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Universidad Nacional de Córdoba

Facultad de Filosofía y Humanidades


Licenciatura en Antropología

“MEMORIAS ENTRE CAÑAVERALES. UN ABORDAJE


ANTROPOLÓGICO SOBRE LAS MEMORIAS DEL OPERATIVO
INDEPENDENCIA EN SANTA LUCÍA. TUCUMÁN.”

Trabajo Final para optar por el grado de


Licenciada en Antropología

Autora: Daniela Domínguez


Dirección: Dra. Mariana Eva Tello

MAYO 2017
1
AGRADECIMIENTOS

A mi familia que es la fuerza que me impulsa y el apoyo fundamental en que


descanso.

A la gente increíble que conocí en Santa Lucía gracias a esta investigación. Por
enseñarme lo dulce y amargo que puede ser intentar vivir dignamente e inspirarme día a día
con su fuerza.

A mi directora, Mariana Tello Weiss por su inmensa generosidad, su claridad y su


paciencia pero sobre todo por su acompañamiento y su constante aliento a seguir adelante.

A Pili, Santi, Melu, Clara, Chipi, Victor, Guille, Lila, Carlos, Gerar y Juli porque más
que amigos han sido mi familia en estos años fundamentales de vida cordobesa.

A mis amigas de toda la vida Cami, Pieri, Moti, Judith, Paula, Nahir, Mela, Mariel,
Loti, Nora que, sin importar los km que nos distancian, jamás me faltan.

A Constanza Cattaneo, Andrei Fernández, Cristina Biaggi y Luisa Vivanco con


quienes compartimos proyectos, inquietudes y pasiones, por su generosidad y sobre todo por
su amistad.

A mis compañeros del equipo “Antropología de la política y las experiencias de


violencia en Argentina. Rupturas y continuidades desde las memorias sobre el pasado
reciente” por inspirar, acompañar y guiar muchas de las reflexiones de este TFL.

A mis amigos y compañeros de la Escuela Popular Berta Cáceres y del FPDS CN que
me desafiaron a pensar en el valor y potencial político que puede tener una investigación, por
el apoyo y la fuerza.

A mis amigos y compañeros de carrera con quienes fuimos juntos adentrándonos en el


mundo hermoso y fascinante de la antropología.

A SECyT FFyH por el otorgamiento de una beca de Iniciación a la Investigación


(Período 2016-2017). Este aporte habilitó la concreción de gran parte de este trabajo.

2
INDICE

INTRODUCCION……………………………………………………………………….6
El camino que (me) lleva a Santa Lucía…………………………………………………...7
Problema de Investigación………………………………………………………………....9

Apuntes Metodológicos…………………………………………………………………...11

Entre los cañaverales, se asoma Santa Lucia……………………………………………...11

Round dos, la tesis………………………………………………………………………...13

Eventos y eventualidades políticas del trabajo de campo…………………………………14

Abordaje y criterios metodológicos del trabajo de campo………………………………...18

Breves reflexiones sobre el trabajo a partir de testimonios………………………………..23


Estructura de la Investigación……………………………………………………………...25

CAPITULO I. Santa Lucia en el mapa y en la historia tucumana..…………………………27

I.I Un poco de historia…………………………………………………………………….28

Tucumán es azúcar (y Santa Lucía también)………………………………………………29

El cerrojazo. Los inicios del proceso represivo…………………………………………….32

El cierre del ingenio Santa Lucía: resistencia y represión………………………………….35

El Operativo Independencia………………………………………………………………..39

Santa Lucia y la instalación de la base militar……………………………………………....41

I.II Santa Lucía a pie (o en bicicleta)………………………………………………………43


La población y sus instituciones……………………………………………………………..53
El mundo del trabajo………………………………………………………………………...57

3
CAPITULO II. Las memorias de un ingenio…………………………………………….60

El trabajo en el azúcar……………………………………………………………………..62

Como le puedo decir: ¡¡todo giraba alrededor del ingenio!!................................................65

La nostalgia………………………………………………………………………………..68
Hilda Guerrero de Molina y el pasado rebelde de Santa Lucía…………………………...71

CAPITULO III. Las memorias de Aquella Época………………………………………..82


“Hijos del pueblo tucumano”. Los pueblos del piedemonte en las representaciones del PRT-
ERP………………………………………………………………………………………...83

¿Quién fue el “Zurdo” Rosa Jiménez?..................................................................................90

El ajusticiamiento de Saraspe e Ibarra……………………………………………………..93

¿Sabes ese quilombo que ha sido Santa Lucia?...................................................................102

La instalación de la base militar en Santa Lucía……………………………………..........103

¡Yo digo que más la gente pobre ha sufrido más!................................................................110

Tecnologías de la represión a escala local…………………………………………………112

CAPITULO IV. Las conmemoraciones del pasado local. Disputas y


tensiones……………………………………………………………………………………118

Las tensiones y disputas en torno a los calendarios………………………………………..119

Las conmemoraciones: el 24 de marzo, a 47 años del cierre del ingenio y el Festival del
Monte……………………………………………………………………………………….123
El día de la Memoria del 2015……………………………………………………………..138
Materialidades: debates y consensos en torno a qué memorias deben volverse cosas……..142

4
CONSIDERACIONES FINALES…………………………………………………… 147

ANEXO: Los entrevistados…………………………………………………………………...159

5
INTRODUCCIÓN

6
El camino que (me) lleva a Santa Lucía
En el presente Trabajo final de Licenciatura en Antropología me propuse indagar en
torno a las memorias que se construyen en Santa Lucía, una pequeña localidad del sur
tucumano, sobre el Operativo Independencia, y cómo este articula sentidos en torno a la
violencia, la política y el Estado, moldeando las formas de vivir de sus pobladores en la
actualidad.
El Operativo Independencia fue un operativo militar llevado a cabo en dicha zona
durante el gobierno democrático de Estela Martínez de Perón teniendo resonancias en las
memorias que se tejen en torno al pueblo hasta el día de hoy.1
Personalmente, haber nacido y crecido en San Miguel de Tucumán en los ´90 es un
factor que atraviesa todas mis posibilidades de investigar este tema. La violencia, la
corrupción y la impunidad son cuestiones bastante cotidianas y naturalizadas para quienes
crecimos en la provincia que una (y dos veces también) eligió democráticamente como
gobernador a Antonio Domingo Bussi2, uno de los mayores criminales y asesinos que piso
esas tierras. Y es que en Tucumán, como decía García Márquez “hemos tenido que pedirle
muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de
los recursos convencionales para hacer creíbles nuestras vidas”3. Lo cierto es que poco hay
de fantasía en nuestro realismo mágico del día a día.
Quizás por haber nacido en otra época o tal vez como un recurso mental para poder
afrontar lo ocurrido, cada vez que pienso en la historia de mi provincia no puedo dejar de
imaginármela como una novela de realismo mágico con sus personajes míticos que se
confunden con leyenda. Tucumán se parece a Macondo4 y también a Comala5, en donde las
generaciones parecen reproducir y revivir las vidas de sus antepasados casi sin cambio

1
El mismo se inaugura a instancias del decreto decreto Nº261/75 firmado por María Estela Martínez de Perón
en febrero de 1975. A través del mismo la presidenta de la nación comandó a las FFAA” a efectuar operaciones
militares para neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subversivos en la provincia de Tucumán”
2
Antonio Domingo Bussi fue el general que sucedió a Acdel Vilas como comandante del Operativo
Independencia .En 1976, a partir del golpe es Estado, fue designado por la Junta Militar como interventor de
facto de Tucumán. En 1995, accede al cargo de gobernador de la provincia, esta vez, por elección democrática a
partir de un partido creado y dirigido por el: Fuerza Republicana.
3
Gabriel García Márquez “La soledad de América Latina”. Discurso de aceptación del premio Nobel de
Literatura en la ciudad de Upsala, en 1982.
4
Macondo es el pueblo ficticio en el que transcurre la vida de la familia Buendía que protagoniza la novela
“Cien Años de Soledad” (1967), de Gabriel García Márquez.
5
Comala es un pueblo ubicado en el Pacifico mejicano en donde tiene lugar la novela “Pedro Paramo” (1955)
de Juan Rulfo.

7
alguno (hasta los nombres se repiten: los Aurelianos y José Arcadios 6 son nuestros Bussis7 y
Juris) y en donde los fantasmas de los muertos parecen tener tanta o aún más presencia que
los vivos.
Mi mirada debe entenderse además, como miembro de una clase social que creció en
la ciudad capital, hija de universitarios y que no tuvo, en el seno familiar, ningún militante de
organizaciones o partidos políticos y mucho menos desaparecidos. Creo que estos elementos
son claves también desde donde pensar esta fascinación que solo se entiende por la extrañeza
para con mi objeto de estudio.
Los ingenios azucareros siempre fueron para mí una especie de mito del pasado que
solo llegaba a colarse en mi presente cuando, de tanto en tanto, una de esas colosales
chimeneas fantasmagóricas que se pueden ver en todo el sur de la provincia se interponía en
el paisaje de las Cordilleras del Aconquija. De la misma manera, las historias sobre la
guerrilla me dejaban perpleja y me llevaban a mirar entre la vegetación pensando en cómo
habría sido habitar esa selva8. Siempre me fascinaron las historias que me contaban mis
padres sobre como el acceso al cerro San Javier o a Horco Molle (que para mí siempre fueron
paisajes cotidianos) estuvieron cerrados durante buena parte de los ´70 porque “ahí estaba la
guerrilla”. Esto marcó mi mirada hacia aquel lugar. Recuerdo haber buscado, a través de la
ventanilla del auto, personas escondidas entre las hojas y los árboles subiendo al cerro,
pensando que quizás alguien se habría quedado allí, como en esas historias donde algunos
soldados japoneses nunca se enteraron del fin de la guerra y permanecieron escondidos por
décadas en la selva. Así, sin querer, eventos que ocurrieron mucho antes de mi nacimiento
configuraron mi manera (y creo que la de tantos otros tucumanos) de relacionarme con una
parte de mi paisaje más cercano.
Sin embargo, con el pasar del tiempo y desde la cotidianeidad fueron interpelándome
profundamente la violencia, la corrupción y la impunidad de mi entorno. Pero sobre todas las
cosas, lo que más comenzó a incomodarme fueron no solo la pasividad o naturalidad con la
que se enfrentan día a día las atrocidades con las que convivimos, sino incluso la justificación
o defensa que se hace de los responsables de ellas en amplios sectores de la sociedad.

6
Aureliano y José Arcadio son los nombres de distintos personajes de la familia Buendía que protagoniza “Cien
Años de Soledad”. A lo largo de las generaciones que aborda la novela, estos nombres van repitiéndose y
combinándose con otros como parte de los recursos del autor para dar cuenta de las repeticiones y ciclos en la
familia.
7
Hace referencia a Antonio Domingo Bussi y a sus hijos que continúan hasta el día de hoy activos en la vida
política de la provincia
8
Como buena hija de biólogos yo nunca pude hablar del monte: “eso es yunga o selva montana Daniela” me
habrían dicho mis padres alguna vez en que osé confundir provincias biogeográficas, “monte hay en
Catamarca”.

8
Comenzar a percibir esto fue algo que generó en mí un inmenso malestar porque empecé a
sentirme no solo violentada por las situaciones que me rodeaban, sino también atrapada y
asfixiada en la naturalización y aceptación de las mismas.
Al pasar los años, quizás por la distancia que trajo mi mudanza a Córdoba (adonde me
mudé en el año 2012 para estudiar Antropología), la relación para con mis orígenes fue
cambiando y pude ver y relacionarme con mi provincia de otra manera. Esto también me
llevó a leer sobre historia de Tucumán y a poder a empezar a dimensionar algunos de los
procesos, eventos y personajes que permiten entender mejor el presente. A lo largo de este
recorrido, fui tornando en objeto analítico algo que para mí había sido una cuestión
sumamente atravesada por lo emocional y personal y esto impacto fuertemente en mi imagen
sobre Tucumán.
Hoy, no veo más a Tucumán como un lugar pasivo y sumiso. Hoy sólo puedo verlo
como ese lugar que fue tan tremendamente castigado y reprimido justamente por lo
combativo y rebelde que fue. Tampoco puedo dejar de pensar en cómo Tucumán y sus
problemáticas marcaron la agenda nacional de una época por el inmenso poder movilizador
que supieron tener los trabajadores y estudiantes de primera mitad del siglo pasado. Creo que
por eso también me interesé en indagar en torno al Operativo Independencia, porque es un
momento que lleva a tener que pensar en la era de los ingenios con una Federación Obrera
Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA), liderada por figuras como Leandro Fote y
Atilio Santillán9. Al mismo tiempo, se torna un lugar fundamental para entender las
operaciones que desmembraron todo ese movimiento de trabajadores y estudiantes
luchadores de esa época.

Problema de investigación

Este trabajo se propone, de esta manera, indagar respecto a las memorias que se
construyen en torno al Operativo Independencia en el pueblo de Santa Lucía. A pesar de los
40 años que me distancian del período histórico sobre el cual me propongo indagar, resulta
interesante pensar en cómo lo ocurrido en el pasado reciente y sus interpretaciones decantan
en y hace al presente.

9
Leandro Fote y Atilio Santillán fueron obreros azucareros y sindicalistas de FOTIA. Son referentes históricos
del movimiento obrero azucarero. Ambos se encuentran hoy desaparecidos.

9
Indagar en torno a la violencia política y a los diferentes impactos o efectos que la
misma tuvo en Santa Lucia, me lleva a pensar en la dimensión productiva10 que tuvieron
estos eventos y en el tipo de subjetividades que los mismos produjeron. Por lo tanto, mi
pregunta es respecto del presente, respecto de lo que es la sociedad santaluceña, tucumana, o
argentina hoy entendiendo que las relaciones de poder no sólo suprimen, censuran y
castigan: también producen, seducen y generan prácticas, subjetividades y relaciones.
En el caso de Santa Lucía, donde la totalidad del pueblo pasó a constituir el jardín
trasero de una base militar desde su instalación allí, resulta interesante pensar que la totalidad
de las actividades cotidianas estuvieron atravesadas por el contexto de violencia del momento
y que esto no sólo tuvo un impacto en lo que se dejó de hacer (o lo que se hacía a
escondidas), sino también en las maneras de hacer, en los sentidos y significaciones, en la
manera de tejer relaciones interpersonales y con las instituciones del Estado. De esta manera,
me interesa poder rastrear estas dimensiones a partir del estudio de las memorias locales que
pueden llegar a dar cuenta de las maneras en que la gente concibe, a la luz de ese pasado, la
política, la violencia, las relaciones con el Estado y su propia comunidad.
Me interesa así indagar en torno a las continuidades y discontinuidades que existen
entre los eventos represivos que caracterizaron la década de los ´60 y ´70 y en particular el
Operativo Independencia, y las prácticas, subjetividades, y relaciones sociales y políticas que
se fundamentan en las memorias que construyen los habitantes del pueblo de Santa Lucía en
torno a esa época. Me pregunto entonces: ¿Qué memorias sobre la violencia política y la
represión del Estado durante el Operativo Independencia se construyen en torno a este
pueblo? ¿Qué subjetividades se forjan a partir de la experiencia de habitar en un contexto
de violencia política y represión como el descripto?
Santa Lucía aparece como un lugar bueno para pensar una violencia política y una
represión que en este caso cobraron características de un hecho social total (Mauss, 1979),
permitiendo echar luz a una serie de fenómenos que van mucho más allá de lo que ocurrió
concretamente en ese momento y lugar. En este sentido, enfocar mi mirada específicamente
en Santa Lucía me permite aproximarme a las significaciones que dan sentido a ese pasado
de violencia política acontecida en una localidad rural del “interior” 11 del país, con todas las
especificidades que eso implica y que distancian esa experiencia de las vividas por

10
En “La voluntad del saber” (1976), Foucault hace el llamado a dejar del lado las explicaciones jurídico-
discursivas del poder que solo lo entienden a partir de su capacidad de censurar, limitar o anular. Por el
contrario, nos dice, tenemos que empezar a pensar en la dimensión productiva de las relaciones de poder, en su
capacidad generar, producir, formar.
11
En Argentina, (y sobre todo en la capital) se llama “interior” a todas las provincias del país que no sean
Buenos Aires.

10
pobladores de los grandes centros urbanos. Asimismo, me lleva a analizar la relación entre
violencia, política y Estado en este contexto, y a la luz de procesos de larga duración (Elias,
1988).

APUNTES METODOLÓGICOS

Entre los cañaverales, se asoma Santa Lucía…

Saliendo de San Miguel con mi hermano, en un colectivo casi completo con gente que nos
miraba disimulada pero curiosamente, arrancó esa mañana del 19 de mayo. Por las miradas constantes
de nuestros compañeros de viaje, parecía claro que somos fácilmente identificables como extranjeros
a ese lugar o a ese destino (Acheral12). A medida que el Exprebus13 avanzaba y la ciudad quedaba
atrás, apareció un paisaje nuevo: las cañas de azúcar se extendían a ambos lados del camino
interrumpiéndose solo con el nacimiento de la cordillera cubierta de nubes en aquel día lluvioso.
Los cañaverales, todavía muy presentes, me hacen pensar en cómo habría sido aquella zona
cuando los ingenios estaban en pleno funcionamiento. Pensaba que, al margen de que muchas cosas
seguramente cambiaron desde los ´60, lo que veían mis ojos no debía haber sido muy diferente de lo
que veía cualquier persona en esa época: cañaverales, montañas y niebla. No puedo explicar la
cantidad e intensidad de emociones que sentí en ese viaje de 40 minutos en colectivo: nervios,
emoción, curiosidad y mucha fascinación por lo que, de repente, aparecía ante mí como un universo
inmensamente cercano pero profundamente ajeno y desconcertante.

(Nota de Campo, Mayo del 2014)

Estas fueron las primeras notas de campo que escribí allá por mayo del 2014, fecha en
que realicé mi primera visita a la localidad de Santa Lucía. Estaba cursando el Taller de
trabajo de Campo de la carrera, una materia en la que se nos iniciaba y acompañaba en
nuestras primeras experiencias de trabajo etnográfico. Yo había elegido trabajar en la
localidad de Santa Lucía como una deuda pendiente con un proyecto que había emprendido
cuando estudiaba arqueología en Tucumán. Aprovechando la semana de exámenes de mayo,
decidí viajar a Tucumán y visitar el pueblo del que venía leyendo hace ya unos meses. Mi
plan era simplemente poder caminar un poco por allí, tomar algunas fotos y poder ponerle
“cara” a ese lugar que solo podía imaginar desde los libros que venía leyendo14.

En esa ocasión, mi hermano Rodrigo se ofreció a acompañarme en el periplo, y antes


siquiera de poder empezar nos encontramos con el primer contratiempo: al llegar a la
terminal de ómnibus de San Miguel de Tucumán descubrimos que el colectivo directo a
12
Acheral es un pueblo del sur tucumano ubicado sobre la ruta 38. Desde allí salen, cada 15 minutos, los
colectivos que llevan a Santa Lucía.
13
Línea de colectivos interurbanos que recorre varios de los pueblos del sur de la provincia de Tucumán.
14
Hasta ese momento solo había tenido acceso a los 3 libros escritos por Lucía Mercado (2003, 2005 y 2007) en
los que se relata la historia de Santa Lucía usando los testimonios de diferentes vecinos como parte central del
trabajo.

11
Santa Lucía acababa de partir y habría que esperar 3 horas hasta que saliera el próximo.
Afortunadamente, ante nuestras caras de desamparo, el vendedor de pasajes nos sugirió hacer
otra ruta: tomar un colectivo hasta Acheral y allí, en la ruta, esperar un colectivo interurbano
hacia Santa Lucía. Cinco minutos después estábamos ya en camino por la autopista en
dirección al sur de la provincia. Al subirnos al Expreso Santa Lucía, último tramo del viaje,
la ansiedad fue creciendo mientras la distancia con el poblado disminuía y la chimenea y el
esqueleto del ex ingenio Santa Lucía asomaban ya entre la niebla, al pie de la montaña.

Esa primera visita a Santa Lucía resultó fundamental para todo mi trabajo posterior.
Lo que comenzó sencillamente como un plan de unas pocas horas con la simple intención de
caminar y tomar fotos en el pueblo, devino en 3 días de intensas idas y venidas, charlas con
vecinos, entrevistas, caminatas guiadas por el pueblo, entre tantas otras cosas.

En el primer día, después de haber caminado unas horas un tanto perdidos y sin un
sentido muy claro, pasamos caminando por el frente de la Biblioteca Popular Santa Lucía que
está localizada sobre una de las calles principales del pueblo. Casi sin pensarlo, decidimos
entrar para preguntar si tenían algún libro sobre la historia del pueblo que pudieran
recomendarme. Allí conocí a Silvia y Delia, dos vecinas del pueblo de unos cuarenta años
que son las encargadas de la Biblioteca y mostraron inmediato interés por la razón y los
objetivos de mi visita. Apenas les expliqué que quería hacer un trabajo sobre las memorias
del Operativo Independencia, se entusiasmaron mucho y comenzaron inmediatamente a
pensar en con quiénes debería hablar, qué cosas tenía que leer y qué necesitaba hacer.
Rápidamente comenzaron a llamar por teléfono a ciertas personas e incluso a salir a la calle
en busca de algunos vecinos que eran claves, según ellas, para mi trabajo.

Unas horas más tarde y después de haber concertado algunos encuentros con vecinos
para esa misma tarde, Silvia nos invitó, a mi hermano y a mí, a almorzar en su casa y a ver el
documental que se había hecho sobre el pueblo15. Más tarde nos acompañó a la casa de una
vecina que podía venderme los únicos libros que habían sido escritos sobre la historia de
Santa Lucía y que podía responder a algunas de mis preguntas. Durante los siguientes dos
días volvimos para realizar algunas entrevistas y fuimos invitados a una caminata por el
pueblo guiados por un vecino de la localidad. Recuerdo haberme sentido absolutamente
abrumada por la cantidad de situaciones a las que, “sin querer”, me vi expuesta y que
sobrepasaron totalmente mis expectativas y mi seguridad de aspirante a etnógrafa. Me

15
Se trata del documental “Santa Lucia” de Andrea Schellemberg, estrenado en el año 2014.

12
acuerdo particularmente de un momento que me impresionó muchísimo: Silvia había venido
desde la calle con un hombre de unos sesenta años que, sin siquiera presentarse ni
preguntarme nada, comenzó a describirme con detalles las formas en las que había sido
torturado durante su detención en el Arsenal16 mientras realizaba una performance de como
era su celda, cómo era la posición en la que permaneció detenido durante varios meses
mostrándome, al mismo tiempo, las diferentes marcas que la tortura dejó en su cuerpo.
Pienso que tal vez no estaba preparada para escuchar de manera cruda y directa ciertos
relatos sobre la detención, la tortura, y el dolor que son tan frecuentes en Santa Lucía y que
hoy en día ya no me impactan de la misma manera.

De esa primera llegada al pueblo me llevé ciertas impresiones muy fuertes que
marcaron mi mirada y mi relación para con Santa Lucía a lo largo de los siguientes años. Una
de las impresiones más fuertes que tuve en esos días fue el olor a azúcar que impregna las
calles del pueblo y que emana desde las diferentes acequias que rodean al ingenio. Estas
siguen estando en uso por parte de una de las empresas que se instaló en el antiguo predio del
ingenio y produce alcohol: Alcogas. Ese perfume dulzón que invadió nuestros sentidos
apenas bajamos del colectivo me impresionó muchísimo y marcó esos primeros pasos por el
pueblo. Este aroma se presentó ante mí como un anacronismo que nutrió la sensación
nostálgica que tenía que en Santa Lucía el tiempo se sucede en otros ritmos y que algunas
cosas no terminan de desaparecer. Pareciera ser que está ahí para recordarnos la historia de
éste y tantos otros pueblos tucumanos, la historia del azúcar.

Round 2: la tesis

Luego de aquella primera experiencia que realicé en el marco curricular del Taller,
dudé por un tiempo sobre si continuar o no con aquel tema para mi trabajo final de grado. Por
un lado me preocupaba la dificultad de tener que viajar frecuentemente a Tucumán y la
distancia con mi „campo etnográfico‟. Por el otro lado, y más concretamente, me asustaba un
poco el no poder ser capaz de afrontar y ponerle el cuerpo a un tema que me obligaba a
enfrentarme a historias difíciles de escuchar y a una realidad que me interpelaba también
como tucumana. Sentía un inmenso y opresivo sentido de la responsabilidad, y pensaba que
si yo iba a hacer que mis interlocutores tengan que revivir momentos y recuerdos
1616
Se trata del Centro Clandestino de Detención que funcionó en el predio del Arsenal Miguel de Azcuénaga,
perteneciente a las FFAA y ubicado a pocos km de la capital tucumana.

13
absolutamente terribles de sus vidas, hablar de sus familiares y amigos desaparecidos, de las
torturas, del miedo y tantas otras cosas, mi trabajo tenía que, de alguna manera (que no sabía
explicar) estar a la altura teórica, metodológica y ética. Este sentido de la responsabilidad fue
algo que acompañó todo mi proceso de trabajo y que aportó en algunas cuestiones llevando a
que me haga diferentes preguntas muy valiosas (como el para qué y para quién hacía ese
trabajo y cómo tendría que manejarme con mis interlocutores para no invadirlos, y también
para aportar en sus procesos personales y colectivos) pero que también me generó muchísima
inseguridad y nerviosismo ante una tarea que se me presentaba siempre como imposible de
realizar en los términos y modos que yo sentía que se merecían. Creo que un factor que
abonaba todos esos sentimientos de culpa y responsabilidad era la distancia concreta que
había entre mis interlocutores y yo: una distancia generacional, de clase y geográfica, entre
tantas otras.

Finalmente, después de mucho dudarlo y gracias al consejo y apoyo de mi directora,


decidí continuar mi trabajo encarándolo, ahora si, como mi trabajo final para la licenciatura.
A partir de ese momento comenzamos a planificar y pensar más sistemática y formalmente
en cómo tendría y habría que encarar esta investigación. Una de las grandes diferencias con
respecto a la etapa anterior fue que tuve que ir puliendo, con ayuda de mi directora y algunxs
compañerxs, mis objetivos, preguntas y estrategias de investigación. La segunda etapa de
investigación se desarrolló así, a lo largo de los años 2015/2016.

Eventos y eventualidades políticas del trabajo de campo.

El período en que realicé mi trabajo de campo, durante el 2015 y 2016, fue un


momento de fuertes cambios en la vida política de la provincia y del país. El 2015 fue un año
electoral y por lo tanto fue el año de una campaña presidencial muy intensa que terminó
consagrando a Mauricio Macri como presidente de la república. Asimismo, la provincia de
Tucumán también vivió un año de elecciones que fue particularmente convulsionado y que
consagró a Juan Luis Manzur del Frente para la Victoria, como gobernador de la provincia.
Este acto eleccionario fue noticia en todo el país debido a los gravísimos incidentes que lo
rodearon, con cientos de denuncias por fraude que casi llevaron a la anulación de las
elecciones. En Santa Lucía, particularmente, una urna de la única escuela habilitada para el
acto eleccionario fue anulada por contener una mayor cantidad de votos que votantes.

14
Por otro lado, se vivieron en la provincia intensas jornadas de paros, manifestaciones
y cortes de ruta por parte de los cañeros y trabajadores del azúcar ante una nueva crisis de
sobreproducción. Una de los primeros viajes a Santa Lucía en el año 2015, por ejemplo, tuvo
que ser demorada debido a los cortes de ruta hacia el sector sur que impedían el acceso desde
la capital hacia la zona en la que se encuentra el pueblo. Una vez más me encontraba con esas
continuidades entre mi investigación y el pasado: yo quería llegar a Santa Lucía para poder
hablar sobre lo que la gente recordaba sobre el cierre del ingenio y la represión y no podía
hacerlo porque los azucareros paralizaban la provincia.

El año 2016 comenzó muy agitado en el ámbito de los DDHH de la provincia con el
inicio de las audiencias por la Megacausa Operativo Independencia que arrancó en mayo de
ese año y que busca juzgar a más de 20 imputados por delitos cometidos a 270 víctimas,
contando con el testimonio de 1400 personas. El inicio del juicio implicó así una gran
cobertura de los medios que despertaron en la escena pública provincial diferentes polémicas
en torno a una serie de debates que no estaban (ni mucho menos están) saldados en la
sociedad tucumana. Entre ellos se puede mencionar: la teoría de los dos demonios, la
violencia revolucionaria, el terrorismo de estado en tiempos de democracia, el rol de Isabel
Martínez de Perón en estos hechos, la figura de Antonio Domingo Bussi como responsable
del Operativo Independencia (OI), etc.

Otro evento que me interesa recalcar ya que generó mucha polémica, fue el desfile
militar que se desarrolló en el marco de los festejos por el bicentenario de la independencia el
pasado 9 de julio. En el mismo se vio marchar a veteranos del Operativo Independencia junto
a los veteranos de Malvinas. Más allá del repudio que este hecho implicó en grandes sectores
de la sociedad, estos hechos sirven también para pensar las tensiones y disputas que están aún
vigentes con respecto a lo que fue y significó el OI en la provincia y en el país.

A fines del 2016, otro hecho sacudió las redes sociales y generó una serie de repudios
por parte de organismos de DDHH y diferentes organizaciones sociales y políticas de todo el
país: el hijo de Antonio Domingo Bussi, Ricardo Bussi, fue invitado a una escuela del
interior de Tucumán a dar su testimonio sobre los “hechos acontecidos en el ´76” y “honrar”
la memoria de su padre. Este hecho, despertó una nueva oleada de discusiones y
declaraciones en torno a la figura de Bussi y de la “guerra contra el terrorismo” de los ´70.

15
De esta manera, a partir de todos estos eventos fue tornándose cada vez más evidente
que los hechos y fenómenos que intentaba analizar en mi trabajo tenían total actualidad en la
sociedad tucumana. El hecho de que el Operativo Independencia y la violencia de los ´70 se
tornaran así en el eje de distintas polémicas y discusiones públicas deviniendo en un
„problema social‟ (Lenoir, 1993) tuvo definitivamente un impacto en mi trabajo de campo,
habilitando ciertos relatos, fortaleciendo algunos silencios y actualizando algunas tensiones
al interior de la comunidad.17

Algo que entendí con el pasar del tiempo fue que esa llegada tan fructífera y aquella
acogida tan cálida que tuvimos, mi hermano y yo, en mayo del 2014 tuvieron también que
ver con el momento en que arribé a Santa Lucía. Hoy en día por ejemplo, la gente está mucho
más acostumbrada (y reticente) a la llegada de foráneos interesados en la historia del pueblo.
A lo largo de los últimos dos años hubo un verdadero estallido de investigadores, cineastas,
fotógrafos, activistas políticos, docentes y simples curiosos que llegaron al pueblo con
diferentes motivaciones u objetivos y que tuvieron un impacto en la escena pública
santaluceña. Lo que es innegable es que Santa Lucía se tornó en un lugar y objeto de disputa
de sentidos, memorias, políticas, y personas. Esa cantidad de personas circulando y
disputando el espacio público y privado con los vecinos, encendieron e intensificaron varias
tensiones y contradicciones que existían entre los pobladores y que emergieron e irrumpieron
en diferentes eventos y momentos18.

A fines del año 2014 apareció en el pueblo un grupo de personas de distintos puntos
del país que terminaron conformando el grupo “Foco en el Monte” y que, en articulación con
la Biblioteca Popular, organizaron diferentes eventos durante el año 2015 vinculados con “la
recuperación de la memoria y la reparación histórica”19.

Definitivamente, el hecho de que hubiera tanta gente foránea al pueblo circulando,


investigando, organizando y movilizando afectó también mi trabajo de campo. Yo sentía
mucha necesidad de marcar mi distancia con respecto al grupo de investigación Foco en el
Monte y no quedar directamente asociada a ellos con los vecinos de Santa Lucía. Sentía que
si esto pasaba, podría afectar su disponibilidad para charlar conmigo o sus intenciones de
ayudarme.

17
Desarrollaré más sobre este tema en el capítulo IV de este trabajo.
18
Sobre algunos de estos eventos me extenderé en el capítulo IV de esta tesis.
19
Fragmentos obtenidos del material publicitario utilizado por el grupo “Foco en el Monte” para promocionar
algunas de las actividades que llevaron a cabo en el pueblo de Santa Lucia durante el año 2015.

16
Por supuesto que independientemente de mis intenciones, muchos vecinos igualmente
pensaron que yo “andaba con la gente de Buenos Aires”; de hecho, casi siempre la primera
pregunta que me hacían después de presentarme “¿y vos venís con esta gente de Buenos
Aires? Se tornó fundamental para mi entonces, marcar que yo era tucumana, que era
estudiante universitaria y que no tenía vínculo con el grupo Foco en el Monte. Esto no quiere
decir que este grupo tuviera una mala imagen generalizada en la comunidad ni mucho
menos. Creo que el movimiento que el mismo generó en el pueblo y las reacciones que
tuvieron ciertos vecinos ante algunas de las actividades organizadas por los mismos, tendió a
generar mucha reticencia de una parte de la población hacia los foráneos que querían hablar
sobre la época de “la represión”. En lo personal, yo consideré necesario no quedar enmarcada
en ninguna posición demasiado ligada a los actores involucrados.

Santa Lucía es, según pude comprenderlo con el tiempo, un lugar y muchos lugares a
la vez: es el „pueblo-ingenio‟ que añoran los ex obreros azucareros locales que todavía
sienten nostalgia del canto de la sirena que los llamaba a trabajar cada mañana; es el „pueblo-
monte‟ en el que lucharon y perecieron decenas de guerrilleros en la década del ´70, y es por
tanto, el „pueblo-desaparición‟ en donde los familiares de los mismos buscan rastros y
respuestas de esos cuerpos forzados a desaparecer entre la vegetación o debajo de la tierra en
el sótano20. Es el „pueblo-romance‟ que hoy en día recuerda a algunos militantes de izquierda
sobre un pasado cargado de entrega y pasión por la lucha y la revolución; es el „pueblo-
objeto‟ de investigación para todos aquellos investigadores que buscamos encontrar sentidos
y respuestas a preguntas que van mucho más allá de esta localidad; es el „pueblo-guerrillero‟
para una gran parte de la población tucumana y del resto del país que estigmatizó o idealizó a
la localidad (y sus habitantes) a partir de la presencia del ERP en la zona; es el „pueblo-
presente‟ que habitan hoy en día los que por nacimiento, obligación o elección se quedaron
en Santa Lucía con todas las dificultades y tensiones que eso implica; es el „pueblo-proyecto‟
que existe en el discurso y en la práctica de los que hoy en día pelean por dejarles un mejor
lugar para vivir a sus hijos. Todas estas Santas Lucías, a veces complementarias, a veces
contradictorias y muchas veces conflictivas entre sí, dan cuenta de la compleja trama de
sentidos que tejen lo que hoy en día es el pueblo para tantas personas distintas.

20
El “sótano” aparece en los testimonios de decenas de habitantes como un centro clandestino de detención que
funcionó en lo que eran antiguamente las bodegas del Ingenio Santa Lucía. Cuando la base militar se retira del
poblado en 1982 este lugar se cubrió con cemento por lo que hoy en día el acceso al mismo sigue tapado. Para
un análisis arqueológico detallado sobre este CCD leer Cattaneo, C. (2014) “El mapeo de la barbarie. Análisis
de un paisaje: El ex ingenio Santa Lucía como centro clandestino de detención. Depto. Monteros, Tucumán
(1975-1981)

17
Abordaje y criterios metodológicos del trabajo de campo
Para abordar el objeto de estudio de este TFL21, me propuse un abordaje de tipo
etnográfico. Considero este enfoque adecuado ya que la investigación apuntó a indagar
acerca de diferentes significaciones y prácticas que se dan en torno al pasado reciente. Por
esto, la aplicación de métodos y técnicas cualitativas como la entrevista etnográfica, la
observación participante y el análisis de documentos fueron las herramientas principales de
indagación (Guber, 2001).
La perspectiva antropológica permite dar cuenta de procesos, conceptos y fenómenos
de escala macro a partir del análisis minucioso y de la micro escala. Por esto mismo, el
trabajo en pequeñas comunidades, en contextos acotados como el que planteo, permiten
entenderlos “no solo de manera realista y concreta sino, lo que es más importante, pensar
creativa e imaginativamente con ellos” (Geertz, 1987: 34) y dando cuenta de las
significaciones que los propios sujetos atribuyen a sus mundos.

El trabajo de campo etnográfico desarrollado para esta investigación se llevó a cabo, a


lo largo de los años 2015/2016. Para ello organicé diferentes viajes a Tucumán desde donde
emprendía mis visitas a la localidad de Santa Lucía. Este poblado se ubica a unos 50km de
San Miguel de Tucumán, lo cual me permitía poder hacer base en la capital (donde vive mi
familia) y viajar cada vez que lo necesitaba hasta Santa Lucía.

Un lugar central en torno al cual giró mi trabajo etnográfico fue la Biblioteca Popular
Santa Lucía. Desde mi primer visita al poblado y a lo largo de los siguientes dos años, la
Biblioteca se constituyó en un campamento base y lugar clave para enterarme de las
novedades del pueblo, los eventos que iban a sucederse en el futuro, conocer vecinos, realizar
entrevistas, leer, esperar, tomar mate, y hasta participar de un taller de alfabetización para
adultos mayores que se desarrolló en julio del 2016.

La Biblioteca Popular comenzó a formarse en el año 2012 a partir del impulso de


Delia, una vecina del pueblo, interesada en abrir un espacio desde donde impulsar diferentes
proyectos sociales que apuntaran principalmente a la juventud local. Se radicó, por concesión
del delegado comunal del pueblo, en las instalaciones de lo que había sido la escuela técnica
de Santa Lucía (que a su vez fue originalmente la parte administrativa del ingenio).

21
Trabajo Final de Licenciatura

18
Hace casi 3 años, cuando entré por primera vez a este espacio, las instalaciones eran
completamente diferentes a lo que son hoy en día, contando en aquel entonces sólo con una
pequeña salita en la que había unos pocos muebles donde se acomodaban algunos libros
mientras otros tantos permanecían aún en cajas, un escritorio y una computadora. Con el
pasar del tiempo la Biblioteca se expandió contando actualmente con una sala infantil con
mesitas y sillas para niños en lo que antes era la galería (hoy en día techada y cerrada); baño
propio con ducha, además de una sala de trabajo contigua que cuenta con dos grandes
mesones y sillas. También, está equipada con una heladera y una cocina con horno que se
utilizan para la realización de talleres de formación para emprendedores locales. Asimismo y
muy recientemente, la Biblioteca inauguro su “Centro de Formación continua: en Unión y
Libertad” que inició sus actividades en marzo del 2017. En el mismo, se realizan diferentes
talleres de capacitación que apuntan a promover la actividad turística en el pueblo. Cuenta
para ello con la aprobación y financiación del Ministerio de Trabajo además del aval y apoyo
de la Universidad Nacional de Tucumán, la Universidad de Avellaneda y el INTA22.

Las estadías en Santa Lucía fueron variando desde simples idas a realizar entrevistas
que duraban unas horas, estadías que duraban todo el día para participar de algunos eventos
organizados en el pueblo y relacionados con temas de memoria y derechos humanos, hasta
una estancia de ocho días en julio del 2016. Los colectivos que tomaba cada vez hacia Santa
Lucía resultaron ser un lugar interesante, asimismo, para poder indagar en los ritmos,
recorridos y rutinas de los habitantes de la localidad. Fueron también, a veces, lugar de
encuentros y charlas con algunos de los vecinos que fui conociendo a lo largo de todo el
proceso de trabajo de campo. Esos viajes fueron también momentos centrales para terminar
de preparar y planificar las actividades, entrevistas, y visitas pendientes en el camino de ida,
a la vez que fueron, en los viajes de regreso a San Miguel de Tucumán, donde realizaba
muchas de mis anotaciones en la libreta de campo.

Por otro lado, para la indagación que me propuse utilicé entrevistas en profundidad o
entrevistas de trayectoria. Estas entrevistas de trayectoria (Bourdieu 1997) se constituyeron
en las principales técnicas de acceso al punto de vista nativo (Geertz, 1994).

Al dar por “cerrado” mi trabajo de campo contaba con nueve entrevistas, ocho de las
cuales fueron grabadas, transcriptas y devueltas. Una de ellas fue corregida mientras que las
otras permanecieron intactas por elección de los entrevistados. La muestra de la investigación

22
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.

19
procuró ser lo más amplia posible contemplando tanto a mujeres como varones (siendo en
total cinco mujeres y cuatro hombres) y a una gama muy diversa de edades, con una franja
etaria que iba desde los treinta hasta los setenta años. Esta decisión tuvo que ver con la idea
de que no solo construían memorias sobre el Operativo Independencia aquellos que vivieron
en el pueblo en esa época. Por el contrario, las diferentes generaciones que sucedieron a las
mismas también discuten, se apropian y construyen sus propias memorias sobre la época a
partir de lo que les relataron sus familiares, lo que leyeron, sus experiencias de militancia, las
discusiones que tienen entre pares, etc. Asimismo me plantee poder tener representadas a
mujeres tanto como a varones pensando que también las diferentes trayectorias laborales,
familiares, personales, las redes sociales (todas ellas sin duda atravesadas por el género) iban
a tener incidencia en la manera de construir memorias. Procuré asimismo poder abordar la
memoria desde la dimensión de la clase intentando poder acceder a testimonios de personas
con situaciones laborales bien distintas entre sí, como las de los ex empleados del ingenio y
sus familias, un antiguo trabajador del surco, un empleado público, una empleada de
comercio, personas que habían sido estudiantes de primaria y secundaria en los ´70, etc.

El modo en que fui accediendo a las diferentes personas que entrevisté fue más bien a
partir de referencias de los vecinos que iba conociendo que hacían de “intermediarios”
presentándome o contactándome con mis siguientes entrevistados. Así fui pudiendo
entrevistar a aquellas personas que me presentaban o a quienes se me señalaban como
“importantes” potencialmente para mi trabajo gracias a ciertas redes de confianza que fueron
fundamentales para el desarrollo de mi trabajo (Da Silva Catela, 2010). De esta manera,
podría decirse que existe entre la mayoría de mis entrevistados algunos vínculos,
apreciaciones o conexiones. En este sentido, la muestra se fue conformando a partir de
referencias entre vecinos y sobre todo, a partir de quienes querían y podían hablar,
estableciéndose una trama de legitimidades dentro del pueblo entre quienes “sabían” y
quiénes no.

Salvo una de las entrevistadas, todos los otros eran nacidos y criados en Santa Lucía o
en los alrededores (Las Mesadas, Caspinchango, etc.) y continúan viviendo allí, con
excepción de dos que vive actualmente en San Miguel de Tucumán. La única no santaluceña
que entrevisté fue seleccionada por haber sido la representante en el pueblo del grupo “Foco
en el Monte” que organizó diferentes encuentros y eventos en la localidad a lo largo del año
2015 además de haber trabajado en el pueblo dando un taller de arte para niños en la

20
Biblioteca Popular. Las entrevistas buscaron hacer foco en las trayectorias o “historias de
vida” (Bourdieu, 1997)

Mi trabajo de campo etnográfico se basó asimismo en la observación-participación de


diferentes eventos que se fueron desarrollando en estos dos años como ser las “Jornadas para
rememorar el cierre de los ingenios en la provincia” que se llevaron a cabo en agosto del
2015 en el pueblo; el “Festival del monte tucumano. Voces y memorias” que tuvo lugar en
noviembre de ese mismo año y el Acto por el Día de la Memoria, en marzo del 2016.

Siguiendo a Da Silva Catela (2010) y a Tello (2012), uno de los compromisos que yo
tomé para con las personas que entrevisté fue la de transcribir la totalidad de las entrevistas y
hacer una devolución de las mismas de manera que los entrevistados pudieran revisar,
corregir, agregar o eliminar lo que ellos quisieran. El ejercicio de devolver estas
transcripciones resultaba sumamente importante para mí ya que consideraba que podían allí
abrirse nuevos canales de diálogo sobre el tema, y sobre todo porque me parecía importante
(aunque sea intentar) construir una relación un poco más simétrica en la que ellos pudieran
intervenir en mi trabajo. Pensaba, además, que ese momento servía para poder volver a
resaltar que sus testimonios eran para mí una fuente que podía igualarse a la de los archivos,
estadísticas o documentos históricos, un lugar central desde donde yo me paraba para pensar
y producir mi trabajo de investigación.

