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Pe eee Rae ely SO ena etn SS onan are eee et race aca eee ee ee ua Ne eeu tee es Ce Sete Tn eee ae need ST ars cue ter eet Tn ae Oc na ae ed CO nse ns ei Mea net el canto, la narracién, por su ritmo y prosodia) y que se Cee mene Oe ce a cea ee Reem mn Come ence aces taal tiempo libre ya la que se fuerza, luego, a serlengua CO ee Coe te eee ett) eee eure cn ety moria educativa en términos de gestos, rostros, textos Se ee ee eee enue ry Peo Reet ee Rae Rae Ean tora) Pee uae Moca nea tat Cea eet Seca Ca tot acts Pegi cue tenis waa iii CARLOS SKLIAR TrnS as de las diferenc ry Et Pedago. CARLOS SKLIAR MRE LUCERO owalta ety 1 educaciin noes sino Mberacién. Arran. ala czata, retra los escombros, alae! {gusan0 que destruye los tiers gérme- es de las plantas; radia luz y calor. Friedrich Nietzsche Educar, ensefiar, evaluar Evaluar el curriculum de las escuelas, dicen. Evaluar a los alumnos, sobre todo, pero también a los maestros, a los directores, a las familias. Incluso evaluar la evaluacién, dicen, Todo el tiempo, cada vez mas, a cada instante, sin cesi poder hacer otra cosa, sin poder ensenar. Pero, si evaluar es irremediable, ,cuéndo evaluaremos el curriculum de los canales de television? ;¥ el de las sociedades secretas? ¢Y el de las industrias del consumo? zY el de las publicidades? cY el de los gobiemos? Después de todo, y antes que nada, nuestra vocacién o deseo o inten- cién o profesién -0 como bien se llame- es la de ensefiar y no la de evaluar. 24 Pedagogias de las diferencias « Carlos Skliar ‘Nadie, en su infancia, ha jugado nunca a evaluat nada; de nadie se dice que “desde nifta ya tenia el tipo del evaluador”, de ninguno se diré que “desde pequetio ya queria ser evaluador” o que “siempre quiso ser evahiador”, Pero si que es cierto que desde muy pequefios jugdbamos a ensefiar, es decir a contar, a narrar a otros nuestras percepciones del mundo y de la vida, a compartirlas, a querer saber los efectos que se producian en ellos -fueran mufecas, soldados, patos, hermanos, amigos imaginarios lo que hubiera al aleance de la vo2-, a desear la conversacién. Ensefiar tiene que ver con recuperar ese juego y con hacerlo en serio, asi como lo haclamos cuando éramos niftos. Educar, desconocidos Dentro del sinntimero de definiciones sobre el educar, més 0 menos efectistas, mas o menos conmovedoras, me gusta aquella de pensar que se trata de una conversacién entre desconocidos: conversacidn acerca de la duracién del mundo, del tiempo y de la existencia; desconocidos nuevos, anénimos 0 con nombre propio, seres por venir que llegarén un espacio que habré que hacerlo comin, piblico, en igualdad inicial, para destituir la idea del “orden natural de las cosas”, provocar nuevos desérdenes en el pensamiento, la percepcién, el lenguaje y la sensibili- dad, y promover destinos que nunca estén trazados de antemano. ‘Tomo la figura de los desconocidos a partir de fuentes literarias y filo- séficas bien diferentes: la de Elias Canetti (2005: 179), quien sugiere que hablar con desconocidos es como retrasar la muerte: Lo més im- portance es hablar con desconocidos. Pero hay que ingenidrselas para que ellos hablen, y el papel de uno es hacerles hablar. Cuando esto resulta imposible, ha empezado la muerte; la de Witold Gombrowiez (2002: 93), dirigida més a la figura del extrafo y su ascendiente en nuestras vidas: Escucha mi Consejo, serd mejor que te relaciones con extrafios, con Ex- tranjeros, piérdete, Disuélvete entre Extranjeros, y la de Cees Nooteboom (2012: 37) -las historias de amor entre desconocidos son las més mis teriosas y las més desconcertantes~: De todas las formas de amor, la que surge entre desconocidas es la mds enigmética y la mds convincence. 148 Capitulo 01 « Educar ‘quello que ponemos en juego en el educar, es decir, lo que ofrecemos, Jo que donamos, lo que intentamos poner en comin, deberia dirigirse a cualquiera, a esos otros que nunca pierden su caricter de desconocidos y a quienes quisiéramos recibir tanto en su generalidad como en su singularidad. Desconocer no es ignorar ni pretender, mas tarde, conocer al dedillo: se trata més bien de una posicién desde la cual poder mirar a cada quien como si mirasemos a quienquiera sea, sin adelantar prejuicios, soste- nigndolo en su vitelidad por ser y estar entre nosotros, escuchdndolo yestando atento en cualquiera de las-direcciones desde las que ese al- guien toma la palabra o se ahonda en su silencio, percibe, se mueve, juega, escribe, dibuja, lee. “Hablar con desconocidos” es, asi, una metéfore de las relaciones edu- cativas y una imagen que describe la intensidad y le intencién de una forma peculiar de comprender sus précticas. En tiempos en que se insiste con cierta obsesi6n en que hay que educar a todos, en que hay que incluir a todos, no es menos pretenciosa -pero sisin afectaciones ni palabras de moda— la amorosidad con que pudié- ramos asumir la responsabilidad de ensefiar a los demés. Ensenar como ‘mostrar, como dejar signos que otros ~cualesquiera sean~ descifrarén su tiempo ya su modo. Con afectos y efectos también desconacidos. Pues todo encuentro con otro resulta una bisagra en la vida: verdades o formas de presencia que asombran, conmueven y modifican la vida convencional de la que cada uno y cada una es capaz, Asi, el amor, las amistades y los libros, en éste 0 cualquier otro orden, han jugado un papel esencial: ofrecen aquellas vidas que no hemos podido ni podre- ‘mos vivir; nos conducen a tientas hacia lugares que no conociamos y nos conceden la ilusién de un tiempo del que no disponemos. Es eneste sentido que pienso la educacién y siento la literatura: como la intensa posibilidad de quitarnos a nosotros mismos de ese centro de gravedad de ls existencia para surcar mares incégnitos, espacios mis~ teriosos, tiempos detenidos y rumbos inciertos. 2s

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