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CIENTIFICOS

GRIEGOS

**
Museo Capitolino, Roma

ARQUIMEDES
CIENTIFICOS
GRIEGOS
RECOPILACION, ESTUDIO PRELIMINAR, PREAMBULOS y NOTAS POR

FRANCISCO VERA

**
ARQUIMEDES
APOLONIO DE PERGAMO
ERATOSTENES
NICANDRO
HIPARCO
TEODOSIO DE TRI POLI
HERON DE ALEJANDRIA
DIOSCORIDES
PTOLOMEO
GALENO
NICOMACO DE GERASA
PAPPO
DIOFANTO DE ALEJANDRIA
PROCLO DE LICIA

~
TOllE,lEGE A G U 1 LAR
DEPÓSITO LEGAL. M. 11542.-1970 (ll).

© AGUlLAR, S. A. DE EDICIONES, Juan Bravo, 38, Madrid (España), 1970.

Printed in Spain. Impreso en España por Selecciones Gráficas,


Avenida del Doctor Federico Rubio y Galf, 184, Madrid.-1970.
ARQUIMEDES·
(287-212)
ARQUIMEDES

PREAMBULO

H lJO del astrónomo Fidias 1, Arquímedes nació en Siracusa el año


287 antes de Jesucristo y fue pariente del rey Hierón 1I 2, en cuya in-
timidad vivió, aunque sin desempeñar cargo alguno.
Según Diodoro de Sicilia 3, viajó por Egipto, donde se inició en la
ciencia faraónica, y de regreso a su patria trabó amistad con los más afa-
mados geómetras.
Dice Plutarco 4 que los inventos fueron para Arquímedes «como jue-
gos de Geometría, a la que era dado. En el principio fue el tirano Hierón
quien estimuló hacia ellos su ambición, persuadiéndole a que convirtiese
alguna parte de aquella ciencia de las cosas intelectuales en las sensibles
y que, aplicando sus conocimientos a los usos de la vida, hiciese que le
entrasen por los ojos a la muchedumbre)); y, luego de aludir a los tra-
bajos de Matemática aplicada de Eudoxio y Arquitas que no continuaron
a causá de que «Platón se indispuso e indignó contra ellos porque degra-
daban y echaban a perder lo más excelente de la Geometría con trasla-
darla de lo incorpóreo e intelectual a lo sensible y emplearla en los cuer-
pos que son objeto de oficios toscos y manuales», agrega Plutarco que
«Arquímedes, pariente y amigo de Hierón, le escribió que con una po-
tencia dada se puede mover un peso igualmente dado; y jugando, como
suele decirse, oon la fuerza de la demostración, le aseguró que si le die-

1 <I>H~(et. ~€ TOU a!.wuJtet."tQó~, dice Arquímedes en el Arenaria, tegún la lec-


ción de Blass en el Jahrb. für Philol., vol. eXXVIl, 1883, que corrigió el texto
de las ediciones antiguas: <I>H~(a be TOU 'AxouJtaTQo~, traducido Phidias vero
Acupatri filius, por Torelli, y Phidias, ti/s d'Acupatri, por Peyrard.
2 Tirano de Siracusa que gobernó durante el período 269-215.
3 Biblioteca histórica, XXXVII, 3.
4 Vidas paralelas (Marcelo), passim.
10 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO n

ran otra Tierra, movería esta después de pasar a aquella 5. Maravillado


Hierón, y pidiéndole que verificara con obras este problema e hiciese os-
tensible cómo se movía alguna gran mole con una potencia pequeña, com-
pró para ello un gran transporte de tres velas del arsenal del rey, que fue
sacado a tierra con mucho trabajo y fuerza de un gran número de brazos;
cargólo de gente y del peso que solía echársele, y sentado lejos de él, sin
esfuerzo alguno y con solo mover con la mano el cabo de una máquina
de gran fuerza atractiva, lo llevó así derecho y sin detención, como si
corriese por el mar».
En este párrafo está contenida la ley de equilibrio de la palanca, cuyo
uso práctico era ya conocido en Oriente, según se ve en algunas escul-
turas de Asia y Egipto; pero su principio fue descubierto por Arquímedes
gracias al poder del razonamiento abstracto.
El gran siciliano intervino en la defensa de su patria y, según el pro-
pio Plutarco, «al acometer, pues, los romanos por dos partes, fue gran-
de el sobresalto de los siracusanos y su inmovilidad a causa del miedo,
creyendo que nada habría que oponer a tal ímpetu y a tantas fuerzas;
pero poniendo en juego Arquímedes sus máquinas, ocurrió a un mismo
tiempo al ejército y la armada de aquellos. Al ejército con armas arroja-
dizas de todo género y con piedras de una mole inmensa, despedidas con
increíbl(¡! violencia y celeridad, las cuales, no habiendo nada que resis-
tiese a su peso, obligaban a muchos a la fuga y rompían la formación. En
cuanto a las naves, a una las asían por medio de grandes maderos con
punta, que repentinamente aparecieron en el aire, saliendo de la muralla,
y alzándose .. en alto con unos contrapesos, las hacían luego sumergirse
en el mar, ya otras, levantándolas rectas por la proa con garfios de hie-
rro semejantes al pico de las grullas, las hacían caer en el agua por la
popa, o atrayéndolas- y arrastrándolas con máquinas que colocaban aden-
tro, lasf!strellaban en las rocas y escollos que abundaban bajo la mura-
lla, con gran ruina de la tripulación. Aveces hubo nave que, suspendida
en lo alto dentro del mismo mar, y arriada en él y vuelta a levantar, fue
un espectáculo terrible, hasta que, estrellados o expelidos los marineros,

5 De aquí procede la anécdota que atribuye a Arquímedes la tan conocida


como disparatada frase: « Dadme una palanca y un punto de apoyo y moveré
el mundo», de la que hay dos versiones: .a j3w xal XLVW .áv yav, en dialecto
dórico, tan caro a Arquímedes, y otra en griego· más literario: M~ !-t0l W-U
(H& xal XLV& .~v 'Y~v.
ARQUIMEDES.-PREAMBULO 11

vino a caer vacía sobre los muros o se deshizo por soltarse el garfio que
la asía)),
Más conocida que la invención de estos dispositivos, que autorizan a
considerar a Arquímedes como el primer ingeniero de la antigüedad, es
la anécdota referente a la corona de oro de Hierón que nos ha transmi-
tido Vitruvio 6. «Cuando Hierón reinaba en Siracusa-dice el famoso ar-
quitecto romano~quiso ofrecer a los dioses inmortales, por los éxitos con-
seguidos en sus empresas, una corona de oro, que encargó a un artífice
a quien entregó el oro necesario para hacerla, además del importe de su
trabajo. En el plazo convenido quedó construida la corona: que al rey
pareció bien ejecutada; pero habiendo sabido que el artífice había ro-·
bada una parte del oro, sustituyéndolo por el mismo peso de plata, y no
. sabiendo cómo demostrar el fraude de que fue víctima, encargó de ello
a Arquímedes. Un día, en que este se bañaba, observó que el agua se
desbordaba .a medida que él entraba en la bañera, lo cual le hizo descu-
brir el secreto que buscaba, y, saliendo desnudo del baño, corrió .por las
calles gritando: ei;f]r¡xa, eVf]r¡xa, es decir: lo encontré, lo encontre.»)
Vitruvio dice después que para comprobar que la corona no era de
oro puro, la introdujo en un vaso lleno de agua, y después dos masas,
una de oro y otra de plata, de igual peso que la corona, y, midiendo los
volúmenes desalojados de los tres cuerpos, «encontró que la masa de oro
no desalojaba .tanta agua como la de plata; que la diferencia era igual a la
de los volúmenes del oro y de la plata; y que la corona desalojó más
agua que la masa de oro y menos que la de plataJ), .lo que le permitió
calcular la plata que el artífice había mezclado con el oro.
Este problema, que es un sencillo reparto proporcional, no tiene nada
que ver con el principio de Arquímedes contenido en los postulados que
establece en el libro 1, «De los cuerpos flotantes)), y cuyo carácter ele-
mental contrasta con las aplicaciones que hace del mismo en el libro Il
para fijar las condiciones de equilibrio de un paraboloide de revolución.
Arquímedes es, acaso, el hombre de ciencia que ha llegado a la más
alta cima de la abstracción, y, según Plutarco, la muerte le acechaba en
uno de sus momentos de éxtasis. «Hallábase-dice-casualmente entre-
gado al examen de cierta figura matemática, y fijos en ella su ánimo y su
vista, no sintió la invasión de los romanos ni la toma de la ciudad. Pre-
sentósele repentinamente un soldado, dándole orden de que le siguiese a

6 De Architectura, IX, 3.
12 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

casa de Marcelo; pero él no quiso antes de resolver el problema y llevar-


lo hasta la demostración; con lo que irritado el soldado, desenvainó la
espada y le dio muerte. Otros dicen que ya el romano se le presentó con
la espada desnuda en actitud de matarle, y que al verle le rogó y suplicó
que esperara un poco para no dejar imperfecto y oscuro lo que estaba
investigando; de lo que el soldado no hizo caso y le pasó con la espada.
Todavía hay acerca de esto otra relación, diciéndose que Arquímedes lle-
vaba a Marcelo algunos instrumentos matemáticos, como cuadrantes, es-
feras y ángulos, con los que manifestaba a la vista la magnitud del Sol, y
que, dando con él los soldados, creyendo que llevaba oro, le mataron.
Como quiera, lo que no puede dudarse es que Marcelo lo sintió mucho,
que al soldado que le mató de su proPia mano le mandó retirarse de su
presencia como abominable y que, habiendo hecho buscar a sus deudos,
los trató con el mayor aprecio y distinción.»
Así acabó su vida-una de las más fecundas que registra la historia
de la Ciencia-el año 212 antes de Jesucristo.
El cadáver de Arquímedes fue enterrado con todos los honores, y
sobre su tumba, cumpliendo sus deseos, se colocó un cilindro inscrito en
una esfera con una inscripción que indicaba la razón, por él descubierta,
entre las áreas y volúmenes de ambos cuerpos.
El sepulcro fue hallado y restaurado piadosamente por Cicerón siendo
cuestor de Sicilia 7, pero volvió a desaparecer, y hoy no se sabe dónde está.
Arquímedes es el matemático griego que sigue cronológicamente a
Euclides-pues quienes florecieron en el medio siglo que fluye entre am-
bos son de mediana cota intelectual-, y cada uno de los dos representa
una orientación distinta de la ciencia llamada exacta por antonomasia.
Euclides se preocupa de ordenar, sistematizar y completar la labor de
sus antecesores, mientras que Arquímedes se plantea problemas nuevos,
cuya solución le obliga a prescindir de los métodos conocidos e inventar
otros, acudiendo incluso a recursos físicos: audacia herética para los epi-
gonos de Euclides, cuya autoridad era indiscutible en Alejandría, donde
estudió Arquímedes, quien se retiró a Siracusa después de no pocas disputas.
Hombre antes que intelectual y ciudadano antes que sabio, Arquíme-
des no se encerró en la torre de marfil de sus lucubraciones, ni permane~
ció al margen de la cosa pública; y cuando Marcelo sitió su ciudad na-

7 Tusculanorum disputationum libri V, IV, 13. Hay una traducción espa-


ñola en las Cuestiones tusculanas, libro V, de Menéndez Pelayo, Madrid, 1884.
ARQUIMEDES.-PREAMBULO 13

tal la defendió con las máquinas inventadas por él con tal resultado que
el general romano no la tomó por las armas, sino por el ardid.
El abismo platónico entre la teoría y la práctica no existió para Arquí-
medes, que supo aplicar a la Técnica el resultado de sus meditaciones,
ni tampoco existió para él la restricción de la regla y el compás como úni-
cos instrumentos de la actividad matemática; inventó la espiral que lleva
su nombre y, prescindiendo de los cánones euclídeos, determinó con rigor
científico la razón de la circunferencia al diámetro mediante cálculos apro-
ximados y encontró el área del segmento parabólico haciendo pesadas
teóricas.
Las obras de Arquímedes no son compilaciones, sino verdaderas mo-
nografías en el sentido actual de esta palabra, tanto por su extensión,
siempre breve, como por su intensidad, siempre grande, por lo cual puede
decirse que fue un hombre moderno, cuya labor, aunque apreciada por
sus contemporáneos, no ha sido reconocida hasta que el avance de la Ma-
temática a partir del siglo XIX puso de relieve el adelanto de Arquíme-
des sobre la ciencia de su época, cuya rama geométrica solo llegó al Oc~
cidente latino a través de la defectuosa traducción que Boecio 8 hizo de
los Elementos de Euclides, a quien cita Dante 9, así como a Thales, Ana-
xágoras, Zenón y otros, pero no a Arquímedes, lo que demuestra que a
principios del _siglo XIV no se conocía a este, pues que el poeta de La
Divina Comedia no ignoraba nada que supieran sus contemporáneos.
Aparte de' las contribuciones que acabamos de citar, el gran siracu-
sano echó los cimientos del Cálculo integral; determinó el centro de gra-
vedad del segmento parabólico,. estableció el concepto riguroso de mo-
mento estático; calculó las áreas y volúmenes de cuerpos limitados por
superficies curvas, y, en su trabajo El método, analizó las diferencias en-
tre el descubrimiento y la demostración de las verdades matemáticas, de-
jando la más amplia libertad para aquel y exigiendo el rigor lógico para
esta, que ilustra con ejemplos propios extraídos de la Mecánica y de la
Geometría del mundo sensible, en el que no hay puntos sin extensión, lí-
neas sin anchura ni superficies sin espesor, sino que todo es corpóreo y
todos los cuerpos son irregulares, cuyo conocimiento previo, contando,
midiendo y pesando-,y no metafisicalizando a la manera de Platón-es
indispensable para el conocimiento lógico y abstracto.

8 Durante el tiempo que vivió en Atenas.


9 «Infierno», IV, 135-144.
14 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

BIBLIOGRAFIA

Las obras de Arquímedes son muy numerosas. Aparte de las inevi-


tables pérdidas y mutilaciones, se conocen las siguientes:

l. II Eet (Jcpaí'2a~ xaí xví.woeov: Sobre la esfera y el cilindro, en dos


libros enderezados al geómetra Dositeo. El texto ha sido corregido por
Heiberg: Mindre Afhandlinger udg. af det philologiskhits. Samfund, Co-
penhague, 1897. De esta obra hay dos traducciones alemanas-una debi-
da a K. F. Hauber: Archimeds zwei Bücher über Kugel und Cylinder. Eben-
desselben Kreismessung, Tubinga, 1798, y otra a A. Czwalina-Allenstein:
Kugel und Zylinder, Leipzig, 1922-, y una italiana de P. Cuppini, con nota-
ción moderna: 1 teorema d'Archimede sui Cilindro e suBa Sfera trattati
numericamente, Turín, 1860.
11. Kvúov flÉTer¡(Jl~: Medida del círculo. Tratado muy breve que, pro-
bablemente, es un resumen, con fines escolares, de una obra, llee' 7:ií~ -r:ov
X/X},Oy 1tEelcpeía;: Sobre la periferia del círculo, citada por Pappo y estu-

diada por P. Tannery: «Sur la mesure du cercle d'Archimede» , en las Mé-


moires de la Academia de Ciencias de Burdeos, serie II, vol. IV, 1882, Y
por F. HULTSCH: «Zur Kreismessung des Archimedes» en el Zeitschrift
de Matemática y Física, vol. XXXIX, Leipzig, 1894.
La primera edición de este tratado, juntamente con el De la cuadratu-
ra de la parábola, fue hecha en Venecia, 1503, por Lucas Gaurico, identi-
ficada con la versión latina de Guillermo de Moerbecke-Guillermo de
Brabante, monje flamenco de mediados del siglo XIII-, que lleva el título
de Campani viri c1arissimi Tetragonismus, id est circuli quadratura, Romae
edita cum additionibus Gaurici; Archimedis Syracusani Tetragonismus; de
quadratura circuli secundum Boetium.
Tartaglia reprodujo esta obra en Venecia, 1543, agregándole los dos
libros «Del equilibrio de los planos)) y el primero «De los cuerpos flotan-
tes», en latín, que se creyeron traducidos de textos griegos hasta que se
demostró que eran del mismo Guillermo de Moerbecke, y su título es:
Opera Archimedis Syracusani philosophi et mathematici ingeniosissime,
per Nic. Tartaleam Brixiamum.
Una nueva versión latina se debe a Commandino: Archimedis opera
~onnulla a Fed. Commandino nuper in latinum conversa et commentariis
dlustrata, Venecia, 1558; otra a Adrian Romano (Van Roomen): Archime-
ARQUIMEDES.-BIBLIOGRAFIA 15

dis circuli dimensionem expositio et analysis; apologia pro Archimede ad


c1arissimum. Josephum Scaligerum, Orontium Finaeum et ReYmarum Ur-
sum, in decem dialogos distinctas, Wurzburgo, 1597, y otra, finalmente, a
Wallis: ArchimedisSyracusani Arenarius et Dimensio circuli, Eutocii
Ascalonitae in hac commentarius, cum versione et notis, Oxford, 1676.
En lenguas modernas existe la traducción alemana, con texto griego,
de Gutenacker: Archimedes Kerismessung, Wurzburgo, 1828.
lII. JIeeL "wyoe/JÉwy "aL ocpateoeJÉwy: Sobre conoides y esferoides 1,
en donde explica y utiliza el método de exhaución. Este tratado fue tra-
ducido al latín por Commandino y su versión figura en la obra antes ci-
tada.
IV. JIeeL iAí'XOJY: Sobre espirales. La primera edición latina de este
tratado es también de Commandino y no está traducido aisladamente a
idiomas modernos. Ha sido estudiado por LEHMANN: Die Archimed. Spira-
le m. Rüsksicht auf ihre Geschichte, Friburgo, 1862; por JUNGE: Die
Spirale des Archimedes, Zeit, 1826; por SHERLING: Die Arch. Spirallinie"
Lübeck, 1865, y por A. CZWALINA: Über Spiralen, Leipzig, 1922.
V. 'Em1ré~wy looeQo1ru7w1J 'Xénea f3aeWy Elrl1rÉ(JOJY: Del equilibrio de los
planos o de sus centros de gravedad, que es, realmente, un capítulo de
nuestro actual cálculo baricéntrico. De esta obra, la más famosa de Arquí-
medes, hay una traducción francesa por Pierre Forcadet de Bezieres: Le
premier livre d'Archimede des choses également pesantes, París, 1656,
y una paráfrasis de Guidubaldo del Monte: Guidi Ubaldi in duos Archime-
dis aequeponderantium libros paraphrasis, scholis illustrata, Pisa, 1582.
VI. lJfaflflÍTr¡~: El Arenarío, que es el más precioso documento que
poseemos sobre la numeración griega. El texto original está en un incu-
nable inglés, sin fecha, del que solo se conoce el ejemplar que se conserva
en la Bodleiana. Ocupa treinta y dos páginas en folio y lleva por título:
eewer¡fla 0 'XÉxer¡ra BY rq} lJfaNdrrj Ó 'AQXlf1~(jr¡~.
La primera edición latina del Arenarío es la de Hamel: Paschassi Ha-
melli regii mathematici commentarius· in Archimedis Syracusani praeclari
mathematici librum de numero arenae, París, 1557, del que hay un mag-
1 Arquímedes llama así a nuestras cuádricas de revolución, excepto el
hiperboloide de una hoja, distinguiendo: el conoide rectángulo: oQ8oywVLOv
'X,(J)vow%;, paraboloide de revofución; el obtusángulo: U.~l~A.'U'{wvwv, hiperbo-
loide de dos hojas, aunque solo considera el de una; el esferoide alargado:
nUQu¡'HJ.X8; oqJulQo8LM;, Y el achatado: ÉmJTI,(nú, equivalentes a nuestros elip-
soides.
16 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

nífico ejemplar en la biblioteca del monasterio del Escorial, sigo 15- VI-36 3,
y después lo tradujo Commandino, cuya versión figura en la obra antes
citada.
En idiomas modernos tenemos las traducciones alemanas de ¡oh. Chr.
Sturm: Archimedes Sandrechrung, Nuremberg, 1667, y de A. Krüger: J\re-
narius übers. u. erkl., Quedlinbg, 1820; y la inglesa de Anderson: Arena-
rius, con texto griego y notas, Londres, 1784, y la italiana de Humberto
f. Paoli: Spamnites di Archimedes da Sirakusai, con un resumen en espa-
i10l, en la Bibliotheca Pauliana, volumen 1, Buenos Aires, 1925. La obra
ha sido especialmente estudiada por S. P. RIGAUD: On the Arenarius of
Archimedes, Oxford, 1837, y por CHASLES: Éclaircissements sur le traité
«De numero arenae)) d'Archimede, en las Comptes Rendus de la Academia
de Ciencias de París, sesión del 11 de abril de 1842.
VII. T8Tf2a.yWVW.Uó~ 7(a.ga.¡3o},17~: De la cuadratura de la parábola. Como
esta obra fue compuesta entre los dos libros Del equilibrio de los planos,
los tres escritos forman, en realidad, un tratado de Estática.
El título primitivo de la obra debió de ser otro, porque en toda ella
Arquímedes designa la parábola con la perífrasis «sección del como rec-
tO)): oe()oywvíov XWJ'OV TO,IH]. Partiendo de una lección de Eutocio, se cre-
yó que dicho título era [J sgt T17~ TOV og(joywvíov xwvov ro!lf¡~, hasta que Wil-
helm Schmidt 2 hizo notar un pasaje de Herón 3 del que resulta que era
Eq;obtxÚJ; pero posteriormente Heiberg 4 ha creído que tal conclusión no
tiene fundamento y hoy se ignora, en definitiva, el verdadero título del
tratado.
Hay una traducción latina de Commandino en la obra varias veces ci-
tada y dos alemanas: una de D. Hoffmann: Die Quadratur der Parabel des
Archimedes mit Hulfsatzen verschen, Aschaffenburg, 1817, y otra de
A. Czwalina: Die Quadratur der Parabel, Leipzig, 1923.
VIII. [J sgt oxov,uévwv: Sobre los cuerpos flotantes, en dos libros que
son conocidos desde el Renacimiento por la traducción de Tartaglia: De
iis, quae in humido vehuntur, Venecia, 1543, que difo ser del griego, iden-
tificada hoy con la de Guillermo de Brabante, terminada en 1299 según el
explicit final: Archimedis de insidentibus, in humido liber secundus expli-

2Archimedes Ephrodikon, Bibl. Math., serie lII, vol. I, 1900.


3 Operaomnia, ed. de Richard Schone, vol. lII, pág. 80, Leipzig, 1903,
que reproduce los libs. IU y IV de la Mecánica de Herón, cuyo texto griego
había publicado en Berlín, 1893.
4 En Hermes, vol. XLII, pág. 239, nota, Berlín, 1907.
ARQUIMEDES.-BIBLIOGRAFIA 17

cit. Completa fuit translatio ejus decima die decembris anno 1269, gracias
al descubrimiento de Valentín Rose, quien, en 1884, encontró el manus-
crito autógr'afo del monje medieval en el fondo Ottoboni de la Vaticana 5.
En 1551 el mismo Tartaglia publicó una traducción italiana del primer
libro, corrigiendo los errores de la latina y añadiéndole un comentario, y
en 1654 tradujo el segundo libro a su lengua vernácula.
La mejor versión latina es la de Commandino: Archimedis de iis quae
vehuntur in aque libro duo, a Fed. Commandino restituti et illustrati;
ejusdem F. Commandini liber de centro gravitatis solidorum, Rolonia, 1565,
y el mismo año publicó Forcadel en París su traducción: Le livre d'Archi-
mede des poids, qui aussi est dict des choses tombantes en l'humide, y
hay también una árabe estudiada por H. Zottenberg 6. Por su parte, A. Le-
grand ha hecho un análisis del Traité des corps flotant d'Archimede 7.
Del texto griego, perdido, solo se conserva el fragmento publicado
por A. Mai t?n 1819 con el largo título de JI se' .wv MaTt 8qJlOra/l,ÉvúJv 17
%E(!' TWV oxovl1évúJv, que sirvió de base a la restitución del primer libro
hecha por Heiberg: Archimedis JI sel' 0XOVflÉVúJY liber 1 graece restituit 8;
pero hoy lo conocemos por completo gracias a un palimpsesto encontrado
en 1899 por el erudito Papadopulos Kerameus en el monasterio del Santo
Sepulcro del patriarcado de Jerusalén 9.
1X. 'EqJoJo~: El método, cuyo descubrimiento es el suceso más im-
portante de los tiempos modernos para el estudio de la Matemática griega.
De esta obra, que se consideraba perdida, solo teníamos una alusión de
Suidas a un 'comentario de Teodosio, hasta que Johan Ludwig Heiberg,
sospechando que el palimpsesto de Jerusalén, que acabamos de citar, con-
tendría otros trabajos de Arquímedes, se procuró una fotocopia, y, en efec-
to, la lectura de algunas líneas confirmó su sospecha. En 1906 se trasladó
a Constantinopla pm'a examinar el manuscrito, que consiguió leer casi
completamente; en 1907 dio cuenta del resultado de sus investigaciones y

5 Acerca de este punto puede consultarse el artículo de W. Schmidt: Zur


Texgeschichte der «Ochoumena» des Archimedes, Bibl. Math., serie IlI, vo-
lumen 111, 1902.
6 En el ¡oumal Asiatique, serie VII, vol. XIII, págs. 509-15, París, 1879.
7 En el ¡oumal de Physique, serie n, vol. X, París, 1891.
8 Mélanges Graux, págs. 689-703, :parís, 1884.
9 Cf. su artículo 'lEQOOOAUI1VtlX~ ~L~AL06f¡Xll, en Hermes, vol. IV, Berlín,
1899.
18 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO JI

publicó el texto griego 10 al que siguió su traducción alemana con un co-


mentario de Zeuthen 11.
El palimpsesto-cuya descripción completa dio Heiberg l 2 - consta de
185 folios: 177 de pergamino y los 178-185 de papel del siglo XVI, JJ está
escrito, a dos columnas, por un hábil amanuense del siglo X.
Para aprovechar el material no rasparon las primitivas líneas, sino que,
afortunadamente, se limitaron a lavarlas, escribiendo sobre ellas, en los si-
glos XlI-XlII o XIlI-XIV, un eucologio, de modo que el erudito dina-
marqués, provisto de una potente lupa, pudo leer los 177 folios de perga-
mino, 29 de los cuales· no conservan ninguna huella de la escritura origi-
nal, 9 están completamente lavados, 14 son de otra letra, y en algunos solo
es legible tal cual palabra suelta.
Este excepcional documento contiene trozos de los libros «Sobre la es-
fera y el cilindro», «De la medida del círculo», «Sobre las espirales)) y
«Del equilibrio de los planos», que ya eran conocidos en su totalidad; la
mayor parte del «De los cuerpos flotantes)), que sobrevivía en la traduc-
ción antes citada de Guillermo de Moerbecke; el prefacio y dos proposicio-
nes del Stomachion, del que hablaremos después, y Del método relativo
a los teoremas mecánicos, llamado abreviadamente El Método: "EqJobo~J
'EtpÓOlOV o 'EtpoOtxóv, obra de extraordinario interés histórico, porque des-
cubre el camino que condujo a los teoremas fundamentales de la Geo-
metría.
En cuanto H eiberg dio a conocer el texto griego del Método, Th. Rei-
nach hizo un resumen 13, que publicó después en ruso la Sociedad Mathesis
de Odessa y en inglés The Monist de Chicago 14, y hoy contamos con la
traducción de Thomas L. Heath: The Method oí Archimedes recentIy dis-
covered by Heiberg, Cambridge, 1912, incorporada a la nueva edición de
10 «Eine neue Archimedeshandschrift>J, en Rermes, vol. XLII, págs. 243-97,
Berlín, 1907.
11 Bine neue Schrift des Archímedes, en la Bibliotheca Mathematica de Teub-
ner, vol. V1I3, Leipzig, junio de 1907, y ~EÚTEQaL (rQovTU5E~, Festkrift til. H. G.
Zeuthen, Copenhague, 1909.
12 Codex rescriptus Metochii Constantinopolitani S. Sepulchri monasterii Ríe-
rosolymitani, 355, 4to, en el prefacio del vol. I de la 2. a ed. de sus Archimedis
Opera omnia, Leipzig, 1910.
13 Un traité inédit d'Archimede, en la Revue général des Sciences pures et
appliquées, tomo XVIII, París, 30 de noviembre y 15 de diciembre de 1907.
14 En el vol. XIX, pág. 202, abril de 1909: A newly discovered treatise of
Archimedes, por Lydia B. Robinson, con un comentario de David E. Smith.
ARQUIMEDES.-BIBLIOGRAFIA 19

las obras completas del siracusano, Nueva York, 1953, y la italiana de


Enrico Ruffini: In Metodo d'Archimede e le origine dell'analisi infinitesi-
male nell'antica Grecia, Roma, 1926.
Además de estas nueve obras, de indudable autenticidad, se atribuyen
a Arquímedes los escritos siguientes:
a. Sobre el heptágono en el círculo, Sobre los círculos tangentes, So-
bre los triángulos, Sobre las propiedades de los triángulos rectángulos y
Sobre las paralelas, citados por los árabes, pero sin aludir a su contenido.
p. El Stomachion o Luculus, del que solo se conocen los fragmentos
árabes estudiados por el orientalista suizo Heinrich Suter 15 y los conteni-
dos en el palimpsesto de Jerusalén. El Stomachion era una pequeña habita-
ción cuadrada o rectangular a cuyo fondo había que adaptar exactamente
catorce laminillas de marfil triangulares o poligonales. Parece que Arquí-
medes subordinaba la solución a la condición de que las áreas de las la-
minillas fuesen unos múltiplos de otras, quedando, por consiguiente, redu-
cido el problema a dividir un cuadrado o un rectángulo en catorce partes
conmensurables entre sí. A esta especie de rompecabezas aluden el gramá-
tico Mario Victorino 16 y el poeta Ausonio 17.
y. Lemas, colección de quince proposiciones de Geometría plana que
conocemos a través de la versión árabe de Tábit Abencorra, de la que hay
varios manuscritos que sirvieron de base a las traducciones latinas de
J. Graeve, con notas de Samuel Foster 18 y de Abraham de Eckel con notas
de Alfonso Borelli, a continuación de los tres últimos libros de las Cónicas
de Apolonio 19.

15 «Der Luculus Archimedius oder das Syxtemaction des Archimedes. Zum


ersten Mal nach zwei arabischen Manuscripten der K. Bibliothek zu Berlín
herausgegeben und übersetzt», Abhandlungen zum Geschichte der Mathematik,
vol. IX, pág. 491, Leipzig, 1899.
16 Ars Grammatica, ed. de O. Keil, pág. 100, Leipzig, 1871.
17 Opuscula, recognovit et prolegom. instrux, ed. de R. Peiper, pág. 208,
Leipzig, 1871.
18 Lemmata Archimedis apud graecos et latinos jampridem desiderata, e ve-
tuste codice M.S. arabico a lohanno Gravio, tradueta et nunc primum cum
arabum scholis publicata revisa et pluribus mendis expurgata a Samuele Foster,
Londres, 1659.
19 Apollonii Pergaei conicorum libri V, VI, VII, paraphraste Abalpto-hanen-
sis, nunc primum edit; additus in calce Archimedis assumptorum liber ex codi-
cibus arabicis M.SS. Abrahamus Ecchelensis Maronita latinos reddidit. lo. Al-
phonsus Borelius nota adjecit, Florencia, 1661.
20 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

En este escrito hay algunos problemas sobre dos curiosas figuras geo-
métricas: el arbelo y el salinón que pudieran ser de Arquímedes, pero no
las otras cuestiones, que son demasiado elementales para que atrajeran
su atención.
El arbelo: aef3r¡).o~, que literalmente significa cuchilla de zapatero, está
formado por dos semicircunferen-


cias descritas sobre el diámetro de
otra y recuerda las lúnulas de Hi-
pócrates 20, y el salinón: oá).woy 21
lo definen dos semicircunferencias
Elarbelo ElsaUnón iguales descritas en los extremos
FIG. 1. del diámetro de otra y una terce-
ra semicircunferencia, cuyo diáme-
tro es el segmento del de esta comprendido entre las dos iguales.
8. Problema de los bueyes, cuyo texto encontró G. E. Lessing en 1773
en el manuscrito 77 Gud. Graec de la Biblioteca de W olfenbüttel y lo
publicó el mismo año 22. Se trata de una cuestión de análisis indeterminado
de segundo grado, cuya solución es un número de más de doscientas mil
cifras. El enunciado ha sido objeto de varias interpretaciones, pareciendo
la más acertada la de Krumbiegel y Amthor 23.
E. Calendario, que, según Hiparco, citado por Ptolomeo 24, trataba de
la duración del año.
,. Espejos ustorios, opúsculo traducido del árabe al latín por Gonza-
va: Antiqui scriptoris de speculo comburente concavitatis parabolae, Lo-
vaina, 1548. Parece que es de Apolonia.

20 El arbelo ha sido estudiado por F. BUCHER: De arbelo Archimedis, El-


bing, 1824, y por E. Ch. CATALAN: Théoremes et problemes de Géométrie élé-
mentaire, París, 1858.
21 Sobre la etimología de esta palabra hay varias opiniones. Según Heiberg,
es la OBALVOV, hoja de apio; Barrow la hace derivar de ocALVí,OV, amuleto en
forina de lúnula; Cantor cree que se trata de la OÚAO~, rompedura de ola, y,
por último,. Heath ve en tal palabra una corrupción del latín salinum, salero,
apoyando su opinión en consideraciones arqueológicas sobre este utensilio do-
méstico, cuyo nombre pasó helenizado al dialecto de Sicilia.
22 «Zur Geschichte der Literatur; aus den Schatzen des Herzogl». Bibliothek
zu Wolfenbüttel, II Beitrag, Brunswick, 1773.
23 «Das problema bovinum des Archimedes», ZeitsChr. für Math. u. Phys.,
vol. XXV, págs. 125-36 y 153-71, Leipzig, 1880.
24 Almagesto, l, 153.
ARQUIMEDES.-BIBLIOGRAFIA 21
Por último, están identificadas las siguientes obras que se consideran
irremisiblemente perdidas:
l. 'Aexo.í: Principios, libro dedicado a Zeusipo, que el propio Arquí-
medes cita en el Arenario diciendo que trata de los nombres de los núme-
ros: Xo.r:oYÓflo.~t; TWY aet()flw;.
2. Poliedros, donde, según Pappo, figuran los trece semirregulares
que llevan hoy el nombre de Arquímedes, los cuales dice un antiguo co-
mentarista anónimo que se pueden obtener partiendo de los regulares o
de los mismos semirregulares seccionando sus vértices con planos como los
cristales. Los poliedros semirregulares tienen iguales las aristas y los án-
gulos poliédricos, pero no las caras, que son polígonos regulares de dos o
tres especies.
3. n éet ~YYWY: Sobre la palanca, con deducciones de su ley de equi-
librio y estudio de la balanza.
4. KéYTeo!3o.eíxo.: Sobre los centros de gravedad, libro en que se cree
que demostró que el del segmento de paraboloide de revolución está del
vértice a una distancia igual a los 2/3 de su longitud, proposición de que
hace uso en la obra Sobre los cuerpos flotantes, dándola por sabida.
5. Ko.r:onre'XÚ: Catóptrica, citada por Theón de Alejandría, Olimpiodo-
ro y Apuleyo.
En cuanto a las Opera omnia de Arquímedes, la primera edición en
griego con el comentario de Eutocio y una versión latina de /. de Cremona
-/acopo Cassiani-revisada por Regiomontano, de acuerdo con un ma-
nuscrito de la Vaticana, se debe a Thomas Gechauff: Archimedes opera,
qua quidem extant omnia nunc primum et graece et latine in lucem edita;
adiecta quoque sunt Eutocii Ascalonitae commentaria, item graece et latine,
nunquam antea excusa, Basilea, 1544, reproducida por David Rivault de
Fleurances: Archimedis opera quae extant graece et latine novis demons-
trationibus commentariisque illustrata, París, 1615.
F. Maurolico preparó una edición que fue publicada por Borelli en
Mesina, 1673. Esta edición, póstuma-Maurolico murió en 1575-, más
que una traducción es una imitación de las obras de Arquímedes y desapa-
reció en un naufragio, excepto un ejemplar que se encontró en el año 1681
y se reimprimió con el título de Admirandi Archimedis Syracusani monu-
menta omnia mathematica quae exstant ex traditione D. Fr. Maurolici, Pa-
lermo, 1685.
Otra edición antigua es la de Barrow, juntamente con el libro IV de
las Cónicas de Apolonio y las Esféricas de Teodosio: Archimedis opera,
22 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Apollonii Pergaei conicorum libri IV, Theodosii spherica, methodo nova


illustrata et succinte demonstrata, Londres, 1675.
Finalmente, la última edición antigua de Arquímedes es la prepa-
rada por Torelli y publicada después de su muerte por Abraham Robert-
son: 'A(!Xtf-lf¡~OVf: rá awr;ó,uEva ,uHá rwv Evroxiov 'AaxaAwvErov {ntof-lvr¡,UáTWV,
Archimedis quae supersunt omnia cum Eutocii Ascalonitae cornmentariis
ex recensione Josephi Torelli Veronensis cum nova versione latina. Acce-
dunt lectiones variantes ex codd. Mediceo et Parisiensibus, Oxford, 1792.
Por último, en idiomas modernos tenemos: la francesa de F. Peyrard:
Oeuvres d'Archimede, París, 1807, 2. a ed., 1808; la alemana de E. Nizze:
Archimedes von Syrakus vorhandene Werke, Stralsund, 1824; la italiana
de Viviani, descubierta por A. Favaro en Florencia y de la que dio cuenta
en las Atti de la Sociedad italiana para el Progreso de las Ciencias, pá-
ginas 872-875, Génova, 1912; la inglesa de Thomas L. Heath: The works
of Archimedes con la notación actual y un capítulo introductorio, Cam-
bridge, 1897, a la que agregó un suplemento con el Método, 1912, repro-
ducida por Dover en Nueva York, 1953, y la más reciente de P. Ver Ecke:
Les reuvres completes d'Archimede, Bruselas, 1921.
Las máximas exigencias críticas las llena la monumental edición de
¡. L. Heiberg Archimedis opera omnia cum commentariis Eutoci en tres
volúmenes, Leipzig, 1880-1881, 2. a ed., 1910, y 3. a, 1913-1915, en cuyos
Prolegomena al volumen III figura la lista de todos los manuscritos actual-
mente conocidos.
Para un estudio profundo del pensamiento de Arquímedes, aparte,
naturalmente, de la lectura directa de sus obras y de las Historias de la
Matemática y de la Física, se pueden consultar las citadas en este apar-
tado, y, además, las siguientes:
BABINI, José: Arquímedes, Buenos Aires, 1948.
BRETSCHNEIDER, C. A.: Die Geometrie und die Geometer vor Euklides, Leip-
zig, 1870.
FAVARO, A.: Archimede, Génova, 1912.
GUTENACKER, J.: Das Grabmal des Archimedes, ein Beitrag zur Charakteristik
dieses grossen Mathematikers, Wurzburgo, 1833.
HEIBERG, J. L.: Quaestiones Archimedeae, Copenhague, 1879.
HULTSCH, F.: Artículo Archimedes, de la Real-Encyclopiidie de Pauly-Wisso-
wa, Stuttgart, 1893.
LORIA, Gino: II periodo aureo della Geometria greca, Médena, 1895.
MAZZUCHELLI, G.: Notice istoriche e critiche intomo della vita, alla invenzioni
ad agli scritti di Archimede Siracusani, Brescia, 1837.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 23

MIDOLo, P.: Archimede e il suo tempo, Siracusa, 1912.


MÜLLER, J. H. T.: Beitrage zur Tenninologie der grie.schischen Mathematiker,
Leípzig, 1860.
NESSELMANN, G. H. F.: Die Algebra der Griechen, Berlín, 1842.
PLUTARCO: Vidas paralelas. Trad. de Antonio Ranz Romanillos, Madrid, 1919-
1921.
SCHAFFER, J. J.: La personalidad científica de Arquímedes, Montevideo, 1958.
TAQuET, André: Elementa Geometria! plana! a.c solida!, quibus accedunt selecta
ex Archimede teoremata, 2. a ed., Amber~s, 1692.
WEISSENBORN, N.: Die irrationale Quadratwurzein bei Archimedes und Heron,
Berlín, 1883.
WINTER, F.: Der Tod des Archimedes, Leipzig, 1924.
ZEUTHEN, H. G.: Nogle Hypotheser von Archimedes kuadratrods beregning, Co-
penhague, 1879.
- Ober einige archimedische Postulate, Leipzig, 1909.

SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO

LIBRO Ji

Arquímedes a Dositeo: ¡salud!


En otra ocasión te he enviado, con sus demostraciones, los teoremas
que descubrí por medio de la reflexión, y, entre ellos, el siguiente:
a) Todo segmento comprendido entre una recta y una parábola 2 es
igual a los cuatro tercios de un triángulo de la misma base y de la mis-
ma altura que el segmento.
Ahora he conseguido probar algunos teoremas que no se habían de-
mostrado antes 3, entre los cuales figuran:
b) El área de una esfera es cuádruple de la de su círculo máximo 4.
e) El área de un segmento esférico equivale a la de un círculo de

1 Este libro complementa el XI de los Elementos de Euclides, pues que trata


de las áreas y volúmenes de los cuerpos redondos y sus segmentos, que no figu-
ran en la obra del geómetra alejandrino.
2 Sección del cono rectángulo: oQ6oyoov(ov xwvov 'to¡tf¡, la llama Arquíme-
des. Nosotros traduciremos «parábola», que es el nombre adoptado desde Apo-
lanio.
3 ávEJ.Éyx'toov.
4 't013 ¡tEyío"t01J XVXA01J.
24 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

radio igual a la recta trazada desde el vértice 5 del segmento a la circun-


ferencia del círculo base del segmento.
d) Un cilindro de base igual al círculo maXlmo de una esfera y al-
tura al diámetro de la misma esfera es triple de la mitad de la esfera.
e) El área del cilindro es también igual al triple de la mitad de la de
la esfera.
Aunque estas propiedades eran inherentes a las figuras a que acabo
de referirme 6, no habían sido conocidas por quienes me han precedido
en el estudio de la Geometría y será fácil comprender la verdad de mis
teoremas a quienes lean atentamente las demostraciones que doy de ellos.
Lo mismo ha sucedido con los que Eudoxio consideró en los sólidos y han
sido admitidos, como los siguientes:
f) Una pirámide es el tercio de un prisma de la misma base y de la
misma altura.
g) Un cono es el tercio de un cilindro de la misma base y de la mis-
ma altura.
Estas propiedades estaban naturalmente adscritas a las figuras antes
de Eudoxio, pero no fueron descubiertas por ningún geómetra.
Desde luego se puede examinar lo que acabo de decir. Yo hubiera
querido que mis descubrimientos se hubiesen publicado en vida de Co-
non 7, porque creo que era muy capaz de comprenderlos y de dar una
justa opinión sobre ellos; pero como de todos modos he pensado que
convenía darlos a conocer a quienes cultivan la Matemática, te los envío,
con sus demostraciones, para que las personas versadas en esta ciencia
puedan examinarlos. Pásalo bien.
En primer lugar expongo los axiomas, definiciones y principios que se·
necesitan para demostrar mis teoremas.

5 iWQUCP1¡.
6 <llrt1l 1:~ CPÚOEL JtQourr'Í)QXEV 7l"EQL 1:ú. ElQll~LÉV<l 0X1í,w-¡;a.
Geómetra griego, de Samas, donde floreció a mediados del siglo III a. de J.c..
7
Fue íntimo amigo de Arquímedes, que seguramente le hubiera enderezado su
obra si hubiese vivido cuando la escribió. lo hizo a Dositeo de Pelusa, con
quien mantenía ininterrumpida correspondencia científica. De Canon dice Vir-
gilio (Eglogas, III):
In medio duo signa: Conon, et quis fuit alter?
Descripsit radio totum qui gentibus orbem,
Tempora quae messor, quae curvus m-ator haberet.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA y EL CILINDRO 25

1
AXIOMAS Y DEFINICIONES

1. En un plano hay ciertas líneas curvas limitadas 8, todas las cua-


les están situadas del mismo lado de las rectas que unen sus extremos o,
al menos, que no tienen ninguna parte del otro lado de estas mismas
rectas.
2. Llamo cóncava en la misma dirección 9 a la línea tal que las rec-
tas que unen dos cualesquiera de sus puntos caen completamente del
mismo lado de la línea 10 o algunas de ellas del mismo lado y otras a dis-
tinto lado 11.
3. También hay superficies limitadas que, teniendo sus extremos en
un plano sin yacer sobre él, están todas situadas del mismo lado de

8 X(1¡.t~{'AlJ.t ¡QlJ.¡.t¡.tát mmQua~u~vat. Para Arquímedes son curvas no solo las


líneas no rectas, sino también las formadas por cualquier. número de segmentos
rectilíneos o curvilíneos.
9 E~l. To. UÚTáxOLAll'
10 bl. TU allTá ~(nTo1Jat Tijs ¡Qu¡.t¡.tijs.
11 Peyrard explica así esta definición, que ha sido objeto de muchas discu-
siones: «Sea la curva API~K. Las letras Br ~EHe están colocadas en uno de
los lados de la curva y las AMN8Ürr en el otro. Si se ima-
gina que el punto A recorre la curva API~K hasta llegar ~ .'~
al K, se puede decir que las letras Br~EHe están a la ,~,,,;¡,
derecha de la curva y las AMNÜrr a la izquierda. Uniendo A'..' '" 0·
dos de sus puntos P y ~ por la recta P~, es evidente que
esta recta estará a distintos lados de la curva: la porción PI a un lado.y la
n: a otro, o, si se prefiere, la primera porción a la derecha y la segunda a la
izquierda; luego la curva no es cóncava en la misma dirección, puesto que
la recta P~ que une dos de sus puntos, está a distinto lado de ella. Una cir-
cunferencia de círculo, un arco circular, una elipse, un arco elíptico, una pa-
rábola y una hipérbola, por el contrario, son curvas cóncavas en la misma
dirección, porque las rectas que unen dos cualesquiera de sus puntos están
necesariamente a un mismo lado de estas curvas. La curva TY<pX, compuesta
de los dos arcos TY y X<I>, pertenecientes a la misma circunferencia, y de una
recta Y<P trazada desde el punto y al <P, es también cóncava en la misma
dirección, porque todas las rectas que unen dos cualesquiera de sus puntos
están del mismo lado, excepto la Y<I>, que cae sobre la curva.)) (Euvres d'Ar-
chimede, pág. 448, París, 1807.
26 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

aquel en que tienen sus extremos o, al menos, no tienen ninguna parte


en el otro lado.
4. Llamo cóncava en la misma dirección a la superficie tal que la:
rectas que unen dos cualesquiera de sus puntos caen del mismo lado de
la superficie o algunas de ellas del mismo lado, otras en la superficie y
algunas a distinto lado 12.
5. Llamo sector sólido a la figura limitada por la superficie de un
cono que corta a la esfera, teniendo el vértice en el centro de esta,
y por la superficie de la esfera comprendida en el cono.
6. Llamo rombo sólido a la figura sólida compuesta de dos conos de
la misma base y vértice a distinto lado del plano de las bases, de modo
que sus ejes estén en línea recta.

II
PRINCIPIOS

1. Línea recta es la más corta de todas las que tienen los mismos
extremos 13.
2. Dos líneas de un plano con los mismos extremos son desiguales
cuando ambas son cóncavas en la misma dirección y una de ellas está
completamente limitada por la otra y por la recta que. tiene los mismos
extremos que esta otra, o cuando una de ellas solo está parcialmente
limitada por la otra y el resto es común. La línea limitada es la más
corta.
12 Estas definiciones introducen conceptos geométricos que no necesitó Eu-
clides, como el de concavidad, y amplían otros restringidos euclídeos de recta,
circunferencia, plano, cilindro, cono y esfera a líneas y superficies cualesquiera.
13 Este principio, que postula una propiedad intuitiva de la línea recta, fue
adoptado como definición por Théon de Esmirna, que floreció en el siglo II de
nuestra era; pero no se popularizó hasta Legendre, en cuyos Eléments de
Géométrie, de!. IlI, París, 1794, figura como definición de recta. Es tan de-
fectuosa como la de Euclides, pues que equivale a decir que entre las infinitas
líneas que pueden pasar por dos puntos hay una más corta que todas las
demás, 10 cual, aparte de ser discutible, envuelve una petición de principio.
Sobre este tema conviene leer el artículo «11 concetto di lungheza e la reta»,
de R. BETTAZZI, en los Annali di Matematica, vol. XX, 2. a serie, págs. 19-37,
Roma, 1892, y «Über einige archimedische Postulate», de H. G. ZEUTHEN, en
Festschrift zu M. Cantor anliisslich seines LXXX Geburtstages, Leipzig, 1909.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 27

3. Análogamente, de todas las superficies que tienen los mismos lí-


mites en un plano, la menor 14 es la superficie plana.
4. Dos superficies que tienen los mismos límites en un plano son
desiguales cuando ambas son cóncavas en la misma dirección y una de
ellas está completamente limitada por la otra y por el plano que tiene
los mismos límites que esta otra, o cuando una de ellas solo está par-
cialmente limitada por la otra y el resto es común. La superficie limita-
da es la menor 15.
5. Dadas dos líneas, dos superficies o dos sólidos desiguales, si el
exceso de una de estas figuras sobre la otra se añade a sí mismo un cierto
número de veces, se puede superar una u otra de las figuras que se
comparan entre sí 16.

III
PROPOSICIONES

1. Si un polígono está inscrito en un círculo, el perímetro del po-


lígono es· menor que la circunferencia del círculo, porque cada lado del
polígono es menor que el arco de circunferencia que subtiende.
2. Si un polígono está circunscrito a un círculo, el perímetro del
polígono es mayor que la circunferencia del círculo.
Dos lados contiguos que se cortan en A y tocan al círculo en P y Q
son mayores, en junto, que el arco que subtienden; y como lo mismo
14 Se sobrentiende la de menor área.
15 Los principios 2, 3 y 4 son nuevos criterios de desigualdad y establecen,
además, el concepto de mínimo que Euclides solamente había fijado en algunos
casos muy especiales, y como la demostración general no era posible con los
recursos geométricos de entonces, Arquímedes tuvo la sinceridad de postularlos
explícitamente.
16 Este principio es el llamado postulado de Arquímedes, que, como diji-
mos en el Estudio preliminar, IV, es, realmente, de Eudoxio de Cnido. Eucli-
des lo incluyó embrolladamente en el lib. V, def. 4, de sus Elementos y lo
aplicó en X, 1, Y Arquímedes repitió el enunciado en la carta nuncupatoria
a Dositeo de De la cuadratura de la parábola, donde reconoce que fue empleado
por geómetras anteriores a él; pero es el siracusano quien advirtió que tal
principio no es una definición ni un teorema, sino un axioma en el que apoyó
todé).s las cuestiones infinitesimales que con tanta audacia abordó y de cuyo
~xito son pruebas fidedignas los continuos no-arquimedianos de la Matemática
actual.
28 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

puede decirse de cada par de lados contiguos, el conjunto de todos ellos,


que es el contorno del polígono, es mayor que la circunferencia del círcu-
lo (Fig. 2).
E

A
A
T

B
ID
H Z
FIG. 2. FIG. 3.

3. Dadas dos magnitudes desiguales, se pueden encontrar dos rectas


desiguales tales que la razón de la mayor a la menor sea menor que la
razón de la mayor de las magnitudes dadas a la menor.
Sean AB y D dos magnitudes, siendo AB la mayor, y tomemos en esta
una parte BG igual a D (Fig. 3). Si GA se añade a sí misma un número
suficiente de veces, llegará a ser mayor que D, de modo que si es AZ
este múltiplo de GA y sobre la prolongación de una recta cualquiera HT
se toma un punto E tal que HT sea el mismo múltiplo de ET que BG
de AG, la razón de ET a TH será la misma que la de AG a AZ, y por
ser AZ mayor que D, o sea que BG, la razón de AG a AZ será menor
que la de AG a BG y, componiendo, la de EH a HT será menor que la de
AB a D, y por tanto, EH y HT son dos rectas que cumplen las condicio-
nes del enunciado.
4. Dadas dos magnitudes desiguales y un círculo, se puede inscribir
un polígono en el círculo y circunscribirle otro de manera que la razón
del lado del polígono circunscrito al inscrito sea menor que la de la
magnitud mayor a la menor.
Sean A y B dos magnitudes, siendo A mayor que B, y busquemos dos
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 29

rectas Z mayor que KL tales que la razón de Z a KL sea menor que la


de A a B; levantemos LM perpendicular a KL; tomemos KM igual a Z,
y tracemos en el círculo dado dos diámetros DH y GE perpendiculares
entre sí (Fig. 4).
Si dividimos el ángulo DOG en dos partes iguales y su mitad también
en dos partes iguales y se continúa
este proceso, se llegará a un ángu-
lo NOG menor que el doble de
LKM. Uniendo N con G, la cuerda K

I~
N G será el lado de un polígono
equilátero inscrito en el círculo por-
que como el ángulo NOG mide al
recto DOG y el arco NG al cua-
drante, este arco medirá a la circun- H A Z B L M

ferencia entera y su cuerda será el FIG. 4.


lado de un polígono equilátero.
Bisecando el ángulo NOG por la recta OP y trazando la tangente en
P al círculo y prolongando ON y OG hasta F y 5, la recta FS será el
lado de un polígono circunscrito equilátero y semejante al inscrito, y
por ser el ángulo NOG menor que el doble del LKM, el TOG será menor
que el LKM y como los ángulos en T y L son rectos, la razón de MK a
LK será mayor que la OG a OT o de OP a OT; pero la de FS a NG es
menor que la MK a LK, o sea: la de Z a LK; luego la de FS a NG es
menor que la de A a B, y, por tanto, los dos polígonos cumplen las con-
diciones del enunciado.
5. Dadas dos magnitudes desiguales y un sector circular, se puede
circunscribir al sector un polígono e inscribirle otro de manera que la
razón del lado del polígono circunscrito al del inscrito sea menor que
la de la magnitud mayor a la menor.
Sean E y Z dos magnitudes desiguales, siendo E mayor que Z; ABG
un círculo cualquiera de centro D, y construyamos el sector ADB al que
hay que circunscribir un polígono e inscribirle otro de manera que este
tenga todos sus lados iguales entre sí, excepto los DA y DB para que se
cumplan las condiciones del enunciado (Fig. 5).
Busquemos dos rectas desiguales H mayor que KM y tales que la ra-
zón de H a KM sea menor que la de E a Z. Levantando en el punto M
la perpendicular ML y, trazando una recta KL igual a la H, si dividimos
el ángulo ADB en dos partes iguales, su mitad en dos partes iguales tam-
30 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

bién y se continúa este proceso, llegaremos a un ángulo ADP menor que


el doble del LKM y la recta AP será el lado de un polígono inscrito en el
sector.
Si se biseca el ángulo ADP por medio de la recta DN, se traza por
el punto N la tangente al círculo y se prolongan
HEZ K las DA y DM, la recta SF será el lado del polí-
gono circunscrito al sector, semejante al inscrito,

II
y por la misma razón que en la proposiciónan-
terior, la razón de SF a AP será menor que la de
la magnitud E a la Z.
6. Dadas dos magnitudes desiguales y un
círculo, circunscribir a este un polígono e ins-
cribirle otro de manera que la razón del polígono
M circunscrito al inscrito sea menor que la de la
magnitud mayor a la menor 17.
7. Del mismo modo demostraríamos que da-
das dos magnitudes y un sector circular, se puede
circunscribir al sector un polígono e inscribirle
otro de manera que la razón del lado del polígo-
no circunscrito al del inscrito sea menor que la
de la mayor magnitud a la menor, y que dados un
círculo o un sector y un área cualquiera e inscri-
FIG. 5.
biendo un polígono equilátero en el círculo o
en el sector y en los segmentos restantes, que-
darán finalmente, segmentos de círculo o de sec-
tor que serán menores que el área dada.
Estas cosas están explicadas en los Elementos, pero hay que demos-
trar que, dados un círculo o un sector y un área, se puede circunscribir
al círculo o al sector un polígono de manera que la suma de los segmen-
tos del polígono circunscrito sea menor que el área dada, y se me permi-
tirá transportar al sector lo que diga del círculo.
Sea el círculo A y el área B. Digo que se puede circunscribir al círcu-
lo un polígono de manera que la suma de los segmentos situados entre el
círculo y el polígono sea menor que el área B (Fig. 6).
Puesto que se tienen dos magnitudes, la mayor de las cuales se com-

17 Arquímedes sigue el mismo método que Euclides en sus Elementos, XII, 2.


ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 31

pone del área B y del círculo A y la menor es el mismo círculo A, se po-


drá circunscribir a este un polígono e inscribirle otro de modo que la
razón del circunscrito al inscrito sea menor que la de la mayor de las
dos magnitudes a la menor y el po-
lígono circunscrito será tal que la
suma de los segmentos situados
alrededor del círculo sea menor
que el área dada B.
En efecto, por ser la razón del
polígono circunscrito al inscrito
menor que la suma del área B y
del círculo A al círculo A y este
mayor que el polígono inscrito,
la razón del circunscrito a A será
menor aún que la de la suma del
FIG. 6.
área y el círculo al mismo círculo,
y, por tanto, el polígono circuns-
crito es menor que la suma del A y B, Y restando A, resulta que la razón
de la suma de los segmentos del polígono circunscrito es menor que el
área B.
8. Si en un cono recto se inscribe una pirámide de base equilátera,
el área 18 de esta pirámide, exceptuando la
A base, equivale a la de un triángulo que tenga
por base el perímetro de la de la pirámide
y por altura la perpendicular trazada desde
el vértice a uno de los lados de la base.
Dado el cono recto de base circular ABG,
inscribamos en él una pirámide cuya base
sea el triángulo equilátero ABG. Digo que
el área de la pirámide, exceptuando la base,
equivale a la del triángulo de que acabamos
de hablar porque siendo recto el cono y
equilátera la base de la pirámide, las al-
FIG. 7. turas de los triángulos que la limitan son
iguales entre sí, y como las bases de estos
son AB, BG Y GA Y sus alturas las rectas que hemos dicho, la suma de

18 Superficie: eJtL<po:vELa.
32 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

estos triángulos, o sea: el área de la pirámide, sin su base, es equiva-


lente a la de un triángulo cuya base sea la suma de AB, BG Y GA Y la
altura una recta igual a la de que acabamos de hablar (Fig. 7).
Otra demostración más clara de esta proposición es la siguiente:
Sea un cono recto cuya base es el círculo ABG y vértice el punto D.
Inscribámosle una pirámide que
E tenga por base el triángulo equi-
1átero ABG y tracemos las rectas
DA, DB y DG. Digo que la suma
de los triángulos ADB, ADG y
~-------t F BDG equivale a un triángulo cuya
base sea el perímetro del ABG
y la perpendicular trazada desde
el vértice a la base igual a la tra-
zada desde el punto D a la recta
BG (Fig. 8).
Tracemos las rectas DL, DM
y DK que serán iguales entre sí, y
supongamos un triángulo EZT de
base igual al perímetro de ABG
Z y altura TF igual a la recta DL.
FIG. 8. Puesto que el área limitada por las
rectas BG y DK19 es doble de la
del triángulo DBG; la limitada por AB y DL doble de la del ADB y la
limitada por AG y DM doble de la del ADG, el área limitada por el pe-
rímetro del triángulo ABG, es decir, por las rectas EZ y DL, o sea, por
EZ y FT, es doble de la suma de los triángulos ADB, BDG y ADG; pero
el área limitada por EZ y TF es doble de la del triángulo ETZ; luego
este triángulo equivale a la suma de los ABD, BDG y ADG.
9. Si se circunscribe una pirámide a un cono recto, el área de esta
pirámide, exceptuando la base, equivale a la de un triángulo que tenga
por base el perímetro de la de la pirámide y por altura la del cono.
Sea un cono cuya base es el círculo ABG y circunscribámosle una pi-
rámide de manera que su base, es decir: el polígono DEZ quede circuns-

19l'ara Arquímedes, el área limitada o comprendida por dos rectas es la


del rectángulo, cuya base es una de las rectas y la altura la otra.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 33

crito al círculo. Digo que el área de esa prirámide, sin la fase equivale a
la del triángulo de que acabamos de hablar.
En efecto: puesto que el eje del cono es perpendicular a la base, o
sea: al círculo ABG y las rectas trazadas desde el centro a los puntos de
contacto son perpendiculares a las tangentes, las trazadas des<le el vér-
tice del cono a los puntos de con-
tacto serán perpendiculares a las F
DE, EZ y ZD; luego esas perpen-
diculares HA, HB Y He son los
lados 20 del cono (Fig. 9). L~--------; M
Supongamos un triángulo LKF
cuya base FK sea igual al períme-
tro del triángulo DEZ y su altu-
ra LM igual a HA. Puesto que el H
área limitada .por las rectas DE
y AH es doble de la del triángu-
lo EDH; la limitada por DZ y HB
doble de la del DZH y la limita-
da por EZ y HG doble de la del
EHZ, el área limitada por las rec-
tas FK y AH o sea: FK y ML será
doble de la suma de las áreas
de los triángulos EDH, ZDH y
EZH; pero el área limitada por
FK y LM es doble de la del trián-
gulo LFK; luego la de la pirámide,
exceptuando la base, es igual a la E K
G
de un triángulo que tenga por base
el perímetro del DEZ y por altura FIG. 9.
la del cono.
10. Si se traza una cuerda del círculo de la base de un cono recto
y se unen sus extremos con el vértice del cono, el área del triángulo así
formado será menor que la de la superficie del cono interceptada por esas
rectas.
Sea ABG el círculo de la base de un cono de vértice D. Tracemos la
cuerda AG y unamos sus extremos A y G con el vértice D por medio de

20 Generatrices.
34 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

las rectas AD y GD. Digo que el área del triángulo ADG es menor que
la de la superficie del cono interceptada por AD y DG.
Dividiendo el arco ABG en dos partes iguales por el punto B y tra-
zando las rectas BA y BG, la suma de los triángulos ABD y BGD será
ciertamente mayor que el triángulo ADG
O y el exceso T de aquella suma' sobre este
triángulo será o no será menor que la suma
de los segmentos AB y BG (Fig. 10).
Supongamos primero que no es menor.
Puesto que se tienen dos áreas, una de
las cuales es la del cono interceptada por
AD y BD con el segmentó AEB y la otra
la del triángulo ADB y ambas están li-
mitadas por el perímetro de este trián-
gulo, la primera, que envuelve a la se-
gunda, será mayor que la segunda que
está envuelta por l~ primera; luego el
área del cono interceptada por AD y BD
con el segmento AEB es mayor que la del
triángulo ABD, y, análogamente, el área
del cono interceptada por BD y DG con
el segmento GZB es mayor que la del
triángulo BDG; luego el área del cono in-
G terceptada por AD y DG, con el área T
es mayor que la suma de la de los trián-
gulos de que acabamos de hablar; pero la
suma de las áreas de estos triángulos es
FIG. W. igual a la del ADG unida al área T; luego
si se resta el área común T, la que que-
da del cono, que es la interceptada por AD y DG será mayor que la
del triángulo ADG.
Si el área T es menor que la suma de los segmentos AB y BG Y se
dividen los arcos AB y BG en dos partes iguales, sus mitades en dos
partes iguales y así se continúa, llegaremos a obtener segmentos cuya
suma será menor que el área T. Sean estos los que se apoyan en las rec-
tas AE, EB, BZ y ZG, y tracemos las DE y DZ.
Por la misma razón que antes, el área del cono interceptada por AD
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 35

y DE con el segmento apoyado en AE será mayor que el triángulo ADE


y la interceptada por ED y DB, con el segmento apoyado en EB será ma-
yor que el triángulo EDB; luego el área del cono interceptada por AD
y DB, con los segmentos AE y EB, es mayor que la suma de los trián-
gulos ADE y EBD, Y puesto que esa suma es mayor que el triángulo ABD,
como se ha demostrado, el área del cono interceptada por AD y BD,
con los segmentos apoyados en AE y EB será mayor aún que la del
triángulo ADB, y por la misma razón, la interceptada por BD y DG, con
los segmentos apoyados en BZ y ZG, será mayor que la del triángulo
BDG; luego el área total interceptada por AD y DG, con los segmentos
que hemos dicho, es mayor que la suma de los triángulos ABD y DBG
y como esta suma es igual al triángulo ADG agregado al área T y los
segmentos dichos son menores que T, resulta que el área que queda in-
terceptada por AD y DG será mayor que el triángulo ADG.
11. Si en el plano del círculo de la base de un cono recto se le tra-
zan tangentes que se corten y su punto de intersección y los de contacto
se unen con el vértice del cono, la suma de los triángulos formados por
estas tangentes y por las rectas que unen sus extremos con el vértice
del cono es mayor que el área de este limitada por las rectas que unen
los puntos de contacto y el vértice del cono.
Sea el cono que tiene por base el círculo ABG y por vértice el pun-
to E. Tracemos las rectas DA y DG tangentes al círculo ABG y situadas
en el plano de este y unamos el vértice E del cono con los puntos A, D
y G. Digo que la suma de los triángulos ADE y DEG es mayor que el área
del cono limitada por las rectas AE y GE y el arco ABG.
Tracemos una recta HBZ tangente al círculo y paralela a la AG, de
modo que el arco ABG quedará ciertamente dividido en dos partes igua-
les por el punto B y unamos E con H y con Z. Puesto que la suma de
HD y DZ es mayor que HZ, si se les añade HA y ZG, la suma de AD y
Y DG será mayor que la de AH, HZ y ZG (Fig. 11).
Pero las generatrices EA, EB y EG del cono son iguales entre sí y
perpendiculares a las tangentes al círculo ABG, como ya se demostró en
un lema; luego la suma de las áreas limitadas por estas perpendiculares
y las bases de los triángulos AED y DEG es mayor que la de las áreas
Por estas mismas perpendiculares y las bases de los triángulos AHE,
HEZ y ZEG porque la suma de las bases AH, HZ y ZG es menor que
la de las bases DA y DG y las alturas son iguales porque la recta trazada
36 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

desde el vértice de un cono recto al punto de contacto de la base es per-


pendicular a la tangente.
Si el área T es igual al exceso de la suma de los triángulos AED y
DEG sobre la de los AEH, HEZ Y ZEG, dicha área será o no será me-
nor que la suma de los segmentos AHB y
o BZG situados en el arco ABG.
Supongamos primero que no sea me-
T nor. Puesto que se tienen dos áreas, una
de las cuales es la de la pirámide cuya
base es el trapecio HAGZ y vértice el
punto E y la otra la del cono compren-
dida entre AE, EG Y el segmento ABG, y
estas dos áreas tienen por límite el con-
torno del triángulo AEG, es evidente que
el área de la pirámide, excepto el trián-
gula AEG, es mayor que la del cono com-
prendida entre AE, EG Y el segmento ABG
y, por tanto, si se resta el segmento co-
mún ABG, la suma de los triángulos restan-
tes AHE, HEZ Y EZG, con la suma de
los segmentos AHB y BZG será mayor que
el área del cono comprendida entre las rec-
tas AE y EG.
Pero el área T no es-- menor que la
FIG. ll.
suma de los segmentos ABH y BZG; lue-
go la suma de los triángulos AHE, HEZ Y
EZG, con el área T, es mayor que el área del cono comprendida entre AE
y EG; pero la suma de los triángulos AHE, HEZ y EZG, con el área T,
es igual a la de los AED y DEG; luego la suma de estos triángulos es
mayor que el área del cono de que acabamos de hablar.
Supongamos ahora que T sea menor que la suma de los segmentos
situados alrededor del círculo. Si a estos segmentos se circunscriben rei-
teradamente polígonos bisecando los arcos y trazando tangentes en sus
puntos medios, llegaremos a obtener ciertos segmentos cuya suma sea
menor que T. Si los segmentos son AMK, KNB, BAL y LOG y traza-
mos las rectas al punto E, es claro que la suma de los triángulos AHE,
HEZ y EZG será mayor que la de los AEM, EMN, ENR, REO y EOG
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 37

porque la de las bases de los primeros es mayor que la de las bases de


los segundos y las alturas son iguales en todos.
Ahora bien: el área de la pirámide que tiene por base el polígono
Al\!INROG y por vértice el punto E, excepto el triángulo AEG, es mayor
que la del cono comprendida entre AE, EG Y el segmento ABG; luego
si se quita este segmento, la suma de los triángulos restantes AEM, EMN,
ENR, REO Y OEG, con los segmentos restantes AMK, KNB, BAL Y LaG
situados alrededor del círculo será mayor que el área del cono compren-
dida entre AE y EG.
Pero T es mayor que la suma de dichos segmentos restantes que es-
tán colocados alrededor del círculo, y se ha demostrado que la suma de
los triángulos A EH, HEZ y ZEG es mayor que la de los AEM, EMN,
NRE, REO Y OEG; luego con mayor razón la suma de los triángulos
A EH, EI-lZ y ZEG, con el área T, es decir: la suma de los triángulos
ADE y DEG, es mayor que la del cono comprendida entre AE y EG.
12. El área de un cilindro recto comprendida entre dos rectas si·
tuadas en su superficie es mayor que la del paralelogramo limitado por
esas dos rectas y las que unen sus extremos.
Sea un cilindro recto cuyas bases son los círculos AB y GD, y tra-
cemos las rectas AG y BD. Digo que el área del cilindro comprendida
entre estas rectas es mayor que la del paralelogramo AGDB.
Dividamos los arcos AB y GD en dos partes iguales por los puntos
E y Z y tracemos las rectas AE, EB, GZ y ZD. Puesto que la suma de
AE y EB es mayor que AB y los paralelogramos construidos sobre estas
rectas tienen la misma altura, la suma de los de bases AE y EB será
mayor que el ABDG porque su altura es la misma que la del cilindro
(Fig. 12).
Si el exceso de la suma de los paralelogramos de bases AE y EB
sobre el ABDG es el área H, esta área será o no será menor que la suma
de los segmentos planos AE, EB, GZ y ZD.
Supongamos primero que no sea menor. Puesto que la del cilindro
comprendida entre AG y BD, con los segmentos AEB y GZD, tiene por
límite el paralelogramo ABDG y la de los paralelogramos de bases AE
y EB Y altura la misma que la del cilindro, con los triángulos AEB y GZD,
tiene también por límite el mismo paralelogramo ABGD, una de estas
áreas envuelve a la otra y las dos son cóncavas en la misma dirección,
resJdta que el área cilíndrica comprendida entre las rectas AG y BD, con
los segmentos planos AEB y GZD será mayor que la comprendida no
38 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

solo por los paralelogramos de bases AE y EB Y altura igual que la del


cilindro, sino también por los triángulos AEB y GZD; luego si se quitan
esos triángulos, el área cilíndrica restante comprendida entre las rectas
AG y BD, con los segmentos planos
z AE, EB, GZ y ZD, será mayor que
la formada p'or los paralelogramos
de bases AE y EB Y altura la mis-
ma que el cilindro; pero la suma
de estos paralelogramos es igual al
G~---+-------'lD AGDB unida al área H; luego la
superficie cilíndrica restante com-
prendida entre las rectas AG y
BD es mayor que el paralelogramo
AGDB.
Supongamos ahora que el área
H sea menor que la suma de los
segmentos . planos AE, EB, GZ y
ZD. Si se bisecan los arcos AE,
E EB, GZ Y ZD por los puntos T, K,
H L y M y se trazan las rectas AT,
TE, EK, KB, GL, LZ, ZM y !vID,
se restan los triángulos ATE, EKB,
GLZ y ZMD, cuya suma no es me-
L--------B nor que la mitad de la de los seg-
FIG. 12. mentos planos AE, EB, GZ y ZD y
se continúa haciendo lo mismo, se
obtendrán ciertos segmentos cuya suma será menor que H, y si estos
segmentos restantes son AT, TE, EK, KB, GL, LZ, ZM Y MD, demos-
traríamos de la misma manera que la suma de los paralelogramos de
bases AT, TE, EK y KB y altura igual que la del cilindro, será mayor
que la suma de los paralelogramos de bases AE y EB Y altura la del
cilindro.
Pero el área del cilindro comprendida entre las rectas AG y BD, con
los segmentos planos AEB y GZD, y la de los paralelogramos de bases
AT, TE, EK y KB Y altura la del cilindro, con las figuras rectilíneas
ATEKB y GLZMD, tienen por límite el paralelogramo AGDB; luego si
se restan dichas figuras rectilíneas, el área cilíndrica restante comprendi-
da entre las rectas AG y BD, con los segmentos planos AT, TE, EK,
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 39

KB, GL, LZ, ZM y MD será mayor que la de los paralelogramos cuyas


bases son AT, TE, EK Y KB Y su altura la misma que la del cilindro.
Pero la suma de las áreas de estos paralelogramos es mayor que la
de los que tienen por bases AE y EB y por altura la del cilindro; luego el
área cilíndrica comprendida entre las rectas AG y GD, con los segmen-
tos planos AT, TE, EK, KB, GL, LZ, ZM y MD, es mayor que la suma
de los paralelogramos de bases AE y EB Y altura igual a· la del cilindro;
pero la suma de las áreas de estos paralelogramos es igual a la del AGDB
unida al área H; luego la superficie cilíndrica comprendida entre las rec-
tas AG y BD, con los segmentos planos AT, TE, EK, KB, GL, LZ, ZM
Y MD, es mayor que el paralelogramo AGDB unido al área H.
Pero la suma de dichos segmentos es menor que H, y, por tanto, el
área cilíndrica restante comprendida entre las rectas AG y BD es mayor
que el paralelogramo AGDB.
13. Si en ,los planos de las bases de un cilindro recto se trazan tan-
gentes desde los extremos de dos rectas situadas
en la superficie del cilindro 21, y estas tangentes H
se cortan, la suma de los paralelogramos forma-
dos por las tangentes y las dos rectas es mayor
que el área cilíndrica comprendida entre las rec-
tas que están en la superficie.
Sea ABG una de las bases de un cilindro rec-
to cualquiera; A y G los extremos de dos rec-
tas situadas en su superficie; tracemos por ellos
al círculo ABG y en su plano las tangentes que
se cortan en el punto H e imaginemos que en la
otra base del cilindro, y por los extremos de las
rectas que están en su superficie, se trazan tan-
gentes al círculo (Fig. 13). Hay que demostrar que
la suma de los paralelogramos comprendidos en-
tre las tangentes y los lados del cilindro es ma-
yor que la superficie cilíndrica construida sobre FIG. 13.
el arco ABG 22.
Demostrado esto, se deduce inmediatamente:
a) El área de una pirámide inscrita en un cono recto, excluida su
21Es decir, dos generatrices.
22La demostración de este teorema es idéntica a la de los 10 y 11, por lo
cual no la traducimos.
40 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

base, es menor que el área del cono, porque el área de cada uno de los
triángulos que envuelven a la pirámide es menor que la del cono limi-
tada por los lados del triángulo;
b) El área de una pirámide circunscrita a un cono, excluida la base,
es mayor que la del cono;
c) El área de un prisma inscrito en un cilindro recto es menor que
la del cilindro, excluida la base, porque el área de cada paralelogramo del
prisma es menor que la de la superficie cilíndrica construida sobre este
paralelogramo;
d) El área de un prisma circunscrito a un cilindro es mayor que la
del cilindro, excepto la base.
14. El área de un cilindro recto cualquiera, excluida la base, es igual
a la de un círculo cuyo radio sea la media proporcional entre el lado del
cilindro 23 y el diámetro de la base.
Sea A el círculo de la base de un cilindro recto cualquiera; GD su
diámetro; EZ igual a su lado; H la media proporcional entre GD y EZ
y B un círculo de radio igual aH.
K
Hay que demostrar que el área del
círculo B es igual a la del cilindro,
exceptuada la base (Fig. 14).
Si no es igual, será mayor o
menor. Suponiendo que sea menor,
puesto que se tienen dos magnitu-
des desiguales: eJ área del cilindro
y la del círculo, se podrá inscribir
D z E p
en este un polígono equilátero y
FIG. 14. circunscribirle otro de modo que
la razón del circunscrito al inscri-
to sea menor que la del área del cilindro a la del círculo B, e imaginando
que se ha circunscrito al círculo A un polígono semejante al circunscrito
a B y que el primero sea la base de un prisma circunscrito a este cilindro,
que KD sea igual al perímetro del polígono circunscrito al círculo A;
LZ igual a KD y GT la mitad de GD, se tiene que el triángulo KDT será
equivalente al polígono circunscrito al círculo A porque la base de este
triángulo es igual al perímetro del polígono y la altura al radio del círcu-
lo A, y el área del paralelogramo EL igual a la del prisma circunscrito

23 Arquímedes llama lado: :rt:',E'llQá , a la generatriz de los cilindros y conos.


ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 41

al cilindro porque este paralelogramo está limitado por el lado del cilindro
y una recta igual al perímetro de la base del prisma.
Tomando EP igual a EZ, el triángulo ZPL será equivalente al para-
lelogramo EL, y, por tanto, al área del prisma, y como los polígonos cir-
cunscritos a los círculos A y B son semejantes, la razón de estos polígo-
nos es la misma que la de los cuadrados de los radios de esos círculos;
luego el triángulo KDT es al polígono circunscrito al círculo B como el
cuadrado de TD al cuadrado de H, porque las rectas TD y H son igua-
les a los radios de los círculos A y B; pero el cuadrado de TD es al de
H como TD a PZ porque H es media proporcional entre TD y PZ por
serIo entre GD y EZ, ya que, siendo DT igual a TG y PE a EZ, es GD
doble de TD y PZ doble de PE; luego DG es a DT como PZ a ZE, y,
por tanto, el área limitada por GD y EZ es igual a la limitada por TD y
PZ; pero el cuadrado construido sobre H equivale al área limitada por
GD y EZ, y; por consiguiente, ese cuadrado equivale también al área
limitada por TD y PZ, es decir: TD es a H como H a PZ 24; luego el
cuadrado construido sobre TD es al construido sobre H como TD a PZ
pO.l,'"que cuando tres rectas son proporcionales, la primera es a la tercera
como la figura construida sobre la primera es a la figura semejante cons-
truida del mismo modo sobre la segunda; pero el triángulo KDT es al
PLZ como TD a PZ por ser iguales KD y LZ; luego el triángulo KDT
es al polígono circunscrito al círculo B como el mismo triángulo al PLZ,
y, por tanto, este triángulo PLZ es equivalente al polígono circunscrito

24 Este resultado se consigue rápidamente-y Arquímedes estaba en con-


diciones de hacerlo-así: siendo, por hipótesis,

GD H
H2=GDxEZ, -
li-EZ'
es
GD
- - : H=H : 2EZ;
2
y por ser
GD
--=TD, 2EZ=PZ,
2
resulta
TD H
--=--
H PZ
42 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

al círculo B y el área del prisma circunscrito al cilindro es también equi-


valente a la del polígono circunscrito al círculo B.
Pero la razón de los polígonos circunscrito e inscrito al círculo B es
menor que la del área del cilindro A al círculo B; luego la del prisma
circunscrito a este cilindro al polígono inscrito en el círculo B es menor
aún que la del cilindro al círculo B y permutando ... 25, lo cual es impo-
sible porque el área del prisma circunscrito al cilindro es mayor que la
del cilindro, como ya se demostró, y la del polígono inscrito en el círcu-
lo B es menor que la de este círculo; luego el área del círculo B no es
menor que la del cilindro.
Supongamos ahora que sea mayor e imaginemos en el círculo B un
polígono inscrito y otro circunscrito de manera que la razón del segundo
al primero sea menor que la del área de B a la del cilindro. Inscribamos
en el círculo A un polígono semejante al inscrito en B que sea base de
un prisma, y sea KD igual al perímetro de ese polígono y ZL igual a KD.
El triángulo KDT será mayor que el polígono inscrito en el círculo A
porque la base del triángulo es igual al perímetro del polígono y su altura
mayor que la perpendicular trazada desde el centro a uno de los lados
del polígono y el área del paralelogramo ZL será igual a la del prisma ins-
crito, compuesta de paralelogramos, porque está limitada por el lado del
cilindro y una recta igual al perímetro del polígono base del prisma; lue-
go el área del triángulo P LZ es también igual a la de este prisma, y como
los polígonos inscritos en los círculos A y B son semejantes y su razón
es la de los cuadrados de los radios de A y B, resulta que el polígono
inscrito en A es al inscrito en B como el triángulo KDT al PLZ; pero el
área del polígono inscrito en A es menor que la del triángulo KDT; lue-
go la del inscrito en B será menor que la del triángulo PLZ, y, por tan-
to, menor aún que la del prisma inscrito en el cilindro, lo cual es impo-
sible porque la razón de los polígonos circunscrito e inscrito en B es
menor que la de este círculo a la del cilindro, y permutando ... 26, Y como

25 Aquí, lo mismo que en otras ocasiones análogas, Arquímedes aplica táci-


tamente la propiedad de que, dadas cuatro magnitudes, si la razón de la primera
a la segunda es menor que la de la tercera a la cuarta, la de la primera a la
tercera es menor que la de la segunda a la cuarta. En este caso la razón del
área del prisma a la del cilindro es menor que la del polígono inscrito en el
círculo B a la de este círculo.
26 La razón del área del polígono circunscrito a B a la de B es menor que
la del polígono inscrito en el mismo círculo B a la del cilindro.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 43

el área del polígono circunscrito al círculo B es mayor que la de este


círculo, la del inscrito será mayor que la del círculo, y, por tanto, que
la del prisma; luego el área del círculo B no es mayor que la del cilin~
dro, y como se ha demostrado que tampoco es menor, tiene que ser igual.
15. El área de un cono recto cualquiera, excluida la base 27, es igual
a la de un círculo cuyo radio sea medio proporcional entre el lado del
cono 28 y el radio del círculo de la base.
Sea un cono recto cuya base es el círculo A de radio G; D el lado
del cono; E la media proporcional entre D y
G y B un círculo de radio E. Digo que el área
del círculo B es igual a la del cono, excluida
la base, porque si no es igual, será mayor o me-
nor (Fig. 15).
Supongamos primeramente que es menor. Pues- B
to que tenemos dos magnitudes desiguales; el área
del cono y la del círculo B, siendo mayor la del
cono, se puede inscribir en B un polígono equi-
látero y circunscribirle uno semejante de modo
que la razón del circunscrito al inscrito sea me-
nor que la del área del cono a la del círculo B;
imaginemos que se circunscribe al A un polígono
semejante al circunscrito a B y supongamos que
sea la base de una pirámide del mismo vértice
que el cono.
Puesto que los polígonos circunscritos a A
y B son semejantes, su razón es la de los cuadra-
dos de los radios, es decir, de las rectas G y E
o G y D; pero el área del polígono circunscrito G
a A es a la de la pirámide circunscrita al cono E
como G a D porque G es igual a uno de los la- o
dos del polígono, D al lado del cono y el períme-
tro del polígono es la altura común de dos rectán- FIG. 15.
gulos cuyas mitades son el polígono circunscrito al
círculo A y el área de la pirámide circunscrita al cono; luego el polígono
circunscrito a A .es al circunscrito a B como el circunscrito a A al área

27 tí EmepávELC1 Lotí x,ówou ZWQC; Tí"); ~ÚOfo)S:.


28 La generatriz.
44 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

de la pirámide circunscrita al cono, y, por tanto, esta es igual a la del


polígono circunscrito a B, y puesto que la razón de los polígonos circuns-
crito e inscrito en B es menor que la del área del cono a la del círculo B,
la del área de la pirámide circunscrita al cono al polígono inscrito en B
será menor que la del área del cono al círculo B, lo cual es imposible por-
que el área de la pirámide es mayor que la del cono, como ya hemos de-
mostrado, y la del polígono inscrito en el círculo B es, por el contrario,
menor que la de este círculo; luego la de B no es menor que la del cono.
Digo ahora que tampoco es mayor, porque suponiendo que lo fuera,
si se circunscribe al círculo B un polígono y se le inscribe otro de ma-
nera que la razón del primero al segundo sea menor que la del círculo B
a la del cono, inscribamos en A un polígono semejante al inscrito en B e
imaginemos que este polígono es la base de una pirámide con el mismo
vértice que el cono.
Puesto que los polígonos inscritos en A y B son semejantes y su ra-
zón como los cuadrados de los radios de A y B, la del polígono inscrito
en A al inscrito en B es igual a la de G a D; pero esta razón es mayor
que la del área del polígono inscri-
to en A a la de la pirámide inscrita
en el cono, porque la del radio de
A al lado del cono es mayor que
la de la perpendicular trazada des-
de el vértice del cono al lado del
mismo polígono; luego la razón de
las áreas de los polígonos inscritos
en A y B es mayor que la del pri-
G mer polígono al área de la pirámi-
de, y, por tanto, la de la pirámide
E es mayor que la del polígono ins-
crito en B, y como la razón del cir-

1 i FIG. 16.
cunscrito al inscrito en B es menor
que la de B al área del cono, re-
sulta que la del polígono circuns-
crito a B al área de la pirámide ins-
crita en el cono es menor aún que
la de B al área del cono, lo cual
es imposible porque la del polígono circunscrito es mayor que la de B
y la de la pirámide inscrita en el cono es menor que la del cono; luego
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 45

el área de B no es mayor que la del cono, y puesto que se ha demostrado


que no es menor, tiene que ser igual.
16. El área de un cono recto cualquiera es a su base como el lade
del cono al radio de la base.
Sea un cono recto cuya base es el círculo A de radio igual a B, y G
el lado de este cono. Hay que demostrar que el área del cono es a la
del círculo A como G a B (Fig. 16).
Tomemos la media proporcional E entre B y G e imaginemos un
círculo D de radio igual a E, cuya área, según se demostró en la proposi-
ción anterior, será igual a la del cono; pero también se ha demostrado
que la razón de las áreas de D a A es igual a la de G a E porque am-
bas razones son iguales a las. de los cuadrados de E y B puesto que los
círculos son entre sí como los cuadrados construidos sobre sus diáme-
tros, y, por tanto, como los cuadrados construidos sobre sus radios, ya
que lo que conviene a los diámetros conviene a sus mitades, y como los
radios de los círculos A y D son respectivamente iguales a las rectas B
y E 29, el área del cono es a la del círculo A como G a B.
LEMA. Dado el paralelogramo BAHO de diagonal BH, dividamos el
lado BA en dos partes cualesquie-
ra por el punto D y tracemos por B K o
D la recta DE paralela alIado AH
y por Z la ZL paralela al BA.
Digo que el área limitada por D~---r-~~t----------IE
BA y AH es igual a la limitada
por BD y DZ y a la limitada por
DA y una recta compuesta de
DZ y AH (Fig. 17).
En efecto, el área limitada
por BA y AH es la total BH; la A L H
limitada por BD y DZ es la BZ FIG. 17.

y la limitada por DA y una com-


puesta. por DZ y AH es la del gnomon MNP, porque el área limitada por
las rectas DA y AH es igual a la KH puesto que la de KE es igual al com-
plemento DL y el área limitada por DA y DZ es igual a la DL; luego el área

29 Por ser, en efecto, D: A = E2 : B2 y E media proporcional entre G y B, es


decir: E2=GB, es E2:B=G, de donde, E2:B2=G:B; luego D:A=G:B, Y el
área de D es igual a la lateral del cono.
46 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

total BH, es decir: la limitada por las rectas BA y AH es igual a la limitada


por BD y DZ juntamente con el gnomon MNP, cuya área es igual a la
limitada por DA y una recta compuesta de AH y DZ.
17. Si se corta un cono recto por un plano paralelo a la base, el
área comprendida entre los planos paralelos es igual a la de un círculo
cuyo radio sea medio proporcional entre la parte del lado del cono com-
prendida entre los planos paralelos y una recta igual a la suma de los ra-
dios de los círculos situados en los planos paralelos.
Sea ABG un triángulo igual al que pasa por el eje del cono. Corte-
mos este por un plano paralelo a la base; imaginemos que este plano
produce la sección DE y que la recta BH sea el eje del cono, y suponga-
mos un círculo M de radio medio
B proporcional entre la recta AD y
la suma de las DZ y HA. Digo
que el área de M es igual a la del
cono comprendida entre DE y AG
(Fig. 18).
Si los dos círculos L y K son
tales que el área del cuadrado
A H
construido sobre el radio del K sea
igual a la limitada por las rectas
FIG. 18.
DB y DZ, y la del construido so-
bre el radio del L igual a la limi-
tada por BA y AH, el área del círculo L será igual a la del cono ABG
y la del K a la del DEB.
En efecto, el área limitada por AB y AH es igual a la limitada por
DB y DZ y a la limitada por AD y una recta compuesta de DZ y AH por
ser DZ paralela a AH; pero el área limitada por AB y AH es igual a la
del cuadrado construido sobre el radio del círculo L; la limitada por
BD y DZ a la del construido sobre el radio de K y la limitada por AD y
una recta compuesta de DZ y AH a la del cuadrado construido sobre el
radio del círculo M; luego el área del cuadrado construido sobre el radio
del círculo L es igual a la suma de las áreas de los cuadrados construidos.
sobre los radios de los círculos K y M, y, por tanto, la de ese círculo L
es igual a la de los círculos K y M, pero la L es igual a la del cono ABG
y la de K a la del BDE; luego el área restante comprendida entre los.
planos paralelos DE y AG es igual a la del círculo M.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 47

LEMAS. Los geómetras que nos han precedido 30 han demostrado los
siguientes:
a) Los conos de igual altura son entre sí como sus bases y los de
igual base como sus alturas.
b) Si se corta un cilindro por un plano paralelo a la base, los dos
cilindros que resultan son entre sí como sus ejes.
c) Los conos y cilindros de bases [y alturas] iguales están en la mis-
ma razón.
d) Las bases de conos equivalentes son inversamente proporciona-
les a las alturas, y los conos de bases inversamente proporcionales a las
alturas son equivalentes.
e) Los conos que tienen proporcionales los diámetros de sus bases
y alturas, es decir, los ejes, son entre sí como la razón triplicada de los
diámetros de las bases.
18. Si dos conos rectos son tales que el área de uno es igual a la de
la base del otro y la perpendicular trazada desde el centro de la base del
primero a un lado es igual a la altura del segundo, los dos conos son equi-
valentes.
Sean los dos conos rectos ABG y DEZ, tales que el área de la base
del ABG es igual a la del DEZ, la
altura AH igual a la perpendicu- D
lar TK trazada desde el centro T
sobre un lado DE del cono. Digo

&
que estos dos conos son equiva-
lentes (Fig. 19). A
Puesto que el área de la base
del cono ABG es igual a la del
DEZ y las cosas iguales entre sí
tienen la misma razón con una B H G
z T

tercera, la base del cono ABG es FIG. 19.

a la del DEZ como el área de este


cono DEZ a la de su base y por ser esta razón la misma que la de DT a
KT porque los triángulos DET y DKT son equiángulos y además TK
es igual a AH " luego la base del cono ABG es a la del DEZ como la
altura de este a la ·de aquel, y, por tanto, las bases de los conos ABG y
DEZ son inversamente proporcionales a las alturas, y, en consecuencia,
dichos conos son equivalentes.
30 EUCLIDES: Elementos, XII, 11, 14, 13 y 15.
48 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

19. Un rombo sólido 31 cualquiera compuesto de dos conos rectos


equivale a un cono cuya base tenga un área igual a la de uno de los
conos que componen el rombo y una altura igual a la perpendicular tra-
zada desde el vértice del otro cono al lado del primero.
Sea ABGD un rombo sólido formado por dos conos rectos cuya base
es el círculo descrito alrededor del diámetro BG y altura la recta AD,
y supongamos otro cono HTK el área de cuya base es igual a la del cono
ABG y altura TL igual a la per-
pendicular DZ trazada desde el
vértice D al lado AB o a su pro-
longación. Digo que el rombo só-
lido ABGD es equivalente al cono
HTK (Fig. 20).
Imaginemos otro cono MNP
cuya base sea igual a la del ABG
FIG. 20. y su altura ON igual a AD. Enton-
ces ON es a DE como AD a DE;
pero AD es a DE como el rombo sólido ABGD al cono BGD 32 Y ON a DE
como el cono MNP al BGD por tener bases equivalentes; luego el cono MNP
es al BGD como el rombo ABGD al BGD y, por tanto, el cono MNP y
el rombo ABGD son equivalentes; pero el área del cono ABG es igual
a la de la base del cono HTK; luego la del cono ABG es a la de su base
como la de la base del HTK a la de la del MNP porque los conos ABG
y MNP tienen bases iguales; pero el área del cono ABG es a la de su
base como AB a BE, es decir, como AD a DZ por ser semejantes los trián-
gulos ABE y ADZ y, por tanto, la base del cono HTK es a la del MNP
como AD a DZ; pero por hipótesis AD es igual a ON y DZ a TL; luego
la base del cono HTK es a la del MNP como la altura ON a la TL, y

31 QÓl-l~O<; <JTEQÉO<;, figura formada por dos conos con la base común, ejes
en línea recta y vértices a uno y otro lado de la base.
32 Por ser común la base de los conos BAG y BDG, es

AE cono BAG
DE cono BDG
de donde
AD rombo ABGD
AE cono BDG
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 49

siendo, pues, las bases de estos conos inversamente proporcionales a sus


alturas, ambos conos son equivalentes, y como se ha demostrado que el
MNP equivale al rombo ABGD, resulta que este rombo y el cono HTK
son equivalentes 33.
20. Si se corta un cono recto por un plano paralelo a la base y so-
bre el círculo producido por esta sección se imagina un cono con el vér-
tice en el centro de la base y se resta del cono total el rombo que resulta
de esta construcción, el resto será equivalente a un cono cuya base tenga
un área igual a la del cono comprendida entre los planos paralelos y la
altura igual a la perpendicular trazada desde el centro de la base al lado
del cono.
Sea el cono ABG y cortémoslo por un plano paralelo a la base, el
cual produce la sección DE. Sea Z el centro de la base, vértice del cono
cuya base es el círculo descrito
alrededor del djámetro DE, de
modo que el rombo BDZE esta-
rá formado por dos conos rec-
tos, y supongamos, finalmente,
un cono KTL cuya base equival-
ga al área comprendida entre los
planos DE y AG y tenga una
altura igual a la perpendicular K

~
ZH trazada desde el punto Z al
lado AB. Digo que si se quita
el rombo BDZE del cono ABG, T L

el resto será equivalente al TKL FIG. 21.

(Fig. 21).
Sean los dos conos MNP y ORQ, siendo la base del MNP equivalente
al área del ABG y la altura igual a ZH. El cono MNP será equivalente al
ABG porque cuando se tienen dos conos rectos si el área de uno equivale
a la base del otro y la perpendicular trazada desde el centro de la base

33 Este teorema está demostrado con una elegancia que solo se puede supe-
rar hoy con los recursos del simbolismo algebraico, cuya falta suplió Arquí-
medes con extraordinario ingenio. Si es V el volumen del rombo sólido, r el
radio GE de la base y h 1 y h 2 las alturas AE y DE de los dos conos, es
50 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

del primero sobre su lado es igual a la altura del segundo, los dos conos
son equivalentes. Si la base del cono ORQ es igual al área del DBE y su
altura igual a la recta ZH, el cono ORQ será equivalente al rombo BDZE,
como se ha demostrado antes. Puesto que el área del cono ABG está com-
puesta por la del BDE y por la comprendida entre DE y AG; la del ABG
equivale a la de la base del MNP; la del DBE a la de la base del ORQ y,
finalmente, el área comprendida entre DE y AG es igual a la de la base
del cono TKL, la base del MNP será equivalente a las de los TKL y
ORQ, y como estos conos tienen la misma altura, el MNP será equiva-
lente a los TKL y ORQ; pero el MNP es equivalente al ABG y el ORQ
al rombo DBEZ; luego lo que queda del cono ABG después de haberle
quitado el rombo DBEZ equivale al cono TKL.
21. Si uno de los conos que forman un rombo se corta por un plano
paralelo a la base y el círculo producido por esta sección es la base de
un cono que tiene el mismo vértice que el otro cono del rombo, y si del
rombo total se quita el producido por esta construcción, lo que queda
será equivalente a un cono cuya base tenga la misma área que la com-
prendida entre los planos paralelos y la altura igual a la perpendicular
trazada desde el vértice del segundo cono al lado del primero.
Sea ABGD un rombo formado por dos conos rectos y cortemos uno
de ellos por un plano paralelo a la base que produce la sección EZ, la
cual es base de un cono con el vértice en el punto D, y se tendrá cons-
truido el rombo EBZD; restemos este rombo del rombo total, y supon-
gamos un cono TKL cuya base sea igual al área comprendida entre AG
y EZ y altura igual a la perpendicular trazada desde el punto D a la rec-
ta BA o a su prolongación. Digo que el resto de que hemos hablado equi-
vale al cono TKL (Fig. 22).
y llamando S al área lateral del cono AGB, g a su generatriz AB y d a la
perpendicular DB desde el vértice del cono DBG, se tiene:
S=rrrg, (h! +h2)r=dg;
S
y poniendo en lórmula anterior el valor rrr=-, deducido de la primera de estas
g
igualdades y la segunda, resulta:
1
V=-Sd,
3
que es el valor encontrado por Arquímedes.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 51

Sean los dos conos MNP y ORQ. Si la base del MNP es equivalente
al área del ABG y la altura igual a la recta DH, el cono MNP, según lo
hemos demostrado, será equivalente al rombo ABGD, y si la base del
ORQ es equivalente al área del
N
EBZ y la altura igual a la rec- B

~
ta DH, el cono ORQ será equi-
valente el rombo EBZD; pero
M P
puesto que el área del cono ABG
R
se compone de la del EBZ y la
comprendida entre EZ y AG Y es
igual a la de la base del cono
MNP, y la del EBZ igual a la
& o Q

de la base del cono ORQ y, fi-


nalmente, el área comprendida D
entre EZ y AG igual a la de las K

~
bases de los conos ORQ y TKL,
Y estos conos tienen la misma
altura, el MNP es equivalente a T L

la suma de los TKL y ORQ Y FIG. 22.


como el MNP equivale al rombo
ABGD y el ORQ al EBZA, resulta que el cono que queda TKL equivale
a lo que queda del rombo ABGD.
22. Si en un círculo se inscribe un polígono equilátero de un núme-
ro par de lados y se unen estos por paralelas a una de las rectas que
subtienden dos lados del polígono, la suma de las rectas que unen los
lados del polígono es al diámetro del círculo como la recta que subtiende
la mitad de los lados del polígono inscrito, menos uno, es a un lado de
este polígono.
Sea el círculo ABGD; inscribámosle el polígono AEZBHTGMNDLK
y tracemos las rectas EK, ZL, BD, HN Y TM, las cuales es evidente que
serán paralelas a una de las que subtienden dos lados de este polígono.
Digo que la suma de esas rectas es al diámetro del círculo como la GE es
a la EA (Fig. 23).
Tracemos las ZK, LB, HD Y TN, que serán paralelas a las EA, ZK,
BL y DH, respectivamente, y, por último, la GM paralela a TN. Puesto
que EA y KZ son paralelas, ES es a SA como KS a SO, y por la misma
razón, KS es a SO como ZP a PO; como LP a PQ, como BR a RQ, como
DR a RV, como HV a VV, como NV a VW como TX a XW y, finalmen-
52 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

te como MX a XG; luego la suma de todas las rectas ES, SK, ZP, PL,
BR, RD, HV, VN, TX y XM es a la suma de todas las AS, SO, OP, PQ,
QR, RU, UV, VW, WX y XG como
8 la suma de las primeras a una de
las segundas; luego la suma de las
rectas EK, ZL, BD, HN Y TM es
al diámetro AG como la recta ES
a la SA; pero la ES es a la SA
como la GE a la EA; luego la suma
de las rectas EK, ZL, BD, HN Y
TM es al diámetro AG como la
recta GE a la EA.
23. Si en un segmento circular
se inscribe un polígono de un nú-
mero par de lados iguales, excepto
la base, y se unen por paralelas a
esta, la suma de estas paralelas con
D la mitad de la base del segmento
FIG. 23. es a la altura de este como la recta
trazada desde el extremo del diá-
metro hasta uno de los lados del polígono es a un lado de este.
Tracemos en el círculo ABG una recta cualquiera AG; inscribamos
sobre ella en el segmento ABG un polí-
gono de un número par de lados, todos B
iguales entre sí excepto la base AG, y tra-
cemos las rectas ZH y ET paralelas a
AG. Digo que la suma de las rectas ZH,
ET y AS es a la recta BS como la DZ,
al lado ZB (Fig. 24).
Tracemos las rectas HE Y AT, que se-
rán paralelas a la ZB y, por la misma ra-
zón que en el teorema anterior, KZ es a
KB como KH a KA, como EM a ML,
como MT a MN y como SA a SN; lue-
go la· suma de las rectas ZK, KH, EM, o
MT Y AS es a la suma de las BK, KD, FIG. 24.
LM, MN y NS como una de las prime-
ras rectas a una de las segundas; luego la suma de las ZH, ET y AS es
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 53

a la recta BS como la ZK a la KB; pero la ZK es a la KB como la DZ


a la ZB; luego la suma de las rectas ZH, ET y AS es a la recta BS como
la DZ a la ZB.
24. El área descrita por la rotación de un polígono inscrito en un
círculo máximo de la esfera alrededor del diámetro de este es menor que
el área de la esfera.
Sea ABGD un círculo máximo de una esfera e inscribamos en él un
polígono equilátero de un número par de lados divisible por 4, y sean AG
y BD dos diámetros [perpendiculares] 34.
Si el diámetro AG permanece fijo mientras el círculo en el cual está
inscrito el polígono hace una revolución, es evidente que su circunferen-
cia se mueve en la superficie de la esfera y los vértices de los ángulos,
excepto los situados en los puntos A y
G, describirán sobre la superficie de la B
esfera circunferencias de círculo cuyos
planos serán perpendiculares al del círcu-
lo ABGD y cuyos diámetros serán rec-
tas paralelas a la BD y unirán los ángu-
los del polígono (Fig. 25). AJ-..4---+---+---+--t-tG
Los lados de este describirán superfi-
cies cónicas; y así, los AZ y AN describi-
rán la superficie de un cono cuya base es
el círculo que tiene por diámetro la recta
ZN y el vértice en el punto A; los lados
ZH y MN describirán la superficie de un o
cono cuya base es el círculo que tiene FIG. 25.
por diámetro la recta MH y el vértice en
el punto en que las rectas ZH y MN prolongadas encuentran a la AG,
y, por último, los lados HB y MD describirán la superficie del cono
cuya base es el círculo que tiene por diámefro la recta BD y el vér-
tice en el punto en que las rectas BH y MD, prolongadas, encuentran
a la AG, y, análogamente, en el otro semicírculo, los lados del polí-
gono describirán también superficies cónicas semejantes a las que hemos
dicho.
De este modo quedará inscrita en la esfera una cierta figura que es-
34 Para que los dos diámetros perpendiculares terminen en vértices del po-
lígono, Arquímedes impone la condición de que el número de lados de este
Sea múltiplo de 4.
54 CTENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

tará comprendida por las superficies de que acabamos de hablar y cuya


área será menor que la de la esfera porque estando esta dividida en dos
partes por un plano trazado por una recta BD perpendicularmente al
círculo ABGD, el área de uno de los hemisferios y la de la figura inscrita
tienen los mismos límites en un solo plano: la circunferencia del círculo
descrito alrededor del diámetro BD, que es perpendicular al círculo ABGD;
las dos superficies son cóncavas en la misma dirección y una de ellas
está limitada por la otra y por un plano que tiene los mismos límites
que esta otra.
Análogamente, el área de la superficie inscrita en el otro hemisferio
es también menor que la de este hemisferio; luego la de la superficie
total es menor que la de la esfera.
25. El área de la figura inscrita en una esfera es la misma que la
de un círculo cuyo radio, al cuadrado, sea igual a la superficie compren-
dida por uno de los lados del polígono y por una recta igual a la suma
de las rectas que unen los lados del polígono, formando cuadriláteros y
siendo paralelas a una recta que subtienda dos lados del polígono.
Sea ABGD un círculo máximo de una esfera; inscribamos en él un
polígono equilátero cuyo número de lados sea múltiplo de 4 e imagi-
nemos la figura engendrada en la esfera por la revolución del polígono
inscrito. Tracemos las rectas EZ, HT, GD, KL Y MN paralelas a la que
subtiende dos lados del polígono y supongamos un círculo S cuyo ra-
dio, al cuadrado, sea igual al área
A
comprendida por la recta AE y
una recta igual a la suma de las
EZ, HT, GD, KL Y MN. Digo que
el área de este círculo es igual a
G~ -+_----;D la de la figura inscrita en la esfe-
ra (Fig. 26).
Supongamos los círculos O, P,
Q, R, U y V tales que el cuadra-

B
1\
SOPQRUV
1 do del radio del O sea igual al área
comprendida por AE y por la mi-
FIC. 26. tad de EZ; que el cuadrado del
radio del P sea igual al área com-
prendida por AE y por la mitad de la suma de EZ y HT; que el cuadrado
del radio del Q sea igual al área comprendida por AE y la mitad de la suma
de las rectas HT y GD; que el cuadrado del radio del R sea igual al área
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 55

comprendida por AE y la mitad de la suma de las rectas GD y KL; que el


cuadrado del radio del U sea igual al área comprendida por AE y la mitad
de la suma de las rectas KL y MN, y, finalmente, que el cuadrado del
radio del círculo V sea igual al área comprendida por AE y la mitad de
la recta MN.
Ahora bien: el área del círculo O equivale a la del cono AEZ; la
del P a la comprendida entre EZ y HT; la del Q a la comprendida entre
HT y GD; la del R a la comprendida entre GD y KL; la del U a la com-
prendida entre KL y MN, y, por último, la del V es equivalente a la del
cono MEN; luego la suma de las áreas de estos círculos equivale a la de
la superficie inscrita en la esfera.
Pero es evidente que la suma de los cuadrados de los radios de los
círculos O, P, Q, R, U Y V es igual al área de la superficie comprendida
por AE y la suma de las mitades de las rectas EZ, HT, GD, KL y MN
tomadas dos veces, es decir, la suma de las rectas totales EZ, HT, GD,
KL Y MN; luego la suma de los cuadrados de los radios de los círculos
O, P, Q, R, U y V es igual a la superficie comprendida por AE y por la
suma de esas rectas, y como el cuadrado del radio del círculo S es igual
al área comprendida por AE y una recta formada por todas las rectas
EZ, HT, GD, KL Y MN, resulta que el cuadrado del radio de dicho círcu-
lo S es igual a la suma de los cuadrados de los radios de todos los círcu-
los O, P, Q, R, U y V, y, por consiguiente, el área del círculo S es igual
a la suma de las de estos círculos 35, Y como se ha demostrado que esta
suma es igual al área de la figura de que hemos hablado, el área del círcu-
lo S es también igual a la de esta figura.
26. El área de una figura inscrita en una esfera y limitada por su-
perficies cónicas, es menor que cuatro círculos máximos de la esfera.
Sea ABGD un círculo máximo de una esfera; inscribamos en él un
Polígono equilátero cuyo número de lados sea divisible por 4 e imagine-
mos que sobre este polígono se haya construido una figura limitada por

35 Porque siendo las áreas de los círculos proporcionales a los cuadrados de


SUs radios, el cuadrado del radio del círculo S es al círculo S como el de O
al O, el de P al P, el de Q al Q, el de R al R, el de U al U y el de V al V;
luego el cuadrado del radio del círculo S es a este círculo S como la suma
de los cuadrados de los radios de los círculos O, P, Q, R, U Y V a la suma de
estos círculos, y por ser el cuadrado del radio del círculo S igual a la suma
de los cuadrados de los radios de 0, P, Q, R, U Y V, el círculo S es igual a
la suma de los círculos O, P, Q, R, U Y V.
S6 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

superficies comcas. Digo que el área de la figura inscrita es menor que


cuatro círculos máximos de la esfera (Fig. 27).
Tracemos las dos rectas El y TM que subtienden dos lados del polí-
gono y las ZK, DB y HL paralelas a ellas, y supongamos un círculo P
cuyo radio, al cuadrado, sea igual
8 al área comprendida por la recta
EA y una recta igual a la suma de
las El, ZK, BD, HL Y TM.
De acuerdo con 10 antes de-
mostrado, el área de este círculo
es igual a la de la figura de que
A t-t--+----t----+-----;¡:::...¡ G acabamos de hablar; pero se ha
demostrado que una recta igual a
la suma de las El, ZK, BD, HL Y
TM es al diámetro AG del círculo
ABGD como GE a EA; luego el
área comprendida por una recta
p
igual a la suma de las· rectas que
o hemos dicho y por EA, es decir, el
FIG. 27. cuadrado del radio del círculo P,
es igual al áera comprendida por
las rectas AG y GE, Y como esta área es menor que el cuadrado de AG, el
radio del círculo P es menor que AG, y, por tanto, el diámetro de dicho
círculo P es menor que el doble del diámetro del ABGD, de donde resul-
ta que dos diámetros de este son mayores que el del P, y, por consiguien-
te, el cuádruple del cuadrado construido sobre el diámetro del círculo
ABGD, es decir, sobre AG, es mayor que el construido sobre el del P.
Pero el cuádruple del cuadrado construido sobre AG es al cuadrado
construido sobre el diámetro del círculo P como el cuádruple del círculo
ABGD al círculo P y por ser el cuádruple del círculo ABGD mayor que
el círculo P, este es menor que uno máximo de la esfera, y como se ha
demostrado que P es igual al área de la figura de que hemos hablado, el
área de esta es menor que el cuádruple de un círculo máximo de la
esfera.
27. Una figura inscrita en la esfera y limitada por superficies cóni-
cas equivale a un cono cuya base sea igual al área de la figura inscrita
en la esfera y altura igual a la perpendicular desde el centro de la esfera
a un lado del polígono.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 57

Sea ABGD un círculo máximo de una esfera, y lo demás como en el


teorema anterior; P un cono recto, el área de cuya base es igual a la de
la figura inscrita en la esfera y la altura igual a la perpendicular trazada
desde el centro de la esfera a un lado del polígono. Hay que demostrar
que la figura inscrita en esta esfera es equivalente al cono P (Fig. 28).
Si sobre los círculos descritos
alrededor de ZN, HM, TL e IK
como diámetros construimos co-
nos con el vértice en el centro
de la esfera, se tendrá un rombo
sólido compuesto por el cono cuya ~
base es el círculo descrito alre- p

dedor de ZN y vértice en el pun- _


to A y por el cono cuya base es
el mismo círculo y vértice en el FIG. 28.
punto X, el cual rombó equivale
a un cono cuya base es equivalente al área del cono NAZ y altura
igual a la perpendicular trazada desde el punto X a la recta AZ. El resto
del rombo limitado por la superficie cónica situada entre los planos pa-
ralelos trazados por las rectas ZN y HM Y entre las superficies de los
conos ZNX y HMX, equivale a un cono cuya base es igual a la superfi-
cie cónica comprendida entre los planos paralelos trazados por las rec-
tas ZN y HM y altura igual a la perpendicular trazada desde el punto X a
la recta ZR, como se ha demostrado, y el resto del cono limitado por la
superficie cónica comprendida entre los planos paralelos trazados por
las rectas HM y DB entre la superficie del cono RMX y entre el círculo
descrito alrededor de BD como diámetro es igual a un cono cuya base
equivale a la superficie cónica comprendida entre los planos paralelos
trazados por las rectas HM y BD y altura igual a la perpendicular traza-
da desde el punto X a la recta BR.
En el otro hemisferio se tendrá, análogamente, un rombo XKGI y
tantos residuos de cono como en el primero, rombo y residuos que serán
iguales a los conos de que hemos hablado; y como la suma de estos
conos equivale al P porque la altura del P es igual a la de cada uno de
dichos conos y base equivalente a la suma de las bases, resulta que la
figura inscrita en la esfera es equivalente al cono P.
28. Una figura inscrita en una esfera y limitada por superficies có-
58 CmNTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

nicas es menor que el cuádruple de un cono cuya base sea un círculo


máximo de la esfera y altura igual al radio de la misma esfera.
Sea, en efecto, P un cono equivalente a la figura inscrita en la esfera,
es decir, un cono cuya base equivale al área de esa figura y altura igual
a la recta trazada desde el centro del
B círculo a uno de los lados del polí-
gono inscrito, y sea S otro cono cuya
base es igual al círculo ABGD y al-
tura igual al radio de este círculo
(Fig. 29).
Puesto que el área de la base

I
del cono P equivale a la de la figu-
ra inscrita en la esfera y la altura
es igual a la perpendicular trazada
desde el punto X al lado AZ y por
p S haberse demostrado que el área de la
o figura inscrita es menor que el cuá-
FIG. 29.
druple de un círculo máximo de la
esfera, la base del cono P es menor
que el cuádruple de la del cono S, y como su altura es menor que la
de este cono S, es evidente que el cono P es menor que el cuádruple
del S; pero P equivale a la figura inscrita; luego esta es menor que el
cuádruple del cono S.
29. El área total de una esfera es menor que la de la figura inscrita.
Sea ABGD un círculo máximo de una esfera; circunscribámosle un
polígono equiángulo y equilátero de un número de lados divisible por 4
y circunscribamos un círculo al polígono circunscrito. El centro del círcu-
lo circunscrito será el mismo que el del ABGD y si el diámetro EH
permanece fijo mientras el plano del polígono EZHT y el círculo ABGD
hacen una revolución, es evidente que la circunferencia de este círculo
ABGD describirá la superficie de una esfera cuyo centro será el mismo
que el de la menor; los puntos de contacto de los lados del polígono
describirán en la superficie de la esfera menor círculos perpendiculares
al ABGD; los ángulos del polígono, excepto los de vértices E y H, des-
cribirán circunferencias de círculo en la superficie de la esfera mayor,
cuyos planos serán perpendiculares al círculo EZHT y los lados del po-
lígono describirán superficies cónicas como en el teorema anterior, de
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA y EL CILINDRO 59

modo que una figura limitada por superficies cónicas queda circunscrita
a la esfera menor e inscrita en la mayor (Fig. 30).
Sea KD el diámetro de uno de los círculos de la esfera menor; K Y D
los puntos en que dos lados del polígono circunscrito tocan al círculo
ABGD, y, dividida la esfera en dos
partes por un plano trazado por la z
recta AD perpendicular al círculo
ABGD, también quedará dividida en
dos partes por el mismo plano la
figura circunscrita a la esfera.
Ahora bien: es evidente que las
superficies obtenidas de este modo
tienen los mismos límites en el mis- E I+-:----+--T-------::~ H
mo plano porque el de ambas es
la circunferencia del círculo descri-
to alrededor del diámetro KD per-
pendicular al círculo ABGD; am-
bas superficies son cóncavas en la
misma dirección y una de ellas está
envuelta por la otra y por un pla- T
no que tiene los mismos límites que FIG. 30.
esta otra; luego el área del segmento
esférico que está envuelto es menor que la de la figura circunscrita al
mismo segmento; y, análogamente, la del otro segmento esférico es me-
nor que la de la figura. circunscrita al mismo; luego el área total de una
esfera es menor que la de la figura circunscrita.
30. El área de una figura circunscrita a una esfera es igual a la de
Un circulo cuyo radio, al cuadrado, es igual a la superficie cónica com-
prendida por uno de los lados del polígono y por una recta igual a la
suma de las rectas que unen los ángulos del polígono y son paralelas a
una de las que subtienden dos lados del polígono.
En efecto, la figura circunscrita a la esfera menor está inscrita en
la mayor; pero se ha demostrado que el área de la figura inscrita en la
esfera limitada por superficies cónicas equivale a la de un círculo cuyo
radio, al cuadrado, es igual a la superficie comprendida por uno de los
lados del polígono y por una recta igual a la suma de las rectas que unen
los ángulos del polígono y son paralelas a una de las rectas que subtien-
den dos lados del polígono; luego es evidente lo arriba propuesto.
60 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

31. El área de la figura circunscrita a la esfera es mayor que el cuá-


druple de un círculo máximo de esta esfera.
Sea una esfera y un círculo máximo; lo demás como en los teoremas
anteriores, y el círculo L equivalente al área de la figura propuesta cir-
cunscrita a la esfera menor.
Puesto que se ha inscrito en el círculo EZHT un polígono equilátero de
un número par de ángulos, la suma
z de las paralelas al diámetro ZT
que unen los ángulos del polígo-
no es a TZ como KT a KZ; lue-
go el área comprendida por un
lado del polígono y una recta igual
a la suma de las que unen sus
E 1+-,,.....-----\r---+-------lJ H ángulos es igual a la comprendi-
da por ZT y TK, y, por tanto, el
cuadrado del radio del círculo L
es mayor que TK.
Pero esta recta TK es igual al
diámetro del círculo ABGD 36 por
ser doble de XM que es el radio
L de este círculo; luego el L, es
FIG. 31. decir; el área de la figura cir-
cunscrita es mayor que cuatro ve-
ces la de un círculo máximo de la misma esfera.
32. La figura circunscrita a la esfera menor es equivalente a un cono
que tiene por base un círculo de igual área que la de esta figura y po,.
altura una recta igual al radio de la esfera.
En efecto, la figura circunscrita a la esfera menor está inscrita en
la mayor y como se ha demostrado que una figura inscrita y limitada
por superficies cónicas equivale a un cono cuya base es un círculo de la
misma área que esta figura y altura igual a la perpendicular trazada

36 La semejanza de los triángulos KTZ y MXZ da, en efecto,

TZ TK
-----
XZ XM

y por ser TZ=2XZ, es TK=2XM y, por consiguiente, TK es igual al diáme-


tro del círculo ABGD.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 61

desde el centro de la esfera al lado del polígono y esta perpendicular es


igual al radio de la esfera menor, resulta evidente lo arriba enunciado.
33. De aquí se deduce que la figura circunscrita a la esfera menor
es mayor que el cuádruple de un cono cuya base sea un círculo equiva-
lente a uno máximo de la esfera y altura una recta igual al radio de esta
misma esfera.
En efecto, puesto que esta figura equivale a un cono de base igual
al área de la misma figura y altura igual a la perpendicular trazada desde
el centro al lado del polígono, es decir, al radio de la esfera menor, y el
área de la figura circunscrita es mayor que el cuádruple de un círculo
máximo, resulta que la figura circunscrita a la esfera menor es mayor que
el cuádruple de un cono que tiene por base un círculo máximo de esta
esfera y por altura un radio de la misma, porque esta figura equivale
a un cono mayor que el cuádruple del cono de que acabamos de hablar
puesto que la base del primero es mayor que el cuádruple de la del se-
gundo y ambos tienen la misma altura.
34. Si se inscribe una figura en una esfera, se le circunscribe otra y
se hacen girar los polígonos semejantes arriba construidos, la razón de
las áreas de las figuras circunscrita e inscrita será la duplicada de la del
lado del polígono circunscrito a un círculo máximo a uno de los lados del
polígono inscrito en el mismo círculo, y la razón de la circunscrita a la ins-
crita será la triplicada de la del lado del polígono circunscrito al inscrito.
Sea ABGD un círculo máximo de una esfera; inscribámosle un polí-
gono equilátero cuyo número de lados sea divisible por 4 y circunscri-
bámosle otro semejante al anterior, con los lados tangentes en los pun-
tos medios de los arcos subtendidos por los lados del polígono inscrito;
s,ea EH y TZ dos diámetros del círculo perpendiculares entre sí y colo-
cados del mismo modo que los AG y BD e imaginemos unidos los ángulos
opuestos del polígono por rectas que serán paralelas entre sí y a las BZ y TD.
Esto supuesto, si permaneciendo fijo el diámetro EH, se hace girar a
los polígonos, los lados de estos circunscribirán una figura a la esfera
y le inscribirán otra. Hay que demostrar que la razón del área de la fi-
gura circunscrita a la de la inscrita es la duplicada de la de EL a AK y la
razón [del volumen] de la figura circunscrita al [volumen] de la inscrita
es la triplicada de EL a AK.
Sean M y N dos círculos equivalentes a las áreas de la figura circuns-
crita e inscrita, respectivamente. El cuadrado del radio de M es igual
al área comprendida por EL y una recta igual a la suma de las que unen
62 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

los ángulos del polígono circunscrito y el cuadrado del radio de N es


igual al área comprendida por AK y una recta igual a la suma de las
que unen los ángulos del polígono
Z inscrito, y como los dos polígonos
son semejantes, las áreas compren-
didas por dichas rectas, es decir,
por las sumas de las rectas que unen
los ángulos de los polígonos y por
E H los lados de estos, son figuras seme-
jantes entre sí y, por tanto, su razón
es la de los cuadrados de los lados
de los polígonos.
Pero las áreas comprendidas por
T M N P Q tales rectas son entre sí como los
FIG. 32. cuadrados de los radios de los círcu-
los M y N; luego los diámetros de
estos círculos tienen la misma razón que los lados de los polígonos;
pero los círculos M y N están en la razón duplicada de sus diámetros y
sus áreas equivalen a las de las figuras circunscrita e inscrita; luego la
razón del área de la figura circunscrita a la de la inscrita es duplicada
de la del lado EL al AK.
Sean ahora dos conos P y Q, siendo la base del P igual al círculo 1\1
y la del Q a la del N y sus alturas: la del cono P igual al radio de la
esfera y la del Q a la perpendicular desde el centro de la esfera al
lado AK.
Según lo que se ha demostrado, el cono P equivale a la figura circuns-
crita y el Q a la inscrita, y como los polígonos son semejantes, el lado EL
es al AK como el radio de la esfera a la perpendicular trazada desde el
centro de esta al lado AK; luego la altura del cono P es a la del Q como
EL a AK.
Pero el diámetro del círculo M es al del N como EL a AK; por tanto,
los diámetros de las bases de los conos P y Q son proporcionales a sus
alturas y, siendo semejantes, están en la razón triplicada de los diámetros
de los círculos M y N, y, por consiguiente, la razón de la figura circunscrita
a la inscrita es la triplicada del lado EL al AK.
35. El área de una esfera cualquiera es cuádruple de la de uno de
sus círculos máximos.
Sea una esfera cualquiera y A un círculo cuádruple de uno de sus
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 63

círculos máximos. Digo que el área de este círculo es igual a la de la


esfera, porque si no lo fuera sería mayor o menor (Fig. 33).
Supongamos primero que el área de la esfera es mayor que la del
círculo A. Puesto que tenemos dos magnitudes desiguales: el área de
la esfera y la del círculo A, se pueden tomar dos rectas desiguales de tal
modo que la razón de la mayor a la menor sea menor que la del área
de la esfera a la del círculo A. Tomemos las rectas B y G y sea D su
media proporcional; imaginemos la esfera cortada por un plano trazado
por su centro según el círculo EZHT; inscribamos un polígono en este
círculo y circunscribamos otro semejante y tales que la razón del cir-
cunscrito al inscrito sea menor que la de la recta B a la D.
Es evidente que la razón duplicada del lado del primer polígono al
del segundo será menor aún que la también duplicada de la recta B a la
D; pero la de B a G es duplicada de
A
la de B a D y l.a del área del sólido B
circunscrito a la esfera a la del inscri-
o
to lo es de la del lado del polígono G
circunscrito a la del inscrito; luego la
razón del área de la figura circunscri- f+------t----..,...,.-:H
ta a la de la inscrita es menor que la
del área de la esfera a la del círculo A,
lo cual es absurdo.
En efecto: el área de la figura cir-
cunscrita es mayor que la de la esfe- FIG. 33.
ra y la de la inscrita menor que la
del círculo A porque se ha demostrado que el área de la figura inscrita
es menor que cuatro círculos máximos de la esfera y, por consiguiente,
menor que el círculo A, cuya área es igual a la de cuatro círculos máximos;
luego la de la esfera no es mayor que la del círculo A.
Digo ahora que tampoco es menor. Suponiendo que lo sea, tomemos,
como antes, dos rectas B y G tales que su razón sea menor que la del
área del círculo A a la de la esfera, y sea D la media proporcional de
B y G. Inscribamos en el círculo ETHZ un polígono y circunscribámosle
otro de manera que la razón del lado del circunscrito a la del inscrito
sea menor que la de B a D. La razón duplicada del lado del polígono cir-
cunscrito al del inscrito es menor aún que la de B a G; luego la del área
de la figura circunscrita a la de la inscrita es menor que la del círculo A a
la de la esfera, lo cual es absurdo.
64 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

En efecto, el área de la figura circunscrita es mayor que la del círcu-


lo A y la de la inscrita menor que la de la esfera; luego la de la esfera
es menor que la de A, y como hemos demostrado que no es mayor, tiene
que ser igual a la del círculo A, es decir, a la de cuatro círculos máximos.
36. Una esfera cualquiera es cuádruple de un cono cuya base sea igual
a un círculo máximo de la esfera y altura igual al radio de la misma esfera.
Sea una esfera cualquiera y ABGD uno de sus círculos máximos. Si
la esfera no es cuádruple del cono, supongámosla mayor, y si es E un
cono de base cuádruple del círculo ABGD y altura igual al radio de la
esfera, esta será mayor que el cono E y tendremos dos magnitudes desigua-
les: la esfera y el cono, y podremos tomar dos rectas tales que la razón
de la mayor a la menor sea menor que la de la esfera al cono E. Si
H y K son estas rectas, tomemos otras dos T e 1 tales que K exceda a 1
tanto como 1 a T y que T sea mayor que H e imaginemos que se ha inscri-
to en el círculo ABGD un polígono
cuyo número de lados sea divisi-
ble por 4 y circunscrito otro seme-
jante como en los teoremas anterio-
res; que la razón del lado del polí-
gono circunscrito al del inscrito sea
1 K
menor que la de K a 1 y que los
diámetros AG y BD se corten en án-
FIG. 34. gulos rectos. Si permaneciendo fijo
el diámetro AG, se hace girar el pla-
no de los polígonos, se inscribirá una figura en la esfera y se circunscribirá
otra y la razón de ambas será triplicada de la del lado del polígono cir-
cunscrito al inscrito en el círculo ABGD, y como esta razón es menor que
la de K a 1, la de la figura circunscrita a la inscrita es menor que la tripli-
cada de K a 1; pero la de K aH es mayor que la triplicada de K a 1 según
se deduce de los teoremas 37; luego la de la figura circunscrita a la inscrita
37 Si a, a-d, a-2d, a-3d, son cuatro nÚh1eros, positivos o negativos, en
progresión aritmética decreciente, se tiene:
a a3
--->---,
a- 3d (a- d)3
o sea
a(a3 - 3a2d + 3ad2 - d3) > a3(a - 3d),
3a2d2 - ad3 > 0, 3a > d,
lo cual es cierto por ser a > d; luego la razón del primer término de una
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 65

es menor que la de la K a H, y por ser esta razón menor que la de la


esfera al cono E, permutando resulta un absurdo.
En efecto, la figura circunscrita es mayor que la esfera y la inscrita
menor que el cono, porque este es cuádruple del que tenga por base el
círculo ABGD y por altura el radio de la esfera; pero la figura inscrita
es menor que el cuádruple de dicho cono; luego la esfera no es mayor
que el cuádruple del cono.
Supongamos ahora que sea menor y tomemos las rectas K y H de
tal modo que, siendo K mayor que H, la razón de K a H sea menor que
la del cono E a la esfera; y sean otras dos rectas T e 1 como en la pri·
mera parte del teorema e imaginemos en el círculo ABGD un polígono
inscrito y otro circunscrito tales que la razón de sus lados sea menor
que la de K a 1, y lo demás como antes.
La razón de la figura sólida circunscrita a la inscrita será triplicada
de la del lado del polígono circunscrito al inscrito en el círculo ABGD;
pero esta razón es menor que la de K al; luego la de la figura circuns-
crita a la inscrita es menor que la triplicada de K a 1, y como la de
K a H es mayor que la triplicada de K a 1, la de la figura circunscrita
a la inscrita será menor que la de K a H y esta razón es menor que la
del cono a la esfera, lo cual es imposible porque la figura inscrita es me-
nor que la esfera y la circunscrita mayor que el cono; luego la esfera
no es menor que el cuádruple de un cono que tenga por base el círculo
ABGD y por altura el radio de la esfera, y como se ha demostrado que
la esfera no es mayor, será igual al cuádruple de ese cono.
37. Todo cilindro cuya base sea igual a un círculo máximo de una
esfera y altura igual al diámetro de esta, es triple de la mitad de la
misma esfera, y el área del cilindro, incluyendo las bases, también es
triple de la mitad del área de la esfera 38.
El cilindro de que hemos hablado es séxtuple de un cono de la
misma base que el cilindro y altura igual al radio de la esfera y como

progresión aritmética decreciente al cuarto es mayor que la del primero al


segundo.
38 La sencillez de la razón 3/2 entre dos magnitudes heterogéneas: las áreas
Y·los volúmenes del cilindro y la esfera inscrita en él, «en contraste quizá con
el esfuerzo realizado para obtenerla-dicen Rey Pastor y Babini-han sido pro-
bablemente los motivos que indujeron a Arquímedes a expresar el deseo, que
luego se cumplió, de que en su tumba se grabara una esfera con su cilindro
circunscrito». Historia de la Matemática, pág. 71, Buenos Aires, 1951.
CIENTlFICOS, 1I.-3
66 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

esta es cuádruple del cono, el cilindro será triple de la mitad de la esfera.


Además, puesto que se ha demostrado que el área de un cilindro
exceptuadas las bases, es igual a la de un círculo de radio medio propor-
cional entre el lado del cilindro y el diámetro de la base, y que el lado
de dicho cilindro es igual al diámetro de su base porque este cilindro
está inscrito en una esfera, es evidente que este medio proporcional es
igual al diámetro de la base.
Pero el círculo que tiene por radio el diámetro de la base del cilindro
es cuádruple de esta base, es decir, cuádruple de un círculo máximo de
la esfera; luego el área del cilindro, exceptuadas las bases, es séxtuple
de la de un círculo máximo; pero el área de la esfera es cuádruple de
la de uno de sus círculos máximos; luego el área total del cilindro
es triple de la mitad de la esfera.
38. El área de una figura inscrita en un segmento esférico es igual
a la de un círculo cuyo cuadrado del radio sea igual al área comprendida
por el lado del polígono inscrito en el segmento de un círculo máximo
y la suma de las rectas paralelas a la base del segmento unida a la mitad
de la base del segmento.
Sea una esfera y en ella un segmento que tenga por base el círculo
descrito alrededor de AH como diámetro, e inscribamos en este segmen-
to una figura limitada por superficies cónicas como hemos dicho; AHT
un círculo máximo y AGETZDH un polígono cuyos lados, excepto el AH,
sean en número par, y considere-
T mos un círculo L tal que el cua-
drado de su radio sea igual al área
comprendida por el lado AG y la
suma de las rectas EZ y GD con
la mitad de la base, es decir, AK.
G t-----+-------1 O Hay que demostrar que el área del
círculo L es igual al de la figura

1
~ M N P
inscrita (Fig. 35).
Tomemos un círculo M cuyo
cuadrado del radio sea igual al área
FIG. 35. comprendida por el lado ET y la
mitad de EZ, el cual círculo será
equivalente al área del cono cuya base es el círculo descrito alrededor de
EZ como diámetro y vértice en el punto T y tomemos otro círculo cuyo
cuadrado del radio sea igual al área comprendida por ET y la mitad de
ARQUIMEDES.~SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 67

la suma de las rectas EZ y GD, círculo que será equivalente al área del
cono comprendida entre los planos paralelos trazados por las rectas EZ
y GD, Y tomemos análogamente, otro círculo P cuyo radio, al cuadrado,
sea igual al área comprendida por AG y la mitad de la suma de las rec-
tas GD y AH, el cual círculo será también equivalente al área del cono
comprendida por los planos paralelos trazados por las rectas AH y GD.
La suma de estos círculos será equivalente al área total de la figura
inscrita en el segmento y la suma de los cuadrados de sus radios al área
comprendida por un lado AG y la suma de las rectas EZ y GD con la
mitad de la base AK. Pero el cuadrado del radio de L era también igual
a la suma de los círculos M, N Y P, y, por tanto, el área del círculo L
es igual al de la figura inscrita en el segmento.
39. Si se corta una esfera por un plano que no pase por su centro
y es AEZ un círculo máximo de esta esfera perpendicular al plano que
la corta, inscribamos en el segmento ABG un polígono cuyos lados, ex-
cepto la base AB, sean iguales y en número par.
Si, como en los teoremas, permanece fijo el G
diámetro GZ y se hace girar al polígono, los
ángulos D, E, A y B describirán circunferencias
de círculo de diámetro DE y AB y los lados
del polígono superficies cónicas.
De este modo habrá resultado una figura
sólida limitada por superficies cónicas y te-
niendo por base el círculo descrito alrededor
del diámetro y por vértice el punto G, y el área
de esta figura, lo mismo que en los teoremas
anteriores, será menor que la del segmento en
que está comprendida la figura porque la cir-
z
FIG. 36.
cunferencia del círculo descrito alrededor de
AB como diámetro es el límite del segmento y
de la figura inscrita, estas dos superficies son cóncavas en la misma di-
rección y una de ellas está comprendida en la otra.
40. El área de la figura inscrita en un segmento de esfera es me-
nor que la de un círculo de radio igual a la recta trazada desde el vértice
del segmento a la circunferencia del círculo de su base.
Sea ABZE un círculo máximo de una esfera en la que consideramos
. un segmento que tenga por base el círculo descrito alrededor de AB
como diámetro; inscribamos en el segmento la figura que hemos dicho;
68 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

hagamos lo demás como antes; tracemos el diámetro LT de la esfera y


sea M un círculo de radio igual a la recta AT. Hay que demostrar que
el área del círculo M es mayor que el de la figura inscrita (Fig. 37).
Hemos visto, en efecto, que el área de la figura inscrita es igual al
de un círculo tal que el cuadrado de su radio es igual al área compren-
dida por ET y la suma de las rectas EZ, GD y KA Y también que esta
área es igual a la comprendida por las
T rectas EL y KT; pero esta área es me-
nor que la del cuadrado construido
sobre AT porque la comprendida por
LT y TK equivale al cuadrado de AT;
1-_~'-\-_-1r- ~D luego el radio del círculo que es igual
al área de la figura inscrita, es me-
nor que el del M, de donde se deduce
que el área de este círculo M es ma-
B yor que el de la figura inscrita.
41. La figura inscrita en un seg-
mento de esfera y limitada por super-
ficies cónicas, con el cono que tiene la
L misma base que la figura y el vértice
en el centro de la esfera, equivale a un
M cono cuya base sea igual al área de la
figura y la altura a la perpendicular tra-
FIG. 37. zada desde el centro de la esfera al lado
del polígono.
Sea ABG un segmento menor de un semicírculo máximo de una esfera de
centro E e inscribamos en él, como en los teoremas anteriores, un
polígono cuyos lados, excepto la base, sean iguales entre sí. Si perma-
neciendo fijo BE, se hace girar a la esfera, esta describirá una figura li-
mitada por superficies cónicas, y si el círculo descrito alrededor de AG
como diámetro es la base de un cono cuyo vértice esté en el centro de
la esfera, consideremos un cono K cuya base sea equivalente al área de
la figura inscrita y altura igual a la perpendicular trazada desde el centro E
sobre uno de los lados del polígono. Hay que demostrar que el cono K
equivale a la figura de que hemos hablado unida al cono AEG (Fig. 38).
Sobre los círculos cuyos diámetros son las rectas HT y ZL constru-
yamos dos conos con sus vértices en el punto E y entonces el rombo
sólido HBTE será equivalente a un cono que tenga una base equivalen-
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 69'

te al área del cono HBT y altura igual a la perpendicular trazada desde


el punto E a HB. El resto, limitado por la superficie comprendida en-
tre los planos paralelos trazados por las rectas HT y ZL y una altura
igual a la perpendicular trazada desde el punto E a ZH, y, por último, el
resto, limitado por las rectas ZL y AG Y por las superficies cónicas AEG
y ZEL equivale a un cono cuya base sea igual al área comprendida entre
los planos paralelos trazados por las rectas ZL y AG y altura igual a la
perpendicular trazada desde el pun-
B
to E a ZA; luego la suma de di-
chos conos equivale a la figura ins-
crita unida al cono AEG.
Pero la altura de estos conos
es la perpendicular desde E a uno
de los lados del polígono; la suma
de sus bases es igual a la super-
ficie de la figura AZHBTLG y el
cono K tiene la misma altura y su
base es igual al área de la figura ins-
crita; luego este cono K equivale a la
suma de los conos de que hemos ha-
blado; y como se ha demostrado que
esta suma equivale a la figura inscri-
ta unida al cono AEG, resulta que el
cono K es equivalente a la figura
inscrita unida al cono AEG.
De aquí se sigue manifiestamen-
te que el cono cuya base es un FIG. 38.
círculo de radio igual a la recta tra-
zada desde el vértice del segmento a la circunferencia del círculo base
de este y altura igual al radio de la esfera es mayor que la figura ins-
crita unida al cono AEG porque, en efecto, ese cono es mayor que el equi-
valente a la figura inscrita unida al cono de la misma base que el segmento
y vértice en el centro de la esfera, es decir: mayor que un cono cuya base
sea equivalente al área de la figura inscrita y altura igual a la perpendicular
trazada del centro al lado del polígono porque hemos demostrado que la
base y altura del primero son mayores que las del segundo.
42. Sea ABG uno de los círculos máximos de una esfera dada; AB
una recta que separa un segmento menor que la mitad de este círculo
70 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO JI

y D el centro de ABG. Tracemos las rectas DA y DB; circunscribamos


un polígono al sector determinado por esta construcción y circunscriba-
mos también a este polígono un círculo cuyo centro será, evidentemen-
te, el mismo que el del ABG. Si permaneciendo fijo el diámetro EK, ha-
cemos girar al polígono, el círculo circunscrito describirá la superficie
de una esfera y los vértices del polígono círculos cuyos diámetros son rec-
tas que, por ser paralelas a AB, unen los ángulos del polígono; los
puntos en que los lados de este tocan al círculo menor describirán en la
esfera menor círculos cuyos diáme-
E tros son rectas que, por ser para-
lelas a AB, unen los puntos de con-
tacto y los lados del polígono des-
cribirán superficies cónicas. De este
modo se circunscribirá una figura
limitada por superficies cónicas cuya
base será el círculo descrito alre-
dedor de ZH como diámetro y el
área de dicha figura es mayor que
la del pequeño segmento esférico
cuya base es el círculo descrito al-
rededor de AB como diámetro (fi-
gura 39).
Tracemos, en efecto, las tangen-
tes AM y BN, las cuales describirán
una superficie cónica y la figura en-
gendrada por la revolución del po-
lígono AMTELNB tendrá un área mayor que la del segmento esférico
cuya base es el círculo descrito alrededor de AB como diámetro porque
el límite de estas dos áreas, en un solo y mismo plano, es ese círculo y
el segmento está comprendido por la figura.
Ahora bien: la superficie cónica engendrada por las rectas ZM y
HN es mayor que la engendrada por MA y NB porque la recta ZM es
mayor que la MA por ser opuesta a un ángulo recto y la N H también es
mayor que la NB, y como cuando se verifica esto una de las áreas engen-
dradas es mayor que la otra, según se demostró en los lemas, es eviden-
te que la superficie circunscrita es mayor que el área del segmento de
la esfera menor.
43. Del teorema anterior se deduce que el área de la figura circuns-
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 71

crita a un sector esférico es igual al de un círculo tal que el cuadrado


de su radio sea igual al área comprendida por un lado del polígono y la
suma de las rectas que unen sus ángulos juntamente con la mitad de la
base del dicho polígono, porque la figura circunscrita al sector está ins...
crita en el segmento de la esfera mayor, lo cual es cierto por lo que
hemos dicho anteriormente.
44. El área de una figura circunscrita a un segmento esférico es ma-
yor que la de un círculo cuyo radio sea igual a la recta trazada desde el
vértice del segmento a la circunferencia del círculo base del segmento.
Sea ADBG un círculo máximo de una esfera dada de centro E y cir-
cunscribamos al sector ADB un polígono LZK y a este polígono un círcu-
lo. Supongamos que esta construcción engendra una figura como antes
y tomemos un círculo N cuyo ra-
dio, al cuadrado, sea igual al área z
comprendida por uno de los lados
del polígono y la suma de las rec-
tas que unen los ángulos junta-
mente con la mitad de la recta KL
(Fig. 40).
El área de que acabamos de ha-
blar es igual a la comprendida por
la recta MT y la ZH que es la altu-
ra del segmento de la esfera mayor,
como se ha demostrado más arri-
ba; luego el cuadrado del radio del N
círculo N es igual al área compren-
dida por MT y HZ; pero la recta T

HZ es mayor que la DP, que es la FIG. 40.


altura del segmento menor, porque
si se traza la KZ, esta recta será paralela a la DA, y como la AB es también
paralela a la KL y la ZE es común, el triángulo ZHK es semejante .al
DAP, y por ser la recta ZK mayor que la DA, la ZH será mayor que
la DP.
Además, la recta MT es igual al diámetro GD. Unamos, en efecto.
los puntos E y O, y puesto que MO es igual a OZ y TE a EZ, es EO
paralela a MT y, por tanto, MT doble de EO. Pero la recta GD también
es doble de la ET; luego la MT es igual a la GD; pero el área compren-
dida por las rectas GD y DP es igual al cuadrado construido sobre AD;
72 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

luego el área de la figura KZL es mayor que la del círculo cuyo radio
es igual a la recta trazada desde el vértiCe del segmento a la circunfe-
rencia del círculo que es la base de este, es decir: a la circunferencia
del círculo descrito alrededor de AB como diámetro porque el círculo N
es igual al área de la figura circunscrita al sector.
45. La figura circunscrita a un sector, con el cono que tiene por
base el círculo descrito alrededor de KL como diámetro y por vértice
.el centro de la esfera, es igual a un cono cuya base sea igual al área de la
figura circunscrita y altura igual a la perpendicular trazada desde el cen-
tro a uno de los lados del polígono, la cual perpendicular es, evidente-
mente, igual al radio de ]a esfera.
La figura circunscrita al sector está, en efecto, inscrita en el seg-
mento de la esfera mayor cuyo centro es el mismo que el de la menor;
luego esto es evidente por lo que se ha dicho más arriba.
46. Del teorema anterior se deduce que la figura circunscrita, con
.el cono, es mayor que un cono cuya base sea un círculo de radio igual
a la recta trazada desde el vértice del segmento de la esfera menor a la
circunferencia del círculo base del segmento y altura igual al radio de la
,esfera, porque el cono, que será igual a la figura circunscrita, unida al
.cono, tendrá ciertamente una base mayor que el círculo de que hemos
hablado y una altura igual al radio de la esfera menor.
47. Dada una esfera y en ella un círculo máximo y el segmento ABG
menor que la mitad de este círculo, de centro D, inscribamos en el sec-
tor ABG un polígono equiángulo; circuncsribamos otro semejante a este
con los lados paralelos a los de él y circunscribamos un círculo al polí-
;gono circunscrito. Si, como en los teoremas anteriores, permanece fija
:la recta DB y hacemos girar a estos círculos, los lados de los polígonos
engendrarán dos figuras limitadas por superficies cónicas, y hay que
demostrar que la razón de las áreas de las figuras circunscrita e inscrita
es duplicada de la de los polígonos circunscrito e inscrito y la de' las fi-
guras unidas al cono triplicadas de los mismos lados.
Sean M y N dos círculos cuyos radios, al cuadrado, son iguales a las
áreas comprendidas por el lado del polígono circunscrito e inscrito y la
suma de las rectas que unen los ángulos del polígono con las mitades
de las rectas EZ y AG, círculos cuyas áreas respectivas serán iguales a
las de las figuras circunscrita e inscrita (Fig. 41).
Pero estas áreas son entre sí como los cuadrados construidos sobre
EK y AL; luego el polígono circunscrito es al inscrito como el círculo M
ARQUIMEDES.~SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 73

al N Y es, por tanto, evidente, que la razón del área de la figura circuns-
crita a la inscrita es duplicada de la de EK a AL, es decir, equivale a
la de los polígonos circunscrito e inscrito.
Consideremos ahora un cono P que tenga por base el círculo M y al-
tura igual al radio de la esfera menor, el cual cono será equivalente a
la figura circunscrita unida al cono
cuya base es el círculo descrito so-
bre EZ como diámetro y por vér-
tice el punto D y sea Q otro cono
cuya base es el círculo N y altu-
ra la perpendicular trazada desde
D a AL)' este cono s~rá equivalente E~ -+ ~MZ

a la figura inscrita unida al cono o


que tiene por base el círculo descrito
alrededor de AL como diámetro y p
por vértice el punto D, según se ha
demostrado.
Pero la recta EK es al radio de
la esfera menor como AL a la per-
pendicular desde el centro D a AL
y se ha demostrado que EK es a H
AL como el radio del círculo M al
del N y como el diámetro de aquel
N
al de este, luego los dos diáme-
tros de los círculos bases de los co- FIG. 41.
nos P y Q son entre sí como las al-
turas de esos conos, que son semejantes, y, por tanto, su razón es tri-
plicada respecto de la de los diámetros de sus bases; luego la razón
de las figuras circunscrita e inscrita, unidas al cono, es la triplicada de
la de AK a AL.
48. El área de un segmento esférico menor que un hemisferio es
igual a la de un círculo cuyo radio sea la recta trazada desde el vértice
del segmento a la circunferencia del círculo base de este.
Sea ABG un círculo máximo de una esfera de centro D; considere-
mos un segmento menor que la mitad de esta esfera que tenga por base el
círculo descrito sobre AG como diámetro y perpendicular al círculo ABG. y
tomemos otro círculo Z de radio igual a la recta AB. Hay que demostrar
que el ~rea del segmento ABGes igual a la del círculo Z (Fig. 42).
74 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Si no es igual y la suponemos primero mayor, tracemos las rectas


DA y DG Y prolonguémoslas; y entonces, por tener dos magnitudes des-
iguales: el área del segmento y la del círculo, inscribamos en el sector
ABG un polígono equilátero y equián-
gula y circunscribámosle otro seme-
jante de modo que la razón de ambos
sea menor que la de las áreas del seg-
mento y del círculo Z.
Haciendo girar, como antes, el círcu-
lo ABG, tendremos dos figuras limi-
tadas por superficies cónicas, y la ra-
o zón del área de la circunscrita a la
de la inscrita será como la del polígo-
z no circunscrito a la del inscrito por-
FIG.42. que estas dos razones son duplicadas
de la del lado del polígono circuns-
crito al del inscrito, y como la razón de las áreas de los polígonos es
menor que la del segmento al círculo Z y el área de la figura cir-
cunscrita es mayor que la del segmento, la de la inscrita será mayor
que la del círculo Z, lo cual es imposible porque se ha demostrado que
el área de esa figura es menor que
la del círculo Z. B
Supongamos ahora que el área
del círculo Z sea mayor que la
del segmento y circunscribamos e
inscribamos polígonos semejantes
de manera que su razón sea me-
nor que la del círculo Z a la del
segmento; y entonces resulta que
esta área no es menor que la de
Z, y como se ha demostrado que
no es mayor, tiene que ser igual.
49. Si el segmento es mayor G H Z E
1
que la mitad de la esfera, su área FIG. 43.
será también igual a la de un círcu-
lo cuyo radio sea la recta trazada desde el vértice del segmento a la cir-
cunf-erencia del círculo base de este.
Dada una esfera y uno de sus círculos máximos, supongamos que
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 75

este haya sido cortado por un plano perpendicular trazado por la recta
AD y que el segmento BD sea menor que un hemisferio.. Si BG es un
diámetro perpendicular a AD y desde los puntos B y G trazamos las rec-
tas BA y GA y consideramos los círculos H, Z y E de radios iguales
a BG, AG y AB, respectivamente, el círculo H será equivalente á la
suma de los Z y E, y como el área del H es igual a la total de la esfera,
porque cada una de estas áreas es cuádruple de la del círculo descrito al-
rededor del diámetro BG, el área del círculo E es igual a la del segmento
ABD por ser este menor que un hemisferio, y, por tanto, el área del círcu-
lo Z tiene que ser igual a la del segmento AGD que es mayor que un
hemisferio.
50. Un sector esférico equivale a un cono de base igual al área
del segmento que está en el sector y altura igual al radio de la esfera.
Sea ABG un círculo máximo de una esfera de centro G y conside-
remos un cono· cuya base sea un círculo igual al área descrita por el
arco ABD. Hay que demostrar que
el sector ABGD es equivalente al B
cono de que acabamos de hablar
(Fig. 44).
Si no lo es, supongámosla ma-
yor y sea T el cono. Puesto que

II
tenemos entonces dos magnitudes
desiguales: el sector y el cono,
consideremos dos rectas D y E
tales que, siendo D la mayor, la
razón de D a E sea menor que la
del sector al cono, y tomemos
o Z H E
otras dos rectas, Z y H, de modo FIG. 44.
que el exceso de D sobre Z sea
igual al de Z sobre H y al de H sobre E y en el plano del círculo cir-
cunscribámosle un polígono equilátero de un número par de lados e inscri-
bámosle otro semejante de manera que la razón de los lados de ambos
polígonos sea menor que la de D a Z y haciendo girar el círculo ABG como
en los teoremas anteriores, se tendrán dos figuras limitadas por superfi-
cies cónicas.
La razón de la figura circunscrita con el cono que tiene el vértice
en el punto G, a la de la inscrita en el mismo cono, será triplicada de la
del lado del polígono circunscrito al del inscrito, y como esta razón es
76 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

menor que la de D a Z, la de la figura sólida circunscrita a la de la ins-


crita será menor que la triplicada de D a Z; pero la razón de D a Z es
mayor que la triplicada de D a Z; luego la de la figura sólida circunscrita,
;a la inscrita, es menor que la del sector sólido al cono T y la de la figura
sólida circunscrita, a la de la inscrita, menor que la del sector sólido al
cono T, y permutando, la razón de la figura sólida circunscrita al sector
es menor que la de la inscrita al cono T.
Pero la figura sólida circunscrita es mayor que el cono, es decir, que
un cono cuya base sea un círculo de radio igual a la recta trazada desde
el vértice del segmento a la circunferencia y altura igual al radio de la
esfera, pero dicho cono es el mismo que el T porque la base de este
es igual al área del segmento, o sea: al círculo de que hemos hablado y
altura igual al radio de la esfera; luego el sector sólido no es mayor que
el cono T.
Suponiendo ahora que T sea mayor que el sector y la razón de D a
E menor que la del cono al sector, tomemos, como antes, dos rectas
A y H tales que la razón del lado del polígono circunscrito al del inscrito
sea menor que la de D a Z, y circunscribiendo al sector una figura só-
lida e inscribiendo otra, demostraríamos análogamente que la razón de
estas dos figuras sólidas es menor que la de D a E y que la del cono al
sector; luego la del sector al cono T es menor que la de la figura ins-
'crita a la circunscrita; pero el sector es mayor que la inscrita, y, por
tanto, el cono T es mayor que la circunscrita, lo cual es imposible por-
que se ha demostrado que tal cono es menor que la figura circunscrita
.al sector; luego es igual al cono T.

LIBRO IP

Arquímedes a Dositeo: ¡salud!


Me comprometiste a escribir las soluciones de los problemas que
había despachado a Conon; pero sucede que tales problemas dependen

1 Mucho más difícil que el 1, el libro n desborda el cuadro de la Geome-


tría de los Elementos de Euclides. Algunos de los problemas-nada fáciles-
con los teoremas necesarios para resolverlos, que figuran en este libro, con-
ducen a cuestiones análogas a las de duplicar el cubo y trisecar el ángulo,
es decir, a problemas que hoy llamamos «de tercer grado».
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 77

de los teoremas cuyas demostraciones te he enviado ya, como, por


ejemplo, los siguientes:
a) El área de una esfera es cuádruple de la de uno de sus círculos
máximos.
b) El área de un segmento esférico equivale a la de un círculo de
radio igual a la recta trazada desde el vértice del segmento a la circun-
feren.cia de la base.
c) Un cilindro de base igual al círculo máximo de una esfera y
altura igual al diámetro de la misma esfera, equivale a tres veces un
hemisferio, y el área de este cilindro [incluyendo las bases] también
equivale al triple de la mitad de la esfera.
d) Un sector sólido equivale a un cono cuya base sea equivalente
a la parte de la superficie de la esfera limitada por el sector y altura
igual al radio de la misma esfera.
En el libro que ahora te envío encontrarás todos los problemas y
teoremas que se deducen de los que acabo de citar; y los que se refieren
a las espirales y a los conoides procuraré remitírtelos lo antes posible.
Pásalo bien.

PROPOSICIONES

1. Encontrar un área plana equivalente a la de una esfera dada.


Este problema es consecuencia inmediata de los teoremas antes ci-
tados porque el cuádruple de un círculo máximo, que es un área plana,
equivale al área de la esfera.
2. Encontrar la esfera equivalente a un cono o a un cilindro dados.
Sea A el cono o el cilindro dado, B la esfera equivalente y suponga-
mos que el cilindro GZD equivale al triple de la mitad del cono o del
cilindro.
Si el cilindro que tiene por base el círculo descrito alrededor del
diámetro HT y por eje la recta KL, igual al diámetro de la esfera B,
equivale al triple de la mitad de B, el cilindro E será equivalente al A,
y como las bases de los cilindros equivalentes son inversamente pro-
porcionales a sus alturas, el círculo E es al K, o sea: el cuadrado cons-
truido sobre GD es al construido sobre HT como KL a EZ.
Pero KL es igual a HT porque la base K de un cilindro equivalente
a tres veces la mitad de la esfera y cuyo eje es igual al diámetro de
78 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

esta, es un círculo máximo de esta esfera; luego el cuadrado construido


sobre GD es al construido sobre HT como HT a EZ; y si el área com-
prendida por las rectas GD y MN es igual a la del cuadrado construido
sobre HT, la recta GD será a la
M
MN como el cuadrado construido
sobre HT, es decir: como HT a
EZ, y, permutando, la recta GD
es a la HT como HT a MN y como
MN a EZ, y puesto que las rectas
GD y EZ están dadas 2 también lo
están las dos medias proporciona-
les HT y MN entre GD y EZ.
El problema se resolverá de la
manera siguiente: Si el cilindro
Gf------L---I o HI------L---j
cuya base es el círculo descrito so-
bre el diámetro GD y cuyo eje es
EZ equivale a tres veces la mitad
FIG.45. del cono o del cilindro dada A,
construyamos dos medias propor-
cionales HT y MN entre GD y EZ de modo que GD sea a HT como HT a
MN y como MN a EZ 3 e imaginemos un cilindro cuya base sea el círculo
descrito alrededor del diámetro HT y altura la recta KL igual al diámetro
HT. Digo que este cilindro es equivalente al K.
Puesto que GD es a HT como MN a EZ, permutando y teniendo en
cuenta que HT y Kl son iguales, la recta GD será a la MN, es decir, el
cuadrado construido sobre GD al construido sobre HT como el círculo
E al K; pero el círculo E es al K como KL a EZ; luego las bases E y Z
de los cilindros son inversamente proporcionales a las alturas y, por
2 Porque una vez construido el cilindro GZD, quedan determinados el diá-
metro de la base y el eje.
3 Arquímedes no indica el método para determinar las dos medias propor-
cionales, 10 que permite sospechar que 10 suponía conocido. El problema, que
no se puede resolver con la escuadra y el compás, es el mismo que el de la
duplicación del cubo que, en efecto, habían resuelto Arquitas, por la inter-
sección de un cilindro recto, un cono y un toro, y Menecmo, por la de una
parábola y una hipérbola equilátera. También se atribuye otra solución a Pla-
tón haciendo resbalar una escuadra ordinaria sobre otra de albañil; pero,
dado el carácter mecánico de este procedimiento y la repugnancia del filósofo
de la Academia por los trabajos manuales, creemos apócrifa tal construcción.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 79

tanto, los cilindros E y K son equivalentes. Pero el cilindro K equivale


al triple del hemisferio de diámetro HT; luego la esfera de diámetro
RT, o sea, la esfera E equivale al cono o cilindro A.
3. Un segmento esférico equivale a un cono que tenga la misma base
y su altura sea a la del segmento como la recta formada por el radio de la
esfera y la altura del otro segmento es a la altura de este otro segmento.
Sea una esfera de centro T y uno de sus círculos máximos de diáme-
tro AG y cortémosla por un plano que pase por la recta BZ perpendicu-
lar a AG. Si la suma de las dos rectas TA y AE es a la AE como DE
a GE y, además, la suma de las dos rectas TG y GE es a la GE
como KE a EA, construyamos sobre el círculo de diámetro BZ dos co-
nos que tengan sus vértices en los
puntos K y D. Digo que el cono
BDZ es equivalente al segmento
esférico que está _del lado G y que K
el BKZ equivale al segmento es-
férico que está del lado A (Fig. 46).
Tracemos los radios TB y TZ
e imaginemos un cono que tenga
por base el círculo descrito alre-
dedor de BZ como diámetro y por
vértice el puntO T, y sea M un cono FIG. 46.

de base equivalente al área del seg-


mento esférico BTZ, es decir: a un círculo de radio BG y altura igual al
radio de la esfera. El cono M será equivalente al sector sólido BGTZ
como se ha demostrado en el librs> 1.
Puesto que DE es a EG como la suma de las rectas TA Y AE a la
AE, restando será la recta GD a la GE como TA a AE, es decir, como
GT a AE; permutando, DT a GT como GE a EA y, finalmente, sumando,
TD a TG como GA a AE, o sea: como el cuadrado construido sobre GB
al construido sobre BE; por tanto, la recta TD es ala TG como el cua-
drado construido sobre GB al construido sobre BE; pero GB es igual
al radio del círculo M y BE al del círculo descrito sobre BZ como diá-
metro; luego DT es a TG como el círculo M al descrito sobre BZ como
diámetro.
Pero la recta TG es igual al eje del cono M, y, por consiguiente, la
DT es al eje del cono M como el círculo M al descrito sobre BZ como
diámetro; luego el cono cuya base es el círculo M y altura el radio de
80 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

la esfera es equivalente al rombo sólido BDZT como se demostró en el


cuarto lema del libro 1 4.
O bien, de la siguiente manera: Puesto que la recta DT es a la altura
del cono M como el círculo M al descrito sobre BZ como diámetro,
dicho cono M será equivalente al que tiene por base este círculo y por
altura la recta DT porque las bases de estos conos son inversamente
proporcionales a sus alturas; pero el cono cuya base es el círculo de
diámetro BZ la altura DT equivale al rombo sólido BDZT; luego el
cono M es también equivalente a este rombo, y como dicho cono equi-
vale al sector sólido BGZT, este sector y aquel rombo son equivalentes;
luego si se resta el cono común de base igual al círculo de diámetro BZ
y la altura ET, el cono restante BDZ equivaldrá al sector esférico BZG.
Análogamente se demostraría que el cono BKZ equivale al segmento
esférico BAZ puesto que la recta KE es a la EA como la suma de
las TG y GE a la GE; restando, KA es a AE como TG a GE, y por ser
TG igual a TA, permutando será KA a AT como AE a EB, y su-
mando KT a TA como AG a GE, es decir: como el cuadrado cons-
truido sobre BA al construido sobre BE.
Suponiendo ahora un círculo N de radio AB, su área será igual a
la del segmento esférico BAZ e imaginemos un cono N de altura igual
al radio de la esfera que será, por tanto, equivalente al sector sólido
BTZA como se probó en el libro 1 5, Y por haber demostrado que KT
es aTA como el cuadrado construido sobre AB al construido sobre
BE, es decir: como el cuadrado sobre el radio del círculo N al cuadrado
del radio del círculo de diámetro BZ, o sea: como el círculo N al de
diámetro BZ, y por ser AT es igual a la altura del cono N, la recta KT
es a la altura del cono N como el círculo N al de diámetro BZ, y, por
tanto, el cono N, es decir: el sector BTZA es equivalente a la figura
BTZK y añadiendo a cada uno de estos dos sólidos el cono cuya base es
el círculo de diámetro BZ y altura ET, resulta el segmento esférico total
ABZ equivalente al cono BZK 6, l.q.q.d.
En general, un segmento esférico es a un cono de la misma base y
altura como la suma del radio de la esfera y la altura de otro segmento
supra, 1, 17.
4 Vid.
Se sobrentiende que la base de este cono es el círculo de radio BG.
5
6 El teorema 1, en que se apoya Arquímedes, solo se demostró para un
sector esférico de área menor que un hemisferio; pero es fácil demostrar que
el sector BTZA también equivale a un cono cuya base sea el círculo de diá-
metro BZ y altura el radio de la esfera.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 81

a la altura de este segmento, porque la recta DE es a la EG como el


cono DZB, es decir: el segmento BGZ, al cono BGZ.
Haciendo las mismas hipótesis demostremos de otra manera que el
cono KBZ equivale al segmento esférico AZB. Sea un cono N de base
equivalente al área de la esfera y altura igual al radio. Este cono será
equivalente a la esfera.
En efecto, hemos demostrado que la esfera es cuádruple del cono
cuya base es un círculo máximo de esta esfera y altura igual al radio de
la misma; luego el cono N es también cuádruple del de que acabamos
de hablar, porque la base del primero es cuádruple de la del segundo
y el área de la esfera cuádruple de la de uno de sus círculos máximos.
Puesto que la suma de las rectas TA Y AE es a la recta AE como
DE a EG, restando y permutando, TG será a GD como AE a EG, y
puesto que KE es a EA como la suma de TG y GE a GE; restando y
permutando, KA será a GT o a TA como AE a EG, y por ser AT igual
a TG, será KT -a TG como TD a DG y la recta total KD a DT como
DT a DG, es decir: corno KT a TA; luego el área comprendida por
DT y TK es igual a la comprendida por DK y TA. Además, siendo KT
a TG como TD a GD, permutando, KT será a TD como TG a GD, pero
hemos demostrado que TG es a GD
como AE a EG; luego KT es a
TD como AE~ EG, y, por tanto,
el cuadrado construido sobre KD
es al área comprendida por KT y
TD como el cuadrado construído
sobre AG al área comprendida por
AE y EG (Fig. 47).
Pero se ha demostrado que el
área comprendida por KT y TD es
igual a la comprendida por KD y FIG. 47.
AT; luego el cuadrado construido
sobre KD es al área comprendida por KD y AT, es decir, KD es a AT como
el cuadrado construido sobre AG es al área comprendida por AE y EG,
o sea: al cuadrado construido sobre EB.
Pero AG es igual al radio del círculo N; luego el cuadrado cons-
truido sobre el radio de este círculo es al construido sobre la recta BE,
es decir: el círculo N es al de diámetro BZ como KD a AT, o sea: como
KD a la altura del cono N; luego este cono, es decir: la esfera, equivale
al rombo sólido BDZK.
82 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

o bien, de esta manera: Puesto que el círculo N es al de diámetro


BZ como KD a la altura del cono N, este cono N es igual al que tiene
por base el círculo de diámetro BZ y altura KD porque las bases de
estos conos son inversamente proporcionales a sus alturas, y puesto que
el cono N equivale al rombo sólido BKZD, este cono, es decir: la esfera,
equivale también al rombo que está compuesto por los conos BDZ y
BKZ y como hemos demostrado que el cono BDZ equivale al segmento
esférico BGZ, el cono restante EKZ equivale al segmento esférico BAZ.
4. Cortar una esfera por un plano de modo que las áreas de los
segmentos producidos tengan una razón dada.
Suponiendo que se ha resuelto este problema, sea ADBE un círculo
máximo de la esfera; AB su diámetro; DE la sección de este círculo
por el plano y tracemos fas rectas AD y BD.
Puesto que la razón del área del segmento DAE a la del DBE es dada
y ser la del primero igual a la de un círculo de radio AD y la del segundo
a uno de radio BD y la razón de estos dos círculos como los cuadrados
construidos sobre las rectas AD y AB, es decir: como las rectas AG y
GB, es evidente que la razón de AG a GB es dada y, por tanto, el punto
G, y como DE es perpendicular a AB, el plano que pasa por DE está
dado en posición. .
Este problema se construirá así: Sea ADBE un círculo máximo de
la esfera de diámetro AB y la razón dada la misma que la de la recta
Z a la H. Tomemos en AB el pun-
A to G tal que AG sea a GE como Z
aH; tracemos por G un plano
perpendicular a AB, que cortará
a la esfera según DE, y las rectas

Il
DA y DB, y supongamos, finalmen-
te, dos círculos T y K de radios
DA y DB Y cuyas áreas serán res-
pectivamente iguales a las de los
Z H K T segmentos DAE y DBE según he-
B mos demostrado en el libro 1 (fi-
FIG. 48. gura 48).
Por ser dado el ángulo ADB
y la recta GD perpendicular a AB, la AG es a la GB, es decir: Z a H,
como el cuadrado construido sobre AD al construido sobre BD, o sea:
como el cuadrado construido sobre el radio del círculo T al construi-
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 83

do sobre el círculo K, es decir: como el área del segmento esférico DAE


al ABE.
5. Cortar una esfera por una plano de modo que los volúmenes de
los segmentos producidos tengan una razón dada.
Sea ABGD la esfera dada y cortémosla por un plano trazado por
AG. La razón del segmento esférico ADG al ABG será dada y sea ABGD
un círculo máximo de centro K y diámetro DB y supongamos que la
suma de las rectas KD y KX sea
a la recta DX como PX' a XB
y que la suma de las KB y BX a
la BX como LX a XD y tracemos z
AL, AG, AP Y PG (Fig. 49).
El cono ALG será equivalente
al segmento esférico ADG y el FIG. 49.
APG al ABG; lu~go la razón de
los conos ALG y APG será dada; pero el primer cono es al segundo como
LX a XP, puesto que la base de ambos es el círculo descrito alrededor de
la recta AG, y, por tanto, la razón de LX a XP es también dada, y por lo
mismo que antes y por construcción, la recta AD es a la KD como la KB
a la BP y como la DX a la XB, y, por adición, PX es a KB, o sea: a KD
como KL a LD; luego 7 la recta total PL es a la total KL como KL a LD y
el área comprendtda por PL y LD será igual al cuadrado construido sobre
KL; luego PL es a LD como el cuadrado construido sobre KL al construido
sobre LD 8; pero LD es a DK como DX a XB; invirtiendo y sumando, KL
es a LD como BD a DX, y, por tanto, el cuadrado construido sobre KL es
al construido sobre LD como el construido sobre BD al construido
sobre DX.
Puesto que LX es a DX como la suma de las rectas, KB y BX es a
BX, por sustracción, será LD a DX como KB a BX, y tomando BZ
igual a KB, es evidente que Z caerá más allá del punto P 9; pero LD es

Permutando y sumando.
7
Recuérdese, en efecto, que la razón del primero al tercer término de una
8
proporción continua es la misma que la del cuadrado del primero al del se-
gundo.
9 N o es evidente, pero sí fácil de demostrar, pues por ser

XD:XB=KB:PP, DX>BX,
es
KB=BZ>BP.
84 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

a DX como ZB a BX; luego LD será a LX como BZ a ZX 10, y puesto


que la razón de DL a LX es dada, y también la de PL a LX y de PL
a LD, y la de PL y LX es compuesta de las PL a LD y DL a LX y PL es
a LD como el cuadrado construido sobre DB al construido sobre DX, y
DL es a LX como BZ a ZX, resulta que la razón de PL a LX es com-
puesta de la del cuadrado construido sobre BD al construido sobre DX
y de la de BZ a ZX.
Haciendo que PL sea a LX como BZ a ZT, por ser dada la razón
de PL a LX, lo será la de ZB a ZT, y como la recta BZ es dada por ser
igual al radio, la ZT también es dada; luego la razón de BZ a ZT es
compuesta de la del cuadrado construido sobre BD al construido sobre
DX y de la de BZ a ZX; pero la de BZ a ZT es compuesta de la de BZ
a ZX y de la de ZX a ZT; luego si restamos la razón compuesta de
BZ a ZX, la razón restante, es decir: la del cuadrado construido sobre
la recta BD, que es dada, al construido sobre DX será igual a la de XZ
a ZT, que es dada; pero la recta ZD es dada; luego hay que determinar
en esta recta ZD un punto X tal que XZ sea a ZT como el cuadrado
construido sobre BD al construido sobre DX, y si el problema se'pro-
pone de una manera general, es necesario un diorisma 11 que no es
preciso si se añaden las condiciones del presente caso que se puede
plantear así: Dadas dos rectas DB y BZ siendo DB doble de BZ y el
punto T en BZ, encontrar en la DB un punto X tal que el cuadrado
construido sobre BD sea al construido sobre DX como XZ a ZT, cuya
construcción se dará al final del libro 12.
10 De la proporción LD: DX=ZB: BX se deduce
LD: (LD+DX)=ZB: (ZB + BX),
o sea
LD: LX=ZB: ZX.
11 ALOQW!1 ÓC;, es decir, la condición de posibilidad del problema.
12 La anunciada demostración no se encuentra en ninguno de los manus-
critos arquimedianos conocidos. El problema anterior, dividir una esfera por
un plano en dos partes que estén en una razón dada, hemos visto que se re-
suelve fácilmente con los recursos de los Elementos de Euclides; pero la
división análoga del volumen exige calcular el del segmento esférico y, analí-
ticamente, equivale a resolver la ecuación
m-n
x 3- 3R2X+ 2 - - - R3 = 0,
m+n
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 85

6. Construir un segmento esférico semejante a uno dado y equi-


valente a otro también dado.
Sean ABG y AZH los dos segmentos esféricos dados, cuyas bases
son los círculos de diámetros AB y EZ y vértices G y H, respectivamente.
Hay que construir un segmento equivalente al ABG y semejante al EZH.
Suponiéndolo construido, sea el TKL cuya base es el círculo de diá-
metro TK y vértice L y sean también en estas esferas los círculos ANBG,

siendo R el radio de la esfera y m: n la razón de los volúmenes de los dos


segmentos, ecuación que corresponde al problema geométrico que plantea Ar-
químedes : Dadas dos rectas DiB y DZ, siendo DB = 2BZ, y un punto T en
BZ, encontrar en BD un punto X tal que sea

B[)2 XZ
--=--,
DX2 ZT

como se comprueba inmediatamente poniendo BT: ZT=m: n y tomando como


incógnita la distancia del punto buscado X al medio de BD; pero la solución
de este problema es uno de los misterios del Algebra geométrica alejandrina,
a cuyo esclarecimiento se han dedicado varios matemáticos y eruditos.
Seis siglos después de Arquímedes, Eutocio de Ascalón restituyó la posible
demostración de esté,· apoyándose en consideraciones tomadas de un autor
desconocido, pero cuya antigüedad es indudable, pues que llama sección del
cono rectángulo y obtusángulo a la parábola e hipérbola, respectivamente. La
solución del geómetra palestino, por medio de cónicas, está sugerida por Dio-
eles.
Otra solución es la de Dionisidoro, matemático mal conocido, que tal vez
pudiera identificarse con el geógrafo que citan Estrabón y Plinio al hablar de
las dimensiones de la Tierra. Se trata, desde luego, de un personaje anterior
a J.C., y su procedimiento consiste en encontrar el punto de intersección de
la parábola e hipérbola representadas, respectivamente, por las ecuaciones
nR(x+2R) 2nR2
y2= , y(x-R)= - - - ,
m+n m+n
siendo R el radio de la esfera y m: n > 1 la razón dada, sistema que, elimi-
nando y, se transforma en la ecuación anterior.
El lector a quien interese este tema puede consultar F. BRUNO: Soluzioni
geometriche di alcuni difficili problemi solidi, Nápoles, 1824, y H. G. ZEUTHEN:
«Note sur la résolution géometrique d'uneequation du 3e degré par ArchimedeJ,
en la Bibliotheca Mathematica, págs. 97-104, Estocolmo, 1893.
86 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

TXKL y EOZH de centros P, R Y S Y diámetros GN, LX Y HO, respec·


tivamente, perpendiculares a la base del segmento (Fig. 50).
Hagamos de manera que la suma de las rectas PN y NO sea a NQ
como FO a OG; que la suma de RX y XU sea a XU como VU a UL y
finalmente, que la suma de SO y
x 01 sea a 01 como Yl a lH, e ima-
ginemos los conos cuyas bases
sean los círculos de diámetros AB,
TK Y EZ y vértices F, V e Y,
y entonces los conos ABF, VTK
y EYZ serán equivalentes a los
segmentos esféricos ABG, TKL y
EHZ, respectivamente, según se ha
demostrado.
Puesto que los segmentos es-
féricos ABG y TKL son equiva-
lentes, los conos AFB y VTK tam-
o e bién serán equivalentes y como
o las bases de estos conos son inver-
samente proporcionales a sus al-
FIG. 50. turas, el círculo de diámetro AB
es al de diámetro TK como VU
a FO; pero el primer círculo es al segundo como el cuadrado construi-
do sobre AB al construido sobre TK; luego la razón de estos cuadra-
dos es la misma que la de VU a FT, y por ser el segmento EZH es
semejante al TKL, el cono EZY será también semejante al VTK, según
se ha demostrado; luego Yl es a EZ como VU a TK; pero la razón
de YI a EZ es dada; luego también es dada la de VU a TK y será la mis-
ma que la de FO a C.
Puesto que la recta FO es dada, también lo es la e; pero VU es a
FO, es decir: el cuadrado construido sobre AB al construido sobre TK
como TK a e; luego si suponemos, que el área comprendida por AB
y D es igual al cuadrado construido sobre TK, el construido sobre AB será
al construido sobre TK como AB a D; pero se ha demostrado que el
cuadrado construido sobre AB es al construido sobre TK como TK a
e; luego, permutando, la recta AB es a la TK como e a D; pero AB es
a TK como TK a D porque el área comprendida por AB y D es igual
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 87

al cuadrado construido sobre TK; luego las rectas TK y D son dos


medias proporcionales entre AB y C.
El problema se resolverá, pues, de la siguiente manera: Sean dos seg-
mentos esféricos ABG y EZH debiendo construirse un segmento equi-
valente al primero y semejante al segundo; AGBN Y HEOZ dos círculos
máximos de diámetros GN y Ha y P y s sus centros. Hagamos de modo
que la suma de las rectas PN y NQ sea a la NQ como FQ a QG y la de
las SO y al a al como Yl a IH y entonces el cono FAB será equivalente al
segmento esférico ABG y el cono ZYE al segmento EHZ y hagamos tam-
bién de modo que Yl sea a EZ como FQ a e; construyamos entre las rec-
tas AB y e dos medias proporcionales TK y D tales que AB sea a TK
como TK a D y como D a e y sobre TK un segmento circular TLK seme-
jante al EZH; completemos el círculo cuyo diámetro es LX e imagine-
mos, finalmente, una esfera y en ella el círculo máximo LTXK de centro
R y tracemos por la recta TK un plano perpendicular a LX.
El segmento esférico construido del lado en que está la letra L será
semejante al EZH por ser los segmentos circulares. Digo que este seg-
mento esférico es equivalente al ABG.
Hagamos de manera que la suma de las rectas RX y XU sea a la XU
como VU a UL. El cono VTK será equivalente al segmento esférico TKL
y como ese cono VT)E es semejante al ZYE, la recta YI será a la EZ,
es decir, FQ a e como VU a TK, y permutando e invirtiendo, VU es a
FQ como TK a e; pero las rectas AB, TK, D y e son proporcionales 13 ;
luego el cuadrado construido sobre AB es al construido sobre TK como
TK a e; pero TK es a e como VU a FQ; luego el cuadrado construido
sobre AB es al construido sobre TK, es decir, el círculo de diámetro AB
al de diámetro TK como VU a FQ y, por tanto, el cono FAB es equiva-
lente al VTK y el segmento esférico ABG al TKL. Se ha construido, pues,
un segmento TKL equivalente al dado ABG y semejante al también dado
EZH14.
7. Dados dos segmentos esféricos, construir un tercero semejante a
uno de los dados y de igual área que el otro.
Sean los segmentos esféricos ABG y DEZ. Supongamos construido
otro KLM semejante al primero y de igual área que el segundo e imagine-
13Quiere decir que forman progresión geométrica.
14También es este un problema de tercer grado, por ser análogo al de la
duplicación del cubo. Se reduce a construir dos medias proporcionales entre
dos segmentos rectilíneos dados.
88 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

mos trazados por los centros de las esferas y planos perpendiculares a


las bases KM, AG Y VZ de los segmentos; sean las secciones de los círcu-
los máximos KLMN, BATG Y EZHD y LN, BT Y EH los diámetros de las
esferas perpendiculares a KM, AG
Y VZ, respectivamente, y trace-
mos las rectas LM, BG Y EZ (fi-
gura 51).
Puesto que el área del segmen-
to esférico KLM es igual a la del
VEZ, el círculo cuyo radio sea
FIG. 51. igual a LM será equivalente al que
tenga por radio una recta igual
a EZ porque hemos demostrado que las áreas de dichos segmentos son
iguales a las de los círculos de radios iguales a las rectas trazadas des-
de los vértices de los segmentos a las circunferencias de sus bases;
luego la recta LM también es igual a la EZ, y puesto que el segmento
KLM es semejante al ABG, la recta RL es a la RN como BP a PT, e
invirtiendo y sumando, NL es a la LR como BT a BP; pero LR es a
LM como BP a LB por ser semejantes los triángulos LMR y BGP; lue-
go LN es a LM, es decir: a EZ como TB a BG y puesto que las rectas
EZ y BG son dadas, también lo es su razón, y, por tanto, la de LN a
BT, y por ser dada BT, también lo es LN; luego la esfera es también
dada.
El problema se resolverá, pues, de la manera siguiente: Sea la cons-
trucción como en la primera parte y hagamos de modo que la razón de
BG a EZ sea como BT a NL; describamos el círculo de radio AB e ima-
ginemos una esfera uno de cuyos círculos máximos sea LKNM. Deter-
minemos en la recta NL el punto R de modo que TP sea a PB como NR
a RL; cortemos el círculo LKNM en el punto R por un plano perpen-
dicular a la recta LN y, trazando la LM, los segmentos circulares de ba-
ses KM y AG serán semejantes, y, por consiguiente, también lo serán los
esféricos; pero TB es a BP como NL a LR de acuerdo con la construcción,
y BP es a BG como RL a LM; luego TB es a NL como BG a LM; pero
TB es a NL como BT a EZ; luego EZ es igual a LM y el círculo de radio
EZ igual al de radio LM y como el área del primero es igual a la del
segmento VEZ y la del segundo a la del KLM, según se demostró en el
libro 1, resulta que el área del segmento esférico KLM es igual a la del
VEZ y ese mismo segmento KLM es semejante al ABG.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 89

8. Cortar un segmento esférico por un plano de manera que tengan


UlUl razón dada el segmento y el cono de igual base y altura.
Sea ABGD un círculo máximo de la esfera dada de diámetro BD y
centro E y supongamos que hemos cortado la esfera por un plano tra-
zado por AG de tal modo que la razón del segmento ABG al cono ABG
sea dada. Siendo la suma de las rectas ED y DZ a DZ como HZ a
ZB, de manera que el cono AGH será equivalente al segmento ABG, y,
por tanto, la razón del cono AGH al ABG es dada y también la de HZ
a ZB, pero HZ es a ZB como la
suma de las rectas ED y DZ a DZ; T
luego la razón de esta suma a
esta recta es dada, y, por consi-
guiente' la de ED a DZ, y siendo L
dada DZ, lo es la recta Aq; pero la H ~-=I~-=+---+-------4 O
Tazón de la suma· de las rectas ED
y DZ a la recta DZ es mayor que
la de las ED y DB a DB y la
suma de ED y DB es el triple de
ED y DB doble de ED; luego la ra-
K
G
zón de la suma de las rectas ED FIG. 52.
y DZ a DZ es mayor ;que la de
3 a 2, y como esta razón es dada es necesario, para que la construcción
:sea posible, que la razón dada sea mayor que la de 3 a 2.
El problema se resolverá, pues, de la siguiente manera: Sea ABGD
un círculo máximo de la esfera dada de diámetro BD y centro E y la
razón de KT a KL la dada y mayor que la de 3 a 2; pero 3 es a 2
como la suma de las rectas ED y DB a DB; luego la razón de TK a KL
es mayor que la de la suma de las rectas ED y DB a la DB, y restando,
la razón de TL a KL es mayor que la de ED a DB.
Hagamos de modo que TL sea a LK como ED a DZ; tracemos por el
punto Z la recta AZG perpendicular a BD y por AG un plano perpen-
dicular a BD. Digo que la razón del segmento esférico ABG al cono ABG
es la misma que la de TK a KL porque haciendo de modo que las rectas
ED y DZ sea a DZ como HZ a ZB, el cono GAB será equivalente al
segmento esférico ABG, y por ser TK a KL como la suma de las rectas
En y DZ a DZ, es decir: como HZ a ZB, o sea: como el cono ABG al
ABG y el cono ABG equivale al segmento esférico ABG; luego este
segmento ABG es al cono ABG como TK a KL.
90 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

9. Si se corta una esfera por un plano que no pase por el centro~


la razón del segmento mayor al menor es menor que la duplicada 15 del
área del segmento mayor al menor y mayor que la razón sesquiáltera 16.
Sea ABGD un círculo máximo de la esfera dada de diámetro BD y
centro E; tracemos por la recta AG un plano perpendicular al de ese
círculo y sean ABG y ADG el ma-
yor y el menor segmento resultantes
de la sección. Digo que la razón del
segmento ABG al ADG es menor
H 1
que la duplicada del área del pri-
mero al segundo y mayor que la
sesquiáltera (Fig. 53).
FIG. 53. Tracemos las rectas BA y AD
Y hagamos de manera que la suma
de las rectas ED y DZ sea a DZ como TZ a ZB y que la suma
de las EB y BZ sea a BZ como HZ a ZD e imaginemos dos conos que
tengan por base el círculo de diámetro A G y vértices en los puntos T
y H, conos ATG y AHG que serán equivalentes a los segmentos ABG y
ADG, respectivamente.
Por ser el cuadrado construido sobre BA al construido sobre AD
como el área del segmento ABG a la del ADG, según se probó en el
libro 1, hay que demostrar que la razón del segmento mayor al menor
es menor que la duplicada de sus respectivas áreas, o lo que es igual:
que la razón del cono ATG al AHG, es decir: la de ZT a HZ es menor
que la duplicada de los cuadrados construidos sobre EA y AD, o sea: que
la razón duplicada de BZ a ZD.
Puesto que la suma de las rectas ED y DZ es a DZ como TZ a
ZB y la de las EB y BZ a BZ como ZH a ZD, la recta BZ será a la
ZD como TB a BE 17 Y si tomamos BK igual a BE, será TB mayor que
15lhnAáowv. Vid. supra, EUCLIDES: Elementos, lib. V, def. 9.
Equivale a nuestro exponente fraccionario 3/2.
16 'lÍltLÓALÓV.
17 De

(ED+DZ) : DZ=TZ : ZB,

resulta, en efecto, inmediatamente por sustracción:


ED: DZ=BT: ZB,
y alternando:
ZB : DZ=BT : ED=BE.
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 91

BE por ser BZ mayor que ZD 18 y KZ será a BZ como HZ a ZD; pero


hemos demostrado que ZB es a ZD como TB a BE y BE es igual a KB;
luego TB es a KB como KZ a ZH; pero la razón de TZ a KZ es menor
que la de TB a BK 19 Y hemos demostrado también que TB es a BK
como KZ a ZH; luego la razón de TZ a KZ es menor que la de KZ a
ZH, y, por tanto, el área comprendida por TZ y ZH es menor que
el cuadrado construido sobre KZ; luego la razón del área compren-
dida por TZ y ZH al cuadrado construido sobre ZH, es decir: la ra-
zón de TZ a ZH es menor que la del cuadrado construido sobre KZ
al construido sobre HZ; pero esta razón es duplicada de la de KZ
a ZH; luego la de TZ a ZH es menor que la duplicada de KZ a ZH y
por ser KZ a ZH como BZ a DZ, la razón de TZ a ZH es menor que
la duplicada de BZ a DZ, l.q.q.d.
Siendo BE igual a ED, el área comprendida por BZ y DZ será menor
que la comprendida por BE y ED; luego la razón de BZ a BE es
menor que la de 'ED a DZ, es decir: que la de TB a BZ, y por tanto, el
cuadrado construido sobre BZ es menor que el área comprendida por TB
y BE, o sea: la comprendida por TB y BK, y si se toma en BD un
punto N tal que el cuadrado construido sobre BN sea igual a este área,
será TB a BK como el cuadrado construido sobre TN al construido
sobre NK 20; pero la razó:tyñe los cuadrados construidos sobre TZ y KZ
En la proporción BZ: ED = TB: BE es BZ > ZD, y, por tanto, TB
18 > BE.
Por ser BT> BK, es
19
BT BK TB+BZ=TZ BK+BZ=KZ
BZ > BZ' BZ > BZ
de donde, dividiendo por TB > BK y alternando:
TZ KZ TZ TB
--<-- --<--
TB BK' KZ BK
20 Por ser, en efecto, BN2=TB :BK, es
TB : BN=BN : BK; TB: BK=BN2 : BK2,
de donde
TB+BN=TN BN+BK=KN TN2 KN2
BN BK BN2 = BK2'
y alternando:

KN2 BK2
92 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

es mayor que la de los construidos sobre TN y NK; luego también la


razón de los construidos sobre TZ y KZ es mayor que la de TB a KB, es
decir: de TB a BE, o sea: de KZ a ZH 21, y, por consiguiente, la razón
de TZ a ZH es mayor que la sesquiáltera de KZ a ZH como demostra-
remos al final 22.
Pero TZ es a ZH como el cono ATG al AHG, es decir: como el seg-

y, por tanto,
TB : BK=TN2 : KN2.

21 Recordando que, según se demostró en la nota 17, es


TB : BE=BZ : ZD,
se tiene:
TZ2: Kz2 > TB : EB=BZ : ZD,

y como se construyó de modo que fuera


EB+BZ HZ
BZ ZD
de donde
BZ EB+BZ
ZD HZ
la desigualdad anterior se convierte en

TZ2 EB+EZ KB+BZ KZ


-->----
KZ2 HZ HZ ZH
22 Poniendo
TZ2 TZZ KZZ
ZH2 = KZ2 . ZHi'

y recordando la desigualdad establecida en la nota anterior, es

TZ2 KZ KZ2 KZ3


-==-
ZHz
> - - . -==-=-==-,
ZH ZHz ZH3
de donde:
TZ KZ3/2
-->---
ZH ZH3/2
ARQUIMEDES.-SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO 93

mento ABG al ADG, y KZ es a HZ como BZ a DZ, o sea: como los


cuadrados construidos sobre BD y AD, es decir: como las áreas de los
segmentos ABG y ADG; luego la razón del segmento mayor al menor
es menor que la razón duplicada de las áreas de ambos y mayor que
la sesquiáltera 23.
10. Entre todos los segmentos esféricos de igual área, el mayor es
el hemisférico.
Sean ABGD y EZHT dos círculos máximos de dos esferas dadas de
diámetros AG y EH, respectivamente, y cortemos una de ellas por un
plano que pase por su centro y la otra por un plano que no pase por
su centro, trazados perpendicularmente a los diámetros y sean las sec-
ciones las rectas BD y ZT. El segmento esférico construido en el arco
ZET es la mitad de la esfera y de los construidos en la circunferencia
BAD, el que está del lado de la letra S es mayor y el otro menor que
un hemisferio 24, . y, suponiendo que las áreas de estas dos figuras son
iguales, la recta BA será igual a la EZ porque se ha demostrado que el
área de un segmento equivale a la de un círculo de radio igual a la recta
trazada desde el vértice del segmento a la circunferencia de la base; pero
en la figura donde está la letra S el arco BAD es mayor que un hemis-
ferio; luego el cuadrado construido sobre AB es menor que el doble
del construido sobre AK y ~ayor

~~
que el doble del construido sobre
el radio; y si la recta GQ es igual
al radio del círculo ABD haga- Q~M
mos de modo que CQ sea GK como D Z
Q '-----'+----+-t-----.H

H~N
una recta MA a AK y sobre el
círculo de diámetro BD construya-
mos un cono con el vértice en el
punto M, el cual cono será equiva-
CW
lente al segmento esférico construi- FIG. 54.
do en el arco BAD (Fig. 54).
Tomemos una recta EN igual a EL y sobre el círculo de diámetro TZ
construyamos un cono de vértice en el punto N, el cual cono será equi-
valente al hemisferio construido en el arco TEZ. Pero el área compren-

23 Arquímedes da a continuación otra demostración, que no traducimos por-


qUe no es ni más sencilla ni más breve que la anterior.
24 Alguien debió de hacer aquí una interpolación para justificar la figura de
la izquierda, pues no se explica la presencia de la letra S.
94 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

dida por AP y PG es mayor que la comprendida por Al( y KG por-


que el lado menor de una de estas áreas es mayor que el lado me-
nor de la otra y el cuadrado construido sobre AP ·es equivalente al
área comprendida por AG y GQ porque ese cuadrado equivale a la
mitad del construido sobre AB 25 luego la suma del área comprendida
por AP y PG y del cuadrado construido sobre AP es mayor que la
suma de las áreas comprendidas por AK, KG yAK, GQ; luego la
comprendida por AG y AP es mayor que la comprendida por AK y
KQ 26; pero el área comprendida por MK y KG es equivalente a la com-
prendida por AK y KQ; luego la comprendida por AG y AP es mayor
que la comprendida por MK y KG, y, por consiguiente, la razón de AG
a KG es mayor que la de MK a AP; pero AG es a KG como el cuadrado
construido sobre AB al construido sobre BK; luego que la razón de
la mitad del cuadrado construido sobre AB, que es igual al construido
sobre AP, al construido sobre BK es mayor que la de MK al doble de
AP, la cual es igual a LN; luego la razón de los círculos de diámetros
TZ y BD es mayor que la de MK a LN, y, por tanto, el cono que tiene
por base el círculo de diámetro TZ y vértice N es mayor que el que
tiene por base el círculo de diámetro BD y vértice M; luego el hemisferio
construido en el arco EZT es mayor que el segmento construido sobre
el arco BAD.

MEDIDA DEL CIRCULO 1

PROPOSICIONES

1. Un círculo es equivalente a un triángulo rectángulo cuyos ca-


tetos sean iguales al radio y a la circunferencia del círculo.
25 Por ser AP=EL y EZ=AB, es
_ _ EZ2 AB2
Ap2=EV=--=--
2 2
26 De

Ap·PG+Ap2> AK.KG+AK·GQ,
sale inmediatamente
AP(PG+AP) > AK(KG+GQ), Ap·AG> AK·KQ.
1 Este brevísimo escrit<r-So1o consta de tres proposiciones-,-es uno de los
ARQUIMEDES.-MEDIDA DEL CIRCULO 95

Si el área del círculo ABGD es mayor que la del triángulo T, inscri-


bamos en el círculo el cuadrado AG y dividamos los arcos en dos partes
iguales hasta que la suma de los segmentos que queden sea menor que
el exceso del círculo sobre el triángulo y se tendrá una figura rectilínea
mayor que el triángulo 2.
Trazando desde el centro N del círculo la N R perpendicular a AZ,
esa perpendicular será menor que uno de los catetos del triángulo T, y
como el contorno de la figura rectilínea es menor aún que el otro cateto
de T por ser menor que la circunfe-
rencia del círculo, resulta que la
figura rectilínea es menor que el
triángulo, lo cual es imposible por
que acabamos de ver que es ma-
yor (Fig. 55).
Si el área del círculo es menor
que la del triáng'ulo T, circunscri-
bamos al círculo un cuadrado; di-
vidamos los arcos en partes igua-
les, y, trazando tangentes por los FI'G. 55.
puntos de división, resulta que por
ser recto el ángulo OAQ, la r~ta OQ es mayor que la AQ; y como esta
es igual a la QM, la OQ es mayor que la Q2\1; luego el triángulo POQ es
mayor que la mitad de la figura OZAM 3 y la suma de los segmentos que
quedan, como el APZ, menor que el exceso del triángulo sobre el círculo,
la figura rectilínea será menor que el triángulo, lo cual es imposible porque
esa figura es mayor por ser N A igual a la altura del triángulo y el contorno
de la figura mayor que la base de este; luego el área del círculo es igual
a la del triángulo T.
más importantes de Arquímedes, pues que en él queda establecida la equiva-
lencia del problema de la cuadratura del círculo y la rectificación de la circun-
ferencia y el cálculo del número 1T con notable aproximación.
2 Representando por S, C, P y T la suma de las áreas de los segmentos que
quedan y las áreas respectivas del círculo, del polígono inscrito y del triángu-
lo, por ser
S<C-T} es C - P < C - T, Y de aquí P > T.
S=C-P
3 Puesto que es OQ> QM, el triángulo OAQ será mayor que el QAM, y
por la misma razón el OAP mayor que el APZ.
96 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

2. La razón de un círculo al cuadrado de su diámetro es aproxima-


damente la de 11 a 14.
Sea el círculo de diámetro AB; circunscribámosle el cuadrado FGDH
y supongamos que la recta DE sea doble del lado GD y EZ su séptima
parte. Puesto que el triángulo AGE es al AGD como 21 a 7 y el AEZ al
AGD como 1 a 7, el AGZ será al AGD como 22 a 7, y por ser el cua-
drado GH cuádruple del triángulo AGD, el triángulo AGZ es al cuadrado
GH como 22 a 28 o como 11 a
14; pero el triángulo AGZ equi-
vale al círculo de diámetro AB
porque su altura AG es igual al
radio de este círculo y su base
GZ a la circunferencia del mis-
mo círculo que es, aproximada-
FIG. 56.
mente, igual al triple del diáme-
tro y su séptima parte, como se
demostrará ahora; luego el círculo es al cuadrado GH aproximadamente
como 11 a 14 4•
3. La circunferencia de un círculo es igual al triple del diámetro y
una parte de este menor que la séptima, y mayor que diez setenta y
un avos del diámetro.
Sea el círculo de diámetro AG y centro E; el ángulo ZEG la séptima
parte de un recto y la recta GLZ una tangente. La recta EZ será entonces
a ZG como 306 a 153 y EG a ZG como 265 a 153 5•
Dividiendo el ángulo ZEG en dos partes iguales por la recta EH,
será ZE a EG como ZH a HG, y permutando y sumando, la suma de las
4 La razón 11/14, obtenida partiendo de 31h, es más sencilla que la 223/284
que hubiera resultado partiendo de 31 0/ 71 , y esta es, seguramente, la idea que
movió a Arquímedes a no considerar el valor aproximado por defecto.
5 Se ignora cómo estableció Arquímedes estos valores que suponen el cálcu-
lo de
- 265
J3 = 1,732050 ... = -
153
De todas las conjeturas que se han hecho, parece la más probable la de
aproximaciones sucesivas según un método análogo al que hoy empleamos para
calcular raíces cuadradas; pero sea de ello lo que fuere, es lo cierto que el
siracusano supo conjugar admirablemente un gran poder de abstracción teórica
y una extraordinaria habilidad práctica
ARQUIMEDES.-MEDIDA DEL CIRCULO 97

rectas ZE y EG es a la recta ZG como EG a GH (Fig. 57); luego la razón


de GE a GH es mayor que la de 571 a 153, y, por tanto, la del cuadrado
de EH al de HG es mayor que la de 349.450 a 23.409 y la de EH a HG
mayor que la de 5911/8 a 153 6•
Dividiendo el ángulo HEG en
dos partes iguales por la recta
ET, la razón de EG a GT será
mayor que la de 1.162 1/ 8 a 153;
luego la de TEa TG es mayor
que la de 1.172 1/ 8 a 153. T
K
Dividiendo ahora el ángulo
TEG en dos partes iguales por ~E=====~~~~~iiiiI-.J-- ---A-
la recta EK, la razón de EG a GK
será mayor que la de 2.334 1/ 4 a
153; luego la de EK a GK es ma- FIG. 57.
1
yor que la de 2:339 / 4 a 153.
y dividiendo, por último, el ángulo KEG en dos partes iguales por la
recta EL, la razón de EG a LG será mayor que la de 4.673 1/ 2 a 153.
ZE ZH
6 De - - = - - se deduce, en efecto:
EG HG
/
ZE+EG HZ+HG ZG ZE+EG EG
----=---=-- ----=--
EG HG HG ZG HG
y por ser

EZ 2 306 EG ./3 265


ZG =1= 153 ;
--=-->--,
ZG 1 153
de donde
EZ+EG 306+265 571
--->---
ZG 153 153
luego es
GE 571
-->--,
GH 153
y, por tanto,

EH2 EG2+HG2. 5712+ 1532 349.450


>----
HG2 HG2 153 2 23.409
CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO n

Por consiguiente, puesto que el ángulo ZEG es la tercera parte de un


recto y se ha dividido cuatro veces en dos partes iguales, el ángulo LEG
será la cuarenta y ocho ava parte de un recto.
Construyendo en el punto E un ángulo GEM igual al LEG y pro-
longando GZ hasta M, el ángulo LEM será la veinticuatro ava parte de
un recto y la recta LM igual al lado de un polígono de noventa y seis
lados circunscrito al círculo.
Puesto que hemos demostrado que la razón de EG a GL es mayor
que la de 4.673 1/ 2 a 153 y siendo AG doble de EG y LM doble de AG,
la razón de AG a LM será mayor aún que la de 4.673 1/ 2 a 153; luego la
de AG al contorno del polígono de 96 lados es mayor que la de 4.673 1/ 2

de donde, finalmente,
EH \1'349.450 591 1/ 8
-- > -----=---
HG \1'23.409 153
De un modo análogo, y dando siempre prueba fidedigna de su extraordi-
naria habilidad como calculador, Arquímedes encontró los siguientes valores,
que sintetizamos en un cuadro y expresamos en números decimales para faci-
litar la comparación con los valores exactos:

VALORES APROXIMADOS DE ARQUIMEDES


VALORES EXACTOS
Por defecto Por exceso

265 1.351
\1'3= 1,732050 --=173202 --=1732051
153 ' 780 '
/349A50= 591,14 591 1/8 = 591,125
\1'1.373.943 33 / 64 = 1172,15 1.1721/8 = 1.172,125
V 5.472.132 11t6=2339,26 2.339 1/4 = 2.339,25
\1'9.082.321 = 3013,68 3.013 1/ 4 =3.013,25
\l'IT8-0.929 = 1838,74 1.8389/ 11 = 1.838,818
\1'1.018.405 = 1009,165 1.009116 = 1.009,166
v4.069.284 1126=2017,24 1.0171/4 = 1.017,25
· .. 1

1T= 3,14159 ... \ 310/ 71 =3,1408 ... 31/¡ = 3,1428 ...


ARQUIMEDES.-MEDIDA DEL CIRCULO 99

a 14.688, y, por tanto, la razón del contorno de este polígono a su diáme-


tro es menor que la de 14.688 a 4.673 1/ 2 y como el primero de estos
dos números contiene tres veces al segundo y un resto de 667 1/ 2 que es
menor que la séptima parte de 4.673 1/ 2, resulta que el contorno del
polígono circunscrito es menor que el triple del diámetro aumentado en
más de una séptima parte; luego con mayor razón, la circunferencia del
círculo es menor que el triple del diámetro aumentado en más de una
séptima parte del mismo diámetro.
Sea, ahora, un círculo de diámetro AG y el ángulo BAG igual a la
tercera parte de un recto, de
modo que la razón de AB a BG
será menor que la de 1.551 a
780 y la de AG a GB igual a la
de 1.560 a 780 (Fig. 58). .
Dividiendo el ángulo BAG en
dos partes iguales por la recta
AH, por ser entonces iguales los
ángulos HGB y HAG al BAH,
esos dos ángulos serán iguales en- FIG. 58.
tre sí y como el recto AHG es co-
mún, el tercer ángulo H'zG será igual al tercero AGH y los dos triángulos
AHG y GHZ serán equiángulos y, por tánto, AH es a HG como GH a HZ
y como AG a GZ; pero AG es a GZ como la suma de las rectas AG y AB
a la BG; luego la suma de AB y AG es a BG como AH a HG, y, por
consiguiente, esta razón de AH a HG es menor que la de 2.911 a 780
y la de AG a GH menor que la de 3.013 3/ 4 a 780.
Dividiendo el ángulo GAH en dos partes iguales por la recta AT, la
razón de AT a TG será menor que la de 5.9243/ 4 a 780 o que la de 1.823
a 240 porque estos dos últimos números son los 4/ 13 de los dos ante-
riores; luego la razón de AG a GT es menor que la de 1.8389/ 11 a 240.
Dividamos ahora el ángulo TAG en dos partes iguales por la recta
AK y entonces la razón de KA a GK será menor que la de 3.6619/ 11 a
240 o -que la de 1.007 a 66 porque estos dos últimos números son
los 11/40 de los dos anteriores; luego la razón de AG a GK es menor que la
de 1.009 1/ 6 a 66.
y dividiendo, finalmente, el ángulo KAG en dos partes iguales por
la recta AL, la razón de LA a LG será menor que la de 2.016 1/ 6 a 66,
y la de AG a AL menor que la de 2.017 1/ 4 a 66, y, por consiguiente, la
100 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

de LG a AG es mayor que la de 66 a 2.017 1/ 4 ; luego la del contorno del


polígono al diámetro es mayor que la de 6.336 a 2.017 1/ 4, y como el pri-
mero de estos números contiene al segundo tres veces con un resto
mayor que los 10/71 del segundo, resulta que el contorno del polígono
de 96 lados inscrito en un círculo es mayor que el triple de su diámetro
aumentado en los 10/71 de este diámetro; luego con mayor razón la
circunferencia del círculo es mayor que el triple del diámetro aumentado
en los 10/71 del mismo diámetro.
La circunferencia de un círculo es, pues, igual al triple de su diámetro
aumentado en una parte del mismo diámetro menor que la séptima y
mayor que los 10/71 del diámetro.

SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 1

Arquímedes a Dositeo: j salud!


En este libro te envío no solo las demostraciones que faltaban de los
teoremas que ya te remití, sino también de otros que he descubierto pos-

1 Este libro puede considerarse como la continuación del dedicado a la es-


fera y el cilindro, pues que contiene propiedades de las cónicas y cuádricas que
no pueden demostrarse con los recursos de la Geometría elemental, propieda-
des a que llegó Arquímedes con una técnica no superada hasta el siglo XVll,
en que nació el Cálculo integral; y de aquí no solo la importancia de los des-
cubrimientos del siracusano, sino también la dificultad que implica su lectura.
Como Arquímedes conserva los nombres que a las secciones cónicas dio
su descubridor, Menecmo, en el siglo IV a. de J.C., y de ellos derivó los de
los conoides y esferoides, derogados unos y otros a partir de Apolonio, o sea,
unos treinta años después de Arquímedes, creemos conveniente exponer el crite-
rio que hemos seguido en esta traducción.
La llamada «tríada de Menecmo» la componen las secciones producidas en
un cono circular recto por un plano normal a la generatriz, y según que el
ángulo formado por dos generatrices coplanarias con el eje del cono sea agudo,
recto u obtuso, resultan las O~'lJyrovlO'lJ XWVO'lJ -¡;O[1~, oQOOyroVlO'lJ XÓWO'lJ -¡;O[1~ y
Ct[1~AuyroVlO'lJ XWVO'lJ -¡;O[1~, respectivamente, es decir, las curvas que hoy cono-
cemos con los nombres de elipse, parábola e hipérbola.
De las palabras xoovoc; Y <J<pCtLQCt: cono y esfera, Arquímedes deriva xroVOELbEC;
y <J<pCtLQOELbEC;: conoide y esferoide, para designar los sólidos de revolución que
tienen la apariencia: Ei:boc;, de conos y esferas, y demuestra las propiedadés de
los conoides rectángulo y obtusángulo: oQOOyroVlOV y a[1~A'lJyrovlov, que, como
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 101

teriormente y que me preocuparon durante largo tiempo porque, después


de examinarlos varias veces, me pareció que presentaban muchas di-
ficultades, por lo cual no los uní a los anteriores; pero, al estudiarlos
más detenidamente, he encontrado las demostr~ciones que se me esca-
paron antes.
Lo que quedaba de los primeros teoremas se refería al conoide para-
bólico y los que he descubierto últimamente atañen al conoide hiperbólico
y a los esferoides, algunos de los cuales llamo alargados y otros achatados.
1. Respecto del conoide parabólico digo lo siguiente:
a) Si una parábola gira alrededor de su diámetro fijo hasta volver
a la posición de que partió, la figura comprendida por el paraboloide se
llama conoide parabólico; el diámetro fijo, eje del conoide, y el punto
en que el eje encuentra a la superficie del conoide, vértice de este;
b) Si un plano toca a un conoide parabólico y otro plano paralelo a
él separa un segmento de conoide, la parte del plano secante comprendida
por la sección del conoide se llama base del segmento, el punto en que
el otro plano toca al conoide, vértice, y la parte de la recta trazada desde
el vértice del segmento paralelamente al eje del conoide y comprendida
por él, eje del segmento.
Las cuestiones propuestas son:
1) ¿Por qué cuando se corta un segmento de conoide parabólico
por un plano perpendicular al eje, el segmento separado equivale al
triple de la mitad de un cono de igual base y altura que el segmento?
2) ¿Por qué cuando se corta un conoide parabólico por dos planos
cualesquiera los segmentos separados son entre sí como la razón dupli-
cada de sus ejes?
n. Respecto del conoide hiperbólico digo lo siguiente:
a) Si se coloca en un plano una hipérbola con su diámetro y sus
dijimos en la nota 10 de la bibliografía arquimediana, corresponden respecti-
Vamente al paraboloide de revolución y al hiperboloide de dos hojas-único que
considera, pues que ni aun alude al reglado de una hoja-y las de los esferoides
alargado y achatado TCLQuf1áxEa y Eo-UJIAU-¡;ÉU, que son los elipsoides de ahora;
pero en vez de designar en nuestra traducción estas cuádricas según la termi-
nología actual, y para evitar al mismo tiempo este anacronismo de las paráfra-
sis arquimedianas, fatigosas para el lector de hoy, daremos a dichas cuádricas
los nombres de conoide parabólico, conoide hiperbólico, esferoide alargado y
eSferoide achatado, nombres que, a nuestro parecer, respetan el original griego
y tienen, además, la ventaja de recordar la curva generatriz de tales sólidos
de revolución.
102 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

asíntotas 2 Y se hace girar alrededor del diámetro hasta que vuelva a la


posición de que partió, es evidente que las asíntOtas envolverán un cono
isósceles cuyo vértice será su punto de intersección y eje el diámetro
fijo. La figura comprendida por la hipérbola se llama conoide hiperbó-
lico; el diámetro íijo, eje; el punto en que este corta a la superficie del
conoide, vértice; el cono envuelto por las asíntotas, cono envolvente
del conoide 3, y la recta que va del vértice del conoide al cono envolvente,
recta adjunta al eje 4.
b) Si un plano toca a un conoide hiperbólico y otro plano paralelo
a él separa un segmento del conoide, la parte del plano secante com-
prendida por la sección del conoide se llama base del segmento; el punto
en que el plano toca al conoide, vértice del segmento; la parte interior
al segmento de la recta trazada entre el vértice del conoide y el del cono
envolvente, eje del segmento, y la comprendida entre estos dos vértices,
recta adjunta al eje.
Todos los conoides parabólicos son semejantes; pero los hiperbólicos
lo son cuando lo son sus conos envolventes s.
Las cuestiones propuestas son:
1) ¿Por qué cuando se corta un conoide hiperbólico por un plano
perpendicular al eje del segmento separado tiene con el cono de igual
base y eje que este la misma razón que una recta igual al eje del seg-
mento añadido al triple de la recta adjunta con una recta igual al eje del
segmento añadido al doble de la recta adjunta?
2) ¿Por qué cuando se corta un conoide hiperbólico por un plano
no perpendicular al eje del segmento separado tiene con la figura de
igual base y eje que este, que es un segmento de cono, la misma razón
que una recta igual al eje del segmento añadido al triple de la recta ad-
junta con una recta igual al eje del segmento y el doble de la recta
adjunta?
2 Literalmente, las líneas que más se acercan a la sección del cono obtusángu-
10: al eY"{t(na TeÍ!:; TOV aft~Auycoví,ov xwvov Toftii¡;, que, para huir del circunlo-
quio arquimediano, traducimos por la palabra «asíntota»: UaúftTcoTOt, introdu-
cida por Apolonio.
3 nSQtÉXCOV TO XCOVOtL()É¡;.
4 nO'tsovao, 't& a~ovt. Según nuestra terminología actual, es el semidiámetro
conjugado con la dirección de la base del segmento.
s Todos los conoides parabólicos son, en efecto, semejantes por serlo todas
las parábolas; pero los hiperbólicos solo 10 son cuando están engendrados por
hipérbolas semejantes, y, por tanto, sus ejes son proporcionales.
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 103

lII. Respecto de los esferoides digo lo siguiente:


a) Si una elipse gira alrededor de su diámetro mayor hasta que
vuelva a la posición de que partió, la figura engendrada se llama esferoide
alargado, y si gira alrededor de su diámetro menor, la figura engendrada
se llama esferoide achatado; el diámetro fijo, eje de los dos elipsoides;
el punto en que el eje corta a la superficie del elipsoide, vértice; el
punto medio del eje, centro, y la recta perpendicular en el punto medio
del eje, diámetro;
b) Si hay planos paralelos que tocan a un esferoide sin cortarlo,
pero lo corta otro plano paralelo a los anteriores, la parte del plano
secante comprendida en el esferoide se llama base de los segmentos pro-
ducidos; los puntos en que los planos paralelos tocan al esferoide,
vértices, y las partes interiores de los segmentos de las rectas que unen
los vértices, ejes de los segmentos.
Se demostr-ará que los planos que tocan a un esferoide solo tocan a
su superficie en un punto y la recta que une los puntos de contacto pasa
por el centro del esferoide.
Se llaman esferoides semejantes los que tienen sus ejes y diámetros
proporcionales.
Segmentos semejantes de esferoides y conoides son los que, separados
de figuras semejantes, tienen semejantes las bases y cuyos ejes, lo mismo
si son perpendiculares a los planos de las bases que si forman ángulos
iguales con los diámetros homólogos de las bases, son entre sí como estos
diámetros.
. Las cuestiones propuestas son:
1) ¿Por qué cuando se corta un esferoide por un plano trazado por
su centro perpendicularmente al eje de los segmentos producidos por la
sección son doble del cono de la misma base y eje que el segmento?
2) ¿Por qué cuando se corta un esferoide por un plano perpen-
dicular al eje, pero no trazado por el centro, el segmento mayor producido
por la sección tiene con el cono de igual base y eje que el segmento
la misma razón que una recta igual a la mitad del eje del esferoide
añadida al eje del segmento menor con el eje de este segmento menor?
3) ¿Por qué el segmento menor tiene con el cono de igual base y
eje que el segmento la misma razón que una recta igual al semieje del
esferoide añadido al eje del segmento mayor con el eje de este
segmento?
4) ¿Por qué cuándo se corta un esferoide por un plano trazado por
104 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

el centro y no perpendicular al eje, los segmentos producidos por la sec-


ción son doble de la ÍÍgura de igual base y eje que el segmento que es
un segmento de cono? 6.
5) ¿Por qué cuando se corta un esferoide por un plano que no pasa
por el centro ni es perpendicular al eje mayor de los segmentos produ-
cidos por la sección tiene con la figura de igual base y eje que el seg-
mento de la misma razón que una recta igual a la mitad de la que une
los vértices de los segmentos añadida al eje del segmento menor con el
eje de este segmento menor?
6) Finalmente ¿por qué el segmento menor tiene con la figura de
igual base y eje que el segmento la misma razón que una recta igual a
la mitad de la que une los vértices de los segmentos añadida a la mitad
del eje del segmento mayor con el eje de este segmento, que también
es un segmento de cono?
IV. pemostrados estos teoremas, se pueden descubrir no solo otros
varios, sino también resolver algunos problemas como, por ejemplo:
1) Los esferoides semejantes y los segmentos semejantes de esfe-
roides y conoides son entre sí como la razón triplicada de sus ejes.
2) Los cuadrados construidos sobre los diámetros de esferoides
equivalentes son inversamente proporcionales a sus ejes; y los esferoides
son equivalentes cuando los cuadrados construidos sobre sus diámetros
son inversamente proporcionales a sus ejes.
3) Dado un segmento de esferoide o de conoide separar un segmento
por un plano paralelo a otro dado de modo que el segmento producido
por la sección sea equivalente a un cono, a un cilindro o a una esfera
dada.
Después de explicar los teoremas y todo lo necesario para establecer
las proposiciones enunciadas, daré sus demostraciones. Pásalo bien.

1
DEFINICIONES

1. Si se corta un cono por un plano que encuentra a todos sus


lados 7, la sección será un círculo o una elipse. Si es un círculo,
es evidente que el segmento separado del lado del vértice será un cono,
6 a:rtó'tfluflU xcíJVov; pero no lo define hasta 1, 1.
7 Generatrices.
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 105

y si es una elipse, la figura separada del lado del vértice se llama segmento
de cono, cuya base será el plano comprendido por la elipse; vértice el
del cono y eje la recta trazada desde el vértice del cono al centro de la
elipse.
2. Si se corta un cilindro por dos planos paralelos que encuentren a
todos los lados del cilindro, las secciones serán círculos o elipses iguales
y semejantes entre sí. Si son círculos, es evidente que la figura compren-
dida por los planos es un cilindro, y si son elipses la figura se llamará
tronco de cilindro 8, cuya base será uno u otro de los planos compren-
didos por la elipse, y eje la parte del eje del cono que está entré los
centros de las elipses.

II
PROPOSICIONES

1. Dadas varias magnitudes desiguales que exceden igualmente de


otras 9. siendo el exceso igual a la menor, y el mismo número de otras
magnitudes iguales a la mayor de las desiguales, la suma de las iguales
es menor que el doble de la de las desiguales, y si se suprime la mayor de las
desiguales, la suma de las iguales es mayor que el doble de la suma de
las desiguales restantes. Esto es evidente 10.
2. Dadas varias magnitudes proporcionales dos a dos a otras· tantas
análogamente alineadas, si las primeras, o solo algunas de ellas, se com-
paran con otras, y las segundas también, la suma de las primeras es a la
de las magnitudes con que se comparan como la suma de las segundas
a la de las magnitudes con que se compararon.
Sin las magnitudes A, B, G, D, E Y F son proporcionales dos a dos
con otras tantas H, T, 1, K, L Y M, de modo que A sea a B como H a T;
B a G como Tal, y así sucesivamente, y se comparan las primeras con
otras tantas N, U, O, P, R Y S con las cuales se corresponden en cierta
forma, y las segundas se comparan con otras tantas correspondientes V,
Q, Z, X, e y W, de modo que A sea a N como H a V; B a U como
T a Q, y así sucesivamente, hay que demostrar que la suma de las
8 "tóJ.to~ x'UAtv&Q01.J.
9Es decir, en progresión aritmética creciente.
10No tan evidente ; y la prueba de ello es que Arquímedes demuestra esta
propiedad en otro libro. Vid. infra, Sobre las espirales, prop. 11.
106 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

magnitudes A, B, G, D, E Y F es a la de las N, U, 0, P, R, Y S como la


de las H, T, 1, K, L Y M es a la de las V, Q, Z, X, e y W (Fig. 59).
Puesto que N es a A como V a
H; A a B como H a T y B a U
como T a Q, será N a U como V a
Q; del mismo modo U será a O
como Q a Z, y así sucesivamente;
y puesto que la suma de las magni-
tudes A, B, G, D, E Y F es a A
como la de las H, T, 1, K, L Y M

H T ] K L M
1] es a H, y A a N como H a V, Y
N a la suma de N, U, O, P, R Y
S como Va la de las T, Q, Z, X, e
A 8 G D E F y W, resulta que la suma de A,
B, G, D, E Y F es a la de N, U, O,
P, R Y S como la de H, T, 1, K, L
Y M a la de V, Q, Z, X, e y W.
Si de las primeras magnitudes

I I
solo las A, B, G, D Y E se compa-
ran con las N, U, O, P Y R de las
segundas y la magnitud F no se
compara con ninguna, y de las se~

N UO P R S
I V Q Z X e w
1gundas magnitudes solo las H, T, l,
K Y L se comparan con sus co-
FIG. 59. rrespondientes V, Q, Z, X y e y
la M no se compara con ninguna,
es la suma de A, B, G, D, E Y F a la de N, U, 0, P y R como la de
H, T, 1, K, L Y M a la de V, Q, Z, X y c.
3. Dadas varias rectas desiguales, a cada una de las cuales se aplica
un área cuya parte excedente sea un cuadrado II cuyos lados se excedan
igualmente, siendo el exceso igual al lado del cuadrado menor, y si se
tiene el mismo número de otras áreas iguales a la mayor de estas, la
razón de la suma de las áreas iguales a la de las desiguales es menor que
la de una recta igual al lado del cuadrado mayor y una de las rectas

II 8'L xa ... , 1WQ' ExáoTav atJ1:uv naQanÉorj "tL XroQLOV iJnEQ~áAAOV EtBEL
"tE"tQ<lYW'YJ'!', es decir, aplicar a· una recta a un rectángulo R de base b y altu-
ra hde tal modo que sea h-a=b. Sobre la aplicación de áreas, ya clásica en
los días de Arquímedes, véase EUCLIDES: Elementos, 1, 44, nota 50, y U, 5-11.
ARQUlMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 107

iguales a otra recta igual a la tercera parte del lado del cuadrado mayor
y la mitad de las rectas iguales; y la razón de la suma de las áreas iguales
a la de las desiguales, excluida la mayor, es mayor que la misma razón 12.
Si a las rectas desiguales A se aplican sendos cuadrados de lados
B, G, D, E, Z y H que se exceden igualmente y el exceso es igual al lado

12 En lenguaje moderno, y teniendo en cuenta la nota anterior, este teore-


ma se enunciaría así: Dados los rectángulos
R 1 =ah+h2,
R z=a·2h+ (2h)2,
R 3 =a· 3h+ (3h)2,

se tiene:
n·R a+nh
- - - - - -n - - - - < - - - - , [1]
R 1 +R 2+R 3+... +R n_ 1 +R n nh a
--+-
3 2
nR n a+nh
----------- > --- [2]
R1+R2+R3+ ... +Rn-z+Rn_l nh a
--+-
3 2
que se puede demostrar rápidamente recordando que, por la prop. 1, es
n ·anh < 2[ah+a· 2h+ +a(n-l)h+a·nh]
< 2[ah+a·2h+ +a(n-l)h],
y por el teorema 10 del libro Sobre las espirales:
n(nh)Z < 3[h 2 + (2h)2+ (3h)2+ '" + (n-l. h)2+ (nh)2h]
> 3[h2 + (2h)1+ (3h)2+ '" + (n-l. h)2,
de donde
an1h n(nh)l
-+-- < {(ah+h2 ) +[a·2h+ (2h)Z]+ ... +[a·nh+ (nh)2]}
2 3
= R 1 +R1+ ... +R n
> {(ah+h2) + [a· 2h+ (2h)2] + ... + [a·n-l·h+ (n-l.h)2]}
= R 1 +R2 + ... +R n _ 1
y, por tanto, inmediatamente [1] y (2).
108 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

del cuadrado menor H, siendo B el del mayor, y se tienen otras tantas


áreas representadas por las letras T, 1, K y L iguales a la mayor, es decir:
a la que se ha aplicado sobre AB, de modo que TI sea igual a A y LK a B,
siendo TI doble de 1 y KL triple de K, hay que demostrar que la razón
de la suma de las áreas TIKL a la
de las AB, Ae, AD, AE, AZ Y
AH es menor que la razón de
T1KL a 1K y la de la suma de las
A A A A áreas iguales a la de las desigua-
les, excepto la mayor, es mayor
que la misma razón (Fig. 60).
T T T T T T
Las áreas A, en efecto, se ex-
1 1 J J J J

K K K K K
ceden unas a otras en una magni-
K
tud igual a la menor porque las
L l. L L L L
aplicadas sobre las rectas A y sus
anchos se exceden también igual-
FIG. 60. mente y las áreas TI, que son tan-
tas como estas áreas desigua-
les, son todas iguales a la mayor de estas; luego la suma de las
áreas TI será menor que el doble de la de las A, y si se resta la ma-
yor de las A, la suma de las áreas TI será mayor que la de las res-
tantes A, y, por tanto, la suma de las áreas 1 es menor· que la de las
áreas A y mayor que la de estas áreas si se suprime la mayor.
Se tienen también ciertas rectas B, e, D, E, Z Y H que se exceden unas
a otras en una magnitud igual a la menor y hay, además, las rectas KL,
tantas como las anteriores, iguales a la mayor de ellas; luego la suma de
los cuadrados construidos sobre las rectas iguales a la mayor es menor
que el triple de la suma de los cuadrados construidos sobre las rectas
que se exceden igualmente, y si se resta el cuadrado construido sobre
la mayor de las desiguales, resulta que la suma de los cuadrados cons-
truidos sobre las que son iguales a la mayor de las desiguales será mayor
que el triple de los cuadrados restantes, como se ha demostrado en el
libro Sobre las espirales, y, por consiguiente, la suma de las áreas K
es menor que la de B, e, D, E, Z Y H Y mayor que la de e, D, E, Z y H;
luego la suma de las áreas 1K es menor que la de AB, Ae, AD, AE, AZ
y AH Y mayor que la de Ae, AD, AE, AZ y AH.
Es, pues, evidente que la razón de la suma de las áreas TI y KL a la
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 109

de AB, AG, AD, AE, AZ y AH es menor que la de la recta TL a la IH,


y si se resta AB la primera razón será mayor que la segunda.
LEMA. Si las paralelas a las tangentes trazadas desde un punto a
una sección cónica se cortan en la sección, las áreas comprendidas por
los segmentos de una de las rectas corresponde al cuadrado de la tan-
gente paralela a esta recta como está demostrado en los Elementos 13.
4. Los elementos parabólicos
de igual diámetro 14 son equiva- B
lentes, así como los triángulos
inscritos en ellos de iguales base
y altura que los mismos.
Sean ADE y TBG dos segmen-
tos de la parábola ABG, cuyos
diámetros respectivos DZ y BH
son iguales. Si la base TG de uno GL-----.....J...~+-----"~

de los segmentos es perpendicu-


lar al diámetro de la parábola 1:'
de parámetro 16 M, Y trazamos MI~----~

por el punto A la recta AK per- N...,-------......-1


pendicular a DZ, por ser DZ diá-
metro del segmento, la recta AE K A
FIG. 61.
queda dividida en dos partes igua-
les por el punto Z, y DZ, pa-
ralela al diámetro de la parábola, biseca a todas las paralelas a AE
(Fig. 61).
13 No de Euclides, sino de Aristeo el Viejo, que floreció en el siglo IV
a. de J.C. Se le atribuyen unos Elementos de cónicas, en donde demuestra que
si desde un punto P se trazan dos tangentes PA y PB a una cónica y son MN
y M'N' dos cuerdas paralelas a ellas que se cortan en el punto O, es

OM.ON PA2
OM'.ON' PB2
14 8Lá~8'tQOC;, recta que biseca a todas las rectas [cuerdas] paralelas a la base
del segmento: 'táv 8(xu 'tÉ~vou(J(J,v 'tá~ S'Úe8((J,~ O'tá(Ju~ 'ta~ O't(J,Q(J, 'táv ~á(JLV uu'tOií
a:YO~8'VU~.
15En el sentido de eje.
16Como recta a la que ha~~. aplicar un rectángulo de ancho igual a la abs-
cisa de un punto y área equiValente al cuadrado de la ordenada: na,Q üv Mv(J,'V't(J,L
uL ano 'ta~ 'to~ac;.
110 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Tomando uan recta N tal que su razón con M sea igual· a la


de los cuadrados de AZ y AK, los cuadrados de las ordenadas paralelas
a AE serán equivalentes a las áreas comprendidas por la recta N y las
abscisas como está demostrado en las cónicas 17; luego el cuadrado de
AZ es igual al área comprendida por N y DZ; pero el cuadrado de TH
es igual al área comprendida por M y BH porque TH es perpendicular al
eje y, por consiguiente, el cuadrado de AZ es al de TH como N a M
puesto que DZ y BH se suponen iguales; y por estar los cuadrados de
AZ y AK en la misma razón que N y M, las rectas TH y AK serán
iguales y por serlo BH y DZ, el área comprendida por TH y BH es
igual a la comprendida por AK y DZ y los triángulos THB y DAZ
serán, pues, equivalentes.
Ahora bien: los segmentos ADE y T AG equivalen, respectivamente,
a cuatro veces el tercio de los triángulos ADE y TBG 18; luego los seg-
mentos y los triángulos inscritos en ellos son equivalentes.
Si ninguna de las bases de los segmentos es perpendicular al diámetro
de la parábola, se tomará en este una recta igual al de uno de los seg-
17 De esta propiedad, que Arquímedes supone conocida, se pueden dar varias
demostraciones. He aquí la de Peyrard:
Tracemos la recta DN tangente a la parábola en el punto D y desde este
la DM perpendicular a BH y prolonguemos BH. Poniendo
DM=y, BM=x
y L el parámetro, se tiene:

DM= vLx, MN=2x,


DN= v4x2 +Lx, AZ= v (4x+L)DZ,
y por ser semejantes los triángulos AKZ y DMN, es
AZ DN v4x2 +Lx
--=--=-----;
AK DM vLx
de donde:
Az2 4x2 +Lx 4x+L
AK2 Lx L
y, por tanto, es N = 4x + L, y como 4x + L es igual al parámetro del diáme-
tro DK, resulta finalmente Az2=N.Dz.
18 Vid. infra, De la cuadratura de la parábola, prop. 24.
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 111

mentos y se trazará por su extremo una perpendicular al de la parábola,


y este segmento será equivalente a los otros dos, y, por tanto, es
cierta la proposición enunciada.
S. El área de la elipse es a la del círculo descrito sobre su eje mayor
como el eje menor al mayor, es decir, al diámetro del círculo.
Dada la elipse ABGD cuyo eje mayor es AG y el menor BD, descri-
bamos el círculo de diámetro AG. Hay que demostrar que el área de la
elipse es a la de este círculo como BD a AG, es decir: a EZ.
Si se tiene un círculo e que está con el AEGZ en la misma razón
que BD y EZ, digo que el área de este círculo es igual a la de la
elipse, porque si no lo es y la su-
ponemos mayor, se puede inscri- E
bir en e un polígono parilátero de
área mayor que la de la elipse 19.
Imaginémoslo inscrito e inscriba-
mos en el círculo AEGZ un po-
lígono semejante a él; tracemos
desde sus ángulos perpendiculares
al diámetro AG y, uniendo los pun- A 1---+--+-L--t::T~-+---t---t G
tos en que estas perpendiculares
cortan a la elipse, tendremos ins-
crito en esta un polígono que será
al inscrito en el círculo AEGZ
como BD a EZ porque estando las
perpendiculares ET y KL dividi-
das proporcionalmente por los pun- z
tos M y B, los trapecios LE y FIG. 62.
TM son entre sí como TE y TB
(Fig. 62), y por la misma razón los demás trapecios inscritos en la elipse
también estarán con los inscritos en el círculo en la misma razón de
TE a TB, que es también la de los triángulos inscritos en el círculo y
en la elipse con vértices comunes en A y G; lu"go los polígonos com-
pletos inscritos en el círculo y en la elipse serán como EZ a BD; pero
el polígono inscrito en el círculo AEGZ es al inscrito en el e como EZ
a BD porque los círculos son entre sí como los polígonos; luego el po-
lígono inscrito en el círculo e es equivalente al inscrito en la elipse, lo

19 Vid. supra, Sobre la ~sfera y el cilindro, 1, 6, y EUCLIDES: Elementos,


XII, 2.
112 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

cual es imposible porque se ha supuesto que el área del polígono ins-


crito en el círculo e es mayor que la de la elipse.
Suponiendo ahora que es menor, se puede inscribir en la elipse un
polígono parilátero de área mayor que la del círculo C. Inscribámoslo
y, prolongando hasta su intersección con la circunferencia del círculo
las perpendiculares trazadas en sus ángulos sobre el eje AG, tendremos
inscrito en el círculo AEGZ un polígono que será al inscrito en la elipse
como EZ a BD, e imaginando inscrito en el círculo e un polígono se-
mejante al inscrito en el círculo AEGZ, se demuestra que el polígono
inscrito en el círculo e tiene la misma área que el inscrito en la elipse,
lo cual es imposible, y, por tanto, el área del círculo e no es menor
que la de la elipse; luego la de esta es a la del círculo AEGZ como
BD a EZ.
6. El área de una elipse es a la de un círculo cualquiera como la
comprendida por sus dos ejes al diámetro del círculo.
Si el área de la elipse es la representada por la letra X y AG Y BD
son sus ejes, siendo AG el mayor, y e el área del círculo de diámetro
es EZ, hay que demostrar que X
E
es a e como el área comprendida
por AG y BD es al cuadrado de
EZ (Fig. 63).
Ar---+-_ _~G Describiendo el círculo de diá-
metro AG, el área X será a la
de este círculo como la compren-
z dida por AG y BD al cuadrado
FIG. 63. de AG porque se ha demostrado
que el área de la elipse es a
la del círculo como BD a AG; pero el círculo de diámetro AG es al
de diámetro EZ como el cuadrado de AG al de EZ; luego el área X
es a la del círculo e como la comprendida por AG y B a la del cuadra-
do de EZ.
7. Las áreas de las elipses son entre sí como las comprendidas por
sus ejes.
Si son A y B las áreas de las elipses; GD y EZ las comprendidas por
sus respectivos ejes, hay que demostrar que A es a B como GD a
EZ (Fig. 64).
Tomemos el círculo e y construyamos el cuadrado KL sobre su
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 113

diámetro. El área A será a C como GB a KL, y el círculo C será al


área B como KL a EZ; luego el área A es a la B como GD a EZ.
Corolario. De aquí se deduce
que las áreas de las elipses seme- G
jantes son entre sí como los cua-
drados de sus ejes.
8. Dada una elipse y la per-
pendicular a su plano trazada en
el centro, se puede encontrar un
cono con el vértice en el extremo
de esta perpendicular y cuya su- FIG. 64.
perficie contenga a la elipse.
Sea AB el eje menor de la elipse; D su centro, DG la perpendicular,
de extremo G, trazada en D, y supongamos la elipse dada descrita, con
diámetro AB, en un plano perpen-
G
dicular a DG. Hay que encontrar
un cono cuyo vértice sea el pun-
to G y en cuya superficie esté si·
tuada la elipse (Fig. 65).
Tracemos las rectas que van de
G a los puntos A y B y prolongué-
moslas, y desde el A la AZ tal
que el área comprendida por AE
y EZ sea al cuadrado de EG como
el del semieje mayor de la elip-
s se al de DG, lo cual es posible por-
que la razón del área compren-
dida por AE y EZ al cuadrado de
EZ es mayor que la de la compren-
dida por AD y BD al cuadrado
de DG.
FIG. 65. Tracemos por AZ un plano per-
pendicular al que contiene las rec-
tas GA y AZ y describamos en este plano el círculo de diámetro AZ y sea
este círculo la base del cono que tenga su vértice en el punto G.
La elipse dada está elila superficie de este cono porque si no es-
tuviera habría un punto T de la elipse no situado en la superficie del
cono. Bajemos desde T la perpendicular TK a la recta AB, la cual será
114 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

perpendicular al plano GAZ; tracemos la recta GK y prolonguémosla


hasta que encuentre a la AZ y en su punto de intersección L, y en el
plano del círculo de diámetro AZ, tracemos la recta LM perpendicular a
AZ y supongamos que el punto M está en la circunferencia de ese círculo,
y por L y E tracemos las SO y PR paralelas a AB.
Puesto que el área comprendida por AE y EZ es al cuadrado de EG
como el cuadrado del semieje mayor de la elipse al de DG y el de EG al
área comprendida por EP y ER como el cuadrado de DG al área com-
prendida por AD y DB, resulta que el área de AE y EZ será a la de
EP y ER como el cuadrado del semidiámetro mayor de la elipse al área
de AD y DB; pero el área comprendida por AE y EZ es a la comprendida
por EP y ER como la de AL y LZ a la de LS y LO, Y el cuadrado del
semieje mayor de la elipse es al área comprendida por AD y DB como
el de TK al área de AK y BK; luego el área comprendida por AL y LZ
es a la comprendida por SL y LO como el cuadrado de TK al área de
AK y BK.
Pero el área comprendida por SL y LO es al cuadrado de GL como la
comprendida por AK y BK al cuadrado de GK; luego el área de AL y
LZ es al cuadrado de GL como el cuadrado de TK al de KG; Y puesto que
el cuadrado de AM es equivalente al área de AL y LZ porque LM se ha
trazado perpendicularmente al círculo de diámetro AZ, el cuadrado de
LM es al de AL como el de TK al de KG, y, por tanto, los puntos
G, T Y M están en línea recta, y como la recta GM está contenida en la
superficie del cono, también tiene que estarlo el punto T, lo cual es ab-
surdo porque hemos supuesto que no 10 estaba; luego no hay ningún
punto de la elipse que no se halle situado en la superficie del cono.
9. Dada una elipse y una oblicua trazada por su centro en el plano
que pasa por uno de sus ejes perpendicularmente al plano de la elipse,
se puede encontrar un cono con el vértice en el extremo de esta oblicua
y cuya superficie contenga a la elipse.
Sea AB uno de los ejes de la elipse de centro D y DG una oblicua tra-
zada como se ha dicho; y suponiendo que se haya descrito la elipse
alrededor de AB en un plano perpendicular al que contiene las rectas AB
y GD, hay que encontrar un cono que tenga su vértice en el punto G y
en cuya superficie esté situada la elipse dada.
Las rectas AG y GB no son iguales porque la CD no es perpendicular
al plano de la elipse. Si lo son las EG y GB y la N igual al semidiámetro
conjugado de AB, tracemos por D la paralela ZH a EB; hagamos pasar
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 115

por esta un plano perpendicular al de las rectas AG y GB Y describamos


sobre EB como diámetro un círculo o una elipse 20.
Describamos un círculo si se tiene una recta cuyo cuadrado es igual
al área comprendida por DZ y DH 21 t Y en caso contrario, una elipse tal
que el cuadrado de su otro eje
sea al de BB como el de N al G

área de DZ y DH.
Tomemos un cono de vértice
G cuya superficie contenga al
círculo o a la elipse que se ha
descrito sobre EB, lo cual es po-
sible porque la recta que une el
punto G con el medio de EB es
perpendicular al plano trazado por
BB y la elipse descrita sobre EB lc----~IE-----_ _--''''B

estará también' en la superficie


del cono porque si no estuviera
t

habría algún punto T de la elipse N


fuera de la superficie del cono.
Bajemos entonces por T la rec-
ta TK perpendicular a AB; trace-
mos la GK y prolonguémosla has· FIG. 66.
ta su intersección L con EB y por
L, y en el plano perpendicular que pasa por BB, tracemos la recta LM per-
pendicular a EB. Suponiendo que el punto M está en la superficie del cono
y trazando por L la PR paralela a AB, el cuadrado de N será al área
comprendida por DZ y DH como el de LM a la comprendida por
LA y LB 22.

20 Esta es la primera vez que Arquímedes emplea la palabra «elipse»:


I'nCL'\IJL~,en vez de sección del cono agudo.
21 En cuyo caso estaría resuelto el problema.
22 Puesto que, por hipótesis, la razón N2: (DZ .DH) es igual a la del cua-
drado del diámetro conjugado de la elipse sobre EB al de EB, es decir t como
el cuadrado del semidiámetro conjugado al cuadrado de la mitad de EB; Y como
esta última razón es igual a LM2: (LA. LB)t resulta:

DZ·DH LA·LB
116 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Ahora bien: el área de DZ y DH es a la de DA y DB como la de


LA y LB a la de LP y LR 23; luego el cuadrado de N es al área de DA y DE
como el de LM a la de LP y LR, Y por ser la razón del cuadrado de N al
área comprendida por DA y DB igual a la del de TK al área comprendida
por AK y BK porque en la misma elipse se han trazado perpendiculares
al eje AB, resulta que la razón del cuadrado de LM al área de LP y LR
es igual a la del cuadrado de TK al área de AK y BK, Y como la del
área de LP y LR al cuadrado de LG es la misma que la del área de
AK y BK al cuadrado de LK, se tiene que la razón del cuadrado de LM
al de LG es igual a la del de TK al de GK; luego los puntos G, T Y M
están en línea recta y por estar la recta GM en la superficie del cono,
también 10 está el punto T y como hemos supuesto que no estaba, queda
demostrado lo que queríamos.
10. Dada una elipse y una oblicua trazada por su centro en el plano
que pasa por uno de sus ejes perpendicularmente al plano de la elipse, se
puede encontrar un cilindro cuyo eje esté en la oblicua y cuya superficie
contenga a la elipse.
Sea AB un eje de la elipse; D su centro; DG la oblicua, y, suponiendo
la elipse en un plano perpendicular al
z M de las rectas AB y GD, tracemos desde
los puntos A y BIas AZ y BH para-
lelas a GD.
El otro eje de la elipse será igual,
mayor o menor que el intervalo que
H separa a AZ y BH (Fig. 67).
Suponiendo primeramente que es
igual a la perpendicular ZH a GD, des-
A o K 8 cribamos en el plano de estas rectas el
FIG. 67. círculo de diámetro ZH y sea este círcu-
lo la base de un cilindro cuyo eje es
DG. La elipse dada estará contenida en la superficie de este cilindro por-
23 En los triángulos semejantes ADZ y PLE Y DHB, LBR, se tiene, en
efecto:
DZ LE DH LB
----- -----
DA LP DB LR
de donde:
DZ·DH LE·LB LM2
DA·DB Lp·LR LP·LR
ARQUIMEDES. -SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 117

que si no estuviera habría algún punto T de la elipse fuera de la superficie


del cilindro.
Tracemos por T la recta TK perpendicular a AB, que lo será al plano
de las rectas AB y GD; desde el punto K la KL paralela a DG y desde
L, y en el plano del círculo de diámetro ZH, la LM perpendicular a ZH,
y supongamos que el punto M está en la semicircunferencia de diámetro
ZH. La razón del cuadrado de la perpendicular TK al área comprendida
por AK y BK será la misma que la del cuadrado de ZG al área compren-
dida por AD y DB porque ZH es igual al eje de la elipse; luego el área
de LZ y LH es igual al cuadrado de TK, y como el cuadrado de LM
es también igual a esa área, las perpendiculares TK y LM serán iguales
y, por tanto, LK y MT paralelas, así como las DG y MT; luego MT está
en la superficie del cilindro por haberse trazado paralelamente al eje
desde el punto M de su superficie en la cual está, por consiguiente, el
punto T y como se ha supuesto que no estaba, resulta lo que queríamos
demostrar, y el cilindro que contiene a la elipse será recto si el otro
eje es igual a la distancia entre las paralelas por los extremos de AB a la
oblicua trazada por el centro.
Supongamos ahora que el otro eje sea mayor que ZH e igual a PZ.
Traemos por esta recta un plano perpendicular al de las AB y DG, y,
describiendo en ese plano el círculo
de diámetro PZ que sea la base de M
un cilindro de eje DR, se demuestra
del mismo modo que la elipse está
contenida en la superficie del cilin-
dro (Fig. 68). P
Y supongamos, finalmente, que el
diámetro sea menor que ZH y que
el exceso del cuadrado de ZG sobre
el cuadrado de la mitad del otro
diámetro sea el cuadrado de GS. Tra- A
cemos desde S la recta SN igual a la
mitad del otro eje en el plano de las
rectas AB y DG e imaginemos el punto N sobre este plano. La recta NG
será igual a la GZ 24.

24 De la hipótesis GS2= GZ2 - SN2 se deduce, en efecto:


GZ2= GS2+SN2= GN2, GZ=GN.
118 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Describamos en el plano de las rectas ZH y GN el círculo de diámetro


ZH, el cual pasará por el punto N,y si este círculo es la base del cilindro
de eje DG, digo que la elipse estará contenida en la superficie del cilindro,.
porque si no lo estuviera habría algún pun-
N M to T de la elipse fuera de esa superficie
(Fig. 69).
Tracemos por T la recta TK perpen-
dicular a AB; desde K a KL paralela a
DG y desde L, y en el plano del semicírcu-
lo de diámetro ZH, la LM perpendicular
a ZH, y suponiendo que M está en esa
semicircunferencia, bajemos la MO perpen·
dicular a la prolongación de KL, la cual
será perpendicular al plano de las rectas
A o K B
AB y DG por ser KL perpendicular a ZH;
FIG. 69. luego el cuadrado de MO es al de ML
como el de SN al de NG 25; pero el de
ML es al área comprendida por AK y BK como el de GN al de AD
porque el de ML es igual al de GZ; luego el cuadrado de MO es al
área comprendida por AK y BK como el cuadrado de NS al de AD;
pero el de TK es al área de AK y BK como el de SN al de AD porque
SN es igual al otro semidiámetro; luego las. perpendiculares MO y
KO son iguales a KO y MT, Y por ser MT paralela al eje del cilindro
y estar M en su superficie, también está en ella el punto T, y como
habíamos supuesto que no estaba, resulta que la elipse está contenida
en la superficie del cilindro.
11. Nuestros predecesores han demostrado que los conos son entre
sí como los razones compuestas de sus bases y sus alturas 26; Y del mismo
modo se demuestra que los segmentos de cono son entre sí como la razón
compuesta de sus bases y sus alturas, que el tronco de cilindro es triple
del segmento de cono de igual base y altura y que el cilindro equivale
al triple del cono de la misma base y altura 27.

25Por ser semejantes los triángulos LMO y GNS.


26 Vid. supra, Sobre la esfera y el cilindro, 1, 17, lema a), y EUCLIDES: Ele-
mentos, XII, 11 y 14.
27 Vid. supra, Sobre la esfera y el cilindro, 1, carta nuncupatoria, y EUCLIDES:
Elementos, XII, 10.
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES y ESFEROIDES 119

12. Las siguientes proposiciones son conocidas y sus demostracio-


ne. evidentes 28 :
a) Cortando un conoide parabólico por un plano que pase por el
eje o paralelo al eje, la sección es una parábola igual a la que engendró
el paraboloide y su eje será la intersección del plano secante y del per-
pendicular a él trazado por el eje. Si el plano secante es perpendicular al
eje, la sección es un círculo con el centro en este.
b) Cortando un conoide hiperbólico por un plano que pase por el
eje o paralelo al eje o por el vértice del cono que comprende al conoide,
la sección es una hipérbola: igual a la que engendró el conoide si el plano
pasa por el eje, semejante si es paralelo al eje y no semejante si el plano
secante pasa por el vértice del cono; el eje de la hipérbola será la inter-
sección del plano secante y el perpendicular a él que pasa por el vértice.
Si el plano secante es perpendicular al eje, la sección es un círculo con
el centro en el eje del conoide.
c) Cortando un esferoide por un plano que pase por el eje o paralelo
al eje, la sección es una elipse igual a la que engendró el esferoide si el
plano secante pasa por el eje; su eje será la intersección del plano secante'
y el perpendicular a él que pasa por el eje. Si el plano secante es perpen-
dicular al eje, la sección es un círculo con el centro en el eje del esfe·
roide.
d) Cortando estas figuras por un plano que pase por su eje, las per-
pendiculares trazadas al plano secante desde los puntos de las superficies
y no de las secciones caerán en el interior de la sección.
13. Cortando un conoide parabólico por un plano que no pase por
el eje y no sea paralelo ni perpendicular al eje, la sección es una elipse
cuyo eje mayor será la intersección del plano secante con otro perpen-
dicular a él y pase por el eje del conoide, y el eje menor será la distancia
entre las paralelas al eje trazadas por los extremos del eje mayor de la
elipse.
Sea ABG la seCClOn de un conoide parabólico por un plano en la
forma enunciada y AG la intersección del plano secante con el perpen-
dicular a él trazado por el eje BD del conoide. Hay que demostrar que
la sección del conoide por un plano que pase por AG es una elipse cuyo

28 qJavÉQaL. Fueron establecidas directamente por Commandino en su tra-


ducción latina de este libro, Venecia, 1558, y por Torellien su edición de las
Obras completas de Arquímedes, Oxford, 1792.
120 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

eje mayor es AG y el menor AL, siendo GL paralela a BD y AL perpen-


dicular a GL (Fig. 70).
Si desde un punto K de la sección trazamos a AG la perpendicular
KT, lo será al plano de la parábola ABG porque este plano también es
perpendicular al otro; por T la
M
perpendicular EZ al eje BD del
conoide que será, a su vez, per-
pendicular al plano de las rectas
EZ y KT, de modo que el conoi-
L de queda cortado por un plano
perpendicular a su eje y la sec-
K ción será, por tanto, un círculo
con el centro en el punto D; lue-
go el cuadrado de KT será equi-
valente al área comprendida por
TZ y TE porque KT es perpen-
dicular al diámetro AZ del círculo
de centro D, y, por tanto, esa rec-
ta KT es media proporcional 29.
Tracemos ahora las tangentes
MN y BQ a la parábola paralelas
a AG y EZ, respectivamente, y
FIG. 70. entonces el área comprendida por
AT y TG será a la comprendida
por ET y TZ como el cuadrado de NQ al de BQ, según es sabido;
pero MQ es igual a NQ por serlo BP a BM; luego el área de AT y
TG es al cuadrado de KT como el de MQ al de BQ y, por consi-
guiente, el cuadrado de la perpendicular KT es al área comprendida
por AT y TG como el cuadrado de BG al de MQ, y por ser semejantes
los triángulos ALG y MBQ 30, el cuadrado de la perpendicular KT es al
área comprendida por AT y TG como el cuadrado de AL al de AG, y
análogamente demostraríamos que los cuadrados de las otras perpendicu-
lares desde los puntos de la sección a AG son a las áreas comprendidas
por los segmentos de AG como el cuadrado de AL al de AG, y, por con-
siguiente, la sección es una elipse cuyo eje mayor es AG y el menor AL.
14. Cortando un conoide hiperbólico por un plano no perpendicular
29 Entre los dos segmentos TZ y TE del diámetro EZ.
30Basta elevar al cuadrado QB:QM=AL:AG.
ARQUIMEDES. -SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 121

al eje que encuentre a todos los lados del cono envolvente, la sección
es una elipse cuyo eje mayor será la intersección del plano secante con
el perpendicular a este trazado por el eje del conoide.
Cortemos un conoide por los dos planos indicados y sea ABG la
hipérbola de la sección del conoide; AG la intersección de los dos
planos; BD el eje del conoide y de la sección, y supongamos que esta
se haya hecho tornando un punto
cualquiera K desde el cual se ba-
jará KT perpendicular al plano de
la hipérbola ABG (Fig. 71).
Trazando por T la EZ perpen-
dicular a BD y por EZ y KT un
plano secante al conoide, este que-
dará cortado por un plano perpen-
dicular al eje y la sección será un
círculo por el centro en D y el
cuadrado de la perpendicular KT
equivaldrá al área comprendida por
G
ET y TZ.
FIG. 71.
Trazando las rectas MN y BQ
paralelas a AG y EZ respectivamen-
te y tangentes a la hipérbola en los puntos N y B, el área comprendida por
ET y HZ será a la comprendida por AT y TG como el cuadrado de
BQ al de QN; luego el cuadrado de TK es al área de AT y TG corno
el de BQ al de QN; Y del mismo modo se demostraría que los demás
cuadrados de las perpendiculares trazadas desde la sección a AG son
a las áreas comprendidas por los segmentos de AG determinados por
estas perpendiculares corno el cuadrado de BQ al de QN; pero la recta
BQ es menor que la QN porque MQ es menor que QN, siendo la MB
menor que la PB por una conocida propiedad de la hipérbola; luego
esta sección es una elipse.
Análogamente, si la recta GL es paralela a MB y la AL perpendicular
a la BD, el eje mayor será la recta AG y el menor la AL.
15. Cortando un esferoide alargado por un plano no perpendicular
al eje, la sección es una elipse cuyo eje mayor será la intersección del
plano secante con el perpendicular a este trazado por el eje del
esferoide.
Si el plano secante pasa por el eje del esferoide o es paralelo, la
122 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

propiedad es evidente 31; pero si no pasa cortemos el esferoide por otro


plano trazado por el eje perpendicularmente al plano secante y sea
ABGD la elipse de la sección; AG la de los dos planos; BD el eje
mayor del esferoide y de la elipse; X el centro; PR el eje menor y,
trazando la recta BQ perpendicular a BD y por los puntos N y X las
HN y ML paralelas a AG, demostraríamos como antes que los cuadra-
dos de las perpendiculares trazadas qesde los puntos de la sección
a AG son las áreas comprendi-
p
das por los segmentos de AG
como el cuadrado de BQ al de
NQ, y resulta, pues, que la sec-
~H:::-----+--"7"""::"-----:~-----; o
ción es una elipse y AG uno de
sus ejes (Fig. 72).
En efecto: el área comprendi-
da por PX y XR es a la compren-
R dida por MX y XL como el cua-
FIG. 72. drado de BQ al de NQ porque
las rectas PR y ML son paralelas
a las tangentes, y como el área comprendida por PX y XR es menor
que la comprendida por MX y XL porque PX es menor que XL, el
cuadrado de BQ es menor que el de NQ y, por tanto, los cuadrados de
las perpendiculares de los puntos de la sección a AG son menores que
las áreas comprendidas por los segmentos de AG y es, pues, evidente
que AG es el eje mayor.
La demostración es la misma si el esferoide es achatado y su diá-
metro menor es el interior al esferoide.
Corolario. De lo dicho se deduce que si se cortan todas estas fi-
guras por planos paralelos las secciones son semejantes, porque la razón
de los cuadrados de las perpendiculares a las áreas comprendidas por
los segmentos es siempre la misma.
16. Se tienen estas proposiciones:
a) De las paralelas al eje de un conoide parabólico trazadas desde
un punto cualquiera de su superficie, las que están en el lado en que
el conoide es convexo son exteriores al conoide y las que están en el
lado opuesto interiores, porque trazando un plano por el eje y por el
punto por el que se trazó una paralela al eje, la sección es una parábola
cuyo eje es el del conoide y las rectas paralelas al eje del lado en que
31 bijAOV.
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 123

la parábola es convexa son exteriores y las trazadas en el lado opuesto


son interiores.
b) De las paralelas desde los puntos de la superficie de un conoide
hiperbólico a una recta trazada por el vértice del cono envolvente de
conoide hiperbólico, las que están en el lado en que el conoide es convexo
son exteriores al conoide y las que están en el lado opuesto interiores,
porque trazando un plano por la recta del conoide que pasa por el
vértice del cono envolvente y por el punto por el que se trazó una para-
lela a esta recta, la sección será una hipérbola y su eje la recta trazada
por el vértice del cono en el conoide, y las rectas paralelas a dicha recta
del lado en que la hipérbola es convexa son exteriores y las trazadas en
el lado opuesto interiores.
e) Si un plano toca a un conoide sin cortarlo, lo tocará en un solo
punto y el plano trazado por el de contacto y el eje será perpendicular
al plano tangente, porque si un plano toca al conoide en varios puntos
y trazamos por dos de ellos paralelas al eje, el plano de estas paralelas
pasará por el eje o será paralelo a él y cortará al conoide según una
sección cónica, que contendrá los dos puntos que, por estar en una
superficie, también estarán en un plano y la recta que los une será in-
terior a la sección cónica, y, por tanto, interior también a la superficie
del conoide; y como la misma recta está en el plano tangente porque
aquellos puntos también están en este plano, resulta que una parte del
plano tangente es interior al conoide, lo cual es imposible porque hemos
supuesto que no lo cortaba en ningún punto; luego este plano tocará
al conoide en un solo punto.
d) El plano trazado por el punto de contacto y el eje es perpendícu-
lar al plano tangente en el vértíce del conoide porque trazando por
el eje dos planos, las secciones del conoide serán secciones cónicas con
el mismo eje, pero las rectas, secciones del plano tangente y tangentes
en los extremos del eje son perpendiculares a este, y teniendo entonces
dos rectas en el plano tangente perpendiculares al eje, el plano tangente
será perpendicular al eje, y, por tanto, al plano trazado por el eje.
e) Si el plano no es tangente en el vértice del conoide, hagamos
pasar un plano por el punto de contacto y el eje y sea ABG la sección
cónica; BD el eje del conoide y de la sección; ETZ la sección del plano
tangente cuyo punto de contacto con la sección cónica es T, y tracemos
por este punto la TK perpendicular al eje BD y por BD el plano perpen-
dicular al eje. Este plano engendrará un círculo cuyo centro será el
124 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

punto K Y la intersección de este plano con el primero será una recta


tangente al círculo perpendicular a la TK, y, por tanto, al plano de TK
y BD; luego el plano tangente es perpendicular a este plano por serlo
las rectas contenidas en él (Fig. 73).
17. Se tienen estas proposiciones:
a) Si un plano toca a un esferoide alargado o achatado sin cortarlo,
lo tocará en un solo punto y el pla-
no que pase por el de contacto y por
el eje será perpendicular al plano
tangente 32.
b) Si un conoide o un esferoide
se corta por un plano que pase por
el eje y a la sección producida se le
traza una tangente y por esta un
plano perpendicular al plano secante,
este tocará al conoide o esferoide en
el mismo punto en que esta recta
toca a la sección cónica, porque sí
z
este plano tocara a la superficie de
FIG. 73. la figura en algún otro punto, la
perpendicular trazada por este punto
al plano secante caería fuera de la sección cónica porque caería sobre
la tangente por ser los planos perpendiculares entre sí, lo cual es im-
posible porque sabemos que cae dentro 33.
18. Si dos planos paralelos tocan a un esferoide la recta que une
los puntos de contacto pasará por el centro del esferoide.
Esta proposición es evidente si los planos son perpendiculares al
eje, y si no lo son el plano trazado por el eje y uno de los puntos de
contacto será perpendicular al plano tangente en ese punto y, por tanto,
al paralelo a este y pasará por el otro punto de contacto. Teniéndose
entonces dos puntos de contacto ,en un plano que pasa por el eje, ese
plano cortará al esferoide según una elipse y las secciones de los planos
tangentes a la elipse en los puntos de contacto serán paralelas; luego
estos puntos y el centro de la elipse están en línea recta.
19. Si dos planos paralelos tocan a un esferoide y se traza por el
centro un plano paralelo a los tangentes, las paralelas desde los puntos
32 La demostración es análoga a la de 16, e).
33 Vid. supra, 12, d).
ARQUIMEDES. -SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 125

de la seCClOn producida a la recta que une los puntos de contacto caen


fuera del esferoide.
Hágase lo que hemos dicho. Si la seCClOn producida es la elípse
ABGD y las de los planos tangentes las rectas EZ y HT; la recta que
une los puntos de contacto la BD, la cual pasará por el centro de la
elipse, y tomamos en esta recta un punto cualquiera A y es GA la
intersección del plano paralelo
con los tangentes, esta recta tam- E H
bién pasará por el centro de la G
elípse por pasar el plano en que
está situada, y como la sección
ABGD es un círculo o una elípse,
las rectas EZ y HT son tangentes
a esta sección por cuyo centro BJ-..------+---II-----1 O
se les ha traz.ado una paralela
AG, es evidente que las paralelas
a BD por los puntos A y G son
tangentes a la sección y caen fue-
ra del esferoide (Fig. 74). A L
Si el plano paralelo a los tan- z T
gentes es el KL trazado por un FIG. 74.
punto distinto deL centro, es cla-
ro que entre las rectas trazadas desde la sección, las que lo estén del
lado del segmento menor caerán fuera del esferoide y las trazadas hacia
el lado opuesto, dentro.
20. Todo plano trazado por el centro de un esferoide divide a este
y a su área en dos partes iguales 34.
21. Dado un segmento de conoide o de esferoide producido por un
plano perpendicular al eje, siendo el segundo menor que medio esferoide,
se puede inscribir en el segmento una figura sólida formada por cilin-
dros de igual altura y circunscribirle otra de modo que el exceso de la cir-
cunscrita sobre la inscrita sea menor que cualquier sólido dado.
Sea el segmento ABG y cortémoslo por un plano que pase por el
eje produciendo la sección cónica ABG, y sea la recta AG su intersec-
ción con el plano secante; BD el eje del segmento y diámetro de la

34 Para demostrar este teorema, Arquímedes considera otro esferoide igual


y semejante al dado, lo divide semejantemente por un plano trazado por el cen-
tro y aplica los fragmentos de este sobre aquel.
126 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TQMO 11

secCIOno Puesto que se supone que el plano secante es perpendicular al


eje, la sección será un círculo de diámetro CA y sea este círculo la base
de un cilindro de eje BD (Fig 75). La superficie de este cilindro caerá
fuera del segmento porque se trata de uno de conoide o de esferoide
menor que su mitad, de modo

v
B que cortando continuamente el

~
cilindro en dos partes por un pla-

I T P I\M no perpendicular al eje, el resto


llegará a ser menor que el sólido
dado. Si este resto· es el cilin-
jK O H

1\ dro cuya base es el círculo des-


N crito sobre AC como diámetro y
V S
L \ eje ED, dividamos la recta BD en
partes iguales a ED y tracemos
/ \ por los puntos de división P, 0,
E N Y S paralelas a AC limitándo-
las en la sección cónica; haga-
A o G mos pasar por ellas planos per-
FIG. 75. pendiculares a BD, los cuales pro-
ducirán secciones que serán círcu-
los con los centros en BD, y construyamos sobre cada uno de ellos dos
cilindros con el eje igual a ED de tal modo que uno esté al lado del ci-
lindro en donde se encuentra el punto D y el otro del lado en que está B,
con lo cual es evidente que se habrá inscrito en el segmento una cierta
figura sólida formada por los cilindros construidos del lado en que está
el punto D y circunscrito otra formada por los cilindros que esfán del
lado del punto B, y hay que demostrar que el exceso de la figura cir-
cunscrita sobre la inscrita es menor que el sólido dado.
En efecto: cada cilindro de la figura inscrita es igual al construido
sobre el mismo círculo del lado en que está el punto B, de modo que el
cilindro TH será igual al TI, el KL al KM y así sucesivamente, y, por
tanto, la suma de los primeros cilindros será igual a la de los segundos;
luego el exceso de la figura circunscrita sobre la inscrita es el cilindro
que tiene por base el círculo descrito alrededor de AC como diámetro
y por eje la recta ED, y este cilindro es menor que el sólido dado.
22. Dado un segmento de conoide o de esferoide producido por
un plano oblicuo al eje, siendo el segundo menor que medio esferoide,
se le puede inscribir una figura sólida formada por cilindros de igual
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 127

altura y circunscribirle otra de modo que el exceso de la circunscrita


sobre la inscrita sea menor que cualquier sólido dado.
Sea el segmento tal como hemos dicho; cortémoslo por otro plano
trazado por el eje perpendicularmente al que produce el segmento dado
y sea ABG la sección cónica y GA su intersección con el plano secante.
Puesto que se supone que este es oblicuo al eje, la sección será una
elipse de diámetro AG, y sea FV
la paralela a AG tangente a ABG F
en el punto B y haciendo pasar
por ella un plano paralelo al tra-
zado por AG, dicho plano toca-
rá al conoide en B.
Si el segmento de conoide es
parabólico, tracemos por B la pa-
ralela BD al eje; si es hiperbóli-
co unamos el vértice del cono que
lo contiene con el punto B, y
sea BD la prolongación de esta
recta de unión, y si el segmento
es de esferoide unamos su centro
con B y sea BD la parte de la
recta de unión comprendida en el
segmento.
Es evidente que la recta BD G
divide a la AG en dos partes igua- FIG. 76.
les, y, por tanto, el punto B es el
vértice del segmento y BD el eje, y tenemos una elipse descrita sobre
AG como diámetro y una oblicua BD trazada desde el centro en un
plano que pasa por uno de sus diámetros y es perpendicular al plano de la
elipse; luego se podrá encontrar un cilindro con el eje en la recta BD
y en cuya superficie esté la elipse descrita sobre AG como diámetro.
La superficie de este cilindro caerá fuera del segmento por ser este
de conoide o de esferoide menor que un semisferoide y, por consi-
guiente, se tendrá un cierto segmento de cilindro cuya base es la elipse
descrita sobre AG como diámetro y el eje la recta BD, de modo que si
se divide continuamente este segmento en dos partes iguales por planos
paralelos al trazado por AG, el resto llegará a ser menor que el sólido dado.
Dividamos BD en partes iguales a ED y tracemos por los puntos de
128 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

división paralelas a AG limitándolas en la elipse; hagamos pasar por


ellas planos paralelos al trazado por AG, los cuales cortarán a la super-
ficie del segmento según elipses semejantes a la descrita sobre AG como
diámetro por ser paralelos entre sí estos planos, y construyamos sobre
cada elipse dos segmentos de cilindro: uno del lado de la elipse en que
está el punto D y el otro del lado en que está el B, los cuales tendrán
por eje una recta igual a ED y, por tanto, tendremos ciertas figuras
sólidas formadas por segmentos de cilindro de la misma altura, una
de las cuales estará inscrita y la otra circunscrita, y para demostrar
que el exceso de esta sobre aquella es menor que el sólido dado, se
hará el mismo razonamiento que en la proposición anterior.
Establecidos estos preliminares, expongamos las propiedades de las
figuras.
23. El segmento de conoide parabólico producido por un plano
perpendicular al eje equivale a tres veces la mitad del cono de la misma
base y del mismo eje.
Cortemos el segmento por otro plano perpendicular al eje y sea
ABG la parábola sección; AG su intersección con el plano secante; BD
el eje del segmento y consideremos un cono de la misma base y eje
que este y vértice B. Hay que demostrar que el segmento de conoide
equivale al triple de la mitad de este cono.
Supongamos que el cono e sea equivalente a tres veces la mitad del
que tiene por base el círculo descrito sobre AG como diámetro y cuyo
eje es BD, y sea un cilindro de igual base y eje que este cono, de modo
que el e equivaldrá a la mitad del cilindro total por equivaler al
triple de la mitad del otro cono, y digo que el segmento del conoide
es equivalente al cono e, pues si no lo fuera, sería mayor o menor.
Si es mayor inscribamos en el segmento una figura sólida formada
por cilindros de la misma altura y circunscribámosle otra de manera
que el exceso de esta sobre aquella sea menor que el del segmento sobre
el cono e, y supongamos que el mayor de los cilindros que forman la
figura circunscrita sea el que tiene por base el círculo descrito sobre
AG como diámetro y por eje la recta BD y el menor el que tiene por
base el círculo descrito sobre UY como diámetro y eje BT y el mayor
de los cilindros que forman la figura inscrita sea el que tiene por base
el círculo descrito sobre KL como diámetro y eje ED y el menor el
que tiene por base el círculo descrito sobre UY como diámetro y eje
TI (Fig. 77).
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 129

Si se prolongan los planos de las bases de todos estos cilindros


hasta la superficie del que tiene por base el círculo descrito sobre AG
como diámetro y eje la recta BD, el cilindro total quedará descompuesto
en tantos cilindros como hay en la figura circunscrita, que serán iguales
al mayor de los circunscritos, y
como el exceso de la figura circuns-
crita sobre la inscrita es menor que
el del segmento sobre el cono e,
resulta que la figura inscrita es ma-
yor que e 35.
El primer cilindro del cilindro
total, cuyo eje es la recta DE, es
al primero de la figura inscrita
del mismo eje, como el cuadrado
de AD al de KE, o como BD_a
BE y como AD a SE; Y análoga-
mente se demuestra que el segun-
do cilindro del cilindro total, cuyo z
eje es EZ, es al segundo de la
figura inscrita como PE, es decir: E
AD a OZ, y que cada uno de los
otros cilindros del cilindro total o G

es a cada uno de los de la figura FIG. 77.


inscrita del mismo eje, como el
radio de la base a la parte de este comprendida entre las rectas AB y
BD; luego la suma de todos los cilindros del cilindro total cuya base
es el círculo descrito sobre AG como diámetro y eje BD es a la de los
de la figura inscrita como la suma de los radios de los círculos de las
bases de los cilindros de que acabamos de hablar a la de las rectas
limitadas por las AB y BD; pero si de las segundas rectas se restan
las AD, la suma de las primeras es mayor que el doble de la de las

35 Siendo, en efecto,
fig circ- fig insc < segm - C,
es
seg - fig ins < seg - C,
y, por tanto,
fig ins> C.
130 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

restantes 36; luego la suma de los cilindros del cilindro total, cuyo eje es
la recta BD,es mayor que el doble de la figura inscrita, y, por consiguien-
te, el cilindro total, de eje BD, es mayor que el doble de la figura ins-
crita; y corno este cilindro es doble del cono e, la figura inscrita es me-
nor que este cono, lo cual es. imposible porque se ha demostrado que
es mayor; luego el segmento de conoide no es mayor que el cono e 37.
24. El segmento de conoide parabólico producido por un plano
oblicuo al eje equivale a tres veces la mitad del cono de la misma
base y del mismo eje 38.
25. Si los dos segmentos de un conoide parabólico producidos por
dos planos: uno perpendicular y otro oblicuo al eje, tienen ejes iguales,
son equivalentes.
Obtenidos dos segmentos de conoide parabólico en la forma dicha,
cortemos el conoide por un plano
B
perpendicular al eje y sea ABG
la parábola sección de diámetro
BD; las rectas AZ y EG las inter-
secciones de los planos, siendo
una: la EG, perpendicular al eje,
y la otra AZ oblicua; BT y LK
los ejes de los segmentos, iguales
entre sí, y B Y L sus vértices. Hay
que demostrar que el segmento de
conoide cuyo vértice es el punto
B equivale al que tiene su vértice
en L.
Por tener en la misma parábo-
la los segmentos ALZ y EBG cuyos
X A diámetros LK y BT son iguales, se-
FIG. 78. rán equivalentes los triángulos ALK
y ETB por haberse demostrado que
lo son los ALZ y EBG. Tracemos la recta AX perpendicular a la prolonga-

36 Es decir, la suma de los radios de las bases de los cilindros incluidos en


el cilindro total.
37 Por un razonamiento análogo-que no traducimos por brevedad-se de-
muestra que el segmento de conoide no es menor que el cono C.
38 La demostración de este teorema se hace variando la anterior en la misma
forma que la del 22 respecto del 21.
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 131
ción de la LK y entonces por ser iguales BT y KA también lo serán ET y
AX; inscribamos en los segmentos de vértices B y L un cono y un segmento
de conoide, respectivamente, de iguales bases y alturas que el segmento, y
tracemos desde el punto L a DZ la perpendicular LM que será la altura del
segmento de cono cuyo vértice es L, y por estar este segmento de cono con
el cono de vértice B en la razón compuesta de sus bases y sus alturas,
el segmento y el cono son entre sí como la razón compuesta del área
comprendida en la elipse de diámetro AZ y el círculo de diámetro EG, y
la de LM a BT; pero las áreas de la elipse y del círculo son como la
comprendida por los diámetros de la elipse y el cuadrado del diámetro
EG; luego el segmento de cono de vértice L es al cono de vértice B
como AK a ET y como LM a BT porque AK y ET son los semidiámetros
de las bases del segmento de vértice L y del cono, y AM Y BT las alturas
de los mismos; pero LM es a BT como LM a AK por ser iguales BT y
LK, Y LM es· a LK como AX a AK y, además, la razón del segmento
de cono al cono es la compuesta de AK y AX, porque AX es igual a
ET y la de AK a AX es la misma que la de LK a LM; luego el segmento
de cono es al cono como LK a LM y como LM a BT; Y por ser BT
igual a LK y el segmento de cono de vértice L equivalente al cono de
vértice B, los segmentos del conoide son equivalentes porque uno de
ellos es el triple de la mitad de un cono y el otro triple de la mitad de
un segmento de cono equivalente al mismo cono.
26. Los segmentos de conoide parabólico producidos por un plano
cualquiera son entre sí como los cuadrados de sus ejes.
Sean L y K dos rectas respectivamente iguales a los ejes de dos seg-
mentos de conoide parabólico obtenidos cortando el conoide por un
plano cualquiera. Hay que demostrar que los dos segmentos son entre
sí como los cuadrados de esas dos rectas.
Cortemos el conoide por un plano trazado por el eje del segmento
y sea la sección la parábola ABG de eje BD. Tomando BD igual a K y
trazando por el punto D un plano perpendicular al eje, el segmento de
conoide cuya base es el círculo descrito sobre AG como diámetro y
eje BD equivale a un segmento de eje igual a K. Si K es también
igual a L es claro que los segmentos serán equivalentes entre sí porque
cada uno de ellos lo será al mismo sólido, y como los cuadrados
de K y L son iguales, los segmentos tendrán la misma razón que los
- cuadrados de sus ejes; pero si L no es igual a K, y suponemos que lo
sea a BT, tracemos por el punto T un plano perpendicular al eje, y
132 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

entonces el segmento cuya base es el círculo de diámetro EZ y eje BT


equivale a un segmento de eje igual a L (Fig. 79).
Construyamos dos conos que tengan por base los círculos descritos
sobre AG y EZ como diámetros y
B por vértice el punto B. Los conos
de ejes BD y BT están en la razón
compuesta de la del cuadrado de AD
al de ET y de la de BD a BT; pero
el cuadrado de AD es al de ET como
BD a BT; luego los conos de ejes
BD y BT son entre sí como la razón
compuesta de BD a BT y de la de
BD a BT; pero esta razón es la
misma que la del cuadrado de BD
al de BT y los conos de ejes BD y
BT son entre sí como los segmentos
A o G de conoide de estos mismos ejes por
L ser equivalentes al triple de la mi-
tad de cada uno de e~.()~ conos; los
K segmentos de conoide /. -les K y L
>

equivalen a los de ejes BD y BT Y


FIG. 79.
las rectas K y L son iguales a BD
y BT respectivamente; luego los seg-
mentos del conoide de ejes K y L son entre sí como los cuadrados
de K y L.
27. El segmento de conoide hiperbólico producido por un plano
perpendicular al eje y el cono de igual base y eje son entre sí corno las
rectas compuestas del eje del segmento y el triple y el doble de la
añadida al eje.
Obtenido el segmento de conoide hiperbólico mediante un plano
perpendicular al eje, cortémosle por otro plano cualquiera trazado por
el eje, y sea ABG la hipérbola sección; AG su intersección con el
plano secante; BD el eje del segmento; BT la recta añadida al eje y
Z1 y 1R rectas iguales a BT. Hay que demostrar que el segmento es
al cono de igual base y eje como HD a ZD.
Consideremos un cilindro de la misma base y eje que el segmento y
cuyas generatrices sean FA y VG, y un cono V tal que sea al de la mis-
ma base y el mismo eje BD que el segmento como HD a DZ. Digo que
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 133

el segmento de conoide es equivalente al cono V, pues si no lo es, será


mayor o menor (Fig. 80).
Suponiendo que sea mayor, inscribamos en el segmento una figura
sólida formada por cilindros de igual altura y circunscribámosle otra de
modo que el exceso de esta sobre
aquella sea menor que el del seg-
mento de conoide sobre el cono V;
o
prolonguemos los planos de las
bases de los cilindros hasta la su-
perficie del que tiene por base el
círculo descrito sobre AG como
diámetro y por eje la recta BD, de z
manera que el cilindro total queda
s S S S S
descompuesto en tantos cilindros
como hay en la figura· circunscrita, T
cada uno de los cuales será equi.
valente al mayor de ellos. Puesto u F
que el exceso de la figura circuns-
crita sobre la inscrita es menor
que el del segmento sobre el cono
V y la figura circunscrita es ma-
yor que el segmento, es evidente E
que la inscrita es mayor que el G o
cono V.
FIG. 80.
Si BP es un tercio de BD, la rec-
ta HD será triple de TP, y puesto
que el cilindro cuya base es el círculo de diámetro AG y eje ED es al
cono de la misma base y del mismo eje como HD a TP y este cono
es al V como ZD a HD, resulta que dicho cilindro será al cono V como
ZD a TP.
Sean ahora las rectas indicadas con la letra S, tantas como segmen-
tos de la BD e iguales a ZB; apliquemos a cada una de ellas un área cuya
parte excedente sea un cuadrado y supongamos que la mayor y la menor
de estas áreas equivalgan a las comprendidas por ZD, DB y ZQ, QB,
respectivamente. Los lados de los cuadrados excederán unos a otros en
la misma magnitud por ser iguales a los segmentos de BD que exceden
igualmente unos de otros; sea el lado del mayor cuadrado el señalado
Con la letra M y el menor igual a BQ, Y consideremos otras áreas indica-
134 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

das por la letra O, en número igual a las primeras y equivalentes a la


mayor de esas primeras comprendida por ZD y DB, y entonces el cilin-
dro cuya base es el círculo de diámetro AG y eje BE es al que tiene
por base el círculo de diámetro KL y por eje DE como el cuadrado de
DA al de EK; pero esta última razón es la misma que la del área com-
prendida por ZD y DB a la comprendida por ZE y BE, que es una propie-
dad de la hipérbola, porque la recta doble de la añadida al ej~, es decir:
de la trazada desde el centro, es el eje transverso de la hipérbola, y como
el área SM equivale a la comprendida por ZD y ED y la SN a la com-
prendida por ZE y BE, porque la recta S es igual a ZB, la N a BE y la
M a BD, resulta que el cilindro cuya base es el círculo de diámetro AG
y eje DE es al que tiene por base el círculo de diámetro KL como el área
O a la SN; y análogamente se demuestra que cada cilindro del cilindro
total, de eje igual a DE, es al cilindro de la figura inscrita del mismo eje
como el área O a la que le corresponde de las aplicadas a S y cuyas
partes excedentes son cuadrados.
Se tienen, pues, diversas magnitudes: los cilindros del cilindro total,
cuyos ejes son iguales a DE, y las áreas O, tantas como las primeras,
las cuales magnitudes son proporcionales dos a dos por ser iguales entre
sí los cilindros y las áreas O.
Ahora bien: los cilindros, excepto el último, se han comparado con
otros de la figura inscrita, y las áreas O, excepto la última, con las co-
rrespondientes a las rectas S y cuyas partes excedentes son cuadrados;
luego la suma de los cilindros del cilindro total es a la de los de la fi-
gura inscrita como la suma de las áreas O es a la de todas a que se apli-
caron, excepto la mayor; pero se ha demostrado que la razón de la suma
de todas las áreas O a la de todas a que se han aplicado, excepto la últi-
ma, es mayor que la de la recta MS a una recta formada por la mitad
de S y el tercio de M; luego la razón del cilindro total a la figura ins-
crita es mayor que la de ZD a TP siendo esta última igual a la del ci-
lindro total al cono, según se ha demostrado y, por consiguiente la ra-
zón del cilindro total a la figura inscrita es mayor que la del cilindro al
cono V; luego este es mayor que la figura inscrita, lo cual es imposible
porque se ha demostrado que es menor, y, por tanto, el segmento de
conoide no es mayor que el cono V.
Tampoco es menor, porque si lo fuera inscribamos en el segmento
una figura sólida formada por cilindros de la misma altura y circunscri-
bámosle otra tal que su exceso sobre la inscrita sea menor que el del
cono sobre el segmento, y hagamos lo demás como antes.
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 135

Puesto que la figura inscrita es menor que el segmento y el exceso


de la circunscrita sobre ella es menor que el del cono sobre el segmento,
es claro que la circunscrita es menor que el cono V.
El primer cilindro del cilindro total, de eje DE, es al primero de
la figura circunscrita, del mismo eje, como el área O a la SM por ser
iguales entre sí esos cilindros y esas superficies; además cada uno de los
otros cilindros del cilindro total, de ejes iguales a DE, es al cilindro del
mismo eje que le corresponde .en la figura inscrita como el área O a la
que le corresponde de las aplicadas a la recta S, y cuyas partes excedentes
son cuadrados, porque los cilindros circunscritos, excepto el mayor, son
equivalentes a los inscritos, excepto el mayor; luego el cilindro total es
a la figura inscrita como la suma de las áreas O a la de las aplicadas y
cuyas partes excedentes son cuadrados, y como se ha demostrado que la
razón de la suma de las áreas O a la de todas las demás áreas es menor
que la de SM a una recta formada por la mitad de S y el tercio de M,
resulta que lá razón del cilindro total a la figura circunscrita será menor
que la de ZD a TP; pero ZD es a TP como el cilindro total al cono V, y,
por consiguiente, la razón de este mismo cilindro a la figura inscrita es
menor que la del cilindro al cono V; luego la figura circunscrita es ma-
yor que V, lo cual es imposible porque se ha demostrado que es menor
y, por tanto, el segmento del conoide no es menor que el cono V y como
tampoco es mayor, queda demostrada la propiedad.
28. El segmento de conoide hiperbólico producido por un plano
oblicuo al eje y el cono de igual base y eje son entre sí como las rectas
compuestas del eje del segmento y el triple y el doble de la añadida
al eje 39.
29. Cortando un esferoide por un plano que pase por el centro y
perpendicular al eje, la mitad del esferoide es doble del cono de igual
base y altura que el segmento producido por la sección.
Sea ABGD la elipse sección del esferoide dado por un plano cualquie-
ra que pase por el centro T; el eje BD, siendo indiferente que sea el ma-
yor o el menor, y GA la intersección del plano secante y el segmento, la
cual pasará por el centro y será perpendicular al eje. Hay que demostrar
que el segmento mitad del esferoide que tiene por base el círculo de diá·
metro AG y por vértice el punto B es doble del cono de la misma base y
el mismo eje que este segmento (Fig. 81).

39 N o traducimos la demostración por ser análoga a la de la proposición ante-


rior, con variaciones semejantes a las de las 22 respecto de la 21.
136 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Si el cono V es doble del que tiene la misma base y el mismo eje TB


que el segmento, digo que la mitad del esferoide equivale al cono V por-
que si suponemos que es mayor, inscribamos en el segmento mitad del
esferoide una figura sólida compues-
B ta de cilindros de igual altura y
circunscribámosle otra de modo que
el exceso de esta sobre aquella sea

DO'
s S D
menor que la del semiesferoide so-
bre el cono V. Puesto que la figura
inscrita es mayor que el semiesfe-
roide, el exceso de este sobre la fi-
gura inscrita será menor que el que
tiene sobre V, y es evidente que la

~F
figura inscrita en el semiesferoide
es, mayor que el cono V.
Considerando ahora un cilindro
S S S S S
cuya base sea el círculo de diá-
FIG. 81. metro AG y eje BT, por ser este ci-
lindro triple del cono, de la misma
base y el mismo eje que el segmento y el cono V doble de este cono, el
cilindro será triple de la mitad del cono V.
Prolongando los planos de las bases de todos los cilindros de la fi-
figura inscrita hasta la superficie del cilindro de igual base y eje que el
segmento, el cilindro total quedará descompuesto en tantos cilindros como
hay en la figura circunscrita, los cuales serán iguales al mayor de estos,
y tomando las rectas señaladas con la letra 5, tantas como los segmentos
en que está dividida la recta BT e iguales a BT, constrUyamos sobre cada
una de ellas un cuadrado.
Separando del último cuadrado el gnomon de anchura BI, este gnomon
será equivalente al área comprendida por BI e ID 40; separando del cua-

40 Sea, en efecto, el gnomon definido por los rectángulos ah y he y el cua-


drado ge. Si el lado de del cuadrado abed es igual al semidiámetro TD del
elipsoide y la anchura al del gnomon al segmento rectilíneo BI de la figura de
Arquímedes, el área del rectángulo ae es
adxal=TDxBI, [1]
y por· ser
ee=de- de= TD- BI =IT,
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 137

drado siguiente el gnomon de anchura doble de BI, el cual gnomon será


equivalente al área comprendida por BX y XD y continuando este pro-
ceso de separación de cada cuadrado el gnomon de anchura mayor en
un segmento que la del gnomon que le preceda, cada gnomon equivaldrá
al área comprendida por dos segmentos de BD, siendo uno de ellos igual
al ancho del gnomon; y como el lado del cuadrado que queda del segun-
do cuadrado es igual a ET 41, el primero de los cilindros del cilindro to-
tal, de eje ET, es al primero de los cilindros de la figura inscrita, de eje
también ET, como el cuadrado de AT al de KE, y, por tanto, como el
área comprendida por BT y TD a la comprendida por BE y ED; luego el
primer cilindro es al segundo como el primer cuadrado al gnomon sepa-
rado del segundo cuadrado.
Análogamente, cada uno de los otros cilindros cuyo eje es una recta
igual a ET será al cilindro de la figura inscrita del mismo eje como el cua-
drado correspondiente es al gnomon separado del cuadrado siguiente.
Se tienen, pues, ciertas magnitudes: los cilindros del cilindro total y
los cuadrados de las rectas S, tantas como cilindros, las cuales magni-
tudes son proporcionales dos a dos, yesos cilindros, excepto el último,
se han comparado con los de la figura inscrita y los cuadrados, excepto
el último, con los gnomones separados de los cuadrados; luego la suma
de todos los cilindros del cilindro total es a la de todos los otros cilin-
dros como la de todos los cuadrados a la de todos los gnomones separa-
dos; luego el cilindro de la misma base y eje que el segmento es a la
figura inscrita como la suma de todos los cuadrados a la de todos los
gnomones separados.
Ahora bien: la suma de esos cuadrados es mayor que tres veces la
mitad de la suma de los gnomones separados porque se han tomado cier-
tas líneas SR, SM, SN, SR y SF que se exceden en la misma magnitud,

el área del rectángulo he es d

ee x eh=IT x BÍ, [2]


9 h

y sumando [1] y [2] se tiene:

gnomon=BI(TD+IT) =BI x ID.


o

41 El segundo es el primero F de la recta de la derecha de la figura, y el


primero es el R, que está aislado de los otros.
138 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

siendo la menor de ellas igual al exceso de unas sobre otras, y otras líneas
indicadas con las letras 5, tantas como las primeras e iguales a la mayor
de las últimas; luego la suma de los cuadrados construidos sobre las rectas
iguales a la mayor es menor que el triple de la suma de los cuadrados
construidos sobre las que se exceden en la misma magnitud, y si se separa
el cuadrado construido sobre la mayor, esta suma será mayor que el triple
de la de los cuadrados restantes, como se ha demostrado en lo que hemos
dicho sobre las espirales 42; pero puesto que la suma de todos estos cua-
drados es menor que el triple de la de los separados, es evidente que esta
suma es mayor que el triple de la mitad de las áreas restantes; luego esta
suma es mayor que el triple de la mitad de la de los gnomones, y, por tanto,
el cilindro de igual base y eje que el segmento es mayor que el triple
de la mitad de la figura inscrita, lo cual es imposible porque este cilin-
dro equivale al triple de la mitad del cono V y se ha demostrado que la
figura inscrita es mayor que V; luego el semiesferoide no es mayor que
el cono V.
Tampoco es menor porque si lo fuera, inscribamos en el semiesferoi-
de una figura sólida formada por cilindros de la misma altura y circuns-
cribámosle otra de manera que el exceso de esta sobre aquella sea menor
que el del cono V sobre la mitad del esferoide y hagamos lo demás como
antes, y puesto que la figura inscrita es menor que el segmento, la cir-
cunscrita será menor que el cono V.
El primero de los cilindros del cilindro total, de eje TE, es al prime-
ro de los de la figura circunscrita, de igual eje, como el primer cuadrado
a este mismo cuadrado. El segundo cilindro del cilindro total, de eje EP,
es al segundo de los de la figura circunscrita, de igual eje, como el se-
gundo cuadrado del gnomon separado de él; y análogamente cada cilin-
dro del cilindro total, de eje igual a TE, es al cilindro correspondiente de
la figura circunscrita del mismo eje, como el cuadrado correspondiente
al gnomon de que se ha separado; luego la suma de todos los cilindros
del cilindro total es a la de todos los de la figura circunscrita como la
de todos los cuadrados es a un área igual a la suma de los primeros
cuadrados y gnomones de que están separados; pero la suma de todos los
cuadrados es menor que el triple de la mitad de un área igual a la suma del
primer cuadrado y de los gnomones separados de los otros cuadrados,
porque esta suma es mayor que el triple de la de los cuadrados cons-
truidos sobre rectas desiguales, excepto el construido sobre la mayor;
42 Vid. infra, Sobre las espirales, prop. 10, corolario.
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 139

luego el cilindro de igual base y eje que el segmento es menor que el


triple de la mitad de la figura circunscrita, lo cual es imposible porque
este cilindro es igual al. triple de la mitad del cono V y se ha demos-
trado que la figura circunscrita es menor que V; luego el esferoide no
es menor que el COhO V, y como tampoco es mayor, es igual.
30. Cortando un esferoide por un plano que pase por el centro y
sea oblicuo al eje, la mitad del esferoide es doble del cono de igual base
y eje que el segmento producido por la sección.
Obtenido el segmento por la sección de un plano oblicuo al eje del
esferoide y pasando por el centro, cortémosla por un plano que tam-
bién pase por el centro y sea perpendicular al plano anterior. Si la sec-
ción es la elipse ABGD, de centro T, y AG su intersección con el plano
secante, esta recta AG pasará por
T porque se ha supuesto que el K B
plano pasaba -por el centro, y se
tendrá una elipse descrita sobre
A G como diámetro porque, por
hipótesis, el plano secante es obli-
cuo al eje (Fig. 82).
Tracemos las rectas KL y MN
paralelas a AG y tangent'es a la
elipse en los puntos B y D Y haga-
mos pasar por ellas planos parale- M
los al trazado por AG. Estos pla-
nos tocarán al esferoide en los pun-
tos B y D; la recta que los une pasará por T; los vértices de los segmentos
serán esos puntos B y D Y los ejes las rectas BT y TD de manera que se
puede tener un cilindro, de eje BT, en cuya superficie esté la elipse de diá-
metro AG y un cono de vértice B en cuya superficie esté la misma elipse, y,
obtenidas estas figuras, se tendrá un segmento de cilindro y otro de cono
de la misma base y eje, que el del semiesferoide. Digo que este es doble
del cono.
Si el cono V es doble de este segmento de cono y el semiesferoide
no es igual a V, supongamos que es mayor e inscribámosle una figura
formada por segmentos de cilindro de igual altura y circunscribámosle
otra tal que el exceso de esta sobre aquella sea menor que el del semies-
feroide sobre el cono V, y se puede demostrar como antes, que la figura
inscrita es mayor que V, que el segmento de cilindro de igual base y eje
140 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

que este segmento equivale al triple de la mitad de V, y que este seg-


mento es mayor que el triple de la mitad de la figura inscrita en el semies-
feroide, lo cual es imposible, y, por tanto, el semiesferoide no es mayor
que el cono V.
Si fuera menor, inscribámosle una figura sólida ÍGrmada por segmen-
tos de cilindro de igual altura y circunscribámosle otra de tal modo que
el exceso de esta sobre. aquella sea menor que el del cono V sobre el se-
miesferoide; y demostraríamos como antes que la figura circunscrita es
menor que el cono V, que el segmento de cilindro de igual base y eje que
el del esferoide equivale al triple de la mitad del cono V y que este seg-
mento es menor que el triple de la mitad de la figura circunscrita, lo cual
es imposible; luego el semiesferoide no es menor que V, y como tampo-
co es mayor, es igual.
31. Cortando un esferoide por un plano perpendicular al eje y que
no pase por el centro, el segmento producido es al cono de igual base y
eje como una recta formada por la mitad del eje del esferoide y el del
segmento mayor es a este eje.
Sea ABG la elipse sección del segmento del esferoide producida al
cortarlo por un plano que pase por el eje, distinto del que produjo el
segmento; BZ su diámetro en el eje del esferoide; T su centro y AG
su intersección con el plano secante, que será perpendicular a BZ porque
lo es el plano secante por hipótesis. Si el segmento producido, de vérti-
ce B, es menor que el semiesferoide y ZH igual a BT, hay que demostrar
que el segmento de vértice B es al cono de igual base y eje como DH·
a DZ.
Consideremos un cilíndro de la misma base y el mismo eje que el
segmento menor y un cono V que sea el de la misma base y el mismo
eje como DH a DZ. Digo que el cono V es equivalente al segmento de
vértice B.
Si no lo es y lo suponemos mayor, inscribiendo en el segmento una
figura sólida compuesta de cilindros de igual altura y circunscribiéndole
otra tal que el exceso de esta sobre aquella sea menor que el del seg-
mento del esferoide sobre el cono V, es evidente que la figura inscrita
es mayor que V (Fig. 83).
Sea BP la tercera parte de BD. Puesto que BH es triple de BT y BD
triple de BP, será. DH triple de TP 43; luego el cilindro de igual base que
43 De las igualdades BH = 3BT y DB = 3BP resulta inmediatamente:
BH - BD=DH = 3 (BT - BP) = 3PT.
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 141

el segmento y eje BD es al cono de la misma base y el mismo eje como


DH a TP, y por ser este cono al V como DZ a DH, el cilindro de igual
base y eje que el segmento será al cono V como DZ a TP.
Considerando ahora las rectas NS, tantas como los segmentos de la
BD iguales a DZ, y las OS igua-
les a BD; serán las NO dobles de N O S B
DT 44 Y aplicando a las NS áreas
de anchura BD, construyendo cua-
drados en ellas y trazando sus dia-
gonales, separemos de la primera N~--IIr--r'--"'I
área un gnomon de anchura BD;
de la segunda uno de anchura BX
y sigamos separando de cada área
un gnomon de anchura menor en N
un segmento de BD que el gnomon
anterior. Es evidente, entonces, que
el área del gnomon separado de N~--I~_ _'"
la primera área será equivalente a
la comprendida por BE y EZ y el
resto un área aplicada a NO, cuya
parte excedente será un cuadrado
de lado igual a DE; el separado FIG. 83.
de la segunda equivaldrá al área
comprendida por XZ y XB y el resto un área aplicada a NO cuya parte
excedente será un cuadrado, y así sucesivamente.
Prolongando los planos de las bases de todos los cilindros de la fi-
gura inscrita en el segmento hasta la superficie del cilindro de igual base
y eje, el cilindro total quedará descompuesto en tantos cilindros como
hay en la figura circunscrita y serán iguales al mayor de estos últimos,
y entonces el primero de los del cilindro total, de eje DE, es al primero
de los de la figura inscrita, del mismo eje, como el cuadrado de DG al
de KE; pero esta razón es la misma que la del área comprendida por
BD y DZ a la comprendida por BE y EZ; luego el primer cilindro del ci-
lindro total es al primero de la figura inscrita como la primera área al pri-
mer gnomon separado; y análogamente, cada cilindro del cilindro total,

44 Por ser NS=DZ y OS=BD, es


NS-OS=NO=DZ-BD=2DT.
142 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMo 11

de eje igual a DE, será al cilindro correspondiente de la figura inscrita


del mismo eje como el área que le corresponde al gnomon separado.
Se tienen, pues, ciertas magnitudes: los cilindros. del cilindro total y
las áreas aplicadas a NS cuya anchura es una recta igual a BD, en número
igual al de cilindros y proporcionales dos a dos. Pero estos cilindros, ex-
cepto el último, se han comparado con otros de la figura inscrita, y las
áreas, excepto la última, con otras semejantemente dispuestas y de ra~
zones iguales, es decir: con los gnomones separados de las primeras áreas;
luego la suma de todos los primeros cilindros es a la de los otros como
la de todas las áreas al área de todos los gnomones, y, por consiguiente,
el cílindro de la misma base y el mismo eje que el segmento es a la fi-
gura inscrita como la suma de todas las áreas a la de todos los gnomones.
Pero se tienen las rectas iguales NO a cada una de las cuales se ha
aplicado un área cuya parte excedente es un cuadrado y los lados de es-
tos cuadrados sucesivos se superan en la misma magnitud, igual al lado
del cuadrado menor, y tenemos también otras áreas, tantas como las
primeras, aplicadas a NS, de ancho igual a BD e iguales a la mayor; luego
la razón de la suma de todas las áreas, iguales a la mayor, a la de todas
las otras, es menor que la razón de NS a una recta formada por la mitad
de NO y el tercío de OS, y, por tanto, la de la suma de estas áreas a la
de los gnomones es mayor que la de NS a una recta formada por la mi-
tad de NO y los dos tercios de OS; luego la razón del cilindro de la
misma base y el mismo eje que el segmento a la figura inscrita en el seg-
mento es mayor que la de NS a una recta formada por la mitad de NO y
los dos tercios de OS, y com:> la recta DZ es igual a NS, la DT a la mitad
de NO y la DP a los dos tercios de OS, resulta que la razón del cilindro
total a la figura inscrita en el segmento es mayor que la de DZ a TP;
pero se ha demostrado que el cilindro es al cono V como DZ a TP; luego
la razón del cilindro· a la figura inscrita es mayor que la de este mismo
cilindro al cono V, lo cual es imposible por haberse probado que la fi-
gura inscrita es mayor que V y, por consiguiente, el segmento del esfe-
roide no es mayor que el cono V.
Suponiendo ahora que es menor, inscribámos1e de nuevo una figura
sólida formada por cilindros de igual altura y circunscribámosle otra
de tal modo que el exceso de esta sobre aquella sea menor que el del
cono V sobre el segmento y hagamos lo demás como antes.
Por ser la figura inscrita menor que el segmento, y el exceso de la
circunscrita sobre la inscrita menor que el del cono sobre el segmento,
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 143

la circunscrita es menor que el cono V. El primer cilindro del cilindro


total, de eje DE, es al primero de la figura circunscrita del mismo eje,
como la última área aplicada a NS, de ancho BD, es a esta misma área,
porque los cilindros son iguales, así como las áreas; el segundo cilindro
del cilindro total, de eje igual a una recta igual a DE, es al cilindro
correspondiente de la figura circunscrita como la primera área aplicada
a NS, de anchura igual a BD, es al gnomon separado, y cada uno de los
otros cilindros del cilindro total, de eje igual a DE, es al correspondiente
de la figura circunscrita como el área que le corresponde de las aplicadas
a NS es al gnomon separado del que hemos llamado último; luego, por
la misma razón que anteriormente, la suma de todos los cilindros del
cilindro total es a la de los de la figura circunscrita como la de todas
las áreas aplicadas a NS es a un área compuesta de la última y de todos
los gnomones separados de las demás áreas.
Puesto qu~ se ha demostrado que la razón de la suma de todas las
áreas aplicadas a NS es a la de todas las aplicadas a NO, excepto la ma-
yor, y cuyas partes excedentes son cuadrados, es mayor que la de NS a
una recta formada por la mitad de NO y el tercio de OS, es evidente que
la razón de la suma de estas mismas áreas a la de las restantes, a saber:
la última área y los gnomones separados de las áreas restantes, es me-
nor que la de NS a una recta formada por la mitad de NO y los dos ter-
cios de OS; luego la razón del cilindro de la misma base y el mismo eje
que el segmento a la figura circunscrita es menor que la de ZD a TP, y
como la de ese cilindro al cono V es la misma que la de ZD a TP, la
del cilindro a la figura circunscrita es menor que la del mismo cilindro
al cono V, lo cual es imposible porque se ha demostrado que la figura
circunscrita es menor que V; luego el segmento del esferoide no es me-
nor que este cono V, y como tampoco es mayor, es igual.
32. Cortando un esferoide por un plano oblicuo al eje y que no pase
por el centro, la razón del segmento menor producido al cono de la mis-
ma base y el mismo eje es igual a la de una recta formada por la mitad
de la que une los vértices de los dos segmentos 45 añadida al eje de seg-
mento mayor y este eje.
Cortando un esferoide como se dice en el enunciado de la proposi-
ción, cortémosle después por un plano perpendicular al primero que pase
por el eje; sea ABGZ la elipse sección; AG su intersección con el plano
45 Es decir, el semidiámetro conjugado a la dirección de la base de los dos
segmentos.
144 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TQMO II

secante y tracemos a esta las paralelas PQ y RS tangentes a la elipse en


los puntos B y Z y hagamos pasar por ellas planos paralelos al trazado
p Q
por AG, los cuales tocarán al esfe-
roide en los mismos puntos B y Z

R
/----/-----1 G

s
LIJ cuya recta de unión pasará por el
centro T del esferoide y de la elipse
y prolonguémosla tomando ZH igual
a TZ (Fig. 84).
Puesto que se ha cortado el es-
feroide por un plano oblicuo al eje,
la sección será una elipse de diáme-
tro AG y consideremos un cilindro
FIG. 84. de eje BD y un cono de vértice B,
cuyas superficies contengan la elipse
de diámetro AG, de modo que tendremos un segmento de cilindro y otro
de cono con la misma base y el mismo eje, ambos, que el del esferoide, y
hay que demostrar que el segmento de esferoide de vértice B es al de cono
de la misma base y la misma altura como DH a DZ.
Consideremos un cono V qu~ sea el segmento de cono de igual base
y eje que el del esferoide como DH a DZ. Si el segmento de esferoide no
es equivalente a V, supongamos primeramente que sea mayor e ins-
cribámosle una figura sólida formada por segmentos de cilindro de igual
altura y circunscribámosle otra de modo que el exceso de esta sobre
aquella sea menor que el del segmento del esferoide sobre el cono V y
se demostrará como antes que la figura inscrita es mayor que V y que
la razón del segmento de cilindro de igual base y eje que el de la figura
inscrita es mayor que la de este segmento de cilindro al cono V, y, por
tanto, el segmento de esferoide no es mayor que V.
Suponiendo ahora que sea menor, inscribámosle de nuevo una figura
sólida formada por segmentos de cilindro de igual altura y circunscri-
bámosle otra tal que su exceso sobre la inscrita sea menor que el del
cono V sobre el esferoide y demostraríamos como antes que la figura
circunscrita es menor que V y que la razón del segmento de cilindro de
igual base y eje que el del esferoide a la figura circunscrita es menor que
la del segmento de cilindro al cono V, lo cual es imposible; luego el seg-
mento de esferoide no es menor que V y como tampoco es mayor, es
igual.
33. Cortando un esferoide por un plano perpendicular al eje y que
ARQUIMEDES.-SOBRE CONOIDES Y ESFEROIDES 145

no pase por el centro, la razón del segmento mayor producido al cono de


la misma base y el mismo eje, es igual a la de una recta formada por la
mitad del eje del esferoide y el del segmento menor al eje de este.
Cortando un esferoide como se dice en el enunciado de la proposi-
ción, cortémosle después por un plano perpendicular al primero que
pase por el eje; sea ABG la elipse de la sección de diámetro BD, que es
el eje del esferoide; AG su intersección con el plano secante, la cual será
perpendicular a BD; segmento mayor del esferoide el de vértice B y T
su centro, y tomemos DH y BZ
iguales a DT. Hay que demostrar K
que el segmento de esferoide de
vértice B es al cono de la misma base
y el mismo eje como EH a ED (fi-
gura 85).
Si cortamos el esferoide por un
plano perpendicular al eje y que pase H o B z
por el centro, y consideramos el
cono cuya base sea el círculo produ-
cido por esta sección y el vértice en
el punto D, el esferoide total será
doble del segmento cuya base es el L
círculo de diámetro KL y vértice D, FIG. 85.

el cual es, a su vez, doble del cono


de la misma base y el mismo eje que el segmento, según hemos de-
mostrado 46; luego el esferoide total es cuádruple del cono; pero
este y el que tiene por base el círculo de diámetro AG y por vérti-
ce el punto D están en la razón compuesta de la de TD a ED y
de la del cuadrado de KT al de EA, y haciendo que la razón de
TD a ED sea la misma que la de SD a TD, el área comprendida por
SD y BT es a la comprendida por BT y TD como DT a DE; pero la ra-
zón compuesta de la del área comprendida por SD y TB a la compren-
dida por BT y TD y la de la comprendida por BT y TD a la comprendida
por BE y EA son las mismas que la razón del área comprendida por SD
y BT a la comprendida por BE y ED; luego el cono cuya base es el círcu-
lo de diámetro KL y vértice D es al que tiene por base el círculo de diá-
metro AG y el mismo vértice D, como el área de SD y BT a la de BE y
ED; pero el cono cuya base es el círculo de diámetro AG y vértice D es
46 Vid. supra, prop. 29.
146 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

al segmento de esferoide de la misma base y el mismo eje como el área


comprendida por BE y ED a la comprendida por ZE y ED, es decir: como
BE a EZ porque se ha demostrado que un segmento menor que el semi-
esferoide es al cono de igual base y eje que el segmento como una recta
formada por la mitad del eje del esferoide y el del segmento mayor es
a este eje, o sea: como ZE a BE, y, por tanto, el cono que está en el
semiesferoide es al segmento menor que este como el área comprendida
por SD y BT a la comprendida por ZE y DE; pero el esferoide total es
al cono situado en el semiesferoide como el área comprendida por zÍi y
SD a la comprendida por BT y SD porque el esferoide total y la primera
área son cuádruples del cono y de la segunda área y el cono que está en
el semiesferoide es al segmento menor que este como el área de SD y
BT a la "de ZE y ED, y, además, el esferoide total es al segmento menor
como el área de ZH y SD a la de ZE y ED; luego el segmento mayor del
esferoide es al menor como el exceso del área de ZH y SD sobre la de
ZE y ED es a la de ZE y ED; pero este exceso es igual al área de SD
y EH juntamente con la de ZE y SE; luego el segmento mayor del esfe-
roide es al menos como el área de SD y EH juntamente con la de ZE y
SD es al área de ZE y ED.
Pero el segmento menor del esferoide es al cono de igual base y eje
como el área comprendida por ZE y ED a la comprendida por BE y ED
porque la primera razón es la misma que la de ZE a BE y el cono que
está en el segmento menor es al que está en el mayor como el área
comprendida por BE y ED al cuadrado de BE porque esos conos son en-
tre sí como sus alturas por tener la misma base, y, por consiguiente,
el segmento mayor del esferoide es al cono situado en él como el área de
SD y EH juntamente con la de ZE y SE es al cuadrado de BE y como esta
razón es la misma que la de EH a ED porque el área comprendida por
SD y EH es a la comprendida por SD y ED como EH a ED y la compren-
dida por ZE y SE es a la comprendida por ZE y TE como EH a ED
porque SE es a TE como EH a ED siendo sucesivamente proporcionales
las rectas SD, TD y DE y TD igual a DH, resulta que el área de SD y EH
juntamente con la de ZE y SE es a la de SD y ED juntamente con la de
ZE y TE como EH a ED.
Pero el cuadrado de BE equivale al área de SD y ED juntamente con
la de ZE y TE y su exceso sobre el cuadrado de BT equivale al área de
ZE y TE, siendo las rectas BT y BZ iguales entre sí; luego el segmento
del esferoide es al cono de igual base y eje como EH a ED.
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 147

34. Cortando un esferoide por un plano oblicuo al eje y que no pase


por el centro, la razón del segmento mayor producido al cono de la misma
base y el mismo eje, es igual a la de una recta formada por la mitad de la
que une los vértices de los dos segmentos añadida al eje del segmento
menor a este eje 47.

SOBRE LAS ESPIRALES 1

Arquímedes a Dositeo: ¡salud!


Me pides insistentemente las demostraciones de los teoremas que ha-
bía enviado a Conon, muchas de las cuales tienes en los libros que te
entregó Heráclides 2. Te incluyo otras en este y no te extrañe que me
haya retrasado tanto en publicarlas, pues quería que las examinasen per-
sonas versadas en Mafemática; porque ¿cuántas cuestiones geométricas
hay que, a primera vista, parecen difíciles y luego se ve que son eviden-
tes? Conon murió sin haber tenido tiempo de encontrar las demostra-
ciones, dejando estos teoremas en la oscuridad que, si hubiera vivido,
los habría explicado y hecho progresar la Geometría, pues que sabemos
su gran capacidad y admirable ingenio matemático. Ya han transcurrido
47 La demostración es análoga a la 32. Las doce últimas proposiciones son
otras tantas pruebas fehacientes de la insuperable habilidad técnica y extraor-
dinario ingenio de Arquímedes, pues que hoy las establecemos con los recursos
del Cálculo infinitesimal de tal modo que, al emplear el concepto de integral en
cuanto límite de una suma, se presentan como sumas las de los términos en
progresión aritmética o de los cuadrados « que exceden unos de otros en la
misma magnitud», como dice el gran siracusano, que son, precisamente, los
que utiliza él para demostrar las propiedades de los conoides y esferoides.
1 Este es, acaso, el libro de Arquímedes cuyo estudio presenta mayores di-
ficultades, hasta el punto de que muchos matemáticos de los siglos XVII y XVIII
lo consideraron incomprensible y no faltó quien, por no entender algunas de
sus proposiciones, las declaró erróneas; pero hoy nuestros actuales conoci-
mientos de Geometría analítica y de Cálculo infinitesimal, al comprobar que
son verdaderas, han demostrado una vez más los excepcionales méritos de Ar-
químedes, cuya cota intelectual es la más alta de toda la antigüedad clásica.
Las demostraciones de este escrito, cuya extensión contrasta con la brevedad
del texto; las muchas relaciones intermedias que supone conocidas, y el apre-
tado lenguaje geométrico de proposiciones analíticas justifican la resistencia
qUe durante mucho tiempo se opuso a la lectura, que aún hoyes fatigosa.
2 Geómetra del siglo III a. de J.C., cuyas obras, entre ellas una biografía
de Arquímedes, se han perdido.
148 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

varios años desde su muerte y, sin embargo, no sé de nadie que haya


resuelto algunos de estos problemas que voy a exponerte sucesivamente,
dos de los cuales son defectuosos 3, de modo que quienes se vanaglorian
de haberlos resuelto, pero no los demuestran, quedan refutados por el
hecho de confesar haber descubierto algo que es imposible.
Voy ahora a decirte cuáles son estos problemas, de cuáles son las
demostraciones que ya te he enviado y cuáles las que están en este libro:
1. Encontrar un área plana equivalente a una esfera dada, problema
resuelto en mi escrito sobre la esfera; pues habiendo demostrado 4 que
el área de esta es cuádruple de la de uno de sus círculos máximos, es
fácil encontrar una superficie plana de igual área que una esfera;
2. Encontrar una esfera equivalente a un cono o a un cilindro dado;
3. Cortar una esfera por un plano de manera que los segmentos ob-
tenidos tengan una razón dada;
4. Cortar una esfera por un plano de manera que las áreas de los
segmentos obtenidos estén en una razón dada;
5. Dado un segmento esférico, hacerlo semejante a otro dado 5;
6. Dados dos segmentos esféricos de la misma o de distintas esfe-
ras, encontrar un segmento semejante a uno de ellos y equivalente al
otroJ'
7. Separar un segmento de una esfera dada de modo que el segmen~
to y el cono de la misma base y de la misma altura que él estén en una
razón dada, la cual no puede ser mayor que la de 3 a 2.
Heráclides te ha dado las soluciones de estos problemas; y los de-
fectuosos de que antes te hablé son:
1. Si se corta una esfera por un plano en dos segmentos desiguales,
la razón del segmento mayor al menor es la duplicada de la del área
mayor a la menor, lo cual es falso en virtud de lo que ya te he enviado 6 ;

3 'tÉAO~ ~É Jt0680Óf.1 8VCL , según la lección de Heiberg; pero como el ms. XXVIII
de la Laurenciana dice 'tÉAO'Us ~É JtO'tL~8Óf.18VCL, los dos teoremas aludidos-que,
en realidad, como se verá después, son tres-Arquímedes debió de conside-
rarlos simplemente defectuosos.
4 Vid. supra, Sobre la esfera y el cilindro, 1, 35.
5 't0 ~068V 'tf.1clf.1CL OcpCL(QCL~'t0 ~06ÉV'tL 'tf.1áf.1CL'tL OCPCL(QCL~ 0110LWOCLL, problema
resuelto en Sobre la esfera y el cilindro, n, 6, donde está enunciado así: «Cons-
truir un segmento esférico semejante a uno dado y equivalente a otro tam-
bién dado.»
6 Vid. supra, Sobre la esfera y el cilindro, lI, 9.
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 149

2. El otro problema defectuoso es: Si se corta una esfera en dos


segmentos desiguales por medio de un plano perpendicular a un diáme-
tro, la razón del segmento esférico mayor al menor es igual a la del
segmento mayor del diámetro al menor, lo cual también es falso porque
esa razón es menor que la duplicada y mayor que la sesquiáltera 7.
3. A estas dos proposiciones hay que agregar la siguiente, también
falsa: Dividiendo el diámetro de una esfera en dos partes tales que el
cuadrado construido sobre la mayor sea triple del construido sobre la
menor y trazando por el punto de división un plano perpendicular al
diámetro, el segmento esférico mayor obtenido será el mayor de todos
los segmentos esféricos de igual área, lo cual es falso en virtud de los
teoremas que ya te envié, pues he demostrado que el hemisferio es el
mayor de los segmentos de la misma área 8.
He aquí ahora las proposiciones relativas al cono 9 :
1. Si permaneciendo fijo el diámetro de una parábola, esta gira de
modo que el diámetro sea el eje, la figura descrita se llama conoide;
2. Si un plano toca a un conoide y otro paralelo al tangente sepa-
ra un segmento del conoide, el plano secante se llama base del segmen-
to obtenido y el punto en que el primer plano toca al conoide, vértice;
3. Si la figura de que acabamos de hablar se corta por un plano
perpendicular al eje, es evidente que la sección será un círculo, y hay
que demostrar que el segmento producido por esta sección equivale a
tres mitades del cono de la misma base y altura que el segmento;
4. Si se tienen dos segmentos de conoide producidos por planos tra-
zados de un modo cualquiera, es evidente que las secciones son elipses
siempre que los planos secantes no sean perpendiculares al eje, y hay
que demostrar que los dos segmentos son entre sí como los cuadrados de
las rectas trazadas desde sus vértices a un plano que corte paralelamente
al eje.
De momento no te envío las demostraciones de estas proposiciones.
Por último, los problemas que siguen, relativos a las espirales, no
tienen nada común con los anteriores y sus demostraciones las he es-
crito para ti en este libro:
1. Si permaneciendo fijo u:p.o de los extremos de una recta, esta gira
en un plano con velocidad uniforme hasta volver a la posición inicial,
7 Ibídem, íd.
8 Loe. cit., n, 10.
9 ¿Conoide?
150 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

y un punto, también con velocidad uniforme, recorre al mismo tiempo


la recta que gira a partir del extremo fijo, este punto describirá en el
plano una espiral 10, y digo que el área comprendida por la espiral y la
recta cuando volvió a la posición de partida es la tercera parte de la
de un círculo cuyo centro sea el punto fijo y el radio la parte de recta
recorrida por el punto móvil durante una sola revolución 11 de la recta;
2. Si una recta toca a una espiral en su último extremo engendrado
y desde el extremo fijo de la recta que ha girado hasta volver a la posi-
ción de partida se traza una perpendicular que corte a la tangente, digo
que la perpendicular es igual a la circunferencia del círculo;
3. Si la recta y el punto móviles continúan reiteradamente sus re-
voluciones volviendo siempre a sus posiciones iniciales, digo que el área
comprendida por la espiral de la tercera revolución es doble de la com-
prendida por la segunda; la comprendida por la cuarta, triple; la com-
prendida por la quinta, cuádruple, y, finalmente, las áreas compren-
didas por las espirales de las siguientes revoluciones son iguales a la com-
prendida por la segunda multiplicada por los números que siguen a los
dichos, y la comprendida por la espiral de la primera revolución es la
sexta parte de la comprendida por la segunda;
4. Si se toman dos puntos ·en la espiral descrita durante una sola
revolución, se trazan desde ellos rectas al extremo fijo de la que ha gi-
rado, se describen dos círculos de radios iguales a estas rectas y centro
en el extremo fijo, y se prolonga la menor de dichas rectas, digo que la
razón del área comprendida tanto por la parte de la circunferencia del
círculo mayor, que está en la misma espiral entre las dos rectas, como
por la espiral y la prolongación de la recta menor, al área comprendida
tanto por la parte de la circunferencia del círculo menor como por la
misma espiral y por la recta que une sus extremos, es igual a la razón del
radio del círculo menor juntamente con los dos tercios del exceso del
radio del círculo mayor sobre el menor, al radio del círculo menor jun-
tamente con el tercio del mismo exceso.
En este libro he descrito las demostraciones de lo que acabo de decir
y de otras propiedades de las espirales haciéndolas proceder, como en
otras obras geométricas, de lo necesario para ello; y entre los principios
que he empleado anteriormente, figura el siguiente: Dadas varias líneas

10 EA.L;.
11 Espira.
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 151

y superficies desiguales, si el exceso de la mayor sobre la menor se suma


consigo mismo un cierto número de veces, se puede superar cualquier
magnitud de las comparables entre sí 12.

