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Taller

Filosofía para profanos

EPICURO

|| INTRODUCCIÓN ||

Para los griegos, la filosofía implica una forma de vida, que no se practica en soledad, sino con
otros, por medio de la reunión y el goce (Epicuro mismo nos enseña que sin eso, nada sirve). La
ética es una herramienta para alcanzar la plenitud de la existencia, para poder vivir de la mejor
manera posible. Así, la filosofía no es un fin sino un medio que nos enseña un camino para ser
felices.

Si bien hay quien cree que la felicidad es algo que viene del exterior, perfecto pero alcanzable
para el ser humano. Epicuro cree que esto conduce a un constante estado de insatisfacción. Por
el contrario, lo único que debemos hacer es recuperar nuestra armonía natural, salir del los
ámbitos que nos producen desdicha por nuestras formas de vida artificiales, urbanas,
institucionales.

El hedonismo de Epicuro es austero porque entiende que quien se dedica a la búsqueda de


placeres sin criterio interno, obtendrá siempre un mayor dolor.

|| LA CUESTIÓN DE LA FILOSOFÍA ||

¿Qué otro sentido, además del puramente histórico arqueológico tiene conocer el pensamiento
de quienes han vivido en un mundo no globalizado, sin medios masivos de comunicación,
bombas nucleares y redes sociales?

Epicuro sale en defensa de su actualidad al decir “la turbación fundamental surge por opinar que
las cosas felices son perfectas y eternas y porque al mismo tiempo todo lo que somos, nuestras
intensiones, acciones y causas son contrarias a esos atributos. También por formar sospechas
conforme a mitos... Si nos liberamos de estas cosas de dónde surgen la turbación y el temor nos
liberaremos de ellos”.

|| CONTEXTO HISTÓRICO Y FILOSÓFICO ||

Epicuro vivió 69 años entre 341 aC y el 270 aC. Su hedonismo implica que el criterio de la vida es
la búsqueda de la felicidad, y esa felicidad consiste en evitar el sufrimiento, el miedo, la angustia
y alcanzar el placer.

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EPICURO

Cómo llega a ese planteo? Muy joven, a los 18 años, en el 323 aC Epicuro de Samos viaja a
Atenas por primera vez, allí vivió el clima del derrumbe de la polis, que hasta la muerte de
Alejandro Magno, constituía la garantía moral y física para el desarrollo pleno de todos los seres
humanos.

Su planteo es producto de una pérdida de la creencia de que a través de la política institucional


las cosas podían mejorar. Los esquemas políticos urbanos ya no transmiten seguridad, los
individuos dejan de identificarse con esa forma de vida y el sentido de pertenencia a la polis, en
tanto condición para el ejercicio y realización de la humanidad, se derrumba.

Epicuro escribe: “En la mayoría de los seres humanos, lo tranquilo está adormecido mientras que
lo agitado está rabioso”.

De allí que postule que “de todas las cosas que la sabiduría procura para la felicidad de la vida, la
amistad es, con mucho, la mayor”.

Epicuro comienza a entender que el vínculo social o intersubjetivo fundamental no es el político,


sino el filial, a través de la amistad.

No pretende formar una escuela o una academia, como sus predecesores, sino que desprecia la
educación por falsear lo que realmente era el buen vivir y someternos a sufrimientos cada vez
mayores alegando el bien de la comunidad.

Así, se aleja de la ciudad y compra una quinta, de la cual su “Jardín” es el que pasó a la historia,
con el fin de buscar, ante todo, una felicidad cotidiana y serena mediante la convivencia. Al Jardín
podía entrar cualquiera, sin necesidad de formación o conocimientos previos porque “no existe
alguien más sabio que otros”. Allí, muy lejos de pretensiones intelectuales, científicas e incluso
políticas, se pretendía construir un estilo de vida real y concreto, abierto a todos aquellos
dispuestos a buscar la armonía interior, para alcanzar la felicidad junto a otros.

Qué hace al “Jardín” de Epicuro algo importante, revolucionario? Que la filosofía ocupa un lugar
fundamental para alcanzar la felicidad, a través del placer. Y para ello hace falta el diálogo, la
reflexión y el razonamiento, pero solo como medio. Nunca como fin.

La filosofía, entendida como una búsqueda de cómo son realmente las cosas, es la que nos
permite construir prácticas para expulsar aquello que genera temor en la mayoría, que nos
angustia y aleja de lo único que tenemos: la vida que vivo cómo la vivo en el presente. Ya
veremos que por medio de la sabiduría alcanzamos la autarquía, la libertad de todos esos falsos
bienes exteriores, esos placeres vacíos a los que nos encontramos encadenados y nos llevan a la
desdicha permanente.
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EPICURO

|| AMISTAD - fragmentos ||

Las virtudes se eligen a causa del placer, no por sí mismas, tal como la medicina se elige a causa
de la salud (Fr. 504, Obras y fragmentos de Epicuro).

“Toda amistad es elegible por sí misma aunque ha llegado a su comienzo a partir de la


utilidad” (Fr. 32)

“De todas las cosas que la sabiduría procura para la felicidad de la vida toda, la adquisición de la
amistad es, con mucho, la mayor” (Máximas capitales, 27)

“Un mismo juicio hizo que tengamos confianza en que nada terrible es eterno ni muy duradero y,
a la vez, nos hizo saber que la seguridad que se halla en los límites mismos de la vida se
consigue, sobre todo, con amistad” (Ibid. 28)

“Quienes tienen la capacidad de obtener confianza sobre todo a partir de sus prójimos, esos
viven placenteramente unos con otros por poseer a garantía más duradera” (Ibid. 40)

“Padezcamos junto a nuestros amigos, no llorando, sino reflexionando” (fr. 66)

“No necesitamos tanto de la ayuda de nuestros amigos como de la confianza en esa ayuda” (Fr.
89)

“Nacemos una sola vez, pues dos veces no es posible, y no podemos vivir eternamente. Tu, sin
embargo, sometes la dicha a dilación pero la vida se consume inútilmente en una espera y cada
uno de nosotros muere sin haber gozado de la quietud” (Máximas, 46)

“Epicuro dice que, de todos los medios que la filosofía proporciona para vivir felizmente, ninguno
es mayor que la amistad, ninguno más fecundo, ninguno más agradable. Y esto lo demostró más
con su vida, con sus acciones y sus costumbres […]. Epicuro, solamente en su casa, aunque no
era muy espaciosa ¡Qué grandes multitudes tuvo de amigos y qué amorosa concordia las mantuvo
unidas.” Cicerón, Del supremo bien y del supremo mal, I, 65. Traducción de Herrero LLorente.

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