En el momento de la devolución yo pedía permiso para poder usar eso como un


testimonio (constituyéndose como una fuente documental fundamental sobre la que indagaría
mi investigación) y consultaba respecto al deseo de figurar con el nombre real o uno ficticio
que ellos podrían elegir. En ninguno de los casos los entrevistados decidieron ocultar su
identidad sino que, por el contrario, ese momento sirvió como un ritual de reafirmación de
quiénes ellos eran, de su coraje y de la veracidad de todo lo que decían. Frases como
“¿miedo a qué voy a tener yo?” O “si todo lo que te dije es cierto, ¿por qué habría de
ocultar mi nombre?” se repitieron en casi todas las ocasiones. Esto me hacía pensar que el
haberme otorgado una entrevista y haberse dejado grabar por mí, una foránea con pinta de
subversiva23 que ellos no conocían mucho, era un verdadero acto de valentía y de

23
En diferentes momentos del trabajo de campo algunos vecinos me hicieron notar que mi “pinta” era
exactamente igual a la de los militantes del ERP que habitaron la zona en los ´70:
- “y cómo eran los subversivos?
- “y un poco como vos, pelo largo, ropa de colores y mochila”.

21
reafirmación de sí mismos. Era también, según lo entendía, una declaración en la escena
pública como voces habilitadas para decir lo que decían y para sostener cualquier
impugnación. Por ello, con su consentimiento, decidí mantener los nombres originales de
todos los entrevistados a lo largo de este trabajo.

Por otro lado, también hubieron personas que no quisieron charlar conmigo o concederme
una entrevista bajo el pretexto de no ser las más indicadas, informadas o experimentadas para
poder hablar del tema: “mejor habla con esa otra señora que ella te va a saber decir mejor
que yo” dando cuenta de que para hablar no solo hay que tener voz y valentía sino también
legitimidad. Las personas que eran señaladas como “legitimas” eran fundamentalmente
personas que habían nacido y residido en el pueblo durante las últimas décadas. Por otro
lado, quienes podían hablar eran personas habituadas a hablar en la escena pública por
ocupar ciertos espacios claves dentro del pueblo y manejar ciertos capitales políticos, sociales
y culturales como ser la bibliotecaria, la directora de la escuela, el poeta del pueblo, la
historiadora local, la líder del movimiento piquetero, etc.

Otro factor que me sorprendió mucho fue que, salvo una de las entrevistadas, nadie quiso
corregir, intervenir o alterar la versión transcripta de su entrevista pese a mis insistencias en
que las leyeran y revisaran con total libertad. Considero que esto tiene que ver con que ellos
sentían que al haberme concedido la entrevista y permitirme grabarlos, ya habían hecho su
pacto de confianza para conmigo y no necesitaban volver a aclararlo. Por otro lado, pienso
que ese desinterés por revisar o releer lo anteriormente dicho tenía que ver también con
reafirmar la confianza en la veracidad de lo que se había expresado.

Además de las entrevistas formales pude tener diversas y provechosas charlas informales
con diferentes vecinos con los que fui cruzándome en estos años ya sea en los eventos a los
que asistí, o simplemente en la calle o en la Biblioteca.

Otra de las técnicas utilizadas en esta investigación fue el análisis documental. Las
fuentes principales fueron los archivos del periódico del Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP) llamado “Estrella Roja”, disponible digitalmente en internet. Asimismo pude acceder
al archivo del diario La Gaceta24 para revisar la cobertura que tuvieron diferentes eventos y

Lo que se hacía evidente en esas instancias era mi absoluta visibilidad como una persona foránea, ajena y otra a
la comunidad. Era también una lectura de clase porque los subversivos, según me explicaron mis entrevistados,
eran casi siempre profesionales, estudiantes y gente de plata y muy culta.
24
Es el principal diario de la provincia de Tucumán además de ser uno de los de mayor circulación del interior
argentino.

22
momentos de la historia de Santa Lucía en el diario más importante de la provincia de
Tucumán. Ambas fuentes resultaron de gran importancia a la hora de analizar la manera en
que se representaron públicamente eventos, personajes, conceptos e imágenes de Santa Lucía
en la provincia y el resto del país. Sirvieron asimismo como ventana para observar algunas de
las discusiones, polémicas y disputas que se daban en la época en torno al Operativo
Independencia.

En cuanto a las pautas de escritura, considero necesario poder aclarar los criterios
elegidos para diferenciar las diversas voces y elementos que componen este texto. Utilicé la
cursiva para demarcar la voz nativa, y en el caso de tratarse de fragmentos completos de
entrevistas, separe aquel texto en párrafos aparte. La negrita se utilizó a la hora de usar citas
textuales extensas de otros autores, además de estar separadas en párrafos independientes. En
el caso de tratarse de citas más breves de otros autores, sin necesidad de separarlas en
párrafos aparte, utilicé comillas dobles. Por otro lado, use las comillas dobles para marcar
frases, dichos o palabras del sentido común y comillas simples al usar conceptos teóricos.

Breves reflexiones sobre el trabajo a partir de testimonios

Las memorias analizadas en esta investigación son contradictorias, polémicas y


conflictivas, por lo tanto, la primera aclaración que deseo hacer con respecto a mi análisis es
que mi interés no está puesto en realizar una reconstrucción histórica de los hechos que
acontecieron durante el OI, ni en el intento por descubrir “la verdad” en torno a los mismos.
Mi análisis se centra, por el contrario, en la multiplicidad de experiencias y sentidos que
configuran la(s) manera(s) en que hoy se entiende, explica, recuerda, silencia (y olvida),
conmemora, avala y/o condena un pasado muy cercano, atravesado por la violencia.
El enfoque de este trabajo se asemeja, de esta manera, al análisis que propone
Edmund Leach (1964) a la hora de analizar los mitos. Él nos sugiere entender los mitos como
un “sistema de ideas en vez de un sistema de reglas o acontecimientos históricos” (Leach,
1964: 290) cuyas “inconsistencias” internas tienen que ver con que los mitos están
profundamente vinculados con la construcción del estatus de quienes lo enuncian. Por ello, la
persona que cuenta un mito, compartirá ciertos puntos generales en su relato con el resto de
su entorno y discrepará en los detalles de manera que estos sirvan para legitimar su estatus
personal y engrandecerse. En este sentido, resulta fundamental poder pensar en quién habla y

23
qué imagen de sí mismo y de su comunidad se está intentando construir. Como sostienen
Pollak y Heinich (2006: 55) “los testimonios deben ser considerados como verdaderos
instrumentos de reconstrucción de la identidad, y no solamente como relatos factuales,
limitados a una función informativa.”
Por todo esto, es importante dejar en claro que a la hora de analizar los testimonios
no interesa poder descubrir si lo que se dice es “verdad” o “mentira”. En última instancia
interesa analizar lo que se dice, cómo se lo dice y a quién se lo dice teniendo siempre en
cuenta los silencios como elemento fundamental del análisis. (Da Silvia Catela, 2010)
Como planteara Geertz (1987), la potencia que posee un análisis etnográfico es el de
poder indagar en torno a cuestiones que son centrales para las ciencias sociales (como el
poder, la autoridad, la violencia) solo que en contextos locales y con un criterio
obsesivamente microscópico que aporta “(…) esa clase de actualidad sensata que hace
posible concebirlos no solo de manera realista y concreta sino, lo que es más importante,
pensar creativa e imaginativamente con ellos” (Geertz, 1987: 34). En este sentido, el análisis
de los testimonios que realizaré, intenta poder cargar de sentidos, experiencias concretas,
tensiones y contradicciones a conceptos y categorías frecuentemente banalizadas o dadas por
sentado, como lo son “terrorismo de estado”, “violencia”, “represión”, etc. Más aún, intentaré
dar cuenta de la trama de significados y prácticas que se tejen hoy en torno a ellos en Santa
Lucía.
Por otro lado, Pollak y Heinich (2006) sostienen que es imprescindible preguntarnos
cerca de las condiciones sociales que hacen posible el testimonio. Esto implica pensar que la
posibilidad de testimoniar está completamente arraigada en las condiciones y el marco de
escucha en la que se realiza. Por ello, al momento de analizar un testimonio, debemos
enfocar el análisis tanto en lo que se dice, como en el contexto de producción de ese
testimonio, los destinatarios del mismo, los recursos de los que se vale el testimoniante para
comunicar, etc.
Bourdieu (1997) nos advierte sobre los peligros del uso acrítico de la noción
de “historia de vida”, usada ampliamente en la metodología de los estudios de
memoria, remarcando que su origen es un contrabando que se hizo desde el sentido
común hacia las ciencias sociales:
“Tratar de comprender una vida como una serie única y suficiente en sí de acontecimientos sucesivos sin
más vínculo que la asociación a un «sujeto» cuya constancia no es sin duda más que la de un nombre
propio, es más o menos igual de absurdo que tratar de dar razón de un trayecto en el metro sin tener en
cuenta la estructura de la red, es decir la matriz de las relaciones objetivas entre las diferentes
estaciones.” (Bourdieu, 1997:82)

24
De esta manera, se torna fundamental poder entender una trayectoria dentro de la
dinámica del campo social que la contiene. Asimismo, es necesario poder dar cuenta de las
relaciones, también dinámicas, que la vinculan con otros agentes y trayectorias de su campo
social.
Intentaré analizar desde esta perspectiva, que piensa al testimonio como construcción
situada y estratégica, como una “ilusión” que se construye en el encuentro entre una pregunta
y la voluntad de hablar de las personas.

Estructura de la Investigación

A partir de las anteriores consideraciones, este Trabajo Final de Licenciatura se


organiza en cuatro capítulos. En el Capítulo I realiza una contextualización general que
sitúe a Santa Lucía en el contexto nacional y en Tucumán. Por un lado, intenta dar cuenta de
algunos de los eventos o procesos que, a partir de las memorias, aparecen como
acontecimientos fundamentales para la historia del pueblo. Me propuse así, hacer un breve
recorrido por la historia reciente de Santa Lucia y Tucumán que permita contextualizar para
comprender los procesos represivos que, en procesos de larga duración, decantan en el
llamado Operativo Independencia. Por el otro, procura situar a Santa Lucía en el espacio y
hacer una descripción densa (Geertz, 1987) sobre el espacio del pueblo, pensándolo como un
territorio donde se superponen diferentes capas de historia que moldean la vida de sus
habitantes.
En el Capítulo II analizo, a partir del material obtenido en las entrevistas, algunos
de los ejes que articulan y condensan las memorias de los pobladores de Santa Lucía en torno
a un aspecto fundante de la identidad local: la del ingenio azucarero. Si bien mi objetivo
primero era poder analizar las memorias del Operativo Independencia para poder pensar la
violencia política y la represión, entendí rápidamente, a partir de las charlas con los
pobladores, que para hablar de la “época de la base” era necesario empezar mucho antes.
Asimismo, fue tornándose más claro que la represión de aquella época era inescindible de la
represión sufrida en los ´60 y de la destrucción que implicó el cierre del ingenio para toda
Santa Lucía.
El Capítulo III busca analizar las memorias que construyen en torno al Operativo
Independencia los pobladores de Santa Lucía como evento. Mi análisis se centra en la
multiplicidad de experiencias y sentidos que configuran la(s) manera(s) en que hoy se

25
entiende, explica, silencia, recuerda (y olvida), un pasado muy cercano, atravesado por la
violencia.
Finalmente, el Capítulo IV intenta dar cuenta de algunas estrategias llevadas
adelante actualmente en Santa Lucía para conmemorar y poner en escena las memorias
anteriormente analizadas. El análisis se centra así en algunas materialidades, escenas y
disputas (así como ciertos consensos) que entran en juego a la hora de conmemorar. El
capítulo busca asimismo presentar brevemente un pequeño pantallazo de algunas de las
personas y espacios que encaran hoy en día la tarea de preservar la memoria. Indagare en
torno a las situaciones sociales en que las memorias son actuadas e inscriptas en la escena
pública, revelando jerarquías y legitimidades diferenciales al interior de la comunidad.

26
CAPITULO I

SANTA LUCIA EN EL MAPA Y EN LA HISTORIA

TUCUMANA

27
Este capítulo tiene como objetivo realizar una contextualización general que sitúe a
Santa Lucía en el contexto nacional y en Tucumán. Por un lado, intenta dar cuenta de algunos
de los eventos o procesos que, a partir de las memorias, aparecen como acontecimientos
fundamentales para la historia del pueblo. Así, hace un breve recorrido por la historia
reciente de Santa Lucia y Tucumán el cual permite contextualizar para comprender los
procesos represivos que, en procesos de larga duración, decantan en el llamado Operativo
Independencia.
Por otro lado, la segunda parte de este capítulo, llamada “Santa Lucía a pie (o en
bicicleta)” procura situar a Santa Lucía en el espacio y hacer una descripción densa (Geertz,
1987) sobre el espacio del pueblo, pensándolo como un territorio donde se superponen
diferentes capas de historia que moldean la vida de sus habitantes. En términos generales, el
mismo busca trazar ciertas coordenadas desde las cuales pueden ser comprendidos los
procesos, escenas y relatos que analizaré en los capítulos posteriores.

I. I. UN POCO DE HISTORIA…

En este apartado me propongo situar históricamente los procesos represivos que


decantan en el llamado Operativo Independencia, ubicandolos en la trama de procesos de
larga duración (Elías, 1988). Asimismo intentaré dar cuenta de algunos de los eventos que, a
partir de las memorias, aparecen como acontecimientos fundamentales para la historia del
pueblo y cuyo recuerdo remite a aspectos más estructurales de la vida social. En este análisis
mi mirada se centra en la clase trabajadora, ya que así puede caracterizarse al grupo de
personas con las que desarrollé mi trabajo etnográfico. Si bien otros trabajos como los de
Mercado (2003, 2005 y 2007) o Pucci (2007) hicieron foco en otros actores y procesos,
considero que en este caso puntual, la elección de poner en un primer plano a la experiencia
de la clase trabajadora se torna central.

Mi análisis parte de la noción de que en Tucumán se vivió un proceso represivo que


tuvo por objeto a la clase trabajadora, mayoritariamente representada por la FOTIA25. El
inicio del mismo puede rastrearse en el cierre de 11 ingenios azucareros de la provincia,

25
La Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera ( FOTIA). Fundada en 1944, fue el gremio de los
trabajadores azucareros de mayor importancia en Tucuman, nucleando en sus orígenes a todos los sindicatos
azucareros de la provincia y los del norte argentina (Salta y Jujuy). Tuvo un rol central en la historia provincial,
debido al peso que tenía su actividad en la economía provincial. Llegó a ser el 4to gremio más grande del país.

28
impulsado por el gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía. Partiré de un
posicionamiento sobre la represión, según el cual la misma buscó no sólo la anulación,
prohibición o desaparición de ciertas personas, organizaciones, prácticas e ideas sino que
implicó, sobre todo, la construcción e inauguración de un nuevo modelo económico, un
nuevo modo de vida y una nueva manera de ser trabajador en la provincia de Tucumán. Esto
implica pensar que los procesos represivos fueron cuidadosamente pensados, direccionados,
y ejecutados y que los efectos de los mismos son absolutamente tangibles en el presente.

Esta breve contextualización hace foco en lo ocurrido en la provincia de Tucumán


pero es imprescindible poder pensar que los diferentes procesos que aquí analizo no pueden
concebirse desarticulados del panorama nacional. Estos procesos de radicalización de la clase
trabajadora son algo que se percibió en todo el país y que se puede ver plasmado, por
ejemplo, en sucesos como el Cordobazo y el Rosariazo en 1969. A la vez, resulta
imprescindible poder pensar en la influencia de los eventos que se fueron dando en
Latinoamérica impactando tanto en los proyectos revolucionarios emprendidos en aquella
época como en la represión implementada por el Estado.

En los ´70 confluyen una serie de procesos de orden socioeconómico y político que
hacen de Santa Lucía una escena donde ser replican otras a escala global. La alusión a Cuba
y Vietnam en cuanto a paisajes y conflictos, una clase trabajadora en decadencia, la
represión, la nostalgia, se condensan allí en una historia que tienen como centro al azúcar.

“Tucumán es azúcar” (y Santa Lucía también)

Como velaba uno de los slogans principales de FOTIA que supo estar exhibido en una
gigantografía en la sede de este gremio, en pleno centro capitalino tucumano, Tucumán fue y sigue
siendo azúcar y Santa Lucía no queda exenta de esa afirmación. Este pueblo, como tantos otros del
interior tucumano, fue una localidad que creció en torno a un ingenio azucarero. El mismo, le
dio su nombre al pueblo y se instala en la zona en noviembre de 1882. Había sido en una
época uno de los ingenios más productivos de la provincia llegando a concentrar alrededor de
4000 trabajadores (Mercado, 2007).

Fue la administración de la fábrica quien se encargó del trazado de las calles del
poblado y la construcción de las viviendas que fueron ubicándose alrededor del ingenio. El

29
mismo, fue no sólo la principal fuente de trabajo de los pobladores sino también el núcleo de
la actividad política y social del pueblo. Asimismo, a partir del ingenio funcionaban
cuestiones tan básicas como el hospital, la recolección de la basura, el almacén local, el club
social, el club deportivo, etc. Estas características no se limitan solamente al pueblo que aquí
analizo, sino que todos los ingenios que funcionaron en el NOA configuraron ese tipo
específico de relaciones y por ello no se puede entender el modelo productivo azucarero
simplemente desde sus características económicas. La producción azucarera sostenía todo
tipo de actividades en la región y particularmente en la provincia (Pucci, 2007; Rosenzvaig,
1995, 1997, 1999). Estas características son importantes de remarcar ya que además de haber
determinado salarios, arquitecturas y tiempos, los ingenios configuraron modelos de
sociabilidad muy específicos que impactaron de manera muy profunda en las diferentes
comunidades que surgieron en torno a los mismos y tienen efectos que es posible rastrear en
el presente26.

A mediados de los ´40, y en consonancia con un proceso conjunto que se venía dando
en la provincia (y no sin una gran resistencia por parte de las patronales), se constituye el
primer sindicato de Santa Lucía. Con el correr de los años van a establecerse los locales de
dos sindicatos en el poblado: el de los trabajadores de surco y el de los trabajadores de
fábrica. A partir de estos órganos representativos, los trabajadores de Santa Lucía se
organizaron y encararon diferentes luchas para mejorar las condiciones precarias de trabajo
en las que vivían. Asimismo, desde allí se organizó la resistencia frente a las diferentes crisis
de sobreproducción que atravesaría la industria periódicamente (Cattaneo, 2014).

Una de las características que se dieron en torno a este modelo productivo y con
particular fuerza en la provincia de Tucumán, fue el surgimiento de una clase trabajadora
fuertemente organizada y politizada. La misma fue cobrando fuerza en la primera mitad del
siglo XX y era conocida, ya en los ´60s, por las luchas que encarnaban mediante diferentes
estrategias como la huelga general, el corte de rutas, la toma de ingenios, etc.

El movimiento obrero azucarero de la provincia se caracterizó por viabilizar sus


luchas a través de sus sindicatos por ingenio que tenían una importante representación de sus
bases. La FOTIA nucleó a nivel provincial a los diferentes sindicatos de los ingenios (de
trabajadores de surco y de fábrica) articulando las diferentes luchas de los trabajadores del

26
Analizaré algunas de estas características en el próximo apartado de este capítulo y en el capítulo II de este
TFL.

30
azúcar y constituyéndose como uno de los sindicatos más fuertes y combativos de la historia
del país. Llegó incluso a ser el cuarto gremio más grande del país a principios de los ´60
cuando contaba con 52 sindicatos adheridos y casi 40.000 afiliados (Pucci, 2007).

Es central entender esta fuerte tradición combativa de la clase obrera tucumana,


intrínsecamente arraigada en la producción del azúcar, para poder pensar en los eventos que
se desarrollan a partir de la dictadura de Onganía y la autodenominada “Revolución
Argentina”. Ésta va a atentar no sólo contra un modelo productivo sino también contra esos
lazos políticos y esa tradición combativa que se veía como inadmisible, entre la dirigencia
política argentina entrelazada desde sus orígenes con la producción agro-ganadera porteña27
(Pucci, 2007). A la vez, es sobre la base de la organización política de este movimiento que
se pensó a los trabajadores del azúcar como la “vanguardia de la revolución socialista” desde
ciertas tendencias de la izquierda revolucionaria de la época28.

En los años previos al golpe militar comandado por Juan Carlos Onganía (en 1966),
Tucumán vivía años de fuerte turbulencia y altos niveles de conflictividad siendo moneda
corriente las huelgas, paros generales, cortes de ruta, etc. Los mismos, eran encabezados por
FOTIA pero tenían también su expresión en el movimiento estudiantil y en otros gremios
como el de ferroviarios o el de docentes (ATEP). En este contexto de gran agitación, con la
provincia envuelta en una gran crisis económica, con el adeudamiento de meses de salario a
los trabajadores, varios ingenios tomados, etc. se produce el golpe de estado al presidente
Illia en junio de 1966 y asume, como presidente de facto, el general Juan Carlos Onganía
(Nassif, 2016). La provincia de Tucumán pasa a ser el foco central de las primeras medidas
económicas que se toman desde el flamante gobierno militar.

27
Pucci (2007) esgrime la noción de “sacarofobia” como un mito creado por la elite agro-ganadera porteña que
se usó para estigmatizar a la industria azucarera tucumana (y a los habitantes de la provincia por extensión). A
través de este mito fundador, nos dice el autor, construido durante años en el discurso público, se pudo legitimar
el industricidio llevado a cabo por Onganía durante la llamada “Revolución Argentina” que cerró más de 10
ingenios en la provincia dejando a un cuarto de la población total en situación de desempleo y pobreza absoluta.
Detrás del mito sacarofóbico se escondían las intenciones monopólicas de una elite exportadora que quería
monopolizar la exportación de ganado y trigo y que veía en el azúcar un rival y una competencia intolerable.
28
Esta tesis se encuentra plenamente desarrollada en los escritos de Rene y Mario Santucho como ser “Cuatro
Tesis sobre el Norte Argentino” (1962); “El proletariado rural, detonante de la revolución argentina” (1964) y
“Poder Burgués y Poder Revolucionario” (1974).

31
El „cerrojazo‟. Los inicios del proceso represivo

En agosto de 1966, pocos meses después del golpe militar que consagró a Juan Carlos
Onganía como presidente de facto, se produce la firma de un decreto que ordenaba el cierre y
desmantelamiento de diferentes ingenios en la provincia y que tuvo como consecuencia
directa la quiebra y cierre de otros tantos. En este marco, el ingenio Santa Lucía cierra sus
puertas definitivamente en el año 1967.

El argumento de Onganía y su ministro Jorge Salimei para cerrar dichos ingenios era
que la industria azucarera tucumana había sido históricamente una industria parasitaria que
subsistía gracias a los subsidios otorgados por el Estado, y que dichas fábricas eran
tecnológica y productivamente obsoletas. De esta manera, con el llamado „cerrojazo‟,
Onganía declaraba que ponía fin a “una producción decadente y anacrónica sostenida a costa
del pueblo argentino”29 para poder romper con el monocultivo y promover el surgimiento de
múltiples industrias nuevas en la provincia. Este anuncio se contradijo, sin embargo, con la
elección de los ingenios a cerrar, siendo varios de ellos (como el San Antonio o el Bella
Vista) algunos de los mejores equipados, modernos y productivos del país. (Pucci, 2007).

Cabe destacar que cada uno de los cierres fue acompañado por el envío de grandes
contingentes de fuerzas policiales y de gendarmería. En ninguno de los casos se dio de modo
pacífico ni sin resistencia de los trabajadores y sus familias.

El cierre se anuncia en los medios como una medida que buscaba fomentar el
progreso y avance de la provincia. Prometía venir acompañado con una oleada de inversiones
en nuevas industrias, que absorberían a los trabajadores que habían quedado desempleados y
fomentaría la diversificación de la economía local. Tales inversiones nunca llegaron y lo que
se dio, en cambio, fue un crecimiento exponencial de la tasa de pobreza, desnutrición,
mortalidad infantil, decrecimiento del nivel y esperanza de vida, así como una migración
masiva de los trabajadores hacia diferentes puntos del país. Allí, estas familias obligadas a
migrar pasaron a conformar los cordones de villas miserias de las grandes urbes (Pucci,
2007).

29
Declaraciones de Juan Carlos Onganía para el diario La Gaceta en: Pucci (2007)

32
Artículo publicado en diario Clarín, fechado el 22 de agosto de 1966.

Para “paliar” los efectos que iba a traer el cierre de los ingenios, el Ministro de
economía de Onganía, Jorge Salimei, puso en marcha el “Operativo Tucumán”. Lo que
pretendía ser un plan ambicioso que generara miles de nuevos puestos de trabajo
diversificando la economía provincial y representando una “avanzada contra el
monocultivo”30, fue un completo y total fracaso. La “lluvia de inversiones” estatales y
privadas no llegaron nunca y los cientos de miles de desempleados de aquella época, siguen
esperando hasta el presente la instalación del “polo productivo e industrial” prometido por
Salimei. La única fuente de trabajo garantizada desde el Estado fueron trabajos temporarios
para la municipalidad o la comuna, o en la construcción de rutas y caminos a cargo de
Vialidad Provincial. En el caso de Santa Lucía, en esta época se instala la fábrica “Alcogas”
que no llega a emplear más de 100 trabajadores.

Los grandes beneficiarios de este proceso represivo fueron los dueños de los grandes
ingenios de Salta y Jujuy que siguieron en pie, como el caso de Ledesma 31 y San Martin de
Tabacal. Asimismo en Tucumán, el ingenio Concepción y el Providencia formaron parte de
los más favorecidos. Parte de los beneficios tuvieron que ver con la eliminación de la
competencia por el cupo impuesto a nivel nacional para la venta de azúcar. A su vez, los

30
Declaración del Ministro Jorge Salimei para el diario Clarín el 22 de agosto de 1966.
31
Propiedad de Carlos Pedro Blaquier, uno de los empresarios más ricos del país cuyo emporio de azúcar y
papel creció exponencialmente beneficiado por las políticas del Onganiato. Hoy en día está siendo procesado
hoy por crímenes asociados a la última dictadura militar (1976-1983).

33
ingenios que quedaron en pie, pudieron adquirir a precios irrisorios, gran parte de la
maquinaria de los ingenios que cerraban y que se liquidaban por monedas en subastas
públicas. Esa misma maquinaria que era en teoría decadente, ineficiente, y obsoleta, paso a
formar parte activa y fundamental de los ingenios a los que, no casualmente, se permitió
continuar activos (Pucci, 2007). Por otro lado, las clases dirigentes locales y nacionales se
vieron altamente beneficiadas con el decapitamiento y fragmentación del movimiento
azucarero que perdió gran parte de su fuerza y unidad.

Publicación en el diario la Gaceta fechado el 9 de febrero de 1969 en la que se anuncia la venta pública
de la maquinaria del ingenio Santa Lucia, recientemente cerrado

34
El cerrojazo implicó un verdadero cataclismo social y económico en la provincia y la
destrucción de la vida como se la había conocido hasta entonces. El fuerte golpe a la
economía tucumana no afectó solo a los trabajadores directamente empleados por los
ingenios que cerraron. La crisis se propagó a los pequeños cañeros, peones golondrina,
pequeños comerciantes, artesanos, herreros, talabarteros, tenderos, proveedores de máquinas
y herramientas para ingenios y cualquier actividad que estuviera asociada con el azúcar.

Este proceso debe ser, a mi entender, aprehendido como uno de los primeros golpes
fuertes que se dieron a la clase trabajadora de la provincia y como el comienzo de un proceso
que va a tener su expresión máxima y mejor acabada durante la última dictadura militar.
Considero así que este plan económico que atentó contra la fuente de vida de cientos de miles
de personas debe ser entendido en el marco de una violencia estructural. La miseria y el
hambre, la desidia y la desesperación a la que condujeron estas medidas políticas y
económicas fueron previstas, planificadas y dirigidas al seno mismo del movimiento de
trabajadores del azúcar, a su larga tradición combativa y al particular modo de vida que el
modelo azucarero había construido desde sus orígenes. Un amplio sector de la población de
la provincia no solo quedó sin trabajo, sino que fue arrojado a un mundo donde todo su modo
de vida, sus conocimientos y herramientas laborales no eran valorados.

A partir de aquel golpe mortal, este movimiento nunca pudo recuperarse y tendió, con
el pasar de los años, a la desmovilización, la precarización absoluta y a la burocratización de
sus órganos representativos.

Los sindicatos que habían sido los lugares de reunión y los canales de expresión,
organización y resistencia fueron intervenidos y otros cerrados. Decenas de pueblos, antaño
pujantes y vitales pueblos, se convirtieron en poblados fantasmas, abandonados a su suerte.

El cierre del Ingenio Santa Lucía: Resistencia y Represión

A mediados de la década del ´60, se vivían en la localidad de Santa Lucía tiempos de


mucha desazón debido a los despidos que venían dándose en los últimos años y a las
amenazas constantes de un posible cierre del ingenio. Ya desde 1966, los trabajadores y sus
familias venían organizándose para reclamar por dichos despidos (que a fines de ese mismo

35
año afectarían a 400 trabajadores) además de esto por los meses que la empresa adeudaba a
los trabajadores.

Ante el peligro de perder la principal fuente de trabajo, la comunidad de Santa Lucía


ejerció diferentes estrategias de resistencia que fueron desde cortes de ruta, huelgas, marchas
hacia San Miguel de Tucumán y hasta incluso la toma total del ingenio.

Foto: destrozos registrados en la “oficina” del Ingenio Santa Lucía tras la toma efectuada por sus
trabajadores en protesta por los despidos y salarios adeudados. Archivo La Gaceta 13.2.1962

Uno de los principales símbolos de la resistencia al cierre va a ser la organización de


ollas populares por parte de las mujeres del pueblo. En este marco es que Hilda Guerrero de
Molina, la esposa de un trabajador de planta del ingenio Santa Lucía, se erige como una de
las principales líderes de aquella resistencia.

El 12 de enero de 1967, FOTIA llamó a un paro general en la provincia y convocó a


una masiva movilización que partiría desde distintos puntos de Tucumán hacia la capital.
Hilda Guerrero de Molina, junto a una delegación numerosa de Santa Lucía, parte de noche y

36
a pie hacia Bella Vista32 atravesando cañaverales para evadir el fuerte operativo policial que
buscaba impedir las marchas previstas para la fecha. Una vez allí, en el marco de un
operativo represivo Hilda es asesinada por la policía convirtiéndose inmediatamente en una
de las mártires de Santa Lucía y en un símbolo por la lucha contra el cierre de los ingenios.
El asesinato de Hilda constituye un punto fundamental en las memorias de los pobladores de
Santa Lucía, que la erigen como uno de los símbolos del pasado de resistencia y lucha del
pueblo cosa que retomaremos en el capítulo II.

El cierre del ingenio local no se dio, como se observa en estos hechos, sin previas
amenazas ni sin oposición de la población. El proceso de resistencia al cierre es una de las
grandes demostraciones del grado de organización que poseían los trabajadores del azúcar en
la provincia. Esto se puede comprobar en las decenas de huelgas y marchas multitudinarias
que se registran en la época, así como en los planes de lucha esgrimidos por FOTIA en la
época que encaraba una fuerte resistencia contra la dictadura de Onganía (a diferencia de la
mayoría de los sectores sindicales del país) (Nassif, 2016).

Fuente: Ex trabajadores posan frente al portón del ex ingenio Santa Lucía en 1971. Archivo La Gaceta
11.10.1971

32
Ciudad capital del departamento Leales. Este poblado era el hogar de Atilio Santillán quien fue 3 veces
secretario general de la FOTIA. Bella Vista se encuentra a unos 30 km de Santa Lucía y era, en aquel trágico
día, el lugar desde donde partirían las delegaciones de los ingenios del sur de la provincia hacia la capital.

37
Con el cierre del Ingenio Santa Lucía la economía del pueblo queda en jaque y
comienza una nueva etapa: la del éxodo de familias en busca de trabajo quienes se ven
obligados a abandonar el pueblo hacia diferentes puntos de la provincia o, más
frecuentemente, a Buenos Aires. En esos 3 años al menos 200.000 habitantes desocupados de
toda la provincia habrían tenido que dejar sus pueblos, sin contar los trabajadores
temporarios que llegaban en épocas de zafra desde otras provincias.

A principios de los ´70 va a instalarse en los alrededores de Santa Lucía, una de las
primeras experiencias33 de guerrilla rural del país: un foco guerrillero del ERP (Ejército
Revolucionario del Pueblo) fue el brazo armado del PRT (Partido Revolucionario de los
Trabajadores), liderado por Mario Roberto Santucho instala su campamento en los “montes”
aledaños al pueblo. Adscribían al guevarismo y veían en la lucha armada la única vía para la
revolución socialista en ese momento. Fuertemente inspirados por la experiencia cubana en la
Sierra Maestra, el ERP intentó reproducir aquella experiencia de guerrilla rural en los
“montes”34 tucumanos. El PRT venía teniendo, en los últimos años, cierta inserción dentro de
FOTIA y especialmente en algunos de los sindicatos como el San José, donde Santucho se
desempeñaba como contador. No fue casual la elección de Tucumán como su centro de
actividades ya que el partido tenía cierta influencia en la provincia, así como una lectura de la
clase trabajadora tucumana como la única del país que tenía las condiciones para poder
emprender una verdadera revolución35.

De esta manera, va a instalarse en los alrededores del poblado uno de los


campamentos del ERP que llevó el nombre de uno de sus militantes oriundo de Santa Lucía:
Ramón Rosa Jiménez. El poblado se transformó así en un lugar central en el que el ERP se
apoyó y desde donde se desarrollaron diferentes eventos que constituyen hoy puntos
centrales de las memorias locales que abordaré en los siguientes capítulos.

33
Previamente, hubo dos experiencias de guerrilla rural, ambas en el norte del país. Por un lado, el Ejército
Guerrillero del Pueblo (EGP), dirigido por Jorge Masetti e integrado por argentinos y cubanos, quienes
intentaron llevar adelante una experiencia similar a la cubana, en Salta, durante 1963 y 1964, siendo
rápidamente reprimidos. La otra experiencia se desarrolla en el año 1968 en la localidad de Taco Ralo, en la
misma provincia de Tucumán, por parte de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) lideradas por Envar “Cacho”
El Kadri, foco guerrillero que también fue inmediatamente reprimido a partir del fracaso de una acción armada.
34
Garaño (2003) trabaja en torno a cómo la figura del “monte”, tan marginal en la escena nacional de la época,
se fue construyendo, primero a partir de los militantes del PRT-ERP y luego a partir de las autoridades militares,
como el centro de las operaciones y la estrategia militar. Este autor va a hablar sobre el monte tucumano como
un verdadero „teatro de operaciones‟ sobre el cual se escenifica el poder militar.
35
Para profundizar en esta idea es posible leer el ensayo “El proletariado rural: detonante de la revolución
argentina (1964) de Rene Santucho, uno de los intelectuales del PRT.

38
El Operativo Independencia

El Operativo Independencia (OI) fue fundamentalmente una operación militar que


comandó a las diferentes fuerzas de seguridad a instancias del decreto 261/75 del gobierno
constitucional de María Estela Martínez de Perón, en la provincia de Tucumán en febrero de
1975. A través de este decreto, la presidenta define que “El Comando General del Ejército
procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o
aniquilar el accionar de elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”36.El
Operativo Independencia se presenta, de esta manera, como una operación que buscaba
combatir los focos guerrilleros que se habían instalado en la zona sur de la provincia. El
mismo se valió de un decreto para legalizar la represión, movilizando las diferentes fuerzas
policiales y militares con el objetivo de “aniquilar la subversión”. Podría decirse, siguiendo a
Elias (1988) que a partir de estos artificios legales que autorizaban todo tipo de acciones que
normalmente entrarían dentro del orden de lo ilegal, se va resquebrajando la correspondencia
entre Estado y ejercicio de la legítima violencia. A su vez, aunque el operativo proclamaba
como objetivo explícito la eliminación de la guerrilla, el foco principal de la represión fueron
los habitantes de las ciudades y los poblados de todo el sector sur de la provincia (y no los
campamentos de la guerrilla establecidos en el “monte”).
Bajo el Operativo Independencia (de ahora en más “OI”) se despliega una política
represiva en el sur de la provincia cuya metodología principal consistió en el secuestro, la
reclusión de los detenidos desaparecidos en Centros Clandestinos de Detención (CCD)37, la
aplicación de torturas y asesinato o posterior liberación de los detenidos. También se
multiplicaron los mecanismos de control sobre la población civil y se emprendieron
diferentes acciones públicas destinadas a legitimar a las FFAA. Se movilizaron más de 1.500
efectivos de las fuerzas represivas que se organizaron en cuatro fuerzas de tarea del Ejército,
una guardia de infantería de la policía federal y dos escuadrones de Gendarmería Nacional.
Los mismos van a instalarse de manera permanente en el sur de la provincia abarcando los
departamentos de Lules, Famaillá y Monteros y usando la ruta nacional 38 como columna
vertebral del Operativo (Cruz, Jemio, Monteros y Pisani, 2010).

36
Decreto del Poder Ejecutivo Nacional nro. 261, fechado el 5/2/1975. En: www.nuncamas.org.
37
Los Centros Clandestinos de Detención (CCD) fueron las instalaciones secretas de los militares en las que se
confinó a los prisioneros políticos. Allí los cautivos eran torturados para obtener información y muchas veces
asesinados y sus cuerpos desaparecidos. En la provincia de Tucumán, el primer CCD en funcionar fue el de “la
Escuelita de Famaillá” en la ciudad homónima que nace en el contexto del Operativo Independencia. Los CCD
se multiplican y expanden por todo el país a partir de la dictadura militar en 1976.

39
Asimismo, se crea una compleja y amplia red de Centros Clandestinos de Detención
(en más CCD) muchos de ellos funcionando en las instalaciones de los ingenios cerrados o
aun en funcionamiento, cuyos nodos centrales fueron la “Escuelita de Famaillá”, en la ciudad
homónima, y la Jefatura de Policía en la capital tucumana. El aparato represivo se constituyó,
así, en una maquinaria represora y desaparecedora que funcionó sistemática y aceitadamente
en toda la provincia y en articulación con el resto del país38.

Es importante remarcar que el Operativo Independencia no “inaugura” la represión


sino que “se monta sobre una serie de hechos previos como el asesinato de luchadores
populares, las prácticas de torturas, la desaparición de activistas, y la legitimación de la figura
del subversivo39” (Cruz et al, 2010: 4). Recordemos que estaban ya activos diferentes cuerpos
para policiales que perseguían a dirigentes sindicales, estudiantiles y barriales como el
famoso “Comando Restaurador del Norte” enrolado en la “Triple A40” (Cruz el al, 2014 y
Taire, 2009). En definitiva, el OI modifica la metodología y la intensidad de prácticas
represivas que ya venían siendo practicadas hace tiempo en la provincia. Esto no se produce
de un día para el otro, sino que implicó la estigmatización y persecución de los sectores en
lucha, así como la construcción de un consenso en el resto de la sociedad que avalara la
represión. Representó, asimismo, el golpe final que se le dio al movimiento de trabajadores
que ya para fines de la dictadura se encontraba totalmente desarticulado y destruido.

Santa Lucía se construye, en este contexto, como un “teatro de operaciones” en el


cual se escenificaron, con ayuda de la prensa local y nacional, imágenes de una verdadera
guerra decisiva para ratificar la independencia contra un “enemigo interno”(Garaño, 2003)

38
No es poco conocido el hecho de que se enviaron a Tucumán periódica y rotativamente a diferentes cuerpos
de las FFAA para “formarse” en prácticas represivas.
39
Para un análisis detallado sobre cómo se construye la figura del subversivo tempranamente en la provincia de
Tucumán leer Rofinelli G. (2006) titulado “Una periodización del genocidio argentino Tucumán (1975-1983)”
40
Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) fue un grupo parapolicial de extrema derecha peronista que
persiguió y asesinó a diferentes figuras de izquierda en los ´70 en todo el país. Tuvo entre sus filas a diferentes
figuras, hoy condenadas por crímenes de lesa humanidad, como ser Roberto “El tuerto” Albornoz. Con el inicio
de la última dictadura militar, los miembros de la “triple A” pasan a constituir los diferentes grupos de tarea de
los CCD.

40
Santa Lucía y la instalación de la base militar

En Santa Lucía el inicio del OI implicó la instalación de una base militar en el antiguo
predio donde había funcionado, pocos años atrás, el ingenio homónimo41. Esto implicó la
inauguración de un modo de vida atravesado completamente por la vigilancia, la represión y
el miedo.

Con la instalación de una base militar en el centro del poblado (en las mismas
instalaciones del ingenio cerrado) la vida en Santa Lucía pasó a estar regida por una lógica
militar: había toque de queda al oscurecer, se cierran ciertas calles y otros espacios públicos
para conformar la zona militar de acceso exclusivo para el personal militar. Los árboles de la
calle principal se talan para poder vigilar desde el aire los movimientos de los habitantes y
evitar que la gente pudiera esconderse allí, etc. A su vez, todas las instancias y espacios de
socialización y esparcimiento son prohibidos desde este momento.

Otro de los aspectos centrales del control que se ejerció sobre la población tiene que
ver con la vigilancia estricta de la circulación por dentro y hacia afuera del pueblo. Para
circular por Santa Lucía, uno debía estar preparado para ser detenido y requisado en
cualquier momento y sin ninguna justificación. Para poder salir, uno debía solicitar permisos
y justificar las razones del viaje, así como los horarios de regreso. Este tipo de control
irrestricto tendió a mantener a los pobladores al interior de sus viviendas y a ir abandonando,
cada vez más, los espacios públicos y las reuniones con vecinos que eran parte central de la
vida cotidiana antes de la instalación de la base militar. Sin embargo, estar dentro de los
hogares tampoco era garantía de seguridad y tranquilidad: las requisas, casa por casa, se
realizaban frecuentemente, a cualquier hora e iban acompañadas de todo tipo de abusos,
golpes y robos.

Los militares llevaron a cabo un prolijo y detallado censo de la población de Santa


Lucía por lo que tenían absoluto conocimiento de quiénes y cuántas personas habitaban cada
vivienda, en qué trabajaban, qué edades tenían, cuál era el ingreso por mes, entre muchas
otras cuestiones. Esto implicaba un control absoluto y detallado de la población local. Por

41
Este dato no es menor sobre todo si se considera que la práctica de establecer bases y cuarteles militares que
funcionaron asimismo como CCD en predios de ex ingenios o ingenios en funcionamiento, fue una constante en
todo el NOA. Esto devela parte de la complicidad que se dio entre el sector empresarial azucarero de la región y
los responsables civiles y militares de las violaciones a los derechos humanos durante los ´70. Para profundizar
en este tema es posible consultar el recientemente publicado informe “Responsabilidad Empresarial en Delitos
de Lesa Humanidad. Represión a trabajadores durante el terrorismo de estado, Tomo I.”(2015) Publicado por el
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.

41
otro lado, se ejerció un control sobre la cantidad de víveres que poseía cada familia. Bajo el
justificativo de que cualquier “exceso” en la cantidad que las autoridades militares
estipularían como suficientes para una familia, podía constituir evidencia de estar
abasteciendo a la guerrilla. El criterio para definir qué cantidades de alimentos podía poseer
cada vivienda era absolutamente discrecional y no contemplaba las necesidades particulares
de cada familia. Estos controles implicaron también, un particular hostigamiento y vigilancia
a los comerciantes y almaceneros locales. Resulta interesante así como el Estado controla el
fisco y la violencia de modo ilegítimo para los estándares de los Estados Nacionales
modernos, revelando la fragilidad de los contratos civilizatorios en ese contexto (Elias, 1988)
Se generó la sensación de que sin motivo alguno era posible ser detenido y sometido a
todo tipo de tormentos y hasta de ser asesinado. Esta “arbitrariedad” para reprimir y disponer
de la población no implica que no hubiera una selección real o una decisión estratégica que
rigiera el operar represivo, sino que eran solo los perpetradores quienes comprendían y
manejaban esa lógica:
“Al quedar esta definición del lado del perpetrador –y no existir por lo tanto normas comunes conocidas
por todos- el terror actúa fundamentalmente como una técnica de desorientación: priva a los sujetos de la
oportunidad de calcular y prever las consecuencias de sus acciones. Se genera así un horror vacui, no hay
límites fijables frente a la muerte” (Duhalde, 1999, Corradi, 1996, Armony, 1999 en Cruz et al., 2010).

