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Departamento de Historia

Universidad de Santiago de Chile


Revista Palimpsesto
Nº8, Vol. IV, 2007: pp
Issn: 0718-5898

CRISIS DEL CONCERTACIONISMO, RACIONALIDAD Y EFECTOS NO


INTENCIONALES

MARCELO MELLA POLANCO ∗

En este artículo se analizará la crisis de la Concertación como resultado del


agotamiento de su ideología fundacional. Para nuestro propósito la noción de crisis
posee dos significados, uno amplio, que corresponde a la pérdida de sentido en la acción
y, otro restringido, como momento de decadencia o epifenómeno. Pensamos que, en
relación a esta ideología fundacional que llamaremos Concertacionismo, ambos
significados de la crisis están presentes y coexisten.

La matriz de pensamiento de la Concertación ha sido desarrollada con dos


condicionamientos desde sus orígenes durante la segunda mitad de la década de 1980:
1) Se trata de una forma de pensamiento que genera cohesión y respaldo social en base a
contenidos estratégicos y no programáticos, y 2) Se trata de una ideología que se orienta
a potenciar el cambio de régimen, por lo tanto, su validez está acotada al momento de la
transición a la democracia. Nuestro objetivo consiste en comprender las complejidades
y ambivalencias de la pérdida de efectividad política del pensamiento Concertacionista.

Sostenemos acá que la validez del Concertacionismo se debe, tanto al cambio de


oportunidades generadas por la transición, como a la capacidad de adaptar las
preferencias a los diversos contextos y condiciones. Esto último no significa
necesariamente, que la única manera de adaptar la racionalidad de los actores a las
oportunidades de la coyuntura consista en limitar las expectativas. Con el cierre de la
transición es probable que la capacidad de mantener la eficacia del sistema de


Licenciado en Historia, Magíster en Ciencia Política y Doctor en Estudios Americanos ©. Profesor
Departamento de Historia Universidad de Santiago de Chile. marcelo.mella@usach.cl
CRISIS DEL CONCERTACIONISMO, RACIONALIDAD Y EFECTOS NO
INTENCIONALES
dominación vigente desde 1990 en Chile, esté determinado por la capacidad de
responder a los nuevos desafíos políticos con mayor audacia e innovación.

Nos interesa explorar un tipo de análisis que supere la dicotomía entre


explicaciones individualistas (o intencionales) y estructurales. Específicamente, se
explorará las posibilidades heurísticas de una explicación en base a mecanismos,
utilizando las propuestas de Jon Elster 1 y Angel Flisfisch 2.

Contingencia y perversidad estructural

Se ha hecho reiterado discutir sobre el eventual fin de la Concertación en el


último tiempo, considerando los incidentes que han enfrentado a las distintas
“sensibilidades” de la coalición. Nos parece que la Concertación ha comenzado un
proceso que la llevará a su desintegración, no por lo que pueda o no hacer la oposición
política, o por su perfomance electoral en el tiempo próximo, sino más bien por factores
y dinámicas endógenas.

A modo de esquematización, las posibles explicaciones a este fenómeno se


pueden agrupar en dos grandes perspectivas, a saber: i) aquella que plantea que la
defensa radical del interés individual lleva al desastre colectivo y ii) aquella que plantea
que la fragmentación surge de la erosión o pérdida del ethos colectivo. 3

Siguiendo este esquema, podemos argumentar que el conflicto creciente en el


oficialismo podría devenir de la imposibilidad de lograr una agregación armoniosa de
los intereses de los diferentes actores del oficialismo, debido a que la "torta" del poder
real a distribuir se ha convertido en un incentivo demasiado pequeño o lejano. Piénsese,
por ejemplo, en el chantaje creciente que sectores de la DC han interpuesto frente al
bloque PS-PPD a partir de sus aspiraciones de llevar un abanderado (a) propio como
candidato único en las próximas presidenciales del 2009. Lejos de legitimar el
mecanismo de las primarias u otro tipo de rutinas frente al problema de la nominación

1
ELSTER, J.: “Tuercas y Tornillos”. Gedisa. Barcelona. 1989.
2
FLISFISCH, A.: “Hacia un realismo político distinto”. Documento de Trabajo. Número 219.
FLACSO. Santiago. 0ctubre 1984..
3
Ambas posturas aparecen desarrolladas en un reciente trabajo de GARRETON, M.A.:
“Concertar es difícil”. Umbrales de América del Sur, Año 1, Agosto - Noviembre 2007.
MARCELO MELLA POLANCO

del candidato, la Concertación parece obligada a generar la alternancia interna de modo


fáctico por la presión que ha ejercido el partido de la falange.