1
PROPOSICIONES

1. Si un punto recorre una línea con velocidad uniforme y se toman


en ella dos líneas, la razón de estas es igual a la de los tiempos emplea-
dos por el punto en recorrerlas.
Si el punto se mueve en la línea AB con velocidad uniforme y to-
mamos en AB las líneas GD y DE que el punto recorre en los tiempos
ZH y HT, respectivamente, hay
G D B
que demostrar- que GD es a DE A

como ZH a HT (Fig. 86). z H K

Supongamos las líneas AD y


DB compuestas por las GD y DB FIG. 86.
de cualquier modo que AD supere
a DB y que el tiempo ZH esté contenido en el LH tantas veces como la
línea GD lo está en BD y el TH en el KH como DE en DB.
Puesto que se supone que un punto se mueve con velocidad unifor-
me en la línea AB, es evidente que el tiempo empleado por ese punto en
recorrer GD será igual al que emplee en recorrer cada una de las líneas
iguales a GD; luego dicho punto recorrerá la línea compuesta AD en
un tiempo igual a LH porque se ha supuesto que GD está contenida en
AD tantas veces como el tiempo ZH en el LH, y por la misma razón el
punto recorrerá la línea AD en un tiempo igual a KH; Y como la línea
AD - es mayor que la BD, el tiempo AH será mayor que el l.<'H.
Si los tiempos están compuestos por ZH y HT de cualquier modo
que el uno supere al otro, se demostrará análogamente que entre las
líneas compuestas de la misma manera que las GD y DE, una superará
a la otra y será la homóloga del tiempo mayor; luego la línea GD es a la
DE como el tiempo ZH al HT 13.
2. Si dos puntos recorren dos líneas con velocidad uniforme y en
12 Es el llamado «axioma o postulado de Arquímedes», establecido como
ya sabemos.
13 Obsérvese que esta demostración se apoya en EUCLIDES: Elementos, V, 6.
152 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO

cada una de ellas se toma otra que es recorrida por el. punto correspon-
diente en tiempos iguales, estas líneas serán proporcionales.
Si un punto recorre con velocidad uniforme la línea AB y otro la
GD, tomemos en la AB las GD y DE Y en la KL las ZH y HT; suponga-
mos que el punto que se mueve en AB recorre la línea GD en un tiempo
igual al que el otro punto que se mueve en KL recorre la ZH y que,
análogamente, el primer punto recorre la línea DE en el mismo tiempo
que el otro la HT. Hay que de-
A...- G- >__----<B mostrar que GD es a DE como ZH
~ Z a HT (Fig. 87).
M
I Si MN y NS son los tiempos
FIG. 87. que tarda el primer punto en re-
correr las líneas GD y DE duran-
te los cuales el otro punto recorrerá las ZH y HT, la línea GD será a la
DE como el tiempo MN al NS, y la ZH a la HT como MN a NS; luego
GD es a DE como ZH a HT.
3. Dados varios círculos cualesquiera, se puede encontrar una recta
mayor que la suma de sus circunferencias, porque circunscribiendo un po-
lígono a cada círculo, es evidente que la recta formada por todos los con-
tornos es mayor que la suma de las circunferencias de los círculos.
4. Dadas dos líneas desiguales, como una recta y una circunferen-
cia de círculo, se puede construir una recta menor que la mayor de las
dos líneas y mayor que la menor, porque si la recta se divide en tantas
partes iguales al exceso de la mayor sobre la menor que hay que agregar
a si mismo para superar a la menor, una parte de esta será menor que
dicho exceso; y si la circunferencia es mayor que la recta y se añade a
esta una de sus partes, es claro que esta segunda recta será mayor aún
que la menor de las líneas dadas y menor que la mayor por ser la parte
añadida men~r que el exceso.
5. Dada una circunferencia de círculo y una tangentes a ella, se pue-
de trazar una recta desde el centro a la tangente de tal modo que la
razón de la recta comprendida entre la tangente y la circunferencia al
radio sea menor que la del arco comprendido entre el punto de contacto
y la recta a un arco cualquiera dado.
Sea ABG la circunferencia dada de centro K y DZ la tangente en el
punto B. Considerando un arco cualquiera, se puede encontrar una rec-
ta mayor que él. Si E es esta recta, tracemos por el centro K la AH pa-
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 153

ralela a DZ; supongamos que la recta HT, dirigida hacia 14 el punto B,


sea igual a la E y prolonguemos .la trazada desde K a T (Fig. 88).
La razón de TZ a TK será la
misma que la de TB a TH; luego o B z
la de ZT a TK será menor que la
del arco BT al arco dado porque
la recta BT es menor que el arco
BT mientras que la TH es mayor
A~----..e..-_----t------>o,
que el arco dado; luego la razón
de la recta ZT al radio será menor
que la del arco BT al dado. E
6. Dado un círculo y en él una
recta menor que el d{ámetro 15, se
puede trazar desde el centro a la FIG. 88.
circunferencia del círculo una recta
que corte a la' dada de modo que tengan una razón dada la parte com-
prendida entre la dada y la circunferencia y la recta trazada desde el ex-
tremo del radio que está en la circunferencia a uno de los extremos de la
recta dada en el círculo, siempre que la razón dada sea menor que la
de la mitad de la recta dada en el círculo a la perpendicular a ella desde
el centro.
Sea ABG el círculo dado; K su centro; AG una recta menor que
el diámetro y la razón de las rec-
tas Z a H menor que la de GT
a TK, siendo TK perpendicular a
AG (Fig. 89).
Trazando por K la recta KN
N
paralela a la AG y por G la GL
z
perpendicular a KG, los triángu-
H los GTK y GKL serán semejantes,
y, por tanto, GT es a TK como
FIG. 89. KG a GL; luego la razón de Z
a H será menor que la de KG
a GL. Si la razón de KG a una recta BN mayor que GL es igual a
la de Z a H y colocamos la recta BN en ire KN y la circunferencia de
manera que pase por el punto G, esta recta caerá más allá de GL porque
14 VE'Úouauv E~í..
15 Una cuerda.
154 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

es mayor que GL, y por ser BK a BN como Z a H, también será EB a BG


como Z a H.
7. Con los mismos datos y prolongando la recta dada en el círculo,
se puede trazar desde el centro de
este a aquella prolongación a una
recta de modo que tengan una ra-
zón dada la parte comprendida entre
BI----~---_+_~----~
dicha prolongación y la circunferen-
cia y la recta trazada desde el extre-
z mo del radio prolongado al de la rec-
ta prolongada, siempre que la razón
dada sea mayor que la de la mitad de
FIG. 90. la recta dada en el círculo a la per-
pendicular a ella desde el centro.
Hagamos la construcción y sea Z a H la razón dada mayor que la
de GT a TK, la cual será mayor aún que la de KG a GD, y supongamos
que la razón de KG a una recta IN, me-
nor que GL, sea la misma que la de Z a H
y que la recta IN esté dirigida hacia el
punto G, la cual caerá más allá de GL
porque es menor que GL, y por ser KG
a IN como Z a H, también será El a lG
como Z a H (Fig. 90).
8. Dado un círculo y en él una rec-
ta menor que el diámetro y otra que lo
toca en uno de los extremos de esta,
se puede trazar desde el centro una rec-
ta de tal modo que la parte comprendi-
da entre la circunferencia del círculo y
la recta dada en él tenga una razón dada
con la parte de tangente comprendida en- z
tre la recta trazada desde el centro y el
punto de contacto, siempre que la razón H
sea menor que la de la mitad de la rec-
Fra. 91.
ta dada en el círculo a la perpendicular
a ella trazada desde el centro.
Sea ABGD el círculo dado; y AG la recta en él menor que el diá-
metro; LS la que lo toca en el punto G y la razón menor que la de
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 155

GT a TK. Si se traza la KL paralela a TG, la razón de Z a H será menor


también que la de GK a GL y si GK es a GS como Z a H, la recta SG
será mayor que la GL (Fig. 91).
Haciendo pasar una circunferencia por los puntos L, K Y S resulta
que como la recta GS es mayor que la GL y las KG y GS son perpen-
diculares, se puede trazar una recta NI, dirigida hacia K, que sea igual a
GM, y, por tanto, el área comprendida por SI e IL será a la comprendi-
da por KE e IL como SI a KE y la comprendida por KI e IN a la com-
prendida por KI y GL como IN a GL; luego IN es a GL como SI a KE 16,
y, por consiguiente, GM es a GL, GS a KG y GS a KB como SI a KE;
luego IG es a BE como SG a KG y como HaZ 17, y, por tanto, KN corta
a la tangente y su parte BE comprendida entre la circunferencia y la rec-
ta dada en el círculo es a la parte de tangente comprendida entre la rec-
ta trazada desde el centro y el punto de contacto como Z a H.
9. Con los mismos datos y prolongando la recta dada en el círculo,
se puede trazar 'desde el centro de este a aquella prolongación una recta
de tal manera que tengan una razón dada la parte comprendida entre di-

16 En los triángulos semejantes IKL e IEG se tiene, en efecto,


IK IL
--=--
lE IG
y también
IK-IE=EK IL-IG=GL
IK IL
de donde
IKxGL=EKxIL [1]

y como en el círculo LKS se verifica

IK x IN=IS xIL, [2]


dividiendo [2] por [1] es
IN IS
-----
GL EK
GS SI
17 De - - = - - se deduce
KB KE
GS-SI=IG GS
KB-KE=BE KB=KG
156 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

cha prolongación y la circunferencia y la parte de tangente comprendida


entre la recta trazada desde el centro y el punto de contacto, siempre
que la razón dada sea mayor que la de la mitad de la recta dada en el
círculo a la perpendicular a ella desde el centro.
Sea ABGD el círculo dado; AG la recta en él menor que el diáme-
tro, que prolongamos; SL la tangente en el punto G y la razón de Z a H
mayor que la de GT a TK, la cual será
M también mayor que la de KG a GL (fi-
gura 92).
Si KG es a GS como Z a H, la rec-
ta SG será menor que la GL, y ha-
ciendo pasar una circunferencia por
los puntos L, K Y S, resulta que como
la recta SG es menor que la GL y las
KM y SG son perpendiculares, se puede
trazar una recta NI, dirigida hacia K,
que sea igual a GM, y puesto que el
área comprendida por SI e IL es a la
comprendida por LI y KE como SI a
z KE, la de KI e IN equivale a la de SI e
IL y la comprendida por KI y GL a la
H
de L1 y KE porque KE es a IK como GL
FIG. 92. a L1, la recta SI será a la KE como el
área comprendida por KI e IN a la com-
prendida por KI y GL, es decir, 'como NI a GL, o sea: como GM a GL;
pero GM es a GL como SG a KG; luego SI es a KE como SI a KB y la
recta IG será a la BE como SG a KG, y por ser esta última razón igual
a la de HaZ, la recta KE corta a la recta prolongada y su parte BE com-
prendida entre esta prolongación y la circunferencia es a la parte GI de
la tangente comprendida entre la recta trazada desde el centro y el
punto de contacto como Z a H.
10. Si varias rectas que se superan sucesivamente en una misma mag-
nitud se colocan unas a continuación de las otras, siendo el exceso igual
a la menor, y se toman otras rectas, tantas como antes, e iguales a la
mayor de ellas, la suma de todos los cuadrados construidos sobre estas
últimas, juntamente con el cuadrado de la mayor y el área comprendida
por la menor y una recta formada por todas las que se superan igual-
mente, es triple de la suma de todos los cuadrados construidos sobre estas.
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 157

Sean las rectas A, B, G, D, E, Z, H y T que se exceden unas a otras


en la misma magnitud; supongámoslas colocadas sucesIvamente y sea T
igual al exceso. Añadamos a la recta B una recta 1 igual a T, a la G una K
igual aH; a la Duna L igual a Z; a la E una M igual a E; a la Z una N
igual a D; a la H una O igual a G, y, por último, a la Tuna P igual a B,
de modo que las rectas que resulten de estas adiciones serán iguales
entre sí e iguales a la mayor. Hay que demostrar que la suma de los
cuadrados de todas estas rectas, es decir: la suma del cuadrado de A
y de todas las rectas resultantes de las adiciones, juntamente con el cua-
drado de A, y el área comprendida por T y una recta formada por todas
las rectas A, B, G, D, E, Z, H y T
es triple de la suma de todos los K L M N o p
cuadrados construidos sobre A, B,
G, D, E, Z, H Y T (Fig. 93).
En efecto, el cuadrado de BI
es igual a la suma de los cua-
drados de 1 y B juntamente con
el doble del área comprendida por
1 y B; el de KG a la suma de los
de K y G juntamente con el doble
del área comprendida por K y G; A B G o E z H T
Y análogamente, los cuadrados de FrG. 9'3.
las otras rectas iguales a A equi-
valen a las de los de sus segmentos, juntamente con los dobles de las
áreas comprendidas por estos mismos segmentos; luego la suma de los
cuadrados de las rectas A, B, G, D, E, Z, H y T con la de los cons-
truidos sobre 1, K, L, M, N, O y P, juntamente con el cuadrado de A,
es doble de la suma de los cuadrados construidos sobre A, B, G, D, E,
Z, Hy T.
Falta demostrar que la suma de los dobles de las áreas compren-
didas por los segmentos de las rectas iguales a A, juntamente con el
área comprendida por la recta T y una recta compuesta de todas las
A, B, G, D, E, Z, H y T, es igual a la suma de los cuadrados de estas rectas.
En efecto: el doble del área comprendida por B e 1 es igual al doble
de la comprendida por B y T; el doble de la comprendida por K y G a
la comprendida por T y el cuádruple de G por ser K doble de T; el
doble de la comprendida por D y L a la comprendida por T y el séxtuple
de D porque L es triple de T, y análogamente, los dobles de las áreas
158 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

comprendidas por los segmentos son iguales a la comprendida por la


recta T y la recta siguiente multiplicada por los números pares que
siguen a estos; luego la suma de todas estas áreas, juntamente con
la comprendida por la recta T y una recta formada por A, B, G, D, E,
Z, H y T, será igual a la comprendida por T y una recta compuesta de A,
el triple de B, el quíntuple de G y las rectas siguientes multiplicadas por
los números impares que siguen a estos 18; pero la suma de los cuadra-
dos construidos sobre A, B, G, D, E, Z, H y T es también igual al área
comprendida por estas mismas rectas porque el cuadrado de A equivale
al área comprendida por la recta T y una recta formada por todas estas
rectas, es decir: por una recta compuesta de A y las demás iguales a A
porque T está contenida en A tantas veces como A en la suma de las
rectas iguales a A; luego el cuadrado de A equivale al área compren-
dida por T y una recta compuesta de A y del doble de la suma de las
B, G, D, E, Z, H y T porque la suma de las rectas iguales a A, excepto
la A, es igual al doble de la suma de B, G, D, E, Z, H y T 19.
Análogamente, el cuadrado de B equivale al área comprendida por
T y una recta compuesta de B y del doble de las G, D, E, Z, H y T; el
cuadrado de G equivale al área comprendida por T y una recta com-
puesta de G y del doble de D, E, Z, H y T, Y por la misma razón,
los cuadrados de las demás rectas equivalen a las áreas comprendidas
por la recta T y una recta compuesta de la recta siguiente y los dobles
de las restantes; luego la suma de los cuadrados de todas estas rectas
18 Por ser, en efecto,
2B xl = 2B x T,
2GxK = 2Gx T,
2DxL = 6DxT,
2E xM= 8E xT,
22 xN =10Z x T,
2Hx O =12Hx T,
2T xP =14T x T,
y llamando S a la suma de los primeros miembros de estas igualdades:
S+nA+B+G+D+E+Z+H+D=
= T(A + 3B +5G+ 7D+9E + HZ +13H + 15T).
19 Por formar estas rectas una progresión aritinética, se tiene:
2B+T=A, G+H=A, D+Z=A, 2E=A.
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 159

es igual al área comprendida por T y una recta compuesta de todas


ellas, es decir: por una recta compuesta de A, del triple de B, del
quíntuple de G y de las rectas siguientes multiplicadas por los números
impares que siguen a estos.
Corolario. De aquí resulta que la suma de los cuadrados cons-
truidos sobre las rectas iguales a la mayor es menor que el triple de
los construidos sobre las rectas desiguales, porque la primera suma
sería triple de la segunda si se le añadiese la primera de esas magnitudes
y mayor que el triple de la· segunda si se resta de esta el triple del
cuadrado de la recta mayor, porque 10 aumentado a la primera suma
es menor que el triple del cuadrado de la recta mayor 20, y, por consi-
guiente, si se construyen figuras semejantes sobre las rectas que se
superan unas a otras en una magnitud igual, y sobre las iguales a la
mayor, la suma de las figuras construidas sobre estas será menor que
el triple de las construidas sobre las rectas desiguales, y la primera
suma será mayor que el triple de la segunda si se resta de esta el
triple de la figura construida sobre la recta mayor porque estas figuras,
por ser semejantes, tienen la misma razón que los cuadrados de. que
hemos hablado.
11. Si varias rectas que se superan en una misma magnitud se
colocan unas a continuación de las otras y se toman otras magnitudes,
tantas como antes menos una, e iguales a la mayor de las desiguales,
la razón de la suma de los cuadrados de las iguales a la mayor a la de
los de las que se superan igualmente, excepto el cuadrado de la menor,
es menor que la del cuadrado de la mayor al área comprendida por la
mayor y la menor juntamente con el tercio del cuadrado construido so-
bre el exceso de la mayor sobre la menor; y la razón de aquella suma
a la mayor de las rectas a la de las que se exceden en una magnitud
igual, excepto el cuadrado de la mayor, es mayor que esta misma razón.
Colocadas las rectas una a continuación de otra, de modo que la
AB supere a la GD, esta a la EZ, esta a la HT, esta a la IK, esta a la LM
y esta a la NO, añadamos a la GD una recta GP igual a un exceso; a la

20 Se tiene, en efecto:
A2=(A+2B+2G+2D+2E+2Z+2H+2T)T <
< (A+B+G+D+E+Z+H+T),
de donde:
A2+(A+B+G+D+E+Z+H+T)T < 3A2.
160 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

EZ la EQ igual a dos excesos; a la HT la HR igual a tres excesos, y así


sucesivamente, de modo que las
A p Q R s u V rectas formadas resultarán iguales
entre sí e iguales a la mayor (fi-
G gura 94). Hay que demostrar que
la razón de la suma de los cua-
E
drados de las rectas así formadas
H a la de los de las que se supe-
ran igualmente, excepto el cua-
drado de NO, es menor que la
L del cuadrado de AB al área com-
prendida por AB y NO juntamen-
e F J w x y N
te con el tercio del cuadrado de
NV y que la de la suma de los cua-
B o Z T K M O drados de dichas rectas a la de
FIG. 94. todos los cuadrados de las que
se superan igualmente, excepto el
cuadrado de la mayor, es mayor que esta misma razón 21.
Restando de las rectas que se superan en la misma magnitud una
igual al exceso N O, el cuadrado de AB será al área comprendida por
AB y CB, juntamente con el tercio del cuadrado de AC, como el cua-
drado de PD al área comprendida por PD y DF juntamente con el
tercio del cuadrado de FP, como el cuadrado de QZ al área compren-
dida por QZ y IZ juntamente con el tercio del cuadrado de IQ, y como
los cuadrados de las otras rectas a las áreas tomadas de la misma
manera; luego la suma de los cuadrados construidos sobre PD, QZ, RT,
SK, UM y VO es al área comprendida por NO y una recta compuesta

21 Si son n+l las rectas desiguales AB, GD, ... , y, por tanto, n las AC,
GF, ... , poniendo
NO=a, LY=l,
es AC=n, y, por consiguiente,
PD2+QZ2 + =n(n+a)2,
AB2+GD2+ -N02
+ Gp2+HW2 +Db + LY2 + N02)n
= (AC 2
+2NO(AC +GF +HW +IX +LY)
=i(2n2 +n+ l)n +a2n +2a(n+ 1)· tn,
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 161

de las que acabamos de hablar, juntamente con el tercio de la suma de


los cuadrados construidos sobre PP, QJ, RW, SX, UY y VN como el
cuadrado de AB es al área comprendida por AB y CB juntamente con el
tercio del cuadrado de CA; luego si se demuestra que el área compren-
dida por NO y una recta compuesta de PD, QZ, RT, SK, UM y YO,
juntamente con el tercio de la suma de los cuadrados construidos sobre
PP, QJ, RW, SX, UY y VN es menor que la suma de los cuadrados cons-
truidos sobre AB, CD, EZ, HT, IK Y LM Y mayor que la de los cons-
truidos sobre CD, EZ, HT, IK, LM y NO, es evidente que se habrá demos-
trado lo que queríamos.
En efecto, el área comprendida por NO y una recta compuesta de
PD, QZ, RT, SK, UM y YO, juntamente con el tercio de la suma de los
cuadrados construidos sobre PF, QJ, RW, SX, UY y VN es igual a la
suma de los cuadrados construidos sobre PD, JZ, WT, XK, YM y NO,
juntamente con el área comprendida por NO y una recta formada por PF,
QJ, RW, SX, UY y VN y el tercio de la suma de dos cuadrados cons-
truidos sobre PP, QJ, RW, SX, UY y VN; y la suma de los construidos
sobre AB,CD, EZ, HT, IK y LM es igual a la de los construidos sobre
BC, DF, ZJ, TW, KX y MY juntamente con la de los construidos sobre
AC, CP, EJ, HW, IX y LY y el área comprendida por BC y el doble de una
recta formada por AC, CF, EJ, HW, IX y LY.
Pero los cuadrados construidos sobre rectas iguales a NO son co-
munes a estas magnitudes y el área comprendida por NO y una recta for-'
mada por PP, QJ, RW, SX, UY y VO es menor que el área compren-
dida por BC y el doble de una recta compuesta de AC, CF, EJ, HW,
IX y LY porque la suma de las rectas de que acabamos de hablar es
igual a la de las PC, QE, RM, SI, UL y VN y mayor que la de las demás.
Además, la suma de los cuadrados construidos sobre AC, CF, EJ,
y hay que demostrar que es
n(n+a)2
-------------<
2
i(Zn + 3n+ 1)n+a2n+2a(n+ 1) ·tn
(n+a)2
<-----
(n+a)a+!n 2
n(n+a)2
!(Zn2 +3n+ 1)n+a2n- (n +a)2+2a(n + 1) .!n'
para 10 cual basta efectuar las operaciones indicadas.
162 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

HW, IX Y LY es mayor que el tercio de la suma de los cuadrados cons-


truidos sobre PF, 01, RW, SX, UY y VO, como se ha demostrado an-
tes 22; luego la suma de las áreas de que acabamos de hablar es menor
que la suma de los cuadrados construidos sobre AB, GD, EZ, HT,
IK Y LM.
Falta demostrar que la suma de estas mismas áreas es mayor que la
de los cuadrados construidos sobre GD, EZ, HT, IK, LM Y NO, y, en
efecto, la suma de los cuadrados construidos sobre estas rectas es igual
a la de los construidos sobre GF, El, HW, IX y LY juntamente con la de los
construidos sobre FD, lZ,WT, XK, YM Y NO y el área comprendida por
NO y el doble de una recta formada por GF, El, HW, IX y LY; pero los
cuadrados construidos sobre FD, lZ, WT, XK, YM Y NO son comunes y el
área comprendida por NO y una recta formada por PF, 01, RW, SX, UY y
VN es mayor que la comprendida por NO y el doble de una recta for-
mada por GF, El, HW, IX y LY; además, la suma de los cuadrados
construidos sobre PP, 01, RW, SX, UY Y VN es mayor que el triple de
la suma de los cuadrados construidos sobre GF, El, HW, IX y LY, lo
que también se ha demostrado; luego la suma de las áreas de que aca-
bamos de hablar es mayor que la de los cuadrados construidos sobre las
rectas GD, EZ, HT, IK, LM Y NO.
Corolario. Por consiguiente, si sobre estas rectas se construyen fi-
guras semejantes, tanto sobre las que se superan igualmente como sobre
las iguales a la mayor, la razón de la suma de estas a la de aquellas, ex-
cepto la construida sobre la menor, será menor que la razón del cuadrado
de la mayor al área comprendida por la mayor y la menor, juntamente
con el tercio del cuadrado del exceso de la mayor sobre la menor, y la
razón de la suma de las figuras construidas sobre las iguales a la ma-
yor a la de las construidas sobre las que se superan igualmente, excepto
la construida sobre la mayor, será mayor que esta misma razón, porque
siendo semejantes estas figuras, son entre sí como los cuadrados de que
hemos hablado.

II
DEFINICIONES

1. Si permaneciendo fijo uno de los extremos de una recta, esta gira


en un plano con velocidad uniforme hasta volver a la posición inicial y un
22 Prop. 10, corolario.
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 163

punto, también con velocidad uniforme, recorre al mismo tiempo la recta


que gira a partir del extremo fijo, este punto describirá una espiral 23.
2. El extremo de la recta que permanece fijo se llama origen 24 de la
espiral.
3. La posición de la recta cuando empieza a girar se llama origen de
la revolución 25.
4. La recta que recorre el punto durante la primera revolución se
llama primera distancia; la que recorre durante la segunda revolución,
segunda distancia, y así sucesivamente, es decir, los nombres de las
otras distancias son los mismos que los de las revoluciones.
5. El área comprendida por la espiral descrita durante la primera re-
volución por la primera distancia se llama área primera; la comprendi-
da por la espiral descrita durante la segunda revolución por la segunda
distancia, área segunda; y así sucesivamente.
6. Si desde el origen de la espiral se traza una recta cualquiera, lo
que está al lado de esta recta hacia la cual se hace la revolución se llama
antecedente 26, y lo que está del otro lado, consecuente 27.
7. El círculo descrito desde el origen de la espiral como centro con
radio igual a la primera distancia, se llama primer círculo; el descrito
desde el mismo punto con radio doble de la primera distancia, segundo
círculo; y así sucesivamente.

111
SIGUEN LAS PROPOSICIONES

12. Si las rectas trazadas desde el origen de la espiral a la primera


revolución forman ángulos iguales entre sí, esas rectas se superan en
la misma magnitud.
Sea la espiral ABGDEZH tal que las rectas AB, AG, AD, AE, AZ
y AH forman ángulos iguales entre sí (Fig. 95). El exceso de AG sobre
AB es igual al de AD sobre AG, y así sucesivamente, porque mientras la
recta que gira pasa de AB a AG, el punto que se mueve en esta recta re-

f3 Repetición literal de la definición establecida en la carta a Dositeo.


24 aQx a .
25 aQx á -¡;uC; ot€QL<POQUC;, que hoy decimos «rayo origen».
26 otQoaY0'Úf-L€va.
TI fotÓf-L€Va.
164 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

corre el exceso de AG sobre AB, y mientras la recta pasa de AG a AD,


el punto recorre el exceso de AD sobre AG, y como la recta tarda el
mismo tiempo en pasar de AB a AG que de
o AG a AD porque los ángulos son iguales,
el punto móvil recorre el exceso de AD
sobre AG en el mismo tiempo que tar-
da en recorrer el exceso de AG sobre AB;
luego el exceso de AD sobre AG es el
"'F-----~ H mismo que el de AG sobre AB, y así su-
cesivamente.
13. Si una recta toca a la espiral, solo
FIG. 95. la toca en un punto.
Sea la espiral ABGD, cuyo origen es A,
el de la revolución la recta AD y EZ la que toca a la espiral. Si la
tocara en los puntos G y H, tracemos las rectas GA y HA, bisequemos
el ángulo GAH y sea T el punto en
que la bisetriz encuentra a la es- T
piral (Fig. 96). El exceso de AH sobre E z
AT será igual al de AT sobre AG por-
que estas rectas forman ángulos igua-
les entre sí; luego la suma de las rec-
tas AH y AG es doble de AT; pero
esa suma es mayor que el doble de B
AT 28; luego el punto en que la recta
AT encuentra a GH cae entre T y A, FIG. 96.
y, por tanto, la recta EZ corta a la
espiral porque entre los puntos de AG hay alguno que cae dentro de la
espiral, y como se había supuesto que EZ es tangente, esta recta EZ solo
toca a la espiral en un punto.
28 Esta propiedad, que Arquímedes supone conocida, se puede demostrar
H
así: Si AT es la bisectriz del ángulo A del triángulo AGH
y fuera AG=AH, es evidente que sería AH + AG> 2AT;
pero si es AG < AH, prolonguemos AG, tomemos AF=AH,
tracemos FH, por G y T las GK y MN paralelas a FH y
unamos F con K.
En el triángulo AGH, la bisectriz AT divide al Íado
GH en partes proporcionales a los lados AG y AH, Y se
tiene:
A TG: TH=AG : AH,
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 165

14. Sí desde el origen de una espiral se trazan dos rectas a la prime-


ra revolución y se prolongan hasta la circunferencia del primer círculo,
dichas rectas serán entre sí como los arcos de círculo comprendidos entre
el extremo de la espiral y los de las rectas prolongadas situados en la
circunferencia, tomando los arcos en el sentido del movimiento.
Sea la espiral ABGDET cuyo origen es A, el de la revolución la rec-
ta AT, el primer círculo el TKH y
consideremos la primera revolución H
----~
ADET a la que se le trazan las dos
rectas AE y AD que se prolongan
hasta encontrar en Z y H al primer
círculo. Hay que demostrar que AE
es a AD como el arco TKZ al TKH
(Fig. 97). '\---------. T
Cuando gira la recta AT es evi-
dente que el punto T se mueve con
velocidad uniforme en la circunfe-
rencia TKH y el A en la recta AT de
tal modo que cuando el punto T haya
recorrido el arco TKZ el A habrá
recorrido la recta AE y cuando el FIG.97.
A haya recorrido la recta AD el T
habrá recorrido el arco TKH, y, por tanto, AE es a AD como el arco
TKZ al TKH, según se demostró antes; y de igual modo se demostraría
que lo mismo ocurre cuando una de las dos rectas trazadas desde el ori-
gen a la circunferencia cae en el extremo de la espiral.
15. Si se trazan dos rectas a la segunda revolución de una espiral

y por ser AG < AH, es TG=TK < TH, y como es


/'.. /'. "- "-
FTM=HTN, HTN = MTG,
/'. /'. /'.
será FTM=MTG, es decir, TM es bisectriz del ángulo T del triángulo FTG,
y, por tanto,
MF: MG=TF: TG,

Y como es TG=TK < TF, y, por consiguiente, MG < MF y AM+AN> 2AT.


será, con mayor razón,

(AM+MF)+(AM-MG)=AF+AG=AH+AG> 2AT.
166 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

desde el origen, estas rectas son entre sí como los arcos de que hemos
hablado añadidos a una circunferencia del primer círculo.
Sea la espiral ABGDTELM cuya parte ABGDT está descrita por la
primera revolución y TELM por la segunda y tracemos las rectas AE
y AL. Hay que demostrar que AL es a AE como los arcos TKZ y TKH
más una circunferencia del primer círculo añadida a ambos arcos.
El punto A recorre las rectas AL y
AE en el mismo tiempo que el Tuna
circunferencia del círculo y los arcos T KZ
y TKH, respectivamente, y como estos
puntos se mueven. con velocidad unifor-
me, es evidente que AL es a AE como
el arco TKZ más una circunferencia al
TKH más una circunferencia (Fig. 98).
Análogamente se demuestra que si
las dos rectas se trazan a la tercera re-
volución, dichas rectas son entre sí como
los arcos de que hemos hablado más de
FIG. 98.
dos veces de la circunferencia del círcu-
lo, y, en general, las rectas trazadas a
una revolución cualquiera son entre sí como dichos arcos más tan-
tas veces, menos una, la circunferencia del círculo como revoluciones
se han tomado, incluso si una de las rectas cae sobre el extremo de la
espiral.
16. Si una recta toca a la primera revolución de una espiral y se
une el punto de contacto con el origen de esta, los ángulos que la recta
forma con la tangente serán desiguales, obtuso el del lado de los antece-
dentes y agudo el del lado de los consecuentes.
Sea ABGDT la primera revolución de una espiral de origen A; la
recta AT el de la revolución; TKH el primer círculo; EDZ la tangente a
la espiral en el punto D, que se une con el origen por medio de la recta
DA. Hay que demostrar que el ángulo DZA es obtuso.
Haciendo centro en A y con radio AD describamos el círculo DRN
y entonces la parte de la circunferencia de este círculo que está en el lado
de los ancedentes caerá dentro de la espiral y la parte del lado de los con-
secuentes fuera porque las rectas trazadas desde A a la espiral del lado
de los antecedentes son mayores que AD y las del lado de los conse-
cuentes, menores, y, por consiguiente, como el ángulo formado por las
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 167

dos rectas AD y DZ no es agudo porque es mayor que el del semicírcu-


lo 29, habrá que demostrar que tampoco es recto, porque si lo fuera, la
recta EDZ sería tangente al círculo DRN (Fig. 99).
Ahora bien; sabemos 30 que desde el punto A a la tangente se puede
trazar una recta de modo que la razón de la parte comprendida entre la
circunferencia y la tangente al ra-
dio sea menor que la del arco
comprendido entre el punto de
contacto y la recta a un arco dado;
luego si trazamos la recta Al que
corta a la espiral en L y a la cir-
cunferencia en P y tal que la ra-
zón de PI a PA sea menor que
la del arco DP al DRN, será la
razón de la recta completa Al a T
AP menor que la de arco PDNR al
DNR, es decir: menor que la del
arco SHKT al HKT, y como hemos
demostrado 31 que esta razón es
igual a la de AL a AD, resulta que
la de Al a AP es menor que la de FIG. 99.
AL a AD, lo cual es imposible por-
que AP es igual a AD y Al menor que AL; luego el ángulo ADZ no es
recto, y como hemos demostrado que no es agudo, es obtuso.
Análogamente se demostraría que lo mismo ocurre si la recta que
toca a la espiral lo hace en su extremo.
17. La propiedad anterior se verifica también si la recta toca a la
segunda revolución de la espiral.
Haciendo como antes, y por la misma razón, las partes de la circun-
ferencia que están del lado de los antecedentes caen dentro de la espi-
ral y las del lado de los consecuentes, fuera; luego el ángulo formado
por AD y DZ no es recto, porque si lo fuera la recta EZ tocaría al círcu-
lo PDN en el punto D y trazando a la tangente la recta Al que corta a la
espiral en X y a la circunferencia PDN en P, la razón de PI a PA será
menor que la del arco AP a una circunferencia entera del círculo DPN

29 Propiedad demostrada por EUCLIDES: Elementos, IU, 16.


30 Prop. 5.
31 Prop. 14.
168 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

y el arco DNM (Fig. IDO); luego la razón de la recta completa Al a AP


es menor que la del arco PDNM más una circunferencia al arco DNM
más una circunferencia; pero esta
razón es igual a la del arco SHKT
más una circunferencia del círcu-
lo TSHK al arco HKT más una
circunferencia del mismo círculo,
y la razón de estos arcos es la
misma que la de la recta XA a
la AD, como hemos demostrado
antes; luego la razón de Al a AP
es menor que la de AX a AD, lo
cual es imposible porque AP es
igual a AD y Al mayor que AX.
El ángulo de AD y DZ no es, pues,
recto, y como tampoco es agudo,
es obtuso.
FIG. 100. Análogamente se demostraría
que lo mismo ocurre si la recta
toca a la espiral en una revolución cualquiera, incluso en su extremo.
18. Si una recta toca a la espiral en el extremo de la primera revolu~
ción y desde el origen se traza una perpendicular a la recta origen de la
revolución, esta perpendicular cortará a la tangente, y la parte compren-
dida entre esta y el origen de la espiral será igual a la circunferencia del
primer círculo.
Sea la espiral ABGDT de origen A, la recta AT de la revolución y
TH el primer círculo. Tracemos desde A la AT a la perpendicular AZ
que cortará a la tangente porque el ángulo formado por esta y AT es
agudo y lo que hay que demostrar ahora es que la perpendicular AZ es
igual a la circunferencia del círculo TKH (Fig. 101).
Si no es igual, será mayor o menor. Suponiendo primeramente que
es mayor, tomemos una recta AL menor que AZ y mayor que la circun-
ferencia de dicho círculo y tenemos entonces en este una reCta TH menor
que el diámetro, y como la razón de AT a AL es mayor que la de la
mitad de la recta TH a la perpendicular trazada desde A a TH porque la
primera razón es mayor que la de AT a AZ, se podrá trazar desde A a la
prolongación de TZ una recta AN de tal modo que la razón de la recta
NP comprendida entre la circunferencia y la prolongación de TZ a la
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 169

TP sea igual a la de AT a AL 32; luego la razón de PN a PA será la


misma que la de PT a AL, y como esta es menor que la del arco PT a la
circunferencia del círculo TKH por-
que la recta PT es menor que el arco z
PT y la AL mayor que la circunfe-
rencia del círculo TKH, resulta que L
la razón de PN a PA es menor que la
del arco PT a la circunferencia del
círculo TKH; luego la de la recta
completa N A a P.A es menor que la
del arco PT más la circunferencia
del círculo TKH a esta circunferen-
cia; pero esta última razón es igual a
la de AX a AT 33; luego la razón de
AN a AP es .menor que la de AX a
AT, lo cual es imposible porque AN
es mayor que AX y AP igual a AT.
Por tanto, la recta AZ no es .mayor
que la circunferencia del círculo TKH.
Suponiendo ahora que es menor,
tomemos una recta AL mayor que
AZ y. menor que la circunferencia
del círculo THK y tracemos por el
punto T la recta TM paralela a AZ.
Tenemos entonces un círculo TKH
y en él una recta TH menor que el
diámetro; una recta que toca el círcu- N
lo en el punto T y la razón de AT a FIG. 101.
AL menor que la de la mitad de HT
a la perpendicular trazada desde A a HT porque la primera razÓn es me-
nor que la de AT a AZ; luego desde el punto A se puede trazar a la
tangente una recta AQ de tal modo que la razón de la PN comprendida
entre la recta dada en el círculo y entre la circunferencia a la recta TQ
comprendida entre AQ y el punto de contacto sea la misma que la de
AT a AL 34.

32 Prop. 7.
33 Prop. 15.
34 Prop. 8.
170 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Siendo P y X los puntos en que la recta AQ corta al círculo y a la


espiral, respectivamente, la razón de PN a pA será igual a la de TQ a AL,
y como esta es mayor que la del arco TP a la circunferencia del círculo
THK porque la recta TQ es mayor
M que el arco TP y la recta AL menor
que la circunferencia del círculo THK,
resulta que la razón de PN a PA
es mayor que la del arco TP a la cir-
cunferencia; luego la de PA a NA
es también mayor que la de la circun-
ferencia al arco TPK, y como se ha
demostrado que esta razón es la mis-
ma que la de AT a AX, resulta que
la de AP a AN es mayor que la de
AT a AX, lo cual es imposible, y,
por tanto, la recta AZ, no siendo ma-
yor ni menor que la circunferencia
del círculo THK, es igual.
19. Si una recta toca a la espi-
Q ral en el extremo de la segunda revo-
lución y desde el origen se traza una
~--------4T perpendicular a la recta origen de la
revolución, esta perpendicular corta-
rá a la tangente, y la parte compren-
dida entre esta y el origen de la es-
piral será doble de la circunferencia
del segundo círculo 35.
20. Si se traza una tangente a
FIG. 1m. la espiral en un punto cualquiera de
su primera revolución, se une el pun-
to de contacto con el origen y haciendo centro en este con radio igual a
la recta así construida se describe un círculo y desde el origen de la espi-
ral se traza a esta recta una perpendicular, la perpendicular y la tangente

35 N o traducimos la demostración por ser análoga a la anterior. En general,


si A es el origen de la espiral, Bel extremo de la n-sima revolución, C n la
longitud de la circunferencia del n-simo círculo y se traza en B la tangente
a la espiral y en A la perpendicular a AB, que corta a la tangente en L, es
AL=nCn •
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 171-

se cortarán 36, y la parte de la perpendicular comprendida entre la tan-


gente y el origen de la espiral será igual al arco de círculo comprendido
entre el punto de contacto y el de intersección del círculo con la recta
origen de la espiral, tomando el arco en el sentido del movimiento.
Sea ABGD la primera revolución de una espiral y EDZ la tangente
en el punto D, el cual se une con el origen A. Desde este como centro y
con radio AD describamos el círcu-
lo DMN que corta en K a la rec-
ta origen de la espiral y tracemos
a AD la perpendicular AL, la cual
cortará a la tangente en un pun-
to cuya distancia a A hay que de-
mostrar que es igual al arco KMND.
Si no es igual, será mayor o
menor. Suponiendo que es mayor,
tomemos una' recta AL menor que
AZ y mayor que el arco KMND y
tenemos entonces un círculo y en él
una recta DN menor que el diáme-
tro, y la razón de DA a AL mayor
que la de DN a la perpendicular des-
de A hasta DN; luego se puede tra- FIG. 103.
zar de A a la prolongación de DN
una recta AE tal que la razón de EP a DP sea igual a la de DA a AL, como
se ha demostrado 37, y, por tanto, la de EP a AP será la misma que la de DP
a AL, y como esta es menor que la del arco DP al KMD porque DP es
menor que el arco DP, resulta que la razón de EP a PA es menor que
la del arco DP al KMD y dicha razón es, por consiguiente, menor que la
del arco KMP al KMD; pero la razón de estos arcos es la misma que la
de XA a AD 38; luego la de EA a AP es menor que la de XA a AD, lo
cual es imposible, y, por consiguiente, ZA no es mayor que el arco KMD;
y como análogamente se demuestra que tampoco es menor, es igual.
Del mismo modo se demostraría que si se traza una tangente en un
punto cualquiera de la segunda revolución de una espiral, y se hace como
antes, la parte de recta comprendida entre la tangente y el origen es
36 Prop. 16.
37 Prop. 7.
38 Prop. 14.
172 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

igual a la circunferencia del círculo descrito más el arco comprendido


entre los puntos de que hemos hablado, y, en· general, trazando la tan-
gente en un punto cualquiera de una revolución cualquiera y haciendo
todo 10 demás, la recta comprendida entre dichos puntos es igual a la
circunferencia del círculo descrito multiplicada por el número de revo-
luciones, menos una, más el arco de que hemos hablado tomado en el
sentido del movimiento 39.
21. Al área comprendida por un arco de espiral de la primera re-
volución y las rectas que unen sus extremos con el origen se le puede
circunscribir una figura formada por sectores circulares e inscribirle otra
de tal modo que el exceso de la figura circunscrita sobre la inscrita sea
menor que un área dada.
Si BG es un arco de espiral de origen A, describamos desde A con
radio AB un círculo; tracemos las rectas AB y AG; bisequemos el án-
gulo BAG; luego su mitad y así sucesivamente hasta tener un sector
BAW menor que el área dada; ha-
ciendo centro en A y con radios
AG, AP, AQ Y AR describamos
sendos arcos limitándolos entre los
radios contiguos, en cuyo caso la
parte que está en el lado de los
antecedentes caerá dentro de la es-
piral y la del lado de los consecuen-
tes fuera y tendremos dos figuras
formadas por sectores circulares se-
mejantes, una de las cuales está
circunscrita y la otra inscrita en el
área considerada comprendida por
el arco BG de la espiral y las rectas
AB y AG (Fig. 104).
FIG. 104. El sector ARV es igual al ARF,
el AQU al AQE y el OPT al OPD,
de modo que cada sector de la figura inscrita es igual al sector de la cir-
cunscrita que tiene un lado común; luego la suma de todos los prime-

39 El trazado arquimediano de tangentes a la espiral permite construir un


segmento rectilíneo igual a la longitud de un arco circular de radio y ángulo
central dados y, por tanto, rectificar la circunferencia y resolver el problema
correlativo de la cuadratura del círculo.
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 173

ros sectores será igual a la de todos los segundos, y, por tanto, la figura
inscrita en el área considerada es igual a la circunscrita exceptuado el
sector ABW de la circunscrita y el AGS de la inscrita, que son los
únicos que no hemos considerado; luego la diferencia entre ambas fi-
guras es igual a la que hay entre esos dos sectores, que es menor que el
ABW el cual, por construcción, es menor que el área dada.
22. El teorema anterior es válido si en vez de la primera revolución
se toma una revolución cualquiera, y se demuestra del mismo modo.
23. También se verifica la misma propiedad cuando el área está com-
prendida por un arco cualquiera de espiral y dos rectas cualesquiera que
partan del origen.
24. El área comprendida por la primera revolución de una espiral y
la recta origen de ella es la tercera parte de la del primer círculo.
Sea ABGDET la primera revolución de una espiral de origen T; la
recta TA el origen de la revolución y AZHIK el primer círculo, cuya
tercera parte representaremos por
un círculo C. Hay que demostrar
que el área indicada es igual a
e, porque si no fuera igual sería
mayor o menor (Fig. 105).
Suponiendo primeramente que
es menor, se puede circunscribir
a la superficie comprendida por
la espiral ABGDET y la recta TA A f-----T"'7'*""----+L-.---l H
una figura plana formada por sec-
tores semejantes de modo que el
exceso del área de esta figura so-
bre la de aquella superficie sea
menor que el de la del círculo e
sobre la misma área.
Circunscribamos esta figura cu- Z
ya área será menor que la de e FIG. 105.

y, prolongando hasta la circunfe-


rencia del primer círculo las rectas que forman ángulos iguales en el
punto T, tendremos varias rectas trazadas desde T a la espiral que se
superan en la misma magnitud 40, la mayor de las cuales es TA y la me-
nor TE, que es igual al exceso de unas sobre otras siendo TAK y TEO
40 Prop. 12.
174 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

el mayor y el menor de los sectores que forman la figura circunscrita;


y tendremos también varias líneas-tantas como las anteriores---cdesde
T a la circunferencia del círculo iguales a la mayor de ellas, sobre las
que se habrán construido sectores semejantes, es decir: sobre las que
se superan en la misma magnitud y sobre las que son iguales a la ma-
yor; luego la suma de estos sectores será menor que el triple de la de
los que se superan en la misma magnitud, de acuerdo con lo antes de-
mostrado 41; pero la suma de los sectores construidos sobre las rectas
iguales a la mayor es igual al círculo AZHI y la de los construidos sobre
las que se superan en la misma magnitud es igual a la figura circunscrita;
luego aquel círculo es menor que el triple de esta figura, y como ese
círculo es triple del e, este es menor que la figura circunscrita, lo cual
es imposible porque es mayor; luego el área comprendida por la espiral
ABGDET y la recta TA no es menor que la del círculo C.
Si suponemos ahora que es mayor, se puede inscribir en la superficie
comprendida por la espiral y la recta dicha una figura plana formada por
sectores semejantes de modo que el exceso del área de aquella superficie
sobre la de esta figura sea menor
que el de la superficie sobre el
círculo C.
Inscribamos esta figura, cuya
área será mayor que la de e y,
prolongando hasta la circunferen-
cia del primer círculo las rectas
que forman ángulos iguales en el
AI'--.L.----""'7'...- - - r l - - - - - 1 H punto T, tendremos varias rec-
tas desde T a la espiral que se su-
peran en la misma magnitud, la
mayor de las cuales es TA Y la
menor TE, que es igual al exce-
so de unas sobre otras, siendo TPS
y TEO el mayor y el menor de los
z sectores que forman la figura ins-
FIG. 106. crita (Fig. 106); y tendremos tam-
bién varias líneas-tantas como las
anteriores-desde T a la circunferencia del círculo iguales a la mayor
de ellas, sobre las que se habrán construido sectores semejantes, es decir,
41 Prop. 10, corolario.
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 175

sobre las que son iguales a la mayor y sobre las que se superan en la
misma magnitud; luego la suma de los primeros sectores es mayor que
el triple de la de los segundos, según hemos demostrado anteriormente;
pero la suma de los sectores construidos sobre las rectas iguales es igual
al círculo AZH1 y la de los construidos sobre las que se superan en la
misma magnitud, excepto el construido sobre la mayor, es igual a la fi-
gura inscrita; luego el primer círculo es mayor que el triple de esta fi-
gura, y como este círculo es triple del e, este es mayor que la figura ins-
crita, lo cual es imposible porque es menor; luego el área comprendida
por la espiral ABGDET y la recta TA es igual a la del círculo e.
25. El área comprendida por la segunda revolución de una espiral
y la segunda recta está con la del segundo círculo como 7 a 12, es decir:
como el área comprendida por los radios del segundo y del primer círcu-
lo juntamente con el tercio del cuadrado del exceso del radio del segundo
sobre el del primero al cuadrado del radio del segundo.
Sea ABGDE la segunda revolución de una espiral de origen T; la
recta TE el origen de la revolu-
ción; la AE la segunda y AZH1 el
segundo círculo con dos diámetros
AH e 1Z perpendiculares entre sí.
Hay que demostrar que el área
comprendida por la espiral ABGDE
y la recta AE es a la del círculo
AZH1 como 7 a 12.
Llamando e a un círculo cuyo HI--....L.-+---+-'"'*'-~l--r,------tA

radio al cuadrado sea igual al área


comprendida por AT y TE jun-
tamente con el tercio del cuadra-
do de AE, tendremos que el círcu-
lo e será al AZH1 como 7 a 12,
porque esta razón es la misma que
la de los cuadrados de los radios Z
de dichos círculos 42 y vamos a FIG. 107.
demostrar ahora que el área de e
42 Siendo, en efecto, TE=AE y el cuadrado del radio r del círculo e
AExAE
r2 =TA x TE+ ,
3
176 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO Il

es igual a la comprendida por la espiral ABGDE y la recta AE, porque


si no es igual, será mayor o menor.
Si suponemos primeramente que es mayor, se le puede circunscribir
una figura plana compuesta de sectores semejantes de tal modo que su
exceso sobre el área dicha sea menor que el del círculo C sobre esta mis-
ma área 43.
Circunscribamos esta figura y suponiendo que TAK Y TOL son el ma-
yor y el menor de los sectores, es evidente que la figura circunscrita será
menor que el círculo C.
Prolongando hasta la circunferencia las rectas que forman ángulos
iguales en T, tendremos varias rectas trazadas desde este punto a la espi-
ral,que se superan en la misma magnitud, siendo TA y TE la mayor y la
menor, respectivamente, y otras líneas:--tantas CODO las primeras-iguales
a la mayor de ellas y habremos construido sectores semejant~sno solo
sobre las rectas iguales a la mayor, sino también sobre las que se superan
en la misma magnitud, excepto la menor; luego la razón de las sumas de
ambos conjuntos de sectores es menor que la del cuadrado de la mayor
al área comprendida por TA y TE, juntamente con el tercio del cuadrado
de AE, según hemos demostrado antes 44; pero el círculo AZRl es igual
a la suma de los sectores construidos sobre las rectas iguales a la mayor
y el área de la figura circunscrita 10 es a la de los construidos sobre las
que se superan en la misma magnitud, excepto el construido sobre la
menor; luego la razón del círculo AZHl a la figura circunscrita es me-
nor que la del cuadrado de TA al área comprendida por TA y TE jun-
tamente con el tercio del cuadrado de AE, y como esta última razón es
igual a la de los círculos AZHl y C, la del círculo AZHl a la figura cir-
se tiene:
círculo e r2
círculo AZHI T AZ
TExTE
2TExTE+---
3
4TEx TE
6TEZ+TE2 7TW 7
---=-
12TE2 12TE2 12
43 Prop. 22.
44 Prop. 11, corolario.
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 177

cunscrita es menor que la del mismo círculo al C, y, por tanto, este es


menor que la figura circunscrita, lo cual es imposible porque es ma-
yor; luego el círculo C no es mayor que el área comprendida por la
espiral ABGDE y la recta AE 45.
26. El área comprendida por una espiral menor que la de la pri-
mera revolución, sin tener el extremo en el origen de la espiral, y por las
rectas trazadas desde sus extremos al origen, es al sector de radio igual
a la mayor de las rectas trazadas desde los extremos de la espiral a su
origen y arco limitado entre esas rectas y del mismo lado de la espiral,
como el área comprendida por las rectas trazadas desde los extremos de
la espiral a su origen juntamente con
el tercio del cuadrado del exceso de
la mayor de las rectas dichas al
cuadrado de la mayor de las trazadas
desde los extremos de la espiral a su
origen.
Sea ABG una espiral menor que
la primera revolución; A Y G sus
extremos y T su origen, desde el
cual como centro y radio TA se des-
cribe un círculo, a cuya circunferen-
cia encuentra la recta TG en el pun-
to Z (Fig. 108). Hay que demostrar
que la razón del área comprendida FIG. 108.
por la espiral ABG y las rectas TA
Y TG a la del sector ATZ es igual a la de la comprendida por TA y TG
juntamente con el tercio del cuadrado de GZ al cuadrado de YA 46.
27. Entre las áreas comprendidas por las espirales y las rectas ini-
45 Arquímedes supone después que el área del círculo e es menor que la
comprendida por la espiral ABGDE y la recta AH, y por un razonamiento aná-
logo al anterior y al de la segunda parte de la prop. 24, llega al mismo absurdo,
quedando demostrado 10 que se quería, y a continuación establece-sin demos-
trarlo, pero indicando que se haría del mismo modo-el teorema general, cual-
quiera que sea la revolución que se considere.
46 Analíticamente es:
(TA- TG)2
TAxTG+---
área ABGT 3
área AZT TA2
178 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

ciales de la revolución, la tercera es doble de la segunda; la cuarta,


triple,. la quinta, cuádruple, y así sucesivamente, siendo la primera área
la sexta parte de la segunda.
Sea la espiral de origen T, el de la revolución la recta TE y K la pri-
mera área, L la segunda, M la tercera, N la cuarta y S la quinta. Hay que
demostrar que el área K es la sexta parte de la siguiente; M doble de
L; N triple de esta y que las áreas sucesivas son múltiplos sucesivos de
las anteriores.
Puesto que se ha demostrado 47 que el área KL es al segundo círculo
como 7 a 12, este al primero como 12 a 3 48 Y el primero al área K como
3 a 1 49, resulta que el área K es la sexta parte de la L 50.
Por estar el área KLM con la del tercer círculo en la misma razón que
la comprendida por TG y TB, juntamente con el tercio del cuadrado de
TB, con el cuadrado de TG, y por ser el tercer círculo al segundo como

que Arquímedes demuestra por reducción al absurdo, como las dos proposi-
ciones anteriores.
47 Prop. 25.
48Por ser TB=2TA.
49 Prop. 24.
so Multiplicando, en efecto, las tres razones

KL 7
2.° cír~= 12'
2.° círc. 12
l.er círc. =3'
l.er círc. 3
--K--=l'

resulta
KL 7
--=-
L 1
de donde
KL-K=L 7-1=6
K 1
es decir,
L
K=-
6
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 179

el cuadrado de TG al de TB y el segundo círculo al área KL como el cua-


drado de TB al área comprendida por TB y TA, juntamente con el tercio
del cuadrado de AB (Fig. 109), resul-
ta que el área KAM es a la KL como
la comprendida por TG y TB, junta-
mente con el tercio del cuadrado de
BG, a la comprendida por TB y TA
juntamente con el tercio del cuadrado
de AB; pero estas áreas son entre sí
como 19 a 7; luego el área KLM es
a la AK como 19 a 7 y M a KL como
12 a 7; pero KL es a L como 7 a 6;
luego M es doble de L 51.
Del mismo modo se demostraría
que las áreas siguientes son múltiplos
de L y crecen según el orden natural FIG. 109.
de los números.
Ahora bien: el área KLMNS es a la del círculo que tiene por radio la
51 El producto de las tres razones
BG2
TGxTB+--
KLM 3
----=-------,
3. er círc. TG2
3. er círc. TG2
- - - - =-
--,
2. círc.
0
TB2
2. 0 drc. TB2
- KL=-----AB2 ;
TBxTL+--
3
suprimiendo factores comunes y poniendo
TG=3TA, TB=2TA, BG=TA,
se tiene:
BG2
TGxTB+--
KLM 3
--------
KL AB2
TBxTL+--
3
180 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

recta TE como la comprendida por TE y TD, juntamente con el tercio


del cuadrado de DE, al cuadrado de TE 52; pero el círculo de radio TE es
al de radio TD como el cuadrado de TE al de TD, y este al área KLMN
como el cuadrado de TD al área comprendida por TD y TG, juntamen-
te con el tercio del cuadrado de DG; luego el área KLMNS es a la KLMN
como la comprendida por TE y TD, juntamente con el tercio del cua-
drado de DE, a la comprendida por TD y TG juntamente con el tercio del
cuadrado de DG, y, por tanto, restando, el área S es a la KLMN como el
exceso de la comprendida por TE y TD, juntamente con el tercio del
cuadrado de ED, sobre la comprendida por TD y TG, juntamente con el
tercio del cuadrado de DG, a la comprendida por TD y TG, juntamente
con el tercio del cuadrado de DG.
Pero el exceso de la suma de las dos primeras áreas sobre la de las
segundas es igual al de la comprendida por TE y TD sobre la compren-
dida por TD y TG, es decir: el área comprendida por TD y DG; luego

TA2
3TAx2TA+--
3
TA2
2TA x TA+--
3

18TA2+TA2
3 19
----
6TA2+TA2 7
3
de donde
KLM-KL=M 19 -7 12
----- [1]
KL 7 7
y por ser K:L=l: 6, es
K+L=KL 1+6=7
[2]
L 6
y multiplicando [1) y [2] es
MxKL 12x 7
KL x L =--:¡:;¡;,
52 Prop. 25.
ARQUIMEDES.-SOBRE LAS ESPIRALES 181

la S es a la KLMN como la comprendida por TD y EG a la comprendida


por TD y EG juntamente con el tercio del cuadrado de GD.
Análogamente se demostraría que el área N es a la comprendida por
KL y LM como la comprendida por TG y BD a la comprendida por
TG y TB juntamente con el tercio del cuadrado de GB; luego el área
N es a la KLMN como la comprendida por TG y BD a la comprendida por
TG y TB juntamente con el tercio del cuadrado de GB; pero la suma de
estas áreas es igual a la comprendida por TD y TG juntamente con el
tercio del cuadrado de GD; Y por ser el área S a la KLMN como la com-
prendida por TD y GE a la comprendida por TD y TG juntamente con el
tercio del cuadrado de GD y el área KLMN a la N como la compren-
dida por TD y TG, juntamente con el tercio del cuadrado de GD a
la comprendida por TG y DB, resulta que el área S será a la N como la
comprendida por TD y GE a la comprendida por TG y DB; pero la com-
prendida por TD y GE es a la comprendida por TG y DB como TD a TG
porque las rect'as GE y BD son iguales entre sí; luego el área S es a la N
como TD a TG.
De la misma manera se demostraría que el área N es a la M como
TG a TB y que la M es a la L como TB a TA; luego las rectas TE, TD,
TG, TB Y TA son entre sí como los números en su orden.
28. Si en la primera revolución de una espiral se toman dos puntos
que no sean sus extremos y se trazan por ellos rectas al origen y desde
este como centro y con radios iguales a estas rectas se describen círcu-
los, el área limitada por el arco del círculo mayor situado entre estas
rectas y por la parte de la espiral limitada por estas mismas rectas y por
la prolongación de la menor de ellas, será al área limitada por el arco
del círculo menor, por la misma parte de la espiral y por las rectas que
unen sus extremos, como el radio del círculo menor, juntamente con los
dos tercios del exceso del radio del círculo mayor sobre el del menor,
es al radio del menor juntamente con el tercio de su exceso.
Sea ABGD la primera revolución de una espiral de origen T en la cual
tomamos los dos puntos A y G que unimos con T y desde T como cen-
tro describamos los círculos de radios TA Y TG. Hay que demostrar que
el área S es a la P como la recta TA, juntamente con los dos tercios de
HA, es a la TA juntamente con el tercío de HA (Fig. nO).
Puesto que se ha demostrado 53 que el área NP es al sector HGT
como la comprendida por TH y TA, juntamente con el tercio del cuadra-
53 Prop. 26.
182 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

do de HA, es al cuadrado de TH, el área S será a la NP corno la compren-


dida por TA y TH, juntamente con los dos tercios del cuadrado de HA, es.
a la comprendida por TA y TH, juntamente con el tercio del cuadrado de
HA 54; pero el área NP es al sector NPS corno la comprendida por TA y
TR, juntamente con el tercio del cuadrado de AH, es al cuadrado de TH y
el sector NPS es al N corno el cua-
drado de TH al de TA; luego el área
NP será al sector N corno la com-
prendida por TA y TH, juntamente
con el tercio del cuadrado de HA,.
es al cuadrado de TA, y, por tanto,
el área NP es a la P corno la corn-
O prendida por TH y TA, juntamente
con el tercio del cuadrado de HA,.
es a la comprendida por HA y TA,
juntamente con el tercio del cuadra-
do de HA.
Pero el área S es a la NP corno
la comprendida por TA y AH jun-
tamente con los dos tercios del cua-
FIG. no. drado de HA es a la comprendida
por TH y TA, juntamente con el
tercio del cuadrado de HA, y la NP es a la P corno la comprendida por
54 Por ser
NP THx TA-!fV{Z
sector HGT THx TA+!AH2 '
es también

sector HGT-NP Tlf2-THxTA-tAH2


NP THxTA+tAH2
y poniendo
sector HGT -NP=S,
Tlf2- THx TA-tAH2 =(TA+AH)2_(TA+AH)TA- tAlP
=(TA+AH) (TA-AH)-(TA+AH - TA)- tAlfl:
= (TA + AH)AH - tAH2
=(TA+jAH)AH,
ARQUIMEDES.-DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS 183

TH Y TA, juntamente con el tercio del cuadrado de HA, es a la com-


prendida por HA y TA, juntamente con el tercio del cuadrado de HA;
luego el área S será a la P como la comprendida por TA y HA, junta-
mente con los dos tercios del cuadrado de HA, es a la comprendida
por TA y HA, juntamente con el tercio del cuadrado de HA, y por ser
el área comprendida por TA y HA, juntamente con los dos tercios del
cuadrado de HA, a la comprendida por TA y HA juntamente con el
tercio del cuadrado de HA, como la recta TA, juntamente con los dos
tercios de la HA, es a la recta TA juntamente con el tercio de la HA,
resulta que el área S es a la N como la recta TA, juntamente con los dos
tercios de la recta HA, es a la TA juntamente con el tercio de la HA.

DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS


ü DE SUS CENTROS DE GRAVEDAD

LIBRO 11

1
POSTULADOS

1. Pesos iguales a distancias iguales (del punto de apoyo de una ba-


lanza de brazos iguales) se equilibran, y a distancias desiguales se rompe
el equilibrio y hay inclinación hacia el lado del peso que está a mayor
distancia.
2. Si a uno de dos pesos iguales se le añade algo, se rompe el equi-
librio y el peso añadido queda más bajo.
resulta:
S (TA+jAH)AH
NP THxTA+tAH2
TAxAH+iAH2
TAxAH+tAH2
1 Esta obra coloca a Arquímedes a la cabeza de la Estática con los mismos
títulos que diecinueve siglos después colocaron a Galileo a la cabeza de la
Dinámica.
Apartándose de Aristóteles, en cuyas Cuestiones mecánicas hay algunas re-
184 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO JI

3. Si se quita algo a uno de ellos, se rompe el equilibrio, y el peso


no disminuido queda más bajo.
4. Los centros de gravedad 2 de dos fíguras que coinciden, también
coinciden.
5. Los centros de gravedad de dos figuras desiguales, pero seme-
jantes, están situados semejantemente.
6. Si dos pesos se equilibran a cierta distancia, otros dos pesos equi-
valentes a aquellos también se equilibran a la misma distancia.
7. El centro de gravedad de una figura cuya superficie es cóncava
en la misma dirección, está en el interior de la figura 3.

flexiones acerca de las condiciones de equilibrio de los instrumentos conocidos


en su época, el siracusano prescinde de toda consideración metafísica y de toda
hipótesis sobre el movimiento, porque sus leyes no se pueden reducir a nociones
inteligibles y pone los fundamentos de la Estática en la obra cuyo título
'EmJtÉ8rov laoQQoJtlOJ'V 1í XÉVTQCL ~CLQ&'V e:Tl:LJtÉ8rov, se ha traducido incorrecta-
mente al latín por De planorum cequilibriis, y de aquí el corriente en español:
Del equilibrio de los planos, cuando más apropiado sería llamarlo De los cen-
tros de gravedad de las figuras planas, porque trata de los baricentros y del
equilibrio de las figuras geométricas, en las que, además de la posición de sus
puntos, se considera el peso: ~áQ&v.
La obra, compuesta de dos libros, es un tratado escrito a la manera euclí-
dea y en ella se encuentra el origen de la Mecánica racional, pues que geome-
triza la Estática con perfecto rigor partiendo de siete postulados que resumen
experiencias lógicamente fundamentales.
Arquímedes, lo mismo que Euclides, se inspiró en la realidad exterior para
establecer sus postulados; pero, a diferencia del alej andrino, que los adaptó
al espacio ideal del geómetra, los del siracusano son la traducción fiel de ob-
servaciones que, aunque habían sido realizadas desde los tiempos más remo-
tos, pero solo como hechos brutos, no tuvieron rango científico hasta que él
axiomatizó la experiencia-como Euclides había axiomatizado la GeometrÍa-
sin pensar en el movimiento a la manera aristotélica para extraer de él sus
principios, sino en la máquina que los produce, pero quieta, a fin de descubrir
sus condiciones de equilibrio.
2 La definición explícita de centro de gravedad no se encuentra hasta Pappo,
quien dice que es un punto interior del cuerpo tal que este permanece en reposo
cualquiera que sea su posición inicial si se supone suspendido de ese punto.
El hecho de que Arquímedes no 10 defina permite sospechar que lo consi-
deraba conocido o, lo que es más probable, que figurase en alguna obra suya
anterior, perdida, como Sobre la palanca o Sobre los centros de gravedad, que
hemos citado en la bibliografía.
3 Estos postulados afirman la unicidad del centro de gravedad; el mante-
ARQUIMEDES.-DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS 185

II
PROPOSICIONES

1. Si pesos suspendidos a distancias iguales se equilibran, los pesos


.son iguales entre sí, porque si fueran desiguales y del mayor se quita el
exceso, los pesos que quedan no estarían en equilibrio 4, lo cual es absurdo.
2. De dos pesos desiguales suspendidos a distancias iguales, el ma-
yor está más bajo que el menor, porque quitando el exceso, los pesos
que quedan se equilibrarán 5 y, por tanto, si se añade después lo que se
había quitado, el peso mayor quedará· más bajo 6.
3. Si se equilibran dos pesos desiguales a distancias desiguales, el
mayor estará a menos distancia que el menor.
Sean A y B dos pesos desiguales, siendo A mayor que B, suspendidos
a las distancias CA y CB y en equili-
brio. Hay que demostrar que CA es
menor que CB (Fig. 111).
Si fuera igual y se quitara de A su
eXceso sobre B, el peso B quedaría
más bajo 7, lo cual es imposible por- A G o B
que siendo CA y CB iguales, hay equi-
librio, y si CA fuera mayor que CB,
sería el peso A el que quedaría más
bajo 8, lo cual es también imposible; FIG. 111.
--
luego CA es menor que CB.
4. Si dos pesos iguales no tienen el mismo centro de gravedad, el
de un peso equivalente a los dos es el punto medio de la recta que une
los centros de gravedad de ambos.
Si en la figura anterior el punto medio D de AB no es el centro de
gravedad de un peso equivalente a los A y B juntos, y suponemos que

nimiento del equilibrio sustituyendo pesos equivalentes y su dependencia exclu-


siva de los pesos y de sus distancias al centro de rotación, y el equilibrio o
.desequilibrio según que haya o no haya simetría respecto de pesos y distancias.
4 Postulado 3.
5 Postulado 1.
6 Postulado 2.
í Postulado 2.
8 Postulado 1.
186 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

es G, ya se ha demostrado que está en la recta AB 9, Y por ser G, los


pesos A y B se equilibrarán, lo cual es imposible porque dos pesos igua-
les a distancias desiguales no están en equilibrio 10; luego el centro de
gravedad de un peso equivalente a los A y B juntos es el punto D.
5. Si los centros de gravedad de tres pesos iguales están en línea
recta y a igual distancia, el centro de gravedad de un peso equivalente a
los tres pesos juntos es el del peso del
medio, porque si A, B Y G son los cen-
tros de gravedad de tres pesos iguales, A,
B Y G, Y AG es igual a GB, por ser igua-
les, en particular, los pesos A y B, su
A G 8 centro de gravedad es G, y como este
punto es el centro de gravedad del
peso G, es evidente que el de un peso
formado por los tres es el del medio
(Fig. 112).
FIG. 112. De aquí se deduce que:
a) El centro de gravedad de un peso
equivalente a varios pesos en número impar, cuyos centros de gravedad
están en línea recta y equidistantes, es el del peso del medio.
b) Si el número de pesos es par, el centro de gravedad de un peso
equivalente a todos ellos es el punto medio de la recta que une sus centros
de gravedad.
6. Dos pesos conmensurables se equilibran 11 a distancias 12 inver-
samente proporcionales a ellos.
Sean A y B dos pesos conmensurables cuyos centros de gravedad es-
tán en los puntos A y B, Y ED una recta y en ella un punto G tal que
GD sea a GE como el peso A al B, y hay que demostrar que el centro de
gravedad de un peso equivalente a los A y B juntos es el punto G.
Puesto que los pesos A y B son conmensurables y su razón es la mis-
ma que la de las rectas GD y GE, también serán conmensurables estas
rectas y, por consiguiente, tendrán una medida común N, y si supone-

9 Arquímedes asegura haberlo establecido anteriormente: JtQoMbELx:tm, pero


la demostración no se encuentra en ninguna de sus obras conocidas. Podría
estar en el tratado, perdido, Sobre la palanca.
10 Postulado l.
11 En una palanca.
12 Contadas a partir del punto de apoyo.
ARQUIMEDES.-DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS 187

mas que DH y DK son iguales a EG y EL a DH, las rectas DG y EL


serán iguales a EH y, por tanto, LH doble de DG y HK doble de GE;
luego N mide a LH y HK por lnedir a sus mitades; pero el peso A es al
B como la recta DG a la EG, y, por consiguiente como LH a HK que
son sus dobles.
Si A es el mismo múltiplo de Z que LH de N, la recta LH será a la
N como A a Z, y por ser KH a LH como B a A, la recta KH será a
la N como B a Z; luego el mismo
múltiplo que KH sea de N, será
B de Z, y puesto que también A
es múltiplo de Z, es Z la medida
común de A y B; luego si se
divide LH en partes iguales a N
y A en partes iguales a Z, ha- L E G H O K
brá en LH tantas partes iguales a t-------+'---tl-N-+-I---+-I-----l1
N como en A de partes iguales a 1----1
Z, y, por tanto, si a cada una FIG. 113.
de las partes de AH se aplíca un
peso igual a Z cuyo centro de gravedad sea el punto medio de cada parte,
todos estos pesos serán iguales a A y el centro de gravedad del peso for-
mado por todos ellos será el punto E porque todos son en número par
por ser EL igual a EH; y del mismo modo se demostraría que si a cada
parte de KH se aplíca un peso igual a Z cuyo centro de gravedad sea el
punto medio de cada parte, todos esos pesos serán iguales a B y el
centro de gravedad del peso formado por todos ellos será el punto D.
Ahora bien: como el peso A está aplicado en E y el B en D, tenemos
varios pesos iguales entre sí en línea recta; sus centros de gravedad son
equidistantes y el número de pesos es impar; luego el centro de gra-
vedad de un peso equivalente a todos ellos juntos es el punto medio de
la recta en que están todos los centros de gravedad, y como GE es igual
a DK, la recta completa LG será igual a la recta completa KG y el cen-
tro de gravedad de todos estos puntos será G; luego el peso A aplica-
do en G y el B en D están en equilibrio respecto de G.
7. El teorema es también cierto cuando los pesos son inconmen-
surables.
Si los pesos inconmensurables AB y G están suspendidos de ED y EZ
y el AB es al G como la recta ED a la EZ, digo que el centro de gravedad
de un peso equivalente a los AB y G juntos es el punto E (Fig. 114).
188 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Si dichos pesos no se equilibran cuando uno de ellos se aplica en


punto Z y el otro en el D, el AB es demasiado grande respecto del G
para que se equilibre con él o no es demasiado grande.
Si lo es, quitemos de AB me-
o E z
, nos de lo necesario para hacer des--
1
aparecer la inconmensurabilidad,.
de modo que los pesos A y B'
resulten conmensurables; pero co-
mo su razón es menor que la de
ED a EZ, dichos pesos A y G, sus-
pendidos de ED y EZ, no estarán
en equilibrio cuando uno de ellos
FIG. 114. se aplique en Z y el otro en D, y,
por la misma razón, tampoco esta-
rán en equilibrio si suponemos que G es demasiado grande respecto de-
AB para que pueda equilibrarse con él 13.
8. Si de un peso se quita otro de distinto centro de gravedad, el
del peso que queda es un punto de la prolongación de la recta que une
el centro de gravedad del peso primitivo y el quitado, cuyas distancias a
estos están en razón inversa de los mismos.
13 Las props. 6 y 7 establecen la ley de equilibrio de la palanca, que, como
es bien sabido, enunciamos en lenguaje moderno diciendo que la potencia y
la resistencia están en razón inversa de sus brazos de palanca.
La génesis de esta ley-que Arquímedes demostró apoyándose en sus pos-
tulados~ha sido muy discutida, pues que no se comprende cómo partiendo de
las condiciones cualitativas del equilibrio se pueden deducir sus condiciones
cuantitativas sin que intervenga algo que no figuraba en el sistema de postu-
lados hasta que Mach-sometiendo la Estática arquimediana a un análisis pro-
fundo-demostró que el principio general de ser constante el producto del
peso por el brazo de palanca está implícito en los razonamientos de Arquíme·
des; pero «el hecho de que eminentes sabios no hayan notado este salto-dice,
aludiendo evidentemente a Stevin, Galileo, Huygens y Lagrange, que coine-
tieron la misma omisión-nos advierte que no debemos hacer ningún reproche
al sabio más grande de los tiempos antiguos».
Para MACH: Die Mechanik, 1, 2-5, Leipzig, 1883, el conocimiento intuitivo
-al que Arquímedes daba gran importancia-nos coloca ante «una fuerza irre-
sistible extraña a los resultados de la experiencia reflexiva voluntaria, y se nos
presenta como algo exento de subjetividad e independiente de nosotros mis-
mas; pero lo tenemos siempre al alcance de la mano y es más nuestro que
los fenómenos individuales de la Naturaleza».
ARQUIMEDES.-DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS 189

Sea G el centro de gravedad de un peso AB, del cual quitamos el


AD cuyo centro de gravedad es E, y hay que demostrar que el de DH es
el punto Z de la recta EG prolongada tal que la razón de ZE a ZG es
la misma que la del peso AB al
AD (Fig. 115). A H
Si Z no es el centro de grave-
dad de DH, sino T, el del peso
AB, formado por los AD y DH E G z T
juntos, tiene que estar en la recta
BT y, dividiéndola en dos partes
que sean inversamente proporcio-
nales a AD y DH 14, no coincidirá o B
con G, lo cual es absurdo. FIG. 115.
9. El centro de gravedad de
un paralelogramo está en la recta que une los puntos medios de los la-
dos opuestos.
Sea ABGD un paralelogramo, E y Z los puntos medios de los lados
opuestos AB y GD (Fig. 116). Digo que el centro de gravedad del AD está
en la recta EZ, pues si no está y es el punto T, tracemos la recta TI
paralela a AB. Bisecando sucesivamente la BB, llegaremos a un segmento
menor que TI; dividiendo AE y BB en segmentos iguales a BK y tra-
zando por los puntos de división
A E K B
paralelas a EZ, el paralelogramo

luJlt///
e z
FIG. 116.
O
AD quedará descompuesto en pa-
ralelogramos iguales y semejantes
al KZ, y aplicándolos unos a otros,
sus centros de gravedad también
quedarán aplicados unos a otros 15
y tendremos un número par de
pesos iguales a KZ cuyos centros de gravedad están en la misma recta
y equidistantes unos de otros, y, por tanto, el del conjunto de todos esos
paralelogramos será el punto medio de la recta que une esos centros
de gravedad 16, lo cual es imposible porque hemos supuesto que es T,
que cae fuera de EZ; luego el centro de gravedad del paralelogramo
ABGD está en la recta EZ.

14 Props. 6 y 7.
15 Postulado 4.
16 Prop. 5, corolario b).
190 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

10. El centro de gravedad de un paralelogramo es el punto de inter-


secczon de sus diagonales, porque debiendo estar en las rectas que unen
los puntos medios de los pares de lados opuestos, estará en su inter-
sección, que es también la de las diagonales.
11. Si en dos triángulos semejantes se tieñen sendos puntos seme-
jantemente dispuestos y uno de ellos es el centro de gravedad de uno de
los triángulos, el otro punto es el del otro triángulo.
Sean ABG y DEZ dos triángulos semejantes, siendo AG a DZ como
AB a DE y como BG a EZ, y T Y N dos puntos semejantemente dis-
A puestos, de los cuales T es el cen-
~ o tro de gravedad del triángulo ABG
B~G~ N H (Fig. 117). Digo que N es el del
DEZ, porque si no lo fuera, sino
el H, y trazamos las rectas TA,
E Z TB, TG, ND, NE, NZ, HD, HZ
FIG. 117. Y HE, por estar T y H semejante-
mente dispuestos las rectas que
los unen con los vértices de los triángulos formarán ángulos iguales con
los lados homólogos y, por consiguiente, el ángulo HDE será igual al T AB,
y como este es igual al NDE porque los puntos T y N están semejantemente
dispuestos, resulta que el ángulo HDE es igual al NDE, lo que es im-
posible por ser aquel menor que este; luego H no es el centro de gra-
vedad del triángulo DEZ.
12. Si en dos triángulos semejantes el centro de gravedad de uno
de ellos está en la recta que une un vértice con el punto medio del lado
opuesto, el centro de gravedad del otro triángulo está en una recta se-
mejantemente trazada.
Sean ABG y DEZ dos triángulos semejantes, siendo AG a DZ como
AB a DE y como BG a EZ; H Y
M los. puntos medios de los lados
AG y DZ, y T, en la recta BH,
el centro de gravedad del triángu-
lo ABG. Digo que el del DEZ
está en una recta semejantemente
dispuesta (Fig. 118). FIG. 118.
Trazamos la recta EM; toman-
do en ella un punto N tal que EM sea a EN como BH a BT y uniendo
los puntos T y N con A, G, y D, Z, por ser AH la mitad de AG y DM la
ARQUIMEDES.-DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS 191

de DZ, la recta BA será a la ED como AH a DM, y el ángulo AHB igual


al DME; luego AH es a DM como BH a EM, y por ser BH a BT como
EM a EN será AB a DE como BT a EN y el ángulo BAT igual al EDN y
el TAG al NDZ.
Por la misma razón los ángulos BGT, EZN y TGH, NZM son iguales
y como se ha demostrado la igualdad de los ABT y DEN, el TBG será
igual al NEZ; luego los puntos T y N, semejantemente dispuestos en
lados homólogos, forman ángulos iguales, y, por tanto, siendo T el cen-
tro de gravedad del triángulo ABG, es N el del DEZ.
13. El centro de gravedad de un triángulo está en la recta que une
uno de sus vértices con el punto medio del lado opuesto.
Sea el triángulo ABG y AD la recta que une el vértice A con el pun-
to medio del lado opuesto, en la cual hay que demostrar que está el
centro de gravedad del triángulo.
Si no es así, supongámoslo en el punto T y tracemos por este la TI
paralela a BG. Dividiendo sucesiva-
A
mente la recta DG en dos partes
iguales, se llegará a un segmento
menor que TI; hagamos lo mismo
con BD y por los puntos de divi-
sión tracemos paralelas a AD, y lue-
go las EZ, HK y LM, que serán
paralelas a BG (Fig. 119).
Ahora bien: el centro de grave-
dad del paralelogramo MN está en B O
la recta VW, el del KS en WY y
o N Q G

el de ZO en YD; luego el del con- FIG. 119.

junto de esos paralelogramos está


en la recta VD. Suponiendo que sea el punto R unámoslo con el T,
prolonguemos RT y, trazando la GF paralela a AD, el triángulo ADG
es a la suma de todos los triángulos semejantes a él construidos so-
bre las rectas AM, MK, KZ y ZG como AG a AM porque dichas rec-
tas son iguales entre sí; pero la razón del triángulo ABD a la suma
de todos los triángulos construidos sobre AL, LH, HE Y EB es la de
AB a AL; luego la del triángulo ABG a la suma de estos triángulos es
la de AG a AM, y como esta razón es mayor que la de RF a RT
porque AG es a AM como RT a RP por la semejanza de los triángulos,
resulta que la razón del ABG a la suma dicha es mayor que la de RF a
192 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

RT y, por sustracción, la de la suma de los paralelogramos lvlN, KS y


ZO a la de los triángulos restantes es mayor que de la TF a TR.
Suponiendo ahora que la recta TX sea a la TR como la suma de los
paralelogramos a la de los triángulos, tendremos un cierto peso ABG, con
el centro de gravedad en T, del que se ha quitado otro formado por los
paralelogramos MN, KS y ZO, con el centro de gravedad en R; luego el
centro de gravedad de lo que queda, que es el conjunto de los triángulos
restantes, está en la prolongación de la recta RT, la cual prolongación
será a PT como lo restado es a lo restante, lo cual es imposible porque
trazando por X en el plano del triángulo ABG una recta paralela a AD,
todos los triángulos estarán del lado de esta recta, es decir: a uno o a
otro lado y, por tanto, la proposición es cierta.
14. El centro de gravedad de un triángulo es el punto en que se cor-
tan mutuamente las rectas trazadas desde cada vértice al lado opuesto.
Trazando en el triángulo ABG las rectas AD y BE que unen los
vértices A y B con los puntos me-
dios de los lados opuestos, el cen-
tro de gravedad del triángulo tie-
ne que ser el punto T, porque está
en las dos rectas AD y BE 17.
15. El centro de gravedad de
un trapecio está en la recta que
FIG. 120. une los puntos medios de los lados
paralelos dividida de tal modo que
la parte situada hacia el lado menor paralelo sea a la otra parte como el
doble del lado mayor, juntamente con el menor, es al doble del mayor
juntamente con el menor.
Sea el trapecio ABGD de lados paralelos AD y BG, cuyos puntos
medios E y Z determinan una recta en la cual debe estar el centro de
gravedad del trapecio (Fig. 121), porque si prolongamos las rectas GD,
BA Y ZE estas rectas se encontrarán en un mismo punto Q 18, luego el

17 La simetría del paralelogramo respecto de las rectas que unen los puntos
medios de los pares de lados opuestos permitió a Arquímedes determinar fácil·
mente su centro de gravedad; pero como el triángulo no tiene elementos simé-
tricos tuvo que recurrir a la reducción al absurdo para demostrar que el cen-
tro de gravedad está en una mediana, lo que autoriza a sospechar que conocía
la propiedad de estas de cortarse a los 2/3 del vértice.
18 Si suponemos, en efecto, que la prolongación de ZE no pasa por el
ARQUIMEDES.-DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS 193

centro de gravedad del triángulo QBG está en la recta QZ, y como el


del QAD también está en EQ, el del trapecio restante ABDG está igual-
mente en la misma recta 19.
Tracemos la BD y dividámosla en tres partes iguales por los puntos
T y K por los cuales tracemos las LTM y NKR paralelas a BG y luego
las DZ, BE y OS de modo que el
Q
centro de gravedad del triángulo
DBG estará en TM porque TB es la
tercera parte de BD y la recta TM
se ha trazado por T paralelamente
a BG, y como el centro de grave-
dad del triángulo BDG está en DZ,
es el punto S; por la misma razón
O es el del triángulo ABD, y el del
conjunto de estos dos triángulos, B
es decir: del trapecio ABGD, está FIG. 121.
en OS, y por estar también en EZ,
es el punto W, y siendo el triángulo BGD al ABD como BG a AD y OW a WS
como WT a WV, es BG a AD como WP a WV y, por consiguiente, el
doble de BG, juntamente con AD, es al doble de AD, juntamente con
BG, como el doble de .WP, juntamente con WV, es al doble de WV,
juntamente con WP; pero el doble de WP, juntamente con WV, es igual a
VP, juntamente con WP, es decir: a PE, y el doble deWV, juntamente
con WP, es igual a WV, juntamente con WV, es decir: WZ, y queda de-
mostrada la proposición.

punto Q de intersección de GA y BA, Y trazamos la recta ZQ, se tendrá

y por ser BZ=ZG, también debe ser AE=ED; luego la recta que pasa por Z
y E pasa también por Q.
19 Prop. 8.
194 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

LIBRO 11

1
DEFINICIONES Y LEMAS

1. Si en un segmento comprendido por una recta y una seCClOn de


un cono rectángulo 1 se inscribe un triángulo de igual base y altura que
el segmento, y en los segmentos restantes se siguen inscribiendo trián-
gulos de la misma manera, la figura que resulta se dice que está inscrita
regularmente 2 en el segmento.
2. Las rectas que unen los vértices de la figura inscrita, como se ha
dicho, son paralelas a la base del segmento.
3. Estas rectas quedan bisecadas por el eje del segmento.
4. Dichas rectas cortan al eje del segmento según el orden de los
números impares.
Estas propiedades se demostrarán en su lugar 3.

11
PROPOSICIONES

1. Si dos áreas comprendidas por una recta y una parábola no tie-


nen el mismo centro de gravedad, el de la magnitud formada por las dos
áreas estará en la recta que une los dos centros dividida en dos segmentos
inversamente proporcionales a las áreas parabólicas 4.
1 Es decir, un segmento parabólico, que es como traduciremos en lo sucesivo.
El texto griego es: L¡,tU¡,tCL LO :rtEQLEXÓ¡,tEVOV l<JnÓ LE Ev9dCL¡; 'XCtl oQ90YOOVlO1J 'Xwvov
'tü¡,tU¡;.
2La lección griega dice que la figura queda inscrita «como se sabe»:
frase que Peyrad y Delambre traducen por el adverbio
YVOOQL¡,tOO¡; EYYQacpEo9CLL,
régulierement, que creemos preferible a la perífrasis, desde luego más literal,
reeognised manner de Heath.
3 Sv LCLL¡; Lá~EOLV; pero ignoramos si Arquímedes lo hizo porque la demostra-
ción no se encuentra en ninguna de sus obras conocidas, aunque no descar-
tamos la hipótesis de que figurase en alguna de las perdidas.
Apoyándose en las props. 4 y 18 de la Cuadratura de la parábola, HEATH,
loe. cit., pág. 405, ha demostrado los lemas 2, 3 y 4.
4 Este teorema es un caso particular de los 6 y 7 del lib. 1, que Arquíme-
ARQUIMEDES.-DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS 195

2. El centro de gravedad de una figura rectilínea inscrita regular-


mente en un segmento parabólico está en el eje del segmento, porque los
centros de gravedad de los trape-
cios AEKG, EZIK y ZHTI están B
en las rectas LD, ML Y MN, respec-
tivamente, y el del triángulo HBT
en BN; luego el de la figura recti-
línea total está en BD (Fig. 122).
3. Si en dos segmentos para-
bólicos semejantes se inscriben re-
gularmente figuras rectilíneas del
mismo número de lados, los cen-
tros de gravedad de estas figuras
estarán semejantemente situados A
en los ejes de los segmentos. FIG. 122.

Sean los dos segmentos ABG y


UOW de ejes BD y OV; inscribámosles regularmente sendas figuras rec-
tilíneas del mismo número de lados y tracemos las rectas EK, JI, HT Y
RS, PQ, CF. Puesto que los ejes están semejantemente divididos por pa-
ralelas, que los cortan según los sucesivos números impares y son en
igual número, también tendrán las mismas razones las paralelas 5.
Ahora bien: los centros de gravedad de los trapecios AEGK y RUSW
(Fig. 123) están semejantemente colocados en las rectas LD y ZV por-
que AG es a EK como UW a RS y por la misma razón los centros de
gravedad de los trapecios EJIK, RPQS, JHTI y PCPQ y de los triángu-
los HBT y COP están semejantemente colocados en las rectas ML, YZ,
des demuestra independientemente de aquellos por la importancia que da en
el lib. Ir a los segmentos parabólicos.
5 Puesto que los segmentos de los ejes son entre sí como los números 1, 3,
5, 7, ... , los segmentos homólogos serán proporcionales, así como las paralelas
homólogas, porque, en efecto, de

HN2 BN 1 CX2 OX 1
JM2 BM 4 PY2 OY 4
se deduce
NH CX HT CF
-- -- -- --
JM PY JI PO
y así sucesivamente.
196 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

XY, BN Y OX, respectivamente, y como los trapecios y los triángulos


son proporcionales, resulta que los respectivos centros de gravedad de
las figuras completas inscritas en los
B
segmentos parabólicos. ABG y UVW
están semejantemente colocadas en
los ejes BD y OVo
4. El centro de gravedad de un
segmento parabólico cualquiera está
en el eje del segmento.
Sea ABG un segmento parabóli-
co en cuyo eje BD está su centro
de gravedad porque si no estuviera,
G y suponemos que es E, tracemos
o por este punto la recta EZ paralela
a la BD; inscribamos en el segmen-
to el triángulo de la misma base
y altura ABG y sea GZ a DZ como
este triángulo al área K, e inscriba-
mos, también regularmente, una fi-
gura rectilínea de modo que la suma
de los segmentos restantes. sea me-
nor que K (Fig. 124).
Puesto que el centro de gravedad
w de esta figura está en el eje BD, su-
FIG. 123. pongamos que es T; unámoslo con
E y tracemos por G la recta GL para-
lela a BD hasta su encuentro con la prolongación de TE. Es evidente
que la razón de la figura inscrita en el segmento a la suma de los segmen-
tos restantes es mayor que la del triángulo al área K, y por ser el trián-
gulo a K como GZ a DZ, aquella razón es mayor que la de GZ a DZ.
Si M es un punto de la prolongación de TE tal que ME sea a ET
como la figura inscrita a la suma de los segmentos y recordamos que el
centro de gravedad de la figura es el punto T, es claro que el de lo que
queda, que es el conjunto de todos los segmentos restantes, estará en la
prolongación de la recta TE de tal modo que su prolongación sea a TE
como la figura rectilínea inscrita es a la suma de los segmentos restan-
tes ti; luego este centro de gravedad será el punto M, lo cual es absurdo
6 Lib. I, prop. 8.
ARQUIMEDES.-DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS 197

porque todos los segmentos restantes están al mismo lado de la recta


trazada por el punto E paralela a BD; luego el centro de gravedad está
en BD.
5. El centro de gravedad de un segmento parabólico está más cer-
ca del vértice que el del de una fi-
B M
gura rectilínea inscrita regularmen-
te en el segmento.
Sea ABG un segmento parabó-
lico ; inscribámosle el triángulo
ABG y, tomando en su eje un
punto E tal que BE sea doble de
ED, ese punto será el centro de
gravedad del triángulo. A D Z
Por los puntos medios Z y H FIG. 124.
las rectas AB y BG tracemos las
ZK y HL paralelas a BD, en las cuales estarán los centros de gravedad
B de los segmentos AKB y BLG. Si
son T e I, respectivamente, y los
unimos, la figura TZHI será un
paralelogramo 7; Y como ZN es
igual a N H, será TX igual a XI
y, por tanto, el centro de grave-
dad de la magnitud formada por
los segmentos AKB y BLG estará
en el punto medio X de TI por ser
A o G equivalentes estos dos segmentos,
FIG. 125. y como el del triángulo ABG es E,
el de la figura total, es decir, el
del segmento parabólico, estará en XE, o sea, entre los puntos X y E,
y, por tanto, más cerca de B que lo está E 8.

7 Si trazáramos la recta KL, por ser esta y la ZH paralelas a la AG y la KZ


a la LH, es KZ=LH, y, por tanto, TZ=IH; luego la figura TZHI es un pa-
ralelogramo.
8 Arquímedes inscribe después en el segmento parabólico el pentágono
AKBLG y, considerando los triángulos y segmentos AKB y BLG y razonando
del mismo modo, demuestra que el centro de gravedad del segmento ABG
está más cerca del vértice B que el del pentágono AKBLG, y lo mismo ocurre
con cualquier otra figura rectilínea inscrita regularmente.
198 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

6. En un segmento parabólico dado se puede inscribir regularmente


una figura rectilínea de tal modo que la distancia entre los centros de
gravedad de aquel y de esta sea menor que cualquier longitud dada.
Sea el segmento parabólico ABG de centro de gravedad T, y el
triángulo ABG tal que su área sea a un área K como B T a la longitud
dada Z.
Inscribamos regularmente en el segmento la figura rectilínea AMBLG
de tal manera que la suma de los segmentos restantes sea menor que
K (Fig. 126). Si E es el centro de
H
gravedad de esta figura, digo que
B TE es menor que Z, porque si no es
menor, será igual o mayor, y puesto
que la razón de la figura rectilínea
AMBLG a la suma de los segmentos
restantes es mayor que la del trián-
gulo ABG al área K 9, es decir, que
la razón de TB a Z, la cual no es
o menor que la de TB a TE porque TE
FIG. 126. no es menor que Z, la de la figura
a la suma de los segmentos restantes
será mayor que la de TB a TE, y, por consiguiente, si hacemos de modo
que la figura rectilínea AMBLG sea a la suma de los segmentos restantes
como otra recta a la TE, esta recta será mayor que la TB y entonces,
suponiendo que es TH, por ser T el centro de gravedad del segmento
parabólico y E el de la figura rectilínea y en la prolongación de ET se
toma una longitud que sea a TE como la figura a la suma de los seg-
mentos restantes, dicha longitud será mayor que TB, y si es TH a TE
como la figura a los segmentos restantes, el centro de gravedad de estos
será el punto H, lo cual es imposible porque si se traza por él una para-
lela a BG, los segmentos restantes quedarán del mismo lado que el seg-
mento completo; luego la recta TE es menor que Z.
7. Los centros de gravedad de dos segmentos parabólicos semejantes
dividen a sus diámetros en la misma razón.
Sean los dos segmentos semejantes ABG y EZH, de ejes BD y ZT y
centros de gravedad K y L, respectivamente (Fig. 127).
Si los puntos K y L no dividen a BD y ZT en partes proporcionales,
9 Puesto que la figura es mayor que el triángulo y la suma de los segmen-
tos restantes menor que K.
ARQUIMEDES.~DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS 199

sea NZ a NT como KB a KD e inscribamos regularmente en el segmento


EZH una figura rectilínea tal que la distancia entre su centro de gravedad
M y el del segmento L sea menor
B
que LN. Si en el segmento ABG
inscribimos otra figura semejante
a la anterior, su centro de grave-
dad estará más cerca del vértice
que lo está el del segmento, lo
cual es imposible; luego KB es a
KD como LZ a LT.
8. El centro de gravedad de
un segmento parabólico divide al
eje en dos partes tales que la que A o G
está del lado del vértice es igual
a tres veces. la mitad de la que z
está del lado de la base.
Sea ABG un segmento para-
bólico de eje BD y centro de gra-
vedad T. Hay que demostrar que
la recta TB es igual a tres veces
la mitad de la TD.
Inscribamos reguLarmente en
el segmento el triángulo ABG;
sea E su centro de gravedad; di-
vidamos las rectas AB y BG en dos FIG. 127.
partes iguales por los puntos Z y
H Y tracemos por ellos las ZK y HL paralelas a BD, las cuales serán
los ejes respectivos de los segmentos AKB y GBL (Fig. 128).
Si M Y N son los centros de gravedad de estos y trazamos las rectas
ZH, MN y KL, el punto R será el centro de gravedad de la figura formada
por los dos segmentos, y por ser TB a TD como MK a MZ, sumando y
permutando será BD a KZ como TD a MZ; pero BD es cuádruple de
KZ, como se demostrará más adelante 10, TD cuádruple de MZ, y, por
10 Falta la demostración. La propiedad no es de Arquímedes, sino de Eutacio,
comentarista sirio de los matemáticos griegos, que floreció en el primer tercio
del siglo VI de nuestra era.
Haciendo la construcción indicada, Eutocio observa que por ser AZ = BZ, es
BA=2BZ, BD=2BS, AD=2ZS=2KP,
200 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

tanto, el resto TB también será cuádruple del resto KM, es decir: de PR;
luego la suma de las rectas restantes BP y RT es triple de PR 11, Y siendo
BP triple de PQ, lo será TR de QR.
Puesto que BD es cuádruple de BP y BP triple de PQ, la recta
BQ será la tercera parte de BD, y
B como ED es la tercera parte de BD
por ser E el centro de gravedad del
triángulo ABG, la recta restante QE
será la tercera parte de BD.
Por ser T el centro de gravedad
del segmento parabólico dado, R
el de los dos segmentos AKB y BLG
juntos, y E el del triángulo ABG,
este triángulo será a la suma de los
o G segmentos restantes como TR a TE
FIG. 128. y por ser dicho triángulo triple de la
suma de los segmentos porque el
segmento total es cuádruple del tercio del triángulo 12, resulta que TR es
triple de TE, y como se ha demostrado que TR es triple de RQ, es QE, o
sea: DE, quíntuple de TE por ser iguales las rectas RE y DE; luego TD es
séxtuple de TE, y como BD es triple de DE, resulta finalmente que BT
es triple de la mitad de TD.
9. Si cuatro rectas están en proporción continua y se toma otra que
sea a los tres quintos del exceso de la mayor sobre la tercera como la
menor es al exceso de la mayor sobre la menor, y se toma también
otra recta que sea el exceso de la mayor sobre la tercera como una recta
formada por el doble de la mayor, el cuádruple de la segunda, el séxtuple
de la tercera y el triple de la cuarta es a otra formada por el quíntuple de
la mayor, el décuple de la segunda y el quíntuple de la cuarta, estas dos
rectas, juntas, serán los dos quintos de la mayor 13.
de donde

y poniendo PS = KZ, puesto que KPSZ es un paralelogramo, resulta, finalmen-


te, BD=4KZ.
11 Por ser TB=4PR, es TB-PR=BP+TR=3PR.
12 Vid. ínfra, De la cuadratura de la parábola, prop. 24.
13 La demostración arquimediana de este teorema, de tan largo y fastidioso
enunciado, es difícil de seguir sin perder el hilo del razonamiento, por lo cual
ARQUIMEDES.-DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS 201

10. El centro de gravedad de un segmento restado de un área parabó-


lica está en la parte del medio de las cinco iguales en que se divida el eje
del segmento, dividida de tal modo que la porción que está más cerca de
la base menor del segmento sea a la otra porción como un sólido que
tenga por base el cuadrado construido sobre la mitad de la base mayor
y por altura el doble de la menor, juntamente con la mayor, es a otro
sólido que tenga por base el cuadrado construido sobre la mitad de la
base menor y por altura el doble de la mayor, juntamente con la menor.
Sean en una parábola las dos rectas AG y DE Y el segmento ABG de
eje BZ. Es evidente que HZ será también el eje del segmento ADEG 14
Y las rectas AG y DE paralelas a la tangente en el punto B.
Dividamos HZ en cinco partes iguales y sea TK la del medio. Si TI es
a IK como un sólido que tenga por base el cuadrado construido sobre
AZ y por altura el doble de DH, juntamente con AZ, es a otro sólido
que tenga por. base el cuadrado construido sobre DH y por altura el doble
de AZ, juntamente con DH, hay que demostrar que el punto 1 es el
centro de gravedad del trapecio ADEG (Fig. 129).

la sustituimos por la siguiente, que tiene la rapidez y claridad del cálculo alge-
braico, cuyo desconocimiento por los griegos suplió Arquímedes con su excep-
cional habilidad técnica.
Dados cuatro segmentos rectilíneos a > b > e > d en proporción continua
y otros dos x e y tales que sea
x d y

3/ 5 (a- c) a- a' a- e
2a+ 2b+ 6c+3d
Sa+ lOb+ lOe+Sd'

despejando x en la primera ecuación e y en la segunda, es


3 a-e
x=-d ' - - ,
S a-d
2«2 + 4ab +4ae + 3ad + 4be - 6e2 - 3ed
y=
5(a+2b+2e+d)

cuya suma, teniendo en cuenta que por hipótesis es bc=ad, vale x+y=2/5 Q.
14 Arquímedes llama también segmento a la figura comprendida entre dos
cuerdas paralelas y los arcos parabólicos que interceptan: a:n:o oQ6oyooví.o'U xrovov
to¡.tús a<paQoú¡.tEvO~, es decir, nuestro trapecio parabólico.
202 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

Sean MN Y NO iguales a BZ y BH, respectivamente; tornemos una


recta NP media proporcional entre MN y NO Y otra QN cuarta propor-
cional entre estas tres, y sea QM a QN corno TZ a una recta IR trazada
desde el punto l, y cuyo otro ex-
B tremo caerá donde caiga, porque
es indiferente que sea entre Z y
H o entre H y B.
Puesto que BZ es un diáme-
H4-
D~
tro 15 de la parábola, el principal,
~E

o uno paralelo a él, y las rectas


AZ y DH ordenadas por ser pa-
ralelas a la tangente en el punto
B, el cuadrado construido sobre
z
P o Q N AZ será al construido sobre DH
1 I I
corno BZ a BH, es decir: corno
FIG. 129. MN o NO; pero esta razón, MN
a NO, es la misma que la del
cuadrado construido sobre MN al construido sobre NP; luego el cua-
drado construido sobre AZ es al construido sobre DH corno el cons-
truido sobre MN es al construido sobre NP; luego AZ es a DH corno
MN a NP, y, por tanto, el cubo construido sobre AZ será al construido
sobre DH corno el construido sobre MN es al construido sobre NP; pero
la razón de los dos primeros cubos es igual a la de los segmentos ABG
y DBE Y la de los segundos a la de MN y NQ, de manera que, restando,
el trapecio ADEG será al segmento DBE corno MQ a NQ, o sea: corno
las tres quinta partes de HZ a IR.
Puesto que un sólido que tiene por base el cuadrado construido sobre
AB y por altura el doble de AH, juntamente con la recta AZ, es al cubo
construido sobre AZ corno el doble de DH, juntamente con AZ, es a AZ,
y, por tanto, corno el doble de NP, juntamente con MN, es a MN; luego
el cubo construido sobre AZ es al construido sobre DH corno MN a NQ.

15 En la terminología arquimediana, la palabra «diámetro»: ~háV,E1:QOe:;, de


la parábola equivale a nuestro eje, y los demás son paralelas al diámetro que,
en el segmento, es la recta que biseca a las cuerdas paralelas a la base:
"tlÍv bLxu "tÉ¡tvo'U(Juv '[lÍe:; Eú6ELUe:; :JtlÍ(Jue:; '[lÍe:; :JtuQu '[uV ~á:(JLV ulnou o'yo¡tÉvae:;; el
diámetro principal de la parábola: O,QXLXO" es el de ordenadas perpendiculares,
y el del trapecio el segmento que une los puntos medios de las cuerdas pa-
ralelas.
ARQUIMEDES.-DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS 203

Pero este cubo es a un sólido que tenga por base el cuadrado cons-
truido sobre DR y por altura el doble de AZ, juntamente con DH, como
DH es al doble de DZ, juntamente con DZ, y como QN es al doble
de ON, juntamente con QN, y tenemos, pues, cuatro magnitudes: el
sólido cuya base es el cuadrado construido sobre AZ y altura doble
de DR, juntamente con AZ; el cubo construido sobre AZ; el cons-
truido sobre DR, y el sólido que tiene por base el cuadrado de DH y
por altura el doble de AZ, juntamente con AZ, las cuales cuatro mag-
nitudes son proporcionales dos a dos a otras cuatro: al doble de NP,
juntamente con MN a MN; a NQ y al doble de NO, juntamente con NQ;
luego el sólido cuya base es el cuadrado construido sobre AZ y altura
doble de DR, juntamente con AZ, es al que tiene por base el cuadrado
construido sobre DR y altura doble de AZ, juntamente con DH, como
el doble de NP, juntamente con MN, es al doble de NO, juntamente
con NQ.
Pero la razón de estos dos sólidos es la misma que la de TI a IK;
luego TI es a IK como la primera recta compuesta a la segunda, y
sumando y quintuplicando los antecedentes, la recta ZH será a la IK
como una recta formada por el quíntuple de MN y NQ Y el décuple
de NP y NO es al doble de NO, juntamente con NQ, y por ser ZR a los
dos quintos de ZK como una recta formada por el quíntuple de las
MN y NQ Y el décuple de PN y NO es a una recta formada por el
doble de las MN y NQ Y el cuádruple de las PN y NO, resulta que
una recta formada por el quíntuple de MN y NQ Y el décuple de
las PN y NO será a una recta formada por el doble de MN, el cuádruple
de NP, el séxtuple de ON y el triple de NQ, como ZH es a ZI.
Ahora bien: puesto que las cuatro rectas MN, NP, ON Y NQ están
en proporción continua, la NQ será a la QM como la PI a los
tres quintos de ZR, es decir: a MO; pero una recta formada por el
doble de MN, el cuádruple de NP, el séxtuple de NO y el triple de
NQ es a otra formada por el quíntuple de las MN y NQ Y el décuple
de las PN y NO, como la otra recta IZ es a ZR, es decir: a MO; luego
la recta RZ, de acuerdo con lo antes demostrado, será igual a los dos
quintos de MN, o sea: de BZ, y, por consiguientes, el punto R es el
centro de gravedad del segmento ABG, y si es X el de DBE, el del tra-
pecio ADEG estará en una recta situada en la dirección de XR, la cual
será a XP como el trapecio al segmento restante; pero el punto 1 es
este centro de gravedad porque BR y BX son iguales a los tres quintos
204 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO 11

de BZ, y BH, respectivamente; el trapecio es al segmento DBE como MQ


a NQ, y esta razón de MQ a NQ es la misma que la de los tres quintos
de ZH, que es XR, a RI; luego el trapecio ADEG es al segmento DBE
como XR a RI, y por ser R el centro de gravedad del segmento total,
y X el del DBE, es 1 el del trapecio 16.

EL AREN ARIOI

Creen algunos, i oh rey Gelón 2!, que el número de granos de arena es


infinito; mas no ya el de los que rodean a Siracusa y cubren las distintas
playas de Tinacria 3, sino el de las que puede haber en todas las regiones
habitadas y desiertas, está lejos de serlo. Hay otros que juzgan no ser
infinito su número, pero dicen que es imposible asignarle ninguno deter-
minado que lo exprese. ¿Qué juzgarían los que tal opinan, al considerar
semejante masa de arenas, si imaginaran que la Tierra entera, levantada
hasta la cumbre de los más altos montes, con los mares y todas sus
cavidades, se hallase repleta de ellas, y todavía pusieran la consideración
en el conjunto de una multitud de moldes iguales a la supuesta? Cierta-
mente que no vacilarían en afirmar que el número de granos de arena

16 Obsérvese que la marcha seguida para determinar el centro de gravedad


del trapecio parabólico es la misma que la de la prop. 15 del lib. 1 para en-
contrar el del trapecio rectilíneo: suma de dos triángulos en este y diferencia
de dos segmentos parabólicos en aquel, con tan admirable aplicación de las
propiedades de las magnitudes proporcionales que pone de manifiesto la extra-
()rdinaria habilidad de Arquímedes para hacer uso de la que Zeuthen llamó
Algebra geométrica de los griegos.
1 Como hemos dicho en la bibliografía arquimediana, este escrito es el
más precioso documento que poseemos de la numeración helénica.
Los griegos tenían invencible horror a considerar números grandes, como
si, fuera de sus necesidades de orden práctico, no tuviesen realidad objetiva.
En Geometría llegaron a las más altas cumbres de la abstracción; ·pero se
quedaron rezagados en Aritmética hasta que el genio desinteresado de Arquí-
medes dedicó a este tema una obra especial: 'AQxo.L, Principios, perdida, en la
que parece que definía los confines entre la numeración y la Aritmética pro-
piamente dicha; pero el pensamiento arquimediano no se ha perdido porque
nos queda El Arenaría en forma de carta enderezada al rey Gelón.
2 Tirano de Siracusa, que murió el año 214 a. de J.C.
3 Nombre primitivo de Sicilia.
ARQUIMEDES.-EL ARENARIO 205

contenidos en dicho conjunto habría de exceder con mucho, y en gran


manera, a todo número. Mas comprenderás que entre los números dados
por mí y consignados en las cartas que escribí a Zeusippo, hay algunos
que no solo exceden al de los granos de arena que contendría toda la
Tierra, sino también al de los que pudiera contener el Mundo entero.
y no ignoras que muchos astrónomos dan el nombre de Mundo a la
esfera que, con el centro en el de la Tierra, tiene por radio la distancia
de esta al Sol.
Aristarco de Samas 4 publicó ciertas hipótesis de cuyos fundamentos
resulta que el Universo sería mucho mayor porque supone que las
estrellas fijas y el Sol están inmóviles, que la Tierra gira alrededor
de este como centro y que la magnitud de la esfera de aquellas es tal
que la circunferencia del círculo que supone descrito por la Tierra es a
la distancia a las estrellas fijas como el centro de la esfera a la super-
ficie, 10 cual es imposible porque, careciendo de magnitud el centro,
no puede tener ninguna razón con la superficie de la esfera. Es compren-
sible, sin embargo, que Aristarco creyera que, considerando la Tierra
como centro del Mundo, la razón de la Tierra con este es la misma
que la que tiene la esfera sobre la cual se encuentra la órbita terrestre
con la de las estrellas fijas, hipótesis de la que deduce sus demostraciones
suponiendo que los fenómenos ocurren así porque parece que la esfera
sobre la que imagina que se mueve la Tierra es igual a la que nosotros
llamamos Mundo s.
4 Geómetra griego del siglo III a. de T.e.
s La imposibilidad de una razón entre el centro y la superficie de una es-
fera, que Arquímedes esgrime contra Aristarco, admitida sin comentarios por
todos los traductores del Arenario, solo tiene un valor simbólico para Abel
Rey. «La traslación de la Tierra sobre su órbita-dice-no cambia en nada las
apariencias relativas de las estrellas fijas con respecto a ella, y, por tanto, se
puede asimilarla a un punto sin magnitud frente a la esfera de las fijas, ya que
esta es inmensa y, por decirlo así, inconmensurable con relación a la de la
órbita terrestre: metáfora y no aserción matemática. Pero la metáfora ilustra
con precisión un sistema en el que «el Mundo» tan restringido de Aristóteles
y de los geocentristas se ha ampliado hasta parecer infinito, no solo respecto
de la Tierra, sino de una esfera, uno de cuyos círculos máximos es la órbita
terrestre. A los griegos les repugnaba el infinito y Arquímedes ha conservado
esta preciosa glosa de Aristarco para proponerse contar los granos de arena
que llenarían la enorme esfera de las estrellas fijas, a fin de hacerla conmensu-
rable, aunque la órbita imaginada por el de Samos solo sea respecto de ella
un punto sin magnitud, puesto que es preciso que a lo largo del año que tarda
206 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Decimos, pues, que si tuviéramos una esfera de arena tan grande


como la de las estrellas fijas que supone Aristarco, se podría demostrar
que entre los números citados en el libro de los Principios 6 hay algunos
que superan el de granos de
arena contenidos en dicha esfera.
Supongamos ahora que el contorno de la Tierra tenga trescientas
miríadas de estadios 7, pero no más, porque tú sabes que otros han
querido demostrar que es de treinta miríadas aproximadamente; pero yo
lo supongo diez veces mayor y no más, y admito, de acuerdo con los
astrónomos aludidos, que el diámetro de la Tierra es mayor que el de
la Luna y el del Sol mayor que el de la Tierra, siendo el del Sol treinta
veces mayor que el de la Luna, pero no más.
Entre los astrónomos a que he hecho referencia, Eudoxio afirmó que
el diámetro del Sol era nueve veces mayor que el de la Luna; Fidias,
hijo de Acúpatres 8, ha dicho que era doce veces mayor, y, finalmente,
según Aristarco, el diámetro del Sol es mayor que dieciocho y menor
que veinte veces el de la Luna; pero yo voy más lejos y supongo que el
del Sol es mayor que el lado de un kilógono inscrito en un círculo máximo
de la esfera en que se mueve; y hago esta hipótesis porque Aristarco
dice que el Sol es la setecientavigésima parte del Zodíaco 9.
en recorrerla, todo suceda como si el observador del cielo permaneciese en un
mismo punto, como si aparentemente no saliera del centro de esta órbita».
L'apogée de la science technique grecque, l, pág. 76, París, 1946.
Las palabras de Arquímedes tienen, además, gran importancia histórica por
su alusión al sistema heliocéntrico de Aristarco, que, 10 mismo que a Galileo
dos mil años después, le valió la acusación de violador de la religión ante los
paganos ortodoxos.
Verdadero precursor de Copérnico, el astrónomo griego tuvo la audacia de
decir que la Tierra giraba alrededor del Sol en una obra, perdida, 10 que da
extraordinario interés a la referencia de Arquímedes, quien, sin compartir las
ideas de Aristarco, acepta el Universo de este por ser inmensamente mayor que
el que concebían sus contemporáneos y poder demostrar que, lleno de arena,
contiene un número finito de granos.
6 'AQXCLL, perdido.
7 Miríada quiere decir ((diezmillaf», y como el estadio ático tenía 125 pasos
geométricos, equivalentes a 177,7 metros, resulta que las 300 miríadas = 3 mi-
llones de estadios que Arquímedes asigna a la circunferencia terrestre son
533 millones de metros, número deliberadamente exagerado para matizar mejor
el problema que trata de resolver.
8 Es decir, su padre. Vid. supra, PróJogo, nota l.
9 El valor 3600: 720= 30', que da Aristarco, y acepta Arquímedes, para el
ARQUIMEDES.-EL ARENARIO 207

Con el auxilio de aparatos he intentado determinar el ángulo que,


teniendo el vértice en el ojo del observador, abarque al Sol, ángulo que
no es fácil de medir porque ni la vista, ni las manos, ni los instrumentos
son seguros para hacer cálculos exactos y es inútil hablar de la imper-
fección de los aparatos porque ya se ha dicho varias veces.
Además, como para demostrar lo que me propongo me basta consi-
derar un ángulo no mayor y otro no menor que el que abarca el Sol
con el vértice en el ojo del observador 10, coloqué un pequeño cilindro
perpendicularmente a una regla sobre una superficie plana en un lugar
elevado para ver el Sol en cuanto apareciera en el horizonte y poderle
mirar de frente 11, dirigí hacia él la regla y, poniendo el cilindro entre el
Sol y el ojo para que lo ocultara por completo fui alejando de este el
cilindro hasta que vi al Sol por los bordes y entonces detuve el cilindro.
Si el ojo viera con un solo punto y desde el extremo de la regla en que
está se imaginan tangentes al cilindro, el ángulo que forman sería menor
que el que tuviera el vértice en el ojo y abarcara al Sol; pero como el ojo
no ve objetos con un solo punto, sino con una parte que tiene una cierta
magnitud 12, tomé otro cilindro de diámetro no menor que el ancho de
la parte del ojo que ve, lo coloqué en el extremo de la regla donde
estaba el ojo y tracé dos rectas tangentes a los dos cilindros. Es evidente
que el ángulo así formado debe ser menor que el que abarcaba al Sol
y tenía el vértice en el ojo.
Para tener esos cilindros de diámetros no menor que el ancho de la
parte que ve del ojo, se toman dos del mismo diámetro y pequeño:
uno blanco y otro negro, y se colocan ante el ojo de manera que el
blanco esté más lejos y el negro lo más cerca posible y toque al rostro.

diámetro aparente del Sol, es bastante aproximado pues que está compren-
dido entre 31' 311/ y 32' 35". En cambio, se halla muy lejos de la verdad su
hipótesis de ser el diámetro del Sol no mayor que treinta veces el de la Luna,
pues que resulta entonces que la razón entre los diámetros del Sol y de la
Tierra es 30, siendo, en realidad, 109,1.
10 .áv yoovLav, EL:; av ó aAto~ 8vaQ¡.tó~EL .áv xOQucpáv ExouoaU no1:1 ,;(i O'\j>H.
11 Es decir, observarlo a simple vista en el momento en que sus rayos no
hieren violentamente los ojos.
12 EnE!, al 01jJLEs 01J% ucp EVos oa¡.tELov ~AÉnov.L, u'AAa unó 1:LVÓ~ ¡.tEyÉ6EOC;.
La parte que ve del ojo es, en efecto, la pupila, que, al contraerse o dilatarse
según que reciba más o menos luz, cambia de magnitud, y como su diámetro
en el momento de la observación podía no ser igual al del cilindro, la expe-
riencia era imprecisa.
208 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Si los diámetros de los cilindros son menores que lo ancho de la parte


del ojo que ve, es evidente que, mirando al cilindro negro, se verá
por completo el blanco; pero si los diámetros de los cilindros no son
menores que lo ancho de la parte que ve, solo se verá algo a uno y
otro lado del cilindro negro, y teniendo esto en cuenta, construí dos
cilindros de anchura tal que uno ocultaba al otro sin ocultar más y, por
tanto, una magnitud igual a lo ancho de estos cilindros no es menor
que el de la parte del ojo que ve 13.
Para conseguir un ángulo no menor que el que abarca al Sol y
tiene su vértice en el ojo, alejé de este el cilindro hasta que ocultó por
completo al Sol y entonces le tracé las tangentes desde el extremo de
la regla en donde estaba el ojo, las cuales es claro que forman un ángulo
mayor que el que abarca al Sol y tiene el vértice en el ojo.
Comparando estos ángulos con el recto, el mayor, cuyo vértice estaba
en un punto marcado en la regla, era menor que la ciento sesenta y
cuatro ava parte del recto y el menor mayor que dos centésimas
partes del recto; luego el ángulo que abarca al Sol y tiene el vértice en
el ojo está comprendido entre estos dos valores 14, y se demuestra
entonces que el diámetro del Sol es mayor que el lado de un kilógono
inscrito en un círculo máximo de la esfera del Universo.
Supongamos, en efecto, el plano trazado por el ojo del observador
y por los centros de la Tierra y del Sol cuando este se encuentra
poco elevado sobre el horizonte. Ese plano cortará a la esfera del
Mundo según el círculo ABG, a la Tierra según el DEZ y al Sol según
el PSN; sean T y K los centros de la Tierra y del Sol y D el ojo del
observador y tracemos desde los puntos D y K las tangentes DL y De,
TM y TO al círculo PSN en los puntos N, P y Q, R, respectivamente, y
sean A y B los de intersección de TM y TO con la circunferencia del
círculo ABG (Fig. 130).

13 Este aparato es, en el fondo, la dioptra, que un siglo después inspiró


a Herón la suya, a la que posteriormente, hacia 130 a. de J. C., Hiparco añadió
la pínula y el cursor.
14 Las dos observaciones son buenas, dado 10 rudimentario del instrumento
con que las hizo, puesto que los valores obtenidos son: 90°: 200= 27 ' y
90°: 164=32' 35", y los verdaderos, como dijimos en la nota 9, son 31' 31 1/ y
32' 35", respectivamente, a los que seguramente se habría acercado más Arquí-
medes si hubiera tenido en cuenta la refracción, que es bastante grande cuando
el Sol está sobre el horizonte.
ARQUIMEDES.-EL AREN ARIO 209

La recta TK será mayor que la DK porque se ha supuesto que el


Sol está sobre el horizonte, y, por tanto, el ángulo CDL será mayor
que el OTM, y como es mayor que
E
dos centésimas partes y menor que
la ciento sesenta y cuatro aya de un
recto por ser igual al que abarca
el Sol desde el ojo del observador,
el OTM será menor que la ciento
sesenta y cuatro aya parte de un
recto y, por consiguiente, la rec-
ta AB menor que la cuerda de la
seiscientas cincuenta y seis aya par-
te de la circunferencia del círculo
ABG.
Pero la razón del contorno del
polígono de seiscientos cincuenta y
seis lados al radio del círculo ABG
es menor que la de cuarenta y cua-
tro a siete, porque no ignoras que
hemos demostrado 15 que la circun-
ferencia de un círculo es igual al M
triple del diámetro y una parte de
este menor que la séptima y ma-
yor que la diez setenta y una ava;
luego la razón de AB a TK es me- FIG. 130.
nor que la de once a mil ciento
cuarenta y ocho 16, y, por tanto, AB es menor que la centésima par-

15 Vid. supra, Medida del drculo, prop. 3.


16 Siendo la razón del perímetro del polígono de 656 lados inscrito en el
círculo ABG a TK menor que 44/7, la de uno de los lados de ese polígono a TK
será menor que
44 44 11
- - : 7=--=--,
656 4592 1148
y por ser AB menor que ese lado, es a fortiori

AB 11
--<--
TK 1148
210 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

te de TK 17, Y como el diámetro del círculo PSN es igual a AB por-


que FA, mitad de AB, es igual a KQ, pues siendo iguales las rectas
TK y TAse han trazado en sus extremos perpendiculares opuestas al
mismo ángulo, resulta que el diámetro del círculo PSN es menor que la
centésima parte de TK.
Ahora bien: el diámetro ETV es menor que el del círculo PSN
porque el DEZ es menor que este; luego las rectas TV y SK, juntas,
son menores que la centésima parte de TK y, por consiguiente, la razón
de TK a VS es menor que la de ciento a noventa y nueve 18; pero TK
no es menor que TQ y VS menor que DP; luego la razón de TQ a DP es
menor que la de ciento a noventa y nueve, y, además, por ser iguales
los lados KP y KQ de los triángulos rectángulos TPK y TQK, desiguales
los DP y TQ, siendo este el mayor, la razón del ángulo PDK al KTQ
será mayor que la de TK a DK y menor que la de TQ a DP porque
si los lados del ángulo recto de dos triángulos rectángulos unos son
iguales y otros desiguales, la razón del mayor de los ángulos desiguales,
formado por lados desiguales, es mayor que la del mayor de los
lados opuestos al ángulo recto, al menor de los lados y menor que
la razón del mayor de los lados del ángulo recto al menor 19; luego
la razón del ángulo CLD al OTM es menor que la de TQ a DV,

17 Se tiene, en efecto,
AB 11 1 1
--< ----<--
TK 1148 4 100
104+-
11
18 Llamando R al radio del círculo PSN, es
TK
TV+SK < 2R < --,
100
y, por tanto,
TK
VS>--
100'
luego es
TK 100
--<--
VS 99
19 Para llegar a esta conclusión, Arquímedes hace uso de la limitación tri-
ARQUIMEDES.-EL ARENARIO 211

menor, a su vez, que la de ciento a noventa y nueve; pero el


ángulo CDL es mayor que dos centésimas partes de un recto; luego
el OTM será menor que noventa y nueve doscentésimas de recto, y,
por consiguiente, este ángulo será mayor que la doscientas ava parte
de recto; luego AB es mayor que la cuerda de un arco de la circun-
ferencia del círculo ABG dividida en ochocientas doce partes, y como
el diámetro del Sol es igual a AB, será evidentemente mayor que el
lado de un kilógono.
Dicho esto se demuestra también que el diámetro del Universo es
menor que una miríada de veces el de la Tierra y que cien miríadas
de miríadas de estadios, porque habiéndose supuesto que el diámetro
del Sol no es mayor que treinta veces el de fa Luna y que el de la
Tierra es mayor que el de la Luna, resulta que el del Sol es menor
que treinta veces el de la Tierra, y como, además, se ha demostrado
que el diámetro del Sol es mayor que el lado de un kilógono inscrito
en un círculo' máximo de la esfera del Universo, es evidente que el
contorno de tal polígono es menor que mil veces el diámetro del Sol;
pero este es menor que treinta veces el de la Tierra; luego el contorno
del polígono es menor que tres miríadas de veces el diámetro de la
Tierra y que el triple del del Universo porque se ha demostrado que
el contorno de un polígono cualquiera de más de seis lados iguales
inscrito en una circunferencia es mayor que el triple del diámetro de
este círculo; luego el diámetro del Universo es menor que una miríada
de veces el de la Tierra y, por tanto, menor que cien miríadas de
miríadas de estadios.
Pero hemos supuesto que el contorno de la Tierra no es mayor que
trescientas miríadas de estadios, y como tampoco es mayor que el triple
de su diámetro, se tiene que el diámetro de la Tierra es menor que
cien miríadas de estadios, y como el diámetro del Universo es menor
que una miríada de veces el de la Tierra, el del Universo es menor
que cien miríadas de miríadas de estadios.
Suponiendo ahora que un grano de arena es menor que una semilla

gonométrica:
sen a a tg a
---<-<--,
sen b b tg b
que demuestra que la razón entre la tangente y su ángulo crece con este,
cuando en su época era desconocida aún la Trigonometría.
212 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO 11

de amapola, que esta no contiene más de una miríada de granos de


arena, y que el diámetro de la semilla no sea menor que la cuarenta
ava parte de un dedo 20, coloqué semillas de amapola en fila sobre una
regla de modo que se tocaran mutuamente y, al observar que veinti-
cinco semillas ocupaban una longitud mayor que lo ancho de un dedo,
supuse que el diámetro de la semilla era más pequeño aún: solo la
cuarenta ava parte de un dedo para que no hubiese contradicciones
en lo que me había propuesto.
Tales son las hipótesis que hago y creo que es el momento de ex-
poner los nombres de los números, porque si no dijera nada en este
escrito, temería que quienes no hayan leído el que envié a Zeusippo 21,
pudieran caer en un error.
Se han dado nombres a los números hasta una miríada y también
son conocidos los mayores puesto que lo que se hace es repetirlos
hasta una miríada de miríadas 22.
20 1 dedo = 0,0001 estadio.
21 El de los Principios.
22 Como se ve, Arquímedes supone conocidos los nombres de los números
hasta la miríada por haberlos divulgado en sus Principios, siendo fácil distin-
guirlos hasta una miríada de miríadas, es decir:
10.000 x 10.000= 1()8= 100 millones.

Los nombres de los diez primeros números eran:


1, eis 6, ex
2, duo 7, epta
3, treis 8, octo
4, tessares 9, ennea
5, pente 10, deca.

Los de la segunda decena se formaban con el de las unidades y la termi-


nación deca hasta el 20, interpolando a veces la partícula XCl.L, equivalente a
nuestro adverbio más, como, por ejemplo, 12, dodeca; 19 enneacaideca, y de
un modo análogo se nombraban los de las decenas siguientes cuyos nombres se
formaban con los de las unidades y la terminación conta, excepto el 20, que
se decía eicosi; así: 30, triaconta; 40, tessaraconta, etc.; 100 era ecaton; 1.000,
kilioi, y 10.000, miríada, y no necesitaban más nombres para designar los nú-
meros hasta 108 -1 = 99.999.999.
En cuanto a la numeración escrita, los veinticuatro primeros números se
representaban por las letras del alfabeto jónico en su orden natural, procedi-
miento cuya rigidez era inadecuada para el cálculo, por 10 cual los antiguos
ARQUIMEDES.-EL ARENARIO 213

A todos estos números hasta una miríada de miríadas los llamo


primeros 23; la miríada de miríadas de números primeros se llamará
unidad de números segundos y contaremos las unidades, decenas, cen-
tenas, millares y miríadas de estas mismas unidades hasta una miríada
de miríadas de números segundos que se llamará unidad de números
terceros, y contaremos las unidades, decenas, centenas, millares y mi-
ríadas de estas mismas unidades hasta una miríada de miríadas de
números terceros, que se llamará unidad de números cuartos, cuya
miríada de miríadas se llamará unidad de números quintos, y así con-
tinuaremos dando nombres a los números siguientes hasta las miríadas
de miríadas de los números formados por miríadas de miríadas de nú-
meros terceros.
Aunque esta gran cantidad de números es más que suficiente, se
puede ir más lejos aún.
En efecto, llamaremos números del primer período a los números
de que acabamós de hablar 24, al último de los cuales diremos unidad
de los números primeros del segundo período; la miríada de los núme-
ros primeros del segundo período será la unidad de los números se-
gundos del segundo período; la miríada de miríadas de los números
segundos del segundo período se llamará unidad de los números ter-
ceros del segundo período y continuaremos dando nombres a los
números siguientes hasta un número del segundo período que sea
igual a las miríadas de miríadas de números formados por miríadas de
miríadas, y el último del segundo período será la unidad de números

griegos recurrieron al expediente de agregar a las letras tres signos especiales


de origen oriental.
Indicaban los millares por las mismas letras que las unidades simples, y para
distinguirlos de estas afectaban las letras que representaban millares de un
acento colocado en su parte inferior.
La letra M correspondía a una decena de millar que, como hemos dicho,
era la miríada, cuyo límite se tardó mucho tiempo en sobrepasar, porque bas-
taba para todos los fines prácticos, ya que la Logística ocupaba un lugar subal-
terno en la jerarquía de las disciplinas matemáticas asumiendo un carácter
ancillar respecto de la Aritmética propiamente dicha; y es preciso esperar a
Arquímedes para que los griegos se fijasen en los grandes números al quedar
destruida la creencia de que eran infinitos los granos de arena de la Tierra.
23 nQónOL.
24 Es decir, los comprendidos entre 1 y 10 8, que es la base de su sistema de
numeración.
214 CIENTIFICOS GRIEGOS.~TOMO II

primeros del tercer período y seguiremos dando nombres hasta las


miríadas de miríadas del período formado por una miríada de miríadas
de números de miríadas de miríadas.
Si partiendo ahora de la unidad colocamos los números unos a
continuación de los otros y el más próximo a la unidad es una decena,
los ocho primeros números, incluida la unidad, serán los llamados pri-
meros; los ocho siguientes, los segundos, y del mismo modo se desig-
nan los demás números según la distancia de su octada a la octada de
los números primeros.
De aquí resulta que el octavo número de la primera octada tendrá
mil miríadas; el primero de la segunda octada, que es la unidad de
los números segundos, será una miríada de miríada por ser décuple del
que le precede; el octavo de la segunda octada será el millar de miría-
das de los números segundos, y, finalmente, el primer número de la
tercera octada, que es la unidad de los números terceros, será una miríada
de miríadas de números segundos por ser décuple del anterior, y es
evidente que de este modo se tendrán tantas octadas como se quiera 25.
2S Este sistema de numeración se funda en los mismos principios que el
nuestro. Arquímedes toma como base 108 porque los griegos solo podían expre-
sar oralmente los números comprendidos entre 1 y lOs, es decir, desde la uni-
dad hasta la miríada de miríadas, los cuales son los números primeros.
La miríada de miríadas es la unidad de números segundos, cuyo valor es
10s .10s= 102.s ; contando esta nueva unidad por decenas, centenas, millares y
miríadas hasta la miríada de números segundos, se tiene la unidad de números
terceros, o sea: lO s .102 .s= 103 .s, y así se llega a la miríada de miríadas de los
números cienmillonésimos, es decir, hasta 10S.108 , número que, en nuestro sis-
tema, está representado por la unidad seguida de ochenta millones de ceros.
Las unidades que considera Arquímedes son, pues:
108, l()2'S, ... , lOS' 108,
108 • lOS' 1(}'l = 10S(l()8+1),
lOS.108 (108+1l= 108(1()8+2),

....................................... ,

habiéndose detenido en el
lOS-102.8

que en nuestro sistema de numeración sería la unidad seguida de ochenta mil


ARQUIMEDES.-EL ARENARIO 215

Si los números son continuamente proporcionales a partir de la uni·


dad y se multiplican dos términos de esta progresión, el producto será
también un término de la misma alejado del mayor factor tanto como
de la unidad lo está el menor, y el mismo producto distará de la unidad
tantos términos, menos uno, como los dos factores juntos 26.
Sean, en efecto, A, B, G, D, E, Z, H, T, 1, K Y L varios números
proporcionales I7 a partir de la unidad, que es A. Si llamamos X al
producto de D por T y tomamos un término L que diste de T tantos
términos como D de la unidad, hay que demostrar que X es igual a L.
Puesto que los números A, B, G, D, E, Z, H, T, 1, K, y L son pro-
porcionales y D está tan alejado de A como L de T, el número D será
al A como L a T y por ser D el producto de A por D, es L igual al de T

billones de ceros, número monstruoso superior a toda comprensión, ni aun


recurriendo a artificios tales como el tiempo que se tardaría en escribirlo, lon-
gitud que tendríá, etc., debiendo advertirse que la palabra billón tiene en Es-
paña, Italia, Inglaterra, Alemania e Hispanoamérica la significación de un millón
de millones, mientras que en Francia y Estados Unidos equivale a mil millones.
En español, dicha palabra aparece empleada en el siglo xv.
A pesar del límite que se impuso, Arquímedes coloca después los números
unos detrás de otros, agrupándolos de ocho en ocho para formar las octadas:
OXtÚ()OC;,

10 8n , 10 8n + 1, 10Sn + 2, ... , 10 8n +7 (n= 1, 2, 3, ... ),

cuyo cómputo se facilita con un teorema que coincide con la regla del producto
de potencias de igual base.
26 Es el teorema aludido al final de la nota anterior, equivalente a la igualdad

10 m X lon= lom+n,

que algunos historiadores de la Matemática consideran como el germen de la


temía de logaritmos, hasta el punto de haber llamado logaritmos arquimedia-
nos a los decimales.
El lector a quien interese este tema puede consultar la disertación de
S. CANOVA que sigue a su Elogio di A. Vespucci, pág. 72, Florencia, 1789, y
el artículo de J. A. BIOT, publicado en el Journal des Savants, 1835, reprodu-
cido en las Mélanges scientifiques et littéraires, vol. lII, págs. 393-525, París,
1858.
La segunda parte del teorema enunciado por Arquímedes es la propiedad
de ser constante el producto de los términos de una progresión geométrica
equidistante de los extremos e igual al producto de estos.
27 Es decir, en progresión geométrica.
216 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

por D 28; luego L es igual a X, y como el producto de D por Tes,


evidentemente, un término de la progresión que dista del factor mayor
tantos términos como el menor de la unidad, ese mismo producto dis-
tará de la unidad tantos términos menos uno como los factores de la
unidad, porque siendo el número de términos A, B, G, D, E, Z, H y T
igual al de términos que T dista de la unidad y el número de los 1, K Y L
es menor en una unidad que el de términos que D dista de la unidad
puesto que el número de estos términos, con D, es igual al de términos
que D dista de la unidad.
Establecidas estas cosas, unas supuestas y otras demostradas, expon-
gamos lo que nos hemos propuesto. Puesto que una semilla de amapola
no es menor que la cuarenta ava parte de un dedo, es evidente que una
esfera cuyo diámetro sea un dedo no es mayor que lo necesario para
contener seis miríadas y cuatro mil semillas de amapola 29, porque
esta esfera es sesenta y cuatro veces mayor que otra de un cuarenta
avo de dedo de diámetro, pues se ha demostrado que las esferas son
entre sí como la razón triplicada de sus diámetros, y como se ha su-
puesto que el número de granos de arena contenidos en una semilla
de amapola no era mayor que una miríada, es evidente que el número
de granos de arena contenidos en una esfera cuyo diámetro sea un
dedo no será mayor que una miríada de veces seis miríadas y cuatro
mil, y puesto que este número contiene seis unidades de números se-
gundos y cuatro mil miríadas de números primeros, es menor que diez
unidades de números segundos.
Una esfera de cien dedos de diámetro es igual a cien miríadas de
veces otra de un dedo de diámetro, puesto que la razón de las esferas
es la triplicada de la de sus diámetros; luego si tenemos nena de arena
una esfera de cien dedos de diámetro, el número de granos sería menor
que el producto de diez unidades de números segundos por cien miría-
das; pero diez unidades de números segundos, a partir de la unidad,.

28 Por ser D:A=L:T, es A·L=T·D, y poniendo


D=Dx l=DxA,
se tiene:
A xL=TxDxA,
de donde
L=TxD.
29 14.000 semillas.
ARQUIMEDES.-EL ARENARIO 217

es el décimo término de una progresión en que cada término es el décuple


del que le precede y cien miríadas es el último término, también a
partir de la unidad; luego el número que resulta de multiplicar estos
dos es el sexto término de la progresión empezando por la unidad, por-
que se ha demostrado que el producto de dos términos de una progre-
sión que empieza por la unidad dista de esta tantos términos, menos
uno, como los factores juntos lo están de la unidad; pero de estos
dieciséis términos, los ocho primeros, incluida la unidad, son números
primeros, los ocho segundos y el último es un millar de miríadas de
números segundos; luego el número de granos de arena contenidos en
una esfera de cien dedos de diámetro es menor que mil miríadas de
números segundos 30.

Comprendo, ' i oh rey Gelón!, que estas cosas parecerán increíbles a


muchas personas no versadas en las ciencias matemáticas, pero serán
demostradas por quienes las cultivan y se aplican a conocer las distan-
das y magnitudes de la Tierra, del Sol, de la Luna y del Universo
entero, por lo cual creo que será conveniente que otros las consideren
de nuevo.

30 Análogamente calcula el número de granos de arena que caben en una


'esfera de un diámetro igual a una miríada de dedos, o sea, un estadio, cien
estadios, una miríada de estadios, cien miríadas de estadios-que es el diáme-
tro de la Tierra que adopta Arquímedes-, una miríada de miríadas de esta-
dios, cien miríadas de miríadas de estadios-el diámetro del Universo según
los astrónomos ortodoxos-y, finalmente, cien miríadas de unidades del pri-
mer orden de su sistema de octadas-que es el diámetro del Universo de Aris-
tarco-, llegando así a un número que, con nuestra notación decimal, sería la
unidad seguida de sesenta y ocho ceros.
Con El arenarío, Arquímedes demostró que los grandes núineros son tam-
bién entes matemáticos y, como dice GINO LORJA: Storía della Matematiche,
tomo l, pág. 186, Turín, 1929, «atrajo la atención hacia el infinitamente grande
aritmético como en sus memorables aplicaciones del método de exhauci6n ven-
ció la repugnancia por el infinitamente pequeño geométrico».
218 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

EL PROBLEMA DE LOS BUEYES 1

Problema descubierto por Arquímedes y que, bajo forma


de epigrama, envió a quienes en Alejandría se ocupan de
estas cuestiones, mediante una carta dirigida a Eratóstenes
de Cirene 2.

Amigo: Si has heredado la sabiduría, calcula cuidadosamente a cuán-


to se elevaría la multitud de los bueyes del Sol que, en otro tiempo,
1 Problema de Logística que, como dijimos en la bibliografía, fue encontrado
por Lessing en 1773, despertó inmediatamente la curiosidad. de filólogos y ma-
temáticos, entre los que figuran J. y K. 1. Struve, padre e hijo, el primero de
los cuales le hace asumir: Altes griechisches Epigramm mathematisches Inhalts,
Altona, 1821, un origen homérico fundándose en un pasaje de la Odisea: XII,
165-169: «Llegarás más tarde a la isla de Tinacria, donde pacen las muchas
vacas y pingües ovejas del Sol. Siete son las vacadas otras tantas las hermosas
greyes de ovejas, y cada una está formada por cincuenta cabezas.»
Struve, hijo, simplificó el enunciado del problema suprimiendo la segunda
parte, que es la que establece las condiciones más complicadas; pero tanto
aquel origen como esta supresión fueron refutados por G. HERMANN en su tesis
académica De Archimedis problemata bovino, Leipzig, 1828, sosteniendo la
autenticidad del ;rt(2ó~A:rl!ka ~OELXÓV contenido en el epigrama, la cual fue negada
después por G. H. F. NESSELMANN: «Anmerkungen zu Diophanh, Zeitsch. ¡ür
Math. und Phys., vol. XXVII, pág. 481, Leipzig, 1892, fundándose en que in-
terviene en él un número triangular y los números figurados fueron descono-
cidos hasta Nicómaco, acercándose así a la hipótesis lanzada años antes por
A. I. H. VINCENT: «Sur le probleme des breufs atribué a Archimede», Nouv.
Ann. de Math., vols. XIV-XV, París, 1855-1856.
Los trabajos posteriores de J. 1. HEIBERG: Qucestiones Archimedece, pá-
ginas 66-69, Copenhague, 1880, y P. TANNERY, en las Mémoires de Burdeos,
vol. IIl, pág. 369, 1880, Y en el Bulletin des Scíences mathématiques, vol. V,
pág. 25, París, 1881, han puesto en claro que el famoso problema al que alude
Cicerón en sus Cartas a Atico es, en efecto, de Arquímedes, dadas sus relacio-
nes con los matemáticos alejandrinos, y el hecho de que los números triangu-
lares eran conocidos antes de Nicómaco-rectificando en este punto la tesis
de Nesselinann-, si bien la forma en que ha llegado a nosotros puede ser pos-
terior, pero no más tarde de principios del siglo 11, según ha demostrado
F. HULTSCH en su artículo «Archimedes», de la Encyklopadie de Pauly-Wissowa.
2 IIQó~A'Y]!ka onEQ 'AQXL!kf¡¿)Y]~ EV EntYQÚ!k!kaOLV EUQWV 'Wi:~ EV 'AAEsaV¿)QELa nEQL
ARQUIMEDES.-EL PROBLEMA DE LOS BUEYES 219

pacían en las llanuras de la isla Tinacria distribuidos en cuatro rebaños


de colores distintos: uno blanco como la leche, otro berrendo en negro,
el tercero colorado y el cuarto jabonero.
En cada rebaño había un número considerable de bueyes repartidos
en las proporciones siguientes: el número de los blancos era igual a la
mitad aumentada en el tercio de los negros más todos los colorados,
mientras que el de negros era igual a la cuarta y quinta partes de los
jaboneros más todos los colorados también, y considera, además, que
el número de los jaboneros era igual a la sexta y séptima partes de los
blancos, aumentado, igualmente, en los colorados.
Las vacas estaban repartidas así: El número de las blancas era, pre-
cisamente, igual a la tercera y cuarta partes de todo el rebaño negro,
mientras que el de las negras era igual a la cuarta y quinta partes de las
jaboneras, todas las cuales habían ido a pacer en compañía de los bue-
yes, y el número de las jaboneras era igual a la quinta y sexta partes
de todo el rebaño colorado, mientras que las coloradas eran en número
igual a la mitad de la tercera parte aumentada en la séptima del rebaño
blanco.
Amigo: Si me dices exactamente cuántos eran los bueyes del Sol y
cuál, en particular, el de bueyes y vacas de cada color, no se te calificará
de ignorante ni de inhábil, pero no podrás aún contarte entre los sabios.
Observa ahora los diversos modos de estar dispuestos los bueyes:
cuando los blancos juntaban su multitud a los negros, se mantenían en
un grupo compacto que tenía la misma medida en profundidad que en
anchura, y este cuadrado llenaba completamente las llanuras de Tina-
cria. Por otra parte, reunidos los colorados y los jaboneros, sin que
estuvieran presentes los bueyes de otros colores o sin que faltasen,
quedaban agrupados de tal suerte que, constituida la primera fila por
uno solo, formaban gradualmente una figura triangular.
Amigo: Si encuentras estas cosas y, en una palabra, si concentrando
tu ingenio, expresas todas las medidas de estas multitudes, te glorifi-
carán por haber alcanzado la victoria y se te juzgará como consumado
conocedor de esta ciencia 3.

1:UU1:U O'tQuYf-lf-lU'tE'llOf-lÉVOL<; t,f)'tSLV UO'tÉO'tSlASV EV 'tij O'tQo<; 'EQu'too6svs'V 'tóv K'UQf)vutoV


~O'tlO'tOAij .
3 Para resolverlo con nuestros métodos actuales, representemos por B, N,
e y J los números respectivos de bueyes blancos, negros, colorados y jabone-
ros, y por b, n, e Y j el de vacas de los mismos colores, y entonces la traduc-
220 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

DE LA CUADRATURA DE LA PARABOLA

Arquímedes a Dositeo: ¡salud!


Mucha pena tuve al enterarme de la muerte de Conon, que fue mi
amigo durante toda su vida y era muy versado en las ciencias matemá-
ticas; y como también gozaste de su amistad y eres un hábil geómetra,
he tomado la resolución de enviarte, como 10 hubiera hecho con él, un

ción analítica de la primera parte del problema es el siguiente sistema de


siete ecuaciones con ocho incógnitas:

B= ( ~ ++ )N+C,

N=(:+~)J+C,
J= ( : + ~ ) B +C,
b= ( ~ +: ) (N+n),

n= (~ +: )(1+7),

j= ( : +: )(B+C)'

c= ( : + ~ ) (B +b),
y la segunda parte impone, además, las condiciones

B+N, núm. cuadrado =p2,


q(q+l)
C + J, núm. triangular
2
Ahora bien: si se admite que un rebaño es más largo que ancho, el nú-
mero de bueyes blancos y negros reunidos en una figura rectangular no puede
ser un cuadrado, sino el producto de dos números enteros distintos, en cuyo
caso se tiene una interpretación del problema, y las dos condiciones anteriores se
ARQUIMEDES.--DE LA CUADRATURA DE LA PARABOLA 221

teorema del que nadie se ha ocupado y que he querido examinar. Lo


he descubierto primeramente por consideraciones mecánicas y después
por razonamientos geométricos.
convierten en
B+N=rxs,
q(q+ 1)
C+J
2
F. Wunn, que lo resolvió en este caso-publicando su solución en el Jahrb.
{ür Phi!. und Piidag., vol. XIV, 1830-11egó a un número de 6.000.000.000.000
de bueyes; pero K.rumbiegel-Arnthor, después de recoger este resultado, estu~
diaron el caso más complicado de ser B + N = p2.
De las tres primeras ecuaciones se deduce:
2.226 1.602 1.580
B=--C, N=--C, J=--C,
891 891 891
y como C ha de ser entero, se debe tener:
C=891a; B=2.226a; N= 1.602a; J=1.580a,
valores que, sustituidos en las otras cuatro ecuaciones del sistema, dan
7.206.360 4.893.246
b a, n=----a,
4.657 4.657
3.515.820 5.439.213
j a, c=~---a,

4.657 4.657
y como b, n, c y j tienen que ser enteros, poniendo x=4,657,8, resulta:
B = 10.366.482,8, b= 7.206.360,8,
N = 7.460.514,8, n = 4.893 .246,8,
c= 4.069.197,8, c= 5.439.213,8,
J = 7.358.060,8, j= 3515.820,8.
Sustituyendo ahora los valores de B y N en la ecuación de condición

tenemos:
p2= 17.826.996,8=22 .3 ·11· 29.4.657,8,

ecuación que se satisface para


,8= 3 ·11· 29· 4.657 y 2,
222 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Entre los que han cultivado la Geometría antes que nosotros algunos
han procurado hacer ver la posibilidad de encontrar una figura rec·
tilínea equivalente a un círculo o a un segmento circular y han tratado
luego de cuadrar el área limitada por la sección de un cono completo y
una recta 1, admitiendo lemas difíciles de conceder, por lo cual muchas
personas creyeron que no se habían resuelto.
Pero ninguno de mis predecesores, que yo sepa, ha buscado la cua-
dratura de una superficie limitada por una recta y una parábola, pro-
blema cuya solución he encontrado, y demostraré que el segmento
parabólico equivale a cuatro veces la tercera parte de un triángulo de
igual base y altura que el segmento.
Para demostrar este teorema he utilizado el siguiente lema: Si la
diferencia entre dos magnitudes se añade sucesivamente a sí misma,
10 que conduce a los nuevos valores

B=46.200.808.287.018y 2, b= 32.1l6.937.723.640y2,
N = 33.249.638.308.986y 2, n= 21.807.969.217.254y2,
C= 18.492.776.362.863y2, c= 24.241.207.098.53 7y 2,
J = 32.793.026.546.940y2, j= 15.669.127.269.18Oy2,

y para determinar el valor de y se sustituirán los de e y J en la segunda ecua~


ción de condición, resultando:

q(q+1)
C+ J = - - - - = 3·7 ·11· 29.353.4.5572 y2.
2
Finalmente, multiplicando por 8 y poniendo
2(q+1)=8 2.4657y= E,

se llega a esta ecuación de Pell:

de la que necesitamos una solución tal que E sea múltiplo par de 4.657 y el
cociente nos dará un valor de y al que corresponderá una solución.
Kumbiegel-Amthor han establecido que la solución mínima es un número
cuyas cifras llenarían más de seiscientas páginas de una impresión análoga a
las de unas tablas corrientes de logaritmos.
1 Es probable que la sección de un «cono completo» sea una elipse. El texto
griego dice: Ta~ oAo'lJ TOU xcOvov TOf1a~, frase que no tiene un sentido claro
matemático, y la «recta» podría ser un eje o diámetro de la elipse.
ARQUIMEDES.--DE LA CUADRATURA DE LA PARABOLA 223

llegará a ser mayor que un área dada 2. Los geómetras anteriores a mí


también se han apoyado en este lema para demostrar que los círculos
son entre sí como la razón duplicada de sus diámetros y las esferas
como la razón triplicada; que una pirámide equivale a un tercio de un
prisma de la misma base y altura que fa pirámide y un cono al tercio de
un cilindro de igual base y altura que el cono; pero como los teoremas
así demostrados no han parecido menos evidentes que los probados de
otro modo, los que te envío tienen el mismo grado de evidencia, y verás
cómo los he resuelto primero por Mecánica y después por Geometría
haciéndolos preceder de las propiedades elementales de las secciones
cónicas necesarias para demostrarlos 3, Pásalo bien.

1
PROPOSICIONES

1. Dada la parábola ABG y la recta BD paralela al diámetro, o el


mismo diámetro, y la ADG paralela a la tangente en B (Fig. 131), las

FIG. 131. FIG. 132.

rectas AD Y DG serán iguales, y recíprocamente, si estas rectas son


iguales, la AG será paralela a la tangente en B 4,

2 Vid. supra, EUCLIDES: Elementos, X, 1, Y nota 4.


3 OLOLXELC1 XroVLX<Í XQELO:\l EXOV1:C1 É~ 1:áv aJ'tóbEL~LV.
4 Recuérdese que Arquímedes llama diámetro a lo que nosotros eje, y nos-
otros llamamos diámetro a lo que él paralela al diámetro.
224 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

2. Dada la parábola ABG, la recta BD paralela al diámetro, o el


mismo diámetro (Fig. 132), la AG paralela a la tangente en B y la GE
tangente en B, las rectas BD y BE son iguales.
3. Dada la parábola ABG y la recta BD paralela al diámetro, o el
diámetro, y ·se trazan las rectas AD y EZ paralelas a la tangente en el
punto B (Fig. 13 3), los cuadrados de AD y EZ son entre sí como las

PIG. 133.
Lfi
A o Z G

PIG. 134.

rectas BD Y BZ, según está demostrado en los elementos de las seccio-


nes cónicas s.
4. Si desde el punto medio D de la base AG de un segmento para-
bólico ABG se traza una recta DB paralela al diámetro, o el diámetro;
se une B con G y se prolonga, y otra recta TZ paralela a BD que corta
a las dos rectas AG y GB, la TZ será a la TH como DA a DZ (Fig. 134).
Trazando por el punto H la paralela HK a AG, el cuadrado de DG
es al de HK como BD a BK; luego el cuadrado de DG es al de DZ como
BG a BI porque DZ es igual a HK, y, por tanto, el cuadrado de BG es
al de BT como BG a BI, de donde resulta la proporcionalidad de las
rectas BG, BT Y BI6 y, por consiguiente, BG es a BT como TG a

s Debe de aludir a la obra XmvLxú, de Euclides, perdida, y no al tratado


de las Cónicas de Apolonio, coino dicen algunos comentaristas, porque este
es posterior a Arquímedes.
6 Por ser, en efecto,

BG2 BG
BT2 BI
ARQUIMEDES.--DE LA CUADRATURA DE LA PARABOLA 225

TI7; luego TZ es a TH como DG a DZ, y por ser iguales DA y DG, resulta


finalmente que DA es a DZ como TZ a TH.
5. Dado el segmento parabólico ABG, y trazando desde A la AZ
paralela al diámetro, desde G la tangente GZ y en el triángulo AZG
la KL paralela a AZ, que corta a la curva, y la AG de un punto a otro
de la parábola (Fig. 135), estas rectas quedarán divididas en la misma
razón, y la parte de AB del lado de A y la de KL del lado del mismo
punto serán los términos correspondientes de la proporción.
Tracemos, en efecto, una recta cualquiera DE paralela a AZ y su-
pongamos que corta en dos partes iguales a la AG. Por ser DA igual
a DG y BD paralela al diámetro de la parábola ABG, la recta AG será
paralela a la tangente en B y por ser DE paralela a1 eje y GE tangente
en G, la BE será igual a la BD 8, y, por tanto, DA es a DG como BD
a BE y queda demostrado lo que se quería cuando la recta trazada
biseca a la AG.
Si no es así, trazando la KL paralela a la AZ hay que demostrar
que KA es a KG como TK a TL. Siendo, en efecto, BE igual a BD e
IL a IK, la KL será a la KI como AG a AD; pero KI es a KT como
AD a AK, según se acaba de demostrar; luego KT es a KL como
AK a AG 9 y, por consiguiente, TK es a TL como KA a KG.

es
BT2=BlxBG,
de donde
BG BT
BT BI
7 De la proposición anterior
BG BT
BT BI
se deduce:
BG+BT=TG BG
BT+BI=TI BT
s Prop. 2.
9 Por ser
KL AG KI AD
--=-- -----
KI - AD KT AK
226 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

6. Suspendiendo de una palanca horizontal ABG un triángulo GBD


rectángulo en B, cuyo lado BG sea igual a la mitad de la palanca, el
vértice G en uno de los extremos
de esta y el B en el punto medio y
colgando del otro extremo A un área
Z tal que el sistema quede en equi-
librio, digo que esta área Z es la
tercera parte de la del triángulo ABG.
Por estar el sistema en equilibrio
y ser ABG paralela al horizonte, las
rectas perpendiculares a ABG, situa-
das en· un plano vertical, también se-
rán perpendiculares al horizonte (fi-
gura 136).
Tomemos en la palanca un pun-
to B tal que BG sea doble de BB;

A B E G

A K O K G o
FIG. 135. FIG. 136.

es
KL AG KT AK
--=--,
KT AK KL = AG'
de donde
KT AK
KL-KT=TL AG-AK=KG
ARQUIMEDES.--DE LA CUADRATURA DE LA PARABOLA 227

tracemos por él la recta EK paralela a BD y bisequémosla por el punto


T, que será el centro de gravedad del triángulo GBD como se demues-
tra en Mecánica; luego si se separa el triángulo, suspendido de B y G,
Y su centro de gravedad se suspende de E, quedará en posición actual
porque, hemos demostrado 10, una cosa suspendida permanece en re-
poso cuando el punto de suspensión y el centro de gravedad están
en la misma vertical, y, por consiguiente, la posición del triángulo BGD
respecto de la palanca es la misma que antes y el área Z seguirá equi-
librándolo; y como aquel está suspendido del punto E y esta del A,
serán inversamente proporcionales a los respectivos brazos de palanca,
o sea: AB es a BE como el triángulo GBD al área Z, y por ser AB
triple de BE, el triángulo será triple del área, y, recíprocamente, si el
triángulo es triple del área, estas dos magnitudes están en equilibrio.
7. Sea AG una palanca con su punto medio en B. Si en el trián-
gulo GHD, cuyo ángulo en H es obtuso, se toma como base el lado HD.
su altura es igual a la mitad de la palanca, y suspendiéndolo de B y G,
queda en equilibrio con un área Z suspendida del punto A (Fig. 137),
se demuestra, lo mismo que antes,
que el área Z es la tercera parte A B G
de la del triángulo.
8. Si la recta AG es una pa-
lanca con el punto medio en B;
.GED un triángulo rectángulo en E H
suspendido de los puntos E y G;
Z un área suspendida de A de tal z
modo que el sistema esté en equi-
librio, y el triángulo es a un área
K como AB a BE, digo que el área
Z es menor que la del triángulo y D
mayor que la K.
FIG. 137.
Trazando desde el centro de
gravedad T del triángulo GED la
paralela TH a ED, este triángulo será al área Z como AB a BH por
estar en equilibrio (Fig. 138); luego el área Z es menor que la del
triángulo; pero este es a Z como BA a BH y al área K como BA a BE;
luego la razón del área del triángulo a la K es mayor que a Z y,
por consiguiente, Z es mayor que K.
10 Seguramente en su obra IIEQL ~'Uy&v: Sobre la palanca, perdida.
228 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

9. Lo mismo se verifica si el triángulo es obtusángulo.


10. Si AG es una palanca con el punto medio en B y BDHK un
trapecio con los ángulos en B y H rectos y el lado DK dirigido hacia
el punto G, suspendido de los pun-
A B E H G tos B y H de la palanca, y supo-
...--------+-..---r------'7
nemas que BA es a BH como el tra-
pecio a un área L y que otra área
Z, suspendida de A, está en equili-
brio con el trapecio, digo que el
área Z es menor que la L.
z Tomemos en la palanca un
punto E tal que EH sea a EA
o
como el doble de BD, junto con
FIG. 138. KH, es al doble de KH, junto con
BD (Fig. 139); tracemos por E la
recta EN paralela a BD y bisequémosla por el punto T, que será el cen-
tro de gravedad del trapecio BDHK como se ha demostrado 11.
Si este, suspendido de E, se se-
para de B y H, quedará, por lo A 8 E H G
mismo que se dijo antes, en repo-
so y en equilibrio con el área Z}
y, por tanto, será a Z como BA T
a BE; luego su razón con Z será
mayor que con L porque la de
BA a BE es mayor que la de BA
L
a BH, y, por consiguiente, Z es
menor que L. z
11. Lo mismo se demuestra si
el trapecio no tiene dos ángulos o
rectos y se suspende con lados FIG. 139.
perpendiculares a la palanca.
12. Si AG es una palanca con el punto medio en B y se suspende
de ella el trapecio DEHK que tiene rectos los ángulos en E y H Y los
lados EH y DK dirigidos hacia G y suponemos que el trapecio es a un
área M como BA a BH y a otra área L como BA a BE y se suspende
de A un área Z que equilibre al trapecio, digo que esta área Z es
mayor que L y menor que M.
11 Del equilibrio de los planos, 1, 15.
ARQUIMEDES.--DE LA CUADRATURA DE LA PARABOLA 229

A B E H G

T
L

M
z

FIG. 140.

A B E H

FIG. 141.

12 Prop. 10.
13 Prop. 6.
230 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

triángulo GIW y mayor que el triple de la suma de los trapecios ZF~


HT y PI y del triángulo GIO.
Prolonguemos, en efecto, la recta GB y, tomando BA igual a GB,
supongamos que AG es una palan-
Ar- :y-8-T--T-.......-.:.r--i-~
ca con su punto medio en B, en
el cual la apoyamos; suspendamos
el triángulo GBD de los puntos B
Q
y G de la palanca y colguemos del
R otro extremo A de la misma las
S
J
áreas Q, R, S, J y X tales que
X cada una de ellas esté en equili-
brio con los trapecios DE, CZ,
UH y VI Y el triángulo IGW res-
o pectivamente (Fig. 142). La suma
FIG. 142. de las primeras áreas estará en
equilibrio con la de las segundas
y, por tanto, el área del triángulo GBD será triple de la de QRSJX 14,
y BG estará con BE en la misma razón que EC con EF y BA con BE en
la misma que el trapecio DE con el KE 15.
De un modo análogo se demuestra que la razón de BA a BZ, a BH

14 Prop. 6.
15 En virtud de la prop. 5, se tiene, en efecto,

de donde
EB+EG=BG FE+FC=EC
EB FE
y por ser la razón de los trapecios ED y EK la misma que la de las parale-
las BD y BK desde el punto medio de BE hasta De y KF, respectivamente, y
la de estas paralelas igual a
Ee BG=BA
EF BE
resulta
BA trap. ED
BE trap. EK
ARQUIMEDES.--DE LA CUADRATURA DE LA PARABOLA 23]

y a BI es igual a la de los trapecios CZ y LZ, UH y MH, VI Y NI, res-


pectivamente, y por tener el trapecio DE rectos los ángulos en B y E
Y dos lados dirigidos hacia el punto G, estar en equilibrio con el
área Q suspendida de A y ser BA a BE como el trapecio ED al EK, el
área de este trapecio EK será mayor que Q 16, Y puesto que los ángulos
en E y Z del trapecio CZ son rectos y el lado CU está dirigido hacia G.
se halla en equilibrio con el área R y ser la recta BA a las BE y BZ
como ese trapecio CZ a los FZ y LZ, respectivamente, resulta que el
área Q es menor que el trapecio LZ y mayor que el FZ 17.
Por la misma razón las áreas S y J son respectivamente menores
que los trapecios MH y NI Y mayores que los TH y PI y, finalmente~
el área X es menor que la del triángulo GIW y mayor que la del
GIO 18; luego la suma de las áreas de los trapecios KE, LZ, MH y NI
y la del triángulo .GIW es mayor que la de QRSJX, y como esta es
la tercera parte de la del triángulo GBD, este triángulo es menor que
el triple de la suma de los trapecios y ese triángulo; y, además, por
ser los trapecios FZ, TH y PI menores que R, S y J y el triángulo
GIO menor que el GIW, la suma de estas áreas es menor que QRSJX;
luego el triángulo GBD es mayor que el triple de la suma de los tra-
pecios FZ, TH y PI y del triángulo GIO y menor que el triple de la
suma que dijimos antes.
15. Si el ángulo B del triángulo GBD es obtuso, se verifica lo
mismo, y se demuestra de un modo análogo.
16. Dado un segmento parabólico BTG y trazando por el punto
B la paralela al diámetro y por el G la tangente a la parábola, si el
área Z es la tercera parte de la del triángulo GBD, digo que la del
segmento dado es igual a Z.
Si suponemos que es mayor, el exceso del segmento BTG sobre
Z, sumado consigo mismo un cierto número de veces, será mayor que
el triángulo GBD, y como se puede conseguir un área menor que este
exceso e igual a una parte del triángulo GBD, sea el GBE menor que
dicho exceso e igual a una parte del GBD. Es evidente entonces que la
recta BE será la misma parte de BD (Fig. 143). Dividiéndola en tantas
partes iguales como veces que el exceso del segmento sobre Z se ha

16 Prop. 10.
17 Prop. 12.
18 Prop. 8.
232 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

sumado consigo mismo y los puntos de división E, H, 1, Y K se unen


con el G, las rectas de unión cortarán a la parábola porque la GD es
tangente. Tracemos por esos puntos
8 M N s G las paralelas MF, NR, ST y PO al
diámetro, que también serán parale-
las a BD; Y puesto que el triángulo
GBE es menor que el exceso del seg-
mento sobre Z, esta área Z, junto
con el triángulo BGE son menores
que el segmento; pero la suma de
los trapecios ME, LF, RT Y TO y
del triángulo GOQ, atravesados por
la parábola, equivale al triángulo GBE
porque el trapecio ME es común,
el LF equivale al ML, el RT al SL,
el TO al SX y el triángulo GPX al

o o
FIG. 143. FIG. 144.
ARQUIMEDES.--DE LA CUADRATURA DE LA PARABOLA 233

GOQ; luego el área Z es menor que la suma de los trapecios ML, SR Y


PT del triángulo GOP 19.
Ahora bien: el triángulo GND es triple de Z y, por consiguiente,
menor que el triple de estos trapecios y este triángulo, lo que es
imposible porque hemos demostrado que es mayor 20; luego el seg-
mento BTG no es mayor que el área Z 21.
17. El área de un segmento parabólico es igual al cuádruple del
tercio de la de un triángulo de la misma base y la misma altura que el
segmento.
Inscribiendo en un segmento parabólico dado BGT de base BG y
vértice· T 22 un triángulo de la misma base y altura que el segmento
(Fig. 144), el diámetro que pasa por T bisecará a la base por ser esta
paralela. a la tangente en T 23, Y trazando por T y por B las TE y BD
paralelas al diámetro y por G la GD tangente a la parábola, el triángulo
BDG será cuá9ruple del BTG 24, Y como es triple del segundo. resulta
este cuádruple del tercio del triángulo BTG.

II
DEFINICIONES

En ·los segmentos parabólicos la base es la recta que une sus ex-


. tremas, altura la mayor de las perpendiculares trazadas desde los puntos
de la curva a la base y vértice el punto de intersección de la altura y la
parábola.
.6. .6.
19 De GBE +Z < GBD se deduce que es
.6. .6. .6. .6.
Z < GBD-GBE=GBD-(ME+LF+RT+TO+GOQ)=
.6.
=ML+SR+PT+GPO.
20 Prop. 14.
21 Por un razonamiento análogo demuestra que el área del segmento dado
no es menor que Z y, por tanto, es igual.
22 Arquímedes emplea aquí las palabras «base» y «vértice» antes de haberlas
definido, pues que lo hace a continuación de este teorema.
23 Prop. 2.
24la prolongación de GT corta, en efecto, a BD en su punto medio K, por
ser TE = TK; luego la recta BK divide al triángulo BDG en dos triángulos
234 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

III
SIGUEN LAS PROPOSICIONES

18. Si desde el punto medio de la base de un segmento parabólico


se traza una paralela al diámetro, el vértice del segmento es el punto
en que esta paralela corta a la parábola.
Dado el segmento parabólico ABG de base AG, tracemos por el
punto medio D de AG la paralela DB a un diámetro, y entonces,
por ser iguales DA y DG, la AG
B
y la tangente en B serán parale-
las 25 y, por tanto, la mayor de
todas las perpendiculares desde los
puntos de la paralela a G es la AD
(Fig. 145); luego B es el vértice del
segmento.
G 19. Si desde los puntos me-
FIG. 145. dios de la base de un segmento y
de su mitad se trazan sendas pa-
ralelas al diámetro, la primera es cuádruple del tercio de la segunda.
Dado el segmento parabólico ABG, tracemos desde los puntos medios
D y E de AG y AD las paralelas
DT y EZ al diámetro BD, y des-
de Z la paralela ZT a AG (Fig. 146),
y tendremos entonces que debien-
rlo ser AG y ZT paralelas a la tan-
:gente en B, la recta BD será a la
J3T como el cuadrado construido so-
bre AD al construido sobre ZT 26;
luego BD es cuádruple de BT, y, A E
por tanto, igual al cuádruple del FIG. 146.
tercio de EZ.
20. El triángulo inscrito en un segmento parabólico de igual base
y altura es mayor que la mitad del segmento.

equivalentes, y siendo entonces el BDG doble del BKG, es cuádruple del BTG
por la equivalencia de los BTG y BTK.
25 Prop. 1.
26 Prop. 3.
ARQUIMEDES.--DE LA CUADRATURA DE LA PARABOLA 235

Hecho lo que se dice, el punto B será el vértice del segmento y AG


paralela a la tangente en B, de modo que trazando por B la paralela
DE a AG y por A y G las AD y GE paralelas al diámetro (Fig. 147),
estas rectas caerán fuera de la
parábola, y como el triángulo E
ABG es la mitad del paralelogra-
mo ADEG, es, evidentemente, ma-
yor que la mitad del segmento.
COROLARIO. Demostrado esto,
es claro que se puede inscribir en
el segmento un polígono tal que la A
suma de los segmentos exteriores a FIG. 147.
él sea menor que un área dada,
porque restando continuamente un área mayor que la mitad disminuire-
mos continuamente la suma de dichos segmentos, y, por tanto, llegare-
mos a hacerla menor que cualquier área dada.
21. Si en un segmento parabólico se inscribe un triángulo de la
misma base y la misma altura y en cada segmento lateral que resulta se
inscribe otro triángulo de la misma base y altura que él, el primer trián-
gulo es ocho veces mayor que cada uno de los otros.
Si por el punto medio D de la base AG del segmento parabólico ABG
trazamos la paralela BD al diámetro, el punto B será el vértice del seg-
mento y el triángulo ABG tendrá
B su misma base y su misma altura,
y si por el punto medio E de AD
trazamos la EZ paralela al diámetro
(Fig. 148), el punto T será el me-
dio de AB y Z el vértice del seg-
mento AZB, y, por tanto, el trián-
gulo ABZ tiene la misma base y la
G misma altura que él. Hay que de-
A E D mostrar que el triángulo ABG equi-
FIG. 148. vale a ocho veces el segmento AZB.
En efecto: la recta BD es cuá-
druple del tercio de la EZ y doble de TZ y, por tanto, el triángulo AEB,
es doble del ABZ porque los AET y BET son doble de AZT y BZT;
luego el ABG es ocho veces el AZB; y lo mismo se demostraría que
también es ocho veces el BHG.
236 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

22. Dado un número cualquiera de áreas tales que, colocadas unas


a continuación de otras, cada una sea cuádruple de la siguiente y la
mayor igual a la de un triángulo inscrito en un segmento parabólico de
la misma base y de la misma altura, la suma de todas las áreas es menor
que la del segmento.
Sea ABG un segmento parabólico y Z, H, T e 1 varias áreas coloca-
das como se ha dicho, siendo Z
cuádruple de H e igual a la del
triángulo ABC de la misma base
y la misma altura que el segmento
OJ
(Fig. 149).
FIG. 149. Si B es el vértice de este y D
Y E los de los segmentos laterales,
por ser entonces el triángulo ABG óctuple de los ADB y BEC, es evi-
dentemente cuádruple de los dos juntos e igual al área Z; por la misma
razón los triángulos ADB y BEG, juntos, equivalen al área H; Y análoga-
mente se demostraría que la suma de los triángulos inscritos en los
segmentos laterales, con la misma
base y la misma altura que estos,
equivalen al área T y la de los ins-
critos en los segmentos siguientes
al; luego la suma de todas las I z 10m[O
áreas dadas equivale a la de un
cierto polígono inscrito en el seg-
mento, y, por consiguiente dicha
suma es menor que él área de este.
23. Dado un número cualquie-
ra de área como antes, su suma
añadida al tercio de la menor es
igual al cuádruple del tercio de la
mayor.
Sean las áreas A, B, G, D Y
E, cada una de las cuales es cuá-
A B Gfr;
druple de la que le sigue inmedia- FIG. 150.
tamente, siendo A la mayor; y
sean Z, H, T e 1 otras tantas áreas, menos una, tales que Z es el tercio
de B, H el de G, T el de Del el de E (Fig. 150).
Puesto que Z es la tercera parte de B y B la cuarta de A, la suma
de B y Z es el tercio de A; Y análogamente las de G y H, D y T Y E e 1
ARQUIMEDES.--DE LA CUADRATURA DE LA PARABOLA 237

son el tercio de B, G Y D, respectivamente; luego la suma de las áreas


B, G, D, E, Z, H, T e 1 es el tercio de las de A, B, G Y D; Y como
la de Z, H y T es el tercio de B, G Y D, resulta que la suma de las
áreas restantes B, G, D, E e 1 es el tercio de la restante A y, por tanto,
la suma de A, B, G, D Y E, junto con 1, es decir: con el tercio de E, es
igual al cuádruple del tercio de A.
24. El área de un segmento parabólico es igual al cuádruple del
tercio de la de un triángulo de la misma base y de la misma altura que
el segmento.
Sea ADBEG un segmento parabólico en el que está inscrito el trián-
gulo ABG de la misma base y de la mis-
ma altura, y K un área igual al cuádru- B
ple del tercio de la del triángulo ABG.
Hay que demostrar que K es igual al
área del segmento ADBEG.
Si no es igual será mayor o menor
y, suponiendo primeramente que el seg-
mento ADBEG es mayor que K, inscri-
bamos en los segmentos laterales los A G
triángulos ADB y BEG, como se dijo
antes 27; e inscribamos en los segm~ntos
restantes otros triángulos que tengan la K
misma base y la misma altura que es-
tos segmentos y, continuando así, la
suma de los segmentos restantes lle-
gará a ser menor que el exceso del seg- z
mento ADBEG sobre el área K (Fig. 151);
luego el polígono inscrito será mayor
que K, lo cual es imposible porque sien-
do el triángulo ABG cuádruple de la
suma de los ADB y BEG, la suma de es-
tos cuádruple de los inscritos en los
segmentos siguientes y las áreas orde- FIG. 151.
nadas de modo que cada una es cuá-
druple de la que le sigue, resulta que la suma de todas estas áreas
es menor que el cuádruple del tercio de la mayor de dichas áreas 28, y

27 Prop. 2l.
28 Prop. 23.
238 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

como K es igual al cuádruple del tercio de esta área, el segmento ADBEG


no es mayor que K.
Supongamos ahora que es menor. El triángulo ABG es igual a Z, el
área H el cuarto de la Z, la T el cuarto de la H y así sucesivamente
hasta que la última área sea menor que el exceso de K sobre el
segmento.
Si esta última área es 1, la suma de las Z, H, T e l juntamente
con el tercio de la l es el cuádruple del tercio de la Z 29 y como K es
igual al cuádruple de la tercera parte de la Z, es K igual a la suma
de Z, H, T e l juntamente con el tercio de 1; pero el exceso de K
sobre esta suma es menor que l y el de K sobre el segmento es menor
que 1; luego la suma de las áreas Z, H, T e l es mayor que el seg-
mento, lo cual es imposible porque se ha demostrado que si se tiene
un número cualquiera de áreas colocadas de modo que cada una sea
cuádruple de la que le sigue inmediatamente, siendo la mayor igual a la
del triángulo in,scrito en el segmento, la suma de estas áreas es menor
que el segmento 30; luego el segmento ADBEG no es menor que el
área K, y como hemos demostrado que tampoco es mayor, es igual;
y por ser K igual al cuádruple del tercio del triángulo ABG, resulta en
definitiva que el segmento ADBEG equivale a cuatro veces la tercera
parte del triángulo ABG 31.

SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTES 1

LIBRO I

1
PRIMER POSTULADO

Supongo que la naturaleza de un fluido es tal que, estando sus par-


tes continua y uniformemente colocadas 2, las menos comprimidas son
29 Prop. 23.
30 Prop. 22.
31 Compárese esta demostración con la 17.
1,Esta monografía, la más científica de Arquímedes, está escrita sobre la
base de postulados a los que debió de llegar experimentalmente, y constituyen
el fundamento de la Hidrostática.
2 Es decir, el fluido es continuo e isótropo en todas sus partes.
ARQUIMEDES.-SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTES 239

desalojadas por las que lo están más y cada parte está comprimida por
el fluido que hay sobre ella y según la dirección de la vertical, a no· ser
que el fluido esté encerrado en alguna parte o sometido a una presión
cualquiera.

II
PROPOSICIONES

1. Si se corta una superficie por un plano que pase siempre por el


mismo punto y la sección es una circunferencia de círculo con el centro
en el punto por el que pasa el plano secante, la superficie es esférica,
porque si no lo fuera serán desiguales las
rectas trazadas a la superficie desde el pun-
to. Si este es K y A Y B dos puntos de la
superficie tales que KA y KB sean iguales,
y hacemos pasar por estas rectas un plano
que corte a aquella según la línea DABG
(Fig. 152), esta línea será una circunferen-
cia de círculo con el centro en K porque se
ha supuesto que la sección era un éírculo;
Juego las rectas KA y KB son iguales, y
como hemos dicho que son desiguales re-
sulta un absurdo. Por tanto, la superficie es FIG. 152.
esférica.
2. La superficie de todo fluido en reposo es esférica, y el centro es
el mismo que el de la Tierra.
Supongamos un fluido en reposo y cortemos su superficie por un
plano que pase por el centro K de la Tierra. Si la sección es la línea
ABGD, digo que esta línea es un arco de círculo de centro K (Fig. 153),
porque si no lo fuera, las rectas trazadas desde K a esa línea serían des-
iguales y tomando una recta BK mayor que algunas de las trazadas desde
K a dicha línea y menor que otras y describiendo desde K como centro y
radio igual a esa recta un arco de círculo, parte de este arco caería fuera
,de la línea ABGD y otra parte dentro.
Si este arco es el FBH, unamos los puntos B y K, tracemos las rectas
KF y KHE que formen ángulos iguales con la KB y describamos desde
K, en un plano y en el fluido, un arco MNP. Las partes del fluido que
240 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

hay en este arco están continua y uniformemente colocadas y las de los


MN y NP se encuentran comprimidas por el fluido contenido en ABMN
y en BENP, respectivamente; lue-
E go las que hay en los arcos MN y
NP están desigualmente comprimi-
das y, por tanto, las menos com-
primidas serán desalojadas por las
que lo están más y, como conse-
cuencia, el fluido no estará en re-
poso, lo cual es contra la hipóte-
FA M K sis, y, por consiguiente, es necesa-
FIG. 153. rio que ABGD sea un arco de círcu-
lo de centro K.
3. Si en igualdad de volumen un cuerpo tan pesado como un fluido 3
se abandona en este, se sumerge hasta que no emerja ninguna parte, y 710
descenderá más.
Supongamos que abandonando en un fluido en reposo un cuerpo tan
pesado como él, quede una parte por encima de la superficie; imagine-
mos un plano que, pasando por el centro K de la Tierra, corte al fluido
y al cuerpo según las secciones
ABGD y EHTF, respectivamente,
siendo BHTG la parte sumergida y
BEGF la emergida; concibamos una
pirámide que tenga por base un
paralelogramo en la superficie del
fluido 4 y el vértice en el centro
de la Tierra, siendo KL y KM las
secciones de las caras de la pirá-
mide por el plano del arco ABGD
y que este mismo plano corte se- A
gún OPQ a otra superficie esféri- FIG. 154.
ca, de centro también en K, situada
por debajo de HT; consideremos otra pirámide igual y contigua a la an-
terior, siendo KM y KN las secciones de sus caras, y supongamos, final-
mente, sumergido en el fluido otro cuerpo RSVY, formado por una por-
3 O sea, del mismo peso específico.
4 Este paralelogramo no es plano, porque tiene que ser la parte de super-
ficie limitada por cuatro arcos de círculo máximo.
ARQUIMEDES.-SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTES 241

clOn del fluido e igual y semejante a la parte BHTG sumergida del cuer-
po EHTF.
Las partes del fluido contenidas en la primera pirámide, en la super-
ficie OP y en la segunda en PQ están continua y uniformemente coloca-
das, pero no soportan igual presión porque las contenidas en OP están
comprimidas por el cuerpo EHTF y por el fluido situado entre LM, OP
Y las caras de la primera pirámide y las contenidas en PQ están comprimi-
das por el sólido RSVY y por el fluido situado entre MN, PQ Y las ca-
ras de la segunda pirámide; pero el peso del fluido que hay entre MN
y PQ es menor que el del que hay entre LM y OP porque el cuerpo RSVY
es menor que el EHTF por ser igual al BHTG y haberse supuesto que,
en igualdad de volumen, el cuerpo sumergido en el fluido tiene el mismo
peso que este; luego si se quita lo igual, los restos serán desiguales, y la
parte del fluido contenida en la superficie PQ será desalojada por la con-
tenida en OP y el fluido no quedará en reposo, lo cual es contra la hi-
pótesis; luego del cuerpo sumergido en el fluido no quedará nada por
encima de la superficie de este y el cuerpo no descenderá más porque
estando continua y uniformemente colocadas las partes del fluido, lo
comprimen igualmente por ser este cuerpo tan pesado como el fluido.
4. Si un cuerpo más ligero que un fluido se abandona en este, una
parte del cuerpo quedará por encima'- de la superficie del fluido.
Supongamos que se sumerge completamente, de modo que no quede
emergida ninguna parte del cuerpo, y que el fluido esté en reposo, e ima-
ginemos un plano que, pasando por
el centro K de la Tierra corte al B
fluido y al cuerpo según las seccio-
nes ABG y R respectivamente, y una
pirámide, como antes, de vértice K,
que contenga a R y que sea cortada
por el plano ABG según KA y KB,
el cual corte según KB y KG a otra
pirámide igual y contigua a la ante-
rior y a otra superficie esférica, con K
el centro también en K, situada por FIG. 155.
debajo del cuerpo sumergido según el
arco OPQ, y supongamos, finalmente, en la segunda pirámide un cuerpo
S formado por una parte del fluido e igual al R (Fig. 155).
Las' partes del fluido contenidas en la primera pirámide en la super-
242 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO n

ficie OP y en la segunda en PQ están continua y uniformemente coloca-


das, pero no soportan la misma presión porque las de la primera pirámide
están comprimidas por el cuerpo R y por el fluido de esta pirámide
que hay en ABOP y las de la segunda por el cuerpo S y por el fluido de
esta pirámide que hay en BGPQ; pero el peso del cuerpo R es menor
que el del fluido contenido en S porque, por hipótesis, el cuerpo, en igual-
dad de volumen, es más ligero que el fluido y el peso del fluido que
contiene R es igual al que contiene S por ser iguales las pirámides; lue-
go las partes del fluido que hay en PQ están menos comprimidas y serán
desalojadas por las más comprimidas, y, por tanto, el fluido no estará
en reposo, contra lo supuesto; luego el cuerpo no se sumergerá por
completo y, por consiguiente, una parte del mismo quedará sobre la
superficie del fluido.
5. Si un cuerpo más ligero que un fluido se abandona en este, se
sumergerá hasta que el volumen del fluido desalojado por la parte su-
mergida pese tanto como todo el cuerpo.
Hagamos la misma construcción de antes (Fig. 154 bis) y sea EHTF
el cuerpo. Si el fluido está en reposo, sus partes, igualmente colocadas,
sufrirán la misma presión y, por
consiguiente, el fluido que hay en
OP y QP estará comprimido por
pesos iguales; pero el peso del flui-
do contenido en la primera pirá-
mide, excepto el cuerpo BHTG, es
igual al del fluido de la segunda,
excepto el fluido RSVY; luego el
peso del cuerpo EHTF es igual al
del fluido RSVY, de donde se de-
A K duce que un volumen de fluido igual
FIG. 154 bis. a la parte sumergida del cuerpo
pesa tanto como todo el cuerpo.
6. Si un cuerpo más ligero que un fluido se sumerge forzadamente
en este, recibirá un empuje hacia arriba igual al exceso del fluido desalo-
Jado sobre el peso del cuerpo.
Sea A un cuerpo más ligero que un fluido; B su peso, y la suma de
B y G el de un volumen del fluido igual al de A.
Tomando un cuerpo D de igual peso que G, un cuerpo formado por
A y D será más ligero que el fluido por ser igual a B y G juntos; pero el
ARQUIMEDES.--SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTES 243

peso de una parte del fluido de igual volumen que estos dos, es mayor
que B y G juntos, porque estos pesan tanto como un volumen del fluido
igual a A (Fig. 156); luego si se abandona en el fluido un peso igual al
A y D juntos, se sumergerá hasta que el
volumen del fluido desalojado por la par-
te sumergida tenga tanto peso como todo
el cuerpo, según acabamos de demostrar.
Suponiendo ahora que la superficie de o
un fluido cualquiera sea una parte de la
circunferencia EFZH y recordamos que un B
volumen de una parte del fluido igual al
del cuerpo A tiene el mismo peso que A
y D juntos, resulta que la parte sumergi-
G
da es el cuerpo A y que D está completa- A
mente fuera d~l fluido; luego A sube con
una fuerza igual a D que está sobre EFZH
FIG. 156.
y lo empuja desde abajo puesto que una
de estas fuerzas no está destruida por la
otra; pero el cuerpo D es empujado hacia abajo con una fuerza igual a
G, y queda demostrada la proposición.
7. Si un cuerpo más pesado que un fluido se abandona en Iste, se su-
mergirá hasta el fondo, y si se pesa en el fluido será más ligero que su
verdadero peso en un peso igual al del fluido que desaloje 5.
Desde luego, abandonando en un flúido un cuerpo más pesado que
5 Este teorema es el que ha pasado a la historia de la Física con el nombre
de «principio de Arquímedes» y suele enunciarse así: Todo cuerpo sumergido
en un fluido pierde de su peso un peso igual al del fluido que desaloja.
Según la leyenda transmitida por Vitruvio, que relatamos en la biografía
de Arquímedes, para comprobar este si la corona encargada por Hierón era de
oro puro o tenía también plata, la introdujo en agua y midió los volúmenes
del líquido desalojado por ella, por un peso igual de oro y por otro de plata,
y al comprobar que los tres volúmenes eran distintos, calculó la composición de
la mezcla, 10 cual es un sencillo problema de Aritmética elemental, cuya solu-
ción no exige otro conocimiento que el de peso específico, pues representando
por Pe> Po y P p los pesos respectivos de la corona y de sus componentes de
oro y plata, y por Ve, Va Y V p los volúmenes del agua desalojados por los mis~
mos, una vez comprobado que es Va < V p < Ve> se tiene:
Po Pp Pe
V p - Ve V e - Va V p - Va
244 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO n

este se sumerge hasta el fondo porque las partes del fluido que están
debajo del cuerpo sufren mayor presión que las contiguas por ser el
cuerpo más pesado que el fluido.
Consideremos ahora un cuerpo A más pesado que el fluido, y sea la
suma de B y G su peso, siendo B el de una parte del fluido de igual vo-
lumen que A. Para demostrar que este
cuerpo A, sumergido en el fluido, tiene
un peso igual a B, tomemos un peso
D más ligero que el fluido e igual al B,
A o y el de los de B y G juntos igual al de
una parte del fluido de volumen igual
a D (Fig. 157); y entonces, A y D jun-
tos tendrán tanto peso como el fluido
FIG. 157. por ser igual a los de BG y B juntos.
Pero el peso del volumen de un flui-
do igual a estos dos juntos es igual a la suma de los pesos; luego sumer-
giendo esos dos pesos en el fluido pesarán tanto como este y no subirán
ni bajarán, sino que quedarán estacionarios porque A, que es más pesado
que el fluido, descenderá y ascenderá empujado con la misma fuerza
por D, y como este peso D es más ligero que el fluido será empujado hacia
arriba con una fuerza igual a G porque se ha demostrado que un cuerpo
más ligero que un fluido recibe un empuje hacia arriba igual al exceso
del fluido desalojado sobre el peso del cuerpo, y como una parte del
fluido de volumen igual a D excede en un peso G a D, se deduce que el
cuerpo A se sumergerá en el fluido con un peso igual a G.

III
SEGUNDO POSTULADO

Supongo que los cuerpos que, sumergidos en un fluido, son empu-


jados hacia arriba, ascienden en la dirección de la vertical que pasa
por su centro de gravedad.

IV
SIGUEN LAS PROPOSICIONES

8. Si un cuerpo de forma de segmento esférico se abandona en un


fluido más pesado que él de manera que la base del segmento no toque
ARQUIMEDES.--SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTES 245

a la superficie del fluido, el segmento se colocará de modo que su eje


tome la posición vertical; y si se fuerza el segmento hasta que su base
toque a la superficie del fluido, no permanecerá inclinado y su eje vol-
verá a tomar la posición vertical 6.
9. Si un cuerpo de forma de segmento esférico se abandona en un
fluido más pesado que él de manera que la base quede completamente
sumergida, se colocará con su eje en posición vertical 7.

LIBRO IP

PROPOSICIONES

1. Si un cuerpo más ligero que un fluido se abandona en este, su


peso es al de un volumen igual del fluido como la parte sumergida del
cuerpo al cuerpo entero.
Sea AB un cuerpo más ligero que un fluido y abandonémoslo en él.
Si A es la parte sumergida y B
la emergida, tomemos un volu-
men GD del fluido igual a AB, B
siendo G igual a A y D a B; Y
sean M, NP Y P los pesos respec-
tivos de AB, GD Y G, de modo que A
será AB a GD como M a NP, y
un volumen del fluido igual a la FIG. 158.
parte sumergida de AB tendrá el

6 Se desconoce la demostración original de esta proposlclOn. La que dio


Tartaglia en su traducción latina es defectuosa, y la que suelen publicar los
editores de Arquímedes es de Commandino.
7 Este teorema, cuya demostración omitimos porque ha llegado mutilada a
nosotros, es un complemento del anterior y nos dice que la posición de equi-
librio de un segmento esférico es simétrica respecto de la vertical, tanto si es
la base o el casquete la parte sumergida.
1 Este libro, más complicado que el l, establece las condiciones de equili-
brio de un segmento de revolución parcialmente sumergido en un fluido más
denso que él. Las ideas arquimedianas estuvieron vigentes hasta que las per-
feccionó el matemático y físico flamenco Stevin (1548-1620) dieciocho siglos
después, haciendo progresar la Hidrostática.
246 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

mismo peso que el cuerpo AB, según hemos demostrado 2; pero el


fluido G, de peso P, se corresponde con A y el peso de AB es M (Fig. 158);
luego M será igual al peso de G, es decir: P, y por ser el peso de AB al
del fluido GD, con el que se corresponde, como M a NP, M igual a p'
y P a OP como G a GD y como A a AB, resulta que el peso de AB será
al de un volumen igual del fluido como A a AB.
2. Dado un segmento recto de conoide parabólico 3 cuyo eje no sea'
mayor que el triple de la mitad del semiparámetro 4 y se abandona en un
fluido, cualquiera que sea su peso respecto del de este, de manera que
su base no toque al fluido, se colocará verticalmente, o sea: con la base
paralela a la superficie del fluido.
Trazando por el eje del segmento un plano perpendicular a la super-
ficie del fluido S, que corte al segmento según la parábola APOL y a la
superficie del fluido según la recta.
LIS, a la cual no será paralela la
AL si el segmento está inclinado"
y, por consiguiente, la recta ON no
será perpendicular a ella (Fig. 159).
La tangente VW a la parábola en
el punto P será paralela a la rec-
ta 1S ... 6.
3. Dado un segmento recto de'
v p w conoide parabólico, cuyo eje no sea'
FIG. 159. mayor que el triple de la mitad det
semiperímetro, y se abandona en un
fluido, cualquiera que sea su peso respecto del de este, colocándolo incli-
nado, no permanecerá así, sino que se situará de modo que su eje quede'
vertical.
Abandonemos el segmento en un fluido con la base en este y tracemos
2 Lib. 1, prop. 5.
3 Es decir, el de eje perpendicular a la base.
4 Arquímedes solamente considera la parábola en el cono rectángulo, cuyo
semiparámetro es la distancia entre su vértice y el del cono, lo que justifica
que le dé tal nombre a «la recta hasta el eje».
5 Suponiéndola plana, a diferencia del lib. 1, cuyas proposiciones están de-
mostradas postulando que es esférica y concéntrica con la Tierra, y, por tanto,
su intersección con un plano es un arco de círculo, mientras que en e1 lib. JI
es una recta.
6 Falta el resto de la demostración. La restituyó Commandino.
ARQUIMEDES.-SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTES 247

por el eje un plano perpendicular a la superficie del fluido, el cual lo


cortará según la parábola APOL y a la superficíe del fluido según la rec-
ta IS. Si el segmento está inclinado
su eje no tomará la posición verti-
v w
cal y, por tanto, la recta PF no for-
mará ángulos rectos con la IS (fi-
gura 160). Tracemos la VW parale-
la a IS y tangente en O a la parábo-
la APOL; sea R el centro de grave-
dad del segmento, B el de IPOS;
unamos B y R y en la prolongación
de BR estará el centro de gravedad
G de la figura ISLA resultante 7. A
Del mismo modo se demuestra FIG. 160.
que el ángulo ROV es agudo y que
la perpendícular' RT desde el punto R a VW cae entre V y O. Si desde los
puntos G y B se trazan paralelas a RT, la parte sumergida del segmento
sufrirá un empuje hacía arriba 8 según la vertical de G y la parte emer-
gida sufrirá un empuje hacía abajo según la vertical de B y, por tanto,
el segmento APOL no estará en reposo porque lo que hay en A subirá
y lo que hay en L bajará hasta que la recta PF adopte la posición ver-
tical.
4. Dado un segmento recto de conoide parabólico más ligero que un
fluido y de eje mayor que el triple de la mitad del semiparámetro, si la
razón del peso del segmento al de un volumen igual del fluido no es
menor que la del cuadrado del exceso del eje sobre el triple de la mitad
del semiparámetro, y, abandonado en el fluido el segmento, la base de
este no toca a la superfície de aquel, el segmento no quedará inclinado,
sino que se colocará verticalmente.
Suponiendo que el segmento de conoide parabólico, abandonado en
el fluido, no se coloca vertícalmente, sino inclinado, tracemos por su eje
un plano perpendicular a la superficie del fluido y sea APOL la parábola

7 El siracusano da por sabido que el centro de gravedad de un conoide


parabólico divide al eje en la razón 2: 3, propiedad que no se encuentra en
ninguna de las obras que de él se conservan, sin que pueda asegurarse, natu-
ralmente, que tampoco estuviera en alguna de las perdidas.
8 Lib. I, postulado 2. Aunque no lo dice, Arquímedes supone que el cuerpo
es más ligero que el fluido.
248 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

secclOn del plano y del segmento; IS la recta intersección del plano y la


superficie del fluido, y ON el eje del segmento que, no siendo vertical,
no forma ángulos iguales con IS (Fig. 161). Tracemos por un punto P de
la parábola la tangente VW parale-
L la a IS y la PF paralela a ON; de-
terminemos los centros de grave-
dad R y B del segmento APOL y
del sumergido, respectivamente, y
prolongando la recta BR hasta si-
tuar en ella el centro de gravedad
'-------~-...-----iS G de la parte sumergida, resulta
que puesto que ON es igual al tri-
ple de la mitad de O R Y mayor
que el triple de la mitad del semi-
parámetro, la recta RO será mayor
que el semiparámetro, y entonces,
si RH es igual al semiparámetro,
v p w
OH al doble de MH y 01\1 triple
FIG. 161. de la mitad de OH, e~ resto MH
será tres veces la mitad de RH.
Pero, por hipótesis, la razón del peso del segmento al de un volumen
igual del fluido no es menor que la del cuadrado construido sobre OM
al construido sobre ON, y como la primera de estas dos razones es la
misma que la de la parte sumergida al segmento entero, según se demos-
tró antes, y esta razón es igual a la de los cuadrados construidos sobre
PE y. ON, porque en el escrito Sobre conoides y esferoides quedó demos-
trado que si un conoide parabólico se divide en dos pares por planos
cualesquiera, los segmentos que resultan son entre sí como los cuadra-
dos construidos sobre los ejes, se deduce que la razón del cuadrado cons-
truido sobre PF al construido sobre ON no es menor que la del cuadra-
do de OM al de ON; luego PF no es menor que O¡W ni BP que ON, y,
por tanto, si se levanta en H la perpendicular a ON cortará a BP en un
punto T entre B y P.
Por ser PE paralela al eje del segmento, HT perpendicular y RH igual
al semiparámetro, si prolongamos la RT formará ángulos rectos con la
tangente a la parábola en el punto P, y, por tanto, con IS y con la su-
perficie del fluido, que pasa por IS, con la que también los formarán las
paralelas a RT por B y por G y la parte sumergida del segmento sufrirá
ARQUIMEDES.-SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTÉS 249

un empuje hacia arriba en la dirección de la paralela a RT trazada por


B y la parte emergida lo sufrirá hacia abajo según la trazada por G hasta
que el segmento se coloque verticalmente.
5. Dado un segmento recto de conoide parabólico más ligero que un
fluido, de eje mayor que el triple de la mitad del semiparámetro y lo aban-
donamos en el fluido, si la razón del peso de este al de aquel no es ma-
yor que la del exceso del cuadrado del eje sobre el de la diferencia entre
el eje y el triple de la mitad del semiparámetro al cuadrado del eje, la
base del segmento quedará completamente sumergida en el fluido, y si
lo inclinamos no quedará inclinado, sino que se colocará con el eje vertical.
Abandonemos el segmento en el fluido con su ba8¿ sumergida por
completo; tracemos por el eje un plano perpendicular a la superficie del
fluido y sea APOL la parábola sec-
v p w
ción del plano y del segmento; 15
la recta intersección del plano y
la superficie del fluido y ON el
eje del segmento que, no siendo
vertical, no formará ángulos igua-
les con 15 (Fig. 162). Tracemos
por un punto P de la parábola la
tangente VW paralela a 15 y la PF
paralela a ON; determinemos los
centros de gravedad R y B del seg-
mento APOL y de la parte sumergi.
da; unámoslos y prolonguemos la
recta BR hasta situar en ella el cen- FIG. 162.
tro de gravedad G de la parte emer-
gida del segmento dado; tomemos HR igual al semiparámetro, OH do-
ble de HM y hagamos lo demás como antes.
Puesto que, por hipótesis, la razón del peso del segmento al del
fluido no es mayor que la del exceso del cuadrado de ON sobre el de
OM al de ON 9, Y se ha demostrado en la primera proposición que el
9 Representando por P y p los respectivos pesos del segmento y del fluido,
la hipótesis explícitamente contenida en el enunciado del teorema y expresada
en el moderno lenguaje algebraico es

P ON2_(ON _3/ 2HR)2


-:(--------- [1]
P ON2
250 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

peso de un cuerpo es al de un volumen igual al del fluido como la parte


sumergida del cuerpo al cuerpo entero, se deduce que la razón de la parte
sumergida al segmento entero no será mayor que aquella, y, por tanto, la
del segmento entero a la parte sumergida tampoco será mayor que la de
los cuadrados de ON y OM 10; pero la razón del segmento entero a la
de la parte emergida es la misma que la del cuadrado de ON al de PF 11;
luego esta razón no es mayor que la de los cuadrados de ON y OM, y,
por consiguiente, PF no es menor que OM ni PB menor que OH; la
Poniendo
OH=OR-HR=jON-HR,
de donde
OH
3 . - - = ON - 3f-zIlR,
2
o, lo que es igual,
3HM = OM = ON - 3hHR,

y llevando este valor a [1], se tiene:

p ON2_0M2
-~-----
P ONZ
que es la forma dada por Arquímedes, en su demostración, a la hipótesis del
enunciado del teorema.
10 Llamando S, SS Y Se a los pesos del segmento entero y de sus partes su-
mergida y emergida, respectivamente, se tiene:
SS ON2_0M2
-~
S

de donde
S-Ss=Se ON2_(ONZ-OMZ)=OM2
----~ ,
S ON2

S ON2
-~--
Se OM'l
11 Conoides y esferoides, prop. 26.
ARQUIMEDES.--SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTES 251

perpendicular a ON en H cortará a la recta PB en un punto T situado


entre P y B, Y puesto que PF es paralela al eje ON de la parábola, HT
perpendicular y RH igual al semiparámetro, resulta que la prolongación
de RT formará ángulos iguales con VPW y, por tanto, con 1S, es decir:
.con la superficie del fluido a la cual serán perpendiculares las paralelas
a RT trazadas por B y G y la parte emergida del segmento sufrirá un
empuje hacia abajo según la perpendicular desde B y la parte sumergida
lo sufrirá hacia arriba según la perpendicular desde G 12 Y el segmento
APOL no estará en reposo, sino que se moverá en el fluido hasta que su
eje tome la posición vertical.
6. Dado un segmento recto de conoide parabólico más ligero que
un fluido, de eje mayor que el triple de la mitad del semiparámetro y cuya
razón a este sea menor que la de 15 a 4, y, abandonado en el fluido, su
base toca a la superficie del fluido, nunca quedará inclinado de manera
que solo la toque en un punto.
Abandonando en un fluido un segmento que cumpla las condiciones
del enunciado, de modo que una base toque a la superficie en un solo
punto, hay que demostrar que no
conservará esta posición, sino que L
se moverá hasta que su base no
toque a la superficie de ninguna
manera.
Sean APOL y AS las secciones
respectivas del segmento y de la A~ --r------:lf-'--------IS
superficie del fluido por un plano
perpendicular a esta trazado por
el eje ON de aquel, en el cual to-
maremos un punto F tal que FO
sea doble de FN y otro punto Q
de modo que la razón de ON a
FQ sea la de 15 a 4. v p w
Levantando la perpendicular KQ FIG. 163.
a ON, la razón de ON a FQ no será
mayor que la de ON al semiparámetro FB, y trazando la VW paralela a
AS y tangente en P a la parábola y la PI paralela al eje, que corta a KQ
en el punto H (Fig. 163), es necesario que la razón de PI a PH sea igual

12 Lib. 1, postulado 2.
252 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

o mayor que la de QN a QO de acuerdo con lo demostrado 13; Y como


QN es igual al triple de la mitad de QO 14, será PI igualo mayor que el
triple de la mitad de PH; luego HP es igual o mayor que el doble de HI.
Si PT es doble de TI, el punto T será el centro de gravedad de la
parte del segmento sumergida en el fluido, y trazando la recta TF, prolon-
gándola hasta el centro de gravedad G de la parte emergida y levantando
en B la perpendicular BR a ON, por ser PI paralela a ON, BR perpendi-
cular y FB igual al semiparámetro, la recta PR prolongada formará ángu-
los iguales con la tangente a la parábola en el punto P y, por tanto, con
AS y con la superficie del fluido; y como las paralelas por T y G son per-
pendiculares a esta, la parte sumergida del segmento sufrirá un empuje
hacia arriba según la perpendicular por T y la emergida por G; luego el
segmento se moverá y su base no tocará a la superficie del fluido; y lo
mismo ocurrirá si la recta PI no corta a KQ.
7. Dado un segmento recto de conoide parabólico más ligero que un
fluido, de eje mayor que el triple de la mitad del semiparámetro y cuya
razón a este sea menor que la de 15 a 4, y, abandonado en el fluido,

13 Esta demostración no se encuentra en ninguna obra de Arquímedes ni de


los geómetras antiguos. La limitación enunciada es, desde luego, cierta, y la
demostró Robertson en el apéndice a la edición, póstuma, de las Obras com-
pletas de aquel, preparada por Torelli, Oxford, 1792.
14 Por ser

QN=NF+FQ, QO=ON-QN,

4·0N
poniendo en la primera igualdad el valor FQ = - - - deducido de la cons-
15
trucción ON : FQ= 15 : 4, es
ON 4·0N 9·0N 3·0N
QN=-+--=--=--,
3 15 15 5
y llevando este valor a la segunda, se tiene:

9·0N 6·0N 2·0N


QO=ON---=--=--
15 15 5'
de donde, dividiendo ordenadamente estas dos últimas igualdades:

QN 3 QO
--=- QN=3·-
QO 2 2
ARQUIMEDES.--SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTES 253

su base queda completamente sumergida, el segmento no permanecerá


nunca inclinado de manera que su base toque al fluido en un solo punto.
Suponiendo que, abandonado el segmento en el fluido, su base toque a
la superficie de este en un solo punto y haciendo las construcciones de
antes, se demuestra que DN es igual al triple de la mitad de OI o mayor
que el doble de la mitad.
SI 01 es menor que el doble de IN y DB igual al doble de BN, hacemos
lo mismo que antes y trazamos la recta RT, esta recta será perpendi-
cular a V,W y a la superficie del
fluido, y, por tanto, también lo v o w
serán las paralelas a RT por B y
G (Fig. 164); luego la parte emer-
gida del segmento sufrirá un em-
puje hacia abajo según la perpen-
dicular en B y ,la sumergida lo su-
frirá hacia arriba según la perpen- sJ-----.-:...:...+--~---7:

dicular en G y como consecuen-


cía del segmento se moverá hasta
que su base no toque a la superfi-
cie del fluido, porque si la tocara
en un punto, se hundiría hacia
L; Y lo mismo se demuestra si la FIG. 164.
recta ON no corta a KQ.
8. Dado el segmento de antes, si la razón de su peso al del fluido
es menor que el cuadrado del exceso del eje sobre el triple de la mitad
del semiparámetro al cuadrado del eje, y, abandonado en un fluido, su
base no toca a este, no se colocará verticalmente ni quedará inclinado,
a no ser que el eje forme con la superficie del fluido un ángulo igual al
que indicaremos después.
Sea BD una longitud igual al eje DN del segmento dado y, tomando
en ella BK doble de KD, KR igual al semiparámetro y BC igual al triple
de la mitad de BR, será CD igual al triple de la mitad de KR 15. Si la ra-
15 Puesto que es
3
BK=2KD, BD=-BK,
2
de donde
BD 3
---- [1]
BK 2
254 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

zón del cuadrado de JF al de BD es la misma que la del peso del segmento


al del fluido y F doble de J, la razón de JF a BD será menor que la de
BC a BD porque BC es el exceso del eje sobre el triple de la mitad del
semiparámetro; luego JF es menor que BC 16, y, por consiguiente, F me-
nor que BR. Si es igual a UR, tracemos la recta UE perpendicular a BD
tal que su cuadrado sea equivalente a la mitad del rectángulo de lados
RK y BU y unamos B con E (Fig. 165). Hay que demostrar que, aban-
donando el segmento en el fluido como hemos dicho, quedará inclinado
y su eje formará con la superficie del fluido un ángulo igual al EBU.
Abandonemos el segmento en el fluido de modo que su base no to-
que a la superficie del fluido y su eje forme con ella un ángulo distinto
del EBU.
Suponiendo que es mayor, tracemos por el eje un plano perpendicular
a la superficie del fluido, y sean la parábola APOL y la recta XS las sec-
ciones respectivas del segmento y de la superficie y ON el eje de aquella.
Tracemos por el punto P de la parábola, la PY tangente a esta y paralela
y como, por construcción, es BD=3/ 2BR, y, por tanto,
BD 3/?!3K BK
BC - 3/2BR = BR'
alternando
BD BC BD-BC=CD
--=
BK BR BK-BR=KR
Y poniendo aquí [1], resulta
3 CD 3
CD=-KR.
2= KR' 2
3
16 Recordando que es CD=- KR, se tiene:
2
3
BC=BD-CD=BD--KR
2 '
y por hipótesis

FJ2 peso segm. BC2


----<-_.
BD2 peso fluido BD2 '
luego es

Fj2 < BC2, FI < BC.


ARQUIMEDES.--SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTES 255

a XS, las PM y PI paralela y perpendicular, respectivamente, a ON, y sea


BR igual a OQ; tomemos TQ igual a RK y levantemos en Q la QH per-
pendicular al eje, y entonces, por
haber supuesto que el eje del seg-
mento forma con la superficie del
L
fluido un ángulo mayor que el EBU
el PYI también será mayor que él y J F
I I
la razón de los cuadrados de PI e
YI mayor que la de los EU y BU;
pero como las razones de estos cua-
drados son respectivamente iguales
a las de KR y su mitad a YI y a
BU 17, resulta que la de KR a YI es
mayor que la de la mitad de KR
a BU, y, por' tanto, YI es menor
que el doble de BU y como YI es
doble de 01, es 01 menor que BU e
IQ mayor que BU, es decir, que F; v P y w
luego IQ es mayor que F. FIG. 165.
Pero, por hipótesis, el peso de
segmento es al del fluido como el cuadrado de FI al de BD y también,
por haberse demostrado 18, como la parte sumergida al segmento entero, y
17 Por ser la ordenada de la parábola media proporcional entre el paráme-
tro y la abscisa o entre el semiparámetro y la subtangente, se tiene:
jij2=KR x YI,
de donde
PI2 KRxYI KR
Y/2 Y/2 y/
y como por hipótesis es
KRxBU
EU2
2
dividiendo por BU2 resulta
KRxBU
EU2 2 tKR
BU
18 Lib. IT, prop. 1.
256 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

por ser esta como el cuadrado de PM al de ON y la razón de los cua-


drados de PI y BD es la misma que la de los PM y ON, y, por tanto, FI
es igual a PM; pero se demostró que PH es mayor que F, luego PM es
menor que el triple de la mitad de PH, y, por consiguiente PH es mayor
que el doble de HM, y suponiendo ahora que PZ sea doble de HM, el
punto T será el centro de gravedad del segmento entero, Z el de la parte
sumergida y G, en la prolongación de ZT, el de la emergida.
Lo mismo se demostraría que la recta TH es perpendicular a la su-
perficie del fluido; luego la parte sumergida del segmento sufrirá un
empuje hacia arriba según la vertical que pasa por Z 19 y la emergida lo
sufrirá hacia abajo según la vertical que pasa por G y el segmento no que-
dará inclinado, como hemos supuesto, ni tomará la posición vertical
porque la perpendicular desde Z cae hacia el lado de L y la desde G
hacia A y,. como consecuencia, subirá el centro de gravedad Z y bajará
el G y las partes del segmento situadas del lado de A bajarán y las del
lado de L subirán.
Si el eje del segmento forma con la superficie del fluido un ángulo
menor que el EBU y todo lo demás es como antes, la razón del cuadra-
do de PI al de BU será menor que
E
la del de BU al de BU, y, por tan-
sL1u e R
• I
K
I
oI to, la de KR a Yl menor que la mi-
tad de KR a BU; luego Yl es ma·
L yor que el doble de BU, y como YI
es doble de 01, será 01 mayor que
BU, y por ser OQ igual a BR y Q1
menor que RU, la recta PH será
menor que P, y por ser PM igual
a F1, será mayor que el triple de la
mitad de PH y PH menor que HM,
y suponiendo ahora que PZ sea do-
blede ZM, el punto T será el
centro de gravedad del segmento en-
v P y W tero, Z el de la parte sumergida
FIG. 166. y G, en la prolongación de ZT, el
de la emergida, de modo que si
por Z y G trazamos perpendiculares a la superficie del fluido, serán pa-
ralelas a TH y, por consiguiente, el segmento no quedará en reposo, sino
19 Lib. II, prop. 2.
ARQUIMEDES.--SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTES 257

que se moverá hasta que su eje forme con la superficie del fluido un án-
gulo mayor que el que forma ahora (Fig. 166); Y corno cuando supusi-
mos que el eje del segmento formaba con la superficie un ángulo mayor
que el EBU, demostrarnos que el segmento no quedaba en reposo, se de-
duce que quedará en reposo cuando el ángulo sea igual al EBU porque
de esta manera las rectas 01, lQ Y PH serán respectivamente iguales a
BU, RU y F, y, por consiguiente, MP igual al triple de la mitad de PH
y este doble de HM; y por ser entonces H el centro de gravedad de la
parte sumergida, esta parte sufrirá un empuje hacia arriba según la mis-
ma perpendicular y el segmento quedará en reposo porque ninguna de sus
partes es desalojada por ninguna otra.
9. Dado el segmento de antes y todos los demás como antes, excepto
la razón del peso del segmento al del fluido, que ahora se supone mayor
en vez de menor, a la indicada antes, y la base completamente sumergida,
todo sucede como antes 20.
10. Dado el segmento de antes y, abandonado en un fluido más pe-
sado que él, su base no toca al fluido, no quedará vertical ni inclinado,
sino que unas veces su base tocará a la superficie en un solo punto, lo
que ocurrirá en dos posiciones distintas 21, otras se sumergerá por com-
pleto y otras no tocará de ningún modo a la superficie, según sea la
razón del peso del segmento al del fluido.
Trazando por el eje del segmento un plano perpendicular a la super-
ficie del fluido, sea APOL la parábola sección sobre el segmento, BD el
eje de este y tornando en él un punto K tal que BK sea doble de KD y
otro C de manera que BD sea a KC corno 15 a 4, es evidente que
KC será mayor que el semiparámetro. Si KR es igual a este y DS el
triple de la mitad de KR, la recta SB será igual al triple de la mitad de
BR. Unamos A con B, levantemos en C la perpendicular a BD que corta
a AB en E; tracemos por E la EZ paralela a BD; tornemos el punto
medio T de AB y tracemos por él la TH paralela a BD.
Sean AEl y ATD dos parábolas semejantes a la ABL, de ejes EZ
y TH, respectivamente, la primera de las cuales pasará por K y cortará
a la perpendicular en R a BD en los puntos G e Y por los cuales tra-
zamos las PYQ y OGN paralelas a BD, y sean F y X los puntos de inter-

20 La condición de equilibrio queda establecida razonando también por re-


ducción al absurdo.
21 Puesto que cuando un punto de la base toca a la superficie del fluido.
la base puede estar sumergida o emergida por completo.
258 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

secclOn con la parábola ATD, y, por último, tracemos las PW y OV


tangentes a la parábola APOL en los puntos P y O, Y teniendo entonces
tres segmentos parabólicos APOL, AEI y ATD semejantes y desiguales,
con las bases en la misma recta
A l Y un extremo A común, y las rec-
tas NXGO y QFYP perpendicula-
res a las bases en los puntos N
y Q, la razón de OG a CX estará
compuesta de la de IL a LA y
de la de AD a DI; pero IL es a LA
como 2 a 5 porque CE es a DE
como 6 a 15, es decir, como 2
a 5, puesto que CE es a DE como
EE a EA y como DZ a DA y sea
LI y LA dobles de DZ yDA y
AD a DI como 5 a 1; pero la ra-
zón compuesta de la de 2 a 5 y
de 5 a 1 es la misma que la de
2 a 1 y 2 es doble de 1; luego
FIG. 167. GO es doble de GX; y lo mismo
se demostraría que PY es doble de
YF, y por ser DS triple de la mitad de KR, esta recta DS será el exceso
del eje sobre el triple de la mitad del semiparámetro.
l. Si la razón del peso del segmento al del fluido es igual o mayor
que la del cuadrado de BS al de BD y, abandonado aquel en este, la
base queda completamente sumergida, el segmento se colocará en po-
sición vertical.
11. Si dicha razón es menor que la del cuadrado de BS al de DB
y mayor que la del xa al BD y se inclina el segmento sin que su base
toque al fluido, quedará inclinado de modo que su base no tocará de
ninguna manera a la superficie del segmento y el eje formará con esta
un ángulo mayor que V.
111. Si dicha razón es igual a la del cuadrado de xa al de BD y se
inclina el segmento de manera que su base toque a la superficie del
fluido en un solo punto, el eje formará con este un ángulo igual al V;
pero si la razón del peso del segmento al del fluido es igual a la del
cuadrado de PF al de BD y se inclina el segmento de manera que su
base toque al fluido, quedará inclinado con la base tocando a la super-
ficie en un solo punto y el eje formando un ángulo igual al V.
ARQUIMEDES.--SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTES 259

IV. Si dicha razón es mayor que la del cuadrado de PF al de BD


y menor que la del XO al de BD y se inclina el segmento sin que su
base toque a la superficie del fluido, se sumergerá la base.
V. Si dicha razón es menor que la del cuadrado de PF al de BD
y se inclina el segmento de modo que su eje forme con la superficie
del fluido un ángulo menor que V, la base no tocará de ninguna manera
a la superficie del fluido.
Demostremos separadamente cada una de estas proposiciones:
I. En virtud de lo demostrado en la proposición 2 de este libro II,
es evidente lo enunciado.
II. Si la razón de los pesos del segmento y del fluido es mayor
que la del cuadrado del exceso del eje sobre el triple de la mitad del
semiparámetro al cuadrado de BD
y la del cuadrado de la recta W A o L

al de BD es la misma que la del


peso del segmento al del fluido,
la recta W será mayor que XO y
menor que el exceso del eje so-
bre el triple de la mitad del semi-
parámetro. Apliquemos entre las pa-
rábolas AMQL y AXD una cierta
recta MN igual a W que corte a
la tercera parábola en el punto H
y a la recta RG en Y y se demos-
trará que MH es doble de HN como
se ha demostrado que eo es doble
de ex (Fig. 168).
Trazando por M la MV tangen- w
te a la parábola AMQL, la Me per- .
pendicular a BD y la AN prolonga- FIG. 168.
da hasta Q, las rectas AN y NQ
serán iguales porque en las parábolas semejantes AMQL y AXD es
QA a AN como LA a AD; luego AN es igual a NQ y AQ para-
lela a MY, y hay que demostrar que si, abandonado en el fluido, el
segmento se inclina sin que lo toque su base, quedará inclinado de
modo que su base no tocará en manera alguna a la superficie del
fluido y el eje formará con la base un ángulo mayor que V.
Abandonemos el segmento en el fluido y supongamos que se coloca
de modo que su base toque a la superficie del fluido en un punto.
260 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Tracemos por el eje un plano perpendicular a la base y sean la


parábola APOL y la recta AO sus intersecciones con el segmento y
con la superficie del fluido y BD el eje del segmento y diámetro de
la parábola, y determinemos en él los puntos K y R como antes; tra-
cemos por P la PG y PT para-
L lelas a AO y BD Y PS perpendicu-
lar a BD, y entonces, por ser el
peso del segmento al del fluido
como el cuadrado de :w al de BD
y como la parte sumergida al seg-
mento entero y esta razón igual a
la del cuadrado de TP al de BD, la
recta W será igual a TP y las MN
A O Y TP iguales entre sí, así como
los segmentos AMQ y APO (fi-
gura 169).
Puesto que· en las parábolas
iguales y semejantes APOL y
AMQL se han trazado desde los
extremos de sus bases las rectas
FIG. 169. AO y AQ de manera que los seg-
mentos separados formen ángulos
iguales con los ejes, serán iguales los en V y G, lo mismo que las rectas VB,
GB y las Be, BS, y también lo serán las MY, PZ Y NT, ZT, y como MY es
menor que el doble de NY, será PZ menor que el doble de ZT.
Sea PF igual al doble de FT; tracemos FK y prolonguémosla
hasta E. Los puntos K y F serán los respectivos centros de gravedad
de todo el segmento y de su parte sumergida, y el de la emergida E
estará en la prolongación de FK; Y como KZ es perpendicular a la
superficie del fluido, también lo serán las rectas trazadas por los pun-
tos E y F paralelamente a KZ, y, por tanto, el segmento no quedará
en reposo, sino que se colocará de modo que su base no toque de
ninguna manera a la superficie porque si la tocara en un punto, el
segmento sufriría un empuje hacia arriba del lado del punto A; luego
adoptará una posición tal que su eje forme con la superficie del fluido
un ángulo mayor que V 22.
22 Con el mismo ingenio e igual pericia en el manejo del Algebra geométri.
ca, establece Arquímedes los otros tres teoremas cuyas demostraciones no tra-
ducimos por ser análogas a la n.
ARQUIMEDES.-EL METODO 261

EL METODOl

Arquímedes a Eratóstenes: j salud!


En una ocasión anterior te he remitido algunos teoremas descu-
biertos por mí, dántote sencillamente sus enunciados e invitándote
a encontrar las demostraciones que, de momento, no te comuniqué.
Los enunciados de los teoremas que te envié son los siguientes:
1 De todos los escritos perdidos de Arquímedes, este tratado es el que más
había excitado la curiosidad de los geómetras, pues que las alusiones de Sui-
das autorizaban la sospecha de que contenía la clave del método que le con-
dujo a algunos de sus descubrimientos.
En las epístolas nuncupatorias de sus obras se advierte que Arquímedes so-
lía enviar a los profesores alejandrinos los enunciados de los teoremas que tenía
entre manos, rogándoles que buscasen la demostración, y si esta no le llegaba
remitíala él; mas como algunas veces reconociera paladinamente la falsedad
de sus enunciados, que pasó inadvertida para sus corresponsales, les endilgó las
irónicas frases que se leen en la carta a Dositeo que precede al escrito Sobre
las espirales.
Como Gauss dos mil años después, el siracusano ocultaba muchas veces
las etapas intermedias de sus demostraciones y los teoremas en que las apo-
yaba, por 10 que podría decirse de él 10 que Abe! del princeps mathematico-
rum alemán, que, como la zorra con la cola, borraba la huella de sus pasos.
Pero el escrito del Método, tan felizmente rescatado, levanta una punta
del velo que impedía ver el proceso mental de Arquímedes para llegar a algu-
nas de sus estupendas conclusiones, desesperación de matemáticos y eruditos,
quienes, como el monseñor Bienvenido de Los miserables virtorhuguescos-a
quien interesaba más que el pecado el camino recorrido por el pecador para
cometerlo-, quieren conocer la psicogénesis del pensamiento arquimediano.
El autor del Método nos explica cómo descubrió ciertos teoremas de áreas
y volúmenes por medio de pesadas ideales, determinando 10 que hoy llama-
mos momento estático, y estableciendo la ecuación de equilibrio, de la que
deduce el área o el volumen que busca ° el centro de gravedad de una figura.
Para ello corta las superficies por rectas paralelas y los cuerpos por planos
paralelos y compara una de las secciones producidas con otra hecha por la
misma recta o el mismo plano en una figura conocida y coloca ambas figuras
de modo que sus centros de gravedad estén en una recta: brazo de palanca
en el que determina dos segmentos contiguos proporcionales a las dos seccio-
nes, cuya relación establece la ecuación de equilibrio, con respecto a un punto,
de las dos áreas o de los dos volúmenes elementales suspendidos de los extre-
mos de la recta. Si el brazo de palanca correspondiente al área o al volumen
262 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

1. Si en un prisma recto de base paralelográmica se inscribe un


cilindro con sus bases en los paralelogramos 2 opuestos y sus lados 3
en los restantes planos 4 del prisma 5, y por el centro del círculo-base
del cilindro y un lado del cuadrado situado en el plano opuesto se
traza un plano, este separará del cilindro un segmento 6 limitado por
la superficie del cilindro y dos planos, uno de los cuales es el que se
ha trazado y el otro el de la base del cilindro; y el área comprendida
entre los dos planos y el segmento determinado en el cilindro es la
sexta parte de la del prisma.
2. Si en un cubo se inscribe un cilindro con sus bases en dos
paralelogramos 7 opuestos y su superficie tangente a los otros cuatro
planos 8 del cubo, y en el mismo cubo se inscribe también otro cilin-
dro con sus bases en otros paralelogramos y su superficie tangente a
los otros cuatro planos, la figura limitada por las superficies de los

que busca es constante, la ecuación de equilibrio le da el valor que persigue;


y, recíprocamente, si este es conocido, deduce entonces la posición del centro
de gravedad de la. superficie o del cuerpo.
Aunque no 10 dice, Arquímedes considera con cierta anchura las rectas
que descomponen las superficies y con cierto espesor los planos que descom-
ponen los sólidos, anchura y espesor L1x que, al disminuir indefinidamente, se
convierten en la dx de nuestro Cálculo diferencial.
Las ideas arquimedianas fueron el fundamento de la teoría de los indivisi-
bles establecida en el siglo XVII por CAVALIERI en su Geometría, de 1635, cuyo
método ocupa una posición central entre la exhaución y los recursos infini-
tesimales a que dio origen el parto mellizo de Newton y Leibniz, 10 cual prueba
una vez más la importancia histórica y científica de Arquímedes para quien
no pasó inadvertida la falta de rigor de su método al establecer la diferencia
entre los medios que pueden sugerir la verdad de una proposición, aunque no
den la prueba, y su demostración lógica, pues que aquellos permiten que los
teoremas sean descubiertos: 613(J)Q13LV, pero no demostrados: uO'to&l3LXV'ÓVUL, y
por eso, inmediatamente después de encontrar una relación por su método,
la demuestra rigurosamente por exhaución, que, en definitiva, es una integra-
ción en estado naciente.
2 La palabra «paralelogramo» está empleada en la acepción restringida de
cuadrado.
3 Es decir, cuatro generatrices.
4 Cáras.
5 O sea, con la superficie lateral tangente a las caras del prisma.
6 Hoy llamado uña cilíndrica.
7 Cuadrados.
8 Caras.
ARQUIMEDES.-EL METODO 263

cilindros comprendida entre ambos cilindros equivale a las dos terceras


partes del cubo total 9.
Estos teoremas difieren de los encontrados anteriormente por ha-
berse comparado los volúmenes de los conoides y esferoides 10 y sus
segmentos, respecto de su magnitud, con los de los conos y cilindros;
pero ninguno de ellos se ha demostrado que fuese equivalente a una
figura sólida limitada por planos, mientras que las figuras de que te
hablo ahora limitadas por planos y superficies cilíndricas se ha ave-
riguado que equivalen a una figura sólida limitada por planos. Las
demostraciones de estos teoremas son las que te envío en este Libro.
Por otra parte, como sé que eres un estudioso serio, hombre de
eminente cultura filosófica y un apasionado 11, he creído conveniente
exponerte por escrito y explicar con detalle en este mismo libro la na-
turaleza especial de cierto método que te permitirá resolver mecánica-
mente algunos. problemas matemáticos. Estoy convencido de que este
procedimiento no es menos útil incluso para demostrar los propios
teoremas, algunos de los cuales, evidentes por medio de la Mecánica,
se han demostrado después geométricamente porque su investigación
por dicho método no proporcionó una demostración rigurosa. Pero
cuando gracias a él hemos adquirido algún conocimiento previo de la
cuestión, es naturalmente más fácil dar la prueba que encontrarla
sin dicho conocimiento previo 12. Esta es una razón por la que en el
caso de los teoremas cuyas demostraciones fue Eudoxio quien primero
las descubrió, a saber: que el cono es la tercera parte de un cilindro
y la pirámide la de un prisma de igual base a igual altura, daremos
una buena participación a Demócrito que fue el primero que hizo tal

9 Es decir, el volumen común a dos cilindros que se cortan ortogonalmente


en el cubo: bóveda cilíndrica.
10 Recuérdese que Arquímedes llama conoides a los sólidos engendrados por
la rotación de .una parábola o de una hipérbola alrededor de un eje, y esferoi-
des a los engendrados por una elipse girando en torno a uno de sus ejes.
11 De la investigación matemática.
12 Lo que Árquímedes quiere decir es que su método, como hemos dicho
en la nota 1, permite encontrar, pero no demostrar, verdades matemáticas. La
solución mecánica indica el camino que hay que seguir para la demostración
apodíctica, que es la que satisface al espíritu lógico, y, con un sentido prag-
mático que le hubiera censurado Platón, concede carta de ciudadanía cientí-
fica a todo hallazgo que, adecuado a la realidad, se demuestra después «geo-
métricamente)).
264 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

afirmación con respecto a tal figura 13, aunque no dio la prueba. Como
el teorema que voy a publicar ahora lo descubrí de la misma manera
que los anteriores 14, he creído necesario exponer el método del que ya
he hablado 15 porque no se crea que he dicho palabras vanas y por-
que estoy igualmente persuadido de que haré un no pequeño servicio
a los matemáticos, pues comprendo que algunos de mis contemporá-
neos o sucesores podrá por medio dél método-una vez que lo expli-
que-descubrir otros teoremas que yo no he encontrado todavía.
Por consiguiente, expondré primero el que he conocido por me-
dios mecánicos, a saber: que todo segmento de la sección de un cono
según un ángulo recto 16 equivale a las cuatro terceras partes de un
triángulo de la misma base y de la misma altura; después explicaré
diversos teoremas investigados por el mismo método y al final del
libro daré sus demostraciones geométricas.

1
LEMAS

Las proposiciones que voy a emplear son las siguientes 17 :


1. Si de una magnitud se quita otra y el centro de gravedad de
la magnitud total y de la quitada están en el mismo punto, este punto
es también el centro de gravedad de la magnitud restada.
2. Si de un peso se quita otro de distinto centro de gravedad, el
del peso que queda es un punto de la prolongación de la recta que
une el centro de gravedad del peso primitivo y el quitado, cuyas dis-
tancias a estos están en razón inversa de los mismos 18.
13 ~eQl 'tOU eLQfJÉvo'U OX~fta:ro<;, en singular, porque Arquímedes debía con-
siderar la pirámide como caso particular del cono.
14 Por el método indicado.
15 En la carta con que envía a Dositeo la Cuadratura de la parábola.
16 Se sobrentiende un cono circular recto de ángulo cónico recto; y como
el corte se hace por un plano perpendicular a una generatriz, la sección resul-
tante es una parábola, palabra con que ya hemos traducido y traduciremos en
lo sucesivo la perífrasis oQ60YOOVlO'U xwvo'U 'tOftrj<;-que, en realidad, es una de-
finición-aunque la voz ~aQa~oA~<; es posterior al sabio de Siracusa, pues quien
primero la usó fue Apolonio.
17 Casi todas las propiedades que Arquímedes recuerda como lemas las había
demostrado en escritos anteriores.
18 Del equilibrio de los planos, 1, 8.
ARQUIMEDES.---:-EL METODO 265

3. El centro de gravedad de un peso equivalente a varios pesos


en número impar, cuyos centros de gravedad están en línea recta y
equidistantes, es el del peso del medio, y si el número de pesos
es par, es el punto medio de la recta que une sus centros de gra-
vedad 19.
4. Si dos pesos iguales no tienen el mismo centro de gravedad,
el de un peso equivalente a los dos es el punto medio de la recta que
une los centros de gravedad de ambos 20.
5. El centro de gravedad de un triángulo es el punto en que se
cortan mutuamente las rectas trazadas desde cada vértice al lado
opuesto 21.
6. El centro de gravedad de un paralelogramo es el punto de ill -
tersección de sus diagonales 22.
7. El centro de gravedad de un círculo es su centro.
8. El centro de gravedad de un cilindro es el punto que biseca a
su eje.
9. El centro de gravedad de un prisma es el punto que biseca a
su eje 23.
10. El centro de gravedad de un cono es el punto de su eje que
lo divide en dos partes tales que la que está del lado del vértice es
triple de la otra 24.
11. También haré uso de esta otra proposición ya demostrada:
Dadas varias magnitudes proporcionales dos a dos a otras tantas aná-
logamente alineadas; si las primeras, o solo algunas de ellas, se com-
paran con otras, y las segundas también, la suma de las primeras
es a la de las magnitudes con que se compararon como la suma de las
segundas a la de las magnitudes con que se compararon 25.

19 Ibídem, l, 5, corolarios a) y b).


20 Ibídem, l, 4.
21 Ibídem, 1, 14.
22 Ibídem, l, 10.
23 Arquímedes entiende por eje del prisma la recta que une los centros de
gravedad de las base':!.
24 El problema de encontrar el centro de gravedad de un cono no está resuel-
to en ninguna obra conocida d~ Arquímedes. Podría estarlo en el escrito Sobre
la palanca o en Sobre los centros de gravedad, ambos perdidos, o en alguna
obra mecánica de la que solo fuera una parte Sobre el equilibrio de los planos.
25 Conoides y esferoides, prop. 2.
266 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

II
PROPOSICIONES

1. Sea ABG un segmento de parábola limitado por la recta AG y


la parábola ABG, D el punto medio de AG, y tracemos la recta DBE
paralela al eje de la parábola y las
AB y BG. Digo que el segmento
ABG equivale a las cuatro terceras
partes del triángulo ABG.
Trazando por A la AZ parale-
la a DE y por G la GZ tangen-
te a la parábola, prolonguemos la
recta BG más allá del punto K;
tomemos KT igual a GK; imagine-
mos que la recta GT es una pa-
lanca con su punto medio en K,
y sea LM una paralela cualquiera
a ED.
Puesto que GZ es tangente a
la parábola y GD una semiorde-
nada, la recta EB será igual a la
BD según está demostrado en los
Elementos 26 y como, además, ZA
y ML son paralelas a ED también
MN será igual a NL y ZK a KA,
y, por ser ML a LO como GA a
AL 27, GK a KN como GA a AL
A L o y GK igual a KT, resulta que ML
FIG. 170. es a LO como TK a KN y siendo N
el centro de gravedad de ML por
ser iguales MN y NL 28, si tomamos una recta FH igual a LO con el cen-
tro de gravedad en T, de manera que sea FT igual a TH, la recta FTH que-

26 Arquímedes se refiere a unos Elementos de cónicas de Euclides o de


algún geómetra anterior a este, que no ha llegado a nosotros. La misma alu-
sión hizo en De la cuadratura de la parábola, prop. 3.
1:1 Víd. De la cuadratura de la parábola, prop. 5.
28 Lema 4.
ARQUIMEDES.-EL METODO 267

dará en equilibrio con la ML que permanece fija, porque TN está divi-


dida en partes inversamente proporcionales a los pesos de FH y ML, Y
MLes a HF como TK a KN 29 Y el centro de gravedad de este sistema
será el punto K 30.
Análogamente, permaneciendo fijas las paralelas a ED que corten
a la parábola, quedarán en equilibrio con sus partes comprendidas en-
tre GZ y GA Y una longitud igual a la interceptada por la curva y GA
Y desplazadas al punto T, de modo que el K sea el centro de gravedad
del sistema formado por todas las rectas, como la ML, limitadas por
GZ y GA Y por todas las situadas en T iguales a las que, como la
OL, están comprendidas entre la parábola y AG.
Puesto que el triángulo GZA está formado por todas las paralelas
a ML y el segmento ABG por todas las rectas interiores a la parábola,
como la OL, dicho triángulo, permaneciendo tal como en la figura,
quedará en equilibrio, respecto del punto K, con el segmento de pa-
rábola cuyo centro de gravedad se hubiera corrido al punto T, de ma-
nera que el K sea el de todo el sistema.
Tomando ahora en la recta GK un punto X tal que KG sea triple
de KX, este punto X será el centro de gravedad del triángulo AZG,
como se ha demostrado en los libros del equilibrio 31, y, por tanto, por
estar ese triángulo en equilibrio en el punto K con el segmento ABG
cuyo centro de gravedad se ha corrido al punto T y ser X ·el del trián-
gulo, la recta TK es a la XK como el triángulo AZG al segmento ABG;
Y puesto que TK es triple de KX, el triángulo AZG también será triple
del segmento ABG 32 Y como es cuádruple del triángulo ABG porque
la recta ZK es igual a la KA y laAD igual a la DG 33, resulta que el
29 Del equilibrio de los planos, I, 6 Y 7.
30 Lema 3.
31 SV "Coi:; LOOQQ03tLXOi:C;. Vid. Del equilibrio de los planos, J, 14.
32 En virtud de lo demostrado en Del equilibrio de los planos, I, 6 y 7, se
tiene, en efecto:
TK triángulo AZG
KX segm. ABG
TK
y poniendo TK=KG=3KX, es - - = 3, y, por tanto,
KX
triáng. AZG=3 segm. ABG.
33 Por ser
KZ=KA, AD=DG, KB=BG,
268 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

segmento ABG equivale a cuatro veces la tercera parte del triángulo


ABG.
Lo que acabamos de decir no demuestra rigurosamente lo enun-
ciado, pero da una idea de que la conclusión es correcta, y como re-
conozco que no está demostrado, daré en su lugar oportuno la prue-
ba geométrica que yo mismo he descubierto y publicado 34.
2. Por el mismo método vamos a ver que una esfera es cuádru-
ple del cono cuya base es igual a un círculo máximo y altura igual al
radio y que un cilindro cuya base sea igual a un círculo máximo de
la esfera y altura igual al diámetro, equivale a una vez y media la
esfera.
Sea ABGD un círculo máximo de una esfera y AG Y BD dos diá-
metros perpendiculares. Construyamos un cono de vértice A que ten-
ga por base el círculo descrito sobre BD como diámetro en un plano
perpendicular a AG y cortémoslo por uno trazado por G paralelamen-
te a la base, que dará, como sección, un círculo perpendicular a AG
y cuyo diámetro será la recta EZ; construyamos después sobre este
círculo un cilindro de altura y eje AG y sean EL y ZH dos generatrices
del mismo; prolonguemos GA; tomemos en su prolongación una rec-
ta AT igual a ella y consideremos la recta GT como una palanca cuyo
punto medio es el A; tracemos una paralela cualquiera MN a BD, que
cortará al círculo ABGD en Q yO, al diámetro AG en S y a las rec-
tas AE y AZ en P y R, respectivamente, y hagamos pasar por esa rec-
ta MN un plano perpendicular a la AG que cortará al cilindro, a la es-
fera y al cono según los círculos de diámetros MN, QO y PR, respec-
tivamente (Fig. 171).
Puesto que el rectángulo de GA y AS 35 equivale al de MS y SP,
porque AG es igual a SM y AS a PS, y el de GA y AS al cuadrado de

es
triáng. AZG=2 triáng. AKG
= 2 (AKB +BAG)
=2 (ABG+ABG)=4ABG.
34 En De la cuadratura de la parábola, ptop. 24. Aunque en la carta a Era-
tóstenes anuncia la reproducción de esta demostración, que reitera al final del
teorema anterior, no aparece en el tratado del Método.
35 En vez de área comprendida por dos rectas, que es como dice Arquí-
medes, diremos rectángulo de dos rectas.
ARQUIMEDES.----,-EL METODO 269

AQ, es decir: a los cuadrados de QS y SP, resulta que el rectángulo


de MS y SP equivale a los cuadrados de QS y SP 36.
Por ser MS a SP como GA
a AS y GA igual a AT, es MS T

a SP como AT a AS, y habién-


dose demostrado que el rectán-
gulo de MS y SP equivale a los
cuadrados de QS y SP, el de
MS es a los de QS y SP como
AT a AS 37, Y por ser el cuadra- L F A H
do de MN a los de QO y PR como
el de MS a los de QS y SP y MI-----HE-~:--~~~~--~ N
el círculo sección del cilindro, de
diámetro MN, a los círculos sec-
ciones del cono y de la esfera,
de diámetros PR y QO, como el
cuadrado de MN a los de QO y
PR, resulta que el círculo sec- FIG. 171.
ción del cilindro es a los del
36 Por ser la cuerda AQ media proporcional entre el diámetro y su pro-
yección sobre él, se tiene:

y poniendo

resulta:
MS·SP=QS2+Sp2

CE CA
37 Se tiene, en efecto, - - = - - , y poniendo
SP SA
CE=MS, TA=CA,
se verifica:
MS TA
-----
SP AS
Multiplicando por MS los dos términos del primer miembro y teniendo en
270 CIENTIFlCOS GRIEGOS.-TOMO II

cono y la esfera como TA a AS 38, Y por tanto, el círculo del cilindro, en su


sitio, está en equilibrio en A con los círculos de la esfera y del cono tras-
ladados con su centro de gravedad en T.
Análogamente se demostraría que si se traza otra paralela a EZ
en el paralelogramo LZ y se hace pasar por ella un plano perpendicular
a la recta AG, el círculo determinado en el cilindro, en su sitio, equi-
librará en A a los dos círculos de la esfera y del cono trasladados con
su centro de gravedad en T, y, por consiguiente, estando compuestos
estos tres cuerpos por círculos obtenidos de la manera dicha, el ci-
lindro, en su sitio, estará en equilibrio en A con la esfera y el cono
trasladados con su centro de gravedad en T 39.
cuenta el resultado de la nota anterior, es
MS·MS MS2 AT
MS·SP QS2 + sp2 AS
Recordando que las áreas de los círculos son entre sí como los cuadrados
38
de sus diámetros, la igualdad demostrada en la nota anterior se convierte en
MS2 MN2
QS2+Sp2 Q02+PR2
círc. MN AT
círc. QO + círc. PR AS
39 Este razonamiento demuestra que el método mecánico de Arquímedes
-dice Babini-«es una combinación tan feliz y audaz, como genial, de consi-
deraciones geométricas y mecánicas, que en su esencia encierra los procedi-
mientos de nuestro Análisis infinitesimal, lo que explica que, mediante ese mé-
todo, Arquímedes logre resultados que hoy obtenemos mediante los recursos
del Cálculo integral.
»Las integrales definidas, que en las demostraciones geométricas Arquímedes
sustituye por el método de exhaución en íntima conexión con el «postulado
de Arquímedes» y con los resultados de ciertas sumas de figuras, en el «mé-
todo mecánico» son sustituidas por el proceso que Arquímedes califica de
((composición», acertada locución que, al mismo tiempo que evita los escollos
del infinito, los oculta.
»Nos interesa destacar algo más en detalle este proceso de «composición».
Tomemos, por ejemplo, el caso del volumen de la esfera. Para determinar este
volumen por el «método mecánico», Arquímedes compara la esfera con el ci-
lindro y el cono, que tienen por altura el diámetro de la esfera y por base
común un círculo cuyo radio es el diámetro de la esfera. Instala su balanza y
ARQUIMEDES.-EL METODO 271

Puesto que K es el centro de gravedad del cilindro, la razón de este


a la esfera y el cono es la misma que la de AT a AK y como AT es
doble de AK, el cilindro será doble del cono y la esfera juntos y, siendo
el cilindro triple del cono, tres conos valen tanto como dos de los
mismos conos y dos esferas y, por sustracción, resulta que el cono,
comprueba que cualquier sección circular del cilindro «en su sitio» equilibra
en el otro extremo de la balanza al conjunto de las secciones respectivas de
la esfera y del cono, ambas dispuestas con el centro de gravedad común. Hasta
aquí los procesos lógico e intuitivo son correctos.
»Pero ahora, al repetir la operación para todas las secciones circulares,
Arquímedes agrega: «Por tanto, llenados los cilindros, la esfera y el cono con
los círculos así determinados, el cilindro en su sitio equilibrará al conjunto de
la esfera y del cono dispuestos y trasladados con el centro de gravedad común»
en el otro extremo de la balanza. Pero es evidente que el fenómeno ocurrido
en los dos extremos de la balanza ha sido distinto.
»Consideremos, ante todo, el lado de la balanza en el que el cilindro ha
permanecido «en su sitio». Arquímedes dice que los círculos llenan o componen
el cilindro, evidente error lógico, pues los círculos, que son superficies, jamás
podrán llenar o componer un sólido. pero es también claro que ese error lógi.
co es intuitivamente rectificado por el hecho de que el cilindro está ahí, no
se ha movido, ha permanecido «en su sitio».
»Mientras tanto, ¿qué ha ocurrido en el otro extremo de la balanza? Al
admitir en este caso que los círculos llenan la esfera y el cono desplazados y
dispuestos con el centro de gravedad común, se ha pecado ahora contra la
lógica y contra la intuición. Pues la esfera y el cono ya no existen en su posi-
ción anterior al desplazarse los círculos que dos componen»; esos sólidos han
desaparecido de uno de los platillos de la balanza, mientras en el otro pla-
tillo se han acumulado aquellos círculos «componentes». Tomado el proceso
al pie de la letra, se llega fácilmente a un absurdo lógico e intuitivo, pues al
mantener todos esos círculos paralelos a su posición inicial y hacerles coincidir
sus centros, todos ellos se colocan en un mismo plano que debería equilibrar
a un sólido (cilindro), 10 que es simplemente absurdo.
»No; lo que hace, piensa, imagina Arquímedes es que esos círculos tras-
ladados recomponen, reconstruyen los sólidos de los cuales eran sus compo-
nentes, como si los elementos que se transportan no fueran en verdad elemen-
tos planos, sino elementos sólidos que llevan consigo la propiedad de reorde-
narse, recomponerse, para dar lugar a los sólidos primitivos, pero que ahora,
y en esto reside el secreto del método, se dispondrán de manera que su cen-
tro de gravedad sea común y prefijado.
» y no cabe duda de que este esfuerzo de reconstrucción, de recomposi-
ción, que Arquímedes realiza mentalmente, es el fruto de una intuición ideal
que, en contra de la intuición sensible, restablece los derechos de la 16gica,
272 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

cuya secclOn es el triángulo AEZ, equivale a dos esferas y a ocho conos


cuya sección es el triángulo ABD porque EZ es doble de BD, y en-
tonces, siendo equivalentes ocho conos y dos esferas, la esfera cuyo
círculo máximo es el ABGD es cuádruple del cono cuya base es el
círculo de diámetro BD perpendicular a AG y vértice el punto A 40.
Tracemos ahora en el paralelogramo LZ por los puntos B y D las
rectasFBX e IDU paralelas a AG e imaginemos un cilindro de altura
AG que tenga por bases los círculos de diámetros FI y XU, y entonces,
por ser el cilindro cuya sección, que pasa por su eje, en el paralelo-
gramo FU doble del que tiene por sección FD 41, Y siendo este último

intuición ideal que, por motivos semejantes, podemos encontrar también en los
creadores del Análisis infinitesimal de los siglos XVII y XVIII.
»Pero, más cauteloso que los modernos, Arquímedes solamente considera
los resultados así obtenidos, como dotados de «cierta apariencia de verdad», y,
en conocimiento de los mismos, se dispone a demostrarlos rigurosamente con
los métodos exclusivamente geométricos y lógicos.» Arquímedes, págs. 119-22,
Buenos Aires, 1948.
40 Tenemos sucesivamente:

1 ciI. = 2 esf. + 2 conos = 3 conos,


de donde
2 esf. = 3 conos - 2 conos = 1 cono.

Recordando que los conos semejantes son entre sí como los cubos de los diá-
metros de sus bases, y teniendo en cuenta que es EZ = 2BD, se verifica:
cono AEZ (2BD)3
8,
cono ABD BD3
y, por tanto,
cono AEZ = 8 conos ABD,
y poniendo, de acuerdo con 10 anterior,

1 cono AEZ = 2 esf. ABGD,


resulta:
2 esf. ABGD=8 conos ABD,
de donde
1 esf. ABGD=4 conos ABD,

teorema demostrado geométricamente en Sobre la esfera y el cilindro, 1, 36.


41 EUCLIDES: Elementos, XII, 14.
ARQUIMEDES.---.,.EL METODO 273

cilindro, según los Elementos 42, triple del cono cuya sección es el
triángulo ABD, el cilindro FU es séxtuple de este cono, y como he-
mos demostrado que la esfera de círculo máximo ABGD es cuádruple
de este cono, el cilindro es una vez y media la esfera.
Como de este teorema resulta que una esfera es cuatro veces mayor
que el cono que tiene por base un círculo máximo y altura igual al
radio de la esfera, deduje que el área de cualquier esfera equivale a
cuatro círculos máximos porque tenía la intuición de que la de un
círculo equivale a la de un triángulo de base igual a la circunferencia
y altura igual al radio, lo que me hizo sospechar del mismo modo que
toda esfera equivale a un cono cuya base tenga por área la de la esfera
y altura igual a su radio 43.
3. Este mismo método nos permite ver que un cilindro cuya base
sea un círculo máximo de esferoide y altura igual al eje de este, vale
una vez y media el esferoide y que cortando un esferoide por un pla-
no que pase por su centro y perpendicular al eje, la mitad del esferoide
es doble del cono de igual base e igual altura que el segmento 44.
Cortemos el esferoide dado por un plano que pase por el eje y
sea ABGD la elipse producida por la sección, de centro K y diáme-
tros AG y BD. Consideremos en el esferoide el círculo descrito sobre
BD como diámetro perpendicularmente a AG e imaginemos un cono
que tenga por base este círculo y por vértice el punto A, y, cortán-
dolo por un plano trazado por G paralelamente a su base, la sección
será un círculo perpendicular a AG y el diámetro la recta EZ, e ima-
ginemos también un cilindro con la base en este mismo círculo de
diámetro EZ.
Prolongando la recta AG y tomando AT igual a AG, podremos con-
siderar GT como una palanca con su punto medio en A; tracemos una
paralela cualquiera MN a EZ en el paralelogramo LZ y, haciendo pasar
por MN un plano perpendicular a AG, las secciones de este plano sobre
el cilindro, el ·esferoide y el cono serán los círculos de diámetros MN,
QO y PR, respectivamente (Fig. 172).
42 Ibídem, XII, 10.
43 De aquí resulta que Arquímedes encontró el volumen antes que el área
de una esfera y dedujo esta de aquel. En Sobre la esfera y el cilindro, 1, 35,
establece el área antes e independientemente del volumen que está en 1, 36,
lo que nos dice que en los tratados de los geómetras griegos el orden de las
proposiciones no sigue necesariamente el de su descubrimiento.
44 Es decir, la mitad del esferoide.
274 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Puesto que EA es a AP, o sea, MS a SP como GA a AS y ser GA


y AT iguales, será MS a SP como T A a AS; pero el cuadrado de MS
es al rectángulo de MS a SP como
T MS a SP y este rectángulo equiva-
le a los cuadrados de PS y SQ por-
que el rectángulo de AK y KG, es
decir, el cuadrado de AK, es al de
BK como el rectángulo de AS y SG
al cuadrado de SQ 45 y el cuadra-
do de AS es al de SP como el de
F A T H
AK al de KB, y, permutando, el cua-
drado de PS será al de SQ como
MJ-----++-,'----+-...-...J~+----;N el de AS al rectángulo de AS y SG.
El cuadrado de PS es al rectán-
gulo de PS y PM como el cuadra-
do de AS al rectángulo de AS y PS
y, por consiguiente, el rectángulo
de PS y PM equivale al cuadrado
de SQ 46, y añadiendo el cuadrado
E de PS, el rectángulo de MS y SP
FIG. 172. equivaldrá a los cuadrados de PS y
SQ, y, por tanto, el cuadrado de MS

45 De la ecuación de la elipse
x2 y2
-+-=1,
a2 b2
puesta bajo la forma

se deduce
(a+x) (a-x)
const.,
y2 b2
y como a + x y a - x son los segmentos rectilíneos de la ordenada, se tiene:

AS·SG AK·KG AK2


SQ2 B[(2 BK2

46 Teniendo en cuenta la igualdad establecida en la nota anterior y la se-


ARQUIMEDES.-EL METüDü 275

es a los de PS y SQ como TA a AS 47; Y por ser la razón del círculo


de diámetro MN a la de los de diámetros QO y PR la misma que la del
cuadrado de MS a la de los PS y QS, resulta que el círculo de diáme-
tro MN, en su sitio, equilibra en el punto A, a los otros dos círculos
trasladados con sus centros de gravedad a T, y aquel círculo es a los
otros dos juntos como TA a AZ 48.
Análogamente se demostraría que si, en el paralelogramo LZ, se
traza otra recta paralela a EZ y por ella un plano perpendicular a AG, el
círculo del cilindro, en su sitio, equilibrará en el punto A a los círculos
del esferoide y del cono trasladados con su centro de gravedad en T;
Y como estos tres sólidos están compuestos por círculos obtenidos de
dicho modo, el cilindro, en su sitio, equilibrará en A al esferoide y al
cono trasladados con su centro de gravedad en T; Y como el del cilindro
es el punto K 49, la razón del cilindro al esferoide y al cono, juntos, será
la misma que la de TA a AK, y como TA es doble de AK, el cilindro será
doble del esferoide y el cono juntos, y por ser triple del cono, se deduce,.
por sustracción, que el cono cuya sección es el triángulo AEZ es doble
del esferoide, y como también es óctuple del cono de sección ABD, re-
mejanza de los triángulos AB y APS, se tiene:

AS· SG AK2 AS2


SQ2 BK2 PS2'
de donde
PS2 AS2
SQ2 AS.SG PS·PM
Y. por tanto,

47 Víd. supra, nota 38.


48 Se tiene, en efecto,
círc. MN MN2
círc. QO+círc. PR Q02+PR2

MS2 TA
SQ2+PS2 AS
49 Lema 8.
276 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

sulta, finalmente, que el esferoide equivale a cuatro conos y por ser cuá-
druple del cono de vértice A y base en el círculo de diámetro BD perpen-
dicular a AG, la mitad del esferoide es doble del cono 50.
Trazando ahora en el paralelogramo LZ por los puntos B y D las pa-
ralelas FX e IU a AG e imaginando el cilindro cuyas bases son los círcu-
los de diámetros FI y XU y eje AG, por ser en el cilindro cuya sección
que pasa por el eje el paralelogramo FU doble del que tiene por sección
FD y este triple del cono de vértice A y base el círculo de diámetro BD
perpendicular a AG, el cilindro de sección FU es séxtuple de este cono;
y como se ha demostrado que el esferoide es cuádruple de este mismo
cono, el cilindro equivale a una vez y media el esferoide 51.
50 Se tiene, en efecto,
ciI. LZ TA 2AK
2,
esf. + cono EAZ AK AK
de donde
cil. AZ = 2 esf. + 2 conos EAZ,
y por ser
cH. AZ = 3 conos EAZ,
es
3 conos EAZ = 2 esf. + 2 conos EAZ,
1 cono EAZ = 2 esf.
y por esto que es EZ = 2BD, será
cono BAD B])3 BD' 1
cono EAZ EZ3 8BD' 8
1 cono EAZ = 8 conos BAD
y, por tanto,
2 esf. = 8 conos BAD,
1 esf.=4 conos BAD.
51 En efecto:
1
l
1 cH. FU =2 cH. FD
1 ciI. FU = 6 conos BAD,
1 cH. FD=3 con. BAD
1 esf=4 conos BAD
cH. FU 4 3 1 ciI. FU = lt esf.
esf. 6 2
ARQUIMEDES.----,-EL METODO 277

4. El segmento de paraboloide producido por un plano perpendicular


al eje equivale a una vez y media el cono de la misma base y el mismo
eje 52.
Esto se demuestra por mi método de la siguiente manera: Cortemos
el paraboloide dado por dos planos: uno que pase por el eje, y sea BAG
la parábola producida por la sección 53, y otro perpendicular al eje cuya
intersección con el anterior es BG; prolonguemos el eje DA del segmen-
to parabólico hasta T, tomando AT igual a AD, e imaginemos que DT
es una palanca con su punto medio en A, que la base del segmento sea
el círculo de diámetro BG perpendicular a AD, un cono de la misma
base que el segmento y vértice A y un cilindro de igual base y eje AD.
Tracemos en el paralelogramo EG una recta cualquiera MN paralela
a BG y por ella un plano perpendicular a AD, el cual cortará al cilindro
según un círculo de diámetro MN y al segmento de paraboloide según un
círculo de diámetro QO, y entonces, puesto que BAG es una parábola de
diámetro AD y las rectas QS y BD ordenadas 54, el cuadrado de BD es al
de QS como DA a AS, y por ser iguales las rectas DA y AT, el cuadrado
de MS es al de QS como TA a AS; pero el círculo de diámetro MN, en
el cilindro, es al de diámetro QO, en el segmento, como el cuadrado de
MS al de QS; luego el círculo de diámetro MN es al de diámetro QO
como TA a AS 55, y, por tanto, el primer círculo, en su sitio, equilibrará
en A al segundo trasladado con su centro de gravedad en T; y como,
además, S es el centro de gravedad del círculo MN en el cilindro y T el
de QO en el segmento que se ha trasladado, la razón de T A a AS se pre-
senta de un modo opuesto 56 a la del círculo de diámetro QO (Fig. 173).

52 La demostración geométrica está en Sobre conoides y esferoides, prop. 23.


53 Vid. supra, Sobre conoides y esferoides, prop. 11, a).
54 "tEtO:'{¡.tÉvros XCl."t'Y)y¡.tÉ"CtL.
55Según De la cuadratura de la parábola, prop. 3, y teniendo en cuenta
que es TA=DA y MS=BD, se tiene:

BD2 DA MSl TA
--=--=--=--,
QS2 AS QS2 AS
y, por tanto,

círc. MN MN2 MS2 TA


círc. QO Q02 QS2 AS
56 uv"tLnEno"eó"troc;, es decir, en razón inversa de los brazos de palanca.
278 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

Análogamente se demostraría que si en el paralelogramo EG se traza


una paralela cualquiera a BG y por ella un plano perpendicular a AT, el
círculo en el cilindro, en su sitio,
T equilibrará en A al círculo en el
segmento trasladado con su cen-
tro de gravedad en T, y, por tan-
to, el cilindro, en su sitio, en A,
equilibrará al segmento parabó-
lico trasladado con su centro de
gravedad en T, y por ser el del
cilindro el punto K, que biseca
E A z a la recta AD, la razón de TA a
AK se presenta de un modo opues-
to a la del cilindro al segmento y
por ser TA doble de AK, el cilin-
dro es doble del segmento, y co-
mo es triple del cono cuya base
es el círculo de diámetro BG y
vértice A, el segmento equivale a
una vez y media el cono.
5. El mismo método nos hace
o ver que el centro de gravedad de
un segmento .de paraboloide pro-
FIG. 173. ducido por un plano perpendicu-
lar al eje, está en la recta que es
el eje del segmento y lo divide de tal modo que la parte del lado del vér-
tice es doble de la otra parte.
Cortando un segmento de paraboloide por un plano perpendicular al
eje y por otro que pase por el eje, sea ABG la parábola sección del pri-
mero, BG la intersección de los planos y AD el eje del segmento y de la
sección ABG.
Tomemos una recta AT igual a la DA en la prolongación de esta e
imaginemos que DT es una palanca con su punto medio en A. Conside-
remos inscrito en el segmento un cono de generatrices 57 AB y AG y tra-
cemos una paralela cualquiera QO a BG que corta a la parábola en los
puntos Q y O Y a las generatrices en P y R, y entonces, puesto que las
rectas QS y BD son perpendiculares al eje de la parábola, el cuadrado

57 1tAE'UQ<Ú, lados.
ARQUIMEDES.-EL METODO 279

de BD es al de QS como DA a AS; pero BD es a PS como DA a AS y


el cuadrado de BD al rectángulo de BD y PS como BD a PS; luego el
cuadrado de BD es al rectángulo de BD y PS como el mismo cuadrado
de BD al de QS y este equivale, por tanto, al rectángulo de BD y PS
(Fig. 174); Y como las rectas BD, QS y PS son proporcionales, resulta
que el cuadrado de QS es al de PS como BD a PS, y por ser DA a AS,
es decir: T A a AS como BD a PS, el cuadrado de QS es al de PS como
YA a AS 58.
Trazando ahora por QO un plano perpendicular a AD, tendremos en
el segmento parabólico un círculo de diámetro QO 59 y en el cono otro de
diámetro PR, y puesto que el cuadrado de QS es al de PS como TA a AS
y el círculo de diámetro QO al de diámetro PR como el cuadrado de QS
al de PS, resulta que el círculo de diámetro QO es al de diámetro PR como
YA a AS, y entonces, el círculo de diámetro QO, en su sitio, equilibrará
en A al de diámetro PR trasladado con su centro de gravedad en T, y por
ser K el del círculo de diámetro QO y presentarse la razón de TA a AS
en orden opuesto a la del círculo de diámetro QO al de diámetro P R,
estos círculos estarán en equilibrio en A.
Análogamente se demostraría que si se traza en la parábola otra
paralela a BG y por ella un plano perpendicular a BD, el círculo en el

58 Lo dicho en De la cuadratura de la parábola, prop. 3, y la semejanza de


los triángulos ABD y Al'S permiten escribir

B1)2 DA BD DA
--=--,
QS2 AS PS AS BD·PS
de donde
QS2 BD.PS BD
PS2 PS2 PS
y como los triángulos semejantes ABD y APS dan
DA TA BD
--=--=--
AS AS PS
Se tiene, finalmente,
QS2 TA
PS2 AS
59 Sobre conoides y esferoides, 12, a).
280 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

segmento, en su sitio, equilibrará en A al círculo en el cono trasladado


con su centro de gravedad en T, y, por consiguiente, llenando esos círcu-
los el segmento y el cono, los dos sóli-
dos estarán en equilibrio. N
Siendo A el centro de gravedad de
estas dos magnitudes, consideradas co- M T
mo una sola 60, y T el del cono trasla-
dado, el de la otra magnitud estará situa-

A
A

B I'----~----~ O

B o G G
FIG. 174. FIG. 175.

do en la recta AT prolongada del lado de A, de la que se ha quitado


una recta AK tal que la razón de AT a esta última recta sea la misma que
la del segmento parabólico al cono 61, y como aquel equivale a una
vez y media este, la recta TA es también una vez y media la AK y el
centro de gravedad del segmento es el punto K que divide a AD en dos
60 Lema 3.
61 Lema 2.
ARQUIMEDES.----,EL METODO 281

partes tales que la situada del lado del vértice del segmento es doble
de la otra 62.
6. El centro de gravedad de un hemisferio está en la recta que es su
,eje dividida de tal modo que la razón de la parte situada del lado del
segmento a la otra parte es la de 5 a 3.
Cortemos una esfera por un plano que pase por su centro, y sea ABGD
el círculo producido por la sección y AG Y BD dos diámetros perpendi-
culares de este círculo. Hagamos pasar por BD un plano perpendicular
a AG y consideremos un cono que tenga por base el círculo de diámetro
BD y vértice A, siendo AB y AD dos de sus generatrices. Prolonguemos
GA, tomando en su prolongación AT igual a GA; imaginemos que la
recta TG es una palanca con su punto medio en A y tracemos en el
semicírculo BAD la recta QO paralela a BD, la cual corta a la semicir-
cunferencia del círculo en los puntos Q y O, a las generatrices en P y R
Y a la recta AG en E, y haciendo pasar por QO un plano perpendicular
a AE, su sección en el hemisferio será el círculo de diámetro QO y en el
cono el de diámetro PR (Fig. 175).
Puesto que el cuadrado de QA es al de AE como AG a AE, los cua-
drados de AE y EQ valen, juntos, tanto como el de QA, y la recta EP
es igual a la AE, los cuadrados de QE y EP son al de EP como AG a AE 63.
62 Se tiene, en efecto, por el teorema anterior,
AT segmento 1-!- cono 3
AK cono cono 2
de donde
3
AT=AD=AK+KD=-AK,
2
y, por tanto, es AK=2KD.
63 Por ser, efectivamente,
QA2 AG
-----
AE2 AE
QA2 AE
----- EQ2 + AE2 AG
AE2 AG
AE2 AE
QA2=EQ2+AE2 I
y AR=AB y semejantes los triángulos AEP y ARB, es AE=EP, y poniendo
282 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Los círculos de diámetros QO y PR son al de diámetro PR como


los cuadrados de QE y EP al de EP, y por ser iguales GA y AT, resulta
que la razón de aquellos círculos es la misma que la de TA a AE 64 y,
por tanto, los dos círculos de diámetros QO y PR, en su sitio, equilibra-
rán en A al círculo de diámetro PR trasladado con su centro de grave-
dad en T, y por ser E el de los dos círculos y T el del tercero t trasladado,
el de diámetro PR es a los de diámetros QO y PR como EA a AT, y aná-
logamente, si en el semicírculo se traza otra paralela BHD y por ella un
plano perpendicular a la AG, los dos círculos producidos en el hemisfe-
rio y en el cono, en su sitio, equilibrarán en A al círculo producido en el
cono trasladado al punto T de la palanca; y como estos círculos llenan
el hemisferio y el cono, en su sitio, equilibrarán al cono trasladado al
punto T de modo que este punto sea su centro de gravedad ..
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ., y puesto que la esfera es cuádruple del cono
que tiene por base el círculo descrito sobre BD como diámetro y por eje
la recta AH 65.
7. También se puede demostrar por el mismo método que la razón

este valor en la igualdad anterior:


QE2+EP2 AG
EP AE

64 De la igualdad establecida en la nota anterior se deduce inmediatamente


que es
círc. QO+círc. PR 1rQE2 + 1rEp2 TA
círc. PR 1rEp2 TE
65 Este teorema, cuyo final falta en el palimpsesto de Jerusalén, se puede
completar así: Consideremos dos cilindros M y N de igual base y tales que
sea (M + N)= cono. Puesto que el hemisferio y el cono, en su sitio, equilibran
en A al cono, con su centro de gravedad en T, equilibrarán el cilindro (M + N),
y si el M equilibra al cono, el N equilibrará al hemisferio.
Ahora bien: el centro de gravedad del cono está en el punto T tal que
es AH = 4FR y, por equilibrar M en T al cono, se tiene:
cil. M AF lAR lAG 3
---=--=--=--=-
cono AT AT AG 8
de donde
cil. M = leona,
ARQUIMEDES.-EL METODO 283

de un segmento [esférico] al cono [de igual base y eje es la misma que


la de la suma del radio de la esfera y la altura del segmento complemen-
tario de la altura de este] 66 •

•••....•••••. ; ; ......•..........••• 67 Y por ella un p~ano perpen-


dicular a AG que cortará al cilindro, al segmento y al cono según los
y por ser
dI. M + dI. N = cono =! cono + cil. N
es
dI. N = cono -! cono = ~ cono,

y entonces, si el centro de gravedad del hemisferio es el punto X de AH y


equilibrar N en T al hemisferio, se verifica:
cil. N AX AX
---=--=--
hemisf. AT 2AH'
y por ser el hemisferio doble del cono, según se demostró en Sobre la esfera
y el cilindro, J, 36, poniendo este valor y el antes encontrado de cil. N, es

! cono 5 AX
---=- cono=---,
2 cono 16 2AR
de donde
5 AX 5
AX=-AH, --=-,
8 AH 8
y, finalmente,
AX 5 5
AX-AH=XH 8-5 3
66 La reconstrucción de este enunciado, incompleto en el manuscrito jeroso-
limitano, se debe a Heiberg en su edición de las Obras completas de Arquí-
medes, tomo n, pág. 470, de acuerdo con la demostración geométrica de Sobre
la esfera y el cilindro, n, 3.
67 Faltan algunas líneas del principio de la demostración, que debían de indicar
la construcción de la figura; pero como se conserva esta es fácil restituir apro-
ximadamente tales líneas así: Sea ABGD un círculo máximo de una esfera y
AG y VW dos diámetros perpendiculares. Cortemos la esfera por un plano,
perpendicular a AG y tendremos un segmento cuya base será el círculo de
diámetro ED; imaginemos dos conos que tengan por bases los círculos de
diámetros VW y ED y vértice común A; prolonguemos el primer cono hasta
su intersección con la base del segundo; consideremos el cilindro de altu-
284 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

círculos de diámetros MN, QO y PR, respectivamente, siendo la base de


este cono el círculo de diámetro EZ y vértice A.
Lo mismo que antes se demuestra que el círculo de diámetro MN, en
su sitio, equilibra en A a los círcu-
los de diámetros QO y P R tras-
ladados con su centro de gravedad
en T, y como todos los círculos
así obtenidos llenan el cilindro, el
segmento y el cono, el primero de
estos tres sólidos, en su sitio, equi-
librará a los otros dos trasladados
con su centro de gravedad en T
(Fig. 176).
Tomando en AH los puntos
X y F tales que AX sea igual a
E XH y FH a la tercera parte de
G
AH, el punto X será el centro de
gravedad del cilindro y F el del
cono 68, y puesto que los tres cuer-
L pos están en equilibrio, el co-
FIG. 176. no EAZ y el segmento DAB, jun-
tos, serán al cilindro como AX a
AT 69
8. También se ve por este método que la razón de todo segmento
ra AH Y cuya base sea el círculo de diámetro HL=AG; prolonguemos AG
en sus dos direcciones y tomemos AT = A G y GU = t A G; consideremos la recta
TG como una palanca con su punto medio en A y tracemos una paralela cual-
quiera MN a BD y por ella un plano ... [sigue el texto].
68 Lemas 8 y 10.
69 Falta el resto de la demostración, que se puede restituir así. Tenemos:

cono EAZ + seg BAD AX


-~-~-

cilindro AT - AG
AX·AG
AG2
y como es
cilindro
-----=---=---,
cono AEZ tEH2 tAH2
ARQUIMEDES. -,-EL METODO 285

de esferoide producido por un plano perpendicular al eje del cono de la


misma base y eje que el segmento, es igual a la de la suma del semieje
del esferoide y el eje del segmento complementario 70 al eje de este 71.
9. El centro de gravedad de todo segmento esférico está en el pun-
to del eje del segmento y lo divide de tal modo que la razón de la parte
situada del lado del vértice del segmento a la otra parte es la misma que
la de la suma del eje del segmento y el cuádruple de la parte del eje
comprendida en el segmento complementario y el doble de la parte com-
prendida en el segmento complementario 72 .
................................................... 73 Y BD la intersección de ambos
planos; CA un diámetro perpendicular a la recta BD que la corta en el

dividiendo ordenadamente estas dos igualdades, resulta:


cono EAZ + seg. BAD seg. BAD
cono HAZ cono EAZ
-!AG--lAH
-lAH
y por ser

cono EAZ EH2 AH2

cono DAB DH2 AH·HG


AH -lAH
=--=---,
HG -lHG
dividiendo ordenadamente, es
segm. BAD -!AG--lAH
-----=
cono DAB -lHG
-!AG+(AG-AH) -!AG+HG
HG HG
70 'tou ÚV'tLXEq.tlOVÓV 't¡tY¡¡WWt;.
71 Falta la demostración mecánica. La geométrica puede verse en Sobre co-
noides y esferoides, props. 31 y 33.
72 Este enunciado, incompleto. En el palimpsesto, ha sido reconstruido por
HEIBERG, loe. cit., tomo n, pág. 474, en vista del 10 que es su generalización.
73 Las palabras que faltan al principio de la demostración debían de ser, apro-
ximadamente, estas: Cortemos una esfera por un plano que determine en ella
un segmento de vértice A y por otro que pase por el centro perpendicular al
primero. Sea ABGD el círculo sección y BD la intersección ... [sigue el texto].
286 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

punto H, de modo que AH será, por tanto, el eje del segmento y HG el


de su complementario. Tomemos en AH un punto X tal que AX sea a
XH como AH aumentado en el
cuádruple de HG es a AH aumen-
N tada en el doble de HG (Fig. 177).
Digo que el punto X es el cen-
M T tro de gravedad del segmento es-
férico cuyo vértice es el punto A

....•.......•..........•.....• 74. Prolon-


guemos la recta AG en sus dos
direcciones y tomemos AT igual
a AG y GQ igual al radio de la
esfera; consideremos la recta TG
como una palanca con su punto
A
medio en A; imaginemos el círcu-
lo de centro H y radio igual a AH
descrito en el plano secante que
determinó el segmento; sea ese
círculo la base de un cono de
vértice A y generatrices AE y
AZ y tracemos, finalmente, una
paralela cualquiera KL a EZ que
encuentra a la periferia del seg-
mento en los puntos K y L, a las
generatrices del cono EAZ en los
G
R y O Y a la recta A G en el P.
Puesto que el cuadrado de AK
es al de AP como A G a AP y
los cuadrados de AP y PK va-
Q
len, juntos, el de AK, y los de PO
FIG. 177.
y EH equivalen a los de P A Y HA,
respectivamente, resulta que los
cuadrados de PK y PO, juntos, son al de PO como AG a AH.
La razón del círculo de diámetro KL junto con el de diámetro OP a

74 Faltan de cuarenta a cincuenta palabras, de las que solo aparecen en el


manuscrito de Jerusalén algunos restos, y tal cual letra suelta, que hacen im-
posible la restitución.
ARQUIMEDES.-EL METODO 287

este último, es la misma que la de los cuadrados de PK y OP a este úl-


timo, y por ser iguales las rectas AG y AT, se deduce que los círculos
de diámetros KL y OP son al de diámetro OP como AT a AP 75, Y enton-
ces, trasladando el círculo de diámetro OP de modo que su centro de
gravedad sea T, los círculos de diámetros KL y OP, en su sitio, son al
círculo de diámetro OP trasladado con su centro de gravedad en T, como
AT a AP y, por tanto, los círculos situados en el segmento BAD y en el
cono EAZ equilibran en A al círculo situado en el cono EAZ; y, análo-
gamente, todos los círculos situados en el segmento y en el cono, en su
sitio. equilibrarán a todos los situados en el cono trasladados y dispues-
tos en T de modo que este punto sea su centro de gravedad; luego el seg-
mento y el cono, juntos, equilibrarán en A al cono en T.
Considerando ahora un cilindro (M + N) equivalente al cono cuya base
es el círculo de diámetro EZ y vértice A, y tomando en AH el punto
F tal que dicha .recta sea cuádruple de FH, este punto será el centro de
gravedad del cono EAZ 76, y cortando el cilindro (M + N) por un plano
perpendicular al eje de modo que el cono M equilibre al EAZ, resulta que
por equilibrar este cono con el segmento, en su sitio, al cono en T, ser
el cilindro (M + N) equivalente al cono AEZ y equilibrar a la vez al seg-
mento y al cono, el cilindro N equilibrará al segmento en A.
Antes se ha demostrado 77 que QH es a GH como el segmento esfé-
75 Se tiene, en efecto,
AJ<2 AG
--=--,
Ap2 AP
y poniendo

la igualdad anterior se convierte en


OP2+PK2 AG
Op2 AP
y, por tanto,

círc. KL+círc. OP (jji2+fiK2 AG=AT


círc. OP OF2 AP
76Lema 10.
n Proposición 7 y Sobre la esfera y el cilindro, U, 3.
288 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

rico BAD al cono que tiene por base el círculo de diámetro BD y vérti-
ce A, y este círculo es al de diámetro EZ como el cono BAD al EAZ, el
cuadrado de BH al de EH como el primer círculo al segundo, ese cuadra-
do de BH equivalente al rectángulo de GA y AH Y el de EH al de BH y
ser GH a AH como el rectángulo de GH y AH al cuadrado de AH, se de-
duce que GH es a AH como el cono BAD al EAZ, y por haberse de-
mostrado también que GH es a OH como el cono BAD al segmento BAD,
resulta que OH es a AH como el segmento BAD al cono EAZ 78.
Puesto que la recta AH, aumentada en el cuádruple de GH, es a la
misma recta AH, aumentada en el doble de GH, como AX a HX, el do-
ble de GH, aumentado en AH, será al cuádruple de GH, aumentado en
AH, como XH a AX, y, por tanto, el séxtuplo de GH, aumentado en el
doble de AH, será a AH, aumentado en el cuádruple de GH, como AH
a AX.
Por valer OH la cuarta parte del séxtuplo de GH, aumentado en el
doble de AH, y GE la cuarta parte del séxtuplo de GH, aumentado en AH,
lo cual es claro 79, GH es a GF como AH a AX y GF a AX como
OH a AH.
78 Se tiene:
BH2 círc. BD cono BAD
EH2 círc. EZ cono EAZ
y poniendo aquí

resulta
GH . AH GH cono BAD
AH2 AH cono EAZ
Recordando que QG es igual al radio de la esfera y que
QG+GH QH segm. BAD
GH GH cono BAD'
y multiplicando ordenadamente esta igualdad y la anterior, es
QH segm. BAD
AH cono EAZ
79 Empleando el simbolismo moderno, se demuestra fácilmente, coino hemos
hecho en análogas ocasiones anteriores.
ARQUIMEDES.~EL METODO 289

También se ha demostrado que el segmento de vértice A y base el


círculo de diámetro BD es al cono del mismo vértice y base el círculo
de diámetro EZ como QH a AH, y, por tanto, CE será a AX como el
segmento BAD al cono EAZ, y puesto que el cilindro M está en equilibrio
con el cono EAZ en A, el punto T es el centro de gravedad del cilindro
y F el del cono, se deduce que AT es a AF, es decir, CA a AF como
el cono EAZ al cilindro M.
El cilindro (M + N) equivale al cono EAZ, según hemos dicho, luego
la recta AC es a la CF como ese cilindro (M + N) al N, y por haberse
demostrado que CF es a AX como el segmento BAD al cono EAZ, la
recta AT será a la AX como el segmento BAD al cilindro N en A, siendo
T su centro de gravedad, y, por consiguiente, el punto X es también el
centro de gravedad del segmento BAD 80.
10. De la misma manera se demuestra que el centro de gravedad
de todo esferoide está en un punto de su eje y lo divide de tal modo que
la razón de la parte situada del lado del vértice del segmento a la otra
parte es la misma que la de la suma del eje y el cuádruple del del com-
plementario a la suma del eje y el doble del del complementario.
ll. También se ve por este método que la razón del segmento de
conoide obtusángulo al cono de igual base y eje es la misma que la
de la suma del eje y el triple de la recta añadida a la suma del eje del seg-
mento y el doble de la recta añadida 81, y que el centro de gravedad del
hiperboloide 82 está en un punto del eje y lo divide de tal modo que la
razón de la parte situada del lado del vértice del segmento a la otra parte
es igual a la de la suma del triple del eje y el óctuple de la recta añadida
al eje aumentada en el cuádruple de la añadida.
Podría demostrar otras varias proposiciones; pero las omito porque
mi método queda suficientemente explicado con lo dicho hasta ahora.
12. Si en un prisma recto de bases cuadradas se inscribe un cilindro
con bases en dos cuadrados opuestos y su superficie tangente a los otros
cuadrados y se traza un plano por el centro del círculo de una base del
cilindro y por un lado del cuadrado opuesto, la figura así producida 83 es
la sexta parte del prisma total.
80 Obsérvese que este resultado, obtenido por simple comprobación mecáni-
ca, no está demostrado geométricamente.
81 Vid. Conoides y esferoides, prop. 27.
82 Del segmento de conoide obtusángulo, es decir, del hiperboloide de dos
hojas.
83 Este sólido es el que hoy llamamos una cilíndrica.
290 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Una vez establecida esta proposición volveremos a demostrarla geo-


métricamente 84.
Imaginemos un cilindro inscrito en un prisma recto de bases cuadradas
como acabamos de decir. Cortemos el pris-
o B ma por un plano que pase por el eje perpen-
dicular al plano secante que separa del cilin-
dro un segmento, y sea AB el paralelogramo
sección del cilindro, BG la intersección de
los dos planos, GD el eje de prisma y del ci-
lindro EZ la recta perpendicular al eje bise-
T E cándalo y hagamos pasar por ella un plano
Zl------I----f--+---i perpendicular a GD, el cual plano cortará al
prisma según un cuadrado MN y al cilindro
según un círculo QOPR tangente a los lados
del cuadrado en los puntos Q, O, P Y R, Y sea
la recta KL la sección común del plano que
separa del cilindro el segmento y del perpen-
A G N u dicular al eje trazado por EZ, recta que
quedará dividida en dos partes iguales por
el punto H en que la corta la QTP.
N
Tracemos ahora en el semicírculo O PR
una recta SV perpendicular a la PQ y por
ella un plano perpendicular a PQ en el del
círculo QOPR, el cual plano cortará al se-
micilindro cuya base es el semicírculo OPR
I-- ¡...:..T_....:.H+--+:.-..¡p y la altura el eje del cilindro, según un para-
lelogramo que tendrá un lado igual a SV y
otro a una generatriz del cilindro 85 y al
segmento separado de este según otro para-
lelogramo uno de cuyos lados será también
la recta SV y el otro una igual y paralela a
M
la N,W, siendo NW paralela a UB en el pa-
ralelogramo DE y cortará a ET en un punto I
tal que El será igual a PX (Fig. 178).
Puesto que EG es un paralelogramo y NI paralela a GT, será UG a NG,

84 Vid. infra, prop. 15.


al lado del cilindro, es decir, a la intersección UB
85 toü XUALVBQou JrA8UQii:
de la superficie de este con el plano AB, o sea, una generatriz.
ARQUIMEDES.-EL METODO 291

es decir: VB a NW como TE a TI; el paralelogramo determinado en el


semicilindro es al determinado en el segmento separado del cilindro tam-
bién como VB a NW, porque estos dos paralelogramos tienen el lado SV
común, la recta ET es igual a la PT, IT a la XT y la PT a la TQ; luego
el paralelogramo del semicilindro es al del segmento separado como TQ
a TX 86.
Imaginemos ahora que el paralelogramo del segmento [separado del
cilindro] se traslada de modo que Q sea su centro de gravedad en el
punto medio de la recta PQ considerada como una palanca, y entonces,
puesto que X es el centro de gravedad del paralelogramo del semicilin-
dro 87 y la razón de los dos paralelogramos es la de QX a TX, el parale-
logramo de centro de gravedad X equilibrará en T al de centro de gra-
vedad Q.
Análogamente se demostraría que lo mismo se verifica para todas las
secciones paralelográmicas producidas por planos perpendiculares a PQ
que pasen por cualquier recta del semicírculo OPR perperidicular a PQ,
y, por consiguiente, considerando todos los paralelogramos que compo-
nen el semicilindro y el segmento separado, el semicilindro, en su sitio,
equilibrará al segmento trasladado con su centro de gravedad en Q.
13. Dado el paralelogramo 88 y el círculo QOPR de centro T, trace-
mos las rectas TM y TH y por ellas planos perpendiculares al del círculo
y prolongándolos a uno y otro lado [del plano del círculo], se tendrá
un prisma cuya base será igual a la sección triangular HTM y altura al

86 Puesto que los dos paralelogramos tienen la base común, serán entre sí
como sus alturas y tendremos:
paral. del semicil.
paral. de la uña
VB VG TE
=--=--=--
NW NG TI
y poniendo
TE=TP=TQ, TI=TX,
resulta:
para!. del semicil. TQ
paral. de la uña TX
87 Lema 6.
88 Cuadrado.
292 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

eje del cilindro, el cual prisma es la cuarta parte del primitivo circuns-
crito al cilindro.
Tracemos en el semicírculo OPR y en el paralelogramo MN las rec-
tas LK y UV equidistantes de la
H R N QP, las cuales cortan a la perife-
ria del semicírculo OPR en los pun-
tos K y V, al diámetro OR en S
L y Z y a las rectas TH y TM en
X y F (Fig. 179); hagamos pasar
por esas rectas LK y UV planos
perpendiculares a OR, y, prolon-
Q P gándolos a uno y otro lado del
plano del círculo, uno de ellos cor-
tará al semicilindro cuya base es el
semicírculo OPR y altura la del ci-
U lindro según un paralelogramo, uno
de cuyos lados será igual a la recta
SK y el otro al del cilindro, y al pris-
M O ma HTM según otro paralelogramo
FIG. 179. uno de cuyos lados será igual a la
recta LX y el otro al eje; y aná-
logamente se tendrá en el mismo semicilindro un paralelogramo con un
lado igual a la recta UZ y el otro al eje del cilindro, y en el prisma un
paralelogramo con un lado igual a la recta UF y otro al eje del cilin-
dro 89.
Dado un prisma de bases cuadradas, una de las cuales es ABGD, ins-

89 Falta el resto de la demostración; pero como, de acuerdo con ZEUTEN,


loe. cit., pág. 352, las premisas, la construcción de las figuras y el resultado
final permiten reconstruirla, como puede verse en las ediciones de Heath y
Ver Eecke, citadas en la bibliografía.
Heath, por su parte, observa que de esta proposición se puede deducir la
posición del centro de gravedad de un semicilindro o de un semicírculo, puesto
que el triángulo HTM equilibra al semicírculo OPR, y llamando X al punto
de TP en que está su centro de gravedad, se tendrá:
¡TQ (triáng. HTM)=TX·semicírc. OPR,
o bien:
ARQUIMEDES.-EL METODO 293

cribamos en él un cilindro cuya base sea el círculo EZHT que toca a los
lados del cuadrado en los puntos E, Z, H y T (Fig. 180). Por el centro de
este círculo y por el lado del cua-
drado que, situado en el plano opues- B H G
to al ABGD, correspondiente al
lado GD, tracemos un plano que
separará del mismo otro equivalen-
te a la cuarta parte del primero y
estará limitado por tres paralelogra-
mos y dos triángulos opuestos; ins-
cribamos una parábola en el semi- T 1---------+------J.----4 Z
K
círculo EZH y sea ZK su eje; trace-
mos en el paralelogramo DH una pa-
ralela cualquiera MN a KZ, la cual
cortará a la periferia del círculo en
un punto Q ya-la base de la parábo-
la en un punto L, de modo que
el rectángulo de MN y N L será equi- A E o
valente al cuadrado de NZ, como FIG. 180.
es claro 90, y, por tanto, el cuadra-
do de KH será al de LS como MN a LN; hagamos pasar por MN, per-
pendicularmente a EH, un plano que cortará al primer prisma según un
triángulo rectángulo, uno de cuyos catetos es MN y el otro una recta
del plano BD perpendicular a GD en el punto N e igual al eje del cilin-
dro y la hipotenusa situada en el plano secante, y cortará al segmento
separado del cilindro según otro triángulo rectángulo, uno de cuyos c::i.e-
tos es MQ y el otro una recta de la superficie del cilindro perpendicular
al plano KN en el punto Q y la hipotenusa situada en el plano secante

de donde
4
TX=-1r' TP.
3

90 N o tan claro, porque para demostrarlo hay que acudir a una propiedad
que no figura en ninguna de las obras de Arquímedes, aunque podría conocerla
por haberla establecido algún geómetra anterior a él, cosa que ignoramos; y
lo único que podemos decir es que medio siglo después del siracusano fue Apo-
lonio quien demostró: Cónicas, 1, 11, que el radio KZ del círculo EZHT es
doble del parámetro de la parábola EZH inscrita en el semicírculo, y, por tanto,
la ecuación de la curva y2 = 2px es, en este caso, N Z2 = MN . NA.
294 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

••.•.•...............•.................... 91, todos los triángulos del prisma son a


todos los del segmento separado como todas las rectas del paralelogramo
HD a todas las comprendidas entre la parábola y la recta EH, y puesto
que el paralelogramo. está compuesto por todas las rectas paralelas a KZ
y el segmento limitado por la parábola y el diámetro por las rectas de
este segmento 92,
y, por tanto, el paralelogramo HD es al segmento EZH limitado por la
parábola y la recta EH como el prisma al segmento separado del cilin-
dro; y puesto que el paralelogramo HD vale una vez y media el seg-
mento, como se demostró en un escrito anterior 93, el prisma valdrá una

91 Falta la continuación, que se puede restituir teniendo en cuenta que


por ser
MN HK2 MN2
LN = LS2 = LS2'
es
MN MN2
MN -LN=ML MN2_LS2

MN2
MN2_MK2=MQ2'

Y esta razón MN2: MQ2 es la misma que la de los triángulos de bases homó·
logas MN y MQ, es decir,
triáng. en prisma
triáng. en segm.

MN2 MN
MQ2 ML

Análogamente se demostraría que si se traza otra recta paralela a la KZ en


el paralelogramo circunscrito a la parábola y se hace pasar por ella un plano
perpendicular a EH, la paralela a KZ en el paralelogramo DH estará con la
recta limitada por la parábola EZH y el diámetro EH en la misma razón que
los dos triángulos y, por consiguiente, ... [sigue el texto].
92 Faltan unas cuantas palabras que no deben de afectar esencialmente al
razonamiento.
93 De la cuadratura de la parábola, prop. 24.
ARQUIMEDES.~EL METODO 295

vez y media el segmento separado del cilindro 94, y, por consiguiente, el


prisma es a 3 como el segmento del cilindro a 2, y por ser la razón del
prisma circunscrito al cilindro a 12 igual a la del prisma a 3, porque uno
es la cuarta parte del otro, el prisma entero es a 12 como el segmento
del cilindro a 2; luego el segmento separado del cilindro equivale a la
sexta parte del prisma 95.
15. Dado un prisma recto de bases cuadradas, una de las cuales es
ABGD, inscribamos en el prisma un cilindro cuya base sea el círculo EZHT,

94 Puesto que se tiene


parale!. DH seg. prisma
segm. para!. EZH uña
y como en De la cuadratura de la parábola, 24, se demostró que es
4
segm. paráb. EZH = - triáng. EZH,
3
resulta:
parale!. DH = 2 triáng. EZH
3
= - segm. paráb. EZH,
2
y, por consiguiente,
3
segm. prisma = - uña.
2
95 Escribiendo la igualdad anterior en la forma del texto del palimpsesto, es
segm. prisma uña
3 2
y por ser el segm. entero = 4 segin. de prisma, o lo que es lo mismo,
prisma entero segm. prisma uña
12 3 2
se verifica
uña= 1/6 prisma entero.
Obsérvese la admirable manera con que Arquímedes hace uso de una pro-
piedad demostrada en De la cuadratura de la parábola para encontrar el volu-
men de la uña cilíndrica con un rigor de fuerte acento analítico, muy superior
al método mecánico.
296 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

de centro K, que toca a los lados del cuadrado en los puntos A, Z, H y K 96,
Y hagamos pasar un plano por el diámetro EH y por un lado .
• • • • • .. • • .. .. • • .. • • • .. • • • • • • • • • • • • • • • •. 97 el cual plano separará un prisma del
prisma completo y un segmento del cilindro 98 del cilindro. Digo que
el segmento separado del cilindro por el plano equivale a la sexta parte
del segmento entero.
Demostremos previamente que se puede inscribir una figura sólida
en el segmento separado del cilindro y circunscribirle otra compuesta
ambas de prismas de igual altura y bases triangulares semejantes, de
tal modo que la figura circunscrita exceda a la inscrita en una mag-
nitud menor que otra cualquiera dada 99
el prisma separado por el plano oblicuo será menor que una vez y
media el sólido inscrito en el segmento separado del cilindro, y puesto
que se ha demostrado que el para-
lelogramo DH es a los paralelo-

••
gramos inscritos en el segmento li-
mitado por la parábola y por la
recta EH como el prisma separado
11 K e H K E
por el plano oblicuo es a la figu-
FIG. 181. ra sólida inscrita en el segmento
de cilindro, resulta que el parale-
logramo DH es una vez y media menor que los paralelogramos inscri-
tos en el segmento limitado por la parábola y la recta EH, lo cual es
imposible porque hemos demostrado 100 que es igual; luego el segmen-
to de cilindro no es mayor que la sexta parte del prisma completo
.................................... 101 y, por consiguiente, por el plano oblicuo

96Figura correspondiente al teorema anterior.


97Faltan algunas palabras que, por analogía con la proposición anterior, que
explica la construcción de la misma figura, se pueden restituir así: «del cuadra-
do que, situado en el plano opuesto a ABGD, corresponde al lado GD1I.
98 Una uña cilíndrica.
99 Falta más de un centenar de palabras, de las que solo hay restos y letras
sueltas, haciendo realmente imposible la restitución; pero apoyándose en Co-
noides y esferoides, props. 21 y 27, en que se aplica el método de exhaución,
y teniendo a la vista las dos figuras del texto, se han suplido, no las palabras,
naturalmente, sino el sentido, como puede verse en la edición de Paul Ver Eecke,
pág. 516, nota 4.
100 De la cuadratura de la parábola, prop. 24.
101 Faltan unas doscientas palabras cuya síntesis podría ser la siguiente: Su-
ARQUIMEDES.-EL METODO 291

están con todos los contenidos en la figura circunscrita al segmento de'


cilindro en la misma razón que todos los paralelogramos situados en el
DH y todos los situados en la figura circunscrita al segmento limitado
por la parábola y por la recta EH, es decir: el prisma separado por el
plano oblicuo es a la figura circunscrita al segmento de cilindro como el
paralelogramo DH a la figura circunscrita por la parábola y por la recta
EH (Fig. 181); Y puesto que el prisma separado por el plano oblicuo es
una vez y media mayor que la figura sólida circunscrita al segmento de
cilindro 102 ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

poniendo ahora que la uña es menor que la sexta parte del prisma entero, y
recordando 10 dicho en De la cuadratura de la parábola, 14, el segmento de
prisma es mayor que una vez y media la uña, y, razonando como antes, se
demuestra que la razón del prisma elemental del prisma separado al de la figu-
ra circunscrita a la uña es la misma que la del paralelogramo elemental de DH
al inscrito en el- segmento parabólico, y, por consiguiente... [sigue el texto].
102 Falta el final de la demostración, a la que debía seguir una proposición
sobre la bóveda cilíndrica: sólido comprendido entre dos cilindros inscritos en
un cubo con sus bases en dos pares de caras opuestas, cuyo volumen equivale
a los dos tercios del cubo, y que es el segundo teorema cuya demostración me-
cánica anunciaba en su carta a Eratóstenes.
Perdida irremisiblemente esta demostra~ión, lo mismo que la geométrica;
pero teniendo en cuenta el proceso de doble reducción al absurdo del método
de exhaución, las han restituido Zeuthen, Th. Reinach y Heath, en sus obras
citadas, donde puede verlas el lector a quien interesen estos «ejercicios de Ar-
queología matemática», como los llama Paul ver Eecke.
APOLONIO
DE PERGAMO
(2607 -2007)
APOLONIO DE PERGAMO

PREAMBULO

LA vida del tercer gran matemático de la época alejandrina es casi


ignorada por completo, pues que solo se sabe que nació en Pérgamo,
ciudad de la Panfilia, en el Asia Menor; que estudió en el Museo con el
sucesor de Euclides; que residió en Alejandría, en Efeso y en Pérgamo,
y que, según Pappo 1, tenía un carácter atrabiliario y tan envidioso de
la reputación ajena que no perdía ocasión de zaherir y mortificar a sus
colegas. Por lo visto, era un genio de mal genio. \
Como dedicó algunos de sus libros a Atalo, sería acertada la in-
dicación de Eutocio de Ascalón 2 al hacerlo contemporáneo de Ptolomeo
Evergetes, si no autorizara la duda el papiro de Herculano, descubierto
en 1900, que, de acuerdo con la cronología deW. Cronert 3, sitúa su
acmé hacia 170 antes de f.C., en cuyo caso el faraón citado por el co-
mentarista sirio podría ser Ptolomeo VIII Evergetes 1I que empezó a rei-
nar el año 169,· pero entonces no se comprenden bien las dedicatorias
a Atalo, ya que este murió en 198 y no parece admisible que Apolonio
las escribiera in memoriam; Vitruvio se limita a citarlo entre los cien-
tíficos antiguos 4, sin otra mención que su nombre a secas, y lo único
que puede afirmarse es que vivió a fines del siglo III, probablemente
entre 260 y 200, siendo incluso muy difícil su identificación, puesto que
el nombre Apolonio era tan corriente en Grecia que solo en la Enciclo-
pedia de Pauly-Wissowa figuran ciento veinticuatro personajes así lla-
mados.

1 Colecciones matemáticas, ed. Hultsch, tomo JII, lib. 1, Berlín, 1876.


2 En los Comentarios incluidos por Heiberg en su edición de las Obras com-
pletas de Apolonio, tomo Il, pág. 168.
3 Der Epikureer Philonides, en las Sitzungs de la Academia de Ciencias de
Berlín, 1900, págs. 942-50.
4 De Architectura, J, 1.

301
302 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Como hemos dicho, Apolonio es el tercer gran geométra del período


alejandrino. El triunvirato Euclides-Arquímedes-Apolonio no solo go-
bernó la Geometría griega, sino que casi todos sus decretos siguen
vigentes aún. La labor fundamental de Euclides está en sus Elementos,
obra eminentemente teórica, en la que se encuentra sistematizada toda
la Matemática de entonces; las monografías de Arquímedes llenan la
sima platónica abierta entre la razón pura y la experiencia, y, finalmente,
Apolonio no codificó la Geometría, como el alejandrino, ni abarcó di-
versos asuntos, como el siracusano; pero orientó sus esfuerzos en una
dirección casi única con tal maestría que sus investigaciones sobre cónicas
permiten decir' que fue el primer especialista que registra la historia de la
Geometría, hasta el punto de que solo en tiempos recientes se ha agre-
gado algo a lo que él descubrió: .ejes, centros, diámetros, asíntotas,
cuerdas conjugadas y focos, son otros tantos temas tratados por el geó-
metra de Pérgamo ·con acierto no superado.
Las primeras menciones de las cónicas se remontan a Menecmo y a
Aristeo el Viejo, es decir, al siglo IV antes de J.C., de un modo rudimen-
tario, pues que la Geometría del espacio no había llegado todavía al
estatismo intelectual alcanzado ya por la plana; y si empleaba el com-
pás en ciertas construcciones, su movimiento no intervenía en ninguna
demostración apodíctica, sino solo en la curva descrita, considerada
estáticamente.
Euclides y Arquímedes, continuando la labor encentada por Menecmo
y Aristeo, definieron las tres cónicas como secciones hechas por un
plano perpendicular a la generatriz de sendos conos rectos de ángulo
en el vértice recto, obtuso y agudo, respectivamente; pero fue Apolonio
quien tuvo la genial idea de cortar un solo cono oblicuo de base circular
para obtener la parábola, la hipérbola y la elipse, según que el plano
secante fuese o no fuese paralelo a una generatriz o las encontrara a
todas, llegando a una tesis admirable que le permitió ver las relaciones
que ligan unas a otras; y hemos subrayado la palabra ver porque todo lo
que vemos en el mundo son secciones cónicas, ya que los rayos lumino-
sos que penetran en el ojo, luego de atravesar el cristalino, constituyen
un haz en forma de cono.
La teoría de tales curvas está fundada en una propiedad única de las
mismas deducida directamente de la naturaleza de los conos de que
proceden. «Concibamos-dice Chasles-un cono oblicuo de base circu-
lar. La recta bajada desde su vértice al círculo que le sirve de base
APOLONIO DE PERGAMO.-PREAMBULO 303

se llama eje del cono; el plano trazado por el eje perpendicularmente


al de la base corta al cono según dos generatrices y determina en el
círculo un diámetro, y el triángulo que tiene por base este diámetro y
por lados las dos generatrices es el triángulo según el eje. Para formar
sus secciones cónicas, Apolonio considera el plano que corta perpen-
dicularmente al del triángulo según el eje. Los puntos en que este plano
incide sobre los otros dos lados del triángulo son los vértices de la curva,
cuya recta de unión es un diámetro que Apolonio llama latus transver-
sum 5. Por uno de los dos vértices se levanta una perpendicular-latus
erectum-al plano del triángulo según el eje y se le da cierta longitud,
como diremos después, y el extremo de esta perpendicular se une por
medio de una recta al otro vértice de la curva. Si por un punto cualquiera
del diámetro se traza perpendicularmente una ordenada 6, el cuadrado
de esta ordenada, comprendida entre el diámetro y la curva, será igual al
rectángulo construido sobre la parte de la ordenada lirpitada por el
diámetro y la recta y el segmento de diámetro comprendido entre el
primer vértice y el pie de la ordenada 7. Esta es la propiedad originaria
y característica que Apolonio reconocía a sus secciones cónicas y que
utiliza para deducir casi todas las demás propiedades mediante hábiles
transformaciones. Como se ve, desempeña en sus manos un papel análogo
al de la ecuación de segundo grado con dos variables-ordenada y abs-
cisa-en la Geometría analítica de Descartes».
De lo dicho deduce el geómetra francés que (cel diámetro de la curva
y la perpendicular levantada en uno de sus extremos bastan para cons-
truirla; y estos son los dos elementos de que se valieron los antiguos
para establecer su teoría de cónicas. La perpendicular en cuestión la
llamaron latus erectum, que los modernos sustituyeron primeramente por
latus rectum, que se usó mucho, y luego por parámetro, que ha quedado.

5 Claro es que Apolonio no dice latus transversum, como parece deducirse


de las palabras de Chasles, sino JtAay(a JtAeuQá, cuya traducción latina es la
que emplearon los geómetras del Renacimiento; y como nosotros decimos en
español diámetro o eje transverso, Chasles debió escribir en francés diametre
ou axe transverse o conservar la frase griega.
6 oQ 6(a, sobrentendiendo JtAeuQá, lado, es decir, el lado que está derecho ver-
ticalmente, el latus erectum de los geómetras renacentistas, o sea, la altura del
rectángulo equivalente al cuadrado de la ordenada, llamado hoy parámetro, de
nUQú, igual, y ¡tÉ'tQov, medida.
7 Las porciones cortadas del diámetro de la curva recibieron después el nom-
bre latino de abscisas, de abs, fuera, y caedere, cortar.
304 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Apolonio y los geómetras que escribieron después de él dieron diferen-


tes expresiones, tomadas en el cono, de la longitud Be este latus rectum
para cada sección; pero ninguna nos parece tan sencilla como la de lac-
ques Bernoulli: «Si se traza un plano paralelo a la base de un cono y
situado a la misma distancia de su vértice que el plano de la sección có-
nica propuesta, ese plano cortará al cono según un círculo cuyo diámetro
será el latus rectum de la cónica 8)), de donde resulta fácilmente la
manera de colocar una cónica dada en un cono también dado)) 9.
Construidas las tres curvas, Apolonio demuestra que en la parábola
el cuadrado de la ordenada es igual al rectángulo cuyos lados son el pará-
metro y la abscisa, mientras que en la hipérbola es mayor y en la elipse
menor 10; Y de aquí que considerase como curva fundamental la pará-
bola: ~w2afJo).~, Y llamara a las otras dos v~éefJo).~ y EUet'l.pt~, hipérbola
y elipse, apartándose de sus predecesores, que daban a estas curvas de-
nominaciones perifrásticas: sección del cono recto rectángulo, obtusán-
gula y acutángulo, respectivamente, y acuñando tres palabras que desde
entonces quedaron incorporadas al diccionario geométrico de un modo
definitivo y unánime.
Lo que ya no es definitivo ni unánime es el parecer sobre el
origen de tales nombres. Eutocio 11 los hace derivar de los verbos
~aeafJá.Uw, v~eQfJdUw y EUeí~w)!, el primero de los cuales significa po-
ner en paralelo, y justifica su tesis por el hecho de que el eje de la
parábola, o sea la intersección del plano secante según el eje es paralelo
a un lado del triángulo, y los otros dos verbos son sinónimos de exceder
y faltar; y hace observar que la suma del ángulo cónico y el formado
por el eje de la curva con la generatriz es en la hipérbola mayor que
dos rectos y en la elipse menor; y modernamente Heath 12 apoya las
denominaciones de las tres curvas en sus respectivas propiedades prin-
cipales: la palabra «parábola)) quiere decir aplicación, y en ella el cua-
drado de la ordenada equivale al área del rectángulo que, aplicado a la
longitud del parámetro como base, y en el que su altura es igual a la

8 N ovum theorema pro doctrina sectionum conicarum, en las Acta Erudito-


rum, pág. 586, Leipzig, 1689.
9 Aper~u historique sur l'origine et le dévéloppement de la Géométrie, 3.8. ed.,
págs. 18-19, París, 1875.
10 Las Cónicas, I, 11, 12 Y 13, respectivamente.
11 Loc. cit., págs. 172-74.
12 Apollonius von Perga, págs. 9-12, Cambridge, 1896.
APOLONIO DE PERGAMO.-PREAMBULO 30S

abscisa, mientras que dicho cuadrado equivale a cierta área que es


mayor que otra en la hipérbola y menor en la elipse.
Sin tomar partido en esta cuestión filológica-pues que ambas po-
siciones son defendibles-, solo diremos que quienes aceptan la opinión
de Eutocio se apoyan en la sencillez, que corresponde a una definición
de construcción; y esto es, precisamente, lo que rechazan los partidarios
del historiador inglés, cuyas ideas son independientes de toda considera-
ción estereotómica.
Empleando nuestro actual simbolismo algebraico y representando
por a el semidiámetro de la hipérbola o de la elipse y por r/a la razón
constante entre el cuadrado de la semicuerda conjugada y el producto
de los dos segmentos que determina en el diámetro, siendo, por tanto,
2p el parámetro, las cónicas, tal como las construyó Apolonio, quedan
definidas por la ecuación cartesiana
P
y2=_ x (2a ± x),
a

que se reduce a

en el caso de la parábola; y por ello se consideran como curvas de se.


gundo grado, vinculadas a las construcciones antiguas para resolver la
ecuación cuadrática y rematando el Algebra geométrica que prestó a
la Ciencia de entonces el mismo servicio que presta a la de hoy la
Geometría analítica; pero había que conocer todos los procedimientos
subsidiarios de aquellas, que Apolonio aplica a cada caso particular, y
uniformarlos, como Descartes, que dio de una vez para siempre un
sistema de ejes fijos.
Con la teoría de cónicas llega a la cumbre la Matemática griega, que
superó entonces la rígida etapa de la regla y el compás, aparatos que! no
son sino las respectivas materializaciones de la recta y del círculo en
cuanto ideas claras y distintas, para emplear adjetivos de sabor carte-
siano, haciendo asumir a las investigaciones apolonianas categoría cós-
mica cuya importancia se puso de manifiesto en el desarrollo de la
Mecánica celeste a lo largo del siglo XVII, pues sin la obra del geómetra
de Pérgamo, Kepler no habría descubierto las leyes de la dinámica pla-
netaria ni Newton las de la gravitación universal.
306 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

BIBLIOGRAFIA

Apolonio escribió varias obras, pero solo se conserva ilna, y no por


completo: Las cónicas, en ocho libros, de los cuales ha llegado a nosotros
el texto griego original de los cuatro primeros; conocemos los tres si~
guientes por sus traducciones árabes, y el octavo y último está irremisi-
blemente perdido.
Del contenido de Las cónicas hace un resumen su autor en la carta
con que remite a Eudemo el libro 1, que consta de sesenta proposiciones
sobre las propiedades más importantes de estas curvas y termina cons-
truyéndolas y estableciendo que, dada una cualquiera de ellas, existe
siempre un cono de base circular de la que es sección; el libro II contiene
cincuenta y tres proposiciones dedicadas casi exclusivamente a las asíntotas
de la hipérbola " las cincuenta y seis del III se refieren a las propiedades de
los triángulos y cuadriláteros inscritos y circunscritos, y en este libro
aparecen por primera vez los polos y polares de las tres cónicas y los
focos de la hipérbola y la elipse; el libro IV contiene cincuenta y siete
proposiciones sobre las intersecciones y contactos de las cónicas entre sí
y con la circunferencia; la mayor parte de las setenta y siete del V son
un anticipo de la moderna teoría de normales, subnormales y radios de
curvatura; forman el libro VI, menos original que los anteriores, treinta
y tres proposiciones destinadas especialmente a la igualdad y semejanza
de las cónicas; el VII tiene cincuenta y una proposiciones que constituyen
una admirable exposición de la teoría de diámetros conjugados, y el VIII,
perdido, resolvía algunos problemas propuestos en el anterior, y ha sido
restituido por Halley sobre la base de las referencias de Pappo y del
propio Apolonio.
El tratado de Las cónicas fue muy comentado por los geómetras grie-
gos y después por los árabes y persas. El primer comentarista es Pappo
en el libro VII de sus Colecciones matemáticas; dos siglos más tarde,
Sereno de Antisa escribe un opúsculo, perdido, que, al parecer, comple-
taba los teoremas apolonianos, especialmente los relativos a la elipse;
Suidas nos dice en su famoso Lexicón 1 que Hipatía, la célebre matemá-
tica que murió lapidada en 415 por el populacho alejandrino, se ocupó
de las cónicas; sigue el comentario de Eutocio de Ascalón, del que
tenemos una excelente edición crítica de Heiberg, y entre los orientales
1 Página 1059 de la edición de I. Bekker, Berlín, 1854.
APOLONIO DE PERGAMO.-BIBLIOGRAFIA 307

cabe citar a los árabes Abdelmelek de Chiraz, del siglo VIII, y Tábit
Abencorra, del IX, al persa Abulfath de Ispahán, de fines del X, todos los
cuales apostillaron la obra de Apolonio, que fue conocida en Occidente
por las traducciones árabes. La primera alusión a ellas se encuentra en la
Optica del iraqués Alhazén, de donde la tomó, en 1270, el polaco Witelio 2,
y la primera versión completa latina es del siglo XIII, hecha por Gerardo
de Cremona, el más fecundo colaborador de la Escuela de Traductores
de Toledo.
El texto griego lo llevó de Constantinopla a Italia el humanista
Francesco Filelfo el año 1427, en que dejó la secretaría de la embajada
de Venecia en la capital bizantina y regresó a su patria; pero el manus-
crito siguió inédito hasta finales del siglo XVII.
Algunos fragmentos fueron traducidos al latín por Giorgio Valla.
que los publicó en su obra póstuma, De expetendis et fugiendis rebus,
Venecia, 1501, y.la edición princeps se debe al patricio veneciano G. B.
Memo: Apolloni Pergaei philosophi mathematicique excellentissimi Opera,
Venecia, 1537. mediana traducción latina, aunque se cree que sus errores
son imputables a un sobrino del autor-más filósofo que matemático~,
que la editó después de muerto su tío 3.
Mayor éxito tuvo la versión de Commandino con los comentarios de
Butocio, los dos libros: Secciones cilíndricas y Secciones cónicas, de
Sereno de Antisa y los Lemas de Pappo: Apollonii Pergaei Conicorum
2 La obra de Abualí A1hasán Abena1haitán, más conocido por su nombre
latino de Alhazén, circuló mucho en Inglaterra, donde estuvo de texto el re-
sumen que de ella hizo John Peckam, arzobispo de Canterbury (1242-1292), y
fue publicada juntamente con la de Witelio por FRIEDRICH RICHNER: Optical
Thesaurus Alhazeni arabis libri septem, nunc primum editi. Ejusdem liber de
Crepusculis et Nubium ascensionibus. Item Vitellionis Thuringopoli libri X, Ba-
silea, 1572.
La Optica de Witelio había recibido los honores de la imprenta un tercio de
siglo antes: Vitellionis mathematici doctissimi nEQL ón'tLx:\1¡;, id est de natura,
ratione et proiectione radiorum visus, luminum, colorum atque formarum quam
vulgo Perspectiva vocam libri X, Nurernberg, 1535, reproducida en 1541, y la
de A1hazén fue traducida al italiano por Enrico Narducci, de cuya importancia
puede enterarse el curioso lector consultando su Intomo ad una traduzione ita-
liana fatta nel secolo decimo quarto del trattato d'Ottica d'Alhacen mathematico
di secolo uno decimo, Roma, 1841.
3 Apud GIROLAMO TIRABOSCHI: Storia della Letteratura italiana, vol. nI,
pág. 242, Venecia, 1796, y GUGLIELMO LIBRI: Histoire des sciences mathémati-
qUes en Italie, tomo In, passim, París, 1841.
308 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

libri quattuor, una cum Pappi Alexandrini lemmatibus et Commentariis


Eutoci Ascalonitae. Sereni Antissensis philosophi libri duo nunc primum
in lucem edidit, Bolonia, 1566, edición que fue la base de la más cuidada
que el jesuita belga Claude Richard publicó un siglo después: Apollonii
Pergaei Conicorum libri IV cum commentariis Claudii Richardi, Ambe-
res, 1655.
Estos traductores se limitaron a editar los cuatro primeros libros de
Las cónicas, únicos cuyo original griego era conocido, esperando acaso
que aparecieran los otros cuatro. Maurolico, en tanto, trabajaba en la res·
titución de los V y VI, que publicó poco después de la edición póstuma
de Memo: Emendatio et Restitutio Conicorum Apollonii Pergaei, Mesina,
1554, fechando su versión en el «Castello Bono die 25 Octobris Hora 4,
Noctis Indictione, VI, 1547».
Al mismo tiempo que Maurolico reconstituía estos libros, G. A.
Borelli los estudiaba en la traducción árabe de Abulfath, que, encontrada
en la Bibioteca Médicis, había llevado a Roma autorizado por el gran
duque de Toscana, y, en colaboración con Abraham Echelensis, que era
muy versado en lenguas orientales, publicó un trabajo: Apollonii Pergaei
Conicorum V, VI, VII. Paraphrases Abalfato Asphahanensis nunc primum
edidit, Florencia, 1661, que utilizó Christian Rau, latinizado Ravius, para
una segunda versión del árabe, Kiel, 1669; pero de todas las restituciones
de esta época, la mejor es la de Viviani: De maximis et minimis geometri-
ca divinatio in quintum Conicorum Apollonii Pergaei adhuc desideratum,
Florencia, 1569.
En 1575 apareció en Londres una traducción libre del libro V de
Las cónicas, debido a Isaac Barrow, el maestro de Newton, y veintiún
años después, una nueva edici6n de la de Commandino, revisada y corre-
gida por Nic. Buti: Apollonii Pergaei Conicorum libri quattuor, Pistoya,
1696.
Como se ve, Apolonio era bastante conocido en el siglo XVII; pero,
como dijimos anteriormente, el original griego no se publicó hasta finales
de esta centuria, en que Ed. Bernhard empez6 una edición que siguió
Gregory y concluyó Halley, el cual agregó una restitución suya del
libro VIII: Apollonii Pergaei Con1corum libri VIII, Oxford, 1710, a la
que Zeuthen dedicó un artículo especial 4.
Como edición crítica tenemos la de Heiberg: Apollonii Pergaei quae

4 En Nordisk tidsskriff for filologi, serie III, vol. n, Copenhague, 1894, en


cuyos Prolegomena hay abundantes noticias bibliográficas e históricas.
APOLONIO DE PERGAMO.-BIBLIOGRAFIA 309

graece extant cum commentariis antiquis, en tres volúmenes, Leipzig,


1891-1893; pero solo contiene la parte que procede directamente de los
griegos.
En lenguas modernas, Las cónicas están traducidas al alemán por
H. Balsam: Des Apol1onius von Perga sieben Bücher über Kegelschnitie
nebst dem durch Halley wierderhergestellten achten Büche, Berlín, 1861,
Y por L. M. Ludwig Mix, del manuscrito árabe 943 de la Bodleyana, que
contiene un fragmento del libro V: Dans fünfte Buch der Conica des Apol-
lonius von Perga in der Arabicchen Übersetzung des Thabit Ibn Corrah,
Leipzig, 1889; al inglés, con notación moderna, por T. H. Heath: Apollo-
nius of Perga Treatise on Conics sections, Cambridge, 1896, y al francés
los cuatro primeros libros del griego y los V, VI Y VII de la versión
latina de Halley, por Paul ver Eecke: Les coniques d'Apol1onius de Perge,
Brujas, 1923, publicada bajo los auspicios de la Fundación Universitaria
de Bélgica.
Antes de esta traducción francesa, Peyrard había hecho otra, pero
murió cuando aún no se había comenzado a imprimir y quedó abandonada
la idea, y abandonada continúa, en cuyo socorro acudió G. P. Housel con
una amplia recensión: Les coniques d'Apol1onius, publicada en el Journal
des Math. pures et appliquées, serie II, vol. núm. II, París, 1858.
En Francia debe de estar 5 el original de una versión italiana hecha
en el siglo XVII por Cosimo de Noteri, pero todos los trabajos para en-
contrarla han sido infructuosos hasta ahora.
Además de Las cónicas, su obra máxima que le abrió las puertas de
la inmortalidad, Apolonio escribió las siguientes, de las que, por
desgracia, solo conocemos algunos fragmentos:

l. II Ee~ úta.epwv: Sobre los contactos, tratado más conocido por su


título latino: De Tactionibus.
La primera restitución se debe a Viete: Apollonius Gallus seu exsusci-
tata Apollonii Pergaei llE(!t bta.epwv geometria, París, 1600, a la que siguió
la de Marino Ghetaldi: Supplementum Apol1onii Galli seu exsuscitata
Apollonii Pergaei Tactionum geometricarum pars reliqua, Venecia, 1607,
restituciones ambas que fueron la base de la inglesa de l. Lawson: The two
books of Apollonius Pergaeus concerning Tangencies as they have restora-
ted by Franciscus Vieta and Marinus Ghetaldus, Cambridge, 1764, reimpre.
sa en Londres, 1771 y 1781, Y de las alemanas de W. Camerer, en griego, con

5 Vid. ed. Heiberg, vol. n, pág. LXXXVIII.


310 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

los Lemas de Pappo: Apollonii de Tactionibus, quae supersunt ac maxi-


me Lemmata Pappi in hos libros graece nunc primum edita, Gotha, 1795,
y de P. Gruson: Versuch einer Wiederhestellung der Bücher des Apollo-
nius von Perga von den Berührungen, en el apéndice al Geometrischen
Analysis de ¡. Leslie, Berlín, 1882. Otras dos reconstrucciones son las de
C. G. Haumann: Versuch einer Wiederherstellung der Bücher des Appol-
lonius von Perga von den Berührungen, Breslau, 1817, y W. L. Christmann:
Apollonius suevus, sive Tactionum problema nunc demum restitutum,
accedente censura in Vietam, Tubinga, 1821.
Según Pappo, la obra constaba de dos libros con un total de veintiún
lemas, sesenta teoremas y once problemas, y en ella se resolvían muchos
casos particulares de una cuestión hoy generalizada y conocida con el
nombre de problema de Apolonio, que consiste en describir una cir-
cunferencia que pase por una terna dada de puntos, rectas o circunfe-
rencias y sea tangente a las rectas o a las circunferencias 6, problema
que excitó la curiosidad de los geómetras de los tres últimos siglos.
Inicia las investigaciones Viete, como respuesta a uno de los desafíos
a que tan aficionados eran. los matemáticos renancentistas. El flamenco
Adriaan van Roomen-Adrianus Romanus cuando latinizaba-había pro-
puesto en 1593 un problema omnibus totius orbis mathematicis cons-
truendum, cuya solución dependía de una ecuación de 45 grados, y el
entonces estatúder de las Provincias Unidas federadas contra Felipe II
de España preguntó a Enrique IV de Francia si no tenía ningún súbdito
capaz de resolver el problema de Van Roomen. El rey llamó a Viete, a
quien bastaron pocos minutos para encontrar dos soluciones: Problema
Adrianicum, ut legi et solvi, nec me malus abstulit error; y como res-
puesta a su reto le propuso el de Apolonio en el caso más difícil: cons-
truir un círculo tangente a tres círculos dados 7.
Van Roomen encontró la solución, que publicó en un famoso opúscu-
lo: Problema Apolloniacum quo datis tribus circulis, quaerum quartus
eos contingens, antea ab illustri viro D. Franciscus Vieta consiliario

6 Sobre el enunciado general del problema hay dos notables trabajos: uno
de C. HELLWIG: Das Problem des Apollonius, Halle, 1856, y otro de W. BERK-
HAM: Das Problem des Pappus von den Berührungen, Halle, 1857.
7 El lector a quien interese esta anécdota de la historia de la Matemática
puede leer la obra de ADOLPHE QUÉTELET: Histoire des sciences mathématiques
et physiques chez les Belges, pág. 134, Bruselas, 1864.
APOLONIO DE PERGAMO.-BIBLIOGRAFIA 311

Regis Galliarum, ac libellorum supplicum in Regia Magistro, omnibus


mathematicis sed potissimum Belgii ad construendum, Wurzburgo, 1596 8•
La solución de Van Roomen-mediante la intersección de dos hi-
pérbolas-no satisfizo a Viete por no adaptarse a los métodos griegos
de construcciones geométricas, que solo empleaban la regla y el compás,
y dio otra que hizo pública en su antes citada restitución de la obra
apolloniana: Apollonius Gallus, de 1600.
Descartes también abordó el famoso problema, y de su correspon-
dencia se deduce 9 que lo resolvió analíticamente; pero sus cálculos
resultaban tan laboriosos que se habrían necesitado tres meses para
construirlo geométricamente.
No menos complicada era la solución de la princesa palatina Isabel
de Bohemia, a quien Descartes había conocido en Praga en 1620 y con
quien volvió a encontrarse en 1629, cuando se retiró a meditar entre los
tulipanes de Egmond. La princesa, que vivía exiliada en Holanda, repar-
tía sus ocios entre la Filosofía y la Matemática, y se interesó por el pro-
blema de Apolonio, pero no consiguió modificar los cálculos de su
maestro.
Newton, en cambio, resolvió la cuestión con exclusivos recursos de Geo-
metría pura en sus inmortales Principia, Londres, 1687, libro 1, lema 16,
reduciendo las dos hipérbolas de Van Roomen a dos rectas; y des-
pués, ya entrado el siglo XVIII, expuso analíticamente algunos casos
particulares en su Arithmetica Universalis, Cambridge, 1707.
Otros matemáticos del mismo siglo a quienes preocupó el asunto
fueron los ingleses Thomas Simpson y Robert Simson, el primero en sus
Select exercises for young proficiens in the Mathematics, Londres, 1752,
y el segundo en Opera quaedam reliqua mathematica, Glasgow, 1776;
el alsaciano Johann Heinrich Lambert: Deutscher Gelehrter Briefwechsel,
Berlín, 1781; el italiano Paolo Frisi: Operum tomus primus AIgebram et
Geometriam analyticam complectens, Milán, 1782, y el dinamarqués N.
Woldike: Problema de describendo circulo, qui tres datos extrinsecus
occurrendo tangat, Copenhague, 1793.
En el siglo XIX, el tema fue objeto de un estudio especial por parte
de los geómetras que constituían la llamada escuela napolitana, cuyo jefe,

8 Sobre esta obrita, muy rara, publicó un profundo estudio HENRI BosMANs
en los Annales de la Sociedad Científica de Bruselas, tomo XXIX, fase. 1.0, ene-
ro de 1905.
9 Lettres, tomo 111, cartas 72 y 73, nueva ed., París, 1724.
312 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Nicola Fergola, recibía las Actas académicas de Berlín, Londres y San


Petersburgo y estaba al tanto de lo que ocurría en el mundillo matemático
de entonces 10.
En 1809, G. Sangro envió a la nueva Academia de Ciencias y Artes
una memoria sobre los contactos circulares, y Fergola, a petición de otros
discípulos, presentó el 14 de noviembre otra: Il problema delle Tazioni
risoluto con nuovi artifici di Geometría, que llamó poderosamente la
atención y se publicó en el tomo 1 de la revista Biblioteca Analítica, 1810,
Y al año siguiente en los Opusculi matematici della Scuola del sigo N. Fer-
gola.
En Francia, Louis Gaultier de Tours envió en 1812 una solución al
Instituto, y el 2 de mayo de 1814 remitía Joseph-Diez Gergonne la suya
a la Academia de Turín, que la publicó en sus Actas, volumen XII, 1816:
Mémoire sur le cercle tangent a trois cercles donnés et sur la sphere
tangent a quattre spheres données.
La solución de Gergonne, que es la que suelen dar los modernos tra-
tados de Geometría, no es válida si los centros de las circunferencias
dadas están alineados, porque entonces los polos de c(lda eje de homotecia
son puntos del infinito de la dirección perpendicular a esta recta, dispo-
sición especial que puede evitarse sometiendo la figura a una inversión;
y, recíprocamente, tres circunferencias se pueden, en general, transformar
por una inversión en otras tres que tengan sus centros en línea recta, para
lo cual basta que la potencia común del centro radical respecto de las
tres circunferencias sea positiva, en cuyo caso existe una circunferencia
que corta ortogonalmente a las dadas, y, tomando como polo de inversión
un punto cualquiera de tal circunferencia, se transformarán las dadas en
otras tres cortadas ortogonalmente por una misma recta, es decir, que
sus centros estarán alineados. El inconveniente apuntado desaparece no
haciendo intervenir en la solución de Gergonne más que propiedades inva-
riantes por inversión, como contacto y ángulo de dos circunferencias, y
en este sentido es notable la solución dada por JacquesHadamard en
sus Le<;ons de Géométrie, París, 1931.
En 1819 el problema volvió a Italia, donde lo estudiaron especial-
mente Giuseppe Scorza y Ottavio Colecchi. La solución del primero fue
presentada por Vicenzo Flauti, discípulo de Fergola, y la del segundo:
10 La contribución de Fergola y sus discípulos a la Matemática ha sido valo-
rada por GINO LORIA: Nicola Fergola e la scuola dei matematici che lo ebbe
a duce, Génova, 1892.
APOLONIO DE PERGAMO.-BIBLIOGRAFIA 313

Sul problema delle Tazioni, memoria in cui si addita il vera principio di


cui dovette Apollonio avvalersi per risolverli, se publicó en Nápoles,
1836.
Por último, una excelente exposición del problema puede verse en la
obra de Eugene Charles Catalan: Theoremas et problemes de Géométrie
élémentaire, 2. a edición, problema núm. 28, París, 1879.
Il. JIe(jt úttne{JWY TonOt;: Sobre lugares planos, en dos libros, cuya pri-
mera restitución se debe a Viete: Apollonii Pergaei libri duo de Locis
planis restituti, que comunicó a los geómetras en 1637, pero no se publicó
hasta después de su muerte en sus Varia opera mathematica, págs. 12-43,
Toulouse, 1679.
Posteriores reconstrucciones fueron las de F. Schoote: Exercitationum
mathematicam. Liber III continens Apollonii Pergaei Loca plana restituta,
Lyon, 1656, y de R. Simson: Apollonii Pergaei Loccrum planorum, libri II,
Glasgow, 1749.-
IlI. JIe(jt oyBiJewy: Sobre las inc1inaciones, en dos libros con un total
de treinta y ocho lemas, ciento veinticinco teoremas y cincuenta y dos
problemas, desarrollando, en general, la siguiente proposición: Colocar,
entre dos líneas dadas-rectas o circulares- un segmento rectilíneo de
longitud dada inclinado hacia un punto dado.
La primera restitución de esta obra es de Marino Ghetaldi: Apollonius
redivivus, seu restituta Apollonii Pergaei inclinationum geometria, ejus-
dem variorum problematum collectio, Venecia, 1607; la segunda, de
Samuel Horsley: Apollonii Pergaei inc1inationum libri duo, Oxford, 1700,
para cuya tarea le sirvió de guía el Analysis geometrica de Rugo de
Omerique, Cádiz, 1698; la tercera restitución es de Reuben Burrow, quien
la publicó con una obra de Balística: A restitution of the geometrical
treatise of Apollonius Pergaeus on Inclinations, also the theory of gun-
nery or the doctrine of projectiles in non ressinting medium, Londres,
1779, y la cuarta y última de W. A. Diesterweg: Apollonius von Perga
«De Inc1inationibus» wierderhergestellt von Sam. Horsley nach dem
Lateinischen frei bearbeitet von Dr. W. A. Diesterweg, Berlín, 1823, que,
en realidad, es un arreglo de la de Horsley.
Un excelente estudio del escrito apoloniano es el de V. Flauti: Sue
due libri di Apollonio Pergeo detti deBe Inc1inazioni e suBe diverse
restituzioni di essa, en las Memorias de la Sociedad Científica Italiana,
vol. XXV, págs. 223-36.
IV. JIe(jt },óyov a.noTO/iijt;: Sobre las secciones de razón, en dos libros
314 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

con un total de ciento ochenta y una proposiciones, que abordaban nu-


merosos problemas que pueden sintetizarse en uno solo: Dadas dos
rectas coplanarias, un punto en cada una de ellas y otro exterior, trazar
por este una recta que determine en las dos dadas, y a partir de los
puntos dados, dos segmentos que estén en una razón dada.
Comparando este problema con el teorema de Las cónicas, III, 41,
que demuestra que si tres tangentes a una parábola se cortan quedan
divididas en partes proporcionales, se advierte que Apolonio estaba en
condiciones de trazar tangentes cualesquiera a la parábola y, por tanto,
construir esta por medio de aquellas. De aquí al concepto moderno de
las cónicas como envolventes de un haz de rectas no hay más que un
paso.
El contenido del opúsculo Sobre las secciones de razón nos ha llegado
a través de una versión árabe con la que a finales del siglo XVII topó
casualmente Ed. Bernhard en la Bodleyana de Oxford al examinar un
manuscrito de 1235, copia de otro de hacia 820, y empezó a traducirlo
al latín, pero desistió al poco tiempo ante las muchas incorrecciones
del códice.
Edmund Halley, que por aquellos días regresó a Inglaterra de su
campaña astronómica en Santa Elena, donde el cielo, casi siempre nu-
blado, de la isla le dejó muchas horas libres para perfeccionar el árabe
que había estudiado en Oxford, tomó a su cargo la faena empezada
por Bernhard y la concluyó al mismo tiempo que su restitución de otro
opúsculo de Apolonio: Sobre las secciones del espacio, que publicó en
el mismo volumen: Apollonii Pergaei de Sectione Rationis libri duo ex
arabico manuscripto latine versi. Accedunt ejusdem de Sectione Spatii
libri duo restituto, Oxford, 1706.
Diesterweg hizo en 1824 con esta versión de Halley lo que había hecho
el año anterior con la de las Inclinaciones de Horsley: arreglarla libre-
mente y publicarla en alemán: Die Bücher des ApoIlonius von Perga
ceDe Sectione Rationis» nach dem lateinischer der Ed. Halley frei bear-
beitel von Dr. W. A. Diesterweg, Berlín, 1824; y doce años después
apareció la de A.Richter, también sobre la base de la del astrónomo
inglés: Apol1onius von Perga. Zwei Bücher vom Verhaltnisschnitt (De
Sectione Ratione). Aus dem Lat. des Halley übersett und mit Anmerkun-
gen begleitet und mit einen Anhang verschen von Aug. Richter, Elbing,
1836.
V. JI eet xWetOy aJroTO,uij;: Sobre las secciones del espacio, también
APOLONIO DE PERGAMO.-BIBLIOGRAFIA 315

en dos libros, el primero de los cuales tenía cuarenta y ocho proposi-


ciones y el segundo setenta y seis, relativas todas ellas al estudio de los
diversos casos posibles de un problema único análogo al del opúsculo
anterior: Dadas dos rectas coplanarias, un punto en cada una de ellas y
otro exterior, trazar por este una recta que determine en las dos dadas,
y a partir de los puntos dados, dos segmentos tales que el rectángulo
construido sobre ellos tenga un área dada, problema íntimamente vin-
culado a las dos proposiciones de Las cónicas, llI, 42 Y 43 11.
La primera reconstitución de este escrito es del holandés Willebrord
Snel van Rayen, mentado generalmente Snelio, en su Apollonius Batavus
seu exsuscitata Apallanius Geometria, Leiden, 1608; la segunda es de
Halley, publicada juntamente con la de Sobre las secciones de razón,
antes citada; la tercera es de Diesterweg: Die Bücher des Apollonius van
Perga «De Sectione Spatii» wierderhergestellet, Erberfeld, 1827; la cuarta,
de A. Richer: Apollonius von Perga. Zwei Bücher vom Raumschnitt. Ein
Versuch in der alten Geometrie, Halberstadt, 1828, y la quinta y última,
de M. G. Grabow: Die Bücher des Apol1onius von Perga «De Sectione
Spatii» analyt. bearbeitet, und mit einen Anhang van mehrern Aufgaben
ahnl. Art verschen van M. G. Grabow, Francfort, 1834.
VI. IIEe~ ~lWQlOf1iyr¡r;: Sobre las secciones determinadas, igualmente
en dos libros con cincuenta y un lemas y ochenta y tres teoremas para
resolver nueve problemas y sus numerosos casos particulares, sintetizados
en un enunciado único: Dados varios puntos en una recta, encontrar en
ella otro tal que el cuadrado de uno de los segmentos comprendidos
entre el punto buscado y uno de los lados esté en una razón dada con
el de otro segmento o con el rectángulo construido sobre dos segmentos
o con el construido sobre uno de los segmentos de la recta dada y otro
exterior a ella, también dado.
La primera reconstrucción de este opúsculo la hizo Snel, que la
publicó en su antes citado Apollonius Batavus; la segunda, A. Anderson:
Supplementum Apol1onii redivivi, París, 1612; la tercera, póstuma, Simson
al cuidado de James Clow: Roberti Simsoni opera reliqua post auctoris mor-
tern in lucem edita cura Jacobi Clow, Glasgow, 1770; la cuarta, J. Lawson:
The two books of Apol1onius Pergaeus concerning determinate sections,
Londres, 1772; la quinta, el mismo Lawson, que reeditó, mejorándola, la
de Snelio: The two books of Apol1onius cancerning determinate sections

11 Vid. infra, Las cónicas, HI, nota.


316 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO JI

as they have been restorated by Willebroidus Snel1ius, Londres, 1773; la


sexta, Diesterweg sobre la base de la de Simson: Die Bücher des Apollo-
nius von Perga de Sectione Determinata», wiederhergestelet von Rob.
Simson und die angehangten Bücher des Letzteren, nach dem Lat. frei
bearbitet, Maguncia, 1822; la séptima, M. G. Grabow: Die Bücher des
Apollonius von Perga de Sectione determinata analyt. bearbeitet und
durch einen Anhang von vielen Aufgaben ahnl. Art verm von M. G.
Grabow, Francfort, 1804, y la octava y última de las tres Secciones, G.
Paucker: Geometrische Analysis, enthaltend: des Apollonius von Perga
sectio rationis, spatii et determinata, nebst Aufgaben zu Letgteren, Leip-
zig, 1837.
Finalmente, hay un estudio de las proposiciones relativas a las Sec-
ciones determinadas debido a F. ¡. Ley: Über die Auflosung der Aufgaben
des Apollonius von dem bestimmten Schnitt, Colonia, 1845, y otro de
F. von Lühmann de los tres opúsculos: Die sectio rationis, sectio spatii
und sectio determinata des Apollonius nebst einigen verwandten geome-
trischen Aufgaben, Konigsberg, 1882.
VII. Se atribuye a Apolonio un trabajo sobre los números irracio-
nales reconstruido por F. Woepcke: «Essai d'une restitution des travaux
perdus d'Apollonius sur les quantités irrationelles d'apres les indications
d'un manuscript arabe», en las Comptes rendus, vol. XXXVI, París, 1853;
un opúsculo acerca de los espejos ustorios: Iler/t nveiwv: y un aparato
hidráulico del que habla Carra de Vaux en su «Note sus les Mécaniques de
Bedit Ez-zaman El-djazari et sur un apparail hydraulique attribué el Apol-
lonius de Perge)) , en los Annales int. d'Histoire, sección V, París, 1901.
Además de las obras citadas en el prólogo y en la bibliografía apolo-
niana, pueden consultarse las siguientes:

AGOSTINI, A.: «Notizie sul rieupero dei libri V, VI, VII delle 'Coniche' di Apo-
lonio)), Periodieo di Matematiehe, serie IV, tomo XI, fase. 5, Bolonia, 1931.
GARDINER, M.: The three Seetions, the Tangencies and loei problem 01 Apollo-
niud and porismatie developments, Melbourne, 1860.
HEIBERG, Johan Ludwig: Nogle puncter al graeke~ mathematikeres terminologi,
Copenhague, 1879.
NEUGEBAUER, Otto: «Apollonius-Studien)), Quellen und Studien zu Gesehiehte
der Mathematik, Astronomie und Physik, tomo n, Berlín, 1932.
TANNERY, Paul: «Quelques fragments d'Apollonius de Perge)), Bulletin des Se.
Math., serie n, taina V, París, 1881, y en sus Mémoires Se., tomo I, Pa-
rís, 1912.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CaNICAS 317

TERQUEM, O.: «Théorie des coniques d'apres Apollonius)), Nouv. Ann. des Ma-
thématiques, vol. 111, París, 1842.