La vida privada y pública pasó a ser potestad de la base militar, quienes visibilizaron
su presencia mediante constantes actos de violencia e impunidad. Se apuntó, a través del
control espacial y de los cuerpos a un disciplinamiento total de la población.

La base militar se desarma y sus miembros se retiran definitivamente en 1982, 7 años


después de haberse instalado en Santa Lucía. Antes de irse, se ocuparon de sellar la entrada al
“sótano”, el espacio que, a partir de diferentes testimonios se señala como el lugar de
reclusión y tortura que funcionó en el pueblo (Cattaneo, 2014). Actualmente se cuenta con la
denuncia de 30 desaparecidos del pueblo. Sin embargo, es sabido en el pueblo que existen
muchas familias locales que decidieron no denunciar y por tanto no figuran en los listados
oficiales.

42
II.I SANTA LUCÍA A PIE (O EN BICICLETA)

La historia comienza al ras del suelo, con los pasos (De Certeau, 2000)

En el siguiente apartado me interesa poder describir y analizar, a partir de un


recorrido por Santa Lucía a pie (o en bicicleta), algunas de las características de este poblado
y de sus habitantes en la actualidad. Intentaré de esta manera dar cuenta de algunas
cuestiones como ser las características del trazado urbano del poblado, el emplazamiento
geopolítico en el que se ubica, así como el entorno rural que enmarca y marca la vida local.
Me interesa localizar a Santa Lucía en el mapa local, mostrando las diferentes relaciones que
la unen con el resto de la provincia y el país. Asimismo, pretendo visibilizar las
continuidades y conexiones que existe entre estos diferentes elementos con el pasado local
del pueblo a partir de una lectura sobre las diferentes materialidades que se ordenan en ese
espacio.
La caña de azúcar recibe, desde un primer momento, a quien desea llegar a Santa
Lucía desde la ciudad de San Miguel de Tucumán. Este paisaje de cañaverales se extiende a
ambos lados de la ruta y solo se corta, al oeste, por los nevados del Aconquija. A lo largo de
la ruta 38 que atraviesa la provincia de Tucumán, como su columna vertebral, es posible
reconocer diferentes chimeneas de ingenios. Algunas todavía largan humo como en el caso
de la del Fronterita, el Ñuñorco o el Marapa, ubicados en las ciudades de Famaillá, Alberdi y
Monteros respectivamente. Otras, como en el caso de San Pablo o de la misma Santa Lucía,
permanecen en el paisaje tucumano como verdaderas ruinas que recuerdan el fuerte pasado
industrial de la provincia. Siguiendo con nuestro periplo, es necesario bajar en la pequeña
ciudad de Acheral, tierra consagrada por los versos de Atahualpa Yupanqui, para hacer el
último trasbordo que nos llevará al destino deseado: Santa Lucía42. En este último tramo, el
colectivo cambia de dirección al tomar la ruta 307. Con este simple movimiento cambia
también la orientación de nuestra mirada: de repente, los nevados del Aconquija, que venían
acompañándonos a un costado de la ventanilla, casi como dándonos sombra, pasan a estar de
frente a nuestros ojos. En menos de diez minutos aparece, entre los cañaverales, la silueta del
ex ingenio Santa Lucía, el único componente gris de un paisaje cargado de distintas gamas e
intensidades de verdes.
42
Es posible tomar un colectivo directo a la localidad de Santa Lucía aunque el mismo tiene muy poca
frecuencia y demora casi el doble del tiempo. Por ello resulta más conveniente hacer el camino en dos tramos
descendiendo en Acheral (sobre la ruta 38) y desde ahí tomando un colectivo rural que comunica esta localidad
con Santa Lucía.

43
Santa Lucía está ubicada en el departamento de Monteros, en el oeste de la provincia
de Tucumán. La entrada principal del pueblo está localizada sobre la ruta 307 que es el
camino principal a los puntos más turísticos de la provincia: Tafí del Valle, El Mollar y
Amaicha del Valle. Santa Lucía es conocida así como “El portal de los valles”, ya que es uno
de los últimos poblados que se encuentran antes de ingresar en la espesa selva montana que
cubre las laderas de los Nevados del Aconquija.
En la ruta, a mano derecha, aparece un arco de cemento con las palabras “Bienvenido
a Santa Lucía” que constituye la entrada principal al poblado. El colectivo atraviesa dicho
arco e ingresa a la localidad por una de sus calles principales, que es además una de las pocas
pavimentadas. En este recorrido de no más de ocho cuadras, aparecen ante nosotros las
primeras imágenes de esta pequeña comunidad de no más de seis mil habitantes43. A ambos
lados de la calle aparecen casas de techo alto, algunas conservan hasta hoy sus techos de tejas
de estilo colonial de fines del siglo XIX, otras, con el pasar de los años, instalaron techos de
chapa. Muchas de las casas presentan amplias galerías con sillas desde donde algunos
vecinos contemplan el ir y venir de la gente de la calle. La mayoría de estas casas tienen
patios con jardines llenos de flores, siendo las rosas una de las que más se ven en el pueblo.
Esta es una de las características que más llama la atención en las casas santaluceñas: no
importa cuán humilde sea la fachada, cual sea el material de construcción de la vivienda, o
cuan amplia o acabada sea, siempre hay plantas y flores: en latas, en macetas, en baldes o en
tachos de helado, las flores nunca faltan, adornando cualquier espacio con luz. Además,

43
Según el censo realizado en 2010, la población de Santa Lucía es de 5704 habitantes.

44
diferentes árboles frutales como naranjos, mangos y paltos crecen en las veredas y en los
jardines, brindando además de sus frutas un poco de sombra, fundamental para sobrevivir las
cálidas y húmedas siestas santaluceñas.
La avenida por la que se ingresa al pueblo se llama “Avenida del Libertador” y es
una de las que más tránsito tiene. Por uno de los márgenes de la misma corre una acequia de
alrededor de un metro de ancho, vestigio tecnológico de la época azucarera del pueblo, por la
que solía circular la melaza que se liberaba del proceso productivo del azúcar y hoy suele
estar llena de agua estancada y a veces de basura. El paisaje común de esta calle es de mucho
movimiento y circulación de personas que entran y salen de los diferentes negocios que allí
se encuentran (almacenes, verdulerías, kioscos, farmacias, un bar, entre otros). Si, por el
contrario, uno camina estas mismas calles durante las horas de la siesta, el paisaje cambia
radicalmente por ser éste el horario en el que la gente permanece dentro de sus casas y los
negocios cierran. En estas horas (aproximadamente desde las 14 hasta las 17), las calles
toman un aspecto fantasmagórico y silencioso. Unas cuadras antes de llegar a la iglesia
pasamos por frente de la comisaría local.

Imagen: Vista hacia la esquina de la Cruz Mayor. A la izquierda se observa la iglesia local.

Un poco más adelante, nos encontramos ya con la esquina “de la Cruz Mayor”, una
rotonda donde confluyen diferentes espacios claves de la comunidad: la escuela Benjamín
Zorrilla, la plaza principal “Eva Perón”, la iglesia local y la sede comunal del pueblo. Según
los relatos de diferentes vecinos, la esquina de la Cruz Mayor (que lleva su nombre por una
antigua cruz de hierro que solía estar ubicada en ese sector) fue tradicionalmente un lugar de
encuentros entre vecinos. Hoy en día esta rotonda sigue condensando muchos espacios de
gran circulación, lo cual la constituye en un lugar central de encuentro. Desde allí salen las 2
45
líneas de colectivos que conectan el pueblo con la ciudad de Monteros y con San Miguel de
Tucumán. A su vez, los taxis o autos rurales suelen estacionarse en esta esquina para
transportar pasajeros hasta Monteros o Acheral, por un precio similar al pasaje de los
colectivos. El único cajero automático del pueblo se encuentra ubicado en esta esquina, junto
a la sede de la comuna rural que está instalada al lado de la plaza. En los banquitos de la
plaza, frente a la rotonda, suelen sentarse a la sombra de los árboles algunos vecinos de
diferentes edades a conversar y ver la gente pasar o a esperar a alguien que llega “de afuera”
en algún colectivo.
La plaza Eva Perón no se parece a la típica plaza de trazado español-colonial con la
que estamos familiarizados los habitantes de ciudad (o al menos los habitantes de la capital
tucumana), sino que es un pequeño espacio verde que se extiende al lado de una casa
pequeña y antigua que pertenece a la comuna del pueblo. En este espacio pueden observarse
muchos banquitos de cemento pintados de blanco, un gomero de gran tamaño que da sombra
sobre algunos de los bancos y un pequeño escenario de cemento en el centro del espacio. El
edificio que hoy es la comuna local fue originalmente el “Casino” del ingenio, en donde
residían los empleados jerárquicos solteros desde la fundación del pueblo en 1882.
La otra calle que confluye en la “esquina de la Cruz Mayor” es la avenida Marcos
Avellaneda. Esta supo ser la entrada principal del poblado cuando todavía no existía la ruta
307 y era, por lo tanto, parte de la ruta que llevaba a Tafí del Valle. Esta es otra de las (pocas)
calles pavimentadas del poblado. Emplazados sobre la misma se encuentran diferentes puntos
neurálgicos de Santa Lucia: el hospital, el club social, la iglesia, el predio del ex ingenio, la
biblioteca popular, la actual entrada a la fábrica ALCOGAS, la obra social de UATRE
(Unión Argentina de Trabajadores rurales y estibadores). Sobre esta calle se encuentran,
asimismo, algunas de las casas más grandes y sofisticadas del poblado que pertenecieron a
los empleados de mayor jerarquía del ingenio que describiré más adelante.

46
Imagen: Av. Marcos Avellaneda. A la derecha se observa parte del predio del ex ingenio y se pueden distinguir
las acequias que bordean la avenida.

A ambos lados de la avenida Marcos Avellaneda se pueden observar acequias de


alrededor de 1m de ancho hechas de piedra. Hoy en día, desde estas acequias emana un olor
dulzón de melaza que envuelve a todo el pueblo. Ese perfume me llevó a pensar, la primera
vez que caminé esas calles, en ciertas continuidades con el pasado del poblado. Me llevó
también a pensar que este mismo olor viene perfumando esta zona desde hace ya más de
medio siglo y que, a pesar de todos los eventos y años que nos separan de la época del
ingenio, algo parece haberse quedado en el aire: algo que recuerda siempre que Santa Lucía
se desarrolló en torno al azúcar.

47
Imagen: Chalet ubicado sobre la avenida Marcos Avellaneda, a metros del ex ingenio.

Como dije anteriormente, las casas ubicadas sobre la av. Marcos Avellaneda son las
más grandes y con el aspecto más cuidado y elegante del pueblo. Se podrían describir como
casas familiares con grandes jardines, emplazadas en el medio del terreno. La mayoría de las
mismas tienen amplias galerías y construcciones con pilares y arcos de ambientes amplios.
Los techos son altos y a dos aguas, recubiertos de tejas. Estas casas “chalets” son más
llamativas y muestran una clara diferencia para con el resto de las casitas del pueblo. Tienen
jardines cuidados, con muchas flores. A diferencia del ingenio, las casas no presentan
ladrillos a la vista sino que están revocadas y pintadas. En general, las casas del pueblo son
bastante antiguas y parecen haber sido construidas en la misma época: la de la construcción
del ingenio (1882).
En cuanto a la pintura de las casas, este aspecto parece constituir otro de los fuertes
contrastes del pueblo: las casas que se encuentran sobre la calle pavimentada (justo frente al
ingenio) son de las pocas que parecen haber sido pintadas recientemente. Santa Lucía está
ubicada en una zona pedemontana del oeste de la provincia de Tucumán que presenta
condiciones climáticas de mucha humedad. Estas características climáticas que resultan
óptimas para el cultivo de caña de azúcar (y hoy en día del limón y el arándano), son
tremendamente dañinas para cualquier tipo de construcción humana. En este sentido, la gran
enemiga de las casas de poblado fue y sigue siendo la humedad que afecta fuertemente a la
totalidad de las viviendas. Casi todas las casas en Santa Lucía adquirieron el tono grisáceo

48
característico de la humedad44. Además de esto, se observa en muchas construcciones rastros
de vegetación que crece entre los ladrillos y piedras. Estos detalles dan a todo el pueblo un
aspecto de mayor antigüedad.
A 100 metros de la sede comunal comienza el predio del ex ingenio, la construcción
más grande e imponente de toda la localidad. Con una altura aproximada de 15m y casi 100m
de largo, el esqueleto del antiguo ingenio Santa Lucía se erige muy por encima de los techos
de las casas del pueblo que suelen ser de una sola planta. Como la gran mayoría de las casas
no son mucho más altas que las cañas de azúcar, cuando uno mira a Santa Lucía desde la ruta
pareciera que solo hubiese en esa zona una construcción con chimeneas sitiada por
cañaverales y limones. Otros dos puntos altos del poblado que pueden reconocerse desde
lejos son la torre de la iglesia y una torre del club social Santa Lucía.
En Santa Lucía el tiempo parece correr más lento que en las grandes ciudades, la
gente camina más despacio, camina por las calles de tierra, hace sus compras o descansa bajo
alguna sombra. Las calles de Santa Lucía son de los caminantes y de los ciclistas. Cada vez
hay más motos y autos, pero las bicis siguen predominando. Siempre eso me sorprendió: la
cantidad de ciclistas. Un día de invierno, Julia, una vecina del pueblo que suele frecuentar la
biblioteca, me prestó su bicicleta rosa para ir a buscar a Gabriel, un docente local a quien
había entrevistado meses atrás, a la escuela. En ese momento entendí que en las calles de este
pueblo la mejor manera de circular era en bici. Será por las calles con tantos pozos que se
llenan de agua cuando llueve, lo cual es bastante frecuente, o porque debido a la planicie del
terreno uno circula sin mayor esfuerzo.

44
Según la referencia de algunos santaluceños, cuando el ingenio funcionaba, las casas se pintaban casi todos
los años (era el personal del mismo ingenio quien se ocupaba del mantenimiento edilicio de todo el pueblo) y
poseían colores claros y llamativos.

49
Imagen: vista al portón principal del ex ingenio Santa Lucía, hoy usado por la empresa ALCOGAS.

Volviendo nuestra mirada al ingenio, es necesario aclarar que el mismo se encuentra


en el centro del poblado. El predio en el que se encuentra la fábrica tiene una superficie de
450x200 metros, siendo la fábrica misma una construcción de unos 15m de altura por 150m
de largo y 75m de ancho aproximadamente.

Imagen: vista lateral de la planta abandonada del ingenio Santa Lucía.

50
Una de las primeras cosas que llamaron mi atención la primera vez que caminé por
Santa Lucía fue cómo el pueblo mismo parece haber sido construido alrededor del ingenio
azucarero: las casas de los empleados se construyeron concéntricamente en torno al ingenio,
siendo las casonas más cercanas a la fábrica (las ubicadas sobre las calles principales del
pueblo) las destinadas a los administrativos y altos cargos de la empresa. Más alejadas de esa
estructura colosal de concreto, que ocupa aproximadamente 2 manzanas completas, se
encontraban las casas de los empleados de fábrica que poseían construcciones más pequeñas
y sencillas. Por último, los trabajadores de surco habitaban las llamadas colonias, que se
ubicaban en los perímetros cercanos al poblado, en sus afueras.

Hoy en día, aquel trazado urbano del poblado que era, asimismo, una organización
espacial de la población según la clase45(Bourdieu, 1999) puede percibirse con claridad a
pesar de los múltiples movimientos internos que hubo en el pueblo después de que se produjo
el éxodo masivo de una gran parte de la población, con el cierre del ingenio. De esta manera,
las casas que se encuentran sobre las calles aledañas al ingenio siguen siendo las que mejor
se han conservado y las más grandes del poblado. Estas casas se diferencian mucho del resto:
tienen patios más grandes, construcciones de mayor tamaño y complejidad, techos a dos
aguas, galerías amplias, ventanas grandes y acabados con muchos detalles. Si uno se para de
frente al ingenio y camina en línea recta en sentido contrario al mismo (alejándose de la
fábrica), podrá fácilmente identificar como, en franjas concéntricas, las casas se tornan más
pequeñas y modestas a medida que más se aleja.

45
Analizaré más de este aspecto en el capítulo II.

51
Imagen: Vista del ingenio desde el sector oeste del poblado.

Esta organización genera en el caminante (o en el ciclista) una imagen del ingenio


como el punto central y principal de todo el pueblo. El ingenio se relaciona así, con su
alrededor, desde la monumentalidad. Es a partir del mismo que se entiende el centro y la
periferia del pueblo. Desde cualquier punto del pueblo, e incluso desde la ruta, la chimenea
del ex ingenio Santa Lucía está presente y es inconfundible. Todas las puertas y ventanas dan
al ingenio, por lo que el mismo siempre está ante la población en un primer plano. Por ello, si
uno se pierde entre las callecitas del pueblo, basta con buscar las 2 referencias más
importantes del pueblo: la montaña y la chimenea.

Se puede pensar al ingenio, en tanto elemento arquitectónico y parte de un sistema


económico, como una rugosidad46 en el espacio social santaluceño que sigue organizando de
alguna manera las relaciones espaciales, simbólicas, económicas, en el pueblo. En torno a
esta construcción colosal de concreto se concentran la mayor cantidad de comercios e

46
Milton Santos, geógrafo brasilero, introduce a partir de la noción de rugosidades la dimensión temporal del
espacio social. Así, nos habla de la inercia dinámica que posee el espacio, pensando al mismo como un
testimonio que no solo permite entender las dinámicas que lo construyeron sino además como un actor y vector
de nuevas relaciones en el presente: “El espacio, por lo tanto, es un testimonio; atestigua sobre un momento de
un modo de producción por la memoria del espacio construido, de las cosas fijadas en el paisaje creado. Así el
espacio es una forma, una forma durable, que no se deshace paralelamente al cambio de los procesos; al
contrario, algunos procesos se adaptan a las formas preexistentes mientras que otros crean nuevas formas para
insertarse en ellas” (Santos, 1990: 154)

52
instituciones. Es a la vez el sector por donde pasan los colectivos que comunican el poblado
con la capital y las ciudades aledañas. Por otro lado, es el eje de múltiples actividades y
eventos públicos a pesar de estar la fábrica cerrada y el acceso prohibido a cualquier persona
sin un permiso especial.
Por otro lado, alejándose un poco más del centro y en dirección a la ruta, aparecen
casas construidas recientemente en lo que los pobladores llaman “el barrio nuevo”. Este
complejo de viviendas se construyó en los ´90. Todas las viviendas son iguales: casitas de no
más de 40 m2 de una o dos habitaciones, con un pequeño patio delantero, pegadas unas con
otras. En este barrio se emplaza la escuela secundaria técnica47 y frente a la misma hay una
plaza que contrasta en gran medida con el resto del pueblo por tener un estilo arquitectónico
más moderno. La plaza me llamó mucho la atención por el fuerte contraste con su entorno:
escaza vegetación, un alumbrado que resulta excesivo si se compara con el del resto del
pueblo.
El pueblo puede dividirse así entre un sector más antiguo, que fue construido junto
con el ingenio y se ubicó en torno a él, y un sector más “nuevo” constituido por casitas que
fueron ubicándose desordenadamente en los alrededores (en dirección a la actual ruta 307, al
sur del pueblo, y hacia el extremo norte del mismo). En este sector más nuevo se fueron
instalando algunos pobladores que llegaron más recientemente a Santa Lucía y también las
diferentes generaciones de pobladores santaluceños que fueron quedándose en la localidad.
Otra de las construcciones más modernas del poblado es una escuela secundaria ubicada en
uno de los extremos del norte de Santa Lucía. Rodeada por plantaciones de limón, el colegio
secundario “María de la Esperanza” (que hace parte de la comunidad religiosa de la Sagrada
Familia) se construyó comunitariamente por familias locales con materiales típicos de la
zona, siendo la caña seca un elemento principal.

La población y sus instituciones

La comunidad de Santa Lucía se organiza en torno a diferentes instituciones. En


primer lugar, se organiza políticamente a través de una comuna rural a cargo de un delegado
comunal que se elige cada 4 años. En las últimas elecciones realizadas en 2015, se votó la
reelección de Juan Carlos Norry. Cuenta también con una comisaría local instalada sobre la
avenida del Libertador.

47
La misma fue relocalizada allí ya que antes se encontraba en lo que solía ser la administración del ingenio,
emplazada en el mismo predio.

53
Santa Lucía posee una escuela primaria llamada Benjamín Zorrilla que data de la
época de la construcción del ingenio. Por esta institución pasaron casi todos los habitantes del
pueblo que crecieron allí. Asimismo, el pueblo cuenta con dos escuelas secundarias: el
Colegio “María de la Esperanza” y la Escuela Técnica n. 1 “Hilda Guerrero de Molina”, que
constituye una de las “marcas” de la memoria más explícitas en el espacio santaluceño48.
Estas instituciones significaron un avance fundamental para la comunidad santaluceña, que
debió durante gran parte de su historia financiarse el traslado hasta la ciudad de Monteros
para poder finalizar la educación media. Esto implicaba, para una parte sustancial de la
población, el tener que abandonar los estudios debido a la imposibilidad de solventar los
gastos de transporte. Por otro lado, para realizar estudios terciarios o universitarios, los
pobladores deben todavía trasladarse a la ciudad de Monteros o a San Miguel de Tucumán.
Un espacio que centralizó históricamente la actividad social del poblado fue el Club
Social Santa Lucía, inaugurado en 1912. Durante mucho tiempo y mientras funcionaba el
ingenio, el mismo fue un orgullo para los santaluceños por sus amplios y cuidados jardines,
sus canchas de palitroque y bocha y los bailes del segundo sábado de cada mes, por los que
pasaron reconocidos artistas de la escena provincial y nacional de la época como Enrique
Rodríguez, Jorge Ardutt, Donato Raciatti y Alberto Castillo. Hoy en día este espacio cuenta
con canchas de futbol y de básquet y con un salón que se alquila para fiestas y cursos. Ya no
se organizan allí bailes públicos para todo el pueblo, ni el club parece congregar tanto a la
población. Una de las constantes quejas de los pobladores es la falta de espacios públicos de
sociabilización y de encuentro.

48
Más adelante abordaré otras de estas marcas como ser la placa conmemorativa del Día de la Memoria ubicado
en la plaza principal y el mural de Hilda Guerrero de Molina también situado en la plaza.

54
Imagen: Club Social Santa Lucía

Este año se inauguró en la Biblioteca Popular del pueblo un centro de capacitación


profesional que lleva el nombre de “En Unión y Libertad”. En el mismo, se realizan
diferentes talleres de capacitación que apuntan a promover el desarrollo de actividades
vinculadas a lo turístico en el pueblo. Cuenta para ello con la aprobación y financiamiento
del Ministerio de Trabajo, además del aval y apoyo de la Universidad Nacional de Tucumán,
la Universidad de Avellaneda y el INTA49.
Santa Lucía cuenta con un hospital público sin servicio de internación. Para consultar
a especialistas o acceder a análisis y exámenes de mayor complejidad, los pobladores deben
trasladarse a Monteros o a San Miguel de Tucumán.
El poblado cuenta, asimismo, con dos servicios de transporte público. Por un lado, el
“expreso Santa Lucía” conecta esta localidad con Acheral y Monteros y cuenta con una
frecuencia bastante buena (con salidas cada 15m aproximadamente). Por otro lado, el
“Exprebus” ofrece un servicio directo hacia la capital tucumana pasando por algunas
ciudades del sur como Acheral, Famaillá y Lules. Este tipo de colectivo tiene una frecuencia
menor pasando, aproximadamente, una vez cada cuatro horas.
Un dato curioso es que el pueblo no tuvo ni tiene hasta la fecha un cementerio propio,
por lo que sus muertos son sepultados en las localidades vecinas de Los Sosa, Acheral,

49
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.

55
Monteros o Famaillá. Durante la época del ingenio50, los cajones fúnebres se transportaban
en el tren de carga que comunicaba Santa Lucía con Acheral y que partía desde el portón
principal del ingenio. Actualmente, la muerte se torna así en otro problema de índole
económico porque los pocos cementerios que cuentan con espacio son pagos y, además, es
necesario pagar el traslado de los cuerpos.

Imagen: Una calle del extremo oeste del pueblo, rodeado de cañaverales.

Santa Lucía está completamente rodeada de plantaciones de limón y de caña de


azúcar, por lo que al final de casi todas las calles siempre se puede ver un murallón verde (de
caña o citrus). Estar sitiado por plantaciones conlleva una serie de inconvenientes que tienen
que ver, fundamentalmente, con el hecho de que las plantaciones de limón son
constantemente fumigadas con un herbicida que contiene glifosato. Asimismo, no se tienen
los mínimos recaudos para con la gente que habita alrededor de ellas al aplicarlos, fumigando
en cualquier horario y con cualquier método de aplicación. Por ello, un grupo de jóvenes del
pueblo se organizó para denunciar los diferentes efectos nocivos en la salud de la población
que vienen registrándose en los últimos años, producto del contacto con agroquímicos. Entre
los síntomas se mencionan los efectos cancerígenos del herbicida y el impacto en la salud
reproductiva que se trasluce en el incremento de la tasa de abortos espontáneos que ya se
registran en el pueblo. El glifosato tiene un impacto profundo en la salud de las personas
expuestas al mismo, así como en el ambiente que rodea las plantaciones sobre las cuales se
aplica, al infiltrar los suelos y contaminar las aguas subterráneas. Estos jóvenes locales
intentaron efectuar un censo a la comunidad que diera cuenta de algunos parámetros

50
Analizaré las memorias de esta época en el capítulo II de este trabajo.

56
inusuales dentro de la población de Santa Lucía, que pudieran servir para efectuar las
denuncias frente al Estado.
El problema más grande al que se enfrenta cualquier persona que quiera visibilizar y
denunciar esta problemática es el hecho de que las empresas limoneras cuentan
históricamente en la provincia con una gran impunidad y falta de control estatal. Por otro
lado, por ser estas mismas empresas la principal fuente de sustento de una gran porción de la
población local, existe cierto miedo o reticencia a enfrentarse a las mismas. Quienes
trabajaron toda la vida con el limón presentan siempre enfermedades en la piel y los ojos
producto de estar constantemente en contacto con el herbicida de la planta, así como
problemas en los huesos debido al desgastante y pesado trabajo diario.
Otro de los problemas socio ambientales de la zona tiene que ver con el reciente
incremento de la extracción de áridos en el rio Zerda que bordea el poblado. Debido a la
actividad irrestricta de las palas mecánicas en los bordes del rio, el mismo tiende cada vez
con mayor frecuencia a desbordarse, convirtiéndose en una amenaza latente para las casas
que se encuentran en los alrededores.

El mundo del trabajo

Además de bicicletas y peatones, las calles están pobladas de colectivos destartalados


que transportan, cada mañana, a los trabajadores que se emplean en la cosecha del limón y el
arándano, una de las principales fuentes de trabajo de la población local.
Las quintas de limón se instalaron en la zona aledaña a Santa Lucía con la llegada de
la democracia a mitad de la década de los `80. La industria citrícola comenzó así a avanzar y
a disputarle los espacios a las plantaciones de caña. Hoy en día Tucumán es uno de los
mayores productores y exportadores de limón del mundo, siendo la Unión Europea y Rusia
los principales compradores.51 Esta industria millonaria está concentrada en manos de 5
empresas (SA San Miguel, Citrusvil, Citromax, Argentilemon, Trapani) responsables del
77% de las exportaciones.52 Los ostentosos números de los que se habla cuando se refiere a
las ganancias que genera la industria del limón en la provincia, no parecen transferirse a la
gran cantidad de trabajadores que se emplean en la cosecha, empaque e industria del cítrico.
El ejemplo de la población santaluceña parece ser bueno para dar cuenta de los contrastes
dentro de esta industria.

51
Datos obtenidos por la agencia TELAM y publicados en su página en abril del 2016
52
Fuente: artículo publicado en “La Izquierda Diario” el 23 de enero del 2017.

57
Hoy en día, la gran mayoría de los habitantes de Santa Lucía trabaja tercerizada y
precarizadamente cosechando en campos aledaños, mediados por la figura del contratista que
funciona como nexo entre la empresa y los trabajadores. A través de estos mediadores, que
siempre se llevan una parte significativa del trabajo de cada empleado, las empresas se
cubren de sus responsabilidades laborales para con los cosecheros, que no cuentan con
respaldo laboral alguno en caso de accidentes, enfermedades o eventos climáticos que les
impidan ir a trabajar.

Una estrategia muy frecuente dentro de la población local es la de ir empleándose en


las diferentes cosechas estacionales que hay a lo largo del año. Así, es muy frecuente viajar
en verano al sur para trabajar en la cosecha de la manzana una vez terminada la cosecha del
limón y el arándano. En este sentido, a pesar de beneficiarse, en algunos casos por algunos
planes estatales como el “interzafra”53, aquellas personas que trabajan en sectores asociados a
la cosecha (de arándano, limón o caña) poseen un ingreso muy bajo e inestable, que los
condena a estar permanentemente expuestos a la explotación de los dueños de las fincas y a
los desgastantes y miserables empleos (siempre fluctuantes e inciertos) que ofrecen.

Otras de las fuentes de trabajo que ocupan a los santaluceños son el empleo público y
alguna que otra empresa o comercio de la zona. Las mujeres también suelen trabajar como
empleadas domésticas en la capital o en las ciudades aledañas.

Como puede observarse, con el pasar del tiempo y la llegada del limón, el estilo de
vida de los trabajadores de Santa Lucía no ha tenido grandes mejoras desde el tiempo del
ingenio. Más aún, en comparación con la época del azúcar, los trabajadores se encuentran
mucho más fragmentados y desorganizados, lo que los vuelve aún más vulnerables a las
pésimas condiciones de trabajo reinantes en la zona. De esta manera, es fundamental poder
comprender los diferentes procesos históricos, sociales y económicos que fueron
configurando las actuales condiciones de la población local.

A lo largo de este capítulo intente mostrar a Santa Lucía como una localidad inmersa
dentro de una compleja red de relaciones que la conectan con diferentes agentes estatales y
privados, así como con diferentes espacios cercanos y lejanos. Por otro lado, me interesó

53
Se trata de un plan estatal que se otorga al final de la época de cosechas y está destinado a trabajadores del
azúcar y el limón que quedan, por los siguientes meses, sin un trabajo estable. Se trata así de un paliativo estatal
para una problemática muy concreta de los trabajadores rurales tucumanos: el de la inestabilidad y precariedad
de sus empleos.

58
poder conectar a la comunidad santaluceña (con la que interactúe a lo largo de mi trabajo de
campo) con una serie de eventos y procesos históricos que fueron marcándola y
constituyéndola. En el próximo capítulo analizaré algunos de los ejes de sentido que articulan
las memorias en torno a la época del ingenio azucarero.

59
CAPÍTULO II:

LAS MEMORIAS DE UN INGENIO

60
En este capítulo me propongo analizar, a partir del material obtenido en las entrevistas,
algunos de los ejes que articulan y condensan las memorias de los pobladores de Santa Lucía
en torno a un pasado muy presente dentro de la comunidad: la vida en torno al ingenio
azucarero.

Si bien mi objetivo inicial era analizar las memorias del Operativo Independencia
para poder, a partir de esto, analizar los sentidos en torno a la violencia política y la
represión, entendí rápidamente, a partir de las charlas con los pobladores, que para hablar de
la época de la base era necesario empezar mucho antes: en la época del ingenio. Asimismo,
fue tornándose más claro que “la represión” de aquella época era inescindible de la represión
de los ´60 y de la destrucción que implicó el cierre del ingenio para toda la comunidad de
Santa Lucía.
Antes de la época de la base, como se suele llamar al período en el que tuvo lugar el
Operativo Independencia y que se inauguró localmente con la instalación de una base militar
en el pueblo, existió una época del ingenio. Ambas épocas representan marcas que organizan
la temporalidad local, diferenciándose entre sí por las experiencias que aglutinan y los
afectos que movilizan. Las mismas remiten a temporalidades vividas por los pobladores ya
sea en carne propia o por sus grupos sociales inmediatos. La del ingenio, sin embargo, abarca
un tiempo más largo, un mito de origen donde se inscriben los mitos fundacionales de Santa
Lucía. En los capítulos que siguen analizaré ambas épocas y cómo la mismas son recordadas
en el presente, tanto en los relatos personales de los pobladores como en escenas que recrean
hitos del pasado de la comunidad que resultan „dramáticos‟ (Turner, 1975).

Un análisis de las memorias locales implica, de esta manera, abordar los sentidos,
experiencias, relaciones y disputas sobre el pasado, que es lugar central sobre el cual se
construyen identidades y legitimidades en el presente. Por ello, intento dar cuenta de las
diferentes tensiones y usos que se hacen del pasado y que están en permanente disputa y
negociación al ser ejes fundamentales para la definición y fortalecimiento de los sentimientos
de pertenencia a una comunidad y de legitimidad en la posición ocupada al interior de ella
(Pollak, 2006).

61
Así, el análisis de las memorias locales se desarrolla en este trabajo a partir del
estudio de las memorias relatadas54 en los testimonios que se complementan con el análisis
de las situaciones sociales donde las mismas son actuadas e inscriptas en el ámbito público
(Tello, 2012).

A lo “largo y ancho” de toda la bibliografía que se escribe y escribió acerca de


Tucumán y su historia, el tema de los ingenios parece estar siempre presente. Del mismo
modo, desde el minuto uno de mi trabajo de campo en Santa Lucía me encontré interpelada,
avasallada y admirada por la presencia colosal de las ruinas del ingenio local.
Para poder comenzar a comprender a la comunidad santaluceña y a su pasado
intrínsecamente vinculado con el azúcar, considero fundamental poder indagar sobre cómo la
vida en torno al ingenio reguló los tiempos y espacios que organizaron la vida de los que se
ocupaban de diferentes oficios, marcando ritmos y tareas, emociones y formas de habitar un
pueblo que giraba en torno al ingenio Santa Lucía.

El trabajo en el azúcar

En 1882, José Federico Moreno, Gerardo Constanti y Félix Aguinaga deciden fundar
en la zona en cuestión un ingenio azucarero que llevaría el nombre de “Santa Lucía”.
Además de pensar en la planta azucarera, los directivos del ingenio Santa Lucía diseñaron y
mandaron a construir un poblado pensado a partir y en función de las necesidades del
ingenio.
Durante muchas generaciones, el sueño de casi cualquier persona nacida en Santa
Lucía y sus alrededores fue el de poder acceder a un puesto permanente dentro de la fábrica.
Ser operario permanente del ingenio garantizaba un sueldo fijo, un hogar, una obra social y
la posibilidad de jubilarse.

54
Es importante así pensar en los testimonios como instrumentos fundamentales en la reconstrucción
de identidades y no simplemente como relatos factuales, limitados a una función informativa (Pollak y Heinich,
2006). De esta manera, se torna imprescindible preguntarnos acerca de las condiciones sociales que lo hacen
posible. Esto implica pensar que la posibilidad de testimoniar está completamente arraigada en las condiciones y
el marco de escucha en la que se realiza. Por ello, al momento de analizar un testimonio, debemos enfocar el
análisis tanto en lo que se dice, como en el contexto de producción del mismo, sus destinatarios, los recursos de
los que se vale el testimoniante para comunicar, las jerarquías existentes al interior de la comunidad, etc.

62
Es importante entender que existieron diferentes tipos de trabajos asociados al
ingenio. Por un lado, los trabajadores de surco, fueron quienes se empleaban en el cultivo y
cosecha de la caña de azúcar. Trabajaban, por lo tanto, en los cañaverales o en el surco,
según la categoría nativa. Este trabajo fue sin duda uno de los más sacrificados y precarios
por estar los trabajadores expuestos al frio, al calor y a cualquier inclemencia del clima. A la
vez, los sueldos de los trabajadores del surco fueron los más bajos e inestables puesto que se
trabajaba, en la mayor parte de los casos, a destajo, es decir, por cantidad cosechada. Esto
implicaba que cualquier problema que pudiera haber en la cosecha, corría por cuenta del
trabajador quien vería reducida su paga semanal o mensual. Debido a las exigentes
condiciones de trabajo y a la necesidad de cumplir con ciertas cantidades diarias para poder
cobrar, los trabajadores del surco frecuentemente realizaban su labor en compañía de su
núcleo familiar, participando de la cosecha todos los integrantes de la familia (niños a
ancianos, mujeres y hombres). En la mayor parte de los casos, la participación de los hijos en
la cosecha implicaba el abandono escolar. Por ello, los ritmos laborales tenían también su
impacto en los grados de escolarización de las familias siendo frecuentemente la totalidad de
los miembros, analfabeta.
A los intensos y demandantes ciclos de trabajo que demandaba el surco, se le
sumaba que muchos obreros trabajaban solo durante la temporada de la zafra55, en la que se
necesitaba mano de obra extra. Alrededor de esta época, que inicia entre los meses de mayo y
junio, llegaban al pueblo los trabajadores temporarios, también conocidos como golondrinas
por su semejanza con el ave que migra en busca de las estaciones cálidas. Estos provenían de
diferentes puntos del país, pero venían principalmente de la zona de los Valles Calchaquíes
(Tafí del Valle, Amaicha, Santa María), de Santiago del Estero y Catamarca. Los
trabajadores golondrina llegaban con sus carros e instalaban, en los alrededores del pueblo,
sus chozas o casas de madera y paja, en las que vivían mientras duraba la época de trabajo,
luego se iban.
Existían, a su vez, trabajadores del surco que estaban establecidos en los alrededores
del pueblo habitando principalmente la zona de las colonias azucareras. Las mismas eran los
caseríos que se formaban en torno al pueblo, con construcciones de características mucho
más precarias y humildes que las casas del poblado construidas por el ingenio.
Dadas las condiciones de precariedad inherentes al empleo en el surco, no extraña
que el objetivo principal de casi cualquier trabajador de este sector fuera el de poder ocuparse

55
Se llama de zafra a la cosecha de la caña de azúcar.

63
permanentemente dentro de la fábrica. En muchas historias de vida de vecinos de Santa
Lucía, se cuenta como los padres o abuelos que venían de pueblos o provincias cercanas,
llegaron al pueblo como trabajadores temporarios del surco y lograron ser empleados por el
ingenio. En estos relatos, el paso a ser un trabajador estable del ingenio se equipara a una
conquista y un ascenso social y laboral.
Por otro lado, los trabajadores de planta fueron los empleados que trabajaban dentro
del ingenio. Por las tareas que realizaban, su trabajo se parecía mucho más al de un
trabajador industrial que al de un trabajador del campo. Dentro del ingenio existieron
distintos escalafones asociados a las diferentes partes del proceso productivo del azúcar. A
partir del grado de especialización que demandaba cada sección o área, se fueron definiendo
distintos oficios que, en muchos casos, se heredaban de padres a hijos. La herencia del
puesto laboral de algún familiar, fue una tradición muy frecuente que se repitió a lo largo de
los años en que el ingenio funcionó. Esto generaba un sentimiento de pertenencia e identidad
entre las familias de trabajadores más antiguas y la fábrica. Por otro lado, esto definía en
muchos casos, que los jóvenes que tenían garantizado un puesto fijo en el ingenio
abandonaran su formación escolar para comenzar a formarse tempranamente en el oficio
azucarero que le correspondiera. Esto también tenía un impacto en los altos índices de
abandono escolar que existía entre los jóvenes del pueblo. Los mismos frecuentemente veían
como un sinsentido tener una educación formal para un trabajo que demandaba otro tipo de
conocimientos.
Como sostiene Lucía Mercado (2008) para los trabajadores de planta, la posición
laboral ocupada dentro del ingenio no solo se materializaba en un sueldo mayor o en una casa
más grande y mejor ubicada, sino también en un status particular dentro de la comunidad:

“La gente en el pueblo se conocía y directa o indirectamente estaba relacionada con el ingenio, única
fuente de trabajo, lo que trasladaba el escalafón laboral a la vida cotidiana formándose así una
sociedad de clases donde arriba estaba el administrador, luego los jefes jerárquicos, los empleados
administrativos, los obreros fabriles y los peones del surco que trabajaban en los cañaverales, los de
abajo. En época de zafra había una escala todavía inferior: los temporarios, los trabajadores
golondrinas que venían de provincias vecinas” (Mercado, 2008: 16).

En definitiva, el ingenio se constituía como un horizonte: el del trabajo fijo y estable.


Forjaba también, a lo largo de generaciones, identidades asociadas a los oficios propios del
azúcar.
Además de aquellos trabajadores directamente vinculados con el proceso productivo
azucarero, existían una gama de trabajos y oficios que indirectamente dependían de los
ritmos del ingenio. Inclusive aquellas profesiones que nada parecen tener que ver con la

64
fábrica (artesanos, mecánicos, talabarteros, canillitas, orfebres, modistas, etc.), adaptaron sus
recorridos y tiempos en torno a los ciclos del azúcar: la producción se engarzaba con los días
en que el ingenio pagaba a sus empleados que eran los principales clientes. Más aun, las
ventas eran mayores en la época de fiestas que se realizaba en torno al momento de la zafra
que era la época en que los trabajadores contaban con más ingresos.

Como le puedo decir: ¡¡todo giraba alrededor del ingenio!!

En julio del 2015 entrevisté a “Pocha”, una vecina que nació en 1957 en Santa Lucía.
La frase que le da el título a este apartado fue dicha por ella en esa oportunidad y que quedó
rondando en mi cabeza por muchos días. La idea de un pueblo girando en torno a una fábrica
me llevó directamente a pensar en el sistema solar, donde todos los planetas giran en torno a
una estrella que funciona como centro de gravedad y mantiene a todo el resto de los cuerpos
celestes unidos y en movimiento. Esta imagen resultó bastante reveladora de la dinámica que
tuvo el ingenio para con la comunidad santaluceña y de la percepción y relación que
establecieron los pobladores con el mismo.