Bajo este enfoque, también es posible explicar la crisis de la Concertación, por


una carencia de mecanismos institucionales que garanticen competitividad en la
repartición del poder, dentro de la coalición y de los partidos. 4 Por esta razón en la
coalición oficialista parece haber un enfrentamiento manifiesto entre actores centrales y
periféricos respecto de la distribución del poder y los cargos. La llegada de la Presidenta
Bachelet al poder ha contribuido a dinamizar el recambio en la elite concertacionista,
permitiendo el acceso a la primera línea de su administración a los aspirantes
(wannabes) y desplazando a la Generación Fundadora. Los novatos integrados de la
Concertación, parecen caracterizarse (al menos discursivamente) por una actitud más
autoafirmativa que los “Padres Fundadores”, caracterizados por las redes transversales y
una fuerte integración horizontal con actores ubicados, incluso, fuera del oficialismo.

Por otra parte, se podría hablar de causas estructurales o superestructurales para


esta crisis, principalmente, el peso del factor cultural o simbólico. Expresiones como la
"ideología de la corrupción", subrayan la creciente dificultad de la coalición para
generar un relato que frene la fragmentación a causa de sus fuerzas centrífugas. Por
defecto, esa expresión destaca también la importancia -en un sentido constructivo o
destructivo-, de los imaginarios que permiten representar la realidad y justificar las
prácticas políticas dominantes otorgándoles sentido de trascendencia. Sin duda, esta
explicación podría resultar demasiado "estática", no obstante, creemos que la pura
racionalidad haría de la disidencia y la sedición actitudes esencialmente
incomprensibles. ¿Por qué separarse del bloque oficialista si dentro de él todavía
tenemos un cierto nivel de acceso al poder garantizado?

En nuestra opinión, la explicación de la crisis del Concertacionismo hay que


buscarla, mas allá de los enfoques clásicos de racionalidad, en perspectivas que,
incluyendo el componente racional, asuman la dimensión cultural, subjetiva e
ideológica como un elemento primordial para la vigencia de la coalición como agente y
sujeto.

4
NAVIA, P. y ENGEL, P.: “Que gane el más mejor. Mérito y competencia en el Chile de hoy”. Debate.
Santiago. 2006.
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INTENCIONALES
Desde una perspectiva contextual, el término de la transición en Chile, cuya prueba más
consistente es la desactivación de la “amenaza de regresión autoritaria”, ha generado
una fuerte tendencia a enfrentar y visibilizar los conflictos latentes en nuestra sociedad.

La pregunta que cabría realizarse en esta coyuntura es ¿en qué medida existe un
desfase interpretativo de la clase política respecto del conjunto de la sociedad en
términos de los niveles de orden y conflicto que el país requiere para su transformación?
Frente a la mantención de un discurso entre la clase política tendiente a prolongar las
condiciones de la transición, la sociedad ha recuperado crecientemente el sentido
constructivista y conflictivo de la política. Los ejemplos del movimiento de los
secundarios y la reiterada disposición favorable a la movilización de múltiples sectores
sociales parecen ser prueba de ello.

Erosión de la Identidad Concertacionista

El proceso más relevante para entender la crisis de hegemonía del pensamiento


Concertacionista corresponde a la erosión del “cemento normativo” que le ha dado
cohesión e identidad a la Concertación desde 1990. Si desde el triunfo de Patricio
Aylwin hasta nuestros días ha existido una "identidad de la Concertación", ésta ha
consistido en un relato estratégico común que ha facilitado liderar el cambio de régimen
y, al mismo tiempo, ha evitado la fragmentación dentro del bloque gobernante.

