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NUEVAS FORMAS DE RACISMO EN BOLIVIA

El nuevo racismo de hoy es halagar al indio/indígena para luego destruirlo socialmente. En Guatemala,
México o en Chile halagan al indio del pasado, pero nunca al indio real de hoy. En Bolivia, por el contrario,
se halaga al indio de hoy pero paradójicamente su resultado es igualmente etnocida. En el primero, los
grupos de poder blanco-mestizo alaban al indio del pasado heroico. El indio coetáneo es el Otro, es el
salvaje, un ser casi sin historia, el subversivo, y que por lo mismo es considerado como el enemigo interno
del Estado-nación. En el segundo, es la exaltación del Otro para, a cambio, no hacer o hacer poco, de
modo estructural, a favor del indio real. Para ambos, el argumento que se esgrime es que éste perjudica
el "desarrollo” y la modernización del país.

Sin duda, el racismo en Bolivia, en América o África, es un fenómeno estructural. Porque el racismo es un
hecho social e histórico fundado en el colonialismo y la modernidad. En este sistema, el racismo es aquella
forma de empequeñecer a una persona o a un pueblo mediante el sistema clasificatorio de la
interiorización y la superiorización. La misma fue sustentada ideológicamente por la "ley de selección
natural de especies” de Charles Darwin, donde los inferiores se extinguen y los superiores triunfan.
Aquello luego fue impuesto en el campo de las ciencias sociales por A. Comte y H. Spencer, para dar
realidad en el siglo XX al "darwinismo social”. Arguedas, en Bolivia de aquel siglo, es el mayor exponente
de ello, porque sostenía que el aymara es huraño, no piensa, es profundamente apegado a la tierra, es
melancólico, no tiene sentimientos. Narrativa que sirve para inferiorizar al indio.

De su parte se ha planteado el exterminio del indio mediante el fusilamiento o la manu militari, como
solución final para el triunfo del proyecto del blanqueamiento social del país y de los países con presencia
indígena. El ejemplo de esto último en Bolivia es la actuación de Bautista Saavedra, un abogado que
después de defender a los procesados de Mohoza por la muerte de 120 soldados del Escuadrón Pando,
comete, siendo ya Presidente de Bolivia, la masacre de Jesús de Machaca, en 1921. En esa fecha son
arrasados los ayllus de aquella región aymara y fusilados más de 100 comunarios por soldados del
Regimiento Guaqui. Luego, en el siglo XXI tenemos la masacre de El Alto de 2003, donde los altos
responsables hasta hoy no han sido sancionados. Ahora, esta criminalización históricamente ha venido
tanto desde la derecha y la izquierda.

Así, el racismo está dado de parte de quienes ostentan el poder. Y hoy, desde allí se produce el nuevo
racismo. El caso paradigmático en Bolivia es que pese a que existe la Ley Contra el racismo y toda forma
discriminación, ésta tiene una nueva actualidad porque el racismo tiene iguales y otras condiciones en la
práctica social y en el discurso del poder. Se ha producido una metamorfosis del racismo, a la vez que se
mantienen las viejas formas de racismo colonial. En diferencia del lenguaje violento y de la manu militari,
éste es un sistema halagador que cumple la misma función de asesinar simbólicamente al indio real. Y ese
asesinato simbólico puede ser en contra de quien hoy ejerce el poder eventual. Así, éste supera incluso el
racismo de élite de tipo europeo o norteamericano.

Este nuevo racismo es producido por un lenguaje y discurso altamente sensible que es mucho más
peligroso. Su argumento moralmente correcto trata de enaltecer la subjetividad colonizada, pero su
consecuencia es trágica porque llega al mismo punto del exterminio del Otro en tanto cultura y sistema
civilizatorio. El alabar al indio/indígena o campesino mediante el lenguaje, diciendo que son "la fuente
moral de la humanidad”, es ridículo porque luego se "descubre” que el indio también es corrupto y
moralmente deshonesto. El levantar la autoestima dentro de un sistema colonial que carcome el ser es
interesante, pero éste tiene efecto contrario a lo previsto; porque al parecer cumple la función de sacar
al indio del campo público para devolverlo al campo privado al que ha pertenecido históricamente. Lo
peor es que es el propio indio en muchos momentos lo expresa públicamente, para luego terminar
cayendo en este nuevo racismo.

Desde el poder se afirma una y otra vez que se está a favor de los pueblos que sufren el racismo, pero las
políticas públicas y las acciones del Estado son contrarias a ello. Es una simple ilusión, o mejor, un engaño,
un gran embuste, que es estructural en Bolivia y en países que tienen historia colonial. Su argumento
muchas veces ha sido presentado como positivo mediante el discurso y las representaciones simbólicas,
pero su efecto es peor porque choca con lo colonial y racista que no ha sido ni movido ni destruido. Esto
puede ser ejemplificado mediante la Ley de Deslinde Jurisdiccional, donde el sistema ordinario es superior
al sistema indígena originario campesino. Queda sobreentendido que lo ordinario es mejor y lo indígena
es peor. Los viejos sectores oligárquicos están creando un ambiente criminal en contra del aymara o
quechua en algunas instituciones públicas y privadas.

En este contexto florece el nuevo racismo. Es entendible que la lucha antirracista siempre ha sido difícil
porque el poder público y los espacios privados están organizados en contra del aymara. Lo máximo que
puede hacer este sistema de poder en favor del indio es su incorporación o asimilación al Estado, pero
jamás permite su autonomía y la idea de liberación y o el autogobierno del país todo.

En Bolivia el racismo del Estado colonial republicano de ayer se ha acomodado al "nuevo” Estado
plurinacional. Se afirma una y otra vez que el Estado colonial ya no existe, pero sin embargo existe de
modo más elocuente mediante el encarcelamiento de líderes aymaras o quechuas como la de Tata Félix
Becerra o la persecución de otros líderes indios. Esto echa por tierra los actos de engrandecer al indio de
carne y hueso para a cambio fundirlo en lo más recóndito de la historia. Similar hecho sufren los alteños
que en todo este tiempo han sido exaltados como la "vanguardia del proceso revolucionario”, pero, en
realidad, esta ciudad sigue casi en las mismas condiciones desde hace diez años.

Así, el nuevo racismo contemporáneo está sustentado en alabar al indio para finalmente destruirlo. Y esto
se hace a nombre de la revolución y de los propios pueblos indios/indígenas que sufren el racismo colonial
y moderno. Y,¿la descolonización del Estado colonial? Esto tiene poco sentido ya que su realidad es el
nuevo racismo, que paradójicamente sirve para destruir nuevamente al aymara o quechua social e
históricamente.

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