Más allá de las cuestiones estrictamente laborales, el ingenio azucarero organizó y


creó diferentes aspectos de la vida del pueblo. De esta manera, el ingenio, lejos de ser una
simple fábrica o fuente de trabajo, puede pensarse como una verdadera usina creadora de
espacialidad, sociabilidad, jerarquía, y política que sigue al día de hoy impactando en la vida
de la población a la que dio origen. Así, una de las primeras cosas que tuve que comprender
fue que, para los santaluceños, la vida en torno a un ingenio no prefiguraba simplemente una
rutina o tipo laboral, sino que daba origen a clases, lugares, relaciones, alianzas, paisajes,
desplazamientos poblacionales y arquitectura. Era también origen de olores, sonidos, ciclos
temporales organizados en torno a la producción que configuraban ciclos en la vida, rutinas
cotidianas y maneras de relacionarse mediadas por y en torno al azúcar.
Uno de los fenómenos sociales que configuraba el ingenio, y que hoy es recordado
como un factor importante en la vida santaluceña es el establecimiento de diferencias sociales
entre los pobladores. Así lo relata Gonzalo, un santaluceño de 30 años, es músico y trabaja
como cosechero en las fincas de arándano cercanas al pueblo. En una entrevista que le hice
en noviembre del 2015, Gonzalo reflexionaba respecto a las diferencias sociales que existían
durante la época del ingenio:

65
(G): (…)me cuentan que los que trabajaban en el ingenio también se notaba mucho la brecha
entre el que estaba bien posicionado económicamente y que trabajaba de pelacaña,
ponele…eso siempre ha estado (…) Entonces se concentraban en lo que era a la vuelta del
ingenio, se concentraba la gente que trabajaba en…mejor categorizados…Vivian en esas
casas, esas casas viejas que estaban hechas por el ingenio…y ellos estaban ahí y en las
periferias como en estos lados eran las casitas del monte de la gente que
laburaba…pelacañas y todo eso…y por ahí que llegaba un momento del día en que había que
ir a hacer las compras a Santa Lucia y se notaba mucho eso…de bajar de la vereda para que
pase el jefe…(Gonzalo)

El trazado del poblado de Santa Lucía fue un reflejo mismo de las necesidades,
jerarquías, dinámicas y lógicas del ingenio. La arquitectura de las casas del pueblo fue
pensada para visibilizar y remarcar los diferentes escalafones de la planta industrial: las más
grandes, elegantes y cercanas al ingenio correspondieron a los trabajadores jerárquicos y
administrativos. A medida que uno se alejaba de la fábrica, distanciándose de sus olores,
sonidos y movimientos, las casas se tornaban más pequeñas y humildes. Siguiendo la norma
vertical y jerárquica que organizó el trabajo en el azúcar, los trabajadores con cargos más
bajos y menos especializados habitaron estas casas alejadas y pequeñas. Por fuera del trazado
formal del poblado (así como por fuera de la fábrica) se ubicaron los trabajadores del surco.
De esta manera, el ingenio elaboró un modelo de espacialidad y urbanismo que era su reflejo
material y que producía y reproducía sus reglas y dinámicas (Zarankin, 1999). Existía así un
plano clasista, como le llama Gonzalo, quien como militante del Partido Obrero analiza las
memorias del pueblo, y las suyas propias en torno a las desigualdades sociales: el pueblo era
del jefe, al punto de que el pelacañas (como escalafón más bajo dentro de los trabajadores
del surco) debía bajar del mismo nivel que el jefe cuando ocupaban la misma vereda.
Aún hoy, cuando se hace mención a algún ex obrero del ingenio, siempre se hace
referencia a su ocupación y posición laboral como algo que constituye a su persona y a su
importancia dentro de la comunidad. Por todo esto, el espacio físico que se ocupaba en el
pueblo tenía un correlato directo en el espacio o posición social ocupado dentro de la
comunidad o viceversa (Bourdieu, 1999).
El ingenio funcionó asimismo como un núcleo que atraía y expulsaba gente: en torno
a él se formaron y reprodujeron poblaciones estables, pero también, cíclicamente, llegaban y
partían trabajadores temporarios, comerciantes, artesanos, entre otros.
“Pocha” nació, se crio y reside hasta la actualidad en Santa Lucía. Como muchos de
los pobladores, creció en el seno de una familia numerosa con ocho hermanos cuyos padres

66
se habían conocido en los surcos56 mientras trabajaban en la cosecha de la caña. En la época
en que se dio el cierre del ingenio, el padre de Pocha trabajaba ya como obrero de vialidad de
la provincia, por lo que la familia no se vio directamente afectada por ello. En una entrevista
realizada en julio del 2016, en el comedor de su casa, mientras planchaba unas cortinas para
la escuela en la que trabaja, Pocha me contó un poco de su historia personal y de la historia
del pueblo. Durante aquella entrevista, ella llamó la atención respecto a un aspecto, a mi
entender, central sobre los orígenes mismos de Santa Lucía:

“Aquí no ha venido un gobierno y ha creado un pueblo, aquí han venido empresarios que
han decidido, han visto la tierra, seguro han hecho un estudio, y han dicho "estamos cerca de
un cerro, es fértil la tierra para que pongamos las cañas" que en esa época era la industria
madre!” (Pocha)

Como sostiene Pocha, los inicios de Santa Lucía son inescindibles de los orígenes de
la empresa y de los objetivos y necesidades de “los empresarios” del azúcar. En este „mito
fundador‟, en que la fábrica dio origen al pueblo y a la comunidad, el Estado está ausente.
Resulta interesante pensar así que, los dueños o administradores se posicionaron como los
“padres fundadores” del pueblo configurando con los habitantes una relación mucho más
compleja que la de patrón/empleado, o inclusive, la que tienen los habitantes con sus
representantes políticos.
El ingenio fue por mucho tiempo la figura que suplantaba al Estado puesto que en el
poblado no existía aún una figura como la de delegado comunal que en el presente sería el
representante estatal local. Del mismo modo, los administrativos o jerárquicos del ingenio
fueron, por mucho tiempo, las figuras más cercanas a las de un gobernante que tuvo esta
comunidad. Esto no solo tiene que ver con que estas personas eran las encargadas concretas
de la administración y manutención de las áreas públicas de la ciudad (las calles, el servicio
de recolección de la basura, la manutención de las casas, entre otras), y de la dirección de las
diferentes instituciones del pueblo, sino también con que fueron ellos quienes encararon el
rol de jueces, árbitros, mediadores y garantes de cualquier asunto “público” del poblado. Así,
durante gran parte de la historia local, no fue el Estado quien mediaba en diferentes
cuestiones de la comunidad sino una empresa: el ingenio azucarero.57

56
Cuando se habla de los surcos se refiere a las plantaciones de cañaverales. El trabajador de surco es así el
trabajador del campo que se dedica a cortar, apilar, organizar y/o trasladar las cañas.
57
Estas características que describo localmente a partir de la experiencia de Santa Lucía pueden rastrearse en
casi todos los pueblos de ingenio que surgieron en el país. Esto puede vincularse, por un lado, con las alianzas
constitutivas entre la elite política tucumana y la producción azucarera (Rosenzvaig, 1995) y por otro lado con
las maneras en que la industria azucarera y el tipo de producción que la misma demandaba, impacto en las
poblaciones que crecieron en su entorno (Pucci, 2007)

67
El ingenio parece haber sido eje de todas las dimensiones de la vida mientras
funcionó: era la fuente de trabajo y por tanto de vida de la mayor parte de la población, era el
eje de la sociabilidad a partir del club social, así como el administrador y propietario de todas
las casas. De hecho, luego del cierre del ingenio, muchos de los pobladores recién pudieron
normalizar su situación habitacional cuando el Estado concedió el traspaso de la propiedad de
las casas a quienes las habitaban. Hasta ese momento, la totalidad de las viviendas
pertenecían a la familia Avellaneda, los propietarios del ingenio Santa Lucía. Asimismo, la
tarea del cuidado, refacción y mantenimiento de las casas había sido históricamente asumida
por la administración del ingenio. La administración se encargaba también de la limpieza de
las calles y el cuidado de algunas cuestiones básicas como el alumbrado público, el
mantenimiento del club social, las plazas, el hospital y la escuela. El servicio de correo era
también administrado desde el ingenio. En este sentido, desde el suelo bajo sus pies hasta el
techo sobre sus cabezas era propiedad y responsabilidad del ingenio, siendo el único capital
de los pobladores la fuerza de trabajo que ponían a su servicio.

La nostalgia

Una de las cosas que primero llamaron mi atención y me interpelaron en las primeras
charlas con vecinos de Santa Lucía fue la recurrente sensación de que en la nota emocional
de los recuerdos se expresaba una nostalgia58 a la hora de hablar de la época del ingenio. Yo
había llegado a Santa Lucía con una idea muy firme de que la industria azucarera había sido
una industria cruel y sanguinaria que había explotado terriblemente a sus trabajadores desde
sus inicios. Partiendo de esta pre noción, que los santaluceños sintieran nostalgia y añoranza
por aquella época, no tenía para mí, sentido alguno. La única explicación que encontraba era
la de pensar que la romantización del pasado siempre dejaba de lado las partes dolorosas del
mismo y que, por otro lado, en relación con lo que vino después, la época del ingenio podría
llegarse a ver como una buena época.

Con el paso del tiempo y a partir de diferentes entrevistas y charlas fui


comprendiendo que mi dificultad para entender la nostalgia por el ingenio era en realidad una
dificultad para poder entender lo que el ingenio significaba para la comunidad santaluceña.
58
Nostalgia: Del lat mod. nostalgia, y este del gr. νόστος nóstos 'regreso' y -αλγία -algía '-dolor'.
1. f. Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos.2. f. Tristeza melancólica originada por el
recuerdo de una dicha perdida.(RAE.es, 2014)

68
El desafío con el que me encontré fue el de poder pensar al ingenio siendo, por un
lado, algo más que una fuente de trabajo, y por el otro, como algo más que su patronal. Esto
implicó el reto de poder pensar que, a pesar de las injusticias que sufría la clase trabajadora
azucarera y de lo efectivamente terribles que fueron y son los propietarios de los ingenios en
el NOA, los pobladores de Santa Lucía tejieron relaciones muy complejas para con el ingenio
que no podían limitarse a las de “explotador/explotado.
A lo largo de los testimonios y relatos, poemas, documentales59 y canciones60 que
fueron llegando a mí, la constante referencia a la nostalgia fue rebelándome algo nodal: que
el ingenio no era solo una fábrica y que el ingenio no pertenecía solo a su dueño legal. El
ingenio era en todo caso un eje articulador de prácticas, personas, lugares y fechas: todas
girando en torno suyo como los bueyes giraban en torno a los antiguos trapiches. De este
complejo tejido que implicó el ingenio voy a referirme más adelante, pero en este momento
me interesa concentrarme en la nostalgia61 con que se recuerda el esplendor del ingenio, así
relata Pocha.

Yo nací en el ´59 y el ingenio se cerró en el ´68. O sea que era muy niña y como vivíamos
más allá y otra que mi padre trabajaba en la provincia en Vialidad, no ha repercutido mucho
en nosotros, en el entorno familiar porque mi papá no quedó sin trabajo al revés de la gran
mayoría que eran obreros del ingenio.
(…) y bueno, yo lo que me recuerdo clarito, a pesar que yo era chica, era que era una alegría
escuchar justamente la sirena que también daba en el horario ese en que tenían que entrar a
trabajar los obreros que era a la madrugada y a las 12 del mediodía. Para nosotros, chicos
que éramos, decíamos "ya va a sonar" y cuando sonaba, como no había muchas cosas como
para jugar, se hacía como una ronda y decíamos "ya empieza, ya empieza" y
empezaba "uhhhh" y era una cosa que nos llenaba de alegría. Y cuando ya no se escuchó ese
sonido quedó como invadido de esa tristeza pero que nadie lo decía, cada uno lo sentía y no
lo decían ¿me entiende? Usted ha visto que ha sido ajeno a nosotros porque a nosotros nadie
nos preguntó “¿quieren que les cerremos el ingenio?" ¡nadie! Han venido así con los
porrazos y usted ha visto que en la época que han cerrado ha sido también que justamente ha
habido un gobierno militar! (Pocha)

En los recuerdos de niñez de Pocha, el ingenio aparece como una figura central
presente en diferentes aspectos de su crianza e incluso en sus recuerdos de juegos infantiles
con alegría. El ingenio aparece también en los recuerdos del verdadero drama que implicó el
cierre. El tiempo del ingenio (marcado por la sirena) era el tiempo de los adultos y de su vida

59
Recomiendo ver las películas del director tucumano Gerardo Vallejo “el camino hacia la muerte del viejo
reales”(1971) y “el rigor del destino”(1985). También se destacan la película “zafra”(1959) y el documental “el
azúcar y la sangre”(2007)
60
Algunos escritores, poetas y músicos que retoman el tema de los ingenios azucareros son: los hermanos
Nuñez, Jose Augusto Moreno, Maximo Chehin, Pato Gentilini, Eduardo Rosenzvaig
61
Entre los trabajos que indagaron en torno a la nostalgia se puede rescatar el de Hirai (2014), Rubinich (2012)
y Azevedo da Silveira (2007)

69
laboral pero era también el tiempo de los niños, de sus juegos. En otros relatos de vecinos, la
sirena también marcaba la hora en que los niños debían acercar el almuerzo cocinado por las
madres y hermanas, a la puerta de la fábrica para que los hermanos mayores y el padre
pudieran comer.
Miguel Rearte es un vecino, hoy jubilado de la empresa textil Grafa, nació en el
pueblo y es conocido por ser el poeta local. Lo conocí en mi primera visita al pueblo cuando,
a través de la bibliotecaria, le llego la información de que había una chica de “la universidad”
que quería hacer un trabajo sobre el pueblo. En ese momento, salió a buscarme por las calles
del pueblo con su moto. Su hija le había comentado que había unos chicos (mi hermano y yo)
con mochilas sentados en la vereda de la biblioteca y justamente ahí nos encontró y nos
invitó a hacer un recorrido por las calles de Santa Lucía contándonos un poco de la historia
local. Ya en ese primer encuentro y a lo largo de nuestra conversación pude percibir uno de
los tópicos centrales de sus poemas: la nostalgia:

“Viene a mí los recuerdos gratos que extrañamos, fue nuestra canción de cuna de tus hijos SANTA
LUCIA. Estábamos acostumbrados al ruido de tus trapiches, cadenas, rastra, grúas y locomotoras y el
ulular de tu sirena que nos anunciaba la zafra.
Ver salir humos, vapores multicolores en el ambiente el inconfundible olor a cachaza y miel,
resoplidos y pitadas de maquina era sinónimo de vida porque estaba Vivo el Ingenio. Hoy me
estremezco y me emociono pensar en aquel entonces, este silencio nos atormenta y agobia a tus
nativos pobladores (…)”
(Fragmento del poema “Recuerdos” de Santiago Miguel Rearte)

Con el tiempo pude entender que la nostalgia era patrimonio de una generación en
especial: la de quienes vivieron en carne propia la época del ingenio. Son memorias plagadas
de sensaciones y sentimientos, la sirena, el olor dulce, los vapores multicolores se invisten de
emoción al pensar en que aquello fue “truncado” por un silencio que atormenta y agobia62.
Cuando le pregunté a Gonzalo –quien no había nacido en esa época- sobre lo que sabía
respecto a la historia del pueblo, la charla nos llevó directamente hacia la cuestión del miedo
y al silencio de una generación que quedó muy golpeada por la instalación de la base militar.
La charla también nos llevó hacia la nostalgia:

(G): Bueno ¿Sabes porque no les gusta mucho por ahí hablar a los más veteranos? Bueno a
los que le siguen a la generación de ellos, vos has visto que están un poco más afianzados

62
La escritura sobre estos sentimientos, además, se asienta sobre una matriz estética preexistente, la de los
poemas y canciones del folklore del noroeste argentino, donde la nostalgia y la añoranza son temas recurrentes.

70
con el tema del Operativo Independencia, de los guerrilleros, siempre te van a hablar de eso
¿Has visto?
(D): Cual generación seria esa?
(G): La que ha vivido eso…la que vivió el cierre del ingenio cuando trabajaban ahí, cuando
funcionaba y todo eso ¿Entendes? Yo creo que esa generación que trabajaba ahí en el
ingenio más bien no habla mucho por un sentido de miedo y también por ahí un poco por el
cierre del ingenio que por ahí dicen que los golpearon muchísimo acá…quedarse sin laburo
¿Entendes? Por eso mucha gente se ha ido del pueblo…yo creo que les da un poco de
nostalgia o eso por ahí hablar de cuando funcionaba el ingenio.(Gonzalo)

De lo que nos habla la nostalgia, en definitiva, es del dolor y el anhelo de una


generación que vio truncado su modo de vida. Lo que nos advierte la nostalgia es que el
azúcar fue un modo de vida que configuró una identidad muy fuerte que atravesaba a todos
los habitantes sin importar la edad, género u ocupación.
Cuando el modelo que sustentaba ese modo de ser se interrumpe, se quiebra, la
comunidad entra en crisis y para esas vidas (muchas de ellas recién empezando la adultez)
nada pudo reemplazar al ingenio. Habían nacido y crecido en un universo que de un día para
el otro dejo de existir y fueron arrojados a un mundo en el que casi nada de lo que sabían
tenía valor. Se trató de una verdadera tragedia social para cientos de miles de tucumanos.
La experiencia devastadora que vivió la comunidad de Santa Lucía en la década de
los ´60, fue el comienzo de una larga serie de horrores. Dar cuenta del sentido que tuvieron
estos hechos para los pobladores, pone en el mapa otra serie de aristas para pensar en cómo
se planificó y ejecutó el terrorismo de estado en la provincia. No deja de resultar interpelante
preguntarnos si acaso, sin los ingenios cerrados, sin las poblaciones desgarradas y castigadas,
la historia hubiese sido distinta. Implica asimismo una comprensión más profunda del
Operativo Independencia puesto que permite comprender en qué condiciones y
circunstancias se instala la base y se ocupa militarmente el pueblo.

Hilda Guerrero de Molina y el pasado rebelde de Santa Lucía

Santa Lucía vio nacer, durante la primera mitad del siglo XX, al sindicato de los
trabajadores del ingenio (al que se le sumaria, años después, el de trabajadores de surco) que
vino a organizar la vida laboral y política de la comunidad. El sindicato fue, a lo largo de los
años, el espacio desde el cual se vehiculizaron los reclamos y negociaciones con la patronal
del ingenio y con el Estado. Es importante remarcar que, si bien el sindicato puede pensarse
como el representante estrictamente de los trabajadores, el mismo fue también un eje
articulador de movilizaciones que activamente involucraron a la comunidad en su conjunto.
Solo así puede entenderse que quien se esgrime como mártir de la lucha contra el cierre de

71
los ingenios de una federación mayoritariamente masculina fue una mujer, esposa de un
trabajador de planta del ingenio Santa Lucía: Hilda Guerrero de Molina, asesinada por la
policía tucumana en el marco de una huelga general convocada por FOTIA en 1967.
Para poder comprender las circunstancias de este trágico episodio resulta
fundamental realizar algunas aclaraciones respecto al contexto en que se produce este
asesinato. Para diciembre de 1966, se vivía en Santa Lucía momentos de gran tensión debido
a una nueva oleada de despidos masivos que les costaría el trabajo de más de 400
trabajadores. Estos despidos se dan en el marco del cierre de otros 10 ingenios y la
intervención de otros tantos en la provincia. Las constantes amenazas de un posible cierre de
la fábrica y el adeudamiento de pagos por parte de la empresa agudizaron el malestar dentro
del pueblo. En este marco, las mujeres del pueblo organizadas en torno a la rama femenina
del sindicato, se unieron para organizar las ya famosas “ollas populares”63, que habían sido
una estrategia largamente usada en las manifestaciones de los pueblos azucareros. No es un
dato menor el hecho de que en muchos casos, fueron las mujeres quienes se encargaron de
garantizar la permanencia de sus familiares en las tomas de los ingenios aprovisionándolos de
comida, agua y ropa. Por estar las mujeres sosteniendo la huelga por fuera de la fábrica, en la
calle, eran muchas veces quienes ponían el cuerpo frente a las fuerzas represivas y los
periodistas.
El 12 de enero de 1967, FOTIA había convocado a un paro de 24 horas con
movilizaciones desde los distintos puntos de la provincia hacia la capital tucumana. Al
mismo tiempo, el gobierno provincial tenía ya preparado un vasto operativo policial que
intentaría impedir la llegada de los manifestantes a San Miguel de Tucumán (Nassif, 2016).
El bloque que marcharía desde el sector sur de la provincia debía agruparse en Bella Vista,
donde las diferentes delegaciones realizarían una asamblea zonal previa a la marcha. En ese
marco, Hilda Guerrero de Molina, junto a una delegación numerosa de Santa Lucía, partió de
noche y a pie hacia Bella Vista atravesando cañaverales para evadir los diferentes controles
policiales que ya bloqueaban las principales rutas entre los poblados. Una vez llegados a
Bella Vista, y en el medio de circunstancias algo confusas, Hilda fue asesinada a tiros por la
policía en el marco de un operativo represivo. Este hecho no fue un evento aislado: días
antes, en una marcha en Santa Lucía, Hilda y otros tantos manifestantes habían sido ya

63
Las ollas populares se utilizaron con gran frecuencia para visibilizar la crisis que se vivía entre las familias de
los trabajadores azucareros. La idea era poder, comunitariamente, elaborar comidas para resistir el hambre que
se vivía en aquella época, a la vez que visibilizar, en espacios de gran circulación, el malestar y la pobreza de
los habitantes. Las ollas populares fueron también un eje articulador y aglutinador de muchas mujeres que
salieron a la calle a pelear por la fuente de sustento de sus familias.

72
duramente reprimidos por la policía con gas lacrimógeno y balas de goma (Nassif, 2016). Al
siguiente día, después de un funeral que se realizó en la casa de la víctima, y que contó con la
presencia de diferentes figuras notables del sindicalismo argentino64, el cajón que llevaba el
cuerpo de Hilda fue trasladado hasta el cementerio de Acheral para su entierro.

El asesinato de Hilda constituye un punto fundamental en las memorias de los


pobladores de Santa Lucía, que la erigen como uno de los símbolos del pasado de resistencia
y lucha del pueblo.
A lo largo de mi trabajo de campo en Santa Lucía, escuché innumerables veces
contar la historia del cierre y las luchas que involucraron a casi toda la comunidad para
resistir al mismo. En estos relatos, Hilda aparecía siempre como un personaje heroico del
pasado local. En un pueblo en dónde el pasado, y los hechos y personajes que lo habitan son
fuente permanente de polémica y disputa, Hilda y su heroicidad parecían estar a salvo de
cualquier discusión. En este sentido, Hilda Guerrero de Molina condensa el mito del pasado
rebelde de Santa Lucía. Uno de los homenajes más concretos que se le hizo a esta líder fue la
de darle su nombre a una de las escuelas secundarias del pueblo65. Asimismo se pintó, en el
marco del aniversario por los cincuenta años del cierre de once ingenios, un mural en la
entrada de FOTIA (en San Miguel de Tucumán) en la que se la presentó junto a otros
referentes históricos del gremio como Atilio Santillán, Benito Romano y Leandro Fote.
Ante la construcción de la figura de esta santaluceña como un verdadero símbolo de
lucha y resistencia cabe preguntarse cuáles fueron las estrategias y modos de recordarla.
Hilda es presentada frecuentemente como la mujer de un trabajador afectado por los
despidos, como tantos dentro del pueblo en esa época, como una madre y como una
luchadora. Es interesante notar como las imágenes que circulan en torno a Hilda retratan a
una mujer joven y bella de gran elegancia. Esta selección de un retrato que la muestra como
una “señora” y que se complementa muchas veces con las referencias a esa figura como la de
una mujer muy joven, linda, muy arreglada y pulcra, muestran también qué tipo de
luchadoras era posible reivindicar. En este sentido, si bien resulta novedosa la reivindicación
de una mujer luchadora dentro de un gremio mayoritariamente masculino, los términos de
esa reivindicación la ubican dentro de la imagen de un ideal de “buena mujer” de esa época.
64
Estuvieron presentes en el funeral el delegado regional de la CGT José María Gómez, Andres Alvero de
FUNTA, Olga Tribiño de Fernandez de la Unión de Mujeres de la Argentina (UMA), además de diferentes
dirigentes de FOTIA como Atilio Santillan, Benito Romano y Raul Zelarayan (Nassif, 2016). Según algunos
testimonios que se encuentran en el libro de Mercado(2005) Raimundo Ongaro del gremio de los gráficos había
llegado al pueblo para el funeral y Agustin Tosco envío personalmente una corona de flores (2005: 15)
65
Se trata de la Escuela Técnica n. 1 “Hilda Guerrero de Molina” ubicada en el barrio “101 viviendas” de Santa
Lucía.

73
Pocha relata de la siguiente manera las circunstancias que rodearon el asesinato de
esta líder local:

(P) :(…)Y un día en enero han decidido, creo que un 12 o 13 de enero que ha sucedido esta
tragedia que pasó. Era pleno verano y habían ido un grupo de mujeres en su mayoría, pero
también habían ido varones y bueno ellos como ya han visto que estaba este gobierno...
entonces ellos medio sigilosamente, no levantando mucha polvareda, como se dice
vulgarmente, han decidió ir por medio de unas cañas, han hecho un sendero para que no los
vean que ellos iban en grupo y esta señora Hilda era la que tenía más valor. Has visto que
siempre hay una persona que tiene que decir "¡Vamos!" la persona que es la cabecilla, la
corajuda. Ella pobrecita, ¡que en paz descanse y nos de fortaleza para seguir! (…) No es que
ha sido una bala perdida como han dicho en ese momento!! ¡Era una bala para la cabecilla!
porque quieren acallar la voz de la que tiene más coraje para que los demás tengan miedo y
se replieguen. Y bueno... tengo entendido que ha sido una cosa muy triste, eran muchas las
sirenas, era muy triste...! (Pocha)

Otro de los elementos que se destacan a la hora de hablar sobre Hilda es, como se puede ver
en este fragmento del testimonio de Pocha, el gran valor y el coraje que tenía esta mujer que
se habría posicionado como la líder o cabecilla de la resistencia obrera al cierre del ingenio y
su asesinato, por lo mismo, un hecho ejemplar que busca “acallar la voz de la que tiene más
coraje para que los demás tengan miedo”.

74
Mural con la imagen de Hilda ubicado en una pared de la plaza central de Santa Lucía.

A principios del 2016 pude conocer a Josefa, una de las hijas de Hilda, gracias a un
empleado de la FOTIA a quien me encontré buscando información y archivos en la sede del
gremio. Al contarle sobre mi tema de investigación me recomendó de inmediato contactar a
Josefa, quien actualmente vive en San Miguel de Tucumán. Al día siguiente llame al número
que me habían facilitado y pude acordar un encuentro con Josefa. Aceptó verme y hablar
conmigo sin saber quién era yo ni entender muy bien cómo podía ella ayudarme.
Josefa Molina, tiene alrededor de 50 años y vive junto a sus hijos y su marido en una
casa en la ciudad66. Josefa era muy pequeña cuando la policía mató a su madre. Luego de
esta tragedia, ella y su hermana se fueron a vivir a la casa de unos familiares en Buenos Aires
para luego instalarse en la capital tucumana junto a su padre, años después. En el año 76 su
hermano mayor, “Pichín”, quien había militado en el ERP, fue detenido y permanece hasta el
día de hoy desaparecido.
A los pocos días del primer contacto telefónico, pude encontrarme con Josefa en un
bar del mismo barrio en el que crecí. En esa mañana soleada y caliente del enero tucumano,

66
En Santa Lucía frecuentemente se le dice la ciudad a la capital tucumana: San Miguel de Tucumán.

75
pude realizarle una entrevista que fue una de las más emocionantes y difíciles que hice. Al
preguntarle por qué pensaba que su mamá se había vuelto una figura icónica ella respondió:

(J): No sé...es un símbolo porque cerraron los ingenios y eso fue una decisión política.
Onganía cerró los ingenios, Onganía quería mandar la gente del norte al sur. Leí un artículo
hace poco que supuestamente era para darle más vida a Ledesma... pero la verdad que no sé.
Lo que pasa con mi mamá es que ella era una luchadora social que iba a las ollas populares
que en esa época eran del partido peronista. Mi hermano era de la juventud peronista. (…)
¡Y bueno, era la fuente de trabajo! ¡Era lo que ellos conocían! (…)
(D): ¿Ella [Hilda] trabajaba en el ingenio?
(J): No, no. Yo que sepa en el ingenio no trabajaban mujeres. Mi papá era el que trabajaba
en el ingenio, él era obrero. Mi papá contaba que cuando fue al principio lo han mandado a
pelar cañas y entonces mi papá no pelaba cañas porque no sabía y no podía entonces cuando
terminaban todos lo ayudaban un poco porque eso se trabaja por tanto, según la caña que
pelas es lo que ganas. Y bueno, después consiguió esa mejor casa que es adonde nosotros
vivíamos y ya se ve que debe haber conseguido [un puesto] adentro del ingenio (…) Hasta
que bueno, empezaron a cerrar el ingenio...
(D): Y ahí ha sido desempleado. ¿A él no lo contrataron para Alcogas o sí?
(J): No, no mi papá, Alcogas yo no sé en qué año fue... el cuándo asesinan a mi mamá, el
habla con el gobernador de facto Aliaga García y le da trabajo en el casino de Tucumán y a
mi hermano en la Caja Popular de Concepción. Comenzó a trabajar en el casino hasta que
se jubiló y falleció. Mi papá agradecía que a él le hayan dado trabajo, nunca tomo
conciencia que le habían asesinado a la mujer y él decía que con cada golpe de estado le
habían quitado algo: mi mamá y mi hermano (Josefa)

La historia de Josefa y su familia representaba, para mí, la condensación de la historia


del pueblo: un padre ex trabajador del ingenio, una madre que murió luchando en contra del
cierre del mismo, un hermano militante desaparecido y una familia dispersa por el país
producto del cierre.
En las memorias de los habitantes del pueblo, el momento del cierre del ingenio
local marca un hito fundamental: el del quiebre de la vida como se la conocía.
En el momento en que comienza a hablarse de los despidos masivos, se puede
identificar en los testimonios las consecuencias irremediables del pasar del tiempo, aparece la
miseria, la escasez y la desesperación. El cierre del ingenio se sitúa en diferentes testimonios
como el punto cero de un largo proceso de represión, miedo y desamparo. No hablo tan solo
de la represión que efectivamente acompañó el proceso de cierre de la mano de fuerzas
policiales y de gendarmería. Hablo también de la violencia estructural que implicó condenar
a una población entera al desempleo y, por lo tanto, a la miseria, el éxodo y la pobreza.
En definitiva, el cierre no solo produce desempleo, sino también la destrucción de un
modo de vida que sustentaba lazos vecinales, sociales y familiares, ciclos y ritmos de vida,
parámetros y marcos perceptivos que configuraron un modo de ser en el mundo que tiene su
fin con el último silbido de la sirena del ingenio.

76
La sensación de desamparo, vulnerabilidad e impotencia, de estar sometido a
decisiones de terceros, es un elemento siempre presente a la hora de hablar sobre este
momento y, como veremos más adelante, cobra un lugar central a la hora de hablar sobre la
época en la que se instala la base militar.
Gabriel, un docente de la escuela técnica del pueblo, tiene 53 años y es hijo de un
trabajador del ingenio. De la época del cierre él recuerda, ante todo, la suciedad y el
abandono en que quedó el pueblo al dejar de funcionar el sistema de retiro de la basura y el
servicio de mantenimiento de las casas (ambos dirigidos por la administración del ingenio).
En sus memorias también destacan los recuerdos de las despedidas de tantos amigos y
familiares que tuvieron que abandonar el pueblo en los años que le siguieron al cierre:

Y aquí bueno, éste ha sido uno de los ingenios, éste y 11 ingenios más, que han enfrentado la
lucha, que han intentado pararlo al cierre del ingenio. El ingenio ya andaba a los tumbos ya
cada vez más la actividad se tornaba un poco más difícil...arrancaba un tiempo se volvía a
parar...y bueno...hasta que un buen día han dicho "bueno no, listo..." ha venido el Estado
nacional y ha dicho "no va más esto" porque aquí hay un excedente inmenso de azúcar tal
cual está pasando ahora con la misma actividad. (…) Y bueno cierra el ingenio y vos
imaginate lo que ha pasado con toda la gente que casi todo Santa lucia vivía de eso y, como
te he dicho anteriormente todo el entorno, y ...se produce un gran cierre y, de 10 ingenios
más (…) Ahí si se ha visto la gran desocupación que había en ese tiempo, mucha gente se fue
de aquí...te estoy hablando que de un ciento por ciento quizás se haya ido el sesenta por
ciento de Santa lucia.
(D): Pero ustedes se quedaron…
(G): Nosotros nos hemos quedado a sufrir un poco...con decirte que en ese tiempo Santa
lucia por ejemplo...se estilaba quizás vos, consumías un basural en tu casa, hacías cosas y se
tiraba la basura ahí nomás...era un signo de precariedad que... o sea cada familia tenía un
basural al frente de la casa porque no había una recolección de la basura, no había la
comuna y todo eso...cuestión que de alguna forma se sumaba al condimento este de pobreza
un poco también la higiene, digamos...la limpieza también...entonces hemos quedado aquí.
Hasta que después mi padre, en un año, consigue un trabajo del Estado que después del
golpe de estado...te estoy hablando del 68, 69, después que se va Onganía digamos...lo
reemplaza como gobernante, asume otro gobernante mas también de facto ¿has visto? que
era Lanusse... Lanusse hace el famoso Operativo ¿que ha sido? “Operativo" le decían a la
gente aquella que ha sido desocupada que han tratado de insertarlos dentro de los órganos
del Estado, digamos dentro de las comunas...en ese tiempo no había comuna aquí. (…)
limpiaban, hacían que se yo, limpieza, arreglaban rutas...hasta que después esa gente ha sido
seleccionada para las distintas reparticiones. A mi papá le ha tocado en ese tiempo, en
vialidad de la provincia...los caminos (Gabriel)

Al desempleo y la pobreza se le suman otros “condimentos”, como dice Gabriel, el


de la miseria y el abandono. El “Operativo” del que habla Gabriel fue el llamado “Operativo
Tucumán” que se impulsó con la promesa de absorber a la totalidad de la mano de obra
desempleada producto de los cierres de ingenios. Los ínfimos puestos de trabajo que “el
operativo” realmente garantizó se dirigieron principalmente a la restauración de caminos,
cordones y acequias. Las prometidas inversiones millonarias que propiciarían la instalación

77
de nuevas fábricas que traerían fuentes de trabajo nunca llegaron. El desempleo, junto con la
tasa de mortalidad y desnutrición infantil, siguieron creciendo a ritmos estrepitosos en toda la
provincia (Pucci, 2007)
Otro elemento que se destaca en este testimonio es la del desmembramiento que
sufrió la población debido al obligado éxodo que se dio en los años que le siguieron al cierre.
Se calcula que, en la provincia de Tucumán, como consecuencia del cierre de 11 de sus
ingenios, 200.000 personas (casi una tercera parte de la población total de esa época) se
vieron obligadas a abandonar la provincia en búsqueda de mejores condiciones de vida. Estos
migrantes pasaron a conformar los cordones periféricos de villas de emergencia de las
grandes ciudades y engordaron las filas de los trabajadores más empobrecidos y precarizados
del país (Pucci, 2007). La historia del cierre es así también la historia de cientos de familias
desmembradas, separadas, miles de amistades perdidas ante la necesidad de encontrar una
nueva fuente de trabajo.
Además de todos los que se fueron, también hubo gente que se quedó en Santa
Lucía. Por decisión, convicción, miedo o falta de posibilidades de emprender una mudanza
hacia otro lugar, muchos santaluceños permanecieron en el pueblo. Una de las cosas que
siempre se resaltaba en los testimonios, fue que aquellos obreros que tenían mayor formación
y cargos más jerárquicos, fueron rápidamente relocalizados y contratados en otros ingenios
del NOA. Por el contrario, quienes estaban próximos a jubilarse, o quienes ocupaban los
cargos más bajos de la fábrica, tuvieron una mayor dificultad y competencia para reinsertarse
laboralmente. El cierre implicó para muchos jóvenes un gran drama puesto que, habiendo
abandonado los estudios para dedicarse exclusivamente a un trabajo que ya no existía, no
contaban con la calificación básica que demandaban los pocos trabajos disponibles en la
época. Fueron así, arrojados a un mercado laboral para el cual no estaban calificados, y en
donde la experiencia y formación en el trabajo azucarero poco podía servirles.
Josefa relata cómo se vivió este vaciamiento poblacional en el seno mismo de su
propia familia:

(J): A medida que los iban indemnizando la gente se iba yendo y no sabían adonde.
(D): ¿Y toda tu familia había sido de Santa Lucía?
(J): Si claro ¡todos! mi tía...mi abuela, no eran de ahí...yo no sé cómo llegó, pero por medio
de Lucía Mercado sé que la hermana de mi abuelo era la que le cocinaba a los dueños del
ingenio, a los administradores. Esa era la hermana de mi abuelo de apellido Guerrero como
mi mamá. Ellos todos trabajaban ahí. Mi mamá era la mayor y después estaba mi tío Pablo
que falleció también, Michilo, Rosa, el pelado que era Alberto, mi tía Nena, mi tía Negra.
Todos trabajaban para el ingenio. Santa Lucia era un pueblo muy próspero. Yo me recuerdo
que los días sábados venía la feria que era toda una cuadra e iban todos a comprar en la
feria. Yo recuerdo eso y bueno ¡eran muchos hijos! Yo te decía lo del ingenio, por ejemplo,

78
yo tengo uno que quedó ahí, que falleció ahí, Pablo era sindicalista, después trabajaba en
Alcogas y él se quedó. Michilo se fue a Córdoba, después a Buenos Aires y sé que ahí murió,
se separó y perdió a su familia. Rosa se fue también a Buenos Aires. Me acuerdo el día en
que Rosa se fue, que separaba las cosas...eso fue después que murió mi mamá. Mi tío
Alberto, ese que es pelado, el no, él se había ido antes, el de jovencito se fue. Después mi tía
Nena se quedó allá y está viviendo en un terreno que compró mi abuela. Mi abuela también
se vino, la mamá de mi mamá. Mi abuelo ya había muerto, era un hombre grande y ella era
joven. Mi abuela se debe haber venido después del golpe del 76. Sí, porque yo me acuerdo
que iba a Santa Lucía a visitar...(Josefa)

Quedarse a vivir en Santa Lucía significó así ser testigos de cientos de despedidas y
rupturas familias en una comunidad que estaba siendo económica y socialmente quebrada. La
emigración masiva de fines de los ´60 supuso de esta manera un duro golpe para la
comunidad santaluceña rompiéndose relaciones y vínculos vecinales y familiares sostenidos
durante generaciones. Gran parte de los testimonios a los que tuve acceso hicieron especial
énfasis en el drama que significó para las familias del pueblo atravesar aquella época de
despedidas y mudanzas. Si el ingenio había funcionado durante tantos años como el centro de
gravedad en torno al cual “todo giraba”, con su cierre, el pueblo quedó desarticulado y
disperso perdiéndose la dinámica constitutiva del mismo.
Una de las herramientas que me sirvieron para pensar al ingenio azucarero es la de la
heterotopología, la ciencia que emprende el análisis de esos contraespacios o utopías situadas
que Foucault (1966) llamo „heterotopias‟. En contraposición a las „utopías‟, lugares sin
espacio, las „heterotopias‟ son “espacios reales, y efectivos, espacios delineados por la
sociedad misma, y que son una especie de contraespacios, una especie de utopías
efectivamente verificadas (…)”.
Para este autor, no existe ninguna sociedad que no constituya sus propias
heterotopias. Una de las reglas generales que rige a las mismas es la de yuxtaponer en un
lugar real varios espacios que normalmente serian, o deberían ser, incompatibles. Serían
entonces, espacios que tienen más capas de significado o relaciones con otros lugares que las
que se pueden observar a simple vista. Asimismo, las heterotopias constituyen espacios que
cumplen más funciones y tienen más valores que para los que originalmente fueron
construidos o pensados.
En este sentido, el ingenio azucarero podría pensarse como una heterotopía por la
cantidad de capas, funciones, experiencias, mitos y valores que materializa. Es a partir de
este espacio físico que se tejen cuestiones tan diversas como un mito de origen para la
comunidad, así como su fuente de unión y aglutinamiento (social y geográfico), la fuente del
orden y el eje del disturbio, el nodo económico y la fuente de la precariedad, etc.

79
Pensar al ingenio como una heterotopía permite entender las diferentes dimensiones
en que el ingenio existía y existe para la comunidad. Permite pensarlo en su riqueza y su
contradicción. Como heterotopía, el ingenio era un espacio que producía y produce,
comportamientos, experiencias físicas y mentales, temporalidades que le eran propias y que
impugnan a los otros espacios.
El ingenio es, en su propio mito, fundador de “civilización”, origen, presente y
futuro. Era trabajo, Estado y empresa, potencia centrípeta y centrifuga, horizonte y límite,
apropiado por todos, pero propiedad de unos pocos (Mintz, 1996). Como una suerte de
„centro ejemplar ‟67, el ingenio se vinculó desde el contraste con cada uno de los espacios
que lo rodearon siendo a la vez parte estructural de cada uno. En definitiva, el ingenio
construyó, una experiencia sensible, un marco de interpretación y percepción del mundo que
sigue trasluciéndose hoy en la comunidad santaluceña.
En este capítulo me interesó trabajar a partir de las memorias locales sobre un tiempo
vivido de particular relevancia para los santaluceños: la época del ingenio. La vida en torno
al ingenio parece constituirse como un punto central de la identidad local y como un
verdadero mito fundador para este pueblo que se construyó en torno a (y en función de) la
fábrica. Intente dar cuenta de algunas de las diferentes capas de sentido que se tejen en torno
a la figura del ingenio y el particular impacto que tuvo el cierre del mismo.
Por otro lado traté de visibilizar, a partir de los testimonios de pobladores, cómo, en
Santa Lucía, el proceso represivo tiene su inicio décadas antes de lo que se registra en el
relato oficial de nuestra historia y en las agendas de DDHH nacionales.
Como veremos más adelante en este trabajo, el Operativo Independencia y luego la
dictadura militar de 1976 vienen a consolidar y profundizar un proceso que venía dándose
desde la década de los ´60 en Tucumán con el cierre de los ingenios. Sin embargo, ni el OI,
ni la última dictadura inauguran la represión, la violencia, el miedo y la pobreza. La
experiencia devastadora que vivió la comunidad de Santa Lucía en la década de los ´60,
constituye un lugar central en donde se inscriben las memorias de los pobladores. Dar cuenta
del sentido que tuvieron estos hechos para los santaluceños, pone en el mapa otra serie de
aristas para pensar en cómo se planificó y ejecutó el terrorismo de estado en la provincia,
67
El negara, concepto trabajado por Clifford Geertz en su ya clásica obra “Negara. El Estado-teatro en el Bali
en el siglo XIX” de 1980, describe las características de lo que fue el estado.-teatro balines. En este estado
creado por y para la dramatización pública de las obsesiones dominantes del lugar, el ceremonialismo, la pompa
no eran medios para fines políticos: eran fines en sí mismos, era aquello para lo que servía el Estado (…) El
poder servía a la pompa y no la pompa al poder. Detrás de esta relación (extrañamente invertida ante nuestros
ojos) subyace la doctrina del centro ejemplar. Es decir, la teoría según la cual la corte y la capital es a la vez un
microcosmos del orden natural (una imagen del universo en una escala menor) y la encarnación material del
orden político.

80
considerando que, sin los ingenios cerrados, sin las poblaciones desgarradas y castigadas,
probablemente la historia hubiese sido distinta. Implica asimismo una comprensión más
profunda del OI puesto que permite comprender en qué condiciones y circunstancias se
instala la base y se ocupa militarmente el pueblo.
Por ello considero que centrar la mirada en las experiencias y percepciones de los
pobladores de Santa Lucía resulta central para poder dar cuenta de las particularidades de la
experiencia represiva en lugares rurales del interior del país.
En el siguiente capítulo trabajaré sobre otro de los momentos fundamentales,
estructuralmente ligado con el que aquí analizamos, que atraviesan las memorias de Santa
Lucía: el de la época de la base.

81
CAPÍTULO III:

LAS MEMORIAS DE AQUELLA ÉPOCA

82
En este capítulo me propongo analizar las memorias sobre la violencia política y la
represión a partir de los testimonios de diferentes pobladores de Santa Lucía. Como venía
diciendo en el capítulo anterior, considero fundamental entender al OI como la radicalización
de un proceso represivo que tiene, sin embargo, sus orígenes décadas antes con eventos
claves como el de los despidos masivos, el cierre de 11 ingenios acompañados de la represión
a la resistencia de los mismos. Me propongo entonces, dar cuenta de algunos de los sentidos
y ejes que articulan las experiencias de quienes recuerdan aquella época en la localidad de
Santa Lucía.

“Hijos del pueblo tucumano”. Los pueblos del pedemonte en las representaciones del
PRT-ERP

Diferentes testimonios de vecinos del pueblo relatan que, años antes del inicio del OI,
comienzan a circular por el pueblo combatientes del Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP), el brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Su presencia
en Santa Lucía no era casual: esta zona había sido estratégicamente seleccionada por los
líderes del partido por diferentes cuestiones. Por un lado, la zona presentaba características
geográficas óptimas debido a la cercanía a diferentes fuentes de agua y una vegetación que
les permitiría esconder los campamentos y mantenerse fuera del alcance de cualquier peligro.
Por otro lado, consideraban que las características de las poblaciones de la zona eran
altamente favorables para poder conseguir apoyo local (Carnovale, 2011). Este era
fundamental para poder establecer “un verdadero ejército revolucionario que constituyera la
vanguardia de una revolución socialista” (Estrella Roja, n° 40).

Otra de las razones para establecer la primera experiencia de guerrilla rural del
Partido en el sur tucumano, tenía que ver con las características de sus habitantes. El hecho
de tratarse de poblaciones altamente empobrecidas y con una tradición de fuertes luchas y
organización política, constituía, desde el punto de vista del PRT-ERP, un punto central para
poder confiar en que era en Tucumán donde debía radicarse un „foco rural68‟. El mismo llevó

68
La estrategia de constituir „focos rurales‟ a partir de los cuales se conformaría un ejército revolucionario, fue
pensada por primera vez por el “Che” Guevara. Según su teoría, no era necesario esperar en todos los casos, a
que se dieran las condiciones para la revolución ya que un pequeño foco que iniciara acciones típicas de
la guerra de guerrillas podría lograr con relativa rapidez que la revolución se extendiera, obteniendo así el
levantamiento de las masas y el derrocamiento del régimen. Esta metodología fue pensada principalmente para
el caso de países con menos desarrollo industrial como los Latinoamericanos y Africanos. En estos casos, los

83
el nombre de “Compañía del Monte Ramón Rosa Jiménez69” e instaló sus campamentos en
los alrededores de Santa Lucía y Acheral70.