LAS CONICAS

LIBRO I

Apolonio a Eudemo: ¡salud!


Seré feliz si se restablece tu salud según tus deseos. Yo me encuen-
tro bien.
Como cuando nos vimos en Pérgamo supe que querías conocer lo que
he escrito sobre las cónicas, te envío, corregido, el primer libro y te
enviaré los otros cuando pueda repasarlos, porque creo que no habrás
olvidado que me- comprometí a escribirlos a ruego del geómetra Naucrates
cuando fue mi huésped en Alejandría, y me vi obligado a ponerle al
corriente de lo que había redactado en ocho libros, y sin revisarlos,
cuando estaba a punto de embarcarse. Ahora que dispongo de tiempo, no
los repartiré sin haberlos retocado; pero como algunos de mis amigos
tienen los dos primeros sin corregir, no te extrañe si encuentras modifi-
cado algún pasaje.
De los ocho libros, los cuatro primeros contienen los elementos de
la teoría: el primero trata de la generación de las tres secciones 1 y de
las opuestas 2, así como de sus principales propiedades que he estudiado
con mayor detenimiento y de una manera más general que los geómetras
que se han ocupado de este asunto antes que yo; el segundo libro con-
tiene lo relativo a los diámetros, ejes y asíntotas de las secciones cónicas
y algunas cosas necesarias para los diorismas 3, y en él verás lo que
yo entiendo por diámetros y ejes; el tercero comprende muchos y muy
curiosos teoremas útiles para la construcción de los lugares sólidos 4;
bastantes son bellos y nuevos, y al redactar este libro, he comprendido
1 Se sobrentiende 'tOOV x,wvoov, del cono, es decir, la elipse, la hipérbola de
una rama y la parábola.
2 x,aL 'tOOV av'tLx,EL¡.tÉVOOV, o sea, la hipérbola de dos ramas opuestas.
3 &LOQlO¡.tÓC;, distinción, discusión de los casos de posibilidad e imposibilidad
de un problema.
4 'toov O'tEQEOOV 'tó:rt:OOV, es decir, los lugares geométricos cuya construcción exige
el empleo de curvas de segundo orden.
318 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

que la regla para construir el lugar de tres y cuatro líneas 5 solo la dio
Euclides en un caso particular y de una manera casual 6 y poco feliz,
porque la solución completa exige el conocimiento de los teoremas que
yo he descubierto; el cuarto libro trata de las intersecciones de las có-
nicas entre sí y con el círculo y otros temas, ninguno de los cuales ha sido
estudiado por mis predecesores, especialmente el relativo al número de
puntos en que una cónica o circunferencia puede cortar a [las secciones
opuestas de] la hipérbola 7.
Los libros restantes se refieren a la más alta ciencia: uno trata
de una manera general los máximos y mínimos 8; otro investiga las sec-
ciones cónicas iguales y semejantes; otro se refiere a los teoremas
necesarios para resolver cuestiones determinadas, y el último está dedi-
cado a los problemas que se prestan a discusión.
Por lo demás no he publicado todas estas cosas con la intención de
negar a quienes las aborden el derecho de apreciarlas según su parecer.
Pásalo bien.

1
PRIMERAS DEFINICIONES

1. Si desde un punto no situado en el plano de un círculo se traza a


la circunferencia de este una recta, se prolonga en sus dos direcciones y,
permaneciendo fijo el punto, se hace recorrer a la recta la circunferencia
5 Este problema-escollo de los antiguos, según Pappo-fue el punto de par-
tida de Descartes para establecer su nuevo sistema de Geometría, al que dio
el nombre de problema de Pappo, con que se conoce desde entonces, el cual
10 enunció en sus Colecciones matemáticas, lib. VII, así: «El lugar de tres y
cuatro líneas es el de los puntos tales que el producto de sus distancias a dos
rectas dadas sea igual al cuadrado de aquellas a una tercera o al de a otras
dos rectas dadas.» Sobre este problema puede verse el trabajo de ZEUTHEN:
Die Lehre von den Kegelschnitten in Altertum, Copenhague, 1886.
6 1El texto griego dice: ano. !1'ÓQlOV 'to 'tuxov a:lJ'tov, según la lección de Hei-
berg. Euclides estudió este problema en su obra, perdida, sobre las secciones
cónicas: Xoovl'xá, que parece escrita sobre la base de los cinco libros, también
perdidos, que Aristeo el Viejo dedicó a los lugares sólidos: ~'t8QEOt 'tÓ¡¡;OL.
7 Las palabras entre corchetes: WL<; áV'tL%8L¡.1l3VaL<;, son de Heiberg, propues-
tas para llenar un blanco de los ms. griegos.
8 Las rectas más largas y más cortas que se pueden trazar desde un punto
a una cónica.
APOLONIQ DE PERGAMO.-LAS CONICAS 319

hasta que vuelva a su posición inicial, llamo superficie cónica a la que,


descrita por la recta, se compone de dos superficies opuestas por el
vértice que se extienden al infinito, lo mismo que la recta generatriz 9; Y
llamo vértice de la superficie al punto fijo, y eje a la recta trazada por
este y el centro del círculo.
2. Llamo cono a la figura limitada por el círculo y por la superficie
cónica comprendida entre el vértice y la circunferencia del círculo;
vértice del cono al que lo es de su superficie; eje a la recta trazada desde
el vértice al centro del círculo, y base a este.
3. Llamo cono recto al que tiene el eje perpendicular a la base y
oblicuo 10 al que no tiene el eje perpendicular a la base.
4. Llamo diámetro de toda línea curva situada en un solo plano
a la recta que, trazada en la curva, divide en dos partes iguales a
todas las paralelas a una recta cualquiera en la curva; vértice de
esta al extremo de esa recta 11 situada en la curva, y, por último, llamo
rectas trazadas ordenadamente al diámetro 12 a las paralelas.
5. De igual modo, llamo también diámetro de dos líneas curvas
situadas en un mismo plano, por una parte a la recta transversal que,
cortando a estas dos líneas, divide en dos partes iguales a todas las
paralelas a una recta cualquiera en cada curva, y vértices de esta a los
extremos del diámetro que están en ellas; y por otra parte a la recta
que, situada entre ambas curvas, corta en dos partes iguales a todas
las paralelas a una recta cualquiera interceptadas por las líneas, y,
por último, llamo ordenadas 13 a las paralelas.
6. Llamo diámetros conjugados de una y de dos líneas curvas a
las rectas cada una de las cuales es un diámetro que divide en dos
partes iguales a las paralelas al otro.
7. Llamo eje de una y de dos curvas al diámetro de esta o de estas
curvas que corta a las paralelas 14 en ángulo recto.

9 Literalmente, la recta descriptora: 't'IÍe; YQa<poúaf]C; éu9ELac;.


10 Escaleno: aXaAf]VOÚe;, claudicante, renco, cojo, nombre probablemente ins-
pirado en la desigualdad de las aristas, pues quien tiene desiguales las piernas
padece cojera.
11 Quiere decir del diámetro.
12 El texto griego dice: 'tELay¡tÉVOOc; xa'tllx9m eotL 't~v ()tá¡tc'tQov, o sea, las rec-
tas trazadas en orden sobre el diámetro, que hoy llamamos ordenadas.
13 Véase nota anterior.
14 Al diámetro conjugado a este eje.
320 CIENTIFICOS GRIEGOS.--TOMO 11

8. Llamo ejes conjugados de una y de dos curvas a los diámetros


conjugados que cortan mutuamente en ángulos rectos a sus paralelas.

II
PROPOSICIONES

1. Las rectas trazadas desde el vértice de una superficie cónica


a los puntos de esta están en la superficie.
En una superficie cónica de vértice A tomemos un punto B y una-
mos estos dos puntos por la rec-
ta AGB (Fig. 1). Digo que esta
recta está situada en la superfi-
cie, porque si no estuviera, sea
DE la recta que describe la su-
perficie al recorrer la circunferen-
cia EZ. Puesto que A permanece
fijo, dicha recta pasará por el
FIG. 1. punto B y resultará entonces que
las dos rectas AGB y DE tienen
los mismos extremos, lo cual es imposible; luego la AGB no puede estar
en la superficie.
Corolario. Es claro, además, que si se traza la recta de unión del
vértice con un punto cualquiera interior a la superficie, esa recta
caerá dentro de esta y la que une el vértice con un punto exterior cae
fuera.
2. Si se toman dos puntos en una o en otra de las dos superficies
cónicas opuestas por el vértice
y la recta que los une no se di-
rige hacia él, la recta caerá den-
tro de la superficie y su prolonga-
ción fuera.
Sea una superficie cónica de
vértice A, y BG la circunferen-
cia que recorre la recta para des- FIG. 2.
cribirla. Tomemos en una o en
otra de las dos superficies opuestas por el vértice dos puntos D y E tales
que su recta de unión no se dirija hacia A (Fig. 2). Digo que esta recta
DE cae dentro de la superficie y su prolongación fuera.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 321

Trazando y prolongando las rectas AD y AE, caerán sobre sendos


puntos B y G de la circunferencia, cuya recta de unión BG será interior
al círculo, y, por consiguiente, también a la superficie cónica. Tomando
un punto cualquiera Z en la recta DE, la prolongación de AZ caerá
sobre la BG porque el triángulo ABG está situado en un solo plano 15;
Y si es H el punto de intersección, este punto es interior a la superficie
cónica, así como la recta AH 16 y, por tanto, el punto Z; y del mismo
modo se demuestra que todos los puntos de la recta DZ son interiores;
luego esta recta cae dentro de la superficie.
Prolongando ahora la recta DE hasta T digo que caerá fuera de
la superficie. Suponiendo, en efecto, que un punto T de DE no sea
exterior y, uniéndolo con A, la prolongación de la recta AT caerá sobre
la circunferencia o será interior a ella, lo cual es imposible porque cae
en un punto K de la recta prolongada; A
luego la recta ET es exterior a la su-
perficie cónica.
3. La sección de un cono por un
plano es un triángulo.
Sea un cono de vértice el punto A
y base el círculo BG; cortémosle por
un plano que pase por A, el cual de-
terminará en la superficie cónica las G
rectas AB y AG y en la base la BG B..-----------.....
(Fig. 3). Digo que ABG es un trián-
gulo.
Puesto que la recta que une los
puntos A y B es la sección común FIG. 3.
del plano secante y la superficie cóni-
ca, AB es una recta, y 10 mismo AG; luego BG es también una recta,
y, por consiguiente, ABG es un triángulo.
4. Si una u otra de las superficies cónicas opuestas por el vértice
se corta por un plano paralelo al de la circunferencia que recorre la
recta que describe la superficie, el plano interceptado por esta será un
círculo con el centro en el eje y la figura limitada por el circulo y la
superficie cónica, separada por el plano secante, del lado del vértice,
será un cono.
15 Vid. supra, EUCLIDES: Elementos, XI, 2.
16 Prop. 1, corolario.
322 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Sea una superficie cónica de vértice A, y BG la circunferencia que


recorre la recta para describirla. Cortándola por un plano cualquiera
paralelo al del círculo BG se tiene
como intersección la línea DE (fi-
gura 4), que digo que es una circun-

K
ferencia de centro en el eje de la su-
perficie.

B
D

Z
E

K GD
, 'A
B

H TE
G
Tomemos, en efecto, el centro
Z del círculo BG y, uniéndolo con
el vértice A, tendremos el eje 17
que corta al plano secante en un
punto H, y, trazando un plano por

" FIG.4. AZ, la sección será un triángulo


ABG 18.
Por estar los puntos D y H en el plano secante y en el ABG, es
DHE una recta 19. Tomemos en la línea DE un punto T y unámoslo
con A; prolonguemos la recta AT hasta su encuentro en K con la
circunferencia BG y tracemos las rectas HT y ZK; y entonces siendo
paralelos los planos DE y BG y estando cortados por el ABG, las rec-
tas DE y BG serán paralelas 20, y por la misma razón lo serán las
HT y ZK.
Puesto que ZB es a HD como ZG a HE y ZK a HT como
ZA a HA 21 Y ser iguales las rectas ZB, ZG y ZK, también lo serán las
HD, HE yHT 22; Y del mismo modo se demostraría la igualdad de todas
las rectas trazadas desde H a la línea DE; luego esta línea es una cir-
cunferencia de centro H.
Es claro, además, que la figura limitada por el círculo DE y la
superficie cónica separada por este, del lado del punto A, es un cono;
y también ha quedado demostrado que la intersección del plano se-
cante y el del triángulo que pasa por el eje es un diámetro de ese
círculo.
S. Si un cono oblicuo se corta perpendicularmente a la base por

17 Def. 1.
18 Proposición anterior.
19 EUCLIDES: Elementos, XI, 3.
20 Ibídem, XI, 16.
21 Ibídem, VI, 4.
22 Ibídem, V, 9.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 323

un plano que pase por el eje y por otro plano perpendicular al triángulo
según el eje y separa, del lado del vértice, un triángulo semejante al
que pasa por el eje, pero colocado en sentido contrario, la sección es
un círculo que llamaremos sección de sentido contrario 23.
Sea un cono oblicuo de vértice A y base el círculo BG. Cortémosle
por un plano perpendicular al de
A
este y que pase por el eje, el
cual dará como sección el triángu-
lo ABG 24, Y por otro plano perpen-
dicular al de este triángulo que
separa, del lado de A, un triángu-
lo AHK semejante al ABG, pero
colocado en sentido contrario (fi-
gura 5), es decir, de modo que el
ángulo de las r.ectas KA y KH sea
igual al de las BA y BG 25. Digo
que la sección KTH, producida por
este plano, es un círculo.
Tomemos, en efecto, sendos pun-
tos cualesquiera T y L en las líneas
HTK y BLG Y levantemos en ellos
las perpendiculares TZ y LM al pla-
no del triángulo ABG, las cuales B
caerán sobre las intersecciones de t------->.----------..lI G

los planos y, por tanto, la recta ZT


será paralela a la LM 26; tracemos
por Z la DZE paralela a la BG, de
modo que el plano que pase por FIG. 5.
TZ y DE será paralelo a la base
del cono n y, por consiguiente, será un círculo de diámetro DE.
Por ser DE paralela a BG, el ángulo de las rectas DA y DE es igual
al de las BA y BG, y como se ha supuesto que este es igual al de las
KA y KH, resultan iguales los ángulos de las rectas DA, DE y KA,

23 'to~É ú:Jt8vav'tLu, es decir, lo que hoy llamarnos sección antiparalela.


24 Prop. 4.
25 EUCLIDES: Elementos, 1, 23.
26 Ibídem, XI, 6.
n Ibídem, XI, 15.
324 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

KH, Y por ser iguales los ángulos en Z, el triángulo DZH es seme-


jante al KZE, y, por tanto, ZH es a ZD como ZE a ZK; luego el rec-
tángulo de las rectas ZH y ZK equivale al de las ZD y ZE, pero este
equivale al cuadrado de ZT 28; luego el rectángulo de ZH y ZK equivale
al cuadrado de ZT; y del mismo modo se demostraría que los cuadrados
de todas las perpendiculares trazadas en la línea HTK a la recta HK son
equivalentes al rectángulo de los dos segmentos de HK y, por tanto, la
sección HTK es un círculo de diámetro HK.
6. Cortando un cono por un plano que pase por el eje y trazando
por un punto cualquiera, no situado en el lado del triángulo según el eje,
la paralela a una perpendicular desde la circunferencia del círculo [de
la base del cono] a la base del triángulo, esta paralela cortará al triángulo
según el eje; y si se prolonga hasta la otra parte de la superficie quedará
dividida en dos partes iguales por el plano del triángulo 29.
7. Cortando un cono por un plano que pase por el eje y por otro
que corte al de la base' según una recta perpendicular a la del triángulo
según el eje, o a su prolongación, las paralelas a esa perpendicular traza-
das desde la sección producida en la superficie cónica por el plano secante,
cortarán a la intersección de este y el triángulo según el eje, y, prolon-
gadas hasta la otra parte de la sección, quedarán divididas en dos partes
iguales por dicha intersección. Si el cono es recto, la recta situada en la
base será perpendicular a la misma intersección y si es oblicuo solo será
perpendicular cuando el plano que pasa por el eje lo sea a la base de
cono 30.
8. Cortando un cono por un plano que pase por el eje y por otro que
corte al de la base según una recta perpendicular a la base del triángulo
según el eje, el diámetro de la sección producida en la superficie cónica
es paralelo a uno de los lados del triángulo o encuentra al cono más allá
del vértice; y si se prolongan indefinidamente la superficie cónica y el
plano secante, la sección crecerá indefinidamente y toda paralela trazada
desde la sección a la recta situada en la base del cono determinará en el

Ibídem, VI, 8.
28
Apolonio demuestra esta propiedad apoyándose en las props. 1 y 3 y en
29
EUCLIDES: Elementos, 1, 28; VI, 2, y XI, 9.
30 Los cuatro casos que presenta esta proposición están demostrados y acla-
rados con otras tantas figuras en el texto de Apolonio, quien toma como punto
de partida la proposición anterior y acude luego a las 4 y 18 del lib. XI de
Euclides.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 325

diámetro de la sección, a partir del vértice, una recta igual a toda recta
dada.
9. Cortando un cono por un plano que encuentre a los lados del
triángulo sin ser paralelo a la base ni en sentido contrario 31, la sección
no será un círculo.
Sea un cono de vértice A y base el círculo BG y cortémosle por un
plano no paralelo a la base ni en sentido contrario, el cual produce en la
superficie la sección DKE que digo que no es un círculo.
Si suponemos que lo es y el pla-
no secante corta al de la base se- A
gún la recta ZH, y es T el centro del
círculo BG, tracemos por T la per-
pendicular TH a la ZH y por TH y
el eje un plano que cortará a la su-
perficie cónica -según las rectas BA
y AG.
Puesto que los puntos D, E Y H
están en el plano que pasa por la
línea DKE y en el que pasa por los
puntos A, B Y G los D, E Y H es- z
tarán en la intersección de estos dos
planos, es decir, en HED que será, Bt------+-----t-::,-----~H
por tanto, una recta (Fig. 6).
Tomando ahora un punto K en
la línea DKE y trazando por él la rec-
FIG.6.
ta KL paralela a la ZH, es KM igual
a ML 32 y, por tanto, KL es un diá-
metro del círculo DKEL; y, trazando por M la NMP paralela a BG, el pla-
no que pase por NP y KL es paralelo al que pase por BG y ZH, es decir: a
la base del cono, y la sección será un círculo NKP.
Por ser ZH perpendicular a BH es KM perpendicular a NP 33 y, por
consiguiente, el rectángulo de NM y MP equivale al cuadrado de KM y
como este equivale al rectángulo de DM y ME porque hemos supuesto
que DKEL es un círculo y DE uno de sus diámetros, resulta que el rec-

31 Es decir, que el plano secante no sea paralelo ni antiparalelo a la base


del cono.
32 Prop. 7.
33 EUCLIDES: Elementos, XI, 10.
326 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

tángulo de NM y MP es equivalente al de DM y ME, y, por tanto, ME


es a MP como MN a MD, y siendo entonces semejantes los triángulos
DMN y PME, serán iguales los ángulos de las rectas EM, EP Y ND, NM,
Y como este es igual al de las BA, BG por el paralelismo de NP y BG,
este ángulo de BA y BG es igual al de EM y EP Y la sección estará
colocada en sentido contrario 34, lo que es contra la hipótesis; luego
DKE no es un círculo.
10. La recta que une dos puntos de una sección cónica es interior
y su prolongación exterior.
Sea un cono de vértice A y base el círculo BG y cortémosle por un
plano que pase por el eje, que dará
A como sección el triángulo ABG, y por
otro plano que determine en la super-
ficie cónica la sección DEZ (Fig. 7).
Tomemos en esta dos puntos T y H
cuya recta de unión TH cae dentro
de la línea DEZ y su prolongación
fuera porque los puntos T y H no
están situados en los lados del trián-
gulo según el eje y la recta TH no se
dirige hacia el vértice del cono 3S; y
lo mismo se verifica para todo par
G de puntos de la sección DEZ.
B ~~t""""'"---------"'" ll. Cortando un cono por un
plano que pase por el eje y por otro
que corte a la. base según una per-
pendicular a la del triángulo según
el eje, si el diámetro de la sección
FIG. 7. es paralelo a uno de los lados del
triángulo, el cuadrado de toda recta
trazada desde la sección del cono paralelamente a la intersección del
plano secante y el de la base del cono hasta el diámetro de la sección 36,
equivale al rectángulo formado por la recta que separa en el diámetro del
lado del vértice de la sección y por una cierta recta cuya razón a la
situada entre el ángulo cónico y el vértice de la sección es la misma
34 Prop. 5.
35 Prop. 2.
36 Es decir, el cuadrado de la ordenada de un punto de la sección.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 327

que la del cuadrado de la base del triángulo según el eje al rectángu-


lo formado por los otros dos lados del triángulo. Llamaremos parábola a
tal sección.
Sea un cono de vértice A y base el círculo BG, Y cortémosle por un
plano que pase por el eje, el cual
producirá como sección el triángulo A
ABG, y por otro plano que corte
a la base del cono según la recta
DE perpendicular a la base BG del
triángulo ABG y a la superficie
cónica según la línea DZE cuyo
diámetro ZH es paralelo al lado
A G del triángulo que pasa por el
eje; levantemos en el punto Z la
perpendicular ZT a ZH y haga-
mos de manera que la recta ZT
sea a una recta ZA como el cua-
drado de BG al rectángulo for-
mado por AB y AG 37 y, por últi-
mo, tracemos por un punto cualquie-
.......--~a----r----4G
ra K de la sección la paralela KL a
DE (Fig. 8). Digo que el cuadra-
do de KL equivale al rectángulo
de ZT y ZL 38. E
12. Cortando un cono por un FIG. 8.
plano que pase por el eje y por otro
que corte a la base según una perpendicular a la del triángulo según el eje,
si el diámetro de la sección encuentra a uno de los lados del triángulo

37 Esta construcción, que Apolonio da por sabida, la resuelve EUTocIO, loe.


cit., pág. 217, considerando un rectángulo tal que sea Op·PR=AB·AG y apli-
cando al lado PR un rectángulo equivalente al cuadrado de BG, y siendo PQ
el otro lado del rectángulo, pone ZT: ZA = PQ : PO, Y como
o P Q
los rectángulos RQ y OR son entre sí como sus bases, se

[]] R
tiene:
PQ recto RQ PQ·PR BG2 ZT
PO rect.OR PO·PR AB·AG ZA
38 La demostración apoloniana, de lectura difícil, se reduce a la siguiente:
328 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

más allá del vértice del cono, el cuadrado de toda recta trazada desde
la sección del cono paralelamente a la intersección del plano secante y el
de la base del cono hasta el diámetro de la sección, equivale a un área
aplicada según una cierta recta cuya razón a la situada en la prolongación
del diámetro de la sección, que subtiende el ángulo externo del triángulo,
es la misma que la del cuadrado de la paralela desde el vértice del cono
al diámetro de la sección hasta la base del triángulo, el rectángulo forma-
do por los segmentos que la recta determina en la base, cuya altura
es la parte del diámetro 39 separada por la primera recta 4{) del lado del
vértice de la sección, aumentado en una figura 41 semejante y semejante-
mente dispuesta, al rectángulo limitado por la recta que subtiende el án-
gulo externo del triángulo y el parámetro. Llamaremos hipérbola a tal
sección 42.

En el círculo de diámetro MN se tiene:


KV=LM·LN, [1]
y como por construcción es

ZT BG2 BG BG
--.-- [2]
ZA AB·AG AB AG

y los triángulos semejantes AMN, ABG Y ZML dan


BG MN ML LN BG MN ML
--=--=--=-- --=--=--
AB AM ZM AZ AG NA LZ

la igualdad [2], teniendo en cuenta la [1], se convierte en


ZT LN ML KV
--=--.
ZA AZ LZ AZ·LZ
de donde
KV=ZT·ZL,

y a la recta ZT la llama recta según la cual están en potencia las trazadas orde-
nadamente sobre el diámetro: 3tuQ' lív Mvav'taL al xa'tayo¡tEVaL 'tE'tQUy¡tÉvroc; E3tL
"t~v &uíltÉ'tQOV.
39 La abscisa.
40 La ordenada.
41 h&oc;.
42 Este larguísimo enunciado dice, en esencia, que el cuadrado de la orde-
nada de un punto de la hipérbola equivale a un rectángulo aplicado al paráme-
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 329

Sea un cono de vértice A y base el círculo BG y cortémoslo por un


plano que pase por el eje, el cual produce como sección el triángulo ABGS"
y por otro plano que corte a la
base del cono según una recta DE T
perpendicular a la BG del triángulo
y a la superficie cónica según la lí-
nea DZE cuyo diámetro ZH, pro-
longado, encuentra a uno de los
lados AG del triángulo ABG en un
punto T más allá del vértice; tra-
cemos por A una recta AK paralela
al diámetro ZH de la sección; le-
vantemos en el punto Z la per-
pendicular ZL a ZH y hagamos
de manera que la recta ZT sea a
una recta ZL como el cuadrado de
KA al rectángulo formado por KB
y KG, y, por último, tracemos
por un punto cualquiera M de la
sección paralela MN a DE y por el
N la NOQ paralela a ZL, prolongue-
mos la TL hasta su encuentro en Q
con la NOQ y por los puntos L y Q
las LO y QP paralelas a la ZN (fi-
gura 9). Digo que el cuadrado de FIG.9.
MN es equivalente al rectángulo
ZQ que, aplicado a la recta ZL, tiene el ancho ZN y el exceso LQ, que
es un rectángulo semejante al de las rectas ZT y ZL 43.
tia como altura y tenga por base la abscisa, aumentado en otro rectángulo se-
mejante cuya base sea el eje transverso y altura el parámetro.
43 La demostración de esta proposición, más fatigosa aún que la de la ante--
rior en el texto de Apolonio, se hace, como aquella, en lenguaje moderno así~
En el círculo de diámetro RSse tiene:
MN2=NR·NS [1]
y como por construcción es

ZT KA2 KA KA
.-- [2]
ZL KB·KG KB KG
330 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

13. Cortando un cono por un plano que pase por el eje y por otro
no paralelo ni en sentido contrario, que corte a los lados del triángulo
.que pasa por el eje, si la intersección del plano secante con el de la base
del cono es perpendicular a la del triángulo o a su prolongación, el
.cuadrado de toda recta trazada desde la sección del cono paralelamente
a dicha intersección hasta el diámetro de la sección, equivale a un área
aplicada según una cierta recta cuya razón al diámetro es la misma que
la del cuadrado de la paralela al diámetro desde el vértice del cono hasta
la base del triángulo, al rectángulo formado por las rectas que esta
última determina en los lados del triángulo, cuya altura es la parte del
diámetro separada por la primera recta, del lado del vértice de la
sección, disminuido en una figura semejante y semejantemente dispuesta,
al rectángulo limitado por el diámetro y el parámetro. Llamaremos elipse
a tal sección.
Sea un cono de vértice A y base el círculo BG y cortémosle por un
y los triángulos semejantes ARS, ABG y ZRN dan
KA HZ NZ KA HT NT
--=--=--, --=--=--
KB HB NR KG HG NS
la igualdad [2], teniendo en cuenta la [1], se convierte en
ZT NZ NT NZ·NT
--=-- . --=---=--,
ZL NR NS MN2
de donde
ZL·NT
MN2 ·NZ [3]
ZT
y por ser
ZL·NT
NQ
ZT
poniendo este valor en [3] resulta finalmente
MN2=NQ·NZ,

y, como se quería demostrar, NQ.NZ es el área del rectángulo PZNQ, igual


al LZNO, es decir, al aplicado a ZL con la altura ZN aumentado en el PLOQ
semejante al VTZL y semejantemente dispuesto, cuyos lados son la recta ZL,
que es la que Apolonio llama parámetro, y la ZT opuesta al ángulo ZAT exter-
no del triángulo según el eje.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 331

plano que pase por el eje, el cual produce como sección el triángulo ABG~
y por otro plano no paralelo ni en sentido contrario, cuya intersección
con la superficie cónica sea la línea DEL de diámetro DE y ZH per-
pendicular a Be la del plano secan-
A
te y el de la base del cono; tra-
cemos por el punto E la ET per-
pendicular a ED, por A la AK pa-
ralela a ED y hagamos de mane-
ra que la recta ED sea a una
recta ET como el cuadrado de
KA al rectángulo formado por KB T
Y KG, y, por último, tracemos
por un punto cualquiera L de la K
sección la paralela LM a ZH (fi-
gura 10). Digo que el cuadrado de
LM equivale al rectángulo que, apli- FIG. 10.
cado a ET, tiene el ancho EM dis-
minuido en una figura semejante al rectángulo de las rectas ED y ET 44 r

14. Cortando las dos superficies cónicas opuestas por el vértice por

44 Lo mismo que las dos anteriores, la prop. U-que completa la genera-


ción apoloniana de las cónicas cuyas propiedades deduce considerando estereo-
t6micamente las tres curvas-se puede demostrar así:
En el círculo de diámetro PR se tiene:

LM2=Mp·MR, [1]

y como, por construcción, es

ED [(A2 KA KA
[2]
ET KB'KG KB KG

y los triángulos semejantes ABK, EBH, EBP Y AGK dan

KA HE ME KA HD MD
--=--=-- --=--=--
KB HB MP' KG HG MR

la igualdad [2], teniendo en cuenta la [1], se convierte en


ED ME MD ME·MD
- - = - - . --=--==:--,
ET MP MR LM2
332 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

un plano que no pase por el eje se tendrá en cada superficie una sección
llamada hipérbola; el diámetro de ambas secciones será el mismo; los
parámetros de las rectas trazadas ordenadamente al diámetro y paralelas
,a la situada en la base del cono 45 serán iguales y el eje transverso 4ó de
Ja figura será la recta que une los vértices de las dos secciones, las
cuales se llaman opuestas 47.
Cortemos las superficies opuestas por el vértice A por un plano que
no pase por el eje y cuyas secciones con aquellas sean DEZ y HTK
(Fig. 11). Digo que estas secciones son hipérbolas.
Sea, en efecto, BDGZ el círculo que recorre la recta que describe la
superficie y tracémosle en la superficie dispuesta en el vértice 48 un plano

de 'donde
ET·MD
LM2 .ME [3]
ED
y por ser
ED MD ET·MD
----- MV=----
ET MV ED

poniendo este valor en [3], resulta finalmente L!vf2=MV.ME; y, como se que-


ría demostrar, MV ·ME es el área del rectángulo OEMV, igual al TEMN, es
decir, al aplicado a ET con la altura EM, disminuido en el TOVN semejante
al TEDQ y semejantemente dispuesto, cuyos lados son la recta ET, que es la
que Apolonio llama parámetro, y el diámetro ED de la sección.
45 Es decir, paralelas a la intersección del plano secante con el de la base
.del ·cono.
46 ~ :7tAUY[U TAE1)Q<Í.
47 aVnXELftEVaL, que es como Apolonio llama a las dos ramas de la hipérbola
a partir de esta prop. 14, en la que por vez primera se consideran como una
sola curva las dos ramas producidas por un plano que corte a las dos hojas
de un cono. «Descubrimiento o invento, como se quiera, pues en este caso es lo
mismo-dice Abel Rey~, sin el cual la teoría de cónicas habría continuado
siendo 'superficial' e 'incompleta': las dos ramas 'opuestas' de la hipérbola
son una sola curva. Todos insisten con razón en este punto: la hipérbola tiene
dos ramas que deben estudiarse conjuntamente, no solo en sus relaciones reCÍ-
procas, sino también en sí mismas, por su generación y por sus propiedades,
como unidad y como unidad en sus relaciones con las demás curvas. La unifi-
cación de la teoría y su paralelismo por 10 que se refiere a la elipse y a la
hipérbola solo era posible en este terreno.» L'apogée de la science technique
grecque: l'essor de la Mathématique, pág. 153, París, 1948.
48 Es decir, en la otra hoja del cono.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 333

paralelo PHOK, y puesto que DZ y HK son las intersecciones de las


secciones DEZ y HTK con los círculos 49, las rectas DZ y HK serán
paralelas 50. Si LAR es el eje de la superficie y L Y R los centros de los
círculos, prolonguemos hasta B y
G la perpendicular por L a DE y K
tracemos por BG y el eje un pla-
no que corte a los círculos según
las rectas PO y BG, que serán pa-
ralelas, estando las BAO y GAP en
la superficie y siendo la PO per-
pendicular a la HK porque la BG
lo es a la DZ y las HK a DZ son
paralelas.
Puesto que el plano que pasa
por el eje corta a las secciones en
los puntos M y N situados en el in-
terior de las líneas es evidente que
también cortará a estas en sendos
puntos T y E, Y como estos y los
M y N están en el plano que pasa
por el eje y en el que contiene a
las líneas, los puntos M, E, T, 8 F-----+--..I...-*"-==------1f G
N están en una recta 51 10 mismo
que los puntos P, T, A, G Y B, E, A,
O por estar en la superficie cónica o
y en el plano que pasa por el eje. FIG. 11.
Tracemos ahora por los T y E
las perpendiculares TV y EW, por A la SAQ paralela a METN y haga,
mos de manera que la recta ET sea a una recta EW como el cuadrado de
SA al rectángulo de SB y SQ y que la misma recta ET sea a otra recta
TV como el cuadrado de QA al rectángulo de QO y QP.
Puesto que el cono de vértice A y base el círculo BG está cortado
por un plano que pasa por el eje y produce como sección el triángulo
ABG y por otro plano cuya intersección DMZ con la base del cono es
perpendicular a BG y produce la sección DEZ en la superficie y la
49 Prop. 4.
50 EUCLIDES: Elementos, XI, 16.
51 Ibídem, XI, 3.
334 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

prolongación del diámetro encuentra a un lado del triángulo según el


eje en un punto situado más allá del vértice del cono, y se ha trazado
por A a AS paralela al diámetro EM de la sección, y por E la EW per-
pendicular al mismo y ET es a E,W como el cuadrado de SA al rectángulo
de SB y SQ, resulta que la sección DEZ es una hipérbola, la recta EW
el parámetro de las trazadas ordenadamente a la EM y la ET el lado
transverso de la figura 52.
Igualmente, HTK es también una hipérbola de diámetro TN, la recta
TV el parámetro de las trazadas ordenadamente a la TN y la ET el lado
transverso de la figura.
Digo ahora que las rectas TV y EW son iguales. Puesto que Be y PO
son paralelas, la recta QA es a la QP como la SA a la se y QA a QO
como SA a SB; pero la razón de SA a se compuesta con 53 la de SA
a SB es la misma que la del cuadrado de SA al rectángulo de SB y se
y la de QA a QP compuesta con la de QA a QO, la misma que la del
cuadrado de QA al rectángulo de QO y QP; luego el cuadrado de QA
es al rectángulo de QO y QP como el cuadrado de SA al rectángulo
de SB y se; y por ser ET a EN como el cuadrado de SA al rectángulo
de SB y se y ET a TV como el cuadrado de QA al rectángulo de
QO y QP, se deduce que TE es a TV como TE a EW; luego la recta
EW es igual a la TV.
15. Cuando en una elipse una recta trazada de modo ordenado desde
el punto que divide a un diámetro en dos partes iguales se prolonga a
uno y otro lado hasta la sección y se hace de manera que el diámetro
sea a una cierta recta como la recta prolongada al diámetro, el cuadra-
do de toda recta trazada en la sección, paralelamente al diámetro, sobre
la recta prolongada, será equivalente al área que, aplicada a la recta
que es una tercera proporcional 54 tenga de ancho la recta separada, del
lado de la sección, en la recta prolongada 55 disminuida en una figura
semejante al rectángulo formado por la recta sobre la cual se han tra-
zado las rectas 56 y el parámetro, y si se prolonga esta recta hasta la otra

Prop. 12.
52
Multiplicada por.
53
54 Entre el diámetro y la ordenada prolongada a ambos lados de la elipse.
55 El segmento separado en la prolongación de la ordenada, a partir de la
curva, por la paralela al diámetro desde un punto cualquiera.
56 La ordenada prolongada a ambos lados del diámetro, a la que se han tra-
zado paralelas a este.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 335

parte de la sección quedará dividida en dos partes iguales por la recta


sobre la cual se ha trazado 57.
Sea una elipse y dividamos uno de sus diámetros AB en dos partes
iguales por el punto G; tracemos
z
por G de un modo ordenado, y pro-
longuémosla a uno y otro lado has-
ta la elipse, la recta DGE y por
D la DZ perpendicular a DE; ha-
gamos de modo que AB sea a una
recta DZ como DE a AB; tome- AI-----~r-------r----i
mas en la curva un punto H y tra-
cemos por él la HT paralela a
AB; unamos los puntos E y Z; tra-
cemos por T la TL paralela a DZ E
y por Z y L las ZK y LM para- FIG. 12.
lelas a TD (Fig. 12). Digo que el
cuadrado de la recta TH equivale al rectángulo DL, que es igual al
aplicado a DZ de anchura DT, disminuido en una figura LZ semejan-
te al rectángulo limitado por las
rectas DE y DZ .
. . . . . . . . . . . . .. . . . . . " y digo ahora que
la recta HT prolongada hasta la
sección, queda dividida en dos par-
tes iguales por DE 58.
16. Si por el punto que divide
en dos partes iguales a un diáme-
FIG. 13. tro transverso de las dos [secciones]
opuestas [de una hipérbola] se tra-
za una paralela a una recta trazada de un modo ordenado 59, esta primera

57 O sea, bisecada por la ordenada sobre la cual se ha trazado paralelamente


al diámetro. .
58 Mediante hábiles construcciones auxiliares, Apolonio demuestra que es

TH2=DM· TD=DZ· TD-MZ· TD,

y después, que T es el punto medio de HF.


59 Es decir, paralela a una ordenada que es, a su vez, paralela a la tangente
en el extremo del eje transverso.
336 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

recta será un diámetro de las secciones opuestas conjugado al antes


dicho.
Sea AB un diámetro de las dos secciones opuestas; dividámoslo en
dos partes iguales por el punto G y tracemos por G la GD paralela a
una recta trazada de un modo ordenado (Fig. 13). Digo que GD es un
diámetro conjugado al AB 60.

nI
SEGUNDAS DEFINICIONES

1. En la hipérbola y en la elipse, el punto que divide a un diámetro


en dos partes iguales se llama centro de la sección, y la recta trazada
desde el centro a la sección es un radio de esta 61.
2. Análogamente, se llama centro de las secciones opuestas 62 el
punto que divide a un lado transverso .en dos partes iguales.
3. La paralela desde el centro a una recta dada trazada ordena-
damente es media proporcional entre los lados de la figura y queda
dividida en dos partes iguales por el centro, se llama segundo diámetro 63.

IV
SIGUEN LAS PROPOSICIONES

17. La paralela por el vértice de una sección cónica a una recta


trazada ordenadamente cae fuera de la sección.
Si cayera dentro, como la AG, tendríamos que una paralela desde
un punto cualquiera G de una sección cónica, y en su interior, a una

60 No traducimos la demostración por no ser importante; pero debemos des-


tacar el hecho de que en esta proposición Apolonio considera ya las dos ramas
de la hipérbola como una sola curva.
61 EX 'tO'Ü xév'tQO'U.
62 De la hipérbola de dos ramas.
63 La figura: hboc;, que Apolonio supone conocida, es el rectángulo que he-
mos visto intervenir en las props. 12 y 13, cuya base es el lado, diámetro o
eje transverso: nAayt<J. nAB'UQa, y la altura el lado que «se mantiene derecho
verticalmente»: oQ6(a nAB'UQa, o parámetro, rectángulo característico del que
hace uso en las demostraciones siguientes para deducir el concepto de diámetro
conjugado como media proporcional entre sus lados.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 337

recta trazada ordenadamente, cortaría al diámetro y quedaría dividida


por este en dos partes iguales 64 y, por tanto, la prolongación de la recta
AG quedaría dividida en dos partes igua-
les por la AB (Fig. 14), lo cual es impo-
sible porque la prolongación de AG es ex-
terior a la sección 65; luego la paralela
por A a una recta trazada ordenadamente
no caerá dentro, sino fuera de la sección y
será tangente a esta 66. A B
18. Si una recta, que encuentra a una
sección cónica y prolongada a uno y otro
lado cae fuera de la sección y por un pun-
to interior a esta se traza una paralela a
aquella recta, esta paralela prolongada en-
contrará a la sección. FIG. 14.
Sea la recta AZB que encuentra a una
sección cónica y que, prolongada, a uno y otro lado, cae fuera de
la sección y desde un punto interior G tracemos la paralela GD a AB
8 A (Fig. 15). Digo que la recta GD,
prolongada, corta a la sección.
Tomemos en esta un punto E
G O Y unámoslocon Z y entonces, por
ser paralelas las rectas AB y GD Y
cortar la EZ a la AB, la GD pro-
O G longada, también cortará a la EZ.
Si la corta entre los puntos E y
Z es claro que encontrará a la sec-
A E ción y si la corta más allá del pun-
FIG. 15. to E encontrará primeramente a la
sección y, prolongando la GD por
los puntos D y E, encontrará a la sección; y del mismo modo se demues-
tra que también la encuentra prolongándola del lado de los puntos Z y B.
64 Prop. 7.
65 Prop. 10.
66 Al definir la tangente a una comca como la perpendicular en el extremo
de un diámetro, paralelamente a las ordenadas a este, Apolonio amplía de un
modo ma'gistral a las cónicas el teorema que EUCLIDES: Elementos, III, 16, ha-
bía establecido para el círculo, que completará más tarde. Vid. infra, prop. 32.
338 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

19. Toda paralela desde un punto del diámetro de una sección


cónica a una recta trazada ordenadamente, encuentra a la sección.
Sea una sección cónica de diámetro AB y tracemos por un punto B
de este la paralela BG a una recta trazada de un modo ordenado. Digo
que BG prolongada encuentra a la sección.
Tomemos en esta un punto D y, uniéndolo con A, que es un punto
de la sección, la recta DA caerá dentro de ella 67, y puesto que la
paralela por A a una recta trazada ordenadamente cae fuera 68, si la AD
la encuentra, la BG encontrará a la AD por ser paralela a una recta
trazada ordenadamente (Fig. 16). Si la corta entre A y D es claro que
encontrará a la sección, y si la corta más allá del punto D, en el E,
por ejemplo, encontrará primeramente a la sección, y también la encon-
trará la paralela por B a una recta trazada ordenadamente.

FIG. 16. FIG. 17.

20. Dos rectas trazadas ordenadamente de la parábola al diámetro,


las rectas que determinan en este, del lado del vértice, son entre sí como
los cuadrados de las primeras rectas.
Sea una parábola de diámetro AB y desde dos puntos de ella, G y D,
tracemos las rectas GE y DZ de una manera ordenada sobre AB (Fig. 17).
67 Prop. 10.
68 Prop. 17.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 339

Digo que la recta AZ es a la AE como el cuadrado de DZ al de GE.


En efecto, si AH es el parámetro 69, el cuadrado de DZ será desde
luego equivalente al rectángulo de AZ y AH, Y el de GE al de AE y AH,
y, por tanto, la razón de estos dos rectángulos es igual a la de los
cuadrados de DZ y GE, y por ser AZ a AE como el rectángulo de AZ
y AH al de AE y AH, la recta AZ es también a la AE como el cuadrado
de DZ al de GE 70.
21. Los cuadrados de las rectas trazadas ordenadamente en la hipér-
bola, en la elipse o en la circunfe-
rencia sobre el diámetro son a las
áreas limitadas por las rectas que
determinan a partir de los extremos
del lado transverso de la figura 71,
como el lado recto de esta es al
transverso, y serán entre sí como
las áreas limitadas por las rectas
como hemos dicho.
Sea una hipérbola, una elipse o
una circunferencia de diámetro AB
cuyo parámetro es AG, y trace-
mos las rectas DE y ZH ordenada-
mente sobre el diámetro (Fig. 18).
Digo que AG es a AB como el cua-
(iJJZ
H A
drado de ZH al rectángulo de AH E
Y BH Y este al de AE y BE como el B T K
cuadrado de ZH al de DE.
Tracemos la recta de unión BG FIG. 18.
determinada según la figura 72, y por
los puntos E y H las paralelas ET y HK a AG, y entonces, el cuadrado
de ZH equivaldrá al rectángulo de AH y HK y el de DE al de ET y EA 73,

69 El correspondiente al diámetro AB. Vid. supra, nota 6 del Prólogo.


70 Esta propiedad permite dibujar la Farábola por puntos, y, como dice Euto-
cío en su comentario varias veces citado, «a falta de aparatos para trazar la pará-
bola, este procedimiento es práctico para quienes se ocupan de Mecánica».
71 Es decir, el rectángulo cuyos lados son el diámetro transverso y el pará-
metro correspondiente. Vid. supra, nota 60.
72 ~LOQ(sO'lJOa -ro d~os.
73 Según las props. 12 y 13 para la hipérbola y elipse, respectivamente. En
340 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

y puesto que AG es a AB como HK a HB y se tome AH por altura


común de los rectángulos de HA, HK Y HA, HB, estos rectángulos son
como HK a HB, resulta que el rectángulo de HK y HA, es decir: el cua-
drado de ZH, es al rectángulo de BH y HA como AG a AB.
Por las mismas razones AG es a AB como el cuadrado de DE al rec-
tángulo de EA y EB y, por consiguiente, el cuadrado de DE será también
a este rectángulo como el de ZH al de AH y BH y, permutando, el rec-
tángulo de AH y BH es al de EA y EB como el cuadrado de ZH al
de DE 74.
22. Si una recta corta a la parábola o la hipérbola en dos puntos,
pero no al diámetro dentro de la curva, su prolongación lo cortará fuera.
Sea una parábola o una hipérbola de diámetro AB y en ella dos
puntos G y D. Digo que la recta
GD, prolongada, corta a la AB fue-
ra de la curva.
Tracemos por esos dos puntos
las rectas GE y DB de una mane-
ra ordenada y consideremos prime-
ro la parábola.
Puesto que EA es a AB como
el cuadrado de GE al de DB 75 Y
EA es mayor que AB, el cuadrado
FIG. 19. de GE será mayor que el de DB,
y, por tanto, GE mayor que DB y
por ser paralelas estas rectas, la GD, prolongada, encontrará a la AB
fuera de la sección.
cuanto a la circunferencia, Eutocio hace observar que las ordenadas son siem-
pre perpendiculares al diámetro y el parámetro igual a este.
74 Esta propiedad de la hipérbola y de la elipse, correlativa de la 20 referente
a la parábola, permite dibujar dichas curvas por puntos, de acuerdo con una
observación de Eutocio. La construcción por un movimiento continuo podrá
hacerse después que Apolonio haya descubierto la constancia de la diferencia
en la hipérbola y de la suma de los radios vectores en la elipse. Vid. infra,
lib. III, 51-52, y por lo que toca a la parábola, el método fundado en la equi-
distancia de un punto de la curva respecto del foco y de la directriz-dedu-
cida de la ecuación cartesiana y2= 2px referida al vértice-fue ignorado de los
griegos, pues que tal propiedad no se encuentra en Apolonio ni en ninguno
de sus sucesores, aunque quizá la conocieran Aristeo y Euclides.
75 Prop. 20.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 341

Si la curva es una hipérbola, el rectángulo de EA y EZ es al de


BA y BZ como el cuadrado de GE al de BD 76 por ser el primer cuadrado
mayor que el segundo 77 y paralelas las rectas GE y DE, la GD encon-
trará al diámetro de la sección en el exterior de esta.
23. Si una recta situada entre dos diámetros [conjugados] de una
elipse corta a esta, su prolongación cortará a los diámetros fuera de la
sección 78.
24. Si una recta encuentra a una parábola o a una hipérbola en un
solo punto y, prolongada a uno y otro lado, cae fuera de la curva, cor-
tará al diámetro.
Sea una parábola o una hipérbola de diámetro AB y una recta GE
que la encuentra en el punto D y que, prolongada, cae en el exterior
de la curva (Fig. 20). Digo que corta al diámetro AB.

FIG. 20.

Tomando en la parábola un punto Z y uniéndolo con D, la prolonga-


dón de la recta ZD cortará a AB 79 Y si es A el punto de encuentro, por
estar la recta GDE entre la ZDA y la curva, su prolongación encontrará
también al diámetro fuera de esta.

76 Prop. 21.
77 Por ser EZ> BZ, es EZ·EA > BZ·BA.
78 La demostración es análoga a la anterior.
79 Prop. 22.
342 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

25. Si una recta cort(fl a una elipse entre dos diámetros [conjugados]
y prolongada a uno y otro lado cae fuera de la sección, cortará a los
diámetros.
Sea una elipse de diámetros AB y BD Y una recta EZ que la encuentra
en un punto H situado entre los dos diámetros y, prolongada a uno
y otro lado, cae fuera de la sección (Fig. 21). Digo que la recta EZ
cortará a los diámetros.
Tracemos, en efecto, desde H las rectas HT y HK ordenadamente
sobre AB y GD, y entonces, por ser HK paralela a AB y encontrar HZ
a HK, también HZ encontrará a AB, y, análogamente, la EZ encontrará a
la GD.
26. La paralela a un diámetro de la parábola y de la hipérbola las
encuentra en un solo punto.
27. Si una recta corta al diámetro de una parábola, su prolongación
cortará a la curva.
28. Si una recta toca a una de las secciones opuestas 80 y desde un
punto interior a la otra se traza una paralela a la tangente, la recta, pro-
longada, encontrará a la sección.
29. Si una recta que encuentra a una de las secciones opuestas, pasa
por el centro, encontrará a la otra sección.
30. Cuando en la elipse o en las secciones opuestas una recta tra~ada
a uno y otro lado del centro encuentra a la sección, queda dividida por
este en dos partes iguales.
31. Si en la hipérbola, y sobre el lado transverso de la figura, se toma
un punto que determina, a partir del vértice, una recta no inferior a la
mitad del lado transverso y del mismo punto sale una recta al encuentro
de la sección, la recta, prolongada, caerá dentro de esta 81.
32. La paralela desde el vértice de una sección cónica a una recta
trazada ordenadamente es tangente a la sección y ninguna otra recta
caerá entre la tangente y la sección.
Consideremos primero que la sección cónica sea una parábola de
diámetro AB y tracemos por el punto A la recta AG paralela a una
re.cta trazada ordenadamente. Como se ha demostrado que esta recta
Es decir, a una de las dos ramas de la hipérbola.
80
Las props. 26 a 31 inclusive, cuyas demostraciones no traducimos por
81
brevedad, van completando el estudio exhaustivo de las propiedades de las tan-
gentes a las cónicas por medio del análisis de las posiciones relativas de una
recta con respecto a ellas.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 343

cae fuera de la sección 82, digo que cualquiera otra no cae entre la AG
y la curva (Fig. 22) '" ... Si la sección
es una hipérbola, una elipse o una circunferencia de círculo, cuyo diá·
metro es AB y AZ el parámetro, prolonguemos la recta BZ y tracemos
por el punto A la paralela AG a una
D recta trazada de una manera orde-
nada (Fig. 23). Como se ha demos-
trado que esta recta cae fuera de
la sección, digo que cualquiera otra
no caerá entre AG y la curva
•.......••.••••.•••.••..•.••••••• 83.

FIG. 22. FIG. 23.

33. Si desde un punto de una parábola se traza de una manera orde-


nada una recta sobre el diámetro y se toma una igual a la que esta última

82Prop. 17.
83La segunda parte de esta proposlclOn se puede demostrar haciendo la
construcción indicada en el enunciado y empleando el lenguaje moderno, así
en el caso de la parábola:
Si en la parábola de diámetro AB y tangente A G en el vértice A el punto
D de AD es exterior, será ED > EH, y, por tanto,

[1]

y por ser AZ el parámetro correspondiente al diámetro AB, la prop. 11 nos


344 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

determina en el diámetro en la dirección de este y a partir del vértice,.


la recta de unión del punto así obtenido con el que se tomó en la parábola
será tangente a esta.
Sea una parábola de diámetro AB y tracemos desde el punto G la rec-
dice que es
[2]
de modo que, llevando este valor a [1], se tendrá:
ED2 ZA·AE ZA
-->
EA2 EA2 EA
Y haciendo de modo que sea

ZA ED2 ZA·AT TK2


-,
AT EA2 AT2 Arz
se verificará, teniendo en cuenta [2]:
TL2 TK2
AT2 = AT2'

de donde TL= TK, lo cual es absurdo.


Para la hipérbola y la elipse, recordando las props. 12 y 13, y siguiendo,
la marcha de antes, se tiene sucesivamente:
Elf2=EA .EM, EDíl.=EA . EN,
ED EN TK
EA = ED = TA'

ED2 EN2 EN TP
EA2 EA·EN EA TA

TK2 ED2 TP,


--=--=--,
TA2 EA2 TA

TK2= TA' TP= TV,

y, por consiguiente, TK= TL, lo cual es imposible.


Para la circunferencia vid. EUCLIDES: Elementos, IlI, 16.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 345

ta GD de una manera ordenada; tomemos una recta AE igual a la ED y


unamos los puntos A y G (Fig. 24). Digo que la recta AG prolongada,
cae fuera de la curva 84.
34. Si desde un punto de una
hipérbola, una elipse o una circun-
ferencia de círculo se traza de una
manera ordenada una recta sobre el
diámetro y los segmentos del lado
transverso tienen la misma razón
que las rectas determinadas por aque-
lla, a partir de los extremos del lado
transverso 85, de tal modo que los A
segmentos situados del lado del vér-
iice sean homólogos, la recta que
une el punto dél lado con el toma-
do en la curva será tangente a esta 86.
Sea una hipérbola, una elipse o FIG. 24.
una circunferencia de diámetro AB,
y desde un punto G de ella tracemos la recta GD de una manera ordenada;

84 Apolonio demuestra esta proposición por reducción al absurdo, probando


que la recta AG no puede ser interior a la curva. Como se ve, la proposición
es recíproca de la que nosotros enunciamos actualmente diciendo que el vér-
tice de la parábola biseca a la subtangente de cualquiera de sus puntos, pro-
piedad que permite trazarle fácilmente tangentes.
La primera demostración directa de este importante teorema se debe a
VIVIANI: De maximis et minimis geometrica divinatio in quintum conicorum
Apollonii Pergaei nunc desideratum, Florencia, 1659.
85 Es decir, tomando sobre el diámetro transverso el punto armónicamente
separado de los extremos por el pie de la ordenada.
86 Este notabilísimo teorema, que permite trazar tangentes con más rapidez
que el 21, lo enunciamos hoy en lenguaje moderno así: La tangente y una se-
cante que pasan por un punto de una cónica separan armónicamente los extre-
mos del diámetro conjugado a la dirección de la secante.
Tomando como punto de partida el teorema apoloniano, dedujo PH. LAHIRE:
Sectiones conica! in novem libri distributce, París, 1673, este otro que fue la
base de su teoría de polares recíprocas: Si por el punto de intersección de
dos tangentes a una cónica se traza una transversal que corte a la curva en
dos puntos y a la cuerda de contactos en un tercer punto, este y el de inter-
sección de las tangentes son conjugados armónicos respecto de los primeros.
346 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO Il

hagamos de modo que una recta BE sea a otra recta EA como la BD es


a la DA y tracemos la EG (Fig. 25). Digo que esta recta EG es tangente
a la curva.
Suponiendo que haya una recta tal como la EGZ que corte a la
sección, tomemos en ella un punto Z y tracemos por él la HZT de una
manera ordenada y por los A y B las AL y BK paralelas a EG y las GD,
GB Y GH que prolongaremos hasta
K, P yM.
Puesto que BE es a EA como
BD a DA y esta última razón es
la misma que la de BK a AN, y BG
es a GP, o sea: BK a PN, como BE
a AE, resulta que BK es a PN como
BK a AN, y, por tanto, AN es igual
a PN.
FIG. 25. El rectángulo de AN y NP es
mayor que el de AO y OP 87, y, por
consiguiente, la razón de NP a OP es mayor que la de AO a AN, y por
ser la de NP a OP igual a la de BK a BM, esta es mayor que la de
AO a AN, y como el rectángulo de BK y AN es mayor que el de BM y
AO, la razón de ese rectángulo de BK y AN al cuadrado de EG es mayor
que la del otro rectángulo de BM y AO al mismo cuadrado de EG;
pero el rectángulo de DB a DA es al cuadrado de DE como el de BK y
A,N al de EG por la semejanza de los triángulos DBK, DEG Y DAN, Y el
rectángulo de HB y HA es al cuadrado de HE como el de BM y AO al
de EG; luego la razón del rectángulo de DB y DA. al cuadrado de DE
es mayor que la del de HB y HA al de HE, y permutando, la razón del

87 Se tiene, en efecto:

y poniendo

ANZ=AN·AN=AN·NP,
AN+NO=AO, AN-NO=NP-NO=OP,
resulta:
AN . NP - N02=AO· OP,
y, por tanto,
AN·NP> AO·OP.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 347

rectángulo de DB y DA al de HB y HA es mayor que la del cuadrado de


DE al de HE.
El cuadrado de GD es al de HT como el rectángulo de DB y DA al
de HB y HA, y el cuadrado de GD es al de ZH como el de DE al de HE,
y, por tanto, la razón del cuadrado de GD al de HT es también mayor que
la del cuadrado de GD al de ZH, y como la recta HT es menor que la HZ,
lo cual es absurdo, resulta que la recta EG no puede cortar a la sección;
luego es tangente 88.
35. Si una tangente a la parábola encuentra en su exterior al diáme-
tro, la recta trazada ordenadamente sobre este por el punto de contacto,
separará en el diámetro, a partir del vértice de la curva, una recta igual
a la comprendida entre el vértice y la tangente y ninguna recta caerá
en este espacio.
Sea una parábola de diámetro AB y bajemos de una manera ordenada
la BG desde el punto G de contacto
de la tangente AG (Fig. 26). Digo
.que la recta AH es igual a la HB.
Suponiendo que es desigual, to-
memos HE igual a AH, tracemos
la AZ ordenadamente y uniendo A
A
con Z, la recta AZ, prolongada,
encontrará a la AG 89 lo cual es im-
posible porque estas dos rectas tie-
nen los mismos extremos; luego AH
no es desigual a HB, y, por tanto, FrG. 26.
es igual.
Digo, además, que entre la tangente AG y la curva no caerá ninguna
recta porque si cayera una como la GD, tomemos HE igual a HD, tra-
-cernas EZ de una manera ordenada y entonces la de unión de D con Z
sería tangente y, prolongada, caería fuera de la curva y encontraría a la
GD y las dos rectas tendrán los mismos extremos; luego ninguna recta pue-
de caer en el espacio comprendido entre la curva y la tangente AG.
36. Si una recta que encuentra al lado transverso de la figura es
tangente a una hipérbola, a una elipse o a una circunferencia de círculo
y desde el punto de contacto se traza una recta de manera ordenada

88 La primera demostración directa de este teorema la dio Viviani en su


obra antes citada.
89 Prop. 33.
348 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

sobre el diámetro, la parte separada por este a partir de un extremo


del lado transverso será a la separada a partir del otro extremo como
la separada por la tangente a partir de un extremo de este lado es a la
separada a partir del otro extremo, de modo que las rectas homólogas sean
adyacentes; y ninguna otra recta caerá entre la tangente y la sección
cónica 90.
37. Si una tangente a una hipérbola, a una elipse o a una circun·
ferencia de círculo encuentra a un diámetro y desde el punto de contacto
se traza a este una recta de un modo ordenado, la recta separada por esta
a partir del centro de la curva, limitará con la separada por la tangente,
a partir del centro de la sección, un área 91 -equivalente al cuadrado
de la recta que pasa por el centro 92, y con la situada entre la tangente y
la trazada ordenadamente limitará
un área cuya razón al cuadrado de
esta es la misma que la del lado
transverso al recto 93.
Sea una hipérbola, una elipse
o una circunferencia de círculo de
diámetro AB y centro Z; tracemos
una tangente GD y por el punto
de contacto G una recta GE de una
manera ordenada (Fig. 27). Digo
FIG. 27. que el rectángulo de las rectas ZD
y ZE equivale al cuadrado de la
ZB y el de las ED y EZ está con el cuadrado de la recta EG en la mis-
ma razón que el lado transverso con el recto 94.
38. Si una tangente a una hipérbola, a una elipse o a una circunfe-
rencia de círculo encuentra al segundo diámetro 95 y desde el punto de
contacto se traza hasta este una paralela al otro, la recta separada a
partir del centro de la curva, por la paralela, limitará, con la separada

La demostración es inmediata teniendo en cuenta la prop. 34.


90
Rectangular.
91
92 O sea, el semidiámetro en la hipérbola y en la elipse y el radio en la
circunferencia.
93 Es decir, del diámetro transverso al parámetro correspondiente.
94 Eutocio hace observar que esta propiedad, como las 21 y 34, da un pro-
cedimiento para trazar tangentes.
95 Conjugado.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 349

por la tangente, un área equivalente al cuadrado de la mitad del diámetro


secundario, y con la recta situada entre la tangente y la paralela limitará
un área cuya razón al cuadrado de la de esta es la misma que la del
lado recto al transverso.
Sea una hipérbola, una elipse o una circunferencia de círculo de
centro H, diámetro AB y diáme-
tro secundario CHD. Si la tangen-
te ELZ encuentra a la CD en el T
punto Z y por el de contacto E tra- G
zamos la ET paralela a AB (fi-
gura 28), digo que el rectángulo de
HZ y HT equivale al cuadrado de
HC y el de TH y TZ es al cua- H
drado de ET como el lado recto M B
al transverso.
Corolario. Es claro que la rec-
ta EZ será tangente a la curva O
cuando el rectángulo de HZ y HT
sea equivalente al cuadrado de
HG o cuando la razón del rectán- Z
gulo de TH y TZ al cuadrado de
ET sea la que hemos dicho, como
se demostraría recíprocamente 96.
39. Si una tangente a una hi-
pérbola, a una elipse o a una cir- 8 L
cunferencia de círculo encuentra
a un diámetro y desde el punto
de contacto se traza a este una
recta de una manera ordenada, la G
razón de esta a una de las dos rec- FIG. 28.
tas comprendidas entre el cen-
tro de la curva y la recta trazada ordenadamente o entre esta y la tan-
gente, será la misma que la razón compuesta de la de la otra de estas

% Las notables relaciones métricas que establece esta proposición y las cua-
tro anteriores se pueden resumir en un teorema único que en lenguaje mo-
derno enunciaríamos así: Llamando a y b a las longitudes de dos semidiá-
metros conjugados de una cónica de centro O; P x Y P y a las proyecciones de
un punto cualquiera P de la cónica sobre cada diámetro, paralelamente al otro,
350 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

dos rectas a la trazada ordenadamente y la del lado recto de la figura


al transverso.
Sea una hipérbola, una elipse o una circunferencia de círculo de
diámetro AB y centro Z; tracémosle la tangente GD y desde el punto
de contacto G bajemos ordenadamen-
te al diámetro la recta GE (Fig. 29).
Digo que la razón de esta recta a
una u otra de las dos rectas EZ o
EA es la misma que la razón com-
puesta de la de una u otra de las EZ
o EA a la GE y la del lado recto al
E 8 transverso.
40. Si una tangente a una hipér-
bola, a una elipse o a una circunfe-

8f------+----L---+------=~
o

FIG. 29. FIG. 30.

rencia de círculo encuentra al segundo diámetro y desde el punto de con-


tacto se traza a este una paralela al otro diámetro, la razón de la paralela
a una de las dos rectas comprendidas entre ella y el centro o entre ella
y T x y T y a la intersección de estos con la tangente en P, se tiene:
PxTx·OPx a2
OPx ·OTx =a2, ±-,
pp2x b2
b2
±-,
a2

tomando el signo ± cuando la cónica sea una { hipé.rbola J.


eltpse
APOLONIQ DE PERGAMO.-LAS CONICAS 351

y la tangente, es la misma que la compuesta por la del lado transverso al


recto y la de la otra de las dos rectas a la paralela.
Sea una hipérbola, una elipse o una circunferencia de círculo, uno de
cuyos diámetros es la recta BZG, el secundario la DZE y el centro Z, y
tracemos la tangente TLA y la recta AH paralela al diámetro BG (Fig. 30).
Digo que la razón de AH a una de las rectas HT a HZ se compone
de la del lado transverso al recto y la de la otra recta HT o HZ a
la AH 97.
41. Si en una hipérbola, una elipse o una circunferencia de círculo
se traza a un diámetro una recta de una manera ordenada, se construyen
con ella y con la recta que pasa por el centro 98 figuras paralelográmicas
equiángulas y si la razón del lado trazado al otro lado de su figura 99 se
compone de la de la recta que pasa por el centro del otro lado de su figura
97 Las demostraciones de las props. 37 a 40 son análogas, por lo que solo
traducimos la última, y en lenguaje moderno, para mayor comodidad y ra-
pidez.
Construyamos un rectángulo que tenga por lados AH y una cierta recta K
de igual área que el de las rectas HT y HZ, es decir, hagamos
HT·HZ=AH·K, [1]

y como en virtud de la prop. 38 es


HT·HZ parámetro AH·K K
[2]
AH2 diám. transv. AH2 AH

escribiendo la igualdad {l] bajo la forma


HT K
----- [3]
AH HZ
poniendo
AH AH K
HZ=K' HZ'

y teniendo en cuenta [2] y [3], resulta:


AH diám. transv. HT
H~ parámetro AH

98Vid. supra, nota 92.


99Es decir, del paralelogramo construido sobre la recta trazada ordenada-
mente.
352 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

y de la del lado recto de la figura de la sección 100 a su lado transverso


(Fig. 31), la figura construida sobre la recta comprendida entre el centro
y la recta trazada ordenadamente es semejante a la construida sobre la
recta que pasa por el centro, y ex-
cede en la hipérbola a la construi-
da sobre la recta trazada ordenada-
mente en la construida sobre la
H recta que pasa por el centro, míen-
tras que en la elipse y en la cir-
cunferencia dicha figura, aumentada
en la construida sobre la recta tra-
M zada ordenadamente, equivale a la
construida sobre la recta que pasa
z por el centro 101.
42. Si una tangente a la pa-
rábola encuentra a un diámetro y
desde el punto de contacto se tra-
FIG. 31. za a este una recta de una mane-
ra ordenada y desde un punto de
la curva dos paralelas: una a la tangente y otra a la recta trazada desde
el de contacto, el triángulo formado por estas dos últimas rectas y el

100Vid. supra, notas 63 y 71.


101Tanto el enunciado como la demostración de esta proposición son de muy
fatigosa lectura, y aunque Apolonio es menos verborreico que Euclides y Ar-
químedes, también habla demasiado, por 10 cual enunciaremos y demostraremos
el teorema en lenguaje matemático actual así: .Dada la· hipérbola, la elipse o
la circunferencia de centro E, tracemos un diámetro AB; desde un punto G,
la paralela GD a la tangente en A, y construyamos sobre GD y el semidiámetro
AE los paralelogramos equiángulos DGHL y AEZM, respectivamente. Si es

GD EA parámetro
--=--. [1]
GH EZ diám. transv.
el paralelogramo DEFK construido sobre ED y semejante al AEZM equivale
en la hipérbola a la suma de este y el DGHL, y en la elipse a la diferencia.
En efecto, tomando una recta GT tal que sea

GD parámetro G])2
[2]
GT diám. transv. GT·GD
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 353

diámetro equivale al paralelogramo cuyos lados son: la recta trazada des-


de el punto de contacto y la que separa la paralela a ella a partir del vér-
tice de la curva.
recordando que, en virtud de la prop. 21, se tiene:

parámetro
DA·DB diám. transv. '
de esta igualdad y la anterior se deduce que es
DA·DB=GT·GD. [3]

Poniendo [2] en [1]


GD EA GD
--=--.-- [4]
GH EZ GT
y escribiendo
GD GD GT
--=--'--, [5]
GH GT GH
resulta de [4] y (5]
EA GT EA2 GT·GD
--=--=----=
EZ GH EA·EZ GH·GD
y sustituyendo aquí el valor (3J:

EA2 DA·DB
EA·EZ GH·GD
de donde:
EA·EZxDA·DB
GH'GD [6]
EA2
Ahora bien: puesto que los paralelogramos equiángulos son entre sí como
la razón compuesta de sus lados (EUCLIDES: Elementos, VI, 23), se tiene [6]:
DGHL GH GD DA·DB
AEZM EA EZ EA2
de donde
AEZM±DGHL EA2±DA'DB EA2±{±DE+AE)(DE+AE)
AEZM EA2
354 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Tracemos a la parábola de diámetro AB una tangente AG; por el punto


de contacto G la GT de una manera ordenada; por otro punto cualquiera
D la DZ ordenadamente y la DE paralela a la AG; por G la GH paralela a
BZ y por B la BH paralela a GT
(Fig. 32). Digo que el triángulo DEZ
equivale al paralelogramo HZ.
En efecto, por ser la recta AG
tangente a la curva y estar trazada
ordenadamente la GT, la AB será
E igual a la BT 102 y, por tanto, AT
A
doble de BT. El triángulo ATG equi-
vale al paralelogramo BG 103; BT es
a BZ como el cuadrado de GT al
de DZ 104; el triángulo ATG es al
DEZ como el cuadrado de GT al de
DZ y el paralelogramo HT al HZ
FIG. 32. como BT a BZ se deduce que estos
paralelogramos HT y HZ son entre
sí como los triángulos ATG y DEZ, y, permutando, el triángulo DEZ es al
paralelogramo HZ como el triángulo ATG al paralelogramo HT y puesto
que el triángulo ATG equivale al paralelogramo BG, o sea, al HT, resul-
tan equivalentes el triángulo DEZ y el paralelogramo HZ.
y como el numerador de esta fracción demostró geométricamente EUCLIDES:
Elementos, II, 6, que es igual a ED, se tiene:
AEZM±DGHL ED2
-,
AEZM EA2
y por ser

DEFK ED2
AEZM EA2
puesto que la razón de las áreas de las figuras semejantes es la de los cuadrados
de sus lados homólogos (Elementos, VI, 20), resulta finalmente:
DEFK=AEZM±DGHL.
102 Prop. 35.
103 Elementos, 1, 41.
104 Prop. 20.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 355

43. Si una tangente a una hipérbola, a una elipse o a una circunfe-


rencia de círculo encuentra a un diámetro y desde el punto de contacto
se traza ordenadamente a este una recta y por el vértice una paralela a
esta que corta a la que pasa por el punto de contacto y por el centro
y desde un punto cualquiera de la curva una paralela a la tangente y otra
a la recta trazada por el punto de contacto, el triángulo formado por estas
paralelas y el diámetro será en la hipérbola inferior al separado por la
recta que pasa por el centro y por el punto de contacto en un triángulo
que, construido sobre la recta que pasa por el centro, es semejante al
triángulo separado, mientras que en la elipse y en la circunferencia ese
triángulo aumentado en el separado a partir del centro, será equivalente al
que, construido sobre la recta que pasa por el centro, es semejante a este
último triángulo separado. .
En una hipérbola, elipse o circunferencia de diámetro AB y centro G
tracemos por el.punto de contacto E la recta EG de unión con el centro
y la EZ ordenadamente sobre el diá-
metro; por uno cualquiera H de la
curva, las HM y HT respectivamen-
te paralelas a la ordenada EZ y a la
tangente ED, y por el vértice B la
A~GME L
K Z B

BL ordenadamente (Fig. 33). Digo D


H

que el triángulo KMG difiere del


GLB en el HKT 105.
En efecto, puesto que la recta FIG. 33.
ED es tangente y EZ se ha trazado
de una manera ordenada, la razón de EZ a ZD se compone de la de GZ a
ZE y la del lado recto al transverso, y por ser HK a KT como EZ a ZD,
y GB a BL como GZ a ZE, la razón de HK a KT se compone de la de
GB a BL y la del lado recto al transverso, y entonces, teniendo en cuenta
las cosas demostradas en la proposición 41, el triángulo KMG difiere del
GLB en el HTK porque esto mismo se ha demostrado para los paralelo-
gramos que son dobles de estos triángulos.
44. Sí una tangente a una de las secciones opuestas 106 encuentra al
diámetro y por el punto de contacto se traza ordenadamente a este una
recta y por el vértice de la otra sección una paralela a esta ordenada que

105 Quiere decir que es KMG=GLB ±HKT, según se trate de una hipérbola
o de una elipse.
106 O sea, a una de las dos ramas de una hipérbola.
356 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO Il

encuentra a la recta de unión del punto de contacto y el centro y desde


un punto de la sección se traza al diámetro una paralela a la tangente
y otra a la ordenada del punto de contacto, el triángulo formado por estas
dos últimas rectas y el diámetro difiere del que la recta trazada ordena-
damente separa a partir del centro de la curva, en el que, construido sobre
la recta que pasa por el centro 107, es semejante al triángulo separado 108.
45. 109.
46. La paralela al diámetro de una parábola trazada por el punto de
contacto de una tangente divide en dos partes iguales a las paralelas a las
tangentes.
47. Si una tangente a una hipérbola, una elipse o una circunferencia
de círculo encuentra a un diámetro, la recta de unión del punto de contacto
y el centro de la curva divide en dos partes iguales a las paralelas a la
tangente 110.
48. Si una tangente a una de las secciones opuestas [de una hipérbola]
corta al diámetro y la prolongación de la recta que une el punto de
contacto y el centro corta a la otra
sección, toda paralela en esta tan-
gente queda dividida en dos partes
iguales por la recta prolongada.
Sea la hipérbola de diámetro AB,
y centro G. Tracemos en la sección
A una tangente LK y unamos su
punto de contacto con el centro por
medio de la recta LG, que prolon-
garemos, y por un punto cualquiera
N de la sección B tracemos la pa-
H ralela NH a LK (Fig. 34). Digo que
FIG. 34. ON es igual a OH.
En efecto: la tangente ED a la
sección B en el punto E será paralela a la tangente LK 111 a la sección A,
y, por tanto, a NH y por ser la línea BNH una hipérbola de centro G, la

El semidiámetro transverso.
107
La demostración es análoga a la anterior y se apoya en la prop. 37.
108
109 Propiedad correlativa considerando el diámetro transverso.
nOLa demostración de las props. 46 y 47 es inmediata teniendo en cuenta
la 42, aunque Apolonio invoca la 43, pues que dice Év 't'\jJ !1Y 6€roQ~!1a'tL.
111 Prop. 44.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 357

recta DE tangente, la GE de unión del centro y el punto de contacto y por


un punto N de la sección se ha trazado la NH paralela a la DE, se deduoe
que ON es igual a OH 112.
49. Si una tangente a una parábola encuentra a un diámetro, por el
punto de contacto se traza una paralela a este diámetro y por el vértice
otra a una recta trazada ordenadamente y se hace de modo que una
recta sea al doble de la tangente como los segmentos de esta y de la
paralela entre la ordenada y el punto de contacto, el cuadrado de toda
recta trazada en la curva 113 a la paralela por el punto de contacto al diáme-
tro, será equivalente al rectángulo limitado por la recta tomada 114 y la
separada, a partir del punto de contacto, por la recta trazada en la
curva.
50. Si una tangente a una hipérbola, una elipse o una circunferencia
de círculo encuentra a un diámetro, se prolonga la recta de unión del
punto de contaéto y el centro; se eleva por el vértice una paralela a una
recta trazada ordenadamente, que corta a la anterior, y se hace de modo
que una recta sea al doble de la tangente como el segmento de esta
entre el punto de contacto y la recta elevada 115 es al segmento de la
recta que une el punto de contacto y el centro, comprendido entre este
y la recta elevada, el cuadrado de toda recta trazada en la curva a la
que pasa por el punto de contacto y el centro paralelamente a la tangente,
será equivalente a un área rectangular aplicada a la recta tomada 116 que
tenga de ancho la recta separada, a partir del punto de contacto, por la
trazada en la curva, área aumentada en la hipérbola y disminuida en la
elipse y en la circunferencia en una figura semejante al rectángulo limitado
por el doble de la recta situada entre el centro y el punto de contacto y
por la recta tomada.
51. Si una tangente a una de las secciones opuestas [de una hipérbola]
encuentra al diámetro, se prolonga hasta la otra sección la recta que une
el punto de contacto y el centro, y se hace lo demás como antes, el rec-

112 Toda esta palabrería se puede ahorrar sin más que recordar la prol'. 47.
113 Perdido el te:xto original, Heiberg ha sobrentendido :rtaQaAA~Aoc; 'ti¡
hpa:rt't0I1Év'Y\: paralela a la tangente.
114 Es decir, la recta que cumple las condiciones que impone la hipótesis.
115 La tangente en el vértice.
116 Vid. supra, nota 114.
358 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

tángulo que se aumenta tiene por lados la recta tomada 117 y la comprendida
eliltre las secciones opuestas 118.
52. Dada en un plano una recta terminada en un punto 119, construir
en el plano la sección cónica llamada parábola tal que su diámetro sea
la recta dada, su vértice el extremo de esta y el cuadrado de toda recta
trazada de la sección al diámetro bajo un ángulo dado equivalga al
rectángulo limitado por la recta que se separa a partir del vértice y otra
recta dada.
Sea la recta AB dada en posición y A su extremo; GD otra recta
de magnitud dada, y supongamos primero que el ángulo dado es recto.
Se trata de construir en el plano dado una parábola cuyo diámetro sea
la recta AB, el vértice el punto A, el lado recto 120 la recta GD y tal. que
las rectas trazadas ordenadamente lo sean en ángulo recto, es decir:
tal que el eje sea la recta AB (Fig. 35).
Prolonguemos AB hacia el lado del punto E; tomemos una recta GH
igual a la cuarta parte de GD; construyamos la media proporcional T
entre GD y EA, siendo EA mayor que GD, y entonces el cuadrado de
T será al de EA como la recta GD a la EA y por ser GD menor que· el

117 Vid. nota 114.


118 Con las props. 49, 50 y 51, cuyas demostraciones no hemos 'traducido por
ser demasiado fatigosas, termina Apolonio el estudio de las propiedades de
las tangentes y diámetros conjugados, quedando en condiciones de abordar la
construcción de cónicas dados algunos de sus elementos, y luego de establecer
laprop. 51, escribe como resumen: «Demostradas todas estas cosas, es claro
que en la parábola las paralelas al eje son diámetros, mientras que en la hipér-
bola, en la elipse y en las secciones opuestas lo son las rectas que pasan por
el centro; en la parábola, los cuadrados de las paralelas a las tangentes sobre
los diámetros respectivos equivalen a rectángulos aplicados a una misma recta;
pero esos cuadrados equivalen a áreas aplicadas a una recta y aumentadas en
una figura en la hipérbola y en las secciones opuestas y disminuidas en esa
figura en la elipse, y, finalmente, es claro que todas las cosas demostradas
para las secciones referidas a los diámetros principales también son ciertas si
se adoptan otros diámetros», notables palabras estas últimas, pues que impli-
can la teoría de la transformación de los ejes de coordenadas.
119 Una semirrecta. Recuérdese que tanto Apo10nio como Euclides y Arquí-
medes llaman recta al segmento rectilíneo, porque la consideran limitada.
120 El parámetro.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 359

cuádruple del cuadrado de EA, y, por tanto, la recta T menor que el do-
ble de la EA, o sea: dos rectas EA mayores que T 121.
Como siempre es posible construir un triángulo con la recta T y dos
rectas EA, construyamos sobre EA el EAZ perpendicular al plano dado
de manera que AZ sea igual a EA y EZ a T; tracemos las AK y ZK
paralelas a EZ y EA, respectivamente, e imaginemos el cono de vér-
tice Z y base el círculo de diámetro AK cuyo plano sea perpendicular al
de las rectas AZ y ZK. Este cono será recto porque AZ es igual
a ZK 122 y cortándole por un plano paralelo al círculo AK la sección
será un círculo MLNP 123 perpendicular al plano que pasa por las rectas
ZM y ZN, y si es MN la intersección de ese círculo y el triángulo MZN,
es MN el diámetro del círculo.
Si PL es la intersección del plano dado y del círculo, puesto que el
círculo MNP es perpendicular a este plano 124 y al triángulo MZN, la

121 De la construcción
[1]

sale, dividiendo por EA2,


T2 GD
EA2 EA
y por ser
GH=tGD, EA> GR,
es
GD=4GH < 4EA. [2]

Multiplicando [1] por GD y poniendo [2], resulta:


P.·GD< GD·EAx4EA,
y simplificando:

y, por tanto:
T<2EA.
Primeras definiciones, 3.
122
Prop. 4.
123
124 Falso, porque el plano del círculo MLNP no es perpendicular al dado que
contiene la recta AB. EUCKE, loe. cit., pág. 98, nota 4, supone que se ha alte-
rado el texto griego, en el que debía de haber una frase análoga a la siguiente:
360 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

intersección PL de estos planos es perpendicular al triángulo MZN, es


decir: al KZA 125, y, por tanto, a todas las rectas del triángulo que la en-
cuentren 126, de modo que también
z será perpendicular a MN y a AB
y por estar el cono de base MNP
y vértice Z cortado por un pla-
no perpendicular al triángulo MZN
cuya sección es el círculo MNP
y también por el plano dado que
corta a la base del cono según
la recta PL, perpendicular a la
MN, intersección del círculo MNP
y el triángulo MZN, y la AB, in-
T tersección de este triángulo y el
plano dado, es paralela al lado
ZKM del cono, resulta que la sec-
ción del cono por el plano dado
es una parábola de diámetro AB 127
Y las rectas trazadas ordenadamen-
te de la sección AB lo serán en
H ángulo recto por ser paralelas a
PL que es perpendicular a AB.
Además, puesto que las tres
G rectas GD, T Y EA son propcr-
M cionales, la EA igual a la AZ y la
t------+--'f-------i T a la EZ y a la AK, se deduce
que esta recta AK es a la AZ
como la GD a la AK y el cuadra-
L do de AK al de AZ, es decir: el
FIG. 35. rectángulo de AZ y ZK como la
recta GD a la AZ, y, por consi-
guiente, esa recta GD es el lado recto de la sección, como se demostró
en la proposición undécima.

«Puesto que el círculo MNP es perpendicular al plano del triángulo MZN y


el plano dado también es perpendicular al del triángulo MZN, etc.»
125 Observación superflua.
126 EUCLIDES: Elementos, XI, def. 3.
127 Prop. 11.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 361

53. Sean las mismas cosas que antes y supongamos ahora que el
ángulo dado no es recto.
Si el ángulo es igual al formado por las rectas AE y AT Y la AT es
igual a la mitad de la GD 128, tra-
cemos por el punto T la perpen-
dicular TE a la AE; por E la EL
B
paralela a BT y por A la AL per-
pendicular a EL; dividamos esta
en dos partes iguales por el punto
K, en el cual trazaremos a dicha
recta EL la perpendicular KM que
prolongaremos hasta los puntos
H y M, Y sea el rectángulo de
KL y KM equivalente al cuadrado M
de AL.
Dadas, además, las dos rectas:
una, KL, terminada en L y en po- G
I

sición, y la otra, KM, en magni-


FIG. 36.
tud, describamos, como dijimos an-
tes 129, una parábola de ángulos rec-
tos BU, de diámetro KL y vértice K, la cual parábola pasará por A por-
que el cuadrado de AL equivale al rectángulo de KL y KM 131 Y la recta EA
será tangente a la sección por ser iguales KL y KE, Y como AT es paralela
a LKE, la TAB es un diámetro y las paralelas a AE desde la sección a esta
recta LKE quedarán divididas en dos partes iguales por la recta AB 132 a la
que cortarán formando ángulos iguales al de las rectas AE y AT 133, Y como
el de las EA y ET es igual al de las HA y HZ Y el situado en el punto A es
común, los triángulos ATE y AHZ son semejantes, y, por tanto, AZ es a
AH como AT a AE o como el doble de AT al doble de AE, o sea: como
GD al doble de AE, de donde se deduce, en virtud de lo demostrado en la
;>roposición 49, que la recta GD es el lado recto de la parábola.

128 Es decir, al semiparámetro GD.


129 Proposición anterior.
130 Es decir, cuyas ordenadas sean perpendiculares al diámetro KL.
131 La construcción AL2=KL·LM demuestra, en virtud de la prop. 11, que
la parábola de diámetro KL y parámetro M pasa por A.
132 Prop. 46.
133 EUCLIDES: Elementos, 1, 29.
362 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

54. Dadas dos rectas limitadas, perpendiculares entre sí, y prolon-


gando una de ellas del lado del ángulo recto, construir sobre esta pro-
longación y en el plano de las dos rectas, la sección cónica llamada
hipérbola cuyo diámetro sea la recta prolongada, el vértice el del ángulo
recto y tal que el cuadrado de toda recta bajada de la sección al diámetro
según un ángulo dado, equivalga al rectángulo que, aplicado a la otra
recta, tenga de ancho la recta separada, a partir del vértice, por la recta
bajada, aumentado en una figura semejante a la formada por las primeras
rectas 134 y semejantemente dispuesta.
Sean AB y BG las dos rectas dadas perpendiculares entre sí, y pro-
longuemos la AB hacia el punto
E
D. Se trata de construir en el
plano de las rectas AB y BG una
hipérbola cuyo diámetro sea ABD,
el vértice B, el lado recto BG
y tal que los cuadrados de las
rectas bajadas de la curva a BD
según un ángulo dado, equivalgan
a las áreas aplicadas a BG, tenien-
H
do como ancho las rectas que
FIG. 37. separan las bajadas a partir del
punto B y aumentadas en una
figura semejante al rectángulo de las rectas AB y BG Y semejantemen-
te dispuesta (Fig. 37).
Suponiendo primero que el ángulo dado es recto, tracemos por la
recta AB un plano perpendicular al plano considerado 135 y describamos
en él un círculo AEBZ que pase por A y B de tal modo que la razón
de la parte del diámetro situada en el segmento AEB a la situada en el
AZB no sea mayor que la de AB a BG 136; dividamos el arco AEB en dos
partes iguales por el punto E; bajemos desde E la perpendicular EK a AB
y, prolongándola hasta L, la recta EL será, pues, un diámetro del
círculo.
Si la recta EK es a la KL como AB a BG, consideremos el punto L
y, en caso contrario, hagamos de modo que EK sea a una recta KM,

Las dadas al principio del enunciado.


134
El de las rectas AB y BG.
135
136 Este problema, cuya solución supone conocida Apolonio, fue resuelto
por Eutocio en su comentario.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 363

lIlenor que KL, como AB a BG y tracemos por M la MZ paralela a AB,


las de unión ZA, ZE y ZB y por B la BP paralela a ZE.
Por ser el ángulo de ZA y ZE igual al de ZE y ZB y el primero igual
al de PA y PB, lo serán los de ZE, ZB y PA, PB, así como BP, BZ y
PB, PZ; luego la recta ZB es igual a la ZP.
Si imaginamos ahora un cono cuyo vértice sea el punto Z y la base
el círculo descrito sobre BP como diámetro perpendicularmente al trián-
gulo BZP, ese cono será recto porque las rectas ZB y ZP son iguales.
Prolonguemos las ZB, ZP y MZ y, cortando el cono por un plano paralelo
al círculo BP, la sección será un círculo HQTR uno de cuyos diámetros
es HT 137 Y la intersección QDR de este círculo y del plano considerado
será perpendicular a las rectas TH y BD por serlo el triángulo ZHT a los
círculos BP y TH, y como el plano considerado también es perpendicular
al mismo triángulo, su intersección QDR 10 será igualmente a dicho
triángulo 138 y ·formará ángulos rectos con todas las rectas que la corten
y estén situadas en ese plano.
Puesto que el cono cuya base es el círculo TH y el vértice Z está
cortado por un plano perpendicular al triángulo ZHT y por otro plano,
el considerado, según la recta QDR perpendicular a la TDH y la intersec-
ción del plano considerado y el triángulo ZHT, es decir: la recta BD
prolongada del lado de B, encuentra a la HZ en el punto A, resulta de
lo anteriormente demostrado 139 que la sección QBR es una hipérbola de
vértice B y qu~ las rectas trazadas ordenadamente sobre BD lo serán
perpendicularmente por ser paralelas a la QDR.
Por ser EK a KM como AB a BG y EN a NZ, o sea: el rectángulo de
EN y NZ al cuadrado de NZ como EK a KM, resulta que el rectángulo
de EN y NZ es al cuadrado de NZ como AB a BG; pero ese rectángulo
equivale al de AN y NB; luego este es al cuadrado de NZ como AB a BG,
y puesto que la razón del rectángulo de AN y NB al cuadrado de NZ se
compone de la de AN a NZ y la de BN a NZ, y AD es a DH y
ZO a OH como AN a NZ, mientras que ZO es a OT como BN
a NZ, se tiene que la razón de AB a BG se compone de la de ZO a OH
y la de ZO a OT, es decir: de la del cuadrado de ZO al rectángulo
de OH y OT, y por ser el cuadrado de ZO al rectángulo HO y OT como

137 Prop. 4.
138 EUCLIDES: Elemenios, XI, 19.
139 Prop. 12.
364 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

AB a BG y ZO paralela a AD, se deduce que AB es el lado transverso


y BG el recto como se demostró en la duodécima proposición.
55. Sean las mismas cosas que antes y supongamos ahora que el án-
gulo dado no es recto 140.
56. Dadas dos rectas limitadas, perpendiculares entre sí, construir
sobre una de ellas como diámetro, y en el plano de ambas, la sección
cónica llamada elipse con el vértice en el del ángulo recto 141 y tal que
los cuadrados de las rectas trazadas de la sección al diámetro bajo un
ángulo dado sean equivalentes a los rectángulos que, aplicados a la
otra recta, tengan como ancho la recta que separan a partir del vértice
de la sección, disminuidas en una figura semejante al rectángulo de las
rectas dadas y semejantemente dispuesta.
Sean AB y AG las dos rectas dadas perpendiculares entre sí y AB
mayor que AG. Se trata de construir en el plano de estas dos rectas una
elipse con el diámetro AB, el vértice A, el lado recto AG, las rectas
trazadas de la sección a AB formando un ángulo dado y tales que sus
cuadrados sean equivalentes a las áreas que, aplicadas a la recta AG,
tengan por anchura las rectas que
separan a partir de A, disminui-
das en una figura semejante al
rectángulo de las rectas AB y AG
semejantemente dispuesta (Fig. 38).
Suponiendo primero que el án-
M gulo dado es recto, elevemos por
la recta AB un plano perpendicu-
lar al plano considerado y descri-
bamos en él un segmento circu-
lar ADB, cuyo punto de divi-
sión en dos partes iguales es D;
FIG. 3'8. unamos D con A y B; tomemos
AP igual a AG y tracemos AP
igual a AG y tracemos por P la PO paralela a BD; por O la OZ pa-
ralela a AB, y llamando E al punto en que la recta DZ, prolongada,

140 Con la misma habilidad que en el caso anterior, y apoyándose en la pro-


posición 50, construye Apolonio la hipérbola de diámetro AB y parámetro AG
cuando el ángulo ABT no es recto.
141 El formado por las dos rectas dadas.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 365

encuentra a AB, se tiene que AB es a AP, o sea: AD a AO o ED a EZ


como AB a AG.
Unamos Z con A y B; prolonguemos las rectas ZA y ZB; por un
punto cualquiera H de ZA tracemos la HL paralela a DE que corta a
la prolongación de AB en el punto K, y, finalmente, prolonguemos
la ZO hasta su encuentro en L con HK.
Puesto que el arco DA es igual al DB, el ángulo de las rectas BA
y BD es igual al de las ZB y ZD y como el de las ZA y
ZE vale tanto como los de DA, DZ, AD Y AZ juntos, y el de
AZ y AD es igual al de BZ y BD Y el de DA y DZ al de BA y
BZ, resultan iguales los ángulos de ZA, ZE y ZB, ZD; y por ser pa-
ralelas las rectas DE y HL, el ángulo de las ZA y ZE es igual al de
las HZ y HT, así como los de ZB, ZD y TZ, TH, de manera que el de
HZ, HT es igual al de TZ, TH, y por tanto, son iguales las rectas
ZH y ZT.
Describamos' ahora el círculo HTN sobre TH perpendicularmente al
triángulo THZ e imaginemos un cono de vértice Z y base el círculo
HTN, el cual será recto puesto que ZH es igual a ZT, y como los planos
del círculo y del triángulo son perpendiculares y el plano considerado
lo es al que pasa por las rectas TH y TZ, su intersección será una
recta KM perpendicular a las KA y KH 142.
El cono de vértice Z y base el círculo HTN está cortado por un
plano que pasa por el eje y cuya sección es el triángulo HTZ y por
otro plano que pasa por las rectas KA y KM, que es el plano conside-
rado según la recta KM perpendicular a HK y que encuentra a los lados
ZH y ZT del cono; luego la sección obtenida es una elipse cuyo diáme-
tro es la recta AB y tal que las rectas trazadas ordenadamente lo
serán bajo un ángulo recto por ser paralelas a KM 143.
El rectángulo de ED y EZ, es decir: el de EB y EA, es al cuadrado
de EZ como ED a EZ; la razón del rectángulo EB y EA al cuadrado de
EZ se compone de la de EB a EZ y la de EA a EZ y por ser KB a KT
como EB a EZ y KA a KH, o sea: LZ a LH como EA a EZ; luego la
razón de AB a AG se compone de la de LZ a LH y la de LZ a LT,
que es la misma que la del cuadrado de LZ al rectángulo de LH y LT, y
por ser esta razón como AB a AG, se deduce que AG es el lado recto
de la figura, como se demostró en la proposición decimotercera.

142 EUCLIDES: Elementos, XI, def. 3.


143 Prop. 13.
366 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

57. Sean las mismas cosas que antes y supongamos ahora que la
recta AB es menor que la AG, y se trata de construir una elipse sobre
AB como diámetro y tal que AG sea el lado recto.
Dividamos la recta AB en dos partes iguales por el punto D; levan-
temos en él la perpendicular ED a AB; sea EZ una recta cuyo cuadrado
equivalga al rectángulo de AB y
__-T--==:----------~G AG; tomemos DZ igual a ED;
tracemos la ZH paralela a AB
y hagamos de manera que EZ
Et-------1r------1 z sea a ZH como AG a AB, con
lo cual resultará EZ mayor que
ZH (Fig. 39), y puesto que el
rectángulo de AB y AG equiva-
B
le al cuadrado de EZ este cua-
H
drado será al de AB y el de DZ
FIG. 39. al de DA como AG a AB; pero
EZ es a ZH como AG a AB;
luego el cuadrado de DZ es al de DA como EZ a ZH, y puesto que el
cuadrado de DZ equivale al rectángulo de DZ y DE, este rectángulo es
al cuadrado de DA como EZ a ZH 144 y la sección pasará por A porque

144 Dividiendo la igualdad EZ2=AB· AG, que traduce analíticamente la hipó-


tesis, por AB2, se tiene:

EZ2 AB·AG AG
AB
Poniendo aquí EZ = 2DZ y AB = 2DA, es
Ez2 4Dz2 DZ2
AB2 = 4DA2 = DAz'
y, por consiguiente,

Dz2 AG
--=--;
DA2 AB
pero se ha hecho de modo que sea
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 367

EZ es a ZH como el rectángulo de DZ y DE al cuadrado de DA 145 Y


por ser DA igual a DB, la sección pasará también por B.
La elipse queda, pues, construida sobre AB; Y puesto que el
cuadrado de DZ es al de DA como AG a AB y el de DA equivale al
rectángulo de DA y DB porque DA es igual a DB, resulta que el cuadrado
de DZ es al rectángulo de DA y DB como AG a AB, y, por tanto, AG
es el lado recto.
58. Supongamos ahora que el ángulo dado no es recto 146.
59. Dadas dos rectas limitadas, perpendiculares entre sí, construir
las secciones opuestas [de una hipérbola] tales que sea diámetro una de
las rectas dadas y sus extremos vér-
tices y los cuadrados de las traza- o
das 147 bajo un ángulo dado en am-
bas secciones sean equivalentes a las
áreas aplicadas a la otra recta aumen-
tadas en un reCtángulo semejante al
de las rectas dadas.
Sean BE y BT las dos rectas da-
das perpendiculares entre sí y H el
ángulo dado. Se trata de construir
las dos secciones opuestas sobre una
de las rectas de modo que las tra-
zadas formen ángulos iguales al H FIG. 40.
(Fig. 40). Tracemos una hipérbola
cuyo diámetro transverso sea la recta BE, el lado recto de la figu-
ra 148 la BT y tal que las rectas bajadas [ordenadamente] a BT formen
luego se verificará
Dz2 EZ
DAl ZH
de donde, teniendo en cuenta que es DE = DZ,
DE·DZ EZ
DA2 EH
145 Prop. 21.
146 Apolonio resuelve este caso apoyándose en EUCLIDES: Elementos, JII, 31,
y construye la elipse como indicó en las dos proposiciones anteriores.
147 Ordenadamente desde la éurva al diámetro.
148 Vid. supra, nota 63.
368 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

un ángulo H. Si ABG es esta hipérbola, obtenida como se ha dicho


anteriormente 149, bajamos en E la recta EK perpendicular a BE igual
a BT y construimos la hipérbola DEZ de diámetro BE de modo que las
rectas trazadas ordenadamente formen el ángulo H, es claro que ha-
bremos conseguido las dos secciones opuestas con el mismo diámetro y
con los lados rectos iguales.
60. Dadas dos rectas que se cortan mutuamente en partes iguales,
construir sobre ellas sendas secciones opuestas [de una hipérbola] de modo
que las rectas dadas sean diámetros conjugados, que el cuadrado del diá-
metro de dos opuestas equivalga a la figura de las opuestas y que el de
esta equivalga al de aquellas.
Sean AC y DE las dos rectas dadas que se cortan mutuamente en dos
partes iguales. Se trata de construir
N secciones opuestas sobre cada una
de ellas como diámetro de tal mo-
do que las rectas dadas sean conju-
gadas en las secciones; que el cua-
drado de DE equivalga a la figu-
ra de las opuestas construidas so-
bre AG y que el de AC equivalga
a la figura de las opuestas construi-
das sobre DE (Fig. 41).
Si el cuadrado de DE es equiva-
lente al rectángulo de CA y CL,
siendo estas rectas perpendiculares,
Fm. 41. y construimos las [secciones] opues-
tas ZAH y TGK, cuyo diámetro
transverso sea CA, el lado recto de la figura CL y tales que las rec-
tas trazadas sobre CA lo sean bajo el ángulo dado 150, la recta DE será
el segundo diámetro de estas opuestas, y por s'er media proporcional
entre los lados de la figura 151 y paralela a una trazada ordenadamente,
quedará dividida en dos partes iguales por el punto B 152.
Si el cuadrado de CA equivale al rectángulo de DE y DZ 153, siendo

149 Prop. 55.


150 Proposición anterior.
151 Por hipótesis, DE2 = GA . GL.
152 Segundas definiciones, 3.
153 La figura del texto griego tiene dos veces la letra Z.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 369

estas rectas perpendiculares, y construimos las secciones opuestas MDN


y OEP, cuyo diámetro transverso sea DE, el lado recto de la figura DZ y
tales que las rectas trazadas de las secciones a DE lo sean bajo el ángulo
dado, la recta GA será también el segundo diámetro de esas secciones y
cortará en dos partes iguales a las paralelas a DE situadas entre las sec-
ciones ZAH y TGK, mientras que la DE corta en dos partes iguales a las
paralelas a GA. Tales secciones se llaman conjugadas 154.

LIBRO 11

Apolonio a Eudemo: ¡salud!


Deseo que te cures. Yo me· encuentro relativamente bien.
Te he enviado a mi hijo Apolonio para que te entregue el segundo
libro que he escrito sobre las cónicas. Léelo con detenimiento y comuní-
caselo a quienes sean dignos de conocer estas cosas. Entrégalo también al
geómetra Filónides que te presenté en Efeso, si va a Pérgamo de paso.
Cuídate para que se restablezca tu salud. Pásalo bien.

PROPOSICIONES

1. Si en la tangente en el vértice de una hipérbola se toma a uno


y otro lado del diámetro una recta cuyo cuadrado equivalga a la cuarta
parte de la figura 1, las rectas del centro de la sección a los extremos de
las tomadas en la tangente no cortarán a la curva.
Sea una hipérbola de diámetro AB, centro G y lado recto BZ; DE la
tangente en B y los cuadrados de BD y BE equivalentes a la cuarta parte
de la figura limitada por las rectas BA y BZ; unamos G con D y con E
y prolonguemos las rectas de unión. Digo que estas rectas no encontra-
rán a la sección (Fig. 42).
En efecto: si la recta GD encuentra a la sección en un punto H y tra-

154 Apolonio llama, pues, secciones opuestas conjugadas a las ramas de las
hipérbolas situadas en los dos ángulos completos que forman las asíntotas, de
manera que estas son comunes a sus cuatro ramas, como demostrará más ade-
lante, lib. 1I, props. 15-17.
1 Vid. supra, lib. 1, nota 63.
370 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

zamos la HT ordenadamente, esta recta será paralela a la BD 2, Y puesto


que el cuadrado de AB es al rectángulo de BA y BZ como BA a BZ; el
de BG equivale a un cuarto del de BA 3 Y el de BD al del rectángulo
de BA y BZ, resulta que el cuadrado de BG es al de BD, o sea: el de
TG al de TH como BA a BZ, y por ser esta razón igual a la del rectángulo
de TA Y TB al cuadrado de TH, esta razón es, a su vez, como la de los
cuadrados de TG y TH, y, por tanto, el rectángulo de TA y TB equivale
al cuadrado de TG, lo cual es imposible 4; luego la recta GD no encuentra
a la sección, y análogamente se demostraría que tampoco la encuentra
la GE. Las rectas GD y GE son, pues, asíntotas s de la hipérbola.
2. Dadas las mismas cosas que antes, demostrar que no hay ningu-
na otra asíntota comprendida en el ángulo de las rectas GD y GE.
Suponiendo que hay otra asíntota GT, tracemos por E paralelamente
a GD la recta BT que corta a GT en el punto T; tomemos DH igual a BT
Lib. 1, prop. 17.
2
3 Por ser BA doble de BG.
4 Puesto que es BA=2BG, es BG2=tBA2, y dividiendo por

BA·BZ
4
que es la hipótesis, resulta
BG2 BA
[1]
BD2 BZ
Ahora bien: en los triángulos semejantes GBD y GTHDG-porque se ha
supuesto que la línea GDH es recta-se verifica
BG TG TA·TB
--==--, --=--=--=----
BD TH TH2 BD2 BZ TH2
en virtud de [11 y de 1, 21, y, por consiguiente:

lo cual es absurdo.
s a.oÚ!1't(JltOL, en el sentido restringido de tangentes a la hipérbola en el punto
del infinito y no como rectas que no se cortan, cualquiera que sea la dirección
en que se prolonguen, sentido general que le daban los geómetras griegos, in-
cluso el propio Apolonio algunas veces, como en la prop. 14 de este mismo
lib. n.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 371

y tracemos la recta de unión HT que prolongaremos hasta los puntos


K, L Y M. Puesto que BT y DH son iguales y paralelas, también serán
iguales y paralelas DB y HT, Y por estar la AB dividida en dos partes
iguales por el punto G y haberse añadido a ella una recta BL, el rectángu-

FIG. 42. FIG.43.

lo de LA y LB aumentado en el cuadrado de LB equivale al cuadrado


de LG 6, Y análogamente, por ser HM paralela a DE y BD igual a BE,
será LH igual a LM, y puesto que HT es igual a DB, la recta HK será ma-
yor que la DB (Fig. 43).
La KM es mayor que la BE porque LM también es mayor que esta
recta BE y, por tanto, el rectángulo de KM y KH es mayor que el de
DB y BE, y, por consiguiente, mayor que el cuadrado de BD, y siendo el
cuadrado de BG al de BD como BA a BZ y el rectángulo de LA y LB al
cuadrado de LK como BA a BZ y el cuadrado de LG al de LR como el
de LB al de DB, resulta que el rectángulo de LA a LB será al cuadrado

6 EUCLIDES: Elementos, II, 6.


372 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

de LK como el cuadrado de LG al de LH, y entonces, puesto que el rec-


tángulo de LA y LB, que se resta, es al cuadrado de LK, que también se
resta, como el cuadrado entero de LG al cuadrado entero de LH, el cua-
drado de BG, que queda, será al rectángulo de KM y KH, que queda,
como el cuadrado de LG al de LH, es decir: como el de BG al de BD, y
por consiguiente, el cuadrado de BD equivale al rectángulo de KM y KH,
lo que es imposible porque se ha demostrado que es mayor; luego la
recta GT no es asíntota.
3. Las tangentes a la hipérbola encuentran a las asíntotas, quedan di-
vididas en dos partes iguales por el punto de contacto y el cuadrado de cada
una de sus partes equivale a un cuarto de la figura obtenida sobre el diáme-
tro trazado por el punto de contacto 7.
4. Por un punto dado en el interior del ángulo de dos rectas dadas,
trazar una hipérbola tal que las dos rectas sean asíntotas.
Sean AB y A G las dos rectas
dadas, que forman en A un ángu-
lo cualquiera, y D un punto inte-
rior (Fig. 44). Unamos A con D
y tomemos en la prolongación de
DA una recta AE igual a DA;
tracemos por D la DZ paralela a
AB; tomemos ZG igual a ZA y la
recta de unión GD, que prolonga-
remos hasta B; consideremos el
rectángulo de DE y de una recta
H equivalente al cuadrado de BG,
y construyamos la hipérbola que
pase por D de modo que las rectas
H trazadas ordenadamente equival-
gan a las áreas aplicadas a H au-
FIG. 44. mentadas en una figura semejante
al rectángulo de DE y H 8.
Puesto que DZ es paralela a AB y GZ igual.a ZA, será DG igual a
DB 9 y, por tanto, el cuadrado de BG cuádruple del de DG, y como ese cua-

7 Esta proposición, que no es en el fondo sino la recíproca de la 1, se de-


muestra inmediatamente apoyándose en la 2.
8 Lib. J, prop. 53.
9 EUCLIDES: Elementos, VI, 2.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 373

¿rado equivale al rectángulo de DE y H, los cuadrados de DG y DB valen


la cuarta parte de ese rectángulo y, por consiguiente, las rectas AB y AG
'Son las asíntotas de la hipérbola construida.
5. Si un diámetro de una parábola o de una hipérbola divide a una rec-
ta en dos partes iguales, la tangente en el extremo de ese diámetro es pa-
ralela a la recta dividida en dos partes iguales.
6. Si un diámetro de una elipse o de una circunferencia divide en dos
partes iguales a una recta que no pasa por el centro, la tangente en el' ex-
tremo de ese diámetro es paralela a la recta dividida en dos partes iguales.
7. La recta que une el punto de contacto de una tangente a una sec-
ción cónica o a una circunferencia con el que divide en dos partes iguales
a una paralela a la tangente, es un diámetro de la curva.
8. Si una recta corta a una hipérbola en dos puntos, su prolongación
cortará a las asíntotas, y las rectas comprendidas entre estas y la curva
serán iguales.
9. Si una recta que corta a las asíntotas queda dividida en dos partes
iguales por la hipérbola, es tangente a esta 10.
10. Si una recta que encuentra a una sección [de una hipérbola] corta
a las asíntotas, el rectángulo de las rectas separadas entre estas y la sec-
ción equivale a la cuarta parte de la figura obtenida sobre el diámetro que
divide en dos partes iguales a las paralelas a la recta trazada 11.
Sea la hipérbola ABG de asíntotas ED y EZ; cortemos estas y la curva
por una recta AG, que dividiremos en dos partes iguales por el punto H;
unamos H con E; tomemos en la prolongación de HE una recta ET igual
a BE y levantemos en B la perpendicular BM a BT (Fig. 45). La recta B1
será un diámetro de la hipérbola 12 y la BH el lado recto 13. Digo que los

10 Apolonio demuestra rápidamente las props. 5-9 apoyándose en las siguien-


tes: la 5, en las 16 y 17 del lib. 1, según se trate de una parábola o de una
hipérbola; la 6, en las 22, 23 y 47, también del lib. 1, y en la 2 del VI de los
Elementos de Euclides; la 7, en la 4 de las primeras definiciones; la 8, en las
tres proposiciones anteriores, y la 9, en la 3.
11 La que corta a la hipérbola.
12 Prop. 7.
13 Apolonio da evidentemente por supuesto que, de acuerdo con lo demos-
trado en el lib. 1, prop. 21, BM satisface la igualdad

parámetro BM HA2
diám. transv. BT HB ·HT
374 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

rectángulos de AD, AZ y GD, GZ equivalen a la cuarta parte del de BT


yBM.
En efecto, tracemos por B la tangente KL a la sección, que será paralela
a AG, y por haberse demostrado
que el cuadrado de BE es al de BK
o el de HE a HD como BT a BM,
y el rectángulo de HT y HB al cua-
drado de HA como BT a BM, se
deduce que el rectángulo de HT y
HB es al cuadrado de HA como el
cuadrado de HE al de HD, y pues-
to que el rectángulo de HT y H B,
que se resta, es al cuadrado de HA,.
que se resta, como el cuadrado en-
tero de HE al cuadrado entero de
HD, y, por tanto, el cuadrado de
BE, que se resta, es al rectángu-
lo de AD y AZ, que se resta, co-
mo el cuadrado de HE al de HD, es
decir: como el cuadrado de BE al
de BK; luego el rectángulo de
AZ y AD equivale al cuadrado de
FIG. 45. BK; Y análogamente se demues-
tra que el rectángulo de GD y GE
equivale al cuadrado de BL, y como este cuadrado es igual al de BK, el
rectángulo de AD y AZ equivale también al de GD y GZ.
11. La recta que corta a los lados del ángulo adyacente al de las asín-
totas de una hipérbola, corta a esta en un solo punto y el rectángulo de las
rectas separadas entre los lados del ángulo y la sección equivale a la cuarta
parte del cuadrado del diámetro paralelo a la recta secante.
12. Si por un punto de una hipérbola se trazan dos rectas cualesquiera
a las asíntotas y por otro punto paralelas a estas rectas, el rectángulo de
las paralelas es equivalente al de dichas rectas.
13. La paralela a una de las asíntotas [de una hipérbola] corta a la cur-
va en un solo punto. '
14. Prolongando indefinidamente las asíntotas y la hipérbola llega a
haber entre ellas un intervalo menor que todo intervalo dado 14.

14 De los teoremas 11-14, fáciles de demostrar, el más importante es el 14,


APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 375

15-17. Las asíntotas son comunes a las dos secciones opuestas de una
hipérbola y a las conjugadas.
18. Toda recta que encuentra a una de las secciones opuestas [de una
hipérbola] y, prolongada a uno y otro lado, cae en el exterior de la sección,
cortará a las adyacentes en un solo punto.
19. La tangente a una de las secciones opuestas conjugadas corta a las
secciones adyacentes y queda dividida en dos partes iguales por el punto
de contacto.
20. Si por el centro de las secciones opuestas conjugadas se traza una
paralela a una tangente a una de las secciones hasta que corte a una de las
adyacentes, y se une el centro con el punto de contacto, la recta que toca
a la sección en el punto de encuentro es paralela a la de unión del centro
y el punto de contacto y las rectas que pasan por los puntos de contacto y
por el centro son diámetros conjugados.
Sean las secciones opuestas conjugadas con los diámetros conjugados
AB y GD Y centro X. Tracemos a la sección A una tangente EZ que,
prolongada, cortará a la recta GD en un punto K; unamos E con X y
prolonguemos EX hasta su encuentro en L con la sección B; tracemos
por X la paralela XH a EZ y por H la HT tangente a la sección (Fig. 46).

del que Apolonio dio una demostración que nos ha transmitido Eutocio en su
comentario, y se reduce a lo siguiente:
Si es EK la menor distancia dada, hagamos de modo que sea

[1]

y, trazando por L la MLB paralela a EZ, se tendrá:


A
BP BL
-->--
TZ TZ
puesto que es BP > BL, y como por la prop. 10 es
TE PB BL
TZ·TE=PB·PM, ----->--
PM - TZ TZ'
Y en la figura y por [1]
AT ZT EK MP
--------> --
AL - BL - ET ET '
luego es MP < EK.
376 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Digo que HT es paralela a EX y que las rectas HOy EL son diámetros


conjugados 15.

FIG. 46. FIG. 47.

21. Dadas las mismas cosas que antes, demostrar que las tangen-
tes en los extremos de dos diámetros conjugados se cortan en una de las
asíntotas.
Sean las secciones opuestas conjugadas de diámetros AB y GD Y tra-
cemos las tangentes AE y GE (Fig. 47). Digo que el punto E está en una
asíntota.
En efecto: puesto que el cuadrado de GX, que es igual al de EA,
equivale a la cuarta parte de la figura aplicada a AB 16, la recta EX, que
une el punto E con el centro X de la sección, es una asíntota 17, y, por
tanto, E está en ella.
22. Si en las secciones opuestas conjugadas se traza desde el centro
de una de ellas una recta y a esta una paralela que corte a una de las
secciones adyacentes y a las asíntotas, el rectángulo de las partes de pa-

15 Hemos traducido la construcción porque aclara la retorcida prosa del enun-


ciado del teorema, pero omitimos la traducción por ser demasiado larga y fas-
tidiosa, incluso expresada en lenguajé moderno y con el actual simbolismo alge~
braico.
16 Lib. l, prop. 60.
17 Prop. 1.
APOLONIQ DE PERGAMO.-LAS CONICAS 377

ralela comprendidas entre la sección y las asíntotas equivale al cuadra-


do de la recta trazada desde el centro.
23. Si se hace la construcción anterior y la paralela corta a las tres
secciones adyacentes, el rectángulo de las partes de paralela compren-
didas entre las tres secciones equivale al doble del cuadrado de la recta
trazada desde el centro 18.
24. Si dos rectas encuentran en dos puntos, cada una, a una pará-
bola y el de intersección de una de ellas no está rodeado 19 por los de en-
cuentro de la otra, las dos rectas se
cortarán fuera de la curva.
Si a la parábola ABGD encuen-
tran las rectas AB y GD Y el punto
de intersección de una de ellas no
.está rodeado por los de la otra, los E z
diámetros EBZ y HGT trazados por
B y G, respectivamente (Fig. 48),
'Serán paralelos y encontrarán a la
parábola en un solo punto 20 y cortán-
dolos por la recta de unión BG, H T
los ángulos de las rectas BE, BG Y
GB, GH valen, juntos, dos rectos,
y como los que las AB y DG, prolon-
gadas, forman con la BG valen me-
nos de dos rectos, estas dos rectas se
encontrarán en el exterior de la sec- FIG.48.
ción 21.
25. Si dos rectas encuentran en dos puntos, cada una, a una hipér-
bola y el de intersección de una de ellas no está rodeado por los de en-
cuentro de la otra, las dos rectas se cortarán fuera de la curva y dentro
del ángulo que la abarca 22.

18 Apolonio demuestra la prop. 22 apoyándose en las 51 y 60 del lib. 1


Y la 23 en las 6 y 16 del lib. n.
19 JtEQLÉXrj'taL, es decir, el punto de intersección de una de las rectas con la
parábola no está entre los dos de intersección de la curva con la otra recta.
20 Lib. 1, prop. 24.
21 EUCLIDES: Elementos, 1, postulado 5.
22 Es decir, en el interior del ángulo de las asíntotas. La demostración de
esta proposición solo varía de la anterior en que en vez del «postulado de
378 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

26. Dos secantes a una elipse o a una circunferencia que se cortan


sin pasar por el centro, no se dividen mutuamente en partes iguales 23.
27. Dos tangentes a una elipse o a una circunferencia serán parale-
las si la recta que une sus puntos de contacto pasa
por el centro. Si no pasa, se encontrarán del mis-
mo lado del centro 24.
28. La recta que en una sección cónica o en
una circunferencia corta en dos partes iguales a dos
paralelas, es un diámetro 25.
29. La recta que une el punto de intersección
de dos tangentes a una sección cónica o a una cir-
A cunferencia con el que divide en dos partes iguales
a la recta de los contactos, es un diámetro 26.
30. El diámetro que pasa por el punto de in-
tersección de dos tangentes a una sección cónica
o a una circunferencia, divide en dos partes iguales
a la recta que une los puntos de contacto.
Sea BG una cónica o una circunferencia y AB
Y AG dos tangentes desde el punto A (Fig. 49).
Trazando un diámetro AD que pasa por A, digo
que DB es igual a DG porque si también fuera EB
igual a EG, la recta AE sería un diámetro 27, y en-
FIG. 49. tonces, si la cónica es una elipse, el punto de in-
tersección A de estos dos diámetros sería el cen-
tro y estaría fuera de la curva, lo cual es imposible; si es parábola, se

Euclides» hay que recordar que la suma de dos ángulos cualesquiera de un


triángulo vale menos de dos rectos.
23 La demostración es inmediata por reducción al absurdo.
24 En las mismas partes del centro, dice el texto griego: En!, 'ta ama !lÉQl'J
'tou xÉnQou, sobrentendiéndose que es del mismo lado en que se encuentra la
recta de contactos respecto del centro. La demostración se apoya en 1, 17, Y
en el «postulado de Euclides».
25 Lib. 1, definiciones primeras, 4, y lib. lI, props. 5 y 6. Este teorema per-
mitió a Eutocio identificar una sección cónica, que será parábola si los diáme-
tros son paralelos, hipérbola si se cortan fuera de la curva y circunferencia
o elipse si se cortan dentro y son iguales o desiguales.
26 Se demuestra por reducción al absurdo recordando las props. 35 y 36
del lib. L
Z7 Prop. anterior.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 379

-cortarían, lo que también es imposible 28, y si es hipérbola, las rectas AB y


AG, que encuentran a la sección sin estar rodeados sus puntos, se cor-
tarían dentro del ángulo que abraza a la curva 29, lo cual es absurdo por-
que se ha supuesto que su punto de intersección es el centro y AD
Y AE son diámetros; luego BB no puede ser igual a EG.
31. Si la recta que une los puntos de contacto de dos tangentes a
las secciones ópuestas [de una hipérbola] pasa por el centro, las tangen-
tes serán paralelas, y si no pasa se cortarán del lado en que está el centro.
32. Si dos rectas encuentran a las secciones opuestas en un punto si
son tangentes y en dos si son secantes, sus prolongaciones se encontrarán
en el ángulo adyacente al que abraza la sección.
33. Si la prolongación de una recta que encuentra a una de las sec-
ciones opuestas cae fuera de esta, no cortará a la otra sección, pero
atravesará tres regiones, una de las cuales es la del ángulo que abraza
a la sección y las' otras dos son las de los adyacentes.
34. Si una recta es tangente a una de las seccíones opuestas y se le
traza una paralela en la otra seccíón, la recta que une el punto medio de
esta con el de contacto de aquella, es un diámetro.
35. Si un diámetro divide en dos partes iguales a una recta de una
de las secciones opuestas, la tangente a la otra sección trazada por el
extremo del diámetro será paralela a la recta dividida en dos partes
iguales.
36. La recta que une los puntos de división en dos partes iguales
de las paralelas en cada una de las secciones opuestas, es un diámetro de
esta.
37. Si una recta, que no pasa por el centro, corta a las secciones
<Jpuestas, la que une su punto de división en dos partes iguales con el
centro es el diámetro recto, y el transverso, que es su conjugado, será la
paralela trazada por el centro a la recta dividida en dos partes iguales.
38. La recta que une el punto de intersección de dos tangentes a las
secciones opuestas con el punto medio de la recta de los contactos es un
diámetro llamado recto, y el transverso, que es su conjugado, será la
paralela trazada por el centro a la recta de unión de los puntos de con-
tacto.
39. La recta que une el punto de intersección de dos tangentes a las

28 Vid. supra, nota 118.


29 Prop. 25.
380 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

secciones opuestas con el centro divide en dos partes iguales a la de con-o


tactos.
40. Si la paralela a la recta de contactos trazada por el punto de'
intersección de dos tangentes a las dos secciones encuentra a estas, las
rectas que unen los puntos de encuentro con el medio de la de contac·
tos son tangentes a las secciones.
41-42. Dos secantes a las secciones opuestas o conjugadas que se
cortan sin pasar por el centro, no se dividen mutuamente en partes iguales.
43. Si una recta corta en dos puntos a una de las secciones opuestas
conjugadas y por el centro se trazan dos rectas: la paralela a la secante
y la de unión con el punto medio de esta, las dos rectas serán diámetros
conjugados 30.
44. Construir un diámetro de una secczon cornca.
Sea una sección cónica que contiene los
puntos A, B, G, D Y E Y se trata de cons-
truir uno de sus diámetros (Fig. 50). Si
lo suponemos construido y es el GT, las
rectas DZ y ET, trazadas de una manera
ordenada, serán iguales a las ZB y TA,
respectivamente; luego si fijamos la posi-
ción de BD y EA de modo que sean para-
lelas, los puntos T y Z serán conocidos y
quedará fijada la posición de la recta TZG.
La construcción será, pues, la siguien-
te: Dada la sección cónica se toman en
ellas los puntos A, B, G Y D; se une B
con D; Y se traza la recta AE paralela a
la BD; se dividen en dos partes iguales
FIG. 50. estas rectas por los puntos Z y T, respecti-
vamente, y la recta de unión ZT es un
diámetro. Por este método se pueden construir todos los diámetros que
se quiera.
45. Encontrar el centro de una elipse o de una hipérbola dada.
Basta trazar transversalmente dos diámetros AB y GD (Fig. 51) de

30 Las props. 31-43, ambas inclusive, se demuestran fácilmente apoyándose:


la 31, en 1, 44; las 32 y 33, en 11, 8; las 34 y 35, en 1, 47 y 48, y 11, 31; la 36,
en 1, 30; la 37, en 1, 10 y 30, y 11, 5; la 38, en 1, 32; las 39, 40, 41 y 42, en
11, 37 y 38, y la 43, en 11, 5 y 20.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 381

la sección y el punto de intersección E de ambos será el centro, como se


indica en las figuras.
46-47. Encontrar el eje de una sección cónica dada.
Si la sección es una parábola que contiene los puntos Z, G y E
(Fig. 52), construyamos un diámetro
AB que si es el eje, queda resuelto
el problema; pero si no lo es y, su-
poniéndolo construido, es GD, será
paralelo a AB 31 Y dividirá en dos par-
A
----1l-----~B

G o

FIG. 51. FIG. 52.

tes iguales a las rectas que se le tracen perpendicularmente 32, y como


las perpendiculares a GD también lo son a AB, la recta GD dividirá en
dos partes iguales a las perpendiculares a AB 33; luego si fijamos una
recta EZ perpendicular a AB, la ED será igual a la DZ y conoceremos el
punto D, y como la recta GD es paralela a la AB dada en posición, tam-
bién lo está la GD.
La construcción será, pues, la siguiente: Dada la parábola se toman
en ella los puntos Z, A y E Y se traza un diámetro AB y a él la perpen-
dicular BE que prolongaremos hasta Z. Es claro que si EB resulta igual
a DZ la recta AB es el eje, pero si no lo es, dividimos EZ en dos partes
iguales por el punto D y trazamos la GD paralela a AB, es evidente en-
tonces que GD es el eje porque siendo paralela a un diámetro, es tam-
bién un diámetro y divide perpendicularmente a la recta EZ en dos par-
tes iguales.

31 Lib. I, prop. 51.


32 Lib. I, primeras definiciones, 7.
33 Prop. 44.
382 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Esta recta es el único eje de la parábola porque si hubiera otro, tal


el AB, sería paralelo a esa recta GD y como corta a EZ dividiéndola en
dos partes iguales, BE sería igual a BZ, lo cual es absurdo.
Si la sección cónica dada, cuyo eje queremos construir, es una hipér-
bola o una elipse, y suponiéndola construida, es la recta KD y K el cen-
tro de la sección, la recta KD di-
M B vide en dos partes iguales y será
perpendicular a todas las rectas
que se le tracen ordenadamente
(Fig. 53). Tracemos, pues, la per-
~--=+---=+----l E /vi t----'I'~---t N pendicular GDA y las de unión
KA y KG Y por ser entonces
DG igual a DA y KG a KA y
fijamos el punto G, la recta GK
A
será conocida y, por tanto, la cir-
cunferencia descrita desde K como
FIG. 53. centro y radio KG pasará por A y
estará dada en posición, y como
también lo está la sección cónica ABG quedará conocido el punto A y como
hemos fijado el G, la recta GD queda conocida en posición y por ser DG
y DA iguales, también conoceremos el punto D y por conocer el K co-
noceremos la recta DK en posición.
La construcción será, pues, la siguiente: Dada la hipérbola o la elip-
se ABG, determinemos su centro K; tomemos en la curva un punto cual-
quiera G; describamos el círculo GEA de centro K y radio KG; tracemos
la recta GA, que dividiremos en dos partes iguales por el punto D;
unamos K con G, D y A y prolonguemos la recta KD hasta el pun-
to B, y entonces por ser DA igual a DG, la DK común y KA y KG
iguales, la KDB corta en dos partes iguales a la ADG .y es perpendicular
a ella; luego es un diámetro, y si trazamos por el punto K la MKN pa--
ralela a GA, el MN el eje de la sección conjugada del BK.
48. Demostradas estas cosas, falta demostrar que las secciones có-
nicas anteriores no tienen otros ejes 34.
49. Trazar una tangente a una sección cónica dada por un punto
dado no situado en su interior 35.

Se demuestra fácilmente por reducción al absurdo.


34
Apo1onio supone resuelto el problema en todos los casos que pueden pre-
35
sentarse en las tres cónicas; y, luego de analizarlos exhaustivamente, hace la
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 383

50-51. Trazar a una sección cónica una tangente que forme un án-
gulo agudo dado con el eje o con el diámetro de la sección 36.
52. El ángulo que una tangen-
te a la elipse forma con el diá- L
metro trazado por el punto de con-
tacto no es menor que el adya-
cente al de las rectas que se quie-
bran en medio de la sección 37.
Dada la elipse de ejes AB y
GD Y la tangente HZL en el pun- "---fC------+=::--------"l8
to Z, tracemos las rectas GA, GB
Y ZE y prolonguemos la BG has-
ta el punto L (Fig. 54). Digo que
el ángulo de las rectas ZL y ZE
no es menor que el de las GL
y GT 38. o
53. Trazar una tangente a una FIG. 54.

elipse que forme con el diámetro


del punto de contacto un ángulo agudo dado que no sea menor que el ad-
yacente al de las rectas que se quiebran en medio de la sección 39.

síntesis de cada uno de ellos y da la regla para la construcción de la tangente,


que coincide con la que resulta hoy de la correspondiente ecuación cartesiana:
x2 y2
y2=2px, -+-=1;
a2 b2
xXo yYo
yYo=p(x+xo), --+--=1,
a2 b2
para la parábola, la hipérbola y la elipse, respectivamente, siendo p el semi-
parámetro de la parábola y (xo, Yo) el punto de contacto en las tres curvas.
36 Es el problema actual de trazar la tangente paralela a una dirección dada.
37 La anfibología del texto griego: t~v tO[t~v %AOl[tÉVOlV 8u68LWV, desaparece
si se entienden por «rectas que se quiebran en medio de la sección» las GA
y CB que, partiendo del extremo G de un diámetro, «se quiebran»: xAua6w(HV,
en los extremos A y B del otro, y el ángulo AGB que forman es el adyacente
al AGL.
38 Omitimos la demostración por ser demasiado larga.
39 Este problema, con que termina el lib. n, es una aplicación del teorema
anterior.
384 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

LIBRO 111

PROPOSICIONES

1. Si por los puntos de contacto de dos tangentes a una cónica o a


una circunferencia, que se cortan, se trazan diámetros que encuentren a
las tangentes, los triángulos obtenidos, opuestos por el vértice, son equi-
valentes.
Sea AB una sección cónica o una circunferencia y las tangentes AG
y BD que se cortan en el punto E.

~"~
Tracemos por los puntos A y B
los diámetros AD y BG que encuen-
tran a las tangentes en los puntos
D y G, respectivamente. Digo que

~W
el triángulo ADE es equivalente al
AEAG' EBG (Fig. 55).
En efecto, tracemos por el pun-
H Z •
E H to A la AZ paralelas a la tangen-
G •
te BD, que será una ordenada 1. En
o la parábola, el paralelogramo ADBZ
FIG. 55. es equivalente al triángulo AGZ 2,
de manera que restando de am-
bos la figura AEBZ, los triángulos que quedan ADE y EBG son equi-
valentes.
En las otras secciones 3, los diámetros se encuentran en el centro H,
y por haberse trazado la ordenada AZ y ser tangente AG, el rectángulo
de HZ y HG equivale al cuadrado de HB, y, por tanto, la recta HB es a
la HG como HZ a HB y el cuadrado de HZ al de HB como HZ a HG;
pero el triángulo AHZ es al DHB como el cuadrado de HZ al de HB y el
mismo triángulo AHZ es al AHG como HZ a HG; luego el triángulo
AHZ es al DHB como el AHZ al AHG, y, por tanto, los triángulos AHG
y DHB son equivalentes, y restando de ambos la figura DHGE, los trián-
gulos que quedan AED y GBE son equivalentes.

11, primeras definiciones, 5.


21, 42.
3 Es decir, en la hipérbola, elipse y circunferencia.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 385

2. Dadas las mismas cosas, si por un punto de la secczon o de la


circunferencia se trazan paralelas a las tangentes hasta los diámetros, el
cuadrilátero obtenido según una de las tangentes y uno de los diámetros
equivale al triángulo obtenido según la misma tangente y el otro diá-
metro.
Sea AB una seCClOn comca o una circunferencia de círculo; AEG Y
DEB dos tangentes y AD Y BG
los diámetros (Fig. 56).
Tomemos un punto H en la
sección y tracemos las rectas HKL
y HMZ paralelas a las tangen-
tes. Digo que el cuadrilátero GLHl
equivale al triángulo AlM.
En efecto, puesto que se
ha demostrado que el triángulo FIG. 56.
MHK es equivalente al cuadriláte-
ro AKLG 4, si añadimos o quitamos el cuadrilátero AIHK (Fig. 57), queda
el triángulo AlM equivalente al cuadrilátero GLHl.
3. Dadas las mismas cosas,
si por dos puntos de la sección o
de la circunferencia se trazan pa-
ralelas hasta los diámetros, los
cuadriláteros limitados por las rec-
tas así trazadas son equivalentes 5.
4. Si por los puntos de con-
tacto de dos tangentes a las sec-
ciones opuestas [de una hipérbo-
FIG. 57. la], que se cortan, se trazan diá-
metros que encuentren a las tan-
gentes, los triángulos opuestos por el vértice que resultan son equiva-
lentes.
5. Si dos tangentes a las secciones opuestas se cortan y por un pun-
to de una de ellas se traza una paralela a una de las tangentes y otra a la
recta de los contactos, el triángulo formado por estas dos paralelas y el
diámetro difiere del separado a partir del punto de contacto en el sepa·

4I, 42 Y 43.
5La demostración es inmediata teniendo en cuenta la proposición anterior
y sumando o restando un cuadrilátero.
386 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

rado según una tangente y el diámetro que pasa por el punto de con-
tacto de esta.
6. Dadas las mismas cosas, si por un punto de una de las secciones
opuestas se trazan a las tangentes paralelas que corten a los diámetros,
el cuadrilátero obtenido según una de las tangentes y uno de los diáme-
tros equivale al triángulo obtenido según la misma tangente y el otro
diámetro.
7. Dadas las mismas cosas, si por varios puntos de las secciones se
trazan a las tangentes paralelas que corten a los diámetros, los cuadrilá-
teros limitados por las rectas así trazadas son equivalentes 6.

16. Si dos tangentes a una sección cónica o a una circunferencia


de círculo se cortan y por un punto de la sección se traza una paralela
a una de las tangentes que encuentre a la sección y a la otra tangente,
el área [rectangular] limitada por las rectas comprendidas entre la sec-
ción y esta última tangente ten-
drá con el cuadrado de la recta
separada a partir del punto de
contacto [de la última tangente]
la misma razón que los cuadra-
dos de las tangentes.
Sea AB una sección cónica o
una circunferencia de círculo y
las tangentes AG y BG que se cor-
tan en el punto G (Fig. 58). Tra-
cemos por un punto D de la sec-
ción la paralela EDZ a BG. Digo
que el rectángulo de EZ y ED es
al cuadrado de EA como el cua-
FIG. 58. drado de BG al de AG.
Trazando, en efecto, por los
puntos A y B los diámetros AHT y KBL Y por D la recta DMN paralela
a la AG, resulta que por ser el triángulo AEH equivalente al cuadriláte-

6 No traducimos las props. 4~7, ambas inclusive, por la inútil complicación


de las figuras que hay que dibujar. Las ocho siguientes, 8-15, son otras tantas
propiedades métricas de los cuadriláteros inscritos y circunscritos en una hi-
pérbola, y todas ellas son casos particulares de una general que se puede enun-
ciar así: En una cónica con centro es constante el área del cuadrilátero for-
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 387

ro ELND 7, Y el BLG al BLT 8, la recta KZ es igual a la KD 9 Y a esta


se ha añadido la DE, el rectángulo de ED y EZ aumentado en el cua-
drado de DK equivale al cuadrado de EK 10 Y por ser el triángulo ELK
al DNK como el cuadrado de EK al de KD, y permutando, el cuadra-
do de DK, que se resta, es al triángulo DNK, que se resta, como el
cuadrado completo de EK al triángulo completo ELK, y, por consiguien-
te, el rectángulo que queda de las rectas ED y EZ es al cuadrilátero que
queda ELND como el cuadrado de EK al triángulo ELK.
Pero el cuadrado de BG es al triángulo LGB como el cuadrado de EK
al triángulo ELK; luego el cuadrado de BG es al triángulo LGB como el
rectángulo de ED y EZ al cuadrilátero ELND, el cual equivale al triángu-
lo AEH y el triángulo LGB al ATG; luego el cuadrado de BG es al trián-
gulo ATG como el rectángulo de ED y EZ al triángulo AEH, y permu-
tando, el triángulo AEH es al ATG como el rectángulo de ED y EZ al
cuadrado de BG.
Además, el cuadrado de AE es al de AG como el triángulo AEH al
ATG; luego el cuadrado de AE es al de AG como el rectángulo de ED
y EZ al cuadrado de BG, y permutando, el rectángulo de ED y EZ es al
cuadrado de AE como el cuadrado de BG al de AG.
17. Si dos tangentes a una sección cónica o a una circunferencia de
círculo se cortan y por dos puntos de la sección se trazan paralelas a las
tangentes que se corten entre sí y corten a la línea 11 los rectángulos li-
mitados por las rectas tomadas del mismo modo 12 son entre sí como los
cuadrados de las tangentes.

mado por dos diámetros cualesquiera y la cuerda trazada por un punto cual-
quiera de la cónica, con la condición de quedar bisecada por los diámetros.
7 lI, 2.
8 n, 1.
9 J, 46 y 47.
10 Se tiene, en efecto,

ED·EZ +DK2=ED(ED+EZ) +BK2=ED(ED+2DK) +DK2=


=ED2+2ED.DK+DK2=(ED+DK)2=EiÓ.

11 A la comca o a la circunferencia.
12 uno'toov Ó'WLro~ ACt¡t~a:vo¡tévrov IOMwiw, es decir, los segmentos de las para·
lelas a las tangentes comprendidos entre el punto de intersección de las parale·
las y los de encuentro con la cónica.
388 e :ENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Sea AB una sección cónica 13, AG Y GB dos tangentes que se cortan


en G y DZHT y EZIK sendas paralelas a las tangentes trazadas por dos
puntos cualesquiera D y E de la sección (Fig. 59). Digo que el rectángulo
de las rectas ZK y ZE es al de las
Q
ZD y ZT como el cuadrado de
AG al de BG.
Tracemos, en efecto, por los
puntos A y B los diámetros ALMN
y BOPQ; prolonguemos las tan-
gentes y las paralelas hasta los
diámetros y, trazando por D y E
las rectas DP y EM paralelas a
las tangentes, es claro que las rec-
tas lK e lE son iguales así como
las HD y HT 14, Y entonces, pues-
FIG. 59. to que KE queda dividida en dos
partes iguales por el punto 1 y
en dos partes desiguales por el Z, el rectángulo de ZK y ZE aumentado
en el cuadrado de lZ equivale al cuadrado de lE 15, Y por ser semejantes
los triángulos limitados por las paralelas, el cuadrado de lZ, que se resta,
es al triángulo ZlL, que se resta, como el cuadrado entero de lE es al
triángulo entero lME, y, por consiguiente, el rectángulo que ·queda, li-
mitado por las rectas ZK y ZE, es al cuadrilátero que queda ZM como
el cuadrado entero de lE al triángulo entero lME; pero el cuadrado de
AG es al triángulo AGN como el cuadrado de lE al triángulo lME; lue-
go el cuadrado de AG es al triángulo AGN como el rectángulo de ZK
y ZE al cuadrilátero ZM, y por ser el triángulo AGN equivalente al BGQ
y el cuadrilátero ZM al ZP, resulta que el cuadrado de AG es al triángu-
lo BGQ como el rectángulo de ZK y ZE al cuadrilátero ZP.
Del mismo modo se demostraría que el cuadrado de BG es al trián-
gulo BGQ como el rectángulo de ZT y ZD al cuadrilátero ZP, y puesto
que el cuadrado de AG es al triángulo BGQ como el rectángulo de ZK y

13 En el texto griego hay cuatro figuras: parábola,. hipérbola, elipse y cir-


cunferencia; pero como la construcción es la misma para todas ellas y los pun-
tos y rectas tienen las mismas letras, solo dibujamos la figura relativa a la
elipse por ser la más sencilla.
14 1, 46 y 47.
15 EUCLIDES: Elementos, II, 5.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 389

ZE al cuadrilátero ZP, e invirtiendo, el triángulo BGQ es al cuadrado


de BG como el cuadrilátero ZP al rectángulo de ZT y ZD, se deduce
que el rectángulo de ZK y ZE es al de ZT y ZD como el cuadrado de
AG al de BG.
18. Si dos tangentes a las secciones opuestas [de una hipérbola] se
cortan y por un punto de una de ellas se traza la paralela a una de las
tangentes que corte a la sección y a la otra tangente, el rectángulo de las
rectas comprendidas entre la sección y esta otra tangente es al cuadrado
de la recta separada a partir del punto de contacto como los cuadrados de
las tangentes.
19. Si dos tangentes a las secciones opuestas se cortan y se les tra-
zan paralelas que se encuentren y encuentren a la sección, el rectángulo
de las rectas comprendidas entre la sección y el punto de intersección de
las rectas [paralelas a las tangentes] es al de las rectas tomadas del misma
modo 16 como los cuadrados de las tangentes.
20. Si dos tangentes a las secciones opuestas se cortan y por su punto
de intersección se traza una paralela a la recta de contactos, que encuen-
tre a las secciones, y otra paralela a esta última, que encuentre a las sec-
ciones y a las tangentes, el rectángulo de las rectas comprendidas entre las
secciones y una tangente es al cuadrado de la separada a partir del punto
de contacto como el rectángulo de las rectas que unen el punto de inter-
sección [de las tangentes] y de las secciones al cuadrado de la tangente.
21. Dadas las mismas cosas, si se toman dos puntos en una sección y
se traza por uno de ellos la paralela a una tangente y por el otro la parale-
la a la recta de contactos, y se cortan y cortan a las secciones, los rec-
tángulos de las rectas comprendidas entre las secciones y el punto de in-
tersección [de las paralelas] serán entre sí como el de las rectas que unen
el punto de intersección [de las tangentes] y de las secciones al cuadrado
de la tangente.
22. Si dos tangentes a las secciones opuestas son paralelas y se trazan
dos rectas que se corten y corten a las secciones: una paralela a las tan-
gentes y la otra a la recta de contactos, el rectángulo de las rectas com-
prendidas entre las secciones y el punto de intersección [de la paralela a
la tangente y a la recta de contactos] será al de las comprendidas entre
una sección y el punto de intersección como el lado transverso de la figu-
ra aplicada a la recta que une los puntos de contacto es al lado recto.
23. Si dos tangentes a las secciones opuestas conjugadas se cortan en

16 Prop. 17 y nota 12.


390 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

una seccwn cualquiera y se trazan paralelas a las tangentes que se corten


y corten a las otras secciones opuestas, el rectángulo de las rectas com-
prendidas entre las secciones y el punto de intersección de las rectas será
al de las rectas tomadas del mismo modo como los cuadrados de las tan-
gentes.
24. Si se toman como diámetros transverso y recto dos rectas tra-
zadas desde el centro de las secciones opuestas conjugadas y se trazan. a
estos diámetros paralelas que se corten y corten a las secciones y cuyo
punto de intersección esté en la región situada entre las cuatro secciones,
el rectángulo limitado por los segmentos de la paralela al diámetro trans-
verso aumentado en un área con la cual el rectángulo limitado por los
segmentos de la paralela al diámetro recto tiene la misma razón que el
cuadrado del diámetro recto al del transverso, será equivalente al doble
del cuadrado de la mitad del diámetro transverso.
25-26. Dadas las mismas cosas, si el punto de intersección cae fuera
de la región situada entre las cuatro secciones, el rectángulo limitado por
los segmentos de la paralela al diámetro transverso diferirá en más o en
menos del doble del cuadrado de la mitad del diámetro transverso en el
área con la cual el rectángulo limitado por los segmentos de la paralela
al diámetro recto tiene la misma razón que los cuadrados de los diáme-
tros recto y transverso, según que dicho punto de intersección sea interior
a una de las secciones o de su conjugada 17.
27. Considerando, como diámetros recto y transverso de una elipse o
de una circunferencia dos diámetros conjugados y trazándoles paralelas
que se corten y corten a la curva [la suma de] los cuadrados de los segmen-
tos de la paralela al diámetro transverso comprendidos entre el punto de
intersección de las paralelas y la curva, aumentados en las figuras semejan-
17 Los teoremas 18-26, ambos inclusive, establecen interesantes relaciones mé-
tricas entre los elementos de una hipérbola y las áreas de los rectángulos for-
mados por tangentes y secantes. En particular, los 24, 25 Y 26 se pueden enun-
ciar en lenguaje moderno así: Dadas dos hipérbolas conjugadas y un punto P
exterior, trazando por P sendas paralelas a dos diámetros conjugados a y b
que corten a una de las ramas en M y M' Y a la otra en N y N', se tiene:
PM·PM' PN·PN' 1
- - -2 - +
a b2 2'
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 391

tes a la construida sobre el diámetro recto y semejantemente dispuestas


construidas sobre la paralela al diámetro recto, equivale al cuadrado del
transverso.
En efecto, sea ABGD una elipse o una circunferencia de centro E;
consideremos dos diámetros con-
jugados: el recto AEG y el trans- A r

f!l)
verso BED y tracemos las rectas

ES
pN . ZK HA
N H

NZHT y KZLM, paralelas a las , E


, T
,:, 'o
AG y BG (Fig. 60). Digo que los o
cuadrados de las rectas ZN y ZT Q
M
G
aumentados en las figuras cons-
Q G
truidas sobre ZK y ZM semejantes
a la aplicada a AG equivalen al FIG. 60.
cuadrado de BP.
Tracemos por N la NP paralela a AE, que será una ordenada sobre
BD y BQ el lado recto 18, y entonces, puesto que AG es a BD como BQ a
AG, el cuadrado de AG será al de BD como BQ a BD 19; por ser el cua-
drado de BD equivalente a la figura aplicada a AG, el cuadrado de AG
será a dicha figura como BQ a BD 20; siendo el cuadrado de NP a la figu-
ra aplicada a NP, semejante a la aplicada a AG, como el de AG a la aplica-
da a AG, el cuadrado de NP es a la figura aplicada a NP, semejante a la
aplicada a AG, como BQ a BD 21, y, por último, por ser el cuadrado de
NP al rectángulo de PB y PD como BQ a BD, resulta que la figura aplica-
18 Parámetro correspondiente al diámetro transverso BD.
19 Recordando las segundas definiciones, 3, del lib. 1, es
AG2=BD x parám. BO,
de donde
AG2 BO
BDl BD
20 De acuerdo con 1, 15, se tiene:
BDl=AG x parám.=fig. apl. a AG;
y teniendo en cuenta la igualdad de la nota anterior,

AGz BO
AG x parám.=fig. apl. a AG BD
21 EUCLIDES: Elementos, VI, 22.
392 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

da a NP, es decir: a ZL, semejante a la aplicada a AG, equivale al rectán-


gulo de PB y PD.
Análogamente se demostraría que la figura aplicada a KL, semejante a
la aplicada a AG, equivale al rectángulo de LB y LD.
Por estar la recta NT dividida en dos partes iguales por el punto H
y en dos partes desiguales por el Z, los cuadrados de ZT y ZN valen do-
ble de los de HT y HZ, Y por la misma razón los de ZM y ZK también
valen doble de los de LK y LZ 22, y las figuras construidas sobre ZM y ZK,
semejantes a la construida sobre AG, valen doble de las semejantes cons-
truidas sobre LK y LZ; pero estas últimas son equivalentes a los rectán-
gulos de PB, PD Y LB, LD Y los cuadrados de HN y HZ equivalen a los de
EP y EL; luego los cuadrados de ZN y ZT, aumentados en las figuras
construidas sobre ZK y ZM, equivalentes a la figura aplicada a AG, valen
el doble de los rectángulos de PB, PD Y LB, LD, aumentados en los cua-
drados de EP y ED.
Puesto que BD está dividida en partes iguales y desiguales por los pun-
tos E y P, respectivamente, el rectángulo de PB y PD, aumentado en el
cuadrado de PE, equivale al cuadrado de BE, y por lo mismo el rectángu-
lo de LB y LD, aumentado en el cuadrado de LE, también equivale al cua-
drado de BE, y, por tanto, los rectángulos de PB, PD Y LB, LD, aumentados
en los cuadrados de PE y LE, valen doble del cuadrado de BE; luego los
de ZN y ZT, aumentados en figuras construidas sobre las rectas ZK y
ZM, semejantes a la aplicada a AG valen doble del de BE, y como el
cuadrado de BD vale doble del de BE, resulta, finalmente, que los cuadra-
dos de ZN y ZT, aumentados en las figuras construidas sobre ZK y
2M, semejantes a la aplicada a AG, equivalen al cuadrado de BD 23.
28. Considerando como diámetros recto y transverso de las seccio-
nes opuestas conjugadas [de una hipérbola] dos diámetros conjugados y
trazándoles paralelas que se corten y corten a las secciones, la razón de
[la suma de] los cuadrados de los segmentos de la paralela al diámetro
recto comprendidos entre el punto de intersección de las paralelas y la
curva a la de los cuadrados de los segmentos de la paralela al diámetro
'ransverso comprendidos entre dicho punto de intersección y la curva, es
la misma que la de los cuadrados de los diámetros recto y transverso 24.

Ibídem, n, 9.
22
El teorema es válido para la hipérbola, pero Apolonio no lo demuestra.
23
24 Se demuestra esta proposición de un modo análogo a la anterior, apo-
yándose en el lib. I, segundas definiciones, 3, y props. 21 y 40.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 393

29. Dadas las mismas cosas, si la paralela al diámetro recto corta a


las asíntotas, la razón [de la suma de] los cuadrados de los segmentos de
la paralela al diámetro recto comprendidos entre el punto de intersección
de las paralelas y las asíntotas, aumentados en la mitad del cuadrado del
diámetro recto, a la de los cuadrados de los segmentos de la paralela al
diámetro transverso comprendidos entre dicho punto de intersección y las
secciones, es la misma que la de los cuadrados de los diámetros recto y
transverso 25.
30-33. Si por el punto de intersección de dos tangentes a una hipér-
bola o una de las secciones opuestas se traza la paralela a una de las
asíntotas que corte a la curva y a la recta de contactos, la recta situada en-
tre· esta y dicho punto de intersección queda dividida por la sección e'M
dos partes iguales, y recíprocamente 26.
34. Si por un punto de una asíntota de una hipérbola se traza una
tangente a la curva y por el punto de contacto la paralela a la asíntota,
trazada por el mismo punto queda dividida, por la sección, en dos partes
iguales n.
35. Dadas las mismas cosas, si por el punto elegido [en una asíntota~
se traza una recta que corte a la hipérbola en dos puntos, los segmentos
de la recta separada en el interior [de la rama considerada] estarán en la
misma razón que la recta completa a la separada en el exterior 2&.
36. Dadas las mismas cosas, si la recta trazada por el punto en cues-
tión no corta a la hipérbola ni es paralela a la asíntota, cortará a la sección
opuesta; el segmento comprendido entre esta y la asíntota será al com-
prendido entre esta y la otra sección como la recta completa al segmento
comprendido entre la sección y la paralela· trazada por el punto de con-
tacto 29.
37. Si por el punto de intersección de dos tangentes a unasecci6n:
c6nica, a una circunferencia de círculo o a las secciones opuestas [de Umi!
hipérbola] se traza una recta que corte a la curva en dos puntos, los
25 Prop. n, 11, 16 Y 28.
26 Lib. 1, segundas definiciones, 4, y props. 37 y 38; lib. n, prop., y 20, y
EUCLIDES: Elementos, n, 6, para los teoremas directos, y lib. n, 30, para los
recíprocos.
27 Demostrado el teorema 30 apoyándose en las proposicisones citadas en
la nota anterior, el 34 es un caso particular, pues que basta considerar la asín-
tota como tangente en el punto del infinito.
2& Props. 8 y 12.
29 Props. 11 y 16.
394 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

segmentos determinados por la recta de contactos serán entre sí como la


recta completa a la separada en el exterior [de la sección cónica] 30.
38. Dadas las mismas cosas, si por el punto de intersección de las tan-
gentes se traza la paralela a la recta de contactos y por el punto medio de
esta una que corte a la cónica en dos puntos y a la trazada por el de
intersección de las tangentes, los segmentos determinados por la recta de
contactos serán entre sí como la transversal completa al segmento exte-
rior comprendido entre la sección y la paralela 31.
39. Si por el punto de intersección de dos tangentes a las secciones
opuestas [de una hipérbola] se traza una recta que corte a la de contactos
y a las secciones, los segmentos determinados por estas y dicho punto de
intersección serán entre sí como la transversal completa al segmento ex-
terior comprendido entre la sección y la recta de contactos 32.
40. Dadas las mismas cosas, los segmentos determinados por las sec-
ciones y las rectas de contacto serán entre sí como la transversal com-
pleta y el segmento exterior comprendido entre la sección y la paralela 33.
41. Si tres tangentes a una parábola se cortan mutuamente, quedan
divididas en la misma razón.
Sea la parábola ABG y las tangentes ADE, EZG y DBZ (Fig. 61). Digo
que DE es a DA y ZB a ZD como ZG a ZE.
Trazando la recta de contactos AG y dividiéndola en dos partes iguales
por el punto H, es claro que si la recta EH fuese un diámetro de la sección 34
30Props. 2 y 1I.
31Prop. 30, si la sección cónica es una parábola, una rama de hipérbola,
una elipse o una circunferencia, y 31, si es una hipérbola de dos ramas.
3ZProp. 11 y proporcionalidad de los lados de los triángulos semejantes.
33 Con las props. 30-40 aparecen los polos y polares, cuyas propiedades apo-
lonianas se pueden resumir en estas dos:
1. Si por un punto P exterior a una cónica se trazan dos tangentes y una
secante, el segmento s de esta limitado por la cónica queda dividido armónica-
mente por el punto P y el de intersección de s con la cuerda p de contactos.
El punto P se llama polo, y la recta p de contactos, polar.
,IL Si por el polo de una recta se traza la paralela a la polar, toda cuerda
que pase por el centro del segmento de la polar limitado por la cónica queda
dividida armónicamente por el polo y el punto de intersección de la cuerda
con la paralela.
El nombre de polo fue introducido por el artillero francés Franc;ois-Joseph
Servois (1767-1847) en 1804, y el de polar, por su compatriota el geómetra
Joseph-Diez Gergonne (1771-1859) en sus Annales des Mathématiques, 1810.
34 Prop. 29.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 395

y pasara por B, la DZ sería paralela a la AG 35 Y quedaría dividida en dos


partes iguales en el punto R por la recta EH, y por la misma razón DA será
igual a DE y ZG a ZG y lo que queremos demostrar resultaría evidente.
Si EH no pasa por R, sino por otro punto, T, y trazamos por él la KTL
paralela a AG, esta recta será tan-
geRte a la sección en el punto T 36,
Y por lo que acabamos de decir,
KA será igual a KE y LG a LE.
Tracemos por B la MNBPQ pa-
ralela a EH y por A y G las AO y
GP paralelas a DZ, y entonces, por
ser MB paralela a ET, es un diá-
metro 37, y como la D2 es tangente,
las AO y GQ son ordenadas 38, BM
igual a RQ y 2M a ZG, y, final- FIG. 61.
mente, por la igualdad de las rectas
2M, ZG y LE, es LE a LG como 2M a ZG, y permutando, GZ es a GL
como GM a GE 39; pero GP es a GH como GM a GE, y, por tanto, como
GZ a GL, y por ser GL a GE como GH a GA, es GE a GZ como
GA a GP, y por conversión, AG a AP como EG a EZ, y dividiendo GP
es a PA como GZ a ZE 40.
35 Prop. 5.
36 1, 32.
37 Vid. supra, lib. 1, nota 118.
38 Lib. 1, primeras definiciones, 4.
39 De la proporci6n
LE ZM
--=--
LG ZG
se deduce
LE+LG=GE ZM+ZG=CM
LG CZ
y permutando:
CZ CM
-----
CL CE
40 Recordando a Euclides: Elementos, V, def. 17, se tiene sucesivamente:
GA CE CA EG
GP GZ GA-CP=AP CE-GZ=EZ
396 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Puesto que MB es un diámetro, AN una tangente y AO una ordenada,


las rectas BN, EO y DN, DA serán iguales, y por serlo también KA y KE,
es AN a AD como AE a AK, y permutando, AK a AD como AE a AN,
y siendo esta última razón la misma que la de AH a AP, es AH a AP
como AK a AD; luego AE es a AD como AG a AP, y dividiendo, ED
es a AD como GP a GA, y, por tanto, ED es a AD como GZ a ZE, y
puesto que GQ es a AO como GP a PA y GQ doble de GZ porque GM
es doble de MZ y AO doble de BD porque AN es doble de DN, resulta,
finalmente, que BZ es a BD, ZG a ZE y DE a DA como PG a PA 41.
42. La tangente a una cónica que corte a las paralelas a una ordena~
da trazadas por los extremos de un diámetro determina en estas rectas
un rectángulo equivalente a la cuarta parte de la figura aplicada al mis-
mo diámetro 42.
43. El rectángulo de las rectas que una tangente a la hipérbola de-
termina en las asíntotas a partir del centro equivale al de las que deter-
mina la tangente en el vértice.
Sea AB una hipérbola de asíntotas DG y DE Y eje BD. Tracemos por
B la tangente ZBH y otra GAT en un punto cualquiera A (Fig. 62). Digo
que el rectángulo de DZ y DH equivale al de DG y DT.
En efecto, tracemos por A y Bias AK y BL paralelas a DE, y A M
Y BN paralelas a DG, y entonces, por ser GAT tangente y AG igual a
AT, es GT doble de AT, GD doble de AM y DT doble de AK; luego el
rectángulo de DG y DT es cuádruple del de AK y AM.
De igual modo se demostraría que el rectángulo de DZ y DH es cuá-
druple del de BL y BN, Y como este es equivalente al de AK y AM, los
de donde
GA-AP=GP EG-EZ=GZ
AP EZ
41 Esta propOSlClOn, que hemos traducido íntegra y literalmente, tiene ex-
cepcional importancia, pues que no solo permite trazar tangentes a la parábola
y resolver el problema a que dedica las Secciones de razón, sino que lleva la-
tente un método para construir la curva por medio de tangentes, lo que auto-
riza la sospecha de que intuyó el concepto de cónica como envolvente que había
de introducir el geómetra Florimond de Beaume en su Geometrie de 1649, y,
además, una notable consecuencia del teorema que Steiner estableció veintiún
años después sobre la generación proyectiva de cónicas: Un sistema de tan-
gentes a una parábola determina en dos tangentes fijas segmentos proporcio-
nales.
42 Lib. 1, primeras definiciones, 6; segundas, 3, y props. 37 y 38.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 397

rectángulos de AK, AM Y BL, BN son equivalentes, así como los de


DG, DT Y DZ, DH, y análogamente se demostraría que lo mismo ocurre
cuando la recta BD es diámetro, pero no eje 43.
44. Si dos tangentes a una hipérbola o a las secciones opuestas cor-
tan a las asíntotas, las rectas trazadas por los segmentos 44 son paralelas
a la de contactos 45.
45. Si en una hipérbola, elipse, circunferencia de círculo o secciones
opuestas se levantan perpendiculares en los extremos del eje, se aplica
a uno y otro lado un rectángulo equivalente a la figura 46, aumentado en
un cuadrado en la hipérbola y en las secciones opuestas y disminuido en
la elipse 47, y se traza una tangente a la sección que corte a las perpen-
diculares (Fig. 63), las rectas que unen los puntos de contacto con los pro-
cedentes de la aplicación 48 son perpendiculares en los puntos de que
acabamos de hablar 49.
Sea una sección cuyo eje es la recta AB, las AG y BD perpendicula-
res y la GED una tangente. Apliquemos a cada lado, en la forma dicha,

43 Esta última frase es notabilísima, pues que amplía al caso en que las tan-
gentes sean cualesquiera la validez de la proposición, de la cual se deduce inme-
diatamente que el área del paralelogramo limitado por los segmentos que la
tangente a la hipérbola determina en las asíntotas es constante, y, por tanto,
constante también la del triángulo formado por la tangente y las asíntotas.
Esta proposición y la anterior permiten resolver el problema de la sección de
espacio como la 41 el de la sección de razón.
44 Es decir, las rectas que unen los extremos de los segmentos que las dos
tangentes determinan en las asíntotas.
45 Ir, 43.
46 Vid. supra, lib. 1, nota 71.
47 El texto griego de este pasaje de enrevesada redacción es el siguiente:
XUt [Éuv] 't0 'tc'tuQ't'\jJ ¡.tÉQ€L 'tOU cLBo'U<; LOOV nUQu 'tov Cí:;ovu nUQu~A:YIOf1 ECfl'
Éxá'tcQu EO"tL ¡.tcv 'tií<; 'ÚmQ~oAií<; XUt 'tOOV av'tLxcl¡.tcVOOV 'ÚQEQ~UA.A.OV c'{B€L 'tc'tQUYÓ)VCfl,
Ent &c 'tiíc; eAA€L1jJcOO<; EAAci:nov.
48 'tU 'tiíc; nUQufJoAiíc; Ycvr¡OÉv'tU or¡¡.tc'iu, es decir, los puntos que resultan al
aplicar al eje el rectángulo característico, aumentado o disminuido en un cua-
drado, según se trate de una hipérbola o de una elipse,y, por tanto, dividen
el eje mayor de esta y al transverso de aquella en dos segmentos cuyo producto
es igual al cuadrado del semieje conjugado, o, empleando la terminología apo-
loniana, igual a la cuarta parte de la figura, o sea del rectángulo cuyos lados
Son el eje mayor y el parámetro.
49 Es decir, el segmento de una tangente cualquiera comprendida entre las
tangentes en los vértices se ve bajo un ángulo recto desde los focos.
398 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

el rectángulo de ZA y ZB yel de HA y HB, equivalente a la cuarta parte


de la figura, y tracemos las rectas GZ, GH, DZ y DH. Digo que los án-
gulos de las rectas ZG, ZD y HG, HD son rectos.
o

~----":::"----~--iA

FIG. 62. FIG. 63.

En efecto, puesto que se ha demostrado que el rectángulo de AG y


BD equivale a la cuarta parte de la figura aplicada a AB y el de las ZA
y ZB equivale también a un cuarto de la misma figura, esos dos rec-
tángulos son equivalentes, y, por tanto, BZ es a BD como AG a AZ, y
por ser rectos los ángulos en A y B, los de GA, GZ y ZB, ZD serán
iguales, así como los de ZA, ZG y DZ, DB, y siendo rectos los de AG,
AZ, los GA, GZ y ZA, ZG valen, juntos, un recto, y también valen, jun-
tos, un recto los de ZA, ZG y ZB, ZD; luego el ángulo de las rectas ZD
y ZG es recto, y análogamente se demostraría que también es recto el de
HG y HDso.

50 En esta proposición-una de las más importantes del geómetra de Pérga-


APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 399

46. Dadas las mismas cosas, las rectas de unión 51 forman ángulos
iguales con las tangentes.
Puesto que se ha demostrado que los ángulos de ZG, ZD y HG, HD
son rectos, el círculo descrito sobre GD como diámetro pasará por los
puntos Z y H 52; los ángulos de GD, GH Y ZD, ZH serán iguales por
estar inscritos en el mismo segmento circular (Fig. 64), Y por haberse
establecido la igualdad de los de las rectas ZD, ZH y GA, GZ, el ángulo
de las GD y GH es igual al de las GA y GZ, y de la misma manera se
demostraría que el de DG y DZ es igual al de DB y DH.
47. Dadas las mismas cosas, la recta trazada desde el punto de en-
cuentro de las rectas de unión 53 con el de contacto 54 será perpendicular
a la tangente 55.
48. Dadas las mismas cosas, demostrar que las rectas trazadas des-

mo-aparece por primera vez el concepto de foco de una cónica y la manera


de construirlo, pero no llamándolo así-que es palabra acuñada por Kepler
(vid. C. TAYLOR: Introduction to ancient and moderne Geometry oi conics, pá-
gina LVII, Cambridge, 1881) al estudiar las propiedades ópticas, sino «puntos
procedentes de la aplicación» de las áreas, es decir, de «hacer la parábola»
por exceso (hipérbola) o por defecto (elípse), de acuerdo con las reglas de
Euclides: Elementos, VI, 28 y 29.
Obsérvese que Apolonio solamente determina los focos de estas dos cóni-
cas, 10 que no quiere decir que ignorase el de la parábola, ni tampoco que sea
él quien descubrió la existencia de estos puntos notables. La idea de foco es
probablemente anterior a Apolonio, pues que en las obras de Aristeo y Euclides
sobre cónicas, perdidas para nosotros, pero que pudo consultar l'appo, se habla,
según este (Colecciones matemáticas, n, 7) de lugares geométricos de superfi-
cies: 1:ÓnOL nQó~ €nLcpa.vELO., tales que la razón de las distancias de sus puntos
a un punto fijo y a una recta fija sea constante y mayor, igualo menor que
la unidad, lo que supone también el conocimiento de la directriz, a la que no
alude en ninguna de sus obras conocidas Apolonio, quien tiene, sin embargo,
el mérito de ser el autor del primer documento auténtico llegado a nosotros
que trate explícitamente de los focos de las cónicas, pero su desconocimiento
de la directriz es la falla de su teoría de focos, destacada porC. P. Rousel.
51 De los focos con los puntos de intersección de las tangentes.
52 EUCLIDES: Elementos, IIl, 3l.
53 La de los focos a los de intersección de una tangente cualquiera con las
tangentes en los extremos del eje.
54 De la tangente cualquiera.
55 Props. 45 y 46.
400 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

de el punto de contacto a los focos forman ángulos iguales con la tan-


gente 56.
49. Dadas las mismas cosas, si desde uno de los puntos [procedentes
de la aplicación] se levanta una per-
pendicular a la tangente, las rectas
trazadas desde el punto así obteni-
do 57 a los extremos del eje for-
man un ángulo recto 58.
50. Dadas las mismas cosas, si
por el centro de la sección se tra-
za una paralela a la recta que une
el punto de contacto y uno de los
[procedentes de la aplicación], esta
paralela será igual a la· mitad del
eje.
51. Si a cada lado del eje de
una hipérbola o de las secciones
opuestas se aplica un rectángulo
equivalente a la cuarta parte de la
figura 59 aumentado en un cuadra-
FIG. 64. do 60, y si desde los puntos proce-
dentes de la aplicación de este rec-
tángulo las rectas se quiebran 61 en una de las secciones 62, la recta mayor
excede a la menor en el eje.
52. Si a cada lado del eje mayor de una elipse se aplica un rectán-
gulo equivalente a la cuarta parte de la figura disminuido en un cuadrado,
y si desde los puntos procedentes de esta aplicaciórilas rectas se quie-
bran sobre la curva, serán iguales al eje 63.

56 Lib. r, segundas definiciones, y prop. 36; lib. lI, props. 45 y 47, Y EUCLI-
DES: Elementos, III, 31.
57 El pie de la perpendicular.
58 Prop. 45.
59 Vid. supra, lib. r, nota 71.
60 Es decir, determinando los focos de acuerdo con la prop. 45.
61 Vid. supra, lib. n, nota 37.
62 Es decir, si los radios vectores que parten de los focos se cortan en UR
punto de la hipérbola.
63 Los enunciados de las proposiciones 51 y 52 son otros tantos galimatías
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 401

53. Si por los extremos de un diámetro de una hipérbola, una elip-


se, una circunferencia de círculo o las secciones opuestas se trazan para-
lelas a una ordenada, las rectas desde los mismos extremos a un punto
de la curva que corten a estas paralelas limitan un rectángulo equivalen-
te a la figura aplicada al diámetro.
Sea ABG la sección de diámetro AG; tracemos las rectas AD y GE
paralelas a una ordenada y las

z~
transversales ABE y GBD (Fig. 65).
Digo que el rectángulo de AD y
EG equivale a la figura aplicada
al diámetro AG 64.
G
54. Si por los puntos de con-
tacto de dos tangentes a una sec-
ción cónica o a una circunferen- FIG. 65.
cia de círculo se trazan paralelas a
las tangentes y iransversales a un mismo punto de la curva que corten a
las paralelas, la razón del rectángulo limitado por los segmentos producidos
al cuadrado de la recta de contactos se compone de la del cuadrado del
segmento interior de la recta que une el punto de intersección de las
tangentes con el medio de la de contactos al cuadrado del otro segmento
y de la del rectángulo limitado por las tangentes a la cuarta parte del
cuadrado de la recta de contactos 65.
55. Si por el punto de intersección de dos tangentes a las secciones
opuestas se traza una paralela a la recta de contactos y por estas parale-
las a las tangentes, y las rectas desde los puntos de contacto a un mismo
punto de una de las secciones cortan a las paralelas, la razón del rec-
tángulo limitado por las rectas separadas al cuadrado de la de' contactos

qUe en lenguaje moderno dicen así: la

un punto de la {
hiPérbOla}
.
l diferencia}
suma
es constante e igual al eje
de los radios vectores de
{transverso} .
, impor-
elIpse mayor
tantísimas propiedades que Apolonio descubrió y demostró por el método de
aplicación de áreas, permitiendo así dibujar las cónicas por un trazo continuo.
Dichas propiedades son las que se toman como definiciones de las cónicas en
los textos actuales de Geometría elemental.
64 Se demuestra apoyándose en la l, 21.
65 La figura que acompaña al texto griego es muy confusa y la demostración
de la proposición muy oscura. Está fundada en l, 32, y 46-47, según se trate
de la parábola o de las cónicas con centro, y n, 7.
402 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

es la misma que la del limitado por las tangentes al cuadrado de la para-


lela por el punto de intersección a la recta de contactos hasta la sec-
ción 66.
56. Si por los puntos de contacto de dos tangentes a una de las sec-
ciones opuestas se trazan paralelas a las tangentes y transversales a un
mismo punto de la otra sección, que corten a las paralelas, la razón del
rectángulo limitado por las rectas separadas al cuadrado de la de con-
tactos se compone de la del cuadrado de la recta que une el punto de in-
tersección y el medio [de la de contactos] comprendida entre este y la
otra sección al cuadrado de la comprendida entre la misma sección y el
punto de intersección y la del rectángulo limitado por las tangentes a la
cuarta parte de la recta de contactos 67.

LIBRO IV

Apolonio a Atalo: ¡salud!


He consignado por escrito y remitido a Eudemo los tres primeros
de los ocho libros en que he reunido metódicamente lo que he dedicado
a las cónicas, y ahora, muerto Eudemo, y teniendo en cuenta tu deseo
de conocer los asuntos en que me ocupo, he decidido escribir para ti los
otros libros y, por el momento, te envío el cuarto, que trata del número
máximo de puntos de intersección que pueden tener con una circunfe-
rencia las secciones cónicas que no coinciden por completo y las secciones
opuestas. El libro contiene, además, algunos otros temas del mismo gé-
nero, que no son poco numerosos.
En lo que se refiere a la cuestión mencionada al principio, Canon de
Samos la expuso a Trasideo, pero sin preocuparse de las demostraciones,
como convenía, mereciendo por ello las justas censuras de Nicoteles de
Cirene; en cuanto a la segunda cuestión, el propio Nicoteles, al refutar
a Conon, indica simplemente la posibilidad de su demostración, pero yo
no la he encontrado en sus escritos ni en ninguno otro, y, por último, la
tercera cuestión y las otras del mismo género no las he visto tratadas
en ninguna parte.
Todo 10 que he dicho no haber encontrado exige para su investigación

66 Props. 20 y 28.
67 1, 47.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 403

numerosas proposiciones nuevas, la mayor parte de las cuales he expuesto


en los tres primeros libros y las demás en el presente, y todas ellas son
útiles tanto para la resolución de los problemas como para su discusión 1.
En su controversia con Conon declara Nicoteles que los descubri-
mientos de este no tienen ninguna ventaja en las discusiones, 10 cual es
un error porque incluso si prescindiendo de ellos se consigue exponer los
problemas de un modo completo por lo que toca a sus límites de posi-
bilidad, permiten determinar más fácilmente soluciones múltiples, o en
número determinado, o la imposibilidad de una solución.
De todos modos, el conocimiento previo así adquirido es un gran
auxilio en las investigaciones y en los teoremas y muy útil para el aná-
lisis de los mismos 2.
Aparte de esta utilidad, dichos teoremas tienen el valor intrínseco de
sus demostraciones, que es la razón exclusiva por la que se estudian otras
muchas cuestiones en la Matemática. Pásalo bien.

PROPOSICIONES

1-8. . " '" oo. oo. oo' oo.

9. Si por un mismo punto se trazan dos rectas que corten en dos


puntos a una cónica o a una circunferencia de círculo y se dividen los
segmentos interiores en la razón de las rectas completas a los segmentos
exteriores de manera que sean homólogos respecto del mismo punto 3,
la recta que une los puntos de división cortará a la sección en dos puntos
y las trazadas desde los de intersección al punto exterior serán tangentes
a la curva.
Si AB es una sección cónica, tracemos desde un punto D las rectas

1 3tQO~ 'tE 'ta~ 'tOO\' 3tQoBÁr¡ltá'túlV (JUVeÉ<JEL~ xal 'tou~ eSLOQL<JltO'l)~, frase anfiboló-
gicamente vertida al latín por no tener los traductores una idea clara del sig-
nificado de la palabra eSLOQL<JltÓ~: estudio de los casos de posibilidad o imposi-
bilidad de un problema o teorema, que hoy decimos discusión o diorisina, cas-
tellanizando la voz griega.
2 3tQÓ~ 'tá~ a\'aÁ'Ú<JEL~ eSE 'tOO\' eSLOQL<JltW\': para la resolución de los problemas
y desarrollo de las discusiones: «ad analyses eSLOQL<JltW\'», dice Halley en su tra-
ducción latina, 1, 28, conservando la palabra griega «diorisma» por dudar de
su sentido preciso, y que Heiberg tradujo en la suya, Ir, 16, por «determi-
nación»: ad analyses determinationum.
3 Es decir, que las secantes quedan divididas armónicamente.
404 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

DE Y DZ que cortan a la sección en los puntos T, E Y H, Z, respectiva-


mente, y sea la razón de EL a LT la misma que la de DE a DZ y la de
ZK a KH la misma que la de DZ
E a DH (Fig. 66). Digo que la recta
de unión de L a K encuentra a la
sección en uno y otro lado y que
las trazadas desde sus puntos de
intersección al D son tangentes.
En efecto, puesto que las rectas
D
DE y DZ cortan a la sección en
dos puntos se puede trazar desde
D un diámetro, y también tangen -
tes a uno y otro lado 4.
Tracémoslas y sean DA y DB.
z Suponiendo que la recta de unión
FIG. 66.
AB no pasa por los puntos L y K,
sino por uno o por ninguno de los
dos, admitamos que pasa por L y corta a la ZH en M, en cuyo caso MZ
será a MH como DZ a DH 5, lo cual es imposible porque hemos supuesto
que KZ es a KH como DZ a DH, y si la recta AB no pasa por L ni por K
se llega a la misma imposibilidad 6.

4 n, 49.
5 nI, 37.
6 Las props. 1-23 de este lib. IV son, en realidad, las recíprocas de las 30-40
del nI y la mayor parte casos particulares de la IlI, 37, por lo cual no las
hemos traducido. Apolonio las demuestra por reducción al absurdo, como la 9,
que hemos destacado porque nos da un método práctico para trazar dos tan-
gentes a una cónica desde un punto exterior. Basta, en efecto, hacer pasar
por este dos secantes cualesquiera y la recta que une los puntos armónica-
mente separados cortará a la cónica en los de contacto de las tangentes.
Las proposiciones siguientes hasta la última, o sea, las 24-57, se refieren a
las intersecciones y contactos de las cónicas entre sí y con la circunferencia y
no son todas originales de Apolonio, pues que él mismo reconoce en su carta
a Atalo que Conon, aunque incorrectamente, había dado a conocer algunas de
ellas; pero, además, de no demostrarlas o hacerlo sin rigor apodíctico, el geó-
metra de Samos no tuvo en cuenta las dos ramas de la hipérbola, mientras que
el de Pérgamo no solo las consideró como partes de una curva única, sino que
ordenó, sistematizó y demostró rigurosamente todos los teoremas relativos a las
intersecciones y contactos, dando así a los matemáticos antiguos muchos de
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 405

10-23. . .
24. Una sección cónica no puede encontrar a otra o a una circun-
ferencia de tal modo que una parte sea común y otra no.
En efecto, si una sección cónica DABG encontrara a una circunfe-
rencia EABG teniendo ambas una parte común
ABG y no comunes las partes AD y AE (fi-
gura 67), tornemos un punto T en las dos sec-
ciones y unámoslo con A; tracemos por un pun-
to cualquiera E la paralela DEG a la recta AT;
dividamos esta en dos partes iguales por el
punto H y, trazando el diámetro BHZ, resul-
ta que la paralela por B a AT será tangente
a las dos secciones 7 y paralela a DEG y, ade- B Z
más, igual a ZD en una de las secciones y a
ZE en la otra 8, y, por tanto, ZD igual a ZE,
lo cual es imposible.
25. Una sección cónica no corta a otra o a
una circunferencia en más de cuatro puntos.
Suponiendo que las dos secciones se cor-
tan en los cinco puntos, A, B, G, D y E en este FIG. 67.
orden, tracemos las rectas AB y GD que, prolon-
gadas, se cortarán en un punto L exterior a las secciones si se trata de
una parábola y de una hipérbola 9, y sea OA a OB corno LA a LB y PD
a PL corno LD a LG (Fig. 68). La recta PO, prolongada a uno y otro
lado, cortará a la sección, y rectas las trazadas desde sus puntos de
intersección T y Q al A serán tangentes 10, y por cortar la LE a las dos
secciones porque estas no tienen ningún punto común entre B y G, sean
M y H esos puntos, y entonces NE será NH corno LE a LH en una de las
secciones y NE a NM corno LE a LM en la otra 11, lo cual es imposible;
luego también es imposible lo que supusimos al principio 12.

los recursos de que disponen hoy los modernos desde que, gracias a Desear·
tes, se pudo discutir la ecuación completa de segundo grado.
7 l, 32.
SI, 46 Y 47.
9 n, 24 y 25.
10 Prop. 9.
11 lII, 37.
12 lO E; UQxfíc;, lo del comienzo, es decir, que las dos cónicas tenían cinco
406 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Si las rectas AB y DG son paralelas, las dos cónicas serán elipses o


una elipse y la otra circunferencia. Dividiéndolas en dos partes iguales
por los puntos O y P, la recta de unión OP, prolongada a uno y otro
Q

~=:;;.....----+---~
A

L6:::-----:...~.,...,--+:-------"7I'..

E
\-4--------+-------.,

o
T
FIG. 68. FIG. 69.

lado (Fig. 69), cortará a las secciones en T y Q, la TQ será un diáme-


tro 13 y las AB y GD ordenadas y entonces, trazando por el punto E la
ENMH paralela a AB y GD, cortará a TQ y a las dos secciones porque
no hay más puntos de intersección que A, B, G Y D, de donde resulta 14'
que en una sección la recta NE es igual a NM y en la otra a la NH~
lo cual es imposible.
26. Si las líneas de que acabamos de hablar se tocan mutuamente
en un solo punto, no se cortarán en más de otros dos.
27-29. Si se tocan en dos puntos, no se cortarán en ninguno otro.
30. Una parábola no toca a otra en más de un punto.
31. Una parábola exterior a una hipérbola no la tocará en dos puntos.
32. Una parábola interior a una elipse o a una circunferencia, no
será tangente en dos puntos.

puntos comunes. Obsérvese que la demostración apoloniana se reduce a encon-


trar la polar TQ del punto de intersección L de AB y GD, Y el conjugado armó-
nico M de E en LE respecto de E y del punto de intersección H de LE y TQ,
para llegar al absurdo de que M debe ser común a las dos cónicas y estar
entre B y G.
13 n, 28.
14 Lib. l, primeras definiciones, 4.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 407

33. Dos hipérbolas del mismo centro no serán tangentes en dos


puntos.
34. Si una elipse toca a otra o a una circunferencia del mismo cen-
tro en dos puntos, la recta de contactos pasará por el centro.
35. Una cónica o una circunferencia no entrará a otra en más de
dos puntos si ambas son convexas en la misma dirección.
36. Si una cónica o una circunferencia de circulo corta en dos pun-
tos a una de las secciones opuestas [de una hipérbola] y las líneas 15
situadas entre los de intersección son cóncavas en la misma dirección, la
línea prolongada más allá de estos puntos no cortará a la otra sección
opuesta.
37. Una cónica o una circunferencia que corta a una de las secciones
opuestas [de una hipérbola] no cortará la otra sección en más de dos
puntos.
38. Una cónica o una circunferencia no cortará a las secciones opues-
tas en más de cúatro puntos.
39. Si una cónica o una circunferencia es tangente a una de las sec-
ciones opuestas en su parte concava, no cortará a la otra sección.
40. Si una cónica o una circunferencia es tangente a las secciones
opuestas en un punto, no las encontrará en ninguno otro.
41. Si una hipérbola encuentra a una de las secciones opuestas de
otra cuya concavidad es de dirección contraria, su sección opuesta no en-
contrará a la sección opuesta de la otra hipérbola.
42. Si una hipérbola corta a las secciones opuestas de otra, su sec-
ción opuesta no cortará a ninguna de las secciones opuestas en dos
puntos.
43. Si una hipérbola corta a las secciones opuestas [de otra hipérbo-
la], siendo de direcciones contrarias sus respectivas convexidades, su sec-
ción opuesta no cortará a ninguna de las secciones opuestas.
44. Si una hipérbola corta a una de las secciones opuestas en cuatro
puntos, su sección opuesta no encontrará a ninguna otra.
45. Si una hipérbola corta a una de las secciones opuestas en dos
puntos, siendo cóncava en la misma dirección que esta, y a la otra sec-
ción en un punto, su sección opuesta no cortará a ninguna de las seccio-
nes opuestas.
46. Si una hipérbola corta a una de las secciones opuestas en tres
puntos, su sección opuesta no cortará a la otra en ningún punto.
15 Las ramas de las hipérbolas.
408 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO Il

47. Si una hipérbola es tangente a una de las secciones opuestas y


corta a la otra en dos puntos, su sección opuesta no cortará a ninguna
de estas secciones opuestas.
48. Si una hipérbola toca en un punto a una de las secciones opues-
tas y la corta en dos puntos, su sección opuesta no cortará a la otra.
49. Si una hipérbola, tangente a una de las secciones opuestas, la cor-
ta en otro punto, su sección opuesta no cortará a la otra en más de un
punto.
50. Si una hipérbola toca a una de las secciones opuestas en un solo
punto, su sección opuesta no cortará a la otra en más de dos puntos.
SI. Si una hipérbola es tangente a las secciones opuestas, su sec-
ción opuesta no cortará a ninguna de estas.
52. Si las secciones opuestas [de una hipérbola] son respectivamente
tangentes [a las de otra hipérbola], siendo cóncavas en la misma direc-
ción, no habrá ninguno otro punto de encuentro.
53. Si una hipérbola es tangente en dos puntos a una de las sec-
ciones opuestas, su sección opuesta no encontrará a la otra.
54. Si una hipérbola es tangente a una de las secciones opuestas te-
niendo su concavidad en dirección contraria, su sección opuesta no cor-
tará a la otra.
55. Las secciones opuestas no cortan a las secciones opuestas en
más de cuatro puntos.
56. Si las secciones opuestas tocan a las otras en un solo punto, no
las cortarán en más de otros dos.
57. Si las secciones opuestas tocan a las otras en dos puntos, no
las cortarán en ninguno otro 16.

LIBRO V

Apolonio a Atalo: j salud!


En este quinto libro expongo las propOSICIOnes referentes a las rec-
tas máximas y mínimas 1 y debo decir que tanto quienes me han prece-
16 Las props. 26-57 están demostradas por reducción al absurdo, y, por tanto,
como no valía la pena reproducirlas, nos hemos limitado a traducir sus enun-
ciados para que vea el lector cómo consiguió Apo10nio un análisis exhaustivo
de los problemas de intersecciones y contactos de cónicas.
1 Es decir, la distancia máxima y mínima de un punto a los de una cónica,
APOLONIQ DE PERGAMO.-LAS CONICAS 409

dido como mis contemporáneos se han limitado a demostrar cuáles son


las tangentes a las secciones cónicas, y, recíprocamente, qué propiedades
tienen esas rectas por el hecho de ser tangentes a las cónicas.
También me ocupé de las tangentes en el primer libro independiente-
mente de la teoría de las rectas mínimas; y en las demostraciones rela-
tivas a ellas, referidas a cualquier diámetro de una sección, me propuse
observar el mismo orden seguido en los Elementos que sobre las cónicas
había dado previamente; pero como se presentaban innumerables casos,
he intentado simplemente exponer, de momento, 10 que implica el tema
considerando solo los ejes o diámetros principales.
He puesto, además, especial cuidado en separar y especificar las pro-
posiciones que atañen a las rectas mínimas según sus géneros, y las he
relacionado con las que se refieren a la teoría de las rectas máximas antes
mencionada.
Este tema es indispensable no solo para quienes cultivan nuestra
ciencia, sino también para el análisis y discusión de los problemas e
incluso para su síntesis, aparte de ser uno de los dignos de estudio por
su valor intrínseco. Pásalo bien.

PROPOSICIONES

1. Si en el vértice principal de una hipérbola o de una elipse se le-


vanta al eje una perpendicular ¿gual a la mitad del lado recto, se une el
extremo de esta última recta con el centro de la cónica y desde un pun-
to cualquiera de la curva se traza sobre el eje una recta de manera or-
denada, el cuadrado de esta será equivalente al doble del cuadrilátero
limitado por las rectas así trazadas y la mitad del lado recto.
Sea AB una hipérbola o una elipse de eje BG, centro D, lado recto BE
y su mitad BH. Tracemos la recta DH y una ordenada cualquiera AZ,
que será paralela a BE, y prolonguémosla hasta el punto T (Fig. 70). Digo
que el cuadrado de AZ es equivalente al doble del cuadrilátero BZHT.
Tracemos por E la recta EG paralela a la DH, y prolongando la ZT

o lo que es igual, las rectas normales a los puntos de una cónica que pasan
por un punto dado, problema que contiene el germen de la teoría de evolutas
y evolventes que figura en el famoso Horologium oscilatorium, París, 1673, de
HUYGENS, con el que este enriqueció la Geometría diferencial al estudiar la cur-
Vatura de las curvas planas, genialmente intuida por Apolonio.
410 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

hasta K, la TK será paralela e igual a HE, y, por tanto, a la HB, de mane-


ra que agregándole ZT, la recta ZK será igual a la suma de BH y ZT, y,
por consiguiente, el rectángulo de las ZK y ZB equivaldrá al de ZB y la
suma de BH y ZT, y como el rectángulo de ZK y ZB equivale al cuadra-
do de AZ, el rectángulo de BZ y la suma de BH y ZT será equivalente
al cuadrado de AZ y por ser ese rec-
tángulo doble del cuadrilátero BZHT, E
resulta, finalmente, que el cuadrado
de AZ equivale al doble del cua-
drilátero BZHT, que es lo que se que-
ría demostrar 2. z

A
FIG. 70. FIG. 71.

2. Si la ordenada cae en el centro de la elipse, tomando BZ igual a


la mitad de BE y trazando DZ, el cuadrado de AD es doble del trián-
gulo ZDB.
Por ser BZ=ZE=DH (Fig. 71), es
BZ·DB=DH·DB=2 triáng. ZDB,

2 Hemos traducido literalmente esta demostración de la traducción francesa


de Paul ver Eecke, quien, como dijimos en la bibliografía, la tradujo a su vez
de la traducción latina que Halley había hecho de la traducción árabe de
Abulfath Abenquasim, gracias al cual conocemos el contenido del lib. V de
las Cónicas, cuyo original griego está irremisiblemente perdido.
A pesar de la re-re-re-retraducción, el lenguaje parece apoloniano; pero
como se puede poner en duda su absoluta fidelidad, emplearemos en lo suce-
sivo el simbolismo moderno, que solo hemos utilizado hasta ahora en nuestras
notas aclaratorias y que en los libs. V, VI Y VII 10 creemos preferible a la
reconstrucción de la prosa griega por la razón apuntada, y suprimiremos la
fórmula clásica de terminar la demostración «que era lo que queríamos demos-
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 411

y como en la elipse se verifica (1, 13)

DH·DB=AD2,

poniendo este valor en la igualdad anterior, resulta:

A1)2=2 triáng. ZDB.

3. Si la ordenada AZ no cae en el centro de la elipse, tomando BH


.igual a la mitad de BE, trazando HD y por Z la ZL paralela a BE (Fig. 72),
el cuadrado de AZ equivale al do-
ble de la diferencia de los triángu- E
los DBH y DZT.
Recordando la proposición 1 se
tiene sucesivamente:
H
AZ2 = ZL2= 2 cuad. GKTZ
= 2 (triáng. GDK - triáng. ZDY)
= 2 (triáng. DBH - triáng. ZDT).

4. Si por un punto del eje de G / ' - - - - f - : : - - - " / " ' ' : - - - - - - - - i B


una parábola a una distancia del
vértice igual al semiparámetro se
trazan secantes a la curva, la me-
nor es la situada en el eje, las otras
crecen a medida que se alejan de K L
esta y la diferencia de los cuadra- FIG. 72.
dos de una de ellas y la mínima equi-
vale al cuadrado del segmento del eje comprendido entre el vértice y
el pie de la ordenada.
Sea la parábola de eje GE y semiparámetro GZ (Fig. 73). Trazando
las rectas ZG, ZH, ZT, ZB y ZA, las ordenadas de los puntos de inter-
sección con la curva y la GM=GZ perpendicular al eje y teniendo en
cuenta 1, 11, es
HK2= 2GM· GK= 2GZ· GK

trafll, porque Apolonio no la escribió al final de ninguna de las proposiciones


de los cuatro primeros libros de su obra, 10 que permite sospechar que tal
fórmula-que Euclides empleó siempre y Arquímedes alguna que otra vez-fue
añadida por el traductor árabe.
412 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

y sumando a los dos miembros de esta igualdad el cuadrado de


ZK=ZG-KG,
se tiene:

HK2+ZK2=ZH2=2GZ·

'GK+(ZG2+KG2- 2GZ·GK) =

= ZG2+KG2,
de donde

ZH2_ZG2=KG2.

Análogamente es

ZT2- ZG2 = LG2, ZA2- ZG2=EG2,

y por ser

ZB2 = 2GM . GZ = 2ZG2,


M
ZA2_EG2=ZG2,

resulta inmediatamente
FIG. 73. ZA > ZB > ZT> ZH > ZG.

5. Análoga propiedad tienen las secantes a la hipérbola; pero la di-


ferencia de los cuadrados de ellas y la mínima equivale al rectángulo que
tiene por lados los segmentos del eje entre el vér:tice y los pies de las or-
denadas, semejante al limitado por el eje transverso y la suma de este
y el recto, de tal rtrodo que el segmento comprendido entre el pie de la
ordenada y el vértice sea homólogo del eje transverso.
6. La misma propiedad subsiste en la elipse, en la cual la recta mí-
nima es el segmento del eje mayor igual a la mitad del parámetro y la
máxima al otro segmento.
7. La menor distancia a una sección cónica desde un punto tomado
en la recta mínima es la que hay del punto al vértice de la curva, y de
todas las rectas trazadas a un mismo lado del eje, la menor es la más
próxima a la mínima.
8. Si desde un punto de una parábola situado a una distancia del vér-
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 413

tice mayor que la mitad del parámetro, se toma del lado del vértice un
segmento igual a la mitad del parámetro y se levanta en su extremo la
perpendicular al eje hasta que encuentre a la
curva (Fig. 74), la recta que une su punto de
intersección con el tomado en el eje, es la
menor de todas las que se pueden trazar des-
de dicho punto a la curva; las demás van
creciendo a medida que se alejan de esta y
la diferencia entre los cuadrados de una de
esas rectas y la mínima es equivalente al del
segmento comprendido entre los pies de las G
ordenadas de dichas rectas y el punto fijado
en el eje.
Dada la parábola ABG y en su eje GD
un punto E cuya distancia al vértice G es ma- N
yor que el semiparámetro, tomemos el segmen-
to EZ igual a este; tracemos en Z la perpendi-
cular ZH al eje, y, uniendo su punto de in-
tersección H con el E y este con otros puntos FIG. 74.
L, K, A de la parábola, la recta EH es la me-
nor de todas las que parten de E 3; las otras son BK> EL > BG, y la
diferencia de los cuadrados de estas yel de EH equivale al cuadrado del
segmento comprendido entre el punto Z y los pies de las ordenadas.
Teniendo en cuenta que por construcción es EZ=GN; y recordando
I, 11, se tiene:
2GN ·GP= 2EZ•GP=Kp2, [1]
y por ser

Ep2 = (EZ + ZP)2


=EZ2+Zp2+2EZ ·ZP, [2]

sumando [1] Y [2] resulta:

2EZ(GP +ZP) + Ez2+ZP2=


= 2EZ . ZG + EZ2+ ZP2= EK2, [3]

3 Es decir, normal en H.
414 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

y como por la misma proposición l, 11, es


2GN ·ZG=2EZ ·ZG=ZH2,

poniendo este valor en [3], es


(ZH2 + EZ2) + zp2= EH2 +Zp2= EK2,
EK2_EH2=Zp2, [4]
y, análogamente,
EV-EH2=ZM2,
EG2-EH2=ZG2, [5]

y de las igualdades [4] y [5] sale inmediatamente

EK>EL>EG>EH.

9-10. La hipérbola y la elipse tienen propiedades análogas.


ll. La mínima distancia del centro a un punto de la elipse es el
semieje menor, la máxima el semi-
B
___.--,r---_ Z eje mayor, y la diferencia entre el
cuadrado de cualquier otra recta así
trazada y el del semieje menor equi-
vale al rectángulo construido sobre
AI---------.,IE---'+--=t-....., G la ordenada de la recta, semejante
al que tiene por lados el eje menor
T y la diferencia entre este y el pa-
rámetro.
Hechas las construcciones de la
figura, la proposición 1 nos dice
que es
K
FIG. 75.
IZ2= 2 cuadro IGTL;
y por ser

fE2=IE·IP=2 triáng. EIP


=2 (triáng. EIL + triáng. ELP)
se tiene sumando estas dos igualdades:

IZ2+IE2=EZ2=2 (triáng. EGT+triáng. ELP).


APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 415

Puesto que la proposición 2 nos dice que es


EB2=2 triáng. EGT, [1]

y restando este valor de la igualdad anterior, resulta

/iZ2-EB2=2 triáng. ELP


=rectáng. MNPL
=ML·LP=EI·EP, [2]

y como por construcción es GP; igual al parámetro, se verificará suce-


sivamente:
GE AG GK IP
GT = 2GT = GT =/L'
IP=EI AG
IP-IL=LP AG- 2GT '
de donde
AG-2GT
LP=EI·----
AG
y llevando este valor a [2]:

EZ2-EB2--'E-12. AG-2GT - . consto


El2 [3]
AG
y, análogamente,

[4]

EG2=EG·GK=2 triáng. EGK,


y restando la [1]

AG-2GT
=TK·EG=EG . - - - -
AG
Las igualdades [5], [4] Y [3] dan
EG2_EG2· cons t.=EB2
= EH2 - EQ2 . consto
= EZ2 - EJ2 . consto
416 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

y siendo, por tanto, EG> EG > El, es


EG>EH>EZ>EB.

12. Si en las condiciones anteriormente establecidas 4 se toma un


punto en una recta mínima trazada desde el eje de una cónica y se trazan
por él rectas a este de un mismo lado, la menor es la parte de la míni~
ma adyacente a la cónica y las más próximas a esta parte serán meno~
res que las más lejanas.
Sea AB una sección cónica de eje GB y GA una recta mínima en la
cual tomamos un punto D. Digo que DA es la menor distancia de D a la
cónica (Fig. 76).
Tracemos, en efecto, otras rectas DE, DZ
y DB y, uniendo los puntos E y Z con G
y los A, E, Z y B entre sí, se tiene 5 por ser
GE> GA:
A A
GAE> GEA} A A A
A A GAE=DAE > DEA, DE> DA.,
GEA> DEA

y, análogamente, se demuestra que es


~------~B
DZ>DE, DB>DZ,
y, por tanto:
DA < DE< DZ < DB.
FIG. 76.
13. Si desde un punto cualquiera del eje
de una parábola se traza una recta mínima que forme con el eje un án~·
gula 6, este será agudo, y la ordenada del extremo de la recta determi-
nará en el eje un segmento igual al semiparámetro.
14. Si desde un punto del eje de una hipérbola se traza una recta
mínima que forme con el eje un ángulo, este será agudo, y el pie de la
ordenada de la recta dividirá al segmento comprendido entre el punto y
4 Props. 4-11.
5 EUCLIDES: Elementos, l, 18 y 19.
6 Para que la recta mínima forme ángulo con el eje tiene que no confun·
dirse con este y, por tanto, el punto no será cualquiera, sino que ha de estar
situado a una distancia del vértice mayor que el semiparámetro. Vid. supra,
props. 4 y 12.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 417

el centro de la hipérbola en dos partes cuya razón es la del eje transverso


al parámetro.
15. Si desde un punto del eje mayor. de una elipse se traza una recta
mínima, será perpendicular al eje si pasa por el centro de la cónica, y
si no pasa formará con el eje mayor un ángulo obtuso del lado del cen·
tro; el pie de la ordenada de la mínima caerá entre el punto desde el
cual se trazó esta y el vértice de la elipse, y la razón de los segmentos
entre el pie y el centro y el pie y el punto del eje es la misma que la del
eje menor al parámetro.
16-17. Si se toma en el eje menor de una elipse un punto a una dis-
tancia del vértice igual al semiparámetro correspondiente al eje menor,
el segmento determinado en este medirá la mayor distancia del punto a
la curva; la menor será/la parte restante del eje; de todas las demás rec-
tas, la más próxima a la máxima será mayor que la más lejana y la dife-
rencia entre los c.uadrados de la máxima y de una de las otras será equi-
valente al rectángulo construido sobre el seg-
mento comprendido entre el pie de la ordena-
da de la recta y el vértice del eje menor,
semejante al que tiene por lados el eje menor
y la diferencia entre este y el parámetro 7.
8
............................................
24. Desde un punto de una cónica solo
se puede trazar al eje una recta mínima.
Sea en primer lugar la parábola AB de eje
GB y en ella un punto A (Fig. 77). Si des-
de este punto se pudieran trazar dos rectas
mínimas AG y AD al eje, las distancias ED y
EG del pie E de lá ordenada de A a los D y
G serían iguales al semiparámetro 9, lo cual FIG. 77.
es imposible.
25. Esta propiedad subsiste para la hipérbola y la elipse.
26. Desde un punto cualquiera de la elipse, excepto el vértice del
eje menor, solo se puede trazar a este una recta máxima.
7 Apolonio demuestra la prop. 16 si el eje menor de la elipse es mayor que
el semiparámetro y la 17 si es igual.
8 Las seis props. 18·23 son otros tantos casos de distancias mínimas y máxi-
mas en la elipse.
9 Prop. 13.

CIENTIFICOS, Il.-14
418 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Sea la elipse ABG de centro H y en ella un punto B (Fig. 78). Si des-


de este punto suponemos que se pueden trazar dos rectas máximas BD
y BE al eje menor AG y es Z el pie de la perpendicular de B a AG. se
tendrían simultáneamente estas dos igualdades incompatibles:
ZH diám. transv. ZH diám. transv.
Z1: parámetro Z1> parámetro
27. La tangente a una cónica en el extremo de una recta mínima tra-
zada desde un punto del eje, es perpendicular a la mínima.
Sea la parábola AB de eje BG (Fig. 79). Si la recta mínima es un seg-
mento del eje, la proposición es evidente, y si es otra recta AG y traza-
A

G
FIG. 78. FIG. 79.

IDOS la tangente AD en A y la ordenada de A, se tiene en virtud de


In, 13 y 1, 35:
GH =! parám.} GH BH
B1> =BH =1: 1>H parámetro = 1>j¡'
de donde
GH ·1>H=BH ·parám.
y por ser (1,11)
BH· parám.= A HZ,
se verifica
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 419

y entonces, siendo semejantes los triángulos AGH y ADH Y rectos los


ángulos en H, es
A A A A A
ADH+HAD=l recto, GAH+HAD=GAD=1 recto.

28-29. Esta propiedad subsiste para la hipérbola y la elipse.


30. La tangente a una elipse en el extremo de una recta máxima tra-
zada desde un punto del eje me-
nor, es perpendicular a la máxima. oA
Sea ABG una elipse de eje me-
nor AG, desde uno de cuyos pun-
tos O trazamos la recta máxima
OB y en el extremo B de esta la Z
tangente BD (Fig. 80).
Puesto que el semieje mayor
EK corta a la recta máxima OB G
en un punto L, el segmento BL FIG. 80.
de la máxima comprendido entre
la curva y el eje mayor, es una mínima 10, y como BD es tangente, es
perpendicular a BO.
31. La perpendicular en el extremo de una recta mínima es tangen-
te a la sección cónica.
32. La perpendicular a la tangente a una cónica en el punto de con~
tacto hasta que encuentre al eje, es la menor que se le puede trazar desde
el punto de intersección.
33. La perpendicular en el extremo de una recta máxima es tangente
a la cónica 11.
34. Si se toma un punto en la prolongación, hacia el exterior, de
una recta máxima o mínima, la parte de esta recta comprendida entre el
punto y la cónica es la menor de todas las que parten de dicho punto a
uno u otro lado de la curva siempre que no se consideren prolongadas,
y, por tanto, que solo corten a la cónica en un punto, y las más próxi-
mas a la mínima serán menores que las más alejadas.
Dada una sección cónica AB y una recta máxima o mínima BG (fi-
gura 81), tracemos desde un punto D de la prolongación de esta las se-
cantes DA, DH y DE, que cortan a la curva en un solo punto, y en el

10 Prop. 22, que no hemos traducido.


11 Las props. 31 y 32 son recíprocas de la 27 y la 33 de la 30.
420 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

B la tangente BZ, que será perpendicular a BD 12 y, por tanto, es DE> DB,


y el ángulo HED obtuso y el HDE agudo; luego es DH> DE, y como lo
mismo se demuestra que es DA > DH, resulta la sucesión monótona cre-
ciente
DB <DE<DH<DA < ...

35. Los ángulos que las rectas mínimas forman con el eje de una
cónica crecen a medida que su vértice se aleja del de la cónica.
Si esta· es la parábola AEG de eje DG y vértice G y trazamos las rec-

G o

FIG. 81. FIG. 82.

tas mínimas DA y EB, siendo DG > EG (Fig. 82), las ordenadas de


A y B determinan en el eje los segmentos EH y DZ que son iguales por
serlo ambos al semiparámetro 13 y por ser AZ> BH el ángulo ADG es
mayor que el BEG.
12 Props. 27-30.
13 Prop. 13.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 421

36. La propiedad subsiste para la hipérbola y la elipse.


37. El ángulo de una recta mínima de la hipérbola y el eje es menor
que el de la perpendicular en el extremo de
este y una asíntota.
Dada la hipérbola AB de eje GD y asín-
totas GZ y GH, tracemos una recta mínima
DA, en B la perpendicular al eje y tome-
mos en ella una longitud BT igual al semi-
parámetro (Fig. 83); unamos A con D y con
G y sea AE la ordenada de A. Tendremos
en virtud de la proposición 14: G
BT=semiparámetro 1 BG eje transv. EG
BG=semieje transv.5 BT = parámetro--"-ED

y como por la -semejanza de los triángulos T


AEG y LBG es
BL EA
_._-----
FIG. 83.
BG EG

multiplicando esta igualdad por la anterior, resulta:


BL EA BL BZ EA BZ
-=--, (BL < BZ), ---->---, ----<----,
BT ED BT BT ED BT

Y por ser (II,3),


BZ BG
BzJ=t diám. transv. x parám.=BG ·BT; --=--
BT BZ
se tendrá, de acuerdo con la desigualdad anterior:
EA BG
--<--
ED BZ

desigualdad que, trigonométricamente, equivale a


/'. /'. /'. /'.

tang ADE < tang GZB ; ADG<GZB.

38. Dos rectas mínimas DA y EB del mismo lado de una sección


cónica ABG se cortan, prolongadas, en el otro lado porque siendo el
422 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

ángulo ADG mayor que el BEG, la suma de los ADE y DEB es mayor
que dos rectos (Fig. 84), y, por tanto, la de sus adyacentes menor que
dos rectos; luego las rectas DA y EB, cortadas por la DG, se encuentran
hacia este lado.
39. Las rectas mínimas de la elipse se cortan en el interior del ángulo
del eje menor y el semieje [mayor] al que se han trazado.
40. Las rectas máximas de una elipse trazadas desde el eje menor
se cortan en el mismo lado de la curva.
41. Las rectas mínimas de la parábola o de la elipse trazadas desde
el eje cortan a la curva en el otro lado del eje.
42-43. Si el eje transver-
so de una hipérbola no es ma-
yor que el parámetro corres-
pondiente, no se puede trazar
desde el eje ninguna recta míni-
'»'la que corte al otro lado de la
curva; y si es mayor, unas

o f---+-:=-----~E-.
F

~-~-------1 G

FIG. 84. FIG. 85.

rectas mínimas, prolongadas, cortarán al otro lado de la curva y otras no.


Dada la hipérbola ABG de eje DE, centro D y asíntotas DZ y DH
(Fig. 85), trazando la perpendicular en B al eje y una recta mínima EA,
se tiene (H, 3):

Bz2=-! eje transv. x parám.=BD·BT,


APOLONIQ DE PERGAMO.-LAS CONICAS 423

de donde:
BZ BD
-----
BT BZ
y, por tanto,
BZ BD BD BD2
- - . --=--=--;
BT BZ BT BZ2
y como por hipótesis, es BD~BT, será
/'... /'...
BD~BZ; BZD~ZDB,

Y por ser (prop. 37) BZD>AEB, es


"" /'...

/'... ""
ZDB>AEB! "" /'...
/'...'
ZDB=BDH
/'...
"" BDH>AEB

/'...
ít /'. . /'. .
BDH +BEF > 2 rectos;

AEB+BEF=2 rectos

luego la recta AE, prolongada en la dirección del punto E, no cortará


a la asíntota prolongada en la dirección del punto R, y (H, 8) AE no
cortará al arco BG de la hipérbola 14.
14 Por un razonamiento análogo se demuestra (prop. 43) la segunda parte
del teorema.
Las proposiciones que siguen, hasta el final del lib. V, tratan de las inter-
secciones de las rectas máximas y mínimas entre sí y con las cónicas y del
trazado de normales, debiendo destacarse, en particular, las 51 y 52, que de-
muestran que los pies de las normales que pasan por un punto fijo están en
una hipérbola, llamada «de Apolonio», cuya intersección con la cónica resuelve
el problema de trazarle una normal desde un punto dado. La demostración
apoloniana, terriblemente larga, fatigosa e inelegante, se reduce a lo siguiente:
Si la cónica es
x2 y2
- ± - = 1, (a> b), y2= 2px,
a2 b2
y el punto dado P(m, n), la hipérbolá de Apolonio será
(aZ=¡:: b2)xy - aZmy±b 2nx= 0,
o bien
xy- (m- p)y- pn=O,
424 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

LI B R O Vil

Apolonio a Atalo: i salud!


Te envío el sexto libro de mis Cónicas, que comprende las propo-
siciones relativas a estas curvas y sus segmentos iguales y desiguales,
semejantes y desemejantes. así como algunas otras que no han sido abor-
dadas por mis antecesores.
En este libro encontrarás la manera .de cortar un cono recto dado
de modo que la sección sea igual a una dada y cómo hay que construir
un cono semejante a uno dado capaz de una sección dada.
Estas cosas las he tratado con más amplitud· y claridad que quienes
han escrito sobre ellas antes que yo. Pásalo bien.

1
DEFINICIONES

1. Dos secciones cónicas se dicen iguales cuando se puede aplicar


una a la otra de manera que coincidan en toda su extensión y. no se
corten. Las que no cumplen estas condiciones se dicen desiguales.
2. Llamaremos semejantes a las secciones cónicas tales que, tra-
zando· de un modo ordenado rectas sobre sus ejes y dividiendo estos en
el mismo número de partes o en partes que tengan la misma razón,
aquellas rectas sean respectivamente proporcionales a las partes del eje

y,en la parábola los pies de las normales están también en una circunferencia
py
x 2+y2_(m+p)x---=O.
2
lo cual no advirtió Apolonio, obligándole a resolver como lugar sólido un pro-
blema que podía resolverse como lugar plano, cosa que le reprochó Pappo.
1 Este libro es menos original e importante que los anteriores. Algunas de
sus proposiciones ya habían sido estudiadas por Arquímedes en Sobre conoides
y esferoides; y como el propio Apolonio reconoce en su carta de remisión a
Atalo que 10 que ha querido hacer es ampliar y aclarar trabajos de geómetras
anteriores a él, nos limitamos a traducir las cuestiones que llevan la incon-
fundible impronta apoloniana.
APOLONIO DE PERGAMO.~LAS CONICAS 425

que determinan a partir del vértice 2. Las secciones que no cumplen


estas condiciones se dicen semejantes.
3. Llamaremos base de un segmento a la recta que subtiende el de
una circunferencia o de una sección cónica.
4. Llamaremos diámetro de un segmento a la recta que divide en dos
partes iguales a las paralelas a su base.
5. Llamaremos vértice de un segmento al punto de la sección cónica
por el cual pasa el diámetro.
6. Diremos .que dos segmentos son iguales cuando, teniendo bases
iguales, se puede aplicar uno al otro de manera que coincidan en toda
su extensión y no se corten. Los que no cumplen estas condiciones se
dicen desiguales.
7. Llamaremos segmentos semejantes a aquellos cuyas bases forman
ángulos iguales con los . diámetros y a los que divididos estos en partes
proporcionales, por el mismo número de paralelas a las bases, las razones
de las paralelas y las bases a los segmentos de los diámetros contados a
partir del vértice, son las mismas.
8. Diremos que una sección cónica está situada en un cono o que
un. cono está rodeado por una sección cónica cuando esta se encuentra
completamente comprendida en la superficie del cono interceptada entre
el vértice y la base de este, o cuando prolongando la superficie del cono
por debajo de la base, la sección está completamente comprendida en la
parte de la superficie que se extiende sobre la base, o cuando una parte
de la sección está en una superficie y otra en la otra.
9. Diremos que dos conos rectos son semejantes cuando las razones
de sus ejes a los diámetros de sus bases son las mismas.
10. Por último, llamaremos figura de la sección construida sobre
el eje o sobre un diámetro al rectángulo limitado por este eje o este
diámetro y el lado recto 3 correspondiente.

2 Es decir, trazando a distancias proporcionales del vértice el mismo número


de ordenadas, estas son proporcionales a las abscisas correspondientes.
3 El parámetro.
426 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

II
PROPOSICIONES

1. Dos parábolas son iguales si lo son sus parámetros, y recíproca-


mente.
Dadas las parábolas de ejes AD y ZT y parámetros AE y ZM iguales,
si una parte de AB no es con-
A E
z M
gruente con ZH (Fig. 86), trace-

In
mos en un punto B de ella la per-
pendicular BK al eje y comple-
temos el rectángulo KE; tomemos
en el eje de la otra parábola un
segmento ZL =AK, levantemos la
FIG. 86. perpendicular HL al eje y com-
pletemos el rectángulo LM, el cual
será congruente con el KE por construcción, y como equivalen a los
cuadrados de BK y HL, respectivamente 4, es BK=HL y, por tanto, si
yuxtaponemos las parábolas de modo que coincidan sus ejes y BK caiga
sobre HL, el punto B caerá sobre el H y el K sobre el L, lo cual
es contra la hipótesis; luego una parábola no puede no ser igual a otra.
Recíprocamente, si las parábolas son iguales, se tiene en virtud
de 1, 11:
BK2=AK ·AE, HL2=ZL ·ZM,
y por ser
BK=HL Y AK=ZL, es AE=ZM.

2. Dos hipérbolas o dos elipses son iguales si las figuras s cons-


truidas sobre sus ejes transversos son equivalentes y semejantes, y recí-
procamente ó.
3. Es evidente que una elipse no puede ser igual a las otras dos
secciones cónicas porque es limitada y estas se extienden al infinito.
Digo también que una parábola no puede ser igual a una hipérbola.

41, ll.
s Def. 10.
ó Lo mismo que la anterior, esta proposición se demuestra por reducción al
absurdo apoyándose en 1, 12 y 13.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 427

Si la parábola ABG de eje BZ fuera congruente con la hipérbola


HIKN de eje KM y diámetro transverso KT (Fig. 87), tomemos los
segmentos BE=KL y BZ=KM, y, trazando las perpendiculares AE y DZ
al eje de ·la parábola y las. JL Y HM al dela hipérbola, se puede yuxta-
poner una cónica a la otra de manera que los puntos A, E, Z y D caigan
sobre los J, L, M Y H, respecti-
vamente, y por ser (1, 20)

n
BZ DZJ. KM HM2
- - = - - , será --=-=::--, A E
K
BE AE2 KL IV o Z

10 cual es absurdo porque (1, 21)


G N
HM.2 MT·MK
FIG. 87.
IV LT·LK

luego una parábola y una hipérbola no pueden ser congruentes.


4-5. Todo diámetro de una elipse divide a la curva y al área en
dos partes iguales.
6. Si una parte de una cónica es congruente con una parte de otra,
las dos cónicas son congruentes.
7-8. Los segmentos determinados a uno y otro lado del eje de una
cónica por las perpendiculares a este, son congruentes.
9. Si se superponen los segmentos de dos cónicas congruentes situa-
dos a igual distancia de sus vértices respectivos, coincidirán en toda su
extensión.
10. Si dos cónicas no son congruentes no se puede hacer coincidir
ninguna parte de una con ninguna de la otra.
11. Todas las parábolas son semejantes entre sí.
12-13. Si las figuras construidas sobre los ejes o diámetros de las
hipérbolas o elipses son semejantes, también lo son las cónicas, y recípro-
camente.
14. Una parábola no puede ser semejante a una hipérbola o a una
elipse.
15. Una hipérbola no puede ser semejante a una elipse.
16. Las ramas opuestas de una hipérbola son semejantes y con-
gruentes 7.

7 Las props. 6-16, relativas a la congruencia y semejanza de cónicas, están


428 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO II

23. En cantcas desemejantes, ninguna parte de una puede ser se~


mejante a una parte de la ótra.
Sean AB y GD dos hipérbolas o dos elipses desemejantes y supon-
gamos que los segmentos BE y DZ son semejantes. Unamos los puntos
medios H y T de las cuerdas BE
y DZ con los centros respecti-
vos K y Lde las cónicas, y por
los puntos M y N de intersección
tracemos las perpendiculares MP
y NQ a los ejes y las tangentes
MR y NS a las cónicas.
Puesto que, por hipótesis, los
segmentos BME y DZN son se-

~
E M

,~
C? mejantes, también lo son los trián-
gulos MKP y NLQ 8, Y por tan-
l . . . . .' "e ".' I L Q G
to, los MPR y NQS, y se tendrá
S

PK QL PR QS
FIG. 88. ----- --=--
PM QN PM QN
Multiplicando ordenadamente estas dos igualdades, es
PQ·PR QL·QS
PM2 QN2
Y por ser (1, 37)
PK·PR eje transv. 2AK QL·QS eje transv. 2GL
- - -,
PM2 parám. corresp. QN2 parám. corresp.
resulta:
eje 2AK eje 2GL
parám. corresp. parám. corresp.
luego las figuras construidas sobre los 2AK y 2GL son semejantes, y
en virtud de 12-13 también lo serán las cónicas, lo cual es contra la
hipótesis.
demostradas por reducción al absurdo razonando como en 1, 2 y 3. La 16, en
particular, es la 1, 14, y las 17-22 se refieren a diversos casos de semejanza
de segmentos de cónicas.
8 Propiedad establecida incidentalmente a lo largo de la demostración de
lá prop. 18, que no hemos traducido.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 429

24. Ninguna parte de una parábola puede ser semejante a una


parte de una hipérbola o de una elipse.
25. Ninguna parte de cualquiera de las tres cónicas es un arco de
circulo.
26. Las hipérbolas producidas al cortar las dos hojas de un cono por
planos paralelos son semejantes y A

desiguales.
27. Las elipses producidas al
cortar un cono por dos planos para-
lelos que encuentren a los lados del
triángulo según el eje y que no sean
paralelos ni antiparalelos a la base,
son semejantes y desiguales 9.
28. Cortar un cono recto por
un plano de modo que la sección sea
una parábola igual a una dada. Bf----+-*-~G
Sea el cono recto cuya sección F L E
por el eje es el triángulo ABG, y EDF
la parábola dada de eje DL y pará~ K

metro DZ (Fig. 89). FIG. 89.

Tomemos sobre el lado AB del


triángulo ABG, y a partir del vértice A, un segmento AH tal que sea
AH AB·AG
[1]
DZ BG2

tracemos por H la paralela HT a AG, y, cortando el cono por un plano


que pase por HT y sea perpendicular al ABG, la sección producida
KHM resuelve el problema porque la igualdad (1, 11)
AH AB·AG
parám. corresp. al eje HT BG2

comparada con la [1], nos dice que DZ es el parámetro de la sección KHM


y, en virtud de la proposición 1, esta es igual a la parábola dada.

9 Con la prop. 25 termina la parte plana del lib. V; las 26 y 27 se refieren


a las cónicas engendradas cortando un cono por planos paralelos, y las 28-33,
es decir, las seis últimas, son otros tantos problemas que Apolonio resuelve con
elegancia insuperable.
430 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

La solución es, además, única, porque si hubiese otra parábola igual


a la EDF situada en el cono, su plano sería perpendicular al del trián-
gulo ABG y su eje estaría contenido en este por ser recto el cono
y si otra sección igual a la DEF tuviera el vértice en AB su eje estaría
paralelo a AG y el vértice no estaría en H sino en otro punto P y se
tendría
AP AB·AG
parámetro BGZ

y DZ no sería ([ID el parámetro de esta otra sección que sería, por tanto,
distinta de la EDF, lo cual es contra la hipótesis.
29. Cortar un cono recto por un plano de modo que la sección sea
una hipérbola igual a una dada. Para que el problema tenga solución
es necesario que la razón del cuadrado del eje del cono al del semi-
diámetro de la base no sea mayor
que la del diámetro transverso, o
eje de la sección dada, al parámetro
correspondiente a este diámetro.
Sea el cono recto de eje AT
cuya sección por el eje es el trián-
gulo ABG, y EDF la hipérbola dada
de eje HDL y figura el rectán-
gulo de base DH igual al eje trans-
verso y altura el parámetro DZ
(Fig. 90).
1. Suponiendo que sea
Bf----'---+-+--'-----~
G

-=--, [1]
BT2 DZ
FIG. 90. tracemos una recta PN paralela a
AT e igual a DH que subtiende el
ángulo PAB 10, Y haciendo pasar por ella un plano perpendicular al ABG,
la sección producida QNR resuelve el problema porque teniendo· en

10 El geómetra de Pérgamo supone que se sabe construir PH, problema que


no se encuentra en ninguna de sus obras anteriores a Las· cónicas. La solución
más antigua que se conoce es la de :pappo.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 431

cuenta el paralelismo de las rectas PN y AT, la proposición, 1, 12 Y la


condición [1], se verifica:
diám. transv. PN TA 2 DH
[2]
parám. corresp. TB . TG DZ
y como por construcción es PN=DH, es DZ el parámetro de la sec-
ción QNR de diámetro transverso PN, y, por tanto, las figuras de las
hipérbolas de ejes HDL y PNI
son iguales y, como consecuen-
cia (prop. 2), las dos hipérbolas.
Esta solución es, además, úni-
ca, porque si hubiera otra hi-
pérbola igual a la EDF con el
vértice en AB, su eje estaría con-
tenido en el plano del triángulo
ABG y cortaría a la prolongación
de AG de tal modo que el segmen-
to comprendido entre AB y el
punto de intersección con AG se-
ría igual a DH 11 Y como, de acuer-
do con la hipótesis hecha, el eje
de esta otra hipérbola no es NI ni
paralelo a NI, porque si lo fue-
ra no sería igual, tracemos por A FIG. 91.
la recta AM paralela al eje de
esa segunda hipérbola que caerá entre AB y AT o entre AT y AG, y
tanto en su caso como en otro se tendrá:
diám. transv. de la 2.a. hipérb. MA2 DH
parámetro correspondiente MB ·MG DZ
y, por tanto, ([2])
MA2 TA2
MB·MG TB·TG
lo cual es absurdo porque siendo MA > TA, es
MB·MG < TB·TG.

II Prop. 2.
432 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

n. Si es
TA2 DH
--<-- [3]
BT2 DZ'
circunscribamos un círculo al triángulo ABG y, prolongando el eje AT
hasta el punto R, será
TA DH
- - < - '-;
TR DZ
determinemos en TR, a partir de T, un punto V tal que sea
TA DH
--=~- [4]
TV DZ
tracemos por V la QVX paralela a BG; unamos los puntos M y X con A;
tomemos dos rectas PN y UO iguales a DH y paralelas aAX y AQ, y
haciendo pasar por esas rectas PN y UO sendos planos perpendiculares
al del triángulo ABG, las secciones producidas de ejes PNI y UOS re-
suelven el problema.
En efecto, poniendo en [3]

BT2=TB·TG=TA·TK,
se tiene:
TA2 DH TA DH
----<--, -'-<--,
TA·TR DZ TR DZ
y siendo semejantes los triángulos AQV y AMT y récordando J, 12, es

diám. transv. UO MA2 MA2 MA DH


parám. corresp. MB·MG MA·MQ MQ DZ
de donde:
diám. transv. UO x DZ=parám. corresp. x DH,
y siendo iguales, por tanto, las figuras de las hipérbolas de ejes UOS y
HDL, también lo son ambas cónicas; y lo mismo demostraríamos la
igualdad de la hipérbola de eje PNI y la ED.
Esta solución es, además, única, porque si hubiese, situada en el
cono, una tercera hipérbola igual también a la ED, su eje estaría en
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 433

el plano del triángulo ABG y trazándole por A la paralela ACIF, se ten-


dría por 1, 12, la semejanza de los triángulos ATC y A VI Y [4]:
DH CAz CA2 CA TA CA
--==--==-~

DZ CB·CG CA·CF CF TV CI

y, por tanto, CA =CI, lo cual es absurdo.


III. Por último, si es
AT2 DH
->--
BT2 DZ
no hay ninguna hipérbola situada en el cono igual a la dada, porque si
la hubiera y trazamos como en 1 la AM paralela a su eje, tendríamos
DH MA2 AT2 AT2
--'----<
DZ MB ·MG BT2 TB· TG

lo cual es absurdo por ser MA>TA y MB.MG<TB.TG.


30. Cortar un cono recto por un plano de modo que la sección sea
una elipse igual a una dada.
Sea el cono recto cuya sección por el eje es el triángulo ABG y la
elipse DEH de eje mayor DH y A
parámetro DZ (Fig. 92). Circuns-
cribamos al triángulo ABG un
círculo, construyamos una recta
AM tal que sea
MA DH
[1]
MQ= DZ;
M

tracemos en el triángulo ABG la


OP paralela a la AM e igual a
FIG. 92.
DH y, haciendo pasar por esta
recta OP un plano perpendicular
al del triángulo ABG, la sección producida resuelve el problema por-
que recordando la proposición 1, 13 y teniendo en cuenta la hipótesis [1]
y la construcción OP =DH, se tiene:
OP MA2 MA2 MA DH
-----
OP
páramo corresp. MB . MG MA . MQ MQ DZ DZ
434 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 1I

luego DZ es el parámetro de la elipse de eje OP y, por tanto, las figuras


de las elipses de ejes OP y DH son iguales, e iguales, por consiguiente
(prop. 2), las dos elipses.
Esta solución es, además, única, porque si se pudiera colocar en el
cono otra elipse igual a la DEH con el extremo del eje mayor entre los
puntos O y A de la recta AB y es ARN una paralela a su eje, se
tendría (1, 13):
eje transverso NA2
parám. corresp. NB ·NG
Y como por ser iguales las dos elipses también lo serían sus figuras:
N eje transv. nueva elip. DH
parám. corresp. Dé¿

y, por tanto ([1]),

DH NA2
~
DZ NB·NG

NA2 NA MA
NA·NR NR MQ'

lo cual es absurdo.
o 31. Construir un cono recto
G
semejante a otro dado en el cual
esté situada una parábola dada.
Zf----------f K Sea ABG la parábola dada de
eje AL y parámetro AD y el cono
dado de triángulo por el eje EKZ
FIG. 93. (Fig. 93). Tracemos por AL un pla-
no TAL perpendicular al de la pa-
rábola BAG y en él una recta AM que forme con la AL un ángulo MAL
igual al EZK; tomemos la recta AM de modo que sea
nA ZK
----- [1]
AM ZE
y sobre AM como base construyamos el triángulo ATM semejante al
EKZ, y entonces el cono ATM de vértice T y base el círculo de diámetro
AM resuelve el problema.
APOLONIQ DE PERGAMO.-LAS CONICAS 435

Se tiene, en efecto:
/'" /'"
MAL=EKZ /'" /'"

/'" /'" MAL=TMA; TMII AL,


EKZ=TMA

y, por tanto, el plano de la parábola dada BAG corta a la superficie


cónica según otra parábola.
Teniendo en cuenta la construcción [1], la semejanza de los triángulos
TMA y EKZ y ser TM=TA, es
DA ZK MA MA
AM = ZE = MT = TA '
de donde:
DA·TA=AM2
AM2 DA
DA·TA DA
[2]
TA·TM = TA '
TA2=TA·TM TA

igualdad que exige (1, 11) que DA sea el parámetro de la parábola


determinada en la hoja prolongada del cono TAM, Y como DA es el
parámetro de la parábola dada BAG, las dos parábolas son iguales.
Esta solución es, además, única, porque si hubiera otro cono de
vértice J, capaz de la parábola BAG y semejante al cono dado EKZ,
haciendo pasar por su eje un plano perpendicular al de la parábola, la
recta AL sería la traza de ambos y se tendría (1, 11):
AN2 parám. paráb. BAG DA
[3]
IA·IN lA Al

y por ser semejantes los triángulos isósceles ATM y AIN, es


AM AN AM AN
AT = Al' TM = IN '

y poniendo estos valores en [2] y [3], resulta:

DA AMz AM AM AN AN AÑ2 DA
.--=--.
TA TA·TM AT TM Al IN AI·IN Al

de donde: AT=AJ, lo cual es absurdo.


32. Construir un cono recto semejante a otro dado en el cual esté
436 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

situada una hipérbola dada. Para que el problema tenga solución es


necesario que la razón del cuadrado del eje del- cono al del semidiámetro
de su base no sea mayor que la del diámetro transverso al parámetro
correspondiente en la figura construida sobre el eje.
Sea ABG la hipérbola de eje AL, diámetro transverso AN y el rec-
tángulo de lados AN y AD la figura construida sobre su eje, y sea dado
el cono cuyo triángulo por el eje es el EZK.
Prolonguemos KE; hagamos pasar por AL un plano TAL perpendi-
cular al de la parábola; describar- os sobre AN el segmento capaz del
ángulo CEZ; completemos el círculo; bisequemos el arco ANT por el
punto T y tracemos la recta TVR perpendicular a AN.
1. Suponiendo que sea

HE2 AN
--=--, [1]
HZ2 AD
prolonguemos las rectas NT y AD hasta su encuentro en M, y entonces,
por ser iguales los arcos RN y RA Y paralelas las rectas AM y TR, es
/'.. A
NTR=ATR
/'.. A /'.. /'..
NTR=TMA TMA=MAT,
/'.. A
ATR=MAT
y construyendo el cono isósceles de vértice 1 cuya base sea el círculo
descrito sobre AM como diámetro de plano perpendicular al TAL, ten-
dremos la solución.
En efecto, por ser iguales los ángulos en T y E por construcción y
semejantes los triángulos isósceles ATM y KEZ, se tiene:
HE PT HE2 PT2 HE2 PT2
--=--, -=::=-= ==-, [2]
HK PM HK2 PM2 HK·HZ PM·PA
de donde
1>1'2 AN
----=-- [3]
PM·PA AD
y, por tanto, (1, 12), AN es el eje transverso y AD el parámetro de la
hipérbola producida en el cono ATM por el plano de la dada ABG, y
siendo iguales las figuras de ambas cónicas, estas son también iguales.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 437

Esta solución es, además, umca, porque si hubiera otro cono de


vértice 1 y generatrices 10 e lA, que también fuera solución, trazando
la recta IR, por 1 y A las IQ y AO paralelas a AN e IR, respectivamente,
y razonando como antes, se llega a la igualdad absurda XA =XN.
II. Si es
HE2 AN
--<-- [4]
HZ2 AD'
y observamos que es
PM=PA=TV, PT=AV, AV2=VT·VR,
se tiene ([22]):
HE2 VT· VR VR AN
<--,
HK·HZ VT2 VT AD

y determinamos en TV un pun-
to F tal que sea
VR AN
[5]
VF = AD'

los triángulos semejantes de la


figura 94 y las transversales del
círculo dan
VR XR XR·XI XN·XA
VF Xl Xl2 Xl2
XN XA QI XA
-- . --=-- . --,
Xl Xl QO Xl
y como en el paralelogramo IXAQ FIG.94-.
es
XA QI
-----
Xl QA

poniendo este valor en la igualdad anterior, resulta ([5)):


QR Ql2 AN
--=---~=--
[6]
QF QO·QA AD
438 C~ENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

lo que nos dice (1, 12) que AN es el eje transverso y AD el parámetro de


la hipérbola producida en la prolongación de la hoja del cono de vértice 1
y base el círculo de diámetro AO; y como esta hipérbola y la dada tienen
el mismo parámetro y el mismo eje transverso, sus figuras son iguales,
y, por tanto, iguales también las dos cónicas; y si trazáramos SN y SA,
prolongásemos SN e hiciésemos análogas construcciones a las anteriores,
tendríamos un cono de vértice S que también resolvería el problema.
Esta doble solución es única porque si hubiera un tercer cono con
el vértice en W semejante al EKZ y en él una hipérbola igual a la ABG,
trazando la recta WR, sería:
AN UR
AD =UW'

igualdad absurda por su incompatibilidad con la [6].


IIl. Si es
HE2 AN
-->--
HZ2 AD
el problema es imposible, porque siendo entonces

HEZ VR AN
==-=-->--,
HZJ VT AD
y razonando como antes, se llega a
XR AN VR
--=--<--,
Xl AD VT
lo cual es absurdo.
33. Construir un cono recto semejante a otro dado en el cual esté
situada una elipse dada.
Dada la elipse ABG de eje mayor AG y parámetro AD y el cono EZK,
hagamos pasar por AG un plano perpendicular al de la elipse (Fig 95);
describamos sobre AG un arco ATG capaz del ángulo ZEK; bisequémos-
lo por el punto T; tracemos por este dos secantes TIL y TNF a AG tales
que sea
LT FT AG
[1]
-L-I-= FN = AD ;
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 439

tracemos las rectas lA, lG Y NA, NG, Y por 1 y A las lP y AM parale-


las a LA y LI, respectivamente, y, construyendo el cono de vértice 1 y
base el círculo de diámetro AM, tendremos la solución porque se verifica,
en efecto:
LT AG eje transv. AG LT·LI LG·LA LG LA
[2]
LI AD parám. AD LI LI
y como por la semejanza de los triángulos GIL, GMA Y PMI Y el para-
lelogramo IPAL es, respectivamente,
LG AG PI LA PI
--=--=-- --=--,
LI AM PM LI PA
poniendo estos valores en [2], re-

,~"
sulta:
AG PI PI PI2
--==-- .
AD PM PA PA·PM
igualdad que nos dice que por ser FIG. 95.
AG el diámetro de la elipse dada, es
(L, 13) AD el parámetro de la producida en el cono IAM, y teniendo,
pues, el mismo eje transverso y el mismo parámetro, ambas elipses son
iguales; y análogamente se demostraría que también es solución el cono
de vértice N y generatrices NA y NG.
Estos dos conos son los únicos que resuelven el problema porque
si hubiese un tercero con el vértice O en el cono ATG del mismo lado
del plano de la cónica que los 1 y N y generatrices OA y OH, uniendo
T con O y prolongando la recta TO hasta que corte en X a la AG, tra-
zando por O y A sendas paralelas a XA y XT y razonando como antes,
llegaríamos a la expresión
XT LT
--=--,
xa U
que es absurda.
440 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

LIBRO VII

Apolonio a Atalo: ¡salud!


Te envío el séptimo libro que he escrito sobre las secciones comcas,.
en el cual verás muchas proposiciones nuevas relativas a los diámetros
y a las figuras 1, que tienen numerosas aplicaciones en muchos problemas,.
y, sobre todo, en la discusión de estos.
Los ejemplos de la utilidad de tales· proposiciones se suelen presentar
en las cuestiones sobre cónicas que he resuelto y demostrado en el
libro octavo 2 que es, realmente, la continuación del séptimo y que te
remitiré lo antes que pueda. Pásalo bien.

PROPOSICIONES

1. Si en la prolongación del eje de una parábola se toma del otro


lado del vértice un segmento igual al parámetro, el cuadrado de toda
cuerda que parta del vértice equivale al rectángulo que tiene por lados
los segmentos desde el pie de la ordenada del extremo de la cuerda hasta
el vértice y el punto que dista de este el parámetro.
En la parábola de eje AG y vértice A, siendo AD igual al parámetro
(Fig. 96), se tiene, en efecto:
BG2=AG·AD,
de donde
BCZ+GA2=AB2=AG·AD+GA2
=GA(AD+AG)=GA·GD.

2. Dividiendo el eje transverso de una hipérbola en la razón de este


eje a su parámetro, de modo que la parte contigua a uno de los extremos
del eje corresponda al parárrletro, y trazando desde este extremo una
recta a un punto cualquiera de la cónica desde el cual se baja la perpen-
dicular al eje, el cuadrado de esa recta será al rectángulo cuyos lados
sean los segmentos comprendidos entre la perpendicular y los extremos

1 VI, def. 10.


2 Definitivamente perdido.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 441

de la parte del eje correspondiente al parámetro como el eje transverso


a la otra parte del eje. Llamaremos recta homóloga a la parte del eje
correspondiente al parámetro.
Sea AGE el eje prolongado de una hipérbola; AGFD su figura 3 T un
punto de AG tal que es
TG AG
---- [1]
TA AD

AB una recta cualquiera que pase


por A, y BE la ordenada de su
extremo (Fig. 97).

'/7ih,.'_--.,"
Le,'

L
;~'
, i
'
--.

FIG. 96.

Poniendo

de donde (1, 21):


BE2 EA· EZ parámetro AD
-EA ·EG = EA:EG '=-~je trans\'o AG-;
EZ AD
--=--
EG AG
y, por tanto ([1]),
EZ+EG=GZ TA+TG=AG
_. - - - - - - - - - . . . : : : - - - - - -
EG TG
[2J
GZ-AG=AZ AG AZ·AE
EG--iCT::=ET-=TG-=ET~AE'

3 Es decir, el rectángulo de lados AG v AD construido con el eje transver-


so AG como base y el parámetro AD.
442 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

y por ser

AZ· AE = (AE + EZ)AE=AW + EZ . AE


=AE2+BE2=AB2,

valor que, sustituido en [2], demuestra, como queríamos, que es


AG AB2
TG ET·AE
3. Prolongando uno u otro eje de una elipse de modo que la suma o
diferencia del eje y su prolongación sea a esta como el mismo eje a su
parámetro, y trazando desde el vértice en que termina la parte corres-
pondiente al parámetro una recta a un punto cualquiera de la cónica
desde el cual se baja la perpendicular al eje, el cuadrado de esa recta
será al rectángulo cuyos lados sean los segmentos comprendidos entre
la perpendicular y los extremos
de la recta correspondiente al pa-
rámetro, como el eje a la parte
correspondiente del propio eje.
Llamaremos recta homóloga a la
correspondiente al parámetro.
FIG. 98. Sea AG el eje de una elipse;
AGFD su figura; T un punto de
la prolongación del eje tal que es
TG AG
-----
TA AD

AB una recta cualquiera que parte de A, y BE la ordenada de su


extremo (Fig. 98).
Por un razonamiento idéntico al anterior se demuestra la proporción
AB2 AG
-------
ET·EA TG

4. Trazando por el centro de una hipérbola o de una elipse una


paralela al eje de la cónica igual al semidiámetro conjugado al del punto
de contacto de la tangente, el cuadrado de esta será al del semidiámetro
paralelo a la tangente como los segmentos del pie de la ordenada del
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 443

punto de contacto al de intersección de este con el eje y el centro de


la cónica.
Dada una hipérbola o una elipse de eje AG y centro T y una tangente
BD, que corta a AG en D, tracemos por T la paralela TH a BD igual al
semidiámetro conjugado al BTZ y
por A y D las AL y DA parale-
la a BE, y, construyendo una rec-
ta M tal que sea

FIG. 99.
M será igual (l, 50) al semipará-
metro, y por la semejanza de los triángulos BLO y BKD se tendrá:

B[)2=M·BK.

Por construcción, TH es igual


E
al semidiámetro conjugado del BTA;
luego (1, 15 y II, 20),
TR2
M=--,
BT

y poniendo este valor en la igualdad


anterior, resulta:
BDl BK ED
TH2 BT ET

5. En toda parábola la recta a


la cual se apliquen los rectángulos
G equivalentes a los cuadrados de las
ordenadas trazadas sobre un diáme-
FIG. 100. tro, es decir, el parámetro de este,
es igual al parámetro del eje aumen-
tado en el cuádruple del segmento de este comprendido entre el pie de la
ordenada del extremo del diámetro y el vértice de la parábola.
Dada la parábola de vértice A y eje AH (Fig. 100), tracemos en un
punto B de ella el diámetro Bl, la tangente BD, la perpendicular BH a
444 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

la tangente y la ordenada BZ, y en A la AG a la cual se aplican los rec-


tángulos, y prolonguémosla hasta que encuentre en E a la prolongación
de Bl.
En los triángulos semejantes BET y DBH se tiene:
ET DH
[1}
EE = DE ;

luego (1, 49) DH es el semiparámetro correspondiente al diámetro BI, y


por ser (1, 11, Y Elementos, VI, 8, corolario)

Ez2=AG'AZJ
- AG·AZ=DZ·DH, [2J
Bz2=ZD·ZH
y como el vértice de la parábola biseca a la subtangente (1, 34), es
ZD=2AZ, 2ZD = 4AZ,
y poniendo este valor en [2] resulta AG=2ZH, de modo que sumando
esta igualdad y la anterior, se tiene:
AG+4AZ= 2(ZH + ZD) = 2DH=parám. corresp. a El.

6-7. Si a partir de los extremos del eje transverso de una hipérbola


o de uno de los ejes de una elipse se toman sendos segmentos iguales a
las rectas que hemos llamado homólogas; se trazan dos diámetros conju-
gados cualesquiera y desde un extremo del eje la paralela a uno de los
diámetros conjugados, la razón del cuadrado del otro diámetro a este es
la misma que la de los segmentos del eje comprendidos entre el pie de
la ordenada del punto de intersección de la cónica y el diámetro al que
se ha trazado la paralela y los extremos de las rectas homólogas 4.
4 Llamando A y G a los extremos del eje transverso de la hipérbola o del
que se considere en la elipse; B Y K a los de un diámetro; H. y Z a los de
su conjugado; L al punto de intersección de la paralela por A al. diámetro
HZ; P al pie de la ordenada de A, y M Y N a los extremos de los segmentos
AM=GN iguales a la recta homóloga, las props. 6 y 7, cuyos enunciados hemos
refundido en uno solo, y cuyas demostraciones suprimimos por excesivamente
largas y fatigosas, incluso con el lenguaje y simbolismo modernos, se pueden
traducir por la siguiente igualdad:
BK2 PN
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 445

8-9. Haciendo las mismas construcciones que en las dos propOSlClO-


nes anteriores, la razón del cuadrado del eje transverso de la hipérbola,
o del que se considere en la elipse, al de la suma de los diámetros con-
jugados, o de la diferencia en la parábola, es la misma que la del rec-
tángulo de las rectas GM y PN al cuadrado de la PN sumado con el
cuadrado equivalente al rectángulo de PM y PN 5.
10. Dadas las mismas cosas, el cuadrado de un eje de la elipse es
al rectángulo de dos diámetros conjugados como la recta GM a la recta
cuyo cuadrado equivale al rectángulo de las PM y PN.
n. Dadas las mismas cosas, el cuadrado del eje transverso de la
hipérbola es a la suma de los cuadrados de dos diámetros conjugados
como la recta GM es a la suma de las PM y PN.
elipse la suma }
12-13. En toda { de los cuadrados de dos
hipérbola la diferencia
diámetros conjugados cualesquiera es igual a la { .suma. l de los cua-
dIferenCia ~
drados de los ejes 6.
Dada la elipse o la hipérbola de
ejes AG y EP, tracemos dos diá-
metros conjugados BK y HZ, la
ordenada LP del punto L de in-
tersección con la cónica de la pa-
ralela por A a HZ, y AM = GN
dos rectas homólogas (Fig. 101).
Por ser (1, 15)

Ep2=AG x parám. corresp. a AG,

5 Conservando las notaciones de la nota anterior, el enunciado de las pro-


posiciones 8 y 9 es
AG2 GM.PN
(BK±HZ)2 (PN± '¡PM+PN)
6 Estas dos notabilísimas proposiciones, que demuestran la constancia de la
suma en la elipse y de la diferencia en la hipérbola de los cuadrados cons-
truidos sobre un par de diámetros conjugados, han pasado a la historia de
la Matemática con el nombre de teoremas de Apolonio, porque aunque este
descubrió otros muchos, esos dos tienen importancia excepcional en la teoría
de cónicas.
446 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

se tiene (1, 15 Y 6-7):


AG2 AG2
Ep2 AG x parám; corresp. a AG
AG MG MG
-p-a-r-ám-e-tr-o-c-o-r-re-s-p-.·a AG AM:= GN'
de donde:

[1)

y siendo

AG2 MG
--=--, [2)
BK2 PN
BK2 PN
--=--, [3]
Hz2 PM
PN
[4]
BK2±Hz2 PN±PM=MN
si multiplicamos las igualdades [2] y [4], resulta:
BK2 AG2 PN MG
.--=--.--
BK2±Hz2 BK2 MN PN
AGZ MG
-, [5)
BK2±Hz2 MN
e identificando con la [1]:
BK2±HZ2=AGZ±EF2.

14-20. Conservando las figuras anteriores y llamando g al parámetro


correspondiente al diámetro BK, se verifican las siguientes relaciones:
AG2 MG
BK2-HZ2 2TP
AG2 GMxPN
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 447

GMxPN
(BK+g)2 (PN + PM)2
AG2 GM
BKxg= PM'

GMxPN
BK2±g2 PN2±PM2

21 -22 . · transverso d e una h'lper


Si el eJe , b o1a es { mayor))~ que e1 otro,
menor
·,
to d o d lametro transverso sera, f mayor} que su conJugad
. o; aIrazon
' d. e
menor
. {mayor} que la d e los diámetros y la de un par d e d'lame-
1os eJes ,
menor
, d os { mayor} que la de otro par si el transverso d el pn-.
tras conJuga
menor
mer par está más cerca que el otro del eje transverso de la hipérbola.
23. Si los ejes de una hipérbola son iguales, también lo serán los
diámetros conjugados.
24. Si un diámetro de una elipse es mayor que su conjugado, la
razón de ambos es menor que la del eje mayor al menor, y la de un par
de diámetros conjugados mayor que la de otro par si el diámetro mayor
del primer par está más cerca que el otro del eje mayor de la elipse.
25. La suma de los dos ejes de la hipérbola es menor que la de dos
diámetros conjugados cualesquiera y la suma de un diámetro transverso
y su conjugado menor que la de otro diámetro transverso y su conjugado
si el primer diámetro está más cerca del eje transverso que el segundo.
26. La suma de los dos ejes de la elipse es menor que la de dos
diámetros conjugados cualesquiera; la de un par de estos es menor que
la de otro par si los primeros están más cerca de los ejes que los segundos,
y si los diámetros conjugados son iguales, la suma es máxima.
27. En toda elipse o hipérbola de ejes desiguales la diferencia de
ellos es mayor que la de un diámetro y su conjugado, y esta diferencia
crece a medida que los diámetros se acercan a los ejes 7.
28. En toda hipérbola o ~elipse el rectángulo construido sobre los

7 Las relaciones métricas 14-27 se demuestran fácilmente por un mecanismo


análogo al empleado en 12-13.
448 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

ejes es menor que el construido sobre dos diámetros conjugados cuales-


quiera, y estos disminuyen a medida que los diámetros se acercan a los
ejes.
La proposición es evidente en la hipérbola en virtud de lo dicho en la
anterior, porque cada uno de sus
G
ejes es menor que todo diáme-
tro contiguo, y en la elipse se de-
muestra directamente así:
Si AB Y GD son los diáme-
t-----=::::::::!!~~::----___4B tros mayor y menor de la curva,
y UV y KH, MN Y OP, EF Y QR
varios pares de diámetros conju-
gados, se tiene (prop. 26):
o AB+GD < UV+KH,
FIG. 102.
de donde

(AB+GD)2=AB2+GD2+2AB·GD < (UV+KH)2=UV2+KH2+2UV ·KH,


y por ser (prop. 13)

restando esta igualdad de la desigualdad anterior y dividiendo por 2,


resulta:
AB·GD< UY·KH,
y lo mismo se demuestra que es
UY·KH < MN·OP < EF·QR.

diferencia}
29-30. La { del cuadrado de un diámetro cualquiera de
suma
una hipérbola J' .
f l'
e zpse
y la fzgura construzda sobre él es constante (Fig. 103).
Por ser, en efecto (props. 13 y 12 Y l, 16 Y 15):

BK2+Hz2=AG2+EF2,
BK x parám. corresp. = HZ2,
Figura =
l AG x parám. corresp. = EF2.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 449

Poniendo estos valores en la igualdad anterior, se tiene:


BK2+BKxparám. corresp. BK=AG2+AGxparám. corresp. AG,

es decir,

-
B[(Z:¡:
P
Fig. { hi. .} =AG2+
ehp.
- Fig. { hipo
. }
ehp.
E@"',
K
A
z

y lo mismo se demostraría para


FIG. 103.
otros pares de diámetros conju-
gados.
31. El paralelogramo construido sobre dos diámetros conjugados
cualesquiera de una elipse o de las ramas opuestas de dos hipérbolas
conjugadas es equivalente al rectángulo construido sobre los ejes 8.
Sea T el centro de una elipse o de las ramas opuestas de dos hipér-
bolas conjugadás; AB Y GD los ejes y ZL y MN un par de diámetros
conjugados cualesquiera (figu-
ra 104). Tracemos por sus extre-
mos Z, L y M, N las tangentes
HX, KP y HK, XP a la cónica,
las dos primeras de las cuales se-
rán paralelas al diámetro MN y
las otras dos al ZL 9, de modo que
la figura HKPX resulta un para-
FIG. 104. lelogramo cuyos ángulos son igua-
les a los formados en T por
los diámetros conjugados; bajemos desde Z al eje AB la perpendicular
ZQ, y, construyendo la media proporcional OQ entre QE y QT, ten-
dremos (1, 37):
AG QE·QT
parám. ZQ2
y por ser (1, 15 y 16),
AGxparám.=GD2,

8 Este teorema, que demuestra la constancia del rectángulo construido sobre


un par de diámetros conjugados de una elipse o de una parábola, puede consi-
derarse complementario de los 12-13 y está demostrado con insuperable ingenio.
9 Prop. II, 6 Y 20.
450 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

será
TA2 AG2 AG QE·QT
TG2 GD2 AG x parám. parárn. ZQ2
de do~nde, siendo por construcción,
[1]
se verificará:
TA2 OQ2 TA OQ
TG2 =ZQ2' TG = zQ ,
TA·TA OQ·ET
TG·TA = ZQ·ET '
TA2 TA·TG
OQ·ET ZQ·ET
pero (1, 37) es
TE·TQ=TA2,
TE·TQ TA TA·TG
[2]
OQ·ET OQ·ET ZQ·ET'
y como por la (prop. 4) Y la semejanza de los triángulos EZT y TMF
se tiene :
ZE2 QE
--=--,
TM2 QT
triáng. EZT ZE2 QE
triáng. TMF TM2 QT
y, por tanto,
2 triáng. EZT QE
[3]
2 triáng. TMF QT
Se tiene, además:
triáng. EZT ZE
ttiáng. ZHT = ZH'
2 triáng. EZT ZE TE
paralelogr. TZHM ZH TF
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 451

triáng. HTM MH
triáng. MTF MF
paralelogr. TZHM MH TE
2 triáng. MTF MF TF
luego es
2 triáng. EZT paralelogr. TZHM
paralelogr. TZHM 2 triáng. TMF
de donde
(paralelog. TZHM)2=2 triáng. EZTx2 triáng. TMF. [4]

Escribiendo las igualdades [1] y [4] bajo la forma


OQ2 QE
-==-=--,
QT2 QT
(paralelogr. TZHM)2 2 triáng. MTF
(2 triáng. EZn 2 2 triáng. EZT

se tendrá ([3])
OQ 2 triáng. EZT
[5]
QT paralelogr. TZHM'

y por ser [2],


OQ OQ·ET ZQ·ET
QT QT·ET TA·TG

poniendo este valor en [5], resulta:


2 triáng. EZT ZQ·ET
paralelogr. TZHM TA·TG

y como es 2 triáng. =ZQ .ET, tiene que ser


paralelogr. TZHM=TA·TG=tAB • t GD.

de donde:
4 paralelogr. TZHM=paralelogr. HKPX=AB· GD.
452 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

32. El parámetro correspondiente al eje de una parábola es menor


que los correspondientes a otro diámetro cualquiera y crecen a medida
que estos se alejan del eje.
En la parábola AB de eje AZ sean,
en efecto, GH y BT dos diámetros y
AK, GL Y BM los parámetros co-
rrespondientes (Fig. 105). Trazando
las perpendiculares GE y BD a AZ, es
(prop. 5)
Z
-------r----t""'i A
GL=AK+4AE, BM=AK+4AD,

H de donde

T AK < GL < BM 10.

33-34. Si el eje transverso de una


hipérbola es mayor que su paráme-
tro, este es menor que el de cualquier
K diámetro, y los parámetros disminu-
yen a medida que los diámetros se
acercan al eje. La propiedad subsiste
si el eje transverso es menor que el
L parámetro y mayor que su mitad.
35. Si el eje es menor que la mi-
tad del parámetro, se le puede trazar
a cada lado un diámetro cuyo paráme-.
M tro sea doble de este diámetro y será
FIG. 105. menor que el correspondiente a otro
diámetro cualquiera situado del mis-
mo lado de la hipérbola. Los parámetros disminuyen a medida que los diá-
metros se acercan a los dos primeros.
.
36-37. La dlferencia entre el eje f
transverso} de una ) hipérbola t
mayor ( elipse j
y su parámetro es mayor que la de un diámetro y el suyo, y disminuye
a medida que el diámetro se aleja del eje.
10 Las propiedades siguientes, hasta el final del lib. VII, o sea, las 32-51,
establecen otras relaciones métricas entre los elementos de la elipse y de la
hipérbola análogas a la de la 31, por 10 cual no las traducimos, limitándonos
a los enunciados de las mismas.
APOLONIO DE PERGAMO.-LAS CONICAS 453

38-39. Si el eje transverso de una hipérbola no es menor que el ter-


cio de su parámetro, la suma de un diámetro cualquiera y su parámetro
es mayor que la del eje y el suyo, y crece a medida que el diámetro se
aleja del eje. La propiedad subsiste si el eje es menor que el parámetro,
pero no menor que su tercera parte.
40. Si el eje es menor que el tercio de su parámetro, hay a cada lado
del eje un solo diámetro igual al tercio de su parámetro y tal que la suma
de un diámetro y su parámetro es menor que la de cualquier otro diáme-
tro, del mismo lado que el eje, y el suyo, y disminuye a medida que el
diámetro se aleja del eje.
41. La suma del eje ) mayor ( de una elipse y su parámetro, es
(menor 5

f
J
menor que la de un diámetro cualquiera y el suyo, y disminuye
mayor
f
aumenta
1
a medida que este se aleja del eje.
42-43. El rectángulo construido sobre el eje transverso de una hipér-
bola y su parámetro es menor que el construido sobre un diámetro cual-
quiera y el suyo; crece a medida que el diámetro se aleja del eje y el
rectángulo máximo en la elipse es el construido sobre el eje menor y su
parámetro.
44-45. Si el eje transverso de una hipérbola f:~ 1
es menor que su
parámetro y su cuadrado menor que la mitad del de la diferencia entre
dicho eje y su parámetro, la suma de los cuadrados de estas dos magnitu-
des es menor que la de las de las análogas respecto de un diámetro.
46. Si el cuadrado del eje transverso de una hipérbola es menor que
la mitad del cuadrado de la diferencia entre dicho eje y su parámetro,
haya cada lado del eje un diámetro cuyo cuadrado equivale a la mitad del
cuadrado de la diferencia entre este diámetro y su parámetro, y la suma
de los cuadrados de estas dos magnitudes es menor que la de las análogas
respecto de cualquier otro diámetro. Esta última suma crece a medida
que el diámetro se aleja del eje.
47. Si el cuadrado del eje mayor de una elipse es igualo menor que
la mitad del cuadrado de la suma de dicho eje y su parámetro, la suma de
los cuadrados de estas dos magnitudes es menor que la de las análogas
respecto de cualquier diámetro. Esta última suma crece a medida que el
diámetro se aleja del eje mayor y es máxima para el eje menor.
48. Si el cuadrado del eje mayor de una elipse es mayor que la mitad
454 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

del cuadrado de la suma de dicho eje y su parámetro, haya cada lado del
eje un diámetro cuyo cuadrado equivale a la mitad del de la suma de este
diámetro y su parámetro; la suma de los cuadrados de estas dos magni-
tudes es menor que la de las análogas respecto de cualquier otro diámetro
trazado en el mismo cuadrante de la elipse y esta última suma crece a me-
dida que el diámetro se aleja del eje.
49-50. Si el eje transverso de una hipérbola es ) mayor 1 que su pa-
l menor 5
rámetro, la diferencia de los cuadrados de estas dos magnitudes es ) menor}
(mayor
que la de las mismas magnitudes respecto de cualquier diámetro; esta
.
ú1tZma diferencia { aumenta
.. } a me d id a que e1 d"zametro se al'
eJa d e1 ele
.
dzsmznuye
y es .) mayor 1 que la que hay entre el cuadrado del eje y el rectángulo
~menor 5
menor} que e1 doble de esta
construido con el eje y su parámetro y
diferencia.
fmayor
51. La diferencia de los cuadrados del eje ) mayor 1 de una elipse
(menor 5
y su parámetro es mayor que la de estas dos magnitudes respecto de
cualquier diámetro { mayor} que su parametro
menor
, f
y disminuye
aumenta
1 '.
a medz-
da que el diámetro se aleja del eje.
ERA TOSTENES
(280?-192?)
ERATOSTENES

PREAMBULO

H IlO280 deantesAglaos, sabio alejandrino, nació Eratóstenes, hacia el año


de J. C., en la ciudad libia de Cirene, de la que, luego de
estudiar con el gramático Lisania, pasó a Atenas para oír las lecciones
que Zenón de Citio daba en el pórtico decorado por Polignoto con fres-
cos heroicos (el Pórtico de las Pinturas: };OTOÚ ¡rOUAr¡), y de aquí el nomo:
bre de estoicismo dado a su filosofía.
En Atenas estuvo hasta 245, en que fue llamado a Alejandría por Pto-
lomeo Ill. Evergetes para encargarlo de la educación de su hijo, y a la
muerte de Calímaco, 235, lo nombró director de la Biblioteca, cargo que
desempeñó hasta que por los años de 192 se quedó ciego y se dejó morir
de hambre.
Siguiendo la costumbre del Museo, a Eratóstenes le dieron el sobre-
nombre de PiíTa, sin que sepamos, en realidad, a qué obedeció esta de-
signación. Algunos eruditos creen que porque la letra beta es la segunda
del alfabeto y Eratóstenes mereció el segundo lugar en la totalidad de
sus conocimientos, cediendo el primero de cada uno a otro concurrente
menos enciclopédico que él.
Eratóstenes, en efecto, cultivó varias disciplinas literarias y científi-
cas, especialmente la Matemática, la Geografía y la Astronomía.
Como matemático inventó un método para encontrar números pri-
mos: la criba: uVaUlXOY, cuya construcción conocemos desde la enseñan-
za secundaria, y la solución del problema de Delos por medio del meso-
labio 1, y como geógrafo corrigió el mapa de Dicearco 2, cortando tam-

1 !,Llo(JoAa~oc;,
palabra acuñada por PAPPO: Colección matemática, III.
2 Geógrafo siciliano de mediados del siglo IV a. de J.C., autor de un mapa
que dividió en dos partes casi iguales por medio de una línea-diafragma-
trazada a la misma distancia del Sur y del N arte y en dirección al ecuador, que
partía del estrecho de Gibraltar y, cortando el Mediterráneo, pasaba por Sicilia
457
458 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

bién el suyo por un diafragma según el paralelo Rodas-Gibraltar, que se-


paraba los del Norte: Bizancio y Tule-en las actuales islas de Shetland-
de los del Sur: Alejandría y Siene-hoy Asuán-, siendo los meridianos
extremos los que pasaban por las Columnas de Hércules-estrecho de
Gibraltar-y la isla Taprobana, hoy Ceilán, y meridiano principal o pri-
mer meridiano el de Rodas, quedando así el ecumene dividido en rec-
tángulos que le permitieron clasificar a los habitantes del mismo en tres
grupos, llamados periecos: 1leetoixot; antecos: dy-roixOl, y antípodas: dv-rÍ:Tro~€,.
A Eratóstenes se debe también la primera tentativa de calcular las di-
mensiones de la Tierra con rigor científico, para lo cual midió el arco de
meridiano comprendido entre Alejandría y Siene, y, al observar que en
esta última ciudad· había un pozo en cuyo fondo se reflejaba la imagen
del Sol al mediodía en el solsticio de verano, dedujo que Siene estaba en
el trópico de Cáncer; como obtuvo en Alejandría 7° 12' para la distancia
cenital del Sol a la misma hora y en la misma época, asignó dicho valor
7° 12'=360°/50 a la longitud del arco de meridiano Siene-Alejandría, y
puesto que esta distancia era, según los datos de los viajeros, de 5.000 esta-
dios, calculó en 50 X 5.000= 250.000 estadios la longitud total del meri-
diano terrestre, resultado que sería exacto si en su determinación no hu-
biera cometido dos equivocaciones: la de suponer que Alejandría y Sie-
ne están en el mismo meridiano, y la de situar a la Asuán actual en el
trópico de Cáncer, ya que la oblicuidad de la eclíptica era en los días de
Eratóstenes 23° 44' y la latitud de Siene es 28° 8'.
De todos modos resulta que, como el estadio egipcio medía 158,75 me-
tros, la longitud del meridiano calculada por Eratóstenes es 39.690 kiló-
metros, que es una aproximación muy aceptable, porque siendo Alejan-
dría y Siene ciudades egipcias, parece natural que empleara el estadio
egipcio y no el ático-de 177,7 metros-, y así, tomó para la distancia
entre ambas los 5.000 estadios, es decir, 793,8 kilómetros, y como la
exacta es 797, la diferencia es muy pequeña.
Finalmente, como astrónomo, Eratóstenes emprendió trabajos de igual
envergadura que como geógrafo; entre otros, el de medir la oblicuidad
de la eclíptica por no se sabe qué procedimiento, aunque no parece aven-
turado afirmar que debió de emplear las armillas de que disponía el Mu-

y la punta de Italia, el Peloponeso, la isla de Rodas y el Asia Menor a través


de la cadena montañosa del Tauro, hasta terminar en las bocas del Ganges,
siguiendo aproximadamente el paralelo 36°, que atraviesa las partes de la Tie-
Ira entonces mejor conocidas.
ERATOSTENES.-BIBLIOGRAFIA 459

seo . para calcular la anchura de la zona tórrida, es decir, el intervalo


comprendido entre los trópicos, desde el solsticio de verano al de in-
vierno, que fijó en 11/83 de la circunferencia, lo que hizo suponer a
Riccioli 3 en su Almagesto Novum, Bolonia, 1651, que el círculo eratosté-
nico estaba dividido en 83°, pero Delambre 4 opina que estos números son
una reducción fraccionaria para que fuesen más fáciles de retener en la
memoria.
Y, en efecto, multiplicando por 360 resulta 47 42' 39" para la dis-
0 0

tancia intertropical, y, por tanto, 47 42' 39"/2 =23 51' 19" 5 para la obli·
0 0

cuidad de la eclíptica, valor que solo difiere del verdadero-en aquel.


tiempo--en menos de 8".

BIBLIOGRAFIA

Eratóstenes debió de escribir muchas obras, perdidas casi todas, y


solo conservadas fragmentariamente las demás:
l. reúJreaqm<á: Geografía, en tres libros, de los que tenemos los
fragmentos recogidos por Estrabón 1 y publicados por GOD BERNHARDY:
Eratosthenica, Berlín, 1822, y después por RUGO BERGER: Die geogra-
phische Fragmente des Eratosthenes, neu gesammelt, geordnet und bes-
prochen, Leipzig, 1880.
1I. Tfj~ áVa!lIoTef¡aEúJ~ Tf¡~ rj'í~, perdida, en donde explicaba su méto-
do para medir la Tierra, que conocemos por haberlo conservado Cleo-
medes 2 en su obra sobre el movimiento circular de los cuerpos celestes:
lhe; XvxAtui¡~ eEúJeía~ wTEúJeúJV, cuya edición princeps, en griego, apare-

3 Giovan Battista Riccioli (1598-1671), astrónomo italiano, que se dedicó


especialmente a la Selenografía.
4 Jean-Baptiste Delambre (1749-1822), astrónomo y geodesta francés, a quien
se debe una notable Histoire de l'Astronomie, París, 1817.
1 Geógrafo capadocio, de principios del siglo 1 de nuestra era, que escribió
la primera enciclopedia geográfica en diecisiete libros, en los dos primeros de
los cuales recopila los trabajos de Hiparco y Eratóstenes, y en los otros quince
describe el mundo conocido en su época. De la obra de Estrabón tenernos la
edición latina de C. Müller y F. Dührer, París, 1853-1858; la francesa de
Amédée Tardieu, París, 1903, y la inglesa de Horace Leonard Jones, Oxford~
1917.
2 Griego contemporáneo de Estrabón.
460 CIENTIFICOS GRIEGOS.~TOMO II

ció en París, 1539. Hay una traducción latina anterior, Venecia, 1488, y
una moderna preparada por Hermann Ziegler, Leipzig, 1891.
IlI. Caterismas sobre el origen de los nombres de las constelaciones.
Los trozos que tenemos fueron publicados por Fell, Oxford, 1872, y des-
pués por C. Robert, en griego y latín, Berlín, 1878.
IV. Comentarios a los Fenómenos de Arato.
V. ílegt f-leOOrETWY: Sobre las medias o proporciones, en dos libros
que probablemente trataban de los lugares de puntos tales que .sus dis-
tancias a tres rectas dadas formasen una de las tres medias que entonces
se consideraban: aritmética, geométrica o armónica.
La palabra griega mesote, que los franceses traducen por médiété, pro-
pone JosÉ A. SÁNCHEZ PÉREZ: La Aritmética en Grecia, pág. 216, Ma-
drid, 1947, que se traduzca en español por medieta o terna mesote, neolo-
gismo que creemos inútil por tener ya las palabras media, medio y pro-
porción.
VI. Carta al rey Ptolomeo, recogida por Eutocio de Ascalón 3.
VII. 'Eewijc;: Hermes, poema heroico, del que quedan algunas es-
trofas.
VIII. ílegt o.exa.ía.c; xWf-lwbtac;: Sobre la comedia antigua.
Se han ocupado de Eratóstenes, con cierto pormenor:
BERGER, Hugo: Geschichte der Wissenschaftlichen Erdkunde der Griechen,
2. a ed., Leipzig, 1903.
HENNIG, Richard: Terree incognitae, Leiden, 1936-1939.
LHEUREUX, A.: La géographie d'Eratosthrme, Lovaina, 1938.
REHM, Albert: Mythographische Untersuchungen über griechische Sternsagen,
Munich, 1896.
SCHWARTZ, Eduardo: Figuras del mundo antiguo, Madrid, 1925.
THALAMAS, A.: La géographie d'Eratosthene, París, 1921.
- Etude bibliographique de la géographie d'Eratosthene, París, 1921.
ZELLER, E.: Die Philosophie der Griechen, Leipzig, 1909.

MEDIDA DE LA TIERRA

Sea DSiE la mitad de un meridiano terrestre en el cual se encuentren


dos lugares Si y A, Y supongamos que los rayos del Sol que llegan a la
Tierra son paralelos entre sí según la dirección S (Fig. 1). Si en un cier-
3 Comentarista de los matemáticos griegos. Nació hacia 480 y murió en 535.
ERATOSTENES.-DUPLICACION DEL CUBO 461

to día los rayos caen verticalmente sobre Si, la recta SSi pasará por el
centro de la Tierra G, por el cual no pasará el rayo SA, sino que forma-
rá un cierto ángulo con la recta
ZAB, y como las SG y SA son pa- z
ralelas, los ángulos SGA y SAZ
serán iguales, y, por tanto, si
empleando un gnomon esférico
se da el ángulo SAZ igual a la
quincuagésima parte de la circun-
ferencia completa, el arco SiA
también será igual a la quincua-
gésima parte de la circunferen-
cia de un círculo máximo de la
Tierra; luego si midiendo di- 1.
rectamente el arco SiA resulta
que tiene 5.000 estadios, el meridiano terrestre tendrá 250.000.
(Fragmento conservado por Cleomedes.)

DUPLICACION DEL CUBO 1

Eratóstenes al rey Ptolomeo: ¡salud!


Cuéntase que uno de los antiguos poetas trágicos 2 hacía aparecer en
escena a Minos 3 en el momento en que construía la tumba de Glauco 4,
y al observar que solo medía cien pies por cada lado, dijo: «Es un
1 Este es uno de los tres grandes problemas-los otros dos eran la cuadra-
tura del círculo y la trisección del ángulo-que preocuparon a los geómetras
griegos de la segunda mitad del siglo III a. de J.e. «Los grandes problemas
-dice Tannery-no solo son interesantes por si mismos. Las investigaciones
que provocan y los esfuerzos para resolverlos conducen a establecer muchas de
las proposiciones que hacen aumentar los elementos y ampliar el campo de
la Matemática. Por eso deben interesar a la Historia, porque por eso también
dominan la evolución del pensamiento científico hasta en el ambiente legendario
que los rodea.» (L'apogée de la science technique grecque, tomo V, pág. 92,
París, 1948J
2 ¿Eurípides?
3 Legendario rey de Creta.
4 Su hijo.
462 CIENTIFICOS GRIEGOS.~TOMO II

espacio muy pequeño para sepulcro de un rey. Duplicadla conservando


su forma cúbica, duplicando cada lado.» Es evidente que se equivocaba,
porque duplicando los lados de una figura plana 5 se cuadruplica, mien-
tras que una sólida 6 se octuplica. Entonces se propuso a los geómetras
la cuestión de duplicar una figura sólida dada conservando su forma, y
este problema se llamó duplicación del cubo.
Hipócrates de Quío encontró que si entre dos rectas, una de las cua-
les es doble de la otra, se insertan dos medias en proporción continua,
el cubo quedará doblado, con lo que no hizo sino transformar la difi-
cultad en otra no menor.
Se cuenta también que, más tarde, los de Delos, obligados por el
oráculo a duplicar el altar 7, tropezaron con la misma dificultad, y en-
tonces se enviaron embajadores a los geómetras que, con Platón, fre-
cuentaban la Academia para que resolvieran la cuestión. Se ocuparon de
ella diligentemente, y se dice que, al proponerse insertar dos medias entre
dos rectas, lo consiguieron: Arquitas de Tarento con el semicilindro y
Eudoxio mediante ciertas líneas curvas.
A estos siguieron otros que se esforzaron por hacer más perfectas las
demostraciones; pero no pudieron efectuar la construcción y acomodar-
la a la práctica, excepto, acaso,
Menecmo, y con gran trabajo.
Yo, en cambio, he inventado
un sencillo procedimiento mecáni·
co que no solo permite encontrar
dos medias proporcionales, sino
FIG. 2. tantas como se quiera y es muy
útil y prácticó para todos los que
deseen duplicar o ampliar altares, casas, medidas de capacidad, catapultas
y otros objetos análogos.
A continuación te doy la demostración y te explico la construcción
de mi aparato.
Sean AE y DT dos rectas desiguales entre las cuales hay que colocar
dos medias proporcionales en proporción continua. Se coloca la AE per-
pendicularmente a una cierta recta ET sobre la cual se construyen tres

5 El cuadrado.
6 El cubo.
7 De Apolo, que tenía un culto especial en la menor de las Cíclades, y por
eso dicho problema se llama problema de Delos.
ERATOSTENES.-DUPLlCACION DEL CUBO 463

paralelogramos iguales contiguos AZ, ZI e IT y se trazan sus diagonales


AZ, LH e IT que serán paralelas entre sí.
Manteniendo fijo el paralelogramo central-que en la segunda figura
es el NI-deslícese el AZ por encima y el IT por debajo de él, como en
la segunda figura, hasta que los puntos A, B, G Y D se hallen en línea
recta, la cual encuentra a la prolongación de ET en un punto K, y en-
tonces, puesto que las rectas AE y ZB son paralelas será AK a KB como
EK a KZ, y puesto que AZ y BH también son paralelas será AK a
KB como ZK a KH, y, por tanto, AK a KB como EK a KZ y como KZ
aKH.
Por ser paralelas BZ y GH será BK a KG como ZK a KH y por ser BH
y GT paralelas también, será BK a KG como HK a KT y, por consiguiente,
BK a KG como ZK a KH y como KH a KT.
Pero ZK es a KH como EK a KZ; luego EK será a KZ como ZK a KH
y como HK a KT, y por ser EK a KZ como AE a BZ y ZK a KH como
BZ a GH y HK" a KT como GH a DT, se tendrá, finalmente, que AE es a
BZ como BZ a GH y como GH a DT.
De este modo hemos insertado entre AE y DT dos medias proporcio-
nales BZ y GH, quedando, pues, demostrado esto en las superficies geomé-
tricas.
Pero también se pueden encontrar las dos medias con el auxilio de
un instrumento 8 que consiste en tres bastidores de madera, marfil o co-
bre iguales y tan delgados como sea posible, fijo el del centro y movibles
los laterales a lo largo de ranuras adecuadas. El deslizamiento del bas-
tidor de la izquierda por encima y el de la derecha por debajo del cen-
tral se hace de modo que los extremos visibles de las diagonales estén
en línea recta, y entonces los montantes de los bastidores quedan en pro-
porción continua y resuelven el problema.

8 El mesolabio.
NICANDRO
(fI. siglo II a. de J.C.)
NICANDRü

PREAMBULO

~ETA, médico y gramático, Nicandro nació en la ciudad jonia de Co-


lofón durante el reinado de Atalo III Filométor de Pérgamo, que
transcurrió entre 137 y 132.
En uno de sus versos, que consta en algunos manuscritos antiguos, se
declara hijo de -Dameo; pero como una inscripción délfica de mediados
del siglo III antes de Jesucristo dice que lo fue de Anaxágoras, ciertos
eruditos creen que se trata de dos personas homónimas distintas, mien·
tras que otros opinan que el Nicandro hijo de Anaxágoras fue el· padre
de Dameo y, por tanto, abuelo del segundo Nicandro.
De su vida nada se sabe con seguridad excepto que en el templo de
Apolo de su ciudad natal desempeñó el cargo de sacerdote, que era he-
reditario en su familia.
Nicandro floreció en una época en que, al mismo tiempo que la Me-
dicina, progresaba paralelamente la Botánica, a cuyos cultivadores in-
teresaban especialmente tanto las plantas que tenían virtudes curativas
como las venenosas, puesto que la administración de bebidas letales era
un modo frecuente de eliminar a los adversarios políticos y a los ene-
migos personales.
Los reyes, por ejemplo, tomaban toda clase de precauciones para no
morir envenenados, y es famoso entre ellos Mitrídates del Ponto, con-
temporáneo de Nicandro, que para adquirir conocimiento sobre la ac-
ción de los venenos y descubrir antídotos hacía experimentos con íos
condenados a muerte y con los esclavos; y de este modo encontró un
contraveneno: el mitridato, que gozó de gran fama hasta finales del si-
glo XIX. Este notable producto farmacéutico era una asociación de cin-
CUenta y cuatro componentes que Mitrídates llegó a descubrir tomando a
diario un veneno para precaverse de la intoxicación: estupenda intuición
de buscar la inmunidad consumiendo dosis crecientes de venenos, así
467
468 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

como el hecho de agregar a su antídoto sangre de patos del Ponto alimen-


tados con plantas venenosas.
A Nicandro también le interesaron los tóxicos, pero no por miedo
ni por crueldad, como a Mitrídates, sino por el noble deseo de saber, y a
ellos dedicó la mayor parte de su producción literaria, en versos medio-
cres pero de gran importancia para la historia de la Ciencia.

BIBLIOGRAFIA

Nicandro escribió varias obras en prosa y en verso, de las cuales se


conservan dos,' Zeríaca y Alexifármaca.
La primera es un poema enderezado a su amigo H ermexiánax y consta
de novecientos cincuenta y ocho hexámetros en los que describe los ani-
males venenosos que atacan al hombre, y la segunda, más corta, pues
que tiene seiscientos treinta hexámetros, está dedicada a las bebidas pon-
zoñosas y sus antídotos, citando ciento veinticinco plantas y recetando
veintiún contravenenos.
Ademas de estas dos obras, se atribuyen a Nicandro,' Geórgicas, so-
bre la cría de las abejas; Pronósticos, sobre los oráculos, y Metamorfosis,
imitada por Ovidio.
Las obras de Nicandro están editadas por J. G. Schneider y G. Went-
zel, Gotinga, 1892, y su vinculación con Ovidio ha sido estudiada por
W. VOLLGRAFF: Nikander und Ovid, Groninga, 1909.

