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“Ética y política en la obra de Emmanuel Levinas.

Análisis de la proximidad ética como fundamento


fenomenológico del origen del Estado”
Diccionario borrador.
El contra Hobbes

Estado: procede de un principio humano, de la relación del hombre para el hombre. El origen del Estado se
encontraría en la extravagante generosidad del para-el-otro. Existe una sobre-significación que habita el Estado, en
el Estado hay más que el Estado y es en razón de esta “carga” que el Estado es llevado a superarse, a autosuperarse,
a abrir la vía a ese excedente que lo transita y lo dirige más allá. Si el Estado es desgarrado entre la intriga de la
proximidad y la búsqueda de la justicia, por este hecho él está atravesado permanentemente por una
sobresignificación que lo habita al punto de conocer un movimiento que lo lleva más allá de él mismo. “Más allá del
Estado en el Estado”. Estado en el seno de la cual se manifiesta una relación constitutiva entre la política y la ética,
en la medida en que la política es de cierta manera asida, desde el inicio, por la ética, penetrada por ella, como si,
según una aproximación fenomenológica, se comprobara que en lo político hay más que lo político. El de la
intrincación de la ética y de la política que da nacimiento a un Estado, proveniente de la de la justicia. Este Estado es
descentrado; somete su determinismo propio a otro movimiento centrífugo que viene a la vez de su origen y de su
fin. En este sentido, él pertenece a un espacio pluridimensional, dividido en alguna medida entre la extravagante
generosidad del para-otro de la cual procede y la justicia que persigue. En esta perspectiva, el Estado está
permanentemente sometido a un doble cuestionamiento en vista de decidir acerca de su legitimidad.

El tercero: estatuto complejo – otro que el prójimo, u otro prójimo, el prójimo de mi prójimo – aparece surge en la
relación del cara-a-cara, en la relación de proximidad e interrumpe de golpe, para metamorfosearla. A la desmesura
del uno para el otro, a la “locura” ética, la preocupación por el tercero va a sustituir la exigencia de la justicia, la
medida que, en el seno de un Estado nacido de la proximidad y orientado a la justicia, va a introducir el momento de
la objetivación, del sopesamiento, esforzándose en comparar incomparables. El Estado no es más el tercero, pero
tiene por función responder a la situación creada por la irrupción del tercero; el infinito animando la relación ética lo
que le corresponde corregir para hacerla entrar en las proporciones razonables.

Estado de naturaleza: aquella de la proximidad y su precedencia. El temor por la muerte del otro. En el encuentro,
por la prueba del rostro, nace una sensibilidad por la muerte del otro, una afección por la muerte del otro, como si
“esta muerte fuera mi asunto”. Lo abordo como aquel cuya muerte pasa antes que la mía, que tiene prioridad sobre
la mía. “La muerte significa, en la concreción de lo que es para mí, el imposible abandono del otro en su soledad, la
prohibición a mí dirigida, de este abandono. Su sentido comienza en lo inter-humano. La muerte significa
primordialmente en la proximidad misma del otro hombre” .

Proximidad: Bajo el nombre de proximidad se trata de abrir un acceso a un “más acá, más antiguo que la intriga del
egoísmo anudado en el connatus del ser. Surge así, con la proximidad, la posibilidad de un pensamiento que no sea
saber; el hecho de estar próximo a alguien, “la proximidad, la sociabilidad misma, es de otro modo que el saber que
lo expresa” La proximidad se refiere a la humanidad, más precisamente a lo humano; también se define ella de otro
modo que de un punto de vista espacial u objetivo. Ella designa la escucha del grito de desamparo del otro que
deviene responsabilidad por-el-otro, en relación de no-reciprocidad.

Justicia: en lo inter-humano, la primera cuestión es la de la justicia. “la importancia extrema en la multiplicidad


humana de la estructura política de la sociedad, sometida a las leyes y, desde entonces, a las instituciones en las que
el para-el otro de la subjetividad, en la que el yo, entra con la dignidad del ciudadano en la reciprocidad perfecta de
las leyes políticas esencialmente igualitarias o proyectadas a serlo.

