados que de algún modo son lo que nos permiten la convivencia.

Heidegger afirma que el lenguaje es la casa del ser, porque es en el lenguaje donde se
pueden construir las significaciones, valores y establece un sistema de normas que regule los
comportamientos de las personas.

Desde la perspectiva de Husserl en adelante: no existe un mundo objetivo, sino que existen
sujetos que de algún modo construyen un mundo objetivo, un mundo objetivo es una construcción
nuestra. Esto no significa que no haya piedras, rocas en el mundo que tienen consistencia material,
como nuestro aparato de pensar, nuestro cerebro es una construcción material. Pero esa
construcción material es la que hace que nosotros podamos diferenciar entre aquello que
consideramos objetivo, y aquello que consideramos propio del sujeto y llamamos subjetivo, ambas
construcciones son humanas.

Cambio cultural- se habla de dos cosas, primero un cambio en la temporalidad de la cultura,


cuando nos referimos a la cultura de época (la cultura llamada moderna es la cultura que surge casi
con el capitalismo como forma de organización socioeconómica en la vida). Este cambio está
vinculado a las coordenadas estructurales que en cada época marcan sistemas de significación,
valoración, de criterios éticos y de formas de moral.

Por otro lado el cambio puede estar relacionado a una territorialización de la cultura. Los
sujetos vivimos dentro de una cultura pero dentro de esta cultura hay culturas locales, particulares,
hay lenguajes diferentes y eso construye también culturas diferentes. No se puede hablar de una
cultura global, esta idea viene de los países centrales, para pensar que modificando el sistema
económico y social del mundo e introduciendo una necesaria dependencia entre todos los países,
están también produciendo una cultura con la cual sueñan que de algún modo todos los hombres
estaríamos dentro un mismo sistema cultural de significaciones, de un mismo sistema ético, de un
mismo sistema moral.

Una transformación significativa se dio ej: en la relación autoridad-poder. En la teoría de


lazo social de Freud, el lugar del padre en la formación del lazo social establece en nosotros una

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relación fuerte entre lo que es la autoridad y lo que es el poder, automáticamente atribuimos poder a
la autoridad.

Resulta que ahora la autoridad sin poder es poder sin autoridad, y eso transita en los
gobiernos, hay aquellos que tienen autoridad porque han sido elegidos pero a la hora de tomar
decisiones no tiene poder porque los poderes son cada vez más centrales y más anónimos, cada vez
más los estados nacionales mantienen su autoridad pero han ido perdiendo la capacidad de imponer
con poder y que esa autoridad represente un poder sobre los destinos de la nación. Lo mismo ocurre
en las escuelas con los profesores y maestros. Antes había una maestra o profesor que era una figura
de autoridad, esto ya no ocurre, la autoridad sigue estando pero el poder ya no está en la autoridad,
el poder transita, como Foucault demostraba bien, el poder es ese lugar vacío por donde transitan las
relaciones entre las personas y cada vez más hoy uno puede ver las luchas de poder fuera de las
figuras de autoridad.

Estas son transformaciones que puede estar iniciando un cambio estructural cultural, porque
a lo largo de los últimos 5 mil años de historia humana esta relación de autoridad-poder se había
mantenido sólidamente.

En los últimos años han ocurrió cambios importantes que es necesario entender como
nuevos indicadores culturales. Por un lado, los sistemas de reconocimiento se han confundido, las
diferencias de género ya no funcionan, los modos de contacto y acercamiento entre hombres y
mujeres se unifican totalmente, lo que ha recompuesto el concepto de sexualidad, amor y las formas
de construcción del vínculo amoroso, la continuidad, el respeto y la garantía con el otro.

En el trabajo la relación patrón- empleado se ha modificado “se plantea la generación del


empleo propio, la mayor parte que trabaja en las grandes empresas no sabe quién es el patrón, no
hay una figura de patrón, hay personas que tienen más autoridad o a veces más pdoer, pero no hay
estrictamente una relación con un patrón, una relación que permitían hacer funcionar este orden
jerárquico.

Otro indicador de cambio cultural arraigado en la construcción de las identidades sociales,


es el concepto mismo de sujeto “el sujeto era básicamente un sujeto productor, era un sujeto que se
definía por la familia y el trabajo, que eran los 2 entidades básicas de la identidad. Actualmente el
sujeto se define por el consumo, es el sujeto consumidor. Hemos pasado de un sujeto definido por la
relación a la inserción social o de la producción a un sujeto que está definido más por el lado del
consumo, por lo tanto todo el sistema de formación de los colectivos sociales se ha transformado.

En relación con el estado, antes se daba una relación donde el estado garantizaba ciertos
núcleos de solidaridad, de problemáticas de la vida común que se resolvían solidariamente. Los 4
más importantes y más nombrados fueron la educación, la seguridad, salud y justicia. Estos 4 nos
ponían a todos por iguales ante la ley, todos recibíamos la educación obligatoria, está garantizado
constitucionalmente el resguardo de la salud y todos delegamos el problema de la seguridad en el
estado. Con el avance del mercado, los estados fueron cediendo en muchas de sus funciones,
permitiendo que este crezca aún más. El mercado necesita que las personas se masifiquen para el
consumo y no generen vínculos entre ellas.

Existe consumo de psicotrópicos hace mucho, esto es constitutivo del ser humano. Sin
embargo, esta capacidad de actuar sobre la conciencia para adormecerla, cambiarla o modificar la

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percepción, en los últimos cincuenta o sesenta años tuvo siempre dos sentidos: las fiestas y los
rituales.

Hoy el consumo de drogas es un problema individual, está más ligado a este nuevo sujeto
masificado y narcisiticamente aislado. Así el problema se amplia, por un lado el consumo no apunta
ya a la búsqueda de un entorno social en el que se comparten los problemas y liberan las tensiones
en un contexto solidario, sino que apuntan a modificar la conciencia propia para evadir la realidad
problemática. Y por otro lado, este nuevo tipo de consumo masivo e individual al mismo tiempo,
constituye en sí mismo un nuevo circuito para el mercado, es decir, si se reduciría el consumo de
psicotrópicos a la fiesta y al ritual no existiría la industria farmacéutica. Este nuevo objeto de
consumo se da tanto con las drogas lícitas como ilícitas ej: ansiolíticos o viagra.

Si pensamos la problemática desde las implicancias del pasaje de un sujeto productor a uno
consumidor, es lógico pensar que no se va a abandonar fácilmente este consumo y que incluso va
crecer, tanto en relación a las drogas ilícitas como a los psicotrópicos.

Los que trabajamos en la salud mental sabemos muy bien que cuando las personas logran
encontrar vínculos solidarios con otros, cuando logran encontrar una forma de amor, pareja, cuando
logran mantener vínculos familiares con hijos, de algún modo protectores, cuando logran
vehiculizar sus reclamos y llevarlos afuera, cuando cortaron las calles por ej: los piqueteros o
cuando pueden ser capaces de pelear por el poder de la autoridad. En esos momentos las personas
tienen una capacidad, de que mientras actúan en ese espacio público, no sólo aseguran su condición
de ciudadanos porque están recuperando la capacidad de ciudadanía, sino que están más
profundamente evitando este regreso sobre sí mismos que es la fuente de casi todos los trastornos
mentales.

Cada vez más las personas se mueven en el mundo con estrategias de sobrevida personal
buscando la manera en que cada uno puede de algún modo coexistir con esta cultura. Conclusión-
en América latina en los últimos años, se está planteando un panorama de recomposición de los
colectivos sociales “no es una recomposición solo política, esto implica que muchas personas
vuelven a la actividad política, vuelven al espacio público, vuelven a debatir, se enfrentan entonces
con las condiciones de existencia no ya de su cabeza sino agarrado de la mano con otro tratando de
cambiar esa situación en su país, en sus localidades.

En este sentido la esperanza de una recomposición social existe, pero solo puede darse desde
un cambio cultural que nos permita volver a reorganizar el mundo simbólico en que vivimos, solo
puede darse en la medida que se reconstruya el colectivo social y sea capaz de apuntar el desarrollo
hacia esa transformación.

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Gonçalvez Boggio- Cuerpo y subjetividades contemporáneas.

La ética funciona como aquella potencia activa que emerge en el cuerpo para administrar la
propia vida y sus afectos, a través de los encuentros con otros cuerpos. A diferencia de la moral que
prescribe lo que se debe creer, pensar y hacer sobre un modelo ideal y perfecto del Bien, la ética –
diversa y singularmente convida a creer, pensar y hacer según lo que un cuerpo puede, de acuerdo
con la potencia de la naturaleza que lo atraviesa.
Podríamos definir al encuentro clínico como aquellos infinitos modos de vida que piden
pasaje y agencian complicidades e intensidades buscando un sentido que los libere de los
padecimientos, de los sufrimientos y de las amarras axiomáticas dominantes.

El encuentro clínico que proponemos implica poder desmarcarse de los modelos de clínica
sedentaria y de los settings cerrados, desplazándose hacia una concepción del desvío, de la deriva,
del acontecimiento que, a partir de las novedades producidas en el pasaje a un setting abierto y
móvil, se instituyen en una clínica de la multiplicidad.
Esta mirada ética de la clínica se opone a la mirada moral. El hombre moral (que nos habita en
mayor o menor grado a todos) está separado de su potencia, no sabe lo que puede. Es un hombre
privado de su fuerza y de su potencia. Privado de sí sólo puede tomar a otro como referencia,
sólo puede envidiar y culpabilizar la potencia del otro. Imposibilitado de acción presente sólo puede
resentirse del pasado y crear ilusiones para el futuro.

Y para no arriesgarse a no-ser, prefiere tornarse esclavo de una identidad mayoritaria:


moderada, sensata, mesocrática, absoluta, eterna, verdadera, que se opone a lo fugaz, a lo parcial, a
lo mutable, a lo finito, a lo intempestivo, a los devenires minoritarios. Recusa los tránsitos y los
pasajes, cierra su porosidad, interrumpiendo el movimiento. Es uno de los mayores productores de
fofoca, la mayor máquina de coerción y control social: todos nos vigilamos entre todos para que
nadie haga lo que todos desearíamos hacer.

En oposición a este tipo de vida moral, la ética no produce modelos, no cura, no enseña:
¡vive! Multiplica sentidos, dando expresión a lo singular y a lo inusitado, comprometiéndose e
implicándose con las fuerzas que atraviesan los campos de análisis e intervención. Compone
agenciamientos, valorizando los saberes nacidos en los encuentros.

Político: Ética porque no trabaja desde un conjunto de reglas o desde un sistema de


verdades tomadas como valor en sí, que serían métodos de orden moral. Se busca escuchar las
diferencias que se efectúan en nosotros mismos y afirmar un devenir a partir de estas diferencias. Se
preocupa por la construcción de los soportes necesarios para que la vida sea sentida como pulsación
y potencia en la creación de nuevos territorios.

No hay subjetividades autónomas en relación a la vida. La ética y la vida se enraizan en la


clínica social en la medida que se entienden como potencias de creación y de diferenciación.
Ética porque evidencia un compromiso con la potencia de efectuación de la vida en la
diferenciación del ser.

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Estética porque no es el dominio de un campo de saber ya dado, sino que se trata de la
creación de un campo como si fuera una obra de arte. Es decir, se entiende a la clínica como un
espacio esencialmente de invención cuya función es montar algo como un atelier de la vida. En
donde ésta, pueda ir ganando la forma que su creador quiera darle.

Estética porque permanentemente se busca abrir brechas para la creación de una


multiplicidad de nuevas formas de sentir, de amar, de pensar. Y esos encuentros producen
singularidades, como algo opuesto al régimen identitario de subjetivación. La identidad es un
concepto de circunscripción de la realidad a binomios de referencia: raza, sexo, edad, tipo
caracterológico, clase social. La singularidad es un concepto existencial que está siempre en el
gerundio, es aquello que estamos siendo, el modo como estamos respirando, sintiendo y
moviéndonos. El paradigma estético presupone que la creación en su estado naciente es lo que
constituye la potencia permanente y contingente de actualización, de devenir.

Política porque es una lucha contra las fuerzas en nosotros que obstruyen las
potencialidades del devenir. Es decir, apunta su crítica a las raíces sociales de la neurosis y a las
estructuras políticas que le sirven de apoyo. Política porque apunta a crear dispositivos analizadores
para las problematizaciones que nos atraviesan, para poder pensar como “acto peligroso”.
Política porque opera como un campo de encuentro de alteridades y de producción de diferencias y
nos va a permitir ser una singularidad en la multiplicidad, creando una nueva relación con uno
mismo en el actuar, en el pensar y en el sentir.

Toda clínica es política así como todo análisis es institucional. Fue Michel Foucault quien
mejor pudo descodificar y desterritorializar el cuerpo de lo biológico, de lo histórico y situarlo en
un lugar político. A diferencia de Karl Marx a quien interesaban más las redes de producción, a
Michel Foucault le interesaron las redes de poder/saber que diagraman los cuerpos.

A mitad de camino entre Marx y Foucault, Wilhelm Reich fue quien primero desarrolló una
tecnología clínica para analizar y desbloquear las marcas de lo social, de lo histórico y de lo político
en los cuerpos. Al igual que el trabajo que realizó Wilhelm Reich en la clínica individual, los
socioanalistas (René Lourau,
Georges Lapassade, Michel Lobrot, entre otros) lo continúan a nivel institucional.
El estudio bioenergético de las organizaciones, pone en juego que las organizaciones cerradas en sí
mismas están condenadas a la muerte, a excepción de que capten energía externa, teniendo
necesidad de flujos de energía gratuita que agotan sin ser capaces de regenerar. En las primeras
organizaciones en las que vivimos, nuestro deseo se inviste de orden y disciplina. En este nuevo
orden mundial, la organización capitalista no conoce más que una ley: la expansión o el
debilitamiento (y la expansión se realiza por una extracción previa y generalizada de energía). Así
como hablamos de cuerpos instituidos y cuerpos instituyentes también podremos hablar de energía
ligada (sociedad instituida) o energía libre (sociedad instituyente).

Poner en juego a nuestros cuerpos en un abordaje político y social implica un trabajo sobre
sí para la liberación de los cuerpos y las energías. Y la liberación del potencial humano desemboca
en forma ineludible en el problema de las estructuras y los dispositivos sociales.

En otras palabras, hacerse cargo del propio cuerpo, de su potencialidad en tanto sujeto
social, desemboca ineludiblemente en la necesidad de transformación de las condiciones sociales de
su dominio y de su explotación. El cuerpo es así siempre un campo de batalla. En las décadas de
dictadura vividas en nuestro continente, vimos que las mismas tuvieron un blanco preciso: el cuerpo

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(ya sea éste individual, grupal, institucional y/o social). Los cuerpos individuales, como los cuerpos
colectivos, fueron objeto privilegiado de las estrategias político-militares desplegadas en las
instituciones y en la vida cotidiana.

Esta operación tuvo una dimensión socio-histórica que es necesario precisar: la


sociedad en su totalidad fue afectada por esa modalidad de poder que operó sobre los cuerpos. Aun
en la actualidad, los cuerpos de los torturados de ayer siguen siendo memoria viva de los efectos de
ocupación del poder, transmitiéndose de generación en generación el fantasma de la repetición del
terror, reforzado políticamente por la legitimación de la impunidad. Si bien la tortura y la
desaparición se descargaron activamente en una minoría de la población, lo que esa minoría sufría
se inscribía en la corporalidad del resto de la población.

En “Las 3 ecologías” Félix Guattari focaliza el paradigma ético-estético-político, en


oposición a los paradigmas científicos, en los registros del medio ambiente, de las relaciones
sociales y de la subjetividad humana. De este modo, los cambios, envuelven una perspectiva
macropolítica, pero también deben comprender los niveles micromoleculares de la sensibilidad, de
la comprensión, de la pasión, componiendo nuevas praxis humanas.

Pensar el cuerpo como política en la contemporaneidad nos coloca delante de una lucha de
fuerzas, en donde el cuerpo ya no es pensado como una unidad, sino como el resultado de las
tensiones producidas por estos combates, por la expansión de las fuerzas. El cuerpo como campo de
batalla es un recorte de todas las fuerzas que componen su campo existencial. Fuerzas que, en
constante movimiento y lucha, van ganando y perdiendo territorios, haciendo y deshaciendo
conexiones. En cada movimiento de las conjugaciones de fuerzas, nuevos valores van ganando
lugar en la existencia, desplazando a otros ya viejos, fortaleciendo así nuevos territorios y
desmontando otros. Esta coexistencia transversal entre las distintas fuerzas produce, en
determinados momentos, nuevos regimenes de sensibilidad éticos-estéticos y políticos.
El carácter ético-estético-político de un cuerpo, de una clínica, de un encuentro, se produce a partir
de la multiplicidad de fuerzas que lo componen.

La clínica como pasaje implica poder crear un cuerpo para la sustentación del encuentro
Desde la concepción ético-estética-política aludida líneas arriba todo puede hacerse cuerpo a cada
instante.
Los cuerpos son constantemente afectados. Y lo que afecta a los cuerpos siempre es otro
cuerpo. Revoluciones imperceptibles de los cuerpos-afectos. Encuentro clínico como potencia de
diferenciación. Diferencia que produce diferencia y produce una marca intensiva en los cuerpos.
Producción que se hace consistente por el efecto de un encuentro entre cuerpos, sin un a-priori
que los defina por fuera de las relaciones que se conjugan.

En nuestros dispositivos de clínica social y de clínica bioenergética pensamos a


los cuerpos como formas provisorias, como expresiones más o menos bloqueadas que buscan
disponerse para el amor a la vida: cuerpos de pasaje.
Los cuerpos-pasaje son formas, provisoriamente atribuidas, que expresan posiciones éticas,
estéticas y políticas, y que buscan en el encuentro clínico inaugurar otro régimen de sensibilidad.

La potencia del dispositivo bioenergético consiste en crear modos de expresión y de


desbloqueo para aquello que nos afecta. Como veremos en el próximo capítulo es un dispositivo
que permite desarrollar, en la clínica, nuevos medios de intensificar las sensaciones, de explorar
otras velocidades: desacelerando la vertiginosidad contemporánea, desintensificando las marcas de
lo traumático, intensificando el placer y el gozo de vivir.

68
Es un dispositivo que nos permite procesar con prudencia una desterritorialización, procesar
de un modo delicado con la vida la emergencia de una línea de fuga, y que permite a los cuerpos, en
la intimidad del encuentro clínico, componer un lugar en donde habitar las intensidades.
Los cuerpos envueltos en este agenciamiento clínico acontecen y se despliegan en cada encuentro.
Traen sus marcas, el conjunto de experiencias vitales vividas, sus intensidades, sus sinsentidos, sus
sentidos sobrecodificados, sus saberes: todo en pequeñas partes desconectadas, pedacitos de vida
intensos y potentes.

En el dispositivo bioenergético, y desde la visión formativa de Stanley Keleman, pensamos a


los cuerpos como formas fijas y provisorias. Las formas fijas nos remiten a la historia personal, a la
memoria, a la conciencia. Las formas provisorias nos dan el carácter de pasaje y movimiento.
Desde esta perspectiva es que unimos a la clínica bioenergética con el esquizoanálisis.
A mi modo de ver fueron Gilles Deleuze y Félix Guattari quienes generaron una diferencia técnica
central en el trabajo clínico de la Clínica Social contemporánea. Para ellos en el trabajo clínico no
existe necesariamente una prestación de servicios convencionales. El esquizoanálisis (su paradigma
ético-estético de análisis e intervención) puede ser hecho por cualquier persona en cualquier
lugar. No es considerado como una ciencia o una disciplina sino como una nueva forma de pensar,
un modo de ser, una manera de vivir, una modalidad de análisis permanente, que busca introducir el
deseo en la producción y la producción en el deseo.

Para el esquizoanálisis un enunciado individual sólo tiene alcance en la medida en que


puede entrar en conjunción con agenciamientos colectivos que ya estén funcionando efectivamente.
Los síntomas van a ser vistos como regímenes de producción de un inconciente productivo. El
síntoma va a habitar un territorio existencial. El síntoma-camaleón, como dice otra colega brasilera,
muda de color en función de los agenciamientos en los que participa.

Trabajar con un síntoma, en esta conjunción entre la clínica bioenergética y el


esquizoanálisis va a remitir, más que a escenas del pasado, a todos los espacios en los cuales se es
capaz de hacer rizoma. Apertura para nuevos devenires, en sincronía con las diversas tonalidades
que se van adquiriendo en función de los territorios que habitamos.
Un abordaje bioenergético y social de las subjetividades contemporáneas. Una lectura
hegemónica de la obra de Wilhelm Reich enfatiza a la represión sexual como el factor determinante
de la patología de la condición humana: patología psíquica (el carácter neurótico); patología social
(el fascismo, y la degeneración burocrática y autoritaria de la revolución soviética); patología
orgánica (el cáncer y los trastornos psicosomáticos), etc. (Weinmann, 2003). El filósofo francés M.
Foucault (1987), en el primer volumen de su historia de la sexualidad problematiza tal concepción,
a la cual denomina “hipótesis represiva” proponiendo otra modalidad estratégica de pensar el poder
y las subjetividades contemporáneas. No obstante Foucault reconoce que toda forma de poder se
ejerce sobre los cuerpos.

De esta manera, tanto para Reich como para Foucault, el cuerpo es (en última instancia) un
campo de batalla: la superficie de inscripción de los acontecimientos (Gonçalvez, 2005). Usando la
metáfora deleuziana del pasaje de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control,
podríamos afirmar que este tránsito está marcando la emergencia de nuevos cuerpos, nuevas
estructuras mucho más fluidas, blandas y adaptativas, que vamos a ver en la clínica en sus formas
más fronterizas. Las sociedades de control ya no van a exigir los altos niveles de acorazamiento y
de rigidez necesarios para las sociedades disciplinarias, sino que los valores dominantes requeridos
van a estar diagramados por las tecnologías avanzadas, por la organización en red, por nuevos

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sentidos de iniciativa para vivir en crisis vertiginosas, por nuevas capacidades de asumir riesgos
calculados en situaciones de permanente incertidumbre e inestabilidad.

Flexibilidad, rapidez, levedad, multiplicidad, exactitud y visibilidad son las seis


condiciones con las que Calvino define a la subjetividad contemporánea. En este nuevo contexto las
subjetividades contemporáneas se descubren precarias e inciertas, cambiando por completo como es
vivida la experiencia de la desestabilización. Los movimientos de desterritorialización (Deleuze y
Guatarri, 1986, 1988) operan en el seno de las subjetividades con una velocidad vertiginosa y con
una figura rizomática. Todo se rizomatiza (Gonçalvez, 2005). La inmensa diversidad y
densificación de universos que se mezclan en cada subjetividad hace a sus figuras, a su estética, a
sus lenguajes, obsoletos muy rápidamente, convocándolas a un esfuerzo casi permanente de
reconfiguración. Este proceso es manejado por el capitalismo a las mil maravillas.

Para evitar tomar contacto con las fuerzas desterritorializantes y de desestabilización, la


subjetividad contemporánea olvida rápido, deletea, no toca lo que es demasiado difícil, cambia de
sentido para evitar el conflicto, construye vínculos virtuales y busca satisfacer sus necesidades en
objetos impersonales, intentando hacer que el script reconocible surja nuevamente.

Suely Rolnik (1995) define la construcción de un proceso de subjetivación de una forma


muy clara y didáctica: el contorno de una subjetividad se delinea a partir de una composición
singular de fuerzas cambiantes, construyendo un mapa particular de sensaciones. A cada nuevo
universo que se incorpora, nuevas sensaciones entran en escena y un nuevo mapa de relaciones se
establece, sin que cambie necesariamente la figura a través de la cual la subjetividad se reconoce (la
subjetividad formal). Con todo, en la medida en que los cambios de este tipo se acumulan, puede
tornarse excesiva la tensión entre dos partes de la subjetividad -la sensible y la formal-. En estos
casos la figura vigente pierde sentido desestabilizándose y creando un nuevo territorio o
reterritorializándose en otro. La subjetividad, en estos casos, tiende a ser tomada por una inquietud
que la impele a tornarse otra, de modo que pueda dar consistencia existencial para su nueva realidad
sensible.

Analicemos tres tipos de subjetividades que hemos cartografiado en los últimos quince años
en el ejercicio clínico:
1. Subjetividades Lixo / Subjetividades Luxo.
2. Subjetividades estresadas, desvitalizadas, anestesidadas.
3. Subjetividades delincuenciadas.

SUBJETIVIDAD LUXO / SUBJETIVIDAD LIXO: En un trabajo anterior –capítulo siguiente-, a


partir de la canción “Nem lixo, nem luxo” de Rita Lee, definí a dos subjetividades que creo que
marcan los principios de individuación contemporáneos: la subjetividad lixo -basura- y la
subjetividad luxo -lujo- (Gonçalvez, 2005).

Subjetividad Luxo: Esta es la subjetividad top del mercado social. Su existencia se construye
a partir de la necesidad de acumular, de tener, para poder performar. Son subjetividades “plásticas”
en donde su edición pasa por el culto a una imagen formateada que posibilita mantener el brillo de
una supuesta identidad estandarizada de elite. Es la subjetividad glamourizada y editorializada que
funciona como imagen de referencia y como sistema y parámetro de pertinencia, disciplinamiento
normativo y, simultáneamente, de consumo masivo.
Subjetividad Lixo: pensándose y midiéndose en relación a la subjetividad luxo, es la
experiencia aflictiva de estar fuera de los parámetros de dicha subjetividad. El sistema capitalista

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produce material e imaginariamente a la subjetividad lixo al constituir las subjetividades en relación
a una falta. La subjetividad lixo se estructura así en relación a lógicas de carencia y deficiencia,
generando un círculo vicioso de culpabilización por no tener. Son, por otra parte, aquellos modos de
existencialización que están obligados a convivir y reciclarse a través del lixo (aquello que es puesto
de lado por las lógicas de los modos capitalistas de producción).

Una existencia posible por la re-creación de lo que pierde vigencia y es lanzado fuera del
circuito del capital: se alimentan, se visten y viven a partir del lixo. Su estética, basada en la
construcción de cuerpos-reciclados, se transforma además en una usina de reciclaje para la auto-
producción de la vida, en las peores condiciones. Estas subjetividades oscilan pendularmente en el
socius, produciendo socialmente un miedo a la inadecuación, al desajuste, a la deselegancia, a la
exclusión, a la desadaptación, al colapso, auto-produciéndose en un sistema de jerarquías que
demarcan un territorio elite, con sus satélites y sus periferias.

Por más que uno se encuentre transitoriamente en uno de los polos (lixo o luxo) sufre de
miedo o ansiedad por deslizarse al otro polo, o de vergüenza o culpa por no poder estar,
aumentando crecientemente los niveles de estrés, fundamentalmente en las poblaciones más
urbanizadas.
La lógica lixo-luxo no sólo marca criterios de inclusión-exclusión en donde nunca sabemos
si estamos presos dentro de la existencia cotidiana o si estamos excluidos del sistema, en una
frontera dislocada entre salir y entrar, entre ansiar por lo gregario o apartarnos en soledad, sino que
también atraviesa la malla social a partir de múltiples figuras, algunas veces políticas, otras
estéticas, otras académicas, otras sociales, etc. (Gonçalvez, 2003). Cuando esta lógica capitalista
con su funcionamiento de mercado produce un temor agudo a la exclusión, implícitamente produce
un deseo de hegemonía, marcando una clara relación entre política y subjetividad.

SUBJETIVIDAD ESTRESADA, DESVITALIZADA, ANESTESIADA: En esta subjetividad las


personas se levantan de la cama, a la mañana, para reencontrarse horas después, de nuevo en la
cama, en un triste péndulo que oscila entre una vida vacía de deseo y un cuerpo agotado, cansado,
anestesiado y lleno de miedos.
Nos contentamos con poco, nos afectamos con poco, nos aproximamos poco: la vida se va
transformando en un régimen afectivo de la indiferencia, del aislamiento y/o de prepotencia urbana,
en donde la solidaridad, el apoyo mutuo, las matrices grupales de ser-en-grupo se van perdiendo en
un movimiento progresivo de despotencialización del deseo y de alienación social. Esta
subjetividad produce cuerpos deprimidos, ansiosos y medrosos. Y cuando aparece la fatiga, el
cansancio, la irritabilidad, el insomnio y la tensión fuerte del estrés, son un enemigo a ser
combatido con multivitaminas, hipnóticos, antidepresivos, ansiolíticos y/o anti-psicóticos de última
generación, o en otros casos con horas de televisión o chat, con programaciones neuro-lingüísticas o
con libros de auto-ayuda.