ZERIACA

Querido Hermesiánax, el más distinguido de mis muchos parientes:


Fácilmente y en su debido orden, explicaré las modalidades de animales
salvajes y los mortales daños que ellos causan a la gente imprevistamen-
te, y también los remedios que hay que emplear en contra de esos daños.
y entonces, el laborioso labrador, el pastor y el leñador, siempre que
en el bosque o en sus sembrados y cultivos uno de ellos sienta pegarse
su garra mortal sobre sí, te respetará por tu conocimiento de los medios
adecuados para apartar la enfermedad.
Pues bien: quisiera que supieras que los hombres dicen que las no·
civas arañas, junto con los fieros reptiles y las víboras y los incontables
NICANDRO.-ZERIACA 469

daños de la tierra proceden de la sangre de los Titanes-si es que dice


la verdad el ascraio Hesíodo, siguiendo las huellas del lejano Melisseo
junto a las aguas del Permesso. Fue la hija del Titán la que arrojó al
pestífero Escorpión con su penetrante aguijón, cuando tramó un fin
desgraciado para el beocio Orión, y lo atacó una vez él hubo puesto
sus violentas manos sobre las inmaculadas ropas de la diosa. Al momen-
to el Escorpión, que lo había observado escondido debajo de una pequeña
piedra, lo hirió en el tobillo de su fuerte pie. Pero el signo maravilloso
de Orión brilla fijo allí, entre las constelaciones, como el de un cazador,
deslumbrando a quien lo mira.
Tú, por tu parte, podrás fácilmente perseguir y dispersar a todos los
seres rastreros del cortijo y de la casa de campo, o de los márgenes
escarpados, o del lecho de hierba natural, en el momento en que, para
evitar abrasarte en el aire de fuego del verano, haces tu cama bajo el
cielo en la paja, al caer la noche, en los campos, y te duermes, o bien
junto a una colina sin árboles, o al borde de una cañada,· donde crecen
incontables animales venenosos entre las plantas, o bien junto al perí-
metro nivelado de la era de trillar, y allí donde la hierba y el césped, en
sus primeros brotes, da flor en las marismas sombreadas, en el tiempo
en que la serpiente cambia su piel ya agostada por el tiempo, moviéndo-
se flojamente hacia adelante, cuando en la primavera abandona su es·
condrijo y su vista está empañada; pero el comer los jugosos brotes del
hinojo la hace veloz y de mirada aguda.
Tú puedes expulsar el hado ardoroso y nocivo que traen las serpien-
tes, si reduces a carbón el cuerno puntiagudo de un venado, o bien pren-
des fuego a lignito seco, al que ni siquiera la violencia de una llama voraz
consume. Echa también al fuego las hojas de un helecho macho, con su
foliación hendida, o bien toma las raíces calentadas de un árbol del in-
cienso mezcladas con una cantidad igual de berro; y mézc1ale el cuerno
reciente y puntiagudo de un corzo, tomando en la balanza un peso igual
de él. Quema también una porción, de peso no menor, de comino negro,
de fuerte olor, o bien de azufre, o también de asfalto. O bien puedes
encender al fuego la piedra tracia, que cuando es empapada de agua res-
plandece, pero que pierde su brillo al mínimo olor de una gota de aceite.
Los pastores la recogen para sí de la ribera de Tracia que ellos llaman
Ponto, donde los pastores tracias que comen carne de morueco acompa-
ñan a sus lentos rebaños. Así mismo, el jugo de curalotodo estimulado
por la acción del fuego, la ortiga punzante y el cedro cortado con sierras
y reducido a polvo por sus mandíbulas de muchos dientes, producen al
470 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

arder un hedor humoso y repelente. Con estos medios puedes sin duda
vaciar las grietas y las yacijas de los bosques, y puedes echarte sobre el
suelo y darte un atracón de sueño.
Pero si estas cosas llevan consigo algún trabajo y la noche trae con-
sigo ya inminente el tiempo de acostarse, y deseas con ansia el descanso
una vez tu trabajo está hecho, entonces recoge tú mismo entre los re-
mansos de algún arroyo torrencial acuosa y frondosa menta, ya que
crece en abundancia junto a las corrientes y se alimenta de la humedad
que hay en sus orillas, porque tiene sus delicias en los ríos luminosos.
O bien puedes cortar y extender debajo de ti sauce florido, o el ~OA.tóv
de fuerte olor, que posee un aroma más ofensivo aún; así tienes también
la viborera o las hojas de mejorana, ciertamente, o de ajenjo, que crece
salvaje en las colinas en algunas cañadas yesosas, o de tomillo apena-
chado de las tierras de pastos: fuertemente aferrado a la vida saca su
sustento del estiércol húmedo con sus hondas raíces, siempre provisto
de sus velludas hojas. Y advertirás las pálidas espigas de la menuda co-
niza y del agnocasto o sauzgatillo, y el apestoso ovoyuQov. De igual ma-
nera, corta las pequeñas y ásperas ramas de la granada, o bien los brotes
jóvenes y florecidos del asfódelo y belladona, y el horrible hipérico o
corazoncillo, que causa daños al pastor durante la primavera cuando sus
vacas se envenenan comiendo tallos; y además los tallos de servato, con
su agudo olor, cuyo solo aroma dispersa las serpientes y las aleja antes
de que se acerquen a ti. Así, pues, coloca algunas de estas plantas junto
a ti siempre que te eches un sueño casual en el campo; pon otras donde
se esconden las serpientes para acechar, y una cantidad del doble en sus
madrigueras.
Toma ahora una vasija de tierra o una redoma de aceite y haz en
ella una pasta de ebrinas y unta con ella tus ligeros o pesados miembros
y con oloroso servato; o bien tritura por completo en aceite las hojas
secas de la coniza de las colinas, y de igual manera la saludable salvia,
añadiendo raíz de laserpicio, que los dientes del rallador triturarán muy
menuda, y durante mucho tiempo para mantener a los animalillos nocivos
alejados por el terror a causa del olor de la saliva del hombre. Pero si
tú frotas una oruga cogida del jardín en un poco de vinagre, rociada la
oruga en la espalda verde, o bien si untas tus miembros con el abundante
fruto del malvavisco, entonces pasarás la noche sin daño. Así mismo echa
y deshaz en el fondo de piedra de un almirez dos ramitas frondosas de
ajenjo mezcladas con berro-un óbolo es buena medida-, y con una
mano de mortero desmenuza allí hasta el polvo un manojo de frutos
NICANDRÜ.-ZERIACA 471

frescos de laurel; muélelo entonces dando vueltas y ponlo a secar a la


sombra, en un lugar aireado; una vez seco, hazlo pedazos en una redoma
de aceite y pueden untar en seguida tus miembros con ello.
Sin embargo, si puedes echar en un lugar serpientes acopladas en una
encrucijada, vivas y en su mismo apareamiento, y además los siguientes
remedios, tienes un preventivo contra los desastres mortales. Echa. allí
treinta dracmas-peso de tuétano de ciervo recién muerto, y una tercera
parte de congio de aceite de rosas-esencia que los perfumistas llaman
((primera», «media» y «muy hecha»-y vierte una medida igual de aceite
crudo blanco y una cuarta parte de cera. Tienes que calentar rápidamen-
te esto en una marmita, agitándola hasta que las partes carnosas se hayan
reblandecido y caigan a pedazos en torno al espinazo. Coge luego una
mano de mortero bien conformada y tritura por completo estos múltiples
ingredientes mezclados con las serpientes; pero echa a un lado las vér-
tebras, pues en ellas se produce un veneno no menos mortal. Unta luego
tus miembros, bien sea para emprender un viaje, bien para dormir, o bien
cuando te arremangues la túnica después del trabajo en la era de la trilla,
en la sequedad del verano, y con puntiagudas tridentes avientes el alto
montón de grano.
Pero si casualmente te tropiezas con animales que muerden o pican
estando tu piel sin medicar y cuando estás ayunando-en estos momen-
tos es cuando el desastre se lanza sobre un hombre-, puedes salvarte
fácilmente siguiendo nuestros preceptos. Es la serpiente hembra la que
ataca con su aguijón a los que encuentra; además, hacia la parte de la
cola que arrastra es donde es más gruesa, y por esta razón la sentencia de
muerte vendrá más rápidamente. Pero principalmente en verano debes
estar en guardia contra las serpientes nocivas, observando la salida de
las Pléyades, esas estrellas pequeñas que rozan la cola del Tauro en su
órbita, cuando el dipsas o bien duerme sin alimento con las crías que está
nutriendo, escondido en los recovecos de su madriguera, o bien cuando
se dirige ávidamente al lugar donde está su alimento, o bien cuando
desde allí, saciado de bosque, camina soñoliento hacia su guarida. Cuida
de no encontrarte en las encrucijadas con la oscura víbora macho cuando
esta ha escapado a su mordedura y está enloquecida por el resuello de la
hembra color de humo, en la estación en que, cuando el macho la cubre,
la lasciva hembra se cierra sobre él, hiriéndolo con su fétido colmillo,
y le amputa la cabeza a su compañero; pero más adelante las jóvenes
víboras en el acto de su alumbramiento vengan a su padre destruido,
Puesto que roen el delgado costado de su madre y nacen por ello mismo
472 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

sin madre. Pues, entre las serpientes, tan solo la víbora hembra es grava-
da con la preñez, mientras que las serpientes ovíparas del bosque calientan
una cría encerrada en una membrana. Ve también con cuidado cuando la
víbora, habiéndose quitado ya las escamas arrugadas por el tiempo, sale
de nuevo afuera en su recién hallada juventud; ve con cuidado cuando,
después de escapar a su madriguera huyendo de los cascos del ciervo que
la aplastan, lanza furiosa su veneno que corroe los miembros a los
hombres; pues el ciervo rojo y el corzo alimentan una saña muy especial
para con los reptiles largos y siguen su .rastro, explorando por todas
partes los montones de piedras, los muros y los lugares de acecho, si-
guiéndolas incansablemente con el formidable resuello de su nariz.
Además, los despeñaderos helados del Otrys producen también serpien-
tes mortíferas, y las galerías abiertas, los riscos abruptos y los pedregales
boscosos, donde merodean los escincos o eslizones. Posee un color variable
y no uno solo, tomando siempre el color del lugar en que ha hecho su gua-
rida. Los que viven en terreno pedregoso y rocoso son más pequeños,.
pero violentos e irritables: ninguna mordedura suya puede dejar de pro-
ducir efecto en el hombre, antes es maligna. El cuerpo de otro es como,
un caracol de tierra; y aun otro tiene escamas de un color verdoso que·
matiza sus espirales enormes ; y hay muchos reptiles de estos que fre-
cuentan los lugares polvorientos y forman sus erizados rollos o anillos,
enrollándose en la arena.
Piensa ahora en el mortífero áspid, erizado de escalas secas, la más·
indolente de todas las serpientes. Su forma es terrible, y cuando se pone
en movimiento, desenrosca toda su masa lentamente y siempre parece
llevar una mirada fija en sus ojos adormecidos. Sin embargo, en cuanto'
oye algún ruido extraño o ve una luz brillante, arroja de su cuerpo el tor-
pe sueño y se enrosca en un anillo circular sobre el suelo y, en el centro,.
levanta su cabeza, erizándose de manera fatal. Su longitud, terrible por
encima de la de cualquier otro animal de la tierra, mide una braza, y su
grosor se ha visto es el que un fabricante de venablos da a una pica de'
montería para la lucha con toros y con leones de profunda voz. A veces
el color que se muestra sobre su espalda es igual que el polvo, otras ve-
ces es un amarillo membrillo y lustroso, otras veces un color ceniza,.
pero con frecuencia, cuando crece ennegrecido con el estiércol etíope, es
de un pardo humo como el cieno que el Nilo de muchas bocas vierte en
su corriente dentro del mar, cuando se estrella contra las olas. Encima de
la ceja, más arriba de los ojos, aparecen como dos durezas o callos, mien-
tras que su ojo debajo de ellas luce en rojo brillante por encima de su
NICANDRO.-ZERIACA 473

cerco y su cuello de color oscuro se hincha por su continuo silbido, cuan-


do en la violencia de su furia lanza la muerte sobre los caminantes que
lo encuentran. Tiene cuatro colmillos, con su parte baja vacía, encor-
vados y largos, enraizados en sus mandíbulas y conteniendo veneno, y en
su base los oculta una cubierta membranosa. Desde allí inyecta en el
cuerpo un veneno que no admite antídoto. Yesos monstruos no hieren
los rostros de sus enemigos. Ninguna mordedura,en efecto, aparece en
la carne, ninguna hinchazón mortífer-a con inflamación, sino que el hom-
bre muere sin dolor y un letargo soñoliento trae consigo el fin de
la vida.
Actualmente, solo el icneumon escapa ileso del ataque del áspid,
tanto cuando lucha como cuando rompe en el suelo todos los huevos
ponzoñosos que la mortífera serpiente está criando, puesto que los saca
de sus membranas picándolos .y los estruja en sus dientes destructores.
La forma de este animal rastreador de serpientes es la de una pequeña
marta que busca la destrucción de los gallos domésticos, derribándolos de
sus perchas cuando están durmiendo, donde descansan sobre un trave-
saño o calientan a sus débiles polluelos, manteniéndolos calientes debajo
de su regazo. Pero cuando en medio de las marismas, formadas violen-
tamente, del Egipto se unen a los serpenteantes áspides en una pelea
temible, inmediatamente el icneumon salta dentro del río, golpea el
fondo cenagoso con sus garras y, enrollando su pequeño cuerpo, unta
de barro sus miembros con el légamo, por el tiempo en que el calor de
la constelación del Perro ha secado su piel y la ha hecho tal que ningún
aguijón puede rasgarla. Y entonces, o bien salta sobre la espantosa cabeza
del reptil con la lengua aleteante y lo muerde, o bien, cogiéndolo por
la cola, lo echa rodando dentro del río herboso.
Será bueno que distingas las diversas formas de víboras. La víbora
puede ser larga y puede ser corta, pues Asia y Europa las crían así, pero
tú no las vas a encontrar indistintamente. ASÍ, pues, en Europa son más
pequeñas, y por encima de la punta de su nariz son astadas y blancas,
es decir, las que hay debajo de las montañas de Skiron y en los despeña-
deros Pambonios, en Rhypaion, en la colina de Córax y en el canoso
Aséleno; Asia, en cambio, cría serpientes de una braza de largo y aun
más, tales como las que hay cerca del escarpado Bucárteron o hay dentro
del fuerte promontorio de Aisagea y en el Cércafo. La parte delantera de
su cabeza es plana, y en el final arrastrado de su cuerpo el animal menea
una cola atrofiada erizada de escamas secas. Pero se ha visto que toda
víbora macho tiene una cabeza puntiaguda. En cuanto a longitud es unas
474 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

veces mayor, otras veces menor, y en cuanto a anchura o envergadura de


vientre es más delgado, mientras que su cola se extiende estrechándose, y
puede aplanarse hacia el fin o quedar liso de escamas. Pero los ojos de
su rostro se vuelven rojos color sangre cuando está irritado, y cuando
su lengua en forma de horca aletea rápidamente, azota el aire con el final
de su cola. Los caminantes y viajeros lo llaman el Cocito serpentino. Dos
colmillos en su mandíbula superior dejan, cuando escupen veneno, su
señal sobre la piel, pero los de la hembra la dejan más de dos, pues ella
ase con toda su boca y puedes observar fácilmente que las mandíbulas
se han abierto ampliamente en torno a la carne. Y de la herida hace brotar
un líquido como aceite, que puede ser sanguinolento o bien incoloro, mien-
tras que la piel en tornase levanta en una hinchazón dolorosa, con fre-
cuencia verdosa, otras veces de un color carmesí, o aun de aspecto lívido.
En otras ocasiones produce una gran cantidad de fluido y en torno a la
herida brotan débilmente de la piel, que parece quemada, pequeños gra-
nos como leves ampollas. Y en todo el derredor se esparcen úlceras, unas
a una cierta distancia, otras junto a la herida, que producen un veneno
color azul oscuro; y sobre todo el cuerpo el penetrante mal va destru-
yéndolo todo con su aguda inflamación; y en la garganta y en torno a
la úvula, sucediéndose las arcadas rápidamente una a otra, ponen en
convulsión a la víctima. El cuerpo se ve aquejado también con la pérdida
de los sentidos en todas partes, e inmediatamente se asienta en los miem-
bros y en la zona lumbar una debilidad pesada y peligrosa, mientras una
densa oscuridad se apodera de la cabeza. Mientras tanto, el paciente sien-
te un momento que su garganta se agosta con una sed seca, y también con
frecuencia es invadido por el frío desde la punta de los dedos, mientras
sobre todo su cuerpo se ceba una erupción de violencia invernal. Y ade-
más el hombre se vuelve a menudo amarillo en todo su cuerpo y vomita
la bilis que hay en su estómago, mientras un sudor húmedo, más frío
que la nieve que cae, envuelve sus miembros. En algunos casos su color
es el del plomo oscuro, en otros su color es oscuro, o bien es igual a
flores de cobre.
Tienes que conocer así mismo lo que se refiere a la astuta cerasta,
que ataca igual que la víbora macho, a quien se parece por su igual ta-
maño. A decir verdad, la víbora carece de cuernos, mientras que las ce-
rastas lucen unas veces cuatro cuernos, otras veces dos, y su piel de
color de polvo es áspera, y tiene la costumbre de dormir en la arena o
en las cunetas de los caminos. La víbora, retorciéndose a sí misma, se
lanza ligeramente hacia adelante en línea recta con el culebreo de su
NICANDRO.-ZERIACA 475

vientre, mientras que la cerasta rueda con torpes movimientos de su parte


media, culebreando en sentido oblicuo con su dorso de escamas, como
le ocurre a la lancha de un mercader que moja y sumerge todo su costa-
do en el mar cuando el viento es contrario, por forzar su marcha contra
la dirección del viento cuando es rechazada por el ventarrón del Sudoeste.
Cuando la cerasta muerde, la deforme herida se vuelve callosa todo al-
rededor como una verruga, y pálidas ampollas como gotas de lluvia se
mueven en torno al punto de la mordedura, difícilmente discernibles a
simple vista. A decir verdad, el hombre en quien la mortífera cerasta
clava su maléfico aguijón se ve aquejado de dolores menos agudos, pero
tiene que soportar nueve soles o días de sufrimiento. Y en ambas ingles
y corvas el mal se encona siempre persistentemente, mientras que su piel
tiene una apariencia lívida. Y a causa del sufrimiento, queda muy poca
fuerza en las articulaciones de los aquejados de este mal, que con dificul-
tad escapan a la muerte.
A continuación te diré qué es lo que distingue a la serpiente de la
hemorroides, que siempre duerme en laderas rocosas, ,haciendo una pe-
queña y áspera madriguera debajo de un seto. Ahí tiene su escondrijo
cuando ha saciado su apetito. Tiene la longitud de una pisada, pero en
su anchura disminuye aplanándose desde su fiera cabeza hacia abajo.
A veces es de un color fuliginoso, o también de un color pardo rojizo.
Se estrecha moderadamente en el cuello, y su cola se estrecha aguda-
mente y se alarga muy aplastada desde la mitad hacia adelante; en su
cara, por debajo de sus cuernos blanco-nieve, hay dos ojos, cuyas irisa-
ciones son algo parecido a las de las langostas, y en lo alto surge terrible
su cabeza devoradora. Y con un movimiento oblicuo y vacilante o titu-
beante dirige siempre su pequeño cuerpo, en sus breves recorridos, desde
la mitad de la espalda, como la cerasta, arrastrando su vientre sobre la
tierra, y con su cuerpo escamoso produce un ligero crujido como si se
moviera a través de un montón de paja. Pero cuando muerde, brota
primero una tumefacción de un color oscuro e insano, un dolor como de
úlcera hiela el corazón y el contenido del estómago, convertido en agua,
mana hacia afuera, mientras que en la primera noche que sigue a la
mordedura mana la sangre de la nariz, la garganta y los oídos, recien-
temente contaminada por el veneno semejante a bilis. La orina sale toda
sanguinolenta; se abren llagas en los miembros, activadas por la des-
trucción de la piel. j Ojalá nunca una de estas hembras inyecte en ti
su veneno! Pues, cuando ha mordido, todas las encías a la vez se infla-
476 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

man desde sus raíces, y de las uñas brota la sangre irrestañable, mientras
que los dientes, pegajosos por la sangre, quedan sueltos.
Si el cuento dice la verdad, al regresar de Troya la perniciosa Helena
fue molestada por esta especie cuando sus acompañantes atracaron su
nave junto al tumultuoso Nilo huyendo de la terrible acometida del
viento norte, en el tiempo en que ella vio a Cánobo, el timonel, apagán-
dose en las arenas de Thonis; pues, cuando este dormía, una hembra de
esta serpiente, a la que él había aplastado, le picó en el cuello e inyectó
en él su mortífero veneno, convirtiendo su reposo en desgracia. Así~
pues, Helena aplastó la mitad de su parte trasera, rompiendo los liga-
mentos de la espalda en torno a la espina dorsal, de manera que el huesO'
de la espalda se salió de su cuerpo. Desde este día en adelante la hemo-
rroides y la curvada y errante cerasta son las únicas serpientes que se
mueven como cojeando, víctimas de aquella herida.
Conviene que reconozcas bien la forma del sepedón, que en otros as-
pectos se parece a la hemorroides en su apariencia, pero que se mueve
en línea recta; además, casi siempre carece de cuernos, y su color, iguaf
que el de un tapete, está desparramado sobre una superficie rugosa. Su
cabeza es pesada, pero su cola parece corta cuando se mueve, porque
enrosca el final igual que el resto de su cuerpo. Verdaderamente la heri-
da del sepedón es mortífera y fatal, y su veneno negro y destructor inva-
de el cuerpo entero: sobre la piel reseca el pelo se marchita en todas.
partes y se dispersa igual que la parte baja de un cardo cuando es restre-
gado. Pues de la cabeza y de las cejas del hombre que ha sido mordido
caen los pelos y de los párpados se desprenden las negras pestañas~
mientras aparecen en sus miembros manchas redondas y erupciones le-
prosas desparraman rápidamente salpullidos como yeso.
Por otra parte, la forma del dipsas se parecerá siempre a la de una
pequeña víbora; sin embargo, la muerte se ceba más rápidamente en
aquellos a quienes ataca esa horrible serpiente. Su cola delgada, completa-
mente oscura, se hace más negra desde el final. A causa de su morde-
dura el corazón resulta completamente inflamado y en la fiebre los la-
bios secos se arrugan en una sed agostadora. Mientras tanto la víctima,
encorvada como un toro sobre una corriente de agua, absorbe con la boca
abierta bebidas fuera de toda medida, hasta que su vientre revienta por
el ombligo, vertiendo aquel peso demasiado fuerte. Ahora bien: hay un
cuento de tiempos antiguos, corriente entre los hombres, que dice cómo,
cuando el primer retoño de Cronos llegó a señor de los cielos, repartió
a cada uno de sus hermanos sus ilustres reinos, y en su sabiduría con-
NICANDRO.-ZERIACA 477

cedió a los mortales, honrándolos porque ellos habían denunciado al La-


drón del Fuego. Los necios no obtuvieron ningún bien por su impruden-
cia, pues, al ser holgazanes y crecer cansados, confiaron el don recibido
a un asno para que se lo llevara, y el animal, sintiendo que su garganta
ardía por la sed, se desvió caprichosamente, y viendo en su agujero al
bruto mortífero y reptante, le imploró con lenguaje servil que le ayuda-
ra en su doloroso apuro. A esto la serpiente pidió al necio animal, como
don, la carga que llevaba en su espalda; y el asno no se negó a su deman-
da. Siempre desde entonces, pues, los reptiles cambian su piel al avanzar
en edad, mientras a los mortales los espera una gravosa vejez. La moles-
tia de la sed hizo que el bruto mortífero recibiera esto del asno que re-
buzna, y la reparte con sus débiles resoplidos.
Sigue ahora y aprende que las formas del quersidro y del áspid· son
iguales en apariencia. Señales de naturaleza maligna siguen a su morde-
dura: toda la pi~l sobre la carne, seca, repugnante, hinchada de salpu-
llidos pútridos, estalla desde abajo, abriendo una llaga pegajosa, mien-
tras que los dolores que abruman al hombre son inumerables y fortísimos,
y de repente brotan tumefacciones en sus miembros, atormentándole al-
ternativamente en una zona unas veces, otras en otra. Esta es la serpiente
que primero, debajo de una charca, se limita a ejercer su malicia sin
tregua en las ranas; pero cuando la constelación del Perro seca el agua
y la sequedad llega al nivel de la charca, entonces sobre tierra seca se
vuelve como polvo y andrajosa, a medida que calienta su delgado cuerpo
a la luz del sol, y con su lengua sibilante merodea los sedientos surcos
de los caminos principales.
Después de ella tienes que saber algo de la anfisbena, menor en
tamaño y lenta en su marcha, con dos cabezas y siempre corta de vista.
De uno y otro extremo sobresale un mentón obtuso, lejos el uno del
otro. Su cuerpo es de color de tierra y lleva una piel desigual y áspera,
moteada y lustrosa. A esta serpiente, cuando llega a su pleno crecimiento,
los leñadores, como si hubieran cortado para un bastón de pase una rama
de retorcido acebuche, le quitan su piel tan pronto como aparece, antes
del canto del cuclillo en primavera. La anfisbena beneficia a aquellos que
tienen la piel estropeada cuando los sabañones brotan en las manos de
los hombres vencidos por el frío, y también cuando los ligamentos de
sus· músculos se aflojan y se cansan.
Tienes que saber también sobre la escitale, parecida a la anfisbena
en su apariencia, aunque gruesa, y más voluminosa hacia su cola inútil,
pues la escitale tiene el grosor que los hombres dan al mango de un
478 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

zapapico, mientras que el volumen de la anfisbena es el de una lombriz


intestinal o el de aquellos gusanos de tierra que esta produce después
de la lluvia. Ni siquiera a la llegada de la primavera, después de haber
abandonado su escondrijo y su grieta hueca en la estación en que la
tierra saca a la luz los reptiles, ramonea por encima de los brotes on-
deantes de las ramas del hinojo, cuando viste sus miembros con su nueva
piel debajo del sol; más bien se retira a los setos y a los páramos, y se
esconde en lugares recónditos para dormitar, y se alimenta de lo que la
tierra puede producir al azar, ni tampoco se defiende contra la sed por
más que la sienta.
Considera también el rey de las serpientes, pequeño en verdad, pero
que excede en gran manera sobre las demás: su cabeza es puntiaguda;
es de color dorado y de una anchura de tres palmas de la mano en una
longitud alargada. En verdad ninguno de los monstruos de grandes ani-
llos de la tierra soporta su silbido cuando se dispara al mediodía hacia
el campo de comida o hacia el bosque, o bien ha~ia un abrevadero que
busca con ansia, sino que dan la vuelta y huyen. Su mordedura inflama
el cuerpo del hombre, y la carne se cae de los miembros lívida y enne-
grecida. Ni siquiera un ave quiere perseguir su rastro sobre un cadáver,
sea águila, buitre o cuervo, que grazna con la lluvia, ni tampoco ninguno
de· los animales salvajes que pacen en las colinas se alimenta de él: tan
espantosa es la hediondez que despide. Sin embargo, si llega a ocurrir
que una fatal voracidad arrastre a alguno de ellos hasta la ignorancia, la
muerte y un rápido fin están preparados para él en aquel lugar.
Aprende ahora la triste suerte que infligen las dryinas, a las que otros
llaman quelidros. Hace su casa en los robles y vive en las cañadas de
las montañas. Pues, después de haber abandonado las hierbas acuáticas,
la ciénaga, y la laguna de su nacimiento, y de cazar moluridas y peque-
ñas ranas en los remansos, es puesto rápidamente en guardia por el ata-
que desagradable del tábano; ante esto, metiéndose rápidamente en el
tronco de una encina hueca, se enrolla y edifica su madriguera en las
honduras de la madera. Su dorso es de un color ahumado, pero en lo
chato de su cabeza se parece a la hidra, y de su piel exhala un aire de-
testable, como cuando entre la humedad sudan las pieles de caballo y
los cueros, así como los restos que caen bajo la acción de los cuchillos
del curtidor. Y en verdad, cuando esta toca en los huecos de la rodilla
o en la planta del pie, un olor sofocante se difunde desde la carne; brota
también una inflamación oscura en torno a la llaga de la víctima; además
ve perturbadas sus facultades mentales, una odiosa calamidad traba su
NICANDRO.-ZERIACA 479

cabeza y su cuerpo en agostado por el sufrimiento. Su piel cuelga suelta


en torno a él, y consumiéndole así está el violentísimo veneno que se
alimenta siempre de él, y una niebla circundante, que vela sus ojos, lo
va sumiendo en su penosa aflicción. Algunos hombres gritan y se ahogan,
y su orina es detenida; o bien también caen dormidos y roncan, moles-
tados por frecuentes arcadas, o bien descargando de su garganta un
vómito bilioso o a veces sanguinolento ; y después de todo, un temible
acceso de sed esparce el temblor por sus doloridos miembros.
Aprende y considera lo que se refiere al dragón verde y azul oscuro,
que una vez, en cierto tiempo, el dios de la Curación crió en un frondoso
roble, en el Pelión cubierto de nieve, en la cañada de Peletronios. En
verdad aparece radiante, pero en su mandíbula, arriba y abajo, se encuen-
'tran alineadas tres filas de dientes; sus ojos centellean por debajo de
sus cejas, y más abajo aún, por debajo de su mentón, lleva siempre una
barba manchada de amarillo. Sin embargo, cuando se lanza sobre un
hombre no lo hiere como las demás serpientes, aun cuando su furia sea
violenta, pues la herida hecha en la piel de alguien cuya sangre haya sido
chupada por su fino aguijón parece ligera, como la de un ratón que roe
su comida. Desde sus primeros días, el rey de las aves, el águila, crece
alimentando una ira violentísima contra él, y contra él libra con su pico
una guerra de odio siempre que lo espía moviéndose a través del bosque,
pues deja en la desolación todos los niños, devorando por igual las crías
y los queridos huevos de los pájaros. No obstante, cuando el águila ha
cogido en sus garras un cordero o una rauda liebre, el dragón se lo qui-
tará fácilmente, saliendo de pronto de una maleza. El águila lo evita:
y entonces se traba una batalla por la presa y la comida. Pero como el
águila revolotea en derredor, la contorsionante serpiente está sin cesar
encima de ella, vigilándola con miradas de lado y con torvos ojos.
Si casualmente vas a pasear a algún valle de la isla del cojo Hefesto.
o vas a Samotracia, azotada por las tempestades-esos lugares se en-
cuentran lejos en el golfo Tracio, donde están el Hebro, el río de Hera
de Rescintion y las montañas coronadas de nieve de Zona, y los robles
del hijo de Oagro, donde está también la cueva de Zerinto-, encontrarás
el largo monstruo cencrines, que los hombres llaman el deón de colo-
res)}, salpicado de escamas. Su volumen y su longitud varían, pero en un
pestañeo envía sobre la carne una lluvia de pútridos males que no cura-
rán, y estos, junto con su veneno que consume, se alimentan de los
miembros; y siempre adentrada en el vientre, la hidropesía con su carga
de sufrimientos se asienta en el centro del ombligo. Cuando los rayos del
480 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

sol son más calurosos que nunca, esta serpiente acude con frecuencia a
las montañas escarpadas, sedienta de sangre y al acecho de los ganados
mansos, mientras que debajo de los altos pinos de Saos o Mosyc1os los
pastores se airean y refrescan a sí mismos, abandonando la tarea propia
de los guardianes del ganado. No te atrevas, por muy audaz que seas, a
darle la cara en su furia, no sea que enrosque su cuerpo y te estrangule,
ya que sujeta tu cuerpo todo alrededor con su cola y sorbe tu sangre
después de haber roto tus dos clavículas. Pero al huir teje siempre una
huella curvada y múltiple, y desbarata la carrera del animal apareciendo
por un lado. Pues con las múltiples vueltas y contorsiones de su espina
dorsal daña sus ligamentos; mientras que se mueve rápidamente y con
la mayor velocidad cuando su camino es recto. Esta es la serpiente que
merodea por las islas de Tracia.
Están también las mordeduras del .geco o salamanquesa, odiosas,
aunque el animal no tiene ninguna importancia. Es conocido el cuento
que dice, de estas serpientes, cómo la apesarada Deméter la dañó cuando
ella estropeó sus miembros de niña junto al pozo de Calícoron, luego
que la sabia Metaneira de la antigüedad hubo recibido a la divinidad en la
morada de Keleos.
Sin embargo, hay también reptiles innocuos que se alimentan en el
bosque, en los matorrales, las malezas y las grietas del campo; y los
hombres los llaman elopes, libios y ensortijados cazadores de ratones;
y junto con ellos se dice que son también innocuos todos los darderos,
moluros y los ojos-ciegos.
Quiero ahora explicar a todo el género humano y de una manera di-
recta y clara todos los elementos y remedios para estas enfermedades y
el tiempo en que hay que cortar sus raíces, hablar de las hierbas con
cuya ayuda un hombre· puede curar la aflicción urgente de la enfermedad.
Mientras la herida está aún sangrando y duele mucho, arranca tus
hierbas frescas-este remedio aventaja a los otros en mucho-,de algún
lugar en que las serpientes tornen su alimento entre las malezas. Escoge
primero la raíz medicinal de Quirón; esta lleva el nombre del Centauro
hijo de Cronos, y Quirón cierta vez, en un collado cubierto de nieve
del Pelión, la encontró y conoció. Sus hojas onduladas, igual que la
mejorana olorosa, la rodean por completo y sus flores son doradas a la
vista; su raíz, en la superficie y no profunda, es nativa del barranco de
Peletronios. Esta, una vez seca o cuando está aún verde, después de tri-
turarla en un mortero, la mezclas en un cótilo de vino dulce y 10 bebes.
NICANDRO.-ZERIACA 481

Es útil en todos los casos; por eso los hombres la llaman «panacea» (cu-
ralotodo).
Sin duda hay que recomendar el guaco o aristoloquia, que crece en
la sombra; las hojas que da son iguales que las de la madreselva en
forma de hiedra, pero sus flores son rojas y escarlata, mientras que el
olor que se difunde de ellas es denso, y el fruto que hay en medio verás
que es igual que la pera silvestre en el peral cordiforme o la pera común.
La raíz de la planta hembra está enroscada en un terrón, pero la de la
planta macho es longitudinal y se extiende hasta cosa de un codo hacia
abajo, y en el color se parece a la madera de boj de Orikios. Buscarás
esta luego como un remedio sobresaliente contra la temible herida de la
víbora macho y hembra. Que se mezcle una parte de una dracma-peso
de ella en un trago de vino tinto.
Además, toma para ti mismo el trébol como protección contra las
serpientes, tanto si está en alguna colina pedregosa como si está en algún
acantilado escarpado-algunos lo llaman flor-pequeña y otros trifolio-;
sus hojas son como el meliloto, pero su olor es como el de la ruda. No
obstante, cuando deja caer todas sus flores y sus hojas jaspeadas, exhala
un olor a asfalto. Corta, pues, suficientes semillas como para llenar el
salsero de tu mesa, tritúralas en un almirez y bébelas como remedio para
las serpientes.
Atiende ahora y te repetiré algunos remedios compuestos contra las
enfermedades. Tritura y toma la fortalecedora raíz siciliana del fustete;
añade un montoncito de las semillas del agnocasto o sauzgatillo de flo-
res blancas, sabina o junípero, y la frondosa ruda, y arranca un pimpollo
de la ajedrea acostada en tierra, que en el bosque desparrama por fuera
las hojas, como las del tomillo apenachado. Toma luego la raíz del do-
blemente florecido asfódelo, o bien la porción superior de su tallo; toma
también a menudo con eso la semilla que madura la vaina circundante;
o bien helxine, que los hombres llaman «clYbatis»), y que se da a gusto
en las corrientes de agua y florece siempre en los remansos. Bébelas des-
pués de haberlas desmenuzado en un cótilo de vinagre o de vino que ha-
yas sacado. Aun tomadas con agua, puedes fácilmente escapar a la muerte.
Considera ahora la excelente raíz de la buglosa de Alcibio: sus hojas
espinosas crecen siempre gruesas sobre ella, y produce una corona de flo-
res como violetas; pero debajo de ellas, en el surco, la raíz crece pro-
funda y delgada. A Alcibio una víbora macho lo hirió encima de la parte
inferior de la ingle, estando dormido sobre un montón de grano sin lim-
piar, junto al margen de una era de trilla levantada, despertándolo in-
482 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

mediatamente con la violencia del dolor. Ante esto, arrancó la raíz del
suelo, y primero la rompió a pequeños pedazos con sus dientes apreta-
dos a medida que la chupaba, y luego desparramó la corteza sobre la
herida.
Así mismo, si arrancas los retoños del marrubio en germinación y los
bebes con vino blanco puede protegerte contra las serpientes; esta es la
planta que hace bajar la ubre de una vaca joven que da a luz un terne-
rillo que no es su primogénito, y en seguida se hincha de leche y puede
cuidar de él. Los pastores lo llaman melífillon (hoja de miel), otros me-
lictaena, pues en torno a todas sus hojas las abejas, atraídas por su fra-
gancia de miel, zumban atareadas.
Puedes también pelar las finas y delgadas membranas del cerebro de
un gallo doméstico, o recortar finamente una albahaca silvestre y una
mejorana, o cortar de un hígado de verraco la punta del lóbulo que cre-
ce desde la «mesa» y se inclina hacia la vesícula biliar y hacia la vena
porta. Tienes, pues, que beber estas cosas, todas juntas o separadas, con
un trago de vino o vinagre, si bien el vino alcanzará una cura más plena.
Despoja así mismo un ciprés siempre verde de sus hojas para una poción,
o el curalotodo, o el testículo que es fatal para el castor, o el del hipo-
pótamo que nutre el Nilo más allá de Sais con su tierra negra; en verdad,
lanza sobre los campos de labor una ruinosa hoz, ya que el animal, salien-
do del cenagoso fango del río, cuando los pastos están naciendo verdes
y los barbechos han hecho brotar la hierba, los pisotea y deja tras sí una
profunda huella tan larga como lo que devora con sus mandíbulas, a me-
dida que su hoz giratoria lo va cortando. Corta de él una dracma-peso
para igualar y empápalo de agua, desmenuzándolo todo junto en una
vasija.
y no te olvides del ajenjo o de las bayas del delgado laurel; muy útil
te será también la mejorana, que florece en cuadros de flores y arriates.
E incluye cuajada de rápido lebrato, o de cervatillo de corzo o de ciervo
rojo después de separar las impurezas, o bien la bolsa seminal que hayas
cortado a un venado o su panza, que algunos llaman «equino o erizo», y
otros «red intestinab. Toma de ello porciones de dos dracmas-peso y
échalas en cuatro ciatos de vino viejo y mézclalo bien.
No descuides· tampoco el socorro ofrecido por el ¡¡;OALÓV y el cedro, la
ebrina y los amentos del plátano silvestre, que invita a dormir en el ve-
rano, y las semillas de la biznaga y el ciprés del Ida, pues todas estas
cosas te curarán y eliminarán incalculables sufrimientos.
Considera a continuación otros medios de evitar la muerte y de pro-
NICANDRO.-ZERIACA 483

tegerte contra ella, y toma helxina, tritúrala en un mortero redondo y


viértela en un cótilo de hordiate, añadiendo dos ciatos de vino de antigua
vendimia, añadiendo así mismo una parte igual de aceite de oliva platea-
do; mezc1a todo esto machacándolo, y te guardarás contra el veneno
que muerde como la hiel.
Toma también una sexta parte de un cótilo de resina o brea aromáti-
ca y corta el meollo central de un hinojo gigante verde, o bien ralla la
raíz plenamente crecida del hinojo equino en ebrinas, y también las se-
millas de apio criado en pantanos. Toda la profundidad de un «oxibafon})
puede contener estas cosas.
Corta además las semillas del esmirnio o apio caballar y dos dracmas-
peso de mirra picante; corta también el fruto del comino que crece en
verano y pésalo, o bien viértelo al tuntún y remuévelo sin pesarlo.
Saca luego tres veces un ciato de vino y mézc1alo con esos frutos antes
de beber. Toma- para ti mismo una dracma-peso de nardo espigado, y con
eso tritura, en leche recién ordeñada, un cangrejo de ocho patas cogido
del río; y también alguna flor de lis, criada por el Drilo y los bancales de
Naron, la mansión del sidonio Cadmo y de Harmonía, donde, como dos
temibles serpientes, se mueven junto a los pastos. Toma luego el brezo
que crece fuerte cuando está en flor, en torno al cual zumban apretadas
las abejas y del que comen; toma también unas hojas recientes de
tamarisco, que no da ningún fruto, profeta honrado entre los mortales,
a quien Apolo y Corope dotaron de propiedades proféticas y de autoridad
sobre los hombres; y con ellas coniza verde, unas ramas de saúco
agitadas por el viento, hojas y flores de mejorana en abundancia, árbol
medicinal y lechetrezna. Tritura todo esto en un mortero, y en las
vasijas que lo contienen imprégnalo de vino y toma una décima parte
de un congio. Pero, a decir verdad, los padres en exceso ruidosos de los
renacuajos, las ranas, son excelentes hervidos con vinagre en una cace-
rola; con frecuencia, el hígado de la misma serpiente que pica, si se
bebe en vino común, o la cabeza venenosa administrada a veces con
agua, otras veces en una pequeña cantidad de vino, te ayudará.
No debes olvidar la flor de la aromática flor de oro, ni la pamplina
o muraje azul, con su ojo cerrado, ni la mejorana que todo lo cura,
que los hombres honran como el «orégano de Hércules»); y con la
mejorana tienes que machacar una hoja pequeña de mejorana de cace-
rola (?), y bolitas secas de ajedrea que amordazan la maligna enfermedad.
Está seguro y toma el ramnon bien regado, igual a la pequeña lechuga
silvestre; siempre se viste de flores blancas. El nombre con que los
484 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

hombres la designan es el de «buen compañero», los hombres que habitan


cerca de las tumbas de Tmolo y de Gyges, en la ladera del Partenion,
donde los caballos que no trabajan pacen en Cilbis y donde nace el
Caístro.
Atiende ahora y te voy a hablar de las raíces que son útiles contra
las serpientes. Primeramente tienes que conocer las dos especies de
viboreras: la hoja espinosa de una de ellas es parecida a la orcaneta,
pues es pequeña y la raíz que echa es corta y a ras de tierra; la otra
especie tiene hojas robustas y tallos, es alta, es de color púrpura y se
cubre de pequeñas flores, haciendo brotar una cabeza como de víbora,
pero rugosa en la cima. De estas dos especies corta una cantidad igual
y úsalas como remedio, después de triturarlas sobre una tabla de madera,
o en un mortero, o en una piedra vaciada. Debes hacer también una
pasta de raíces de eringe y de pie-de-oso florecido, y a esto le añades
un peso igual de campánula, que abunda cerca de los setos vivos. Toma
también el follaje denso de la albahaca silvestre de la montaña y semillas
del apio siempre verde de Nemea; con esto haz que un peso doble de
anís levante la balanza, que ha bajado con el peso de las raíces. Tienes
que amasarlo todo y, mezclado en una sola vasija, puedes curar con ellos
unas veces el mal mortal de las víboras macho, otras veces la herida
del escorpión, otras la mordedura o picadura de la araña venenosa, si
trituras tres óbolos-peso de la mezcla en vino.
Considera también el XU;¡rULAWV blanco y así mismo la especie negra. Las
dos son distintas. La especie oscura es igual que el cardo dorado en su
apariencia; produce sus hojas en círculo, su raíz es fuerte y oscura,
y crece debajo de los riscos sombreados de las montañas y en las cañadas,
evitando el sol. La otra la encontrarás siempre orgullosa de sus hojas,
mientras la cabeza está baja e hinchada en medio de ellas, y su raíz
es blanquecina y dulce como la piel al paladar. Rechaza la raíz oscura
de estas plantas, pero de la otra agita una porción de una dracma~peso
en agua de río y bébela.
Toma hierbas de otra clase que lleva también el nombre de Alcibio;
coge un buen puñado de ellas y bébelas en un poco de vino. Esta
planta fue la que, estando cazando debajo de los farallones de Falacra,
en la llanura de Crimna y cerca de Grasos, donde se encuentran las
praderas del Caballo, dando su grito de caza a los perros de Amiclea,
descubrió él, gracias al gemido angustioso de su perro de caza, de corazón
de león; pues, siguiendo el rastro de una cabra por una senda que atra-
vesaba el bosque, recibió este una picadura de víbora hembra en la
NICANDRO.-ZERIACA 485

esquina acuosa de su ojo. Y, con un aullido, la echó y, sin vacilar,


comió las hojas de esta hierba y escapó a la destrucción de la muerte.
Administra una buena cantidad de la corteza, jugosa y oleaginosa,
del árbol del ricino, juntamente con hojas de denso toronjil, o bien de
la .planta denominada girasol, y que, como las hojas glaucas del olivo,
indica el camino de retirada del vástago de Hiperión. Coge también la
raíz de la oreja de monje, que en las épocas de heladas produce dolorosos
sabañones en los pies de los que tienen su piel agrietada. A veces puedes
tomar las hojas verdes de la alta enredadera o de la lengua cervina, qui-
tándole el tallo. Toma también la hierba curalotodo de Flegion, incluso
aquella que el dios de la Salud fue el primero en coger en las márgenes
del río Melas, cuando estaba cuidando la herida de Hicles, el hijo de
Anfitrión, cuando con Heracles estaba prendiendo fuego a la malyada
Hidra.
Ahora cog~ de repente una cría de marta, o a su traviesa madre,y
quítale la piel sobre la llama de un fuego que arda violentamente, y
después de echar todas sus entrañas y los excrementos del estómago,
aderézala con sal sagrada, y luego sécala fuera de la luz del sol, de forma
que sus rápidos rayos no encojan la carne fresca. Pero, cuando sientas
que una necesidad se te echa encima de forma angustiosa, rae el animal
disecado con un rallador y en su totalidad, pero como si se tratara del
frágíl laserpicio o un pastel redondo hecho de leche seca, rallándolo
dentro de vino. Esto será la más excelente protección, pues alejará
de· ti la muerte en todas sus formas por igual.
Aprenderás también que la poderosa ayuda de la tortuga de. mar
es una defensa contra las mordeduras o picaduras de todos los animales
bajos y que reptan por la tierra que dañan a los míseros mortales,
y puedes encontrar en ella una fuerte· protección. ASÍ, cuando los
pescadores saquen del mar la· mortífera tortuga .marina hacia la playa
seca, una vez la hayas puesto boca arriba,quítale la vida de la cabeza
con un cuchillo de· bronce y deja que la sangre espesa· se derrame dentro
de una jarra de barro recién cocido en el horno;· pero aparta el sueró,
lívido y ligero, con un colador bien hecho, y en este seca y rompe los
coágulos de sangre, tomando de ellos para tu mezcla cuatro dracmas-
peso. y añade a ello dos dracmas-peso de comino silvestre, y a cada dos
dracmas una cuarta parte. de este mismo peso de cuajada de estómago. de
liebre. Corta una dracma-peso de esta y bébela en vino.
Verás cómo estos medios y remedios te protegen contra las sér-
pientes.
486 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Considera ahora las operaciones que realiza la peligrosa araña y los


síntomas que siguen a su picadura. La que tiene el color del humo negro
lleva el nombre de «uva» (?); mueve sus patas sucesivamente, y en el
centro de su estómago posee duros y mortíferos dientes. Pero, incluso
cuando se ha agarrado a un hombre, la piel de este queda, sin embargo,
sin herida; pero los ojos se le van enrojeciendo y una tiritona se apodera
de sus miembros, e inmediatamente su piel y sus partes genitales se
ponen rígidas, y su miembro se alarga, goteando de él un sucio líquido;
y al mismo tiempo la insensibilidad, descendiendo sobre él, se apodera
de sus caderas y de sus rodillas.
Tienes que conocer otra clase distinta de estas, la estrellita, en cuyo
dorso lucen brillantes, encima de la piel, rayas y bandas. Cuando esta ha
picado o mordido, un temblor se apodera inesperadamente de la víctima,
la somnolencia y el torpor invaden su cabeza y se rompen abajo losli-
gamentos de las rodillas.
Otra clase distinta es la araña azul: da saltos rápidos y repentinos
desde la tierra, y está del todo cubierta de pelo. En su carne, la víctima
de la picadura de esta araña lleva una herida terrible: el corazón le pesa
dentro y la noche se posa en sus sienes, mientras de su garganta brota
un vómito mortal parecido a una telaraña; y cree la víctima que la
muerte está cerca de ella.
Otra especie es el cazador, y es igual en su forma a la araña-zorra (?),
la que causa la destrucción de la mosca azul; está al acecho de las abejas,
cinípidos y tábanos, y de todo lo que va a parar a sus redes. Sin embargo,
la picadura que produce en el hombre es indolora y carece de conse-
cuencias.
Pero hay otra especie que es realmente un enemigo agresivo, a la que
los hombres dan el nombre de araña-avispa, rojiza y voraz como la
avispa, que se parece al caballo en su gallardía, ya que los caballos
son el origen y principio de las avispas y los toros lo son de las abejas
[que se engendran en sus carroñas putrefactas]. Cuando este animal
ba producido una herida a alguien, se sigue en la víctima una fuerte
hinchazón y diversas formas de enfermedad, y en algunos casos se da
temblor y en otro impotencia en las rodillas; y el hombre desgastado y
abrumado cae en un sueño maligno que trae consigo el alivio final.
La hormiguita-fíjate bien-, que verdaderamente se parece a la hor-
miga, posee un cuello de fuego, si bien su cuerpo todo es del color del
polvo; su espalda ancha y moteada brilla en su totalidad, y su cabeza
NICANDRO.-ZERIACA 487

oscura se levanta muy poco sobre su cuello, pero causa tanto dolor corno
ias arañas anteriormente mencionadas.
En los parajes y lugares en que los hombres van arrancando con
sus manos, sin hacer uso de las hoces o guadañas, y van recogiendo
toda clase de legumbres variadas, verdes aún, a través de los campos,
en grupos, envueltas en un color de fuego y semejantes a cantáridas,
saltan de acá para allá pequeñas arañas. Pero, a pesar de su' tamaño,
en torno a la molesta y dolorosa herida, salen siempre ampollas, y la
mente de la víctima se nubla y enloquece; la lengua vocea palabras sin
orden y los ojos bizquean o se entornan.
Considera ahora los monstruos que la tierra árida del Egipto produce
o cría, corno la alevilla que, por la tarde, a la hora de la cena, va a
revolotear en torno a las lámparas. Sus alas son todas bastante gruesas
y están cubiertas corno de plumón, igual que se nos muestra un hombre
que por su casualidad haya tocado polvo o ceniza. Tal en su apariencia,
se cría y hace entre las hojas del árbol de Perseo. Su cabeza horrible
cabecea siempre de manera torva o ceñuda y dura; su cabeza es fuerte
y su vientre es pesado; hinca su aguijón en el cogote o en la cabeza
del hombre, y fácil e inmediatamente puede aportar el destino de. la
muerte.
Sigamos adelante: voy a hablarte del escorpión, armado siempre de
un aguijón mortífero, y de su horrenda prole. La especie blanca es innocua
y no causa ningún daño o dolor. Pero la especie roja produce una fiebre
rápida y ardiente en las bocas de los hombres, y las víctimas lechan
convulsamente debajo de la herida, corno si hubieran sido cogidas por el
fuego, apoderándose de ellas una sed ardentísima. La especie negra,
por el contrario, una vez ha picado o mordido, produce una agitación
tremenda en el hombre: sus víctimas se vuelven locas y se ríen sin
motivo. Hay, empero, otra especie que es verdosa, y cuando pica en
un miembro produce primero accesos de temblor, y aparece luego una
horrible erupción, aun cuando la constelación del Can luzca en la ple-
nitud de su calor y su sequedad. Tal es, en efecto, el agudo filo de su
aguijón; y detrás de este aguijón se extienden, por encima de la cabeza,
vértebras de nueve articulaciones.
Otra especie es de color morado; lleva debajo de sí un vientre ancho
y siempre hambriento, pues es en verdad un siempre insaciable comedor
de hierba y de tierra; y produce una picadura incurable en la ingle:
tan insaciable es el hambre de sus duras mandíbulas.
Pero encontrarás aún otra especie igual al cangrejo de playa,
488 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

que se alimenta de las delicadas algas y de los ruidosos rompientes de


las olas. Otras, a su vez, aparecen a la vista como el patizambo cangrejo
común, y poseen miembros pesados y sus así mismo pesadas pinzas son
duras y tienen forma de sierra, como en los cangrejos que suelen, a
menudo, cogerse a las rocas. De ellos es de quienes han recibido su ser
y su destino, cuando abandonan las rocas, las delicadas fucas y ovas
del mar que esparce guijarros. Los pescadores, con sus cebos, los sacan
del agua salada; pero, apenas son cogidos, se deslizan en los agujeros
y madrigueras pequeñas de la arena, y allí producen los escorpiones, cría
mortífera de estos cangrejos muertos, para ruina de los setos y empali-
zadas.
Conviene aprendas también algo sobre el escorpión color de miel:
suartículación finales negra en su extremo y produce un daño incurable
yla mayor parte de las veces mortal. Pero el peor enemigo del hombre
es aquel cuyas piernas torcidas son como· el fuego: a los niños les produce
instantáneamente la muerte. En su espalda se abren unas alas blancas
como' las de la langosta que come maíz y se alimentan del grano que
queda fuera de la vaina revoloteando por encima de las panochas,
y se encuentran por Pedasa y los valles del Cissos.
Puedo hablarte, sin embargo, de remedios contra las picaduras de
escorpión, así como contra las de los moscardones de las colinas, o
contra las de la abeja, cuya muerte se produce por su propio aguijón,
cuando se lo ha hincado a un hombre que está arando cerca de las col-
menas o en el campo; pues cuando clava su aguijón lo deja en la herida,
y para la abeja su aguijón es ambas cosas, la vida y la muerte. Cierta-
mente, conozco también los recursos de la cochinilla y de la mortífera
avispa, y del sutil ~E[t<PQllbwv, y del ciempiés de dos cabezas, el cual
con ambas extremidades puede producir la muerte del hombre; este
animal se mueve velozmente, como si debajo de sí tuviera los remos
alados de una nave; y también de la ciega y terrible musaraña, que lleva
la .destrucción a los hombres y encuentra la muerte en los roderones de
los carros. Debes en verdad precaverte contra los escincos, que se pare-
cen a lagartos aplastados o achatados; y también contra ese traidor y
detestable animal, la salamandra, que pasa a través del fuego inextingui-
blesin daño y sin dolor; y la llama inextinguible no daña tampoco su piel
rasgada ni sus extremidades.
Además, conozco todos los animales que revuelca el mar entre sus
olas saladas, y el horror del «múrice» (?) (O'[t'UQa.í,vll~), ya que muchas
veces ha saltado desde la caja en que se echan los peces, llenando de
NICANDRO.-ZERIACA 489

pamco a los pescadores que estaban trabajando y tirándolos de sus botes


en busca de un refugio en el mar si es verdad que este animal- se
aparea con las víboras de mortal picadura en la tierra, dejando sus
salinos alimentos. Así mismo puedo protegerte contra la mortífera
raya y contra la voraz serpiente de mar. La raya molesta cuando pica
con su aguijón al trabajador que está ocupado en su faena de halar -1as
redes; o bien, si el aguijón queda clavado en el tronco de algún árbol
en plena floración, entonces, como si el árbol estuviera expuesto a 'los
ardorosos rayos del sol, sus raíces y con ellas su follaje se marchitan;
en - el hombre, la carne se pudre y desaparece. En verdad, la historia
nos cuenta cómo el Ulises de otros tiempos murió a causa del mortífero
aguijón de este monstruo marino.
Quiero ahora repetirte los diversos remedios para estas penalidades.
Tienes que tomar una vez las hojas, como de lechuga silvestre, de la
orcaneta, y otra vez de la cincoenrama, o las flores rojas de la zarza; el
UQY..LLO V, la acedera y la viborera de largo tallo, - el x(xCJ,¡WV y el fron-
doso LóQBetAoV, y puedes muy bien incluir en ello el XCJ,¡w(mLvs y'la
gruesa corteza que habrás arrancado del roble; con todo esto, también
perejil silvestre y semillas de la zanahoria, y las bayas frescas y abigarra-
das del terebinto. Además, tienes que recoger fucos marinos color -púr-
pura, y el culantrillo sin mancha, en cuyas hojas no se asienta la fina
humedad del estallido de la tormenta. Advierte también esto: debes
cortar el esmirnio o apio caballar cretense, siempre en flor, o la raíz
apenachada de la ortiga muerta y de la eringe, junto con el fructífero
romero. Ten presente también la presera, la helxina, y la adormidera de
pesada cabeza, en vainas, todo ello para protegerte.
Corta también el retoño reciente de la higuera oel fruto actual de
la higuera silvestre, que se muestra redondo e hinchado antes que los
demás frutos. Coge también el abrojo color de fuego y las flores del
brillante verbasco, y con ello hojas de CLtYLAorcos y de celidonia, zanahoria
silvestre y raíz de brionia, que quita las pecas y los salpullidos aborreCÍ'"
bIes a la piel de las mujeres. Pulveriza también hojas de verbena, o coge
hojas del profiláctico ramnon, pues por sí solo es capaz de apartar del
hombre la muerte eficazmente. Así mismo recoge ramas recién cortadas
de matricaria, pamplina azul o lengua cervina, o bien toma una cierta
cantidad de ocre rojo de Lemnos, que es un buen calmante en toda clase
de males.
A veces puedes cortar también la raíz amarga del turgente pepino;
para un estómago muy molestado con dolores y angustias, también la
490 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

fruta espinosa del «Paliuros)) proporciona cierto alivio; lo mismo las


hojas puntiagudas y los frutos frescos de la granada, con escarlata en lo
que viene a ser su cuello, cerrado por los sépalos el lugar en que el
fruto se pone rojo en torno a las finas flores; otra vez coge hisopo y
gatuña, con sus múltiples ramas, y las hojas del ((amor a distancia)) (?),
y los zarcillos recientes del racimo de uva, y dientes de ajo, y la semilla
del coriandro nacido en la montaña, o también las velludas hojas de la
delicada coniza. Con frecuencia puedes también cortar algo de pimienta
fresca, o bien berros persas, y adminístralo todo en una bebida; y el
florido poleo, la belladona y la mostaza pueden también salvarle a uno
en alguna circunstancia crítica y maligna. Coge así mismo, del jardín,
puerros verdes, o bien la semilla dolorosa de la misma ortiga, con la que
los muchachos gastan bromas. Con estas cosas también, tal vez, la
cabeza, blanca como la nieve, de una albarrana y cortezas secas de
flolj3mv, y el tallo de lo que se llama ((dragón)), y los retoños del arbus-
táceo ramnon, y los que los pinos silvestres nutren en el corazón de sus
conos.
Mira, tienes que cortar la raíz verde de la hierba ((scorpios)) que los
hombres comparan con el aguijón venenoso del animal, o bien nenúfares
de Psamatides, y los que Trafea y Kopai crían junto a las aguas de sus
lagos, donde desembocan las corrientes del Scoines y del Cnopos: y
recoge las nueces del alfóncigo, que se parecen a almendras en las ramas
que se acercan a las corrientes indias del mugiente Joaspes. Recoge así
mismo perejil silvestre, y las bayas, de color rojo pardusco, y astringentes,
del mirto o arrayán, y pedacitos de salvia y de hinojo florido. Recoge
jgualmente mostaza de matorral y semillas· de garbanzo silvestre, inclui-
dos sus brotes verdes y sus hojas de fuerte olor.
También los berros alivian la enfermedad; y también una guirnalda
fresca de meliloto; igualmente las flores blancas de la esponjosa fili-
péndula, que los pastores· machacan en un almirez, y aquellas semillas
que la neguilla del trigo, el rojo llantén y la rosa crían dentro de sí, y la
menudísimasemilla del alhelí. O bien corta algo de grama o centinodia
en las enmarañadas marismas, depilatorio, y la semilla del triste jacinto,
sobre el que lloró Febo, porque, sin· querer, junto al río de Amiclas, dio
muerte, de un disparo, al joven muchacho Jacinto en la flor de la juven-
tud; la masa de hierro, en efecto, rebotando en una roca, le dio en la
sien y aplastó el hueso de debajo de ella.
Mezcla también algo de trébol y goma de laserpicio en un peso de
balanza equivalente a tres óbolos-peso; o coge el tomillo apenachado
NICANDRO.-ZERIACA 491

en forma de cuerno, y con frecuencia también hinojo marino o santonina,


y junto con ello ralla en alguna bebida anís y raíces libias. Una vez tri-
turado todo en un cuenco, unas veces todo junto, otras por separado,
bébelo mezclado con vinagre, o bien con vino o agua. Todo esto es
también útil y provechoso, si ha sido triturado en leche.
No obstante, si alguna picadura te molesta de improviso y con urgen-
ciadurante tu viaje y andando por páramos sin agua, en el momento en
que te sientas agotado, machaca con tus mandíbulas algunas. raíces,
hojas o semillas de las que crecen junto al camino, y chupando la
savia, pon lo que quede a medio comer encima de las heridas, para poder
evitar el dolor y aun la muerte inminente.
Así mismo, aplicando a una herida mortal alguna cosa de bronce,
chuparás el veneno y la sangre juntos, vertiendo el jugo lechoso del
higo, o bien, empleando un hierro calentado en el centro de un horno
encendido. A veces, la piel de una cabra paciendo, llena de vino, será
útil en un momento en que la herida esté en el tobillo o en la
mano.
Mete al que sufre en un pellejo lleno de vino hasta la mitad del
antebrazo o hasta el tobillo, y tuerce la cuerda de atar el pellejo alrede-
dor de la ingle o en torno al sobaco, hasta que la fuerza del vino haya
eliminado de la carne todo el dolor. A veces, además, harás que las
sanguijuelas se alimenten en las heridas y beban en ellas hasta lasa-
ciedad. O bien, deja caer jugo de cebollas o vierte los posos del vino
o del vinagre sobre estiércol de ovejas, haz una pasta, y emplasta la herida
con el excremento reciente.
Pero tú puedes, con instrucción, componer una panacea general--será
muy útil una vez hayas mezclado todos los elementos juntos-que .haya
allí guaco o aristoloquio, raíz de flor de lis y de nardo, y también de
curalotodo con cañarroya seca, y de zanahoria silvestre que lo sana
todo, y de brionia negra, y con ello las raíces frescas de una peonía
recién arrancada, pequeñas ramitas .de eléboro negro, y mezclado con
todo ello carbonato sódico nativo.
Vierte también comino y una ramita de coniza, mezclándolo con cás-
caras de estafisagria; y ralla una cantidad igual de bayas de laurel y de
árbol medicinal, y del humilde liquen de caballo, y recoge algo de pam-
porcino o artanita. Echa también dentro el jugo de la resplandeciente
adormidera, y, sobre todo, las semillas del agnocasto o sauzgatillo, bálsamo
y algo de casia, y con todo ello berraza y un cuenco lleno de sal, mez-
clándolo todo con cuajada y un cangrejo; pero la primera debe proceder
492 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

de una liebre. y el segundo tiene que vivir en una corriente de agua


entre· guijarros.
Todas estas cosas échalas ahora en la panza de un mortero grande
y capaz, amasándolasa golpes de manos de almirez de piedra. Y encima
de los ingredientes secos, vierte en seguida jugo de presera y mézclalo
bien todo junto; entonces prepara galletas redondas de una dracma-
peso cada una, precisando exactamente el peso en una balanza; y
luego agítalas en dos cótilos de vino y bébelo.
Así, pues, considera siempre un tesoro inestimable la memoria del
homérico Nicandro, a quien crió la aldea de Klaros, blanca como la
nieve.

ALEXIFARMACA
(MEDICAMENTOS PREVENTIVOS O PROFILACTICA)

Aun cuando las gentes de quienes tú y yo, Protágoras, descendemos


por nacimiento, no levantaron los muros de sus fuertes torres unos al lado
de otros en Asia, y nos separa por ello una gran espacio, no obstante
puedo fácilmente· instruirte acerca de los remedios contra aquellas
bebidas venenosas que atacan a los hombres y los destruyen. Tú, en
verdad, has puesto tu casa junto al mar tempestuoso, debajo de la Osa
tachonada de estreIlas, donde están las cavernas de Rea Lobrina, y el
lugar de los ritos secretos de Attes; yo, en cambio, vivo donde los
hijos de Creusa, aquella cuya fama se extendió por lejanas tierras,
dividieron entre sí la porción más rica de la tierra firme, asentanto
los tdpodes de Apolo en Klaros.
, Sin duda alguna,· te conviene aprender algo acerca del acónito, amargo
como la hiel, mortífero en la boca, que producen las márgenes del
Aqueronte. Allí está el abismo del Sabio Consejero de donde pocos
escapan, y allí las aldeas de Priolas se derrumbaron en ruinas.
Las mandíbulas de todos los bebedores y el paladar de su boca y sus
encías son constreñidos por la bebida amarga cuando envuelve la parte
superior del pecho, oprimiendo al hombre con un ahogo maligno entre
las garras de la acidez. La parte alta del vientre es atenazada por el
dolor~la boca abierta e hinchada del estómago bajo, lo cual algunos
llaman el «coraZÓlll) de la vesícula digestiva, otros el «receptor» del
estómago-, y la puerta queda cerrada inmediatamente al comienzo de
NICANDRO.-ALEXIFARMACA 493

los intestinos, donde es introducido en toda su abundancia el alimento


de un hombre. Y, mientras tanto, de sus ojos llorosos cae líquido; y
su vientre, muy sacudido, eructa en vano y gran parte del aire se coloca
más abajo, a la altura aproximada del ombligo; y en su cabeza se posa
una dolorosa pesadez, a la que le sigue un aumento en la velocidad
de las pulsaciones bajo sus sienes; y con sus ojos ve las cosas dobles,
como un hombre por la noche, bajo el efecto del vino puro. Y así,
como cuando los Silenos, nodrizas del cornudo Dionisio, machacaron las
uvas silvestres y, habiendo fortalecido por vez primera su espíritu
con la bebida espumosa, sintieron que su vista se nublaba y comenzaron
a dar traspiés, y corrieron locamente alrededor de la colina de Nisa, de
la misma manera también la vista de estos hombres se oscurece y nubla
bajo el peso de un destino maligno.
A esta planta los hombres la llaman también «tósigo de ratón)),
porque destruye por completo los molestos y roedores ratones; pero
algunos la llaman también doránico o ((ahoga-leopardos», porque los
vaquerizos y cabreros traman con ayuda de ella la muerte de esos
grandes animales entre los páramos del Ida y en el valle de Falacra.
La llaman así mismo ((matamujeres» y «camarón)). El mortífero acónito
abunda entre las montañas Aconeas.
Así, pues, un yeso envenenado de esta manera y que llegue a pesar
lo que un puñado, tal vez podría servir de protección, si viertes en él
vino tostado en la medida debida, con el yeso reducido a finísimo polvo
~que sea un cótilo completo de vino~, y si añades a ello ramitas
de ajenjo cortándolas del arbusto, o bien ramitas del verde pálido
marrubio, que ellos llaman ((hoja de miel»; administra también al en-
fermo un retoño de la herbácea y siempre verde lechetrezna olivácea y
de la ruda, sumergiendo en vinagre y miel un pedazo de metal calentado
al rojo entre las mandíbulas de las tenazas de fuego, o bien, escoria de
hierro que la llama del fuego haya separado dentro del crisol en el horno;
o bien, algunas veces, inmediatamente después de calentar al fuego un
trozo de oro o plata, debes sumergirlo en la turbia bebida.
O bien, a su vez, debes coger hojas, la mitad de lo que pesa un
puñado, de xaotaLnLLuc;, o bien una ramita seca de mejorana de las
colinas, o bien, corta un tallito fresco de albahaca silvestre, y cúbrelas
con cuatro ciatos de vino melar. O bien, puedes tomar un caldo, todavía
carnoso y sin diluir, hecho con gallo doméstico, cuando la llama del
fuego, debajo de la marmita, reduce el cuerpo a trozos. Tienes que cocer
también lentamente la carne de un buey muy abundante en grasa,-la
494 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

carne tiene que ser fresca-, y saciar con ella el estómago hasta el máximo
de su capacidad. Así mismo, a veces, tienes que verter el jugo del bálsamo
en unas gotas de leche de una muchacha joven, o bien en agua, hasta
que el paciente elimine de su garganta el manjar indigesto.
A veces, también tienes que cortar la cuajada del estómago de un
animal ligero y veloz, que duerma con los ojos abiertos [la liebre], o
bien, de. un cervato, y dala mezclada con vino. Otras veces echa las
raíces de la purpúrea mora en el hueco de un mortero, machácalas mez-
clada con vino y dalas hervidas en miel. De esta manera puedes apartar
o esquivar las repugnantes enfermedades, por más que ellas amenacen
con sujetar al hombre, y este puede, una vez más, caminar con pies que
no tropiecen.
En segundo lugar, considera la aborrecible concocción compuesta a
base de plomo blanco, tan brillante, cuyo color claro es como leche
espumante cuando en la primavera la ordeñas, espesa y recargada, en
hondos cubos. Sobre las mandíbulas de la víctima y en los surcos de
las encías se empasta una espuma astringente, y las estrías de la lengua
se vuelven ásperas y rugosas por uno y otro lado, mientras el fondo de la
garganta se seca un poco, y a causa del pernicioso veneno se produce en
ella una arcada y un gargajeo, afección esta que sin duda es grave;
mientras tanto, su espíritu enferma y se siente agobiado por un sufri-
miento mortal. Su cuerpo se enfría, a veces sus ojos ven imágenes o
fantasmas extraños, o bien se sume en el sopor y el letargo; y no puede
mover sus miembros como antes, y sucumbe a una fatiga realmente po-
derosa.
Dale al paciente inmediatamente una taza de aceite de premadia-u
orquídea-o «mirto oliváceo)), de forma que el estómago, siendo lubri-
cado con ello, pueda vaciarse de la droga maligna; o bien, puedes fácil-
mente ordeñar la teta turgente de la ubre y dársela a él; pero desnata
la superficie aceitosa de la bebida. Y puedes hacer infusiones de las
ramitas u hojas de la malva en savia fresca, y dale al paciente la dosis
máxima que pueda tolerar. O bien, así mismo, machaca semillas de
sésamo y adminístraselas también en vino; o bien, calienta y limpia en
agua cenizas de sarmiento y cuela la lejía por los intersticios de un cesto
recién tejido, pues este retendrá los posos. Además, si frotas las duras
piedras de la Persea en aceite de oliva brillante, apartarás de ti el
mal: la persea, que una vez Perseo, cuando sus pies le llevaron desde el
país de Cefeo y hubo cortado la rebosante cabeza de Medusa con su
cimitarra, fácilmente la hizo crecer en los campos de Micenas (fue un
NICANDRO.-ALEXIFARMACA 495

nuevo regalo de Cefeo) en el sitio en que la vaina de la cimitarra cayó,


debajo de la cumbre más alta de Melantis, donde una ninfa reveló al hijo
de Zeus el famoso manantial de Lagea.
O bien puedes romper, en cebada tostada, la savia congelada en los
arbustos del incienso de Gerrha; también, como ayuda, puedes disolver
en agua templada las lágrimas del nogal o del ciruelo, o las que siempre
gotean en abundancia de las ramitas del olmo y también gotas de goma,
de forma que él pueda vomitar en parte el veneno, y en parte hacerlo
saludable a medida que con el agua caliente pasa al sudor que moja a su
cuerpo. También puede saciarse con una buena comida, o con vino fuerte,
y así es posible evitar una muerte sin gloria.
Cuando un líquido huela a la cantárida que come el trigo, es decir,
igual que la pez o brea líquida, recházalo, pues en la nariz huele a pez
y en la boca es como las bayas frescas o recientes del enebro. A veces,
en una infusión ligera, estos animales producen en los labios una sensa-
ción picante; y también abajo, en lo hondo del vientre; o bien, la vejiga
es corroída y se ve torturada por retortijones, mientras que la molestia
ataca a los hombres donde el cartílago del pecho descansa sobre el
hueco del estómago. Y las víctimas sienten un malestar total en todo
su ser: impresiones de desmayo convierten en esclavitud lo que en ellos
es humano, y la víctima es derribada inesperadamente por el dolor, como
el papo del cardo recién esparcido anda errante por el aire y es agitado y
sacudido por cada pequeña ráfaga de brisa.
A veces conviene administrar al paciente unas dosis de poleo mez-
clado con agua del río, haciendo con ellos un ponche o pasta en un
cuenco. Esta fue la sabrosa bebida de Deo cuando estaba en ayunas;
una vez Deo mojó su garganta con ella en la ciudad de Hipozoon, a causa
de un interminable discurso del tracio lambo. Otras veces toma de tu
vasija o bote de medicinas y mezcla con las semillas redondas del lino
una bebida espesa hecha con cabeza de cerdo o cordero, o de la cabeza
recién cortada de cabra cornuda, o bien también, tal vez, de un ansar,
y dáselo hasta que el hombre sienta náuseas; y deja que a él, sintiendo
cosquillas en la garganta, se le revuelva el estómago debajo de toda la
masa de comida emponzoñada aún sin digerir.
A veces debes ordeñar leche reciente de una oveja en una pipeta de
enema; y administra con ella un enema a fin de vaciar las heces inútiles
del intestino. En otras ocasiones, una bebida o un trago de leche sin
desnatar ayudará al paciente; o bien tienes que cortar los zarcillos verdes
de la viña cuando en ella acaban de brotar las hojas, y tritúralos en un
496 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

jarabe de uva; o bien coge de la tierra ya seca las raíces, siempre en


forma de aguijón, del Scorpios y remójalas en miel. La planta crece alta
como el asfódelo, pero suelta sus tallos cuando se seca.
También debes coger cuatro dracmas-peso de tierra Partenia, la que
Fyllis produce debajo de sus quebradas montañas, la tierra blanca como
nieve del Imbrassos, que un cordero con cuernos reveló por vez primera
a las ninfas Jesíadas, debajo de las márgenes fluviales llenas de juncos del
Cercetes cubierto de nieve.
O bien, hierve un chorro de mosto concentrado, en doble cantidad, y
dentro de él machaca algunos tallitos de ruda, amasando las hierbas
con aceite de rosas; o a veces también remójalas en aceite de lis, que
muchas veces ha curado enfermedades.
Con todo, si un hombre inadvertidamente prueba en una sucia copa
o vaso una bebida-mortal y difícil de remediar-hecha de coriandro,
la víctima se vuelve loca y dice palabras bajas y obscenas como los luná-
ticos, y grita como los locos que vocean fuerte y agudamente sus cantos
bacanales, en la excitación frenética de su mente desvergonzada. En un
caso así debes administrar una copa llena de vino hedanio, «Pramnion»,
sin mezcla, tal como brotó del lagar. O bien, echa una taza llena de sal
en agua y disuélvela. O bien debes vaciar el frágil huevo de una gallina
y mezclar con él espuma de mar, de la que se alimenta el rápido petrel.
Con ella sostiene este su vida y también en ella encuentra el cumplimiento
de su destino, cuando los destrozones hijos de los pescadores atacan con
sus trucos a las aves nadadoras; y cae en manos de los muchachos
cuando caza las frescas y blanqueantes crestas de la espuma. Toma
también tú mar amargo, color violeta~el mar que, junto con el fuego,
el dios que sacude la Tierra ha hecho esclavo de los vientos-o El fuego,
en efecto, es vencido por las ráfagas hostiles; ·aunque el mar indómito,
siempre pronto a la ira, señorea sobre los barcos y sobre los hombres
que perecen en él, mientras el bosque obedece al gobierno del aborrecido
fuego.
Otras veces, aceite común mezclado en vino o un trago de jarabe de
uva mezclado con nieve detendrán el dolor, mientras los segadores cortan
con sus hoces la cosecha, pesada y arrugada, de la viña hedania y la
viña psicia, y la machacan: y mientras con su zumbido las abejas y
moscardas, las avispas y los abejorros, se dejan caer desde las colinas
sobre las uvas y comen hasta saciarse de dulce, y mientras la traviesa
zorra saquea los ricos racimos.
Toma también nota de la bebida nociva que es la cicuta, ya que esta
NICANDRO. -ALEXIFARMACA 497

bebida destaca sin duda el desastre sobre la cabeza, llevando a ella la


oscuridad de la noche: los ojos dan vueltas, y los hombres yerran por
las calles con paso vacilante y aun a gatas; un terrible ahogo bloquea
la garganta y el estrecho paso del esófago; las extremidades se enfrían
y, en los miembros, las grandes arterias se contraen; durante un buen
rato la víctima respira como alguien que agoniza o se apaga, y su
espíritu contempla el Hades.
Da al paciente la dosis máxima que tolere de aceite o vino puro, hasta
que vomite el maligno y doloroso veneno; o prepara y ponle un enema;
o bien, dale tragos de vino puro; o corta y tráe1e ramitas de laurel aromá-
tico o de laurel del Temple-esta fue la primera planta que se utilizó
para coronar los rizos délficos de Fego-; o bien, machaca algo de
pimienta con semillas de ortiga y adminístrase1as; o bien, una fusión de
vino con el amargo jugo del laserpicio. A veces puedes ofrecerle una
medida de ace.ite de lis perfumado y laserpicio triturado en aceite bri-
llante. Dale también un trago de jarabe de uva dulce como la miel y un
vaso de espumante leche, ligeramente templada al fuego.
Hay aún medios para apartar rápidamente la opresión causada por el
mortífero veneno de las flechas, cuando un hombre está bajo la influencia
de la angustia que produce el haber bebido esto. Primero, su lengua
empieza a ponerse áspera y rugosa desde su raíz y pesa encima de los
labios, que se hinchan e inflaman en la boca; padece expectoración seca y
sus encías se abren desde su base. También con frecuencia su corazón
sufre palpitaciones, y es su sino que todas sus facultades queden embo-
tadas e inutilizadas por el maligno veneno. Hace ruidos, como si balara,
y balbucea sin fin en su frenética postración. Muchas veces también,
en medio de su dolor, grita y vocea, como aquel cuya cabeza, señora
de su cuerpo, acaba de ser cortada con una espada; o como el acólito con
su bandeja de ofrendas que, al aparecer las sacerdotisas de Rea en las
calles públicas el día noveno del mes, da un gran grito, mientras la gente
tiembla al escuchar aquel horrible alarido del adorador del Ida. De la
misma manera, el hombre, llevado por el frenesí de su mente, brama y
aúlla incoherentemente, y mirando de reojo como un toro, rechina sus
blancos dientes y echa espuma por la boca.
Debes también atarlo, rápida y fuertemente, con cuerdas retorcidas
y emborracharlo con vino, llenándolo con suave violencia hasta la sacie-
dad, aun contra su voluntad; entonces abre a la fuerza sus dientes
rechinantes, a fin de que bajo el influjo de su mano pueda vomitar la
materia mortífera. O bien divide, y hierve hasta que se reblandezca,
498 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

sobre un fuego brillante, un ansarino nacido de un ganso en libertad o


salvaje; debes darle también el fruto silvestre, de rugosa cáscara, del
manzano criado en las colinas, después de cortadas las partes no comes-
tibles. O también las de las clases propias de los huertos, tales como las
épocas de primavera las producen, para que las muchachas jueguen con
ellas. O bien membrillos, o la famosa fruta del torvo Cydón, que criaron
los torrentes cretenses.
O bien, a veces, después de machacar suficientemente todas estas
cosas con una maza, debes remojarlasen agua; y écha1es luego un poco
de poleo fresco y fragrante, y remuévelo todo junto con pepitas de man-
zana. Puedes también empapar de oloroso aceite de rosas o aceite de lis
una lana, y hacer que gotee en sus labios abiertos. Sin embargo, difícil-
mente puede un hombre, después de incontables sufrimientos, al cabo de
muchos días, avanzar sus vacilantes pasos con seguridad, mientras su
mirada asustada vaga de acá para allá. Este es el veneno con que los
nómadas de Gerrha y los que aran sus campos junto al río Eufrates
aplican a las puntas de sus flechas de bronce. Y las heridas, completa-
mente incurables, ennegrecen la carne, pues el veneno acuciante de la
Hidra come implacable, mientras que la piel, pudriéndose con la infec-
ción, se rompe en llagas abiertas.
Pero si un hombre prueba el fuego nauseabundo de la Medea Cól-
quida, la conocida villorita, un picor incurable se apodera por entero de
sus labios cuando los humedece, igual que les ocurre a aquellos cuya piel
se ha contaminado con el jugo blanco-nieve de la higuera o con la picante
ortiga, o con la abrigadísima cabeza de la escila, que inflama terrible-
mente la carne de los niños. Pero, si él retiene el veneno, un dolor se
fija en su estómago, dolor que al principio le va comiendo y muy pronto
10 lacera desde abajo con desesperadas arcadas, al vomitar el veneno de
su garganta; y al mismo tiempo su vientre evacua los excrementos conta-
minados, igual que el trinchador vierte el agua turbia en que la carne
se coció.
Ahora bien: a veces debes cortar y administrar las hojas arrugadas
del roble, o bien del roble de Valonia junto con sus bellotas; o debes
coger leche fresca en un cubo, y haz que el hombre enfermo tome todo
lo que pueda de leche, después de retenerla en su boca. A veces está
seguro de que te ayudarán los brotes y tallos de centinodia o grama,
o bien sus raíces hervidas en leche. Debes hacer también una infusión de
zarcillos de viña en agua, o bien también brotes de zarza que hayas cor-
tado.
NICANDRO.-ALEXIFARMACA 499

Además, debes sacar las cortezas verdes de las castañas de delgada


piel de un castaño bien crecido, allí donde la corteza seca encierra la carne
interna de la fruta, tan difícil de pelar, que produce el país de la
Castánea.
Puedes extraer con provecho el meollo más interior del hinojo gigante
o· cañaheja, que recibió el botín del robo de Prometeo, y al mismo tiempo
echa una cierta cantidad de la hoja perenne del tomillo apenachado y
de las bayas del astringente mirto; o bien, tal vez puedas poner en
remojo la cáscara de la granada, y macérala con manzanas en una mezcla,
hasta que haya pasado a la bebida algo de su poder astringente, y expul-
sarás de ti la enfermedad maligna.
Ten mucho cuidado de que, engañadamente, te llegue sin advertirlo
a los labios una bebida mortífera que se ha cocido con acebo (?), que
tiene un olor igual al de la albahaca. Los surcos de la lengua de la víctima
se ponen rugosos y ásperos en la base y se inflaman desde abajo, y su
corazón delira en su interior. En su delirio y excitación se muerde su
propia lengua con sus colmillos, pues a veces su locura llega a dominar
todas sus facultades; mientr~stanto, el estómago ciega, con una obstruc-
ción atrevida, los dos canales del alimento líquido y sólido, y alborota
ruidosamente con el viento que ha encerrado dentro de sí, el cual, circu-
lando por un espacio limitado, con frecuencia se asemeja al trueno
del tormentoso Olimpo, o bien al caprichoso rugido del mar .cuando
estalla debajo de farallones rocosos. Perturbado como está, a pesar de
sus esfuerzos, apenas puede el viento escapar hacia arriba; sin embargo,
las bebidas medicinales pueden hacer de una vez que evacue excrementos
oviformes, como las masas sin cáscara que la gallina salvaje deja caer
de su vientre con solo sus membranas, cuando está criando sus belicosos
polluelos, unas veces por causa de golpes recientes, y otras a causa de
la enfermedad, que le hace arrojar sus desventuradas crías sobre la
tierra.
La bebida familiar astringente de ajenjo en infusión hecha en jarabe
de uva recién exprimido calmará su dolor; a veces debes arrancar la
resina del árbol del terebinto, o bien las lágrimas de resina del pino negral
o del pincarrasco, que sigue en el lugar en que Febo arrancó la piel de
los miembros de Marsias; y el árbol, llorando en las cañadas su cono-
cidísimo destino, expresa solitario y sin fin su apasionada queja. Dale
también en abundancia flores del blanco nOALóv, fatal para los ratones;
o bien debes descortezar las profundas raíces de la ruda y el nardo, y
debes coger también el testículo del castor que habita en el lago; o bien
500 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

ralla un óbolo-peso de laserpicio con una raedera dentada, o arranca


una cantidad igual de su goma. A veces debe también ser saciado de
mejorana cabruna silvestre, o de leche que se cuaje en el cubo en seguida
después de ordeñada.
Pero si el hombre, en su insensatez, prueba la sangre reciente y fresca
de un toro, cae pesadamente al suelo enfermo, dominado por el dolor,
cuando, a medida que alcanza el tórax, la sangre se congela fácilmente y,
en la cavidad de su estómago, se coagula; los puntos de paso quedan
obstruidos, el aliento queda encerrado dentro de su garganta taponada,
mientras, agitándose convulso, a menudo por el suelo, boquea salpicado
de espuma.
Tienes que cortar para él algunos higos silvestres jugosos, empápalos
en vinagre y luego mézclalo todo con agua, batiendo juntamente el agua
y la bebida astringente de vinagre; o bien debes extraer el peso de su
vientre sobrecargado. Puedes también colar a través de una bolsa porosa
de lienzo fino una cuajada batida, bien sea de una cría de corzo o de
ciervo rojo, bien de un cabrito; o bien, si tomas una cuajada de liebre
veloz, llevarás al paciente salud y ayuda. O bien debes darle tres óbolos-
peso de sosa bien pulverizada y mézclalos en una bebida dulce de vino;
mezcla también un litren con partes iguales de laserpicio y de su goma~ y
semilla de berza completamente empapada de vinagre. Y dale un tallito
de coniza con sus hojas mal colocadas. O bien, tienes que machacar
algo de pimienta o brotes de zarzal; entonces podrás deshacer una masa
de sangre coagulada o podrás desmenuzarla si se ha alojado en las
venas.
No debes permitir escape a su conocimiento la mortal bebida proce-
dente del odioso buprestis, y podrás reconocer a· un hombre que sea
víctima de ella. En verdad, en la mordedura, su contacto con las man-
díbulas parece el de la sosa; tiene un olor maligno; y en torno a las
bocas del estómago produce dolores horribles; la orina queda detenida
y la parte inferior de la vejiga palpita o vibra, mientras todo el vientre
queda hinchado, como cuando una hidropesía timpanítica se fija intensa-
mente en el punto medio del ombligo, y en todos los miembros del
hombre la piel se pone visiblemente tiesa. Ese animal, imagino, produce
también inflamación en los redondos vientres de las vaquillas o las ter-
neras, siempre que estas lo muerden mientras están paciendo. Por
esta razón los pastores lo llaman buprestis (hincha-vacas).
Mezcla, para el paciente, un brebaje de higos umbilicados bien secos,
procedentes de un árbol florecido en vino de tres años; o bien debes
NICANDRO. -ALEXIFARMACA 501

machacarlos juntos con una maza, disuélvelos luego al fuego y dáselos


como un antídoto· para su enfermedad. Y cuando él recupere su apetito,
dale de nuevo, hasta saciarlo, esta bebida dulce como miel, añadiendo a
veces leche a la mezcla; o bien echa y mezcla con vino el fruto seco
de la palma datilera; o bien peras silvestres, secadas durante largo
tiempo; o bien el fruto de la pera común, o de la pera cordiforme, o
aun a veces las bayas del mirto; o bien déjale también que, como un
niño recién nacido, ponga sus labios en la teta y que, igual que un
ternerillo, beba un trago de la ubre, y que haga como un ternerillo recién
nacido cuando topa la ubre. O bien puedes hartarlo de alguna bebida
caliente y aceitosa y forzarlo a vomitar, por muy contra su voluntad que
sea, obligándole a que lo haga con sus dedos o con una pluma; o bien
corta y haz, con papel retorcido, una varilla para hacer cosquillas en la
garganta.
y si la leche fresca se hace quesosa y se cuaja en la cavidad del estó-
mago de un hombre, entonces, a medida que se va cuajando, le invade
a él el ahogo. Dale entonces tres tragos, uno de vinagre entre dos de
jarabe de uvas, y purga sus intestinos estreñidos. O bien también ralla
en un brebaje raíz de laserpicio de Libia, o una cierta cantidad de su
goma, y adminístrasela disuelta en vinagre. O bien puedes añadir a la
mezcla lejía dispersiva o un brote recién florecido de tomillo cretense.
A· veces el fruto arracimado del eucnemo, bien macerado en vino,
es beneficioso. También dicen que un brebaje hecho de cuajada dispersa
los coágulos; y producen también este efecto las hojas verdes de menta
mezcladas o bien con un brebaje de miel o con un brebaje astringente
de vinagre.
Considera ahora el estramonio, cuyo aspecto y cuyo sabor al tocar los
labios son semejantes a la leche. Mas, de pronto, arcadas inusitadas agitan
la garganta del bebedor, y a causa del dolor que siente en la boca de su
estómago o bien vomita el alimento que haya tomado, manchado de san-
gre, o bien lo evacua, fétido y lleno de mucosidades, de sus intestinos,
como el que sufre espasmos de disentería. A veces, desgastados por la
lucha agotadora, sus miembros ceden y el enfermo cae al suelo, pero no
siente ningún deseo de humedecer su boca seca.
Tienes que administrarle o bien sorbos de leche, o bien tal vez
jarabe de uvas, levemente templado y mezclado con ella en su copa.
Además, la carne de la pechuga rellena de un gallo tierno, ablandada
al fuego y comida, puede ser beneficiosa. También lo es el atole o avenate
si se traga en un cuenco Heno; y también los animales que debajo de
502 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

donde ruge el mar rocoso se alimentan siempre junto a los despeñaderos


cubiertos de algas; algunos de estos debe comérselos crudos, otros her-
vidos, y muchos de ellos después de asados al fuego; pero los platos.
de caracoles marinos, o bien de murices, langostinos y pinnas, o de
parduscos erizos de mar, serán mucho más beneficiosos, y también las
pechinas; ni la bocina marina o las ascidias que frecuentan las
algas.
No olvides tampoco la detestable bebida de ¡aricon, puesto que no
ignoras lo que es: produce fortísimos dolores en las mandíbulas. Tienes
que saber que para el gusto es como el espicanardo; pero produce en el
hombre vacilaciones y a veces lo priva de sus sentidos, y en un solo
día puede fácilmente dar muerte a un hombre robusto.
Tienes en este caso que pesar y administrar algunas raíces, semejantes
a bolsas, de nardo montañés, de hermosas flores, que los promontorios
de Cilicia nutren junto al rebosante Cestro; o bien esmirnio cretense
bien triturado. Toma también el lis y la cabeza del lirio odiado por
Afrodita, por ser su rival en el color; por este motivo, en medio de sus
pétalos puso ella algo vergonzoso que lo molestara, haciendo crecer
allí la terrible maza de un asno. O bien puedes raspar o afeitar su
cabeza, y, habiendo cortado el pelo de las raíces con una navaja muy
afilada, cógela y, después de calentar con ella harina de cebada y hojas
secas de ruda, que la oruga al comer despoja con la máxima rapidez"
empápala en vinagre y colócala a manera de emplasto espeso en torno
a tus sienes.
No permitas que ningún hombre, por ignorancia, sacie su vientre de
beleño, como hacen con frecuencia, por equivocación, los hombres, o'
los niños que, habiendo dejado de llevar, poco tiempo antes, sus pañales.
y las cintas que sujetan su cabeza, y habiendo abandonado su peligroso
arrastrarse a gatas, y actualmente andan rectos sobre los pies, sin nin-
guna niñera atenta a su lado, mascan sus pequeñas ramas de flores,
perniciosas por tontería, y que están echando precisamente entonces los
incisivos en sus mandíbulas, tiempo este en el que sus hinchadas encías:
son víctimas del picor o escozor.
Dale al paciente o bien a beber, como medicina, leche pura, o bien
fenobreco, que es cultivado para forraje y alarga unos cuernos curvados
en medio de sus hojas expuestas a todos los vientos-un gran plato
cuando flota en aceite común-o O bien puedes darle semilla de ortiga
seca, o bien las hojas crudas de la misma ortiga en abundancia para
chupar, o bien achicoria y berros, y lo que llaman perseion, y además de
NICANDRO.~ALEXIFARMACA 503

.esto mostaza y rábanos en abundancia y mezcladas con esto cebollas de


prímavera delgadas. Una cabeza de ajo con dientes bien crecidos, recién
(cogida y puesta en una bebida, aparta también el desastre.
Aprende también que, cuando los hombres beben las lágrimas de
la adormidera, cuyas semillas están en una cabeza, caen en seguida
dormidos; sus extremidades, en efecto, se enfrían; sus ojos no se abren,
sino que están atados y completamente inmovilizados por sus párpados.
Con el agotamiento, un sudor oliente baña todo el cuerpo, las mejillas
se ponen pálidas y los labios se hinchan; los ligamentos de la mandíbula
se relajan y a través de la garganta el aliento pasa débil y frío. Con
frecuencia, bien la uña lívida o la nariz fruncida son un presagio de la
muerte; a veces también 10 son los ojos hundidos.
Con todos estos síntomas no tienes que asustarte, sino consagrarte
por completo a ayudar al enfermo, llenando al paciente de vino a la
temperatura de ebullición y de jarabe de uvas. O bien apresúrate a des-
menuzar la miel del Hymetto. ~Las abejas nacieron de la carroña y
esqueleto de un becerro que había caído muerto en las ciénagas, y allí,
en alguna encina hueca, se unieron quizá por vez primera para construir
su nido y luego, deliberando sobre su trabajo, elaboraron en torno a ella,
en honor de Deméter, sus panales de incontables celdas a medida que
con sus patas iban recogiendo tomillo y brezo florido~. A veces, man-
teniendo abiertos sus colmillos con una palanca, o bien dentro de sus
mandíbulas caídas, exprimirás unas vedijas de la lana esponjosa empa-
padas de aceite de rosa o de lis recientes y olorosos, o bien, de aceite
de olivo fino; y déjale que agote una vedija espesa saturada de él. Inme-
diatamente despiértalo dándole cachetes en ambas mejillas, o bien,
dándole voces, o bien, agitándolo mientras duerme, a fin de que el
hombre desvanecido pueda disipar el fatal letargo y pueda 'luego vomitar
deshaciéndose de la grave enfermedad. Empapa unos paños primero en
vino y luego en aceite caliente, y frota y calienta sus miembros fríos
con el líquido; o también mezcla esto en una bañera y moja su cuerpo
en ella; y de una vez sumérgelo en el baño caliente y deshiela así su
sangre y ablanda su piel tiesa y seca.
Tienes también que aprender a conocer la horrible y fatal bebida de
la mortal liebre marina, hija de las olas del mar guijoso. Su olor es el de
las escamas de los peces y el del agua en que han sido lavados;
su sabor es parecido al del pescado podrido o al del pescado sucio
Cuando las escamas corrompen la comida. Animal sórdido, con sus ten-
táculos delgados, se parece a las crías recién nacidas del calamar, el
504 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

pulpo o la jibia, que tiñe el mar de negro con su bilis apenas advierte
el astuto ataque del pescador. Sobre los miembros del envenenado se
extiende la oscura palidez de la ictericia, y su carne se deshace a pedazos
y se cae, y la comida se le hace del todo aborrecible. A veces la superfi-
cie de la carne se hincha y se estremece en torno a los tobillos; los
ojos se inflaman y algo así como flores o yemas exuberantes brotan en
las mejillas. Sigue a esto un flujo de orina más escaso, que es a veces
rojo y otras veces de color más sanguinolento aún. Luego la vista de
cualquier pez es odiosa a sus ojos, y en su disgusto aborrece todo alimento
que proceda del mar.
Da al paciente un trago suficiente de eléboro focio, o bien, la goma
de una escamónea recién brotada, a fin de que pueda vomitar tanto la
bebida como la suciedad del pez maligno; o bien deberá ordeñar una
asna y beber la leche; o bien deberá disolver ramitas de piel lisa de la
malva en un recipiente. Luego también se le da un óbolo-peso de resina
de cedro; o bien dejas que coma hasta la saciedad el rojo fruto del gra-
nado, la especie cretense, la vinosa, y la especie que llaman Promenea;
así mismo la de Egina, y todas aquellas que reparten los granos duros
y rojos en secciones por medio de membranas semejantes a las telas de
la araña. O bien debes exprimir la carne de las uvas a través de un
colador, igual que las aceitunas rezuman por debajo de las presas.
Pero si un hombre cuya garganta está comprimida por una sed
abrasadora cae sobre sus rodillas y bebe agua de una corriente a la
manera de un toro, separando con su mano las delicadas plantas que
parecen musgo, entonces, acercándose ansiosamente junto con el agua,
se abalanza sobre él, en su afán de alimento, la sanguijuela, amiga de la
sangre, larga, fláccida y ávida de ella. O bien, cuando los ojos de
un hombre están oscurecidos por la negra noche y, sin pensarlo, bebe
de un cántaro inclinándolo del todo y aprieta sus labios contra los de este,
el animalillo que flota en la superficie del agua pasa a su garganta. En
el lugar en que primero la corriente las arrastra y las reúne, las sanguijuelas
se cogen en gran número y chupan la sangre del cuerpo, fijándose unas veces
en el paso en que el alimento se recoge siempre para verterse a través
de la estrecha faringe, y a veces una se adhiere cerca de las bocas· del
estómago, produciendo dolor, y se sacia de comida fresca.
Tienes que administrar al paciente un trago de vinagre mezclado
en su copa, y a veces con él dale de comer nieve, o bien, hielo recién
helado por los vientos del Norte. O bien tienes que escarbar una tierra
húmeda y salobre, y hacer con ella una poción turbia para darle fuerza;
NICANDRO.-ALEXIFARMACA 505

o bien coge agua salada actual y caliéntala de una vez bajo el sol del
último verano, o bien al fuego. O bien tienes que darle sal gema en
abundancia, o bien granitos de sal, que un salinero siempre recoge a me-
dida que se posan en el fondo, cuando mezcla agua con agua.
No permitas que el fermento maligno del suelo dañe a un hombre;
con frecuencia se esponjará e hinchará en su tórax, y otras veces lo
ahogará, cuando se haya hecho sobre el anillo de la víbora en su honda
madriguera, chupando el veneno del monstruo y el aliento nocivo de
su boca. Este es el fermento maligno que, de manera general, llaman
hongos, ya que a las distintas especies se les han asignado nombres
distintos.
Ahora tienes que cortar o bien la cabeza de una col con su cubierta
o vestidura de hojas, o bien las ramas de la ruda, y administrárselas.
O bien desmenuza la flor de cobre que ha tenido un largo uso, o bien
cenizas de vino - en vinagre. Otras veces ralla la raíz de la enredadera o
corregüela o algo de sosa en una infusión de vinagre, o una hoja del berro
que crece en las huertas; y también limón y mostaza picante. Tienes
también que reducir a cenizas en el fuego los posos del vino o los
excrementos del gallo doméstico, y haz que el hombre introduzca luego su
mano con fuerza en su garganta y vomite el mortal veneno.
Pero si se sigue un daño, difícil de curar, de una bebida· de ese lagarto
hechicero, de piel resbaladiza y en sumo grado temerario, que llaman
salamandra, al que ni siquiera la violencia de la llama puede causar
daño, entonces repentinamente la base de la lengua se inflama y las
víctimas son luego invadidas por el frío y un terrible temblor hace
pesadas y flojas sus articulaciones. Ellas se tambalean y arrastran a gatas
como los niños .pequeños, porque las facultades de la mente quedan
completamente embotadas, y se esparcen densamente por la piel lívidos
verdugones que manchan las extremidades a medida que el veneno se
difunde.
Da al paciente frecuentes dosis de las lágrimas [de resina] arrancadas
del pino, mezcladas con el rico producto de la abeja; o bien hierve las
hojas del pinillo en capullo con las piñas que produce el pino. A veces
mezclas la semilla de la ortiga con la harina finamente molida de la
algarroba amarga, y sécalo. Otras veces también debes rociar ortigas cocidas
con aceite, y fuerza al paciente a comerlo en abundancia, aun en contra
de su voluntad. Así mismo, la resina del pino, el sagrado producto de la
abeja, la raíz del curalotodo y los delicados huevos de la tortuga son
curativos cuando los mezclas en un fuego caliente; también es curativa
506 CIENTIFICOS GRIEGOS.-'-TOMO JI

la carne de un cerdo abundante en grasa, cuando es hervida junto con los


miembros de la tortuga de mar, que nada continuamente con débiles.
aletas; o bien con los de la tortuga montañesa, que se alimenta del árbol-
medicinal, el animal a quien el benévolo Hermes dotó de voz, aun care-
ciendo de ella; separó, en efecto, la taraceada concha de la carne y
extendió dos brazos desde sus bordes. Además, o bien debes someter
a tu servicio a los desvergonzados progenitores de los renacuajos, y con.
ellos las raíces de la eringe, o debes echaren un cazo una cantidad,
suficiente de escamonea, y cuécela. Con esto alimentas al enfermo hasta
la saciedad y, aunque esté próximo a la muerte, lo salvarás.
Si un hombre se llena de una bebida procedente del sapo amante'
del sol, o del sapo mudo y verdoso que en la primavera se pone en
los arbustos, suave, y chupando el rocío, uno de ellos, el amante del
sol, produce una palidez como el fustete, y produce hinchazones en 10$
miembros, mientras que el aliento sale continuamente en largas bocanadas,..
y forzado, y huele fétidamente en la boca. Por su parte, el sapo mudo,..
que frecuenta los cañaverales, difunde a veces la amarillez de la madera
de boj sobre los miembros, y otras veces riega la boca con un flujo de·
bilis. A veces también el hombre padece acedía y un hipo persistente
le produce convulsiones. Y hace que el semen, sea del hombre, sea de la
mujer, se derrame y, a menudo, desparramándolo por los miembros, lo
hace estéril.
Pero tú tienes que dar al paciente la carne de una rana hervida o
asada; otras veces pez o resina que hayas mezclado con vino dulce.
También el bazo del sapo mortífero aparta la molesta opresión-el sapo
hablador del pantano, que grita entre los juncos, el primer heraldo de la
deleitosa primavera-o Además, a tales pacientes tienes que darles, a
veces, vino en abundancia, copa tras copa, e inducir al hombre a vomitar,
por muy reacio a ello que sea. O bien calienta al fuego una vasija
panzuda y mantén al enfermo siempre caliente, dejando que sude
profusamente. Tienes también que cortar y mezclar con vino las raíces
de la espigada caña, nutrida por la ciénaga nativa de los sapos, donde
como pequeños animales nadan de acá para allá con sus patas, o bien
las raíces de junco, amante de la vida, macho y hembra; y seca el cuerpo
del hombre con un ejercicio incesante, guardándolo de toda comida y
bebida, y agota y fatiga sus miembros.
No te olvides tampoco del litarge, que produce sufrimientos cuandO'
su odioso peso cae dentro del estómago y el viento circula y ruge en
torno al centro del ombligo, como en un cólico violento que se apodera
NICANDRO.-ALEXIFARMACA S07

de los hombres, afligiéndolos con dolores repentinos. El flujo de


orina de la víctima se para; luego los miembro se hinchan y la piel
adquiere apariencia de plomo.
Da al paciente o bien un doble óbolo-peso de mirra, o bien una
infusión reciente de salvia, o bien córtale hiperico de las colinas, o
tallos de hisopo, o bien una rama de higuera silvestre y semilla del
"apio del Istmo, bajo el cual los hijos de Sísifo incineraron al joven
Melicertes, muerto por el mar, y crearon unos juegos. O bien tienes
.que asar pimienta junto con ruda, y rallarlas en vino, y así podrás
redimirlo de la mortal enfermedad. Debes darle también brotes recien-
tes de alheña, o el fruto primerizo del granado, con la flor todavía
:sobre él.
[Procura no coger el peligroso y piniforme tejo del Oeta: es causante
de una muerte lamentable, y solamente un trago abundante de vino
puro puede aportar una ayuda momentánea al sofocar la faringe y el
estrecho paso de la garganta del hombre.]
[Algunos remedios medicinales para el hombre contra los nocivos
:hongos los ha expuesto Nicandro en su libro; pero hay que añadir a
ellos el mirto, cuyos menudos tallos aborrece Dictinna, y que Rera, la
del Imbraso, es la única que no admite en su guirnalda, porque adornó
·a la reina de Chipre en el monte Ida, cuando las diosas se decidieron
a competir en belleza entre sí; de este mirto, que se encuentra en
alguna ciénaga acuosa, coge como dávida saludable el fruto escarlata
'que crece yes calentado por los rayos invernales del sol, y moliéndolo
'con una mano de mortero, extiende su jugo sobre un lienzo fino o en
;un cedazo de junquillos, y administra una copa que contenga un ciato
-o bien más, pues una dosis grande es útil, porque esta bebida no es
nociva para los hombres-, pues esta es de hecho suficiente para
curarte si te la bebes.]
y ahora, después de esto, conservarás como un tesoro la memoria
'de Nicandro el cantor y observa el mandato de Zeus, dios de la
Hospitalidad.
HIPARCO
(fI. 160-126)
HIPARCO

PREAMBULO

DEL universalmente reconocido como el mayor astrónomo de la Anti-


güedad solo se sabe que nació en Nicea, Bitinia; que durante el
período 161-126 hizo observaciones en Rodas y en Alejandría, y entre
ellas, en esta última ciudad, una del equinoccio de primavera el 24 de
marzo de ·146, y como sus obras se han perdido, excepto unos Comenta-
rios a los Fenómenos de Arato y de Eudoxio 1, obra, además, de juven-

1 Arato fue un escritor cilicio de mediados del siglo III a. de J.C., que por
los años de 270 compuso un poema en 1.154 hexámetros sobre los ortos y oca-
sos de los astros, cometiendo errores astronómicos que corrigió Hiparco, de-
nunciando en primer lugar que los datos que utilizó estaban tomados de Eudoxio.
Este (390-337), que rompió con su maestro Platón por razones ideológicas,
cultivó la Matemática y la Astronomía, ciencia esta en que cumplió 10 que
querían los pitagóricos: salvar las apariencias: a&t6LV"ta <putVO !16VO, , es decir,
explicar las anomalías observadas en el movimiento de los planetas, para 10
cual admitió explícitamente los principios físicos considerados como evidentes
por todos los astrónomos de su época: la finitud y forma esférica del Universo,
con el centro en el de la Tierra; el movimiento circular y uniforme del Sol y
de la Luna y la existencia de una ley única universal que solo podía encon-
trarse entonces con recursos geométricos, que no cinemáticos por ser todavía
desconocidos.
Puesto que los planetas recorren la misma región zodiacal que el Sol, pero
d.eun modo irregular, Eudoxio imaginó varios grupos independientes de esfe-
ras homocéntricas, con distintos ejes de rotación, sentido de esta y velocidad.
La esfera exterior, la de las estrellas fijas, giraba uniformemente de Este a Oeste
en veinticuatro horas alrededor de un eje orientado según la Polar, a fin de que
los planetas participasen del movimiento diurno de todos los astros; la segunda
apoyaba su eje en la anterior perpendicularmente al plano de la eclíptica y
rotaba con velocidad uniforme de Oeste a Este; la tercera, interior a la segunda,
tenía un movimiento compuesto que se combinaba con el suyo propio, uniforme,
y así hasta el número de esferas necesario para explicar el movimiento de cada
511
512 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

tud, todas las noticias que de su labor nos han llegado son de segunda
mano, especialmente de Ptolomeo, que tuvo por su antecesor bitinio una
admiración tan grande como justificada.
Lo mismo que Arquímedes-dice Abel Rey-«pertenece Hiparco a la
clase restringida de los últimos grandes hombres griegos, en la que solo
apenas se puede incluir un tercero, Diofanto, en el siglo IV antes de Je-
sucristo, quienes, conservando todo el rigor clásico y toda la fuerza inven-
tiva del genio helénico sin sacrificar nada del rigor teórico y del pensa-
miento racional que inspiró este genio, se esforzaron por conseguir el
aporte y el gusto, o, por lo menos, la atenta consideración de los cálcu-
los prácticos y de la técnica, maravillosos productos del Oriente. Hiparco
y Arquímedes encontraron en la herencia oriental ciertos elementos, tan
numerosos en Diofanto, que supieron emplear») 2.
y Duhem, por su parte, nos dice que «Hiparco quería en primer lugar
que se recogieran observaciones muy ciertas de apariencias muy eviden-
tes y que, discutiendo estas observaciones, se estableciera lo que hoy
llamaríamos leyes experimentales del curso del planeta; que se distin-
guieran las diversas anomalías; que se determinase su magnitud, y se

planeta, lo que le obligó a considerar cuatro esferas para cada uno de estos, tres
para el Sol y otras tantas para la Luna, resultando un total de 27 esferas, in-
cluida la exterior.
De las cuatro que regían el movimiento de cada planeta, la primera reali-
zaba el diurno, la segunda el zodia?al y la tercera y cuarta los irregulares, y
en el -ecuador de esta se encontraba el planeta respectivo, el cual describía una
curva que, por su forma parecida a las especies de 8 qqe describen las patas
de los caballos en el picadero cuando se les pone el bocado, le dio el nombre de
hipopeda: L:rt~o~E~hlC;, que es nuestra lemniscata esférica, definida por la inter-
sección de una esfera y un cilindro con una generatriz tangente a la esfera o
por la de los tres cuerpos redondos-cilindro, cono y esfera-, lo cual debió
de agradar mucho a los griegos platonizantes.
La teoría de Eudoxio explicaba los movimientos del Sol y de la Luna y «sal-
vaba las apariencias» por lo que toca a Mercurio, Júpiter y Saturno; pero como
los cálculos relativos a Venus y Marte no coincidían con las observaciones,
Calipo de Cízico~de quien se sabe que hizo observaciones entre 336 y 323, es
decir, poco después de la muerte de Eudoxio-agregó dos esferas a las del Sol
y la Luna y una a cada uno de los planetas Mercurio, Venus y Marte, conser-
vando las cuatro eudoxianas de Júpiter y Saturno, lo que elevaba a 34 el nú-
mero total de esferas, lo cual complicó, en vez de simplificar, el sistema de
Eudoxio.
2 L'apogée de la science technique grecque, pág. 89, París, 1946.
HIPARCO.~PREAMBULO 513

fijara el período de que depende. Una vez reconocidas estas leyes expe-
rimentales, el astrónomo debe considerar la combinación de los movi-
mientos circulares que permiten, según el geómetra, salvar las aparien-
cias, la cual combinación depende de cierto número de elementos, no de-
terminados todavía, tales como la magnitud y posición relativas de los
diversos círculos y la velocidad angular de los movimientos que se hacen
en ellos. Con el auxilio de las leyes experimentales que le ha dado la
discusión de las observaciones, o de algunas de ellas, el astrónomo debe
fijar el valor de estos diversos elementos, de tal modo que ya no quede
nada arbitrario en el sistema de los movimientos circulares y uniformes
hipotéticamente atribuidos a los planetas» 3.
Teniendo en cuenta los trabajos de Aristarco y Eratóstenes, creó Hi-
parco la Astronomía matemática. A él se debe el primer catálogo de es-
trellas conocido, que Ptolomeo reprodujo casi textualmente, obra digna
de un dios, dice Plinio: rem etiam Deo improbam 4, inspirada por la apa-
rición de una nova el año 134, lo mismo que había de ocurrir diecisiete
siglos después~exactamente el 11 de noviembre de 1572-, en que la
súbita presencia de una estrella en la constelación de Casiopea decidió a
Tycho Brahe a revisar el mapa estelar.
La posición de las estrellas en el catálogo de Hiparco está determi-
nada por las coordenadas de la esfera oblicua, agrupándolas en figuras o
constelaciones. Empieza por la Osa Menor, a la que siguen la Mayor, el
Dragón, la Corona Boreal, etc., y luego las zodiacales y las australes, con
un total de 1.026 estrellas catalogadas por primera vez con arreglo a su
orden de magnitud o brillo.
Otro de los trabajos de Hiparco fue el estudio comparativo de los
eclipses de Luna de su tiempo con los observados siglo y medio antes por
Timócaris, estudio que lo condujo a la precesión de los equinoccios. Al
medir la distancia entre la Espiga de la constelación de la Virgen y el
punto equinoccial de otoño encontró una diferencia de 2° respecto de la
calculada por aquel, y no pudiendo achacarla a un error de observación,
se preguntó si todas las estrellas no tendrían el mismo movimiento que la
Espiga y, luego de un gran número de observaciones, concluyó que ((todas
las estrellas sometidas a su examen dice el Almagesto ptolemaico-tenían
un movimiento análogo según el orden de los signos».
El hecho era cierto; pero mientras el Sol da una vuelta completa de

3 Systeme du Monde, tomo r, pág. 459, París, 1913.


4 Historia Natural, n, 26.
514 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Este a Oeste avanzando a través de las constelaciones del zodíaco para-


lelamente al plano de la eclíptica, las estrellas avanzan también, pero en
sentido contrario y con más lentitud, pareciendo adelantarse: praecedere,
al Sol, fenómeno que. se llama precesión de los equinoccios, y consiste en
el movimiento del polo terrestre
en torno al de la eclíptica, aná-
logo al de un trompo que baila,
cuyo eje describe un cono bastan-
te complicado y que, como acaba-
mos de decir, Hiparco descubrió
observando que las estrellas con-
servaban sus posiciones relativas,
pero adelantándose en «el orden
de los signos»)-constelaciones zo-
diacales-unos 2° 30', mas no se
atrevió a generalizar su descubri-
miento, que solo consideró como
una hipótesis que se debía confir-
mar en el futuro.
También se debe al astrónomo
niceno el cálculo de la duración
del año. Apoyándose en la pre-
cesión de los equinoccios, distin-
guió el año trópico-tiempo com-
prendido entre dos pasos conse-
cutivos del Sol por el mismo pun·
to equinoccial-y el año sidéreo
-tiempo comprendido entre dos
pasos consecutivos del Sol ante la
misma estrella-, laque demues-
tra· que su sagacidad como obser-
vadorcorría parejas con su maes~
tría como calculador, ya que la di-
La dioptra de Hiparco. Reconstrucción de ferencia entre el año trópico y el
Venturi. sidéreo solamente es de 20' 18/1, 7.
Otros descubrimientos suyos
son: la desigualdad del movimiento propio del Sol, que determina, por
tanto, la diversa duración de las estaciones, y las revoluciones sinódicas
HIPARCO.-BIBLIOGRAFIA 515

de la Luna, fijando en 5° la distancia del punto-foco de la: elipse-que


ocupa la: Tierra al centro de la curva descrita por el satélite.
Además de la Astronomía, Hiparco cultivó la Geografía, disciplina
que hizo entrar en el campo de la Matemática, pues que exigió el mayor
número posible de observaciones astronómicas para sustituir los datos
--:-siempre inseguros-facilitados por los viajeros y navegantes, y perfec-
cionó el mapa de Eratóstenes, introduciendo los verdaderos meridianos y
paralelos, que le permitieron fijar la posición exacta de muchas ciudades.
Finalmente, como inventor, Hiparco modificó la dioptra convirtién-
dola en una regla graduada provista de una pínula y de un cursor que se
deslizaba a lo largo de aquella hasta cubrir el ángulo que se quería me-
dir, cuya graduación se leía en esta, aparato que dio origen a la ballestilla,
cruz geométrica, rayo astronómico o bastón de lacob, que con todos
estos nombres se conoce la especie de sextante ideado a principios del
siglo XIV por ·el .judío catalán Leví· Abengerson, y, por último, inventó
el astrolabio en sus dos formas: plana y esférica.
Hiparco llena toda una época-la más brillante-no ya de la Astro-
nomía griega, sino de la historia universal de esta ciencia, y hay que es-
perar a Ptolomeo para que pueda hablarse con propiedad de nuevos avan-
ces astronómicos.

BIBLIOGRAFIA

Como hemos dicho antes, el único escrito que de Hiparco nos ha lle-
gado es un Comentario a los Fenómenos de Arato y de Eudoxio, algunos
de cuyos fragmentos fueron publicados por Hugo Berger: Die geogra-
phischen Fragmente des Hipparchos, zusammengestellt und besprochen,
Leipzig, 1869, y posteriormente lo editó, con traducción alemana, Karl
Manitius, también en Leipzig, 1894.
Entre las obras irremisiblemente perdidas figuran: El cielo estrellado,
Tamaño y distancias del Sol y de la Luna, Ortos y ocasos de las estre-
llas, Crítica de la Geografía de Eratóstenes, Retrogradación de los puntos
equinocciales y solsticiales, Duración del año, Movimientos de la Luna
y Sobre las ascensiones de los doce signos, del que Pappo toma una pro-
piedad 1.
Aparte de las historias de la Astronomía que, naturalmente, hablan

1 Vid. infra, PAPPO: Colección, VI, 56.


516 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

de Hiparco, aludiendo siempre a lo que de sus obras dice Ptolomeo, pue-


den consultarse:

MARCOS, J. B. P.: Astronomie solaire d'Hipparque, París, 1828.


TANNERY, Paul: Recherches sur l'Astronomie ancienne, París, 1893.
THIELE, Georg: Antike Himmelbilder mit Forschungen zu Hipparchos, Arato
und seinen Fortsetzern und Beitrage zur Kunstgeschichte der Sternhimmels,
Berlín, 1898.

POSICION DE ALGUNAS ESTRELLAS

Por lo que se refiere al polo Norte, Eudoxio comete un error cuan-


do dice que hay un astro que permanece siempre en el mismo sitio y que
ese astro es el polo del Mundo.
En el polo no hay ningún astro. Es un espacio vacío, cerca del cual
se encuentran tres estrellas 1 que, con el punto que indica el polo, forman
una figura aproximadamente cuadrada, como ya había observado Piteas
de Marsella 2.
También se equivocan todos al hablar de la posición de la constela-
ción del Dragón, porque la creen encorvada alrededor de la Osa Menor.
De las estrellas más brillantes e importantes 3 que están en el plinto 4,
la más septentrional 5 se encuentra, según opinan los astrónomos, en la
cabeza, y la más meridional 6, en las patas delanteras, dispuestas parale-
lamente a la cola del Dragón.

Comentarios a los Fenómenos de Arato y de Eudoxio, 1, 4.

1 Las x y 'A del Dragón y la ~ de la Osa Menor.


2 Famoso navegante galo del siglo IV a. de J.c., a quien se debe una obra,
III'QL WXECtVov, a la que alude Hiparco, que ha sido estudiada por GEORG MAIR:
Pytheas und die mathematische Geographie, Marburgo, 1904.
3 Las {3 y 'Y del catálogo actual.
4 El cuadrado antes aludido.
s La {3.
6 La 'Y.
HIPARCO.--CALCULO DE LA HORA NOCTURNA 517

CALCULO DE LA HORA NOCTURNA

Arato se equivoca cuando dice que para conocer la hora nocturna bas-
ta calcular los signos 1 del zodíaco que faltan por pasar hasta la salida
del Sol, lo que sería cierto si todos ellos lo hicieran con intervalos igua-
les; pero puesto que de hecho hay una gran diferencia entre las salidas
de los doce signos, se cometerá un error sobre la hora nocturna si se hace
el cálculo indicado.

Tanto Eudoxio como Arato no han tenido en cuenta que si se ob-


serva el mismo signo zodiacal después de su salida completa, no se pue-
de calcular exactamente la hora nocturna por ese método. Incluso si
cada uno de los' signos compuestos de astros visibles ocupase la dozava
parte del círculo zodiacal, cometeríamos el error por el solo hecho de la
desigualdad de tiempo de sus salidas. Los signos zodiacales visibles no
son iguales a las dozavas partes 2, ni están situados en sus propios luga-
res, porque unos son menores y otros mayores que dicha dozava parte;
y así, por ejemplo, Cáncer no cupa el tercio de la dozava, mientras que
Virgo avanza sobre Leo y Libra, y el más meridional de los Piscis se en-
cuentra casi por completo en la dozava de Acuario. ¿Cómo va a ser po-
sible calcular la hora nocturna apoyándose en la salida de los doce sig:-
nos zodiacales?
Puesto que algunos de ellos no se encuentran completamente en el
círculo del zodíaco, sino mucho más al Norte, como Leo y el más me-
ridional de los Piscis, es claro que se cometerá un error mayor sobre, la
hora si se toma como base del cálculo la salida de los signos visibles;
y así, por ejemplo, cuando ha salido la constelación de Cáncer, la cabe-
za de Leo se eleva sobre nuestro horizonte, mientras que aparece al mj~­
IDo tiempo que ella el octavo grado de Cáncer.
Al ver salir la cabeza de Leo, y creyendo que daría la dozava parte 2
correspondiente a dicho signo, Arato se equivocó en hora y media.

Comentarios a los Fenómenos de Arato y de Eudoxio, n, 4 y 7.

1 Constelaciones.
2 De la eclíptica.
518 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

TEORIA DE LOS PLANETAS

Creo que Hiparco se ha mostrado muy fiel amigo de la verdad en


todas las cosas, y, sobre todo, en lo siguiente: como no había recibido
de sus predecesores tantas buenas observaciones como él nos ha legado
a nosotros, buscó qué hipótesis era preciso admitir para el Sol y la Luna
y demostró que todo su mecanismo lo formaban movimientos circula-
res y uniformes; pero satisfecha esta teoría, se deduce de las memorias
que nos ha dejado que no emprendió sus primeras investigaciones sobre
las hipótesis propias de los cinco planetas, sino que se limitó a clasificar,
ordenándolas más cómodamente, las observaciones de que habían sido ob-
jeto estos astros, y demostró, además, que tales observaciones no estaban
de acuerdo con las hipótesis admitidas por los matemáticos de su época.
Le parecía necesario, en efecto, declarar que los planetas presentaban
una doble anomalía en su movimiento, pues que, para cada uno de ellos,
los qrcos de retrogradación son desiguales entre sí, y con una gran dife-
rentia, mientras que otros matemáticos, apoyando sus demostraciones en
figuras geométricas, encontraban únicamente una anomalía y un solo arco
de! 'retrogradación; mas no creía que esta declaración era suficiente, ni
que bastaba afirmar que todas las apariencias resultan de la composición
de movimientos sobre círculos excéntricos o sobre círculos concéntricos
al zodíaco, pero portadores de epiciclos; o bien, para Júpiter, que eran
consecuencia de la combinación de estas dos especies de hipótesis: la
anomalía zodiacal, de una cierta magnitud, y la solar, de otra magnitud
distinta. A tales suposiciones se han ajustado aproximadamente quienes
han querido demostrar la verdad del movimiento circular y uniforme por
medio de una tabla llamada perpetua; pero han procedido de una manera
errónea y sin pruebas suficientes. Unos no han perseguido de ningún
modo el objeto propuesto a sus investigaciones, y otros solo 10 han he-
cho hasta un cierto punto de vista más lejano.
Hiparco pensaba, por el contrario, que cuando con el solo auxilio
de recursos matemáticos se ha conseguido tal grado de precisión y de
conocimiento de la verdad, no basta atenerse a estos resultados, como
lo han hecho otros.
El que quiera convencerse a sí mismo y convencer a quienes lo ro-
dean, debe necesariamente tomar como punto de partida fenómenos evi-
dentes y universalmente reconocidos, deducir el tamaño y los períodos de
HIPARCO.-TEORIA DE LOS PLANETAS 519

cada anomalía y, combinando entonces la disposición relativa y la po-


sición en el cielo de los círculos que engendran estas anomalías, descu-
brir la ley de los movimientos que se verifican en dichos círculos, y,
finalmente, mostrar que las otras apariencias se adaptan a las leyes pro-
pias del movimiento que, por hipótesis, se han atribuido a los mismos
círculos.
Esta labor creo que le pareció extraordinariamente difícil al propio
Hiparco.
PTOLOMEO: Opa [aud, IX, 2, según la lección de DUHEM:
Systeme du Monde, tomo 1, págs. 457~58, París, 1903.
TEODOSIO
DE TRIPOLI
(107? -43?)
TEODOSIO DE TRIPOLI

PREAMBULO

L AEstrabón
referencia más antigua que tenemos de Teodosio de Trípoli es de
qUlen lo cita entre los sabios de Bitinia, comarca del
1

Asia Menor, a orillas del Ponto Euxino, hoy mar Negro; y como seig-
nora el lugar en que nació, se supone que el cognomento con que figura
en los manuscritos que de sus obras se conservan obedece al hecho de
haber abandonado su suelo natal para fijar su residencia en Trípoli,' Fe-
-nicia, donde estudió Geometría e hizo observaciones astronómicas; y ·en
cuanto a la época en que vivió se sabe que fue contemporáneo de Sosí-
genes, el astrónomo alejandrino a quien César encargó la reforma del
calendario el año 47 antes de Jesucristo, y, según el erudito alemán' Vos-
sius 2, floreció en tiempos de Cicerón y de Pompeyo, es decir, entre
107 y 43.
Y a esto se reduce la biografía de Teodosio, de quien-como muchos
ingenios antiguos-la ausencia de noticias sobre el hombre queda com-
pensada-y con creces-por el conocimiento de su labor, en simbólico
contraste entre la brevedad de la vida de un sabio y la perennidad de su
obra.
No dejó, sin embargo, Teodosio la profunda impronta que algunos pre-
decesores suyos; pero suplió, como geómetra, el casi absoluto silencio
euclídeo sobre las propiedades de las figuras esféricas, y expuso, COmo
astrónomo, los métodos para establecer relaciones de desigualdad entre
arcos, útiles a la ciencia del cielo, demostrando rigurosamente ciertas
observaciones que solo de una manera empírica figuraban en escritos
.anteriores.

t Geografía, lib. XII, cap. 9.


2«In tetnporibus Ciceronis ac :pompei claruit Theodosius Tripolites, qui par-
tem geometriae de figura Sphaerica libris tribus utilissimis egregie excoluitlJ,
Opera in sex tomo divisa, vol. III, pág. 79, Amsterdam. 1697.
524 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Entre las obras teodosianas que nos han llegado está la que lleva el
título abreviado de Las esféricas (sobrentiendo, lo mismo que en Las có-
nicas de Apolonio, la palabra líneas, pues que el geómetra de Pérgama
estudió las propiedades de las líneas producidas en la superficie de un
cono por planos secantes prescindiendo de las del cono, y el de Trípoli
investigó las generadas de igual modo en la de una esfera al margen de
las propiedades de esta, lo que no significa-como pretende la crítica
superficial-que Las esféricas sea un capítulo introductorio de la Trigo-
nometría. A lo más que puede llegarse es a considerar dicha obra como
de previo estudio al de la Astronomía).
El antes aludido silencio de Euclides sobre las esféricas 3 puede justi-
ficarse admitiendo que, en su época, debían ya ser bienes mostrencos
las propiedades que de tales líneas necesitaban los astrónomos; y así se
han atribuido a Eudoxio, cuya explicación de las anomalías observadas en
los movimientos de los planetas exigía conocimientos de Geografía esfé-
rica para salvar las apariencias como querían los pitagóricos, y Platón
con ellos: OW~ElV ,a q;awop,Eva; pero si esto no pasa de simple conjetura,
sabemos, en cambio, que Autolico de Pitana, anterior en dos siglos a
Teodosio, escribió una obra sobre la esfera y la salida y puesta de los as-
tros: JI eet uWOVflÉ"lj<; oq;aíear;, y que Hiparco, cincuenta o sesenta años
antes que aquel, había resuelto problemas para cuya solución hacen falta
los triángulos esféricos, de los que Teodosio prescindió porque sus pro-
piedades-mal conocidas entonces-hubieran roto la arquitectura de sus
Esféricas; y hay que esperar a Menelao, a mediados del siglo I después
de. J.C., para que aparezca una obra con título igual al de la del de Trí-
poli, que es la verdadera carta de ciudadanía trigonométrica del trián-
gulo esférico.
El tratado de Teodosio es el primero sistemático de esta importante
sección de la Geometría del espacio que registra la historia de la Mate-
mática, lo cual bastaría para justificar su inclusión en una antología de
la ciencia griega, si no hubiera sido, además, comentado en los tiempos
antiguos, muy leído durante toda la Edad Media e inspirado en los si-
glos XIV y XV muchos teoremas incluidos en sendas obras famosas de
entonces: la Geometría especulativa, del inglés Bradwardine, y De trian-
gulis omnimodis, del alemán Regiomontano, escritas por los años de

3 Aparte de la definición de esfera y de la proporcionalidad con los cubos


de sus diámetros: Elementos, XI, defs. 14 y xn, prop. 18, Euclides solo consi-
dera las relaciones de la esfera con los poliedros inscritos y circunscritos.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-BIBLIOGRAFIA 525

1340 Y 1464, respectivamente, y publicadas, póstumas las dos, en París,


1496, y Venecia, 1533.

BIBLIOGRAFIA

Como hemos dicho, la obra más importante de Teodosio de Trípoli es


la titulada Las esféricas, que comentaron los alejandrinos Pappo y Theón,
y fue traducida al árabe a finales del siglo 1X por el musulmán armenio
Qusta Abenluca el Balabakki, cuyo texto mudaron en latín en la fama·
sa Escuela de Traductores de Toledo, en el siglo XII, Gerardo de ere·
mona y Platón de Tívoli, dándola a conocer en el occidente cristiano
medieval por abundantes copias de sus manuscritos originales. La traduc·
ción del primero no se imprimió, pero sí la del segundo en una obra
miscelánea, Venecia, 1518, que contiene trabajos análogos del astróno·
mo italiano Cecco d'Ascoli, de su compatriota el judío converso Giovanni
di Capua, del polígrafo francés lacques Lefevre d'Etaples (Faber Stapu-
lensis cuando latinizaba), del teólogo francés Pierre d'Ailly, del filósofo
escocés Miguel Escoto, del franciscano inglés Roberto de Lincoln, del
matemático italiano Campano de Novara y del antes citado Regiomontano.
Una traducción más correcta que la de Platón de Tívoli se debe al
astrónomo alemán VOEGELIN: Theodosii de Sphaericis libri tres, a Joan.
Voegelin Hailpronnensis, Viena, 1529, y, finalmente, la obra teodosiana
tuvo una tercera versión latina por el matemático italiano Maurolico:
Theodosii sphaericorum, Mesina, 1558.
Este mismo año apareció la edición princeps del texto griego, al cui·
dado del matemático francés lean Pena: eeo~óOtOv T(2tnOAlrOV 4epat(2exwv
f3tf3},ux r. Theodosií Tripolitae Sphaericorum libri tres, nunquam antehac
excusi. Idem latine redditi per Joannem Penam Regium Mathematicum,
París, 1558.
El texto-y Pena lo reconoce-es defectuoso por serlo los dos manus-
critos de París que le sirvieron de base, pero tiene el mérito de estar
despojado de las proposiciones adventicias que agregaron los árabes al
original teodosiano.
La versión latina de Pena también tiene incorrecciones parcialmente
subsanadas, lo mismo que las del texto griego, por lohn Hunt, gracias a
un manuscrito del fondo oxfordiano: eeoMotOv 4epa.ceexwv BtfJ},ux r. Theo-
dosii Sphaericorum libri tres, Oxford, 1707.
La tercera edición griega es del helenista dinamarqués Ernst Nizze:
526 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 1I

Theodosii Tripolitae Sphaericorum libri tres, Berlín, 1862, y, como las


dos anteriores, contiene también una traducción latina y un resumen de
las demostraciones en notación moderna.
Aunque no son ediciones propiamente dichas, no deben silenciarse
los trabajos de los matemáticos alemanes Conrad Rauchfuss y Christoph
Schlussel, más conocidos por las latinizaciones Dasypodius y Clavius,
respectivamente; de los franceses Duhamel y Mersenne y del italiano Gua-
rini.
Dasypodius publicó un libro sobre la esfera: Sphaericae doctrinae
propositiones graecae et latinae, Estrasburgo, 1572, en el que incluyó el
texto griego y latino de los enunciados de Teodosio, con un resumen de
las demostraciones; Clavius las expuso didácticamente en su Theodosii
Tripolitae Sphaericorum libri IlI, Basilea, 1586; Duhamel hizo lo propio
en su obra Elementa astronomica, París, 1643, plagada de erratas; al
P. Mersenne se debe una traducción latina libre, con comentarios, inclui-
da en su Universae Geometriae mixtaeque Mathematicae synopsis, Pa-
rís, 1644, y Camilo Guarino Guarini realizó una faena análoga a la del
famoso mínimo francés en Euclidis adauctus et methodicus mathematicae,
Turín, 1671.
En idiomas modernos tenemos la traducción francesa de Denis Hen-
rion: Les trois livres des Éléments Sphériques de Théodose Tripolitain.
París, 1615, que es muy deficiente, pues, aunque respeta el fondo de las
demostraciones, prescinde por completo de la forma y, con el pretexto
de hacerlas más inteligibles, acude a la obra de Clavius y la desfigura.
Dos décadas después apareció el Cursus Mathematicus. Cours des Ma-
thématiques, de Pierre Hérigone, en latín y francés, París, 1634, en el que
insertó los tres libros de Las esféricas, a los que añadió un IV «tomado
de Menelao y otros autores, que contiene diversos teoremas y problemas
necesarios para encontrar las demostraciones y soluciones de los trián-
gulos esféricos» 1; pero las proposiciones de Teodosio, lo mismo que las
de Menelao, son bastante infieles.
En alemán hay una edición de Nizze, anterior a la griega antes ci-
tada: Theodosius von Tripolis. Drei Bücher Kugelschnitte, ubersetzt mit
Erlaüterungen und Zusatzen, Stralsund, 1826, y, finalmente, contamos
hoy con la francesa del benemérito historiador belga Paul ver Eecke: Les
sphériques de Théodose de Tripoli, Brujas, 1927, directa y literal del grie-
go, y la excelente, como todas las suyas: Sphaerica. de J. L. Heiberg, en

1 Tomo V, pág. 329.


TEODOSIO DE TRIPOLI.-BIBLIOGRAFIA 527

la nueva serie, núm. 19 de los Abhanlungen de la Academia de Ciencias


de Catinga, Leipzig, 1927, redactada sobre la. base de los manuscritos
2342, 2390 Y 2448 de París y los 202, 203 Y 204 del Vaticano.
Además de Las esféricas, Teodosio escribió otras dos obras: HéQL
OLXJ}OE()WY HEQL r¡wewv vvxrwv, más astronómicas que geométricas. La pri-
mera de ellas, Sobre las habitaciones, contiene los problemas relativos a
los fenómenos celestes que pueden observar los habitantes de diversos
lugares de la Tierra; fue traducida al latín a través de una versión árabe
por Maurolico, que la incluyó en el mismo libro que la de Las esféricas
antes citada, como Dasypodius en la suya, que sirvió de base a la ver-
sión francesa de Pierre Forcadel de Bézieres, París, 1572, y, por último,
una tercera edición latina, juntamente con la Esfera de Autolico de Pi-
tana, la hizo el paleógrafo italiano Giuseppe Auria: Autolycus de Sphaera
quae movetur et Theodosius Tripolitanus de Habitationibus, Roma, 1587.
En su otra. obra astronómica: Sobre los días y las noches, Teodosio
entiende por día y por noche el tiempo que está el sol por encima y por
debajo del horizonte, respectivamente, y como tanto el día como la noche
tenían doce horas, las diurnas desde el equinoccio de otoño al de prima-
vera, es decir, del 21 de septiembre al de marzo, eran más cortas que
las nocturnas, y al revés de marzo a septiembre. El día del solsticio de
invierno duraba en Roma cuarenta minutos de los nuestros, que era, na-
turalmente, la duración de la noche del 21 de junio: solsticio de verano
en el hemisferio boreal. El tratado Sobre los días y las noches también fue
traducido por Auria: Theodosii Tripolitae de Diebus et Noctibus libri
duo, Roma, 1591.
Por último, Suidas atribuye a Teodosio un tratado de planos de Ar-
quitectura, un comentario sobre El método, de Arquímedes, y otro sobre
Theodas, filósofo de mediados del siglo Il, es decir: posterior al geó-
metra tripolitano, lo que basta para rechazar la atribución del lexicógra-
fo griego.
Entre las obras que pueden consultarse para ampliar lo dicho, figu-
ran las siguientes:

CANTOR, Moritz: Vorlesungen über Geschichte der Mathematik, tomo r, pá-


ginas 346 y sgs., Leipzig, 1894.
DELAMBRE, Jean-Baptiste: Histoire de l'Astronomie ancienne, págs. 235 y sgs.,
París, 1817.
HEIBERG, Johan Ludwig: Litterargeschichtlichen Studien über Euclid, págs. 43
y sgs., Leipzig, 1882.
528 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO JI

Hl'LTSCH, Fr.: «Scholien zur Spharik des Theodosius», en Abhandlugen der


philologische-historischen Klasse der Konigl. Sachsische Gesellschaft der Wis-
senschaften, X, págs. 383-446, Leipzig, 1887.
NOKKE, A.: Ober díe Sphiirik des Theodosius, Karlsruhe, 1847.
WOLF, Rudolf: Geschichte der Astronomie, Munich, 1877.

LAS ESFERICAS

LI B R O

1
DEFINICIONES

1. La esfera es una figura sólida limitada por una superficie única


tal que las rectas que, partiendo de un cierto punto interior de la figura,
terminan en ella, son iguales.
2. Ese cierto punto 1 es el centro de la esfera.
3. El diámetro 2 de la esfera es una recta trazada por el centro y
terminada a uno y otro lado, recta fija en torno a la cual girará la es-
fera 3.
4. Polos de la esfera son los extremos del eje; es decir, del diámetro.
5. Polo de un círculo situado en la esfera es el punto de la super-
ficie de esta desde el cual son iguales las rectas trazadas a la circunfe-
rencia de dicho círculo 4.
6. Se dice que un plano está inclinado sobre otro de un modo se-
mejante a otro sobre otro cuando son iguales los ángulos formados por
las perpendiculares trazadas a su intersección en los mismos puntos 5.
I 1:0 1:0l0V1:0 Olll.tl:ióv.
2 Eje: iítoov según algunos ms.; pero preferimos la palabra «diámetro II :
l\(úllHQO~, d"e a~uerdo con la lección de Heiberg, que cotejó los de la Vaticana.
3 nEQL Í]v f.lÉvouoav cl'8wJ.v 1'] ocpaiQa 01:QÉCPETUL, frase de dudosa autenticidad,
pues que no tiene nada que ver con la definición teodosiana de esfera, sino
con la de EUCLlDES: Elementos, X, def. 14.
4 Es decir, vértice del cono recto cuya base es el círculo. Actualmente defi-
nimos los polos como extremos del diámetro de la esfera perpendicular al plano
del círculo.
s Hoy decimos que dos ángulos diedros son iguales cuando lo son sus res-
pectivos ángulos planos correspondientes.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 529

II
PROPOSICIONES

1. La seCClOn plana de una superficie esférica es una circunferencia


de círculo.
Sea ABe la línea de la superficie de una esfera que resulta cortando
esta por un plano (Fig. 1). Digo que ABG es una circunferencia.
Si el plano secante pasa por el cen-
tro de la esfera, es claro que esa línea
es una circunferencia porque todas las
rectas trazadas desde el centro de la
esfera hasta su superficie son iguales
entre sí, y como ABG está en la super-
ficie de la esfer'a, las rectas desde el
centro a esa línea serán iguales y por
haberse supuesto que el plano ABe
pasa por el centro de la esfera, la línea
ABe es una circunferencia de círculo
cuyo centro es el de la esfera.
Si el plano secante no pasa por el
centro D, tracémosle por D la perpen-
FIG. 1.
dicular DE; unamos el punto E con
los A y B de la línea y estos con el
D, y entonces, puesto que las rectas DA y DB son iguales y la suma
de los cuadrados de AE y ED, BE Y ED valen los cuadrados de DA y
DB, respectivamente, resulta que la suma de los cuadrados de las rectas
AE y ED es igual a la de los de AB y ED, Y restando el cuadrado de ED,
se deduce la igualdad de las rectas AE y BE; Y análogamente se demos-
traría la de todas las que parten de E y terminan en los puntos de la lí-
nea ABe; luego esta línea es una circunferencia y el punto E su centro.
Corolario. Según esto, si se tiene un círculo en una esfera, la per-
pendicular desde el centro de la esfera al plano del círculo pasa por el
centro del círculo.
2. Encontrar el centro de una esfera dada.
Cortemos la esfera por un plano que determinará, como seCCIOn, un
círculo ABG; tomemos su centro D; tracemos por D la perpendicular
DE al plano del círculo ABe y prolonguémosla hasta que corte en E y Z
530 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

a la superficie de la esfera (Fig. 2). Digo que el punto medio H de la


recta EZ es el centro de la esfera.
Si no lo es, sino T, bajemos desde T al plano de ABG la perpen-
dicular que lo corta en el punto K. el
E cual será el centro del círculo ABG;
pero también lo es D, lo cual es imposi-
ble; luego T no es el centro buscado;
y lo mismo se demostraría que no lo es
ningún otro punto excepto el H.
Corolario. Según esto, si se tiene
un círculo en una esfera la perpendicu-
lar desde el centro del círculo a su
plano pasa por el centro de la esfera.
3. Una esfera no toca en má~ de
un punto a un plano que no la corta.
Si lo tocara en dos puntos A y B,
z unámoslos con el centro G de la esfera
y prolonguemos el plano trazado por
FIG.2.
las rectas GA y GB (Fig. 3). Este plano
determinará, como sección, el círculo
BAD en la esfera y la recta EABZ en el plano que no la corta, y, por
tanto, dicho círculo no corta a esta recta y como los puntos A y Bes-
tán en la circunferencia del círcu-
lo DAB, la recta AB, que los une,
será interior al círculo y también
exterior, lo cual es imposible; lue-
go la esfera no tocará en más de
un punto a un plano que no la
corta.
4. Cuando una esfera toca a
un plano no secante, la recta que E z
une el centro de la esfera con el
punto de contacto del plano es per- o
pendicular a este plano. FIG. 3.
Dada una esfera que toca a un
plano no secante en el punto A, determinemos su centro B y tracemos
la recta BA (Fig. 4). Digo que esta recta BA es perpendicular al plano.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 531

Trazando, en efecto, por AB un plano, este plano determinará en la


superficie esférica un círculo AGD y en el plano dado una recta EAZ, y
si trazamos otro también por AB, y es AT su sección sobre la superficie
de la esfera y la recta LAK su in-
tersección con el plano dado, por
ser este tangente a la esfera, la rec-
ta EAZ será tangente al círculo
AGD en el punto A, y, por tanto, la
recta BA es perpendicular a la EAZ;
y como análogamente se demues-
tra que también lo es a la LAK en
el mismo punto A, esa recta BA
forma ángulos rectos con las LK y
EZ en el plano que estas determi-
nan, y siendo fangente a la esfera
-en el plano que pasa por LK y EZ, L K
la recta BA es perpendicular a ese
plano tangente.
5. Cuando una esfera toca a FIG. 4.
Un plano no secante, la perpendicu-
lar a este por el punto de contacto pasa por el centro de la esfera.
Dada una esfera que toca a un plano no secante en el punto A, trace-
mos en este punto la recta AB perpen-
B
dicular al plano (Fig. 5). Digo que el
centro de la esfera está situado en la
recta AB.
Si no 10 está y suponemos que es
el punto G, unamos este punto con el
A, y entonces la recta GA será perpen·
dicular al plano y como también es la
BA, tenemos dos rectas perpendiculares
a un plano en el mismo punto, 10 cual
A es imposible; luego G no es el centro
FIG. 5. de la esfera; y lo mismo se demostra·
ría que no 10 es ninguno otro punto que
no esté en AB.
6. Entre todos los círculos situados en una esfera, los que pasan
532 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO II

por el centro son los mayores, y de los demás, los que están igualmente
alejados del centro 6 son iguales y los más alejados más pequeños.
Sean en una esfera los círculos AB, GD Y EZ, de los cuales el GD
pasa por el centro y los AB y EZ están igualmente alejados de él (Fig. 6).
Digo que el círculo GD es el mayor y los AB Y EZ iguales.
Tomemos el centro H de la esfera, que será también centro del círcu-
lo GD, y levantemos en él las per-
pendiculares HT y HK a los pla-
nos de los círculos AB y EZ, las
cuales los cortarán en los puntos
T y K; tracemos desde los pun-
tos T, H Y K las rectas TL, HM
Y KN hasta los círculos AB, GD
Y EZ 7, y unamos el centro con
z los puntos L y N. Puesto que HT
A
es perpendicular al plano del
círculo AB formará ángulos rec-
tos con todas las rectas que la
corten y estén en el plano de. ese
círculo, como la TL; luego el
ángulo formado por LT y TH es
M recto, y lo mismo se demostraría
FIG. 6. que también lo es el de las rectas
HK y KN.
Por ser recto el ángulo de las rectas HT y TL, el de las LH y HT será
menor que un recto y, por tanto, el primero mayor que el segundo; luego
el lado LH es mayor que el LT, y como la recta LHes igual a la HM por
ser H el centro de la esfera y las LH y HM están trazadas desde este punto
al de encuentro con la superficie de la esfera, resulta que la HM es tam-
bién mayor que la LT; pero HM es el radio 8 del círculo GD y LT el del
AB; luego el círculo GD es mayor que el AB; y lo mismo se demostraría
que es mayor que todos los círculos situados en la esfera y no pasan por
el centro.
Para demostrar ahora que los círculos AB y EZ, igualmente alejados

6 Algunos editores agregan la palabra Éxa:rÉQOJ6EV, a uno y otro lado, que


es superflua.
7 Es decir, hasta las circunferencias de los círculos.
si) bt 'tov xÉV'tQou: la [recta] que sale del centro.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 533

del centro, son iguales, observemos que la recta HT es igual a la HK y


por ser H el centro de la esfera, las HL y HN son iguales, y, por tanto,
sus cuadrados; y como el de HL vale tanto como los de HT y TL y el de
HN tanto como los de HK y KN, la suma de los· cuadrados de HT y TL
es igual a la de los de HK y KN, Y como el cuadrado de HT es igual al de
HK, resulta, restando, que el cuadrado de TL es igual al de KN, y, por
consiguiente, TL es igual a KN, es decir: iguales los radios de los círcu-
los AB y EZ; luego estos son iguales.
Si el círculo AB está más lejos del centro de la esfera que el EZ, digo
que el AB es menor que el EZ.
Haciendo, en efecto, las mismas construcciones, la recta HT es ma-
yor que la HK y por ser HL igual a HN y estar los puntos L y N en la
superficie de la esfera, el cuadrado de HL es igual al de HN y la suma
de los cuadrados de TL y TH igual a la de los de KN y KH, y como el
cuadrado de TH es mayor que el de KH, el de TL es menor que el de KN
y, por consiguiente, la recta TL
es menor que la KN, es decir: el
radio del círculo AB menor que
el del EZ; luego el círculo AB
es menor que el EZ.
7. Los círculos mayores de
la esfera pasan por el centro, y
de los demás los iguales están
igualmente alejados del centro y
los menores más 9.
8. La recta que une el cen-
tro de una esfera con el de un
círculo de la esfera, es perpen-
dicular al plano del círculo.
Sea el círculo ABGD de cen-
tro Z en la esfera de centro E y FIG. 7.
unamos ambos centros (Fig. 7).
Digo que la recta EZ es perpendicular al plano del círculo ABGD.
9 Este teorema, recíproco del anterior, falta en la mayor parte de los ros.,
y se cree que ha sido agregado en otros por algún escoliasta griego. Dasypodius
no da la versión latina en sus Sphaericae de 1572; pero Pena y Hunt 10 inclu-
yen en sus ediciones citadas en la bibliografía, y Heiberg 10 rechaza por apó-
crifo.
534 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Tracemos transversalmente por el centro Z las rectas AZG y BZD


y unamos los puntos B y D con Z. Puesto que BZ es igual a DZ, así como
BE y ED Y EZ es común, el ángulo formado por las rectas BZ y ZE es
igual al formado por DZ y ZE y por ser adyacentes, son rectos; luego
la recta ZE es perpendicular a la BD; y análogamente se demostraría
que también lo es a la AG, y, por tanto, al plano que determinan las dos.
rectas AG y BD, que es plano del círculo ABGD.
9. La perpendicular al plano de un círculo de la esfera trazada por
el centro de esta y prolongada,.
z pasa por los polos de la esfera.
Sea el círculo ABGen una
esfera y tracemos desde su cen-
tro D la perpendicular DE al pla-
no de dicho círculo que lo corta
en el punto E que será su centro,
y prolonguemos la recta DE a
uno y otro lado del círculo ABG
hasta su encuentro en Z y H con
la superficie de la esfera (Fig. 8).
Digo que estos puntos Z y H son
los polos del círculo ABG.
Tracemos, en efecto, por E las
rectas transversales AEG y BET
y las de unión AZ, ZG, AH yHG,
H y entonces, puesto que ZE es per-
FIG. 8. pendicular al círculo ABG forma-
rá ángulos rectos con todas las
rectas del plano de este círculo que la corten, y, por consiguiente, los án-
gulos formados por las rectas ZE y EA, ZE y EG, ZE y EB, ZE y ET
son rectos y por ser AE igual a EG y formar EZ con ellas ángulos rectos,
es ZA igual a ZG; y análogamente se demostraría que todas las rectas
trazadas desde el punto Z hasta la circunferencia ABG son iguales entre
sí, y, por tanto, Z es un polo del círculo ABG; y 10 mismo se demuestra
que H es el otro polo.
10. La perpendicular desde uno de los polos de un círculo dado en
una esfera al plano de este círculo lo corta en el centro y, prolongada"
pasa por el otro polo.
Sea el círculo ABG en una esfera y tracemos por uno de sus polos D
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 535

la perpendicular DE al plano del círculo que lo corte en el punto E y,


prolongada, pél.sa por el punto Z de la esfera (Fig. 9). Digo que E es el
centro del círculo ABG y Z el
otro polo de la esfera. o
Tracemos, en efecto, las rec-
tas EA y EB Y las de unión AD,
DB, AZ Y ZB, y entonces, puesto
queDE es perpendicular al pla-
no del círculo ABG formará ángu-
los rectos con todas las rectas
que la corten en ese plano, como
las EA y EB que formarán, por
tanto, con ED ángulos rectos, y
por ser DA igual a DB, sus cua-
drados también serán iguales y
equivalen a las sumas de los de
AE y ED, de BE y ED, respecti-
vamente; luego estas dos sumas
son iguales, y restando la parte Z
cQmún, resulta que los cuadrados FIG.9.
de AE y EB son iguales, y, por
tanto, iguales las rectas AE y EB; Y análogamente se demostraría la igual-
dad de todas las rectas que partiendo de E terminen en los puntos de la
línea ABG; luego E es el centro del círculo ABG.
Digo, además, que Z es el otro polo de la esfera dada porque siendo
iguales las rectas EA y EB y formando ángulos rectos con la EZ, las bases
AZ y BZ de los triángulos AEZ y ABZ serán iguales, y del mismo modo
se demostraría la igualdad de todas las rectas que, partiendo de Z, ter-
minen en la línea ABG; luego Z es un polo del círculo ABG.
11. La recta que une los polos de un círculo en una esfera es per-
pendicular al círculo y pasa por el centro de este y por el de la esfera.
Sea ABG un círculo en una esfera; E Y Z sus polos y unámoslos por
la recta EZ que digo que pasará por el centro de la esfera y del círculo
y será perpendicular al plano de este (Fig. 10).
Si es H el punto en que esa recta corta al plano del círculo ABG, tra-
cemos por H las rectas transversales AHG y BHD y las de unión BE, ED,
BZ y ZD y entonces, puesto que BE es igual a ED y ZB a ZD, los trián-
gulos EBZ y EDZ serán iguales, y, por tanto, los ángulos BEH y DEH;
536 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO Il

luego las rectas BH y HD también serán iguales e iguales los triángulos


EBH y EDH Y los lados restantes que subtienden ángulos iguales, así como
los formados por las rectas HB y HE, HD Y HE, los cuales serán rectos;
luego la recta HE es perpendicu-
E lar a la BD; Y lo mismo se de-
mostraría que lo es a la AG, y
por consiguiente, EZ es perpendi-
cular al plano del círculo ABG.
Digo, además, que esa recta
pasa por el centro de este y por
el de la esfera porque siendo
ABGD un círculo en esta y EH
una· perpendicular desde uno de
los polos al círculo, el punto H en
que 10 corta es el centro del círcu-
lo ABG y pasa también por el cen-
tro de la esfera· porque EHZ es
una recta perpendicular al plano
del círculo ABG en el centro H
z de este, y, por tanto, el centro de
FIG. 10. la esfera está en esa recta EHZ 10.
12. Los círculos máximos 11
de una esfera se cortan mutuamente en dos partes iguales.
Sean AB y GDdos círculos máximos de una esfera y E Y Z sus pun-
tos de intersección. Tomemos el centro H de estos círculos 12 y tracemos
las rectas HE y HZ (Fig. 11), Y entonces puesto que los puntos E, H Y Z
están en el plano AB también están en el GD, y, por tanto, en la intersec-
ción de estos dos planos, y como la intersección de dos planos es una rec-
ta, la línea EHZ es recta, y por ser H el centro del círculo AB, la recta
EZ es un diámetro de este y EAZ y EBZ semicírculos, y como H es tam-
bién el centro del círculo GD, la recta EZ es un diámetro de este círcu-
lo y EGZ Y DEZ semicírculos; luego los círculos AB y GD se cortan
mutuamente en dos partes iguales.
13. Los círculos de la esfera que se cortan mutuamente en dos par-
tes iguales son los máximos.
10 Prop. 2, corolario.
11 Literalmente, los círculos más grandes: OL l-tÉYLOl:Ol XÚXAOL
12 Prop. 2.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 537

Sean en una esfera los dos círculos AB y GD que se cortan mutua~


mente en dos partes iguales en los puntos E y Z (Fig. 12). Digo que AB
y GD son círculos máximos.
Tracemos, en efecto, la recta EZ, que será un diámetro de ambos

o
G

FIG. 11. FIG. 12.

círculos y también de la esfera porque su punto medio H es el centro de


los dos círculos, y elevando en él las rectas HK y HT perpendiculares
a los planos de los círculos GD y AB, se tiene que por ser AB un círculo
de la esfera y HT perpendicular en el centro de ese círculo, el centro de
la esfera estará situado en la recta HT; Y lo mismo se demuestra que
también está en la recta HK; luego es el punto de intersección de estas
dos rectas, o sea: el punto H, el cual es también el centro de los círculos
AB y GD; Y como los círculos del mismo centro que la esfera son los
máximos 13, resulta que los círculos que se cortan mutuamente en dos
partes iguales son los círculos máximos.
14. Un círculo máximo de una esfera perpendicular a otro círculo
divide a este en dos partes iguales y pasa por sus polos.
Sea el círculo máximo ABGD que corta perpendicularmente al EBZD
en la esfera. Tracemos la recta BD, intersección de los dos círculos; to-
memos el centro H del ABGD, que será también el de la esfera; bajemos
desde él la HT perpendicular a BD y prolonguémosla en sus dos direccio-
nes hasta que encuentre a la superficie de la esfera en los puntos A y G,
l3 Prop. 6.
538 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

y entonces puesto que los planos de los círculos ABGD y EBZD son per-
pendiculares entre sí y la recta AT, situada en uno de los planos, ~s per-
pendicular a la intersección de
A ambos, la AG también será per-
pendicular al plano EBZD, y como
EBZD es un círculo en la esfera
y HT perpendicular desde el cen-
tro de esta a ese círculo al que
corta en T, este punto es el cen-
tro del círculo EBZD y, por tanto,
RED y BZD son semicírculos y el
círculo ABGD corta al EBZD en
dos partes iguales (Fig. 13).
Digo, además, que pasa por
sus polos, porque siendo EBZD
un círculo en la esfera y HT una
recta perpendicular a su plano
trazada desde el centro de la es-
G fera que, prolongada en sus dos
FIG. 13. direcciones, corta a la superfide
de la esfera en los puntos Ay G,
esa recta pasa por los polos del círculo; luego A y G son los polos del
círculo EBZD.
15. Si un círculo máximo de una esfera divide en dos partes iguales
a otro círculo que no es máximo, lo corta perpendicularmente y pasa por
sus polos.
16. Si un círculo máximo de una esfera corta a· otro círculo y pasa
por sus polos, lo corta perpendicularmente y lo divide en dos partes igua-
les 14.
17. La recta trazada desde el polo 15 de un círculo máximo de una
esfera es igual al lado del cuadrado inscrito en el círculo máximo.
Si ABGD es un círculo máximo de una esfera, tomemos los diáme-
tros AG y BD perpendiculares entre sí; elevemos en el punto E la per-
pendicular EZ al plano de ese círculo, la cual cortará. a la superficie de la

14 Con la figura de la prop. 14 y un razonamiento análogo demuestra Teo-


dosio las props. 15 y 16.
15 ~ EX 'tou nóAou, es decir, la recta que sale del polo o distancia rectilínea
del polo de un círculo a un punto de la circunferencia de este.
TEODOSIO DE TRIPOLIo-LAS ESFERICAS 539

esfera en un punto Z que será el polo de dicho círculo 16 y, trazando las


rectas AB y AZ, la AB es el lado del cuadrado inscrito y la AZ la traza-
da desde el polo 17, y digo que es igual a la AB porque siendo ZE perpen-
dicular al plano del círculo ABGD, formará ángulos rectos con todas las
rectas que la corten y estén situadas en ese plano (Fig. 14); luego ZE es
perpendicular a las rectas EA, EB, EG Y ED, Y como E es el centro de la
esfera, EB y EZ son iguales y por ser EA común, las dos rectas EB y

z o

~::'---------lIl---------; G B f------------.....:t G

E
FIG. 14. FIG. 15.

EA son respectivamente iguales a las EA y EZ y el ángulo formado por


EB y EA igual al formado por EA y EZ y, por consiguiente, AB será
igual a ZA, y como ZA es la recta trazada desde el polo del círculo ABGD
y AB el lado del cuadrado inscrito en el círculo máximo, es cierto lo enun-
ciado.
18. Si la recta trazada desde el polo de un círculo en una esfera es
igual al lado del cuadrado inscrito en un círculo máximo, aquel círculo
también es máximo.
Sea ABG un círculo en una esfera; D uno de sus polos y DG una
recta trazada desde él igual al lado del cuadrado inscrito en un círculo
máximo (Fig. 15). Digo que ABG es un círculo máximo.
Hagamos pasar por la recta DG y por el centro de la esfera un plano
16 Defs. 3 y 4.
17 La distancia polar.
540 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

que cortará a la superficie de la esfera según un círculo máximo, y si este


es el BDGE y BG su intersección con el ABG y trazamos la recta BD, la
DG será igual a la BD, y, por tanto, cada una de ellas igual al lado del
cuadrado inscrito en el círculo máximo; luego el arco BDG es un semi-
círculo y BG un diámetro del círculo BE; y por ser D un polo del círculo
ABG, el ABEG corta a este círculo ABG pasando por sus polos y, por
consiguiente, lo divide en dos partes iguales y es perpendicular a él;' y
como BG es la intersección de ambos círculos, la recta BG es un diáme-
tro del ABG y, por tanto, de la esfera, y ese círculo ABG es máximo.
19. Construir una recta igual al diámetro de un círculo dado en una
esfera.
Si el círculo dado es el ABG, tomemos tres puntos cualesquiera A, B
y G en su circunferencia y cons-
o truyamos un triángulo DEZ igual
al ABG, siendo DE igual a AB~
EZ igual a BG y ZD igual a GA
(Fig. 16). Levantemos en los pun-
tos E y Z las perpendiculares EH
y HZ a ED y DZ, respectivamen-
te; unamos D con H y tracemos
H
el diámetro AT del círculo y las
FIG. 16. rectas TA y TG, y entonces el án-
gulo de las rectas BA y BG será
igual al de las ED y EZ, y como el de BA y BG es igual al de las TA y TG,
el de las ED y EZ será igual al de HD y HZ 18, el ángulo de las rectas TZ
y TG será igual al de las HD y HZ, y como el de las CA y GT es igual al
de las ZD y ZH, y AG es igual a DZ, resulta que AT es igual a DH y,
por tanto, la recta DH es igual al diámetro del círculo dado.
20. Construir una recta igual al' diámetro de una esfera dada.
En la superficie de la esfera dada tomemos dos puntos cualesquiera
A y B y desde A como polo describamos el círculo BGD a la distancia
de la recta AB 19, Y como ya sabemos determinar el diámetro del círculo
BGD, construyamos el triángulo EZH con dos lados iguales a las rectas

18 Por ser EH y ZH perpendiculares a DE y DZ, respectivamente, el círculo


de diámetro DH pasará por los puntos E y Z, y serán iguales los ángulos DEZ
y HDZ por estar inscritos en el mismo arco.
19 AB: cuerda del arco del círculo máximo ABHD es la distancia polar entre
los puntos A y B.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 541

trazadas desde el polo de dicho círculo a otro igual al diámetro de este,


siendo EZ y EH, respectivamente, iguales a AB y AD Y ZH al diámetro
BD del círculo BCD (Fig. 17); tracemos las ZT y HT perpendiculares a
EZ y EH unamos su punto de
A E
irítersección T con E. Digo que El
es igual al diámetro de la esfera.
tc---+----'> H
Imaginemos un plano que pase
por el diámetro AK de la esfera,
plano que cortará a esta según un
círculo máximo ABKD y al BCD
en B y D; tracemos las rectas AB,
AD, DB Y DK, Y entonces, por
ser AB y BD respectivamente igua- K
FIG. 17.
les a EZ y ZH y AD igual a EH,
el .ángulo formado por las rectas
AB y BD será igual al formado por las EZ y ZH, y como el de las rectas
AB y BD es igual ~11 de las AK y KD Y el de las EZ y ZH al de las ET y TH
Y ser rectos los ADK y EHT, resulta que los triángulos AKD y ETH tie-
nen dos ángulos y un lado del uno iguales a dos ángulos y un lado del
otro y, por consiguiente, tendrá
iguales los otros lados, que son
AK y ET; luego ET es igual al
diámetro de la esfera.
21. Describir el círculo má-
ximo que pasa por dos puntos da-
dos en la superficie de una esfera.
G
Si los puntos dados son los
extremos de un diámetro de la
o esfera es evidente que se pueden
hacer pasar por ellos infinitos
círculos máximos. Sean, pues, A
y B dos puntos en la superficie
de una esfera no extremos de un
diámetro; describamos desde ellos
T
como polos los círculos CDE y
FIG. 18.
ZEH a las distancias iguales al
lado del cuadrado inscrito en un
círculo maXlmo y tracemos las rectas EZ y EB, que serán iguales al
lado del cuadrado inscrito, y, por tanto, iguales entre sí; luego el círculo
542 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

descrito desde el punto E como polo a la distancia de la recta EB, pasará


por A. Sea ABT ese círculo, que será máximo porque la recta trazada
desde su polo es igual al lado del cuadrado inscrito y, por consiguiente,
el círculo máximo ABT ha quedado construido y pasa por los puntos
dados A y B.
22. Encontrar el polo de un círculo dado en una esfera.
Si ABG es el círculo dado, máximo ano, tomemos en su circunferen-
cia un punto cualquiera D; considere-
H
mos dos arcos iguales DA y AE y divi-
damos el arco restante DE en dos par-
tes iguales por el punto Z (Fig. 19).
Suponiendo primeramente que el
círculo dado ABG no es máximo, descri-
bamos el máximo ZAT que pasa por los
puntos A y Z de la superficie de la esfe-
ra, y entonces, por ser el arco AD igual
al AE y el DZ al EZ, el arco completo
ADZ será igual al arco completo AEZ
y, por tanto, el círculo ZAT cortará al
ABG en dos partes iguales, en ángulos
rectos y pasará por sus polos 20, de mo-
T do que, dividiendo el arco ZA en dos
FIG. 19. partes iguales por el punto H, este pun-
to H será el polo del círculo ABG 21.
Si el círculo ABG fuera máximo demostraríamos análogamente que el
arco ADZ es igual al AEZ, y dividiendo el AZ en dos partes iguales por el
punto G, los arcos AG y GZ son cuadrantes 22 y, por tanto, el círculo des-
crito desde G como polo a la distancia GZ pasará por el punto A. Si este
círculo es el ZAT es, pues, máximo 23 porque la recta trazada desde su polo
es igual al lado del cuadrado inscrito en un círculo máximo; y puesto que
Z es un polo del círculo ZAT 24, el ABG lo corta en dos partes iguales y
pasa por sus polos; luego los dos círculos son perpendiculares entre sí y,

20 Ptop. 15.
21 Def. 5.
22 tEWQtl] flÓQlú EotLV.
23 Prop. 18.
24 Def. 5.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 543

dividiendo al arco ZA en dos partes iguales por el punto H, este punto H


es el polo del círculo ABG.
23. Si una recta que pasa por el centro de una esfera corta en dos par-
tes iguales a otra que no pasa por el centro, será perpendicular a ella; y si
es perpendicular la cortará en dos partes iguales 25.
24. La recta que une el centro de un círculo en una esfera con el de esta,
es perpendicular al plano del círculo 26.

LIBRO II

1
DEFINICION

Los círculos de la esfera se dicen mutuamente tangentes cuando la inter-


sección de sus planos es tangente a cada uno de los círculos.

II
PROPOSICIONES

1. Los círculos paralelos en la esfera tienen los mismos polos.


Dados los círculos paralelos ABG y DEZ en una esfera, consideremos
los polos H y T del ABG, cuya recta de unión HT es perpendicular al pla-
no del círculo y pasa por el centro de este y el de la esfera (Fig. 20). Por
ser ese círculo paralelo al DEZ, la recta HT también es perpendicular al
plano de este; luego dicha recta, prolongada, corta a la esfera en los
puntos H y T que serán los polos del círculo DEZ, y como también son
los· del ABG, resulta que esos dos círculos tienen los mismos polos.
2. Los círculos en la esfera que tienen los mismos polos son para-
25 Paul ver Eecke, en su edición de Las esféricas, pág. 29, nota 8, pone en
dUda la autenticidad de esta proposición porque, racionalmente, debía ser ante-
rior a la 7, estar escrita en un griego menos correcto que el del geómetra bizan-
tino y no figurar en la versión árabe que tradujo Voegelin al latín. Nizze abriga
la .misma duda que el historiador belga, y Heiberg afirma que tal proposi-
ción fue interpolada en el texto teodosiano por algún escoliasta griego. Por
tanto, no la traducimos.
26 También es dudosa la autenticidad de esta proposición, que tampoco
figura en la traducción de Voegelin.
544 CIEN¡IFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

lelos, pues trazando su recta de unión HT, esta recta es perpendicular al


plano del círculo ABG y también al del DEZ, y como los planos de estos
dos círculos, prolongados, no se encuentran, son paralelos.
3. Si dos círculos en la esfera cortan en el mismo punto a la circun-
ferencia de un círculo máximo, los dos círculos serán tangentes.
Si los círculos ABG y GDE, situados en una esfera, cortan en el mis-
mo punto G a la circunferencia del círculo máximo AGE y son AG y EG
sus respectivas intersecciones con este y HGZ la de ellos entre sí, el círcu-

T
FIG. 20. FIG. 21.

lo máximo AGE corta al ABG en dos partes iguales (Fig. 21); luego AG
es un diámetro de ese círculo ABG; por la misma razón la recta GE es
un diámetro del círculo GDE, y puesto que el AGE es perpendicular a
estos dos, su intersección ZGH también es perpendicular al plano del
AGE, y, por tanto, a todas las rectas de este plano que la corten, como las
CA y GE, Y entonces, siendo ZH perpendicular en los extremos de los diá-
metros AC y GE de los círculos ABG y GDE, es tangente a ellos y, por
la definición que encabeza este libro, los dos círculos son tangentes
entre sí.
4. Si dos círculos en la esfera son mutuamente tangentes, el círculo
máximo que pasa por sus polos pasa también por su punto de contacto.
Si los dos círculos ABG y GDE son tangentes en el punto G de una
esfera; Z polo del ABG y H el del GDE (Fig. 22), digo que el círculo
TEODOSIO DE TRIPOLIo-LAS ESFERICAS 545

máximo que pasa por Z y H pasará también por G, porque si no pasara y


ese círculo fuera el ZBH, describamos el BKT desde el polo H a la dis-
tancia de la recta HB, y entonces
los círculos GDE y BKT serán pa-
ralelos por tener los mismos po-
los, y puesto que los ABG y BKT,
situados en una esfera, cortan a
la circunferencia del máximo ZBH
en el mismo punto B y tienen sus
polos en este círculo máximo, los
ABG y BKT son tangentes entre
sí y también se cortan, lo cual
es imposible; luego el círculo má-
ximo descrito por los polos Z y H FIG. 22.
tiene que pasar por el punto G, es
decir, por el de contacto de los círculos ABG y GDE.
5. Si se tienen en una esfera dos círculos tangentes, el máximo que
pasa por el punto de contacto y por los polos de uno de ellos pasa tam-
bién por los polos del otro.
Si son ABG y GDE dos círculos tangentes en G, siendo Z un polo del
primero y H uno del segundo (Fig. 23), digo que el círculo máximo que
pasa por Z y G pasará también
por H, porque si no pasara y ese
círculo fuera el ZGT, describa-
mos por Z y G el círculo máximo
ZH, que pasará por G, y tracemos
la recta ZG, y entonces, por ser
máximos los círculos ZGH y ZGT
se cortarán en dos partes iguales;
luego ZKG y ZLG son semicírcu-
los y EG un diámetro de la esfe-
ra puesto que es diámetro de los
FlG. 23. círculos máximos ZGHy ZGT,
pero esta recta es la trazada desde
el polo del círculo ABG, lo cual es imposible, y, por consiguiente, el círculo
máximo que pasa por Z y G pasa también por el punto H.
e

6. Si un círculo máximo es tangente a un círculo en la esfera, tam-


bién lo será a todo círculo igual y paralelo a este.
Sea el círculo máximo ABG tangente en G al círculo GD en una es-
546 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

fera. Determinemos el polo E del círculo GD; hagamos pasar por los
puntos G y E el círculo máximo GEDBZH 1; tomemos un arco BZ igual
al GE y describamos desde el polo Z el círculo BH a la distancia de la
recta ZB, y entonces, por ser tangentes los círculos ABG y ZD y haberse
descrito el máximo GEDBZH por el polo E y por el punto de contacto,
ese círculo máximo pasará también por los polos del círculo ABG y por
cortar los ABG y BH a la circunferencia del máximo GH en el punto B
y tener sus polos en esa circunferencia, esos círculos ABG y BH serán
tangentes entre sí (Fig. 24).
z Añadiendo al arco EB a uno
y otro lado de los círculos igua-
les GE y BZ, resultan iguales los
arcos completos GB y EZ y como
el GB es un semicírculo, también
lo será el EZ y el punto E será
diametralmente opuesto al Z, y
como E es un polo del círculo GD,
el punto Z será el otro polo del
mismo círculo.
Por ser EZ un semicírculo· y
Z polo del círculo BH, el punto
E es el otro polo del mismo círcu-
lo BH; luego los círculos GD y
BH tienen los mismos polos; sus
E planos son paralelos y, finalmen-
FIG. 24. te, por ser iguales los arcos GE y
BZ, los círculos GD y BH son
iguales, y como son paralelos, el ABG es tangente al BH, igual y paralelo
al GD.
7. Si se tienen dos círculos iguales y paralelos en una esfera, el
círculo máximo que toque a uno de ellos tocará también al otro.
Sean en la figura 24 bis los dos círculos BH y VW dos círculosigua-
les y paralelos, y supongamos que uno máximo BG, tangente al BH en el
punto B, no sea tangente al VW. Entonces, el BG será tangente a otro
círculo DG igual y paralelo al AB y tendremos en una esfera tres círculos
iguales y paralelos, lo cual es imposible; luego el círculo máximo tangen-
te al BH tiene que ser también tangente al VW.

1 Lib. 1, prop. 21.


TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 547

8. Si un círculo máximo es oblicuo respecto de un círculo en una


esfera, será tangente a dos círculos iguales y paralelos respecto del c.ual
es oblicuo el máximo.
Sea el círculo máximo ABG oblicuo respecto de uno de los círculos
BD de la esfera,es decir, que no pasa por los polos de este círculo 2; 1ue-

z
E

E
FIG. 24 bis. FIG. 25.

go el polo de BD no está en ABG (Fig. 25). Tomemos el del círculo BD y


sea el punto E; describamos por él y por uno de los polos del círculo
ABG el máximo AEGH y también el AZ a la distancia AE del polo E,
y entonces, los círculos AZ y BD serán paralelos por tener los mismos
polos, y como los ABG y AZ cortan a la circunferencia de un círculo
máximo en un mismo punto A y sus polos están en este círculo máximo,
esos. círculos ABG y AZ serán tangentes entre sí, y por ser tangente el
máximo a un círculo AZen la esfera, también será tangente a otro círcu-
lo GH igual y paralelo a él; pero el AZ es paralelo· al BD; luego el GH
también 10 es, y, por tanto, el círculo ABG es tangente a los dos círcu-
los AZ y GH iguales y paralelos al BD.
9. Si dos círculos se cortan en una esfera, el máximo que pasa por

2 .o'Í:i't EO.L, EO.oo ~ha .OOv :n:ÓAOOV, frase superflua, probablemente interpolada.
548 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

sus polos cortará en dos partes iguales a los segmentos de esos círculos
tomados separadamente 3.
Sean ZAEB y ZDEG dos círculos que se cortan mutuamente en los
puntos E y Z de una esfera y hagamos pasar por sus polos el círculo má-
ximo AGBD (Fig. 26). Digo que
este corta en dos partes iguales
a los segmentos de dichos círcu-
los tomados separadamente, es
decir, que el arco ZA es igual al
AE, el ZB al BE, el ZG al GE y
el ZD al DE.
Si AB Y GD son las intersec-
ciones respectivas de los círculos
ZAEB y ZGED con el AGBD y
trazamos las rectas de unión ZH
y HE, resulta que por estar los
puntos Z, H y E en el plano del
círculo AEBZ y en el del ZDEG,
estarán en la intersección de am-
bos planos, y como la sección co-
FIG. 26.
mún de dos planos es toda ella 4
una recta, la recta ZH está en la
prolongación de la HE, y puesto que en una esfera un círculo máximo
AGBD que corta a otro círculo ZAEB que no es máximo, lo corta per-
pendicularmente y lo divide en dos partes iguales 5, la recta AB es un
diámetro del círculo ZAEB; y análogamente se demostraría que la GD es
un diámetro del ZDEG, y por ser el círculo AGBD perpendicular a los
ZAEB y ZDEG, lo son estos dos a aquel y, por tanto, la intersección de
sus planos o sea: la recta ZHE, es perpendicular al plano del círculo
AGBD, y, consiguientemente, a todas las rectas del mismo plano que la
corten; luego esa recta es perpendicular a las AB y GD y estas a ella,
y teniendo entonces el círculo ZAEB una recta AB que, pasando por su
centro, es perpendicular a una recta que no pasa por el centro, dividirá
a esta en dos partes iguales; luego ZH es igual a HE, y como HA es co-

31:0. antlA:I'H.qlÉVU i¡.t1Í!lU1:U 1:WV XÚxAOOV.


4 nUV1:00C;.
'
5 Lib. 1, prop. 16.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 549

mÚD y perpendicular, el arco ZA es igual al AE y lo mismo se demos-


traría la igualdad de los ZB y BE, ZG y GE, ZD y DE.
10. Si por los polos de círculos paralelos dados en una esfera se des-
criben sendos círculos máximos, los arcos de los paralelos comprendidos
entre los máximos son semejan-
tes y los de los máximos entre K
los paralelos son iguales.
Si BD Y A G son las respec-
tivas intersecciones del círculo
ABGD con los máximos BZKTD
y ABKHG que pasan por los po-
los de aquel; ZT y EH las del
EZHT paralelo al ABGD con los
mismos círculos máximos, la pro-
posición 16 del libro 1 nos dice
que las rectas AG y BD son diá-
metros del círculo ABGD y las
EH y ZH del EZHT cuyos cen-
tros respectivos son los puntos
L y M, siendo paralelas las AG,
EH Y BD, ZT (Fig. 27).
FIG. 27.
Puesto que LA y LB, que es-
tán en un plano, son paralelas a
las ME yMZ, en otro plano, son paralelas, el ángulo formado por las pri-
meras es igual al formado por las segundas 6, y como son ángulos centrales,
los arcos BG y ZH,GD y HT, DA Y TE, AB Y EZ son semejantes, y puesto
que el punto K es polo del círculo ABGD, los cuatro arcos KA, KB,
KG Y KD son iguales entre sí 7; Y por la misma razón también son iguales
los EA, ZB, HG y TD.
11. Si sobre los diámetros de círculos iguales se trazan segmentos
iguales y perpendiculares, y a partir de sus extremos se restan arcos igua-
les menores que la mitad de los arcos completos 8, y por los puntos ob-
tenidos se trazan rectas iguales hasta lascírcunferencias de los primeros

6 EUCLIDES: Elementos, XI, 10.


7 Lib. l, def. 5.
8 Restricción innecesaria, porque la proposición también es cierta cuando los
arcos que se restan son mayores que la mitad del arco total.
550 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

círculos, estas rectas separarán arcos iguales en dichos primeros círculos


a partir de sus extremos.
Sobre los diámetros AG y DZ de los círculos iguales ABG y DEZ
tracemos los segmentos circulares AGH y DTZ iguales y perpendiculares;
a partir de sus extremos A y D tomemos los arcos iguales AH y DT me-
nores que la mitad de los segmentos completos AHG y DTZ, y desde los
puntos H y T tracemos las rectas
iguales HB y TE a las circunfe-

® ®
H T rencias de los primeros círculos
A"',, '8 K ~ , G o E ,L N z ABG y DEZ (Fig. 28). Digo que
los arcos AB y DE son iguales.
Desde los puntos T y H baje-
mos perpendiculares a los pl<mos
FIG. 28. de los círculos ABG y DEZ, que
carecerán sobre sus respectivas
intersecciones, es decir: sobre AG y DZ 9, y sean HK y TL; unamos los
centros My N de los círculos ABG y AEZ y tracemos, finalmente, las
rectas KB y LE.
Puesto que HK es perpendicular al plano del círculo ABG, lo es a to-
das las rectas de ese plano que la corten; luego el ángulo formado por
las rectas HK y KB es recto y por la misma razón también lo es el de
las rectas TL y LE. Por ser iguales los segmentos AHG y DTZ, así como
los arcos AH y DT Y perpendiculares las rectas HK y TL, la AK será
igual a la DL y la HK a la TL; por haberse trazado iguales las HB y TE,
serán iguales sus cuadrados, y como los de HK y KB, juntos, valen tanto
como, el de HB y los de TL y LE,' juntos, tanto como el de TE, resulta
que los cuadrados de HK y KB, juntos, valen tanto como los de TL y'
LE, juntos, y como los de KB y LE son iguales por ser iguales estas rec-
tas porque lo son las HK y TL, se tiene que los cuadrados de KB y LE son
iguales, y, por tanto, las rectas KB y LE, Y por ser también iguales AM y
DN, , 10, serán KM y LN, Y siendo, pues, iguales los pares de rectas KB
y LN,MB Y NE, KB Y LE, los triángulos KBM y LEN serán iguales, y,
por ,consiguiente, los ángulos formados por las rectas KM y MB, LN Y NE
que subtienden los arcos AB y DE en círculos iguales; luego esos arcos
son iguales.
12. Si sobre los diámetros de círculos iguales se trazan segmentos
iguales y perpendiculares, y, a partir de sus extremos, se restan arcos igua-

9 EUCLIDES: Elementos, XI, 19.


TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 551

les menores que la mitad de los arcos completos y a partir de los extremos
de los diámetros y hacia un mismo lado se toman arcos iguales sobre los
primeros círculos, la recta que une los puntos obtenidos, son iguales
entre sí 10.
13. Si se trazan círculos máximos tangentes a un círculo en una es-
fera que corten a otros círculos dados no máximos paralelos entre sí y al
primero, los arcos de los círculos paralelos comprendidos entre los semi-
círculos no secantes 11 de los círculos máximos, son semejantes y los de
los máximos entre los paralelos son iguales.
Sean ABGD, EZHT y KL tres círculos paralelos en una esfera; des-
cribamos los máximos AEKHGFV y BZLTDVU tangentes a uno de ellos
KL en los puntos K y L Y cortando a los otros dos (Fig. 29). Digo que los
arcos de los círculos paralelos
comprendidos entre los semicírcu-
los no secantes de los círculos
máximos son semejantes.
Por 10 pronto se reconocerán
estos arcos del modo siguiente:
Puesto que los círculos máximos
se cortan en partes iguales, el
arco SKA V es un semicírculo y,
por tanto, KLV es menor que
un semicírculo, y como el VFGS
es también un semicírculo, el
KSHGFV es mayor que un semi- FIG. 29.
círculo, y como el KA V también
es mayor que un semicírculo, el KA Vp es igual a un semicírculo, y como el
SBV es un semicírculo, el LSBV es mayor que un semicírculo; luego el
semicírculo que empieza en K, es decir: el KAVF no corta al que em-
pieza en L, es decir: el LSBU; y por la misma razón tampoco se cortan
los semicírculos KSHGF y LDVU; luego los arcos de los círculos pa-
ralelos comprendidos entre semicírculos no secantes de círculos máxi-
mos son los KRL, EWZ, ANB, HOT y GPD; y digo que los KRL, EWZ
y ANB son semejantes y los KRL, HOT y GPD iguales y los arcos de
círculos máximos comprendidos entre paralelos son iguales, es decir: los

10 Razonando como antes sobre la misma figura, Teodosio demuestra esta


proposición, que es recíproca de la 11.
11 TOW aouf!.ónmv 'tÍ f!lX, uALmv .
552 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

cuatro arcos EK, KH, ZL y LT son iguales entre sí y los cuatro AE, BZ,
HG y TD también son iguales entre sí 12.
14. Por un punto tomado en la circunferencia de un círculo menor
que uno máximo, dado en una esfera, trazar un círculo máximo no tan-
gente al círculo dado.
Si es G el polo del círculo dado AB y B el punto dado de este, haga-
mos pasar por B y por G el círculo máximo GBD y restemos el arco BD
igual al que subtiende el lado del cua-
G drado inscrito en el círculo máximo y
desde el punto D describamos a la dis-
tancia de la recta DB el círculo EBZ
(Fig. 30), que será máximo 13 y tangente
al dado AB porque ambos cortan en el
mismo punto B a la circunferencia del
círculo máximo BGD en la cual tienen
sus polos 14.
15. Por un punto de la superficie
de una esfera situado entre un círculo
dado menor que un círculo máximo y
otro igual y paralelo a él, trazar un
círculo máximo tangente al círculo
FIG. 30. dado.
Dado en una esfera el círculo AB
menor que uno máximo y G un punto situado entre el círculo AB y otro
igual y paralelo a él, hay que describir por G un círculo máximo tangente
al AB.
Desde el polo D del círculo AB y a la distancia DG tracemos el círcu-
lo GEZH y por los puntos D y G el círculo máximo DGT, cuyo arco BG
será menor, igualo mayor que el que subtiende el lado del cuadrado ins-
crito en el círculo máximo (Fig. 31).
Suponiendo primeramente que es menor, tomemos un arco BT igual
al que subtiende dicho lado y desde el polo T describamos a la distancia
BT el círculo EBH que será máximo y tangente al AB porque ambos cor-
tan en el mismo punto B al círculo máximo DBGT en que tienen sus polos.

12 Sigue la demostración, que no traducimos por su tan excesiva como inútil


complicación verborreica.
13 Lib. l, prop. 18.
14 Prop. 3.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 553

Tracemos después los círculos máximos DMEK y DNHL por el pun-


to D y por los E y H, respectivamente; tomemos los arcos EK y HL
iguales a GT, y teniendo entonces en la esfera dos círculos secantes EBH
y ZEGR y el máximo DBGT que pasa por sus polos, este cortará en dos
partes iguales a los segmentos de
esos dos círculos tomados sepa-
z
radamente 15; luego el arco GE
será igual alGH y el BE al BH,
y por ser iguales los DE, DG Y
DR, así como los DM, DB Y
DN 16, también serán iguales los
ME, BG Y NH, Y como también lo
son los EK, GT Y HL, lo serán los
MK, BT Y NL, Y por ser el arco
BT igual 17 al ·que subtiende el
lado del cuadrado inscrito en el
círculo máximo, también lo se-
rán los MK y NL, el círculo má-
ximo DBGT corta en dos partes
iguales al ZEGH 18 y es perpen-
dicular a él; luego el círculo
ZEGH es perpendicular al DBGT;
y lo mismo se demostraría que
también es perpendicular a los
DMEK y DNHL.
Trazando las rectas LN, LG Y
TE, se tiene que por ser iguales
y perpendiculares los segmentos FIG. 31.

de círculo GT y HL trazados, con


sus complementos, sobre diámetros del círculo ZEGH por los puntos G
y H, Y habiéndose restado los arcos iguales GT y HL, menores que la mitad
de los arcos completos de estos segmentos, y ser iguales los arcos GZ y
GR, serán iguales las rectas TE y LG 19, Y como la TE es igual al lado del

15 Prop. 3.
16 Lib. 1, def. 5.
17 Por construcción.
18 Lib. 1, prop. 16.
19 Prop. 12.
554 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO Il

cuadrado inscrito 20, también lo es la LG, y por serlo LN serán iguales las
LG y LN y, por tanto, el círculo descrito desde el polo L a la distancia LG
pasará por el punto N y este círculo GNP será máximo porque la recta
trazada desde un polo es igual al lado del cuadrado inscrito en el círculo
máximo 21, y, finalmente, por cortarse en una esfera los dos círculos GNP y
AB en el mismo punto N de la circunferencia del círculo máximo DNHL
en que están sus polos, esos círculos son tangentes 22.
Del mismo modo se demostraría que el círculo descrito desde K como
polo a la distancia KG pasa por M.
Si trazamos ahora las rectas KG y TH tenemos que por ser iguales
y perpendiculares los segmentos de círculo EK y GT trazados, con sus
complementos, sobre diámetros del círculo ZEGH por los puntos E y T
Y habiéndose restado los arcos iguales EK y GT menores que la mitad de
sus arcos completos y de dicho círculo restado también los arcos iguales
GE y GH, las rectas KG y TH son iguales; y como la TH es igual al
lado del cuadrado inscrito porque ha sido trazada desde el polo del círcu-
lo máximo EBH, la KG también lo es, y por serlo KM esta recta KM. es
igual a la KG y, por tanto, el círculo descrito desde el polo K a la dis-
tancia KG pasa por el punto M y este cír~ulo GMO será máximo y tan-
gente a AB y el problema se resolverá de la siguiente manera 23:
En primer lugar, los círculos máximos GNP y GMO están trazados
por el punto dado G, situado entre el círculo AB y otro igual y paralelo
a él, y en segundo término, si el arco BG es igual al que subtiende el lado
del cuadrado inscrito en el círculo máximo y se hacen las mismas cons-
trucciones que antes, se tiene que por ser el arco DG igual a los DE y
DH Y el DB a los DM y DN, el BG será igual a los ME y. NH, y como el
BG es igual al lado del cuadrado inscrito, también lo serán los ME y NH,
así como el GH trazado desde el polo del círculo EBH, y, por tanto, el
arco NH es igual al GH y el círculo descrito desde H como polo, a la
distancia H G pasará por el punto N; Y análogamente se demostraría que
el descrito desde E como polo a la distancia EG pasa por M y el problerna
queda, pues, resuelto de dos modos.
20 'tE'tQ<J.Yoovou bE, 'lÍ BE: la [recta] TE es la del cuadrado, es decir, el lado
del cuadrado inscrito en un círculo máximo de una esfera. Vid. supra, lib. 1,
prop. 17.
21 Lib. 1, prop. 18.
22 Prop. 3.
23 De acuerdo con la restitución de Heiberg, que eliminó las alteraciones
.del texto teodosiano que figuran en las ediciones de Pena, Hunt y Nizze.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 555

Por último, si el arco BG es mayor que un cuadrante, completemos


el círculo DBGT hasta el otro polo y entonces, puesto que el arco trazado
desde el polo G al polo F del círculo paralelo al AB 24, es menor que un
cuadrante puesto que el trazado desde el polo D del círculo AB al otro
polo F es un semicírculo y el BG es mayor que un cuadrante, si sepa-
ramos un arco igual al que subtiende el lado del cuadrado inscrito en el
círculo máximo, trazamos las rectas de unión y hacemos las construc-
ciones de antes, demostraríamos que el círculo trazado por el punto G
es tangente al círculo dado.
16. Los círculos máximos en una esfera que separan arcos semejan-
tes en círculos paralelos pasan por los polos de estos paralelos o son
tangentes al mismo entre los paralelos.
Sean los círculos máximos AEHG y BZTD que separan en los dos
círculos paralelos ABGD y EZHT los arcos semejantes AB y EZ (Fig. 32).
Digo que esos. círculos máximos
pasan por los polos de los para-
lelos· o son tangentes al mismo
entre los paralelos.
El círculo AEHG pasa o no
pasa por los polos de los para-
lelos; Si pasa, digo que también
pasará el BZTD, siendo K el polo
de los paralelos ABGD y EZHT.
Si no es así y es L el polo
de los paralelos, tracemos por
L y Z el círculo máximo LZM, y
entonces serán semejantes los ar-
cos ABM y EZ 25, y por ser este
semejante al AB, los AB y ABM
serán semejantes y como perte-
FIG. 32.
necenal mismo círculo tienen que
ser iguales, lo cual es imposible;
luego el punto ZL no es polo de los paralelos; y análogamente se demos-
traría que no puede ser otro que K, y, por tanto, los -círculos AEHG y
BZTD pasan por los polos de los paralelos.

24 Este polo F del círculo AB, opuesto al D, no está dibujado en la figura


original.
25 Prop. 10.
556 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Si el círculo· ARC no pasa por los polos de los paralelos, será tangen-
te u oblicuo al EZHT 26, y suponiendo primero que sea tangente en el
punto E, como en la segunda figura 27, digo que también será tangente el
círculo ZB (Fig. 33) porque si no lo es, tracemos por el punto Z el círculo
máximo ZC tangente al EZ, de
modo que el semicírculo que con-
tiene el arco ZC no corte al que
contiene al EA, y entonces los ar-
cos CA y EZ serán semejantes 28,
y como el EZ es semejante al
AB 29, el CA lo será al AB; Y por
pertenecer estos arcos al mismo
círculo, son iguales, 10 cual es
imposible; luego el círculo BZ
tiene que ser tangente al EZT.
Si el ARC es oblicuo a los pa-
ralelos, como se ve en la tercera
figura (Fig. 34) será tangente a
dos círculos iguales y paralelos
a los ABGD y BZHT 30, y digo
que el círculo BZT también es
FIG. 33.
oblicuo a los paralelos y tangente
al mismo círculo 31.
En efecto: si el círculo AEHG es tangente a uno de los paralelos MP
en el punto L, el BZTD no es tangente y por el punto Z, situado entre el
círculo MP y el igual y paralelo, describamos el círculo máximo NZM
tangente al MP en el punto M de tal modo que el semicírculo que con-
tiene el arco AL no corte al que contiene al MN, y siendo el arco ABN
semejante al EZ, lo será también al AB por ser semejantes los EZ y AB,

26 fl I,O;O~ EOTaL nQo; aÚTóv, de modo que no siendo el plano del círculo
AEHG perpendicular al del EZHT, pasaría por los polos de este círculo, lo
cual es contra la segunda hipótesis.
27 La que da Nizze en su edición, que corrigió los errores de la de Pena
y Hunt, en que el arco de círculo máximo BZD pasa por el punto de con-
tacto E de los círculos EZT y AEG, 10 cual es imposible.
28 Prop. 13.
29Por hipótesis.
30 Prop. 8.
31 xal TOi) aúToi) Ecpú'ljJETaL.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 557

y como pertenecen al mismo círculo, son iguales, lo cual es imposible;


luego el círculo BTD es tangente, y por tanto, los AEHG y BZHT son
tangentes al mismo círculo entre los paralelos.
17. Los círculos paralelos que separan arcos iguales de un círculo
máximo hasta el mayor de los paralelos 32 son iguales, y los que separan
los arcos mayores son los menores.
Si los paralelos AB y GD separan los arcos iguales ZB y ZD del círcu-
l

Ek'----+---+----ir----~ Z
o

N
FIG. 34. FIG. 35.

lo máximo ABDG hasta el mayor de los paralelos EZ (Fig. 35), digo que
los círculos AB y GD son iguales.
Si las rectas AB, EZ y GD son las intersecciones respectivas de los
círculos AHB, ETZ y GKD con el ABDG, serán paralelas entre sí porque
están situadas en planos paralelos, y por pertenecer las EZ y GD al pla-
no del círculo ABDG los arcos GE y DZ son iguales porque uniendo los
puntos G y Z, los ángulos alternos formados son iguales y por la misma
razón también son iguales los arcos AE y BZ, y como el BZ es igual al
ZD, el AE será igual al EG y la suma de los AE y BZ igual a la de los
EG y ZD, y puesto que el arco completo EALBZ es igual al arco com-
pleto EGMDZ por ser semicírculos, los ALB y GMD serán iguales y como
estos arcos pertenecen al mismo círculo, la recta AB es igual a la GD.
32 Es decir, el que pasa por el centro, que es, por consiguiente, un círculo
máximo.
558 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

El círculo AGD corta a los ARB y GKD pasando o no pasando por


sus polos. Suponiendo primero que pasa, los cortará en dos partes igua-
les y, por consiguiente, las rectas AB y GD son diámetros de los círculos
ARB y GKD, respectivamente, y por ser iguales esas rectas también serán
iguales los círculos.
Si el círculo ABDG no corta a los ARB y GKD pasando por sus po-
los, tomemos el de los paralelos 33 y sea el punto N. Hagamos pasar por él
y por uno de los polos del círculo AGD 34 el círculo máximo LTKMP;
tomemos un arco MP igual el LN y sumándole a uno y otro lado el
arco NKM, el arco completo LKM resultará igual al arco completo NKMP,
y como el LKM es un semicírculo, también será un semicírculo el NRKMP
y, por tanto, los puntos N y P son diametralmente opuestos, y como el
N es un polo de los círculos paralelos, el otro polo es P, y puesto que los
dos círculos AGD y GKD se cortan en la esfera y el máximo LTKMP pasa
por sus polos, este cortará en dos partes iguales a los segmentos de aque-
llos tomados separadamente; luego los arcos MG y MD serán iguales y,
por consiguiente, el arco GMD doble del LA; y lo mismo se demostraría
que el arco ALB es doble del LA, y como el GMD es igual al ALB, el
MD también es igual al LA.
Sobre el diámetro LM del círcu-
lo LRTMP que une el punto L
con un punto M del círculo AGD
se han levantado perpendicular-
mente, con sus complementos, seg-
E z
mentos iguales y se han restado los
arcos iguales LN y MP menores que
la mitad de los arcos completos y
los AL y MD del círculo antes
considerado; luego las rectas NA
y PD son iguales, y como parten
de los respectivos polos de los
FIG. 36. círculos ARB y GMD, estos círcu-
los son iguales.
Ahora digo que si el arco DZ es mayor que el BZ, el círculo GKD
será menor que el ARB porque restando del arco DZ un arco ZR igual
al BZ y describiendo el círculo PQR paralelo al ETZ (Fig. 36), ese círcu-
33 Lib. 1, prop. 22, y lib. n, prop. 2.
34 Lib. 1, prop. 21.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 559

lo PQR será igual al ARB por ser iguales los arcos ZR y ZB, y como el
círculo PQR es mayor que el GKD por estar más cerca del centro de la
esfera, el ARB es mayor que el GKD, el GKD menor que el AHB.
18. Círculos iguales y paralelos en la esfera, separan a partir del
mayor de los paralelos, arcos
iguales en un círculo máximo y
los mayores paralelos separan ar-
cos menores.
Si los círculos iguales y para-
lelos AB y GD separan a partir
del mayor de los paralelos, EZ,
los arcos ZB y ZD en el círculo
E z
máximo AGD (Fig. 37), digo que
el arco ZB es igual al ZD porque
si no fuera igual, el círculo AB no
sería igual al GD, y como es igual,
el arco ZB también es igual
al ZD.
Si el círculo AB fuera mayor FIG. 37.
que el GD, el arco ZB sería me-
nor que el ZD, porque si no fuera menor, el círculo AB no sería mayor que
el GD, y como es mayor, el arco ZB es menor que el ZD.
19. Un círculo máximo que corte a círculos paralelos sin pasar por
sUs polos, los cortará en partes desiguales, excepto el mayor de los para-
lelos 35; los segmentos separados en uno de los hemisferios y situados en-
tre el mayor de los paralelos y el polo visible 36 son mayores que un se-
micírculo; los restantes, situados entre el mayor de los paralelos y el polo
invisible 37, son menores que un semicírculo, y los segmentos alternos 38
de los círculos iguales y paralelos son iguales entre sí.
Si el círculo máximo ABGD corta a los paralelos AD, EZ y BG sin
pasar por sus polos (Fig. 38), digo que los corta en partes iguales excep-
to al mayor de los paralelos EZ; los segmentos separados en uno de los
35 Es decir, el paralelo que pase por el centro de la esfera.
36 XC1.L 'WÜ qJa,vsQoil nÓA01J,o sea, el polo situado por encima del haz de círcu-
los paralelos.
37 XCÚ 'toil UQUVO'Us nÓA01J, es decir, el polo diametralmente opuesto al visible
que, por ser el extremo del diámetro que pasa por este, no puede verlo un ob-
servador situado sobre los círculos paralelos.
38 mí SV(I.AAU~ 't¡tlÍ¡tu'tu.
560 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

hemisferios y situados entre el círculo EZ y el polo visible H son mayo-


res que un semicírculo; los restantes menores y los segmentos alternos
iguales y paralelos son iguales entre sí.
El círculo máximo HET que pasa por H y por E, pasará también por Z,
punto diametralmente opuesto al E por ser máximos los círculos EZ y
ABGD; sea HNZK el círculo que
H pasa por Z y completemos el BG
hasta los puntos T y K, Y enton-
ces el círculo máximo TEMHNZK
que corta a los AMND, EZ y
TBGK Y pasa por sus polos, los
cortará en partes iguales y será
perpendicular a ellos 39; luego los
segmentos MN, EZ y TBGK son
semicírculos y por serlo también
MN, el AMND 40 es mayor que
un semicírculo; y análogamente
se demostraría que también lo son
todos los segmentos situados en-
tre el círculo EZ y el polo H.
El segmento TBGK, por el
FIG. 38. contrario, es un semicírculo, el
BG 41 menor y se demostraría
como antes que todos los segmentos situados en el mismo hemisferio 42 en-
tre el círculo EZ y el polo invisible son menores que el semicírculo ... 43;
Y puesto que en círculos iguales rectas iguales subtienden arcos iguales,
el arco mayor del círculo AD es igual al mayor del BG y el menor al
menor, y como el segmento AD es mayor que un semicírculo y el BG me-
nor, los segmentos alternos de estos círculos son iguales.
39 Lib. 1, prop. 16.
40 Como advierte Paul ver Eecke, cuya es la figura-modificada de las de
Pena, Hunt y Nizze-en que «solo puede llevar un número insuficiente de las
letras indicadoras en el texto, hay que observar que se trata aquí del segmento
de círculo cuya base es la recta AD y es, por tanto, mayor que el segmento
semicircular que tiene por base el diámetro no dibujado MN». (Loe. cit., pág. 64,
nota 3.)
41 Es decir, el de base BG.
42 El del círculo máximo secante AEBGZD, en que está el polo visible H.
43 Siguen unas frases interpoladas que, por ser superfluas, no traducimos.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 561

20. Si un círculo máximo corta a círculos sin pasar por los polos de
estos, los arcos separados en uno de los hemisferios son tanto mayores
cuanto más cerca estén del polo visible 44.
21. Entre todos los círculos máximos de esferas iguales que se cortan
oblicuamente la mayor inclinación corresponde al que tenga el polo más
elevado, y si el polo dista igualmente de los planos 45, tendrán la misma
inclinación.
Sean en esferas iguales los círculos máximos BKD y ZLT inclinados
sobre los círculos también máxi-
mos ABGD y EZHT; el polo M del
círculo BKD más elevado que el
po¡'o N del círculo ZLT 46. Digo
que el círculo BKD está sobre el
ABGD más inclinado (Fig. 39) que
el ZLT sobre el. EZHT 47 ••••••••••••
................................. y si los
FIG. 39.
polos de los círculos BKD y ZLT
tienen la misma elevación sobre
los planos, digo que los círculos BKD y ZLT están igualmente inclinados
sobre los ABGD y EZHT 48.
22. Si un círculo máximo de una esfera es tangente a un círculo no
máximo y corta a otro paralelo a este, situado entre el centro de la es-
fera y el círculo al cual es tangente el máximo, cuyo polo está entre estos
paralelos, y se trazan Círculos máximos tangentes al mayor de los para-
lelos, estarán inclinados sobre el mayor 49; el más derecho 50 será tangen-

44 Es un corolario inmediato de la prop. 10.


45 De los planos de los círculos máximos sobre los cuales están inclinados
los primeros círculos máximos.
46 Es decir, la perpendicular desde M al plano del círculo ABGD es ma-
yor que la desde N al del EZHT.
47 O sea, que el ángulo diedro correspondiente al rectilíneo QOE es mayor
qUe el diedro cuyo rectilíneo es KPA. Sigue la demostración, que no traduci-
mos porque está llena de interpolaciones.
48 Es decir, que son iguales los ángulos diedros correspondientes a los rec-
tilíneos KPA y LQE.
49 O sea, al primer círculo máximo tangente al menor de los dos paralelos
considerados y secante al mayor.
50 OQeO.CI:tO~, es decir, el menos inclinado.
562 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

te en el punto que divide al segmento mayor 51 en dos partes iguales; el


menos derecho 52, el tangente en el punto que divide al segmento menor 53
en dos partes iguales; los igualmente alejados de los puntos de división
en partes iguales tendrán la misma inclinación; el que tenga su punto
de contacto más lejos del de bisección del segmento mayor estará más in-
clinado que el que lo tiene más
cerca, y finalmente, los polos de
v los círculos mayores estarán en
un mismo paralelo 54 menor que
el tangente al círculo mayor de
que se habló al principio.
Sea el círculo máximo ABG
tangente al no máximo AD en el
punto A y secante al EZHT pa-
ralelo al primero y situado entre
el centro de la esfera y el círculo
M AD, estando el polo K del círculo
ABG entre los círculos AD y
EZHT; describamos los círculos
máximos MNQ, BZG, OPR, SU Y
VT tangentes al mayor de los pa-
ralelos EZHT, siendo los BZG y
VT tangentes en los puntos Z y T
o que dividen, respectivamente, a
FIG. 40.
los segmentos mayor y menor del
círculo EZHT en dos partes igua-
les, estando los MNQ y OPR igualmente alejados de los puntos bisectores;
teniendo el SU su punto de contacto U más alejado que el del OPR del puno
to bisector del segmento mayor (Fig. 40). Digo que los círculos MNQ, BZG,
OPR, SU Y VT están inclinados sobre el ABG; el BZG será el más de-
recho ;el VT, el menos derecho; los MNQ y OPR estarán igualmente in-
clinados; el SU, más inclinado sobre el ABG que el OPR, y, finalmente,
51 El mayor de los dos segmentos determinados por el círculo máximo que
corta al mayor de los dos paralelos.
52 W;TT6LVÓ'tU'tor;, es decir, el más inclinado.
53 El menor de los dos segmentos determinados por el círculo máximo que
corta al mayor de los dos paralelos.
54 El paralelo a los dos no máximos de que se habla al principio del enun-
ciado de la proposición.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 563

que los polos W, F, 1, J y L de los círculos MNQ, BZG, OPR, SU Y VT


están situados en un mismo paralelo menor que el círculo AD 55.
23. Conservando las construcciones anteriores, si los arcos desde
los puntos de conjunción 56 hasta los de contacto son iguales, los circulas
máximos estarán igualmente inclinados 57.

LIBRO 111

PROPOSICIONES

1. Si se atraviesa un circulo dado por una recta que lo divida en


dos partes desiguales, se levanta sobre ella un segmento perpendicular 1
no mayor que un semicirculo y se toman en el arco de este segmento dos
partes desiguales, la recta que subtiende el menor arco es la menor de
todas las trazadas desde el mismo punto 2 hasta el arco mayor del circulo
dado, y si la recta transversal es un diámetro de este y todo lo demás
igual, la recta antes considerada 3 será la menor de todas las que concu-
rran en el mismo punto de la circunferencia del círculo dado y la recta
que subtiende el arco mayor será la mayor.
Dado el círculo ABGD, tracemos la transversal BD que lo divide en
dos partes desiguales, siendo el arco BGD mayor que el BAD; levante-
mos sobre BD un segmento circular perpendicular BED no mayor que un
semicírculo; dividamos el arco por el punto E en dos arcos desiguales:
BE menor que ED, y unamos los puntos E y B (Fig 41). Digo que la recta
EB es la menor de todas las que parten del punto E hasta los del arco
BGD.
Bajemos desde E la perpendicular EZ al plano del círculo ABG, la
cual caerá en la intersección BD de los planos ABGD y BED por ser estos
55 Sigue la demostración, demasiado larga y machacona.
56 aÚ"bEOf!O¡;, nudo, punto de intersección de dos círculos máximos de una
esfera.
57 Teodosio demuestra esta proposición apoyándose en la anterior y en las
16 y 22 del lib. 1 y 1, 2, 9 y 12 del n.
1 Al plano del círculo dado.
2 El de separación de las partes desiguales.
3 La cuerda que subtiende el arco menor del segmento perpendicular al
plano del círculo dado.
564 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

perpendiculares entre sí. Unamos el punto Z con el centro H del círculo


ABGD; prolonguemos la ZH en sus dos sentidos hasta T y K; tracemos
desde E una recta hasta el arco
A BGD y, finalmente, la LZ.
Por ser la recta EZ perpen-
dicular al plano del círculo ABG
lo será a las ZB y ZL que la corta
en ese plano y, por tanto, son
rectos los ángulos formados por
las rectas ZB, ZE y ZL, ZE, y
puesto que ZB es menor que ZD 4,
L
también serán menores sus cua-
drados respectivos y sumando a
los dos el de ZE, la suma de los
cuadrados de ZB y ZE, que es el
cuadrado de EB, será menor que la
de los de ZL y ZE, que es el cua-
FIG. 41. drado de EL y, por consiguiente, la
recta EB es menor que la EL; y lo
mismo se demostraría que EB es menor que todas las rectas trazadas
desde E hasta el arco BGD.
Digo también que de todas las rectas desde E hasta los puntos del
arco BGD entre B y K, la que está más cerca de EB es menor que la que
está más lejos.
Tracemos, en efecto, otra recta EG y unamos Z con G. Puesto que ZL
es menor que ZG, también lo son sus cuadrados, y sumando a ambos
el de ZE, resulta, como antes, que EL es menor que EG, y lo mismo que
todas las rectas trazadas desde el punto E a los del arco BGD com-
prendidos entre B y K son tanto menores cuanto más cerca estén de ER.
Trazando ahora EK y ED, digo que, por el contrario, EK es la mayor
de todas las rectas desde E al arco KD y ED la menor.
Por ser ZK mayor que ZL, también lo son sus cuadrados y sumando a
ambos el de ZE se demuestra, como antes, que EK es mayor que EL, y lo
mismo que es la mayor de todas las que parten de E hasta los puntos
entre K y D.
Y digo, por último, que ED es la menor, porque trazando, en efecto,
una recta EM y uniendo M con Z, por ser ZD menor que ZM, también

4 EUCLIDES: Elementos, lIl, 7.


TEODOSIO DE TRIPOLIo-LAS ESFERICAS 565

10 son sus cuadrados y añadiendo a ambos el de ZE, se demuestra, como


antes, que ED es menor que EM, y lo mismo que todas las rectas tra-
zadas desde E a los puntos comprendidos entre K y D, siendo tanto
menores cuanto más cerca estén de ED.
Si la transversal es un diámetro del círculo ABGD y todo lo demás
como antes, digo que la recta EB
es .menor que todas las trazadas A
desde E a la circunferencia del
círculo ABGD y ED la mayor.
Haciendo las mismas construc-
ciones, siendo el arco ED mayor
que el EB y habiéndose trazado
la EZ perpendicularmente, ZD es
mayor que ZB y como BD es un B f&'-----r----::~--._-----...... O
diámetro, el centro H del círculo
está en ZD; y puesto que ZD
es mayor que ZG, también el cua-
drado de ZD es mayor que el de
ZG, y agregando a estos dos cua-
drados el de ZE, la suma de los
cuadrados de ZD y ZE es me- FIG. 42.
nor que la de los ZG y ZE, y como
estas sumas equivalen a los cuadrados de ED y EG, respectivamente, se
deduce que la recta EG es menor que ED, y como la suma de los
cuadrados de ZG y ZE, es decir, el cuadrado de EG, es mayor que la
de los ZB y ZE, o sea: el cuadrado de EB, y por tanto, EG mayor
que EB, resulta, finalmente, que ED es mayor que EG y EG mayor que
ED; Y lo mismo se demostraría que ED es la mayor de todas las rectas
trazadas de E a la circunferencia del círculo ABGD, y la AE la menor.
2. Si se atraviesa un círculo dado por una recta que separe un seg-
mento no menor que un semicírculo y se levanta sobre ella un segmento
no mayor que un semicírculo inclinado sobre el que no es mayor que
un semicírculo y se divide el arco del segmento levantado en partes
desiguales, la recta que subtiende el arco rr(enor es menor que todas las tra-
zadas desde el mismo 5 al arco que no es menor que el del semicírculo 6.

5 Vid. supra, nota 2.


6 El razonamiento empleado para demostrar este teorema es el mismo que
el anterior, por lo cual no lo traducimos.
566 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

3. Si dos circulos máximos se cortan en una esfera y de cada uno


de ellos se restan iguales arcos consecutivos de uno y otro lado de su
punto de intersección, las rectas que unen los extremos de los arcos
situados en el mismo lado son iguales.
Sean los dos círculos máximos AB y GD que se cortan en el punto E.
Restemos a uno y otro lado de E los arcos consecutivos iguales EA y
EB, EG Y ED Y tracemos las rectas AG y BD. Digo que AG es igual
a BD.
El círculo descrito desde E como polo a la distancia EA pasa tam-
bién por B y pasará o no pasará
A por G. Si pasa, pasará también por
D porque el arco EG es igual· al
ED, y siendo las rectas AB y GD
las intersecciones del círculo AGBD
con los AEB y GED Y cortándo-
se perpendicularmente en dos par-
ILL--~--_+:=__----~O tes iguales los círculos AEB y
G AGBD 7, la recta AB es un diám:e-
tro del círculo AGBD (Fig. 43);
Y análogamente se demuestra que
también lo es GD; luego las cua-
tro rectas ZA, ZG, ZB y ZD son
iguales entre sí, y como los ángu-
B los formados por las ZA y ZG, ZB
FIG. 43. y ZD son iguales, las bases AG y
BD también serán iguales.
Si el círculo descrito desde E como polo a la distancia AE no pasa
por G, sino por otro punto más allá de G, pasa por D y por un punto
más allá de D. Sea AHBT este círculo; completemos el GED hasta
los puntos H y T, Y si AB y HT son las intersecciones respectivas del
círculo AHBT con los AEB y HET, se demuestra, como antes, que Z
es el centro del círcúÍo AHBT y que los AEB y HET son perpendiculares
al AHBT, y entonces bajando desde los puntos G y D las perpendicu-
lares GK y DL al plano del círculo AHBT y trazando las rectas AK
y BL, el arco EH es igual al ET por ser E el polo, y como EG y ED
son iguales, también serán iguales los arcos restantes GH y DT, y, por
tanto, siendo perpendicular el segmento del círculo HET y perpendicu-
7 Lib. 1, prop. 16.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 567

lares al plano del círculo ABHT las rectas GK y DL, la LK será igual
a la DL y la HK a la LT y la recta completa HZ a la ZT (Fig. 44);
luego la restante KZ será igual a la restante ZL, y como ZA y ZB son
iguales, también lo serán AK y BL y, por consiguiente, el ángulo que

HI'--I-~+----+--I----+'~--'Z

B
FIG. 44. FIG.45.

forman las rectas KA y KL es igual al que forman las LB y LD; luego


AG es igual a LB.
4. Si dos círculos máximos se cortan en una esfera y de uno de ellos
se restan arcos iguales consecutivos a uno y otro lado de su punto de
intersección, y por los puntos así obtenidos se trazan planos paralelos
uno de los cuales corte a la intersección de los planos 8 fuera de la
superficie esférica y del lado de dicho punto 9, y si uno de los arcos
iguales es mayor que los separados hasta este mismo punto por los planos
trazados, el arco que está entre el punto( y el plano no concurrente 10 es

8 De los dos círculos máximos, es decir, de un diámetro de la esfera.


9 El de intersección de los dos círculos máximos.
10 De los dos planos trazados, el que no corta a la intersección de los círcu-
los máximos, exterior a la esfera y del lado del punto E de intersección de los
círculos máximos.
568 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

mayor que el arco del mismo círculo que está entre el punto y el plano
concurrente.
Sean los dos círculos máximos AEB y GED que se cortan en el
punto E. Restemos de uno de ellos, AEB, dos arcos iguales consecutivos.
AE y EB a uno y otro lado del punto E; tracemos por los A y BIas
planos paralelos AD y BG, uno de los cuales, el AD, corta a la intersec-
ción de los AEB y GED fuera de la superficie esférica del lado del
punto E, siendo uno de los arcos iguales EA y EB mayor que los EG
y ED. Digo que el arco EG es mayor que el ED (Fig. 45).
El círculo descrito desde el punto E como polo, a la distancia EA~
pasará por B y más allá de los puntos G y D porque los arcos EA y EB
son mayores que los EG y ED, respectivamente.
Si es AHBZ ese círculo, completemos los otros 11 que lo cortan: el
AD en el punto T y el BG en el K, y sean AB, HZ, AT y KB sus inter-
secciones con los círculos AEB, HEZ, ADT Y KGB, respectivamente,.
y DM Y GN las del HEZ con los ADT y KGB.
Puesto que el plano AD corta a la intersección de los HEZ y AEB
fuera de la superficie de la esfera y del lado del punto E, sea O el de
encuentro y prolonguemos la recta EL hasta O que está, por tanto,.
situado en el plano ADT, y como también 10 está en el HEZ y los puntos
D y M también en estos planos, la recta DM corta al plano HEZ fuera
de la superficie de la esfera y del lado del punto E, de modo que la
cortará en O, y puesto que tenemos en la esfera el círculo máximo AEB
que corta al AHBZ pasando por sus polos, es perpendicular a él y lo
divide en dos partes iguales 12, y, por tanto, la recta AB es un diámetro
de ese círculo HBZ, el punto L su centro, y las rectas KB y AT para-
lelas por ser intersecciones del plano ABHZ con los planos paralelos
KGB y ADT, la GNparalela a la DM y perpendiculares las intersecciones
de los planos LEB y HEZ con el AHBZ; luego EL es perpendicular al
plano AHBZ y. por tanto, a las rectas AB y HZ que están en ese plano
y la cortan.
Por ser el ángulo de las rectas LO y LN exterior al triángulo OLM~
es mayor que el interior opuesto formado por las rectas MO y MN, Y
como es recto, el opuesto será agudo y el de las rectas MO y MZ
obtuso.
Siendo AM paralela a BN, habiéndose trazado dos transversales AB

11 Los AD y BG.
12 Lib. J, prop. 16.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 569

y MN Y siendo iguales LA y LB, la recta LN será igual a la LM como


la recta completa LH es igual a la recta completa LZ, la restante HN será
igual a la restante MZ, y puesto que HEZ es un segmento circular, las
rectas GN y DM paralelas, agudo el ángulo de las NG y NH Y obtuso el
de las MD y MZ, se deduce que el arco GH es menor que el DZ 13, y
por ser iguales los arcos completos EH y EZ, el EG es mayor que
el ED.
5. Dado un círculo máximo en cuya circunferencia está el polo de
varios paralelos y otros dos máximos, uno de los cuales es uno de los
paral(!los y el otro oblicuo a ellos y cortan perpendicularmente al pri~
mer círculo máximo dado, si se toman en el oblicuo arcos iguales con-
secutivos del mismo lado del paralelo mayor, y por lo~ puntos así obte-
.nidos se trazan paralelos, estos separarán arcos desiguales en el primer
círculo máximo dado y el más A
próximo al paralelo mayor será
mayor que el más lejano.
Sea A el polo, situado en la
circunferencia del círculo máximo
ABG, de los paralelos, uno de
los cuales: el BZG, es máximo y
DZE un círculo máximo oblicuo N Q
a los paralelos y perpendiculares
ambos al ABG (Fig. 46). Tome-
mos sobre el oblicuo y del mis-
mo lado del BZG los arcos des-
iguales consecutivos KT y TH Y
por los puntos K, T y H haga-
mos pasar los paralelos OKP, NTQ
Y LHM. Digo que estos paralelos FIG. 46.
separan arcos desiguales en el círcu-
lo ABG y que el arco ON más próximo al círculo BZG que el NL, más
lejano, es mayor que este.
Hagamos pasar por los puntos A y T el círculo máximo ATR y
entonces, por ser A el polo de los círculos OKP y NTQ, el arco ANO
13 Si trazamos en los puntos N y M del plano HEZ sendas perpendiculares
a la cuerda HZ, separarán en el arco HEZ dos arcos iguales, uno de los cua-
les sería menor que el DZ, porque el ángulo DMZ es obtuso, y otro mayor que
el CH, porque el ángulo CNH es agudo; luego el arco CH es menor que
el DZ.
570 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO II

es igual al ATR y el ALN al AST, luego el NO será igual al TR;


Y del mismo modo se demostraría que el LN es igual al ST, y puesto que
en la esfera el círculo máximo ATR corta al OKP pasando por sus
polos, es perpendicular a él y lo divide en dos partes iguales, y entonces,
puesto que el segmento RT, con su complemento, está levantado perpen-
dicularmente sobre el diámetro del círculo OKP a partir del punto R,
si se le resta un arco RT menor que la mitad del segmento que ha sido
levantado 14, la recta que une los puntos T y R es menor que todas las
trazadas desde T al círculo OKP 15, y, por tanto, menor que la TK, y
como estos círculos 16 son iguales, el arco TR es menor que el TK; Y lo
mismo se demostraría que el TS es menor que el TH.
Siendo el arco TK igual al TH, son ambos mayores que los TR y TS,
y puesto que el círculo OKP es paralelo al LHM y corta a la intersección
de los HTK y ATR en el interior, es decir: del lado del centro de la
esfera, el LHM encontrará a la misma intersección en el exterior de la
superficie esférica, del lado del punto T y por cortarse los círculos
máximos HTK y STR y en uno de ellos: en el HTK, se tienen los arcos
iguales consecutivos KT y TH a uno y otro lado del punto T y por los
puntos H y K se han trazado los planos paralelos LHM y OKP, el pri~ro
de los cuales corta a la intersección de los planos paralelos LHM y OKP,
el primero de los cuales corta a la intersección de los planos HTK y
STR fuera de la superficie esférica, del lado del punto T y uno de los
arcos iguales KT y TH es mayor que los RT y TS, se deduce que el
arco RT también es mayor que el TS, y como el RT es igual al ON y el
TS al NL, resulta, finalmente, que el arco LN es mayor que el NL.
6. Dado un círculo máximo en cuya circunferencia está el polo de
varios círculos paralelos y otros dos máximos, uno de los cuales es uno
de los paralelos y el otro oblicuo a ellos y cortan perpendicularmente
al primer círculo máximo dado, si se toman en el oblicuo urcos iguales
consecutivos del mismo lado del paralelo mayor y por los puntos así
obtenidos y el polo se trazan círculos máximos, estos separarán arcos
desiguales en el paralelo mayor y el más próximo al prinier círculo
máximo dado será mayor que el más lejano 17.
14 Es decir, menor que la mitad del arco completo del segmento circular
perpendicular al paralelo OKP.
15 Lib. IJI, prop. 1.
16Los ATR y OKP.
Esta proposición, recíproca de la anterior, está demostrada en La.' esfé-
17
ricas por un razonamiento análogo.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 571

7. Dado un círculo máximo tangente a uno de varios paralelos y


otro máximo oblicuo a estos y tangente a círculos mayores que aquellos
a los que 18 es tangente el primer máximo dado, el cual contiene los
puntos de contacto, se toman en el círculo oblicuo arcos iguales con-
secutivos a un mismo lado del paralelo mayor y por los puntos así
obtenidos se trazan círculos paralelos; estos separarán arcos desiguales
en el primer círculo máximo dado y el más próximo al paralelo mayor
será mayor que el más lejano.
Sea un círculo máximo ABG tangente al AD en A y otro círculo
máximo EZH oblicuo a varios paralelos y tangente a círculos mayores
que los que son tangentes al ABG en el cual están situados los puntos
de contacto E y H. Tomemos en EZ a un mismo lado del paralelo mayor
BZG los arcos consecutivos iguales
A
LK y KT y por los puntos T, K
Y L tracemos los paralelos MTN,
PKQ y RLS. Digo que el arco RP
es mayor que el PM.
Tracemos por el punto K el
círculo máximo DKW tangente al R s
AD y tal que el semicírculo que
parte de A y está del mismo lado B G
que los puntos A y B no sea se-
cante al que parte de D y está en
el mismo lado que el punto W 19
y haciendo pasar por el punto K
y el polo 1 de los paralelos el
círculo máximo IKF, este corta-
rá a uno de los paralelos RLS FIG. 47.
perpendicularmente y 10 dividimos
en dos partes iguales 20; Y como el segmento circular IKF, con su com-
plemento, está trazado perpendicularmente sobre el diámetro del círcu-
lo RLS partiendo del punto F (Fig. 47), el arco de ese segmento está
dividido en dos partes desiguales por el punto K y el arco FK es me-
nor que la mitad de este arco 21, resulta que la recta que une esos dos
18 El empleo del plurallí 0)'\1 alude, según Eecke, al segundo círculo igual y
paralelo al AD, que también será tangente al círculo máximo ABa.
19 Lib. 111, prop. 13.
20 Lib. 1, prop. 16.
21 Menor que la mitad del arco completo.
572 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

puntos F Y K es la menor de todas las trazadas desde K al arco RLS y


la más cercana a ella es menor que la más alejada, y, por tanto, la de
unión de K y W es menor que la de unión de K y L; luego la recta KL
es mayor que la KS y el arco subtendido KL mayor que el subtendido
KS por ser iguales los círculos DKW y ELH; Y del mismo modo se de-
mostraría que el arco TK también es mayor que el KV, y como el TK es.
igual al KL, los TK y KL son mayores que los KV y KW.
Por ser paralelos los círculos RFWLS y MTVVN y cortar el RFWIS
a la intersección de los TKL y VKW en la superficie de la esfera y del
lado de su centro, la prolongación del MTN cortará a esa intersección
fuera de la superficie esférica y del lado del punto K, y entonces por
cortarse en este punto esos dos círculos, ser iguales los arcos consecu-
tivos TK y KL del círculo TKL y a uno y otro lado de su punto de
intersección, habiéndose trazado por los T y L los planos paralelos
MTN y RLS y cortar el MTN a la intersección de 108 TKL Y VKW fuera
de la superficie de la esfera del lado del punto K y ser los arcos TK y KL
mayores que 10sWK y KV, resulta que el arco WK es mayor que el
KV, y como el KW es igual al RP y el KU al PM, el RP es mayor
que el PM.
8. Dado un círculo máximo tangente a uno de varios paralelos y
otro máximo oblicuo a estos y tangente a círculos mayores que aquellos
a los que es tangente el primer círculo máximo dado, el cual contiene
los puntos de contacto, se toman en el círculo oblicuo arcos iguales con-
secutivos a un mismo lado del paralelo mayor y por los puntos así obte-
nidos se trazan círculos máximos tangentes al que lo es al primer máximO'
dado separando arcos semejantes de paralelos y determinando a partir de
los puntos de contacto, del lado de los puntos desde los cuales fueron
descritos, semicírculos no secantes al semicírculo del primer círculo
máximo, el cual contiene los puntos de contacto· del círculo oblicuo
situado entre el polo visible y el mayor de los paralelos, estos círculos
separarán arcos desiguales en el mayor de los paralelos y el más próximo
al primer círculo máximo dado será mayor que el más lejano.
Sea ABG un círculo máximo tangente al AD en el punto A; otro
círculo máximo EZG oblicuo a varios paralelos y tangente a círculos
mayores que los que son tangentes al ABG en el cual están situados
los puntos de contacto E y G, Y BZ el mayor de los paralelos. Tomemos
en el círculo oblicuo EZG los arcos HT y TK, iguales consecutivos del
mismo lado del mayor paralelo BZ, y por los puntos H, T Y K hagamos
pasar los círculos máximos DHL, MTN y OKP, tangentes al círculo AD
TEODOSIO DE TRIPOLIo-LAS ESFERICAS 573

en los puntos D, M Y O, respectivamente, y separando arcos semejantes


en los paralelos (Fig. 48). Digo que el arco LN es mayor que el NP.
Tracemos por los mismos puntos H, T Y K los paralelos QHR, ST y
UVK, siendo el arco SU mayor que el SQ; pero el SU es igual al TV y el
SQ al TR; luego el TV es mayor
que el TR y podremos tomar un
arco TF igual al TR, y como el HT
es también igual al KT, las rectas
HR y El son iguales.
Tracemos por F el círculo XF/,
paralelo a los QHR, ST, UVK y
BZ ; tomemos el polo W de los
paralelos y hagamos pasar por W B
y P el círculo máximo WP, y en-
tonces por tener en la esfera un
círculo máximo WP que corta al
BZ pasando por sus polos, lo cor-
tará perpendicularmente y lo divi-
dirá en dos partes iguales y el OKP
estará inclinado sobre el BZ del lado
FIG. 48.
de los puntos A, E Y B, Y como
el BZ es paralelo al XF/, este
círculo XF/ está inclinado sobre el OKP del lado del punto O, y estando
los dos planos paralelos BZ y XF/ cortados por un plano oblicuo OKP,
sus intersecciones son paralelos, es decir: la intersección del plano OKP
con los XF/ y BZ, son paralelas; pero la de OKP y BZ es el diámetro del
círculo OKP trazado por el punto P; luego la intersección de los círcu-
los OKP y XF/, recta transversal del círculo OKP trazada por /, es
paralela al diámetro del círculo OKP trazado por P.
Tenemos ahora que la recta intersección de los círculos OKP y XF/
transversal del OKP, lo corta en dos partes iguales porque es paralela a
su diámetro y sobre ella se eleva, con su complemento, el segmento
circular X/ inclinado sobre un segmento no mayor que un semicírculo, el
arco del segmento elevado está dividido en dos partes desiguales por
el punto F y el arco FJ es menor que la mitad del arco del segmento
elevado; luego la recta de unión de los puntos F y 1 es la menor de
todas las trazadas desde F al arco no menor que el semicírculo y, por
tanto, la de unión de F con / es menor que la de F con K, y como esta
es igual a la de H con R, la recta HR es mayor que la F/.
574 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Puesto que el círculo XFI está más cerca del centro de la esfera
que el QHR, es mayor que él y siendo, pues, desiguales, la recta trazada
de H a R en ese círculo es mayor que la de F a I en el XFI que es mayor
que el QHR; luego el arco HR es mayor que el FI, y como el HR es
semejante al LN y el FI al NP, el LN es mayor que el NP.
9. Si el polo de varios paralelos está en la circunferencia de un
círculo máximo cortado perpendicularmente por otros dos, uno paralelo
y el otro oblicuo a aquellos, se toman arcos iguales no consecutivos en
el círculo oblicuo del mismo lado del mayor de los paralelos y por el
polo y los puntos así obtenidos se trazan círculos máximos, estos sepa-
rarán arcos desiguales en el mayor
A de los paralelos y el más próximo
al primer círculo máximo será ma-
yor que el más lejano.
Sea A, en la circunferencia del
círculo máximo ABG, el polo de
varios paralelos; DEG Y BEW dos
w círculos máximos que cortan per-
pendicula'rmente al ABG, siendo
el. BEW uno de los paralelos· y el
DEG oblicuo a ellos; tomemos en
este dos arcos iguales no con-
secutivos ZH y TK del mismo
lado que el paralelo mayor BEW
y por el polo A y los puntos Z,
FlG. 49. H, T y K. tracemos los círcu-
los máximos AZL, AHM, ATN Y
AKO. Digo que el arco LM es mayor que el NO (Fig. 49).
En efecto, el arco HT es conmensurable o inconmensurable con los
ZH y TK. Si es conmensurable, dividamos los arcos ZH, HT y TK en
sus partes 22 por los puntos P, Q, R y S Y hagamos pasar por estos puntos
y por el polo A los círculos máximos PU, QV, RF y SX, y entonces,
siendo los arcos ZP, PH, HQ, QR, RT, TS y SK consecutivos e iguales,
los LU, UM, MV, VF, FN, NX y XO serán consecutivamente mayores a
partir del mayor LU y, por tanto, siendo este mayor que el NX y el UM
mayor que el XO, el arco completo LM es mayor que el NO.
Si el arco HT es inconmensurable con los ZH y TK y el LM no es

22 E(~ 'tú f!ÉQ'Yj, es decir, en partes iguales a su máxima medida común.


TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 575

mayor que el NO, será menor o igual 23 ••.•••..•...••••••••.......•...•. ; luego


Ll'vI es mayor que NO.
10. Si el polo de varios paralelos está en la circunferencia de un
círculo máximo cortado perpendicularmente por otros dos, uno paralelo
y el otro oblicuo a aquellos; por dos puntos cualesquiera de este del
mismo lado que el mayor de los paralelos y por el polo de ellos se trazan
sendos círculos máximos, el arco del paralelo mayor comprendido entre
el primer círculo máximo y el trazado por el primer punto tomado en el
paralelo mayor, es al arco correspondiente del círculo oblicuo como el
consecutivo del paralelo mayor
A
comprendido entre los círculos tra-
zados por los puntos elegidos es
a un arco menor que el del círcu-
lo oblicuo comprendido entre es-
tos dos puntos..
Sea A, en la circunferencia del
círculo máximo ABG, el polo de
varios paralelos; DEG y BEF dos F
círculos máximos que cortan per-
pendicularmente al ABG, siendo
el BEF uno de los paralelos y el
DEG oblicuo a ellos; tomemos en
este dos puntos cualesquiera, Z
y H, del mismo lado que el pa-
ralelo mayor BEZ y por esos pun- FIG. 50.

tos y el polo A hagamos pasar


los círculos máximos AZT y AHK. Digo que el arco BT es al DZ como
el TK a un arco menor que el ZH (Fig. 50).
En efecto: el arco ZH es conmensurable o inconmensurable con el DZ.
Si es conmensurable, dividamos los arcos DZ y ZH en sus partes por los
puntos L, M y N, y hagamos pasar por estos puntos y por el polo A los
círculos máximos AL O, AMP y ANQ y entonces, siendo DL, LM, MZ,
ZN y NH consecutivos e iguales, los BO, OP, PT, TQ y QR serán res-
pectivamente mayores que los anteriores, y como el número de arcos BO,

23 Teodosio rechaza estas dos hipótesis por reducción al absurdo aplicando


la solución-que supone conocida-del siguiente problema: Dadas tres magni-
tudes, arbitraria la primera y desiguales las otras dos, encontrar una cuarta
conmensurable con la primera, mayor que la segunda y menor que la tercera.
576 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

OP y PT es el mismo que DL, LM Y MZ, y el de TQ y QK que el de ZN


y NH, resulta que la razón del arco BT al DZ es mayor que la del TK
al ZH 24, y, por tanto, si se hace de modo que la razón del BT al DZ sea
como la del TK a otro arco, este arco tiene que ser menor que ZH.
Si el arco HZ es inconmensurable con el DZ, digo que también el
BT será al DZ como el TK a un arco menor que el ZH porque si no es
así, será como TK a un arco ma-
A yor que el ZH o como a él mismo.
Suponiendo primero que BT es
a DZ como TK a un arco LZ ma-
yor que ZH, según se representa
en la segunda figura, tomemos en
los tres arcos desiguales LZ, ZH
8 F y ZD un arco ZM menor que ZL
mayor que ZH y conmensurable
con ZD y por el punto M y el
polo A hagamos pasar el círculo
máximo AMN, y entonces, por ser
'cenmensurables los arcos ZM y
ZD, el BT es al DZ como TN a
un arco menor que ZM, y pues-
FIG. 51. to que el BT es al DZ como el TK
al ZL, el TK será al ZL como el TN
a un arco menor que el ZM, y permutando, el arco TK es al TN como el
ZL a un arco menor que el ZM, y puesto que TK es menor que TN; el

24 Se tiene, en efecto, por construcción,


DL=LM=MZ=ZN=NH;
por la prop. 6:
BO> OP> PT> TQ > QK,
y, por tanto,
BO OP PT TQ QK
-->-->-->-->--;
DL LM MZ ZN NH
luego,
BO+OP+PT=BT TQ+QK=TK
.~--->
DL+LM+MZ=DZ ZN+NH=ZH
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 577

LZ también menor que el menor que ZM, y como es mayor, resulta un


absurdo; luego el arco BT no es al DZ como el TK a un arco mayor
que ZH.
Finalmente, suponiendo que BT sea a DZ como TK a ZH, según se
indica en la figura tercera, dividamos los arcos DZ y ZH en dos partes
iguales por los puntos L y M y tracemos por ellos y por el polo A los
círculos máximos ALN y AMO,
y entonces, puesto que los ar- A
cos consecutivos DL y LZ son
iguales, los BN y NT son con-
secutivamente el primero mayor
que el segundo, y, por tanto,
el BT es mayor que el doble del
NT; y lo mismo se demostraría
que el KT es menor que el do- B F
ble de TO; luego la razón de los
arcos BT y TN es mayor que
la de los KT y TO, y permutan-
do, la razón del arco BT al TK
es mayor que la del NT al TO,
y como el BT es al TK como el
DZ al ZH, la razón del arco NT FIG. 52.
al TO resulta menor que la del
DZ al ZH; pero el LZ es al
ZM como el DZ al ZH, y por tanto, la razón de los arcos NT y TO es
menor que la de LZ y ZM, y permutando, la razón del arco NT al LZ
es menor que la del TO al 2M, y entonces, si hacemos de modo que el
arco NT sea al L2 como el TO a otro arco, este será mayor que el 2M,
lo cual se ha demostrado que es imposible; luego el arco BT no es al
DZ como el TK al ZH, y por no ser tampoco a uno mayor, es a uno
menor.
ll. Si el polo de varios paralelos está en la circunferencia de un
circulo máximo cortado perpendicularmente por otros dos, uno paralelo
y el otro oblicuo a aquellos y otro circulo máximo, .pasando por los polos
de los paralelos, corta al oblicuo entre el mayor de los paralelos y el
que toca al oblicuo, la razón del diámetro de la esfera al del circulo que
toca al oblicuo es mayor que la del arco del paralelo mayor situado
entre el primer circulo máximo y el circulo consecutivo que pasa por
578 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

los polos, al arco del círculo oblicuo comprendido entre estos últimos
circulos.
Sea A, en la circunferencia del círculo máximo ABG, el polo de los
paralelos; BEG Y DEZ dos círcu-
A los máximos que cortan perpen-
dicularmente al ABG, siendo
BEG el mayor de los paralelos
y DEZ oblicuo a estos; AHK
otro círculo máximo que pasa
por los polos de los paralelos
y corta al DEZ entre el BEG y el
B G DLM tangente al DEZ. Digo que
la razón del diámetro de la es-
fera al del círculo DLM es ma-
yor que la del arco BT al DH.
Tracemos, en efecto, por el
punto H el paralelo NHO y
sean AK, DZ, BG, ND, DM,
K TP, HQ, HP Y HR las intersec-
FICi. 53. ciones de los planos. Por tener
en la esfera el círculo máximo
ABG que corta a los DLM, NHO
y BEG pasando por sus polos, los corta perpendicularmente y los divide
en dos partes iguales; luego las rectas DM, NO Y BG son diámetros de
esos círculos a los cuales es perpendicular el ABG, y como dichos círcu-
los son paralelos, la recta AK que une sus polos es perpendicular a ellos
y pasa por el centro de la esfera, de modo que los puntos S, Q y P son
los centros de los círculos DLM, NHO y BEG, cuyos planos cortan al
del ABG según las paralelas DM, NO Y BG, Y estando los planos parale-
los NHO y BEG cortados por el AHK, sus intersecciones HQ y TP se-
rán paralelas.
Puesto que las rectas QN y QH, que se cortan, son paralelas a las
PB y PT, que también se cortan, y están situadas en distintos planos, for-
marán ángulos iguales, y como los círculos NHO y DEZ son perpendicu-
lares al ABG, su intersección HR es perpendicular a este plano ABG, y,
por tanto, lo es a las rectas RP y RQ que están situadas en ese plano y
la cortan; luego los ángulos que la recta RH forma con las RP y RQ
son rectos, y puesto que AK es perpendicular a NO, el ángulo de las rec·
TEODOSro DE TRIPOLIo-LAS ESFERICAS 579

tas QP y QR es recto y, por tanto, el de las rectas PQ y PR es agudo;


luego la recta PR es mayor que la RQ.
Tomando, pues, una recta RV igual a RQ y uniendo los puntos V y H,
resulta que como los ángulos rectos que la recta RH forma con RV y
RQ son iguales, la recta HQ será igual a la HV e iguales los ángulos de las
rectas HQ, HR Y VH, VR; y como el formado por las QH y QR es igual
al de las PT y PB, el de VH y VP será igual al de PT y PB Y como el
triángulo HPR es rectángulo en R, la razón de RP a RV es mayor que
la del ángulo de las rectas VR y VH al de las PR y PH 25, Y por ser igua-
les RV y RQ, el ángulo de las rectas VR y VH es igual al de las PT y PB;
luego la razón de la recta RP a la RH también es mayor que la del án-
gulo formado por PB y PT al formado por RR y PH; pero la recta DP
es a la DS,es decir: DZ a DM, como RP a RQ, y el arco BT al DH como
el ángulo formado por las rectas PB y PT al formado por las RP y RH;
luego la razón de las rectas DZ y DM también es mayor que la del arco
BT al DH; pero la recta DZ es un diámetro de la esfera y la DM del
círculo DLM; luego la razón del diámetro de la esfera al del círculo DLM
es mayor que que la de los arcos BT y DH 26,

25 Teodosio aplica aquí una relación entre rectas y ángulos que supone co-
nocida. Vid. supra, ARQuíMEDES: Arenario.
A A
26 Por ser, en efecto, RV=RQ, es RVH= TPB, y, por tanto,

RP TPB
------ > -~-,

RQ RPH
y por la semejanza de los triángulos RPQ y DPS,
RP DP 2DP DZ
RQ=DS=2DS= DM'
y como es
A
TPB
A
RPH
por consiguiente,
DZ 81'
-->--
DM DH
580 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

12. Dados varios círculos máximos tangentes a un círculo no maxzmo


paralelo a otros, separando arcos semejantes; otro círculo máximo obli-
cuo a los paralelos y tangente a los paralelos mayores 27 que a los que son
tangentes los primeros círculos, corta a estos entre el mayor de los pa-
ralelos y el círculo al que son tangentes los primeros círculos, la razón
del doble del diámetro de la esfera al diámetro del círculo tangente al obli-
cuo es mayor que la del arco del paralelo mayor comprendido entre el
arco del círculo oblicuo comprendido entre estos últimos círculos.
Sean los círculos máximos AB y GD tangentes al paralelo AG en los
puntos A y G Y separando arcos semejantes en los paralelos a los cuales
es oblicuo el círculo máximo EZ
L tangente a paralelos mayores que
aquel al cual son tangentes los
círculos AB y GD a los que cor-
ta entre el mayor de los parale-
los y el círculo AG al que son
tangentes los AB y GD; sea
MB] el mayor de los paralelos 28
M y EH el paralelo a que es tan-
gente el círculo EZ (Fig. 54).
Digo que la razón del doble del
diámetro de la esfera al diáme-
tro del círculo EH es mayor que
la del arco BD al TK.
En efecto: sea L el polo de
los paralelos; hagamos pasar por
FIG. 54. él y por los· puntos E, T Y K los
círculos máximos LEM, LTN y
LKO; tracemos por K el paralelo PKJ y por T el círculo máximo PTQ
tangente al EH en Q, y teniendo entonces dos paralelos PKJ y EQH, dos
círculos máximos ETKZ y PTQ tangentes al no máximo EQH en los pun-
tos E y H y habiéndose trazado el círculo máximo LTR por el punto T
y el polo L, se deduce que el arco PR es igual al RK, el RS menor que
el RK y el SK menor que el doble del KR.
Pero el arco SK es semejante al BD y el KR al NO; luego el arco BD
también es menor que el doble del NO; y puesto que la razón de los

27 Vid. supra, nota 15.


28 El que pasa por el centro de la esfera.
TEODOSIO DE TRIPOLI.-LAS ESFERICAS 581

diámetros de la esfera y del círculo EQH es mayor que la de los arcos


MN y ET Y esta mayor que la de los NO y TK, resulta que la razón del
diámetro de la esfera al del círculo EQH es mayor que la del arco NO
al TK, y doblando los antecedentes, la razón del doble del diámetro de la
esfera al diámetro del círculo EQH es mayor que la del doble del arco
NO al TK, y como la razón del doble del arco NO al TK es mayor
que la del arco BD al TK porque el doble del arco NO es mayor que
el arco BD, se tiene, finalmente, que la razón del doble del diáme-
tro de la esfera al diámetro del círculo ERH es mayor que la del arco
BD al TK.
13. Si varios círculos paralelos separan en un círculo máximo ar-
cos iguales hasta el mayor de los paralelos y por los puntos así obtenidos
se trazan círculos máximos que pasen por los polos de los paralelos o sean
tangentes a un paralelo, los círcu-
los máximos separarán arcos igua-
les en el mayor de los paralelos.
Sean los paralelos AB y GD
que separan hasta el mayor ZEH
los arcos iguales AE y ED en el
círculo máximo AD ; tracemos
por los puntos A, E Y D los círcu-
los máximos AZG, TEK y BHD FIG. 55.
que pasen por los polos de los
paralelos o sean tangentes a un paralelo. Digo que los arcos ZE y EH
son iguales.
En efecto: los círculos AB y GD son iguales y también los arcos TE
y EK 29, Y como lo son los AE y ED, la recta de A a T será igual a la de
K a D 30 Y al arco AT semejante al ZE, y por ser también semejantes los
KD y EH, el ZE será semejante al EH, y como pertenecen al mismo
círculo, son iguales.
14. Si un círculo máximo de una esfera es tangente a un círculo no
máximo y otro máximo oblicuo a varios paralelos es tangente a círculos
mayores que los tangentes al primer círculo, estos separarán en los para-
lelos arcos no semejantes y los más próximos a los polos serán mayo-
res que los arcos semejantes a los más alejados.
Sea el círculo máximo ABG t~ngente al círculo ADO en el punto A y

29 Lib. JI, props. 17 y 18.


30 Prop. 3.
582 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

otro círculo maXlmo BEG, oblicuo a varios paralelos y tangente a círcu-


los mayores que los tangentes al ABG.
Tomemos dos puntos cualesquiera, E y K, en el círculo oblicuo y tra-
cemos por ellos los círculos ZEH y TKL paralelos al ADO. Digo que el
arco EH es mayor que el seme-
A jante al arco KL y que el TKes
mayor que el ZE.
Tracemos por E y K los círcu-
los máximos DEM y ONK tan.:..
gentes al ADO de manera que el
semicírculo que va de D a M no
T L corte al que va de Aa T y que
el que va de O a K no ·cotte al
que va de A a L, y entonces, por
no ser secantes los semidrcu-
losALy OK y estar situados en
su intervalo los arcos de los
círculos paralelos NH y KL, el
arcó NH es semejanté al TM, y
FIG. 56. por la misma razón también lo
es el ZE, y puesto que el arco NH
es semejante al KL, el arco EH será mayor que el arco semejante al' KL,
y por la misma razón el TK es también mayor que el semejante al ZE.
HERON
DE ALEJANDRIA
(fI. 100 a. de J.C.)
HERON DE ALEJANDRIA

PREAMBULO

M UCHO se ha discutido sobre la época en que vivió Herón, pues que


pasa de veinte el número de Herones que cultivaron las ciencias
físico-matemáticas, siendo los principales: el de Alejandría, citado por
Eutocio y Pappo; el maestro de Proclo.. el comentador de Nicómaco
de Gerasa y el geómetra bizantino llamado el Joven.
El que nos interesa es el primero, cuya acmé sitúa la crítica moderna
hacia el año 100 antes de Jesucristo, porque en sus obras demuestra
conocer las de Ctesibio, que fue profesor del Museo durante los reinados
de Ptolomeo JI Filadelfia (285-247) y Ptolomeo [JI Evergetes (247-
222), de Filón de Bizancio, que vivía en 250, y del triunvírato mate-
mático Euclides-Arquímedes-Apolonio, y, por tanto, debió de ser pos-
terior o, a lo más, contemporáneo del más joven de los citados.
Herón cultivó las más variadas disciplinas, especialmente la Mate-
mática y la Mecánica, ciencia. esta última que aplicó con el criterio de
un inventor de nuestros días.
C amo matemático encontró la fórmula del área del triángulo en fun-
ción del perímetro, la manera de calcular valores aproximados de las
raíces cuadradas y cúbicas, y resolvió algunos interesantes problemas de
división de áreas y volúmenes; y como inventor-influido teóricamente
por Aristóteles y prácticamente por Arquímedes-construyó varios apa-
ratos: la dioptra, el odómetro y la eolipila, que pueden considerarse como
los precedentes más remotos de nuestros actuales teodolitos, taxímetros
y turbinas de vapor, respectivamente.
La díoptra era un nivel de agua montado sobre un tornillo, cuyos
errores se corregían por medio de una doble lectura, y el odómetro
estaba formado por un sistema de engranajes ingeniosamente combinados
para poder contar las vueltas que da la rueda de un coche en movi-
miento.
La eolipila-que es el más notable de los inventos heronianos-con-
585
586 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

sistía en una esfera hueca provista de dos tubos colocados en los


extremos de un diámetro y doblados en ángulo recto con direcciones
opuestas. Poniendo la esfera en comunicación con una caldera por medio
de otros dos tubos que servían de eje de rotación, el vapor de agua
circulaba por ellos hasta aquella, y, al salir en forma de chorro por los
acodados en ángulo recto, la esfera giraba.
Además de estos tres inventos, parece que Herón hizo otros, como
ciertas armas arrojadizas, algunas de las cuales figuran en las obras
bélicas que se le atribuyen y que, probablemente, son de su homónimo
el bizantino; la fuente que lleva su nombre y tal cual juguete mecánico;
pero ni la eolipila sobre todo-que es, evidentemente, una de las prilr1-eras
máquinas que transformaron la energía térmica en movimiento-tuvieron
una aplicación útil ni se emplearon para producir trabajo hasta· el Rena-
Cimiento.
El mundo helenístico· gustaba de las figuras animadas y de las ma-
quinitasque distribuían el agua sagrada-agua bendita, que diríamos
hoy-a la puerta de los templos, como los actuales distribuidores automá-
ticos de chocolatines; pero a ningún griego se le ocurrió pensar que aque-
llos juguetes que distraían sus ocios podían utilizarse para construir
-aparatos que aliviasen el trabajo de los. obreros por la senCilla razón
de que en la sociedad esclavista de entonces era tan barata la mano de
obra que no se sintió la necesidad de aumentar la producCión por medios
mecánicos. La fuerza motriz era el músculo del esclavo, y como abun-
daba, la técnica griega no superó nunca la fase de artesanía doméstica.

BIBLIOGRAFIA

Herón escribió muchas obras y no son pocas las que se le atribuyen.


Unas y otras están publicadas en sus Opera omnia en cinco tomos y un
suplemento, Leipzig, 1899-1914, con texto griego y traducción alemana,
al cuidado de W.Schmidt, L. Nix, H. Schone y /. L. Heiberg, ediCión que
utilizamos para establecer el siguiente catálogo:
l. Mr¡xo.Vl"o.: Mecánica, en tres libros que constituyen un manual
para los técnicos de entonces. Solo han llegado a nosotros algunos frag-
mentos del original griego; pero se ha podido reconstruir la obra com-
pleta sobre la base de la traducción árabe de Qusta Abenluca 1, que
1 Musulmán armenio (864-923), autor de un tratado de la Esfera y traduc-
tor de varias obras científicas griegas.
HERON DE ALEJANDRIA.-BIBLIOGRAFIA 587

mudó en francés el barón Carra de Vaux: Les Mécaniques de Héron


d'Alexandrie, París, 1894, y posteriormente en alemán Ludwig Nix y
Wilhelm Schmidt, cuya versión está en el tomo 1I de la edición de
Leipzig.
En el libro 1 de su Mecánica-más geométrico que mecánico-, Herón
da métodos para ampliar o reducir una figura en una razón dada y resuelve
empíricamente el problema de las dos medias proporcionales; en el II se
ocupa de las cinco máquinas simples: torno, palanca, polispasto, cuña y
tornillo y de las compuestas por estas cinco; el paralelogramo de los mo-
vimientos, el equilibrio y otros temas de interés para el desarrollo de la
Dinámica, y el libro III es un tratado de mecánica aplicada.
1I. T!v!:v,uarlxa: Pneumáticas. más conocida por su título latino
Pneumaticorum libri duo, según las ediciones renancentistas a través de la
traducción árabe de Qusta Abenluca.
Esta obra, que tiene la descripción de numerosos juegos, fue publicada
por primera vez por Federigo Commandino: Heronis Alexandrini Spiri-
talium liber, póstuma, Urbino, 1575, reimpresa en París, 1583, y después
en Amsterdan, 1680. Hay dos traducciones italianas: una por Alessandro
Giorgi da Urbino: Spiritali di Herone Alessandrino ridotti in lingua
volgare, Urbino, 1592, y otra por Giovan Battista Aleotti: Artifisiosi et
curiosi spiritali di Herone, Bolonia, 1647; una inglesa por ¡. G. Greenwood:
Hero Alexandrinus. The Pneumatics, Londres, 1851, y una francesa por
Ernest Lacoste: Les Pneumatiques de Héron d'Alexandrie, París, 1883.
El prefacio de las Pneumáticas tiene excepcional interés porque trata
del vacío con notable criterio científico. Hermann Diels descubrió que
la mayor parte de este prefacio está tomada de la obra que sobre tal
tema: lhgi róü 'Xo'oü, escribió Estratón 2 y dio cuenta de su hallazgo en

2 Naturalista y filósofo que nació en Lámpsaco-hoy Lainpsaki, en el Asia


Menor-por los años de 327 a. de J.e. y murió en Alejandría en 270. Llamado
por Ptolomeo 1 Soter para que se encargara de la educación de su hijo Fila-
delfo, estuvo mucho tiempo en Alejandría, donde completó su formación cultu-
ral estudiando los métodos de observación y de experimentación que entonces
dominaban en la nueva capital científica del mundo griego, y, al encargarse
de dirigir el Liceo a la muerte de Teofrasto (287), le imprimió una orien-
tación más apartada de la ortodoxia aristotélica que la de su antecesor.
En sus escritos: TIq¿l atnwv y I1fQt 'tOU O"¡.tPl'Pl¡x'()TÜ¡; niega las causas me-
tafísicas y la importancia de los fenómenos concomitantes; combate la opi-
nión de Demócrito sobre la existencia de un espacio vacío continuo y también
su absoluta negación, al modo de Aristóteles, para adoptar una posición ecléc-
588 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

una memoria: Über das physikalische System des Straton, Sitzungsber.


der kgl. Prenss. Akad. der ~Viss., págs. 101-27, Berlín, 1893.
IIl. llEQ¿ o.ÚTOpo.TOJTOtr¡TlXr¡~: Teatro de autómatas, en dos libros tra-
ducidos al italiano por Bernardino Baldi: Di Herone Alessandrino di gli
automati overo machine se moventi, Venecia, 1589.
IV. L'llÓJTTeo.: Dioptra, donde explica el uso· de este aparato que
durante mucho tiempo se empleó para observaciones terrestres y astro-
nómicas. Esta obra aparece publicada por primera vez, en italiano, en el
tomo , de los Commentarii sopra la storia e la teorie dell'Ottica de f. B.
Venturi, Bolonia, 1814, y posteriormente A.-J.-H. Vincent dio a conocer
el texto griego: "Hea}JJo; , AAE~a.v(jeÉw~ JTEe¿ (jw:rneo.;: Sobre la Dioptra de
Herón de Alejandría, Notices et Extraits des Manuscrits, tomo XIX,
pág. 300, París, 1858.
V. Ka:r:ometxo.: Catóptrica, que trata de los espejos planos, cónca-
vos y convexos. Esta obra se creyó perdida hasta que se demostró que
la De Speculis atribuida a Ptolomeo era una traducción algo modificada
de la de Herón, hecha probablemente por Guillermo de Moerbecke 3.
VI. BÚOJToww: Las Belopoicas, obra dedicada a la fabricación de
armas arrojadizas. Primeramente la editó Bernardino Baldi: Heronis Belo-
poica, Venecia, 1616, y luego Melchissédée Thévenot en los Mathematici
Veteres, París, 1693. Hay una traducción francesa por Wescher: La
Poliorcétique des Grecs, París, 1867, y actualmente contamos con una
edición crítica y traducción alemana por H. Diels y E. Schramm: Reros
Belopoi ika. Schrift von Geschutzbau, Berlín, 1918.
VII. AlO Tea; xaWOXEvr¡ Xa.l OVflflETeto., de la que hay una versión
francesa con amplias explicaciones sobre las máquinas de guerra por
Alexandre-Joseph-Hidulphe Vincent: La Chirobaliste de Héron d'A1exan-
drie, París, 1866, y otra posterior con el mismo título, por Víctor Prou,
París, 1877.
VIII. llEe¿ vtJeEÍwv wgOOXOJTElWV: Sobre los relojes hidráulicos, en
cuatro libros, de los que solo se conserva un fragmento que habla de la
clepsidra.

tica admitiéndolo en las partes más pequeñas de la materia, pero no en las


grandes masas, y afirma que todos los cuerpos son pesados por su natura-
leza y los que, como el fuego, son más ligeros que el medio ambiente, tienden
a subir por la presión que este ejerce sobre ellos. Su física ha sido estudiada
por GEORGES RODIER: La physique de Straton de Lampaque, París, 1890.
3 Helenista belga del siglo XIII.
HERON DE ALEfANDRIA.-BIBLIOGRAFIA 589

IX. BUQOVAXÓY: Elevador, que trata de los aparatos para elevar y


arrastrar pesos. Perdido el original griego, la obra se conoce por una
traducción árabe del siglo IX, que vertió al latín el orientalista Golius,
pero solo ha llegado a nosotros el fragmento publicado por Brugmans
en las Memorias de Gotinga, 1785.
X. Zvyla: Los equilibrios, perdida. Trataba del movimiento de los
cuerpos alrededor de un punto de apoyo o de suspensión, según nos dice
Th. H. Martín: Recherches sur la vie et les écrits de Héron d'Alexandrie,
París, 1854.
Xl. [Jee¿ v~eelOJY: Sobre los vasos hidráulicos, perdida.
XlI. MeretxOJY: Métrica, en tres libros que Richard Schone des-
cubrió en 1896 en Constantinopla, en el mismo lugar en que tres años
después apareció el Método de Arquímedes, y fueron publicados por su
hijo Hermann en el tomo II! de la edición de Leipzig.
El libro I de la Métrica trata de las áreas del triángulo, cuadrilátero,
polígonos regulares, círculo, corona circular, elipse y figuras planas limi-
tadas por contornos cualesquiera; el n, siguiendo un orden análogo al
anterior, está dedicado a los volúmenes y termina también con el cálculo
de «cuerpos no definidos», y el JII trata de la división de las figuras en
partes que guarden entre sí razones dadas.
Los estudios sobre Herón son muy numerosos, y de ellos entresaca-
mos los siguientes:
BECK, Th.: «Herons Automathen theatef», Beitr. z. Gesch. der Technik, I,
pág. 182, Berlín, 1909.
BECKMANN, Johann: Beitrage zur Geschichte der Erfindungen, 2. a ed., Leipzig,
1786-1803.
BONCOMPAGNI, Baldassare: «Intorno alle definizioni di Erone Alessandrino»,
Bulletino di bibl. e storia, tomo IV, págs. 162-64, Roma, 1871.
DIELS, Hermann: Antike Technik, 3. a ed., Leipzig, 1924.
FELDHAUS, Franz Maria: Die Technik der Vorzeit, des geschichtlichen Zeit
und der Naturvolker, Leipzig, 1914.
FRIEDLEIN, G.: «De Heronis qure feruntur definitionibus», Bull. di bibl. e st.,
tomo IV, págs. 93-121, Roma, 1871.
HOOPE, E.: Ein Beitrag zur Zeitbestimmung Herons von Alexandria, Ham-
burgo, 1902.
HULTSCH, F.: Heronis Alexandrini Geometricorum et Stereometricorum Re-
liquide, Berlín, 1864.
- «Das Heronische Lehrsatz über die Flache des Dreiecks als Function der
drei Seiten», Zeítschr. f. Math. und Phys., tomo IX, págs. 235-36, Leip-
zig, 1864.
590 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

LEHONNE, M.: Recherches critiques, historiques et géographiques sur les frag-


ments de Héron d'Alexandrie, París, 185!.
MARTIN, Th.: «Reeherehes sur la vie et les ouvrages de Héron d'Alexandrie,
disciple de Ctesibius et sur tous les ouvrages mathématiques grees eon-
servés ou perdus, publiés ou inédits, qui ont été atribués a .un auteur
nommé Héron», Mémoires de la Academie de Inscrip. y Bellas Letras, ser. 1,
tomo IV, París, 1855.
MEIR, R.: De Heronis CEtate, Leipzig, 1905.
PADOA, A.: « Una proposizione d'Erone», Periodico di Matematica, tomo XIV,
fase. 2, Roma, 1934.
PROU, Victor: Les théátresd'automates en Crece au lI e siecle avant l'ere chré-
tienne d'apres les AÚO,l1G.TOJTOlxá de Héron d'Alexandrie, París, 1883.
ROCHAS D'AIGLUM, Albert de: La science des philosophes et l'art des thauma-
turges dans l' Antiquité, París, 1882.
SCHMIDT, W.: «Heron von Alexandria», Neues ]ahrb. f. das Klass. Altertum,
Gesehichte und deutsehe Literatur, Berlín, 1899.
- «Sind die Heronisehe Vieleckformeln trigonometrich? », Bibliotheca Ma-
thematica, ser. 111, tomo 1, Estoeolino, 1900.
SCHoNE,Richard: «Sur un fragment inédit des Métriques de Héron d'Ale-
xandrie», Bull. des Sc~ Math., serie n, tomo XVIII, parte 1, París, 1894.
TANNERY, Paul: «L'arithmétique des Grecs dans Héron d'Alexandrie», Mémoi-
res de Burdeos, ser. 11, tomo IV, 1882.
«La stéreotomie de Héron d'Alexandrie», ibídem, tomo V, 1.
«Études héroniennes», ibídem, 1884.
«Questions héroniennes», Bull. des Se. Math., tomo VIII, París, 1884.
VINCENT, A. J. H.: Recherches sur les fragments d'Héron d'Alexandrie, Pa-
rís, 1851.

PARALELOGRAMO DE LOS MOVIMIENTOS

Vamos a demostrar que un mismo punto animado de dos movimientos


uniformes puede describir simultáneamente líneas de longitudes des-
iguales.
Sea ABCD una figura plana cuadrangular de lados paralelos y ángulos
rectos; AD su diagonal, y supongamos que el punto A recorre con velo-
cidad uniforme la línea AB, la cual se traslada, a su vez, también con
velocidad uniforme, sobre las AC y BD, permaneciendo constantemente
paralela a CD, y admitamos, por último, la igualdad de los tiempos que
tardan el punto A en llegar al B y la línea AB a la CD (Fig. 1). Digo
HERON DE ALEJANDRIA.-EQUILIBRIO SOBRE UN PLANO INCLINADO 591

que el punto A describe dos líneas de longitudes desiguales en el mismo


tiempo.
En efecto, cuanto la línea AB se mueve durante un tiempo dado y toma
una cierta posición EF, el punto
A, que se ha movido sobre AB, e o
se encontrará en ese instante en
EF y la razón de AC a AB, es
decir: a DC, es igual a la de la E t------------::o.L-------j F
longitud AE a la de la línea so-
bre la cual se mueve el punto, con-
tada desde E hasta ese punto; y
como la razón de AC a CD es la
misma que la de AE a EG, resulta
que el punto que recorre la línea B
AB se ha colocado en el G de la FIG. l.
diagonal AD, y repitiendo el mismo
razonamiento se demuestra que el punto que recorre la línea AB permanece
siempre en la AD, y mientras la recorre se mueve sobre las rectas AD
y AB cuyas longitudes son desiguales; luego este punto, que se mueve
con velocidad uniforme, describe dos líneas desiguales.
Sin embargo, como hemos dicho, el movimiento del punto sobre AB
es simple, mientras que su movimiento a lo largo de la diagonal AD se
compone del de AB sobre las rectas AC y BD Y del de A sobre la AB.
El punto A describe, pues, al mismo tiempo y con velocidad uniforme,
dos líneas desiguales, que era lo que queríamos demostrar.
Mecánica, 1, 8.

EQUILIBRIO SOBRE UN PLANO INCLINADO

Los pesos colocados sobre planos inclinados tienden naturalmente' a


caer, como ocurre en el movimiento de todos los cuerpos. Si esto no se
verifica así, se debe pensar que obedece a la causa antes apuntada 1.
Intentemos levantar un cuerpo colocado en un plano inclinado de
suelo suave y uniforme, lo mismo que la parte de la superficie del cuerpo

1 El rozamiento y la aspereza del plano.


592 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

que se apoya en él. Tendremos que emplear una potencia o un peso


aplicado al otro lado del plano para equilibrar el peso a fin de que un
exceso de potencia lo alce.
Para demostrarlo hagámoslo en el caso de un cilindro colocado sobre
un plano inclinado. Como los dlindros no tocan al suelo según una
superficie extensa, su naturaleza los hace rodar hacia abajo. Imaginemos,
pues, un plano que pase por la arista 2 que toca al plano inclinado y es
perpendicular a él. Es claro que este plano pasa por el eje del cilindro y
divide al cuerpo en dos partes iguales, porque dados un círculo y una
tangente, cuando se traza a partir del punto de contacto una línea que
forme un ángulo recto con la tangente, pasa por el centro del círculo.
Trazando por la misma arista del cilindro otro plano perpendicular
al horizonte, no se confundirá con el primero y dividirá al cilindro en
dos partes desiguales, la menor de las cuales estará arriba y la mayor
abajo y el cilindro rodará.
Pero si, considerando el mismo plano perpendicularmente al hori-
zonte, imaginamos que de la parte mayor que determina en el cilindro se
separa una cantidad igual al exceso sobre la menor, las dos partes se
equilibrarán; su peso descansará inmóvil sobre la arista que toca al suelo
inclinado y no tenderá a un lado ni a otro, ni arriba ni abajo. Se nece-
sita, pues, una potencia equivalente a esta diferencia para equilibrar
el peso, y cuando se añada a esta potencia el más ligero exceso, levantará
el peso.
Mecánica, J, 23.

MOMENTO ESTATICO

Supongamos una polea cuyo eje gira alrededor del centro A y cuyo
diámetro sea paralelo al horizonte. Si de los puntos B y G se suspenden
sendos pesos iguales por medio de cuerdas, la polea no se moverá en
ninguna dirección por ser iguales los pesos y las distancias al centro;
pero si suponemos que el peso e es mayor que el E, es evidente que la
polea se moverá hacia ese lado y el punto B descenderá con su peso
(Fig. 2).

2 Generatriz.
HERON DE ALEJANDRIA.-LAS CINCO MAQUINAS SIMPLES 593

Tenemos que averiguar en qué posesión se detendrá el peso mayor y


quedará en reposo después de haber
descendido.
Si bajamos el punto B hasta el F,
la cuerda Be tomará la posición F D
Y el peso se detendrá; la cuerda GE
se enrollará en la garganta de la G
polea y el peso seguirá suspendido
del punto G. Si prolongamos la recta
DF hasta H, tendremos que por es-
tar los pasos en equilibrio, estarán
en razón inversa de las distancias de
los puntos de suspensión al A, y, por
tanto, la razón de AH a AG será
igual a la que hay entre los pesos E
y D, Y como este razonamiento es e E
válido para· cualquier peso, queda de-
mostrada la posibilidad de equilibrar
un peso dado con otro menor 1. FIG. 2.

Mecánica, 1, 34.

LAS CINCO MAQUINAS SIMPLES

Las máquinas simples que permiten mover un peso dado con una po-
tencia dada son cinco, y aunque fundadas en un principio natural, tienen
distinto aspecto, y son el torno, la palanca, el polispasto, la cuña y el
tornillo *.
1. El torno se construye de la manera siguiente: se toma un trozo
de madera dura y se talla en forma de viga; se cepillan y redondean sus
extremos y se guarnecen con. anillos de cobre cuidadosamente preparados
1 Obsérvese que la idea de considerar la longitud de un brazo de palanca
como la distancia perpendicular desde la línea de actuación de la fuerza al
punto de apoyo, supone el conocimiento del momento estático.
* éi~(¡)v Éu 't'P JtfQL'tQoXt'P, eje de la rueda: torno cuando es horizontal y ca-
brestante: EQyánlG;, cuando es vertical; !tO%í.lOC;, noAucrnacrtov, cr<p~v y XOXALw:;.
594 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

para hacer insensibles las asperezas del árbol, de tal modo que, .colocadas
en sendos agujeros redondos y revestidos de cobre y abiertos en· una
pared sólida y fija, pueda girar fácilmente. El trozo de madera así traba-
jado se llama eje.
Después se coloca en medio del árbol un tambor en el que se prac-
tica un agujero cuadrado de igual sección que el árbol y se ajustan bien
para que el tambor y el árbol giren juntos. El tambor se llama peritro-
quio 2, que quiere decir «10 que rodea)).
Una vez hecho esto, se separa del eje a uno y otro lado del tambor una
parte cepillada, a cuyo alrededor se arrolla la cuerda, y sobre cuyo
contorno exterior se hacen tantos agujeros como se quiera calculándose
de modo que cuando se coloquen en ellos vástagos de madera se pueda
hacer girar con estos el tambor y el árbol.
Explicada la construcción del torno, veamos la manera de emplearlo.
Cuando se quiere mover un peso con una potencia menor que él se
ata la cuerda que sostiene el peso a la parte del árbol separada de los
dos lados del tambor; en los agujeros practicados en su contorno se
colocan vástagos de madera y, apoyándose de arriba abajo sobre estos
vástagos, se hace girar el tambor, de modo que el peso se mueve entonces
con una potencia pequeña y la cuerda se arrolla en el árbol o se super-
ponen unas vueltas a otras.
El tamaño de esta máquina debe ser proporcional al peso de los cuer-
pos que debe transportar, y sus diversas partes guardarán la misma razón
que el peso y la fuerza motriz.
n. La segunda máquina simple es la palanca; pero es posible que
,Pa-ya sido la primera que se inventó para mover cuerpos de gran peso.
Cuando los hombres, en efecto, quisieron mover un cuerpo muy
pesado, lo primero que tuvieron que hacer para moverlo fue elevarlo
del suelo, y como no tenían ningún asidero por donde tomarlo, porque
todas las partes de su base descansaban en tierra, debieron recurrir a
un artificio: hacer una excavación debajo del cuerpo, introducir en ella
un extremo de un palo, y como al apoyarse en el otro extremo, el cuerpo
les pareció más liviano, pusieron debajo una piedra, que se llama
hipomoclio 3, que quiere decir «debajo de la palanca)), y, volviéndose a
apoyar, observaron que el peso era más ligero aún, y entonces com-
prendieron que de este modo se podían mover grandes pesos.

2 ;Tt€QL'tQÓXLOV.
3 V;TtO!WXALOV.
HERON DE ALEJANDRIA.-LAS CINCO MAQUINA S SIMPLES 595

El palo, redondo o no, se llama palanca, y el movimiento será tanto


más fácil cuanto más se acerque la piedra al peso.
lII. La tercera máquina simple es el polispasto. Cuando queremos
alzar un peso, le atamos una cuerda que procuramos estirar hasta levan-
tarlo, para lo cual se necesita una potencia igual al peso.
Si desatamos después la cuerda, liamos uno de sus extremos en una
viga fija, pasamos el otro extremo por debajo de una polea sujeta en
medio del peso y estiramos la cuerda, moveremos el peso más fácil-
mente.
Si enganchamos otra polea al peso y hacemos lo mismo, aumentará
la facilidad de levantarlo. Repitiendo la operación, multiplicaremos las
poleas colgadas de la fija y enganchadas al peso que queremos alzar,
introduciremos el extremo de la cuerda· en una de las poleas fijas y en
una de las enganchadas en el peso y, tomando el extremo de la cuerda
para tensarla, veremos crecer la facilidad de elevar el peso, de tal modo
que mientras más poleas empleemos, más fácil será levantarlo. Conviene
que el primer extremo de la cuerda esté fijo, atado a la viga.
Las poleas colgadas de esta deben estar afianzadas por medio de otra
pieza de madera y girar alrededor de· un mismo eje que se llama man-
gano 4, quedando la pieza de madera atada a la viga por otras cuerdas.
Las poleas enganchadas al peso están en otro eje igual al primero y
atado al peso, siendo necesario que las poleas estén montadas en el eje
de tal modo que no puedan acercarse unas a otras porque si se tocaran
sería difícil su rotación.
IV. La cuarta máquina simple es la cuña, que sirve para la prepa-
ración de las esencias 5 y para unir las partes separadas de ciertas obras
de carpintería.
La cuña tiene diversos usos; pero generalmente se emplea para
hendir la parte inferior de las piedras que se quiere desprender, luego
de haberlas separado previamente de la masa de que se desea apartar, lo
cual no se puede conseguir con ninguna de las otras máquinas, ni aun
asociándolas todas ellas. Solo se logra esto con la cuña, que actúa gracias
al golpe que se le da y no deja de actuar una vez recibido este. A veces,

4 ¡.táyyavov.
5 nQóe; 'tae; /1- UQEljnxae; nLfOELe;: para las presiones esenciales o perfumes, es
decir, de las materias que contienen los aceites esenciales que emplean los
perfumistas.
596 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

incluso sin recibir ningún golpe, la cuña cruje y se mueve porque hiende
por su propia fuerza.
Mientras más agudo sea el ángulo de la cuña, más facilmente tra-
baja.
V. La quinta máquina simple es el tornillo. Los instrumentos de que
hemos hablado se fundan en principios muy claros y son completos por
sí mismos, según se comprueba en muchas circunstancias de su empleo.
El tornillo, por el contrario, presenta algunas dificultades para su cons~
trucción y su uso, tanto si se emplea solo o asociado a otra potencia.
En realidad, no es otra cosa que una cuña arrollada a un cilindro que no
recibe golpes, sino que se pone en movimiento por medio de una palanca,
efecto que resulta de lo que vamos a decir ahora 6.
Si el lado de un cilindro 7 se transporta a la superficie de este y
un punto a ese lado, cuya longitud recorre en el mismo tiempo que el
lado, efectúa una sola vuelta, la línea engendrada en la superficie del
cilindro es una hélice 8 que se llama también tornillo y se construye de
la manera siguiente:
Si tenemos en un plano dos rectas perpendiculares entre sí, siendo
una de ellas igual al lado del cilindro que hemos dicho y la otra a la
circunferencia de su base, unimos los extremos de las dos rectas que
forman el ángulo recto; colocamos la que es igual al lado del cilindro
sobre este y arrollamos la otra a la circunferencia del círculo, la recta
que subtiende el ángulo recto se arrollará a la superficie del cilindro y
tendremos la hélice de que hemos hablado.
Puesto que podemos dividir el lado del cilindro en tantas partes
iguales como queramos y describir en cada una de ellas una hélice hacien-
do lo que acabamos de indicar, resultarán varias hélices, llamándose
monóstrofa la arrollada una vez, es decir, la línea trazada alrededor de
cada una de las partes del cilindro; y si a lo largo de esta línea se abre
en el cilindro un canal en el que encaje una clavija 9 sólida, el tornillo
se empleará de la siguiente manera:
6 Lo que sigue hasta el final está traducido de la lección de Pappo Colec-
ciones, VIII, 31, que, probablemente, no es de este, sino de algún autor pos-
terior que apostilló el texto de Herón.
7 La generatriz.
8 eAL~, a la que Herón da el nombre de tornillo.
9 't'ÚAO~, clavo, clavija o espolón, como forma rudimentaria de la tuerca que
Herón parece desconocer, aunque fue inventada por Arquímedes, es decir, un
siglo por 10 menos antes del florecimiento de Herón. El invento del sabio de
HERON DE ALEJANDRIA.-LAS CINCO MAQUINAS SIMPLES 597

Después de redondear sus extremos se adapta a sus ensambladuras 10


en agujeros redondos a fin de que pueda girar con facilidad el tornillo
sobre el cual se colocará paralelamente a él una regla con una ranura en
la que se encajará la clavija de tal modo
que uno de sus extremos quede en la ca-
nal del tornillo y el otro en la ranura
de la regla (Fig. 3) 11.
Para mover una carga con este apa-
rato se ata a la carga uno de los extre-
mos de una cuerda y el otro a la clavi-
ja, y, empujando hacia abajo los vásta-
gos metidos en los agujeros de la ca-
beza del tornillo, la clavija tira de la
cuerda y esta de la carga. FIG. 3.
En vez de vástagos se puede poner
en el extremo del tornillo que sobresale de la ensambladura una manive-
la 12, a la que basta dar vueltas para arrastrar la carga.
La hélice del tornillo puede ser cuadrada o lenticular, según que
las incisiones de su canal sean perpendiculares u oblicuas.
El tornillo se emplea también de otro modo aplicándole una po-
tencia distinta, corno la que se ejerce por medio del aparato llamado eje
de la rueda 13.
Imaginemos un tambor dentado alrededor de un eje y un tornillo
perpendicular o paralelo al suelo, unido al tambor, en cuyos dientes
engrane la hélice del tornillo con sus extremos metidos en los agujeros
redondos de una ensambladura, corno antes. Adaptando al extremo ex-
terior de esta una manivela o unos vástagos para que el tornillo pueda
dar vueltas; arrollando la cuerda atada a la carga al eje a uno y otro
lado del tambor y haciendo girar el tornillo y por medio de este el
tambor, moveremos la carga.
Mecánica, n, 1-5.
Siracusa completó el del tornillo, que 10 debemos a Arquitas de Tarento
(430-360).
10 Conjunto de piezas que forman la armazón del aparato.
11 O sea, de modo que se pueda mover paralelamente al eje del tornillo una
clavija que forma parte de un cursor que se desliza por la ranura practicada
en una pieza fija de la ensambladura que lleva el tornillo.
12 Xl'lQoAá~r¡.
13 Vid. supra, nota 1.
598 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

MAQUINAS COMPUESTAS

I. Para transportar cosas por el suelo se emplean las zorras 1 cons-


truidas con cuatro tablas con sus extremos alisados. Colocada la carga
en la zorra, se atan cuerdas a sus extremos y, tirando de ellas con la
mano o por medio de un cabrestante, se arrastrará la zorra bajo la cual
se habrán colocado tablones 2 o rollos de madera 3.
Si la carga es pequeña, se ponen rollos; pero si es muy pesada, hay-
que poner tablones para poder arrastrar más fácilmente la zorra, porque-
cuando la carga se mueve violentamente, hay el peligro de _que se
escapen los rollos.
A veces no •se usan tablones ni rollos, sino ruedas macizas.
n. Para levantar cargas hay máquinas de una, dos, tres o cuatro'
piezas 4.
La máquina de una pieza se hace tomando un trozo de madera dura
cuya longitud sea mayor que la altura a que se quiere alzar la carga y
se sujeta con cuerdas fijadas a su alrededor y haciéndolas pasar por
las circunvoluciones 5, las cuales no deben distar más de cuatro palmos 6
unas de otras.
El palo se pone sobre un banco de madera y en su extremo se'
colocan tres o cuatro cuerdas que se sujetan en lugares fijos para que,
sostenido el mástil por las cuerdas tensas, no pueda moverse, y la carga
se levanta atando con polispastos o cuerdas y tirando de ellas con la
mano o con un cabrestante.

1 Literalmente, tortuga: XEAoovr¡, carro bajo y fuerte para arrastrar grandes


pesos.
2 0 (lVt¡;.
30XlHáAl1, bastón, es decir, cilindros de madera para que pueda rodar la carga.
4 ¡WVÓXWAO¡;, MXO)AO¡;, "L!¿(XO)AO¡; Y "tETQ(lXAO¡;, respectivamente. La primera má-
quina es simplemente un palo vertical o inclinado sostenido por maromas, es
decir, un mástil de barco provisto de obenques; la segunda consta de dos
piezas de madera en ángulo que se mantiene por un plano vertical o incli-
nado por medio de cuerdas, o sea, una grúa o escora; la tercera está formada
por tres palos unidos por sus extremos como los trípodes: la cabria, y la
cuarta es una cabria de cuatro piezas, y, por tanto, más estable que el trípode.
5 Las espiras que forman la hélice alrededor del mástil.
6 3taACLto"t~¡;, palmo. Medida de longitud equivalente a cuatro dedos, de ma-
nera que el paso de la hélice era de unos 35 centímetros.
HERON DE ALEJANDRIA.-CALCULO DE LA RAIZ CUBICA 599

Si se quiere colocar una piedra sobre una pared o en otro sitio cual-
quiera se afloja una de las cuerdas atadas al extremo del palo, de pre-
ferencia la que está en el lado opuesto a la carga, y se inclina el palo
.() se ponen rollos debajo de la carga y se aflojan las cuerdas hasta
.que la carga se apoye en' los rollos y se menea la carga por medio de
palancas hasta llevarla a donde se desea.
Mecánica, n, 6 y 7.

CALCULO DE LA RAIZ CUBICA

Sea ~ 100. Se toman los dos cubos anterior y posterior a 100. Son
125 y 64. Se determinan las diferencias 125-100=25 y 100-64=36.
Se multiplica 36 por 5; es igual a 180. Se añade el número propues-
to 100. Resulta 280. Se divide 180 por' 280; sale 9/14. Añade estos a
la raíz cúbica de 64, o sea 4, y se tiene 49/ 14 como valor de ~ 100, con
una gran aproximación puesto que (4 9/ 14)3= 100 1/ 12 1•

1 JOSÉ A. SÁNCHEZ PÉREZ, cuya es la traducción de la regla anterior, la


interpreta en su Aritmética en Grecia, pág. 204, Madrid, 1947, así:
«Se busca ~100.
a3 < A < (a+1)3
(a+ 1)3- A =E2

A -a3 =E1
- E1(a+1)
~A=a+ .
A+E1(a+l)

lJAplicando esta fórmula sale ~lOO=49/14' Ignoramos si existen otros tex-


tos de Herón; pero es un hecho que las interpretaciones de Werthein y de
Kerber suponen que Herón emplea un método de falsa posición y llegan a
la fórmula

y aplicando esta fórmula resulta


»Según la interpretación de Molk, se tendrá:
A=a3+E1 =b3- E2'
600 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

ANGULO DE INCIDENCIA Y ANGULO DE REFLEXION

Creemos suficientemente demostrado que los rayos que caen sobre


los cuerpos pulimentados se reflejan; pero que al reflejarse forman
ángulos iguales, es 10 que vamos a
Z E G demostrar mediante el mismo prin-
cipio, a saber: la velocidad de la
incidencia y de la reflexión.
Es necesario, en efecto, que esto
se haga con rectas lo más pequeñas,
posible (Fig. 4). Digo, pues, que to-
dos los rayos cidentes y reflejados
en un mismo punto, tanto en los es-
pejos planos como en los esféricos,.
los menores son los que forman án-
gulos iguales, en cuyo caso esta re-
H flexión es racional.
FIG. 4. Sea AB un espejo plano, el pun-
to G el ojo del observador y D el
objeto visto. Si el rayo cae en la dirección GA, únase A con D, y si los
ángulos EAG y BAD son iguales y otro rayo cae en la dirección GB,.

y el valor de Herón es
- b1El + a2E l
~A ,
bEl +aEl

o bien, por ser b=a+l y El=3a2+3a+l-El

y aplicando esta fórmula también se obtiene ~100=49/14; pero con ello no,
se comprueba que los griegos adoptasen la forma de fracción continua.»
La interpretación de Werthein está en su memoria «Herons Ausziehung
der irrationalen Kubikwurzelllll, Zeitschr. f. Math. und Phys., Leipzig, 1899. Las
de Kerber y Molk no las hemos encontrado.
Sobre el cálculo heroniano de raíces, véase también la Historia de la Ma-
temática, de REY PASTOR Y BABINI, pág. 102, Buenos Aires, 1951.
HERON DE ALEJANDRIA.--EL ODOMETRO 601

únase B con D. Digo que la suma de GA y AD es menor que la de


CB y BD.
Tracemos t en efecto, desde G la perpendicular GE a AB; prolon-
guemos GE y AD hasta Z y unamos Z con B.
Puesto que el ángulo BAD o el ZAE, que es igual a él por opuesto
por el vértice, es igual al EAG, y los en E iguales por rectos, resulta
que ZA es igual a AG y ZB a BG, y tenemos ZD menor que la suma
de ZB y BD, Y la de GA y AD menor que la de GB y BD porque el
ángulo EAG es igual al BAD; pero el EBG es menor que el AEG y el
RBD mayor que el BAD; luego el RBD es mucho mayor que el EBG.

Espejos, prop. 4.

EL ODOMETRO

La práctica de la dioptra tiene como complemento la medida de


distancias sobre la superficie de la Tierra con el aparato llamado odó-
metro.
Provistos de este instrumento, en vez de medir lenta y penosamente
con la cadena o la cuerda, se puede calcular el camino recorrido, cuando
se viaja en coche, por medio del número de vueltas que den las ruedas.
Antes que nosotros ha habido quien ha dado algunos métodos para
conseguir este objeto, pero compárese nuestro instrumento con los de
nuestros predecesores.
Imagínese una caja o arqueta en cuyo interior está la máquina que
vamos a describir. Sobre la base de la arqueta descansa una rueda de
cobre que lleva insertas cerca de su borde, y paralelamente a su eje,
cierto número de paletas (ocho, por ejemplo), y en el mismo fondo
hay una hendidura a la cual un vástago fijo en medio de una de las
ruedas del coche se engancha a cada vuelta y empuja hacia adelante
a una de las paletas que se encuentra sustituida por la siguiente, y así
indefinidamente, de donde resulta que cuando la rueda del coche haya
dado ocho vueltas la de las paletas habrá dado una sola.
En el centro de esta última hay colocado perpendicularmente por uno
de sus extremos un tornillo cuyo otro extremo va enganchado a una
barra fijada en las paredes de la caja, el cual tornillo se aplica a una
rueda dentada, cuyo plano es perpendicular a la base de la arqueta. La
602 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO 11

rueda dentada lleva también un eje cuyos extremos giran contra las
paredes de la caja, y una parte del cual tiene espiras hendidas en su
superficie, de modo que es, a su vez, un tornillo que engrana con una
rueda dentada paralela al fondo de la arqueta. Sobre esta rueda está,
análogamente, inserto un eje uno de cuyos extremos gira sobre el
fondo y el otro queda en la barra fija a las paredes. Este eje lleva
también un tornillo que engrana con los dientes de otra rueda colocada
perpendicularmente al fondo.
Esto se continúa todo lo que queramos o mientras haya sitio en
la caja, porque mientras mayor sea el número de ruedas y tornillos,
más largo será el camino que se puede medir.
En efecto, cada tornillo, al dar una vuelta, mueve un diente de la
rueda a la cual se aplica, de tal modo que el tornillo adherido a la
rueda de paletas indica ocho revoluciones de la rueda del coche cada
vez que gira, pero solo mueve un diente de la rueda sobre la cual actúa.
Por tanto, siesta última tiene, por ejemplo, treinta dientes, cuando haya
dado una vuelta completa por la acción del tornillo, indicará doscientas
cuarenta vueltas de la rueda del coche.
Del mismo modo, dicha rueda dentada, al dar una vuelta, hará dar
otra al tornillo inserto en su plano y solo empujará hacia adelante un
diente de la rueda siguiente, y, por tanto, si esta nueva rueda tiene
también treinta dientes-que es un número razonable, aunque puede ser
mayor-, al dar una vuelta indicará siete mil ochocientas vueltas de
la rueda del coche.
Suponiendo que esta úItimatiene diez codos de circunferencia, será
setenta y dos mil codos, es decir, ciento ochenta estadios. Esto se
aplica a la segunda rueda dentada; si hay otras, y si también aumenta
el número de dientes, aumentará proporcionalmente la longitud del via-
je que se podrá calcular.
Dioptra, XXIV.

EL YACIO

La Pneumática es una ciencia muy apreciada por los filósofos y téc-


nicos antiguos. Aquellos dedujeron sus principios de las leyes de la
Lógica, y estos los establecieron experimentalmente. En la presente obra
HERON DE ALEJANDRIA.-EL VACIO 603

~nos vemos obligados a exponerlos ordenadamente, por creer que hacién-


,dolo así seremos útiles a los futuros estudiantes.
Pero antes de ocuparnos de nuestras investigaciones, debemos refe-
:rirnos a un tema general, la naturaleza del vacío, cuya existencia niegan
terminantemente algunos autores, mientras que otros admiten que, en
condiciones normales, no hay, efectivamente, un vacío continuo, sino
pequeños vacíos dispersos en el aire, en el agua, en" el fuego y en otros
cuerpos, opinión que debemos aceptar y cuya certeza demostraremos
mediante pruebas adecuadas.
Rectifiquemos, en primer término, una ilusión popular. Diciendo,
por lo pronto, que las vasijas que, en general,se creen vacías, no lo
están realmente, sino llenas de aire que, según los ,filósofos naturales,
es un compuesto de pequeñas partículas de materia, la mayor parte de las
cuales son invisibles . para nosotros, y, por tanto, si en una vasija, que
parece estar vacía, se echa agua, sale 'de <ella tanto aire como agua se haya
eéhado.
Para convencerse· de ello basta tomar una vasija aparentemente vacía,
ponerla boca abajo y, manteniéndola en posición vertical, introducirla
en una fuente con agua. Esta no entrará en la vasija aunque quede com-
pletamente cubierta, lo que' demuestra que el air~es una cosa material,
que impide que el agua penetre en la vasija porque ha ocupado previa-
mente todo el interior de esta. Si se hace después un agujero en el fondo
de la vasija, el agua entrará por la boca al mismo tiempo que el aire sale
por el agujero, y si antes de perforar el fondo se saca la vasija vertical·
mente del agua y se vuelve boca arriba, se verá que su interior está
seco, lo que prueba que el aire es una sustancia· corpórea.
'El aire se convierte en viento cuando está agitado, de manera que el
viento es, sencillamente, aire en movimiento, y por .eso si después de
perforar el fondo de la vasija se echa agua en esta y se pone la mano
cerca del' agujero, se nota el viento que sale de la vasija, el cual no es
otra cosa que el aire expulsado por el agua. Por tanto, no se debe suponer
la existencia de un vacío continuo entre las cosas,sino· vacíos pequeños
diseminados en el aire, en el agua y en otros cuerpos, bien entendido que
las partículas de aire, aunque estén en contacto, no se juntan de modo que
ajusten, sino que' dejan entre sí espacios vacíos como las arenas en la
playa, cuyos granos se pueden asimilar a las partículas de aire y el aire
que hay entre ellos al vacío entre las partículas.
Esta estructura física del aire permite comprimirlo aplicándole una
604 CIENTIFICOS GRIEGOS.--TOMO II

fuerza exterior y, por consiguiente, introducirlo en los espacios vacíos si


se aprietan sus partículas de un modo antinatural. Cuando disminuye
la presión, el aire vuelve a su estado anterior a causa de la elasticidad de
sus partículas.
Análogamente, si la aplicación de una fuerza provoca la separación de
las partículas y la formación de espacios vacíos entre ellas, mayores que
los naturales en condiciones normales, las partículas tienden a juntarse
de nuevo por aumentar su velocidad, ya que no hay nada que impida su mo-
vimiento o le oponga ~esistencia, hasta que vuelvan a ponerse en contacto.
Para demostrar experimentalmente esta teoría, tomemos entre las
manos una vasija ligera, de boca estrecha, y aspiremos el aire de su
interior. Si apartamos entonces las manos, la vasija quedará suspendida
de nuestros labios porque el vacío tenderá a absorber la carne de estos
para ocupar el espacio que antes ocupaba el aire, 10 que demuestra que
se ha creado un vacío continuo en el interior de la vasija.
Otra prueba de esto la dan los médicos cuando para llenar con UD
líquido un vaso aspiran el aire de su interior, tapan con los dedos la
boca del vaso e, introduciéndolo invertido en el líquido, separan los dedos
y el líquido penetra en el vaso, atraído por el vacío, a pesar de que el
movimiento de un líquido hacia arriba es antinatural.
Volviendo ahora a los que niegan terminantemente la existencia del
vacío, diremos que es posible que encuentren argumentos para rebatir lo
que hemos dicho, y, a falta de pruebas experimentales, podría parecer
que sus argumentaciones lógicas les dan la victoria; mas para nuestro
objeto basta que les demostremos, por medio de fenómenos observables,.
estos dos hechos: la existencia de un vacío continuo, pero en forma anti-
natural, y la de pequeños y dispersos vacíos en forma natural; demostra-
ciones que no dejarán ninguna salida a estos equilibristas verbales.
Para nuestra demostración tomemos una esfera de mediana capacidad
construida con una lámina de metal lo suficientemente gruesa para que no
se pueda aplastar, y hagamos en ella un pequeño agujero al que solda-
remos un tubo de tal modo que forme con la esfera una superficie con-
tinua, eliminando toda posibilidad de que cuando introduzcamos forza-
damente aire en la esfera pueda escaparse por algún resquicio.
Lo mismo que todas las vasijas vulgarmente consideradas como
vacías, la esfera está llena de aire que se aprieta contra la pared que
lo contiene. No habiendo en la esfera ningún espacio desocupado, sería
absolutamente imposible introducir agua o más aire si fuera cierta la
HERON DE ALEJANDRIA.-EL VACIO 605

opmlOI1 de los lógicos, a no ser que saliera una parte del que contiene;
y si se intentara introducirlo por la fuerza, estallaría la vasija antes de
admitirlo.
Pero ¿ qué es lo que ocurre en realidad? Si ponemos la boca en el
tubo y soplamos, podemos introducir aire en la esfera sin que se escape
ninguna porción del que ya estaba dentro de ella, lo cual prueba, eviden-
temente, que las partículas del aire que había en la esfera se han visto
obligadas a penetrar en los espacios vacíos que existían entre ellas, reali-
zándose una contracción antinatural a consecuencia de la introducción
forzada de aire en la esfera; y si luego de haber soplado tapamos el tubo
con un dedo, el aire sigue comprimido en la esfera; pero si apartamos
el dedo, el aire forzado del interior sale en seguida violentamente por el
tubo haciendo ruido, expulsado por la expansión del aire interior, a causa
de su elasticidad.
Si hacemos la experiencia inversa, podemos aspirar una gran cantidad
del aire contenido en la esfera sin que sea sustituido por ningún otro,
como vimos anteriormente que sucede en los vasos de los médicos.
Nuestra nueva experiencia demuestra que en la esfera se forma un
vacío continuo, y se deduce que los espacios vacíos están dispersos entre
los intersticios de las moléculas de aire que, cuando se fuerza, el aire se
introduce en esos espacios vacíos gracias a una compresión que es anti-
natural.
La existencia de un vacío continuo contraria a las leyes de la Natura-
leza ya la ha demostrado la adherencia de una vasija ligera a los labios
y los tubos de los médicos.
Se pueden hacer otras muchas experiencias para estudiar la naturaleza
del vacío, pero bastan las dos expuestas, que se fundan en la objetividad
de fenómenos observables 1.
Resumiendo 10 dicho, podemos asegurar que todos los cuerpos están
compuestos de minúsculas partículas de su propia materia, entre las
cuales existen espacios vacíos más pequeños que sus partes. Solo abusando
del lenguaje se puede decir que, a falta de fuerza, no hay vacío en abso-
luto, sino que todo está lleno de aire, de agua o de cualquier otra sustan-
cia, y que solo cuando hay un corrimiento de una de esas sustancias
puede otra ocupar el espacio que ha quedado vacío.
Pneumáticas, prefacio.
1 Compárense las experiencias de Herón con la de la clepsidra de Empé-
docles, que hemos citado en el Estudio preliminar, n.
606 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

LA EOLIPILA

Sobre una marmita de agua caliente se mueve una esfera alrededor


de un pivote.
H
Sea AB una caldera con agua co-
locada sobre el fuego. Se cierra por
medio de una tapadera CD atravesada
por un tubo encorvado EFG, cuyo
extremo G penetra en una esferita
hueca HK según un diámetro, y en
el otro extremo se coloca un pivote
LM fijo en la tapadera CD.
A los extremos de un diámetro
se adaptan sendos tubos doblados en
ángulo recto y perpendiculares a la
A B tapadera.
Cuando se calienta la caldera, el
vapor pasa por el tubo EFG en la
esferita, y al salir a la atmósfera
por los tubos encorvados la hará
girar.
Pneumáticas, n, 11.

FIG.5.

APERTURA DE LAS PUERTAS DE UN TEMPLO


ENCENDIENDO FUEGO SOBRE UN ALTAR

Construcción de un templo de tal modo que si se ofrece un sacrificio


se abran las puertas, y se cierren cuando se apagúe el fuego.
A través del altar sobre el cual está el fuego se hace pasar el tubo se-
ñalado por una línea de puntos cuyo orificio superior se abre sobre el
altar y el inferior dentro de un globo, aproximadamente en su centro,
y se adapta al globo un sifón encorvado. Los goznes de las puertas deben
estar prolongados por la parte inferior y girar libremente en gorrones a
HERON DE ALEJANDRIA.-APERTURA DE PUERTAS MEDIANTE EL FUEGO 607

los cuales se fijan dos cadenas que se unen en una sola que pasa por en-
cima de una polea y se ata a un vaso que queda así suspendido. Otras
cadenas arrolladas a los goznes en sentido contrario que las anteriores,
se juntan también en una sola
que, luego de pasar por una po-
lea, termina en una pesa de plo-
mo que, al descender, hace cerrar
las puertas. La rama exterior del
sifón se hunde en el vaso sus-

!~
pendido y en el globo se echa agua
por un agujero que se tapa cuan-
, , , I
do el globo está medio lleno
(Fig. 6). I
Entonces ocurre lo siguiente:
una vez encendido el fuego, su
calor calentará el aire que hay
en el altar obligándolo a ocupar
mayor espacio. Este aire, al pa-
sar en el globo por el tubo, ex-
pulsará por el sifón el líquido que FIG.6.
contiene hasta el vaso suspendi-
do, y este, al descender por su peso, arrastrará la cadena y abrirá las
puertas. Después, cuando se apague el fuego, el aire se escapará por los
vacíos de las paredes del globo y el sifón suspendido a fin de ocupar el
sitio de los vacíos producidos; el extremo del sifón, es, en efecto, hun-
dido en el agua del vaso suspendido. Al vaciarse el vaso, el peso suspen-
dido hará, al descender, cerrar las puertas.
Pneumáticas, I, 38.
DIOSCORIDES
(fI. 60 d. de J.C,)
DIOSCORIDES

PREAMBULO
DECilicia;
la vida de Dioscórides solamente se sabe que nació en Anazarbea,
que adoptó el nombre Pedacio de una familia romana de la
que era cliente, y que, como cirujano militar, estuvo al servicio de Nerón,
con cuyo ejército recomó gran parte del Imperio Romano, lo que le per-
mitió estudiar las propiedades medicinales de las plantas que recolectó
-unas seiscie;ntas-, dando cuenta de ellas en su obra Materia médica.
Sus descripciones son, en general, correctas, hablando con propiedad
de la raíz, tallo, hojas, flores y frutos de las plantas, así como de las
condiciones climatológicas más convenientes para su cultivo, debiendo
destacarse, entre otras, sus atinadas observaciones sobre la mandrágora,
el lirio, el cardamomo, el áloe, el cólquico, la convalaria, la cicuta y el
beleño.
Dioscórides fue el primero que expuso con toda claridad las propie-
dades analgésicas del opio, al que ya aludía el papiro de Ebers; en men-
cionar el amoníaco y en discutir la terapéutica del acíbar, y a él se debe
el nombre de cchidrargirio»-plata líquida-del mercurio.
Desde el punto de vista médico, el naturalista cilicio prescribe como
tópicos ciertas sustancias metálicas, como el albayalde, el litargirio, el
acetato de cobre y el antimonio, y para uso interno recomienda algunas
algas fósiles, las aguas minerales y la carne de víbora para combatir
las úlceras, herpes y otras enfermedades cutáneas.

BIBLIOGRAFIA

La obra de Dioscórides sobre Materia médica: JI EQt v},r¡c; la.r(2¿xijc;, S(J


compone de cinco libros, el primero de los cuales trata de los aromas,
aceites y ungüentos y de los árboles y sus frutos; el segundo se ocupa de
los animales y los productos-leche, grasa, etc.-, que se emplean como
611
612 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

medicamentos; el tercero y el cuarto están dedicados a las plantas que


proporcionan zumo, y el quinto trata, en particular, de la vid y el vino y
termina con un estudio de los minerales.
La edición princeps latina es de Venecia, 1478; la griega, de 1499,
también es veneciana, y entre las modernas contamos con la que figura en
el tomo XXV de los Medicorum graecorum qua extant, por Karl Gottlieb
Kühn, con la traducción latina de Kurt Sprengel, Leipzig, 1817, y la de
Max Wellmann, en tres volúmenes, Berlín, 1907-1914.
Grande ha sido la influencia ejercida por esta obra durante varios
siglos, siendo España la nación que más contribuyó a su conocimiento con
cinco ediciones, de las que merece especial mención la de Andrés Laguna,
para cuya realización el célebre médico segoviano cotejó todos los manus-
critos que estuvieron a su alcance y estudió personalmente muchas plan-
tas descritas por Dioscórides, a fin de reconstruir el texto original de no
pocos pasajes erróneamente interpretados hasta entonces: Pedacio Dios-
córides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mor-
tíferos, traducido de lengua griega a la vulgar castellana, e ilustrado con
claras y sustanciales anotaciones y con las figuras de innumerables plantas,
Amberes, 1555, reimpresa en Salamanca, 1586.
Además de este tratado, Dioscórides escribió otros dos: uno-que
suele citarse como libro VI de aquel-que trata de los venenos y contra-
venenos, y otro dedicado a los animales venenosos y a los perros hidró-
fobos.
Para el mejor conocimiento de Dioscórides pueden consultarse las
historias de la Medicina, especialmente la de A. CASTIGLIONI: Storia
delle Medicina, Milán, 1927, y las de la Botánica: Geschiche der Botanik,
de ERNST F. H. MEYER, Konigsberg, 1854, y Geschiche der Botanik,
de KURT POLYCERPE JOACHIM SPRENGEL, Leipzig, 1817, y en particular
la de R. T. GUNTHER: The greek herbal of Dioscoride, Oxford, 1934.
Interesantes son también los artículos de Wellmenn en Hermes, XXIV,
1889; XXXIII, 1898, y XLIII, 1908 y el que le dedica la Enciclopedia
Pauly-Wissowa.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 613

MATERIA MEDICA

ANOTACION*

Ser de todo imposible que puedan conocer la facultad de las medica-


ciones compuestas, ni componerlas, ni seguramente usar de ellas, los que
ignoran la natura y virtud de las simples, demuéstralo en muchos lugares
Galeno, y también la viva razón lo amonesta. Porque así como no puede
un gramático formar y entender la oración sin tener primero muy perfecta
noticia de los elementos y partes que la componen, de la misma manera
es imposible al médico fabricar alguna medicina compuesta que sea útil
a la salud humana, o usar congruamente de ella, si en las simples, de las
cuales las compuestas resultan, no fuera muy docto y ejercitado ; ultra
que no se le puede decrecer mayor vergüenza y vituperio a un artífice
que ser hallado ignorante de los propios instrumentos de su arte. A lo
cual por ventura dirán algunos de los que desean más parecer que ser
médicos: los libros están llenos de muchos y variados remedios ordena-
dos por los antiguos contra todas las enfermedades, los cuales recibe y
aprueba el uso, por donde no cumple que en tal negocio nos fatiguemos.
Empero, esta tan magra excusa de su inexcusable ignorancia, los hace
dignos de mayor odio, y muestra ser su desventura más grande; pues en
estos felicísimos tiempos, cuando renacen todas las buenas artes y dis-
ciplinas, no se atreven, desdichados, ni aun a tentar 10 que aquellos hon-
rados viejos, en uno siglos incultos y barbarísimos, con tanta diligencia
y solicitud por nuestra conservación procuraron.
Allende de esto, aunque liberalmente les concedamos todas las medi-
cinas compuestas necesarias al uso común ser ya dispensadas de nuestros
antepasados, todavía serán forzados a confesarme que los capitales erro-
res que, por causas del impresor, a cada paso se hallan en las composicio-
nes de los antiguos podrán ser conocidos y restaurados solamente de
aquellos que tuvieren perfecta cognición de los simples, y en ella cada día
se ejercitaren. Propongamos, por no hablar sin ejemplo, el Diamargaritón
caliente, ordenado del Avicena, que hasta hoy ha costado no pocas
vidas, en la composición del cual, así como le preparan por todo el
mundo, entre otros simples, concurre la raíz de Thapsia, la cual bebida

'" Traducción y notas por el doctor Andrés Laguna, Salamanca, 1563.


614 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

basta para matar los robustísimos elefantes, cuanto más los hombres en-
fermos y en extremo debilitados, como lo probó muy a las claras con
su gran daño en Roma la desdichada Turqueta, mujer harto conocida en
aquesta corte. Porque como estando los días pasados muy flaca de una
fiebre continua, cierto médico de los más eminentes la ordenase la tal
confección para corroborar el estómago y los vitales espíritus, al cual
efecto es principalmente apropiado, luego la cuitadilla, en bebiéndola,
como si hubiera bebido algún rejalgar o cualquier otro presentáneo veneno,
con cien mil espasmos, náuseas y paroxismos, dando a su Criador el ánima,
se despidió de esta luz, no sin gran admiración y espanto de algunos
médicos que a la sazón nos hallábamos allí presentes, los cuales, alter-
cando después entre nosotros mismos cuál, qué podría ser la razón de
aquellos accidentes tan repentinos y graves, resolvimos dar la culpa del
daño a la Thapsia; la cual, no obstante que en algunos casos desesperados,
estando la virtud fuerte, la manda dar por la boca Dioscórides,para
purgar los humores gruesos y pertinaces, todavía de su natura es medicina
tan corrosiva y vehemente, que (según el tratado de cómo conviene re-
dargüir los que fingen enfermedades, testifica Galeno) cierto lacayo astuto,
queriéndose excusar de no seguir a su señor en una jornada, por no se
ausentar de su dama, se la puso sobre la pierna, y así se le vino luego
a enconar e hinchársele toda como una bota; por donde fácilmente im-
petró la quedada. Creyendo, pues, no caber en razón que una cosa tan
aguda y mordaz, que las partes exteriores irrita e inflama, fuese útil para
confortar las internas, sin comparación más tiernas y delicadas, luego
nos persuadimos de haber en la escritura algún yerro, y así, revolviendo
registros viejos, vinimos a topar con un manuscrito y carcomido ejemplar,
que descubrió el maestro Vicentio, excelente boticario de Roma y diligen-
tísimo escudriñador de las cosas medicinales, en el cual por Thapsia se
leía Capsia, que (según estaba interpretado en la margen) quería decir
Capsia lignea, o canela, medicina muy cordial. Mirad, pues, en qué
peligro están vuestras vidas, pendientes del albedrío de algunos idiotas,
que, en lugar de remedio confortativo, os dan muy eficaz ponzoña.
No quiero disimular otro más pestífero error que el ya dicho acerca
de la misma canela, en el que cada día miserablemente tropiezan algunos
de los médicos más viejos, sin querer jamás reducir el camino de-
recho y llano, aunque más se les muestre; porque les parece que per-
dieran autoridad, reputación y crédito si habiendo vivido en error tanto
tiempo, y con tanto daño común, vinieren a mudar opinión a la fin de
sus días, y cierto y cierto en parte son excusables. Llamaron así a la
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 615

canela, como el árbol que la produce, Cabia los griegos ancianos, de


los cuales no fue conocida la Capiascotota laxatina, y por cuanto muchas
veces alabaron únicamente, entre otras cosas la corteza de la cabia para
facilitar el parto, entendiendo nuestra canela ordinaria, que al tal efecto
es muy útil, vinieron después los bárbaros de quien hablo a dar a las
que paren difícilmente el polvo de la cañafístola solutiva, el cual es
constrictivo y muy apto para retener violentamente la criatura en el
vientre, y hacer que jamás salga a luz, de modo que con el tal récipe solo,
muchas veces perpetra juntamente dos homicidios, haciendo de la madre
desventurada un ataúd de su genitura.
En estos, pues, y en otros más enormes errores caen ciertos infortuna-
dos, que con hacer profesión de médicos son tan ignorantes de la historia
medicinal, que si les preguntáis de myrobalano qué es, os dirán que
cebolla albarrana y con todo esto los veréis andar por las calles muy
entonados y llenos de anillos, como de trofeos y despojos de los tristes
que derribaron, en los cuales, si bien los escudriñáis debajo de aquellas
ropas, solo hallaréis desvergüenza y atrevimiento, fundado en la demasiada
credulidad de los populares, que a cualquiera que se les vende por
médico, luego, sin más, le creen, no habiendo mentira más peligrosa
en el universo, ni que tanto daño acarree al linaje humano. De la exor-
bitante improbidad de los cuales produce que la medicina, que en los
tiempos pasados solía imperar aun a los mismos emperadores, ande ya
por el suelo, tan vil y tan abatida, que cualquier hombre honrado se
afrente de ejercitar la práctica de ella, cuyos profesores eran celebrados
antiguamente por inmortales dioses. En· esto, pues, en esto querría yo que
se desvelasen los magistrados y gobernadores de las repúblicas, digo en
conocer y reprimir aquellos lobos encarnizados y sedientos de sangre
humana, que disfrazados en traje de hombre van por las calles, por las
plazas, por las .cortes y palacios de príncipes, degollando a diestro y
siniestro a cuanto se les ponen delante; en esto querría que se ocuparan
algunos ratos, como entienden en otras cosas, aunque necesarias para
la República, todavía no de tanta importancia. Así que de los tales
médicos no menos se debe huir que de la pestilencia; visto que de las
cOI;lfecciones y electuarios que no conocen, tan sin duelo os arrojan onzas
y libras como si fuesen para echar en aljibes. Más de esto, entre las otras
felicidades suyas, se puede alabar nuestra España, que si en alguna parte
los hay, ella contiene muchos médicos y boticarios excelentísimos, los
cuales harían muy gran ventaja a todos los del mundo universo si con
las otras gracias y virtudes que tienen, se diesen un poco más a la cogni-
616 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

ClOn de la materia médica, como tengo gran confianza en que de aquí


adelante se darán bravamente a ella, pues ven muy bien cuánto importa
y no son del linaje de aquellos que no solo carecen de doctrina tan sin-
gular, empero también le tienen capital odio, y aun persiguen a los que
hacen de ella caudal; a los cuales van asentados mis tiros, pues aunque
por su ceguedad y estupor se deba tener alguna compasión de ellos, todavía
por la cruel arrogancia y soberbia con que andan hinchados, se hacen abo-
rrecer y son odiosos al mundo. También conviene, ultro lo susodicho, ad-
mitir que mientras podemos curar con medicinas simplísimas al· enfermo,
debemos siempre huir las compuestas, pues con estas le curaremos más
costosamente y con más peligro que con aquellas; de las cuales malamen-
te podrán usar los que no las conozcan.
,No quiero referir al presente cuántos adulterios, cuántas falsedades y
embustes cada día se hacen .en las medicinas compuestas, en las cuales
aun los muy ejercitados a las veces se engañan, cuanto más los imperitos
de la historia medicinal. Por donde hallo el ser muy insigne uso el de
algunas ciudades de Francia y de Italia adonde no se dispensará jamás com-
posición alguna para el uso de la república sin primero los principales
médicos haber visto y examinado todas las medicinas que la componen,
y sobre cada una de ellas dicho su parecer. El cual instituto también se
guarda en Valencia, adonde los boticarios son mucho más curiosos y
diligentes que en ninguna otra parte de España. La misma costumbre
prevaleció los tiempos pasados en Roma, cuando aquellos augustos em-
peradores tenían las riendas y el gobierno del universo. Porque no eran
tan curiosos y solícitos de acrecentar los límites del Imperio como de
conservar la sanidad de sus súbditos, y así Galeno, protomédico que fue
de Marco Aurelio el filósofo, no hace fin de exaltar y subir al cielo la
bondad y grandeza de aquellos Césares, los cuales, a sus propias costas
y expensas, hacían venir de muy longincuas regiones no tanto perlas
y oro como medicinas preciosísimas, para componer los antídotos y
para que nada faltase de lo necesario para la incolumidad de su pueblo.
Considerando, pues, el divino Dioscórides cuán manca fuese la vida
humana sin la noticia particular de los simples, en los cuales él era
experimentadísimo, parecióle ser bien comunicar al mundo su historia,
y así procuró de nos la dejar muy perfecta en seis libros, visto que a
ninguno de los que antes de él fueron, ni de los de su edad, le bastó
el ánimo de llevar a cabo esta empresa generosa. Para darnos, pues,
sumamente a entender la gran experiencia que tuvo acerca de la cognición
de los simples, dice que su vida siempre fue militar. Lo cual dado que
DIOSCORIDES.-'--MATERIA MEDICA 617

parezca gran disparate, y en sí muestre no pequeña contradicción, por


cuanto comúnmente la gente de guerra de ninguna cosa es más solícita
que de aquellas que son útiles al bien público, ni se ocupa de procurar
vida y salud, sino de derramar sangre humana, todavía debemos con-
siderar que los capitanes y hombres de armas de aquellos tiempos no se
estaban diez años en torno de una villeta como suelen los nuestros. Por
entonces no hallándose tanta resistencia en las fuerzas como se halla ahora
por razón· de la artillería, más se tardaba en llegar a las provincias y en
verlas que eh conquistarlas, y así los que andaban en los ejércitos, como
siempre discurrían de región en región, ni más ni menos que los
gitanos, fácilmente podían conocer cada día varias costumbres de gentes,
diferentes constituciones de ellas e infinitas y variadas plantas y miner,a-
les, en especial siendo a la tal inquisición inclinados, como lo fue; sin
duda, .Dioscórides, el cual alcanzó mucha más gloria y fama por la pro-
fesión filosófica" y literaria que por la militar, dado que las letras no
le embotaron la lanza. De lo dicho se colige a la clara qué útil y necesaria
sea la peregrinación generalmente a todos los hombres. Lo cual, Homero,
teniéndolo bien conocido, para darnos a entender un varón muy avisado
y prudente como era Ulises, invocó la musa en esta manera:
i Oh Musa! Cuéntame las perfecciones
del que después de las troyanas clades,
conoció las costumbres y ciudades
de muchas gentes y varias naciones.

Más a ninguno sirve tanto el peregrinar como al médico, dado que


muy pocos de ellos son los que peregrinan, pues les parece que bastan
tres o cuatro solecismos o barbarismos que aprendieron en la Universidad
más m.ezquina, con otras tantas recetas rancias, para irse corriendo sangre
a" hacer continua y capital guerra a la patria, como perros qué en
bebiendo: del Nilo vuelven luego rabiosos a morder a cuantos hombres
encuentran. Estos, pues, son aquellos de los cuales blasfema Plinib,
diciendo que aprenden a nuestra costa, y matando sin hallarles una ley
que castigue tan perniciosa ignorancia. Y cierto sería un decreto muy
útil f salutísimo a la república que ningún médico salido reciente y fresco
de 16s estudios pudiese medicar en el reino, sin primero haberse ensayado
seis o siete años en tierra extranjera y de enemigos, o en algún hospital
insigne, haciendo allí del arte medicinal mil pruebas, atento que primero
que conozcan las complexiones y enfermedades y los remedios a cada
una de ellas, son forzados de hacer doscientos mil desatinos, y así
618 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

acontece que cuando al cabo de su vejez aciertan a dar vida y salud a


un negro ya tienen despachados, de contadores y puestos en cobro,
quiero decir en sagrado, más de diez mil ciudadanos. Por eso dice el
buen viejo Hipócrates que la experiencia en el cuerpo humano es siem-
"pre. muy peligrosa, y esto por la dignidad y valor del sujeto, que no es
perro ni gato, sino un animal de tal suerte que a todos los otros
huella y solo a Dios reconoce por superior. Porque del error que se
.comete en las otras artes suelen recrearse livianos inconvenientes, así
'eomo irreparables daños del que en la medicinal se hacen, entendido
que .' si el.· médico, por dar al enfermo salud, le quita totalmente la vida,
ofende de tal manera, que no se puede jamás rehacer un tan inestimable
agravio.
Dudaron algunos excelentes varones sobre el tiempo en que escribió
la presente obra Dioscórides. De los cuales algunos se resolvieron en
creer que' Plinio y él hubiesen sido contemporáneos, por parecerles que
entre ambos' hicieron mención .de Licinio Baro, y que le conocieron,
.aunque si bien miramos, en todos los mejores ejemplos plinianos se halla a
rLecanio Baro, el. cual de Licinio Baro. fue muy diverso. Por donde no pue-
do dejar de maravillarme de personas de gran lección, doctrina y autoridad
se engañasen tan a la clara, siendo notorio a todos que Plinio, en cuanto
trae de la historia medicinal, no hace otra cosa que trasladar palabra a
palabra y literalmente a Dioscórides, que le fue anterior por lo menos
cien años, lo cual también testifica Suidas, diligentísimo escudriñador
de los tiempos, escribiendo de esta manera: «Dioscórides Anazarbeo,
médico, llamado «el pecoso» por las pecas que tenía en el rostro, vivió
con Cleopatra y Antonio, escribió veintitrés libros medicinales muy cele-
brados por el mundo universo)). De manera que de tantos años, poco más
o. menos, precedió a Plinio Dioscórides, de cuantos consta que .Tito
Vespasiano (debajo del imperio del cual escribió la Historia Natural
PUnio) fue posterior a Cleopatra, la cual feneció sus días en los pri-
meros años de Augusto.
Conocemos también que Dioscórides fue continuo familiar de Cleo-
patra y Antonio. Así como Suidasnosda testimonio suficientísimo de
ello si consideramos que Ario (al cual dedica estos comentarios) fue
un filósofo alejandrino de aquellos tiempos, del cual hace solemne
mención Plutarco en la Vida de Antonio, diciendo que después de des-
baratados Antonio y Cleopatra, Octavio entró en Alejandría razonando
con Ario filósofo y llevándole a la mano derecha. Dice más aquel escritor,
que después de haber discurrido el mismo Augusto por la ciudad, entró
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 619

en cierto gimnasio público, y que allí, desde un púlpito, dijo a los ciu-
dadanos alejandrinos y a todo el pueblo que les perdonaba la culpa de la
guerra pasada, primeramente por amor de Alejandro Magno, fundador
de. aquella ciudad tan insigne; después de esto, por la grande hermosura,
magnificencia y majestad de ella, y, finalmente, por respeto de Ario
filósofo (al cual dicen que entonces señaló con el dedo por cuanto le
tenía a su lado), mandándoles generalmente que a la prudencia y sabiduría
de él solo agradeciesen todos la vida y salud que les daba. Fue por
cierto no vulgar argumento de valor y autoridad de aquel tan excelente
filósofo la honra que Augusto le hizo y el respeto grande que allí le tuvo;
empero, no menor la opinión que de él concibió el divino Dioscórides,
pues le juzgó entre todos dignísimo, a quien fuese consagrada, y.debajo
de cuyo esplendor y nombre se derramase por el mundo nuestro esta obra
suya, tan útil· y necesaria al linaje humano. Porque entonces los hombres
doctos dedicaban sus trabajos a príncipes excelentes o a varones en virtud
y doctrina encumbrados, que no a los idiotas ricos y caudalosos, como
hacen escritores de nuestros tiempos, que guiados de la codicia execrable,
y pensando ya sacar algo de ellos, suelen ofrecer a los cuervos (como
dicen) ungüentos preciosos, de los cuales, en pago de su· bajeza, más veces
quedan burlados. Porque i cómo quieren por letras recibir merced y
premio de aquellos que las huyen como veneno y les tienen capital
odio!
Desatada aquella primera duda, surge otra no liviana dificultad, que
es esta: si Plinio fue posterior a Dioscórides y tomó de él todo lo medi'"
cinal que escribe, ¿ cómo es posible que no lo haya jamás citado, y . ésto
habiendo sido siempre de tan generosa natura que aun de infinitos a;uto-
res bajos y oscuros hizo muchas veces mención, por haberlos en alguna
cosa imitado? Para satisfacer a la cual demanda no se me ofrece alpre-'
sente decir otra cosa sino que pudo ser que en el tiempo de . Plinio aún.
no fuese bien conocido Dioscórides y que sus obras discurriesen sin tí-
tulo por las manos de doctas gentes, a manera de cartapacios, como cada:
día se hallan libros excelentísimos cuyos autores se ignoran. La cualres-
puesta, no pareciendo bastante para saltar el problema, seremos forzados
a pronunciar que Plinio y Dioscórides tomaron de algún tercero, como si
dijéramos de Crotevas el herbolario o de Andreas el médico (de los
cuales hacen mención entrambos), todo cuanto escribieron. Podríase tam-
bién sospechar que Plinio industriosamente hubiera nombrado muchos
autores bajos y oscuros, y no a este, como hacen los que por encubrir
un grande hurto confiesan muchos hurtillos livianos, y esto debe bastar
620 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO 11

cuanto a la profesión y antigüedad de Dioscórides. El cual, por tornar


a nuestro instituto, entre otras cosas reprende mucho la manera y orden
del proceder que en la descripción de los simples siguieron los otros
médicos, a causa de que algunos de ellos juntaron y confundieron las
medicinas muy diferentes, y otros aportaron las semejantes, en los cuales
dos vicios cayeron por pereza todos los que en las descripciones usaron
de abecedarios, como siguiendo el orden del A, B, e, muchas veces eran
forzados a recitar juntamente y en un mismo lugar la historia de algunas
cosas de diversa natura y cualidades, como si dijéramos de las lechu-
gas y del lentisco, solo por ser debajo de una letra misma comprendidas,
y otros el mismo estilo les constriñe a tratar en muy diversos lugares de
las plantas de una misma figura y fuerza, como de la endibia y de la
cicorea, por estar sujetas a diversos caracteres. Por huir, pues, de todo
inconveniente, Dioscórides promete de seguir otro modo en la descrip-
ción de los simples; conviene a saber: tratando juntamente y en un
mismo lugar de las cosas entre sí semejantes.
Empero, primero que da principio al negocio, avisa a todos los que
de este trabajo suyo quieran recibir fruto que procuren coger cada cosa
en su tiempo. Porque así como el animal, poco más o menos, tiene sus
limitados días para en el vientre de su madre adquirir su perfección en-
tera, antes de la fin de los cuales suele nacer ordinariamente flaco y en-
fermo, de la misma suerte, cada planta que la tierra produce y cada fru..
to que de la planta nace tienen su tiempo cierto, así para engendrarse como
para perfeccionarse, de modo que si antes de ser cumplido aquel térmi-
no la tal cosa se coge o arranca, no servirá tan bien al efecto para el .cual
fue producto, dado que algunas veces aproveche para otros, como pode-
mos decir del membrillo cogido antes de madurar, pues aunque es acerbo
e ignoto al gusto, restriñe todavía el flujo del vientre y conforta notable-
mente al estómago.
Consiguientemente, amonesta que la cosecha de cada cosa, mientras
fuese posible, se haga en tiempo enjuto y sereno, lo cual se funda en
razón, porque la superflua humedad enflaquece y debilita mucho la vir-
tud de las plantas y es causa de que no se conserven los frutos. De don-
de nace que el vino de vendimia mojada suele ser mucho más flojo, y
así no cumple echarle agua, por haber traído consigo harta en los cestos.
Por eso los que quieren que se conserve y sea más fuerte y gallardo, an-
tes que encierren el mosto lo cuecen en unas grandes calderas, con la
cual industria se revuelve todo lo acuoso. También por el mismo res-
pecto cualquier cosa que nace en altos, fríos, ventosos y enjutos montes,
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 621

así planta corno animal, en su calidad y grado tienen mayor vigor que la
que crece en llanuras muy sombrías y acuosas. Allende de esto, según el
clima de las regiones y clemencia del año, suelen las mismas plantas ser
de mayor o menor virtud y más tardías o tempranas, y así oírnos que
todo lo que en las Indias crece, no solo en la eficacia y grandeza, empero
en la celeridad del crecer, hace muy gran ventaja a cuanto por aquí nace.
En El Cairo y en Alejandría de Egipto las vides y las higueras nunca pier-
den jamás las hojas. En cierta parte de la Arabia Feliz suelen cogerse la
cebada y el trigo dos o tres veces al año. Empero, para qué nos cansarnos
buscando los ejemplos tan lejos, pues en esta Alma Roma todo el invier-
no gozarnos de rosas frescas, de flores de azahar y jazmines y, finalmen-
te, de suavísimas clavellinas, las cuales flores en las regiones frías, corno
Dinamarca, Escocia e Inglaterra, ni aun en verano, sino por gran milagro.
se hallan.
Pues corno sean grandes las diferencias que a cada paso se ven, no
solamente entre unas plantas y otras, empero entre las edades de cada
una en particular, sin duda el que quisiese ser perfecto en la cognición
de ellas, conviene que así corno van creciendo, las contemple cada hora
diligentísimamente, porque tal yerba conocerá en su juventud que des-
pués de crecida le parecería otra muy diferente, y esto por tornarse de
día en día las hojas, corno claramente se ve en el perejil y en el mas-
tuerzo, las cuales yerbas, cuando salen ternecicas de tierra, echan las ho-
juelas verdosidas, mas después de crecidas las tienen luengas, puntiagu-
das y por toda su redondez almenadas, a imitación de los niños de teta,
que nacen romos, y después, según van creciendo, se vuelven notable-
mente aguileños. Por donde no se debe nadie maravillar si el que vio
solamente alguna planta en su primer nacimiento, en la misma, ya cre-
cida, se engaña, pues ordinariamente acontece que apenas conozcamos
a nuestros propios deudos y hermanos cuando, habiéndose partido pe-
queños y niños, vuelven grandes y barbados. Confirmación de lo cual os
quiero contar una graciosa historia. Cierto cortesano muy honrado y co-
nocido de aquesta corte, cuando las revueltas del saco, se retiró hacia
Nápoles, y después de partido, le interceptaron todos sus beneficios, por
un falso rumor que se derramó de su muerte. Pocos años después volvió
a Roma, sano y entero, mas no pudo persuadir de que fuese él, de suerte
que hubo de litigar el cuitado mas de veinte años en la Rota, y aun litiga
hoy día, sobre probar que es vivo, para tornar a entrar en posesión de
sus beneficios, y con todo esto, aunque más lo jura y protesta, no se lo
quieren creer, de modo que se ve y verá en trabajo. Quise traer este ejem-
622 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

plo al propósito para que cada uno entienda que así las plantas como los
hombres, si se tienen perfectamente de conocer, jamás se deben perder
de vista, para la entera noticia y cognición de las cuales ayuda infinito
leer muy a menudo la historia y contemplar la pintura de cada una de
ellas, aunque sin duda todo esto importa muy poco, y no basta, si jun-
tamente no se ejercita el hombre en las vivas. Porque el que de haber
solamente leído la historia de todas las yerbas piensa ser herbolario sin
falta es como aquel pregonero que a grandes voces pregona las señales
de algún fugitivo esclavo por la relación que de él le hicieron, dado que
él mismo no le conoce, aunque lo tenga delante. Aprovecha también no
poco para refrescar la memoria tener las yerbas mismas pegadas con
cola en algunos cartones, como yo tengo infinitas exquisitas y raras, en
la cual industria se conservan en su figura y color muchos siglos, como
si fueren embalsamadas.
Lo demás que en su proemio trae Dioscórides acerca de la sazón en
que cada cosa cogerse debe y el modo de conservarla, puesto que sea de
sí tan claro que no requiera exposición ni comento, procuraré todavía
de repetirlo y fundarlo, a lo menos para extirpar las calumnias, que ni
aun a este autor tan excelente perdonan.
Dice, pues, que las yerbas ramosas, para que puedan bien conser-
varse, y en una necesidad en todas sus partes servirnos, se deben coger
cuando están de simiente llenas. Porque así como en las mujeres la más
segura y robusta edad es aquella en la cual conciben y paren, ni más ni
menos de la generación y nacimiento de las simientes debemos juzgar la
fuerza y vigor de las plantas. Así mismo quiere que se cojan las flores
cuando están en su perfección, que es después que fueron salidas y antes
que de sí mismas se caigan, atento a que si se dejan más tiempo al sol,
aunque asidas a sus propias madres, fácilmente se revolverá su virtud y
se pasan muy marchitas.
Los frutos que se maduran en el calor del sol quiere que se cojan
maduros, porque hay algunos que con su propio calor natural, colgados
o sobre pajas, vienen a madurar, como las' serbas y nísperos y los me-
lones de invierno, los cuales, dejándolos a la solar discreción, vendrán
más presto a corromperse que a perfeccionar. También conviene advertir
que cuando tenemos necesidad de restreñir y apretar con ellos debemos
arrancar algo verdes los frutos. Las simientes dice que se deben coger en
comenzando a secarse, porque si esperamos a que se sequen del todo
voláralas cualquier soplillo; allende por estar tanto tiempo al sol, toda
su virtud se evapora.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 623

El tiempo apto para arrancar raíces afirma que es otoño, cuando se


caen las hojas, y dado que muchos reclaman, diciendo que en el tal
tiempo las raíces están sin fuerza por haber disipado todo su caudal y
sustancia en la generación de los tallos, de las hojas, de las flores y, fi-
nalmente, de las simientes, y que a la primavera, por el contrario, toda
la virtud se encierra en las propias raíces, las cuales están llenas de hu-
mor y muy grasas, y que por este respecto deben entonces cogerse; aun-
que (como digo) opongan sus tales cosas y con alguna apariencia argu-
yan, hallo todavía que sus razones cojean. Porque como las raíces ten-
gan más humor del que han menester en la primavera, y así no puedan
vencerle ni digerirle, cierto, si entonces las arrancamos, por la superflua,
cruda e indigesta humedad, en la cual el calor natural está como ahogado
y sumerso, son de poco provecho y no pueden bien conservarse, de mane-
ra que súbito vienen a corromperse, lo cual no acontece con las arran-
cadas por el otoño, visto que de aquel humor tan copioso emplearon y
consumieron lo superfluo en la generación de la planta, reservándose
para sí todo lo necesario muy curado y digesto, así como las preñadas,
que distribuyendo para mantener la tiernecica criatura concebida en su
vientre aquella porción de sangre de la cual no tienen ellas necesidad
para mantenerse, de otra muy más pura y perfecta se refuerzan llenas las
venas. Salvo si no queréis porfiar que las mujeres que paren son de me-
nos virtud y fuerza que las doncellas, a las cuales podríamos comparar
justamente las raíces que se cogen en Primavera, entendiendo que tan
difíciles y peligrosas son de guardar como ellas, por cuanto por el gran
vicio y abundancia del humor semejantemente se requiebran y se co-
rrompen todas. Empero, en esto precisamente conoceréis la fuerza y el
valor de las raíces cogidas en el otoño, que si las dejáis hasta la prima-
vera tornan a producir otros ramos, otras hojas y otras flores, con tal
que de pura vejez no sean ya caducas y carcomidas.
Sacadas las raíces de tierra y curiosamente lavadas y enjutas, si fue-
sen delgadas y tiernas débense secar a la sombra, porque el sol les con-
sumiría luego toda su fuerza. Mas las gruesas y duras, aunque se dejen
al sol y al viento no importa, pues por esto no perderán de su vigor un
quilate. Las cuales, para mejor secarse, deben cortarse en ruedas y, des-
pués de enhiladas, colgarse. Empero, conviene advertir que no entiende
aquí de las raíces sutiles como cabellos y juntamente olorosas, cual es la
espiga del nardo y otras de este jaez, las cuales se deben conservar con
su propio lodo, porque si se lavasen perderían mucho de su fuerza y olor.
Las flores no solo deben secarse a la sombra, empero en lugares tem-
624 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

pIados, porque con mediano calor luego su virtud se evapora, la cual no


suele durar más de un año. Las simientes en la mayor parte y pasando
un año se enrancian, y así cobran cierto calor extraño, algún tanto mor-
dicativo. Por eso, cuando la tal mudanza se siente, sería muy bien reno-
varlas. No solamente las hojas y flores, empero también las raíces y las
simientes, después de secas, deben guardarse en cajones de .madera enjuta
y maciza o en vidriadas vasijas. Porque los herbolarios que piensan con-
servarse bien aquestas cosas colgadas se engañan a sí y a los otros.
Si queremos conservar bien los zumos (los cuales se deben exprimir de
las yerbas cuando están muy tiernos los tallos), debemos primeramente
clarificarlos, cociéndolos hasta que desciendan todas las heces, y después
colarlos y meterlos en alguna redoma de vidrio, echándoles encima un
poquito de aceite, que del aire exterior los defienda y los guarde, por
cuanto se corrompen muy fácilmente.
Está en muchas partes destroncado Dioscórides, y así lo parece en la
fin de este proemio del primer libro y también en aquel lugar donde dice
que entre todas las yerbas medicinales, solo el eléboro blanco y el ne-
gro se conservan por muchos años. Porque no es de creer que un hom-
bre que tan divinamente escribió la historia de todos los simples, no hu-
biese notado lo que antes de él nos recitó el docto Teofrasto, y lo que
cada día conocemos por la experiencia, conviene -a saber: que el eléboro
dura treinta años; el cardo aljongero negro suele durar cuarenta, y la
centaurea mayor, diez o doce, y ciento el zumo del cogombrillo amargo,
llamado «elaterio»), el cual se ha visto perfectísimo de más de doscien-
tos años. Así que debemos conjeturar que aquel paso está centonado o
corrupto, como lo están muchos otros, de los cuales la mayor parte pro-
curaremos restituir, por medio de ejemplares muy antiguos y varios que
tenemos entre las manos.
Primero, pues, que pasemos más adelante, debemos considerar que
así como en todas las acciones, fortunas y disposiciones humanas hay
ciertos escalones o grados, por los cuales del un extremo se viene al otro,
ni más ni menos en las cualidades de los simples medicinales los mismos
grados se hallan reducidos a número cuaternario. De suerte que diremos
algunos de ellos ser calientes o fríos, o secos o húmedos en el grado pri-
mero; otros en el segundo, otros en el tercero y otros, finalmente, en el
cuarto, que es el sumo y el más alto de todos. Llámase caliente en el gra-
do primero la medicina que nos calienta casi insensiblemente, así como
la que nos calienta a la clara con alguna moderación y templanza se dirá
en el orden segundo. Aquella se llamará caliente en el grado tercero que
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 625

con grande hervor, mas no extremadamente, nos escalienta. Empero, las


que de tal suerte calientan el cuerpo humano que lo abrasan y levantan
sobre él ampollas, todas estas se atribuyen al cuarto, la cual diferencia
se debe así mismo considerar en los otros excesos. Porque llamaremos
frío en el grado primero las medicinas que nos resfrían oscuramente; en
el.segundo, las que a las claras, empero con gran templanza, nos dan el
tal refrigerio. Son frías en el tercero las que introducen en nuestro cuer-
po una vehemente mas no extrema frialdad, y, finalmente, en el cuarto las
que resfriando quitan el sentido a los miembros. Llámanse húmedas en
el grado primero todas aquellas cosas que con un suave, benigno y casi
espiritual lentor humedecen el cuerpo, así como en el segundo las que
más notablemente, con su moderado humor, refocilan y recrean las par-
tes que tocan. Diránse tales en el tercero las que humedecen en tal mane-
ra la carne, que la encharcan embebiéndose en todos sus poros, y, final-
mente, en el cuarto las que con su excesiva humedad relajan, corrompen
y hacen caer en pedazos todos aquellos miembros que en su seno las
recibieren. Semejantemente diremos secos en el grado primero los que
livianamente secan el corecico de nuestros miembros, así como en el se-
gundo los que con notable moderación desecan el humor embebido en
los poros. Mas las que ya tienen fuerza de desecar demasiadamente la
carne, aquellos se dirán secos en el tercer grado, como en el cuarto los
que desecando secan el húmido radical de los huesos.
Empero, para que este orden más perfectamente se entienda, será bien
proponer algunos ejemplos. Digamos, pues, que la manzanilla es calien-
te en el grado primero, los marrubios en el segundo, el abrótano en el
tercero y la thapsia en el cuarto. De la misma manera, la cebada es fría
en el grado primero, en el segundo la calabaza, la mandrágora en el ter-
cero De otra parte, la malva es húmida en el
primero, en el segundo la verdolaga, y, finalmente, las lechugas en el
tercero. Por cuanto ningún simple se halla que se pueda llamar húmido
perfectamente en el cuarto, salvo si no queremos atribuir aquel grado a
la salamandra, por la demasiada fuerza que tiene de humedecer y hacer
caer a pedazos las partes cuando se traga. Ni más ni menos diremos que
la manzanilla es seca en el grado primero; en el segundo, el hinojo; los
ajenjos, en el tercero, y la pimienta, en el cuarto, con los cuales simples
aquí recitados, comparando todos los otros, podemos conocer, poco más
o menos, sus limitadas fuerzas y facultades.
Así mismo conviene entender que cada grado de estos tiene gran la-
titud, según la cual diremos algunas cosas ser calientes en el principio del
626 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

cuarto grado, como lo es la ruda, otras exquisitamente en el medio, así


como la pimienta, y otras en la fin de él, como el oropimente y todas las
medicinas extremadamente agudas y corrosivas, haciendo en todos los
otros grados y cualidades el semejante juicio, en el cual no quiero al pre-
sente ocuparme, por ser harto fácil en sí y yo de la compendiosa brevedad
amiguísimo. Es también de notar que algunas cosas son de sí tan templa-
das que a ningún exceso se inclinan, sino siempre están en el fiel, como
podemos decir de. la cera, la cual no se allega más a un extremo que· a
otro, conservando perpetuamente una justa mediocridad de tempera-
mento. No es ajeno del presente negocio considerar que muchas cosas
activamente y muchas potencial y virtualmente, se dicen ser calientes o
frías, según la cual diferencia una misma cosa puede enfriar o calentar en
tiempos diversos, como lo hace el vino, el cual activamente, quiero de-
cir en bebiéndolo, nos resfría, y después de alterado en el estómago, con
su potencia y facultad nos calienta. El agua caliente, por el contrario, si
os laváis con ella, en el primer curso os calienta, pero a la fin, con su
fuerza natural y propia os resfría. De la misma manera, todas las aguas
saladas, sulfurosas y aluminosas, dado que al parecer y activamente son
húmidas, todavía según su facultad y virtud evidentemente desecan. Aquí
conviene advertir que cuando digo ser algunas cosas calientes o frías, o
húmidas o secas en el exceso cuarto, no entiendo que son actualmente ta-
les, sino solamente en potencia, visto que solamente los elementos poseen
aquellas facultades actualmente sumas en tal grado. Las cualidades, pues,
actuales se juzgan y disciernen, pues, con un principal instrumento, que
es el corecico interior de los dedos, siendo en medio de todos los exce-
sos constituido. Porque así como el recto juez no debe jamás inclinarse a
ninguno de los dos adversarios, sino tener siempre igual la balanza de la
justicia, ni más ni menos ordenó aquel Sumo y Prudentísimo Arquitecto
nuestro que la parte que había de juzgar los excesos y exorbitancias de
todas las cualidades primas fuese de todo exceso y alteración ajena, para
que lo que a ella parece caliente o frío, o húmido o recio, actualmente
fuere tenido por tal. Aunque para perfectamente juzgar lo seco y lo hú-
mido es menester al todo darle la razón por acompañada. Porque como
siempre el tacto, siguiendo solamente las apariencias, según hacen los
jueces sin letras, juzgue todo lo duro por seco y, por el contrario, todo
lo blando por húmido, cierto en aquellos casos en que por algún acci-
dente y contra su propia natura se ablandaron o endurecieron, suele or-
dinariamente engañarse, como en el cobre fundido, que la gran fuerza
del calor derritió, y el agua con la extrema frialdad vuelta en hielo cada
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 627

día se engaña. Mas la directa razón, siendo gran bachillera, pone distin-
ción en las cosas, no confesando absolutamente que todo lo duro sea
seco, ni que todo lo blando sea húmido, sino cuando lo uno y lo otro pa-
recen en su propio ser y retiene un calor moderado, la cual distinción
excluye todas aquellas cosas que se ablandaron con demasiado calor o
con exiguo frío se derritieron, como el cobre derretido o el agua tornada
en hielo. De do concluyo que solo el tacto, mientras no estuviere co-
rrupto, basta para conocer las dos cualidades activas, que son calor y
frialdad, empero que para discernir las pasivas (así llaman la sequedad
y la humedad) ha menester por consejera y coadjutriz la razón.
Las cualidades potenciales se conocen por los efectos que con el tiem-
po en el cuerpo humano introducen, y también por las transmutaciones
que hacerse vemos de unas cosas en otras. Por la cual vía juzgamos que
el aceite y todas las cosas grasas, aunque en tocando refresquen, todavía
potencialmente son un poco de fuego, atento a que echadas sobre las
brasas luego se convierten en llama, y así no osamos darlas a los febri-
citantes, de miedo que en las venas semejantemente se encienda. Conó-
cense también las cualidades potenciales de todas las medicinas por los
sabores que en el gusto nos dejan, los cuales de una mezcla de las cua-
tro cualidades primas son engendrados. De donde nace que a los elemen-
tos puros y simplicísimos ningún sabor se atribuye, por cuanto cada
uno de ellos no costa sino de dos cualidades. Los sabores, pues, que nos
alteran la lengua son el acerbo, el austero, el salado, el amargo, el agudo,
el agrio, el dulce y, finalmente, el insulso y muy desgraciado. Llamamos
sabor acerbo al áspero que nos aprieta luego toda la boca y nos hace
muy gran dentera, que se siente en la cáscara de la granada y en la an-
drinilla del monte. Del acerbo difiere el austero solamente en ser más
blando y no apretar con tanta vehemencia, de modo que diremos ser
austero el membrillo. Salado sabor se dice a aquel que aunque algún tan-
to apriete, roe todavía y mundifica la lengua. Llámase comúnmente amar-
go el que ya en el corroer y mundificar es molesto, el que muerde y pica
notablemente la lengua; si 10 hace con excesivo calor, se debe llamar
agudo, como agrio y acedo si con frialdad demasiada. De modo que se
llamará la pimienta aguda y el zumo de los limones agrio y acedo. El
sabor que halaga y ablanda el paladar irritado, si lo hace dando contenta-,
miento y deleite, se llama dulce, como graso si empalagando. Por el sabor
insulso e insípido entendemos el desabrido, que se siente en la calabaza.
Todas las medicinas estípicas (debajo de cual nombre se comprenden
las acerbas y las austeras) comúnmente son terrestres y frías. Las saladas,
628 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

sin calentar ni enfriar a la clara, desecan bravamente y aprietan por donde


preservan de corrucción. Las amargas son de natura terrestre, aunque
tienen partes calientes y muy sutiles. Las agudas son excesivamente ca-
lientes, y tanto, que se comparan al fuego. Las agrias o acedas son frías
y de sutiles partes, y a esta causa fácilmente abren los opilados poros y
adelgazan los gruesos humores, en especial si demasiadamente no fueren
fríos, porque lo que hacen las agudas excitando calor, eso mismo las
agrias suelen hacer resfriando. Son calientes las dulces, empero no tan-
to que inflamen o enciendan. Las cuales con su moderado calor digieren,
abren y blandamente relajan todas las untuosas y grasas, naturalmente
son aéreas y acuosas, así humedecen, resuelven y ablandan. Las que del
todo son desabridas constan de partes frías y acuosas, por donde engrue-
san, aprietan y, finalmente, engendran cierto estupor o entumecimiento
a los miembros tocados de ellas. De los cuales sabores algunos suelen
alguna vez mezclarse, así como las cualidades que los producen, atento
que muchas cosas se hallan agudas juntamente y amargas, y algunas dul-
ces y agudas.
No faltarán algunos que del olor quisieron juzgar la compOSlClOn y
la virtud de las medicinas, los cuales a la verdad se engañaron. Porque
no todo lo que huele bien es caliente, ni todo lo caliente derrama de sí
buen olor. Tampoco es todo 10 hediondo caliente, ni todo lo caliente he-
diondo. Menos todo lo que huele mal es frío, ni todo lo frío huele mal.
Visto que así de las cosas frías como de las calientes unas son odorífi-
cas, otras hediondas y abominables, y otras, finalmente, desnudas de olor.
Por las cuales razones también se excluyen los que de los colores quieren
conjeturar la temperatura y la facultad de los simples. Así que la doctri-
na de los sabores es mucho más racional y más cierta, dado que a las ve-
ces suele ser peligrosa. Por donde siempre la mona, como astuta vieja y
trincada, en dándole alguna cosa, lo primero que hace es mirarla de
hito en hito; lo segundo, olerla, y lo último de todo, gustarla muy deli-
cadamente, aunque ni por todas estas cautelas dejan de hacerle mil bur-
las a las veces, dándole solimán a comer envuelto en higos o en pasas.
Ayudado, pues, de aquestas universales reglas, oh amigo lector, po~
drás sin dificultad conocer, en llegando la medicina a la boca, de qué
virtud o cualidad sea dotada, y esto en confirmación de la particular
historia que sobre cada simple te propone Dioscórides, la cual es tiem-
po que interpretemos.
DR. A. LAGUNA.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 629

LIBRO 1

CAP. 1: DE LA IRIS

Llámase así por las semejanzas que tiene con el arco celeste, produ-
ce las hojas como las del gladíolo, empero mayores, más altas y más
vistosas. Sus flores nacen de diversas partes del tallo, distantes igualmen-
te unas de otras, las cuales son algún tanto encarnadas y de vario color.
Porque manifiestamente se muestran blancas, verdes, amarillas, moradas
y azules; por razón de la cual variedad fueron comparadas con el arco del
cielo. Tienen las raíces por iguales trechos nudosas, macizas y de muy
grato olor; las cuales, cortadas en ruedas, deben secarse a la sombra y
después, enhiladas, guardarse. Crece la mejor iris en Esclavonia y en Ma-
cedonia; y entre estas se hace más estima de aquellas que tienen la raíz
maciza, corta, dura, algún tanto rubia, de suavísimo y purísimo olor,
hirviente al gusto, que no huele a moho, y que hace estornudar cuando la
muele. La segunda virtud es aquella que suele venir de Africa, blanca jun-
tamente y amarga. Todas en la vejez se carcomen, empero entonces se
vuelven más olorosas. Tienen todas facultades de calentar, y de adel-
gazar los humores gruesos; y en especial aquellos del pecho, que difí-
cilmente se arrancan, por donde sirven mucho a la tos. Purgan la flema
gruesa y la cólera bebidas al peso de siete dracmas con aguamiel. Provo-
can sueño, mueven lágrimas y sanan los tortijones de tripas. Bebidas con
vinagre, socorren a los mordidos de las serpientes, deshacen el bazo,
valen contra el pasmo, mitigan los fríos y temblores paroxismales y, fi-
nalmente, son útiles a los que de un continuo flujo de esperma se desaí-
nano Bebidas con vino provocan en las mujeres el menstruo. Del coci-
miento suyo se hacen fomentaciones muy convenientes para molificar y
desapujar la madre, y clísteres aptos contra el dolor de la ciática, el que
también hinche de carne las fístulas y cavernosas llagas. Las raíces un-
tadas con miel y metidas a manera de calas dentro de la natura de la
mujer traen el parto. Cocidas y aplicadas en forma de emplasto, molifi-
can los camparones y cualquier otra dureza antigua. El polvo de ellas
hinche la concavidad de las llagas, y mezclado con miel tiene de las
mundificar y cubrir los huesos desnudos de carne. Aplícase comodísima-
mente con vinagre y aceite rosado contra el dolor de cabeza. Mezclado
con eléboro blanco y con doblada porción de miel, quita notablemente las
630 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

pecas y las manchas que causó el sol en el rostro. Mézclase con los su-
positorios, con los molificativos, emplastos y con las medicinas que mi-
tigan todo cansancio. En suma, las raíces de la iris universalmente son
útiles para infinitas cosas 1.

