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E. Florescano Las ideas de patria y nación en México 1850.

el procesos de construcción del Estado con un sistema uniforme de leyes e instituciones fue un
proceso lento y solo se consolido bajo el régimen de Porfirio Diaz (1876-1911)

La construcción historiográfica de la nación

en distintos medios sociales la angustia de recordar las pesadillas recientes y la incertidumbre de


vivir en vilo, dio paso poco a poco a la propuesta de construir una historia que uniera los
contrariados pasados de la nación en un relato solidario.
Porfirio Diaz fue el constructor del primer Estado fuerte y moderno del siglo XIX. Su
habilidad política genero un periodo de paz y produjo crecimiento económico y riqueza. La elite
política impulsó un programa cuya meta era hacer desaparecer las diferencias étnicas mediante la
forja de una identidad cultural compartida por los diversos grupos sociales. La historia abarcadora
de todos los temas y épocas se torno realidad en la obra México a través de los siglos. Tres aciertos
hiceron de esa obra el logro mayor d ella historiografía. Para comenzar, tuvo la virtud de integrar
pasados enemigos en un discurso que unía la antigüedad prehispánica con el virreinato, y a ambos
con la guerra de independencia, los primeros años de la República y el movimiento de Reforma.
El segundo acierto, consistió en considerar cada uno de esos períodos como parte de un
proceso evolutivo cuyo discurso iva forjando la deseada integración nacional y cumplía las leyes
“inmutables del progreso”. La idea de evolución que predomina en esta obra le da sustento a la tesis
que propone una lenta fusión d ella población nativa con la europea y la progresiva integración del
territorio, y hace concluir esos procesos en la fundación de la República. El resultado de esta
marcha evolucionista vino a ser la Constitución de la nueva nación.
El tercer acierto residió en resumir el conocimiento almacenado por los estudiosos sobre
cada uno de esos períodos y exponerlo en un lenguaje atractivo, acompañado de magnificas
lustraciones.
México a traves de los siglos, ofrecía a sus lectores una visión armoniosa de los
contrapuestos pasados del país en un momento crítico d ella reconstrucción nacional, cuando mas se
anhelaba refrendar la certidumbre de que el pais se mantenía.
El animo de contemplar el abrupto pasado del país con moderación esableció un contraste
notable con la historiografía de años anteriores. Las grandes obras históricas que le habían
precedido, eran obras acentuadamente partidistas y polémicas. En estos casos la historiografía en
lugar de limitarse a reconstruir el pasado, traslado a el las luchas que dividían a los actores políticos
en el presente y acabó por convertirse e otra arena del conflicto. Simultáneamente, el mestizo, el
producto de dos razas, fue el gran unificador de las contradicciones étnicas, ideológicas y de clase.
El mestizo fue así el protagonista del progreso de México, y Porfirio Díaz el representante y el
símbolo mas genuino de este grupo.
La historiografía del siglo XIX cumplió una función eminentemente política: participó en la
discusión del proyecto nacional, contabilizó las heridas y los quebrantos que nublaron el horizonte
del país, trazó el via crucis político de la República y el proyecto de fundarla en el pacto federal,
defendió la integridad del territorio y rompió lanzas en favor de la unidad nacional, a tal punto que
logró construir, con el concurso de los políticos y la fuerza del Estado, un proyecto que parecía
incluir la diversidad de la población y una “identidad imaginaria” de la nación.