Esta subjetividad ansiosa, estresada, medrosa y anestesiada es la que deriva clínicamente en


el “síndrome de pánico”. La persona con pánico siente su organismo habitado por la desorientación,
por un peligro progresivo de pérdida de organicidad, que en cualquier momento puede derivar en un
enloquecimiento del cuerpo y quizás llevarlo a la muerte. Se siente enteramente impotente en
cambiar ese proceso ya que acontece imperceptiblemente en el secreto de sus entrañas, como si la
vida o la cordura se le escapasen de sus manos.

La resolución con que estas personas intentan encaminarse a través de su síndrome, tal como
se constata en la clínica, es la de no moverse a no ser que pueda estar acompañado, depositando así

71
su vida en las manos de un “acompañante” que le sirve de garantía externa. Una especie de cuerpo-
prótesis del cual necesita y puede disponer en caso de que el miedo a su propio cuerpo y a lo social
comience a desarrollarse. El pánico viene además de la mano de las subjetividades virtuales
(informáticas, de la industria de la información y de la comunicación) en donde cada individuo está
habitado, simultáneamente y a una velocidad cada vez más vertiginosa, por flujos del planeta
entero. Un paciente me contaba que, en una desterritorialización delirante, había logrado visualizar
cómo este movimiento cósmico e internacional se organizaba cada vez más intensamente, en
función de los intereses más variados y en las arenas invisibles del ciberespacio, en una guerra -
comercial, mediática, informática y territorial- entre distintas fuerzas, siempre políticas, históricas y
sociales.

En este contexto es que las figuras de la realidad subjetiva y objetiva tienen una vida cada
vez más corta, y nuevas figuras proliferan en una velocidad vertiginosa, en múltiples direcciones,
todas al mismo tiempo. Nuestros modos de subjetivación, cada vez más mutantes y consumistas de
imágenes, sonidos, datos y objetos, no consiguen acompañar ese proceso en la misma velocidad
en que se produce. Lo que en parte nos deja inhabilitados para operar en este nuevo ambiente, en la
medida en que se nos dificulta procesar estas nuevas velocidades de transformación.

Rolnik (1995) explica que es aquí cuando comienzan a producirse mutaciones en la


subjetividad. Las subjetividades contemporáneas aparecen como descentradas, divididas y
fragmentadas pero aun guardan las marcas de un pasado en que los territorios existenciales
funcionaban como garantía de orden y de eternidad. El malestar de la desestabilización de los
territorios existenciales, y la imposibilidad de metabolizar las nuevas velocidades de
desterritorialización, es vivido como algo traumático. Por ejemplo, por medio de estrategias
afectivas en donde se intensifican las pérdidas, las carencias y los fracasos.

El pánico es uno de los analizadores de la clínica contemporánea, en donde la persona queda


aterrorizada frente a la vertiginosidad, el caos, la incertidumbre y los desafíos de los movimientos
permanentes de desterritorialización, de pérdida y demolición de sentidos.
En el pánico la desestabilización es llevada a tal punto de exacerbación caótica que la
amenaza imaginaria de descontrol de las fuerzas (sociales, morales, psíquicas, pero
fundamentalmente orgánicas) parece precipitarse en cualquier dirección. El propio cuerpo biológico
puede de repente dejar de sustentarse en su organicidad y enloquecer en un movimiento de
autonomía: el corazón se dispara en taquicardia, el control psicomotor se pierde el enraizamiento se
debilita, los pulmones se niegan a respirar, los órganos tele-sensoriales se ven invadidos. La única
solución parece ser inmovilizar el propio cuerpo, acoplándolo a un cuerpo-prótesis de un Otro al
que se le pueda demandar una seguridad simbiótica y anestésica.

En este sentido se hace necesario reforzar, en una Clínica Social, una ética del sentir, del
encuentro, del acto y de la enunciación que oponga a los lazos centrados en ganar poder, lógicas
micropolíticas revolucionarias como la amistad o regímenes de afección como el amor desjerarquizado.

SUBJETIVIDAD DELINCUENCIADA, “MALANDRA”, “PLANCHA”:

Esta subjetividad, que desde un modelo jurídico-discursivo encarna la mutilación y la


violación del “derecho-ciudadano”, con una permanente reconfiguración de los “derechos
humanos”, se ha instalado en nuestro país en un proceso irreversible en donde se entrecruzan
antagónicamente discursos que van desde la “humanización de los castigos” a la “criminalización
de la protesta”.

72
La subjetividad delincuenciada por un lado puede robar, “rastrillar”, “arrebatar”, rapiñar,
aterrorizar, incluso torturar y matar a “ciudadanos indefensos”, invirtiendo así una aparente
inferioridad (fundamentalmente de clase –social-) transformándola en una supuesta superioridad
(“yo soy el fuerte, no tengo límites y vivo fuera de la ley, y vos por lo tanto me tenés miedo”, “yo
obtengo ilegalmente lo que vos conseguís trabajando”). Esta subjetividad constituida en base a la
prepotencia, a la sumisión y a la prevalencia de la ley del más fuerte, por un lado se despliega por
una necesidad de sobrevivencia y, por otro lado, como efecto de la glamourización de los poderosos
con la violencia dilemática que produce la subjetivación analizada líneas arriba (luxo/lixo).

La experiencia que sacamos en el equipo, luego de este inolvidable trabajo, fue que el SIDA
no sólo puede contagiar muerte, sino también solidaridad. Estas contaminaciones positivas que el
SIDA también produce desencadenó, en este caso, una red de solidaridad afirmativa cuya extensión
y variedad es una verdadera lección de micropolítica. Estas contaminaciones positivas producen
nuevos modos de contagiar que no son ni partidarios, ni religiosos, ni piadosos, ni culpabilizantes,
ni depresivos, ni resignados. Son micro-acciones de combate puntual contra las prácticas de
aislamiento social, con una consigna al mismo tiempo ética y política: harás todo para que el otro viva.

¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE LOS RIZOMAS?- Definidos brevemente los rizomas podrían
ser entendidos como aquellos sistemas de conexiones transversales que no tienen necesariamente un
núcleo que los centralice ni límites que lo rodeen. A diferencia del modeloárbol con raíces, círculos
concéntricos, ramificaciones y frutos, los rizomas pueden ser aéreos como un bananero,
subterráneos y superficiales como los yuyos de un baldío o una enredadera.

¿Qué podemos aprender de los rizomas en la clínica grupal-institucional,


en la clínica social, en psicología política?- Esta bella metáfora botánica que G. Deleuze y F.
Guattari (1988) oponen en la introducción a las Mil Mesetas15 al modelo del pensamiento
arborescente occidental, va a ser una excusa para hacer un esbozo conceptual que permita
desplegar estrategias subjetivas y colectivas de implicación vital. La metáfora rizoma nos va a
permitir, en su efectuación clínica, sustentar la vida en su movimiento de expansión.

Rizomatizar el pensamiento implica, necesariamente, tomar contacto con nuevas formas de


pensar. Una de ellas es la paradoja, que en un sentido deleuziano, no es necesariamente
contradictoria ya que trasciende la doxa, los binarismos y los encierros dialécticos. Puede tanto
habitar los dualismos, coexistiendo en ellos, como enfrentarlos, aunque no necesariamente
resolverlos. En este sentido lo importante para el pensamiento rizomático siempre va a ser crear un
problema y no resolverlo.

Un rizoma tiene múltiples conexiones, múltiples entradas y múltiples salidas. Cualquier


punto de un rizoma puede ser conectado a cualquier otro. El rizoma es un flujo abierto, transversal,
que puede desplegarse por el medio y por los bordes pero que no tiene necesariamente ni centro ni
límites. Los trayectos a recorrer grupalmente no siguen necesariamente la figura de la
línea, del círculo, o del espiral pichoneano. Una forma de pensarnos y de movernos
rizomáticamente en un grupo, es que varias figuras heterogéneas pueden acontecer, al mismo
tiempo en un mismo grupo, en un mismo setting y en un mismo encuadre, sin necesidad de
estar plegándose en una tarea común y sin derivar necesariamente en un mismo proyecto.
Este escenario es muy diferente del recorrido grupal arborescente que fija un punto y siguen un
orden de conexión, con vínculos pre-establecidos, y con sistemas de comunicación jerárquicos.

73
Si el “grupo-masa” producía en sus efectos una homogeneidad compacta y una
unidireccionalidad continua (pretarea-tarea-proyecto, indiscriminación discriminación-
síntesis), el grupo-rizoma permite desde otro registro deseante, dar cuenta de la multiplicidad
grupal, de las subjetivaciones colectivas singulares, y de nuevos efectos que se producen en las
grupalidades contemporáneas: la heterogeneidad conectiva, la dispersión centrífuga, la
multidireccionalidad compleja, etc.
En el “grupo-masa” la densidad absoluta de los emergentes verbales “leídos” desde la
coordinación, intentando (desde el señalamiento o la interpretación) darle sentido a una situación
grupal, caían en el peligro implícito de la abolición de las singularidades. Cuando trabajamos
grupalmente desde la perspectiva rizomática, la multiplicidad se va a configurar así polifónica y
polisémica. Las lógicas de sentido de las coordenadas verbales se unen con las corporales y
energéticas, y éstas se pliegan y despliegan con las sociales, con las económicas, con las políticas e
históricas.

De esta manera la subjetividad producida en los grupos (terapéuticos, de formación, etc.) se


colectiviza al mismo tiempo que se singulariza, evitando así transversalmente la sumisión del
colectivo y de las singularidades a totalidad alguna.

Si pensamos a los grupos-multiplicidad de Psicología Social como un dispositivo rizomático


quizás podamos descentrarlos de un lugar de objeto de conocimiento o de investimento pulsional,
para posicionarnos en el entramado de líneas de las muchas historias (individuales, colectivas,
institucionales) que en ellos se cruzan y circulan: líneas de visibilidad, de enunciabilidad, de fuerza
(poder-saber), de subjetivación (invención de los distintos modos de existir), etc. En este sentido el
grupo-rizoma como dispositivo, es un recurso privilegiado para la conexión más que de unidades o
totalidades, de procesos o “procesualidades”, como veremos más adelante.

La concepción rizomática de los grupos permite desplegar el potencial de lo grupal en varias


direcciones: intensificar los encuentros, crear nuevos modos de experimentación, dislocarse del
lugar de lo naturalizado, diseñar movimientos imprevisibles, arrastrar al pensamiento de lo actual a
lo impensado, desbloquear los discursos portadores de cristalizaciones y los afectos congelados en
territorios cerrados.
En mi experiencia con grupos y en mi trabajo en equipos siguiendo la modalidad de grupo-
multiplicidad he podido observar que la experimentación de mirar, escuchar y encontrarme con el
otro irradia la posibilidad de mirarnos, escuchar y encontrarnos con otros al zambullirnos en el
universo conectivo de las diferencias: otros modos de existencialización, otros contextos de
producción de subjetividades, otras lenguas para otros afectos, otros modos de experimentación,
otros olhares. En su dimensión más política, un grupo rizoma puede intensificar al máximo el
devenir-otro (S. Rolnik), en una subjetivación-zapatista: “Ya no serás tú, ahora eres
nosotros” / “Detrás de nosotros estamos ustedes”.

El grupo rizoma puede ser así un buen instrumento para irrumpir en aquello que se
encuentra bloqueado de crear, desmontando los códigos que procuran sobrecodificar todo a un
mismo sentido. Puede tensionar, mover para otro lugar, hacer conexiones, provocando otros
agenciamientos, nuevos sentidos. Está hecho de conexiones y al mismo tiempo produce otras.
Puede ser un dispositivo de análisis colectivo que no negándose a la molaridad de los modos
de funcionamiento, puede además poner en movimiento otros modos moleculares: inventando fugas
estéticas (otros modos de ser, mirar, pensar, escuchar, sentir, movernos), constituyendo otras formas
de búsqueda de la novedad a través de la creatividad, gozando ética y estéticamente en la
complejidad y riqueza de las experiencias, creando nuevas distancias entre los cuerpos que permita
desterritorializarlos de una pedagogía de la serialidad, de la masificación.

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Desde nuestra perspectiva rizomática la inclusión de la dimensión corporal es esencial para
potenciar las intervenciones clínicas o pedagógicas. Esta línea de experimentación y de trabajo la
venimos desplegando desde el principio de nuestra formación en los años 80, desarrollando una
línea de investigación docente en la Facultad de Psicología de la Universidad de la República desde
el año 1990. El cuerpo en una situación grupal desarrolla una potencia inventiva y creativa que
posibilita no reducir al inconciente a una sola forma de expresión. En el trabajo con los cuerpos el
poder del inconciente se manifiesta más allá del lenguaje verbal, desarrollando inevitable e
irreversiblemente nuevas sensibilidades (Gonçalvez, 1997). El grupo rizomático que integra la
dimensión corporal en un dispositivo dinámico puede desplegar así tres posibilidades creativas: la
invención, la experimentación y la procesualidad permanente.

En este sentido un buen axioma rizomático podría ser que toda tarea clínica consiste en
evitar la repetición. Es mucho más fácil crear porque nuestra vida es inédita. El aquí y ahora es
inédito. Y el aquí y ahora es lo que tiene que ser conquistado. De lo múltiple, sino a efectuarlo,
construyendo territorios existenciales consistentes en donde poder intensificar y sustentar los
deseos, las potencias y la vida.

Desde esta perspectiva el principio de la vida como bio-potencia (Reich, 1988) se opone a
los bio-poderes y a las bio-políticas (Foucault, 1996). Apropiarse del deseo como una producción
rizomática nos da la posibilidad grupal de llevar la vida para adelante, en una dinámica
siempre procesual.

Para poder dar cuenta de esta procesualidad en un rizoma debemos aprender a cartografiar
los flujos, las líneas y las estrategias deseantes. En una cartografía lo que hacemos es analizar las
líneas (de visibilidad, de enunciación, de fuerzas, de subjetivación) que se trazan en determinada
época en relación a determinado problema; pensando además, en sus múltiples entrecruzamientos y
en sus puntos de ruptura e inversión, qué lógicas de sentido aparecen. Quizás a diferencia de otros
dispositivos (como el psicoanalítico, por ejemplo), no se haga hincapié en los sentidos a ser
revelados, pero sí en los sentidos a ser creados.

En la dimensión corporal del grupo-rizoma el cuerpo personal es también un cuerpo


invisible e histórico, no menos real ni material, habitado por distintas fuerzas e infinidad de flujos
(Gonçalvez, 1996). A medida que vivimos vamos produciéndonos a nosotros y al mundo, en el
encuentro con los otros y con los acontecimientos. Tenemos distintos maneras de ser afectados por
los acontecimientos. Lo que me envenena en un momento dado, en otro momento puede ser mi
medicina; lo que me envenena a mí, para otro puede ser medicina. Y viceversa. Lo que para unos
puede ser traumático para otros puede ser liberador (una separación, por ejemplo). Lo que para uno
puede ser una apertura vital y un movimiento existencial de conexión para otros puede ser
un pasaje a la depresión o a la melancolía (un despido, por ejemplo).

¿Cómo vive cada uno esta procesualidad?- Probablemente para cartografiar esas procesualidades
necesitemos crear una clínica móvil, una clínica del movimiento, del acontecimiento, de la
multiplicidad, del desvío, de la deriva (Rodríguez Nebot, 2004). Y para ello no podemos prescindir
de la experimentación. Aunque sepamos que la experimentación necesita prudencia. No debemos
olvidar, desde el punto de vista clínico, que en cada territorio existencial existe un límite de
desterritorialización posible en cada momento. Esos límites son al mismo tiempo psicológicos-
corporales-energéticos, vinculares-relacionales, y sociohistóricos.

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En mi experiencia clínica de más de quince años he podido constatar que no hay un cuerpo
que no se pueda liberar, en alguna medida, de las tensiones que lo encarcelan y oprimen. En este
sentido libertario y rizomático existe siempre una conexión posible entre solidaridad y grupalidad.
La solidaridad grupal, el apoyo mutuo (P. Kropotkin) es una función inherente a un cuerpo (individual
o colectivo) que busca liberarse.

Más allá que definamos a la contemporaneidad como una sociedad disciplinaria (M.
Foucault), como una sociedad de control (G. Deleuze), como una sociedad de riesgo (L.
Gonçalvez), o como una superposición entre ellas ¿cuál es el sentido que le podemos dar a una
clínica social en lo contemporáneo?

Pensar la clínica en la contemporaneidad implica necesariamente experimentar y


problematizar las paradojas contemporáneas. Elijamos para analizar tres de estas paradojas que
hemos constatado en el trabajo clínico.

1er. paradoja: ¿Qué es lo que puede un cuerpo?


Spinoza nos propone esta pregunta como índice tanto de nuestra ignorancia como de nuestra
experiencia paradojal con nosotros mismos. Aquí está mi cuerpo: afirmación que nos lanza de
inmediato en la experiencia de la paradoja, ya que: ¿quién dice esto? ¿Quién afirma tener un
cuerpo? ¿Ese que afirma tener un cuerpo se aprehende como tal, siendo un cuerpo?
¿Ese que se dice ser un cuerpo se siente efectivamente en los límites de esta forma física? Al frente
de esta situación embarazosa, somos impelidos a asumir una de las dos alternativas: o nos
refugiamos en la solución cartesiana del dualismo, o asumimos ahí también la situación paradojal
de ser y no ser al mismo tiempo este cuerpo. Esta segunda alternativa se justifica por el hecho de
que si bien nos sentimos todo el tiempo encerrados en los límites de esta forma corpórea, siempre
tenemos la posibilidad de huir por la fuerza que, en nosotros, nos impulsa más allá de estos límites.

2ª paradoja: Conexión/Desconexión: todo se rizomatiza.


“Andar por el desierto acompañado”
Los flujos de capital, la tecnología y la ciencia, han alcanzado una velocidad de mutación
vertiginosa, transformando a todo en flujo. Esa apertura líquida, energética, puede ser también la
antesala de la captura. Vivimos un capitalismo conexionista, en red, con funcionamientos más
flexibles, ondulantes, abiertos, con contornos menos definidos y con conexiones múltiples (en suma
más rizomáticas) que producen un proceso galopante de desterritorialización permanente.
Trabajar en red ya no tiene garantías, ya que trabajar en red comporta el peligro en donde la
apertura puede ser también la captura de los procesos vitales. Todo se rizomatiza capilarmente: no
podemos dejar de constatar que el capitalismo habita nuestra clínica, nuestros cuerpos, nuestros
consultorios, nuestra carne.

ética que tenemos en el trabajo con redes?- Quizás pensando desde lógicas afectivas podamos
proponer, desde la Psicología Social, organizar y dar soporte a las “redes calientes” que puedan
ser una alternativa a las “redes frías” -la planificación globalizada de las lógicas del capital-. Esta
propuesta no pasa exclusivamente por oponer, en el plano macropolítico, un Foro Social Mundial
alternativo a la red fría del G8 del Capitalismo Mundial Integrado. Este proceso no es tan simple, y
como ya dijimos, no tiene necesariamente garantías.

3er. paradoja: Inclusión/Exclusión.

76
Al ser mercantilizadas todas las esferas de la existencia, hemos perdido el estatuto de
exterioridad. Aun así el capitalismo crea la ilusión de que se puede estar fuera o dentro y genera un
dualismo que Rita Lee describe como “lixo-luxo”. El “luxo” representa todo lo que promete el
capitalismo: el shopping del glamour, la belleza y el poder. El “lixo” representa todo lo que
queda por fuera: el shopping de la falta, la carencia y la exclusión. Al constituirse como
subjetividades, la subjetividad-luxo muestra sus mejores trazos narcisistas por la necesidad de
acumular, de tener, para poder realizar performances sociales, previamente formateadas y editadas.
Su preferencia pasa por la edición de un culto a la imagen que posibilita mantener el brillo de
una supuesta identidad glamourizada.

Es la subjetividad editorializada que funciona como imagen de referencia, como sistema y


parámetro de pertinencia, disciplinamiento normativo y, simultáneamente, de consumo masivo.
En oposición a éstas, la subjetividad-lixo representa la experiencia aflictiva de estar fuera de los
parámetros de la subjetividad-luxo -la subjetividad top del mercado social-.
Estas subjetividades oscilan en forma pendular en el imaginario social produciendo así un
miedo a la inadecuación, al desajuste, a la deselegancia, a la exclusión, a la desadaptación, al
colapso, auto-produciéndose en un sistema de jerarquías que demarcan un territorio élite, con sus
satélites y sus periferias.

La subjetividad contemporánea logra estructurarse en este dualismo (luxo/lixo,


inclusión/exclusión) en relación a la carencia, a la deficiencia, en un círculo vicioso de
culpabilización. El sistema capitalista produce un paraíso de la carencia, un shopping center de la
falta: es el reino de la culpabilización por no tener.
En este sentido, nunca sabemos si estamos presos dentro de la existencia cotidiana o si
estamos excluidos del sistema. Esta frontera dislocada entre salir y entrar, entre ansiar por lo
gregario (inclusión) o apartarse en soledad (exclusión) es una de las tendencias sociales que más he
tenido que analizar en la clínica.

Por eso, cuando clínicamente intentamos responder qué es lo que atraviesa a un cuerpo, no
podemos caer en el descrédito infinito. Ya le pasó a Freud (con todo respeto): su angustia por el
malestar de la civilización mostró el edipo que habitaba en él y que potencialmente también puede
habitar nuestra existencia: soy débil, soy impotente, estoy separado de lo que puedo, no consigo
acceder a la verdad. En ese momento de ausencias y de carencias infinitas es que nos
introducimos en una deuda impagable con nuestra existencia.

La Psicología Social Universitaria, creo que ha logrado crear otro territorio existencial.
Desde una concepción de producción deseante estratégica inspirada en W. Reich, en M. Foucault y
en los primeros trabajos conjuntos de Deleuze y Guattari hemos logrado trabajar desde una
perspectiva clínica en donde al deseo no le falta nada. El deseo, aquella atracción que nos lleva en
dirección a ciertos universos, y aquella repulsión que nos aparta de otros sin que sepamos
exactamente porqué, es una de las formas de expresión que creamos para dar cuerpo a los estados
sensibles que tales conexiones y desconexiones van produciendo en la subjetividad (Rolnik, 1996).

Esta formación conceptual, radicalmente distinta a la cosmovisión psicoanalítica, posibilita


otro registro de cómo “pararse en la cancha”. El modelo del psicoanálisis que define al deseo a
partir de una falta y de una carencia produce, en sus efectos, una operatoria política de castración
simbólica.

77
¿Porqué deberíamos suponer que deseamos lo que nos falta? El deseo no quiere algo fuera
de sí. El deseo quiere efectuarse a sí mismo en un punto: en la relación, en la abertura con el
mundo. El deseo es una obra abierta que crea nuevas percepciones, crea nuevos afectos, crea nuevas
sensaciones, crea nuevas ideas. En pocas palabras: el deseo desea crear nuevas formas de vida.

¿Cómo crear una vida que no esté prisionera de los valores dominantes
de una época?
¿Cómo crear una vida que invente sus propios valores, una vida
intempestiva -diría Nietzsche-, una vida actual -diría Foucault-, una vida en
acontecimiento y en devenir -diría Deleuze-?

Uno de los axiomas que ha regido mi trabajo en clínica social (Gonçalvez, 1999) es que no
hay una persona que no pueda vivir con más intensidad su vida. Porque con intensidad la vida es
una aventura creativa, sin intensidad es una lucha por sobrevivir. Y vivir no es ni sobrevivir (R.
Deshaye) ni meramente existir (Artaud).

LA CLÍNICA SOCIAL COMO ZONA DE RESISTENCIA- En el capítulo anterior definimos a la


Clínica Social como aquella clínica extensiva que se produce en la singularidad de cada encuentro o
de cada colectivo, ampliándose a todas las dimensiones que sea necesaria.

Para la Clínica Social tal cual la desplegamos en nuestra práctica, es importante el desarrollo
inmanente de una ética. Ética del deseo, del acto, de la enunciación, del encuentro y de la
cotidianeidad donde el problema fundamental sea comprender y fomentar los espacios expansivos
de la resistencia.
Para ello consideramos fundamental crear y desarrollar una definición positiva y afirmativa
del concepto de resistencia sin recurrir exclusiva y esencialmente a ninguna negatividad.
Resistir, para una Clínica Social, no es necesariamente resistir contra una situación, sino que puede
ser, más allá de esa necesidad inmediata, un acto de re-existencia, es decir de afirmar plenamente
nuestra existencia, produciendo nuevas singularidades.
Resisitr es re-existir. En la Clínica Social buscamos permanentemente producir
singularidades (individuales y/o colectivas), y las singularidades las podemos definir como
resistencias.
Por ejemplo, para la Clínica Social uno de los analizadores socio-históricos de los últimos
años es cómo en los movimientos sociales (desde Chiapas a Génova, pasando por Seattle, Buenos
Aires y Porto Alegre) se comenzó a cuestionar, con una intensidad irreversible, la legitimidad de las
viejas prácticas de lucha fundadas en la reacción frente a un determinado estado de cosas.
Quizás este analizador dé cuenta de la necesidad de pensar la dimensión política e
institucional más allá de las lógicas organizativas y partidarias, analizándolas a su vez al interior de
nuestras actividades y experiencias profesionales, pero sobre todo de nuestra propia vida cotidiana.
De ahí la necesidad de crear una visión afirmativa de la resistencia como una re-existencia. Resistir
es afirmar a cada instante la existencia. En un sentido deleuziano y foucaultiano la resistencia es
constituyente siendo el pliegue de la existencia.
En un sentido anarquista la existencia resiste. Y sólo existe en un constante proceso de
diferenciación, de singularización en relación a sí misma, ya que sólo existe plegándose y
desplegándose.
Obviamente esta definición sólo puede sustentarse si pensamos las subjetividades y los
procesos de subjetivación como multiplicidades. En el abecedario foucaultiano y deleuziano crear
es resistir. Resistir contra el enemigo: los fascismos, la explotación, el autoritarismo, la ocupación

78
por el Estado y el Capital de nuestras almas y de nuestros cuerpos. Pero resistir además implica un
pliegue de la resistencia sobre el sí mismo como el más puro acto de libertad.

Sabemos que una de las estrategias más eficaces de las sociedades de control es la captura y
que las nuevas formas de dominación política se centran en la producción de subjetividad
(instituida, reaccionaria, autoritaria, paranoica, micro y macrofascista, etc.). El capital se apropia de
la subjetividad en una escala nunca antes vista.
Uno de los problemas que confrontamos en la Clínica Social es cómo repensar el estatuto de
la exterioridad (Michel Foucault, Gilles Deleuze) en un momento en que ésta sufre una de sus más
asustadores reversiones.
En un afuera históricamente enclaustrado (por el fascismo, por el comunismo, por el neo-
capitalismo salvaje) se hace necesario repensar esta nueva situación para la cual parecemos
desarmados: un pensamiento sin afuera en un mundo sin exterioridad.

“nunca sabemos si estamos presos dentro de la existencia cotidiana o si estamos excluidos


del sistema. Esta frontera dislocada entre salir y entrar, entre ansiar por lo gregario o apartarse en
soledad es una de las tendencias sociales que más he tenido que analizar en la clínica”.

¿Cómo organizar zonas de resistencia desde una Clínica Social?