La historia del PRT en la zona había empezado muchos años antes, con la inserción
que el partido supo tener dentro de FOTIA, contando con figuras como Leandro Fote,
secretario general del ingenio San José y diputado provincial en 1965. El mismo Mario
Roberto Santucho, máximo dirigente del Partido en ese momento, había sido el contador del
ingenio San José y tuvo una fuerte participación en diferentes huelgas organizadas desde el
sindicato y FOTIA.

En el caso de Santa Lucía, el PRT-ERP tuvo una mayor inserción dentro del
sindicato del surco que continuó su actividad después de cerrado el ingenio local. Debido a
que la Compañía Azucarera Santa Lucía continuó vendiendo sus cañas a diferentes ingenios
del entorno que continuaban en actividad, también lo hizo el sindicato de los trabajadores de
surco. En la dirigencia del mismo se encontraban personas como Eduardo González y el
“Zurdo” Ramón Rosa Jiménez además de “Pichín” Molina, el hijo de Hilda Guerrero de
Molina. Todas estas personas estaban vinculadas al PRT y fueron figuras clave para la
instalación del ERP en la zona.

Cuando uno revisa los ejemplares del “Estrella Roja”, el órgano de prensa del ERP, se
hace constante referencia al fuerte apoyo local con el que cuenta la Compañía del Monte y de
la gran presencia de obreros dentro de sus filas. Según el contenido, el pueblo de Santa Lucía
protege, esconde, alimenta y pide al ERP por su presencia y sus acciones. Cuando uno
compara los datos y números que presentan diferentes medios de prensa “oficial” como La
Gaceta con los expuestos en el Estrella Roja es posible ver que existen grandes diferencias.
Esto tiene que ver con que, a través de los medios, oficiales y no oficiales, se estaba
disputando y construyendo distintas representaciones sobre lo que era la guerrilla, los pueblos
del pedemonte y Tucumán mismo. El Estrella Roja buscaba así disputar la legitimidad de las
FFAA a la vez que construir una imagen de fortaleza y crecimiento de la guerrilla. En este
sentido, dar cuenta del apoyo local, de la participación de los ex obreros azucareros de Santa
Lucía, era una cuestión central a la hora de construir una imagen del ERP como un ejército

“focos” debían apoyarse en el campesinado y no en los trabajadores industriales de las ciudades como
tradicionalmente se pensaba desde el marxismo clásico.(Carnovale, 2011)
69
Desarrollaré con mayor profundidad el porqué de ese nombre en las páginas que siguen.
70
Para indagar más en torno a la lectura que hizo el PRT-ERP sobre la necesidad de establecer un foco rural y
su localización en Tucumán revisar Santucho, R. (1962 &1964) y los Estrella Roja (nro. 35)

84
que estaba “encaminándose a paso firme hacia la revolución” (Estrella Roja nº 39: 5). De esta
manera, el ERP también fue construyendo (en coincidencia con los medios de prensa y los
militares mismos) una imagen de Santa Lucía como un pueblo de guerrilleros.

En una publicación de agosto del 74 titulada “Nuestro Pueblo, base de la guerrilla”,


desde el órgano de prensa71 del ERP se declaraba lo siguiente:

“El valeroso pueblo tucumano, sometido desde años a la más despiadada explotación de los
patrones de los ingenios y de la caña ha enfrentado siempre con formidables luchas a sus
explotadores. En su seno y al calor de sus luchas nació y creció nuestro ERP en el Norte, sus
mejores hijos engrosaron nuestras filas. En su memoria perduran imborrables el “zurdito”
Jiménez, el “pelado” Lezcano, el “pucho” Suarez y ahora el “negrito” Fernández. A ese
pueblo pretende el Ejercito del régimen sacar información sobre los movimientos de nuestros
combatientes: no solo no obtienen la más mínima colaboración sino que se ganan el más
profundo odio y repudio de las masas explotadas.” (Estrella Roja n39. 26 de agosto, 1974.
Página 14)

En esta declaración se deja en claro la imagen que se intentaba construir, desde la


dirección del PRT, sobre su ejército rural: el de una guerrilla que retoma y se inspira en las
luchas del pueblo tucumano. El ERP se presenta a sí mismo, como una herramienta de
defensa por y para el pueblo que lucha contra las injusticias de los explotadores dueños de
los ingenios y las FFAA. Se constituía, para ello, de los mejores hijos del norte argentino. Por
estar conformado por el pueblo, el ERP se definía como una herramienta fundamental para la
defensa del mismo.

En relación a las memorias sobre aquella época –tal como se nombra al tiempo en
que el pueblo fue escenario de la violencia política y de la represión- algunos vecinos
hicieron referencia a como, en años anteriores a la instalación de la base, comenzaron a notar
la circulación de jóvenes de afuera repartiendo volantes, vendiendo gacetillas, invitando a
reuniones, charlando con la gente, etc. En un primer momento, según me contaron, lo hacían
abiertamente, circulando por las calles a plena luz del sol. Esto indica, a mi entender, que en
aquel momento no había una sensación de peligro asociada a estos jóvenes, ni que éstos
últimos se vieran obligados a actuar en la clandestinidad. Muchos vecinos tienen recuerdos –
incluso- de que en esos años veían “paseándose” a esos jóvenes con fusiles por las calles de
Santa Lucía.
Una de las cuestiones que primero llamó mi atención respecto a los relatos de muchos
santaluceños en torno a la guerrilla, fue que en ellos nunca parecía haber ningún habitante

71
El órgano de prensa del ERP llevó el nombre de “Estrella Roja”. Su primer número sale en abril de 1971 y
tuvo una frecuencia de publicación mensual. Esta publicación fue la principal fuente de difusión de ideas,
noticias y comunicados de la organización.

85
local involucrado: los guerrilleros, o subversivos72, como muchas veces los llaman, parecían
siempre venidos de otras provincias y sobre todo de las grandes ciudades. Si yo no hubiese
siquiera preguntado, parecería ser que los miembros del ERP llegaron un día al pueblo sin
que nadie los conociera y sin involucrar a nadie en su paso. Una vez que yo pedía
aclaraciones respecto a si había habido gente local comprometida con el ERP, recibía si, una
breve respuesta de que “algunos apoyaron, pero no eran muchos”. Muchas veces incluso, al
hablar de los santaluceños que “estuvieron con el ERP”, las explicaciones sobre su
participación parecían argumentar que ésta se debía más a un engaño que a un compromiso
consciente. En este tipo de relatos, quienes se integraron al ERP habían sido convencidos,
manipulados desde su ignorancia o chantajeados para unirse a las filas revolucionarias.
Resulta interesante así poder pensar en cuál es la razón por la que hoy en día, cualquier
vinculación activa de algún santaluceño con la guerrilla, sea definida como fruto de un
engaño. En definitiva, pareciera ser que nadie podría haber tenido la voluntad o quizás la
capacidad de ser uno de ellos, que aparecen como una alteridad que contrasta absolutamente
con el “nosotros” santaluceño actual. Da Silva Catela analiza una situación similar en las
memorias sobre los desaparecidos de Tumbaya, una pequeña localidad del norte de Jujuy. En
este caso, los seis desaparecidos locales fueron afiliados al partido comunista, pero según
muchos de sus familiares, dicha afiliación se había concretado mediante un “engaño” por
haber estado las personas en un contexto de fiesta y borrachera y sin poder entender “que era
lo que estaban firmando” (Da Silva Catela, 2010: 7). Según esta autora –y haciendo
extensivo el análisis al caso de Santa Lucía- estas memorias construyen, en definitiva, una
imagen del “comunismo” como el responsable principal del fatal desenlace de ciertos
pobladores y no así los miembros de las fuerzas policiales o militares. Se puede pensar que
haber sido del ERP constituye un estigma, quizás un secreto a voces en un pueblo pequeño
donde todos los pobladores se conocen, y que una forma de resistir a la estigmatización de
haber pertenecido a esa organización –señalada a escala nacional como una de las
responsables de sembrar la violencia en el país y por lo mismo duramente reprimida- es
volverlo fruto de un engaño y no de una convicción.
72
Si bien ambas categorías se usan indistintamente en Santa Lucía, existen grandes diferencias entre ambos
términos siendo uno, el de guerrillero, la categoría a la que los miembros de la Compañía del Monte adscribían,
y el otro, subversivos o extremistas, el que se usó desde las FFAA y los medios de prensa oficiales durante la
represión.) El subversivo se contruye desde las FFAA como “una minoría extranjerizante [que] pretende
imponer, abierta o solapadamente por la violencia o la incautación ideológica, un sistema extraño a la
idiosincrasia del ser argentino y a los valores que fluyen de su historia y religión”(Declaracion del general
Luciano Adolfo Jauregui para el diario La Capital fechado el 20/4/77 en: Aguila, 2016. Para un análisis
pormenorizado sobre la construcción de la noción del subversivo, revisar Franco (2012)

86
Ramón, una de las personas que entrevisté, nació en una de las colonias que rodean a
Santa Lucía llamada Negro Potrero y luego se trasladó con su familia a Caspinchango, otra
colonia cercana. Como parte de una familia de 11 hermanos tuvo que trabajar en el surco
desde una edad muy temprana por lo que no tuvo acceso a la educación primaria. Cuando
tenía 23 años, Ramón fue detenido y pasó por diferentes CCD que funcionaron en la zona de
Santa Lucía y alrededores. Luego, fue trasladado al Arsenal Miguel de Azcuénaga, cerca de
la capital tucumana, desde donde fue liberado 4 meses después de su detención. A su vez, su
padre estuvo detenido en diferentes CCD de la provincia durante varios meses y su hermano
René, secuestrado unos meses antes que Ramón, permanece hasta el día de hoy desaparecido.
Durante una entrevista, Ramón me contaba que, durante su detención, los militares insistían
en acusarlo de guerrillero, y que él les explicaba que eso era imposible porque él no sabía
leer ni escribir y que era una persona humilde y pobre. Al parecer, en su imaginario, ser
guerrillero equivalía a ser letrado y de clase media o alta.

En más de una ocasión, al intentar darme una descripción de cómo eran los
guerrilleros o por qué era tan fácil reconocerlos, algunos vecinos me dijeron, entre risas, que
los subversivos tenían un aspecto muy parecido al mío: “usaban ropa de colores, andaban con
mochilas, pelo largo, y eran más bien rubios y los hombres barbudos”. Esta asociación de los
guerrilleros para con la gente de la ciudad, como yo, era a mí entender una lectura que tenía
múltiples dimensiones. En primer lugar, nos habla de una alteridad fenotípica y estética, los
guerrilleros eran siempre blancos, por lo general rubios –en contraste con la rasgos
predominantemente indígenas de la gente de la zona-, con ciertas marcas corporales como la
barba y con un estilo de ropa que era poco frecuente en el pueblo. Por otro lado, los
guerrilleros eran vistos como universitarios o profesionales: eran médicos, abogados,
contadores, gente de mucho estudio…eran gente formada. A su vez, decían, pertenecían a
una clase más acomodada: “no eran pobres como nosotros”. En definitiva, al intentar
describir cómo era un guerrillero, se partía siempre de un contraste en el que los guerrilleros
eran un “otro”, un otro que era además corporalmente distinguible respecto de ellos.

Es muy interesante como, en un primer momento, los guerrilleros aparecen como una
otredad: son citadinos, universitarios y tienen dinero. Eran, en ese sentido, todo lo que no
eran los santaluceños que vivían tiempos sumamente difíciles económicamente, tenían
escasísimo acceso a la educación media (siendo la formación terciaria o universitaria algo
que parecía una utopía) y vivían en un pueblo bastante aislado del resto de la provincia.

87
Por otro lado, así como en estos relatos los guerrilleros parecen siempre haber sido de
“afuera”, los represores y el ejército en general también son recordados como “otros”. En
todo el tiempo que desarrollé mi trabajo de campo, tampoco escuché a alguien identificar a
algún miembro del personal militar asentado en la base, que se instala en Santa Lucía en
febrero de 1975 en el predio del ex ingenio local con la consiguiente llegada de cientos de
militares al poblado, como un local. De la misma manera, nunca escuché a nadie referirse a
algún militar como a un amigo, compañero, colega, o familiar ni tampoco a ningún otro
poblador santaluceño como “aliado” o “amigo” de los miembros de la base.

De esta manera, los guerrilleros y los militares son construidos hoy como grupos
ajenos a la comunidad, que llegaron de afuera y de alguna manera continuaron estando “por
fuera” de la comunidad. En el caso de los militares, tampoco parece haber en las memorias
sobre la base diferencias entre los diferentes tipos de integrantes que prestaron servicio en la
misma. Esto es llamativo ya que, en la base de Santa Lucia, había una gran diferencia entre
los militares de “carrera” –oficiales y suboficiales- con respecto a los conscriptos que
prestaban servicio militar obligatorio y que en muchos casos, provenían de pueblos del
interior no tan diferentes a Santa Lucía (Garaño, 2003). De alguna manera los militares
parecen haber sido una gran masa tan anónima como ajena.

La guerrilla como una entidad “ajena” al pueblo y a su dinámica, que coloca a la


comunidad en una “encrucijada” (sobre todo al instalarse la base militar) fue la primera
imagen que recibí al charlar con vecinos en Santa Lucía. Pero de algún modo, éste era el
discurso “oficial” que se repetía en público ante los foráneos. Con el pasar del tiempo eso
cambió. Apenas percibían en mi un mínimo rastro de simpatía con ideas de izquierda, o de
condena o rechazo hacia las FFAA (no necesitaba ser nada muy explícito o radical), los
relatos comenzaban a nutrirse de anécdotas personales o familiares de diferentes
interacciones, simpatías o complicidades con el ERP. A partir de ese momento, los relatos
comenzaban a dar cuenta de una convivencia intensa con el ERP en la que era frecuente
encontrarse con combatientes perdidos en el monte, dar indicaciones, ofrecer un vaso de
agua, vender alguna mercadería en caso de tener un comercio, compartir una reunión o un
asado. A su vez, comenzaba a hablarse de la participación de algunos vecinos dentro de las
filas del ERP.
Así, las memorias sobre aquella época tienen diferentes capas y los pobladores de
Santa Lucía, juegan con diferentes versiones o lecturas de la guerrilla dependiendo de
quiénes son los que están escuchando y cómo ellos perciben a esos oyentes. Se trata en
88
definitiva de un sutil juego entre los “decible” o “escuchable” y lo silenciado y ocultado.
Como sostiene Pollak (2010), los silencios (u omisiones en este caso), tienen menos que ver
con el olvido que con un trabajo de gestión de la memoria según las posibilidades de la
comunicación. En un primer momento, la estrategia es principalmente enmarcarse en las
„memorias oficiales‟ y dominantes, que condenan a la guerrilla y que la objetivan como un
fenómeno externo al pueblo. Existen igualmente otras lecturas, otros relatos y otras
apreciaciones que solo surgen una vez que los santaluceños se sienten seguros de no ser
acusados o condenados como subversivos.

A mi entender, estas versiones sobre el pasado no son necesariamente contradictorias


o falsas sino que, como sostienen Pollak y Heinich (2006: 55) “los testimonios deben ser
considerados como verdaderos instrumentos de reconstrucción de la identidad, y no
solamente como relatos factuales, limitados a una función informativa.”. Para una comunidad
como la santaluceña, que carga hasta el presente con el estigma de haber sido “un pueblo de
subversivos”, poder distanciarse de esa imagen resulta fundamental a la hora de negociar una
identidad que apele a su inocencia. No es menor recordar que ese estigma de “pueblo
subversivo” justificó la represión por parte de las FFAA, el aislamiento y la discriminación
incluso entre localidades vecinas durante muchísimos años. La construcción de memorias,
como sugiere Jelin (2000) debe ser así entendida como un proceso selectivo que da cuenta de
luchas de poder por la legitimación de representaciones y prácticas políticas presentes.

Por otro lado y ya a escala nacional, resulta fundamental poder tomar en cuenta que,
en nuestro país, la discusión en torno a las organizaciones armadas no ha sido saldada hasta
el presente. En este sentido, el tema de la guerrilla sigue siendo muy polémico y de difícil
aproximación en la escena pública aún en el presente. Estos silencios “oficiales” son también
construcciones de una memoria nacional que atraviesa e interpela a las memorias locales,
puesto que imponen un marco sobre lo decible y también sobre lo escuchable en la escena
pública (Da Silva Catela, op. Cit.).

Por otra parte, el silencio local respecto a la vinculación entre vecinos y miembros de
la base parece adquirir otros matices y particularidades. Al igual que en el ejemplo de la
guerrilla, resulta difícil poder pensar en una convivencia prolongada entre los militares y los
pobladores (recordemos que la base estuvo instalada en el centro del poblado durante 7 años)
en un lugar tan pequeño como lo es Santa Lucía, sin que se haya construido ningún tipo de
vínculo entre ellos. Un punto central que a mi entender explica este tipo de silencio tiene que

89
ver con que hablar de quienes son hoy reconocidos públicamente como los victimarios del
pueblo en términos fraternos, amistosos, de agradecimiento o incluso de reconocimiento,
puede llevar a generar interpretaciones ambiguas entre las categorías de víctimas y
victimarios, cómplices o colaboradores.

En definitiva, los silencios y distancias establecidos entre los pobladores para con la
guerrilla y las FFAA parecen revelar diferentes cuestiones. Como sostiene Da Silva Catela
(2010), muchos de los silencios y las cosas no-dichas en los relatos sobre vivencias extremas
tienen que ver “con las versiones públicas consagradas y legitimadas de los hechos, con los
potenciales oyentes, lectores, espectadores (imaginados o reales), con las solidaridades o
compromisos de sus grupos de pertenencia y principalmente con los afectos y emociones que
pueden provocar los relatos públicos en el entorno familiar” (Da Silva Catela, 2010: 52). Los
silencios tienen así razones políticas, sociales, afectivas e históricas. Por ello, las memorias
deben ser siempre entendidas como una negociación constante entre lo que se dice y lo que
no se puede decir según el espacio de posibilidades de habla. De allí se desprende que lo no
dicho, lo silenciado, cumple también un lugar fundamental para el análisis puesto que revela
los límites que se impone localmente a ciertas interpretaciones o apreciaciones del pasado.
Las memorias se constituyen a partir de recuerdos que cobran sentido a la luz del
presente y que se inscriben en diferentes fechas, hitos, eventos, personajes y lugares (Pollak,
2006). A partir de estas representaciones, el presente toma sentido y la comunidad adquiere
un relato común que la unifica y constituye.
En la selección de hitos y personajes que los pobladores de Santa Lucía realizan para
construir su memoria colectiva, así como Hilda Guerrero de Molina actúa como personaje
que aglutina las memorias combativas del pueblo, otra figura es la de Ramón Rosa Jiménez.
En el siguiente apartado analizaremos los hechos que protagoniza y a través de ellos las
memorias sobre el ejercicio y el padecimiento de la violencia política que desemboca en la
represión durante la época de la base.

¿Quién fue el “Zurdo” Rosa Jiménez?

Uno de los santaluceños que fue efectivamente militante del PRT constituye un
elemento fundamental de las explicaciones respecto a lo que ocurrió en el pueblo antes de la
instalación de la Compañía del Monte (que se instala en los alrededores de Santa Lucía en
1974) y de la llegada de la base. Nacido en una de las colonias cercanas a la localidad de
90
Santa Lucía, Ramón Rosa Jiménez se crió en el seno de una familia de hacheros y
trabajadores del surco. Había sido parte del sindicato de surco de Santa Lucía, espacio desde
el cual toma contacto con el PRT. Luego de unirse a este partido y debido a su activa
participación en el mismo, es seleccionado para conformar uno de los contingentes de
militantes que fueron enviados a Cuba para recibir instrucción militar. El PRT había ya
decidido adoptar la estrategia armada para la lucha. Tras su retorno al país, es apresado en el
marco de un asalto a un banco en la capital tucumana realizada junto a otros militantes del
Partido, con el objetivo de conseguir dinero para “la lucha”. En septiembre del ´71, luego de
la famosa fuga del Penal de Villa Urquiza, en la que se escapan 16 militantes del PRT,
retorna a Santa Lucía donde permanece escondido hasta la fecha de su muerte (Estrella roja
nro. 41)

La muerte de Jiménez se produce en circunstancias que son difíciles de determinar


puesto que existen numerosas versiones sobre la misma. La versión que circuló en los
principales medios de difusión de la época como La Gaceta y Clarín, sostuvo que la muerte
de Ramón Rosa Jiménez se produjo en un hospital de la capital como producto de una
infección. Se aclaraba que Jiménez había llegado al hospital luego de ser detenido por la
policía, por haber intentado agredir con un arma y en un fuerte estado de ebriedad, a un
agente de policía de Santa Lucía.

Gabriel relata algunos aspectos claves sobre la vida y muerte de este personaje local:
(G): Este hombre trabajaba, era hachador, trabajaba para Las Dulces, ya estaba
dentro de la actividad [guerrillera]…a él se lo han llevado a hacer curso en Cuba,
curso de digamos de guerrilla ¿me entendes? y ha vuelto y ya era uno más (…) Y
bueno, hace el curso y viene de nuevo, después hace un atraco ahí en San Miguel de
Tucumán, roban un Banco de Santiago del Estero, sacan no sé cuánto, 32 mil
dólares, eran para la causa, para retroalimentar un poco la guerrilla. Pero ya
después los tipos de allá lo apresan, después se fuga de nuevo de la cárcel de Villa
Urquiza y aquí estaba bajo el nombre de otra persona, por decirte "Ricardo Díaz"
(…) Un buen día, te estoy hablando de la década del ´70, Jimenez lo tenía aquí
ensillado al caballo (señalando una esquina del pueblo )y el andaba ya armado… y
bueno, se ha puesto a beber a comer y en eso que estaba ahí, ve a dos policías
caminando para allá.. Cuestión que los ve ahí y cuando vienen los espera (…) él se
enfrenta a pelear con los dos policías estos. Entonces él le saca su pistola que tenía y
le da un tiro a uno, le pega en el brazo, y quiere volver a matarlo al otro y se le traba
el accionamiento del arma a lo cual viene el otro con el látigo y le pega en la cabeza
y lo patean, le hacen de todo. (...) y vos sabes que lo han golpeado tanto que estaba
ensangrentado y a lo cual, llega otro policía, Ibarra... y le dice al resto “¿para qué
vas a llevarle una ambulancia a este?!" "no, llamalo a mi amigo" dice, "llamalo a mi
amigo que es el único que tiene auto" Y ahí llegó Oscar Saraspe y dice una serie de
entoperios un montón de cosas malas "que voy a llevar a ese sucio" "sabes qué?
búsquenme una piola yo lo llevo tirando, qué voy a llevar al sucio este adentro del
auto!" y todas esas cosas ha dicho el tipo este pero jamás ha llegado a consumar el

91
hecho de tirarlo a través de la piola…nunca lo ha hecho! nada más que por bocón
(…) hasta que a Jimenez de aquí lo llevan al [hospital] Padilla y ahí termina
muriendo y nunca se han explicado porque se ha muerto el tipo si no le han hecho
una operación ni nada...y es más ni han dicho a la familia que había muerto. Se han
ido y se han tomado el atributo de ir y poner como "NN" y sepultarlo ahí en
cualquier parte. (Gabriel)

En este testimonio se sostiene así que luego de un enfrentamiento entre Ibarra, un


agente de la policía de Tucumán radicado en Santa Lucía, y Jiménez, quién estaba “marcado”
como guerrillero, se produce la detención de este último y su posterior traslado a la comisaría
local. Una vez allí, y como producto de la brutal golpiza y tortura a la que es sometido, debe
ser llevado al hospital Padilla, en la capital provincial, donde fallece. A su vez, aparece en
esta secuencia otra figura que se torna clave para entender los hechos posteriores: la de Oscar
Saraspe, un santaluceño que trabajaba en la fábrica Grafa y atendía la cantina del club social
local, y era amigo personal de Eudoro Ibarra. Esta persona habría sido llamada por Ibarra por
ser el único que tenía un auto en el pueblo, para que trasladara al detenido. Saraspe hace una
serie de comentarios respecto a que no iba a llevar en su auto a un guerrillero y que era mejor
atarlo a su auto y llevarlo arrastrando. Según Gabriel, Jiménez no fue nunca atado y
arrastrado por las calles de Santa Lucía, sino que esa habría sido una simple amenaza o
comentario por parte de Oscar Saraspe que no fue llevada a cabo. Quizás se trató incluso de
algo que Saraspe contó luego en un intento de vanagloriarse y dar cuenta de su valentía y
desprecio frente a Jiménez.

A lo que desde las diferentes interpretaciones se puede leer como una pelea local se
suma, en los relatos, una serie de hechos crueles ya en manos de Ibarra como agente estatal,
tales como que Jiménez fue abandonado en agonía, sus familiares no supieron de esto y su
cuerpo fue enterrado como NN “en cualquier lado”.

Desde el Estrella Roja, se denunció que Jiménez había muerto fruto de los golpes y la
brutal tortura a la que había sido sometido por parte de la policía del pueblo. Se denunciaba
asimismo, que la víctima había sido atada a un auto y arrastrada por las calles del pueblo,
hasta la comisaria en el vehículo de un santaluceño: Oscar Saraspe. A causa de esto, este civil
es señalado como un “asesino al servicio de las fuerzas represivas” (Estrella Roja n°41).

El asesinato de Jiménez va a inspirar, según un comunicado del Estrella Roja


publicado en septiembre de 1974, a la conformación de la primera “Compañía del Monte” del
ERP. A partir de las “decenas de brazos obreros” que retoman la lucha de Jiménez, se nutre
así un ejército que lucharía contra las “los traidores” que se materializaban en “los

92
explotadores, la policía, el ejército contrarevolucionario, delatores, informantes y demás
elementos antipopulares” (Estrella Roja n°41). Se inaugura así, en mayo de 1974 La
Compañía del Monte Ramón Rosa Jiménez del ERP.

El ajusticiamiento de Saraspe e Ibarra

“El día viernes 20 de septiembre a las 20.30 hs., una sección de la Compañía de Monte (…) procedió a
copar la localidad de SANTA LUCÍA con el objetivo de cumplir la sentencia contra EUDORO
IBARRA Y HECTO OSCAR ZARASPE, ambos declarados culpables por un tribunal revolucionario
de las torturas y posterior asesinato del combatiente del pueblo Ramón Rosa Jiménez, ocurridos en la
noche del 16 de octubre de 1972. Luego de copar la Central Telefónica y la Comisaría local, los
integrantes de nuestro Ejército Guerrilla ubicaron e identificaron a los sentenciados, procediéndose
inmediatamente a su ajusticiamiento público. Cumplido así este acto de justicia revolucionaria contra
esos dos enemigos del pueblo, la sección se retiró ordenadamente hacia su base de operaciones”.
(Estrella Roja Número 41, Octubre de 1974)

A lo largo de las diferentes charlas y entrevistas que fui desarrollando, pude


identificar un punto de quiebre en torno a las memorias de la guerrilla, a partir del momento
en que se produjo el ajusticiamiento en manos del ERP, de Ibarra y Saraspe, el 20 de
setiembre de 1974. Los mismos se producen dos años después del asesinato de Ramón Rosa
Jiménez. Existe así un intervalo de casi dos años entre la muerte de estas tres personas
durante el cual Saraspe e Ibarra recibieron diferentes tipos de amenazas y advertencias por
parte del PRT-ERP de que la muerte de Jiménez iba a ser vengada y que ellos estaban
señalados como los responsables.

Este evento resulta revelador de una serie de códigos, valores y significaciones que la
comunidad santaluceña realiza sobre la violencia. Es importante entonces remarcar que una
de las cuestiones centrales que están implícitas en la manera de recordar lo sucedido es la de
la discusión respecto a la legitimidad que tienen ciertas muertes dentro del código ético y
moral de una comunidad.

Gabriel me contó una historia que me llevó a pensar en escenas de películas del lejano
oeste norteamericano:

(G): La compañía del monte ya estaba aquí (…) Y lo han condenado a muerte y no
creían ellos…
(D): ¿O sea lo han hecho en público a ese juicio?
(G): No, no, eso lo han hecho en el monte, y en la comandancia, bueno...unas
personas que han estado ahí me contaron que bueno que ellos tenían todo un marco
teórico de porque lo hacían y... bueno (…)Ya a esta altura se llamaba Compañía del

93
Monte Ramón Rosa Jiménez en honor a este hombre. ¿Ahora entendes porque se
llama como se llama?
(D): ¡Si!
(G): Bueno, entonces vienen por acá y por acá [señalando 2 accesos distintos al
centro del poblado desde el "Monte“]
(D): ¿Y eran muchos?
(G): Y... calculo que habrán sido unos 60, 70 más o menos. Y han venido y han
puesto ahí ¿ves donde esta ese cristo? [En la zona de la Cruz Mayor] (…) ahí han
instalado una ametralladora de esas grandes, pesadas. Un comando ha ido para allá
y ha secuestrado la camioneta de un comerciante de aquí conocido. Los otros se han
ido por acá una media cuadra. Va la camioneta para allá, con los combatientes atrás
y llegaron a la casa de él [de Saraspe], golpearon las manos, sale la señora que se
estaba bañando, sale la hija, la que es de la misma edad mía, y le dicen que están
buscando a su papá y dice "no mi papá está trabajando en la cantina del club"
bueno, y se van y han entrado al club, a la cantina y ahí… [Haciendo señas de
disparar] (…)
(D): Ahí en el bar ¿en el medio de toda la gente?
(G): Ahí en el medio de toda la gente. (…) Y ahí la otra compañía, la que se había
ido para allá, se va para la casa de Ibarra. Este agente estaba haciendo un asado
con un vecino. Y ¿cómo se ha planeado eso para que no estén las hijas? la señora de
él colocaba inyecciones y lo cual la compañía se había encargado de que simulen el
servicio de ella y la han llamado través de su hija…
(D): Le piden el servicio...
(G): Le piden el servicio de colocación de la inyección. Se va la señora esa [la
esposa de Ibarra]. Se lleva a su hija y ahí llegan ellos. Rompen las puertas y pasan y
ahí estaba un vecino que tenía las características fisonómicas...físicas digamos de
este tipo, pero con la diferencia que el otro era un enano y los otros eran grandotes...
y ahí el tipo dice " yo no soy" y hasta que viene Ibarra del fondo de la casa, porque
estaba haciendo el fuego para el asado y claro, él ha entrado,...te cuento toda la
escena como ha sido para que te imagines... llega de ahí y dice, claro se ha
encontrado el tipo con un pañuelo ahí y pensaba que era el ejército...y le dicen "vos
sos tal persona, el tribunal ha decidido condenarte a muerte" y "¿Cómo?, ¿qué?" y
ahí le han pegado... mal…y un quilombo de la mierda imaginate...y bueno, han
venido las dos fracciones y se han congregado aquí y de aquí por el camino ese para
allá, dos filas para acá, iban marchando y cantando.(Gabriel)

Según Gabriel, la enemistad entre el agente Ibarra y Ramón Rosa Jiménez se debía a
que este último responsabilizaba al policía por el asesinato de un viejito (amigo suyo) que
vivía en la zona de Las Mesadas y que había sido muy cercano al PRT.

El 20 de septiembre de 1974, a horas de la tarde, alrededor de 60 combatientes de la


recientemente conformada Compañía del Monte, descienden al pueblo y proceden al
ajusticiamiento del agente de policía Eudoro Ibarra y de Oscar Saraspe. Un día después, en la
declaración publicada en el Estrella Roja, se describe brevemente lo sucedido y se
argumentan los motivos de esta acción.

El ajusticiamiento sucede en un momento muy particular para la organización del


ERP, en la que acababa de sucederse la famosa “masacre de Capilla del Rosario” en

94
Catamarca73. Este evento en el cual caen detenidos y son luego fusilados una decena de
combatientes de la Compañía del Monte, lleva a la dirigencia del partido a declarar lo
siguiente:

“El comité central del Partido Revolucionario, dirección político-militar del Ejército
Revolucionario del Pueblo, interpretando el sentimiento unánime del pueblo trabajador
argentino, tomo una grave decisión. Ante el asesinato indiscriminado de nuestros compañeros,
nuestra organización ha decidido emplear la represalia. Mientras el Ejercito opresor no tome
prisioneros guerrilleros, el ERP no tomara oficiales prisioneros, y a cada asesinato responderá
con una ejecución de oficiales indiscriminada. Es la única forma de obligar a una oficialidad
cebada en el asesinato y la tortura, a respetar las leyes de guerra” (Estrella Roja, nr 40-
23.9.74).

De esta manera, el copamiento y el fusilamiento de estas dos personas se da en el


marco de ésta decisión de tomar represalias, más que de lo acontecido dos años atrás. Se
trataba, además, de generar una acción de gran visibilidad que demuestra que a pesar de lo
ocurrido en Catamarca, el ERP seguía fuerte y activo. Por ello, no solo puede comprenderse
los ajusticiamientos como una mera “venganza” por la muerte de Ramón Rosa Jiménez.

Un mes después de los hechos, el Estrella Roja publica el siguiente comunicado:

73
La masacre se desarrolló luego de frustrarse un operativo a cargo de la Compañía del Monte Ramón Rosa
Jiménez, que tenía como objetivo el ataque al Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada de Catamarca.
Antes de producirse el planificado ataque, y debido al aviso a las autoridades que dieron 2 testigos que pasaron
casualmente por la zona en que los guerrilleros se estaban preparando para salir, se produce un enfrentamiento
entre los combatientes del ERP y la policía. A partir del mismo, una parte de la unidad logra escapar mientras
que otros 27 quedan aislados y a la deriva. Estos últimos se refugian en las inmediaciones de la Capilla del
Rosario, en donde luego se da el desenlace fatal de esta historia. De estos combatientes solo cuatro lograron
escapar, mientras que nueve fueron detenidos, cinco fusilados y nueve murieron en combate en manos de la
policía. Este operativo frustrado que significó una gran cantidad de bajas entre las que se cuentan combatientes
muy valiosos para el partido como Antonio del Carmen “Negrito” Fernández, significó un gran golpe para el
buró central del PRT.

95
Estrella Roja nro. 41. Octubre de 1974

Los ajusticiamientos fueron acciones llevadas a cabo dentro de la lógica y el código


de justicia de algunas organizaciones armadas de la época. Entre ellas se destacan, por
ejemplo, el conocido ajusticiamiento del Tte. General Pedro Eugenio Aramburu74 por
miembros de Montoneros y el de Viola75 por parte del PRT. Estos ajusticiamientos
consistieron en el fusilamiento de una persona que había sido previamente condenada a

74
Fue un militar argentino que lideró la llamada “Revolución Libertadora” a través de la cual, las FFAA
tomaron el poder destituyendo al presidente democrático Juan Domingo Perón e instalando una dictadura militar
que duró tres años. Aramburu fue secuestrado y posteriormente ajusticiado en mayo de 1970 por la
organización guerrillera Montoneros.
75
Fue un militar perteneciente al Ejército argentino, ajusticiado en 1974 por el PRT-ERP. El operativo que le
dio muerte se transformó en un verdadero escándalo público debido a que, sin que durante el mismo, la hija de
tres años de Viola murió y su otra hija de cinco años resultó herida.

96
muerte por “tribunales del pueblo” conformados por miembros de las organizaciones, bajo
acusaciones por “traición al pueblo”.

Como sostiene Tello (2013), los ajusticiamientos cumplieron diferentes funciones que
iban más allá de lo meramente punitivo. A través de los mismos, las organizaciones armadas
intentaron suplantar a las instituciones oficiales estableciendo una justicia paralela: una
justicia “popular”. Las declaraciones del Estrella Roja advierten que la justicia popular iba a
ser implacable con cualquier persona que intentara atacar o destruir a las fuerzas
revolucionarias y populares. Esto también se aplicaba si, como en el caso de Santa Lucía, los
culpables eran vecinos del pueblo. Este episodio que tuvo un importantísimo impacto dentro
de la comunidad local, sirvió para dar cuenta de que las armas también podrían ser usadas en
contra de los locales, si estos mostraban –o habían mostrado- connivencia o complicidad con
la represión.

Fuente: La Gaceta. 21 de septiembre de 1974

97
Fuente: La Gaceta. 21 de septiembre de 1974

Al retirarse la compañía del monte de Santa Lucía, luego del ajusticiamiento de


Saraspe e Ibarra, quedan diferentes pintadas en el pueblo que proclamaban que “Ibarra pago
su castigo” y marcando la presencia del ERP y de la Compañía del Monte “entre los obreros
tucumanos”. Se puede pensar que la violencia política, así, traza nuevamente los límites
comunitarios; pudiendo ser la razón por la cual hoy los guerrilleros son recordados como
ajenos al pueblo, ya que el estigma de estar entre fue uno de los argumentos esgrimidos por
las FFAA para realizar un verdadero control poblacional, como veremos más adelante.

En un artículo publicado el 2 de septiembre del 2010 en el diario La Gaceta, la hija de


Oscar Saraspe, Graciela, denuncia el asesinato de su padre y señala que “un cobarde con la
cara tapada señaló a mi padre y le pegaron un tiro”76. Ya en otras ocasiones había escuchado
que aquel día en la cantina del pueblo, una de las personas que participó del operativo llevaba
la cara cubierta y que esto se debía, presuntamente, a que esa persona era un vecino del
pueblo que no quería ser reconocido. Theidon (2003) analiza, dentro del contexto peruano, el
fenómeno de la convivencia dentro de pequeñas comunidades campesinas de ex miembros
del partido Sendero Luminoso77 con personas que formaron parte de las “rondas campesinas”

76
Esta versión coincide con la expuesta en el libro “Los otros muertos. Las víctimas civiles del terrorismo
guerrillero” de Manfroni y Villaruel (2014)
77
Sendero Luminoso cuyo nombre oficial es Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso (PCP-SL), fue
una organización armada de tendencia ideológica marxista, leninista y maoísta originada en Perú liderada por
Abimael Guzmán Reynoso. Operó principalmente durante la época de los ´80 y ´90 centralizando su acción en
zonas rurales del Perú siendo su principal zona de influencia la provincia de Ayacucho.

98
y las victimas de ambos bandos. Esta autora reflexiona en torno a cuáles son las estrategias
sociales y psicológicas que manejan los campesinos para tratar esta realidad e intentar
reconstruir la convivencia después de lo acontecido durante la década de los ´80 y ´90. Una
de las figuras que esta autora reconstruye es la del “encapuchado”, que aparece
frecuentemente a la hora de relatar las acciones de los senderistas dentro de las comunidades.
En estos relatos, a partir de la figura del encapuchado, se puede hablar de lo sucedido en un
contexto de violencia sin tener que identificar a las personas involucradas que son además,
muchas de las mismas personas que siguen habitando los poblados. En este sentido, la
presencia de una persona con la cara tapada en el ajusticiamiento habla también de la
existencia de una guerrilla que estaba verdaderamente entre los vecinos.
Por otro lado, el hecho de que uno de los ajusticiados por la guerrilla haya sido un
civil que era además un poblador nacido y crecido en Santa Lucía, no fue un factor menor a
la hora de entender las reacciones negativas que tuvieron los ajusticiamientos en la
comunidad y el actual posicionamiento de la misma como ajena al ERP. Como sostenía
anteriormente, a partir de sus acciones y de los comunicados y escritos posteriores, el ERP se
dirigió no solo a un “ejercito contrarevolucionario” a “miembros de las fuerzas represivas” o
a la “oligarquía argentina” sino también a un santaluceño con el que la mayoría de la
comunidad podía identificarse. Por primera vez desde su llegada a la zona, la Compañía del
Monte había apuntado sus armas contra un miembro del pueblo del que decía constituirse y
representar.

En el caso de Gonzalo, perteneciente a una generación que nació años después del
retorno de la democracia, los hechos ocurridos en septiembre del ´74 siguen siendo parte
fundamental de su relato sobre la época:

(D): No había gente del pueblo que fuera del ERP?


(G): ¡Si, si había! Pero no era una mayoría…y más cuando ocurrió lo de Saraspe…
porque eso ha terminado de reforzar esa teoría de los 2 demonios ¿me entendes? De
que la gente piense… porque claro, vos imagínate, vienen gente que vos no conocés y
que no sabes de donde son y que fusilen al vecino… ¡por más que tengan cierta
ideología es tu vecino! Que lo ves todos los días a la par y vengan y te lo
fusilen…encima en un pueblo donde todos se conocen…se genera por ahí
también…porque a mí me contaban que por ahí al principio cuando venían…la gente
del ERP o de la FOTIA o por ahí de la universidad, la gente de acá les habría las
puertas y todo bien…cuando ha pasado eso de Saraspe, ha sido tanto el impacto que
tuvo que todo aquel que caminaba con borcegos, sea militar o subversivo, le
cerraban las puertas. Ya empezaba a verse el miedo…pero bueno…entonces creo
que esa es una de las secuelas que lo marca al pueblo. (Gonzalo)

99
Gonzalo considera así que lo que ocurrió con Saraspe fue en parte una razón principal
para definir la falta de apoyo que tuvo la guerrilla dentro del pueblo. A partir de esos hechos,
los vecinos comenzaron a cerrar las puertas a cualquier foráneo, sobre todo si “caminaba con
borcegos”. Una cuestión que salta a la luz en el fragmento anteriormente presentado es que el
eje de la polémica esta quizás dado en el asesinato de un civil que además era vecino del
pueblo. En las diferentes charlas que tuve con vecinos de Santa Lucía, siempre se habla del
“error que cometieron los del ERP” para referirse al asesinato de Oscar Saraspe. De
cualquier manera, hablar de un “error” parece quitarle al hecho cierto grado de
responsabilidad. Así, por ejemplo, jamás escuché hablar de las acciones emprendidas por las
FFAA como simples “errores”. De esta forma, a la hora de referirse a la muerte de Saraspe,
Gonzalo parece estar haciendo una crítica que se dirige más a los criterios de los directivos
del ERP para seleccionar a los blancos de sus acciones y no a la acción en si misma o
incluso, a la existencia misma del ERP.

Por el contrario, el fusilamiento del oficial Eudoro Ibarra parece entrar en otro orden
de las interpretaciones. Quizás porque se trataba de un miembro de las fuerzas represivas, o
tal vez por no ser Ibarra un nativo de Santa Lucia78, que no gozaba del aprecio y el afecto con
el que contaba el primero. Existía así una distancia social mayor entre Ibarra y la comunidad
santaluceña que en el caso de Saraspe, aunque los dos residieran en el pueblo. Cualquiera sea
el caso, su fusilamiento no despertó tanta indignación y polémica. Uno de los nodos centrales
de la condena que tuvo por gran parte de la comunidad era entonces el haber atentado contra
uno de ellos.

Hoy en día, los hechos acontecidos aquel 20 de septiembre del ´74 son presentados,
por diferentes vecinos, como un hito central que define la imagen que se tiene respecto a la
guerrilla. Antes de este episodio la presencia de los subversivos parece no haber incomodado
ni molestado demasiado a nadie. A partir de los fusilamientos, que sucedieron en el
anochecer del 20 de septiembre de 1974, el tono de los relatos cambia y la mirada hacia los
guerrilleros se torna mucho más condenatoria.

A la hora de analizar o entender los diferentes testimonios y fuentes que intentan


explicar lo sucedido, resulta fundamental poder entender que las memorias son elaboradas
desde el presente con parámetros y estándares de hoy en día. En este sentido, es importante
poder comprender que las nociones actuales de lo que es la justicia, del rol de la policía y de

78
Eudoro Ibarra habría nacido en la ciudad de Famaillá.

100
la manera de solucionar conflictos no son necesariamente los mismos hoy que hace 40 o 50
años en Santa Lucía.

Una disputa muy importante que sustenta parte fundamental de las discusiones que
hoy en día se dan en la comunidad sobre estas tres muertes es la de quien empezó con la
violencia (Portelli, 2002) o, de la misma manera, quien terminó con la paz en Santa Lucía.
¿Fueron los guerrilleros y su llegada al pueblo quienes aceleraron o dispararon la brutal
represión que vino después con la instalación de la base? ¿Eran, por el contrario, los
guerrilleros un simple reflejo y respuesta a las injusticias y el malestar de la época?