1 La iris, llamada en nuestro vulgar español lirio cárdeno, produce las ho-
jas semejantes. a las del gladíolo, que es una cierta planta pequeña, la cual
tiene hojas cortas y puntiagudas, a manera de estoque. Florece en la prima-
vera la iris y tráese de la región ilírica, llamada en nuestros tiempos Escla-
vonia. Su raíz, mientras es más bermeja, es muy más estimada. Su virtud se
cree ser caliente y seca, en la fin del grado segundo, de suerte que casi toca
el tercero. Hállase la iris, hortense y salvaje, a cada paso en Italia, y princi-
palmente en risa y Florencia. Hállase también gran copia de ella en España,
encima de· los muros y por los edificios arruinados, y dado que la que nace
por estas partes no corresponde en todo con la que nos describe Dioscórides,
todavía en cuanto a fuerza o virtud no debe nada a la ilírica o esclavonia;
porque no solamente la seca muestra todos los efectos arriba dichos, empero
también la verde suele muchas veces hacer milagros, el zumo de la cual, dado
de beber a un hidrópico en cantidad de una onza, por espacio de varios días,
le purga toda el agua del vientre, y a la fin le deshincha y le sana. Tiene más
ultra las gracias dichas la raíz de la iris que mascada en ayunas encubre el
infecto y corrupto anhélito. Su zumo, sorbido por las narices, purga maravi-
llosamente el cerebro. Es verdad que tragado suele ser dañoso al estómago,
y por eso cuando se da por la boca le mezclan con aguamiel y con un poco
de spica nardi. El polvo de la iris seca mezclado con los resolutivos emplas-
tos les acrecienta la fuerza. Solamente nos describe Dioscórides una especie
de iris, conviene a saber: la cárdena, sin la cual se halla otra blanca en algu-
nos lugares, como se puede ver aún hoy día en Roma en el transtiberino jardín
del cardenal de Viseo. Hállase también otra roja, diversa solamente en el co-
lor de las otras. La cual variedad de colores que las especies entre sí tienen
no es causa de que la iris se llame así, sino la que se contempla en aquella
ceja o perfil que enarcado tiene en cada hoja la cárdena. Infamando nuestra
Europa Teofrasto que sacada la iris no nace en ella cosa que en los olorosos
ungüentos meter se pueda; y en esto hace muy grande agravio al cypera, a la
bacharis, a la galanga y a otras muchas raíces de olor aromático y agradable
que crecen por estas partes. La iris hace al pie de su flor una menudica si~
miente, la cual pocas veces se siembra por ser la raíz por su natura tan vivaz
y durable que puede llevarse quinientas leguas entera y apta para transpo-
nerse, ultra que la planta engendrada por la simiente no tiene tanta fuerza.
Siempre que halláremos iris o ireos en las composiciones medicinales debemos
entender su raíz, la cual se usurpó el nombre de toda la planta, siendo la
principal parte de ella, y lo mismo conviene entender del acoro, el cual nos
pinta ya tras ella Dioscórides.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 631

CAP. V: CARDAMOMO

El perfectísimo cardamomo es aquel que se trae de Comagena de Ar-


menia y del Bósforo aunque crece ansimesmo en la India y también en
t

Arabia. Débese escoger el lleno, el macizo y el duro y fuerte al romperse t

porque el que no fuere tal, tienese por gastado y sin fuerzas. Aquel tam-
bién es loable que tienta con su olor al celebro y al gusto es agudo y un
t

poco amargo. Tiene el cardamomo fuerza de calentar, y bebido con agua


vale contra la gota colar, contra la ciática, contra la perlesía, contra la
ruptura y espasmos de los nervios contra los tortijones de vientre y, fi-
t

nalmente, contra las anchas lombrices. Empero bebido con vino es muy
a propósito para el mal de riñones t a la dificultad de orinar y a las heridas
del escorpión o de otras fieras que arrojan de sí ponzoña. Bebida una drac-
ma del cardqmomo con la corteza de la raíz del laurel deshace la piedra.
Aplicado en forma de unción con vinagre sana la sarna. Mézclase en los
t

ungüentos para que les dé cuerpo 2.

2 Ordinariamente se muestran en las boticas tres especies de cardamomo,


una de las cuales se llama cardamomo mayor; otra, cardamomo menor, y otra,
finalmente, nigella. Son todas muy aromáticas, mordaces, hirvientes al gusto.
El cardamomo mayor se parece al ferrogresca algún tanto, salvo que es me-
nos abultado y más negro. El cardamomo menor, aunque corresponde al ma-
yor en la figura, no tiene tanto cuerpo y declina más el color pardillo. La
tercera especie· del cardamomo es la nigella cetrina, la cual no difiere de la
nigella negra, sino solamente por· razón del color, de las cuales tres especies
me persuado de que la primera, llamada vulgarmente «melegrieta» y «grana
del paraíso», sea el cardamomo que aquí describe Dioscórides, ni hallo razón
alguna que me fuerce a creer lo contrario, puesto que si bien miramos, aquella
es una simiente dura, .y tanto, que para romperla es menester apretar los
dientes. Demás de esto, la fresca es harto llena y maciza, ofende con su fuerte
olor al celebro cuando se masca y, finalmente, deja notable amargor en la boca,
con agudeza y hervor muy grande; júntanse con estas señales los admirables
efectos suyos contra todas las enfermedades arriba dichas y principalmente
contra las lombrices que suelen engendrarse en el vientre, a manera de pepitas
de calabaza. De aquí también se puede corroborar mi opinión de que la grana
del paraíso suele venir de Armenia por la mayor parte a Venecia, donde resi-
diendo yo el año 1548 conversé con un raguseo que venía de aquellas partes,
y entre otras cosas medicinales traía gran cantidad de un cardamomo y de
otro. El cual me dijo que esta grana del paraíso era el cardamomo hortense, y
que la otra, llamado cardamomo menor, se tenía por el salvaje; empero que
632 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. XVII: CALAMO AROMATICO

El cálamo aromático nace en la India, y tiénese por mejor el rojo, el


por breves trechos nudoso, el que se despedaza en muchas astillas, el
que tiene la concavidad de la fístula llena de telarañas, el blanquecino~
el pegajoso al mascarse, el que aprieta y el que es un tanto agudo a la
lengua. Bebido mueve la orina; y por eso cocido con simiente de grana
o con perejil se bebe contra la hidropesía, contra el mal de riñones, Con-
tra el estilicidio de orina y contra las rupturas de nervios. Así aplicadO'
como bebido provoca el menstruo. Puesto en sahumerio por sí, o con un
poco de trebentina, de suerte que su humo se reciba con una caña, es muy
provechoso a la tos. Su cocimiento es útil para sentarse sobre él las mu-
jeres que padecen el mal de madre; y métense en los clísteres. Mézclase'
en los molificativos emplastos y también en los sahumerios para darles
gracioso olor 3.

faltando el uno podía seguramente administrarse el otro para los mismos efec-
tos. Los árabes confunden todas estas especies, y en lugar de dar claridad'
mezclan muy profundas tinieblas, aunque Avicena parece que atina muchO'
más que los otros, porque dice que el cardamomo mayor se parece a los gar-
banzos negros, y el menor tiene mucho de las lentejas, lo cual en parte se
verifica con la experiencia. No faltan algunos escritores de nuestros tiempos
que por el cardamomo de Serapión y de los otros árabes entendiesen el sili-
cuastro, llamado por otro nombre «pimienta de la India».
3 Si consideramos bien las señales que Plinio, Teofrasto y Dioscórides atri-
buyen al aromático cálamo, hallaremos que es una especie de caña olorosa, la
cual nace de aquella parte del monte Líbano, en ciertas lagunas o estanques;
y así no puede ser la raíz que en su lugar nos muestran en las boticas, la
cual ya dijimos ser el acoro verdadero, visto que en ella se hallan todas las
partes del acoro y no las que al cálamo aromático suelen atribuirse. Ni tam-
poco podemos decir que aquella sea la raíz del aromático cálamo, pues aunque
la hemos visto infinitas veces en hojas secas, semejantes a las de la iris, jamás
las vimos con algún tronco de caña. De otra parte, ni Dioscórides ni Galeno
al cálamo aromático atribuyeron jamás amargor alguno (la cual señal no deja-
ran) como Galeno le atribuye al acoro, y como a la verdad en esta raíz se
halla. Por donde me persuado de que el cálamo aromático (el cual es caliente
y seca en el grado segundo) no se conoce por estas partes, aunque me acuerdo
que en Venecia me lo mostraron seco. Empero en su lugar, según Galeno 10
ordena, usaremos del musgo de los árboles llamado en las boticas usnea.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 633

CAP. XVIII: BALSAMO

El bálsamo es un árbol de la grandeza del alhelí o del lycio, llamado


también pixacanta, el cual tiene las hojas como la ruda, salvo que son
algo más blanquecinas y siempre están verdes. Nace solamente en Judea,
en un cierto valle, y así mismo en Egipto. Difieren los bálsamos entre sí
según la aspereza, la longura y la sutileza que tienen, de los cuales el que
es sutil y tiene la cima muy cabelluda se llama, «thesisto» en griego, que
quiere decir segable, el cual nombre por ventura o causa que siendo del-
gado fácilmente se siega. Cogen su licor llamado opobálsamo, en los días
caniculares, el cual por unas cuchilladas que en el tronco se hacen con
ciertas uñas de hierro, tan escasamente destila que apenas se pueden jun-
tar seis o siete congios cada año, y así en el mismo lugar donde se coge,
ordinariamente se vende por doblado pesó de plata. Tiénese por perfecto
·licor el fresco, el igual, el de puro y valiente olor, el no ácido a la lengua,
.el fácil de desleír, y finalmente, el stipico y algún tanto mordiente al
,gusto. Empero adultérase en muchas maneras, porque algunos mezclan
,con ~l muchos ungüentos varios como el terebintino, el crypino, el len-
tiscino, el sufino, el balanino y también el metopio. Suelen así mismo
mezclarle miel o ceroto líquido de arroyan o de alheña. Mas conócese
fácilmente el engaño, porque el puro apobálsamo si cae sobre alguna
Iopa de lana ni hace mancha, ni deja vestigio de ella lavándose, donde el
-contrahecho queda siempre pegado. De más de esto el puro instilado en
la leche la cuaja, 10 cual el sofisticado no hace. El puro echado en la
leche o en el agua súbito se desparce y se torna blanco como la misma
leche, mas el adulterado nada encima como el aceite o difúndese a ma-
nera de estrella. Mas conviene advertir que el puro y sincero con la vejez
se engruesa y pierde mucho de su virtud. Engáñanse los que piensan que
el opobálsamo puro echado todo junto en el agua se va luego a lo hondo,
y después, desparcido, se vuelve arriba. Del leño del bálsamo al cual
llaman xilobálsamo es aprobado el fresco, el de ramas sutiles, el rojo,
el suavemente odorífico, y el que imita en su olor al opobálsamo un poco,
y por cuanto es también necesario el uso del fruto del bálsamo llamado
-carpobálsamo en griego, escogerás el rubio, el lleno, el grande, el mor-
daz al gusto, el hiriente en la boca, y el que algún tanto representa el
olor del licor del bálsamo. Falsifícase este fruto con una simiente seme-
jante a la del hiperico, la cual se trae de cierta villa de Palestina llamada
634 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO JI

Petra. Mas despréndese el adulterio por ser esta algún tanto mayor.
vacía, sin fuerza y del gusto de la pimienta. Es la virtud del opobálsamo
eficacísima por ser excesivamente caliente, y así estirpa todas aquellas
cosas que suelen oscurecer la vista. Sana la frialdad de la madre, apli-
cado con ceroto rosado, provoca la purgación menstrua y atrae los pares
y el parto. Aplicado a manera de unción vence los temblores paroxisma-
les, mundifica las llagas sucias y digiere los crecidos humores. Bebido
provoca la orina y facilita el corto y embarazoso anhélito. Dase con leche
a los que bebieron acónito o fueron de alguna serpiente mordidos. Méz-
clase en las medicinas compuestas para mitigar el cansancio, en los moli-
ficativos emplastos y en los electuarios contra veneno. En suma, la prin-
cipal facultad se atribuye al licor, la segunda al fruto y la menor de to-
das a los leños del bálsamo. Dase cómodamente a beber su simiente con-
tra el dolor de costado, contra el apostema de los pulmones, contra la
tos, contra la ciática, contra la gota coral, contra los vaguidos de cabeza.
contra el asma que no deja resollar sino estando enhiesto, contra las di-
ficultades de orina, contra los tortijones de tripas, y finalmente, contra
los mordiscos de las fieras que arrojan de sí ponzoña. Allende de esto es
muy útil para los' sahumerios de las mujeres, y su cocimiento, si se sien-
tan sobre él,. desopila la madre y trae hacia afuera las humedades que en
ella están embebidas. El leño tiene la misma fuerza empero un tanto
más floja. Dada a beber el agua en la cual hubiese hervido, cura las
indigestiones, los dolores de tripas, el espasmo y las mordeduras de los
animales emponzoñados, ultra que provoca la orina, y si se mezcla con
la iris pulverizada es útil para las heridas de la cabeza, arranca las esca-
mas de sobre los huesos, y finalmente, a los ungüentos da cuerpo 4.

4 Entre otras muchas señales en las cuales consta el amor que Dios tuvo al
pueblo judaico, es esta una, que en toda Judea y en la vecina parte de Egipto
produjo el bálsamo, ciertamente la más generosa planta que nació ni nacerá
jamás para la salud y conservación del linaje humano. El cual singular bene-
ficio en gente tan ingrata y perversa fue, sin duda, mal empleado. Por donde
convertido el amor en odio y los regalos en duros palos y azotes, con cien
mil persecuciones y afanes dio luego Dios a los judíos el pago que por su
ingratitud merecieron. Porque dejadas otras ruinas y desolaciones aparte, la
vacía que en ellos hicieron los Vespasianos emperadores les dio claramente
a entender que la divina justicia viene siempre por sus pasos contados. En-
tonces, pues, dice Plinio, que los pobres hebreos, viéndose ya perdidos, porque
no gozasen los romanos de planta tan generosa, no menos se encrudelecieron
en los bálsamos salutíferos que en sus propias vidas; de suerte que los talaron
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 635

CAP. XXV: AZAFRAN

El azafrán perfectísimo para el uso de medicina es el coriceo, el fres-


co, el de buen color, el que tiene poco de blanco en las hebras, el luen-
go, el entero, el que difícilmente 52 desmenuza, el no graso, el lleno, el

y destruyeron todos, ni más ni menos que degollaban sus queridas mujeres y


dulces hijos, y no dejaran ni aun una raíz de ellos si yéndoles a la mano
los hombres de armas no se metieran entre ellos y defendieran de su furor a
lanza y espada los inocentes árboles, uno de los cuales después, como insigne
y raro trofeo de aquella señalada victoria, trajeron por Roma en triunfo. Ha-
llábase en aquel tiempo el bálsamo, según el mismo plinio lo describe, en los
jardines reales; empero después que la Judea y el bálsamo vinieron debajo
del Imperio romano, por el gran cuidado que de plantarlo y transponerlo se
tuvo, multiplicó' abundantemente. En cuanto al instrumento con que se debe
herir el tronco del árbol para sacar la lágrima, Plinio es de otro parecer que
Dioscórides. Porque dice que si le hieren con hierro, salvo cuando lo podan,
se seca y se muere luego, y así resulta que los iniciados en aquella arte hacían
la incisión con vidrio, con piedra o con algún cuchillo de hueso. Hará dos
años que un mercader milanés trajo a Roma cierto bálsamo de la Nueva Es-
paña, el cual tenía la color y el cuerpo de un perfectísimo arrope, el sabor
agudo y algún tanto amargo, y el olor tan subido y vehemente que en olién~
dolo aturdía los de flaco celebro, y dado que, según se vio por la prueba,
no era bálsamo, sino aceite de estoraque purísimo, todavía se vendió en aque-
llos tiempos a siete u ocho ducados la onza, hasta que después, viniendo de
Sevilla grandísima copia de él, comenzó a caer de reputación y de precio,
aunque de verdad para todas frialdades de estómago, flaquezas y enfermeda-
des de nervios, dificultades de orina y opilaciones de madre, así aplicado a
manera de unción como dado a beber con vino, fue hallado admirable, má-
xime cuando para cualquier suerte de herida o de llaga es un soberano remedio.
Hácese el bálsamo artificial en m uchas y diversas maneras, de las cuales es
aquella de Andrea Mathiolo, la cual por parecerme excelente, quiero que aquí
se publique. Tomarás, pues, de la resina del larice y del óleo del abeto, de
cada cosa una libra; de la manna de encieso y del láudano, de cada cosa
once onzas; del espliego, una dracma; del almástiga de la galanga, de los
clavos, de las especias, de la canela, de la cedoria, de las nueces de especias,
de las cubebas y del veroligno áloe, de cada cosa tres onzas; de la goma del
helenio, seis onzas; del azúcar hepático, del castoreo, de los cuescos de dáti-
les, de estoraque líquido y calamita, de la mina y del benjuí, de cada cosa
una onza. De todo esto lo que se pueda moler se haga polvo e incorporado
con los licores se destile en un alambique de vidrio curiosamente. De la cual
636 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

que mojado tiñe las manos, el que ni hiede a moho, ni ha sido de car-
coma tentado, y finalmente, el que da de sí un olor agudo y suave.
Porque el que no tuviese todas aquestas partes, débese haber cogido
fuera de tiempo, o es añejo o mojado. Tiénese por segundo en la bondad
el que nace en un campo muy cercano a la Lycia, los cuales se sigue
el que suele venir de cierta ciudad de Etolia, llamada Egide. El cyrenaico,
y el centurifino, entre los de Sicilia son de menor virtud. Toda suerte de
azafrán es especie de hortaliza, dado que en toda Italia por ser muy
lleno de humor y de calor gracioso, usan de él para teñir las salsas, por-
el cual respecto se vende caro. Es muy útil a cosas medicinales, el que'
fue descrito primero. Adultéranle mezclando con él un poco de croco-
mogna molido, y untándole también con arrope, y añadiéndole, para
que pese más, algún tanto de almártaga o de marcasita de plomo. Empe--
ro descúbrese el adulterio, por el plomo que en él se asienta y por el
olor del arrope. Fue opinión de Thesalo que el azafrán no tenía otra
virtud sino el ser oloroso. Otros dicen bebidas con aguas tres dracmas de-
él matan. Su virtud es madurativa, molificativa y algún tanto estíptica.
Provoca demás de esto la orina y da buen color al rostro. Bebido con'
vino paso, impide la borrachez; instilado con leche humana en las hojas,.

destilación saldrá primero un agua sutilísima y clara, que arde excesivamente,.


y se dice el agua del bálsamo. Tras ella destilar un aceite amarillo y sutil, el
cual se llama óleo del bálsamo. A la fin colora el bálsamo artificial de color
rojo y semejante a la púrpura. El agua primera, bebida y aplicada, rectifica
y conforta admirablemente los estómagos resfriados, consumiendo la flema.
El segundo y tercer licor son excelentes en todo género de heridas y corro-
sivas llagas, y sirven a todas las otras cosas a las cuales es apropiado el bálsa-
mo, aunque el último tiene menos eficacia. El vulgar carpobálsamo, que por
simiente de bálsamo nos muestran en las boticas (el cual es moreno, ligero,
vano y no oloroso ni agudo) no tiene que hacer con el verdadero, pues aquel es de
color de oro, lleno, pesado, mordiente al gusto y no ligeramente aromático.
Por donde es lícito sospechar que aqueste común carpobálsamo es aquella
misma simiente que (según recita Dioscórides) antiguamente solía venir de
Petra, famosa villa de palestina. Así mismo el xilobálsamo, que hoy anda en
frecuente uso, es muy distinto del verdadero leño del bálsamo, que nos pintan
los escritores. El bálsamo natural es caliente y seco en el grado segundo, y el
licor es muy más sutil que la planta, puesto que no muy caliente, si se debe
a Galeno dar crédito. Puédese poner en lugar del opobálsamo la flor de la
mirra o el óleo irino, o el perfectísimo del estoraque. Por el xylobálsamo en
una necesidad usaremos de la raíz de la blanca viola, que se dice alhelí, y en
fin, por el carpobálsamo podremos administrar la canela.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 637

reprime el humor que a ellos destila. Mézclase en los brebajes com-


puestos para fortificar las partes internas, y en las calas y emplastos que
se ordenan para las indisposiciones del sieso y de la natura de la mujer.
Estimula el azafrán la lujuria y aplicado en forma de emplasto mitiga
aquellas inflamaciones que tienen algo del fuego de San Antón, y es
útil a los apostemas de los oídos. Para que más fácilmente se muela,
conviene secarle al sol o en algún tiesto caliente, meneándole muy apri-
sa. Sus raíces bebidas con vino paso provocan la orina.

CAP. XXX: DEL OLEO RICINO O CICINO

Hácese el óleo cicino en esta manera. Tomarás la cantidad que te


precise de los ricinos maduros, y pondráslos a secar al sol sobre unos
zarzos, hasta que se rompa la cáscara y se caiga, dejando el fruto des-
nudo. Del cual después has de tomar la carne y en un mortero diligen-
temente majarla. En siendo majada la cocerás con agua, en una caldera
estañada, y súbito que habrá dado todo su natural humor, la quitarás
del fuego y cogerás con una cuchara todo el aceite que nadase encima
del agua, y cogido le guardarás para el uso. Empero en Egipto, adonde
mucho más suele usarse, comúnmente se hace de otra manera. Porque
después de bien limpios hacen de los ricinos harina, de la cual, metién-
dola en una esportilla, exprimen con un torno el aceite. Entonces son
los ricinos maduros, cuando se desmudan de sus naturales cáscaras. Es
bueno el óleo ricino para las mamanticas llagas de la cabeza, para la
sarna, para las opilaciones y los desvíos de la madre, para los apostemas
calientes del sieso, para las disformes cicatrices que quedan de las he-
ridas y, finalmente, para los dolores de los oídos. Mezclado con los
emplastos, los hace más eficaces. Bebido, purga el agua y las lombrices
del vientre 5.

5 El óleo ricino o Clcmo es el aceite de Cheina, porque el ricino o cicino


es la misma Cheina * mayor de los árboles, llamada de serapión, pentadactilón.
Lláinase ricino la tal simiente por la semejanza que tiene con unos animalejos
llamados en español «garrapatas», en el latín «ricinos» y en el griego «Kgó-
ravos».
.. Truncado en el original.
638 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. LXVI: DEL INCIENSO

El incienso vive en aquella Arabia que se llama Thurifera. Tiénese


por mejor el machom llamado stagonias, naturalmente redondo. Este es
entero, blanco de dentro, cuando se quiebra graso, y luego en llegándole
al fuego arde. El índico tiene del rojo y del cárdeno. Hácese también
redondo con artificio, porque después de cortado en figura cuadrada le
traen alrededor en unos vasos de tierra, hasta que se torna redondo.
Empero este incienso con el tiempo rojea, y tiene por nombre entono
(que quiere decir cortado) o syagro. Es segundo en bondad el llamado
orobias, y el que nace en Smile al cual llaman algunos copislo, mucho
menor y más rojo. Hállase una especie llamada amomites, la cual es
blanca y tratada entre los dedos se extiende como la almástiga. Adulté-
ranse todas las especies de incienso artificiosamente con resina de pino y
con goma. Mas conócese fácilmente el engaño porque la goma encendién-
dose no hace llama y la resina se va toda en humo, donde el incienso lue-
go arde, conócese también del olor. El incienso de su propiedad calienta,
constriñe, clarifica la vista, hinche las hondas llagas y encóralas, suelda
las frescas heridas, restriñe todas las efusiones de la sangre, aunque sal-
gan de los panículos del celebro, mezclado con leche y aplicado con unas
hilas, mitiga las difíciles llagas del sieso y de todas las otras partes,
untado con pez o vinagre derriba las verrugas, que parecen hormigas en
el principio; sana también los empeines, cura las quemaduras del fuego,
los sabañones mezclado con enjundia de puerco o de ganso; aplicado con
nitro sana las mananticas llagas de la cabeza, cura los paranizos incor-
porado con miel y con pez, las contusiones de las orejas, así como todos
los dolores de los oídos instilado con vino dulce. Aplícase útilmente a
manera de emplasto, con la tierra cimolia o aceite rosado, a las tetas
apostemadas después del parto. Mézc1ase a las medicinas apropiadas para
la caña de los pulmones, para los internos miembros. Bebido ayuda a los
que escupen sangre del pecho. Empero a los que le beben en sanidad,
vuelve locos, y bebido con vino mata. Quémase el incienso en un tiesto
de tierra limpio, aplicándose a la candela un grano, hasta que se inflame
y encienda. Empero súbito que fuese perfectamente encendido conviene
cubrirle con algún otro vaso, hasta que del todo se amate, porque así no
se vuelve en ceniza. Algunos para coger el hollín, sobre la olluela en que
se quema el incienso ponen un vaso de cobre cóncavo y horadado en el
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 639

medio. como declararemos cuando hablaremos del hollín del incienso.


Otros meten el incienso dentro de una olla de tierra cocida, y después
de tapada muy bien con barro. le queman en la hornaza. Tiéntase tam-
bién dentro de un vaso de tierra nuevo sobre las brasas, hasta que ni
bulla. ni eche de sí ninguna gordura o vapor. Pulverízase fácilmente el
incienso que no fuese del todo quemado.

CAP. LXX: DEL PINO Y DE LA PICEA

La picea. muy conocido árbol. y el pino son del mismo linaje, aunque
en especie difieren. Es la corteza de entrambos estíptica, por donde mo-
lida y aplicada, conviene mucho al sahormo y escocimiento. Mezclada
con ·lithargyrio y manna de incienso. es útil a las llamas superficiales y
a las quemaduras del fuego. Incorporada en el ceroto myrtino encora las
llagas de los cuerpos tiernos y delicados. que no sufren medicinas agudas.
Molida con caparrosa refresca las llagas que van cundiendo. Puesta en
perfume provoca el parto y las partes. Bebido restriñe el vientre y mueve
la. orina. Las hojas de aquestos árboles majadas y puestas en forma de
emplasto, mitigan las inflamaciones y hacen que las heridas no se apos-
temen. El vinagre caliente con que se hubieren cocido majadas. rebaja
el dolor de los dientes si se enjuagan con él. Bebidas en cantidad de una
dracma con agua simple o con agua miel son útiles a· los que padecen del
hígado. Hace el mismo efecto ·la cáscara del piñón. juntamente con las
hojas bebido. Aliviaráse también el dolor de los dientes si se enjuagasen
con el vinagre donde se hubiera hervido la tea de entrambos árboles. des-
menuzada en astillas, de la cual tea se hacen espátulas. convenientes a la
preparación delasmedicianas que mitigan cansancio y de las calas que
se meten en la natura de las mujeres. Cógese el hollín de la tea cuando se
quema. como muy útil para hacer tinta de escribir muy fina y para mez-
ciarse con los ungüentos con que se adornan las pestañas y ojos. el cual
también aprovecha a la corrosión de los lagrimales, a las pestañas pela-
das y a la lágrima que continuamente destila. El fruto del pino y de la
picea. el cual se halla dentro de sus propias piñas. tiene por nombre
«pystides)). que quiere decir piñón. la virtud del cual es estíptica y ca-
liente algún tanto; comidos por sí los piñones o mezclados con miel,
Son muy útiles a la tos o a las enfermedades del pecho. Los piñones mon-
dados y comidos o bebidos con la simiente de los cogombros y con un
poco de vino paso provocan la orina y templan el ardor de la vejiga y
640 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

riñones. Bebido con zumo de verdolagas valen contra la mordificación


del estómago, restauran las fuerzas perdidas y reprimen los humores co-
rruptos. Cogidos frescos del árbol y con su cáscara fresca majados y co-
cidos en vino paso, notablemente aprovechan a los que tienen antigua
tos, y así mismo a los tísicos, bebiéndose de aquel cocimiento cada día
tres datos 6.
6 Difieren entre sí el pino y la picea como lo legítimo y lo bastardo, por-
que, ciertamente, la picea no puede ser otra cosa sino un pino bastardo, que
tiene mucho del larice y del abeto. Produce sus hojas la picea más cortas y
menos puntiagudas que las del pino, empero las piñas más luengas, las cuales
nacen de la extremidad de los ramos, lo contrario de lo que se halla en el
pino, pues las piñas de este son muy redondas y casi siempre suelen nacer
de aquellos ángulos o sobacos en donde se juntan las ramas. Hace el pino sus
hojas de dos en dos, lo cual también es inseparable a la picea) muy derechas,
tiesas y tan agudas, que ofenden. Demás de lo susodicho, el pino, si le queman
de una vez las raíces, no torna a nacer, de la cual injuria no hace caso l~
picea, porque es cuerda y desea vivir sobre el haz de la tierra. El larice (co,n
el cual tiene no pequeña semejanza la picea) es un árbol grandísimo, cubierto
de corteza muy gruesa, y toda llena de grietas, la cual por de dentro se mues-
tra roja. Produce sus ramos de. grado en grado, en torno de todo el mástil;
tiene las hojas luengas, angostas, cabelludas, tiernas y no agudas para ofen-
der, las cuales, en la fin del otoño, de verdes se tornan muy amarillas, y se
dejan todas caer en tierra, de suerte que solo el larice, entre los árboles que
producen' resina, queda el invierno sin hojas, no obstante que diga lo con-
trario el Ruellio. Nace sobre los troncos del larice el excelentísimo agárico,
del cual duda Dioscórides si es hongo o raíz. Danos también el larice aquella
resina muy valerosa que se llama vulgarmente de todos «terebentina», por
haber sucedido en el lugar de aquella que destila el terebentino, como en tiem-
po de Galeno se usurpaba la del abeto, con el cual se parece también infinito
la picea, y tanto, que muchos se engañan, tomando a las veces una planta
por otra. Porque entrambas son de una misma longura, de una misma gra-
seza, y producen casi las mismas hojas, salvo que las de la picea son más
oscuras, más angostas, más tiernas, más lisas y más botas de punta. Demás
de esto la corteza de la picea declina algún tanto al negro, y es toda en sí
pegajosa y tractable como unas riendas; la del abeto, en contrario, es en sí
cenicienta y estirándola no da nada de sí, antes fácilmente se corrompe. La
picea por la mayor parte hace su resina dura y espesa, entre la corteza y el
tronco. Dado que algunas veces la llora líquida, y semejante a la laricina.
Mas el abeto produce aquel excelente licor, incógnito a los antiguos, llamado
óleo de abeto, el cual se coge rompiendo ciertas vejiguillas, que se hinchan
entre corteza y corteza del dicho abeto, en las cuales milagrosamente se engen-
dra. Hay gran muchedumbre, así de abetos como de otras resiníferas plantas, en
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 641

CAP. LXXI: DEL LENTISCO

El lentisco, asaz conocido árbol es en todas sus partes estíptico, por-


que el fruto, las hojas y la corteza de las ramas y las raíces tienen una
misma virtud. Hácese de las hojas, de la corteza y de las raíces un licor
de aquesta manera. Cuécese, cuanto baste, todas aquellas en agua, la cual
quitada 'del fuego se deja enfriar, después de enfriada se sacan las hojas
y se pone otra vez a cocer, hasta que se torne espesa como la miel. Be-
bido el lentisco por razón de su virtud constrictiva es útil a los que arran-
can sangre del pecho, a los flujos que proceden de flaqueza de estómago,
a las disenterías, a las demasiadas efusiones del menstruo, y a la madre
y al sieso salidos fuera de lugar. En suma, podemos usar de él en cam-
bio de la acacia y de la hypocistide. Lo mismo hace el zumo salido de las
hojas majadas. El cocimiento de ellas aplicado en forma de fomentación
hinche las llagas' hondas, confirma y suelda los huesos rotos, reprime los
las montañas de Trento, adonde los comarcanos hacen gran caudal de este
aceite. Semejantemente se hallan todos estos árboles en el Va1saín de Segovia.
El óleo del abeto, muy claro, puro, transparente, oloroso y amargo, es encar-
nativo, mundificativo, resolutivo y tiene virtud de soldar las heridas fres~as
y de encorar las llagas. Tomado por la boca, resuelve toda ventosidad, vale
contra los dolores de ijada, purga las arenas de los riñones y mitiga todos los
dolores de las junturas y de los nervios. Refiérese al mismo linaje de las plantas
arriba dichas el llamado sapino, el cual (según PUnio) no difiere de una picea
bien cultivada, pues se parece más al 1arice o al abeto, por donde algunos le
tomaron por el abeto hembra. Recibieron del sapino los chapines su nombre,
ni más ni menos que los alcornoques del alcornoque, por cuanto la madera del
sapino, por ser liviana en extremo y no embeber en sí el agua, ni el lodo, anti-
guamente solía entresejirse en ellos, como se entresije aún hoy día en toda
Italia en lugar de los corchos. produce el sapino sus piñas luengas, y dentro
de ellas unos piñones menudos, cuyas cáscaras son tan tiernas y delicadas, que
en apretándolas tan mala vez entre los dedos, fácilmente se desmenuzan. Los
piñones dan grande mantenimiento y engendran muy buen humor, aunque con
alguna dificultad se digieren. Demás de esto son madurativos, lenitivos y reso-
lutivos, son pectorales y aumentan la carne a los flacos, empero emborrachan
comiéndose en cantidad y mordican el estómago si antes que se coman no
se dejan en remojo en agua caliente. Preparados de esta arte aumenta la esper-
ma, despiertan la virtud genital, humidifican los riñones y la vejiga, sin acri-
monia alguna, y son entre frío y calor templados. Llámanse los piñones, en
griego, «cocali» y «strobili», entre los cuales se prefieren aquellos del pino a
todos los otros.
642 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

inmoderados flujos del menstruo, refrena las llagas que se dilatan, provo-
ca la orina y establece los dientes que se menean, si se enjuagan con él.
Sirven comúnmente las varillas del lentisco, cuando están verdes, para
en lugar de cañas, mondar los dientes. Hácese de su fruto un aceite muy
útil a todas aquellas cosas que quieren ser restriñidas. Produce también
el lentisco resina, a la cual unos llaman lentiscina y otros almástiga.
Esta, pues, bebida, sirve a los que arrancan sangre del pecho y a los que
padecen de tos antigua, demás de esto es muy amiga del estómago, empe-
ro mueve regüeldos. Mézclanla ordinariamente en los polvos compues-
tos para fregar los dientes, y en los afeites hechos para dar lustre al ros-
tro. Confirma esta las pestañas caducas, y majada engendra muy buen olor
en la boca y aprieta las relajadas encías. Nace abundante y excelentísima
en la isla de Chio. Tiénese por mejor la que reluce como luciérnaga y en
su blancura se parece a la cera toscana, siendo gruesa, tostada, frágil y de
suave olor. De la verde no se hace tanto caudal. Adultéranla con incien-
so y con la resina de piñas 7.

7 El lentisco es muy frecuente en Italia, principalmente en el circuito de


Roma y por todo el Reino de Nápoles. Crece de altura del avellano, tiene las
hojas como el alhácigo, empero muy verdeoscuras, y el olor igual que el tere-
binto, como el cual, por ser fuerte, da dolor de cabeza. No pierde jamás las
hojas, sino en todo tiempo está verde su fruto; antes de madurar bermejea,
y como va madurando se vuelve negro. Produce, además del dicho fruto, ape-
gadas a las hojas, unas ciertas vainillas, a manera de bolsas o cornezuelos,
llenos de un licor puro, el cual, como se va envejeciendo, se convierte en unos
animalejos alados, como mosquitos, semejantes a los que se engendran en las
mejigas del olmo; estos, pues, en pudiendo volar, hacen en cada vaina un agu-
jerito sutil, por el cual, uno a uno, se cuelan. Consta el lentisco de dos esen-
cias, la una de las cuales es acuosa, ligeramente caliente, y la otra no poco
terrestre y fría. Deseca en la fin del segundo grado o en el principio del tercio,
empero entre calor y frío igualmente es templado. Produce el lentisco de Italia,
aunque míseramente, también almástiga, la cual no debe comparar con la chía.
Es esta de Chía blanca, pura, muy transparente y en virtud molificativa junta-
mente y estíptica, que son dos facultades contrarias. La que viene de Egipto
es negra, y más desecativa que estíptica. Hácese de la chía del aceite de almás-
tiga, el cual conforta maravillosamente el estómago y restriñe el flujo del vien-
tre. Es útil al mismo efecto el emplasto, que se hace de sola almástiga, y aun
restriñe más eficazmente que el otro, no solamente la *, sino también el
vómito. Traída en la boca la almástiga, además de corregir el anhélito, des-
carga mucho el celebro y engendra un apetito insaciable, de donde nació
* Truncado en el original.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 643

CAP. LXXXII: DEL CIPRES

Resfría y restriñe el ciprés; sus· hojas bebidas con vino paso y con
un poco de mirra refrescan los humores que destilan a la vejiga y son
útiles a la retención de la orina. Sus nueces molidas y bebidas con vino,
aprovechan a los que arrojan sangre del pecho, a la disentería, a cual·
quier flujo del vientre que procede de flaqueza de estómago, al asma y,
finalmente, a la tos. Su cocimiento sirve a las mismas cosas. Majadas con

aquel proverbio que trae Luciano: «Estás hambriento y quieres mascar al·
mástiga.» Falsifícanla algunos con alcanfor y con cedoaria. Es el alcanfor una
goma llamada de los latinos «caphura» y de los árabes «canfora», no conocida
de los griegos ancianos. Nace en la India de cierto árbol, tan grande, que
pueden estar a ,su sombra más de doscientos hombres. Cuando se coge es
roja, empero después, con la calor del sol o el artificio del fuego, se torna
blanca. Usan de ella los sacerdotes de aquellas partes ordinariamente en sus
sacrificios, .ni más ni menos que del incienso nosotros. Encendido un grano
de alcanfor y puesto sobre una lámpara llena de agua, da de sí una purísima
llama y muy confortativa de los ojos, empero es tan delicada y sutil, que al
menor soplico se amata. Es frío y seco el alcanfor en el grado tercero. Mitiga
el dolor de cabeza procedente de causa caliente, refresca el hígado y los riño-
nes, restaña la sangre, métese en los afeites para dar gracias y tez a la cara;
bebido con el polvo de carabe yagua de nenúfar, restriñe la simiente a los
que se derraman, y a las muj eres sus menstruos blancos, y lo mismo hace
deshecho con las babosas de zaragatona o con el zumo de la yerba mora y
aplicado sobre los riñones y sobre las vergonzosas partes. Aplicado a la frente
con una clara de huevo o con el zumo del llantén o de la siempreviva y metido
dentro de las narices, reprime la sangre que a gran furia destila de ellas. Mez-
clado con los colirios, es un soberano remedio contra cualquier mal caliente
de los ojos. Dado en cantidad mediocre a beber o aplicado, provoca sueño y
ql4:ítalo administrándose demasiadamente. Preserva de corrupción, y así se
mete útilmente en los antídotos compuestos contra veneno, contra la pestilen-
cia y contra los mordiscos de animales emponzoñados. Conócese el alcanfor si
es puro o adulterado metiéndolo en medio de un pan caliente cuando sale del
horno, porque el perfecto se deshace súbito en agua, así como el contrahecho
se seca. Si no se guarda con diligencia muy bien cerrado en la caja, se suele
resolver muchas veces en humo y dejar burlados a los boticarios, por cuanto
en su lugar hallan viento. por eso comúnmente lo conservan en vasos de már-
mol o de alabastro, entre la simiente de lino o de zaragatona. Algunos creye-
ron, por el color subido que tiene y por ser así resoluble, ser caliente la canfora,
empero sus efectos muestran bien lo contrario.
644 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

higos secos ablandan las durezas y sanan los pólipos que se engendran
dentro de las narices. Cocidas con vinagre y majadas con altramuces
extirpan las uñas sarnosas. Aplicadas en forma de emplastos defienden
que no desciendan a la bolsa las tripas en los quebrados. Las hojas tienen
la misma fuerza. Créese también que las nueces puestas en sahumerio
con la cima del ciprés hacen huir los mosquitos. Las hojas majadas y
puestas sobre las heridas secas, las sueldan y restriñen la sangre. Ma-
jadas con vinagre hacen negro el cabello. Aplícanse por sí solas o con
puchas de harina, contra el fuego de San Antón, contra las llagas que
van cundiendo, contra los carbunclos y contra los inflamados ojos. Mez-
cladas con cerato y aplicadas, dan vigor al estómago 8.

CAP. LXXXIII: DEL ENEBRO

Hay dos especies de enebros, la una pequeña y la otra grande, em-


pero entrambas son agudas al gusto. El enebro calienta provocando la
orina, y perfumado hace huir las serpientes. Su fruto llamado también
arceuthis, unas veces crece tan grande como una nuez y otras como
una avellana, el cual es verdoso, oloroso, dulce al gusto, y algún tanto
amargo. Calienta y restriñe medianamente y es amigo del estómago.
Bebido vale contra las pasiones del pecho, contra la tos, contra las ven-

8 Hállase el ciprés macho y hembra, de los cuales el macho hace muy es-
parcidos los raínos, y la hembra, por el contrario, juntos y muy apiñados. Era
el ciprés antiguamente consagrado a Plutón, y por eso solían desparcir sus ra-
mos a las puertas de los difuntos. El perfectísimo ciprés nace en Candía, adon-
de, sin sembrarlos ni cultivarlos, crecen a cada paso infinitos y muy vistosos.
Produce el ciprés sus nueces tres veces al año, conviene a saber: por enero,
por mayo y por septiembre, la simiente de las cuales es tan pequeña y menuda,
que con gran dificultad se discierne. No pierde jamás el ciprés sus hojas,
antes está siempre verde. Destila de aqueste árbol una cierta resina, semejante
a la laricina, harto mordaz e hirviente al gusto. Sus hojas, majadas y puestas
entre cualquier simiente, la defienden de todo gusano. La madera del ciprés,
por vieja que sea, nunca siente carcoma, y da de sí un suavísimo olor, y guár-
dase para siempre, aunque ofende con él notablemente al celebro, y por eso
es muy dañoso a los sujetos a gota coral. Las nueces del ciprés, que algunos
también llaman «gaebulos», desecan con tanta calor y agudeza, cuanta bastó
solamente en hacer llegar su estipticidad hasta las partes profundas. Llaman
algunos al abrótano hembra «chamecypariso», que quiere decir bajico ciprés,
y esto porque se le parece en las hojas.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 645

tosidades, contra los tortijones del vientre, contra las mordeduras de


animales emponzoñados. Demás de esto hace orinar, y es muy útil a las
roturas y espasmos de nervios y a la sofocación de la madre 9.

CAP. LXXXV: DEL CEDRO

El cedro es árbol crecido del cual se coge la resina llamada cedria.


Produce su fruto redondo como el enebro y tan grande como el que nace
del arrayán. Tiénese por excelentísima cedria, la gruesa, la trasparente,
la de muy grande olor, la que destilada gota a gota no se despesa, sino
queda toda junta en un cuerpo. Tiene aqueste licor propiedad de corrom-
per los cuerpos vivos y conservar los muertos, por donde algunos le lla-
maron vida de difuntos. Corrompe también el paño y el cuero, con la
excesiva fuerza que tiene de calentar y desecar. Empero es útil para clari-
ficar la vista, porque quita las cicatrices y las blancas nubes que se forman
en los ojos. Instilado con vinagre mata los gusanos que se engendran
dentro de los oídos y resuelve los zumbidos y los silbos que se sienten

9 El enebro es planta muy conocida, cuya madera, suavemente olorosa, dura


sin corromperse varios centenares de años. El fruto que produce es redondo,
azul, y cual nos lo pinta Dioscórides. Mana del enebro una cierta goma, seme-
jante a la almástiga, la cual se dice «vernix» y «sandarax» en la lengua arábiga,
por donde algunos idiotas corruptamente le dan nombre de ((sandaraca», dado
que la sandaraca de Dioscórides y de todos los griegos es una especie de oro-
pimente, roja, venenosa y muy corrupta. Por eso conviene advertir que doquie-
ra que halláremos escrito «sandaraca», se debe entender la goma del enebro,
que llamamos vulgarmente «grasa» en Castilla, así como el oropimente cuando
en los libros de los autores griegos la veamos. Hácese de esta goma de enebro
y de aceite de simiente de lino un barniz líquido muy útil para dar a las
pinturas buen lustre y para encarnizar toda suerte de hierro, el cual también
aprovecha infinito para mitigar el dolor y rebajar la hinchazón de las almorra-
nas. La goma del enebro resuelve y madura el catarro, restaña el flujo del
menstruo, enjuga las humedades superfluas, y mezclado con aceite rosado, sana
las resquebrajaduras del sieso. El aceite de enebro es útil a todas las enfer-
medades frías y húmedas de los nervios. La goma del enebro es caliente y seca
en grado primero, así como en el tercero sus hojas. Su fruto, cocido en ayu-
nas, resuelve la flema y las ventosidades de estómago. Las astillas del enebro
son útiles para mondar los dientes, porque los confortan como el lentisco, el
humo de las cuales purifica el aire corrupto, y por eso es muy conveniente
en tiempos de pestilencia.
646 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

en ellos, instilándose con el cocimiento del hisopo. Metido en el horado


del diente, le quiebra y juntamente quita el dolor, lo cual hace también
si con él deshecho en vinagre se enjuagaren los dientes. Si se vierte en
el miembro viril antes del acto venéreo, lo hace innocuo para engen-
drar ... *. Aprovecha mucho su unción para rebajar la esquinantia y las
hinchazones de las agallas. Con su untura mueren súbito los piojos, jun-
tamente las liendres. Aplicado con sal es remedio contra la mordedura
de la cerasta. Bebido con vino paso socorre contra el veneno de la lie-
bre marina. Tomado en forma de lamedor y aplicado en unción es útil a
los leprosos, mundifica el pulmón llagado y sánale si se bebe cuanto
la medida de un cíato; echado por vía de clíster mata las lombrices y
los gusanos que parecen pepitas de calabaza y arranca la criatura del
vientre. Hácese de la cedria, así como de la pez, un óleo, colgando encima
de ella, mientras se cuece, algún vellocino de lana, el cual sirve a todas
aquellas cosas que aprovecha la cedria, empero particularmente sana la
sarna de los perros y bueyes y de todos los otros animales cuádrupes,
demás de esto mata las garrapatas que les molestan y encara las llagas
que les hacen al trasquilarlos. Llámanse las bayas del cedro cedrines, y
son de caliente natura, y aun adversarias al estómago. Empero hacen
provecho a la tos, al espasmo y rotura de los nervios y al estilicidio de
orina. Bebidas con pimienta molida provocan el menstruo, y con vino
socorre a los que bebieron algo de la liebre marina. No dejan llegar las
serpientes al hombre que se unta con ellas, mezcladas con el unto o con
el meollo de los huesos del ciervo. Mézdanse en las medicinas contra
veneno. Cógese de la cedria también hollín, como dijimos cogerse aquel
de la pez a la cual corresponde en virtud 10.

* Línea ilegible en el original.


10 Del cedro tenemos dos diferentes clases, a saber: mayor y menor. Hállase
el cedro mayor, en algunas partes de Italia, en todo semejante al enebro, salvo
en que es de un tamaño menos grande y produce un fruto rojo y suave al
gusto, por donde algunos herbolarios se engañaron tomándolo por el mayor
enebro. El cedro mayor crece en la isla de Cypro, tan alto que a las veces
se halla luendo de ciento cincuenta pies y tan grueso por el tronco, que cinco
hombres, asidos por las manos, apenas 10 pueden abrazar. Es la madera de
este cedro durísima y casi de vida inmortal, y así quiso aquel sapientísimo
Salomón servirse de ella en la fábrica de su tan soberbio y suntuoso templo,
y los griegos no hacían de otro leño aquellas estatuas que deseaban perpetuar.
El cedro es caliente y seco en el grado tercero, mas la cedria, que es su licor,
llega al principio del cuarto, y es de sutilísimas partes, por donde corrompe
DIOSCORlDES.-MATERIA MEDICA 647

CAP. LXXXVI: DEL LAUREL

Del laurel hay una especie que hace la hoja ancha y otra que la pro-
duce estrecha, más entrambas tienen virtud de calentar y ablandar. Por
donde su cocimiento, si se sientan sobre él, es muy útil a las pasiones
de la madre y de la vejiga. Sus hojas verdes ligeramente constriñen, las
cuales majadas y puestas en forma de emplasto, valen contra las punzu-
ras de las avispas y de las abejas. Mezcladas con una puchecilla de harina
o con miga de pan mitigan toda suerte de inflamación. Bebidas enterne-
cen el estómago y le provocan al vómito. Las bayas tienen más fuerza de
calentar que las hojas, y así majadas e incorporadas con mielo con vino
paso y dadas en forma de lamedor, aprovechan mucho a los tísicos y a
los asmáticos y valen contra todos los humores que destilan al pecho.
Bébese con vino contra la punzura del alacrán, y sanan los alvarazos.
Instílase cómodamente su zumo con vino añejo y aceite rosado contra
las dificultades del oír y contra los dolores de los oídos. Mézclanse en las
medicinas que mitigan cansancio, y en los ungüentos de caliente virtud
y resolutivos. La corteza de la raíz rompe la piedra, mata la criatura en el
vientre y bebiéndose de ella tres óbolos con vino odorífero es útil a los
enfermos del hígado 11.
la carne blanda, sin algún insigne dolor, como lo hacen todas las otras cosas
que tienen la misma fuerza. El fruto .del cedro, llamado cedris, es mucho
más templado, y tanto que se puede comer, aunque comiendo demasiado da
dolor de cabeza y engendra muy gran ardor y mordificación del estómago.
El Bellonio pinta el cedro mayor con piñas y muy semejante al larice, sin traer-
nos autoridad de ningún escritor para que le creamos.
11 El laurel es árbol muy conocido, porque no solo en Italia y España,
empero también en Francia y en Alemania, vive, dado que en estas regiones
frías es estéril de fruto. Consagraron los antiguos el laurel al dios Apo10, y
c~n él se coronaban en los tiempos pasados todos los emperadores de Roma,
por el cual efecto (según cuentan las romanas historias) un águila enviada de
Júpiter dejó caer en el regazo de Drusilla, mujer de Augusto, una gallina muy
blanca que llevaba en el pico un ramillo de laurel, cargado de bayas muy olo-
rosas, el cual plantado, multiplicó después en gran cantidad. Coronaban con
laurel también antiguamente a todos los vencedores, y como el olivo era señal
de paz, así siempre el laurel significó victoria. Todos los escritores confirman
que el laurel jamás fue ni puede ser sacudido del rayo, por donde Tiberio
César, siempre que sentía tronar, se ponía en la cabeza una guirnalda laurina,
dado que en nuestros días, el año 1539, aquí en Roma se vio la contraria ex-
648 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

CAP. XCII: DEL OLMO

Las hojas, la corteza y los ramos del olmo tienen la virtud constric-
tiva. Empero mucho más la corteza interior fajada, porque se deja tra-
tar a manera de una correa, Bebido una onza de la corteza más gruesa
con vino o gua fría, purga la flema. El cocimiento de las hojas o de las
cortezas de sus raíces, aplicado a manera de fomentación, suelda súbi-
tamente los huesos quebrados, con cierto callo, que les engendra. El hu-
mor que al apuntar de las hojas se halla en unas vejigas suyas, da claro
lustre al rostro, si se untan con él. El cual en secándose se convierte
en ciertos animalejos, que parecen mosquitos. Las hojas del olmo tiernas
se cuecen para comer a manera de la otra hortaliza 12.

periencia, cuando en el palacio del duque de Castro cayó un impetuosísimo


rayo, quebrando un muy hermoso laurel, que aún hoy día se ve herido y
despedazado, lo cual cierto se tuvo por muy infeliz agüero de la desgraciada
fin que después hizo el mismo duque en Plasencia, el cual estaba no menos
asegurado que su laurel poco antes que le asaltaran. Así que a la ira de Dios
(como dicen las viejas) no hay casa fuerte ... *.
Tiene el laurel en sí virtud de producir fuego, porque si fregamos dos palos
de laurel secos unos con otro y les echamos encima un poco de azufre pulveri-
zado, súbito se alza la llama. Echadas las hojas de laurel en el fuego dan estalli-
do, como la sal, y hacen saltar la brasa. Está siempre el laurel, ,así en invierno
-como en verano, verde y muy poblado de hojas. Las hojas y frutos del laurel
.calientan y desecan valerosamente, aunque el fruto tiene más eficacia. La corteza
de las raíces es menos caliente y aguda, empero, sin comparación, más amarga.
El zumo de las bayas y de las hojas tiene fuerza contra el veneno, y sorbido por
las narices, descarga maravillosamente el celebro. El aceite laurino es admirable
remedio contra la perlesía, contra el espasmo y contra todas las pasiones frías
de los nervios. Llámanse las bayas, en griego, «daphnides». Hállase a cada paso
en Italia un cierto laurel salvaje, el cual produce unas bayas menudas y azules y
totalmente conforme al que nos pintó Plinio, llamado «tino» por otro nombre.
12 Ninguno hay que no conozca muy bien el olmo. El licor que se halla
dentro de sus vejigas es valoroso remedio contra las quemaduras de los niños
pequeños, aplicado debajo del braguerito en un poco de lienzo.
• Línea ilegible en el original.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 649

CAP. CX: DE LA ROSA

La rosa resfría y aprieta, pero mucho más la que es seca. De las ro-
sas· frescas se saca el zumo, majando las rosas en un mortero, después
de las haber cortado las uñas con unas tijeras (llámanse así aquellas pun-
tillas blancas) y exprimiendo de ellas todo el licor, el cual se deja a la
sombra, hasta que se haga espeso, y entonces se guarda para las medici-
nas que se suelen utilizar en los ojos.· Sécanse también las hojas de ·.la
rosa a la sombra, volviéndolas a menudo, para que no se pasen mohosasr
La expresión de las rosas secas cocidas con vino, es útil a los dolores de
cabeza, de los ojos, de los oídos, de las encías, del sieso, del recto in-
testino y de la madre, aplicado con una pluma o echado en el clíster.
Las mismas hojas sin exprimir el zumo, majadas, y puestas en forma de
emplasto sirven a la inflamación del diafragma, a la superflua humedad
del estómago y al fuego de San Antón. Las secas pulverizadas se suelen
echar sobre los escocidos muslos, y usarse con los antídotos convenien-
tes a las heridas y con los llamados antheras. Quémanse también para dar
lustre a las cejas. La flor que en medio de la rosa se halla, cómodamente
se aplica, después de seca, contra los humores que destilan, a las encías.
Las cabezuelas bebidas restriñen el flujo del vientre y la sangre del pecho.

CAP. CXIII: DE LA ACACIA

La acacia nace en Egipto y es como un arbolillo espinoso muy pobla-


do de ramos, los cuales no se extienden. derechos. Produce blanca flor y
fruto semejante a los altramuces, encerrado en ciertos hollejos, del cual
se exprime el licor, y se seca a la sombra. Empero aquel que del mad~ro
se saca es negro, así como algún tanto rojo. el que sale del verde. Esco-
ge;ás el que blandamente rojea y es tanto oloroso como conviene a la
acacia. Sácanse algunos exprimiendo juntamente las hojas y las simien..
tes. Mana también de aquesta espina una goma. Tiene la acacia fuerza
de costreñir y de resfriar. Su licor es útil a laB medicinas para los ojos.
Vale contra el fuego de San Antón, contra las llagas que se dilatan, con-
tra los sabañones, contra las uvas que suelen crecer en los ojos y contra
las llagas que en la boca se engendran. Demás de esto reduce a su lugar
a los ojos saltados a fuera, restaña el menstruo desordenado, reprime la
madre salida, y hace los cabellos muy negros. Bebido o echado en el
650 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

díster restriñe el flujo de vientre. Lavan la acacia, para las medicinas


útiles a los ojos, batiéndola en muchas aguas y dérramando toda suciedad
pegadiza, hasta que la última agua queda clara y muy limpia, y entonces
forman de ella pastillas. Quemándola metiéndola en la hornaza, dentro de
una masa de tierra cruda, cuando se cuecen las tejas. Trátase también
sobre las brasas, soplando constantemente. La fomentación hecha con el
cocimiento de toda la planta, confirma las relajadas junturas. De la goma
se tiene aquella por más excelente, que en la forma se parece a un gu-
sano y es traslúcida como vidrio y muy libre de astillas. Tiénese por bue-
na, después de esta, la blanca, así como por inútil la resinosa y muy su-
cia. Opila esta goma los poros; mezclada con las medicinas agudas las res-
fría, embotando su fuerza; aplicada. con un huevo en forma de emplasto
no deja salir vejigas de las quemaduras del fuego. Nace esta especie de
acacia en Capadocia y en Ponto, la cual, aunque se parece a la egipcia.
es todavía mucho menor, más baja, más tierna y muy armada de espinas
Produce aquesta las hojas como la ruda. Hace su simiente al otoño, me-
nor algo que la lenteja, dentro de ciertos hollejos capaces de tres o cua-
tro granos. También el zumo de esta es estíptico, aunque harto menos
que el de la otra, y para las medicinas de los ojos inútil 13.

13 Al árbol que produce aquel zumo llamado acacia llaman todos «espina
egipcia» o «arábiga», porque nace en aquellas partes, y si no es el tronco, está
todo lleno de espinas. Produce una flor muy hermosa, y tanto, que antigua-
mente se adornaban las guirnaldas con ellas. De su fruto se aprovechan los cur-
tidores, en lugar de agallas, para curtir los cueros. En cambio, del zumo de
.aquesta planta administran ahora los boticarios el que se exprime de las nadri-
nillas del monte, después de secado al sol, al cual llaman también acacia. Po-
dríamos así mismo tomar en cambio de ·la vera acacia las hojas del zumaque
y el zumo sacado de las hojas del lentisco y de la hprcistide, porque tienen
la misma fuerza. La goma de la espina egipcia se llama «serapión», goma ará-
biga; empero conviene considerar que así como nos es rara la acacia arábiga,
ni más ni menos tenemos falta de aquella goma. POl;que la goma arábiga ordi-
naria de las boticas indignamente tiene tal sobrenombre, visto que ni es estípti-
ca, ni constrictiva, como la otra, sino muy lenitiva, y nace acá entre nosotros
de los ciruelos, perales, cerezos y almendros y, finalmente, de todos aquellos
árboles que no producen resina. Por donde consta que la que así de los grie-
gos como de los escritores latinos simplemente se llama goma, es la nuestra
vulgar goma arábiga, con la cual las doncellas se adornan ordinariamente las
crenchas. Esta goma, cocida con cebada y deshecha, es admirable remedio
pra deshacer las asperezas y empeines de todo el cuerpo y en especial de las
manos, si se friegan a menudo con ella. La acacia deseca en el grado tercero, y
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 651

CAP. CXXV: DE LA PALMA

La palma nace en Egipto y cógense de ella los dátiles al otoño, en


estado medio maduros. Los cuales son semejantes a los mirabolanos de
Arabia. L1ámase poma este fruto en aquellas partes, y tiene verde el
color y el olor de membrillo. Empero si se deja bien madurar vuélvese
de color bayo y toma phenicobalano por nombre. El dátil es acerbo y
estíptico y por eso se bebe con vino austero, contra el flujo del vientre y
del menstruo. Aplicado en forma de emplasto reprime las almorranas,.
y suelda las frescas heridas, los phenicobalanos frescos son más estípticos
que los secos, engendran dolor de cabeza y si se comen en gran cantidad
emborrachan. Comidos los más pasados y secos son útiles a los que arran-
can sangre del pecho y a los que tienen flujo celiano o disentérico. 1n-
corpóranse con la carne de membrillo y con el ceroto emautino, y
aplícanse contra las enfermedades de la vejiga. Los dátiles llamados
earyotides ablandan las asperezas de la caña del pecho, comidos. El co-
cimiento de los thebaicos, bebido, mata el ardor de las fiebres llamadas
causones, y si se bebe con agua miel hecha de muchos días, rehace las
fuerzas a los convalecientes. Tienen la misma virtud ellos mismos cocidos.
Hácese de ellos un cierto vino útil a todas aquestas cosas. Su cocimiento
bebido por sí solo y gargarizado, bravamente constriñe y aprieta. La ce-
niza de los cuescos de los dátiles quemados, como se queman los otros en
una olla de barro cruda, y amatados con vino, siendo muy bien lavada,
suple por el espodio y se mezcla en las medicinas hechas para adornar
las pálpebras. Empero si no fuera la primera vez de nuevo, su virtud es
estíptica y opilativa de los poros del cuerpo, son útiles a las búas y a
, las postillas, que suelen criarse en los ojos, y también a la pelambre de
las pestañas, si se aplica juntamente con la espiga del nardo. Mezclados
con ~ino y puestos disminuyen la carne superflua y sueldan y encoran
las llagas, para 10 cual son muy útiles los de las palmas egipcias, y princi-
palmente 105 de las más bajicas.

en el primero resfría, aunque siendo lavada resfría en el tercero, porque pierde


así la agudeza que tiene en las partes calientes. La segunda suerte de acacia,.
que tiene las hojas de ruda, se halla en Apulia.
652 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

CAP. CXLII: DE LOS AVELLANOS

Las avellanas llamadas pónticas nueces o leptocarya, que quiere decir


nueces menudas, al estómago son dañosas, aunque majadas y bebidas
con aguamiel sanan la tos antigua. Tostadas, y con un poco de pimienta
comidas, maduran los catarros. Quemadas con todas sus cáscaras yma-
jadas con enjundia o grasa de oso, y aplicadas, hacen renacer los cabellos.
Dicen algunos que las cenizas de las cáscaras da las avellanas, aplicada
con aceite sobre la mollera de los niños que tienen los ojos garzos, les
:!1é;lcen tornar las niñuelas negras 14.

CAP. CXLIII: DE LA HIGUERA EGIPCIA, LLAMADA SICOMORO EN GRIEGO

Al sicómoro llaman algunos Sycamino, que quiere decir, moral. Su


fruto se llama también sicómoro, por el sabor que deja muy flojo y desa-
brido en el gusto. Es el sicómoro un árbol crecido, semejante a la higuera,
muy poblado de ramos y todo lleno de leche, cuyas hojas se parecen a las
del moral. Produce tres y cuatro veces al año su fruto, no de los ramos,
como la higuera, sino del mismo tronco, y semejante a los hongos sal-
'vajes, el cual es más dulce que los higos llamados grasos y vacíos de
granillos. No se madura este fruto si primero no se le rasca con la uña o
con hierro. Nace copiosamente esta planta en Caria, en Rodas, y en
otros lugares no abundantes de trigo, adonde se socorren con su gran
;abundancia de fruto, cuando hay carestía de grano. Su fruto relaja el
14 Llámanse nueces pónticas a las avellanas en griego, porque vinieron del
Ponto a Grecia. Llámanse en latín «avellanae», porque en una ciudad de Campa-
nia, que se dice avella, crecen excelentísimas y en grande abundancia. Hállanse
de las avellanas dos suertes, porque unas son luenga~ y otras de figura redonda.
Son más sabrosas, y más mejores las luengas, empero más tardías en madurarse.
Las avellanas son más terrestres y frías que las nueces, aunque dan manteni-
miento mayor y más sólido. El avellano llamado de los latinos «coreylo», si tiene
de fructificar, quiere ser muy podado, porque si le dejan crecer, todo el fruto se
le va en ramos. Los avellanos salvajes, traspuestos, suelen domesticarse. Dice Dio-
cles y con él otros escritores algunos, que las avellanas en el estómago nadan
sobre el manjar y dan dolor de cabeza. A la cual sentencia reclama también la
común opinión, porque ordinariamente las buenas viejas suelen hacer ciertos
hormiguillos de avellanas tostadas, para asentar el estómago y comportar el cele-
bro, no sin feliz suceso.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 653

vientre, mantiene poco y es molesto al estómago. Sácase el zumo de


aqueste árbol en la primavera, cuando es ternecico, y antes que de sí
eche algún fruto, hiriendo superficialmente la corteza con una piedra,
porque si más profundamente le hieren, no saldría nada de él. Cógese el
licor que de la herida destila con una esponja o con un poco de lana, y
después de seco, y formado en pastillas, se guarda dentro de un vaso
de tierra. El tal zumo tiene la virtud de ablandar, de soldar las heridas,
y de resolver los apostemas que no quieren venirse a maduración. Be-
biéndole y untándose con él, los que fueron mordidos de las serpientes,
los que tienen empedernecido el bazo, los que padecen dolor de estómago
y los que esperan el frío paroxismal, empero carcómese presto. Crece
otro sicómoro en Chipre de diferente especie, el cual siendo realmente
olmo, produce las hijos del sycoro, y el fruto del tamaño de la ciruela,
aunque mucho más dulce, y tiene todas las otras cosas semejantes a
las que arriba dijimos 15.

15 Así en la estatura como en las hojas, el slcomoro se parece al moral, y


produce su fruto del mismo tronco y de las más gruesas ramas, semejante, en
la figura y cuerpo, a nuestros higos domésticos, y a los salvajes en el sabor,
el cual fruto carece enteramente de granos. Parécese, pues, al moral y a la
higuera, dado que por diversos respectos esta planta se llamó meritamente
«sicómoro», que quiere decir higuera-mora, tomando el apellido del uno y
del otro árbol. Léese en las Historias Sagradas que Zaqueo, hombre justo y
de muy bajica estatura, para poder ver y contemplar a Cristo, y para ser visto
de él, se subió sobre un sicómoro. No se maduran sus frutos si primero no se
sajan con la uña o cualquier otro instrumento de hierro, para que destile la
leche, y pueda la virtud del sol penetrarle, 10 cual haciéndose, viene maduro
dentro de cuatro días, y súbito que es cogido del mismo lugar sale otro, suce-
diendo siempre el verde al maduro, hasta la cuarta generación, y esto en un
mismo año. Produce el sicómoro muy gran copia de leche, y cortado está siem-
pre verde, salvo si no se arroja en el agua, y así, para secarlo, suelen arro-
jarlo a ciertos estanques, en el hondo de los cuales se seca, y después de seco,
el mismo, con su ligereza, se vuelve arriba y sirve para mil cosas, por ser
juntamente recio y liviano. Los higos que aquí llaman «grasos», Dioscórides,
se dicen, en griego, «Olynthi», y son aquellos que jamás han dicha de madu-
rarse.
654 CIENTIFICOS GRIEGOS.~TOMO II

LIBRO 11

CAP. 1: DEL ERIZO MARINO

El erizo marino es conveniente al estómago, ablanda el vientre y pro-


voca la orina. Su concha cruda, empero· tostada, se mezcla cómodamen-
te en los ungüentos que desecan la sarna, la ceniza de la misma concha
quemada mundifica las llagas sucias y disminuye la carne crecida 1.

CAP. II: DEL ERIZO TERRESTRE

El pellejo del erizo' terrestre, quemado y mezclado con pez líquida,


se aplica útilmente contra las alopecias. La carne del mismo seca y be-
bida con oxymel vale al mal de riñones y a aquellas especies de hidropesías
que se derraman entre cuero y carne. Es útil a los espasmos, a la lepra
y a la mala disposición que llaman cacejia los griegos. Deseca también
los humores que corren a los interiores miembros. El hígado del erizo
terrestre, secado en un tiesto al sol, se guarda y administra para las
mismas cosas 2.
1 El erizo marino se parece mucho en su forma al erizo de la castaña, que
es aplanado y tiene la redondez a manera de una rodaja. Dentro de su conca-
vidad, de trecho en trecho, se encuentran unas hebricas de carne roja, que se
parecen en su sabor al atún salado o a las anchoas, la cual comida así cruda,
es muy gran alcahuete del vino. Todo lo demás está lleno de cierta agua salada.
Usa el erizo de mar de las espinas para moverse en lugar de pies, y así en el
estribar muchas veces se le despuntan. Su caminar es rodando. Tiene la boca
en el centro, hacia tierra, por ser aquel lugar más seguro contra las impurezas
extrínsecas. Dícese que cuando se espera en la mar alguna tempestad o tor-
menta, luego los erizos marinos la anuncian cubriéndose con las pedrezuelas
que hallan, de 10 cual avisados los marineros, procuran con más áncoras res-
tablecer sus barcos. Comido el erizo de mar, como se comen los caracoles,
purga las arenas y deshace la piedra. Hállase otra especie de erizo marino,
llamada «echinometra», la cual tiene las espinas muy luengas y la concha pe-
queña. Del uno y del otro erizo hay gran copia en Gaeta.
2 El erizo terrestre es un animalejo muy conocido, que parece un lechón,
el cual tiene todo el cuerpo armado de muy agudas espinas, salvo el hociqui1lo,
el vientre y los pies, adonde tales armas no convenían; este, cuando sieXl.te
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 655

CAP. III: DEL HIPOCAMPO

El hipocampo es un pequeño animal marino, la ceniza del cual incor-


porada con pez' húmeda, o con enjundia, o con el amaricino ungüento
y aplicada, hace renacer los cabellos a doquiera que hay alopecia 3.

CAP. X: DEL CANGREJO

Las cenizas del cangrejo de río quemado, dadas a beber tres días con
vino en cantidad de dos cucharadas, con otra cucharada de la gentiana,
socorre a los mordidos de algún perro rabioso. Aplicada con miel cocida,
mitiga las resquebrajaduras de los pies, del sieso y es remedio a los
sabañones y al' cáncer. Bebidos así crudos y bebidos con leche de borrica,
son útil~s contra las mordeduras de las serpientes, y contra las punzuras
de alacrán. Cocidos con su caldillo comidos, aprovechan mucho· a los tí-

algún cazador o perro, se encoge como un ovillo, de suerte que para asirle
son menester manoplas; empero ya que se ve perdido y como desesperado,
báñase en su propia orina pestilencial a las púas y a todo el pellejo del lomo,
por amor de las cuales partes siente que le persiguen. Revuélcase el erizo sobre
las manzanas y peras, y enhiladas en sus espinas se lleva las que puede coger,
y en algún árbol vacío, para sus necesidades las guarda. Este animal es de
frigidísima complexión, y solo entre los cuadrups tiene los compañas pegados
a los riñones. La cecina del erizo, así terrestre como marino, tiene virtud de
resolver, atraer y mundificar. Es también especie de erizo el llamado de los
escritores «haystrix», animal harto mayor que el ordinario erizo, y cercado de
muy mayores y muy más peligrosas espinas, con las cuales suele no solamente
atravesar· los perros, empero dar heridas mortales también a los cazadores.
Estase aquesta fiera casi todo el día en su cueva, ni más ni menos que el
lobo, y a las noches sale a buscar la vida. Su ceniza dada a beber confirma
la criatura en el vientre.
3 El hipocampo es un pececico pequeño que en la cabeza y en todo el cuello
se parece al caballo de los griegos llamado «hipo», así como en el resto del
cuerpo a ciertos gusanos vellosos que se hallan por los jardines, llamados en
griego «campae» y en la lengua latina «emcae», de los cuales animales tomó su
nombre «hipocampo», que es como si dijéramos «caballo-oruga». Hállase gran
cantidad de este pez por las costas del mar veneciano. Es inútil para comer,
pero muy provechoso para cosas medicinales, atento que su ceniza tiene admi-
rable virtud en desecar todas las llagas húmedas y en hacerlas venir el cuero.
656 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

sicos, y a los que bebieron de la liebre marina. Majados y puestos con


albahaca sobre los escorpiones, los mata. Los marinos hacen las mis-
mas cosas aunque no con tanta eficacia 4.

4 El cangrejo es animal pequeño y ridículo, empero tiene muy gran virtud


para extirpar enfermedades gravísimas y conservar la salud humana, donde
no nos debemos maravillar si entre los doce le vemos colocado en el cielo. El
cangrejo verdadero, del cual entiende pioscórides es un animalejo pequeño,
sin cola, el cual camina al través, tiene ocho pies algún tanto enarcados, con-
viene a saber: cuatro a cada parte, y al fin de ellos dos brazos, cuyas extre-
midades pueden abrirse y cerrarse, a manera de unas tijeras, y son por la parte
interior dentadas. Es el cangrejo de luenga vida y renueva siempre la concha
de las espaldas, desechando de sí la vieja, en entrando en primavera, de la cual
también se desprende echándolo en leche. Están en gravísimo error los que
por el cangrejo de Galeno y Dioscórides entienden aquella especie de camarón
que en griego se 11ama «gammaro» y «astabaros», más delgado y menos luengo
que los cangrejos a causa d.e la cola que les añadió la Natura, los cuales, cuan-
do se cuecen, se tornan roj os como un coral. Confírmase en algunos el dicho
error por la ignorancia de los imperitos astrónomos, que en lugar de Cáncer,
que es el cangrejo, pusieron el camarón en el zodíaco de la esfera, como se ve
en algunas estampas. En la especie de los cangrej os hay unos muy pequeñitos,
que nunca crecen como los grandes, los cuales, diminutivamente del cancri,
son llamados «cancelli», que es lo mismo que cangrejuelos. También entre los
camarones o gámbaros hay unos muy menuditos, aunque de la misma figura,
los cuales se llaman «gambarelli» en Italia. La langosta misma de los griegos,
llamada «carabos» y de algunos «squilla», parece ser también una especie de
camarón, del cual no en nada, sino solo en la grandeza difiere. Todas estas
especies y algunas otras se dicen «malacostraca» en griego, que quiere decir
«pescados de costra blanca», para diferenciarlos de otros llamados «ostraco-
dermata», porque tienen una concha empedernecida en lugar de cuero. El polvo
de los cangrejos quemados vivos en una sartén de cobre, cuando reinan los
calores caniculares, tómase rociado con agua, cuanto una cucharada bien gran-
de, cuarenta días continuos; es un di~ino remedio contra las mordeduras de
los perros rabiosos. Empero no habiendo sido los mordidos socorridos desde
el principio conviene darles cada día dos cucharadas. El mismo polvo aplicado
sobre cualquier herida corrupta y encarnurada, luego ataja toda la corrupción,
como se vio claramente este año en Roma, adonde estando Diego Galván, criado
del ilustrísimo señor don Alonso de Abencastro, embajador del serenísimo
rey de Portugal en esta corte romana, ya desahuciado de cirujanos y médicos
a causa de cierto apostema, que se le encarnó, y le iba ya paciendo casi todas
las tripas, ordené, como a cosa muy deplorada, que le echaran sobre toda la
llaga el polvo de los dichos cangrej os quemados, ló cual hecho se engendró
aquella noche sobre la parte enferma una costra muy dura y muy negra, que
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 657

CAP. XI: DEL ALACRAN TERRESTRE

El alacrán terrestre, majado así crudo, y puesto, se vuelve contra las


heridas que el mismo hizo. Cómese también asado a este efecto 5.

CAP. XVI: DE LA VIBORA

La carne de la víbora cocida aguza mucho la vista y resuelve los


lamparones que van creciendo, pero conviene después de desollada la
víbora cortarle la cabeza y la cola, por cuanto estas partes son desnu-
arrancó consigo toda la carne infecta y corrupta, dejando la llaga limpia y
bermeja como "!1n coral, la cual se encoró después fácilmente dentro de pocos
días. Las piedras que se hallan en la cabeza del camarón deshacen y purgan
evidentísimamente las que se engendran en los riñones.
5 Mucho debemos a la Naturaleza, pues ya que para adornar el mundo
con toda variedad de animales quiso producir algunos virulentos y peligrosos,
al hombre, juntamente con ellos, y en ellos mismos, nos dio el remedio y la
medicina. De los alacranes hay dos principales especies, conviene a saber:
una de los marinos y otra de los terrestres, aunque Pausanias añade la tercera
de los aéreos. El cual afirma que vio algunos alacranes con alas. Pone ordi-
nariamente la hembra del alacrán once gusanillos a manera de huevos, de los
cuales (según cuentan algunos) se come luego los diez, dejando el más ro-
busto y diestro de todos para perpetuar el linaje, el cual después, en recom-
pensa de tan singular beneficio, acordándose más de la injuria y muerte de
sus hermanos que de la gracia propia, como criatura ingratísima, conspira
contra su propia madre y la mata. Hieren siempre al través con la cola los
alacranes y exprimen en la herida cierto veneno blanco, el cual, mezclado y
encendido con la sangre, se esparce por todo el cuerpo, y si no le atajan den-
tro de tres días despacha. Hiere a muchos animalejos el alacrán, pero a nin-
guno ofe~de de los que carecen de sangre. Dice plinio que ninguna doncella
mordida por el alacrán escapa. Es más fiero y peligroso aquel alacrán que tiene
la cola distinta con siete nudos, que no los otros; la mayor parte la tienen
solamente partida en seis. Las abejas no pican jamás a persona que herida
fuere por el alacrán, el cual resucita después de muerto (según Plinio 10 con-
firma), si lo tocan con el eléboro blanco. Media dracma de las cenizas del
alacrán quemado, dado a beber con el cocimiento de la raíz del hinojo, admi-
rablemente deshace la piedra de la vejiga y de los riñones. El aceite del alacrán
asegura, fortifica y preserva contra la pestilencia y contra cualquier veneno a
los que se untan con él los pulsos y el corazón. Aplicado a los riñones, deshace
658 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

das de carne, porque decir que se hallan de cortar las extremidades hasta
una cierta medida lo tengo por fabuloso. Todo el resto del cuerpo libre
de las tripas y entrañas, habiéndose muy bien lavado y cortado en pe-
dazos, se cuece con aceite, vino, eneldo y un poco de sal. Dicen algunos
que los que comen carne de víbora 6 engendran muchos piojos, lo cuales
falso; otros opinan que los que acostumbran a ella son de más luenga
vida. Hácese de la carne de víbora una suerte de sal muy útil para los
mismos efectos, aunque no de tanta eficacia. Métese una víbora viva en
una olla de tierra nueva, con ella juntamente de sal y de higos pasos,

la piedra de ellos, y puesto sobre la vejiga o echado en el caño con alguna


jeringa, desmenuza las que en la vejiga se engendran. Trae Mefue dos maneras
de componer el aceite.
6 La víbora se llama en latín «vipera», y en griego, «echis» o «echidne»,
empero el primero de aquestos dos nombres significa el macho y el segundo
la hembra. Es la hembra de la longura de un codo, roja y toda llena de cier·
tas manchas, así azules como pardillas. Tiene los ojos muy encendidos, la
cabeza anchela y la garganta angosta. Su cola no se va adelgazando propor-
cionalmente, quiero deCir poco a poco; sino súbito la vemos hacerse más
sutil y sin carne, a la fin de la cual se ve un orificio muy ancho, por donde
suelen vaciarse las superfluidades del vientre. Demás de lo dicho, tiene cua-
tro colmillejos o dientes, dichos caninos, con los cuales ofende, y estos recu-
biertos de ciertas vejiguillas sutiles, dentro de las cuales está encerrado un
veneno claro, dulce y harto sabroso al gusto, empero mortífero y pernicioso
si mezcla con la sangre del hombre. No puede morder con los tales dientes
la víbora sin que juntamente se rompan las tales vejiguillas y se derrame su
ponzoña por la parte mordida. Recógese también parte del veneno en la lengua,
y aun cuanto puedo juzgar, los víperos dientes son también venenosos, cual
conocí a la clara los días pasados en Roma. Porque como en la botica del
Perusino cogiese una víbora muerta ya hace dos días y aferrase con sus dien-
tes la tetilla de una codorniz viva, luego se le ennegreció la herida y el pobre
animalejo, cayendo con un gran sueño, se murió en menos de una hora. Ca-
mina la hembra tan cautamente y despacio, que parece no menearse, aunque
cuando quiere moverse es muy ágil. El macho tiene la cabeza muy más estre-
cha y el pescuezo más ancho, todo el resto más sutil y más luengo, y tan
solamente dos colmillos mortíferos. De medio cuerpo arriba se mueve con gran
velocidad el macho y se muestra muy inconstante. Las «dipsadas», que quiere
decir sedientas, son una especie de víboras que se hallan a la orilla del mar,
todas manchadas de negro, de las cuales así la carne como la mordedura engen-
dran inexpugnable sed, a causa de que ellas mismas son muy saladas. Las áspi-
des no difieren de aquestas sino en la color más clara. Describe Hermolao en
sus corolarios tres especies de áspides, que son las chelidonias, las cherfeas y
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 659

muy bien majados, de cada cosa cinco sestarios y seis cíatos de miel.
Hecho esto se atapa la boca de la olla con barro y se cuece en el horno
hasta que la sal se convierta en carbón, la cual después sacada y moli-
da se guarda. Algunas veces para que sea más grata al estómago se
mezcla de la spica nardi o de su hoja, o del malabathro, un poquillo.

las ptyadas. Créese que con esta última especie dio desastrado fin a sus días
aquella celebrada reina de Egipto Cleopatra. :porque como Augusto, después
de muerto el desdichado Antonio, la hiciese guardar a muy buen recaudo, para
después triunfar de ella en Roma, y no la dejasen cuchillo ni otro instru-
mento alguno con que matarse pudiese, procuró la infortunada señora, por
no verse en semejante infamia, la que se había visto reina de tantos reyes,
que en un canastillo de higos, por engañar a los guardas, le trajese cierto
villano un áspid, con la cual, después de haber hecho la lamentable prueba
en dos doncellas y deudas suyas, las más caras y favoritas, se dio a sí misma
la muerte. Dicen, pues, los historiadores que los guardas, sospechando 10 que
a la fin sucedió; rompieron apresuradamente la puerta de su aposento, que
por de dentro había atrancado, y por presto que llegaron, hallaron a la reina
y a una doncella suya despedidas ya de esta luz, y que preguntando a la otra,
que había resistido algo más el veneno, aunque ya estaba boqueando, si pa-
recían aquellas ser excelentes hazañas, respondió con la última voz y mortal
y caduca: «Sí que son excelentes y dignas de mujeres que de tal linaje des-
cienden.» Añaden más, que Cleopatra con la mano derecha se había aplicado
el áspid y con la siniestra la hallaron que tenía sobre su cabeza una real corona,
para dar a entender al mundo que aun hasta sus postrimeros días fue reina.
Entre todas las serpientes, la víbora pare viva criatura, dado que engendra
huevos, como los peces. Produce sus viborillas, no todas y juntas, sino cada
día la suya, y comúnmente hasta veinte, envueltas todas en unas telicas tiernas
pares, que se rompen a los tres días. De los cuales animalejos, aquellos que
en nacer son postreros, algunas veces suelen anticiparse, royendo en el vientre
de su madre las dichas telas, y así salir antes de su limitado tiempo, de miedo
que los otros no los hurten la bendición, y esta es la opinión de Aristóteles,
la cual Plinio, interpretando siniestramente, escribió que las viborillas horada-
ban el vientr"e de su propia madre para salir a la luz así la mataban, mas esto
es tan grande error como el que están los que piensan que concibe por la
boca la hembra, y en acabando de concebir traga con los dientes la cabeza
del macho. Porque yo con mis propios ojos muchas veces he visto en Roma,
en casa del maestro Gilberto, médico excelentísimo y muy curioso escudriña-
dor de la generación de' todas aquellas fieras, el macho y la hembra entre sí
mezclados, a manera de las otras serpientes, y la víbora, después de haber
parido naturalmente sus viborillas, lamerlas, quedando sana y entera; y así,
cuando Galeno refiere que conciben las víboras por la boca y que después
revienta pariendo, tráelo como fabulosa invención de Nicandro. Por donde
660 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. XXII: DEL HIPOPOTAMO

Los compañones del hipopótamo, secos y molidos, se beben contra las


mordeduras de las serpientes 7.

conviene juzgar que los latinos llamaron a esta serpiente «vipera», no porque
pare vivas sus viborillas, como si la llamaran vivípera. Creyeron algunos que
no solo la cabeza vipera, sino también la cola, fuese partícipe del veneno.
A esta causa Nicandro, en preparación de la víbora para componer la «theria-
ca», manda que se corten hasta cuatro dedos de entrambas partes. La cual
opinión, siguiendo a Galeno en el capítulo 11 del libro II del Arte curativa ad
Glauconem, nos dejó el mismo precepto, aunque en el undécimo de la virtud
de los simples, en el capítulo de la carne «vipera», hablando de su propia opi-
nión, dice que le parece ser cosa muy razonable cortar toda la cabeza a la
víbora por amor del veneno que en su boca se encierra, empero gran dispa-
rate cortar la cola. Es la carne de la víbora de complexión muy seca y ca-
liente, y tiene muy gran virtud de' expeler los humores corruptos y pestilentes
de las partes interiores del cuero, de los cuales no es maravilla que se engen-
dren a veces ejércitos de piojos, aunque le parece extraño a Dioscórides. Así
la carne comida, como bebido el vino en que se hubiese ahogado la víbora,
sana toda especie de lepra. Son las víboras naturalmente deseosas de vino y
embriágalas, por la cual causa los que quieren cazar gran muchedumbre de
ellas suelen poner unos vasos llenos de muy buen vino, junto a las matas, en
la campaña, dentro de los cuales encuentran luego infinitas y todas medio bo-
rrachas. El propio tiempo para cazar las víboras de las cuales se ha de com-
poner la buena «theriaca» es a la fin ele la primavera, desde el mediado abril
hasta el mediado mayo, porque entonces andan muy gordas y su carne es muy
olorosa y suave a causa de las flores que pacen. Las víboras que se encuentran
en las marinas tienen muy salada la carne, y por eso no convienen a la «the~
riaca». Llámase la víbora, como cualquier otra serpiente, «therion» en griego, el
cual nombre, general y común a todas, quiere decir «una fiera», de donde
aquella medicina solemne, por componerse de la carne de aquesta fiera, vino
a llamarse «theriaca», cuya composición se hallará por extenso en el libro que
Galeno compuso de ella, dedicado a }lisón. Cuenta Plinio que Antonio Musa,
médico de César Augusto, dando a comer las víboras, sanaba toda llaga in-
curable.
7 El hipopótamo, según Plinio y otros históricos, es una bestia del Nilo
muy más alta que el cocodrilo, la cual tiene las uñas hendidas, como los bue-
yes; los lomos, el cuello, las crines y el relincho como el caballo; la cola
tuerta, corta y mal poblada de cerdas; romo el hocico; los dientes de jabalí,
aunque no tan dañosos, y el pellejo tan duro como una adarga, de suerte que
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 661

CAP. XXXII: DEL CALDO DE LOS PECES 8

El caldo de los peces frescos, bebido por sí solo, y con vino, rebaja el
vientre. Hácese particularmente * de los phicides, de los alacranes * *,
de las julidas, de las percas y de otros peces de blanda carne, que· se
crían entre las piedras, y carecen de toda hediondez, los cuales simple-
mente se cuecen en agua con sal, aceite y eneldo.

si no se remoja, resiste a cualquier arma enastada; empero es muy diferente


a este el hipopótamo que se ve hoy en Roma, peleando con un cocodrilo, en
el friso de la figura del Nilo que está en medio del Vaticano, de donde se
sacó la figura presente. Es el hipopótamo un animal tan astuto, que cuando
entra a pacer en algunos trigos va hacia atrás reculando: lo uno, porque juz-
guen de las pisadas los cazadores que ya es salido, y 10 otro, para que si alguno
viniese a ofenderle, no le tome a traición por las espaldas y descuidado, él
mismo, cuando se siente muy repleto y cargado, yéndose a los cañaverales,
con el primer tronco de caña agudo que halla se abre en la pata una vena,
de la cual deja salir tanta sangre, cuanta para descargarse le parece ser sufi-
ciente; lo cual hecho, cierra con lodo la herida. Marco Scanio trajo el hipo-
pótamo a Roma juntamente con seis cocodrilos.
8 El garo, antiguamente, se hacía de las tripas de un pez llamado «garo»,
del cual le ha quedado aquel nombre. Después se comenzó a hacer del sgombro
yde otras muchas especies de peces, y a la fin se extendió este vocablo de
garo a significar la salmuera, mezclada con el licor que resuda en ella, de
cualquier carne o pescado, y en esta significación le toma al presente Dioscó-
rides. La salmuera, por sí, en griego se llama «halme» y en latín «muria» y
«salfugo». El garo no conoce nombre latino. La salmuera que se hace con
sal y vinagre propiamente se dice «ohalme», así como «oxigarum» el garo que
se prepara CCUl ella. Era muy estimado el garo que se hacía de peces en tiempos
de los romanos, y preparábase en las cocinas de aquellos príncipes con gran
solemnidad, porque servía de salsa y condimento para infinitas viandas. El
primero que 10 inventó dicen que fue Heliogábalo, digno de ser contado entre
los insignes bodegueros antes que entre los emperadores de Roma, y esto
bastará cuanto al garo.
Cuanto al caldo de los peces no se ofrece otra cosa sino que en el código
manuscrito, en lugar de 10 que está entre las dos estrellas * de los phicides, de
los alacranes **, que quiere decir contra la punzura de los alacranes y de las
phicides, conviene a saber: se hace de las julidas, la cual lección me parece
llevar camino de halagar a los eruditos, la que más de su gusto fuese.
662 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. XLIII: DE LOS GALLOS Y DE LAS GALLINAS

Las gallinas abiertas y aplicadas calientes son útiles a las mordeduras


de las serpientes, empero conviene muy a menudo quitar unas y poner
otras. Dase a beber el celebro con vino contra las mordeduras mismas,..
el que también restaña la sangre que corre del panículo del celebro. La
pellejuela que se halla dentro de la molleja del gallo, semejante al cuer~
no de la lanterna, la cual suelen echar a mal, cuando quieren cocer la
molleja, después de seca y pulverizada, se da convenientemente a beber
con vino, a los que tienen flaco el estómago. El caldo simple de una
polla se suele dar para corregir la complexión depravada, y para tem-
plar los ardores del estómago, empero el que se hace de un gallo viejo,.
adminístrase para purgar el vientre, y a este efecto conviene sacarle pri--
mero las tripas, en lugar de ellas meterle sal, y después de muy bien co-
sida, cocerle en XX sextercios de agua, hasta que de ellos queden tres
heminas· tan solamente, las cuales dejadas de noche al sereno, se deben
dar después a .beber todas juntas, con el gallo. Purga esta tal decocción
los humores gruesos, crudos, viscosos y negros. Es útil contra las fiebres
luenga.s, contra los temblores paroxismales, contra la dificultad del an-
hélito, contra los dolores de las junturas y, finalmente, contra las vento-
sidades del estómago 9.

9 El gallo es un animal ambicioso, feroz, soberbio y en tanto grado animo--


so, que con el águila, rostro a rostro, se atreve muchas veces a pelear. Demás.
de esto, es muy amigo de despartir, sin querer ser jamás despartido; cuando'
ve alguna vez otros dos contrastando, se mete en medio, y no pudiendo re-
conciliarlos, pónese siempre a la parte más flaca. Conocí la gran virtud y valor
de los gallos el año 39 en Londres de Inglaterra, donde el rey Enrique VilI
de aqueste nombre tenía con gran artificio fabricado un anfiteatro muy sun-
tuoso, a manera de coliseo, destinado solamente para las peleas y luchas de
aquellos animalejos, en el torno y cerco del cual había numerosas caponeras,
pertenecientes a muchos príncipes y barones del reino, en medio del tal coliseo,
si bien me acuerdo, estaba enhiesta una columna mocha, alta casi palmo y
medio de tierra y tan gruesa que apenas la pudiera abrazar un hombre. Hacían-
se, pues, entonces, entre todos aquellos príncipes, apuestas muy grandes sobre
la virtud y valentía de los gallos, los cuales sacados de las caponeras ya dichas,
donde curados y regalados con grandísima diligencia, se ponían dos a la vez
sobre aquella columna, delante de infinitos que los miraban, y en medio de
ellos las joyas y preseas que se apostaban, los cuales ganaba siempre aquel
cuyo gallo vencía. N o puedo dejar de maravillarme siempre que me acuerdo
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 663

CAP. LXIV: DE LOS HUEVOS

El huevo blando mantiene más que el que se puede sorber de muy lí-
quido, y el duro da más nutrimiento que el blando. La yema del huevo asa-
da y mezclada con azafrán es útil al dolor de los ojos. Si se mezcla con me-

de los valerosos y belicosísimos gallos, los cuales, luego que en el dicho lugar
fueron metidos por sus padrinos, comenzaron a mirarse muy descocados el
uno al otro, corno si fueran dos capitanes, sacudiendo las alas y enderezando
sus crestas, para trabar la batalla, la cual, después que muy recatados hubieran
dado alrededor cada uno un paseo, se urdió entre ellos tan sangrienta y tan
cruda, que no se desasieron jamás, hasta que el uno de los dos quedó en tierra
muy extendido, y el otro tan maltratado y lleno de heridas, que desde a pocas
horas murió. El cual, súbito que se vio vencedor, aunque ya por la mucha
sangre que de él había destilado le faltaban el aliento y la fuerza, volando
'Sobre el adversario vencido, comenzó a cantar con voz caduca y enfermiza,
en señal de la victoria ganada. Llamaron por su cura muchos cirujanos expertos,
de los que, para curar los gallos heridos son en Londres asalariados... *. Jura-
ba, después de muerto, el dueño del dicho gallo que no lo diera por mil duca-
dos, deshaciendo yo aquella manera de pasatiempo delante de algunos genti-
Jeshombres ingleses, y diciendo que me parecía gran niñería y bajeza hacer
de ella tanto caudal, acudió un caballero llamado Tomás Herugat, hombre de
raro ingenio, el cual había sido varios años embajador en la corte de la Cesa-
rea, y tornando la voz de todos, me respondió: «No es sino cosa muy grave,
necesaria y digna de ser celebrada en cualquier bien instituida república, pues
dejando a un lado el pasatiempo, que se recibe grande de aquesta lucha, no
hay príncipe ni capitán alguno, de cuantos a ella presentes se hallan, que
contemplando con cuánto ardor, a costa de sus propias vidas, procuran estos
,animalejos victoria en lo que les va nada, aunque sea de hartura cobarde, no
cobre un cierto vigor de ánimo para vencer o morir valerosamente, siempre
que conviniere pelear, por los hijos, por la religión, por los templos y, final-
mente, por la "Roma y salud de la patria.» Las cuales razones tan ricas, ador-
nadas de palabras muy elegantes, luego me convencieron. Empero ya parece
más esta historia de hazañas «gallicas» que exposición de los efectos del gallo
cuanto a uso de medicina, aunque a las veras agrada entre col y col (corno
dice el refrán) lechuga.
Aplicado el sieso del gallo muy bien pelado, y aun fregado con sal, sobre
la mordedura de alguna fiera, o de las virulentas arañas, ni más ni menos
,que si fuese ventosa, atrae hacia sí toda la malignidad del veneno; empero
muérese luego, por donde conviene de fresco aplicar otro y otro, hasta que
* Linea ilegible en el original.
664 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

liloto, sirve a las inflamaciones y apostemas del sieso. Frita con zumoque ()
agallas, y comida, restriñe el vientre, lo cual puede hacer también por
sí sola. La clara de huevo 10 cruda, refresca, aprieta, ataja los poros y
mitiga la inflamación. de los ojos. Aplicada súbito a las quemaduras del
fuego, no deja levantar ampollas, y defiende el rostro contra el ardor
del sol. Puesta con incienso sobre la frente a manera de defensivo, re-
prime los humores que suelen destilar a los ojos, y mitiga las inflama-
ciones que les suceden, si mezclada con aceite rosado, con miel o con

veamos trocar en su ser y color la parte mordida y el gallo no recibir detri-


mento. Los compañones del gallo nuevo, que aún no ha subido sobre la gallina~
son muy restaurativos de la virtud, digiérense fácilmente, producen gran canti-
dad de esperma y convienen mucho a los hécticos. El caldo del gallo vjejo
se prepara de infinitas maneras, rellenando siempre el gallo de aquellas cosas
que convienen a las disposiciones que pensamos curar con su caldo.
10 Cuando simplemente hablamos del huevo siempre se entiende del nacido
de las gallinas, por ser el más saludable y más sabroso de todos.. Los huevos,
si fueren frescos, digiérense fácilmente, dan al cuerpo mucho mantenimiento
y muy presto,. restauran las fuerzas p'erdidas, y acrecientan la virtud genital.
Por donde cierta huéspeda que yo tenía en París, mujer ya en días, empero
casada con un mancebo, tenía muy gran razón, y no menos vigilancia, en
hac~rle sorber cuatro huevos frescos, acabados de salir del vientre de la ga-
llina, cada mañana. Los huevos que están medio crudos y casi nada cuajados
suelen revolver el estómago, y por eso no se digieren bien y dan poco mante-
nimiento, aunque se sorben muy fácilmente y adelgazan la voz; los que están
de tal suerte cuajados que no es posible sorberlos, aunque se puede mojar en
ellos el pan, son más sustanciales que aquellos, mas no tanto como los duros,
los cuales dan mucho mantenimiento, aunque restriñen el vientre; esto es lo
que dice Dioscórides. Guísanse los huevos en diversas maneras, de las cuales
es la mejor la de los pasados por agua, hasta que sin endurecerse se cuajan.
Los que quisiéramos asar o cocer con su cáscara enteros, conviene primero
con la punta de un cuchillo romperlos, para que el maligno vapor tenga por
donde respire, porque así no sean tan dañosos. Los fritos con aceite o con
manteca se digieren con' cierta dificultad, dan pesadumbre al estómago y co-
rrómpenseen él fácilmente, lo cual se ve por los muchos regüeldos y muy
humosos que engendran. Los huevos que producen de sí las gallinas, digo
sin conocer al gallo, son totalmente estériles, y no dan tanto mantenimiento
ni tan bueno como los otros. Nacen de los huevos luengos y agudos (los cuales
son más sabrosos) ordinariamente los machos y de los redondos las hembras,
si creemos a Columela y Plinio, aunque Aristóteles parece de contraria opi-
nión. Empero el testimonio de dos tan claros varones y tan ejercitados en
la rústica disciplina lleva hacia sí la balanza. Sin echarse la gallina sobre ellos
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 665

vino, y embebida en un poco de lana, se aplica. Bébese cruda útilmente


contra la mordedura de la serpiente hemorroide. Sorbiéndose tibia
sirve a las mordiscaciones de la vejiga, a las llagas de los riñones, a las
asperezas de los pulmones, al escupir sangre y finalmente a los humores
.que destilan de la cabeza al pulmón o al pecho.
hay manera de sacar los huevos pollos, la cual quien quisiere ver por extenso
lea los comentarios de Constantino, que yo hice latinos de griegos. Lo principal
del huevo y lo que esfuerza y mantiene es la yema, porque la clara da de sí
muy poca sustancia y es difícil de digerir, puesto que para soldar las heridas
frescas y restañar los flujos de sangre, por ser toda en sí glutinosa, es más
,eficaz que cualquier otro remedio. La cual tiene en sí tanta virtud construc-
tiva, que mezclada con un poco de cal, suelda tan reciamente los vidrios y
los mármoles rotos, que se henderán antes por otra parte que por donde fueron
conglutinados. Los huevos cocidos en vinagre, hasta empedernecerse, restañan
maravillosamente la disentería. Metidos con su cáscara crudos dentro de vina-
greblanco, y muy fuerte, vienen a ablandarse, de tal manera, que pasan fácil-
mente por un anillo. Conservaremos los huevos frescos por mucho tiempo
"teniéndolos en agua fresca y muy fría y mudando muchas veces el agua, el cual
secreto aprendí del buen Alvarado, mayordomo del muy ilustre don Francisco
de Toledo, el cual, pasando yo por Trento un viernes del año pasado, me hizo
comer ciertos huevos a la verdad mallorquines; empero, claros, blancos, llenos,
y al parecer acabados de salir del vientre de la gallina, que, según él me juró
en su conciencia, se habían conservado desde la primera sesión del Concilio,
con la industria declarada, lo probado en razón, visto que dentro del agua
ni aire ni calor pueden hallarse que los altere o resuelva. Verdad es que los
huevos así conservados pierden mucho de su sabor, y si bien me acuerdo,
aquellos que allí comí (10 cual digo por alabarlos) eran muy bellacos y desabri-
,dos, y aun me parece que desde entonces regüeldo a ellos, y que me pican
-pollicos en el estómago. El aceite que se exprime de los huevos asados y endu-
recidos es útil a las asperezas del cuero, a los empeines, a las grietas de los
labios y de cualquier otra parte, a los dolores de los oídos y a las quemaduras
del fuego. En las heridas penetrantes y contusiones de la cabeza, y de los
panículos del celebro, hace admirablemente separar las partes dañadas de
las sanas y enteras. Exprímese así mismo de los huevos y de un poco de car-
-denillo, azúcar piedra y alumbre, todo mezclado, un aceite admirable para cla-
rificar la vista. Después de los huevos de la gallina son los del faisán; tras
de estos los del ganso y del ánade y de otros animales acuáticos, los cuales
todos en digerirse dan pesadumbre de estómago y engendran gruesos humores.
los de la paloma son muy calientes, y luego se corrompen e inflaman en cual-
quier colérico estómago. Los peores de todos y los más contrarios a la salud
bumana son los del pavón y los de la avestruz. Los de la gallina de la India
.compiten con los del ganso.
666 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

CAP . XLV: DE LAS CIGARRAS

Las cigarras comidas asadas mitigan los dolores de la vejiga 11.

CAP. XLVI: DE LAS LANGOSTAS

El humo de las langostas es útil contra las dificultades de la orina,


y en las mujeres principalmente. Su carne es inútil del todo. Aquella
especie de langosta que se dice asiracus y asnillo, la cual carece de alas
y camina sobre muy grandes zancas, si siendo frescas las secan y las
dan a beber con vino, es muy útil contra las punzuras del alacrán..
Cómenla, hasta hartarse de ella, los africanos que viven en la región de
Leptis 12.

11 Las cigarras son unos animales que carecen de boca, en lugar de la cual'
tienen cierta lengüeta encima del pecho, cóncava o acanalada, con que lamen;
el rocío de las plantas para sustentarse. Sírveles también aquel instrumento'
para formar y organizar aquel canto por el cual en todo el estío jamás se
dejan de chirriar. N o se hallan las cigarras sino en tierras demasiadamente
calientes, y así en Flandes y en Alemania no saben qué bestias sean. Cóinen-
las en algunas regiones antes que sepan volar, porque entonces son muy sa-
brosas. Las cigarras comidas con otros tantos granos de buena pimienta son
muy útiles contra el dolor de ijada, y puédense comer hasta siete.
12 La langosta es capital enemiga de las legumbres, empero todo el daño
que acarrea por esta vía nos lo compensa por el socorro que nos da contra
la punzura del escorpión. Suelen las langostas volar de una región a otra, pa-
sando mares muy grandes, y júntanse en tan gran muchedumbre, que parecen
verdaderamente nublados, de suerte que si alguna vez, de pasada, descienden
en algún territorio no dejan yerba ni raíz que no talen, y así acontece que
despueblan muchas provincias. Acuérdome que el año 1542 vino de Levante'
una lluvia tan insolente de ellas, que puso en muy grave estrecho a los hún-
garos y a toda la Alta Alemania. En algunas partes las descomulgan, mandán-
doles que luego se vayan, y dicen que obedecen a las censuras y que pasaR'
al territorio más cercano. Son vianda familiar a los partos y a otras muchas
naciones, por donde no nos debemos mucho maravillar que las comiese en el
desierto San Juan Bautista, el cual no era tan asqueroso, delicado ni caudalosO'
como algunos prelados de nuestros tiempos, los cuales, por una pequeña lam-
prea para servir a sus apetitos, mandarían a las veces dar cien ducados con que
pudieran matar el hambre de cien viudas necesitadas. Llámanse también los
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 667

CAP • LV: DE LA SALAMANDRA

La salamandra es una especie de langosta, muy perezosa en moverse


y de color harto vario, la cual neciamente creen algunos que no se que-
'ma en el fuego, tiene virtud de corroer y llagar la carne, con manifiesto
.calor, y así se mezcla con las medicinas corrosivas y compuestas para
castrar la sarna, ni más ni menos que las cantáridas, y guárdase de la
misma manera. Su ceniza mezclada en aceite hace caer los pelos. Con-
sérvase la salamandra en miel, para el mismo efecto, empero primero
conviene sacarle las tripas y cortarle la cabeza y los pies 13.

CAP . LVI: DE LA ARAÑA

La araña llamada de unos «ha1co» y de otros (llobo», si quebrantada


'con una tablilla y extendida sobre un poco de lienzo se aplica a la
trente o sienes, sana los paroxismos de la terciana; su tela, aplicada, res-

ruiponces langostas, de donde, tomando ocasión algunos intérpretes de las


Sagradas Escrituras, se persuadieron de que las langostas de que usaba San Juan
,eran aquellas raicejas.
13 La salamandra se parece mucho al lagarto, salvo que es más pequeña, y
en proporción del cuerpo trae la cola muy corta y todo el lomo estrellado con
'infinitas manchuelas, de las cuales unas son negras y otras muy amarillas.
Echada sobre el fuego, la salamandra parece que no lo siente por un espacio
de tiempo, sino que antes o con su mucha humedad o con su peso 10 ahoga,
empero dejándola estar un rato y ayudándola con un par de fuelles, no le
;agrada nada la estancia ni la detendría el diablo, porque no hay gato que sobre
las brasas tanto corra. Engendra la salamandra en la boca una cierta saliva,
blanca como la leche, empero tan ponzoñosa, que si alcanza a un árbol o a
cualquier parte del hombre con ella, el árbol se seca luego y el hombre viene
todo a pelarse, por donde consta también ser su mordedura muy venenosa.
Dice Dioscórides que la virtud de la salamandra es corrosiva y caliente, aun-
que, por otra parte, Galeno, en el capítulo V del tercer libro de la Facultad
,de los simples, escribe que la salamandra, en comparación del hombre es
fría, lo cual parece llevar razón, visto que es animal friolento. Así que no
sé cómo debamos conocer estas gaitas, si no decimos que la salamandra actual-
mente, y antes de ser alterada de nuestro calor, resfría, empero potencialmente,
y después que se ha tomado una cierta preparación para su actividad, de
nosotros, calienta. Algunos por la salamandra toman la salamanquesa, y engá-
668 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

triñe las efusiones de sangre, y defiende que las heridas superficiales


no se apostemen. Hay otra especie de araña, la cual teje una tela blanca~
sutil y fuertemente tupida. Esta, pues, atada con un valdrés y asida al
brazo, dice que quita las afecciones de la garganta. Frita en aceite rosado,
e instilada en los oídos que duelen, alivia el dolor 14.
ñanse, porque la salamandra no se halla en España, y la salamanquesa es una
especie de lagartija que Dioscórides llama «sepa chalcidica», la cual en latín,
tiene por nombre «stelioJl.
14 Las arañas primeramente se dividen en dos especies, la una de las cuales.
no hace daño ninguno y la otra es ponzoñosa y muy perjudicial a los hombres..
Aquella primera especie, propiamente en griego se llama «arachne» y en latín
«arancus». Estotra, así en latín como en griego, tiene «phalagium» por nom-
bre. Llámanse todas «haleos», porque atiran de sí a las moscas, lo cual quiere:
significar el vocablo, y «lobos» porque les sorben la sangre. Ocúpanse gene-
ralmente las hembras en urdir y tejer la tela y los machos en cazar algunos,
animalejos, de aquellos que se desmandan. No tejen jamás las arañas con cielo.
claro y sereno, sino siempre cuando hace nublado. Sírvenles aquellas telas de
estancias y juntamente de redes para detener los flacos mosquitos, porque los
moscardones y abej orrazos con su insulto las rompen y desbaratan, como,
suelen ordinariamente los ricos violar y romper las leyes. Júntanse para engen-
drar ancas con ancas, ni más ni menos que los conejos. paren las arañas unos.
gusanos pequeños, a manera de huevos, los cuales se derraman por toda la
telaraña, porque nacen saltando. De los «phalangios» así en forma como en..
cantidad hay más linajes que los que convenía a la vida y salud humana, de
los cuales es uno aquel virulento y muy pernicioso que en Apulia, y por todo·
el Reino de Nápoles, se dice comúnmente «tarantola», el cual, según el día y
la hora en que muerde y según la disposición que toma al hombre cuando le
asalta, engendra accidentes muy varios, porque unos cantan, otros ríen, otros
lloran, otros saltan, otros duermen, otros sudan, otros tiemblan y, finalmente,
otros hacen otras cosas extrañas. Empero, a todos estos accidentes tan dife-
rentes es un remedio común la música, la cual, mientras dura, cada uno torna
en sí mismo y parece no tener mal ninguno, y en cesando la voz o el instru-
mento, vuelven a su propia locura, y así es que siendo caudaloso el enfermo
de día y de noche le divierten con todo género de armonías y los médicos
de aquella región, entre tanto, proceden con saludables remedios, cuales son
la «theriaca» y el metridato, represar y reprimir la malignidad del veneno.
Nació el linaje de las arañas de la soberbia y la ambición de una mujerzuela
llamada Arachnes, la cual, como quisiese competir con Minerva en el arte de
hilar y tejer y a la fin fuese de ella vencida, porque cierto es un poco de
bueno todo cuanto piensan sobre los hombres en comparación de la Divina
Sapiencia, ordenaron, por su gran atrevimiento y poco respeto, los dioses, que
transformada en un animal muy sucio, y guardando su propio nombre, hi-
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 669

CAP. LXX: DE LA HIEL DE LOS ANIMALES

Toda hiel se guarda en esta manera. Tómese fresca, y atada con una
cuerda al cuello de su vejiguilla, se mete dentro de agua hirviendo, y
se deja allí tanto tiempo cuanto habría menester un hombre para correr
tres estadios. Después se saca y seca en un lugar seco y enjuto. La
hiel que se guarda para las medicinas útiles a los ojos, atada también
con un hilo, se meterá en un vaso de vidrio, que tenga miel, y después
que fue revuelto el hilo al cuello del vaso, diligentemente tapada, se
guardará. Es toda suerte de hiel caliente y aguda, aunque hay entre
ellas gran diferencia, según unas son más o menos eficaces que otras.
Tienen por eficacísima la hiel del marino escorpión, la del pez llamado
calionymo, la de la tortuga marina, la de la hiena, la del águila, la de
la blanca gallina, la de la perdiz, y la de la cabra salvaje la cual parti-
cularmente es útil contra las cataratas recientes, contra la oscuridad de
la vista, contra las nubes que se engendran en los ojos y finalmente
contra las asperezas que deforman las palpebras. La hiel del toro es
más eficaz que la de la oveja, del puerco, del cabrón y del oso. Cual-
quiera suerte de hiel es provocativa de cámara y principalmente en los
niños, si embebida con una mecha de estopa se mete dentro del sieso.
La del toro mezclada con miel y aplicada es útil a la esquinatia y sana
las llagas del sieso, hasta las encorar. Sana también los oídos que manan
materia, y juntamente sus contusiones, instilándose con leche de mujer
o de cabra; empero instilada con zumo del puerro quita los silbos que
suelen sentirse en ellos. Mézclase cómodamente con los emplastos que
defienden la inflamación de las heridas, y en las medicinas apropiadas
para la mordedura de las serpientes. Adminístrase con miel contra las
corrosivas llagas, y contra los dolores de la bolsa y el miembro viril.
Incorporada con .nitro y tierra cimolia, contra la sarna y la caspa es
valerosísima medicina. A todas estas cosas es útil la hiel de la oveja y
del oso, aunque no con tanta eficacia. La del oso tomada en forma de
lamedor, sirve a la gota coral. La hiel de la tortuga es útil a la esquinon-
tia y a las llagas que se extienden por la boca en los niños; la misma,
si se mete dentro de las narices, aprovecha contra la gota coral. La de

lase y tejiese mientras durase el mundo, y así hila (como vemos) toda la
vida, y cuanto teje en un año la cuitadilla, viene después un barrendero con
una escoba y se lo desbarata en un credo.
670 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

la cabra montés, instilada en los ojos, sana especialmente aquellos que


de noche pierden la vista y lo mismo hace la del cabrón, la cual, ultra
de esto, extirpa las carnosidades llamadas thymia, y reprime los to-
londrones de los leprosos, si se untan con ella. La del puerco se admi-
nistra útilmente contra las llagas de los oídos y contra las otras cosas 15,

CAP. LXXI: DE LA SANGRE

La sangre del ansarón, del ánade y del cabrito útilmente se mezcla


con los antídotos, la de la paloma torcaz y doméstica, la de la tórtola
y la de la perdiz se instila en los ojos sangrientos y recientemente heridos
y en aquellos que no ven nada de noche. La de la paloma especialmente, que
se derrama en las túnicas del celebro. La del cabrón, de la cabra, del
ciervo y de la liebre, tostada en una sartén y comida, restriñe los flujos
disentéricos y estomacales. Bebida cualquiera de estas con vino, es re-
medio contra los tóxicos. La sangre de la liebre aplicada caliente, corri-
ge las manchas que dejó el salen el rostro y extirpa las pecas. La
sangre del perro, bebida, socorre a los mordidos de algún perro rabioso,
y a los que bebieron el tóxico. Dicen que la de la tortuga terrestre bebi-
da, es útil contra la gota coral, y que aquella de la marina, bebiéndose
con cominos, con cuajo de liebre y con vino, sirve contra las mordeduras

15 La hiel de cada animal no es otra cosa sino su propia cólera. Es, pues,
la hiel el más caliente y sutil humor de cuantos en el cuerpo se engendran.
Refiérese, en casi todos los animales, a aquella vejiguilla que vemos colgar del
hígado, y es como cierta espuma de la sangre, que en él se engendra. La hiel
de los animales más calientes y secos, la de los montesinos, la de los corridos
y ejercitados y, finalmente, la de los que han padecido gran sed y hambre,
suele ser más encendida en color, más amarga y más caliente y mordaz que la
de todos los otros de natura y disposiciones contrarias. En suma, todos aque-
llos animales tienen por la mayor parte más aguda y caliente hiel que tuvieren
los untos más cálidos, más sutiles y de mayor eficacia. Hállase envuelta en la
hiel del toro una piedra de color de azafrán, la cual molida y bebida con vino
blanco, deshace la piedra de la vejiga. Soplada en polvo con un cañón dentro
de las narices, clarifica la vista, reprime los humores que suelen destilar a los
ojos y es útil a la gota coral. La hiel del toro mezclada con un poco de azúcar
y aplicada sobre el ombligo en unción, relaja el vientre de los niños y les
mata las lombrices que en él se engendran *.
* Hay dos líneas ilegibles en el original.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 671

de serpiente y socorre a los que bebieron rana rubeta. La del toro apli-
cada con puche de harina, ablanda y resuelve cualquier dureza. La
sangre de las yeguas que admitieron ya sobre sí caballos, con las medi-
cinas conocidas que corrompen la carne se mezcla. La del camaleón
y la de las verdes ranas (según creen algunos) hace caer el pelo de las
pestañas y ojos. Créese también que el menstruo de las mujeres, si se
untan el menstruo con él o por encima de él pasan las hace estériles.
El mismo, aplicado, alivia el dolor de la gota y el fuego de San Antón 16.

16 La misma diferencia que se halla entre los untos y hieles se discierne


también entre la sangre de muchos animales, en natura y complexión diferen-
tes. De las cuales, aunque hay algunas menos calientes que otras, todavía abso-
lutamente ninguna sangre se llama fría, puesto que aquella de la tortuga, de-
rramada caliente' de las venas sobre algún cuerpo humano, le da un grandí-
simo refrigerio. Hácese la sangre en el hígado y consta de cuatro partes diver-
sas, porque así como en la leche se conocen cuatro sustancias distintas, que
son la espuma, el suero, la manteca y el queso, de la misma manera podemos
distinguir otras cuatro en la sangre, de las cuales es una la hiel que llamamos
cólera, y parece ser espuma de la sangre; otra es la melancolía, la cual puede
comparar bien al queso, que va con la leche mezclado; la tercera es aquella
acuosidad sutil que se convierte en orina y con el suero de la leche tiene gran
semejanza, y, finalmente, la cuarta es una mantecosa y muy dulce sustancia,
de la cual se mantienen todas las partes del cuerpo.. De suerte que la sangre
no es simple, sino de contrarias partes compuesta, visto que no se puede re-
purgar tan perfectamente de aquellos humores cuatro, que parte de ellos no
penetró en las venas con ella. Es toda sangre muy difícil de digerir y engendra
muchas superfluidades, aunque la sangre del puerco, por parecerse a la hu-
mana, da menos pesadumbre al estómago, y es harto sabrosa al gusto. Com-
pite con la del puerco la sangre de la gallina, empero ninguna de estas con
la de la liebre se iguala. La sangre del cabrón mantenido con apio, perejil e
hinojo, bebida caliente o dada con vino en polvo, deshace la piedra de la vejiga.
Dicen que el diamante, cuya fuerza menosprecia todo fuego y acero, se deja
Vencer de esta sangre, y echado en ella caliente, y acabada de salir de las venas,
se ablanda. La sangre del toro, si se bebe caliente, es veneno muy pernicioso.
La sangre del palomino, en lugar de aceite rosado, se instila cornodísimamente
en las heridas de la cabeza, que penetran hasta el celebro, empero hase de
echar caliente, hiriendo alguna vena del palomino debajo del ala para que des-
tile de ella la sangre. La misma si se aplica súbito, como de las venas destila,
tiene maravillosa virtud en extirpar de raíz las verrugas y las viruelas sin dejar
ninguna señal.
672 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. LXXIV: DE LA MIEL

Ocupa el primer lugar la miel ática, y principalmente aquella de


Hymetto. Tras de la cual sigue la de las islas llamadas Cycladas y la
que traen de Sicilia, llamada hyblea. La más excelente de las especies
de miel es la más dulce, la más aguda, la que ha de sí un suavísimo
olor, la grave, la firme, la salida y finalmente la que es tan obediente
y tratable, que haciendo de sí correa, se va tras los dedos. Tiene la miel
virtud de mundificar, de abrir los poros y de atraer los humores, por
donde debe ser conveniente así en las llagas sucias, como en las hondas.
Cocida la miel y aplicada, conglutina los labios apartados de las heridas,
y sana los empeines, con aluvila líquido. Quita los zumbidos y los dolo-
res de los oídos, instilada en ellos tibia, con un poco de sal mineral
molida. Mata los piojos y liendres, si se untan con ella. Restituye el
prepucio a los retajados, con tal que no sean circuncisos del todo, si
por espacio de treinta días, y principalmente al salir del baño, la raíz del
capullo se soba y ablanda con ella. Resuelve todos los impedimentos
que ofuscan y oscurecen la vista. Es remedio de la garganta y de las
agallas hinchadas, provoca la orina, ablanda la tos, socorre a los mor-
didos de alguna serpiente, y a los que bebieron meconio, en el cual
caso se tiene que dar caliente y con aceite rosado. Sirve también contra
los hongos venenosos y contra la mordedura de los perros rabiosos,
si se bebe o se lame. La miel cruda hinche de ventosidades el vientre,
irrita la tos, y por eso debemos siempre de administrar la espumada.
Prefiérese a todas la miel de primavera. Tras esta es seguida en bondad
la que por el estío se engendra. La del invierno es la peor de todas,
porque es más gruesa y está toda llena de ciertas motas. La miel que se
hace en Cerdeña es amarga, porque las abejas se mantienen allí de
ajenjos, y así extermina las asperezas que dejó el sol en la cara y todas
las manchas del rostro, si se untan con ella. En Heraclia de Ponto,
ciertos tiempos del año, por la propiedad y natura de algunas flores,
se engendra una suerte de miel, la cual, con un gran sudor, saca de
sentido y vuelve furiosos a todos los que la comen. Empero remédiase
el daño dándoles a comer ruda y a beber clarea y la salmuera en que se
conservó algún pescado, y tornándoles a dar todas aquellas cosas cuan-
tas veces las vomitaren. Es esta miel aguda, y con solo su olor, provoca
a los hombres a estornudar. Aplicada con mosto corrige las asperezas
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 673

del cuero provocadas por el sol; mezclada con sal extirpa los cardena-
les. Hay una especie de miel que se dice sacharo, la cual se halla en
la India y en la Feliz Arabia, cuajada sobre las cañas y a manera de
sal, a la cual también se parece en desmenuzarse entre los dientes muy
fácilmente, es molificativa del vientre; esta miel mezclada con agua y
bebida, es conveniente al estómago, sirve a las enfermedades de la vejiga
y de los riñones, y metida en los ojos resuelve todas aquellas cosas que
oscurecen la vista 17.

17 La miel ordinaria (según lo da a entender Plinio) no es otra cosa sino


un rocío del cielo que cae sobre las hojas de las yerbas y de los árboles, el
cual las abejas desfloran, comen y lamen, con muy grande apetito, a causa
de su natural dulzor, y después de haberle alterado algún tanto en el vientre,
sintiéndose muy hinchadas con él, por su demasiado abundancia, son constre-
ñidas a vomitarlé. pifieren entre sí los géneros de miel según la diferencia de
aquellas plantas, de las cuales el tal rocío se coge, porque cogiéndose de plan-
tas enjutas, calientes, olorosas y dulces, la miel no puede dejar de ser suaví-
sima y cordialísima, como ingrata y dañosa si se coge de plantas contrarias.
Por donde no nos debemos maravillar si en la Heraclia de Ponto se hace
tan perniciosa miel como escribe Dioscórides, visto que aquella tierra produce
infinitas plantas muy pestilentes, ni tampoco si la miel de Sicilia es tenida
por revelante entre todas, entendido que por toda aquella isla crece en gran
abundancia el tymo, de la cual planta se coge aquel melifluo licor, muy más
perfecto que de otra ninguna. En España se tiene por más perfecta de todas
la miel que se coge de ajedrea, tras esta la de romero, la tercera en bondad
es la del tomillo salsero llamada brezo, lo cual es causa que algunos por el
verdadero tymo tomen el ajedrea, visto que la miel de tymo suele ser la más
excelente de todas. Esta miel perfeccionada de la abeja, acumulándose en las
colmenas se llama familiar y doméstica, así como campestre y salvaje si se
junta por las montañas en algunos carcomidos árboles. Es la una y la otra
caliente y seca en el grado segundo, conviene mucho en las enfermedades del
pecho, tiene virtud singular de mundificar las llagas y no se corrompiendo ja~
más, preserva de corrupción, y es muy útil a todas aquellas cosas que se pudren
y tocan de corruptela. Demás de esto la miel es alimento muy conveniente a
los viejos y a los que tienen húmido y frío el estómago. Empero a los mance-
bos coléricos y a todas las complexiones calientes y secas suele ser muy dañosa,
porque fácilmente se les convierte en cólera. Tampoco conviene darla a los
héticos, ni a los enfermos del hígado o bazo, porque a aquellos enciende o
deseca más, y a estos los acrecienta el daño, a causa, que todas las cosas dulces
hinchan los dichos miembros. Mezclada con leche se puede seguramente dar
a los tísicos. por dulce que sea la miel, todavía con la vejez y un largo coci-
674 CIENTIFICOS GRIEGOS.-'-TOMO 11

CAP. LXXVII: DEL TRIGO

El excelentísimo trigo para conservar la salud humana es el nuevo,


el perfectamente crecido, y el que tiene el color amarillo. Viene tras
este el que es de tres meses, después de haber sido sembrado, al cual

miento, se vuelve amarga. Tomada en gran cantidad provoca náusea y vómito.


y esto baste en cuanto a la miel que nos acarrean las abejas.
Hay otra especie de miel llamada «mel aerum» de los latinos y «mannal
de los vulgares, la cual no difiere de esta primera, sino porque es rocío más
corpulento, y se puede coger del árbol, sin que intervenga la abeja. De suerte
que podemos también llamar manna a esta otra miel ordinaria, empero alte-
rada y transformada algún tanto de las abejas. De la cual transmudación es
evidente argumento su color encendido, juntamente con el sabor sin compa-
ración más dulce que el que en la miel aérea se siente. Porque cierto debemos
considerar que la blancura natural del rocío, y el amargor de las hojas, sobre
las cuales está asentado, forzosamente recibe, todo en el estómago de la abeja
se pierde, de suerte que el tal licor, de blanco y dulce templadamente, se vuelve
rojo y dulcísimo.
Es, pues, la manna un vapor muy grueso y suave, el cual levantado de día
con la fuerza del .sol, se condensa de noche, y condensado desciende y se
asienta sobre las yerbas, sobre las hojas y ramos de muchos árboles, y final-
mente sobre las piedras adonde se congela de tal manera, que se puede coger
como goma. Tiénese por más excelente manna la que cae sobre lashoias
de los árboles, la cual es granuda, blanca, dulce y sabrosa de gusto y seme-
jante en su cuerpo a la muy menuda almástiga, de donde vino a se llamar mas-
tichina, aunque también· se dice manna de hoja. Tras de esta es segunda en
calidad la que se aplica en los ramos. La peor de todas es la que se halla
sobre las piedras, porque aquesta tiene los granos muy gruesos, la color morte-
cina y el sabor no tan delicado. Tráese de Levante a Venecia comúnmente la
perfectisima manna. Tráese también de Calabria a Roma, y tan buena que
puede competir con la levantina. Cae por temporadas en otras partes, aunque
nunca en regiones muy frías. El terencalin de los árabes parece ser una especie
de manna líquida, cual es la que muy a menudo se coge en el monte Líbano.
Suélese siempre cogerse la manna luego en siendo el día y antes que el sol
caliente con sus rayos la tierra, de los cuales siendo tocada fácilmente se resol-
verá toda en humo. Cuájase mejor la manna sobre las hojas del fresno y del
álamo que sobre las de otros árboles. Sobre las del durazno y el almendro no
grana. Hace de la manna copiosa mención Galeno en el tercero libro de la Fa-
cultad de los mantenimientos, en el capítulo de la manna. La manna es caliente
y húmeda en el grado primero, purga ligeramente, y no da pesadumbre al
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 675

llaman gitano algunos: El trigo, comido crudo, engendra las lombrices


redondas. Majado y puesto en forma de emplasto, es útil contra las
mordeduras de perros. El pan que se hace de la sémola del buen trigo
da mejor mantenimiento al cuerpo, que el llamado mediano. El que se
amasa de la harina de tres meses es más liviano y distribúyese fácil-
mente por todo el cuerpo. La harina de trigo con el zumo del beleño
mezclada cómodamente se aplica contra las destilaciones que molestan
los nervios y contra las ventosidades del vientre. Aplicada con oximel
quita las pecas del rostro. Los salvados cocidos con vinagre y aplicados

estómago, por donde sin escrúpulo se puede dar a los niños y a las mujeres
preñadas. Mezclada con otros solutivos les acrecienta su fuerza, evacua la cóle-
ra, ablanda el pecho y facilita la orina, empero no se conserva el vigor más
de un año, el cual pasado se enrancia.
El azúcar que comúnmente anda en uso es aquesta especie de miel que
llama Dioscórides sacharon, la cual se engendra dentro de ciertas cañas, aunque
los antiguos no alcanzaron la industria de sacar, por vía de cocimiento, el
azúcar del meollo de aquestas cañas, y así no conocieron sino solamente el
sutil licor, .que atraído del sol resudaba de ellas a fuera, y allí se congelaba y
endurecía como una goma. De suerte que el sacharon de los antiguos y nuestro
azúcar, de una misma planta proceden, y así son una misma cosa, salvo que
aquel era cocido por el sol y apurado de la Natura sola, y este nuestro se cuece
a fuerza de fuego y se perfecciona con arte, la cual quiere siempre imitar a la
Naturaleza. Llamaban también al sacharon los antiguos sal índico, porque, de-
jando el sabor aparte en todo lo demás se parece a la sal. No se tiene por
estas partes aquella suerte de azúcar, porque los que han dado en hacerla con
artificio no dan lugar a las cañas para que puedan sudar, antes las talan
luego, en sintiéndolas de aquel dulce licor preñadas, tanta es la codicia de la
ganancia. El sachara (según Galeno afirma) no es tan dulce como la miel, empero
mundifica, reseca y resuelve como ella. Demás de esto no da sed, ni es enemigo
del estómago, en las cuales cosas es la miel infamada. En lugar del sachara de
los antiguos, llamado también sal índica, usan nuestros modernos del azúcar
candito, que llamamos azúcar piedra, el cual ablanda y adelgaza las asperezas
del pecho y de la garganta, principalmente en que se halla empedernecido en los
suelos de las redomas, que tienen jarabe violado o de culandro de pozo. El
azúcar rojo no es otra cosa sino la espuma y suavidad de toda el azúcar. Cuan-
do dice Dioscórides que la miel restituye el prepucio, entiende no estando cerce-
nado del todo, sino corroído de algunas llagas. En igual lugar entre las dos
estrellitas adonde yo traslade que la miel que se coge en invierno está llena
de motas, se lee en los códices «que trasladan las abejas», lo cual nos da a
entender que las abejas juntamente con el rocío, traen algunas partecillas de
flores, las cuales hacen asperezas en la miel.
676 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

calientes sanan la sarna y son útiles en los principios de las inflamacio-


nes. Hervidos con el cocimiento de ruda, relajan las tetas endurecidas
después del parto y aprovechan contra las mordeduras de víboras y
contra los tortijones de vientre. La levadura de la harina de trigo, como
tenga virtud de calentar y de atraer, adelgazará las asperezas que hacerse
en las plantas de los pies suelen y particularmente los callos. Mezclada
con sal, y aplicada, madura los diviesos y rómpelos. La harina de trigo
sitanio, batida con vino o vinagre, útilmente se aplica contra las pun-
zuras de los animales que arrojan de sí ponzoña. Cocida en forma de
engrudo, y tomada a modo de lamedor, sirve a los que arrojan sangre
viva del pecho. Cocida con yerbabuena y manteca, es remedio eficaz
contra la tos y contra las asperezas de la caña de los pulmones. La flor
de la harina de trigo cocida con aguamiel o con agua y aceite, resuelve
todo género de inflamación y 10 mismo hace el pan, así asado como
cocido con aguamiel, por tener virtud de modificar y de refrescar algún
tanto, principalmente si se mezcla con algunas yerbas y zumos para
el tal efecto aplicados. El pan duro y seco, por sí solo, y mezclado
con otras cosas, restriñe el vientre. El fresco, bañado con salmuera, y
puesto, sana los antiguos empeines. El engrudo que se hace de la sémola
y . de la flor de la harina para encolar los libros sirve a los que echan
sangre del pecho si, líquido y tibio, se toma en cantidad . de una cucha-
rada 18;

18 No hay hombre. que no conozca todas las diferencias del trigo, el cual,
para que de él se haga perfecto pan, quiere ser bien maduro, lleno, pesado,
enjuto, duro,· limpio de todo adulterio, lucio y de color de oro. Lo que toca
a la edad, en todas aquellas partes ado el trigo se conserva por muchos años,
como en Lorena, es tenido por muy mejor el añejo, y al contrario se escoge
el fresco, a doquiera que se corrompe pasado un año, como vemos en Roma.
El pan que se hace del trigo es el más nutritivo, el más fino y el más grato
y sabroso al gusto, que todos los otros, siendo preparado como conviene, y
así consta, que todo género de vianda, por delicado que sea, nos da luego en
rostro si le continuamos algunos días, salvo el pan cotidiano, sin· el cual parece
que no comemos, aunque tengamos faisanes, por donde no en balde le pedi-
mos a Dios cada día. Prepárase el pan en muchas y muy distintas maneras,
empero tiénese por mejor preparado el que se hace de muy candeal harina,
amasado con agua clara, y allende de esto se echa un poco de sal, y de leva-
dura tan gran porción que baste a leudar la masa y no a volverla ácida. Ama-
san muchas partes sin sal, lo cual juzgo ser muy gran desatino, porque no
solamente sale el pan desabrido, empero difícil de digerir y apto para engen-
drar lombrices y opilaciones. Los turcos juntamente con la harina suelen mez-
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 677

CAP. LXXVIII: DE LA CEBADA

La perfectísima cebada es aquella que es blanda y bien limpia. Man-


tiene la cebada menos que el trigo. Empero la tisana, por razón de aquel
humor viscoso, que adquiere cuando se cuece, da mayor nutrimiento
que las poleadas hechas de la harina de la cebada y es muy útil para
emplastos y frena todos los humores sutiles y agudos, y mitiga las
asperezas y llagas de la garganta, a las cuales cosas sirve también la que
se hace de trigo, y allende de esto mantiene más y es más provocativa
de orina. Está cocida con hinojo, y sorbida, acrecienta la leche. La
cebada provoca la orina y tiene virtud de mundificar, empero engendra
ventosidades y es dañosa al estómago, verdad es que madura las hincha-
zones. La harina de cebada cocida con aguamiel y con hinojos, resuelve
las postemas e inflamaciones. Mezclada con pez y con resina y con es-
tiércol de palomas, ablanda toda dureza. Quita el dolor de costado
aplicada con melioto y cabezas de dormideras. Aplícase útilmente a

cIar almástiga, la cual hace el pan más sabroso y más confortativo al estómago.
El pan cocido en el horno es el mej or de todos, así como el más dañoso el
que se cuece debajo de la ceniza. Los molletes de Portugal, dado que agradan
al gusto, hínchanse en el vientre como hongos o esponjas y engendran muchas
ventosidades, por donde allá donde los hacen los suelen justamente llamar
paom de vento. Algunos tienen por el más sano pan de todos el que llamamos
en Castilla mediano, llamado de los griegos symcomisto y también autopyro,
que quiere decir hecho de harina sin cerner y así como ·la traen del molino,
y la verdad tienen alguna razón por cuanto aquesta suerte de pan, a causa del
salvado que lleva envuelto, es algo más laxativo, y no se detiene tanto en el
vientre. El que se hace de la flor de harina es harto más glutinoso, y por. eso
no se digiere tan fácilmente. El bizcocho, de los griegos llamadodiphihos,
enjuga y deseca más potentemente que todos, empero da muy poco manteni-
miento, y a esta causa conviene mucho a los enfermos del mal francés ya los
que padecen enfermedades frías y húmedas. La harina, para hacerse de ella
pan blanco, no quiere ser muy molida, sino que tenga grueso el salvado. Ex-
prímese del trigo, apretándolo entre dos planchas de hierro calientes, un cierto
aceite muy útil para ablandar todas las asperezas del cuero. El trigo aplicado
de fuera calienta en el grado primero, empero ni humedece ni tiene fuerza de
desecar. Si se come cocido es difícil de digerir, da gran pesadumbre al estó-
mago, engendra ventosidades y envía vapores grandes a la cabeza. El agua
que sale de un pan caliente hendido y puesto entre dos platos, instilada en
los oídos, vuelve el oír.
678 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

manera de emplasto contra las ventosidades del vientre, con alhalvas, con
simiente de lino y con ruda. Incorporada con cera y pez líquida, orina
de muchacho y aceite, madura los lamparones. Si se mezcla con el fruto
del arrayán y con vino o con cáscara de granada o zarzamoras, restriñe
,los flujos del vientre. Mezclada con membrillo y con vinagre, mitiga el
dolor de la gota. Cocida en vinagre muy fuerte, a manera de emplasto,
que se hace de la misma harina mezclada con agua y aceite, sana las
asperezas del cuero, si se aplica caliente. Exprimida la sustancia de la
harina con agua, y después cocida con pez y aceite, hace venir a
maduración. La que se exprime con vinagre, y se cuece después con
pez, .es útil a los humores que destilan a las junturas. La harina ceba-
dosa restriñe el vientre y mitiga los apostemas calientes 19.

19 podemos decir sin escrúpulos que el «zytho» y el «curmi» son la misma


cosa que la cerveza, la cual ordinariamente se hace en Normandía, en Ingla-
terra, en Flandes,. en Polonia y en todas aquellas partes de la Alemania sep-
tentrional que tienen falta de vino. Suélese preparar en muchas y muy varias
maneras, porque en unas partes se hace de sola cebada, en otras de solo trigo,
y en otras de entrambas suertes de grano muy bien cocido, con los cuales
siempre se mezcla la flor del lúpulo, que es el vigor de la cerveza y el ánima,
ya· esta causa cultivan por todas aquellas partes aquesta planta, con la misma
diligencia que nosotros las viñas. Tiénese la cerveza de Inglaterra por la mejor
de todas,' porque la preparan allí con mayor cuidado y la mezclan en el cocer
algunas especias. Suelen hacer por todas las regiones arriba dichas, para '105
enfermos, para los niños y para los flacos de estómago y de cabeza, una cerveza
más delicada, la cual llaman simple bier en Bramante, que quiere decir simple
cerveza, para diferenciarla de la otra más fuerte llamada doble bier, que es
cerveza doblada. Esta es de digerir muy difícil y como vino de San Martín
emborracha. Tiene la cerveza una cosa, que la primera vez que se bebe· es
muy horrible y amarga, empero en acostumbrándose a ella el hombre, no qui-
siera beber otra cosa. Tiene gran virtud de engordar la cerveza, el cual benefi-
cio se oscurece por muchos daños que hace. Porque engendra arenas y piedras
en los riñones, y esto a causa del lúpulo, que siendo aperitivo en extremo,
hasta ellos guía la sustancia del grano ya dañado y corrupto, la cual por ser
muy gruesa y viscosa, no pudiendo colar adelante se queda allí represada, y
viene a empedrarse. Conviértese también la cerveza en sangre melancólica y
gruesa, de la cual suele nacer la lepra, y así consta que en todo el resto del
mundo no se hallan tantos leprosos como en aquellas regiones septentrionales,
porque no hay lugarejo de tres vecinos que no tenga una casa dedicada a San
Lázaro, 10 cual nace del infinito queso que comen y de la mucha cerveza que
beben. Hácese de las manzanas, en muchas partes, una especie de vino, llamado
cidra, la cual es muy ordinaria en Vizcaya, por ser aquella región muy falta
DIQSCORIDES.-MATERIA MEDICA .679

CAP. XCVIII: DE LAS LENTEJAS

Las lentejas comidas muy a menudo embotan la vista, digiérense con


trabajo, dan pesadumbre de estómago, y así en él, como en todas las
tripas, engendran muchas ventosidades. Comidas con su hollejo restriñen
el vientre. Tiénense por mejores las que se digieren más fácilmente y las
que, echadas en remojo, no dejan ninguna negrecilla en el agua. Tienen
las .lentejas virtud estíptica, con la cual restriñen el vientre, si sacadas
de la cáscara, muy bien cocidas, se sorben (empero conviene derramar
el agua primera por ser de facultad solutiva) hacen soñar con mucho
desasosiego y son, a lo menos, al pulmón y a la cabeza dañosísimas,
restriñen los flujos del vientre con mayor eficacia, si mezclamos con
ellas, cuando se cuecen, vinagre, juntamente con endibia o cicoria o
llantén, o verqolagas o acelgas negras y rajas de arrayán o cáscara de
granada, o rosas secas o nísperos o serbas o peras thebaicas o mem-
brillos o agallas enteras (las cuales después de cocidas se tienen que
echar a mal) o el zumaque que usamos en las viandas. Empero el
vinagre se tiene que cocer perfectamente con ellas porque de otra forma
perturba el vientre. Tragados treinta granos de lentejas sin sus hollejos
son útiles contra el revolvimiento de estómago. Cocidas con palencia
y aplicadas en forma de emplasto, mitigan el dolor de la gota. Mezcladas
con miel tienen la virtud de soldar las fístulas, arrancan las costras y
mundifican las llagas. Cocidas con vinagre resuelven las durezas y lam-

y estéril de vino. Refresca maravillosamente ,la cidra, empero hinche de vento-


sidades el vientre. Acuérdome aquí del aloja, no puedo dejar de reírme de
aquellos, que en los días caniculares, cuando se asa el mundo, la beben para
refrescar, no siendo ella otra cosa, sino mil especias y fuego, aunque creo
por otra parte, que la fe, y la opinión, los enfría dado que a causa del trigo
yel lúpulo es harto caliente brebaje. El marfil, en griego llamado elefas, como
el mismo animal, si se baña con la cerveza, se dobla y se hace tratable, según
Dioscórides y Plutarco lo afirman, aunque plinio lo atribuye no al diente, sino
al propio elefante; otros, por cuanto también la lepra suele llamarse elefas,
porfían que lo dijo de ella Dioscórides, por donde para concordarlos a todos
no me parece inconveniente decir que no solo el elefante y sus dientes, empero
también las escamas de los leprosos, si se bañan con la cerveza, se vuelven más
benignas y tratables, visto que por razón de la cebada y el lúpulo tiene gran
virtud de mundificar, de modo que a lo que engendra bebiéndose, aplicado por
defuera es remedio.
680 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

parones. Incorporadas con melilota, con pulpas de membrillo y con


aceite rosado curan las inflamaciones de los ojos y las del sieso, aunque
en las grandes inflamaciones y muy hondas llagas de aqueste se deben
cocer con cáscaras de granada y con rosas secas, añadiéndoles un poco
de miel. En la misma forma usan de ellas contra las llagas encanceradas,
que van paciendo la carne, o mezclando con ellas agua marina. Sirven
semejantemente en la manera ya dicha contra las postillas, contra las
llagas que se dilatan, contra el fuego de San Antón y contra los saba-
ñones. Cocidas con agua marina se aplican comodísimamente contra
las tetas que hacen calostros, endureciéndose con el gran concurso de
leche 20.

CAP. CXLIII: DE LA MOSTAZA

Llaman algunos ((nappy» a la mostaza hortense. Tiénese de escoger


la abultada, la muy roja, la que del todo no es seca, sino que después
de quebrada, dentro se muestra verde, y como preñada de un zumo de
20 Las lentejas son un género de legumbre tan vulgar y conocido en Es-
paña, que no hay médico en toda ella, que tomando el pulso al enfermo de
cualquier enfermedad, no le ordene luego un caldo de lentejas y manzanas
asadas. Son las lentejas entre frío y calor templadas, empero desecan en el
grado segundo y tienen facultades contrarias, porque el hollejo y la carne de
ellas tiene fuerza de restreñir, siendo partes frías y terrestres, así como el
zumo de relajar, por ser cosa más sutil y aérea. El caldo de ellas preparado
con perejil, sal y aceite, por cuanto en sí tiene gran parte del zumo, no puede
dejar de ser solutivo, empero no descendiendo presto, conviértese en humores
negros y melancólicos. Parece que se contradice Dioscórides cuando habiendo
dicho en el principio de este capítulo que las lentejas comidas con sus hollejos
restriñen el vientre, torna un poco más abajo a decir que son estípticas si saca-
das de la cáscara y muy bien cocidas se sorben, por la cual cáscara sin duda
debe entenderse el primer hollejo en el cual se forman los granos, y así cesa
la controversia. Las lentejas hacen soñar cosas truculentas y horribles a causa
del humor melancólico y vapores negros que engendra, los cuales cuando
suben a la cabeza, domicilio y templo del alma, perturban el entendimiento y
sentido y nos presentan cosas tristes y formidables. Porque si con la oscuridad
y tiniebla exterior se entristece naturalmente el alma, muy mayor razón hay
que padezca el accidente mismo con lo interior, causada del vapor melancó-
lico, pues la tiene más cerca de su propio aposento. Así que por este respecto
les lentejas y todas las otras viandas gruesas y melancólicas suelen engendrar
sueños pesados y horribles. Tienen más las lentejas, que a los ojos muy bien
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 681

color verde y blanco, porque la tal será fresca y muy valerosa. Tiene
la mostaza fuerza de calentar, de adelgazar y de atraer. Mascada, purga
la flema de la cabeza. Mezclando su zumo con aguamiel y gargarizan-
do, es útil contra las hinchazones de las agallas, y contra las antiguas
y endurecidas asperezas de la caña de los pulmones. Molida la mostaza
y metida en las ventanas de las narices, mueve los estornudos, sirve
a la gota coral y despierta a las mujeres amortecidas por el sofocamiento
de la madre. Aplícase contra la letargia sobre la cabeza rapada. Mez-
clada con higos y aplicada hasta que se pone muy bermejo el lugar,
es conveniente a la ciática y al bazo y finalmente a todos los dolores
antiguos en los cuales queremos revocar los humores de dentro a afue-
ra, mudando la enfermedad de un lugar a otro. Aplicada en forma de
empasto cura la tiña. Purifica el rostro y resuelve los cardenales que
deforman los ojos, mezclada con miel o con enjundia o cerato. Deshecha
en vinagre se aplica útilmente contra la sarna y contra los empeines
salvajes. Echase en los brebajes como harina, y bébese contra los paro-
xismos febriles. Mézclase comodísimamente en los emplastos que traen
hacia fuera y castran la sarna. Molida y metida con un higo dentro de
los oídos, sirve a la sordedad y zumbidos de ellos. Su zumo aplicado
con miel, aprovecha a la flaqueza de vista y a las asperezas que molestan
las palpebras. Sácase el zumo de la simiente verde y sécase al 501 21 •

dispuestos disminuye~ la vista, desecándolos demasiadamente, y a los que son


muy húmedos se la acrecientan, por la contraria razón, enjugándolos.
21 Hállanse comúnmente dos géneros de mostaza. El uno tiene luengo" y
velloso el tallo, las hojas como las de la oruga, empero algo mayores, y sin
proporción escalonadas, blanquecinas las flores y formadas a manera de cruce,s
las vainillas luengas y la simiente algún tanto roja. El otro produce más corto
el tallo, las hojas como las del rábano, aunque algo menores, las flores ama-
rillas, las semillas redondas, vellosas y llenas de cierta simiente blanca. Con-
funden a las veces esta mostaza con la oruga los boticarios. Estos dos géneros
de mostaza suelen crecer 'por los huertos, además de los cuales se halla otra
mostaza salvaje, que produce las hojas muy más sutiles y hendidas. Es la
mostaza caliente y seca en el grado cuarto. Tiene admirable virtud contra las
frías enfermedades del pecho y principalmente contra la tos y el asma. Demás
de esto sirve a la digestión, distribuye las viandas por todo el cuerpo y con-
serva enteros los sentidos y la memoria.
682 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

LIBRO 111

CAP. IlI: DE LA GENCIANA

Créese que el primero que halló la genciana fue Gencio, rey de los
esclavones, del cual recibió el sobrenombre. Produce las hojas al par de
la raíz, semejantes a las del nogal o llantén y algún tanto rojas, empero
las que nacen de medio tronco arriba, y principalmente las que están
en la cumbre, son un poco hendidas. Su tallo es grueso, liso y de la
grosura de un dedo, alto de dos codos, dividido por canalillos, y de trecho
en trecho grandes, acompañado de hojas. Hace en ciertos cálices una
simiente, ancha, liviana, y vestida de un áspero hollejo y semejante a
aquella del sphondylo. Su raíz es luenga, gruesa y amarga, la cual se
parece a la del aristoloquia luenga. Nace por las muy altas cumbres de
Jos collados y en lugares sombríos y acuosos. Tiene la raíz virtud caliente
y estíptica. Bebidas dos dracmas de ella con pimienta, ruda y con vino,
es útil contra las mordeduras de las serpientes. Si de su zumo se bebe
una dracma, sirve contra el dolor de costado a las caídas de alto y a
rupturas y espasmos de los nervios. Bebida la raíz con agua, socorre a los
enfermos del hígado y del estómago. Metida en la natura de la mujer,
atrae la criatura del vientre. Aplicada con lycio, suelda las frescas he-
ridas, cura las llagas que van minando la carne (10 cual hace principal-
mente su zumo) y es remedio contra la inflamación de los ojos. Mézclase
su zumo con los colirios agudos en lugar de meconio. La raíz extirpa los
albarazos. Para sacar de ella el zumo la majan y majada la dejan
cinco días en remojo, dentro de un poco de agua, hasta que nacen las
raíces encima. Entonces, dejando resfriar el tal cocimiento, le cuelan con
un pedazo de lienzo, y le tornan a cocer otra vez, hasta que venga espesa
como la miel, y así le guardan en un vaso de tierra 1.

1 Con el nacimiento de la gentiana méritamente resucitan cada año el nom-


bre y la fama de Gentio, su primer inventor, serenísimo rey de los esclavones,
pues quiso, no derramando sangre (corno otros muchos en nuestros tiempos),
sino descubriendo y sacando debajo de la tierra remedios muy saludables para
todo el linaje humano, perpetuar su gloriosa memoria, la cual florece cada ve-
rano juntamente con la gentiana y anda por varias lenguas. Es la gentiana
planta muy semejante al eléboro blanco y hállase grandísima. copia de ella en
DlOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 683

CAP. XIV: DEL CARDO

El cardo tiene las hojas semejantes-parte al camaleón y parte a


la blanca espina-, empero más negras y más gruesas, produce el tallo
luengo y muy poblado de hojas, encima del cual nace una cabeza espinosa.
Su raíz es negra y gruesa, la cual, aplicada en forma de emplasto, corrige
la sobaquina y la hediondez de las otras partes del cuerpo, lo mismo
hace cocida en vino y bebida, y además de esto provoca cierta orina
hedionda y en gran abundancia. La yerba cuando es novecica y tierna, se
suele comer cocida, y así como los espárragos 2.

las montañas del Tirol y de Trento; su raíz calienta en el grado tercero y en


el segundo deseca. Tiene admirable virtud de adelgazar los humores gruesos,
mundificar las llagas y abrir las opilaciones; el agua destilada de su raíz sana
las calenturas diuturnas, quita las manchas del rostro y mata las lombrices
del vientre por su notable amargor. Hállase otra planta, llamada de algunos
«cruciata», la cual, así en la figura como en su facultad, se parece a la gen-'
tiana infinito, por donde algunos la llaman comúnmente gentiana menor. Nace
esta en lugares ásperos y produce el tallo y las hojas así como la gentiana,
empero mucho menores. Su flor es azul y en esto difiere de la gentiana, porque
aquella la hace amarilla, produce una raíz blanca, luenga y amarga en extremo,
la cual es por todas partes agujereada. Tiene virtud singular contra la pesti-
lencia, contra cualquier veneno y contra cualquier mordedura o punzadura
de animales ponzoñosos. Aplicada por defuera, mata las lombrices del vientre,
las cuales virtudes también se atribuyeron a la gentiana. Nadan las raíces encima
del cocimiento, cuando toda la sustancia quedó en el agua y de ellas no resta
más que lo seco y pajizo.
2 Dado que se hallan muchas especies del cardo, todavía cuando decimos
cardo se debe entender aquel familiar y sabroso, cuyas pencas solemos ordi;.
nariamente comer con sal y pimienta. Porque son tan inclinados a la gula
los hombres, que no se contentan con cien mil géneros de viandas delicadas
al gusto humano, cada día van inventando muchas otras peregrinas y extrañas,
y procede tan adelante la cosa, que aun los manjares propios a los asnos,
quiero decir los cardones, se usurpan, verdad es que cultivándolos y cubrién-
dolos todos con tierra, vinieron a hacerlos más blandos, más tiernos y más
sabrosos, de suerte que parecen distinta especie. Nuestro doméstico cardo en
griego se llama scolymos y en latín cardus, usurpándose el apellido de todo
el linaje. Cuéntase también entre las especies de los cardos domésticos aquella
planta que produce las alcachofas, que ordinariamente se comen, porque nues-
tro cardo común y con él otras plantas del mismo género, hacen también alca-
chofas, empero ásperas, escabrosas y de poca sustancia. Llámase al cardo que
684 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. XXIII: DEL ALOE

Las hojas del áloe se parecen a las de la cebolla albarrana porque son
gruesas, redondas, algún tanto anchas y corcovadas por la parte tra-
sera, producen del uno y del otro lado, al soslayo algunas espinas

ordinariamente produce las que comemos, así como el mismo fruto, en griego
y en latín, cimara, por razón de su color ceniciento, el cual nombre tras los
latinos usurparon los griegos. Muchos confunden la cimara con el scolymo,
dado que son diferentes plantas, como claramente se ve por :paulo y Altíco,
que dicen que el scolymo ser conveniente al estómago y ofenderle mucho la
cimara,. las cuales palabras a las claras cuadran a los cardos y. a las alcachofas,
porque el cardo, casi crudo cocido, es muy útil, no solamente al estómago, em-
pero también al hígado y a la vejiga y a los riñones, y por el contrario la
alcachofa se convierte luego en humor colérico y melancólico y perturban junta-
mente al cuerpo y al ánimo, incitando bestialmente a la lujuria, por donde
deben ponerse entre las viandas optísimas a los novios. También Galeno, en
el segundo de la Facultad de los Mantenimientos, hace al scolymo y a la
cimara diferentes plantas, y a la fin se resuelve en decir que la cimara es tenida
en más de .10 que conviene, y sin duda entiende por ella nuestras alcachofas
vulgares. Hállanse alcachofas de dos maneras, porque unas son tan raras, tan
salvajes y tan llenas de agudas espinas, que si quieres deshacer y comer una
de ellas, cumple· que vayáis armados de punta en blanco, y con dobladas,
manoplas, y aun con todo esto corréis peligro, no os pasen con sus púas de
acero. De aquesta suerte son casi todas las que produce nuestra bendita España,
por la gran calor y sequedad de la tierra, y por la poca curiosidad de los habi-
tantes de ella. Por toda Italia, en especial en Sicilia, en Roma y en Nápoles,
ultra. de aquellas esperas, nacen infinitas otras muy tiernas y todas desarma-
das de espinas, las cuales no se defienden nada, y son tratables ni más ni
menos que los palmitos. Estas se hicieron primeramente con artificios, porque
nacieron de las simientes de las salvajes y ásperas, pero despojadas de
aquellas espinas que tienen. Después, acá, nacen de su propia simiente, ayu-
dándolas a enternecerse también la humedad de la tierra. De aquellas muy
tratables y tiernas hay algunas que por ser redondas, cerradas y puntiagudas
como una piña, vinieron a llamarse strobili, ·el cual nombre significa propia-
mente las piñas, otras no tienen apiñadas las pencas, sino que son hacia la
flor muy abiertas, y de ellas no se hace tanto caudal. Los herbolarios llaman
a la alcachofa articocalum. Teofrasto llama cactum al cardo y a la alcachofa
pternicetn, con la cual todavía parece que confunde el palmito y dado que
el cardo haga alcachofas y la alcachofa nazca del cardo, todavía conviene
notar esta diferencia, que la alcachofa que nace de nuestro cardo es la com ún,
DIQSCORIDES.-MATERIA MEDICA 685

cortas, raramente ordenadas. Su tallo es semejante al antherico y la


flor blanca. Su fruto es como el asphódelo. Toda la planta echa de sí un
olor muy grave, y en extremo es amarga al gusto. Tiene una sola raíz la
cual está hincada como un palo en la tierra. Nace muy vistosa en la India,
y en gran abundancia, donde no tiene su licor congelado. Nace también
en Arabia y en Asia y en algunos lugares marítimos, y en ciertas islas,
como en Anbio, empero inútil para sacar de ella zumo, aunque conve-
niente para soldar las frescas heridas, si majada se aplica en forma de
emplasto. Hállanse dos especies de zumo, conviene a saber, uno muy
arenoso, el cual parece superfluidad y hez del perfecto y purísimo, y otro
que tiene forma de hígado. Escogerás, pues, el limpio, el que no tiene
adulterio ninguno, el muy libre de piedras, el reluciente, el que tiene el
color algún tanto rojo, el que se desmenuza muy fácilmente, el semejante
al hígado, el que se deshace presto en licor y finalmente el que es muy
amargo al gusto; por el contrario, desecharás el negro, el que fácil-
mente se desmorona. Adultérase el zumo del áloe con goma, empero
conocerás el engaño gustándole y teniendo respecto su natural amargor
y olor vehemente, y también a esto, que el sofisticado, fregándole con
los dedos, no se reduce a sutilísimo polvo. Mézc1anle algunos acacia.
Restriñe el zumo del áloe, provoca el sueño, deseca, aprieta y condensa
los cuerpos y de otra parte relaja el vientre. Bebidas dos cucharadas
de él con agua fría o con suero, purga al estómago y restaña la sangre
del pecho. Extermina la ictericia bebido al peso de tres óbolos o de una
dracma con agua. Tragado con resina, o con agua, o con miel cocida,

dura, y está inútil e ingrata al gusto, y por consiguiente las hojas o las pencas
de las plantas que producen las alcachofas tiernas, que ordinariamente come-
mos, no son buenas para comer, aunque blandas y libres de espinas. Son fáciles
de digerirse los cardos, meten apetito, dan templado mantenimiento, cubren
toda suerte de opilaciones y provocan la orina. Las alcachofas, por el contra-
rio, aunque aguzan el apetito, dan sed, engendran corruptibles humores, alteran
el hígado, mueven las materias blancas de las mujeres, causan excoriación de
riñones y, por otra parte, aprietan el paladar y la lengua y son muy contrarias
a los pulmones y a la garganta. Cuájase también con la flor de la alcachofa
la leche, y creo que con la de toda suerte de cardos. Dice Leonardo Fuchsio
que del scolymo es el cardo simiente y la cimara el cultivado, en 10 cual me
parece que no acierta, porque si fuera así, como él dice, no dijeran aquellos
griegos tanto mal de la cimara exaltando el scolymo, visto que la malicia de
cualquier planta silvestre se puede corregir cultivándola. El cardo es caliente
y seco en el grado segundo, en el tercero la alcachofa.
686 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

remueve el vientre. Empero para que purgue perfectamente se suele dar


de él tres dracmas; con otras medicinas laxativas mezclándolas, hace que
no ofendan tanto al estómago. Seco y echado en polvo sobre las frescas
heridas, encora y reprime las llagas, particularmente las de los vergon-
zosos miembros, y reduce a unión los capullos de los niños, resquebra-
jados. Mezclado con vino paso, suelda losdurondones y resquebraja-
duras del sieso, reprime la efusión de las almorranas, y encorará las uñas
que suelen sobrevenir a los ojos. Incorporado con miel, resuelve los
cardenales y las ojeras, mitiga las escabrosas inflamaciones que en los
ojos se engendran y madura la comezón de los lagrimales; aplicado con
aceite sobre la frente y sienes, el dolor de la cabeza, y con vino, detiene
los caducos cabellos. Gargarizado con miel y con vino, es útil a las
agallas, a las encías y a todas aquellas partes que en la boca se encie-
rran. Tuéstase para las medicinas útiles a los ojos en un tiesto limpio
y bien abrasado, meneándolo con una vara hasta que todo igualmente se
encienda, lávase después, y echado a mal todo lo arenoso como superfluo
e in útil, se coge lo grano e igual 3.

3 La planta llamada áloe, que por toda Italia es común y hállase a cada
paso plantada por jardines y por tierra, vese en toda ella aquellas partes que
aquí .la atribuye Dioscórides y consérvase verde y en vigor todo el año, por
donde la llamaron algunos semerduum marinum, así como tragocerata otros,
por cuanto sus pencas se parecen totalmente a los cuernos cabrunos. El zumo
de aquesta planta se llama también áloe y es aquel endurecido y muy amargo
licor que en Castilla se dice acíbar, los árabes al mejor acíbar y al más puro
de todos suelen llamar sucotrino, al segundo en bondad hepático, y al perverso
y adulterino drálico. Llámase sucotrino corruptamente de Socotora, que es
ciudad de la India, cerca de Ormuz y del Sinu Pérsico, la cual sojuzgaron los
portugueses en 1506, de donde viene el acíbar perfecto, de suerte que debía
llamarse sacotorino. Destila de la hierba por sí mismo esta lágrima, y así los
que hacen gran caudal de ella suelen enladrillar muy bien todo el suelo en
derredor de la planta, para que cayendo no se embeba en la tierra. Es el acíbar
juntamente amargo y estíptico, y así posee facultades contrarias, porque restriñe·
y relaja, lo cual ha sido causa de gran controversia entre famosísimos médicos.
Empero saltaremos dificultad con una distinción sola, diciendo que tomado
por la boca relaja el vientre, y abre las almorranas, moviendo los humores colé-
ricos y agudos de ellas, los cuales aplicados por defuera, cura y reprime
como cualquier otro fluj o de sangre. Es el acíbar medicina en extremo amiga
y agradable del estómago, porque le purga sin ninguna violencia, y le libra
de los humores viscosos y gruesos, que en su cuerpo están embebidos. Evacua
únicamente la flema y la cólera y es desecativo de las llagas malignas y con-
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 687

CAP. XXVII: DEL ABROTANO

Hállanse del abrótano dos especies, primeramente la hembra, la cual


crece en forma de árbol. Tiene la color blanquecina, las hojas alrededor
de los ramos, y menuditamente cortadas, como las del seriphio. Suele
estar cargada de flores a manera de racimillos, y de color de oro, las
cuales salen por el estío. Es aquella planta olorosa, aunque de olor algo
grave y amarga al gusto. Nace esta especie en Sicilia. Hay otra llamada
el macho, la cual es muy poblada de ciertos ramos sutiles como el del
absinthio. Crece en Capadocia abundantemente y en la Galatia y en
Hicrópolis de la Siria. La simiente de entambas cocida o majada cruda
y bebida con agua, es muy útil contra la orthopnea, sirve a las rupturas
y espasmos de los nervios, a la ciática, a la retención de orina y del
menstruo, y si se bebe con vino resiste a cualquier veneno mortífero.
Majada con aceite y aplicada por defuera, modera los temblores paro-
xismales. Extermina las serpientes derramada por casa, y administrada
en perfume y bebida con vino socorre a los mordidos de ellas, empero
especialmente aprovecha contra las mordeduras del phalangio y del
alacrán. Aplicada con un membrillo cocido o con miga de pan, mitiga
las inflamaciones de los ojos. Incorporada con harina de cebada, resuelve
los tolondrones. Mézclase con la composición del aceite irino 4.

tumaces. El acíbar lavado es menos solutivo que el otro, empero purga sin
mordificación alguna. Es caliente en el grado primero intenso, o en el segundo
remiso, y seco en el tercio, por donde dice Galeno que no se debe dar a los
viejos ni a los mancebos de complexión demasiadamente seca y caliente, salvo
si no abunda mucho en ellos la cólera, y esto a causa de que a los unos y a
los otros consume naturalmente y seca. Confecciónase muy bien el acíbar con
canela y almástiga. Mezclado con mirra, preserva de corrupción, no solamente
a los cuerpos vivos, sino también a los muertos. Aplicado con hiel de toro y
vinagre sobre el ombligo, mata y destierra todos los gusanos del vientre.
4 Plinio llama «campestre abrótano» al macho, y «montesino» a la hembra,
pero nos pinta por ella otra diversidísima planta. por la hembra conviene enten-
der aquella que se llama chamaecgparissus en griego, que quiere decir 10
mismo que bajico ciprés, el cual nombre le viene como nacido, porque si bien
contemplamos sus hojas, parecen ser desgarradas del grande, las cuales son
cenicientas o blanquecinas y hendidas sutilmente, sus flores son rubias como
oro. Toda planta da de sí un olor aromático, empero un tanto grave, y final-
mente posee todas aquellas dotes que la atribuye Dioscórides. Es el uno y el
688 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. XXX: DEL OREGANO

El orégano heracleático, llamado de algunos «cuvilla», produce las


hojas como el hirapo y la copa, no a manera de rueda, sino como divi-
dida en diversas partes. Hace encima de los tallos una simiente no es-
pesa. Tiene fuerza de calentar el orégano, por donde su cocimiento,
bebido con vino, es útil a los mordiscos de alguna serpiente. Dase con
vino paso a los que bebieron cicuta o mecomio, y con oximiel a los
que yero o ephermero. Comido con higos, aprovecha a los espasmos y a
la ruptura de nervios y también a la hidropesía. Bebido con aguamiel
todo el peso de un acetabilo, purga por abajo los humores negros y
melancólicos y provoca el menstruo. Tomado con miel en forma de
lamedor, cura la tos antigua. El baño de su cocimiento remueve la co-
mezón, sarna y la ictericia. El zumo del orégano verde sana las agallas
hinchadas, la campanilla y las llagas que en la boca se engendran.
Purga los humores por las narices instilado con óleo irino. Mitiga los
dolores de los oídos si se instila dentro de ellos con leche. De orégano
y de cebollas y de zumaque bueno para guisar asoleadas todas aquestas
cosas en un vaso de cobre, por espacio de cuarenta días, cuando la es-
otro abrótano caliente y seco en el grado tercero, y esto se conoce por el
gran amargor que tiene, con el que mata potentísimamente las lombrices del
vientre de donde nace que cada uno de ellos llamen algunos hierba lombri-
cera en Castilla. Es el· abrótano enemigo capital del estómago, y en sus humos
tienta fuertemente la cabeza. Su ceniza mezclada con aceite de mata y apli-
cada hace salir el cabello y la barba. En Fiori llaman verónica comúnmente
al abrótano hembra, donde que la verónica verdadera es una especie del teu-
crio. Hallanse dos suertes de verónica, conviene a saber, macho y hembra, el
macho produce el tallo de un palmo, y algunas veces mayor, velloso y algún
tanto luengas las hojas, negras pelosas y aserradas por su derrondez hácense
en las cumbres del tallo y de los otros ramilletes unas flores purpúreas, y las
simientes en ciertos hollejuelos que parecen bolsicas, su raíz es delgada. La
hembra tiene las hojas cortas, más redondas y sin alguna incisión, las cuales son
algo más verdes que las del macho. Entrambas carecen de ambición y soberbia,
porque no alzan hacia arriba sus tallos, antes los humillan hacia tierra. El
sabor de la una y de la otra es amargo y estíptico, de donde muestran ser
calientes y secos. Son en extremo útiles para soldar las heridas frescas y enco-
rar las llagas antiguas. Majadas y aplicadas, resuelven los lamparones. Destila-
das por alambique de vidrio y bebidai, deshacen las opilaciones del hígado y
bazo, y son útiles contra las fiebres pestilenciales.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 689

trella canicular domina, se hace una medicina conveniente para provocar


el vómito. El orégano, extendido por casa, tiene fuerza de ahuyentar las
serpientes. El orégano llamado onites tiene las hojas más blancas y es
semejante al hinojo, y hace la simiente a manera de racimillos muy
justa. Tiene la facultad del orégano heracleiano, aunque no tan potente.
El orégano salvaje que algunos llaman paenace heraclio y otros cu-
villa, entre los cuales nicandrio galophomo se cuenta. Tienen las hojas
del orégano unos ramillos sutiles, de un palmo, encima de las cuales
produce unas copas y las flores blancas. Su raíz es sutil e inútil prin-
cipalmente; sus hojas y sus flores, bebidas con vino, sirven a los mor-
didos de alguna enconada fiera.

CAP. XL VIII: DE LA RUDA

La ruda montana y silvestre es más aguda que la hortense y domés-


tica, y por eso inútil para comer. Entre las cultivadas, aquella es más
agradable al gusto que cerca de las higueras nace. La una y la otra es-
pecie calienta, corroe, abrasa, provoca la orina y el menstruo y restringe
el vientre, así comida como bebida. Si se bebe cuanto un acetábulo de
su simiente con vino, es remedio contra los venenos mortíferos. Comidas
antes de ellos por sí las hojas, o con higos secos o nuevos, les impide
su efecto. Cómense útilmente y de la misma forma contra los insultos de
las serpientes. Comida y bebida la ruda disminuye la esperma. Cocida
Con eneldo seco y bebida, sana los tortijones de vientre. Sirve al dolor
de costado y al pecho, al corto anhélito, a la tos, a la inflamación del
pulmón, a la ciática, a los dolores de las junturas y a los temblores paro-
xismales, bebida en la misma manera. Cocida con aceite y echada en
clíster, es útil contra la ventosidad de la madre y del colo y recto intes-
tino. Majada y aplicada con miel entre aquel espacio que está entre
la natura de la mujer y el sieso, restituye a sí mismas las que ahoga
la madre. Hervida en aceite, extermina las lombrices del vientre. Aplí-
case con miel contra los dolores de las junturas y con higos con-
tra la hidropesía derramada por todo el cuerpo. Sirve a las mismas
enfermedades el vino en que ella hubiese hervido hasta gastarse la
media parte, y esto bebido y aplicado como fomentación. Comida cruda
o guisada, clarifica y aguza la vista. Mitiga los dolores de ojos aplicada
con polenta en forma de emplasto y aquellos de la cabeza con vinagre
y aceite rosado. Majada y metida dentro de las narices, restaña la sangre
690 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

que sale de ellas. Aplicada con hojas de laurel, relaja los compañones
apostemados, e incorporada con ceroto y arrayán es útil a las postillas
que salen por todo el cuerpo. Sana los albarazos si se friegan con ella
mezclada con pimienta, vino y aceite. Aplicada con las mismas cosas, sana
las hormigueras verrugas y los llamados thimos. Aplícase a los empeines
útilmente, con miel y alumbre. Su zumo calentado en una cáscara de
granada, e instilado dentro de los oídos que duelen, los sana. Mezclado
con zumo de hinojo y con miel y echado en los ojos, sirve contra la
flaqueza de la vista, Incorporado con vinagre, con albayalde o con
aceite rosado, sana el fuego de San Antón, las llagas que van naciendo
y las malatías de la cabeza. Reprime la gran agudeza de las cebollas
y ajos si se maja sobre ellos. La ruda, comida en gran cantidad, despacha.
Cuando la cogen en flor para echarla en adobo, vuelve luego rojas las
manos, hinchando el cuero con una comezón e inflamación muy gran-
des, por donde cumple primero untarse con aceite las manos y la cara
para cogerla. Dícese que rociando con el zumo de la ruda los pollos
serán seguros para el gato, y que comida aquella que en Macedonia
junto al Olcimonio crece, súbito mata. Es aquel lugar montuoso y bien
poblado de víboras. Su simiente bebida es útil a las pasiones intrínsecas
y mézclase comúnmente con las medicinas contra veneno. Tostada .y
dada a beber su simiente, por espacio de siete días, a los que no pueden
retener la orina, los sana. Su raíz se dice moly montano. Es la ruda
salvaje semejante a la hortense. Bebida es útil contra la gota coral y
contra la ciática, provoca el menstruo y mata a la criatura en el vientre.
En suma, la ruda salvaje se tiene por más aguda y más eficaz que la
hortense, y así no conviene comerla, por cuanto suele ser muy da-
ñosa 5.

5 Cuando queremos hablar de una cosa notísima y conocida a todos, deci-


mos comúnmente que es tan conocida como la ruda, porque no hay ciego
que a lo menos por el olor no conozca esta planta. Llamóse en griego pegamón,
aunque los antiguos solían llamarla rhyte, de donde vino después a llamarse
ruta, en latín, mudada la y en u, lo cual se suele hacer ordinariamente. Es muy
conocida también la ruda salvaje tocada en el presente capítulo, por donde
tiene gran fuerza de adelgazar y resolver los fuertes y viscosos humores. Es
caliente y seca en el grado tercero. Majada con vinagre y aplicada a la frente
o sienes o dada a oler, despierta los endormimientos de letargia y modorra
y lo mismo hac.e su zumo dado a beber o echado en clíster. Las hojas de
la ruda metidas en un higo con media nuez moscada y con sal, y así comidos,
son evidente remedio contra la p~stilencia y todo veneno. Cuando la comadreja
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 691

CAP. CXVII: DEL TREBOL

El trébol, llamado también «oxiphillon menyantes» y «asphaltio»), es


una mata más alta de un codo, que produce ciertas ramas sutiles, llenas,
negras, acompañadas de algunos ramillos juncosos y vestidos de hojas
semejantes a las del árbol llamado loto, las cuales penden tres a tres
de su nacimiento, y luego en saliendo dan de sí un olor de ruda, mas
después de crecidas huelen notablemente a asfaltio. Produce la flor
purpúrea y la simiente algún tanto ancha y vellosa, la cual tiene de la
una parte como un cornezuelo salido afuera. Su raíz es delgada, luenga
y maciza. Bebidas en agua sus hojas y su simiente, son útiles al dolor
de costado, a la retención de la orina, a la gota coral, al principio de
la hidropesía y al mal de la madre; además de esto, provocan el menstruo.
Tiénense de dar tres dracmas de simiente y de la hoja cuatro, las cuales,
majadas y bebidas con oximel, son útiles a los mordidos de alguna fiera.
Dícese que la fomentación hecha con el cocimiento de toda la yerba,
entiendo de sus hojas y de sus raíces, mitiga los dolores de las mordedu-
ras de las serpientes, empero que si algún hombre dañado bañase sus
llagas con el mismo cocimiento que a otro hubiese sanado, sentirá los
accidentes mismos que sentir suelen los de las serpientes mordidos.
Algunos en las tercianas dan a beber tres hojas o tres granos de la
simiente con vino, y en las cuartanas, cuatro, como cosa que resuelve
los paroxismos. Su raíz se mezcla en las medicinas contra veneno.

CAP. CXXV: DEL GERANIO

El geranio tiene sus hojas como las del anemone, aunque más luen-
gamente hendidas. Su raíz es algún tanto redonda, y dulce cuando se
come, de la cual si se bebe con vino una dracma, resuelve la ventosidad
de la madre. Llaman también algunos a otras yerbas geranium, la cual

tiene que pelear con alguna enemiga serpiente se harta primero de ruda. Solían-
la comer los pintores antiguamente, a menudo, porque aguza mucho la vista.
Plantada la ruda debajo de alguna higuera o injertada en su tronco, crece más
vistosa y más dulce. Tanta amistad se halla entre aquellas dos plantas. Dicen
algunos que tiene la ruda gran fuerza contra los malignos espíritus y contra
las fuerzas de la hechicería.
692 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

produce unas tablicas menudas, vellosas y luengas de pie y medio, las


hojas como la malva y al cabo de sus talluelos, ciertas puntas salidas,
como cabezas de grullas, con sus elevados picos o como colmillos de
perros. Esta no sirve de nada en medicina 6.

CAP. CXLVIII: DE LA MANZANILLA

Hállanse tres especies de manzanilla, diferentes solamente en la flor;


los ramos de cada una de ellas son altos de un palmo, espesos, derra-
mados en muchas alas y poblados· de infinitas hojillas pequeñas y muy
menudicas, encima de los tallos se ven unos cabezuelos verdosos, los
cuales en medio tienen ciertas florecillas de un puro color de oro, y
por toda la redondez que sale hacia afuera, producen unas hojuelas
blancas, amarillas o purpúreas, tamañas como las de la ruda. Nace la
manzanilla en lugares ásperos y cerca de los caminos y cógese por la
primavera. Las raíces, las flores y, en suma, toda la yerba, tienen fuerza
de calentar y de adelgazar. Provocan el menstruo, el parto, la orina y
también la piedra, si se beben o el enfermo se sienta sobre su coci-
miento. Danse a beber contra las ventosidades y contra la ilíaca pasión.
Sanan la ictericia y las enfermedades del hígado, de su cocimiento sale

6 Los griegos llaman a esta planta «geranion» por aquella cabezuela que
hace, semejante a la de la grulla. También la llaman los latinos más modernos
rostrum ciconiae, por el mismo respecto, digo por la semejanza que tiene con
el pico de la cigüeña. Trae aquí dos especies de geranio Dioscórides, la pri-
mera de las cuales, ultra las señas arriba dichas, produce unos tallos rojos y
algún tanto vellosos, las flores purpúreas y aquellos rostros más luengos. Esta,
pues, se llama por las boticas acus pastores y acus muscata por el olor a almiz-
cle que se siente en sus hojas. La segunda tiene las hojas de malva, empero
más blacas y más pequeñas, y el aguja menor que el de aquella primera. Aqueste
se llama «pes columbinus», que es pie de palomo, empero conviene leer a
Serapión diestramente, el intérprete del cual, por ser el verdadero Amonio,
traslada torpemente «pes columbinus». Nacen por la mayor parte en .Jugares
escabrosos. Las hojas y las raíces de todas ellas tienen virtud estíptica y dese-
cativa; la segunda especie, aunque la menosprecia como inútil Dioscórides, es
tenida por excelente para soldar las heridas frescas y para encorar las llagas
antiguas, la raíz en caso de restañar la sangre no da ventaja a ningún otro
remedio en el mundo. Persuádense algunos que el geranio de los latinos es
el myrris de Dioscórides, no mirando que PUnio habló de la una y de la otra
Yerba como de diferentes plantas, aunque algunas veces las confunde.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 693

muy útil fomentación contra las pasiones de la vejiga. Muéstrase entre


todas más eficaz para deshacer la piedra la qu~ siendo mayor que las
otras hace la flor purpúrea y se llama propiamente eranthemon porque
florece en la primavera; la otra, llamada leucanthemon porque tiene
blanca la flor, y la que dicen crysanthemon porque la hace dorada, pro-
vocan más patentemente la orina. Todas ellas aplicadas en forma de
emplasto sanan las fístulas de los lagrimales. Guárdanse las hojas y las
flores molidas las unas y las otras por sí o formando pastillas. La raíz
también se seca para guardarse, y cuando viene la ocasión de usar de
esta planta, conviene alguna vez dar dos partes de las hojas con bien
aguada clarea y una de la flor o de la raíz, y otra vez al contrario,
quiero decir, dos partes de la flor y una de la yerba, doblando a veces la
cantidad a cada cosa de aquestas 7.

CAP. CLIV: DE LA RUBIA

La rubia es una raíz bermeja de la cual usan los tintoreros, hállanse


dos especies de ellas, porque la una es salvaje, y la otra suele sem-
brarse como en Tebaida de Fincia y en Rávena de Italia. Siémbranla entre
los olivos en Caria, así como en la Campaña, y esto no sin algún pro-

7 Tres especies de manzanillas diferentes solamente en la flor nos propone


Dioscórides. La primera de las cuales hace el botón de color de oro, como las
otras dos, empero las hojuelas del cerco blancas, y esta es la manzanilla común,
que sirve al uso ordinario, llamada propiamente 1eucanthemon. La segunda espe-
cie produce así el cerco como el botón amarillo, por donde la viene el nombre
de crysanthemon, quiere decir, flor de oro. La tercera tiene aquellos celos o
pestañas de alrededor purpúreas y particularmente se llama eranthemon, por-
que florece en entrando la primavera. Por la cual tercera especie nos vende
Leonardo Puchsio la real caró1ida (que es el verdadero de1fino buccino) empero
sin fundamento alguno, porque aquesta produce toda la flor purpúrea, con un
cornezuelo que sale de ella, y tiene forma de unos espolonazos del tiempo anti-
gUO, las cuales suelen venderse muy caras a los doctores de Salamanca, de do
vino a llamarse «rittersporn» en lengua tudesca, la cual señal no se halla en
ninguna suerte de manzanilla. Hállase una suerte de manzanilla en la cam-
paña de Roma, la cual no difiere de la ordinaria en las hojas, empero hace
las flores purpúreas y no a manera de cabezuelas, sino como aquellas del «fumo
terrae». Por donde no me he osado allegar a la opinión de algunos varones
doctos en la historia de la herbaria, que tiene a la tal planta por el legítimo
eranthemon, el cual, si miramos las señales que de él publica Dioscórides, debe
694 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

vecho, porque sacan de ella gran interés. Produce los tallos cuadrados~
luengos, ásperos a los del aman hortense, empero mayores, más robustos~
los cuales por ciertos ~urcos alrededor de los nudos son ceñidos de
ciertas hojas a manera de estrellas. Su fruto es redondo, en el prin-
cipio .verde, en el prógreso bermejo, y a la fin, después de madurot-
negro. La raíz es delgada, luenga, bermeja y provocativa de orina, por
donde bebida con aguamiel es útil a la ciática y ala perlesía. Tiene
fuerza de expeler mucha orina, muy gruesa y algunas veces la sangre.
Empero conviene que se bañen cada día los que la beben y que con-
templen la diferencia de lo que por la orina se evacua. Bébense útilmente
las hojas y los tallos, contra las mordeduras de fieras esponzoñadas. Su
simiente bebida con oximel deshace el bazo. Aplicada su raíz por abajo.
atrae la criatura, el menstruo y los pares. Aplicada con vinagre en forma.
de emplasto cura las almorranas s.

LIBRO IV

CAP. VII: DE LA CLAMATIDE

La clamátide nace en terreno vicioso, y va esparciendo por la tierra:


unos sarmientos pequeños de la grosura de un junco. Sus hojas en la
figura y color se parecen a las del laurel, salvo que son muy menores,.
tener por flor un botón amarillo en el medio, y las pestañas del cerco purpu-
radas. Es caliente y seca la manzanilla en el grado segundo y consta de partes-
sutiles, por donde tiene fuerza de resolver, ablandar, abrir y relajar modera-
dísimamente, y así el aceite que se prepara con ella en mitigar el dolor y en
deshacer las hinchazones pequeñas no hay remedio que se le iguale. El polvo·
de su flor aplicado en taleguillos por defuera, y caliente, resuelve súbito las
ventosidades y dolores fríos del estómago y los del costado no verdaderos. En
suma, es la manzanilla excelente y muy familiar remedio contra infinitas enfer-
medades que afligen al cuerpo humano, y por eso les pareció a los sabios varo-
nes de Egipto que debía ser al sol consagrada.
s La rubia o ruvia es muy conocida y vulgar en todas aquellas partes en
las cuales hay tintoreros y principalmente en mi tierra de Segovia, adonde
hacen gran caudal de ella. Nace copiosísimamente en Alemania, en el estado
sienés y en todo el patrimonio de Roma. Cógese por el estío su simiente y
arráncanse un poco después sus raíces la cual es acerba y amarga de suerte-
que desopila y mundifica el bazo y el hígado.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 695

las cuales con sus tallos bebidos en vino, atajan el flujo del vientre y la
disentería. Aplicadas por abajo con leche o aceite ciprino en forma de
cala, mitigan los dolores que afligen a la madre. Majadas, quitan el dolor
de los dientes; socorren a los mordidos de las serpientes, también ma-
jadas y aplicadas sobre las mordeduras. Dícese que bebida con vinagre
esta yerba, es remedio a las mordeduras del áspid. Nace en lugares
grasos y no cultivados.

CAP. XXII: DEL XIPHIO, LLAMADO EN LATIN GLADIOLO

El «xhipio» se llamó así porque sus hojas tienen forma de espadas,


las cuales se parecen mucho a la iride, salvo que son menores, más
angostas, apuntadas en manera de estoque y llenas de nervios. Produce
el tallo de un' codo adornado de ciertas flores purpúreas, distantes unas
de otras tres puestos por gentil ordenanza. Su simiente es redonda.
Tiene dos raíces una sobre otra, como bulbos pequeños, de las cuales
la inferior es pequeña y delgada y la superior más crecida y más llena.
Nace, por la mayor parte, en los campos labrados. La más alta aplicada
con incienso y con vino saca fuera del cuerpo los casquillos y las es-
pinas y si se aplica con aguamiel y con harina de habio, tiene fuerza
de resolver los diviesos, por donde la suelen mezclar con semejantes
emplastos. Puesta en la natura de la mujer, atrae el menstruo. Dícese
que aquesta bebida con vino incita mucho a la lujuria, y que otra, que
está más baja, hace a los hombres estériles. Dícese más, que la superior
seda con agua útilmente a beber a los niños quebrados 1.

1 El gladíolo es una suerte de espadaña terrestre, un poco semejante a la


¡ride, salvo que produce más cortas y más estrechas las hojas. Nace común-
mente esta entre los trigos, aunque Plinio dice que crece en lugares acuáticos,
el cual sin duda entendió por el gladíolo nuestra crecida espadaña o el ácaro
vulgar de los boticarios. La raíz del gladíolo es atractiva, resolutiva y dese-
cativa. Majada con vinagre, y puesta en forma de emplasto, resuelve las dure-
zas del bazo. Cúbrese la raíz del gladíolo de una cabezuela o cáscara roja, la
cual quitada se descubren dos raicejas, asentadas la una sobre la otra, de las
cuales la inferior suele ser muy pequeña y marchita, en la planta ya crecida
y muy grande, empero mayor y más llena de zumo que la superior.
696 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

CAP. XXXII: DE LA GRANZA

La granza extiende unos ramillos por tierra divididos de trecho en


trecho por ciertos nudos o coyunturas, y hace muchas raíces débiles y
también compartidas por nudos. Sus hojas son duras, puntiagudas, an-
chas y semejantes a las de la caña pequeña, de las cuales se mantienen
los bueyes y todo el otro ganado. Majada su raíz y aplicada en forma de
emplasto, suelda las frescas heridas; su cocimiento, bebido, cura los
tortijones del vientre, la disentería y las dificultades de orina; además
de esto, desmenuza las piedras y sana las llagas de la vejiga.

CAP. XXXVIII: DE LA ZARZA

La zarza es conocida de todos, aprieta, deseca y ennegrece el cabe-


llo. El cocimiento de sus tallos, bebido, restriñe el vientre y el menstruo
y es remedio saludable contra las mordeduras de la serpiente llamada
prester. Sus hoJas, majadas, tienen fuerza para fortificar las encías, de
atajar las llagas que van cundiendo y las que en la boca se engendran.
Aplicadas en forma de emplasto sanan las llagas manánticas de la
cabeza, reprimen los ojos salidos y curan las almorranas endurecidas
y el flujo de ellas. Aplícase también últimamente contra las flaquezas
del estómago y contra los· dolores cardíacos. El zumo exprimido de sus
hojas y de sus tallos, y después de espesado al sol, tiene mayor eficacia
para todas las cosas dichas. El zumo de las zarzamoras perfectamente
maduras es útil para hacer gargarismos. Comidas las medianamente ma-
duras restriñen el vientre; lo mismo hacen sus flores bebidas con vino.

CAP. XLII: DEL EUPATORIO

El eupatorio es una yerba ramosa, la cual produce un tallo solamente


y este sutil, derecho, leñoso, negreante, velloso y alto de un codo o
algún tanto mayor. Sus hojas son por ciertos trechos en cinco partes
o en más hendidas y semejantes a las del cáñamo, las cuales también ne-
grean y son aserradas por toda la redondez. Desde el medio tallo para
arriba comienza a nacer su simiente, algún tanto vellosa y hacia abajo
inclinada, la cual después de seca se atenaza a las ropas tenacísima-
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 697

~ente. Sus hojas majadas con unto de puerco, y después aplicadas,


curan aquellas llagas que con dificultades se encarnan. La simiente o
toda la yerba bebida con vino, sirve a las enfermedades del hígado y a
la disentería y socorre a los mordidos de alguna serpiente. Llaman al-
gunos argemone a esta planta, en 10 cual se engañaron, visto que el
argemone es otra cosa como ya declararemos 2.

CAP. XLIX: DE LA GRANA DE TINTOREROS

La grana de tintoreros es una mata pequeña y ramosa a la cual están


apegados unos granos como lentejuelas. Es perfectísima la de Galatia y
Armenia, después la de Asia y Sicilia, la última de todas en razón es
la que crece en España. La virtud de la grana es estíptica. Majada con
vinagre y aplicada en forma de emplasto, es útil a las heridas recientes

2 Viví mucho tiempo engañado teniendo por el eupatorio de Diosc6rides


aquella yerba vulgar alta de tres codos, que nace por los despeñaderos y
arroyos, y produce un solo tallo, leñoso vellojo y algún tanto bermejo, las
hojas muy semejantes a las del cáñamo y muy amargas, y las flores en lo alto
del tallo, teñidas de un claro morado y como las del orégano, las cuales a
la fin se resuelven en flecos, la cual dado que no sea el eupatorio que se pinta
en el presente capítulo, todavía me persuado que es el que nos propuso Avicena
y que en abrir las opilaciones de todos los internos miembros, disolver el agua
de los hidrópicos por la orina y deshacer la piedra (como tengo conocido por
la experiencia) deja muy atrás a la llamada agrimonia, eupatorio verísimo de los
griegos. Es diverso de aquellos segundos el eupatorio de Mesul, porque produ-
ce de una raíz muchos tallos, las hojas como las de la centaurea menor y las
flores amarillas y encima de los tallos amontonadas en forma de una copa
redonda, como las del elichrysa, por donde la tengo por el agerato. Llaman
a aquesta en algunas partes de Italia herba julia, y hállase en su infusi6n o
cocimiento una eficacia grande para matar las lombrices. Tornando, pues, a
Dioscórides, digamos con todos los simplicistas doctos de nuestros tiempos,
que la llamada comúnmente agrimonia es el verdadero eupatorio, atento a que
aunque algunas veces produce dos o tres tallos, todavía por la mayor parte hace
uno solo y tiene todas las otras dotes que al eupatorio aquí se atribuyen, salvo
que en las hojas no es tan semejante al cáñamo, como aquel otro eupatorio que
arriba está declarado. Por donde algunos sospechan que este texto está depra-
vado y que quiso en él tratar de dos suertes de eupatorio Dioscórides, conviene
a saber, del susodicho y del agrimonia. Llámase eupatorio esta planta por haber
sido hallada por el rey Eupato. Llámase también hepatorium porque es saluda-
ble remedio para todas las enfermedades del hígado, llamado hepar en griego.
I
698 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

y a los nervios cortados. Nacen también sobre los robles en Sicilia


unos granos, tamaños como caracolitos pequeños, los cuales suelen las.
mujeres de aquellas partes coger con la boca, y llámanlos gratcia 3.

CAP. LIII: DEL JUNCO

Tenemos dos especies de juncos, de las cuales una tiene por sobre-
nombre lisa y la otra aguda, porque hace al cabo una punta, de las
cuales se hallan otras dos diferencias, conviene a saber, una estéril y
otra que produce cierta simiente negra y redonda y tiene las cañas muy
gruesas y más carnosas. Hállase otra tercera especie llamada holoschoeno,.
la cual es muy más carnosa y más áspera que las dos sobredichas y
produce un fruto en la cumbre del tallo semejante al que atribuimos a la
segunda. Tostada la simiente de entrambas y cocida con vino aguad-o,

3 Confunde aquí la grana Dioscórides con la planta que la produce, la cual


es una especie de aquella encinilla que llamamos en Castilla coscoja. Por la
grana entiendo ciertos granos pequeños y colorados, que tamaños como ma-
juelas se hallan apegados a la corteza de aquella planta y se cogen en la prima-
vera. Dentro de estos granos se engendran ciertos gusanicos menudos, bermejos
como la purísima sangre y en extremo grado aromáticos (por cuya causa Plinio
a esta grana de tintoreros llama scolecia, que es 10 mismo que vermicular, los
cuales gusanos en siendo ya creciditos, se salen de dicha simiente (que suele
estar extendida en tierra) y en muchedumbre admirable se suben por las pare-
des vecinas, de donde con pies de liebres los barren los que suelen tratar con
ellos. Los cuales en habiendo acumulado gran copia de dichos gusanicos, los
rocían ,ton vino blanco muy excelente, yen este modo ahogados, hacen de
ellos unas papillas, que después de secas se muelen, y se vuelven en aquel tan
estimado polvo de grana para teñir las sedas y hacerlas escarlatas. Llámase
aquel gusanillo que se éngendra dentro de la grana kermes en lengua arábiga,
de donde vino luego a ser llamado carmesí toda suerte de seda que con su
polvo teñida fuere. Así el polvo del gusano, como la grana misma molida tiene
virtud estíptica y desecativa sin alguna mordacidad, por donde es extremada-
mente útil para soldar las frescas heridas y restriñir cualquier flujo de sangre.
Dase a sorber en un huevo media dracma de polvo, con otra media de incienso
a las que incurren en peligro de mal parir, porque confirma y establece la
criatura en el vientre. Así aplicada por defuera sobre la tetilla izquierda con
agua de azahar, como batido con vino, el polvo de la grana conforta el corazón
y la virtud vital, despierta los sentidos y es único remedio contra la pesti-
lencia, las aflicciones, tristezas y congojas del corazón.
DIOSCORIDES.--MATERIA MEDICA 699

'!estriñe el vientre y el flujo rojo de las mujeres, además de esto provoca


la orina y engendra dolor de cabeza. Las hojas tiernas que están cerca
de la raíz, aplicadas en forma de emplasto, socorren a los mordidos de
.algún falangio. La simiente del junco etiópico es provocativa del sueño.
Empero conviene mirar bien la cantidad que de ella a beber se diese,
porque hace dormir demasiado 4.

CAP. LIX: DEL CRISANTEMO

El crisantemo, llamado de algunos «calta» y de otros «ruphthalmo»,


-es una yerba tierna y ramosa que produce unos tallos lisos y las hojas
variamente hendidas. Sus flores son amarillas, en extremo resplande-
,cientes y redondas en forma de un ojo, de donde le nació aquel nombre.
Crece en torno ·de las ciudades. Cómense sus tallos como los de otra
hortaliza. Las flores majadas con cera, resuelven (según es fama) todas
aquellas llagas de las cuales suele manar un licor como grasa. Restitu-
yen a los ictéricos, por un espacio de tiempo, su natural color, si des-
pués de haber estado mucho en el baño, se los dan a beber cuando ya
salen de él s.

4 Del junco, llamado «schoenosll en griego, se hallan tres diferencias, la


una de las cuales crece siempre en las aguas, y en latín se dice marascus. Esta
es aquella tercera especie que llama «holoschoeno» Dioscórides, sin compara-
ción más gruesa que todas las otras que hace encima del tallo una como maza o
bohordo. Su meollo de esta es tan blanco, que sirve de mecha de algodón en
las lámparas. La segunda diferencia, llamada «oxischeoenos» en griego, comprende
<los suertes: quiero decir el macho, que es estéril, y la hembra, que produce
<cierta simiente negra. Por la tercera especie, la cual es primera en Dioscórides,
'yo no entiendo otra cosa sino el junco llamado de los latinos scirpo, el cual
carece de nudos, de do nació aquel proverbio común, contra los que ponen
muchas dudas y escrúpulos en las cosas más claras: Tú en el junco andas bus-
'cando nudos, que es 10 mismo que si dijéramos vas buscando cinco pies al
'carnero. Es un linaje por sí aquel del tercero diferente a todos los otros y
Consta de unas partes terrenas, las cuales ligeramente son frías, y de otras
acuosas templadamente calientes.
5 Persuádense algunos que aqueste capítulo no puede ser de Diosc6rides,
teniendo por cierto que el crisantemo aquí descrito y el buphtholmo tratado
en el libro III sean una planta misma, los cuales conocerán que se engañan si
mirasen que el verdadero buphtholmo hace las hojas muy menuditas, como
las del hinojo, y el crisantemo que aquí se pinta variamente hendidas, para 10
700 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. LXI: DE LA VERBENA

Nace la verbena en lugares acuosos y llámase por otro nombre


«peristereon», porque las palomas gustan de frecuentar por donde ella
se halla. Crece de la altura de un palmo y algunas veces mayor, sus
hojas nacen del mismo tallo y son hendidas y blanquísimas. Por la
mayor parte consta de un solo tallo y de una sola raíz. Créese que sus
hojas, majadas y aplicadas con aceite rosado o con enjundia de puerco
fresca, quitan el dolor de la madre. Aplicándose con vinagre atajan el
fuego de San Antón y reprimen las llagas llenas de corruptela. Mezcla-
das con miel sueldan las heridas recientes, y las antiguas encaran.

CAP. LXIV: DEL JACINTO

El jacinto produce las hojas como aquellas del bulbo, el tallo de un


codo liso, verde y más delgado que el dedo meñique, la cima corcovada
hacia tierra y poblada de muchas flores purpúreas y la raíz semejante
al bulbo, la cual aplicada con vino blanco sobre la vejiga de los niños
(según se cree) hace que no les nazcan los pelos. Bebida, restriñe el
vientre, provoca la orina y socorre a los mordidos de los falangios. Su
simiente, por ser mucho más estíptica, es útil a los flujos estomacales Y"
bebida con vino suele repurgar la ictericia 6.

cual se requiere ser &in comparación mucho más anchas. Demás de esto, los
tallos del presente crisantemo son tiernos y se comen como la otra hortaliza,
lo cual en ninguna manera cuadra al verdadero buphtholmo. De suerte que no
debemos dudar, sino tener por averiguado, que son diferentes plantas. Produce
el crisantemo entre las otras señales unas hojas hendidas como las de la oruga.
Su facultad es caliente y seco y no muy discrepante de la llamada buphtholmo.
6 El jacinto que aquí nos pinta Dioscórides no es aquel tan celebrado de
los poetas como nacido de la sangre de Aiace, el cual tiene estampado las dos
primeras letras de su nombre en las hojas, porque el jacinto poético hace una
sola flor muy bermeja, y en su figura semejante a aquellas del lirio, por donde
algunos entendieron que es la iride, y este que nos pinta Dioscórides produce
muchas juntas todas ellas voladas. Demás de esto que dice :pausanias, autor
gravísimo, que la flor nacida de la sangre de Aiace no es el verdadero jacinto,
aunque se le parece en las letras. Hállase este jacinto legítimo entre las ceba-
das y los trigos con las señales mismas que le atribuye Dioscórides. Florece
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 701

CAP. LXXVII: DE LA MANDRAGORA

De la mandrágora, llamada por unos «antimalo» y por otros ((cir-


cea», porque su raíz parece útil a los hechizos, se hallan dos diferencias,
conviene a saber: una, negra, es la hembra y tiene tridatus por nombre.
Esta produce pequeñas y más angostas que la lechuga sus hojas y de
hediondo y muy grave olor, demás de esto derramadas por tierra y
entre ellas ciertas manzanas como las del serbal amarillas y suavemente
olorosas, en las cuales se encierra una semilla semejante a la de la
pera. Tiene dos o tres raíces bien grandes, entre sí complidas, negras
por defuera, por de dentro blancas y cubiertas de una gruesa corteza.
Carece de tallo esta planta. Otra se halla blanca y dícese el macho, aun-
que algunos le llaman morion. Sus hojas son grandes, blancas, anchas y
lisas, como aquellas de las acelgas. Hace manzanas el doble mayores que
las de la hembra, amarillas como azafrán y con alguna pesadumbre olo-
rosas, con las cuales suelen los pastores adormecerse cada vez que las
comen. Socorre el zumo de la raíz verde majada y puesta en la prensa,
el.cual después de espesado al sol se tiene que guardar en un vaso de
tierra cocida. Móndanse sus raíces y enhiladas sus cortezas se cuel-
gan, para usar de ellas. Algunos cuecen sus raíces con vino hasta que
reste la tercia parte y después cuelan el cocimiento y le guardan, del
cual acostumbran dar un dato a los que no pueden dormir o padecen
algun dolor y a los que quieren cortar y cauterizar para que no sientan
el tormento. Bebidos de su licor dos óbolos con clarea, purga por arriba
la flema y la melancolía, como el eléboro, empero si se bebe en mayor
cantidad es mortífero. Dicen que la raíz cociéndose con el marfil tres
horas le ablanda y le hace de tal modo tratable, que recibirá cualquier
forma que se le diese. Sus hojas tiernas aplicadas con polenta en forma
de emplasto, son útiles a las inflamaciones que en los ojos y en las lla-
gas se engendran. Demás de esto resuelven los diviesos, los apostemas

ala fin de marzo y hasta la mitad de abril juntamente con las violetas. Su
raíz deseca en el grado primero y en el segundo resfría, la simiente es recia
en el tercer grado y entre calor y frío es templada. Acuérdome que el Ruelio
me mostró en París cierta planta una vez la cual sin falta exprimía todas las
señales y condiciones del jacinto poético. Porque ultra que tenía forma de
lirio pequeño, veíanse también a las claras estas letras griegas A. I. en sus
hojas, cuando se juntaban y besaban unas con otras.
702 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

y los lamparones y lobanillos si en cinco o seis días se friegan blanda-


mente con ellas y deshacen las señales sin dejar llaga. Guárdense en
adobo las hojas para los mismos efectos. La raíz majada con vinagre cura
el fuego de San Antón, y con miel y aceite, las heridas de las serpientes.
Hácese una especie de vino sin cocimiento de la corteza de la raíz de
aquesta manera. Echase tres minas de ella en un caldo de vino dulce,
del cual conviene dar a beber tres datos a los que queremos cortar o
cauterizar, porque no sentirán dolor a causa de un grave sueño y esta-
rán como pasmados o adormecidos. Las manzanas comidas u olidas ha-
cen dormir y también el zumo sacado de ellas. Empero los que demasia-
damente las comen vienen a enmudecer. Bebida la simiente de estas
manzanas purga la madre, y aplicada por abajo con aceite y vino res-
triñe el menstruo. Sácase un zumo de la raíz sajada en diversas· maneras,
y cógese lo que de ella se destila en un vaso cóncavo, aunque el zumo
es de más eficacia que la tal lágrima. Refiérese que bebida una dracma
de ella o comida con polenta en forma de torta o de otra cualquier vian-
da, priva de la razón al hombre, porque en aquesta misma postura se
queda dormido y privado de sentidos por tres horas o cuatro en la cual
10 hubiera tragado. Usan de ella los médicos cuando quieren cortar o cau-
terizar algún miembro. Dícese que bebida esta raíz con el solano furioso
es medicina contra veneno 7.

7Pitágoras llamó ({antropomorfon» a la mandrágora, que significa figura


humana, por cuanto su raíz consta de dos piernas semejantes a las del hombre,
aunque no contentos muchos burladores con esto, quieren persuadir de que
se nos parece en todos los otros miembros, y así, para engañar al pueblo igno-
rante y crédulo, suelen en la raíz de la caña o en aquella de la bryonia escul-
pir o entallar todas las partes del hombre, injiriendo ciertos granillos de trigo
en aquellos lugares del cuerpo en los que quieren que nazcan yerbas en vez
de cabellos o pelos. Formadas, pues, las dichas raíces con este fraudulento arti-
ficio, las meten debajo de tierra, hasta que les crece la barba y cobren otra
nueva corteza, y entonces las sacan como cosa monstruosa, y las venden por
cuanto quieren para hacer hijos a ciertas mujercillas estériles, que mueren por
empreñarse. Difieren Dioscórides y Teofrasto en la descripción de esta planta,
porque aquel las hace viudas de tallos y aqueste se les concede, salvo si no
queremos decir que Teofrasto entendió de otro género de mandrágora. Plántase
en muchos jardines de Roma el macho y crece pocas veces con tallo. Tiene
facultad la mandrágora de resfriar en· el grado tercero. La corteza de la raíz
no solamente resfría, sino también deseca, cuyo corazón es reputado inútil. Las
manzanas son muy provocativas de sueño.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 703

CAP. LXXVIII: DEL ACONITO

El acónito, llamado de unos «cammaro» , de otros «phelyphano») y de


otros, finalmente, «myonectono», produce tres o cuatro hojas como las
del cyelamino, empero menores y algún tanto espesas. Su tallo es corto
de un palmo y la raíz se parece a la cola de un escorpión y reluce como
el alabastro. Dícese que tocados los escorpiones con ella, se pasman lue-
go, empero se tornan en sí poniéndoles el eléboro encima. Mézclase con
las medicinas oculares que mitigan dolor. Mata las panteras, los puercos,
los lobos y todas las otras fieras, envuelta y dada a comer con las carnes.

CAP. LXXX: DE LA CICUTA

La cicuta produce un tallo como aquel del hinojo, dividido por canu-
tillos, y grande; y las hojas como las de la férula, empero más angostas
y hediondas. De lo alto del tallo salen unas varillas y ciertas copas enci-
ma de ellas coronadas de una flor blanquísima, y la raíz es vacía y no pro-
funda dentro de tierra. Es también la cicuta uno de los venenos mortífe-
ro~ que resfriando matan. Mas remédiase su daño con vino puro. Sácase
el zumo de las semillas, ciertas manzanas exprimiéndolas antes que las
hojillas y las semillas se sequen, y después de recogido se espesa al sol
y se hacen pastillas, porque así seco sirve para muchas cosas en medicina.
Mézc1ase útilmente con los colirios que mitigan el dolor, y aplicado en
fdrma de emplasto sana las llagas que van cundiendo y el fuego de San
Antón. Toda la yerba majada y aplicada a los compañones, reprime las
poluciones nocturnas y relaja el miembro viril estirado, demás de esto
amata el furor y el hervor de la leche, hace que. no crezcan las tetas de
las doncellas y consume los testículos de los niños, aplicada a cada una
de, aquellas partes. Tiénense por eficacísimas la megaria, la ática, la de
ChÍo y la de Sicilia 8.

8 Así como fue muy nombrado y aún se recuerda con grandísimo vituperio a
Heróstrato por aquella señalada maldad y tacañería que hizo, en quemar el tem-
plo tan célebre de la efesia Diana, ni más ni menos extendió la cicuta su triste
nombre por el mundo universo, por razón de los homicidios sin cuento de
los que su triste zumo fue la causa. Esta es aquella mortífera planta con el
zumo de la cual dieron muerte los atenienses al virtuosísimo y sapientísimo
704 CIENTIFICOS GRIEGOS.~TOMO II

CAP. LXXXIV: DE LOS HONGOS

De los hongos se hacen dos diferencias, que son: buenos para comer
o en extremo mortíferos. Suelen hacerse venenosos por muchas causas,
conviene a saber, si nacen cerca de algunos claros llenos de herrumbre o
de paños podridos o de algunas cuevas de emponzoñadas serpientes o de
árboles que potencialmente producen frutos dañosos. Porque estos tales
tienen cierta viscosidad en sí congelada y en dejándolos un poco luego
que son arrancados de tierra se corrompen y pudren. Los que no tienen
infección de veneno son sabrosos de gusto comidos en los potajes, aunque
también estos, si se comen en gran cantidad, suelen ser muy dañosos, por-
que se digieren difícilmente y ahogan o engendran aquella suerte de en-
fermedad que se dice cólera. Empero quitados todos estos inconvenien-
tes, dan los hongos mantenimiento al cuerpo, pero digiérense con difi-
cultad y así por la mayor parte se suelen echar enteros por cámara 9.

Sócrates. Esta el último suplicio que en aquella República se solía ejecutar


contra los malhechores en los capitales delitos. Hállase la cicuta copiosamente
por todas partes y es planta de todos muy conocida, porque crece en los alre-
dedores de las ciudades (esperando, según yo pienso, si hay alguno a quien
ejecutar) y los niños, cuando está seca, juegan a las cañas el verano con ella.
Tiene también fuerza de congelar la sangre sus hojas, que paciéndo1as los asnos,
de tal suerte se quedan yertos, que alguna vez los desuellan, pensando que
sean ya difuntos, aunque después despiertan y resucitan a causa del gran dolor,
ya medio desollados los cuitadillos, y esto con grandísima risa y admiración
de los ganapanes que los quitan el cuero. Puédese remediar el daño de la
cicuta si acudimos antes que al corazón quite su fuerza, porque en habiendo
hasta él llegado, «requiescat in pace». Dában1a los atenienses con vino y des-
pués de bebida mandaban al condenado que hiciese algunos paseos, para que
se distribuyese por los miembros vitales más presto. Mantiénense de la cicuta
los estorninos, porque tienen tan angostas las venas, que no pudiendo penetrar
por ellas se disgrega, corrige y hace muy familiar. Mas a los hombres para las
causas contrarias, quiero decir para su distribución, es acelerado veneno,
aunque Galeno refiere que cierta viejecilla ateniense comenzando de cantidad
muy pequeña y acrecentándola de cada día un poquito, de tal manera se acos-
tumbró a comer cicuta, que a la fin vino a mantenerse de ella y a comerla en
grande abundancia, tanto puede la costumbre y la hambre. Es fría la cicuta
en extremo grado.
9 Dijo Porfirio que los hongos y algunas turmas de la tierra eran hijos de
los dioses, y esto porque nacían sin simiente, como solemos decir que son
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 705

CAP. LXXXV: DEL COLQUICO

El cólquico, al cual unos llaman «(efemeró)) y otros «bulbo salvaje)),


produce a la fin del otoño una flor blanquecina y semejante a las que
nacen del azafrán. Desde allí adelante hace ciertas hojas que se parecen a las
del bulbo, sobre que son más grasas, y el tallo alto de un palmo, sobre
el cual nace una simiente roja, su raíz tiene la corteza teñida de un negro
bermejeante, de la cual desnuda se muestra, blanca, dulce y de cierto
licor preñada. Tiene la cebolla de aquesta planta en medio de sí una
hendidura por la cual suele salir la flor. Nace espontáneamente en Mesina
y en Colchos. Comida la dicha raíz, ahogando, mata, como los hongos.
Quisímosla aquí pintar para que no la coman algunos por ignorancia, en
lugar del bulbo, porque a causa de su grato sabor se comerán las manos
tras ella los que no la conocen. Rehácense todos sus daños con los reme-
dios apropiados para el hongo y con la leche vacuna bebida, la cual ha-
llándose a mano dejaremos de buscar otra medicina.

hijos de la tierra todos aquellos cuyo padre y madre se desconocen. Hace aquí
solamente dos distinciones de hongos Dioscórides, aunque de la una y de la
otra de ellos se hacen mil divisiones a cada paso. Todos los hongos con su
cantidad, quiero decir comidos copiosamente, despachan, aunque no sean de
natura maléfica. Porque como constan de una materia esponjosa y muy rala,
embebiendo en sus poros todos los humores del vientre, se hinchan a manera
de esponjas, por donde no pudiendo ir atrás ni adelante, con su bulto com-
primen los pulmones y ahogan. Algunos aunque solamente se coman son por
su naturaleza inortíferos y estos son los que crecen cerca de alguna planta
maligna. Tiénense por malignos aquellos que después de cortados se vuelven
de mil colores. Tiénense también por sospechosos aquellos que cuanto más se
cuecen más duros se tornan. Están en reputación y crédito los hongos que
crecen encima de algunos árboles, por parecer que no participan de la putre-
facción de la tierra. Empero los más saludables o por mej or decir los menos
dañosos de todos a mi contemplación, son aquellos muy olorosos y enjutos,
blancos por arriba, negros por abajo, pequeños y apañadicos que nacen por
abril en los prados con las primeras aguas, llamados en lengua griega boletos.
Hácense en el reino de Nápoles ciertas piedras, las cuales medianamente sepul-
tadas y después regadas con agua tibia, en espacio de cuatro días producen
unos hongos sabrosos, para el cual efecto se guarda. Críase tainbién una especie
de hongos de los cuales se hace perfectísima yesca, y otra que a los barberos
sirve, en lugar de esponja, para quitar la caspa.
706 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 1I

CAP. CXIII: DEL LOTO

El loto salvaje, llamado menor trifolio, nace abundantemente en Li-


bia y produce de dos codos el tallo, aunque algunas veces mayor, y despa-
rramado con muchas alas. Hace las hojas como aquellas del loto o del tri-
folio pratense, y la simiente semejante a la del alholuas, empero mucho
mayor y medicinal al gusto. Tiene virtud de calentar y de restreñir mode-
radamente. Aplicado con miel, quita las manchas del rostro y las quema-
duras del sol. Majado y bebido por sí o con simiente de malvas en vino
común o en paso, es útil contra los dolores de la vejiga l0.

CAP. CXLVIII: DEL LAUREL ALEJANDRINO

El laurel alejandrino produce las hojas semejantes a las del rusco,


aunque mayores, más tiernas y más blanquecinas; y el fruto de en medio
de cada hoja, el cual es rojo y tamaño como un garbanzo. Sus ramas se
extienden por tierra y son luengas de un palmo o algo mayores, su raíz se
parece a la misma del rusco, salvo que es mayor, más tierna y más olo-
rosa. Nace en montuosos lugares. Bebida seis días de su raíz con un cíato
de vino dulce, facilita los trabajosos partos, sana el estilicidio de orina y
hace orinar sangre 11.

CAP. CLXXII: DEL NARCISO

El narciso, llamado de algunos lirio, ni más ni menos que el libio. hace


las hojas como aquellas del puerro, menudas y mucho más pequeñas y
más angostas. Su tallo es vacío, desnudo de hojas, y más alto de un palmo,
10 El loto doméstico, cuanto puedo juzgar, no es otra cosa sino el trifolio
odorífico, que se dice en castellano «trébo1», y por el salvaje entiendo esa
planta que doy pintada con las hojas del trifolio pratense y con todas las otras
partes que en la salvaje encontró Dioscórides. Es el loto doméstico mediana-
mente resolutivo, desecativo y entre frío y caliente templado. La simiente del
salvaje es caliente en el grado segundo y tiene algo de abstersivo.
11 El laurel alejandrino difiere del hipogloso porque no produce de sus prin-
cipales hojas otras lengüetas u hojuelas. Se parece infinito al rusco no solo
en sus hojas, empero también en el fruto que nace en medio de ellas. Es el
DIOSCORlDES~-MATERIA MEDICA 707

encima del cual se muestra una flor blanca. El fruto luengo, negro y como
envuelto en un velo. Nace el perfectísimo narciso en los montes y da de
sí un suave olor, todos los demás tienen olor como de puerro. Su raíz
cocida, o se coma o se beba, provoca vómito. Majada con miel, es útil a
las quemaduras de fuego. Aplicada en forma de emplasto, suelda los ner-
vios cortados. Deshecha con miel y puesta, sirve a los tobillos desencaja-
dos y a mitigar los dolores de las junturas. Incorporada con simiente
de ortigas y con vinagre, extirpa las quemaduras del sol. Con yerbas y miel
purifica las llagas sucias, y rompe los apostemas que de madurar son difí-
ciles. Aplicada en forma de emplasto con harina de lalío, con aceite ro-
sado y la miel, saca espinas hincadas en cualquier parte del cuerpo 12.

CAP. CLXXVII: DE LA PLANTA LLAMADA APIOS

La planta llamada apios produce dos o tres varillas a manera de jun-


cos delgados, bermejos y alzados poco de tierra. Sus hojas son como las
de la ruda, empero más luengas, más angostas y de color muy verde. La
simiente menuda, la raíz como aquella del asfódelo, la cual se parece a
una pera, salvo que es más redonda y muy llena de zumo. La corteza con
que se viste por defuera es negra y por de dentro blanca. Tomada la par-
te alta de la dicha raíz purga la cólera y la flema por vómito, así como
la inferíor por cámara. Empero tomada la raíz toda, purga por ambas par-
tes. Si queremos sacar el zumo de la raíz, después de majada se echa

laurel alejandrino evidentemente caliente, agudo y amargo al gusto, por donde


no nos debemos maravillar si provoca la orina y el menstruo.
12 Fingen los poetas que el narciso naci6 de un mancebo muy necio, el
cual se enamor6 de su propia sombra, y a la fin fue convertido en la flor de
su mismo nombre, la cual mentira se rearguye en la autoridad de Pánfilo, es-
critor antiquísimo que refiere haber sido tomada de Plut6n Proserpina cogiendo
narcisos, muchos años antes que el poético Narciso en el mundo fuese, por
donde será más sano decir que se llam6 aquella planta narciso de «narceJ,
que en griego significa un cierto endormecimiento, por cuanto bebida embota
los sentidos y agrava las partes del cuerpo. Es el narciso muy semejante al
lirio, y aun por mejor decir casi del mismo linaje, por donde mereci6 el mismo
nombre. Plinio describe del narciso dos diferencias, conviene a saber: una que
hace purpúreas las flores y otra que las produce de un verde claro teñidas.
Hállase dentro del castillo de Sant'Angelo en Roma esta diferencia que damos
pintada, la cual se allega mucho a la historia que de ella escribe Diosc6rides.
70S CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

en una vasija con agua y se menea reciamente; hecho esto, coge con una
pluma el licor que nadase encima y sécale, porque bebido de un óbolo y
medio purga por ambas partes.

CAP. CLXXXV: DEL HELECHO

El helecho macho produce de un solo pezón sus hojas, sin tallo, sin
flor y sin fruto, luengas de un codo, profundamente hendidas, dispersadas
en forma de alas y algún tanto graves al olor. Extiéndese por el haz de
la tierra su raíz negra y longüeta, de la cual nacen muchas hojuelas algún
tanto austeras al gusto. Nace el helecho por los montes y pedregales.
Tomadas con aguamiel cuatro dracmas de su raíz, extermina las lombrices
anchuelas, aunque obraran mejor si se dieren con otros óbolos de escamo-
nea o eléboro negro. Empero los que hubieren de tomar esto conviene que
coman ajos primero. Sirve también la raíz bebida contra las hinchazones
del bazo, y aplicada con unto en forma de emplasto, es remedio contra las
heridas hechas con saltos de caña, lo cual se colige de aquesto, que el
helecho que tiene alrededor de sí muchas cañas plantadas, perece presto,
y por el consiguiente se consumen y secan presto las cañas rodeadas de
muchas plantas de helechos.

CAP. CXC: DE LA MERCURIAL

La mercurial produce las hojas como aquellas de la albahaca y seme-


jantes a la de la parietaria, empero menores. Sus ramos son ceñidos de
ciertos nudos doblados y espárcense en muchas alas. La hembra produce
copioso fruto y a manera de racimillos, mas el macho lo hace junto a las
hojas, pequeño, redondo y como dos compañones apegados uno contra
otro. Es planta de altura de un palmo o algo mayor, la una y la otra
especie guisadas con hortaliza y comidas relajan el vientre. Cuécense en
el agua y después dase a beber su caldo, para purgar la cólera y los hu-
mores acuosos. Las hojas de la hembra, según parece, majadas, bebidas o
aplicadas a la natura de la mujer, después de su natural purgación, ha-
cen que se conciba hembra, y las del macho administradas de la misma
manera son causa de que se engendre varón 13.
13 La mercurial se llama así por haber sido hallada del dios Mercurio, y
después comunicada a los hombres. Se divide en macho y hembra. produce
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 709

LIBRO V

CAP. 1: DE LA VID

Las hojas de la vid, majadas con sus pámpanos, mitigan el dolor de


cabeza, y aplicadas con polenta templan la inflamación y el ardor de es-
tómago. El zumo de ellas bebido sirve a los disentéricos, a los que escu-
pen sangre y a los flacos de estómago y a las preñadas antojadizas que
desean cosas extravagantes. Sirve a los mismos efectos, bebida, el agua
en la que hubieran estado a remojo sus pámpanos. Las lágrimas que la
vid destila a manera de goma sobre los troncos, bebida con vino detiene
la piedra y aplicada por defuera sana los empeines, las asperezas del cue-
ro y la sarna, -empero conviene fregar primero con nitro las partes. La
misma siendo aplicada con aceite, a menudo, hace caer los pelos y en la
que lloran los sarmientos, después de untadas, las verrugas se caen. Las
cenizas de los sarmientos y del orujo, aplicadas con vinagre, sanan las ve-
rrugas gruesas y las excrecencias del sieso, después que fueran cortadas,
y es útil a los miembros desconcertados y a la mordedura de las víboras.

el macho los granos de su simiente dos a dos hermanados, por todos los inter-
medios del tallo, quiero decir asidos en aquel ángulo que hacen el tallo y el
ramillo que de él procede. Mas el fruto de la hembra comúnmente se ve salir
por las extremidades de cada tallo. Son muy conocidos en Castilla y ordinarios
y familiares al uso, si no dígalo aquella Clara, famosa clistelera de Salamanca,
que solía en mi tiempo tener siempre llenas dos o tres tinajas de caldo de
acelgas y mercuriales, aguzado con sal y orines, del cual expedía cada día
cien mil ayudas con que enjugaba los infelices vientres de aquellos pupilos in-
fortunados, que jamás se vieron llenos sino de viandas pestilenciales. Suélense
cocer con el caldo más graso de la olla los mercuriales, y después darse a
beber una hora antes del parto del lúbrico brodio de ellos, el cual relaja admi-
rablemente a los restreñidos y a las veces basta él solo a mover y a purgar
los que con escamonea no pueden ser curados. Tienen fuerza tanta los mercu-
riales aplicados por defuera en forma de emplasto de resolver las inflamaciones
y molificar los apostemas duros del recto. Si 10 añadido a la fin de este capítulo
fuese cierto no nacería jamás hija en el mundo, según las desventuradas son de
todos aborrecidas, por el peligro y costa que traen juntamente consigo, y así
presto perecería el linaje humano.
710 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Aplicada con aceite rosado, con ruda o con vinagre, sirve contra las lll-
flamaciones del bazo l.
1 Teniendo la intención Dioscórides de tratar en el presente libro de todas
las especies de vinos y diferencias de minerales, comenzó de la vid ordinaria,
la cual no sé si en beneficio nuestro o en gran detrimento y engaño, fue trans-
puesta y cultivada de los mortales. Porque si ponemos en una justa balanza
todos los inconvenientes y males que consigo acarrea el vino, y en otro los
provechos que de él se sacan, sin duda conoceremos ser aquellos mucho más
graves y perniciosos que aquestos útiles al linaje humano, y así vemos. que
el Conductor del mundo, conociendo sernas más dañosa que necesaria nos
escondió la vid, pero al fin, como quisiera halagar y complacer a sus halagüe-
ñas criaturas, quiso manifestársela a Noé, el cual, primero que otro ninguno,
coménzó luego a sentir sus graves inconvenientes y muestra de 10 que suele
acontecer a los hombres por tomar demasiado licor de la cepa. Por donde
si queremos ser justos jueces hallaremos que no tuvieron pequeña razón los
escitas de matar muy ásperamente al primero que les llevó a vender vino a
su tierra. Era tan odioso y reprobado antiguamente en la Roma república, que
así se castigaba a las mujeres por haberlo gustado como por haber cometido
un infame adulterio. Para prueba de lo cual acostumbraban sus maridos, en
viniendo de fuera, olerles la boca, de donde nacieron los besos, degenerando
poco a poco aquella tan generosa costumbre en detestable vicio y lujuria, contra
la cual fue inventada.
Muchos perdieron su ser y estado y se dejaron vencer por sus enemigos
muy amenguadamente por haber sido primero vencidos del vino, que relaja
las fuerzas del cuerpo y debilita la virtud del ánimo. Lo cual de Homero bien
entendido, introduce a Héctor hablando con Hécuba de esta forma:
i Oh madre!, a quien se debe reverencia,
no me presentes estos dulces vinos,
ni quieras embotarme la potencia,
la fuerza y el vigor y la excelencia
del ánimo y del cuerpo tan divinos.

Aníbal, capitán mañoso y artero, no venció a los africanos vinolentos con


otra cosa sino solamente con vino adulterado e infectado con el zumo de la
mandrágora. Pero a pesar de todo lo anterior, en nuestros tiempos es tan cele-
brada la borrachez en Europa que a la fin la veremos canonizada por santa,
ya que no hay suceso importante en la vida, sea nacido un hijo, sea de casa-
miento, sea mortuorio, en que no se celebre con vino.
Habiendo dicho tanto mal del vino por ser voluntario veneno, sea tiempo
de que volvamos la hoja y digamos los bienes que de él se producen afirmando
que bebido con discreción es mantenimiento muy sustancial y sostenimiento
del cuerpo y juntamente del ánimo. El vino es acreedor de las amistades, por-
DIOSCORIDES.---MATERIA MEDICA 711

que muchas veces habemos visto sentarse dos enemigos capitales entre otros
compañeros a una mesa común y después de haber bebido y brindado deshacer
su enemistad. 'por donde aquel omnipotente Padre y Creador de todas las
cosas, queriendo hacer en uno en los corazones de sus discípulos, no de otro
licor, si no de vino, hizo su propia sangre, mediante la cual redimió con su
Padre todo el linaje humano.
Volviendo a la vid digo, casi retractándome, que aunque no crease sus raci-
mos y solo sus hojas puede saludarse su feliz nacimiento, cierto más que no
solo nos defiende del sol con su apacible sombra, sino también su vino, el
cual tiene facultad fría, nos templa los internos calores, adorna las azoteas,
ventanas y muy altas torres, lo cual hace renegar muchas veces a los aflictos
amantes, como renegaba un cierto amante que yo conocí, a cuya instancia
hicimos cierta invectiva contra una parra, que le había cubierto la galería por
donde solía su señora mostrarse, la cual recítase aquí en algunos versos que
se me acuerdan para recrear un poco al lector cansado por ventura de la pasada
historia:
Parra por mi mal nacida
que así me tienes mi amor
eclipsado.
De camellos seas comida
y tu tronco en su vigor
sea talado.
Es más triste y odiosa
que el maldito árbol de Adán
tu presencia,
pues que me escondes la rosa
que desterraba mi afán
en su'· ausencia.
Tu beldad y tu ternura
que se desdeñan en dar
aflicción,
se conviertan en negrura
y véala yo tornar
en carbón.
Tus ramas tan extendidas,
tus hojas encaramadas
hacia el cielo,
véalas yo desparcidas,
véalas yo derramadas
por el suelo.
712 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Andes siempre entre los pies,


de tal fuego seas quemada
cual Sodoma.
No la zarza de Moisés.
Véate yo tornada
en carcoma.
y porque más no persigas,
bellaca mal inclinada,
los humanos,
seas roída de hormigas
y de orugas horadada
o de gusanos.
El agua y el sol te falten,
deseche de sí la tierra
tus raíces.
Furiosos rayos te asalten,
seas podada con sierra
y azadones.
Seas en tallos comida,
pues que me encubres la faz
deseada.
Véate yo consumida
y antes de tener agraz
seas helada.
Noé, gran culpa tuviste
cuando la parra plantaste,
tan mañero.
Con ella me destruiste,
aunque sus daños probaste
tú primero.
Mas pues Febo es el autor
que esta planta mal criada
tanto crezca,
sin duda tiene temor
que la estrella allí encubierta
le oscurezca.
Hállanse varias especies de vides, casi tantas como de territorios, las cua-
les me sería muy trabajoso recitar al presente. Hállanse en los jardines de Roma
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 713

CAP. II: DE LA VID SALVAJE O LABRUSCA

Hállanse dos especies de la labrusca, conviene a saber: una que ja~


más perfecciona sus uvas, sino que siempre las deja en flor, cuyo fruto
se dice «enanthe», y otra que las acaba y madura, produciendo ciertos
granos pequeños, negros y de sabor estíptico. Las hojas, los sarmientos
y los pámpanos de aquesta tienen semejante virtud a las de la vid domés~
tica 2.

CAP. IV: DE LAS UVAS PASAS

Las pasas blancas tienen mayor virtud de apretar, su carne, comida,


es útil a la caña· del pecho, mitiga la tos, sirve a los riñones y a la vejiga.
Cómense por sí solas con sus granillos contra la dipteria y también mez·
cIadas con harina de cebada y de mijo y con algún huevo y después fritas
en alguna sartén con miel. Majadas por sí solas o con pimienta valen
mucho para poder desflemar. Aplicadas con harina de habas o con poI·
vos de cominos resuelven la inflamación de los compañones. Majadas sin
unas parras tan fértiles que dan tres veces agraz. Si cuando queremos podar
las vides fregamos con sangre de cabrón el oruj o, no serán molestadas de
orugas. Conócese tanta discordia entre las berzas y las vides, que plantadas
unas cabe otras, se arruinan y no medran, y así tienen por averiguado los médi·
cos que el acertado remedio contra la borrachez son las berzas, las cuales,
comidas como ensalada, impiden que se emborrache el hombre, aunque se
beba tras ella los elementos, y comida tras la beodez, la resuelve notablemente.
Producirá la vid uvas limpias de granos ni hendiduras, toda aquella cantidad
de majuelos que queramos dejar debajo de tierra, y después de sacado el
meollo de ella le tornamos a juntar y la plantamos muy bien junta y atada.
2 Así como los villanos y los rústicos difieren de los moradores de las ciu.
dades no en alguna sustancial cosa, sino solamente en los toscos trajes y en
las agrestes costumbres, por haber sido criados sin disciplina, ni más ni menos
difiere la vid salvaje de la doméstica no por otro respecto, sino porque aquesta
fue cultivada por la mano del hombre y aquella nació por sí sin ayuda huma·
na. La cual, no obstante que nos debe muy poco, se esfuerza en ayudarnos y
complacernos con facultades que se hallan mucho más fuertes en la labrusca
que en la cultivada. Suélense mezclar los racimos y las flores de la labrusca
en el mosto, porque allende que ponen muy oloroso el vino, le dan un cierto
sabor raspante, harto agradable al gusto y no menos confortativo al estómago.
714 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

los granos con ruda, y puestas, sanan los carbunclos, las llagas, las can-
grenas y las complicaciones de las junturas. Aplicadas con opopanale en
forma de emplasto son remedio contra la gota. Puestas sobre las movedi-
zas uñas las arrancan más presto 3.

CAP. VI: DEL OMPHACIO, LLAMADO ({AGRAZ» EN CASTILLA

El omphacio es el zumo de las uvas thapias o amineas, muy acerbas


y verdes, el cual se tiene que exprimir en verano antes del nacimiento de
la canícula y asolearse en un vaso de cobre rojo y atapado con un lienzo
hasta que venga a espesarse, librándole del frío de las noches. Escógese
por mejor el omphacio que es rojo, fácil en el desmenuzarse, acerbo en
extremo y mordaz al gusto. Algunos cuecen el dicho zumo para cuajarle.
Es útil el omphacio a las agallas hinchadas, a la campanilla, a las llagas
que en la boca se engendran, a las encías dolientes e hinchadas, y, fi-
nalmente, a los manánticos oídos, aplicado con miel o con vino paso.
Deshecho en vinagre sirve contra las llagas antiguas y enfistuladas y con-
tra aquellas que van cundiendo. Echado en los clísteres, contra la disen-
tería y contra los demasiados flujos del menstruo. Demás de esto clarifica
la vista, corrige las asperezas que dan molestia a los ojos y es útil a la
corrupción de los lagrimales. Dase a beber a los que a causa de alguna
venilla rota escupen sangre del pecho. Empero tiénese de dar muy aguado
y en cantidad pequeña por cuanto quema rabiosamente.

CAP. VII: DE LA NATURA DEL VINO

El vino anejo es dañoso a los nervios y a todos los otros sentidos,


dado que es más agradable al gusto, por donde conviene se guardar de él.
Empero los sanos pueden beberle en pequeñas cantidades aguado, el nue-
vo hincha y es difícil de digerir, el vino de edad mediocre se debe escoger
para uso de sanos y enfermos, el vino blanco es sutil, distribúyese fácil-

3 La uva pasa, llamada ((staphisll en griego, se hace de la parra en muchas


maneras, bien metiéndolas en lejía hirviente o secándolas al sol. Son medicina
y mantenimiento grande las uvas pasas, limpias de sus granillos confortan al
estómago, el hígado y relajan el vientre. Allende esto corrómpense con dificul-
tad y tienen gran virtud de digerir los humores crudos.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 715

mente y es amigo del estómago, el negro es grueso y difícil de digerir,


engendra carne y embota; el rubio tiene facilidades medias de entrambos,
empero debe preferirse el blanco. El vino dulce costa de partes gruesas,
se digiere mal, hincha el estómago y conturba el vientre, empero embo-
rracha menos y es útil a los riñones y a la vejiga. El vino austero es más
provocativo de orina, dado que da dolor de cabeza y emborracha. El
acerbo restriñe el vientre. El flojo tienta menos las partes nerviosas y
provoca menos la orina. Toda suerte de vino paso es estíptica, resucita el
pulso debilitado y es remedio contra cualquier veneno que corroyendo
despacha, para el cual efecto se tiene que beber con aceite y después yO..
mitarse. Todo vino puro y sin mezcla, siendo de su propia naturaleza aus~
tero, comúnmente tiene fuerza de calentar, conforta al estómago, da gana
de comer, mantiene el cuerpo, provoca sueño, sostiene las fuerzas y 'en·
gendra buena color. Bebido copiosamente, socorre a los que bebieron d·
cuta o cualquier otro farico ixia o meconio o, finalmente, hongos. Los
vinos juntamente añejos y dulces son más a propósito para los riñones y
la vejiga, estos tales se aplican a las heridas y a las inflamaciones útil-
mente con lana sucia, y báñanse, no sin buen suceso, con ellos, las ma-
lignas llagas y corruptas y aquellas que siempre destilan humores. Los
muy añejos blancos y de sutiles partes mueven más potentemente la ori-
na, causan dolor de cabeza y bebidos desconsideradamente conturban las
partes menores. Los vinos de edad mediocre, como de siete años, son pro-
pios para beber. Toda borrachez es dañosa y en especial la continua, por
cuanto relaja los nervios y da principio a muchas agudas enfermedades.
Empero algunos días es útil beber más de lo necesario, especialmente des-
pués de haber bebido mucho tiempo agua, por cuanto bebido así pro-
voca las superfluidades de dentro a fuera, las purga por los abiertos po-
ros que ensancha. Mas cumple beber agua tras la tal vinolencia, porque
aquella sola, siendo fría, basta para templar los efectos del vino, bebido
por respecto de sanidad.
El vino llamado «duteria» en griego, en latín «lora», al cual llaman tam-
bién algunos potable, se prepara de esta manera. Sobre la caxca que hu-
bieran dado treinta cados de mosto, echarás tres cados de agua y después
de les haber todos muy bien mezclado y pisado, exprimirás el licor y ex-
primido lo cocerás hasta que mengüe la tercera parte. Hecho esto, con
cada congio de aqueste vino mezclarás dos sectarios de sal, y pasado el
invierno lo meterás en barriles. Comenzarás a .beberlo en el mismo año
porque su virtud se resuelve presto. Esta suerte de brebaje es muy útil
716 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO JI

para aquellos enfermos a los cuales no osamos dar vino, y por el gran
deseo que tienen de él a las veces somos constreñidos a dárselo. Sirve así
mismo a los que de larga enfermedad convalecen.
El vino negro que se exprime de las uvas salvajes tiene virtud estíp-
tica, por donde sirve al flujo estomacal y al del vientre, así como a todas
las otras cosas que desean ser apretadas y constreñidas 4.

4 Así como la sangre humana en unos cuerpos se engendra roja, en otros


blanquecina o flemática, en otros amarilla y colérica y en otros finalmente
nigérrima y melancólica, con otras mil diferencias de cualidades según la com-
plexión de aquellos en que se engendra y los mantenimientos de que fuese en-
gendrada, ni más ni menos el vino (el cual también es sangre de la tierra si
debemos a Plinio dar crédito) se diferencia en cinco mil modos por razón de
las cepas y los terrenos que con su humor los mantienen, dejando las edades
aparte, según las cuales todo vino particular es diferentísimo del vino nuevo.
Hay gran alteración entre médicos por saber cuál de los vinos, el blanco o
el rojo, tienta más la cabeza. Pero lo que yo siento acerca de tal negocio es
que el vino rojo, aunque es más frío u mucho más humoso que el blanco,
todavía emborracha más que él, y esto no de su natura y cosecha, sino acci-
dentalmente, porque como el vino rojo sea de partes gruesas y estíptico, detié-
nese mucho más en el vientre que el blanco (el cual por razón de su sutileza
desciende y se orina luego) y deteniéndose hiere con su vapor el celebro y
trastórnale, de do vino aquella canción francesa: « Quan ie bois du vin claret
tout tournete.» Corre el vino blanco y hace correr los humores hacia las partes
enfermas, por donde es muy dañoso a la gota y útil contra la piedra, contra
toda suerte de opilaciones y contra la hidropesía.
U saban emborracharse una vez al mes los antiguos de Grecia, no más que
para vomitar y purgar los humores. Manda beber agua Dioscórides tras la
borrachez o por más honestamente hablar vinolencia para que reprima los
vapores del vino que no suban a la cabeza, y dado que Aristóteles diga que
el vino aguado embeoda más presto que el puro, tiénese a entender aquesto
de algún vino grueso en extremo y de muy difícil distribución, el cual penetra
y sube más fácilmente siendo desleído y aguado, no de los sutiles y muy delga-
dos como son los del reino de Germania, el griego en Roma, y el de San
Martín en España. Así debía de pensar también un enfermo mío tudesco que me
pidió permiso para mezclar el vino con el agua después de beberlo y que
habiendo empezado por el vino luego me afirmó que el agua no podía beberla
ya por no tener sed, con lo que me engañó la vez primera, pues las postreras
le hice beber primero el agua.
Sería aquí muy trabaj oso repetir todas aquellas suertes de vinos de las
cuales habla Dioscórides e inútil a mi parecer explicarlas todas, siendo de sí
tan claras. Empero no dejaré de advertir que aunque entre las especies de
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 717

CAP. VIII: DEL VINO MELITITE

El vino melitite se suele dar en la diuturnas fiebres a los que tienen


flaco el estómago, porque ablanda el vientre, provoca la orina, purga el
estómago y es útil a los dolores de las junturas, al mal de riñones y ~ las
flaquezas de la cabeza. Dase cómodamente a las mujeres preñadas por
razón que mantiene y es oloroso. Difiere del vino llamado muso por ra-
zón de que se hace con vino viejo y austero, al cual se mezcla un poco de
miel, y para componer el melitite a cinco congios de mosto austero con-
viene añadir un congio de miel y de sal un cíato. Cumple preparar esta
suerte de vino en un vaso muy ancho para que tenga espacio en que pueda,
cuando bullese, extenderse, y tiénese de echar la sal poco a poco, mien-
tras hirviese el mosto, y en dejando de hervir meter en otros vasos el
vino.

CAP. IX: DEL VINO MULSO

Tiénese por excelente mulso el que se hace de vino VIeJO y austero y


de muy buena miel, porque aqueste tal no hincha tanto y podemos dar
de él más presto. El mulso añejo da mantenimiento al cuerpo, el de me-
diana edad entretiene lúbrico el vientre y provoca la orina, dado que to-

vino paso pone Dioscórides el patropo, todavía atribuye comúnmente el nom-


bre, no al paso, sino a aquel vino delicadísimo, que antes de pisar y exprimir
las uvas, del lagar voluntariamente destila, por donde con razón los latinos
ancianos le llamaron «vinum lixinium» y ahora por toda Italia generalmente
se dice lágrima.
Para conocer si el vino o el mosto es aguado, suelen los vinateros echar
moras o peras crudas sobre él, las cuales, si encima nadan, es puro y si se van
al fondo es aguado, otros meten dentro del vino ciertos juncos lisos y untados
con sebo, porque siendo aguado el vino se apegan a dicho sebo algunas gotas
de agua. Echado el vino dentro de una sartén caliente, si es aguado rechina,
lo cual no ocurre si es puro. Apártase el agua del vino con una toquilla o con
un ligero paño de lienzo. Empero va ya tan corrupta la cosa que tendré por
mucho más fácil sacar el vino del agua que lo contrario, según los ladrones
de taberneros y tras ellos estos cantineros de cardenales por vino dan agua
envinada. Resuélvese en un momento la espuma que hace el vino tocada tan
mala vez con el dedo mojado en la cera que hacen los oídos.
718 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

mado sobre comer es dañoso y si se bebe al principio hinche, aunque des-


pués dé ganas de comer. Hácese el vino mulso mezclando dos cados de
vino más uno de buena miel. Otros para que puedan darle a beber más
presto, cuecen la miel con el vino y después le mudan en otros vasos.
Algunos por gastar menos añaden un sestario de miel sobre seis de mosto
hirviente, y en acabando de hervir lo encierran en otros vasos, la cual
suerte de mulso no pierde jamás su dulzor s.

CAP. XIV: DEL VINAGRE

El vinagre resfría, restriñe, es conveniente al estómago, da gana de


comer y restaña toda clase de flujo, si se bebe o se sienta sobre él. Coci-
do con las viandas sirve a los flujos del vientre. Aplicado con esponjas o
lana fuzia es útil a las heridas frescas y hace que no se apostemen, de-
más de ello reprime la madre y el siesso cuando se salen fuera, y aprieta
las sangrantes encías. Vale a las llagas que van paciendo la carne, el fue-
go de San Antón. Mitiga el dolor de la gota, si cocido con azufre y calien-
te, se aplica. Deshace los cardenales aplicado con miel. El vapor que se
saca del vinagre hirviente es útil a los hidrópicos, a los que con dificul-
tades oyen y a los que sienten zumbidos y silbos en los oídos. Así mismo
bebido expele las sanguijuelas. Dase con gran suceso a beber caliente a
los que no pueden resollar, sino enhiestos. Reprime las flusiones de la
garganta y es muy útil a la equinontia y a la campanilla caída, gargariza-
do, y finalmente, modera el dolor de muelas, si se enjuagan con él ca-
liente 6.

s Habiendo tratado ya de las especies naturales del vino quiso ahora Dioscó-
rides tratar de estas dos que se hacen con artificio añadiéndolas miel, las cuales,
aunque fueron celebradas de los antiguos, todavía en nuestros tiempos no se
usan sino de cuando en cuando, porque naturalmente los embriagos aborrecen
las cosas dulces. Llam6se el vino mulso en griego «oenomeli», así como en es-
pañol clarea, la cual difiere del hipocrás, porque aqueste se prepara con canela
y azúcar y aquella con miel y canela.
6 Cuánta sea la virtud y la bondad del vino se puede conjeturar de su vicio,
que es el vinagre. Porque si después de dañado y corrupto se convierte en
un licor tan útil al cuerpo humano, de creer es que cuando está en su perfec-
ci6n y natural fuerza, es mantenimiento divino a los que usan de él cauta-
mente, y hace gran ventaja al néctar con que se emborrachaban los poéticos
dioses. Hácese el vinagre de vino puro y perfecto si le ponemos al sol en alguna
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 719

CAP • XLVIII: DE LA FLOR DEL COBRE

La flor del cobre, la cual llaman algunos «roeduras de clavos VIeJOS»,


es tenida por excelente si fácilmente se desmenuza, si cuando la mueles
vuélvese roja, si en su forma y menudez se asemeja, al mijo, si es grave,

vasija que haya tenido vinagre. Allende de esto conviene saber que así como
se hace algunas veces aceite sin aceituna, también se puede hacer vinagre sin
vino de todas las cosas acedas. Hácese también perfectísimo vinagre de la
cerveza igual o superior al del vino. Resulta muy oloroso el vinagre si a
medio azumbre le echamos una onza de grana. Empero para hacerlo muy más
perfecto será bien echar la dicha grana sobre vinagre rosado, porque el que
fuese así preparado tendrá virtud admirable contra la pestilencia y contra toda
corrupción del aire, no solo bebido sino dado a oler y aplicado' en epithimas.
Prepárase también con miel el vinagre y llámase al así preparado oximiel,
porque «oxos» en griego quiere decir vinagre, la cual medicina es solemne para
cortar, digerir y adelgazar los humores gruesos del pecho y desarraigar muchas
enfermedades frías y antiguas, para lo cual tiene muy mayor eficacia el que
ultra de la miel, recibió en su preparación la virtud de la cebolla albarrana,
llamada de los griegos «scilla», de donde vino el tal a llamarse accto sulltico.
Consta el vinagre por sí de facultades contrarias, quiero decir frías y ca-
lientes, porque dado que haya perdido el calor natural del vino, 'y así tenga
mayor fuerza de resfriar que de calentar, todavía cobró de la putrefacción otro
calor adventicio y extraño. De suerte que de su propia naturaleza tiene virtud
de resfriar aunque con la exterior calienta. Del resto, con entrambas, consume,
deseca, adelgaza, deshincha, preserva de corrupción, restituye el apetito, impide
vómitos, es útil a los coléricos, mata los gusanos del vientre y no deja engen-
drar piojos, de donde los herreruelos que no mudan jamás camisa en toda
la guerra, suelen cocerla en vinagre. Empero ofende el vinagre a los melan-
cólicos, y a los de complexión fría y seca y hace envejecer temprano. Demás
de esto es pernicioso a los ojos, a la vejiga y finalmente a las mujeres sujetas
al mal de madre. Echado en tierra el vinagre si es bueno hierve, alzando
grandes ampollas y compite con los ruegos y lágrimas, pues también quebranta
las peñas, si se derrama sobre ellas, como consta de la historia de Aníbal, el
cual yendo a hacer a los romanos guerra, como topase con cierta montaña
muy escabrosa y árida, por la cual no podía pasar su bagaje, hizo encender un
gran fuego sobre ella, y después de muy bien caliente, derramar encima mucho
vinagre fuerte, con la cuel industria logró que se desmoronara e hiciese mil
pedazos, y así allanó el camino. También Cleopatra, famosa reina de Egipto,
para alardear de su magnificencia y grandeza, en una cena que dio Marco An-
tonio, su infortunado marido, de dos piedras preciosas que le colgaban de las
720 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

si aprieta y si no tiene mezcla alguna de la limadura del cobre con la cual


suele falsificarse, aunque se conoce fácilmente el fraude por cuanto la
limadura traída entre los dientes se extiende. La manera de hacerla es
aquesta. Cuando el cobre derretido en la hornaza se cuela por los canales
a su receptáculo, y los ministros de aquel negocio, para quitarle toda su-
ciedad, le echan agua purísima encima por enfriarla, acontece que de
aquella súbita congelación y espesura salga y casi se escoja la dicha flor,
la cual también tiene virtud estíptica, consume la carne demasiadamente
crecida en las llagas y resuelve los impedimentos que ofuscan la vista,
empero es notablemente mordaz. Deshace las carnosidades que crecen den-
tro de las narices y aplicada con vino resuelve las postillas del sieso. La
flor blanca y molida se sopla útilmente con una caña dentro de .los oídos
sordos de mucho tiempo y aplicada molida con miel reprime la hinchazón
de la campanilla y de las agallas 7.

CAP. L: DEL CARDENILLO RAIDO

El cardenillo que se rae, comúnmente, se prepara de esta manera. En


una barril o en otra semejante vasija echarás vinagre fortísimo y cubrirásle
con otro vaso de cobre, cuya concavidad mire hacia abajo. Hase, pues,
de atapar fuertemente el vaso con esta cubierta muy limpia, que no tenga
respiradero y dejarle así reposar diez días, los cuales pasado quitarás la
dicha cubierta y raerás el cardenillo que vieses pegado a ella. Haremos el
orejas, las cuales en valor se estimaban en dos muy ricas ciudades, tomó la
una y después de haberla deshecho en vinagre se la bebió con ánimo de dar
a beber la otra a Antonio, lo cual pusiera en ejecución, si el mismo no le
fuera a la mano y teniéndola el brazo, la guardara de una tal insolente hazaña.
7 Gravísimo y capital error es el de aquellos que por la flor del cobre des-
crita en el presente capítulo entienden el cardenillo, el cual no debe llamarse
flor, sino herrumbre del cobre. Cogerás copiosamente la fiar en esta manera:
súbito que el cobre será colado en su receptáculo, antes que de sí se congele,
echarás sobre él una caldera de agua muy fría, muy clara, por razón de la
cual se alzará luego del cobre un vapor impetuoso y fuliginoso que traerá
consigo las partes de metal más sutiles. Teniendo tú puesta encima del ancho
cobre una pala de hierro en la cual haga reflexión el vapor, mientras su furia
durase, la hallarás después cubierta de infinitos granillos rojos y relucientes
de la color del cobre, del cual son la flor verdadera. Es la flor del cobre de
muy más sutil sustancia que el cobre quemado y por eso se mete en los colirios
apropiados para los ojos.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 721

cardenillo así mismo de la limadura del cobre y de aquellas láminas suyas


entre las cuales suelen batirse los panes de oro, si rociándolas con vinagre,
las revolviésemos tres o cuatro veces hasta que se cubran de cardenillo.
Falsifícase el cardenillo en muchas maneras, empero principalmente mez-
clándole la piedra pómez o mármol o caparrosa. Mas conoceremos en él
fácilmente la piedra pómez, el mármol, mojando el dedo pulgar de la
mano izquierda y con la otra fregando sobre él un poquito de cardenillo,
porque todas las partes de cardenillo se resolverán' y desharán y las de
la piedra pómez o el mármol quedarán enteras y además emblanquecerán
a la fin. Descúbrese la caparrosa con fuego, porque si el cardenillo con-
trahecho extendido en un badil o en un tiesto, se pusiese sobre la ceniza
ardiente o sobre las brasas, mudará súbito la color y todas aquellas partes
que tuvieran mezcla de caparrosa se tornarán luego rojas, visto que así
se torna ella naturalmente roja cuando se quema.

CAP. LIV: DEL PLOMO QUEMADO

Quémase el plomo en esta manera: Extiéndanse en una olla nueva


unas láminas de plomo delgadas y después de haber cubiértolas con azu-
fre molido, tornarás a hacer otro lecho de semejantes hojas sobre las cua-
les echarás otra vez azufre y después otras hojas, continuando esta no-
vedad hasta que se hinche la olla y entonces la pondrás sobre el fuego y
en viendo encendido el plomo le menearás con una verga de hierro has-
ta que se convierta perfectamente en ceniza. Lo cual concluido apartarás
la olla, empero atapando bien las narices por cuanto su vapor es dañoso.
Otros en lugar de azufre mezclan albayalde, otros ponen las láminas so-
las sobre ardentísimo fuego y así las queman meneándolas fuertemente,
empero este modo de quemar al fuego es difícil y el que así demasiada-
mente se quema toma la color almartoga, por donde la primera manera
de quemar a mí mucho más satisface. Tiénese de lavar y guardar el plomo
quemado como la comida y posee la misma facultad que el plomo lavado
y aun esta harto más valerosa.

CAP. LXI: DEL LITARGIRIO

Una suerte de litargirio se hace de una suerte de arena llamada mo-


libiditis, la cual se cuece en la hornaza hasta que parezca una brasa, otra
se hace de plata y la tercera de plomo. Tiénese por el mejor de los litar-
722 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

glflOS el ático, el segundo en bondad es el que se hace en España, tras


de los cuales se sigue el de Puzol, el de Campania, el de Bocas y el de
Ginebra, en las cuales partes se hace copiosamente de láminas de plomo
encendidas. Para quemar el litargirio se hace pedazos como una nuez y
se ponen sobre las brasas y se soplan hasta que perfectamente se encien-
dan. Algunos después de hecho brasa le ahogan en vinagre o en vino y le
tornan a quemar una o dos veces y así quemado le guardan. Lávase como
la cadmia y pónese blanco de esta manera: Tómase del litargirio agryri-
tis o de otro cualquiera la cantidad de un mazo ático y pártelo en pe-
dacitos de tamaño de habas, le echarás en una olla de barro nueva y le
cubrirás con agua, juntamente tomarás un mazo de trigo blanco. Demás
de esto atarás aparte un puño de cebada en un pañito de lienzo ralo' y
muy limpio y colgarásle de la asa de la dicha olla. Todo así preparado
lo dejarás cocer hasta que los granos de la cebada revienten, y entonces
vaciarás la olla en un bacín que tenga bien ancha la boca, y echando
a mal todo el grano, lavarás el litargirio echando mucha agua y fregando
con las manos valientemente. Otros después de haber partido el litargi-
rio en pedacitos del grueso de una haba le meten en un crudo vientre
de un puerco y le cuecen con agua hasta que se deshaga el vientre yen·
tonces sacan el litargirio y majado con igual cantidad de sal le lavan
en la forma ya dicha. El litargirio lavado, según parece, sirve a las medi-
cinas que se hacen para los ojos, extirpa las cicatrices secas y corrige las
arrugas, los frisos y las manchas del rostro 8.

8 El litargirio, llamado en Castilla almártaga, verdaderamente no es otra


cosa sino una mezcla de plomo, de tierra y de cobre que escupe de sí la plata
cuando la afinan en las hornazas. Hállanse comúnmente dos especies de litargirio
de plata, porque a la verdad le quedó alguna porción de plata por la negli-
gencia de los refinadores, y otra rojeta, que se dice litargirio de oro, y esto
no porque sea espuma o superfluidad del oro (como piensan algunos), sino
porque concurrió mayor cantidad de cobre que de otra cosa en su mezcla,
de donde le vino el color dorado. El litargirio deseca moderadamente, sin intro-
ducir en la~ partes a las cuales se aplica manifiesto calor ni frío. Mezclado
con aceite rosado y vinagre se administra útilmente sobre las partes inflama-
das y con ligera hinchazón sarpullidas.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 723

CAP. LXVIII: DEL CINABRIO

Están en un gran error los que piensan que el cinabrio y el minio sean
una misma cosa, porque el minio se hace en España de una cierta piedra
mezclada con arena plateada y por otra señal no puede bien discernirse.
Cocido en los hornazos el minio toma un color muy lucido y ardiente y
en las mineras arroja de· sí un vapor tan maligno que ahoga. Por donde
los ,que viven donde él se coge se tapan con ciertas vejigas las caras, para
mirar por ellas sin atraer el aire dañoso. Usan de él los pintores para los
ornamentos ricos y suntuosos de las paredes. Mas el cinabrio se tiene de
Africa y en cantidad tan pequeña. que apenas basta para marcar las líneas
de la pintura, porque se compra muy caro. Su color es profundo, por
donde creyeron algunos que fuera sangre de Drago. El cinabrio tiene la
misma virtud que la piedra hematites y es útil en las medicinas que se
hacen para los ojos y aun con mayor eficacia que aquella por cuanto
más potentemente restriñe y restaña la sangre. Mezclado con cerato, sana
las postillas y las quemaduras del· fuego.

CAP. LXIX: DEL AZOGUE

El azogue se hace de aquella suerte de minio que se llama propia-


mente cinabrio, y la manera de hacerle es aquesta: En una cazuela de
barro se mete una cuenca de hierro que dentro de sí tenga el minio, y cú-
brese aquella cuenca con una vasija muy bien embarrada con greda. Hecho
esto poner brasa debajo de la cazuela y después raer aquel hollín que
aliándose de la cuenca se apega y recoge en la dicha vasija, el cual en
siendo resfriado se congela en azogue. Hállase también el azogue cuaja-
do en los techos de las mineras o do se cava la plata y pendiente como
gotera. Algunos dicen que se halla puro y por sí en sus propias minas.
Guárdase en vasos de vidrio, o de plomo, o de estaño, o de plata, porque
los de cualquiera otra materia los destruye o traspasa. Bebido el azogue
es mortífero, por cuanto con su peso desgarra los interiores miembros.
Empero el remedio contra sus daños es mucha leche bebida y después
vomitada, o el vino de ajenjos o el cocimiento del apio o de la simiente
de ormizos, o el orégano, o el hinojo bebido con vino. Así mismo la lima·
dura de oro bebida socorrerá a los que bebieron azogue.
724 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

CAP. LXXXI: DEL ALUMBRE

Casi todas las especies de alumbre suelen hallarse en Egipto en las


minas mismas de los otros metales. El alumbre llamado scisile, que sig-
nifica frágil y desmenuzable, es como cierta flor del balitide, que quiere
decir compuesto de terroncillos. Engéndrase también el alumbre en otros
varios lugares, conviene a saber: en Melo, en Macedonia, en Lijara. en
Cerdeña, en Hierapoli, en Africa, en Armenia y en otras muchas regio-
nes. Tiénese por excelentísimo el scisile, y en especial si es reciente,
blanco en extremo, limpio de pedrezuelas, grave de olor, muy estíptico
al gusto y no amasado de pelotas o de rajuelas, sino del hebrado de mane-
ra como cabellos canos, cual es el que nace en Egipto y se llama tri-
chites, que significa cabelludo. Entre las especies de alumbre es repro-
bable aquella que fue hecha por mano humana, la cual se conoce en su
forma. Es tenido por más eficaz el scisile que es redondo. Quémanse todas
las especies así como la calcitide. Atajan las corrupciones de los miem-
bros, reprimen las efusiones de sangre, aprietan las disolutas encías y con
vinagre o con miel establecen los dientes que se andan. Mezcladas así
mismo con miel sirven a las llagas que se engendran en la boca, y con
zumo de polygonio a las postillas que salen por todo el cuerpo y a los
oídos que manan. Aprovecha también a la comezón, a las uñas sarnosas
y a las que en los ojos se engendran; demás de esto sirve a los sabaño-
nes, destemplado con agua. Mezclado con hez de vinagre y con igual
cantidad de cenizas de agallas, vale contra las llagas que penetran y co-
rrompen la carne, y con el doble de sal, contra aquellas que corroyendo
se extienden. Administrado en forma de ungüento con pez húmeda y con
harina de yerbas, limpia la caspa, y si se aplica con agua, es remedio
contra los piojos y liendres y contra las quemaduras del fuego. Aplícase
cómodamente contra las hinchazones, contra la sobaquina y contra el
hedor de las ingles. El alumbre que viene de Melo, aplicado a la boca de
la madre, antes del acto venéreo, con un poco de lana, impide la concep-
ción y arranca la criatura del vientre. Son los alumbres útiles a las ex-
crecencias de las encías y a la campanilla y agallas apostemadas. Aplí-
canse con miel a las llagas que en la boca, en las encías y en los miem-
bros genitales se engendran.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 725

CAP. LXXXII: DEL AZUFRE

Hase de tener por excelentísimo azufre el que por no haber experimen-


tado el fuego tiene por nombre «apyrOll, el de color relumbrante, el
lucio y transparente y, finalmente, el limpio de pedrezuelas. Empero del
que ya pasó por el fuego debe ser preferido a todos el que se muestra
verde y muy graso. Engéndrase gran copia de él en Melo y en Lijara.
El alumbre arriba dicho calienta, madura y resuelve con gran celeridad.
Sorbido en un huevo y administrado en forma de sahumerio sirve a los
tosigosos, a los asmáticos y a los que tienen materia congregada en el
pecho, demás de esto con su humo arranca la criatura del vientre. Mez-
clado con trelimtina castra los empeines, mundifica las asperezas del cuer-
po y extirpa l.as uñas dañosas. Aplicado con vinagre también al cuero
sarnoso, es útil y deshace los albarazos. Aplicándose con resina, sana las
punzuras del escorpión, y con vinagre, no solo aquellas, empero también
las del dragón marino. Cesa la conmoción de todo el cuerpo fregándose
con él y con nitro los miembros. Polvoreando en cantidad de una cu-
charada sobre la frente, sirve a los vaguidos de cabeza. Sorbido con un
huevo blando, tiene fuerza de repurgar la ictericia y es útil al romadizo
y catarro. Echado sobre el cuerpo su polvo, reprime el sudor. Deshecho
con nitro y con agua, se aplica útilmente a la gota. Su humo recibido en
los oídos con una caña sana la sordedad. Revoca también su sahumerio los
opresos de letargia. Restaña el alumbre toda efusión de sangre e incor-
porado con mina y con vino sana las viejas conturas y aporreado.

CAP. CXL: DE LA TINTA PARA ESCRIBIR

La tinta para escribir se hace del congregado hollín de las teas, del
cual se mezclan tres onzas con una libra de goma arábiga. Hácese tam-
bién del humo de la resina y del hollín arriba dicho de los pintores. Em-
pero conviene tomar del dicho hollín una mina, de la goma arábiga libra
y media, de la cola de toro y de la caparrosa, de cada cosa onza y media.
Sirve la tinta con que escribimos a las llagas llenas de corrupción y a
las quemaduras de fuego, sobre las cuales debe aplicarse espesa con agua
y dejarse hasta que dichas llagas se encoren, porque en siendo encoradas,
se caerá de sí misma la costra que la tinta hubiese engendrado. Ya tie-
726 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

nes así mismo, Ario, todas aquestas cosas que me parecieron bastantes
y suficientes para satisfacer a la prolijidad de esta obra y a la gran copia
de la materia y los remedios medicinales 9.

LIBRO VI

ACERCA DE LOS VENENOS MORTIFEROS y DE LAS FIERAS


QUE ARROJAN PONZOÑA

PREFAClO DE DlOSCORlDES

Habiendo tratado ya en las cinco anteriores obras, Ario mío canSlmo,


de las aromáticas medicinas, de los ungüentos, de los aceites, de los ár-
boles, de los animales, de la miel, de la leche, del sebo, de toda clase de
grano, de la hortaliza, de las raíces, de las yerbas, de los vinos y de los
minerales, al presente, que será el último de toda nuestra fatiga, trata-
remos de la facultad o fuerza de los venenos que nos pueden dañar y
de los remedios saludables contra ellos. Huyendo, pues, de toda proliji-
dad, será bien que demos tras esta empresa, la cual se divide en dos
partes, conviene a saber: en preservar desde el principio al hombre, para

9 La tinta para escribir se prepara ahora distinto que en los tiempos pasa-
dos, pues se hace del cocimiento de agallas y de cáscaras de granadas, con el
cual a la fin se mezcla la caparrosa, el azeche y la goma arábiga. Empero de
cualquier manera que se prepare la tinta de que escribimos, quiero decir, o a
la antigua o a la mejor moderna, siempre ataca la corrupción y restringe la
malignidad de las llagas, lo cual nos quiere dar a entender Dioscórides con
aquellas palabras: «la tinta, por ser desecativa en extremo, ataca la corrupción
de la carne y enjuga las humedades superfluas que suceden a las quemaduras
del fuego», y así vemos que la perfectísima tinta castra toda suerte de sarna
y es un soberano remedio al cáncer corrupto y enulcerado que va paciendo
la carne, porque rectifica las partes de él corrompidas y conforta las sanas,
como suele hacer el cauterio. En suma, la tinta tiene las facultades de todas
aquellas cosas de las cuales es hecha, y dado que por otra razón no debiera
ser alabada, sino por haber sido ella un instrumento por el cual se extendieron
por el mundo y se perpetuaron tantas artes liberales y disciplinas, para instruc-
ción y ornamento de nuestros ánimos, todavía por el solo respecto la debiéra-
mos reverenciar y tener en más que el pan de la boca.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 727

que no tome jamás veneno o para que no le ofenda, si alguna vez le die-
sena traición o por yerro, y en socorrer a los que su fuerza tiene ya derri-
bados. Diremos primero del modo preservativo, el cual tuvieron los an-
cianos por muy difícil a causa que los que quieren dar sutilmente veneno,
de tal suerte se preparan y templan que a cualquier hombre engañarán por
más experto que sea, visto que despojan de su natural amargor a los
venenos mortíferos, mezclándoles cosas dulces, y les quitan su hedion-
dez con cosas aromáticas y odoríferas.Mézclanlo también con aquellas
medicinas que suelen darse para conservar la salud, principalmente en
los convalecientes, como son los ajenjos y el tragonigamo, el hisopo, el
abrótano, el iride y si alguna otra cosa se halla que tenga cualidad pro-
potcionablea los venenos maléficos. Danlos así mismo destemplados en
los ordinarios brebajes, quiero decir, en ásperos vinos, en caldos, en vi-
nos pasos, en aguamiel, en mosto y, finalmente, desleídos en las purgas
o amasados con algunas viandas. Por eso los que viven en sospecha de-
ben huir todo guisado exquisito y hecho de muchas mezclas, demás de
esto no deben comer de golpé, ni beber arrebatadamente. Cuanto al ve-
neno que so color de medicina y remedio suele ser presentado a los en-
fermos de aquellos que viven de tan perniciosas artes, fácil y honestamen-
te pueden rehusarse. Aquesta, pues, es la vía y manera para que los hom-
bres no se dejen atosigar, aunque hay otra mucho más eficaz, conviene
a saber: que los que se recelan de ser ayudados con algún bocadillo,
tomen alguna cosa preventiva, que debilite la fuerza de los venenos y los
haga impotentes, al cual efecto sirven los higos secos comidos con nue-
ces, y también los limones y una dracma de simiente de nabos bebida con
vino. Los que comieren en ayunas las hojas· de la ruda, con el meollo de
una nuez y juntamente dos higos y un gramo de sal, no serán ofendidos de
ningún .género de veneno. Las medicinas llamadas antídotos si se beben
con vino tienen también la misma fuerza, entre las cuales se encuentran
las que se hacen de scinco y de sangre y las que tienen gran metridato
por nombre. Mas si voluntariamente o por maldad u odios de algunos
ya el hombre hubiese bebido, será menester no diferir el remedio, porque
si esperamos a considerar las señales que a cualquier veneno acompañan
no tendremos después lugar a socorrer, haciéndose con el tiempo el mal
incurable. Por donde si los mismos atosigados conocen la suerte del ve-
neno que los aflige, deben dar testimonio de ella, corriendo luego a los
remedios particulares y propios, porque yo no soy de los que tienen estos
accidentes por incurables. Empero si alguno de ellos hubiese perdido el
habla, o estuviese borracho, o por no querer ser librados nos encubriesen
728 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO Il

la cualidad del veneno, en el tal caso usaremos súbito de aquellas cosas,


que comúnmente son a cualquier tósigo útiles. Para lo cual no se encon-
trará más general y útil remedio que la evacuación del veneno por los
más propincuos lugares, antes que tome fuerzas. De modo que sin tardar
más, conviene darles a beber aceite caliente, solo por sí o con agua, y
constreñirlos a vomitar. Mas no hallándose a mano el aceite, en su lugar
le daremos manteca mezclada con agua caliente o con el cocimiento de
malvas o con la simiente de lino; con todas aquestas cosas no solo eva-
cuará con gran facilidad por vómito, relajando y revolviendo el estóma-
go, mas también purgará por abajo el veneno y embotando su vigor y
agudeza hará que no se ulceren y llaguen los miembros por donde pasare.
Demás de esto, el vómito no solo porque evacua y limpia las cosas del
cuerpo es útil, sino porque también algunas veces nos muestra el veneno
tomado, por razón del color o del olor de los cuajarones que le son
familiares. Después de haber evacuado curiosamente el veneno por vó-
mito para que no quede ninguna reliquia de él en el vientre, con un muy
agudo clíster atacaremos lo que estuviese pegado a las tripas. Al cual
efecto sirve también el nitro molido y tomado con aguamiel, gran copia
de vino añejo bebida, caldos de gallina y todas aquellas cosas que se gui-
san con enjundia o manteca fresca, por cuanto relajan el vientre. Danse:
allende de esto lemnia, el agárico, el abrótano, la simiente de zanahoria,
la flor del nerio. Sirve así mismo el cocimiento del polio y la pez líquida,.
tomada en forma de lamedor. Puédese también de aquellos accidentes
que sobrevienen a los venenos co1egirse los remedios comunes, porque
la fuerza de infinitos venenos suelen engendrar en el cuerpo parecidas
disposiciones, y así contra muchos convienen semejantes remedios. Son
diversos los venenos mortíferos, pero las disposiciones que de ellos na-
cen comunes y pocas, puesto que es imposible que todos los accidentes
concurran en. un veneno, lo cual si así sucediera cosa excusada sería fa-
tigarse el hombre en declarar remedios, contra cualquier remedio particu-
lar. Así que difícilmente encontraremos algún veneno que no cause dolo-
res de estómago, de tripas, de hígado, de vejiga, que no engendre mordi-
caciones de estómago y dolores en todo el cuerpo, que no resfríe y quite
el habla, no haga retraer los miembros y cesar el pulso de las arterias.
De modo que tengo por muy difícil de todas aquellas diferencias reci-
tadas, conseguir la cualidad del veneno. Porque la corrosión de lengua y
boca, la inflamación del estómago, de la vejiga, de los riñones, la orina
detenida y algunas veces sanguinolenta y, finalmente, las punzuras y
encendimiento de muchas partes, no solo suelen sobrevenir tras las be-
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 729

'bidas cantáridas, empero también tras las orugas del pino y de la sala-
mandra. Así mismo el sueño grave y profundo, el ronquido, el color lívido
y la pesadumbre de todo el cuerpo, no solo sucede a los que bebieron
,el zumo de dormidera, empero también a los que tragaron cicuta o man-
drágora. Demás de esto no solo el beleño hace desvariar, empero también
los venenos llamados tósigos, el acónito, el albayalde, y el yeso tienen la
misma fuerza. En suma, será tarea difícil hallar una señal de estas sola,
que baste a descubrir la cualidad del veneno tragado, principalmente
siendo ellas comunes, y sabiendo suceden a otras muchas disposiciones
que en el cuerpo se engendran, aunque alguna vez pudiese sacarse por
conjeturas (según diremos) la cualidad de aquellos venenos que con gran-
de celeridad despachan. Mas en los que engendran luengas disposiciones,
la cura no tiene dificultad en sÍ, puesto que sea dificultoso sacar por
conjetura la causa que produjo el daño, porque si los venenos en ofen-
der se tardan, convirtiéndose después en luengas enfermedades, reciben
la cura común de las otras disposiciones, a causa de ser ya perdida la
propia y primera cualidad venenosa. Basten las cosas dichas en cuan-
to a la común cura de los venenos, la cual consiguientemente declara-
remos los remedios que particularmente a cada uno de ellos conviene y
esto después de haber una a una indicado todas aquellas cosas que en
cualquier grado tienen virtud maléfica, para que si alguno de los celebra-
dos para la salud humana tuvieran mezcla de ellos, los estudiosos del
arte medicinal puedan cautamente usar de ellos, porque el descuido sue-
le acarrear grandes daños. Los animales, pues, que tienen virtud maléfi-
ca son: las cantáridas, los buprestes, la salamandra, las orugas del pino,
la liebre marina, la rana llamada rubera, la rana muda de las lagunas y
las sanguijuelas tragadas. Son simientes venenosas las del beleño, la de
la cicuta, del ajenux y de la zaragatona. Cuéntanse entre los licores malé-
ficos: el meconio, el apocarpaso, (;1 zumo de la thapsia, el del cogombro
salvaje y el que sale de la mandrágora. Raíces venenosas son: el came-
leonte, el acónito, la thapsia, el eléboro, la ixia, el agárico negro y el
ephemero llamado de algunos calchice a causa que nace en Calchide en-
tre las yerbas y la hortaliza. Tienen facultad maléfica la smilace, el so-
lastro furiosos, la yerba sardonia, el papaver cornudo, el pharico, el
toxico, la ruda salvaje y los hongos. También de los animales algunas
cosas suelen ser dañosas, como si digamos, la sangre de toro fresca, la
leche que tiene mezcla de cuajo y la miel que se hace en Heraclea del
Ponto. Sus mortíferos minerales: el yeso, el albayalde, la cal, el oropi-
mente, las dos especies de sandaraca, el litargirio, el adarca, el plomo y
730 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

el llamado azogue. Entre las cosas que son familiares al hombre, el vino
común, el paso bebido en gran cantidad o de golpe luego en saliendo del
baño, y el agua fría, bebida en la misma forma, tienen propiedad vene-
nosa 1.

1 Si los hombres mantuvieren entre sí aquella fe y hermandad que se guarda


entre las mismas fieras o si la naturaleza les diera el mismo conocimiento e
instinto que recibieron de ella los animales brutos, con el cual, sin tener siem-
pre el médico al lado, saben siempre lo más conveniente y así escogen lo salu-
dable y huyen 10 pernicioso, ni Dioscórides tuviera ocasión de añadir este
Libro de los Venenos Malignos, ni yo tampoco de traducirle. Mas como el hom-
bre no tenga en esta vida mayor enemigo que el hombre, ni de quien reciba
mayores daños, siendo de él perseguido no solo con infinitas armas diabólicas
empero también con cien mil géneros de ponzoñas, de las cuales no le es fácil
guardarse, por ser en esta parte inferior a las bestias, fue movido el funda-
mento anterior a escribir este comentario. porque cierto si el mundo fuera
tan inocente que no supiera para dañar al prójimo ayudarse de tan infernales
artes no fuera necesario el comentario. Plinio es de opinión que la Tierra
como madre copiosa creó los venenos mortíferos de lástima y compasiÓn de
nosotros, conviene a saber, para que nunca viniésemos a tal término que fuése-
mos forzados a morir poco a poco desperecidos de hambre o ahorcados igno-
miniosamente, o a fuerza de hierro hechos cien mil pedazos, sino que con un
traguillo muriésemos sin trabajo, y efectivamente muchos son los insignes Varo-
nes, que de esta forma terminaron. Demóstenes al saberse condenado se bebió
un tóxico que siempre llevaba en un canuto tras el oído, con 10 que se libró
del tormento que le esperaba. También Demócrito para valerse de él en los
últimos trabajos tenía siempre dentro de cierto anillo un poco de veneno muy
pernicioso con el cual, al fin, se quitó la vida.
El veneno en griego se llama «pharmacoll, el cual nombre es común así a
las medicinas santas y saludables como alas malignas y perniciosas, pues no
hay veneno tan pestilente que no pueda servir algo al uso de medicina, empero
tan enemigos del hombre, que por la mayor parte le corrompe y despacha. Cum-
ple también advertir que algunos de los venenos con su cantidad despachan.
y otros con su esencia y cualidad son mortíferos. Matan por sola su cantidad
los que obran por virtud de las cualidades elementales, porque si se toman en
cantidad pequeña es. imperceptible su daño. Son mortíferas por su cualidad
y esencia todas aquellas cosas que de propiedad oculta parecen ser venenosas,
visto que cualquiera pequeña cantidad de cada una de ellas derriba súbito al
hombre, si luego no se le da socorro.
Combaten los venenos el cuerpo humano por los cinco sentidos, por los
cuales le asaltan como por cinco puertas. Porque primeramente, si bien mi-
ramos, el basilisco, no solamente mordiéndonos introduce su ponzoña por
los miembros mordidos, sino también, de hito en hito mirándonos, la suele
DlOSCORlDES.--MATERIA MEDICA 731

CAP. 1: DE LAS CANTARlDAS

Sobrevienen grandísimos accidentes a los que bebieren cantáridas,


porque sienten una gran comezón casi en todas aquellas partes que des-
de la boca hasta la vejiga se extienden, y represéntaseles en el gusto un

arrojar, como ponzoña de amor, por nuestros ojos a las entrañas, aunque para
que pueda esclavizarnos cumple que le miremos juntamente nosotros, de arte
que los rayos visuales se encuentren, y este es el más sutil y delicado veneno
de todos, al cual se podría comparar con aquella dulce y cordial ponzoña, que
cada día por los ojos beben los enamorados. También suelen hacer los turcos
de relajar y otros venenos graves una suerte de tinta tan maligna y tan perni-
ciosa, que escrita una carta con ella y leída sin anteojos, inficiona y derriba
luego al lector. Emponzoña también y mata oído el silbo del basilisco y los
de· ciertas serpientes, lo cual acaece (según pienso) penetrando aquel pestífero
anhélito por los poros auditivos a los ventrículos del celebro. Que pueda pe-
netrar el veneno por las narices y penetrarse por todo el cuerpo, cada día se
conoce por la experiencia. Hállanse algunos venenos tan virulentos que luego
en tocando cualquier miembro desnudo matan, cual era una yerba que me
mostraron en cierto jardín de padua traída allí de Levante, aunque no sé
cómo pudo hacerlo el que la trasplantó a no ser que llevase manoplas. Otros
muy más crueles que aquestos, sin tocar a ninguna parte de nuestro cuerpo
nos inficionan por cualquier medio. De aquella especie debía ser aquella ser-
piente que al ser lanceada inficionó a través del hierro al brazo del laceador.
La espuma que se lanza de la boca de algún perro rabioso tiene tanta eficacia,
que en tocando la carne de cualquier hombre le hace luego rabiar, corno si
del mismo perro fuese mordido. El áspid llamado ptyas, compasando bien la
distancia, se allega tanto al que quiere ofender, que puede arrojarle su cruel
saliva a la cara, con lo cual súbito le inficiona, empero así de aquesta serpiente
como de las otras la saliva humana es veneno mortífero.
Los venenos calientes y corrosivos matan abrasando y royendo los interiores
miembros por donde pasan, los fríos congelando la sangre, ahogando el calor
natural, y endormeciendo todos los instrumentos de los sentidos, los húmedos
(si hay algún veneno que mate por respecto de su demasiada humedad), rela-
jando y corrompiendo así los miembros como sus facultades, y finalmente los
secos, desecando las sustancias del corazón. Cuanto más sutiles son los venenos
más pronto despachan, por donde resisten más al veneno los que tengan las
Venas y arterias mucho más delgadas y estrechas. De aquí nace que la cicuta,
siendo a los hombres veneno, es mantenimiento de los estorninos.
Habiendo dicho hasta ahora las diferencias generales de los venenos, será
bien decir algo de las cautelas que deben tener los príncipes y los ricos y cau-
732 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

cierto sabor de pez o de licor del cedro. Demás de esto, inflámaseles la:
región del hígado, mean con dolor y dificultad, y muchas veces con la
orina echan sangre. Suelen purgar por el vientre aquestos ciertas super-

dalosos para huir del veneno, visto que los pobres, y los de bajo suelo, pocas
veces suelen ser arrebatados de semejantes traiciones. Primeramente deben pro-
curar estar a bien con Dios, deben además no tiranizar a sus súbditos, sino
tratarles blandamente y administrarles muy entera justicia, porque así se harán
amar de todos y no aventurarán que alguno en secreto se le atreva. Demás de
lo dicho serviránse de ministros honrados, leales y bien nacidos a los cuales,
procurarán tener contentos y honrados. Importa mucho tener un buen cocinero
de largos tiempos y aprobado por incorrupto, prudente y cauto, amigo y teme-
roso de Dios y de su propia obra celoso, por cuanto el medio más fácil y el
alcahuete más ordinario para introducir los venenos es el agua y el vino, de"
lo cual nos da ejemplo Eduardo, rey malogrado de Inglaterra, que fue atosi-
. gado con vino; Roberto, rey de Sicilia, que lo fue al recibir la Santísiina.
Eucaristía, dándole el veneno envuelto en la sangre preciosa de Cristo. Ale-
jandro Magno fue atosigado con el veneno del agua stigia enviada en una
uña de mula por Aristipatro. Digo en suma, que si los que tratan las viandas,
y brebajes de algún príncipe le quieren hacer traición, servirán de poco para
estorbarlos aquellos ceremoniosos salvos, visto que los que a la mesa del señor
sirven de semejantes cargos ya son tan rellenos y hartos que aunque tomen
cualquier ponzoña no les ofenderá, cuanto más que no hacen, sino con un
cortezoncillo de pan, tocar los bordes de cada plato, y después, en llegándosele
a la boca, echarle. Lo que teniendo bien entendido aquellos Augustos Césares,.
procuraban primeramente servirse de intocables ministros, y después, para
estar bien. seguros, se apercibían de remedios excelentísimos contra toda clase-
de venenos, y así leemos que Marco Aurelio Antonino usaba cada día de la
theriaca, como de familiar y benigno mantenimiento, con el uso de la cual
vivió muchos años con el Imperio y prevaleció sobre todos sus enemigos.
Tiénese por cosa probada que atando un diamante oriental o una esmeralda
o un jacinto al brazo izquierdo, entre el codo y el hombro, de suerte que llegue
a la carne, embota la fuerza de los venenos y resuelve todo aire corrupto. Maes-
tre Juan Portugués, médico excelentísimo, me dijo en Roma que mientras and6
en el Hospital de San Juan de Letrán, donde mucho tiempo reinó una gran
pestilencia, tuvo siempre un pedazo de solimán, como una nuez, atado al sobaco,
izquierdo y a raíz de la carne, por medio del cual se preservó, no solamente
de aquel peligro, sino de otros muchos, de modo que me exaltó por único el
tal remedio. De todas las medicinas preventivas contra el veneno, el cuerno
del unicornio, del cual no hicieron mención los griegos, se da la gloria pri-
mera. Si quieres hacer la prueba darásle a beber con vino a un gallo y atosíga-
le luego y seguirá vivo, del mismo modo que si lo haces con uno no preparado-
despachará en seguida.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 733

fluidades, como los disentéricos. Provocan muchos desmayos, hastíos y


vaguidos de cabeza, de tal modo que se caen de su estado y a la fin des-
varían. Conviene, pues, antes que acaezca alguna de estas cosas provo-

Suélense administrar para socorro y remedio de los atosigados, aquellas


mismas cosas, así simples como compuestas, que sirvan para preservar de
cualquier ponzoña los cuerpos sanos, empero en cantidades muy más grandes;
son, pues, al uno y otro efectos útiles, ultra las que nos propuso Dioscórides,
la valeriana, la verbena, el torongil, la iride, la genciana, la galanga, la canela,
la cáscara de limón, el cuajo de la liebre, la raíz de la polemonia, el cardo
santo, el cuerno del unicornio, los compañones del oso, la vera mumia, el coral,
la piedra hematite, la esmeralda, el rubí, las perlas y el oloroso ámbar. Cuenta la
flor de la adelfa entre las medicinas útiles al veneno Dioscórides, aunque co-
múnmente es tenida por veneno.
Los medicamentos compuestos compilados por los antiguos y confirmados
por los modernos son: la theriaca, el andromacho, antídoto metridato y aque-
llos que se hacen de la sangre, del scinco y de la tierra lemnia. Sin los cuales
inventaron otros muchos los árabes para después de vomitado el veneno ins-
taurar el corazón aflicto, como son el electuario, diamargaritón frío y caliente,
el de gemmis, el trafandali, el diamusci, el dicamerón y la confección de al-
kermes.
Andrea Mathiolo Gervas, varón muy entendido en la universal medicina y
principalmente en aquella de los venenos, describe dos remedios excelentísimos
contra todo género de ponzoña, conviene a saber: un electuario y un óleo,
los cuales por haber yo visto de ellos admirables pruebas he querido dejar
consignados. Porque no solo contra el veneno bebido y contra aquel que suelen
por las heridas arrojar las fieras en el cuerpo humano, empero también contra
la pestilencia hace portentosos efectos, del cual electuario se pueden dar a la
vez dos o tres dracmas, según la necesidad, complexión y edad del paciente.
Empero queriendo que su efecto sea súbito, tomarás una libra del dicho antí-
doto y otra del jarabe de cáscaras de limones y cinco de aguardiente hecho
de generosísimo vino y reduciéndolo a forma de quinta esencia, a fuerza de
muchas veces alambicarse, después meterás en una redoma de vidrio y después
de bien ataparla con cera y un pergamino, pues si no, se resolverá en humo,
le guardarás y le dejarás reposar un mes. Tiene tanto vigor y excelencia esta
agua, que dada a beber media onza de ella, por sí o con vino blanco, resucita
a los muertos, quiero decir, los que por mordisco o punzura de algún ponzo-
ñoso animal o por haber tomado algún bebedizo mortífero, con el habla per-
dieron el sentido y movimiento de todo el cuerpo, porque les revoca Y des-
pierta súbito, como de un luengo sueño, no sin grandísima admiración de los
asistentes, y les hace vomitar gran cantidad de humores corruptos e infecciosos.
Parecida eficacia y vigor tiene el óleo, del cual se cuenta que queriendo ver
el Papa Clemente su prueba, ordenó se diese a dos salteadores condenados a
734 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

car vómito a los pacientes. Darémosles también un poco de nitro con


aguamiel, porque mundifique, barra y cambie abajo todo lo que estuvie-
re apegado al estómago y a las tripas. También conviene en esta misma
razón, después de untado todo el cuerpo del enfermo con algún aceite
que tenga virtud caliente, lavarle en el baño, para que se purgue por
los poros del cuero todo lo dañoso y molesto. Cuanto a su regimiento
darémosle a comer gallinas y carne de cordero o cabrito y de lechón, em-
pero cada una de ellas muy grasa, tierna y cocida con simiente de lino,
por cuanto relajan el vientre y embotan la agudeza de los venenos. Be-
berán vino dulce y en cantidad copiosa. Seráles remedio a estos beber
de la corteza del incienso y de la tierra samia, llamada aster, cuatro drac-
mas de cada cosa con vino paso. Empero muy más eficaces remedios que
todos los otros son los antídotos, bebiéndose de cada uno de ellos cua-
tro dracmas con aguamiel.

CAP. II: DE LAS ORUGAS DEL PINO

En habiendo alguno tragado la oruga del pino, luego le sobreviene


dolor de paladar y de toda la boca, y grande inflamación de la boca,
del garguero y del estómago, con tan bravo dolor de tripas, que juzga
el paciente serle roídos todos los interiores miembros, ultra el hastío que
siente y el insólito ardor por el cuerpo universo. A los cuales socorre-
remos de la misma forma que a los que tragaron cantáridas. Empero,
particularmente, usaremos en ellos el óleo melino (el cual se hace de
membrillos y aceite) en lugar del común irino.

CAP. XV: DEL HYOFCIAMO, LLAMADO EN CASTILLA «BELEÑO»

El hiofciamo, bebido o comido hace salir de tino, como la borrachez.


Tiénese por conveniente remedio contra sus daños el aguamiel bebido
en gran cantidad y también la leche, principalmente aquella de la bo-
muerte napelo y que después untasen al uno de ellos, 10 cual se puso luego
por obra, y aconteció que el que había comido mayor cantidad de veneno,
untado con este aceite escapó, y el otro al que se había negado la medicina
murió súbito. Y esto debe bastar por ahora en cuanto a la doctrina y método
universal de la diferencia y cura de los venenos, por la particular de cada uno
de ellos se tratará de aquí adelante con grandísima diligencia.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 735

rrica, y faltando aquesta la de cabra o la de vaca, o el cocimiento de los


higos pasados. Sirven al mismo efecto los piñones mondados, y la simien-
te de los pepinos bebida con vino paso. Aprovecha el vino salado, con la
enjundia de puerco fresca y con un poco de vino paso. Hace al propó-
sito la simiente de las ortigas, o el hitro con agua, demás de esto la ci-
carea, la mostaza, el mastuerzo, el rábano, la cebolla y los ajos, de las
cuales cosas cada una tiene que beberse con vino. Del resto harémosle
que reposen a los que tragaron beleño, para que lo digieran, ni más ni
menos que a los borrachos 2.

CAP. XVII: DEL LICOR DEL PAPA VER, LLAMADO MECONIO Y OPIO

Los que bebieron el opio les sobreviene un profundísimo sueño con


muy gran frialdad, y comezón tan intensa, que muchas veces aumentán-
dose la fuerza de la ponzoña, ella sola basta para les despertar. Demás de
esto transpiran por toda la piel el olor del opio. Socorreremos. pues, a los
que lo hubieran bebido, después de les haber provocado el vómito con
aceite, echándoles muy agudos clísteres, y dándoles a beber oximel con
sal, o miel con aceite rosado caliente. Esles también conveniente el vino
puro copiosamente bebido con ajenjicos o cinnamomo; o el vinagre ca-
liente por sí solo bebido. Así mismo les ayuda el nitro con agua y el
orégano con lejía o con vino paso, la simiente de la ruda salvaje con
pimienta y con vino y panace, y la pimienta con castoreo y con oximel o
con el vino en que fue cocido el orégano, y el ajedrea. Conviene desper-
tarlos a estos, dándoles a oler cosas fuertes y agudas, y bañándoles con
agua caliente a causa de aquella gran comezón. Aprovéchales, en salien-
do del baño, sorber caldos gruesos con vino común o con paso, y beber
con aceite los tuétanos de los huesos.

2 A los que tragaron hiofciamo blanco (según escribe Avicena) sobreviene


gran relajación de junturas, apostémaseles la lengua, hínchaseles la boca de
espuma, infláinanseles y pónenseles turbios los ojos, estréchaseles el aliento.
acúdeles sordedad con vaguedad de cabeza y una comezón en las encías y en
todo el cuerpo. Demás de esto embótaseles el sentido, vénceles la borrachez y
tómales gota coral. Empero al hiofciamo negro refiere el mismo Avicena todos
aquellos daños e inconvenientes que atribuye a la cicuta Dioscórides y PauIo
Egineta. Es eficaz remedio contra el hiofciamo la luenga pimienta, bebiéndose
de ella dos dracmas con algún buen vino oloroso.
736 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. XXVII: DEL LITARGIRIO

Bebido el litargirio, da gran pesadumbre al estómago, el vientre y a


todos los intestinos, con bravísimos tortijones y algunas veces horada
con su peso las tripas y detiene la orina. Demás de esto, hínchaseles el
cuerpo a los que lo hubieren bebido, y vuélveseles de un feo color de
plomo. A los cuales aprovecha después del vómito beber la simiente del
ormino salvaje con vino, o de la mina ocho dracmas, o los ajenjicos, o el
hisopo, o la simiente del perejil, o la pimienta, o la flor del ligustro, así
mismo con vino. Esles también remedio el estiércol seco de las palomas
'salvajes, bebido con nardo o con vino 3.

3 El litargirio, llamado por otro nombre en Castilla «almártaga», induce


gravísimos accidentes, y pone en condici6n de ahogarse a todos los que 10
beben, por donde conviene socorrerles con gran presteza porque la dilaci6n en
semejantes casos no es menos peligrosa que los mismos venenos. Es, pues, el
remedio más generoso y más propio a estos, tras el copioso v6mito, la mirra
bebida con algún vino blanco excelente, de la cual basta dar a la vez dos o
tres dracmas, y aun Actio no manda dar sino tres 6bolos, por donde creo que
el texto de Diosc6rides está depravado. También el aceite fresco de almendras
dulces bebido literalmente suele ser a los tales medicina muy saludable. Sírvenles
así mismo los caldos de tripas gruesas bebidos y echados en los c1ísteres.
Hace los mismos accidentes la limadura de plomo y cúrase de la misma manera,
ofende también mucho la limadura, escamas y la espuma del hierro. Atrévense
a persuadirnos mucho que bebida la piedra imán en cantidad de una dracma
con zumo de mercuriales o de acelgas es valeroso zumo contra las limaduras
de hierro. Empero como aquella piedra sea en sí venenosa, y a todos los que
la beben haga por 10 menos lunáticos, parécese que la tal experiencia no carece
de gran peligro. Dase a beber contra la piedra imán la limadura de oro y el
polvo de la esmeralda con vino. Es veneno mortífero la escama y la limadura
del cobre, porque causa crudelísimas disenterías y v6mitos, con grandísima
corrosi6n de, est6mago y de todos los interiores miembros. A las cuales cosas
debemos acudir con cosas que resfriando humedezcan, dándolas a beber y apli-
cándolas por fuera al est6mago.
DroSCORIDES.-MATERIA MEDICA 737

CAP. XXVIII: DEL AZOGUE

El azogue bebido induce los accidentes mismos del litargirio y cúrase


con los mismos remedios. Empero especialmente en aqueste caso, apro-
vecha beber leche en grande abundancia y después volverla por vómito 4.

CAP. XXXII: DE LAS SANGUIJUELAS

Las sanguijuelas tragadas con agua, si en la boca del estómago en el


bajar se asieran, atraen hacia sí aquellas partes, de modo que los pacien-
tes sienten como chuparse, el cual sentimiento es indicio de haber sido
tragados los semejantes animalejos. Despégalos, pues, la salmuera bebida,
el licor cirineico; o el de acelgas, con fuerte vinagre, o la nieve bebida
con vinagre aguado. Si las sanguijuelas se apegaron a la garganta, des-

4 Del azote sublimado que llamamos ((solimán» en Castilla no hay duda ni


controversia, sino que mata presto, con crudelísimos accidentes. Tampoco se
pone en duda que el azogue precipitado llamado polvo de mercurio por otro
nombre, dándose en gran cantidad, no despache, y a todos los que le beben
haga por lo menos lunáticos, aunque algunos con suceso admirable suelen dar
por la boca dos o tres granos de polvo con vino contra los dolores del mal
francés, porque purga y atrae notablemente de las junturas. Empero acerca
del fluido y líquido del azogue hay entre los médicos excelentísimos grandí-
sima altercación, por cuanto unos le tienen por venenoso y mortífero, no le
atribuyen otros tal facultad. Aunque se resuelven la mayor parte de ellos en
esto, que, bebido en gran copia, mata, como dio de sí triste ejemplo aquel
boticario infeliz, del cual hace mención Pedro de Ebono. Una cosa puedo yo
testificar del azogue, que muchas veces he visto dar a cucharadas en España
a los niños por mano de ciertas hechiceras pestilenciales contra el alfirez, de
los cuales no me acuerdo que alguno con tal remedio escapase. por donde
me persuado que ya no les hiciera otro daño, a lo menos con su gran peso y
Con la notable facultad que tiene de penetrar, les horadaba luego los intestinos,
y así les aceleraba la muerte. Por eso las matronas cuerdas y honradas no
confían de semejantes furias la salud de sus hijos, que tanto importa, sino
llaman excelentísimos médicos que, por su experiencia y juicio, hagan lo que
el arte y razón ordenan. Cúranse los niños del solimán y del polvo precipitado
Con los remedios mismos de las moscas cantáridas y de los otros conocidos
venenos, así como del argento vino, con aquellos que requiere el almártaga.
738 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO JI

pués de haber metido al que padece de ellas en un baño caliente, le dare-


mos agua fría para que la tenga en la boca, con la cual industria verás
que se desavivan 5.

5 Además de las señales arriba dichas, suelen los que tragaron sanguijuelas
escupir sangre muy viva y muy roja, de donde cobran un gran miedo creyendo
que' salga de los pulmones. Mas conócese fácilmente la diferencia porque aquella
que resulta del pecho sale saltando con tos y muéstrase muy sutil y espumosa,
mas la que derraman las sanguijuelas no da muestra de espuma y sale poco
a poco, aunque algunas veces puede hacerlo de vómito cuando está apegada en
el estómago. Es, pues, fácil de despegarlas cuando se ven asidas a la garganta,
porque tocándoles con vinagre o echándoles un poco de ceniza junto a la boca,
luego sin más tardar sueltan. Hácelas también desasirse el perfume de las
chinches quemadas. Empero para despegarlas del estómago o del garguero
conviene usar de aquellos exquisitos remedios que describe Dioscórides, entre
los cuales aquel del baño y del agua fría es excelente y probado, para despe-
garlas de cualquier parte, porque huyendo naturalmente del calor se van tras
el refrigerio del agua y entonces es fácil cosa escupirlas. Mueren las sangui-
juelas con el aceite crudo, con la lejía mezclada con sal y con todas aquellas
cosas que son remedio de las lombrices.
Haríamos agravio a las sanguijuelas si habiendo hablado del daño que
suelen acarrear no ,hiciésemos mención del servicio que muchas veces nos
hacen, cuando queremos abrir con ellas las almorranas, en infinitas y muy
graves enfermedades, o sacar la sangre de cualquiera parte del cuerpo. Aunque
dice Galeno que hasta los catorce años no se debe sacar la sangre a ningún
muchacho y mucho menos por otros métodos que no sea el de las sangui-
juelas, 10 cual me reafirma contra la pestilencial costumbre de España, donde
luego que sienten un poquito de calor, a cualquier niño de teta, llaman a cual-
quier barbero o verdugo, el cual con unas manazas que se deben llamar no
manos sino manoplas y con un navaj onazo de crueles filos, le abren sin piedad
de arriba abajo las piernas, de tal modo que muchas veces la criaturita se
amortece y se pasma. Una cosa os puedo confirmar, que de nada de mi niñez
se me acuerda sino de una sangría que me fue hecha (mirad cuán grande
impiedad) siendo yo de catorce meses, la cual (como Dios es verdad) aun
ahora me escuece, pues tengo todas las pantorrillas henchidas como si fuesen
melones. Para usar de las sanguijuelas como sangrías, antes que las pongamos
en uso las tendremos repurgadas de mucho tiempo, guardándolas en vasijas
de vidrio y mudándolas muy a menudo el agua, sin echarlas cosa que coman,
con la cual industria pierden la vivosidad. Ultra de eso yo cuando quiero
hacer evacuación señalada, después de cocidas hago sentar al enfermo sobre
un cocimiento de malvas hirvientes, 10 cual relaja de tal modo las venas
mordidas, que en un cuarto de hora saldrán por ella más de tres libras de
sangre, la cual sangre, para conocer su cualidad y color se suele recoger en
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 739

CAP. XXXIII: DEL ELEBORO y DE OTRAS ALGUNAS COSAS QUE SE DAN


PARA COBRAR SALUD

Administraremos también cautamente todas aquellas cosas que se dan


para remediar a los pacientes, las cuales muchas veces les meten en ma-
yores inconvenientes y peligros que los otros venenos, como son el elé-
boro blanco, la thafia, el zumo del cogombro amargo y el agárico negro.
Porque todas aquestas cosas o ahogan o purgan más de lo que conviene.
Acudiremos, pues, contra la sofocación que causaren, con aquellos mis-
mos remedios que dimos contra los hongos, y atajaremos la purgación
demasiada, con las cosas que tuvieren virtud de restreñir las evacua-
ciones. Ni debemos descuidarnos acerca de aquestas cosas que, aunque
a la parecer, ofenden ligeramente, todavía suelen algunas veces ser peli-
grosas, del número de las cuales es la ruda salvaje, la nige1a y los fluecos
movedizos de las flores de aquella suerte de cardo, que tiene por nombre
cactos, las cuales tragadas hay un solo remedio, el vómito 6.

una escudilla puesta sobre algunos palillos cuatro dedos encima del cocimiento.
Salida la cantidad que queremos de sangre, y vuelto el paciente a la cama,
las venas se cierran de suyo, o nosotros, con un poco de algodón quemado o
con una clara de huevo, haremos que presto se cierren.
6 Habiendo tratado Dioscórides de las cosas tenidas por venenos y de los
daños que de ellas manan, hace mención ahora de algunos muy solutivos, que
como saludables para purgar el cuerpo, suelen administrarse. Teniendo muy
entendido que todas las medicinas que tienen facultad purgativa son contrarias
a la natura humana, y si no se dan cuando conviene y en cantidad moderada,
suelen causar terribilísimos accidentes, y no menores que aquellos de los vene-
nos. Atájase la purgación demasiada de los solutivos violentos y corrosivos con
medicinas estípticas. Empero primero que se administren conviene usar de
otras blandas, frescas y lenitivas, de las cuales a lo menos temple el fármaco
Venenoso. Para evitar estos inconvenientes, después de haber dado los solutivos
suelo ordenar otros que tengan fuerza de restriñir, como son los compuestos
de zumo de limón, de leche de vaca acedada, y de huevos cocidos con vinagre.
Aunque la demasiada evacuación de los solutivos (gracias a Nuestro Señor)
nunca me puso en aprieto, ni con necesidad de recurrir a tantos remedios o
porque yo los trato muy cautamente o porque los fluj os causados de medicinas
son muy más fáciles de atajar que los otros que manan de causas interiores y
ocultas, por conocerse las causas de ellos.
740 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. XXXV: DE LAS FIERAS QUE ARROJAN DE SI VENENO

Fue toda nuestra intención en este último comentario tratar de los ve-
nenos mortíferos y de las fieras que arrojan de sí ponzoña, para que quede
perfectamente acabado lo que trata de la parte medicinal, por esto la tal
doctrina es no menos necesaria que las otras a quienes practican la me-
dicina. Divídese, pues, aquella doctrina en dos supremas y generalísimas
partes. De las cuales aquella que trata de los animales que arrojan de sí
ponzoña tiene por nombre theriaca, así como alejifarmaca la otra que
disputa de los venenos. Digamos, pues (lo que es esta disputación es prime-
rísimo fundamento), que no conviene contar las partes del arte medicinal,
según el número de las disposiciones que sobrevienen a los humanos cuer-
pos, sino que la natura de cada cosa debe ser por sí examinada y discer-
nida de sus propias señales, así como en sus particulares lugares lo habe-
mos ya demostrado. Porque el accidente que sirve a la curación y mues-
tra al camino de ello, este tal, ni es incomprensible, ni carece de natural
causa, antes alguno impulsado de él, podrá seguramente afirmar que tiene
adito y facultad para prevenir al conocimiento de las causas profundas e
inciertas. Las cuales aunque en su mayor parte no puedan comprenderse
de los sentidos, por razón de su menudencia, todavía conferidas unas con
otras, a la fin se comprenden. Podrá el hombre conocer esto en las víboras
y escorpiones y en otros muchos semejantes animalejos, considerando con-
sigo mismo que aunque en su especie sean pequeñuelos de cuerpo y de
sentido apenas comprensible todavía de gravísimos peligros y dolores son
causa.
Detiénense y domínanse los venenos, para que no se derramen, con per-
suasiones y medicinas agudas aplicadas a la parte doliente, las cuales tie-
nen facultad de lavar y embotar la ponzoña. Apáganse también y véncense
los venenos con beber vino paso sin agua, o por el contrario comer muy
agudas viandas. Finalmente, contra los venenos es útil purgar el vientre,
provocar el sudor y en general hacer otras algunas cosas, según particular-
mente demostraremos. Para lo cual no solamente conviene tener en hito las
materias que provocan la corrupción, sino también la cantidad de ellas y el
tiempo, porque según estas cosas infinito varían entre sí los venenos, visto
que según la cantidad y porción de los venenos mortíferos y de aquellos
que arrojan las fieras emponzoñadas, unos ponen luego en peligro al pa-
ciente, otros engendran más profundas o más superficiales las corrupcio-
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 741

nes, otros causan dolores más vehementes o más benignos, y en más o en


menos afligen. Conviene, pues, contra aquellos venenos que ponen la vida
en balanza, pelear con remedios eficacísimos, así como con más blandos
contra los menos dañosos. Porque sería una cosa ridícula, si usando de
remedios bizarros contra los venenos pusiéramos al enfermo en peligro, y
deseando deshacer los menores, fatigáramos en balde y sin propósito al
cuerpo, con la acrecentada cura de remedios violentos. También podre-
mos prontamente de los tiempos prescribir todo lo que conviene, por
cuanto aqueste veneno súbito y con grande introduce el daño y peligro al
hombre, y por el contrario aquel poco a poco y en mayor o en más breve
espacio de tiempo. Por donde contra los venenos agudos conviene luego
y juntamente acudir con infinitos remedios, más contra los otros poco a
poco y despacio. Habiendo, pues, ya tratado medicinalmente de aquestas
cosas como de una general introducción para el arte, de aquí adelante
será bien nos ejercitemos en las particulares doctrinas.

CAP. XXXVI: DE LAS SEÑALES DE LOS PERROS RABIOSOS, Y DE


AQUELLOS QUE SON DE EL MORDIDOS

He querido hablar de la mordedura del perro rabioso primero que de


las otras, por cuanto aqueste animal es doméstico y muy familiar al hom-
bre, ultra que suele rabiar a menudo y morir rabiando. De los daños del
cual es muy difícil guardarse incurren los hombres en peligros inevita-
bles no siendo socorridos presto con muchos remedios. Suelen por la
mayor parte rabiar los perros cuando el tiempo en extremo es hirviente,
y algunas veces cuando fatiga mucho el frío. El perro que rabia, así del
comer como del beber, arroja gran cantidad de flema espumosa por la
boca y las narices, mira extrañamente con ojos turbios, muéstrase más
melancólico que otras veces y sin ladrar arremete a todos, así a las fie-
ras como a los hombres y no menos a los familiares y conocidos que a
los extraños. Empero luego al principio no da grave tormento, salvo el
dolor de la herida, aunque después con el tiempo engendra la enfermedad
llamada hidrófobo, que es terror al agua, por el gran miedo a las aguas
que los mordidos tienen, la cual suele venir con retracción de nervios,
con rojeza de todo el cuerpo y en especial del rostro, con sudor y con
un olvido muy grande. Algunos de los mordidos huyen y aborrecen la
luz, otros continuamente se duelen, y otros, finalmente, ladrando a ma-
742 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

nera de perros, muerden a cuantos se les ponen delante, y mordiéndo-


les les infunden la misma rabia, por donde hasta ahora no he visto que
haya escapado alguno de los que en la hidrofobia cayeron, salvo uno o
dos que se restituyeron, si debemos dar crédito a las historias, porque
Eudemo hace mención de uno que se libró y algunos también afirman
que Themisfon, habiendo sido mordido y después ocupado de la rabia,
cobró su sanidad primera, lo cual otros cuentan de otra arte, conviene
a saber: que Themisfon, médico, mientras condoliéndose de un amigo (el
cual tenía ya grande horror al agua) le curaba, servía y esforzaba con
gran cuidado, cayó en la misma disposición, de la cual todavía escapó,
después de muchos tormentos. De manera que aquesta enfermedad es
muy trabajosa y difícil, aunque yo sané a muchos de ella antes que sin-
tieran sus accidentes, y conozco no pocos que de otros médicos fueron
perfectamente curados 7.
7 El perro es un animal familiar, agradecido y fidelísimo al hombre, lo cual
podría fácilmente probar con muchos, que habiendo sido desamparados de sus
propios deudos, amigos y servidores, hallaron presidio, fe y lealtad en los
perros contra el furor de sus enemigos. Dícese que un perro de Jasón Lycio
después de muerto su amo no quiso más comer y así pereció de hambre. Ha-
biendo sido condenado a morir Tulio Salino con sus criados, en tiempos en
que Apio Junio y Publio Julio eran cónsules, el perro de uno de ellos no pu-
dieron echar jamás de la cárcel, desde la cual acompañó a su amo hasta el
lugar de la ejecución y después de justiciado no se quiso apartar del cuerpo,
antes daba sobre él mil aullidos no sin grande admiración de todo el pueblo
romano. Esta lealtad debían imitar los hombres. Sin embargo, el perro está
sujeto a graves enfermedades y sobre todo, por las alteraciones del calor y el
frío, a la rabia. Suele también rabiar el perro por beber agua corrupta y por
haber comido carnes hediondas y corrompidas, inficionado con yerbas o tocado
por rayos. La manera de conocer a los perros rabiosos, a los pobres de juicio
es muy fácil, porque si veremos un perro bermejo y flaco, que llevando los
ojos muy encendidos, la cola caída, la boca llena de espuma y la lengua salida
de fuera llena de humor colérico, embestir sin propósito y sin ser irritado
al primero que topa, y corriendo sin orden ni concierto súbitamente se para,
y con un desastrado furor muerde a los que aún no había visto, este, sin
duda, trae consigo todas las señales de la rabia. Por donde no conviene cerrar
la herida de los que hubiere mordido, sino dilatarla y tenerla abierta por
lo menos once días, si no queremos que caigan en el formidable terror del
agua y que los cuitados a la fin perezcan por rabia. En este huir del agua
como los endemoniados de la cruz, los mordidos acaban los cuitados muriendo
de sed. Aunque algunos logran vencer el terror con razonamientos, como se
cuenta de cierto filósofo que atacado de rabia y a quien se quería dar un baño,
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 743

CAP. XXXVII': DE LOS REMEDIOS CONTRA LAS MORDEDURAS DE


LOS PERROS RABIOSOS

Dos maneras hay de curar las mordeduras de los perros rabiosos, a


saber: una común, la que se debe a todos los animales que arrojan de sí
ponzoña, y otra particular y propia solamente de los mordidos de perros
rabiosos, la cual a unos puede ser provechosa en extremo y a otros inútil,
principalmente a los que ha mucho que fueron mordidos. Digamos, pues,
de aquesta primero y después trataremos de la común. Conviene ante
todas cosas quemar algunos cangrejos de río con lumbre de sarmientos de

aunque al principio se resistía por ver en las aguas del baño un furioso perrazo,
empero venció la imaginación diciendo: «Pero ¿qué cosa tiene que hacer un
perro en el bañoh Y después de metido convaleció (de do es fama que pro-
viene el proverbio: Ecquid cani cum balneo ?).
Cuando quisieres saber si el perro que ha mordido a un hombre está rabioso
obrarás de la siguiente manera. Aplicarás sobre la mordedura muchas nueces
majadas y dejaráslas así toda la noche para quitarlas a la mañana y las echarás
luego a una gallina para que las coma, porque si el perro mordió con rabia
la gallina se morirá luego al día siguiente de que las hubiere comido, mas
no habiendo sido rabioso ella no recibirá detrimento. Empero nunca deben
descuidarse las mordeduras de perros, porque de ello han sucedido a las claras
no livianos desastres. Escribe Galeno que de todos los animales solo rabia el
perro, de lo cual vemos lo contrario por la experiencia, pues el caballo, el ca-
meHo, el león, la raposa y la mona suelen a las veces ser arrebatados por la
rabia. También es de creer que rabiara el gato que mordió a aquel español
cuitado que está enterrado en Nuestra Señora del ropolo en Roma, cuyo epi-
tafio dice en la forma siguiente:
Hospes disce vacuum mortis genus;
Improba felis. Dum trahitur,
digitum mordet, et intereo.
Dice Avicena que aunque los mordidos comiencen a cobrar gran terror
el agua, todavía se puede tener gran esperanza de su salud mientras mirándose
en un espejo se reconozcan. Dice más, que algunos de estos originan con gran
dolor ciertos pedazos de carne, formados a manera de cachorrillos, lo cual
(si es verdad) acontece por la imaginación y aprensión vehemente, que en
ellos siendo siempre envuelta con los perros, les hace producir semejantes cosas,
como dicen que las muj eres paren a las veces negritos por haber tenido al
tiempo de concebir a los Reyes Magos delante, lo cual puede por cortesía y
piadosamente creerse.
744 CIENTIFICOS GRIEGOS.--TOMO 11

vides blancas y guardar su ceniza muy bien molida, semejantemente el


polvo de la genciana molido y pasado por un cedazo. Ofreciéndose, pues,
algún mordido de perro rabioso, mezclaremos dos cucharadas de la ce-
niza de los cangrejos y una del polvo de la genciana, con cuatro cuartos
de vino puro, a manera de poleada, y darémoselas todas juntas a beber
desde el día primero hasta el cuarto, porque así conviene al principio.
Empero si después de la mordedura hubiesen pasado dos o tres días, lue-
go, en comenzando a curarles, se les dará el triplo de lo que al principio
dijimos, y sin duda aqueste remedio contra el perro rabioso es el mejor
de todos, de todos excelentísimo entre todos los otros, por donde confia-
damente debemos administrarle, aunque por más asegurarnos contra el
inminente peligro no será de más usar también de los otros, porque mu-
cho más vale sufrir las molestias y penalidades causadas de los remedios,
aunque algunas veces en vano, que venir a peligro por negligencia o des-
cuido. No debemos temer tanto en los mordidos de perro rabioso las he-
ridas muy grandes que las pequeñitas y semejantes a los rasguños, visto
que por las heridas grandes suele vacuarse gran cantidad de sangre, la
cual puede traer consigo alguna parte de la ponzoña, lo cual en las me-
nores acontecer no suele. Allende de esto conviene siempre en las heridas
grandes cortar la carne despedazada, rajar los bordes de la llaga alrededor
con la punta de la navaja, y si acaso rehúye o se retira la carne infecta,
atraerla con un anzuelo o con algunas pinzas, para que pueda mejor
cortarse. En suma, importa principalmente cortar los labios, en las gran-
des así como en las pequeñas heridas, para que haciéndose muy copiosa
evacuación de sangre se divierta el veneno y no se distribuya por todo
el cuerpo. Notablemente sirven también las ventosas aplicadas con mu-
cha llama para resolver la fuerza de la ponzoña. Así mismo el cauterio es
remedio eficacísimo contra cualquier herida de fiera que arroja de sí ve-
neno, por cuanto el fuego, siendo más potente que todas las otras cosas,
no solamente dora el veneno, sino que le impide que no corra a las partes
internas, ultra que la parte cauterizada, de allí adelante da un maravilloso
adito y apogeo para la curación, a causa de la llaga que permanece abier-
ta muy largo tiempo. Empero cumple tener cuidado que al caer de la
costra no se suelde la herida más presto de lo que conviene, sino si fuese
posible se conserve la llaga muchos días y hasta un limitado tiempo,
aunque esté sucia y apostemada. Para el cual efecto útilmente sobre ella
podemos administrar la salmuera y el ajo silvestre majado, así como la
cebolla y la lágrima cirinaica o la llamada médica. Aplícanse también
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 745

unos granos de trigo majados y por majar, porque los enteros, hinchados
por la materia, dilatan manifiestamente la herida, y los majados, según
la opinión de algunos, cobran un no sé qué de la salina en ayunas, contra~
rioy repugnante a la fuerza de la ponzoña, lo cual no se afirma por cier~
to, aunque no debe reprobarse su uso. Mas si antes del cuadragésimo día
(lo cual suele acontecer muchas veces) se hubiera encorado la llaga, abri-
rémosla con obra de mano, cercenándola alrededor y otra vez (sin meter-
se fuerte) cauterizarla. Pasado el tiempo ya limitado, las dejaremos cerrar,
cubriéndolas con aquel emplasto que de sal suele prepararse, y no muchos
días después las aplicaremos otro,· hecho de simiente de mostaza majada 8.