Desde la perspectiva reichiana sabemos que la movilidad constituye y define la salud. Uniendo la
concepción de W. Reich con la de G. Deleuze y F. Guattari, podemos pensar que las verdaderas
patologías son fundamentalmente de dos tipos:

a) las derivadas de la detención del movimiento; del bloqueo, de la


cristalización y coagulación de los estratos: las líneas de segmentaridad dura,
los clichés, los procesos de acorazamiento, etc.;

b) las derivadas de la disgregación y de la desestratificación brutal: las líneas


de abolición, el caos destructivo, los déficit de acorazamiento, etc.
Para la Clínica Social la salud podría definirse entonces como una línea
inestable de creación que pasa entre estos dos polos y que consiste en:
a) afrontar los riesgos de la experimentación, de la búsqueda de intensidad
para liberar la vida allí donde permanece aprisionada y acorazada;

b) devolver a lo disperso y a lo desvanecido, las fuerzas y formas, los procesos


de territorialización, de enraizamiento, de facing y de centramiento, que le
permitan retornar a la vida.

Uno de los preconceptos que quizás sigamos teniendo dentro de la psicología es creer que
las personas deben, ante todo o aun de manera exclusiva, transformarse psicobiológicamente para
que la situación social cambie. Este preconcepto lleva, a la hora de hacer profesionalmente la
clínica, un tabú sobre la acción colectiva y sobre la acción social.

Para la Clínica Social es radicalmente importante crear los soportes necesarios (internos y
externos) para que la vida sea sentida como pulsación (W. Reich) y como potencia (F. Nietszche).
En suma: resistir, re-existir, re-insistir en los modos afirmativos de combate y de análisis, quizás sea
una de las tareas más importantes que le corresponde a la Psicología Social Universitaria en la
actualidad.

79
El Panóptico fue la figura arquitectónica que desarrolló Jeremy Bentham (1748-1832) para
montar un dispositivo disciplinario perfecto, que permitiera a una sola mirada verlo todo
permanentemente. El Panóptico tenía una forma de anillo en el medio del cual había un patio con
una torre en el centro. El anillo estaba dividido en pequeñas celdas que daban al interior y al
exterior. En la torre central había un vigilante, y como cada celda daba al mismo tiempo al exterior
y al interior, la mirada del vigilante podía atravesar todas las celdas, ya que las mismas no tenían
ningún punto de sombra. Un sistema de persianas y postigones semicerrados, permitía a los
agentes exteriores espiar sin ser vistos la totalidad de lo que ocurría en el interior de la celda.

Este dispositivo podía ser aplicado a cualquier espacio posible de ser observado desde un
sólo punto (es decir, no sólo una cárcel, sino también un manicomio, una institución educativa, una
fábrica, etc.). Con un mínimo de costo económico resolvía (en un espacio apto para la vigilancia, el
examen y la sanción) un máximo de eficacia política. Dispositivo de ver sin ser visto: el panóptico
induce en el recluido un estado conciente y permanente de visibilidad que asegura el
funcionamiento automático del poder disciplinario.

Aislamiento, individualización y visibilidad: con esta sencillez Bentham dota a las


exigencias disciplinarias de un correlato arquitectónico adecuado. Posteriormente, Michel Foucault
demostró en sus investigaciones sobre el nacimiento de la prisión, que toda persona que esté
sometida a un campo de visibilidad, y que lo sepa, reproduce por su cuenta las coacciones del
poder.

Como analizador (histórico o artificial) las imágenes de GH (programa televisivo gran


hermano o big brother) nos dicen más sobre la sociedad que las mira que sobre ellas mismas.
El dispositivo satisface ampliamente dos grandes pulsiones propias del tercer milenio: la del público
por husmear cada vez más en la vida ajena y la de los participantes por exhibirse hasta las últimas
consecuencias.
Desde la arqueología audiovisual el dispositivo de GH muestra un archivo audiovisual
donde se anudan inextricablemente vigilancia y sumisión, exhibicionismo y voyeurismo.
El programa reproduce un dispositivo de control (policial, carcelario, militar) que da al tele-
espectador una sensación de dominio (reforzada por las cámaras infrarrojas, por las escenas
filmadas desde arriba, etc.), y al mismo tiempo, posibilitando desarrollar un sentimiento protector
hacia los prisioneros voluntarios (con el poder omnipresente de observar permanentemente las
acciones y los discursos de los prisioneros voluntarios).

Los creadores de GH es obvio que buscan conseguir dinero. Para obtenerlo utilizan a un
grupo selecto de chicos y chicas, listos para humillarse en público. Ellos quieren fama (la
motivación principal para estar presos en esta jaula de oro durante tres largos meses) y están
dispuestos a mostrarse. También buscan una recompensa material y la consiguen (retribución
mensual, contrato anual con Telefé que habilita sus previsibles apariciones futuras en ese medio,
etc.).
Pero quizás la recompensa simbólica no sea sólo la satisfacción narcisista de salir en
televisión, aunque más no sea en forma breve y efímera, sino convertirse en el personaje de un
relato, de una historia, de un guión. Al final todo se resume en una nueva producción de
subjetividad de los mass media: la fabricación barata de famosos.

La consigna mass mediática “La vida en directo” del GH argentino, no es otra cosa que la
pretensión de los medios (Terra, Direct TV, Telefónica, Telefé, Endemol) de hacer creer al
televidente que uno entra en su propia vida como en la pantalla, y viceversa.

80
Arqueología de la Mirada “Sonría lo estamos filmando”: toda sociedad tiene su diagrama
visual. Si en la generalización abstracta del modelo panóptico constatamos la extensión del sistema
disciplinario a todo el cuerpo social, el efecto político cotidiano de mayor peso quizás sea la
normalización del estado de sitio. Pequeño Gran Hermano: estamos fichados ya en el útero. Las
antenas del mercado se disparan en cuanto el técnico detecta nuestros primeros movimientos en la
ecografía de turno. Desde el estado embrionario comienza una cadena perfectamente engrasada de
máquinas de visión. Las cámaras de vigilancia como violencia técnica de las sociedades de control

Las cámaras de vigilancia omnipresentes son la metáfora de la sociedad de control


contemporánea. La sociedad se ha ido especializando en observar, en vigilar, en ver y en obligar a
la gente a ver.

Quizás la metáfora más fuerte de big brother sean las nuevas tiranías invisibles.
Probablemente al GH no le interese vigilar nuestros pasos, sino solamente programarlos. En gran
medida a GH no le interesa amargarnos la existencia; prefiere que vivamos felices e ingenuos,
consumiendo sin límite y sin pensar. La prisión más segura sigue siendo aquella en la que los presos
se creen libres. Allí queda conjurado el riesgo de una fuga o de una rebelión.

Los recorridos realizados en este ensayo no pretenden ser “representativos” de la juventud


montevideana en un sentido estadístico, sino sólo indicadores de algunas líneas deseantes y
trayectos intensivos que cruzan y agitan el enmarañado de microrredes relacionales barriales
y comunitarias, así como sus procesos de subjetivación inmanentes (singulares y colectivos).

La ciudad y su contexto urbano fue pesquisado como un espacio fluido, atravesado por redes
invisibles (Gonçalvez, 1997) en donde la noción de grupo y grupalidad de la Psicología Social vio
disminuida su importancia en beneficio del concepto de microrredes relacionales (Foucault, 1979).
Lo microrrelacional es así el lugar potencial en donde se procesa la interiorización de la
reproducción de las relaciones sociales, pero también puede funcionar como un lugar de resistencia a
los valores mayoritarios y dominantes formas:

a) a las llamadas barriales que espontáneamente se juntan en diversas


zonas de nuestra capital a lo largo de todo el año, y
b) al Desfile Oficial de Llamadas, aquellas llamadas institucionalizadas
organizadas por la IMM (Intendencia Municipal de Montevideo) que se realizan
todos los años en el mes de febrero en la fiesta tradicional de Carnaval.
En este trabajo nos focalizaremos en la primera forma citada.

A pesar de las distintas desterritorializaciones violentas sufridas a lo largo de su historia (sin


ir muy lejos en el tiempo, en los desalojos de la comunidad negra de los conventillos de
Mediomundo, Ansina y Gaboto, en la prohibición militar de realizar el Desfile de Llamadas por los
barrios Sur y Palermo) el candombe ha logrado, desde su resistencia ancestral afro-uruguaya,
construir una reterritorialización que podríamos denominar como hiperterritorialización en
movimiento: las llamadas del candombe.

Las llamadas barriales son el mejor ejemplo de territorialidad itinerante en donde el


nomadismo urbano siguiendo los trayectos conectivos de un punto a otro construye una inscripción
territorializada intensiva. Así como el capital impone una desterritorialización violenta a la
subjetividad, la subjetividad desterritorializada por el capital escapa a sus capturas en sus más
insospechadas direcciones (Pelbart, 2000). El candombe es un claro ejemplo (como micropolítica
móvil de producción de subjetividad) del devenir transhistórico que ha escapado a la “enfermedad

81
del hombre blanco” (tomado éste como modelo), proyectándose a través del tiempo sobre un mapa
de estados intensivos transgeneracionales.

Tal como lo expresa el musicólogo Luis Ferreyra (1997) los tambores negros y
mestizos son una herencia cultural uruguaya de base no europea que se adaptaron y resistieron,
creando alternativas expresivas a la dominación europea y luego criolla.

Lejos de pensarlo aquí solamente como un mecanismo de supervivencia o sobrevivencia, el


candombe se origina, crece y se expande, produciendo múltiples efectos positivos a lo largo de toda
su historia. Pensado positivamente como una resistencia, el candombe se transforma en una re-
existencia (Gonçalvez, 2002). Resistir para los tamboreros afrouruguayos en las difíciles
condiciones de la esclavitud y de la dominación del Montevideo antiguo, implicó
fundamentalmente re-existir: afirmar plenamente a cada instante su existencia, produciendo nuevas
singularidades.
Entendido por parte de la juventud como forma alternativa a la producción de subjetividad
uniformizante, el candombe se ha transformado, a través de las llamadas barriales, en una
resistencia a las relaciones de vecindad afectadas por el temor, la indiferencia y el rechazo del Otro.

El candombe se vivencia así como resistencia activa a la desertificación social. Resistencia


activa a aceptar pasivamente algo que se está perdiendo en las sociedades modernas: la capacidad
de encontrarse con otros. En este sentido el candombe es una revolución pacífica: un
“neotribalismo”, un reagrupamiento en red donde semanalmente se calienta el cuerpo social y se
refuerzan lazos comunitarios. A través de las llamadas el candombe reconstruye espacios públicos
barriales como espacios colectivos y como ejercicios colectivos. Enfatizando la importancia de los
espacios urbanos (desde una ética y una estética urbanas) promueve el renacimiento de la dimensión
pública de la ciudad, rompiendo de hecho con los modelos favorecedores de segregación y
aislamiento urbano, escapando además a los equipamientos serializadores y masificantes de la
globalización.
Candombe-rizoma que, siguiendo la metáfora botánica de Deleuze y Guattari (1980), se ha
expandido como una mancha de aceite por la mayoría de los barrios de Montevideo creciendo por
medio de conexiones transversales sin un núcleo que lo centralice ni límites que lo rodeen.
Podríamos pensar que parte de la potencia instituyente del candombe-rizoma, del candombe-
multiplicidad se realiza en la construcción de los espacios públicos como espacios potenciales de
libertad. Espiritualidad del cuerpo como experiencia de placer (Gonçalvez, 1997): el candombe es
uno de los dispositivos energéticos más poderosos del Montevideo urbano.

Como agitaciones micro-sociales y moleculares podríamos concluir que las llamadas del
candombe funcionan, (más que como fenómeno identificatorio o como un fenómeno de moda dentro
de la juventud montevideana que lo practica) como una experiencia social de contagio.
Quizás ahí esté el mayor efecto instituyente del candombe y su despliegue molecular como devenir
minoritario. Definiendo muy simplificadamente a los devenires como aquellos procesos de
desterritorialización de los sujetos que salen de las rígidas identidades personológicas (familiares,
institucionales, etc.) para entrar en líneas de fuga del orden social mayoritario (Deleuze-Guattari,
1980), podríamos decir que el candombe habilita un devenir negro en la sociedad montevideana.

Como subjetivación territorial, transversal y vibratoria, en el candombe se producen


agenciamientos colectivos de singularización que se arraigan en una nueva sensibilidad estética
(Guattari, 1992). A partir del encuentro creciente entre los jóvenes y el candombe se están
produciendo nuevas formas de sensibilidad. Y porqué no pensar que esa nueva sensibilidad que se
está insinuando, pueda llevar a una mutación, en la creación de nuevos territorios de vida. El blanco

82
que toca gozando el tambor, inconcientemente vive al negro e intuye al indio, aunque socialmente
no haya aun una enunciación fuerte en este sentido. Esta conexión es todavía algo secreto, mágico,
invisible que tiene un registro deseante muy fuerte, pero que aun no se puede descifrar
racionalmente. Y quizás desde una perspectiva libertaria deberíamos apostar a que en el candombe
se de la posibilidad de que el deseo emerja con su fuerza vital para revertir viejas relaciones de poder.

El candombe, al igual que muchos de los ritmos de nuestro continentes, sigue siendo un
canto para no matar la sensibilidad que aun queda en nuestros cuerpos, para re-singularizar el
sentido de la existencia (la soledad de la hipertecnologización) y para recuperar la corporeidad
como experiencia orgástica.
Parafraseando a Eduardo Galeano, podríamos decir que para la iglesia el cuerpo es un
pecado, para el psicoanálisis el cuerpo es una culpa, para la ciencia el cuerpo es una máquina, para
la publicidad el cuerpo es un negocio, y en el candombe el cuerpo puede decir: yo soy una fiesta.

Rolnik
La guerra de los géneros es una realidad, es un hecho que tiene su razón de ser. Las mujeres no tienen las
mismas posibilidades de desarrollo social que los hombres y por eso tienen que juntarse y pelear para
conquistar condiciones de igualdad. Entonces, sobre eso no hay nada especial que agregar, es
incontestable. Sin embargo, si examinamos la cuestión de la guerra de los géneros desde otra perspectiva,
el asunto se complica y ahí sí hay muchas cosas que considerar.

Reducir la subjetividad en torno a la idea de género tiene implicaciones que no son tan progresistas como
la lucha por la igualdad de derechos. Para poder seguir avanzando necesito explicar como entiendo la
subjetividad, en la actualidad habría que replantear la noción de subjetividad, la modernidad nos habitúo a
pensar la subjetividad solo a través de las formas en las cuales se expresa o se presenta: a través de la
manera en que uno se viste, relaciona, ama, tiene relaciones sexuales, vive, trabaja, arregla la casa. Este
conjunto de formas definirían un perfil de la subjetividad, a través del cual las personas se reconocen y son
reconocidas por otros. Pero existe otra dimensión de la subjetividad aquella donde cada subjetividad vive
inmersa en un entramado de universos específicos: políticos, culturales, sexuales, etc. esos universos
existen en la subjetividad bajo la forma de sensaciones. Cada sensación de un universo se relaciona con las
sensaciones de los otros universos que también pueblan la subjetividad.

Estos universos cambian a lo largo de la existencia algunos quedan, otros desaparecen, otros se integran, y
cuando eso sucede cuando se integra un nuevo universo, lo hace a través de las sensaciones que se
relacionan con las que ya estaban ahí. En esta relación se produce una composición de relaciones donde va
a cambiar la fuerza y la intensidad de cada sensación y se van produciendo nuevos estados sensibles que
también van a ir cambiando. En la medida en que cambia la fuerza de cada sensación, se va modificando
también el estado general sensible de la subjetividad. Este proceso es ineludible, no hay como no vivirlo en
la medida en que uno está vivo.

En la contemporaneidad el proceso se ha intensificado muchísimo. La cantidad y la variabilidad de


universos que habitan cada subjetividad es hoy mucho mayor que hace dos siglos. Esto hace que se tornen
más presentes esas sensaciones de extrañamiento por las que estamos atravesando. Una persona está muy
bien y de un segundo para otro, de repente, está totalmente trastornada y no sabe por qué. No parece

83
haber nada objetivo. Nada ha cambiado. Sin embargo, algo pasó de un umbral y cambió todo, al punto que
nada más tiene sentido.

Las maneras de vivir esta situación son innumerables, no se puede seguir pensando en términos de
identidad, sin embargo hemos sido formados para pensarnos en términos identitarios. Por eso vivimos esos
extrañamientos de forma tan intensa. Una sola existencia no es suficiente para vivir un cambio tan
acentuado y ello hace que uno se sienta tan extrañado casi todos los días, y a veces varias veces por día. Si
tenemos como referencia para la organización de la subjetividad ese viejo régimen identitario, entonces
vivimos esas experiencias de extrañamiento como si algo nos faltara para estar completos, para sentirnos
bien y estables es una identidad. Esa falta puede traducirse como una sensación de incompetencia, de falta
de inteligencia, fracaso, patología o locura.

Toda esa situación es vivida con culpa porque tomamos como referencia al modelo identitario. Desde esa
mirada no sentirse integrado es vivido como falla, y por lo tanto con culpa. La mayoría de las personas
harán todo lo posible para anestesiar los universos de las sensaciones y para poder sostener una ilusión
identitaria.

La mayor parte de las personas quieren ubicarse en la última nueva órbita que se está organizando. Por
temar muchas veces, a quedar fuera de órbita. Tanto por la cantidad enorme de universos como por la
propia lógica del capital, las figuras se deshacen muy rápidamente, pero en vez de abrir una posibilida de
creación individual y colectivo interesante uno interpreta la experiencia, desde un lugar identitario, como
que algo le falla y siente la necesidad de reorganizarse gracias a los nuevos kits de identidad pret- a-porter,
en vez de inventar nuevos modos de existencia por los que la vida pueda expandirse creativamente.

Otra característica de nuestra época es que las identidades locales se pulverizan, pero la tendencia es
ocupar rápidamente su lugar con identidades globalizadas, que sirven para los chinos, portugueses, etc.
desde el punto de vista de los procesos subjetivos, reivindicar el género puede funcionar como una actitud
defensiva contra esa sensación de extrañamiento, y por lo tanto contra la procesualidad. Desde esta mirada
es que el lema género puede ser visto como otro modo de la cuestión de la adicción al régimen de
identidad.

Nuestra sociedad continúa funcionando con la referencia identitaria para organizar la subjetividad,
entonces lo que hacemos cuando funcionamos con esa referencia es buscar representaciones, figuraciones,
a través de las cuales nos podemos reorganizar. Como éste es el modelo predominante, aparece como una
especie de toxicomanía a adicción a la identidad, algunas drogas para ello son: libros de autoayuda,
terapias que prometen eliminar el malestar como la neurolingüística, que es un conductismo de última
generación, las drogas propiamente dichas ej: cocaína, etc. o las de la industria farmacéutica.

Dentro de mi perspectiva lo que habrá que plantear es que lo que debe ser combatido es el propio régimen
identitario de organización de la subjetividad, y no las identidades globales flexibles o las locales en nombre
de una pulverización que sería la posición nihilista, fascinada por el caos indiferenciado. Esta perspectiva,
basada en la complejidad, no es una abstracción sino que se está gestando y elaborando en el entramado
social, está ahí como movimiento.

Para metabolizar la situación que estamos viviendo en los subjetivo, es necesario que la subjetividad no se
organice a partir de figuraciones previas a ser consumidas sino que se requiere desarrollar toda una nueva
forma de escuchar- que debe ser construida, que no existe aún- el plano de las sensaciones, de la

84
subjetividad, que se puede llamar plano del inconsciente-. Una escucha para esa dimensión, para ese plano
de la realidad, implica poder comenzar a soportar el extrañamiento sin sentido dramáticamente como la
falta de algo, como si uno estuviera delante de un peligro de enloquecimiento o de muerte. A partir de ahí
y de lo que emerge del estado sensible, crear con los recursos que cada individuo o grupo dispone nuevas
formas de ser en el mundo que hagan que estos estados sensibles encuentren maneras de expresarse y que
la vida pueda seguir su flujo, su curso. En la medida en que se mantenga la referencia identitaria, es la vida
del colectivo como un todo la que se bloquea.

Una persona que toma antidepresivos, o ansiolíticos pareciera que de la imagen de ser muy moderna, que
es capaz de administrar sus procesos. Que sabe que necesita más serotonina o melatonina o lo que sea
para salir de una fragilización y retomar su forma. Entonces sale de escena el por “normal o anormal” entra
en escena la cuestión de la fragilización. Creo que la experiencia más significativa de desvanecimiento de
sentido, que es vivida como fragilización, es lo que la psiquiatría denomina “síndrome de pánico”. Yo no lo
tomo como un síndrome, sino como una experiencia subjetiva muy común en la contemporaneidad.

Modulo 3

Edgar Morin- la noción del sujeto

La noción del sujeto es una noción extremadamente controvertida. Desde el principio, se


manifiesta en forma paradojal, es a la vez, evidente y no evidente. Por un lado es obvia ya que en
todas las lenguas hay una primera persona del singular pero también es una evidencia a la reflexión,
tal como lo índico Descartes: si dudo, no puedo dudar de que dudo, por lo tanto pienso, es decir que
soy yo quien piensa. Es en ese nivel donde aparece el sujeto.

Dios aparece como la subjetividad absoluta, en muchas filosofías y metafísicas, el sujeto se


confunde con el alma, con la parte divina o al menos con lo que en nosotros es superior, ya que en
él radica el juicio, la libertad, voluntad moral, etc. pero si se lo considera desde otro lado, ej: desde
la ciencia, solo observamos determinismos físicos, biológicos, sociológicos o culturales, y en ea, el
sujeto se disuelve.

Descartes vio que había 2 mundos, uno que era relevante al conocimiento objetivo,
científico: el mundo de los objetos, y otro, un mundo que compete a otra forma de conocimiento, un
mundo intuitivo, reflexivo: el mundo de los sujetos. Por un lado el alma, espíritu, la sensibilidad,
filosofía, literatura, por otro lado las ciencias, técnicas, matemáticas. Vivimos dentro de esa
oposición. Es decir que no podemos encontrar el menor sostén para la noción de sujeto en la ciencia
clásica. Esta siempre excluyó al observador de su observación y al pensador, el que construye
conceptos, de su concepción, como si fuera prácticamente inexistente o se encontrara en la sede de
la verdad suprema y absoluta.

85
S. XX- se ha expulsado al sujeto de la historia, se han eliminado las decisiones,
personalidades, para solo ver determinismos sociales. Se puede decir en determinado momento y
cada uno a su forma, liquidaron a la vez la noción de hombre y de sujeto, adoptando la inversa de la
famosa frase de Freud: ahí donde está el ello debe advenir el yo. Según la visión estructuralista y
cientificista, ahí donde está el yo, hay que liquidarlo, debe advenir el ello.

Sistemáticamente, yo no hablo de auto-organización sino de auto-eco-organización, en


función del principio de von Foerster según el cual la auto-organización es dependiente. Y claro
está, sabemos que depende de nuestro medio ambiente, ya sea biológico, meteorológico,
sociológico o cultural. Es posible concebir cierta autonomía en las máquinas artificiales. Un aparato
de calefacción central, ej produce mediante un dispositivo de retroacción, autonomía térmica, eso
permite que un ambiente pertenezca a la misma temperatura, ya sea que en el exterior haga frío o
calor. El organismo tiene un sistema de regulación mucho más complejo y rico que le permite la
homeostasis es decir valores constantes de temperatura, de PH de todos los elementos que
constituyen el medio interno. Pero hay diferencia entre la máquina y el organismo vivo, ya que esa
autonomía depende no solo de la energía, combustible que se le suministra desde el exterior sino del
ingeniero humano que repara la maquina cuando esta falla. Y los vivos tienen capacidad de
autorrepararse y autorregenerarse sin cesar, según un proceso que llamo de organización recursiva,
una organización en la que los efectos y productos son necesarios por su propia causación y
producción, una organización en forma de bucle. He aquí algunas bases conceptuales para la noción
de autonomía, que deviene muy importante cuando se trata de una organización viviente.

Noción de individuo- según las perspectivas desde las cuales se nutre, o bien la especie
desaparece y el individuo ocupa todo nuestro campo conceptual o por el contrario, es el individuo el
que desaparece, se vuelve contingente, mortal, efímero y es la especie que atraviesa el tiempo la que
tiene verdadera realidad. A veces prima una noción y a veces otra, pero en el fondo de lo que se
trata es de registrar la paradoja.

Podemos concebir la relación especie- individuo según ese proceso recursivo del que he
hablado. El individuo es evidentemente un producto, es el producto, como ocurre con todos los
seres sexuados, del encuentro entre un espermatozoide y un óvulo, es decir, de un proceso de
reproducción. Pero ese producto es él mismo productor en el proceso que concierne a su
progenitura, somos productos y productores en el ciclo rotativo de la vida. Asimismo, la sociedad es
sin duda el producto de interacciones entre individuos. Estas crean organizaciones que tiene
cualidades propias, en particular el lenguaje y la cultura. Y estas retroactúan sobre los individuos
desde que nacen al mundo. Esto significa que los individuos producen la sociedad, la que produce a
los individuos. El individuo es un sujeto incierto. Podemos así comprender la autonomía del
individuo pero de una manera extremadamente relativa y compleja.

Nos falta ahora la noción de sujeto. Debemos llegar a la noción de individuo- sujeto y por
supuesto esa noción implica a la vez autonomía y dependencia. La definición del sujeto supone la
autonomía-dependencia del individuo, aunque no se reduce a eso.

La bacteria computa por cuenta propia, por sí misma y para sí misma, es decir que está
animada por autofinalidad, se hace ella misma para sí misma, es el Fur sich del que hablaba Hegel.
Eso es el computo. El cogito cartesiano aparece más tarde, para el cogito se requiere un cerebro
desarrollado, lenguaje y una cultura. El computo podemos decir que es necesario para la existencia
del ser y del sujeto. La bacteria si deja de computar muere, no puede producir los elementos que la
constituyen. ¿qué significa “computo para mí misma?, significa: me pongo en el centro del mundo,

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en el centro de mi mundo, del mundo que conozco, para tratarlo, para considerarlo, para realizar
todas las acciones de salvaguardia de protección, defensa, etc. Aquí es donde aparece el sujeto con
el computo y con el egocentrismo, donde la noción de sujeto está indisolublemente unida a ese acto
en el que no sólo se es la propia finalidad de sí mismo, sino que también se es autoconstitutivo de la
propia identidad.

La bacteria puede tratar a sus moléculas de manera objetiva, a la vez que sigue siendo un ser
animado por su subjetividad auto-organizativa. Y agregaría que el mí, que es la objetivación del
individuo sujeto, remite al sí, que es la entidad corporal. En el sí están incluidos el yo y el mí. En
efecto, hay un juego complejo entre esos términos que son a la vez idénticos y diferentes: yo, mí, sí
mismo. La bacteria ignora pero esa especie de principio informativo “ yo soy mí misma” está
grabado en ella, de lo contrario ella no podría existir, no podría tratarse a sí misma.

Como la auto-organización es de hecho auto- eco-organización , de igual modo la


autorreferencia es auto-exo-referencia, es decir, que pare referirse a sí mismo hay que referirse al
mundo externo.

Tenemos pues, un sistema basado en la diferencia entre el sí y el no-sí y evidentemente en la


distribución del valor de salvaguardia del sí y de rechazo del no-sí.

Tenemos la ilusión de poseer una identidad estable, sin darnos cuenta de que somos muy
diferentes según los humores y pasiones, según que amemos o que odiemos y según el hecho (pero
esto es otro capítulo) de que todos tenemos una doble, triple, múltiple personalidad. El yo realiza la
unidad, aquí tenemos un segundo principio de identidad.

Hay 2 principios subjetivos asociados: el de exclusión y el de inclusión. Los lingüistas han


señalado que cualquiera puede decir “yo” pero que nadie puede decirlo por mí. Es decir que yo es la
cosa más corriente, pero al mismo tiempo es una cosa absolutamente única.