Así, es posible identificar que en toda la secuencia que intenté reconstruir mediante
las memorias hubo tres asesinatos (el de Ramón Rosa Jiménez hasta los de Saraspe e Ibarra)
en el pueblo de Santa Lucía. Sin embargo, existen diferentes registros, condenas y
percepciones respecto a cada uno de los casos. En el primero de ellos, el de Jiménez, es
posible entender a partir de las memorias de algunos pobladores que lo ocurrido fue
percibido como un crimen, es decir, que se trató de un asesinato. No obstante, existen ciertos
atenuantes que hacen que este asesinato no despierte tanta atención y polémica como en los
otros dos casos: en primer lugar, la víctima era un guerrillero que estaba escondiéndose en el
pueblo después de haber sido entrenado militarmente en un país socialista y de escaparse de
la cárcel, es decir que era una persona que concebía la violencia de un modo instrumental y
había evadido la ley. En más de una ocasión, a su vez, esta persona me fue descripta como un
borracho e ignorante habitante de Las Mesadas. En este sentido, Jiménez no formaba parte
de la comunidad, de ese “nosotros” santaluceño constituyéndose, por el contrario, en una
alteridad menospreciada. Asimismo, Jiménez fue asesinado por un policía quién, en última
instancia, era el representante de la institución dotada del “monopolio de la violencia
legítima” (Elias, 1988) dentro de esta comunidad. Por ello, su muerte, en última instancia
puede ser entendida como un “exceso” de las fuerzas policiales.

En los otros dos casos, los “victimarios”, en este caso los miembros de la Compañía
del Monte, fueron un grupo insurrecto que desafió a la institución policial y judicial mediante
la construcción de un sistema de justicia paralelo que se materializó en la creación de un
“tribunal del pueblo” que definió la ejecución de dos personas: Saraspe e Ibarra. De cualquier
manera, existen a su vez matices distintos a la hora de dar cuenta de ambas muertes ya que
Saraspe era civil y era santaluceño. Me parece que ambos elementos son fundamentales para
entender la polémica que, hasta el día de hoy, rodea su muerte. En definitiva, la muerte de

101
Saraspe fue percibida como la muerte de un “inocente” y por lo tanto innecesaria o errada
mientras que la de Jiménez e Ibarra, si bien no dejan de ser entendidas como crímenes, se
pueden al menos entender en el marco de un contexto de enfrentamientos entre fuerzas
armadas, unas institucionales y otras insurrectas.

¿Sabés ese quilombo que ha sido Santa Lucia?

La frase utilizada para el título, fue dicha por Gabriel durante una entrevista para
referirse a los sucesos acontecidos luego del ajusticiamiento de Ibarra y Saraspe. Unos meses
después de los austiciamientos del pueblo en septiembre de 1974, Santa Lucía amaneció
invadida de policías. Luego de un brutal operativo policial que no dejó casi ninguna casa sin
ser requisada, se procedió a detener y trasladar a un gran número de lugareños.

(G): ¿sabes ese quilombo que ha sido Santa Lucia? ha venido la policía federal, yo
creo que no ha quedado casa en que no hayan entrado y que hayan dado una paliza.
Vos sabes que encima al frente... imaginate la gente tenía en la casa un arma para
salir a cazar, y han pegado una tunda! lo han llevado allá para la calle y ahí lo han
tenido, así como lo han sacado de la cama, así... cuerpo a tierra y... le han pegado a
todo el mundo me acuerdo ese día. (Gabriel)

Mediante un operativo conjunto de la policía federal, provincial y el ejército se


desarrolló una razia en el pueblo. Luego de cortar los accesos a Santa Lucía, aislando
consecuentemente a toda la población, se hicieron sonar las sirenas del pueblo que tiempo
atrás habían sonado para llamar a los obreros de fábrica a trabajar. A través de altoparlantes
se comunica a los pobladores que debían permanecer en sus domicilios, sin excepción,
esperando a ser requisados. La policía procedió así, a revisar casa por casa en busca de
explosivos, armas y cualquier material vinculado con la organización armada. A
continuación, se detuvo a más de 100 vecinos del pueblo que permanecieron en una cancha
de futbol, recostados boca abajo hasta que fueron trasladados a la Jefatura de Policía, que
funcionaba como CCD en San Miguel de Tucumán. Como sostiene Garaño (2003) “esta razia
buscó imponer, gracias a la violencia, los castigos y las humillaciones, un nuevo orden,
moralizando, disciplinando e imponiendo el terror entre los pobladores de Santa Lucía. A su
vez, era la punta de lanza de un proceso de refundación de ese espacio, que auguraba la
implantación de una nueva metodología de represión estatal.” (Garaño, 2003: p. 163)

En definitiva, a través del terror, se intentó también dejar bien en claro, que acciones
como las acontecidas en la noche del 20 de septiembre no pasarían sin castigo y que toda la

102
comunidad, sin distinción alguna, pagaría por ese tipo de cosas. Se trataba entonces de un
mensaje dirigido a los miembros de la Compañía del Monte, pero sobre todo a la comunidad
santaluceña.

La razia del 28 de noviembre fue uno de los grandes operativos policiales vividos en
el pueblo. La misma sirvió de antesala para lo que vendría después, con la militarización del
poblado a partir de la instalación de una base militar en Santa Lucía. Para muchos
santaluceños, la razia fue uno de los primeros operativos grandes que llevaron a cabo las
fuerzas policiales cuyo objetivo principal fueron los pobladores.

La instalación de la base militar en Santa Lucía

Siete años después de producido el cierre de la principal fuente de trabajo local (con
el consecuente empobrecimiento de la población y la migración de una gran parte de la
misma) se instala en el pueblo una base militar en febrero de 1975. Para este momento la
Compañía del Monte ya había sufrido diferentes bajas entre sus miembros y estaba muy
reducida. Con la instalación de la base, cientos de militares van a ocupar el pueblo de Santa
Lucía, instalándose en el predio del antiguo ingenio. Asimismo, el ejército se apropió de las
casas contiguas que habían pertenecido a los cargos administrativos de la planta,
estableciendo en ellos diferentes espacios de detención y reclusión para detenidos. (Cattaneo,
2014:56). Desde aquel momento comienza a funcionar, en el centro del poblado un Centro
Clandestino de Detención.

La ocupación militar del pueblo implicó un control pormenorizado de diferentes


aspectos de la vida. Gabriel describe algunos de los cambios que se establecieron en la vida
del poblado a partir de la instalación de la base militar:

“Al poco tiempo nomas ya se viene a instalar la base aquí y bueno...primero que han
entrado como buenitos... qué se yo, que esto, que el otro...y después han empezado a
darle a todos. Por decirte vos tenías un negocio, podes tener cualquiera, entonces
han empezado a cerrar la idea esta de...un poco el apoyo que le daba la gente está [a
la guerrilla] ¿me entendes? por ejemplo vos no eras digno en ese tiempo de ir a
comprar...por ejemplo si tu casa era numerosa a lo mejor capaz que un kilo de
azúcar te duraba 2 días...vos llevabas 2 kilos de azúcar y entonces ya venían a vos y

103
te decían "¿por qué llevas 2 kilos vos? ¿Para qué lo lleva?". Entonces han empezado
a apretar y... te sacaban de noche, te daban una paliza. Han empezado a instalar
como una especie de...digamos que hasta cierto horario vos podes salir, a partir de
las 10 de la noche no podías salir porque si a vos te agarraban en la calle te
llevaban...primero te golpeaban te hacían de todo y después te preguntaban qué
estabas haciendo, qué es lo que ibas a hacer...capaz que vos decías "mira que mi
mamá se ha enfermado, tenía que ir a buscar la ambulancia..." y bueno, ya era tarde
porque te habían metido una paliza...entonces me entendes todo ese tipo de aprietes
ha habido aquí…”(Gabriel)

Este testimonio resulta fundamental para poder entender algunas de las estrategias
que utilizaron las FFAA en los poblados ocupados durante el OI. Por un lado, se ejerció una
vigilancia estricta sobre la cantidad de víveres que poseía cada familia bajo el justificativo de
que cualquier “exceso” en la cantidad que los militares estipulaban necesarias para la
supervivencia, podía constituir evidencia de estar abasteciendo a la guerrilla. Claro está, las
cantidades autorizadas fueron definidas desde la base militar y no se amoldaban ni a la
cantidad de miembros por familia, ni a los hábitos y necesidades cotidianas de las mismas.
Por otro lado, la circulación por el pueblo estaba fuertemente vigilada quedando ciertos
sectores (antes públicos) completamente prohibidos. Al mismo tiempo, las entradas y salidas
del poblado estaban estrictamente custodiadas y se requería de permisos especiales para
circular en horarios determinados y por zonas ahora exclusivas del personal militar. En
muchos casos se debía solicitar autorización en la base para poder entrar o salir. Se establece
asimismo el toque de queda por el cual a partir de cierto horario las personas debían quedarse
dentro de las casas y estaba prohibido circular por las calles.

A partir de aquel momento la población se vio sumida en un régimen de control total


y de estricta vigilancia. Santa Lucía fue así invadida por un verdadero ejército de ocupación
que paso a controlar la totalidad de la vida del pueblo. Esta ocupación era parte de un plan
para “fundar” un “teatro de operaciones” en el sur tucumano. A partir de diferentes acciones,
las FFAA montaron en esta zona (que había ocupado un lugar relativamente marginal en la
escena nacional hasta aquel momento) la imagen de un espacio en el que se libraba una
“batalla decisiva” contra la llamada “subversión” (Garaño, 2003: 168)

Las detenciones aleatorias, las requisas en casas, sin justificativos y a cualquier hora
del día o la noche, la circulación permanente de camiones, jeeps, helicópteros, etc. del
ejercito sumieron a los pobladores en un estado de vigilia permanente y de constante peligro.

104
Regía la sensación de que, sin motivo alguno, era posible ser detenido y sometido a todo tipo
de tormentos o incluso a la desaparición. La vida privada y pública pasó a ser potestad de la
base militar y los constantes actos de violencia e impunidad por parte de los militares
radicados en Santa Lucía, se convirtieron en parte de la vida cotidiana.

(G): “al poco tiempo han empezado ya con los secuestros y las desapariciones y en
esos secuestros y desapariciones había mucha gente. Yo conozco un viejito que iba a
trabajar a una casa que da al fondo con la casa donde vivía yo en ese tiempo. Qué te
puedo decir, que tendría sus 70 años, que no tendría su jubilación, vaya a saber por
qué, que ese viejito vivía para la zona aquella que se llama "Las Dulces", vivía por
esos lugares, quizás... ¿qué pecado habrá cometido esta gente? que quizás le haya
comprado un paquete de cigarrillos o que llegaban en ese tiempo los subversivos a
su casa porque tenían que pasar por ahí...y que se yo, este viejito ha sido uno de los
primeros desaparecidos que ha habido aquí...(…) Ahora...no solamente a él...traían
de varios lugares del entorno éste a lo que era el centro clandestino, porque este ha
sido un centro clandestino de detención aquí...que murieron muchas personas que
están desaparecidas, pero claro, todo lo que está aquí (señalando) ha sido un centro
clandestino, era una base militar”(Gabriel)

A través de diferentes acciones públicas las FFAA escenificaron en Santa Lucía su


omnipotencia, su panoptismo y su impunidad. Por un lado, se colocaron bombas en los
locales de los dos sindicatos que tenían sede en el pueblo: el de los obreros del surco y el de
los obreros de fábrica. Se clausuró así oficialmente el espacio por excelencia de reunión,
discusión y aglutinamiento político del pueblo, así como el último espacio que sobrevivió al
cierre del ingenio vinculado con el trabajo del azúcar. Por otro lado, se talaron todos los
árboles de la calle principal para que la misma pudiese ser vigilada con mayor facilidad desde
los helicópteros que circulaban frecuentemente por encima del pueblo. De alguna manera, se
buscó “domesticar” el espacio habitado y el circundante para adaptarlo a la forma y
funcionamiento de un cuartel militar en su totalidad. El “paisaje” del pueblo se vio, de este
modo, poblado por militares, sus carpas, sus vehículos y sus ritmos. Las calles y entradas al
pueblo se llenaron de retenes y controles en donde uno debía permanentemente ser revisado,
controlado y aprobado para continuar camino.

Todas estas acciones dan cuenta de una metodología centrada en el control


pormenorizado de la circulación de los cuerpos. Con la instalación de la base se (re)
construye una nueva Santa Lucía con el fin de tornarla en un espacio cerrado, recortado,
vigilado en todos sus puntos, en donde cada individuo estuviera constantemente localizado
(Foucault, 1987). El espacio público se torna así en un lugar peligroso para quienes habitaban
el pueblo, “uno salía y no sabía si volvía” fue una de las frases más comunes que escuche al
charlar con vecinos del pueblo sobre aquella época.

105
Asimismo, y especialmente a partir de la asunción de Bussi como jefe del Operativo
Independencia a finales de 1975, las FFAA procuraron construirse una imagen de
“protectores y salvadores” de la sociedad argentina.79 Efectivamente, la comandancia de
Bussi en el Operativo Independencia se diferenció de la de su antecesor Acdel Vilas por la
puesta en escena de un trabajo que buscaba crear mayor legitimación del accionar de las
FFAA y que apuntaba a un generar apoyo de la sociedad tucumana. Este accionar se
caracterizó por la organización de eventos públicos (campeonatos de futbol, pequeñas obras
públicas en los poblados intervenidos, el despliegue de desfiles y marchas militares de gran
envergadura, etc.) que apuntaban a demostrar que las FFAA, en su rol paternal, cuidaban y
protegían al pueblo tucumano. Cabe destacar que este “pueblo” al que referían los discursos
elaborados por los militares, era un pueblo totalmente distinto al que referían los discursos de
la guerrilla y los partidos de izquierda en general. En este primer caso se trataba de un pueblo
obediente, respetuoso de las instituciones, devoto a la iglesia y a las FFAA. En este sentido,
la guerrilla no era parte del pueblo y, por tanto, no merecía ni cuidado ni respeto.

También se construyeron y financiaron hospitales y escuelas, además de repartir


bolsones de comida y medicamentos. En la biografía escrita por su hijo, Bussi declara: “creía
que proveerles de condiciones de vida digna a los pobladores los pondría de nuestro lado del
conflicto” (Bussi, 2011: 168). Sin embargo, estos mecanismos no dejaban de ser coercitivos
y de control sobre la población. Esta estrategia venía del aprendizaje que tuvo Bussi en su
formación en la guerra de Vietnam, que indicaba que sin el apoyo de la población era
imposible ganar una guerra.

79
Pilar Calveiro (1998) reflexiona acerca de la construcción por parte de las FFAA de una imagen de sí mismos
como “salvadores de la patria”. Esta autora relata cómo esta institución fue, desde la década del `30, ganando
autonomía y concentrando un gran peso político propio. A partir de la alianza que fueron construyendo con
diferentes sectores dominantes de la sociedad, las FFAA fueron construyéndose públicamente como la única
figura fuerte, con suficiente consenso interno como para asumir el rol de árbitros y guías de la democracia
argentina. Esto solo podía sostenerse en el marco de un país marcado por disputas entre partidos políticos que
estaban siendo incapaces de construir una propuesta hegemónica.

106
Imagen extraída de Diario La Gaceta, 18 de febrero de 1975

Esta imagen fue publicada por el diario La Gaceta unos días después de iniciarse
formalmente el Operativo Independencia. Es importante destacar como se hace referencia a
una “hermandad de pueblo y ejército”80 y a la “nutrida concurrencia” que hubo en el acto. Se
intentaba, de esta manera, dar cuenta de la legitimidad y apoyo con el que contaban las
FFAA entre la población. La construcción del pueblo santaluceño como “hermano” de las
FFAA, era crucial para justificar la ocupación militar (planteada como una estrategia de
defensa nacional) y las diferentes medidas represivas que estaban llevando a cabo ante el
resto del país. Con la intensión de justificar su presencia en la zona, Acdel Vilas, uno de los
comandantes del OI, había declarado que el operativo tenía la “finalidad de restituir la
tranquilidad a sus habitantes, alterada por el accionar de delincuentes subversivos”81.

De cualquier manera, este cambio de estrategia no llevó a un descenso de los


controles, secuestros, y tormentos sobre la población. De hecho, durante la comandancia de

80
Cabe destacar que tanto la guerrilla como las FFAA intentaron establecer con la comunidad santaluceña una
imagen de familia. En el caso de la guerrilla, como describí anteriormente, se hablaba de los combatientes de la
Compañía del Monte como “hijos” del pueblo tucumano y en el caso de los militares, se habla de unas fuerzas
armadas “hermanas” del pueblo santaluceño.

81
Archivo La Gaceta, 11 de febrero de 1975.

107
Bussi, el número de secuestrados se incrementó siendo aquel el período en que se registran
mayores secuestros y en el que el aparato desaparecedor crece pero se torna más ilegal,
clandestino y secreto (Taire, 2009). En este sentido, el aparato disciplinador jugó con el
sentimiento de terror y gratitud de la población.

A partir de todas estas medidas, uno de los puntos a los que se va a atacar es al de la
sociabilidad de los habitantes del pueblo, puesto que, a partir de la llegada de los militares,
cualquier actividad social de esparcimiento era vista como peligrosa y por tanto quedaba
prohibida. A causa de esto, ciertas rutinas y prácticas que habían sido grandes ejes de reunión
(y con ello de sociabilidad, fraternidad y solidaridad) fueron erradicadas de la vida cotidiana.
De esta manera, las reuniones de la tarde en la Cruz Mayor82 para conversar con los amigos,
las charlas compartidas en las veredas con los vecinos, las reuniones y fiestas en el club
social y los tradicionales partidos de futbol de los fines de semana fueron forzosamente
eliminadas de la vida en Santa Lucía. El aislamiento de la población y su confinamiento o
reclusión al ámbito doméstico, fue no solo una de las maneras de castigar y atemorizarla sino
que fue una estrategia central para poder controlarlos y disciplinarlos.

Para la gente que habitaba en las colonias aledañas al poblado, la represión y el


control fueron aún más brutales por ser esas zonas parte del “monte” que, como sostiene
Garaño83 (2003), se había conformado como un verdadero teatro de operaciones tanto para
las FFAA como para la guerrilla.
Marta tenía tan solo seis años cuando comenzó el OI. Paso su infancia en la zona de
Caspinchango y Negro Potrero, dos antiguas colonias azucareras que quedaban alrededor del
poblado de Santa Lucía. La familia entera de Marta se dedicaba a pelar caña en los campos
cercanos a su casa que habían aprovisionado al ingenio Santa Lucía y a otros de los
alrededores. Era un trabajo que involucraba a toda la familia incluyendo a ella y sus 10
hermanos. Cuando se instaló la base en Santa Lucía, la vida de Marta cambio para siempre.
Durante esos años ella experimentó la detención de dos de sus hermanos mayores y de su
padre. Hoy en día, sigue buscando a Rene, uno de sus hermanos que desapareció luego de ser
detenido en su casa y llevado a la base.

82
Se trata de una esquina céntrica del pueblo que queda ubicada en el encuentro entre las 2 calles más
transitadas del poblado (una de ellas era el principal acceso desde la ruta al pueblo) en la que se ubican,
asimismo, la iglesia, la escuela y el club social de Santa Lucía.
83
Garaño (2003) trabaja en torno a cómo la figura del monte, tan marginal en la escena nacional de la época, se
fue construyendo, primero desde los militantes del PRT-ERP y luego a partir de las autoridades militares, como
el centro de las operaciones y la estrategia militar. Este autor va a hablar sobre el monte tucumano como un
verdadero teatro de operaciones sobre el cual se escenifica el poder militar.

108
(M): Porque...no sé qué buscaban acá...era algo que se habían instalado ahí [en
Santa Lucía] y han empezado a andar casa por casa maltratándola a la gente,
pegándole, llevándoles sin explicación...la verdad que no había explicación para eso
porque la agarraban a la gente, la sacaban, los cagaban a palos y la gente quería
saber por qué! y no había respuestas en ellos...te agarraban, te ponían una venda en
los ojos, te ataban las manos, te alzaban a un camión y te llevaban y no sabías si ibas
a volver o no... Era impresionante... primero han empezado creo que en Santa Lucía
y después han empezado por la parte adonde vivíamos nosotros... yo me acuerdo que
pasaban por la calle todos... no pasaba uno solo, pasaban miles de soldados
desfilando por la calle, encapuchados, tapándose toda la cara, con ponchos, con
todo armamento pasaban para arriba. Yo no sé qué iban a hacer arriba, pero iban...
(D): ¿para dónde?
(M): ¡Para el monte! Iban directamente al monte y de ahí se empezaban a
desparramar, a venir al pueblo a maltratar a toda la gente... los alzaban a la gente
en los camiones y los llevaban... ¡era un desastre! y vos veías eso y te agarraba como
ataque de pánico y tenías miedo, y estabas imaginándote en una guerra porque no
sabías si ibas a sobrevivir o no y bueno...eso era muy difícil porque es algo que te
agarraba como pánico. Nosotros nos escondíamos cuando los veíamos pasar, nos
metíamos bajo de la cama porque les teníamos pánico. Teníamos pánico que vayan a
la casa...allá fueron 3 veces, 4 veces...las veces que ellos pudieron ir a mi casa a
hacer desastre iban y entraban, abrían la puerta, nos alumbraban con linternas. Mi
vieja lo único que hacía, que atinaba, era apoyarnos, que no nos hagan daño porque
eso es lo que ella peleaba, porque no nos hagan daño a nosotros que nos
desarmaban el colchón, lo sacaban a mi viejo y lo cagaban a palos. Cuando lo
llevaron a mi hermano, a Rene, fue fatal porque él estaba tomando el desayuno en la
cocina, llegaron de repente y le han puesto un chumbo en la cabeza y han entrado
adentro y han revuelto todo todo. No sé qué buscaban, nunca han encontrado nada
en mi casa. (Marta)

El testimonio de Marta permite poder acercarnos a la experiencia de aquellos que


vivieron en los alrededores del pueblo, dentro de la zona que era concebida como “monte”
por los militares. Esta zona estaba principalmente habitada por trabajadores del surco y sus
familias quienes representaban el escalafón más bajo de la cadena productiva por sus salarios
menores y sus condiciones laborales y de vida penosas.

Con particular saña, los habitantes de esta zona fueron agredidos y vigilados por la
base militar ya que, al encontrarse dentro de la zona en donde habitaban y circulaban los
miembros de la Compañía del Monte, se los acusaba permanentemente de “colaborar con el
enemigo” o de encubrirlos. Resulta interesante recordar que Bussi desplazó forzosamente en
1976 a los pobladores de diferentes colonias azucareras hacia los hoy llamados “pueblos del
operativo”. Los mismos fueron construidos durante el OI con el objetivo de aglutinar y
vigilar a esa población. Estos cuatro poblados que recibieron los nombres de militares que
murieron en el OI (Teniente Berdina, Sargento Moya, Capitán Cáceres y Soldado
Maldonado) se convirtieron, asimismo, en centros de vigilancia, estratégicamente ubicados

109
en zonas en las que habían sucedido enfrentamientos entre la guerrilla y las FFAA. (Garaño,
2016)

Este particular ensañamiento que tuvieron los militares con los habitantes de las zonas
más alejadas de los poblados del sur tucumano, puede entenderse no solo desde una cuestión
netamente geográfica y por tanto estratégica de control sobre la guerrilla. Por un lado, los
habitantes de las colonias formaban parte de los trabajadores más empobrecidos de la
provincia, lo cual significaba una amenaza en sí misma. No olvidemos que Bussi sostenía
que “las injusticias sociales (…) eran el caldo de cultivo de la subversión desatada” (Bussi,
2011: 133). Si esto era cierto, no había lugar más propicio para la subversión que las colonias
azucareras.

¡Yo digo que más la gente pobre ha sufrido más!

La frase que le da nombre a este apartado fue dicha por Marta, durante una entrevista
en su casa a fines del 2016. Uno de los puntos en los que ella hacía hincapié era el de que, el
secuestro en un contexto de pobreza generalizada implicaba, otra serie de dificultades.
Además del drama propio de desconocer el destino y la suerte del familiar detenido, la gente
pobre debía lidiar con un problema muy concreto y material: el de la ausencia de una persona
que aportaba a la economía familiar. Así, el factor económico que significaba para las
familias tener un miembro detenido era un punto principal de la tragedia que estaban
viviendo.

(M): Si son historias de terror. Yo creo que la gente nunca se va a olvidar todas las
cosas que pasaron...yo creo que la gente no se olvida fácil. ¡Yo digo que más la gente
pobre ha sufrido más! También gente que tuvo dinero le llevaron y fue difícil para
ellos, pero a gente pobre que le llevas un familiar, un padre...quedas como mi vieja
que quedo con un montón de hijos y no teníamos para comer ni nada de eso. A mi
viejo lo llevaron 3 meses y fue fatal. Mi vieja lavaba ropa para otra gente para que
nos den de comer...los hijos desparramados, mis 2 hermanos en Buenos Aires, mis
hermanas desparramadas por un lado porque no tenía para darle de comer, mis 2
hermanas mayores fueron a trabajar desde chicas de empleada doméstica y
quedábamos yo, mi hermana y el chico éste que no habla casi. Yo creo que para mi
vieja fue muy difícil la vida de ella. Ella nos tuvo que desparramar por todos lados
porque no tenía para darnos de comer y yo creo que eso fue fulminante para ella
porque el que trabajaba lo llevaron 3 meses y fue difícil. Lo que tenía mi vieja era
una amiga del alma de toda la vida, se conocían desde que eran chicas. Yo no sé qué
era ella del almacén grande... yo creo que no era dueña, era empleada ¡Pero ella la
ayudo un montón! Imaginate que le cargaba los bolsos de cosas "toma lleva para tu
hijo" y mi mama era tan agradecida que cuando iba al almacén grande ya le llevaba

110
un pollo carneado, un bollo, no sabía cómo pagarle los favores que ella le hacía.
Digamos que destruyeron familias enteras, familias enteras destruyeron esa gente.
(Marta)

En muchos casos, como en el de la familia de Marta donde su padre y sus dos


hermanos mayores fueron detenidos casi al mismo tiempo, el hecho implicaba una condena
al hambre y a la miseria. Las estrategias usadas para sobrevivir fueron enviar algunos de los
hijos a casas de familiares en otras ciudades o provincias, o también apoyarse en redes de
solidaridad que se dieron a partir de amigos o vecinos que se socorrieron en esos tiempos
terribles con bolsones de alimentos, dinero o ayudando a conseguir trabajo (o “trabajos”, para
poder cubrir, con los míseros salarios de la época los gastos mínimos de las tradicionalmente
numerosas familias del interior tucumano). Estas redes que se apoyaban en capitales sociales
cuando escaseaba el capital económico fueron muy frecuentes ante la situación laboral
altamente precarizada e inestable que regía (y sigue rigiendo) en Santa Lucía84.

A su vez, quienes sobrevivían al paso por los CCD tenían que enfrentar en su retorno
a la “vida normal”, el drama de no poder recuperar en muchos casos los trabajos que habían
sido obligados a dejar durante su tiempo en detención. También se les dificultaba
enormemente el ser contratados en nuevos puestos por estar “marcados” como subversivos
por el simple hecho de haber estado secuestrados. Así, en una comunidad pequeña como la
de Santa Lucía, el secuestro conformaba en sí mismo una marca perpetua en la imagen de la
víctima y de su familia. La detención era acusación y era también condena por un crimen o
delito cuya causa, para la mayor parte de mis entrevistados, nunca quedaba del todo clara:

(M): Cuando vino mi hermano llego todo desarmado con los pies hechos pelota, la
cara toda destrozada, el cuerpo quemado, lo quemaban con cigarros, los brazos
morados, sin ropa, desnutrido, esas cosas...nosotros como familia estábamos
contentísimos porque volvió! mi vieja era...la alegría que tenía era algo
impresionante porque ha vuelto a la casa! a mi hermano lo han lastimado tanto en
los pies que no se podía poner zapatos por lo menos 2 o 3 meses hasta que se ha
desinflamado...le han hecho pedazos las costillas, la columna...todo un desastre! los
que eran amigos de él...vos viste "vino!" y listo. No te preguntaban qué es lo que te
han hecho ni nada de eso. Los vecinos eran como te digo, con mucho miedo a
preguntar y todo eso.
(D): ¿Y después tenían problemas para conseguir trabajo o nada que ver?

8484
Lomnitz (1993) hace una descripción muy completa de cómo operan estas redes sociales de asistencia
mutua a partir del análisis del caso de algunas barriadas de la ciudad de México DF. Según esta autora, estas
redes representarían un sistema económico paralelo a la economía de mercado en contextos de marginalidad
social y precarización laboral. Las mismas se caracterizan por el aprovechamiento de recursos sociales operando
en base al intercambio reciproco entre iguales.

111
(M): ¡Por supuesto! ¡Mucho problema! mi hermano no trabajó ponele 4 años o 5
años porque no conseguía...él se fue a trabajar a Rio Negro y Mendoza, se iba a
juntar la manzana y esas cosas porque ahí en la finca no le daban laburo... ¡Lo
tenían marcado! y bueno lo que atinaba él era irse a otro lado a laburar. Y bueno,
digamos que en la finca casi nunca laburo, creo que para una sola finca laburo, pero
después creo que laburo para otra finca de cerca de Santa Lucía. Ahí se fue
reponiendo y reponiendo hasta que bueno ¡Ahora está mucho mejor! yo creo que
esas cosas nunca se olvidan porque siempre está en la mente lo que te ha pasado.
(Marta)

Un aspecto interesante del testimonio de Marta es que tiene el valor de poder


ubicarnos desde la mirada del familiar de un desaparecido. Lo que deja en claro el relato de
la experiencia de su familia es que es imposible limitar el carácter de “victimas” a quienes
sufrieron en carne propia la detención, la tortura y en muchos casos la desaparición. La
comunidad toda, estando ocupada militarmente, sufrió en carne propia el terrorismo de
estado y llevan hasta el presente la marca de aquellos años. Como sostiene Calveiro (2006)
un punto central de la estrategia disciplinadora y desaparecedora era, más allá de la
desaparición física de un “enemigo” concreto, la de lograr un “efecto expansivo” sobre una
periferia muy amplia de personas directa o indirectamente vinculadas con los reprimidos (…)
se buscaba la diseminación del terror tanto dentro del CCD como fuera de él. Los
sobrevivientes y las victimas casuales se convertían así, en la prueba irrefutable de la
arbitrariedad del sistema y de su verdadera omnipotencia” (Calveiro, 2006: 45)

Tecnologías de la represión a escala local

La base, no casualmente, se asienta en el predio del ex ingenio. Los militares van a


apropiarse también de algunas de las calles y espacios que lindaban con el ingenio
cercándolos y tornándolos en zonas de uso exclusivo del personal militar. Es importante
pensar en cómo este lugar, que fue un pilar fundamental de la comunidad, fue elegido
también como el centro estratégico del control, la vigilancia y el disciplinamiento de la
población. Los militares entendieron rápidamente que tomar el ingenio y tornarlo suyo era
también apropiarse del nodo central que unía a la comunidad. No es un factor menor el hecho
de que la mayor cantidad de personas que pasaron por el CCD que funcionó en esta base,
eran antiguos obreros que, por generaciones habían trabajado en ese mismo sitio y lo habían
sentido suyo. Hoy en día, el sector del ex ingenio (o de la ex base) sigue configurándose
como el sector central del poblado y como parte principal del paisaje cotidiano

112
Por encontrarse el ingenio (convertido en base) en el centro geográfico del poblado,
el mismo pasó a funcionar como un gran ojo que todo lo ve y todo lo controla estando la
población siempre vigilada. A la vez, la visibilidad de las acciones emprendidas por las
fuerzas represivas pasó también a ocupar el centro de la escena pública, convirtiéndose las
mismas en parte sustancial de la vida cotidiana. Como se puede observar a partir del
testimonio de Gabriel, las escenas de violencia y terror y la sensación de estar viviendo en un
escenario de guerra, se tornaron en cotidianos para los habitantes de Santa Lucía. Hoy en día
pueden aun reconocerse marcas de aquel escenario de ocupación militar en algunas paredes
marcadas por las balas, en los grafitis efectuados por los conscriptos de aquella época en
algunas de las paredes que estaban al interior de la base, en los muros que levantaron los
militares en ciertas zonas, etc.85

“yo en ese tiempo ya andaba en segundo año, en la escuela ésta [señalando la zona
de la actual biblioteca popular que fue en el pasado la sede de la escuela técnica], a
la par de donde es la biblioteca ahora (...) viste que está la biblioteca, para ahí...era
una galería que vos podías mirar que pasaba para allá donde andaban los militares
[señalando la zona interna de la base]...muchas veces entraban en ese tiempo...yo
calculo 5, 6 cadáveres seguramente habrán sido...porque vienen y ¿qué hacían ellos?
venia un jeep primero y detrás venían los soldados en un camión y el jeep venia
rápido ese día después del bombardeo, y rápido ha ordenado que ya abran la puerta!
imaginate que el soldado te abra un portón grande como el que está en el ingenio
ahora no se si has visto...así era ahí. Hasta que han abierto ha entrado el jeep y al
rato entra el camión unimogs y va al fondo y nosotros [decimos ] "chicos miren el
camión" y claro y veía que todos se amontonaban y miraban y bueno el camión ha
puesto atrás el cadáver que han podido capturar, después de la incursión esa aérea
que han hecho...y eso han venido y los han apilado ahí...y ¿dónde están los
cadáveres esos digo yo? eso no es que me lo han contado sino que lo hemos visto yo
y cuantos chicos que estábamos en ese tiempo, de la generación mía.” (Gabriel)

Como describe Gabriel, la base militar se emplazó en la misma manzana que la


escuela técnica secundaria del poblado por lo que los jóvenes locales estuvieron
cotidianamente expuestos a presenciar los movimientos de los militares, siendo
frecuentemente testigos de los hechos más espeluznantes. Lejos de ser un “accidente” o un
mal cálculo, la constante exposición de los pobladores (sin importar la edad) a cadáveres,
gritos, ruidos de balas y hechos de extrema violencia fue una parte fundamental de las
estrategias disciplinadoras que buscaban, a través del terror, ejercer el control sobre el
pueblo. Como sostiene Segato (2013):

“no existe poder soberano que sea solamente físico. Sin la subordinación psicológica y moral
del otro lo único que existe es poder de muerte, y el poder de muerte, por sí solo, no es

85
Para una descripción y análisis más profundo de las modificaciones espaciales y edilicias que supuso la
construcción de la base y el ccd revisar Cattaneo (2014)

113
soberanía. Es por esto que una guerra que resulte en exterminio no constituye victoria, porque
solamente el poder de colonización permite la exhibición del poder de muerte ante los
destinados a permanecer vivos. El trazo por excelencia de la soberanía no es el poder de
muerte sobre el subyugado, sino su derrota psicológica y moral, y su transformación en
audiencia receptora de la exhibición del poder de muerte discrecional del dominador” (Segato,
2013: 21)

En este sentido, los habitantes de Santa Lucía constituyeron una audiencia


privilegiada del mensaje de dominación emitido por las FFAA a través de diferentes
estrategias performáticas que hacían uso de una violencia ejemplar.

Por otro lado, más allá de lo meramente simbólico, la elección de diferentes ingenios
como bases militares y CCD fue un patrón que se repitió en todo el NOA86 y representa una
muestra muy clara de las complicidades del sector empresarial con el terrorismo de estado en
nuestro país. Por otro lado, la coincidencia absoluta del trazado del circuito represivo con el
de los grandes núcleos obreros de la provincia (Nassif, 2015), sirve para poder visualizar cuál
fue el foco y objeto central de la represión durante el OI: la clase trabajadora. A la vez, sirve
como prueba de que el OI no buscó simplemente la eliminación del conflicto o de un sector
“radicalizado y subversivo” ubicado en “los montes”, sino que el despliegue del aparato
represivo apuntó centralmente a una reestructuración económica, política y social de la
población general. En definitiva, mediante la estrategia represiva, no se buscaba simplemente
suprimir o eliminar sino más bien producir y generar un Tucumán distinto.

86
Además del CCD que funciono en Santa Lucía, muchos otros ex ingenios o instalaciones vinculadas a la
actividad azucarera fueron ocupados como CCD. Entre ellos cabe destacar el ingenio Leales, el Corona y La
Trinidad que estaban en manos privadas y otros como el ex ingenio Bella Vista estaban en manos de organismos
estatales como CONASA. (Cattaneo, 2014)

114
Archivo Revista Gente fechado 20/5/1976: “Tucumán, Hoy. La guerra y la paz. Combates. Pero también
hospitales de campaña para la población civil. Rastrillajes en el monte, Pero también soldados que levantan
escuelas. Hombres que mueren. Pero también trabajo, caminos, orden, esfuerzo. Un general que ordena
operaciones bélicas. Pero también un gobernador que hace sonar l sirena para que empiece la zafra. Este es
Tucumán, hoy. En la guerra y en la paz. Una provincia que empieza a tener una nueva cara.”

Como aclare con anterioridad, a su llegada, los militares instalaron un Centro


Clandestino de Detención (CCD) que funcionó en instalaciones aledañas a la base militar y
se conectó estratégicamente con otros CCD de la provincia formando una red. Funcionó,
como el resto de su tipo, como una tecnología clave del dispositivo disciplinador-
desaparecedor que tenía por objeto la detención, el interrogatorio con fines de averiguación y
muchas veces el asesinato y desaparición de los cuerpos de quienes fueron condenados a
muerte. Desde la base militar salían así las diferentes patotas o grupos de tareas, muchas
veces vestidos de civil o con las caras cubiertas, a realizar las detenciones en los domicilios
de las víctimas o en sus lugares de trabajo e incluso en lugares públicos como calles, plazas,
clubes o bares. Como relata Marta:

(D): ¿Nunca han explicado qué buscaban?


(M): No, nunca, nunca han explicado nada! ellos eran dueños y señores de la gente,
de hacerles lo que ellos querían... así que bueno... lo sacaron a mi hermano y ahí en
esos momentos en que lo sacaron nos re cagaron a palos, le pegaron hasta mas no
poder y lo han metido en el auto que yo no sé si ha sido en el auto o en el baúl del
auto, y mi vieja llorando por atrás del auto que lo dejen por favor, que él no iba a
hacer nada. Lo único que le decían era "callate porque a vos también te vamos a
llevar". A mi papá le han metido un culetazo en la cabeza, lo han tirado en el suelo, a
mi hermano, yo tengo un hermano que es sordo mudo, lo sacaron, lo pusieron contra
la pared, primero lo llevaron a Rene y después volvieron y se lo llevaron a Ramón, lo
sacaron también, así como lo sacaron a mi hermano. A mi papa lo sacaron del

115
trabajo y bueno lo trajeron a la casa con las manos atrás, con los ojos vendados.
Llego a la casa y mi mama le pregunto qué es lo que pasaba y ya lo han agarrado, lo
han puesto en el auto y lo han llevado, después mi vieja andaba recorriendo las
bases, buscando a Rene, a mi papá y a mi hermano, anduvo por Santa Lucía, por
Acheral, por Famaillá, hasta la ciudad se vino a ver y nadie tenía noticias, nada de
nada, le cerraban la puerta en la cara, la echaban.
(D): ¿y que se decía en el pueblo? ¿Los vecinos no se ayudaban entre ellos?
(M): Los vecinos tenían pánico, tenían miedo de hablar porque era feo porque ni la
gente sabía que es lo que pasaba y la gente atinaba a no hablar, no decir nada y se
quedaban callados hasta el día de hoy que hay alguna gente que hablar y otra
no. (Marta)

Los operativos por los cuales la gente era arrancada de la vida cotidiana y llevada al
CCD se realizaban en cualquier horario del día o la noche, sin explicarse jamás cual era el
motivo de la detención y sin explicitar adonde seria trasladada la persona.

Una cuestión importante a resaltar de lo relatado por Marta es el tema de la impunidad


y el control total que tenían, sobre la población, los militares asentados en la base. Rita
Segato (2013) advierte respecto a una de las estrategias clásicas del poder soberano para
reproducirse como tal que consiste en divulgar e incluso espectacularizar el hecho de que se
encuentra más allá de la ley. Así, en nuestro caso podría pensarse en como este despliegue de
poder tiene una función que es a la vez punitiva-ejemplificadora como constructora-
exhibidora de poder e impunidad. A partir de sus despliegues de poder, de sus rituales
disciplinadores, la base militar fue elaborando en la escena pública y frente a la comunidad
santaluceña su imagen, sus alcances y sus propias reglas.

En este capítulo me propuse analizar las memorias que construyen los pobladores de
Santa Lucía sobre un momento muy particular de su historia que ellos recuerdan como la
época de la base, debido a la instalación de una base militar en el centro del poblado. Como
expliqué anteriormente, esta época (así como la que aborda el capítulo anterior), no puede ser
pensada como un tiempo cronológico con límites estrictos, un comienzo y un final definidos,
sino que funciona como una manera de ordenar y significar desde el presente las
temporalidades pasadas. Así, al hablar de la época de la base, se habla también de algunos
hechos y personajes que tuvieron un rol importante en el pueblo años antes de la efectiva
ocupación militar del mismo. Las temporalidades, por lo tanto, se vuelven difusas y
adquieren sentido en relación a lo que busca legitimarse en el presente.

Por todo esto, a lo largo de este capítulo intenté dar cuenta de los diferentes
elementos, personajes, sentidos y discusiones que condensan las memorias de un pasado
marcado por la violencia y las situaciones límites. Por un lado, intenté mostrar las diferentes
116
representaciones que se hicieron durante los ´70, desde la prensa oficial y desde la prensa del
ERP, sobre Santa Lucía y lo que allí estaba sucediendo así como el impacto que estas
construcciones tuvieron en la comunidad local. Por otro lado, trabajé sobre las memorias
locales sobre la llegada de la guerrilla al pueblo y la construcción de la misma como un
“otro” que contrastaba con los santaluceños a partir de distintas cuestiones. A su vez, analicé
diferentes momentos claves que se destacan en las memorias locales de la guerrilla como ser
el asesinato de Ramón Rosa Jiménez y los ajusticiamientos que ocurrieron en el pueblo.
Estos eventos resultan clave, a mi entender, para poder analizar la manera en que hoy en día
la gente recuerda a la guerrilla y a este período en general. Por último, me interesó abordar
las características que tuvo el Operativo Independencia en Santa Lucía, la manera en que
localmente se recuerda la instalación de una base militar en el pueblo y lo que eso significó
para la vida cotidiana de los habitantes.

Un eje central que atravesó todo el análisis realizado en este capítulo fue el de poder
dar cuenta de cómo las experiencias de violencia y represión (y los sentidos otorgados a las
mismas) contribuyen a nuevas construcciones, que son también fundantes, de comunidad. La
violencia, en este marco, fue abordada desde su potencial productivo y no como simple
destructora.
En el próximo capítulo me interesa abordar la manera en que se conmemora
actualmente algunos hechos del pasado local relacionados con la violencia de los ´70.
Intentaré así realizar un análisis de las situaciones sociales en que las memorias son actuadas
e inscriptas en la escena pública, revelando jerarquías y legitimidades diferenciales al interior
de la comunidad.

117
CAPÍTULO IV

LAS CONMEMORACIONES DEL PASADO LOCAL.

DISPUTAS Y TENSIONES

118
En el siguiente capítulo me propongo dar cuenta de algunas estrategias llevadas
adelante actualmente en Santa Lucía para conmemorar y poner en escena las memorias
anteriormente analizadas. Analizaré así lo largo de las siguientes páginas algunas
materialidades, escenas y disputas (así como ciertos consensos) que entran en juego a la hora
de conmemorar. Intentaré asimismo presentar brevemente un pequeño pantallazo de algunas
de las personas y espacios que encaran hoy en día la tarea de preservar la memoria. De esta
manera indagare en torno a las situaciones sociales en que las memorias son actuadas e
inscriptas en la escena pública, revelando jerarquías y legitimidades diferenciales al interior
de la comunidad. Para ello, parto de del supuesto, inspirada en Geertz (2002), de que lo
puesto en escena tiene un potencial político creador fundamental y, por lo tanto, las
escenificaciones de la memoria, se tornan un lugar central sobre el cual indagar.

Por otro lado, me propongo pensar en algunas de las tensiones que existen entre los
discursos, ritos y símbolos usados para conmemorar las luchas por DDHH en las grandes
ciudades con respecto a comunidades pequeñas como la de Santa Lucía.

Las tensiones y disputas en torno a los calendarios

A partir de la reapertura democrática (1983) los organismos de DDHH, nucleados


sobre todo en las grandes ciudades del país, elaboran un calendario ritual87 que sincroniza los
tiempos de conmemoración en torno a la represión a escala nacional. La fecha clave del
mismo es la del 24 de marzo, el cual fue conmemorado año a año hasta oficializarse como
feriado nacional desde el 2004. Existen, asimismo, otros calendarios rituales locales,
conmemoraciones que, sin embargo, deben inscribirse en el marco que esas temporalidad de
mayor escala legitima, o al menos dialogar con ella.