8 Todo nuestro intento en las mordeduras de los perros rabiosos ha de ser


intentar evacuar la ponzoña del animal por aquel mismo lugar por donde fue
embebida. Para el cual efecto conviene tener· siempre la herida patente y abierta
a lo menos hasta que se pasen cuarenta días, pues de haberla dejado cerrar
hemos visto lamentables sucesos. A esta causa la purgación del vientre y todo
género de sangrías, si no es la que se produce de la misma herida, es tenida
por muy dañosa, salvo cuando el veneno anda ya demasiado por todo el
cuerpo. Alabó también Galeno en extremo el polvo de los cangrejos quemados
en una cazuela de cobre cuando esté el sol en Leo, el cual siguiendo la doc-
trina de cierto preceptor suyo llamado Escgrom, daba una gran cucharada
bañada con agua, cada mañana, y esto cuarenta días continuados. Mezclaba
algunas veces con el polvo un poquito de incienso y de la genciana molida.
Dice, en suma, Galeno que no perece hombre de los que debidamente de este
remedio usaren. Tiénese por excelentísima bebida con agua una dracma de
asfalto contra el peligroso terror de agua. Alabó así mismo Avicena ciertas
composiciones hechas de las cantáridas para provocar la orina y con ella jun-
tamente la sangre, la cual evacuación dice ser señal de la entera convale-
cencia en los mordidos de algún perro rabioso. La theriaca, preparándose como
conviene, tiénese por maravilloso remedio, así bebida como aplicada: «Pusieron
algunos escrúpulo en el cauterio diciendo que conforta y aprieta todas aquellas
partes en las cuales se aplica, y que así por este respecto y por ocasión de la
escama o costra que engendra sobre la herida, reprime hacia dentro el veneno
y no le deja expirar, la cual razón dudo que parezca probable, todavía no me
convence, visto que por el dolor que engendra sobre la herida atrae hacia
ella los humores del cuerpo, así que no repruebo los cauterios, los cuales
serán más eficaces aplicados con oro o plata. Suélense también cauterizar las
partes con medicinas de virtud corrosiva y cáustica, como son la cal, el soli-
mán, el oropimente, aunque a las veces engendran gran corrupción, del cual
vicio carece el polvo de Iuanes en Vigo, llamado vulgarmente precipitado, por
donde para gastar seguramente la carne y tener siempre abierta la herida no
746 CIENTlFICOS GRIEGOS,-TOMO 11

CAP, XLI: DEL ALACRAN

Comiénzase luego a inflamar la parte mordida por el alacrán y pónese


dura y bermeja con tensión y dolor, que rebaja a veces. Porque unas ve-
ces con calor se enciende y otras siente gran frío, y ahora afloja repen-
tinamente el dolor, ahora se disminuye y ahora de nuevo se ensoberbia.
Suelen así mismo sobrevenir al paciente sudores, escalofríos, temblores
y grandes frialdades de las extremas partes del cuerpo. Demás de esto,
hínchanseles las ingles y sálenles verdosidades del vientre, erízanseles los
cabellos, póneseles el rostro descolorido y extiéndeseles por todo el cuer-
po un dolor como de picaduras de agujas.

CAP. LIII: DEL BASILISCO

Erasístrato, en el libro que hizo de los remedios y de los venenos


mortíferos, habla muy largamente del llamado basilisco diciendo que si
el basilisco mordiese la herida se vuelve pronto amarilla y casi de la co-
lor del oro. Las señales, pues, que acompañan a la mayor parte de las
fieras que arrojan de sí ponzoña son tales como habemos ya declarado.
Por donde pasando ahora a la curación trataremos primero de la general
y común, según nuestras fuerzas bastaren 9,

podemos aplicar cosa más conveniente. En suma, todas las cosas mordaces y
agudas que tienen fuerza de corroer la carne son útiles, aplicadas en los prin·
cipios, 1\ los mordidos de los perros rabiosos.
9 Por los phalangios entienden los médicos griegos unas arañas pardas que
tienen las zancas muy largas y su malignidad pasa a todas las otras, mordidos
los hombres de las cuales siéntense intolerables dolores, pónense luego desco-
loridos, hínchaseles el rostro, álzaseles sin proporción el miembro y a las veces
orinan ciertas cosas a manera de telarañas, estos metidos en agua caliente se
huelgan y sienten muy gran alivio, empero después de salida de ella les vuelven
los dolores doblados. Son del linaje mismo de los phalangios las llamadas en
Italia tarántulas, de las cuales antes tocamos la historia. Hallándose dos especies
de Geolopida, conviene a saber: una marina y la otra terrestre la cual se llama
corella, cien pies. Nacían en la Antigüedad gran cantidad de geolopendios que
fue razón de que se despoblaran muchas ciudades. Los geolopendios andan
hacia atrás y hacia adelante, de suerte que siendo partidos una mitad va hacia
un lado y otra hacia otro. El musgaño, llamado mus araneus de los latinos, en
DIOSCORIDES .-MATERIA MEDICA 747

CAP • LVIII: DE LAS PUNZURAS DEL ESCORPION

A los mordidos del escorpión sálvales súbito la leche de higuera ins-


tilada en las mismas punzuras. También el mismo escorpión que hizo el
daño, aplicándose majado sobre la parte herida, es remedio de su propia
su color se parece a la comadreja, aunque es mayor que los otros ratones. Es
propio de aqueste animalej o atrevido saltar presto a los compañones así de
los hombres como de los animales y fuertemente aferrarlos, 10 cual es broma
pesada. La víbora (como parece que en otro lugar dijimos) tiene la ponzoña
ofensiva en ciertas vejiguillas sutiles, las cuales en el morder rompe' con sus
colmillos, de suerte que en el mismo instante que hiere transfunde en las
heridas el veneno. Acabando de herir el dardo se tornan poco a poco a hen-
chir aquellas mismas vejiguillas de otra nueva ponzoña. «Dryis» en lengua grie-
ga quiere decir roble, de donde vino a llamarse dryimo aquella ponzoñosa
serpieme que hace su manida entre las raíces del roble. Es el dryimo luengo
de dos codos, tardo en el caminar y armado por todo el cuerpo de unas esca-
mas muy espesas, el cual es tan diestro en el ofender y de tan maligna y per,..
versa natura, que no solamente se desuellan los pies e hinchen las piernas de
los que le hubieren pisado, empero se encaran también las manos de los ciru-
janos que llevasen remedio al paciente, de do podemos conjeturar que si de
haberle hollado solamente con los pies calzados el hombre llega a tales acci-
dentes, cuales deben ser los que de su mordedura se causen, los cuales son
sin duda tan crueles que el herido de aquesta fiera, pasmado, por gran mara-
villa escapa, porque generalmente se mortifica presto el miembro mordido y
se cae a pedazos. «Hema» en griego quiere decir sangre y «roas» el flujo,
de do cobró la serpiente llamada hemorroos su nombre, por cuanto los que
de ella fueren mordidos, y en especial de la hembra, derraman sangre por la
boca, por los ojos, por los oídos, por las encías, por las narices y finalmente
por todas las partes bajas del cuerpo, hasta que vaciados se mueren.' Tiene
el hemorroos la longitud de tres palmos y los ojos como encendidos de fuego.
Así mismo «dipsa» en lengua griega significa la sed de do vino el nombre
de la dipsada, porque los que de ella fueren mordidos se secan y consumen.
«Hidra» en griego es 10 mismo que el agua, de do méritamente tomó hidra
su nombre, por cuanto vive casi siempre en el agua, por el cual respecto la
llamaron también los latinos natrice. La hembra de aquella especie suele lla-
marse hidra y cheidia por el consiguiente, aquella que desde las aguas viene
a beber a tierra, y aquesta es la venenosa y mortífera. Figuraron los poetas
que la hidra tenía muchas cabezas, de las cuales cortadas renacían infinitas
otras en su lugar. Empero tomó principio esta fábula de cierta mujer arguta
llamada Hidra, la cual solía proponer tan sofisticadas y dificultosas cuestiones,
que saltando una duda de ellas se descubrían muchas y muy mayores. «Ceras)
748 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

punzura, y esto, según parece, por razón de cierta natural repugnancia. Es


útil así mismo cualquier otro, majado y aplicado con sal, con simiente
de lino y con malvaviscos. Aplícase también útilmente en forma de em-
plastos el azufre mezclado con terebintina, el gálbano extendido a mane-
ra de un parche, la calaminta majada, los puchecillos de harina cebazada
destemplada con vino y cocimiento de la ruda, la simiente del trébol
majada. Estos que tengo dichos son los remedios locales, juntamente de
los cuales usaremos de algunos brebajes excelentísimos. Daremos, pues,
a beber al paciente dos dracmas de aristobolgía, y principalmente de la
corteza de la raíz, con vino; la genciana muy bien molida, la calaminta
muy cocida y deshecha en vinagre aguado juntamente con su cocimiento.
la juncia olorosa, o la ruda; con vino la leche de la higuera, la lágrima
del salphio, si se halla, o si no la del peucedano, y la simiente del trébol

en lengua griega significa cuerno, de do tomó el apellido aquel venenoso animal


ceraste. Empero no todos los cerastes son venenosos, porque alguno de los
machos se hace tan doméstico y benigno que se le puede meter el dedo en
la boca. Hállanse, pues, tres mortíferas especies de áspides, conviene a
saber: la chersea, la chelidonia y la ptyada. La mordedura de cualquier especie
de áspides no es mayor que una picadura de aguja, empero no por eso deja de
acarrear gravísimos accidentes. Hace comúnmente dos heridas el macho y
cuatro la hembra, por tener aquesta los malignos dientes doblados. Sienten
los mordidos de áspides grandísimo estupor y entorpecimiento de los miem-
bros, frialdad notable y pesadumbre de todo el cuerpo, insólito temblor de
labios, torcimiento de cuello y finalmente grandísimo sueño, tras el cual sigue
el espasmo universal y la muerte [Hay unas líneas tachadas en el ejemplar
de la B. N. de Madrid] ... el mordido de áspid debe beber la cintaria, porque si
la vomita, sin duda es volado, empero si la retiene cobrará en breve salud.
Es vulgar opinión y ridícula que el basilisco nace del huevo de un gallo
viejo, y así le pintan semejante a un gallo con cola natural de serpiente, la
cual forma de animal no se halla «in rerum natura», de modo que la debemos
tener por quimera. Es el basilisco una serpiente luenga de un palmo y algún
tanto roja, la cual tiene encima de la cabeza tres puntas de carne un poquito
elevadas y en derredor de ellas un blanco círculo a manera de corona, por
razón de la cual la llamaron los griegos basilisco y los latinos régulo, que
quiere decir reyezuelo. Nace y hállase frecuentemente en la región Cirenaica
esta fiera que con su resuello corrompe todas las plantas por donde pasa, y con
su silbo extermina a todas las otras fieras. Esta, pues, no solamente mordiendo,
sino también mirando (según arriba dijimos), suele ser pestilente y mortífera.
Tiene la misma facultad de matar la llamada catoblepa, que describe PUnio
en el cap. XXI, libro VIII.
DIOSCORIDES.-MATERIA MEDICA 749

y de la albahaca. Demás de esto, usaremos del baño muy a menudo pro-


curando sudar copioso, y permitiendo ordinariamente que beba vino agua-
do el herido 10.
10 Infinitos otros remedios hay contra la mordedura del escorplOn, entre los
cuales son tenidos por excelentes los caracoles que se hallan en los jardines
y los cangrejos de río, así bebidos corno aplicados. Empero para beberse tienen
que quemarse primero y después mezclarse con vino; y habiéndose de aplicar,
hanse de majar así crudos. También pueden aplicarse los ratones abiertos por
los lomos y todavía vivos; estos tienen admirable eficacia para mitigar el dolor
y revocar el veneno, al cual efecto valerosamente sirven las hojas del gordolobo
y la' raíz de la po1emonia. Suélese así mismo dar por la boca media dracma
de benjuí con otra media de azufre en un poco de vino. A1ábanse también
infinito las avellanas comidas y los cominos mezclados con igual peso de si-
miente de agno casto y del ajemuy y bebidos en cantidad de una dracma
con vino.
PTOLOMEO
(fl. 127·151)
PTOLOMEO

PREAMBULO

ASTRONOMO, físico, geógrafo matemático, Claudia Ptolomeo es la


y
figura científica cimera del siglo n. De su vida solo se sabe que hizo
observaciones durante el período 127-151 en Alejandría, ciudad de la que
probablemente era oriundo y en la que murió después del año 160, parve-
dad de noticias -biográficas sobradamente compensada por sus obras, que
nos han permitido conocer su elevada cota intelectual.
La huella dejada por Ptolomeo en los diversos campos que cultivó es
muy profunda. Como matemático continuó la faena trigonométrica en-
centada por Hiparco y enriqueció la Geometría con el teorema que lleva
su nombre: El producto de las diagonales de un cuadrilátero inscrito en
una circunferencia es igual a la suma de los productos de los lados opues-
tos, propiedad que solo dista un paso de nuestras fórmulas de la suma y
diferencia de dos arcos, paso que si no lo dio Ptolomeo, llegó, en cambio,
al teorema que hoy expresamos por la igualdad sen 2 a=~(l-cos 2a), que
aplicada reiteradamente a partir de la cuerda del arco de 12°, le permitió
calcular la de X3°, y, apoyándose en la relación-conocida desde Arquí-
medes-'--de ser la razón de cuerdas inferior a la de sus arcos cuando estos
son menores que un cuadrante, le sirvió para calcular la cuerda de 1° con
tan notable aproximación que si se identifica su longitud con la del arco,
resulta el valor 1T = 3,14166 ... , que tiene tres cifras decimales exactas, y
finalmente, partiendo del teorema de Menelao 1, encontró varias propie-
1 Geómetra alejandrino de finales del siglo 1 de nuestra era, en cuya Esférica
se encuentra el teorema que hoy enunciamos así: Si L, M y N son los puntos
en que un círculo máximo corta a los lados BC, CA y AB de un triángulo
esférico ABC, el valor absoluto del producto
senBL sen CM senAN
senCL senAM senBN
es la unidad.
753
754 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

dades de los triángulos esféricos; como físico se ocupó de Acústica y


Optica, ciencias a que dedicó sendos tratados en los que estudió, respec-
tivamente, los fundamentos científicos de las notas musicales y la re-
fracción de la luz, calculando su índice con aproximación vigente duran-
te catorce siglos 2,' pero donde más se destacó fue en Geografía y en As-
tronomía.
La orientación matemática que a la primera de estas dos disciplinas
habían impreso Eratóstenes e Hiparco-después de los cuales cedió el
puesto al carácter descriptivo~renació con Marino de Tiro, y muy en
particular con Ptolomeo, a quien se debe, además, lo poco que de aquel
sabemos. «Marino-dice-estudió con sumo celo todos los escritos an-
teriores y corrigió los hechos que sus autores, y también él, habían admi-
tido equivocadamente como ciertos)) 3, y añade más adelante que «conser-
vando de Marino lo que no necesita corrección, me propongo aclarar y
hacer más inteligible lo que él dejó oscuro, para lo cual aprovecharé las
narraciones modernas colocando los lugares en mapas mejor dispuestos» 4.
No conocemos los de Marino, que figuraban en su obra, perdida, que
existía aún en el siglo X, pues que el geógrafo sirio Almasudí, que murió
en el año 957, asegura haberla visto, ni tampoco han llegado a nosotros
los de Ptolomeo, que debieron de dibujarse a mediados del siglo 1I en
Alejandría, de acuerdo con sus instrucciones que, para fijar las coordena-
das, han sido la base de las reconstrucciones posteriores.
Estas coordenadas tienen errores notables. Solo las de unas pocas
ciudades-Marsella, Roma, Rodas, Alejandría, Siene y tal vez alguna
otra-se habían establecido astronómicamente; pero todas las demás se
determinaron calculando las distancias por el tiempo empleado en reco-
rrerlas y reduciéndolas después a grados, lo cual tenía un doble inconve-
niente: la carencia de relojes de precisión para las estimaciones cronoló-
gicas y la inseguridad de las cifras asignadas a las dimensiones de la
Tierra.
Ptoloméo tuvo, además, la infeliz idea de aceptar como longitud del
meridiano los 180.000 estadios a que Posidonio había reducido los 250.000
de Erastótenes, y como tomó por primer meridiano el de las islas Canarias,
pero situándolas 7° más al este de su verdadera posición, y supuso que Carta-

2 Hasta el siglo XVII, en que Descartes y Snell descubrieron la ley: el fran-


cés, apoyándose en razones teóricas, y el flamenco, en experiencias prácticas.
3 Geografía, 1, 6.
4 Ibídem, 1, 19.
PTOLOMEO. -PREAMBULO 755

go estaba 1° más al sur del paralelo 36°-el del estrecho de Gibraltar, que
era el más importante para los griegos-, cuando en realidad está 1°
más al Norte, dedujo que la distancia entre el cabo de San Vicente y
Cattigara-punto más oriental entonces conocido-era de 72.000 esta-
dios, error que, en el fluir de los siglos, habría de resultar fecundo, pues
que contribuyó al descubrimiento de América, toda vez que, de acuerdo
con las cifras ptolemaicas, solo faltaban otros 72.000 estadios para al-
canzar el extremo oriente viajando de Este a Oeste, ya que los 180.000
ecuatoriales se reducen a 144.000 en aquel paralelo, es decir, nave-
gar 180°.
Este error fue aumentado todavía, pues-como dice Rey Pastor--
«aun los hombres de ciencia más severos, cuando se apasionan por un
problema, procuran inconscientemente modelar la realidad a la medida
del deseo; y para acercar más el lejano Oriente, el gran cosmógrafo
italiano 5 aceptó. la medida más extrema entre todas las antiguas: la de
Marino de Tiro, que extendía el ecúmeno hasta 225°, en vez de los ya
exagerados 180° de Ptolomeo; restarían, pues, 135°, o sea, poco más
de un tercio de la circunferencia. Y como en los catorce siglos transcu-
rridos desde Marino de Tiro, los viajes de los Polo y de otros explorado-
res habían descubierto el Cipango (Japón) y otras islas, que acortaban
la distancia en más de 40°, resultaba en definitiva un arco de 85°, menos
de la cuarta parte de la circunferencia para realizar el magno descubri-
miento» 6.
Otros errores, debidos a diversas causas, tiene la Geografía de Pto-
lomeo, y nada sería más fácil que exagerar su significado. «Para conven-
cerse de ello-dice Farrington-basta contemplar el mapa del mundo
que conocía Homero: disco plano rodeado por el río Océano, y compa-
rarlo con el que se puede reconstruir de acuerdo con los datos de Pto-
lomeo: meridianos y paralelos curvos, relativa exactitud de las regiones
mediterráneas, inmensa amplitud desde Irlanda, en el extremo del Nor-
oeste, hasta China y Malaca, en el Este; y más elocuente aún se presenta
su intrínseco valor científico al examinar los mapas medievales en los
que el río Océano vuelve a rodear un disco plano, en cuyo centro está
Jerusalén y en su parte superior el Paraíso, en los cuales mapas no hay

s Toscanelli, que transmitió a Colón el error de Ptolomeo.


6 La Ciencia y la Técnica en el descubrimiento de América, 2. a ed., pági-
nas 83-84, Buenos Aires, 1945.
756 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

el menor vestlglO de los conocimientos matemáticos y astronómicos tan


laboriosamente acumulados por los griegos» 7.
Por último, como astrónomo y aceptando el geocentrismo de Hiparco,
más de acuerdo que el heliocentrismo de Aristarco con la vanidad huma-
na y con las apariencias, Ptolomeo ideó un sistema que expuso primera-
mente en el Almagesto-su obra más importante-y después en la
Teoría de los planetas, dando pruebas fidedignas de ser tan inteligente
como ingenioso, pues que si muchas veces es difícil explicar los fenó-
menos naturales apoyándose en ideas exactas, más difícil aún es inter-
pretarlos fundándose en una hipótesis falsa.
Suponiendo que el Sol se mueve alrededor de la Tierra con veloci-
dad uniforme describiendo una circunferencia, las estaciones debían te-
ner la misma duración; pero como entre los equinoccios hay ciento
ochenta y siete días y entre los solsticios ciento setenta y ocho, esta
variación de velocidad angular solo puede justificarse si la Tierra no
ocupa el centro de esa circunferencia, y, por tanto, el Sol tiene que ser
excéntrico respecto de nuestro planeta, lo que exige que gire alrededor
de un punto goemétrico: idea demasiado audaz para los griegos antiguos,
pero que admitió Hiparco y modificó Ptolomeo con sus epiciclos,
suponiendo que el Sol describe una circunferencia cuyo centro se mueve
sobre otra circunferencia que tiene el suyo en la Tierra.
La teoría de la Luna es un poco más complicada que la del Sol; y
en cuanto a la de los planetas cercanos a aquel, Mercurio y Venus,
también es válida la hipótesis de su movimiento alrededor de un punto
que, a su vez, gira en torno a la Tierra-deferente-, pues que explica
tanto la revolución zodiacal como la nódica cuando el planeta vuelve a
ocupar la misma posición respecto del Sol y de la Tierra, y los centros
de estos y del epiciclo quedan en línea recta, lo cual no se verifica para
los otros tres planetas entonces conocidos: Marte, Júpiter y Saturno,
lejanos del Sol, pues que sus respectivas revoluciones zodiacales se
sabía desde Eudoxio que eran de dos, doce y treinta años terrestres res-
pectivamente 8; y como ya no se podía suponer que el radio de la Tierra
que pasara por el centro del epiciclo pasaría siempre por el del Sol, hubo
que admitir que a cada planeta corresponde un círculo deferente situado
en el plano de la eclíptica, con su centro en el de la Tierra, descrito por
el del epiciclo que recorre el planeta, resultando así que los tiempos em-

7 Greek Science, pág. 273, Londres, 1952.


8 Los valores exactos son 1,881, 11,862 y 29,458, respectivamente.
PTOLOMEO. -PREAMBULO 757

pleados en describir el deferente y el epiciclo son los períodos zodiacal


y sinódico, respectivamente.
A Ptolomeo se debe el descubrimiento de la evección, es decir, la
desigualdad en el movimiento de la Luna-base de la teoría dinámica
establecida por Newton, luego de descubrir las leyes de la gravitación
universal-y el movimiento oscilatorio del eje de la Tierra, que llamó
prosneusis: 1lflOOVEVOlf:, y nosotros, con Bradley 9, nutación.
Ptolomeo simplificó las complicadas concepciones astronómicas an-
teriores; y aunque prescindió de las esferas de Aristóteles, hay todavía
demasiadas en su sistema, que si bien se aparta de las ideas de Platón,
admitiendo implícitamente movimientos no uniformes, también se aparta
de la sana doctrina heliocéntrica de Aristarco y refuta con especiosos
razonamientos aristotélicos la rotación de la Tierra, que, de haberla
aceptado, habría simplificado su concepción del Universo. «Para Pto-
lomeo, más geómetra que filósofo-dice Duhem-, el astrónomo que
quiera establecer hipótesis que salven las apariencias no tiene otra guía
que la regla de mayor sencillez, y aplica a los movimientos celestes,
mientras puede, las hipótesis más sencillas)), y del mismo historiador
francés de la Ciencia son estas sensatas palabras: «El Almagesto merece
verdaderamente la admiración que lo rodeó durante muchos siglos. Des-
pués de la revolución astronómica que, iniciada por Copérnico, desem-
bocó en los Principia de Newton, estuvo de moda tratar con desdén
burlón la obra que coordinaba el sistema geocéntrico largo tiempo en
vigor. Los astrónomos se comportaban como niños ingratos golpeando
~l seno que los había alimentado. ¿Cómo hubiera podido Copérnico
hacer prevalecer las ventajas de su teoría sobre la doctrina preceden-
temente admitida si no hubiera tenido a su disposición las observaciones
y las tablas de Peuerbach 10 y de Regiomontano 11? ¿Cómo estos habrían

9 Astrónomo inglés (1693-1762), director del Observatorio de Greenwich, que


en 1728 descubrió la aberración de la luz, y, al advertir que este fenómeno
no explicaba satisfactoriamente los corrimientos de. las estrellas, comprobó que
la periodicidad de estos era de 18 2/ 3 años y le dio el nombre de «nutación»,
qUe es una de las más importantes irregularidades del movimiento de la Luna.
10 Georg Peuerbach (1423-1461), astrónomo austríaco, empezó una traduc-
ción directa del Almagesto, en la que sustituyó las cuerdas de los arcos p()r
los senos con un radio de 60.104 partes, de 10' en 10'.
11 Johannes Müller, astrónomo alemán (1436-1476), quien, según una cos-
tumbre generalizada en su época, latinizó el nombre de su ciudad natal, Ka-
nigsberg (Montaña del Rey), haciéndose llamar Regiomontanus, continuó y ter-
758 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO JI

hecho sus observaciones y calculado sus tablas si no hubieran sido


constantemente guiados por los cánones que prescribía la Astronomía
del Almagesto? Desde el siglo Il de nuestra era hasta el XVI, las doc-
trinas de Ptolomeo han hecho reinar el orden en la ciencia astronómica,
orden provisional, ciertamente, al que la teoría de la gravitación univer-
sal debía un día sustituir una clasificación distinta y singularmente más
perfecta; pero orden indispensable, sin el cual la clasificación definitiva
tal vez no hubiera llegado jamás a establecerse» 12.
Como su contemporáneo Galeno, vivió Ptolomeo los días en que se
iniciaba la decadencia cultural de Grecia, y tienen ambos-lo mismo el
astrónomo que el médico-el mérito de haber pisado el umbral de la
Ciencia moderna y ejercer sobre el pensamiento científico una influencia
que duró más de un milenio.

BIBLIOGRAFIA

Ptolomeo escribió varias obras, la mayor parte de cuyos originales


griegos ha llegado a nosotros:
l. M(fl)r¡f-laTl%~ ovvm~l~: Sintaxis matemática, que es la más impor-
tante de todas ellas, en trece libros, el primero de los cuales, precedido
de un corto prólogo, contiene lo que se ha llamado el sistema de Pto-
lomeo. Supone la Tierra fija en el centro del Universo, y alrededor de
ella giran la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno,
astros que recibieron el nombre de planetas, es decir, errantes, porque no
estaban inmóviles en la esfera de cristal, como en la Astronomía egipcia;
hay después una tabla de cuerdas que solo puede construirse mediante
operaciones trigonométricas y que suponen el conocimiento de la obli-
cuidad de la eclíptica, que determina por dos procedimientos distintos;
el segundo libro· está dedicado al cálculo de los ángulos que forma aquella
con los meridianos, con el horizonte y con el círculo vertical; el tercero
trata de la duración del año y de la hipótesis de la excéntrica y de los
epiciclos a fin de justificar las anomalías observadas en los movimientos
planetarios,. los cuarto y quinto libros tratan de la Luna, y en ellos da
cuenta del descubrimiento de la evección,. el sexto se ocupa de los eclip-

minó la traducción del Almagesto iniciada por Peuerbach, de quien fue discí-
pulo, y mejoró su tabla tomando un radio de 10 8 partes y los arcos de l' en 1'.
12 Systeme du Monde, tomo 1, pág. 467, París, 1913.
PTOLOMEO.-BIBLIOGRAFIA 759

ses; los séptimo y octavo, de las estrellas, comprobando la permanencia


de sus posiciones relativas e incluyendo un Catálogo de estrellas fijas,
que ha sido objeto de grandes discusiones, pues mientras unos astró-
nomos, como Flamsteed y Lalande, sostienen que es el mismo hecho por
Hiparco doscientos setenta y cuatro años antes, otros, como Laplace,
no han dudado de su paternidad ptolemaica, cuestión hoy resuelta gra-
cias a la finura de las mediciones modernas, las cuales han demostrado
que lo que hizo Ptolomeo fue arreglar el catálogo de Hiparco para el
primer año de los Antoninos y que se equivocó al tomar el valor 36"
-límite inferior dado por Hiparco para la precesión de los equinoc-
cios-~n vez de 49" 6, que era el de entonces, y está muy cerca de la
segunda aproximación del astrónomo de Nicea: 50" 1; Y los cinco libros
restantes, destinados a los planetas, sus órbitas, movimientos, excéntricas
y epiciclos, son de lectura más difícil que los anteriores.
En esta obra monumental hay observaciones hechas en el cuarto año
de Antonino Pío, o sea en el 141-142, pues que este fue emperador du-
rante el período 138-161, y como en la inscripción de Canopo-colo-
cada el año décimo del mismo emperador, es decir, en 147-148, hay
datos astronómicos que modifican otros de la Sintaxis, resulta que esta
empezó a escribirse no antes de 141 y se concluyó no después de 148.
En 827 el califa abasida Almamum, gran admirador de la ciencia
griega, ordenó la traducción de la obra al árabe, versión que, revisada
y corregida por Tábit Abencorra, produjo tal entusiasmo en el mundo
musulmán que la llamó Almagesto: palabra híbrida formada por el
artículo árabe al y el superlativo griego fteytOw;, muy grande, de manera
que Almagesto-que es como se conoció durante la Edad Media y sigue
conociéndose hoy en el Occidente-significa El Máximo, Libro Magno o
simplemente El Libro.
Es probable que en el siglo V la obra hubiera sido traducida al latín
por Boecio, según parece deducirse de una epístola de Tedorico 1, pero
esta versión se perdió, lo mismo que la de «un sabio desconocido)) 2
hecha en Sicilia hacia 1160, y el Almagesto no entró en el Occidente

1 «Theodoricus ad Boethium», en la Gerberti opera mathematica, de N. BUB-


NOV, pág. 99, nota 7, Berlín, 1899.
2 Consúltese en capítulo «The Silician translators on the twelfth century»,
págs. 155-93, de los Studies in the history of medieval Science, Cambridge,
Mass., 1927.
760 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

hasta 1175, fecha exacta de la traducción del árabe al latín hecha en


Toledo por Gerardo de Cremona 3 e impresa en Venecia, 1515.
La segunda versión latina, también del árabe, se hizo en 1230 por
orden de Federico II de Sicilia, de la que se publicó un resumen en
Nápoles, 1496.
La primera traducción directa del griego se debe a Jorge de Trebi-
zonda 4, 1451, editada en 1528, y el texto original, preparado por Gry-
naeus 5, según un manuscrito, perdido, que había utilizado Regiomon-
tano para la suya, apareció en Basilea, 1538.
Entre las ediciones modernas contamos con la del abate Nicolas
Halma, en dos tomos, en griego y francés, París, 1812, reimpresa en 1927;
la de Heiberg, también en dos tomos, pero solo con el texto griego, Leip-
zig, 1912, y la de Karl Manitius, con traducción alemana, en el mismo
?ugar y año.
Los capítulos séptimo y octavo, en particular, con el Catálogo de
estrellas, han sido publicados por Christian Heinrich Peters y Edward Bull
Knobel: Ptolemy's Catalogue of Stars. A revision of the Almagest,
Washington, 1915, con los nombres antiguos y modernos de las es-
trellas.
II. 'Y:nofhoEU; Tiii1' :ní.O}·W,UEVOJV 11 ÚVV oVqW'íWl! xvxí,oJV Y.ll'110El~: Hipó-
tesis de los planetas o movimientos de los círculos celestes, en dos libros,
del primero de los cuales tenemos el texto griego y del segundo sola-
mente una traducción árabe, de cuya autenticidad se duda porque las
esferas están materializadas y Ptolomeo no les atribuía realidad física.
lo cual tiene importancia histórica, pues que, apoyándose en este se-
gundo libro, Alhazén 6 escribió un tratado de Astronomía que tuvo gran
difusión durante la Edad Media.
El primer libro, con traducción francesa por Halma, se publicó en
París, 1820, y el texto griego, con una versión alemana, está también en
las Opera astronomica minora de este, Leipzig, 1907.
IIl. <PVOEl~ anAOl'Wl' aoueow Y.ol Ot'}l0Ywy~ E:JllOr¡pr¡lWV, tratado sobre los
ortos y ocasos de las estrellas, incompleto, en el cual figuran los días

3 El más fecundo de los intérpretes de la Escuela de Traductores de To-


ledo, fundada en 1130 por el arzobispo Don Raimundo (t 1152).
4 Erudito bizantino (1396-1427), a quien se acusó de haber envenenado a
Regiomontano porque este criticó ásperamente sus traducciones.
5 Helenista suizo (1493-1541).
6 Físico de origen persa (965-1039).
PTOLOMEO.-BIBLIOGRAFIA 761

.en que salen y se ponen treinta estrellas de primera y segunda magnitud


en cinco latitudes distintas. Es una especie de calendario del tipo de los
llamados parapegmata, que contenían informaciones astronómicas, me·
teorológicas y agrícolas.
El primer libro de este tratado fue editado, con texto griego y tra~
ducción francesa, por Halma, París, 1819, y modernamente por Ludwig
Nix, Leipzig, 1907, solo en griego.
IV. [Ic(2~ a.veú11/wwr;: De analemmata, pequeño tratado de la pro-
yección ortográfica de la esfera celeste sobre un plano. Commandino lo
tradujo al latín de una versión árabe, Roma, 1562, Y del original griego
solo se cenocen algunos fragmentos .
.V. Planisphaerium, tratado de la proyección estereográfica, cuyo
original griego, perdido, lo tradujo Commandino del árabe al latín, Ve-
necia, 1558. Hay una versión alemana de ¡. Drecker: Das Planisphaerium
des Cl. Ptolomae.us, Berlín, 1927.
VI. 'nr; /v T1} /v KavwíJep: Inscripción de Canopo, a orillas del Nilo,
Es una estela colocada, como dijimos antes, incidentalmente, durante el
,décimo Año de Antonino, la cual contiene algunos datos astronómicos
que modifican los del Almagesto.
VII. Kavwv íJaOlí'Eíwv: Tabla de los reinos. Es un repertorio crono-
lógico de los reyes caldeas, persas, griegos y romanos, desde Nabonasar
hasta Antonino Pío, es decir, desde el año 747 antes de ¡.C., en que
,empezó el reinado de aquel en Babilonia-fecha inicial de la era de su
nombre, a la cual están referidos los cálculos de los astrónomos griegos-
hasta el 148 después de J.c., en que se colocó la estela de Canopo.
VIII. rEw)'(2acpl'X11 ácp1Jyrjau:;: Geografía, en ocho libros que tratan de
los fundamentos de esta disciplina y sus métodos, coordenadas, trazado
de los paralelos principales y construcción de los mapas que la ilustraron
y que debieron de dibujarse entre los años 129 y 151.
Durante mucho tiempo se creyó en la autenticidad de los que figuran
en los códices de los siglos XIV y XV conservados en los archivos y
bibliotecas de Europa, como reproducción de los trazados por un tal
Agathodemom, que en 450 los copió de los originales; pero el descubri-
miento de un manuscrito 7 del monasterio de Vatopedi en el monte Athos,
Asia Menor, hacia 1200, ha demostrado que nada se puede concluir res-

7 Reproducido fotolitográficamente por Victor Langlois, París, 1867, y edi-


tado por el librero parisiense Fermin Didot.
762 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO II

pecto de la autenticidad aludida, por ser diferentes los detalles de dichos


códices y del manuscrito del monte Athos.
La edición princeps de esta obra, Roma, 1478, tiene unos mapas dibu-
jados por Arnold Buckinck, análogos a los que figuran en el manuscrito
griego 1.401 de la Biblioteca Nacional de París, que se cree del siglo V;
pero como son imperfectos, un monje benedictino llamado Dionisia, que
floreció a mediados del siglo XV, construyó otros que fueron grabados
en madera para la edición de Ulm, 1482.
A esta siguió la de los canónigos del monasterio de Saint-Dié, que
merece especial mención porque el cartógrafo alemán Martin Waldseemül-
ler o Waltzemuller-Hylacornylus cuando helenizaba-escribió para ella una
Cosrnographiae Introductio, en la que, después de elogiar a Vespucio como
descubridor de un continente, propone que este lleve su nombre: Arneri-
gen quasi Arnerici terrarn sive Arnericarn, y, de acuerdo con su proyecto,
hizo grabar el nombre de América en el mapa que para dicha edición
salió el año 1507 de los tórculos de Saint-Didié, pequeña ciudad del ducado
de Lorena, donde el conde Renato II sostenía una imprenta y un colegio
dedicado a los estudios geográficos.
El mapa de Waldseemüller permaneció desconocido durante cuatro si-
glos: hasta el año 1901, en que topó con él ¡. Fischer en la biblioteca del
príncipe de Waldburg, en W olfegg, Alta Silesia, e hizo una edición fac-
similar del mismo con un prólogo de F. R. van Wieser, Insbruck, 1908,
cuando ya era un lugar común la idea de que el nombre de América
se derivaba del de pila de Vespucio y no había medio de vencer una
multicentenaria resistencia pasiva y dar otro al continente que Colón llamó
Indias por creer que las alcanzó navegando hacia Occidente y con el cual
lo designó España durante la época virreinal-y de aquí el de Indias Occi-
dentales cuando se comprobó que las nuevas tierras no pertenecían al
Asia-, y, finalmente, el de Nuevo Mundo introducido por Mártir de
Anglería: Orbo Novo, en su elegante latín renacentista.
Todas las ediciones posteriores, hasta la de Basilea, 1538, preparada
por Münster, reprodujeron los mapas de Buckinck o de Dionisia, y más
tarde, 1578, Mercator publicó una edición que hizo olvidar todas las
anteriores, aunque la italiana de Gerolamo Ruscelli, póstuma, Venecia,
1574, es digna de citación nominal, y entre las modernas figuran: la de
Halma en griego y francés, París, 1828; Karl Friedrich Nobbe, Leip-
zig, 1843-1845; Charles Müller y C. Th. Fischer con mapas en colores,
PTOLOMEO.--GEOGRAFIA y COROGRAFIA 763

París, 1883,. la alemana de Otto Cuntz: Die Geographie des Ptolomaeus,


Berlín, 1923, y la inglesa de Nueva York, 1932.
IX. TETeaf3lf3í,o~ OVVTa~l~: Tetrabiblia, Opus quadripartitum, obra as-
trológica de dudosa legitimidad, que ha tenido muchas ediciones, entre
ellas la princeps en griego y latín, al cuidado de Camerarius, Nuremberg,
1535; la preparada por Melanchthon, Basilea, 1553,. las alemanas de
Karl F. A. Nobbe, Leipzig, 1843, y Enrich Winkel, Berlín, 1923, y la
inglesa de F. E. Robbins, Nueva York, 1942.
X. Kaenó~: Centiloquio, que es una colección de aforismos contami-
nados de Astrología, como el Tetrabiblia.
Xl. 'Aef-lOVlxf¡: Armonía, tratado de Acústica en el que destaca la
importancia científica de la escala musical pitagórica. Fue publicado en
griego y latín por John Wallis, Oxford, 1682, del que hay una moderna
traducción alemana de J. Düring: Die Harmonielehre des Klaudios Ptolo-
maeus, Goteburgo, 1930.
XlI. 'Qnuxá: Optica, obra de la que no tenemos el original griego
ni una traducción directa, sino una versión latina del árabe, incompleta,
publicada por Gilberto Govi: L'Ottica di Claudio Tolomeo tradotta da
Eugenio, ammiraglio di Sicilia, ridotta in latino sovra una traduzione araba
di un testo greco incompleto, Turín, 1885.
La Optica de Ptolomeo es el único libro de Física experimental que
de los griegos ha llegado a nosotros, y en lo que de él se conserva trata
de la visión, de los colores, de los espejos y de la reflexión y refracción
de la luz, tema este último que desarrolla magistralmente, luego de expo-
ner cuidadosas experiencias-incluso inventó un aparato con el que com-
probó la refracción astronómica-que le permitieron calcular con notable
aproximación-sobre todo cuando el ángulo de incidencia es de 60°-los
índices de refracción al pasar la luz del aire al agua y al vidrio y del
agua al vidrio.
XIll. Por último, se atribuye a Ptolomeo un tratado de la balanza:
II E(!l éónwv, citado por Simplicio.

GEOGRAFIA y COROGRAFIA

Geografía es la descripción imitativa y representativa de toda la parte


conocida de la Tierra y de lo que generalmente le pertenece. Difiere de
la Corografía en que esta considera las comarcas aisladas unas de otras
764 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

y estudia cada una de ellas en particular, indicando sus puertos, ciudades


y villas, curso de los ríos principales y otros detalles análogos, mientras
que el objeto propio de la Geografía es únicamente mostrar toda la ex-
tensión conocida de la Tierra y su comportamiento, tanto por su natura-
leza como por su posición.
La Geografía solo admite descripciones generales, como las de los
golfos, grandes ciudades, naciones y ríos notables, mientras que la Coro-
grafía describe las partes del todo, como cuando uno se limita a hablar
de una oreja o de un ojo. La Geografía, en cambio, abarca la totalidad de
las cosas y, del mismo modo que la imagen de una cabeza, la representa
por completo, porque en toda imagen dada hay que coordinar las partes.
principales y las que deben considerarse en relación con la distancia
entre los ojos para representar el todo o solo una parte; y a fin de que
se perciba de un solo golpe de vista la totalidad de los detalles, debe,.
lo mismo que la Corografía, descender hasta los más pequeños y ate-
nerse a la consideración general del conjunto de las regiones y de las que
se consideran más próximas.
En efecto, las principales partes de la Tierra proporcionalmente de-
terminadas por medidas conocidas son las provincias y las comarcas con
sus respectivas situaciones y diferencias, y la Corografía se ocupa más en
particular de lo que pertenece a cada una de ellas que de su número.
La Geografía, por el contrario, comprende toda la universalidad de la
Tierra, sin preocuparse exclusivamente de cada una de sus partes, porque
considera sobre todo las relaciones de distancias; pero solo representa
los contornos más generales que traza con un rasgo para caracterizar
las formas.
Una necesita, por tanto, acudir a la Topografía, que es la representa-
ción particular de cada comarca, y, a menos que no se sepa dibujar, no
se está en condiciones de hacer un cuadro corográfico. No ocurre nece-
sariamente así en la otra, que, por medio de simples puntos y líneas,
puede expresar las formas y situaciones de los países en general.
Para la Corografía no es absolutamente indispensable el conocimiento
de la Matemática, que sí lo es para la Geografía, pues que esta tiene por
objeto la investigación de la figura y tamaño de la Tierra y su situación
en el cielo, a fin de conocer la parte que habitamos, su extensión y bajo
qué círculos paralelos de la esfera celeste están situados los diversos lu-
gares de la superficie terrestre, de donde podrá deducirse la duración
de los días y las noches, cuáles son las estrellas verticales, las que están
PTOLOMEO.-FUNDAMENTOS DE LA GEOGRAFIA 765

siempre sobre el horizonte terrestre y las que permanecen constantemente


ocultas debajo de él; en una palabra, todo lo que se relaciona con cada
lugar habitado.
Sublime conocimiento, sin duda, y muy digno de nuestro estudio
es el que, con recursos matemáticos, muestra a nuestros sentidos el cielo
que nos rodea, con lo que tiene de natural la parte que podemos ver; y la
Tierra, por el contrario, en imagen; pero no rodeándonos y, por consi-
guiente, no pudiendo recorrerla los hombres totalmente ni sus particulares
localidades.
Geografía, 1, l.

FUNDAMENTOS DE LA GEOGRAFIA

Tal el resumen general de la diferencia entre un geógrafo y un coró-


grafo; y como ahora nos proponemos describir con la mayor exactitud
que podamos la parte habitada de la Tierra, creemos necesario decir ante
todo que la condición preliminar y fundamental de esta ciencia es una
historia de los viajes, puesto que da el mayor conocimiento posible de
la Tierra según los relatos hechos por gentes instruidas. Otra condición,
también esencial, es que en todas estas minorías haya medidas geométricas
en unas y astronómicas en otras.
Lo que compete a la Geografía es fijar las posiciones relativas de los
lugares por medio de medidas reducidas proporcionalmente y adaptadas
en razón de sus distancias.
A la astronomía pertenecen los resultados de las observaciones ce-
lestes hechas con astrolabios y otros instrumentos para determinar las
sombras, lo cual es fácil y está poco sujeto a error; pero como la ejecu-
ción geométrica no es fácil, hay que recurrir a la Astronomía.
En efecto, en primer lugar se necesita fijar en cada caso el sentido y
hacia qué punto del mundo se dirige la distancia entre cada dos lugares,
porque no basta saber simplemente cuánto está alejado uno de otro, sino
en qué dirección, es decir, si es hacia las Osas o hacia Oriente o hacia
los puntos· intermedios, lo cual no se puede conocer exactamente, a no ser
que se observe con los aparatos de que acabo de hablar, gracias a los
cuales se determina fácilmente en todo tiempo y lugar la posición de la
línea meridiana, y, por medio de esta, la dirección de las distancias
recorridas.
766 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

La medida por el número de estadios caminados no puede dar un


conocimiento exacto de la distancia verdadera, porque rara vez se hacen
en línea recta a causa de los frecuentes rodeos que hay que dar, lo mismo
en mar que en tierra, y para rectificarlos en los viajes es preciso, conje-
turando cuántos y en qué estadios se han calculado las distancias .y
restar lo que se estime que difieren de la línea recta; en la navegación,
la inconstancia de los vientos y las variaciones de su fuerza no permiten
fijar una regla segura para determinar los espacios recorridos, e incluso
si fuera conocido el intervalo entre dos lugares por los que se ha pasado,
no se tendría su relación con la circunferencia de la Tierra ni su posición
respecto del ecuador y los polos.
Las medidas fundadas en las observaciones de los fenómenos celestes
se hallan, en cambio, exentas de todo error porque las garantizan las
magnitudes de los arcos formados por las intersecciones mutuas de los
círculos, tanto meridianos como paralelos, que pasan por los lugares en
cuestión; mostrando qué arcos de aquellos están comprendidos entre
estos y el ecuador; cuáles del ecuador y de los paralelos 10 están en~re
los meridianos, y qué arco de círculo máximo descrito sobre la esfera
está situado entre los dos lugares, 10 cual no es necesario medir en
estadios para referir las partes de la Tierra al conjunto de la construcción
gráfica, porque después de haber supuesto la circunferencia terrestre,
basta un número cualquiera de partes para demostrar que cada una de las
distancias particulares tiene una cantidad proporcional tomada sobre
los círculos máximos trazados en su superficie; desigualmente para dividir
la circunferencia o sus porciones en distancias conocidas y sujetas a
nuestras medidas.
Para esto solamente es preciso comparar un camino recto con la
circunferencia por los fenómenos celestes; medir en seguida en estadios
esta parte de circunferencia y concluir por su relación con la circunferen-
cia completa el número de estadios de toda ella, porque, matemá~ica·
mente, presumiendo que la superficie continua de tierras y mares es una
esfera con el mismo centro que todos los cuerpos celestes, de modo que
todos los planos que parten de este centro determinan en esta circunfe·
rencia, al cortarla, otros tantos círculos máximos de la Tierra y que
los ángulos centrales, por las recíprocas inclinaciones de estos planos,
interceptan sobre aquellos círculos máximos arcos semejantes.
De aquí se deduce que, para las distancias terrestres, el número de
estadios en línea recta se calcula en medidas que se aplican a la Tierra,
PTOLOMEO.-CONSTRUCCION DE LA ESFERA TERRESTRE 767

para lo cual no basta conocer su relación con la circunferencia entera a


causa de la imposibilidad de proyectar una curva en línea recta.
De la semejanza del. arco celeste con su correspondiente terrestre
resulta que la razón que existe entre el arco y la circunferencia del
círculo de que forma parte es la misma que la que hay entre un arco
terrestre semejante y el círculo máximo al cual pertenece este arco.
Geografía, r, 2.

CONSTRUCCION DE LA ESFERA TERRESTRE


Y SUS PRINCIPALES PARALELOS

El tamaño de 1a esfera debe ser proporcional a la cantidad de objetos


que el constructor se proponga representar en ella, de modo que resulte
a la vez extensa y agradable a la vista, porque mientras mayor sea su
superficie, más exactas y detalladas serán las figuras; pero cualquiera
que sea el tamaño, y luego de haber señalado los polos, uniremos a ellos
los extremos de un semicírculo que no toque a la esfera y deje entre
ambos un intervalo suficiente para evitar que el semicírculo roce a la su-
perficie de la esfera cuando gire a su alrededor.
Este semicírculo debe ser delgado para que no cubra demasiada faja
de la esfera y que uno de sus lados corte exactamente los puntos de los
polos a fin de que sirva para trazar los meridianos sobre la superficie
esférica, y en este lado o cara, dividida en ciento ochenta partes iguales,
marcaremos los números de cada grado, empezando por el del medio que
estará en el ecuador.
Del mismo modo, luego de haber trazado el ecuador, dividiremos una
de las semicircunferencias en ciento ochenta grados iguales, empezando
en el extremo por el cual describimos el meridiano más occidental. Mar-
caremos en la superficie, de acuerdo con los documentos históricos que
dan los grados de longitud y latitud de los lugares, estos grados respec-
tivamente para cada uno de los lugares desiguales, así como por las divi-
siones de las semicircunferencias del ecuador y del meridiano móvil: la
longitud, haciendo girar este hasta el grado dado de longitud, es decir,
hasta el número que muestra la sección del ecuador en este grado dado;
y la latitud, tomando, desde el ecuador, la división conveniente del meri-
768 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

diano, marcada por el número dado, de la misma manera que para las
estrellas sobre la esfera celeste sólida.
Se podrán también trazar los meridianos de tantos puntos como se
quiera, en . longitud, por medio del lado graduado del meridiano móvil, y
tantos paralelos como latitudes calculadas haya trazándolos por medio
de su número tomado sobre el mismo lado graduado del meridiano
móvil, que se hará girar a lo largo del intervalo de los dos meridianos
que terminan la superficie conocida de la Tierra.
Los meridianos extremos comprenden, pues, doce intervalos horarios
cada uno, de acuerdo con lo que se ha demostrado hasta ahora.
El paralelo que cierra la región más austral de la parte conocida de
la Tierra se trazará a una distancia del ecuador hacia el Sur igual a la
que hay hacia las Osas entre el ecuador y el paralelo que pasa por
Meroe. Nos ha parecido conveniente trazar los meridianos por cada
tercio de hora equinoccial, es decir, de cinco en cinco grados del ecuador
y los paralelos 1 al norte del ecuador, de manera que el primero después
de este difiera de él en un cuarto de hora en su distancia sobre el meridia-
no según las demostraciones lineales, igual a 4 1/ 4 grados.
El segundo, por la diferencia, análogamente, de media hora, pasará
por el 81/ 3 1/2 grado de distancia del ecuador.
El tercer paralelo, cuya diferencia es de media hora y un cuarto, por
12 1/ 2 grados de latitud.
El cuarto, por su diferencia de una hora, pasará por Meroe a la latitud
de 16 grados 1/3 1/ 12 ,
El quinto, por la diferencia de una hora y un cuarto, a la latitud de
20 1/ 4 grados.
El sexto, que está bajo el tópico de verano y pasa por Siene, por la
diferencia de hora y media, a la latitud de 23 grados 1/2 1/ 3,
El séptimo, por la diferencia de hora y media y un cuarto, a la latitud
de 27 grados 1/6,
El octavo, que pasa por Alejandría, por la diferencia de dos horas,
a la latitud de 30 1/ 2 grados.
El noveno, por la diferencia de dos horas y un cuarto, a la latitud
de 33 1/ 3 grados.

1 Los paralelos que Ptolomeo da en la Geografí'a no coinciden con los del


Almagesto. Para compararlos entre sí y con las medidas modernas, consúltese
el artículo de Franz Johannes BaH en la Enciclopedia Pauly-Wissowa.
PTOLOMEO.-PLAN DEL «ALMAGESTO») 769

El décimo, por la diferencia de dos horas y media, a la latitud de


36 grados y pasará por Rodas.
El undécimo, por la diferencia de dos horas y tres cuartos, por la
latitud de 38 grados 1/2 1/12 ,
El duodécimo, que pasa por el Helesponto, por su diferencia de tres
horas, a la latitud de 40 grados 1/21/31/12,
El decimotercero, que pasa por Bizancio, por la diferencia de tres
horas y un cuarto, a la latitud de 43 grados 1/ 12,
El decimocuarto, que pasa por el medio del mar Póntico, por la dife-
rencia de tres horas y media, a la latitud de 45 grados.
El decim~quinto, que pasa por Boristene, por la diferencia de cuatro
horas, a la latitud de 48 1/ 2 grados.
El decimosexto, por la diferencia de cuatro horas y media, a la la-
titud de 5P/z grados.
El decimoséptimo, por la diferencia de cinco horas, a la latitud de
54 grados.
El decimoctavo, por la diferencia de cinco horas y media, a la lati-
tud de 56 1/6 grados.
El decimonono, por la diferencia de seis horas, a la latitud de
58 grados.
El vigésimo, por la diferencia de siete horas a la latitud de 61 grados.
El vigésimo primero, por la diferencia de ocho horas, a la latitud
de 63 grados y pasa por Thule.
Al sur del ecuador se describirá otro paralelo con una diferencia de
media hora, que pasará por el cabo Rapta y por Cattigara, a una distan-
cia del ecuador aproximadamente igual a la de los lugares situados al otro
lado del ecuador alejados 81/ 2 grados.
Geografía, 1, 22 Y 23.

PLAN DEL «ALMAGESTO»

Comenzaremos esta obra exponiendo la relación de la Tierra en general


con todo el cielo y a continuación, entrando en detalles, hablaremos
primero de la situación del círculo oblicuo y de la posición de los lugares
de la parte de la Tierra que habitamos, así como de las diferencias que
hay entre unos y otros a causa de las distintas inclinaciones de sus res-
770 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

pectivos horizontes, porque estos preliminares facilitarán las investiga-


ciones posteriores.
Estudiaremos después el movimiento del Sol y de la Luna con todas
sus circunstancias, porque sin estos conocimientos previos no se puede
cimentar la teoría de las estrellas.
Continuando con este programa, y para terminar en las estrellas, ha-
blaremos de la esfera de las fijas e inmediátamente después nos ocupa-
remos de los cinco astros llamados planetas.
Para explicar todas y cada una de estas cosas tomaremos por prin-
cipios y bases de lo que queremos investigar lo que es evidente, real y
cierto, 10 mismo en los fenómenos que en las observaciones antiguas
y modernas, y de estas concepciones deduciremos consecuencias demos-
tradas por procedimientos ilustrados con figuras lineales.
Ante todo hay que admitir:
1.0 Que el cielo tiene forma esférica y se mueve como una esfera.
2.° Que está en medio de todo el cielo, como en un centro.
3.° Que la Tierra, por su figura y tomada en la totalidad de sus
partes, es sensiblemente un esferoide.
4.° Que por su tamaño y distancia a la esfera de las estrellas fijas,
solo es un punto.
5.° Que no tiene rotación ni traslación.
Almagesto, 1, 2.

HABITABILIDAD DE LA ZONA TORRIDA

Se considera posible la existencia de lugares habitados bajo el ecua-


dor porque la temperatura debe de ser allí bien regular, ya que el Sol
no permanece mucho tiempo en el cenit, sino que se traslada rápidamente
hacia los equinoccios; y no estando demasiado lejos del cenit en los
solsticios, no puede haber inviernos rigurosos; pero no podemos decir
por experiencia cuáles son los lugares habitados, puesto que no han sido
visitados por habitantes de nuestros países, y todos los relatos que nos
han hecho son más fabulosos que verdaderos.
Almagesto, 11, 6.
PTOLOMEO.-HIPOTESIS DE LOS PLANETAS 771

HIPOTESIS DE LOS PLANETAS I

Hemos expuesto, mí querido Sirio, en las lecciones de nuestra Sinta-


xis matemática las hipótesis que explican los movimientos celestes, de-
mostrando la verosimilitud y perfecta concordancia de cada una de ellas
con los fenómenos, y comprobando el movimiento uniforme y circular
que debe necesariamente gobernar a los cuerpos dotados de movimiento
perpetuo y regular, el cual no puede aumentar ni disminuir de ningún
modo.
Aquí daremos solamente un resumen de estas hipótesis para que pue-
dan entenderlas mejor quienes deseen representarlas de una manera sen-
sible, expresando los movimientos por la simple indicación de su repeti-
ción en las épocas periódicas que los caracterizan o ejecutándolos por
un mecanismo que mostrará las relaciones entre ellos y todo el Universo,
no en verdad por las esferas, como se hace generalmente, porque aparte
de que estas máquinas no representan exactamente lo que suponemos, solo
muestran los fenómenos sin explicarnos la razón de ellos, de modo que
se advierte más la habilidad del artista que el espíritu de nuestras hi-
pótesis.
Pero yo quiero hacerlas comprender de tal manera que ponga ante
nuestros ojos el orden y la variedad de los movimientos con la irregula-
ridad que se comprueba en los períodos circulares uniformes.
No pretendo, sin embargo, dar cuenta de todos estos movimientos a
la vez, pero sí demostrar que cada uno de ellos se explica perfectamente
por su propia hipótesis.
Procuraré que las generalidades de esta breve exposición se refieran
a lo que he establecido en la Sintaxis matemática, y por lo que toca al
detalle, que esté de acuerdo con las correcciones que, luego de asiduas ob-
servaciones, he hecho en las propias hipótesis, en las relaciones particu-
lares, en las repeticiones periódicas o incluso en la manera de desarrollar
estas hipótesis.
En cuanto a los movimientos uniformes, los consideraremos tanto ais-
ladamente como en sus mutuas relaciones a fin de determinarlos con re-

1 La teoría de los planetas está más clara y sencillamente explicada en las


Hipótesis que en el Almagesto, por 10' cual la traducimos de aquellas y no de
este, pero cotejando la versión con el texto griego publicado por Halma.
772 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

ferencia a las partes del zodíaco y a los puntos de partida para que el
cálculo sea más cómodo, y de esta manera se verá lo que es propio de
cada uno de los períodos, aunque algunos de ellos terminen en puntos
comunes; y por lo que atañe a las posiciones y al orden de los círculos
que producen las anomalías, emplearemos métodos muy sencillos, aunque
resulte alguna pequeña diferencia con lo que pasa en la realidad.
Haciendo abstracción de las esferas que> contienen dichos círculos,
solo atribuiremos a estos los movimientos actuales, que se explicarán por
las propias construcciones de nuestras hipótesis.
Comenzaremos por el movimiento general del Universo, que es el
primero y el que arrastra a todos los demás en su revolución, y nos ser-
virá de ejemplo para la mayor parte de los prodigios de la Naturaleza,
que emplea siempre los mismos medios para conseguir efectos muy se-
mejantes.
Concibamos un círculo máximo alrededor del centro de la esfera del
Mundo, que llamaremos el equinoccial 2; dividamos su circunferencia en
trescientas sesenta partes iguales, a las que diremos propiamente tiem-
pos 3; imaginemos después un círculo concéntrico al anterior en el mis-
mo plano y alrededor del mismo centro y hagámosle girar con velocidad
uniforme de Oriente a Occidente. Le daremos el nombre de deferente 4,
el cual lleva otro círculo máximo con una inclinación constante sobre el
primero. A este círculo inclinado lo llamaremos zodíaco, cuyo plano for-
ma con el de aquel un ángulo de veintitrés partes 51/60 y 20/60·60 de
las noventa que tiene un ángulo recto. Diremos grado a cada una de estas
trescientas sesenta partes iguales de la circunferencia del zodíaco; equi-
nocciales, a los puntos en que se cortan el deferente y el zodíaco, y tró-
picos, a los que distan un cuarto de círculo a uno y otro lado de los equi-
nocciales.
Uno de estos puntos trópicos, el que está hacia el lado de la Osa, será
el límite boreal y de verano, y el opuesto, el austral y de invierno. Aná-
2 iaY]!-,,€Qv<;: ecuador.
3 XQÓVOL.
4 El hecho de suponer dos círculos fundamentales en el plano del ecuador,
uno fijo y el otro girando alrededor del centro del Universo, es decir, del
centro de la Tierra, implica el postulado del espacio y del tiempo absolutos,
que se conciben en el sistema de Ptolomeo y que, a pesar de que ya estaba
derogado el geocentrismo, admitió Newton adoptando una posición científica
que comentó Mach, en su Die Mechanik, con reflexiones que, siendo anterio-
res a la teoría de la relatividad, han dejado ya de ser válidas.
PTOLOMEO.---HIPOTESIS DE LOS PLANETAS 773

logamente, el punto equinoccial que precede al trópico de verano, en el


sentido de la revolución, será el equinoccio de primavera, y el que pre-
cede al trópico de invierno, equinoccio de otoño.
El Universo ha hecho una revolución 5 cuando alguno de los puntos
del deferente 6, a partir de uno del equinoccial inmóvil, vuelve a este mis-
mo punto 7; Y es claro que esta vuelta se hace después de haber recorri-
do los trescientos sesenta tiempos; pero puesto que las revoluciones del
Universo no terminan de una manera sensible como los regresas de los
nictémeros 8 por el Sol, mediremos por estos últimos los otfJS movi-
mientos.
Un níctémero o espacio de un día y una noche consecutivos, es el
tiempo durante el cual el Sol, por la revolución del Universo, hace otra
sobre el equinoccial inmóvil 9; Y es evidente que si el Sol no recorriese el
zodíaco, un nictémero sería la duración de una revolución del Mundo;
pero, como he dicho al principio, avanza hacia el Oriente, y, por tanto,
un nictémero dura más tiempo que una sola revolución del Universo y
contiene una revolución completa de Oriente a Occidente, más una par-
te del equinoccial igual a la que el Sol avanza de Occidente a Oriente en
el zodíaco durante el nictémero, suponiendo que los movimientos son
uniformes.
Imaginado todo esto, pasemos a las hipótesis de los planetas, comen-
zando por presentar sus períodos simples, de los que se forman los par-
ticulares y compuestos, y considerando los más perfectos que se hayan
podido establecer de acuerdo con los cálculos efectuados después de las
correcciones que hemos hecho.
Pongamos ahora por principio que en trescientos años egipcios y se-
tenta y cuatro nictémeros el Sol hace trescientas revoluciones respecto
de los puntos trópicos y equinocciales del zodíaca.
La esfera de las estrellas fijas y los apogeos de los cinco planetas avan-
zan un cienvigésimo de un período semejante, es decir, tres de las tres-
cientas sesenta partes que tiene la circunferencia, de modo que en treinta
y seis mil años solares, equivalentes a treinta y seis mil veinticuatro
egipcios y ciento veinte nictémeros, la esfera de las estrellas fijas hace

~ :tfQlOlQoef1l'
6 epFQ(J)V.
7 Día sideral.
8 llUXO~f!fQOV.
9 Día solar.
774 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO 11

una revolución al mismo tiempo que se verifican 35.999 retornos pe-


riódicos del Sol, y el número de las revoluciones diurnas del Mundo es
igual al de nictémeros contenidos en este mismo tiempo y aun a los
períodos del Sol durante este espacio de tiempo.
La Luna, a su vez, en ocho mil quinientos veintitrés años solares, con-
tados respecto de los puntos trópicos y equinocciales, que equivalen a
ocho mil quinientos veintiocho años egipcios y 277, 20' 24" nictémeros,
es decir, en meses enteros, hace 500.416 encuentros con el Sol; y, ade-
más, en 3.277 meses completos, 3.512 regresos de anomalía, y, por úl-
timo, en 5.458 meses completos, 5.923 restituciones de latitud.
Análogamente, Mercurio, en novecientos noventa y tres años solares,
contados con relación a los apogeos y a la esfera de las estrellas fijas,
los cuales años equivalen a novecientos noventa y tres egipcios y 255,
O' 52" nictémeros aproximadamente, tendrá 3.130 restituciones de ano-
malía.
Venus, en novecientos sesenta y cuatro años solares o setecientos se-
senta y cuatro egipcios y aproximadamente 247, 34' 2" nictémeros, hará
603 restituciones de anomalía.
Marte, en mil diez de estos años solares, que equivalen a mil diez
egipcios y 259, 22' 50" nictémeros aproximadamente, tendrá 473 resti-
tuciones de anomalía.
Júpiter, en setecientos setenta y un años solares, que son otros tantos
egipcios con cerca de 198, O' 9" nictémeros, 706 restituciones de anomalía.
y Saturno, en trescientos veinticuatro de los mismos años solares o
trescientos veinticuatro egipcios y unos 83, 12' 26" nictémeros, 313 de
anomalía.
Para la órbita del Sol imaginemos en el plano del zodíaco un círculo
excentrico cuyo radio sea a la recta que une su centro al del zodíaco como
sesenta a dos y medio; que la recta que pasa por los dos centros, pro-
longada hasta el apogeo, corte en la circunferencia del zodíaco un arco
de sesenta y cinco partes y treinta sexagésimos desde el equinoccio de
primavera, según el orden de los signos, y que el centro del Sol se mueva
sobre este círculo excéntrico alrededor del centro de este uniformemen-
te de Occidente a Oriente, de modo que en ciento cincuenta años egipcios
y los primeros cincuenta y siete nictémeros completos vuelva al apogeo
de la excéntrica 150 veces.
En cuanto a la esfera de las estrellas fijas, concibamos que gira uni-
formemente alrededor del centro y sobre los polos del zodíaco hacia Oc-
PTOLOMEO.-HIPOTESIS DE LOS PLANETAS 775

cidente, recorriendo en este mismo tiempo una parte y media de las 360
que tiene el zodíaco.
Así, pues, el primer día del mes egipcio de Thot del primer año des-
pués de la muerte de Alejandro el fundador, el Sol, en el meridiano de
Alejandría, distaba del apogeo de la excéntrica 162 partes y 20', según el
orden de los signos, y la estrella del Corazón de León, 117 partes y 54'
del equinoccio de primavera contados en el zodíaco también según el
orden de los puntos del Mundo.
Para la órbita de la Luna imaginemos un círculo concéntrico al zo-
díaco, y en el plano de este último, alrededor de cuyo centro se mueve
uniformemente de Oriente a Occidente, círculo cuyo movimiento referi-
do al zodíaco exceda al de la Luna respecto del Sol en el mismo tiempo,
de suerte que en treinta y siete años egipcios y los primeros ochenta y
ocho días siguientes, haya aproximadamente dos retornos, porque en ri-
gor no hay más -de O, 16' 50" de un grado; supongamos que este círculo
lleva otro concéntrico con el que forma un ángulo invariable d. cinco
partes de las noventa que tiene uno recto, e imaginemos en el plano de
dicho círculo oblicuo otro excéntrico tal que su radio sea a la línea tra-
zada desde su centro al del zodíaco como 60 partes a 12,5; que el cen-
tro de este excéntrico se mueva uniformemente alrededor del zodíaco de
Oriente a Occidente desde el límite boreal, de tal modo que en diecisiete
años egipcios y trescientos cuarenta y ocho nictémeros se verifiquen
aproximadamente 203 restituciones al círculo oblicuo-y digo aproxima-
damente porque falta O' 26/1 de un grado-y que el centro del epiciclo se
mueva uniformemente alrededor del del zodíaco, de Occidente a Oriente,
desde el apogeo de la excentricidad permaneciendo siempre sobre la ex-
céntrica a una distancia media doblada, es decir, conservando las dos
distancias propuestas, de modo que en diecinueve años egipcios más tres-
cientos días haga 490 restituciones a la excéntrica aproximadamente, con
cuatro sexagésimas de parte para la exactitud del cálculo.
Por último, supongamos alrededor del centro del epiciclo que está en
el plano del círculo oblicuo, que la recta que pasa por el centro de este
y por otro que el del zodíaco, alrededor del cual gira con movimiento
uniforme, se aparte una cantidad igual a la excentricidad, ocupando siem-
pre los mismos puntos llamados apogeo y perigeo, de modo que el radio
de la excéntrica sea al del epiciclo como 60 a 60 1/ 3, y que el centro de la
Luna vaya siempre uniformemente hacia el occidente de la intersección
del apogeo según el mismo movimiento de anomalía, a fin de que en
776 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

veintiséis años egipcios más cincuenta y nueve nictémeros completos


haga 347 restituciones respecto del epiciclo con una diferencia aproxi-
mada de un minuto.
El primer día del mes egipcio de Thot del mismo primer año despUés
de la muerte de Alejandro, en el meridiano de Alejandría, el límite bo-
real del círculo oblicuo estaba a 230 partes y 20' del equinoccio de primáve-
ra contra el orden de los signos, o hacia los puntos antecedentes del Mun-
do,y el apogeo de la excéntrica era de 212 partes y 20' alejadas del' lí-
miteboreal hacia los puntos antecedentes o contra el orden de las cons-
telaciones; el centro del epiciclo estaba a 260· partes 40' del apogeo de
la excentricidad, según el orden de los signos, y el de la Luna a 85 y 17'
d~lepiciclo contra el orden de los signos.
Pata la órbita de Mercurio imaginemos un círculo concéntrico al del
zodíaco girando en su plano, y alrededor de su centro de Occidente a
Oriente en la misma proporción que la esfera de las estrellas fijas; su-
pongamos otro· círculo con inclinación invariable sobre este homocéntri-
ca, moviéndose en torno al mismo centro y formando sus planos un án-
gulo igual a la sexta parte de una de las noventa de un recto; concibamos
en el plano del círculo oblicuo un diámetro que pase por los límites· bo-
real y austral, y sobre este diámetro, entre el centro del zodíaco y el lí-.
rtiite austral, tomemos dos puntos hacia el centro de aquel, e imaginemos
que alrededor del más próximo de los dos el centro de la excéntrica se
mueva hacia los puntos antecedentes del Mundo o contra el orden de las
constelaciones desde el apogeo de la excentricidad, de tal modo que en
ciento cuarenta y cuatro años egipcios y los primeros treinta y siete nic-
témeros siguientes haga cerca de 144 retornos periódicos o restituciones
con una diferencia aproximada de un minuto o una sexagésima parte
de grado.
Supongamos que, teniendo el radio de la excéntrica 60 partes, la lí-
nea que une el centro del zodíaco y el más próximo de los dos puntos
tenga tres de estas partes; la que va del mismo centro al punto más ale-
jado, cinco y 50', Y la del punto alejado al centro de la excéntrica, dos par-
tes y 50'; imaginemos un pequeño círculo alrededor del centro del epi-
ciclo, y en el plano del círculo oblicuo la recta que une los dos centros
de este y del más próximo de los puntos alrededor del cual se mueve uni-
formemente, ocupando siempre las mismas posiciones en este pequeño
círculo, que son las del apogeo y el perigeo, y otro pequeño círculo con-
céntrico a aquel y girando uniformemente en el mismo plano y alrededor
PTOLOMEO.-HIPOTESIS DE LOS PLANETAS 777

del mismo centro, de modo que la distancia al apogeo en el sentido de


la revolución del Mundo haga un movimiento igual al ya dicho del cen-
tro. de la exc.éntrica o del epiciclo, y concibamos que este pequeño círcu-
lo lleve otro con el que forme un ángulo de seis partes y 30' de . las .no-
venta de un recto, girando en torno al mismo centro, y cuyo radio sea
al de las excéntricas como 22 partes. y 15' a 60; que el astro se mueva
sobre este pequeño círculo COn velocidad '. uniforme, de suerte que su mo·.,.
vimiento desde el apogeo, en sentido contrario ala revolución del Mun-
do, sea igual. al del centro de la excéntrica y el epiciclo y al de la anom;;tlía
del astro para que en doscientos ocho años y ciento setenta y cuatronic+
témeros se realicen 885 regresos aproximadamente al epiciclo inclinado~
En el primer año después de la muerte de Alejandro, al mediodía del
primer día del mes egipcio de Thot, para Alejandría, el punto más leja-
no de la excéntrica estaba a 185 partes y 24' del equinoccio de primavera'
hacia los consecuentes del Mundo o segúp. el orden de los signos; el cen..'
tro de la excéntrica distaba 42 partes y 16' del apogeo de la excéntrica
hacia los antecedentes o contra el orden de los signos; el del epiciclo
también 42 partes y 16' del apogeo de la excéntrica, hacia los puntos con..,
secuentes del Mundo; el límite boreal del pequeño círculo inclinado: es·
taba a 132 partes y 16' del apogeo del epiciclo hacia los antecedentes; y
el astro a 346 partes 55' al oriente de este límite boreal.
Sobre la esfera de Venus imaginemos un círculo homocéntrico alzo..·
díaco y a cuyo alrededor se mueva uniformemente de OccidenteaOrien'-:
te, tanto como la esfera de las estrellas fijas, y supongamos que este círcu-t.
lo lleve otro inclinado sobre él, siempre alrededor del mismo centro. ú.~
ángulo constantemente igual a la sexta parte de una de las noventa de
un recto, y en el plano del círculo inclinado un diámetro que pase pOfi.el.
límite septentrional, y sobre este diámetrQ, entre. el zodíaco· y el límite
boreal, dos puntos que comprendan una recta iguala la que 'uneel cent~Q.
del' zodíaco y el más próximo de los dos puntos y entorno a esteuu)
círculo excéntrico e inamovible, cuyo radio sea a la recta que une .·Slt'
centro con el del zodíaco como 60 partes al y 15' y que el centro del,
epiciclo se traslade uniformemente alrededor del apogeo conservandq
siempre su posición sobre la excéntrica, hacia los puntos consecuentes)
del Mundo y en torno al diámetro de que acabo de hablar con un mo",
vimiento igual al exceso del Sol sobre el .• isócrono de las estrellas fijas en:
el mismo tiempo.
Concibamos, además, en la esfera del epiciclo una rueda girando en
778 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

torno al centro de aquella y en el plano del círculo oblicuo la recta que


pasa por el centro del pequeño círculo y el punto más alejado de los dos
ya citados alrededor del cual se mueva uniformemente ocupando siempre
los mismos puntos del pequeño círculo, que son el perigeo y el apogeo,
e imaginemos otro pequeño círculo homocéntrico al primero moviéndose
uniformemente en el mismo plano y alrededor del mismo centro, de tal
modo que la distancia del apogeo realice, en el sentido de la revolución
del Mundo, uh movimiento igual al ya mencionado del centro del epici-
clo; que este pequeño círculo lleve otro inclinado sobre él, alrededor
del mismo centro, un ángulo constante de tres partes y media de las
noventa que tiene un recto; que el radio de la excéntrica sea al del pe-
queño círculo como 60 partes a 43 y lO', Y que sobre este pequeño círcu-
lo el astro se traslade con movimiento uniforme en torno a su centro, de
modo que desde el apogeo su traslación, en sentido contrario a la revo-
lución del Mundo, se haga por un movimiento igual al del epiciclo y al
del astro para que al cabo de treinta y cinco años egipcios y treinta y tres
nictémeros resulten 57 períodos aproximadamente, con una diferencia de
seis minutos y medio.
En el primer año de la muerte de Alejandro, al mediodía del primer
día del mes egipcio de Thot en Alejandría, el punto más alejado de la
excentricidad estaba a 50 partes y 24' al oriente del equinoccio de prima-
vera, así como el límite boreal y el centro del epiciclo a 177- partes y 16'
al oriente del apogeo de la excentricidad y también el límite septentrional
del pequeño círculo inclinado un ángulo de 87 partes y 16' al occidente
del apogeo del epiciclo; pero el astro a 160 partes y 17' al oriente del
lim.ite boreal del pequeño círculo inclinado, o según el orden de los
signos.
Concibamos sobre la esfera de Marte un círculo concéntrico al zo-
diaco moviéndose uniformemente en su plano y en torno a su centro, de
Occidente a Oriente, en la misma proporción que la esfera de las estrellas
fijas; que este círculo lleve otro inclinado sobre él alrededor del mismo
centro, de modo que sus planos formen un ángulo constante de una par-
te y media de las poventa que hay en un recto; supongamos en el plano
del círculo inclinado un diámetro que pase por los límites boreal y aus-
tral y sobre este mismo diámetro, entre el centro del zodíaco y el límite
boreal, dos puntos que comprendan una recta igual a la que une el cen-
tro del zodíaco y el más próximo de los dos puntos y en torno a este un
círculo excéntrico, fijo y tal que su radio sea a la recta que une su centro
PTOLOMEO.-HIPOTESIS DE LOS PLANETAS 779

y el del zodíaco como 60 a 6 y que alrededor del punto más próximo


el centro del epiciclo se mueva conservando siempre su posición sobre
el círculo excéntrico según el orden de las constelaciones alrededor del
diámetro mencionado con un movimiento igual al exceso del Sol sobre
los de las estrellas fijas y del astro en el mismo tiempo, de suerte que en
noventa y cinco años egipcios y 361 nictémeros resulten 51 períodos con
una aproximación de catorce segundos de grado.
Supongamos ahora en la esfera del epiciclo una rueda girando alrede-
dor del centro de aquella y en el plano. del círculo inclinado la recta que
une su centro con el punto más alejado de los dos mencionados, en . tor-
no al cual gira uniformemente y ocupando siempre los mismos lugares del
círculo pequeño, que son el apogeo y el perigeo; que otro círculo peque-
ño, concéntrico a él, se mueva uniformemente en el mismo plano y alre-
dedor del mismo centro haciendo desde el apogeo, en el sentido de la
revolución del Mundo, un movimiento igual al que se ha dicho del cen-
tro del epiciclo; que este pequeño círculo lleve otro inclinado sobre él,
alrededor del mismo centro, un ángulo de una parte y 50' de las noventa
que tiene el recto; que el radio de la excéntrica sea al del círculo pequeño
como 60 a 39 y 30', Y que sobre este pequeño círculo el astro se traslade
alrededor de su centro uniformemente, de modo que desde el apogeo, y
por un movimiento que en sentido contrario al de la revolución del Mun-
do, haga un camino doble del del epiciclo y el astro, es decir, al exceso del
movimiento del Sol sobre el de las estrellas fijas en el mismo tiempo.
En el primer año de la muerte de Alejandro, al mediodía del primer
día del mes egipcio Thot, el punto más alejado de la excéntrica estaba a
110 partes y 54' al oriente del equinoccio de primavera; el límite boreal~
otro té,mto; el centro del epiciclo lo estaba a 356 partes y 6' del apogeo de
la excentricidad hacia el Oriente, el límite boreal del pequeño círculo in-
clinado, a 176 partes y 6' hacia el occidente del apogeo del epiciclo, y el
astro a 296 partes y 46' del límite boreal del pequeño círculo inclinado
hacia los puntos consecuentes 10 del Mundo.
Imaginemos sobre la esfera de Júpiter un círculo concéntrico al zodía-
co que se mueva uniformemente en su plano y alrededor de su centro, de
Occidente a Oriente, tanto corno la esfera de las estrellas fijas; que este
círculo lleve otro inclinado sobre él y alrededor del mismo centro, de
suerte que sus planos formen un ángulo constante de una parte y 30' de
las noventa de un recto, y concibamos también en el plano del círculo

10 'tU EnÓ!llWu.
780 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

inclinado una recta desde el centro del zodíaco hasta el punto antece-
dente en 20 partes del límite boreal, y sobre esta recta dos puntos que
comprendan una igual a la que une el centro del zodíaco y el punto más
próximo de los dos mencionados. Describamos alrededor del más pró-
ximo un círculo excéntrico e inamovible cuyo radio sea a la recta que
une su centro con el del zodíaco como 60 partes a 2 partes y 54', Y que
alrededor del punto más lejano el centro del epiciclo gire uniformemente
conservando siempre su posición sobre la excéntrica de que he hablado,
hacia los puntos consecuentes del Mundo y alrededor del diámetro men-
cionado, con un movimiento igual al exceso del del Sol sobre los dos si-
multáneos de la esfera de las estrellas fijas y el astro, de tal manera que
en doscientos trece años egipcios y los primeros doscientos treinta y ocho
nictémeros siguientes se verifiquen aproximadamente 18 restituciones,
con un margen de diez segundos.
Imaginemos en la esfera del epiciclo, en torno a su centro, y en el
plano del círculo oblicuo, una rueda girando alrededor de aquella, y en el
plano del círculo inclinado, la recta que pase por su centro y por el
punto más lejano de los dos citados, alrededor del cual se mueva unifor-
memente, ocupando siempre los dos puntos del pequeño círculo que son
el apogeo y el perigeo; y otro pequeño círculo concéntrico al primero,
en el mismo plano, y con un movimiento uniforme alrededor del mismo
centro, de modo que yendo desde el apogeo en el senfido de la revolu-
ción del Mundo, se haga un movimiento igual al antedicho del centro del
epiciclo; que este círculo lleve otro concéntrico y formando con él un
ángulo de una parte y media de las noventa del recto; que el radio de la
excéntrica sea al del pequeño círculo como 60 a 11,5, y que alrededor del
centro de este pequeño círculo el planeta se mueva con velocidad unifor-
me desde el apogeo en sentido contrario a la revolución del Mundo, de
manera que se produzca un movimiento igual al uno y al otro de los del
epiciclo y el astro, es decir, al exceso del movimiento del Sol sobre el de
las estrellas fijas en el mismo tiempo.
En el primer año de la muerte de Alejandro, el primer día del mes
egipcio de Thot al mediodía en Alejandría, el apogeo de la excentricidad
era de 156 partes y 23' del equinoccio de primavera hacia los puntos
consecuentes del Mundo; el centro del epiciclo 292 partes y 19' del apo-
geo de la excentricidad, también hacia los consecuentes, y, además, el
límite boreal del pequeño círculo inclinado era de 92 partes y 19' del
apogeo hacia los puntos antecedentes y el astro a 231 y 16' del límite
PTOLOMEO.-HIPOTESIS DE LOS PLANETAS 781

boreal del pequeño círculo oblicuo hacia los consecuentes o según el


orden de los signos.
Sobre la esfera de Saturno supongamos un círculo concéntrico al
zodíaco moviéndose en su plano y alrededor de su centro con un movi-
miento uniforme de Occidente a Oriente igual al de la esfera de las estre-
llas fijas, y concibamos que este círculo lleva otro inclinado sobre él un
ángulo constante de dos partes y media de las noventa de un recto; que
en el plano del círculo inclinado hay una recta desde el centro del zodía-
co hasta un punto que dista 50 partes del límite boreal, e imaginemos
sobre esta recta dos puntos que comprendan un intervalo igual al que
hay entre el centro del zodíaco y el más próximo de aquellos dos pun-
tos; que alrededor del más lejano de estos hay un círculo excéntrico e
inamovible cuyo radio sea a la recta que une su centro y el del zo-
díaco como 60 partes a 3 y 20 ' , Y que alrededor del punto más próximo
el centro del epiciclo se mueva uniformemente conservando siempre su
posición en este excéntrico hacia los consecuentes del Mundo y alrededor
del diámetro supuesto un movimiento igual al exceso del del Sol sobre los
dos simultáneos de las estrellas fijas y del astro, de modo que en ciento
diecisiete años egipcios y los trescientos treinta nictómeros siguientes se
hagan aproximadamente 4 restituciones con una diferencia de cuatro
segundos.
Supongamos, finalmente, en la esfera del epiciclo una rueda girando
en torno a su centro en el plano del círculo inclinado y la recta que une
su centro y el más alejado de los puntos mencionados alrededor del cual
se mueve uniformemente, ocupando siempre los mismos lugares del círcu-
lo pequeño, que son el apogeo y el perigeo, y concibamos otro círculo
pequeño concéntrico a él, girando uniformemente en el mismo plano y
alrededor del mismo centro, de modo que haga un movimiento en el apo-
geo en el sentido de la revolución del Mundo con una velocidad igual a
la del centro del epiciclo; que este pequeño círculo lleve otro inclinado
sobre él y formando un ángulo constante de dos partes y media de las
noventa de un recto; que el radio de la excéntrica sea al del círculo pe-
queño como 60 partes a 6,5; Y que el astro se mueva sobre este pequeño
círculo uniformemente alrededor de su centro, haciendo desde el apogeo
su revolución en sentido contrario a la del Mundo con un movimiento
igual a los dos del epiciclo y del astro, es decir, al exceso del Sol sobre
el de las estrellas fijas.
En el primer año de la muerte de Alejandro, el primer día de Thot a
782 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO II

mediodía en Alejandría, el apogeo de la excentricidad estaba a 228 par-


tes y 24' al oriente del equinoccio de primavera; el centro del epiciclo,
a 211 al del apogeo de la excéntrica; el límite boreal del pequeño círculo
inclinado, a 81 del apogeo, y el astro, a 22 y 15' al oriente del límite
boreal.

INSCRIPCION DE CANOPO

El arco de círculo que pasa por los polos del equinoccial y de la eclíp-
tica tiene entre estos círculos 23 0 51' 20" de los 3600 de la circunferencia.
Un nictémero consta de 360 0 59' 8" 17'" 13'11' 12'1111 31"'11' de los 360 0
tiempos de una revolución completa.

Relaciones entre las hipótesis

De la esfera de las estrellas fijas ... . o. ••• 00 OO'


De Saturno " 0 ••• '" o •• '" •••••••••••••• , 30 25'
De Júpiter oo . . . o ... '" oo' ... '" 20 45'
De Marte '0' ••• o" •••••• '" "0 60 00'
D'el Sol '" ,. '" '" . 20 30'
De Venus '" '" .. , '" . lo 15'
De Mercurio oo • • oo oo. • oo oo • 30 00'
De la Luna , .. , '" '0' ••• '" ••• 12 0 27'

Relaciones entre los dadios de los epiciclos

De Saturno " , oo. oo. '" 60 30'


De Júpiter .. llo 30'
De Marte . 39° 30'
De Venus .oo oo . . . . 43 0 10'
De Mercurio ... . .. 22 0 30'
De la Luna " oo 50 14'
PTOLOMEO.-INSCRIPCION DE CANOPO 783

Movimientos medios del nictémero en partes de las 360 de una revolución


completa
De la esfera de las estrellas fijas 0° O' O" 5'" SSIV 4v 6VI
De Saturno '" '" '" oo • • • • 0° 51' 7" 43'" 4pv 43 v 40VI
Del epiciclo de Saturno '" 0° 2' O" 33'" 38 IV 28 v Sl VI
De Júpiter '" 0° 54' 9" 2'" 46 IV 29 v OVI
Del epiciclo de Júpiter '" 0° 4' 59" 14'" 26 IV 40 v 31 vI
De Marte . 0° 27' 41" 40'" 19 IV 20 v S8VI
Del epiciclo de Marte ... 0° 31' 26" 30'" S3 IV SIV 33 v1
Del Sol '" 0° 59' 8" 17'" 13 IV 12v 3IVI
De Venus .. 0° 36' 59" 25'" S3 IV llv 28 vI
Del epiciclo de Venus . 0° 59' 8" 11''' 13 IV 12v 31 vI
De Mercurio ... ... ... . 3° 6' 24" 6'" S9 IV 3S v SOVI
Del epiciclo de Mercurio 0° 59' 8" 11''' 13 IV 12v 31 vI
De la Luna . 13° 3' 53" S6N/ 17IV Sl v S9VI
Del nodo de la Luna . 0° 3' 10" 41'" lS IV 26 v 27vI
Del epiciclo de la Luna 13° 13' 45" 39'" 48 IV S6v 37 v1
De la excéntrica de la Luna no 12' 18" 24'" 7IV SV 28 vI
Relaciones entre las inclinaciones sobre el plano del círculo medianero
del zodíaco

De la esfera de las estrellas fijas 0'00"


De la excéntrica de Saturno '" .. 2'26"
Del epiciclo de Saturno ... ... ... 4'30"
De la excéntrica de Júpiter ... .. . ... 1'24"
Del epiciclo de Júpiter ... ... oo. . 2'30"
De la excéntrica de Marte ..... , oo , oo' '" l' 00"
Del epiciclo de Marte ... '" oo. ."
2' 15"
De la excéntrica del Sol .. 0'00"
De la excéntrica de Venus oo. ••• • .. O' 10"
Del epiciclo de Venus ... ... '" . 2'30"
De la oblicuidad de Venus oo. .., '" 2'30"
De la excéntrica de Mercurio .. 0'45"
Del epiciclo de Mercurio '" .oo .. , '"
6' 15"
De la oblicuidad de Mercurio '" . 2'30"
Del plano de la órbita de la Luna " .. 5'00"
784 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Epocas de los movzmzentos iguales para el primer año del imperio de


Augusto en la neomenía de Thot a mediodía desde el equinoccio de
primavera

De las estrellas fijas '" . .. 0° 00'


Del Corazón de León ... . .. 120° 08'
Del epiciclo de Saturno .., '" 72° 12'
Dél epiciclo de' Júpiter '" . 8° 35'
Del epiciclo de Marte ... .., . 183° 52'
Apogeo del Sol ... ... '" .., . 65° 31'
Del epiciclo de Venus , . 156 0 11'
Del epiciclo de Mercurio ... .., .. , .. , . 156° 11'
Apogeo de la excéntrica de la Luna ...... 256 0 42'
Del epiciclo de la Luna '" ... . .. 55° 40'
Del nodo de la Luna ... .., .. , ... ." ... U5°31'

Desde los apogeos

De Saturno '" '" '" .. , .. 83° 36'


De Júpiter '" '" '" . 147° 36'
De Marte '" , . 332° 19'
Del Sol , . 6° 41'
De Venus .. , .. , , .,. 359° 34'
De Mercurio .. , .. , .., .. , .. 234° 32'
De la Luna '" '" '" . 248° 53'

Distancias desde la estrella del Corazón de León

Del apogeo de Saturno .. 1100 30'


Del nodo ascendente '" 353 0 30'
Del apogeo de Júpiter .. 38° 30'
Del nodo ascendente '" ... 328° 30'
Del apogeo de Marte '" '" ... 353 0 00'
Del nodo ascendente .. 63° 00'
Del apogeo de Venus '" ... 29 0 30'
Del nodo ascendente ... 202 0 30'
Del apogeo de Mercurio 63 0 30'
Del nodo ascendente ... 163 0 30'
PTOLOMEO,-REFRACCION DE LA LUZ 785

En el círculo que pasa por los polos del horizonte

De Saturno '" oo' ••• oo' .oo 11 000'


De Júpiter '" '" 11 000'
De Marte .. , 11 o 30'
De Venus ... 5 0 00'
De Mercurio 10 0 30'

Distancias medias en el momento de las sicigias del Sol y de· la Luna

Diámetro de cada luminaria medida a ojo es la l62ava parte de un


ángulo recto, o sea 33' 20",
Tomando como unidad el radio de la Tierra, la distane-ia de la Luna
es 64, y la del Sol, 729.

REFRACCION DE LA LUZ

Para distinguir los aumentos particulares de los ángulos debemos estu-


diar primeramente las reglas a que obedecen las refracciones y las refle-
xiones, es decir, todo lo que se ve de nuevo en algunos casos según la direc-
ción del rayo que parte del ojo, o sea según la recta que sigue el rayo desde
el ojo hasta la superficie que produce la refracción y según la perpendicular
desde la cosa vista hasta también dicha superficie que corta al rayo. re·
fractado directamente 1.
Esto es claro y manifiesto y lo comprenderemos colocando una mo-
neda en un recipiente. En efecto, poniendo el ojo en un lugar en que el
rayo que pasa por el borde del recipiente no penetre hasta donde está la
moneda y vertiendo lentamente agua hasta que dicho rayo se refracte
en el interior del recipiente y caiga sobre la moneda, observaremos que
las cosas que no se veían antes se ven ahora sobre la recta trazada desde
el ojo a un punto más alto que el verdadero (Fig. 1), Y no se creerá que
el rayo ha sido refractado hacia ellas, sino que ellas están suspendidas en
el agua y se han elevado en la dirección del rayo, por lo cual aparecen

1 Normalmente.
786 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

según la perpendicular que cae sobre la superficie del agua, de acuerdo


con los principios que hemos expuesto.
La medida de la refracción que se produce en el agua y hace descen-
der el rayo visual se obtiene repi-
tiendo la experiencia por medio de
la placa metálica que hemos hecho
para investigar las leyes de los 'es-
pejos, es decir, la reflexión.
Describamos el círculo ABGD
de centro E y tracemos dos diáme-
tros, AEG y BED, que se .corten en
ángulo recto; dividamos los cua-
drantes en noventa partes iguales;
coloquemos en el centro un punto
FIG. 1. pintado de cualquier color; pon-
gamos verticalmente la placa en un
pequeño recipiente y vertamos en él un poco de agua clara para que
pueda penetrar la vista en ella y de tal modo que la superficie de la
placa por encima de la del agua,
quede dividida 2, estando el semi-
círculo BAD por encima 3 del agua
y el diámetro AEG perpendicular
a la superficie de esta; tomemos
en uno de los dos cuadrantes de OI----~:....-._ _~
la placa situados sobre el agua, y
a partir del punto A, un arco AZ
y coloquemos en Z otro punto co-
loreado (Fig. 2).
Si dirigimos una visual hasta G
que los puntos Z y E aparezcan FIG. 2.
simultáneamente sobre un rayo
que parta del ojo y hacemos 'mover radialmente en el arco opuesto GD
una varilla hasta que el extremo que está del lado de la circunferencia
aparezca en oposición 4 con los dos puntos considerados anteriormente, y
tomamos el arco que está entre G y el punto que aparecía en línea recta,

2 En dos partes iguales.


3 Del nivel.
4 En la prolongación.
PTOLOMEO.-REFRACCION DE LA LUZ 787

es decir, GH, veremos siempre este arco menor que el AZ, y trazando
las rectas EZ y EH obtendremos el ángulo AEZ menor que el GEH, lo
que no puede ocurrir sin que se produzca una refracción, o sea, sin que
el rayo ZE se refracte en H según el aumento de uno de los dos ángulos
opuestos 5 respecto del otro.
Poniendo entonces el ojo en la perpendicular AE, veremos rectos los
ángulos opuestos por el vértice y el rayo 6 caerá en G sin experimentar
ninguna refracción; pero en todas las demás posiciones, mientras mayor
sea el arco AZ, será menor el GH y mayor la refracción del rayo.
Cuando el arco AZ sea de 10 grados. el GH tendrá aproximadamen-
te 8; cuando AZ tenga 20, GH tendrá 15,5; cuando AZ sea de 30, GH
será de 22,5; cuando AZ tenga 40, GH tendrá 29; cuando AZ tenga 50.
GH tendrá 35; cuando AZ tenga 60, GH tendrá 40,5; cuando AZ ten-
ga 70, GH tendrá 45,5, y cuando AZ tenga 80, GH tendrá 50.
En cuanto a las fracciones 7 que se producen en el agua, las obtendre-
mos como hemos dicho, puesto que entre las aguas 8 no hay diferencia
sensible a causa de su espesor o sutileza.
Optica, V.

5 Por el vértice.
6 Que parta de A.
7 De arco.
8 Distintas.
GALENO
(130-201)
GALENO

PREAMBULO

GALENO es el médico más destacado de los tiempos antiguos después


de Hipócrates, cuyos principios estudió y profundizó como no se
hama hecho hasta entonces, silenciando a empíricos, metódicos, pneu-
máticos y eclécticos, y encendiendo la verdadera luz de la Ciencia en
medio de la oscuridad de las estériles discusiones de unos y otros.
Nació en Pérgamo el año 130 de nuestra era y fue hijo de Nikón, no-
table arquitecto, que le enseñó Matemática y a quien su hijo veneraba
profundamente. «He tenido la gran fortuna-dice-de que mi padre fuese
un hombre culto, independiente, justo y amante de la Humanidad; mi
madre, en cambio, tenía un genio tan fuerte que llegaba hasta morder a
las sirvientas cuando las reñía; estaba siempre gritando y trataba a mi
padre peor que Jantipa a Sócrates.»
Así, pues, Galeno heredó de su padre el amor a la Ciencia y de su
madre el matiz colérico que se advierte en sus escritos. A los catorce
años conocía las principales orientaciones filosóficas de los griegos, y
seguramente se habría dedicado a la Filosofía si un sueño de su padre,
interpretado como un aviso de Esculapio, no lo hubiera dirigido hacia la
Medicina, ciencia que estudió en su ciudad natal, de la que pasó a Co-
rinto y luego a Alejandría, donde completó su instrucción, regresando
al hogar paterno el año 158, fecha en que fue nombrado médico d~ los
gladiadores de Pérgamo; mas como su espíritu, ambicioso y aventurero,
no se amoldaba a la calma pergamina, marchó a Roma en 164, donde
unas cuantas felices curaciones, hábilmente alabadas, le permitieron grarl-
jearse una buena clientela y-como es natural-la enemistad de sus co-
legas romanos, que no trató de eludir, pues que censuraba pública y agria-
mente su ignorancia.
Dos años después, y cuando creía que iba a ser nombrado médico de
la casa imperial, se ausentó inesperadamente, y aunque mucho se ha dis-
cutido acerca de la causa de esta ausencia, parece que fue ante el temor
791
792 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

de la peste de Oriente que se acercaba a Roma, lo cual-de ser cierto~


dice poco en su favor, pues que habría considerado su seguridad personal
por encima de su misión humanitaria, cosa que no es de extrañar dado su
perfil psicológico.
Sea de ello lo que fuere, es lo cierto que, al regresar a Roma, fue
llamado por Marco Aurelio, bajo cuya protección y la de su hijo y su-
cesor, Cómodo, vivió sin ser molestado hasta su muerte, acaecida el
año 201.
Durante su estancia en Roma latinizó su nombre haciéndose llamar
Claudio-Coj()r-Galeno, con que se le conoce desde el Renacimiento;
pero siguió escribiendo en griego, a pesar del valor ecuménico que yq, em-
pezaba a tener el idioma del Lacio y a pesar también de· sus veleidades
latinizantes.
La labor de Galeno es tan intensa como extensa. Se le deben obras de
Filosofía, Filología y Retórica, además de las de Medicina, que ha hecho
que su nombre, sustantivado, sea sinónimo de médico. Todos sus escri-
tos están compuestos more geometrico, es decir, sentando premisas se-
guras para sacar después consecuencias lógicas a fin de deducir el reme-
dio luego de conocida la enfermedad,' y así ha dicho García del Real: «El
método científico de la Medicina tiene, según Galeno, su punto de par-
tida en los fenómenos apreciables por los sentidos, en los síntomas y en
las autopsias, Sin embargo, no se trata de observar al azar los síntomas,
sino que hay que saber recoger aquellos que nos proporcionan luz acerca
de la causa de las enfermedades, de la localización de las mismas y del
estado general de las fuerzas del enfermo. Del conocimiento de la causa
de· la enfermedad se deduce lógicamente el procediminto curativo " del
conocimiento de la localización de la enfermedad, el modo de aplicarlo,
y del conocimiento de las fuerzas, el grado en que debemos aplicarlo») 1.
De estas palabras, en las que está sintetizada la doctrina galénica, re-
sulta que el gran médico aplicaba a su ciencia un criterio que aún hoyes
imposible de llevar a la práctica, porque las funciones que intervienen en
Medicina dependen de un número de variables· que no se pueden encerrar
en una ecuación, y de aquí que Galeno cometiese errores al establecer
apriorísticamente sus axiomas. Hasta que se matematice la Medicina-lo
cual está todavía muy lejos-, esta tiene que conformarse con el empi-
rismo crítico que recomendaba Hipócrates. Veinticuatro siglos han trans-

1 Resumen de Historia de la Medicina, pág. 37, Madrid, 1924.


GALENO.-PREAMBULO 793

currido desde entonces, y, a pesar de los progresos de las ciencias auxilia-


res del médico, poco es lo que se ha avanzado en este sentido.
Dice después la autoridad antes citada: ((En los muchos volúmenes que
comprende la obra de Galeno no aparece reflejada la vida de un médico
cuya fama ha dominado por completo la Medicina del mundo durante la
Edad Media. El número de sus verdaderos descubrimientos no es de nin-
gún modo tan grande como se había venido creyendo,. pero de todos mo-
dos, y aun cuando se le despoje algo en el terreno de la originalidad, que-
dará como un positivo servicio prestado por la compilación de la masa
total del material que presentaban las diferentes escuelas y corrientes de
la Medicina al terminar la Antigüedad, construyendo con todo esto un
edificio dogmático, un sistema científico, que creía Galeno ser suficiente
fundamento, sin necesidad de más, para el ejercicio práctico del médico,
representando a la vez el punto final del desenvolvimiento de la Medicina.
En este sistema' nos encontramos con ideas, tanto empíricas como pneu-
máticas, no habiendo podido Galeno librarse tampoco por completo del
influjo de la escuela metódica y utilizando también sus casos como ex-
presión de sus ideas fundamentales)) 2.
Desde el punto de vista anatómico no pudo hacer grandes descubri-
mientos, porque las leyes romanas prohibían la disección de cadáveres
humanos, y al verse reducido a estudiar la estructura del hombre com-
parándola con la de los animales, especialmente con la del mono, atribuyó
a la especie humana disposiciones orgánicas que no se ajustan a la reali-
dad, y por eso, aunque superior a la de sus contemporáneos, la anatomía
galénica es inferior a la de Herófilo y Erasístrato 3. Sin embargo, se le
deben descripciones de los sistemas muscular, óseo y nervioso que tienen
valor todavía.
En Fisiología, en cambio, alcanzó gran altura, hasta el punto de que
apenas ha variado su explicación de muchas funciones orgánicas. Descri-
be minuciosamente la estructura y disposición del corazón, de los pul-
mones, del cerebro, de los nervios, de las arterias, de las venas, de los
órganos genitales, del estómago y del intestino,. explica la relación entre
las disposiciones orgánicas y el ejercicio funcional de cada órgano,. reba-
te los errores de sus antecesores,. distingue, como Platón, tres clases de

2 Loc. cit.
3 Herófilo y Erasístrato fueron dos famosos anatómicos contemporáneos, pues
que ambos florecieron entre 300 y 290 a. de J.e. y los dos profesaron en Ale-
jandría, donde fundaron sendas escuelas médicas.
794 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

almas rectoras de la vida: psíquica, animal y vegetativa, respectivamente,


y atribuye al pneuma, renovado por la respiración, un importante papel
en todo el organismo.
En cuanto a la Patología, se apoya en la doctrina humoral. Las cau-
sas de las enfermedades son ocasionales o remotas y predisponentes o
próximas, las primeras de las cuales tienen poca parte en la producción
de la enfermedad, y las segundas son, en realidad, la misma enfermedad.
La fiebre es, para Galeno, un calor producido por la putrefacción de
los humores que, originados en el corazón, se extienden por todo el cuer-
po combinándose con la sangre y con el principio vital, y la salud oscila
entre ciertos límites según el estado de los humores, lo que le condujo a
clasificar los temperamentos, como Hipócrates, en flemáticos, sanguíneos,
coléricos y melancólicos.
En la Patología tuvo notables atisbos, sobre todo en lo relativo al
diagnóstico y pronóstico, concediendo mucha importancia al examen del
pulso y de la orina, y, por su aptitud especial para aislar lo más típico
en el curso de una enfermedad, puede considerársele como modelo de clí-
nicos.
Lo mismo que Hipócrates, opina que la vis medicatrix naturae es la
fuerza primordial para la recuperación de la salud y, por tanto, la misión
del médico consiste en favorecer la acción de la Naturaleza; pero mien-
tras aquel considera todo estado patológico como fenómeno general· y los
síntomas locales como manifestaciones secundarias, Galeno, por el c;on-
trario, admite la perturbación de un órgano como un hecho particular y
local; y así ha dicho Putnam Tanco que ((con esta orientación científica
de exagerado análisis surge la especialización en el campo de la Medicina,
reduciendo la Patología general a la especial. Es indudable que esta sís-
tematización de la Medicina puede tener extraordinario auge en su parte
mecanizada, como sucede en la Cirugía, pero jamás lo obtendrá en la vi-
sualización unitaria, porque la vida es una sola función y el cuerpo un
solo órgano. El análisis minucioso del hecho concreto hasta sus extremos
límites hace progresar las ciencias experimentales siempre y cuando sus
investigaciones detalladas se reintegren al todo para entonces establecer
la visión de conjunto. Método imposible de verificarse al aplicar la doctri-
na galénica con su desmedida objetivación. El permanente pragmatismo
de la Medicina romana, el análisis de la utilidad de cada órgano y de cada
una de las partes constitutivas del ser viviente la obligan a pensar teleo-
lógicamente y a admitir la realización de un plan predeterminado, particu-
GALENO. -BIBLIOGRAFIA 795

lar, que impide apreciar las causas generales de cada fenómeno para apro-
vechar únicamente las finales» 4.
Por último, se ha creído que Galeno fue el fundador de la polifarma-
cia; aunque ya la usaba Celso 5. «La confusión-dice Folch-procede de
la distinción que se hizo de los medicamentos en galénicos y químicos en
tiempos de Paracelso 6 que llevó a su vez la confusión de medicamentos
galénicos y polifármacos, por ser estos los que más se usaban en aquella
época. Cierto que las fórmulas de Galeno no tienen la sencillez de ··las del
médico de Cos " pero Galeno no fue más que un continuador de las fórmu-
las ostentosas por el gran número de medicamentos que contenían y que
por su autoridad contribuyó a que fueran usadas durante muchos siglos.
En dichas fórmulas no solo se encuentra el medicamento específico, sino
aumentada su eficacia con coadyuvantes asociados a los correctivos des-
tinados a contrarrestar cierta influencia perniciosa sobre el organismo y
provistas del excipiente destinado a facilitar su administración. La aso-
ciación de medicamentos constituía un verdadero problema por la ne-
cesidad que sentía el médico de tener en cuenta las cualidades y losgra-
dos de las drogas asociadas para que el todo llenara la indicación pro-
puesta» 7

BIBLIOGRAFIA

Como hemos dicho en el prólogo, Galeno escribió sobre varias dis-


ciplinas diversas obras, de algunas de las cuales ha llegado a nosotros el
texto griego y otras son conocidas por sus traducciones al latín y al ára-
be, no pocas a idiomas modernos y muy escasas al castellano, pues los
españoles las mudaron al latín: Andrés Laguna, Colonia, 1543; Fernando
Mena, Alcalá, 1553; Luis Collado, Valencia 1555; Cristóbal de Vega, Al-

4 Filosofía y Medicina, pág. 75, Buenos Aires, 1952.


5 Aulio Cornelio Celso (fI. hacia 30 a. de J.C.). Médico, retórico y filósofo,
ha sido muy discutido, pues mientras la Edad Media apenas le concedió algún
valor, el Renacimiento le reconoce extraordinario mérito.
6 Philippus Aureolus Theophrastus Bombast von Hohenheim (1493-1541) es
uno de los personajes más extravagantes que registra la historia de la Ciencia.
Médico, químico y alquimista, se hizo llamar l'aracelso para indicar su supe-
rioridad sobre Celso, y con tal apodo se le conoce generalmente. Su nombre,
como dice Madariaga, es ya un manicomio suelto.
7 Historia de la Farmacia, pág. 120, Madrid, 1927.
796 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

calá, 1557; Alfonso López de Corella, Zaragoza, 1565; Francisco Valle,


Alcalá, 1567; Juan Bravo de Piedrahíta, Salamanca, 1585, y Jaime Sega-
rra, Valencia, 1624, y la versión castellana iniciada en 1947 por el médico
argentino Aníbal Ruiz Moreno ha quedado inconclusa a la muerte de
este.
La primera edición latina de las Opera omnia es de Venecia, 1490,
a la que siguieron la aldina de 1525 y la de los Giunta, 1550.
El texto griego, con traducción latina, apareció en Leipzig, 1821-1833,
al cuidado de Karl Gottlieb Kühn, en veinte volúmenes, el último de los
cuales es un índice preparado por Wilhelm Assmann, y en 1914 empezó
a imprimirse una nueva edición de algunos tratados en el Corpus me':'
dicorum graecorum, bajo los auspicios de las Academias de Ciencias de
Berlín y Leipzig.
Entre los escritos galénicos de Anatomía y Fisiología figuran:
rr 15e/' xe15íar; TWV év áv8ewnov oW,Llaror; fJoeíúJv y rr 15e/' TWV ávaTo,ulxWv éVx15fe>¡-
015úJV, ambos de obligada lectura durante la Edad Media, en que se cono-
cieron por sus versiones latinas: De usu partium corporis humani li-
bri XVII y De anatomicis administrationibus libri XV, respectivamente.
El primero, con traducción francesa, fue publicado en las <:Euvres
anatomiques, physiologiques et médicales de Galien, en dos tomos, Pa-
rís, 1854-1857, por Charles V. Daremberg,. lo tradujo al alemán Robert
van Toply: Anatomische Werke des Ruphus und Galenos, Wiesba-
den, 1904, y hoy contamos con la edición crítica de Georg Helmreich.
Leipzig, 1907-1909.
De los quince libros que tenía De anatomicis administrationibus solo
se conocen ocho en griego, y los siete restantes en la versión árabe
vertida, a su vez, al alemán por Max Simon: Sieben Bücher Anatomie
der Galen, Leipzig, 1906.
Notable es también la obra terapéutica OEeanEvTlx~ ,Ideobo, en cator-
ce libros: Methodi medendi en la versión latina, conocida con el nombre
de Megatechne o Ars Magna para diferenciarla de la Téxvr¡: Microtechne
o Ars Parva, texto fundamental de práctica médica.
A la Farmacia dedicó dos tratados: rr Fe/' Xea015WV xai OVvá,llétr; TWV
án),w}1 q;aepáxúJv y rr Ff2¿ ovv()cOEúJi; q;aew3.xúJv, dividido este en dos partes:
Twv xarCJ.}'15vr¡ y 1'0)1' xaTá TÓnOV¡;, más conocidos por sus títulos en latín:
De simplicium medicamentorum temperamentis et facultatibus, en once
libros, y De compositione medicamentorum con sus partes: Secundum
genera y Secundum locos, de indiscutible prestigio medieval.
GALENO.-PROCEDIMIENTOS ANATOMICOS 797

Entre sus obras de Higiene figura JI EgL rgoq;wy ()VYá.Wt~, traducida al


inglés por Arthur fohn Brock: On the Natural FacuIties, Londres, 1916.
Finalmente, Ruiz Moreno 1 publicado en La Plata, 1947: Arte
médico, Definiciones médicas y Modo de desenmascarar a los simulado-
res de enfermedades, y en Buenos Aires, 1947-1956: Procedimientos ana-
tómicos, Los huesos, La disección de los músculos para los principiantes,
La bilis negra, La sangría y Del conocimiento del pulso.
Todas las historias de la Medicina se ocupan ampliamente de Galeno,
y en particular:

DAREMBERG, Charles V.: La Médecine, París, 1865.


- Notice sur la vie et les écrits de Galien, París, 1872.
MEYER-STEINEG: Ein Tag im Leben der Galen, Berlín, 1919.
SARTON, George: Galen of Pergamon, Lawrence, 1954.
SPRENGEL, c.: Beitrage zur Geschichte der Medizin, Berlín, 1868.
VILLA, Esteban de - la: Libro de las vidas de doce príncipes de la Medicina y
de su origen, Burgos, 1647.

PROCEDIMIENTOS ANATOMICOS

LIBRO I

CAPÍTULO 1

Antes escribí sobre la enseñanza de la Anatomía, cuando hace poco


volví de Grecia a Roma, al comienzo del principado de Antonino, que
aún al presente nos gobierna. Pero ahora me pareció oportuno escribir
estos otros libros por una doble razón. Primero, porque el cónsul de
Roma, Flavio Boeto 1, habiendo establecido partir desde la urbe hacia
su patria, Ptolemaide, me rogó que escribiera para él aquellos primeros
libros sobre el arte anatómico; en efecto, establa inflamado por un amor
tan grande por la especulación anatómica como no lo fue hasta ahora
ningún otro de los mortales. Antes que saliera, le entregué, además de
otros comentarios, también la obra que abarca dos libros sobre la manera
de disecar. Lo deseaba él, como una ayuda para la memoria, temiendo
1 Fue uno de los mejores amigos que tuvo Galeno en Roma. Galeno curó a
la mujer del cónsul, quien le hizo un regalo de 400 monedas de oro.
798 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

olvidarse de muchas cosas que había visto por breve tiempo cuando
estuvo con nosotros. Pero como aquel murió y yo no podía hacer una
copia de los comentarios para los amigos, puesto que los que tenía en
Roma fueron destruidos por un incendio 2, por eso, a instancia de mis
amigos, consideré conveniente escribir otros. Hay otra causa por la cual
esta obra ha de ser mejor que· aquella que produje entonces. Por ejemplo,
los libros poseen una explicación más amplia y abundante, para mayor
claridad, y son más exactos; porque en ese tiempo hemos realizado
investigaciones sobre la disección. En efecto, mientras Boeto vivía aún
en Roma, terminamos los libros de Anatomía de Hipócrates y de Era-
sístrato, además de aquellos comentarios sobre la Disección de los· vivos
y de los muertos, sobre las Causas de la respiración y sobre La voz.
Además, después de la partida de Boeto, compuse un gran volumen sobre
la función de las partes, en diecisiete libros, que le envié mientras a\Ín
vivía. Una vez, cuando joven, escribí tres comentarios sobre el movi-
miento del tórax y del pulmón, para hacer un favor a un colega que
volvía a la patria después de largo tiempo, y que deseaba dar una pú-
blica muestra de su arte, aun siendo poco hábil en escribir con fuerza
demostrativa. Cuando aquel murió, los comentarios cayeron en manos
de muchos, aunque no estuvieran listos para ser publicados. Por tanto,
mientras vivía aún en Esmirna, para escuchar a Pelops 3, quien fue mi
segundo preceptor después de Sátiro 4, discípulo de Quinto 5, escribí en-
teramente aquel mismo libro, sin tratar de decir nada grande o nuevo.

2 Se refiere, según se dice, al incendio del templo de la Paz, ocurrido en el


año 191 bajo el reinado de Cómodo. El Ara Pacis fue construida en el año 75
por Vespasiano. Según Herodiano, el templo era el más grande y hermoso de
los edificios de Roma. Estaba construido al nordeste del Foro.
3Pelops fue maestro de Galeno en Esmirna. Escribió un tratado sobre la
disección de los músculos. A falta de cadáveres humanos, enseñaba en q.na
lengua de buey los músculos de dicho órgano. Creía, lo mismo que Hipócrates,
que las venas tenían su origen en la cabeza y, más aún, pensaba que todos
los vasos del cuerpo provenían de allí. Creía que el cangrejo era un medica-
mento útil contra la rabia.
4 Sátiro, discípulo de Quinto, fue el primer maestro de Galeno en Pérgamo.
5 Quinto, alumno de Marino, fue considerado por Galeno como el médico
más hábil de su tiempo. Lo respetaba en especial como anatomista, y la prueba
es que estudió con varios de sus alumnos. Quinto no dejó nada escrito. Fue
expulsado de Roma porque se dijo que mataba a todos los enfermos, lo que,
según Galeno, fue debido a la envidia y calumnia de los colegas.
GALENO. -PROCEDIMIENTOS ANATOMICOS 799

Más tarde estuve en Corinto, para ayudar a Numisiano 6, quien también


fue un discípulo muy famoso de Quinto; luego, en Alejandría; después,
entre otras gentes, las cuales había oído que tuvieron contacto con
Numisiano, discípulo de Quinto. Por fin me dirigí hacia mi patria, y
después de quedarme allí no mucho tiempo, volví a Roma. Allí mostré
muchas disecciones a Boeto, estando siempre presentes con él el peri-
patético Eudemo 7 y Alejandro Damasceno, quien ahora ha sido elegido
para enseñar públicamente en Atenas la disciplina peripatética. Además
se encontraban muchos varones ilustres, como el cónsul Sergio Pablo,
ahora prefecto de Roma, varón muy esclarecido ya por sus acciones como
por sus conocimientos filosóficos. Entonces, para complacer a Boeto,
compuse los libros sobre las funciones anatómicas, esto es, incisorias,
inferiores en mucho a los que presentamos ahora, tanto por la claridad
como por el nimio cuidado.
y ahora, lector, préstame atención, pues doy comienzo al discurso.

CAPÍTULO II

Los griegos llaman x.ii~wxa; (estacas, palos) las estacas que sirven
para sostén en las tiendas, como las paredes en las casas; y esto en los
él;nimales es la sustancia de los huesos. Pues las otras partes en el ser
viviente suelen formarse y cambiarse de acuerdo con esta sustancia, de
modo que si el cráneo del animal es redondo, necesariamente el cerebro
será también redondo, y si es oblongo, el cerebro de ese mismo animal
asumirá también esa forma. Así, pues, si las quijadas son pequeñas y
toda la cara es bastante redonda, es necesario que también los músculos
de las mismas sean pequeños; mientras si las quijadas son largas~ toda
la cara del animal será también larga, y tales se mostrarán sus músculos.
Por eso, ciertamente, el mono, entre todos los animales, es el más seme-

6 Numisiano fue alumno de· Quinto y maestro de Pelops.


7 En Eudemo tuvo Galeno uno de sus más famosos éxitos terapéuticos. Lo
curó de paludismo, que, según decían, se había complicado debido al mal em-
pleo de la triaca. Eudemo padecía de una cuartana que se transformó en triple
cuartana; 10 que más asombró a todos fue que la curación fue hecha con la
triaca, el mismo medicamento que le había hecho daño. El éxito de Galeno
fue notable porque hizo el diagnóstico desde la primera visita y además pro-
nosticó cuál acceso sería el primero en desaparecer y el tiempo que duraría la
enfermedad.
800 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

jante al hombre por las vísceras, los músculos, las arterias y los nervios,
puesto que lo es por la forma de sus huesos. En efecto, debido a la natu-
raleza de estos últimos, carnina con dos piernas, se sirve de los miem-
bros anteriores corno manos, tiene el hueso del pecho más .ancho que
todos los cuadrúpedos, las cleidas semejantes a las del hombre, la cara
redonda y el cuello breve. Ya que los huesos son semejantes a los del
hombre, ¿cómo es posible que tengan los músculos distintos? Estos se
insertan en los huesos por el lado externo y son alargados; por eso
también imitan el tamaño y la forma de aquellos. A estos siguen las
arterias, las venas y los nervios que reproducen enteramente la forma
de los huesos, de acuerdo con los cuales se extienden. Por tanto, puesto
que la forma del cuerpo depende de la de los huesos y a ellos se semeja
la naturaleza de las otras partes, quisiera que, ante todo, obtuvieras un
exacto conocimiento y experiencia de los huesos humanos, y no los ob-
servaras a la ligera ni aprendieras solamente en los libros que algunos
griegos llaman oa<:wAoyia.;, esto es, interpretación de los huesos y otros
axÚchou.; (esqueletos), como si dijeras cadáveres disecados. Pocos escri-
ben directamente sobre los huesos, como lo hace nuestro estudio; este,
estoy persuadido, supera todos los escritos anteriores, ya por la perfecta
investigación de los hechos, ya por la facilidad y claridad 8. Sea, pues,
este tu trabajo y tu estudio, el de aprender con cuidado todas las clases
de huesos humanos, no solo a través de la lectura de los libros, sino
también por una observación esmerada y realizada con atención. Esto
podrás efectuarlo mucho más fácilmente en Alejandría, donde los mé-
dicos exponen a los discípulos la enseñanza de los huesos ante sus
propios ojos. Por tanto, creo que debes tratar de vivir en Alejandría,
si no por otra causa, por lo menos con ese fin de aprender. Pero sino
puedes hacerlo, limítate a observar los huesos humanos de la manera
de que yo me he valido, pues realicé mi investigación en algunos sepul-
cros y monumentos que se habían destruido. También un río que pasó
por encima de un sepulcro construido negligentemente unos meses antes,
lo destruyó con toda facilidad; y arrancando, con el ímpetu de las aguas,
un cadáver entero, de carnes ya putrefactas, pero con los huesos aún
estrechamente unidos entre sí, lo arrastró, boca abajo, por la extensión
de un estadio. Después que el río llegó a un lugar navegable y de alta
orilla, allí se detuvo el cadáver, y se presentó a nuestros ojos tal como
un médico lo hubiera preparado de propósito para enseñar a los jóvenes.

8 Este autoelogio es frecuente en Galeno.


GALENO.-PROCEDIMIENTOS ANATOMICOS 801

Además vi el cadáver desecado de un ladrón, el cual yacía sobre un


monte un poco fuera del camino. Le había dado muerte, peleando, un
viajero a quien el ladrón acometió. Ningún habitante de aquella región le
concedió sepultura, como si, habiéndolo perseguido con odio, gozaran
en verlo devorado por los buitres. Estas aves se comieron sus carnes
en dos días y dejaron el cadáver desecado, como listo para la enseñanza,
para todos los que quisieran mirarlo.
Si tú no pudiste encontrar ningún ejemplar humano para observar,
por lo menos considera los huesos de un mono después de haberle coro
tado y de quitarle completamente las carnes. Para ello elegirás monos lo
más semejantes a la figura humana. Tales son aquellos monos 9 cuyas
quijadas no son alargadas, ni los dientes caninos, que los griegos llaman
xuvoBov't(t.~ (dientes de perro), se muestran muy grandes. En esta clase de
monos verás que también las otras partes son semejantes a los hombres
por la posición, y por eso caminan y corren con dos piernas. Pero los mo-
nos que son semejantes a los cinocéfalos tienen la cara más alargada
y los dientes caninos más predominantes; estos apenas se mantienen
erguidos sobre dos piernas, pero están muy lejos de poder caminar o
correr. Por eso los monos, aun los que se parecen mucho al hombre, no
adquieren en breve tiempo la perfecta postura erguida de aquel. En
efecto, la cabeza del merós se articula al hueso coxal más oblicuamente,
,y algunos músculos, que descienden hasta la cneme, se extienden más
adelante. Ambas cosas impiden y estorban la posición erguida, como
también los pies que tienen un talón más angosto y los dedos separados
entre sí por un espacio considerable.
Pero estas cosas no son muy importantes, y por eso el mono dista
muy poco de la posición derecha. Los monos que se acercan a los cino-
céfalos se alejan con mayor evidencia de la especie humana y poseen
también una manifiesta diferencia en los huesos. Por ello elige con
preferencia aquellos monos que se acercan más a la figura humana,
y aprende diligentemente la característica de sus huesos estudiándola
en nuestros libros. Sin embargo, no te acostumbrarás en seguida a sus
nombres, cuyo conocimiento ayuda no poco para entender la incisión
de las otras partes. Con todo, si una vez instruido de ese modo, practicas
alguna vez la incisión en un cadáver humano desecado, conocerás y
recordarás todo fácilmente. Si, en cambio, confías únicamente en la
lectura, sin la práctica y la costumbre de la observación de los huesos

9 Se acepta que Galeno disecó en especial el Macaca sylvanus.


802 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

de los monos, no podrás conocer ni recordar con exactitud un cadáver


humano que veas de repente, porque el recuerdo de las cosas que se
presentan a nuestros sentidos requiere un hábito constante 10. Esta es la
razón por la cual, entre los mismos hombres, reconocemos en seguida a
quienes hemos tratado con mayor familiaridad, mientras que si se nos
presenta, después de largo tiempo, alguien a quien vimos una o dos veces,
pasamos de largo delante de él sin reconocerlo y sin recordarnos que lo
vimos antes. Por este motivo no puede explicar la naturaleza de los
cuerpos observados aquella enseñanza anatómica llamada en griego XUta
:tEQí:r:TOO(JLV, así nombrada porque se produce al azar; enseñanza que adop-
tan muchos médicos de gran fama. Por tanto, conviene observar pri-
mero, con detención, cada parte del cuerpo, para reconocer en segui-
da lo que se ve. Este estudio debe realizarse espcialmnte en los hom-
bres, y si no es posible, por lo menos en los animales semejantes al
hombre.
Las partes de muchos hombres fueron libradas de la piel y en algunos
también de la carne, cuando una terrible pestilencia de carbunco se ex-
tendió en muchas ciudades de Asia. En aquel mismo tiempo, yo cultivaba
en mi patria la amistad de Sátiro; este llevaba ya cuatro años en
Pérgamo con Costunio Rufino, quien había edificado para nosotros el
templo del divino Asclepio. En cuanto a Quinto, preceptor de Sátiro,
había muerto no mucho tiempo antes. Aquellos que presenciaron la
disección, hecha por Sátiro, de algunas partes que fueron abiertas 11,
las reconocían de inmediato y obtenían un conocimiento exacto, orde-
nando a los enfermos que hicieran algún movimiento, pues sabían qué
músculo lo originaba. Así, mientras aquellos contraían levemente los
músculos o los flexionaban en dirección oblicua, podían contemplar
la gran arteria adyacente, o el nervio o la vena. Por el contrario, veíamos
que todos los demás estaban como ciegos, porque las partes examinadas
les eran desconocidas.
Por eso se producía necesariamente una de las dos cosas: o acarrea-
ban molestias a los enfermos, importunándolos sin necesidad, cuando le-
vantaban y daban vuelta a muchas partes de los músculos descubiertos,
o no colaboraban para nada en esa operación. En efecto, los que están
acostumbrados, saben ordenar al enfermo que mueva convenientemente

10 Siempre Galeno fue un admirador de la enseñanza práctica, a pesar de


su gran obra teórica.
11 Disección humana parcial.
GALENO.-LOS HUESOS 803

sus miembros. Por esto comprendí que la vista de las heridas consolida el
recuerdo de lo enseñado en aquellos que antes aprendieron algo, pero
que no puede por sí sola instruir a los que no saben algo de antemano.
Como dije, hay que empezar por estudiar la naturaleza de los hue-
sos, ya en el hombre, ya en el cuerpo del mono; si es posible, conven-
dría estudiarlos en ambos. Luego, es menester dedicarse a la disección
de los músculos. Porque estas dos partes del cuerpo son como el fun-
damento de todas las demás. Después podrás estudiar, en el orden que
quieras, las arterias, las venas, o los nervios. El experto en la disección
de estas partes conocerá la naturaleza de las vísceras, de los intestinos,
de la grasa y de las glándulas; luego convendrá estudiarlas por separado
con más detenimiento. Quisiera aconsejarte que siguieras este orden de
ejercitación. Pero el que quiera enseñar de otra manera, procurará mos-
trar lo antes posible la parte del cuerpo que describe y la examinará
ampliamente, y así hará con las otras partes siguiendo las distintas reglas
de disección, como explicaré. Este método de aprendizaje es tan venta-
joso que, si no se encuentran monos, se pueden cortar otros animales,
declarando en seguida en qué difieren de los primeros. También esto· te
enseñaré.

LOS HUESOS

Si el médico quiere curar los huesos cuando sufren fractura o dis-


locación, debe saber cuáles y cuántos son y cuál es su estructura. En lo
que atañe a la medicina es bien manifiesto que todo lo que es normal o
conforme a la naturaleza debe tomarse por fin, y quien esto ignore en-
tenderá muy poco cómo las partes lesionadas y separadas de su lugar
deben ser restituidas a su puesto normal. Quien no tenga conocimiento
de las enfermedades, tampoco podrá curarlas correctamente. Los hue-
sos son las partes más duras, secas y materiales del animal. Están pues-
tos como cimientos para sustentar toda la sustancia del cuerpo; todas
las otras partes nacen en torno de ellos y por ellos se estabilizan.
Algunos huesos son grandes, de amplia cavidad, llena de médula, mien-
tras que los pequeños son sólidos, sin médula 1 y sin cavidad perceptible
por los sentidos. En la extremidad de ciertos huesos grandes nacen
1 No existen huesos sin médula. Galeno debe de referirse a la ausencia de
conducto medular.
804 CIENTIFICOS GRIEGOS.--'-TOMO 11

otros como apéndices (epífisis); el braquíon tiene extremidad superior,


el pequis inferior; mientras que la querquís y el merós e igualmente la
cneme y el peroné, tienen superior e inferior.
El maxilar inferior tiene médula, pero le falta epífisis; en cambio,
en cuanto a sus extremidades, la inferior (anterior) está unida por la
sínfisis y la superior (rama montante) termina en la cabeza por dos apó-
fisis en forma de corona. La apófisis, como proceso, difiere de la epífi-
sis o apéndice adventicio, pues la epífisis es el punto donde convergen
dos huesos para la unión; mientras que la apófisis es una parte de todo
el hueso.
Quizá sea menester tratar de los otros nombres que se emplearán
en esta obra, para que, al hablar, no se vuelvan las cosas oscuras, por
no hacer aclaración de los términos y para que, al querer explicar lo
que se nos presenta, no se interrumpa la exposición ordenada de la
materia.
A mi parecer hay que empezar por el principio. Todo el conjunto
de los huesos coherentes del cuerpo humano se llama esqueleto; al-
gunos de los que han escrito sobre los huesos han titulado así sus libros:
Sobre el esqueleto. El modo que tienen los huesos de ensamblarse es
doble: por articulación y por sínfisis. Los dos modos tienen varias espe-
cies y diferencias. La articulación es la unión natural de los huesos y
también se llama sínfisis; esa denominación natural se aplica a la defi-
nición de una y otra, porque cuando los huesos se luxan total o parcial-
mente están adheridos entre sí, pero cuando están rotos se unen por el
callo formado encima, pero no de un modo natural. Hipócrates llama
a menudo articulación la extremidad de uno de los huesos adheridos,
aquella que es redonda y está insertada en el hueco próximo.
Hay dos clases de articulaciones: la diartrosis o dearticulación, y la
sinartrosis o coarticulación; se distinguen por su movimiento. Se llama
diartrosis la articulación de huesos con movimiento evidente; la sinar-
trosis 2 es la articulación de huesos cuyo movimiento no es efectivo y
manifiesto, sino oscuro y difícil. Es claro, por otra parte, que no hay
distinción en cuanto a la estructura, composición y coherencia de los
huesos. Hay tres clases de diartrosis: la enártrosis, la artrodia y el gín-
glimos, así llamadas por los médicos modernos, porque no eran de uso
común entre los antiguos, pero también empleaban las palabras artrodes

2En realidad, bajo el término sinartrosis, Galeno engloba no solo nuestras


actuales sinartrosis, sino también las anfiartrosis y algunas artrodias.
GALENO.-LOS HUESOS 805

y ginglimoides en sus escritos. No será absurdo transcribir esos nombres


en forma moderna, puesto que son naturalmente derivados de aquellos.
La enártrosis consiste en un hueco profundo, por un lado, y la cabeza
que se inserta, por el otro, es oblonga. Artrodia es cuando el hueco se
llena apenas superficialmente, y la cabeza es profunda. Llamo oblonga
y .profunda la cabeza refiriendo los dos términos al cuello cerca del
cual nace. Los cuellos son pequeñas prolongaciones del hueso cuyo ex-
tremo, por ser más grueso, es redondo, y se llama cabeza. Cuando la
prolongación termina en punta encorvada no se llama cuello, sino
corona o coronan. Los huecos óseos de cierta profundidad que reciben
la cabeza se llaman cótilos o acetábulos, y todos los médicos suelen
llamarlos así. Los más superficiales, por semejanza con las fosas oculares,
son llamados glenas por algunos.
La .tercera especie de diartrosis, llamada gínglimos, es aquella me-
diante la cual se' unen los huesos que se compenetran entre sí, como ser
las vértebras, el braquíon y el pequis. Hay en ella alguna dureza;
por ejemplo, en las vértebras, la del medio está puesta entre la de
abajo y la de arriba; el braquíon y el pequis se penetran mutuamente.
También hay tres clases de sinartrosis: la sutura, la gomfosis y la
armonía. La sutura es semejante a la unión de las cosas, como las que exis-
ten en los huesos de la cabeza. Al pretender explicarla, algunos dicen
. que es una estructura y trabazón como de sierra; otros manifiestan que
es una comisura en forma de gancho. Al decirnos esto nos recuerdan
que las sierras coinciden por un contacto contrario, y que los dientes
de un lado entran en el hueco de los otros; los que hablan de gancho,
lo hacen porque las encorvaduras o partes cuya estructura tiene figura de
gancho, se colocan en los huecos que las pueden recibir. La armonía
es una formación de huesos caracterizada por una línea simple: son
armonías las del maxilar superior y algunos huesos de la cabeza unidos
entre sí de ese modo. La gomfosis es la inserción de un hueso en otro,
a la manera de un clavo; pero esto en verdad es ambiguo y se acerca
a la sínfisis de modo que cuando algo está insertado profundamente, es
inamovible, como los dientes. Que los dientes no nacen en sus alvéolos
10 indica el hecho de que se pueden sacar o se caen solos. He dicho las
especies y diferencias de las articulaciones y vamos a la sínfisis.
Esta difiere de dos modos. Algunos huesos se juntan entre sí y otros
por la intervención de otros. Los huesos esponjosos y blandos se juntan
entre sí; los secos y espesos lo hacen por intermedio de otros. De esa
806 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Ulllon,. por intervención ajena, hay tres diferentes clases, que carecen
de nombres antiguos y modernos. De acuerdo con el uso, la sínfisis por
medio de cartílagos se llama sícondrosis, sincurosis si lo es por medio de
nervios, y sinarcosis por medio de carne. Como ya he m'encionado los
nervios, podré tratar de ellos en forma distinta. Se dijo que hay tres
clases de nervios 3, pero ello no impide nombrar las especies o las dife-
rencias. Los que provienen del cerebro y de la médula dorsal son los
voluntarios; los que vienen de los huesos son los ligamentos, y los
terceros, que son diferentes y vienen de los músculos, son los tendones.
Para que la equivocación nominal no traiga oscuridad, diré: los que
nacen del cerebro y de la médula de la espina dorsal, son nervios volun-
tarios; los que provienen de músculos, son tendones, y a los que vienen
de los huesos, los Barna ligamentos. Así explicados los nombres, es
necesario hablar de cada uno de los huesos, empezando por el cráneo
que es el hueso de la cabeza.

CAP. 1: HUESOS DE LA CABEZA

El hueso de la cabeza se llama cráneo: hay en él varias suturas, y


como no he dicho cuántas y cuáles son, y cuál es su forma, 10 explicaré
ahora. En primer lugar el aspecto, el número y la posición de las suturas
de la cabeza varían. La forma natural de la cabeza es la de esfera oblon-
ga; existe otra, llamada foxon o puntiaguda, apretada y de punta agu-
zada. Naturalmente, la parte anterior y la posterior son prominentes;
hay en ellas tres suturas, dos transversas, una en el occipital 4 y otra en
la parte delantera s; la otra va de la mitad de la sutura posterior, a lo
largo de la cabeza, hasta la mitad de la sutura anterior 6. La anterior
se llama coronal, por colocarse, con preferencia, la corona en esa parte
de la cabeza; la posterior se llama lambdoídea, porque su forma se pa-
rece a la letra lambda. El aspecto de esas tres suturas se asemeja a la H.
La estructura natural del cráneo tiene, pues, suturas. En el cráneo
puntiagudo las suturas se forman del modo siguiente: cuando no existe

3 Durante toda la Antigüedad y Edad Media se llamó nervios a los tendo-


nes, ligamentos y nervios.
4 Sutura parietooccipital.
5 Sutura frontoparietal.
c; Sutura biparietal o sagital.
GALENO.-LOS HUESOS 807

protuberancia posterior la sutura lambdoidea desaparece; cuando no


existe la prominencia anterior la sutura coronal desaparece, y la figura
de las suturas remanentes en los dos casos es la de una T; si no existen
protuberancias las dos suturas restantes se cortan en ángulo y remedan
la forma de una X. La sutura transversa se extiende con preferencia por
el medio de la cabeza y la otra que viene de la parte posterior se dirige
hacia la anterior a lo largo como en todos los cráneos, pues esta se
conserva siempre; las otras varían según la forma de la cabeza. Existen,
además, otras dos líneas equidistantes de aquella a lo largo de la cabeza,
arriba de los oídos, desde la parte posterior hasta la anterior. Son las
de dos huesos unidos entre sí, no por una sutura como las anteriores,
como se ha dicho, sino que el hueso de la parte anterior desciende
afinándose gradualmente en forma de escama y se pone en contacto
con aquel hueso que sube desde los oídos; por ello algunos no las
llaman simplemente suturas, sino por la similitud con la escama, suturas
lepidoides o aglutinantes 7. Para mí, a raíz de un estudio más profundo,
esas suturas cerca de los oídos deben llamarse lepidoides. Por tanto, hay
cinco suturas propias de la cabeza, lambdoidea, coronal, longitudinal
rectilínea, y las otras dos paralelas, es decir, las que se encuentran en
los huesos escamosos. Existen otras dos que son comunes· al maxilar
superior y a aquel hueso que algunos lo hacen pertenecer a los huesos
,de la cabeza y otros los consideran como parte del maxilar superior ya
que se encuentra en el medio. Voy a decir ahora cuál es su forma y
tamaño y qué lugar ocupa. Los extremos inferiores de la sutura lamb-
doidea, desde ambos lados, se dirigen a la base de la cabeza y a través
de los huesos pétreos 8 son llevados abajo, donde la cabeza es unida a la
primera vértebra y allí se unen por una delgada línea transversa. Ella
es común a la cabeza y al hueso que ya he explicado; de allí y por
ambas partes se dirige a los senos temporales, adonde llegan también los
extremos de la sutura coronal. De allí nuevamente se vuelve hacia los
dientes de atrás, llega al paladar comprendiendo también a ese hueso
por la antedicha sutura y concluye como una cuña metida entre los
huesos de la cabeza y del maxilar superior. Todo lo que concierne a
esa sutura que llega por arriba a la extremidad de la coronal es común
al hueso de la cabeza; la parte que por ambos costados va hacia el
paladar limita el maxilar superior del hueso esfenoides, estructurado en

-; Sutura temporoparietal.
8 Porción petrosa del temporal.
808 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

forma de cuña y así llamado en obsequio a la claridad de la enseñanza.


Ese hueso tiene unas apófisis cóncavas que, por su parecido con las
alas, se llaman pterigoides. La otra sutura de la cabeza que la separa del
maxilar superior nace de la concavidad de los temporales, y concluye en
las extremidades de la sutura coronal, como he dicho; luego va a la sede
de los ojos (órbita) y pasando por el medio, se reúne en la mitad de las
cejas con la congénere. Esa sutura es común a la cabeza y al hueso
esfenoides 9.
Exceptuando el esfenoides, hay, pues, seis huesos en toda la cabeza:
dos de la parte anterior, con una sutura común que corre recta por el
largo de la cabeza; dos debajo, cada uno corresponde a cada oreja;
el quinto es el hueso occipital, y el sexto el frontal 10. El hueso de la
parte anterior está colocado atrás del frontal, a los lados de la sutura
lambdoidea y por la parte anterior está limitado por la sutura coronal;
por la inferior, por la sutura semejante a escama, y en la parte superior,
por la sutura que es recta en toda su longitud. Los huesos que están
situados a ambos lados de las orejas están limitados por las suturas
en forma de escamas en su parte superior; en la posterior, por los
agregados de prolongaciones laterales de la sutura lambdoidea, en la
parte anterior, por la sutura común a la cabeza y al hueso esfenoides.
Los huesos de la parte anterior son cuadriláteros. Los que he dicho
tienen tres lados. En el quinto hueso, o sea, el occipital, termina la
sutura 1ambdoidea con sus agregados y también la sutura por la cual
se reúnen esos agregados. Ese hueco, el mayor de todos los de la cabeza,
tiene un agujero 11 cerca de la primera vértebra. El otro hueso, el frontal,
está separado por la sutura coronal y por la que es común a la cabeza y
al maxilar superior. De los seis nombrados, los huesos de la parte ante-
rior son muy delgados y débiles, el occipital es denso y fuerte; el frontal
tiene característica media entre los dos. Los que están a ambos lados
de las orejas tienen caracteres diversos; la parte que se parece a la
piedra se llama litoides 12 y termina en los bordes externos de la sutura
iambdoidea; en ese hueso nace la apófisis estiloides 13 (porque es seme-
jante a una columna), y por su parecido con una aguja o un estilo de

9 Sutura frontoesfenoida1, parietoesfenoida1 y frontoma1ar.


10 Parece que Galeno ignoró la existencia del etmoides como hueso separado.
11 Agujero occipital.
12 Porción petrosa del temporal.
13 Apófisis estiloides.
GALENO.-LOS HUESOS 80'

escritorio la llamamos belonoides o grafoides; contiene el canal auricu-


lar H. La otra parte que tiene su ecfiseis, o protuberancia, cerca de esto~
se llama por un lado hueso mamilar 15, y por el otro, el hueso de la
mejilla 16. Además de esto, la tercera parte corresponde a los tempora-
les 17. En el tratado de la disección de vasos y nervios, hablaré de los
agujeros de la cabeza; por cada uno pasa una arteria, una vena o UD
nervio, alguno o todos a la vez.

CAP. II: HUESO YUGAL

Para el músculo del temporal hay un hueso que tiene en el medio una
sutura oblicua de modo que toda su parte posterior toca al hueso de la
cabeza que está cerca del oído; y la parte anterior toca a la parte de la
extremidad superciliar, en el pequeño ángulo del ojo. Este hueso es lla-
mado por nosotros zygoma o yugal 18 •

CAP. III: HUESOS DE LA MANDIBULA SUPERIOR

Hablé ya de las suturas que separan la mandíbula superior de ·la


cabeza y del hueso esfenoides; diré ahora cuáles hay en la propia mandí-
'bula. Pero es bueno explicar previamente la palabra sutura y por qué
acuerdo ha sido adoptada por todos los modernos anatomistas. Las cosas
que son reunidas por armonía también se llaman suturas, con tod~
razón. Todos los cráneos no son iguales y no presentan todas las suturéiS
estructurales en forma de trabazón de sierra, sino que a veces puede
verse en la estructura de los huesos que unas veces el cráneo, tiene
suturas y otras armonías. Al romper aveces algunos huesos, los he
visto penetrarse mutuamente así, de modo que su composición se pa-
recía más a una sutura que a la armonía y por ,esta razón nadie debe
tener recelo en llamarlas suturas a todas. La primera nace del huesa
yugal 19 ; una de sus partes inclinada hacia atrás termina debajo de la
14 Conducto auditivo interno.
15 ¿Apófisis mastoides?
16 ¿Malar o apófisis cigomática?
17 ¿Porción escamosa del temporal?
18 Hueso malar.
19 Sutura entre malar y maxilar inferior.
810 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

concavidad del mismo hueso. Allí se mezcla con la sutura común del
hueso esfenoides. La otra, avanzando en parte rectamente y en parte
oblicuamente con respecto a la sede de los ojos (órbita), llega a la
parte media inferior de los mismos y se divide en tres partes. Una rama
llega cerca del ángulo grande, en la parte externa al medio del super-
ciliar y después de llegar allí pertenece a la sutura común de la cabeza
en la concavidad debajo del mismo ángulo: ella misma comprende el
propio ángulo y también el agujero natural subyacente, que es el mayor
de los que allí están.
Debajo de las suturas la tercera parte de nuestra sutura desciende
a la parte inferior de la sede· del ojo y se dirige interiormente al fondo,
allí se junta con la sutura común de la cabeza 20. Por ello se enumeran
los tres huesos de la mandíbula superior, por las dos partes, pues ellos
están unidos a la cabeza. El mayor está situado cerca del· yugal; pues
abarca algo de la sien, del superciliar, de la sede del ojo y todo el
pequeño ángulo y llega hasta la parte llamada maxilar. Por su posición
y tamaño ese hueso está situado en el mismo ojo, pues contiene los ner..
vios que van a la mandíbula superior.
El más pequeño de todos está situado cerca del gran ángulo del ojo 21.
Algunos anatomistas declaran que esos tres huesos que arriban por
debajo de la raíz del ojo son uno solo, porque las dos suturas que los
separan, o no se ven, o por su pequeñez carecen de importancia. Por
debajo de todos esos tres huesos que existen por ambas partes, y que
he descrito, está uno grande cuyas partes son el hueso maxilar y los
alvéolos de todos los dientes, excepto los incisivos 22. Se dividen por
cuatro suturas: arriba, la que recién dije, que sube del hueso yugal al
medio del superciliar ; debajo, la que pasa derecho por la mitad del
paladar; las otras dos penetran en aquella que nace en la mitad del su-
perciliar, avanza cerca de la nariz y llega al lugar entre los caninos y
los incisivos, y en la otra cuya parte pasa al lado del último diente y se
une a la sutura común del hueso esfenoides; lo restante se caracteriza

Estas suturas no concuerdan con las


20 humanas.
Unguis.
21
22 Hueso intermaxilar que se encuentra en muchos mamíferos adultos, el
mono entre ellos. Vesalio negó la existencia de dicho hueso. En realidad, existe
en el feto, pero se sueldan entre ellos y a los maxilares superiores, alrededor
del tercer mes de la vida intrauterina.
GALENO.-LOS HUESOS 811

por la umon con la sutura recta del paladar 23. Cerca de esos hueso~
que dije ser los mayores, se hallan otros dos pequeños 24 que unen las
aberturas de la nariz al paladar. Estos huesos terminan en la parte
peculiar de la antedicha sutura y en aquella sutura que se. extiende
transversalmente desde el. esfenoides hasta el medio de los dientes ex-
tremos. Están separados de los huesos circundantes por esas suturas y
son divididos entre sí por la sutura recta del paladar.

CAP. IV: HUESOS DE LA NARIZ

La nariz tiene dos huesos 25 separados por la suturas 26 que descien-


den de la mitad del superciliar 27. Hablé de las dos suturas al tratar de los
huesos grandes. Además de aquellas, la nariz tiene una tercera sutura,
que comienza en el medio del superciliar y corre recta desde la nariz
superior a la inferior. En la parte inferior de aquellos huesos y de cada
lado nacen corpúsculos cartilaginosos y delgados, llamados alas 28. Sobre-
sale en el extremo del maxilar superior un hueso donde los dientes cor-
tantes tienen sus raíces y alvéolos; parece ser único porque los huesos
que lo forman se encajan perfectamente. Pero la sutura aparece bien en
los cadáveres disecados, perpendicular a él y se prolonga por todo el
paladar; por lo cual hay discusión sobre el número de los huesos de la
mandíbula superior. Para algunos no son seis, sino dos, omitiendo los
pequeños que están dentro de las órbitas. Otros clasifican los agujeros
inferiores de la nariz entre los huesos grandes. Hay también quien los
separa de los otros y los dos forman un solo hueso. Aquel otro que está
en el extremo de la mandíbula superior es único para algunos y consta
de dos huesos para otros. En presencia de estos huesos muchos clasifi-
can el esfenoides entre los de la mandíbula superior. Si alguien ha de
clasificarlos en el mayor número posible, todo el maxilar superior tendrá
quince huesos; si se quiere el menor número no serán más de ocho, que
luego enumeraré.
23 Sutura de las porciones horizontales de ambos palatinos y de las apófisis
palatinas de ambos maxilares superiores.
24 Palatinos.
2S Huesos propios de la nariz.
26 Sutura que une los dos huesos propios de la nariz.
27 Arco superciliar.
28 Cartílagos del ala de la nariz.
812 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Empezaré por la división en quince huesos. Primero tomaré seis que


están limitados por la sutura común de la cabeza y por la que desde los
temporales, debajo del hueso yugal y los párpados inferiores de los ojos,
asciende al medio del superciliar. Luego hay dos huesos grandes donde las
muelas y casi todos los dientes se insertan 29. Hay otros dos cerca de las
fosas nasales; agréguense los dos de la propia nariz; luego en la extre~
midad del mismo maxilar hay otros dos donde están fijados los dientes
cortantes 30 y delante de todos, el esfenoides, que es único entre todos y
no unido a ningún otro. Los huesos de la mandíbula superior son, pues,
ocho. Pero se cuentan dos primeros: el que está en la punta extrema
del maxilar y otro situado contra los fosas nasales; los de la nariz son
dos: los mayores de todos donde se insertan los molares y casi todos
los dientes y finalmente el esfenoides, que es simple y sin unión con
otros.

CAP. V: LOS DIENTES

Los dientes deben tenerse por huesos, a pesar de la opmlOn de


algunos sofistas. Si no nos dejan llamarlos huesos, deberían haberles dado
otro nombre. Es evidente que no se los puede llamar cartílagos, arterias,
venas o nervios, y mucho menos, grasa, cabellos, carne, glándulas o par-
tícula simple de ningún cuerpo. Si en la anatomía de venas, arterias,
nervios o músculos, vísceras y huesos, no trato de los dientes, nunca se
los mencionará. Que digan lo que quieran los sofistas. Cada maxilar
tiene dieciséis dientes; los cuatro primeros que cortan se llaman cortan-
tes o incisivos, y tiene cada uno su raíz; a ambos lados están los caninos,
que también tienen una sola raíz. Detrás de estos hay cinco maxilares
de ambos lados; los de arriba tienen tres raíces, los de abajo dos; pero
hay excepciones, pues a veces los de arriba tienen cuatro y los de abajo
tres, sobre todo los dos primeros, a contar desde el interior; el tercero
es así, en casos muy raros.
Algunas veces no hay cinco sino cuatro maxilares que nacen en la
vejez. No se llaman solo maxilares, sino también molares, de un nombre
translaticio, porque los alimentos son por ellos triturados y molidos como
hace la rueda para los cereales. Se llaman caninos por el parecido con
29 Maxilar superior.
30 Incisivos.
GALENO.-LOS HUESOS 813

los dientes del perro; los cortantes o incisivos se llaman así por parecerse
a cuchillos que sirven naturalmente para cortar las cosas blandas; así
como las cosas duras no se cortan, sino que los caninos las rompen.
Todos los dientes se insertan en la concavidad de sus huesos; los huesos
que contienen los dientes se llaman alvéolos; los que van debajo del agu-
jero se llaman fosas. De todos los huesos, los dientes son los únicos que
se comunican con los nervios blandos del cerebro; por ello son los
únicos que duelen.

CAP. VI: HUESOS DE LA MANDIBULA INFERIOR

Tampoco es único el hueso de la mandíbula inferior; si se le hace


hervir, se ablanda en la punta del mentón, siendo indicio manifiesto de
que allí se han unido dos huesos. La parte que se dirige a la cabeza
termina en dos cuernos, uno de los cuales es de forma aguda 31 y recibe
un tendón que baja del músculo temporal; el otro 32 está unido al hueso
de la cabeza nacido debajo de él, llamado mamilar 33 y se inserta en él
en un pequeño seno 34 por una especie de tubérculo redondo.

CAP. VII: LA ESPINA DORSAL

Toda la espina dorsal consta de veinticuatro vértebras; si son más o


menos como el caso de la cabeza de aspecto deforme, terminando en
punta, eso es contrario a la naturaleza. Su conjunto se divide en cerviz,
dorso, lomo y sacro; la cerviz está unida a la cabeza, luego viene el dorso,
que tiene igual longitud que el pecho. Lo demás se llama lomo, y su ex-
tremidad remata en un hueso ancho, el sacro. El cuello tiene vértebras;
el dorso, doce, y el lomo, cinco. Hablaré primero de las vértebras del
cuello, pues es indiferente decir cuello o cerviz.

31 Apófisis coronoides.
32 Cóndilo.
33 Apófisis mastoidea.
34 Cavidad glenoidea.
814 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. VIII: LAS VERTEBRAS DEL CUELLO

Las dos primeras vértebras están unidas entre sí por todas partes; la
parte anterior de las otras cinco tiene una unión muy robusta y resis-
tente; no se juntan, como dicen algunos, por cartílagos, sino por la
membrana, que envuelve exteriormente ambas túnicas de la médula es-
pinal y que, corriéndose por su centro, es su vínculo común 35. Todas las
demás, salvo las dos primeras, se unen del mismo modo. La cabeza tiene
un doble movimiento: uno es asintiendo y negando, y el otro lateral. La
apófisis de la segunda vértebra es muy apta para el primer movimiento,
pues su forma es cónica o pirenoides. El segundo 10 realiza la primera
vértebra, cuando se articulan sus partes transversales a los cóndilos
de la cabeza. El pirenoides 36 mira arriba y, partiendo de las partes an-
teriores de la segunda vértebra, es ligado a la cabeza por un ligamento
fuerte y redondo 37. La vértebra de arriba 38 (primera) brinda un lugar
donde se apoya perfecta y fuertemente. En la misma nace un ligamento.
transversal 39 que se envuelve interiormente en su derredor. Este proceso
es llamado odontoides por su semejanza con los dientes. Por ello Hipó-
crates ha llamado diente a esa segunda vértebra. En la parte inferior
de la primera vértebra hay dos cavidades poco profundas que se llaman,
por su semejanza con los senos oculares, glenoídes, semejantes a las
cavidades superiores; pero estas, por no recibir la cabeza, no son mayores,
sino menores que la que recibe la segunda vértebra. La primera vértebra
es muy ancha y delgada; la segunda 40 es más angosta y más fuerte, y
las demás son de la misma forma. Como la medula espinal se consume
en la ramificación de los nervios, y se afina, los agujeros vertebrales son
por ello más pequeños. Uno solo es igual en anchura a la medula que
envuelve. Esta es una disposición común a todas las vértebras, como lo es
la de las apófisis transversas y de las que van arriba y abajo y que se
conectan entre sí 41. En cuanto a las otras en muchas cosas coinciden
y difieren en otras, como lo diré luego.
35 Ligamento vertebral común anterior.
36 Apófisis odontoides del axis.
37 Ligamento occipito-axoideo.
38 Atlas.
39 Ligamento transverso.
40 Axis.
41 Apófisis articulares superiores e inferiores.
GALENO.-LOS HUESOS 815

Todas las vértebras no tienen la apófisis posterior que llaman espi-


nazo 42, excepto la primera, que solo tiene una pequeña apófisis en la
parte anterior 43. Entre todas las demás vértebras, las que dije pertenecer
a la cerviz tienen apófisis transversas siempre perforadas 44, excepto la
séptima y última; y esta rara vez tiene agujeros laterales. Solamente las
vértebras de la cerviz tienen esas apófisis y son bifurcadas, excepto las
dos primeras, que las tienen simples; en la sexta las apófisis dobles son
manifiestas y más grandes que todas las otras, como que ella misma es
la mayor: el lado interno es igual. La parte anterior de todas las vértebras,
por la cual se articulan entre sÍ, sobre todo las que están en la cabeza,
salvo la primera, es oblonga; a los nervios que nacen de la medula y que
se extienden hasta la unión de las vértebras, cada una ofrece un reparo
igual al que ofrece la primera, en los demás la superior lo presta en gran
parte o del todo.

CAP. IX: LAS VERTEBRAS (DEL TORAX)

Las vértebras del tórax son doce: a veces alguien carece de una o
tiene una más; el tener una de más es más raro que el tener una de
menos. Todas ellas hasta la décima tienen apófisis muy grandes, tanto las
que mira,n arriba como las que lo hacen hacia abajo, como las trans-
versas, a las que se unen las costillas. Su cuerpo es levemente inclinado
de arriba abajo y disminuye poco a poco, entre las que siguen. Esas
vértebras dorsales hasta la décima constituyen el espinazo semejante
al cuello de un tallo, dirigido de arriba abajo, mientras que la que está
debajo de la décima se extiende de abajo arriba; pero en las dos que
siguen a la décima, ello no aparece tan claramente como en las demás.
Lo mismo ocurre en las apófisis transversas: las que están sobre la
décima se inclinan hacia abajo, las que están debajo tienden hacia arriba.
Las que están en la décima no tienen inclinación. Las apófisis de la
décima que miran hacia arriba o hacia abajo se parecen a tubérculos, así
como la primera vértebra de la cerviz tiene cavidades no muy hundidas.
En las que están por sobre la décima, las apófisis que se dirigen hacia

42 Apófisis espinosa.
43 Tubérculo anterior del atlas.
44 Agujero transverso.
816 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

arriba son prominentes, las que se dirigen hacia abajo son ligeramente
sinuosas. Debajo de la décima ocurre lo contrario.

CAP. X: LAS VERTEBRAS LUMBARES

Ya dije casi todo sobre las vértebras lumbares. Son cinco y las
mayores y más densas de todas; cada una posee por dentro un canal
angosto que contiene la medula. Las apófisis de estas vértebras se
dirigen hacia arriba. Un nervio sale tan solo de la vértebra que hemos
indicado. De las apófisis que miran hacia arriba y de las que están su-
perpuestas, hay extremidades sobresalientes con las cuales se unen entre
sí. De las que están más abajo ya hemos dicho que las extremidades
son levemente deformadas. Si en ellas hay algo propio y raro que no
esté en las otras lo diré en este capítulo. En cada una de las vértebras
lumbares en su parte interior existen canales colocados sin orden por
donde pasan las venas, y allí son muchos y bien visibles; en las otras.
vértebras casi no se ve ninguno o son muy pequeños. Estas vértebras
tienen una apófisis inclinada hacia abajo (situada cerca del nacimiento
del nervio), que todas las vértebras a veces tienen; en las últimas aparece
alguna vez muy chica, o no aparece nunca; empero aparece siempre en
las vértebras superiores y en las dos últimas del dorso.

CAP. XI: EL HUESO SACRO

Este hueso es similar a las vértebras por donde se une a aquella que
le está sobrepuesta, pues mirando hacia abajo, las apófisis de aquella
vértebra nacen del hueso sacro, así como esa misma vértebra recibe las
que están situadas por enCima de ella.
Su espina es semejante a la que tienen las otras vértebras. Sus apófisis
son grandes y visibles 45, y en su parte externa tienen una pequeña
cavidad poco profunda, donde penetran los huesos del ilión. Este hueso
consta de tres pequeñas partes como si fueran pequeñas vértebras; y
en su extremidad se agrega un cuarto hueso, llamado cóccix. Si por
cocción se los ablanda y separa, parecen estructurados en forma de

4S Aletas del sacro.


GALENO.-LOS HUESOS 817

vértebra. Los nervios que desde la medula espinal pasan por los agujeros
del hueso sacro cruzan por cerca de la unión de sus vértebras como
por toda la columna, pero no por ambos lados sino interior y exterior-
mente y forman tres pares.

CAP. XII: EL COCCIX

Debajo del hueso ancho hay otro llamado cóccix, que consta de tres
partes características y que en su extremidad tiene más cartílago que el
hueso ancho. Cerca de su unión salen los nervios desde la parte pos-
terior.
Los primeros pares nacen de aquella parte donde el cóccix toca el
hueso ancho; el par siguiente nace donde la primera porción de aquel
hueso se une a .la segunda. Otros dos salen de allí donde la segunda
porción se une a la tercera. Cerca de la extremidad de esta tercera
posición, el resto de medula espinal concluye sin unión con nada.

CAP. XIII: HUESOS DEL TORAX

Los huesos del tórax son: el hueso del pecho, las costillas y las
vértebras de la espina dorsal. Por ambos lados hay doce costillas como
otras tantas vértebras, pues cada costilla se une con su respectiva
vértebra.
Los huesos del pecho (esternón) se juntan por sinartrosis; su número
es de siete, como las costillas que les unen 46. Cerca del último hueso del
pecho nace un cartílago triangular 47. Cada costilla se une a la vértebra
de este modo. Hacia la raíz de la apófisis transversa de las mismas, el
nacimiento de la costilla tiene un pequeño tubérculo prominente 48 y es
recibido en una pequeña cavidad profunda, y ambos, la cavidad y el prin-
cipio de la costilla, se vuelven hacia arriba. Desde esa raíz se extiende
a lo largo de toda la apófisis transversa una costilla, y en su extremidad
es ligada por otro lazo vuelto hacia abajo. Así es como la costilla se une
a la vértebra de dos modos.

46 Esternón del magoto.


47 Apéndice xifoides.
48 Tubérculo costal.
818 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

La coneXlOn de las costillas con el hueso del pecho no es visible,


pero se pone en evidencia si se separan los ligamentos membranosos que
la recubren por todas partes. La parte cartilaginosa de cada una termina
en tubérculo y se une a cada hueso del pecho que tiene una pequeña
cavidad superficial. Su movimiento es tan pequeño que bien puede ser
llamado sinartrosis.
En la estructura de los huesos de muchas partes del cuerpo no se sabe
de cierto si la unión es por diartrosis o sinartrosis. Toda la figura del
hueso pectoral es llamada, por algunos, xifoidea porque presenta seme-
janza con una espada. Otros no llaman así a todo el hueso pectoral, sino
tan solo al cartílago que está debajo de él. Las costillas no sOIi de forma
única y simple; donde están unidas a las vértebras tienen dirección ·an-
terior e inferior, y cuando han avanzado mucho nuevamente tienden
hacia arriba y se incurvan hacia el hueso pectoral. Por ello, todas las
partes de estas costillas que se unen con dicho hueso no son óseas, sino
que se transforman en cartílagos. Las cinco costillas que quedan se lla-
man falsas; están cerca del diafragma y unidas entre sí y terminan por
un fino cartílago. La última está separada de las otras en la parte, inferior
y merece bien el nombre de falsa. Todas estas costillas son desiguales
en largo: las superiores y las inferiores son más cortas, y las del medio
son más largas.

CAP. XIV: LOS OMOPLATOS

Los omóplatos están colocados detrás del tórax y unidos por múscu-
los al hueso occipital, a la espina dorsal, a las costillas y al hueso que
está delante de la garganta (hinoides). Son bastante desiguales y diferen-
tes en todas sus partes: gibosos en la parte exterior, aplastados en la
parte interna; en la base inferior son delgados y oblongos, en la parte
superior espesos y cortos. El hueso del omóplato está en gran parte
cubierto por cartílago, con preferencia en la parte profunda 49. Una es-
pina comienza en la base y se hace poco a poco más grande hasta llegar
a la región del acromion, donde se junta con la yúgula. Esa unión es
llamada acromion por algunos anatomistas; otros dicen que es un tercer
hueso diferente de los que se unen, que se observa tan solo en los
hombres y lo llaman catacleida y acromion. En esa parte los omóplatos
49 Esto es común en el caballo, vaca, etc.
GALENO.-LOS HUESOS 819

tienen cierta apófisis que se llama cuello del omóplato y que, en su


extremidad, termina en el acetábulo 50 donde se reúne con la cabeza
del braquion. Este hueso tiene también en la parte inferior una pe-
queña apófisis puntiaguda que tiene forma de áncora o gancho corvino,
llamada por los unos anciroidea y coracoidea por los otros; su parte
extrema se inclina a veces hacia afuera como pico de cornejilla.

CAP. XV: LAS CLEIDAS

Las c1eidas se reúnen por ambos lados con la extremidad superior del
hueso pectoral; tienen forma ahuecada y son de espesor desigual. Su parte
inferior, por la que la c1eida se articula con el hueso del pecho, es más
espesa y más redonda que la otras; la que le sigue es mucho más
delgada. Todo el· resto es redondo y desigual: allí donde se une con el
omóplato es ligeramente engrosado. Las partes medianas de toda la
c1eida son redondeadas exteriormente, sobre todo las que llegan al
omóplato.

CAP. XVI: EL BRAQUION

El braquion es el mayor de los huesos (excepto el merós) y se


articula en sus extremidades superior e inferior. Su parte superior tiene
una cabeza grande, protuberancia que nace cerca de un cuello pequeño.
Cerca de la parte anterior, esa cabeza tiene una pequeña cavidad seme-
jante a una especie de cisura abierta 51 que divide toda esa cabeza en dos
partes parecidas a dos tubérculos. En la parte inferior del braquion
los tubérculos son desiguales; su parte externa está en contacto con la
cabeza de la querquís 52 y la interna 53 no lo está con ningún hueso, y por
esta razón, a pesar de ser más grande, aparece mucho más larga
que el hueso externo. En la parte inferior del braquion hay una ca-
vidad muy parecida a los surcos cóncavos de las tróc1eas 54, el pequis
se mueve en derredor de él. En los dos extremos laterales de esa cavidad

50 Cavidad glenoidea.
51 Corredera.
52 Cóndilo humeral.
53 Epitróclea.
54 Tróclea.
820 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

hay otras dos, siendo la anterior menor 55 que la posterior 56. Ellas red-
ben las apófisis agudas del pequis; en la flexión del pequis la cavidad
anterior recibe la anterior 57 de aquellos extremos, y en la extensión la
posterior recibe la posterior 58. Las otras partes del braquion son re:-
dondeadas, no rectas ni semejantes del todo, pues son gibosas en la
parte anterior y externa, chatas en la parte posterior e interna.

CAP. XVII: EL PEQUIS

Toda la parte situada entre el braquion y el carpo, o braquial, y


su hueso más grande, se llama pequis. Está debajo del otro hueso llamado
querquís, cuya extremidad superior, ligeramente hueca, recibe por fuera
el cóndilo del braquion y se articula con él. La función de esta articula-
ción es la de llevar la mano hacia arriba y abajo. El pequis tiene dos
apófisis agudas que se llaman coronas: la anterior es menor 59, la otra
es más grande 60; ellas envuelven la cavidad del pequis en forma de
letra sigma 61. En esa cavidad se inserta la parte redondeada del braquion
situada entre las dos tuberosidades y que presenta la forma de una polea 62.
Esa articulación tiene la función de extender y flexionar la mano. La quer-
quís se liga al pequis con fuertes ligamentos, pero en la parte media
ambos están separados. Cada uno (pequis y querquís) tiene una apófisis
cerca de las partes braquiales (carpo), cóncava por la parte interna
y convexa por la externa 63. En esta cavidad se articula el braquial, el
pequis frente al meñique y la querquís frente al pulgar. El pequis tiene
también una apófisis que, por su semejanza con una columna, es llama-
da estiloidea, y está articulada al braquial. Esa articulación permite los
movimientos oblicuos del braquial; la otra permite el movimiento recto,
por cuyo medio extendemos y flexionamos la parte superior de la mano.

55 Cavidad coronoides.
56 Cavidad olecraneana.
57 Apófisis coronoides.
58 Olécranon.
59 Ap6fisis coronoides.
60 Olécranon.
61 Cavidad sigmoidea.
62 Tr6clea.
63 Ap6fisis estiloides.
GALENO.-LOS HUESOS 821

CAP. XVIII: EL BRAQUIAL

La primera parte de la mano (carpon para los griegos y braquial para


nosotros), consta de ocho huesos divididos en grupos. Todos son duros,
pequeños, sin medula y de forma diversa, en parte gibosos, achatados,
rectos y redondeados. Están unidos entre ellos por nervios y lazos carti-
laginosos en forma de sinartrosis 64 y no insertados (como piensan algu-
nos); exteriormente son un poco gibosos y encorvados por dentro. La
parte superior del braquial consta de tres huesos de forma redonda y
unidos al pequis, a la querquís y a la apófisis estiloides, con esta excep-
ción: que el hueso braquial 65, que está en contacto con el dedo pequeño,
recibe la apófisis del pequis por una pequeña y suave cavidad del esti-
loides. El hueso medio 66 se sitúa con preferencia en el punto de reunión
del pequis y de la querquís. El tercero 67 consta de dos porciones y está
articulado a la querquís. La parte inferior del braquial se articula con el
metacarpo por cuatro huesos que casi se podrían llamar postbraquial. El
quinto 68 se asienta en las partes del braquial situadas cerca de la apófisis
estiloides del cúbito.

CAP. XIX: EL POSTBRAQUIAL y LOS DEDOS

Entre el braquial y los dedos hay huesos que confluyen a ellos y


llenan la palma; se los llama postbraquiales. Se une al braquial por sinar-
trosis 69 y a la primera falange de los dedos o seitalidis (así también se
llaman los huesos de los dedos) por diartrosis solamente. La primera
falange del pulgar está reunida transversalmente al postbraquial. Cada
uno de los dedos consta de tres huesos, y siempre la primera falange se
aloja en la cavidad de la siguiente. Ha de decirse con razón que el pulgar
consta de tres huesos: la primera falange no debe asignarse al post-
braquial, y por ambas partes está conectada por diartrosis, lo cual

64 Se trata de artrodias y no sinartrosis, como dice Galeno.


65 Piramidal.
6é Semilunar.
67 Escafoides.
68 Pisiforme.
69 Artrodias.
822 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

ocurre a los primeros huesos de los dedos y no a los huesos del post·
braquiaI. Partiendo solamente de los cuatro huesos del postbraquial, se
podría decir justamente que los huesos de los dedos son quince. Los
que colocan el tercer hueso del pulgar entre los huesos del postbraquial
afirman que este tiene cinco huesos, y entonces los dedos tendrán
catorce.

CAP. XX: HUESOS QUE SE UNEN AL SACRO

Por ambos lados de las apófisis rectas y grandes del sacro se yuxta--
ponen dos huesos a los que todavía no se ha dado nombre 70. Sus anchas-
partes superiores se llaman el hueso ilion; las exteriores e inferiores
después de la unión del merós se llama coxas 71, y las partes que a partir
de ese punto se dirigen hacia adelante, que son delgadas, perforadas y
unidas en su extremo, se llaman hueso del peine 72. Cada cadera tiene un
acetábulo 73 muy grande, articulado fuertemente con la cabeza del merós
por un ligamento muy resistente 74.

CAP. XXI: EL MEROS

El tamaño del merós supera el de todos los huesos del animal: está
articulado por arriba con la cadera y por abajo con la cneme. En la parte
superior tiene una cabeza muy redondeada con un largo cuello inclinado
hacia el interior. Abriéndose levemente remata abajo en dos tuberosida-
des 75 tan grandes que pueden llamarse cabezas; se juntan con la cneme,
no solamente por medio de ligamentos membranosos que envuelven tod~
la articulación 76, sino por otros tres fuertes y redondos, uno de los

70 Coxales.
71 Isquion.
72 Pubis.
73 Cavidad cotiloidea.
74 Cápsula y sus fascículos de refuerzo.
75 Cóndilos femorales.
76 Cápsula y ligamentos.
GALENO.-LOS HUESOS 823

cuales se extiende por la parte externa 77; otro por la interna 78, y el
tercero, por la mitad posterior interna 79.
En la parte anterior la forma del merós es gibosa; en la parte pos-
terointerior es ahuecada. Debajo del cuello del merós hay dos apófisis
muy pequeñas, llamas trocánteres 80, de las cuales la externa, que es
mucho mayor, se llama glutón o nalga 81.

CAP. XXII; LA CNEME

Toda la parte de la pierna situada entre la rodilla y el talón, y el


hueso más grande de esta misma parte, se llama cneme. Está situada en
la parte interna y solo con ella se articula el merós. El hueso colocado
en la parte exterior se llama peroné 82; tiene menor espesor que la cneme
y no se alarga tanto como para tocar la rodilla. Por ambas extremidades
se une a la cneme 83 por sinartrosis 84 y están separados en la parte me-
dia. La parte de la cneme, que se articula con el merós, tiene un apén-
dice con una doble cavidad y recibe la cabeza del merós que se le articu-
la. Entre las cavidades de la cneme se alza una pequeña prominencia
nerviosa y cartilaginosa, que se dirige entre los cóndilos del merós en
forma de profunda cisura 85. Todo aquello que en la parte anterior de la
cneme es delgado y carece de carne se llama anticnemion 86, por ambos
costados las partes inferiores de la cneme y del peroné se llaman maléo-
los, convexos por arriba y carentes de carne, y dominan sobre las de-
más. Muchos los llaman astrágalos, pero yerran por completo, pues el
astrágalo está por debajo de ellos y cubierto por todas partes de modo
que no se puede siquiera tocar. Los maléolos del extremo de la cneme y
del peroné son parte de apófisis, convexos en su parte externa y cónca-
vos por dentro.

77 Menisco externo.
78 Menisco interno.
79 Ligamento cruzado posterior.
80 Mayor y menor.
81 Trocánter.
82 Sura, en latín.
83 Articulaciones, peroné o tibiales.
84 Son artrodias.
85 Cóndilos de la tibia.
S6 ¿Ligamento cruzado anterior?
824 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. XXIII: LA EPIGONATIS

Allá donde se articula el merós con la cneme existe exteriormente


un hueso cartilaginoso y redondo, que recibe en cavidades apropiadas
tuberosidades de los huesos adyacentes, formando giba, y llena con una
pequeña eminencia el espacio entre el merós y la cneme. Algunos lla-
man rótula a ese hueso, y otros, muela.

CAP. XXIV: HUESOS DEL PIE

El astrágalo está rodeado por inferiores apófisis de la cneme y del


peroné; la parte llamada tetrorón se dirige hacia arriba. Entre sus otras
partes, todas las posteriores son pulidas, medianamente redondeadas· y
miran más bien hacia arriba. Las anteriores tienen una cabeza redonda
y oblonga cerca del cuello y se articulan a ese hueso que, por su parecido
con un esquife, se llama escafoides. Por ambos costados, el derecho y el
izquierdo, termina en dos salientes prominencias y se encaja en los dos
huecos de la cneme y del peroné. Su parte interna es casi pulida; debajo
está el hueso más grande del pie, llamado calcáneo, que recibe las par-
tes redondas del astrágalo insertando en sus apropiados senos dos apó-
fisis gemelas. La parte del mismo por la cual caminamos es levemente
redonda y ancha. La parte posterior también es redonda y va más allá
de la cneme. De sus partes anteriores, la próxima al dedo gordo está por
debajo de la cabeza del astrágalo y no se une con el otro hueso. Pero su
extremidad que corresponde al dedo menor se une por sinartrosis 87 con
ese hueso que se llama cuboides, por su semejanza con el cubo. El cu-
boides por la parte externa está colocado cerca del escafoides; pero en
la parte por la cual se une con el astrágalo, el escafoides es cóncavo y el
cuboides es convexo. Los otros tres pequeños huesos se unen con la
parte inferior del escafoides por sinartrosis 88 y con ellos se alarga igual-
mente el cuboides por su parte exterior. Después de esos cuatro huesos
termina la parte primera del pie que se llama tarso.

87 Es una articulación por encaje recíproco, es decir, una diartrosis.


88 Son artrodias.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 825

CAP. XXV: HUESOS DE LA PLANTA DEL PIE

Desde allí empieza la planta del pie, formada por cinco huesos. Des-
pués de estos vienen los dedos del pie: tienen similitud con los de la
mano por sus tres falanges, salvo el pulgar, que consta de dos huesos.
Sus diartrosis están unidas por medio de los fuertes ligamentos membra-
nosos que hay en el astrágalo y en el calcáneo; algunos son redondos,
cartilaginosos y nerviosos. A mi parecer, estos rudimentos sobre huesos
son suficientes para los principiantes.
La trabazón y reunión de todos ellos es el esqueleto. Si en otras
partes hay un huesillo, como en el corazón, la nariz, la garganta o en los
dedos, como es el sesamoides, parecido al sésamo, o si se descubre al-
gún otro de este género, no es necesario describirlo en este tratado.

LA DISECCION DE LOS MUSCULOS PARA


LOS PRINCIPIANTES

PROEMIO

Nadie ha escrito irreprochablemente sobre la disección de los múscu-


los; empero, Marino 1 lo ha hecho con más cuidado que los demás. Sin
embargo, como no ha escrito de todo ello en un solo libro ni con or-
den, los tratados de disección muscular de Pelops, Lyco 2 y Eliano 3 gozan
de merecido prestigio. Pelops, en su libro tercero de las Instituciones hi-
pocráticas, ha disecado los músculos junto con todas las otras partes del
cuerpo. Lyco compuso un extenso libro sobre el mismo argumento. Elia-

1 Marino, maestro de Quinto, vivió en Alejandría al comienzo de la se-


gunda centuria. Fue un anatómico muy estimado por Galeno. Escribió, según
se dice, un tratado sobre anatomía, compuesto por veinte libros, que no ha
llegado hasta nosotros. Tenía el mérito de ser un trabajo personal. Lo poco
que conocemos de él nos ha llegado por intermedio de Galeno. Se distinguió
en la anatomía muscular y vertebral y en la fisiología glandular.
2 Lyco perteneció a la secta empírica.
3 Eliano fue el más viejo de los maestros de Galeno. Fue famoso por el
uso que hizo de la triaca.
826 CIENTIFICOS GRIEGOS.~TOMO II

no, en aquel libro que escribió como compendio de los volúmenes ana-
tómicos escritos por el padre, junto con otras partes, describió la disec-
ción de los músculos.
El libro de Lyco resulta más largo, pues trata de todo con mucha
prolijidad, entremezcla las cuestiones lógicas con aquellas que parecen
brotar de la disección y además expone con mucha extensión sobre en-
fermedades, de las cuales algunas no tienen nada que ver con la disec-
ción de los músculos.
Eliano y Pelops describen tan solo las cosas aparentes. Yo no pre-
tendo obrar de otra manera, pues en otro lugar he hablado, en dos co-
mentarios, del movimiento de los músculos. En el gran tratado dedicado
a las funciones de las partes, he expuesto su utilidad y otras muchas co-
sas. El modo de ejercitarse perfectamente en la disección muscular y en
la de todas las otras partes del animal, se expone en los Procedimientos
anatómicos 4. Por ello no había decidido escribir nada en particular sobre
la disección de los músculos; pero cuando traté de congregar en un vo-
lumen todo lo hallado por las disecciones, decidí entonces exponer lo que
otros médicos habían omitido en la disección de músculos o habían con-
signado erróneamente.
Sin embargo, como algunos amigos desearon ejercitarse directamen-
te y porque quisieron tener algunos comentarios de aquellas cosas que
investigaron por mi indicación, me indujeron a escribir este libro, en el
que describo todo lo que se ve en la disección de músculos. No daré
ninguna demostración de la función, sino que recordaré las cosas prin-
cipales explicadas ya en otros libros. Ellos quisieron que hiciera alguna
mención de lo que Lyco omitió o describió mal, pues a menudo ha· di-
secado muy bien y mejor que todos. Tal es mi propósito actual. Vamos
ahora a la descripción. Quien desee ejercitarse en la disección de· los
músculos, que cueree primero una mona sofocada en agua, como dije en
los Procedimientos anatómicos. Pues en esto erraron muchos confiando
a cualquiera ese trabajo.

4 Creemos que esta es la mejor traducción de De anatomicis administratio-


nibus. La consideramos superior a Manual de Disección, como traduce Da-
remberg.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 827

CAP. I: MUSCULO ANCHO, OCULTO BAJO LA PIEL DEL


CUELLO, QUE MUEVE LAS MEJILLAS

Esos mismos desgarran muchas cosas y las confunden, así como tam-
bién aquel músculo delgado y ancho que se encuentra en el cuello debajo
de la piel 5; si se quiere puede no llamarse músculo, sino una naturaleza
o una sustancia musculosa. Este músculo principia en la parte delantera
desde los labios y mejillas y se extiende hasta la parte posterior, a la re-
gión de la espina dorsal, bien cubierto por la piel que envuelve el cuello;
es delgado y membranoso. Como está escondido, parece más una membra-
na que un músculo y está unido a la piel, de modo que si se le separa de
'ella se pone de manifiesto. Este músculo no envuelve ninguna articula-
ción, ni tampoco se inserta en ninguna, y solamente mueve las mejillas
y la piel a las cuales está unido. Aun antes de la disección, su movimiento
es claro y evidente cuando queremos mover la mejilla a los costados,
luego de bajar el maxilar inferior y de abrir la boca. En aquellos que son
presa del espasmo es el primer músculo que se contrae, y los llamados
espasmos cínicos o caninos se deben principalmente a una afección de
dicho músculo.
En bien de la claridad llamo a este músculo myodes platisma o dila-
tación musculosa. Envuelve todo el cuello; se dirige hacia abajo, en su
primera parte hasta las cleidas y en su parte posterior llega hasta cerca de
la espina del omóplato hasta el principio del meatafreno o dorso.
Lo que se encuentra en medio de esa inserción es membranoso y se
extiende rectamente por la región cervical de la espina dorsal. Esto lo ig-
noraron los profesores de disección que cuerearon mal el animal. Vaya-
mos a los músculos de la cara.

CAP. II: MUSCULOS DE LOS LABIOS

Los músculos de los labios, muy delgados y adheridos a la piel, son


cuatro: dos en la parte superior 6, separándose cada uno oblicuamente
de las mejillas, y dos en la parte inferior 7, desde la extremidad del maxi-

5 Cutáneo del cuello de los monos.


6 Elevadores del labio superior y ala de la nariz.
7 Risorios o bucinadores.
828 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

lar, donde está el geneion o mentón, uno a la derecha y otro a la iz-


quierda. Si se contraen los dos superiores, el labio superior se eleva;
si se contrae solo uno, atrae el labio (hacia ese lado); si se contraen los
dos inferiores, el labio (inferior) desciende, y si lo hace uno, lo atrae hacia
ese lado. Nada han dicho los profesores de disección del movimiento de
los labios hacia adelante; lo diré en otro libro, donde hablaré de todos
los otros movimientos desconocidos.

CAP. In: MUSCULOS DE LAS ALAS DE LA NARIZ

Son dos músculos muy pequeños que nacen de ambos lados del ma-
xilar y se insertan en el ala correspondiente a la nariz, abriéndola 8. Nin-
gún músculo contrae la nariz; pero cuando dichos músculos interrum-
pen su acción, la nariz se coloca en una posición media; más allá de esta
posición no es llevada por ningún músculo; sin embargo, en las inspira-
ciones profundas las alas siguen el impulso del aire. La nariz puede lle-
varse hacia abajo por la presión de los labios.

CAP. IV: FORMACION MUSCULOSA QUE HAY DEBAJO


DE LA PIEL DE LA FRENTE 9

Debajo de la piel de la frente hay una delgada formación musculosa,


unida a la misma piel; por tanto, toda la piel de la frente se mueve, aun-
que el maxilar esté inmóvil.

CAP. V: MUSCULOS DE LOS OJOS

Están situados cerca de la base del ojo, sea que se admita que es
uno solo, doble o triple, o que son dos o tres reunidos que contribuyen a
sostener el ojo, sobre todo cuando miramos atentamente un cuerpo pe-
queño 10. Los otros (músculos) que mueven el ojo son seis: cuatro pre-
8 Porción nasal de los piramidales.
90ribasio habla de cara en vez de frente, y los traductores dicen que se
trata del músculo facial de los monos; si se tratara de la frente, sería el
frontal.
10 Orbiculares.
GALENO.-LA DISECCrON DE LOS MUSCULOS 829

siden los movimientos rectos 11, y los otros dos lo hacen dar vuelta 12;
estos últimos salen de la región del gran ángulo y llegan al pequeño. En
cuanto a los otros cuatro, uno mueve el ojo hacia arriba, otro hacia
abajo, el tercero hacia la nariz y el cuarto hacia afuera, en dirección del
ángulo pequeño. Los que afirman que son cinco y no seis, siguiendo a
Lyco, nó yerran solo en el número, sino también en el reconocimiento
de los movimientos.

CAP. VI: MUSCULOS QUE MUEVEN EL MAXILAR INFERIOR

Cuatro pares de músculos mueven el maxilar inferior; lo llevan arri-


ba los llamados crotafites o temporales, situados en dicha región; los co-
locados en las mejillas, que llamamos maseteros o mansorios, nombre im-
puesto por la función, son los que lo mueven a los costados. Dos an-
gostos y delgados son los que lo mueven hacia abajo; nacen detrás y de-
bajo de las orejas, se dirigen hacia adelante, por el cuello, y caminan a la
par por la inserción del maxilar, que abren al contraerse 13. Solo ellos,
entre los demás músculos, tienen sus partes extremas carnosas; su par-
te media es un delgado tendón 14. Entre los otros tres pares, fuertes y gran-
des, llegan los temporales por ambos costados a la apófisis coronoides, o
corona, del maxilar 15 y al mismo maxilar, insertándose en el saliente de
la corona por fuertes aponeurosis, por medio de las cuales mueven el ma-
xilar hacia arriba y cierran la boca. Esos músculos fueron llamados man-
sonos, no solo por los médicos modernos, sino también por los antiguos,
como Hipócrates. Cerca de aquella parte en donde se insertan muchos
tendones de dichos músculos, hállase un hueso colocado en derredor y
hacia afuera, llamado cigomático o yugal 16 • Los músculos que hay den-
tro de la boca 17, yacen en las partes anchas y huecas del maxilar inferior,
suben hacia el paladar y se insertan en los huesos huecos que allí están,
envueltos por las apófisis que se llaman en griego pterigoideas por su pa-
recido con las alas. Dichos músculos tiene allí un fuerte tendón; toda
11 Rectos interno, externo, superior e inferior.
12 Oblicuos mayor y menor.
13 Digástricos.
14 Porción intermedia del digástrico.
)5 Apófisis coronoides.

16 Apófisis cigomática.
17 Pterigoideos internos.
830 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

su parte transversal está unida con los músculos temporales, y cumplen


su misma función, llevando el maxilar inferior hacia arriba por el interior.
Algunos, como Marino, piensan que son una cierta parte de los tempora-
les; otros, como Eliano y Pelops, los separan; Lyco, empero, por no
conocerlos, reprendió a aquellos por decir que eran cuatro los músculos
temporales.
Los otros dos músculos, triangulares 18 están colocados por fuera, a
10 largo del maxilar inferior; luego suben y se insertan, por medio de sus
dos cabezas, en el maxilar y en el hueso yugal; son dos y no uno solo.
Cuando masticamos ejercen una acción y función moviendo el maxilar,
uno hacia adelante y el otro hacia atrás. Estos mismos músculos se inser-
tan en los temporales y en el· hueso yugal.

CAP. VII: MUSCULOS QUE DESDE LA CABEZA SE INSERTAN


EN LOS HOMBROS

Después de haber levantado la anchura musculosa, los primeros que


se ven son dos músculos que provienen del hueso occipital; ambos son
tangentes entre sí, uno a la derecha y el otro a la izquierda. Su origen es
grácil y ancho y avanza transversalmente hacia las orejas, sin llegar, em-
pero, a ellas, ya que es mucho más corto. A partir de ahí, esos dos múscu-
los avanzan y se extienden más y más, insertándose, finalmente, en la es-
pina del omóplato, en el acromion, por ambos lados, y abarcando alguna
porción de las cleidas 19, Estos músculos aparecen claramente sin disec-
ción en los gimnastas 20, pues son llenos y gruesos y cubren todo el cue-
llo. Su función no es la de llevar la cabeza al hombro, como dice Lyco
equivocadamente, en compañía de muchos otros profesores de disección,
sino de llevar el hombro a la cabeza. Esto está demostrado en los Proce-
dimientos anatómicos, donde también he hablado ampliamente de otros
movimientos que ignoraron los anteriores médicos, e indico también el
método para reconocer cada movimiento en particular. Después decor-
tar el punto de inserción de los predichos músculos, queda por debajo
otro par de músculos delgados y largos; grácil y ancho al principio, que
a medida que progresa se vuelve más redondo y termina en un delgado

18 Pterigoideos externos.
19 Trapecio.
20 Recordemos que Galeno fue, en Pérgamo, médico de gladiadores.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 831

tendón cilíndrico parecido a un nervio, y se inserta en la base de los


omóplatos; este tendón, yendo por las partes internas a través de dicha
base, avanza hasta la mitad de ella y se inserta en la base del propio
hueso 21. Su función es la de llevar la base del omóplato perpendicular-
mente en alto hacia la cabeza. Lyco no conoció este tendón.

CAP. VIII: MUSCULOS QUE MUEVEN LOS HOMBROS

Siete son los músculos que mueven ambos hombros. Dos descienden
oblicuamente del occipital, como ya dije; el tercero nace de la apófisis
transversa de la primera vértebra; el cuarto proviene del hueso situado
en la garganta 22; otros dos-el quinto 23 y el sexto-nacen en la espina
dorsal, y el séptimo, el músculo más grande 24, sube desde la región lum-
bar a la articulación del hombro. Diré su naturaleza luego, en la parte
del libro donde hable de los músculos que mueven la articulación del bra-
qufon. El músculo que nace en la primera vértebra, se inserta casi en la
tercera parte de la espina del omóplato, es decir, en toda su extremidad
superior hasta cerca del acromion. Es un músculo carnoso, muy poco
ancho, y mueve el hombro hacia las partes laterales del cuello 25. Lyco
ha ignorado la función de este músculo, su origen y su inserción, y lo
hace provenir de la apófisis del cráneo, llamada estiloidea, por su pareci-
do con una columna, y piensa que llega hasta el acromion.
El que nace desde el hueso de la garganta 26 se inserta 27 principal-
mente en la parte del borde superior del omóplato, donde nace su apófisis
en forma de áncora, llamada en griego angyroides. Este músculo es del-
gado y largo, y lleva el hombro a la parte delantera del cuello hacia su
nacimiento, lo cual es común a todos los músculos. El músculo que as-
ciende desde la región lumbar 28 a la articulación del hombro y se inserta
en el borde inferior hasta la base del omóplato y las partes cóncavas del
mismo hueso atrae todo el hombro con esos ligamentos desde la parte
21 Músculo occipitoescapu1ar de los monos.
22 Omohiodieo.
23 Romboides.
24 Gran dorsal.
25 Músculo acromiotraqueliano de los monos (Bussemaker y Daremberg).
26 Hioides.
27 Omohioideo.
28 Gran dorsal.
832 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

delantera inferior hacia abajo y hacia sí. De los otros dos músculos que,
según Lyco, son los únicos que mueven el hombro, el primero, super-
ficial, nace en todas las vértebras del tórax 29 y se inserta en la parte in-
ferior de la espina del omóplato; el segundo, situado debajo de aquel,
nace en las siete vértebras del tórax y en las cinco del cuello y se inserta
en toda la parte de la base del omóplato, que es cartilaginosa 30. Ambos
llevan el hombro hacia atrás, pero el primero 31 lo- hace también hacia aba·
jo y el segundo 10 lleva hacia arriba en dirección del cuello 32; si ambos
se contraen a la vez, llevan todo el omóplato hacia atrás contra la espina
dorsal, acercándose hacia las siete vértebras superiores del tórax.

CAP. IX: MUSCULOS QUE MUEVEN LA CABEZA

La cabeza tiene movimientos propios sin la ayuda del cuello: son


muy limitados y. dobles, por medio de una doble articulación, una de las
cuales lleva la cabeza hacia uno y otro lado, y la otra hace asentir hacia
adelante y reprobar hacia atrás. Los movimientos de la cabeza que se
producen juntamente con los del cuello son más amplios y los diré lue-
go; por el momento hablaré de sus músculos propios. Después del par
de músculos delgados que nacen en el hueso occipital y llegan hasta el
omóplato, hay otro par, de origen transverso, carnoso y ancho, hasta
cerca de las orejas. Al lado de él existe otro, que tiene su nacimiento en
la región debajo de las orejas. Ambos recorren todo el cuello hacia ade-
lante en forma oblicua; en su nacimiento van casi unidos, pero en las
partes subsiguientes se· abren más; por ello algunos podrán creer que
sean dos músculos por ambos lados del cuello y no uno solo 33, Su fun-
ción, movimiento y posición de las fibras son los mismos. Difieren en
un punto: las fibras del primer músculo son carnosas desde el comienzo
y se mantienen tales hasta su inserción en la c1eida; las del segundo, al
principio son como un ligamento y al final como un tendón que se inserta
en el hueso del pecho. También este segundo músculo puede ser dividido
en dos por el hombre que quiera hacer las cosas con sutileza; en efecto,

29 Romboides.
30 Escápula de mono.
31 Pequeño romboides.
32 Gran romboides.
33 Esternocleidomastoideo.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 833

parece dividirse cerca del cuello, de modo que sus partes que se acercan
a él lo tocan. La parte anterior se inserta en el hueso del pecho por un
ligamento nervioso; la segunda tiene inserción carnosa en el comienzo
de la cleida y está colocada en el medio entre la misma inserción que ter-
mina en el hueso del pecho y la antedicha inserción que nace en el occi-
pital. Desde el punto de vista del movimiento y de su función, es un
solo músculo; su movimiento es oblicuo, y su función es la de hacer
rotar la cabeza hacia adelante. No es un solo músculo por no ser del
todo continuo y no tener iguales sus nacimientos y sus inserciones rec-
tas. Pues tiene dos nacimientos: uno carnoso en el hueso occipital, y
más nervioso, en cierto modo, el que nace debajo de la oreja. Las inser-
ciones son como ya dije: la que llega a la cleida es carnosa, y nerviosa
la que se inserta en el hueso del pecho. En este punto no erraron mucho
los profesores de disección; algunos pensaron que la porción del múscu-
lo nacida en el hu:eso occipital se inserta en todo el largo de la cleida, y
no es poca falta decir esto ante la apariencia y lo que se le presentaba
a la vista. Y esto lo afirmaron Lyco y otros hombres célebres, a pesar de
que el músculo no cubre toda la clavícula y ni siquiera la mitad. Los
músculos de este par son bastante grandes, como puede observarse sin
disección en todos los hombres, sobre todo en los atletas 34.
Los que nacen atrás, en el occipital, son más pequeños y más nume-
rosos que aquellos. Son de dos clases: una común al cuello y a la cabeza,
y otra solo a la cabeza. La clase común al cuello y a la cabeza se divide
en ocho músculos, cuatro a cada lado de la espina dorsal. El primer par
de estos nace en el occipital en forma ancha y luego se hace más estre-
cho en el descenso; la forma de cada uno se asemeja a la de un trián-
gulo rectángulo cuya base es el nacimiento en la cabeza; el otro lado
que llega al ángulo recto es la cima de la espina, y el- tercero es el que
junta ambos. Por lo dicho, es evidente que las fibras de esos músculos
son oblicuas y dirigidas desde los costados de la cabeza hacia atrás. Cada
uno de estos músculos se sobrepone a los otros como pliegos o láminas.
Después de sacar a estos, aparecen tres pares musculares, pero la mayor
parte de las veces, dos. Uno se extiende a lo largo de la espina (apófisis
espinosas) y se compone de músculos, algo anchos y oblicuos, que desde
el occipital van hacia los costados de la espina dorsal; el otro, está for-
mado por músculos redondos, cuyas fibras van desde las partes transver-
sales de la cabeza, donde tiene origen, a la punta de la espina dorsal.
34 V éase nota 20.
834 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Cuando aparecen tres haces 1 uno se extiende cerca de ·la espina dor-
sal 351 otro cerca de las apófisis transversas de las vértebras1 y el tercero
se sitúa en el medio de los dos. A menudo, también puede verse que
todas las fibras de esos pares musculares van oblicuamente de atrás ha-
cia adelante y concluyen en ·las apófisis transversas de las vértebras. Si
se sacan esos músculos aparecen a la vista los haces musculares situa·
dos en la articulación de la cabeza. Existen allí, de· ambos lados 1 cuatro
pequeños músculos: dos de ellos nacen en un punto común del hueso
occipital de la cabeza rozando la articulación; uno es más nervioso, va
a la apófisis posterior espinosa de la segunda vértebra, y se angosta en el
punto de inserción 36; el otro es oblicuo y va a la apófisis transversa
de la primera vértebra 37. El tercer músculo une a estos dos y va desde
la apófisis transversa de la primera vértebra a la apófisis posterior de la
segunda 38. Este músculo se inserta en los· costados de esta última apófi-
Si5 1 así como el llamado primero lo hace en la punta de la apófisis, que
llaman acanto (esto eS 1 espina o ápice). Debajo de él hay otro pequeño
músculo que proviene del hueso occipital y se inserta en la primera vér-
tebra 39. La función de estos ocho pequeños músculos consiste en mover
solamente la cabeza alrededor de la articulación, así como la de los múscu-
los que están en contacto con ellos es la de mover la cabeza y el cuello a
la vez. Los músculos rectos que van a la primera y segunda vértebra
. mueven solamente la cabeza negando en línea recta; cuatro la mueven
con una pequeña inclinación, de los cuales dos que nacen en la cabeza
y descienden con una ligera oblicuidad la mueven hacia los costados;
al contraerse los otros dos vuelven la cabeza a su posición natural con
las partes continuas de la primera vértebra 1 después que fue extendida
oblicuamente por el movimiento de los antedichos músculos opuestos.
También se sabe que si en cada par de estos músculos actúa uno sol01 el
movimiento de la cabeza es oblicuo y que si ambos obran a la vez, el
movimiento es recto. Así también en los músculos subyacentes que ocu-

35 Daremberg y Bussemaker creen que puede tratarse del esplénico, del coín-
plexo y quizá del transverso del cuello.
36 Recto posterior mayor.
37 Oblicuo menor. Según Daremberg y Bussemaker, sería el recto posterior
menor.
38 Oblicuo mayor.
39 Recto posterior menor. Según Daremberg y Bussemaker, sería el oblicuo
menor.
GALENO.--....:LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 835

pan todo el cuello, los oblicuos producen un movimiento oblicuo de la


cabeza al negar, y los rectos originan un movimiento recto. En estos
músculos erraron también los profesores de disección que no describie-
ron el número, la posición, la función, la utilidad y la forma de los mismos.
Hay además en la parte anterior dos músculos fuertes y largos 40 que
mueven la cabeza junto con el cuello. Avanzan hasta la quinta vértebra
del tórax, superpuestos a todas las vértebras del cuello en la parte ante-
rior por debajo de la garganta. Nacen en las partes inferiores de la cabe-
za; son carnosos y ocupan la región situada entre la articulación de la
cabeza y la terminación inferior de la sutura lambdoidea. Cuando estos
músculos obran conjuntamente, flexionan la cabeza con el cuello; cuando
obra solamente la porción superior de los mismos insertada desde la ca-
beza en la primera y segunda vértebra, cumple la función de mover la
cabeza en señal de afirmación 41. Esta parte tiene una peculiar delinea-
ción que corresponde proporcionalmente a los pequeños músculos pos-
teriores. Existen otros dos pares de pequeños músculos en las partes
transversas que rodean la articulación de la cabeza: uno une la primera
vértebra a la cabeza, el otro conecta la segunda a la primera, en forma evi-
dente 42. La función de estos músculos es la de mover lateralmente en
señal de afirmación solo las articulaciones de la primera vértebra. De to-
dos esos músculos que coronan circularmente la articulación de la cabe-
za, Lyco no conoció más que dos e ignoró los demás, como ser los ocho
posteriores del occipital que digo comunes a la cabeza y al cuello. A unos
no los quería separar de los músculos espinales y no vio a los otros que
están debajo de aquellos.

CAP. X: MUSCULOS DE LA ARTERIA ASPERA 43

La arteria áspera tienen cuatro músculos propios que la contraen y


aprietan al contraerse. Separan el hueso hioideo, así llamado por su pa-
recido con la y, y la misma garganta, de esos músculos que son mayores
40 Recto anterior mayor o largo del cuello. Según paremberg y Bussemaker,
recto anterior mayor y menor o largo del cuello.
41 Recto lateral.
42 ¿Recto anterior menor e intertransverso? Según Daremberg y Bussemaker,
serían los rectos laterales mayores y menores. Oribasio dice, en forma no siempre
clara.
43 Tráquea.
836 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

y que nacen en la extremidad inferior de la línea· recta del hioides, exten-


diéndose a todo lo largo de arteria áspera; se insertan en la parte inter-
na del hueso del pecho 44. A veces parecen divididos en dos partes. Los
otros nacen de las partes laterales e inferiores del cartílago tiro-hioideo,
esto es, escudiforme, y terminan en el hueso del pecho, envolviendo la-
teralmente la arteria áspera 45. Debe recordarse que esto se dice de los
monos, pues su diferencia con los otros animales se explica en los Pro-
cedimientos anatómicos.

CAP. XI: MUSCULOS PROPIOS DE LA GARGANTA o LARINGE

Hay dos músculos en las partes escudiformes cartilaginosas anterio-


res 46: uno a la derecha, otro a la izquierda. Rectos en toda la longitud
del cartílago, nacen en los costados internos del hueso lambdoideo 47, y
atraen el cartílago hacia arriba y adelante 48. Otros dos músculos salen
uno de cada lado de las extremidades posteriores del cartílago escudifor-
me; se insertan en la garganta, y la envuelven como esfínteres o cons-
trictores, que rodean y comprimen el cartílago 49. Otros dos, bifurcados,
unen y aproximan las terminaciones del primero y segundo cartílago so.
Después de estos, otros cuatro que ensanchan la articulación, llegan
desde el segundo cartílago al tercero, unos por atrás y otros lateralmen-
te. Luego hay otros dos que solo aparecen cuando se abre la garganta 51:
unen siempre el escudiforme a aquel cartílago llamado en griego aritenoi-
des, por su forma de vasija o embudo, y al otro (cartílago) que es inno-
minado, no lo unen siempre. Estos músculos tienen una función opuesta
a la de los otros cuatro. Cerca de la base del tercer cartílago hay otro
músculo bifurcado, o bien dos juntos 52 como se quiera decir, que no

Esternocleidohioideo.
44
Esterno tiroideo.
45
46 Cartílago tiroides.
47 Hioides.
48 Milohioideo.
49 Constrictores superior, medio e inferior. Según Daremberg y Bussemaker,
serían los cricotireofaríngeos.
50 Cricotiroideos posteriores y laterales, según Daremberg y Bussemaker. Se-
gún Dellepiane, serían los músculos intrínsecos de la laringe.
51 Tiroaritenoideos.
52 Aritenoideos transverso y oblicuo.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 837

existen en todos los animales sino en algunos y que juntan el cartílago


y cierran la garganta. En estos músculos han errado bastante los profe-
sores de disección.

CAP. XII: MUSCULOS INFRACLAVICULARES

Debajo de cada clavícula hay un músculo claramente visible 53 des-


pués de la ablación de dicho hueso; es totalmente carnoso y cada uno
de ellos se inserta en los dos huesos, en la misma clavícula y en la
primera costilla pequeña del tórax que algunos en griego llaman catacleida
(algo como subclavio). Nace, pues, en aquellas partes de la cleida que
suben hasta el acromion; se apoya en la primera costilla, en donde se ar-
ticula con el hueso del pecho.
Sobre las fun~iones de estos músculos los profesores de disección
conciben dudas; algunos creen, Lyco entre ellos, que están unidos a los
omóplatos, como en los animales que no tienen cleidas, y piensan que
esos músculos se unen a la apófisis del omóplato llamada anciroides,
en lo cual yerran grandemente. Como Lyco no podía decir 10 mismo de
los hombres y demás animales que tienen clavículas, les asignó el oficio
de ligamentos. Sin embargo, no es esa la verdad, sino que, por el con-
trario, dicha función la tienen los músculos mesopleurios o intercostales:
así como uno cualquiera de ellos une con sus fibras externas la costilla
inferior a la superior, así también ellos unen la primera costilla a la cla-
vícula.

CAP. XIII: MUSCULOS PROPIOS DEL HUESO LAMBDOIDEO


LLAMADO HIOIDES E IPSILOIDES

El hueso que rodea la parte superior de la garganta es llamado por


algunos hioides o ipsiloides, y por otros lambdoides, por su parecido con
la .lambda y la y. El borde de dicho hueso ligeramente ancho es recto y se
extiende a todo lo largo del cuello. Los otros cuatro bordes son oblicuos
y nacen en el predicho hueso ancho, formando dos pares: uno tenue y
grácil como la punta de un estilete sale de las partes superiores; el otro,
ligeramente ancho, sale de las inferiores. Los dos bordes delgados están

53 Subclavio.
838 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

reunidos por ligamentos redondos y delgados a las extremidades de las


apófisis belonoides, grafoides o estiloides 54 (llamadas así por la forma
de aguja, de estilete o de columna); los otros dos inferiores están unidos
fuertemente por dos ligaduras con el cartílago aritenoides. También dos
músculos anchos unen el hueso hioides al maxilar inferior; nacen en las
partes transversas de la línea recta del mismo hueso y se insertan en las
partes transversas del maxilar inferior, después del nacimiento de los
músculos propios del maxilar. Los otros dos músculos se reúnen en la
parte extrema del maxilar. El principio de estos es el final de la línea
recta del propio lambdoides.
Los otros dos músculos empiezan desde la raíz del hueso grafoides
y se insertan, uno por cada lado, en las líneas rectas de la parte inferior
del lambdoides. Esos· tres pares de músculos son propios del lambdoides,
al que imprimen movimientos cortos; el par que empieza en las apófisis
belonoides lo lleva hacia atrás; los otros dos .10 llevan a los lados del
maxilar y hacia arriba acercándolo a dicho hueso. Los otros músculos
que nacen en el hoioides tienen más bien otra finalidad para con otras
partes; unos van al omóplat0 55 para moverlo, como ya lo he dicho; otros
a la lengua 56, como diré luego; después de ellos hay otro que se asienta
exteriormente en las fauces, sea que se considere uno, o bifurcado, o dos
nacidos juntos, lo cual me parece más satisfactorio: constriñen la arteria
áspera y llevan hacia atrás el lambdoides 57.

CAP. XIV: MUSCULOS QUE MUEVEN LA LENGUA

Como lo ha dicho muy bien mi maestro Pelops en su libro de disec-


ción de la lengua, los músculos de la carne lingual son dieciséis. De acuer~
do con lo que ya dije al principio del libro, me ejercité en el cuerpo de
una mona, por la similitud que tiene con el hombre. De los músculos
que mueven la lengua, dos largos y angostos 58 nacen en las bases de las
apófisis belonoides-parecidas .a la aguja-y avanzan por las partes la-
terales de la lengua; se insertan por ambos lados y rigen los movimien-
tos oblicuos. Todos los demás salen del hueso hioides que rodea la ca-
54 Músculo y ligamento estilohioideo.
55 Omohioideo.
56 Hioglosos.
57 Milohioideo.
58 Estilogloso.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 839

beza de la laringe, llamado también lambdoides; cuatro se insertan en la


lengua y la mueven por medio de dos pares 59.
El quinto músculo 60 es doble; nacido en la extremidad superior del
borde recto del hueso hioides se inserta debajo de la lengua, en toda su
longitud hasta la extremidad del maxilar inferior, y llega hasta el mismo
mentón donde los dos huesos del maxilar se 'reúnen. Este músculo lleva
arriba el hueso hiodes, hacia el maxilar, en oposición a aquellos que
10 nevan abajo, hacia el hueso del pecho. No produce en la lengua ningún
movimiento aparente.
Los que la mueven visiblemente son los cuatro restantes 61, dos de
los cuales nacen en las partes superiores del hioides, donde está el múscu-
lo doble, pero más bien a los costados. Los otros dos salen de las aristas
inferiores y transversas de la línea recta del mismo hueso. Los mayores
se insertan en la parte media de la lengua, se tocan siempre y llegan a
ese punto anterior de la lengua llamado en griego dedemenon o nudo (fre-
nillo); los más pequeños se insertan a los costados, entre los primeros y
los que provienen de las dos bases de la apófisis belonoides. Los mo-
vimientos de esos músculos responden a su posición, oblicuos si ella es
oblicua, rectos si es recta, transversos si es transversa.
Para mayor claridad, los músculos que provienen de las apófisis pa-
recidas a puntas son llamados JtAUYOL, es decir, transversos o laterales;
los que provienen de las partes oblicuas del hueso lambdoides son lla-
mados AO~OL u oblicuos; los que nacen de la extremidad superior del
mismo lamboides son llamados dJ1(}EL~, es decir, rectos. Debajo de to-
dos estos músculos se hallan los que tienen fibras transversas (EYXUQ(JW.~)
que parten de toda la lengua y se insertan en casi todo el hueso maxilar,
salvo en el mentón. Todos ellos tienen la facultad de levantar y de cur-
var la lengua.

CAP. XV: MUSCULOS DE LAS FAUCES

Hay una zona común al esófago y a la laringe, a la que llegan los


orificios de ambos: es una región angosta y oblonga llamada istmo. El
cuerpo que rodea ese lugar se llama faringe o fauces, y tiene a cada lado

59 Hiogloso y geniogloso.
60 Milohioideo.
61 Hioglosos.
840 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

un músculo que cumple su misión cuando habla o deglute 62. La parte


superior de estos dos músculos está situada cerca de aquellos músculos
que suben de las partes inferiores a los costados de la lengua.

CAP. XVI: MUSCULOS QUE MUEVEN EL CUELLO

Los músculos comunes a la cabeza y al cuello fueron ya enumerados:


tres pares que proceden del hueso occipital, y otro que está debajo de
la garganta. Para resumir, todos los músculos que salen de la cabeza y
se .insertan en el cuello son comunes a ambas partes.
Aquí voy a hablar de los músculos propios del cuello. Por ambos
lados del cuello hay dos músculos, uno anterior y otro más bien posterior.
El posterior sale de la apófisis transversa de la primera vértebra 63, del
punto precisamente donde es muy convexa; pues sale más bien de la par-
te anterior de la apófisis, aquel músculo ya citado que tiende hacia la es-
pina del omóplato 64. El músculo posterior del cuello (del cual me he
propuesto hablar ahora) llega hasta el omóplato, nacido en todas las vér.
tebras por fuertes ligamentos de manera que parece formar muchos múscu-
los; su parte inferior está cerca del músculo 65 del tórax situado en la
concavidad del omóplato. El otro músculo, el anterior, nace en la apófi-
sis perforada 66 de la segunda vértebra; corre junto con los otros músculos
del cuello, y de allí, por la axila, llega a la quinta costilla del tórax, alcan-
zando a veces hasta la sexta; una porción de ese músculo se inserta en
la primera costilla próxima a la cleida. Este músculo es en cierto modo
más redondo y largo; su función por su punto de inserción en la cabe-
za consiste en flexionarla oblicuamente hacia adelante, y en el punto de
inserción de las costilias ensanchar el tórax 67. Por ello importa que sean
dos músculos unidos entre sí, junto con los ya descritos, o si es uno,
debe clasificarse entre los músculos del tórax; vemos en efecto que dilata
el tórax, pero que no mueve el cuello afirmando con tanta evidencia.
Tiene un movimiento opuesto a este músculo, el que flexiona a los lados

62 Periestafilinos.
63 ¿Angular?
64 ¿Elevador de la escápula?
65Infraescapular.
66 Transversa.
67 ¿ Escalenos?
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 841
y más bien para atrás todo el cuello. Si ambos se contraen a la vez,se
produce una media flexión lateral del cuello. Si solamente se contraen
los músculos anteriores, uno a la derecha y otro a la izquierda, .todo ·el
cu~llo se flexiona afirmando hacia adelante; si son los posteriores, la fle-
xión es negando hacia atrás. Si los cuatro se contraen a la vez, el cuello
no se vuelve a ningún costado y queda. recto, como ocurre en aquella
especie de espasmo llamado tétanos, en griego.

CAP. XVII: MUSCULO SITUADO EN LA CONCAVIDAD


DE LOS OMOPLATOS Y QUE DILATA EL TORAX

No hay ninguna diferencia en considerar al músculo 68 que dilata gran-


demente al tórax, uno a cada lado, como común al omóplato y al tórax,
o solo al tórax,' formado por aquellos músculos que llegan al omóplato.
Nace en la base del omóplato y se extiende a todo el tórax. Aquella su
porción inicial se esconde y no puede verse antes de sacar el omóplato.
Todo lo que viene luego es visible y se inserta en el tórax cerca del múscu-
lo que desciende del cuello a la sexta costilla 69. Este músculo sube hasta
dos costillas falsas cerca de las apófisis cartilaginosas (cartílagos costa-
les). Su inserción no es continua, sino dividida en ciertos pequeños múScu-
los, uno para cada costilla. Después de las terminaciones anteriores de
. ese músculo, tiene su comienzo el mayor de los músculos del abdomen 70,
en contacto con las terminaciones antedichas.

CAP. XVIII: MUSCULOS QUE MUEVEN LA ARTICULACION


DEL BRAQUION

Después de sacar los músculos que mueven el omóplato y también· el


que está situado en sus partes cóncavas y del que hablaba recientemente,
se puede observar con facilidad el número de todos los músculos que
mueven el brazo. Son once en total: tres suben del tórax al brazo,dos
vienen de las axilas y cinco provienen visiblemente del hombro, así como el
undécimo, detrás de todos ellos, que ocupa la región epómida o superhu-

68 Serrato mayor.
69 Escalenos.
70 Oblicuo mayor.
842 CIENTIFlCOS GRIEGOS.-TOMO II

meral. Estos músculos nacen juntamente en donde se encuentra la vena


humeral; insertan las. aponeurosis vecinas en el brazo, debajo de la cabeza
del mismo en la parte delantera, principalmente por la línea recta que se
dirige de arriba abajo. La aponeurosis producida por el músculo prove-
niente del hueso del pecho es delgada; es más redonda y carnosa la que
se origina en la parte externa del músculo que sale de la región suprahu-
meral; el punto de inserción de este músculo está en la c1eida, en la
espina del omóplato y en casi todas las regiones superficiales del hombro
vueltas hacia su borde inferior; el punto de inserción del primero es
todo el hueso del pecho. De estos dos músculos que se extienden desde
allí, uno, al parecer doble, cerca del acromion, envuelve toda la cabeza
del brazo; otro, llegando cerca de la vena humeral, forma la parte an-
terior carnosa de la axila, y proviene de este músculo casi todo 10 car-
noso del pecho;. a veces lo recubre por completo y sería mejor decir que
son dos músculos más bien que uno. El que proviene de las regiones
inferiores del hueso del pecho, que es el menor, tiene sus fibras super-
ficiales contrarias y opuestas a las del músculo superior, pues ascienden
a la parte superior hacia su propia aponeurosis, empezando desde abajo.
Todas las otras fibras tienen su nacimiento arriba de estas, desde el
mismo hueso del pecho; se dirigen a la aponeurosis las transversas que
nacen en las partes superiores del mismo hueso y las levemente oblicuas
que nacen en las partes inferiores.
De los otros dos músculos, uno sale de la región externa e inferior
del mismo hueso y tiene en su mayor parte el mismo origen que el ya
nombrado músculo grande bifurcado; luego remata en un tendón mem-
branoso y se inserta en las partes anteriores del brazo 71, principalmente
en aquella ceja anterior de la cavidad ocupada por la cabeza mayor del
músculo del brazo que está colocado a lo largo de la región interna de
la vena allí bien aparente. El segundo músculo 72, no visible antes de la
disección del grande, nace en las partes superiores y sale del segundo,
tercero, cuarto, quinto y sexto huesos del pecho; sube a la más alta por-
ción de la cabeza del braquíon que mira hacia la c1eida, y se inserta en el
ligamento membranoso que envuelve la articulación, teniendo así una
aponeurosis más resistente que el predicho músculo.
Hay dos músculos que ascienden desde las partes inferiores: uno muy
grueso y es el más largo de cuantos mueven el brazo; el otro es muy

71 Pectoral mayor.
72 Pectoral menor.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 843

delgado y tan largo como el primero; ha sido ignorado por los maestros
de disección, pues al no sacar bien la piel desaparece o se echa a perder.
Todos han escrito sobre el músculo grande, explicando más o menos bien
su naturaleza; en cuanto al músculo delgado ascendente por la piel cerca
del ilíaco y de las falsas costillas, proveniente en gran parte de las mem-
branas que existen debajo de la piel, adquiere cierto espesor al ascender
hacia las axilas; es, entonces, un músculo ya manifiesto y termina en un
cordón membranoso, asentándose en los otros dos músculos con los cua-
les se une: uno de estos proviene del músculo inferior del tórax, y el
otro, de la segunda porción del músculo bifurcado.
El último de los músculos que asciende desde las regiones profundas
a la articulación del braquíon, es el más grande y comienza en lasvér-
tebras donde se articulan las falsas costillas; insertado en el músculo dor-
sal 73 y en el punto inferior del borde inferior del omóplato, es llevado
algo oblicuamente hacia adelante, naciendo cerca de los músculos que
están debajo del borde inferior del omóplato. Como llega a la axila rec-
tamente, asciende en línea recta hacia la misma. De allí, por medio de un
tendón algo ancho, se inserta en el brazo a lo largo de las partes internas
de la apeneurosis del músculo mayor entre aquellos tres que suben· del
pecho, uniéndose a dos de ellos: al que se extiende por encima de la
axila, y al que llega a la articulación de la prominencia del pequis, de los
que hablaré luego.
Los que nacen en el mismo omóplato son cinco; terminan todos en
anchos tendones en el braquíon y se insertan en él ... parte ... como nace
en el predicho músculo cerca de la aponeurosis aquel que empezando
desde la parte más baja del borde inferior y subiendo hasta el brazo por
la parte posterior interna, se inserta también en él por una inserción. más
alta, larga y fina, unida a la inserción del citado músculo. Se forma, pues,
de las partes internas del brazo, alcanzando la dicha aponeurosis. En
efecto, en forma más amplia que aquella,se inserta en la misma cabeza
del brazo desde las partes internas, el tendón del músculo que ocupa el
hueco del hombro; es fuerte y ancho 74. La aponeurosis del músculo que
ocupa la región intermedia entre la espina del omóplato y el borde supe-
rior del mismo se inserta en lo más alto de la cabeza del braquíon y no
en aquella parte del mismo que mira hacia la cleida, donde se inserta
el otro músculo. Su punto de inserción se realiza en aquella parte sepa-

73 Gran dorsal.
74 ¿Supraespinoso, infraespinoso o redondo?
844 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

rada externamente por la cabeza más grande del músculo que llega a la
articulación de la prominencia del pequis. El que tiene la inserclOn con-
junta a la anterior, es el que nace en las partes bajas de la espina del
omóplato y está colocado en la región intermedia entre la espina del
omóplato y el borde inferior; emite un tendón hacia afuera de la cabeza
del brazo.
El músculo, que le es contiguo, quizá porción del mismo, envía
un tendón a las partes externas del brazo. Nace este músculo en las partes
superiores del borde inferior del omóplato, desde su parte media que es
prominente y muy aguda.
Los movimientos de estos músculos son los siguientes: el que ocupa
la región superior del hombro lleva el brazo hacia arriba en línea recta 75.
De aquellos que· están colocados a sus costados y nacen en el mismo
omóplato, el que se extiende por el superior 10 levanta inclinándolo hacia
el interior; de los que están colocados sobre el borde inferior, el
mayor 76 lo lleva hacia afuera, y el que es como una porción de este lleva
oblicuamente el brazo hacia afuera. Estos movimientos los realizan hacia
adentro los músculos que vienen del tórax, sean ellos tres o cuatro 17;
hacia afuera los cumple el que asciende de la parte inferior del borde
inferior 78. Si todos los músculos inferiores y superiores nacidos en el
tórax se contraen simultáneamente, se produce un movimiento mediano;
si actúa un solo grupo, entonces el de arriba produce una aducción más
alta y el inferior una más baja. El músculo que está cerca de la tetilla lleva
el brazo hacia el tórax y hacia abajo 79. Fuera de estos, el músculo delgado
y superficial 80 lleva el brazo lateralmente a las axilas; después de este,
el mayor 81 extiende el brazo rectamente a lo largo de las costillas. Los
otros dos músculos restantes, que arrancan del omóplato 82, mueven
circularmente el brazo hacia afuera y atrás: el uno, nacido en la conca-
vidad del omóplato, lleva la cabeza del braquíon hacia atrás; otro,
nacido del límite inferior del borde más bajo, lleva hacia afuera especial-

75 Deltoides.
76 Redondo mayor.
77 Pectorales.
78 Redondo menor.
79 Pectoral menor.
80 Porción cutánea del mono, según Daremberg y Bussemaker.
81 Gran dorsal.
82 Supra e infraespinosos.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 845

mente aquella parte en la cual se inserta. Obrando ambos a la vez pro-


ducen la circunducción del brazo, que tiene lugar en el llamado dipasias-
mo o desdoblamiento.

CAP. XIX: PEQUEÑO MUSCULO SITUADO EN LA


ARTICULACION DEL BRAQUION

Hay un músculo muy pequeño oculto 83 en la articulación del bra-


quion, que nace junto a la pequeña cabeza de aquel músculo grande
que está en el brazo: se inserta bajo la cabeza del braquíon en la región
intermedia donde se sitúa la aponeurosis del músculo que nace en la
parte cóncava del omóplato y la de aquel otro nacido al lado del borde
inferior. Cualquiera puede distinguir ese músculo o también la porción
del músculo grande que hay en el brazo; este pequeño músculo provoca
la extensión oblicua del brazo.

CAP. XX: MUSCULOS QUE MUEVEN LA ARTICULACION


DE LA CABEZA DEL PEQUIS

La articulación de la cabeza del pequis se mueve por medio de


cuatro músculos situados alrededor de todo el hueso del brazo; los dos
anteriores 84 no producen una flexión puramente recta, sino que inclinan
el brazo uno hacia adentro y otro hacia afuera. Uno, en efecto, se
inserta en la querquís y el otro en el pequis, y ambos, simultáneamente,
van al ligamento membranoso que envuelve la articulación (cápsula).
Si ambos se contraen a la vez, hay una flexión mediana que lleva
el carpo (es decir, el braquial o primera parte de la palma) hacia el
acromion. Es el mayor músculo que flexiona (el brazo) más hacia aden-
tro 85; se le ve perfectamente aun antes de la disección y ocupa toda la
parte anterior del brazo. Empieza en el borde superior del cuello del
omóplato y en esa apófisis llama anciroidea, por su parecido con su ancla,
y está unido al borde por un fuerte ligamento redondo y a la apófisis por
otro ligamento más delgado y perfectamente redondeado. Sale con él una

83 Porción corta del bíceps.


84 Porción larga del bíceps y braquial anterior.
85 Bíceps.
846 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

sustancia de forma carnosa, semejante a un pequeño músculo; rebasando


la articulación se inserta bajo la cabeza del braquíon; de allí el ligamento
se inserta por otra punta en el braquíon, sobre la misma porción media,
donde comienza el cuerpo del músculo que contiene en sí otro ligamento;
el músculo desde allí desciende por la parte anterior del braquíon y está
en contacto con él hasta la mitad (de su longitud); a partir de allí se
pone en contacto con otro músculo que está en esa región y se inserta
en la articulación de la cabeza del pequis.
El otro músculo 86 nace cerca de ·la cabeza del braquíon; luego se
dirige en forma oblicua, y por la parte externa llega a la parte anterior
cerca de la articulación de la cabeza del pequis, insertándose luego en
el pequis del mismo modo que el músculo mayor antedicho se inser-
taba en la querquís. De los músculos extensores de la articulación de la
cabeza del pequis,. uno nace en el medio del borde inferior del omóplato
y sube junto al braquíon; el otro nace detrás de la cabeza de dicho
hueso en la parte posterior del mismo, y como se refuerzan mutuamente,
parecen ser un músculo muy grande, insertándose en la cabeza del pe-
quis por un tendón ancho 87. Si se siguen las inserciones superiores a
lo largo de las fibras, el tendón aparecerá dividido en dos, una parte
exterior al dicho primer músculo y otra al segundo. Ambos músculos
extienden la articulación de la cabeza del pequis; pero el primero lo
inclina también hacia afuera, mientras que el segundo lo hace hacia
adentro y con una ligera inclinación. En cuanto al segundo músculo
mencionado, que es doble, la porción que permanece totalmente car-
nosa, nacida en la cabeza del braquíon, se inserta en la parte posterior
de la cabeza del pequis con una extensión recta cerca del pequis y
ligeramente envolvente por dentro. En los monos se halla también en
la articulación del pequis otra inserción que produce inclinación hacia
el exterior; se inserta en las partes exteriores de la articulación empe-
zando en la división transversa o línea del mayor de los músculos del
braquíon, que dije subir de la espina dorsal yde las costillas.

86 Braquial anterior.
87 Tríceps, dividido en dos músculos por Galeno (Daremberg y Bussemaker).
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 847

CAP. XXI: MUSCULOS DEL PEQUIS QUE MUEVEN LA QUERQUIS,


EL BRAQUIAL y LOS DEDOS

Según la manera de encarar la enseñanza, se puede establecer un


número variable de músculos alrededor del pequis, tal como lo mostré
en los Procedimientos anatómicos. Si queremos hablar con exactitud,
habrá diecisiete; si se pretende enseñar a los principiantes, serán
quince.
En la parte interna del pequis hay siete músculos y no se pueden
contar más ni menos. En la externa hay ocho por lo menos; si se sepa-
ran los músculos que tienen un origen común, se obtiene el mayor
número, o sea, diez, siendo nueve el número intermedio. Es bien aparente
que presentada así la mano, el pequis yace debajo y que la querquís
está arriba; los anatomistas expresan que el pequis es interno o
externo. Por debajo del pequis no hay ningún músculo; por encima de
él hay uno solo que reposa sobre la querquís, en el cual yerran todos,
y lo demostraré claramente consignándolo entre los otros nueve.
Se extiende sobre los cuatro dedos, con excepción del pulgar, un
músculo grande situado sobre la región media de todo el pequis,
irradiando cuatro tendones en cada uno de los dedos. Dos músculos
se sitúan a los lados de este; uno separa oblicuamente los dedos pe-
queños de los otros, mientras que el otro lleva los tres restantes hacia
aquellos dos 88. Para hablar con más precisión, se dirá que esos dos
músculos tienen un origen común. Todos ellos están cubiertos por un
ligamento nacido cerca de las cabezas de los tendones, en la· proximidad
de la extremidad inferior del pequis y de la querquís. Cada cabeza produce
tendones en número igual a los dedos que han de mover. Hay, además,
otros músculos situados a cada lado de los anteriores, de los cuales
uno, extendiéndose por la parte externa del pequis, se inserta por un
tendón en el metacarpo postbraquial o palma de la mano, sobre la parte
situada delante 89 del dedo pequeño; el otro se inserta por dos tendones
en la región del postbraquial que está delante del índice y del dedo
medio 90; el tercero se inserta por un tendón sobre el primer hueso del

88 Extensor propio de los dedos en el mono (Daremberg y Bussemaker).


89 Cubital posterior.
90 Radial.
848 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

braquial, cerca del dedo mayor 91. Esos tres músculos extienden el bra-
quial; cuando la extensión se hace del lado del dedo pequeño, la mano
se inclina hacia abajo (pronación) y cuando se hace del lado del pulgar,
se inclina hacia arriba (supinación). El músculo que está entre los dos
produce una extensión intermedia del braquial, así como también si los
otros dos músculos obran a la vez, la parte superior de la mano adquiere
una firmeza media.
Al lado del músculo que mueve el braquial hacia el lado del pulgar
hay otro músculo, tan junto a aquel, que pueden ambos tomarse por
uno solo; llega hasta el primer hueso del dedo grande 92 y le impriqle un
movimiento lateral análogo al movimiento oblicuo que ya indicamos
anteriormente para los otros dedos y que dijimos era efectuado por tres
músculos. Un ligamento envuelve las dos cabezas en la parte superior
de la querquís y los otros dos mueven el braquia1. Si ambos se extienden
a vez, el dedo mayor se extiende rectamente.
Existen otros músculos externos del pequis, como son: el que tiene
inserción oblicua sobre las partes superiores de la querquís y que es
completamente carnoso 93, o el músculo largo colocado sobre la quer-
quís, que no termina en un tendón fino, sino que su extremidad es
carnosa unida a un tendón membranoso de moderada anchura; se inserta
en la extremidad inferior de laquerquís que mira al braquial, en su
parte interna 94. Tiene como una extremidad que toca el braquíon; las
extremidades superiores de los predichos músculos se comportan del
mismo modo.
De la extremidad externa del braquíon o cóndilo, es decir, nudo,
nacen, juntámente enlazados, tres músculos: el de arriba extiende cuatro
dedos; el de abajo extiende el braquial cerca del dedo pequeño; el
intermedio extiende los dos dedos pequeños. Los dos músculos de los
otros tres dedos, unidos y reforzados en cierta parte de sí mismos, nacen
de todo el pequis: uno se coloca en el índice y dedo medio desde la
región cercana al braquial, y el otro en el dedo mayor desde la región
arriba de esta que sube a la articulación de la cabeza del pequis. Este
tiene su nacimiento en aquella porción del mismo que está debajo de la

91 Cubital externo.
92 Extensor propio del pulgar
93 Supinador corto.
94 Supinador largo.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 849

cabeza de la querquís. Un poco más abajo de ese punto nace un


músculo: el que mueve el dedo mayor; va hacia abajo por la re-
gión intermedia entre el pequis y la querquís. Arriba de él hay otro,
nacido de la querquís, y ocupa la región que existe después del naci-
miento; extiende el braquial cerca del dedo grande. El que se inserta
ell la región del postbraquial, situada frente al índice y al dedo medio,
se aplica por fuera contra toda la querquís; nace en las partes su-
periores del cóncilo externo del brazo y se coloca por debajo del
primer músculo extensor de los cuatro dedos. Este músculo alcanza
siempre el braquíon en su nacimiento y parece ascender hacia arriba
desde el cóndilo, aunque alguna vez lo hace con cierta extensión. Dichos
músculos no llegan hasta las uñas, pero alguna vez, aunque raramente,
alcanzan la parte superior o las partes laterales. El músculo propio
de la querquís tiene su extremidad superior sobre ellos y se extiende por
sobre todo dicho hueso; su acción consiste en poner la mano hacia
arriba. La querquís tiene otro músculo, situado en la región externa;
es oblicuo y se inserta en sus partes superiores en vez de las inferiores,
como el músculo anterior; cada uno de ellos mueve, pues, la parte de
la querquís que le sirve de inserción y si obran a la vez, toda la mano
adopta la posición supina. Este músculo nace del ligamento membranoso
que envuelve la articulación, y de las extremidades del pequis que tocan
dicho ligamento, y es el más profundo de todos los músculos externos
que mueven el braquial; subiendo después de la primera inserción,
nace cerca de todo el cúbito. Esta es, pues, la posición, la naturaleza y
el movimiento de los músculos de la parte externa del antebrazo. De los
siete músculos del antebrazo, dos flexionan el braquial 95 y dos los
dedos 96; otros dos mueven la querquís hacia abajo 97; el último que
queda, que es el más delgado, se extiende por debajo de la piel 98 y se
dirige por medio del miembro de arriba hacia abajo terminando, como
nació, en forma de tendón redondo sobre el braquial, y luego se
ensancha en toda parte interna de la piel de la mano desprovista de pelo.
Este músculo no mueve ninguna articulación, a pesar de que todos los
maestros de disección anteriores a mí sostengan que dicho músculo
contrae y flexiona cada dedo; es el primer músculo que debe disecarse,

95 Cubital interno y radial interno.


96 Flexores superficiales y profundos
97 Pronadores cuadrado y redondo.
98 Palmar delgado.
850 CIENTIFICOS GRIEGOS.~TOMO II

pues es el primero. en encontrarse debajo de la piel. Después de este,


otros tres están situados uno al lado de otro a lo largo y ocupan toda
la parte interna del pequis. El músculo del medio está situado debajo del
citado primero: es fuerte y se ramifica en los cuatro dedos. A cada
lado de este músculo hay otro; uno se inserta por un delgado tendón
en el braquial y el otro en el postbraquial. Ambos flexionan el braquiai:
el primero lo lleva hacia arriba y es el que termina en la parte del
braquial situada delante del dedo pequeño; el segundo produce un mo-
vimiento hacia abajo y se inserta en la parte del braquial delante del
índice: al moverse ambos, no se produce inclinación hacia ninguna parte,
sino una flexión media de la articulación próxima al carpo. Disecados
estos tres músculos, se encuentra otro muy grande, debajo del mediano,
que flexiona los cinco dedos, y por medio de un 'tendón mueve la pri-
mera y tercera articulación de los cuatro dedos y ~l segundo y tercer
hueso del dedo grande; por encima de los tendones de este músculo
van los del otro músculo antedicho, insertándose en cada dedo, salvo en
el grande, como dijimos. Al llegar cerca de la mitad de la articulación,
el pequeño tendón, abrazando por ambos costados el grande subyacente,
se inserta en el medio de los huesos que están en la articulación. La
primera y tercera articulación de los dedos son .flexionadas por el ten-
dón mayor, pero no de la misma manera, pues el tendón mueve la terce-
ra articulación por sí solo y la primera por un ligamento. Los maestros
de la disección han enseñado que todos los tendones motores de los
dedos son cilíndricos como los nervios, pero no describieron bien la
extremidad de los mismos ni el número de los músculos, tanto que
algunos como Eliano, ni siquiera descubrieron los músculos motores de
la querquís. Sobre ellos diré algo luego.
De los cinco músculos antedichos, el que flexionaba el braquial cerca
del dedo pequeño nace en el cóndilo interno del braquíon, tocando
el pequis; el que flexiona el braquial cerca del dedo grande sale de
las partes superiores del mismo cóndilo. Entre esos dos músculos se
coloca, pues, el nacimiento de ese músculo que llega a la piel. Debajo
de ese nacimiento yacen dos músculos grandes que llenan toda la región
intermedia entre la querquís y el pequis. El menor de ellos, situado exac-
tamente en el medio, nace en la extremidad anterior del braquíon, to-
cando algo el pequis. El mayor está debajo de este y ocupa toda la
región intermedia del pequis y de la querquís, fijándose en ambos hue-
sos; nace alrededor del pequis, cerca de la porción gibosa y cerca del
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 851

braquia1. Esta parte del músculo está situada directamente en aquella


inserción que se hace en el dedo pequeño. Hay otra parte del músculo
que tiene el mismo origen que el antedicho músculo que mueve los
cuatro dedos; esta porción de músculo forma parte del dedo índice.
La tercera porción, que es la mayor, ocupa la región media entre el
pequis y la querquís.
Entre los músculos oblicuos que mueven la querquís, uno nace en
el cóndilo interno del braquíon, insertándose en la cabeza de aquel
músculo que, naciendo de las partes más altas del cóndilo, flexiona el
braquial cerca del dedo grande y se extiende de la parte superior de la
querquís hasta su región media; este músculo mueve la querquís hacia
abajo. El otro músculo es mucho más chico que el primero y de escasa
longitud; sus fibras tienen una posición transversa en la parte cercana
al braquial; uniendo los extremos de ambos huesos, el pequis y la quer-
quís, se inclina,. levemente oblicuo, desde el pequis hacia la querquís.
La acción de este músculo consiste también· en mover la querquis hacia
abajo.

CAP. XXII: MUSCULOS DEL DORSO DE LA MANO

Existen dos clases de músculos en las partes internas del dorso de


la mano, necesariamente pequeños, pero netamente diferentes entre sí en
tamaño. Cinco son los que oblicuamente mueven los dedos hacia arriba
y adentro: están colocados uno en cada dedo 99. El sexto músculo 100
acerca al índice el dedo grande, llamado antiqueira o pulgar. El sép-
timo 101 separa mucho el dedo pequeño de los demás.
De todos esos músculos que mueven hacia arriba y adentro los de-
dos, cuatro son los que empiezan en las capas o túnicas envolventes
de los tendones flexores de la primera y tercera articulación, y conclu-
yen en un tendón delgado, mediocremente redondeado, insertándose en
toda la parte lateral de cada dedo; por medio de este tendón comunican
a los dedos el predicho movimiento. El quinto, a saber, el que separa
el índice o el dedo grande, tiene su extremidad implantada en el primer
hueso del braquial. Este músculo, después de concluir como los otros

99 Lumbricales y aductor corto del pulgar.


100 Aductor largo.
101 Flexor corto y aductor.
852 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

en un tendón delgado, se inserta en el dedo grande y produce el mismo


movimiento. El músculo que lleva el dedo grande hacia el índice tiene
un movimiento contrario a este, llevando oblicuamente el dedo hacia la
extremidad implantada en el postbraquial frente al dedo medio. Tiene
también un movimiento similar, otro músculo nacido en el primer hueso
del braquial, que en su posición es bajo. Se inserta en las partes internas
del dedo pequeño; cuando la mano está formada naturalmente, separa
ese dedo del anular o parameso. Este músculo y el que separa del
índice el dedo grande son mucho más grandes que los otros cinco, pues
están implantados en el braquial y su movimiento es por eso necesaria~
mente más largo. Después de sacar estos músculos con sus tendones, los
demás del postbraquial se ponen de manifiesto; los maestros de disec~
ción y yo mismo los hemos ignorado por mucho tiempo. Los que
proceden del ligamento que abraza el hueso del braquial en esa parte
donde termina el braquial y comienza el postbraquial avanzan hasta la
primera articulación de cada dedo, dos en cada uno, y se insertan por
ambos lados en la región mediana envolviendo así mismo alguna por-
ción lateral 102. Por ello flexionan lateralmente la primera articulación
de cada dedo; también dije que la articulación es flexionada por el
ligamento que envuelve los grandes tendones. No es del todo igual la
(acción) de los predichos músculos sobre el gran dedo, pues el músculo
que separa el. dedo grande de los demás es menor 103; se inserta en el
dedo cerca de la segunda articulación, no moviendo mucho a esta sino
a la primera. Los demás músculos flexionan la segunda articulación: el
primero toca el predicho músculo grande 104 y produce la flexión hacia
arriba lOS; el segundo produce una ligera inclinación lateral 106. La función
común de esos once predichos músculos es la de flexionar la articula~
ción que se produce entre cada dedo del postbraquial con el braquial,
hasta donde esta flexión es posible. Este movimiento es limitado: en
efecto, esos huesos están caarticulados entre sí, y no articulados como
los huesos de los dedos. Por ello, la primera articulación del pulgar tiene
un movimiento evidente, mientras la articulación del postbraquial con
el braquial lo tiene imperceptible y muy limitado. Alguna vez, en el

102 Interóseos y oponentes del meñique.


103 Oponente del pulgar.
104 Abductor corto.
lOS Vientre superior del flexor corto.
106 Vientre inferior del flexor corto.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 853

dedo grande se ven solamente dos músculos que se comportan como los
de los demás dedos, y todos ellos están a veces tan agrupados que parece
no haber más que uno solo en cada dedo.

CAP. XXIII: MUSCULOS DEL TORAX

Entre los músculos del tórax que se hallan entre las costillas y por
estar entre ellas son llamados intercostales, hay veintidós cuyas fibras
tienen una dirección opuesta en longitud. En efecto, tanto los músculos
como sus fibras no se extienden desde la espina hasta el hueso del pecho,
sino que insertan oblicuamente de costilla a costilla y se parecen a la
letra X. Las fibras exteriores 107 que proceden de las partes superiores de
las costillas hacia las inferiores dilatan el tórax; las interiores 108 lo con-
traen. Al nivel. de las partes cartilaginosas de las costillas existentes cerca
del hueso del pecho se encuentran fibras de función contraria a las
anteriores; la fibras superficiales contraen y las profundas dilatan. Un
par de pequeños músculos levanta las primeras costillas 109, y otros dos
bajan la décima y la undécima 110. En la duodécima costilla, situada fuera
del diafragma, se inserta el músculo oblicuo menor del abdomen; algunas
veces (esta costilla) parece tener un músculo que la hace descender.
Los otros tres pares musculares descienden del cuello y ¡;lilatan el tórax;
el mayor es el situado en la parte cóncava del omóplato 111, el menor es
el que se halla colocado delante de este mismo par 112, y el que está colo-
cado atrás es el más pequeño de todos 113. El nacimiento superior del
mentado primer par es la primera vértebra cervical; del segundo es la
segunda; el tercero nace por un ligamento membranoso en la punta de
la región mediana de la última vértebra cervical, o de las dos primeras
vértebras dorsales.
El primer par llega hasta las falsas costillas; el segundo, hasta la
quinta; en cuanto al tercero, pese a nacer en la tercera costila, se inserta,
sin embargo, en las cuatro siguientes.
107 Intercostales externos.
108 Intercostales internos.
109 Dentado superior.
110 Dentado inferior.
111 Serrato mayor.
112 Fascículo propio del mono (Daremberg y Bussemaker).
113 ¿Escalenos?
854 CIENTIFICOS GRIEGOS.~TOMO II

Todos estos músculos, y además el diafragma, o .frenes o mentes,


dilatan el tórax; en cambio lo contraen los intercostales por la mitad
de sus fibras, los músculos espinales que se extienden por las raíces
de las costillas, la porción superior de los músculos rectos abdominales
y finalmente los que bajan las últimas costillas. A veces los músculos
abdominales producen alguna contracción del tórax, y hablaré de ellos en
los comentarios sobre las Causas de la respiración; si alguien los leyera,
conocerá. la acción de todos los músculos recordados que han sido igno-
rados por los anteriores maestros de disección.

CAP. XXIV: MUSCULOS ESPINALES

Los músculos raquídeos o espinales empiezan desde la segunda vér-


tebra cervical; estos, que nacen juntos, pueden considerarse como una
serie de músculos cuyo número es el de las vértebras a contar desde la
segunda, o bien como uno solo, muy grande, á cada lado de la columna,
constando de muchas partes 114. Todos estos músculos tienen fibras obli-
cuas que, al contraerse, inclinan hacia sí cada una de las vértebras conti-
guas. Si Se contraen ambas, tanto las de la derecha como las de la iz-
quierda de cada vértebra, la espina dorsal queda recta, sin inclinarse
a ningún lado y se encorva hacia atrás; si la contracción es moderada
y se produce a lo .largo -de toda la espina dorsal, ella se extiende del todo;
si la contracción es violenta, la espina se encorva hacia atrás produciendo
la afección llamada por los griegos cifosis, ~ sea, joroba.

CAP. XXV: MUSCULOS ESPINALES FLEXORES

En toda la parte superior, hasta la cuarta, y a veces hasta la quinta


vértebra torácica, hay dos músculos que, como dije antes, están debajo
del esófago y que flexionan la espina dorsal. En las partes inferiores de
la región lumbar hay dos músculos muy grandes, que los maestros de
disección llaman psoas. Esos músculos se insertan por sobre el diafragma
en la undécima y a veces en la décima vértebra torácica, y flexionan la
porción de la espina dorsal que está junto a ellos. La porción entre estos

114 Largo del cuello, sacrolumbar.


GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 855

y los predichos músculos es la mitad del tórax que no tiene ningún múscu-
lo propio, sino que se mueve con las partes existentes a ambos lados.

CAP. XXVI: MUSCULOS DEL EPIGASTRIO O ABDOMEN

Hay ocho músculos en el abdomen, cuatro de cada lado. Los más


superficiales y los primeros que descienden oblicuamente desde el tórax
son los mayores 115 de todos los que allí están; los segundos están por
debajo de estos y son los que ascienden desde los ilíacos 116; los ter-
ceros, contiguos a estos, son rectos 117; los cuartos, unidos al peritoneo,
tienen posición transversa 118. Los rectos son carnosos y se extienden
desde el tórax hasta el pubis; cerca del ombligo y un poco más abajo
se juntan, y unidos se insertan en el hueso del pubis; su tendón final
es membranoso' y sube al nacimiento del tórax. Este tendón ha escapado
a los maestros de disección, pues los músculos que existen en el tórax
yacen sobre él. Si se los quita, ese tendón membranoso aparece unido
con el hueso pectoral más elevado y con las partes transversas del mismo
hueso, allí donde el mismo se articula con las partes cartilaginosas de
las costillas, subiendo a la primera costilla de la que cuelga. En esta
misma costilla hay otra prolongación carnosa del predicho músculo, que
proyecta sobre él un tendón y tiene una apófisis unida con la inserción
de aquel pequeño músculo existente en las cleidas. Hacia abajo y al re-
correr el hipocondrio se ve una línea divisoria blanca, después de la cual
y en toda la región superior hasta la cleida, se distingue otro músculo
que contrae las caarticulaciones de las costillas.
Los dos músculos oblicuos que desde el tórax llegan al abdomen
comienzan por 10 general en la sexta costilla y nacen en todas las
costillas siguientes; con nacimientos alejados tienen prolongaciones en
cada costilla cerca de la región donde el hueso se transforma en cartí-
lago, en las partes inferiores del músculo anterior del tórax y del que
está situado en la cavidad del omóplato. Cuando se van reduciendo, pro-
gresan por partes vacías, en griego ceneonas, y se fijan en los huesos ilíacos,

115 Oblicuos mayores.


116 Oblicuos menores.
117 Rectos y piramidales.
118 Transversos del abdomen.
856 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

rematando en tendones membranosos, merced a los cuales se insertan


en los huesos del pubis y de la ingle, que allí están perforados. Por dicho
agujero pasa el músculo que desciende a cada testículo y es llamado
cremáster o suspensor, y al lado de este músculo pasan el vaso seminal,
la vena, la arteria y cierta prolongación del peritoneo. La porción de
dichos músculos que asciende al abdomen hasta los músculos rectos
se expande progresivamente y dejando de ser allí tendón membranoso,
se inserta en los músculos superficiales y parece ser como su cubierta
parecida a las membranas que envuelven la mayor parte de los mismos.
El tercer par de músculos oblicuos tiene fibras contrarias a los anteriores,
pues ascienden oblicuamente desde las partes inferiores: con nacimiento
carnoso empiezan en los huesos ilíacos y avanzan hacia los músculos
rectos donde terminan; durante el ascenso se asientan en los músculos
transversos y se insertan en las cuatro costillas falsas, con preferencia
en sus partes cartilaginosas. Una cierta prolongación membranosa y
delgada de estos músculos se adhiere a los músculos rectos del abdomen,
debajo de la prolongación de los oblicuos superficiales descendentes
que. son los más grandes. Su aponeurosis inferior unida a la aponeurosis
de los transversos subyacentes se inserta en la parte interna de los
huesos del pubis; ambas aponeurosis son perforadas. Dentro de los
recordados oblicuos hay músculos transversos-es el cuarto y último par
de los músculos abdominales-que nacen en las partes internas de la
extremidad de las falsas costillas y en la prolongación transversal de las
vértebras lumbares; luego se unen por un ligamento membranoso y termi-
nan, cerca de la espina recta del hueso ilíaco, en la aponeurosis transversa
membranosa y delgada -insertada en el peritoneo. Lo que así se forma con
esta aponeurosis y el peritoneo ha escapado a los médicos, quienes llaman
a eso gastrorrafia o peritoneo. Más aún: en las suturas del abdomen y
del vientre lo cosen como membrana y disertan sobre él como de una
membrana, al describir el modo de hacer una sutura abdominal. Sin
embargo, la aponeurosis se separa del peritoneo en las partes inferiores
y allí este aparece solo y desnudo. La aponeurosis envuelve exteriormen-
te los músculos rectos y carnosos y, unida a la extremidad de los múscu-
los superpuestos, se inserta en los huesos del pubis. La función de los
ocho músculos y su movimiento se exponen extensamente en el libro de
la Utilidad de las partes; se dirá, sin embargo, de su acción en resumen.
Sirven para las espiraciones, la suspensión de la respiración, o catalepsia,
la emisión de grandes gritos, los vómitos y las deyecciones ventrales.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 857

Su porClOn inferior, principalmente la de aquellos que rodean la vejiga 119,


produce micción.

CAP. XXVII: MUSCULOS QUE DESCIENDEN A LOS TESTICULOS

Dos músculos delgados llegan a ambos testículos: uno procedente del


hueso del pubis y el otro de los ilíacos por un ligamento membranoso;
de allí pasan por un meato que conduce al testículo; después se dilatan
y envuelven la membrana elitroidea 120; su función consiste en levantar
el testículo, debido a lo cual algunos los llaman cremásteres o suspensores.

CAP. XXVIII: MUSCULOS DEL CUELLO DE LA VEJIGA

Hay un músculo carnoso extendido en forma circular en el cuello de


la vejiga; su mayor porción está colocada debajo. Este músculo cierra el
orificio de la vejiga para que nada fluya involuntariamente, y al mismo
tiempo impulsa la orina que pasa por ella.

CAP. XXIX: MUSCULOS DEL PENE

El pene tiene dos músculos oblicuos insertados en su base 121, y otros


dos unidos a estos, o bien uno doble y carnoso 122, colocados en su parte
inferior y que 10 envuelven por completo. Sus extremidades no llegan a
ningún hueso, en cambio, la de los otros dos llega hasta los huesos del
pubis. Estos cuatro músculos le comunican al pene rigidez en la erección
o movimientos laterales y hacia arriba.

CAP. XXX: MUSCULOS DEL ANO

La parte más externa del recto tiene un músculo mezclado con la piel,
algo como un músculo cutiforme, o una piel musculosa, que se encuentra
principalmente en las partes delanteras. Existe otro músculo, finamente CÍ-
119 Rectos y piramidales.
120 Túnica vaginal.
121 Isquiocavernosos.
122 Bulbocavernosos.
858 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

líndrico y transverso, que rodea al recto y lo cierra cuando se contrae. En


su parte media se forma un contacto con el hueso cóccix, llamado cuclillo;
por ambos lados termina en el nacimiento del pene. Los otros dos múscu-
los, que son membranosos, nacen en las partes internas de los huesos del
pubis y del hueso llamado ancho, y se insertan, uno en cada parte, en for-
ma oblicua elevando el recto, y al mismo tiempo esos mismos músculos
levantan la base del pene.

CAP. XXXI: MUSCULOS QUE MUEVEN LA ARTICULACION


DE LA CADERA (ISQUION)

Diez músculos son los que mueven la articulación de la cadera. En esto


han errado mucho tanto los disectores como el mismo Lyco, discípulo de
Quinto, quien pensaba que había solo cinco: tres por dentro y dos por
fuera. De los otros cinco omitió tres, y trastrocó dos por ignorar su acción
y observar tan solo su posición: estos, junto con los demás músculos que
mueven la articulación de la rodilla, se dirigen hacia el merós. La verdad
no es como dice Lyco, sino como digo ahora.
Uno de ellos, que es el más largo de los que allí están, lleva el merós
hacia adentro y hacia atrás; el otro mueve un poco hacia adentro la cneme
y mucho todo el merós; de modo que los demás, que son ocho, mueven so-
lamente la cneme. Si alguien quiere examinar abiertamente los músculos
que mueven la articulación de la cadera, deberá en primer lugar quitar
todos los que se encuentran en derredor del merós y mueven la cneme.
Pero como el orden de su disposición nos lleva primero a los que están
en la cadera, empezaré aquí el discurso.
Siendo el psoas un músculo no pequeño que nace en la undécima cos-
tilla del tórax, su parte interna se inserta, por medio de un fuerte liga-
mento, en la parte interna de la cadera, precisamente en el punto donde
empieza el hueso llamado pubis y termina el hueso ilíaco; la parte ex-
terna se inserta en el principio del hueso ilíaco. Todo el resto del psoas
avanza hasta las partes internas del ilíaco y recibe de él una espesa y
carnosa aponeurosis; luego, cuando los dos se unen, su inserción en el
pequeño trocánter del merós se hace por un fuerte tendón de moderada
anchura ocupando así todo su contorno. Ese músculo flexiona el merós
y a la vez lo dirige hacia adentro. En ese mismo pequeño trocánter se
inserta otro pequeño músculo color cárdeno: nace en la base del hueso
GALENO.-LADISECCION DE LOS MUSCULOS 859

de la cadera cerca de la región de la nalga, que en la mona se ve desnu-


da y descarnada. Este músculo tiene un tendón semejante a los antedichos
que abarca toda la parte inferior del pequeño trocánter, ocupando tam-
bién un poco de su parte interna; este músculo produce una débil aduc-
ción y no puede ser visto sin antes sacar el músculo más grande de to-
dos los que hay en el muslo. Este último, insertado en todo el hueso del
pubis y. abarcando también algo de la cadera desde las partes transversas
y profundas hasta la región desnuda y ,descarnada 123, se inserta· en .todo
el merós, abrazándolo por medio de fibras carnosas; con las fibras que
nacen de las partes profundas .cerca de la región desnuda y sin carne y
llegan a la articulación de la rodilla, da al merós un movimiento de aduc-
ción hacia atrás, atrayéndolo a la vez suavemente hacia el otro merós;
con las fibras superiores produce solamente aducción, del mismo modo
que las más altas con nacimiento superior y que se insertan en las partes
delanteras del merós, tienen movimiento de aducción y a la vez de peque-
ña elevación (del miembro).
Disecado este músculo, se ve el antedicho músculo cárdeno; también
se muestran, aunque no con tanta evidencia, los otros contornos de los
músculos que a veces son dos músculos, y tres otras veces. Si a estos se
los quisiera enumerar entre los músculos, serían .más de diez los que
mueven la articulación de la cadera. En las partes posteriores de las nal-
gas, el primer músculo es el que está situado superficialmente: por su
posición y su oficio corresponde al músculo que ocupa la epómida, exten-
diendo suavemente el. merós y llevándolo hacia atrás 124. En cuanto a sus
inserciones, dos son carnosas y una membranosa; la mayor de las car-
nosas comienza en la espina recta del hueso ilíaco; la menor en los dos
huesos isquíon y cóccix; la mediana que es· alta, es totalmente membranosa.
Este músculo envuelve la parte posterior de la cabeza del merós separándo-
se un poco de ella, y termina en un ancho tendón que descendiendo se in-
serta en las partes posteriores del merós. Se adhiere perfectamente en este
lugar y se une con el nacimiento de aquel músculo que tiene una ancha y
carnosa aponeurosis y que insertándose en las partes externas de la cne-
me 125, mueve hacia afuera ·la articulación de la rodilla. Esta inerción del
músculo de la cadera no puede verse sin antes disecar este músculo. Dicho

123 Aductores mayor, mediano y menor. ¿También pectíneo?


124 Glúteo mayor.
125 Tensor de la fascia lata.
860 CIENTIFICOS GRIEGOS.--TOMO 11

músculo tiene también otra prolongación carnosa que desciende hasta el


merós entre los dos músculos internos, insertándose en ellos, y que por me-
dio de un tendón membranoso proveniente de las partes inferiores de aquél,
encierra los anteriores músculos hasta la rodilla. El segundo músculo es
el que está debajo del predicho músculo colocado en la superficie; es
muy grueso y carnoso 126; nace desde casi todas las partes externas del
hueso pubis e ilíaco y se inserta en el cóccix por medio de un músculo
nacido en las partes inferiores del hueso ancho; cerca del ilion, se en-
cuentra debajo de dicho músculo. Su porción superior, que se extiende
en alto hasta la porción lumbar, está situada· bajo la piel, en donde nace
el antedicho comienzo membranoso de ese músculo. Termina en un fuer-
te tendón que se inserta en todo el vértice del gran trocánter; extiende
todo el merós, cuya cabeza atrae hacia la región interna. Por debajo de
ese músculo nace otro, de color cárdeno, que comienza en las partes in-
ternas del hueso ancho, originando una aponeurosis conjunta con la del
antedicllomúsculo grande: aquella, sin embargo, asciende a la parte an-
terior de la cabeza del trocánter; la otra está después de la cabeza, sube
hasta el vértice del trocánter y ocupa una parte de la región interna; este
músculo atrae la cabeza del merós hacia arriba y hacia afuera 127. Hay
además otro músculo pequeño y grueso, que tiene su origen en la parte
inferior y externa del ilíaco y del hueso de la cadera y se encuentra debajo
del citado músculo grande; él también termina en un ancho y fuerte ten-
dón y se inserta en las partes internas de la primera apófisis del gran
trocánter hasta el glutós o nalga. Este músculo eleva la cabeza del merós
y a la vez la hace rotar hacia afuera 128.
Entre los músculos que mueven el merós, quedan aún dos en la ca-
vidad posterior del gran trocánter insertados por fuertes y algo anchos ten-
dones; nacen en los huesos del pubis uno por dentro 129 y el otro por
fuera 130; la inserción del primero en el trocánter es la más alta, al lado
está la del segundo. Estos músculos ocupan el agujero natural del hueso
del pubis; en su porción media tienen un ligamento membranoso; en las
partes posteriores se unen y se insertan en el hueso de la cadera por me-
dio de ansas carnosas circulares. Estos músculos imprimen a la cabeza

126 ¿Glúteo medio?


127 Glúteo menor.
128 Piramidal.
129 Obturadores interno y externo.
130 Gemelos.
GALENO.-LA DISECCION DE L~S MUSCULOS 861

del merós un movimiento de rotación: el primero hacia adelante, hacia


adentro ambos, y hacia afuera y atrás el segundo. El décimo músculo está
situado detrás de los citados en las partes internas del muslo; se dice
que mueve la cneme, pero es evidente que lleva el merós hacia aden-
tro. Luego diré lo que es este músculo, al tratar de los que mueven
la articulación de la rodilla y al referirme al número de los mismos.

CAP. XXXII: MUSCULOS QUE MUEVEN LA ARTICULACION


DE LA RODILLA

Son nueve los músculos que mueven la articulación de la rodilla, y no


diez, como opinaba Lyco, junto con la mayor parte de los otros profe-
sores de disección; ignoraba por cOmpleto un músculo del que luego ha-
blaré; se engañó con el músculo que desciende a la tuberosidad interna
del merós en la rodilla, y también con el gran músculo del muslo, que
ocupa toda la región interna y no poca de la posterior. Por otra parte
este músculo no solo no se inserta en el hueso de la cneme, inserción
que sería del todo necesaria si tuviera que moverla, sino tampoco en los
ligamentos que se hallan en la articulación, como suele ocurrir con algu-
nos músculos que producen movimientos poco evidentes. Todos los mo-
vimientos enérgicos son producidos por los músculos que pasan más allá
de la articulación y se insertan en el miembro siguiente, y los pequeños
por los músculos que se insertan en los ligamentos. Sin embargo, el ma-
yor entre todos los músculos del merós no está insertado en la articula-
ción de la rodilla, aunque sí bastante cerca. Si alguien dijera que los liga-
mentos de la articulación son alcanzados en cierto modo por este múscu-
lo, no sería exacto pensar que pertenece tan solo a esa articulación, sino
que es común a ambas, a saber, a la superior situada en el muslo, y a la
presente, o sea de la rodilla. Mueve fuerte y visiblemente la articulación
del muslo, pues nace en todo el hueso pubis y tiene su inserción en todo
el merós.
En cuanto a la acción que tiene en la rodilla, si es que tiene alguna,
es totalmente invisible, porque es provocada por las pequeñas asas. Lo
dicho es suficiente respecto al gran músculo del merós.
Entre los demás músculos, el primero es superficial 131, muy angosto y
muy largo; nace en la mitad recta de la espina del hueso ilíaco; por la
131 Sartorio.
862 CIENTIFICOS GRIEGOS.~TOMO II

reglOn interna del muslo prosigue hasta la rodilla y desde allí se inserta,
no mucho después de la articulación, en el anticnemion o sea la parte
superior de la cneme que algunos. llaman ocrea. Este músculo flexiona -la
cneme hacia adentro y la lleva también en alto, y coloca toda la pierna
en aquella posición que se produce principalmente cuando cruzamos una
pierna sobre otra. El músculo próximo a este se inserta en el hueso de
la cneme, aunque no por medio de una extremidad carnosa, como aquel,
sIno por un tendón de mediocre anchura. Nace en los huesos del pubis y
se inserta en el propio anticnemion; dobal la cneme hacia adentro lle-
vándola aún en línea recta.
Ray otro músculo que se encuentra en la parte interna y a veces por
debajo del anterior y próximo a él; se inserta también en el anticnemion
por medio de un tendón 132; flexiona la pierna hacia afuera y -la dobla
oblicuamente, de acuerdo con su propia posición oblicua. Nace en las
partes internas y externas del hueso de la cadera, progresa oblicuamente
por las partes posteriores del merós, rebasa· luego toda la articulación de
la rodilla y se dirige hacia el interior: se inserta oblicuamente en esa par-
te de la cneme que parece descarnada y que se llama anticnemion.
Junto a este nacen otros tres músculos: el primero 133 viene de las
partes externas y es bastante fuerte; está situado en la parte externa del
merós y se inserta debajo de la rodilla en las partes externas de la cneme
por medio de una terminación carnosa, ancha y fina; mueve la pierna
hacia afuera. Los otros dos nacen en lo alto, en las regiones internas pró-
ximas a las dos 134 que fueron antes citadas, de tal modo que son cuatro
brotes conjuntos y próximos, nacidos en las partes anteriores de la base
del hueso de la cadera.. El primero, próximo a los dos precitados, en su
mayor parte de color cárdeno, llega hasta la región interna de lacneme
muy poco después de la articulación; flexiona la cneme y al mismo tiem-
po la dobla hacia afuera por medio de un tendón ligeramente cilíndrico.
El segundo, que es el subsiguiente, se inserta en las partes internas del
fémur situadas sobre la articulación de la rodilla; llega a la tuberosidad
interna, donde nace uno de los músculos situados en la porción carnosa
posterior de la cneme, llamada gastrocnomia o vientre de la cneme. Allí,
con él, se inserta también un músculo del que ahora trataré; lleva a la

132 Semitendinoso.
133 Bíceps.
134 Semimembranoso y fascículo aislado del aductor mayor (Daremberg Y
Bussemaker).
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 863

cneme hacia adentro con la ayuda del otro, principalmente cuando ellos
se contraen con fuerza. Este músculo lleva el merós hacia adentro y a la
vez un poco hacia atrás. Considero a este décimo músculo entre los que
mueven hacia· arriba la articulación de' .la cadera, y rechazo la tesis de
que por su naturaleza forme. parte de los músculos motores de la articu-
lación de la rodilla .. Los otros tres músculos anteriores del roerós extien-
den la articulación de la rodilla. Dos están situados en la superficie: son
poderosos y rematan en un ancho y fuerte tendón, insertado en toda la
redondez de la epigonatis o rótula, llegando hasta la cneme en cuya parte
anterior se inserta 135. El que se esconde debajo de los anteriores se in-
serta en el nacimiento de la epigonatis 136 y se adhiere a los ligamentos si-
tuados en derredor de la articulación. En su extremidad no es de tipo ner-
vioso como los precitados,. sino en las partes anteriores; en sus porciones
internas es carnoso y aparece como doble. Yo no diría que es un músculo
sino dos, si no me cuidara de no disentir con los antiguos salvo en caso
de absoluta necesidad. Los comienzos de estos músculos anteriores son
cuatro: uno sale de la espina superior del hueso ilíaco, debajo del múscu-
lo angosto enumerado en primer término; el otro, nace en las partes
externas del merós. principalmente cerca del gluton. Esta raíz origina el
mayor músculo entre los anteriores, que ocupa toda la parte externa del
merós. El que he citado anteriormente, músculo menor que este, origina
un músculo más grande que los demás, pues ocupa toda la región anterior
del merós y una cierta parte de la interior. Los dos músculos acaban por
reunirse, formando una aponeurosis y llegan a la epigonatis. En cuanto
al músculo doble que les es subyacente y nace en la cabeza del merós,
tiene una inserción que alcanza la primera apófisis del gran trocánter y
el cuello de la cabeza del merós, y otra inserción nace en la región an-
terior del merós debajo del nombrado. Es perfectamente recto; por las
partes delanteras del merós llega hasta la epigonatis conservándose todo
él carnoso; en cuanto al que nace arriba, forma una extremidad mem-
branosa y termina en la cabeza interna del merós. Por esto se los con-
sidera como dos músculos, con preferencia a los que forman un solo
tendón.
Todos los precitados músculos descienden por encima del merós y
mueven la articulación de la rodilla, de modo que, a mi parecer, son más
bien nueve. Para no sentar discrepancia con l()s antiguos maestros de

135 Vasto externo y recto anterior.


136 Vasto interno y erura!.
864 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

disección en cosas de poca importancia, aceptemos que son ocho. Hay


otro pequeño músculo que se oculta, por debajo de la articulación, en el
hueco popliteo; su parte superior tiene un ligamento fuerte y redondo
que nace cerca de la tuberosidad externa del merós. Este músculo ter-
mina en el hueso de la cneme, y lleva una dirección oblicua a través de las
partes posteriores de la articulación a la que flexiona.

CAP. XXXIII: MUSCULOS DE LA CNEME QUE MUEVEN EL PIE


Y LOS DEDOS

Catorce músculos envuelven la cneme, siete por detrás y siete por


delante. El motivo de por qué hombres versados en el arte de disecar
han opinado que eran ocho está explicado en los Procedimientos anató-
micos. Entre los músculos situados en la parte posterior de la cneme, tres
terminan en la pterne (calcáneo 137, los otros tres flexionan los dedos y
la articulación del pie 138. El séptimo termina en un tendón y se inserta,
tapizándola, en toda la parte desnuda y descarnada del pie 139. De los que
se insertan en la pterne, dos brotan de las partes posteriores de la cabeza
del merós; el tercero está por debajo de ellos, nace en el peroné, en su
extremo; este músculo permanece carnoso hasta su terminación y des-
ciende a la parte posterior de la pterne. Los otros dos, en cuanto se jun-
tan y rebasan el llamado gastrocnemion, forman un fuerte tendón y se
insertan en la extremidad de la pterne cerca de la precitada inserción car-
nosa del músculo nacido en el peroné. El cuarto músculo tiene el mismo
punto de arranque que el otro mencionado, a saber, el que nace en la tu-
berosidad externa del merós; pero en el gastrocnemion se separa visible-
mente de él y termina en un tendón muy amplio que abarca, en primer
lligar, por arriba el hueso pterne, y luego, como dije, se extiende por de-
bajo de todo el pie. Su utilidad consiste en hacer fuerte, tensa, dura,
sin pelos y sensible la planta o huella del pie.
La misión de los que se insertan en la pterne consiste en mover hacia
atrás todo el pie.
Dos de aquellos cuatro músculos son casi iguales en cuanto a espe-
sor, de cuya unión se decía que forman un tendón que se inserta en la

137 Gemelos y sóleo.


138 Flexor largo, dividido en dos y tibial posterior.
139 Plantar delgado.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 865

pterne. Aquel cuya inserción en la pterne es superior y carnosa es casi


la mitad de cualquiera de ellos y tiene color cárdeno.
El que produce un tendón subyacente al pie es más o menos el ter-
cio de todos ellos.
El otro de los tres músculos posteriores nacido en el peroné, en su
porción superior, es el mayor y concluye en cierto modo en forma de
sólido tendón; llega hasta debajo del pie entre la pterne y la terminación
de la cneme. En ese lugar está otro tendón nacido en el músculo origi-
nado en la cneme y progresa por debajo del pie. Estos tendones se in-
sertan en los dedos del pie: el primero en el dedo medio y en el anular,
el segundo en el dedo chico y en el que es como índice; el dedo grande
es el único que recibe una rama de ambos: no porque se le inserten dos
tendones, sino porque el único que tiene proviene de ambos. A veces
también llega hasta el dedo medio. Hay otro tendón que nace en otro
músculo, que desciende por el medio de los precitados; al llegar a la pro-
ximidad de la pterne, se desprende hacia adelante en un sitio levemente
hueco y se fija en la epífisis de la cneme por arriba. Después, desde allí,
se invierte y vuelve a la planta del pie, insertándose en el propio tarso, o
parte primera de la planta, y se extiende hacia las partes del dedo grande,
doblando levemente el pie hacia atrás y para afuera. De la misma manera
los músculos insertados en la pterne llevan al pie atrás y afuera. Parecería
que dicho músculo fuera una porción de aquel otro precitado, que dije
estar insertado en el dedo chico y en aquel que es como índice. Una apre-
ciable porción de este tendón se inserta en la falange del dedo grande o
internodio, extendiéndolo suavemente hacia afuera en forma oblicua. Las
inserciones superiores se comportan como sigue: la de aquel que llega
a los dos dedos medianos proviene del peroné en toda su longitud por
las partes superiores, desde arriba hasta su terminación; el nacimiento
del tercer músculo entre los que se insertan en la pterne se adhiere a
este y 10 cubre en la parte posterior y sobre todo en la interior, pues nace
más bien en la región posterior de la misma pierna. El otro músculo que
flexiona el dedo chico y el que es como índice, nace en la región posterior
de la cneme, debajo de la cabeza; supera en espesor en una mitad al
que flexiona los dedos medianos. El tercer músculo-se cree que es por-
ción de aquel-se inserta en el tarso y no puede verse sin antes disecar
los otros; ocupa la región situada entre la cneme y el peroné en contacto
desde arriba con la superficie de ambos huesos y en toda su extensión.
Su vértice está en la cabeza de la cneme en el punto de su reunión con el
866 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

peroné; el tendón que allí nace es de relieve notable. En dicho lugar,


estos tendones son apretados por un ligamento transverso fuerte y que
liga la pterne y la cneme. Así, pues, se comportan los músculos posteriores
de la cneme.
En cuanto a los anteriores, por lo que puede deducirse de sus oríge-
nes, deben admitirse tres, según muchos maestros de disección. Hubiera
sido más acertado que admitiesen siete, como está demostrado en los
Procedimientos anatómicos. El que extiende todo el pie y se inserta en
el tarso 140 es el más grande de todos los músculos anteriores; comienza
en las partes externas de la cneme desde la misma cabeza, y se extiende
alrededor del mismo hueso en toda su extensión. El músculo que le es ad-
yacente es considerado como parte de este 141; nace en el mismo punto en
la parte superior, y en toda su extensión yace sobre el precitado músculo
por el lado externo sin tocar en absoluto a la cneme; se inserta en el
primer hueso del dedo grande, llevándolo levemente hacia arriba en forma
oblicua. Después de estos existe una aponeurosis que se inserta a lo largo
de todo el dedo grande, extendiéndolo. El músculo de esta aponeurosis
es muy delgado, nace en el espacio entre la cneme y el peroné, adhirién-
dose sobre ambos huesos. A la altura del dedo 142 grande se desprende un
ligamento que presta la misma utilidad que los anillos en los carros, por
los cuales los cocheros hacen pasar las riendas: alguien podría creer
que esos tres músculos son uno solo. El que viene después y que extien-
de los dedos 143, empieza en la cabeza del peroné en su punto de reunión
con la cneme; es más largo que todos los demás y se sitúa en el medio
de los músculos anteriores. Pero la primera inserción superior de ese
músculo es un ligamento nacido en las partes externas de la cneme, muy
cerca de la cabeza del peroné. Después de estos, existen otros tres múscu-
los nacidos en la cabeza del peroné: el primero flexiona el dedo grande
del pie, el segundo, muy fino, produce la abducción del dedo chico, y el
tercero levanta todo el pie 144. El primero nace en el comienzo del pero-
né y se extiende por debajo de la piel; de allí llega a la región del pie que
está delante del dedo chico, abrazando por la parte exterior el astrágalo
o talón. En ese lugar termina en forma de tendón redondo y llega por

140 Tibial anterior.


141 Aductor largo del dedo grande en los monos (Daremberg y Bussemaker).
142 Extensor largo propio del dedo gordo.
143 Extensor largo común de los dedos.
144 Peroneo anterior, lateral y lateral corto.
GALENO.-LA DISECCION DE LOS MUSCULOS 867

debajo del pie a la primera articulación del dedo grande. Donde termina
el comienzo de ese músculo, allí mismo está la cabeza del segundo de los
mentados músculos. No muy lejos de su nacimiento, este músculo termi-
na en tendón redondo, siendo todo él delgado. Después de él se halla
cerca casi la mitad del peroné, donde nace el tercer músculo que rodea
todo el pie. Se extiende a las partes externas próximas al maléolo y al
talón, rematando en un tendón que se inserta en un hueso colocado de-
lante del dedo pequeño.
En su nacimiento presenta dos ramas de desigual tamaño, en medio
de las cuales pasa el músculo abductor del dedo pequeño. Estos tres
músculos han sido confundidos en uno solo por ciertos profesores de di-
sección, a causa de su raíz común. El mayor y más grueso de estos siete
músculos fue mencionado en primer término; iguales entre sí son el se-
gundo y el quinto, que descienden ambos hasta el principio del primer
hueso del dedo. mayor; el segundo baja desde la región superior interna
del pie, y el quinto, desde las partes más bajas. Después de los citados, el
que está en medio de todos, extensor de los dedos, y el último nombrado,
motor de toda la articulación, son de espesor casi igual, pero de desigual
largo; el extensor de los dedos es el de mayor longitud. Los dos músculos
restantes, a saber, el tercero y pequeño mencionado, que llega al dedo
mayor por la parte superior, y el sexto, que desciende al dedo pequeño
por la parte externa, son de espesor desigual: muy delgado este último, y
de espesor triple o cuádruple el otro; pero ambos son casi igualmente
largos.
Aunque algunos profesores de disección omitieron algo sobre todos
estos músculos y se confundieron y equivocaron, no descuidaron, sin em-
bargo, ninguno de ellos. En cuanto al músculo del hueco poplíteo, no sé
por qué todos lo pasaron por alto; es por cierto de escasa longitud, pero
no es delgado, principalmente cerco de su base, en donde es un ligamen-
to robustísimo procedente del cóndilo externo del merós. Esta ocultado
por la misma articulación y también por el ligamento que desde el merós
se proyecta exteriormente sobre la cneme. En cierta manera, este múscu-
lo es ligeramente oblicuo, y por ello no produce la flexión de la cneme
exactamente recta, sino ligeramente inclinada hacia afuera. El decimo-
quinto músculo de los que hay en la cneme, a saber: el que yo he enu-
merado entre los que mueven la articulación de la rodilla, es este último
que he nombrado 145.
145 Poplíteo.
868 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

CAP. XXXIV: MUSCULOS DEL PIE

No ocurre en el pie como en la mano, en cuya parte superior hay sola-


mente dos clases de músculos colocados en la porción interna de la mis-
ma; en el pie son siete los músculos que dan a los dedos un movimien-
to oblicuo; poseen idéntica posición y los que mueven la primera falange
de cada dedo tienen el mismo largo. Hay, además de estos, otras clases
de músculos: unos colocados por arriba sobre el tarso y otros por debajo
en la misma forma. Los de arriba dan a los dedos cierto movimiento, se-
mejante al que producen en los dedos de la mano los músculos que pro-
vienen del codo. Los músculos de la parte inferior flexionan la segunda
articulación de cada dedo.

CAP. XXXV: COSAS ANTERIORMENTE DICHAS SOBRE


LOS MUSCULOS DEL PIE

Mis amigos han opinado que en este libro he hablado sobre los múscu-
los del pie más brevemente que de los demás, y es porque he transcrito
en este lo que fue consignado en el segundo libro de Procedimientos ana-
tómicos; 10 cual viene justamente al caso. En el pie hay cuatro clases de
músculos y no dos como en la mano: tres en las partes inferiores del pie
y una en la parte superior, sobre el tarso. Esos, que son cinco músculos,
producen los movimientos oblicuos de los dedos 146 y corresponden a los
siete que se hallan en la región externa 147 de la mano. Los que están situa-
dos debajo del pie son siete, y como los siete de la mano a los que co-
rresponden, dan a cada dedo un movimiento oblicuo. A semejanza de los
que en la mano nacen en los primeros huesos del braquia1, así, en el pie,
dos son los que nacen en los primeros huesos del tarso y separan lejos
de los otros a los dedos externos. En cuanto a los otros cinco, los nom-
braré más adelante.
En las partes inferiores hay otros músculos pequeños que provienen
de los tendones flexores de los dedos, antes que dichos tendones se sepa-
ren individualmente.

146 Pedia en el magot (Daremberg y Bussemaker).


147 Extensor propio de los dedos en el magot (Daremberg y Bussemaker).
GALENO.-LA BILIS NEGRA 869

El oficio de estos músculos consiste en flexionar la articulación me-


dia de cada dedo 148.
Después de esta separación nacen otros músculos más pequeños, que
corresponden a los que en el interior de la mano producen el movimiento
oblicuo de cada dedo; son cuatro en la mano y en el pie 149. De modo
que si agregamos los dos músculos antedichos que separan de los otros a
los dedos extremos y el que acerca el dedo mayor al que hace como de
índice 150, el número total es de siete.
Hay otra tercera clase de músculos, insertados en los mismos huesos
de la planta del pie; corresponden a aquellos que los profesores de disec-
ción no supieron ver en la mano. Se los puede ver fácilmente si, como
en la mano, se cortan todos los tendones 151. Su posición, número y oficio
son los mismos que ya se han señalado en la mano: dos están situados
delante de la primera articulación de cada dedo y provocan una ligera
flexión; si se co~traen simultáneamente, flexionan sin ninguna inclinación
lateral; pero si cada uno obra individualmente, flexionan con una ligera
inclinación lateral. A veces están tan unidos que dan la impresión de no
ser más que uno en cada dedo.

LA BILIS NEGRA

CAP. 1: PROPOSITO DE LA OBRA

Sobre la bilis negra se ha escrito más extensamente de lo que con-


viene a las necesidades de la medicina. Algunos pasaron de la justa me-
dida; otros no dijeron nada, y se les puede culpar más que a los que di-
jeron cosas inútiles, porque es más fácil destruir lo superfluo que descu-
brir todo lo que aún no se ha dicho.
Hipócrates fue el primero en revelar lo referente a la ciencia médica;

148 Accesorio del flexor largo.


149 Lumbricales.
150 Aductor del dedo gordo.
151 Interóseos, flexores cortos de los dedos grande y pequeño.
870 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

empero Erasístrato 10 ha omitido por completo. Plistónico 1, Praxágor,as 2


y Filótimo 3 estudiaron con cuidado la explicación de los humores y acla-
raron últimamente algunos puntos descritos en general por Hipócrates.
Algunas cosas afirmadas por ellos me parecen ciertas, otras falsas.
Entre los más modernos, Rufo de Efeso 4, ha escrito sobre la melan-
colía y no deja nada que desear para los que, oyendo según la naturaleza,
no quieren desde el comienzo entrar a discutir, cosa en que se empeñan
bastantes jóvenes médicos que se llaman a sí mismo erasistrátidas 5, ascle-
piádicos 6 y metódicos 7. Algunos de ellos compusieron futilezas y sofismas
para tratar de demostrar que un discurso sobre los humores es inútil en
la ciencia médica. Según mi costumbre, diré primeramente su utilidad;
luego iremos en busca de las consecuencias, y, finalmente, refutaremos
las razones de los que consideran la ciencia de los humores sin utilidad en
medicina. Para que no haya oscuridad en la disertación, daremos un nom-
bre a cada humor según su naturaleza y emplearemos siempre la misma
nomenClatura. Pero esto no se puede hacer si no se distinguen bien las
especies de los humores; empecemos, pues, por el humor más conocido
por todos los hombres.

1 Fue discípulo de Praxágoras y escribió sobre los humores. Lo único que


se sabe de su modo de pensar es que creía que los alimentos sufrían una putre-
facción en el estómago en. vez de una cocción, como pensaba Hipócrates. Según
Ateneo, había escrito un libro titulado Utilidad del agua para la salud.
2 Praxágoras de Cos, hijo de Nicarco, fue el último de los Asc1epíadesque
tuvo gran fama. Diocles y él fueron los dos médicos más nombrados después de
Hipócrates. Fue uno de los fundadores o, más bien, continuadores del dog-
matismo. Tuvo muchos discípulos, siendo Herófilo el más famoso. Galeno lo
elogia mucho y cita alguno de sus libros, tales como Utilidad de la abstinencia,
Los casos naturales y Los medicamentos. Ninguna de sus obras ha llegado hasta
nosotros.
3 Fue discípulo de Praxágoras. Galeno lo considera un buen médico y ana-
tómico. Aristóteles y Praxágoras habían considerado que el cerebro era casi
inútil. Filótimo fue más lejos y lo consideró inútil. Fuera de esto, nada más
sabemos de él.
4 Rufo de Efeso fue uno de los más grandes médicos de la antigüedad. De
su vida no se sabe casi nada. Vivió en la época de Trajano. Véase Oeuvres de
Rufus d'Ephese, publicación de Ch. Daremberg y Ch. E. Ruelle, París, 1889.
5 Discípulos de Erasístrato.
6 Discípulos de Asc1epíades.
7 Pertenecientes a la escuela fundada por Temisón.
GALENO.-LA BILIS NEGRA 871

CAP. II: DIFERENCIA COMUN DE LOS HUMORES

En cuanto una arteria o una vena reciba una herida aparece un hu-
mor; al instante se derrama desde los vasos circundantes 8, más rojo por
las venas, más amarillento por las arterias. Pero en seguida los dos hu-
mores se condensan, no solo si salen del cuerpo, sino en todo lugar que
los contenga, y luego vemos esa coagulación espesarse en un coágulo o
grumo, como los griegos llaman a la sangre coagulada. No solamente pa-
rece coagularse en las regiones del estómago o de los intestinos, sino tam-
bién en la vejiga, donde se colecciona la orina, en el pulmón, en la arteria
dura, entre el tórax y el pulmón y en el útero de las mujeres. En dicho
humor predomina el color bermejo, y la de este color es la mejor sangre.
Alguna vez parece amarilla y más negra, y su consistencia es espesa o
tenue. También ·la sangre de una vena cortada parece contener una ligera
humedad que cubre su superficie, mientras se la mira coagularse 9: pues
es perfectamente razonable que algo procedente de la bebida sea llevado
con la sangre nacida en el hígado 10 y excretado luego, no solo por las
orinas, sino también por el sudor y por la que llaman transpiración oculta
al sentido 11. Alguna vez también se ve flotar sobre la sangre el humor pi-
tuitoso 12, y toda la sangre aparece más espesa y más negra, de modo que
parece como pez líquida. Lo que fluye de las venas y de las arterias se
llama indistintamente sangre, pues ninguna de sus diferencias que he
apuntado tiene un nombre propio; toda la sangre coagula al instante, aun
cuando se derrame en la profundidad de las partes carnosas. Pero se
distingue otro humor, parecido a sangre espesa y negra, evacuado en los
vómitos y deyecciones, que no se solidifica, por más tiempo que quede
al aire. Los que vomitan sienten a veces un gusto ácido y a la vez áspero,
de una cualidad que no se puede percibir; no es dulce como la sangre,
ni salado como a veces la sangre y la pituita, ni tiene el sabor amargo de

8 Galeno siempre creyó que las arterias llevaban sangre.


9 Es el suero.
10 Galeno pensaba que la sangre nacía en el hígado, y durante muchos sig1o~
se siguió pensando así.
11 Perspiración.
12 Posiblemente se trate del suero de personas que no estaban en ayunas cuan-
do se extrajo la sangre.
872 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

la bilis amarilla. Se trata, pues, de una falsa sangre y de una falsa pituita,
y se ve claramente que es un humor morboso.
Pero la sangre es en gran parte dulce, mientras la pituita carece de
cualidad, como el agua, la cual, si es apartada de su natural cualidad,
puede ser salada y ácida, y a veces dulce. Este humor, cualquiera que
sea, se llama pituita cuando es blanco y tiene la característica de todos
los humores, de no congelarse. Es evidente que no trae ninguna utilidad
llamar a un humor salado almurón o bien alucón, ya que ambas palabras
significan lo mismo, esto es, salado. Existe, pues, otro humor que no
parece nunca amargo a los que vomitan, que no es siempre amarillo, sino
a veces pálido, pero siempre más espeso que pálido cuando es amarillo.
Por ello sucede que los que piensan rectamente acerca de los humores
infieren que la mezcla de una ligera humedad y el aspecto acuoso es un
indicio seguro para decir que la bilis amarilla muéstrase pálida. A esta
humedad algunos la llaman acuosa, y otros serosa, de esa especie de
la que provienen el sudor y la orina. En razón de su tenue humedad, la
bilis amarilla se hace más blanca por el calor y más húmeda por su con-
sistencia' de modo que al desparramarse parece semejante a la yema de
huevos crudos y por ello la llaman vitelina. Aquella bilis pálida o amarilla
o vitelina tiene su nacimiento en los vasos. En el estómago nace otra
bilis color de puerro, así llamada por el color del puerro, como la cobriza
es así llamada por semejanza con el cobre. Hay otra bilis llamada glastína,
que recuerda el color verdemar del glasto. Todas tienen esto en común,
y es que no se coagulan. Así llamaron algunos la bilis bermeja porque se
acerca bastante a la consistencia de la sangre tenue, pero porque no se
coagula la llaman bilis. Todo esto se ha dicho tal vez con excesiva ampli-
tud porque así lo necesita mi propósito, sea por la importancia del tema,
sea por la utilidad del conocimiento y para compendio de la enseñanza,
por la cual he sido llevado a disertar sobre estas cosas.
Volvamos ahora a la bilis negr'a.

CAP. III: DIFERENCIA DE LA BILIS NEGRA CON LOS OTROS


HUMORES

Puesto que no se coagula, la bilis difiere de la sangre negra, pero no


de las cosas llamadas propiamente negras. Tales cosas muchas veces son
vomitadas y defecadas y difieren mucho de la bilis negra, no solo en sus
propiedades, sino también en las cualidades sensibles. Estas cosas no tie-
GALENO.-LA BILIS NEGRA 873

nen acritud ni amargura manifiesta, mientras que la bilIs negra la reco-


nocen por el gusto los que la vomitan y por el olor tanto ellos como los
demás; además, aquellas no hacen fermentar la tierra como esta. A pesar
de que la bilis negra sea en esto semejante a un vinagre muy ácido, es lo
contrario de aquel en cuanto a las partes ásperas de su sustancia. Por
ello al comer producen ulceración en aquellas partes del cuerpo a las que
esté adherida pura y sin mezcla. En razón de la tenuidad de sus partes,
el vinagre atraviesa los cuerpos; en cambio, el espesor de la bilis negra
le da un estado firme y estable, lo cual es causa de corrosión.
Por las notas expuestas la bilis negra se diferencia de los humores
negros, o deyecciones, o alimentos, como queráis llamarlos, de tal modo
que ni una mosca ni cualquier otro animal quiere gustarla, ni en ella vive,
por demasiado salada, como lo demuestra el mar llamado Muerto. Su
nacimiento par~ce ser perjudicial, como el de los humores negros super-
calcinados. Mucho más perniciosa que esta ha de reputarse aquella bilis
negra que proviene de la bilis amarilla supercalcinada; pues así como un
humor es más saludable que otro, así la bilis amarilla 10 es más que aque-
lla que parece una deposición de la sangre, cuyo origen semejante al de la
amurca y de la hez revelaron los estudiosos de la ciencia médica. Pero
aquí, como en muchas otras cosas, las cosas equívocas entre sí--de
mismo nombre-, pero opuestas en naturaleza, engañan por su común
denominación; y así en estos dos humores algunos se han engañado di-
ciendo que eran sanos los que vomitaban o defecaban algo de bilis negra.
Por mi parte, cuando, en mi juventud, aprendí con mi maestro Pelops
los caracteres de ambos humores y los he observado en todo lo que va
ue mi vida, siempre juzgué letal la efusión de bilis negra, y estimé gene-
ralmente de buen augurio la evacuación de materias negras. Será suficiente
conocer esto para los oficios del arte, sobre todo si se comprende la cau-
sa, que luego explicaré, de la evacuación a intervalos de tiempo distintos.
Pero es justo que aquel que no conoce el hecho por larga práctica se ex-
trañe ante una y otra evacuación y no se convenza si el cuerpo es dañado
al evacuar un humor maligno; porque, al contrario, la razón parece en-
señar que el cuerpo ha de sanar si se expelen materias nocivas, y de esta
clase sería la evacuación de humores negros. Pero el que por larga prác-
tica se persuada de que es así como he dicho, hallará fácilmente la causa
del suceso, sobre todo cuando quiera investigar qué es lo que engendra
la bilis negra. El principio del hallazgo ya fue declarado. Pero es útil pre-
sentar todo el discurso.
874 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

El derretimiento del alimento, o quilo, que del estómago y de los


intestinos es transmitido al hígado, está formado por partes tiernas y par-
tes espesas, que difieren entre sí como la sustancia de los alimentos. Sa-
bemos que la naturaleza gobierna nuestro cuerpo y que todo se hace por
la salud del ser viviente, y vemos que hay canales dispuestos para separar
las partes de alimento o de bebida inútiles; no resulta, pues, extraño que
ocurra artificialmente alguna evacuación del sedimento de la sangre. Tra-
taré en otro lugar de qué naturaleza es esta evacuación y a través de cuá-
les partes se produce.

CAP. IV: ENFERMEDADES DE UN A PARTE QUE SE PRODUCEN


POR CAUSA DEL HUMOR MELANCOLICO

Lo que sé por la experiencia lo establezco como principio de la dis-


cusión que vamos a presentar. Diré, pues, aquello que he encontrado es-
crutando y observando por mucho tiempo. En la vena cortada la sangre
aparece más espesa y más negra, en los cuerpos que son secos y cálidos
por naturaleza, como sucede durante las estaciones cálidas del año, los
lugares, el estado del cielo, los estudios del oficio, la alimentación a base
de comida sólida y seca, como son la lenteja, los caracoles, la carne de
buey y de cabra, máxime si son saladas y en conserva; así es también
el vino negro, espeso y fuerte. Así también las enfermedades se originan
durante una estación excesivamente cálida y seca, cuyos ardores rinden la
sangre espesa y negra. En forma semejante a ello, un verano demasiado
largo produjo una gran pestilencia y en no pocos de los que se salvaron
la excreción de dichas materias negras se hacía por el vientre inferior,
principalmente el día séptimo, noveno o el undécimo. También aparecían
numerosas deposiciones diarias con algo que se parecía a bilis negra, pero
no despedían feo olor ni producían cólicos y había varias materias con-
sistentes. bn los enfermos que no tenían aquellas deyecciones, el cuerpo
se llenaba por todas partes de pústulas semejantes a negras postemas. Al
tiempo caían como escamas por haberse secado y desaparecido poco a
poco muchos días después de la crisis. Los que echaron pura bilis negra
murieron todos: ello indica que la sangre estaba calcinada. También he
visto en quienes no tenían fiebre nacer postemas sobre la piel espesada
y reseca, pues la naturaleza del humor melancólico expelía la superabun-
dancia de humor; de esta clase es la enfermedad llamada lepra. Cuando
tales cosas aparecen con la fiebre, el humor melancólico produce el car-
GALENO.-LA BILIS NEGRA 875

bunclo que reside bajo la piel. Si el apostema se produce sin la fiebre, sue·
le engendrar de suyo lepra cuando está mezclado con la sangre; si está
solo y sin mezclar, provoca al principio un tumor negro y luego se re-
suelve en un cáncer, pues destruyendo la piel se hace más acre y más
rebelde; pero cuando es más benigno, produce el llamado cáncer latente
sin úlcera. Se ve claramente que todas estas enfermedades, el cáncer sobre
todo, provienen del humor melancólico, pues las venas que llegan a la
parte afectada contienen claramente espeso humor melancólico. La na-
turaleza trata siempre de purgar y depurar la sangre de todo lo corrom-
pido, expulsándolo desde las partes principales hacia el vientre y el intes-
tino o rechazándolo a la parte superficial. Pero las impurezas que son de
muy tenue sustancia salen a través de la piel por aventamiento que escapa
a los sentidos 13, o en forma sensible por medio del sudor. Lo que no pue-
de expulsarse por la piel a causa de su espesor es atraído al interior y
detenido; si es cálido, produce carbunclo; si 10 es poco, cáncer. Cuando
el humor melancólico es blando y de cualidad benigna y se mezcla con la
sangre, produce lepra colorada, y si esta dura algún tiempo, se vuelve
negra. Frecuentemente la naturaleza obtura la vena de los vasos anales y
el humor mezclado con sangre es expulsado; por ello los griegos dan a
este síntoma el nombre de hemorroides.
Es necesario, pues, conocer cuál es la sangre que se expele: si es como
la de los gimnastas, de los atletas y de los que gozan de buena salud y
tienen buenos jugos, o si es más negra y espesa que aquella. También
ocurre a menudo que la naturaleza deposita y relega esa sangre en las
venas de las piernas, con lo cual se hacen tensas, hinchadas y varicosas,
y la piel, así distendida por las venas, se vuelve negra con el tiempo;
sin embargo, en los que tienen abundancia de sangre, pero sin humor me-
lancólico, se dilatan esas venas naturalmente más débiles, sin que se pro-
duzcan varices, como en el caso de la sangre con humor melancólico;
pero si se las cortara, las venas enfermas correrían peligro de contraer el
humor melancólico. Esto 10 he visto con mucha frecuencia no solamente
en el caso de varices, sino también en el de hemorroides, que provienen
de ese humor. En efecto, a uno que tenía una llaga desde algún tiempo
en la pierna, se le cortó la vena varicosa sobre la úlcera, y la vieja úlcera
curó, pero lo que quedó después de la ablación de la vena se hizo incu-
rable. Algún año después uno de mis preceptores de Pérgamo, Estratóni-

13 Actualmente la Fisiología moderna acepta este modo de pensar de Galeno


sobre la perspiración, que hasta hace poco se había rechazado.
876 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

co 14, discípulo del hipocrático Sabino 15, cortó una vena en el codo de un
hombre; viendo que salía sangre espesa y negra volvió a sacarle un poco
de sangre al día siguiente, y también al tercero y cuarto días; habiendo
después provocado con un remedio la evacuación del humor negro y
dando al enfermo una comida sustanciosa, procedió a curar la úlcera.

CAP. V: LA GENERACION DE BILIS NEGRA ES NECESARIA

En las venas y arterias todos los humores están contenidos junto con
la sangre. La variedad de color y de consistencia de tales humores es un
seguro indicio de ello, y lo demuestra lo que he dicho, como también
lo que ha dicho Hipócrates en su comentario sobre la Naturaleza del
hombre 16, acerca de lo cual he hablado extensamente en el libro de los
Elementos, escrito siguiendo los principios hipocráticos. Pero es necesa-
rio recapitularlo en este asunto, empezando por las mismas palabras de
aquel.
El cuerpo humano contiene sangre, pituita y las dos bilis: amarilla
y negra. Estos humores forman la naturaleza del cuerpo; por ellos sufre
y goza de salud. Goza de excelente salud cuando la virtud y abundancia
de estas sustancias es mediocre y sobre todo si están mezcladas. Hay do-
lencia cuando alguno de estos humores está apartado un poco en el
cuerpo y no está bien mezclado con los demás. «Cuando, en efecto, algu-
na de estas sustancias está separada y actúa por su cuenta, no daña ne-
cesariamente con un mal el lugar de donde se ha apartado, sino el lugar
donde se fija; como se acumula sobremanera, causa trabajo y dolor. Pues,
cuando algo superfluo de estos humores fluye fuera del cuerpo, su eva-
cuación provoca dolor. Pero si se evacua en el mismo cuerpo y es con-
ducido por el interior separado de los otros humores, habrá necesaria-

14 Casi nada conocemos de este maestro de Galeno. Este, en su libro De


Semine, dice que el sexo del niño dependía de la fortaleza del semen. Era varón
si el semen del padre era más fuerte que el de la madre, y viceversa. Lo mismo
que su maestro Sabino, Estratónico era un dogmático.
15 Sabino fue un comentador de las obras hipocráticas. Vivió en la época de
los Flavios y posiblemente de Nerva.
16 La crítica moderna considera, en contra de la opinión del médico de Pér-
gamo, que el libro sobre la Naturaleza del hombre es obra dé Polibio y no de
Hipócrates. Este modo de pensar se basa en un párrafo de Aristóteles.
GALENO.-LA BILIS NEGRA 877

mente un doble dolor, como dije: allí donde abunda y en el lugar de don-
de salió.))
El ser viviente es sano cuando esos humores establecen entre sí una
temperancia acomodada; está enfermo, cuando ocurre una superabun-
dancia en todos los vasos, o en una parte. El que está versado en los se-
cretos del arte dirá que Hipócrates afirmó la verdad al referirse a esto.
Cuando, poco antes, yo distinguía los males de una parte que tienen ori-
gen en el humor melancólico, dije que algunos estaban enfermos de hu-
mor melancólico por la ablación de varices o de hemorroides. Es también
probable que en las partes profundas invisibles del cuerpo nazcan otras
afecciones semejantes a las que se asientan en la piel. Así, en efecto, apa-
rece erisipela si la bilis amarilla se detiene en alguna parte, y carbunclo y
cáncer si es bilis negra. Las partes más internas del cuerpo no tienen
ciertamente la consistencia del diamante, sino que ellas también están
sujetas a esas afecciones. Cuando puede discernirse la causa que pro-
duce tales efectos, se ve que la bilis amarilla y la negra corroen el intes-
tino de este o de aquel modo, principalmente allí donde se estancaron;
y no pocas veces se traduce ello en insanable disentería.
Por ello Hipócrates consignó en sus aforismos que si nace de la bilis
negra, la disentería es mortal 17. Ya dije que eran incurables todas las lla-
gas que provienen de la bilis negra, a menos que se quiera llamar curación
el hecho de cortar la parte enferma hasta llegar a la región sana. El in-
testino es ulcerado por la bilis negra sin que se le pueda prestar ayuda,
mientras a duras penas se cura cuando lo es por bilis amarilla; así tam-
bién se sabe que se ulcera cualquiera de las partes profundas que son más
importantes que el intestino. La curación del intestino es más fácil por
medio de remedios puestos por el ano y que se aplican al instante a la
parte afectada, mientras en las demás partes no se puede hacer esto
fácilmente. Los que no se ocuparon de la bilis negra dejaron, pues, sin
estudio una parte muy importante y no despreciable del arte médico; más
culpables aún son los que nada dijeron de la bilis amarilla. Pero los que
no consideraron ni las dos bilis ni la pituita, no se puede enumerar cuán-
tos y cuán necesarios ojos del arte omitieron. Así Erasístrato no dejó
nada escrito sobre la bilis negra 18; sobre bilis amarilla dejó algo, pero no
todo es cierto, pues dice así: ((Es necesario que se expela la humedad

Aforismos, IV, sección 24.


17
18Galeno no perdonó a Erasístrato la poca importancia que dio a los humores
en Patología.
878 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

biliosa; de ello son testigo los muchos males que se ongznan, como la
ictericia, los flemones cerca del hígado y muchos otros. Pero si se produce
en la cocción de los alimentos que se efectúa en el estómago o si penetra
de afuera con los alimentos ingeridos, no es cosa que interese a la me-
dicina.») Eso ha escrito Erasístrato sobre la bilis amarilla en el primero
de los Tratados generales.
Los que discuten con él dicen: si él confiesa que la bilis amarilla trae
daño cuando abunda en exceso, sería útil que no se formara; o por lo
menos, si esto no puede suceder, su producción habría de ser mínima.
Pero nadie puede impedir que se forme ni hacer que se produzca en can-
tidad mínima, si no se conoce claramente la causa de su producción. La
sustancia de este humor se halla en los alimentos y las bebidas; pero
como en ellos hay diferencias (de composición), algunos tendrán más,
otros menos, algunos quizá nada. Si esta sustancia se forma en el cuerpo,
los médicos deben saber en qué partes nace preferentemente, y cuál es
su causa eficiente. Esta cuestión está unida al tema común del origen
de los humores, sobre el cual nada se dignó dejar Erasístrato. Por esto
tampoco sabemos lo que dice sobre las comidas sanas y malas, sobre los
géneros de vida ni sobre la naturaleza del hombre. A algunos vemos, sin
embargo, hacer acopio de datos sobre la ley de alimentación, o sobre
el abundante humor de la bilis amarga, o de la melancolía o de la pituita.
Ha sido demostrado en otro libro de cuántas enfermedades es causa este
humor. El mismo Erasístrato confiesa que varias afecciones se deben a él.
Aunque evite por todos los medios echar la culpa a los malos humores,
declara, sin embargo, que los humores lentos y espesos son la causa de
la relajación y parálisis de los nervios, expresándose así: ((Se produce la
enfermedad, cuando la interrupción de humores ocurre en los canales del
espíritu 19 situados en los nervios, mediante los cuales se cumplen los mo-
vimientos voluntarios 20.)) Poco después: ((Se produce la interrupción del
alimento que nutre los nervios; por otra parte este avanza lentamente y
no se expele con facilidad.» Pero no dice cómo la acumulación de este
humor provoca apoplejía, letargo, epilepsia y otros muchos males.

19 Se creía que los nervios eran huecos.


20 Según Rufo, Erasístrato conocía ya los nervios motores y sensitivos.
GALENO.-LA BILIS NEGRA 879

CAP. VI: CAUSAS QUE AUMENTAN O DISMINUYEN LA BILIS NEGRA

Mi propósito no es ahora explicar la fuerza de los otros humores,


pues me he propuesto hablar de la bilis negra, cuya producción es ne-
cesaria según Hipócrates. Este enseñó de qué modo no se hace más abun-
dante, fundándose en lo que se muestra a la vista. Parece que se produ-
ce en mayor cantidad en los seres vivientes cuya constitución es más
cálida y más seca, durante las estaciones, lugares y climas más cálidos
y a la vez más secos, en los estudios que requieren fatiga, cuidado y vi-
gilia, en las comidas grasas y muy secas. Los que tienen todo el cuerpo
de color negro, son naturalmente propensos al aumento de bilis. Todos
los males ardientes relacionados con el temperamento la engendran sin
humedad; en estos si hay flujo o destilación de sangre, se trata de san-
gre negra.
Estas notas aparentes indican, pues, las causas por las cuales nace el
humor melancólico. La evidencia del hallazgo enseña el método de pur-
gación. Un bazo que durante mucho tiempo funciona mal, sea por un fle-
món, por un escirro, o por debilidad, provoca un cambio de color en todo
el cuerpo inclinándolo más y más hacia el negro. El bazo es siempre más
negro que el hígado, sobre todo en los animales de constitución cálida
y seca, como son todos aquellos que llevan dientes en forma de peine. En
cambio, todos los que tienen una temperatura más fría y más húmeda que
los primeros, como el cerdo, no tienen bazo tan negro. El bazo de los
bueyes es bastante negro si son sanos, pero al envejecer se les vuelve más
negro. El sabor de esta víscera, aun cocida, es algo áspero y no se pare-
ce al sabor del hígado. Por ello los principales filósofos y médicos anti-
guos declararon que el hígado es purgado por el bazo, pues atrae a sí
toda la sangre barrosa. Este lodo en la sangre es como la hez en el vino
y el alpechín en el aceite. Pero los jóvenes que no dejan nada por hacer
en cuanto a la fundación de sectas, así como enunciaron otras falsedades,
declaran que el médico no necesita para nada observar los humores. Ade-
más dicen que los remedios purgantes son llamados purgantes en vano,
ya que expulsan por igual todos los humores contenidos en el cuerpo, y
no los dañinos. Pero Hipócrates, recurriendo a la evidencia para afirmar
que tales remedios purgan, demuestra que durante toda la vida el cuerpo
humano contiene cuatro humores y que no hay estación del año, ni edad,
ni n:lturaleza en las cuales no estén todos. Los antiguos sabían que cada
880 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

clase de remedios purgantes atraía su humor peculiar. En efecto, los re-


medios purgantes de la bilis amarilla sirven en los casos de ictericia; los
que evacuan agua, llamados hidragogos, eliminan el vientre hinchado y
la hidropesía; los que quitan humores negros impiden el incremento del
cáncer y de la lepra. Pero si fuera cierto que todos los humores conte-
nidos en los vasos son expelidos por un medicamento que altera sus pro-
piedades, sería lo mismo suministrar uno de estos purgantes que sacar
sangre de la vena. ¿Por qué damos en la hidropesía un remedio que atrae
el agua, si abriendo una vena puede manar la sangre? ¿Por qué en esta
enfermedad sale mucho humor acuoso y poco bilioso, mientras en la ic-
tericia se expele mucho humor bilioso y poco acuoso? Los enfermos
son aliviados por los medicamentos que evacuan agua y después de la
evacuación están bien. Pero ninguno de los que creen que las evacua-
ciones provocadas por los purgantes adquieren igual eficacia con el
corte de la vena se atrevió a sacar sangre. Algunos provocan las eva-
cuaciones con medicamentos que expulsan agua, pero todos usan medios
que provocan la orina; sin embargo, aquellos que dicen que la orina
deriva de la sangre, cuando está alterada por los riñones, habrían debido
cortar la vena de los hidrópicos, más que curarlos con remedios que
provocan la orina. Pues es mejor eliminar de una sola vez lo superfluo,
que obtener el mismo efecto de a poco, durante muchos días. He hablado
ya contra esa falsedad en un comentario que se titula: Contra la falaz
opinión sobre la diferencia de orinas. ¿No es cierto que la mayor parte
de los hombres se entregan a los que ejercen el arte más por la práctica
carente de ciencia que por una ciencia pervertida? Lo que algunos dicen
es muy cierto, al afirmar que conocen los hábitos de vida de sanos y
enfermos mejor que los que charlan de un modo sofístico. Para no
hablar de lo demás, gastamos nuestra vida leyendo lo que escribieron
los próceres de la secta de estos sofistas. Cuando oímos lo que dicen
aquellos que los defienden, estamos obligados a destruir sus sofismas.

CAP. VII: CONTRA ERASISTRATO: UTILIDAD DEL BAZO

Hipócrates, hombre bueno y honesto, fue amante de la verdad, no


del honor o de la gloria. Si alguien dijera que aspiró a la gloria y al
honor, ciertamente le resultó fácil adquirirlos, pues nunca quiso disputar
de palabra con las escuelas más antiguas que él, porque ninguna fue
bastante ilustre. Pero sus continuadores, torturados por la sed insaciable
GALENO.-LA BILIS NEGRA 881

de una gloria inmerecida, y contradiciendo a los antecesores, formaron


depravadas sectas, aunque entre ellos hubo algunos que fueron dotados
de probidad y modestia y llevaron vida irreprochable: entre estos
merece figurar Erasístrato 21. Pero una polémica contra Hipócrates le
hizo escribir cosas contradictorias. ¿Cómo no llamar contradicción el
sostener que (el artífice que hizo) la naturaleza del animal, después
de haber formado con prudencia todo lo demás, ha fabricado inútilmente
el bazo 227 ¿Quién no ha oído a los de su escuela rechazar lo que Era-
sístrato dice del bazo y decir que esa víscera prepara para el hígado
un jugo procedente de los alimentos para la generación de sangre tem-
plada7 Luego, del redaño, como del mesenterio, hicieron ellos algo
diferente: no comprendieron que las venas llevan hasta él desde todos
los intestinos, y no desde el solo estómago, el jugo alimenticio.
El porfiado Erasístrato, convencido de que la observación de los
humores es inútil para el médico, no ha dicho ni en qué parte del
animal nace la sangre, ni por qué razón, ni de qué manera. Lo prueba
el hecho de que no ha recordado ninguna enfermedad debida a la bilis
negra o al humor meláncolico, a pesar de que los anteriores filósofos
y médicos y el vulgo hablen de un mal melancólico y lo curen con el
eléboro blanco, usado como purgante. No hay hombre entre los grie-
gos, por ignorante que sea, que no haya leído u oído que las hijas de
Preto, poseídas por el furor, fueron así purgadas y curadas por Melampo.
Por esto, hace. doscientos o trescientos años y mucho antes, ese purgante
era célebre y todos lo usaban en aquel tiempo.
Hubiera sido mejor que Erasístrato, en su disputa llevada con poca
seguridad, afirmara que la melancolía y la locura no provienen nunca
de la bilis negra, ni que el cáncer, la lepra, el delirio ferino de los
insanos, las varices, las hemorroides y muchos otros males, se trans-
forman en la melancolía. Pero no se atrevió a decir nada de esto, te-
miendo ser reprendido por los que están muy versados en las tareas del
arte; en estos puntos fundaban precisamente sus demostraciones los
antiguos médicos y no en los razonamientos sofísticos. Que cualquiera
de los de su escuela me exponga el motivo por el cual el bazo de los
animales de temperamento cálido y seco es negro y no puede ser co-

21 Como puede apreciarse a pesar de sus críticas, Galeno siempre respetó a


Erasístrato.
22 Aun en la Edad Media, muchos han pensado que el bazo era un órgano
inútil.
882 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

mido. Pues en el cerdo puede ser comido, aunque no igual que el


hígado. En el león y la leona,la pantera, el leopardo, el oso y el lobo,
los que comen con gusto su carne se abstienen del bazo por no ser
comestible, aunque si se disfruta por primera vez de comidas y bebidas,
el bazo debiera ser más apto que el hígado como comida, o por 10 menos
no debiera ser peor que el otro. Ahora bien: puesto que el mismo
Erasístrato afirmó que es necesario que los razonamientos sobre estas
cosas armonicen entre sí, no comprendo cómo algunos admiten razones
contra la evidencia, mientras ni siquiera sus mismos autores se sintieron
capaces de sostenerlas para siempre.
Pese a su reticencia sobre la sustancia del jugo que nutre los ner-
vios, Erasístrato ha debido describirla por la necesidad práctica de
atender a la curación de los paralíticos, y declara que hay un alimento
que se arrastra con lentitud, penosamente excretable, con el cual se
nutren los nervios, y esto lo deduce tan solo de las partes que aparecen
cerca de los nervios. Pues si estas se reblandecen y se pudren, se disuel-
ven en ese humor, y en su estado natural son del todo exangües. Pero
si no se admite que cualquier parte sea alimentada por el propio humor
de su sustancia, su discurso pierde todo valor. Pero si el humor consus-
tancial nutre cada una de las partes, no puede ser que constituya ali-
mento dulce el bazo de los animales que tienen dientes en forma de
sierra. Si en ellos precisamente la forma del bazo aparece con cualidad
áspera y ácida, el humor con el que se nutre debe ser igual. Por ello el
artífice de esta clase de animales no habría descuidado purgar la sangre
de todo limo y hez y de todo excremento bilioso y seroso.
Si el cuerpo contiene todos los humores (Hipócrates lo ha demos-
trado, diciendo que en un cuerpo sano todos los humores son expelidos,
cuando cada humor es atraído por su propio medicamento), el artífice
que forma los animales no hubiera omitido crear algún modo de atraer
el humor melancólico; y, en verdad, no se podría pensar otra parte,
fuera del bazo, dedicada a esta clase de humor. Pero acaso se pregunte
por medio de qué vaso la sangre espesa es llevada al bazo y tal vez
no se crea que el bazo y el estómago, durante los largos ayunos, atraen
su propio humor por medio de una sola vena. Si se recuerda lo que he
demostrado en los Comentarios de las propiedades naturales, no se
preguntará nada de esto, ni por qué el alimento es llevado por todo
el cuerpo por las venas desde el estómago y es por ellas nuevamente
traído al estómago. Pues tanto en las purgaciones provocadas por los
GALENO.-LA BILIS NEGRA 883

remedios, o cuando la naturaleza purga el cuerpo para combatir el mal,


o también en los sanos, muchas veces con largos ayunos, la buena
sangre es llevada al estómago para nutrirlo, mientras que muchos
excrementos son expulsados abundantemente de todo el cuerpo por las
mismas venas. Todo ello ha sido demostrado en los Comentarios de
las propiedades naturales; el contradictor no debe cuestionar las razones
refutadas en los libros, en las conclusiones de las demostraciones, sino
demostrar la falsedad de mis pruebas, y si no lo consigue debe callarse;
es 10 que hizo Erasístrato al no hablar en ninguna parte de la genera-
ción y propiedad de los humores.