El principio de exclusión es inseparable de uno de inclusión que hace que podamos integrar
en nuestra subjetividad a otros diferentes de nosotros, a otros sujetos. Podemos integrar nuestra
subjetividad personal en una más colectiva: nosotros. Nuestra progenie, ej: nuestros padres, forman
parte de ese círculo de inclusión. Forman parte de nosotros y nosotros formamos parte de ellos,
subjetivamente. A menudo se producen conflictos entre el principio de exclusión y el de inclusión.
Hay una ambivalencia entre el principio de inclusión y exclusión, esta que nosotros mismos
experimentamos, según las condiciones con respecto a nuestros prójimos, a nuestros parientes, a la
gente con la que estamos ligados subjetivamente. El sujeto humano puede oscilar entre el
egocentrismo absoluto, es decir el predominio del principio de exclusión y la abnegación, el
sacrificio personal, de inclusión.

Hay un tercer principio el de intercomunicación con el semejante, el congénere, y que de


algún modo deriva del de inclusión. Lo vemos ya en las bacterias. Se ha observado un fenómeno
que en un primer momento se consideró como una manifestación de la sexualidad de las bacterias,
porque una de ellas se acercaba a otra y emitía una especie de canal, pedúnculo a través del cual
penetraba en la bacteria hermana y la inyectaba un poco de ADN.

La intercomunicación existe, entonces en el mundo unicelular en el mundo vegetal y por


supuesto no necesito dar ejemplos, en el animal. Entre los humanos se plantea la paradoja, ligada

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por lo demás al juego dialéctico de los principios de inclusión y exclusión, de tener mucha
comunicación y mucha incomunicabilidad. Pero al menos tenemos la posibilidad de comunicarnos
nuestra incomunicabilidad, lo que efectivamente permite complejizar el problema de la
comunicación.

Ya podemos definir al sujeto como una cualidad fundamental propia del ser vivo, que no se
reduce a la singularidad morfológica o psicológica puesto que, como dijimos, 2 gemelos idénticos
psicológica y morfológicamente son 2 sujetos diferentes. Es una cualidad que comprende un
entrelazamiento de múltiples componentes. Como el individuo vive en un universo donde existen el
azar, incertidumbre, peligro y la muerte, el sujeto tiene inevitablemente un carácter existencial.
Lleva en sí la fragilidad y la incertidumbre de la existencia entre el nacimiento y la muerte.

El desarrollo de la afectividad está relacionado al desarrollo superior del sujeto. Para los
humanos la característica afectiva de la subjetividad será algo permanente, pero no es la única que
está unida a las características egocéntricas y altruistas de las que hablé antes. El individuo-sujeto
puede tomar conciencia de sí mismo a través del instrumento de objetivación que es el lenguaje.
Vemos aparecer la conciencia de ser conscientes y la consciencia de sí en forma claramente
inseparable de la autorreferencia y de la reflexibilidad. Es en la conciencia donde nos objetivamos
nosotros mismos para resubjetivarnos en un bucle recursivo incesante.

La libertad es la posibilidad de elección entre diversas alternativas. Ahora bien, la libertad


supone 2 condiciones, primero una interna, la capacidad cerebral, mental , intelectual necesarias
para considerar una situación y poder establecer sus elecciones, apuestas. En segundo, las
condiciones externas en las cuales estas elecciones son posibles.

Existe en nuestra subjetividad humana ese lugar habitado por las nociones de alma, espíritu,
animus, anima y tenemos el sentimiento profundo de una insuficiencia del alma que solo puede
llenar el otro sujeto. Y en el fondo, con la relación de amor, en el sentimiento de amor, está la idea
de que el otro nos restituye a nosotros mismos la plenitud de nuestra propia alma, permaneciendo
totalmente diferente de nosotros mismos. Es nosotros aún siendo otro.

Por lo que descartes hizo implicaba el computo, su cogito necesita de un computo, en cuanto
a nosotros mismos nuestro cogito, es decir nuestra conciencia de sujeto, necesita del computo
fundamental que los millones de células de nuestro cerebro hacen emerger sin cesar de sus
interacciones organizadoras y creadoras. Dicho de otra manera, no hay cogitación (pensamiento) sin
computación. O sea no hay cogito sin computo.

La tragedia del sujeto tiene 2 principios de incertidumbre, el primero: el yo no es ni primero


ni puro, el coputo no existe fuera de todas las operaciones físico-químico-biológicas que
constituyen la auto-ecoorganización de la bacteria. El computo no llegó desde el cielo hasta la
bacteria, todas las dimensiones del ser son inseparables, el computo es necesario para la existencia
de la bacteria, la cual es necesaria para la existencia del computo. El computo surge de algo que no
es computante, cuando hablo al mismo tiempo que yo hablamos “nosotros”, nosotros, la comunidad
cálida de la que formamos parte. Se habla, algo anónimo algo que es la colectividad fría. En cada
“yo” humano hay algo del nosotros y del sé. Pues el yo no es puro y no está solo ni es único. Si no
existiera el se, el yo no podría hablar. Y luego está el ello que habla, los que no ven más que yo
anulan el sé y el ello. Mientras la concepción compleja del sujeto nos permite enlazar
indisolublemente el yo al nosotros, al sé y al ello. Pero aquí se presenta el principio de

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incertidumbre porque nunca sé exactamente en qué momento soy yo quien habla, si no soy yo
hablado, si no hay algo que habla por mí, más fuerte que yo, en el momento en que yo creo hablar.
Entonces siempre tenemos incertidumbre.

El segundo principio de incertidumbre y es que el sujeto oscila, por naturaleza, entre el todo
y la nada. para sí mismo el es todo. Estamos divididos entre egoísmo y el altruismo. En un
momento dado somos capaces de sacrificar ese tesoro por algo que contenga una subjetividad más
rica, o aún por algo que trascienda la subjetividad y que podríamos llamar la verdad, la creencia en
la verdad.

La paradoja de la condición de individuo-sujeto. La muerte, para cada sujeto, es el


equivalente a la muerte del universo. Es la muerte total de un universo. Y a la vez, esa muerte revela
fragilidad, el casi nada de esa entidad que es el sujeto. Pero al mismo tiempo somos capaces de
buscar esta muerte, horror, cuando ofrecemos nuestras vidas por la patria, humanidad, dios, por la
verdad.

Para concluir, debemos hacer toda una reconstrucción conceptual en cadena para concebir la
idea de sujeto. Porque si no partimos de la organización biológica, de la dimensión cognitiva, de la
computación, del computo, del principio de exclusión, identidad, etc no llegaremos a enraizar el
concepto de sujeto de manera empírica, lógica como fenómeno. En un principio que, de manera
paradójica, es mucho más lógico que afectivo. Es una estructura organizadora. Y creo que esta
noción de sujeto nos obliga a asociar nociones antagónicas: la exclusión y la inclusión, el yo, ello y
el se. Para esto es necesario lo que llamaré un pensamiento complejo, es decir un pensamiento
capaz de unir conceptos que se rechazan entre sí y que son desglosados y catalogados en
compartimentos cerrados. Sabemos que el pensamiento compartimentado y disciplinario aún reina
en nuestro mundo. Este obedece a un paradigma que rige nuestros pensamientos y nuestras
concepciones según los principios de disyunción, de separación, de reducción. Sobre la base de
estos principios es imposible pensar el sujeto y asimismo pensar las ambivalencias, incertidumbres
y las insuficiencias que hay en este concepto, reconociendo al mismo tiempo su carácter central y
periférico, significante e insignificante.

Pienso que este es el trabajo que hay que hacer para que emerja la noción de sujeto. De lo
contrario, solo seguiremos disolviéndolo o trascendentalizándolo, y no llegaremos a comprenderlo
jamás.

Construcción de la subjetividad en la exclusión. Giorgi

La psicología en sus diversos desarrollos ha enunciado un conjunto de principios explicativos del


comportamiento y la subjetividad humana que pueden considerarse de alcance universal. Pero no
podemos desconocer que cada época, cada cultura y cada enclave social proporciona imágenes, valores,
modelos, zonas de permisibilidad y de prohibición; habilita experiencias y produce significados en torno a
ellas, todo lo cual contribuye a la producción de una subjetividad singular. Esta postura se articula con los

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enfoques ecológicos actuales que proponen al sistema de interacciones conformado por el ser humano y su
entorno como una unidad de análisis inseparable.

Producción de subjetividad y prácticas sociales- Entiendo por "producción de subjetividades" las diferentes
formas de construcción de significados, de interacción con el universo simbólico-cultural que nos rodea, las
diversas maneras de percibir, sentir, pensar, conocer y actuar, las modalidades vinculares, los modelos de
vida, los estilos de relación con el pasado y con el futuro, las formas de concebir la articulación entre el
individuo (yo) y el colectivo (nosotros). Es parte de los procesos de autoconstrucción de los seres humanos
a través de sus prácticas sociales
Podemos identificar conjuntos de prácticas sociales especialmente eficientes en la modelación de la
subjetividad.
• El lugar asignado al sujeto en el universo simbólico del grupo de referencia y las prácticas
discursivas que a partir de el se construyen.
• Las prácticas, modelos y matrices de relación que predominan en el ámbito privado (familia,
microgrupo).
• Prácticas y matrices vinculares predominantes a nivel público (instituciones).
• Criterios de prohibición y permisibilidad, derechos y obligaciones asignadas al sujeto desde el
sistema normativo.
• Imágenes, modelos y valores que circulan a través de los medios masivos de comunicación.
Estas "prácticas" y "discursos" operan sobre la producción de subjetividades a través de tres mecanismos
básicos y complementarios:
• Asignación—asunción de roles y lugares.
• Modelación que incluye tanto "modelos" que alimentan el proceso identitario como "matrices
vinculares" que modelan estilos de relación.
• Aprendizaje que hace a los efectos de las experiencias vitales sobre las estructuras actitudinales de
los sujetos.

Los modelos, experiencias y contenidos culturales con que las personas cuentan para alimentar y sostener
su proceso identitario provienen de: las redes sociales, las tradiciones culturales, los niveles de integración
laboral y educativa así como las modalidades de ejercicio de la ciudadanía y las políticas públicas.

Entendemos por redes sociales al entramando de relaciones de diversa naturaleza a través del cual se
producen diferentes intercambios e interacciones relativas a las necesidades humanas.
Estas redes varían de un sujeto a otro, de un grupo a otro en su amplitud, riqueza, fortaleza, diversidad,
constituyendo parte de los "recursos" con que las personas cuentan para afrontar las situaciones
problemáticas propias de su existencia. Ellas aportan modelos y matrices vinculares que sostienen los
procesos identitarios a través de asignaciones, experiencias, códigos que expresan al sujeto que él es
alguien para los otros y que a su vez esos otros son alguien para él.
Se operan así procesos de afiliación e inscripción que mantienen al individuo dentro de un cierto espacio
social de referencia. Su ruptura o desafiliación es un paso determinante en los procesos de exclusión.

En la producción de subjetividad la cultura adquiere una especial importancia como articuladora entre lo
individual y lo colectivo, lo psicosimbólico y lo sociohistórico. Posibilita la inscripción del sujeto en una
tradición que lo trasciende y de la cual derivan ciertos "enunciados identificatorios".

90
Dichos enunciados son juicios de contenido valorativo provenientes de las figuras parentales y retomadas
por otros protavoces del discurso social que atribuyen a los sujetos de las nuevas generaciones un lugar y
un destino social. Expresan en forma codificada cuales deben ser sus valores de referencia y sus
comportamientos deseados y esperados por el grupo, lo que orienta la construcción de un "proyecto de
vida" (proyecto parental, proyecto social, proyecto personal).

En situaciones de crisis y ruptura de las tradiciones culturales los enunciados transmitidos por las
generaciones anteriores pierden fuerza. Incluso los adultos -encargados de transmitirlos- ya no creen en
ellos ni los toman en cuenta al orientar sus propias vidas.
A nivel de los sectores populares asistimos a una verdadera disolución de la "cultura obrera" que durante
todo el pasado siglo sostuvo imágenes, valores y modelos de vida que operaron como sostén de procesos
de construcción de identidades y como factor de fuerte inclusión social.
Hoy ese "mundo del trabajo" ha cambiado y los barrios populares viven un proceso de "desproletarización".
Las fábricas y concentraciones de trabajadores son recuerdos del pasado. Sus locales se ven "taperizados"
devolviendo en su imagen la desvitalización y el deterioro, con los cuales las comunidades suelen
identificarse. Esto genera en los jóvenes la ausencia de lugar social y de proyecto colectivo sobre el cual
apoyar el propio.

La ausencia de lugar podría caracterizarse como un sentimiento de "afanisis": ansiedad de no ser, no existir,
no ser nadie para otros. Esto lleva a la acción compulsiva como forma de expresar que "está ahí" que
"existe".
Trabajo y educación. En nuestra cultura el trabajo y la educación han sido factores de integración social:
articuladores entre el ámbito privado y el público, sostén de vínculos e intercambios sociales, incluyen al
sujeto de un proyecto colectivo que opera como sostén posibilitador de los proyectos personales.

Los cambios en el "mundo del trabajo" no solo han generado altas tasas de desocupación abierta sino que
dieron lugar a un proceso de desregulación y precarización.
La imagen del trabajo asalariado, socialmente regulado, estable, sindicalizado y que operaba como matriz y
soporte en la construcción de identidades sociales y subjetividad tiende a desaparecer de nuestra cultura.

En su lugar emerge la tendencia al trabajo informal, desregulado, sin permanencia a través del tiempo que
estimula actitudes individualistas entre los trabajadores. Estas modalidades de trabajo no tienen la
consistencia necesaria para sostener procesos identitarios ni operar como apoyatura de proyectos
personales. Estimulan una actitud presentista, permite "vivir al día", ayudan a resolver lo inmediato pero no
habilitan la futurización.

Se desvanece así la imagen del trabajador como sujeto de derecho y actor colectivo pasando a constituirse
en un individuo aislado que actúa desde su necesidad perdiendo capacidad de negociación y autoestima. La
educación -especial mente la escuela- constitu ye un espacio de especial relevancia en la producción de
subjetividad. Tradicionalmente la escuela pública en Uruguay fue un fuerte factor integrador. En los últimos
años hemos observado a nivel de la educación dos procesos complementarios que tienden a revertir su
potencial de integración social.

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Por una parte la creciente segregación territorial que se viene operando, hace que el rango de
interacciones sociales de los niños (y sus padres) se reduzca. Los habitantes de las zonas se caracterizan por
cierta condición social mas o menos homogénea y las escuelas reflejan esto.
Por otra parte si bien el acceso a la educación primaria continua siendo casi universal no todos los niños
acceden con similar probabilidad de éxito o fracaso.

Quienes provienen de hogares pobres tienen una probabilidad superior al 50% de experimentar el llamado
"fracaso escolar" iniciando así una experiencia de rechazo, impotencia y ajenidad en relación a la cultura
institucional. Dicha experiencia marca su subjetividad y opera como inicio de procesos de frágil integración
social con el consiguiente riesgo de caer en la exclusión. Dicha experiencia incluye altos niveles de violencia
simbólica e implica la adjudicación social del rol de excluido, problemático, conflictivo, etc.
Participación, ejercicio de la ciudadanía. Cuando los sujetos adquieren una identidad social que les permite
expresarse a través de sus colectivos y adoptar posturas activas en pro de la defensa o restitución de sus
derechos, se opera una inclusión en la dinámica social.
No obstante cuando sobre ellos recae la adjudicación de cierta "inutilidad social" quedan también
descalificados en el plano cívico y político (Castel R. 1995).
La introyección de la desvalorización, la ausencia de experiencias que aporten matrices organizativas, la
fragilidad identitaria, la ausencia de proyecto "hace dificil hablar en nombre propio aunque sea para decir
no" (Castel R. 1995).

Esto nos lleva a afirmar que el proceso de exclusión incluye entre sus distintas formas de desconexión del
conjunto social una perdida (expropiación) de la cuota de poder que ha caracterizado históricamente al
trabajador y otras clases subalternas.

Políticas sociales y práctica social. Cuando los niveles de inclusión social comienzan a deteriorarse y los
sujetos no acceden a resolver sus necesidades en base a sus propios recursos ingresamos en la "zona de
vulnerabilidad". Se abre un nuevo espacio de prácticas y relaciones sociales conformado por el entramado
de organizaciones y efectores de políticas públicas focalizadas.

La "focalización" cuando se enmarca en políticas sociales asistencialitas, incluye la identificación del usuario
con un lugar simbólico marcado por la vulnerabilidad, la predisposición, la inviabilidad de alternativas
autónomas. Estas experiencias llevan a que las políticas sociales atraviesen la vida cotidiana de las personas
y condicionen el resto de sus prácticas.

Podríamos afirmar que las políticas sociales dirigidas a sectores de frágil integración a la cultura
hegemónica forman parte de verdaderas políticas de subjetividad. O sea: cursos de acción
predeterminados con intencionalidad, que apuntan a generar una situación futura deseada y funcional a un
proyecto social.
Aquí deseo remarcar un aspecto que considero medular en el planteo que estoy desarrollando: tanto las
políticas sociales como sus representantes y efectores -o sea organizaciones, equipos, técnicos y otros
agentes que sostienen acciones hacía o con sectores o grupos sociales definidos como destinatarios de esas
políticas- (mas directamente nosotros) participamos activamente en la construcción de su subjetividad.
Nuestras intervenciones asignan a esas personas lugares y roles, interpretan y jerarquizan sus necesidades
y proponen metas en términos de un "deber ser" deseado o esperado desde una determinada perspectiva.

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En este sentido resulta revelador el análisis del lenguaje utilizado. Este no es algo neutro. Conforma
operaciones discursivas, asigna significados a través de una dinámica de adjudicación-asunción de
diferentes lugares en el Universo simbólico de la sociedad que involucra tanto a los operadores
institucionales como a los destinatarios de las acciones y programas.

Términos como: marginado, excluido, desviados, "de riesgo" vulnerable, usuario, paciente, consumidor,
sostienen discursos diferentes acerca del problema social básica. A través de su análisis podemos develar
una verdadera "disputa de significados" acerca del problema y el lugar asignado a los sujetos que lo viven.
Por otra parte los operadores también reciben y asumen denominaciones con fuertes
connotaciones: educador, asistente, agente, voluntario, juez, fiscal, defensor....
Estos posicionamientos crean y refuerzan identidades sociales con sus consiguientes subjetividades.

La exclusión social- A partir de las ideas que venimos desarrollando proponemos pensar la exclusión como
un proceso interactivo de carácter acumulativo en el cual -a través de mecanismos de adjudicación y
asunción - se ubica a personas o grupos en lugares cargados de significados que el conjunto social rechaza y
no asume como propios. Esto lleva a una gradual disminución de lo vínculos e intercambios con el resto de
la sociedad restringiendo o negando el acceso a espacios socialmente valorados.

Dicho proceso alcanza un punto de ruptura en el cuál las interacciones quedan limitadas a aquellas que
comparten su condición. De este modo el universo de significados, valores, bienes culturales y modelos, así
como las experiencias de vida de que los sujetos disponen para la construcción de su subjetividad se ven
empobrecidos y tienden a fijarlo en su condición de excluido.
Algunas aclaraciones:
El proceso gradual y acumulativo que lleva a la exclusión puede atravesar más de una generación. Por tanto
existen sujetos que nacen en ese transito hacía la exclusión con muy escasas posibilidades de revertir o aún
detener ese proceso. Surge así la noción de vulnerabilidad.

La pobreza no es necesariamente exclusión, pero la exclusión siempre implica pobrezas en tanto


inaccesibilidad al capital social, cultural, sociohistórico y psicosimbólico de que dispone la sociedad de
referencia.
Algunos rasgos característicos de la subjetividad de sujetos en situación de exclusión
A continuación mencionaré algunos de los rasgos más frecuentes en la subjetividad de los sectores
excluidos.

Autoestima. --->Las personas pertenecientes a estos sectores se caracterizan por una baja autoestima. Esto
puede pensarse como introyección de la imagen desvalorizada que les devuelve la sociedad al ubicarlos en
esos lugares de "supernumerarios", "excedentes", "excluidos", desconociendo sus potencialidades.
En una cultura donde se predica que el éxito depende de las condiciones, actitudes e iniciativas personales,
el fracaso también queda planteado como una responsabilidad personal. Esto genera vergüenza y puede
considerarse como una "privatización de la culpa" en relación a la propia pobreza.

Ante esto suelen manejarse defensas omnipotentes, mecanismos compensatorios de la desvalorización,


actitudes transgresoras como respuesta a una sociedad que los agrede.

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Impulsividad - tendencia al acto. -->Se observa ausencia de mediatización entre afecto y acto. Los
sentimientos y afectos se expresan a través de la acción. Esto lleva a la predominancia de un código
comunicacional basado en el gesto y la acción en desmedro de la expresión verbal.
La desvalorización personal llega al extremo de desconocer las consecuencias de sus acciones, generando
actitudes de irresponsabilidad social.

En este contexto no existe momento ni lugar para la expresión de afectos. Todo está marcado por las
necesidades inmediatas y la búsqueda de la sobrevivencia. Los aspectos humanos, afectivos y la reflexión
no tienen lugar en esa cotidianidad. (Giorgi 1988).
Pseudoidentidad. La ausencia de modelos lo suficientemente valorados como para sostener los procesos
identitarios lleva a adoptar pseudoidentidades basadas en la imitación de modelos mediáticos que no
corresponden a su realidad. Estos "vacíos identitarios" explican la escasa autonomía en su
comportamiento, dificultad de sostener posturas propias diferenciadas del grupo de pertenencia y la
consiguiente tendencia a "actuar como los otros" (isomorfismo).

Manejo del tiempo.-->- La ausencia de proyecto (futuro) y de tradición (pasado) lleva a una suerte de
presentismo donde los horizontes temporales son estrechos. No hay futurización ni referencia al pasado.
Paradojalmente este "presentismo" lleva a la vivencia del tiempo como algo que no pasa, que está allí
detenido.

Las motivaciones son solo inmediatas no existiendo posibilidad de un pensamiento estratégico que de lugar
a proyectos personales ni colectivos a mediano ni largo plazo.
Modalidades vinculares. Los vínculos son inestables existiendo una dificultad de reconocer el "lugar del
otro". Esto puede asociarse a la ausencia de registro de la experiencia de ser considerado por otros. Damos
al otro el lugar que los otros nos dieron a nosotros en las primeras experiencias constitutivas de nuestra
personalidad.

La violencia irrumpe con frecuencia en estos vínculos como expresión desplazada de la violencia estructural
introyectada en su experiencia social.

Ajenidad de la sociedad y la política. ---> Los procesos sociales y políticos son percibidos como algo ajeno a
su mundo. No despiertan interés en la medida que se considera que su vida no va a cambiar en función de
dichos procesos. Esta percepción aparece asociada a la resistencia al cambio, el refugio en la rutina
cotidiana aún cuando ésta esté impregnada de frustración y carencia.

Locus de control externo.---->, Este concepto desarrollado por autores como Martín Baró, Seligman (1989)
y M. Montero es básico para comprender la actitud de pasividad y resignación que caracteriza a estos
sectores. Se trata de la convicción intima de que su vida y su realidad no esta en función de factores que él
pueda controlar o sobre los que pueda incidir, sino de procesos que se dan en un lugar (locus) externo a su
esfera de acción. Es una variedad de fatalismo que lleva al sometimiento y la renuncia al protagonismo del
sujeto como agente transformador de su entorno. Motiva la renuncia al protagonismo social y político.
Este mecanismo se asocia al "aprendizaje de la desesperanza" (Seligman 1989) como producto de una
historia de vida donde prevalece la postergación, la frustración y la reiteración de vivencias de impotencia
ante realidades que avasallan las capacidades de respuesta de las personas.

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Esto se traduce en insatisfacción de necesidades escenciales y falta de oportunidad para realizarse
plenamente como persona. La exclusión como proceso compromete la globalidad de la persona y su
entorno inmediato. Incluye la desafinación de redes sociales, la marginación del mercado de trabajo, la no
asignación dentro de su cultura de origen y la negación de una identidad como sujeto colectivo desde la
cual ejercer su plena ciudadanía.

No se trata de que los sujetos en situación de exclusión no tengan vínculos, ni cultura, ni realicen trabajos.
Se trata de una perdida de sentido de esos elementos como componentes que sostengan un proyecto
personal entrelazado con otros proyectos personales y colectivos socialmente valorados.

En tanto el ser humano es un "animal cultural" y un ser gregario por excelencia no podemos pensar que los
excluidos quedan fuera del mundo de relación. En procura de satisfacer sus necesidades ellos se incluyen
en redes, grupos y espacios que operan "por fuera" de lo socialmente aceptado. Se generan así los espacios
de socialización en la exclusión
La relación entre exclusión y subjetividad no puede pensarse como relación de causalidad lineal en uno ni
en otro sentido. Proponemos pensarla en términos de causalidad circular o recurrente en la cual la práctica
social genera una cierta subjetividad que a su vez recurre sobre la situación social reforzándola o abriendo
posibilidades de transformación.
Los rasgos que pueden reconocerse como característicos de la subjetividad de las personas en situación de
exclusión son parte integrante de esa exclusión y constituyen aspectos a trabajar en toda intervención que
pretenda revertir esa situación.

Bleichmar- la subjetividad en riesgo

Qué resta de la adolescencia como período en el cual ya han culminado las tareas de la infancia y se abre
un intervalo hacia la adultez, constituye un interrogante no solo retorico o de interés sociológico. En
tiempos de estertor histórico, cuando grandes sufrimientos atrapan la cotidianeidad de los actores, no es
posible objetividad sin implicación, y el entomólogo psicoanalítico o social corre el riesgo de perderse en su
especulación si la distancia que genera respecto al objeto es de tal tipo que la realidad se torne borrosa.

Es por ello que no hablaré del estallido de la perspectiva identificante de la adolescencia en samoa, ni
tampoco en París no aludiré a ningún tipo de globalización que declame de manera abstracta sobre la
sociedad arrojada a la era del vacío, sino que me abocaré a entrelazar algunas categorías generales
respecto al concepto de identificación y a la noción de adolescencia, con los efectos que las condiciones
históricas de esta región del mundo imponen para su constitución.

La adolescencia es un tiempo abierto a la resignificación y a la producción de 2 tipos de procesos de


recomposición psíquica: aquellos que determinan los modos de concreción de las tareas vinculadas a la
sexualidad, por una parte y los que remiten a la desconstrucción de las propuestas originarias y a la
reformulación de ideales que luego encontrarán destino en la juventud temprana y en la adultez definitiva.

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La inestabilidad de la sociedad argentina, atravesada por acontecimientos históricos aún no metabolizados
y cuyo movimiento no garantiza que se encuentre en tránsito hacia lugar previsible alguno, no puede
homogéneamente determinar el marco representacional en el cual se inserten las generaciones que
atraviesan hoy este tránsito entre la infancia y la juventud. Los procesos de desidentificación de los adultos,
obligados radicalmente a reposicionarse cotidiadamente para seguir garantizando su inserción en la cadena
productiva –si no en el proceso social en su conjunto- constituyen tal vez uno de los obstáculos mayores
para la elaboración de propuestas que no dejen a los adolescentes y jóvenes tempranos librados a la
anomia.

Siendo el yo un residuo identificatorio que toma a su cargo y metaforiza en un conjunto representacional la


totalidad del organismo, su masa ideativa se ordena alrededor de 2 ejes: aquella que tiene que ver con la
conservación de la vida y realiza las tareas necesarias para ello, y la que se determina como preservación de
la identidad, como conjunto de enunciados que articulan el ser del sujeto, y no solo su existencia, apelando
a una cierta fórmula filosófica expandida. En tiempos de estabilidad ambas coinciden, y se puede preservar
la existencia sin por ello dejar de ser quien se es, vale decir sin dejar de sostener el conjunto de enunciados
que permiten que uno se reconozca identificatoriamente, se puede ser solidario y tener trabajo, sobrevivir
sin por ello destruir a nadie, ser generoso sin sucumbir a la miseria, a diferencia de lo que ocurre en
guerras, campos de concentración, etc.