Política: la política, tanto que ella mantiene, una estrecha relación con la cuestión de la justicia, central en las
relaciones inter-humanas. Ella introduce una concepción diferenciada de lo político –lo político no es uno sino plural-
ella provee el criterio de diferenciación. Parece, inventar una articulación inédita entre las dos esferas y que tiene
por mérito conferir a lo político, a la vez, consistencia y dignidad. La hipótesis levinasiana, por la relación que ella
instaura en el origen con la proximidad, y luego con la justicia, “descentra” el Estado, lo somete a una instancia ética
que, más que serle exterior, lo corroe permanentemente, y de esta manera lo relativiza. gracias a esta relativización,
que lo político adquiere una consistencia irreductible y una dignidad en el sentido en el que aparece como una
dimensión no susceptible de intercambio con cualquier dimensión que sea. Levinas reafirma la necesidad de lo
político, su extrema importancia como forma de institución de la coexistencia humana en relación mediata con la
responsabilidad para con el otro.
Sociedad: resulta de la limitación del principio según el cual el hombre es para el hombre. Lo social, con sus
instituciones, sus formas universales, sus leyes. Esta intriga de lo humano requiere que pensemos lo social bajo el
signo del pluralismo, resistiendo tanto más vigorosamente a la totalización que este social pluralista respeta la
singularidad irreductible del individuo y la textura de la relación entre singularidades.

Ética e infinito

Política: la política debe poder ser siempre controlada y criticada a partir de la ética. Esta segunda forma de
socialidad haría justicia a ese secreto que para cada uno es su vida, secreto que no depende de un recinto que
aislaría algún dominio rigurosamente privado de una interioridad cerrada, sino secreto que arraiga en la
responsabilidad para con el otro, la que, en su advenimiento ético, no se puede ceder, de la que uno no se escapa y
que, asi, es principio de individuación absoluta.

Rostro: no es fenomenología, el acceso al rostro es de entrada ético. La relación con el rostro puede estar dominada
por la percepción, por lo que es específicamente rostro resulta ser aquello que no se reduce a ella. El rostro está
expuesto amenazado como invitándonos a un acto de violencia. Al mismo tiempo, el rostro es lo que nos prohíbe
matar. Es significación, y significación sin contexto. Quiero decir que el otro, en la rectitud de su rostro, no es un
personaje en un contexto. El rostro es el solo, sentido. En este sentido puede decirse que el rostro no es visto. Es lo
que no puede convertirse en un contenido que nuestro pensamiento abarcaría; es lo incontenible, nos lleva más allá.

Lenguaje o discurso: rostro y discurso están ligados. El rostro habla. Habla en la medida en que es él el que hace
posible y comienza todo discurso. El discurso, la respuesta o la responsabilidad es una es relación autentica.
Distinción entre el decir y lo dicho: que el decir deba comportar un dicho es una necesidad del mismo orden que la
que impone una sociedad. Pero decir es el hecho de que ante el rostro yo no me quedo ahí a contemplarlo sin más:
le respondo. El decir es una manera de saludar al otro, pero saludar al otro es ya responder de él. Es difícil callarse en
presencia de alguien; esta dificultad tiene su fundamento último en esa significación propia del decir, sea lo que sea
lo dicho. Es preciso hablar.

Primera palabra del rostro: no mataras. Es una orden. Hay en la aparición del rostro un mandamiento, como si un
amo me habla. Al mismo tiempo el rostro del otro esta desprotegido es el pobre por el que yo puedo todo y a quien
todo debo. Y yo, quienquiera que sea, pero en tanto que primera persona, soy aquel que se las apaña para hallar
recursos que respondan la llamada.

Levinas y lo Político

Asimetría: no puede haber relación ética entre yo y el otro más que en la asimetría. En el cara-a-cara, yo no soy
jamás el otro y el otro no es jamás yo. Esta asimetría caracteriza fundamentalmente la relación ética y es a la vez el
más seguro índice y el verdadero concepto de esta relación. Pues en el momento en que se corrige o se olvida la
asimetría, se efectúa un desplazamiento del otro hacia el mismo. En la asimetría, “la diferencia” es siempre del otro,
jamás la llevo como atributo de mi esencia. Ella significa la no-indiferencia a la diferencia del otro.
El otro llama y yo respondo, pero sin poder evitar oír, y esta estructura responsiva de mi subjetividad me expone, en
un “heme aquí”, no elegible. Este llamado que viene del otro me llega desde su rostro cuya fragilidad me somete por
la altura trascendente desde donde me asigna a la urgencia de un requerimiento. Decir del otro que él está siempre,
estructuralmente, más próximo a Dios que yo, es pues inscribir mi respuesta en una necesaria inmediatez material,
prohibiendo inmediatamente cualquier hipocresía de sermón. La ética es ética porque es asimetría: califica una
relación donde el sujeto esta ordenado a la proximidad de un prójimo.
La inversión simétrica de la asimetría prestaría una situación donde yo diría: el otro soy yo, somos nosotros, y donde
intimaría a este, aquel o aquellos que me enfrentan a responder a mis requerimientos-paradigma de numerosas
coyunturas históricas, donde un sujeto que se denomina a sí mismo, el otro solo puede dirigirse al otro
sustrayéndole toda significación y prohibiéndole todo lugar.
Lo que la asimetría indica en tanto refractaria a toda universalización es un núcleo ético, una sociabilidad de a dos,
donde yo estoy al mismo tiempo ordenado por el otro y remitido, en esta orden, a mi insospechada unicidad.