En otros estudios hemos sostenido la existencia de una forma de pensamiento


que denominamos Concertacionismo y que se habría originado desde los Centros
Académicos Independientes (C.A.I.) vinculados a la oposición democrática a la
Dictadura entre 1983 y 1990. 5 Creemos que esta forma de pensamiento que surge en los
inicios de la transición constituye una ideología común debido a que contiene una
dimensión epistemológica común, posee la capacidad de influir sobre las prácticas de la
coalición y tiene capacidad de movilizar apoyo de una mayoría social. 6 Los valores y
actitudes elementales que le confieren identidad a la Concertación son entre otros:

5 MELLA, M.: “Los Intelectuales de los Centros Académicos Independientes y el surgimiento

del Concertacionismo”. En Revista Historia Social y de las Mentalidades. Departamento de


Historia. Universidad de Santiago. Año XII, Vol. 1, 2008.
6 ECCLESHALL, R. y JAY, R.: “Ideologías Políticas”. Ed. Tecnos. Madrid. 1993.
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pragmatismo, flexibilidad y minimalismo en lo aspiracional, cooperación, convergencia


y dominación simbólica. 7

Una de las notas relevantes de esta ideología que denominamos


concertacionismo, es que fue elaborada antes de que la coalición opositora a la
Dictadura Militar se constituyera orgánicamente. La otra característica relevante es que
la unidad del pensamiento se consiguió a partir de acuerdos estratégicos y no
programáticos de lo que se sigue una inadaptación estructural de la Concertación a los
nuevos desafíos que surgen culminada la transición. Manuel Antonio Garretón destacará
hacia fines de los 80 la necesidad de construir un acuerdo sobre materias sustantivas
frente a los desafíos surgidos de la reconstrucción de una “cultura democrática”:

“Las transiciones democráticas o las democratizaciones políticas privilegian el


momento político-partidario de la sociedad. Las consolidaciones democráticas
parecieran privilegiar el momento socio-económico de la sociedad. Del mismo modo
como la política de los cincuenta y sesenta privilegió el momento económico
(desarrollo) y la política de los sesenta, setenta y ochenta el momento político (poder,
revolución, regímenes), la cultura política en los noventa deberá privilegiar el momento
cultural de la sociedad, es decir el de la definición del sentido, imagen, lenguaje y estilo
de la acción social y las formas de convivencia que desbordan los temas específicos de
los regímenes políticos”. 8

Actualmente, la esquizofrenia oficialista se aprecia en la disonancia del discurso


de diversos ministerios frente a temas sociales, en el creciente enfrentamiento entre
autoflagelantes, autocomplacientes, lobbistas, oenegeístas, estadofílicos (aunque
minoritario, es un discurso en crecimiento en la DC y en ciertos sectores disidentes del
PS) y estadofóbicos (la mayor parte del conglomerado adhiere a este polo, muchos,
paradojalmente, en el bloque PS-PPD). En ausencia de tal cemento normativo, la
coalición se debate entre una precaria alianza por la existencia de cierta cantidad de
intereses complementarios y el fin total del animus maritalis.

7 Véase FLISFISCH, A.: FLISFISCH, A.: “Los ideales y la izquierda: la racionalidad del cambio”.
Documento de Trabajo Número 355. Octubre 1987 y BOENINGER, E.: “La Concertación Política
y Social; problema y exigencia de la consolidación democrática”. Documento de Trabajo Nº 9,
CED. Abril de 1984.
8
GARRETON, M.A.: “Cultura política y Sociedad en la Construcción Democrática”. Serie Estudios
Sociales, Nº 6. FLACSO. Santiago. 1991. pág. 3.
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La persistencia del “eclecticismo no resuelto” en la coalición proviene, a nuestro
entender, del abandono progresivo del consenso estratégico construido entre 1983 y
1990 y sostenido, durante los tres primeros gobiernos de la Concertación. Este deterioro
se explica, a su vez, por la pérdida de eficacia de la política de los consensos y de la
búsqueda de convergencias.

En el intento de encontrar una explicación de las razones que permiten que una
matriz ideológica tenga un éxito ejemplar en el cumplimiento de los objetivos de la
transición e, inmediatamente, sea incapaz de generar acciones favorables al propio
interés, proponemos un análisis que profundiza en la interacción ambivalente entre
racionalidad y cultura política.