La crisis identitaria de la sociedad argentina pone hoy de manifiesto que esta contradicción acecha, al
menos en sus bordes, al conjunto. La reducción de quienes se ven lanzados al mercado laboral a la
inmediatez en la búsqueda de trabajo o a la conservación del mismo, atrapados en el sostenimiento de lo
insatisfactorio y paradójicamente, con temor a perderlo, ni los hermanos mayores ni padres de
adolescentes se ven hoy provistos de herramientas para propiciar modelos que les den garantías futuras. La
temporalidad ha quedado subsumida en esa inmediatez, y en ese marco el desmantelamiento de las
propeustas identificatorias cobra una relevancia mayor.

El aceleramiento en la pubertad de tareas vinculadas a la adolescencia y en la adolescencia de propuestas


que deberían ser patrimonio de los jóvenes, no es sino el efecto de la angustia que rige al conjunto, del
temor a que los goces no alcanzados en el presente ya no tengan lugar en el futuro, y sería de un
moralismo vaciado de contenido histórico acusar a nuestra sociedad de dejarse ganar por la falta de valores
y el vacío con el cual algunos teóricos del primer mundo cualifican los fenómenos que observan, porque
aquello que los determina en uno y otro caso responde a causas diversas y se rige por motivaciones de otro
orden.

Los requisitos de una re-identificación humanizante tienen entonces algunas puntas desde las cuales
sostenerse, y ello desde un proceso de indentificación recíproca del conjunto, ya que no hay condiciones
para proponer una perspectiva identificatoria a los adolescentes si no se recomponen las grandes líneas de
la identidad que se ven fracturadas en este momento de la historia en los adultos mismos. Identidad que
no puede articularse sino en el continuo de una recuperación histórica de los enunciados que más allá de
sus fallas y derrotas formaron a varias generaciones de cuyo capital simbólico aún se alimenta el país, y al
cual no debemos renunciar sin una revisión profunda que nos permita saber quienes somos, sin una
asimilación fácil de las aporías e impases a las cuales fuimos conducidos, con las dosis de verdad con las
cuales lo más lúcido del siglo XX se identificó.

96
Módulo 4

Bianchi- Los equipos, las disciplinas y las concepciones

El primer nivel de atención se orienta a la sociedad y su ambiente: es el que organiza las


actividades de promoción, prevención, curación y rehabilitación en los lugares donde la población
vive, estudia o trabaja, en estrecha comunicación con las personas, las familias y los grupos
sociales, y con su participación organizada. Para ser coherentes con la concepción de integralidad,
daremos por sentado que equipos de salud será una categoría lo suficientemente abarcativa de la
perspectiva de la salud mental, como campo e incorporación de los aspectos psicológicos en la
salud.

Adjetivaremos si, como comunitaria a la salud, porque esto implica una posición y enfoque
específicos con metodologías de intervención solidarias con esta posición. El “trabajo en salud se
basa, todo el tiempo, sobre relaciones interpersonales” Este componente relacional comporta una
línea de base para la constitución de un equipo y para delinear los aspectos a jerarquizar en una
estrategia de salud, cuya intervención deberá visibilizar, mapear, desfragmentar y sistematizar el
componente de las relaciones entre los integrantes de los equipos, entre éstos y los usuarios y entre
los usuarios, como población con la cual los equipos trabajan.

Gran parte de la eficiencia en las estrategias de intervención tiene que ver con las formas
como se han conectado, entendido y asociado quienes comparten la zona de problemas de
intervención. Podríamos afirmar aquí, que el concepto conector o frontera entre la salud y la
enfermedad se centra en la capacidad de los equipos de contrarrestar los riesgos de desafiliación a
los que están sometidas las personas que demandan ser atendidas.

La contribución en los procesos de rearmar las tramas, retrazar recorridos, será un cometido
específico de los equipos de salud. Así pensada, la interdisciplina tiene un margen de construcción
desde las propias vulnerabilidades de los integrantes de los equipos, cuyos objetos disciplinarios
más convencionales tienen límites precisos y no difusos como los de la vulnerabilidad, el riesgo y la
desafiliación.
Para realizar la primera ubicación del tema, parece interesante recurrir a las ideas sobre
campo y/o núcleo de competencias y responsabilidad que propone Gastón Campos. Este autor
plantea que el núcleo está conformado por el conjunto de saberes y de responsabilidades específicas
de cada profesión o especialidad, mientras que por campo entiende los saberes y responsabilidades
comunes o que confluyen en varias profesiones o especialidades.

Según estas definiciones, podríamos suponer la importancia de obtener claridad


y especificidad en los aportes y tareas de cada uno de los integrantes del equipo interdisciplinario en
el ámbito de la salud comunitaria en el primer nivel de atención.

97
Desde esa claridad y especificidad, como atributos previos, es que se pueden practicar las
nociones de núcleo y campo, en clave de instituirse como categorías más abarcativas e integrales
que las de disciplina y profesión. La consideración de la propuesta de desarrollo humano ecológico
en la cual las categorías de entorno y contexto adquieren particular interés para la elaboración de las
estrategias en salud, nos parece fundamentalmente pertinente y útil.

El entorno como un lugar en el que las personas pueden interactuar cara a cara fácilmente, y
el contexto como descriptor de las condiciones interrelacionadas donde las personas viven sus vidas
cotidianas, se convierten en ámbitos privilegiados para la consolidación de estrategias que
conceptualicen el sentido relacional de las intervenciones en tratamiento y rehabilitación, de
acuerdo a la identificación y diseño de apoyos para las personas y los grupos en los espacios
cotidianos y próximos.

El contexto representa una perspectiva ecológica que implica tres niveles:


a) microsistema: incluye entorno social inmediato, a la persona y la familia, actividades,
roles y relaciones interpersonales; b) mesosistema: comprende el vecindario,
comunidad, organizaciones que ofrecen servicios educativos, laborales, de
rehabilitación o apoyos y c) macrosistema: como los patrones más amplios de la cultura
y sistemas de organización política.
Para el diseño de los programas y acciones en salud comunitaria, adquiere especial
relevancia entender que las personas que presentan distintos tipos de padecimientos asociados a los
trastornos psíquicos y emocionales tendrán diferentes posibilidades de desarrollar sus vidas con
mayor o menor grado de discapacidad, de acuerdo a las formas en que sean atendidos en el ámbito
de sus entornos y contextos.

Trabajar sobre el aspecto relacional-ambiental debería ser una prioridad, en tanto


comporta grados intensos de producción de salud en términos de seguridad y confianza
en la percepción de apoyos, así como autonomía en la toma de decisiones sobre
posibilidades y proyectos.

La posición de una persona en el ambiente ecológico se modifica como consecuencia de un


cambio de rol, de entorno o de ambos a la vez, promoviendo procesos de desarrollo e incidiendo en
conductas de autonomía, competencia, rol y relaciones interpersonales Esta idea de cambio, como
signo y dato saludable, necesita ser incentivado, promovido y sostenido no sólo entonces a través
del trabajo con las personas sino con las organizaciones e instituciones que reciben, permiten y
potencian u obturan esos cambios.

El sentimiento de frustración que provoca enlos usuarios y en los equipos interdisciplinarios


que trabajan en la consecución de las estrategias para acompañar transiciones ecológicas adecuadas,
y que no logran que los ambientes sean solidarios con esos cambios, es una escena repetida cuando
la intersectorialidad no es puesta en práctica. Todas y todos quienes hemos trabajado en la salud,
debemos tener alguna historia del fracaso del proceso de integración e inclusión en los centros
educativos, de trabajo, de recreación.

En esas historias, lo que falla es el ajuste entre las expectativas, los recursos y apoyos con
los que se cuenta, provocándose un descolocamiento. Este descolocamiento es parte de un
sufrimiento que padecen las personas y sus familias, los equipos y las instituciones, y genera mayor
vulnerabilidad.

98
La reflexión sobre los supuestos de la estrategia de Atención Primaria de la Salud, como
parte constitutiva de la tarea de los equipos, nos orienta a la reconceptualización del primer nivel de
atención como ambiente ecológico. En este sentido es preciso discutir cómo se configura, a partir de
unaserie de nociones asociadas, tales como las de barrio, territorio y comunidad,incluyendo la
perspectiva de los modelos de articulación y coordinación con las organizaciones e instituciones,
con los vecinos organizados, y movimientos sociales, integrando redes y estableciendo acuerdos
con distintos tipos de actores, técnicos, políticos, académicos, comunitarios.

Esto significa problematizar las actitudes estereotipadas y rutinizadas en el encuentro entre


usuarios y equipos, sin margenpara la creatividad. Una conceptualización de rol, entonces,
despojada de su asociación a la transición ecológica, no resultará eficaz para promover cambios con
respecto a la desafiliación, en tanto no considerará a la persona y al ambiente desde una perspectiva
ecológica. Econceptualizar el primer nivel de atención, implica trabajar con las paradojas y
tensiones entre lo mental y lo integral; entre lo clínico y lo comunitario.
Requiere del diseño y desarrollo de programas de intervención comunitaria, con indicadores
específicos de evaluación, incorporando la herramienta de la epidemiología.

Gandolfi, A. Cortaza- El desafío de la interdisciplina

Desde la creación del Área de Salud de la Facultad de Psicología, se comienza a


profundizar en la necesidad de asumir un rol más activo en las problemáticas sanitarias emergentes.
Tomando en cuenta una perspectiva centrada en la psicología de la salud, es que la formación de los
futuros profesionales psicólogos es entendida como la de un recurso polivalente, como aquel que es
capaz de desempeñarse en los distintos niveles de complejidad y atendiendo a un amplio abanico de
abordajes, individual, familiar, grupal, institucional dentro del campo sanitario.

El desafío en la formación de los recursos humanos en salud, esta centrado en un enfoque


antropológico, con una concepción integradora y holística de la salud , con acento en el proceso
salud-enfermedad –atención , lo que lleva a un fuerte cuestionamiento de las prácticas y saberes
propios de la disciplina a desplegar en los escenarios sanitarios en dónde puede intervenir.

Adhiere además a los principios que inspiraron la estrategia de APS -más allá del
revisionismos y desencantos- enfatizando la búsqueda de la equidad en el acceso a la Salud, la
autorresponsabilidad y autodeterminación de la comunidad en el cuidado de la misma.

“La psicología de la salud es un campo de aplicación de los conocimientos psicológicos


en relación al proceso –salud-enfermedad-atención dentro de un marco antropológico
sanitario y contextuada en una perspectiva histórica y social”
Es desde este posicionamiento que pensamos que la formación de los futuros profesionales
requiere de propuestas en dónde se conjugan acciones en contextos reales con enfásis en la
promoción y prevención de la salud.

99
Se hace evidente entonces, apelar a la interdisciplina cuando los problemas a abordar
son tan complejos como los que se presentan en el campo sanitario. La estrategia de APS incluye a
la interdisciplinariedad como una de sus características fundamentales. No obstante , en la
actualidad el concepto produce un gran atractivo a la vez que genera una gran confusión.

En un sentido la interdisciplina trata de reorganizar el conocimiento más allá de las


líneas definidas por las disciplinas, estimulando la integración. De esta manera busca comprender
diferentes perspectivas disciplinarias o “mapas Cognitivos” y para ello requiere de un alto nivel de
competencia disciplinaria.

La interdiciplina también es convocada en la búsqueda de formas de superar las limitaciones


metodológicas de cada una de las disciplinas y de esa manera expandir las fronteras establecidas
fomentando la investigación. Cuando apelamos a trabajar de forma interdisciplinaria estamos
asumiendo que el problema a abordar esta planteado de tal manera que no puede ser resuelto desde
una sola disciplina y necesita del concurso de varias perspectivas.

En la actualidad nos encontramos con varias definiciones , dependiendo del contexto


de producción de las mismas.

Según Vickers (1992) “La interdisciplina es una interacción propositiva de conocimientos,


destrezas, procesos y conceptos de diferentes campos del conocimiento con perspectivas distintas
para ampliar la comprensión y resolución de problemas y el desarrollo cognitivo.”

Según Kravzov Appel “ la interdisciplina resulta de generar enfoques novedosos para


responder a las interrogantes e incertidumbres de nuestras prácticas.”

Es claro que al traspasar las fronteras y sobre todo en el terreno de las prácticas se producen
tensiones, que van más allá de la relación entre los discursos interdisciplinarios y la cotidianeidad
de las acciones a cumplir. De esta manera la interdisciplina puede ser también un espacio de
conflicto , producto del trabajo que supera los bordes y traspasa los límites disciplinarios. Otra
manera de concebirla , nos ubica frente a un dialogo interdisciplinario que aspira a ser apertura,
enriquecimiento y complementariedad , entendiendo a la interdisciplina como un proceso.

En el campo de las disciplinas de la Salud, y en referencia a la atención sanitaria


Canetti y Da Luz (2005) afirman que:

“El aspecto esencial de la interdisciplina radica en la posibilidad de superar la


separación entre las disciplinas, evitando la visión fragmentada, la toma de decisiones
unilaterales y/o la duplicidad de funciones. El trabajo se asume, no de acuerdo a la
función de cada especialista, sino atendiendo a las necesidades de la persona, grupo
o población”

Es necesario tener en cuenta, no obstante, que la propia identificación de estas necesidades,


y en definitiva, la construcción de las problemáticas a abordar, requieren un abordaje
interdisciplinario. Se parte del reconocimiento de la complejidad de la realidad social y la
multideterminación de las problemáticas de salud. La interdisciplina entonces, debe estar presente
en la definición del problema, en el diseño de intervención y en la intervención misma.

100
Esta discusión no se limita entonces a la dimensión epistemológica, sino que se plantean
importantes desafíos a las prácticas profesionales en el campo de la Salud, y por lo tanto a la
formación de los recursos humanos que operarán en dicho campo.

¿Cuales son las condiciones, los requisitos previos, para que una experiencia
interdisciplinaria sea posible?

Pensamos que si bien las disciplinas de la salud parten de diferentes marcos conceptuales, es
necesario que haya un espacio de consenso, de acuerdos en torno a determinados principios. Nos
referimos a una concepción de Salud integral, un posicionamiento ético-ideológico que enmarque
las acciones en una perspectiva de derechos humanos en general y especialmente de equidad en
Salud, una actitud de respeto hacia las personas y comunidades destinatarias de las acciones, y una
ubicación del saber disciplinario en un contexto de diálogo con otros saberes, no solo universitarios,
sino también los que se producen y se trasmiten en las comunidades.

Como mencionábamos más arriba, la interdisciplina ha sido considerada un espacio


dialógico de encuentro, pero también un ámbito de conflictos y tensiones. Este consenso previo que
postulamos abre la posibilidad que esas tensiones puedan ser resueltas en síntesis que impliquen una
mejor calidad de atención a los problemas de la población.

Pensamos que ante la complejidad de los problemas emergentes del campo sanitario , la
interdisciplina en si misma se constituye en un campo novedoso, si bien complejo , el camino
posible en la superación de los recortes parcializados y en la perspectiva de una salud
integradora.

Al respecto dicen Beri y Tello (2006) “La integración de la ciencia tiene sentido sólo si
es capaz de aprehender, al mismo tiempo, la unidad y la diversidad, la continuidad y las
rupturas. Creemos que este cambio a un pensamiento complejo, es un cambio trascendental en la
comprensión de la interdisciplina.”

Aspiramos a que el encuentro interdisciplinario fuerce los límites que imponen las
perspectivas unilaterales, que “explote” el rígido corsé disciplinario posibilitando puntos
de vista novedosos, nuevos temas de investigación, innovaciones técnicas y metodológicas, en
fin, una alternativa a la repetición rutinaria de teorías y prácticas legitimadas en el ámbito de la
propia disciplina.

Sin embargo, esta ambiciosa aspiración en nuestra experiencia singular, nos ha planteado a
los docentes importantes desafíos (la evaluación dará cuenta de los diferentes grados de éxito o
fracaso en la superación de los mismos) :

- Coordinar las exigencias curriculares de las diferentes carreras para que las prácticas conjuntas
sean viables.

- Habilitar un espacio de encuentro que permita desplegar las contradicciones de las diversas
miradas, pero que a la vez ofrezca suficiente contención para que estas contradicciones puedan
resolverse en acuerdos para la acción, y no deriven en la fragmentación de los grupos de trabajo.

- Brindar un modelo dialógico en la relación de los docentes entre sí y con los otros agentes sociales
con los que nos vinculamos en las prácticas, en el que no se oculten las diferencias y se reconozcan
las limitaciones del propio saber.

101
Con respecto a este último punto, nuestra disciplina nos enfrenta a la paradoja de que
podemos ser integrantes de equipos interdisciplinarios, y a la vez portadores de aquellos
conocimientos que permiten la comprensión de los procesos de conformación y las dinámicas
de funcionamiento de dichos equipos. Mucho se ha discutido sobre la posibilidad /
imposibilidad de ser el psicólogo del equipo que se integra. Lo que es innegable es que la
percepción del proceso que se está transitando está atravesado por las categorías propias de la
disciplina, es así que las concepciones teóricas sobre grupos e instituciones darán al psicólogo o
estudiante de psicología una mirada singular sobre la experiencia interdisciplinaria.

La formación en Psicología por lo tanto, capacita al estudiante para analizar


reflexivamente su propia integración en los equipos de trabajo. Hemos observado que en el
encuentro con profesionales y estudiantes de otras disciplinas, así como con las personas de la
comunidad con las que se vinculan en la tarea, pueden generarse diferentes actitudes
obstaculizadoras:

- Aferrarse rígidamente a la identidad disciplinaria y a sus modelos teóricometodológicos.


El estudiante se resiste a realizar actividades que considera propias de otras profesiones o por el
contrario, siente que el otro invade su campo de trabajo.

- Sentimientos de desvalorización, la tarea del otro aparece como más legitimada, el psicólogo
aparece como el “excluido” .

- Competir acerca de quién tiene mayor compromiso con la tarea o quién tiene mejor vínculo
con los destinatarios de la misma.

También aparece muchas veces el agobio ante la responsabilidad de ser el “representante”


de la disciplina, o la ansiedad por hacer aportes significativos, que justifiquen la presencia de la
disciplina en el equipo.

Destacamos algunas de las actitudes psicológicas favorecedoras del trabajo en equipo


(Viera, 2003):

- Capacidad de asombro.
- Respeto hacia el otro. Aceptación de las diferencias. Tolerancia.
- Aceptar límites, aceptar que los otros puedan evaluar nuestra tarea.
- Cuestionar las ideas pre-concebidas (deconstruir los mitos sobre las otras
disciplinas).

Tomando los aportes teóricos sobre la temática de los grupos, consideramos que los
vectores de análisis de los procesos grupales (Pichón Riviére, ) pueden ser el marco teórico para
la construcción de analizadores que permitan la evaluación de los procesos de conformación de
equipos interdisciplinarios (afiliación, pertenencia, comunicación, cooperación, pertinencia,
aprendizaje, telé).

Concluimos entonces que nuestra disciplina tiene un importante bagaje de desarrollos


teóricos pertinentes que brindan herramientas válidas para la comprensión y la optimización de
la interdisciplina en el ámbito de la Salud. Asimismo, no podrá desconocerse el contexto
complejo en el que la interdisciplina se desarrolla, en el que deberemos incluir la trama de
relaciones de poder y jerarquías establecidas entre las disciplinas y al interior de las mismas, las

102
territorializaciones de las instituciones de formación, de las cátedras, de las organizaciones
profesionales.

Los desafíos que la interdisciplina plantea a la investigación, al diseño curricular y a la


construcción de modelos de intervención en Salud no pueden ser soslayados si se quiere brindar
una atención sanitaria: “...basada en métodos y tecnologías prácticas científicamente fundados
y socialmente aceptables, puesta al alcance de todos los individuos y familias de la comunidad
mediante su plena participación y a un costo que la comunidad y el país pueda soportar
durante todas y cada una de las etapas de su desarrollo, con espíritu de autorresponsabilidad y
autodeterminación.” tal como se postuló en Alma-Ata en 1978.

Galende- un horizonte incierto

Cap. 1

Desde la constitución del sector Salud Mental en la década de los años 60, sus valores
estuvieron ligados a una comprensión de las enfermedades mentales que volvía a situar a los
padecimientos psíquicos en el seno de las condiciones de existencia de las personas afectadas.

El frente de transformaciones que los técnicos llamaron luego reconversión de los sistemas
de atención psiquiátrica era amplio, dando cabida a propuestas de distintos niveles. El panorama de
las intervenciones psiquiátricas se complejizó a partir de la presencia de otros profesionales que
eran portadores de otros criterios de comprensión, valores, que proponían otras prácticas sobre los
enfermos. El centro de crítica esta puesta en el manicomio y la internación de los enfermos, que
abrió luego a una comprensión más amplia de las implicancias de la institucionalización que
promovía la psiquiatría sobre sus pacientes y desde entonces un abanico de propuestas se ofrecieron
como alternativas: los centros de salud mental, los servicios de hospital general, hasta las estrategias
de las acciones comunitarias.

Un eje central de las transformaciones que se proponían consistía en restablecer un trato


menos jerárquico de los profesionales con los enfermos, alertados por el desnudamiento que se
había efectuado del poder que implicaba la antigua relación médico-paciente, y devolver a los
enfermos un mayor protagonismo en los procesos de reparación. Desde entonces ya no es posible
hablar de las enfermedades como el objeto de la salud mental, ya que bajo un mismo término se
definía un estado deseable de bienestar mental, los cuidados y las instituciones dedicadas a ellos. Lo
cierto es que los cuidados de la salud mental, tanto la asistencia en todos sus niveles como la
prevención y promoción de la misma, dejó de ser un ámbito exclusivo de los médicos, para pasar a
postularse su abordaje interdisciplinario, intersectorial, interprofesional e interinstitucional. Esto
genero un nuevo abordaje de los problemas, el comprender el sufrimiento mental del individuo en
el conjunto de sus relaciones familiares, grupales y sociales en un sentido amplio.

103
El objeto de la salud mental no es de un modo exclusivo el individuo o los conjuntos
sociales, sino las relaciones que permiten pensar conjuntamente al individuo y a su comunidad. Una
mirada atenta sobre el conjunto de la cultura actual nos mostrará cómo este conjunto de cuestiones,
que parecieran transcurrir sólo por carriles específicos, están sin embargo en la base de esta
situación crítica de las relaciones concretas entre el individuo y lo social, entre los problemas
globales y las situaciones locales.

Hemos asistido en estos años y como distintivos de esta crisis de los saberes tradicionales, a
grandes desplazamientos entre teorías de lo social cobijadas bajo el amparo de las grandes
ideologías de este siglo, hacia teorías dominadas por un subjetivismo extremo, amparadas éstas por
la creencia ingenua de estar asistiendo a un reflorecimiento de las autonomías individuales.

En cierto estallido de sus prácticas, con el ingreso de nuevos irracionalismos terapéuticos, en


la crisis actual de las psicoterapias, en el avance del nuevo objetivismo médico por vía de los
psicofármacos, en la hegemonía de los seguros de enfermedad que han modificado las condiciones
de trabajo de los profesionales y distorsionado en muchos casos la racionalidad de sus métodos
terapéuticos, en giro insólito de muchas preocupaciones profesionales hacia el propio campo
corporativo, en desmedro del interés teórico y práctico por los problemas que enfrentan con sus
pacientes, vemos las señales de esta misma crisis en las relaciones entre lo público y privado.

Creo que una de las razones esenciales del desarrollo del sector de salud mental en los
últimos 30 años fue justamente esta situación crítica de las relaciones entre las cuestiones globales y
las situaciones locales, entre el individuo y las formas de lo social. Porqué parte de estos verdaderos
dislocamientos de lo social modifican rápidamente la producción de subjetividad y su transcurrir
práctico (significados sociales, interacciones subjetivas, vínculos con los sistemas clásicos de
organización subjetiva como la familia, descendencia, la contención de los vínculos de amistad y
pareja, etc.), exponiendo a todos de un modo mayor al fracaso personal y al sufrimiento mental.

A diferencia del psiquiatra de la primera mitad de siglo, el profesional de la salud mental de


hoy está obligado a pensar conjuntamente los problemas del sufrimiento mental del individuo y las
dinámicas de integración-exclusión social.

Nos hemos ocupado ampliamente de esa dicotomía entre la atención privada, sobre todo en
las psicoterapias, y la institucionalización psiquiátrica que ofertaba el sector público. En cierto
modo esta dicotomía entre práctica médica liberal y hospitalaria de orden público caracterizó el
funcionamiento de la atención médica en prácticamente todo occidente. Hoy en día se puede decir
que el régimen de atención responde más a los criterios del contrato de una relación de servicios
que a aquellos compromisos de la ética médica. Entre un sector público desmembrado y
empobrecido, cada vez más volcado a la sola atención médica de los más pobres, y un sector
privado en manos de grandes agencias de seguros que emplean a los profesionales con ingresos
mínimos que ellos mismos fijan, el conjunto de las técnicas de salud mental ha ido cediendo su
poder de orientación y decisión sobre sus prácticas y criterios de atención.

El individuo no es institucionalizado, no está desprovisto del derecho de decidir sobre su


atención y ejerce cierto poder contractual, a diferencia del paciente psiquiátrico no pierde sus
derechos ciudadanos sino que por el contrario solicitar atención constituye un ejercicio de los
mismos, no sufre por su atención ninguna exclusión del circuito social del trabajo o los
intercambios simbólicos. Es decir a la comprensión de su padecimiento como ligado a los avatares

104
de su historia y su existencia se sigue una participación activa en el proceso de la cura, haciendo
que el tratamiento penetre de esta forma sin violencia en la cotidianeidad de su vida.

La interpretación psicológica pasó a formar parte de la cultura de los sectores medios, de sus
diálogos cotidianos y penetró en toda la sociedad a través de su difusión en los programas de tv. De
cualquier tipo, en el cine y la literatura.

Así como en la década de los sesenta esta presencia masiva de psicoterapeutas en los
hospitales públicos generó un conjunto de organizaciones de psicólogos, psiquiatras,
psicopedagogos, etc, comprometidos con estos cambios, a partir de 1975 retornaron, aunque sin
mucha fuerza ni convicción, las organizaciones corporativas de psiquiatras vinculados a la práctica
hospitalaria y a las cátedras de psiquiatría de las facultades de medicina.

Hoy tanto las exigencias de las prácticas en el sector público como las condiciones que
imponen las obras sociales y los seguros privados, han ido mostrando que los criterios
economicistas aplicados a la atención de la salud se van imponiendo sobre las consideraciones de
necesidad y eficacia de los tratamientos que fijan los psicoterapeutas. El proceso de cambio no es
homogéneo para todos los profesionales ni todos los sectores pero se va planificando un cierto
desafío a la elucidación del horizonte que se está conformando.

En verdad asistimos a un malestar general de los profesionales del sector salud mental. Las
exigencias de esta época descolocan a los psicoterapeutas hegemónicos de los años 70: enfrentar a
poblaciones más numerosas y de sectores pobres y marginados en los centros comunitarios de salud
mental, intervenir más rápida y eficazmente en los consultorios privados bajo los criterios de las
empresas médicas, seguros y obras sociales, modificar padecimientos en los que el inconsciente y la
neurosis infantil no resultan fácilmente diferenciables de condiciones de la vida actual que no son
definibles en la relación terapéutica, más allá de que se dé lugar al desarrollo o no de la
transferencia, tener que recurrir a modificaciones técnicas, aún en ocasiones del método mismo,
frente a síndromes orgánicos, graves carencias familiares o desamparos sociales invalidantes.

Desde el surgimiento del sector salud mental, todos sus criterios fueron los de restaurar la
salud mental en los individuos afectados y prevenir las diversas amenazas a la misma en
determinadas condiciones de existencia que incrementan los riesgos de la enfermedad. A diferencia
de estos postulados muchas de estas nuevas terapias están dirigidas explícitamente a desarrollar o
potenciar la personalidad. De allí su habitual énfasis en lo corporal, la expresividad de las
emociones, el contacto liberado con los otros, el dominio de los pensamientos, etc. Se trata de que
al menos el individuo acepte que el desarrollo personal es lo único verdaderamente transformable.