La preocupación ética designa la procedencia: junto al prójimo hay otro prójimo, el tercero. La relación ética,
absoluta e inmemorialmente originaria, no reabsorbe de ningún modo en ella lo que viene después de ella, por el
contrario, ella es la condición no sabida. El tercero puede igualmente haber sido víctima de aquel a quien respondo y
a quien me aproximo. Yo no puedo escuchar al otro que me ordena, sin preguntarme qué ocurre con el tercero, y
quien puede ser el otro del tercero. La relación ética me obliga a comparar las instancias del otro frente a mí y los
requerimientos del tercero de cara al otro, a entrar así en una tonalidad determinada, destinado a tomar cargo las
modalidades de la comparación y a prevenir posibles violencias.
Yo podre cuando me toque ser el otro del otro, el diferente, tomar parte en la dialectizacion de los lugares,
ocupados por todos los sujetos y acceder así a un orden que, por el anonimato y la inteligibilidad, será el garante de
la universalidad de mi condición de miembro: un espacio homogéneo y un mismo tiempo para todos.
La política tiene su comienzo cuando un sujeto respondiente o responsable para de la inquietud ética a la cuestión
política. Cuando se va de la responsabilidad al problema.

Idea de régimen (eticocracia): Levinas no hace una descripción del mejor régimen, es el origen ético de toda
significación, lo que permitirá que la cuestión del buen régimen sea investido a partir de su excentración, arruinando
así la posibilidad de un tratamiento autónomo del campo de la filosofía política. Levinas ofrece un pensamiento
entre política y ética como relación entre una totalidad constituida y una exterioridad no totalizable.

Política e Inspiración: inspiración que liberaría la política de sus estrictas dimensiones estatales disponiendo una
situación en la que todo juicio fuese no-total y no totalizante, donde todo juicio pudiese ser juzgado, comenzando
por el del historiador sobre la historia, en tanto que todo historiador justifica las violencias del pasado. Esta des-
totalización significa deformación.
Entonces, la política dejaría ver sus intersticios en la pluralidad, la discusión, la diversidad, en el seno de un conjunto
móvil, seguramente un poco frágil, correspondiente institucionalmente a la democracia. Así la socialidad ética, viene
a alterar, a des automatizar parcialmente la estructura integradora e impedir que se olviden las partes que ella habrá
de dejar atrás como sus otros empíricos.

Política: una buena política seria una política que, al menos en suspensión, permitiría, o mejor aún facilitaría el
despliegue dinamizante de la inspiración ética y aseguraría, incluso negativamente, las condiciones.
Pudiéndosela denominar también política de abajo, podría consistir en un incesante esfuerzo por transformar una
masa de experiencias pre-políticas, vividas en la conformación desgarradora entre vida en la verdad y vida en la
mentira, en potencialidades revolucionarias. Lo pre-político designa aquí lo que Levinas llamara secreto de la
ipseidad: la multiplicidad de micro conflictos de base, las represiones subjetivas de la humillación, las resistencias
desorganizadas frente al exterminio de la conciencia y el lenguaje, hasta la abolición de las historias individuales y de
los acontecimientos.

Política anti política: requiere ser imperiosamente practicada, exige que sea interrumpido lo que ya no es más
soportable, lo que no es justo. Consiste, la mayoría de las veces, en una intervención negativa. Poder de los sin poder
ella no tiende a oponer una contra-fuerza a la fuerza organizada. Contra las pretensiones de un Estado, la política
anti política moviliza las intenciones siempre singulares que se agregan momentáneamente para decir no,
indiferentes a toda perspectiva de toma de poder. Pues aun cuando este poder estuviera tomado en nombre de la
vida fáctica o de la justicia, sería necesario aun y siempre que este sea a su vez interrumpido.

La ética como filosofía primera: para Levinas la ética no encuentra en sí misma su fundamento y finalidad. Levinas
identifica ética y metafísica. Tal unidad entre ética y metafísica se entiende mejor a partir de la categoría de la
sustitución, "ya que en ella el nivel ético y metafísico coinciden en la medida en que la estructura ética de la
responsabilidad hacia el otro constituye el auténtico ser del yo”. El sujeto no puede ejercer ningún tipo de actividad
antes de la responsabilidad infinita en que le sitúa el requerimiento del otro. La responsabilidad por el otro es
constitutiva de la propia subjetividad. Es por eso que Levinas puede afirmar que "la filosofía primera es ética".
Es otra filosofía que sea justamente de otro modo que ser, donde el acento esté puesto no en el ser sino en algo que
lo trascienda, el Otro.

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