Defendemos, para ello, la posibilidad de construir un tipo de explicación en base


a mecanismos que permita visualizar porqué una acción puede generar secuencialmente,
en distintos momentos y contextos, efectos favorables y contrarios al propio interés.
Este rasgo de acciones y estrategias contrarias al propio interés ha sido analizado
brillantemente en la historiografía por Barbara W. Tuchman en “La marcha de la
locura”. En este libro la autora identifica cuatro tipos de “mal gobierno” que generan
efectos no deseados: 1) tiranía u opresión, 2) ambición excesiva, 3) incompetencia o
decadencia y, 4) insensatez o perversidad. 9

Edgardo Boeninger, en su libro “Democracia en Chile”, analiza


contrafácticamente el conjunto de decisiones de la UP que impidieron evitar el colapso
de la democracia en Chile en el año 1973. Las oportunidades perdidas para evitar la
crisis expresaron, en el argumento de este autor, una profunda irracionalidad del
oficialismo por la incapacidad para adaptar sus preferencias a las condiciones políticas
del momento histórico. Bajo este contexto, y parafraseando a Boeninger, para ser
racional habría sido necesario ser prudente (conservador) en las acciones y estrategias
escogidas. 10

A continuación presentaremos dos posibilidades de explicación para el


fenómeno de las políticas contrarias al propio interés correspondiente al último tipo de

9
TUCHMAN, B. W.: “La marcha de la locura. La sinrazón desde Troya hasta Vietnam”. F.C.E. México
D.F. 1998. pág. 12.
10
BOENINGER, E.: “Democracia en Chile. Lecciones para la Gobernabilidad Democrática”.
Editorial Andrés Bello. Santiago. 1997. págs. 217 a 222.
MARCELO MELLA POLANCO

“mal gobierno” identificado por Tuchman; i) los efectos no intencionales producidos


por la propia lógica de la racionalidad y ii) los efectos no deseados generados por el
contexto donde se origina la acción.

Lógica de la acción racional y efectos no intencionales

Probablemente, uno de los enfoques más utilizados de la teoría de la acción


racional es el desarrollado por Jon Elster en trabajos como “Uvas Amargas” y “Tuercas
y Tornillos”. Elster describe (Cuadro 1) la acción racional como un tipo de acción
originada en un conjunto de deseos (preferencias) y en el marco de ciertas condiciones u
oportunidades que la hacen posible. Bajo este esquema, la acción racional produciría
tres tipos posibles de efectos. En primer lugar, los resultados intencionales, esto es,
cuando la acción genera los efectos definidos a priori, en forma unilateral y egoísta. En
segundo lugar, los efectos no intencionales (ENI) que producen cambio de deseos,
como ocurre en el mecanismo de adaptación de preferencias conocido como “Uvas
Amargas”. Finalmente, efectos no intencionales (ENI) que producen cambio de
oportunidades. 11

Cuadro 1

E.N.I. = Cambio de
Deseos Deseos

Acción Racional Resultados


Intencionales

Oportunidades
E.N.I. = Cambio de
Oportunidades

Fuente: Jon Elster. Tuercas y Tornillos. Gedisa.

11 ELSTER, J.: “Tuercas y Tornillos”. Gedisa. Barcelona. 1989. págs. 95 a 103.


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Aún más, utilizando el esquema propuesto por Elster para el análisis de los
efectos de la acción racional, es posible identificar cuatro tipos de efectos no
intencionales; ENI positivo que generan cambio de deseos, ENI positivo que genera
cambio de oportunidades, ENI negativo que genera cambio de deseos y ENI negativo
que genera cambio de oportunidades.

Cuadro 2

ENI - Cambio Deseos ENI – Cambio Oportunidades


Positivo 1.1. Aceptación reglas del juego / 1.2. Liderazgos políticos pragmáticos /
Valoración orden, Fragmentación sujetos - Mayor
gobernabilidad, consensos. cooptación de electores.
Negativo 2.1. Diseño secuencial transición 2.2. Convergencia / Crisis de
/ Impotencia y frustración en representación.
elites.

Elaboración propia a partir de Elster

Un ejemplo de ENI positivo que implica cambio de deseos fue la internalización


de las reglas del juego de la democracia formal y del modelo de transición diseñado por
Pinochet, de parte de la oposición moderada desde mediados de los 80. El efecto no
intencional positivo ha consistido, para la oposición moderada, en la valoración de los
acuerdos políticos como método para establecer orden y gobernabilidad democrática.

En el caso de los ENI positivos que generan cambio de oportunidades, aparece


como estrategia dominante desde fines de los 90 el surgimiento de liderazgos políticos
pragmáticos. Se encuentra en la base de este tipo de liderazgos la intuición de que, a
partir de la flexibilidad expresada por los representantes, es posible cooptar a diferentes
grupos sociales con intereses contradictorios y obtener su apoyo.