Desde una perspectiva diferente la difusión del DSM como criterio clasificador provocó
lógicamente un estallido de las nosografías tradicionales, ya que sitúa sus diferenciaciones muy
estrechamente ligadas a las formas del sufrimiento humano, llevando a las antiguas categorías
diagnósticas (psicosis, neurosis, psicopatía, depresión, etc.) más cerca de los padeceres cotidianos.
Por otra parte la imposición de criterios comunitarios para la comprensión y el abordaje de los
problemas de la asistencia, junto al vínculo estrecho que se consolidó entre las prácticas en salud
mental y la administración de la protección social, puso en evidencia el papel clave y determinante
de las políticas sociales para la resolución de la demanda de atención.

105
En pocos años este conjunto de hechos hizo girar la perspectiva desde una asistencia
hospitalaria hacia una orientación de las acciones a una prevención generalizada de los riesgos.
Asistimos así a la conformación de un nuevo escenario de la salud mental, que obliga a redefinir las
relaciones con el sector salud, ya que está orientación hizo que desbordaran las antiguas relaciones
con la medicina, y obliga también a reconceptualizar las nuevas interacciones con otros sectores e
instituciones: derechos sociales y humanos, justicia, educación, acción social, etc.

La inclusión de salud mental en las acciones en salud- muchos años de denuncia sobre esta
reducción de lo social a lo psiquiátrico que efectuó la medicina han permitido hoy anudar una
inclusión de la salud mental en los criterios de la medicina social, aportando una mayor racionalidad
a la comprensión de los problemas y a las acciones que se emprenden. Está claro que de ninguna
manera esta inclusión de salud mental en salud altera las denuncias y las críticas efectuada. La
inclusión de lo social como perspectiva para la comprensión de los problemas del proceso salud-
enfermedad, junto al aporte del psicoanálisis en la exploración racional de la subjetividad y la
inclusión de los psicoanalistas en las prácticas en salud mental, ha contribuido fuertemente a la
construcción de este nuevo panorama. Sus características son también el resultado del vector que
marca las relaciones de poder que presiden y gobiernan la vida social.

El retorno a una comprensión social del proceso salud-enfermedad que enarbola la medicina
social, se encontró así de un modo objetivo con las reivindicaciones que planteaba el movimiento de
salud mental desde la posguerra. La inclusión de nuestra disciplina se mostró necesaria para
planificar una respuesta más global y racional de los cuidados de la salud.

La reformulación de los criterios diagnósticos- la atención prestada al sufrimiento mental,


que se deriva de una comprensión comunitaria del mismo, no se limita a una diferenciación del
individuo en función de su discapacidad y su clasificación diagnóstica, no interrumpe la continuidad
de sus pertenecías sociales ni el transcurrir de su existencia en la familia o comunidad, ni entiende a
la enfermedad como naturaleza ajena al conjunto complejo de su funcionamiento mental y su
existencia. El criterio de integración sociocomunitaria es esencial para el desmontaje efectivo de la
estigmatización del enfermo mental, como señaló F. Basaglia: solo el despegamiento de los
prejuicios y preconceptos psiquiátricos y psicológicos que rodean al trato con estas personas puede
permitir la construcción de saberes más racionales acerca de estos sufrimientos.

Del ideal de la nomenclatura diagnóstica a la noción de riesgo. Uno de los vectores claves
para la constitución del sector salud mental fue sin duda la comprensión de que toda forma de
relación de asistencia expresa un modo de lazo social. Se trata entonces de estar alertas ahora a
cuáles son los rasgos del lazo social que promueven las prácticas preventivas y comunitarias.

La postulación del concepto de poblaciones de riesgo estuvo acompañada por los criterios de
una cobertura social amplia y forma parte de ellos. No siempre la acción de los especialistas en
salud mental es preponderante, ya que en muchas de estas situaciones lo social requiere de otras
intervenciones. La relación entre la intervención técnica del especialista, la búsqueda de una
sociabilidad preconcebida y la acción política es inevitable y es conveniente estar advertidos de ella.
No debiera resultarnos novedosa por otra parte, ya que es en nombre del desvelamiento de estas
relaciones que fue posible mostrar la función política del dispositivo psiquiátrico.

Lo esencial era devolver al individuo y a los conjuntos sociales una posibilidad respecto de
su propio saber sobre el sufrimiento y restituir una participación activa en los procesos de

106
reparación. Este conjunto de derechos, que sólo la democracia participativa expresa y asegura en el
plano social, es el núcleo ideológico que fundamenta la noción de riesgo y orienta las
intervenciones preventivas.

El sector salud mental es básicamente un ámbito multidisciplinario destinado a prevenir,


asistir y propender a la rehabilitación de los padecimientos mentales, y lo hace desde una
comprensión de los lazos sociales deseables, implementando determinadas políticas dirigidas a la
integración social y comunitaria de los individuos involucrados. De lo que se trata, sobre todo en las
intervenciones comunitarias pero no sólo en ellas, es de saber qué política y qué tipo de lazo social
se está impulsando.

No debiéramos olvidar nunca que el saber médico-psicólogo proporciona y legitima como


científico un código de objetivación de las diferencias y de clasificación de los individuos. Y esta
legitimación por la supuesta cientificidad la que ha utilizado siempre el dispositivo de la medicina
mental para ocultar y negar la política que realizaba en el lazo social que instituye. Cada llamado a
la neutralidad social y política encierra siempre un deseo de ocultar al pensamiento racional crítico
lo que en verdad se está haciendo.

Desde la nueva configuración de salud mental resulta imprescindible la noción de riesgo


para encarar la acción preventiva, dada la insuficiencia de todo modelo basado en la sola asistencia
de los enfermos. La noción de riesgo requiere de la evaluación de una complejidad de factores entre
los cuales resulta siempre dominante la situación social del individuo o los grupos. Resulta
importante para el técnico de Salud mental, la comprensión de los límites de su acción, ya que
frente a la determinación del riesgo se trata siempre, en primer lugar, de no estigmatizar al
individuo o los grupos, o de diferenciar poblaciones para la sola intervención de los especialistas de
salud mental, lo cual conlleva al encubrimiento de los factores intervinientes. De allí que lo
intersectorial sea ineludible cuando de lo que se trata es de restablecer una protección social
adecuada o formas de contención social que el individuo o los grupos han perdido.

El estado, en el plano de la llamada sociedad dual que se está perfilando, se retira de


determinadas funciones que hacen de soporte a la solidaridad social, convirtiéndose en garante del
desarrollo económico y el acople a la economía internacional de un grupo de empresas que resultan
viables para la competencia internacional, al mismo tiempo que administra como puede al sector
empobrecido por estados políticas o simplemente excluido de la sociedad que se está promoviendo.
El ideal autogestionario que se desliza en el de que cada uno trate de generar sus propias
condiciones de vida.

Esto ha llevado a una redefinición de las funciones del estado: se restringen aquellas ligadas
a la protección social, se refuerzan las que hacen de soporte al desarrollo económico de las grandes
empresas. Ya no se trata de crear servicios para la comunidad ni de ejecutar políticas sistemáticas
de salud, entre otras razones porque trata de retirarse del financiamiento del sistema. En definitiva
se espera que cada instancia de salud se gestione como lo hace una empresa. Lo cual ha sido
aceptado y se hace evidente en la importancia de los expertos en la economía en salud y el
gerenciamiento.

Existe también un proceso que podemos llamar de privatización y mercantilización de la


salud, derivó a mucho profesionales del sector público hacia los sectores de seguros y prepagas. Los
profesionales en el medio de una profunda crisis de la práctica liberal de consultorio por una merma

107
notable de la demanda de atención privada, junto a la caída de ingresos económicos y simbólicos
(ya que decayó el prestigio que otorgaba la práctica hospitalaria) en el sector público, se ven
lanzadas al mercado privado de prestaciones.

Los usuarios dentro de esta trilogía de estado, profesionales y seguros privados, ven
restringida la acción social, sometidos en la atención de sus sufrimientos mentales a los criterios
económicos de mercado (utilidad, eficacia, menos costo), acrecentándose la atención técnica
operatoria en desmedro de una relación médico-paciente que sigue reclamando.

En síntesis no estamos en presencia de ninguna extensión del modelo que propuso salud
mental desde los años 60, sino en los indicios de un nuevo modelo, heterogéneo y discordante, pero
cuya característica esencial estará dada por los efectos amplios que implica el proceso de
privatización. Asimismo a un cierto retorno del objetivismo médico positivista por vía de los
psicofármacos y las teorizaciones en torno a la esperanza del hallazgo de la naturaleza de las
enfermedades.

Todo aquello que creó y posibilitó salud mental aún persiste, pero ahora confundido y
mezclado con estas nuevas formas y propuestas que otorgan a este campo un nuevo carácter
polimorfo. Nunca como en otros tiempos el futuro de la salud mental y la organización disciplinaria
de sus cuidados dependen de los rumbos del estado, de la conformación de lo público y de la
respuesta que la sociedad y la cultura tengan para estas direcciones.

Cap. 5

La Producción De Subjetividad Como ya hemos visto, el proceso de individuación psíquica


consiste básicamente en un largo pasaje desde ciertos universales de especie y de cultura, a través
de las mediaciones que introducen las formas de crianza, hasta la singularización en que estos
elementos de la historia son apropiados por el mismo devenir del individuo. El psicoanálisis se ha
ocupado prioritariamente, porque en ellos está basada su experiencia clínica, de esas mediaciones:
las primeras organizaciones libidinales que habrán de conformar la geografía erógena corporal y su
correlato fantasmático, las formas de organización de los vínculos familiares, la conformación de
valores ideales y morales por las instituciones pedagógicas, los procesos de represión y
subjetivación de las normas sociales y las simbólicas culturales, etc.

A partir de estos procesos de subjetivación y singularización, el individuo adquiere los


recursos mentales y el conjunto de significaciones que le permiten actuar sobre determinados
sectores de su vida social y su cultura. Se puede decir que, de un modo simultáneo, su subjetividad
es producida por la cultura, a la vez que el individuo resulta productor de ésta, dando vida a la
forma social. No se trata de "lo social" o "lo cultural" de modo abstracto, ya que el proceso de
individuación y de singularización subjetiva se realiza siempre en relación con una región de lo
social y cultural y con una época (formas sociales, vínculos familiares, valores y significaciones

108
culturales, etc.) a la que pertenece, es decir en relación con la cual define su propia identidad.
Respecto de los procesos de individuación, es preciso tener claridad sobre este punto, en el cual he
insistido a lo largo del texto: es la relación social lo que habrá de constituir la individualidad, no se
trata de individuos preexistentes que "se relacionan".

Ahora bien, para que la individualidad se sostenga, son necesarias las relaciones sociales
concretas, es decir la presencia del otro en el lenguaje y la acción. Esta singularidad subjetiva no se
constituye por apropiación "particular" de un "general" previo, como si la subjetividad individual
fuera un "resto", como a veces se desprende de las concepciones evolucionistas que enfatizan los
procesos de desarrollo y crecimiento, en los cuales se adquirirían los caracteres generales de la
cultura, diferenciados por el género, la raza, la clase social u otras diferencias específicas previas.
La subjetividad sólo puede reconstruirse post factum, es decir comprendiendo los sistemas de
producción de subjetividad y deslindándolo (familia; escuela, valores sociales, etc.) para luego
establecer sus relaciones entre ellos.

De este modo es que podemos acceder a las relaciones entre la función de los complejos de
Edipo y castración, de la conformación de las zonas erógenas y las dominancias de las
organizaciones libidinales, de las diversas modalidades de relación de objeto, en el proceso de
conformación de lo que llamamos identidad individual, a la vez que nos situamos en la referencia a
los sistemas instituidos de producción de subjetividad: las modalidades de vínculos de familia, las
instituciones de la pedagogía, los valores sociales y formas dominantes de relación social, las
particularidades culturales o las mismas formas del Estado y la organización de lo público. En la
tradición de la modernidad, el individuo mismo en el proceso de acoplamiento progresivo a la vida
social debía disociar un espacio subjetivo interior, "lo íntimo" (que delimita lo que le es propio,
singular, de un interior privado y secreto que constituye, por vía de lo que denominamos narcisismo
libidinal, la fuente de vivencias, recuerdos, sensibilidad, etc.), de "lo público", espacio en el cual se
definen su pertenencia y participación en las simbólicas culturales y los intercambios sociales
reglados. Esta separación entre lo íntimo y lo público, cuya nitidez objetiva es sólo aparente,
requiere de un proceso mental de disociación que el sujeto debe asumir para la dialéctica de su vida
social. Pero esto no debe confundirnos acerca de restringir la subjetividad a lo íntimo y atribuir
objetividad a lo público, viejo error de alguna sociología.

Lo público es también una instancia del individuo, un existente en su economía psíquica,


tanto como la subjetividad forma parte de la realidad social, es la base de los desenvolvimientos de
la cultura, y constituyente de la vida pública. Si observamos desde el ámbito de la cultura, veremos
que ésta sólo es captable en relación con las interacciones entre individuos de una época y lugar
determinados, que conservan entre sí alguna tradición en sus intercambios y producciones, en las
formas de significación (morales, éticas, estéticas, etc.), en los modos de producción y apropiación
del sentido. Y estos procesos son indiscernibles de la subjetividad que los sostiene y que es
producida por ellos.

El psicoanálisis ha explorado esto mismo en las relaciones intrínsecas entre el "otro" en la


relación social y los "otros" interiores de la estructura psíquica y los dinámismos subjetivos: el
objeto presente en la vida erótica pertenece al mismo campo semántico en que se significa la
sexualidad en la cultura, es decir que aun el "polimorfismo" de la sexualidad infantil está presente
en las significaciones sociales sobre lo reglado del sexo y sus transgresiones; el otro de trato y
sociedad es "investido" desde alguna de las instancias psíquicas (el inconsciente, el ideal del yo, el
super-yó, etc.); igualmente que el otro en la elección de objeto amoroso, y en las dinámicas del
anhelo de reconocimiento, se significa y se valora en la resonancia de los rasgos del pasado infantil.

109
Procediendo de este modo es que podremos comprender las relaciones esenciales entre los
cambios que se operan en la cultura y la vida social y su obligado correlato en los rasgos de la
subjetividad. Por ejemplo: desde el psicoanálisis hemos enfatizado siempre la dominancia de ciertas
regiones tradicionales de lo social para la producción de subjetividad, como son la familia edípica,
la institución escolar, las relaciones con la ley, la función de la religión, etc. Ahora bien, son
precisamente estas regiones tradicionales las que están sufriendo cambios profundos,
multiplicándose y diversificando, de modo tal que en la actualidad resulta difícil hablar de "la
familia" como una sola forma de vínculo filial, de "la escuela" y su valor en la formación como un
territorio coherente y homogéneo, de la "sexualidad" normal como una normatividad consensuada
acerca del comportamiento sexual cuando más bien observamos la diversidad y el polimorfismo
aceptados socialmente, de "la ley" de forma abstracta cuando su funcionamiento se ha convertido en
campo de lucha, o aun de "la religión" cuando sus variaciones han hecho estallar el sentido
tradicional de ésta. Asimismo nuevas instituciones sociales han ido tomando un papel dominante en
la producción de subjetividad, como los medios masivos de comunicación, en especial la televisión,
el cine, y en estos tiempos la informática.

Esto genera que la producción subjetiva esté menos ligada a las funciones tradicionales de la
familia, produciendo cierto caos o dispersión, pero también nuevas e insólitas posibilidades para el
ser humano. Observemos esto en relación con las funciones del padre, una de las más importantes
en la producción de subjetividad. Uno de los ejes de la problemática del poder en la vida social y en
los individuos está ligado a las funciones del padre.

Freud había mostrado la función esencial del padre para la constitución de la identidad y la
sociabilidad del individuo, tanto en su ensayo sobre la horda primitiva como en otros trabajos que le
sucedieron. Ésta no se reduce a una teoría antropológica, sino que señala cómo en cada sujeto se
inscribe la imago de un "padre primitivo", ligado a las figuraciones más arcaicas del poder. Pero
también en las figuraciones actuales de esa tragedia constitutiva de las relaciones con el poder (del
padre): de ese padre primitivo, tanto en la subjetividad singular como en la vida social (el déspota,
el dictador, el amo, el rey, etc., por el que tanto anhelo como temor muestran los niños en sus
juegos), y, por vía de la mediación del vínculo con el padre en el conflicto edípico, la constitución
de un "padre muerto", subjetivado como "ideal del yo-superyó", que estará en la base de la
formación del lazo social y en todas las formas en que el individuo se relaciona con el poder en la
vida social.

Ambas dimensiones del padre (que se unen y se diferencian en la dupla ideal del yo-
superyó) se alojan en la subjetividad singularizada, la del padre primitivo y la del ideal. Mientras
que el primero sostiene las formas primarias de dominación y sometimiento, el segundo sostiene la
formación de la fratría y el lazo social.

Ahora bien, la experiencia psicoanalítica nos enseña que cuando se relaja o debilitan
aspectos de la función del padre, éstos se reflejan en la formación del ideal del yo, haciendo que
paradójicamente no se amplíe el campo de libertad del individuo sino que cobren más dominio
sobre él los aspectos regresivos del "padre primitivo", que remiten en lo inconsciente a un padre
temido y anhelado al mismo tiempo (nuevamente, como en los niños), pero que facilitan también en
la vida social la formación de agrupamientos, al modo de la horda, en torno a un líder fuerte y
violento, que tiende a exaltar los sentimientos de identidad y de aniquilación de los diferentes. Este
rasgo subjetivo está hoy más que insinuado en la vida social.

110
Por otra parte, el padre idealizado (padre muerto), que da lugar a la formación del ideal del
yo, es condición en el individuo para la formación del lazo social. Y también de los proyectos
colectivos, sociales, de las utopías que implican a cada individuo y al conjunto en la búsqueda de la
transformación social. Porque siempre los proyectos colectivos de transformación son a la vez
proyectos de lucha contra el poder opresivo, autoritario o arbitrario, que impone la dominación,
identificados con algún tirano, con una clase, con una etnia, con otro pueblo, con una religión. Vale
recordar que la función del ideal del yo, que puede extenderse a la formación de los ideales
colectivos, no es la de anular la agresividad o la violencia ligada al padre primitivo, pero sí la de
efectuar cierta pacificación por vía de organizar sus sentidos para el individuo o el grupo.

La pérdida o el debilitamiento de las funciones del padre, que, además de su ordenamiento


simbólico, requiere en algún momento del devenir del individuo de su ejercicio real por el adulto,
no puede sino afectar los modos del lazo social y la conformación y los valores de los colectivos
sociales. Por eso no debiera sorprendernos observar que los cambios en las funciones paternas se
acompañen de vínculos sociales de nuevo tipo que, debilitados los sentimientos fraternos (ya que la
fratría y los sentimientos que genera entre hermanos sólo surgen en relación con su unión frente a
quien quiere dominarlos), resurjan formas de fundamentalismo, religioso o político, que buscan
restablecer la identidad a través de un grupo primario violento.

No caben dudas acerca de que asistimos a cambios importantes en las funciones paternas en
el modelo de vida urbano. Desde diversos ámbitos disciplinarios se señala el crecimiento de las
"familias monoparentales" (¿es posible seguir hablando de familia cuando sólo existe "un" padre o
"una" madre?); desde el derecho se han modificado los derechos de la "patria potestad" que iguala a
ambos progenitores; se menciona el aumento de los "hogares unipersonales", formas de denominar
a quienes viven solos por decisión personal y que están modificando los hábitos cotidianos de las
grandes ciudades; otros muestran el desarrollo de las tasas de divorcios y de hijos que crecen
alejados de uno de sus progenitores, que en algunos conglomerados urbanos de Estados Unidos han
sobrepasado la tasa de casamientos (es decir que no sólo se neutralizan los casamientos que se
producen en la actualidad, sino que se deshacen matrimonios más antiguos), hasta las curiosas
estadísticas sobre natalidad, que en varios países de Europa han modificado el paisaje urbano y la
organización de la cotidianidad por el reemplazo progresivo de los ambientes de niños por otros de
ancianos, y que vienen a mostrarnos que no sólo cambian los modos de ejercicio de la paternidad
sino que también estamos frente a una nueva posibilidad de su restricción.

Como es obvio, estos fenómenos se acompañan también de rasgos subjetivos 3 nuevos en


relación con estas funciones de la familia, y sobre todo respecto del padre. Esta situación ha abierto
dos problemas que estamos comenzando a observar: por un lado, el vacío que deja en la
subjetividad este debilitamiento de las funciones de la familia es ocupado por las instituciones mass
mediáticas, que se hacen preponderantes en la generación de identificaciones ideales y modelos de
sensibilidad, por lo que "lo social" ha cobrado una mayor preponderancia en la producción de
subjetividad; por el otro, los cambios en el lazo social, por la pérdida o atenuación de las
identificaciones ideales con el padre, que, insisto, no abolían la agresividad pero la organizaban en
sus sentidos colectivos e históricos, genera una violencia más flotante, inespecífica, que tiende a
buscar su organización con la forma de colectivos de nuevo tipo, como bandas, grupos de
"autoayuda", neocomunidades, agrupamientos religiosos o místicos, nacionalismos xenófobos,
fundamentalismos políticos o terrorismo.

Al mismo tiempo que se instala progresivamente el imaginario de un poder anónimo


(transindividual, transnacional, transempresarial) contra el cual los individuos no pueden actuar,

111
desplazando la lucha y la violencia hacia lo que perciben como identificable e inmediato: las
relaciones familiares, de pareja, vecinales, interiores a la convivencia. Se trata de una violencia
social pero de localización progresivamente doméstica. Resultaría difícil hacer un compendio
exhaustivo de los nuevos rasgos culturales y de la subjetividad concomitante, sobre todo porque
algunos de ellos apenas comienzan a insinuarse y su fenomenología es rápidamente desactualizada.

Diversos sociólogos y ensayistas contemporáneos han advertido sobre el avance del


individualismo y la masificación en la vida de los individuos. Paralelamente se ha hecho común
hablar de un, narcisismo social, que curiosamente cursa sus manifestaciones junto a una
subjetividad más fragmentada, manifestada en el polimorfismo de estos nuevos comportamientos, a
los que les atribuimos muchas de las actitudes auto y heteroagresivas que se manifiestan en el
consumo de tóxicos, las adicciones, la destrucción del " medio ambiente, la violencia social, etc.
Algunos de estos rasgos de la vida social actual los hemos abordado en el capítulo 2.

Me detendré ahora en el señalamiento de algunos caracteres subjetivos, a sabiendas de que


se trata de fenómenos que no tipifican a la sociedad en su conjunto, ya que se trata de rasgos que se
insinúan predominantemente en sectores medios de las grandes ciudades, pero cuya importancia
radica en que están estrechamente ligados a la emergencia de las nuevas demandas que se efectúan
a Salud Mental.

1. Pasivización de los individuos, respecto de la cultura y la vida social. El dominio de lo


que ha dado en llamarse "sociedad del espectáculo" transita a nivel de la subjetividad en un
reforzamiento de la condición de "espectador", entusiasmado por la contemplación de imágenes y
crecientemente dificultado en la distinción entre realidad y virtualidad.

Esta misma pasivización se refleja en la tendencia a la dominación de las "intensidades"


eróticas y agresivas, ya que se debilitan la función de la palabra y el diálogo, como parte de una
caída más amplia del valor de las actividades reflexivas. Este proceso se acompaña de una
subjetividad más volcada hacia sí misma, que lleva a formas de aislamiento del individuo. En
algunos casos la pasión y la actividad resurgen en este contexto subjetivo como pasión por el propio
yo, a través de los cuidados del cuerpo, la salud, la estética personal, etcétera.

2. Saturación del yo, que se hace posible por esta pasivización, en la que el individuo está
sometido a diversas estrategias de información, consumo, pornografía, etc., que generan la
sensación subjetiva de un "lleno" sobre la vivencia de un vacío de relación con los otros. Es
realmente llamativo cómo opera la saturación subjetiva por la pornografía, ya que el exceso de
excitación, la sobreabundancia de imágenes, la oferta de una sexualidad libre con las mismas
condiciones del consumo de objetos, termina aplastando al deseo por su saturación. Esta sexualidad
de espectáculo invade la vida cotidiana a través de la sobreabundancia de sus imágenes, al mismo
tiempo que empobrece la sexualidad en las relaciones entre los individuos de distinto sexo.

3. Maquinización, y en algunos casos robotización, de los vínculos con el otro, por vía de
una operacionalización utilitaria de las relaciones sociales (amistad, pareja, relaciones de influencia,
etc.). Otro de sus modos es la sustitución lisa y llana de la relación con el otro por el vínculo que se
establece con los diversos aparatos para el goce: fetiches varios para el goce sexual, vibradores,
aparatos de energía, gimnasias con aparatos especiales, teléfono erótico, realidad virtual destinada
al goce sexual, etc. Es interesante este avance de las técnicas del goce a través de los diversos
aparatos, goce maquínico, que activa núcleos perversos sin los sentimientos de transgresión y culpa,

112
ya que no está implicado ningún otro. Suele comenzarse el recurso a estos aparatos como
complementario a las relaciones sexuales, pero es frecuente su deslizamiento hacia la sustitución del
otro por el aparato. Estos dispositivos desempeñan un papel importante en la vivencia subjetiva de
una forma instrumental de vínculos con los demás, ya que así como el aparato reemplaza al otro
para el goce, también el sujeto pretende tratar al otro con la misma disponibilidad con que se
relaciona con el aparato, lo que debiera orientarnos acerca del papel que juega esta era tecnológica
en la producción de subjetividad.

4.Superficialidad en los afectos, de una cualidad subjetiva que parece realista por lo
desapasionada, que parece práctica en su relación con los otros por la ausencia de compromiso
emocional y que parece eficaz por el manejo utilitario e insolidario de sus relaciones con los demás.
Rasgos que ya no podemos vincular exclusivamente a las psicopatías o a las personalidades
esquizoides. Esta modalidad ' subjetiva se expresa frecuentemente en relaciones intensas pero
fugaces, que generan confusión en el partenaire no advertido, ya que semejan en mucho los tiempos
del video-clip, el ritmo acelerado de los programas de TV o el zapping de la televisión como
modalidades de encuentro con los otros.

5. Sensibilidad impostada, adquirida no en las vivencias emocionales de la relación con otras


personas, sino en los modelos de sensibilidad que aportan los programas televisivos y los vídeos. Si
bien siempre las imágenes han desempeñado un papel importante en la identificación con modos de
la sensibilidad (por ejemplo, las novelas de amor,-, las revistas sentimentales, etc.), esta
identificación con la sensibilidad que modelan los personajes televisivos tiene la particularidad de
su profusión veloz en imágenes y gestos, que no tienen consistencia emocional, más que la que
provoca la contemplación, no enriqueciendo el vínculo emocional real con los otros, o trasladándolo
a éste de un modo discordante y disociado. Por estas características es que generan la impresión de
falsedad o impostura.

6. Compulsión a hacer, que cursa a veces concomitante-mente con la pasivización que he


señalado. Esta compulsión está ligada a los ritmos que imponen el funcionamiento en la ciudad
actual, la planificación del ocio, los ritmos de trabajo, el transporte, la pedagogización de los juegos
de los niños. Se trata de un rasgo subjetivo que presenta los caracteres de la ansiedad compulsiva,
por la cual el individuo necesita de una actividad constante y planificada: gimnasios, programas
para el deporte, planificación del tiempo libre y el fin de semana, etc. Mucho tiene que ver en ello el
reemplazo de las habilidades personales por la función de expertos de diversos tipos: desde las
técnicas y los aparatos en la vida doméstica, hasta los variados aparatos que "ocupan" la mente todo
el tiempo (el televisor, el equipo de audio, la computadora personal, los videojuegos, etc.), de los
cuales el individuo no conoce habitualmente más que el manejo "mágico" de sus botoneras.

Y se trata de la misma ansiedad que provoca diversas conductas adictivas (no solamente,
aunque está presente, la adicción a los ansiolíticos), y la adicción al consumo como una conducta y
un fin en sí mismo. Nuevamente se trata de un carácter subjetivo que tiende a lograr una vivencia de
"lleno" sobre las sensaciones de vacío.