Los constructores del imaginario nacionalista: el museo los monumentos, la


pintura de historia y el mapa

Entre 1890 y 1910 las imagenes rescatadas del pasado remoto se convierten en icono nacioalista y
emblema del Estado porfiriano. El antiguo museo mexicano vino a ser un edificio privilegiado en el
escenario cultural de la capital y un centro de acumulación de conocimientosy formación de nuevos
especialistas.
Durante las fiestas que celebraron el Centenario de la Independencia este museo fue uno de
los lugares mas concurridos. La pieza fuerte era la sal de monolitos. Los monumentos de la
antigüedad, sobre todo los de estirpe azteca, pasaron a ocupar el lugar de simbolos de la identidad
mexicana. La relación entre ese pasado remoto y la actualidad porfiriana la sello el traslado a una de
sus salas de la pila donde se había bautizado a Hidalgo, el fundador de la nación moderna.
En esta nueva concepción del museo la recuperación del pasado se convirtió en un
instrumento poderoso de identidad nacional, y el museo en un santuario de la historia patria. A su
vez la historia patria vino a ser el eje de un programa escolar que transmitió la idea de una memoria
naciuonal asentada en un pasado compartdo por los diversos componentes de la población
la pintura de historia gozó de un momento de esplendor durante el largo goierno de Porfirio
Diaz. En estos años la expresión plastica en la pintura, la escultura o los monumentos públicos
estuvo dominada por tres obsesiones del imaginario político: la independencia (señalada por la
defensa de la patria ante las intervenciones extranjeras), la consolidación del Estado y la exaltación
del caudillo bajo cuya égida se alcanzaron esos fines. La defensa del territorio se apoyó en la
legitimidad de su ocupación ancestral, asique a lo largo del porfiriato se observa un esfuerzo
sostenido de revaloración de la época prehispánica.
Cuauhtemoc fue glorificado como heroe de la patria. El reconocimiento a Cuauhtemoc se
materializo en el primer monumento nacional dedicado a celebrar un heroe indigena, inaugurado el
21 de agosto de 1887. sin embargo, en la concepción liberal, el monumento a Cuauhtemoc antes
que rendir homenaje a las etnias indigenas, celebraba la defensa de la patria.
En la nueva interpretación de la independencia que se escribe, pinta y monumentaliza
durante el porfiriato, los origenes de la patria se situan en el movimiento insurgente y en la figura de
Hidalgo.
De manera paralela a la celebración de la independencia, el movimiento de Reforma y susu
lideres fueron festejados como una “Segunda Independencia”. Esta celebración de la patria e suna
respuesta a las agresiones imperialistas de 1847 y 1864-1867 y funde el antiguo patriotismo
religioso con el patriotismo civico y republicano de los liberales de la Reforma y del porfiriato. En
esta ultima epoca, al contrario de la actitud negativa que manisfestaron los liberales de la primera
mitad de siglo hacia la cultura prehispánica, asistimos a una revaloración de la antigüedad indígena.
La reconsideración del pasado indígena es un fenómeno que va mas allá de su apropiación por los
dirigentes políticos y las instituciones del Estado.
Este giro hacia la raiz indígena de la patria fue motivado en buena medida por el contacto
con el exterior. La independencia al colocar al pais en posición de igualdad legal ante los demás
estados, reveló su atraso frente a Europa, y a su vez, esa confrontación con el mundo desarrollado
dio origen a los proyectos de progreso, competitividad y cosmopolitismo que caracterizarían a la era
porfiriana. Al ponerse cara a cara con la cultura y la industria occidentales, la primera reacción de
los políticos mexicanos fue lanzar al país a la consecución de esos niveles de progreso, una carrera
que irremisiblemente provocó la dicotomía de anhelar ser “tan avanzados y cosmopolitas” como los
europeos yd e valorar los logros de la civilización indígena con los canones occidentales. En la
primera mitad del siglo XIX los mexicanos recurrieron a los conocimientos y tesis científicas
europeas para reivindicar la originalidad de la cultura mesoamericana. El interés extranjero por las
antigüedades mexicanas y su revaloración científica y estética, estimulo a su vez el estudio de los
mexicanos por su pasado.
Hacia 1880 los dirigentes políticos se sentían herederos y custodios de las antiguas
civilizaciones que se desarrollaron en el territorio nacional.
Al lado de los políticos y los historiadores, los constructores de la nación en esta época
fueron los escritores.
Así, a lo largo de un proceso complejo y mediante una imbricación entre la pintura, la
litografía, el grabado, el librod e viajes, la narración histórica, el mapa , el museo y los medios
modernos de difusión, se creó un anueva imagen del pais. En las cartas geográficas el territorio
apareció claramente demarcado, con la particularidad de que sus diversas regiones tenían una
identidad y un pasado propios.
El Atlas de Garcia Cubas incorporo en sus páginas variados intentos de representar en
pinturas la historia de la nación; pues fue concebido como una galería donde se escenificaba la
construcción de la república. El territorio, los distintos pasados y la variada situación actual
aparecían integrados en un solo libro, que desde entonces adquirió la fama de compendio de la
mexicanidad. De este modo mediante el uso alternativos de la pintura, el periodismo gráfico, los
monumentos públicos, el museo, el mapa, el calendario cívico y el libro, los gobiernos de fines de
siglo imprimieron en la población la imagen de un México sustentado en un pasado antiguo y
glorioso, prospero en el presente y proyectado hacia el futuro.