Poniendo en tensión a este calendario nacional para conmemorar, repudiar y reclamar


los hechos acontecidos durante la década del ´70, como hemos visto a lo largo de todo este
trabajo, las historias de Santa Lucía tensionan los marcos temporales, al registrar sus inicios
en épocas más tempranas. Como muestran los testimonios locales, el terrorismo de Estado y
la represión comenzaron años antes en el poblado que tenía ya para el año 1975 un CCD

87
Desde la antigüedad el calendario “ha sido el sostén de un desenvolvimiento de la historia en el cuadro anual
(…) hoy, curiosamente, el año encuentra en parte su rol de cuadro de referencia de la historia” (Le Goff,
1991:121-122). Los calendarios rituales ofrecen la posibilidad de organizar tiempos y ritmos, al mismo tiempo
lineales y repetitivos, que permiten conmemorar los hechos significativos de una comunidad.

119
ubicado en el centro de la localidad y que contaba ya con largas listas de detenidos y
asesinados por causas políticas.

Gabriel recuerda lo que significó para su pueblo los inicios tempranos de la represión
en el pueblo:

(D): ¿Durante la última dictadura siguió aquí la base?


(G): Y claro, se instaló en plena democracia, que no? en el ´75, y ya se conocía aquí
lo que era el terrorismo de estado a través de los militares o a través de las
organizaciones paramilitares que eran las triple A, que también operaban en todo
esto. Entonces la gente estaba ya…ya había desaparecidos ¿me entendes? de tal
forma que...te digo aquí se hacían todos los recursos de habeas corpus, se
presentaban…pero ya había terrorismo. Se ha hecho mucho más grande el
terrorismo cuando toman el poder ellos el 24 de marzo del ´76, cuando asumen ellos
como poder de facto y cuando los 3 comandantes de las fuerzas se ponen al frente del
Estado. ¡Ha sido peor después! ¿Por qué? porque ya después directamente no había
juez, ya nuestros derechos estaban digamos, cerrados, y ha sido peor porque al poco
tiempo ya le pedían más resultados a Acdel Vilas que es el que comandaba el
Operativo Independencia y le pedían directamente terminar con el tema de los
subversivos de tal forma que hacen el recambio ahí y viene un general...Bussi, no sé
si vos…seguramente vos conoces algo de él, que fue formado militarmente en el
tiempo de Vietnam. (Gabriel)

Con respecto a esto Pocha reflexiona:

(P): (…) Y bueno, después cuando fue lo de la base, se imagina, ya se ha


instaurado... ¡otra vez hemos tenido un destino fatal con la dictadura! ¡Estamos cono
signados! porque en el tiempo ese de la dictadura de Onganía nos cerraron el
ingenio, en los ´70, cuando entró Videla como presidente y acá teníamos a Bussi
como gobernador, ocurrió todo lo que ocurrió. Pero también viene de antes de lo de
Bussi porque era el Operativo Independencia que empezó en el ´74 creo!! Así que le
digo que vamos signados muy mal! ¡Todo mal! (Pocha)

Por otro lado, Delia88 la bibliotecaria del pueblo y encargada de las principales
conmemoraciones respecto al tema que vengo analizando, señala la dificultad que existe
actualmente en el pueblo para poder hablar de lo vivido en el pueblo durante los ´70:
En la escuela te dicen "el 24 de marzo pasó tal cosa..."pero te hablan siempre de
Buenos Aires como si hubiese pasado todo por Buenos Aires y no te ubican en
Tucumán, o en Santa Lucía que fue, como dicen, el epicentro, fue tomada no
solamente una parte sino todo el pueblo fue tomada como una base militar! y
entonces...vamos a dar una charla y mientras estaba un hombre contando el tema del
24 de marzo los chicos jugaban y se tiraban papelitos y a nadie le importaba nada!
entonces cuando uno hace unas intervenciones les dice "chicos, lo que está contando
es lo que pasó aquí en Santa Lucía”. Ellos parece que les hablaran de otro mundo y
les decimos que tienen que preguntar a sus padres, que pregunten qué pasó,
pregunten del vecino porque le llevaron la hija del vecino o una sobrina o a alguien,

88
Presentaré a esta figura tan central para la comunidad en páginas posteriores.

120
pero pasó aquí en Santa Lucía y que para que no vuelva a suceder tienen que tener
memoria ¿entendes? (Delia)

Delia habla así de una dificultad para poder ubicar los discursos más legitimados
sobre lo que pasó en nuestro país durante la dictadura (que parece solo hablar de lo sucedido
en Buenos Aires) dentro de la experiencia que se vivió puntualmente en Santa Lucía y cuyas
víctimas son los actuales vecinos del poblado. Por otro lado, resalta la necesidad de la
juventud local de poder preguntar en sus hogares sobre lo que pasó. Esto también revela que
en el ámbito familiar y privado tampoco parece haber mucha discusión respecto a lo vivido
en la época de los ´70.

Gonzalo reflexiona a partir de las tensiones que él encuentra entre las “fechas
oficiales” para recordar el último golpe militar y los relatos de sus familiares y vecinos sobre
las vivencias en el pueblo:

Lo que sí sé es que a nivel nacional se habla por ahí mucho del golpe militar
¿entendes? Para ese entonces acá eso pasó desapercibido…porque si bien ahí toman
los militares el gobierno y todo eso, acá ya estaban! Ya estaban instalados y
combatiendo las filas del ERP acá en Santa Lucía. Mientras allá en Buenos Aires se
daba todo eso en Santa Lucía ya se estaba viviendo desde hace muchos más años el
tema de las desapariciones y de los levantamientos obreros y todo lo que ha sido la
lucha azucarera… (Gonzalo)

La cronología de la represión en Santa Lucía nos muestra así, las profundas


continuidades represivas que hubo entre el aparato estatal “democrático” y el golpista, entre
los funcionarios estatales legales y los dictatoriales, siendo muy difícil para esta población
pensar el golpe militar de marzo de 1976 como una ruptura o un cambio drástico a lo que ya
venían viviendo. En un pueblo como éste, que fue central para la construcción de la imagen
del „teatro de operaciones‟ (Garaño, 2003), las famosas imágenes del 24 de marzo marcado
por la aparición de cientos de militares tomando las calles con tanques y armas de guerra, no
significaban ninguna novedad o asombro. Por el contrario, vinieron a reforzar la idea de que
la represión vino y seguiría viniendo desde el Estado.

Por otro lado, el desfasaje en los calendarios oficiales con respecto a los inicios de la
represión nos revela que el discurso en torno a DDHH en Argentina se construyó
principalmente a partir del relato de sobrevivientes y familiares de desaparecidos del centro
del país, dejando de lado las experiencias de zonas rurales más marginadas (geográfica,
económica y políticamente). Así, dentro de estos discursos oficiales, es posible percibir una

121
sub-representación de la experiencia de víctimas que no son estudiantes o profesionales (Da
Silva Catela, 2001). La experiencia de la represión para las clases más bajas representa uno
de los relatos menos conocidos en el discurso oficial de DDHH.

La predominancia de un relato nutrido por las experiencias de estudiantes y


profesionales y situado en las principales ciudades del país puede explicarse, por un lado,
como el resultado de la capacidad de sus familiares para hacer uso de sus capitales sociales,
económicos y políticos para visibilizar e impulsar sus luchas por justicia. Así, como sostiene
Da Silva Catela (2001) “estos “guardianes de la memoria” están en condición de valerse de la
desigual distribución de los medios culturales y simbólicos para hacerlos reconocer,
individualizarlos y convocar la adhesión de otros” (Da Silva Catela, 2001: 175). Como
sabemos, instalar una temática en la agenda pública no depende simplemente de la voluntad
de los interesados o de la importancia del tema, sino que requiere fundamentalmente de la
posibilidad de organizarse, obtener visibilidad y apoyo público. En este sentido, en
Argentina, los familiares que encabezaron las luchas por memoria, verdad y justicia, fueron
mayoritariamente pertenecientes a una clase media que habitaba las grandes ciudades del
país. Esto configuró también cuales fueron los tiempos, los términos y las características que
tomó el discurso de DDHH en nuestro país, así como las políticas que estos organismos
conquistaron. Solo recientemente y de una manera aún muy marginal se incorporan, a partir
de una solicitud oficial de la palabra (y específicamente) en la escena judicial, las memorias
de sectores de la periferia del país, de extracción obrera y rural.

Esto también da cuenta de la efectividad de la represión sobre estos sectores, que


otrora contaron con una extensa experiencia organizativa centrada en lo sindical. La profunda
fragmentación que sufrió el movimiento de trabajadores del azúcar a lo largo de todo este
proceso represivo, limitó fuertemente la posibilidad de resistir, organizar y visibilizar
cualquier lucha como colectivo. Al final de la dictadura militar, la previamente celebre y
luchadora FOTIA estaba destruida, sus referentes habían sido asesinados en los primeros días
del golpe militar, su sede intervenida, y miles de sus afiliados desaparecidos. De esta manera
se explica, en mi opinión, porque no se emprendió en Tucumán una construcción de lucha
por la memoria, verdad y justicia que visibilizara lo ocurrido en los pueblos
(mayoritariamente azucareros) del interior provincial.

Por otro lado, y no de menor importancia, el movimiento de DDHH en Argentina


encontró siempre una dificultad al hablar de la experiencia tucumana, puesto que por mucho

122
tiempo hablar de Tucumán fue sinónimo de hablar de la guerrilla, y aun hasta el presente, el
accionar de las organizaciones armadas en los 70 sigue siendo un tema profundamente
polémico y difícil de tratar. En las memorias militares, es el locus de la legitimación de la
represión desatada en todo el país, un Vietnam, una Cuba donde imaginar, además en un
paisaje acorde, el despliegue de la guerra de guerrillas por parte del comunismo y justificar el
accionar represivo.
Esto llevó a que el “tema tucumano” sea ampliamente postergado y silenciado de los
discursos públicos puesto que pone en el centro de la escena la discusión en torno a la
violencia política en los 70.

A lo largo de mi trabajo de campo pude participar de diferentes eventos relacionados


con la memoria local que considero reveladores para poder pensar diferentes aspectos de la
comunidad santaluceña y de las relaciones que la misma teje con su pasado.
Existe en Santa Lucía un lugar clave desde el cual se planificaron y gestaron
diferentes conmemoraciones y actividades vinculadas a la memoria local: La Biblioteca
Popular.

Las conmemoraciones: el 24 de marzo, a 47 años del cierre del ingenio y el Festival del
Monte.

En Santa Lucía, todas las actividades conmemorativas –o casi todas- pasan por la
Biblioteca Popular. La misma comenzó a formarse en el año 2012 a partir del impulso de
Delia, una vecina del pueblo, interesada en abrir un espacio desde donde impulsar diferentes
proyectos sociales que apuntaran principalmente a la juventud local. Después de mucho
esfuerzo y gracias a la concesión del delegado comunal del pueblo, la misma se radicó en las
instalaciones de lo que había sido la escuela técnica de Santa Lucía (que a su vez fue
originalmente la parte administrativa del ingenio).

El espacio fue tomando un rol social muy importante debido a la gran cantidad de
actividades, charlas, actos, talleres y eventos organizados desde allí. En pocos años de
funcionamiento, la biblioteca creció y se expandió a una velocidad que nadie en el pueblo
hubiese podido prever. Este año, por ejemplo, la biblioteca se transformó en la sede de un
Centro de Formación Profesional a través del cual se busca formar profesionales locales en
distintas áreas vinculadas al turismo. Para ello cuentan con el financiamiento del Ministerio
de Trabajo de la Nación y con el apoyo de la Universidad Nacional de Avellaneda, la

123
Universidad Nacional de Tucumán e INTA89. Con los cuatro talleres ya en pleno
funcionamiento, la Biblioteca paso así a convertirse en un aula, una cocina, un taller de
luthería, y un verdadero núcleo de reunión, discusión y aprendizaje. Una figura clave sin la
cual no podría haberse gestado este espacio es la de Delia Quinteros.

Delia tiene 42 años y es la directora de la Biblioteca Popular Santa Lucía desde que
la misma inauguró hace ya cinco años. Nacida en 1974, creció en Santa Lucía junto a su
familia. El padre de Delia permaneció detenido90 casi cuatro años durante la dictadura,
cuando ella era tan solo una niña:

Porque yo a mi papá cuando lo liberaron, cuando yo ya fui más grande no lo quería


ni ver. Lo veía y cambiaba de vereda o calle. A mí me decían "él estuvo preso" y yo
creía que si él estuvo preso era porque hizo algo malo, o mató o robo... y era eso.
Después empecé a entender un poco más, empecé a leer o a escuchar algo y uno se
da cuenta que no era así. Pero eso es porque nunca me hablaron en mi casa, porque
nunca me contaron en la escuela. yo con el tema de todo esto, ya de grande, de muy
grande me enteré. (Delia)

En esa situación y en la posterior falta de transmisión de la historia sobre ese período


es donde ella parece basar su motivación para volverse la emprendedora cultural y de
memoria que es. A pesar de haber vivido directamente una experiencia represiva, Delia relata
cómo ella solo pudo entender lo que había pasado con su padre y el drama que él y su familia
habían vivido, siendo una adulta. Mientras crecía, el silencio y la estigmatización
generalizada en torno a esta “ausencia” paterna parecían haber minado cualquier posibilidad
de comprenderlo. Siendo muy joven aun, Delia se mudó a Buenos Aires en busca de trabajo
y permaneció allí hasta que quedó desocupada. En aquel momento ella decidió retornar a
Tucumán por unos días de visita, que se convirtieron en meses y que finalmente concluyeron
con su instalación permanente en el pueblo. Eran épocas de crisis general en el país y ella,
como tantos otros argentinos, estaba desocupada. Al poco tiempo se incorporó en el
movimiento piquetero que se conforma en Santa Lucía en el año 2000 y que, durante esa
época, formaba parte del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD). Se
desempeñó dentro del movimiento como una de las líderes de la juventud. De esta manera,

89
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.
90
El padre de Delia había trabajado en la Municipalidad de Monteros. Estuvo detenido en dos ocasiones siendo
la última de ellas la más larga. Delia Recuerda haber tenido cuatro o cinco años cuando su padre fue liberado.
Había estado detenido por cuatro años. Por lo que pudo averiguar Delia, había estado detenido en diferentes
puntos del país como ser La Plata, Trelew y Villa Urquiza (en Tucumán). Al volver no consiguió ser
reincorporado a su trabajo previo y encontró muchas dificultades para volver a ser contratado. Además, fruto de
las torturas vividas en el cautiverio, sufría de diferentes problemas psicológicos. Esto constituyo un drama muy
fuerte para su núcleo familiar.

124
Delia fue adquiriendo desde temprana edad ciertos capitales políticos que volcó, años
después, hacia la construcción del proyecto de la biblioteca. En una entrevista desarrollada en
enero del 2016, en el salón grande de la biblioteca, Delia me decía:

porque el mundo gira y están pasando muchísimas cosas y no podemos estar


mirando las cosas que suceden desde la vereda del frente! tenemos que ser
protagonistas, involucrarnos. (Delia)

Desde un principio, Delia pensó así a la biblioteca como un espacio de construcción


social que generara proyectos propios “desde aquí”. Así, la biblioteca fue constituyéndose
como una herramienta fundamental para “involucrarse y ser protagonistas”. Un ejemplo de
ello es que, desde el año de su inauguración, la Biblioteca Popular Santa Lucía se encargó de
organizar la conmemoración del 24 de marzo que no se hacía en el pueblo desde hace años.
Según lo que Delia me contó, un tiempo atrás Pocha había organizado un homenaje para esa
fecha y, en otra ocasión, había habido un acto organizado por “gente de los derechos
humanos” que llegó desde la ciudad91.

Delia puede pensarse así como una verdadera „emprendedora de la memoria‟ en el


sentido que Jelin (Jelin, 2002) lo plantea. Según esta autora, ese tipo de figuras se
caracterizan porque “se involucran personalmente en su proyecto, pero también
comprometen a otros, generando participación y una tarea organizada de carácter colectivo.
(...) el emprendedor de memoria es un generador de proyectos, de nuevas ideas y expresiones
de creatividad (más que de repeticiones).” (Jelin, 2002: 48) Así, Delia trabaja desde la
memoria buscando influir sobre los relatos oficiales, intentando conseguir reivindicaciones
materiales e intentando impactar en el resto de la comunidad.

Así, inscribiéndose en el calendario ritual de los organismos de DDHH a escala


nacional, las principales acciones conmemorativas se condensan en torno al aniversario del
golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Los actos por el 24 de marzo fueron variando con
los años desde algunas actividades pensadas al interior del predio de la biblioteca que
convocaban principalmente a niños del pueblo, hasta las últimas conmemoraciones que se
desarrollaron en la plaza del pueblo y que fueron adquiriendo un formato que se asemejaba a
los actos que se realizan en la ciudad con pancartas, y lemas de los organismos de DDHH.
91
En una ocasión me comentaron sobre este acto que un grupo de personas de la ciudad había organizado años
atrás en el pueblo, pero no supieron indicarme con mayor precisión quiénes eran los organizadores eran ni
cuándo exactamente había sido.

125
Según lo que me contó Delia, los actos por el 24 de marzo vienen siendo organizados en el
pueblo por la biblioteca hace 4 años. Para ella, la importancia de hacer estos actos tiene que
ver con poder recuperar la memoria, poder hablar de estos temas en público y poder
comprender que la dictadura ya se terminó. Las actividades por el Día de la Memoria
comenzaron siendo organizadas dentro del predio de la biblioteca en donde se realizaban
algunas actividades que apuntaban a poder hablar del tema y recordar a los desaparecidos del
pueblo. Con la llegada del grupo Foco en el Monte (a fines del 2014), el homenaje pasó a
desarrollarse en la plaza del pueblo contando además con el sonido provisto por la Comuna
Rural. De esta manera, el acto comenzó a ocupar uno de los principales espacios públicos del
poblado que cuenta además con una gran circulación de personas durante el día. Respecto a
los mismos, Delia observa:

(E): De a poco la gente del pueblo… hablando del acto puntual que es el del 24 de
marzo, la gente tiene que entender que nosotros estamos haciendo eso de recuperar
la memoria, de que tenemos que hablar y que ya basta, que la dictadura ya se
terminó y el "de esto no se habla o esto no se hace" ya paso. Entonces tiene que ir
entendiendo eso la gente, que lo que se hace se hace por el bien del pueblo en
especial.
(D): A vos te parece que hay todavía un poco de miedo, de reticencia...
(E): ¡Muchísimo! muchísimo miedo por parte de...en especial de la gente mayor que
quedó con el miedo de lo que sufrió o con el que vio que se llevaban a su familia o
porque fue detenido y después liberado, o cosas así. Y así está ese miedo y uno dice
"estamos en democracia, no va a pasar nunca" pero ellos siempre están con esa cosa
fea de que va a volver la dictadura y que vamos a ser todos manoseados como hemos
sido manoseados en esa época... y ese es el temor de ellos. ¡Y los jóvenes que mucho
no se interesan porque no saben! porque yo también charlando con los chicos
renegaba muchísimo de que la mala información o la falta de información ya viene
de la escuela. Si bien en la casa están quizás golpeados por lo que pasó que no
hablen está la escuela…
(D): ¿Y en la escuela no se habla?
(E): ¡No hablan nada! (Delia)

Delia da cuenta de una cuestión central dentro de la comunidad santaluceña: el


miedo y sobre todo el miedo a que aquello que pasó hace tiempo se repita. Si bien Delia
habla del miedo por parte de los mayores, de los que vivieron aquella época, el efecto que
ese miedo tiene sigue reproduciéndose transgeneracionalmente a través, por ejemplo, de la
mala información o falta de información que tiene que ver con el silencio que predomina al
interior de las familias del pueblo y en las instituciones educativas locales. Existe así, por un
lado, un desinterés general por hablar sobre el tema y por el otro, una manera de aproximarse
o vincularse con el mismo como algo que sucedió en un lugar y tiempo demasiado distantes

126
como para que los involucre. En este sentido, para Delia estos silencios representarían una
dificultad por parte de la comunidad para superar las lógicas construidas durante la dictadura
del “esto no se habla, esto no se hace”. En definitiva, el desinterés de la juventud nos habla
también de los efectos de la violencia que son hoy completamente tangibles. Delia, a partir de
su experiencia personal, asume el rol de interpelar y llamar la atención respecto a la
necesidad de apropiarse de estas fechas o problemáticas como propias y romper el silencio
que parece reproducirse en las casas y también en las escuelas santaluceñas.

Cuando el silencio se rompe, a partir de miembros de la misma comunidad, o


en otros casos, por personas “de afuera” que arrojan en la escena pública discusiones e
imágenes inusuales e interpelantes, lo más seguro es que muchas cosas van a suceder. En
palabras de Pollak (2006) ciertas „memorias subterráneas‟ prosiguen su trabajo de subversión
en el silencio y de manera casi imperceptible afloran en momentos de crisis a través de
sobresaltos bruscos y exacerbados” (Pollak, 2006: 4). Efectivamente, cuando en 2015, un
grupo de personas de distintos lugares del país que se organizó bajo el nombre de “Foco en el
Monte” comenzó a organizar algunas actividades en el pueblo, diferentes cuestiones por años
silenciadas tuvieron que salir a la luz. La llegada al pueblo de estas personas tuvo que ver con
la iniciativa de María Santucho por conocer e identificar el posible lugar en el que habría sido
asesinado su padre, Asdrúbal Santucho, miembro de la compañía del monte Ramón Rosa
Jiménez. Acompañada por su primo Mario Santucho92 y algunos familiares y amigos, había
aprovechado una visita al país93 para volver a Tucumán y buscar algunas respuestas allí sobre
la muerte de su padre. A partir de esta inquietud personal y a través del contacto con
diferentes personas que fueron encontrándose y contactándose en el camino, este grupo de
personas llegó por primera vez a Santa Lucía en diciembre del 2014. Una vez allí, empezaron
a pensar en la posible realización de un festival de la memoria, que buscaba, entre muchas
cosas, “reactivar la memoria” en Santa Lucía. En torno a los Santucho y con el pasar del
tiempo fueron sumándose diferentes militantes, amigos, familiares, investigadores, etc.
Juntos conformaron el grupo Foco en el Monte y comenzaron a organizar diferentes eventos
en el pueblo a lo largo de todo el año 2015 hasta finalizar con el festival del monte a fines de
noviembre de ese mismo año. Por ser la mayoría de miembros de este grupo provenientes de
la provincia de Buenos Aires, la gente empezó a identificar a este grupo unánimemente como
“los porteños”. A su vez, debido a que algunos integrantes de este grupo eran o bien

92
Hijo de quien fue el comandante del ERP, Mario Roberto Santucho y primo de María
93
María Santucho vive en Cuba donde se exilió junto a su familia en los ´70.

127
familiares o ex militantes del ERP, la imagen de Foco en el Monte estuvo siempre asociada
con la de la guerrilla.

El mismo nombre de este grupo parecía, en sí mismo, una referencia explícita a la


guerrilla por el juego de palabras entre el concepto de “foco 94”que inspiró y guio a la
experiencia de guerrilla rural del ERP en Tucumán y la de “monte”, lugar desde donde la
Compañía del Monte intentó impulsar una revolución mediante acciones armadas. Esta
asociación entre los integrantes de Foco en el Monte con la de la guerrilla llevó al rechazo e
incluso repudio de algunos vecinos del pueblo ante su presencia. Sobre todo, la familia de
Oscar Saraspe95, se manifestó en diferentes ocasiones y eventos en contra de la presencia de
“los porteños” así como de las actividades que ellos organizaban.

Iniciaron oficialmente sus actividades en el mes de marzo con un acto en


conmemoración por el Día Nacional por la Memoria la Verdad y la Justicia realizado el día
24 de ese mes, en la plaza del pueblo. Asimismo, se proyectó la película “El camino hacia la
muerte del viejo Reales”del director tucumano Gerardo Vallejos96, en un bar del pueblo en
donde se recibió a los asistentes con locro. Esta película es particularmente bien recibida en
el pueblo debido a la temática que aborda así como por el respeto que este director tuvo en
esa época con los pobladores con los que trabajó. En el caso específico de la película “El
camino hacia la muerte del viejo Reales”, Vallejo se instaló en los alrededores de Santa Lucía
adonde convivió por unos meses con una familia, los Reales, con quienes pensó y armó el
guion y las diferentes escenas. Por ello, esta película resulta particularmente atractiva en el
pueblo ya que aborda distintas cuestiones y eventos que muchos vecinos aún recuerdan y
porque algunos de los actores de la película siguen viviendo en Santa Lucía. Durante los
diferentes encuentros en los que se proyectaron películas de Vallejos podía verse a diferentes

94
El concepto de “foco” utilizado por el ERP, se inspiró en la experiencia cubana pero también en los escritos
de Mao Tse Tung. Esta estrategia consistía en que un grupo, de vanguardia, debía ocuparse de impulsar la
revolución mediante acciones armadas, como forma de “encender” al pueblo, quien posteriormente tomaría las
armas y seguiría su ejemplo. (Tello, 2012). Esta metodología fue pensada principalmente para el caso de países
con menos desarrollo industrial como los latinoamericanos y africanos. En estos casos, los “focos” debían
apoyarse en el campesinado y no en los trabajadores industriales de las ciudades como tradicionalmente se
pensaba desde el marxismo clásico.(Carnovale, 2011)
95
Oscar Saraspe, ajusticiado por el ERP en septiembre de 1974 junto al agente de policía Eudoro Ibarra, como
vimos en el capítulo III de este trabajo.
96
Gerardo Vallejos fue un director, guionista y productor tucumano representante del movimiento “Cine para
la liberación” junto a Fernando “Pino” Solanas y Octavio Getino. En diferentes largometrajes y cortometrajes
este director buscaba mostrar y denunciar la crisis económica y política que se vivía en la provincia de Tucumán
a partir del cierre de 11 de sus ingenios azucareros a mitad de la década de los ´60. La película data de 1971. La
misma aborda la vida de diferentes miembros de la familia Reales y sus dramas en los años que siguieron al
cierre del ingenio de la zona.

128
vecinos, sobre todo los que tenían más de 60 años, hablando entre ellos, señalando la pantalla
y comentando sobre los personajes y lugares que en ellas se presentaban y lo realista que era.

Después de las actividades en torno al 24 de marzo, en agosto, se lanzó una invitación


para unas jornadas de tres días que apuntaban, esta vez, a recuperar la memoria sobre el
cierre del ingenio Santa Lucía y al pedido por una reparación histórica para el pueblo.

Este conjunto de actividades llevó el nombre de “Jornadas a 47 años del Cierre del
Ingenio Santa Lucía” y se realizaron el 28, 29 y 30 de agosto. En el marco de las mismas, se
llevaron a cabo diferentes actividades que incluyeron la proyección de otra película de
Gerardo Vallejos, “El Rigor del Destino”97 que fue filmada en Santa Lucía retomando una
parte de la historia local; se realizó una radio abierta en la plaza del pueblo a cargo de una
organización local cultural llamada “Corriente Cultural Activa” y una charla debate sobre las
luchas obreras en la industria azucarera en el NOA con la presencia de diferentes referentes
políticos como Carlos “Perro” Santillán y Armando Jaime98. Por último, el día domingo, se

97
Estrenada en 1985 trata sobre el reencuentro de un abuelo con su nieto luego de que este último vuelva al país
después de años en el exilio por causa de la dictadura militar de 1976-1983. A través de los recuerdos del abuelo
y de los relatos de su madre, este niño se entera de la historia de su padre quien había sido abogado de la FOTIA
y se encontraba desaparecido.
98
Ambas personas son referentes del sindicalismo en provincias del NOA. Armando Jaime, fue un obrero textil
y docente de la provincia de Salta. Además fue uno de los dirigentes más significativos de la CGT de Salta que

129
realizó una visita a un sitio que fue un campamento de la Compañía del Monte, donde se
colocó una señalización de sitio histórico, bautizándolo como “Barranca Humberto
Pedregosa” en homenaje a un ex combatiente del ERP recientemente fallecido.
Es interesante notar que, en el calendario conmemorativo de la represión en el pueblo,
se mezclan fechas que remiten directamente a hechos represivos consagrados a escala
nacional, como el 24 de marzo, y otros locales y por fuera del tópico de la violencia
estrictamente represiva para situarse en una más estructural y en procesos de larga duración,
como el cierre del ingenio 47 años atrás. Esta forma de concebir la memoria tiene
consecuencias también en la forma de concebir las políticas de Estado que deberían reparar
los daños ocasionados por la represión y quienes serian los destinatarios de esas políticas.
Delia me explicaba que uno de los ejes que acompañaron muchas de las actividades
realizadas en los últimos años desde la biblioteca era la del reclamo por una reparación
histórica colectiva al poblado. Este reclamo se dirigía específicamente al Estado (provincial o
nacional) que, según Delia, debería otorgar hacer algún tipo de reparación al pueblo por lo
que el mismo había sufrido debido a la instalación de la base militar en 1975. En su opinión,
como se trata de un pueblo que sufrió colectivamente las consecuencias de aquella época, los
beneficios de una reparación deberían apuntar al pueblo en su totalidad y no a individuos
particulares. Dentro de los pedidos materiales se enumeraban diferentes cuestiones como la
instalación de gas natural en el poblado, la creación de alguna institución de nivel terciario
para que los jóvenes pudieran seguir formándose sin tener que viajar a Monteros o a la
ciudad, entre otros. Delia remarcaba que a ellos no les interesaba que les dieran dinero, que el
gobierno debía administrar sus propios fondos, pero poniéndolos en función de la juventud
local. La reparación así, apuntaba a una restitución material, por parte del Estado, por los
daños ocasionados a la comunidad, pero con la finalidad de garantizar un futuro para las
nuevas generaciones de Santa Lucía.

Este tipo de pedido se diferencia sustancialmente de una de las formas de reparación


que otorgó el Estado con respecto a los crímenes de lesa humanidad. La “reparación
económica a las víctimas del Terrorismo de Estado”, más conocida como las
indemnizaciones, se implementan en el año 1994 en el marco de una disposición de la

en 1970 se definió por el socialismo. Pero también promovió la formación del Frente Antiimperialista por el
Socialismo (FAS), junto a Agustín Tosco y al PRT de Mario Roberto Santucho, con el fin de impulsar la
independencia de clase de los trabajadores y la unidad de las organizaciones revolucionarias. Por otro lado,
Carlo “Perro” Santillán es un conocido sindicalista del gremio de municipales de la provincia de Jujuy. Hoy en
día lidera una de las organizaciones de base más grande de esa provincia que lleva el nombre de “Tupak
Katari”.

130
Comisión Interamericana de Derechos Humanos que instaba a diferentes países
latinoamericanos, que habían pasado por periodos dictatoriales en los 70, a indemnizar a las
víctimas de su accionar represivo (Tello, 2003: 2). Después de las indemnizaciones99 se
dieron en nuestro país diferentes políticas de reparación hacia víctimas de crímenes de lesa
humanidad que tuvieron diferentes características100. A diferencia de la reparación histórica
que propone Delia, las indemnizaciones fueron beneficios monetarias que se entregaron
particularmente a los familiares de desaparecidos que hicieron la denuncia correspondiente.
En este sentido, la reparación histórica buscaría sortear la polémica que acompañó a la
política de las indemnizaciones a nivel nacional cuyo eje crítico se centró en discutir la
pertinencia del dinero como forma legítima de reparar la muerte de un ser querido y la
tensión que esto introduce entre lo individual y lo colectivo tanto a nivel familiar como de las
organizaciones de DDHH (Tello, 2003). La noción de reparación historica, tal como la
presenta Delia, disputa la versión oficial de víctima del terrorismo de estado, asociada a
quienes fueron detenidos o desaparecidos o asesinados durante la dictadura y sus familiares.
Por el contrario, Delia sugiere que la comunidad santaluceña en conjunto y sin importar las
experiencias individuales y concretas que le tocaron a cada uno, debe ser pensada como
víctima y, por lo tanto, objeto de reparación.

Por lo tanto este tipo de conmemoraciones que se hicieron en torno al aniversario del
cierre del ingenio buscan, además de recordar el hecho, legitimar la violencia económica
estructural como una forma de daño por el cual el Estado debe hacerse responsable y otorgar
reparación.

Por último, el 28 noviembre de ese mismo año, se llevó a cabo el evento principal y
de mayor envergadura de todo el año: el “Festival del Monte Tucumano: Voces y
Memorias”. El mismo se anunció en el pueblo y en los medios como “un festival que
proponía recuperar las memorias de las luchas y la riqueza cultural y natural del monte”. El
festival arrancó a horas de la mañana en la entrada del pueblo con una “marcha de los

99
En Santa Lucía diferentes personas cobraron este tipo de indemnizaciones. Estos beneficios económicos que
algunos obtuvieron en el pueblo fueron fuente de diferentes polémicas y discusiones al interior del mismo. Tal
como señala Tello (2003) existe un sustrato general en el cual la equivalencia entre muerte y dinero siempre es
propensa a ser criticada.
100
En la página oficial del Ministerio de Derechos Humanos de la Nación es posible encontrar el listado de
leyes y políticas reparatorias. Entre ellas algunas buscan indemnizar a familiares de personas desaparecidas o
que fallecieron como consecuencia del accionar del terrorismo de Estado, con anterioridad al 10 de diciembre
de 1983. También existen indemnizaciones para quienes fueron presos políticos durante el período 1974-1983 y
para los hijos de detenidos y desaparecidos durante este período. Para mas información revisar la página oficial
del Ministerio de Derechos Humanos de la Nación (http://www.jus.gob.ar/derechoshumanos)

131
bombos” liderada por el Indio Froilán101y continuó hasta la noche con diferentes actividades
tales como radios abiertas, shows de danzas folclóricas, conciertos, un mercado de artesanías
y comidas regionales. El gran cierre del festival estuvo a cargo de artistas de renombre de
diferentes provincias del país como Peteco Carbajal, Liliana Herrero, Julia Zenko, Lucho
Hoyos, entre otros. Antes de iniciarse los números musicales se proyectó un video en el que
diferentes vecinos del pueblo cuentan un poco de la historia del pueblo retomando temas
como el cierre del ingenio, el asesinato de Hilda, y la instalación de la base. En un segundo
momento, el video muestra a un niño, el hijo de Mario Santucho, mientras camina junto a un
vecino del pueblo por los alrededores de Santa Lucía en el monte. Juntos reflexionan respecto
a diferentes eventos de la historia local reciente y sobre las cosas que quedan en el monte.
Fue organizado por La Biblioteca Popular de Santa Lucía y Foco en el Monte. Contó
asimismo con el apoyo económico del Ministerio de Cultura de la Nación.

A lo largo del 2015 se desarrollaron así distintas actividades en el pueblo que fueron
movilizando recursos, personas, imágenes y también disputas. Desde la primera actividad,
comenzaron a gestarse diferentes momentos de tensión que pusieron en escena algunos de los
nodos centrales de las disputas por la memoria de Santa Lucía.
Las diferentes actividades que fueron llevándose a cabo tuvieron también cierta
resistencia por parte de algunos pobladores locales que se materializaron en algunos
altercados, confrontaciones y hasta acciones de repudio durante las diferentes actividades.
Los formatos y los modos de conmemorar, fueron discutidos y pautados en conjunto con la
biblioteca y algunos vecinos que se involucraron en la organización de los mismos.
Estuvieron, sin embargo, nutridos principalmente de las características que estas
conmemoraciones tienen en otros puntos del país, y de las experiencias de militancia de los
miembros de Foco en el Monte. Cumplían así con ciertos ritos y rituales ya consagrados y
legitimados en el resto del país dentro del mundo de la militancia por los DDHH como los
actos en las plazas principales, las marchas, el uso de los rostros de los desaparecidos, los
pañuelos, etc..

101
Froilán “el indio” González es un músico y artesano de bombos de gran reconocimiento nacional e
internacional. El patio de su casa en Santiago del Estero, constituye uno de los principales focos turísticos de esa
provincia en donde cada domingo hay peñas y feria gastronómica, artesanal y donde pueden adquirirse los
famosos “bombos de Froilán”. Cada año, en el mes de julio, días antes del aniversario de la fundación de la
ciudad de Santiago del Estero, se desarrolla una actividad que ya se ha vuelto símbolo de esa provincia: la
marcha de los bombos. En la misma, luego de una noche de vigilia en el patio que se lleva adelante con músicos
en vivo, comidas regionales y la presencia de diferentes ballets de folclore del país, se inicia la marcha hacia el
centro de la ciudad. En la misma se caminan los 10km que separan el patio del indio con la plaza central de la
ciudad. Este evento es uno de los principales atractivos turísticos de Santiago del Estero y moviliza a miles de
turistas en esas fechas.

132
A través de la presencia en Santa Lucía del grupo Foco en el Monte, se movilizaron
diferentes imágenes y discursos asociados con la militancia y la guerrilla. Para empezar, la
presencia de familiares directos de los “Santucho”, referentes y símbolos históricos del ERP
no era una cuestión menor complementándose, a la vez, con el hecho de que María Santucho
vive actualmente en Cuba. A su vez, se realizaron visitas al “monte” dentro del cual se hizo
el señalamiento de algunos puntos que habían sido ocupados por la Compañía del Monte. De
esta manera, los rumores que corrían con la llegada del grupo eran que “había gente de Cuba
y de Buenos Aires que querían ir al monte y encontrar los campamentos de la guerrilla”. Por
otro lado, estas personas tenían, al igual que yo, pinta de subversivas que, como expliqué
anteriormente se vincula con ciertos elementos corporales, sociales, económicos y estéticos.
Además, en diferentes actividades organizadas por este grupo se manejaba un lenguaje
militante que era muy distinto al local, haciendo uso de recursos y palabras que eran ajenas al
lenguaje habitual del pueblo. Por ejemplo, en el primer acto del 24 de marzo en el que
participaron, una de las acciones que se quiso implementar era la de mostrar la lista de los
desaparecidos de Santa Lucía. Esta acción fue motivo de gran polémica con diferentes
vecinos que estaban participando y que opinaban que aquella sería una acción muy polémica
en el pueblo102. Esto puede tener que ver con el hecho de que en el pueblo muchas familias
no hicieron, hasta el día de la fecha, la denuncia de su familiar desaparecido. En muchos
casos, según lo que me contaron, esto se relacionaba con el miedo a ser marcados dentro de
la comunidad como familiares de un subversivo o por temor a que pudiera haber represalias
por parte de los miembros de la base si se hacia la denuncia. Por otro lado, el uso de palabras
como lucha, revolución, capitalismo, justicia popular utilizadas en los discursos de este
grupo resultaban extrañas y parecían incomodar a los locales.
Todas estas cuestiones fueron sembrando dentro de un sector de la comunidad la
sensación de un retorno al pasado, de un “deja-vu”. Los rumores y comentarios que
circulaban daban cuenta de una sensación de que algo “se estaba repitiendo” y de que “los
guerrilleros estaban queriendo volver”. Estos jóvenes con “tonadas de ciudad”, con ideales de
izquierda, vestidos con ropas de colores, con pelo largo y barba que querían hablar de
justicia, de memoria y de verdad, parecían recordar demasiado a los jóvenes guerrilleros que

102102
Acostumbrada a ir a actos donde la lista ya estaba confeccionada nunca me imaginé que la confección de
la misma podría generar tanta polémica. La confección de una lista con sus categorías correspondientes pone de
manifiesto las dificultades a la hora de encuadrar identidades como las de víctima. Esto parece ocurrir tanto en
Santa Lucia como en las grandes ciudades como lo refleja el caso del Monumeto a las Victimas del Terrorismo
de Estado en el Parque de la Memoria de Buenos Aires analizado por Vecchioli (2001)

133
habían llegado en los ´70 al pueblo. De esta manera, aquel miedo del que hablaba Delia a que
se repita el pasado, volvió a activarse entre algunos vecinos.

Durante la primera actividad del ciclo, la de la conmemoración del 24 de marzo, se


produjo un primer hecho de confrontación protagonizado por algunos miembros de la familia
de Oscar Saraspe que aun residen en el pueblo, y uno de los integrantes de Foco en el Monte
que había sido miembro de la Compañía del Monte Ramón Rosa Jiménez. Al parecer,
mientras este ex combatiente se encontraba sobre el escenario diciendo algunas palabras, fue
interrumpido por los gritos de algunos familiares que le decían “¿¿y Saraspe??”. Durante este
altercado, se generó así el primer momento público y explícito en el que saltaron a la luz
algunas de las tensiones que existen aún en el presente sobre los hechos analizados a lo largo
de esta tesis y en particular a los ajusticiamientos sucedidos en el pueblo.

La familia Saraspe utilizó diferentes estrategias disruptivas que buscaban disputar y


polemizar con los discursos que se movilizaron en las actividades y sobre todo intentaron
impugnar a la guerrilla o quienes, en cualquier caso, mostraban afinidad, cercanía o simpatía
con ella. En la siguiente actividad, había por lo tanto un temor permanente de que “los
Saraspe podían venir a querer interrumpir”. La presencia de algunas personas en los
márgenes de la plaza que miraban de lejos la actividad despertó también comentarios
respecto a que “están vigilando a ver si decimos algo sobre la guerrilla” o “ya van a venir a
armar quilombo” entre algunos de los organizadores. Estas “interrupciones” generaron
asimismo discusiones al interior de la organización respecto a qué lugar debía dársele a este
tipo de reclamos.

Una de las acciones más interpelantes que realizaron “los Saraspe” ocurrió al
comienzo de la jornada del Festival del Monte, en noviembre del 2015. En una entrevista con
Andrea, integrante de Foco en el Monte, pudimos conversar sobre lo que había sucedido
aquel día. Andrea tiene 33 años, es artista y docente y fue un eslabón principal para la
conformación y funcionamiento del grupo Foco en el Monte. Nació en Neuquén pero se crio
en San Miguel de Tucumán en donde estudió en las Facultad de Artes. Llegó a Santa Lucía a
fines del año 2014 mientras acompañaba a su amiga María Santucho en su búsqueda. Allí se
puso en contacto con diferentes personas del pueblo que le presentaron a Delia. Andrea
decidió ofrecerse para dar un curso de arte para niños del pueblo en la biblioteca y así fue
tomando más contacto y tejiendo amistad con diferentes personas de Santa Lucía. Por ser “la
profe” de arte de la biblioteca y ser además identificada como tucumana, se diferenciaba

134
mucho del resto de “los porteños” que llegaban siempre unos días antes de cada actividad y
que además manejaban códigos y maneras muy distintas a las del “interior”. Fue
constituyéndose, de esta manera, en una mediadora entre los otros miembros del grupo que
residían en distintos puntos del país y los santaluceños involucrados en la organización de las
actividades conjuntas. En una entrevista realizada el 24 de marzo del 2016 en la terminal de
ómnibus de San Miguel de Tucumán, Andrea recordaba:

(A): Cuando fue la marcha de los bombos, en el día del festival, que se abrió con la
marcha de los bombos y ahí fue que aparecieron las Saraspe con sus carteles… Fue
fuertísimo en ese momento, ellas interrumpiendo la marcha con los carteles, la
reacción de algunas personas ante ellas...a mí me toco que yo iba caminando con la
cámara porque estaba tratando de sacar fotos y una mujer, que yo me la había
cruzado en la verdulería ponele, como que la tenía vista que era una vecina de Santa
Lucía pero nunca había interactuado con ella, ella la miro y estaba empezando a
llorar como estallando en un llanto y entonces me acerco porque la veo como que se
iba a desmayar. ¿Viste cuando empiezan a llorar y ya como que no pueden sostener
el cuerpo de cómo sale el llanto? Y yo me acerco como a sostenerla en un impulso y
entonces la agarró del brazo y ella me hace gesto como que caminemos, que sigamos
la marcha y entonces de repente estábamos marchando, yo agarrándola del brazo y
ella sin dejar de llorar me empieza a contar todo lo que ella vivió cuando estaba la
base. Que entraban a la casa, que le pateaban la puerta, que le desordenaban las
cosas, que agarraban a las mujeres, que te gritaban, que si tenían ganas te pegaban,
que había que dormir vestido, que siempre tenían miedo de que entren, que vivían
con miedo y me dice "a mi vecino lo han matado, yo he visto el cuerpo de no sé
quién, he visto cuando han tirado..." yo no le podía entender bien porque ella estaba
en un trance de llanto que gritaba y lloraba y decía todo esto y estábamos ahí muy
cerca de las Saraspe. O sea, su llanto estaba desatado por la situación de las
Saraspe y entonces en un momento, ella dice todas estas cosas que te decía y en un
momento dice "¿y qué hacen ellas ahí entonces? ¿Por qué nos quieren frenar? ¿Que
no podemos decir que no queremos que pase nunca más esto?" una cosa así me dice
¿no? tipo "¿que están diciendo que no pasó nada? ¿Que nos quedemos calladas? y
le empieza a gritar ella a la mujer como diciéndole "salí de ahí hija de puta" una
cosa así (Andrea)

Andrea se refiere a una de las intervenciones más fuertes e intensas de la familia


Saraspe que tuvo lugar durante la realización del “Festival del Monte” en noviembre del
2015. Al inicio mismo de la jornada, algunos miembros de la familia Saraspe intentaron
“frenar” la marcha de los bombos parándose al frente de la marcha, exhibiendo carteles con
frases que denunciaban a la guerrilla como responsable del asesinato de Oscar Saraspe, y
gritando a todos los participantes frases como “si la memoria no es completa, no hay
memoria, no hay verdad y no hay justicia” o “Héctor Oscar Saraspe asesinado por el ERP,
todavía sin justicia ni reparación”, “la verdad contada a medias no es una media verdad
sino una gran mentira”. Estos carteles fueron luego expuestos por diferentes miembros de la
familia en casi todas las actividades que se desarrollaron a lo largo del festival. Estas frases o

135
“slogans” adoptados por la familia Saraspe103 en aquella mañana estuvieron también
presentes en posteriores actividades relacionadas con la memoria de los ´70. Llama la
atención que el contenido de estas frases apelaba a conceptos tradicionalmente utilizados por
los organismos de DDHH como memoria, verdad y justicia, pero utilizadas con el fin de
denunciar al ERP como responsable por la muerte de Hector Oscar Saraspe, a la vez de
impugnar la noción de memoria y de verdad que se estaba sosteniendo en aquel acto. De esta
manera, a partir de estos momentos de tensión, se escenificaron diferentes memorias sobre lo
ocurrido durante los ´70 que entraron en disputa con las que venían proponiéndose desde la
biblioteca y Foco en el Monte. Estas, memorias subterráneas emergieron en dichos episodios
expresando públicamente tensiones que antes no habían salido a la luz en Santa Lucía. Al
decir de Pollak (op. Cit.) “una vez roto el tabú, una vez que las memorias subterráneas logran
invadir el espacio público, reivindicaciones múltiples y difícilmente previsibles se acoplan a
esa disputa de la memoria”. La familia Saraspe demandaba sus propias reparaciones y
reclamaba por sus propios muertos apuntando como responsable absoluto al ERP.