Por su parte, los ENI negativos que generan cambio de deseos aparecen, por
ejemplo, con el diseño de transición secuencial instalado por la Alianza Democrática y,
luego, por la Concertación de Partidos por la Democracia. El efecto no deseado de dicha
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estrategia ha sido la creciente impotencia y crisis de conducción de las elites políticas


concertacionistas frente a los desafíos impuestos por la modernización del país.

En cuarto lugar, se cuentan los ENI negativos que implican cambio de


oportunidades. Esta clase de efectos no deseados aparecen, por ejemplo, con la
adopción de la estrategia de la convergencia política y la integración horizontal de la
clase política. Concretamente, los ENI consisten en la crisis de representación y el
malestar social extendido frente a la política, por el carácter elitista y excluyente del
sistema democrático.

¡Es la Cultura (Política) estúpido!

Por otra parte, la eficacia de la acción racional se relaciona con el contexto de


prácticas políticas en el que se inserta. Angel Flisfisch distingue paradigmáticamente
dos momentos: la “política politizada” y la “política que politiza” (Cuadro 3). La
“política politizada” corresponde a aquel momento marcado por la normalidad
institucional en el que existen rutinas políticas instaladas y, por lo tanto, resulta
probable predecir los efectos de la acción racional. La “política que política” consiste en
aquel momento donde domina la innovación y la invención de rutinas. La decisión se
encuentra emplazada en contextos de alta incertidumbre, razón por la cual se hace
indispensable, para maximizar las posibilidades de alcanzar el fin esperado, el
gradualismo, el pragmatismo y la cooperación. 12

Conociendo la evolución de las fuerzas moderadas opositoras a Pinochet desde


1983 a 1989 y de la Concertación desde 1989 a la actualidad, es posible afirmar que
ambos momentos se desarrollan en una sucesión dialéctica.

Cuadro 3

Política Politizada Política que politiza


Explotación de rutinas Invención de rutinas
Calculo egoísta Capacidades colectivas
Fija deber ser a priori Deber ser como cuestión abierta

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FLISFISCH, A.: Hacia un realismo político distinto. Documento de Trabajo. Número 219.
FLACSO. Santiago. 0ctubre 1984..
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Juicios provistos de certeza Aproximaciones tentativas
No cooperativo Cooperativo

Elaboración propia a partir de A. Flisfisch

La ideología que llamamos Concertacionismo se caracterizó, inicialmente, por


operar en la lógica de la “política que politiza”, esto es, instalando nuevas rutinas,
articulándose como coalición de modo pragmático y cooperativo. Una vez en el poder,
el Concertacionismo ha mostrado grandes dificultades para sustituir su cohesión
estratégica por una de tipo programática, de lo que se sigue que la coalición se
transformó, con el avance de la transición, en un bloque hegemónico conservador y de
administración. De este modo, la Concertación como actor hegemónico instala y explota
rutinas para mantener la eficacia performativa de su sistema de dominación.

Conclusión

En el presente artículo se han entregado algunas claves para el estudio de la


crisis del Concertacionismo entendido como una matriz de pensamiento capaz de
generar cohesión social y legitimidad política para la Coalición que llegó al poder en
1990.

Para estos efectos hemos ensayado una explicación que supera la dicotomía
entre la explicación estratégica, tradicionalmente de corte individualista y la contextual,
por lo general exageradamente estática. Sostenemos que la crisis del Concertacionismo
se entiende cabalmente en la medida que es encarada como una matriz ideológica
situada. Vale decir, se trata de una ideología con un alto componente estratégico que
establece un cálculo de ganancias y define estrategias contextualmente.

Dado que el pensamiento concertacionista debe ser entendido como una


racionalidad contextual, es evidente que el agotamiento de su validez está determinado
por una desincronía de la ideología y el contexto en el que esta funciona. En el contexto
inicial de la transición, la lógica de las prácticas que hemos llamado “política que
politiza” implicó que para ser racional había que ser prudente en las acciones y
estrategias elegidas. Con el avance de la transición, sin embargo, la Concertación se
transformó en un bloque hegemónico más alejado de la invención de rutinas y más
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cercano a la explotación de las mismas (“política politizada”). Con el cierre de la


transición y la llegada de los nuevos desafíos de la democratización se hace necesario
para el mantenimiento de la hegemonía concertacionista, nuevamente, el abandono de la
matriz de explotación de rutinas (“política politizada”). En consecuencia, quizás el
único camino para prolongar la hegemonía del conglomerado, sea asumir el supuesto de
la racionalidad de la imprudencia.

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