7.Dominio del valor de cambio sobre el valor de uso, tanto en los objetos cotidianos del
consumo como en el trato con las demás personas, que suele orientarse bajo este rasgo por las
mismas coordenadas. Recordemos el señalamiento de Winnicott al respecto, cuando destaca la
importancia que el uso de la madre tiene para el 5 desarrollo emocional del niño, y que está presente
en la obtención del placer en los vínculos afectivos posteriores. El dominio del cambio y la
sobrevaloración de "lo nuevo" y "lo último", tan propios de la renovación permanente de los objetos

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de la técnica y el consumo, impregnan las relaciones afectivas, haciendo del otro un objeto
sustituible y renovable, alejado de los procesos de pérdida y duelo.

8. Irrealidad por dominio de la imagen, en la que la subjetividad pervierte su percepción y su


análisis de la realidad reemplazándolos por la virtualidad de aquélla. Lo virtual que introduce la
imagen no es otra cosa que inducir en el individuo significaciones que no tienen necesariamente
referentes en la realidad. Es decir que todo puede ser posible de imaginar en la "realidad virtual" de
una pantalla. Pero no se trata solamente de la virtualidad de las imágenes y las voces que se pueden
percibir en la pantalla televisiva, sino también de que el sujeto actual se mueve en espacios públicos
sin necesidad alguna de hablar o relacionarse con otras personas: autopistas, aeropuertos, cajeros
automáticos, computadoras para información, etc., le permiten la virtualidad de un estar en el
mundo que es sólo ficcional.

El impacto subjetivo mayor no consiste solamente en este efecto de desdibujamiento de la


realidad, sino también en que modifica profundamente la relación del individuo con los demás. Ha
sido señalado, por ejemplo, cómo durante la Guerra del Golfo todos los horrores de la guerra y la
destrucción, las heridas y la muerte de otros seres humanos desaparecieron para muchos
televidentes (en este caso, prácticamente todo el mundo, que sólo supo de esta guerra por las
imágenes televisivas) por la presencia de imágenes ficcionales que eran imposibles de discriminar
de aquellas de los videojuegos de guerra. Resulta muy sutil el pasaje de esta habitualidad de lo
virtual y lo ficcional frente a realidades de violencia y muerte hacia las propias conductas violentas,
ya que el Yo mismo se va percibiendo como ficcional.

Esta subjetividad, que podemos denominar de lo virtual, tiene los caracteres de lo


esquizoide, de una afectividad disociada, de una sensación de irrealidad frente a los componentes
emocionales de las relaciones con los otros. Éstos son algunos de los rasgos que caracterizan la
subjetividad actual, con distinta incidencia según se trate de individuos pertenecientes a las culturas
urbanas de los países desarrollados o a las culturas maltrechas de los países periféricos; según se
trate de individuos pertenecientes a las clases sociales dominantes o a los sectores medios o
asalariados, de los desocupados o de los marginados de la vida social. Sin embargo, su presencia
debe alertarnos acerca de tendencias que se van difundiendo y que conforman modalidades de
funcionamiento mental diferentes de las neurosis clásicas que el psicoanálisis trató desde los
comienzos del siglo, de emociones y comportamientos que plantean nuevos interrogantes y que
requieren de nuevas investigaciones, ya que no podemos conformarnos con la idea de que" sólo se
trata de nuevas patologías de lo mental que vienen a ensanchar nuestras categorías diagnósticas.

Cabe recordar, sin embargo, que estos rasgos, aunque dominantes en algunos individuos, no
constituyen la totalidad de la vida social y la cultura. Se trata sólo de otras manifestaciones de los
conflictos y las contradicciones que animan la vida social, que generan nuevos problemas en el
desarrollo de la cultura y cuyo resultado dependerá (como siempre, ya que la historia continúa) de
la fuerza subjetiva, los valores y las acciones de los hombres.

114
Hounie- Disponer espacios: poder pensar, poder hablar

¿Qué significa trabajar en el ámbito de la Salud?

Trabajar en ese ámbito es ante todo disponerse a la trama de un encuentro colectivo que
concierne a las variadas formas del dolor de existir y a los más sutiles modos de apertura de la
potencia vital de las relaciones humanas.

Para este abordaje resulta preciso dar lugar a un instrumento que entendemos
privilegiado: la palabra. Dar lugar a la palabra no significa reducirla a responder cuestionarios
en busca de estándares protocolizados ni someterla a regular la incomodidad de una queja. Que
una palabra tenga lugar significa que se le ha permitido ser en su condición de inesperada,
reveladora, intempestiva y potente para construir espacios en los que poder habitar.

Algunos escenarios posibles dispuestos para esta emergencia, lo constituyen


los llamados “grupos de palabra”. Estos dispositivos crean espacios privilegiados en los que
estos movimientos se hacen posibles y por este motivo nos convocan. Ellos forjan, ocasionan y
conmueven una de las tramas significativas de mayor complejidad de lo humano.

Dentro de la amplísima gama de concepciones de lo grupal y los abordajes posibles, la


propuesta mencionada dispone una instancia que antes que nada recupere el valor del encuentro
como acontecimiento transformador de la experiencia. Mi experiencia en la coordinación de
estos grupos me ha permitido constatar el hecho de que los llamados trabajadores de la salud,
es decir aquellos quienes trabajan cotidianamente en situaciones de alta complejidad
involucrando distintos niveles de sufrimiento (en múltiples ocasiones al límite de la vida),
al ser convocados a hablar, manifiestan su sensación de soledad a la hora de enfrentarse
con las situaciones más adversas, sintiendo en ocasiones la ausencia de herramientas para poder
tramitarlas.

Esta circunstancia –nada menor por cierto puesto que pone en juego la propia
situación existencial–resulta relegada la más de las veces al “desahogo” con algún o algunos
compañeros en busca de alivio momentáneo. Sin embargo, la vivencia es la de que esto no alcanza.
Es que sin marco de colectivización que permita compartir los sucesos y sus
afectaciones, cada quien sustrae al espacio de lo íntimo la dimensión de lo intolerable,
ocasionando alto grado de sufrimiento psíquico.

Para algunos, este silencio impacta en las posibilidades de elaboración, arriesgando


muchas veces el acto, en el orden de lo impensado. De ahí la importancia de los grupos de
palabra, puesto que ellos permiten instaurar espacios desde donde promover, a partir del relato
de experiencias y trabajo sobre las mismas, la exploración de recursos para resolver diversas
situaciones planteadas. Al suscitar en el encuentro con el otro la de interrogantes, se promueve
una escucha abierta a lo nuevo y respetuosa de la diversidad.

Al mismo tiempo, en tanto cada uno ejercita la posibilidad de entender la problemática

115
de los compañeros y de verse a sí mismo a partir de la mirada del otro, permite potencializar la
creación de una red de sostén y espacio de contención frente a las múltiples demandas que
devienen cada vez más problemáticas debido a la complejidad de las tareas a abordar dadas
las condiciones en que se efectiviza la tarea.
Cabe señalar que los espacios colectivos propiciados posibilitan el desarrollo de un
pensamiento crítico que ayuda a destrabar obstáculos perturbadores de la práctica y a facilitar la
integración en equipos de trabajo. No obstante, es preciso plantear que ellos en sí mismos no
constituyen lugares provocadores de alguna suerte de lugar ideal que pueda operar a modo de
refugio o “burbuja” (como suele decirse etafóricamente) aislada de “la realidad” que aguarda fuera.

No se trata de la búsqueda de una homogeneización de la experiencia potenciando


identificaciones especulares o promoviendo una “catarsis” cuyo único efecto concluya en una
posición de “queja”.

Si bien las diversas grupalidades conllevan la potencialidad de producir estos mecanismos,


la intervención apunta precisamente a recuperar en la trama de lo diverso, en las notas distintivas, el
valor que tiene la construcción de una red de sostén copartícipe. Así, en el tránsito en que las
diferencias pasan a constituir la riqueza de lo múltiple, una gama de emociones vitales entre las que
se encuentran vivencias de incertidumbre, confrontación, perplejidad y también dolor, se convierten
en lugares de circulación recurrente.

Este atravesamiento necesario, este encuentro con lo próximo y lo ajeno, implica


necesariamente el sostén de zonas de tensión que no son a eliminar, ya que ellas en sí mismas
resultan productoras del marco necesario sobre el que se apoya la acción colectiva. Es de este modo
como entendemos la perspectiva de un encuentro con lo que “no encaja”, aquello que no es
necesariamente esperable, y que lejos de reducirse al intercambio de opiniones entre una sumatoria
de individualidades (puesto que no hay aquí ninguna concepción “in-dividua”), conmueve lo que
resulta imposible de normalizar y resulta, cuando ocurre, el más grande promotor de
reconocimiento de la subjetividad que nos habita. búsqueda de respuestas y la producción.

Cuando nos adentramos en el espacio grupal, rápidamente recibimos el impacto de una


resonancia. Nos impactan ecos del encuentro intersubjetivo, portadores de una intensa gama de
climas afectivos. Estos se imprimen en nuestro cuerpo, generando la condición de apertura por
la cual se otorga posibilidad al advenimiento de un pensamiento colectivo, entramado, cuyo
sentido produce siempre un plus respecto del conjunto de decires de los integrantes.
Se trata de un efecto multiplicador, pero no en sentido estricto, ya que el resultado tiene,
antes que nada, consecuencias de resignificación. En los grupos a los que nos referimos, es
posible resaltar al menos dos líneas claramente visibles: una de ellas relativa a la vivencia de
compartir desde lugares laborales muy disímiles, una tarea que los enfrenta al dolor y más
precisamente a la experiencia de una carencia en el saber qué hacer con éste. Casi
unánimemente las distintas voces expresan que no tienen preparación para dicho
enfrentamiento.

En el escenario más complejo, esto comporta un reclamo hacia la Institución que


habitan: no se sienten preparados, dicen no haber sido formados para lo que enfrentan, es decir
que sus saberes son siempre ineficaces respecto de la realidad que abordan, siempre
desajustados a sus expectativas, siempre sumiéndolos en la incertidumbre. Aquello que los
aqueja es colocado en el plano de una exterioridad que por momentos retorna a través de una
vivencia de lo siniestro, tomado esto en el mismo sentido del unheimlich freudiano, una
ajenidad intolerable vuelta propia, lo más íntimo vivido ajenamente.

116
El abordaje de esta exclusión constituye uno de los desafíos en la intervención
propuesta, ya que viabilizar la creación de una zona de transición, de pasaje, de metaforización
posible, resulta indispensable para la promoción de salud como condición de posibilidad. Poder
hablar, entonces, requiere ya de una posición subjetiva advertida del conflicto; poder transitar
los impasse del discurso, lo no siempre explicable racionalmente, los destiempos, los equívocos,
las zonas de tensión, forja mojones en el camino de una subjetividad que se reconoce
involucrada más creativamente en los procesos vitales que la conciernen.

Aquí, el valor de la palabra adquiere relevancia en el sentido de que aún mas allá de los
momentos de encuentro con abismos de la subjetividad en los que es posible sentir que ésta
puede no colmar ni calmar el dolor de la experiencia, aún se torna preciso procurarse palabras
para bordear esta distancia, esta herida. Hay en esto todo un valor constructivo, necesario y muy
humano. Aunque a veces no haya, no surjan palabras, esto no necesariamente sume en
la impotencia sino en la necesidad del encuentro de otras formas creativas que son lenguaje
también y que anudan la subjetividad que incluye la herida que nos habita.

Algo que ilustra muy bien esto se halla en una escena de la película de Akira Kurosawa:
Rapsodia en agosto, cuando dos ancianas se reúnen periódicamente a partir de la muerte de sus
seres queridos ocurrida muchos años antes en la guerra de Hiroshima. Largo rato se las ve
sentadas en zeiza una frente a otra, tomando el té en silencio. No pronuncian una palabra, sólo
se miran; y frente a la pregunta posterior del nieto a su abuela acerca de qué clase de visita
es ésa en la que nadie habla, la abuela responde que precisamente ésa es su manera de decirse
algo. Claro está que se trata de una forma constructiva, que incluye la presencia del otro como
remedo al dolor. No tapa la ausencia, tal vez incluso la reflota, pero para poder manejarla de
otra manera. Al mismo modo que en la música, el interjuego de notas y silencios provoca una
construcción nueva en la que la palabra transita desde un mero valor catártico para pasar a
constituir en enlace para nuevas significaciones posibles.

Es notorio cómo en algunas ocasiones fue posible para quienes integraron estos grupos
de palabra que algo de esto se produjera: Estos grupos mueven bastantes cosas“. “Es posible
poder hablar y ser escuchados…“ “Salir fortalecidos…Transitar la angustia de las situaciones
que vivimos y poder poner límites, discriminar…“ “Buscar intersticios y canales, no dejarnos
ganar por ese pesimismo que invade“. “Sentir que también podemos apoyar a otros,
acercarnos…“ “Aprender a ver que lo que te pasa, también pasa en otros lugares, que no estás
sólo“. “Me di cuenta de lo importante de moverse de una posición. Un granito que se mueve, a
alguien sirve… Me voy más satisfecho con el trabajo que hago. Me doy cuenta de que no soy
un objeto en una máquina. Me voy con más cosas para poner en práctica, cosas para pensar…
Sí, acordamos, de pensar se trata, y es una cuestión eminentemente ética la de darle
lugar a un pensar en el cual estamos implicados de lleno quienes nos involucramos como
profesionales de la salud. Un pensar sacudidor, promotor de interrogaciones, salpicado de
incertidumbres, zonas de tensión y efectos paradojales y, antes que nada, no exento de pasión,
condición de posibilidad para una acción transformadora.

117
Investigación e Intervención en una Escuela de Contexto Crítico: desafíos de la
extensión”de armas.

Piera Aulagnier (1977) elaboró un modelo que da cuenta de la génesis de la actividad representativa en
la infancia. Dicho modelo sostiene la hipótesis de que la actividad psíquica está constituida por el
conjunto de tres modos de funcionamiento: el proceso originario, el proceso primario y el proceso
secundario. La autora plantea que los mismos no se dan conjuntamente sino que se suceden
temporalmente y pueden ser evaluados a partir del análisis de la actividad representativa con la que se
expresan.

En el primero de ellos que es el proceso originario en el que se constituyen los esbozos de psiquismo se
caracteriza por manifestarse a través de reacciones intensas, desorganizadas y masivas que se expresan
en una precaria actividad representativa llamada actividad pictográfica.
Es un momento de una gran dependencia hacia quien lo asiste en sus necesidades. Por lo tanto la figura
de la madre adquiere una función constitutiva prioritaria en la función del psiquismo infantil,
construyendo un posicionamiento libidinal de acuerdo a cómo interpretan las necesidades de sus hijos,
cómo los cuidan, los asisten pero esto a su vez está determinado por sus antecedentes históricos, las
condicionantes sociales y la relación que ella mantiene con el padre del niño.
Los niños para quienes su primera relación está signada por carencia o por exceso de cuidados inscribe
en el niño marcas libidinales que generan dificultades para el acceso a la actividad representativa e
impiden que la actividad simbólica se instale adecuadamente.

El segundo período de la organización psíquica es el llamado primario y se caracteriza por ser la fantasía
su actividad representativa. La misma surge para compensar la ausencia de la madre sea esta de manera
concreta toda vez que se aleja o posterga la asistencia inmediata ante las necesidades del niño. Lo que
posibilita que se constituya entre la madre y el niño un eje referencia presencia- ausencia que complejiza
el psiquismo mediante la producción de fantasías. De las fantasías que el niño expresa por medio de
deseos, sueños, relatos y dibujos se puede deducir los rasgos identificatorios que se extrajo de los
referentes primarios.

Cuando los progenitores han logrado una inscripción social adecuada, legan a sus hijos la posibilidad y
la confianza necesaria para transitar el proceso de simbolización de manera adecuada. Ante experiencias
afectivas traumáticas o escasas, el psiquismo del niño se retrotrae y genera restricciones simbólicas de
carácter histórico significativo que fracturan y retardan una inscripción amplia y social de la persona.
Silvia Bleichmar (2000), considera que las fantasías de un niño tienen que ver no sólo con formas
pasadas, sino también con la calidad de las oportunidades sociales que a lo largo de su vida pueda
encontrar para enriquecer su pasado.
Quizás la escuela pueda ser considerada como una oportunidad para la complejización del psiquismo en
tanto aumente su potencial simbólico.

Para caracterizar el tercer momento de complejización del psiquismo nos basamos en varias teorías
psicoanalíticas (P. Aulagnier, S. Bleichmar, C. Castoriadis, J. Kristeva), que plantean que la producción
simbólica de un sujeto es una actividad sustitutiva que le permite diferir la fantasía y depositarla
parcialmente en representaciones sociales que atraen y actúan como una nueva oportunidad para el
enriquecimiento potencial de los proceso de simbolización. La diversidad de ofertas sociales existentes

118
(maestras, compañeros, conocimientos escolares, etc), amplía la oportunidad para aumentar los procesos
sustitutivos y acceder al despliegue de su potencial psíquico.

Según Piera Aulagnier (1994), el sujeto no se relaciona secundariamente con cualquier objeto o sujeto,
sino que se siente atraído por aquellos que convocan aspectos libidinalmente significativos de su
realidad psíquica anterior. Aprender, expresarse con autonomía, poder desplegar argumentos y
pensamientos son actividades psíquicas que producen placer y que a su vez amplían sustitutivamente el
campo de las satisfacciones posibles.

Silvia Schlemenson expresa: “La inscripción social del individuo no depende exclusivamente de los
suministros psíquicos, sino de la calidad de la oferta social existente para su despliegue. La calidad de la
oferta social (escuelas atractivas, docentes reflexivos, conocimiento acorde al capital simbólico que los
niños traen de sus hogares) son los nuevos facilitadores que potencian la actividad sustitutiva que
caracteriza las producciones secundarias del individuo”

. Es importante aclarar que un niño puede tener una dificultad secundaria de aprendizaje y a la vez
puede presentar una dificultad primaria. La dificultad de aprendizaje propiamente dicha es la dificultad
específica que en general es la menos habitual.
Las dificultades de aprendizaje en niños de contexto social crítico.
De acuerdo a la población objetivo de la investigación corresponde formularnos algunas interrogantes
sobre las dificultades de aprendizaje en niños de contexto crítico: ¿qué implica aprender para ellos?,
¿qué factores inciden en dicho proceso?

Para responder a nuestras interrogantes tomaremos como referencia los trabajos realizados por la
psicóloga Inés Cristina Robasco en el marco de una investigación basada en dicha problemática. La
autora pone énfasis en la constitución del psiquismo y del pensamiento en niños provenientes de
sectores sociales carenciados. Al analizar la situación de estos sectores de vulnerabilidad social y sus
consecuencias en la escolarización de los niños, rescata la función que podría cumplir la escuela en su
papel de primer organizador social. Por otra parte señala y analiza cómo se asume la función materna y
la función paterna en estos sectores marginales y su incidencia en la estructuración de la subjetividad de
los niños y de su posicionamiento en relación con los aprendizajes.

La escuela cumple funciones como productora de subjetividad, establece orden, límites, disfrute y sobre
todo colabora en el fortalecimiento interno.
Muchas veces las madres no logran cumplir la función materna, algunas de ellas tienen un
funcionamiento psíquico muy regresivo, la institución termina sustituyendo esa función parental que
organiza y que impone el cumplimiento de las normas sociales. En algunos casos la fragilidad de los
niños también es fragilidad del aparato psíquico de sus referentes.

Robasco, desarrolla el concepto de “desnutrido escolar”, para explicar los obstáculos que se producen en
los aprendizajes de los niños que viven en contextos sociales críticos, de gran pobreza y cultura
marginal, sometidos a una violencia simbólica permanente. En este sentido señala el efecto
desestructurante que produce en la subjetividad de estos niños una violencia institucional excesiva que
rechaza su lenguaje y su cultura, condenando al fracaso el intento que hacen para incorporarse a la
cultura hegemónica, impuesta por la sociedad a través de la escuela que, además, contribuye a anular el
deseo del sujeto. Analiza cómo se asume la función materna y la función paterna en estos sectores y su
incidencia en la estructuración de la subjetividad de los niños y de su posicionamiento en relación con
los aprendizajes.

Siguiendo a la misma se trataría de: "otorgarles un dispositivo pedagógico que les permita re-significar
el espacio de aprendizaje como un espacio del que pueden apropiarse, centrando el trabajo en lo que

119
tienen y pueden hacer. Se trata de un espacio que posibilita al niño recuperar la confianza en sí mismos.
Este dispositivo es un espacio enriquecedor de las potencialidades de los niños que busca rescatar la
imagen de sí construida y que han perdido".
Silvia Schlemenson plantea: “Cuando se trabaja en contextos sociales complejos no es fácil separar el
fenómeno de la pobreza como factor determinante del fracaso. Sin embargo, ubicarla como única razón
resta posibilidad comprensiva de los fenómenos psíquicos que están habitualmente implicados en la
complejidad de dicha situación.

Los niños pobres con problemas en sus aprendizajes (y también los ricos), suelen presentar sus
principales dificultades escolares en el acceso al código de lectura y escritura”.

Muniz, A. (Comp). (2009). Intervenciones en el campo de las subjetividades


A modo de Introducción

Se ha dado en llamar Intervenció a todo aquello que se hace y que no entra en el marco
conceptual de lo que se denomina psicoterapia y de lo que se denomina análisis. Algunas
de las diferencias se reducen a cuestiones de poder dentro del colectivo.

Intervenir significa: tomar parte de un asunto, interponer la propia autoridad, mediar,


interceder. Es una acepción poco feliz para pensar las operatorias terapéuticas. Aún no se
ha encontrado un término para denominar lo que acontece entre quien demanda y quien se
propone para responder (responsable). A falta de esto aparecen nominaciones que no son
ingenuas, dado que pueden develar una forma de concebir esa acción: hay uno que pide y
hay otro que tiene el saber-poder para responder. Posiciones asimétricas, objetivantes, neutras.
Reconozco que las nuevas generaciones ya no se cuestionan esto y las leyes de
mercado también delimitan las puertas de las instituciones. El trabajo en salud mental ocupa
un lugar importante en el ámbito hospitalario y de policlínica.
Desde hace muy poco, se han abierto innumerables escenarios para la práctica en salud
mental, inaugurando espacios de acción en los cuales las concepciones vigentes se
volvieron extemporáneas, inadecuadas y a veces obsoletas.

Estamos en un contexto en el cual la subjetividad se arma en múltiples plataformas,


simultáneas y móviles. Las condiciones de producción subjetivante no saben de teorías, las
teorías se producen cuando las condiciones lo exigen. Estos movimientos hacen que los
conceptos que usamos para denominar y demarcar nuestra práctica como terapeutas se
muevan también, se destituyan y se inventen otros.

Volvamos al término Intervención, surge como forma de denominar acciones que a nivel
público, privado, individual, grupal, organizacional se realizan.

120
Pero ¿desde qué concepción? Las herramientas con que contamos ya no nos sirve y
aquel profesional preparado para la escucha del mundo interno del paciente sufre.
El campo de acción se ha vuelto desconocido. Hay que constituirse en el lugar de la
acción y construirse a la vez que lo demandante.

Es aquí que recurro a pensar la intervención como un venir-entre, idea de involucración


de al menos dos sujetos (sin asimetría). Algo acontece en un espacio intermedio que no le
pertenece a ninguno, sino que se construye desde el no saber. Construir una situación
sobre la intervenir implica un armado en conjunto. Cada uno de los términos se instituye en
el mismo momento y genera una situación inédita que puja por constituirse en otro sentido.
Esta noción de intervención que les propongo pensar, implica, hace jugar el cuerpo (el
que el Psicoanálisis se ocupó de aquietar en el diván) hace hacer con el consultante (lo
consultante) en base a una idea compleja y complejizante de la situación.

“La intervención sería una modalidad de práctica en salud mental que favorece cambios
en el consultante a partir del uso de una estrategia que se va construyendo en un tiempo
acotado” (Muniz, 2002: 18). Utilizó la idea de estrategia de Edgar Morín, la que no designa un programa
predeterminado de acción, sino que a partir de una decisión inicial permite imaginar un
número de escenarios posibles para la acción, programa que se modificará de acuerdo a las
informaciones que vayan llegando en el curso de la acción y del azar mismo que perturba esa acción.

Primera Parte La mutua apropiación entre los procesos de subjetivación y el acontecimiento


Introducción Problematizar la subjetividad no incumbe a una sola disciplina, obliga a la apertura, a las
conversaciones, a generar ámbitos de pensamientos abiertos y creativos y dónde se vuelva
a considerar el modo de concebir lo humano.

Aporte desde el campo de la filosofía, entendida ésta como una actividad experimental y
productiva que plantea problemas, traza planos de pensamiento, elabora ideas, crea conceptos.
Pensar es crear, configurar. El pensamiento disuelve su alianza con las cosas, con los
objetos, con el sujeto cognoscente y el ideal de verdad se imbrica a la experiencia y ésta
adquiere un valor peculiar, Desde esta perspectiva el sentido y el valor del pensar no reside
en la relación con el objeto, con la verdad; en la subordinación al reconocimiento y a la
representación; sino en su capacidad configurante y relacional: en su potencia de obrar.
Aproximación al problema
La mutabilidad propia de la vida nos fuerza a soltar amarras, a abandonar la hegemonía
de la grilla de inteligibilidad hegemónica como única vía de pensamiento, como único
modelo del mundo. Nos damos cuenta de que ella culmina condicionando los modos de
existencia al sostener la forma hombre (varón) como modelo exclusivo de lo humano.
Los modos de subjetivación concebidos desde la perspectiva del acontecimiento
muestran su carácter relacional, el poder de afectar y ser afectado que genera las
condiciones de su constitución: la cuestión de los modos de subjetivación abre la pregunta
por las condiciones de su producción.

Abordar la cuestión de la subjetividad en su aspecto productivo, en tanto modos de


subjetivación abiertos a los acontecimientos, nos conduce a considerar la cuestión en
términos de una perspectiva lógica-ontológica en conexión con la ética y la política.
La problematización de la subjetividad

121
La determinación formal del sujeto no es más que una configuración que opera como el
ideal que rige los procesos efectivos de formación subjetiva. El sujeto siempre produce, es
el efecto de modos de producción subjetiva, regidos por ideales formales.
El sujeto es el efecto de múltiples procesos de subjetivación. El sujeto es un producto,
una modalidad subjetiva determinada, que se realiza gracias a procesos específicos de
producción subjetiva, el punto focal son los procesos mediante los cuales se realiza su constitución.
Al problematizar la subjetividad, abre una interrogación peculiar en torno a la cuestión del
tiempo, puesto que el modo hegemónico de pensar el tiempo determina la experiencia de
los procesos, de las mutaciones y las transformaciones en los modos subjetivos. Por ello, es
preciso volver sobre el tiempo, como un concepto clave a la hora de pensar los procesos de
subjetivación en el contexto de un enlace entre ética y política, que no deja de lado la
dimensión lógica-ontológica del pensar.

Importancia del concepto de tiempo a la hora de pensar las mutaciones


Seguir pensando el tiempo en términos de movimientos espaciales limira nuestra
experiencia e insiste en el predominio de las formas, los límites y las fronteras en la
preeminencia del espacio sobre el tiempo.

Por eso decimos mutación y nombramos, de ese modo, las múltiples transformaciones
que se operan a diario y exceden la temporalidad espacializada, encasillada en los cambios
de estado dispuestos en un ordenamiento de comienzos y finales.
El tiempo lineal y cronológico dificulta el pensamiento sobre el proceso
La dificultad de pensar la vida, los acontecimientos que la pueblan, a partir de esas
categorías, de ese modo de pensar el tiempo. Es que Nietzsche abre el pensar a una
temporalidad envolvente, al devenir y los acontecimientos. Por ende, los procesos de
subjetivación singulares abiertos a las transformaciones propias de la vida.