Este momento relatado por Andrea constituye, a mi entender, un momento clave en el


que se puso “en escena” un conflicto que estaba latente al interior de la comunidad
santaluceña. De alguna manera, el mismo se había mantenido (hasta la llegada de Foco en el
Monte al pueblo) dentro de un equilibrio precario que termina rompiéndose y emergiendo en
diferentes momentos y fechas clave del calendario ritual de DDHH.

Por otra parte, así como la figura de Saraspe es conmemorada (o contraconmemorada


según se vea) nada se dice de Eudoro Ibarra. Esto puede estar relacionado con las
‘comunidades afectivas’ (Halbwachs, 1990) que recuerdan y que deciden poner sus recuerdos
en la escena pública: la familia de Saraspe, tanto como las de los detenidos y desaparecidos
del pueblo continúan estando allí y, aunque sus recuerdos hayan sido silenciados
alternativamente, constituyen un repertorio disponible para aquellos que continúan
recordando en el pueblo. Por el contrario, parece no haber quedado nadie que recordara
públicamente a Ibarra.
Por otro lado, considero que existe una disputa con respecto a qué vidas son
públicamente recordadas, basada en una interpretación moral sobre su responsabilidad en los
hechos de violencia. Al decir de Butler (2006) el „duelo‟ reúne y recrea a la comunidad
política, en tanto revela los lazos que nos ligan a otros y que nos constituyen como sujetos. A

103
Estos slongans están en consonancia con los utilizados por memorias pro militares a nivel nacional.

136
la vez, los actos públicos establecen y producen la norma que regula qué muertes merecen ser
rememoradas y, por lo tanto, qué vidas deben ser recordadas con dolor. En esta misma
acción, se establecería un “marco” a partir del cual se delimita qué muertes pueden ser
percibidas como una perdida con la que podemos identificarnos: una que nos causa dolor.
Según esta autora, las muertes que recordamos con dolor, así como las que olvidamos, nos
constituyen como sujetos y como comunidad. (Butler, 2006: 59) En última instancia, las
confrontaciones que se dieron a partir del 2015 con la familia Saraspe, parecen haber estado
permeadas de una discusión sobre quiénes estaban habilitados para decir algo sobre el pasado
y cuáles muertes merecían ser defendidas, conmemoradas, sancionadas y/o reparadas. La
disputa inscripta en una discusión que se da a nivel nacional gira en torno a decir, en los
espacios públicos del pueblo, quiénes son las víctimas de los ´70104.
Una de las cosas que muestra lo sucedido con foco en el monte es que la memoria no
se activa simplemente por la voluntad de algunas personas y que ciertos símbolos, lenguajes
y discursos no son, como en otros lugares del país, aceptados. A la vez, existe en torno a las
conmemoraciones organizadas desde el grupo FM un solapamiento entre ciertos símbolos y
rituales vinculados con las conmemoraciones más tradicionales y consagradas del
movimiento de DDHH en Argentina, y ciertas referencias y símbolos más relacionados con
la militancia en organizaciones armadas. Si bien existen vínculos y similitudes entre ambos,
hay que destacar que, como explicaba en páginas anteriores, para el Movimiento de DDHH
en Argentina el tema de la lucha armada ha sido por muchísimos años un tema tabu ya que
pone en el centro de la escena la discusión respecto a la inocencia y legitimidad de ciertas
victimas (construidas tradicionalmente como personas incapaces de hacer daño). Esto da
cuenta así que la construcción de la memoria colectiva implica un proceso selectivo que
implica luchas de poder por la legitimación de representaciones y prácticas políticas
presentes (Pollak; 2006 y Jelin; 2000) Los discursos, símbolos y rituales oficiales son así el
producto de diferentes disputas que están siempre en tensión y son, por lo tanto, siempre
cambiantes.

104
Existen varias agrupaciones autodenominadas de familiares de muertos por la subversión como ser FAMUS
que empezó a funcionar durante la dictadura disolviéndose en 1991. En 2006 se fundó el CELTYV, Centro de
Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas, el cual tiene entre sus principales reivindicaciones
reclamar derechos equivalentes a los de las víctimas de lesa humanidad para los asesinados por organizaciones
armadas. A partir del reanudación de los juicios por delitos de lesa humanidad, Cecilia Pando fundó la
Asociación de Familiares y Amigos de Presos Políticos de Argentina (término que refiere a los imputados por
delitos de lesa humanidad) y también la Asociación de Victimas del Terrorismo de la Argentina y la Agrupación
Memoria Completa.

137
El día de la Memoria del 2015

El acto del Dia de la Memoria desarrollado en el año 2015 fue el único que pude
observar en profundidad durante mi trabajo de campo. Recibí la invitación para el acto por el
mensaje de texto. Ese año, el mismo se haría el día 23 de marzo en la plaza del pueblo para
que, quienes quisieran, pudieran ir a la marcha grande en la ciudad al siguiente día. Me
habían advertido ya de lo “difícil y complicado” que era siempre hacer este tipo de
actividades en Santa Lucía pero que iban a hacerlo igual. La “dificultad” tenía que ver
principalmente con conseguir que la gente local apoyara y participara en este tipo de actos.
Por otro lado, lo “complicado” venía por el lado de la constante duda sobre si “los Saraspe”
aparecerían para intentar interrumpir la actividad.

Cuando llegue al pueblo, durante la siesta, en la biblioteca ya habían comenzado los


preparativos. Había alrededor de cinco vecinos que estaban armando una gigantografía a
partir de hojas impresas en tamaño A4 que había traído Andrea desde la ciudad.

Además de la preparación de la gigantografía otros vecinos tomaban mate y un par


estaba buscando en la tesis de Constanza Cattaneo, una arqueóloga tucumana que realizó su
tesis de licenciatura sobre el CCD ubicado en Santa Lucía, el listado con los nombres de los
desaparecidos en Santa Lucía para anotarlos en un papelito. Diez o quince minutos antes de
las 18 horas (hora en la que iba a empezar la actividad) todos comenzaron a acomodar las
cosas para trasladarse hasta la plaza. Llevamos los marcos de los carteles de la muestra de
Gerardo Vallejo que se quedaron en la biblioteca desde que la misma se inauguró a principios
del 2015, para usarlas como soporte para la gigantografía y el cartel, hasta la plaza. Se
llevaron también las flores que se iban a colocar sobre la placa. Asimismo, pintamos un cartel
blanco con letras rojas (casi del mismo tamaño que la gigantografía) con las palabras “24 de
Marzo. Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia”

Una vez que llegamos a la plaza, nos fuimos ubicando en torno a una placa
conmemorativa que se había colocado el año anterior en una de las primeras actividades
organizadas en conjunto con el grupo Foco en el Monte. La placa está ubicada en la zona
central de la plaza principal. Está hecha de hormigón y tiene un color ladrillo con detalles de
colores hechas en cerámico y vidrio que adornan sus bordes. La misma lleva inscripta las

138
siguientes palabras: “En homenaje a la vida y la libertad. Por la memoria, la verdad y la
justicia. Vecinos y Organismos de Santa Lucía. 24.03.2015”

Mientras esperábamos en la plaza a que terminaran de llegar algunas personas,


algunos de los presentes discutían respecto a cuál sería la causa de que haya tan pocos
santaluceños participando en el acto. Algunos decían que era un poco por miedo, y otro poco
por vergüenza. Finalmente terminaron concluyendo que al menos, respecto al año anterior, la
convocatoria no había sido menor incluso cuando este año no estaban los porteños105. El
grupo que fue congregándose alrededor de la placa esa tarde no sumaba más de 20 personas.
Los asistentes pertenecían a diferentes generaciones, estaban la de los mayores, que habrían
tenido alrededor de 60 años como Pocha. Asimismo, había diferentes personas que habrían
tenido unos 40 años aproximadamente y luego, los hijos de estos últimos que rondaban la
adolescencia.

Aquel día tuve la sensación de estar en un ritual que se parecía mucho a un entierro.
En el centro de la escena estaba la placa- que se había colocado en marzo del 2014 en el
marco de la primera actividad organizada en conjunto por Foco en el Monte y la biblioteca.
Rodeando esta placa conmemorativa cuyas características analizaré en las siguientes páginas,
en un círculo, los diferentes asistentes se turnaban para decir unas palabras, compartir frases
y, por último, leer una lista de nombres que fue completándose a medida que los presentes
iban recordando a alguien que no figuraba allí. La mayor parte de los participantes
permanecieron quietos y en silencio durante todo el acto manteniendo la mirada en el suelo.
El único momento que involucró a la totalidad de los participantes fue cuando se leyó la lista
de los desaparecidos del pueblo. Después de enunciar cada nombre de un desaparecido, la
gente decía al unísono “Presente!”. Al finalizar la lectura de la lista, se gritó tres veces y en
voz alta, todos juntos “treinta mil compañeros desaparecidos, presentes, ahora y siempre!”

Pocha, que había sido una de las ultimas en llegar, hizo las veces de “sacerdotisa” de
esta ceremonia, ella alentaba y administraba la palabra. Pidió un minuto de silencio, que
tradicionalmente es una expresión de luto y condolencia que se usa para homenajear a una
persona fallecida. A continuación, habló de la importancia de que estuviéramos allí reunidos,
aunque fuéramos pocos. Mientras ella hablaba todos permanecíamos callados con la mirada
para abajo, viendo el suelo o la placa. En los momentos de silencio, todos la miraban

105
Durante el año 2015, el grupo Foco en el Monte había participado y convocado a muchos amigos y
compañeros que vinieron desde diferentes puntos del país para el acto del 24 de marzo. En el 2016 ninguno de
ellos pudo asistir por lo que, salvo Andrea y yo, todos los asistentes eran vecinos de Santa Lucia.

139
esperando los siguientes movimientos y definiciones. Ella dijo que le parecía muy importante
estar ahí particularmente por Delia quien “había sufrido en carne propia los ´70” por haber
tenido a su padre lejos de ella. Pocha dijo también que ella misma había sufrido la pérdida de
muchos amigos con quienes había crecido. Había en el aire cierto aire de solemnidad, como
si estuviéramos todos asistiendo a un ritual que mezclaba elementos de lo religioso y lo
político, como si lo que se estaba haciendo estuviese sido transcripto y, por ello, necesitaba
de exactitud, precisión y seriedad.

A continuación, algunos de los participantes que habían llevado flores, las colocaron
sobre la placa a modo de ofrenda. Noemí, una docente local, propuso en aquel momento que
por cada ramo que se colocara se dijera un “nunca más” a algo que no quisieran que se repita
más. Así, se colocaron alrededor de cuatro ramos y se los acompañó de un “nunca más” a la
represión, a la dictadura y una vecina dijo “Nunca más” a las violaciones106. Casi al mismo
tiempo que sucedía eso, se comenzó a escuchar el murmullo de que algunos miembros de la
familia Saraspe estaban reuniéndose en la plaza, cerca de nosotros y la gente comenzó a
preocuparse por qué sucedería. Pocha propuso que se los invite a decir algunas palabras, pero
finalmente, por decisión de varios de los presentes, se definió que continuáramos con lo
nuestro y que ellos “podían generar sus propios espacios”. Después, charlando, algunos
concluyeron que los Saraspe no habían “hecho quilombo” ese día seguramente porque no
estaban los porteños. Es llamativo entonces pensar en cómo la confrontación sucede solo
cuando se encuentran personas de afuera, lo que equivale a decir, en las clasificaciones de
esta comunidad, miembros o afines al ERP “plenos”, mientras que cuando los asistentes (o al
menos la gran mayoría de ellos) son locales, la tensión se resuelve por medio de la evitación.
Evans Pritchard (1977) relata cómo entre los “Nuer” del Sudán, las agresiones hacia
miembros de la misma tribu, aunque de diferentes secciones desencadenan vendettas que
tienen características muy distintas a las guerras que se dan entre miembros de diferentes
tribus. Existen así diferentes consecuencias para transgresiones similares según la cercanía o
lejanía social de las partes involucradas. De esta manera, al igual que entre los Nuer, en
Santa Lucía la cercanía o distancia social atenúa o agrava la transgresión realizada. Partiendo
de este análisis se puede pensar en cómo las transgresiones (y la manera de resolverlas)

106
Hasta aquel momento, la cuestión de las violaciones y de la violencia hacia las mujeres durante aquella
época no había surgido antes en ninguna conversación o entrevista que haya realizado. Este silencio tan grande
en torno a la violencia sexual vivida por las mujeres santaluceñas durante el período en que funcionó la base no
fue abordado durante esta investigación pero resulta, a mi entender, un lugar fundamental sobre el que debería
indagarse en futuros trabajos.

140
resulta así reveladora de cómo la violencia traza los límites de la comunidad y las formas
personales o impersonales de resolución de los conflictos.

Alrededor de este círculo principal, se fueron sumando tímidamente otras personas


que, desde los márgenes de la plaza, fueron acercándose al iniciarse el acto y conformando
un segundo circulo que rodeaba al principal. Otros simplemente observaban y escuchaban
desde una distancia que les permitía poder oír pero que no los transformaba, necesariamente,
en participantes. La mayoría de estas personas que acompañaron desde los márgenes fueron
jóvenes estudiantes de la escuela secundaria local que habían sido invitadas por una de las
organizadoras del acto, Lucía, que es docente de historia en el pueblo.

Mientras tanto, en el resto de la plaza, la vida seguía normalmente, los jóvenes


conversaban en los banquitos, la gente circulaba en bicicleta por la calle y se paraba en la
vereda a conversar o hacer alguna compra. Algunos curiosos miraban desde lejos sin
comprender muy bien qué estaba sucediendo. Se escuchaba el sonido distante de un parlante
de un negocio cercano que pasaba música bailable a todo volumen. Nosotros, alrededor de la
placa en cambio, estábamos quietos y en silencio. Estábamos en otro lugar y en otro tiempo:
un tiempo ritual y sacralizado (Geertz, 1987).

Al terminar el breve acto las personas se dispersaron. Delia y Andrea comenzaron a


acomodar las cosas para la siguiente actividad prevista de la jornada: la proyección de “El
largo camino hacia la muerte del viejo Reales” de Gerardo Vallejo que luego sería seguida
por la actuación de algunas bandas de jóvenes locales. Colgaron la gigantografía y el cartel
que habíamos pintado y colocaron una tela blanca sobre la cual se proyectaría la película.

Mientras la película se proyectaba, los que quedamos desde el momento del acto,
decidimos sentarnos en unas tribunas del centro de la plaza que quedan justo al lado de un
pequeño escenario en donde estaba siendo proyectada la película. Mientras charlábamos
entre nosotros y tomábamos mate con el ruido del fondo del largometraje, pude ver que,
desde diferentes lugares de la plaza, distintos grupitos de personas miraban con atención
hacia la pantalla. Lo hacían sin dejar de estar ubicados en círculo y un tanto alejados, como si
en realidad no estuvieran mirando, pero se quedaron durante toda la película así: atentos,
aunque aparentando lo contrario. De alguna manera no querían acercarse y participar
activamente de las actividades, pero tampoco querían perdérselo del todo. Casi al final de la
película volvieron a aparecer los Saraspe con unos carteles blancos que decían “si no hay
memoria completa no hay memoria, no hay verdad y no hay justicia. Saraspe Presente”. Eran

141
alrededor de cinco personas, bastante jóvenes por lo que puedo imaginarme que se trataría de
los sobrinos o nietos de Oscar Saraspe. Sostuvieron durante casi una hora los carteles
apuntándolos en distintas direcciones de la plaza para que todos los presentes pudieran verlo,
principalmente en la dirección en la que estábamos nosotros.

Con el final de la película ya había llegado la noche y yo tuve que emprender mi


camino de vuelta a San Miguel de Tucumán. Después de mi partida, por lo que me contaron,
algunas bandas locales tomaron el escenario e interpretaron diferentes canciones siendo el
rock el género predominante. Entre las letras, se distinguían diferentes referencias a la
rebelión, la libertad y en contra de la policía, la violencia y la opresión.

Materialidades: debates y consensos en torno a qué memorias deben volverse cosas

Considero que algunos de los elementos que acompañaron o hicieron de soporte


material de este acto deben ser analizados con mayor profundidad. Para empezar, resulta
importante poder reflexionar sobre la placa en torno a la cual giró la “ceremonia” de aquel 24
de marzo.

”.

La placa, en torno a la cual giro el acto anteriormente analizado, fue colocada en


marzo del 2015 sobre una pequeña plataforma de hormigón en la plaza principal de Santa
Lucía. Paso rápidamente a conformarse como el espacio central para la realización de actos

142
en torno a la memoria local. Se transformó así en el monumento local que marca en el
espacio público un acontecimiento relevante para la comunidad y que diferentes vecinos me
describieron como “el homenaje a los desaparecidos de Santa Lucia” aunque en ningún lugar
de la placa se diga nada explícito sobre los desaparecidos. A diferencia de otras placas que
recuerdan sobre la dictadura y recuerdan a los desaparecidos, la placa en Santa Lucía no lleva
ningún nombre. La placa está firmada por “vecinos y org.” y en consonancia tiene un formato
común con el desarrollado desde “Barrios por Memoria y Justicia”, una agrupación integrada
por distintas comisiones de grupos vecinales de derechos humanos, surgida en 2005 en
Buenos Aires. Desde esta iniciativa, se buscaba marcar diferentes puntos de la Capital
Federal por la que habrían circulado, militado, vivido o sido secuestradas diferentes víctimas
del terrorismo de estado de los ´70. En Santa Lucía, la placa fue a ocupar uno de los únicos
espacios públicos construidos para el esparcimiento de la población que cuenta actualmente
con una gran circulación de personas cada día.

El proceso que acompaño a la elaboración y colocación de la placa resulta interesante


para pensar algunas cuestiones. Andrea me contaba un poco del mismo:

(A): Entonces, el año pasado finalmente pusimos una placa, que se discutió mucho
qué se ponía en esa placa, querían poner al principio una cosa "por los
desaparecidos" ponele y después "no, los desaparecidos solo no, los desaparecidos
suena a PRT" no sé, unas discusiones que eran loquísimas. Nosotros que veníamos
trabajando en derechos humanos que ya teníamos naturalizados un montón de cosas,
ese ha sido uno de los procesos más interesantes de que nosotros creíamos que
habían luchas que ya estaban ganadas, simbólicas, en relación a la memoria, a cómo
hablar de ciertas cosas, que ahí no había sucedido ese proceso, en Santa Lucía. Se
seguía diciendo "subversivo" se seguía teniendo miedo de nombrar a un
desaparecido. No se podía poner, hasta el año pasado no se había puesto nada en el
pueblo, ni una marca que recuerde a los muertos del Operativo Independencia, de la
dictadura, de la base, los torturados, ¡nada! no es que hora haya, pero hay algo,
algo, un principio de eso…
(D): y entonces finalmente ese 24, ¿qué hicieron? ¿Pusieron los nombres?
(A): No pusimos los nombres. Lo que hicimos fue poner la placa ese día a la mañana.
La placa en donde estuvimos ayer, y… .que la pusieron 2 hombres del pueblo que se
acercaron. Nosotros la íbamos a poner así nomás. Y se han acercado 2 hombres y la
ven y se han emocionado mucho de verla, eran 2 hombres que nosotros no
conocíamos, que no habíamos tenido contacto hasta ese momento (…) Él es albañil,
entonces él ha dicho "no, esto hay que ponerlo con respeto" entonces ha ido y ha
traído cemento, ha traído pala, ha traído una madera y le han hecho un pedestal, que
ya lo conoces. Por eso lo han hecho ahí, y nosotros no teníamos nada que ver con
eso. Han hecho un pedestal y mientras ellos estaban haciendo eso se empezó a juntar
un grupo de gente acompañando la acción, osea, esperando que se arme ese

143
pedestal. Esperamos que se arme, le pusimos encima esa placa y la placa, todavía
con el molde, con la madera que se sostenía, se hizo una ronda como hicimos ayer y
varias personas hablaron de, nada, de la importancia de que hayamos puesto esa
placa. Algunos recordaron a su familiar desaparecido. (Andrea)

Andrea relata así el momento a través del cual, por la intervención espontanea de dos
santaluceños con conocimientos en albañilería, una baldosa devino en monumento. Menciona
asimismo, como la acción de materializar un acto, de generar un monumento que marque el
espacio en Santa Lucía, estuvo completamente atravesado por las discusiones sobre quiénes son
las victimas que merecen ser representadas púbicamente y en qué marco, como ya analizamos páginas
atrás. De esta manera, las memorias que se entienden como enmarcadas dentro del PRT-ERP
no son las que deben recordarse o al menos, exhibirse en el espacio público. Cualquier
referencia a las identidades de las víctimas (con la ya vista dificultad para ver quienes se
encuadran en esta categoría) queda entonces, excluida del relato público para centrarse en
valores mas englobantes como la vida, la libertad, la memoria, la verdad y la justicia y a la
cualidad común de ser vecinos de Santa Lucía.

La gigantografía, por otro lado, mostraba diferentes imágenes yuxtapuestas en blanco y negro
entre las que se destacan algunas Madres de Plaza de Mayo marchando en algún punto del
país junto a otros familiares. Se observa asimismo la clásica estrategia de esta organización

144
de utilizar las fotos de los desaparecidos como una forma de restituir entidad e identidad al
cuerpo desaparecido utilizando fotos de tipo carnet que el propio Estado produjo (Da Silva
Catela, 2001). Por otro lado, se puede reconocer imágenes icónicas de los ´70 como las del
Cordobazo y la Masacre de Trelew. En algunos puntos se distingue, asimismo, algunas frases
siendo la que más llama la atención la de “elegimos memoria” y “dónde están”. La
gigantografía transmite principalmente un repertorio de símbolos que hace uso de imágenes
que muestran una conjunción de elementos referidos a los clásicos de los organismos de
DDHH, además de iconos de la militancia de izquierda, la guerrilla y los desaparecidos. La
simbología107 utilizada en los rituales asociados a la memoria en Santa Lucía parece
frecuentemente estar cargados de imágenes (reconocibles) de hechos, personajes y eventos
acontecidos en las grandes capitales del país. Me pregunto si esta estrategia tendrá que ver
con poder hablar del tema, pero sin hacerlo tan enmarcado en el proceso local (que despierta
innumerables polémicas) sino, en su lugar, a partir de imágenes y personajes consagrados en
la escena nacional. Esto sería, a mi entender, una búsqueda por hacer circular imágenes de
luchas legitimadas públicamente que están profundamente vinculadas con lo local pero sin
tener que discutirlo en los términos e imágenes propias.

Otra de las cuestiones que llamaron mi atención en el relato de Andrea tiene que ver
con este “desfasaje” o “distancias” entre algunas “batallas simbólicas” que desde su
experiencia (y la del resto del grupo Foco en el Monte) parecían estar ya “ganadas” pero que,
sin embargo, no podían aplicarse a la realidad santaluceña. Así, es posible detectar ciertas
tensiones entre los discursos, experiencias y políticas sobre DDHH sostenidos y defendidos
en los grandes centros urbanos de la ciudad y su aplicación real en ciertas “periferias” de
nuestro país. De alguna manera esas “batallas simbólicas” no se dieron aquí o no tuvieron el
éxito que se esperaba y eso a mi entender habla mucho de la particularidad de la realidad
santaluceña, por un lado, y de la manera en que se construyeron en nuestro país las políticas
de DDHH. En este sentido, no es lo mismo sostener ciertos discursos o realizar algunas
acciones en una gran ciudad que hacerlo en las calles de Santa Lucía donde uno es
permanentemente identificado por la comunidad y donde todos se conocen. Las disputas se

107
Para el análisis de los símbolos retomo a Geertz (1987) en su estudio de los símbolos sagrados de la cultura
javanesa. Este autor entiende a los símbolos como ordenadores de la experiencia y reveladores de diferentes
aspectos de la integración de ethos y cosmovisión de un pueblo. Los símbolos son así “intentos de dar
orientación a un organismo que no puede vivir en un mundo que no puede comprender”( 1987: 129) . Más aun,
la simbología de una sociedad es “una síntesis de lo que se conoce sobre el modo de ser del mundo, sobre la
cualidad de la vida emocional y sobre la manera que uno debería comportarse mientras está en el mundo”
(1987:118). En este sentido, para este autor, necesitamos comenzar a prestar más atención a los modos en que
las personas definen las situaciones y a la manera en que llegan a arreglos con ellas.

145
dan así en otros tiempos y en otros términos: más lentos y más sutiles. En este sentido me
pregunto si las estrategias llevadas adelante en Santa Lucía a la hora de conmemorar
públicamente ciertos eventos asociados con la violencia de los ´70, no están impregnadas y
afectadas también por esa tensión que implica la convivencia en una comunidad pequeña
entre personas que tuvieron posiciones, roles y experiencias muy distintas en aquella época.
Como había analizado en el capítulo anterior, el rol del encapuchado en el relato de los
ajusticiamientos tiene una función de poder hablar de la violencia sin identificar o señalar
específicamente a quién se supone responsable de la misma (sobre todo cuando esa persona
sigue siendo un vecino). Pienso de esta manera que es interesante poder pensar en cuáles son
las “capuchas”, los mantos de olvido que se tienden sobre los rostros, que garantizan la
convivencia dentro Santa Lucía en el presente.

A lo largo de este capítulo abordé los diferentes modos en que la memoria se


escenifica en el presente santaluceño a través de diferentes materialidades, actos y personas.
Busqué así realizar un análisis de las situaciones sociales en que las memorias son actuadas e
inscriptas en la escena pública así como las jerarquías y legitimidades diferenciales
existentes al interior de la comunidad que entran en disputa mediante las mismas. En este
sentido, las conmemoraciones del pasado local se tornan en lugares fundamentales de
disputas y tensiones que ponen en juego a diversos actores, sentidos, símbolos y valores. Por
ello constituyen una ventana privilegiada para acercarnos a algunas lógicas y dinámicas
estructurales de la comunidad en cuestión.

146
CONSIDERACIONES FINALES

Hoy es cinco de mayo del 2017. Sentada en una mesa de un café de San Miguel de
Tucumán leo los diarios desde mi computadora. Los titulares de los principales medios
hablan sobre el último fallo de la Corte Suprema de justicia que otorga la posibilidad de
aplicar el derecho al 2x1 en casos de delitos de lesa humanidad. Leo los comentarios de uno
de los artículos que cubre esta noticia en el diario La Gaceta. Tiemblo. La mayoría de los
comentaristas proclama que existe una “hipocresía” de quienes hoy salimos a denunciar este
fallo y no salimos a denunciar la desnutrición infantil o la inseguridad (entendida
principalmente como asaltos efectuados por motochorros). Otros, más desafiantes, dicen que
en vez de reclamar por el 2x1 deberíamos pedir por el procesamiento de “los zurdos que
también mataron gente”. Algunos más diplomáticos sugieren que tendríamos que “mirar para
adelante” y dejar de insistir en estas cosas que ya son parte de la historia. Salgo a caminar.
Me vuelvo a sentir dentro de una novela de realismo mágico, me vuelvo a indignar. Me
tranquilizo. Una vez más, la actualidad que cobra la cuestión de la violencia en los ´70 dentro
de nuestra sociedad se vuelve evidente.

A lo largo de este trabajo final he mostrado como a través de las formas en que una
comunidad recuerda; los personajes, lugares, fechas y eventos que nutren esos recuerdos se
va constituyendo también una idea actual de lo que la misma es, sus bordes, en definitiva su
identidad. Identidad colectiva que, por naturaleza, no está exenta de conflictos y tensiones.

A través de estas páginas intenté dar cuenta de esto a través de las memorias sobre el
Operativo Independencia en un pueblito del sur tucumano llamado Santa Lucía. Haciendo
uso de las herramientas brindadas por la antropología, quise aproximarme a una problemática
tan amplia y actual como son las memorias sobre la violencia política y el terrorismo de
estado en nuestro país, pero enfocándolas desde un contexto local como el mencionado para
desde allí atreverme a elaborar lecturas más generales. Busqué, sobre todo, dar cuenta de las
significaciones que los propios sujetos y protagonistas le atribuyen a esos fenómenos y
hechos del pasado, buscando legitimar acciones en el presente y dotar de sentido a sus
identidades.

El trabajo de investigación desarrollado a lo largo de tres años me llevó a elaborar así


ciertos análisis y argumentos que no pueden, sin embargo, ser pensados como completamente
conclusivos ni finales. Representan, ante todo, una aproximación, un primer caminar por
estos temas, lugares y abordajes que arroja nuevas preguntas.

147
En el capítulo I de esta tesis desarrollé un pequeño recorrido por la historia local del
pueblo de Santa Lucía, buscando dar cuenta de los procesos represivos durante el llamado
Operativo Independencia y ubicándolos en la trama de procesos de larga duración (Elías,
1988). Centrándome en la experiencia de la clase trabajadora local, describí algunos de los
eventos que, tanto desde la historiografía como desde las memorias, aparecen como
acontecimientos fundamentales para la historia del pueblo. Uno de los argumentos centrales
de este capítulo tiene que ver con la necesidad de entender al Operativo Independencia como
parte de un proceso represivo que tuvo como objeto a la población de la provincia de
Tucumán y cuyas raíces se deben rastrear en los ´60, con el “industricidio” ordenado por el
presidente de facto Juan Carlos Onganía. En este sentido resulta fundamental poder
comprender las características que tuvieron estos hechos en la provincia así como las
interpretaciones que se hacen en Santa Lucía de los mismos. Por otro lado, este rastreo,
muestra también como Tucumán y a Santa Lucía se convierten en el lugar donde el PRT-ERP
consolida uno de sus principales territorios de acción, donde instalar un foco de guerrilla
rural. Por último, intenté realizar una descripción etnográfica del pueblo en la actualidad,
inserto en el mapa de espacios sociales y políticos más amplios y procurando leer, en su
configuración espacial, las diferentes capas de historia.

En el capítulo II analicé, a partir del material obtenido en las entrevistas, algunos de


los ejes que articulan y condensan las memorias de los pobladores de Santa Lucía sobre la
vida en torno al ingenio azucarero. Me interesó poder entender la vida en la época del
ingenio y los recuerdos anudados a ella, para desde allí analizar el quiebre que significó en la
vida cotidiana de sus pobladores el cierre del ingenio local. Haber indagado así en las
diferentes capas de memoria que emanan desde el ingenio azucarero, implicó poder tomar en
cuenta que además de haber determinado arquitecturas, salarios y tiempos, los ingenios
configuraron modelos de sociabilidad muy específicos que impactaron de manera muy
profunda en las diferentes comunidades que surgieron en torno a los mismos y tienen efectos
que es posible rastrear en el presente. Es importante así comprender que, con el último cantar
de la sirena del ingenio, el mundo como se lo conocía hasta ese momento cambió para
siempre. El cierre de los ingenios no solo produjo desempleo, sino también la destrucción de
un modo de vida que sustentaba lazos vecinales, sociales y familiares, ciclos y ritmos de
vida, parámetros y marcos perceptivos que configuraron un modo de ser en el mundo. Como
vimos, el mismo debe entenderse como el punto cero de un largo proceso de represión y
desamparo que dejó tras de sí una memoria plagada de nostalgia. A la luz de los procesos

148
analizados en el capítulo anterior, y mediante su inscripción en las memorias locales busqué
mostrar la violencia estructural que implicó condenar a una población entera al desempleo y
por lo tanto, a la miseria, el éxodo y la pobreza. Asimismo, una mención aparte merecen las
memorias sobre la resistencia obrera en la localidad, como forjadoras de identidad, que se
condensa en la figura de Hilda Guerrero de Molina, asesinada en 1967 por la policía durante
una huelga de FOTIA.

En el capítulo III, abordé los diferentes elementos, personajes, sentidos y discusiones


que condensan las memorias de un pasado marcado por la violencia política y las situaciones
límite vividas durante la represión. Analicé cómo, desde la prensa local y desde la prensa del
ERP, se construyeron diferentes representaciones sobre Santa Lucía durante los ´70 y lo que
allí sucedía, así como el impacto que estas construcciones tuvieron en la comunidad local
como un pueblo de guerrilleros. Por otro lado, busqué dar cuenta de las memorias locales
sobre la llegada de la guerrilla al pueblo y la construcción de la misma como una alteridad
que, según los contextos, era colocada como algo ajeno o cercano. En este construcción,
diferentes momentos clave estructuran las memorias locales en tanto puntos de inflexión
relacionados con la violencia ocurrida en el pueblo, que al día de hoy continúan siendo
terreno de disputas: el asesinato de Ramón Rosa Jiménez y los ajusticiamientos de Saraspe e
Ibarra.

Por último, me interesó abordar las características que tuvo el Operativo


Independencia en Santa Lucía, la manera en que localmente se recuerda la instalación de una
base militar en el pueblo y lo que eso significó para la vida cotidiana de los habitantes. Un eje
central que atravesó todo el análisis realizado en este capítulo fue el de poder dar cuenta de
cómo las experiencias de violencia y represión (y los sentidos otorgados a las mismas)
contribuyen a nuevas construcciones, que son también fundantes, de comunidad. La
violencia, en este marco, fue abordada desde su potencial productivo y no como mera
práctica destructora.

Si comprendemos entonces, que el OI se inserta dentro de una larga y compleja trama


de procesos represivos en la provincia, resulta más fácil comprender lo sesgado que significa
pensar al mismo como un operativo que se dirigió exclusivamente a la guerrilla o que se creó
a causa de la misma, tal como lo fundamentaron las memorias que buscan legitimar a la
represión como reacción a la violencia política de las organizaciones armadas. De esta
manera, aunque el OI se anuncia como un operativo cuyo objetivo oficial era la eliminación

149
de la guerrilla, el foco principal de la represión fueron los pobladores de todo el sector sur de
la provincia.

Por todo lo mencionado anteriormente, considero importante empezar a pensar en la


dimensión productiva de los diferentes eventos represivos de aquellas décadas (la Revolución
Argentina, el Operativo Independencia y la última dictadura militar, entre otros). Los mismos
acometieron estructuralmente contra un modelo productivo industrialista y contra los tipos de
vínculos sociales, económicos y políticos que del mismo surgían. Esto implica también
pensar que todos estos eventos represivos vinieron de la mano de medidas económicas que
llevaron a otros tipos de disciplinamiento de la población mediante la precarización laboral,
la desocupación, la fragmentación y la baja de salarios. La represión que se vivió durante
estas décadas, no pretendió simplemente acabar con “ideas peligrosas, subversivas o
transgresoras”, sino que se buscó activamente y por diferentes medios una reconfiguración
total de la trama social económica y política argentina. La misma se sostenía en base al
modelo industrialista de sustitución que llevaba ya más de tres décadas ordenando y
modelando no sólo la producción económica del país, sino la manera en que los reclamos
sociales y políticos se vehiculizaban, el modo en que los sujetos se constituían como
ciudadanos, su identidad como trabajadores, entre otras cosas. En definitiva, mediante la
estrategia represiva, no se buscaba simplemente suprimir o eliminar sino más bien producir y
generar un Tucumán y un país distintos.

El capítulo IV abordó los diferentes modos en que la memoria se escenifica en el


presente santaluceño a través de diferentes materialidades, actos y calendarios. Desarrollé así
un análisis de las situaciones sociales en que las memorias son actuadas e inscriptas en la
escena pública así como las jerarquías y legitimidades diferenciales existentes al interior de la
comunidad que entran en disputa mediante las mismas. Las conmemoraciones del pasado
local, como busqué demostrarlo, se tornan en lugares fundamentales de disputas y tensiones
que ponen en juego a diversos actores, sentidos, símbolos y valores. En este sentido
constituyeron una ventana privilegiada para acercarnos a algunas lógicas y dinámicas
estructurales de la comunidad en cuestión y de los capitales de sus protagonistas. En este
capítulo, además, mostré como se pusieron en escena los bordes que ese pasado establece en
torno a la comunidad y cómo, en las disputas, actitudes, memorias y valores, toman sentido
según las distancias sociales entre diferentes sectores, y según se trate de actores de afuera o
del pueblo.

150
Un hilo conductor de este trabajo final fue el de intentar pensar a la violencia como
reveladora de lógicas y relaciones que son parte de la trama social analizada. Por ello, la
violencia, y los sentidos, disputas y contradicciones asociados a ella, son entendidos como
una ventana privilegiada a la comunidad santaluceña. Como ejemplo de ello, es posible
percibir como, a partir de los relatos y representaciones que se dan en el pueblo sobre la
muerte de tres personas (que se sucedieron en un periodo relativamente corto de tiempo), se
traslucen algunas pistas para poder comprender el código ético que organiza a la comunidad.
A su vez es posible comprender la manera en que la misma se construye a si misma (a partir
también de la construcción de un “otro” ajeno y distante) y las nociones mismas sobre la
muerte y las muertes que pueden ser lloradas.

. El trabajo etnográfico con la comunidad de Santa Lucía me llevó al encuentro con


diferentes caras, vidas, caminos y lugares. A partir de estos encuentros y de la generosidad
con la que tantos pobladores abrieron sus casas y sus historias, mi mirada fue mutando. La
incomodidad que sentía al pensar en ciertas cuestiones vinculadas con la impunidad y la
injusticia en mi provincia fueron suplantadas por la admiración por el imponente pasado de
luchas de aquellas tierras. Estos años de volver a poner mi mirada en Tucumán han sido, por
todo esto, sanadores, movilizadores y profundamente interpelantes. Implicaron el poder
descubrir una parte central de mis orígenes que yo desconocía absolutamente, y permitirme
enfrentarme a mis propios prejuicios, estereotipos y negaciones para con Tucumán.

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Archivos consultados:
 Archivo diario La Gaceta
 Archivo periódico Estrella Roja. Disponible digitalmente en:
http://www.ruinasdigitales.com/estrella-roja/listado-de-numeros/

158
ANEXO: Los entrevistados

Andrea tiene 33 años, es artista y docente y fue un eslabón principal para la conformación y
funcionamiento del grupo Foco en el Monte.. Llegó a Santa Lucía a fines del año 2014 mientras
acompañaba a su amiga María Santucho en su búsqueda por identificar el lugar en el que había sido
asesinado su padre, Asdrúbal Santucho. Allí conoció a diferentes vecinos del pueblo con los que fue
tejiendo lazos de amistad. Desde ese momento y hasta el presente organizó y formó parte de
diferentes actividades, cursos y proyectos que se construyen desde la biblioteca popular del pueblo.

Delia tiene 42 años y es la directora de la Biblioteca Popular Santa Lucía Nació en Santa Lucía en
1974 y fue criada por sus abuelos. El padre de Delia fue detenido durante casi cuatro años durante la
dictadura, cuando ella era tan solo una niña. Siendo muy joven aun, Delia se mudó a Buenos Aires en
busca de trabajo y permaneció allí hasta que quedó desocupada. Al retornar a Tucumán, se incorporó
en el movimiento piquetero que se conforma en Santa Lucía en el año 2000 y que, durante esa época,
formaba parte del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD). Se desempeñó
dentro del movimiento como una de las líderes de la juventud.

Gabriel tiene 53 años y es un docente de la escuela técnica del pueblo. Nació y creció en
Santa Lucía siendo hijo de un trabajador del ingenio.

Gonzalo tiene 30 años, es músico y trabaja como cosechero en las fincas de arándano
cercanas al pueblo. Además milita hace unos años dentro del Partido Obrero. Forma parte de
una generación que no vivió durante la época del ingenio ni la época de la base.

Josefa Molina, tiene alrededor de 50 años y vive junto a sus hijos y su marido en una casa en
la ciudad. Josefa es una de las hijas de Hilda Guerrero de Molina. Luego del asesinato de su
madre, ella y su hermana se fueron a vivir a la casa de unos familiares en Buenos Aires para
luego instalarse en la capital tucumana junto a su padre, años después. En el año 76 su
hermano mayor, “Pichín”, quien había militado en el ERP, fue detenido y permanece hasta el
día de hoy desaparecido.

Marta tiene 48 años y vive actualmente en la ciudad. Paso su infancia, junto a sus diez
hermanos, en la zona de Caspinchango y Negro Potrero, dos antiguas colonias azucareras que
quedaban alrededor del poblado de Santa Lucía. La familia entera de Marta se dedicaba a
pelar caña en los campos cercanos a su casa que habían aprovisionado al ingenio Santa Lucía
y a otros de los alrededores. Uno de sus hermanos, secuestrado durante el OI, permanece
desaparecido hasta la fecha.

Genoveva o “Pocha” nació, se crio y reside hasta la actualidad en Santa Lucía. Como
muchos de los pobladores, creció en el seno de una familia numerosa con ocho hermanos
cuyos padres se habían conocido en los surcos mientras trabajaban en la cosecha de la caña.
En la época en que se dio el cierre del ingenio, el padre de Pocha trabajaba ya como obrero
de vialidad de la provincia, por lo que la familia no se vio directamente afectada por ello. Fue
a nivel nacional del movimiento piquetero que estuvo alineado con el Movimiento

159
Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD). Hoy en día trabaja como no docente
dentro de una escuela de la zona.

Ramón, más conocido como “Serrucho”, tiene alrededor de 60 años y nació en una de las
colonias que rodean a Santa Lucía llamada Negro Potrero y luego se trasladó con su familia a
Caspinchango, otra colonia cercana. Como parte de una familia de 11 hermanos tuvo que
trabajar en el surco desde una edad muy temprana por lo que no tuvo acceso a la educación
primaria. Cuando tenía 23 años, Ramón fue detenido y pasó por diferentes CCD que
funcionaron en la zona de Santa Lucía y alrededores. Fue liberado 4 meses después de su
detención. A su vez, su padre estuvo detenido en diferentes CCD de la provincia durante
varios meses y su hermano René, secuestrado unos meses antes que Ramón, permanece hasta
el día de hoy desaparecido.

Don Rocha tiene alrededor de 60 años. Nació y se crió en Santa Lucía. Trabajo como
empleado público hasta su detención en 1976. Estuvo detenido en el Arsenal Miguel de
Azcuenaga hasta su liberación unos meses después.

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