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Durante el siglo XIX existió un condicionante del proceso de formación de Estados Unidos:
su inicio hacia el despegue industrial. Esta condicionante lo era con respecto a Europa, de
la cual había surgido. Sin embargo, este joven país con la esperanza puesta en consumar su
independencia contra reaccionó; sumado a sus necesidades de expansión territorial, en
gran parte desconocida, y a la que necesariamente había que conquistar,
consecuentemente se procuró un carácter particular:
Evolución demográfica
El proceso demográfico de Estados Unidos tuvo tres rasgos esenciales que lo caracterizaron.
En cuanto a la población, este país no superaba los cuatro millones de habitantes en el
primer período; sin embargo la misma se fue duplicando cada 23 años, hasta que en
vísperas de la Guerra de Secesión logró alcanzar los 32 millones. No obstante, en el último
tercio del siglo se evidenciaría un relativo descenso en dicho crecimiento. Por lo tanto, la
presión demográfica de dicho país posee los siguientes aspectos fundamentales.
Desde principios de siglo y hasta 1870, la tasa de natalidad se mantuvo en 45 por ciento
aproximadamente; hasta descender de 38 a 30 por ciento en 1890. El alza del nivel de vida
y del progreso general, acompañaron esta evolución. La tasa de natalidad siempre fue
superior a la tasa de mortalidad, aunque esta último también siempre fue menor que en
Europa. A tal punto que se paso de un 25 por ciento en 1800 al 20 por ciento en 1865. Para
finalizar con un 17.2 por ciento en los inicios del siglo XX.
La inmigración
La conquista de la frontera
Esta sumatoria continuó en 1818, cuando la región central de la frontera con Canadá fue
cedida por Inglaterra. Un año después de este hecho, Florida fue vendida por España. Pese
a todo ello, el territorio estadounidense tuvo modificaciones sustanciales durante la década
de los cuarenta, más precisamente cuando se anexa Texas en 1845, un año más tarde lo
hizo Oregon y definitivamente se estableció el actual mapa de Estados Unidos en 1848 con
la incorporación de la Alta California y Nuevo México.
Un hecho fundamental fue el aumento de la movilización hacia el oeste, lo que implicó que
en el ámbito económico, los centros urbanos materialicen la etapa inicial de la
industrialización en Estados Unidos. A partir de ese momento se desarrollo un proceso de
proletarización, observado con anterioridad en Inglaterra, y que conllevaba las difíciles
condiciones sociales de vida en aquel entonces. Pero además, con la memoria aún fresca
de los discursos revolucionarios de la guerra de la independencia, entraron en refutación
las condiciones impuestas por la explotación capitalista y la conciencia de libertad de
amplias masas de población. Para aquellos miles de hombres y mujeres que no estaban
dispuestos a convertirse en asalariados, el oeste fue su esperanza. A tal punto que hacia la
conquista de la frontera se “colaban” importantes contingentes humanos, sin importar la
fuerte presión demográfica.
La oferta de mano de obra industrial se resintió y los empresarios se vieron forzados a
desarrollar un mejoramiento tecnológico, que supliera la relativa escasez de mano de obra
con una mecanización cada vez más perfeccionada. En el terreno económico se trazó lo que
podríamos llamar una división geográfica del trabajo, con tres polos fundamentales que se
articularían armónicamente: el este industrial, el oeste agrícola y el sur algodonero. Incluso
antes de conocer las enormes ventajas del ferrocarril, la interrelación entre los tres polos
se veía favorecida por la extraordinaria red fluvial natural: el oeste vendía sus productos
agrícolas a los estados del sur, utilizando el Mississipí que enlazaba con Ohio. Al mismo
tiempo, el sur exportaba algodón a la industria textil de los estados del este.
La industrialización
En la segunda mitad del siglo XIX la industria estadounidense creció más que ninguna otra
en el mundo. Las primeras manufacturas se crearon con importación de mano de obra
extranjera especializada. La guerra de 1814 contra Inglaterra, al cortar la entrada de los
productos británicos, permitiría la creación de algunas industrias, que ya en 1816
comenzaron a crecer considerablemente. Después de 1840-1860, la utilización de la hulla y
el vapor impulsaron notablemente la siderurgia y el transporte.
Los dueños de bancos, ferrocarriles, acero y petróleo se apoderaron de las tierras de los
aborígenes, impusieron hipotecas y absorbieron la economía esclavista del sur. Importaron
millones de trabajadores y obreros especializados, para superar las técnicas europeas.
Chinos y filipinos construyeron ferrocarriles y granjas con jornadas excesivas y bajos
salarios; pero sobre todo se edificaron fortunas sobre millones de esclavos negros.
Fuente Consultada: Historia Universal Gómez Navarro y Otros.