Los acontecimientos expresan el devenir


El concepto de devenir cobra relevancia, se distingue de la historia, del tiempo de los
hechos, en él el antes y el después se dan a la vez (Deleuze 1993).
Los acontecimientos se encarnan en situaciones, pero siempre hay algo del
acontecimiento abierto a las mutaciones, a nuevas actualizaciones. “Puede que nada
cambie o parezca cambiar en la historia, pero todo cambia en el acontecimiento, y nosotros
cambiamos en el acontecimiento” (Deleuze-Guattari, 1993).
Al focalizar el concepto de acontecimiento nos damos cuenta de que se trata de un
concepto complejo. El concepto de acontecimiento, por un lado, impulsa el abandono de
una ontología y una lógica que sostiene la regencia del ser/ente, de la atribución y de las
categorías que son la condición de posibilidad para la creencia en las cosas, en los objetos.
Por otro lado, afirma una ontología del devenir inmanentista y una lógica de las relaciones y
las multiplicidades. El aporte de los estoicos consiste en sostener que el mundo está constituido por
acontecimientos y plantear una modalidad lógica diferente, una lógica del sentido. El
predicado de una proposición no es la cualidad atribuirle a un sujeto, sino el acontecimiento
pronunciado en la proposición: el predicado equivale a las relaciones, al acontecimiento
(Deleuze, 1989/2006). El concepto de acontecimiento contribuye a pensar la noción de individuación
singularizante. Tal noción adquiere relevancia a la hora de pensar a la subjetividad en tanto
modelo procesual/acontecimiental de subjetivación.

122
La mutua apropiación entre los procesos de subjetivación y el acontecimiento
La lógica del acontecimiento trae consigo la apertura a una concepción de los seres,
como seres singulares en relación, a un modo de individuación singularizante que produce
el alejamiento de los modos de individuación basados en el principio de individualización,
que sostiene la primacía de la identidad que garantiza la mismidad y controla las
mutaciones al querer dominar la inmanencia productiva.

En este contexto, los modos de subjetivación presentan como esencialmente


procesuales y acontecimientales, en su despliegue crean planos existenciales que, en
tramas relacionales múltiples, adquieren diversos caracteres subjetivantes. La producción
inmanente de los modos expresa las variaciones y las mutaciones constantes del devenir.
Al considerar la subjetividad desde la perspectiva de los modos de subjetivación, el
acontecimiento la constituye. El concepto de subjetividad se temporaliza. (...)

la sola subjetividad es el tiempo...Que estemos dentro del tiempo parecería ser un


lugar común, y sin embargo es la máxima paradoja. El tiempo no es lo interior en nosotros,
es justo lo contrario, la interioridad en la cual somos, nos movemos, vivimos y cambiamos (Deleuze, 1987).

La subjetividad en tanto proceso-acontecimiento de subjetivación enriquece el concepto


de modo de existencia. Los modos de subjetivación no remite ni a la persona, ni al yo, sino
a modos de pensar, de sentir, de actuar; a modos de existencia relacionales que cada quien
efectúa en tanto ser en relación.

La comunicación y su desarrollo es entendida como una de las herramientas humanas


que propician y promueven la intra e intersubjetividad. La comunicación la entendemos
como la posibilidad de uso de los medios y manejo de la información, con la consiguiente
distribución que conlleva la contradicción es parte de nuestra humanidad por su existencia,
la provocación de conflictos habilitantes del desarrollo, la ambigüedad, por el contrario, la
vemos como gestora, no inocente del desconcierto, en consecuencia de la paralización del sujeto.
Intervención, evaluación, normalidad, norma serán términos en continua revisión evaluar
lo instrumental es una forma de acercarse al sujeto lo original del diagnostico situacional lo
ubicamos en una lógica suplementaria, que plantea la posibilidad de un equilibrio entre lo
eficiente, lo medible y lo comparable y la eficacia, ligada a la posibilidad creadora, es decir
la habilitación de autoría.
La posibilidad de transitar dialécticamente entre lo eficiente y lo eficaz nos acerca a la
originalidad del sujeto. el tránsito de consulta a demanda es considerado fundamental dada
la introducción del deseo como motor principal en esta posibilidad de autoría en el hecho clínico.
Siguiendo a Juan David Nasio pensamos que la historia de un síntoma en un individuo
se entrama en lo social, llámese cultura, ciencia tecnología. la psicología individual es
simultáneamente psicología social. El sujeto se manifiesta a través de síntomas , síntomas
que acompañan los cambios sociales.

Los discursos en torno al cuerpo se gestan en lo social, familiar, pero también en lo


técnico disciplinario.
La disciplina constituye una categoría organizadora dentro del conocimiento. El complejo
proceso de constructividad corporal articula 3 dimensiones: el equipamiento neurobiológico,

123
la experiencia que se produce en el encuentro con un otro significativo, y los discursos que
es otro significativo produce en torno al cuerpo.

El abordaje terapéutico en psicomotricidad ofrece un espacio tiempo donde ser autores


de nuevas experiencias y donde fundar un nuevo discurso en torno al cuerpo, un espacio
tiempo donde el sujeto pueda tener cabida. El solo hecho de iniciar una intervención
terapéutica en psicomotricidad ya habla sobre el cuerpo, lo ubica en el lugar de lo que no
funciona. Ninguna consulta resulta inocua, sino que puede generar un efecto iatrogénico,
obturando otros caminos, espacios, tiempos de comprensión de lo que al sujeto le pasa.
Si la intervención inaugura un nuevo discurso , instala un acontecimiento, un antes y un
después en el desarrollo infantil. En toda experiencia humana, el otro social, cultural,
siempre está presente y la subjetividad se constituye en interacción, no hay cambios de un
solo sentido en este complejo proceso, esta producción social y cultural precede al
nacimiento del sujeto. Es decir cada grupo social espera funcionamientos diferentes de sus
niños y tolera de forma variable las desviaciones. en nuestro sistema escolar se asiste a
una tendencia a la normalización y homogeneización de las clases escolares.
Las instituciones educativas eluden la responsabilidad que tienen de dar respuestas
diferenciadas de acuerdo a las características particulares de cada uno de los alumnos. se
considera importante destacar el carácter provisorio y dinámico del desarrollo del ser y la
condición singular y su devenir. en síntesis se considera importante destacar el carácter
provisorio y dinámico del desarrollo del ser y la condición singular que dan cuenta de la
complejidad propia de la condición humana y su devenir.

Niños eran los de antes: y los de ahora que son: sujeto, vínculo y cultura son entramados
de una compleja red que sostiene y arma subjetividad. Desde que la humanidad ha creado
el concepto de infancia, el mismo ha evolucionado hacia la idea de una etapa de privilegio,
en la cual el ser tierno ha de ser cuidado y alimentado en cuerpo y espíritu.
En nuestro país a la salud se tiende a que sea universal, en lo que refiere al acceso a los
servicios sanitarios en igualdad de condiciones y vemos con satisfacción como se ha
incluido la atención psicológica en forma global.

El diagnóstico toma toda la identidad, se lo mira desde el problema y no desde lo que


también es y si puede. los diagnósticos son un punto de partida y nunca pueden ser una
meta a la que se llega. Es dinámico, cambia según el punto de vista desde el que se lo mire
y desde la teoría desde la cual se lo piense. El grado de certeza de un diagnóstico cae si no
habla acerca de ese niño en particular, de su historia, su singularidad, su familia, maestra,
escuela, etc. Los niños pasan a ser clasificados y excluidos de escuelas de acuerdo al
diagnóstico que portan y al nivel intelectual que detentan. El capitalismo ha tomado parte en
este asunto de la medicalización de la infancia. Intervenciones grupales con niños y adolescentes
Las intervenciones con niños y adolescentes implican trabajar en la inmanencia absoluta,
sortear obstáculos en el hacer y crear dispositivos posibles en lo ficcional de una práctica apasionante.
Con los niños el lenguaje prioritario es los gestos, miradas, los tonos de voz, movimiento
y sus diferentes matices.

El valor de la palabra del analista en la sesión con niños ejerce un efecto de violencia.
Los grupos terapéuticos de niños fuera de las salas de salud barriales, del hospital, de todos

124
los espacios conocidos debían portar en sí mismos la capacidad de despliegue de la intervención.
En los grupos terapéuticos para niños el encuentro con el desborde es más rápido, ya
que en las primeras sesiones los niños despliegan sus desbordes. el psicodrama como
recurso psicoterapéutico grupal habilita a trabajar con el cuerpo, la imagen, y la palabra
desde lugares insospechados. La construcción de la imagen está en plena relación con la
evolución del pensamiento. Nominar al grupo genera un efecto homogeneizante necesario y
pertinente que desde el primer momento se necesita para pertenecer. El primer juego
propuesto busca sacar a los chicos del posicionamiento de padecimiento del síntoma que
traen. No hay libros, ni manuales, nadie te dice que decir y como debe intervenir un
psicólogo en un taller de teatro para adolescentes. el dispositivo de taller de teatro dispone
las condiciones para la producción, reflexión y el aprendizaje de los participantes del mismo.
Implicarse, estar, habitar, resistir y sostener son las reglas básicas que debe mantener un
coordinador psicólogo. No se puede trabajar con poblaciones afectadas si uno no se deja de
alguna manera afectar como sujeto. Esbozando trazos sobre modos posibles de habitar la clínica familiar
Dentro de cierta forma, todo tratamiento que se inicia pone en juego la neutralidad del
analista y una reflexión posible sobre su implicación.

A lo largo de todo el tratamiento con la familia se vuelven útiles categorías de


pensamiento tales como suspender, desacelerar, de modo tal que posibiliten habilitar una situación desde
el deseo, pero también y casi paradojalmente, con cierto grado de estupor e
incluso por momentos con sensaciones lideradas al horror. desde los postulados del
psicoanálisis se teoriza que la familia interviene en la construcción del psiquismo de sus
descendientes. Un modo de pensar el encuentro con la familia, supone un margen para el
surgimiento de la novedad, en el acontecer de lo repetitivo.

Consideramos al encuadre como aquello que posibilita la creación de un dispositivo para


poder pensar psicoanalíticamente los hechos clínicos. pensar la clínica vincular desde la
implicación supone concebir una clínica con un analista configurando con sus pacientes
vincularidad,integrando el vínculo y produciendo efectos- afectos- efectuaciones de la
potencia. En la línea del porvenir se inscribe el vínculo terapéutico en tanto oportunidad.
La experiencia del trabajo en psicoterapia vincular psicoanalítica en el marco hospitalario
Hemos constatado que muchas veces la problemática del paciente va más allá del
abordaje individual. Nuestro telón de fondo ha sido el psicoanálisis de las configuraciones
vinculares. Esta línea que en sus orígenes se nutre de los aportes de la antropología estructural.
Dicha estructura está atravesada por tres espacios psíquicos intrasubjetivo,
intersubjetivo y transubjetivo.

Entendemos que el vínculo posee características de ligadura inconsciente. Vínculo es


una estructura que envuelve a los involucrados y los inviste más allá o más acá de los yoes
incluidos en la misma.

Hay cuatro tipos de vínculos, alianza que es entre los cónyuges, relación que liga a los
padres y sus hijos, fraterno entre hermanos hijos de los mismos padres y vincular que liiga
el lugar del representante de la familia materna con el de la madre o esposa.
Vínculo refiere a una situación inconsciente que ligando a dos o más sujetos los
determina en base a una relación de presencia.

125
Se entiende por ajenidad a aquella parte del otro que no podemos representarla es
inherente a la presencia del otro. Hoy pensamos en un sujeto en vínculo entramado en la
cultura , coconstruyendo subjetividad con otro. Pensamos al sujeto constituyéndose
simultáneamente en tres espacios psíquicos que conforman su mundo interno, el mundo
con los otros y el mundo social.cada uno de ellos con una lógica propia, mundos
superpuestos pero no interceptados, mundos que se articulan o disocian en el sujeto y que
a su vez el sujeto es producido por ellos.

El origen del sujeto estaría determinado tanto por el mundo infantil, como por la relación
con los otros significativos, así como por el contexto social al que pertenecen. un sujeto se
constituye en base al criterio de identidad y de pertenencia.

La imposición es uno de los mecanismos constitutivos del vínculo. Imposición es la


acción de un otro sobre el yo o del yo sobre otro al establecer una marca no dependiente
del deseo de quien lo recibe y requiere de una relación entre quien la impone y a quien le es
impuesta. Imponer es una acción constitutiva y como tal refiere a la obligatoriedad de incluir
y hacer un lugar a una marca proveniente de un nuevo significado en el vínculo entre dos sujetos.
Nuevo refiere a que el sujeto no la tenía previamente a su inclusión en ese vínculo. La
idea de subjetividad a las que nos referimos se relaciona con la constitución del sujeto que
se sostiene tanto en los aspectos identitarios o identificatorios como en su pertenencia al
mundo que lo rodea y que hace marca en el y lo constituye como sujeto.

La terapia vincular psicoanalítica es una concepción nueva, un modelo diferente al de la


terapia individual. La complejización del campo teórico clínico hacia una escucha de lo
vincular implica un agregado de nuevas opciones en la estrategia al abordaje del
sufrimiento. El encuadre vincular y el individual serán encuadres diferentes que permitirán
producciones inconscientes diversas. La consulta a un terapeuta sucede cuando aparece un
sufrimiento el que es registrado como una ruptura de cierta continuidad psíquica que se
traduce en una sensación de desequilibrio, sea en el vínculo, en el cuerpo, en el psiquismo
o en lo social. a su ve, lo que le ocurre lo vivencia en tres ámbitos, en sí mismo, en su
familia y en su contexto social.

Resolver una consulta no es resolver la situación conflictiva con que se presenta un


paciente, sino establecer hipótesis que abran caminos para pensar, desde otro lugar, esa
situación. No existen reglas fijas para delimitar la indicación a un tratamiento vincular. la
pertenencia a una institución se transita con un nivel de sufrimiento inevitable, generalmente
vinculada a la tensión que existe entre lo instituido y lo instituyente.

El encuentro en el dispositivo vincular surge en el marco de un todo institucional como


consecuencia y causa del accionar de otros profesionales y pacientes. Cada situación
clínica que se nos va configurando, va exigiendo un armado de estrategias sucesivas que
den lugar a lo novedoso y a la tolerancia de incertidumbres, para permitir la posibilidad de ir
procesando a los cambios psíquicos no solo del paciente sino de los técnicos intervinientes.
Insistimos en la idea que cuando cada técnico decide una determinada estrategia
terapéutica integrando los diferentes encuentros con los pacientes, lo interprofesional e
institucional, sea esta opuesta o aún una nueva, se produce necesariamente un trabajo psíquico vincular.

126
Nos interesa puntualizar una diferenciación que establece morin entre programa y
estrategia. un programa es una cierta secuencia de actos que han sido decididos a priori. La
estrategia es un escenario de acción que puede modificarse en función de informaciones,
acontecimientos y azares. la estrategia es el arte de trabajar con las incertidumbres.
Multi abordaje significa acceder simultáneamente al área individual, al círculo familiar y al
medio social que rodea al paciente. El terapeuta, no resulta ser un mero espectador, sino un
protagonista de la escena terapéutica. El ser humano debe apropiarse de su historia desde
un hoy ineludible y en forma activa, para esto se necesita un trabajo psíquico y el ámbito
terapéutico resulta ser un espacio privilegiado, que se realiza en red, con otros.

El dispositivo analitico es pensado como una herramnienta al servicio de la generación


de nuevas condiciones de producción de subjetividad, vincularidad y discurso implicando en
ello a todos los habitantes de la situación incluido el terapeuta. Lo oculto no es solo lo
inconsciente reprimido de la estructura familiar inconsciente, es también un secreto, una
mentira, lo no dicho.
Dar testimonio tiene que ver con decir ligar dar cuenta para aportar nuevas marcas en la subjetividad.

Gonçalvez Boggio (2011). Clínica Laboral del Burn Out

Hipótesis clínica

Siendo nuestro cuerpo la principal herramienta de trabajo en la Psicoterapia Corporal, y


la salud del mismo, un elemento clave de la autorregulación organísmica y de las posibilidades de
resonancia vincular con nuestros pacientes, el objetivo central de la
conferencia estará centrado en pensar cuáles pueden ser los aportes del Análisis Bioenergético para
prevenir el burn out , el desgaste por empatía y el estrés postraumático secundario en los dispositivos de
salud.
Pondré como ejemplo el análisis de una intervención en el Estado de México

Testimonio de un médico:

“Trabajo como médico cirujano en Terapia Intensiva (39 años). Cuando mis colegas más viejos me decían
que este trabajo era para pocos años, no lo creía... ¡y ahora estoy pensando en dejar la profesión! Estoy al
borde... no aguanto más estar al lado de tanto dolor... tengo las orejas llagadas de escuchar lamentos y
dolor. Cuando vamos a informar el resultado de una operación, ¡qué difícil si no logramos buenos
resultados! Los familiares y los pacientes depositan mucho en nosotros. Hay veces que me cuesta mirarlos
a los ojos, y más de una vez preferiría que fuera otro colega a informar. Es como si tuviésemos culpa de la
enfermedad, o que fuéramos dioses capaces de algo imposible. Hay días, cuando se muere un paciente, o
veo que un compañero no pudo salvar un paciente y veo su frustración, me dan ganas de patear las
paredes. Siento que soy una bomba a punto de explotar. Cuando vuelvo a casa no puedo desenchufarme.
Sigo pensando en los problemas del hospital. No puedo dormir, hace ya tiempo tomo benzodiacepinas
combinadas con alcohol. Mi familia insistió en que debía tomarme vacaciones, que me decidiera por fin a

127
hacer un corte y descansar. Llegamos al lugar de veraneo, y en vez de relajarme, todo me irritaba. Si había
sol porque había sol, si llovía porque llovía, nada me venía bien. Y el insomnio se incrementó, y la cabeza
estaba en mi trabajo y en mis obligaciones. Nada me divertía y pensé seriamente en volver. Un día no
resistí más y fui a un hotel a ver mi correo electrónico, y me llevé una sorpresa: no podía recordar el
mecanismo, ni mi clave de acceso. No sólo me había olvidado de reír y el mecanismo de la computadora,
faltaba poco para olvidarme cómo me llamaba”.

Testimonio de un psicólogo:

“ Nunca pensé que esto podía pasarme a mí. Hace más de 20 años que atiendo pacientes, y considero que
es mi verdadera vocación. Siempre me gustó hacerlo. Desde hace muchos años trabajo 12 horas al día,
paciente tras paciente, dolor tras dolor.

Escuchar y analizar el dolor y el padecimiento, día tras día, definitivamente me agotó. Siento que no puedo
pensar más. Hasta a veces pasa que no recuerdo el nombre, me equivoco de nombre o no recuerdo lo que
me relató la sesión anterior (aun leyéndola). Sufro de intensos dolores de cabeza, que aumentan mi
padecimiento mientras trabajo. No quiero convertirme en un dependiente de los analgésicos.

Me duermo en las consultas, y ya no puedo disfrutar de nada fuera del consultorio. Estoy viendo que los
pacientes abandonan su tratamiento porque me ven agotado y sin energía para trabajar con ellos. En
contrapartida yo me pongo contento cuando falta alguien a su sesión, así me tiro en el diván y puedo
dormir y descansar un rato más”.

HIPÓTESIS CLÍNICA:

• Los profesionales de la salud que trabajan con personas traumatizadas pueden experimentar efectos
psicológicos profundos derivados del acto de empatizar y estar

En permanente contacto con el sufrimiento de los pacientes ( compassion fatigue).

• Este desgaste en el ejercicio del rol profesional,unido a otros factores institucionales (burn out) puede
intensificarse al producirse una transferencia o delegación traumática de los pacientes hacia el terapeuta
(vicarious traumatization).

BURN OUT y ESTRÉS POSTRAUMÁTICO SECUNDRARIO(COMPASSION FATIGUE / VICARIOUS


TRAUMATIZATION)

Carga alostática

•La reacción al estrés, nos protege en condiciones agudas, pero cuando está activado crónicamente en
nuestro organismo puede causar daños severos y acelerar enfermedades (biopatías).

• A este estado, en que estamos asediados por los acontecimientos externos y el sistema de reacción al
estrés se vuelve contra nosotros, le llamamos carga alostática

. Homeostasis ( hómoios , a,on : semejante de la misma naturaleza / stásis : estable):Alostasis(allos :


variable):

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Estrés agudo Estrés crónico

TEPT Depresión
TEPT Complejo o Trastorno por Estrés Extremo:
• Algunos autores (van der Kolk , Herman) postulan un nuevo diagnóstico, conocido como TEPT
Complejo ( Complex PTSD) o Trastorno por Estrés Extremo (DESNOS; Disorder of Extreme
Stress Not Otherwise Specified) para los casos de abuso interpersonales prolongados y
severos, en que la situación traumática se haya
producido repetidamente y a lo largo de mucho tiempo, de tal manera que la exposición
prolongada al trauma condiciona el desarrollo de la personalidad del individuo.

Estrés Postraumático Secundario Ocurre cuando una persona es expuesta (vivencial, visual o
auditivamente) a situaciones extremas experimentadas directamente por otra persona (o al relato
de las mismas), y resulta desbordado a causa de la exposición secundaria al trauma . Este
término, que contribuye también a describir los efectos deletéreos que padecen los profesionales
asistenciales al trabajar con sobrevivientes de trauma, se conecta notoriamente con la delegación
del trauma de pacientes a terapeutas, que podemos definir como traumatización vicaria –
vicarious traumatization - ( McCann y Pearlman , 1992 ), con el estrés por empatía o desgaste por
empatía – compassion fatigue - ( Figley , 1995 ) .

HIPÓTESIS CLÍNICA

La investigación en PsicoTraumatología sugiere significativamente que los métodos que se


encontraron útiles para el abordaje de los pacientes con estrés postraumático (especialmente las
técnicas de estimulación bilateral y las técnicas energéticas) son relevantemente útiles para
trabajar clínicamente con los profesionales que sufren de desgaste por empatía .

Síntomas del burn out Emocionales - Depresión Irritación Apatía Desilusión Pesimismo Hostilidad
Falta de tolerancia Falta de afecto Acusaciones Desesperanza Indefensión Cognitivos Pérdida
de significado Pérdida de valores Desaparición de expectativas Pérdida de la creatividad
Distracción Cinismo Criticismo generalizado Desorientación cognitiva Modificación del auto -
concepto Conductuales Evitación de responsabilidades Ausentismo Conductas inadaptadas
Desorganización Sobreimplicación Evitación de decisiones Aumento del uso de cafeína, alcohol,
tabaco y otras drogas Sociales Evitación del contacto Conflictos interpersonales Malhumor
familiar Aislamiento Formación de grupos críticos Evitación profesional

Fases del Burn Out • Leve • Moderado • Grave • Extremo

Algunos emergentes de la investigación: - “Estoy muy estresada por todo lo que veo y por todo lo
que escucho. Me he vuelto paranoica con mis hijos. Anoto todas las placas de los taxis en donde
salen mis hijos. Les digo no salgan. Es como si viviese en una tensión y en una vigilancia
constantes. Me duele la cabeza ... pastillita; me duele el estómago... pastillita” (trabajadora
social).

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- “Mis hijos y mi esposo me dicen cuando llego cansada del trabajo: “tu eres una generadora de
violencia en el hogar”. Llego tan cansada que no quiero ningún tipo de problemas, por mínimo
que sea. Y si se presenta alguno me irrito irracionalmente” (abogada, casada, 2 hijos) .

- “Al trabajar con las mujeres aprendí también a ver cómo piensan los hombres. Mi lucha es con
las mujeres en forma genérica, y circunstancialmente estoy trabajando con la violencia. Siento
que las mujeres crecemos con mucho miedo a la vida y con redes mucho más débiles que los
hombres” (médico psiquiatra).

- “No se si me ha afectado todo lo que ví ... pero ... no tengo novio, no me interesa el matrimonio,
ni ser madre. Yo no quiero una pareja para sufrir lo mismo que las víctimas. ¿De qué me sirve
estar al lado de un hombre que no me va a apoyar en un embarazo? Creo que todos los hombres
son iguales de machistas: mentirosos, infieles e insensibles” (abogada).

- “Me he empezado a alejar de mis amistades, durante el día tengo muchos deseos de ver a mi
novio pero apenas llega a mi casa ya siento ganas de que se vaya porque lo que quiero es estar
sola tirada en la cama, con la puerta cerrada y con la luz apagada. Sólo quiero escuchar mi i -
pod ” (psicóloga). - “Es muy difícil no extralimitarte en este trabajo. A veces me siento la Madre de
Toluca. Traés de tu casa una torta para el almuerzo, y estás atendiendo a una mujer con 4 hijos,
que viene con lo puesto, y con sus hijos que no comen desde el día anterior, y vos le decís: “tome
señora, déle de comer a sus hijos”, y te quedás sin almorzar, obvio. Esto pasa una y otra vez. La
primera señora que atendí víctima de violencia ... me la quería llevar para mi casa para
protegerla” (psicóloga).

- “Siempre me tocaban los casos de secuestro. Esto me generó una gran paranoia con mi hija: la
sobreprotegía y no la dejaba ser una niña normal. Después me pasó lo mismo cuando empecé a
trabajar con casos de abuso sexual infantil. Ya ni siquiera podía dejar a mi hija a ir a la escuela
por miedo a que abusaran de ella. Hasta que me di cuenta que era un problema mío y que tenía
que tratarlo” (psicóloga, casada, una hija).

- ”La violencia te toca. Y la demanda es cada vez mayor. Si vas a trabajar con violencia tenés
que reconstruir tu identidad. Tenés que aprender a pensar diferente, a sentir empáticamente
dolores que nunca hubieras imaginado. Primero entrás en shock: ¿cómo es posible que esta
violencia exista? ¿Cómo es posible que un ser humano pueda hacerlo eso a otro ser humano?
Luego pasás a un estado de paranoia: no podés confiar en nadie, el mundo es una “chingada”.
Entonces apostás al cambio. Le das un 200% a tu profesión: llevás trabajo a tu casa. Empezás a
trabajar, trabajar y trabajar. Pero pasa muy poco tiempo y te empezás a frustrar. Con lo que no
podés hacer porque no te dan las fuerzas. Con las trabas institucionales. Y, al mismo tiempo que
empezás a confrontrar con la realidad de esos límites, entrás en conflicto: porque ya no
permanecés ilesa a los “madrazos” de todos los días. Ahí es cuando llegás a la conclusión de
que no podés trabajar con la violencia de los usuarios sino trabajás con tu propia violencia. La
violencia con los usuarios, con tus seres queridos, con tu propio cuerpo. La violencia que, como
mujer, recibiste en tu historia de vida, como hija, como hermana, como amiga, como novia, y la
violencia que ejercés y que sufrís ahora como madre y como esposa. La última etapa de este
proceso es la aceptación: la violencia va a estar ahí, la violencia es una forma de vida, y no la vas
a erradicar vos sola a lo Terminator , pero podés poner lo mejor de ti para combatirla, podés
darle herramientas a las victimas para que crezcan, para que creen nuevos recursos: te fue mal
en la vida, ok! Pero todavía podés hacer algo” (psicóloga, directora) .

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“Si veo escenas de violencia empiezo a temblar” “Me gusta ir a las películas de terror ... así grito”
- “Puedo ver sólo películas de fantasía, nada de drama ...No me gusta ver violencia en la TV,
bueno, salvo Mujeres Asesinas”.

Estrategias de cuidado y prevención del Burn Out Individuales

• Tiempo libre y privado • Trabajo corporal • Relajación • Resiliencia Grupales • Grupos de


reflexión • Talleres • Espacios de formación e intercambio profesional Institucionales •
Planificación • Evaluación • Soportes • Dispositivos de solidaridad operantes • Transversalidad •
Implicaciones.

ALGUNAS ESTRATEGIAS PARA LA PREVENCIÓN Y LOS AUTO - CUIDADOS DEL


DESGASTE POR EMPATÍA • Estar conciente de los propios límites. • Mantener el balance entre
la vida personal y profesional, al igual que la clase de casos clínicos que se tomen. • Estar alerta
y examinarse atentamente a uno mismo. • Tratarse bien a uno mismo. • Prestar especial atención
al auto - cuidado físico. • Encontrar formas saludables de expresar y descargar los sentimientos
regularmente. • Ser cuidadoso de no aislarse de los demás. • Crear un sistema de soporte
profesional para sí mismo.

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