CAP. VIII: SOBRE LA EXCRECION DE HUMORES NEGROS; CONTRA ERASISTRATC

Cuando Era~ístrato intentó escribir sobre la curación de la parálisis,


recordó el humor que nutre los nervios, a impulso de la necesidad; de
acuerdo con los antiguos, en el segundo libro De las fiebres, llamó la
excreción mensual purgación y no evacuación, como la que provocan los
remedios purgantes. Así a la lokeia o inundación, en el parto, los médicos
la llamaron purgación y no absolutamente evacuación. La naturaleza
que forma y aumenta el feto, trae al útero durante la gestación la mejor
sangre, y una porción mala queda en las venas y es eliminada des-
pués del parto. Así también es expelida cada mes la sangre superflua
e inútil en cantidad y calidad, y en gran parte es más negra que la
sangre normal. Erasístrato, en el segundo libro De las fiebres, escribió
al pie de la letra lo siguiente: «Es más importante que el que quiera
curar rectamente esté ejercitado en la ciencia médica, que no deje sin
observar ningún síntoma que aparezca en una enfermedad, sino que lo
examine con sumo cuidado y considere en qué circunstancias se presenta
cada uno. Una vez sucedió que una mujer, mientras tenía fiebre y pa-
recía estar bien y sin peligro, tuvo excreción de orinas negras que son
consignadas entre las señales malas. Cuando se examinó esa excreción
producida en ese estado, se vio que estaban por llegar los días de la pur-
gación de la mujer; pero como esta evacuación no tenía aún lugar, se
podía pensar que las cosas reunidas en la vejiga habían salido, sin que
la excreción (de orinas) causara dificultad a la mujer, sino más bien
alivio; esto es lo que se averiguó en ese examen.))
Que a menudo son orinadas cosas negras antes de la purgación mens-
trual, lo cual suele mejorar más que agravar el estado de las mujeres y
884 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

enfermas, que la evacuación por el útero es una purgación, todo esto


10 declaró Erasístrato afirmando con verdad que su enseñanza era útil
para reconocer el estado observado y para diagnosticar 10 venidero.
En todo 10 que he citado se afirma, pues, que el humor melancólico
nace en el cuerpo, como el bilioso y la pituita. Pero he demostrado que el
humor pituitoso nace de los alimentos pituitosos en la primera cocción,
esto es, la del estómago, como el bilioso y el melancólico (nacen) en el
hígado. El humor pituitoso se torna sangre en la concocción del hígado;
por ello no hay ningún instrumento peculiar para la purgación de la
sangre, como en el caso de las dos vejigas y del bazo, que son la purga-
ción del humor bilioso y de excrementos serosos, mientras el bazo lo es
del humor melancólico.
Lo que nace en el estómago y llega con los humores que desde los
alimentos y bebidas son digeridos en el hígado, mientras está concocido
con ellos, se torna sangre. Lo que ha quedado en las regiones del estó-
mago, es purificado por la bilis que el hígado envía y expulsado por
defecación. Erasístrato supo esto; 10 muestra bien el uso que de ello
ha hecho en las reglas de curar. Pero como calla en muchas cosas, 10
sorprendemos empeñado en encubrir y ocultar 10 que los antiguos médicos
nos han legado antes de él sobre los humores. Dejando de lado lo demás,
para recordar 10 que dijo con las palabras ya citadas, no se podría
encontrar un motivo razonable de su reticencia cuando escribe: «Una
vez sucedió que una mujer, mientras tenía fiebre y le parecía estar bien y
sin peligro, tuvo excreción de orinas negras, que son consignadas entre
las señales malas». Dice, pues, saber que los antiguos médicos clasifica-
ban la orina negra entre las señales de malísimo augurio, como si hubiese
leído 10 que ellos escribieron sobre la orina, y estas señales se manifiestan
con mucha virulencia en los que tienen fiebres agudas. En su libro De las
fiebres, sobre todo en el segundo, en el cual trató este asunto, debía
explicar más claramente el tema de la orina. En su pronóstico, Hipócrates
la describió: «La orina es muy buena cuando su sedimento permanece
blanco, liviano e invariable durante todo el tiempo que se estudia el mal;
pues esto significa que no hay peligro y que el mal será breve. Pero si
hay cambios y a veces la orina es pura y hay sedimento blanco y liviano,
el mal se hace más largo y menos seguro. Si la orina es roja y el sedi-
mento es rojo y liviano, la enfermedad será más larga que la anterior, pero
curable. Sedimentos o cosas parecidas a pedacitos de cebada en la orina,
es indicio malo; si son hojosos, es peor; blancos y tenues, muy malos;
GALENO.-LA BILIS NEGRA 885

peores que estos son los furfuráceos. Los velos (filamentos) que hay en
las orinas son de buen indicio si son blancos, de mal augurio si son
negros. Cuando la orina es rubia y tenue denuncia un mal todavía no
conocido, y si se mantiene así por mucho tiempo, existe el peligro de que
el hombre no pueda subsistir hasta madurar el mal. Son muy perniciosas
las orinas acuosas, fétidas, negras y espesas. Las orinas negras son muy
malas para hombres y mujeres; las acuosas son malas para los niños.
Quienes despidan durante mucho tiempo orinas tenues y crudas, si con-
cuerdan los otros indicios, significa que tienen un absceso en la región
del septo transverso (diafragma). Gruesos filamentos que nadan en la
superficie de la orina son dañinos, pues son indicios de una colicuación.
Es menester observar si los velos de la orina están arriba o abajo y qué
color tienen; los que están abajo y de color como hemos dicho, hay que
aprobarlos como buenos; los que están arriba con los colores referidos,
hay que denunciarlos como malos. No hay que engañarse si la vejiga está
enferma y da alguna de estas orinas: lo dicho vale para la vejiga y no
para todo el cuerpo.»
Habiendo Hipócrates dicho esto, y después de él Diocles 23 y Praxá-
goras habiendo afirmado algo semejante, era justo esperar que Erasístrato
juzgara si se habían equivocado o no, expresando la causa de su opi-
nión, como acerca de los vómitos y defecaciones, entre los cuales hay
las llamadas cosas negras y la bilis negra pura. Más aún, habría sido ne-
cesario aclarar la confusión debida a la común denominación de los
humores melancólicos, como lo hice anteriormente. Erasístrato, pues, ha
omitido toda la ciencia de los humores. Yo no traté de todos los humores
en este lugar, sino solamente de la bilis negra. 10 demás ha sido expli-
cado· en otros libros.

CAP. IX: LA EXPERIENCIA DEMUESTRA QUE LA GENERACION DE BILIS NEGRA


ES NECESARIA

Lo que una larga experiencia me ha hecho conocer y descubrir sobre


la bilis negra será útil a los que cultivan la ciencia médica con obras y
no con discursos sofísticos. Todas las afecciones que provienen del

23 Dioc1es de Caristo fue un hipocrático. Su fama hizo que los atenienses


le llamaran el segundo Hipócrates. Ninguna de sus obras ha llegado hasta nos-
otros; solo se conocen algunos párrafos de él.
886 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

humor melacólico, aun el cáncer, si al principio del mal se suministran


vigorosos evacuantes de ese humor, serán detenidas en su crecimiento.
Son realmente dignos de admiración los que a la fuerza o de buen grado
han escrito chácharas para eliminar el humor melancólico. Dicen que
nace tan solo en los que no están conforme a la naturaleza, mientras
que nadie, en pleno vigor, engendra bilis negra en su cuerpo. Si, pues,
dicen, se da a un atleta bien conformado un medicamento que expulsa
la bilis negra, se le verá evacuarla; si se le da al que expulsa bilis ama-
rilla, se le verá eliminándola (este argumento, dicen, prueba que, por la
fuerza del medicamento, la sangre se altera y se transforma en bilis);
como también si se le da el remedio contra la pituita, devolverá pituita.
Del mismo modo, si para evacuar una pequeña parte de pus se da a un
hombre sano un medicamento, se le verá echar una pequeña cantidad de
pus acuoso. Antes, pues, que sea demostrado que cualquier remedio
purgante atrae un determinado humor porque es apto para expeler1o, la
razón de aquellos parece probable; pero después de realizar la demos-
tración, su mentira queda patente. Se ha demostrado que cada remedio
atrae su propio humor 24. En efecto, cuando se da a los hidrópicos un
remedio, provoca tal evacuación, que llenan todos los orinales, el vientre
disminuye por esta evacuación y ellos son aliviados y respiran más fácil-
mente. Lo que se administra para la ictericia expulsa mucha bilis
amarilla y los pacientes son aliviados. Si, por el contrario, se da a los
ictéricos el medicamento que evacua el agua o el de la bilis a los hidró-
picos, el propio humor será evacuado en muy escasa cantidad, y los
enfermos no solo no serán aliviados, sino que hasta empeorarán, como si
se les quitara sangre. Sin embargo, de acuerdo con la opinión de los que
creen que los purgantes alteran los humores en el cuerpo conforme a la
naturaleza de cada uno, cortar una vena tendría la misma eficacia que
purgar. En cuanto a nosotros, dando un remedio que expulsa agua a los
que sufren de hidropesía, evacuamos el humor redundante y aliviamos al
enfermo; ellos, empero, al aplicar la flebotomía buscan el efecto del
remedio. En ello son ridículos, ya que, no habiendo en el cuerpo ningún
órgano que contiene bilis negra, como la vesícula que está unida al hígado
contiene bilis amarilla, nos espetan este magnífico argumento: ellos
piensan que el humor melancólico no existe nunca en el cuerpo de los

24 Este es el concepto que siempre defendió Galeno en su terapéutica y que,


modificado ligeramente, vendría a ser el concepto moderno de especificidad
medicamentosa.
GALENO.-LA SANGRIA: CONTRA ERASISTRATO 887

que tienen buena salud. Tampoco admitirán que exista en nosotros la


pituita, ni que las palomas tengan bilis amarilla, ya que su vesícula no
está junto al hígado, como en ciertos otros animales. Se engañan a sí
mismos con ese error y no a nosotros, cuando creen que el humor
melancólico, que según nosotros nace en los hombres sanos, coincide
siempre con la bilis negra, que afirmamos originarse en el cuerpo que
no sigue la naturaleza. La bilis negra no es la misma en los perfecta-
mente sanos que en otros que se apartan del natural hábito (que están
enfermos); pero nada impide llamar las dos bilis humor melancólico,
como ya lo he· dicho.
No ha sido inútil recordar esto brevemente, con motivo de los que
con falsas razones han engañado a sí mismos y a otros que han adoptado
la opinión de Hipócrates.

LA SANGRIA: CONTRA ERASISTRATO

CAP. I.: CONTRA ERASISTRATO, QUIEN SE INTERESO POR MUCHAS NIMIEDADES,


PERO HIZO MENCION DE LA SANGRIA UNA SOLA VEZ Y DE PASO

Me parece oportuno investigar por qué Erasístrato 1 no ha mencio-


nado la sangría, que es poderoso auxilio y fue considerada por los anti-
guos como uno de los más eficaces remedios y, en cambio, desarrolló
con bastante amplitud todo 10 que se refiere al arte de la medicina, y hasta
quiso investigar los mínimos detalles, como cuando describe el modo de
cocer ciertas hortalizas y cataplasmas (pues si algún otro hubiese decla-
rado sus propiedades y utilidad, Erasístrato habría podido omitir la
manera de prepararlas, siendo cosa de ninguna importancia, porque puede
ser descubierta por cualquier hombre vulgar).
En efecto, en las obras de Erasístrato no se halla ni siquiera el nombre
1 En todo el libro, Galeno ataca rudamente a Erasístrato por no utilizar la
sangría. Sin embargo, los discípulos del médico de Julis, que vivían en la época
de Galeno, sostenían que su maestro no había proscrito la sangría en forma
absoluta, y que la utilizaba a veces, aunque mucho menos que los otros inédi-
COSo Celia Aureliano achaca a algunos de los erasistrátidas el hecho de rechazar
en absoluto el uso de la sangría y dice que Erasístrato sangraba en las hemo-
rragias.
888 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

de la sangría, excepto una sola vez; allá donde, como puede averiguarlo
cualquiera, al hablar del flujo de la sangre hace mención de ella, al pasar,
como simple bosquejo y no con un estudio detenido. Esto se ve en su
escrito, donde dice: «Las ligaduras hechas cerca de las axilas y de las
ingles no deben hacerse a la manera de aquellos que, siguiendo el método
vulgar de curación, solo consiguen hacer salir cierta cantidad de sangre
por los nudos. En efecto, como se acumula mucha sangre en las partes
ligadas del cuerpo, esta ha de ser expulsada con la dilatación y corte de
las venas; así saldrá más abundante de la parte del cuerpo cortada,
siempre que esté ligada. Cuando la expulsión de la sangre se produce por
la ligadura hecha en las piernas y en los brazos, allí la sangre se reunirá en
mucha cantidad. Al disminuir la sangre que está cerca de las partes del
tórax, el flujo se reducirá. Esto mismo quieren hacer aquellos que aplican
la sangría a los que tienen flujo de sangre (hemorragia). Pero en este
asunto obra mucho más prudentemente Crisipo, porque no solo mira el
estado actual de las cosas, sino que también prevé el peligro inminente.
Porque al peligro que deriva del flujo se une el de la inflamación 2, que
es muy difícil de ·combatir. Además, es de temer que se debilite el enfermo
que después de la sangría ha de quedarse sin alimento durante largo
tiempo. Por lo demás, Crisipo, apenas el alimento elaborado ya en el
cuerpo llega a lugares donde es difícil eliminarlo, en el momento en que
es inminente el peligro de la disolución, logra de esta manera eliminarlo
(al alimento). Siriviéndose de este método de curación nunca fue obligado
a combatir (el peligro), y con su ingenio superó todos los obstáculos; y
puesto que siempre es coherente consigo mismo, mereció frecuentes en-
comios.))
Es evidente que estas cosas carecen de importancia, si las compara-
mos con la habilidad de Erasístrato en el arte médico y con la eficacia
del remedio. Porque si esta clase de auxilio no se encontrara en los es·
critos de Hipócrates, de Diocles, de Eurifón 3 o de cualquier otro, entre
2 Véase el cap. In, en donde Galeno expone cuál es el mecanismo de la
inflamación según Erasístrato.
3 Eurifón, médico de la escuela de Cnido, vivió posiblemente en la misma
época de Hipócrates, aunque era menor que él. pasa por ser el autor de las
célebres Sentencias cnidianas. Según Celia Aureliano, Hipócrates y Eurifón atri-
buían la hemorragia a una erupción de sangre, pero Hipócrates por las venas
solamente, y en cambio, Eurifón pensaba que se efectuaba por las venas y
arterias. Esto muestra que el médico cnidiano ya sabía que las arterias llevan
sangre y no aire, como pensaron muchos médicos antes y después de él.
GALENO.-LA SANGRIA: CONTRA ERASISTRATO 889

los que vivieron antes de Erasístrato, se podría pensar que este hizo bien
en no referirse a un remedio cuyo uso no hahía sido aún descubierto o
aprobado por los médicos de fama. Pero, corno hubo muchos que em-
plearon con frecuencia este auxilio, no solo en una misma y leve enferme-
dad sino en muchas y graves, y puesto que se sabe que tanto Hipócrates,
inventor de todas las cosas buenas del arte médico, corno los más anti-
guos, se sirvieron de él, yo pregunto cuál fue el motivo por el cual Era-
sístrato desestimó tanto este remedio, que ni siquiera lo consideró en sus
escritos. Puesto que no lo desechó, corno hizo de los otros remedios con-
tra las enfermedades enceradas 4, hubiera debido, al referirse a la sangría,
expresar los motivos de su pensamiento. Pero fue tan escasa su explica-
ción al hablar de la eficacia de este remedio, que no dio a entender si
debía aceptarse o rechazarse, y no se atrevió a manifestar su opinión a
no ser en una sola enfermedad, corno ya se ha dicho. Pero de su misma
reticencia se desprende su pensamiento: pues si lo hubiese aceptado, no
lo habría pasado en silencio. Vernos, en efecto, que creía necesario des-
cribir los más insignificantes remedios contra las enfermedades, puesto
que estaba persuadido de que nadie los podría hallar por sí mismo, sin
haberlos aprendido de él.

CAP. II: POR CUALES MOTIVOS LOS DISCIPULOS DE ERASISTRATO


SIGUIERON EL PRINCIPIO DE QUE NO HAY QUE APLICAR LA SANGRIA

Parecerá a alguien que es necesario adivinar la causa por la cual Era-


sístrato no hizo uso de la sangría. Pero ¿cómo se puede descubrir, si no
ha dejado ningún escrito extenso sobre las mismas cosas que sabe? Sin
embargo, algunos trataron de explicar la opinión de Erasístrato; pero,
al mismo tiempo que no se ponen de acuerdo entre sí, caen en graves
errores. En efecto, ninguno de ellos es del mismo parecer y, lo que es
mucho más grave, ni los compañeros de Erasístrato, ni los discípulos de
Arisipo Anidio, quien fue el primero en desechar el uso de la sangría, no
dicen nada seguro sobre el parecer de Erasístrato. Lo que dijeron Ape-
mantes 5 y Estratón 6 es ridículo, pues ambos afirman que es muy difícil

4 El texto dice ceratus.


5 Lo mismo que Estratón, solo sabemos por Galeno que era discípulo de Era-
sístrato.
6 Lo único que sabemos de Estratón es esta cita de Galeno.
890 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

practicar la sangría, ya por la dificultad de conocer el vaso, ya por (el


peligro de) la incisión de la arteria, porque es muy difícil diferenciar la
arteria de la vena. Añaden que algunos murieron de miedo; uno no
pudo reaccionar antes de la sangría y otro después de ella, y hubo tam-
bién quien murió por un irreparable flujo de sangre. Pero dejo de. lado
lo que dicen los demás; algunos de ellos afirman que es muy difícil co-
nocer por conjeturas la cantidad de sangre que hay que extraer, y que
por tanto es necesario que esta sea muy escasa. De lo contrario, si exce-
de esa pequeña cantidad, producirá un grave daño, y en ese caso (siguen
diciendo) si la sangría rebasa ese límite, ¿ en qué difiere de un asesinato?
Otros, en cambio, afirman que, al producirse un paso de los espíritus
desde las arterias hasta las venas, el mismo espíritu seguirá necesaria-
mente el vaciamiento de la sangre a través de la abertura de las bocas
(de las venas). Hay quienes dicen que el vaciamiento de las venas es su-
perfluo cuando ya se ha producido inflamación en las arterias.
Aun cuando estas cosas parezcan creíbles, sin embargo son falsas e
inaceptables. Hubiéramos podido creer más a esta gente si hubiesen in-
tercalado lo que dijeron algunos otros, empezando su discusión por la
naturaleza de los humores. Si bien convendría refutar estas opiniones con
mayor abundancia de palabras, no es esta la oportunidad, porque se ex-
tendería demasiado el discurso; pero nada impide que empecemos por
criticar las afirmaciones de Erasístrato y de alguno de los discípulos de
Crisipo 7.

CAP. III: OPINION DE ERASISTRATO SOBRE EL COMIENZO DE LA FIEBRE


Y DE LA INFLAMACION; SU REMEDIO

Creo que mis palabras serán convenientes si, dejando de lado lo


demás, empiezo por considerar la opinión de Erasístrato, tratando de
ser lo más conciso posible.
Este afirma que la arteria es el receptáculo del espíritu, y la vena, de
la sangre; luego, cuando los receptáculos más grandes se ramifican, su
tamaño disminuye, pero aumenta su número. Debido al hecho de que
cerca del límite de un vaso se encuentra otro, estos receptáculos, espar-

7 Crisipo nació en Cnido y posiblemente fue contemporáneo de Aristóteles.


Muy poco se sabe de él. Galeno le ataca por no ser partidario de la sangría y
los purgantes. Su mayor gloria fue ser maestro de Erasístrato.
GALENO.-LA SANGRIA: CONTRA ERASISTRATO 891

ciéndose por todo el cuerpo, se subdividen en ramas tan pequeñas que la


sangre contenida en ellas se mantiene adentro por estar cerradas las ex-
tremidades de las bocas. Por esta razón, aunque las bocas de las venas
estén cercanas a las de las arterias, sin embargo la sangre permanece en
sus propios límites y no pasa a los vasos del espíritu (arterias). Así, el
animal sigue las leyes de la Naturaleza; pero cuando sobreviene una gran
anormalidad, entonces la sangre pasa a las arterias y el animal se enferma.
Las causas de este hecho son varias, pero la principal es la abundancia
de la sangre que dilata la túnica de la vena y abre las extremidades que
antes estaban cerradas, volcándose en las arterias. Luego la sangre per-
turba el espíritu que procede del corazón y le opone resistencia, alteran-
do su movimiento; si la sangre se detiene directamente y cerca qe una
parte importante, se produce la fiebre, y si es rechazada hacia atrás por
el espíritu y se condensa en las regiones de las arterias, hay inflamación.
Por estas razones, afirma que la inflamación se debe a la plenitud. Dice
que también la inflamación como consecuencia de las heridas es causa-
da por la penetración de la sangre desde las venas en las arterias, y cree
que la causa que provoca la evacuación es una consecuencia de este paso.
En efecto, cuando se rompen las arterias, después de la herida, todo el
espíritu sale de la parte lesionada y hay el peligro de que se vacíe el lugar;
entonces la sangre suele tomar el camino del espíritu evacuado y que
antes llenaba ese lugar, a través de la abertura de las bocas. Si el espíritu
sale afuera, también se derrama la sangre; pero si aquel permanece aden-
tro, también la sangre, impulsada por la fuerza del espíritu que mana del
corazón, se congrega en los lugares cercanos a la herida, y por esta causa
tiene lugar la inflamación.
Pongamos que sea verdad todo lo que Erasístrato dijo sobre las fie-
bres y las inflamaciones, aunque en otro lugar hemos demostrado que es
falso. Ahora dejemos que nos enseñe cuáles son los remedios (para estos
males). Dice así textualmente en varias partes y sobre todo en el tercer
libro de Las fiebres: ((Es necesario no dar ninguna bebida cuando empieza
la enfermedad y la inflamación, porque la inflamación, que produce la fie-
bre, en general es causada por la repleción. Si se proporciona bebida y los
vasos están llenos de alimentos, mientras la concocción y la distribución
de los alimentos actúan, sucede que con frecuencia se agudiza la infla~
mación.» Estas son sus palabras sobre la inflamación provocada por la
plenitud y no por heridas. En cuanto a estas últimas, así se expresa en
el primer libro de Las fiebres: ((Ahora indicaremos el método curativo
892 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

para eliminar la inflamación en las heridas. Los medicamentos al exten-


derse por las partes sanas y al obturarlas, impiden que la sangre que
mana desde arriba llegue a las partes cortadas, porque en las partes sanas,
donde hay muchas arterias y venas, la sangre, que ha pasado a las arte-
rias, puede transmitirse fácilmente a las venas. Por eso, no hay que po-
ner nada en las heridas cuando estén inflamadas; de este modo, las ve-
nas, privadas de alimento, recibirán mucho más fácilmente la sangre que
ha penetrado en las arterias, y así disminuirá la inflamación.»
Aceptamos con Erasístrato que el exceso (de sangre) ha de ser eva-
cuado y que las venas, cuando se dilatan y están repletas, no pueden
recibir de nuevo la sangre; pero dudamos de cómo han de ser evacuadas.

CAP. IV: ES MAS EFICAZ LA EVACUACION (DE LA SANGRE) POR MEDIO DE


LA SANGRIA QUE CON LOS AYUNOS. POR QUE ERASISTRATO NO SE PREOCUPO
POR IMITAR LA NATURALEZA NI POR LEER LOS ESCRITOS DE HIPOCRATES

Después de haber dicho una vez que hay que hacer el vaciamiento,
creo que este se obtiene más fácil y rápidamente con la sangría, ya que
por su medio podemos eliminar prontamente solo las inflamaciones,
mientras que los ayunos, además de requerir largo tiempo, eliminan in-
distintamente todo el contenido (del cuerpo). Pero esto no es útil. Pues
¿ qué necesidad hay de eliminar lo que no necesita ser eliminado? ¿ O por
qué adelgazar las carnes cuando es suficiente extraer la sangre? Además,
hay que tener en cuenta los daños ocasionados por los largos ayunos:
las fuerzas que se debilitan, los jugos que se vuelven más biliosos y amar-
gos, los frecuentes dolores y ansiedad del corazón, la retención de las
evacuaciones del vientre y los excrementos más ásperos y malignos.
Erasístrato no repara en ninguna de estas cosas, y hace como los
ciegos que, teniendo cerca un camino amplio, rápido y llano, muchas ve-
ces vagan de un lado a otro y toman el más angosto, áspero y largo. Así
él deja el sendero más cercano, rápido y agradable para recorrer el más
prolijo y embarazoso. Este camino lo lleva donde él quiere ir, pero no
con rapidez y sin perjuicios. Admito que el ayuno lleve a la evacuación
de la plenitud, pero esto se obtiene en un largo tiempo y con graves
daños. Pero el sabio Erasístrato, quien, según algunos, es igual a Hipó-
crates, no tuvo vergüenza en decir cosas no creíbles ni razonables, de-
jando de lado un remedio tan importante, mientras se ocupó en cosas vi-
GALENO.-LA SANGRIA: CONTRA ERASISTRATO 893

les y de ninguna importancia. Sin embargo, Hipócrates 8, aquel médico


en nada inferior a ti, i Erasístrato !, no habló así de la sangría, sino que
llevó a cabo con la práctica aquello que tú solamente admiras de palabra.
En efecto, admiras a la Naturaleza por ser ingeniosa y nodriza prudente
de todos los seres, pero no la imitas. Cuando viste que ella cura con
frecuencia muchas enfermedades por medio de la evacuación de la san-
gre, ¿por qué no hiciste lo mismo, aunque fuera en un solo caso?, o ¿por
qué suprimes con el silencio las obras de la Naturaleza, a la cual alabas?
Además en Hipócrates leíste 10 siguiente: «Cuando la mujer vomita san-
gre, significa que se suspenden los menstruos)) 9, y también: «Las hemo-
rroides producen un efecto semejante a los de la bilis negra. También
salen de la nariz flujos abundantes de sangre)) 10. Pero tú no escribiste
nada de todo esto, y alabando la Naturaleza solo de palabra, no escri-
biste nada sobre sus obras. Yo, al contrario, me limité a aprender per-
fectamente sus obras, y empezando por ellas, me hice capaz de investi-
gar y de encontrar lo que consideraba útil. Me sea lícito, pues, con per-
dón de tus admiradores, i Erasístrato !, decir algo que es evidente; esto
es: que a mí y a todos nos parece que eres un insensato y de ningún
modo experto en las obras de la Naturaleza. En efecto, esto se debe a una
de las dos cosas: o nunca conociste esas obras, o, aunque las conocieras
desde hace tiempo, no las imitaste. O tal vez escribas estas cosas ence-
rrándote siempre en una habitación, sin ver a ningún enfermo; por ello
ignoras las obras de la Naturaleza, mientras por otra parte, conforme a
tu gran locura, las admiras e imitas a destiempo. Y cuando empezaste a
escribir, no observaste lo que es ley. En efecto, primero deberás descri-
birme las obras de la Naturaleza y luego explicar lo que ella hace perfecta
y cabalmente movida por sus propios instintos, y 10 que hace con menor
perfección cuando es estorbada por causas morbosas. Este modo (de
obrar de la Naturaleza) nos proporciona el camino para encontrar los me-
dicamentos. Una vez que yo haya aprendido las cosas que ella cumple
con perfección, podré fácilmente serIe de ayuda añadiendo aquello en lo
cual es deficiente. Por otra parte, si nada hace por sí misma, trataré de
huir de todo aquello que le causa daño, cuando es vencida por la vio-
lencia de las causas morbosas.

8 Véase «La sangría en el Corpus Hippocraticumll, por Aníbal Ruiz Moreno,


en Archivos Argentinos de Historia de la Medicina, año l, tomo l, 1945.
9 Aforismos, V, 32.
10 Aforismos.
894 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Pero tú no mencionaste ninguna de estas cosas, y encerrado en tu


casa, escribiste lo que se te ocurrió, sin hacer gran caso del examen de
los enfermos. Sin embargo, si no reflexionaste por ti mismo sobre lo di-
cho, podías releer los escritos de Hipócrates y aprender qué es lo que la
Naturaleza cumple de una manera completa y perfecta o, como él acos-
tumbra decir, cabalmente; cómo se puede imitar cuando ella no organiza
su defensa, y cómo es necesario ayudarla cuando se defiende, pero actúa
débilmente.
Si te hubieses ejercitado en esto, habrías repetido lo que escribe Hi-
pócrates: ((Las cosas hechas perfectamente por la Naturaleza. no han de
ser movidas ni cambiadas con medicamentos u otros estímulos, sino que
hay que dejarlas (como están). Este es el precepto de la Naturaleza, cuan-
do obra con toda su perfección. Pero cuando algo (un factor externo)
penetra en la Naturaleza y esta organiza su defensa de un modo inádecua-
do, pide que se la ayude. Hay que dirigir el auxilio allá donde ella se en-
camina. En efecto, la naturaleza trata de librarse de aquello que la mo-
lesta: pero, como no puede lograrlo por su debilidad, necesita de nuestra
ayuda.)) Por esto, cuando cura la inflamación de los pulmones provoca
la evacuación hasta el equilibrio de los humores; ¿qué dice en efecto?:
(eCuando el dolor se extiende hasta la garganta o sobreviene pesadez en el
brazo, cerca de las mamas o sobre la región precordial, hay que cortar
la vena interna del codo. No dejes de extraer sangre en abundancia, mien-
tras sea de color rojo o aunque salga lívida y no pura y roja: también
pueden fluir las dos clases de sangre. Pero si el dolor se circunscribe
debajo del diafragma y no llega hasta la garganta, entonces es necesario
aligerar el vientre con eléboro negro o con verdolaga» 11. En cuanto a las
afecciones renales dice: (e Cuando un fuerte dolor renal llega a través de
los intestinos hasta el coxal, es menester cortar la poplítea, esto es, la
vena que está en la rodilla)) 12.

CAP. V: UTILIDAD DE LA SANGRIA EN LAS ENFERMEDADES FRIAS Y EN


MUCHAS OTRAS, SEGUN EL TESTIMONIO DE LOS MEDICOS RACIONALES, DE
LOS EMPIRICOS y DE LA MISMA NATURALEZA

¿Cómo dijo eso? Una sirvienta de Margueo, cuando dio a luz a una
hija, no expulsó sangre, porque la boca del útero estaba torcida hacia el
11 Del régimen de las enfermedades agudas, apéndice.
12 Epidemias, libro VI, t. 5.
GALENO.-LA SANGRIA: CONTRA ERASISTRATO 895

cóccix. Cuando fue cortada la vena cerca del talón, el dolor cesó, aunque
el cuerpo estaba ya sacudido por temblores. Pero ahora hay que conside-
rar el momento (de la enfermedad) y su causa. En efecto, Hipócrates
quiere que se analice el período y el origen de la dolencia, y en este
caso, según mi parecer, puesto que el exceso de sangre ocasiona trastornos,
se podría repetir lo dicho acerca de la sangría. Hipócrates no titubeó en
practicar la sangría a esa mujer, aunque ya estaba sacudida por el tem-
blor, mientras que ningún otro nunca se atrevió a extraer sangre en los
temblores, ni en la hidropesía, ni en ninguna otra enfermedad fría. Pues
en estos males el cuerpo se enfría mucho más de lo necesario por la
evacuación del jugo cálido, y se extingue el calor innato, que también
fue enfriado antes por la enfermedad. Pero Hipócrates, según su propia
dec1aración, consideró la cantidad de sangre acumulada antes del mal;
en efecto, esa mujer no tuvo esas purgaciones que llaman secundinas. El
origen o estímulo de esa anomalía, es decir, su generación y causa pri-
mera, por la cual no se produjo la purgación, fue la torción del útero, que
estaba doblado hacia el cóccix. Por eso, como la retención le indicara la
evacuación y la posición del útero le mostrara el lugar por donde ha de
producirse la evacuación, cortó la vena que está cerca del talón. Y así
procedió Hipócrates en todo lo demás. Sin embargo, para no entristecer
a los secuaces de Erasístrato con nuestras alabanzas por ese hombre, ya
que me parece que ellos, y sobre todo Erasístrato, tuvieron animadver-
sión por Hipócrates, dejaremos de referirnos a él; de todos modos ha-
blaremos en otra oportunidad de sus procedimientos en la evacuación.
Ahora vamos a aquellos que practicaron la sangría empírica o racio-
nalmente, pues sé que ninguno de ellos se abstuvo de aplicarla. Me cons-
ta que entre los dogmáticos la usaron Dioc1es, Plistónico, Dieuques 13 y
Praxágoras, junto con Filótimo, Herófilo y Asc1epíades; aunque este úl-
timo fue tan amante de las disputas, que habló mal de casi todas las en-
señanzas anteriores y no respetó a ninguno de los antiguos, ni siquiera a
Hipócrates, y hasta se atrevió a llamar meditación ante la muerte, el
arte curativo de aquellos. Sin embargo, no fue tan descarado de eliminar
la sangría de los auxilios médicos. Tampoco lo hizo ninguno de los más

13 Muy poco se conoce de Dieuques, que Galeno cita con respeto. Se sabe
que escribió un libro sobre las virtudes del repollo y otros sobre el modo de
preparar las carnes.
896 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

recientes o de los más antiguos: ni Ateneo 14, ni Arquígenes 15, ni Aga-


tino 16, ni los de la escuela empírica. No se podría citar a ninguno de estos
últimos (como enemigo de la sangría), aunque ellos no aceptan nada dic-
tado por la razón y lo resuelven todo fundándose en la experiencia. Pero,
si te gusta, dejemos a estos, para no oscurecer las obras de la naturaleza,
que tú alabas, con la muchedumbre de los testigos. ¿Acaso la naturaleza
no proporciona a todas las mujeres una purgación mensual, despidiendo
la sangre? En efecto, la mujer, por el hecho de vivir en casa, de no dedi-
carse a trabajos pesados ni estar bajo el sol, almacena una gran cantidad
de humores, y por esto necesita esta evacuación, como remedio natural.
Esta purgación es la única necesaria; la otra, que se produce después del
parto, es contingente, aunque el mismo parto es una forma de evacuación.
En efecto, el feto suele alimentarse con la sangre del útero. Después del
alumbramiento, la leche que se forma en las mamas es también, en can-
tidad no pequeña, una evacuación (de la sangre), puesto que la sustancia
de la leche y de los menstruos es la misma, y las venas son, por así de-
cirlo, las fuentes comunes de ambos ríos. Por esta causa, a la mujer que
por su edad no tiene más la menstruación, tampoco se le forma la leche
en las mamas; por otra parte, la que aún tiene purgaciones mensuales,
sufre una interrupción de ellas durante la lactancia, y si en este período
sale la sangre por los lugares naturales, en seguida se suspende la leche 17.
Además, todos los seres vivientes que no están preñados no tienen leche,
mientras que cuando esta se presenta, significa que la naturaleza los hace
aptos para concebir.
Ahora bien: si ya comprendiste todas las ventajas de esta evacuación
para la mujer y los daños que derivan de su suspensión, no veo por qué
no has de acelerar por todos los medios la evacuación del exceso de san-
gre. En efecto, según el testimonio de Hipócrates, la mujer no sufre de
podagra si no le falta el menstruo. Pero ¿por qué usaré las palabras de
Hipócrates contra un enemigo suyo? Quisiera, por tanto, que conocieras

14 Ateneo de Atalia fue el fundador de la escuela pneumatista. Han llegado


hasta nosotros escasos fragmentos de sus obras, pero se sabe que fue un autor
muy fecundo.
15 Arquígenes de Apamea practicó la medicina en Roma, posiblemente bajo
Adriano. Gozó de gran prestigio como médico y perteneció a la escuela ecléc-
tica. Galeno mostró estimación por él en sus obras.
16 Agatino fue un discípulo de Ateneo.
17 Aforismos, VI, 29.
GALENO.-LA SANGRIA: CONTRA ERASISTRATO 897

la verdad afirmada por mis propias palabras, y es la siguiente: la mujer


si tiene purgaciones normales, no sufre de podagra, ni de dolores articu-
lares, ni de inflamación de los pulmones, ni de perineumonía; tampoco
está expuesta a la epilepsia o a la apoplejía, ni es afectada por la falta
de respiración o de voz. ¿Acaso cuando hay el flujo menstrual la mujer
es atacada por la locura, por el letargo, por convulsiones, temblores o
escalofríos? Viste alguna vez a la mujer con menstruaciones normales
sufrir de melancolía o de manía, o expectorar sangre desde el tórax o
vomitarla desde el vientre, o tener cefalea o ser ahogada por la angina o
ser acometida por alguna enfermedad grave de esta especie? Por el con-
trario, si se suspende el menstruo, cualquier enfermedad la aqueja, y se
sana nuevamente cuando vuelven las evacuaciones.
Pero dejemos a las mujeres, y vamos a los hombres. Verás que todos
aquellos que evacuan lo superfluo por medio de las hemorroides, no se
enferman nunca.; pero si cesan esas purgaciones, los acometen las peores
enfermedades. Entonces, si alguien tiene angina o pulmonía, ¿le extrae-
rás sangre o no te importará la muerte de tantos hombres con tal de no
apartarte de las falsedades aprendidas? Tal vez hagas eso; yo, en cambio,
he curado muchas veces con la sangría no solo estos males, sino también
el espasmo y la hidropesía. Esto me lo enseñó una larga experiencia y la
misma razón, que me llevó a investigar la causa (de la enfermedad) y su
período. Si lees los comentarios de los empíricos, podrás saber que tam-
bién la experiencia me ha enseñado 10 mismo.

CAP. VI : ERASISTRATO y TODOS LOS QUE TIENEN POCA ESTIMACION POR


LA SANGRIA, SE OPONEN A LA NATURALEZA COMUN DE LOS HOMBRES Y
T AMBIEN AL CONSENTIMIENTO (INSTINTIVO) DE LOS BRUTOS

No creas que tu controversia esté dirigida únicamente contra Hipó-


crates (quien aprobó la sangría para el caso de los temblores, de la hidro-
pesía u otras enfermedades frías, provocadas en el hombre por las he-
morroides y en la mujer por la retención de los menstruos), sino contra
todos los médicos que se acogen a la experiencia y, más aun, contra la
vida humana en general. En efecto, me parece que te opones a la opi-
nión común de todos, cuando niegas aquel principio natural que nos
hace reconocer a cada uno que el exceso de sangre debe ser evacuado.
¿Quién ignora, pues, que los remedios de los contrarios son sus contra-
898 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

rios, siendo esta la sentencia común de todos y no solo de Hipócrates?


Pero tú, por el odio que has concebido por Hipócrates, te muestras, se-
gún mi opinión, mucho más necio que los demás, y no te aprovecha
el tener a la naturaleza que todos los días te lleva de la mano para mos-
trarte estas cosas; porque ella cura la inedia con el alimento, la repleción
con las evacuaciones, el frío con el calor y el calor con la refrigeración.
En realidad, ¿qué otra cosa es alimentar sino proporcionar plenitud? Así
también, la defecación no es más que el vaciamiento del intestino repleto,
y orinar equivale a aliviar la vejiga demasiado llena.
Además, muchos animales, acosados por el frío, buscan escondrijos
y cuevas abrigadas en las entrañas de la tierra. Por otra parte, en verano,
algunos animales, sofocados por el calor, se arrojan al agua fría y se que-
dan en lugares umbrosos y expuestos a los vientos. También he visto más
de una vez un perro que se procuraba el vómito, y un ave egipcia imitan-
do el clister 18.
Los hombres, por estar dotados de razón, logran mucho más fácil-
mente estas cosas.
Llama a un hombre experto en el arte médico que esté asistiendo a
un enfermo joven, de buena constitución, con abundante sangre, el cual
sea ahogado por la angina o la pulmonía, y pregúntale al médico, si co-
noce un remedio contra ese mal. No será tan necio de no pronunciar el
nombre de sangría. Pero Erasístrato, en su lucha contra Hipócrates, no
quiere aceptar lo que es aprobado por el sufragio de toda la humanidad,
y así se manifiesta más estúpido que las grullas, porque estas, como tam-
bién las águilas, migran hasta los últimos confines de la tierra, huyendo
del frío o del calor, y de este modo rechazan los contrarios con sus con-
trarios.
Sin embargo, como ya he dicho, la perfección del arte hipocrático no
consiste tan solo en haber averiguado que hay que extraer la sangre a los
que peligran por tener exceso de la misma.
Trataré, entonces, de exponer de qué manera, cuándo y en qué can-
tidad hay que practicar la evacuación. Pues creo que es obligación del
médico saber cuándo se debe cortar la vena que está en la frente, o las
que se encuentran en los lagrimales, las que están debajo de la lengua, la
llamada humeral, la poplítea o la que está cerca del talón. De todas ellas
habló Hipócrates.
Lejos de maravillarme de que los contrarios se curen con los con-
18 El ibis.
GALENO.-LA SANGRIA: CONTRA ERASISTRATO 899

trarios y de que la evacuación se oponga a la repleción, me atrevo a decir


que hasta los animales participan de este convencimiento. Si abres tus
oídos, o más bien tu inteligencia y, dejando tu aversión por Hipócrates,
quieres seguir la verdadera razón, te diré algo digno del arte de aquel
(grande). Dioc1es, Plistónico, Herófilo, Praxágoras y muchos otros mé-
dicos están de acuerdo, por haberlo aprendido del divino Hipócrates y no
por haberlo descubierto por sí mismos, sobre el tiempo en que hay que
cortar cada una de las venas indicadas anteriormente.
Aunque Hipócrates enseña que los efectos de las hemorroides son
semejantes a los de la bilis negra, no todos lo saben, sino únicamente
aquellos que investigan sus escritos con ánimo sincero y aprenden de él
el origen de las hemorroides, de la disentería y de las varices. Tampoco
todos saben que si se produce una de estas enfermedades, no siempre se
debe impedir su desarrollo sino proporcionar alivio, y a veces, cuando
parece que la -naturaleza descansa (mientras es así que obra), hay que
confiar a ella todo el trabajo. Pero no toman en cuenta esto los que quie-
ren curar antes de tiempo y con precipitación la disentería, las varices y
las hemorroides y suministran remedios contraproducentes. Yo, por mi
parte, vi a muchos vejados por la bilis negra o por la locura, porque la
impericia de los médicos les detuvo las evacuaciones. Otros padecieron de
inflamación intercostal o de enfermedad renal, y hubo quienes vomitaron
sangre desde el estómago o la expectoraron, y algunos también murieron
de una pasmosa enfermedad o de hidropesía.
A mi entender, estos son los conocimientos que debe poseer el mé-
dico, junto con el arte insigne de la evacuación (de sangre).

CAP. VII: NO SE HA DE ABANDONAR LA SANGRIA POR EL HECHO DE DESCO-


NOCER LA CANTIDAD DE SANGRE QUE HA DE SER EVACUADA. AL CONTRARIO,
SU MEDIDA SE CONOCE MEJOR QUE LA DE LAS OTRAS EVACUACIONES, Y SU
EFICACIA ES MAYOR

¿Por qué, junto con otras cosas importantes, Erasístrato no estudió


en qué cantidad debe extraerse el exceso de sangre, si bien no se trata
de algo de sumo interés? ¿Y por qué todos sus adversarios, siempre dis-
puestos a hacer ruido, se entretienen en decir simplezas, como cuando
acusan a Erasístrato de no conocer la cantidad de sangre que hay que ex-
traer, como tampoco la medida en que se deben suministrar los otros
900 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

remedios? Y entonces, por los dioses inmortales, ¿de qué medicamentos


creen ellos que Erasístrato conoció perfectamente la medida, de manera
que no los aplicara con exceso ni escasez? ¿Acaso logró esto con el clis-
ter, con los purgantes, con los diuréticos o con algún alimento o bebida?
Pues es tiempo que esta gente que sospecha de todo calle de una vez.
¿Por qué Erasístrato usa los medicamentos purgativos y da a los enfer-
mos, sobre todo a los coléricos, vino disuelto en agua fría? ¿Y por qué
alaba con esas palabras bastante dignas de envidia a su preceptor Cri-
sipo por haber encontrado un remedio desconocido a los antiguos y que
es el único que puede salvar a los coléricos ya próximos a la muerte? En
efecto, no se sirvió siempre de este auxilio, sino cuando el peligro era
grave. Yo no lo acuso por esto, sobre todo porque investigó plenamente
10 que conviene en cada ocasión. Es digno de admiración que cuando re-
fiere algo de Crisipo, es muy resuelto en sus palabras y no olvida ni el
momento de la enfermedad, ni la difícil conjetura de la medida, ni el pe-
ligro del mal, sino que considera que Crisipo enseña claramente la manera
de estudiar la medida y el período de la enfermedad, de modo que sus
enseñanzas son útiles no solo para los médicos, sino también para los
profanos. (Esto llama la atención porque) cuando se presentaría la opor-
tunidad de alabar a alguno de los antiguos médicos por sus descubri-
mientos, evita hablar de ellos.
Pero ahora corresponde afirmar que es mucho más fácil que en los
otros auxilios conocer la justa medida en la sangría. En efecto, con fre-
cuencia se puede observar el cambio del color de dos maneras, ya mi-
rando el flujo de la sangre, ya al enfermo. Además, en muchas enferme-
dades el desfallecimiento marca el término de la evacuación, en tanto en
el flujo de la sangre los síntomas son la pérdida de vigor y el cambio del
pulso 19. A esto añádase que el médico puede suspender cuando quiera
esta evacuación, y no las otras, porque cuando hay que dar un medica-
mento purgante, vomitivo, diurético o alguno de los que limpian el tó-
rax o la cabeza, el primer suministro está en poder del médico, pero las
otras manifestaciones dependen de la suerte 20.
Cuando se da un purgante, existe el peligro de que no surta efecto,
si no alcanza a expulsar 10 que se ha acumulado en el vientre; también

19 Por esto se ve que ya Galeno conocía perfectamente bien las características


del pulso en las grandes pérdidas de sangre.
20 Esto ocurría porque en esa época no se podían dosificar bien los medica-
mentos.
GALENO.-LA SANGRIA: CONTRA ERASISTRATO 901

puede producirse una evacuación muy pequeña, pero con dolores agudos,
retortijones, enfriamiento, pérdida del pulso y debilidad y, en general,
con gran perturbación del cuerpo. Si, al contrario, la defecación excede
la justa medida, este es el peor de todos los males, porque no se puede
detener la diarrea, mientras en la sangría es suficiente poner un dedo
sobre la vena para arrestar el flujo. Sin embargo, ningún médico se abs-
tiene de esos remedios por temor a sus efectos, sino que después de
cometido el error, resuelve no usarlos más.
Pero ¿por qué hablo de los purgantes y pierdo el tiempo en describir
medicamentos enérgicos, si también en los alimentos la falta de la justa
medida suele ocasionar graves daños? Estos los podemos observar en
los hombres extenuados y débiles, que necesitan de una rápida nutrición.
Porque si la alimentación es insuficiente, sus fuerzas se consumen, y si
es muy abundante, en lugar de alimentar el cuerpo, lo oprime, ahoga y
mata. Pero si .una adecuada alimentación exige trabajo, ¿acaso renun-
ciarás a ella? Entonces tendrás que abstenerte de toda curación, pues
en el arte médico nada es útil, de no ser practicado con cierta medida.
Por tanto, no atribuyas esta deficiencia únicamente a la sangría.
Los errores cometidos en lo que a la justa medida se refiere, engen-
dran graves daños, sobre todo porque los excesos son muy perniciosos,
y cuando el peligro es menor, no será necesario sobrepasar la medida.
Tenemos el caso de una extracción de tres heminas: si se extraen cuatro,
se ocasionará un grave perjuicio; si se eliminan dos, los efectos serán
bastante ventajosos, sin ningún detrimento, porque la otra hemina se
podrá extraer por medio de clisteres, ayunos, fricciones o sudores, pues
nada impide practicar una nueva evacuación.
Pero ¿de qué me sirve argumentar tanto, si mi polémica está dirigida
contra hombres necios, que no dicen nada razonable y no aceptan aque-
llas mismas cosas que alaban? En efecto, admiran las palabras de Erasís-
trato y adoptan para sí mismos el nombre de aquel, llamándose erasistrá-
tidas, pero ignoran las enseñanzas del maestro hasta tal punto que son
capaces de explicarlo todo, menos el significado de su doctrina. Por ejem-
plo, charlan tan absurda y prolijamente sobre la sangría que cualquiera
tendría razón en condenar su incapacidad y petulancia. Erasístrato, en
su libro sobre El flujo de la sangre, el único lugar en donde menciona
la sangría, dice claramente que Crisipo no hace uso de la extracción de
la sangre para que el enfermo, obligado a ayunar a causa de la inflama-
ción, tenga resistencia. Pero ellos no dicen nada de esto. Teniendo a la
902 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

vista las palabras de Erasístrato, ¿seguiremos escuchando a sus detrac-


tores? No sería justo. Recordemos, pues, el pasaje donde dice: «Crisipo
obró con mayor prudencia porque no solo consideró el presente, sino
también previó el peligro futuro. En efecto, al peligro del flujo se une el
de la inflamación, que no es fácil de evitar, porque el que ha de permane-
cer largo tiempo en ayunas luego de la sangría, corre el peligro de pere-
cer.» (Con estas palabras) afirma claramente que Crisipo evita el peligro
derivado del ayuno, peligro que considera indefectible, porque el quepa-
dece de inflamación sufre el hambre por mucho tiempo.

CAP. VIII: SE EQUIVOCO ERASISTRATO AL PREFERIR EL AYUNO A LA SANGRIA


EN LA EVACUACION Y EN LA REVULSION, LAS CUALES CURAN LAS
INFLAMACIONES

No preguntaré aquí a los charlatanes secuaces de Erasístrato por qué


razón este quiere que no se dé nada a los que sufren de inflamación. Me
lo explica el mismo Erasístrato, con las palabras antes citadas, en el
tercer libro sobre Las fiebres, donde se ocupa de las inflamaciones debidas
a la plenitud, y en el primer libro sobre Las heridas. En los dos comenta-
rios dice, no una sola, sino varias veces, que las venas que están vacías
a causa del ayuno· son más aptas para recibir de nuevo la sangre. Estas
son sus palabras: «De ello se sigue que no hay que poner nada en las he-
ridas, cuando estén inflamadas, porque las venas, privadas de alimento,
recibirán más fácilmente la sangre que pasó a las arterias.)) De esa manera
el ayuno elimina la inflamación, obrando como remedio evacuante, y
afirma que la razón por la cual se debe imponer a los que sufren de in-
flamación consiste en el hecho de que las venas, una vez vaciadas, reci-
ben sin dificultad la sangre que penetró en las arterias. Mientras podría
vaciar las venas sin ninguna molestia y con rapidez (así los dioses me
ayuden), emprende largos trabajos. Pues yo no veo cómo alguien pueda
salir de un lugar, yendo por rodeos. No cortaré la vena, dice, para que
el enfermo pueda soportar el ayuno. Pero ¿por qué atormentas con el
hambre a los que tienen inflamación? Para vaciar las venas, responde.
y ¿por qué no las vaciaste desde un principio? Me avergüenzo de este
hombre que cayó en tan graves errores y que, además de contradecir las
perspicuas enseñanzas de su arte y sus propias razones, ignora por qué se
aplican los ayunos.
GALENO.-LA SANGRIA: CONTRA ERASISTRATO 903

Sin embargo, mucho antes Praxágoras escribió extensa y claramente


acerca del ayuno, y también Hipócrates y Diocles no dejaron nada por
decir sobre este asunto. Pero nuestro hombre es tan ignorante que pien-
sa que únicamente los ayunos sirven para vaciar las venas y que no hay
otro remedio evacuante; desprecia, por Zeus, los más eficaces, que pro-
ducen rápidamente el efecto que uno quiere, y se queda con el más débil
de todos.
Aun admitiendo que las inflamaciones provocadas por las heridas se
pueden curar de la misma manera que las derivadas de la plenitud, ¿qué
haremos cuando esta plenitud, que permanece aún en las venas, las dilata?
y cuando se extiende a las arterias, ¿qué remedio usaremos? Pienso que
en todos estos casos es muy útil la sangría.
Supongamos que un gran exceso de sangre se precipite en el tórax y
que se presente allí el peligro de la ruptura de un vaso; ¿habremos de
aplicar la sangría o más bien ataremos las partes con ligamentos de lana?
Para él, por Heracles, será oportuno este último remedio, pues lo eligió
en lugar del auxilio revulsivo, no comprendiendo que la sangría es mucho
más eficaz en la revulsión; en efecto, nosotros hemos logrado varias ve-
ces detener por medio de la sangría un irrefrenable flujo de sangre. Creo
que Erasístrato ignoró también esto, porque todos saben qué venas hay
que cortar cuando sale sangre de una parte del cuerpo. Cuando esto
sucede, la sangría nos proporciona lo que necesitamos, pero Erasístrato
dejó de lado tanto la evacuación como la expulsión. ¿A qué esperas más,
gastando el tiempo inútilmente, y haces perecer a los hombres, cuando
los puedes salvar ya de la ruptura de los vasos, como de la inflamación
consiguiente y también de los tormentos del hambre, que tú consideras
como un remedio contra la inflamación? Porque si la plenitud provoca
la ruptura, eliminando la primera, evitarás la segunda, y si lo consigues,
también quitarás de en medio la inflamación que nace de la ruptura; y
una vez eliminada la inflamación, no tendremos necesidad de acudir a
los ayunos. Sin embargo, me parece que, en tu deseo de imponer a todos
el ayuno, provocas las enfermedades que requieren los tormentos del
hambre. ¿No era mejor, en cambio, prevenir cualquier molestia eliminan-
do la causa del mal?
904 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAP. IX: ENTRE LOS REMEDIOS QUE CORRIGEN LA PLENITUD, NADA MEJOR
QUE LA SANGRIA. POR HABERLA OMITIDO, ERASISTRATO NO PUDO UTILIZAR
NI LOS AYUNOS NI LOS OTROS AUXILIOS EVACUANTES

Tal vez me tomo en vano el trabajo de recordarte lo que tú mismo


nos enseñaste en el primer libro de Los remedios saludables. Allí, después
de haber hablado del origen de la plenitud que se forma en las venas,
estableces los remedios que tienen como fin la evacuación, y afirmas que
a cada enfermedad corresponde un remedio distinto. Nos dices, además,
que los ejercicios, los baños frecuentes y la dieta vacían la plétora o re-
pleción (pues así llamas el exceso de alimento acumulado en las venas).
Según tu opinión, el mismo remedio evacuante no aprovecha a todos,
porque no pueden acostumbrarse al mismo tiempo a todos los medica-
mentas; de manera que algunos harán baños, otros ejercicios y otros
recurrirán al vómito. No todos están expuestos a las mismas enfermeda-
des, sino que unos contraen con facilidad la epilepsia, otros expectoran
sangre, y hay quienes padecen del hígado o del bazo. De ninguna mane-
ra, y tú también estás de acuerdo en ello, trataremos de evacuar al epi-
léptico por medio de los baños. Tampoco indicaremos el ejercicio a quien
esté amenazado por una ruptura del vaso en el tórax, porque por la vio-
lencia del ejercicio y la debilidad del enfermo podría romperse una vena
cerca del tórax, aunque no haya plenitud. Te ruego, pues, nos indiques
cómo hemos de socorrer a ese enfermo. No nos dejes dudas sobre la ne-
cesidad de la evacuación que puede consistir en el ejercicio, en los baños
frecuentes y en la dieta.
En cuanto al ejercicio, tú mismo no lo consideras útil. Por lo que
concierne a los baños, no dijiste si deben usarse o no en esas afecciones;
pero yo diré lo que me parece evidente y es corroborado por la experiencia,
y, si me es lícito sacar conclusiones, manifestaré cuál es tu pensamiento.
En el tratado sobre El flujo de la sangre, adoptas, como únicos me-
dios para eliminar la plenitud, las ligaduras y los ayunos, y no los ba-
ños. Pienso, por tanto, que prohíbes los baños cuando esté rota la vena,
pero no dices si los usarías cuando hay solamente el peligro de una rup-
tura. De ello deduzco, aunque tu sentir sea distinto, que el baño es muy
pernicioso cuando hay flujo de sangre, y la causa es manifiesta: en efec-
to, la sangre, con los baños calientes, se transforma en vapor y en espíri-
tu, cobra mayor movimiento y origina tumores; además el cuerpo, con
GALENO.-LA SANGRIA: CONTRA ERASISTRATO 905

el agua caliente, se torna blando y débil. Es claro que si el cuerpo se


debilita y si la sangre que sale de él fluye más rápidamente y se trans-
forma en tumor, se producirán trastornos. Por ello, cuando hay peligro
de una ruptura de la vena por exceso de sangre, no provocaremos la
evacuación por medio de los baños.
Corresponde, por tanto, considerar el tercer remedio evacuante, es
decir, la dieta liviana. Hay tres tipos de dieta: las tenues o livianas, las
cuales consisten en alimentos no nutritivos, la suspensión completa de
alimentos y también el vómito. Veamos primero qué significa alimenta-
ción liviana: ¿acaso es provocar el vómito después de la cena? Pero si
queremos hacer esto, será menester evitar la violencia de los ejercicios,
lo cual es evidente aun para los ignorantes. Queda entonces el ayuno o
el suministro de alimentos faltos de nutrición. Sin embargo, estos ali-
mentan, aunque poco, y nosotros queremos quitar, no añadir algo. Acu-
diremos por último al hambre, remedio trabajoso y lleno de peligro,
como la última áncora de salvación, que puede aprovecharse en todas las
enfermedades, y luego ¿cubriremos por esto de injurias a Apolonio 21 y a
Dexipo? 22.
AqUÍ quisiera recordarte tus mismas enseñanzas sobre el particular,
pues parece que tu opinión sobre el ayuno es de excluirlo de los reme-
dios evacuantes. Después de haber demostrado lo que quiero, haré men-
ción de los testimonios aducidos por ti.
En realidad el ayuno no ocupa ningún lugar entre las cosas existentes,
y es como la ceguera o la sordera, que son la privación de algo real. El
alimento está formado por cosas existentes, y por eso la necesidad de
comida significa la alimentación del cuerpo. Por el contrario, su priva-
ción no está constituida de cosas existentes. Y no se podrá mostrar la
necesidad de ella (la privación de comida), como sucede con la evacua-
ción en los sudores, en la sangría y en los clísteres y con la alimentación.
El ayuno es algo intermedio entre ambas cosas, es decir, entre la eva-
cuación y la nutrición, pues ni alimenta ni evacua. ¿Por qué, entonces,
Erasístrato dijo que muchos murieron durante el ayuno por falta de ali-
mentos? Pero, por Heracles, no mueren por falta de alimentos, porque,
de ser aSÍ, los animales que se retiran en sus guaridas no podrían resistir

21 Apolonio fue discípulo de Hipócrates. El y Dexipo fueron criticados por-


que daban mucho de comer y poco de beber a sus enfermos.
22 Dexipo, también discípulo de Hipócrates, nació en la isla de Cos, como
su maestro.
906 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

sin comer. Por el contrario, viven y el mismo Erasístrato explica así la


causa de este hecho: dice que todos los animales, según participen más
o menos de la dilatación, transpiran a través de la superficie externa de
la piel. Muchas causas, y entre ellas los cambios debidos al calor y al
frío, al reposo y al movimiento del cuerpo, contribuyen a la mayor o me-
nor dilatación de la superficie de la piel. En efecto, si el aire circundante
es cálido y el animal hace ejercicio, despedirá de sí (gran cantidad de
humor); pero en opuestas condiciones, cuando nos rodea aire frío y el
animal permanece sin movimiento, la superficie externa se condensa y no
transpira nada o muy poco. Por eso las fieras que se refugian en las cue-
vas no tienen necesidad de alimentos y mientras viven allí, durante el in-
vierno, se vuelven frías, pesadas y densas en todo el cuerpo, debido al
reposo; su superficie externa se comprime y por eso no hay transpiración
ni hace falta reponer lo que se evacua. De otra manera, necesitarían ali-
mentarse. Debemos investigar qué falta, que se experimenta en la ina-
nición, se trata de auxiliar. Es evidente que la causa de la deficiencia es la
evacuación que se produce en toda la superficie, y hay necesidad de alimen-
to porque se necesita reponer nuevamente 10 que ha sido vaciado. Pero
cuando está ausente la causa por la cual los animales necesitan comer, tam-
bién desaparece esta necesidad, y, por tanto, los animales que se refugian en
las cuevas pueden vivir sin alimentos, porque no necesitan reponer nada.
De lo que precede hemos aprendido que la evacuación no es causada
por el ayuno, sino por la rarefacción de la piel, y si esta se condensa
con el frío y el reposo, ¿qué provecho se ha de esperar de los tormen-
tos del hambre? Además, si alguien está amenazado por el peligro de
una expectoración de sangre, será menester evitar cualquier ejercicio y el
excesivo calor, porque su vehemencia puede romper las venas. El exceso
de calor es tan dañoso como los baños. Por tanto, evacuarás el cuerpo sin
servirte del calor; en efecto, si lo calientas con baños o ejercicios, lesio-
narás más las venas, ya propensas a romperse.
Entonces, ¿cuál procedimiento nos queda para remediar estas enfer-
medades? Porque los ayunos no son evacuantes si no se somete al hom-
bre a ejercicios o se le calienta de algún modo. Huimos también de la
sangría, como de los otros fuertes medicamentos purgantes.
Esta es aquella maravillosa cantidad de remedios evacuantes, de la
cual disponen aquellos que han adoptado el ayuno. Pues si lo usamos por
separado, no nos sirve, porque no evacua por sí solo, y si va unido a otros
remedios, estos provocan más daño que ventajas con la evacuación.
NICOMACO
DE GERASA
(fI. 150 d. de J. C.)
NICOMACO DE GERASA

PREAMBULO

COMO de tantos ingenios antiguos, nada o casi nada se sabe de Nicó-


maco. Nació a principios del siglo Il de nuestra era en Gerasa, ciu-
dad griega de Palestina fundada por los veteranos: yeeovre" de Alejandro
Magno, y es muy probable que allí entrase en contacto con los judíos
esenios que, a!2tes de las predicaciones de Cristo, habian establecido una
secta que contaba con santos, profetas y libros sagrados. De su ciudad
natal pasó a Alejandría para estudiar en el Museo, que ya estaba en deca-
dencia, y se ignoran el lugar y la fecha de su muerte.
Nicómaco fue un matemático de no muy elevada cota intelectual, pero
tiene el mérito de haber sido el primer tratadista de Aritmética que con-
sideró esta disciplina independientemente de la Geometría.
Codificada por Euclides y orientada en una nueva dirección por Ar-
quimedes, la ciencia del espacio era un cuerpo de doctrina armonioso y
coherente al finalizar la época alejandrina; pero la de los números ocu-
paba un lugar subalterno, y todo lo atañedero a ella se encontraba en los
libros VIl-X de los Elementos de Euclides tratado geométricamente, pues
que los números estaban representados por segmentos de recta que care-
cían de la flexibilidad necesaria para que la Aritmética abandonase el
estado ancillar y proclamara su autonomía, contra la que también actuaba
la paralítica numeración griega y los míticos y místicos resabios de la
tradición pitagórica.
Nicómaco, neopitagórico convicto y confeso, aceptó las supersticiones
del filósofo de Samos, pero supo prescindir de ellas para establecer las
propiedades de los números, no con demostraciones apodícticas, pero sí
con ejemplos adecuados, y su Isagoge contiene lo que por Aritmética en-
tendían los griegos, que no es lo que entendemos nosotros actualmente:
numeración, las cuatro operaciones elementales, potencias y raíces, divi-
sibilidad, etc.; que, para los antiguos, era la Logística, reservando el nom-
909
910 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

bre de Aritmética para lo que ahora es, aproximadamente, nuestra teoría


de números.

BIBLIOGRAFIA

La obra que da derecho a Nicómaco a figurar en la historia de la


Ciencia es su ' AgtBWrJrl'X'f¡ cloayO)y~: Isagoge o Introducción a la Aritmé-
tica, que tradujo Boecio al latín y fue de obligada lectura durante toda la
Edad Media.
Tanto del texto griego como de la versión boeciana hay manuscritos
en muchas bibliotecas europeas. La edición princeps es de Cristian Wel
che, París, 1558, y hoy contamos con la de Richard Hoche: Nicomachi
Geraseni pithagorei Introductionis Arithmeticae líber lI, Leipzig, 1866, y
la traducción inglesa de Martin Luther D'Ooge: Nicomachus of Gerasa.
Introduction to Arithmetic, con los Studies in geek Arithmetic de Frank
Egleston Robbins y Louis Charles Karpinski, Nueva York, 1926.
La obra de Nicómaco consta de dos libros, en el primero de los cua-
les, y luego de unas divagaciones filosóficas y tal cual dato histórico acer-
ca de Pitágoras y Platón, define y clasifica los números y expone alguna
proposición incidental sobre las progresiones aritméticas no estudiada por
Euclides.
El libro II trata de los números figurados, con algunas propiedades
originales, las tres proporciones-aritmética, geométrica y armónica-, a
las que agrega varias formas nuevas, y termina el libro diciendo que
como «introducción» es bastante lo dicho.
Además de esta obra, Nicómaco escribió también una Introducclón
a la Geometría: reO)t-tcí(1t'X~ eloayO)y~, a la que él mismo alude en el li-
bro ll, apartado VI, de la anterior; una Vida de Pitágoras, citada por
Porfirio y Jámblico en sus respectivas biografías de este-obras ambas
de las que solo sabemos sus títulos- y un Manual de Armonía, en el que
aborda algunos problemas de Acústica con criterio pitagórico, editado por
Karl von Jan: Musici scriptores graeci, Leipzig, 1895.
Para estudiar a Nicómaco conviene leer los trabajos de Robbins y
Karpinski en la edición de D'Ooge, los Theogolumena publicados por
Friedrich Ast y por V. de Falco, Leipzig, 1817 y 1922, respectivamente;
los seis capítulos del Isagoge comentados por Max Simon: «Die ersten 6
Kapitel der lnstitutio Arithmetica des Nicomachos» en el Archiv für die
Gesch. d. Naturwissenschaften und der Technik, tomo 1, Leipzig, 1909;
NICOMACO DE GERASA.-INTRODUCCION A LA ARITMETICA 911

el artículo que le dedicó Paul Tannery en la Grande Enc1yc1opédie,


tomo XXIV, págs. 1068-169, recogido en sus Mémoires Scientifiques,
tomo Vll, págs. 315-17, París, 1925, y la obra de José A. Sánchez Pérez
La Aritmética en Grecia, Madrid, 1947.

INTRODUCCION A LA ARITMETICA

LIBRO 1

Inspirándose en Pitágoras, los antiguos fueron los primeros que de-


finieron la Filosofía diciendo que era el amor a la sabiduría, que tal es
lo que significa etimológicamente dicha palabra.
Antes de Pitágoras, se llamaba indistintamente sabio a quien tenía
un conocimiento de algo, como un carpintero, un zapatero remendón, un
timonel y, en general, todo el versado en un arte u oficio. Pitágoras li-
mitó el alcance del vocablo a la comprensión y conocimiento de la rea-
lidad, y, considerando el de la Verdad como la única sabiduría, designó
el deseo y la investigación del conocimiento filosófico como amor a ella.
Pitágoras es más digno de crédito que todos los que habían dado
otras definiciones, porque puso en c1aro el sentido de aquella palabra y el
de la cosa definida. Definió la sabiduría como conocimiento o ciencia de
la verdad de las cosas reales, entendiendo por ciencia la inmutable y
firme aprehensión de la sustancia subyacente, y por cosas reales las que
permanecen uniformemente en el Universo sin apartarse un ápice de su
existencia, las cuales cosas deben ser inmateriales por participación en
cualquier sustancia que pueda haber con el mismo nombre y se diga, por
tanto, una cosa particular, y exista.
Las cosas corpóreas, materiales, están siempre en un continuo flujo y
cambio, imitando la naturaleza y cualidad características de la eterna
sustancia que ha existido desde el principio y en la que siempre se ha
originado toda variación.
Las cosas incorpóreas las concebimos con respecto a la materia o uni-
das a ella, como cualidad, cantidad, configuración, igualdad, relación,
realidad, orden, lugar, tiempo y, en una palabra, todas las cosas en que
912 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

las cualidades descubiertas en cada cuerpo e inherentes a él sean inamo-


vibles e invariables, aunque accidentalmente participen de las propieda-
des del cuerpo a que pertenecen.
Tales son las cosas que interesan en particular a la sabiduría y acci-
dentalmente las que participan de ellas, es decir, los cuerpos.

II

Estas cosas son inmateriales, eternas e infinitas; permanecen siem-


pre iguales e invariables por su propia esencia y se dicen reales en sen-
tido recto; pero 10 implicado en el nacer y el morir, en el aumento y la
disminución, así como en todo cambio y participación, varía constante-
mente, y aunque se llaman cosas reales, como las anteriores, no 10 son
en verdad por su propia naturaleza ni permanecen durante el más peque-
ño instante en la misma condición, sino que prescinden continuamente
de todo cambio.
Citando palabras del Timeo, de Platón: «¿qué es lo que siempre es y
no tiene principio, y qué es lo que siempre está empezando y no es? Lo
primero se aprehende por un proceso mental, por un razonamiento, y
siempre es el mismo; 10 segundo se puede conjeturar por medio de la
opinión, sin sentido razonable, como una cosa que deviene y nunca ver-
daderamente es.»
Por tanto, si anhelamos alcanzar la meta a que es acreedor el hom-
bre, la felicidad-juntamente con la Filosofía y con ninguna otra cosa,
siendo Filosofía el amor a la sabiduría y sabiduría la ciencia de la ver-
dad de las cosas, algunas de las cuales lo son propiamente y otras solo
participan del nombre-, es justo y necesario distinguir y sistematizar las
cualidades accidentales de las cosas.
Varias de las que lo son realmente y de las que solo tienen el nombre
de tales son continuas, como, por ejemplo, un animal, un árbol, el Uni-
verso, etc., y se llaman magnitudes propiamente dichas, y otras son dis-
continuas, están dispuestas unas al lado de otras, amontonadas, y reci-
ben el nombre de multitudes, como, por ejemplo, rebaño, gentío, coro, etc.
La sabiduría se debe, pues, considerar como el conocimiento de esas
dos formas; y entonces todas las multitudes y magnitudes son necesaria-
mente infinitas por su propia naturaleza, puesto que la multitud tiene su
origen en una raíz determinada y nunca deja de crecer, y la magnitud,
cuando comienza a dividirse en una totalidad limitada y no puede llevar
NICO:v1ACO DE GERASA.-INTRODUCCION A LA ARITMETICA 913

el proceso hasta el final, actúa, sin embargo, hasta lo infinito; pero en


cuanto ciencias de cosas limitadas y nunca infinitas, es evidente que una
ciencia se ocupa tanto de magnitudes como de multitudes que nunca po-
drían formularse porque cada una de ellas es ilimitada en sí misma: la
multitud en la dirección del más y la magnitud en la del menos.
Una ciencia puede fundarse sobre la base de cada una de ellas sepa-
radamente individualizando la cantidad en la multitud y el tamaño en la
magnitud.

III-VI

VII

Número es una multitud limitada, o un conjunto de unidades, o la


fluencia de una magnitud compuesta de unidades 2.
Los números se clasifican primeramente en pares e impares. Número
par es el que se puede dividir en dos partes iguales, sin una unidad in-
termedia, y número impar es el que no se puede dividir en dos partes igua-
les porque tiene una unidad intermedia 3.

1 Siguen confusas divagaciones pitagorizantes.


2 Las dos primeras definiciones: Jt).Yíeo~ WQLG"ftIOVOV y ft0v\Í6oov aúat:rjftu, coin-
ciden con las de Euclides: Elementos, VII, def. 2, nota núm. 3, y la tercera:
Jtoaot:~t:o::; XÚftU EX ft0VÚOWV auyxElfllOVOV, es una metáfora implícita en la palabra
Xú~w.
Moderato de Cádiz, contemporáneo de Nicómaco y representante del neo-
pitagorismo español, dice, según la lección de BONILLA y SAN MARTÍN: Historia
de la Filosofía española, tomo I, pág. 101, Madrid, 1908: «Es, pues, el número,
para hablar brevemente, sistema de mónadas o progresión de lo múltiple, que
comienza por la mónada, y regresión, que termina en la mónada.»
3 « En la división de dos partes, muchos números pares se resuelven en im-
pares (por ejemplo, el número 14), pero ningún impar en pares. El principio
y el elemento no pueden dividirse en otros, pero todo lo demás puede resol-
verse en ellos. Así que si uno de los números impares siguientes se añade a la
mónada, resulta siempre el número par; pero añadiendo el número par, resultan
únicamente números impares y desiguales, mas nunca números cuadrados. Divi-
didos por igual los números en dos partes, en los impares siempre subsiste en
medio la mónada, pero en los pares queda un lugar no ocupado por nada y
914 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Tales son las definiciones que se deducen de las ideas corrientes 4;


pero según la doctrina pitagórica, el número par es el que, dividido por
una misma operación, admite la mayor y la menor parte: la mayor en
tamaño 5 y la menor en cantidad 6, de acuerdo con la oposición natural
de estas dos clases; y el número impar es el que no permite hacer esto,
pero se puede dividir en dos partes desiguales.
Según otra definición antigua, el número par es el que se puede di-
vidir en dos partes iguales y en dos partes desiguales, excepto la díada,
que es su forma elemental y solo admite una división en partes iguales;
y el impar es el número que de cualquier modo que se divida siempre
queda necesariamente dividido en dos partes desiguales.
Según esta definición, el número impar es el que difiere del par en
una unidad, y el par el que difiere en una unidad del impar.

VIII-XIII

7
....................................................

XIV-XVI

8
....................................................

carece de número, porque el par es número indigente e imperfecto» (loe. cit.,


pág. 102).
4Éx -¡;1'íc; bllf-Lcóbouc; 1J;7tOA:f¡'tjJEUC;.
5 :nllALxotlln.
6 :nooÓ't'rj'tl.
7 De estos seis apartados, los tres primeros definen los números parmente
pares, imparmente pares y parmente impares a la manera euclídea: Elemen-
tos, VII, 8 y 9, poniendo como ejemplo de los primeros 1, 2, 4, 8, 16, 32, 64,
128, 256, 512, ... ; 6, 10, 14, 18, 22, 26, 30, 34, ... , de los segundos, y 24,
28, ... , 40, ... , de los terceros, y los otros tres siguientes están dedicados a los
números primos y compuestos con la formación de la criba de Eratóstenes.
8 En estos tres apartados, Nicómaco clasifica los números en abundantes,
defectuosos y perfectos, según que sean menores, mayores o iguales a la suma
de sus divisores, con la única novedad de agregar a los 6 y 28, que eran los
perfectos entonces conocidos, los 496 y 8128.
NICOMACO DE GERASA.-INTRODUCCION A LA ARITMETICA 915

XVII-XXIII

•.•.••.•••.•.......•............••.•.........••..•. 9.

LIBRO 11

Se dice que un elemento es la cosa más pequeña que entra en la com-


posición de un cuerpo y la última que se puede analizar. Las letras, por
ejemplo, se llaman elementos del lenguaje literario, puesto que, gracias
a ellas, se construye todo el idioma articulado que se resuelve, finalmen-
te, en ellas; los' sonidos son los elementos de toda melodía por ser el
principio de su composición y se resuelve en ellos, y los llamados, en
general, cuatro elementos del Universo son cuerpos simples: fuego, agua,
aire y tierra, pues fuera de ellos, desde el principio, nos damos cuenta
de la constitución del Universo, y en ellos, finalmente, lo comprendemos
como resuelto.
También queremos probar que la igualdad es el principio elemental
del número relativo, pues el del número absoluto, número en sí, unidad
y díada son los elementos más primitivos, las últimas cosas con las que
está constituido, incluso el infinito, por el cual crece y con el que sus
análisis llegan a un final en términos más pequeños.

II-XIX

.................................................. 1.

9 Contienen estos apartados las definiciones de los números superparticula-


res, superpartientes, heterómecos y otros tan inútiles como estos, pero que
gozaron de gran predicamento en la Edad Media.
1 En estos dieciocho apartados, Nicómaco define los números figurados-pla-
nos y sólidos-, dando una nueva regla para formar los poligonales, que, en
lenguaje moderno, equivale a decir que el número poligonal de n lados que
ocupa en la serie el término k es igual al número poligonal de n -1 lados,
que ocupa el mismo lugar k, más el número triangular que ocupa el lugar k-l.
916 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

xx
Los productos de un número por sí mismo dos veces, esto es, los
números cubos, que se extienden en tres dimensiones, son sumas de
números impares consecutivos, como 1, 8, 27, 64, 216 Y todos los que
siguen análogamente con la misma progresión 2.

XXI-XXVII

.•.......•.....•....•.................•...•••••••.• 3.

2 Este teorema, que ha pasado a la historia de la Matemática con el nom-


bre de Nicómaco, es 10 más notable que hay en el libro II del Isagoge.
Empleando nuestro simbolismo, de la igualdad
(n 2 +n+ 1)+(n2 +n+3)+... +(n2 +3n+ l)=(n+ 1)3,
se deduce inmediatamente:

propiedad que no figura en la obra de Nicómaco, pero que era conocida por
los griegos.
3 Los siete últimos apartados del libro II definen las tres proporciones-arit-
mética, geométrica y armónica-, agregando siete nuevas forinas, que, simbó-
licamente, son:
a b-c b b-c a b-c
-=--,
7= a-b' -;-= a-b' b a-b
a a-c b a-c b a-c
-=--, -=--,
e a-b e b-c c a-b
PAPPO
(fI. 300 d. de J. C.)
PAPPO

PREAMBULO

SE ignora cuándo y dónde nació Pappo. Dice Suidas 1 que fue contem-
poráneo de Theón de Alejandría, y como este observó el eclipse de
sol del año 364 después de '.C., según confesión propia en dos fragmentos
de sus obras que transcribe Delambra 2, podría afirmarse que aquel vivía
a mediados del· siglo IV; pero, de acuerdo con Hultsch en su edición de
la Colección matemática 3, no se comprende entonces cómo habiendo am-
bos comentado el Almagesto de Ptolomeo, no se hayan aludido mutua-
mente, y puesto que, además, el comentario de Theón lo hace sospechoso
de ser un resumen del de Pappo, parece natural que este fuera anterior
a aquel.
El dato es demasiado vago para poder fijar una fecha aunque solo sea
aproximada; pero acude en nuestro socorro una nota marginal de un có-
dice del siglo X, conservado en Leyden, que asegura que Pappo escribió
bajo Diocleciano, emperador entre 284 y 305, lo que permitiría decir que
floreció al final de la época grecorromana, y, por último, teniendo en
cuenta que en su comentario al Almagesto calcula el eclipse del año 1068
de la era de Nabonasar, es decir, el 320 del calendario juliano, la crítica
moderna admite que vivió a finales del siglo III y principios del IV y
coloca su acmé hacia el año 100 4.
Tuvo un hijo llamado Hermodoro, que cita en los preámbulos de dos
de sus libros; fue amigo de los geómetras Pandrosio y Megecio, a quienes

1 Artículo IIa:rt:rto¡;; aAE~avbQ8'Ú¡;; de su Lexicon, publicado por J. Bekker,


Berlín, 1854.
2 Histoire de l'Astronomie ancienne, tomo lI, pág. 590, París, 1817.
3 Prefacio del tomo lII.
4 Esta cuestión ha sido estudiada por el abate ÁDoLPHE ROME: «Sur la date
de Pappus d'Alexandrie», en los Annales de la Sociedad Científica de Bruselas,
tomo XLVIII, serie A, pág. 46, 1927.
919
920 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

menciona incidentalmente y de quienes no sabemos nada, y es probable


que profesara en el Museo alejandrino.
y a esto se reduce, más que lo que se sabe, lo que se conjetura de
la biografía de Pappo, quien, como dice Ver Eecke en la introducción a su
traducción de la Colección matemática, «comparte la suerte de todos los
matemáticos de la Antigüedad, cuya vida, dedicada por completo al es-
tudio y a la investigación, se deslizó aparte de la multitud que consagra
a los famosos, y a veces los adorna con inocentes mentiras legendarias,
y cuya carrera, acaso con la única excepción de Arquímedes, transcurrió
al margen de los sucesos de la época que generalmente confieren a los
hombres que los han dirigido o sufrido la brillante gloria que celebra la
historia vulgar)).
Pappo es el último nombre ilustre vinculado a la escuela de Alejandría.
Durante la dominación romana la actividad intelectual del Museo tuvo mu-
chos altibajos, y aunque no sabemos hasta qué punto se conservó la
primitiva organización, puede decirse, sin embargo, que siguieron culti-
vándose con fortuna varia la Matemática, la Astronomía, la Geografía y
la Historia Natural; pero después de Pappo, y hasta algo más tarde, en
los días de Diofanto, predominaron los retóricos y gramáticos sobre los
científicos positivos, y la alta casa de estudios que fundara Ptolomeo 1
Soter cinco siglos antes entró en franca decadencia, a la que no fue ajena
la difusión del cristianismo, pues aunque no se prohibió el paganismo que
presidía la enseñanza del Museo, la creación de escuelas filosóficas riva-
les contribuyó a la anquilosis de la ciencia alejandrina, cuyos cultivado-
res emigraron a Constantinopla.
N o siempre original, pero de gran importancia histórica, fue la labor
realizada por Pappo, pues que nos ha transmitido inapreciables noticias
bibliográficas, glosas y comentarios de obras perdidas, recogiendo frag-
mentos de muchas de ellas que serían hoy absolutamente ignoradas; y
como investigador tiene en su haber una buena contribución: el teorema
relativo al área y al volumen que engendra un arco circular girando en
torno a un eje exterior, teorema que indebidamente lleva el nombre del
matemático suizo Guldin que lo redescubrió; la propiedad fundamental
de las razones dobles,. el problema sobre lugares geométricos, que tanta
influencia tuvo en la creación de la Geometría analítica,. el concepto de
centro de gravedad, que, empleado por Arquímedes, no fue definido por
el gran siracusano, y algunas otras ideas menos importantes.
PAPPO.-BIBLIOGRAFIA 921

BIBLIOGRAFIA

Incidentalmente hemos citado en el prólogo anterior la obra capital


de PAPPO: 2:vyaywy1j {w8r¡flau"1Í: Colección matemática, que es una in-
formación sistemáticamente ordenada de los más importantes resultados
de las ciencias exactas hasta entonces. Fue comentada y traducida al la-
tín por Commandino, y publicada, póstuma, por el duque Francisco II de
Urbino: Pappi Alexandrini Mathematicae Collectiones a Federico Com-
mandino urbinate in latinum conversae et commentariis illustratae, Pé-
saro, 1588, reimpresa en Venecia, 1589,. después otra vez en Pésaro, 1602,
y, finalmente, en Bolonia, 1660, al cuidado de C. Manolessio, que intro-
dujo algunas infelices modificaciones de su cosecha a los comentarios de
Commandino.
Hoy disponémos de la edición crítica con texto griego, versión latina
y notas, en tres tomos, por Friedrich Hultsch: Pappi Alexandrini Collec-
tionis quae supersunt e libris manu scriptis edidit, latina interpretatione
et commentariis instruxit Federicus Hultsch, Berlín, 1875-1878, y de la
traducción francesa en dos tomos Pappus d'Alexandrie. La Collection
mathématique, por Paul ver Eecke, Brujas, 1933.
De los ocho libros que formaban la Colección, el primero y parte del
segundo se han perdido,. pero lo que tenemos de este permite decir que
trataban ambos de cuestiones aritméticas. Los otros seis se conocen ín-
tegramente.
El fragmento que se conserva del libro Il fue publicado por lohn Wal-
lis en el tomo IJI de sus Opera Mathematica, Oxford, 1668, y tiene in-
terés histórico porque se refiere a un sistema de numeración atribuido a
Apolonio, análogo al que estableció Arquímedes en su Arenario, pero
tomando como base 104 en vez de 108, es decir, considerando la sucesión
de los números por tétradas o grupos de cuatro cifras, representando la
primera de la derecha las unidades, la segunda las miríadas simples, la
tercera miríadas dobles o de segundo orden, y así sucesivamente, y se-
parando los diferentes grupos por un trazo, de modo que Apolonio ya
atribuía a las cifras un valor de posición tal que si hubiera hecho para
las decenas simples lo que hizo para las de millar habría inventado nues-
tro sistema decimal de numeración.
El libro III de Pappo empieza con un preámbulo enderezado al geó-
metra Pandrosio, que no debía de ser un buen maestro, pues que le llama
922 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

la atención sobre la ignorancia de sus discípulos respecto de la manera


de resolver ciertos problemas; preámbulo que fue publicado por Halley
en su traducción de Apolonio. Figura en este libro la clasificación de los
problemas en planos 1, sólidos 2 y lineales o grámicos 3, según el neolo-
gismo introducido por Tannery 4; varias soluciones del problema de De-
los, entre ellas la del mesolabio de Eratóstenes 5; las diez medias o pro-
porciones que se pueden formar con tres números en progresión geomé-
trica; el resumen de una obra de Ericinio, geómetra de quien no se tiene
ninguna noticia, y termina con el análisis de los cinco poliedros regulares.
En el libro IV, cuyo preámbulo se ha perdido, estudia la espiral de
Arquímedes, la concoide de Nicomedes y la cuadratriz de Ripias; hace
una notable generalización de la primera de estas curvas sobre la esfera,
y, finalmente, aborda el problema de trisecar el ángulo y de dividirlo en
dos partes que estén en una razón dada.
Más unidad que los libros anteriores presenta el V, dedicado a los
isoperímetros y editado parcialmente por Rermann Eisenmann, París, 1834.
Después del preámbulo-dirigido a Megecio, en el que habla de la forma
adoptada por las abejas para construir las celdillas de sus panales-, esta-
blece que el área del círculo es mayor que la de todo polígono regular
del mismo perímetro " que la de este es mayor que la del irregular; vuel-
ve a ocuparse de los poliedros regulares, y termina demostrando que no
puede haber más de cinco. En este libro se encuentra la única noticia que
tenemos de los poliedros semirregulares de Arquímedes.
En el libro VI Pappo comenta algunas obras de la Astronomía que los
alejandrinos llamaron pequeña: Ml"(20~ 'AOTQOYovfleYo~, para distinguirla de
la grande, que era la Sintaxis matemática de Ptolomeo. La Pequeña As-
tronomía comprendía los siguientes tratados: Sobre la esfera móvil y So-
bre los ortos y ocasos de Autolico 6; Sobre los tamaños y distancias del

1 sJtbt€?)a.
2 O't€QHl.
'

3 '1 QCtf1f1aÍiw..
4 «Pour l'histoire des lignes et des courbes dans l'Antiquité)), en el Bulletin
des Sciences Mathématiques, 2. a serie, tomo VII, págs. 278-91, París, 1883.
5 Vid. supra, ERATÓSTENES: Duplicación del cubo.
6 Astrónomo nacido en Pitana, Eólida, hacia 340 antes de J.c. Escribió dos
tratados de Geometría esférica aplicada a la Astronomía: II€QL XtvoUf1€)l~ o<pal-
Qae;: Sobre la esfera móvil, que consta de doce proposiciones, y IIBQL .8:1l"L'tOÁÓ"w
xal Mo€ro\': Sobre los ortos y ocasos, en dos libros con trece y dieciocho teore-
mas, respectivamente, tratados ambos que fueron conocidos por la traducción
PAPPO.-BIBLIOGRAFIA 923

Sol y de la Luna, de Aristarco; la Optica y los Fenómenos, atribuidas a


Euclides, pero que probablemente no son de él; Sobre las ascensiones, de
Hipsicles 7; Sobre las habitaciones y Sobre los días y las noches, de Teo-
dosio, y las Esféricas de Menelao 8.
El libro VII, dedicado a su hijo Hermodoro, es el más importante de
la Colección, pues constituye la única fuente de información que posee-
mos de muchas obras perdidas, como Las medias, de Eratóstenes, los
Datos, los Porismas y los Lugares superficiales, de Euclides; las Seccio-
nes de razón, del espacio y determinadas, los Lugares planos, los Contac-
tos, las Inclinaciones y las Cónicas, de Apolonio, y los Lugares sólidos,
de Aristeo el Viejo 9. En este libro están los teoremas hoy llamados de
Guldin y de Stewart.
Por último, el libro VIII trata exclusivamente de Mecánica. Dedica-
do también a su hijo Hermodoro, considera Pappo dos clases de mecá-
nicos: los artífiées 10, que inventan y construyen instrumentos. para hacer

latina, incompleta, que figura en De expedentis et fugiendis rebus de Giorgio


Valla, Venecia, 1501. Posteriormente, 1558, Maurolico hizo otra versión del
árabe, y en 1587 Auria publicó Sobre la esfera móvil consultando seis manus-
critos griegos que encontró en Roma. Actualmente disponemos de una edición
crítica del texto griego debida a F. Hultsch, Leipzig, 1885.
7 Geómetra alejandrino que floreció hacia 150-120, probable autor del li-
bro XIV de los Elementos de Euclides, como dijimos en la bibliografía de este.
El tratado Sobre las ascensiones contiene algunas propiedades de las progresiones
aritméticas. De Hipsicles se ha ocupado especialmente C. MANITIUS: Des Hypsi-
kles Anaphorikos nach überlieferung und Inhalt kritisch behandelt, Dresde, 1888.
8 Geómetra alejandrino de finales del siglo I de nuestra era. Escribió una
Esférica, en tres libros, que conocemos por las traducciones árabes, en donde
aparecen en Geometría los triángulos esféricos y sus principales propiedades
descubiertas por analogía con los triángulos planos estudiados por Euclides.
Entre los teoremas que estableció figura especialmente el que ha pasado a la
historia de la Matemática con su nombre: Cuando una recta corta a los lados
de un triángulo, el producto de las razones de cada par de segmentos del
mismo origen determinados en cada lado es igual a la unidad positiva.
9 Geómetra del siglo IV a. de J.c., a quien :pappo atribuye el conocimiento
de las tres cónicas como secciones por un plano perpendicular a una generatriz
de los conos rectángulos, acutángulos y obtusángulos. Vid. supra, ARQuíMEDES:
Sobre conoides y esferoides, nota 1.
la fw,/,ynváQlol, fabricantes de artificios.
924 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

más fácil el trabajo manual, y los ilusionistas 11 que idean máquinas para
satisfacer la curiosidad más que la necesidad 12, y entre las obras que
menciona y comenta figuran las de Herón, Ptolomeo y Arquímedes; tra-
ta después de los engranajes, y termina explicando el funcionamiento de
las cinco máquinas simples.
Además de la Colección matemática, como la titulan los manuscritos
más antiguos o Colecciones matemáticas, en plural: M (J.f3r¡f-lCJ.Tl'XCJ.l ovvaywyal,
según copias posteriores, Pappo escribió un comentario a los libros V
y VI del Almagesto, cuyo texto griego publicó Rome, Ciudad del Vatica-
no, 1931, y otro a los Elementos de Euclides, del que solo queda el del
libro X en una versión árabe 13, traducida al inglés por William Thomson
y Gustav Junge, Cambridge, Mass., 1930, y se le atribuye un libro sobre
la interpretación de los sueños, en el cual parece que exponía sus ideas
filosóficas y religiosas sintetizadas en el juramento que se dice que fue
obligado a prestar: «Juro por Dios, que es uno específica pero no nu-
méricamente, que ha creado el cielo y la tierra, la tétrada de los elemen;.
tos y todo lo compuesto por ellos, que ha colocado en nuestro cuerpo
un alma dotada de razón, que está glorificado por una legión de ángeles
y serafines ... )) 14.
Esta fórmula, un poco ambigua, lo mismo pudo ser redactada por un
pagano que por un cristiano. En ella se advierten reminiscencias de la li-
teratura bíblica, pero la primera parte excluye toda idea judaica con su
transparente alusión al misterio de la Trinidad, reforzada por la relativa
a la Creación, aunque corregida esta por la mención de los elementos
aristotélicos que no la harían sospechosa a un discípulo de Plotino 15.
Además de las obras citadas, pueden consultarse sobre Pappo: G. F. F.
NESSELMANN: Die Algebra der Griechen, Berlín, 1842; PAUL TANNERY:
«L'Arithmétique des Grecs dans Pappus)) en las Mémoires de la Sociedad
de Ciencias de Burdeos, tomo UI, págs. 351-71, 1880, y las varias veces
11 6auf.Lao-¡;ouQYUL, los que hacen ver cosas estupendas o fabrican 6au~wta:
juguetes mecánicos.
12 De los libros VII y VIII hay una trad. alemana: Die Samlung des Pappus
von Alexandrien, por C. J. Gerhard, Halle, 1871.
13 «Der Kommentar des Pappus zum X Buch des Euklides aus der arabischen
übersetzungs' des Abu 'Othman al-Dimashki», por H. SUTER, en Abhadl. zur
Gesch. der Math., der Naturwissenschaften und Medizin, IV, Leipzig, 1922.
14 M. BERTHELOT-C. EM. RUELLE: Collection des anciens alchimistes grecs,
tomo I, pág. 27, París, 1887.
15 Filósofo neoplatónico (205-270).
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 925

citada obra de GINO LORIA: Le scienze esatte nell'antica Grecia, 2. a ed.,


Milán, 1914.

COLECCION MATEMATICA

LIBRO II!

Excelente Pandrosio:
Quienes desean distinguir las cuestiones que se investigan en Geo-
metría creen que conviene llamar problema a lo que hay que hacer o
construir, y teorema a lo que, una vez establecidas ciertas hipótesis, per-
mite deducir consecuencias y, en general, a lo que les afecta, a pesar de
lo cual, y entre -los antiguos, unos dicen que todo es problema y otros
que todo es teorema.
Desde luego quien propone un teorema luego' de haber advertido, en
cierto modo, alguna de sus consecuencias, no lo hará sino para ella, y
quien propone un problema, incluso cuando pide algo imposible de cons-
truir, no incurre en responsabilidad, porque también incumbe al que busca
el modo de establecer lo posible y lo imposible, y, para lo primero, cuán-
do, cómo y de cuántas maneras lo será, mientras que no se puede dis-
culpar a quien, apoyándose en la Matemática, carece de toda experiencia.
En estas condiciones he observado últimamente que algunos de los que
reclaman tus conocimientos matemáticos ignoran todas las cuestiones que
se refieren a los problemas, lo cual me obliga a establecer algunas demos-
traciones en este tercer libro de mi Colección, con objeto de que tanto tú
como quienes desean aprender saquen algún provecho.
Hay uno que pasa por ser un gran geómetra y es un ignorante en
lo que se refiere al primero de estos problemas porque quiere tomar dos
medias proporcionales en proporción continua 1 entre dos rectas dadas
por la consideración del plano 2, y este hombre ha pedido mi respuesta
después que examine la construcción que él ha hecho.

1 Es decir, en progreslOn geométrica.


2 Alude a la recta y a la circunferencia, respectivas idealizaciones de la regla
y el compás.
926 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

VII 3

Tales son las cosas que debía decirte previamente, dejando que tú y
quienes cultivan la Geometría juzguéis el problema y mis objeciones;
pero creo necesario escribir unas palabras acerca de los que se conside-
ran en Geometría.
Los antiguos clasificaban los problemas geométricos en tres grupos:
planos, sólidos y grámicos. Se llaman justamente planos los que se pue-
den resolver por medio de rectas y circunferencias, porque estas líneas
se originan en el plano; sólidos son los que necesitan el empleo de una o
varias secciones del cono, puesto que hay que construir figuras superfi-
ciales sólidas, especialmente cónicas, y el tercer grupo lo forman los pro-
blemas denominados grámicos porque, además de las líneas de que aca-
bamos de hablar, su solución exige otras de vario y complejo origen,
como espirales 4, cuadratrices 5, concoides 6 y cisoides 7, que tienen mu-
chas y muy notables propiedades 8.
Las diferencias que' hay en los problemas impidieron a los antiguos
resolver el relativo a las dos rectas 9, sólido por su naturaleza, de acuerdo
con el razonamiento geométrico, pero lo consiguieron empleando apara-
tos que facilitan la construcción cómoda y manualmente, como se puede
comprobar en el Mesolabio de Eratóstenes 10 y en las Mecánicas de Fi-
lón 11 y de Herón, quienes, considerando que se trata de un problema
sólido, lo construyeron únicamente de un modo instrumental; pero Ni-
comedes 12 lo resolvió por medio de la concoide, con la que también tri-
secó el ángulo.
3 Los seis apartados anteriores, que tienen cuatro proposiciones, están dedi-
cados a exponer y criticar la construcción-que solo es aproximada-de dos
medias proporcionales entre dos rectas dadas con regla y compás.
4 nL%E~: hélice, espiral en este caso, porque se trata de una curva plana.
5 L8'tQ(J.'YroVL~OU(J(J.L, línea que hace cuadrados, o sea, que permite cuadrar
áreas limitadas por curvas.
6 %OXAOEL«SEt~, en forma de concha.
7 %L(J(JOELO«S8t~, de %L(J(JÓ~, hiedra.
s Vid. infra, lib. IV, props. 18-29.
9 El de las dos medias proporcionales.
10 Vid. supra, ERATÓSTENEs: Duplicación del cubo.
11 Bizantino, que floreció por los años de 250 a. de J.C.
12 Vivió entre 250 y 150. Además de la concoide-curva de cuarto grado-,
se le debe un aparato para dibujarla mecánicamente.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 927

Vamos a exponer cuatro soluciones: de Eratóstenes la primera, de


Nícomedes la segunda, de Herón la tercera y personalmente nuestra la
cuarta 13.

VIII

5. Dadas dos rectas DA y GD, Nícomedes obtiene dos medias en


progresión del siguiente modo:
Completemos el paralelogramo ABGD; dividamos sus lados BA y
BG en dos partes iguales por los pun-
M
tos L y E; unamos los puntos D y L
Y prolonguemos la recta DL hasta su
encuentro en H con la prolongación
de BG sobre la cual bajaremos la per-
pendicular EZ y trazaremos GZ igual
At----....
a AL, GT paralela a HZ, por Z la
ZTK de manera que TK sea igual a
AL o a GZ, lo cual se consigue por
medio de la concoide y, finalmente, la
KD prolongándola hasta su intersec-
ción en M con la prolongación de la
BA. Digo que la recta GK es a la MA H ~--~~-""*-----~K
Y esta a la AD como DG a GK (Fig. 1).
En efecto, puesto que el punto E
divide en dos partes iguales a la rec-
ta BG cuya prolongación es GK, el z
rectángulo de KB y KG, junto con el FIG. 1.
cuadrado de GE, equivale al cuadra-
do de EK 14, Y sumando el cuadrado de EZ resultará que el rectángulo
de KB y KG junto con los cuadrados de EG y EZ, es decir: con el cuadra-
do de GZ, equivale a los cuadrados de EK y EZ, o sea: al cuadrado de
KZ, y por ser DM a DK como AM a AB y GB a GK como DM a
DK. será también GB a GK como AM a AB.
La recta AL es la mitad de AB y la GH doble de GB; luego GH será

13 Sigue la solución de Eratóstenes, que difiere ligeramente de la que este


dio en su carta al rey Ptolomeo.
14 EUCLIDES: Elementos, II, 6.
928 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

a GK como AM a AL; pero TZ es a TK como GH a Gl< por el para-


lelismo de HZ y GT; luego, componiendo, KZ es a KT como LM a LA, y
por haber supuesto que AL es igual a TK, la recta ML también es igual
a la KZ y el cuadrado de esa recta ML es, por tanto, igual al de KZ;
pero el cuadrado de ML equivale al rectángulo de MA y MB junto con
el cuadrado de AL y se ha demostrado que el cuadrado de KZ equivale al
rectángulo de KB y KG junto con el cuadrado de GZ, y el cuadrado de
AL es igual al de GZ porque se ha supuesto que estas dos rectas son
iguales; luego el rectángulo restante de MA y MB equivale al rectángulo
restante de KB y KG.
De lo dicho se deduce que KG es a AM como BM a BK y por ser
GD a GK como BM a BK, es GK a AM como DG a GK, y puesto que
AM es a AD como BM a BK, resulta finalmente que KG es a AM y AM
a AD como GD a GK.

IX

Veamos ahora cómo dadas dos rectas se pueden obtener instrumen-


talmente dos medias proporcionales según Herón, el cual dice que se
trata de un problema sólido que «conviene resolver por operaciones ma-
nuales».
Si tenemos las dos rectas perpendiculares BA y BG, completemos el
paralelogramo ABGD; prolonguemos los lados DG y DA; tracemos las
diagonales DB y GA, que se cortan en H; apliquemos en B una regla
móvil que corte a las rectas GE y AZ hasta que resulten iguales las
trazadas desde H hasta los puntos de encuentro con GE y AZ y sea
EBZ la posición de la regla cuando HE es igual a HZ (Fig. 2). Digo
que AZ y GE son medias proporcionales entre BA y BG.
En efecto, puesto que el paralelogramo ABGD es rectángulo, las
cuatro rectas HA, HB, HG Y HD son iguales, de modo que si se traza
HZ el rectángulo de ZA y ZD, junto con el cuadrado de HA, equivale
al cuadrado de esta recta HZ, y por la misma razón el rectángulo de ED
y EG, junto con el cuadrado de HG, equivale al cuadrado de HE, y por
ser iguales las rectas HE y HZ, el rectángulo de las ZA y ZD, junto
con el cuadrado de HA, equivale al de las ED y EG, junto con el
cuadrado de HG, y siendo iguales los cuadrados de HG y HA, el rec-
tángulo restante de ED y EG equivale al de ZA y ZD, y, por tanto,
la recta ZA es a la EG como la ED a la DZ; pero la AB es a la AZ y la
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 929

GE a la GB como DE a DZ; luego AZ también es a EG y EG a GB


como AB a AZ y, por consiguiente, AZ y GE son las medias propor-
cionales entre BA y BG.

x
No es solo el cubo doble de otro el que se obtiene aplicando nuestra
regla, sino también, de una manera general, el cubo que tiene [con otro]
una razón dada.
Construyamos el semicírculo ABG; tracemos en su centro D la DB
perpendicular a AG y coloquemos una regla de tal modo que uno de
z

A~--~--~-----=~G

L- ....lL... ~E

G
FIG. 2. FIG. 3.

sus extremos esté fijo en A por medio de una clavija y el otro se mueva
en torno a esta como centro entre los puntos B y G. Se trata de en-
contrar dos cubos que estén en una razón dada (Fig. 3).
Tomemos un punto E tal que la razón de DB a DE sea la dada;
unamos E con G; prolonguemos GE hasta Z y hagamos pasar una
regla entre los puntos B y G hasta que la parte comprendida entre
EZ y EB sea igual a la comprendida entre BE y el arco BKG, 10 cual se
930 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

consigue fácilmente por tanteos haciendo avanzar la regla. Hecho esto,


y teniendo la regla la posición AHTK de modo que TH y TK sean
iguales, digo que el cubo construido sobre la recta BD está con el cons-
truido sobre la DT en la razón dada, es decir: en la de la recta DB
a la DE.
En efecto: completemos el círculo; prolonguemos KD hasta L;
tracemos la recta LH que será paralela a la DB porque TK es igual a
TH y KD a DL 15, y, uniendo L con A y G, el ángulo de LA y LG es
recto por inscrito en un semicírculo, y como LM es perpendicular
[a AG], el cuadrado de AM es al de MH como el de LM al de MA
porque MA es a MH como LM a MA 16, de modo que el cuadrado de
AM también es al de MH como el de LM al de MA y como la recta LM
a la MA 17. Aplicando a uno y otro lado 18 la razón de la recta MA a la
MH, resulta que la razón compuesta por la de la recta MG a MA y la
de MA a MH, es decir: de MG a MH, es la misma que la compuesta por
la del cuadrado de MA al de MH y la de la recta MA a MH, y como esta
es la del cubo construido sobre MA al construido sobre MH, resulta
que la razón de la recta MG a la MH es también igual a la del cubo
construido sobre MA al construido sobre MH.
Pero la recta DG es a la DE, es decir: DB a DE como MG a MH y
DA a DT, o sea: DB a DT como MA a MH; luego el cubo construido
sobre DB también es al construido sobre DT como la recta BD a la DE,
es decir: están en la razón dada, y, por tanto, si hacemos que la recta
DT sea a otra recta DN como la DB a la DT, las rectas DT y DN serán
las dos medias proporcionales entre DB y DE.

XI

El segundo problema 19 era el siguiente: Otro geómetra dice haber


obtenido las tres medias en un semicírculo. Después de describir el ABG
de centro E, traza un radio cualquiera EB, desde B la perpendicular a
EG que encuentra a esta recta en D y desde D la DZ perpendicular a EB

15Ibídem, VI, 2.
16Ibídem, VI, 8.
17 Ibídem, V, def. 10.
18 XOLVO<; tQoaxeLa6ro, no en el sentido de sumar, sino de multiplicar.
19 Propuesto por el geómetra aludido en el preámbulo.
P APPO.-COLECCION MATEMATICA 931

(Fig. 4), Y afirma que EG es la media aritmética, BD la geométrica


y BZ la armónica 20.

XXIV

28. El tercer problema era el siguiente: Sea el triángulo ABG rec-


tángulo en B; tracemos una recta AD y tomemos una DE igual a la AB.
Si se divide la AE en dos partes iguales por el punto Z y se une con G,
A

c;
FIG.4. FIG.5.

la suma de las rectas ZD y ZG interiores al triángulo es mayor que la de


los lados exteriores AB y AG (Fig. 5).
Esto es evidente porque la suma de las rectas ZG y ZA, o sea: ZG
y ZE es mayor que GA, y como DE y AB son iguales, resulta lo que
queríamos.
Esta proposición sería mejor presentarla así: Dado un triángulo
cualquiera ABG, tomar un punto en su interior y trazar por él dos
rectas: una que corte a BG y la otra dirigida hacia el punto G de tal
modo que la suma sea mayor que la de los lados exteriores, con el
20 Pappo critica y amplía esta construcción haciendo notar la diferencia entre
media y proporción, pues que dice que toda media es proporción, pero no recí-
procamente.
Recordemos, en efecto, que los geómetras griegos aplicaban la palabra
f1EOÓ-¡;lÍ<;, media, a la proporción continua o progresión de tres términos, y lla-
maban ava'),oyia crvvexlÍ<; a la proporción, continua o discontinua, de cuatro
términos.
En este apartado XI y en los siguientes hasta el XXIII inclusive, que com-
prenden las props. 6-27, que no traducimos por su escaso interés, Pappo com-
932 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

objeto de que a quien se le haga la proposición, y después de trazar


una recta cualquiera AD, tome DE igual a AB, divida AE en dos partes
iguales y demuestre que el punto Z resuelve el problema, porque si se
traza GZ, la suma de ZG y GD es mayor que la de AG y AB.
Pero de cualquier modo que se presente la cuestión es evidente
que serán infinitos y convendrá tratar los problemas de esta clase de
acuerdo con las paradojas 21 publicadas por Ericino.

XXV-XXVI

29. En todo triángulo no equilátero ni isósceles, cuya base sea


menor que los lados, se pueden tomar dos rectas interiores cuya suma
sea igual a la de las exteriores.

XXVII

30. Si el triángulo es equilátero o isósceles de base menor que los


lados iguales, no se pueden tomar dos rectas cuya suma sea igual a la
de las exteriores, pues será menor.

XXVIII

31. En los triángulos en que se puedan tomar dos rectas interiores


cuya suma sea igual a la de las exteriores, también se pueden tomar de
modo que su suma sea mayor que la de estas.
pleta el estudio de las medias iniciado por Pitágoras, a partir de una terna en
progresión geométrica.
Las diez medias proporcionales de Pappo son las siguientes:
a-b a a-b a
- - - -, aritmética; ---- geométrica;
b-e a b-e b
a-b a a-b e
- - - -, armónica; ---- contraarmónica;
b-e e b-e a
a-b e a-b b a-e b
- - - -, quinta; ----, sexta; séptima;
b-e b b-e e a-b e
a-e a a-e a a-e b
- - = -, octava; - - = -, novena; ---- décima.
a-b b a-b e b-e e
21 :it(1{)ábo~o<;, lo contrario a la opinión vulgar.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 933

XXIX

32. Como todo lo dicho parece paradójico a quienes no conocen


la Geometría, más paradójico les parecerá no solo que la suma de las
rectas tomadas en el interior del triángulo pueda ser igual o mayor
que la de las exteriores, sino que cada una de las interiores pueda ser
igual o mayor que cada una de las exteriores.

XXX

33. Si se quiere que las rectas sean respectivamente iguales, es


necesario suponer que AG es mayor y BG menor que AB.

XXXI

34. La paradoja es más violenta cuando la suma de las rectas inte-


riores es, no ya igual o mayor que la de los lados, sino que están en una
razón dada con esta última suma 22.

XXXII

35. No solo en la base de un triángulo se pueden tomar en el inte-


rior de este rectas cuya suma sea mayor que la de los lados, sino que
en un lado de un cuadrilátero se pueden tomar dos y tres rectas inte-
riores cuya suma sea mayor que la de los otros tres lados.

XXXIII y XXXIV

36 Y 37. Se puede tomar una suma de rectas interiores igual a la


de cualquier número de rectas que las envuelvan.

22 Los apartados XXIV-XXXI, que comprenden las props. 28-34, cuyas de-
mostraciones hemos omitido por brevedad, constituyen la aportación que a la
Geometría del triángulo hizo el para nosotros desconocido Ericino, ampliando
el alcance de la de EUCLIDES: Elementos, 1, 21.
Los apartados XXII-XXXIX, props. 35-42, extienden al cuadrilátero, y en
general a un polígono cualquiera, las consideraciones anteriores relativas al
triángulo.
934 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

xxxv y XXXVI

38 Y 39 23 •

XXXVII

40. Lo siguiente se relaciona con lo que acabamos de decir: Dada


el área de un paralelogramo se puede construir otro que sea una parte
,de él y cuyos lados estén en una razón dada con los de aquel.

XXXVIII

41. Se puede construir un triángulo menor que uno dado y cuyos


lados sean mayores que los de él.

XXXIX

42. Lo que antecede es paradójico, pero más aún es encontrar un


triángulo que sea una parte de uno dado y cuyos lados estén en una
razón dada con los de aquel.

XL-XLVII

Inscribamos los cinco poliedros regulares en una esfera dada 24.

XLVIII

54. Inscribir una pirámide en una esfera dada 25.

23 Son las dos anteriores demostradas de otra manera. Probablemente no se


deben a Ericino, sino a Pappo, que termina esta parte del libro con tres pro-
posiciones: las 40, 41 y 42, vinculadas a las paradojas de aquel.
24 Antes de hacer las inscripciones, rappo establece once proposiciones: las
43-53, relativas a los paralelos iguales de la esfera y a las relaciones que ligan
a las rectas trazadas en ellos y las demuestra apoyándose en Las esféricas, de
Teodosio.
25 Pappo reduce este problema al de describir dos paralelos iguales tales que
el cuadrado del diámetro de la esfera sea una mitad mayor que el de los para-
lelos.
P APPO.-COLECCION MATEMATICA 935

U-LB

55-58. Inscribir en una esfera dada un cubo, un octaedro, un ico-


saedro y un dodecaedro 26.
59. Construcción instrumental de la duplicación del cubo 27.

LIBRO IV

1. Si sobre los lados BA y BG de un triángulo ABG se construyen


sendos paralelogramos cualesquie- T
ra ABED y BGZH, se prolongan
los lados DE y ZH hasta su in-
tersección en el" punto T y se traza
la recta TB, la suma de los dos pa-
ralelogramos equivale al que está
rodeado por las rectas AG y TB
(Fig. 6), en un ángulo igual a la
suma de ángulos de AB, AG Y TB, O z
TDl.
En efecto, prolonguemos la rec-
ta TB hasta K; tracemos por A FIG.6.
y G las AL y GM paralelas a
TK y, uniendo los puntos L y M, tendremos que por ser ALTB un para-

26 En realidad, Pappo no añade nada nuevo a Euclides. Su originalidad con-


siste en que en vez de dar el poliedro e inscribirlo en la esfera, como este en
sus Elementos, XIII, 13-17, da la esfera, y la inscripción del poliedro en ella
se reduce a determinar en su superficie el paralelo en que sea inscribible el
polígono regular de las caras del poliedro, o sea, dividir la superficie esférica
en polígonos regulares congruentes.
n Esta proposición, que es la última del libro nI de la Colección matemá-
tica, se debe probablemente a algún desconocido autor posterior a Pappo, pues
que este expuso su método en el apartado X. La prop. 59 es una variante de
la X, que solo figura en uno de los ms. que poseemos: el Codex Guelferbyta-
nus, que fue publicado en las Epistolce Parisienses de G. G. BREDOW, Leipzig,
1812, de donde la tomó Hultsch añadiéndole un resumen en latín con notación
moderna en su edición crítica, tomo I, págs. 164-70.
1 Pappo suele designar los paralelogramos por el menor de sus ángulos.
936 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

lelogramo, las rectas AL y TB son iguales y paralelas y también las


GM y TB, por tanto, las AL y GM, así como las AG y LM; luego ALMG es
un paralelogramo en el ángulo de las rectas AL y AG, es decir: en el de
las AB y AG aumentado en el de las TD y TB por ser este igual al de AL
y AB, Y puesto que el paralelogramo DABE equivale al LABT por tener la
misma base AB en las mismas paralelas AB y DT Y el LABT equivale al
LAKN por tener la misma base LA en las mismas paralelas LA y TK, resul-
ta que el paralelogramo DABE también equivale al LAKN y por la misma
razón el BHZG al NKGM; luego los paralelogramos DABE y BHZG equi-
valen juntos al LAGM, es decir: el rodeado por las rectas AL y BT en el
ángulo de las AL y AG es igual a la suma de los de las AB, AG Y
TB, TD.
Esta proposición es más general que la demostrada en los Elementos
para los cuadrados de los triángulos rectángulos 2.

II-VI

2-6. . 3.

VII-XIII

7-12. . o • • • • • • • • o. o' o o • • • • • • o o o o. O" o O" o. o. o 0


4•

XIV

En ciertas obras antiguas figura la siguiente proposición: Dados


tres semicírculos ABG, ADE Y EZG tangentes entre sí, inscribamos en el
espacio comprendido entre sus arcos, que se llama arbelo 5, tantos círcu-

2 No solo es más general que el teorema de PITÁGORAS: Elementos, 1, 47,


sino más también que la demostrada por Euclides en VI, 31, pues que el
teorema de Pappo es válido para paralelogramós cualesquiera, semejantes o no.
3 En estas seis proposiciones expone Pappo ciertas relaciones entre tangentes,
secantes y cuerdas de la circunferencia apoyándose en las del lib. X de los Ele-
mentos, pero son de tan fatigosa y difícil lectura que las omitimos y, además,
no agregan nada interesante a Euclides.
4 Se refieren estas proposiciones a la teoría de los círculos tangentes que
Apolonio trató en su obra, perdida, Sobre los contactos, de la cual hemos ha-
blado en la bibliografía del geómetra de Pérgamo.
5 Vid. supra, ARQUÍMEDES: Bibliografía, Yo
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 937

los como se quiera tangentes entre sí y a los semicírculos como los


descritos con centros en H, T, K
Y L (Fig. 7). Digo que la perpen-
dicular trazada desde H a AG es
igual al diámetro del círculo de
centro H; que la trazada des-
de T es doble del diámetro del
círculo T; que la trazada desde
K es triple 6, e inscribiendo así
infinitos círculos, las sucesivas per-
pendiculares son múltiplos de los FIG. 7.
respectivos diámetros según núme-
ros consecutivos; pero demostraremos antes lo que hay que admitir para
esto.

XV-XVII
13-15. . 7.

XVIII-XIX

. 8.
16 Y 17.

xx
18. La siguiente cuestión se demuestra también mediante los le-
mas que acabamos de exponer: Dados los semicírculos ABG y ABE,
describamos tangencialmente a sus arcos los círculos de centros Z, H,
y T, así como los que se encadenan a estos últimos hasta el punto A
(FIg. 8). Es claro, desde luego, que la perpendicular trazada desde Z
sobre AG es igual al radio del círculo de centro Z, y digo, además, que
la trazada desde H es triple del radio del círculo de centro H; la trazada
desde T es quíntuple del radio del círculo de centro T y que las per-

6 Se sobrentiende: del diámetro del círculo de centro K.


7 Son los lemas que anuncia al final del ap. XIV.
8 La prop. 16 es la demostración del teorema XIV, y la 17, un lema invocado
al final de esta demostración.
938 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

pendiculares siguientes son múltiplos de los radios según la sucesión


de los números impares 9.

XXI
La teoría de la hélice descrita en el plano 10 se atribuye al geómetra
Conón de Samos; pero fue Arquímedes quien la estableció por un admi-
rable procedimiento 11.
La generación de esta curva es la siguiente: Dado un círculo de
centro B, hagamos girar un radio
BA de tal modo que permaneciendo
fijo el punto B, recorra el A la cir-
cunferencia del círculo con veloci-
dad uniforme; que un punto inicial

FIG. 8. FIG. 9.

sea arrastrado a partir del B hasta el A y que el que parta de B recorra


la recta BA y el A la circunferencia del círculo en el mismo tiempo
(Fig. 9). El punto que recorre la recta BA describirá durante la revolución
de esta una línea tal como la BEZA cuyo origen es el punto B y la posi-
ción inicial de la revolución la recta BA. Esta línea se llama espiral 12.
19. Su principal propiedad 13 es la siguiente: Si se le traza una

9 Este curioso teorema, que es una modificación del arbelo, fue demostrado
por inversión por CASEY: A sequel to Euclid, Oxford, 1888.
10 Es decir, la espiral.
11 Vid. supra, ARQuíMEDES: Sobre las espirales.
12 Ibídem, def. 1.
13 (J'\)~n;'tro~a: síntoma, señal o accidente; propiedad.
PAPPO,-COLECCION MATEMATICA 93~

transversal BZ y se prolonga, la recta AB será a la BZ como la circun-


ferencia completa del círculo al arco ADG 14,
20. Es claro que si desde B se traza a la línea [espiral] rectas que
formen ángulos iguales, estas rectas se diferenciarán unas de otras en
una misma magnitud 15,

XXII-XXIII

21. La figura limitada por la espiral y la recta inicial de la revo-


lución es la tercera parte del círculo que rodea a la espiral, y si se le
traza una transversal BK y se describe un círculo de centro B que pase
por K, la figura limitada por la espiral KEB y la recta KB es la tercera
parte de la limitada por el arco KHT y las rectas BK y BT 16.

XXIV

22. Dado el mismo círculo de centro B y la misma espiral AKEB


y se traza una transversal BK, digo que el cubo de BA es al de BK como
la figura limitada por la espiral completa y la recta BA es a la limitada
por la espiral KEB y la recta BK 17.

XXV

De lo dicho anteriormente se deduce que dada una espiral y el círculo


que la envuelve, se prolonga la recta AB hasta el punto D [de intersec-
ción con la circunferencia del círculo de la primera revolución], se traza
la perpendicular GZEK a AB y se toma por unidad el área limitada
por la línea BLA y la recta BE, la limitada por NME y las rectas BN
y BE será siete; la limitada por la línea ZTN y las rectas BZ y BN será

14 ARQUÍMEDES: loe. cit., 14, demostró esta propiedad, que enunció más am-
pliamente Pappo.
15 Ibídem, 12.
16 Ibídem, 24. Pappo demostró esta propiedad más rápidamente que Arquí-·
medes, considerando cilindros y conos de revolución en vez de rectas y super-
ficies,en que se apoya el siracusano; pero aplicando, como este, el método·
de exhaucíón.
17 Esta proposición, que enunciaríamos diciendo: El área engendrada por un
radio vector de la espiral es proporcional al cubo de este radio, es la única-
original de pappo que no está en Arquímedes.
940 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

diecinueve; la limitada por ASZ y BA Y BZ treinta y siete, como resulta


del teorema anteriormente demostrado 18; Y si se considera, además, que
la recta BA es cuatro, la BZ será tres, la BN dos y la BE uno, según se
deduce inmediatamente de la propiedad de la línea 19 y de la igualdad de
los arcos AG, GD, DK Y KA.

XXVI

Nicomedes ideó para duplicar un cubo una línea cuya generaclOn es


la siguiente: Dada una recta AB y una perpendicular GDZ a ella, to-
memos un punto E en GDZ y, permaneciendo fijo ese punto E, movamos
siguiendo la recta ADE, la GDEZ guiada por E de tal manera que el D
recorra la recta AB sin salir de la
G GDEZ. Es claro que si este movi-
miento se verifica a uno y otro lado,
el punto G describirá una línea tal
como la LGM, que tiene la propie-

D~--+---+o~-------1A

K
FIG. 10. FIG. 11.

dad de que en toda recta que pase por E, la parte comprendida entre
la curva y la recta AB es igual a GD, porque estando fijo el punto E
y la recta AB, cuando el punto D llegue al H, la recta DG habría caído
sobre HT y el punto G sobre el T, y, por tanto, la recta DG es igual a la
HT, y lo mismo ocurre con cualquiera otra recta que parta de E y ter-
mine en la curva (Fig. 11).
18 Prop. 22.
19 Prop. 19.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 941

La recta AB dice 20 que se llama base 21; el punto E, polo 22, y la


recta DG, intervalo 23.
A esta línea LGM la llama primera concoide, porque hay una se-
gunda, una tercera y una cuarta que se utilizan en otros teoremas 24.

XXVII

Nicomedes ha demostrado que esta curva se puede dibujar instru-


mentalmente; que la perpendicular DG es la mayor de todas las trazadas
desde los puntos de la línea a su base; que la más próxima a DG
es siempre mayor que la más lejana 25 y que la prolongación de toda
recta situada entre la concoide y su base cortará a la curva; pero somos
nosotros quienes hemos empleado esta línea en nuestro escrito sobre
el Analema de Diodoro 26 para dividir el ángulo en tres partes iguales.
23. De 10 que acabamos de decir se deduce que si se da un ángulo
como el de las rectas AH y AB Y un punto exterior G se puede trazar

20 Nicomedes, en la obra, perdida, en que describe el aparato que inventó


para dibujar mecánicamente la coincoide.
21 xuvwv, regla fija o directriz.
22 JtÓAO~.
23 &tÓ:tl1I1 U , longitud constante del segmento rectilíneo DG=a comprendido
entre la concoide y su base, en dirección al polo, que figura en la ecuación
polar de la curva
b
p=a+---,
cos cp
siendo la cartesiana

24 Esto permite afirmar que los antiguos conocían las tres concoides que
pueden trazarse entre el polo y la directriz y que, según que el intervalo sea
menor, igual o mayor que la distancia del polo a la base, la concoide es la
segunda rama de la llamada primera concoide, la que tiene un punto de retro-
ceso y la de nudo.
25 Lo que equivale a decir que AB es asíntota.
26 Ignoramos todo lo que se refiere a este Diodoro.
942 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

desde él una recta GH tal que la parte KH situada entre la línea y la


recta AB sea igual a una recta
D dada (Fig. 12).

~
Trazando desde G la GT per-
pendicular a AB y prolongándola
hasta que TD sea igual a la recta

~
dada y describiendo la primera con-
B
coide EDH de polo G, intervalo
G DT y base AB, esta curva corta-
FrG. 12. rá a la recta AH por lo que he-
mos dicho anteriormente, y, por
tanto, KH será igual a la recta dada.

XXVIII

En la práctica se hace girar alrededor del punto G una regla hasta


que, por_ tanteos, la parte comprendida entre la recta AB y la línea EDH
sea igual a la recta dada, y, una vez conseguido esto, se hace lo pro-
puesto al principio 27; pero tomemos primeramente las dos medias en
proporción continua, cuya construcción indicó Nicomedes y que nos-
otros vamos a demostrar.
24. Dadas dos rectas perpendiculares entre sí, construir las dos
medias en proporción continua 28.

XXIX

25. Conseguido esto, es fácil ver cómo se construye un cubo que


esté en una razón dada con otro cubo dado.
Si la razón es la de las rectas A y B y construimos las dos medias
G y D en proporción continua, el cubo de A será al de G como la
recta A a la B, según resulta de los Elementos 29.

27 Duplicar un cubo.
28 Con muy ligera variante, Pappo repite la construcción que ya había expli-
cado en el libro anterior, VIII, 5.
29 Si se tiene, en efecto, por construcción:
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 943

xxx
Dinostrato 30, Nícomedes y algunos otros autores recientes han em-
pleado para cuadrar el círculo una línea cuyo nombre se deriva de su
propiedad, y por eso la llama-
ron cuadratriz 31. Su generación es B G
la siguiente: Dado un cuadrado
ABGD, describamos con centro A
el arco BED y hagamos girar la
recta AB alrededor del punto A
de modo que el B describa el arco
BED y la recta BG, manteniéndose
constantemente paralela a la AD,
arrastre al punto B en su reco-
rrido sobre AB y, además, que
esta gire con velocidad uniforme
en el ángulo de AB y AD, es decir,
que el punto B recorra el arco BED
en el mismo tiempo que la recta
BG se traslada a lo largo de la T o
BA, o sea: que el punto B recorra FIG. 13.
la recta BA (Fig. 13).
Es evidente que las rectas AB y BG coincidirán simultáneamente

se tendrá también, algebraicamente:


A3 A·G·D A
G3 G·D·B B
igualdad que se puede establecer con los recursos geométricos de EUCLIDES: Ele-
mentos, V, def. 11; VIII, prop. 12, y XI, prop. 33.
30 Geómetra del siglo IV a. de J.C., que demostró que la cuadratriz podía
emplearse para rectificar la circunferencia y, por consiguiente, para cuadrar el
círculo; pero tal curva no se debe a él, ni probablemente tampoco a Hipias,
sofista de mediados del siglo v, a quien Platón hace intervenir en el diálogo
que lleva su nombre y en el Protágoras.
Aunque la cuadratriz se atribuye a los dos geómetras citados, sobre todo
al segundo, Cantor, Tannery, Heath y Abel Rey lo ponen en duda, porque no
la construyeron de una manera continua, sino por puntos.
31 Vid. supra, Estudio preliminar, IIl, nota 19.
944 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO JI

con la AD y como consecuencia de tal movimiento dichas rectas AB y


BG se cortarán en un punto constantemente transportado por ellas, el
cual describirá una línea cóncava en una misma dirección, tal como la
BZH, en el espacio comprendido entre las rectas AB y AD Y el arco
BED, la cual línea parece cómoda para encontrar un cuadrado equiva-
lente a un círculo dado.
La propiedad principal de esta línea es que si se traza una recta
cualquiera AZE que corte el arco BED, la recta BA será a la ZT como
el arco entero al ED, lo cual resulta evidentemente de la generación de
la línea 32.

XXXI

Con toda justicia, Sporos 33 no consideró esta línea porque en ella


se admite como hipótesis lo que parece que se quiere demostrar.
32 La definición de Pappo es un galimatías, que se entiende sintetizándolo
así: Dado un cuadrado ABGD, se describe el cuadrante BED de centro A. Si
AB gira con velocidad uniforme alrededor de A, al mismo tiempo que BG se
traslada paralelamente a AD, también con velocidad uniforme, y estos dos
movimientos se inician simultáneamente, la cuadratriz es el lugar de los puntos
de intersección de las dos rectas móviles AB y BG.
Refiriendo la curva a los ejes rectangulares AD y AB, su ecuación carte-
siana es
2AB y
y=---arctg-,
7T x
de donde
xy
2AB 2l 2AB
x=--- . - - - - ~ AH=---
7T tg (~) 7T

cuando y -¿ 0, y de aquí
2AB
7T----
- AH '

lo que nos dice que la cuadratriz sirve para calcular 7T, y, por consiguiente, para
cuadrar el círculo, lo cual exige conocer el punto H, cuestión que implica una
petición del principio que Pappo, siguiendo a Sporos, denuncia en el ap. XXXI.
33 Geómetra niceano de finales del siglo III de nuestra era. Compiló los tra-
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 945

En efecto, si dos puntos empiezan a moverse a partir del B ¿cómo


pueden llegar al mismo tiempo uno al A siguiendo una recta y el otro
al D siguiendo un arco sin conocer previamente la razón de la recta
AB al arco BED? 34. Porque es necesario que las velocidades de ambos
movimientos estén en la misma razón y si se emplean velocidades no
ordenadas ¿cómo llegarán esos puntos simultáneamente, a no ser que
tal cosa suceda por casualidad? ¿No es disparatado todo esto? Además,
el extremo de la línea que algunos emplean para cuadrar el círculo, es
decir: el punto en que la línea corta a la recta AD, no se puede deter-
minar.
De lo dicho se deduce que cuando las rectas AR y BG, puestas en
movimiento, se hayan estabilizado simultáneame~te 35 se aplicarán sobre
la AD 36 Y no se cortarán porque la intersección termina antes de aplicarse
sobre AD, intersección que se verificaría en el extremo de la curva que
encuentra a AD a no ser que se imagine la curva prolongada hasta la
recta DA del mismo modo que se prolongan las líneas rectas.
Pero esto es incompatible con 10 supuesto al principio, sobre todo
tomando el punto H antes de conocer la razón del arco a la recta.
A menos que se dé esta razón, no conviene, confiando en la re-
putación de los inventores de esta curva, admitir una línea que en cierto
aspecto es demasiado mecánica 37.
Expongamos en primer lugar el problema que se resuelve por medio
de esta línea.
26. Dado un cuadrado ABGD, al arco BED descrito con centro en
A y la cuadratriz BZH obtenida como hemos dicho, hay que demostrar
que la recta AB es a la AH como el arco RED a la recta AD 38.

bajos relativos a la cuadratura del círculo, trisección del ángulo y duplicación


del cubo en su 'AQWTOTc/cL%6. %~QLU: Colmena aristotélica. Tannery le dedicó un
artículo "Sur Sporos de Nicée", en los Archives de la Facultad de Letras de
Burdeos, tomo IV, págs. 257-67, 1882, recogido en sus Mémoires scientifiques,
tomo 1, págs. 178-84, París, 1912.
34 Es decir, la razón de la circunferencia al radio que es, precisamente, 10
que se quiere demostrar.
35 O sea, que hayan llegado al final de su recorrido.
36 Es decir, coincidirán con la AD y, por tanto, no se pueden cortar.
37 ft11XUVLXOOTÉQav JtW<; oiíouv.
38 Demuestra que no es mayor ni menor, y deduce que la recta tercera pro-
porcional de AH y AB es igual al arco BED, y, por tanto, el cuádruple de esa
recta será igual a la circunferencia del círculo.
946 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

XXXII
27. Encontrada la recta igual a la circunferencia, es fácil la cons-
trucción del cuadrado equivalente al círculo, porque el rectángulo
formado por el perímetro del círculo y el radio es doble del círculo,
como lo demostró Arquímedes 39.

XXXIII
28. Como hemos dicho antes la generaclOn de la línea 41 es de-
40,
masiado mecánica; pero se puede
analizar geométricamente por me-
dio de los lugares de superficie 42.
Dado en posición el cuadrante
de círculo ABG, tracemos una
transversal cualquiera BD y desde
uno de sus puntos E, la EZ per-
pendicular a BG que tenga una ra-
A~-_-..L zón dada con el arco DG. Digo
que el punto E está en una lí-
nea 43.
Imaginemos, en efecto, la su-
perficie del cilindro recto engen-
drado por el arco ADG y la. hé-
lice GHT descrita en esta superfi-
B Z G cie, y sea TD una generatriz del
FIG. 14. cilindro 44.
39 Medida del círculo, 1.
40 Ap. :XXXI.
41 La cuadratriz.
42 bLá TroV 1I:QO~ 8mcpaV8La~ 'tÓ1l:00V,
lo que dio origen a la famosa clasificación
de las curvas en geométricas y mecánicas, que el siglo XVII creyó erróneamente
que era clásica.
Para esquivar la generación "demasiado mecánica" de la cuadratriz, Pappo
da otras dos-props. 28 y 29-mediante las superficies regladas, que él llama
plectoides: 1I:A8%'to8LOb~~, de 1I:AÉ%flV, trenzar, a causa de la maraña de rectas
que hay en ellas.
43 Es decir, el punto E pertenece a la curva en que es constante la razón
BZ: DG, la cual curva será una cuadratriz cuando esta razón sea igual a AB: ADG.
44 1I:A8'UQ<1 'tO'Ü %'UALVDQO'U, literalmente, un lado del cilindro.
P APPO.-COLECCION MATEMATICA 947

Trazando las rectas El y BL perpendiculares al plano del círculo


y por T la TL paralela a la BD y teniendo en cuenta que la razón de El
al arco DG es conocida por la hélice y la de la recta EZ al arco DG es
dada, será dada también la de EZ a El, y como estas rectas son de yux-
taposición 45, la Zl estará dada en posición y por ser perpendicular a BG,
está en un plano secante en el cual estará también el punto 1, y como
este punto pertenece a una superficie cilíndrica, porque la recta TD se
mueve entre la hélice THG y la recta LB constantemente paralela al
plano subyacente (Fig. 14), resulta que el punto 1 está en una línea 46
y el E también 47.
La proposición queda, pues, analizada en general; y cuando la razón
de la recta EZ al arco DG sea igtial a la de la recta AB al arco ADG se
tendrá la cuadratriz.

XXXIV

29. Este análisis también se puede hacer de una manera análoga por
medio de la hélice descrita en el plano 48.

XXXV

30. Así como se concibe una hélice engendrada en un plano cuando


un punto se mueve sobre una recta que describe un círculo 49 o en un
sólido cuando el punto se mueve sobre un lado 50 que describe una su-

45 t:LOLV naQá 6ÉOH, 10 cual quiere decir que las rectas EZ y El paralelas a
rectas dadas en posición AB y TD por sendos puntos dados, también están
dadas en posición.
46 En la curva determinada por la intersección de la superficie helicoidal y
un plano que pase por la generatriz LT de esta.
47 El punto E, proyección ortogonal del l sobre el plano del cuadrante, es-
tará sobre la curva proyección ortogonal de la curva en el l.
48 Es decir, por medio de la espiral de Arquímedes que Pappo considera como
sección recta cuyo eje sea la generatriz del cilindro que pasa por el polo de
la espiral, traza después, desde los puntos de intersección de las dos superficies,
sendas perpendiculares al eje de la segunda para obtener una superficie plec-
toide cuya sección por un plano que pase por una generatriz es una curva que
se proyecta ortogonalmente sobre el plano de la espiral según una cuadratriz.
49 Vid. supra, XXI.
50 Sobre la generatriz de una superficie cilíndrica o cónica.
948 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

perficie, se concibe también una hélice en una esfera del siguiente


modo 51.

XXXVI

Cuando los antiguos geómetras intentaron dividir un ángulo rectilí-


neo en tres ángulos iguales tropezaron con un obstáculo. Ya dijimos
anteriormente que en Geometría hay tres clases de problemas que
hemos llamado planos, sólidos y grámicos 52.
Con justicia se denominan planos los que pueden resolverse por
medio de rectas y cIrcunferencias 53, porque estas líneas tienen su origen
en el plano; los que para su resolución exigen una o varias de las sec-
ciones del cono se llaman sólidos porque hay que emplear fisuras sólidas,
especialmente superficies cónicas y, por último, para construir la ter-
cera clase de problemas: los grámicos, son necesarias otras líneas más
complicadas que aquellas de que acabamos de hablar, porque su gene-
ración se deriva de superficies menos regulares y movimientos más com-
plejos, tales como las que se encuentran en los Lugares superficiales 54

51 Esta espiral, que es una notable generalización de la de Arquímedes, la


obtiene Pappo como trayectoria de un punto que recorre con velocidad uni-
forme un cuadrante de círculo máximo, al mismo tiempo que este da una
vuelta completa en torno al diámetro que pasa por el origen del cuadrante, .y
demuestra que un cuadrante de círculo es a su segmento como el área del he-
misferio a la limitada por la hélice esférica y el cuadrante en su posición inicial,
y, apoyándose en esta propiedad, estableció que la parte de superficie esférica
comprendida entre la hélice y un círculo máximo es igual al cuadrado del diá-
metro, notabilísimo caso de cuadratura de figuras limitadas por líneas curvas,
que es el mismo que el de la cúpula cuadrable de Vincenzo Viviani (1622-1703),
quien propuso y resolvió el llamado enigma florentino: construir en una bóveda
esférica dos ventanas iguales de tal modo que sea cuadrable la parte que queda
en el hemisferio.
La hélice esférica de Pappo coincide con la curva imaginada por Guido
Grandi (1671-1742), a la que llamó «c1elia» en honor de la condesa de Borromeo;
curva de la que dio cuenta en su opúsculo Flores geometrici ex Rhodonearum
et Cleliarum curvarum descriptione resultantes, Florencia, 1728.
52 Vid. supra, lib. III, ap. VII.
53 Es decir, con regla y compás.
54 Obra, perdida, de Euclides.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 949

y en las Consideraciones sobre las curvas, de Demetrio de Alejan-


dría ~s, las que Filón de Tiana 56 considera como intersecciones de super-
ficies plectoides 57 y otras curvas que tienen notables propiedades.
Algunas de ellas han sido objeto de detenido estudio, como la línea
paradójica de Menelao 58, las espirales, cuadratrices, concoides y cisoides
de la misma familia 59.
Parece no ser leve la falta cometida por los antiguos cuando resolvían
un problema plano por medio de cónicas o grámicas y, en general,
cuando empleaban una clase de líneas no adecuadas, como en el caso de
la parábola en el quinto libro de las Cónicas de Apolonio 60 y en el
de las Espirales de Arquímedes, en que se considera una inclinación
sólida en el círculo 61, porque se puede establecer el teorema que ha
descubierto sin utilizar un problema sólido, es decir: demostrar que la
circunferencia .del círculo descrito en la primera revolución es igual a la
perpendicular sobre la recta que pasa por el origen prolongada hasta la
tangente a la espiral 62.
Lo que diferencia a los problemas impidió a los primeros geómetras
resolver el arriba indicado relativo al ángulo 63, que es de naturaleza
sólida buscando la solución por medio de planos 64, y como aún no
estaban familiarizados con las secciones cónicas, el problema quedó
en suspenso; pero lo resolvieron más tarde cuando recurrieron a la incli-
nación de que vamos a hablar.

55 Floreció en el siglo 1 a. de J.C. SU obra, perdida, parece que trataba de


las curvas trascendentes.
56 Geómetra del siglo JI d. de J.e.
57 Vid. supra, nota 42.
58 Jtu()(i8o~oS; YQU¡..t¡.1Y¡, de la que se presume que se empleaba para cuadrar
·ciertas superficies curvas.
59 Es decir, engendradas por movimientos diversos y no por secciones planas
de sólidos geométricos ni por intersección de superficies curvas.
60 La falta de indicación precisa ha dado origen a muchas conjeturas entre
los eruditos, que aún no saben a qué proposición apoloniana alude Pappo.
61 El texto griego otEQEU VEUOLS; EJtt XVXAOV, que hemos traducido literalmen-
;te, no tiene sentido.
62 Vid. ARQUÍMEDES: Sobre las espirales, 18.
63 La trisección del no recto.
64 Quiere decir mediante problemas planos, o sea, empleando la regla y el
'Compás.
950 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

31. Dado un paralelogramo rectángulo ABGD y prolongando el lado


BG, trazar una transversal AE de modo que la EZ sea igual a una recta
dada.
Si se ha conseguido y trazamos las rectas HD y HZ paralelas a EZ
y ED, se tendrá que por ser dada
B G z
la EZ e igual a HD, esta tam-
bién es dada, y como el punto D
es dado, el H pertenece a la cir-
cunferencia de un círculo dado en
posición (Fig. 15).
H El rectángulo de las rectas G B
Y GD es dado y equivale al .de
las BZ y ED; luego este, es de-
A D cir: el de BZ y ZH, también es
FIG. 15. dado 65, y, por tanto, el punto
H está en una hipérbola 66, y como
también está en una circunferencia de círculo, es dado.

XXXVII

La síntesis del problema es, pues, la siguiente: Sea ABDG el para-


lelogramo dado, M la recta dada en longitud y DK la igual a ella. Haga-
mos pasar por D la hipérbola DHT
de asíntotas BA y BG como di-
B G z
remos después 67; describamos con
centro D y radio DK el arco de
círculo KH que corta a la hipér- L t-----"7"'-t------::::lIK"
bola en el punto H y tracemos,
finalmente, la recta HZ paralela
a GD y la ZA que corta a esta
en el punto E. Digo que EZ es
igual a M (Fig. 16).
En efecto: uniendo los puntos M
H y D y trazando la recta HL para- FIG. 16.

65 EUCLIDES: Elementos, l, 43.


66 ApOLONIO : Las cónicas, n, 12.
67 Vid. infra, XLI, 33.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 951

lela a KA, el rectángulo de las HZ y HL o de ZB y ZH equivaldrá al de


las DG y DA o GB y GD, y, por tanto, la recta GD es a la ZH como la
ZB a.la BG, es decir: como GD a DE; luego ED es igual a ZH, y, por
consiguiente, DEZH es un paralelogramo, y al ser la recta EZ igual a
la DR, lo es a la DK, o sea: a M.

XXXVIII-XL
32. Demostrado esto, la trisección de un ángulo rectilíneo se hace
del siguiente modo 68:

XLI Y XLII
33. Resolvamos ahora el problema que quedó diferido 69.

XLIII-XLVIII
34-37. La trisección de un ángulo se puede conseguir de otras dos
maneras 70.

LIBRO V

Los dioses, querido Megecio, dieron a los hombres la concepción


más alta de la sabiduría y de la Matemática, y solo parcialmente con-
cedieron este privilegio a los animales.
68 Pappo considera tres casos, según que el ángulo sea agudo, recto u obtuso.
Resuelve el primero trazando desde un punto cualquiera de uno de los lados
del ángulo de la perpendicular y una oblicua al otro lado y desde el vértice
una secante que intercepte entre estas dos rectas un segmento doble de la dis-
tancia desde el vértice al punto elegido; si el ángulo es recto, construye sobre
uno de sus lados un triángulo equilátero y biseca el ángulo, uno de cuyos lados
es el elegido para construir el triángulo equilátero, y si el ángulo es obtuso,
10 descompone en uno agudo y otro recto y les aplica las respectivas construc-
ciones anteriores.
69 En XXXVII.
70 Mediante la intersección de una hipérbola con una recta y con el arco que
se quiere trisecar. Ambas soluciones son complicadas.
952 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Otorgaron, en efecto, a los hombres la facultad de poder hacer cosas


razonables por medio de la inteligencia, y a los otros seres la de con.
seguir lo útil y necesario desde el punto de vista vital, no por la inte-
~igencia, sino por una especie de intuición natural, cuya realidad puede
observarse en gran número de especies animales y muy particularmente
en las abejas, en quienes no solo hay que admirar la diciplina y sumisión
a las que dirigen el gobierno establecido, sino-lo que es más notable-
su celo y pulcritud en la recolección de la miel y su vigilancia para
conservarla. Diríase que, convencidas de que por designio de los dioses
aportan esta parcela de ambrosía a los hombres, las abejas no depositan
su miel al azar en el suelo, en el bosque o en cualquier materia infor"-
me e irregular, sino que de las más bellas flores eligen las más agradables
que crecen en la tierra, y para contener la miel construyen recipientes
que se llaman alvéolos, iguales entre sí, yuxtapuestos, y de forma hexa-
gonal.
Para conseguir este resultado mediante cierta intuición geométrica,
las abejas han creído que estas figuras debían estar absolutamente yux-
tapuestas y tener sus lados comunes, a fin de que no pudieran caer sus-
tancias extrañas en sus intervalos y ensuciaran su labor.
Esta condición la cumplen tres figuras rectilíneas, regulares, equi-
láteras y equiángulas, pues las desemejantes repugnan a las abejas. Los
triángulos, cuadriláteros y hexágonos .equiláteros yuxtapuestos son las
figuras que pueden tener sus lados comunes sin dejar complementos
desemejantes entre ellos. El espacio que hay alrededor de un punto es
llenable con seis triángulos equiláteros, puesto que cada uno de los seis
ángulos vale dos tercios de recto, con cuatro cuadrados porque resultan
cuatro rectos y con tres hexágonos porque cada ángulo vale un recto
y un tercio; pero tres pentágonos no bastan para cubrir el espacio que
circunda a un punto y cuatro lo exceden, porque como el ángulo del
pentágono vale un recto y un quinto, tres son menores y cuatro mayores
que cuatro rectos; tampoco tres heptágonos se pueden colocar alrededor
de un punto, yuxtaponiendo sus lados, porque valiendo cada uno de
sus ángulos un recto y tres séptimos, los tres exceden de cuatro rectos;
y el mismo razonamiento sirve para los polígonos de mayor número de
lados.
Por tanto, como hay tres figuras que cubren el espacio que rodea a
un punto-el triángulo, el cuadrado y el hexágono-, las abejas han
elegido para su industria, gracias a su habilidad, la figura más poligonal,
P APPü.-COLECCION MATEMATICA 953

luego de haber comprendido que es la que puede contener más miel que
cualquiera de las otras.
La abejas no conocen más que lo que les es útil, y, sobre todo,
saben que el hexágono es mayor que el cuadrado y el triángulo y que
si se necesita la misma cantidad de materia para construir cada una de
estas figuras, el hexágono es la que contiene más miel; pero como no
tenemos la pretensión de ser más sabios que las abejas, investiguemos
algo más notable.
En efecto, entre las figuras planas equiláteras y equiángulas del
mismo perímetro, la de mayor número de ángulos es constantemente
mayor, y la mayor de todas es el círculo cuando tiene el mismo perímetro
que ellas.

1. De dos polígonos equiláteros y equiángulos del mismo perímetro,


el mayor es el que tiene más lados.

II

2. El círculo es mayor que todo polígono equilátero y equiángulo


cuyo perímetro sea igual a la circunferencia del círculo.

III

3. Arquímedes demostró que el rectángulo cuyos lados son el perí-


metro y el radio del círculo es doble de este, y nosotros lo vamos a de-
mostrar para que no sea necesario acudir a la obra de aquel.

IV
El círculo es no solo mayor que todas las figuras planas equiláteras y
equiángulas, sino también que las de lados desiguales y ángulos diferentes
si tienen el mismo perímetro que estas; y vamos a demostrar que entre
las figuras poligonales isoperímetras del mismo número de lados, la mayor
es equilátera y equiángula, comenzando por exponer los teoremas necesa-
rios para esta demostración.
4. Dada una recta E mayor que el menor BG y menor que el mayor
lado AB de un triángulo ABG, se pueden construir sobre el tercer lado
954 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

AG de este dos rectas cuya suma sea la misma que la de AB y BG Y una


de ellas igual a E.

v
5. Entre todos los triángulos isoperímetros de la misma base, el isós-
celes es el mayor, y el que se aproxima más al isósceles 1 es continuamente
mayor.

VI
6. Dados dos triángulos ABG y DEZ, rectángulos en B y E Y con
los ángulos en G y Z iguales, digo que los cuadrados de lados AG y DZ
colocados en una recta, equivalen juntos a los de BG y EZ colocados tam-
bién en una recta, y que las rectas AB y' QE forman una sola.

VII

7. La suma de los triángulos semejantes isósceles es mayor que la


de los isósceles de igual base, pero no semejantes entre sí ni a triángulos
semejantes y del mismo perímetro que estos últimos.

VIII

8. Dados dos triángulos isósceles AEB y GZD de bases iguales AB


y GD, lado AE igual al GZ y el AB mayor que el GD, construir sobre
AB y GD triángulos isósceles semejantes de tal modo que la suma de cua~
tro de los seis lados sea igual a las rectas AE, EB, GZ y ZD.
9. He aquí lo que se ha diferido.

IX
10. Establecido esto, demostremos lo que se dijo antes: Entre todas
las figuras rectilíneas del mismo perímetro, la mayor es la equilátera Y
equiángula.

X
El círculo es la mayor de las figuras isosperímetras porque hemos
demostrado que es mayor que una figura regular equilátera y equiángula.
1 taoaXEAÉaLEQOV, es decir, el de figura más parecida a la del isósceles.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 955

XI
El semicírculo es el mayor de los segmentos del mismo arco; pero
demostramos antes lo que hace falta para ello.
11. Las circunferencias son entre sí como sus diámetros.

XII

Esto se demuestra también sin admitir que el rectángulo cuyos lados


sean el diámetro del círculo y su circunferencia es cuádruple del círculo,
porque los perímetros de los polígonos semejantes inscritos y circunscri-
tos en los círculos son entre sí como los radios de estos y, por tanto, las
circunferencias son entre sí como los diámetros.
12. Un círculo es a un sector como la circunferencia del círculo al
arco del sector. .

XIII
13. Los segmentos circulares semejantes son entre sí como los cua·
drados de sus bases y sus arcos como las bases.

XIV
14. En dos círculos de centros B y E, sean iguales los ángulos de las
rectas BA, BG Y ED, EZ. Trazando A

las tangentes AH y DT (Fig. 17), ~ ~D


digo que el triángulo DTL es a H G KB T Z LE
la trilínea 2 DZL como el trián-
gulo AHK a la trilínea AGK.
FIG. 17.

XV Y XVI

15 y 16. Dado un triángulo ABG rectángulo en B, se traza con cen-


tro en G el arco AD. Demostrar que la razón del sector ADG a la tri-
línea DAB es mayor que la del ángulo recto al de las rectas CA y GB.

2 Tº('Yºa~,wv, figura plana limitada por rectas o curvas.


956 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

XVII Y XVIII

17. Demostremos ahora que el semicírculo es mayor que todos los


segmentos del mismo arco 3.

XIX

Dicen los filósofos que el primero de los dioses dio con justicia al
Mundo la figura esférica por ser la más bella de cuantas existen, y men-
cionan las propiedades de la esfera como la de tener el mayor volumen
entre todas las de la misma área.
Todo lo que declaran pertenecer a la esfera es evidente y apenas ne-
cesita demostrarse; pero se limitan a afirmar, sin demostrarlo, que es
mayor que las otras figuras, de lo que no es fácil convencerse sin some-
ter la cuestión a detenido examen.
Del mismo modo que hemos encontrado que el círculo es la mayor
figura poligonal del mismo perímetro que él, vamos ahora a discurrir un
poco acerca de los sólidos con los que se trata de comparar la esfera.
Es posible, en efecto, imaginar muchas figuras sólidas con superficies
de toda clase; pero nosotros vamos a considerar especialmente las que
parecen regulares, las cuales no son solo las cinco de que habla el divino
Platón, a saber: el tetraedro, el hexaedro, el octaedro, el dodecaedro y
el icosaedro, sino también las trece descubiertas por Arquímedes forma-
das por polígonos equiláteros y equiángulos, pero no semejantes.
3 De estas diecisiete proposiciones, las diez primeras tienen por objeto de-
mostrar que entre todas las figuras planas isoperímetras el círculo es la de área
máxima, y corresponden a las catorce primeras de la obra de Zenodoro-geóme-
tra de finales del siglo 1 y principios del II d. de J.C.-Sobre las figuras isóme-
tras: IIEQL l(Jo~LnQ(()v (JXll~áL(()v, dedicada a destruir la creencia en que el área
de una figura depende de la longitud de su perímetro.
De estas diez proposiciones, Pappo demuestra las dos primeras apoyándose
en el primer teorema de la Medida del círculo de Arquímedes, la tercera, en
la misma de este establecida por reducción al absurdo, e incidentalmente alude
a la obra, perdida, Sobre la periferia del círculo, que hemos citado en la biblio-
grafía del sabio de Siracusa.
Las props. 4-10, con interpolaciones, lagunas, alteraciones y restituciones no
siempre felices, están demostradas laboriosa y fatigosamente hasta llegar a la
conclusión de que el área de un polígono regular es mayor que la de cual-
quier irregular isoperímetro, y, por último, las 11-16 son necesarias para demos-
trar la 17.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 957

. En primer lugar tenemos el octaedro compuesto por cuatro triángulos


y cuatro hexágonos y, además de este, hay tres decatetraedros 4, el prime-
ro de los cuales está limitado por ocho triángulos y seis cuadrados; el
segundo por seis cuadrados y ocho hexágonos, y el tercero por ocho trián-
gulos y seis octógenos.
Vienen después dos icohexaedros s, el primero con ocho triángulos y
diez y ocho cuadrados, y el segundo con doce cuadrados, ocho hexágonos
y seis octógonos.
Hay, además, tres triacontaedros 6, formado el primero por veinte
triángulos y doce pentágonos, el segundo por doce pentágonos y veinte
hexágonos y el tercero por veinte triángulos y doce decágonos.
El triacontaoctaedro 7 tiene treinta y dos triángulos y seis cuadrados.
Tenemos dos hexaecontadoedros 8: uno con veinte triángulos, treinta
cuadrados y doce pentágonos, y el otro con treinta cuadrados, veinte
hexágonos y doce decágonos.
Y, por último,' el eneacontadoedro 9 formado por ochenta triángulos y
doce pentágonos.
El número de lados y aristas 10 de estas figuras se averigua de la si-
guiente manera:
Puesto que en los poliedros cuyos ángulos sólidos están formados por
tres, cuatro o cinco ángulos planos se cuentan los que tienen todas las
bases del poliedro, es evidente que el número de ángulos sólidos es en el
primer caso la tercera parte, en el segundo la cuarta y en el tercero 'la
quinta de los ángulos planos.
Si se cuentan todos los lados que tienen los planos que limitan los
poliedros, su número será evidentemente igual al de ángulos planos; pero
como un lado es común a dos planos, el número de aristas del poliedro
será la mitad.
Por tanto, puesto que el primero de los trece poliedros heterogéneos 11
está formado por cuatro triángulos y cuatro hexágonos, tiene doce ángu-

4 'te CHJllQE Oiuw5e'Xáe8Qov , sólido semirregular de catorce caras.


5 É'X'XaLEtXOallE8Qov, sólido de veintiséis caras.
6 8uO'XaL'tQLll'Xov'táE8Qo'V, sólido de treinta y dos caras.
70KtroXaL'tQLll'Xov'táEBQov, poliedro de treinta y ocho caras.
8 Buo'XaLEtr¡xoV'táE()QOV, sólido de sesenta y dos caras.
9 ()UOXaLEVEVy}'Xov'táE()QOV, poliedro de noventa y dos caras.
10 tAEUQÚW: lados, que, en este caso, traduciremos por aristas.
11 &VO~LOLOYEVíi, no homogéneos, es decir, cuyas caras son polígonos de dis-
tinta especie: poliedros semirregulares.
958 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

los sólidos y dieciocho aristas porque los ángulos de los cuatro triángulos
son doce y doce también los lados, mientras que los cuatro hexágonos tienen
veinticuatro ángulos y los lados también son veinticuatro, y siendo, pues,
treinta y seis el número total obtenido, el de ángulos será necesariamen-
te el tercio, porque cada ángulo sólido del poliedro lo forman tres án-
gulos planos, y como el número de lados es la mitad de este, tendrá
dieciocho aristas.
El primero de los decatetraedros lo componen ocho triángulos y seis
cuadrados; tiene doce ángulos sólidos porque cada uno de estos se com-
pone de cuatro ángulos planos y veinticuatro aristas; el segundo, con seis
cuadrados y ocho hexágonos, tiene veinticuatro ángulos sólidos porque
cada uno de ellos consta de tres ángulos planos y treinta y seis aristas, y
el tercero, de ocho triángulos y seis octógonos, tiene veinticuatro ángu-
los sólidos y treinta y seis aristas.
De los dos icohexaedros: el primero con ocho triángulos y dieciocho
cuadrados, tiene veinticuatro ángulos sólidos y cuarenta y ocho aristas,
y el segundo, de doce cuadrados, ocho hexágonos y seis octógonos, tiene
cuarenta y ocho ángulos sólidos.
El primer triacontadoedro, compuesto por veinte triángulos y doce
pentágonos, tiene treinta ángulos sólidos y sesenta aristas; el segundo,
con doce pentágonos y veinte hexágonos, tiene sesenta ángulos sólidos y
noventa aristas, y el tercero, de veinte triángulos y doce decágonos, tiene
también sesenta ángulos sólidos y noventa aristas.
El triacolltadoedro, formado por treinta y dos triángulos y seis cua-
drados, tiene veinticuatro ángulos sólidos y sesenta aristas.
El primero de los dos hexaecontadoedros, con veinte triángulos, trein-
ta cuadrados y doce pentágonos, tiene sesenta ángulos sólidos y ciento
veinte aristas, y el segundo, con treinta cuadrados, veinte hexágonos y doce
decágonos, tiene ciento veinte ángulos sólidos y ciento ochenta aristas.
Y, finalmente, el eneacontadoedro, formado por ochenta triángulos Y
doce pentágonos, tiene sesenta ángulos sólidos y ciento cincuenta aristas 12.

12 Pappo no dice cómo construyó Arquímedes los poliedros semirregulares


imaginados por él, ni qué propiedades-aparte de su inscribilidad y circunscri-
bilidad en la esfera-demostró el siracusano en su obra, perdida; pero hoy sa-
bemos que los trece poliedros se pueden obtener a partir de los cinco regulares
convexos.
Uniendo los puntos medios de las aristas del octaedro o del cubo, resulta
el decatetraedro; haciendo la misma construcción con el icosaedro sale el triacon-
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 959

Prescindiremos por el momento de estas trece figuras limitadas por


polígonos desiguales y desemejantes, porque son menos regulares y con-
viene comparar con la esfera las cinco que hemos nombrado porque, es-
tando limitadas por planos iguales y semejantes, son las únicas que tienen
iguales sus ángulos sólidos, siendo, por tanto, más regulares que las de-
más. Euclides 13 y otros han demostrado que es imposible encontrar figu-
ras, aparte de estas cinco, que estén formadas por polígonos equiláteros y
semejantes.
18. La esfera es mayor que cualquiera de las cinco figuras que he-
mos dicho 14, que tenga la misma área.

xx
Las cinco figuras tienen propiedades que estudiaremos más adelante 15,
demostrando que. entre superficies equivalentes será mayor la que tenga
más bases; y así, el icosaedro es mayor que el dodecaedro; este, mayor
que el octaedro, y, análogamente, el octaedro, mayor que el cubo, y el
cubo, mayor que la pirámide 16.
Estos sólidos tienen iguales analogías que los polígonos planos, por-
que del mismo modo que se ha demostrado que cuando estos tienen el
mismo perímetro, el de mayor número de lados es constantemente ma-
yor y que el mayor de todos es el círculo, se demostrará ahora que la
esfera es mayor que los poliedros.

tadoedro; si se toman dos puntos en vez de uno en cada arista y se hace una
construcción análoga, resultan otros cinco poliedros semirregulares, y repitiendo
la misma operación con el decatetraedro y el triacontadoedro, cuatro más.
El de mayor interés es el decatetraedro, que se encuentra en cristalografía
y en arquitectura, y su volumen, en función del radio de la esfera circunscrita,
es V=5j3 R3J2.
Otro poliedro semirregular que fue estudiado especialmente por lord Kelvin
-William Thomson (1824-1907)-es el tetracaeidecaedro, que lleva su nombre.
Puede construirse dividiendo en tres partes todas las aristas del octaedro por
los puntos que sirven para obtener los 24 vértices del poliedro, el cual tiene
seis caras cuadradas y nueve hexagonales y goza de la propiedad, única entre
los trece, de poder llenar el espacio, como el cubo.
13 Elementos, XIII, 18.
14 La demostración de Pappo carece de rigor lógico.
15 Vid. infra, XLIV, 38, LV, 48.
16 Triangular.
960 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

19. Un cono y un cilindro que tengan la misma área que una esfera
son menores que esta.
En efecto, un cono cuya base sea equivalente a la superficie de una
esfera y su área total mayor que la de esta esfera, será equivalente a esta
cuando tenga una altura igual al radio de la esfera 17, mientras que el
cilindro de igual base que el cono, la cual equivale al área de la esfera,
y altura igual al tercio del eje del cono, equivale al cono 18, y también a
la esfera, teniendo su área mayor que la de esta porque las dos bases del
cilindro valen el doble de la del cono, es decir: el doble del área de la
esfera, de modo que cuando el área de una u otra de estas figuras sea
equivalente a la de una esfera, esta es necesariamente mayor que una u
otra de dichas figuras.
Tales son las cuestiones relativas a la comparación de la esfera con
las cinco figuras, el cono y el cilindro, y por lo que toca a las proposi-
ciones demostradas por Arquímedes, las demostraremos de otro modo,
después de los lemas necesarios para ello 19.

XLIII

Establecido lo anterior 20, es claro que un cilindro cuya base sea equi-
valente a un círculo máximo de la esfera y altura igual al diámetro de
esta, es sesquiáltero 21 de la esfera y su área sesquiáltera de la de la esfera 22.
Dado el semicírculo AEG de diámetro AG y centro Z, sea E el punto
medio del arco AEG, y tracemos las tres tangentes AB, BD Y DG por los

17 ARQuíMEDES: Sobre la esfera y el cilindro, 1, 36.


18 EUCLIDES: Elementos, XII, 10.
19 Siguen veintitrés lemas: XX, 20-XLII, 36, que son otras tantas proposi-
ciones de los Elementos y de La esfera y el cilindro, más explícitamente expues-
tos y que, de acuerdo con Ver Eecke, « dan la impresión de ser un resumen de
las lecciones orales que debió de dar Pappo en Alejandría sobre el tratado de
La esfera y el cilindro en una época en que empezaba a perderse la tradición
de la obra de Arquímedes, hasta el punto de no ser comprendida en la con-
cisión original de sus proposiciones».
20 Es decir, los veintitrés lemas.
3
21 ~[1LÓALOS=-'
2
22 ARQuíMEDES: Sobre la esfera y el cilindro, 1, 37.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 961

puntos A, E Y G. Si hacemos girar el semicírculo alrededor de AG hasta


que vuelva a su posición inicial, el cilindro engendrado por el rectángulo
ABDG estará en la razón sesquiáltera con la esfera engendrada por el
semicírculo y la misma razón será
la de las áreas del cilindro y la es- B E D
fera (Fig. 18).
En efecto, puesto que el área
del cilindro engendrado por la rec-
ta BD equivale al círculo cuyo ra-
dio es AG y este círculo es cuá-
druple de uno máximo de la esfe-
ra, y como se ha demostrado que
el área de la esfera equivale a A Z G
la de cuatro círculos máximos, re- FIG. 18.
sulta que la éngendrada por la
recta BD equivale a la de la esfera, y, por tanto, juntándola con la de
los dos círculos de las bases del cilindro, su razón a la de la esfera será
la de 6 a 4, que es la razón sesquiáltera.
Puesto que el cono de base equivalente al área y altura igual al radio
de esta ... 23 es la sexta parte del cilindro completo; luego este cilindro tam-
bién está en razón sesquiáltera con la esfera.
Aquí damos término a lo que teníamos que decir respecto de las pro-
posiciones demostradas por Arquímedes en su tratado Sobre la esfera y
el cilindro, y ahora, según hemos prometido, vamos a comparar las cinco
figuras de igual área: la pirámide [triangular], el cubo, el octaedro, el
dodecaedro y el icosaedro no por el método llamado analítico, que per-
mitió las demostraciones de los antiguos, sino por medio de la síntesis
para que nuestras comparaciones sean más claras y concisas; pero antes
expongamos 10 siguiente:

XLIV

38. El cuadrado construido sobre uno de los lados de un triángulo


equilátero es mayor que el doble y menor que el cuádruple del triángulo.

23 Laguna que no se ha podido llenar.


962 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

XLV y XLVI

39. El cuadrado de la perpendicular trazada desde el centro de la


esfera que envuelva el octaedro a una cara de este, es la tercera parte
del cuadrado del radio de la esfera.

XLVII
40. Dado un triángulo equilátero ABG inscrito en una esfera desde
cuyo centro D se traza la perpendicular DE al plano del triángulo, se
unen los puntos A y E Y se prolonga la recta AE hasta que encuentre en
Z al lado BG, digo que AE es doble de EZ.

XLVIII
41. En un círculo dado ABGD de centro E, consideremos un diá-
metro AG, tracémosle la perpendicular DHB igual al lado del pentágo-

FIG. 19.

no inscrito y tomemos HZ igual a HG (Fig. 19). Digo que el punto Z divi-


de al radio en media y extrema razón y que la parte mayor es EZ.

XLIX
42. El cuadrado de una recta al quíntuple de la parte menor que la
divide en media y extrema razón es como 4 a 3.
P APPO.-COLECCION MATEMATICA 963

43. El óctuple del cuadrado de la perpendicular trazada desde el


centro de una esfera a una cara del icosaedro circunscrito, es mayor" que
el quíntuple del cuadrado de la arista del icosaedro.

u
44. Dividiendo dos rectas AB y DE en media y extrema razón por
los puntos G y Z, respectivamente, siendo AG y DZ sus segmentos ma-
yores, digo que la recta AB es al segmento AG como la DE al segmen-
to DZ.

LII

45. Tomando en un diámetro AG del semicírculo ABG un punto D


tal que AG sea triple de DG; trazando en el punto D la perpendicular
DB a AG y uniendo B con G, el
cuadrado de AG será triple del
de BG porque la razón de estos
cuadrados es la misma que la de
las rectas AG y GD por la seme-
janza de los triángulos ABG y BDG
(Fig. 20). Dividiendo la recta BG
en media y ext:rema razón por el
punto T, siendo BT el segmento A E o z G
mayor, y el cuadrado de EG quín- FIG. 20.
tuple del de EZ, lo que es posi-
ble porque EG es triple de ED, digo que la razón del cuadrado de BT al
de GZ es la de 5 a 3.

UlI

46. La suma de los cuadrados de las rectas GB y GT es quíntuple


del cuadrado de la GD.

UV

47. El segmento mayor del lado del hexágono dividido en media y


extrema razón es el lado del decágono.
964 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO II

LV Y LVI

48. El círculo circunscrito al pentágono del dodecaedro inscrito en


una esfera es el mismo que el circunscrito al triángulo del icosaedro.

LVII

49. La suma de doce pentágonos es mayor que la de veinte triángu-


los inscritos en el mismo círculo.

LVIII

50. Tomando a partir del mismo punto A de una circunferencia de


centro O los arcos AB y AG iguales, respectivamente, a la sexta y décima
parte de la circunferencia y bajando desde los puntos B y G sendas per-
pendiculares al radio OA, que lo cortan en los puntos D y E, digo que el
rectángulo de las rectas EG y ED es mayor que el de las DB y DO.

LIX

51. Dados un triángulo isósceles cuyo ángulo en el vértice sea igual


a las cuatro quintas partes de un recto, y un cono equilátero equivalente
a él, la razón del cuadrado de un lado de este a uno de los iguales de
aquel es menor que la del cuadrado de una recta al quíntuple del de su
segmento menor dividida en media y extrema razón 24.

LX

Vamos a demostrar ahora sucesivamente que el icosaedro es la mayor


figura; viene luego el dodecaedro, después el octaedro, a continuación el
cubo y, finalmente, la pirámide [regular], que es la figura más pequeña'25.

24 Las props. 38-51 son otros tantos lemas que Pappo utiliza para comparar
los volúmenes de los cinco poliedros regulares. Dichos lemas no se encuentran
en Euclides, y aunque son poco importantes, hemos traducido sus enunciados,
pero no sus demostraciones, porque carecen de interés; mas no será ocioso ad-
vertir que son rigurosas.
25 Demuestra lo enunciado en las props. 52-56.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 965

LXIV

57. De las propOSICIOnes demostradas se deduce claramente que de


las cinco figuras que se llaman poliedros, la más poliédrica 26 es continua-
mente mayor y no puede haber otras, aparte de estas cinco, que estén
compuestas de polígonos equiláteros y semejantes, como se demuestra del
siguiente modo:
Todo ángulo sólido debe estar formado por tres ángulos planos, y si
son más de tres, serán siempre menores que cuatro rectos 27; luego un
ángulo sólido no se puede formar con ángulos de hexágono o de otra
figura rectilínea más poligonal, porque tres de estos ángulos que, por
menos, pudieran formarlo, no suman menos de cuatro rectos; pero pue-
de estar formado por tres ángulos de pentágono, como el dodecaedro.
Cuatro o más ángulos de cuadrado no pueden formar un ángulo só-
lido porque no' son menores que cuatro rectos, pero tres de ellos forman
el ángulo del cubo.
Por último, seis o más ángulos de triángulo equilátero no son meno-
res que cuatro rectos y, por tanto, no formarán un ángulo sólido, pero
con cinco, cuatro o tres tendremos el ángulo sólido del icosaedro, del
octaedro y de la pirámide, respectivamente.
De aquí resulta que, excepto los ángulos sólidos que hemos dicho, no
existe ninguno otro formado por ángulos iguales del mismo polígono; lue-
go. aparte de los cinco poliedros de que acabamos de hablar, no puede
haber ninguno otro formado por polígonos iguales y semejantes.

LIBRO VI

Muchos de los que cultivan el campo de la Astronomía 1 no han in-


vestigado profundamente sus proposiciones y han añadido algunas que
consideraban necesarias y suprimido otras por innecesarias. Así, por
ejemplo, a propósito del sexto teorema del libro tercero de Las esféricas,
de Teodosio 2, dicen que el círculo que pasa por los polos de la esfera
26 ~OAu8()QÓ't8QOV,
es decir, la de mayor número de caras.
27 EUCLIDES: Elementos, XI, def. 11 y prop. 21.
1 Ó (unQovo~o{'~8VO~ :1tÓ~O~, donde tÓQo~: lugar, tiene el sentido de «campo)
de actividad de una disciplina científica.
2 Vid. supra, TEODOSIO DE TRÍPOLI: Las esféricas, lII, 6 Y nota 17.
966 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

debe cortar perpendicularmente a los dos círculos maXImos, porque no


siempre es así; lo mismo ocurre con el segundo teorema de los Fenóme-
nos de Euclides 3, en que no indican cuántas veces el zodíaco será perpen-
dicular al horizonte, y, por último, en el cuarto teorema del tratado So-
bre los días y las noches 4 desfiguran a Teodosio porque omiten, por creer-
las innecesarias, algunas de las proposiciones que siguen al teorema y que
nosotros vamos a demostrar.

I-XXIV s

XXV-XXVII

27. Puesto que solo se consideran tres pOSICIOnes distintas de los


círculos máximos de la esfera: contener al eje, estar inclinados sobre él
o pasar por los polos, Autolico las tiene en cuenta. en las demostraciones
respectivas de sus tres primeros teoremas. Si el círculo máximo es per-
pendicular al eje y la esfera gira, todos los puntos de su superficie des-
cribirán paralelos que tendrán los mismos polos que ella, y por recorrer
dichos puntos en el mismo tiempo arcos semejantes de los paralelos, ta-
les arcos serán semejantes y como lo mismo ocurre si el círculo máximo
pasa por los polos o es oblicuo al eje de la esfera, las demostraciones se
han establecido para toda la esfera.
El cuarto teorema se aplica exclusivamente al caso en que el círculo
máximo es perpendicular al eje, de modo que todos los puntos que se
tomen sobre la esfera carecerán de orto y ocaso, que es lo propio de la
posición considerada.
3 ((En una revolución del Mundo el círculo que pasa por los polos de la
esfera será dos veces perpendicular al horizonte y el del zodíaco dos veces per-
pendicular al meridiano; pero no 10 será nunca al horizonte si el polo de este
se encuentra situado entre el trópico de verano y el polo visible» (Phamomena et
Scripta Musica, pág. 12 de la ed. crítica de J. 1. Heiberg, Leipzig, 1916). No es
seguro que esta obra sea de Euclides.
4 Vid. supra, TEODOSIO DE TRÍPOLI: Bibliografía.
s En estos veinticuatro apartados, que comprenden veintiséis propOSICIOnes,
las 1-4 son otras tantas propiedades elementales de los triángulos esféricos que
Pappo, siguiendo a Menecmo, llama triláteros: l{)[nA8lJQov, para distinguirlos de
los rectilíneos; en las 11-20 formula los lemas que utiliza en las siguientes,
21-26, para dar una fastidiosa demostración del teorema In, 6, de Las esféricas.
P APPO.-COLECCION MATEMATICA 967

El quinto teorema caracteriza el círculo que pasa por los polos y lo


particular de esta posición. En ninguna de las otras dos todos los pun-
tos de la esfera tienen orto y ocaso.
El sexto teorema considera el caso en que el círculo es oblicuo al
eje. En ninguna otra posición el círculo máximo es tangente a dos círculos
iguales y paralelos tales que el situado en el hemisferio aparente está
siempre visible e invisible el que está en el hemisferio no aparente, porque
todo círculo máximo es tangente a dos círculos iguales y paralelos que no
sean siempre visibles o invisibles.
Luego de haber establecido los teoremas generales de un modo hábil
y metódico, aborda las propiedades particulares y características de las
posiciones indicadas, tal como se presenta cada una de ellas y expone su-
cesivamente todos los otros teoremas que tienen análoga importancia con-
siderando una sola posición y algunas veces dos.
El séptimo 'teorema, en efecto, tiene en cuenta la perpendicularidad
y la oblicuidad sobre el eje del círculo que pasa por los polos. Nosotros
lo hemos demostrado en estas dos posiciones, pero no en la tercera por-
que no hay orto ni ocaso.
El teorema octavo, en cambio, solo se refiere al caso de oblicuidad
sobre el eje, porque cuando el círculo pasa por los polos de la esfera los
puntos que aparecen juntos desaparecen juntos, y recíprocamente, pues
todos los círculos que cortan el horizonte 6 son cortados por aquel en dos
partes iguales, y el hecho de tener sus semicírculos por encima y por
debajo del horizonte es la causa de que las cosas que aparecen juntas
desaparezcan juntas y viceversa.
El noveno teorema concierne exclusivamente a esta misma posición,
exigiendo que los dos círculos tangentes a uno mismo no lo sean a ninguno
otro, excepto si este otro es constantemente visible.
En el teorema décimo no considera la posición del paso por los polos
y la de oblicuidad sobre el eje; pero solo se ha preocupado de demostrar
este último caso 7, mientras que nosotros lo hemos hecho también en la
otra posición y demostrado, además, que en la posición perpendicular al

6 óQ(~oyta:círculo que separa la parte visible de la invisible de la esfera.


7 La prop. X del tratado Sobre la esfera móvil, según la lección de Hultsch,
dice así: «Cuando un círculo máximo de una esfera oblicuo al eje separa la
parte visible de la invisible, el círculo que pasa por los polos es dos veces
perpendicular al horizonte en el transcurso de una revolución de la esfera.»
968 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

eje el círculo que pasa por los polos de la esfera no será dos veces per-
pendicular al horizonte, sino siempre.
En el undécimo teorema 8 ha considerado la posición más difícil de
oblicuidad diciendo: «oblicuo al eje» y «tangente a círculos mayores que
los que tocan al círculo primitivo», y no ignorando que la demostración
relativa a la posición del paso por los polos-que ha omitido-es fácil.
Nosotros hemos dicho, en efecto, que también en este caso los ortos y
los ocasos se verifican en el círculo del horizonte entre los paralelos a
que es tangente.
Por último, el teorema duodécimo se refiere a la única posición obli-
cua y a lo que conviene a esta.

XXVIII
Tal es la cuestión sumariamente expuesta; pero en el presente libro
se investigará cómo los puntos no situados en el eje, sino en la superficie
de la esfera, describen círculos cuando se mueven con esta.
Si los puntos estuvieran fijos y no girasen con la esfera sería fácil
admitir que la línea engendrada por un punto en la superficie es una
circunferencia de círculo, y si, por el contrario, girase la esfera y el punto
se moviese uniformemente sobre ella, pero más despacio o más deprisa
y en el mismo sentido, la proposición también sería cierta en este caso.
En efecto, si el punto se retrasa en la esfera es claro que engendrará
en su superficie una línea que cambiaría de posición de una manera con-
tinua' y lo mismo ocurriría si su movimiento fuese más rápido; pero si
el punto no se adelanta ni se atrasa y ocupa siempre la misma posición en
la esfera mientras gira esta, se preguntaría con razón cómo podría descri-
bir un círculo porque el punto que describe debe describir algo inmóvil, y
si, por el contrario, aquello sobre lo cual describe no está fijo, ¿cómo
describirá?
Todo lo que hay en la esfera no está inmóvil cuando gira. Solo está
inmóvil el eje y es evidente que a lo que está fijo se le pueden trazar
perpendículares desde un punto móvil, las cuales cortarán al eje en un

8 «Cuando un círculo máximo de una esfera oblicuo al eje separa la parte


visible de la invisible de la esfera, y otro círculo máximo, también oblicuo, es
tangente a círculos mayores que los tangentes al horizonte, los ortos y ocasos
se verifican a lo largo del arco de horizonte situado entre los paralelos a que es
tangente.» (Prop. XI de la edición de Hultsch.)
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 969

cierto punto que tiene que ser fijo por serlo el eje, y puesto que el punto
está situado en este y la perpendicular en la esfera y esta gira, la recta
será arrastrada circularmente con uno de sus extremos en la superficie
de la esfera y el otro en el eje, que es inmóvil.
Por consiguiente, esta recta arrastrada y moviéndose mientras gira la
esfera, pero teniendo fijo su extremo, debe moverse en un plano, que es
fijo, y entonces, habiéndose supuesto un plano fijo en el que se mueve la
recta de que acabamos de hablar y tomado dos puntos cualesquiera en
el plano, y siendo siempre posible describir en un plano un círculo de cual-
quier centro y cualquier radio, es evidente que este círculo descrito con
centro en el punto del eje y radio igual a la distancia del punto situado
en la superficie de la esfera, estará en el plano sobre el cual se mueve di-
cha recta, y, por tanto, el punto fijo en el eje ha sido la causa de que el
situado en la superficie de la esfera haya descrito un círculo, y no se ha-
bría podido plantear el problema si no se hubiera trazado una perpendi-
cular al eje fijo.

XXIX
28. Para demostrar que la perpendicular desde un punto cualquiera
de la esfera al eje encuentra a este en el interior de aquella, consideremos
la esfera de polos A y B y tracemos des-
de un punto cualquiera G de su super- B
ficie la perpendicular al eje AB (Fig. 21).
Digo que esta perpendicular encuentra a
AB en el interior de la esfera.
En efecto, si no fuera así, la encon-
traría en un punto exterior D, y enton-
ces siendo GD perpendicular a AB y
uniendo el centro E de la esfera con
el punto G, las rectas EG y EA son
iguales, y, por tanto, la ED mayor que
la EG, y en el triángulo EGD el ángulo
de EG y GD mayor que el de ED y DG,
y como este es recto, el de las rectas
EG y GD será mayor que un recto y
el triángulo EGD tendrá dos ángulos
cuya suma es mayor que dos rectos, 10 o
cual es imposible; luego la recta tra- FIG. 21.
970 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

zada perpendicularmente desde el punto G al eje no lo encuentra en el


exterior de la esfera; y del mismo modo se demuestra que no cae en los
extremos A y B del eje, y, por tanto, lo encuentra en el interior, que es
lo que se quería demostrar.

xxx
Teodosio comete un error de interpretación en su cuarto teorema 9,
porque habiendo demostrado que el día NT es más largo que el MP, se
supone que la noche que precede al
día NT es más corta que la que pre-
cede al MP.
En efecto: sea R el ocaso que an-
tecede al otro N y tomemos el arco
PS igual al RN. Si el arco NT fuera
menor que el MP, el arco entero
ND sería menor que el DP, y lo
mismo respecto de los arcos RN y
PS (Fig. 22).
Puesto que el arco TD es me-
nor que el DM y el NP mayor que
el MP, no es evidente que el ND
sea menor que el DP porque pue-
de ser igual o mayor, y entonces
FIG. 22. no siendo menor el ND no se pue-
de decir que el RN se hará invisible
en menos tiempo que el PS, y, por tanto, Teodosio debió demostrar que
la suma de los arcos de los días y las noches 10 en la parte DG es cons-
9 Se refiere a la prop. 1, 4, del tratado Sobre los días y las noches, de TEO-
DOSIO DE TRípOLI, que hemos citado en la bibliografía de este, indicando, ade-
más, lo que entendía por día y por noche y su duración respectiva.
La proposición que comenta Pappo, según la trad. de DELAMBRE: Histoire
r
de Astronomie ancienne, tomo 1, pág. 237, París, 1817, dice así: «Si el Sol
sale y se pone en dos paralelos situados a igual distancia del trópico, el solsti-
cio [de verano] no se verificará a mediodía del día del medio y será el día más
largo del año. En el semicírculo en que el Sol está más cerca del trópico, los
días serán más largos que en el otro semicírculo, y lo contrario ocurrirá en el
solsticio de invierno.»
10 Es decir: DT + TN.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 971

tantemente menor que la suma de los arcos de la parte DE y decir que


lo demás se demostraría del mismo modo.
29. Demostremos ahora astronómicamente 10 que omitió Teodosio 11.
Si el Sol sale en el punto Z y se pone en el H; el arco DZ es menor
que el DH; T es el ocaso que antecede al orto Z; N el orto que antecede
al ocaso T; K el orto que sigue al
ocaso H; L el ocaso que sigue al
orto K; la noche ZT más corta que la
HK y el día TN más largo que el KL
(Fig. 23)J digo que el arco entero DN
es menor que el arco entero DL.
En efecto J si no es aSÍ J será igual
o mayor J y suponiendo primeramen-
te que es igual J resulta que por ser el
arco DZ menor que el DH y el ZT
menor que el HK, el arco entero DT
será menor que el arco entero DK, y
entonces J si el DM es igual al DT, co-
mo el ND 10 es al DL, el arco restante
TN lo será también al arco restante FIG. 23.
ML, y, por consiguiente, y como cuan-
do el Sol sale en el punto N y se pone en el T, el arco NT cambia el he-
misferio iluminado durante el tiempo en que el Sol recorre el arco TN.
Pero el Sol recorre los arcos NT y ML en el mismo tiempo, porque
estos arcos son iguales; luego cambian el hemisferio iluminado en el
mismo tiempoJ y como el Sol recorre el arco ML en el mismo tiempo
que MK y KL 12, mientras que el arco ML cambia el hemisferio iluminado
en el mismo tiempo en que sale el arco MK y en que el KL cambia el
hemisferio iluminado; luego el Sol recorre los arcos MK y KL en el mis-
mo tiempo que sale el MK y cambia el hemisferio iluminado el KL.
Pero el tiempo en que el Sol recorre el arco KL es igual al que tarda
en cambiar el hemisferio iluminado porque sale en el punto K y se pone
en el L; luego el tiempo restante durante el cual el Sol recorre el arco
MK es igual al que tarda en salir, lo cual es imposible porque el Sol reco-
rre todo el arco en un tiempo mayor que el que este arco tarda en salir

11 La duración de las dos noches: la inmediatamente anterior y la inmedia-


tamente posterior a los días NT y MP.
12 Es decir, que MK + KL.
972 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

y ponerse de nuevo, demostraremos después, y, por tanto, el arco ND no


es igual al DL.
Suponiendo ahora que es mayor 13.

XXXI!
Vamos a demostrar que el Sol recorre todo el arco en mayor tiempo
que el que este arco tarda en salir y ponerse de nuevo.
Algunos creerán que lo que sigue es evidente y no necesita demos-
tración. «En efecto, puesto que el Sol recorre el círculo 14 en un año y
este círculo aparece de noche y de día, el tiempo que tarda en recorrerlo
es múltiplo del en que aparece el círculo y puesto que el Sol recorre el
círculo entero en un tiempo mayor que el en que aparece el círculo, re-
correrá los arcos parciales del mismo en un tiempo mayor que el que
emplean estos arcos en salir y ponerse; luego la proposición es evidente
y no necesita demostración.»
.A esto se puede objetar que si los arcos parciales del zodíaco-que
son iguales-salieran y se pusieran de nuevo en tiempos iguales, sería
cierto lo que acabamos de decir porque el círculo aparecerá de un modo
uniforme y los tiempos serán comparables entre sí, puesto que el Sol re-
corre arcos iguales en tiempos iguales por ser uniforme su velocidad.
El Sol recorre el círculo de un modo uniforme; pero el círculo sale y
se' pone de un modo no uniforme, y como el tiempo que tarda el Sol en
recorrer el círculo es mayor que el que tarda en aparecer el mismo círcu-
lo, no podemos decir que el tiempo parcial durante el cual el Sol recorre
un arco será mayor que el que este arco tarda en salir o en ponerse, y,
por tanto, ya no queda establecido de una manera evidente que el Sol
recorre toda la circunferencia en mayor tiempo que el que esta tarda en
aparecer y desaparecer. ¿Por qué no decir entonces que el Sol recorre
todo el círculo en un tiempo mayor' que el que tarda este en aparecer
y que los tiempos parciales durante los cuales recorre cada uno de los
arcos del círculo son menores que los que tardan estos círculos en apa-
recer? De lo que sigue se deduce, evidentemente, que esto puede presen-
tarse en ciertos movimientos.
30. Dado un triángulo ABG, rectángulo en B, describamos un círcu-
13 Razonando como antes, demuestra por reducción al absurdo que el arco
ND no es mayor que el DL, y como antes ha demostrado que no es igual, es
menor.
14 El zodíaco.
PAPPO. -COLECCION MATEMATICA 973

lo de centro A y consideremos una recta TN igual a la BD 15. Si el punto


N, moviéndose uniformemente recorre la recta NT en diez horas y el
B, en que la recta AB encuentra a
la BD, recorre la BD en una hora,
dividamos el arco EH en dos par-
tes iguales por el punto Z y pro-
longuemos la recta AZ hasta que
corte en G a la BD (Fig. 24).
Puesto que el punto B recorre
la recta BD en el mismo tiempo que B D
tarda el E en recorrer el arco EH
y el B recorre la BG en el mismo N s
tiempo que el E el arco EZ y el FIG. 24.
tiempo que tarda el punto E en
recorrer al arc:o EH es doble del que tarda en recorrer el EZ, resulta
que el tiempo durante el cual el punto B recorre la recta BD es tam-
bién doble del que tarda en recorrer la BG, y como B tarda una
hora en recorrer la recta BD, tardará media en recorrer la BG, y por ser
iguales los arcos EZ y ZH, serán iguales los ángulos de las rectas EA, AZ
y ZA, AH, y, por tanto, la recta DB es a la BG como la suma de las
DA y AB a la AB; pero esa suma es cien veces la recta AB; luego la DB
también es cien veces la BG.
Si hacemos ahora que TN sea a NS como AB a BG, la recta TN tam-
bién será cien veces la NS, y como la BD es igual a la NT, la BG lo será
a la NS y, por consiguiente, puesto que el punto N tarda diez horas en
recorrer la recta NT con velocidad uniforme y el B media hora en re-
correr la BG con velocidad no uniforme, resulta que, teniendo dos velo-
cidades: una uniforme y otra no, el tiempo total que tarda el punto N
en recorrer la recta NT con velocidad uniforme es mayor que el que tarda
el B en recorrer la BD con velocidad no uniforme, mientras que el tiempo
parcial que tarda N en recorrer NS es menor que el que tarda B en reco~
rrer BG, y, por tanto, nada se opone a que ocurra lo mismo en el movi-
miento del Sol y en la aparición del círculo [del zodíaco], es decir, el
tiempo que tarda el Sol en recorrer el círculo es mayor que y el que tarda

15 Como Pappo no indica la posición del punto D, Hultsch propone en su


edición, torno II, pág. 538-teniendo en cuenta lo que sigue-, agregar: "siendo
la suma de las rectas DA y AB cien veces la AB": %,(Ú Éxo;tonaJtAaCJLa CJ'Uva[lcpó-
"tEQOr; ~ AA AB "tf¡r; AB.
974 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO Ir

en aparecer este menor porque, en efecto, si disminuye la velocidad de


aparición del círculo ¿cómo no disminuye cuando un arco de ese círculo
aparece en un tiempo mayor que el que tarda el círculo en recorrer ese arco?

XXXIII
Es preciso, pues, examinar si la velocidad del zodíaco es algo que
crece y decrece hasta lo infinito, o crece y no decrece, o decrece y no
crece, o no decrece ni crece, porque, según veremos ahora, esto ocurre
con ciertas magnitudes.
Estudiemos primero el caso de las magnitudes susceptibles de aumen-
tar y disminuir, a la vez, infinitamente.
31. Todas las magnitudes que intervienen en los problemas indeter-
minados se hacen mayores y meno-
T res que cualquier magnitud dada.
En efecto: si a una recta dada
se aplica un área aumentada en un
cuadrado se le puede aplicar un
área mayor y una menor aumenta-
das en un cuadrado; y esto hasta
lo infinito 16.
32. Entre las cosas que crecen
pero no decrecen infinitamente está
el triángulo ABG tal que si se divi-
de el lado AG en dos partes iguales
por el punto E y se traza por este
la transversal ZEH, el triángulo ZHB
es mayor que el ABG 17, Y por lo mis-
mo, si se traza la transversal TEK
FIG. 25. el triángulo BTK es mayor que el
ZBH (Fig. 25), Y si se siguen trazan-
do transversales hasta lo infinito, el triángulo aumentará indefinidamente y
16 Vid. supra, EUCLIDES: Elementos, VI, 29, y ARQuíMEDES: Sobre conoides
y esferoides, prop. 2. .
17 Trazando por A la AL paralela a BG, se tiene, en efecto, por ser AE=EG,

1::. 1::. 1::.


AEL = GEH < AEZ,
de donde
1::. 1::.
ZHB >AGB.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 975

ninguna recta trazada transversalmente formará nunca un triángulo me-


nor que el ABG.
XXXIV
33. Entre las cosas que no aumentan infinitamente, pero sí disminu-
yen figura la que se refiere a la recta adaptada al círculo 18.
No· es posible, en efecto, adaptar a un círculo una recta mayor que
otra cualquiera dada porque, siendo fija la longitud del diámetro, no se
puede adaptar una recta mayor que este.
También es evidente porque toda área dada, deficiente de un cua,
drado, no se podrá adaptar a una
recta dada porque dicha área no po-
drá crecer infinitamente por existir
un área a la que no se puede adap-
tar otra mayor, pero sí una me-
nor que cualquiera otra dada 19.
34. Por último, para ver que
hay cosas que no pueden aumentar
ni disminuir infinitamente, conside-
remos dos círculos tangentes en el
punto A y un tercero que corte a
uno de ellos en los puntos D y G
(Fig. 26). Trazando desde los de
contacto a los de intersección las
rectas AD y AG, BD y BG, el ángu-
lo de las dos primeras es el mayor FIG. 26.
Y el de las dos segundas el menor
de todos los que tienen su vértice en la circunferencia BEAZ 20.

XXXV
35. Establecidas estas cosas, demostremos ahora que la velocidad
decreciente del zodíaco no es nunca menor que la del Sol y que este re-
18 Vid. supra, EUCLIDES: Elementos, IV, 1.
19 Las condiciones de posibilidad fueron establecidas por EUCLIDES: Elemen-
tos, VI, 28.
20 Pappo no da la demostración, que es muy sencilla, pues basta comparar
con dichos ángulos otros dos que tengan sus vértices en la circunferencia BEAZ,
uno inscrito y otro exinscrito, para concluir que el que tiene el vértice más
cerca del punto A es mayor que el que 10 tiene más lej os.
976 CIENTfFICOS GRIEGOS.-TOMO II

corre siempre un arco cualquiera de aquel en un tiempo mayor que el


que tarda este arco en salir y ponerse de nuevo.
Sea AB el círculo del horizonte; BED, el del trópico de verano; DTL,
el del zodíaco, y KNM, el mayor de los paralelos. Consideremos el prin-
cipio de Cáncer 21 en su ocaso y to-
A
memos un arco cualquiera DT del
zodíaco (Fig. 27). Digo que el Sol
recorre este arco DT en un tiem-
po mayor que el que ese arco tarda
en ponerse.
En efecto, hagamos pasar por
M
el punto T el círculo máximo TS
K tangente al círculo ártico, y por es-
tar el .cuadrado del diámetro de la
esfera con el del círculo de vera-
no 22 en la razón de 629 a 529-por-
que la recta que une el centro de
la esfera con el del círculo está
con el radio del círculo en la ra-
FIG. 27. zón de 10 a 23---:-resulta que el diá-
metro de la esfera es menor que
el doble del diámetro del círculo del trópico, y, por tanto, el doble del
diámetro de la esfera es menor que el cuádruple del diámetro del círculo
del trópico 23.

21 El punto D.
es decir, el trópico de verano.
22 TOU JtfQLvoií XÚX/.OU,
Llamando d a la recta que une los centros de la esfera y del círculo BED,
23
y R Y r a los radios, es
d 10
-=-,
r 23
de donde
d2 +r2 102 +23 2 100+529 629
---=----
r2 23 2 529 529 '

R2 (2R)2
-=---=--;
629 2R v
629 25,08
--=-:===-=---,
r2 (2r)2 529 2r v529 . 23
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 977

La razón del doble del diámetro de la esfera al del círculo BED es


mayor que la del arco MN al DT según demostró Teodosio 24; luego el
arco MN es menor que el cuádruple del DT 25 Y como la velocidad del
Mundo es mayor que el cuádruple de la del Sol y el Mundo recorre el
círculo KNM y el Sol el DTL, resulta que mientras el Sol recorre el
arco DT, el punto N describe un arco mayor que NM porque dicho punto
se mueve con la velocidad del Mundo, de donde se deduce que el Sol
recorre el arco DT en un tiempo mayor que el que tarda el punto N en
llegar al M.
Trazando ahora por T el paralelo HTZ, la semejanza de los arcos N!vf
y TH nos dice que el tiempo que tarda el punto N en llegar al M es el
mismo que el que tarda T en llegar a H 26; luego el Sol recorre el arco
DT en un tiempo mayor que el que tarda en ponerse este arco, y como su
ocaso coincide con el orto del arco igual y opuesto que sigue a Capri-
cornio, el Sol los recorre en el mismo tiempo, es decir: en un tiempo ma-
yor que el que tarda en salir ese arco.
Hemos dicho esto de los arcos del zodíaco porque uno parece po-
nerse y el otro salir en mayor tiempo, pero como se ha demostrado que
el arco que arranca del punto de contacto de Cáncer 27 se pone en un tiem-
po mayor que todos los otros arcos del círculo del zodíaco, se deduce
evidentemente que los demás arcos tardan en ponerse menor que el Sol
en recorrerlos, y, por el contrario, puesto que el arco que arranca del
punto de contacto de Capricornio sale en un tiempo mayor que todos los
y, por tanto,
2R < 2(2r); 2(2R) < 4(2r).
24 Vid. supra, TEODOSIO DE TRÍPOLI: Las esféricas, III, 12.
25 Según lo antes demostrado y conservando las notaciones de la nota 23, se
tiene:
2(2R) MN
--->--;
2(2r)
DT
de donde
2(2R) MN
--->--; MN<4DT.
4(2r)
4DT
26 TEODOSIO, loe. cit., U, 13
27 Es decir, el arco DT.
978 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

otros arcos del zodíaco y se ha demostrado que este arco sale en menos
tiempo que tarda el Sol en recorrerlo, resulta que los demás arcos del
zodíaco salen en menos tiempo del que tarda el Sol en recorrerlos, que era
lo que se quería demostrar.
36. Si el punto Z es el ocaso y el H el orto, el tiempo del arco ZH
durante el cual lo recorre el Sol, será de noche, y como los arcos ZL y
LB son desiguales, el solsticio no se verificará a medianoche y es eviden·
te que el arco ZLB es la noche más larga del año que empieza en el
solsticio de verano, porque ese arco ZLH cambia el hemisferio en som-
bra en el tiempo más largo y se trata, pues, de demostrar lo que ocurre
en cada caso 28•
••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• 29

XLI
Si la recta que va del ojo al centro de un círculo no es perpendicular
al plano de este ni igual a su radio, los diámetros aparentes del círculo
serán desiguales 30.
Expongamos antes lo siguiente:
42. Sean los triángulos ABG y DEZ rectángulos en A y D Y tales
A o que la razón de los lados GB y
GA sea mayor que la de los ZE

~~
B G E Z
y ZD. Digo que el ángulo de las
rectas GB y GA es mayor que el
de las ZE y ZD (Fig. 28).
FIG. 28. En efecto, por ser la razón de
GB a GA mayor que la de ZE a ZD,
también lo será en potencia y, por división, en longitud; luego la razón de
AB a AG será mayor que la de DE a DZ 31.
28 Sigue la exposición de las distintas duraciones de los días y las noches.
29 Pappo dedica las cinco props. 37·41 a comentar los Tamaños y distancias
del Sol y de la Luna, que hemos incluido al final del apartado dedicado al
astrónomo de Samos, que es su lugar adecuado.
30 Es la prop. 33 de la Optica atribuida a Euclides, cuyo comentario hace
precederPappo de las nueve props. 42-30 como otros tantos lemas para de-
mostrar la 51, que es la 35 de Euclides.
31 Por hipótesis es
GB ZE
-->--,
GA ZD
P APPO.--cOLECCION MATEMATICA 979

Haciendo de modo que una recta AH sea a la AG como DE a DZ, es


evidente que AH será menor que AB, y trazando la GH, el triángulo AHG
es semejante al DEZ y, por consiguiente, el ángulo de las rectas GA y
GH es igual al de las ZD y ZE; luego el de las GA y GB es mayor que
el de las ZD y ZE.

XLII
43. Si desde un punto A exterior a un plano dado se le baja la per-
pendicular AB que lo corta en B, desde
donde se traza la BD perpendicular a una A
recta GD del plano y se unen los puntos
A y D, digo que la recta AD es perpendicu-
lar a la GD (Fig. 29).
Tomando en. esta recta un punto cual-
quiera G y, uniéndolo con los A y B, el
ángulo de las rectas BA y BG es recto, y,
por tanto, la suma de sus cuadrados equi- v-----+--~8
vale al cuadrado de AG, y como el de BG
equivale a la suma de los de DB y DG, el
de AG equivaldrá a la suma de los de
BA, BD Y DG; pero la suma de los de
BA y BD equivale al de AD; luego el de
AG equivale a la suma de los de DA y
DG, y, por tanto, el ángulo de estas dos
rectas es recto y la recta DA perpendicular FlG. 29.
a la DG, que es lo que queríamos de-
mostrar.

de donde
GB2 ZE2 @2_(;A2=AB2 ZEZ - ZD2 = DE2
-->--; > -----==:=----,
CA2 ZD2 GA2 ED2
y, por tanto,
AB DE
-->--
AG DZ
980 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

XLIII

44. Sí desde un punto A exterior a un plano dado le bajamos una


oblicua AB que lo corta en B y la perpendicular AG que lo corta en G
y unimos los puntos B y G (Fig. 30),
A
digo que el ángulo de las rectas BA
y BG es el menor de todos los for-
mados por BA y cualquier recta
del plano que pase por B; que el
más próximo a este ángulC? es me-
nor que el más lejano, y que dos
iguales solo pueden estar a uno y
otro lado de ese ángulo.
En efecto, tomemos una recta
cualquiera BD; tracémosle desde G
la perpendicular GD y, uniendo su
pie D con el punto A, esta recta DA
~----------I---~G será perpendicular a la BD, en vir-
tud de lo que acabamos de demos-
trar; y por ser recto el ángulo de
las rectas GA y GD, la DA es ma-
yor que la GA y, por ta~to, la ra-
zón de AB a AG es mayor que la
de AB a AD, y como los ángulos de
las rectas BG, BA y DB, DA son
FIG. 30. rectos, el ángulo AB y AG es mayor
que el de AB y AD por lo que se ha
demostrado en el penúltimo lema 32 y, en consecuencia, el ángulo restante
formado por las rectas BA y BG es menor que el formado por las BA y BD;

32 En los triángulos rectángulos BGA y BDA se tiene (prop. 42):

""" """
BAG>BAD

ABG = 1 recto-BAe (""" """


""" \ ABG<ABD.
ABD = 1 recto - BAn )
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 981

y como lo mismo se demostraría que el de BA y BG es menor que todos los


demás 33, resulta que este es el menor.
Digo también que el ángulo más próximo a este es menor que el más
lejano. Tracemos, en efecto, una recta cualquiera BE en el plano dado;
por G la perpendicular GE a ella y, uniendo A con E, la recta AE será
perpendicular a la BE 34. Por ser rectos los ángulos de las rectas DB, DG
Y EB, EG Y el de las BG, GD mayor que el de las BG, GE, la razón de la
recta EG a la GB es mayor que la de DG a GB; luego EG es mayor que
GD y como la GA forma ángulos rectos con GD y GE, la EA también es
mayor que la AD y, por tanto, la razón de BA a AD es mayor que la de
BA a AE, y como los ángulos en D y E son rectos, el de las rectas BA y
AD es mayor que el de las BA y AE, y, por tanto, el ángulo de AB y BD
es menor que el de AB y BE; Y análogamente se demostraría que el án-
gulo más próximo al de las rectas AB y BG es menor que el más lejano.
Digo, por ú~timo, que dos ángulos iguales solo pueden estar situados
a uno y otro lado de ese ángulo.
Tracemos por el punto B de la recta BG en el plano dado una recta
BZ que forme con la GB un ángulo igual al de BD y BG; desde G a la GZ
perpendicular a BZ, y, uniendo A con Z, resulta que por ser iguales los
ángulos de las rectas BG, BD Y BG, BZ, rectos los de DG, DB Y ZG, ZB
y la recta GB lado común de los triángulos BGD y BGZ, la recta BD es
igual a la BZ y la GD a la GZ, y como AG es perpendicular a GD y GZ,
la AD es igual a la AZ; y por ser BD igual a BZ, la AD a la AZ y la
AB común, serán iguales los ángulos de las rectas BA, BD Y BA Y BZ;
y análogamente se demostraría que no hay ningún otro ángulo igual al
de las rectas BA y BD.

XLIV

45. Dados los triángulos ABG y DEZ con un lado BG del uno igual
a uno EZ del otro; los dividimos en dos partes iguales por los puntos
H y T que unimos con A y D, siendo la recta AH perpendicular a BG y
la DT oblicua a EZ y AH mayor que HB, digo que el ángulo de las rec-
tas AB y AG es mayor que el de las DE y DZ (Fig. 31).
46. Dadas las mismas cosas, pero siendo la recta HA' menor que la

33 Sobrentendiendo: formados por la recta AB y cualquier otra trazada por


B en el plano.
34 Prop. 43.
982 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

BH, digo que el ángulo de las rectas A'B y A'G es menor que el de las
D'E y D'Z 35.

XLV

47. Si desde un punto D del diámetro AB de un círculo dado se traza


una recta cualquiera DG menor que DA, digo que DB también será me-
nor que DA.

XLVI

48. Si en el mismo círculo y desde el mismo punto se traza la rec-


ta DE mayor que la DG (Fig. 32), digo
que la recta AD también es mayor A
que la DB 36.

A
o

FIG.
~
E
31.
T Z B
FIG. 32.

XLVII

49. Si en los triángulos de la proposición 45 la recta AH también


es oblicua a BG y el ángulo de HA y HG es mayor que el de TD y TZ,
digo que si la recta AH es mayor que la HG, el ángulo de AB y AG es

35 Pappo demuestra las props. 44 y 45 apoyándose en las 4 y 7 de los lib. 1


y TII, respectivamente, de los Elementos de Euclides.
36 Omitimos por brevedad y por ser muy fáciles las demostraciones de las
props. 47 y 48.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 983

mayor que el de DE y DZ, y si HA es menor que HG, aquel ángulo es me-


nor que este 37.

XLVIII

50. Dado el círculo ABG de centro E y la recta EZ perpendicular


al plano de ese círculo, digo que los diámetros aparentes vistos desde Z
son iguales.
Esta proposición es evidente puesto que todas las rectas desde Z a
la circunferencia del círculo son
z
iguales y forman ángulos iguales;
pero si EZ no es perpendicular al z
plano del círculo y la suponemos
igual al radio (Fig. 33), digo que
los diámetros vistos desde el pun-
to Z aparecerán también iguales.
En efecto, trazando los diáme-
tros. AG y BD Y las rectas ZA, ZB,
ZG y ZD, se tendrá que por ser
iguales las EA, EG Y EZ, el ángu-
lo de las ZA y ZG será recto 38
y por la misma razón también lo FIG. 33.
será el de las ZB y ZD; luego
los diámetros AG y BD se ven como iguales desde Z, y como lo mis-
mo se demostraría para todos los diámetros, es claro que si se tie-
ne un círculo máximo de una esfera, se pone el ojo en cualquier punto
de la superficie de esta 39 y se mira la circunferencia del círculo, todos
los diámetros se verán como iguales.

XLIX

51. Si por el centro de un círculo se traza una recta que no sea


perpendicular al plano del círculo ni igual al radio, los diámetros vis-
tos desde el extremo de la recta aparecerán desiguales.
Dado el círculo ABG de centro D, tracemos por este una recta DE

37 La demostración es inmediata teniendo en cuenta la prop. 45.


38 EUCLIDES: Elementos, III, 31.
39 Excepto si el ojo se pone en la circunferencia del círculo máximo.
984 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

que no sea perpendicular al plano del círculo ni igual a su radio, y su-


pongamos colocado el ojo del observador en Z.
Si DE es mayor que el radio del círculo, bajemos desde E la EZ per-
pendicular a su plano; tracemos
E la ZHD hasta el punto G y por D
la AB perpendicular a la HG (fi-
gura 34). Digo que la recta AB
se verá la mayor, HG la menor,
la que está más cerca de esta me-
nor que la más alejada y dos igua-
les solo se verán a uno y otro
lado de HG.
En efecto: la recta ED es per-
pendicular a la AB 40 porque se
ha trazado desde el punto E ex-
z terior al plano del círculo per-
pendicularmente a este, la AB es
una recta cualquiera a la que es
perpendicular la DZ y se han unido
los puntos D y E. También en vir-
tud de lo antes establecido 41, el
ángulo de las rectas DE y DZ es el
B menor, el más próximo es menor
FIG. 34.
que el más lejano y dos iguales
solo están a uno y otro lado de él.
Tracemos ahora un diámetro cualquiera TDK, el cual no será perpen-
dicular a DE porque si lo fuera, siéndolo también a AD, lo sería al plano
del círculo 42, 10 cual es imposible. Uniendo ahora el punto E con los
A, T, G, B, K y H, tenemos los triángulos EAB y ETK con sus bases
AB y TK bisecadas por el punto D y la recta ED perpendicular a AB y
oblicua a TK es la misma en los dos triángulos y mayor que DA 43; luego
el ángulo de EA y EB es mayor que el de ET y EK 44, Y como análogamen-

40 Prop. 43.
41 Prop. 44.
42 EUCLIDES: Elementos, XI, 4.
43 Por hipótesis.
44 Prop. 45.
P APPO.-COLECCION MATEMATICA 985

te se demostraría que es el mayor de todos los formados de la misma ma-


nera, queda demostrado que la recta AB se ve como la mayor.
Por el contrario, puesto que los triángulos EHG y ETK tienen bases
iguales [bisecadas por el punto D] y la recta ED es común, esta recta no
es perpendicular a TK ni a HG; el ángulo de DE y DT es mayor que el
de DE y DH 45 Y la recta DE es mayor que la DT, resulta que el ángulo de
EY y EK será mayor que el de EH y EG 46, Y del mismo modo se de-
mostraría que este ángulo es el menor; luego la recta HG se ve como la
menor.
También es claro que dos rectas iguales solo se verán a uno y otro
lado de la HG porque dos ángulos iguales solo pueden estar a uno y otro
Jada del de las rectas DE y DZ.
Análogamente se demostraría que si la recta DE es menor que la DA,
la HG se vería como la mayor y la AB como la menor, la que está más
,.cerca de esta menor que la que está más lejos y dos iguales solo se verán
a uno y otro lado de la HG o de la AB.

Puesto que el círculo tiene la apariencia de una elipse con el mismo


centro, se puede demostrar que es z
otro punto el que se ve en el
círculo como centro de una línea
tal como se nos aparece 47; pero
demostremos antes el siguiente
lema:
K
52. Si la recta TB es a la B
TD como la KB a la KD, el ángu- H
lo de las rectas ZB y ZT igual al FIG. 35.
de las ZT y ZD y trazamos la KZ
(Fig. 35), digo que el ángulo de las rectas ZT y ZK es recto 48.

45 Prop. 44.
46 Prop. 49.
47 Es decir, la circunferencia del círculo que vemos como elipse.
48 Trazando por T la GH paralela a la ZK, comparando los triángulos ZDK
y DHT Y recordando a EUCLIDES: Elementos, V, 9, la demostración es inme-
diata.
986 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

11
53. Dado el círculo ABGD de centro E y suponiendo el ojo del ob-
servador en el punto Z exterior al plano del círculo y que la perpendicu-
lar ZH a este plano no caiga en el centro E, prolonguemos la recta EH
a uno y otro lado; unamos el punto
Z con los B y D bisequemos el án-
gula de las rectas ZB y ZD por la
ZT; tracemos la ATG perpendicular
a la BD y por los puntos G y A las
tangentes GK y AK al círculo (fi-
gura 36). Digo que este se verá des-
de Z como una elipse con el centro en
T y no en E como creen algunos; las
rectas GA y BD como ejes conjuga-
dos; las ordenadas sobre BD parale-

B
HG. 36. FIG. 37.

las a AG; las sobre AG concurrirán en el punto K y parecerán paralelas a


BD, y, finalmente, por lo que se refiere a la vista de la elipse, aparecerán
las cosas tal como se presentan en esta sección cónica 49.

LU

54. Dado un círculo y un punto interior, encontrar el lugar desde el


cual se vea el círculo como una elipse con el centro en el punto dado.
49 No traducimos la demostración por ser demasiado larga. Pappo la hace
apoyándose en su prop. 52 y en EUCLIDES: Elementos, VI, 3, y XI, deis. 3 y 4.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 987

Sea ABGD el círculo y Z el punto dados. Prolonguemos en sus dos


sentidos la recta ZE y levantemos la perpendicular AG en el punto Z;
tracemos las tangentes AT y GT en A y G Y describamos sobre ZT el
semicírculo ZHT perpendicular al plano del círculo dado (Fig. 37). Digo
que si se toma un punto cualquiera del arco completo ZHT S0, el círculo
se verá desde él como una elipse con el centro en Z.
En efecto, trazando desde un punto H las rectas HT, HD, HZ Y HB,
siendo ZB a ZD como TB a TD y el ángulo de HZ y HT recto, el de HB
y HZ será igual al de HZ y HD 51, y, por tanto, la recta ZB se ve igual a
la ZD; trazando HA y HG, la recta ZA se verá igual a la ZG, y se demos-
traría como antes que el punto Z es el centro de la elipse aparente y las
rectas AG y BD ejes conjugados 52.

LXIII

En el segundo teorema de los Fenómenos de Euclides 53 no se dice


cuántas veces cortará el zodíaco perpendicularmente al horizonte duran-
te una revolución [del Mundo] 54 cuando el polo del horizonte está entre
los trópicos o en uno de ellos. Por esto vamos a demostrar que si el

so Excepto los T y Z del plano del círculo ABGD.


51 Por ser la recta de contactos AG perpendicular al diámetro BD y T el
punto de intersección de las tangentes, es ZB: ZD = TB : TD, y siendo recto el
ángulo THZ inscrito en una semicircunferencia, los BHZ y ZHD serán iguales.
52 Con este lugar geométrico termina Pappo de referirse a la Optica de
Euclides, muchas de cuyas proposiciones han quedado aclaradas, y en particu-
lar las 36 y 37, por medio de la 51: «Las ruedas de los carros parecen tanto
circulares como contraídas» y «Hay un sitio en que, estando fijo el ojo, siem-
pre se ve igual a una magnitud en movitniento», respectivamente.
Pappo, 10 mismo que Euclides, y en general los antiguos, estudia la forma
que presentan los objetos según sus distintas posiciones o segun se muevan,
sin construirlas geométricamente, tema tratado por NOEL GERMINAL POUDRA:
Histoire de la Perspective ancienne et moderne, París, 1864.
53 Lo más probable es que esta obra: <PCtLVo!1EVa, traducida y comentada por
A. NOKK: Euclid's Phamomene. Obersetzt und erlautert, Friburgo, 1850, y
posteriormente en el tomo VIII de las Opera omnia, edito por Mange y Heiberg,
Leipzig, 1916, no sea de Euclides, sino de un geómetra posterior; pero las
glosas de Pappo tienen interés porque ilustran sobre algunas cuestiones astro-
nómicas que preocuparon a los griegos.
54 Véase el preámbulo de este lib. VI.
988 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

polo del horizonte está en uno de los trópicos, el zodíaco será una vez
perpendicular al horizonte y si está entre ellos dos veces.
55. Sea ABT el horizonte; CH, el trópico de verano; BT, el de in-
vierno; ADE, el meridiano; BZH,
A
el zodíaco, y supongamos que el
polo del horizonte sea el punto
D situado en el trópico de vera-
no (Fig. 38). Digo que el círculo
BZH será una sola vez perpen-
dicular al horizonte ABT duran-
L
te una revolución.
K
En efecto, puesto que en el
transcurso de esta el punto H re-
corre el arco HC y su complemen-
to, que está bajo la Tierra y vuel-
ve luego a la posición H, pasa una
sola vez por el polo D y el zo-
díaco se coloca sobre el círculo
FIG. 38. DKL, solo será perpendicular una
vez porque pasa por los polos.
Análogamente, si el polo E del horizonte está en el trópico de invier-
no, el zodíaco solo será una vez perpendicular al horizonte.

LIV

56. Si el polo T está entre los dos trópicos, digo que el zodíaco será
dos veces perpendicular al horizonte durante una revolución.
Sea, en efecto, BMH el círculo del zodíaco y MLO el paralelo en el
cual se mueve T (Fig. 39). Cuando el punto L llegue al T, el zodíaco BMB
tomará la posición NTS perpendicular al horizonte, y como cuando el
punto M, al recorrer la circunferencia MOT durante una revolución, llega
al polo T, el zodíaco tomará la posición KTP y volverá a ser perpendicu-
lar al horizonte 55.

55 Con las props. 55 y 56, que establecen geométricamente las leyes del
movimiento diurno, Pappo aclara la segunda de los Fenómenos atribuidos a
Euclides, que, según la lección de la ed. de Menge y Heiberg, dice así: «En
una revolución del Mundo el círculo que pasa por los polos de la esfera será
dos veces perpendicular al horizonte, y el del zodíaco, también dos veces per-
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 989

LV
Dice Euclides en su teorema XII: «Los arcos iguales del semicírculo
que sigue a Cáncer se ponen en tiempos desiguales; los que están cerca
de los puntos de contacto de los trópicos en tiempos mayores; los pró-
ximos al círculo equinoccial en
tiempos menores y los equidistan-
tes de este en tiempo iguales.»
Veamos por qué dice esto de
lbs ocasos y no de los ortos de
tales arcos, toda vez que la cues-
tión se ha ampliado a las distin-
ciones orientales 56, cuyo tratamien-
to completo es el siguiente:
Examinemos; por ejemplo, la
región 57 en que Cáncer sale al mis-
mo tiempo que el León. En su
libro Sobre las ascensiones de los
doce signos 58, Hiparco demuestra
matemáticamente que los arcos
iguales del semicírculo que sigue FIG. 39.

a Cáncer-que tienen entre sí una


cierta razón de tiempo-no se ponen de la misma manera que sa-
len, porque hay regiones en las cuales los arcos iguales de dicho semi-
círculo, más próximos al círculo equinoccial, salen siempre en mayor
tiempo que los que están en los puntos de contacto de los trópicos.
Esta es la razón de que en lo que atañe a los arcos equidistantes del
círculo equinoccial haya declarado también que sus ortos se verifican
en tiempos iguales, como se deduce más fácilmente de lo demostrado en
los Fenómenos.
Euclides dice también que «los arcos iguales del semicírculo que si-
gue a Capricornio salen en tiempos desiguales; los que están cerca de los

pendicular al meridiano; pero no lo será nunca al horizonte si el polo de


este se halla situado entre el trópico de verano y el polo aparente.»
56 EL; -cous aVa-cOJ,lx,OÚs 6l0Ql(J!10Us, es decir, las distinciones de tiempo rela-
tivas a las salidas de los arcos o signos del zodíaco.
57 o'LX'll(Jls, habitación, o xAt!1 a , clima.
58 IIEQl -c1is -cow lW S(P6l(úV ava<poQii<;. obra definitivamente perdida.
990 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

puntos de contacto [de los trópicos] en tiempos mayores; los que siguen
a estos en tiempos menores; los que están cerca del círculo equinoccial
también en tiempos menores, y, por último, los equidistantes de este círcu-
lo en tiempos iguales»); pero no dice nada de los ocasos de estos arcos
porque el razonamiento de la demostración vuelve a implicar las distin-
ciones referentes a los ortos, tema sobre el cual Menelao de Alejandría
ha escrito una obra, acerca de la cual haremos después algunas conside-
raciones 59.
57. Si el horizonte pasa por los polos de los paralelos, los tiempos
de los ocasos se establecen de la siguiente manera:

LVI

Queda, pues, demostrado que entre los arcos iguales del semicírculo
que sigue a Cáncer, el más próximo al punto de contacto del trópico de
verano se pone en un tiempo mayor que el más alejado, y que entre los
arcos iguales del semicírculo que sigue a Capricornio, el que está más cer-
ca del punto de contacto del trópico de invierno sale en un tiempo ma-
yor que el que está más lejos.
Si se nos pregunta ahora si, por el contrario, los arcos iguales del
semicírculo que sigue a Cáncer, más próximos al punto de contacto del
trópico de verano salen siempre en mayor tiempo que los más alejados,
diremos que esto no puede verificarse en todas las regiones porque vamos
a demostrar que, en algunos horizontes, la ascensión de la Virgen es
menos inclinada 60 que la del León y este sale en un tiempo mayor que
aquella; y, en cambio, su ascensión es menos inclinada que la de Cáncer.
Demostremos, pues, que en todo clima 61 el que se verifica el orto y
el ocaso de los doce signos, la ascensión de la Virgen es menos inclinada
que la del León 62.
59 En la Colección de pappo no aparecen estas anunciadas consideraciones.
60 Vid. supra, TEODOSIO DE TRípOLI: Las esféricas, JI, 2l.
61 XAL¡tU, en el sentido de zona astronómica celeste correspondiente a cada
una de las veinticuatro terrestres que hay desde el ecuador hasta cada círculo
polar: la primera desde la línea ecuatorial hasta el paralelo en que el día más
largo es de doce horas y media; la segunda, desde este paralelo hasta aquel
en que el día más largo dura trece horas, y así sucesivamente, aumentando
media hora hasta los círculos polares, en que el día dura veinticuatro horas.
62 Pappo demuestra geométricamente las props. 57 y 58 apoyándose en
P APPO.-COLECCION MATEMATICA 991

LIBRO VII

El campo del análisis, mi querido hijo Hermodoro, tal como yo lo


concibo, es la materia particular de que disponen quienes, una vez adqui-
ridos los elementos vulgares, desean conocer los problemas que lo carac-
terizan.
Siguiendo el camino del análisis y de la síntesis, esta materia ha sido
tratada por tres hombres: Euclides, Arquímedes y Aristeo el Viejo.
El análisis es el camino que parte de la cuestión que se busca, supo-
niéndola conocida, para llegar, por medio de las consecuencias que se
deduzcan, a la síntesis de lo que se dio por conocido.
Suponiendo obtenido, en efecto, 10 que se busca, se considera lo que
se deriva de ello y lo que le precede, hasta que, volviendo sobre los pa-
sos dados, se llega a una cuestión que ya se conoce o pertenece al orden
de los principios; y este camino se llama análisis porque es una inver-
sión de la solución, mientras que en la síntesis, por el contrario, supo-
niendo la cuestión, finalmente, conocida por el análisis, disponiendo sus
consecuencias y causas en su orden natural y enlazando unas y otras, se
llega a construir lo que buscamos; y este método es la síntesis.
Hay dos clases de análisis: el propio de la investigación 1, que se llama
teorético 2, y el que se aplica para encontrar lo que se propone 3, y se llama
problemático 4.
En el análisis teorético se considera establecido y verdadero lo que
se busca, y después, apoyándose en las consecuencias deducidas y acep-
tadas como verdaderas, y respondiendo a la hipótesis, se llega a una cues-
tión ya fijada que, si es verdadera, también lo es la que se busca y la de-
mostración será la inversa de este análisis; y si es falsa, falsa será tam-
bién la que se busca.
TEODOSIO: Las esféricas, 1, 15; II, 5, 10, 13 y 22, Y III, 6, y termina este lib. VI
recomendando la lectura de las obras de Ptolomeo.
1 ~r¡'t1rttXÓV, cetético, según el neologismo introducido por FRAN<;:OIS VIETE
(1540-1603) en sus Zeteticorum libri quinque, París, 1593, traducidos al fran-
~és: Les cinq livres des zététiques, por J. 1. DE VAULEZARD, París, 1630.
2 6HoQl'}nXov, neologismo empleado por T ANNERY en sus Mémoires scienti-
fique, tomo III, pág. 166, París, 1914.
3 nOQt<HtXÓV, neologismo que también debemos a TANNERY, loco cit., pág. 163.
4 nQó~Ar¡lwnxov.
992 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

En el análisis problemático se supone conocida la propOSlClOn, y des-


pués, teniendo en cuenta las consecuencias deducidas y admitidas como
verdaderas, se llega a una cuestión que si se puede realizar o ya está
adquirida~lo que los matemáticos llaman datos-también se podrá rea-
lizar la proposición, y la demostración será, como antes, inversa del aná-
lisis; y si se llega a una cuestión imposible, también lo será el problema.
Esto es lo que concierne al análisis y a la síntesis 5.

5 En su Isagoge, 1, dice Viete que «para llegar a la verdad en Matemática


hay un camino que se dice inventado por Platón y al que Theón llamó «aná-
lisis», el cual define la asunción, por consecuencias sucesivas, de 10 que se
busca hacia lo que es verdaderamente dado, mientras que la síntesis es la
asunción, por consecuencias sucesivas, de lo que es dado hacia lo que se busca.
Los antiguos distinguieron en el análisis dos partes: la cetética y la porística,
pero yo veo una tercera que llamaré ((rética» o ((exegética». Hay, pues, que
admitir que la cetética se emplea en el descubrimiento de las relaciones, pro-
porciones y ecuaciones que existen entre los datos y las incógnitas; la porística,
en la investigación de los teoremas comprendidos en las fórmulas de estas rela-
ciones dispuestas de otro modo, y la exegética, en la exhibición, separación o
extracción de las incógnitas por una nueva ordenación de estas relaciones. El
análisis completo que realiza estos tres oficios quedará definido como la doc-
trina para inventar en Matemática. Los procedimientos empleados por la ceté-
tica derivan de la Lógica y tienen por base los mismos métodos mediante los
cuales se resuelven las ecuaciones, y se fundan en los axiomas o en los teore-
mas de análisis previamente establecidos. Por 10 que toca a la manera de ini-
ciarse en la cétesis no consistirá en ejercer sus facultades sobre los números,
que era el punto débil de los antiguos analistas, sino en comparar entre sí las
magnitudes por medio de una Logística nueva, más feliz y poderosa que la que
trata de los números, estableciendo primero la ley de homogeneidad y después
una escala solemne de magnitudes cuyos grados sirven para designarlas y dis-
tinguirlas cuando se comparan entre sí».
Profundo conocedor de la Matemática griega, Viete parte, pues, del mé-
todo analítico de Platón, empezando por sustituir la palabra Algebra-que con-
sideraba bárbara--por Análisis, y aunque su criterio no triunfó a causa del uso
ya corriente de aquella, introdujo, sin embargo, en el lenguaje matemático mo-
derno los términos análisis y analítico, que han pasado a otras ramas de la
Ciencia. (( ¿ Qué es, de hecho, el Análisis infinitesimal sino un desarrollo del
simbolismo operatorio?-dice Paul Tannery en su colaboración a las Notices
de Mathématique, de JULES TANNERY, pág. 326, París, 1903-. ¿Qué es la Geo-
metría analítica sino la aplicación sistemática de las investigaciones geométri-
cas del método de Análisis que Viete había concebido en general y que ma-
nejaba lo mismo en este campo que en el de los números?»
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 993

Los libros que se consideran perteneciendo al campo del análisis se


presentan en el orden siguiente: el libro único de los Datos de Euclides;
los dos libros de la Sección de razón; los dos de las Secciones de espacio;
los dos de la Sección determinada y los dos de Contactos, de Apolonio;
los tres libros de los Porismas, de Euclides; los dos Sobre las inclina~
ciones, de Apolonio; los dos Sobre lugares planos y los ocho sobre las
Cónicas, del mismo; los cinco Sobre lugares sólidos, de Aristeo; los dos
Sobre lugares superficiales, de Euclides, y los dos Sobre las medias, de
Eratóstenes 6, o sea, un total de treinta y tres de los que te he presentado,
para que los examines, resúmenes hasta las Cónicas de Apolonio, y luga~
res, determinaciones y casos de cada uno, así como los lemas buscados 7 ;
de modo que no creo· haber olvidado ninguna información.

El primer libro: el de los Datos de Euclides, contiene un total de no-


venta teoremas; de los cuales los veintitrés primeros se refieren a las
magnitudes en general; el vigésimo cuarto, a las rectas proporcionales no
dadas en posición 8; los catorce siguientes, a las rectas dadas en posición;
los diez que van luego, a los triángulos con indicación de la clase, pero
no la posición; después hay siete relativos a áreas rectilíneas cuales-
quiera sin especificar su posición, y los seis que siguen conciernen a
paralelogramos y aplicaciones de las áreas.

Obsérvese que Viete distingue dos clases de análisis: el cetético, que con-
siste en suponer el problema resuelto y reducirlo a otro, y así sucesivamente,
y el porístico, que tiene por objeto comprobar un teorema cuya demostración
se desconoce, de tal modo que un teorema establecido cetética o comprobado
porísticamente se puede demostrar de una manera directa por síntesis, es decir,
siguiendo la marcha inversa del análisis.
El matemático francés reduce la cetética gracias a la creación de su simbo-
lismo literal, limitándola a la determinación de la ecuación final por medio de
la antítesis, el hipobibasmo y el parabolismo, o, como decimos hoy, transpo-
sición de términos, supresión de factores comunes y división por un mismo
número.
Al análisis y síntesis de los antiguos ha dedicado PAUL T ANNERY dos tra-
bajos de provechosa lectura: «L'analyse géometrique» y «Du sens des mots
analyse et synthese», recogidos en sus varias veces citadas Mémoires, tomo IlI,
págs. 158-87.
6 Estas diez obras forman la llamada Colección analítica de los antiguos.
7 Por los geómetras que cita.
s Es decir, considerando solo su magnitud.
994 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

El primero de los cinco siguientes ya está escrito 9, y los otros cuatro,


que tratan de las áreas de los triángulos, establecen que los cuadrados de
los lados están en una razón dada con las áreas. Los siete teoremas si-
guientes, hasta el septuagésimo tercero, se refieren a dos paralelogramos y
demuestran que sus lados están en una cierta razón dada con respecto a
. ciertas hipótesis, y algunos de ellos conducen a conclusiones análogas
cuando se consideran dos triángulos.
De las seis figuras siguientes, hasta la septuagésima nona, dos se re-
fieren a triángulos y cuatro a gran número de líneas proporcionales; las
tres que van a continuación atañen a dos líneas que limitan un área, y,'
por último, las ocho siguientes hasta la nonagésima se refieren a círculos
dados solo en magnitud o en magnitud y posición.

La proposición única de los dos libros Sobre las secciones de razón


está subdividida, por lo cual la enunciaremos así: Dadas dos rectas y un
punto en cada una, trazar por otro punto, también dado, una recta que
determine sobre las dos dadas, y a partir de los dos puntos dados, dos
segmentos que estén en una razón dada.
La subdivisión de esta proposición da origen a diversas figuras y a
gran número de posiciones de las rectas dadas y del punto dado, así como
a análisis, síntesis y determinaciones 10 de estos casos.
El primer libro de Sobre las secciones de razón consta de siete lu-
gares, veinticuatro casos y cinco determinaciones: tres de máximos y dos
de mínimos. La determinación es máxima en el tercer caso del quinto
lugar y en el segundo del sexto y del séptimo, y es mínima en los cuartos
casos de los lugares sexto y séptimo.
El segundo libro tiene catorce lugares, sesenta y tres casos y las deter-
minaciones que resultan del primera caso.
Los dos libros de las Secciones de razón tienen en total veinte lemas
y ciento ochenta y un teoremas, o acaso más, según Peric1es 11.

Los libros Sobre las secciones del espacio son dos y también constan
de un problema único que se divide en otros dos. La única proposición

9 Quiere decir que ya 10 ha citado, pues que, en efecto, dicho teorema, que
es la prop. 62 de Euclides, se relaciona con la 61, incluida entre las seis refe-
rentes a los paralelogramos y aplicaciones de las áreas.
10 ~LOQt<J~ot;, diorisma, determinación de las condiciones de posibilidad.
11 Geómetra de quien no sabemos nada.
P APPO.-COLECCION MATEMATICA 995

de estos libros es análoga a la primera 12, de la que difiere en que en


aquella los dos segmentos deben estar en una razón dada y en esta limitar
un área dada, enunciándose, por consiguiente, así: Dadas dos rectas y
un punto en cada una, trazar por otro punto, también dado, una recta
que determine en las dos dadas dos segmentos que limiten un área
equivalente a un área [rectangular] dada, proposición que, por las mismas
razones que antes, comprende gran número de figuras.
El primer libro de las Secciones del espacio contiene siete lugares,
veinticuatro casos y siete determinaciones. La determinación es máxima
en el segundo caso del primero y segundo lugar, en el segundo del cuarto
y en el tercero del sexto, y es mínima en el tercer caso del tercer
lugar, en el cuarto del cuarto y en el primero del sexto¡
El segundo libro tiene treinta lugares, sesenta casos y las determina-
ciones que se deducen del primer libro, al cual las remite.
El primer libro de Sobre las secciones del espacio contiene treinta y
ocho teoremas y el segundo setenta y seis.

Los dos libros Sobre las secciones determinadas han sido publicados
a continuación de los antes citados y, lo mismo que en estos, su única
proposición se puede enunciar así: Dados varios puntos en una recta,
encontrar un punto tal que el cuadrado de uno de los segmentos com-
prendido entre el punto buscado y uno de los dados esté en una razón
dada con el del otro segmento o con el rectángulo construido sobre uno
de los segmentos de la recta dada y otro exterior a ella, también dado.
Como esta proposIción está dividida en dos y tiene determinaciones
complicadas, en su demostración debieron colaborar varios geómetras.
El primer libro de las Secciones determinadas contiene seis proble-
mas, dieciséis disposiciones 13 y quince determinaciones, cuatro de las
cuales son máximas y una mínima. Son máximas en la segunda dispo-
sición del segundo problema y en la tercera de los cuarto, quinto y sexto,
y es mínima en la tercera del tercer problema.
El segundo libro tiene tres problemas, nueve disposiciones y tres

12A la del tratado Sobre las secciones de razón.


13De los puntos de la figura. El texto de Pappo dice Ém'to:YIk<1, palabra de
tan difícil traducción que los latinos la dejaron tal cual y que, si los siguié-
ramos la castellanizaríamos diciendo epitagma, aunque se quejaran nuestros
oídos; pero hemos preferido decir disposiciones.
996 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

determinaciones, que son mínimas en la tercera disposición de los pro-


blemas primero y tercero y máxima en la tercera del tercero.
El primer libro tiene veintisiete lemas; el segundo, veinticuatro, y
los dos, ochenta y tres teoremas.

A los libros anteriores siguen los dos Sobre los contactos cuyas
proposiciones son muy numerosas; pero, como antes, tenemos una que
las sintetiza así: Dados tres elementos cualesquiera de puntos, rectas o
circunferencias, describir un círculo que pase por cada uno de los puntos
dados y sea tangente a cada una de las líneas dadas 14, proposición que,
necesariamente, da origen a diez distintas proposiciones particulares, se-
gún el número de elementos, semejantes o desemejantes, que entren en
las hipótesis.
Las diferentes ternas son, en efecto, diez, porque se pueden dar tres
puntos, o tres rectas o dos puntos y una recta, o dos rectas y un punto,
o dos puntos y una circunferencia, o dos circunferencias y un punto, o
dos rectas y una circunferencia, o dos circunferencias y una recta, o un
punto, una recta y una circunferencia o tres circunferencias.
La dos primeras proposiciones están en el cuarto libro de los Primeros
elementos 15, por lo cual no los expondremos, pues si se dan tres puntos
que no estén en línea recta, el problema se reduce a circunscribir un
círculo a un triángulo dado 16 y si se dan tres rectas no paralelas, sino
que se corten, la cuestión es la misma que la de inscribir un círculo en un
triángulo dado 17, porque el caso de tener dos rectas paralelas y otra que
las corte se ha trazado al principio de todos estos problemas como
formando parte el segundo subdividido.
En el primer libro siguen seis problemas, y los dos restantes: el de
dadas dos rectas y un círculo y el de dados tres círculos, son los únicos
que figuraban en el segundo libro, porque las posiciones relativas de
los círculos y de las rectas son muy variadas y exigen numerosas deter-
minaciones.
Los editores han omitido muchos problemas de contacto que hemos
citado, pero nosotros los restablecimos a la cabeza de dichos dos libros 18,

Vid. supra, ApOLONIO DE PÉRGAMO: Bibliografía, l.


14
Los Elementos de Euclides.
15
16 Elementos, IV, 5.
17 Ibídem. 4.
18 N o han llegado a nosotros.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 997

pues 10 añadido es fácilmente comprensible y sirve para completar el


conocimiento de los contactos.
Sintetizaremos de nuevo todas estas propiedades en una sola con
menos hipótesis, pero más fecunda en disposiciones, así: Dados dos
elementos cualesquiera: puntos, rectas o círculos, describir un círculo
que pase por un punto o por los puntos dados y sea tangente a las
líneas dadas 19.
Seis son los problemas a que da lugar esta proposición porque tal
es el número de parejas que resultan de tres pares de géneros distintos,
toda vez que, como se ha dicho, hay que trazar el círculo cuando se dan
dos puntos, o dos rectas, o do's circunferencias, o un punto y una recta
o un punto y un círculo, o una recta y un círculo. El análisis, la· síntesis
y las determinaciones de estas proposiciones se harán en cada caso.
El primer libro de los Contactos tiene siete problemas, el segundo
cuatro y los dos veintiún lemas y sesenta teoremas.

A los Contactos siguen los Porismas [de Euclides] en tres libros que
constituyen el inventario más extenso de cuestiones relativas a la solu-
ción de problemas importantes, pues son de tal naturaleza que no se
puede determinar la cantidad de clases que tienen, las cuales no pertene-
cen a la de los teoremas ni a la de los problemas, sino a una en
cierto modo intermedia porque pueden presentar la apariencia de teore-
mas y de problemas, por lo cual muchos geómetras-,que solo atienden a
la forma de la proposición-creen que los porismas son teoremas y otros
opinan que son problemas.
De las definiciones resulta, sin embargo, que los antiguos sabían
bien lo que diferencia a las tres cuestiones, porque dicen que el teorema
es una proposición que hay que demostrar, el problema una que hay que
construir y el porisma una que se hace para adquirir 10 que se ha
propuesto.
Esta definición ha sido modificada recientemente por autores que,
no pudiendo profundizar más en el tema, incluso empleando principios
anteriores, se limitan a demostrar que la cuestión existe y encuentran
contradicciones entre la definición y lo que nos han enseñado y por eso
han dicho que el porisma es «lo que falta a una hipótesis respecto de un
teorema de lugar», y como los lugares [geométricos] son la forma de una
clase de porismas, abundan en el campo del análisis.
19 Vid. supra, ApOLONIO: Bibliografía, nota 18.
998 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Esta forma ha sido separada de los porismas y recibido un nombre 20,


habiéndosenos transmitido por estar más difundida que las otras, puesto
que hay lugares planos, sólidos y grámicos, aparte de los que se refieren
a las medias proporcionales.
Los porismas presentan, además, el carácter de propOSICIOnes concisas
y como por su aspecto tortuoso sobrentienden muchas cosas, algunos
geómetras solo los comprenden parcialmente e ignoran las indicaciones
más indispensables que les proporcionan.
Es raro que se incluya gran número de porismas en una sola propo-
sición, y el propio Euclides no da muchos de cada especie; pero pone
algunos, como por ejemplo, al principio de su primer libro, muchos de
los cuales son análogos, especialmente diez que pertenecen a la clase más
abundante de lugares; y como hemos observado que estos porismas se
pueden englobar en una sola proposición, los hemos enunciado de la
siguiente manera: «Dados tres puntos en una recta de una figura convexa
o no convexa, o dos en caso de paralelismo, si los demás puntos, excepto
uno, están vinculados a rectas dadas en posición, también este punto
único estará vinculado a una recta dada en posición 21.
Lo que acabamos de decir se refiere exclusivamente a cuatro rectas
de las cuales solo dos, a lo más, pasan por un punto; pero algunos ignoran
que la proposición también es válida para cualquier número de rectas,
en cuyo caso se enuncia así: «Si tantas rectas secantes como se quiera,
pero que más de dos no pasen por un mismo punto, y dados todos
los de una de estas rectas 22 y los situados en las otras están vincula-
dos respectivamente a una recta dada en posición)), o de una mane-
ra más general: «Si tantas rectas secantes como se quiera, sin que
.más de dos de ellas pasen por un mismo punto; si dados todos los de
·una de las rectas y el de las restantes en un número triangular 23, cuyo
lado contiene los puntos vinculados respectivamente a una recta dada en
20 El de lugar geométrico.
21 Para entender esto hay que suponer-como se deduce de lo que sigue-
que se trata de una figura cuadrilátera cuyos lados, prolongados suficiente-
mente, se cortan en seis puntos, es decir, lo que hoy llamamos «cuadrilátero
completo», y que la vinculación de puntos y rectas no presupone que sean fij os.
22 Es decir, permaneciendo fijos.
23 O sea, de la forma

t(n 2 +n),
y, por tanto, los números triangulares son: 1, 3, 6, 10, 15, 21, 28, .. ,
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 999

posición, sin que tres de ellos estén situados en los ángulos de un área
triangular 24, los puntos restantes estarán vinculados a una recta dada
en posición».
No es verosímil que el autor de los Elementos haya ignorado esto y
solo hubiera consignado el principio, pues parece que se limitó a indicar
los gérmenes de muchas cuestiones en todos sus porismas cuyas clases
no se deben distinguir de acuerdo con las diferencias que presenten las
hipótesis, sino después de lo que se busque y se encuentre 25.
He aquí cómo se deben establecer en el primer libro las cuestiones
que se buscan 26 :
Si desde dos puntos dados se trazan dos rectas que se cortan sobre
una dada en posición y una de ellas determina en otra, dada también en
posición, un segmento determinado a partir de un punto dado, la otra
determinará en otra recta un segmento que estará con el primero en una
razón dada.
A continuación vienen las proposiciones siguientes:
Tal punto está vinculado a una recta dada en posición.
La razón de tal recta a tal otra es dada.
La razón de tal recta a un segmento es dada.
Tal recta está dada en posición.
Tal recta está inclinada hacia un punto dado.
La razón de tal recta a una recta trazada desde tal punto hasta un
punto dado, es dada.
La razón de tal recta a otra dada trazada por tal punto, es dada.
La razón de tal área a la limitada por una recta dada y tal recta, es
dada.
Dada una parte de tal área, la otra está en una razón dada con el
segmento.
Tal área, o tal área unida a una cierta área dada, es dada y está en una
razón dada con un segmento.
24 Quiere decir que tres puntos no pueden ser vértices de un triángulo cuya
área esté limitada por las rectas que se corten precisamente en esos puntos,
sino que los tres deben ser alineados.
25 La poca claridad de todo esto justifica los largos debates a que ha dado
origen la cuestión de los porismas.
26 De los veintinueve enunciados que siguen, quince pertenecen, según Pappo,
al primer libro, seis al segundo y ocho al tercero, y todos ellos son tan lacó-
nicos y tan oscuros que constituyen otros tantos enigmas. Solo el primero está
completo y no es, precisamente, un modelo de claridad.
1000 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Tal recta unida a otra con la que está en una razón dada, tiene una
razón [dada] con una recta trazada desde tal punto hasta un punto dado.
Lo limitado por un punto dado y tal recta equivale a lo limitado por
un punto dado y la recta trazada desde tal punto a otro dado.
La razón de tal recta, aumentada en tal recta, a otra dada que va
'desde tal punto a un punto dado, es dada.
Tal recta determina sobre rectas dadas en posición; rectas que limitan
un área dada.
Las hipótesis del segundo libro son diferentes, y la .mayor parte de
10 que se busca es 10 mismo que en el primero. He aquí lo' principal:
Tal área, o tal áreél juntamente con un área dada, está en. una razón
dada con un segmento.
La razón del área limitada por tales rectas a un segmento, es dada.
La razón del área limitada por la suma de tales rectas y la de tales
otras a un segmento, es dada.
El área limitada por tal recta y la suma de tal recta y tal otra con
la que tal recta está en una razón dada, juntamente con el área limitada
por tal recta y tal otra con la que tal recta tiene una razón dada, está
en una razón dada con un segmento.
La razón de la suma de estas dos áreas a una recta que va desde tal
punto a un· punto dado, es dada.
El área limitada por tales rectas es dada.
Las hipótesis más numerosas del tercer libro se refieren a semicírculos,
y las que atañen al círculo y a los segmentos son pocas. Muchas de las
cuestiones que se buscan son análogas a las anteriores, siendo las más
notables las siguientes:
La razón del área limitada por tales rectas a la limitada .por tales
otras, es dada.
La razón del cuadrado de tal recta a tal segmento, es dada.
El área limitada por tales rectas equivale a la limitada por una recta
dada y la que va desde tal punto a un punto dado.
El cuadrado de tal recta equivale al área limitada por una recta dada
y la determinada por una perpendicular hasta un punto dado.
La suma [de tal recta] y de tal otra, con la que tal recta está en
una razón dada, tiene una razón dada con un segmento.
Hay tal punto dado desde el cual las rectas de unión trazadas a tales
[círculos] limitan un triángulo de clase dada.
P APPO.-COLECCIQN MATEMATICA 1001

Hay tal punto dado desde el cual las rectas de unión trazadas a tal
[círculo] interceptan arcos iguales.
Tal recta es de yuxtaposición 27 o limita un ángulo dado con tal recta
inclinada hacia un punto dado.
Los tres libros de los Porismas contienen treinta y ocho lemas y
ciento setenta yun teoremas.

Entre los lugares .en general, los hay efécticos 28, según dice el propio
Apolonio en el preámbulo de sus Elementos 29, cuando un punto es lugar
de un punto, una línea lugar de una línea y un sólido de una superficie;
diexódicos 30 cuando una línea es lugar de un punto, una superficie de
una línea y un sólido de una superficie, y son anastrófocos 31 cuando una
superficie es lugar de puntos y un sólido lugar de líneas.
Los lugares que en el campo del análisis están dados en posición
son' efécticos ; . los llamados planos, sólidos y grámicos son los diexódicos
de puntos y los superficiales son anastróficos de puntos y diexódicos
de líneas.
En general, se llaman planos los lugares engendrados por rectas y
círculos, y sólidos los formados por secciones cónicas, es decir: por pará-
bolas, elipses o hipérbolas, y, por último, son grámicos los constituidos
por líneas que no son rectas, ni círculos, ni secciones cónicas, y los que
Eratóstenes llama de proporciones son de la clase de los anteriores,
pero se estudian aparte de estos por la naturaleza especial de sus hipó-
tesis 32.
En la composición de Elementos los antiguos tuvieron en cuenta
el orden que atañe a los lugares planos, descuidado por sus sucesores,
que agregaron otros lugares como si estos no fueran infinitos para quien
quiera consignar todos los lugares que dependen de este orden.
Más adelante expondremos los añadidos y daremos en primer término
los que entran en el orden resumiéndolos en la siguiente proposición
única: Si desde uno o dos puntos dados se trazan dos rectas que coinci-

n ;rraQa6éoH, paralela a una recta dada en posición.


28 ecpEx'tlxoí, restrictivo.
29 Se refiere al tratado Sobre lugares planos.
30 bLE~obLxoí, engendrados por el movimiento de un punto, una línea o una
superficie. La palabra «diexódico» es un neologismo introducido por Tannery.
31 avao'tQoqJLxoí, envolvente.
32 Vid. supra, ERATÓSTENES: Bibliógrafía, V.
1002 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

den, son paralelas o forman un ángulo dado; si tienen entre sí una razón
dada o limitan un área dada, y si un extremo de una de las rectas
pertenece a un lugar plano dado en posición, el otro extremo pertene-
cerá también a un lugar plano dado en posición, de la misma o distinta
clase que el primero y semejantemente dispuesto o en forma opuesta
respecto de la recta que une los puntos dados, lo cual se verificará de
acuerdo con las diferencias que presenten las hipótesis.
Hay tres proposiciones, añadidas por Karmandros 33, que concuerdan
con estas últimas:
Si se da uno de los extremos de una recta de magnitud dada, el otro
extremo está vinculado a una circunferencia cóncava dada en posición.
Si desde dos puntos dados se trazan rectas que se cortan formando
un ángulo dado, su punto de intersección está vinculado a una circun-
ferencia cóncava dada en posición.
Si se da en posición y magnitud la base de un triángulo de área
dada en posición y magnitud, su vértice está vinculado a una recta dada
en posición:
Las otras poposiciones son:
Si un extremo de una recta de magnitud dada y paralela a una recta
dada en posición está vinculado a una recta dada en posición, el otro
extremo también está vinculado a una recta dada en posición.
Si desde un punto cualquiera se trazan paralelas a dos rectas dadas
en posición o secantes que las cortan bajo ángulos dados o según una
razón dada, el punto está vinculado a una recta dada en posición.
Si desde un punto cualquiera se trazan rect3s que formen ángulos
dados con otras rectas dadas en posición; si el rectángulo de una recta
dada y una de las trazadas, juntamente con el de esa recta y otra de las
trazadas equivale al de la misma recta y otra de las trazadas, y así para
las rectas· restantes, el punto .estará vinculado a una recta dada en
posición.
Si desde un punto cualquiera se trazan a paralelas dadas rectas
que formen con ellas ángulos dados, y si a partir de puntos dados en las
paralelas determinan en estas segmentos que están en una razón dada o
limitan un área dada o tales que la suma o la diferencia de figuras dadas
construidas sobre las rectas trazadas equivale a un área dada, el punto
estará vinculado a una recta dada en posición.
El segundo libro contiene 10 siguiente:
33 Personaje de quien no sabemos nada.
PAPPO.-COLECCION MATEMATlCA 1003

Si desde dos puntos se trazan rectas que se corten y los cuadrados


construidos sobre ellas difieren en una cantidad dada, el punto de inter~
sección de las rectas está vinculado a una dada en posición.
Si las rectas están en una razón dada, el punto estará vinculado a una
recta o a una circunferencia.
Si por un punto dado en una recta dada en posición se traza una
recta y desde el extremo de esta una perpendicular a la recta dada y el
cuadrado de la trazada equivale al rectángulo de una recta dada y la de-
terminada 34 a partir de un punto dado o de otro dado en la recta dada
en posición, el extremo de la recta trazada estará vinculado a una cir-
cunferencia dada en posición.
Si las rectas trazadas por tantos puntos como se quiera se cortan en
un punto, y si las figuras 35 construidas sobre todas estas rectas equivalen
a un área dada, el punto estará vinculado a una circunferencia dada en
posición.
Si se cortan las rectas trazadas desde dos puntos y la recta de yuxta-
posición 36 trazada desde el punto 37 intercepta en una dada en posición,
a partir de un punto dado, y si la suma de las figuras construidas sobre
las rectas que se cortan equivale al rectángulo limitado por una recta
dada y la interceptada, el punto de intersección de aquellas está vincu-
lado a una circunferencia dada en posición.
Si desde un punto dado en una circunferencia dada en posición se
traza una recta y se toma en ella un punto exterior [a la circunferencia]
y el cuadrado construido sobre la recta que va desde este punto a otro
dado en el interior, considerando dicho cuadrado solo o aumentado en el
rectángulo de los dos segmentos interiores, equivale al rectángulo limi-
tado por esta recta completa y la interceptada en el exterior, el punto
exterior estará vinculado a una recta dada en posición.
Si este punto pertenece a una recta dada en posición y no se da
el círculo, los puntos situados a uno y otro lado del dado están vinculados
a la misma circunferencia dada en posición.
Los dos libros de Lugares planos contienen ciento cuarenta y siete
teoremas y ocho lemas.

34 Por el pie de la perpendicular.


35 Areas.
36 Vid. supra, nota 27.
37 De intersección de las rectas trazadas desde los dos puntos dados.
1004 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Se dice que una recta se inclina hacia un punto cuando su prolonga-


ción pasa por ese punto.
El problema general se enuncia así: «Dadas dos líneas en pOSlClOn,
colocar en su intervalo una recta de magnitud dada que se incline hacia
un punto dado», y como entre los problemas vinculados a esta recta los
hay planos, sólidos y grámicos, figuran entre los primeros los siguientes
que son muy útiles para muchas cuestiones:
Dado un semicírculo en posición y una recta perpendicular a su base,
o dos semicírculos con las bases en una misma recta, colocar en el inter-
valo de estas dos líneas una recta de magnitud dada que se incline hacia
el ángulo del semicírculo 38.
Prolongando un lado de un rombo dado, ajustar en el ángulo exterior
una recta de magnitud dada que se incline hacia el ángulo opuesto.
Dado un círculo en posición, insertarle una recta de magnitud dada que
se incline hacia un punto dado.
El problema que se refiere al semicírculo y a la recta, que tiene cuatro
casos; el relativo al círculo, que tiene dos casos, y el del rombo, con
dos casos, están demostrados en el primer libro de las Inclinaciones, y el
de los dos semicírculos, que tiene dos casos, se encuentra en el segundo
libro.
Los dos libros Sobre las inclinaciones contienen ciento veinticinco
teoremas y treinta y ocho lemas.

Apolonio nos ha transmitido ocho libros sobre Cónicas completando


así los cuatro de Euclides, y Aristeo, autor de los cinco volúmenes
publicados hasta entonces sobre Lugares sólidos en relación con las
cónicas, llamó a una de estas sección del cono acutángulo y a la otra
sección del cono obtusángulo.
Como estas tres líneas se presentan en cada uno de los tres conos
cuando se cortan de diferente manera, parece que Apolonio se preguntó
por qué sus antecesores llamaron sección del cono acutángulo a una
sección que también se puede conseguir en el rectángulo y en el obtu-
sángulo; sección del cono rectángulo a la que igualmente puede obtenerse
en el rectángulo y en el obtusángulo y sección del cono obtusángulo
a la que se puede construir también en el acutángulo y en el rectángulo;
y después de modificar los nombres, llamó elipse a la sección del cono
acutángulo, parábola a la del rectángulo e hipérbola a la del obtusángulo,
38 Quiere decir hacia un extremo del diámetro.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 1005

por una propiedad particular, porque en la sección del cono acutángulo


una cierta área aplicada según una recta es deficiente de un tetrágono 39,
en la del obtusángulo excede y en la del rectángulo no es deficiente
ni excedente 40.

LIBRO VIII

Por su utilidad e importancia en los problemas que se presentan en


la vida, mi querido hijo Hermodoro, la teoría mecánica merece con jus-
ticia el favor de los filósofos, siendo también la ambición de los matemá-
ticos, porque es, por decirlo así, la primera que se aplica a las investi·
gaciones físicas de la materia de que están constituidos los elementos
del Mundo.
Considerando el reposo 1, la atracción 2 de los cuerpos y su movi-
miento de traslación en el Universo, y organizada esta teoría por teore-
mas conformes con los datos de la Física, da razón de los cuerpos
que se mueven de acuerdo con su naturaleza y obliga a otros a
realizar movimientos de sentido contrario y trasladarse fuera de los
lugares que le son propios.
Los mecánicos partidarios de Herón dividen la Mecánica en racional
y aplicada, comprendiendo la primera la Geometría, la Aritmética, la
Astronomía y la Física, y la segunda el arte de trabajar el bronce 3 y
de construir, la carpintería la pintura y los oficios manuales, y dicen
que quien luego de haberse dedicado desde la infancia a las ciencias que
acabamos de citar ha adquirido experiencia en las artes que hemos dicho,
será un excelente inventor y constructor de aparatos mecánicos; pero
como es imposible que un mismo hombre descuelle en tantos objetos de
estudio y aprenda simultáneamente todas aquellas artes, se aconseja a
quien quiera hacer trabajos mecánicos que saque partido de los oficios
39 "tc"tQáyrovo<;, paralelogramo rectángulo.
40Continúa Pappo dando cuenta del contenido de la obra de Apolonio,
tomando como base la carta a Eudemo que figura a la cabeza del primer libro
de Las cónicas, y termina la suya a su hijo Hermodoro diciéndole que los
ocho libros de estas contienen un total de cuatrocientos ochenta y siete teo-
remas y setenta lemas.
1 o "tá<JL<;.
2 cpoQá, que unos editores latinos traducen por latio y otros por gravitas.
3 La Metalurgia.
1006 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

que estén a su alcance de acuerdo con las ventajas particulares que le


ofrezcan.
Las artes más necesarias para la vida son: la de los artífices 4, a quie-
nes los antiguos también llamaron mecánicos porque levantaban grandes
pesos, en contra de la naturaleza de estos, a mucha altura con una
pequeña potencia por medio de máquinas; la de los. fabricantes de apa-
ratos bélicos, porque las flechas de piedra, de hierro y otros objetos
análogos son lanzados a gran distancia empleando las catapultas que
han inventado, y, por último, la de los constructores de máquinas para
achicar el agua que se eleva fácilmente desde grandes profundidades.
Los antiguos daban también el nombre' de mecánicos a los ilusio-
nistas S, algunos de los cuales utilizaban el viento, como Herón en las
Pneumáticas, y otros imitaban los movimientos de los seres animados
por medio de cuerdas de tripa y de esparto, como el mismo Herón en
los Autómatas y en los Equilibrios, y otros 10 conseguían con cuerpos
que flotaban, como Arquímedes en los Cuerpos flotantes, o con máquinas
que indicaban la hora por medio del agua como Herón en los Vasos
hidráulicos, 10 que parece tener algo común con la ciencia gnomónica,
y, por último, se llaman mecánicos los constructores de esferas para re-
presentar el cielo por medio de un movimiento uniforme y circular del agua.
Algunos dicen que la causa y razón de todo esto la descubrió Arquí-
medes de Siracusa que es, realmente, el único que hasta nuestros días
ha tenido habilidad y talento para todas las cosas, como lo afirma Gémino
en su Ordenación de la Matemática 6, y Carpos de Antioquía asegura que
escribió un libro de Mecánica: La esferopea 7.
Este hombre admirable, célebre por su arte mecánico, dotado de una
inteligencia superior hasta el punto de seguir siendo alabado por la mayor
parte de las gentes, escribió teorías que parecen muy abstractas sobre
importantes cuestiones de Geometría y de Aritmética, y se ha comprobado
que amó las ciendas mencionadas hasta el extremo de no introducir en
ellas nada profano.
4 Vid. supra, Bibliografía, nota 14.
5Ibídem, nota 15.
6 Twv !-t(J,6r¡!-t<Í'tillV t:<Í~t¡;, perdida.
7 ~<p(J,lQOJtO((J" perdida. Parece que en esta obra Arquímedes daba cuenta
del aparato que había inventado para representar los movimientos del Sol, de
la Luna y de los planetas por medio de esferas concéntricas de ejes diferen-
temente inclinados, al cual aparato le imprimía un movimiento una velocidad
uniforme de rotación, empleando para ello una fuerza hidráulica.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 1007

Carpo y otros han sacado partido de la Geometría de una manera


racional en beneficio de ciertas artes, porque la Geometría no desmerece
cuando, aplicada a diversas artes, tiende a afianzarlas, sino que, por el
contrario, parece promoverlas y embellecerse con ello.
Asociada al arte la ciencia mecánica y dividida en ramas, he creído
conveniente exponer de un modo claro y conciso, y establecer por un
razonamiento mejor que los anteriores, las proposiciones que consideraron
los antiguos, especialmente las que se refieren al movimiento de los cuer-
pos y las que, de añadidura, hemos inventado, que son las siguientes:
Dado un peso movido en un plano paralelo al horizonte por una po-
tencia dada, y un plano inclinado sobre el anterior un ángulo dado,
encontrar la potencia que podrá mover el peso en el plano inclinado.
Dadas dos rectas desiguales, encontrar dos medias en proporción
continua.
Dada, finalmente, una rueda dentada y el número de sus dientes, de-
terminar cómo se le puede yuxtaponer 8 otra de un número dado de
dientes y averiguar el diámetro de la rueda yuxtapuesta 9.
Estas proposiciones, con otras útiles para la Arquitectura y la Mecá-
nica, se pondrán de manifiesto en el lugar oportuno siempre que, para
empezar, expongamos inmediatamente lo que concierne a la doctrina
baricéntrica.
De momento no diremos en qué consiste lo pesado y lo ligero, ni
la causa de la atracción de los cuerpos hacia arriba y hacia abajo, ni la
noción adscrita a este arriba y a este abajo, ni los límites que los separan,
porque todo ha sido claramente expuesto por Ptolomeo en su Mecánica 10;
pero debemos decir en qué consiste y qué implica el centro de gravedad
de todo cuerpo, principio y elemento fundamental de la doctrina bari·
céntrica, de la que dependen las otras ramas de la Mecánica, porque
creemos que de este modo resultarán más claras las cuestiones de que
vamos a tratar, y así, diremos que el centro de gravedad de un cuerpo
es un punto situado en su interior y tal que si se imagina el cuerpo
suspendido de ese punto permanece en reposo al ser solicitado por la
atracción y conserva su posición inicial 11.
8 nO{Hi6E(H;, yuxtaposición, acoplamiento o engranaje.
9 Vid. infra, prop. 23.
10 ¿Alude al tratado de la balanza: ITEQL Qomóv, que se le atribuye?
11 Esta es la única definición de centro de gravedad que de los griegos
antiguos ha llegado a nosotros. Vid. supra, ARQUÍMEDES: Del equilibrio de los
pianos, 1, nota 3.
1008 CIENTIFICOS GRIEGOS,-TOMO II

PROPOSICIONES

1. Este punto se encuentra no solo en los cuerpos regulares, sino


en los de cualquier forma, considerándolo de la manera siguiente:

Supongamos un plano vertical ABGD dirigido hacia el centro del


Universo, de tal modo que todas las cosas pesadas parezcan tener una cierta
tendencia 12, y que la recta AB sea paralela al plano en que nosencon-
tramos 13,
Si un cuerpo pesado se dispone según la recta AB, de manera que
quede cortado por el plano, tomará eventualmente una posición en la
que se mantendrá sin girar y sin caer.
Obtenida esta posición, si se imagina vertical el plano ABGD y el
cuerpo fijo en la recta AB, será cortado en dos partes equilibradas que
quedarán suspendidas alrededor del plano, y el grave se mueve de tal
modo que otra de sus partes to-

1--1
A B que a la recta AB, ocupará des-
pués de haber girado una posición
tal que si la abandona se manten-
drá y no caerá, y si se imagina de
nuevo vertical el plano ABGD (fi-
gura 40), cortará al cuerpo en
G D partes que se equilibrarán y cae-
FIG. 40. rá sobre el primer plano que cor-
taba al mismo cuerpo en partes
equilibradas, porque si estos planos no se cortaran, las mismas partes
quedarían equilibradas y no equilibradas, lo cual es absurdo,

II

Dicho esto, imaginemos de nuevo una recta AB perpendicular al plano


en que nos encontramos y colguemos en el punto A un cuerpo cualquiera
que utilice la recta AB como soporte, y entonces, si permaneciendo

12 QonY¡, propensión al movimiento. Hoy diríamos «acción de la gravedad»,


13 El plano horizontal.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 1009

inmóvil el cuerpo, se prolonga la recta, una parte de ella quedará dentro


del cuerpo, y si la imaginamos quieta y volvemos a colocar el cuerpo
en la recta según otra de sus partes, de manera que quede en reposo,
digo que la recta AB, prolongada, encontrará a la antes interceptada.
En efecto, si no la encontrara, se podrían hacer pasar por estas
rectas planos que no se cortasen en el interior del cuerpo, cada uno de
los cuales lo dividiría en las mismas partes equilibradas y no
equilibradas, lo cual es absurdo; luego las rectas de que acaba- A

mos de hablar se cortan en el interior del cuerpo.


Del mismo modo, si se coloca este en otras posiciones en el
punto A de manera que quede en reposo, la recta AB, prolon-
gada, encontrará a las rectas anteriormente interceptadas, de
donde resulta que todas las rectas que hemos imaginado se cor-
tarían en un solo punto, que es el llamado centro de gravedad.
y es claro también que si con el pensamiento suspendemos
de este centro el cuerpo, no se moverá y seguirá en reposo con-
B
servando la posición inicial que tomó al ser solicitado 14, porque
todos los planos trazados por ese centro dividen al cuerpo en FIG. 41.
partes equilibradas, de suerte que ninguna causa de revolución
influirá sobre él 15.
Esto es lo esencial de la doctrina baricéntrica. Lo que se demuestra
por medio de ella está en los libros Del equilibrio de Arquímedes o en los
de Mecánica de Herón.

In
2. Dividiendo los lados de un triángulo ABG en una misma razón
por los puntos H, T Y K de tal modo que la recta TB sea a la TG y la KG
a la KA como la HA a la HB y trazando las rectas TH, TK Y KH, digo
que el centro de gravedad del triángulo ABG es el mismo que el
del HTK 16.

14 Hacia el centro del Universo.


15 El estilo de Pappo es un poco oscuro y, además, su razonamiento carece
de rigor lógico, pues unas veces considera las verticales como paralelas y. otras
como concurrentes en el centro del Mundo.
16 El teorema está demostrado, aunque de otro modo, por ARQUÍMEDES:
Del equilibrio de los planos, 1, 13 y 14. La demostración de Pappo es muy larga.
1010 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

x
9. Dado un peso movido por una potencia da~a en un plano paralelo
al horizonte, y dado otro plano inclinado, que forme con el anterior un
ángulo· dado, encontrar la potencia necesaria para mover el peso en el
plano inclinado 17.

XI

10. El hecho de moverse un peso dado con una potencia dada per-
tenece a la misma teoría 18.

XII

11. Tales son los temas más interesantes de la teoría mecamca;


pero las ramas del arte instrumental 19 son muchas porque las cues-
tiones mecánicas, gnomónicas y las que se refieren a los vasos hidráuli-
cos examinados por el razonamiento, resultan evidentes mediante las
obras construidas por dicho arte instrumental.
Pero además de cuestiones mecánicas hay otras muchas, algunas de
las cuales, difíciles de realizar con recursos geométricos, se reducen a una
construcción más fácil cuando se emprenden con el auxilio de instru-
mentos. Tal es, especialmente, el problema délico, sólido por su natu-
raleza, y todavía no ha podido resolverse geométricamente porque no
es fácil construir secciones cónicas en un plano; pero cuando se trata
con instrumentos, se reduce a una operación manual y a una construc-
ción conveniente, es decir: a encontrar un cubo doble de otro cubo, y no

17 Este problema es el único que sobre el equilibrio de un cuerpo en plano


inclinado tenemos de los antiguos. Pappo reivindica para sí la originalidad de
la cuestión en la carta a su hijo con que encabeza el lib. VIII, Y la resuelve
ignorando la resistencia al frotamiento de un cuerpo para moverse en un plano
horizontal y la mínima fuerza necesaria para que lo haga si el plano está
perfectamente pulimentado; pero su solución se aceptó hasta que los Discorsi
de Galileo, Leiden, 1638, demostraron su falsedad.
18 En este apartado, Pappo alude a las máquinas simples de Herón y des-
cribe el ~(t(~OUA%ÓS o elevador.
19 La Mecánica aplicada.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 1011

es solo el cubo doble el que encuentra con un instrumento, sino, en


general, el que tiene una razón dada 20.

XIII

12. Entre los problemas mecamcos, los llamados instrumentales ca-


recen de autoridad geométrica, como los que se construyen con un solo
intervalo 21, y el del cilindro de ba-
ses deformadas, que se presenta a
los arquitectos: Dada una parte H
de la superficie de un cilindro rec- z A
E
to en cuyas bases no se ha dejado
intacta la circunferencia, determi- o
nar el grosor del cilindro, es de- G G E H
A
cir: el diámetro del círculo en el o Z
A B
que tuvo su generación el cilindro. B
El diámetro se encontrará pro-
cediendo metódicamente así 22 :
Tomemos dos puntos A y B en FIG. 42.
la superficie dada y marquemos en
ella un primer punto G como centro 23; luego un segundo punto D a una
distancia de los centros A y B mayor que la anterior, y lo mismo para
E, Z y H. Estos cinco puntos estarán en un plano, y, por tanto, si se
consideran como vértices de triángulos isósceles, la recta de unión de
cada uno de ellos con el punto medio de la que une A con B, tomada
como base común de los triángulos, será perpendicular a ella.

20 A continuación reproduce casi literalmente 10 que dijo en nI, 5. Véanse


también los aps. IX y X del mismo lib. 111.
21 Abertura de compás.
22 Ninguno de los ms. conocidos de la obra de Pappo tiene una figura que
aclare el texto de esta construcción. Commandino, en su versión latina, dibujó
una que Hu1tsch sustituyó por las tres que hemos reproducido en nuestra
traducción, de acuerdo con una observación del matemático italiano, quien
hizo notar que, siendo cop1anarios los cinco puntos, si son alineados están en
una generatriz del cilindro, y en caso contrario, en un arco de círculo o de
elipse, según que el plano que los contiene sea o no sea paralelo a la base del
cilindro.
23 Es decir, G es el punto de intersección de dos circunferencias del mismo
radio cualquiera trazadas desde A y B como centro, de modo que es GA = GB.
1012 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Transportemos esto al plano así: Construyamos un triángulo TKL


cuyos lados sean las tres rectas que unen los puntos G, D y E; luego
un triángulo KLM cuyos lados sean las tres rectas que unen los puntos
D, E Y Z, y, por último, un triángulo LMN cuyos lados sean las tres
rectas que unen los puntos E, Z y H; coloquemos los triángulos TKL,
KLM Y LMN en el lugar de los GDE, DEZ y EZH, y entonces, si
describimos la elipse que pasa por los puntos T, K, L, M y N,
su eje será el diámetro del círculo sobre el cual se ha descrito el
cilindro.

XIV

13. Construir la elipse que pasa por cinco puntos dados.

XV

14. Construir los dos ejes principales de esta elipse 24.

XXIII
19. Los problemas propiamente llamados instrumentales también son
útiles, sobre todo cuando reducidos por el análisis a una construcción
fácil, permiten prescindir de la prueba exigida, como en el caso de inscribir
siete hexágonos [regulares] en un círculo dado de modo que uno de ellos
esté en el centro del círculo y cada uno de los otros seis tenga un lado
común con este y el lado opuesto quede adaptado a la circunferencia
del círculo 25.
Sea el círculo dado de centro H y coloquemos el lado TK de un
hexágono de manera que otro hexágono, con un lado MN adaptado a la
circunferencia del círculo, resulte construido sobre la recta TK, y tracemos
la HK, que estará en la dirección del lado KL del hexágono porque el án-
gulo de las rectas KH y KT vale dos tercios de recto y el de KT y

24 En el problema 13, dado un diámetro cualquiera, le permite encontrar su


conjugado, y en el 14 demuestra que el eje menor es el diámetro de la columna
cilíndrica de que trata el 12. Los siguientes, hasta el 18 inclusive, no tienen
interés e incluso se sospecha que han sido interpolados.
. 2S Es decir, sea 'una cuerda del círculo.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 1013

KL un recto y un tercio (Fig. 43). Tracemos ahora HN, y entonces, por ser
iguales las rectas KH y KL, la HL será doble de la LN, y como el ángulo L
es dado, porque vale un tercio y un tercio de recto, el triángulo NLH es co-
nocido y también la razón de NH a NL, y por ser dada la recta HN, lo es
también el lado del hexágono.
La construcción instrumental se hara, pues, del siguiente modo: To-
memos la recta AG igual a la tercera parte del radio del círculo, cons-
truyamos sobre ella un segmento
capaz de dos tercios de ángulo
recto, y considerando la recta AG
dividida en circo partes, tomemos
cuatro de ellas y tracemos la tan-
gente BE (Fig. 44). Digo que AB
es igual al lado del hexágono.

z
o
FIG. 43. FIG. 44.

Prolongando la recta BG y tomando en ella BD igual a AB, el trián-


gulo ABD será equilátero; tomemos AZ igual al radio del círculo, y
entonces, por estar EA con BG en la razón de 9 a 4, el cuadrado de la
recta AB estará en la misma razón con el de la BG y, por tanto,
la AB, es decir: la BD, vale una vez y media la BG; luego la recta BG es
doble efe la GD, y como la ZG también es doble de la GA, resulta que
la de unión BZ es doble de la AD, o sea, de la AB.
Pero HL es doble de NL y como estas últimas rectas forman ángulos
iguales, el triángulo ABZ es semejante al NLH y la recta AZ igual a
la NH; luego la AB es también igual a la LN o a la TK.
1014 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

XXIV

20. Resolvamos el mismo problema de una manera más clara 26.

XXV

21. Digamos ahora cómo se hace la yuxtaposición de ruedas den-


tadas.
Sean A y B dos ruedas dentadas colocadas una contra otra y tales
que el número de dientes de A y B sea como el diámetro de A al de B,
pues de este modo queda asegurada la yuxtaposición porque la razón de
los diámetros es igual a la de los perímetros como se demostrará más
adelante 27.
Supongamos que la rueda A tiene 60 dientes y la B 40. Digo que el
número de dientes de la rueda B es al de la A como la velocidad de la
rueda A es a la de la B.
En efecto, puesto que las ruedas están colocadas una contra otra,
cuando la B haya hecho, al girar, un restablecimiento 28, la A habrci
movido 40 dientes y cuando la B haya hecho 60 restablecimientos, es
decir, tantos como dientes tiene la A, esta rueda A habrá movido 2.400 dien-
tes, o sea, tantos como indica el número de dientes de A multiplicado
por el de B; y del mismo modo se demostraría que cuando la rueda A
haya hecho 40 restablecimientos, es decir: tantos como dientes tiene B,.
esta rueda B habrá movido precisamente 2.400 dientes, es decir: tantos
como indica el número de dientes de B multiplicado por el de A, y, por
tanto, cuando A haya hecho 40 restablecimientos, es decir: tantos como
dientes tiene B, esta rueda B habrá hecho 60, es decir: tantos como dien-
tes tiene A; luego el número de dientes de B es al de A como la velo-
cidad de A a la de B.

XXVI

22. Demostremos que las circunferencias de los círculos son entre


sí como sus diámetros 29.
26 Lo es, en efecto, pero probablemente apócrifa.
Z7 Vid. infra, prop. 22.
28 ano%C1:tá(J't(l,(JL~, restablecimiento al estado inicial, es decir, una vuelta com-
pleta de la rueda dentada.
29 Vid. supra, V, 11.
PAPPO.-COLECCION MATEMATICA 1015

XXVII

23. Dada una rueda dentada de un número dado de dientes, yuxta-


ponerle otra de un número dado de dientes y averiguar el diámetro de
la rueda yuxtapuesta.
Sea la rueda A que contiene un número B de dientes [60 unidades] 30
y yuxtapongamos a la rueda A una rueda G de D dientes [40 unidades].
Hay que encontrar el diámetro de la rueda G.
Puesto que el número B es el de dientes de la rueda A y el número D
el de los de la G [y el número de dientes de A es el perímetro de la
rueda A y el de G el de la G], se
deduce que el perímetro de la zr-__rT --;E
rueda A es al de la G como el
número de B al D; pero el diá-
metro es al perímetro como el
perímetro al diámetro 31 y la ra-
zón del número B al D es dada;
luego la del diámetro de la rue-
da A al de la G es dada [o sea, H
la de 60 a 40] y como el diáme- FIG.45.
tro de la A es dado, también 10
es el de la G [porque hay· que operar de modo que el diámetro de la
rueda A sea a otro diámetro como el número 60 al 40, y el círculo
descrito sobre ese diámetro será igual al buscado].
Instrumentalmente se procederá así: Tomemos una recta EZ dividida
en tantas partes iguales como dientes tiene la rueda A [60], y tracé-
mosle una perpendicular ZH igual al diámetro de la misma rueda A;
unamos E con H; tomemos ET igual al número de dientes de la rue-
da G y tracemos por T la recta TK paralela a ZH. Esta recta TK será
igual al diámetro de la rueda G y su demostración es inmediata 32.

30 El razonamiento de Pappo es general, y los números y frases incidentales


entre corchetas debieron de ser interpolados posteriormente para comprobar el
resultado con 10 dicho en la prop. 21.
31 Prop. 22.
32 Enseña después a construir tornillos, y termina el libro explicando el
funcionamiento de las máquinas simples de Herón.
DIOFANTO
DE ALEJANDRIA
(¿siglo IV d. de J. C.7)
DIOFANTO DE ALEJANDRIA

PREAMBULO

TODO son conjeturas acerca de la época en que vivió Diofanto. El límite


superior lo determina Hipsicles, que floreció a mediados del siglo 11
antes de ].e. 1, a quien aquel cita dos veces en sus Números poligonales,
sin que haya ninguna otra indicación del propio Diofanto, pues que el
Dionisia, a quie.n dedica su Aritmética, es un nombre griego demasiado
corriente para poderlo individualizar, aunque algunos eruditos creen que
se trata del maestro de Anatolio, quien, hasta que fue nombrado obispo
de Alejandría, en 247, dirigió el L/u5aoxaAEíov cristiano, y apoyan su opi-
nión en el hecho de que Diofanto, rompiendo con la costumbre de
enunciar los problemas en forma de historieta redactada, en general,
con arreglo a moldes mitológicos, planteó todas sus proposiciones, ex-
cepto una, en abstracto, con lo que su Aritmética gana en claridad para
nosotros, pero debió de ser, por el contrario, más oscura para los an-
tiguos, habituados a la forma. concreta, como lo demuestra el haber vuelto
a adoptar, después de Diofanto, las normas tradicionales. Si, como
parece, este escribió su obra para enseñanza de la juventud cristiana,
eiS indudable que no quiso despertar en ella curiosidad alguna por tales
historietas, que llevaban envueltas ideas de paganismo, dando así prueba
de un escrúpulo religioso que, en último caso, benefició a la Ciencia.
El límite inferior lo dio Ramus, según una nota de Theón de Alejan~
dría en sus comentarios al Almagesto, de Ptolomeo 2, en la cual habla de
Dio/anto como de un autor clásico y no contemporáneo suyo; y puesto
que Theón floreció por los años de 370 después de ].C., disponemos de
un intervalo de más de cinco siglos para situar al aritmético alejandrino.

1 Vid. supra, EUCLIDES: Bibliografía, 1.


2 Ptolemad Magnce Constructionis lib. XIII. Theonis Alexandrini in eosdem
commenta, libri XI, cap. IX, pág. 40 de la ed. de Grynaeus, Basilea, 1558.
1019
1020 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

En la Antología griega compilada por Metrodoro 3 hay un epitafio que


dice así: ({Esta es la tumba que guarda las cenizas de Diofanto. Es ver-
daderamente maravillosa porque, gracias a un artificio aritmético, descu-
bre toda su existencia. Dios le permitió ser niño durante 116 de su vida;
luego de 1112 sus mejillas se cubrieron de barba; después de 117 se en-
cendió la llama del matrimonio, del que, a los cinco años, tuvo un hijo;
pero este niño, desgraciado aunque amado apasionadamente, murió ape-
nas llegado a la mitad de la vida alcanzada por su padre, el cual vivió
cuatro años más mitigando su dolor con investigaciones sobre la ciencia
de los números.»
Resolviendo la sencilla ecuación de primer grado que traduce algebrai-
camente el epitafio:
x X x x
-+-+-+5+-+4=x,
6 12 7 2
es x=84, edad a que murió Diofanto, que fue niño hasta los catorce años
y adolescente hasta los veintiuno, se casó a los treinta y tres, tuvo un hijo
a los treinta y ocho, el cual murió cuando su padre tenía ochenta años,
todo lo cual no nos dice nada de la época en que vivió.
Abulfaradí 4 -según un pasaje de la Historia de las dinastías al que
alude Mantuda s-dice que Diofanto floreció en tiempos de Juliano el
Apóstata 6; Suidas 7 afirma que Hipatía (t 415) comentó un Canon as-
3 Nombre imposible de identificar a causa de su frecuencia. Lo mismo puede
ser el de Scepsis, que siguió inmediatamente a Hipsicles, que el de Bizancio,
que vivió en la corte de Constantino el Grande (325-337), que cualquier otro
Metrodoro.
El filólogo francés C1aude Saumaise descubrió en Heidelberg (1606), la com-
pilación de la Antología griega, hecha por Constantino Cephalas, griego del
siglo x, que es la llamada Antología palatina, que public6 el editor parisiense
Firmin Didot, al cuidado del erudito alemán Friedrich Dübner, en dos tomos,
París, 1817-1888, a los que agregó un tercero, el helenista francés Edmund
Cougny (1848-1889), que apareció, póstumo, en 1890.
Los epigramas aritméticos de la Antología están traducidos al alemán por
N. Zirkel: Die arithmetische Epigramme der griechischen Anthologie, Bonn,
1853.
4 Abunasar Mohámed Abenmohámed Abentarján Abenuz1as A1farabí, erudito
musulmán de origen turquestano (t 950).
s Histoire des Mathematiques, tomo r, pág. 315, París, 1799.
6 Emperador romano de 361 a 363.
7 Lexikon grcece, ed. de J. Bekker, Berlín, 1854.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-PREAMBULO 1021

tronómico, probablemente de Ptolomeo, porque el alejandrino no cul-


tivó la Astronomía, dato que lleva a Bachet de Méziriac 8 a identificar
a Diofanto con un astrólogo contemporáneo de Nerón 9, y, por último,
Bombelli asegura 10 que vivía bajo Antonio Pío 11.
Paul Tarmery, a quien se deben tantas contribuciones al conocimiento
de la Matemática griega, toma como punto de partida para sus conjeturas
el único problema diofántico en números concretos: el V, 30, que trata
de una mezcla de vinos de distintos precios, y suponiendo que estos eran
reales y no obligados por necesidades de la rima-pues el enunciado
está. en verso-, establece una escala de valores entre los precios de los
vinos de baja calidad, como los del problema, en diversas épocas del
mundo grecorromano para deducir que aquellos eran los que regían
durante los Treinta Tiranos 12. «Si esta conjetura es exactCl!--dice Tan-
nery-, así como la determinación relativa al Metrodoro autor del epitafio
de Diofanto, hay que situar indudablemente a este hacia la segunda mitad
del siglo JIl, siendo, por tanto, contemporáneo de Pappo y anterior en un
siglo a Theón de Alejandría y a Hipatía.))
Si no tenemos ningún dato biográfico fijo de Diofanto, poseemos, en
cambio, lo fundamental de su obra con la que demostró que del manejo
de los números podían deducirse reglas exentas de prejuicios geomé-
tricos.
Para ello era necesario prescindir del número como media y esencia
de las cosas materiales, despojarlo de su condición limitada, haciendo de
él algo interminado y general, y desconcretizarlo suprimiendo todo resa-
bio estereométrico; en una palabra, superar el concepto de número previa
su destrucción como magnitud, dando de lado todas las especulaciones
pitagóricas y platónicas. Pero ningún griego de la antigüedad clásica podía
aceptar la idea de un número intedeterminado porque tenía que desgarrar
todo ropaje geométrico, y a la Geometría-estática, estética y estatuaria,
inflexible y encorsetada-le era imposible respirar a pleno pulmón por
ser la expresión matemática de un ambiente social enrarecido por el con-

8 En su trad. latina de la Aritmetica de Diofanto.


9 Emperador romano de 54 a 68.
10 L'Algebra, parte maggiore dell'Aritmetica, prefacio, Bolonia, 1572.
11 Emperador romano de 138 a 161.
12 Consejo oligárquico que Esparta, triunfante en la guerra del :Peloponeso,
impuso a Atenas el año 404 a. de J.C. Los tiranos fueron depuestos por Tra-
sibulo en 403.
1022 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

finamiento a que la sometía la obsesión del ágora como aposento-la


polis finita-, donde todo estaba sujeto a metron: mensura y limitación.
Y, sin embargo, el concepto de número, necesario para crear el
Algebra, nace en Grecia con Diofanto; pero este escribe su obra cuando
la cultura árabe tenía ya tres siglos de vida, y aunque se hayan perdido
las fuentes de los conocimientos diofánticos, su orto coincide con el
ocaso de la plástica griega, de cuyas cenizas brota el nuevo sentimiento
de espacio que había de cristalizar en las mezquitas y en las pagodas
con la idea de número que despierta en la India con arreglo al paradójico
concepto positivo del nirvana, en cuanto fuga de la vida, para caer
en un vacío infinito, lo que demuestra que las relaciones entre Asia y
Europa forman el andamiaje de la historia de la civilización.
Antes de los tiempos a que nos estamos refiriendo, marcaron hitos en
esta ruta las guerras entre griegos y persas, las expediciones de Alejandro
Magno y la dominación romana en toda la cuenca del Mediterráneo y el
Asia Menor; durante ellos, la difusión del cristianismo y la meteórica
vida del Islam, y después de ellos la caída de Constantinopla y la invasión
de los turcos, son otros tantos hechos en que el cruzamiento de dos
maneras opuestas-oriental y occidental-de enfocar las cuestiones fun-
damentales de la vida dio frutos magníficos.
En la época de Diofanto aparecen ideas nuevas, todavía un poco
confusas-como todos los balbuceos, cuya sistematización intelectual no
puede sincronizarse con su aparición-, en las cuales aleteaba un senti-
miento del número que no sigue el. ritmo helénico ni encuadra en la
cultura anterior, sino que rompe la coraza de su antigua condición ma-
terial, que hizo posible la Geometría de Euclides, para adoptar la posi-
ción inconcreta de lo indeterminado variable, aunque su variación no
tenga todavía la regularidad de la función, que es un concepto posterior
y exclusivamente occidental 13 •
La obra de Diofanto surge como una estrella solitaria, sin formar
parte de ninguna constelación; pero poco a poco se va situando entre
las verdades anteriores para establecer con ellas vínculos cada vez más
apretados.
Caso único en la Matemática griega, Diofanto llama Aritmética
a su obra para diferenciarla de la Logística, lo que no es una simple

13 «A que11e époque vivait Diophante?» Bulletin des Sciences Mathématiques,


serie JI, tomo III, 1879, págs. 261-69, y Mémoires scientifiques, tomo 1, pági-
nas 62-73, París, 1912.
D10FANTO DE ALEJANDRIA.-BIBLIOGRAFIA 1023

variaclOn de rótulo, sino algo más profundo, pues que denuncia un con-
cepto de número distinto del clásico, y un cambio de forma y de método.
Los enunciados de las cuestiones anteriores a él son historietas más o
menos complicadas cuya solución se obtiene, en cada caso particular,
mediante una serie de operaciones concretas que, luego de efectuadas,
se olvidan de una vez para otra,' los problemas diofánticos-excepto uno
solo, antes citado-se refieren exclusivamente a números abstractos, y,
reaccionando contra los logísticos que no demostraban nada, limitándose
a dar la solución del problema propuesto, Diofanto la analiza, y el
camino que sigue para llegar a ella, aunque no siempre satisfactorio, es
rigurosamente científico. En la dedicatoria de su Aritmética no se pre-
senta como autor original, sino más bien como primer compilador de un
conjunto de cuestiones sistemáticas; pero es lo cierto que con Diofanto
se desprende el número de su vestido geométrico, y la forma y el método
se apartan de la tradición logística para adentrarse en la zona del razona-
miento algebraico que había de proyectar su influencia hasta el siglo XVIl
con Fermat y Descartes, muchas de cuyas contribuciones no se comprenden
sin el matemático de Alejandría, el cual inaugura la época del Algebra
sincopada, es decir, del Algebra que interpola en el lenguaje ordinario
algunas abreviaturas para simplificar y mecanizar el razonamiento, sus-
tituyendo la incógnita por un símbolo único e indicando con sendas pa-
labras, siempre las mismas, la adición, la sustracción y la igualdad, y
resolviendo correctamente los problemas indeterminados, es decir, los
que dependen de un sistema de más ecuaciones que incógnitas-que hoy
llamamos en honor suyo Análisis diofántico--, y aunque solo considera
las soluciones positivas, no ignora las negativas y admite que los razona-
mientos son reversibles, lo cual supone un gran progreso sobre la Logís-
tica, porque, vinculando estas ideas con la incipiente· escritura sim-
bólica, quedaron hincados los primeros jalones del cálculo algorítmico.

BIBLIOGRAFIA

l. 'Aeleflr¡ux~: Aritmética, en trece libros, de los cuales se conocen


los seis primeros, considerándose irremisiblemente perdidos los otros
siete.
Precede al primero un preámbulo en el que Diofanto expone algunos
conocimientos indispensables para leeer su obra, a partir de la definición
1024 CIENTIFICOSGRIEGOS.-TOMO II

de número como conjunto de unidades 1; pero en los problemas entiende,


en general, el racional, especificando el entero como OAO~ o ÓAÓ"Ar¡eO~,
sin prescindir, no obstante, del irracional, pues que advierte que en al-
gunos problemas la incógnita no es racional 2 aunque solo se ocupa
de las soluciones racionales, toda vez que el· origen común de tales propo~
siciones hay que buscarlo en el de encontrar funciones racionales de una
cierta. cantidad auxiliar que permita eliminaciones entre ecuaciones con
varias incógnitas de grado superior, como la pitagórica x2 + y2 = Z2, que
se puede sustituir por el sistema
X=U2_V 2, y=2uv, z=u2+v2,

que da valores racionales para x, y y z-los tres lados de un triángulo


rectángulo-en función de dos incógnitas auxiliares. Diofanto procede
sustancialmente como nosotros, pero desecha por imposibles:d<5vycmx,
o absurdas: a-C:07la, las soluciones que no sean racionales y positivas.
Continúa el preámbulo con la nomenclatura y representación de las
distintas potencias y sus inversas hasta la sexta por medio de siglas o
abreviaturas de palabras; considera después el número indeterminado:
detefJo~; explica a continuación el producto y cociente de potencias y
termina dando reglas para resolver una ecuación.
El libro 1 contiene veinticinco problemas de primer grado: veintiuno
determinados y cuatro indeterminados, y catorce de segundo grado: trece
determinados y uno indeterminado, o sea, un total de treinta y nueve
proposiciones; el libro Il consta de treinta y cinco problemas, los cinco
primeros de los cuales parece que son apócrifos, por lo cual no hemos
traducido el razonamiento que lleva a la solución, y todos los demás inde-
terminados de segundo grado, debiendo destacarse el 8, que dio origen
al llamado «último teorema de Fermat» 3.
La analogía de los cuatro primeros problemas del libro III con los
dos últimos del Il permite poner en duda su autenticidad, y de los dieci-
siete restantes-el libro tiene veintiuno en total-merecen especial men-
ción ellO, por ser el primero resuelto por falsa posición, y el 19, en que
Diofanto acude por primera vez a la representación geométrica.
Casi todos los del libro IV se refieren a números cúbicos y están re-

1 Concepto ortodoxamente euclídeo: &QLe¡tÓ~ ()É 'tu Ex ¡tová()O)v (J'UYX6L¡t6VOV


nAiieo~, según los Elementos, VII, def. 2.
2 xal YLV6'ta (, &QLe¡t(,~ 0'Ú QfJ 'to<;, IV, 10.
3 Vid. infra, TI, 8, nota 4.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-BIBLIOGRAFIA 1025

sueltos mediante el análisis indeterminado de segundo y tercer grado;


y como los griegos no conocían la fórmula de la ecuación cúbica,. Dio/anto
demuestra gran ingenio y habilidad para encontrar soluciones particulares
gracias a una feliz elección de los datos.
También pertenecen al análisis indeterminado de segl,lndo y tercer gra-
do veintiocho de los treinta problemas del libro V, y los otros dos, el 27
y el 28, llevan a ecuaciones bicuadradas, que el alejandrino reduce a
cuadráticas, y termina este libro con un problema que tiene cierta. seme-
janza con los que nosotros llamamos «de mezclas)), pues que trata de
encontrar ciertas cantidades de vinos de distintos precios, y es el único
problema diofántico de datos concretos, que cae, por consiguiente, en
el campo de la Logística griega, es decir, de la Aritmética aplicada a los
asuntos de la vida práctica, y, finalmente, los veinticuatro problemas del
libro VI se refieren a triángulos rectángulos, en los que se inspiró Frénicle
para componer .su Traité des triangles en nombres 4,
La Aritmética de Diofanto fue encontrada en Venecia por Regiomon-
tano 5, quien en febrero de 1464 dio cuenta del hallazgo a su colega
Giovanni Bianchini manifestándole, además, su deseo de traducirla y
rogándole tratase de encontrar una copia completa, pues «aunque el
prefacio promete trece libros, no hay más que seis».
En su Introducción a las ciencias matemáticas 6, escrita como preám-
bulo de las lecciones que sobre la Astronomía árabe dio en la Universidad
de Padua, Regiomontano insistió en la utilidad de dicha traducción; pero
su llamamiento cayó en el vacío, lo mismo que el posterior de Camerarius 7,
quien, en 1556, publicó una carta 8 diciendo que en el Vaticano había un
manuscrito de Diofanto que era necesario conocer, pero hay que esperar
hasta 1572, en que Bombelli 9 incluyó en su Algebra muchos problemas

4 Bernard Frénic1e de Bessy (1605-1675), famoso calculador francés y autor


de varias obras matemáticas. Su tratado «Triángulos en números» se publicó en
las Mémoires de la Academia de Ciencias, tomo V, págs. 86-160, París, 1729.
5 Castellanización de la latinización: Regiomontanus, del nombre de la
ciudad natal: Konigsberg, de Johann Mül1er, matemático y astrónomo alemán.
6 Oratio introductoria in omnes sciencias mathematicas se publicó en la
trad. latina de las obras de Alfragano y Albatenio, Nuremberg, 1537.
7 Joachim Liebhard, humanista alemán (1500-1574), que, siguiendo la cos-
tumbre de su época, firmaba en latín.
8 Latinisque numerorum notis, Papeberg, 1556.
9 Raffaele Bombelli, ingeniero hidráulico italiano, que floreció entre 1530
y 1580. Su AIgebra, cit. en la nota anterior 10. es una de las obras más impor-
1026 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

del aritmético Alejandrino para que este fuera conocido en el mundo


matemático.
Bombelli y su amigo «messer Antonio Pazzi, Reggiano, pubblico let-
tore delle Matematiche in Roma», tradujeron los cinco primeros libros
contenidos en el Codex Vaticanus gr. 200, olim. 215; pero lo más probable
es que tal versión, que los historiadores de la Matemática suelen citar
como la primera latina del texto griego 10, no lo fuese en sentido estricto,
porque no se publicó ni se conoce ningún manuscrito en latín ni en
italiano.
La primera traducción latina que merece propiamente este nombre es
la de Xylander 11; Diophanti Alexandrini Rerum libri sex, Basilea, 1575,
en cuyo prefacio, fechado el 14 de agosto de 1574, refiere las dificultades
que tuvo que. vencer-y no siempre lo consiguió-por lo defectuoso del
códice que tradujo, que, aunque no lo cita, parece que fue el de la
biblioteca ducal deWolfenbütel, del siglo XV.
Xylander sigue fielmente el texto griego, pero dada su escasa pre-
paración matemática cometió muchos errores. Su versión tiene, sin em-
bargo, el mérito de haber atraído la atención hacia la teoría de números,
pues que apenas dos años después de publicada apareció el AIgebra del
francés Guillaume Gosselin, París, 1577, que divulgó los métodos diofán-
ticos, completados posteriormente por el flamenco Simon Stevin en su
Arithmétique, Leyden, 1585, en cuya portada dice que contiene «les
quatre premiers livres d'Algebre de Diophante d'Alexandrie maintenant
premieremen traduicts en Fran90is» , lo cual no es rigurosamente cierto,
pues que se limitó a adaptar, con demasiada libertad en muchos casos,
ochenta y un problemas de los ciento treinta y cinco que figuran en los
cuatro primeros libros. Algunos de los V y VI fueron añadidos a la
reedición de la Aritmética hecha por su compatriota Albert Girard
en 1625, pero también como adaptaciones, y cometiendo errores que,

tantes del siglo XVI, en la cual se destaca especialmente la introducción de los


números complejos y sus reglas operatorias.
10 En su Histoire des sciences mathématiques en Italie, tomo III, pág. 182,
París, 1840, dice Libri en una nota que en la Biblioteca Palatina de Florencia
hay una trad. italiana de Diofanto, anterior a la de Bombelli-Pazzi; pero Luigi
Cavazzoni ha comprobado que se trata de los apuntes tomados por Pazzi cuando
estudiaba con Bombelli la obra de aquel.
11 Wilhelm Holzmann, humanista alemán (1532-1576), Xylander cuando he-
lenizaba, que fue profesor de la Universidad de Heidelberg.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-BIBLIOGRAFIA 1027

tanto los de Girard como los de Stevin, deben achacarse al desconoci-


miento del texto griego, porque todavía no estaba publicado.
Este mérito corresponde a Bachet de Méziriac 12, quien tomó como
base de su trabajo el Codex Regius, actualmente en la Biblioteca Nacional
de París con el núm. 2.379, que es una copia hec'ha durante la segunda
mitad del siglo XVI de los manuscritos del Vaticano: el 200, de 1545,
que contiene los dos primeros libros de Diofanto, y el 304, con los otros
libros, y es un trasunto del 481 de Madrid, del siglo XIII.
La edición de Bachet lleva el siguiente título: Diophanti Alexandrini
Arithmeticorum libri sex; el de Numeris mu1tangulis liber unus. Nunc
primum graece et latine editi atque absolutissimis commentariis illustrati,
París, 1621, y tiene, además del texto griego y la traducción latina, aclara-
ciones, apostillas, comentarios y la solución y traducción en versos latinos
de la Antología palatina, cuyos textos griegos le había proporcionado
Saumaise 13.
La edición de Bachet fue reimpresa en Toulouse, 1670, y hoy contamos
con la Paul Tannery, en griego y latín, hecha sobre la base de los manus-
critos de Madrid, París, Roma, El Escorial, Nápoles, Oxford y Venecia,
la cual satisface todas las exigencias de la crítica: Diophanti Alexandrini
opera omnia, cum graecis commentariis, Leipzig, 1893-1895.
En idiomas modernos tenemos las traducciones alemanas de Otto
Schulz: Diophantos von Alexandrien arithmetische Aufgaben nebst dessen
Schrift über die Polygon-Zahlen, Berlín, 1822, y de G. Wertheim: Die
Arithmetik und die Schrift über Polygonzahlen des Diophantus von
Alexandria, Leípzig, 1890; la inglesa de Thomas L. Heath: ,Diophantus
of Alexandria. A study in the history of greek Algebra, Cambridge, 1885,
2. a ed., 1910, y la francesa de Paul Ver Eecke: Diophante d'Alexandrie.
Les six livres arithmétiques et le livre des nombres polygones, Brujas,
1926.
II. lleQ~ xOAvywvOJV a.í2t(jfLOJ1l: Sobre los números poligonales, opúsculo
que ha llegado a nosotros muy incompleto. Con él se inicia una rama de

12 Claude-Gaspard Bachet de Méziriac (1581-1638), erudito francés forrado de


hombre de ciencia, que fue el primero que trató científicamente la Matemática
recreativa en sus ProbU:mes plaisants et delectables qui se font par les nombres,
Lyon, 1612.
13 Claude Saumaise, orientalista francés (1588-1653), profesor de la Univer-
sidad de Leyden, que estuvo varias veces en Estocolmo, llamado por Cristina
de Suecia, que coleccionaba sabios y amantes.
1028 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

la Aritmética científica de los griegos y se cierra el estudio de las pro-


porciones.
Todas las traducciones de la Aritmética que acabamos de citar con-
tienen también la de los Números poligonales, y en particular debemos
consignar las especiales de F. T. POSELGER: Diophantos von Alexandrien
über die Polygonzahlen, übersetzt mit Züsatzen, Leipzig, 1819, y GEOR-
GES MASSOUTIÉ: Le traité des Nombres polygones de Diophante d'Ale-
xandrie, París, 1911, en alemán y francés, respectivamente.
IlI. [J0f2l;,ua:ro: Porismas, que la crítica actual se inclina a creer que
formaba parte de la Aritmética, pues que tres veces habla Diofanto de
tales proposiciones: exoflEv ov di.; :ro(2Ío,UOOl1j ou, como refiriéndose no a
una obra distinta, sino a la propia Aritmética. Empleando la notación
moderna, dichas proposiciones se pueden enunciar así:
1) Si se verifican las igualdades

las expresiones

son cuadrados.
2) Si se tiene

las expresiones

X¡X2+ X ¡ +X2' x2X3+X2+X3, X3 X ¡ +X3+X¡,


x¡x2+ x 3, XzX3+ X ¡, X3X¡ +x2

son cuadrados.
3) La ecuación
X3 + y3 = a3 _ b3

tiene siempre soluciones racíonales.


Estas tres proposiciones debían de ser simples corolarios de ciertos
problemas, y en tal sentido las e"mpleó seguramente Diofanto, en cuya
época se había perdido ya el sentido euclídeo de la palabra «porisma»; y,
en efecto, la 1) es el problema nI, 12: Encontrar tres números cuyos
productos binarios, aumentados en un mismo número, sean cuadrados;
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-BIBLIOGRAFIA 1029

la 2) resulta de los problemas 14, 17 Y 18 del mismo libro: Encontrar


tres números cuyos productos binarios, aumentados en la suma de los dos
factores o en el tercero, formen cuadrados, y por lo que toca a la 3J,
cuya solución no da Diofanto, limitándose a enunciar la cuestión como
posible-Tannery piensa que en los problemas UI, 8-11: división de un
cuadrado o de una suma de cuadrados en otros dos, pudo indicar Diofanto
que si la división en dos cubos es imposible, en cambio es posible la
de una suma o diferencia de cubos, problema que seguramente figuraba
en uno de los libros perdidos, pues que en el V recurre a él.
En apoyo de su opinión, Tannery destaca el hecho de que los métodos
diofánticos para igualar un cubo a un polinomio de tercer grado no tienen
un desarrollo correcto, como lo demuestra el problema IV, 27, en el que
declara imposible la ecuación
8x3 -x2+8x-l=y,

que, como se ve fácilmente, se satisface para


1 8
y=2x--, y=-x-l,
12 3

y, por tanto, «como la solución de la descomposición en dos cubos de una


suma o diferencia de otros dos~concluye Tannery-exige posiciones
análogas, el problema tuvo que ser resuelto mucho más adelante».
IV. MOetaOH"ok, de dudosa autenticidad. Parece que trataba de los
números fraccionarios .
. Para completar el estudio de Diofanto conviene leer las obras citadas
al pie de página, y, además, las siguientes:

ARCHIBALD, Ralph G.: «Quadratic diophantine equations", Seripta Mathematiea,


tomo II, págs. 27-33, Nueva York, 1933.
ARTOM, N.: «Le equationi di secondo grado presso i Greei., Periodieo di Ma-
tematiea, serie IV, tomo 11, págs. 326-42, Bolonia, 1922.
BORTOLOTTI, Ettare: «Le 'Opere di Diofanto' tradotta da Paul Ver Eecke», Pe-
17'odieo di Matematiea, serie IV, tomo VII, fase. 1, Bolonia, 1927.
BRASSINE, N.: Précis des amvres mathématiques de P. Fennat et de l' Arith-
métique de Diophante, Toulouse, 1853.
CARMICHAEL, R. D.: Diophantine Analysis, Nueva York, 1915.
CAVAZZO~I, Luigi: «Intorno ad alcuni problemi di Diofanto., Periodico di Ma-
tematiea, tomo XI, fase. 2, Bolonia, 1931.
1030 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

CAVAZZONI, Luigi: «Studi su Diofanto», Rendiconti Sem. Mat., tomo VII, pá-
ginas 107-73, Roma, 1932.
COLEBROOKE, Henry Thomas: Algebra with Arithmetic mensuration, Londres,
1817.
COSSALI, Pietro: Origine, trasporto in Italia, primi progessi in essa dell'Algebra,
Parma, 1797.
CRIVELLI, Giovanni Francesco: Elementi di Fisica, que contiene «1 problemi
aritmetici di Diofanto Alessandrino analiticamente dimostrati», Venecia,
1744.
DICKSON, Leonard Eugene: History of theory of numbers, Washington, 1919.
FRANKE, J. N.: ¡. Brozet, Akademik Krakowski, Cracovia, 1884.
GERHARDT, C. 1.: Das Rechenbuch des Maximus Planudes, Halle, 1865.
GOLLOB, Eduard: «Ein wiedergefundener Diophantuscodex», Zeitschrift für Ma-
thematik und Physik, Leipzig, 1889.
GRAUX, Ch.: Essai sur les origines du fond grec de ['Escorial, París, 1880.
HANKEL, Hermann: Zur Geschichte der Mathematik in Altertum und Mittel-
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SÁNCHEZ PÉREZ, José Augusto: La Aritmética en Grecia, Madrid, 1946.
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«Sur les manuscripts de Diophante a Paris», Annales de la Facultad de Le-
tras, tomo 1, págs. 88-94, Burdeos, 1884.
«Études sur Diophante», Bibliotheca Matematica, nueva serie, tomo 1, pá-
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«Rapport sur une mission en Italie» , Archives des missions scientifiques,
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mOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1031

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setzt, Halle, 1878.
WRIGHT, H. N.: Theory of Numbers, Nueva York, 1939.

ARITMETICA

Como sé, muy honorable Dionisio 1, que quieres aprender a resolver


problemas numéricos, he emprendido la tarea de exponer la naturaleza y
el poder de los números, empezando por las bases que sustentan estas
cuestiones.
Es posible que parezcan más difíciles de lo que son por ser descono-
cidas aún y que los principiantes duden de conseguir alcanzarlas, pero
las comprenderás fácilmente gracias a tu actividad y a mis demostracio-
nes, pues que el deseo unido a la enseñanza conduce rápidamente al cono-
cimiento. _
Tú sabes que los números son un conjunto de unidades y que se ex-
tienden hasta el infinito. Entre ellos figuran los cuadrados 2, que se
consiguen multiplicando un número por sí mismo, el cual se llama lado
del cuadrado, y los cubos, que resultan de multiplicar los cuadrados por
sus lados; luego están los bicuadrados 3, que son los productos de los
cuadrados por sí mismos; los cuadradocubos 4 que se obtienen multipli-
cando los cuadrados por los cubos de igual lado que los cuadrados, y,
por último, los cubocubos 5, formados por los cubos multiplicados por
sí mismos.
Es bien sabido que la combinación de muchos problemas aritméticos
resulta de la suma, diferencia, producto y cociente de estos números y de
las relaciones que tienen con sus propias raíces, los cuales problemas se
resolverán si sigues el camino que te indicaré después.

1 'tq.wJ.n;et:tÉ !-t0L ~LOV'Ú<JL8.


2 tnQáy(Ovo~: tetrágono, en cuanto polígono de cuatro ángulos rectos, es
decir, cuadrado.
3 51JVC1!-toMvet!-tL~: potencia de potencia, o sea, cuadrado del cuadrado, cuarta
po'tencia o bicuadrado.
4 8uVet!-tóx.lJBo~: cuadrado-cubo o quinta potencia.
s x.uBóx.uBo~ o sexta potencia.
1032 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Se ha convenido en que, luego de designarlos abreviadamente, cada


uno de estos números constituya un elemento de la teoría aritmética; y
así, se llama potencia al cuadrado y su marca distintiva es una ti. con el
exponente Y, de modo que la potencia se representa ti.Y; la marca dis-
tintiva del cubo es una K con el índice Y, la del bicuadrado ti.yti.; la" del
cuadradocubo ti.KY y la del cubocubo KYK.
El número que no tiene ninguna de estas particularidades, pero cons-
ta de un conjunto indeterminado de unidades se llama aritmo 6 y su marca
distintiva es una s 7. También hay otra marca para el invariante de los
números determinados, y es una M con el exponente o.
Lo mismo que las partes alícuotas de los números se denominan con
relación a ellos: tercio, de tres, y cuarto de cuatro, designaremos las
de los números antes definidos; y así, llamaremos aritmoston, dunamos-
ton, cuboston dunamodunamoston, dunamocuboston y cubocuboston 8 a
los inversos del aritmo, del cuadrado, del cubo, del bicuadrado, del cua-
dradocubo y del cubocubo, respectivamente, y los representaremos por
la letra correspondiente y el exponente X que caracteriza a su especie 9.
Establecidos los nombres de estos números, paso a explicar sus pro-
ductos, que te parecerán sencillos por lo que hemos dicho de las denomi-
naciones; y así, el aritmo multiplicado por el aritmo es su cuadrado; el
aritmo por el cuadrado es el cubo, por el cubo el bicuadrado, por el bi-
cuadrado el cuadradocubo y por el cuadradocubo el cubocubo 10; Y a su vez
el cuadrado del aritmo multiplicado por su cuadrado es su bicuadrado y

6 áQL 6!-t0s: número. Para evitar dificultades de interpretación conservaremos


la palabra griega escrita con caracteres latinos y diremos «aritmo» cuando Dio-
fanto dice áQL6!-tos.
7 Como Diofanto llama también "aritmo" a la incógnita de un problema, la
representaremos por una x en vez de por una sigma minúscula, y en los demás
casos por la inicial CJ..
8 &QL6~LOa-¡;óv, buvCJ.!-toa-¡;óv, xu~oa-¡;óv, buvá!-tobuVCJ.¡.LO(HÓV, bUVCJ.¡.Lóxu~oalÓ\' Y
xu~oxu~oa-¡;óv, respectivamente, cuyas representaciones literales son:
1 111 1 1
x x2' x3 ' ;0' X 5'

9 Así, por ejemplo, para representar l/3, Diofanto escribe yX, puesto que
es y= 3; para 1/x2 pone !::.Yx, etc.
10 Es decir,
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1033

por el cubo su cuadradocubo; por el bicuadrado su cubocubo y, final-


mente, el cubo del aritmo por su cubo es también su cubocubo 11.
Todo número multiplicado por una fracción que tenga por denomina-
dor el mismo número es la unidad.
Por ser invariable y constante la unidad, su producto por un número
es el mismo número.
Las partes alícuotas multiplicadas entre sí forman partes alícuotas de
números 12, y así, el producto del inverso del aritmo por el inverso del
aritmo es el inverso del cuadrado del aritmo; el inverso del aritmo por
el inverso del cuadrado del aritmo es el inverso del cubo del aritmo; el
inverso del aritmo por el inverso del cubo del aritmo es el inverso del
bicuadrado del aritmo; el inverso del aritmo por el inverso del bicuadra-
do del aritmo es, el inverso del cuadradocubo del aritmo y, finalmente,
el inverso del aritmo por el inverso del cubo del aritmo es el inverso
del cubocubo del aritmo 13.
El producto del inverso del aritmo por el cuadrado del aritmo es el
aritmo 14.

11 O sea,
X2·x2=x4, X2·X3=X5, x2.x4=x6, x3.x3=x6.
Obsérvese que no pasa de la sexta potencia y que conoce la propiedad con-
mutativa.
12 Esto quiere decir que es

1 1 1
- •. - : : : = -
a b ab
13 Con nuestro simbolismo actual:
1 1 1 1 1 1 1 1 1
_._=_, -e_=_, ---==-,
X X x2 X x2 x3 X x3 x4
1 1 1 1 1 1
- . ""'---=-, - . ",-=-
X x4 x5
x x5 x6
14 Con la misma pesadez que antes define los siguientes grupos de igualda-
des, una a una, sin que se le ocurra una fórmula general:
1 1 1
- . x 2 =x, - . x3 =x2, -. x4=x3,
X X X
1 1
- . x5 =x4, -- . x6=x5;
X X "
1034 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO Il

El producto de lo deficiente 15 por lo deficiente es positivo 16, el de lo


deficiente por lo positivo es deficiente y la marca distintiva de lo defi-
ciente es una '1' incompleta e invertida.
Una vez comprendidas las multiplicaciones anteriores, resultan senci-
llas las divisiones.
Conviene que quien haya de leer este tratado se ejercite en la adi-
ción, sustracción y multiplicación de expresiones, así como en la mane-
ra de sumar las positivas y negativas no equipolentes 17 con otras que sean
positivas, e incluso positivas y negativas, y restar positivas y negativas
de positivas y negativas.
Si en un problema resultan expresiones idénticas, pero no equipolen-
tes, hay que restar en uno y otro lado las semejantes de las semejantes

1 1 1
-·x=-, - • X 4 =X 2
x2 X x-? '

1
- • X 5 =X 3
X2 '

1 1 1 1 1 1
-'X=-, - . x.2=-, - . ;t-4=x2 - • X 6 =X 3 ;
x3 x2 x 3 X x3 ' x3
1 1 1 1
-'X=-, - . x2 - -
x4 x3 x4 - x 2'
1 1
- . x 5 =x - . x6=x2 ;
x4 ' x4
1 1 1 1 1 1
x- - . x2 =-, - . x 3 =-,2
xs ' - x4' x5 x3 XS x
1 1 1
- . x4=-, _ . x6=x;
xS x xS
1 1 1 1 1 1
- • X=-, -. x2=-, - . x3=-,3
x6 XS x6 x4 x6 x
1 1 1 1
- . x 4= - , -. x5 = -
x6 x2 x6 X
15 AEt,!n~.
16 'Ü3taQ;l~.
17 d~l'j !1{1
Ó!103tAllO~, es decir, expresiones que contengan términos positivos
-y negativos con distintos coeficientes.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1035

hasta obtener una sola expresión igual a otra sola expresión; y si se pre-
sentan expresiones negativas en uno o en otro lado añadirlas hasta con-
seguir positivas en uno y otro lado y luego restar las semejantes de las
semejantes hasta que quede una sola expresión a uno y otro lado 18.
Aplica esto diestramente a los datos de las proposiciones hasta que
resulte una sola expresión igual a otra sola expresión y más tarde te
explicaré cómo se resuelve el caso en que quedan dos expresiones igua-
les o una sola.
y entremos ahora en el camino de las proposiciones. Como estas son
muchas y de gran amplitud, ratificadas lentamente por quienes las abor-
dan, y no secundadas por su memoria, he dividido las que pueden serlo,
empezando por las que se refieren a los elementos y procediendo de las
más sencillas a las más complicadas para hacerlas accesibles a los prin-
cipiantes y se fije en la memoria su desarrollo, que haré en trece libros 19.

LIBRO 1

1. Descomponer un número en dos partes cuya diferencia sea dada.


Sea 100 el número dado y 40 la diferencia. Suponiendo que la parte
menor es 1 aritmo, la mayor será 1 aritmo más 40 unidades, y, por tan-
to, la suma de ambas valdrá 2 aritmos más 40 unidades, la cual suma
es 100.
. Restando los términos semejantes de los semejantes, es decir: 40 uni-
dades de 100 y 40 unidades de 2 aritmos y 40 unidades, los 2 aritmosque
quedan valdrán 60 unidades y cada aritmo 30, que será la parte menor,.
y la mayor 30 más 40, o sea: 70 unidades l.

18 Las dos partes de este párrafo, literalmente traducidas, son otros tantos
galimatías. La primera parte quiere decir que si la ecuación de un problema
tiene términos semejantes de distintos coeficientes, hay que restarlos en uno y
otro lado: a;ró EXO:tÉQúlV nóv I-lÉQúlV, o sea, en cada miembro de la ecuación, Y..
por tanto, es la regla de lo que hoy llamamos "reducción de términos se-
mejantes". La segunda parte es la manera de hacer la transposición de términos.
19 Como hemos dicho en el prólogo, solo se conocen seis de los trece libros.
anunciados.
1 Se ve inmediatamente que el problema consiste en encontrar dos números-
x e y conociendo su suma 100 y su diferencia 40, es decir, resolver el sistema
x+Y= 100, x- y=40.
1036 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

2. Descomponer un número en dos partes que estén en una razón


dada.
Si queremos descomponer el número 60 en dos partes que estén en la
razón de 1 a 3 y suponemos que la menor es 1 aritmo, la mayor será
igual a 3 aritmos puesto que tiene que ser triple de la menor, y la suma
de ambas 4 aritmos; luego 4 aritmos tendrán 60 unidades y, por tanto,
1 aritmo, o sea: la parte menor, 15, y la mayor 45.
3. Descomponer un número en dos partes que estén en una razón
dada con una diferencia dada 2.
Sea el número 80 y propongámonos descomponerlo en dos partes ta-
les que la mayor sea triple de la menor y la exceda, además, en 4 uni-
dades.
Si la parte menor es 1 aritmo, la mayor será 3 aritmos más 4 unida-
des, y como la suma de ambas tiene que ser igual a 80 unidades y la de
las dos partes es 4 aritmos y 4 unidades, resulta que 4 aritmos y 4 uni-
dades valen 80 unidades.
Restando los términos semejantes de los semejantes, las 76 unidades
restantes equivalen a 4 aritmos, y, por tanto, 1 aritmo vale 19 unidades,
que es la parte menor; luego la mayor es 61.
4. Encontrar dos números que estén en una razón dada y cuyo ex-
cedente sea dado.
Si el mayor número ha de ser quíntuple del menor, el excedente de
ambos 20 unidades, y suponemos que el menor es 1 aritmo, el mayor
tendrá 5 aritmos, los cuales excederán a 1 en 20 unidades; luego 4 arit-
mas valen 20 unidades y, por tanto, 1, o sea: el número buscado, es 5 y
el mayor 25, que el quíntuple del menor y la diferencia entre ambos vale
20 unidades. .
5. Descomponer un número dado en dos partes tales que si se dan
Poniendo y=a, es x=a+40, y, por tanto,
x+y= lOO=a+40+a=2a+40,
de donde
2a=lOO-40=60, a=30=y, x=30+40=70.