Los excluidos de la patria liberal: indígenas y conservadores

la falla mayor en el proyecto liberal de construir la nación es que no admitía en su vocabulario


político ni a los indígenas ni a los conservadores. Los primeros fueron proscriptos de la patria desde
fines del S. XVIII, cuando los criollos ilustrados decidieron combatir las lenguas, la superstición y
las antiguas costumbres que pervían en los pueblos de indios Manbuel Abad y Queipo, obispo de
Michoacan describió en 1799 la situación moral de los indígenas. Según Abad y Queipo la miseria
y el abatimiento de los indígenas se debía a su aislamiento en los pueblo o República de los indios,
a la propiedad colectiva de la tierra y a la conservación de sus idiomas, costumbres usos y
supersticiones. Arguía que el mantenimiento de esos privilegios por las Leyes de Indias era la causa
directa de su postración.
La separación radical entre las mayorías indígenas y populares y la minoría gobernante la
produjo precisamente la invasión de las ideas ilustradas y su corolario político: la adopción de un
modelo de sociedad extraño al país y la certidumbre de que par alcanzar esa meta había que
modernizar la sociedad a través de un proceso dirigido por el poder secular, no por la Iglesia.
Este viraje político y mental inducido desde las alturas del poder, provocó una reacción
conservadora de las mayorías, expresada en el rechazo de las nuevas imposiciones y en la
determinación de mantener lo propio, de revitalizar lo que era considerado tradicional y heredado.
De esta profundísima división entre tradición y modernidad dan testimonio los innumerables
movimientos religiosos indígenas que entonces se suceden uno tras otro. Expresan un rechazo
violento del presente, temen el futuro y su principal anhelo es recuperar la edad ideal perdida.
La división entre minoría blanca y la mayoría de color se incrementó a lo largo del S XIX,
incentivada por los fracasos políticos de los dirigentes liberales y conservadores, y calentada por las
innumerables protestas y rebeliones indígenas en defensa de sus tierras, lenguas costumbres y
tradiciones. Las primeras rebeliones indígenas del S XIX fueron señaladas por sus represores como
amenazantes guerras de castas (guerra contra la raza blanca).
Para los “científicos” porfiristas, como antes para los liberales, los indios eran el mayor
lastre que impedía el desarrollo de México. El rebajamiento de los indígenas fue una actitud
empecinada de los grupos dirigentes en el S. XIX y en el porfiriato no amainó la campaña de
vituperar la condición de los grupos nativos.
Al rechazo de los indígenas como parte constitutiva de la realidad nacional se sumó la
erradicación de los conservadores de la memoria política de la nación. A fines del porfirismo
cuando se consolido el mito liberal, conservadurismo vino a significar traición y perpetuación de un
desfasado sistema colonial. El triunfo de los liberales sobre los imperialistas franceses y sus
partidarios nativos, los conservadores, señaló a estos como traidores, y en el mejor de los casos los
condenó al olvido, pues desde entonces los políticos, los pensadores, los episodios históricos y los
valores conservadores fueron practicamente borrados de la memoria construida por los liberales y
mas tarde por los ideólogos del estado que surgió de la revolución de 1910.

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