2 f.,; Aóyro X,UL ú:rt€Qoxl¡ 'tl¡ ~06E[(Jl1, cuya traducción literal es: "en una razón
[dada] con un exceso dado», frase cuya ambigüedad desaparece si, teniendo en
cuenta la solución diofántica del problema, 10 enunciamos así: Descomponer
un número en dos pa~tes tales que la diferencia entre la mayor y un múltiplo
de la menor sea dada.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1037

fracciones distintas de cada una de las partes, su suma sea un número


dado.
El número dado debe estar comprendido entre los dos que se obtienen
tomando las fracciones dadas distintas del número propuesto al principio 3.
Si queremos descomponer el número 100 en dos partes tales que la
suma del tercio de la primera y el quinto de la segunda sea 30 y supo-
nemos que el quinto de la segunda es 1 aritmo la segunda valdrá 5 arit-
J

mos y el tercio de la primera tendrá entonces 30 unidades menos 1 arit-


mo; luego la primera parte tendrá 90 unidades menos 3 aritmos y las J

dos juntas valdrán 3 aritmos y 90 unidades; y como la suma debe ser


igual a 100 unidades, si restamos lo semejante de lo semejante, las 10 uni-
dades que quedan valen 2 aritmos y, por consiguiente, 1 aritmo es igual
a 5 unidades.
Volviendo a lo que nos proponemos, como se ha supuesto que el
quinto de la segunda parte es 1 aritmo, o sea: 5 unidades, esta segunda
parte tiene 25 unidades, y, por consiguiente, la primera 75.
6. Descomponer un número dado en dos partes tales que una frac-
ción dada de la primera exceda en un número dado a una fracción dada
de la segunda.

3 Empleando nuestra notación actual, el problema consiste en resolver el


sistema
1 1
x+y=a, - x+- y=b,
m n
o bien:
1 1
-x+- (a-x)=b,
m n
de donde
m n
x=---(bn-a), y=a-x=--·-(a-bm),
n-m n-m
y como Diofanto no admite las soluciones negativas, dedujo genialmente que
para que los valores de x e y sean positivos J se debe tener a la vez

bn:;¿a} es decir 1 a
J -:;¿b~-
bm~a m n
1038 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

El número dado debe ser menor que el que se obtiene cuando se for-
ma la fracción excedente dada del número inicial propuesto 4.
,Para descomponer el número 100 en dos partes de modo que el ex-
cedente del cuarto de la primera sobre el sexto de la segunda sea 20 uni-
dades y suponemos que el sexto de la segunda vale 1 aritmo, la segunda
valdrá 6 aritmos, el cuarto de la primera 1 aritmo más 20 unidades, y,
por tanto, la primera parte tendrá 4 aritmos y 80 unidades; y como
queremos que las dos partes sumen 100 unidades, estas 100 unidades
valdrán tanto como 10 aritmos y 80 unidades; luego restando lo seme-
jante de lo semejante, quedan 10 aritmos iguales a 20 unidades, y, por
consiguiente, 1 aritmo valdrá 2 unidades.
Volviendo a nuestras posiciones, resulta que como el sexto de la se-
gunda parte es 1 aritmo, o sea: 2 unidades, esta segunda parte valdrá
12 unidades, y por ser el cuarto de la primera 1 aritmo y 20 unidades,
es decir: 22 unidades, la primera parte tendrá 88 unidades.
7. Restar dos números dados de un mismo número, de modo que los
restos estén en una razón dada.
Si queremos restar 100 y 20 de un mismo número de tal manera que
el resto mayor sea triple del menor, supongamos que el número que bus-
camos es 1 aritmo. Si le restamos 100, el resto será 1 aritmo menos 100
y si le restamos 20 quedará 1 aritmo menos 20, y como la razón del
resto mayor al menor debe ser 3, tres veces el resto menor será igual
al mayor; pero tres veces el menor equivalen a 3 aritmos menos 300 uni-
dades, o sea: a 1 aritmo menos 20 unidades; luego restando a uno y

4 Se trata de resolver el sistema


1 1
x+y=a, -x--y=b,
m n
de donde

1 1
x=~(a+bn)
m+n
- x-- (a-x)=b
m n n
I y=---(a-bm),
m+n
y para que sea y > 0, se debe tener
a
bm>a, b<-
m
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1039

otro lado los términos negativos resulta que 3 aritmos equivalen a 1 arit-
mo y 280 unidades, y restando lo semejante de 10 semejante, se tiene que
2 aritmos equivalen a 280 unidades, y, por tanto, 1 aritmo vale 140 uni-
dades.
Volvamos al principio. Hemos supuesto que el número buscado es
1 aritmo, o sea: 140 unidades. Si le restamos 100, quedan 40; si le
restamos 20, quedan 120, y 120 es triple de 40.
8. Añadir un mismo número a dos números dados de modo que los
resultados estén en una razón dada.
Es necesario que la razón dada sea menor que la del mayor al menor
de los números dados 5.
Si nos proponemos agregar un mismo número a 100 y a 20 de modo
que la mayor suma resultante sea triple de la menor y suponemos que el
número que hay que agregar es 1 aritmo y lo añadimos a 100, tendre-
mos 1 aritmo y 100 unidades, y si 10 añadimos a 20, tendremos 1 aritmo y
20 unidades, y como la mayor suma debe ser triple de la menor, resulta
que el triple de la menor, es decir: 3 aritmos y 60 unidades, equivale a
1 aritmo y 100 unidades, y entonces, restando lo semejante de lo seme-
jante, quedan 2 aritmos iguales a 40 unidades, y, por tanto, 1 aritmo vale
20 unidades.
Volvamos al principio. Por haber supuesto qu.~ el número que había
que sumar a cada uno de los dados es 1 aritmo, este número será igual a
20 unidades, que si se suman a 100 resultan 120 y si se suman a 20, la suma
es 40, y 120 es el triple de 40.
9. Restar un mismo número de dos números dados de modo que los
resultados estén en una razón dada 6.
10. Dados dos números, sumar al menor y restar del mayor un .mis-
mo número de modo que los resultados estén en una razón dada.
11. Dados dos números, sumar uno de ellos a un número y restar el
5 La traducción algebraica del problema es
x+a a-bm
--=m, X=---, (a> b,
x+b m-l
y para que no resulten soluciones negativas ha de verificarse:
a
a>bm, m<-
b
6Problema análogo al anterior y resuelto análogamente con la condición
de posibilidad m > a: b.
1040 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

otro de este mismo número de modo que los resultados estén en una
raión dada 7.
12. Descomponer dos veces un número dado en dos números de
modo que un número de la primera descomposición esté en una razón
dada con uno de la segunda y el número restante de esta segunda esté en
una razón dada con el número restante de la primera descomposición.
Si queremos descomponer dos veces el número 100 de manera que el
número mayor de la primera descomposición sea doble del menor de la
segunda y el mayor de la segunda triple del menor de la primera y supo-
nemos que el número menor de la segunda descomposición es 1 aritmo,
el mayor de la primera será 2 aritmos, y, por consiguiente, el número
menor de la primera descomposición tendrá 100 unidades menos 2 arit-
moS, y puesto que el mayor número de la segunda debe ser triple de este
último, tendrá 300 unidades menos 6 aritmos.
Pero la suma de los números de la segunda descomposición también
tiene 100 unidades; luego esta suma equivale a 300 unidades menos 5
aritmos, y entonces, igualándola a 100 unidades, resulta que 1 aritmo
vale 40.
Volvamos al principio. Siendo 2 aritmos el número mayor de la pri-
mera descomposición, tendrá 80 unidades, y como el menor de la misma
descomposición tiéne 100 unidades menos 2 aritmos, será igual a 20 unida-
des, .y siendo 300 unidades menos 6 aritmos el mayor número de la se-
gunda .descomposicióIÍ, tendrá 60 unidades y por ser 1 aritmo, es decir:
40 unidades el número menor de la segunda descomposición, la prueba es
evidente 8.

7 Si los números dados son a > b, las ecuaciones que resuelven los pro-
blemas 10 y 11 son
x+b x+b
-.-=m, --=m,
a-x x-a

que, para a= 100, b = 20, m = f;}, y razonando como antes, Diofanto obtiene

la solución x= 76 y 100, respectivamente.


8 En lenguaje moderno, se trata de encontrar cuatro números Xh Yh X2' Y2.
que cumplan las condiciones
Xl X2
Xl +YI =a, X2+Y2=a, -=m, -=n,
Y2 YI
siendo Xl > Yh X2 > Yz.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARlTMETlCA 1041

13. Descomponer tres veces un número dado en dos números de


modo que un número de la primera descomposición esté en una razón dada
con un número de la segunda, que el número restante de la segunda esté
en una razón dada con un número de la tercera y que el número restante
de la tercera esté en una razón dada con el número restante de la pri-
mera descomposición 9.
14. Encontrar dos números tales que su producto esté en una razón
dada con su diferencia.
Es necesario que el conjunto de unidades tomado como uno de los
números sea mayor que el del número homónimo en la razón dada 10.
Para
Xl +Yl =X2 +Y2= 100, XI = 2Yz, X2= 3YI,
y traduciendo al simbolismo actual el razonamiento diofántico, se tiene suce-
sivamente:
Y2=X )"Yl=100-2x,
XI = 2x (xz= 3(100- 2x)= 300 - 6x,
luego
300- 6x+x= 300- 5x= 100,
de donde

9 Suponiendo que el menor número de la tercera descomposición es 1 arit-


mo, Diofanto razona como en el problema anterior, y para descomponer el
número 100 de acuerdo con el enunciado, hay que resolver el sistema

Xl +YI =x2+Y2=X3+Y3= 100,


Xl X2 .t"3
-=3, -=2, -=4,
Y2 Y3 Yl
con las condiciones

obteniendo

lO toü Ó(((¡l\'ÜllOU wu DtDouÉvov ¡.ÓVOl', de modo que si x e y son los números


pedidos, la' condición y m en la ec~ación del problema, que es indeterminado,
tiende a evitar soluciones negativas.
1042 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Si queremos que el producto de los números sea triple de su suma y


suponemos que uno de ellos es 1 aritmo, y el otro, mayor que 3 uni-
dades según la condición impuesta, sea 12, su producto es 12 aritmos y
su suma 1 aritmo y 12 unidades. Por consiguiente, 12 aritmos son el tri-
ple de 1 aritmo y 12 unidades; luego el triple del menor de los números
es igual al mayor y el menor valdrá 4 unidades y el mayor 12.
15. Encontrar dos números tales que cada uno de ellos, después de
recibir un número cedido por el otro, tenga una razón dada con el nú-
mero restante 11.
Si queremos que el primer número, recibiendo 30 unidades del segun-
do, se haga doble de este 12, y que el segundo, recibiendo 50 unidades del
primero, se haga triple de este 13, y suponemos que el segundo tiene un
aritmo más las 30 unidades que le cede este número, el primero tendrá
2 aritmos menos 30 unidades a fin de que si recibe 30 unidades del se-
gundo, se haga doble de este y el segundo se haga triple del primero cuan-
do reciba 50 unidades de este; pero si el primero cede 50 unidades, que-
darán 2 aritmos y 80 unidades y si las recibe el segundo tendrá 1 aritmo
y 80 unidades, y como entonces es preciso que 1 aritmo y 80 unidades sea
el triple de 2 aritmos disminuidos en 80 unidades, resulta que el número
menor, tomado tres veces, será igual al mayor y 1 aritmo valdrá, por
tanto, 64 unidades; luego el primer número es 98 y el segundo 94.
16. Encontrar tres números que, tomados dos a dos, formen números
dados.
Es necesario que la mitad de la suma de los números dados sea mayor
que cada uno de estos 14.

11 La traducción algebraica de este anfibológico enunciado es el sistema


x+a y+b
--=m, --=n,
y-a x-b

que, para a=30, b=50, m=2 y n=3, que es el ejemplo numenco que resuelve
Diofanto, con el cambio de variable y=a+30, resulta x=98, y=94.
12 yíVECJTCU a.UT01.J ~".;t.
13 yíVECJTCU a.UT01.J y".;t.
14 Si en el sistema
x+y=~ y+z=~ z+x=~

hacemos
x+y+z=a,
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1043

Si queremos que el primer número aumentado en el segundo sea 20~


el segundo aumentado en el tercero 30 y el tercero aumentado en el pri-
mero 40, y suponemos que la suma de los tres números es 1 aritmo, re-
sulta que por ser 20 la suma del primero y el segundo, si restamos 20 de
1 aritmo, tendremos para el tercer número 1 aritmo menos 20 unidades, y
por ·la misma razón el primer número será 1 aritmo menos 30 y el segun-
do .1 aritmo menos 40, y entonces, la suma de los tres números es 3 arit-
mos menos 90 unidades y si la igualamos a 1 aritmo, tendremos que este
vale 45 unidades; luego el primer número es 15, el segundo 5 y el ter-
c~ro 25.
17. Encontrar cuatro números que, tomados de tres en tres, formen
números dados 15.
18. Encontrar tres números tales que, tomados de dos en dos, ex-
cedan al restante en un número dado.
se tiene:
x=a-b, y=a-c, z=a-a,
y poniendo estos valores en la igualdad anterior, resulta:
a+b+c
2cx=a+b+c, a=----
2
y, por tanto,
a+b+c a+b+c a+b+c
x=-----b, y c, z a,
2 2 2
valores que serán positivos si es
a+b+c
- - - - > a, b, c.
2
15 Suponiendo que la suma de los cuatro números es 1 aritmo, y razonando
como antes, Diofanto resuelve el problema, cuya solución depende del sistema
x+y+z=a,
y+z+t=b,
z+t +x=c,
t+x+y=d,
con la condición
a+b+c+d
- - - - - > a, b, e, d,
3
para que solo tenga soluciones positivas.
1044 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Si queremos que el primer número aumentado en el segundo exceda


al tercero en 20 unidades, que el segundo aumentado en el tercero exceda
al primero en 30 unidades y que el tercero aumentado en el primero ex-
ceda al segundo en 40 unidades, y suponemos que la suma de los tres nú-
meros vale 2 aritmos, se tiene que como el primero aumentado en el se-
gundo exceda al tercero en 20 unidades, si sumamos a uno y otro lado
el tercer número la suma de los tres es dos veces el tercero más el exce-
dente de 20 unidades; luego si restamos estas 20 unidades de la suma de
los tres números, es decir: de 2 aritmos, tendremos que el doble del ter-
cero vale 2 aritmos menos 20 unidades, y, por tanto, el tercero es 1 arit-
mo menos 10 unidades.
Por la misma razón el primer número será 1 aritmo menos 15 unida-
des y el segundo 1 aritmo menos 20 unidades, y solo falta igualar la suma
de los tres números a 2 aritmos.
Pero como la suma de ellos vale 3 aritmos menos 45 unidades, que es
igual a 2 aritmos, se deduce que 1 aritmo tiene 45 unidades, y, por con-
siguiente, el primer número es 30, el segundo 25 y el tercero 35 16.
19. Encontrar cuatro números tales que, tomados de tres en tres, ex-
cedan al restante en un número dado 17.
En el ejemplo diofántico es
a=20, b=22, c=24, d=27.
y la solución
x=9, y=7, z=4, t=ll.
16 En algunos ms. hay, además, otro método cuyo mecanismo, distinto del
que caracteriza a Diofanto, permite sospechar que ha sido añadido por algún
escoliasta griego.
17 Partiendo de la hipótesis de valer 2 aritmos la suma de los cuatro números,
y por un mecanismo análogo al anterior, resuelve Diofanto el problema cuya
condición de posibilidad es queda semisuma de los cuatro excedentes sea ma-
yor que cada uno de ellos», que, como de costumbre, no demuestra, pero que,
como de costumbre también, justificamos empleando nuestro lenguaje y simbo-
lismo actuales, que ponen de manifiesto el extraordinario ingenio del aritmé-
tico alejandrino.
El sistema que, en efecto, resuelve el problema es
x+y+z=t+a, y+z+t=x+b,
z+t+x=y+~ t+x+y=z+~
y poniendo
x+y+z+t=2a,
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1045

20. Descomponer un número dado en tres partes tales que cada una
de las extremas, añadida a la mediana, esté en una razón dada con la
extrema restante.
Si queremos descomponer el número 100 en tres partes tales que la
primera aumentada en la segunda sea triple de la tercera y la segunda
aumentada en la tercera cuádruple de la primera, y suponemos que la
tercera vale 1 aritmo, resulta, que puesto que la suma de la primera y de
la segunda es triple de la tercera, la suma de estas dos partes es 3 aritmos,
y, por tanto, la de las tres 4 aritmos, de modo que, igualándola a 100 uni-
dades, se deduce que 1 aritmo tiene 25 unidades.
Volvamos a lo supuesto. Siendo la tercera parte 1 aritmo, o sea, 25 uni-
dades, y valiendo la primera aumentada en la segunda 3 aritmos, tendrá
75 unidades, y puesto que la segunda añadida a la tercera es el cuádru-
ple de la primera y suponemos que la primera es un aritmo 18, la segunda
aumentada en la tercera dará 4 aritmos y la suma de las tres partes 5 arit-
mos, y como esta suma es 100 unidades, 1 aritmo tiene 20, que será el
valor de la primera parte; la segunda aumentada en la tercera será 80,
y, por tanto, la tercera parte vale 25, y la segunda parte restante tendrá
55 unidades 19.
21. Encontrar tres números tales que el mayor exceda al mediano en
se tiene
x=a--!- b, y=a--!- c,
z=a--!- d, t=a--!- a,
cuya suma vale
4a--!- (a+b+c+d)=2a,
de donde
a=t (a+b+c+d),
y, por tanto,
x=t (a+b+c+d)-t b,
que es positivo parat(a+b+c+d) > b, y 10 mismo se demuestra para Yi z Y t.
También hay otra manera de resolver este problema, que no traducimos por
la misma razón que antes.
18 Es decir, un nuevo aritmo.
19 Este problema es de la forma

x+y+z=a, x+y=mz, y+z=nx,


que, para a=lOO, m=3 y n=4, resulta
x=20, y=55, ~=25,
1046 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO JI

una fracción dada del menor, que el mediano exceda al menor en una frac-
ción dada del mayor y que el menor exceda en un número dado a una frac-
ción dada del mediano.
Es preciso que el número mediano exceda al menor en una fracción
del mayor tal que el denominador 20 de esta fracción multiplicado por el
exceso del mediano sobre el menor sea mayor que el mediano 21.
Si queremos que el número mayor exceda al mediano en un tercio del
menor, que el mediano exceda al menor en un tercio del mayor y que el
menor exceda en 10 unidades al tercio del mediano, supongamos que el
menor es 1 aritmo aumentado en las 10 unidades en que excede al tercio
del· mediano, en cuyo caso este tendrá 3· aritmos y el menor será igual al
tercio del mediano más 10 unidades, o que el mediano tenga 3 aritmos 22.
Puesto que queremos que el número menor exceda a la tercera parte
del mediano en 10 unidades, será igual a 1 aritmo y 10 unidades, y como
el mediano debe exceder al menor en la tercera parte del primero 23, el
mediano excederá al menor en 2 aritmos menos 10 unidades, que es la
tercera parte del mayor; luego el mayor tendrá 6 aritmos menos 30 uni-
dades, y por exceder al mediano en un tercio del menor, resulta que l()
valores obtenidos tomando como incógnita z=a, y, por tanto, es
x+Y= 3a, 4a= 100,
a=z=25, x+y=75,
y empleando una nueva incógnita x={3, es
y+z=4{3, 5{3= 100, f3=20.
20 w<J1:e LOV Ó!A(J)VU~lOV TOÜ TOW-lJ1:ou !-LBQOU~.
21 Esta condición no es la necesaria np> n + p para que el sistema
1 1 1
x=y+-z; y=z+-x, z=a+-y,
m n p

solo tenga solucioRes positivas, ni tampoco tiene aplicación en el ejemplo que


para
m=n=p= 3, a= 10,
es
x=45, y= 371, z= 22t.
22La condición z=a+10 equivale, en efecto, él la y=3a, que sale inmedia-
tamente de la tercera ecuación del sistema.
23 Es decir, del número mayor.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1047

excede en 3 aritmos menos 30 unidades, que es la tercera parte del menor;


luego el menor tendrá 9 aritmos menos 90 unidades, y como hemos en-
contrado que tiene 1 aritmo y 10 unidades, 1 aritmo vale 127i unidades
y el tercer número 24 tendrá 227i, el mediano 377i y el mayor 45 25 •
22. Encontrar tres números tales que, cediendo cada uno de ellos
una fracción dada al que se le siga, resulten iguales los números que han
cedido y recibido 26,
Supongamos que el primer número cede su tercio al segundo, el se-
gundo su cuarto al tercero y el tercero su quinto al primero y que des-
pués de estas cesiones resultan números iguales.
Puesto que el primer número cede su tercera parte al segundo, admi-
tamos que consta de un número de aritmos que tiene tercio, y sea, por
tanto, igual a 3 aritmos, y puesto que el segundo cede su cuarta parte
al tercero, admitamos que tiene 4 unidades; y entonces, al ceder y reci-
bir resultará con 1 aritmo más 3 unidades, que es también el valor del
primero al ceder y recibir, y como el primero, al ceder su tercio, es de-
O sea, el menor.
24
En algunos ms. hay otra forma de resolver el problema partiendo del
25
mismo valor que antes, Z = a + 10= 1Y, para llegar a la igualdad

tomar el todo nueve veces: :7t1J.v'ta ex~~, es decir, multiplicar por 9 para quitar
denominadores, y simplificar :
8a= 100, a= 121;
luego es
x==45, y= 371, z= 221,
,como antes.
26 La indeterminación del sistema que resuelve el problema

1 1 1 1 1 1
x=- x+- z=y-- y+-x=z-- z+- y,
m p n m p n

la hace desaparecer Diofanto dando un valor arbitrario a uno de los números


pedidos: y=4; y tomando como incógnita a=! x y, por tanto, x=3a, su razo-
.namiento le lleva a la solución
x=6, y=4, z=5,
para m=3, n=4, p=5.
1048 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

cir: 1 aritmo, y recibir 3 unidades menos 1 aritmo, resulta con 1 aritmo


más 3 unidades, se deduce que 3 unidades menos 1 aritmo es la quinta
parte del tercer número, y, por tanto, este tiene 15 unidades menos
5 aritmos.
Por último, al ceder el tercer número su quinta parte y recibir la cuar-
ta del segundo, o sea: 1 aritmo, resulta también con 1 aritmo más 3 uni-
dades; pero este tercer número, al ceder su quinta parte, es decir: 3 uni-
dades menos 1 aritmo, se queda con 12 unidades menos 4 aritmos, y al
recibir la cuarta parte del segundo, es decir: 1 unidad, resulta con 13 uni-
dades menos 4 aritmos, que igualamos a 1 aritmo y 3 unidades; luego
1 aritmo tiene 2 unidades, y, por consiguiente, el primer número es 6, el
segundo 4 y el tercero 5.
23. Encontrar cuatro números tales que, cediendo cada uno de ellos
una fracción dada al que le sigue, resulten iguales los números que han
cedido y recibido 27.
24. Encontrar tres números tales que, tomando cada uno de ellos una
fracción dada de la suma de los otros dos 28, se tengan resultados iguales.
Si queremos que el primer número tome la tercera parte de la suma
de los dos restantes, el segundo· la cuarta de la de los otros dos y el ter-
cero la quinta de la de los dos que quedan y resulten números iguales,
supongamos que el primer número es 1 aritmo.
Puesto que la suma de los dos números restantes le cede su tercera
parte, sea esta suma, para facilitar la solución, un conjunto de unidades
que tenga tercera parte: 3 unidades, y entonces, la suma de los tres
números será 1 aritmo y 3 unidades, deduciéndose que el primer número,
al tomar el tercio de la suma de los otros dos, es 1 aritmo y 1 unidad.
El segundo número, al tomar la cuarta parte de la suma de los dos
restantes, es también 1 aritmo y 1 unidad, y, por consiguiente, cuatro
27 El sistema que resuelve este problema,
11 11 11 11
x - - x +- t = Y - - y +- x= z - - z+- y= t - - t +- z,
m q n m p n q p

es indeterminado. Poniendo z=4 desaparece la indeterminación, tomando como


incógnita a=tx, y, por consiguiente, x=3a,y razonando como antes, se tiene:
x= 150, y= 92, z= 120, t= 114,
para m=3, n=4, p=5, q=6.
28 Elúo ro; EvOs.
DIüFANTü DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1049

veces el segundo número aumentado en los otros dos es igual a tres ve·
ces dicho segundo número más los tres números y el total tendrá 4 arit-
mas y 4 unidades. Restando a uno y otro lado la suma de los tres núme-
ros, los 3 aritmos y 1 unidad que quedan son tres veces el segundo nú-
mero, luego este será 1 aritmo y 1/3 de unidad.
El tercer número, al tomar la quinta parte de la suma de los otros
dos, es también 1 aritmo y 1 unidad, y, por tanto, tomando el todo cinco
veces, y por las mismas razones que antes, deducimos que el tercer nú-
mero será 1 aritmo y ~ unidad.
Finalmente, por ser la suma de los tres números igual a 1 aritmo y
3 unidades, 1 aritmo vale 13/12 y, eliminando la fracción, resulta que el
primer número es 13, el segundo 17 y el tercero 19 29 •
25. Encontrar cuatro números tales que, tomando cada uno de ellos
una fracción dada de la suma de los otros tres, resulten números iguales 30.

29 Poniendo m-3, n=4, p=5, en el sistema indeterminado

1 1 1
x+- (y+z)=y+- (z+x)=z+- (x+y),
m n p

tomando como incógnita x=a y considerando el valor arbitrario y +z=3, se


tiene sucesivamente:
x+y+z=a+3, x+t (y+z)=a+1,
y+t (z+x)=a+l, 4y+z+x=4a+4,
3y+x+y+z=4a+4, 3y+a+3=4a+4,
3y=3a+1, y=a+t.
Por consiguiente, es
13 17 19
a=x=-, y=-, z=-,
12 12 12
y tomando equimúltiplos, resulta la solución en enteros

x= 13, y= 17, z= 19.

30 Si los números pedidos son x, y, z, l, Diofanto toma como incógnita x=a,


el valor arbitrario y+z+t=3, las fracciones 1/3, 1/4, 1/5 Y 1/6; y, por un meca-
nismo análogo al del problema anterior, calcula 0:=47/49, multiplica por 90
los resultados obtenidos y expresa en enteros la solución:

x= 47. y = 77. z= 92. t= 101.


1050 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO II

26. Dados dos números encontrar otro que, multiplicado por ellos,
resulte un cuadrado y la raíz de este cuadrado 31.
Sean 200 y 5 los números dados y 1 aritmo el pedido, cuyo producto
por 200 es 200 aritmos y por 5 es 5 aritmos. Como uno de estos números
tiene que ser un cuadrado y el otro la raíz de este cuadrado, si se cua-
dran 5 aritmos resultan 25 cuadrados de aritmo iguales a 200 aritmos, y
dividiéndolo todo por 1 aritmo, se tiene que 25 aritmos equivalen a
200 unidades; luego 1 aritmo es 8, número que resuelve el problema.
27. Encontrar dos números tales que su suma y su producto sean
dados.
Es preciso que el cuadrado de la semisuma de los números pedidos
exceda en un cuadrado al producto de los números, que se puede repre-
sentar gráficamente 32.
Si queremos que la suma de los números sea 20 y su producto 96,.
supongamos que su diferencia tenga 2 aritmos, y entonces, dividiendo la
suma en dos partes iguales, cada una de estas partes será la mitad de la

310TAElJQáv 'tou 'tE'tQUYwvov:el lado del cuadrado.


32 La condición de posibilidad

( x: y ) 2 _ xy = cuadrado perfecto,

no ofrece ninguna duda, pero la frase final ha dado origen a diversas interpre-
taciones. El texto griego dice: EO'tL bÉ 'tOv'tO OTAuo¡.tunxóv, al que Xylander da
un sentido pasivo en su traducción latina, y Bachet en la suya activo, a causa
de la palabra JtQuy¡.tunxóv: effictum aliunde para el helenista alemán, y a quod
aliud quippiam effingi et plasmari potest para el erudito francés. Por su parte,
WERSTEIN (Die Arith. des Diophantus, pág. 35) vierte libremente: und man
kann immer solche Zahlen als gegeben annehmen, dass diese Bedingung el'lull-
tist; NESSELMANN (Die Algebl'e del' griechen, pág. 326) dice: das lCisst sich aber,
bewerkstelligen; HEATH (Diophantus of Alexandrie) traduce this is of the natura
of a formula, y TANNERY (en la versión latina que acompaña a su edición crítica
del texto griego, pág. 62) escribe: hoc est formativum.
De todos modos, la condición de posibilidad equivale a la igualdad

es decir, la diferencia entre el cuadrado de la semisuma de dos rectas y su


producto es el cuadrado de la semidiferencia de las rectas, que tiene una sen-
cilla representación geométrica.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1051

suma, o sea: 10 unidades, y si sumamos una de las partes y restamos la


otra, la mitad del excedente los números, es decir: 1 aritmo, resulta de
nuevo que la suma es 20 unidades y la diferencia 2 aritmos; luego si el
número mayor es 1 aritmo aumentado en las 10 unidades que son la mi-
tad de la suma de los números, el menor tendrá 10 unidades menos 1 arit-
mo y queda establecido que la suma de los dos números es 20 unidades
y su diferencia 2 aritmos 33.
Puesto que el producto es 96 y tiene 100 unidades menos 1 cuadrado
de aritmo, igualando ambas COSaS, resulta que 1 aritmo vale 2 unidades
y, por tanto, el número mayor es 12 y el menor 8.
28-29.Encontrar dos números tales que su suma y la) . suma. (
(dIferencia 5
de sus cuadrados sean números dados.
Es preciso que el doble de la suma de los cuadrados de los números
exceda en un cuadrado al cuadrado de la suma de los números, que se
puede representar gráficamente 34.
30. Encontrar dos números tales que su diferencia y su producto sean
números dados.
Es preciso que el cuádruple del producto de los números aumentado

33 Toda esta palabrería demuestra-y ello es digno de destacarse-que Dio-


fanto sabe que si es
a+b=s, a-b=d,

es
s+d s-d
a=-2-' b=--
2
34 La condición de posibilidad

es la traducción analítica de este teorema: La diferencia entre el doble de la


suma de los cuadrados de dos números y el cuadrado de su suma es igual al
cuadrado de su diferencia, que se puede representar geométricamente, y por lo
que toca a la frase final del párrafo, véase la nota anterior.
2081
Para x+y=20, x 2+y2= { 80 5
que es el ejemplo que pone Diofanto, y su-
poniendo, como antes, x-y=2 aritmos, es x=12, y=8.
1052 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

en el cuadrado de su diferencia, sea un cuadrado, que se puede represen-


tar gráficamente 35.
31-34. Encontrar dos números que estén en una razón dada y tales
que sea también dada la razón entre la) suma } de sus cuadrados
( diferencia
y su {di;e::cia • 136

Corolarios. Del mismo modo se encuentran dos números que estén


en una razón dada y tales que sea también dada la razón de su pro-
ducto a su f 'fsuma. l.
l dI erenCIa S
35-36. Encontrar dos números que estén en una razón dada y tales
mayor)
que sea también dada la razón entre el cuadrado del menor y el { ~.
menor)
Si queremos que el número mayor sea triple del menor y el cuadrado
del menor séxtuple del f mayor 1y suponemos que el menor es 1 aritmo,
l menor 5
el mayor será 3 aritmos y, como el cuadrado del menor debe ser el séxtu-

35 Es decir, que se verifique


4xy+(x- y)2=(x+y)2,

o sea, la suma del cuádruple del rectángulo de dos rectas y el cuadrado de su


diferencia es el cuadrado de su suma.
Para x-y=4, xy=96, es x=12, y=8.
36 Los sistemas que resuelven estos cuatro problemas son:

x x 2±y2
-=m, ---=n,
y x±y

que, para m~3, n~) :~ ~, la solución es

para los 31-321 .


f 33·34
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1053

plo del) mayor t y el cuadrado del menor es 1 cuadrado de aritmo, resul-


(menor 5
ta que 1 cuadrado de aritmo es el séxtuplo de f~} aritmos, y, por tanto,
{1:} aritmos valen 1cuadrado de aritmo; luego 1
aritmo tiene { ~8 }

unidades, que es el número menor y {~;} el mayor.


37-38. Encontrar dos números que estén en una razón dada y tales
que.· también sea dada la razón entre el cuadrado del menor y la) . suma. }
( dzferencza
de los dos números.
Si queremos que el número mayor sea triple del menor y el cuadrado
del menor) ,doble l de la { . suma. t de ambos, y suponemos que el
(sextup10 5 dIferenCIa 5
mayor es 3 aritmos, el menor será 1 aritmo, y como el cuadrado del menor
debe ser) ,doble
~sextuplo
l 1
de la) . suma. de ambos y el cuadrado del menor es
5 (dIferenCIa)
4
1 cuadrado de aritmo y la) . suma. 1de los dos números es f
( dIferencIa 5 (2 5
t
aritmos,

resulta que 1 cuadrado de aritmo es f ,doble } de f 41 aritmos, y, por tanto,


( sextuple ( 25
8
{ }8 }aritmos equivalen a 1 cuadrado de aritmo; luego 1 aritmo tiene { 12}
2
unidades, y el número menor es, pues, { :2} y el mayor f~:}.
39. Dados dos números, encontrar otro tal que los tres productos de
cada Uno de ellos por la suma de los otros dos formen una equidife-
rencia.
Dados los números 3 y 5, sea 1 aritmoel pedido. La suma de 1 arit-
mo y 5 unidades multiplicada por el número restante 3, da 3 aritmos
y 15 unidades, y la de 1 aritmo y 3 unidades por 5 da 5 aritmos y 15 uni-
dades, de modo que si se suman las 5 y las 3 unidades y se multiplican
las 8 por 1 aritmo, resultan 8 aritmos.
Es claro que la suma de 3 aritmos y 15 unidades no puede ser el ma·
yor de los números porque es menor que la de 5 aritmos y 15 unidades;
luego será el mediano o el menor, y entonces el mayor o el mediano
1054 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

tendrá 5 aritmos y 15 unidades y los 8 aritmos podrán ser del mayor,


del mediano o del menor, puesto que su valor es indeterminado.
Suponiendo que el mayor tiene 5 aritmos y 15 unidades y el menor
3 aritmos y 15 unidades, es evidente que el mediano tendrá 8 aritmos,
y puesto que los tres números forman una equidiferencia, la suma· del
mayor y del menor es doble del mediano, y como esa suma vale 8 arito:
mos y 30 unidades, igualándola a 16 aritmos, resulta que 1 aritmo es
15/4, que será el número que resuelve el problema.
Si el número mayor tiene 5 aritmos y 15 unidades, el mediano 3 arit-
mos y 15 unidades y el menor 8 aritmos, puesto que el mediano excede al
menor tanto como el mayor al mediano, o sea: 2 aritmos, y el mediano
excede al menor en 15 unidades menos 5 aritmos, estas 15 unidades me-
nos 5 aritmos equivalen a 2 aritmos, y, por tanto, 1 aritmo es 15/7,
valor que satisface la proposición.
Por último, si el número mayor tiene 8 aritmos, el mediano 5 aritmos
y 15 unidades y el menor 3 aritmos y 15 unidades, como entonces la suma
del mayor y el menor vale 11 aritmos y 15 unidades, o sea: el doble
del mediano, este tiene 5 aritmos y 15 unidades, resulta que 10 aritrrios
y 30 unidades valen tanto como 11 aritmos y 15 unidades, y, por consi-
guiente, el número pedido es 15 37.

LIBRO 11

1. Encontrar dos números tales que su suma esté en una razón dada
con la suma de sus cuadrados.
2. Encontrar dos números tales que su diferencia esté en una razón
dada con la diferencia de sus cuadrados.
3. Encontrar dos números tales que su producto esté en una razón
dada con su suma o con su diferencia.
4. Encontrar dos números tales que la suma de sus cuadrados esté
en una razón dada con la diferencia de los números.

37 En este notable problema, cuya equivalencia geométrica es encontrar el


cuarto armónico en una terna dada, es extraño que Diofanto, que distingue y
resuelve los tres casos que pueden presentarse y busca, aunque no lo dice, la
solución en números enteros, no dé la terna (120, 96, 60) en el tercer caso.
mOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1055

5. Encontrar dos números tales que la diferencia de sus cuadrados


esté en una razón dada con la suma de los números 1.
6. Encontrar dos números que tengan una diferencia dada y tales
que también sea dada la diferencia de sus cuadrados y su propia dife-
rencia.
Es preciso que el cuadrado de la diferencia de los números sea menor
que la suma de esta diferencia y la dada de los cuadrados de los números
y los números 2.
Si la diferencia de los números es 2 unidades y la de los cuadrados
excede a la de los números en 20 unidades y suponemos que el número
menor es 1 aritmo, el mayor será 1 aritmo y 2 unidades y, por tanto, la
diferencia de los cuadrados de los números es 4 aritmos y 4 unidades,
valor que excede en 2 unidades a 20 unidades; luego es igual a 22 uni-
dades, y por consiguiente, 1 aritmo tiene 4~ unidades. El número menor
es, pues, 4~ y. el mayor 6~.
7. Encontrar dos números tales que la diferencia de sus cuadrados
exceda en un número dado a su razón con la diferencia de los números.
Si queremos que la diferencia de los cuadrados sea triple de la de los
números más un excedente de 10 unidades, es preciso que el cuadrado
de la diferencia de los números sea menor que la suma del triple de esta
diferencia y de las 10 unidades dadas 3.

1 Algunos historiadores creen que estos cinco problemas no son de Diofanto,


sino de un escoliasta posterior, por ser análogos a los 31, 34, 36 corolario, 32
y 33, respectivamente, del lib. l.
2 Si los números pedidos son x e y, el sistema que resuelve el problema es

x- y=a, (x 2 - y2) - (x- y)=b,

con la condición
a2 < a+b.

Resolviendo, en efecto, el sistema con nuestros métodos de hoy, es


a+b+al a+b-a
x , y=---,
2a 2a

y para que x e y sean positivos, ha de ser a+b> al.


3 Para que desaparezca la indeterminación de la ecuación

(x2 - y2) - m(x- y)=b,


1056 CIENTIFICOSGRIEGOS.---'TOMO II

Si los números difieren en 2 unidades y suponemos que el menor es


1 aritmo, el mayor será 1 aritmo y 2 unidades, y, por tanto, 4 aritmos y
4 unidades tienen que ser el triple de 2 unidades y exceder en 10 unida-
des; luego igualando tres veces 2 unidades más 10, que son 16 unidades,
a 4 aritmos y 4 unidades, resultan 3 unidades para valor de 1 aritmo. El
número 3 es, pues, el menor de los pedidos y 5 el mayor.
8. Descomponer un cuadrado dado en dos cuadrados 4.

Diofanto impone la condición


(x-y)2 < 3(x-y)+10,

después de dar los valores arbitrarios m= 3 y b= la, y antes de fijar el de a==2,


circunstancia en que apoyan algunos historiadores su creencia de que este
problema es apócrifo.
4 Este es el problema que dio lugar al llamado último teorema de Fermat:
La ecuación
xn+yn=zn

no tiene soluciones enteras para ningún valor de n, excepto para n = 2.


En el ejemplar de la traducción de Bachet que poseía Fermat, hay, en efec-
to, una nota marginal que dice: «por el contrario, es imposible descomponer
un cubo en dos cubos, un bicuadrado en dos bicuadrados y, en general, una
potencia cualquiera, aparte del cuadrado, en dos potencias del mismo exponente.
He encontrado una demostración realmente admirable, pero el margen del libro
es muy pequeño para ponerla.» Véase la reimpresión de la trad. de Bachet
hecha por Samuel Fermat, hijo del matemático, Toulouse, 1670, y las Oeuvres
de Fermat, edito por P. Tannery y Ch. Henry, tomo I, texto latino, págs. 289-342,
París, 1891, y tomo nI, trad. francesa, págs. 241-74, París, 1896.
Todas las tentativas para demostrar el último teorema de Fermat o compro-
bar que es falso han resultado infructuosas. El doctor Wolfskhel dejó al morir,
en 1906, un legado de 100.000 marcos para quien lo demuestre o presente un
ejemplo en que no sea cierto. Lo primero exige profundos conocimientos de la
teoría de números, y 10 segundo es tarea nada fácil, porque el teorema, gracias
a las actuales máquinas electrónicas de calcular, se comprobó en 1954 para
todos los exponentes menores que 2.001, de modo que quien quiera abordarlo
ha de empezar operando con números monstruosamente elevados. El concurso
está abierto hasta el día 13 de septiembre de 2007; pero cada año llegan de
la Academia de Gotinga, encargada del legado, menos comunicaciones.
El teorema data de 1657, pero es probable que antes de esta fecha Fermat
lo hubiera demostrado para n=3 y n=4. La demostración del primer caso se
ha perdido, pero se conserva la del segundo, y análoga a ella es la que en 1739
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1057

Si queremos descomponer 16 en dos cuadrados y suponemos que el


primero es 1 aritmo, el otro tendrá 16 unidades menos 1 cuadrado de
aritmo, y, por tanto, 16 unidades menos 1 cuadrado de aritmo son un
cuadrado.

dio el suizo Leonhard Eu1er (1717-1783) para n= 3. Consiste en probar que si


se encuentran tres valores enteros de x, y, z, que satisfagan la ecuación, se
pueden encontrar otros enteros menores que también la satisfagan, demostrán-
dose, finalmente, que la ecuación quedaría satisfecha para tres valores que, evi-
dentemente, no pueden convenir, y, por tanto, no hay soluciones enteras. Esta
demostración solo es válida para n = 3 y n = 4.
En 1832, el analista alemán Peter Gustav Lejeune-Dirich1et (1805-1859) de-
mostró el teorema para n=4; en 184010 hizo el francés Adrien-Marie Legendre
(1752-1833) para n=5, y en 1845, sus compatriotas y colegas Gabriel Lamé
(1795-1870) y Henri Lebesgue (1875-1941) para 11= 7; pero quien dio un con-
siderable avance a la cuestión con la teoría de números algebraicos fue el alemán
Ernst Eduard Kummer (1810-1893), sirviéndose de la raíz n-sima de la unidad
2ix
E=e n ,

que permite descomponer x n - yn en factores lineales, de modo que la ecuación


de Fermat se puede poner bajo la forma
x n = (z - y) (z - ey) (z - eZy) (z - e n - 1y),

es decir, la n-sima potencia del número entero x debe descomponerse en fac-


tores formados por los números enteros y y z y el e de la manera indicada,
número para los cuales Kummer estableció teorías análogas a la de la divisi-
bilidad; y así se habla de números algebraicos enteros, y para estos, especial-
mente, de números divisores de la circunferencia a causa de la relación de e
con el problema de la inscripción de polígonos regulares en el círculo.
Como advierte fELIX KLEIN (1849-1925): Mat. elemental, tomo r, pág. 59,
«el teorema de Fermat es, pues, para Kummer, un teorema sobre descompo-
sición factorial en el campo de los números algebraicos divisores de la circun-
ferencia», apuntando que «no es de creer que Fermat haya encontrado su «ad-
mirable demostración» siguiendo este camino, pues no es muy probable que
pudiera hablarse de números algebraicos en una época en que seguramente nada
claro se sabía acerca del imaginarismo y en que la propia teoría de números
estaba por hacer, siendo precisamente Fermat quien le dio gran impulso. Por
otra parte, no es de creer tampoco que un matemático de la talla de Fermat
haya dado una demostración errónea, aunque también se encuentran errores
entre los grandes matemáticos. Hay, pues, que pensar que llegó a la demos-
1058 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Formemos el cuadrado de un conjunto cualquiera de aritmos disminui-


do en tantas unidades como tiene la raíz de 16 unidades, y sea el cuadra-
do de 2 aritmos menos 4 unidades. Este cuadrado tendrá, pues, 4 cua-
drados de aritmo y 16 unidades menos 16 aritmos, que igualaremos a
16 unidades menos 1 cuadrado de aritmo, y, sumando a uno y otro lado
los términos negativos' y restando los semejantes, resulta que 5 cuadrados
de aritmo equivalen a 16 aritmos, y, por tanto, 1 aritmo vale 16/5;
luego uno de los números es 256/25 y el otro 144/25, números cuya
suma es 400/25, es decir: 16 unidades, y cada uno de ellos es un cua-
drado 5.
9. Descomponer un número dado, que es suma de dos cuadrados, en
otros dos cuadrados.
tración por una sencilla idea feliz; pero como no existe la menor indicación
acerca de la dirección en que podría buscarse tal idea, se concluye que, pro-
bablemente, solo puede esperarse una demostración completa del teorema de
Fermat, de una continuación sistemática de los trabajos de Kummer».
En el ms. 48 de la Biblioteca Nacional de Madrid-catálogo Iriarte-del si-
glo XIII, que es el más antiguo de los conocidos, una mano anónima ha escrito
esta curiosa nota marginal: 'H 'Vl'Zl'¡ oóv,\lÓCra,V,,[f, fllj. flETU -rol' ~(HaVa EVExa
Ti); bU(JxoA.(a~ 'twv 'tE aHwv OOl' Úl:'wQlHtáTWV Y.Ul 811 -roü ;rraQóv'to~ eEWQ~!!(J:tó~:
« Que tu alma, Diofanto, sea con Satanás por la dificultad de los otros teore-
mas y, sobre todo, de la de este. J)

5 Para resolver la ecuación x 2+y2= 16, Diofanto toma como incógnita x=a,
y, por tanto, es y2= 16 - a 2, que identifica con una expresión de la forma

(ma- /16)2
que, para m = 2, es

y simplificando,

y, por tanto,
x2 = ( 16 ) 2= 256 ,
5 25
siendo, evidentemente,

( ~~ ) 2 + ( 12 ) 2 = 400 = 16 = 42•
\ ) 5 25
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1059

Sea 13, suma de dos cuadrados, 4 y 9, el número que queremos des-


componer en otros dos cuadrados. Tomemos las raíces 2 y 3 de esos
cuadrados y supongamos que una de las de los cuadrados pedidos es
1 aritmo y 2 unidades y la otra tenga una cantidad cualquiera de aritmos
menos la cantidad de unidades que tiene la raíz del otro número 6, es de-
cir: 2 aritmos menos 3 unidades, y entonces uno de los cuadrados tiene
1 cuadrado de aritmo más 4 aritmos y 4 unidades y el otro 4 cuadrados
de aritmo y 9 unidades menos 12 aritmos, y como la suma de estos dos
cuadrados es 13 unidades y los dos cuadrados valen 5 cuadrados de arit-
mo y 13 unidades menos 8 aritmos, que igualaremos a 13 unidades, re-
sulta que 1 aritmo vale 8/5.
Volviendo a lo supuesto, o sea: que la raíz del primer número es
1 aritmo y 2 unidades, será 18/5, y como la raíz del segundo número tie-
ne 2 aritmos menos 3 unidades, será l/S; luego uno de los cuadrados
es 324/25 y el otro 1/25, cuya suma es 325/25, o sea: las 13 unidades
dadas.
10. Encontrar dos números cuadrados que tengan una diferencia
dada.
Si la diferencia es 60, supongamos que la raíz de uno de los números
es 1 aritmo y la del otro 1 aritmo más las unidades que se quiera con
la condición de que el cuadrado de esta cantidad no exceda de la dife-
rencia dada, de modo que sea, por ejemplo, 1 aritmo y 3 unidades. Los
cuadrados serán entonces 1 cuadrado de aritmo y 1 cuadrado de aritmo
más 6 aritmos y 9 unidades y su diferencia 6 aritmos y 9 unidades, que
igualaremos a 60 unidades, lo que da para 1 aritmo el valor 8~ unidades,
que será el de la raíz del primer número, y el de la del segundo 11 ~ ;
luego los números cuadrados pedidos son: 72~ y 132~.
11. Sumar un mismo número a dos números dados de manera que
cada uno forme un cuadrado.
Si son 2 y 3 los números dados y 1 aritmo el que hay que sumar,
1 aritmo más 2 unidades y 1 aritmo más 3 unidades deben ser cuadrados.
Llamaremos doble igualdad 7 a esta expresión y la resolveremos de la
manera siguiente:
Considerando su diferencia, busquemos dos números cuyo producto
sea igual a esta diferencia, tales como 4 unidades y ~ de unidad, e igua-

6 f¡ 'tOU },otJl:oií Jl:Ac'UQU.


7 6tJl:Al) t(JÓ't1'l~'
1060 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

lemas su semidiferencia, multiplicada por ella misma, a la expreslOn me-


nor, y su semisuma, multiplicada por ella misma, a la expresión mayor.
El producto de la semidiferencia por ella misma es 225/64, que iguala-
remos a 1 aritmo y 2 unidades, lo que da el valor 97/64 para 1 aritmo, y
el producto de la semisuma por ella misma es 289/64, que igualaremos a
1 aritmo y 3 unidades, lo que da también el valor 97/64 para 1 aritmo,
y, por tanto, 97/64 es el número que hay que sumar.
Para evitar la doble igualdad podemos hacer lo siguiente:
Busquemos primeramente un número que sumado a 2 o a 3 unidades
forme un cuadrado, y entonces, si restamos estas unidades de este cua-
drado, tendremos el número buscado. Haciendo esto con 2 unidades y
restándolo de 1 cuadrado de aritmo, la diferencia será 1 cuadrado de
aritmo menos 2 unidades, y es claro que si se le aumentan 2 unidades
formará un cuadrado.
Pero es preciso, además, que si se le aumentan 3 unidades, forme
también un cuadrado, y como si se le aumentan 3 unidades resultan 1 cua-
drado de aritmo más 1 unidad, igualemos esto aun cuadrado.
Formemos el cuadrado de 1 aritmo menos una cantidad de unidades
tal que resulte un valor del cuadrado de 1 aritmo que exceda en las
unidades atribuidas a lo que ha sido restado: 2 unidades en este caso,
con lo cual quedará en cada lado una sola expresión igual a otra sola.
Sea, pues, el cuadrado de 1 aritmo menos 4 unidades, cuadrado que será
1 cuadrado de aritmo y 16 unidades menos 8 aritmos, que igualaremos
a 8 cuadrados de aritmo más 1 unidad, y sumando a uno y otro lado lo
que falta 8 y restando los semejantes de los semejantes, quedan 8 aritmos
iguales a 15 unidades, luego 1 aritmo es 15/8 y el número que hay que
sumar 97/64 9•

8 íihl<pL~, es decir, el término negativo.


9 Es extraordinario el ingenio de Diofanto para resolver este problema, cuyo
planteamiento .general es
x+a=A2, x+b=B2.

El primer método consiste en encontrar dos números m y n tales que sea


mn=a-b, teniéndose, por tanto, las dos igualdades

mn=a- b=A2- B2=(x+a)- (x+b),


mOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1061

12. Restar un mismo número de dos números dados de modo que


cada una de las diferencias sea un cuadrado.
Si queremos restar el mismo número de 9 y 21 de manera que las
diferencias sean números cuadrados, restemos un cuadrado de cada uno
de los números y tomemos el resto que, restado, será el cuadrado 10.
Si restamos de 9 unidades 1 cuadrado de aritmo, hay que restar, ade-
más, 9 unidades menos 1 cuadrado de aritmo de 21 unidades y formar un
cuadrado, en cuyo caso quedará 1 cuadrado de aritmo y 12 unidades que
igualaremos a un cuadrado.
Formemos el cuadrado de 1 aritmo menos una cantidad de unidades:
tal que su cuadrado sea mayor que 12 unidades, porque de este modo
quedará a uno y otro lado una sola expresión igual a otra sola expre-
sión. Sean, pues, 4 unidades, cuyo cuadrado será 1 cuadrado de aritmo y
16 unidades menos 8 aritmos que igualaremos a 1 cuadrado de aritmo y
12 unidades, y restando lo semejante de lo semejante, quedan 8 aritmos
que equivaldrán a 4 unidades, y, por tanto, 1 aritmo es igual a 4/8; lue-

e identificando estas dos diferencias, es

m +n ) 2 ( m-n ) 2
x+a=--2-
( , x+b= -2-- ,

de donde

x= ( ~;~ r -a= (!!:;~ f-b,


que para
a=3, b=2, m=4, n=t,

da el valor x= 97/64.
El segundo método evita la doble ecuaClOIl anterior tomando como incóg-
nita B=a, y, por tanto, x=a 2 -b, y como de la igualdad

a 2 + 1 =a2 - 2an+n 2,
deduce que es
n2 -1 15
a=---=- para n=4, x=a 2 -2=97/64.
2n 8
10 Supone, pues, que el resto es el número que hay que restar.
1062 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

go 9 unidades serán 72/8, o sea: 576/64, y restando 1 cuadrado de aritmo


16/64, queda resuelto el problema 11.
13. Restar de dos números dados un mismo número de modo que
cada una de las diferencias sea un número cuadrado 12.
14. Descomponer un número dado en dos partes y encontrar un cua-
dradoque, añadido a cada una de estas dos partes, forme un cuadrado.
Si 20 es el número que queremos descomponer en dos partes, tome-
mos dos. números tales que la suma de sus cuadrados sea menor que
20 unidades 13 y sean 2 y 3 esos números. Si se suma 1 aritmo a cada
uno de ellos, sus cuadrados serán: 1 cuadrado de aritmo más 4 aritmos
y 4 unidades y 1 cuadrado de aritmo más 6 aritmos y 9 unidades, y si de
11 Se tiene, en efecto,

576 16 560
----==--
64 14 64

12 Razonando como en el problema 11, Diofanto resuelve el 13 de dos ma-


neras: mediante una doble igualdad y evitando esta. El sistema
x-a=A2, x-b=B2,
para a= 6, b= 7, da la solución
121 5 3
X=--, A=-, B=-.
16 4 4
13Este problema, que hoy decimos de análisis indeterminado de segundo
grado, es de la forma

con la condición p2+ q 2 < a, que es superflua para que el problema solo tenga
soluciones positivas, porque también las admite negativas.
Poniendo, en efecto,

en las ecuaciones anteriores, se tiene:


x=p2+2mp, y=q2+2mq.
Sumando miembro a miembro, es
x+y=a=p2+q2+2m(p+q),
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1063

cada uno de estos cuadrados restamos 1 cuadrado de aritmo, es decir: un


cuadrado, resultarán los números pedidos que, sumados a un cuadrado,
formarán un cuadrado; pero al restar un cuadrado de aritmo, los restos
serán: 4 aritmos más 4 unidades y 6 aritmos más 9 unidades, y como la
suma de estos restos, es decir: 10 aritmos y 13 unidades, debe ser igual
a 20 unidades, 1 aritmo valdrá 7/10 y las dos partes serán 68/10 y 132/10
cuya suma es 20.
15. Descomponer un número dado en dos partes y encontrar un cua-
drado que, restado de cada una de estas dos partes, forme un cuadrado 14.
16. Encontrar dos números que estén en una razón dada y tales
que, sumando a cada uno de ellos un cuadrado dado, resulten números
cuadrados.
Si queremos que el número mayor sea triple del menor y que suman-
do 9 unidades a cada uno resulten dos cuadrados, y del cuadrado formado
por un múltiplo del aritmo aumentado en 3 unidades restamos 9 unida-
des, se tendrá uno de los números pedidos.
Suponiendo que el menor es 1 cuadrado de aritmo más 6 aritmos, el
mayor será 3 cuadrados de aritmo más 18 aritmos, y como este último
número, aumentado en 9 unidades, forma un cuadrado, se tendrá que si
se le suman 9 unidades resultarán 3 cuadrados de aritmo más 18 aritmos
más 9 unidades, todo lo cual tiene que ser un cuadrado; luego forman-
do el cuadrado de 2 aritmos menos 3 unidades, se obtiene el valor 30 unida-
des para 1 aritmo, y, por consiguiente, el número menor pedido es 1080
y el mayor 3240.
17. Encontrar tres números tales que cediendo cada uno de ellos una
fracción dada y un número dado al que le siga, resulten iguales los nú-
meros que han cedido y recibido.
18. Descomponer un número en tres partes tales que si cada una de
de donde
a_(p2+ q 2)
m
2(p+q)
y de aquí p2+q2 < a, para que sea m> 0, pero también resuelve el problema
un valor m < O.
14 Problema análogo al anterior, que, resolviéndolo por el mismo mecanis-
mo y siendo m 2 el cuadrado pedido, da para x + y = 20 los valores
76 44 625
x=-, Y=-, m 2= - -
6 6 36
1064 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

ellas cede una fracción dada y un número dado a la que le siga, resulten
iguales las partes que han cedido y recibido 15.
19. Encontrar tres cuadrados tales que la diferencia entre el mayor
y el mediano esté en una razón dada con la del mediano y el menor.
Si queremos que una de las diferencias sea triple de la otra, supon-
gamos que el cuadrado del número menor es 1 cuadrado de aritmo y el
del mediano 1 cuadrado de aritmo más 2 aritmos y 1 unidad, es decir:
el cuadrado cuya raíz es 1 aritmo y 1 unidad, el número menor tendrá
lcuadrado de aritmo, más 8 aritmos y 4 unidades, y como esto ha de ser
un número cuadrado, formemos el cuadrado de 1 aritmo aumentado en
una cantidad de unidades tal que las otras expresiones de los aritmos y
de las unidades presentadas por este cuadrado no excedan a los 8 aritmos
y 4 unidades y quede una de estas por encima y otra por debajo. Toman-
do 3 unidades, el cuadrado será 1 cuadrado de aritmo más 6 aritmos y
9 unidades, que igualaremos a 1 cuadrado de aritmo más 8 aritmos y
4 unidades, lo que da el valor 2~ unidades para 1 aritmo, y, por tanto,
el cuadrado mayor será 30~, y el menor 6~ y el mediano 12~ 16.
20. Encontrar dos números tales que el cuadrado de cada uno de
ellos, aumentado en el otro número, forme un cuadrado.
Si el primer número es 1 aritmo y el segundo 1 unidad y 2 aritmos,
a fin de que el cuadrado del primero aumentado en el segundo sea un
cuadrado, es preciso que el cuadrado del segundo aumentado en el pri-
Los problemas 17 y 18 son variantes sin interés del 22 del lib. I.
15
Si en la ecuación
16
x2_y2
---=3,
y2_z2
ponemos
z2=a 2, y2=(a+ 1)2=a2+2a+ 1,
~omo de ella se deduce que es
x2=4y z- 3z2=a2 +8a+4,
identifiquemos este valor de x 2 con un cuadrado de la forma a + a, siendo a un
número tal que la incógnita resulte positiva, y tendremos para a = 3 :
a 2 +8a+4=a2+6a+9, a=2t,
y, por tanto,

Z2= ( ~ )2=6 t .
\ 2
DIOFANTO DE ALE]ANDRIA.-ARITMETICA 1065

mero sea también un cuadrado; pero el cuadrado del segundo aumentado


en el primero es igual a 4 cuadrados de aritmo más S aritmos y 1 unidad,
que debe ser un cuadrado.
Forniemos el cuadrado de 2 aritmos menos 2 unidades, es decir, 4 cua-
drados de aritmo y 4 unidades menos 8 aritmos, resultando entonces que
1 dritmo vale 3/13, que será el primer número, siendo entonces el se-
gundo 19/13 17.
21. Encontrar dos números tales que el cuadrado de cada uno de
ellos, disminuido en el otro número, forme un cuadrado 18.
22-23. Encontrar dos números tales que el cuadrado de cada uno de
aUmentadO}
ellos, { . o . en la suma de los dos números, forme un cuadrado 19.
dzsmznuzdo
24-25. Encontrar dos números tales que el cuadrado de su suma~
íí aumentada}
. . . . . en cada uno de ellos, forme un cuadrado 20.
e dzsmznuzdo
17 Este indeterminado problema de segundo grado,
x 2 +y=a2, y2+x=b 2,
lo determina Diofanto mediante la relación lineal y 0--,2 + x, y la solución es
3 19 16 20
y=--, a=-- b=--
x=13' 13 13' 13
18 Problema análogo al anterior y resuelto del mismo modc,.
19 La solución del sistema
x 2 ±(x+y)=a2, y2±(x+y)=b2
con la condición x=y+l, es
x= ) 10/8, _ {2/
y- 2 .1.8.,
( 3~-, 2•

20 El sistema es, en este caso,


(x+ y)2±x=a2,
con las ecuaciones de condición en el ejemplo
3a2 \ 8a2, {a 2.
x= { 12",2', y= i , (x+y)Z= 2
"'" e7a~, 16a.
de las que se deduce
r
3/121, r8/121.
x=( 192/361, y= ( 1121361.
1066 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO Il

aumentado J
26-27.
f
Encontrar dos números tales que su producto, " . "
dzsmmuzdo
en cada uno de ellos, forme un cuadrado, y la suma de las raíces de los
cuadrados sea dada.
Si esta suma es S61 1 el número mayor sa~m~nt~do 1en
1 unidad cuá-
(55 (dIsmmUIdo 5
( aumentadO}
druple del menor, el producto de los dos { en el menor for-
\.. disminuido
ma un cuadrado y suponemos que el menor es 1 aritmo, el mayor será
menos)
4 aritmos { , (1 unidad, resulta que el producto de los dos núme-
mas)
aumentado-
ros d" . 'd en el menor es un cuadrado.
f IsmmUI o 5
También tiene que ser cuadrado el producto de los dos números
f a~m~nt~do 1en el mayor y la suma de las raíces ser f 6 {; pero el pro-
( dISmInUIdo 5 (5 5
aumenta
d
01
ducto de los dos números " "
f
dIsmmUIdo
en el mayor es igual a 4 cuadra-
más 3 aritmos más 1 unidad 1
dos de aritmo { que igualaremos al
menos 3 aritmos menos 1 unidad
cuadrado cuya raíz es {~} unidades menos 2 aritmos, resultando enton-

J [
37/27 , que es el número menor, siendo 121/27}
1
ces que 1 aritmo vale
el mayor.
f26/17 121 17
28-29. Encontrar dos números cuadrados tales que su producto,

{ disminuido,
1
aumen.tado en ca da uno de ellos, forme un cuadrado 21.

21 El sistema es

Poniendo y2= 1 en el problema 28 resulta que debiendo ser x 2+ 1 un cua-


drado, satisfacen la segunda condición los números
3 16
X=-, y2=1=-,
4 16
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1067

30. Encontrar dos números tales que su producto, aumentado o dis-


mínuido en su suma, forme un cuadrado.
Puesto que la suma de los cuadrados de dos números cualesquiera
aumentada en el doble producto de estos números, forma un cuadrado,
tomando los números 2 y 3, es claro que la suma de sus cuadrados au-
mentada en el doble producto de ellos, o sea: 25, es un cuadrado, y si de
la suma de los cuadrados se resta el doble producto de los números, el
resto 1 es también un cuadrado.
Sea, pues, el producto de los números 13 cuadrados de aritmo, de
modo que si uno de los números es 1 aritmo, el otro será 13 aritmos y
su producto 13 cuadrados de aritmo que, aumentados o disminuidos en
12, forman un cuadrado; luego es preciso que 12 cuadrados de aritmo
equivalgan a la suma de los números, y como esta suma es 14 aritmos,
los 12 cuadrados de aritmo valen 14 aritmos, y, por tanto, 1 aritmo es
14/12, es deéir: 7/6, que será el primer número, y, por consiguiente,
91/6 el segundo.
31. Encontrar dos números iguales a un cuadrado 22 y tales que su
producto, aumentado o disminuido en su suma, forme un cuadrado.
Puesto que si se tienen dos números uno de los cuales es doble del
otro, la suma de sus cuadrados, disminuida o aumentada en el doble pro-
ducto de los números, es un cuadrado, tomemos los números 4 y 2, y si

pero no la primera, y entonces Diofanto, operando también con x2 =9J¡6' en-


cuentra

tales que, siendo

es
18 7 18·25 7·30
X=-,
Y=24' a=---, b = - -
24 24·24 24·24
Análogamente, operando en el problema 29 con x2 = 1, y 2 =25/z6, obtiene
17 10 269 100
y2= _ _.
x=- y=-, x 2=--,
8' 8 64 64
22 (OOU¡; "tE'tQO:YOOV,!,, frase que hay que interpretar como "números cuya suma
es igual a un cuadrado".
1068 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

operamos con cuadrados de aritmo, el producto de los dos números es 20


cuadrados de aritmo, y como su suma es 16 cuadrados de aritmo, resulta
que si uno de los números es 2 aritmos y el otro 10, su suma es 12 arit-
mas, y como esta suma es también 16 cuadrados de aritmo, 1 aritmo
vale 12/16, es decir: 3/4 y, por tanto, el primer número es 6/4 y el se-
gundo 30/4.
32-33. Encontrar tres números tales que el cuadrado de cada uno de
aumentado I
ellos, . . . 5en el número que le sigue, forme un cuadrado 23.
f
dzsmznuzdo
34. Encontrar tres números tales que el cuadrado de cada uno de
ellos, aumentado en la suma de los tres, forme un cuadrado.
Puesto que si un número se divide por otro y si tomando el número
de la división se resta el menor del mayor de los números: el divisor y el
de la división, el cuadrado de la mitad del resto aumentado en el número
inicial propuesto, forma un cuadrado 24, supongamos que la suma de los

23 Empleando nuestro simbolismo actual. Diofanto impone para resolver el


doble sistema
P2
z2+ X = '
-
f2
c,
las condiciones
a<b<c, b=2a±1, c=2b±1,
de las que deduce las identidades
a2 ±b=(a±1)2, b 2 ±c=(b±1)2,
y poniendo
\y=2x+l, z=2y+l=4x+3,
(x= a+l, y=2a+l, z=4a+l,
es
p2=(4x+ 3)2+ x =(4x - 4)2,
c2 = 25a2,a= 7/9;
de donde
x= ).7/57, _ ) 71/57, z= r199/57.
( 16/9, y- (23/9, ( 37/9.
24 Es, en efecto,
m-n
( -- -
)2( m+n )2
+mn= - - - .
2 2
DlOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1069

tres números es una cantidad de cuadrados de aritmo que tenga tres di-
visores. Sea 12 esta cantidad a la cual 1 unidad la divide según 12,
2 unidades según 6 y 3 unidades según 4.
Si se resta un divisor del número que resulte de la división y se toma
la mitad del resto y el primero de los tres números es 5~, el segundo
será 2 y el tercero ~, y es claro que el cuadrado de cada uno aumentado
en 12, forma un cuadrado, a saber: 12X, 16 y 42X.
Expresando los números en aritmos, es decir: que el primero tenga
S~ aritmos, el segundo 2 y el tercero ~, la suma de los tres números
tiene que ser igual a 12 cuadrados de aritmo, y como dicha suma es
8 aritmos, resulta que 8 aritmos valen 12 cuadrados de aritmo, y, por
tanto, 1 aritmo es igual a 4/6; luego el primer número es 22/6, el se-
gundo 8/6 y el tercero 2/6.
35. Encontrar tres números tales que el cuadrado de cada uno de
ellos, disminuido en la suma de los tres, forme un cuadrado.
Consideremos, como antes, un número que tenga tres divisores y sea
también 12. Sumando un divisor al número que resulte de la división y
tomando la mitad, supongamos los tres números 6~, 4 y 3~ aritmos,
cada uno de cuyos cuadrados, disminuido en el primero, es un cuadrado.
Puesto que la suma de los tres números es 12 cuadrados de aritmo
y dicha suma vale 14 aritmos, 1 aritmo es 7/6; luego el primer número
será 45~/6, el segundo 28/6 y el tercero 24~/6.

LIBRO 111

1. Encontrar tres números tales que el cuadrado de cada uno de


ellos, restado de la suma de los tres números, forme un cuadrado.
2. Encontrar tres números tales que el cuadrado de su suma, aumen-
tado en cada uno de ellos, forme un cuadrado.
3. Encontrar tres números tales que el cuadrado de la suma de los
tres, disminuido en cada uno de ellos, forme un cuadrado.
4. Encontrar tres números tales que el cuadrado de la suma de los
tres, restado de cada uno de ellos, forme un cuadrado l.

1 La analogía de estos cuatro problemas con los 34 y 35 del lib. Il permite


dudar de su autenticidad.
1070 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

5. Encontrar tres números que valgan un cuadrado 2 y tales que, to-


mados en dos en dos, excedan al otro número en un cuadrado.
Suponiendo que la suma de los tres números es igual al cuadrado
cuya raíz es 1 aritmo y 1 unidad, es decir: 1 cuadrado de aritmo más
2 aritmos y 1 unidad, y que el primer número, aumentado en el segundo,
excede al tercero en 1 unidad, el tercero será ~ cuadrado de aritmo más
1 aritmo.
Si el segundo, aumentado en el tercero, excede al primero en un cua-
drado y este exceso es 1 cuadrado de aritmo, el primer número será 1 arit-
mo y ~ unidad, y el número restante tendrá ~ cuadrado de aritmo y
1 unidad.
Es preciso, finalmente, que' el primer número aumentado en el tercero
exceda al segundo en un cuadrado, y como el primero, aumentado en el
tercero, cede al mediano en 2 aritmos, que deben ser un cuadrado, es
decir: 16 unidades, 1 aritmo vale 8 unidades, y, por tanto, el primer nú-
mero es 8~, el segundo 32~ y el tercero 40 3•
2 Es decir, que su suma sea un número cuadrado.
3 Diofanto resuelve el sistema indeterminado
x+y+z=a2, x+y- z=b 2, y+z-x=c2, z+x- y=d2, [lJ
imponiendo la condición arbitraria
x+y+z=(a+ 1)2= a 2 + 20:+ 1 [2]
a la primera ecuación, y x + y - z = 1 a la segunda.
Restando estas dos ecuaciones de condición, es
z=t 0:2+ a , [3J
y, por último, satisfaciendo la tercera ecuación del sistema mediante la igualdad
y +z - x = a 2, la diferencia entre esta condición y la primera, se tiene:
x=a+t [4]
Poniendo en [21 los valores [3] y [4] de z y x, resulta:
y=t a 2 +!-, [5]
y -llevando a la cuarta ecuación del sistema los valores [3], [4} y [5], es 2a= cf2,
que, para d2= 16, da a= 8, y, por tanto,
x=8t, y=32t, z=4üt.
Sigue otra solución más elegante que la anterior; pero como su redacción
difiere de la que caracteriza a Diofanto, se cree apócrifa.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1071

6. Encontrar tres números que valgan un cuadrado y tales que, to-


mados de dos en dos, formen un cuadrado.
Suponiendo que la suma de los tres números es 1 cuadrado de aritmo
más 2 aritmos y 1 unidad y que el primero, aumentado en el segundo,
valga 1 cuadrado de aritmo, el tercero tendrá 2 aritmos y 1 unidad, y
puesto que queremos que el segundo número, aumentado en el tercero,
forme un cuadrado, sea 1 cuadrado de aritmo más 1 unidad menos 2 arit-
mos, cuya raíz es 1 aritmo menos 1 unidad.
Como la suma de los tres números es 1 cuadrado de aritmo más 2 arit-
mos y 1 unidad, el primer número restante tendrá 4 aritmos; pero el
primer número añadido al segundo se ha supuesto igual a 1 cuadrado de
aritmo; luego el segundo será 1 cuadrado de aritmo menos 4 aritmos.
Es preciso aún que el primer número, tomado con el tercero, es decir:
6 aritmos y 1 unidad, forme un cuadrado, de modo que si tiene 121 uni-
dades, 1 aritmo tendrá 20, y, por tanto, el primer número será 80, el
segundo 310 y el tercero 41 4.
7. Encontrar tres números en igual diferencia 5 y tales que, tomados
de dos en dos, formen un cuadrado.
Busquemos primeramente tres números cuadrados en igual diferencia
y tales que su semisuma sea mayor que cada uno de ellos.
Supongamos que el primer número [cuadrado] es 1 cuadrado de aritmo
y el segundo 1 cuadrado de aritmo más 2 aritmos y 1 unidad. Si añadimos
estos 2 aritmos y 1 unidad al segundo número, el tercero será 1 cua-
drado de aritmo más 4 aritmos y 2 unidades.
Igualando esto al cuadrado cuya raíz es 1 aritmo menos 8 unidades,
se obtiene un cuadrado: 1 cuadrado de aritmo y 64 unidades igual a
1 cuadrado de aritmo más 4 aritmos y 2 unidades, y, por tanto, 1 aritmo
vale 62/20 , o sea: 31/ 10 ; luego el primer número es 961, el segundo 1.681
y el tercero 2.401, que resuelven el problema, es decir: que tres cuadrados
están en igual diferencia y su semisuma es mayor que cada uno de ellos.
Volvamos ahora a lo propuesto al principio: encontrar tres números
en igual diferencia y tales que, tomados de dos en dos, formen un cua-
drado.
Buscando. primeramente tres cuadrados en igual diferencia, acabamos
de encontrar que estos cuadrados son: 961 el primero, 1.681 el segundo y

4 En algunos ms. sigue otra solución, que, por lo mismo que antes, no debe
de ser de Diofanto, sino de un comentador griego.
s Es decir, que sea x-y=y-z.
1072 CIENTIFICOS GRIEGOS.----;-TOMO 11

2.401 el tercero, y, por consiguiente, el primer número aumentado en el


segundo tiene que ser 961; el segundo, junto con el tercero, 2.401, y el
tercero, sumado al primero, 1.681.
Suponiendo que la suma de los tres números es 1 aritmo, si le restamos
las 961 unidades que vale la suma del primero y el segundo, tendremos
el tercero; si le restamos 2.401, que tienen el segundo y el tercero, ten-
dremos el primero, y, por último, si le restamos 1.681, tendremos el
segundo número, y como la suma de los tres es 1 aritmo, este vale 2.521~,
y el primer número será 120~, el segundo 480~ y el tercero 1.560~,
y queda resuelto el problema.
8. Encontrar, respecto de un número dado, otros tres de modo que
la suma de dos cualesquiera de ellos, aumentada en el número dado,
forme un cuadrado, y que la suma de los tres, aumentada en el número
dado, forme también un cuadrado.
Sea 3 el número dado y la suma de los dos primeros 1 cuadrado de
aritmo más 4 aritmos y 1 unidad, a fin de que sumando 3, resulte un
cuadrado, y la suma de los dos números siguientes 6, sea 1 cuadrado
de aritmo más 6 aritmos y 6 unidades y la de los tres números 1 cuadrado
de aritmo y 13 unidades para que estas sumas, aumentadas en 3 unidades,
formen también cuadrados.
Puesto que la suma de los tres números es 1 cuadrado de aritmo más
8· aritmos y 13 unidades y la de los dos primeros 1 cuadrado de aritmo
más 4 aritmos y 1 unidad, se deduce que el tercer número tiene 4 aritmos
y 12 unidades; y como la del segundo y tercero es 1 cuadrado de aritmo
más 6 aritmos y 6 unidades, el primer número tendrá 2 aritmos y 7 unida-
des; pero el primero, aumentado en el segundo, es 1 cuadrado de aritmo
más 4 aritmos y 1 unidad; luego el segundo número tendrá 1 cuadrado
de aritmo más 2 aritmos menos 6 unidades.
Finalmente, el primer número, agregado al tercero, y aumentado en
3 unidades, forma también un cuadrado, e igualando esta suma, que
vale 6 aritmos y 22 unidades, a un cuadrado como 100, 1 aritmo tendrá
13 unidades, y el primer número será 33, el segundo 189 y el tercero 64 7.
6 Es decir, el segundo y el tercero.
7 El sistema es
x+y+z+ 3=a2, x+y+3=b2,
y+z+3=c2, z+x+3=d2,
Poniendo
x + y = cff + 40: + 1, [1]
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-'--c-ARITMETICA 1073

9. Encontrar, respecto de un número dado, otros tres de modo que


la suma de dos cualesquiera de ellos, disminuida en el número dado, forme
un cuadrado, y que la suma de los tres, .disminuida en el número dado,
forme también un cuadrado s.
10. Encontrar tres números tales que el producto de dos cuales-
quiera de ellos, aumentado en el número dado, forme un cuadrado 9.
se verifica la segunda ecuación, que se convierte en
b 2=(a+2)2.
Haciendo luego
[2]
se satisface la tercera condición, que da
c2=(a+ 3)2,
y, por último,. para
x+y+z=a2 +8a+13, [3]
la primera ecuación es

Restando de [3], [2] y [1]:


x=2a+7, z=4a+12;
poniendo el valor de x en [1], es
y=aJ+2a- 6,
y llevando los de x y z a la cuarta ecuación del sistema y poniendo d2= 102, es
6a + 22 = 100, a = 13,
y, por tanto,
x=33, y=189, z=64.
8 Este problema, análogo al anterior, se resuelve por el mismo mecanismo.
9 Para disminuir la indeterminación del sistema
xy+n=a2, yz+n=b 2, zx+n=c2,
el aritmético alejandrino pone
n= 12, a2 = 25, b2 = 16;
toma un aritmo auxiliar a que verifique las dos primeras ecuaciones
1
x=13a, y=-, z=4a,
a
1074 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

11. Encontrar tres números tales que el producto de dos cualesquiera


de ellos, disminuido en un número dado, forme un cuadrado 10.
12. Encontrar tres números tales que el producto de dos cualesquie-
ra de ellos, aumentado en el otro, forme un cuadrado.
Puesto que queremos que el producto de los dos primeros números,
aumentado en el tercero, sea un cuadrado, se deduce que si, eligiendo
un cuadrado, suponemos que el tercer número es una parte de este cua-
drado y el producto del primero por el segundo la parte restante, satis-
faremos una de las condiciones.
Suponiendo que este cuadrado se forme con 1 aritmo y 3 unidades,
tendrá 1 cuadrado de aritmo más 6 aritmos y 9 unidades, y si admitimos
que el tercer número es 9, el resto, o sea: el producto de los dos primeros

y, por tanto,

y los tres números pedidos son: 2, 2 Y l/8.


10 En el sistema
xy-n=a2, yz-n=b 2, zx-n=c2,

para n=10, a2 =4, b2 =9, se tiene:


1
xy= 14, x= 14a, y=-,
a
1
yz= 19, z= 19a, y=-,
a
de donde

ecuación que para que tenga soluciones racionales, Diofanto sustituye los nú-
meros 14 y 19 por otros cuadrados cuya suma sea también un número cua-
drado. Haciendo, pues,
x=(30Ha, y=(12t)a,
se tiene:
5929a2 ~ 160a= 16c2,
y, finalmente,
41 124(}l- 77 S02!-
a=-, x=---, y=- z=--
77 77 41' 77
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1075

números, tendrá 1 cuadrado de aritmo y 6 aritmos, y entonces si el


primer número es 1 aritmo, el segundo será 1 aritmo y 6 unidades; y
como el producto del segundo por el tercero, aumentado en el primero,
es decir: 10 aritmos y 54 unidades, tiene que ser cuadrado, y el del ter-
cero por el primero, aumentado en el segundo, o sea, 10 aritmos y 6 uni-
dades, tiene que ser también un cuadrado, resulta una doble ecuación,
siendo la diferencia de ambas 48 unidades. Hay que encontrar, pues,
dos cuadrados cuya diferencia sea 48 unidades, lo cual es fácil y se con-
sigue de infinitas maneras.
Si el cuadrado menor es 16 y el mayor 64 y se resuelve la ecuación
con respecto a uno u otro de estos cuadrados, tendremos el valor de
1 aritmo porque, en efecto, suponiendo que las 64 unidades del cuadrado
mayor equivalgan a 10 aritmos y 54 unidades, resulta que 1 aritmo es
igual a 1 unidad, y si suponemos que las 16 unidades del cuadrado menor
valgan 10 aritmos y 6 unidades, resulta también que 1 aritmo es igual a
1 unidad, y, por consiguiente, el primer número será 1, el segundo 7 y el
tercero 9.
'13. Encontrar tres números tales que el producto de dos cualesquiera
de ellos, disminuido en el otro, forme un cuadrado.
Si el primer número es 1 aritmo y el segundo 1 aritmo más 4 unidades,
el producto será 1 cuadrado de aritmo más 4 aritmos, y como este pro-
ducto, disminuido en el tercer número, debe formar un cuadrado, si
suponemos que este tercer número es 4 aritmos, se satisface una de las
condiciones.
El producto del segundo número por el tercero, disminuido en el pri-
mero, también debe formar un cuadrado, lo mismo que el tercero por el
primero, disminuido en el segundo; y como el producto del segundo por
el tercero, disminuido en el primero, tiene 4 cuadrados de aritmo más
15 aritmos, que valen un cuadrado y el producto del tercero por el
primero disminuido en el segundo, tiene 4 cuadrados de aritmo menos
1 aritmo menos 4 unidades, que valen también un cuadrado, resulta
una doble ecuación y buscando dos números cuyo producto sea 16 arit-
mos y 4 unidades, que es la diferencia de las dos ecuaciones, esos nú-
meros serán 4 unidades y 4 aritmos más 1 unidad, y, por tanto, el pro-
ducto de la semisuma de estos números por sí misma es el cuadrado
mayor y el de la semidiferencia por sí misma el del menor, de donde se
deduce que 1 aritmo vale 25/ 2fJ , que es el primer número, 105/2fJ el segundo
y 100120 el tercero.
1076 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

14. Encontrar tres números tales que el producto de dos cualesquiera


de ellos, aumentado en el cuadrado del otro, forme un cuadrado.
Suponiendo que el primer número es 1 aritmo, el segundo 4 aritmos
y 4 unidades y el tercero 1 unidad a fin de satisfacer dos condiciones, es
preciso que el producto del tercero por el primero, aumentado en el
cuadrado del segundo, forme un cuadrado, y como ese producto, aumen-
tado en el cuadrado del segundo- número, es 16 cuadrados de aritmo más
33 aritmos y 16 unidades, igualando esto al cuadrado cuya raíz es 4 arit-
mas menos 5 unidades, es decir: 16 cuadrados de aritmo y 25 unidades
menos 40 aritmos, resulta entonces que 1 aritmo es 9/73 ; luego el primer
número es 9, el segundo 328 y el tercero 73 11.
15. Encontrar tres números tales que el producto de dos cualesquiera
de ellos, aumentado en la suma de estos dos, forme un cuadrado.
Puesto que el producto de dos cuadrados cualesquiera consecutivos,
aumentado en su suma, es un cuadrado, supongamos que el primer número
es 4 y el segundo 9, cuyo producto 36 aumentado en su suma forma un
cuadrado 12. Es preciso que el producto del segundo por el tercero, aumen-
tado en su suma, y el del tercero por el primero, aumentado también
en su suma, sean números cuadrados.
Si el tercero es 1 aritmo, el producto del segundo por el tercero,
aumentado en su suma, tendrá 10 aritmos y 9 unidades iguales aun
cuadrado, y el producto del tercero por el primero, aumentado en su
suma, 5 aritmos y 4 unidades, iguales a un cuadrado, resultando entonces
una doble ecuación cuya diferencia es 5 aritmos y 5 unidades.
Dos números, cuyo producto sea 5 aritmos y 5 unidades, es decir:
esta diferencia, son: 1 aritmo más 1 unidad y 5 unidades; luego se ten-
drá, como antes, que la semisuma de estos números, multiplicada por
11 El sistema es

con las ecuaciones de condición


x=a, y=4a+4, z=1=73j73.
12 La identidad

para a2 =4, (a+l)2=9, da, en efecto,


36 +4+ 9= 49= 72=(4+2+ 1)2.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1077

ella misma, es el cuadrado mayor y la semidiferencia, multiplicada por


ella misma, el cuadrado menor, y como 1 aritmo vale 28 unidades, el
primer número es 4, el segundo 9 y el tercero 28 13.
16. Encontrar tres números tales que el producto de dos cualesquiera
de ellos, disminuido en la suma de estos dos, forme un cuadrado.
Si suponemos, como en el problema anterior, que el primer número
es 1 aritmo y el segundo tiene las unidades que queramos, no conseguire-
mos nada, y para tener una cantidad de aritmos que esté con otra en la
razón de un cuadrado a otro cuadrado, tendremos que buscar dos números
tales que su producto, disminuido en su suma, forme un cuadrado.
Puesto que si un número tiene 3 unidades más que otro y es cuádruple
de este, los números inferiores a estos en 1 unidad son entre sí como
un cuadrado a otro cuadrado, si el primer número es 1 aritmo más 1 uni-
dad y el segundo 4 aritmos más 1 unidad, su producto, disminuido en

13 En el sistema
xy+(x+y)=a2 , yz+(y+z)=b 2 , zx+(z+x)=c2 ,

y teniendo en cuenta la nota anterior, si se pone z = a, las ecuaciones segunda


y tercera se convierten en
IOa+9=b 2, 5a+4=c2,
de donde

y poniendo
b+c=a+l, b-c=5,
se tiene:
a-4
c2 = ( - - -
)2 ,
2
y, por tanto,
a+6
IOa+9= ( - 2 -
)2, a-4
5a+4= ( -2--
)2,
ecuaciones ambas que dan el mismo valor x= 28, y, por consiguiente, es
x=4, y=9, z=28.

Sigue otro método que se considera apócrifo por no ajustarse al caracterís-


tico mecanismo diofántico.
1078 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

su suma, es 4 cuadrados de aritmo menos 1 unidad e igualando esto al


cuadrado cuya raíz es 2 aritmos menos 2 unidades, es decir: a 4 cua-
drados de aritmo y 4 unidades menos 8 aritmos, 1 aritmo vale 5/S,y,
por tanto, el primer número es 13/s Y el segundo 28/8, quedando satisfecha
una de las condiciones.
Suponiendo ahora que el tercer número es 1 aritmo, el producto del
segundo por el tercero, es decir: 3 ~ aritmos, disminuido en su suma,
o sea: en 1 aritmo y 3~ unidades es 2~ aritmos menos 3~ unidades,
que deben ser un cuadrado.
El cuádruple de esta expresión es 10 aritmos menos 14 unidades y
el producto del tercer número por el primero 13/8 aritmos que, disminuido
en la suma de estos números, es 5/8 de aritmo menos 13/8 unidades, que
deben ser un cuadrado.
Tomando 16 veces esta expresión resultan 10 aritmos menos 26 unida-
des, que difieren de la expresión anterior en 12 unidades, las cuales son
el producto de 2 por 6 unidades, cuya semisuma, multiplicada por ella
misma, es 16 unidades, que son iguales a la expresión mayor, es decir:
a 16 aritmos menos 14 unidades, o 24/8, que será el valor del tercer número,
y como hemos obtenido 13/S para el primero y 28/ 8 para el segundo, queda
resuelto el problema 14.

14 Para resolver el sistema


xy-(x+y)=a2, yz-(y+z)=b2 , zx-(z+x)=c2,

Diofanto busca dos números auxiliares Xl e yl que cumplan las condiciones


x'-l m2
x'y' -(x' +y')=p2, ---=--,
y' -1 n2
la segunda de las cuales se satisface para
x' = y + 1, y' = 4y + 1,
puesto que es
y+1-1 1 1
4y+1-1 4 22
Poniendo
p2=(2y- 2)2,

la primera condición se convierte en


(y+ 1) (4y+ 1)- (y+ 1 +4y+ 1)=(2y- 2)2,
mOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1079

aUmentadO}
17-18.
Encontrar dos números tales que su producto {
disminuido
en su suma y en cada uno de ellos, forme un cuadrado 15.
de donde y=5/8, y, por tanto,
x' = 13/8, y" = 28/8= 3t,

valores que satisfacen la primera ecuación del sistema, que es idéntica a la pri-
mera condición. Haciendo, pues,
x= 1318, y= 3!-, z=a,
las ecuaciones segunda y tercera del sistema se transforman en
Zta- 3!=b2, 5/8a-13/8=c2.
Multiplicando por 4 y 16:
lOa-14=4b 2=b'2, lOa - 26= 16c2=e'2;
restando:
b'2 - e'2= (b' + e') (b' - e') = 12= Zx 6,
y poniendo
b' +e' =6, b' -c'=2,
sale

de donde ex = 3, y, por consiguiente,


24 13 28
z=3=-, x=-, y=3t=-
8 8 8
15 Partiendo de la identidad
a(4a-1)+a= (2a)2,
{ a(4a - 4) - (4a- 4)=(2a- 2)2,

.Y poniendo
a, 4a-l,
x- {
a+l,
y=
f4a,
Diofanto resuelve el sistema
xy±(x+y)=aZ, xy±x=bz,xy±Y=c2
1080 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 1I

19. Encontrar cuatro números tales que el cuadrado de la suma de


los cuatro, aumentado· o disminuido en cada uno de ellos, forme un
cuadrado.
Puesto que el cuadrado de la hipotenusa de todo triángulo rec-
tángulo, aumentado o disminuido en el doble producto de los lados del
ángulo recto, forma un cuadrado, busquemos primeramente cuatro trián-
gulos rectángulos de igual hipotenusa que equivalgan a descomponer
[cuatro veces] un cuadrado en dos cuadrados, lo cual sabemos hacer
de infinitos modos 16, y tomemos los dos triángulos rectángulos de meno-
res lados: 3, 4, 5 Y 5, 12, 13.
Multiplicando cada uno de los números elegidos por la diferencia del
otro triángulo 17,el primer triángulo será 39, 52, 65 Y el segundo 25, 60,
65, que son rectángulos y tienen igual hipotenusa 18; Y como 65 se des-
compone naturalmente en cuadrados de dos maneras: 16,49 y 64,1 Y es el
producto de 13 por 5, que se descompone también en dos cuadrados 19,
tomemos las raíces 7 y 4 de los números elegidos 49 y 16 y, formando
con ellas un triángulo rectángulo, este triángulo será 33, 56, 65 Y haciendo
10 mismo con las raíces 8 y 1 de los otros dos números 64 y 1, for-
memos el triángulo 16, 63, 65 20, Y obtendremos así cuatro triángulos
rectángulos cuyas hipotenusas son iguales.
Volviendo al problema inicial y suponiendo que la suma de los cua-
tro números vale 65 aritmos y que cada uno de ellos tiene una cantidad
de cuadrados de aritmos cuádruple del área, el primer número ten-

por su método característico y obtiene:

x= {65/224, y= r36/224.
2* ( 5.
16 Vid. supra, Il, 8.
17 Es decir, los valores de los catetos del primer triángulo por el de la hi-
potenusa del, segundo, y viceversa.
18 Se tiene, en efecto,

19 Puesto que es

20 El teorema de Pitágoras a2 =b 2 +c2 equivale, en efecto, a la identidad


(m 2+ n 2)2= (m 2 - nl)2 + (2mn)2,
DIüFANTü DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1081

drá 4.056 cuadrados de aritmo, el segundo 3.000, el tercero 3.696 y el


cuarto 2.016, cuya suma es 12.768 cuadrados de aritmo, igual a 65 arit-
mos; luego 1 aritmo vale 65 fracciones de 12.768 unidades, y, por con-
siguiente, el primer número es 17.136.600 unidades, el segundo 12.675.000
afectadas del mismo denominador, el tercero 15.615.600 unidades con
el mismo denominador, y el cuarto 8517.600 unidades con el mismo
denominador que es 163.021.824 unidades 21.
20-21. Descomponer un número en dos partes y encontrar un cua-
diSminUidO}
drado que { en cada una de las partes, forme un cuadrado.
aumentado
Si el número dado tiene f~~} unidades, supongamos que el cuadra-

y para m = {:}, n = { : }, resulta

a=65, b= ) 56, c= )' 33.


( 63, ( 16.
21 Para resolver el sistema
x=a2
-b 2
x+y+z+t± y- 2
) z=c
t=d2

Diofanto acude por primera vez en su obra a la representación geométrica, bus-


cando triángulos rectángulos de lados racionales que satisfagan el teorema de
Pitágoras p2=q2+ r2, de donde
p2±2qr= q2 +r2± 2qr= (q +r)3,

y utilizando la identidad

que citamos en la nota anterior, elige cuatro triángulos de hipotenusa 65 y ca-


tetos 39-52, 25-60, 33-56 Y 16-63, define el aritmo a por la condición
x+y+z+t=65a,

establece los cuádruples. de las áreas de los cuatro triángulos:


x= 2·39· 52a 2=4056a2, y= 2·25·600'2= 30000'2,
z= 2· 33· 56a 2= 36960'2, t= 2·16 ·630'2= 20160'2,
1082 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

do pedido es 1 cuadrado de aritmo más 2 aritmos y 1 unidad. Si {:e}

este cuadrado se )" restan { 2 aritmos y )" 1 1 unidades, queda un cua-


tsuman5 35 t
drado. y si se le
un cuadrado.
t::: J 4 aritmos f.~.; ':;~~~~~"J. resulta también

Si el primer número tiene 2 aritmos y f~ }. unidades y el segundo


4 aritmos f.;.~.~~;~~~~~. J. la suma de los dos números debe ser un

cuadrado, y como esta suma es 6 aritmos y {1


11} unidades, y debe ser

igual a f~~ 1unidades, 1 aritmo vale l~ unidades; luego el primer

número es f:}, el segundo f:4} y el cuadrado pedido 6~.

LIBRO IV

1. Descomponer un número dado en dos cubos cuya suma de raíces


sea dada.
Si el número es 370 y la suma de las raíces 10, supongamos que la
raíz del primer cubo es 1 aritmo y 5 unidades, o sea: la mitad de la suma
de las raíces. Por tanto, la raíz del otro cubo será 5 unidades menos

de donde, sumando,
x+y+z+t= 12.768a2 =65a,
es a= 65/12.768, y, por tanto,
1.713.600 12.675.000
x----- y= ,
-163.021.824' 163.021.824
15.615.600 8.517.600
z ,
163.021.824 163.021.824'
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1083

1 aritmo; luego la suma de los cubos valdrá 30 cuadr,ados de aritmo más


250 unidades que igualaremos a las 370 unidades del número dado, de
donde se deduce que 1 arítmo tiene 2 unidades; la raíz del primer
cubo tendrá entonces 7 y la del segundo 3, y, por consiguiente, los cu-
bos será 343 y 27 1•
2. Encontrar dos números tales que su diferencia sea dada y también
la de sus cubos 2.
3. Multiplicar un mismo número por un cuadrado y por la raíz de
este, de modo que la raíz produzca un cubo y el cuadrado de la raíz del
cubo.
Suponiendo que el cuadrado es 1 cuadrado de arítmo, su raíz será
1 aritmo, y si el número que hay que multiplicar es 1 cubo de inversos
del aritmo, como 8, multiplicando este número por 1 cuadrado de aritmo
resultarán 8 aritmos, y multiplicándolo por 1 aritmo, resultarán 8 unida-
des, y como queremos que los 8 arítmos sean la raíz cúbica de las 8 uni-
dades, 2 unidades tendrán 8 aritmos, 1 aritmo valdrá 2/8 y el número que
hay que multiplicar 32. Para quitar los denominadores tomaremos para
1 aritmo el valor ~.
Volviendo a 10 propuesto, el cuadrado será 1/16; su raíz ~ y el número
que hay que multiplicar 32 porque si 1 aritmo es ~, su inverso es
4 unidades y la prueba es evidente 3.

1 Con nuestro simbolismo actual:

J
x=a+5 (a+ 5)3+(5 - a)3= 30a2 +250= 370,
y=5-a
de donde
a=2, x=7, y=3.
2 Razonando, como antes, para
x-y=6, x3_y3=504,
se tiene:
a=5, x=8, y=20.
3 Problema indeterminado de primer grado de la forma
x2y=a, xy=a2,
1084 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

4. Sumar un mismo número a un cuadrado y a su raíz y formar las


mismas cosas 4.
5. Sumar un mismo número a un cuadrado y a su raíz y formar lo
inverso 5.
6. Sumar un mismo número a un cubo y a su raíz y formar las mis-
mas cosas 6.
7. Sumar un mismo cuadrado a un cubo y a un cuadrado y formar
lo inverso 7.
8. Sumar un mismo número a un cubo y a su raíz y formar las mis-
mas cosas.
cuya indeterminación desaparece poniendo
8
x2 =a2, y=-
a
4 Es decir, un cuadrado y la raíz de este. El sistema
x 2 +y=a2, x+y=a,
con la condición y= 3x2,
da x= 1/3, y= 3/9.
5 Quiere decir lo inverso de antes, o sea, formar una raíz y el cuadrado de
esta, de modo que el sistema es ahora
x 2 +y=a, x+y=a2,
al que impone la condición y=4x2 -x, obteniéndose
3 21
x=-, y=-
5 25
6 Un cubo y un cuadrado, y para resolver el sistema
x3+z2 =a3, y2+ z2=b 2,
utiliza la identidad que hemos citado en la nota 24 de 1I, 34, y, con la con-
dición y= 9x2, pone z2= 16a 2, y obtiene
1>6 4.096 2.304 .4.096
a=-, x 3 =---, y2=--_ z2= _ _-
7 343 49 ' 49
7 Un cuadrado y un cubo, y resuelve el sistema
x 3 +z2 =a2, y2+z2=b 2
con la condición b2 = x3, resultando
DIOFANTO DE A.LEJANDRIA.-ARlTMETICA 1085

Sea 1 aritmo el número que hay que sumar, y la raíz del cubo
una cantidad cualquiera de aritmos. Si esta cantidad es 2 aritmos, el cubo
será 8 cubos de aritmo.
Añadiendo 1 aritmo a 2 aritmos, se tienen 3 aritmos, y si se añade
a 8 cubos de aritmo, resultan 8 cubos de aritmo y 1 aritmo, que deben
ser iguales a 27 cubos de aritmo.
Restando 8 cubos de aritmo 8, los 19 que quedan equivalen a 1 aritmo,
y, por tanto, dividiendo por 1 aritmo, se tienen 19 cuadrados de aritmo
iguales a 1 unidad.
Como 1 unidad es un cuadrado, si también lo fueran 19 cuadrados de
arirmo estaría resuelto el problema; pero estos 19 cuadrados de aritmo
son el exceso de 27 sobre 8; los 27 son el cubo de 3 aritmos y los 8 el
de 2; luego los 19 proceden del exceso del cubo de 3 sobre el de 2 aritmos.
Los 2 aritmos figuran en la hipótesis y los 3 exceden en 1 unidad a
la cantidad de .aritmos tomada arbitrariamente como raíz, lo cual nos lleva
a encontrar dos números que difieran en 1 unidad y cuya diferencia de
cubos sea un cuadrado.
Si uno de estos números es 1 aritmo, el otro será 1 aritmo y 1 uni-
dad; luego el exceso de sus cubos es 3 cuadrados de aritmo más 3 arit-
mas y 1 unidad, e igualando esto al cuadrado cuya raíz es 1 unidad
menos 2 aritmos, resulta que 1 aritmo tiene 7 unidades.
Volvamos a la cuestión inicial y supongamos que el número que hay
que añadir es 1 aritmo y la raíz del cubo 7 aritmos. El cubo será, pues,
343 cubos de aritmo y agregando 1 aritmo a cada uno de estos números,
uno de ellos tendrá 7 aritmos y el otro 343 cubos de aritmo más 1 arit-
mo, y como queremos que esta última expresión sea el cubo de raíz
8 aritmos, resulta que 512 cubos de aritmo equivalen a 343 más 1 arit-
mo; luego 1 aritmo es igual a 1/13 y, por consiguiente, el cubo será
343/2.197, la raíz 7/13 y el número que hay que sumar 1/13 9•

8 De los dos miembros de la ecuación.


9 Para resolver el sistema

Diofanto pone

y llevando estos valores a las ecuaciones del sistema, obtiene:


8a 3 +a=a3=(2a+a)3= 27a3,
1086 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO JI

9. Sumar un mismo número a un cubo y a su raíz y formar lo in-


verso.
Si el cubo es una cantidad cúbica cualquiera de cubos de aritmo,
como 8, la raíz de este cubo será 2 aritmos, y, a fin de que esta raíz
forme un cubo, supongamos que el número que hay que sumarle es una
cantidad cualquiera de cubos de aritmo menos 2 aritmos, que es la can-
tidad de aritmos de la raíz del cubo, y sean 27 cubos de aritmo menos
2 aritmos.
Sumando este número a 2 aritmos, se tienen 27 cubos de aritmo, que
es el cubo de la raíz 3 aritmos, y sumándolo a 8 cubos de aritmo resultan
35 cubos de aritmo menos 2 aritmos, y como queremos que esta última
expresión sea la raíz cúbica de los 27 cubos de aritmo que acabamos de
obtener, es decir: 3 aritmos, resulta que 35 cubos de aritmo menos 2 arit-
mos equivalen a 3 aritmos, y, por consiguiente, los 35 cubos de aritmo
valen 5 aritmos.
Dividiendo por 1 aritmo resultan 35 cuadrados de aritmo iguales a
de donde

y como el valor de a es irracional, observa que es


19=27 - 8= 33 - 23, 3 - 2= 1
y busca entonces dos números consecutivos y e y + 1, cuyos cubos difieren en
un cuadrado:

y de aquí:
y=71 y=a,
Y+1=85 { x=7a,
y la igualdad

deducida inmediatamente de las ecuaciones del sistema, se convierte en


343a 3 +a=(8a)3= 512a3 ,
de donde, finalmente,
1 343 7 1
a=-, x 3= - - - X=-, y=-.
13 2.197 ' 13 13
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1087

5 unidades; luego 1 aritmo es un número irracional porque una de las


expresiones no está con la otra en la razón de un número cuadrado a otro
numero cuadrado; pero 35 cuadrados de aritmo son la suma de los dos
cubos 27 y 8, Y las 5 unidades proceden de la suma de las raíces de
estos cubos, lo cual nos lleva a buscar dos números cuya suma sea a la
de sus raíces como un número cuadrado a otro.
Si la suma de las raíces de estos cubos es una cantidad cualquiera de
unidades, 2, y suponemos que la raíz del primer número es 1 aritmo,
la del otro será 2 unidades menos 1 aritmo, y la suma de los cubos
de estas raíces 6 cuadrados de aritmo y 8 unidades menos 12 aritmos,
y como queremos que esta última expresión sea a la suma de las raíces
de los cubos, es decir: a 2 unidades, como un número cuadrado a otro
número cuadrado, y las 2 unidades son el doble de un cuadrado, resulta
que 6 cuadrados de aritmo más 8 unidades menos 12 aritmos son tam-
bién el doble. de un cuadrado; luego la mitad de esta expresión es un
cuadrado, o sea: 3 cuadrados de aritmo más 4 unidades menos 6 aritmos,
equivalen a un cuadrado, que es el de 2 unidades menos 4 aritmos, y, por
tanto, 1 aritmo es 10/13.
Volviendo al principio, una de las raíces será 10/13 y la otra 16/13,
de modo que si las tomamos 13 veces y luego la mitad, las raíces de los
cubos serán 5 y 8.
Suponiendo que la raíz del cubo sea 5 aritmos, el cubo será 125 cu-
bos de aritmo, y si el número que hay que añadir proviene del cubo de 8,
y, por tanto, es 512 cubos de aritmo menos 5 aritmos y se le suman
5 aritmos, forma un cubo, y si se añade a 125 cubos de aritmo forma 637
cubos de aritmo menos 5 aritmos, y como queremos que esta última
expresión sea la raíz cúbica de 512 cubos de aritmo, 8 aritmos equivalen
a 637 cubos de aritmo menos 5 aritmos, y, por tanto, 1 aritmo es 1/7;
luego el cubo será 125/343, su raíz 5/7 y el número que hay que aña-
dir 267/343 10•
10 El sistema es, en este caso,
x+y=a3, x3 +y=a,
que Diofanto resuelve, como el anterior, por una falsa posición, hacíendo
x 3 = 8cé, x = 2a, y = 27 a 3 - 2a,

de donde
x3+ y== 35a3 - 2a= (/ 2a+(270: 3 - 20:)= 30:;
1088 CIENTIFICOSGRIEGOS.--TOMO II

10. Encontrar dos cubos cuya suma sea igual a la de sus raíces.
Si las raíces de los cubos tienen 2 y 3 aritmos, la suma de sus cubos
es 35 cubos de aritmo, que deben equivaler a la suma de las raíces .. es
decir: a 5 aritmos y, por tanto, dividiendo por 1 aritmo, resultan 3S
cuadrados de aritmo igual a 5 unidades, y el valor de 1 aritmo es enton-
ces irracional.
Pero como 35 cuadrados de aritmo son la suma de los cubos 8 y 27
y las 5 unidades la de las raíces de sus cubos, esto nos lleva a encontrar
dos cubos cuya suma, dividida por la de sus raíces, sea un número cua-
drado, y como hemos visto en el problema anterior que estas raíces son
8 y 5 aritmos, la suma de sus cubos será 637 cubos de aritmoque
igualaremos a la suma de sus raíces, es decir: a 13 aritmos, y obtenemos
que 1 aritmo vale 1/7, y, por tanto, la raíz del primer cubo será S/7
y los cubos 125/343 y 512/343.
11. Encontrar dos cubos cuya diferencia sea igual a la de SllS
raíces 11.

transponiendo términos:

y como el valor a = ,¡I[; es irracional, pero observa que es


35 =27 + 8= 33 +23, 5= 3+2,

busca dos números m y n que cumplan la condición

m 3 +n 3
--=pl=(2- 4a)2,
m+n
y obtiene m = 5, n = 8, y volviendo a empezar con el valor x = 5a, llega a

a=-,
7
y, por tanto, es
125 5 267
x3 = - - , X=--, y=--
343 7 343
11 Razonando como en el problema anterior, la solución de la ecuación
x3_ y3=x_y es x=8/13, y=7/13.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1089

12. Encontrar dos números tales que el cubo del mayor aumentado
en el menor, sea igual al cubo del menor aumentado en el mayor 12.
13. Encontrar dos números tales que si se aumenta una unidad a
cada uno de ellos, a su suma y a su diferencia, se forme un cuadrado.
Puesto que si restamos 1 unidad de un cuadrado tendremos el primer
número, formemos el cuadrado de una cantidad cualquiera de aritmos
aumentada en 1 unidad. Sea el de 3 aritmos y 1 unidad, que es 9 cua-
drados de aritmo y 6 aritmos más 1 unidad, y si le restamos 1 unidad
supongamos que el primer número es 9 cuadrados de aritmo más 6 aritmos.
Como queremos que la suma del primero y el segundo números,
aumentada en 1 unidad, forme un cuadrado, y esa suma aumentada en
1 unidad es [el segundo número más 1] más 9 cuadrados de aritmo y
6 aritmos, y el segundo número, aumentado en 1, es un cuadrado, ten-
dremos que buscar un cuadrado que, aumentado en 9 cuadrados de
aritmo y 6 ar~tmos, forme un cuadrado.
Elijamos, pues, dos números cuyo producto sea 9 cuadrados de aritmo
y 6 aritmos, y entonces, puesto que 9 aritmos y 6 unidades dividen a
este producto según 1 aritmo, si suponemos que la semidiferencia de estos
números es la raíz del cuadrado menor, esta raíz tendrá 4 aritmos y
3 unidades que, multiplicada por sí misma, da por producto 16 cuadrados
de aritmo y 24 aritmos más 9 unidades.
Restemos 1 unidad y supongamos que el segundo número es 16 cua-
drados de aritmo y 24 aritmos más 8 unidades. Como el primer número
es 9 cuadrados de aritmo y 6 aritmos, cada uno de estos números, aumen-
tado en 1, forma un cuadrado, y, por consiguiente, si igualamos a un
cuadrado su diferencia, que es 7 cuadrados de aritmo más 18 aritmos
y 9 unidades que, igualadas al cuadrado cuya raíz es 3 unidades menos
3 aritmos, se tiene que 1 aritmo vale 18 unidades y, por tanto, el primer
número es 3.024 y el segundo 5.624 13•

12 Es el mismo problema anterior enunciado de otro modo; lo resuelve de


otro modo y obtiene, naturalmente, la misma solución.
13 El sistema

x+1=a2, y+l=b 2,
x+y+1=c2, x+y-l=d2,

de cuya primera ecuación sale x=a2 -1, y poniendo


a2 =(3a+ 1)2= 9a 2 +6a-t 1,
1090 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

14. Encontrar tres números cuadrados cuya suma sea igual a la de


sus excedentes 14.
15. Encontrar tres números tales que la suma de dos cualesquiera
de ellos, multiplicada por el otro número, forme un cuadrado.
16-17. Encontrar [tres] números cuya suma es cuadrado, tales que
aUmentadO}
el cuadrado de cada uno de ellos { ' " en el que le sigue, forme
dzsmwwdo
un cuadrado.
18. Encontrar dos números tales que el cubo del primero, aumentado
en el segundo número, forme un cubo y el cuadrado del segundo,
aumentado en el primero, forme un cuadrado.
19. Encontrar tres números indeterminados tales que el producto de
dos cualesquiera de ellos, aumentado en una unidad, forme un cuadrado.
Puesto que queremos que el producto del primero y el segundo nú-
meros, aumentado en 1 unidad, sea un cuadrado, tendremos ese producto

es
x + y + 1 = 9a 2+ 6a+ y + 1= e2,
b 2+ 9a2 + 6a = e2,
9ru2+ 6a=c 2 - b2=(e+ b) (e- b),
y haciendo
e + b = 9a + 6 } 2 ( 8a + 6 ) 2
b = - - - = 16a2 +24a+6,
e-b=a 2
y por ser
y+ 1 = 16~+24a+ 9,
y= 16a2+ 24a+ 8,

si suponemos que es d 2 =(3 - 3a)2, la cuarta ecuación del sistema se convierte en

de donde
a=18, x=3.024, y=5.624.
14 La solución del sistema
x 2+ y2+ z2= (x2 _ y2) + (y2 - z2) + (z2 _ x2),

con la condición y2= a 2 - 2a - 2 es:


DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1091

restando 1 unidad de un cuadrado. Formemos el cuadrado de una canti-


dad cualquiera de aritmos aumentada en 1 unidad y sea esta 1 aritmo
y 1 unidad, cuyo cuadrado es 1 cuadrado de aritmo más 2 aritmos y
1 unidad, y, por tanto, si restamos 1 unidad, queda 1 cuadrado de
aritmo y 2 aritmos, que será el producto de los dos primeros números,
y entonces, si el primer número tiene 1 aritmo, el segundo tendrá 1 arit-
mo y 2 unidades.
Puesto que también queremos que el producto del segundo número
por el tercero, aumentado en 1 unidad, sea un cuadrado, si restamos
1 unidad de un cuadrado, tendremos ese producto, y, por tanto, formando
el cuadrado de 3 aritmos y 1 unidad, que es 9 cuadrados de aritmo y
6 aritmos más 1 unidad, si restamos 1 unidad, quedan 9 cuadrados de
aritmo y 6 aritmos, que será el producto de los números segundo y ter-
cero, y como el segundo tiene 1 aritmo, el tercero tendrá 9 aritmos
y 6 unidades.
Del mismo modo, puesto que queremos que el producto del primer
número por el tercero, aumentado en 1 unidad, sea un cuadrado y dicho
producto, aumentado en 1 unidad, es 9 cuadrados de aritmo más 24 arit-
mos y 13 unidades, igualaremos esto a un cuadrado, y al ser cuadrática la
cantidad de cuadrados de aritmo, si también lo fuera la de unidades y el
doble producto de las raíces de la cantidad de los cuadrados de aritmo
y la de unidades fuese igual a la cantidad de aritmos, quedarán satisfechas
las tres condiciones indeterminadas.
Pero las 13 unidades provienen del producto de 2 por 6 aumentado
en 1 unidad; las 2 del doble producto de 1 aritmo por 1 unidad, y las
6 del doble producto de 3 aritmos por 1 unidad, y queremos que el doble
producto de una cantidad de aritmos multiplicado por el doble de una
cantidad de aritmos más 1 unidad, forme un cuadrado.
Pero el doble producto de una cantidad de aritmos multiplicado por el
doble de una cantidad de aritmos es el cuádruple producto de estas
cantidades, y, por tanto, queremos que el cuádruple producto de es-
tas cantidades, aumentado en 1 unidad, forme un cuadrado.
Teniendo en cuenta que el cuádruple producto de dos números cua-
lesquiera, aumentado en el cuádruple de su diferencia, es un cuadrado,
resulta que si suponemos que el cuadrado de la diferencia de estos nú-
meros es 1 unidad, su cuádruple producto aumentado en 1 forma un
cuadrado, y como si el cuadrado de la diferencia de dos números es 1 la
diferencia es también 1, tendremos que operar con los cuadrados de can-
1092 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

tidades consecutivas de aritmos, aumentadas en 1 unidad, es decir:


con el cuadrado de 1 aritmo y 1 unidad y con el de 2 aritmos y 1 unidad,
el primero de los cuales es 1 cuadrado de aritmo más 2 aritmos y 1 uni-
dad, de modo que si restamos 1 unidad, queda 1 cuadrado de aritmo y
2 aritmos, y como el producto de los dos primeros números debe ser
1 cuadrado de aritmo y 2 aritmos, si suponemos que el primer número tiene
1 aritmo, el segundo tendrá 1 aritmo y 2 unidades.
Por ser el cuadrado de 2 aritmos y 1 unidad igual a 4 cuadrados de
aritmo y 4 aritmos más 1 unidad, si restamos 1 unidad, quedan 4 cua-
drados de aritmo y 4 aritmos, que es el producto del segundo número por
el tercero; y como el segundo tiene 1 aritmo, el tercero tendrá 4 aritmos
y 4 unidades.
De este modo se ha resuelto el problema indeterminado de encontrar
tres números tales que el producto de dos cualesquiera de ellos, aumen-
tado en 1 unidad, forme un cuadrado, y el aritmo resulta teniendo
el valor que se quiera porque buscar en lo indeterminado es encontrar
una expresión que se verifique para el valor que se quiera del aritmo 15.

15Este es el primer problema que resuelve Diofanto de una manera general.


Planteado el sistema
xy+1=a2, yz+1=b 2, zx+1=c2,

pone
a2=(a+ 1)2=a 2+2a+ 1, x y =a2 +2a}
x=a+2.
y=a
Poniendo después
b 2 =(3a+ 1)2= 9a 2 +6a+ 1, YZ=9a 2 +6a}
z=9a+6,
y=a
la tercera ecuación del sistema se convierte en
9a2 +24a+ 13 = c2,

y es claro que si 13 fuera un cuadrado y 24 el doble producto de la raíz de


este cuadrado por la del coeficiente de a 2, el problema quedaría resuelto con
la indeterminación que dice el enunciado, y considerando entonces las iden-
tidades
13=2·6+1 =(2 .1) ·(2· 3)+ 1,
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1093

20. Encontrar cuatro números tales que el producto de dos cuales-


quiera de ellos aumentado en una unidad, forme un cuadrado.
21. Encontrar tres números en proporción de tal modo que el exce-
dente de dos cualesquiera forme un cuadrado.
Suponiendo que el número menor tiene 1 aritmo y el mediano 1 aritmo
y 4 unidades a fin de que el excedente sea un cuadrado, y que el tercero
tiene 1 aritmo y 13 unidades a fin de que su exceso sobre el mediano sea
también un cuadrado, si el del mayor sobre el menor fuera un cuadrado,.
quedaría resuelto indeterminadamente el problema de ser un número
cuadrado el excedente de cualquiera de los números; pero el mayor
excede al menor en 13 unidades, que son la suma de los cuadrados 4 y 9,.
lo que nos lleva a buscar dos cuadrados cuya suma sea también un cua-
drado, lo cual es fácil mediante un triángulo rectángulo. Son los cuadra-
dos 9 y 16.
Si suponémos que el número menor tiene 1 aritmo, el mediano 1 arít-
mo más 9 unidades y el mayor 1 aritmo más 25 unidades, el excedente
de dos cualesquiera de estos números es un cuadrado.
Es preciso, ahora, que los números estén en proporción, para lo cual el
producto de los números extremos tiene que ser igual al cuadrado del
mediano, y como ese producto es 1 cuadrado de arítmo más 25 aritmos
y el cuadrado del número mediano 1 cuadrado de aritmo más 18 arit-
mas y 81 unidades, igualando estas dos expresiones se deduce que
1 áritmo es 81/7, y, por tanto, el primer número 81/7, el segundo 144/ 7
yel tercero 256/7.

y poniendo /3 y y en vez de 1 y 3, es

4/3y+((3 - y)2=((3+y)2= núm. cuadrado

{3=2, y=l,

xy= (a+ 1)2-1 = a2 +


2a 1
x=a+2,
y=a

y, por tanto, x, y y z tienen tantos valores como se den a IX arbitrariamente.


1094 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO n

22-23. Encontrar tres números tales que el número sólido que pro-
aUmentadO}
ducen 16 { en cada uno de ellos, forme un cuadrado 17.
disminuido
24. Descomponer un número dado en dos partes tales que su pro-
ducto sea la diferencia entre un cubo y su raíz.
Si el número dado es 6 y suponemos que la primera parte tiene 1 arit-
mo, la segunda tendrá 6 unidades menos 1 aritmo, cuyo producto debe
ser igual a un cubo menos su raíz, y como tal producto es 6 aritmos
menos 1 cuadrado de aritmo, esto será igual a un cubo menos su raíz.
Formemos el cubo de una cantidad cualquiera de aritmos menos 1
unidad, y sea el de 2 aritmos menos 1 unidad, que es 8 cubos de aritmo
menos 12 cuadrados de aritmo más 6 aritmos menos 1 unidad, y restando
la raíz 2 aritmos menos 1 unidad, el resto 8 cubos de aritmo menos 12
cuadrados de aritmo más 4 aritmos, lo igualaremos a 6 aritmos menos
1 cuadrado de aritmo.
Si las cantidades de aritmos fueran iguales en uno y otro lado de la
ecuación, quedarían cubos de aritmo iguales a cuadrados de aritmo y
1 aritmo sería racional; pero 4 aritmos provienen de un excedente sobre
2 aritmos, como el de 3 veces 2 aritmos; y entonces, si a 3 veces 2 arit-
mos se le restan 2 aritmos quedan 2 veces 2 aritmos, y como 6 se ha
tomado arbitrariamente por hipótesis, esto nos lleva a encontrar, lo
mismo que para 2, que es la cantidad de aritmos, un número que, tomado
2 veces, forme 6. Este número es 3, y, por tanto, igualemos 6 aritmos
menos 1 cuadrado de aritmo a un cubo menos su raíz, y suponiendo
que la raíz del cubo es 3 aritmos menos 1 unidad, el cubo de esta raíz,
disminuido en la raíz, forma 27 cubos de aritmo menos 27 cuadrados

16 Ó E~ alrtwv OTEQfÓ;: el [número] sólido que sale de estos [números], es


decir, el producto de los tres números.
17 Diofanto resuelve el sistema

xyz± ¡ x=a2,
y=b 2,
z=c2,

poniendo {:1
=1 y haciendo varias determinaciones que le conducen a la so-
lución
) 1, y= ) 3416, z= ) 21-/6.
x= (17/8, ( 1, ( 25/8.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1095

de aritmo que, igualados a 6 aritmos menos 1 cuadrado de aritmo, se


obtiene el valor 26/27 de 1 aritmo, y, por tanto, la primera parte de la
descomposición es 26/27 y la segunda 136/27 18.
25. Descomponer un número dado en tres tales que su producto
forme un cubo cuya raíz sea igual a la suma de los excedentes de los
números.
Sea 4 el número dado. Puesto que el producto de los tres números es
un cubo, tomemos 8 cubos de aritmo, cuya raíz es 2 aritmos.
El excedente de los números segundo y primero aumentado en el del
tercero y segundo y en el del tercero y primero es el doble del excedente
del tercero y primero, y, por tanto, si los tres números son desiguales, la
suma de sus excedentes es el doble del de los numeras extremos.
Pero como hemos supuesto que 2 aritmos es la raíz del cubo, es pre-
ciso que estos 2 aritmos sean la suma de los excedentes de los tres
números, y, .por tanto, el tercero excede al primero en 1 aritmo, de modo
que si este tiene 2 aritmos o cualquiera otra cantidad de arítmos, el
tercero tendrá 3, y por ser 8 cubos de aritmo el producto de los tres
números y el del primero y tercero 6 cuadrados de arítmo, el segundo
tendrá 11/ 3 aritmos.
Si el segundo fuera mayor que el primero y menor que el tercero,
el problema quedaría resuelto; pero el segundo número procede de la
división de 8 por el producto del primero y tercero, y como estos núme-
fOS no son arbitrarios, puesto que difieren en 1 unidad, tendremos que
encontrar dos números que difieran en 1 unidad y tales que dividiendo
por 8 su producto se obtenga un número mayor que el menor y menor
que el mayor de los números.

18 El aritmético alejandrino intenta resolver el sistema


x+y=6, xy=a3 -a

por falsa posición poniendo a = 20: - 1, de donde


a3 -a= 8a3+40:-12a2 = 60:- 0:2,
y el problema quedaría resuelto si fuera 40: = 6a; pero como no es así, observa
que siendo 6 = 3n - n = 2n, ensaya el valor a= 30: -1, Y obtiene la solución
26 26 136
a=-, X=-, y=--
27 27 37
1096 CIENTIFICOS GRIEGOS.~TOMO II

Si suponemos que el menor tiene 1 aritmo 19, el mayor tendrá 1 arit-


mo y 1 unidad y dividimos 8 por su producto, que es 1 cuadrado de
aritmo y 1 aritmo, encontraremos corno número mediano 8 unidades frac-
cionarias de 1 cuadrado de aritmo y 1 unidad, y corno queremos que esta
fracción sea mayor que 1 aritmo y menor que 1 aritmoy 1 unidad, y
puesto que estos últimos difieren en 1 unidad, resulta que el excedente
del primero y el segundo 20 es menor que 1 unidad, y, por tanto, el
segundo número, aumentado en 1 unidad, es mayor que el primero.
Pero el segundo número, aumentado en 1 unidad y reducido a 1 cua-
drado de aritmo y 1 aritmo 21, se convierte en 1 cuadrado de aritmo y
1 aritmo más 8 unidades fraccionadas por 1 cuadrado de aritmo y 1 at;'it-
mo, de modo que esta expresión es mayor que 1 aritmo y 1 unidad.
Multiplicando todo por el denominador resulta 1 cuadrado de aritmo
y 8 unidades mayor que 1 cubo de aritmo y 2 cuadrados de aritmo más
1 aritmo, y restando 10 semejante de 10 semejante, las 8 unidades resultan
mayores que 1 cubo de aritmo y 1 cuadrado de aritmo.
Formando un cubo que contenga 1 cubo de aritmo y 1 cuadrado de
aritmo, la raíz de este cubo será 1 aritmo y 1/3 de unidad; y puesto que
8 unidades son mayores que 1 cubo de aritmo y 1 cuadrado de aritmo,
y el cubo formado por medio de 1 aritmo y 1/3 de unidad también
es mayor que 1 cubo de aritmo y 1 cuadrado de aritmo, si igualarnos· las
raíces, es decir: si igualamos 2 unidades a 1 aritmo y 1/3 de unidad,
1 aritmo vale 5/3.
Volviendo a 10 propuesto, el primer número 22 será 8/3, el segundo
9/5 y el tercero 5/3, de modo que multiplicándolos por 15, el primero
"5erá 40, el segundo 27 y el tercero 25, y de esta manera hemos eliminado
,el denominador común y encontrado tres números cuyo producto es un
cubo que tiene por raíz los excedentes de estos números.
Solo falta igualar la suma de los tres números al dado 4; luego si 92

19 Un nuevo aritmo o incógnita auxiliar que Diofanto toma sin advertir que
es distinto del primero.
20 Es decir, la diferencia entre el número que ha dicho que es el mayor y
el mediano, que es el cociente de 8 por el producto del mayor y el menor.
21 O sea, el denominador a 2 + a.
22 El primero de los auxiliares.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1097

aritmos equivalen a 4 unidades, 1 aritmo es 1/23 y el primer número'


será 40/23, el segundo 27/23 y el tercero 25/23 23 •

23 Si en el sistema
x+y+z=4, [(y-x)+(z-y)+(z-x)]3

ponernos xyz = 8a3, la segunda ecuación da


8a 3 =[2(z-x)]3, a=z-x.
Para x=2a es
xyz 8a 3
z=3a, xz=6a2, --=y=--=Ha;
xz 6a2
pero corno los valores obtenidos
x=2a, y=Ha, z=3a,

no satisfacen la condición x < y < z, Diofanto observa que es 11=8/6=8/2·3,


y siendo, pues, el coeficiente y el cociente de 8 por el producto de los coefi-
cientes de x y de z, que difieren en 1, busca dos números consecutivos y e
y + 1 tales que se verifique la limitación
8
y< <y+1,
y(y+ 1)
de donde, para y = f3, es

y de aquí

Formando un cubo que contenga f33+ f32,

y poniendo
1 1
2={3+-, {3=-,
3 3
que es el valor de y, y, por tanto, el primer número auxiliar es y+1=8/3, el
mediano 8/y2+ y =9/5 y el tercero 5/3, y multiplicando por 15, se tienen los
1098 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

aUmentadO}
26-27. Encontrar dos números tales que su producto { . "
dzsmlnuzdo
en cada uno de ellos, forme un cubo 24.
28. Encontrar dos números cuyo producto aumentado o disminuido
en su suma, forme un cubo 25.

valores
x=40¡3, y=27¡3, z=25¡3,

que, sustituidos en la primera ecuación del sistema, dan


1
92a=4, a=-,
23
y, por consiguiente,
40 27 25
X=-, Y=-, z=-
23 23 23
24 La solución del sistema
xy±x=a3, xy±y=b3,

con .la condición arbitraria


3d,
x-
- {·Sa+1,
es
x= S112/13, S27/169.
( 125/13, y= (196/169.
25 Este problema

para

<con la condición x-y= 2a, da un valor irracional que Diofanto rechaza, y,


poniendo entonces
a=¡3+1, b=¡3-1,
resulta
9 17 1
¡3=-, a=-, b=-,
8 8 8
DlOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1099

29. Encontrar cuatro números [cuadrados] cuya suma, aumentada en


la de sus raíces, forme un número dado.
Sea 12 el número dado. Puesto que todo cuadrado aumentado en su
raíz y en 7;:í. de unidad forma un cuadrado cuya raíz, disminuida en ~ uni-
dad, es la raíz del cuadrado primitivo 26, la suma de los cuatro números,

y llevando los valores de a y b a las ecuaciones del sistema, es


4.913/512;
xy±(x+y)= [
1/512,
de donde
2.457 2.456
xy=---, x+y.=---,
512 512
y, por tanto,
1.728 728
x=---, y=--
512 512
26 Es, en efecto,
m2+m+t=(m+t)2,
identidad que convierte la ecuación del problema
x2 +y2+ z2+t2 +(x+y+z+t)= 12,
en
X 2 +X+t+yZ+y+t+Z2 +Z+t+t2 +t+t= 12+4 ·t= 13,
que, escrita bajo la forma
(x + t)2 + (y + t)2 + (z + t)2 + (t + t)2 = 13 =

64 36 144 81
=-+-+--+-,
25 25 25 25
e identificando, es
1 8 1 6
x+-=-, Y+-=-,
2 5 2 5
1 12 1 4
z+-=-, t+-==-;
2 5 2 5
de donde
7 19 13
y=-, z=10' t=-
10 10
1100 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

aumentada en sus raíces, vale 12 unidades, y aumentada, además, en 4 cuar-


tos, es decir: 1 unidad, valdrá 13, número que tendremos que descom-
poner en cuatro cuadrados, de modo que si restamos 1.í unidad de las
raíces de cada uno de estos cuadrados, tendremos las raíces de los cuatro
.cuadrados.
Descomponiendo 13 en 4 y 9, Y cada uno de estos cuadrados en dos:
64 36 144 81
- , - ,
25 25' 25' 25

Y tomando las raíces de estos cuadrados, se tiene:


8 6 12 9
- - - -
5 5 5 5

Restando 1.í unidad de estos, las raíces de los cuadrados pedidos


serán:
11 7 19 13
10' 10' 10' 10'
y la solución:
121 49
y2= __,
361 169
x2 =--, z2= __, t 2= - -
100 100 100 100
30. Encontrar cuatro cuadrados cuya suma, disminuida en la de sus
raíces, forme un número dado 27.
31. Descomponer la unidad en dos números y añadir a cada uno un
número dado de modo que su producto forme un cuadrado.

27 La solución del sistema


~+~+#+~-~+y+z+~=~

<obtenida por un mecanismo análogo al del problema anterior, es


11 13 21 17
X=-, y=-, Z=-, t=-,
10 10 10 10
:y, por tanto,
121 169
y2= __,
441 289
x 2= - - , z2=_-, t 2 =--.
100 100 100 100
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1101

Suponiendo descompuesta la unidad, sean 3 y 5 unidades las que se


añaden a cada parte para que el producto forme un cuadrado.
Si el primer número tiene 1 aritmo, el segundo tendrá 1 unidad menos
1 aritmo, y añadiendo 3 unidades al primero, tendremos 1 aritmo y 3 uni-
dades y añadiendo 5 al segundo resultarán 6 unidades menos 1 aritmo y
el producto de estos dos números será 3 aritmos y 18 unidades menos
1 cuadrado de aritmo que igualaremos a un cuadrado. Si este tiene 4 cua-
drados de aritmo y sumamos a uno y otro lado 1 cuadrado de aritmo
quedan 3 aritmos y 18 unidades iguales a 5 cuadrados de aritmo, ecuación
que no tiene solución racional.
Como 5 cuadrados de aritmo es un cuadrado aumentado en 1 unidad.
es preciso que el producto de esta cantidad por las 18 unidades, aumen-
tado en el cuadrado de la mitad de los 3 aritmos, es decir: en 2~, forme
un cuadrado, lo que nos lleva a buscar un cuadrado que, aumentado en 1
unidad y tomado 18 veces, y aumentado después en 2~ unidades, forma
un cuadrado.
Si este es 1 cuadrado de aritmo, lo aumentamos en 1 unidad, 10 toma·
mos 18 veces y le sumamos 2~ unidades, se tienen 18 cuadrados de aritmo
y 20~ unidades equivalentes a un cuadrado. Tomándolo todo 4 veces re-
sultan 72 cuadrados de aritmo y 81 unidades igual a un cuadrado; luego
si formamos el cuadrado de 8 aritmos y 9 unidades, 1 aritmo vale 18 uni-
dades, cuyo cuadrado es 324.
Volviendo a la cuestión original, 3 aritmos y 18 unidades menos 1 cua-
drado de aritmo deben ser un cuadrado, y si este tiene 324 cuadrados de
aritmo, 1 aritmo vale 78/325, es decir: 6/25, y, por tanto, el primer número
es 6/25, y el segundo 19/25 28 •

28 Para resolver el sistema


x+y=l, (x+3)(y+5)=a 2,
Diofanto pone

que le lleva a la ecuación


3a+ 18=5a2,

que no tiene solución racional; pero se sirve de ella para buscar un coeficiente
de a 2 distinto de 4, que le permite obtener una solución racional.
Observando entonces que 5 = 4 + 1 es un cuadrado aumentado en una
1102 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

32. Descomponer un número dado en tres números de modo que el


producto del primero por el segundo, aumentado o disminuido en el ter"
cero, forme un cuadrado.

r
unidad, la suma

5 . 18 + ( ~ = 5 . 18 + 2t

tiene que ser un cuadrado que, multiplicado por 18 después de sumarle 1 y


añadir 2t al producto, resulte un cuadrado, que supone igual a un cuadrado de
aritmo f32, y entonces se tendrá

y por ser 4 = 22, el numerador también tiene que ser un cuadrado

y se tendrá
72{32+ 81 = (8,8+ 9)2= 64,82+ 144{3+ 81.
Simplificando,

y la condición primitiva a2 =4a 2 será ahora


a2 =324a2,
y la segunda ecuación del sistema se convierte en
(a+3) (6-a)=324a 2 ,
o sea
3a + 18 - a 2 = 324a2 , 325a2 - 3a= 18,
de donde a= 78/325 = 6125, valor al que debió llegar siguiendo la marcha indi-
cada al principio, que coincide con la algebraica para resolver la ecuación
general de segundo grado, lo cual es verdaderamente notable.
El desarrollo diofántico es, pues,
(325a)2- 3(325a)= 18·325 = 5.850,

(325a)2 _ 3(325a) + ( ~ ) 2 = 5.850+ ( ~ ) 2,

(325a- ~ ) 2 =5.850+:,
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1103

Si el número dado es 6 y suponemos que el tercero tiene 1 aritmo y el


segundo una cantidad de unidades menor que 6, como 2, el primero
tendrá 4 unidades menos 1 aritmo, y tomando en cuenta que el producto
de los dos primeros, aumentado o disminuido en el tercero, forma un
cuadrado, resulta una doble ecuación: 8 unidades menos 1 aritmo igual a
un cuadrado, y 8 unidades menos 3 aritmos igual a un cuadrado.
Esta doble ecuación no es racional; pero como la cantidad de 1 aritmo
es inferior a 2 en 1 unidad y la de 3 aritmos superior a 2 en 1 unidad,
esto nos lleva a buscar en vez del número 2 uno tal que el superior en
1 unidad tenga con el inferior en 1 la razón de un cuadrado a otro
cuadrado.
Si el número buscado tiene 1 aritmo 29, el superior a él en 1 unidad
es 1 aritmo más 1 unidad y el inferior en 1 unidad es 1 aritmo menos 1 uni-
dad, y como queremos que estos números estén en la razón de un
cuadrado a o.tro cuadrado, y suponemos que esta razón es la de 4 a 1,
resulta. que el producto de 1 aritmo menos 1 unidad por 4 unidades, o sea:
4 aritmos menos 4 unidades, es lo mismo quel aritmo más 1 unidad, y,
por tanto, 1 aritmo es 5/3 de 1 unidad.
Si este es el valor del segundo número, el del primero será 13/3 de
unidad menos 1 aritmo, puesto que el del tercero es 1 aritmo, y para que
se satisfaga la condición de que el producto de los dos primeros números,
aumentado o disminuido en el tercero, sea un cuadrado, observemos que
el producto del primero por el segundo, aumentado en el tercero, es 65/9
unidades menos 2/3 de aritmo, que debe ser igual a un cuadrado, y el mismo
producto disminuido en el tercer número, es 65/9 unidades menos 2 2/ 3
aritmos, que también debe ser un cuadrado, y multiplicándolo todo por 9,
se tienen 65 unidades menos 6 aritmos y menos 24 aritmos iguales a sen-
dos cuadrados.

de donde

~+ '\ 15.850+~
a
2 V 4 78 6
325 325 25
luego la solución es
6 19
x=a=-, y=l-a=-
25 25
29 Distinto del anterior. Vid. supra, nota 19.
1106 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

36-37. Encontrar tres números tales que el producto de dos cuales-


quiera de ellos tenga una razón dada con la suma de los ) dos 133.
( tres 5
38. Encontrar tres números tales que el producto de su suma por el
primero, por el segundo y por el tercero, sea un número triangular 34,
cuadrado y cubo, respectivamente.
Si la suma de los tres números es 1 cuadrado de aritmo 35, el primero
uno triangular de inversos de cuadrado de aritmo, como 6, y el segundo
y tercero 4 y 8 inversos de cuadrado de aritmo, respectivamente, es claro
que el producto de 1 cuadrado de aritmo por el primer número es 6 uni-
dades, que forman un número triangular; por el segundo es 4, que

que, para m=3, n=4, p=5, se tiene la solución

x= ) 165/60, ) 84/60, z= ) 340/60.


( 285/60, y= (204/60, ( 460/,60.

33 Para resolver el problema 36, Diofanto establece como lema


xy my
--=m, x=---,
x+y y-m
y da como solución del sistema
xy=3(x+y), yz=4(y+z), zx=5(z+x),
los valores
300 120 480
x=--, y=--, Z=--
51 23 28
Para los mismos valores m=3, n=4, p=5, la solución del sistema corres-
pondiente al problema 37:
xy, yz, zx
3, 4, 5,
x+y+z
es
352t 282 470
x=W' y=--, z=--.
30 30
De la forma n(n + 1)/2.
34
La condición de que la suma de los tres números sea un número cuadrado
35
no figura en el enunciado del problema.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1107

forman un número cuadrado, y por el tercero es 8, que forman un número


cubo; y falta hacer ahora que la suma de los tres números sea 1 cua-
drado de aritmo.
La suma de los tres números es 18 inversos de cuadrado de aritmo
que deben ser iguales a 1 cuadrado de aritmo; luego si lo multiplicamos
todo por 1 cuadrado de aritmo, resultará 1 bicuadrado de aritmo igual
a 18 unidades, y, por consiguiente, es preciso 36 que 18 sea un cuadrado
que tenga por raíz un cuadrado, y como 18 es la suma de un número
triangular, uno cuadrado y uno cubo, esto nos lleva a buscar un cua-
drado cuya raíz sea un cuadrado y descomponerlo en tres números: uno
triangular, otro cuadrado y otro cubo.
Suponiendo que este cuadrado es 1 bicuadrado de aritmo más 1 uni-
dad menos 2 cuadrados de aritmo, si de 1 bicuadrado de aritmo res-
tamos 1 bicuadrado de aritmo y 1 unidad menos 2 cuadrados de aritmo,
la diferencia es 2 cuadrados de aritmo menos 1 unidad, expresión que
debemos descomponer en un cubo y un número triangular, y, por tanto,
si el cubo es 8, el resto, 2 cuadrados de aritmo menos 9 unidades,
tiene que ser un número triangular 37.
Pero todo número triangular tomado 8 veces y aumentado en 1 unidad
es un cuadrado 38; luego 16 cuadrados de aritmo menos 71 unidades son
un cuadrado y si formamos el cuadrado de 4 aritmos menos 1 unidad,
este cuadrado tendrá 16 cuadrados de aritmo y 1 unidad menos 8 arit-
mos, y 1 aritmo vale entonces 9 unidades 39 y, por tanto, el número
triangular será 153, el cuadrado 6.400 y el cubo 8.

36 Para tener una solución racional.


37

0.4- «(é+ 1- 2( 2)=2ct2 = 1 = núm. triáng. +cubo= núm. triáng. + 8,


de donde
2a2 - 9 = núm. triáng.
38 Se tiene, en efecto,
tn(n+ 1)8 + 1 =(2n+ 1)2.
39 Puesto que es
(2a 2 - 9)8 + 1 = 16a2 -71 =(4a -1)2= 16a2+ 1- 8a, a= 9.

y el número triangular es 2a 2 -9=153, y poniendo este valor en (a 2 -1)2, el


número cuadrado es 6.400.
n08 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Volviendo a la cuestión original, supongamos que el cuadrado for-


mado por la suma de los tres números es 1 cuadrado de aritmo, el pri-
mero 153 inversos de cuadrado de áritmo puesto que debe convertirse en
un número triangular, el segundo 6.400 inversos de cuadrado de aritmo
porque debe convertirse en un cuadrado y el tercero 8 inversos de cuadra-
do de aritmo porque debe convertirse en un cubo.
El cuadrado formado por 1 cuadrado de aritmo multiplicado sucesi-
vamente por estos números forma por una parte un número triangular y
por otra un cuadrado y un cubo, y como 6.561 inversos de cuadrado de
aritmo equivalen a 1 cuaqrado de aritmo, si lo multiplicamos todo por
1 cuadrado de aritmo, 1 bicuadrado de aritmo resulta entonces igual
a 6.561 unidades y 1 aritmo tiene, pues, 9 unidades, y, por consiguiente,
el primer número será 153/81, el segundo 6.400/81 y el tercero 8/81 40 •
39. Encontrar tres números tales que la diferencia del mayor y el
mediano esté en una razón dada con la del mediano y el menor, y,
tomados de dos en dos, formen un cuadrado 41.
40 Los valores
153 6.400 8
x=--, y=---, Z=-,
a2 a2 a2
satisfacen las condiciones del enunciado
(x+y+z)x=ta(a+ 1),
(x+y+z)y=b2,
(x+y+z)z=c2,
y convierten la impuesta posteriormente x + y + z = a en

luego es
153 6.400 8
x=--, y=---, z=-
81 81 81
41 El sistema
x-y
--=n, x+y=a2, y+z=b 2, z+x=c2,
y-z
con los valores arbitrarios n = 3, b 2= 4, admite la solución
7.338 1.878 58
x=---, y=---, z=--
484 484 484
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1109

40. Encontrar tres números tales que la diferencia de los cuadrados


del mayor y el mediano esté en una razón dada con la del mediano y el
menor, y tomados de dos en dos, formen un cuadrado 42.

LIBRO V

1. Encontrar tres números en proporClOn geométrica y tales que,


restando de cada uno de ellos un número dado, resulte un cuadrado.
Sea 12 el número dado. Puesto que una proporción geométrica
cuando el producto de los números extremos tiene por raíz el del medio,
busquemos el [cuadrado] que, disminuido en 12 unidades [forma un
cuadrado], lo cual es fácil. Este cuadrado es 42~ 1.
Suponiendo- que el primer número tiene 42~ unidades y el segundo
1 cuadrado de aritmo, el del medio tendrá 6~ unidades, y falta hacer
que cada uno de los números restantes, disminuido en 12 unidades,
forme un cuadrado.
Puesto que 1 cuadrado de aritmo disminuido en 12 unidades es un
cuadrado y 6~ aritmos disminuidos en 12 es también un cuadrado, y la
diferencia de estas dos expresiones es 1 cuadrado de aritmo menos 6~2
aritmos, dividamos: 1 aritmo divide a esta expresión según 1 aritmo
menos 6;1z unidades. La mitad de la diferencia, multiplicada por ella
misma, es 169/16 2, que igualaremos a la expresión menor, es decir: a 6~
42 La solución del sistema
X 2 _y2
---=n, x+y=.a2, y+z=1J2, z+x=c2
y-z
para n= 3, a2 """ 16a2, es
3.069.000 2.633.544 138.681
x= , y z
331.776 331.776' 331.770
1 Vid. supra, lI, 10.
2 Si los cuadrados son e2 y b 2 Y el aritmo a, se tiene, en efecto,
a 2 - 6ta=a(a - 6·t)= e2 - b 2 =(c +b) (c- b),
e identificando,
c+b=a } 13
2b=6!, b=-,
c-b=a-6t 4
1110 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

aritmos menos 12 unidades, 10 que da el valor 361/104 para 1 aritmo; y


volviendo a 10 supuesto, el primer número es 42~, el segundo 2.346~/104
y el tercero 130.321/10.8163.
2. Encontrar tres números en proporción geométrica y tales que,
sumando a cada uno de ellos un número dado, resulte un cuadrado.
Sea 20 el número dado. Busquemos, como antes, el cuadrado que,
aumentado en 20 unidades, forme un cuadrado. Este cuadrado es 16.
Suponiendo que uno de los números extremos tiene 16 unidades y el
otro 1 cuadrado de aritmo, el número del medio tendrá 4 aritmos y
falta hacer ver que 4 aritmos más 20 unidades forman un cuadrado
y que 1 cuadrado de aritmo y 20 unidades también forman un cua-
drado.
Puesto que la diferencia de estas dos expresiones es 1 cuadrado de
aritmo menos 4 aritmos, dividamos: 1 aritmo divide a esta expresión
según 1 aritmo menos 4 unidades. La mitad de la diferencia, multiplicada
por ella misma, es 4 unidades que se deben igualar a la expresión
menor, es decir: a 4 aritmos y 20 unidades, 10 cual es absurdo porque
sería preciso que 4 unidades no fueran menores que 20.
Pero 4 unidades son la cuarta parte de 16 y estas 16 no son arbitra·
rias puesto que forman un cuadrado que, aumentado en 20 unidades,
forman otro cuadrado, 10 que nos lleva a buscar un cuadrado cuya
cuarta parte sea mayor que 20 y que, aumentado en 20, forme un cua-
drado, el cual será mayor que 80; Y como el cuadrado 81 es mayor
que 80, si suponemos que 1 aritmo y 9 unidades es la raíz del cuadrado
que buscamos, este será 1 cuadrado de aritmo más 18 aritmos más
81 unidades, y, aumentado en 20, debe formar un cuadrado.
Igualemos 1 cuadrado de aritmo más 18 aritmos y 101 unidades a un
cuadrado: el cuadrado cuya raíz es 1 aritmo menos 11 unidades, y ese
cuadrado tendrá, pues, 1 cuadrado de aritmo y 121 unidades menos 22
aritmos, que igualaremos a 1 cuadrado de aritmo y 18 aritmos más
101 unidades, y, por tanto, 1 aritmo es ~ unidad; y como la raíz del
cuadrado buscado es 1 aritmo y 9 unidades, este cuadrado tendrá 90~
unidades.
Volviendo a la ecuación original y suponiendo que uno de los nú-
meros extremos tiene 90~ unidades y el tercer número 1 cuadrado de
aritmo, el del medio tendrá 9~ aritmos, 10 que nos lleva a igualar 1 cua-

3 De la igualdad 6ta-12=169í16 sale el valor a=361íl04, y ya es fácil


calcular los de x, y y z.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1111

drado de aritmo más 20 unidades a un cuadrado, y 9~ aritmos más


20 unidades a otro cuadrado.
La diferencia de estas dos expresiones es 1 cuadrado de aritmo me-
nos 9~ aritmos a la que divide 1 aritmo según 1 aritmo menos 9~ uni-
dades; y como la mitad de la diferencia, multiplicada por ella misma, es
361/16, igualándola a la expresión menor, es decir: a 9~ aritmos y
20 unidades, resulta que el valor de 1 aritmo es 41/152, y, por consiguien-
te, el primer número será 90~, el segundo 389~/152 y el tercero
1681/2304.
3. Encontrar tres números tales que cada uno y el producto de dos
cualesquiera de ellos, aumentados en un número dado, formen un cua-
drado.
Sea 5 el número dado. Puesto que hemos demostrado en los Poris-
mas 4 que si dos números y su producto, aumentados en un mismo nú-
mero, forman un cuadrado, estos números proceden de dos cuadrados
consecutivos, consideremos dos cuadrados consecutivos: uno de 1 arit-
mo y 3 unidades y el otro de 1 aritmo y 4 unidades, los cuales cuadrados
tendrán: uno 1 cuadrado de aritmo y 6 aritmos más 9 unidades, y el
otro 1 cuadrado de aritmo y 8 aritmos más 16 unidades.
Restando 5 unidades de cada uno de estos dos cuadrados y suponien-
do que uno de los números es 1 cuadrado de aritmo y 6 aritmos más
4 unidades, otro 1 cuadrado de aritmo y 8 aritmos más 11 unidades y el
tercer número el doble de la suma de estos dos últimos números me-
nos 1 unidad, es decir: 4 cuadrados de aritmo y 28 aritmos más 29 uni-
dades s, es preciso que esta expresión, aumentada en 5 unidades, forme
un cuadrado.
Igualando 4 cuadrados de aritmo y 28 aritmos más 34 unidades al
cuadrado cuya raíz es 2 aritmos menos 6 unidades, o sea: a 4 cuadra-
dos de aritmo y 36 unidades menos 24 aritmos, resulta que 1 aritmo vale
1/26 de unidad, y, por tanto, el primer número será 2861/676, el segun-
.do 7645/676 y el tercero 20336/676.
4. Encontrar tres números tales que cada uno y el producto de dos

4 Véase la bibliografía.
5 Diofanto no explica de dónde sale la igualdad
z=2(x+y)-1=4a2 +28a+29.
1112 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

cualesquiera de ellos, disminuidos en un número dado, formen un cua-


drado 6.
5. Encontrar tres números cuadrados tales que el producto de dos
cualesquiera de ellos, aumentado en la suma de estos dos cuadrados o del
otro cuadrado, forme un cuadrado.
En los Porismas hemos establecido que, dados tres números, siendo
dos de ellos cuadrados consecutivos, y excediendo el tercero en 2 unida-
des al doble de la suma de los dos cuadrados, el producto de dos cuales-
quiera de ellos, aumentado en la suma de estos dos números, o en el nú-
mero restante, forma un cuadrado.
Suponiendo que uno de los tres cuadrados que se buscan tiene 1 cua-
drado de aritmo más 2 aritmos y 1 unidad, otro 1 cuadrado de aritmo
más 4 aritmos y 4 unidades y el tercero 4 cuadrados de aritmo más 12
aritmos y 12 unidades, hay que igualar 4 cuadrados de aritmo más 12
aritmos y 12 unidades a un cuadrado.
Como la cuarta parte de esta expresión debe ser un cuadrado, forme-
mas el de 1 aritmo menos 3 unidades, que es 1 cuadrado de aritmo y
9 unidades menos 6 aritmos, e igualando esto a 1 cuadrado de aritmo
más 3 aritmos y 3 unidades, resulta que 1 aritmo vale 2/3 de unidad, y,
por tanto, el primer número [cuadrado] es 25/9, el segundo 64/9 y el
tercero 169/9 7.

6 Problema análogo al anterior y resuelto por el mismo mecanismo. Si el


número dado es 6, los tres pedidos son:
4.993 6.729 22.660
X=---, Y=---, z=----
784 784 784
7 Representando por m=a2, n=(a+1)2, dos cuadrados consecutivos, y por
p= 2[a2+(a+ 1)2] + 2= 4(a2+a+ 1)

el tercer númelo de que habla el parisina, las identidades


mn+(m+n)=(a2+ a+1)2,
np+ (n+p)=(2a2+3a+3)2,
mp+(m+p)=(2a2+ a+2)2,
m+n+p= (a2+ a+2)2,
np+m=(2a2+ 3a+2)2,
mp+n=(2a;2+ a+1)2,

son la traducción analítica de las condiciones del problema, que se satisfacen


DIüFANTü DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1113

6. Encontrar tres números tales que cada uno de ellos, disminuido


en dos unidades, forme un cuadrado, y el producto de dos cualesquiera,
disminuido en su suma, o en el número restante, forme un cuadrado.
Si añadimos 2 unidades a cada uno de los números encontrados en
el problema anterior 8, los así obtenidos resuelven la proposición, y, por
tanto, si suponemos que uno de los números pedidos es 1 cuadrado de
aritmo más 2 unidades, otro 1 cuadrado de aritmo y 2 aritmos más 3 uni-
dades y el tercero 4 cuadrados de aritmo y 6 unidades, igualaremos
4 cuadrados de aritmo y 4 aritmos más 4 unidades a un cuadrado, cuya
cuarta parte, o sea: 1 cuadrado de aritmo y 1 aritmo más 1 unidad, será
un cuadrado.
Suponiendo que la raíz de este cuadrado es una diferencia: la de
1 aritmo menos 2 unidades, resulta que 1 cuadrado de aritmo y 4 unida-
des menos 4 aritmos son iguales a 1 cuadrado de aritmo y 1 aritmo más
1 unidad, y, po-r consiguiente, 1 aritmo vale 3/5; luego el primer núme-
ro es 59/25, el segundo 114/25 y el tercero 246/25.
7. Encontrar tres números tales que el cuadrado de cada uno de
ellos, aumentado o disminuido en la suma de los tres, forme un cua-
drado 9.

poniendo
x 2=(a+ 1)2=a2+2a+1,
y2=(a.+2)2=a2+4a+4,
z2= 2(x 2+y2)+2=4a2+12a+ 12,

las dos primeras por hipótesis y la tercera de acuerdo con el porisma que, de-
biendo ser un cuadrado, también lo será su cuarta parte, y tendremos:

de donde: a=2/3.
s Los obtenidos de acuerdo con el porisma que cita.
9 Este problema va precedido de dos lemas, el primero de los cuales encuen-
tra que x=3, y=5, son dos números que hacen que xy+(x 2+y2) sea un cua-
drado, y el segundo demuestra que si tres números a, b y e satisfacen la igual-
dad a2 + b 2 + ab = c2 se pueden formar tres triángulos rectángulos de igual área
tomando por catetos 2ac y c2-a2 para el primero, 2bc y c2-b2 para el segundo
y (a+b)2- c2 Y 2c(a+b) para el tercero, cuyas áreas respectivas:
ac(c2 -a2), bc(c2-b2), c(a+b) [(a+b)2- c2]

son todas iguales a abc(a + b).


1112 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

cualesquiera de ellos, disminuidos en un número dado, formen un cua-


drado 6.
5. Encontrar tres números cuadrados tales que el producto de dos
cualesquiera de ellos, aumentado en la suma de estos dos cuadrados o del
otro cuadrado, forme un cuadrado.
En los Porismas hemos establecido que, dados tres números, siendo
dos de ellos cuadrados consecutivos, y excediendo el tercero en 2 unida-
des al doble de la suma de los dos cuadrados, el producto de dos cuales-
quiera de ellos, aumentado en la suma de estos dos números, o en el nú-
mero restante, forma un cuadrado.
Suponiendo que uno de los tres cuadrados que se buscan tiene 1 cua-
drado de aritmo más 2 aritmos y 1 unidad, otro 1 cuadrado de aritmo
más 4 aritmos y 4 unidades y el tercero 4 cuadrados de aritmo más 12
aritmos y 12 unidades, hay que igualar 4 cuadrados de aritmo más 12
aritmos y 12 unidades a un cuadrado.
Como la cuarta parte de esta expresión debe ser un cuadrado, forme-
mas el de 1 aritmo menos 3 unidades, que es 1 cuadrado de aritmo y
9 unidades menos 6 aritmos, e igualando esto a 1 cuadrado de aritmo
más 3 aritmos y 3 unidades, resulta que 1 aritmo vale 2/3 de unidad, y,
por tanto, el primer número [cuadrado] es 25/9, el segundo 64/9 y el
tercero 169/9 7.

6 Problema análogo al anterior y resuelto por el mismo mecanismo. Si el


número dado es 6, los tres pedidos son:
4.993 6.729 22.660
X=---, Y=---, z=----
784 784 784
7 Representando por m=a2, n=(a+l)2, dos cuadrados consecutivos, y por

el tercer númelo de que habla el porisina, las identidades


mn+(m+n)=(a2+ a+l)2,
np+ (n +p)=(2a2 + 3a+ 3)2,
mp+(m+p)=(2a2+ a+2)2,
m+n+p= (a2 + a+2)2,
np+m=(2a2+ 3a+2)2,
mp+n=(2a;2+ a+l)2,

son la traducción analítica de las condiciones del problema, que se satisfacen


mOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1113

6. Encontrar tres números tales que cada uno de ellos, disminuido


en dos unidades, forme un cuadrado, y el producto de dos cualesquiera,
disminuido en su suma, o en el número restante, forme un cuadrado.
Si añadimos 2 unidades a cada uno de los números encontrados en
el problema anterior 8, los así obtenidos resuelven la proposición, y, por
tanto, si suponemos que uno de los números pedidos es 1 cuadrado de
aritmo más 2 unidades, otro 1 cuadrado de aritmo y 2 aritmos más 3 uni-
dades y el tercero 4 cuadrados de aritmo y 6 unidades, igualaremos
4 cuadrados de aritmo y 4 aritmos más 4 unidades a un cuadrado, cuya
cuarta parte, o sea: 1 cuadrado de aritmo y 1 aritmo más 1 unidad, será
un cuadrado.
Suponiendo que la raíz de este cuadrado es una diferencia: la de
1 aritmo menos 2 unidades, resulta que 1 cuadrado de aritmo y 4 unida-
des menos 4 aritmos son iguales a 1 cuadrado de aritmo y 1 aritmo más
1 unidad, y, por consiguiente, 1 aritmo vale 3/5; luego el primer núme-
ro es 59/25, el segundo 114/25 y el tercero 246/25.
7. Encontrar tres números tales que el cuadrado de cada uno de
ellos, aumentado o disminuido en la suma de los tres, forme un cua-
drado 9.

poniendo
x 2 =(a+ 1)2=a2+2a+ 1,
y2=(a+2)2=a2+4a+4,
z2= 2(x 2 +y2)+2=4a 2+12a+ 12,

las dos primeras por hipótesis y la tercera de acuerdo con el porisma que, de-
biendo ser un cuadrado, también 10 será su cuarta parte, y tendremos:

de donde: a= 2/3.
8 Los obtenidos de acuerdo con el porisma que cita.
9 Este problema va precedido de dos lemas, el primero de los cuales encuen-
tra que x=3, y=5, son dos números que hacen que xy+(x 2 +y2) sea un cua-
drado, y el segundo demuestra que si tres números a, b y e satisfacen la igual-
dad a2 +b 2+ab=c2 se pueden formar tres triángulos rectángulos de igual área
tomando por catetos 2ae y e 2-a2 para el primero, 2be y e2 _b 2 para el segundo
y (a+b)2- e 2 Y 2e(a+b) para el tercero, cuyas áreas respectivas:
ae(e2 -a2), be(e2 -b2), c(a+b) [(a+b)2-e 2]

son todas iguales a abe(a + b).


1114 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Puesto que el cuadrado del primer número aumentado o disminuidO'


en la suma de los tres forma un cuadrado, y el cuadrado de la hipotenusa
de todo triángulo rectángulo, aumentado o disminuido en el cuádruple
del área, forma también un cuadrado, los tres números [que se buscanl
serán hipotenusas de triángulos rectángulos y la suma de los tres cuá-
druple del área de los triángulos cuyas hipotenusas son esos números, lo
que nos lleva a encontrar tres triángulos de igual área. Como hemos dicho
antes 10, los triángulos son: (40, 42, 58), (24, 70, 74) Y (15, 112, 113).
Volviendo a la cuestión original, y expresando los tres números en
aritmos por medio de las hipotenusas de los triángulos rectángulos, el
primer número tendrá 58 aritmos, el segundo 74 y el tercero 113, y ex-
presando la suma de los tres números en cuadrados de aritmo por medio
del cuádruple del área, 3360 cuadrados de aritmo equivaldrán a 245 arit-
mos, y, por tanto, 1 aritmo vale 7196 y los tres números serán: 406/96
el primero, 518/96 el segundo y 791/96 el tercero 11.
8. Encontrar tres números tales que el producto de dos cualesquiera
de ellos, aumentado o disminuido en la suma de los tres, forme un cua-
drado 12.

Aplicando este lema a los números 3, 5 Y 7, que cumplen la condición


32+5 2 +3.5=72,

Diofanto obtiene los triángulos (40, 42, 58), (24, 70, 74) Y (15, 112, 113), cuyas
áreas son todas iguales a 840.
10 Segundo lema.
11 Si se tiene

se tendrá, en virtud del segundo lema,


x= 58a, y= 74a, z= IBa,
x+y+z=4.840a2= 3.360a 2,

de donde a = 7/96, y, por tanto,


406 518 791
X=--, y=--, z=--
96 96 96
12 Previamente demuestra que si es
xy=a2=4, yz=b 2 = 16, zx=c2 = 9,
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1115

9. Descomponer la unidad en dos partes y añadir a cada una de


ellas un número dado de manera que se forme un cuadrado.
Es preciso que el número dado sea par y que su doble, aumentado
en 1 unidad, no sea divisible por un número primo que, aumentado en
1 unidad, tenga cuarta parte.
Si el número que queremos añadir a cada parte es 6, la suma de los
cuadrados será 13, y, por tanto, habrá que descomponer 13 en dos cua-
drados tales que cada uno de ellos sea mayor que 6; luego si la diferencia
de los cuadrados es menor que 1 unidad, habremos resuelto el problema.
Tomemos la mitad de 13 y busquemos la fracción que forme un cua-
drado cuando se le añada 6~; multipliquémoslo todo por 4 y busque-
mos la fracción cuadrada que, añadida a 26 unidades, forme un cua-
drado.
Suponiendo que la fracción que hay que añadir es 1 inverso de cua-
drado de aritmo, si lo multiplicamos todo por 1 cuadrado de aritmo, los
26 cuadrados de aritmo más 1 unidad formarán un cuadrado, y si la
raíz de este cuadrado tiene 5 aritmos más 1 unidad, 1 aritmo tendrá
10 unidades, y, por consiguiente, 1 cuadrado de aritmo 100 unidades y
1 inverso de cuadrado de aritmo 1/100 de unidad; luego habrá que aña-
ñir 1/100 a 26 unidades, formándose así un cuadrado cuya raíz es 51/20.
Es necesario, pues, descomponer 13 en dos cuadrados cuyas raíces se
aproximen lo más posible a 51/20 y buscar dos números tales que, res-
tando uno de ellos de 3 y sumando el otro a 2, se forma 51/20.
Si uno de los dos cuadrados es el de 11 aritmos más 2 unidades y
el otro el de 3 unidades menos 9 aritmos, la suma de estos dos cuadrados
es 202 cuadrados de aritmo y 13 unidades menos 10 aritmos que igua-

se verifica
4 9 36
y=-, Z=-, yz=16=-,
x x x2
de donde

z=6,

y, razonando como en el problema 17, la solución es

781543 781.543 781.543


x= 255.380' y=109.520' z=~280 .
1116 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

laremos a 13 unidades, resultando entonces que 1 aritmo es 5/101, y,


por tanto, la raíz de uno de los cuadrados será 257/101 y la del otro
258/101; luego restando 6 unidades de cada uno de ellos, una de las par-
tes de la unidad será 5358/10201 y la otra 4843/10201, y es claro que cada
una de ellas, aumentada en 6 unidades, forma un cuadrado.
10. Descomponer la unidad en dos partes tales que, sumando a
cada una de ellas un número dado, resulte un cuadrado 13.
11. Descomponer la unidad en tres partes tales que, sumando a cada
una de ellas un mismo número, resulte un cuadrado.
12. Descomponer la unidad en tres partes tales que, añadiendo a
cada una de ellas un número dado, resulte un cuadrado.
13. Descomponer un número dado en tres partes tales que, tomadas
de dos en dos, resulte un cuadrado 14.
14. Descomponer un número en cuatro partes tales que, tomadas de
tres en tres, se forme un cuadrado.
15. Encontrar tres números tales que el cubo de la suma de los tres,
aumentado en cada uno de ellos, forme un cubo.
Suponiendo que la suma de los tres números es 1 aritmo y los núme-
ros pedidos 7, 26 y 63 cubos de aritmo, el cubo de la suma de los tres,
aumentado en cada uno de ellos, forma un cubo, y falta entonces con-
seguir que la suma de los tres números sea 1 aritmo, y, como la suma
es 96 cubos de aritmo, estos 96 cubos de aritmo deben ser igual a
1 unidad.
La unidad es un cuadrado, y, por tanto, si también lo fueran las
96 unidades el problema estaría resuelto.
Observando que el número 96 es la suma de tres números que, au-
mentados en 1 unidad, forman cubos, busquemos estos números de ma-
nera que su suma sea un cuadrado.
Tomando 1 aritmo más 1 unidad como raíz del primer cubo, 2 uni-
dades menos 1 aritmo como raíz del segundo cubo y 2 unidades como
raíz del tercero, estos cubos serán: 1 cubo de aritmo más 3 cuadrados
de aritmo más 3 aritmos más 1 unidad; 6 cuadrados de aritmo más

13 Este es el único problema que está resuelto representando los números


por segmentos rectilíneos a la manera euclídea, por lo cual lo consideran apó-
crifo algunos historiadores.
14 En los problemas 12 y 13 Diofanto se limita a dar la marcha que hay que
seguir, pero no los resuelve.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1117

8 unidades menos 1 cubo de aritmo menos 12 aritmos, y 8 unidades,


respectivamente.
Restando 1 unidad de cada uno de estos cubos, el primero será 1 cubo
de aritmo más 3 cuadrados de aritmo más 3 aritmos; el segundo 6 cua-
drados de aritmo más 7 unidades menos 1 cubo de aritmo menos 12 arit-
mas, y el tercero 7 unidades, y como la suma de estos tres cubos, que
es 9 cuadrados de aritmo más 14 unidades menos 9 aritmos, debe ser
un cuadrado, igualándola al cuadrado que tiene por raíz 3 aritmos menos
4 unidades, resulta que 1 aritmo es 2/15 y, por tanto, uno de los núme-
ros pedidos será 1538/3375, otro 18577/3375 y el otro 7 unidades.
Volviendo a la cuestión original y suponiendo de nuevo que los tres
números son: 1538/3375 cubos de aritmo, 18577/3375 cubos de aritmo
y 7 cubos de aritmo, la suma de los tres números: 4374°/3375 cubos de
aritmo, es 1 aritmo. Tomando la quinceava parte de todo y dividiendo
por 1 aritmo, .resultan 2916 cuadrados de aritmo iguales a 225 unidades,
y, por tanto, 1 aritmo es 15/54, y recordando lo propuesto, queda resuel-
to el problema 15.
15 El sistema que resuelve el problema es
(x+y+z)3+ x =a3, (X+y+z)3 +y=b 2, (X+y+z)3+z=C 2
y representando, como siempre, el aritmo por a, se llega inmediatamente a la
ecuación 96a2 = 1, que, como no tiene solución racional, Diofanto intenta la
manera de sustituir 96 por un cuadrado, y, al observar que es

busca tres números auxiliares x', y', Z/, cuya suma sea un cuadrado y tales
que, sumando a cada uno la unidad, resultan sendos cubos. Las nuevas condi-
ciones son, pues:
x' +y' +Z' =m2, x' + 1=n3, y' + 1=p3, Z' + 1=q3,
y tomando
n 3 = «(33 + 1)3 = (33 + 3(32 + 3(3 + 1,
p3= (2 - (3)2= 6(32+ 8 - (33 -12(3,
q3=2 3=8,
de donde
x' = (33 + 3(32 + 3(3
y' =6(32+ 7 - (33 -12(3 X' + y' + z' = 9 f32 + 14 - 9(3
z'=7 ~ = m 2 =(3(3- 4)2,
(3=2/15
1118 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

16. Encontrar tres números tales que el cubo de la suma de los


tres, disminuido en cada uno de ellos, forme un cubo 16.

y, por tanto,
1.538 18.577
x'=---, y'=---- z'=7,
3.375 3.375
números que, aumentados en 1 unidad, dan cubos, y volviendo al principio,
1.538 18.577
x+y+z=a, x=---a 3 y=----a3, z= 7a3,
3.375 ' 3.375
de donde, sumando,
43.740 15
x+ y+z= a 3= (x, 2.916a2 = 225, a=-,
3.375 54
y, finalmente,
1.538 18.577 23.625
x=----, y z=----
157.664 157.664 157.664
16 Problema análogo al anterior, cuyo mecanismo, como el de este, indica
Diofanto.
Empieza operando con los mismos números que antes:
7 26 63
x=-a 3, y=- a3, z=-a3 ;
8 27 64
llega a la ecuación
4.877
- - - a2 =1;
1.728
y, como no tiene solución racional, busca el modo de sustituir el coeficiente
de a 2 por un cuadrado, lo que le lleva a la igualdad
162
m 3+n 3+p3=--,
216
y como es
162= 125 +64- 27 = 53 +43+ 33,
216= 63 = 125 + 64+ 27 = 53 +43 + 33,

invoca un porisma según el cual siempre se pueden encontrar dos números cuya
diferencia de cubos sea igual a la suma de cubos de otros dos; pero no da
DlOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA. 1119

17. Encontrar tres números tales que el cubo de la suma de los tres,
restado de cada uno de ellos, forme un cubo.
18-19. Encontrar tres números tales que su suma sea un cuadrado y
aUmentadO}
que el cubo de la suma de los tres { . . , en cada uno de ellos,
dzsmznuzdo
sea también un cuadrado.
20. Descomponer una fracción dada en tres fracciones de manera que
cada una de ellas, disminuida en el cubo de la suma de las tres, forme
un cuadrado 17.
aumentado)
21-22. Encontrar tres cuadrados tales que su producto
en cada uno de ellos, forme un cuadrado 18.
. . . (
dzsmInuzdo) I
23. Encontrar tres cuadrados tales que su producto, restado de cada
uno de ellos, forme un cuadrado.

la solución del problema, que no es difícil observando que se tiene sucesiva-


mente:
/ 303 ) 3 ( 40 ) 3
3
4 -3
3
=\91 - 91 '

303)3 (40)3
162=5
3
+ ( 91 ~ 91 '

~=~=
4 216
(2)3 + (~~)3 + (~~)3
6 6·91 6·91

= (~)3 + (~)3 + (~)3


6 182 273
y volviendo al principio: a=2j3, a 3= 8/27, y, finalmente,
91 8 4.998.267 8 20.338.417 8
X=--.-, y .-, z .-
216 27 6.028568 27 20.346.417 27
17 Diofanto indica la marcha que hay que seguir para resolver los proble-
mas 17, 18, 19 y 20, pero no los resuelve.
18 Estos dos problemas están resueltos por medio de los triángulos rectán-
gulos
)" (3, 4, 5), (15, 8, 17), (9, 40, 41),
t (3, 4, 5), (12, 15, 13), (15, 8, 17),
1120 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

24-25. Encontrar tres cuadrados tales que el producto de dos cuales-


aumentadO}
quiera de ellos,
f
. o.
dzsmznuzdo
en una unidad. forme un cuadrado.
26. Encontrar tres cuadrados tales que el producto de dos cuales-
quiera de ellos, restado de la unidad, forme un cuadrado.
aumentando }
27-28. Encontrar tres cuadrados tales que
f
disminuyendo
un mzs-
mo número dado a la suma de dos cualesquiera de ellos, resulte un cua-
drado.
29. Encontrar tres cuadrados tales que la suma de sus cuadrados
forme un cuadrado.
Suponiendo que los cuadrados pedidos son: 1 cuadrado de aritmo,
4 unidades y 9 unidades, la suma de sus cuadrados es 1 bicuadrado más
97 unidades que hay que igualar a un cuadrado. Si este es el que tiene
por raíz 1 cuadrado de aritmo menos 10 unidades, resultan 20 cuadrados
de aritmo equivalentes a 3 unidades y el problema quedaría resuelto si
se tuviera a uno y otro lado un cuadrado, lo cual nos lleva a buscar dos
cuadrados y un número tal que su cuadrado, disminuido en la suma de
los cuadrados pedidos, forme un cierto número que esté con el doble del
número anterior en la razón de un cuadrado a otro cuadrado 19.
Si suponemos que estos cuadrados son: 1 cuadrado de aritmo y

obteniéndose
16 100 4
- -, -25
x 2=
9' y2=
9 Z2=
164 169 625
--
«' 100 ' 676
19 Llegado a la expresión 20a 2 = 3, que no se satisface para ningún valor
racional de a, Diofanto busca, como siempre, la manera de sustituir la frac-
ción 3/20 por la de dos cuadrados, y observando que es
3 (10)2- (42+ 92)
20 2·10
se debe llegar a un número k tal que se tenga
k2- (m 2 +n2) p2
2k q2
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1121

4 unidades y que el segundo número es arbitrariamente 1 cuadrado de


aritmo más 4 unidades y restamos de su cuadrado la suma de los cua-
drados de los cuadrados de los números pedidos, quedarán 8 cuadrados
de aritmo 20, y como queremos que esta expresión esté con el doble de
1 cuadrado de aritmo y 4 unidades, o sea: con 2 cuadrados de aritmo y
8 unidades en la razón de un cuadrado a otro cuadrado, tomemos la
mitad de todo, y lo que queremos entonces es que 4 cuadrados de aritmo
estén con 1 aritmo y 4 unidades en la razón de un cuadrado a otro, y
como 4 cuadrados de aritmo es un cuadrado, 1 cuadrado de aritmo y
4 unidades también deben ser un cuadrado.
Si igualamos este cuadrado al que tiene por raíz 1 aritmo y 1 unidad,
1 aritmo valdrá 1 ~ unidades y los cuadrados pedidos serán 2 ~ Y 4 Y el
número arbitrario 6~, y tomándolos 4 veces tendremos: 9, 16 Y 25
unidades, respectivamente 21.
Volviendo. a la cuestión original, supongamos que los tres cuadra-
dos son: 1 cuadrado de aritmo y 9 Y 16 unidades, cuya suma de cuadra-
dos es 1 bicuadrado y 337 unidades, e igualando esta expresión al cua-
drado cuya raíz es 1 cuadrado de aritmo menos 25 unidades, 1 aritmo
equivaldrá a 12/5 unidades y el resto es claro 22.

20 Poniendo, en efecto,

se debe tener
({32+4)2-(,84+ 16) p2
2(132+4) q2

21 Debiendo ser {32+4 un cuadrado, si ponemos

se tiene

y como se ha tomado n=4, los cuadrados de estos números son: 25, 9 y/16.
22 Obtenido el valor 12(5 para 1 aritmo, sale inmediatamente:

144
x2 =--, y2= 9, z2= 16.
25
Es digno de observarse que Diofanto no plantee el problema con la condi.
ción de ser un cuadrado la suma de dos bicuadrados, cuya imposibilidad de-
1122 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

30. Una persona se embarcó con sus compañeros 23, quienes le en-
cargaron que les fuera útil. Mezcló garrafas 24 [de vino], unas de ocho
dracmas y otras de cinco 25, y pagó por todo un [número] cuadrado que,
aumentado en el número de unidades que se te indicará [60], hará que
tengas otro cuadrado cuya raíz es el número total de garrafas. Averigua
cuántas había de ocho y cuántas de cinco dracmas 26.
El significado de este epigrama es el siguiente: se compran dos cla-
ses de vinos: de 8 y de 5 dracmas la garrafa y se paga por todo un núme-
ro cuadrado que, aumentado en 60 unidades, forma un cuadrado cuya
raíz es la cantidad total de garrafas. Averiguar cuántas se compraron de
cada clase 27.
Si el total de garrafas es 1 aritmo, su costo será 1 cuadrado de aritmo
menos 60 unidades, y falta hacer que 1 cuadrado de aritmo menos 60 uni-

mostró Fermat, lo que hace pensar a algunos historiadores de la Matemática


en que tal vez 10 sabía el alejandrino. La demostración se debe a EULER: Com-
mentationes Arithmeticce, tomo 1, pág. 24, San Petersburgo, 1849.
23 O criados. Cougny propone para el segundo verso del epigrama la lección
TOlr; nQonóAOLe; nOLloLV XQljO'tÓV 8mo'táftlWOr;, con la traducción famulis facere bo-
num [vinum] doctus. Vid. Appendíx nova de la edición de Didot, VIII, 3.
24 xóor;, medida de capacidad para líquidos equivalente a 3i litros.
25 bQaX[t~, moneda de 6 óbolos.
26 El texto griego del epigrama es el siguiente, que figura en el lugar citado
en la nota 23:
'O,nabQáX[tour; xaL nEv'taoQáX[tour; X08ar; .le; E[tL~E,
TOLr; nQonoAoloL mcLv XQ110't' ano'ta;á[tEvor;,
Kal 'tL[t11v aJT80roxEv ún8Q náv'trov 'tnQáyrovov,
Tar; Ent'tax6ELoar; bE;á[tEVOV [tovabar;
KaL nOLOuv'ta núJ,LV E'tEQOV 08 cpÉQELV 'tnQáyrovov
K 'tl¡Oá[tEVOV nAEuQáv 0'Óv6E[ta 'trov X0f,rov.
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Kal náAL 'tour; S't8QOUr;, nal:, A8YE nEv'taoQáx[tour;.

27 En lenguaje moderno, si x e y son las incógnitas, se tiene:


8x+5y=n2, n2+60=(x+y)~,

y de aquí

Poniendo x+y=m, es
m 2 - 60= 5m + 3x= 8m - 3y;
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1123

dades sea un cuadrado y establecer la raíz de este cuadrado por medio de


1 aritmo disminuido en tantas unidades como se quiera.
Puesto que 1 cuadrado de aritmo menos 60 unidades se compone de
dos números: el del valor de las garrafas de 8 dracmas y el de las de 5,
la quinta parte del valor de las garrafas de 5 dracmas es la cantidad
de garrafas de 5 dracmas y la octava del de 8 la de garrafas de 8 dracmas,
y el total de garrafas es 1 aritmo, lo que nos lleva a descomponer un
cierto número: 1 cuadrado de aritmo menos 60 unidades, en dos núme-
ros tales que la quinta parte de uno, aumentada en la octava del otro,
forme 1 aritmo, lo cual no siempre es posible a menos que el aritmo se
tome mayor que la octava y menor que la quinta parte de 1 cuadrado
de aritmo menos 60 unidades.
Suponiendo que 1 cuadrado de aritmo disminuido en 60 unidades es
mayor que 5 aritmos y menor que 8 y añadimos a uno y otro lado 60 uni·
dades, resulta que 1 cuadrado de aritmo también es mayor que 5 arit-
mos aumentados en 60 unidades, y como es igual a 5 aritmos aumentado
en un número de unidades mayor que 60, se deduce que 1 aritmo no
podrá ser menor que 11 unidades.
Análogamente, puesto que 1 cuadrado de aritmo disminuido en 60
unidades es menor que 8 aritmos, si añadimos a uno y otro lado 60 uni-
dades, 1 cuadrado de aritmo equivaldrá a 8 aritmos aumentados en un
número de unidades menor que 60, y, por tanto, 1 aritmo no puede ser
mayor que 12 unidades; y como se ha demostrado que no puede ser me-
nor que 11, tiene que tener más de 11 y menos de 12.
Si igualamos 1 cuadrado de aritmo menos 60 unidades al cuadrado

luego
m 2 -60> 5m} de donde 11~m~12,
m 2 -60 < 8m
y como m 2 - 60 es un cuadrado, si ponemos

m 2-.60= (m - n)2,

es
n 2 +60
m=---
2n
lo que demuestra que es 19~n~21.
Diofanto toma el valor n=20, y, por consiguiente, m= 11~ y llega así a la
solución x= 59/12, y= 79/12.
1124 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO JI

cuya raíz sea 1 aritmo disminuido en una cierta cantidad de unidades, el


aritmo provendrá de un número que, multiplicado por sí mismo, y au-
mentado en 60 unidades, quede dividido por su doble, lo que nos lleva a
buscar un número cuyo cuadrado, aumentado en 60 unidades y dividido
por su doble, dé un cociente mayor que 11 y menor que 12.
Si suponemos que el número pedido es 1 aritmo 28, es necesario que
el cociente de 1 cuadrado de aritmo y 60 unidades por 2 aritmos sea ma-
yor que 11, y, por consiguiente, 1 cuadrado de aritmo, aumentado en
60 unidades, debe ser mayor que 22 aritmos, los cuales equivaldrán a
1 cuadrado de aritmo aumentado en un número menor que 60 unidades,
de donde se deduce que 1 aritmo no puede ser menor que 19 unidades, y
como ese cociente es menor que 12 unidades, resulta que 1 cuadrado de
aritmo, aumentado en 60 unidades, es menor que 24 aritmos, los cuales
son también iguales a 1 cuadrado de aritmo aumentado en un número
mayor que 60 unidades; luego 1 aritmo tiene que ser menor que 21 uni-
dades, y como es mayor que 19, supongamos que es igual a 20.
Igualando 1 cuadrado de aritmo menos 60 unidades al cuadrado cuya
raíz sea 1 aritmo menos 20 unidades, 1 aritmo valdrá entonces 11 ~
unidades y su cuadrado 132~, de modo que, si a este cuadrado le quita-
mos 60 unidades, habrá que descomponer el resto: 72~ unidades en dos
números tales que la quinta parte del primero aumentada en la octava
del segundo sea 11 ~ unidades.
Si suponemos que la quinta parte del primer número es 1 aritmo, la
octava del segundo será 11 ~ unidades menos 1 aritmo, y, por tanto, es-
tos números serán: 5 aritmos uno y 92 unidades menos 8 aritmos el
otro, e igualando la suma a 72~ unidades, se obtiene el valor 79/12
para 1 aritmo, y, por consiguiente, habrá 6 garrafas y 7 cotilos 29 de
5 dracmas y 8 garrafas y 11 cotilos de 8 dracmas. El resto es evidente.

28Uno nuevo o incógnita auxiliar.


29 %O'tUA~,
medida divisionaria para líquidos, que era 1/12 de garrafa, o sea,
4,66 decilitros.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1125

LIBRO VII

1. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de la hipo-


tenusa Zy disminuido en cada uno de los números de las perpendiculares 3,
forme un cubo.
Formando el triángulo pedido con los dos números 1 cuadrado de
aritmo y 3 unidades, la hipotenusa será 1 cuadrado de aritmo más 9 uni-

1 Como dijimos en la bibliografía, todos los problemas de este libro se refie-


ren a triángulos rectángulos de lados racionales que, además de satisfacer-na-
turalmente-Ia ecuación pitagórica, deben cumplir las condiciones que les im-
ponen sus respectivos enunciados.
Con objeto de evitar repeticiones en nuestras notas de pie de página, dire-
mos que, para resolverlos, Diofanto emplea la igualdad
[1]

donde, como ya es clásico, a representa la hipotenusa y b y e los catetos de


un triángulo rectángulo, igualdad que utiliza también bajo una de estas dos
formas:

k Z + ( k2; 1 r
= ( ~2;~ )2 [2]

(2k+ 1)2+ [2k(k+ 1)]2=(2k2 + 2k+ 1)2, [3]

fáciles de comprobar; o bien, dados dos números m y n. toma como catetos


los yalores b=m2 -n2 y c=2mn, y entonces la hipotenusa es a=m 2 +n 2, pues
que se verifica
[4]

y, finalmente, emplea en algunos problemas la identidad

m 2+ (m2
4- 1
)2 (m2
=
)2
4+ 1 , [5]

que. como se comprueba inmediatamente, también satisface la ecuación pita-


górica.
:: El número que mide la hipotenusa.
3 Catetos, que es como traduciremos en lo sucesivo.
1126 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

dades, la altura 4 6 aritmos y la base 5 1 cuadrado de aritmo menos 9 uni-


dades 6.
Si de la hipotenusa se resta uno de los catetos: 1 cuadrado de arit-
mo menos 9 unidades, quedan 18 unidades, que no forman un cubo;
pero observando que 18 es el doble del cuadrado de 3, tendremos que
encontrar un número tal que su cuadrado, tomado dos veces, sea un cubo.
Si este número es 1 aritmo 7, habrá que igualar 2 cuadrados de arit-
mo a un cubo y si este es 1 cubo de aritmo, resulta 1aritmo igual a
2 unidades 8, de modo que si formamos un nuevo triángulo con 1 aritmo
y 2 unidades en vez de 3, la hipotenusa será 1 cuadrado de aritmo y 4 uni-
dades, un cateto 4 aritmos y el otro 1 cuadrado de aritmo menos 4 uni-
dades 9, y, por tanto, la hipotenusa, disminuida en el cateto 1 cuadrado
de aritmo menos 4 unidades, forma un cubo 10 y solo falta considerar el
cateto que es igual a 4 aritmos, para lo cual igualaremos a un cubo la
diferencia entre 1 cuadrado de aritmo más 4 unidades y 4 aritmos, y como
esta expresión es un cuadrado cuya raíz es 1 aritmo menos 2 unidades 11,
igualando esta raíz a un cubo, resolveremos el problema. Igualándola,
pues, a 8 unidades 12, tendremos el valor 10 para 1 aritmo, y, por tanto,
formando el triángulo con 10 y con 2 unidades, la hipotenusa será 104
y los catetos 40 y 96.
2. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de la hipo-
tenusa, aumentado en cada uno de los números de los catetos, forme un
cubo 13.
4 xaeín;o~, un cateto.
s El otro cateto.
6 Aplica, sin decirlo, la fórmula [4] de la nota 1 para m=a, n=3.
7 (3 -:j= a.
S 2(32=(33, (3=2.
9 Aplica la misma fórinula [4] para m=a, n=2.
10 Se tiene, en efecto,
((32+ 4) - ((32 - 4) = 8 = 2 3.

11 ((32+4)-4(3=(f3-2)2.
12 Vuelve a cambiar de aritmo: y -:j= f3 -:j= a, que lleva a la igualdad
y-2=23 =8, y=lO.
13 Razonando como en el problema anterior y haciendo análogos cambios de
aritmo como incógnitas auxiliares, resulta el triángulo
a= 377, b= 352, c= 135.
DlOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1127

3. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su área,.


aumentado en un número dado, forme un cuadrado.
Si el número dado es 5 y formamos el triángulo de 3, 4 Y 5 aritmos,.
el número del área, aumentado en 5 unidades, es 6 cuadrados de aritmo
más 5 unidades, que debe ser un cuadrado.
Igualándolo a 9 cuadrados de aritmo y restando lo semejante de lo
semejante, resultan 3 cuadrados de aritmo igual a 5 unidades, y, por
tanto, es preciso que la razón de término a término sea la de un cuadra-
do a otro 14, lo que nos lleva a buscar un triángulo rectángulo y un núme-
ro cuadrado tales que, disminuido este en el número del área del trián-
gulo, sea la quinta parte de un cuadrado, puesto que el número dado tiene
5 unidades.
Formando ahora un triángulo con 1 aritmo 15 y 1 inverso de aritmo,.
el número del área de este triángulo será 1 cuadrado de aritmo menos
1 inverso de 'cuadrado de aritmo 16, y si la raíz del cuadrado es 1 aritmo
más una cantidad de inversos de aritmo doble del número dado, es de-
cir, 10 inversos de aritmo, el cuadrado será 1 cuadrado de aritmo más
100 inversos de cuadrado de aritmo más 20 unidades, y si de esta expre-
sión restamos el área, es decir: 1 cuadrado de aritmo menos 1 inverso de
cuadrado de aritmo, la diferencia: 101 inversos de cuadrado de aritmo
más 20 unidades, tomada 5 veces, es 505 inversos de cuadrado de
aritmo más 100 unidades, que tienen que formar un número cuadrado.
Multiplicándolo todo por 1 cuadrado de aritmo, resultan 100 cuadra-

14 Es decir, que los dos miembros de la ecuación 3a 2 = 5 estén en la razón


de dos cuadrados.
15 (3 -::F a.
1
16 La fórmula [4] de la nota 1, para m =(3, n=-, da los valores de los
(3
catetos

cuyo semiproducto es el área s del triángulo:


1
s=p2--
(32
1128 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

dos de aritmo más 505 unidades iguales a un cuadrado, y si este es el


que tiene por raíz 10 aritmos más 5 unidades, 1 aritmo igual al 24/5 17.
Volviendo a lo propuesto y formando el triángulo con 24/5 y 5/24,
la raíz del cuadrado será 413/60; luego si expresamos el triángulo rec-
tángulo en aritmos e igualamos su área, aumentada en 5 unidades. a
170569/3600 cuadrados de aritmo, lo demás es evidente 18.

17 Se tiene, en efecto, sucesivamente,

10) 2 ( 100 ) ( 1) 101


( f3+- -s= .f32+--+20 - {32_- =--+20,
f3 & & &
cuyo producto por 5,
101 ) 505
( --+20
f32
5=--+100,
f32

debe ser un cuadrado, de modo que multiplicando por {32 e igualando el pro-
ducto al cuadrado cuya raíz es 10{3+5, tendremos

505 )
( ¡;z+ 100 f32= 505 + 100f12 = (10f3+ 5)2
= loo{32+25 + 100f3,
de donde
480 24
100{3= 505 - 25 - 480, {3=-=-
100 5
18 Los cuadrados de los lados del triángulo formado con 24/5 y 5124 son,
en virtud de la fórmula [4] de la nota 1:

a= (24)2+ (~)2= 332.402-,


5 24 14.400

b= (24)2_ (~)2= 331.15~,


5 24 14.400
24
5
c=2·-·-=2.
5 24
Su área es
331.151
s=!bc=----,
14.400
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1129

4. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su área,


disminuido en un número dado, forme un cuadrado.
Si el número dado es 6 y formamos el triángulo de 3, 4 Y 5 aritmos,
6 cuadrados de aritmo menos 6 unidades deben ser un cuadrado, y si
es 4 cuadrados de aritmo, nos vemos llevados a buscar un triángulo rec-
tángulo y un número cuadrado tal que si se resta del área y se toma
6 veces la diferencia, se tenga un cuadrado.
Formando ahora un triángulo con 1 aritmo y 1 inverso de aritmo y
que la raíz del cuadrado sea 1 aritmo menos una cierta cantidad de
inversos de aritmo: la mitad de la cantidad del número dado, es decir:
3 inversos de aritmo, resultarán 6 unidades menos 10 inversos de aritmo
iguales a la sexta parte de un cuadrado.
Tomando el séxtuplo, se tendrán 36 cuadrados de aritmo menos 60 uni-
dades iguales a un cuadrado, y suponiendo que este es el que tiene por
raíz 6 aritmos menos 2 unidades, se tiene el valor 8/3 para 1 aritmo, el
triángulo estará formado con 8/3 y 3/8 Y la raíz del cuadrado será 37/24.
Una vez encontrado este triángulo, 10 expresaremos en aritmos, y~
de acuerdo con 10 propuesto, encontraremos un aritmo racional que
resuelve el problema 19.
5. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su área,
restado de un número dado, forme un cuadrado.
Si el número dado es 10, formemos el triángulo de 3, 4 Y 5 aritmos,

el cuadrado auxiliar

24 + 50) 2=~70.569 = ( 413 )' 2


(
5 24 3.600 60
Y. p<)f tanto,
331.151 170.569 24
5+5 a 2 +5 a=-,
14.400 3.600 53
y el triángulo pedido será
332.401 331.151 48 28.800
a b=----, C=-=---
31.800 31.800 53 31.800
19 La solución es
4.177 4.015 16 1.152
a=--.-, b=---, c=-=---
504 504 7 504
1130 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

de modo que 10 unidades menos 6 cuadrados de aritmo serán un cua-


drado, y si igualamos esta expresión a una cantidad cuadrática de cua-
drados de aritmo, esto nos lleva a buscar un triángulo rectángulo y un
número cuadrado tal que, aumentado en el número del área, sea la dé:.
cima parte de un cuadrado.
Formemos un triángulo con 1 aritmo 20 y 1 inverso de aritmo, y su-
pongamos que la raíz del cuadrado sea 1 inverso de aritmo más 5 aritmos,
en cuyo caso la suma del área y del cuadrado será 26 cuadrados de arit-
mo más 10 unidades, y multiplicando por 10, el producto 260 cuadra-
dos de aritmo más 100 unidades habrá que igualarlo a un cuadrado y
tomando la cuarta parte resultan 65 cuadrados de aritmo más 25 unida-
des que igualaremos al cuadrado cuya raíz es 5 unidades más 8 aritmos,
de donde deduciremos que 1 aritmo tiene 80 unidades.
Volviendo al enunciado encontraremos lo demás del mismo modo
que en los problemas anteriores 21.
6-7. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su área,
aumentadO} 1d d 1 f ' d d 22
{ disminuido en e e uno e os catetos, arme un numero a o .
8-9. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su área,
aUmentadO} ,
{ disminuido en la suma de sus catetos, forme un numero dado 23.
10-11. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su

20 Distinto del anterior.


21 La solución, siendo 10 el número dado, es
40.960.001 40.559.999 2 12.800
a=-----, b .----, c=--=----
825.600 825.600 129 825.600
22 Para m= 7, la solución de la ecuación s± c= 7 es

a= r25/4, b= y6, c= r7/4,


( 25/3, ( 8, ( 7/3.

23Para m=6, la solución de la ecuación s±(b+c)=6, es

r53/18,
b- {
45/18, 28118.
a= (318/35, 270/35, c= { 168/35.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1131

aumentadO}
área,
f, dzsmznuzdo
. . . . en la suma de la hipotenusa y uno de los catetos, for-
me un número dado 24.
12. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su área,
aumentado en el de uno u otro de los catetos, forme un cuadrado 25.
Consideremos el triángulo de 5, 12 Y 13 aritmos cuya área 30 cuadra-
dos de aritmo, aumentada en 12 aritmos, sea un cuadrado. que si es
36 cuadrados de aritmo, resulta 1 aritmo igual a 2 unidades, y, por
tanto, 30 cuadrados de aritmo más 5 aritmos también deben ser un· cua-
drado 26; pero como no es, tendremos que buscar un cuadrado tal que
si se disminuye en 30 unidades y se divide por 12 el resto, el número ob-
tenido, multiplicado por sí mismo, tomado 30 veces y aumentado en su
quíntuplo, forine un cuadrado 27.
24 La solución de la ecuación s±(a+c)=4, es
a= f 212/105, b= r180/105, c= f 112/105.
( 53/6, ( 15/2, ( 14/3.
25 Para resolver este problema, Diofanto establece previamente dos lemas
que, con nuestro simbolismo, son:
1. o Las tres relaciones
b-c=m2, b=n2, s+c=p2,
se verifican para a=5, b=4, c=3.
2.° Las cuatro relaciones
x+y=m2 , xn2 +y=p2, x=3, y=6,
se verifican para m=3, n=22 +1=5,
p=9.
26En el triángulo a=13a, b=12a, c=5a, es s=tbc=30a 2, y como el sis-
tema es
s+b=m2, s+c=n2,
debe ser

y también

27 Como 30a2 + 5a = 130 para a = 2 no es un cuadrado, consideremos un nuevo


aritmo /3:¡!= a tal que verifique la igualdad m 2 = f32 a 2, y entonces se tendrá:
30a2 + I2a = m 2 = f32 a 2,
1132 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Si este es 1 cuadrado de aritmo 28, se le disminuye en 30 y se divide


12 por el resto, se obtienen 12 unidades fraccionadas por 1 cuadrado de
aritmo menos 30 unidades, cuyo cuadrado es 144 unidades fraccionadas
por 1 bicuadrado de aritmo más 900 unidades menos 60 cuadrados de
aritmo, que, tomado 30 veces y aumentado en el quíntuplo del número.,
se tienen 60 cuadrados de aritmo y 2520 unidades fraccionadas por 1 bi-
cuadrado de aritmo y 900 unidades menos 60 cuadrados de aritmo. y
por ser esta expresión un cuadrado, es necesario que 60 cuadrados de
aritmo y 2520 unidades también sean un cuadrado y como el aritmo pro-
viene de un cierto cuadrado, hay que buscar un cuadrado de aritmo que.,
tomado 60 veces y aumentado en 2520 unidades, forme un cuadrado;
luego si, modificando el triángulo rectángulo, lo construimos de mane-
ra que 60 más 2520 forme un cuadrado, habremos resuelto el pro-
blema 29.
Observando que 60 es el producto de lós dos catetos y 2530 el del
cateto mayor por la diferencia de ambos y el área 30, tendremos que en-
contrar un triángulo rectángulo tal que el producto de sus catetos.,
aumentado en el del cateto mayor por la diferencia de ambos y por el
área, sea un cuadrado.
Si suponemos que el número del cateto mayor es un cuadrado y divi-
dimos el todo por este cateto, tendremos que hacer que el número del

de donde
12 144
a=---, a2
f32- 30 f34 + 900 - 60f32
y, por tanto, será
144 12 60,82+2.520
30a2 +5a=30 . - - - +5 .
,B4 + 900 - 60f32 {J2 - 30 ,B4 + 900 - 60p2
,de donde

28 'Y :j:= f3 :j:= a.


29 En virtud del segundo lema.
30 Se tiene, en efecto,
60=5·12, 2.520=12(12-5)30.
D10FANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1133

cateto menor, aumentado en el producto del área por la diferencia de


catetos, sea un cuadrado 31.
Encontrados los dos números: el· del producto del área por la dife-
rencia de catetos y el del cateto menor, volvemos a tener que buscar
un cuadrado y multiplicarlo por uno de los números dados y aumen-
tarlo en el otro. Según los lemas este triángulo es el de lados 3, 4 Y 5
que expresaremos por medio del aritmo 32 y tendremos entonces que
igualar 6 cuadrados de aritmo más 4 aritmos a un cuadrado y 6 cua-
drados de aritmo más 3 aritmos a otro cuadrado 33.
Resolviendo la mayor de estas ecuaciones, resulta el número 34 4 uni-
dades fraccionadas por 1 cuadrado de aritmo menos 6 unidades, cuyos
cuadrados es 16 unidades fraccionadas por 1 bicuadrado de aritmo más
36 unidades menos 12 cuadrados de aritmo 35, y, por tanto, 6 veces este
31 Llamando a', b', e', a la hipotenusa y los catetos del nuevo triángulo, su-
poniendo que b' es un número cuadrado y dividiendo los dos miembros de
la igualdad
b'e' + b'(b' - e')tb' e' = núm. cuadr.
por b', se tiene
núm. cuadro
e' +(b' -e')tb'c'
b'

32 Uno nuevo 8 distinto de los anteriores, que Diofanto introduce, como de


costumbre, sin hacer ninguna advertencia.
33 Por ser el área del triángulo (3a, 4a, 5a)

t 3a·4a=6~,

a la que hay que sumar cada uno de los catetos, resultando


4a=p2.
6a2 + [
3a=q2.
34 El aritmo introducido para encontrar la expresión del cuadrado que hay
que igualar a la primera ecuación.
35 Obtenidos los lados del triángulo auxiliar por la fórmula [4] de la nota 1
para m= 2, n= 1,

las condiciones
tbc+b=núm. cuad., ibe+c=núm. cuad.,
1134 CIENTIFICOS GRIEGO S.-TOMO 11

resultado, aumentado en 3 veces el número, es igual a 12 cuadrados


de aritmo más 24 unidades fraccionadas por 1 bicuadrado de aritmo más
36 unidades menos 12 cuadrados de aritmo 36; luego 12 cuadrados de
aritmo más 24 unidades deben formar un cuadrado que, multiplicado por
el menor de los números y aumentado en el mayor, forma un cuadrado,
que es 25, el cual siendo el cuadrado de 1 aritmo, este tiene 5 unidades 37.
Igualando entonces 6 cuadrados de aritmo más 4 aritmos al cuadra-
do 25 cuadrados de aritmo, 1 aritmo será 4/19 y los lados del triángulo
pedido 20/19, 16/19 Y 12/19.
13. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su área,
disminuido en el de uno u otro de los catetos, forme un cuadrado 38.

se convierten en

y poniendo p2= {328 2, la primera de estas ecuaciones da


16
82 = - - - - - -
p4+ 36 -12{32

36 Poniendo los valores de 8 y 02 en la segunda ecuación, se tiene, en efecto,


96
~-----+ q2
(34+ 36 - 12{32 ,84+ 36 - 12{32
37 De la igualdad de la nota anterior, se deduce que es
12,82+ 24= ({32 - 6)2q2= núm. cuad.,

10 que nos dice que tenemos que encontrar un cuadrado {32 que, multiplicado
por 12 y aumentado en 24, forme un cuadrado, y por ser 12+24=36 un núme-
ro cuadrado, se tendrán, en virtud del segundo lema, infinitos valores de {3
que satisfacen la condición. Poniendo {32= 25, es {3= 5 Y la primera ecuación
se convierte en

y los lados del triángulo pedido serán:

20 16 12
a=-, b=-, c=-
19 19 19
38 Este problema está resuelto de un modo análogo al anterior, pero su lec-
DIüFANTü DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1135

14-15. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su


diSminUidO} .
área, { en el de la hzpotenusa y uno de los catetos, forme un
aumentado
cuadrado 39.
16. Encontrar un triángulo rectángulo tal que si se divide uno de
sus ángulos agudos en dos partes iguales, el número de la recta divisora
del ángulo sea racional 40.

tura es más fatigosa, complicada, además, por el empleo de dos aritmos o in-
cógnitas auxiliares con el mismo nombre. La solución es
a=4, b= 12/5, c= 16/5.
39 Estos dos problemas dieron lugar a la siguiente nota de FERMAT: Oeuvres,
tomo III, págs. 341-42 y 349-50: «Por medio de mi método se podría resolver
el problema,_ más difícil, de encontrar un triángulo rectángulo tal que la hi-
potenusa y cada cateto, disminuido en el área, forme un cuadrado.» La solu-
ción, que Fermat no dio nunca, se debe a EULER, loco cit., 1, págs. 62-72.
Diofanto hace preceder el problema 15 de un lema que dice que si hay tres
números, coino m=3, n=ll y p=5, con los cuales se puede formar un cua-
drado
q2=p2.m- n= 82,

hay otro cuadrado r2 > p2 con el cual se puede formar otro cuadrado de la
misma manera:

Las soluciones de estos dos problemas son:


)17/3, 8/3, c= ) 15/3.
a= ( 17/77,
b-
r
15/77, (8/77.
40 Este problema, único del libro que se aparta del tipo general, adopta la
forma geométrica en el enunciado, que hoy redactaríamos así: Encontrar un
triángulo rectángulo tal que la bisectriz de uno de sus 8

ángulos agudos quede medida por un número racional. ~


Obsérvese que Diofanto excluye la bisectriz del ángu-
lo recto, porque como ha advertido GINO LORIA: Le _
scienze esatte nell'antica Grecia, pág. 907, Milán, 1914, A D

debía de saber que el problema es imposible en este caso, pues que, en


efecto, la bisectriz del ángulo recto A formado por los catetos AC=b y
AB =c, es el número irracional bciz/b +c.
1136 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Suponiendo que la recta que divide al ángulo en dos partes iguales


tiene 5 aritmos y uno de los segmentos de la base 3, la vertical tendrá 4,
y si la base, a partir de su origen, es una cantidad cualquiera de unidades
triplicada, como 3, el segmento restante tendra 3 unidades menos 3 aritmos.
Puesto que el ángulo se ha dividido en dos partes iguales y la per-
pendicular es los 4/3 del segmento, la hipotenusa será también los 4/3
del resto de la base, y como este segmento es 3 unidades menos 3 arit-
mos, la hipotenusa es 4 unidades menos 4 aritmos.
Igualando el cuadrado de esta expresión, es decir: 16 cuadrados de
aritmo y 16 unidades menos 32 aritmos a la suma de los cuadrados de
las perpendiculares, o sea: a. 16 cuadrados de aritmo y 9 unidades, se de-
duce que 1 aritmo es 7/32.
El resto es claro porque si tomamos el todo 32 veces, la perpendicu-

La solución de Diofanto, como verá el que leyere, es la siguiente:


Sea BD la bisectriz del ángulo agudo B del triángulo rectángulo ABC. Su-
poniendo
BD=5a, AD=3a;

se tiene, por el teorema de Pitágoras,

y si AC es un múltiplo de 3, tomando AC = 3, resulta OC = 3 - 3a; recordando


la proposición de EUCLIDES: Elementos, VI, 3:
AB e AD
--:::::-==--
BC a OC
y poniendo aquí los valores anteriores, es
4a 3a
--=---, a=4-4a,
a' 3 - 3a
y el teorema de Pitágoras da ahora:
(4- 4a)2=(4a)2+ 32, a= 7/32,

de manera que, adoptando lados homólogos 32 veces mayores, el triángulo pe-


dido es
AB=28, AC=96, BC=lOO,
BD=35, AD=21, DC=75.
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1137

lar tendrá 28 unidades, la base 96, la hipotenusa 100, la recta diviso-


ra 35 y los segmentos de la base 21 y 75.
17. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su área,
aumentado en el de la hipotenusa, forme un cuadrado, y el número de
su perímetro sea un cubo.
Suponiendo que el número del área del triángulo es 1 aritmo y el
de la hipotenusa una cantidad cuadrática de unidades menos 1 aritmo,
como 16 unidades menos 1 aritmo, el producto de los catetos será 2 arit-
mos, y como 2 aritmos es el producto de 1 aritmo por 2 unidades re-
sulta que si uno de los catetos en 2 unidades, el otro será 1 aritmo y el
perímetro 18 unidades, que no es un cubo, pero por ser un cuadrado
aumentado en 2 unidades, habrá que encontrar un cubo que exceda a un
cuadrado en 2 unidades.
Si la raíz de este cuadrado es 1 aritmo 41 más 1 unidad y la del cubo
1 aritmo menos 1 unidad, el cuadrado será 1 cuadrado de aritmo más 2
aritmos más 1 unidad, y el cubo, 1 cubo de aritmo más 3 aritmos menos
3 cuadrados de aritmo menos 1 unidad, y como queremos que el cubo
exceda al cuadrado en 2 unidades, el cuadrado, aumentado en 2 unidades,
es decir: 1 cuadrado de aritmo más 2 aritmos más 3 unidades, debe
ser igual a 1 cubo de aritmo más 3 aritmos menos 3 cuadrados de arit-
mo menos 1 unidad, de donde se deduce que 1 aritmo vale 4 unidades,
y, por tanto, la raíz del cuadrado será 5 unidades y la del cubo 3, y el
cuadrado tendrá entonces 25 unidades y el cubo 27.
Modifiquemos, pues, el triángulo rectángulo. Habiendo supuesto que
el área es 1 aritmo, supongamos ahora que la hipotenusa tiene 25 unida-
des menos 1 aritmo, pero continuando la base con 2 unidades y la verti-
cal con 1 aritmo, y entonces, siendo el cuadrado de la hipotenusa 1 cua-
drado de aritmo más 625 unidades menos 50 aritmos, esto será igual a
1 cuadrado de aritmo más 4 unidades, y, por consiguiente, 1 aritmo es
621/50, y volviendo a lo que hemos supuesto, queda resuelto el pro-
blema 42,
41O incógnita auxiliar f3 =ji::. a.
42Empleando el simbolismo moderno es muy fácil seguir el razonamiento
de Diofanto hasta igualar « 1 cuadrado de aritmo más dos aritmos más 3 uni-
dades al cubo de aritmos más 3 aritmos menos 3 cuadrados de aritmo menos
1 unidad», o sea,

única ecuación de tercer grado que se encuentra en 10 que de Diofanto cono-


1138 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO Il

18. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su área,


aumentado en el de la hipotenusa, forme un cubo y el perímetro un cua-
drado 43.
cernas, admitiendo la raíz f3 = 4, sin explicación alguna, lo cual no autoriza a
decir que sabía resolver la ecuación cúbica, pues que su fórmula no se conoció
hasta el Renacimiento. Es posible que el alejandrino encontrase esta solución
poniendo la ecuación bajo la forma

cosa que bien pudo hacer, pues que sabía transponer términos y reducir los
semejantes, y habría observado fácilmente que entonces es

de donde, dividiendo por f32+ 1, sale inmediatamente f3=4, siendo las otras
dos raíces f3± v=T inconcebibles para él; pero el hecho es que no dice nada
y se limita a dar la única solución racional que cae como llovida del cielo.
Es probable que Diofanto ignorase que la suma del cuadrado de 5 y 2 uni-
dades, o sea el cubo de 3,

es la única solución del problema, como advirtió Fermat al matemático inglés


Kenelm Digby (1603-1665) al comunicarle (Oeuvres, tomo III, pág. 433) haber
demostrado que «solo hay un cuadrado entero que, aumentado en 2, da un
cubo», lo cual es verdad, pero no lo demostró él, sino EULER: Eléments d'Al-
gebre, traducidos del alemán por BERNOUILLI, con notas y adiciones de La-
grange, Lyon, 1795.
Obtenido el valor f3=4, son inmediatos los f3+1=5, f3-1=3 para los lados
del cuadrado y del cubo, siendo estos entonces 25 y 27; y recordando que,
por hipótesis, el área es el aritmo a y los catetos siguen siendo b = 2, c = a,
pero la hipotenusa es ahora 25 - a, se tiene, por el teorema de Pitágoras:
(25 - 0')2=0'2+625 - 500'=22 +0'2=4+0'2,

de donde 0'= 121/50, y la solución, que no da Diofanto, es


629 621
a=--, b=--, c=2.
50 50
43 La solución del sistema s+a=m 2, 2p=nn, es
24.153.953 24.121.185 1.257.728
a=------ b=----- c=-----=2.
628.864 ' 628.864 628.864
DIOFANTO DE ALEJANDRIA.-ARITMETICA 1139

19-20. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su


cuadradO}
área, aumentado en el de uno de los catetos, sea un y el pe-
cubo f
cubo } 44 .
rimetro un
f
cuadrado
21. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su pe-
rímetro sea un cuadrado y que, aumentado en el número del área, forme
un cubo 45.
22. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de su pe-
rímetro sea un cubo que, aumentado en el número del área, forme un
cuadrado 46.
23. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el cuadrado de la hi-

44 Los triángulos que resuelven estos dos problemas, cuyo planteamiento es


el sistema
m2 n3

son
s+b= '
m 3, f
2p=
n2,
'
i
a= {17/5, 8/5, c= )" 15/5 == 3.
b- {
65/9, 16/9, ( 63/9= 7.
45 Tomando los valores

Diofanto indica la marcha que hay que seguir hasta obtener el valor a= 512/217;
pero el texto, mutilado, no llega a la solución, que, calculada por el método
que emplea en problemas análogos, es
309.233 215.055 1.024
a , b , C=---
47.089 47.089 217
46 Razonando larga y penosamente, pero con gran habilidad e ingenio, Dio-
fanto consigue resolver el sistema
2p=m3, 2p+s=n3,
dando los valores
5.968 176 448
a=---, b=--, c=--
225 9 2S
1140 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

potenusa sea la suma de un cuadrado y su raíz, y dividida por uno de los


catetos, resulte un cubo aumentado en su raíz.
Si uno de los catetos es 1 aritmo y el otro 1 cuadrado de aritmo, el
cuadrado de la hipotenusa será un cuadrado aumentado en su raíz 47, e
igualando 1 bícuadrado de aritmo más 1 cuadrado de aritmo a un cua-
drado y dividiéndolo todo por 1 cuadrado de aritmo, se tiene 1 cuadrado
de aritmo más 1 unidad, que habrá que igualar a un cuadrado, de ma-
nera que si la raíz de este es 1 aritmo menos 2 unidades, el aritmo vale
3/4 de unidad y el resto es claro 48.
24. Encontrar un triángulo rectángulo tal que el número de uno de
sus catetos sea un cubo, el del otro cateto un cubo menos la raíz de este
y el de la hipotenusa un cubo más la raíz de este.
Si el número de la hipotenusa es 1 cubo de aritmo más 1 aritmo y el
de uno de los catetos 1 cubo de aritmo menos 1 aritmo, el otro cateto
tendrá 2 cuadrados de aritmo que tendremos que igualar a un cubo, que
si es 1 cubo de aritmo, resulta 1 aritmo igual a 2 unidades y, por tanto,
el triángulo es 6, 8, 10.
47 Para c=a, b=a 2, es evidentemente a2 =a 4 +a2 , y se cumple la primera
condición del enunciado.
48 Por una feliz idea, que, naturalmente, no tiene justificación, y luego de
establecer la igualdad

Diofanto pone

y, por tanto, el triángulo pedido es

15 9 3
a=-, b=-, c=-
16 16 4
PROCLO
DE LICIA
(412-485)
PROCLO DE LICIA

PREAMBULO

EL representante máximo de la orientación ateniense del neoplatonismo,


que supone cierta vuelta a Aristóteles, es Proclo, natural de Bizan-
do, donde nació el 9 de febrero de 412; pero se suele llamar de Licia
porque sus padres eran oriundos de Xanthos, ciudad de esta comarca del
Asia Menor, adonde lo llevaron siendo muy niño y donde empezó su for-
mación cultural.
Pasada la puericia, marchó a Atenas para estudiar elocuencia con
Leonas, y cuando este fue obligado a pasar a Constantinopla llevó consigo
a su discípulo, quien, luego de frecuentar los centros docentes bizantinos,
.regresó a Atenas, donde estudió con Plutarco 1 y con Siriano 2, a quien
sucedió en la dirección de la Escuela de Atenas, laque le valió el cog-
nomento de Diádoco: LlíC(<5oxo~, sucesor, y allí murió el 17 de abril de 485.
Su discípulo Marino de Neápolis, Palestina, escribió una biografía:
Proclo o de la felicidad, publicada por Xilander 3, Zurich, 1568, en la
que le atribuye las cuatro virtudes pitagóricas: prudencia, justicia, forta-
leza y templanza, y dice que gozaba de perfecta salud y de belleza física.
Hijo de su siglo, en plena decadencia del helenismo, Proclo apenas
tiene originalidad y su producción se reduce a glosas, apostillas y comen-
tarías, especialmente de Platón, desde el punto de vista filosófico, y de
Euclides, desde el matemático, con gran copia de referencias biográfi-
cas y bibliográficas, que son las únicas que poseemos de algunos geómetras
anteriores al período helenístico, y de algunas de las cuestiones que in-

1 Filósofo (t 450) posterior en tres siglos al biógrafo y moralista de Que-


ronea (46-120), autor de las bien conocidas Vidas paralelas, con quien no hay
que confundirlo.
2 Filósofo neoplatónico (t 450) comentador de la Metafísica de Aristóteles.
3 Wilhelm Holzmann (1532-1576), filólogo alemán, quien, como tantos inge-
nios de entonces, latinizó su nombre.
1143
1144 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

teresaron a los antecesores del autor de los Elementos, como las diferen-
cias entre axiomas y postulados, teoremas y problemas, disquisiciones so-
bre la naturaleza del ángulo y primeras tentativas de demostrar el famo-
so postulado de las paralelas, que, por extraño que parezca, todavía abor-
da una pintoresca fauna de locos inofensivos caracterizados tanto por su
ignorancia del meollo de la cuestión como por su tozuda resistencia pasiva
a dejarse convencer de su error; pero la importancia histórica del comen-
tario de Proclo creemos que justifica la inclusión de tal tema en la pre-
sente obra, que, por razones cronológicas, cierra no precisamente con
broche de oro, según el resobadísimo tópico, pero tampoco de pacotilla.

BIBLIOGRAFIA

Proclo fue un fecundo escritor, casi todas cuyas obras se conservan


en el original griego o en traducciones latinas; glosó la República, de
Platón, y sus anotaciones fueron editadas por Conrad Gesner, Tiguri,
1542, y escribió amplios comentarios a algunos de sus diálogos: al Timeo,
incluido en la edición princeps de Basilea, 1534; al Alcibíades y al Par-
ménides, publicados por Victor Cousin, París, 1820, y al Cratilo, por
f. F. Boissonade, Leipzig, 1820.
Notables son sus Veintiocho argumentos contra los cristianos, en los
que intenta demostrar la eternidad del Universo, conservados en la re-
futación de Juan Filipón, Venecia, 1555, y su famosa Crestomatía:
Xer¡oro,uó.Beta Yea!taTl~(tl. publicada por A. Schott, Francfort, 1590, y entre
sus obras científicas figuran las cinco siguientes, que citamos por orden
cronológico de sus primeras ediciones: Hipótesis astronómicas, Venecia,
1498; Sobre el movimiento, Basilea, 1531; Sobre la esfera, Basilea, 1536:
Paráfrasis del Tetrabiblios de Ptolomeo, Basilea, 1554, y Sobre los eclip-
ses, Venecia, 1561, la primera de las cuales está traducida al alemán por
Alb. Ritzenfeld, Leipzig, 1912; la segunda, también al alemán, por Karl
Manitius, Leipzig, 1909; la tercera al italiano, por Egnazio Danti, Flo-
rencia, 1573; la cuarta al inglés, por J. M. Ashmand, Oxford, 1892, y la
quinta ignoramos si ha sido mudada en algún idioma occidental.
Pero la obra maestra de Proclo la constituyen sus Comentarios a los
Elementos de Euclides: El~ TO newrov rwv EvxÍceí~ov orolxeíwv j3l j3J.ío v, que,
probablemente, eran apuntes para sus lecciones de Geometría en la Es-
cuela de Atenas.
PROCLO DE LICIA.-BIBLIOGRAFIA 1145

La edición princeps se debe a Simon Grynaeus en un anexo a la de


la obra del alejandrino: Procli editio prima quae Simonis Grinaei opera
.addita est Euclidis Elementis edidit, Basilea, 1535, con muchos errores
o'chacables a la impericia de los copistas del único códice de la colección
John Claymond, de Oxford.
Los humanistas del Renacimiento apenas concedieron importancia a
esta edición, y la misma suerte corrió la latina de Bartholomeo Zamberti,
cuatro mios después, hecha de acuerdo con un ejemplar de la de Grynaeus
corregido por un helenista anónimo, cuyo original se conserva en Munich,
A. gr. 1060. El de Zamberti, también en Munich, tiene la signatura
Cad. lato 6.
La obra de Proclo no fue, realmente, conocida hasta 1560, fecha de
una nueva versión latina de Francesco Barozzi, publicada en Padua:
Procli Diadochi Lycii philosophi ac mathematici probatissimi in primum
Euclidis Elementorum librum, commentatorium ad universam mathe-
maticam disciplinam principium eruditionis tradentium libri In, a Fran-
cisco Barocio patricio veneto summa opera ac diligentia cunctis mendis
expurgata: scholis et figuris quae in greco codice omnes desiderabantur
aucti: primum jam romanée linguée venustate donati et nunc recens
edidi 1.
Hoy contamos con una traducción inglesa de T. Taylor: The phiJóso-
phical and mathematical commentaries of Proclus on the first book of
Euclid's Elements, to wich are added of the refloration of platonic Theo-
logy by latter platonists: and translation from the greek of Proclus's
theological elements, dos volúmenes, Londres, 1792; pero no es una
versión directa del griego, sino de la latina de Barozzi, y tiene no solo los
defectos de este, sino los que de su cosecha le añadió Taylor.
Los manuscritos Monacensis 427 del siglo XV y los 101 y 143 del XVI
de la Barberina, de Milán, sirvieron de base a la edición de Gottfried

1 Esta versión la hizo Barozzi cuando solo contaba veintidós años, pues
que había nacido en 1537 en Candía, donde encontró un códice de la obra de
Proclo durante unas vacaciones que pasaba en la isla de Creta, en la cual tenía
extensas propiedades. Al regresar a Italia descubrió dos ms. en Bolonia, uno
en Venecia y otro en Padua, y fueron estos cuatro ms. la base de su traduc-
ción. Barozzi, buen humanista y genio precoz, escribió varias obras, pero tuvo
la desgracia de cultivar la magia, lo que le valió ser acusado de brujo, y, des-
poseído de su riquísima biblioteca y de gran parte de sus bienes y propiedades
cretenses, murió en Venecia el año 1604.
1146 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Priedlein: Proc1i Diadochi in primum Euc1idis Elementorum librum com-


mentarii ex recognitione Godofredi Friedlein, Leipzig, 1873, a partir de la
cual hizo en 1939 su traducción francesa Paul Ver Eecke, que no pudo
editarse hasta que la Academia Internacional de Historia de las Cien-
cias consiguió para ello una subvención de la Unesco: Proc1us de Lycie:
Les commentaires sur le premier livre des Eléments d'Euc1ide, Brujas.
1948.
Por último, hay una traducción alemana de Max Steck y L. Schon-
berger, Halle, 1945, de la que no hemos conseguido ninguna referencia
por estar editada en la zona alemana que ocupan los rusos.
La obra de Proclo se componía de cuatro libros, de los que solo se
conservan los comentarios al primero de Euclides, precedidos de un largo
prólogo que, en realidad, es una obra independiente, dividido en dos par-
tes de distinto carácter: la primera trata de la Matemática en general,
con algunas divagaciones metafísicas que hubieran hecho sonreír a Eucli-
des-que jamás mezcló la Ciencia positiva con la Filosofía-, y la se-
gunda parte está dedicada a la Geometría y es en ella donde Proclo da
valiosas referencias biográficas y bibliográficas.
La parte filosófica de la obra de Proclo es platónica, pues que rechaza
la idea de considerar el espíritu como tabla rasa hasta que recibe los
conocimientos de la experiencia, y acepta la teoría de la reminiscencia
expuesta en el Menón, y desde el punto de vista matemático nos sirve de
segunda mano lo dicho especialmente por Gémino, analizando con cierto
pormenor los dos aspectos, inteligible y sensible, de la "Matemática, es
decir, la Geometría y la Aritmética, por una parte, y la Mecánica, la As-
trología, la Optica, la Geodesia y la Logística, por otra, de acuerdo con el
filósofo de Rodas, cuya obra Las ciencias matemáticas, perdida, fue la
principal fuente de información del bizantino.
Para ampliar lo dicho, el lector puede acudir a las siguientes obras:
BRETSCHNEIDER, C. A.: Die Geometrie und die Geometer vor Euklid, Leipzig,
1780.
HARTMANN, N.: Des Proclus Diadochus philosophische Anfangsgrunde der Ma-
thematik nach den ersten zwei Büchern des Euklid-Kommentars, Giesen,
1919.
HEATH, Thomas: Greek Mathematics, Oxford, 1921.
KNOCHE, J. H.: «Untersuchungen über des Proklus piadochus». Commentar zu
Euklids Elementen, Herford, 1862.
Untersuchungen iiber die neu aufgefundenen SchoZien des Proklus, Herford,
1865.
PROCLO DE LICIA.-LA ESENCIA MATEMATICA 1147

~ORIA, Gino: Le science essatte nella antica Grecia, Milán, 1914.


MAJER, L.: Proklos über die Petita und Axiomata bei Euklid, Tubinga, 1875.
- Proklos über die Definitionen bei Euklid, Stuttgart, 188l.
PESCH, J. G. van: Die Procli fontibus, Leiden, 1900.
SPEISER, A.: ((Proclus Diadochus über die Mathematik. Enthalt Teile aus den
beiden Vorreden zum Euklid-Kommentar», publicado en Die Mathematische
Denkweisse, págs. 65-75, Zurich, 1932.
TANNERY, Paul: La Géométrie grecque, París, 1897.

LA ESENCIA MATEMATICA

La esencia 1 matemática no debe ser de los primeros ni de los últimos


'géneros que difieren de lo simple, sino ocupar una posición entre las
esencias impartibles 2, complejas e indivisibles y las partibles 3 incluidas
en muchas y variadas combinaciones porque el hecho de permanecer
siempre estable e irrefutable en los razonamientos que se relacionan con
los últimos géneros demuestra que es superior a las formas que se ob-
tienen de la materia, mientras que el de extenderse por sus aplicaciones
y vincularse, además, con las dimensiones de las cosas que se le someten
y proporcionarse otras por otros principios, le asigna un rango inferior
a 10 que es de naturaleza impartible.
Por esta razón creemos que Platón consideró también el conocimiento
de las cosas primeras, intermedias y últimas, atribuyendo a las esencias
impartibles el conocimiento intelectual que distingue inmediatamente, con
sencillez, y supera a los otros conocimientos en inmaterialidad, pureza,
aplicación uniforme y relación con las cosas que existen, mientras que a
las esencias partibles, cuya naturaleza ocupa el último lugar, le atribuía
la opción 4 que se arroga, a su vez, una verdad débil, y, finalmente,
a las esencias intermedias, como las especies de la Matemática, inferiores
a lo que es de naturaleza impartible y superiores a lo de naturaleza
partible, le atribuía el entendimiento S, efectivamente inferior a la inteli-

1 0l'l}la.
lo que no se puede distinguir o impartible.
2 UfU'QI0 1 0s,
que se puede distinguir por parte6 ligadas de manera que for-
3 flf Ql<JlO';, 10
men un conjunto armónico.
4M'ta.
5bldvow, entendimiento o conocimiento razonado.
1148 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

gencia y a la más alta aplicación del espíritu, pero más perfecto, puro
y riguroso que la opinión porque examina en detalle, desarrolla la su-
perabundancia de la inteligencia, desenreda lo enredado por la impresión
intelectual y une, por el contrario, las cosas separadas y las devuelve a
la inteligencia.
Así como estos conocimientos 6 difieren unos de otros, las cosas
cognoscibles difieren también por su naturaleza; las inteligibles aventajan
a todas en sencillez y las sensibles son inferiores a las esencias pri-
meras.
La Matemática, y las cosas del entendimiento, en general, ocupan una
posición intermedia; tienen más divisiones que las inteligibles, que son
superiores a las sensibles por su inmaterialidad, e inferiores a estas en
sencillez, pero tienen prioridad sobre ellas en exactitud, siendo, final-
mente, representaciones más claras de la esencia inteligible que de las
cosas sensibles y al mismo tiempo, imágenes de esta esencia inteligible,
imitando de una manera partible los ejemplares de las cosas que sJn,
y de una manera uniforme sus ejemplares uniformes. En una palabra;
están situadas en los vestíbulos 7 de las formas primeras y descubren
la existencia adscrita a la unidad impartible y fecunda; pero no se elevan
por encima de la división y de la composición de las relaciones ni de la
esencia que pertenece a las imágenes, y no superan los conceptos variados
y detallados del alma en armonía con los conocimientos simples y con-
servados exentos de toda materia.
Concebimos, pues, la posición intermedia de las especies y de las
formas matemáticas entre las esencias absolutamente impartibles y las
que devienen partibles al aplicarse a la materia.

La acción de la Matemática se debe situar en lo que atañe al cono-


cimiento razonado. No es como lo que pertenece a la inteligencia estable-
cido de una manera fija y autárquica 8, concentrándose en sí, ni como lo
que pertenece a la opinión o a la percepción por los sentidos, porque
estos últimos conocimientos se adscriben a las cosas exteriores, actúan
en torno a ellas y no poseen las causas de las cosas que conocen.

6 Es decir, los platónicos que acaba de indicar: inteligencia, opinión y en-


tendimiento.
7 J\;Qo6úQotS;, entradas del entendimiento.
8 Ull1::UQ XllS.
PROCLO DE LICIA.-LA ESENCIA MATEMATICA 1149

Por el contrario, la esencia matemática empieza desde fuera por la


reminiscencia 9, termina interiormente en razonamientos, se eleva a partir
de las cosas menos importantes y llega hasta la esencia primera de las
formas. Su operación no es inmóvil como la intelectual; se desenvuelve
en un movimiento que no es ni local ni modificativo a la manera de los
sentidos, sino verificador y armonizador de las relaciones intemporales
avanzando unas veces de los principios a los resultados y caminando otras
en sentido inverso, ya dirigiéndose de las cosas de antemano conocidas
a las buscadas, ya dirigiéndose de estas a las que les preceden en el
conocimiento. Esta ciencia no se coloca, además, por encima de toda
investigación considerándose perfecta por sí misma, como la inteligencia,
y no se hace perfecta por cosas diferentes, como los sentidos, sino que
avanza en el descubrimiento por medio de la investigación y llega a la
perfección partiendo de lo imperfecto.
La ciencia. matemática posee, además, potencias dobles: unas antici-
pan numerosos principios y dan origen a diversas especies de vías para
la contemplación, y otras reúnen muchos senderos en hipótesis particu-
lares porque, estableciendo, en efecto, como principios la unidad y la
pluralidad, lo finito y lo infinito, y aceptando que las cosas sometidas a
su comprensión están dotadas de un rango intermedio entre las formas
impartibles y las completamente partibles, creemos que las potencias
que pueden conocer la ciencia completa de estas cosas se presentan bajo
un doble aspecto: unas nos conducen apresuradamente hacia la unifi-
cación, reduciendo la pluralidad, y otras son susceptibles de discernir
las cosas simples de las complejas, las generales de las particulares y las
relaciones originariamente impuestas de las secundarias y mínimas por
lo que se refiere a los principios porque, empezando por lo más elevado,
la Matemática se extiende a las realizaciones sensibles, se aproxima a la
Naturaleza y demuestra muchas cosas en unión a la Física, del mismo
modo que, partiendo de abajo, se aproxima en cierta forma al conoci-
miento inteligente y llega al de las cosas primeras. Por esto da, entre
sus conclusiones, toda la teoría mecánica, óptica, catóptrica y otras mu-
chas implicadas en las cosas sensibles, ejerciendo su acción por medio
de estas últimas, y por esto también se atribuye en sus ascensiones las
inteligencias impartibles e inmateriales, remata con estas las impresiones
partibles y los conocimientos obtenidos en sus evoluciones, asimila sus
llSO CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

especies y sus formas a las esencias de estos conocimientos y revela la


verdad sobre los dioses y la contemplación sobre los seres.

Comprenderemos cuán grande es la utilidad de· la Matemática para


las otras ciencias y para las artes si recordamos la perfección y el orden
que añade a las artes teoréticas, como la Retórica, y el complemento que
aporta en su propia representación a las artes primeras, medianas y úl-
timas como las que trabajan para producir una obra 10 que conserve las
propiedades y medidas de los objetos y reservando a las artes prácticas 11
la energía y el movimiento por medio de formas fijas e inmutables porque,
según lo que dice Sócrates en el Filebo, todas las artes, en general,
necesitan de la Aritmética, de la Métrica y de la Estática, de todas estas
esencias o de algunas de ellas. Todas estas ciencias están contenidas
en los tratados matemáticos que nos han dado a conocer la distribución 12
de los números, la diversidad de las medidas y las diferencias de peso.
Según esto, y para quienes 10 hayan comprendido, la utilidad de la
Matemática será, pues, notoria para la Filosofía así como para las demás
ciencias y para las artes. Hay, sin embargo, contradictores que se esfuer-
zan por relajar su dignidad: unos quitándole lo que tiene de bello y
admirable porque no se acomoda a sus deseos, otros declarando que las
experiencias de las cosas sensibles serán más útiles que las que se consi-
deran generalmente en ella, y así, por ejemplo, la Geodesia sería más
útil que la Geometría, la Logística 13 más que la Aritmética fundada en
teoremas y la Astrología más que la que enseña· de un modo general.
En efecto, no somos más ricos por el hecho de reconocer la riqueza,
sino por el uso que hacemos de ella, como no somos más felices por
el hecho de comprender la dicha, sino por vivir dichosamente, de modo
que no es el conocimiento de la Matemática lo que contribuirá a la vida
humana, sino la experiencia, porque dicen que quienes ignoran las causas
y se ejercitan en experiencias de las cosas tomadas en particular, aventajan
completamente, respecto de los intereses humanos, a los que se dedican
exclusivamente a la teoría.
A los que emplean este lenguaje les contestaremos mostrándoles la

10 ~OLr¡TlX(Ú en sentido práctico, no poético.


11 ~Q(l,x-tLxal.
12 ¡;havo!1~'
13 O sea, la Aritmética práctica.
PROCLO DE LICIA.-LA ESENCIA MATEMATICA 1151

belleza de la Matemática por medio de argumentos que Aristóteles


utilizó también para convencernos 14.
Tres cosas, en efecto, producen la belleza de diferentes modos en el
cuerpo y en el alma: el orden, la simetría y la limitación, y puesto que
la falsedad corporal se produce por el desorden, la deformidad, la asi-
metría y la indeterminación materiales que reinan en lo que está com-
puesto de varias partes, y la fealdad moral se origina en la sinrazón
puesta inmoderadamente en movimiento contra las reglas y en una discor-
dancia con la razón que no soporta límites, se deduce que la belleza
existe en los contrarios, es decir: en el orden, la simetría y la deter-
minación.
En la ciencia matemática contemplamos el orden en la manifestación
de las cosas secundarias y más diversas a partir de las primeras y más
simples, porque las posteriores están siempre ligadas a las anteriores,
teniendo estas ·la razón de principio y aquellas la que se desprende de las
primeras hipótesis; vemos la simetría en la concordancia entre las cosas
demostradas y la apelación de todas a la inteligencia, porque la inteligen-
cia es la medida común de toda ciencia a la cual se reduce los que estu-
dian, y, finalmente, el hecho de estar determinado en razones siempre
persistentes e inmutables porque las cosas que son de su conocimiento no
se comportan como las atañaderas a la opinión y a las sensibles, sino que
siempre se presentan las mismas y están determinadas por formas inte-
ligibles.
Por tanto, si tales son los factores de la belleza y si la Matemática
se caracteriza por estos factores, es evidente que también en ella reside la
belleza.

El nombre de Matemática dado a una ciencia de razonamientos cree-


mos que proviene de los pitagóricos, los cuales comprendieron que todo
lo que se llama matema 15 es una reminiscencia depositada en las almas
desde fuera, como las imágenes que, emanadas de los objetos sensibles,
se impregnan en la imaginación, no formada por episodios 16, como el
conocimiento de opinión, sino inspirada por las apariencias y sugerida
desde dentro por el conocimiento razonado volviéndose sobre sí mismo.
Comentarios, pról., parte l.
14 Metafísica, XIII, 3.
15 J.Lá6r¡ov;, ciencia o conocimiento.
16 i3nHOO&Ll:Ó~)¡l';.
1152 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

LA GEOMETRIA COMO RAMA DE LA


MATEMATICA

El hecho de ser la Geometría una rama de la Matemática y ocupar


el segundo lugar después de la Aritmética, ya que esta la completa y de-
termina porque todo lo racional l y cognoscible en Geometría está
determinado por razones aritméticas, ha sido afirmado por los antiguos
y, de momento, no exige una larga digresión.
Pero la tradición relativa a la Geometría será inteligible si examinamos
la materia que le es propia, el lugar que le corresponde entre las cosas
que existen y su esencia. Si la consideramos con atención desde este punto
de vista, aparecerá claramente la potencia de la ciencia que constituye
su conocimiento, la utilidad que de esta se desprende y las ventajas que
del mismo resultarán para quienes la cultiven porque colocando la ma-
teria geométrica entre los géneros de las cosas que existen, algunos
podrían encontrar dificultades al creer que se apartan de la verdad.
Si las figuras de que trata la Geometría son cosas sensibles e insepa-
rables de la materia, ¿cómo podremos decir que esta ciencia nos aísla
de ellas, nos conduce a la naturaleza incorporal, nos acostumbra a con-
templar las cosas inteligibles y nos prepara a la acción por la inteligencia?
¿Cómo concebiríamos, además, en las cosas sensibles un punto impar-
tible, una línea sin anchura, una superficie sin espesor, la igualdad de
las líneas que parten del centro [de la circunferencia] y, en general,
todas las figuras poligonales y poliédricas que nos enseña la Geometría?,
y, por último, ¿cómo podrían ser incontestables los razonamientos de
esta ciencia si las figuras y las formas sensibles admiten el más y el
menos, si están llenas de indeterminaciones materiales y la igualdad se
presenta con la desigualdad que es su contraria y si las cosas impartibles
se muestran partibles y dimensionadas?
Si los objetos' que estudia la Geometría están fuera de la materia y
sus conceptos, puros y abstractos, de las cosas sensibles, todas ellas
serán impartibles, incorporales y carecerán de magnitud porque la exten-
sión' el volumen y, en general, las dimensiones, se adquieren gracias al
receptáculo material que considera partibles las cosas impartibles, las
que carecen de dimensión como si la tuvieran y las móviles como las in-
móviles. ¿Cómo cortar la línea recta, el triángulo y el círculo? ¿ Cómo
1 ¿nrto~, expresable.
PROCLO DE LICIA.-GEOMETRAS ANTERIORES A EUCLIDES 1153

hablar de la diferencia de ángulos, de su crecimiento y decrecimiento, y


de la diferencia de las figuras, especialmente triangulares y cuadrangula-
res? ¿Cómo referirse a los puntos de contacto de los círculos o de inter-
sección de las rectas? Porque todo esto indica que la materia geométrica
es partible y no se presenta al espíritu bajo la forma de conceptos impar-
tibles.

Cuando la Geometría nos habla del círculo, de su diámetro y de lo


que se refiere al círculo, como, por ejemplo, los contactos, las divisiones
y otras afecciones 2 de esta clase, no nos enseña nada sobre las cosas
sensibles porque se esfuerza por prescindir de ellas, ni sobre la manera
de existir en el entendimiento. El círculo es uno en el entendimiento,
mientras que la Geometría diserta sobre varios círculos, plantea una sola
cosa en cada uno de ellos y considera las mismas cosas en su conjunto.
El círculo es impartible en el entendimiento y partible en Geometría,
pero concedemos a esta que tenga en cuenta lo general, es decir: lo ge-
neral organizado en los círculos imaginarios; pensar en otro círculo y
considerar en este el que existe en el entendimiento y hacer las demos-
traciones refiriéndose a este otro, porque el entendimiento, que posee
relaciones pero es impotente para verlas de una manera concreta, las
desarrolla, las transporta, las conduce a la imaginación, situada en sus
vestíbulos 3, y explica su conocimiento en esta, quedando satisfecho de
su separación de las cosas sensibles y encontrando la materia imaginaria
para recibir sus formas porque el espíritu de la Geometría va acompañado
de imaginación, sus composiciones y divisiones de figuras son imaginadas
y su conocimiento es el camino que lo conduce hacia la sustancia inte-
lectual.
Comentarios, pról., parte n.

GEOMETRAS ANTERIORES A EUCLIDES

Conviene hablar ahora del origen de la Geometría en el período actual


teniendo en cuenta, como dice el sobrehumano Aristóteles 1, que las
2 'tU :rtá6r¡.
3 Vid. supra, nota 7.
1 Ó baL!.tóvto~ 'AQl~'tO'tÉAr¡~.
1154 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

mismas opiniones se les han ocurrido a los hombres durante ciertas


épocas del Universo, y no es en las de ahora ni en las que hemos
conocido cuando las ciencias se constituyeron por primera vez, sino que
aparecen y desaparecen de acuerdo con las revoluciones celestes 2; pero
,como tenemos que considerar el comienzo de las ciencias y de las artes
en el período actual, diremos que muchos autores creen que la Geometría,
que nació de la medida de los campos, la inventaron los egipcios
porque necesitaban medirlos, ya que los desbordamientos del Nilo borra-
ban los límites de las propiedades. No debe, pues, extrañar que la inven-
ción de esta y otras ciencias haya sido provocada por el interés, porque
todo lo que está sujeto a la generación procede de lo imperfecto a lo
perfecto y es natural, por tanto, que haya una transición de la sensación
al razonamiento y del razonamiento a la inteligencia. Del mismo modo
que el conocimiento exacto de los números tuvo su origen en los fenicios
a causa de su comercio y de sus transacciones, los egipcios inventaron la
Geometría por la razón que hemos dicho.
Thales fue el primero que importó de Egipcio en la Hélade esta
teoría; descubrió también varias cosas y dio a conocer los principios
de muchas de ellas a sus sucesores: unas en general y otras de una ma-
nera más sensible. Después de él se cita a Mamercos, hermano del
poeta Estesícoro, que se dedicó a la Geometría, a la que debió su repu-
tación según refiere Hipias de Elis.
Después de ellos Pitágoras transformó la doctrina 3 de este en
enseñanza 4; examinó desde lo alto los principios de la Geometría;
investigó los teoremas de un modo inmaterial e intelectual y descubrió
la dificultad 5 de los números irracionales y la construcción de las fi-
guras cósmicas 6.
Le sigue Anaxágoras de Clazómenes, que estudió muchas cuestiones
de .Geometría, lo mismo que Enópides, citados ambos por Platón en
Los amantes como notables matemáticos.
Después de ellos, Hipócrates de Quío, que descubrió la cuadratura

2 ;TteQlcpQa, circunvolución, en el sentido de período: mQlo~o<;, tal como 10


entendía Platón, es decir, período cósmico.
3 CPLAO<Jocp[a, en cuanto doctrina o estudio.
4 ;rtCubela.
5 ;TtQaY!Aa"te[a.
6 Los cinco poliedros regulares.
PROCLO DE LICIA.-GEOMETRAS ANTERIORES A EUCLIDES 1155

de las lúnulas, y Teodoro de Cirene fueron famosos como geómetras,


porque Hipócrates figura entre los primeros autores de Elementos.
Platón, que vivió después, dio gran impulso a la Matemática en general
y a la Geometría en particular, como lo prueban sus obras llenas de con-
sideraciones matemáticas que provocan la admiración de cuantos se
dedican a la Filosofía.
En la misma época florecieron Leodamas de Tasas, Arquitas de
Tarento y Teeteto de Atenas, que aumentaron el número de teoremas
y los presentaron como conjunto científico.
Más jóvenes que Leodamas fueron Neoclides y su discípulo León,
los cuales ampliaron los conocimientos de sus antecesores. León com"'
puso también Elementos de gran interés, tanto por el número de sus
teoremas como por lo que enseñan, y descubrió diorismas que permiten
saber cuándo un problema es posible y cuándo imposible.
Un poco más joven que León, y muy amigo de los discípulos de
Platón, fue Eudoxio de Cnido, que amplió el número de los teoremas
llamados generales 7 y agregó tres nuevas proporciones a las tres anti-
guas 8 y muchas cuestiones a las iniciadas por Platón, sobre la sección 9
por medio de los análisis 10.

7 Porque se referían a las proporciones en general, es decir, en Aritmética,


en Geometría y en Música.
s Las tres proporciones antiguas, conocidas desde Pitágoras, son: la aritmé-
tica, la geométrica y la armónica, y las tres que agregó Eudoxio-subcontrarias
de aquellas-no tienen nombres especiales y se las llama generalmente cuarta,
quinta y sexta terna. Dados tres números a, b y e, las proporciones aritmética,
geométrica y armónica son, respectivamente:
a b a a-b
a-b=b-e, -==--,
b e e b-c'
y las ternas establecidas por Eudoxio:

a b-c b b-c a b-e


e e b . a-b
9 to¡.t~. Parece que Eudoxio había demostrado algunas de las proposiciones
que desarrolló después Apolonio en tres obras perdidas: AÓyou u:rroTo¡.tils ~L~A(a
~', tYj~ (5'u:rroTo¡.til~ tou XroQtou ~l~Ata W y TYjs (5WQLO¡.tÉV11s To¡.tils ~L~A(a W, es
decir, sobre la sección de razón, de espacio y determinada, respectivamente.
10 Los análisis a que alude Proclo son las dos partes del análisis propiamente
dicho: trj1::111:lXóV y :rrOQlOTLXÓV, cetética y porística, según los helenismos intro-
1156 CIENTlFICOS GRIEGOS.-TOMO II

Amiclas de Heraclea, amigo de Platón; Menecmo, discípulo de Eudo-


xio, y Dinostrato, hermano de Menecmo, perfeccionaron la Geometría;
Teudio de Magnesia se distinguió como matemático y como filósofo
porque ordenó los Elementos y generalizó muchas cuestiones particulares;
Ateneo de Cízico, que vivió en la misma época, cultivó varias ciencias,
especialmente la Geometría, y todos ellos se reunían en la Academia e
investigaban colectivamente.
Hermotimo de Colofón prolongó las invenciones anteriores de Eudoxio
y de Teeteto; descubrió muchos elementos y describió algunos lugares
[geométricos]; Filipo de Medna, a quien Platón inició en la Matemática,
investigó siguiendo las indicaciones de este y abordó todas las cuestio-
nes que, a su parecer, podían contribuir al desarrollo de la filosofía
platónica. Los historiadores han considerado la madurez de la Geometría
hasta este Filipo.
comentarios, pról., parte. II.

ducidos por Viete. «La cetética-dice el matemático francés-se emplea en el


descubrimiento de las relaciones, proporciones y ecuaciones que existen entre
los datos y las incógnitas; la porística, en la investigación de los teoremas
comprendidos en las fórmulas de estas relaciones dispuestas de otro modo, y la
exegética [tercera parte del análisis agregada por Viete a las dos anteriores,
en la exhibición, separación o extracción de las incógnitas por una nueva orde-
nación de estas relaciones. El análisis completo que realizan estos tres oficios
quedará definido como la doctrina para inventar en Matemática. Los procedi-
mientos empleados por la cetética derivan de la Lógica y tienen por base los
mismos métodos mediante los cuales se resuelven las ecuaciones y se fundan
en los axiomas o en los teoremas de análisis previamente establecidos. por lo
que toca a la manera de iniciarse en la cétesis, no consistirá en ejercer sus
facultades sobre los números, que era el punto final de los antiguos analistas,
sino en comparar entre sí las magnitudes por medio de una Logística nueva,
más feliz y poderosa que la que trata de los números, estableciendo primero la
ley de homogeneidad y después una escala solemne de magnitudes cuyos. gra-
dos sirven para designarlas cuando se comparan entre sí.» (In artem analyticam
Isagoge, cap. J, Tours, 1591.)
PROCLO DE LICIA.-LOS «ELEMENTOS» DE EUCLIDES 1157

LOS «ELEMENTOS» DE EUCLIDES

En la composición de sus Elementos, Euclides coordinó muchos tra-


bajos de Eudoxio, perfeccionó los de Teeteto y demostró irrefutablemente
los que sus predecesores habían presentado de una manera difusa.
Vivió bajo Ptolomeo 1 porque Arquímedes, posterior a este, 10 men-
ciona. Se dice que Ptolomeo le preguntó un día si no habría un camino
más corto que el de la Enseñanza de los elementos 1 para aprender Geo-
metría, y le respondió: «En Geometría no hay ningún camino especial
para los reyes.» Euclides es, por tanto, más moderno que los discípulos
de Platón y más antiguo que Arquímedes y Eratóstenes, pues que estos
últimos fueron contemporáneos, como dice Eratóstenes en alguna parte
-y era partidario de la filosofía de Platón, por lo cual expuso como
resultado de su Enseñanza de los elementos la construcción de las figuras
platónicas 2.
De este hombre hay otras muchas obras matemáticas de asombrosa
exactitud y sabia especulación, tales como su Optica, su Catóptrica y sus
Elementos de Música, además de un libro Sobre las divisiones 3; pero
la admirable en el más alto grado es la Enseñanza de los elementos
de la Geometría por el orden y selección de los teoremas y problemas
considerados como elementos, porque no incluyó todos los que podía
recoger, sino solo los susceptibles de informar sobre los primeros prin-
cipios geométricos, siendo también de admirar sus variados modos de
razonar, lo mismo cuando parte de las causas, que de las pruebas, siem-
pre incontestables, exactas y adecuadas a la Ciencia, así como sus métodos
dialécticos, a saber: el que distingue las especies en los descubrimien-
tos, el que define en los conceptos esenciales 4, el demostrativo 5 en el
tránsito de los principios a las cosas que busca y en el analítico de
regresión de las cosas buscadas a los principios. También nos muestra
las distintas especies de recíprocos, convenientemente distinguidos, en

1 OTOLXcLOH1L<;, que es el título que dio Euclides a su obra; pero designada


siempre OTOLXeL<J..
2 Los cinco poliedros regulares, a los que dedicó las props. 13-18 del lib. III
de sus Elementos.
3 Vid. supra, l, 698, la bibliografía euclídea.
4 EV TOI,<; oúOLffibeoL Aóyo<;.
5 a;rr;o(')ftXTLXO<;.
1158 CIENTIFICOS GRIEGOS.~TOMO II

tanto la reciprocidad puede verificarse en todas las cosas con todas, en


todas con una parte y viceversa, y en una parte con otra.
Mencionemos, por último, la continuidad de los inventos, la distri-
bución y el orden de las premisas y sus consecuencias, así como el arte
con que presenta cada una de estas recíprocas. ¿No es cierto que,
añadiendo o quitando algo, se .aleja uno de la Ciencia inclinándose al
error o a la ignorancia?
Puesto que muchas cosas se presentan como si estuvieran adscritas
a principios científicos, derivándose de estos, pero que, partiendo de los
mismos principios, hacen caer en el error y engañan a los espíritus su-
perficiales, Euclides nos ha transmitido perspicaces métodos de pruden-
cia que permiten a los principiantes conocer paralogismos y evitar falacias
en la obra titulada Falsos razonamientos 6, en la cual enumera separada-
mente y en orden las diversas clases de errores, ejercitando sobre cada
una de ellas nuestra inteligencia mediante variados teoremas, oponiendo
lo verdadero a lo falso y refutando el error con la demostración de la
verdad. Esta obra tiene por objeto la purificación y el ejercicio de la
inteligencia, mientras que la Enseñanza de los elementos es una guía
segura para explicación incontestable de las cosas geométricas.
Si se nos pregunta por el objeto de esta obra, responderemos que hay
que distinguir entre 10 que Euclides se propuso desde el punto de vista
de las cosas a que se refieren las investigaciones y lo que concierne al
aprendiz. Si, por una parte, consideramos los fines de la obra, la totalidad
del discurso al geómetra atañe a las figuras del Universo, pues empieza
con las simples y termina con la variedad de su coordinación, estable-
ciendo cada una de ellas separadamente y enseñándonos a inscribirlas en
la esfera y sus muchas relaciones, por 10 cual algunos han pretendido que
el objeto de cada libro es referirse al Mundo y han destacado su utilidad
para la contemplación del Universo, y, por otra parte, si tenemos en
cuenta al aprendiz diremos que lo que se propone la Enseñanza de los ele-
mentos es iniciarlo en el estudio de toda la Geometría porque, empe-
zando por los Elementos, llegará a conocer las otras ramas de esta ciencia,
mientras que sin ellos no comprenderá la variedad que implica ni con-
seguirá in.struirse en las demás porque es aquí donde están reunidos y
ordenados convenientemente los teoremas que parecen más primitivos,
más sencillos y más aproximados a las primeras hipótesis. Las demostra-
ciones de los otros geómetras utilizan estos teoremas por ser los más

6 <pfuc5úQw., que no ha llegado a nosotros.


PROCLO DE LICIA.-LOS «ELEMENTOS) DE EUCLIDES 1159

conocidos y empiezan apoyándose en ellos. Arquímedes en sus libros


Sobre la esfera y el cilíndro, Apolonio y todos los demás parecen haber
empleado las cosas que se enseñan en esta obra como si fueran iguales a
los principios.
Su objeto es, pues, instruir a los aprendices en los elementos 7 y en-
señarles las coordinaciones de las figuras del Mundo 8. La expresión
Enseñanza de los elementos y la de Elementos, de que se . deriva la Ense-
ñanza de los elementos, ¿tienen alguna razón de ser? Si preguntamos
algo referente al título de la obra, unos geómetras llaman elementos a los
teoremas y otros elementales. Las cosas llamadas elementos son aquellas
cuya consideración se extiende a la ciencia de otras cosas, la cual resuelve
las dificultades que presentan estas, porque del mismo modo que en la
composición literaria hay principios "fundamentales, sencillos e indivisibles,
a los que damos el nombre de elementos, y con los cuales formamos
todas las palabras y todos los discursos, también hay ciertos teoremas,
llamados Elementos, que están al frente de toda la Geometría, se relacionan
con los que les siguen y sirven para demostrar muchos casos; pero los
teoremas elementales son exclusivamente los que se emplean para probar
muchos otros y son sencillos y elegantes, pero no porque tienen el valor
de los Elementos, pues su contemplación no es común atodá la Ciencia.
Una cosa elemental es, por ejemplo, el hecho de que las perpendiculares
desde los vértices de un triángulo a los lados opuestos se corten en un
punto. Todo teorema cuyo conocimiento no se extienda a otros muchos y
carezca de cierta elegancia cae fuera del alcance· de los teoremas elemen-
tales.
El Elemento se compone de dos modos, como dice Menecmo, porque
lo que construye es el elemento de lo construido de igual manera que,
para Euclides, el primer Elemento es un elemento del segundo Elemento
y el cuarto Elemento un elemento del quinto Elemento 9. Muchas cosas

7 (J'tOLXHÓro.
8 Esta es una opinión puramente personal de Proclo, que, como neoplatónico
ortodoxo, acepta la cosmología del filósofo de la Academia; y de aquí que crea
que el hecho de terminar los Elementos con la teoría de los poliedros regulares
quiere decir que su autor apoyaba la constitución del Universo en estos sólidos,
idea que jamás pasó por las mientes de Euclides, a quien solo interesaba· la
Geometría por la Geometría, y nada más ni nada menos.
9 Es decir, la prop. 1, 1: «Construir un triángulo equilátero sobre un seg-
mento dado», es el primer Elemento que se considera como elemento en la
demostración del segundo Elemento, que es la prop. 1, 2: ((Construir en un
1160 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

se dicen elementos unas de otras porque las unas se construyen con las
otras; y así, partiendo de que los ángulos exteriores de las figuras
rectilíneas valen cuatro rectos, se demuestra que los interiores valen
dos rectos, y, recíprocamente, se demuestra esto partiendo de aquello,
yel elemento se asimila a un lema.
También se dice, además, que elemento es lo más sencillo en que
se resuelve lo complejo, siendo elementos las cosas más primitivas que
se establecen para un resultado, como los axiomas, que son los elementos
de los teoremas, y esta es la significación que en sus Elementos dio
Euclides a unos de Geometría plana y a otros de Estereotomía y también
muchos autores que han escrtto Enseñanzas de elementos en Aritmética
y en Astronomía.
Es difícil, sin embargo, escoger y ordenar convenientemente para cada
ciencia los elementos de que proceden las demás cosas que se explican
por medio de ellos. Algunos que han emprendido este trabajo, han jun-
tado muchos elementos y otros pocos; unos han hecho demostraciones
más breves y otros han extendido indefinidamente sus especulaciones;
unos han empleado el método por lo imposible y otros la proporción,
no faltando tampoco quienes han tomado precauciones contra el aban-
dono de los principios, y, por último, y de una manera general, muchas
clases de Enseñanzas de los elementos han sido imaginadas por cada
uno en particular.
Es preciso, sin embargo, que una obra de esta clase esté exenta de
todo lo superfluo, porque si no lo está sería un obstáculo para la en-
señanza. Se debe elegir todo lo que une y coordina por ser muy útil a
la Ciencia y poner mucha claridad al mismo tiempo que concisión, pues
lo contrario perturba nuestro entendimiento, y, por último, se debe fa-
cilitar la comprensión de los teoremas en sus fines generales, porque
quienes descomponen una doctrina en temas particulares hacen su
conocimiento más difícil de captar; pero entre todas estas clases se
encontrará que la Enseñanza de los elementos de Euclides aventajan

punto dado un segmento igual a otro dado», y el cuarto Elemento: «Si dos
triángulos tienen dos lados del uno iguales a dos del otro e iguales los ángulos
comprendidos por los lados iguales, tendrán iguales sus bases y los dos trián-
gulos serán iguales», es el elemento en que se apoya la demostración del quinto
Elemento, que es la prop. 1, 5: «En los triángulos isósceles los ángulos en
la base son iguales entre sí, y si se prolongan los dos lados iguales, los ángulos
situados debajo de la base también son iguales entre sí.»
PROCLO DE LICIA.-LOS «ELEMENTOS)) DE EUCLIDES 1161

a ,los otros porque contribuye a contemplar las figuras primordiales, a


pasar de las cosas sencillas a las complejas y a establecer su especula-
ción partiendo de nociones comunes que le dan claridad y orden.

Puesto que hemos dicho que la ciencia geométrica se funda en


hipótesis y demuestra cosas que se deducen de estas partiendo de ciertos
principios-porque solo una ciencia carece de hipótesis y las otras reciben
de ella los principios-era necesario que quien coordina una Enseñanza
de los elementos en Geometría enseñe separadamente los fundamentos
de esta y las deducciones que de ellos se derivan dando las razones no de
los principios, sino de sus consecuencias, y ninguna ciencia demuestra
tales principios y diserta sobre ellos.
Una ciencia cree en ellos porque los considera más evidentes que las
cosas que d'e ellos se siguen; los cree por sí mismos y por ellos cree en
lo que de ellos se deduce. Esta es la manera que tiene el físico de
extraer sus razones de principios definidos suponiendo la existencia del
movimiento, y lo mismo hace el médico y cualquiera otro de las demás
ciencias y artes. Si se confunden los principios con sus consecuencias se
perturba toda la doctrina y se mezclan cosas que no concuerdan entre
sí porque los principios y lo que se sigue de ellos difieren entre sí por
su propia naturaleza.
Lo primero que hay que hacer, por consiguiente, es distinguir los
principios y sus consecuencias y esto es lo que hizo Euclides en cada
libro: exponer ante todo los principios comunes de la Ciencia clasificán-
dolos en hipótesis, postulados y axiomas, porque todas estas cosas son
diferentes. Un axioma no es 10 mismo que un postulado y que una
hipótesis, como dijo el sobrehumano Aristóteles en alguna parte 10; pero
cuando una cosa admitida como principio es creíble por sí misma es un
axioma, como, por ejemplo, el hecho de ser iguales entre sí las cosas
igáales a una cosa; pero cuando quien oye decir que una cosa da fe por sí
misma y sin tener el concepto de ella la acepta, esa cosa es una hipótesis
p

como cuando presumimos, sin saberlo, por una noción común, que el
círculo es una figura de talo cual manera y, al oírlo decir, lo admitimos
sin demostración; y cuando una cosa no es conocida ni aceptada, sino
asumida por el aprendiz, dice Aristóteles que esta cosa es un postulado
como, por ejemplo, la igualdad de todos los ángulos rectos; pero quienes

10 Serwndos analíticos.
1162 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

han escrito acerca de uno de los postulados que no podía ser admitido
por sí mismo, lo han demostrado 11.
Así se distingue el postulado de la hipótesis según Aristóteles; algu-
nas veces se les llama hipótesis a todos de igual manera que los estoicos
han llamado axiomas a las hipótesis, de modo que, según ellos, las hipó-
tesis serían también aserciones, y según otros, los axiomas serían también
hipótesis.
Comentarios, pról., parte n.

PROBLEMAS Y TEOREMAS

Las cosas que se derivan de los principios se dividen, a su vez, en


problemas y teoremas. Los primeros se ocupan de la generación de las
figuras y de sus acciones, ablaciones, adjunciones, y, en general, de
todas sus afecciones 1, mientras que los segundos estudian los casos
particulares de cada figura, porque del mismo modo que las ciencias
comparten las cosas eficientes, las cosas contemplativas 2 se adscriben
también a problemas que corresponden a cosas eficientes; pero los
antiguos, como los discípulos de Espeusippo y de Anfinomos, prefieren
llamar problemas a todas las cosas porque creen que el nombre de
teorema conviene más a las esencias contemplativas que se ocupan de las
cosas eternas, ya que la creación solo existe por ellas, de modo que el
problema que anuncia la creación de una cosa que aún no existe no
tiene lugar en las ciencias como, por ejemplo, la construcción de un
triángulo equilátero o de un cuadrado sobre una recta dada, o la posición
de una recta sobre un punto dado. Creen preferible decir que todas estas
cosas existen y considerar su creación, no en función de lo eficiente,
sino de lo cognoscible, como las cosas que existen en tanto son creadas
y las concebimos como teoremas y no como problemas 3.
Otros-los matemáticos y discípulos de Menecmo entre ellos-han
creído conveniente decir que todas estas cosas son, por el contrar.io,

1\ Proclo alude al postulado de las paralelas: el famoso postulado V de


Euclides, que el historiador bizantino creyó haber demostrado.
\ ;rú01WU.
2 Teoréticas.
3 ;rÚ"TU Of(f)!!ll!IlLTIZ(:¡; úi.l. 01' ;rQoBi.ljflfLTlZ(7)( i'Ufl0Ú"fOQW.
PROCLO DE LICIA.---PROBLEMAS y TEOREMAS 1163

problemas y tienen doble objeto: conseguir 4 una cosa que se busca y,


una vez conseguida, ver qué es esa cosa, su naturaleza, sus propie-
dades y sus relaciones con otras cosas.
En realidad, ambas actitudes son correctas. Los discípulos de Espeu-
sippo tienen razón, porque los problemas geométricos no son sensibles,
como los mecánicos, por ejemplo, que tienen génesis y cambios de toda
clase, y los discípulos de Men'ecmo también tienen razón, porque los
teoremas no se descubren sin conocer la materia inteligible.
Por consiguiente, es indudable que las razones que abonan estas
cosas y les dan forma son susceptibles de creación, porque el impulso
de nuestro entendimiento permite construir las figuras que existen en la
imaginación y las afecciones adscritas a ellas, y es allí s, en efecto,
donde tienen lugar las construcciones, divisiones, adiciones y sustrac-
ciones, mientras que en el entendimiento todas las cosas están fijas, sin
ninguna transformación ni cambio.
Hay, pues, problemas y teoremas geométricos, y como la especula-
ción predomina en Geometría y las operaciones en Mecánica, todos los
problemas tienen una parte especulativa; pero la recíproca no es cierta
porque las demostraciones son obra exclusiva de la especulación.
Todo lo que en Geometría sigue a los principios se ha obtenido por
medio de la demostración, de modo que en ella son más comunes. Los
teoremas no exigen problemas, pero los hay que tienen por sí mismos
la demostración de la cosa que se busca. Quienes distinguen el problema
del teorema dicen que el problema implica la posibilidad no solo de 10
que afirma respecto de su materia 6, sino también de 10 opuesto, mientras
que el teorema impli~a la posibilidad de 10 predicado, pero no lo opuesto,
y nosotros decimos que su materia es la especie sobre la cual investiga
como, por ejemplo, el triángulo, el cuadrado o el círculo, mientras que
Jo predicado es 10 accidental que hay en aquella especie como, por ejem-
plo, la igualdad, la sección, la posición o cualquiera otra cosa de esta
clase.
Inscribir 7 un triángulo equilátero en un círculo es un problema porque
también se puede inscribir un triángulo no equilátero; construir un trián-
gulo equilátero sobre una recta dada es también un problema porque se

4 :roní OrLoBa!.
5 En' la imaginación.
t> lo/.tl_
7 El texto griego dice f"lfl\'f1l: tender. vendar. no fYYQÚ([w: inscribir.
1164 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

puede construir un triángulo que no sea equilátero; pero cuando decimos


que los ángulos en la base de un triángulo isósceles son iguales, enun-
ciamos un teorema porque es imposible que dichos ángulos no sean
iguales; y si pedimos inscribir un ángulo recto en un semicírculo, for-
mulando la petición como problema, la consideraremos extraña a la Geo-
metría porque todo ángulo inscrito en un semicírculo es recto.
De aquí se deduce que las cuestiones generales deben llamarse teore-
mas y las particulares que no se refieren absolutamente a lo que se
propone, problemas; como, por ejemplo, dividir en dos partes iguales
una recta dada, porque también se puede dividir en dos partes desiguales;
bisecar un ángulo, porque también es posible su división en dos partes
desiguales; construir un cuadrado sobre una recta dada, porque se puede
construir una figura no cuadrada, y todas las cuestiones de esta clase
que son del orden de los problemas.
Los partidarios de Zenodoto, a quien interesó la doctrina de Enópides
y fue discípulo de Andrónico, distinguen el teorema del problema por
el hecho de que el teorema busca las propiedades inherentes a la
materia y el problema las causas de ciertos efectos 8, por lo cual
Posidonio define el problema diciendo que es una proposición que busca
si una cosa existe o no existe 9 y el teorema una proposición que busca
qué es una cosa o cuál es su naturaleza 10, e incluso sostiene que las
proposiciones teoréticas se deben formular de una manera enunciativa;
como, por ejemplo: «La suma de dos lados cualesquiera de un triángulo
es mayor que el otro lado» o «Los ángulos en la base de todo triángulo
isósceles son iguales»), mientras que las problemáticas hay que expre-
sarlas cuando se pide construir un triángulo sobre una recta dada, porque
no es lo mismo averiguar de una manera absoluta e indeterminada 11 si
una recta forma ángulos rectos a partir de un cierto punto y considerar
ángulos rectos en una recta.
Es evidente, pues, que hay una cierta diferencia entre el problema
y el teorema y que la Enseñanza de los elementos de Euclides tiene pro-
blemas y teoremas, diferencia que se observa en cada proposición con-
siderada en particular y en el hecho de que el propio Euclides agrega

8 Ll VÓ~ o'Vw~ n fon v.


9 d EO'tLV 'ii P,l).
10 TL EOLlV lí ¡rotóV "rL.
11 áJtAÓ)~ TÉ y"CÚ U.ÓQlOTOJ~.
PROCLO DE LICIA.-NATURALEZA DEL ANGULO 1165

la frase do que queríamos hacen> al final de las cosas buscadas 12 y do


que queríamos demostrar» que caracteriza a los teoremas 13. También hay
demostraciones en los problemas, como dijimos, pero esto ocurre cuando
se quiere comprobar una construcción o cuando la demostración es
digna de atención por sí misma y susceptible de destacar la naturaleza
de la cosa que se busca.
Comentarios, pról., parte II.

NATURALEZA DEL ANGULO

Quienes, entre los antiguos, colocan al ángulo en la categoría de lo


relativo, lo definen como inclinación 1 de líneas o de planos uno sobre
otro; otros lo incluyen en la cualidad, como la rectitud y la inflexión,
diciendo que es una afección de la superficie o del sólido, y,. finalmente,
los que rechazan la cantidad, admiten que el ángulo es una superficie o
un sólido, porque, situado en las superficies, se divide por una línea y
en los sólidos por una superficie, argumentando que lo que está dividido
por un elemento es una magnitud no lineal porque una línea se divide por
un punto y, por consiguiente, esta magnitud es una superficie o un sólido;
pero si el ángulo fuera una magnitud, puesto que todas las magnitudes
fintas del mismo género se relacionan entre sí, todos los ángulos del
mismo género, es deCir: los que están en la superficie, se relacionarían
entre sí, y, por tanto, el ángulo corniforme 2 tendría una relación con el
rectilíneo, y como una cosa que se relaciona con otra puede superarla
por multiplicación, el ángulo corniforme llegaría a ser mayor que el rec-
tilíneo, lo cual es imposible porque se ha demostrado que es menor que
cualquier rectilíneo 3; pero si el ángulo es una cualidad, como el calor
y el frío, ¿por qué se puede dividir en partes iguales? Porque la igualdad
y la desigualdad no pertenecen menos a los ángulos que a las magni-
tudes y la divisibilidad se refiere a los unos y a las otras de una manera

12 Es decir, los problemas.


13 Vid. supra, EUCLIDES: Elementos, 1, 4, nota 26.
1 x.Aí,(JL~.
2lj X.EQa.'tOCLblj~ ywví,a.. ,Es el ángulo mixtilíneo que los matemáticos rena-
centistas llamaron « de contingencia».
3 Vid. supra, EUCLIDES: Elementos de Geometría, IIl, 16.
1166 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

semejante. Si estas cosas 4 son en verdad cantidades y no cualidades,


es evidente que los ángulos tampoco serán cualidades porque el más y. el
menos solo son modificaciones 5 de la cualidad, pero no la igualdad y la
desigualdad, y, por consiguiente, no se debería decir que los ángulos
son desiguales o que son desemejantes y uno es más ángulo y el otro
menos ángulo. Es aparentemente claro para todo el mundo que estos
decires son incompatibles con la existencia de la Matemática porque todo
ángulo admite el mismo enunciado y uno es más ángulo y el otro menos
ángulo.
En tercer lugar, si el ángulo es una inclinación y pertenece a los
hechos de relación, se tendrá que, si hay una sola inclinación, habrá
también un solo ángulo y no varios, porque si el ángulo no es otra cosa
que una relación entre líneas o entre planos, ¿cómo puede haber una
sola. relación y varios ángulos? Y si imaginamos un cono cortado ppr
lln plano que pase por el vértice habrá en el semicono una sola inclina-
ción de las líneas del triángulo sección y dos ángulos distintos: uno
plano, que es el del propio triángulo, y el otro situado en la superficie
mixta 6 del cono, estando limitados los dos por las dos líneas que hemos
dicho 7. La relación de estos últimos no forma, pues, ángulo; pero hay
que decir que este es cualidad o cantidad que pertenece a los hechos
qe relación porque la figuras son cualidades y las relaciones entre ellas
las hacen de relación y, por tanto, es preciso que el ángulo sea de uno de
estos tres géneros.
Tales eran las dudas de los geómetras, y aunque Euclides diga que
el ángulo es una inclinación y Apolonio la contracción de una superficie en
{¡n solo punto o de un sólido bajo una línea o bajo una superficie que-
brada, porque parece definir así también todo ángulo en general 8, dire-
mo~, de acuerdo con nuestro preceptor 9, que el ángulo no pertenece a
oiIlguna de las categorías mencionadas 10, pero extrae de todas ellas su

ALa igualdad, la desigualdad y la divisibilidad.


5 na6ó;,en el sentido de cambio.
6 ~L%TÓ;, porque la superficie cónica está engendrada por dos líneas distintas:
una recta que gira y una circunferencia que dirige el movimiento.
7 Los dos lados del triángulo-sección del cono.
8 Esta definición de ángulo debió de figurar en una obra de Apolonio, per-
dida, a la que alude Marinus en su comentario a los Datos de Euclides.
9 Siriano.
10 Cualidad, cantidad· y relación.
PROCLO DE LlCIA.-NATURALEZA DEL ANGULO 1167

entidad y por esto han hecho dudar a quienes se pronunciaban en favor


de una de ellas.
y esto no solo por lo que se refiere al ángulo, sino también al
triángulo porque este tiene cualidad y se dice igual y desigual por la con-
dición de su materia respecto de la cantidad; también tiene cualidad· por
su figura porque los triángulos son tanto semejantes como iguales en
cuanto la semejanza pertenece a una categoría y la igualdad a otra. El
ángulo necesita, pues, de la cantidad implícita en la magnitud, de la
cualidad según la cual posee un cierto sentido su forma y sus modos de
ser y de la relación entre las líneas que lo limitan o de los planos que lo
comprenden. El ángulo pertenece, por tanto, a todas las categorías y
no a una sola, es divisible y susceptible de igualdad y de desigualdad
según la cantidad inherente a él y no admite una relación con magnitudes;
homogéneas por el hecho de tener una magnitud particular que no per-
mite, a veces, compararlo con otro, ni por el de la inclinación, que si
es 'única no produce ángulo porque la cantidad que hay en el intervalo de
las líneas inclinadas completa su esencia.
Teniendo en cuenta estas distinciones desaparecerán aquellas dudas
y reconoceremos que la naturaleza particular del ángulo no consiste en
una contracción de superficies o de sólidos, como dice Apolonio-hechos
que tambien completan su ser-sino en una superficie contraída en un
pl.mtO Y limitada por líneas inclinadas o bajo una sola línea inclinada sobre
sí misma o en un sólido contraído bajo planos inclinados uno sobre otro
a fin de que sea una cantidad dotada de una cierta cualidad y constituida
por una relación que define el ángulo y no la cantidad en particular,
ni la cualidad sola, .ni tampoco la relación. Esto es lo que teníamos que
advertir acerca de la formación de los ángulos al examinar lo que es
común a todos ellos antes de distinguir sus especies.
Hay tres opiniones acerca del ángulo. Eudemo el peripatético 11, que
ha escrito un libro sobre este asunto, sostiene que el ángulo es una
cualidad porque dice que si se imagina su generación se verá que es la
rotura 12 de una línea, y si la rectitud, es una cualidad, el estado roto

'11 Filósofo que floreció en Pérgamo a mediados del siglo nde nuestra era,
a quien algunos confunden con su homónimo el de Rodas, autor de una His-
toria de la Geometría de la que hemos publicado anteriormente un fragmento.
Tampoco hay que confundir a este con .el Eudemo de Rodas, contemporáneo
del de Pérgamo, que es a quien dedicó Apolonio el lib. 1 de sus Córncas.
12 XAáou;: ruptura.
1168 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

lo será también, y, por tanto, el ángulo que se engendra en la cualidad es


absolutamente cualidad.
Euclides, y todos los que definen el ángulo como inclinación, lo co-
locan en la categoría de relación, mientras que quienes afirman que es un
primer intervalo 13 bajo el punto, dicen que es cantidad, y entre estos
últimos, Plutarco, que engloba a Apolonio en la misma opinión porque
cree necesaria la existencia de un primer intervalo en la ruptura de las
líneas o de las superficies que lo limitan; pero como el intervalo situado
bajo el punto es continuo, no se puede admitir un primero porque todo
intervalo es divisible hasta el infinito. Agreguemos a esto que si se
determinara este primer intervalo de un modo cualquiera y se trazase una
recta a través de él se tendría un triángulo y no un ángulo.
Por último, Carpos de Antioquía dice que el ángulo es una cantidad
y el intervalo que lo forman las líneas o superficies que lo limitan
está dimensionado de una sola manera, a pesar de lo cual el ángulo no es
una línea porque todo lo dimensionado de una sola manera no es una
línea. Es, pues, eminentemente absurdo para todo el mundo que pueda
haber, aparte de la recta, una magnitud dimensionada de una sola
manera.
Baste ya lo dicho sobre este asunto y hablemos ahora de los ángulos
que están en las superficies y en los sólidos así como de los que, situados
en las superficies, unos están en superficies simples y otros en mixtas
porque el ángulo se forma en la superficie cilíndrica, cónica, esférica y
plana. Entre los ángulos situados en superficies simples unos están en
las esféricas y otros en las planas, como el zodíaco que, al cortar al
ecuador, forma también dos ángulos a uno y otro lado del vértice por-
que las circunferencias se cortan y tales ángulos están en una superficie
esférica.

Angulas planos son todos los que el geómetra define al decir que
su género es la inclinación y su lugar el plano, porque los ángulos tienen
una posición y su construcción exige que haya dos líneas y no tres por
lo menos, como ocurre en el ángulo sólido; que estas líneas se toquen
mutuamente y que, al tocarse, no estén colocadas en la misma dirección
a fin de que haya una inclinación y una acción envolvente de líneas y no
solo extensión sobre una distancia.
PROCLO DE LICIA.-POSTULADOS y AXIOMAS 1169

Esta manera de concebir el ángulo parece no permitir que se construya


con una sola línea como la cisoide y la hipopeda porque la cisoide
es la línea completa y no sus partes cuando se dice que estas forman
un ángulo inclinándose una hacia la otra, y también se llama espírica
a la línea entera y no a sus partes, y, por tanto, cada una de estas líneas
forma un ángulo con ella misma y no con otra.
Esta concepción parece también cometer el error de definir el ángulo
como inclinación porque, en efecto, ¿cómo habría dos ángulos si solo
hay una inclinación?, Y ¿cómo decir también que los ángulos son iguales
y desiguales y todas las otras cosas que suelen oponerse a esta doc-
trina?
Por último, parece en tercer lugar que de ciertos ángulos, especial-
mente los curvilíneos, es superfluo decir que no están en la misma direc-
ción. Sin embargo, la definición es perfecta con esta omisión porque la
inclinación q,e las líneas es lo que forma el ángulo y es imposible, por
principio, que las líneas circulares estén situadas en una misma dirección.
Comentarios, I, def. 8.

POSTULADOS Y AXIOMAS

Divididos los principios geométricos en tres clases-hipótesis, postu-


lados y axiomas-, y explicadas anteriormente las diferencias que hay
entre ellos, nos proponemos ahora disertar particularmente, y con pre-
cisión, sobre los postulados y los axiomas, como 10 hicimos antes con
las hipótesis. .
Lo propio de los axiomas y postulados no consiste en pedir demos-
traciones ni seguridades geométricas, sino que sean aceptados y conver-
tidos en principios de las cosas que vienen después; pero difieren de la
manera que hemos dicho de los teoremas y problemas.
Así como en los teoremas nos proponemos conocer sus consecuencias
y en los problemas construir algo, admitimos de igual modo en los axiomas
cosas evidentes por sí mismas y al alcance de inteligencias no cultivadas,
mientras que en los postulados pedimos la aceptación de cosas euporís-
ticas 1 que no exigen trabajo al espíritu ni necesitan artificio o construc-
ción. Son, pues, un conocimiento evidente que no se puede demostrar
1 EU~ÓQL(JTO~, fáciles de entender.
1170 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

y una cosa admitida sin la construcción que distingue los postulados de


los axiomas, del mismo modo que el conocimiento demostrado y la acep-
tación de las cosas buscadas, juntamente con su construcción, distinguen
los problemas de los teoremas, porque es preciso que los principios su-
peren en sencillez, indemostrabilidad y credulidad a las cosas que fluyen
de ellos.
Dice Espeusippo que una de las operaciones del pensamiento consiste
en dar a las cosas más claridad que la presencia de los objetos sensibles,
esforzándose por descubrir sus consecuencias; y así, por ejemplo, admite
que trazar una recta desde un punto a otro es una cosa fácil de hacer,
porque la recta, puesta en movimiento simultáneo 2 por la fluxión del
punto, y avanzando con él sin inclinarse a una u otra parte, termina
en el otro punto; y en cambio, si uno de los extremos de una recta
permanece fijo mientras el otro gira alrededor del primero, describe un
círculo; pero si se quiere describir una espiral monóstrofa 3 hace falta
un expediente más complejo porque está engendrada por movimientos
variados y si se trata de construir un triángulo equilátero también se
necesitará un procedimiento para ello. El espíritu geométrico nos dice,
en efecto, que si se concibe una recta con uno de sus extremos fijo y
moviéndose el otro alrededor de este al mismo tiempo que un punto
recorre la recta partiendo del extremo fijo, se engendrará una espiral
monóstrofa porque cuando el extremo de la recta que describa el círculo
y el punto que recorre la recta coincidan en un punto, habrán construido
dicha espiral, y si s~ describen círculos iguales y se trazan las rectas
de unión de su sección común con los centros de los círculos y se une
uno de los centros con el otro se tendrá un triángulo equilátero 4 y se
necesita un esfuerzo para que estas cosas se cumplan por simple apli-
cación del espíritu, puesto que nos limitamos a seguir su engendra-
miento.
Es preciso que estas cosas se consigan con más facilidad o dificultad
y se demuestren por medios más o menos numerosos de acuerdo con la

2 OU"Y-l vioo.
en el sentido de una sola vuelta, es decir, engendrada por
3 !J.(),\,(')(HQO(P0<;,
una sola revolución del radio vector. El neologismo «monóstrofo», ya utilizado
por PAUL TANNERY en sus Mémoires scierztifique, vol. 11, pág. 15, París, 1912,
evita el empleo de la palabra «espira»): o;n'iQCt.. con que los antiguos designaban
las secciones de la superficie tórica.
4 Confusa manera de explicar la construcción euclídea. Vid. supra, Elemen-
tos, 1, prop. 1.
PROCLO DE LICIA.-POSTULADOS y AXIOMAS 1171

capacidad de quienes las emprenden; pero, generalmente exigen demostra-


ción y construcción porque la propiedad de las cosas buscadas no tiene
la evidencia de los postulados y de los axiomas.
Por tanto, digo que el postulado y el axioma deben contener ambos
lo sencillo y fácil de entender. El postulado nos exime de toda compli-
cación y nos pide la aceptación de una materia simple ante el enunciado
de una cosa concomitante y el axioma afirma una cierta cosa que es
inmediatamente reconocida por quienes la oyen, tal como el hecho de ser
caliente el fuego u otro fenómeno entre los más manifiestos, de modo
que el postulado es del mismo género que el axioma, pero difieren en la
forma indicada. Ambos son indemostrables: uno de una manera y otro
de otra, como hemos dicho antes.
Algunos pretenden, sin embargo, llamar postulados a todas estas
cosas del mismo modo que llaman problemas a todas las buscadas; y
así Arquímedes en su obra De los equilibrios 5 pide: «Pesos iguales
a distancias iguales se equilibran)), aunque se trata más bien de un
axioma. Otros llaman a todas estas cosas axiomas lo mismo que llaman
teoremas a todas las que necesitan demostrarse porque parecen pasar de
los nombres propios a los comunes según la misma analogía. El modo
de diferir el problema del teorema es, no obstante, el mismo que el
postulado del axioma, aunque los dos sean indemostrables y uno se admita
como fácil de procurarse y el otro de conocerse.
Gémino distingue los postulados de los axiomas de acuerdo con esta
opinión; pero otros dicen que los postulados corresponden a la Geometría
y los axiomas a toda la teoría de la cantidad y de la cualidad porque es
el geómetra quien sabe que todos los ángulos rectos son iguales y que
toda recta se puede prolongar' en su misma dirección, mientras que la
igualdad de dos cosas cuando son iguales a una misma cosa es una noción
común 6 de la que hacen uso los aritméticos y quienes cultivan la ciencia
aplicada.
Por último, Aristóteles dice, según he indicado antes, que aunque el
postulado es indemostrable se considera como principio y el axioma es
indemostrable por sí mismo y todos lo reconocen así, aunque algunos
hayan disputado sobre ello por ser amigos de discutir.
Teniendo en cuenta estas tres definiciones, es evidente, de acuerdo

5 -¡;OOV a.VlCJoQQOJtlCÚV, incorrecto modo de designar la obra Del equilibrio de


los planos o de sus centros de gravedad.
6 XOlvr¡ EVVOW.
1172 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

con la primera: la de procurar y conocer, que separa el postulado del


axioma, que el hecho de ser iguales todos los ángulos rectos no es un
postulado, como no lo es el quinto hecho de que si una recta que corta
a otras dos y forma del mismo lado ángulos interiores menores que dos
rectos y se prolongan esas rectas, se encuentran hacia el lado en que los
ángulos son menores que dos rectos, porque estos hechos no se perciben
en una construcción, ni piden que se proporcione algo, sino que denun-
cian un cierto síntoma 7, inherente a los ángulos rectos, al mismo tiem-
po que a las rectas prolongadas a partir de ángulos menores que dos
rectos.
Según la segunda definición, el hecho de que dos rectas no compren-
dan espacio no será un axioma, aunque algunos lo consideran como tal
por ser un hecho de naturaleza geométrica, como el de la igualdad de
todos los ángulos rectos.
Finalmente, según la tercera definición, que es aristotélica, todas las
cosas que se comprueban por medio de una demostración serán postu-
lados y todas las indemostrables axiomas.
Apolonio intentó en vano demostrar axiomas porque Gémino obser-
vó justamente que quienes han imaginado demostraciones de cosas in-
demostrables se han esforzado por probar, mediante cosas intermedias, las
cosas más desconocidas de las conocidas por todos, que es lo que hizo fra-
casar a Apolonio al querer demostrar la verdad del axioma que dice que dos
magnitudes iguales a una magnitud son iguales entre sí, mientras que
otros han admitido, entre las cosas indemostrables, cosas que exigen ser
demostradas. El propio Euclides admite el quinto postulado 8 lo mismo
que el cuarto 9 porque algunos dicen que este cuarto postulado necesita
demostrarse porque es equívoco. ¿No sería ridículo considerar indemos-
trables teoremas cuyos recíprocos son demostrables? Euclides demues-
tra que los ángulos interiores de las rectas que se cortan son menores
que dos rectos en el teorema siguiente: «En todo triángulo dos ángulos
cualesquiera, tomados en junto, son menores que dos rectos» 10; pero se
demuestra claramente también que lo que es igual a un ángulo recto no es
siempre un ángulo recto 11. Gémino dice que no se puede admitir que los

7 (JlJ!1~Ttú)!1a.
8 El de paralelismo.
9 El de la igualdad de todos los ángulos rectos.
10 Elementos, 1, 17.
11 Alude a los ángulos mixtilíneos.
PROCLO DE LICIA.-EL POSTULADO DE PARALELISMO 1173

recíprocos de estos teoremas sean indemostrables, de modo que, según


su clasificación, parece que hay tres postulados y los otros dos y sus
recíprocos necesitan demostración y que el hecho de que dos rectas no
contengan espacio ha sido agregado a los axiomas de un modo super-
fluo porque él tiene la demostración.
Baste lo dicho sobre la diferencia entre los postulados y los axiomas;
pero entre estos, unos pertenecen a la Aritmética, otros a la Geometría
y otros son comunes a estas dos ciencias, porque el hecho de que todo nú-
mero está medido por la unidad es un axioma aritmético, el de que las
rectas coinciden entre sí y el de que toda magnitud es infinitamente di-
visible son axiomas geométricos, mientras que las magnitudes iguales a
una misma magnitud son iguales entre sí y todos los axiomas del género
de este son comunes a las dos ciencias, cada una de las cuales utiliza
estos axiomas en tanto 10 reclama su objeto; y así, por ejemplo, la Geo-
metría los emplea en las magnitudes y la Aritmética en los números, y
por lo que toca a los postulados, también unos son particulares y otros
comunes a estas ciencias, porque se dirá que el hecho de dividir un nú-
mero en partes es un postulado que pertenece a la Aritmética, el de pro-
longar una recta en su misma dirección es un postulado particular de la
Geometría y el de aumentar al infinito una cantidad pertenece a las dos
ciencias porque se le puede aplicar tanto al número como a la magnitud.
Comentarios, Introd.

EL POSTULADO DE PARALELISMO 1

Euclides define las rectas paralelas diciendo que «son las que, estando
en el mismo plano, y prolongadas al infinito por ambas partes, no se
encuentran)) 2.
1 El interés histórico de este tema nos obliga a traducir el texto de Proclo,
generalmente citado de segunda mano, sobre la definición euclídea de rectas
paralelas; el concepto de Posidonio-hacia el año 100 a. de J.c.-como rectas
coplanarias y equidistantes, calificado por Gémino como el más paradójico:
;¡;CJ.ºCJ.<50~OTCtl:O\', Y las pretendidas demostraciones de Ptolomeo y del mismo
Proclo. del famoso Postulado de Euclides.
2 Vid. supra, Elementos, 1, def. 23.
1174 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO Il

Las rectas no paralelas, prolongadas hasta un cierto punto, no se


encontrarán, pero el hecho de prolongarse al infinito sin encontrarse es
10 que caracteriza a las paralelas, hecho que no es absoluto, aunque sí 10
es el de prolongarse al infinito por ambas partes y no encontrarse. Es
posible, en efecto, que la prolongación al infinito de rectas no paralelas
se produzca en una parte y en la otra no, juntándose en un lado y ale-
jándose cada vez más en el otro, porque dos rectas no pueden compren-
der espacio a no ser que se encontraran en los dos lados.
El agregado de que las rectas estén en un plano se justifica porque
si una estuviera en un plano más elevado que la otra serían asintóticas en
todas las posiciones y, por consiguiente, no paralelas. Si el plano es úni-
co y las rectas prolongadas al infinito por ambos lados no se encuen-
tran, serán paralelas.
Tal es el concepto euclídeo de paralelismo; pero Posidonio dice que
dos rectas son paralelas cuando estando situadas en un plano, no se acer-
can ni se alejan, siendo iguales las perpendiculares trazadas desde los pun-
tos de una a la otra, mientras que las rectas que hacen cada vez menores
estas perpendiculares se inclinan una sobre otra; y como la perpendicu-
lar basta para definir 3 las alturas de las áreas y las distancias entre rec-
tas, cuando las perpendiculares son iguales también los son las distancias
entre rectas, pero cuando las hay mayores y menores, las rectas se acer-
can en el lado en que están las perpendiculares más pequeñas.
También hay que saber que el hecho de ser asintóticas no quiere de-
cir que las rectas sean paralelas en todos los casos porque las circunfe-
rencias de los círculos concéntricos tampoco se encuentran, sino que se
deben prolongar al infinito, 10 cual conviene no solo a las rectas, sino
también a otras líneas porque podemos imaginar espirales descritas alre-
dedor de rectas y ordenadas de modo que, si se prolongan al infinito al
mismo tiempo que estas rectas, no se encontrarán nunca.
Teniendo esto en cuenta, Gémino hizo observar que hay líneas ter-
minadas que comprenden una figura, como la circunferencia, la elipse y la
cisoide, e indeterminadas que se prolongan al infinito, como la recta, la
parábola, la hipérbola y la concoide; entre las que se prolongan al infi-
nito unas no encierran ninguna figura, como la recta y las secciones có-
nicas que hemos citado, y otras tienen una parte que comprende una fi-
gura y otra parte que llega al infinito 4; unas son asíntotas, es decir: que

3 ÓQ['~ELV b{,VO:tC1L.
4 Como la concoide que forma un lazo.
PROCLO DE LICIA.-EL POSTULADO DE PARALELISMO 1175

n0 se encuentran de nin.gún modo, y otras son encontrantes 5, que se en-


cuentran algunas veces; entre las líneas asíntotas, unas están en un plano
y otras no, y entre las primeras unas se alejan conservando siempre la
misma distancia y otras la disminuyen como la hipérbola y la concoide
respecto de la recta, porque estas líneas, aunque su distancia disminuye
constantemente, son asíntotas y se acercan unas a otras, pero nunca por
completo, lo cual constituye el teorema geométrico más paradójico por-
que presenta la inc1inación simultánea no coincidente 6 de ciertas líneas,
y, por último, entre las líneas que se alejan continuamente a igual dis-
tancia están las rectas que no disminuyen jamás la separación que hay
entre ellas y son las paralelas.
Comentaríos, 1, def. 25.

* * *

Este postulado 7 también debe ser borrado de la lista 8, porque es un


teorema cuyas numerosas dificultades se propuso salvar Ptolomeo en· un
libro y cuya demostración exige muchas definiciones y teoremas. Eucli-
des nos presenta su recíproco como teorema; pero algunos, indudablemen-
te equivocados, han creído poderlo colocar entre los postulados porque
la seguridad de la inc1in.aciónsirnultánea y la intersección de las rectas
las da la disminución de dos ángulos rectos, a lo que Gémino se opone
diciendo que los versados en Geometría nos advierten que debemos ser
precavidos y no aceptar opiniones ilusorias 9, porque, como dice Aristó-
teles 10, tanto vale pedir una demostración retórica como soportar a un
geómetra que hable apoyándose en probabilidades 11 y Platón 12, dice Sim-

SEl texto griego dice ou~;r1:onó~; pero entre traducir esta palabra por «sínto-
tall , que no se usa, o por «encontrante», hemos preferido un neologismo aun a
tr{¡eque de caer en las iras de algún purista.
6 aOUVfU01:0C:.
i El de paralelismo.
s Porque «la igualdad de los ángulos rectos se presenta al espíritu como
una noción común», según dice en su comentario al postulado IV de Euclides.
9 ({)a/V1:u.ola, fantasía, en cuanto opinión vana.
10 Etica, 1, 3.
11 meaVOAOYf(O,
12 Fedro.
1176 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

mias: ((Estoy convencido de que quienes hacen demostraciones apoyándo-


se en probabilidades son unos impostores.»
El hecho de que una recta se incline sobre otra cuando disminuyen
los ángulos es verdadero e ineluctable, mientras que el encuentro final
de las rectas que se inclinan cada vez más cuando se prolongan es proba-
ble, pero no ineluctable, a no ser que un razonamiento demuestre que el
hecho es verdadero para todas las rectas.
En efecto, ciertas líneas indefinidamente inclinadas unas sobre otras
son asíntotas, lo cual parece improbable y, sin embargo, es verdad y se
ha descubierto para otras líneas. Por consiguiente, lo que es posible para
estas, ¿no lo será también para las rectas? Mientras no nos convenza
una demostración, son ilusorios los hechos que se presentan en las otras
líneas, y si fueran notables las razones que impugnan el encuentro, ¿cómo
no rechazar este hecho probable e irrazonable de nuestra doctrina?
De lo dicho se deduce manifiestamente que hay que buscar una de-
mostración del teorema propuesto que difiere de la naturaleza particular
del postulado; pero en el lugar en que el autor de los Elementos se ve
obligado a mencionarlo, empleándolo como evidente 13, expondremos la
manera de demostrarlo y los razonamientos que deben hacerse para des-
truir las objeciones que se le han hecho porque, no presentándose como
indemostrable, y siendo fácil de reconocer por medio de una demostra-
ción, será la ocasión oportuna de mostrar su evidencia.
Comentarios, post. V.

* * *

La manera de demostrar el autor de los Elementos que las rectas son


paralelas cuando los ángulos internos son iguales a dos rectos, es mani-
fiesta; pero Ptolomeo lo ha hecho también poco más o menos del modo
siguiente en los escritos en que se propuso demostrar que las rectas pro-
longadas a partir de ángulos menores que dos rectos, se encuentran del
lado en que están estos ángulos, habiendo probado previamente que si los
ángulos internos son iguales a dos rectos la rectas son paralelas.
Sean AB y GD las dos rectas cortadas por la EZHT de tal modo que

13 Vid. supra, Elementos, 1, 29, nota 41.


PROCLO DE LICIA.-EL POSTULADO DE PARALELISMO 1177

los ángulos formados por las BZ y ZH, ZH y HD son iguales a dos rec-
tos (Fig. 1). Digo que dichas rec-
tas son paralelas, o sea asíntotas 14.
Supongamos que las rectas BZ
y HD, prolongadas, se encuen- K
tran en un punto K. Puesto que
la recta HZ corta a la AB, los
ángulos formados por AZ y ZH,
BZ y ZH son iguales a dos rec- FIG. 1.
tos, y por cortar también HZ a
GD, los ángulos formados por GD y HZ, DH Y HZ son iguales a
dos rectos; luego esos cuatro ángulos valen, juntos, cuatro rectos, y como
dos de ellos: los formados por BZ y ZH, ZH y HD se supone que son dos
rectos, los ángulos restantes, o sea los formados por las rectas AZ y ZH,
GH y HZ también son dos rectos, y, por tanto, si los ángulos interiores
valen dos rectos y las rectas ZB y HD, prolongadas, se encuentran en el
punto K, también se encontrarán las ZA y HG, prolongadas, porque los
ángulos formados por AZ y ZH, GH y HZ, también valen dos rectos.
En efecto, las rectas se encontrarán en los dos lados o ni en uno ni
en otro, porque los ángulos, de uno y otro lado, valen dos rectos. Si las
rectas ZA y HG se encuentran en el punto L, las LA y BK, LG Y DK
comprenden espacio, lo cual es imposible; luego si los ángulos interio-
res son iguales a dos rectos, es imposible que las rectas se encuentren, y,
por tanto, son paralelas.
Comentarios, 1, prop. 28.

* '" *

Ptolomeo cree haber demostrado este postulado 15 en su obra Sobre


el encuentro de las rectas prolongadas a partir de los ángulos menores
que dos rectos 16, admitiendo previamente muchas cosas demostradas por
ei autor de los Elementos.
Suponiéndolas todas verdaderas con objeto de evitar un obstáculo
14 N o incidentes o no encontrantes.
15 El de las paralelas.
16 De esta obra de Ptolomeo, perdida, solo conocemos el título y la preten-
dida demostración del Postulado por la mención de Proclo.
1178 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO II

más para demostrar el postulado como un lema, por lo que acabamos de


decir, y puesto que una de las cosas anteriormente demostradas es que
dos rectas prolongadas a partir de dos ángulos rectos no se encuentran
jamás, digo que la recíproca también es cierta, y que si las rectas son
paralelas y se cortan por una recta, los ángulos internos del mismo lado
de la transversal valen dos rectos.
A z B Como los ángulos internos del
mismo lado de la secante son, ne-

/
/ cesariamente, iguales, menores o
mayores que dos rectos, sean AB
y GD dos paralelas cortadas por
la recta HZ (Fig. 2). Digo que esta
G H o recta no forma ángulos internos
FIG. 2. del mismo lado de ella que val-
gan más de dos rectos.
En efecto, si los ángulos formados por las rectas AZ y ZH, GH y HZ
son mayores que dos rectos, los formados por BZ y ZH, DH y HZ serán
menores que dos rectos, y como también son mayores que dos rectos,
porque las rectas AZ y GH no son más paralelas que las ZB y HD 17,
resulta que si la recta que incide sobre las AZ y GH forma ángulos in·
ternos mayores que dos rectos, la que incide sobre ZB y HD también
forma ángulos internos mayores que dos rectos; pero estos ángulos in-
ternos también son menores que dos rectos, lo cual es imposible; y del
mismo modo se demostraría que la secante no forma ángulos internos
menores que dos rectos; luego si los ángulos internos no son mayores ni
menores que dos rectos, tienen que ser iguales a dos rectos.
Demostrado esto, se demuestra de una manera incontrovertible la
proposición 18. Digo, en efecto, que si una recta que incide sobre otras
dos forma ángulos internos del mismo lado menores que dos rectos, di-
chas rectas prolongadas se encontrarán del mismo lado en que los án-
gulos son menores que dos rectos, y serán más asíntotas en el otro lado
en que los ángulos son mayores quedos rectos, y las rectas serán asínto-
tas de cada lado, porque si no fuera así serían paralelas, y como se ha

17 Es decir, las rectas ZB y HD son también paralelas, lo mismo que AZ


/""-... /". /""-... /".
Y GH, y si es AZH + ZHG > 2 rectos, también es BZH + ZHD > 2 rectos.
18 O sea, el postulado de paralelismo que Ptolomeo cree haber demostrado
apodícticamente.
PROCLO DE LICIA.-EL POSTULADO DE PARALELISMO 1179

demostrado que la recta que incide sobre las paralelas forma ángulos in-
ternos del mismo lado que valen dos rectos, resulta que estos ángulos son
iguales y menores que dos rectos, lo cual es imposible.
Una vez alcanzada la proposición, Ptolomeo quiso añadir algo más
riguroso y demostrar que cuando una recta, que incide sobre otras dos
y forma ángulos internos del mismo lado menores que dos rectos, las dos
rectas no solo no son asíntotas, como se ha visto, sino que su encuen-
tro se verifica del lado en que los
ángulos son menores y no del en
que son mayores que dos rectos.
Sean en efecto, las rectas AB
y GD sobre las cuales incide la
K
EZHT que forma los ángulos limi-
tados por AZ y ZH, GH y HZ,
menores que dos rectos, y, por
consiguiente, los ángulos restan-
tes serán mayores que dos rectos G
(Fig. 3).
Puesto que se ha demostrado
que las rectas AB y GD no son asín-
totas, si se encontraran sería en los FIG. 3.

puntos A, G o en los BD. Suponien-


do que es en B, D, en el punto K, resulta que por ser menores que dos
rectos los ángulos formados por las rectas AZ y ZH, GH y HZ, e igual
a dos rectos los formados por AZ y ZH, BZ y ZH, si se resta el forma-
do por AZ y ZH, el formado por GH y ZH será menor que el formado
por BZ y ZH y, por tanto, el ángulo exterior del triángulo KZH es me-
nor que el interior y opuesto, lo cual es imposible; luego las rectas no
se encuentran en este lado; pero como se encuentran, el encuentro tiene
que verificarse en el otro lado en que están los ángulos menores que dos
rectos.
Esto es lo que dijo Ptolomeo. Conviene, sin embargo, tomar precau-
ciones ante la eventual presencia de algún paralogismo en las hipótesis
adoptadas, o sea: donde se ha dicho que el hecho de que la recta que
corta a las asíntotas forme cuatro ángulos internos, los situados en una
y otra parte del mismo lado son iguales, mayores o menores que dos
rectos. La diéresis 19 es incorrecta, porque al decir que las rectas prolon-
19 OL<:t¡Qf(H~, división, distinción o separación de las hipótesis.
1180 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

gadas a partir de los ángulos menores que dos rectos son asíntotas, nada
impide decir que los ángulos situados del mismo lado son mayores que
dos rectos y los situados del otro lado menores que dos rectos, y no
admitir el mismo razonamiento para estos ángulos, y, por consiguiente,
no siendo perfecta la diéresis, no queda demostrada la proposición. Con-
tra esta prueba hay que agregar que no demuestra por sí misma 10 que
es imposible.
En efecto, de que una cierta recta, que corta a las paralelas, forme a
una y otra parte de un mismo lado ángulos mayores o menores que dos
rectos no resulta un absurdo; pero de que los ángulos situados en el
interior de las rectas cortadas sean iguales a cuatro rectos hay motivo
para decir que estas hipótesis son imposibles, y si, adoptándolas, se
consideran rectas no paralelas, se llegaría a las mismas conclusiones, en
vista de lo cual nos oponemos a Ptolomeo, porque su demostración es
manifiestamente débil a causa de lo
A z K que hemos dicho.
B Ocupémonos ahora de quienes
declaran que se encuentran las rec-
tas prolongadas a partir de los án-
E T gulos menores que dos rectos, pues
tomando dos rectas AB y GD Y
otra A G que las corta y forma
L con ellas ángulos menores que dos
G rectos, creen demostrar que las
F1G.4. rectas AB y GL no se encontrarán.
En efecto, dividiendo la recta
AG en dos partes iguales por el punto E y restando de la AB una recta AZ
igual a la AE y de la GD una GH igual a la EG (Fig. 4), es evidente que
las rectas AZ y GH no se encuentran en los puntos Z y H 20, porque
si se encontraran habría dos rectas iguales a la AG en un triángulo, lo cual
es imposible 21,
Trazando ahora la recta de unión ZH; dividiéndola en dos partes igua-
les por el punto T y restando rectas iguales como antes, las rectas no se
encontrarán, y repitiendo este proceso indefinidamente, es decir: uniendo

Reunidos en un solo punto.


20
Porque sería AZ + GH=AG, lo que es absurdo por ser un lado cualquiera
21
de un triángulo menor que la suma de los otros· dos.
PROCLO DE LIClA.-EL POSTULADO DE PARALELISMO 1181

los puntos asintóticos 22, bisecando la recta de unión y restando de las


r~tas consideradas rectas iguales a las mitades de las de unión, preten-
den demostrar que las rectas AB y GD no se encontrarán nunca 23.
A quienes afirman tales cosas les responderemos que dicen segura-
mente lo que es verdad, pero lo que no es también verdad es que 10 pien-
sen porque no se puede determinar 24 el punto de encuentro de este modo,
y no es absolutamente verdadero que las rectas no se encuentren.
Fijados, en efecto, los ángulos formados por las rectas BA y AG, DG
Y GA, las AB y GD no se encuentran en el punto Z y en el H; pero nada
impide que no encuentren en los K y L si las rectas ZK y HL son tam-
bién iguales a las ZT y TH porque si AK y GL se encuentran en los pun-
tos K y L 25, los ángulos formados por KZ y ZT, LH y HT no serían los
mismos y una parte de la recta ZH quedaría exterior a las AK y GL Y
las dos rectas ZK y HL son, de nuevo, juntas, mayores que la base puesto
que se han separado interiormente de la recta ZH.

22 TÚ fHJ1.J!l;TT(J)TU 011¡tEIU, los puntos que no cae uno sobre otro, y, por tanto,
no coinciden.
23 El defecto de este razonamiento es el mismo que el de Zenón de Elea
(hacia 450 a. de J.e.) contra el movimiento, cuando afirmaba que para recorrer
una línea hay que recorrer primero su mitad, luego la mitad de la mitad res-
tante, y así hasta 10 infinito, de donde deducía que la línea es finita e infinita
a la vez, argumento llamado dicotomía, porque toda división en dos partes
exige la existencia de una tercera que las separe.
No pasó inadvertido para Proclo el defecto, pues que dijo que 10 que se
demuestra con tal proceso es que no se puede alcanzar el punto de encuentro
de las dos rectas, no que no exista, como existe, en efecto, el de Aquiles y
la tortuga, problema idéntico al de la dicotomía, aunque presentado en forma
más dramática. Se reduce a sumar la serie

11111
-+-+-+-+ ... +-+ ...,
2 4 8 16 21l

cuyo valor es la unidad cuando n tiende a infinito, con lo cual Zenón esta-
bleció la separación radical de dos formas de intuición que parecen íntima-
mente unidas en el concepto de espacio: la representación de la línea total y
la de sus partes elementales.
24 ÓQLsHV.
25 Reunidos en un solo punto, tercer vértice de un triángulo imposible.
1182 CIENTIFICOS GRIEGOS.---TOMO Il

También se debe decir a quienes declaran indistintamente que las rec-


tas prolongadas a partir de los ángulos menores que dos rectos no se
encuentran, que rechazan cosas que no quieren rechazar. Haciendo, en
efecto, la misma construcción, ¿se puede o no se puede trazar la recta
que une los puntos A y H? Si no se puede rechazan, además del quinto,
el primer postulado que autoriza a trazar una recta desde un punto
cualquiera a otro punto cualquiera; y si se puede tracemos la recta de
unión, y entonces, por ser menores que dos rectos los ángulos formados
por las rectas ZA y AG, HG Y GA, es evidente que los formados por las
HA y HG, GH Y GA son aún me-
A z 8 nores que dos rectos y, por tan-
to, las rectas AH y GH, prolonga-
das a partir de estos ángulos me-
nores que dos rectos, se encontra-
rán en el punto H (Fig. 5); lue-
go no se puede decir indistinta-
mente que las rectas prolongadas
a partir de ángulos menores que
G dos rectos no se encuentran.
FIG. 5.
Aunque el razonamiento parece
valer para todas las rectas, es claro
que algunas, prolongadas a partir de ángulos menores que dos rectos, no
se encuentran, porque acaso se dirá que, siendo indefinida la disminución
de los ángulos menores que dos rectos 26, las rectas siguen siendo asínto-
tas mientras hay una cierta disminución, pero se encuentran cuando esa
disminución es menor 27.
A quienes quieran saber lo que demuestra este hecho les diremos que

26 Es decir, la diferencia entre dos rectos y la suma de los ángulos interiores.


27 Esta es. precisamente, la clasificación que hizo el matemático ruso Nico-
laus Ivanovich Lobatschewski 0793-1856) de las rectas coplanarias en dos gru-
pos respecto de una recta dada en el mismo plano: las que cortan a esta y las
que no la cortan, es decir, secantes y no-secantes o asíntotas, según Proclo, y
llamó paralela a la recta-límite de ambos grupos.
Lobatschewski dio cuenta de esta clasificación--base de su Geometría-a
la Sociedad Físico-Matemática de Kazan. de cuya Universidad era profesor. el
24 de febrero-o el 12 según el calendario ortodoxo ruso-de 1826, siendo, por
tanto, el primero que hizo una comunicación pública sobre una Geometría
no-euclídea, a la que dio el nombre de Pangeometría o Geometría imaginaria.
PROCLO DE LICIA.-EL POSTULADO DE PARALELISMO 1183

hay que admitir previamente el axioma que utilizó Aristóteles para esta-
blecer la finitud del Universo: «Si dos rectas que forman un ángulo a
partir de un punto se prolongan al infinito, el intervalo entre ambas se
puede hacer' mayor que toda magnitud finita», y demuestra, en efecto,
que si las rectas· trazadas desde el centro sobre la periferia 28 son infinitas,
el espacio intermedio 29 también es infinito, porque si fuera finito sería
imposible aumentar el intervalo entre las rectas, y, por consiguiente, estas
no son infinitas 3O ; luego la distan-
cia 31 entre las rectas puede ha- \E
cerse mayor' que cualquier magni- A ~ z
\'t_------- B
tud dada finita prolongando sufi- \
cíentemente las rectas 32. H
Admitido esto, digo que si una
recta· corta' a una de las paralelas,
corta también a la otra. Dada las G O
paralelas AB y GD y la recta EZH,
FIG. 6.
que corta ala AB, tenemos dos
rectas ZB y ZH que prolongadas su-
ficientemente desde un punto Z llegará a haber entre ellas una distancia ma-
yor que cualquier magnitud finita, y, por tanto, esta distancia será tam-
bién mayor que la que existe entre las paralelas, y la recta ZH cortará
a la GD (Fig. 6).

28 O sea, desde el centro a la superficie interior de la esfera del Universo.


29 TO ~lETa.~Ú.
30 He aquí el texto de Aristóteles a que alude Proclo: «Si un cuerpo que
se mueve circularmente es infinito, también serán infinitas las rectas que par-
ten del centro, pues el intervalo entre esas infinitas rectas es infinito también,
y llamo intervalo entre esas líneas al espacio fuera del cual no se puede con-
cebir una magnitud tangente a ellas. Este intervalo es necesariamente infinito,
porque un intervalo de líneas finitas es siempre finito, y, además, podría to-
marse un intervalo mayor que el dado. Hay que aplicar, pues, el mismo razona-
miento al espacio, de igual manera que llamamos infinito al número por el
hecho de no ser el maYaL» (Del Cielo, 1, 5.)
31 i5uxaT1HW.
32 Esta proposición, evidente para Proclo, fue demostrada con rigor lógico
por el italiano Gerolamo Saccheri (1667-1733) en su obra Euclides ab omni
naevo vindicatus, Milán, 1733, que fue su canto de cisne.
1184 CIENTIFICOS GRIEGOS.-TOMO 11

Consideremos ahora dos rectas AB y GD Y otra incidente EZ de modo


A que los ángulos formados por las
rectas BE y EZ, DZ y ZE sean
menores que dos rectos, y, por tan-
K T to, el ángulo formado por las rec-
tas TE Y EB será igual al exceso
sobre dos rectos (Fig. 7).
Prolonguemos la recta TE has-
ta el punto K, y entonces, pu-es-
G Z O to que EZ incide sobre KT y GD
FIG. 7. Y determina los ángulos internos
formados por TE y EZ, DZ y ZE,
iguales a dos rectos, las rectas TK y GD son paralelas, y como la AB
corta a la TK, corta también a la GD y, por consiguiente, las rectas AB
y GD se encuentran en el lado en que están los angulos que, juntos,
valen menos de dos rectos.
Comentarías, Introd.

FIN DE
«CIENTIFICOS GRIEGOS)
INDICE DEL TOMO II
INDICE DEL rOMO II

Arquímedes (287-212):
Preámbulo ... ... oo •• oo oo. oo. oo. oo •• oo oo. 'oo oo. oo. oo. oo. ... Pág. 9
Bibliografía oo. oo ••• , oo. oo. oo oo oo' oo . 14
SOBRE LA ESFERA Y EL CILINDRO:
Libro l .... oo oo. oo. 23
11 .oo oo. oo. oo. oo •• oo 76
MEDIDA DEL ciRCULO '" ... . .. 94
SOBRE CÓNOIDES y ESFEROIDES '" .,. '" 100
SOBRE LAS ESPIRALES .oo oo. oo. oo. oo. oo. • •• 147
DEL EQUILIBRIO DE LOS PLANOS O DE SUS CENTROS DE GRAVEDAD:
Libro 1 .oo 183
11 '" , . 194
EL ARENARIO oo. oo. ••• oo' oo. oo' 204
EL PROBLEMA DE LOS BUEYES ... . .. 218
DE LA CUADRATURA DE LA PARÁBOLA 220
SOBRE LOS CUERPOS FLOTANTES:
Libro 1 .oo 238
II oo. oo •• oo 245
EL MÉTODO .oo ... oo . . . . 'oo ... oo. 261

ApoJonio de Pérgamo (260?-200?):


Preámbulo oo. oo .... oo •• oo 301
Blbliografía oo. oo. oo. ... .oo 306
LAS CÓNICAS:
Libro 1 317
II 369
III 384
IV 402
V 408
VI 424
VII 440
1188 INDlCE DEL TOMO II

Eratóstenes (2807-1927):
Preámbulo , . 457
Bibliografía . 459
MEDIDA DE LA TIERRA ... '" ... ... .,. ... . .. 460
DUPLICACIÓN DEL CUBO ." '" .. , '" oo' ." oo' 461

Nicandro (fI. siglo II a. de J. C.):


Preámbulo ... ... 467
Bibliografía oo. '" 468
ZERÍACA '" ... .., '" .., '" '" .. , '" '" ... ... .,. '" ... .. . 468
ALEXIFÁRMACA (MEDICAMENTOS PREVENTIVOS O PROFILÁCTICA) ... 492

Hiparco (fI. 160-126):


Preámbulo '" '" '" '" '" , , '" .. , .. , .,. 511
Bibliografía ... ... ... ... .oo ." .oo 515
POSICIÓN DE ALGUNAS ESTRELLAS '" .,. .,. '" 516
CÁLCULO DE LA HORA NOCTURNA 517
TEORíA DE LOS PLANETAS oo • • oo " ....... oo. 518

Teodosio de Trípoli (1071-437):


Preámbulo oo' '" . . . . oo ...... 523
Bibliografía ... ... .., ... '" ". 525
LAS ESFÉRICAS:
Libro I 528
II 543
III 563
Herón de Alejandría (fi. 100 a. de J. C.):
Preámbulo '" .. , 585
Bibliografía ". '" oo, ... oo, •• , 586
PARALELOGRAMO DE LOS MOVIMIENTOS . .. . .. " . 590
EQUILIBRIO SOBRE UN PLANO INCLINADO . 591
MOMENTO ESTÁTICO ...... oo. 592
LAS CINCO MÁQUINAS SIMPLES .,. .,. ,.. . .. 593
MÁQUINAS COMPUESTAS '" oo' . 598
CÁLCULO DE LA RAíz CÚBICA oo. ... .. • .. 599
ANGULO DE INCIDENCIA Y ÁNGULO DE REFLEXIÓN .. , ... 600
EL ODÓMETRO '" oo' '" oo' '" .. 601
EL VACÍO ... '" 602
LA EOLIPILA .. , ... ... ... '" ... ... .., ... ... ... . .. 606
INDICE DEL TOMO 11 1189

APERTURA DE LAS PUERTAS DE UN TEMPLO ENCENDIENDO FUEGO SOBRE


UN ALTAR . . . . . • . . . . . . '" 606

Dioscórides (fI. 60 d. de J. C'.):


Preámbulo . 611
Bibliografía ". ... 611
MATERIA MÉDICA (ANOTACIÓN) 613
Libro 1 629
II 654
III 682
IV 694
V 709
VI 726

Ptolomeo (fI. 127-151):


Preámbulo . 753
Bibliografía ... . 758
GEOGRAFÍA y COROGRAFÍA . 763
FUNDAMENTOS DE LA GEOGRAFÍA 765
CONSTRUCCIÓN DE LA ESFERA TERRESTRE Y SUS PRINCIPALES PARA-
LELOS . 767
PLAN DEL «ALMAGESTO)) . 769
HABITABILIDAD DE LA ZONA TÓRRIDA . 770
HIPÓTESIS DE LOS PLANETAS '" . 771
INSCRIPCIÓN DE CANOPO ... . .. 782
REFRACCIÓN DE LA LUZ .. o ... ... ... '" ... ... ... ... 785

Galeno (130-201):
Preámbulo '" . 791
Bibliografía ... . 795
PROCEDIMIENTOS ANATÓMICOS :
Libro 1 .. , '" '" . o' ••••••••••••••••••••• 797
Los HUESOS , o •• '" •••••••••••• 803
LA DISECCIÓN DE LOS MÚSCULOS PARA LOS PRINCIPIANTES 825
LA BILIS NEGRA .. o o.. ••• ••• ••• ••• ••• ••• ••• .., ••• • •• 869
LA SANGRÍA: CONTRA ERASÍSTRATO . 887

Nicómaco de Gerasa (fI. 150 d. de J. C.):


Preámbulo o.. '" . 909
Bibliografía ... ... ... ... ... . .. 910
1190 INDICE DEL TOMO II

INTRODUCCIÓN A LA ARITMÉTICA:
Libro I 911
11 '" ., , . 915
Pappo (fI. 300 d. de J. C.):
Preámbulo '" .,. oo oo . 919
Bibliografía ... '" oo. '" oo. • .. 921
COLECCIÓN MATEMÁTICA:
Libro nI 925
IV 935
V 951
VI 965
VII 991
VIII 1005

Diofanto de Alejandría (¿siglo IV d. de J. C. ?):


Preámbulo oo' oo . 1019
Bibliografía 1023
ARITMÉTICA ... 1031
Libro I 1035
JI 1054
III 1069
IV 1082
V 1109
VI 1125

Proclo de Licia (412-485):


Preámbulo ... oo. oo' ... oo. .oo ... oo. oo. oo. ." ... oo' 1143
Bibliografía .oo oo. ... oo' oo' oo. oo. oo. oo. 1144
LA ESENCIA MATEMÁTICA ". oo. '" oo. oo oo. oo. ... ... 1147
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